Una de las opciones que definen más claramente un proyecto es, sin duda, el “dónde”. Básicamente, el proyecto puede localizarse en la propia comunidad o apuntar a comunidades alejadas. Cada una de estas opciones implica decisiones muy diversas en cuanto a la motivación, a la logística, a las vinculaciones con los destinatarios, etc. El trabajar al servicio de la propia comunidad de referencia de la institución educativa o de la organización juvenil facilita, sin duda, muchas de las cuestiones más cruciales de un proyecto: el diagnóstico participativo es más sencillo, el conocimiento de la realidad es más directo y la cercanía física permite que aun niños de corta edad puedan participar en el proyecto. En toda comunidad -aun en aquéllas que se consideran más “ricas”- hay problemas sociales que requieren de atención: bolsones de pobreza en barrios con altos niveles de ingreso, ancianos solos, personas enfermas, problemas de contaminación, de discriminación, y tantos otros. En este sentido, un proyecto realizado en la propia comunidad contribuye a que los niños, adolescentes o jóvenes sean capaces de “leer” la propia realidad, puedan identificar las necesidades que los rodean y sus propias posibilidades de mejorar la vida de sus vecinos. En la segunda opción, la actividad solidaria apunta a poblaciones alejadas físicamente de la comunidad de quienes la organizan. Este tipo de proyectos exige, en general, dedicar más tiempo al diagnóstico y poner especial atención en el establecimiento de vinculaciones auténticamente pro-sociales y no paternalistas con la población destinataria. También exigirá prever con mayor cuidado los aspectos logísticos y presupuestarios. En relación a esto último, será necesario evaluar la relación entre los recursos invertidos en el viaje y los que se emplearán para atender las necesidades de los destinatarios. Se entiende por “cobertura” del proyecto, la extensión del área geográfica que se atenderá: no es lo mismo forestar la avenida principal del barrio que todas las calles; ofrecer apoyo escolar en un centro comunitario que en tres. Esta definición en muchos casos se vincula directamente con la de cuál será la población destinataria del proyecto. d) ¿Para quiénes / Con quiénes? Destinatarios del servicio solidario En los proyectos de aprendizaje-servicio los “destinatarios del proyecto” son tanto los beneficiarios del servicio solidario como los propios estudiantes o jóvenes que lo protagonizan. Es posible constatar que tanto el crecimiento personal como los beneficios que derivan de la implementación del proyecto para estudiantes, docentes y líderes comunitarios son múltiples, y tanto o más mensurables que los impactos en la calidad de vida de las comunidades atendidas. En ese sentido, los “destinatarios” o “beneficiarios” del servicio solidario son también “donantes” y “benefactores” de los niños, adolescentes o jóvenes solidarios y deberían ser percibidos como “co-protagonistas” del proyecto. Hecha esta salvedad, es importante definir con la mayor precisión posible para quiénes/con quiénes desarrollaremos el proyecto. Según la calidad del diagnóstico realizado, se podrá especificar el número aproximado de personas a las que se pretende alcanzar (“35 niños que concurren al apoyo escolar”; “400 habitantes del barrio a forestar”, etc.) y las características de esa población que sean importantes para el proyecto, como nivel de escolaridad, ocupación, tipo de población (urbana o rural) y, si corresponde, tipo de vivienda, condiciones de salud, etc. e) ¿Cómo? Actividades de servicio solidario y de aprendizaje De acuerdo al doble objetivo del proyecto de aprendizaje-servicio se definirán dos tipos de actividades a realizar: las actividades solidarias a desarrollar en la comunidad seleccionada, con los destinatarios/co-protagonistas elegidos. las actividades de aprendizaje de los protagonistas juveniles del proyecto. Muchos grupos juveniles son reacios a formalizar sus planes en un papel y muchos docentes tienden a volcar esfuerzos desmedidos en sus planificaciones escritas. De todos modos, escribir la planificación de un proyecto ayuda a tener más claras las actividades a realizar, los recursos y tiempos necesarios, contribuye a recordar quién asumió la responsabilidad de cada actividad y facilita su comunicación. Un esquema muy simple para organizar este plan podría ser el siguiente: Objetivos Actividades Resultados Responsables Recursos esperados Solidarias Aprendizaje
En función de los objetivos del proyecto, se definirán las grandes líneas de
actividad, desagregadas en actividades concretas, que luego servirán para establecer el cronograma de tareas, ajustar el presupuesto, etc. Es importante relacionar cada actividad con un resultado esperado. Por ejemplo, en el caso de un proyecto de forestación, tendrá como grandes actividades la siembra, riego y cuidado de plantines, su plantación y seguimiento. En la primera línea de actividad, una de las actividades solidarias podría ser “Siembra de 150 plantines con los niños del merendero del barrio”. Un resultado esperado de esa actividad sería “disponer de 150 plantines para trasplantar en el mes de octubre” y también “involucrar a las organizaciones y especialmente a los niños .del barrio en la actividad promovida desde la escuela”. En lo que se refiere a los recursos, la actividad implicará entre otras cosas haber obtenido previamente las semillas, contar con 150 recipientes (lo cual puede exigir una actividad de recolección de envases de gaseosa en la escuela y el barrio) y prever el costo del transporte hasta el merendero. En cuanto a las actividades de aprendizaje, en Ciencias Naturales se podrá realizar una monografía analizando los efectos de la forestación o su ausencia en la salud de la comunidad y, en Ciencias Sociales, una encuesta entre los habitantes del barrio. Los resultados esperados estarán en relación con el aprendizaje de contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales, y serán evaluados como cualquier otra actividad de aprendizaje. En el caso de los proyectos que se desarrollan en instituciones educativas, es útil identificar las asignaturas o áreas del conocimiento que se involucrarán en el proyecto, y también vincular de la forma más concreta posible cada actividad con contenidos de aprendizaje específicos. En el caso de las organizaciones juveniles, identificar los aprendizajes esperados puede ser un buen ejercicio para reconocer cuánto se aprende en una actividad solidaria, y también qué necesitamos aprender para hacerla más eficaz. Los mejores planificadores saben que es importante prever en forma precisa las acciones a desarrollar, pero también que es necesario dejar margen para los imprevistos y no encorsetar el proyecto por exceso de detalle en el planeamiento. f) Tiempos Una vez definidas las actividades, pueden organizarse en una secuencia temporal que permita organizar las tareas y fijar etapas y plazos para cada una de ellas. En el caso de las instituciones educativas, el cronograma se articulará con el calendario académico y será importante consignar qué actividades se realizarán en horarios de rlapflirrac A*> :—* pedales, de acuerdo con la organización de cada institución) y cuáles en . horarios extraescolares, de pasantías, viajes de estudio, u otros. En las organizaciones juveniles será importante tener en cuenta las fechas significativas para la organización y sus ritmos internos. g) Responsables y protagonistas: En cualquier proyecto se indican los responsables, tanto del desarrollo de actividades específicas como de la ejecución en general del mismo. En el caso de un proyecto de aprendizaje-servicio conviene distinguir: la participación de los y las estudiantes en cada paso del proyecto, desde el diagnóstico a la evaluación, cuántos participan y de qué curso. las tareas o responsabilidades que corresponden a los educadores. el rol de los directivos de la institución educativa o de los líderes de la organización comunitaria, quienes son los responsables últimos de la actividad, y además pueden involucrarse de distintas formas en las actividades concretas y en la evaluación. la participación de otros miembros de la comunidad, tanto de la comunidad educativa (padres de familia, personal no docente, otros) como de los miembros de organizaciones de la sociedad civil, gubernamentales o empresariales, especialmente si han de tener alguna responsabilidad específica y si se han firmado acuerdos de trabajo conjunto. h) Recursos materiales y humanos Es sabido que todo proyecto -aun el más acotado- requiere de algún recurso material o humano para poder concretarse. En algunos casos, todos o la mayor parte de los recursos necesarios para el proyecto están al alcance de la mano: una escuela que dispone de una huerta escolar y decide ofrecer lo producido a un refugio para personas sin techo, no tendrá que prever ningún recurso adicional, exceptuando quizás el transporte de las verduras. Otros proyectos, en cambio, requerirán de la elaboración de presupuestos y de un proceso de obtención y gestión de recursos más o menos complejos. Cada caso es único y, según el contexto y los recursos disponibles, organizar un recital de rock a beneficio o una rifa puede ser muy sencillo, o casi imposible. Es responsabilidad de los educadores y líderes adultos evitar que los niños, adolescentes o jóvenes se planteen metas que excedan demasiado lo que pueden obtener en un tiempo acotado. Una evaluación de viabilidad puede incluir varios aspectos, desde los técnicos y económicos hasta los legales y socioculturales. Deberán considerarse, por ejemplo, los recursos materiales necesarios (espacios físicos, herramientas, maquinarias, libros, papelería, etc.), teniendo claro de cuáles ya se dispone, cuáles se pueden obtener gratuitamente y cuáles requerirán gastos. Un buen proyecto tiene en cuenta no sólo lo que ya se tiene, sino también lo que se puede obtener articulando esfuerzos con otras organizaciones o instituciones: si el grupo juvenil no cuenta con un salón para organizar el festival a beneficio, lo puede pedir prestado a la escuela, y si la escuela quiere dar apoyo escolar en el barrio, puede compartir la sala multiuso con el centro comunitario. En cuanto a los recursos humanos, también tener en cuenta la posible colaboración de personas o instituciones diversas, y de ser necesario por las características del proyecto, deberá preverse capacitación específica para algunos o todos los participantes. Cuando los estudiantes del secundario con orientación en Economía “Jaime de Nevares” de Bariloche quisieron construir como proyecto de Tecnología un molino de viento para poder darle energía eléctrica a una comunidad aislada, tuvieron que recurrir a los ingenieros del Centro Atómico para que los ayudaran en el diseño, y el único estudiante que sabía usar el soldador se lo enseñó a sus compañeros y compañeras, para que todos pudieran colaborar en la construcción del molino (ver 4.2.4).