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NURIAPARÉS
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LA MITOLOGIA
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PETER FITZPATRICK

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MExlCO
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siglo ventiuno editores, s.a. de c.v.


CERRO DEL AGUA 248, DEl.EGACION COyQACÁlol. 04310 M~O, D.F.

siglo veintiuno de españa editores, s.a.


PRINCIPE DE VERGARA, 78 2" DCHA., MADRID. ESPA&\
PRÓLOGO xi

PREFACIO A LA EDICIÓN INGLESA xv

AGRADECIMIEN'ros xix

l. EL MITO Y LA NEGACIÓN DEL DERECHO 1


Introducción, 1; La asunción del derecho, ~; La evocación del mito, 10

2. EL MITO Y LA MODERNIDAD 14
Génesis, 14; El mito del mito, 18; La denigración del mito, 28; La
perfección del mito, :\1

3. EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO 46


Orígenes, 4E;; La ciudad de Dios, 47; La naturaleza y la deificación del
derecho, 5:,; Naturaleza, raza y derecho, 66; El derecho y el estado
salvaje, 75; El derecho y e! progreso, 91

4. LA CONSOLIDACIÓN MÍTICA DEL DERECHO MODERNO 97


El reino de lo finito, 97; La perteccióll de! progreso, 99; La progre­
sividad de! derecho, 107; El colonialismo y la confirmación del derecho,
11:{; La nacionalidad del derecho, ll!l; Sujeto y sujeci6n en el dere­
cho, 125; Progreso y orden en el derecho, 150
r--v
~ 5. EL DERECHO Y LOS MITOS 155
\0) ponada de guadalupe e. rodríguez,Í. La mutualidad de los mitos, 155; El derecho eH ellllundo administrado,
edición al cuidado de pangea editores 156; La adlllillistraci6n y la inevitahílidad del derecho, 174; Lajustícía
popular, 180; Los límites del derecho, 192
primera edición en inglés, 1992
© routledge, loudres G. I':L DERECHO COMO MITO 196
pl'imera ediciólI en espailol, Hl98
La vida y la autonomía legal, !!lb; La escena primigenia, 205; La
© siglo xxi editores, s.a. de c.v.
isbn 968-2.'{-2125-5 apoteosis del funcionario, :.111: Mito y concepto, 221
título orilrillal: {he mit/¡ology nf mor/n'n [(Jw
BIBLIOGRAFÍA 227
derechos reservados conf(¡nne a la ley I
impreso y hecho en Illéxico / printed aud made in mexico ÍNDICE ANALíTICO 245

[vii]
PRÓLOGO

Diremos, para empezar, que la modernidad no tiene nada que ver


con el mito. Diremos, también, que un derecho sensato y secular ya
no puede asentarse en la esfera de lo sagrado. La idea misma del
mito los tipifica a "ellos", los salvajes y antepasados que "nosotros"
. hemos dejado atrás. Ahora el mito sólo puede ser un residuo o una
aberración, una tenue evocación del paraíso perdido o un resurgi­
miento de los monstruos. En la arrogancia infínita de la moderni­
dad el mito tiene que corresponder con lo estático y cerrado en el
significado y en el orden social, mientras que la modernidad se
equipara con el progreso y con la apertura fecunda. Sin embargo,
los orígenes y la identidad de la sociedad moderna aún se describen
en términos aparentemente míticos, en términos de la división en­
tre nosotros y ellos, la cultura y la naturaleza, y cosas por el estilo.
Pero estos términos ya no pueden seguir siendo míticos, ya no pue­
den representar límites fijos, puesto que ahora están atrapados en
una progresión del proyecto ilimitado de la modernidad, en el cual
los límites sólo pueden ser restricciones temporales pendientes de
más descubrimiento o de una manipulación más efícaz. En pocas
palabras, la modernidad se opone al mito.
En mi argumentación esa posición se invierte. Sea cual fuere su
pertinencia para los mundos llamados primitivo y antiguo, e! mito
está vibrantemente presente en la modernidad. No se confina a las
huellas inciertas de la antigüedad ni es una cuestión de aspiración
mitopoyética. Así pues, la pregunta difícil y evidente es cómo conci­
liar esta presencia de! mito con su negación en la modernidad. La
respuesta es que la negación es el mito. La mitología de la identidad
europea está basada en una oposición a "otros" dominados por los
mitos. Éstos no se interpretan como afirmaciones ejemplares de
una mitología clásica sino en función de una teleología negativa:
yo sepa, somos los únicos que pensamos que descendemos de
salvajes: todos los demás creen que descienden de los dioses" (Sah­
lins, 1976:52-53). El occidental es impulsado en una progresión que
lo aleja de orígenes aberrantes. Está formado en la cabal negación
del "otro"; en afirmaciones de conocimiento universal, juicio impe­

[xi]
xii PRÓLOGO
PRÓLOGO xiii

rioso y ser incluyente. Como está interpretado en una negación, en cas palabras, las contradicciones duraderas sobre el derecho corres­
términos de lo que no es, este ser es ilimitado y es capaz, mít.icamen­ ponden a sus dimensiones míticas; sin embargo, éstas no se pueden
te, de conciliar su existencia particular y contingente con su apropia­ reconocer en un mundo que no sea mítico. Yo pretendo darles reco­
ción de lo universal. nocimiento y mostrar cómo tales contradicciones tienen coherencia
La mitología de la modernidad se sustenta en la experiencia del en el mito.
imperialismo. En nuestros días el imperialismo suele verse como Las mitologías tienen que establecerse, y la escena que describo
algo marginal, excepcional y evanescente, mientras que en mi argu­ es, tanto británica como inglesa, con sus extensiones imperiales.
mentación es central, ordinario y duradero. Es verdad que hay cier­ Pero no me ocupo de "las peculiaridades de lo inglés" y de la mito­
ta calidad amnésica relacionada con el imperialismo y la mitología logía particular que procede de los bosques germánicos, las asam­
que engendra. Pero, para ampliar algo ná;¡ el concepto de Nietz­ bleas sajonas y varios otros lugares (d. Pocock, 1967). Mi interés
sche, "el olvido no es sólo una vis inerliae, como sude afirmarse, está en la escena británica como un caso o un ejemplo de mitología
sino un activo mecanismo de tamiz"; este "olvido activo" es un olvi· occidental compartido con graa parte de la Europa continental y de
dar positivo que sirve para constituír lo que se recuerda, lo que es América del Norte. Por consiguiente, al elaborar mi contramito he
real y efectivo (Nietzsche, 1956:189, segundo ensayo, parte 1). El re­ ido más allá de la Gran Bretaña.
sultado, la expresión precisamente ambigua de Derrida, es
una "mitología blanca"; la mitología de una Europa blanqueada y PETER FITZPATRICK
una mitología un tanto desprovista por lixiviación de su fabuloso co­ Canterbury
lor original (Derrida, 1982:213). Este proceso no marca la decaden­ otoño de 1991
cia del mito sino su perfección, su entrada más extensa en la organi­
zación social y del yo. El Occidente queda imbuido de esa misma
totalidad del compromiso con el mito y con esa insensibi~idad a un
mundo más amplio que de manera tan rápida y equivocada atribuye
a los primitivos y a los antiguos.
El derecho moderno es una forma de esta mitología blanca. Com­
parte sus orígenes y una dinámica sustentadora con la mitología ge­
neral de la modernidad, y es un elemento principal en esa mitolo­
gía. La composición mítica del derecho puede verse en sus atributos
contradictorios. El derecho es autónomo pero socialmente contin­
gente. Se identifica con la estabilidad y el orden, pero cambia y es
históricamente sensible. El de'recho es un imperativo soberano pero
es la expresión de un espíritu popular. Su trascendencia casi religio­
sa se opone a su temporalidad mundana. El derecho incorpora el
ideal pero es un modo de existencia presente. En una época de mito
descarado estas irresoluciones persistentes, recursos del debate de
la jurisprudencia, podían conciliarse de inmediato con las realida­
des diversas aunque relacionadas. Pero cuando la realidad está uni­
ficada y la verdad es indivisible esta resolución no está explícitamen­
te disponible en una modernidad. Es más, el derecho tipifica una
forma moderna de autoridad racional que rechaza la división de la
vida entre esferas míticas diferentes (cf. Kronman, 1983:47). En po-
PREFACIO DE lA EDICIÓN INGLESA

Esta colecdón le debe mucho al libro de Peter Fitzpatrick La mitolo·


gía del derecho moderno. Esta feliz deuda es tanto histórica como con­
temporánea.
En las enmarañadas y complejas negociaciones con varios edito­
res que llevaron a la creación de la colección, Peter participó como
consejero y, en un momento dado, como probable codirector. Su
plan para la Mitología constituyó un importante elemento de persua­
sión en nuestra propuesta para lanzar una colecdón plenamente in­
tegrada, en la cual aparecieran juntos la labor y los conocimientos
feministas compatibles con las ideas feministas. Nos dUimos que de
esta manera sería posible poner fin a la discriminación de la labor
feminista, si no hacerla trascendente. La Mitología cumple más que
suficientemente este anhelo intelectual y político. No es "sobre, por
o para" las nnyeres. Pero el análisis que realiza para demostrar el ca­
rácter integral y fundamental del racismo en el derecho revela un
espacio y una oportunidad para un análisis simultáneo de la posi­
ción siempre marginal de las mujeres como "personas" plenamente
jurídicas.
Como los autores a los que Peter Fitzpatrick reclama, empezamos
este prefacio de la Mitología diciendo lo que no es. Por fortuna, sin
embargo, también podemos decir lo que es, y ahí es donde radica
nuestra deuda actual.
En primer lugar, éste es un libro que deconstruye los mitos occi­
dentales que fundamentan e impregnan el derecho. El mito es una
forma que unifica sin totalizar (aparentemente), una forma que
mantiene la unidad en una aparente incongruencia, y la presencia
en una ausencia aparente. A~í, éste es un libro que revela que la mi­
tología no existe sólo en "otras" sociedades sino que permea la
nuestra, y que tal vez es más poderosa en aql1ellos lugares donde su
ausencia se proclama más alto, es decir, en esos lugares gemelos de
la razón y la terquedad, el derecho y la ciencia.
En segundo lugar, éste es un libro que explica el racismo de la le­
galidad neutral y racialmente indiferente. En nuestra propia obra
hemos luchado con el problema de cómo la justicia equitativa -que

[xv]
xvi I'RfFl\CIO DE lA EDICIÓN INGLESA
PREü\.CIO m: I.A EDICIÓN INGLESA xvii

algunas veces se dispensa de manera imparcial- lleva a resultados


conserva el poder, flexible según la situación, de decidir quién es
profundamente desiguales, con sentencias de cárcel más numerosas
un experto y cuáles son los límites aceptablps de esa pericia en un
y más largas en el Reiuo Unido, por t:jemplo, para los negros que
momento dado.
para los blancos, Fitzpatrick revela cómo el derecho depende del ra­
Esto no sólo se relaciona con el debate sobre la justicia formal y
cismo para su teoría de que existe no sólo para su propia justifica­
la justicia sustantiva que ha animado y confundido a la jurispruden­
ción (aunque tambi¿:n para eso) sino para su identidad misma, la
cia y a la sociología desde Weber; no súlo resuelve el dilema del des­
cual se alcanza en la negación, por la distinción entre una manera
lizamiento políticamente consecuente entre las categorías para los
jurídica y todas las otras maneras de ejercer coerción. Estas mane­
teóricos informales de la justicia, sino que también afirma a todas
ras ajurídicas y antUurídicas marcan y constituyen a esos otros como
las categorías en la teoría más general de Foucault del orden social
salvajes o déspotas. Sin embargo, se considera que su ilegalidad pre­
mismo (o en su discurso sobre ese orden social). Esto se logra al
cede al derecho, el cual, partiendo de sus orígenes poco prometedo­
usar el concepto foucaultiano de la administración para caracterizar
res, se "desarrolló" hasta ser algo que los orígenes no son.
a la amplia gama de formas de justicia incorporada y reglamentaria
Como lo demuestra Fitzpatrick, el racismo es fundamental, y lo
que han sido establecidas y debatidas con un fervor cada vez mayor
es tanto en la teoría jurídica contemporánea como lo fue en la Ilus­
durante este siglo.
tración.
No hemos hablado de la progresión, el más abierto de los objeti­
Al aclarar el modo de operación de las definiciones negativas
vos, la justificación más sl~jeta a juicio, cuando se examina retros­
este libro proporciona otra base inapreciable, para comprender no
pectivamente, en todas las prácticas del pasado. Nada hemos dicho
sólo el derecho, el s~jeto jurídico, la sociedad civil o "civilizada",
tampoco de la independencia nacional, también concebida de ma­
sino también cualquier fenómeno definido de manera negativa. La
nera fundamental en la diferencia, o del desorden que crea propie­
influencia de Durkheim y de la tradición francesa que persiste en :1 dades del derecho en marcos coloniales y en los hogares de la clase
Foucault (por ejemplo, del derecho represivo al derecho restitutivo),
trabajadora. No hemos hablado de las coerciones ocultas de la
perdura como una huella en Fitzpatrick. La definición del delito
cia popular. Ni siquiera hemos dicho nada -y esto debe ser todo un
que da Durkheim es negativa, capaz de ser explotada por funciona­
rios y otras personas de acuerdo con la ocasión. Pero tanto en Fou­
cault como en Fitzpatrick el funcionalismo y el optimismo han des­
lt
.,'
récord- acerca de H. L A. Hart, quien merece un capítulo propio
para demostrar que las mitologías fundamentales están vivas y go­
zan de buena salud en pleno siglo xx.
aparecido para ser remplazados por una resistencia esperada que se
Pero el o~ietivo de un prefacio como éste no es resumir o exami­
vuelve más y más difícil a medida que las técnicas para normalizar
nar el libro en cuestión. Lo que hemos hecho es ubicar esta impor­
las identidades "díscolas" son cada día m,'ts complejas en los planos
tante contribución en la disciplina de la sociología del derecho y
discursivo y administrativo.,
dentro de la colección. Le invitarnos a leerlo, a disfrutarlo, a enojar­
Sin embargo, la labor de la definición negativa no cesa en este
se por lo que nos revela y a sentirse estimulado por el acicate intelec­
punto. Fitzpatrick explora las consecuencias de las posibilidades in­
tual y conceptual que representa.
finitas que la definición negativa permite. Así, en relación con la ad­
ministración (o derecho reglamentario), la observación efectiva de
MAUREEN CAIN
sus límites y su contenido se alcanza mediante la "ley", mientras que
CAROLSMART
esa misma ley reconoce un terreno de experiencia y ciencia cuya al­
enero de 1992
teración no se autoriza. Ésta es la zona del conocimiento legitima­
dor del experto no responsable, que nace del poder positivo y que
despliega los discursos técnicos del mismo. Lo <¡ue Fitzpatrick seña­
la es que la definición negativa de! derecho permite a éste que la ad­
ministración lo limite sin perder su aspecto jurídico, y a la vez que
AGRADECIMIENTOS

La elaboración de este libro contó con mucha generosidad y mucha


benevolencia. Los primeros esbozos se realizaron en 1987, durante
un estimulante semestre que pasé en el Departamento de Derecho y
Sociología de Carlcton University, invitado por esta institución.
Esos esbozos se ampliaron en las conversaciones con Hans Mohr,
que él hizo tan amplias como esa orilla del río San Lorenzo en la que
nos hallábamos. Y el magnánimo interés de Alan Hunt les dio a
esos esbozos un impulso inicial. En su producción más inmediata,
fue un placer volver a trabajar con Maureen Cain. Elisabeth Tribe fue
la revisora más eficaz y que más apoyo brindó. Elleke Boehmer, Tony
Dave Reason, Leon Sch1amm, David Sugarman y Bernard
Sharratt ofrecieron las referencias precisas en los momentos preci­
sos. Deborah Cheney y Rachael Reily contribuyeron con ingenio a
la investigación. Nancy Fulton y Peter Goodrich comentaron eficaz­
mente algunas secciones del manuscrito. Liz Cable reunió todas las
partes de una manera perfecta, y lo mismo hizo Tesher Fitzpatríck
al organizar la bibliografia. Colin Perrin proporcionó el Índice
ejemplar y Valerie Mendes, de Routledge, se entregó con verdadero
sentido del compromiso a corregir el manuscrito. A Shelby
trick le estoy indeciblemente agradecido.
He vuelto a redactar y he modificado dos textos ya publicados.
Una parte del capítulo 5 se deriva de "The impossibility of
justice", que se publicó en Social and Legal Studies (1992), y gran
del capítulo 6 es una ampliación de mi contribución a Dange­
mus supl)lement5~ publicado por Pluto Press y Dukc University Prcss
(1991).
1. EL MITO Y LA NEGACIÓN DEL DERECHO

La finalidad principal del crítico es ver el objeto


tal como no es en realidad.

Wilde, en ELLMANN 19H8:J37

INTRODUCCIÓN

El argumento de este capítulo, sospechosamente simple, es que el de­


recho como entidad unificada sólo puede conciliarse con sus existen­
cias contradictOlias sí lo vemos como un mito. A primera vista puede
parecer que esta afirmación entraña una contradicción. Al fin y al
cabo, el derecho moderno se formó en la negación misma de ese rei­
no mítico que tanto engañó a los premodernos. Mi respuesta concisa
es convenir en ello pero decir, a continuación, que esa negación tipi­
fica una mitología renovada y, ahora, moderna. En esta negación del
ser mítico hay un rechazo de aquello que le da al derecho una existen­
cia coherente. La negación por medio del derecho es la negación del
derecho. Sin embargo, como se mostrará en capítulos posteriores, es
esta calidad negativa, esta vacuidad del derecho, lo que hace posible
que se efectúe una mediación lnítica entre las existencias contradicto­
rias del derecho, y lo que permite que se mantenga su unidad.
Los comienzos siempre son difíciles. Sostener un conjunto ya es­
tablecido en la negación de manera tan absoluta podría ser pecu­
liarmente torpe. Quizá sea mejor empezar de nuevo. Tomando un
comienzo prestado a Foucault, quien a su vez lo lomó de Borges,
hay "cierta enciclopedia china" que, al clasificar a los animales co­
mienza así: "(a) perteneciente al Emperador, (b) embalsamados", si­
gue por la vía de las "( e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros perdidos" y
termina "(rn) que acaban de romper la jarra de agua, (n) que desde
muy l~íos parecen moscas" (Foucault, 1970:xv). Aquí Borges hace
caso omiso "de las necesidades menos obvias pero más apremiantes;
elimina el lugar, el terreno mudo en el que las entidades pueden"
coexistir como una clasificación que "nosotros" podemos compren­
der (Foucault, 1970:XVII, cursivas suyas).

111
2 EL MITO Y LA NEC,\cr()N DEL DERECHO 3
EL MITO Y LA NEGACIÓN DEL DERECHO

Otra provocación para descubrir el terreno mudo puede derivar­ nociones aisladas y opuestas acerca del derecho, pero nlZlntiene una
se del tratamiento de la diversidad ('Il los campos científicos. Veamos relación con éste. En la medida en que quienes sostienen una con­
la controversia cÍentífic;l 110 poco común en la que se demuestra que cepción enfrentada a olra, lo hacen para reducir esa concepción a
posiciones aparClllcllH'lllc opuestas, cada una de ellas apoyada por los términos de la suya propia. Con el liempo, otras ideas y la acu­
"pruebas 'ohjetivas' ill;tt:\cablcs", son "válidas": un ejemplo sería "el mulación de conocimientos establecerán la correccÍón de una posi­
principio de b cOlllplcmenlariedad" de Bohr, que afirma el derecho ción sobre otra o en vez de otra. La inmensidad del esfuerzo que se
de coexistellcia de 1111 concepto de la luz tanto corpusculal' como de ha dedicado a este fin, bast.a ahora sin (:xito, sugiere que el resulta­
onda (Weiss CI! Merton, 19H 1:IV). Sea lo que fuere. Menan cree (IHe do más probable ser;i una Írresolución persistente. Bien pudiera ser
lo que podría ocurrir es que en "cada campo de investigación [ ... ] la que en esa persistencia hubiera elementos del derecho duraderos
plur;difbd de teorías, paradigmas y modos de pensar actuales no aunque opuestos, y si concedemos esta posibilidad ¿cómo podrí::1
son 1lI1;1 SilllPIc circunstancia fortuitZl [ ... 1Antes bien, parece ser inte­ conciliarse la oposición con un derecho unificado? Es evidente que
gral ('11 los procesos cognoscitivos socialmente configurados (lile se buscaré la respuesta en el mito. Y también es evidente que no podré
deet Ú;ll1 C!l la disciplina" (Merton, 19f1l (;llZlndo estos procesos se acomodar corno es debido todos los conceptos del derecho que son
vuelven explícitos pueden revelar una unidad en un campo que antes mutuamente excluyentes. En lugar de eso, empezaré a buscar umt
pareda estar constituido por diversas versioncs. Veamos un respuesta en una oposición que aharque muchas otras y marque la
en pa Icoallt ropologíZl diferentes descripciones de la evolución huma­ división en la jurisprudencia moderna; a saber, la oposi­
na puedcn resultar congruentes cuando todas ellas se ven como ver­ ción entre el derecho como doctrina autónoma y el derecho como
siones de un mito (Landau, 1991). En términos más convencionales, dependiente de la sociedad.
podemos convenir en que el progreso científico resulta con [recuen­
como ocurrc en la física de las partículas, de post ular y, luego, in­
tentar descubrir una entidad que uniJ'icaría clltidades diversas pero
coexislentes en el CZlfllpO, A la inversa. la unidad ;lCeptada de un cam­ LA ASUNCIÓN DEL DERECHO
po puede depender de conexiones qlle existen en el mismo pero que
no han sido reconocidas (cL Sheldrake, J ~)fll). Ver el derecho como una doctrina autónoma es, supuestamente, la
Yo voy a sostener que el mito es el terrcno lIludo <¡ue "nos" per­ antítesis de los enfoques sociológicos del derecho. El estudio doctri­
mite teller un "derecho" unificado y que ;¡(lIla las existencias contra­ nal del derecho - ( l , en t{~rminos semejantes, los principios básicos o
dic{ori;¡s de b ley en una cohercnCÍ;l cOllfigurada. Esta coherencia gener::1lmcnte aceptados del derecho, cllórmalismo o el positivismo
va m,ls a lIá de los "procesos cognoscit ¡vO.s" de Mcrton y llIás rídico- considera como su universo bs reglas jurídicas y los inf(¡r­
tamhién, de bs categorías psicológicas -c;]tegorías de creencia o de mes de casos. Este enfóC¡lIe si~l1e siendo pred.ominante en la educa­
inconscÍente- a las <¡Ile el mito suele subordinarse en el ción y en la investigación jnrídic::1s. Es evidente que esto presenta al
periodo moderno, si es que se lo reconoce. Antes bien, el mito al derecho como algo distinto, unifÍcado e interiormente coherente
que IIOS referimos <lquí está Jan elaborado socio!ógicZlmente como 1991 :34-35). En su aspecto de jurisprudencia analítica o
aquel que se supone unió a los hombres primitivos y ZI los antiguos. ha protegido asiduamente la autonomía del derecho. Mu­
Comenzaré a desarrollar mi argumento indicando una paradoja chos ataques aparentemente devastadores a esta posición, no han
curios;l sobre el derecho. Parecería que hay un consenso acerca del podido modificarla de manera fundamental. La observación despia­
ohjeto "derecho" que se extiende sobre versiones divergentes delmis­ dada de su divergencia respecto de la práctica dd derecho no ha so­
mo (v<::¡nse Duxbury, 1987:29·31, 1H9-207; S<lrgenl, 1991). Por ejem­ cavado la percepción común de su ImIar como fundamento de eS<I
plo, jl,¡rccc haber compatibilidad entre los europeos de b sociología práctica.
jurídicl y la teoría del derecho. Incluso el conflicto entre estas dos La forma que este ha adoptado recientemente en la
se supone sel fundamental. Lajurisprudencia abunda en prudencia ha consistido en la c1evaCÍún del campeón heroico: el
4 EL MITO Y LA NEC;AC¡ÓN nH, DERECHO EL MITO Y LA NEGACION DEL DERH.:llD f)

del vcrdadem conocimiento como sulta determinado por funcionarios de manera exclusiva e
en ese rampo. La defensa conceptual de la aulono­ y la empresa positivista se conserva.
mía del derecho por parte dd campeón se promulga y se rehna Dworkin un camino que es notablemente paralelo al de
pero, con el licmpo. licllt' carencias en algunos El sur­ Har!. Este autor iguala el conceplo del derecho de Hart con un sis­
del lluevo clIlIpcón se efectúa por el descubrimiento de tema de y luego lo considera insuficiente porque no da cabi­
medios <Jll(' califican significativamente la posición y por la da él OIE{S cosas que S011 integrales en "nuestras
de alguna protección de la autonomía del derecho, ge­ en materia de derecho (Dworkin, 19G8:60). En particular, la idea de
nerallll<'lIl(' aceptable, que poner en su lugar. El campeón actual si­ una regla no puede incluir e! liSO de principios para dictar un fallo
gue siendo 11. L. A. I-f;¡rl. con su "concepto del derecho" (Han, judiciaL Los principios, sin embargo, aportan al derecho una di­
I!H¡ 1). El principal retador es Ronald Dworkin, con su concepci6n mensión social perturbadora, con lo que cuestionan su autonomía.
dd "imperio de la ley" (Dworkin, 1986). Consideraré brevemente Tal corno lo reconoce Dworkin, los principios tienen una existencia
cad;\ tlIl;1 de estas concepciones como indicaciones del mito. más amplia que la que se refleja en el derecho (véase por c;jemplo
1LlI t alacó el concepto positivista del derecho ofrecido por John Dworkin, 1968:51). Entonces hórno puede conciliarse la autonomía
Ausl in, concepto que ha predominado durante mucho tiempo y que del derecho con su dependencia respecto de los principios?
lodavía liene influencia. Austin consideró el derecho como la orden La gran respuesta que con el tiempo bailó Dworkín está en la in­
de un poder soberano que, por lo general, es obedecida por el pue­ terpretación. A vista no parece una solución afórtullada. El
hlo: la relación entre el soherano y los miembros de la sociedad es renacimiento reciente de la hermenéutica en rliversas esferas acadé­
d(' simple dependencia (Austin, 1861-186:U, 170-1 I). Al conside­ micas ha revelado la naturaleza contingente o dependiente de las co­
lar d uso sociolingüístico, Hart encuerítra que el conceDto de Aus­ sas que suele suponerse que tienen una existencia autónoma. Y
! in es deficiente en, varios aspectos. Lo más Dworkin no parece limitarse en su adopción de la
por alto los diversos usos sociales de las Con su obra consolidadora, Law's em-hirp; {El im1Je1'Ío de la
1~)(¡ 1:HH). Si consideramos estas reglas veremos que la eomo "definido"
1111 anTcamiento participativo "interno" al derecho conforme con el : "El derecho es un
cllal ;H!opta una actitud reflexiva e imaginativa ante aquéllas. En­ tatÍvo que no tiene una identidad
(Oll! I;llIIOS <)\1(' est,l dotada de la capacidad de guiarse por ju­ tal' la ley" (Dworkin, 19R6:410, En cierto modo Dworkill es fiel
rídicas de cOJl(!ucla y para evaluarlas, así corno par~{ acometer la a tal base dd derecho promiscua y decididaluente nada imperial. Su
('1111)1 ('sa d(' s('guirlas, lo cual requiere gran cap,\CÍlación (Hart, consideración del derecho como una actividad interpretativa lo lle­
I ~)(; 1::,:, :,1;, ~)(;). Según el análisis de Halt, este elemento popular re­ va a adoptar un "punto de vista internp de participante" acerca del
sult;\ eS('I¡(i.d par;l la existencia del derecho. Después de haber in­ mismo (Dworkin, 198fi:14). Los participantes incluyen a "todos los
snlado ('si€' c!CI!H'lIlo popular: en el derecho de manera que despla­ actores en la práctica" del derecho y a "toda la gente que tiene IIna
za al (';11111)('('11 I'0silivisla actual, Hart se dedica a asumir su ley" como los "ciudadanos y polílicos y profesores de derecho"
autorid;\d ('11 1111 c;lIllbio ('))gailOso. Borra el elemento de lo popular (Dworkin, 1986:13-14). Igualar el derecho con la diversidad de pers­
y reafirma b ('nl,\(it')1I posil ¡vista del derecho con autoridad oficial y pectivas de los participantes es un p;-¡so verdaderamente radical, un
con Ull signi[icado 101111;11 prest ahlecido. Así la plebe queda exclui­ paso que justificaría de manera espectacular la constante afirm;l­
da del derecho y relegad;1 :1 lIlI ('st:\do de inercia austiniano. Han lo­ ción de Dworkin de que es un opositor de la jurisprudencia positi­
gra todo esto mediante 1001U;IS dc clt-v;lci(m mítica del derecho y de vista . .sin emhargo, este imperio paradójicamente difuso asume muy
la voz oficial como de ('sic. El ('1<-1I1('l\to popular es silenciado pronto una dimensión más imperial en un sentido formal. Al térmi­
en una historia fabulosa del origclI pi illlig('nio de la ley. En el no de la exposicióll de Dworkín, el derecho ha adquirido una voz
11110 Ií. qlle trata de! "derecho como milo", cOl\sideraré to~lo esto y una identidad postulada dislinta de la diversidad ele inter­
l' 1II II\;ís d('lalle. En pocas palabr¡;¡s, lo que 01('1\1;\ (011\0 derecho re­ En b afirmaci(¡n de írnoerio, el derecho se convierte en

1I
MITO Y [,A NFJ;A(:ION DEL DERECHO El. MITO Y LA NEGACIÓN DEL DERECHO 7

Uplt:u<tu cxclusiv;l de los hllldonarios que tienen "la última pala­ cer cuando las condiciones sociales que lo crearon desaparecen, o
bra", aunque la palabra cst('· imhuida (on los esfuerzos de los filóso­ cuando cambian y se convierten en condiciones antitéticas a él. Una
fos del derecbo, los "videntes y profetas" de la ley (Dworkin, administración generalizada y una comunidad renovada suelen ser
1986:407, 41~), La lll;UWr¡¡ ell que se efectúa tal trasformación es un las f()rmas que suelen considerarse efecto () resultado del fin del de­
misterio (Duncausol\, 1~IHD; Hunt y Kerruisb, en prensa). La res- recho por ejemplo 197(;). Sin embargo, si observamos
radica en las fúerzas operativas (lue contiene la ley: fuerzas estas versiones sociales más de cerca, somos capaces de encontrar
de competencia, perfectihilidad y orden coberent.e infinitos. Estas un derecho que puede ser seguro y persistente. La contradicción en­
fuerzas elevan una interpretación particular y oficial del den;cho y lo tre esta aparente autonomía y b dependencia social del derecho se
invistell con capacidades y valores que lo vuelven trascendente y resuelve, a mi juicio, en la elevación mítica de éste. La relación entre
constant('. Así se concede al derecho una singularidad y llna inviola­ el derecho y f(umas sociales t.ales como la administración y la comu­
bilidad que igualan con creces los esfuerzos de los positivistas ante­ nidad puede, por consiguiente, ser vist:l como una relación entre
riores para asegurar su autonomía, Tal como ocurre con los textos entidades míticas mutuamente sustentadoras, y no como una rela­
de Hart -y de Austin-, el derecho existe porque "unos funcionarios de oposición, Pero esto es anticipar gran parte de mi ar­
adoptan l...] decisiones <[ue ohligan a una comunidad a dere­ ulterior y resumir su ilustración detallada en el capítulo 5,
chos y deberes que conforman el derecho" (Dworkin, ] 986:97). Por el momento me ocuparé del derecho y de su identidad distinta
La relación entre la autonomía del derecho y la sociedad en estas en estas versiones sociales,
versiones es, así, algo paradójica. Tanto Hart como Dworkin serialan En algunas de estas versiones esto es muy fácil y no reqUIere mu­
que la existencia social del derecho sirve para revelar la insuficien­ cho tiempo. Se trata de versiones desde el seno del derecho, que lo
cia del concepto positivista del derecho que predomina. Se muestra consideran como algo dado y ven su relaci(¡n con la sociedad en téT­
que ese concepto depende inextricablemente de una dimensión so­ minos instrumentales tales como propiciador del cambio, de la solu­
ciaL Mas cuando se trató de purificar el derecho y de sostener la ción de prohlemas y la aplicación de las políticas o simplemente en
empresa positivista, la dimensión social [ue excluida de manera ar­ términos de eficacia. los "estudios sociojurídicos" constitnyen
bitraria y la dependencia del derecho demostró ser misteriosamente una eskra que suele considerarse conducente a "la compn:nsión de
desentrariahle, Por lo tanto, el derecho puede ocupar una los efectos y la eficacia del derecho": en este ejercicio los "sociólo­
trascendente cuando no tiene una conexión específica con la socie­ gos deben estar a mano mas no por encima" (Vé,ISC Nelken,
dad pero ejerce un dominio general sobre ella. El dominio positivis­ 981:36), Hay otros enfoques influyentes que, en términos genera-
ta dehía ser asegurado en forma constante en vista de las dificulta­ son de este tipo. La jurisprudencia sociológica, pOI c:jernplo, es
des sociales que convertirían al derecho en aparte de lo que se en esencia un )Junto de vista desde dentro del derecho. Se ocupa de
ha postulado que es. Tanto Han como Dworkin adoptan su particu­ la eficacia de la ley Y de su capacidad para la "ingeniería social", aun
lar y limitativa perspectiva de participantes, en parte para contra­ si estas preocupaciones se reflejan, por decirlo en la naturaleza
rrestar los puntos de vista "externos" o "pragmáticos" que reducirí­ del derecho, Este enfoque alcanza algo pareciclo a una conclusión
an al derecho en términos de la ÜlCtualidad social (Dworkin, elaborada en la obra de Julius Stone (Sume, 19(6). La perspectiva
Har!, 1961 llamada derecho en contexto ofrece ahora un ejemplo más influyen­
La oposici6n que esro impone entre las versiones positivista y so­ te y más diverso. En algunas de sus conclusiones es indistinguible
cial del derecho se ha exagerado mucho: la posici6n del derecho en de los estudios sociojurídicos convencionales pero, en ocasiones, se
las versiones sociales no es tan simple, y tampoco es menos paradó­ ocupa de la constitución del derecho respecto de su contexto, Sin
que en la jurisprudencia positivista. Por lo general se considera como lo sugiere el nomhre, el derecho ('n contexto (iende
que la esencia de estas versiones sociales es que el derecho ~~~y no la a postular un derecho constante en diversos contextos.
sociedad dominante-, es por entero un producto de la sociedad. La presencia singular dd derecho s(¡lo es algo menos conspin
Call1bia a medida que lo hace la sociedad e incluso puede desapare- en los enfoques que COllst ituirí,lll cabalmente al derecho en tér~
8 EL MITO Y LA NEGACIÓN DEL DERECHO
EL MITO y LA NEG\.C¡ÓN DEL DERECHO 9
minos de sociedad, o lo ven COlllO esencialmente dependiente de la
sociedad, o requieren (lue esté ('JI Llse con la sociedad. La sociología una preocupaclOn por la autonomía de las formas sociales (véase
del derecho, para considerar el enlóque más sobresalieme, licne un por ejemplo Marx, 197:U02-1(6). La respuesta habitual a una auto­
gran respeto por la sociología general pero confronta al derecho de nomía no pertinente era ubicarla dentro de la dinámica o la estruc­
una manera estrer"ha, dej,índolo intacto e incluso reforzado en sus tura determinante. Así, para I'ashukanis la aparente forma autóno­
Por lo general el modo de esta confrontación es ma del derecho es un producto del intercambio mercantil entendido
El se explica por la función que realiza, y en en el marco del pensamiento marxista; pero I'ashukanis reconoció
esto es visto cual si tuviera una relación directa de eficacia en sus también que ésta no era una noción integral del derecho
efectos sobre el comportamiento o el cambio social (véase Black, nis, 1978: cap. 4). En la variante ofrecida por Althusser, que en una
1976). El funcionalismo asume, simplemente, una relación constitu­ época tuvo gran influencia, el derecho tenchia una cuasiautonomía
tiva entre el derecho y la función. Para indicar los límites de este en­ creada por la parte que ocupaha dentro de una estructura determi­
foque me referiré a la función de resolución de conflictos que suele nada (por c:jemplo Althusser, 1971: 124-149). Eslo proporcionaba un
atribuirse al derecho. Lejos de resolver un conflicto, el derecho pro­ origen para la idea de la autonomía relativa del derecho, idea que
porcionará a menudo modos y ocasiones para su creación, exprc­ en un tiempo se siguió fielmente, pero con el socavamiento de la es­
sión y perpetuación, para sostener una esfera de la vida en conflicto tructura en la que estaba contenida Hindess y Hirst, 1977),
con otra. La resolución puede radicar en la naturaleza sis­ no se encontró nada más con lo que pudiera guardar relación la au­
temática del conflicto y en algún otro L""iJ",c>V tonomía. Se privó al derecho de cualquier conexión necesaria con
del derecho, conlO el intercambio por la cual hubiera podido relacionarse. A esto siguió una defensa cons­
1985). El conflicto persistente, en vez de generar o invocar al dere­ tante, y aún presente, por parte de la "izquierda", de la existencia au­
cho, puede sostener incompatibilidades e indeterminaciones que tónoma del derecho. El derecho debía ser "tomado en serio" o ha­
hacen imposible tina resolución jurídica. Las versiones antropológi­ bía que ser firmemente "realista" en lo que respecta a su necesidad.
cas no corren mejor suerte que la sociología del derecho. Al con­ Así, un "socialismo responsable" -que conllevaba mucha responsa­
centrarse obstinadamente en la categoría funcional de la solución bilidad y poco socialismo- no~ exhortaría a ser realistas sohre la nc­
de controversias, () bien se evita la cuestión del derecho constitutivo cesidad del derecho penal, y esto no sólo porque la está en
o bien encontramos las mismas dificultades <lue las que acabamos contra del d'elito y la gente votos, sino también porque
de seI1alar para la sociología. En la tradición m<í.s antigua de la an­ ese derecho tendría que ser mantenido,. en cierta forma, en una fu­
el objetivo es, sin duda, fijar el carácter so­ tura sociedad socialista (véase Cottrell, 1984). Éste era un socialis­
cial universal del derecho, pero esto se hace, de modo involuntario mo de orden general o incierto, que ya no se podía asegurar de an­
o no, ciando por Sentado atributos del derecho occidenta! y conside­ temano. En conjunto, el derecho ya no ocupó una estructura o una
rándolos en un registro snpüestamente evolutivo o histórico (véase historia necesaria.
Fitzpatrick, 1985). Desde un punto de vista intelectual, el fin de estas diversas búsque­
Hay otras negacione:;; sociológicas y evolutivas de la identidad das de un fundamento social del derecho que proporcione definicio­
distinta del y me ref(Tiré a ellas en el capítulo 4. Por el mo­ nes cabales cstá marcado por la "teoría constitutiva" del derecho, ba­
mento concluiré este repaso con la más firme y más inten­ sada sobre todo en la crítica jurídica. En su aportación fundamental
samente la que proporciona el marxismo. Los términos después de enumerar su insatisfacción con el reduccionismo
del debate están algo gastados pero el resultado -o la falta del mis­ marxista del derecho, descubrió que el derecho obra en la sociedad
mo-, sigue siendo instructivo. El marxismo llamado vulgar e instru­ o incluso constituye la sociedad (Klare, 1979; véase también Poulant­
mental vio al derecho como epílcnomcnal. Su existencia estaba de­ zas, 1978:83, 87). Además, el derecho y la sociedad, de manera inex­
terminada por Una base económica o POI" su utilidad para el tricable pero distinta, se constituyen y habitan mutuamente (véase
dominio de clase. Esta supuesta posición nunca se ha dado I~jos de por e;jemplo Harrington e Yngvesson, 1990). Con la teoría constitu­
tiva ya no puede haber un modo o una estructura inexorable para
10 EL MITO Y LA NEGACIÓN DEL DERECHO EL MITO Y LA NEGACIÓN DEL DERECHO

vincular el del'echo con la socicebd. llay una resolución ascendente hacer que el punto de confluencia entre ellas tuviera un significado
de esta división que devuelve las Cllest iones al punto de partida. La sagrado (Lévi-Strauss, 1%H:227). y, en realidad, hay cualidades del
autopoyesis es una versióll social del derecho que, sin embargo, la derecho que son también propias de un dios, por lo menos de un
cerraría herméticamente', acordándole la capacidad autocreadora dios de denominación cristiana. El derecho funciona en un mundo
de absorber y ordenar la sociedad en sus propios términos (véase pero existe separado de él }" lo domina. El derecho puede re­
por ejemplo Teulmer, 19H9). Aparte de sus virtudes particulares, la lacionarse por entero con ese mundo sin quedar agotado existen­
autopoyesís puede sostener su concepción del derecho, aparente­ cialmente en esa relación. El derecho proporciona un principio y un
mente extravagante, ya que incorpora lo que ahora indico que es un de orden y unidad trascendente para la diversidad de relacio­
mito de la trascendencia del derecho. nes sociales, y esto es una cuestión de su propia tuerza innata (cf.
Derrida, 1990). El derecho puede trascender pero estar presente en
el sentido de que "la leyes una presencia que conlleva la totalidad
de su historia" (Coodrich y Hacharnov 1991:174). El derecho exi­
LA EVOCACIÓN DEL MITO ge fidelidad, y la logra, fidelidad no tan sólo a lo que fue o a lo que
es sino también a lo que será. La lista podría continuar, y continuará
En cierta ocasión Auden afirmó la singularidad mítica de! derecho en capítulos posteriores, pero esto bastará para demostrar que aquí
y protestó amablemente contra la identificación del "Derecho con un misterio.
alguna otra palabra" (Auden. 1966: 155). De las dos grandes tradi­ El derecho secular moderno identidad en el rechazo de
ciones de concepción del derecho que hemos considerado, una lo la trascendencia: ¿cómo puede mantener esas cualidades deíflcas si
reduciría a la palabra "autoridad" y la otra a la palabra "sociedad". rechaza la trascendencia? El derecho ya no puede ser devado de
El intento por erigir un presunto ser o por asegurar un imperio del manera explícita desde el punto de vista de un ser trascendente, en
derecho descansó en los atributos sociales del derecho para términos como los del derecho divino o natural. Sus cualidades
separarlo misteriosamente de esos atributos y ponerlo por encima trascendentes no se modifican -ni pueden modificarse
de ellos. De manera no menos misteriosa, el intento por identificar mente- en lo que se refiere a lo <lue el derecho es. Tal vez puedan
el derecho en términos sociales invocó de modo persistente la iden­ hacerlo negativamente en lo que se refiere a lo que e! derecho no
tidad distinta del derecho y, con el tiempo, sucumbió a ella. Sin em­ es. Al fin y al cabo, "la esenda de este derecho es que no tiene esen­
bargo, las versiones sociales de la ley persistieron también en su afir­ cia" (Carty, 1990:6), algo que tiende a verse confirmado por la infi­
mación de ser fundamentales del derecho. El derecho trasciende a nidad de debates de la jurisprudencia sobre lo que es el derecho.
la sociedad; no obstante, es de la sociedad. Los límites del derecho el derecho moderno aparece, en una exaltación negativa, corno
son establecidos de manera inl?vitable y manifiesta en relación con universal en oposición a lo particular, como unificado en
la sociedad, pero incluso ante la evidencia abrumadora de los lími­ a lo diverso, como omnicompetente en contraste con lo incompe­
tes sociales del derecho, persiste la creencia popular en su eficacia tente, y como controlador de lo que debe ser controlado. CEsta lista
trascendente (véase por ejemplo Sarat, 1990). Esto no es una cues­ también se ampliará más adelante.) El derecho está imbuido de esta
tión de incongruencia o de engaño. Es, como mostraré en los trascendencia negativa en su propio mito de origen, en el cual se si­
los 3 y 4, una cuestión de mito. túa imperiosamente contra ciertos "otros" que concentran las cuali­
Cabe suponer que una enciclopedia occidental no dc:i aría de se­ dades a las que e! derecho se opone. Esos otros son criaturas de una
ñalar el terreno que comparten estas diferentes percepciones del mitología occidental, una mitología <¡He niega su propio fundamen­
derecho. Pero ¿cómo o dónde las encontraríamos? En otros to al consignar el mito, en general, al mundo de esos otros. Esta ne­
la entrada "Mito" nos habría ohecido, por lo menos, "algún dios do­ gación compuesta de! mito no significa que la mitología operativa
tado con atributos contradictorios" (¡ue podría mediar entre las en Occidente sea cualitativamente diferente de aauella atribuida a
existencias trascendente y terrestre del derecho, comprenderlas y esos otros sumidos en la oscuridad. Los dos
EL MITO Y LA NECt\CIÓN DEL DERECHO 13
12 EL MITO Y LA NEGACIÓN DEL DERECHO

explica el milo <¡lte de mito realzado por el psicoanálisis. Queda un


mismo, como mostraré en el capítulo siguiente. La milología occi­
misterio final e irreductible en el mito del derecho que requiere un
dental en contra del milo tiene todas las características que la ubica­
est.ado psicológico partícular de creencia creativa por parte de sus
rían en alguna mitología salv<~e, pero no puede reconocer esas ca­
partidarios (Duxbury, 1989:93-94). La gente se somete al derecho
racterísticas como propias. El terreno sigue mudo por necesidad.
mediante su propia interpretación de la creencia en un mito de la
La fascinante incursión de Borges en la enciclopedia china, combi­
autoridad del derecho. La naturaleza superior del misterio parece­
nada con "nuestra" ignorancia de las bases de su clasificación, vie­
ría concordar con la elevación del mito como aspecto poético y es­
nen a ser un refl~jo de nuestra propia condición.
tético de la vida que, según señala Legendre, se ha perdido (véase
Esto es una conclusión un poco prematura del capítulo pero, an­
Goodrich, 1990: cap.
tes de pasar a otro, debo considerar la importante búsqueda psicoa­
De alguna forma yo adoptaré esta versión del mito. En la medida
na lítica del mito en el derecho. Esta búsqueda conlleva también un
en que identifica una necesidad de mito en el derecho, concuerdo
terreno mudo, algún secreto o algún misterio que es elusivo y, sin
con ella. Mi acuerdo con su dependencia de ciertos estados psicoló­
embargo, informa a la identidad uniforme del derecho y a sus capa­
gicos ubicados en el inconsciente o en la creencia consciente es más
cidades trascendentes (por ejemplo Lenoble y Ost, 1980:50, 11 O,
ambivalente, dado que yo sitúo esos estados en un mito de moderni­
227-229; 1986:537, 543). La autoridad del derecho y la vacuidad su­
dad. Y, por último, mi consideración de! mito desde e! punto de vis­
puesta de esta autoridad es lo que provoca especialmente la percep­
ta de la modernidad no se ajusta a la identificación del mito con un
ción de algún mito que la sustenta (Goodrich, 1990: cap. 6; véase
mundo que hemos perdido. Aquí hay margen para un acuerdo indi­
también Smith, 1983:237). El descubrimiento del mito en el dere­
recto, ya que tengo que reconocer la negación explícita de! mito en
cho que ha tenido más influencia ha sido quizás el efectuado por
la modernidad, pero esa negación misma, corno mostraré en el ca­
Legendre quien, al mismo tiempo, propone una versión psicoanalí­
pítulo siguiente, es parte del mito de la modernidad.
tica del milO pero mantiene su misterio ineluctable (Legendre,
Resumiré la conclusión de este capítulo. Una vez evocado el mito
1974, 1976).
en la ley, en el capítulo siguiente me concentraré en e! mito mismo,
La rama jurídica del estudio psicoanalítico del mito ha tendido a
antes de devolverlo al derecho en el capítulo 3, donde se expone su
concentrarse estrechamente en el dominio del padre. "El paradigma
origen mítico. Después de ofrecer un panorama del mito premoder­
es la voluntad del padre" (Smith, 1984:245; ef. Duxbury,
no mostraré cómo existe ahora el mito en la modernidad, a pesar
1990), un padre cuyo dominio parece más extenso que todo lo que
de su rechazo, y debido a ese rechazo. La preocupación por el re­
hubiera podido imaginar el más ferviente freudiano. A su muerte,
chazo y la negación se amplía hasta encontrar, en el capítulo 3, una
Auden se burla del mítico dador de leyes -o se burla de nosotros
versión del derecho que existe en los mitos de origen modernos.
por nuestra dependencia de él-llamándolo "Nuestro papá perdido,
nuestro padre colosal" (Anden, 1948:98).) El refinamiento de esta
posición por parte de Legendre prosigue por la vía de Freud y,
como destaca, Duxbury por la vía de Lacan (Duxbury, 1989). Legen­
dre pasa de una Ley que en términos psicoanalíticos ordena al in­
consciente, y del Padre, como la figura de autoridad que representa
a esa Ley, a figuras equivalentes que habitan en el terreno jurídico.
La figura mítica del Padre imbuye de autoridad y unidad al dere­
cho al entrar en la existencia mundana del derecho y darle fuerza;
pero el mito en el derecho no se agota en este proceso y mantiene
un ser superior hasta el cual es elevado el derecho (Legendre,
I<l74: 102); véase también Lenoble y Ost, 1980:223, 1986:537). En
nmilltlto, ('sto parece ser menos una cuestión de psicoanálisis que
EL MITO Y LA MODERNIDAD 15

mentales que, nos dicen, caracterizan a los "otros" no occi­


2. EL MITO Y LA MODERNIDAD
dentales y al Occidente premoderno. tsta es una presentación que
supuesta y básicamente contrasta con nuestra manera de ser ahora,
Después de analizar tales versiones en este capítulo, dedicaré e! res­
to del mismo a las maneras en que se supone que difieren de la mo­
dernidad occidental, y a los comienzos de una reversión de esa pers­
En esos comienzos trazo los lineamientos de! mito en la
Llevo en llli mundo que florece los mundos que han fa­
llado modernidad, y esto viene a ser un preludio para el resto de! libro.
Puesto que la modernidad se opone al mito, negando la
TAGORE,192G::n nencia del mito para sí misma, hay un problema inicial de cómo re­
presentar de manera coherente estas versiolles del mito en términos
GÉNESIS modernos. Aparte de la coherencia profundamente cuestionada
que se ofrece en campos intelectuales particulares -los principales
En el comienzo de Sil Ho'mo Academicus Bourclieu se aconseja a sí contendientes en este siglo son el funcionalísmo sociológico, el psi­
mismo en estos términos: coanálisis y el estl'ucturalismo- es poco lo que aglutina el estudio
moderno de! mito. Cosas que se consideran esenciales en una ver­
El sociólogo que decide est.udiar su propio mundo en los aspectos que le sión del mito faltarán completamente en otra. En conjunto, el estu­
son más cerGmos y familiares 110 debería domesticar lo exótico, como haría dio moderno del mito comprende componentes bastante constantes
el etn<Ílogo, sino -al.reviéndome a usar esta expresión-, dehería exotizar lo del mismo, pero casi desunidos, que parecen juntarse como una
doméstico mediante Ulla ruptura con su relación de intimidad inicial con el fuga cuyo ímpetu armónico no es explícito en ella. Yo sostengo que
modo de vivir y de pensar que sigue siendo opaco para él porque le es de­ el mito es una dimensión suprimida de la modernidad y veo que
masiado familiar. (Bourdieu, 1!)88:XL) sus componentes encuentran una coherencia específica en el dere­
cho como mito. Esto aún deja en pie e! prohlema de cómo presentar
Si las afirmaciones exislenciales de un mundo son inclusivas de inicialmente estos componentes del mito. Ojalá fuese posible eSCl-i­
manera m,ís plausible, como las de Occidente, y no sólo su micro­ bir un capítulo palindrómico en el que el punto final, en el cual esos
cosmos académico, hay dificultades manifiestas para hacer esa rup­ componentes empiezan ajuntarse en el mito moderno, pudiera leer­
tura. Para un habitante de este mundo no hay ningún lugar al cual se hacia atrás hasta este comienzo. Por ahora me ocuparé del pro­
retirarse. Afirmar una posición Icórica resuelta y superior generada blema ilustL1Ildo con brevedad esos componentes en mitos particu­
desde dentro de este mundo es el expediente más común. Pero este lares, y espero (lue la concisión sustituva a la coherencia como
expediente es contrario a' todo argumento de esta obra, Una alter­ para el resto del capítulo.
nativa agradable, si no menos riesgosa, podlÍa ser recurrir a otra Empezaré con un <:jemplo de lo familiarmente exótico y resumiré
cultura y, en esa perspectiva prestada, elaborar la epistemología res­ ese mito de origen de los hebreos (lue se narra en e! capítulo 1 del
tringida de Occidente'. Pero mi perspectiva busca subvertir las Génesis, complementado con partes de éste y de otros libros de
niones occidentales desde su interior realzando las contradicciones Moisés. Antes del principio, por decirlo "la lÍerra estaba desor­
y las supresiones que hay en su interpretación. Es un intento de desco­ denada y vacía y las tinieblas estaban sobre la haz de! abismo". Hay
lonización interna. un dios (al cual deberíamos negar su singularidad en vista de la di­
Así pues, en este libro, para "exotiz.ar lo doméstico" examinaré versidad de deidades, y de sus géneros, evocadas en los evangelios
primero la versión doméstica occidental de lo exótico. Luego, mos­ que crea la luz y divide la luz de las tinieblas. "Y Dios lla­
traré que lal versión de lo exótico es integral a esta esfera de los do­ mó a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche", El dios continúa en
méstico, pero también es negada por él. Las versiones de! mito en la este proceso de división y clasificación mientras va creando la tÍe­
erudición occidental presentan formas de pensar y de creer funda­

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16 EL MITO Y LA MODERNIDAD EL MITO Y LA MODERNIDAD

rra, los mares, las estrellas, etc. Tamhién "hizo la expansión y apartó parado, vuelto trascendente y más allá de lo que puede abarcar la
las aguas que estahan debajo de la expansión de las aguas que esta­ experiencia profana. El dios en el firmamento del cielo ofrece un
ejemplo y el gran Djankawu de la isla de Baralku nos hrinda otro.
ban sobre la expansión [... ] Y llamó Dios a la expansión Cielos." La
Este origen, al igual que con el dios del Génesis, suele ser una fuen­
tierra y los mares produjeron una variedad de plantas y de animales
te de creación o de influencia continuas. Tal fuerza sagrada y auto­
"según su género". Finalmente el dios hizo al "hombre a nuestra
generadora impone y sostiene un orden desde arriba. Con frecuen­
imagen, conforme a nuestra semc::ianza" y dio al homhre dominio
cia la capacidad para hacer esto se trasfiere, en parte, a agentes tales
sobre todas las otras criaturas y el mandato de señorear en la tierra.
como el primer hombre hecho a imagen del dios. Las fuerzas per­
En otro mito de origen del capítulo 2 del Génesis se nos dice que el
dios formó al primer homhre, Adán, "del polvo de la tierra [ ... ] y manecen separadas o aparte de aquello que es más inerte o está por
todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ése es su nomhre". debajo de ellas. A menudo se dice que en alg'ún punto central, así
como el Edén era el centro del mundo están concentrados poderes
La historia prosigue, por supuesto. Pertenece a una colección de mi­
de creación y de dominio. Los agentes, las fuerzas y los centros c:,­
tos que guiaron a un grupo de personas, quienes se vieron a sí mis­
mas como elegidas por el dios. Tal como nos lo dice el Deut.erono­ tán vinculados con el mundo profano pero participan y toman su rea­
lidad de lo sagrado. Estos agentes, fuerzas y poderes median entre
mio, el autor legendario del relato trajo la ley para una nueva
sociedad del cielo a la tierra en su descenso del Monte SinaÍ. las dos esferas. En el Génesis el homhre está hecho de polvo y, sin
embargo, a imagen del dios. El héroe cultural Djankawu y sus dos
Daré otro <,;jemplo de un mito que, en muchos aspectos, parece
cercano al primero, pero la correspondencia no es ohligada. Se tra­ hermanas vienen desde la isla sagrada de origen él vivir en la tierra
ta de un mito de un grupo aborigen de lo que ahora se llama Aus­ y darle forma.
Tales mediaciones sitúan al mundo profano y mortal dentro de
tralia:
lo sagrado, dando a los miembros del grupo guía y orientación a
Lo cierto es, desde luego, que mi propio pueblo, los riratjingu, desciende una realidad que es percibida y vivida mediante el mito. Djankawu y
del gran ~iankawu el cual vino de la isla de Baralku que está muy lejos, al sus hermanas descubren y marcan el terreno primigenio, nombran
otro lado del mar. Nuestros espíritus regresan a Baralku cuando morimos. a las criaturas y noS enseñan nuestra Ley. El Génesis describe un
Djankawu vino en su canoa con sus dos hermanas siguiendo a la estrella de mundo en el que se le da al hombre el poder de nombrar. El Géne­
la mañana, la cual los guió hasta las playas de Yelangbara, en la costa orien­ sis mismo es parte de una colección de mitos que contienen el men­
tal de la Tierra de Arnhem. Caminaron lejos a través del país siguiendo las saje del dios, una guía para la vida encapsulada en la Ley que Moi­
nubes de lluvia. Cuando deseaban agua hundían sus estacas en la tierra y sés trae desde el cielo hasta la tierra. Tales mediaciones trascienden
manaba agua fresca. De ellos aprendimos los nombres de todas las criatu­ lo que de otro modo serían límites y contradicciones insuperables
ras que hay en la tierra y ellos nos enseñaron nuestra (Isaacs, 1980:5.) del mundo profano. Vinculan a la gente con sus orígenes y con su
identidad fundamentales, con la causa y la fuerza fundamentales de
De esos relatos, y en cierto modo alrededor de ellos, podemos ex­ todo cuanto es. El mito establece los límites del mundo, de lo que se
traer componentes del mito. Los relatos trat'tn de los orígenes y la puede significar y se puede hacer, y trasciende esos límites en su re­
identidad, y aquí, en particular, de los orígenes y la identidad de un lación con lo sagrado. Las contradicciones existen en el mito pero
grupo o un pueblo. Con el rdato aborigen esto es su "Sueño". No están mediadas por él: por la coherencia o el hilo del relato mítico
pueden usarlo, ni puede ser usado, como el Sueño de otro grupo. o, simplemente, por la ofuscación, por ejemplo mediante la inser­
Con el Génesis he presentado simplemente el inicio de un relato ción de elementos contradictorios en mitos distintos pero relaciona­
más prolijo y más familiar de los orígenes y la identidad. Con fre­ dos. Es esta relación entre los mitos lo que no puedo abarcar en una
cuencia el mito afirma -o es la base para afirmar- una humanidad narración ilustrada con <::iemplos aislados. Se trata de UIla relación
exclusiva 0, por lo menos, una superioridad del grupo. Los orígenes de dependencia de un mito con respecto a otros mitos para la reve­
se sitúan de una manera especial. El punto de origen es sagrado: se­ lación de su "pleno" sentido. Aquí me limitaré a ofrecer una refe­
19
EL MITO Y L'\ l\IODERNIDAD
18 EL MITO Y LA MODERNIDAD

nas, si bien reconocen la decadencia o la desaparición del mito, dis­


renda, siguiendo uno de mis ejemplos, al deslumhrante análisis que cernirían verdades en él y abogarían por que fuera reconocido () rea­
hace Leach del "mito del G{~nesis" (Leach, 1969). Después de haher nimado, o bien se entregan a diversas mitopeyas deliberadas. El
presentado lo que espero sea una ilustración hreve de los compo­ análisis de los sueños en la psicología profunda ofrece la fuente más
nentes del mito, abundaré sobre este particular. reciente e importante de estos intentos.
Ordenaré el resto de este análisis del estudio moderno del mito
en torno a dos perspectivas generales que influyen en él. Poddamos
llamar a una de ellas experimental y considerarla desde el punto de
EL MITO DEL MITO vista de una sociología interpretativa o fenomenológica. La otra
suele ser llamada simplemente sociológica, pero se trata de un tipo
"Mito" es un término moderno en la lengua inglesa. Como tal, con­ particular de sociología, que intenta ofrecer explicaciones ohjetivas
trasta de manera negativa con la historia y las ciencias, formas de de los mitos. Consideraré cada una de estas perspectivas a continua­
las que suele decirse que lo han desplazado -el mito incorpora
ción.
de manera predominante "aquello que no podría existir o haber su­ En el enfoque experimental el mito es visto como una narración
cedido realmente" (véase Williams, 1983:211-212). El mito o es biso sagrada. Eliade es el principal exponente:
o es una presentación indirecta e insuficiente de algo que es más
cierto de lo que él puede ser. Quienes creen en los mitos, bien se Filialmente empez,'uTIOS a saber y a comprender el valor del mÍlo, tal como
n
trate de hombres antiguos o de hombres primitivos, son crédulos y h<l sido elaborado en sociedades "primitivas y arcaicas; es decir, entre esos
carecen de inventiva. Que lo sean o lo hayan sido no es asunto que grupos de la humanidad en los cuales ellllito es el fundamento mismo de la
me ocupe aquí, pero este criterio acerca de ellos es indicativo de vida social y la cultura. Ahora bien, de inlllediato un hecho nos sorprende:
cierta incapacidad occidental que resulta importante para el argu­ en esas sociedades se cree que el Ulito expresa la verdad absolnta, porque na­
mento que expondré más adelante en este capítulo. Con las ideas rra llna historia sagrada; es decir, una revelación trashumana que ocurrió en
los albores del Gran Ticmpo, en d tiempo sagrado de los principios (in i[lo
occidentales de la indivisibilidad de la verdad, el mito resulta, inevi­
Por ser real y sagrado el mito se vuelve ejemplar y, por consiguiente,
tablemente, limitado. En su análisis de los mitos sobre el nacimiento
m5jJetable, ya que sirve como 1111 lllodelo y, por la misma razón, se vuelve una
de una virgen Leach ohserva que "la creencia del antropólogo en la para t0(1"1s las acciones humanas. En otras palahras, un mito es
ignorancia de sus contemporáneos primitivos muestra una resisten­ una historia verdadera de lo que sucedió en los principios del tiempo, y uml
cia asombrosa frente a pruebas en contrario" (Leach, 1969:85). Por historia que ofrece el modelo para e! comportamiento humano. Al imitar
ejemplo, los debates sobre si los hahitantes de las islas Trohriand los actos ejemplares de un dios o de un héroe mítico 0, simplemente, al re­
creían (lue el varón era un elemento prescindihle en la procreación latar de nuevo sus aventuras, el hombre de una sociee!<ld arcaica se despren·
pudieran haber sido refinados con la ohservación de Malinowski de de del tiempo profano y mágicunente vuel"e a entrar en el Gran Tiempo,
que "los nativos distinguen definitivamente entre el mito y el relato en el tiempo sagrado. (Eliade, 19!i8:23.)
histórico" (Malinowski, 1961:299). Leach observa que entre "tales
primitivos contemporáneos [... ] las doctrinas sobre la posihilidad de En una revisión exhaustiva de los enfoques del estudio del mito que
que la concepción ocurra sin la inseminación del varón no derivan se han hecho, a Cohen le parece invariable la idea del mito como
de la inocencia y la ignorancia: por el contrario, son congruentes una narración sagrada de los orígenes y de la trasformación
con un argumento teológico de la mayor sutileza" (Leach, 1969:85­ hen, 1969:337). Esta cualidad de lo sagrado tipifica los orígenes
86). Leach, en efecto, se burla de Frazer, autor de The golden bough mismos. El carácter sagrado del mito y de los orígenes consiste en
[La ramn dorada1 (1914), quien desdeñaha esas creencias "mágicas" que están situados aparte Y considerados sacrosantos e inviolables.
pero "no ponía reparos a que se reót;;¡ra la acción de gradas en la­ Los orígenes proceden de otra esfera, una esfera sagrada más allá
tín, tod;;¡s las noches, en Trinity CoJlege Hall" (Leach, ]969:92). Sin de lo natural y de lo profano. Los orígenes otí'ecen un fundamento
embargo, hay excepcioncs al criterio negativo sohre el mito. Algu-
20 EL MITO Y LA MODERNIDAD EL MITO Y LA MODERNIDAD 21

y una referencia elemental: "En el principio era el Verbo, y el Verbo tratados y territorios, de objetos, de hombres, etc.- revelan la obsesión del
era con Dios, y el Verbo era Dios" (Juan, 1: 1). (Con frecuencia la primitivo con lo real, su ansia de ser. (Eliade, 1965: 11.)
fuerza formativa y el poder creador original se expresan en térmi­
nos que connotan la palabra.) El fundamento como elemental sus­ A guisa de ejemplo, Eliade estahlece un escenario de "regiones
tenta y cimienta a lodo lo demás: "Dios de Dios, Luz de Luz, Dios silvestres, yermas y cosas semejantes" en la cual los mitos "son com­
verdadero del Dios verdadero" (Credo de Nicea). No es conocible, o parados con el caos (... ] participan en la modalidad indiferenciada,
conocible por entero. A menudo se presenta como persistente y pe­ informe de la precreación" (Eliade, 1965:9). En este escenario en­
netrante. Los orígenes son una creación y los comienzos de una tran los colonizadores originales:
fuerza creativa y enérgica. En la mitología cristiana hay la idea del
creador soberano -el Rey de Reyes, el Serlor de Señores- el cual Su empresa no era para ellos más que una repetición de un acto primor­
dial: la trasformación del caos en cosmos por el aclO divino de la Crea­
gobierna y mantiene al universo de acuerdo con sus leyes. La fuerza
ción. Al cultivar el suelo desértico repetían de hecho dacio de los dioses
creativa obra en un caos indiferenciado, informe, ilimitado y noc­ [o héroes civilizadores] que organizaron el C<lOS dándole formas y normas.
turno. Produce y forma el cosmos y el mundo, o los hace manifies­ Más aún, una conquista territorial no se vuelve real sino después de -y
tos, incluido el grupo cuyo origen está siendo narrado. El relato más exactamente por medio de- el rimal de toma de posesión, el cual
mantendrá este ímpetu creativo hasta una especie de presente con sólo es una copia del acto primordial de la C¡cación del Mundo. (Eliade,
su narración de cómo llegaron las cosas y siguieron siendo como 1965:10.)
son, incluido el lugar -el ser y el pertenecer- del grupo y de sus
miembros en el mundo y en el cosmos. De manera característica ex­ ASÍ, aunque la esfera trascendente y sagrada y una realidad ope­
plicará las relaciones dentro del grupo y las relaciones entre el gnl' rativa son separables, se identifican mutua y finalmente. Expresado
po y otros. Mencionará las relaciones que la gente tiene con el tiem­ con ánimo negativo, se dice que el mito confunde el ideal y lo real
po y el curso de la naturaleza, con los animales y las plantas. (por c:jemplo Bidney, 1958: 11). De ahí que, como se dice de manera
Relacionará a diferente gente con diferentes actividades culturales: frecuente y dudosa, los primitivos que se entregan al ritual mágico
la preparación de los alimentos, la producción material, el ritual. Es­ no distinguen entre la realidad y el efecto del ritual: el mundo ha so­
tas diversas categorías o relaciones, se vincularán de manera inte­ hrevivido realmente, los cultivos han crecido realmente porque se
gral y proporcionarán una guía detallada para la vida. efectuaron los rituales apropiados. "Se cree que la naturaleza no da
Así pues, el plano del mito no se confina a lo sagrado. Tal como nada sin ceremonias" (Bidney, 195H:9). Las danzas de los chamanes,
suele decirse, "los mitos describen la [... ] irrupción de lo sagrado la adivinación y las ceremonias que utilizan plantas a las (lue se atri­
en el mundo" (Eliade, 196cl:6). Es esa "irrupción de lo sagra­ huyen propiedades mágicas no se limitan a imitar los actos origina­
do lo que realmente establece al mundo" -y establece el mundo les y ejemplares de un dios o un héroe. La invocación de tales actos
como real- incluido "el propíb hombre" como "un ser mortal, cul­ es una identificación con ellos, su presencia y reiteración, y un ~jer­
tural y con deseos sexuales" (Eliade, 1963:6). Lo sagrado "hace posi­ cicio de su poder y de su fuerza. AsÍ. el mito proporciona "una ga­
ble la existencia humana; es decir, le impide regresar al nivel de la rantía de eficacia mágica" y la impotencia del aquí y el ahora es tras­
existencia zoológica" (Eliade, 1968: 19). Al participar de lo sagrado cendida (Malillowski, 1932:·155). El mito opera sobre y en ese aquí y
las personas y las cosas se vuelven reales. Lo sagrado en el mito tras­ ese ahora confiriéndoles fuerza y significado. Una ley, por
figura a lo profano, dándole forma, eficacia y validez: pIo, es eficaz por su correspondencia con un modelo u origen tras­
cendente. A juicio de Barthes, el modelo operativo de significado
Evidentelllente, para la mentalidad arcaÍf,l la realid,HI se manifiesta como en la sociedad "burguesa" se vuelve míticarnentc eficaz porque el
fuerza, eficacia y duración. De ahí que la rt'alidad sobresaliente sea lo sagra­ significado histórico es elevado a un plano de lo natural como uni­
do: pues sólo lo sagrado 1'.5 de una manera absoluta, ohra eficazmente, crea
versal (Barthes, 197;3: 129).
cosas y las hace perdurar. Los innumerables gestos de la consagración -de
22 EL MITO Y LA MODERNIDAD EL MITO Y LA MODERNIDAD 23
La relación de la g-ente con el mito está "basada en el uso" (Bar­
thes, 1973:144). El mito es "la expresión de un modo de ser en el
mundo" (EHade, 1968:] 24). El mito, sin embargo, no es una mera ex­
presión; guía imperativamente la acción y establece patrones de
conducta. Esta guía no es tan sólo subordinadora. La gente la em­
plea, como acabo de indicar, para c;jercer control en el aquí y el aho­
ra. Por c;jemplo, saber el origen de la cosa es controlarla (Eliade,
1963: 18). Así se sostienen y se legitiman los derechos. El mito es
"una fÍlerza activa constante [...] una carta pragmática" (Malinowski,
1954:101).
Esta necesaria posibilidad de usarlo se acompaña de las caract.e­
¡-ísticas contradictorias del mito. Éstas podrían ser examinadas indi­
rectamente mediante la pregunta de si el mito es poético. Con fre­
cuencia se afirma que lo es, por lo general en el marco de mundos
que hemos perdido pero <¡ue debemos recobl'ar, en cuentos de pe­
nas y de resurrección. No obstante, a juicio de Lévi-Strauss cuando
considera el problema de la traducción:

La poesía es una clase de lenguaje que no puede ~er traducido sino al costo
de graves deformaciones, mientras que el valor mítico del mito se conserva
incluso en la peor de las traducciones. El mito es lenguaje, funciona en un
nivel especialmente elevado donde el significado logra prácticamente "des­
pegar" del terreno lingüístico sobre el qne sigue rodando. (Lévi·Strauss,
1968:210.)

Barthes ve el mito y la poesía en oposición, pero está dispuesto a


conceder a la "poesía clásica" la categoda de "un sistema intensa­
mente mítico, puesto que impone al significado un sentido adicio­
nal, que es la regularidnd" (Barthes, 1973: U3).
Estos elementos de regularidad y de accesibilidad general del sig­
nificado se refl<,;jan en la calidad narrativa del milo. La fórma narra­
tiva hace <¡ue el contenido del mito sea explícito y tangible. Si bien
la narrativa y su presentaci6n exacta pudieran parecer esenciales
para la utilidad del mito en algunas sociedades, su importancia y su
necesidad para el mito se han puesto en duda. A juicio de Lévi­
Strauss la "verdad" de un milo se encuentra en su combinación con
otros mitos (Lévi-Strauss, 1968: cap. XI). Cada mito es un fragmento,
y lo que cnenta es la colección de mitos y la relación estructurada
entre los mismos. A juicio de este autor la narrativa es secundaria:
un modo <le mantener iuntas bs c(lIlfigllraciones de significado.
24 EL MITO Y LA MODERNIDAD EL MITO Y LA MODERNIDAD 25
(Bloch, 1974:56). En tales situaciones el lenguaje tiene cierto "carác­ es un mundo dentro del cual las cosas nunca pueden ser lo que pa­
ter aparlado" y así los parlicipantes ven el ritual "como algo fuera recen ser, que puede tener sus racionalidades limitadas pero sólo
de ellos mismos" e "invariahle" (Bloch, 1974:56, 68). "La razón de puede conocerse finalmente por medio del razonamiento científico
este notahle empohrecimiento en la opción lingüística es el fantásti­ o algo parecido (véase por ejemplo Evans-Pritchard, 1937: cap. 4).
co potencial de creatividad del lenguaje natural", incluido, sin Los límites mismos de este mundo pueden discernirse en el mito.
duela, Sl1 potencial para destruir la identidad del ritual (Bloch, 1974: Cohen resume así "la descripción y el análisis incomparables de Ma­
61). Así pues, el lenguaje se vuelve distinto, limitado y s~jeto para linowski":
que la autoridad lo haga suyo. Se vuelve "una forma de poder o de
coerción" (Bloch, 1974:60). Hay restricción sobre lo que se puede Los habitantes de las islas Trobriand que menciona Malinowski son como
decir y sobre las respuestas a lo que puede decirse, pero no es posi­ hombres de negocios, muy de este mundo; y si creen en historias sobre bru­
ble que la autoridad y la restricción excluyan la participación gene­ jas primigenias es porque, nmlO todos los hombres, tropiezan con los lími­
ral en e! rituaL El alcance final de la parad~ja de formalización es tes de la razón y de los hechos. Para legitimar sus instituciones necesitan al­
-yen este punto me valdré de la noción de "solemnización" de Le­ guna clase ele mapa que esté más allá de los hechos, más allá de la razón y
gendre- que "consiste en crear la distancia necesaria para que el su­ que se refiera a sucesos que estén más allá de la memoria y del tiempo onli­
jeto participe en el discurso e, igualmente, para eximir al s~jeto de nario. Las reglas que gobiernan la vida cotidiana siempre son, en algunos
tener que hablar por su propia cuenta" (véase Goodrich, 1990:279). aspectos y en cierta medida, dudosas: la historia real, los patrones reales de
migración y de población, los derechos verdaderos ele propiedad y de po­
Esta exposición del ritual y del lengu~je nos ha llevado ahora cerca
der, siempre entrañan incongruencias y demandas irreconcilíables: los mi­
de los dominios que una sociología objetiva reclamaría como suyos,
tos, al narrar los sucesos de un pasado inventado en todo o en parte, resuel­
y a continuación paso a considerarlo.
ven tales incongruencias y afirman un conjunto de demandas contra otro.
El enfoque interpretativo suele presentarse, con falsa modestia, La introducción de sucesos imaginarios tiene su punto de origen fuera del
corno la alternativa de una "socíología ofuscada" pero los dos enfo­ dominio de la memoria; y la ílllroducción de acontecimientos írreales le da
ques pueden traslaparse incluso en sus propios términos. Por muy al relato una calidad que trasciende lo mundano. (Cohen, 1969:344.)
eficaces que puedan ser los observadores objetivos, lo ohservado
puede ser lo suficientemente agudo para compartir percepciones La realidad del mito siempre es otra cosa, en alguna otra parte.
con ellos. A juicio de Malinowski los habitantes de las islas Tro­ Un mito de Trobriand (lue trata ostensiblemente de bn~jas volado­
briand podrían ser buenos sociólogos (véase por ~jemplo Malinows­ ras, trata en realidad de los derechos del clan; si habla aparentemen­
ki, 1961:~O~). Sin embargo, e! observador externo afirmaría haber te de la gente primigenia que salía de ag~jeros en el suelo, se ocupa
ido más lejos de lo que pudieron ir los seguidores del mito. Si por en realidad de derechos territoriales; si versa ostensiblemente sobre
ejemplo tomamos la posición clásica de Durkheim, podríamos decir los orígenes de un encantamiento, se dedica en realidad a legitimar
que el mito expresa y mantiene h solidaridad sociaL El observador demandas mágicas que de otro modo no tienen fundamento. Los
conoce esta función de una manera que es más amplia, más comple­ mitos establecen límites "al hloquear y dejar afuera la explicación"
ta que el conocimiento local de los ohservados, quienes no ven tan de las cosas tal como realmente pueden o pueden no ser: de esta ma­
cahalmente cómo les afectan los mitos. Esto es algo básico y poco nera son "medios de legitimar las prácticas sociales" (Cohen, 1969:
lll;lS que un eco de un debate fundamental en las ciencias sociales, 351). Su eficacia al bloquear la explicación y legitimar las prácticas
para no ir más l~jos. Aquí me ocuparé sólo de aislar la posición ob­ sociales "sería realzada por su uso del simbolismo, el cual paraliza
iva COIllO parte de los componentes de! mito creado en el conoci­ los compromisos y los sentimientos más profundos de reverencia y
IIIiel110 ()(Tidcntal. sacralidad, y por el uso del estilo, que presenta una tensión dramáti­
EII b visiún objetiva los seguidores del mito viven en un mundo ca entre objetos o fuerzas {)puestos, que se resuelve de alguna mane­
1illlÍlado quc b oI?ielividad abarca y comprende de manera integraL ra" (Cohen, 1969:351). Según la frase de Marx el mito "es un mun­
Este II1111Hlo ,;(')10 puede ser conocido plenamente desde el exterior; do invertido": es un refl~jo de aquellas prácticas sociales cuya
2G EL MUO Y LA MODERNIDAD EL MITO Y LA MODERNIDAD 27

creacióll se le atrihuye fantásticamente Marx y suelta finalmente a través de su cuerpo humano que es ascendido y
Así pues, el mundo del mÍlo es un mundo de límites que se vuelve parte del divino. El mito, como vimos al considerar la
se encuenlr¡.¡n en él. Más allá de esos límites para . envuelve a las cosas de este mundo to­
esos cautivos no hay otra cosa que lo desconocido o lo que se cono­ mando una realidad trascendente y ejemplar mediante su participa­
ce de mallera nebulosa, incluido ese caos o materia primigenia de la ción en lo sagrado, y es esta participación la que le da a lo real su
cual fueron lórmados lo que es y lo que conoce. Lo que está más forma y su fúerza. Una objetividad monótona invertiría ese mundo
allá de esos límites pertenece a los dioses, al destino, a la naturaleza y vería lo eterno y sagrado como un refle;jo útil y una forma amable
de las cosas, incluso si el hombre primitivo o antiguo puede ver en de eludir la contradicción entre lo ineludiblemente mundano.
esos dominios perspectivas de una participación expansiva en lo sa­ Lévi-Strauss extiende mucho la esfera de acción de las trasforma­
grado y lo sobrenatural, perspectivas de tener una vida con más ciones mediadoras en el mito, aun cuando la manera en que se esta­
abundallcia (sanJllan, 10:1 blecen las vinculaciones resultantes pueda no ser clara. Así, en su li­
Tras descubrir el mito como límite, el enfoque ol~jetivo ubica su bro Tite mw and tite coo!led [Lo cyudo y lo cocúlo] explora los mitos de
rundún dcrillÍ!ori¡.¡ en la contradicción mediadora que resulta de ciertos grupos indios de Brasil que tratan del origen de la cocción
esos lílllites. El mito trata de la resolución de incongruencias, de la de los alimentos (Lévi-Strauss, 1986). La cocción, como trasforma­
resolllciúll de la oposición (Cohen, 351). ción de lo crudo, se relaciona con la trasfórmación de la naturaleza
Strauss "d mito sirve para proporcionar una resolución aparente, o en cultura. Lo crudo y lo podrido marcan un ¡'egreso a la naturale­
una 'mediación', de los prohlemas que, por su naturaleza misma, no za. Tal co~junto de relaciones vincul¡.¡ de maneras un
son posibles de una solllción definitiva" (Leach, 1969:54). Yo usaré gran número de otras cosas entre las que figuran, para decirlo con
el término "mediación" para denotar una reconciliación de opues­ palabras de Cohen, "temas de consanguinidad, afinidad, incesto y
tos: vida y muerte, luz y tinieblas, nosotros y ellos, legítimo e ilegíti­ prohibiciones del mismo, exogamia, inclusión, exclusión, y cosas
mo. La resolución, o la re.~olución aparente, 110 está necesariamente por el estilo" (eohen, 1969:347). "Las verdaderas unidades constitu­
implicada puesto <¡ue, a menlldo, el mito efectúa una conciliación yentes del mito no son las relaciones aisladas sino manojos de tales re­
por medio de la ofúscaóón, y no de la resolución. Como lo recono­ laciones, y es sólo como man(~j()s que esas relaciones pueden ser uti­
cería Lévi-Strauss: "las repeticiones y prevaricaciones de la mitolo­ lizadas y combinadas de una manera que produzca significado"
oscurecen la cuesti6n de tal manera que las incongruencias <Iue (Lévi-Strauss, 1968:211).
no se pueden resolver de manera se pierden de vista incluso En el mito las figuras se crean mediando entre los diversos.
cuando son expresadas abiertamente" (Leach, 1974:5R). El mito nos o lugares en oposiciún. Los héroes o los monstruos que cabal­
también crea contradicciones que luego media. Por pertenecer a gan sobre el caos y el orden tienen con f1-ecuencia un padre o una
una esfera trascendente crearú, por lo lllenos, contradicciones con madre divinos. Así, el Gilgamesh del mito mesopotámico era dos
lo mundano. Por ejemplo, el doniinio de un grupo sobre otro, varia­ terceras partes divino y una tercera parte humano. La es de
ble e incierto como es en el tiempo, es elevado míticamente a lo este mundo pero también es el cuerpo místico de Cristo. Una ciu­
eterno; la oposición entre lo temporal y lo eterno es mediada luego dad será el centro del mundo y el punto de reunión del cielo y la tie­
al darle al dominio un orígen divino. Algo menos que una concilia­ na. La miel procede de lo silvestre pero es recogida y usada para co­
ción estricta OCUlTe también r.uando el mito, como oculTe con fre­ cinar y, así, marca una mediación entre naturaleza y cultura
cuencia, simplemente reafirma nna contradicción en otro plano. (Lévi-Strauss, 1987:43-44). La figura del tramposo es otro mediador
En realidad, el principal modo de mediación es la t.rasiCrencia de común. En muchos mitos de los indios de América del Norte el
la contradicción a algún otro plano intratable ... al dominio de los cuervo y el coyote son ejemplos de esa figura. Por ser comedores de
dioses, dd destino, de la na! maleza () de la virtud completa. La As­ carroila son corno los animales de presa al comer a otras bestias,
r.ensión de Cristo se acerca a amílog'o a este proceso. Una con­ pero son como los productores de plantas alimenticias al no mat.ar
tradicción entre Sil naturaleza humana y su naturaleza divina es rc- lo que comen. Por esa razón median de maneras numerosas y com­
28 EL MITO Y LA MODERNIDAD EL MITO Y LA MODERNIDAD 29

plejas enlre la agricultura y la caza y entre la vida y la muerte (véase una búsqueda ilimitada de la verdad. Esta bús(iueda ilimitada y
Lévi-Strauss, 1968:224-225). El tramposo, dice Lévi-Strauss, al igual constantemente crítica se mantuvo en oposición a la inmovilidad
que todas las figuras mediadoras, "debe conservar algo de esa dua­ forzada y a la superstición de la mitología. A juicio de Adorno y de
lidad" (Lévi-Strauss, 196R:226). Las figuras mediadoras son un Horkheimer, "el programa de la Ilustración fue el desencantamien­
ejemplo de la maleabilidad y de la naturaleza proteica del mito; Pro­ to del mundo: la disolución del mito y la sustitución de la fantasía
teo es 0110 ejemplo. Todo es posible con el mito (Leach, 1974:87). por el conocimiento" (Adorno y Horkheimer, 1979:46). Fue el s~je­
Cualquier cosa puede convertirse en cualquier otra cosa. Los héroes to soherano y liberado de la Ilustración que se atrevía a saber y a no
míticos pueden ser omnipotentes u omnisapientes. Cristo era Dios. permanecer seguro en la ignorancia y el engaño de lo mítico. Ade­
Gilgamesh encontró todo, y todo lo experimentó. El carácter lábil más, "en la identificación anticipada del mundo plenamente conce­
'del mito se extiende al modo en que cambia con el tiempo. Para ex­ hido [, .. 1 con verdad, la Ilustración intenta asegurarse contra el re­
traer el significado del mito, como ha demostrado Lévi-Slrauss, greso de lo mítico" (Adorno y Horkheimer, 1979:25).
debe vérselo incluyendo todas sus versiones o sus trasformaciones La división entre el mito y la verdad puede ilustrarse en un breve
(Lévi-Strauss, 1986: 1-14). Es más, parecería que el mito conserva la estudio de la historia y del mito. Malinowski, con cierta envidia afa­
imparcialidad o que carece de integridad: los mitos son "intermina­ ble, describe la creencia que se esconde tras los mitos de los aborí­
hles" (Lévi-Strauss, 1986:6). Además, son "mutuamente trasforma­ genes de las islas Trobriand:
hles" y el ohjeto de investigación para el estudio del mito resulta en
"una esfera mítica" (Lévi-Strauss, 1987:55). Cada mito es "uno de No tienen idea de lo que podríamos llamar la evolución del mundo o la evo­
un conjunto y [... ] cualquier patrón que ocurre en un mito se pre­ lución de la sociedad; es decir, no se vuelven hacia el pasado y hacia una se­
sentará, con la misma variante o con otras, en otra parte del conjun­ rie de cambios sucesivos, que ocurrieron en la naturaleza o en la humani­
to" (Leach, 1969:22). Para extraer el significado de un mito y para dad, como hacelllos nosotros. Nosotros, en nuestra perspectiva religiosa y
identificar toda su gama de mediaciones es necesario situarlo ínte­ científica, sabemos que la tierra envejece y que la humanidad envejece,
y pensamos en ambas en estos términos; para ellos, ambas son eternamente
gramente en la esfera mítica: "la suma de lo que todos los mitos di­
iguales, eternamente jóvcnes, (Malínowskí, 1961 :30 1.)
cen no es dicho expresamente por ninguno de ellos" (Leach,
1974:71-72). En algunas de estas relaciones los mitos serán sinóni­
La distinción se expresa de muchas maneras. Una de las más vívi­
mos o sustentadores, en otras serán opuestos. Por ello es necesario
das es la división entre sociedades "frías" y sociedades "calientes":
considerar un "complejo" o un "conjunto" de tales mitos en la Bi­
blia para "resolver" las contradicciones entre la regla que le exige Las sociedadcs frías son aquellas que parecen ,mular, mediante instituciones
endogamia a los judíos y la frecuencia de la exogamia en ellos especiales, los efectos de los facrores históricos en su equilibrio y continui­
(Leach, 1969:22,40). dad, y las sociedades calientes son aquellas que imeriorizan el proceso histó­
rico y lo convierten en la fuerza motriz de su desarrollo. (Munz, 1973: IX.)

El tema de Eliade en El mito del eterno retorno es que "el hombre


l.A tWN[(;RAC¡()N DEL MITO histórico" se hace a sí mismo en la historia pero que "el hombre ar­
caico" busca escapar "al terror de la historia" mediante su sojuzga­
Esta sociología qu(' afirma abarcar el mito como algo esencialmente miento a un mito fUo; en este "rechazo a aceptarse a sí mismo como
dikrcllt(' d(' ('lla misma pertenece a una tradición del pensamiento un ser histórico" se les niega valor al tiempo y a lo inusual (Eliade,
occidental que ('s alltnior a su propia invención. En los tiempos mo­ 1965: IX, 85-86). El mito, como la realidad fundamental para el hom­
dernos, por lo menos desde el siglo XVIII, la mitología ha sido relega­ bre arcaico, proporciona un mapa para hacer cosas por siempre, en
da a la esfera de lo fabuloso y falso, en contraste con la realidad y la repetición invariable de lo que ha sido formulado originalmente,
con sus formas en las dencias y en la historia, que se encaminaron a en un eterno retorno. El mito "revela alllo como habiendo sido ma­
:H
30 EL MITO Y LA MODERNIDAD EL MITO Y LA MODERNIDAD

honores, no las ninfas ni las náyades. El terror habitaba allí, con su cercana
jJl('nmnente, y esta maniféstación es, a la vez, ejernlJlar'
ser un fundamento y una para la conducta humana asistente, la Magia. (Hamilton, 1953:14.)
1968:16).
y cosas por el estilo. Si se desea algo un poco más exaltado desde
Así pues, el mito es la precreación de la modernidad. Tal como el
el punto de vista académico, tenernos la obra, todavía influyente,
caos es la precreación y la antítesis del mito, el mito precede a la mo­
de Leslie A. White The evolution oI culture {La evolución de la cultura}
dernidad y es negado por ella. La modernidad es lo que el mito no
en la cual podernos leer que el conocimiento que tenían los
es. La percepción del mito como ilusión y los medios de encontrar
blos primitivos" no es "un conocimiento naturalista genuino" sino
verdaderos fundamentos de la existencia vienen con "el progreso de
"el seudo conocimiento de la mitología", la cual puede incluir la
la razón y de la reflexión consciente de sí" (Bídney, 1958:21), un
identificación con "especies subhumanas" (White, 1959:265, 274).
progreso inextricable del progreso del individuo autónomo corno el
Desde luego hay muchas más cosas de este tipo de las que me ocu­
lugar del ser universal, corno la condensación ele la humanidad.
paré de manera más sistemática en los dos capítulos siguientes. y
Éste no es un estado alcanzado. Debe alcanzárselo constantemente
hay excepciones a la prevaleciente denigración del mito. Algunas
en un proceso de devenir que establece todo lo que fue como un
han tratado el mito de manera positiva, considerando que encierra
preludio de todo lo que será, y lo incrementa. Este devenir es antité­
contenidos universales, pero estos criterios han seguido siendo eu­
tÍco al ser rijo del mito.
rocénlricos. Los análisis estructurales del mito como patrones de la
Esta identidad a través del devenir no entraña un rechazo invaria­
mente expuestos por Lévi-Strauss dependen de oposiciones tales
ble del mito. En este punto es inevitable que hablemos de los
como naturaleza y cultura, que son por lo menos cuestionables en
gos y de las distinciones. Los griegos, al igual que los primitivos,
sus afirmaciones de universalidad. Considerando otro ejemplo que
tenían sus raíces en el légamo primigenio r... ] pero lo que el mito muestra ha tenido una influencia inmensa en los últimos tiempos, cabría el
es cwinto se hahían elevado por encima de la inmundicia y de la fiereza an­ escepticismo sobre lo que significa lo "colectivo" en la noción de
en la época en la qlle tcnemos conocimiento de ellos. Sólo UI1iIS po­ Jung del "inconsciente colectivo" como depósito de los temas míti­
GIS huelhls dc aquel tiempo se encuentran en los relatos. (Ihmiltoll, cos universales (véase Fanon, 1967:190-191).
195:i:14.)

Estos mitos son absorbidos en la tradici6n occidental como par­


te de la historia progresiva de la trascendencia dd mÍlo, una tras­
LA PERFECCIÓN DEL MITO
cendencia sugerida por los filósofos presocráticos en su elevación
de la "ciencia" y su oposición del logos alrnythos (Cornford, El mito denigrado se convierte en el reverso de un mundo occiden­
pero la agudeza y la importancia de esta división se debaten (cL tal. Éste era un mundo recién creado opuesto a un mundo pasado,
Cornford, 1957). Euhemerus, en e1m siglo a.C., ofrece incluso una o en vías de pasar, de tradición mítica; "la trama del tiempo se rom­
perspectiva sociológica distanciada del mito. Estos presentimientos pe a cada instante, las huellas de las generaciones se borran"
y estos hechos estaban más. aHá de los monótonos primitivos que queville, 1862: 119). Era un mundo que ahora se identificaba como
seguían siendo un caso límite irredento en la precreación de la mo­ la culminación y, sin embargo, la negación de todo lo que lo había
dernidarl. Su mundo mítico contrasta sin cejar con el de la antigua precedido (Marx, 1973: 106). Esta idenlidad se recrea constantemen­
Grecia: te y se sostiene en oposición a ciertos "otros" que persisten como
encarnaciones de mundos contrarios que han desaparecido antes.
Nada es m;b claro que el hecho de que el hombre primitivo, bielJ sea el de El primitivo, para tomar una figura de "lo otro", es incontrolado, in­
1;. Nlwva Guinea actual o el de hace miles de años en el yermo
constante, irresponsable, se encuentra en su estado natural, y así
110 es 11 i ha sido nunca una criatura que puebla este llIundo con fantasías
por el estilo. El europeo es disciplinado, constante, autorresponsa­
1'1 III.IIII('S y visiunes ellcantadoras. En las selvas prillligenias acechahan los
32
EL l\uro y LA MODERNIDAD
EL MITO Y L\ MODERNIDAD 33
ble, cultivado, etc., et.c. Pero el otro no es en verdad el otro (aun su­
poniendo que ese eSI;ld() fílCra posible). No ex:iste primaria o inicial­ El tribunal dictó seutencia sin reservas el día siguiente al aleg¡lto. El juez
mente aparte de su relación con un Occidente que Jo abarca. El otro, McKay obse¡-vó que norrn,llmente el trihunal no hubiera permitido ,lrgu­
en su estado incivilizado o premoderno, es una creación de Occiden­ mentos de tipo político como los que se expusieron p<>ro que, en vista de
te (véase por t:jemplo Said, 1985). Así se salva una brecha. Occidente que los haida no tenían otro foro disponible había estado dispuesto a escu­
crea a esos otros en simple oposición a lo que está creado. Desde una char, y generosamente recomendó que se llevara un regist.ro de las pruebas
aportadas y se conservara para la posteridad. La sentencia misma fue extre­
perspectiva occidental la posición es incuestionable, ya que el otro
madamente breve. Las pruebas presentadas sobre el derecho de los haida a
no puede hablar contra ella debido a esa apropiación de la verdad
las islas y sus relaciones con ellas no fueron jurídicamente pertinentes al
corno singular y, sin embargo, universal, por parte de Occidente. El caso en cuestión, el cual sólo tenía que ver con la interferencia con una li­
otro es incorporado en esa verdad pero mantenido corno otro, y no cencia para explotación forestal. (Goodrirh, 19DO: 183.)
puede negar ni perturbar la justicia del lugar inerte que ocupa den­
tro de esa verdad. En una insuficiencia irremediable el otro es inca­ El argumento de los haida que sería conservado para la posteri­
paz de oponerse él la suficiencia integral del europeo. ASÍ, el euro­ dad no era más que "una curiosidad, una reliquia, un resto primiti­
peo puede relacionarse con el otro sin extenderse o revelarse. vo de un pasado más salv<~je" (Goodrich, 1990: 183). El intento de
El argumento puede hacerse tangible en la conmovedora narra­ "hablar por nosotros mismos" fue negado en su integridad; el tribu·
ción de Goodrich de un caso reciente relacionado con indios haida, nallo trató como una charada, y lo admitió porque "no tenían otro
que habían intentado evitar que una compañía maderera acabara foro disponible":
con sus tierras ancestrales (Goodrich, 1990:179-184). La compañía
funcionaba b;~jo una licencia dada por el gobierno de Columbia Bri­ Eltrihunal no quiso comparar mitologías, se negó induso a tomar en cuenta la
tánica, y entabló un acción judicial para hacer valer su licencia y ob­ cuestión del "otro", porque eso hubiese planteado preguntas sobre su "yo",
tener un decreto judicial qul"' impidiese la interferencia de los haida sobre la interpretación social y mítica de su propio cuerpo, su papel y sus
en sus actividades de tala. Los indios quisieron representarse a sí acciones soci,lles, sus propias ropas. (Goodrich, 1990: 183.)
mismos y hablar en sus propios términos. La primera respuesta del
tribunal a este deseo fue portentosa. Consistió en intentos de per­ Entonces ¿cómo podemos empezar a localizar el mito donde no
suadir a los indios de que emplearan abogados para que se apega­ se encuentra, a encontrar el mito en la negación del mismo? Pode­
ran al lenguaje de la ley y tuvieran un buen conocimiento de la mis­ mos buscar restos del mito, las llamadas supervivencias. El atuendo
ma. Los indios contestamn Ijue "la cuestión de nuestras tierras es y los rituales del Iribunal de justicia suelen verse como tales. Pero
demasiado importante par¡¡ dejarla en manos de abogados que no esto es ceder el terreno antes de entrar en él. Yo sostendré que el
conocen a nuestro pueblo" (Goodrich, 1990: 180). Entonces el tribu­ mito en la modernidad es más típico e infinitamente más extenso
nal adoptó una posición aparentGmente liberal y aceptó pruebas tes­ que una cuestión de supervivencias. Otro enfoque consistiría en in­
timoniales que "se presentaron en la lÍJrma de vestiduras simbóli­ tentar localizar el mito disfrazado. La ideología parece un conten­
cas, mitologías, mAscaras y tótems, así corno leyendas, relatos, diente probable. Con frecuencia se considera que incluye al mito,
poemas, cantos y otras formas de interpretación que ese arte y esa entre muchas otras cosas (por ~jemplo Feldman y Richardson,
mitología conllevaban" (Goodrich, 1990:182-183). Estos testimonios 1972). Es cierto que entraña algo de trascendencia de la idea, y tam­
contaron el origen mítico de los haida y su identificación con la tie­ bién hay quienes la ven corno "encarnada en un conjunto específico
ITa. Los haida lambién se acercaron a los "otros" europeos al incluir de prácticas materiales" (véase Urry, 1981:3). Estas dos característi­
pruebas eu términos occidentales sobre el derecho consuetudinario cas, como hemos visto, podrían equipararse a aspectos importantes
de su pueblo en lo que se refería a la conciliación de controversias y del mito. Además, como lo mostraré más adelante, hay paralelos
a los reclamos en materia de tierras. La respuesta judicial fue brutal más extensos entre el mito y la noción de Lefort de la "ideología
en sus electos, si no en su intención: burguesa" (Lefort, 1986: cap. 6). Aun así, sostendré que el mito es
algo distinto y más específicamente elaborado que la ideología.
35
EL MITO Y LA MODERNIDAD
34 EL MITO Y LA MODERNIDAD

con una metafísica difícilmente puede ser lo bastante precisa o ex­


Mi método consistirá más bien en confrontar la supuesta ausen­ tensa para lo que me ocupa. Tampoco puede identificarse simple­
cia de mito en la modernidad, empezando con la ayuda que Derrida mente el mito con la metáf(lra, aunque ésta fuera la intención de
proporciona en su "White Mythology: Metaphor in the Text of Phi­ Derrida. El mito es sólo una forma de metáfora, y establecer la in­
losophy" (Derrida, 1982:207-271). Derrida tiene un interés -que po­
evitabilidad de la metáfora no es, necesariamente, establecer la del
dría considerarse oscuro en un par de sentidos-, un interés especu­ mito o de la mitología. Pero sí me basaré en dos cosas que hace De­
lativo en los orígenes metafóricos de la metafísica occidental... y un rrida en relación con el mito. La primera es que postula términos
interés <lue tiene muchos paralelismos en el estudio del mito (véase
que subrayan la supuesta falta de mito en la modernidad. La mitolo­
por <;jemplo Munz, 1973). Algunos podrían decir que las ideas me­
gía blanca corresponde a una anemia o vacío, poblada de manera
tafísicas desarrollan, a medida que se usan, un borramiento progre­
"invisible" pero inexorable y densa por aquello que supuestamente
sivo, un oscurecimiento de su contenido metafórico. En el sentido fue eliminado al crearse. Con frecuencia volveré sobre este punto.
final de la idea la metáfora se elimina o se relega y, por ende, su uso
La segunda, al exponer este argumento, es que Derrida sí se basa en
solamente puede ser una ayuda o un adorno en la expresión de esa
metáforas que tienen una intensa resonancia mítica. Consideraré a
idea. Derrida pasa a demostrar la ineludibilidad de la metáfora. Las continuación algunas de ellas corno ~jemplos de contenido mítico
expresiones del intento mismo de eliminar la metáfora también se
de los que me ocuparé más adelante.
descubren como metáforicas en su fuerza y origen. (Quizá la noción Hay dos tipos generales de metáfora en los que Derrida se basa, y
misma de la metáfora sugiere un sentido más puro que precede a la ambos corresponden a temas persistentes y relacionados en su pro­
adiciún del elemento metafúrico comprometedor.) El resultado, que pio pensamiento: metáforas de fundamento y de fuerza. En primer
Uerrida deriva de Anatole France, es que: lugar hay variedades de "fundamentos" metafóricos de la filosofía:
"lo que es fundamental corresponde al deseo de una base firme y
Por un extraf¡o destino, los rnetafísicos mismos que quieren escapar del
definitiva, un terreno sohre el cual construir, la tierra como sostén
Illlmdo de las apariencias se ven obligados a vivir perpetuamente en la ale­
goría. Triste suerte la de los poetas: oscurecen los colores de las antiguas fá­ de una estructura artificial" (Derrida, 1982:224). Los conceptos de
bulas y no son más que recolectores de fáhulas. Ellos producen la mitología fundación tienen una fuerza, "Sil propia carga metafísica": "el con­
blanca. (Derrida, EJ82:213.) cepto del concepto no puede conservar el gesto de supremacía, al
tomar y mantener en el presente, abarcar y comprender la cosa
AqUÍ parece que el término "blanca" debe comprenderse en dos como un objeto" (Derrida, 1982:224). La fuerza funciona en tensio­
sentidos relacionados. En uno de ellos, blanca es la falta de nes creativas y contradicciones como las que existen entre la cultura
"lIna mÍlologÍa anémica" (Derrida, 1982:2B). El olro sentido se re­ y la naturaleza, () entre el derecho y la naturaleza (Derrida,
laciona con el constante interés de Derrida en las bases y la autori­ 1982:220, 226, 228). También la fuerza tiene distinción y suficien­
dad del conocimiento occidental: . cia. Por formar sólo su forma en la luz, 1" metáfora óptica afirma
cercano" UIla exclusividad sensorial en la teoría occidental (véa­
1.;1 llH"larísim, la mitología bl,illca que agrupa y refleja la cnltura de Occi­ se Derridll, 1982:224; Foucault, 1970). Yo añadiría que en la luz hay
dCJllt·; d hombre blanco toma sli propia mitología, la mitología Índoeuro­ una revelaci6n integral; evoca un origen constante y directo y sende­
11(";1, .'11 propio logos, que es el mytJws de su idioma, por la forma universal de ros ininterrumpidos en la búsqueda del conocimiento. Con Descar­
.1< 1111'110 qut' Imlavía desea llamar Razón ... La mitología blanca, la metafísica, tes, "antes de toda presencia determinada, de toda idea representati­
.;1 1IIlI 1 ,Ido CII sí misma la escena fabulosa que la prodt!jo: sin embargo, la
va, la luz namral constituye el éter mismo del pensamiento y de su
l ' " 1'11,1 ")~!II' activa y conmovedora, inscrita con tinta blanca, disello invisi­
discurso apropiado" (véase Derrida, 1982:267). Con el tiempo, in­
¡,¡.. I 111 lit '11 o t'n el palimpsesto. (Derrida, 1982:2B.)
evitablemente, la luz adopta una habitaci6n local y un nombre deli­
neado en una de las notas a pie de página de Derrida. La luz viaja,
,\. 1"1.1.11 \ill !luís esto como establecedor de una mitología occi­ como nos recuerda Hegel, de Oriente a Occidente coetánea de "la
dl'lIl.d 11.111" SIlS problemas. La simple igualación de la mitología
36
EL MITO Y LA MODERNIDAD
EL MITO Y LA MODERNIDAD 37
Historia del Mundo [ ... ] pues Europa es absolutamente el final de
la Historia" (véase DcrrícLl, 1982:269). En su Historia la luz final­ dice Legendre. "tenemos que hacer el trabajo de los Dioses" (Legen­
mente llega a residir en el individuo plellamc~lte consciente de Eu­ dre, 1990: 1 1). El pensamiento 0, como suele llamarse en este con­
ropa, a ser abarcada por él, que no sólo conoce sino que también texto, la razón, se convierte en un atriouto universal del individuo
obra en el mundo y lo construye: "al término del día", -dice Hegel­ en formas colectivas como "el hombre" y la humanidad. Sin embar­
el hombre ha levantado un edificio construido desde su propio Sol go, el individuo no es sólo el trascendente "nexo de representación
interior" (véase Derrida, 1982:2t'9). Al fin y al cabo, los colores de y de ser" (Foucault, 1970:42). Hay por hacer más trabajo de los dio­
las antiguas üibulas no se han opacado mucho. ses, o de sus héroes mediadores. En su maravillosa condensación de
Este individuo es la gran figura mÍ( ica de la era moderna. Nietz­ la mecánica del mito, en Tite (lge ofanxiety [La era de la ansiedad), Au­
sche reveló en el Dios muerto una falta de correspondencia entre lo den nos pide que lloremos al dador de leyes, "el alto Agrippa que
real y algún dominio ordenador y trascendente. Para "nosotros", llegaba al cielo". Hasta los dioses están desnudos pues:
que hemos matado a Dios, "la grandeza de este hecho es [sin embar­
go] demasiado grande" (Nietzsche, 1974:181, ~ 125). Al observar­ Ya no son co~jurados
nos, el hombre demente de Nietzsche ve que "este hecho estí aún por la música de su amo a te:jer
más distante de ellos que las estrellas más lejanas ... y, sin embargo, lo sus verdades con los tiempos, los Objetos Eternos
han hecho ellos mismos" (Nietzsche, 1974:182, § 125). El vacío aún a la (leriva van, aturdidos. (Auden, 1948:99.)
está por abarcar y por colmar, aún está por ser (plenamente) conoci­
do. Connolly ofrece una versión sucinta de la manera en que Nietz­ Es el individuo el CJue ahora media entre lo trascendente y lo
sche vio las consecuencias: real, el que ahora teje verdades con el tiempo. El desplazamiento
del mito se completa cuando el "hombre" llega a estar sujeto a "las
Una vez que la importancia de la muerte de Dios es evidente para aquellos
ciencias del hombre y la sociedad" (Follcault, 1970). Esta slúeciún,
que lo han matado, el "deseo de verdad" aparecerá como el deseo de impo­
paradójicamente, marca una liberación final, o la posibilidad de
ner la forma humana al mundo y. luego, tratar la Ímposici6n como si fuera
una liberación, puesto que las ciencias son "del" hombre en dos sen­
un descubrimiento. Cuanto más tenaz es ese deseo más insistente tendrá
t.idos: tratan de "él" pero también son "suyas". El pensamiento viene
que ser para rehacer el mundo de modo que se ajusle a sus capacidades de
a incluir la capacidad del hombre para concebir y determinar "su"
saber y más implacable tendrá que ser con esa gente, esas acciones yesos su­
propio ser. Ya no hay nada ontológico anterior al individuo.
cesos considerados por él como anormales, irracionales, perversos, antina­

Ahora empezaré a orientar esa perspectiva moderna a su carác­


turales o anómalos. En un Immdo sin un planificador divino el conoci­

ter mítico. La perspectiva, en sus propios términos, es la oposición


miento no es una correspondencia sino una imposición de la forma sobre

los objetos del conocimiento. (ConnoIly, 1988:1 diametral del mito. Con éste, las formas de lo real resultan de la par­
ticipación en la esfera sagrada. El conocimiento y el conlrol de lo
La función mítica de dar forma se contra al pensamiento indivi­ real derivan de situar su origen en lo sagrado. Es lo sagrado inmuta­
dual, que nombra y ordena, y que ahora confiere fuerza: "todo cuan­ ble 10 que crea una realidad "absoluta", la cual le da "[uerzJ, eficacia
to toca inmediatamente hace que se mueva" CFoucault, 1970:327). y duración" (Eliade, 1965:11, 17). De ahí la "obsesión de los primili­
Por lo tanto "la gran diferencia" entre las sociedades modernas y vos con lo real, su ansia dt' ser" (Eliade, 1965: 11). Esto, aunque en
aquellas basadas en el mito es "la presencia de un pensamiento per­ términos algo más elevados, es una exposición del tema de la s~ie­
sonal cn la mayoría de los individuos cIue constituyen las sociedades ción absoluta de la mentalidad salvaje a las trabas de la superstición
modcrnas" (Eliade, 1968:24). Este individuo pensante se opone y la tradición. En este punto har(; otra de esas incursiones ocasiona­
constitulivamente al mundo del mito: de nuevo "la oposición de la les en lo que eran los hombres :1ntiguos y primitivos. Como vimos,
I1u:-¡II;!cioll :11 milo se expresa por la oposición del [... ] ego indivi­ el análisis de Leach de los mitos del nacimiento de una virgen y el
dua! ;11 dest ino III1Htipk" (Adorno y Horkheimer, 1979:46). Ahora, relato de Malinowski sobre los habitantes de las islas Trobriand
muestran que los "primitivos" estahlecen claras distinciones entre el
EL MITO Y LA MODERNIDAD
39
38 EL MITO Y LA MODERNInAD
I
1
mito y la historia (Leach, 1%9:85 ss; Malinowski, 1961:299, 3():). A jetívidad consciente y deliherada corresponde una realidad ordena­
1
esto podríamos añadir el rechazo de Lévi-Strauss de la diferencia da instrumentalmente. Se le da al "inconsciente" una existencia ope­
entre los modos de pensamiento primitivos y el pensamiento cientí­ rativa siempre y cuando corrija patologías en el consciente en su re­
fico moderno (Lévi-Strauss, 1968:230). Hay indicaciones numerosas lación con la realidad. En esta elevación mítica del individuo
y más tangihles. El día de los inocentes, ¡as saturnalias y otras oca­ por supuesto, una o dos contradicciones, la menor de las cuales es
siones de inversión temporal de la realidad mítica, en la erección de cómo puede persistir en un mundo administrado, para decirlo con
mitos contrarios, carecen de sent.ido sin la percepción reflexiva la frase de Adorno. Abundaré en este pnnto en el capítulo 5.
de los participantes de que esa realidad es limitada y no es existen­ Como indiqué con anterioridad, esta elevación todavía no es una
cialmente incluyente. resolución triunfante. Es un proyecto y un progreso. Aún no se ha
Son los hombres modernos los que quedan atrapados en una rea­ subordinado todo al dominio manipulador del sujeto. En la mitolo­
lidad mítica generalizada aunque, tal vez, diferenle en cierto modo gía moderna el s~jeto se une a la progresión de la subordinación y
de aquella atribuida a los primitivos y los antiguos: con aquello que aún no está suhordinado. Estos tres elementos se
combinan en la sacralización de ciertas entidades, de los "Objetos
En el mundo ilustrado la mitología ha entrado en lo pwh1l1o. En su blanca Eternos" modernos. Los mecanismos de reconocimiento y, al mis­
pureza, la realidad, que ha sido limpiada de demonios y de sus descendien­ mo tiempo, de rechazo del mito que participan aquí se señalan en la
tes conceptuales, asuIlle el carácter sobrenatural que el mundo antiguo atri­ versión de Lefort del "discurso" de la "ideología burguesa":
buía a los demonios. (Adomo y Horkheimer, 197\1:28.)
Está organizado por lo que se refiere a una división entre las ideas y lo real
Lo que resulta no es, como afirmaba la Ilustración, la destruc­ supuesto. El carácter externo del "otro lugar", vinculado al conocimiento
ción de! mito, sino su perfección. La fuerza creativa que ahora in­ religioso o mít.ico, se borra, pero el discurso vuelve a referirse a él mismo
fluye en e! mundo es unitaria, ineludihle, y no tiene límites. Lo pro­ sólo por medio del rodeo de la trascendencia ele las ideas. El texto de la ideo­
logía está escrito con mayúsculas, tanto si se trata de una cuestión de Hu·
fano es llevado al interior de un "homl-¡re" sagrado y panúrgico, no
manidad, Progreso, Naturaleza, Vida, C01ll0 de los principios fundamenta­
como una esfera de resolución ya establecida sino como un proyec­
les de la democracia burguesa inscritos en el frontispicio de la República, o
to y un progreso hacia esa resolución. La perfección del principio incluso de las Ciencias y el Arte pero también de la Propiedad, la Familia, el
en el mito premoderno es sustituida por la perfección del final. Hay
Orden, la Sociedad, la Nación. (Lefúrt,
una vinculación integral entre la interpretación de la realidad como
unitaria, exclusiva y cognoscible de manera ol~jetiva, interpretación Como lo ejemplificaré con frecuencia, lo que caracteriza a este
que es específicamente occidental, y la interpretación del individuo panteón superpoblado es que sus hahitantes combinan los tres ele­
corno sede del conocimiento presocial, definitivo y suficiente, y que mentos que acaho de mencionar: e! sujeto que se subordina, la pro­
actúa sobre esa realidad. El sl~jet()'es investido con una capacidad de gresión de la subordinación y lo que queda sin suhordinar. Aunque
conocimiento universal, una capacidad que responde a formas uni­ lo que me ocupa no es el número exhaustivo de miembros del pan-
versales de la realidad: podríamos añadir a él el Sujeto mismo y el Derecho. El quid de
las "ideas dominantes" es que dominan (d'. Marx y Engels, 1974:64).
La IIH'ntc debe abandonalse a la abundancia de fenómenos y ser calibrada
En términos míticos estas ideas son ejemplares o, según dice Lefort:
constantemente por ellos. Pues es seguro que no se perderá sino que encon­
1rad ahí su propia verdad re,ll y su norllla. Sólo así es posible alcanlLu' una
(olTclaciún genuina de sujeto y ohjeto, de verdad y realidad. (Cassirer, Estas ideas son a la vez representaciones y "reglas", en el sentido de que en­
1~):,r,:(L)
trañan cierta manera de actuar que es congruente con la idea. Así, las ideas
dan lugar a una oposición entre el sujeto que habla y act.úa de acuerdo con
Es!;\ nlll[ianza está copiosamente justificada puesto que, en la
la regla, y el "otro" Cjue no tiene acceso a la regla y, por lo tanto, está priva­
do de la condición del sujeto. La oposición se expresa en una serie de (lico­
pcrkcciúll del milo, el sujeto y la realidad se equiparan. A una suh­
El. MITO Y LA MODERNIDAD 41
40 EL MITO Y LA MODERNIDAD

del cual "él" es un objeto, y capaz de existir trascendentalmente


tomÍas: obrero/burgués, salvaíe/civilizado, loco/normal, niño/adulto. A
"como pura fónna presente de manera inn1cdiata a esos conteni·
través de estas dicotomías surge un "ser natural", una esfera subsocial, sub­
humana, cuya illlagen sostiene la afirmación de una sociedad por encima dos" (Foucault, 1970:320-321). ¿Cómo se alcanza y se sostiene esa
de la naturaleza. Al establecer una distinción entr'e la sociedad y lo qlle está trascendencia mítica? La respuesta es compkja, como mostraré en
por debaío de elh, en un suhmundo de caos tremendo que supuestamente el capítulo 5, pel'o Foucault ofrece los comienzos de una:
amenaza el orden social, la ideología burguesa husca ocultar cualquier divi­
sión que exista en el seno de la sociedad. (Véase Thompson, 1986:17.) Este descubrimiento prirmlrio de la condici6n finita del hombre es realmen­
te inestable; nada le permite contemplarse a sí mismo; y ¿no sería posible su­
Esta ideología cumple "la función de restablecer la dimensión de poner que promete también esa misma infillidad que niega, de acuerdo con
el sistema de actualidad? La evolución de las especies quizá no ha alcanzado
la sociedad 'sin historia' en el centro mismo de la sociedad históri­
su culminación; I¡¡s formas de producción y de trabajo siguen siendo modifi­
ca" (Lefort, 1986:201). cadas, y tal vez un dí,l el homhre ya no encontrará el principio de su enajena­
La "idea" y sus avatares pueden verse como un mito no muy en­ ción en su [rabajo, o el recordatorio constante de sus limÍtar.iones en sus ne­
mascarado. Ofrecen orígenes trascendentes para las "reglas" que cesidades; tampoco hay prueba alguna de que no descubrirá sistemas
son ejemplares y, no obstante, funcionalmente reales en su constitu­ simbólicos lo suficientemente puros para disolver la antigua opacidad de las
ción de identidad y la validación de la conducta apropiada. Parece­ lenguas históricas. Proclamada en la positividad, la condición finita del
rían represemar una fuerza capaz de actuar sobre la realidad y for­ hombre se esboza en la fOHna paradójica de lo infinito: en vez dd rigor de
marla, mas una fuerza que aún d~ja las reglas aparte de aquello que una limita.ción, indica la monotonía de \In viaje (l'lC, aunque es probahle que
afectan, las deja seguras e inviolables, Strathern observa que en la no tenga fin, tal vez no sea sin esperanza. (Foucault, 1970:314.)
"sociedad occídental" hay "una escisión conceptual entre la acción
Como sufrida agenda para el hombre, esto es bien poco. Estas des­
social que incorpora lo ideal, lo normativo, y aquello que esa ac­
cifm controla/regula/modifica. Así, ciertos tipos de conducta tie­ cripciones de tUl destino o una dirección ontológicos suelen ser más
nen el potencial para trasformar a otros" (Strathen, 1985:128). La optimistas y más resueltas, y brindan un mapa de progresión, incluso
un proyecto, que el "hombre", al "hacerse a sí mismo", llega gradual­
ley tal como hmcionú sobre los indios halda en la anécdota de Goo­
drich, qne mencioné anteriormente, ejemplifica el mito en todos es­ mente a controlar o a identificar, si es en la proyección de un progreso
tos términos (Goodrich, 1990: cap. evolutivo, con un espíritu universal o una civilización, para mencionar
El argumento, según espero, está empezando a revelar e! mito sólo algunas variantes.
corno poderosmnente operativo en la modernidad, pero todavía ten­ El contraste entre esto y el mundo del mito es supuestamente no­
go que conciliar la presencia de! mito con el rechazo específico de la table. Puede resumirse de manera estricta mediante la versión de!
modernidad de un mundo mítico, limitado. La modernidad reivindi­ tiempo y "los griegos" que nos da Puech:
ca de manera exdllsiva lo ilimitado o 1,) totalidad, Entraña también la Dominados por un iJeal de intdegíbilidad que sólo encuentra auténtico y
invención del "hombre", tanto corno sitio del conocimiento cuanto plenamente existente lo q\le es en sí mismo y sigue siendo idént.Íco a sí mis­
como "fuente de orden para la totalidad" (Foucault, 1970:313). Pero mo, lo eterno e inmutable, los griegos veían el movimiento y el cambio
el hombre es, también, un objéto de e~e conocimiento. "f]" es cono­ corno grados inferiores de realidad en los que, en el mejor de los casos, la
cido por medio de ese conocimiento, por medio de las ciencias hu­ identidad podía ser comprendida en la forma de permanencia y perpetui­
manas, como una criatura de "condición finita y límites": "sabenlos dad; por lo tanto, de repetición. (Pl1ech, 1957:40.)
que el hombre es finito, como sabemos la anatomía del cerebro, la
mecánica de los costos de producción o el sistema de conjugación Mas yo sostengo que no hay contraste entre esto y la estera fantás­
indoeuropea" (Follcault, 1970::~13-314). Así pues, en la sinopsis de tica de la "Idea" y sus avatares que acabamos de ver. Estas entidades
Foucault, el hombre es "un extraño doble empírico-trascendental", ordenan repetidamente e! mundo al tiempo que sostienen una in­
capaz de adquirir empíricamente los contenidos del conocimiento mutabilidad y una separación del mismo. Son materializadas y con­
Q

EL MITO Y LA MODERNIDAD EL MITO Y U. MODERNIDAD 13


42

servadas en la abstracción, "en nuestra sed de generalidad" (Witt­ simplemente diferente de lo que era y de lo que va a ser. El presente
genstein, 195R: 18). Cada una de ellas, en su esfera, reduce "el mun­ señala más allá de sí mismo de manera continua y mítica. Con caJa
do caótico, polifacét ico y disparatado" al mundo "conocido, uno e uno de sus momentos mutables intrínsecamente implica sus oríge­
idéntico" (véase Adorno y Horkheimer, 1979:;39). nes y todo lo que ha seguido a ellos. La ley, por ciemolo. es "una
¿Cómo pueden esos O~ietos Eternos conciliarse con los mapas presencia que conlleva la totalidad de su
del progreso? Para esto hay varias estrategias míticas. En una de no es lógico o histórico; es tradicional y mítico", tomando nueva­
ellas los o~ietos míticos son traspuestos desde una dimensión his­ mente este punto de Goodrich y Hachamovitch (1991:171). Estos
tórica de cambio y contingencia a otra en la que el significado está orígenes no llegan a ser directamente ejemplares. Por lo general se­
dado en términos de una naturaleza universal elevada. Barthes rán la morada del salv;.:jismo. Y, como ocurre en el mito característi­
vio este cambio como definitivo en el mito moderno (Barthes, CO, el conocimiento de los orígenes es necesario para controlar

42). Se alcanza una autonomía comparable cuando el Objeto que así se origina; para controlar, por ejemplo, nuestras pa­
adopta una forma como la culminación clara de un progreso, como siones salvajes.
en ciertas ideas del "derecho burgués" en las que asume una separa­ Al estar constituido en la negación, el progreso no está vinculado,
ción y una independencia de la evolución que lo produjo (Pashuka­ en sus términos, a ninguna condición limitativa específica, a un des­
nais, 1978:71). EstL\s dos estrategias podrían verse como aspectos de tino inexorable o a la naturaleza perenne del "hombre". Las insufi­
la estrategia predominante en el mito moderno, una estrategia de la ciencias actuales -el fracaso del derecho, un error de la ciencia- no
cual el estado actual del O~jeto es una apoteosis provisional, una son más que augurios de su sustitución. Es decir, la progresión pro­
apoteosis que rechaza su existencia precedente pero que también pon:iona una mediación mítica infinitamente sensible entre los Ob­
contiene esa existencia y prefígura todo lo que ~l Objeto aún tiene jetos Eternos inviolables y una condición finita funcional que, de
que ser. En esta estrategia, la historia es progresiva pero asume en­ otro modo, se consideraría que los viola y los altera. Las diversas
tidad progresiva de una manera aparentemente subsidiaria. La enti­ formas prácticas de progresividad, como el progreso, el desarrollo y
dad es, a la vez, parte de la progresión, y la progresión está en ella. la evolución, no son limitativas en esto. en efecto, sinónimos
ASÍ, puede haber historias "científicas" e "históricas" del progreso, o de progresión. Al estar exento de condiciones limitativas, el progre­
de la evolución, o del desarrollo del Derecho, de la Familia, etcéte­ so se convierte en una fuerza de trasformación universal. No está
ra, etcétera. vinculada con ningún lugar o periodo particulares. Aquí vemos otra
Aunque el progreso adquiere su identidad en un supuesto recha­ perfección del mito, de una mitología blanca en el sentido de la mito-
zo del mito, es, en sí mismo, una fuerza mítica. Figura en las versio­ de Occidente. El devenir universal es la prerrogativa de Occi­
nes Illodernas del mito pero el papel que se le da ahí suele ser su­ dente. Está "establecido en el destino depueblos sedentarios" (Levi­
bordinado. El mito de los orígenes y el del regreso de los orígenes nas, 1979:46). Los "otros" que no son occidentales llegan a ser
es elevado como definitorio del riüto. Los mitos de progresión -mi­ conocidos y poseídos dentro de esa universalidad cuyo conocimiento
tos milenarios y de redención, mitos de viajes y descubrimientos he­ sólo puede ser adquirido por aquellos otros si pueden entrar en esta
roicos- se encuentran incómodamente relegados a subtipos (por universalidad, y en la medida en que pueden hacerlo. La eficacia re­
ejemplo EHade, 1965). Explicar lo (pe es diferente como una varia­ quiere Ulla identificación con la fuerza sagrada del mito: "El que en
ción de lo mismo es en sí una táctica usada en el mito para tratar la mí cree, las obras que yo hago también él las hará" (sanJuan, 14:12).
contradicción (véase por ejemplo Leach, 1969:31). Una táctica in­ Al fin y al cabo, cual(luier revelación de que hay límites en la
versa es la trasformación de entidades y cualidades en sus opuestos. universalidad de Occidente no es más que la indicación de una im­
La fuerza limitada del progreso, al ser opuesta al mito limitado, se perfección pasajera que el progreso trasciende continuamente. Con
vuelve ilimitada. Esta fuerza sustenta esa calidad de lo ilimitado al estas conclusiones en torno al prog¡'eso, "otros" no pueden hablar (J
estar constituida así en la negación y al extender el principio de ne­ ni siquiera buscar la verdad sin despojarse
gación a todo su funcionamiento. Cualquier punto de progreso es Los modos y las posihilidades de escape mismos están contenidos en
EL MITO Y LA MOm:RNIDAD EL MITO Y LA MODERNIDAD 45
44

narrado- Sanó el abismo


un.
nes": la Iiber¡tción de la humanidad Lyotard, 1984: cap. de instinto aletargado y corriente ligera
La narradón se convierte de manera inextricable en la fórma de lavándolo, alumbrándolo, haciéndolo grato
esa ordenación mítica conslluida () descubierta en el progreso. La con catedrales y con teorías. (Auden, 1948:98.)
narración no es la reserva superada de puehlos "más simples". Con
frecuencia sus mitos son de una complejidad tan laberíntica que no Es así como el mito puede considerarse poético, una poesía que,
pueden reducirse a la nanadón. Sean cuales fueren sus usos en a juicio de Vico, "no está escrita por razones estéticas para deleitar
otros lugares, la narración es un modo simple de poder característi­ la mente y adornar un mundo monótono", sino que es poesía como
co de Occidente. A través de la narración, en un estilo mítico, el or­ "una necesidad", poesía que imagina "dando forma a las diversas ca­
den es creado y sostenido en secuencias estrechamente lineales e racterísticas del mundo externo en una imagen concreta"
que fluyen desde un o una transición original. Munz, 197~):107). Aunque esta poesía es negada en un mundo de ra­
Por medio de la narración el dominio progresivo y la jerarquía se co­ zón instrumental y expectativa positivista de descubrir meramente
responden íntegramente con el impulso hacia delante de la secuen­ lo que es, sin embargo es una poesía necesaria y existente. Contrasta
cia. El desarrollo individual y colectivo se convierte en jornadas he­ así con los llamamientos mitopoyéticos a reinstalar lo poético y lo
roicas y arduas hacia una realización final o un lugar de redención. mítico en un mundo en el cual no están, con llamados a volver a en­
Así podemos ver el progreso que informa de manera penetrante al cantar ese mundo y a recuperar lo que "los desastres del tiempo"
conocimiento occidental mediante. por ejemplo, la dedicada avidez han "consumido por completo" (Leopardi, 1966:233).
de la búsqueda de Habermas del "desarrollo de estructuras norma­ El mito moderno, aunque distinto en ciertas maneras, es, sin em­
tivas" (Habermas, 1979: cap. 4). En esa húsqueda se descrihe una hargo, mito. Su carácter mítico se muestra ostensiblemente en la ele­
universalidad que gradualmente va incluyendo a todas las personas, vación de una diacronía que opone y desplaza a lo eterno y trascen­
las cuales son cada vez más racionales y autónomas, en progresio­ dente. Sin embargo podemos separar el reino uniforme de la
nes secuenciales dentro de la evolución biológica del "hombre", temporalidad para revelar su dependencia del mito. No obstante, el
dentro de la evolución social, dentro del desarrollo del ego y de mito moderno, en sus afirmaciones de no pue­
la identidad de grupó, dentro del individuo y de la psicología social. de admitir una posición cuyos contornos sea posible trazar. Éstos
y así sucesivamente. tienen que encontrarse en lo que el mito rechaza o niega. A conti­
De este modo el mito se aventura hacia delante para crear lo nuación exploraré "la fabulosa escena que lo ha producido" (Derri­
para dotarlo de "formas y normas" (Eliade, 1965:10). El mito ofrece da, 1982:2
un modelo ejemplar, una configuración de con las que el pro­
fano puede ser evaluado y, si res.ponde adecuadamente, se le puede
nJnceder presencia, realidad y validez. Como tal guía y tal medida
el mito es una realidad operativa. Sean cuales fueren sus significa­
dos III;ÍS atenuados, encontrZldos en la estructura de la mente o de
un t('xlo () en cualc]Uicr otra parte, el mito tiene un significado acce­
sihle en el uso y ('n los rituales del uso. Todo lo cual no es una mera
cuestiún de lo potencialmente ¡'eal medido contra la fijeza perenne
del mito. El mito es creativo no sólo al proporcionar un origen sino
al ser una fuerza creadora sostenida que se extiende hasta un mun­
do temporal y lo ordena, mediando de continuo entre ese mundo y
lo sagrado. El dador de leyes, el "alto Agrippa" auien al unir las ver­
dades de los Obietos Et.ernos con los tiempos
EL FUNDAMENTO MíTICO DEL DERECHO MODERNO
47
3. EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO
haciendo que la razón y el conocimiento unificadores ilumina­
ran los rincones oscuros. Nada podía ya ser absolutamente intrata­
ble o misterioso. La realidad y sus divisiones ya no adquirieron su
identidad de su lugar en un orden mítico circundante; eran manifes­
taciones de un proceso de descubrimiento y realización. Cuando
¿Quéjuegos sagrados tendremos que inventar? este proceso llega a los límites de su apropiación del mundo, la Ilus­
tración crea los monstruos mismos contra los cuales lucha con tanta
NIETZSCHE. 1971:181, § 124. asiduidad. Estos monstruos de la raza y la naturaleza marcan los lí­
mites exteriores, el "otro" intratable contra el cual la Ilustración
ORíGENES
opone la vacuidad de lo universal, yen esta oposición le da a su pro­
pio proyecto un contenido tangible. Ser ilustrado es ser lo que el
Continuaré valiéndome, para empezar, de palabras prestadas, est.a otro no es. El derecho moderno es creado en esta disyunción.
vez de Habermas:

Con diverso contenido, el término "moderno" expresa una y otra vez la


conciencia de una época que se relaciona con el pasado de la antigüedad, LA CIUDAD DE DIOS
para verse a sí misma como el resultado de una transición de lo viejo a lo
nuevo r...l El proyecto de modernidad formulado en el siglo XVIII por los fi­ Al bajar del pedestal a los filósofos de la Ilustración, Carl Hecker
lósofos de la I1ustradón consistió en sus esfuerzos por desarrollar una cien­ la esfera que ellos reivindicaban con la Ciudad de Dios de
cia objetiva, una moralidad y un derecho universales y un arte autónomo, san Agustín:
de acuerdo con su lógica interna. (Habermas, 19R5:::I, 9.)
En el tiempo señalado por Dios, la Ciudad Terrenal terminarÍ:a, la tierra
Esto fue la culminación y. al mismo tiempo, el rechazo de lo que
misma sería envuelta en llamas. En aquel último día los hombres buenos y
había ocurrido antes. Todas las cosas se hicieron nuevas 0, por lo malos serían finalmente separados. Para los recalcitrantes se reservaba Un
menos, se vieron como tales. Esta modernidad particular se opuso lugar de castigo eterno; pero los fieles se reunirían con Dios en la Ciudad
al reinado del mito: "la Ilustración contradice al mito" y "el pensa­ de Dios, para morar allí por siempre en la perfección y la feliddad. (Becker,
miento ilustrado ha sido entendido como una oposición y una COIl­ 1932:6.)
trafuerza al mito" (Habermas, 1987: 1(7). "El programa de la Ilustra­
ción fue el desencantamiento deJ mundo: la disolución de los mitos Incluso hay precedentes más venerables y más aptos "en el
y la sustitución de la fantasía por el conocimiento" (Adorno y lIork­ mundo ilustrado [donde] la mitología ha entrado en lo profano"
1979:3). Este mundo recién creado confrontó un reino míti­ (Adorno y Horkheimer, 1979:28); particularmente la evocación
co d(' significado cerrado pero múltiple, un reino de la ubicación de san .Juan en el Apocalipsis ~ 1 de "un nuevo cielo y una nueva
1ras('('lId('1I1¡' del origen y de la identidad. Con la Ilustración lo tras­ tierra", Una vez que Dios ha hecho "todas las cosas nuevas", "He
(('IHlenle hll' traído a la líerra. El "hombre" seda la medida del aquí el tabernáculo de Dios con los homhres, y morará con ellos;
homhre. No hace falt;l \lna mediación mítica entre lo real y lo tras­ y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será su Dios con ellos"
cendental. El significado ya se unificó. Lo trascendental, y el límite (San]uan, 21:
que imponía al pensamiento y al ser, eran las tímidas restriccioncs que Sigue luego la evocación arrobadora de esa "grande ciudad santa
los hombres se habían impuesto en tiempos idos. Con "la embria­ de ]erusalem, que descendía del cielo desde Dios". Es una ciudad
guez de la Ilustración" (véase Strakosch, 1967:121) el hombre se ir­ imbuida con la presencia de Dios:
guió solo, atreviéndose ahora a saber y, en un pcnsamiento ilimita­

[-161
48
EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO 49
EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO

Por ejemplo, las regiones desiertas habitadas por monstruos, las tierras yer­
y no vi en ella templo; porque el Sefíor Dios Todopoderoso es el templo de
mas, los mares desconoddos en los que ningún navegante ha osado aventu­
ella, y el Cordero.
rarse, no comparten con la ciudad de Babilonia, o con el nomo egipcio, el
y la ciudad no tenía necesidad de sol ni de luna, para que resplandezcan
privilegio de un prototipo diferenciado. Estas otras cosas corresponden a
en ella: porque la claridad de Dios la iluminó, yel Cordero era su lumbrera. un modelo mítico pero de otra naturaleza: todas esas regiones desiertas,
y las naciones que hubieren sido salvas anclarán en la lumbre de ella. yermas y cosas semejantes se asimilan al caos; siguen participando en la
(SanJuan, 21: 22-24.)
modalidad indiferenciada (~informe de la precreacíón. (Eliade, 1965:9.)

Los salvados se distinguen de aquellos que no se han entregado En algunas mitologías una creación metropolitana actúa en esta
por entero a una verdad excluyente: de los "temerosos, e incrédulos modalidad de precreación de una manera expansiva:
hechiceros, e idólatras y todos los mentirosos" y otros, todos los
cuales están destinados a "la muerte segunda". Éstos son, desde lue­
La r.olonización de un p¡ÚS nuevo, desconocido y yermo es equivalente a un
go, temas que tienen la más profunda y extensa resonancia en los acto de Creación. Cuando los colonos escandinavos tomaron posesión de
mitos de la cristiandad occidental y procuraré mostrar cómo im­ Islandia [...] y empezaron a cultivarla, no consideraron ese acto como una
pregnan a la Ilustración y su derecho. empresa original ni como una obra humana y profana. Para dIos esa em­
Volviendo a Becker, por ahora, señalaré que su propósito es presa fue sólo la repetición de un acto primordial: la trasformación del caos
"mostrar que los philosojJhes demolieron la Ciudad de Dios de san en cosmos por el acto divino de Creación. Al cultivar el suelo yermo repitie­
Agustín s610 para reconstruirla con materiales más modernos [ ... ] ron, de hecho, el acto de los dioses, quienes organizaron el caos dándole
así la Ciudad de Dios pasó a tener cimientos terrenales" (Becker, formas y normas. Más aún, una conquista territorial no se vuelve real sino
]932:31,49). Los términos de ese cambio están ahora bien ensaya­ después del ritual de haber tomado posesión de esa tierra o, para decirlo
dos: por ejemplo. ahora "el hombre es capaz, guiado solamente por con más precisión, mediante dicho ritual que es sólo una copia del acto pri­
la luz de la raz6n y la experiencia, de perfeccionar la buena vida mordial de la Creación del Mundo. En la India védica la erección de un al­
tar dedicado a Agni constituía la toma de posesión legal de un territorio.
en la tierra" (Becker, 1932:102). No me ocuparé inmediatamente de
(Eliade, 1965:10-1
esta afirmación, ni como un bien supremo ni como "un desastre
triunÜmte en toda la tierra" (Adorno y Horkheimer, 1979:3). Cual­
quiera de estos criterios halaga a la Ilustración y finalmente llega a De una manera semc;jante "los navegantes ingleses tomahan pose­
la universalidad de su alcance. Mi interés en la Ilustración como sión de los países conquistados en nombre del rey de Inglaterra:
mito se centra en la singularidad y el exotismo atribuido a aquellos nuevo Cosmocrator" (Eliade, 106S: 11).
"otros" proscritos de su verdad y su existencia. Para centrar mi in­ Las dimensiones y la dinámica de la Ciudad Terrenal de la IhIS­
vestigación usaré la imagen de !a Ciudad de Dios pero de maneras tración parecen, a primera vista, estar marcadas de manera seme­
diferentes a las de la versión de Becker. jante a la ciudad celestiaL Su pretensión de unificar y ordenar la rea­
lidad no es menos incluyente. Y quedan, también, regiones extrañas
La ciudad mitológica es una forma del poderoso simbolismo del
más allá de la comunidad elegida de naciones ilustradas -como fue­
centro. El centro -sea una ciudad o un templo, una montaña sagra­
ron lIamadas-, regiones por ser continuamente descubiertas y so­
da o el Jardín del Edén- era un fundamento y una fuente de crea­
metidas al orden. Es indudable que esta semc;janza fácil no puede
ción, el punto en el cual el caos de la precreación fue ordenado o
resistir la necesaria historia de diferencia entre el mundo ilustrado y
aplastado, y el punto en el que un reino ordenado trascendental­
el mundo premoderno. Pero ahora argumentaré que tal diferencia
mente se reunía y confería al mundo una realidad unificada "dura­
fundamental incorpora la dimensión misma del mito que quisiera
dera, efectiva" (Eliade, 1965: 18; véase también Goodrich y Hacha­
destruir.
movitch, 1991:169-172). El centro era la imagen misma del mundo,
Lo que la Ilustración y la modernidad supuestamente rechazan
la imago mundí. Esa imagen penetraba y consagraba a todo el espa­
es, en una palabra, la trascendencia. La división principal postulada
cio del mundo. Mas no todas las cosas participan aún de su ser:
50
EL FONDAMENTO MíTICO DEL DERECHO MODERNO
EL FUNDAMENTO MíTICO DEL DERECHO MODERNO 51
por Eliade es entre un mundo mítico en el que "ni los objetos del
mundo externo ni los actos humanos [... ] tienen un valor autónomo realidad de un acto (Ebade, 1965:28). Los o~íetos, para decirlo nue­
intrínseco" y un mundo moderno en el que sí lo tienen (Eliade, vamente con las palabras de Lefón, son "tanto representaciones como
1965:3). Míticamente "los obíetos o los aclos adquieren valor y, al 'reglas', en el sentido de que implican cierta manera de actuar que es
hacerlo, se vuelven reales porque participan, de una u otra manera, cong-ruente con el objeto" (véase Thompson, ]986:17). Y aquellos
en una realidad que los trasciende" (Eliade, 1965:3-4). Estas co­ que obran de maneras cong-ruentes con los Objetos Eternos están in­
sas en otros tiempos "brillaron de m;mera diferente porque un dios cluidos en las filas de los eleg-idos ... un punto que ampliaré pronto.
brillaba a través de ellas" (Nietzsche, 1974:196, ~ 152). A la luz uni­ Esto por lo que se refiere al origen y la función de los objetos. Ahora
forme de la modernidad no hay cabida para una dualidad de signifi­ consideraré su dimensión mítica en la relación entre ellos.
cado o para una ambigüedad fundamental. Lo que tenemos en vez Aunque sean erig-idos en la negación de un orden mítico o de un
de esto es la elevación de "los objetos" en un sentido que incluye no legislador mítico, los objetos en la modernidad no "van a la deriva,
sólo una cosa material separada sino también una constelación de aturdidos" (Auden, 1918:99). El impulso universalista de la Ilustra­
acciones distintas, como el derecho. Los objetos tienen y mantienen ción coloca al objeto en una relación integ-ral con lo "general", con­
su identidad "en sí mismos, completa, autorreferente y apropiada" cebido en términos tales como orden y razón universales. Lo que
(Douzinas y Warrington, 1991:10). era general tenía el potencial de ser conocido por completo, aun
Empezaré a extraer las dimensiones míticas del objeto por lo (Iue cuando algunos vieran esto como incapaz de una realización final.
se refiere a su origen, su filllción y su relación con otros objetos. La Pero la carencia no restringía su ambición totalizadora. No habría lí­
obsesión de la Ilustración con los orígenes es tal vez el sustituto más mites finales. La multiplicidad y la diferencia podían perseguirse
obvio de lo míticamente trascendente. El objeto ya no podía lomar con seguridad en la constante anticipación de que regresarían a una
su ser de la fuente trascendente que se daba en un mito de origen. unidad asegurada:
Ahora su esencia se encontraba simplemente en su origen. El ori­
gen revelaba el o~ieto en su prístina simplicidad. Así Cassirer, al ob­ Así pues, la vía del pensamiento, tanto en la física como en la psicología y la
servar "la completa diversidad, esta heterogeneidad y fluidez" de la política, lleva de lo particular a lo general; pero ni siquiera esta progresión
sería posible si cmla particular corno tal no estuviese ya subordinado a una
psicología en el siglo XVIII, encuentra que "un examen más profun­
regla universal, si desde el principio lo general no estuviese contenido o,
do revela las bases sólidas y los elementos permanentes que funda­ por decirlo así, encarnado, en lo parricular. (Cassirer, 1955:20.)
mentan la mutabilidad casi ilimitada de los fenómenos psicológicos
si seguimos las formas psicológicas hasta sus fuentes y sus orígenes, Esta dinámica de la identidad fue llevada aún más lejos:
siempre encontrarnos esa unidad y esa simplicidad relativa" (Cassi­
rer, 1955: 16-17). El tiempo original está vinculado con el objeto pre­ Uno no dehe buscar el orden, la ley y la "razón" como una regla que puede
sente en un proceso de desarrollo .o civilización en el cual la conti­ ser comprendida y expresada antes de los fenómenos, como su fI jJriori; uno
nuidad del objeto es mantenida incluso mientras cambia. Este debe descubrir esa regularidad en los fenómenos mismos, como la forma
proceso fue relatado, como veremos después, en historias fantásti­ de su vinculación inmanente. (Cassirer, 1955:9.)
cas ideadas en nombre de la razón y de la historia. De la infinidad
de o~jetos posibles, las narraciones hablaban solamente de algunos, En la modernidad esta alternancia entre lo general y lo particular
y estos se narraban con la repetición conslante que caracteriza el no puede acomodarse en esferas distintas, como lo haría tan fácil­
funcionamiento del mito. Estas narraciones incluían cuentos de la mente en otras mitologías. Lo que las une y lo que mantiene la uni­
sociedad, el derecho, la propiedad y otros Objetos Eternos que des­ dad del ser, aparte de los ejercicios de formación como el que he­
cribo en el último capítulo. Los Ol~jelos Eternos c;jemplifican de ma­ mos eíemplificado, son los Objetos Eternos. Estos objetos, dicho en
nera notable la función mítica del objeto. Los objetos ofrecen "mo­ estilo mítico, median entre lo general y lo específicamente particu­
delos e;jemplares" con los cuales es posible medir la validez o la lar al apropiarse la calidad de lo universal. Las formas occidentales,
52 EL F1JNDAMENro MÍTlCO DEL DERECHO MODERNO
EL F1JNDAMENTO MiTlCO DEL DERECHO MODERNO !:í3

como O~jetos Eternos, proporcionan así modelos .::jemplares de 10 aunque nadie vivo ahor¡¡ puede tener permiso de entrar en esta tierra pro­
que el mundo realmente es, o de lo que debelia ser. Veamos la pro­ metida, aquel que la contemple en su vastedad y su belleza puede alegrar­
piedad como un .::jemplo. Como un ol~jeto "externo" materializado, se, como hizo Moisés cuando, al borde del desierlo, desde lo alto de la
está imbuido de lo palpable y lo específico. Pero también es elevado montaña, vio la extensión y la amplitud de aquella buena tierra a la que no
en términos no menos extensos que aquellos atribuidos a la trascen­ le estaba permitido entrar para tomar posesión de ella. (Véase Holdsworlh,
dencia del mito. Resumiendo varias formulaciones de la Ilustración, 1952:79.)
es el fundamento de la civilización, la fuerza motriz misma del ori­
gen y el desarrollo de la sociedad, la provocación a la conciencia de En suma, es difícil no ver el descubrimiento del progreso en el si­
sí mismo y la modalidad de la naturaleza apropiadora: "La propie­ glo XVIII como un mito triunfante. Aunque la analogía mítica más
dad es el hombre", aunque únicamente "el hombre civilizado"; la cercana podría encontrarse en los mitos de búsqueda heroica () de
propiedad se identifica con "la individualidad, la libertad y la histo­ viaje, o incluso en los mitos escatológicos, el progreso evoca también
ria" y es "tan preciosa como la vida misma"; así es vista fácilmente los orígenes. El progreso no sólo va a algún lado: viene de algún
en términos de lo "sagrado" y lo "eterno" (véase Kelley, 1984a:129­ lado. El progreso es la continuidad de un origen, del paso desde la
133). Lo que se universaliza aquí es una forma particular de propie­ precreación hasta lo manifiesto. Esta creación es, sin embargo, orde­
dad occidental. Allí donde falta, sólo puede haber sus precursores o nada, e incluso restringida. El progreso siempre sería desorganiza­
salvajismo. dor a menos que fuese reducido a un curso ordenado en la naturale­
En el Objeto Eterno hay elementos generales combinados. Estos za. Con el tiempo, el progreso llega a verse no sólo como una
elementos, como afirmé terminantemente en el último capítulo, com­ cuestión ele expectación o de aspiración, sino como una de las leyes
prenden el st~jeto que se subordina, la progresión de la subordinación de la naturaleza; en el capítulo siguiente volveré a hablar de eslo.
y aquello que permanece sin subordinar. Diré algo más sobre estos
elementos, en particular sobre el tercero. En el capítulo anterior traté
extensamente el s~ieto y el progreso, y volveré a hacerlo en el siguien­
te; aquí me ocuparé del tercero de estos elementos en su forma natu­ LA NATURALEZA Y LA DEIFICACIÓN DEL DERECHO
ral. Consideraré e! sujeto y el progreso principalmente como un pre­
"El orden es la primera ley de los Cielos" (Pope, 1950:132, Epístola
ludio de la versión de la naturaleza. Por medio del sujeto, bien sea
IV, línea 49). Cuando la Ciudad de Dios es traída a la Tierra, el or­
singularmente como individuo o colectivamente como humanidad,
den se convierte en la primera ley de la naturaleza. Antes, según na­
cualquier acción u o~jeto puede ser integrado en la realidad más pe­
rran las historias aceptadas, Dios era considerado el legislador su­
netrante y extensa. Hay un ímpetu hacia la creación que permite h¡¡­
premo. La ley tenía que conformarse finalmente, para su existencia
cer esto y que emana de una facilidad particular del pensamiento, de
o su validez, a este origen mítico. Por muy ingeniosas que fuer¡¡n las
la razón o de la mente. "La mayor-energía y la verdad más profunda
soluciones escolásticas para aplicar la palabra de Dios al mundo
de J¡¡ mente no consisten en salir al infinito, sino en la mente que se
mundano, y por muy misteriosas que fueran sus "maneras", Dios se­
mantiene contra el infinito y que, en su unidad pura, comprueba su
igualdad con la infinidad de! ser" (Cassirer, 1955:38). guía siendo la fuente necesaria e ineludible de la existencia de la ley.
La Ilustración sustituye a Dios con la Naturaleza. En términos de los
Es el progreso el que, de una manera integral, incluye a lo tras­
mitos de origen de la ciencia moderna se elimina el obstáculo deífi­
cendente en lo temporal. La realidad mundana se sostiene en la
co al progreso de la hum¡¡nidad en el conocimiento, la superstición
perspectiva de "perfectibilidad" - una de "las palabras sin las cuales
limitativa da paso a la verdad incandescente, el hombre sin ayuda se
ninguna persona ilustrada podría llegar a una conclusión sosegada"
atreve, al fin, a saber, etc., etc. Así:
(Becker, 1932:47). Incluso el antiutópico declarado se rindió a esta
necesidad. Así, para Bentham, el potencial radiante de su principio
de utilidad era tal que: Todo cuanto tenemos que hacer es dejar de lado los obstáculos que hasta
ahora han retardado el progreso de las ciencins naturnles y les han impedi­
EL FUNDAMENTO MITICO DEL DERECHO MODERNO EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO 55
54

do proseguir resueltamente su camim} hasta el final. Lo que siempre impi­ un designio a Dios el Padre -por decir que el Padre se
dió a la mente humana alcanzar una conquista real de la naturaleza y sentir­ de "vestir los lirios de los campos y de conservar el último
se allí en terreno familiar fue la infortunada tendenda a inquirir por un reino cabello de la cabeza de sus discípulos"- Malebranche afirma que el
más allá. Si dejamos de lado esta cuestión de trascendencia, la naturaleza "orden no permite que [Dios] tenga volontés prácticas apropiadas
en de ser un misterio. La naturaleza no es misteriosa ni ines­ para la ejecución de su designio [oo.] Él no debe perturbar la simpli­
crutable, pero la mente humana la ha envuelto en una oscuridad artificial cidad de sus maneras" (Riley, 198G:35, 10). Así Dios es confinado a
El eni b'1na de la naturaleza desaparece para la mente que se atreve a no
una voluntad general, a obrar "como una consecuencia de las leyes
ceder y a salir adelante. Pues una mente así no encuentra contradicciones y
divisiones sino sólo una existencia y una forma de derecho. Cassirer,
generales que ha establecido" (véase Riley, 1986:29). Ahora Dios es
1955:65.) apenas capaz de resistirse a su expulsión misma de la naturaleza;
una especie de Edén al revés. Y lo que tal vez es peor es que hubo
Esta revolución, según prosigue la historia, está acompañada por grandes figuras ancestrales del derecho
un cambio básico en la naturaleza del derecho. Para decirlo con las (lue todavía atribuía el nuevo derecho, en última InstanCIa, a
palabras de Althusser, el derecho sólo había sido antes una cues­ pero reconocía que Dios no era estrictamente necesario para la na­
tión de turaleza. Si Dios "él" ya no posee naturaleza sino que es po­
seído por ella. Ahora es una cuestión de "las leyes de la naturaleza y
mandato. Así pues, necesitaba una voluntad para ordenar y voluntades para del Dios de la naturaleza", como lo expresa la Declaración de Inde­
obedecer [ ... ] Como el derecho sólo tenía mla estructura, el derecho divino, pendencia de Estados Unidos.
el derecho natural y las positivas (humanas) podían ser considerados A primera vista este resultado parece contrario allngar que la na­
en el mismo sentirlo r...] La ley divina dominaba a todas las leyes. (Althusser, turaleza suele encontrar en el mito. La naturaleza y la cultura son
1972::H-~2.) colocados allí en oposición. La cultura avanza domesticando a la na­
turaleza y apropiándosela. Pero las "leyes de la naturaleza y del Dios
Pero esto ha cambiado y la naturaleza tiene leyes que no son ór­ de la naturaleza habitan el mundo, incluida su cultura, de una ma­
denes sino simplemente orden; una nueva "regularidad y legalidad nera tan penetrante, total y unificadora como lo hizo la deidad pre­
inexorable" (Hodgen, 1964:450). Pero yo argumentaré que la dimen­ moderna: "la ley (lue a las estrellas del mal fue también la
sión mítica atribuida al orden de Dios anterior también caracteriza al del deber" (Willey, 1940: 14).
nuevo orden de la Lo que ocurre es que Dios resulta cap­ Para Grocio, como creador del derecho moderno para el mundo
turado por "su" creación. Malebranche fue un hábil exponente del entero, el impulso hacia la sociabilidad proporcionado por "la natu­
proceso: raleza humana [... ] es la madre del derecho natural" (véase Robin­
son et al., 1985:359). Para establecer este derecho natural Grocio
La voluntad de Dios es sólo el amor. que Él dirige a Sus propios atributos abrevó en los escritores de la antigüedad, así como en las fuentes
[.. ·1 Por lo tanto, Él sólo puede desear y obrar de acuerdo con lo que Él es, religiosas y jurídicas más contemporáneas, todas ellas comprensi­
sólo de una manera que lleva el carácter de Sus atributos [... ] [Esto es] por­
que Él está glorificado por ser lo que Él es, y por poseer las perfecciones in­
blemente occidentales. En conjunto "esto está de acuerdo con el de­
cluidas en Su esencia. En una palabra, res] porque Él no puede contradecir­ recho naturaL el cual se cree que es tal entre todas las naciones o
se a Sí Mismo, 110 puede desear contra las eterl1as e que están más avanzadas en la civilización"
inmutables de su esencia. El derecbo natural de la Ilustración perduró en la
con un poco más de hincapié en los modos
"El orden es [la] Ley inviolable" de la acción de Dios (Wallon, "científicos" de razonar y calcular. La razón, a su vez, era vista
1972:38). La presencia de orden y uniformidad en las leyes de la na­ como característica del "hombre", Era tanto parte de la naturaleza
turaleza aún requiere, para Newton y para otros, un legislador divi­ del hombre como una guía imperativa de lo que esa naturaleza era.
no. Después de reclamarle a Cristo que le atribuyese una voluntad o Todas las versiones del derecho natural de la Ilustración compartíe­
56 EL FUNDAMENTO MtrleO DEL DERECHO MODERNO
57
EL FUNDAMENTO Mtnco DEL DERECHO MODE.RNO

ron la misma escala universal y la misma participación en una natu­


composición del derecho moderno. Presentar solamente los atribu­
raleza ..
tos deíficos del derecho moderno podría ser como exhibir lo obvio.
Esta historia de la domesticación del derecho de la deidad es
Podría parecer que sólo se trala de estos atributos tal como debería
comparativamente corta porque, según los términos de otra histo­
parecer una mitología. Intentaré resaltar el argumento recurriendo
ria, el derecho natural o~ietivo no perduró como base para la regu­
a "La gran muralla china" de Kafka: no puede haber "un derecho
lación jurídica práctica. Como veremos más adelante, algunos de
contemporáneo" allí donde "emperadores muertos hace mucho
sus elementos parecen persistir en el derecho, pero el derecho natu­
tiempo son sentados en el trono en nuestros pueblos, y uno que
ral ol~ietivo perdura más plenamente como administración científi­
sólo vive en los cantos hace poco fue objeto de una proclamación leí­
ca. Este punto particular volverá a ser tratado en capítulos ulterio­
da por el sacerdote ante el altar" (Kafka, 1961:78,80). Podríamos re­
res. Ahora hay una división en un derecho otrora unitario, una
ducir esto en términos sociojurídicos hasta un punlo en t.orno a los
división entre "el derecho que preservó del mal a las estrellas" y "la
límites de la eficacia del derecho, pero yo lo tomo como un
regla del deber". Esta regla se ubica en la tradición del derecho
sobre la existencia mítica del derecho occidental. No puede tratarse
como mandato, una tradición (lue persistió y que no fue enteramen­
jil
de "derecho contemporáneo" juntando diversidades en el tiempo y
te subordinada al orden "'
abstrayendo del mismo sin oponerle, de manera trascendental, un
Las versiones del derecho como actos de una voluntad soberana
mundo tangible que la trascendencia. De manera semejante
son tan antiguas como la igualación del derecho con un orden esta­
el dios persistió frente a las negaciones de un mundo profano o pro­
blecido. La división entre los dos tipos de derecho se relaciona con
fanado. El dios de los hebreos y de los cristianos era un dios celoso,
deidades occidentales rivales. Una es el origen y el soberano del cos­
un dios que jamás menguaba la totalidad y la inexorabilidad de
mos y puede alterarlo a voluntad. Aunque los modos de este dios
"sus" reclamos de obediencia. "No tendrás dioses extraüos delante
son finalmente misteriosos, tienen que ser conocidos para que sean
de mí" (Deuteronomio, 5:7). Dios era el creador de todo, único y
mÍticamente operativos. La lórma primaria de este conocimiento es
omnipotente, omnipresente y eterno. Sólo pueden salvarse aquellos
la revelación. La otra deidad es aquella captada por "su" propia crea­
que obran de acuerdo con el modelo mítico de la voluntad de Dios
ción. A este dios se le permite actuar sólo de acuerdo con el orden
o de la ley de Dios. Obrar o no obrar así es asunto de los sujetos de
divino_ El modo primario de adquirir conocimiento en este esque­
Dios en el ejercicio de esa libertad y esa responsabilidad que com­
ma es la razón. Estos dos dioses continúan habitando la ley pero la
historia predominante del derecho moderno, una historia contada con la deidad.
En otras épocas el derecho manifestaba los caracteres de Dios.
en la perspectiva de la nación-Estado, le da precedencia al dios de
Explícitamente encontraba sus orígenes míticos en Dios Padre. Esta
voluntad y de revelación. La historia es tan conocida que no sopor­
relación se atenúa o, para decirlo con las palabras de Derrida, la
taría la repetición sin tedio. Diremos, resumiéndola, que es una his­
mitología se vuelve anémica o se blanquea (Derrida, 1982:213). El
toria de la separación y el dominio de un poder secular en la forma
soberano ya no es el represent"nte terreno de Dios y ahor" es el ori­
inicial de las monarquías centralizadoras de la Europa medieval y
gen autónomo y autosuficiente del derecho. El derecho, una vez
comienzos de la Europa moderna. Aunque algún dios es invocado
que fue procesado por Kant, ya no está vinculado a ningún orden
durante algún tiempo como origen último del derecho, el gobierno
extraüo, y ahora deriva su fuerza y su origen puramente de su exis­
político supone un cambio secular en que lo divino se volvió inci­
tencia intrínseca. Pero, a pesar de todo esto, el derecho no asume o
dental o impertinente. El Leviatán de Hobbes, ese "dios mortal", es
no puede asumir dimensiones meramente terrestres. Continúa te­
una señal resonante del cambio (Hobbes, 1952:100). El derecho na­
niendo los caracteres de Dios. Pero ahora lo hace en un mundo
tural y el derecho divino se subordinan a la determinación autosllfi­
ciente del derecho positivo, el derecho postulado por la voluntad mundano.
Podemos intentar de nuevo entrar en ese mundo en el drama de
del soberano.
la diferencia. Al delinear los O~jetos Eternos usé la ubicación de Stra­
El triunfo subrepticio del dios, no obstante, puede ser visto en la
thern dentro de la "sociedad liberal occidental" de un tiDO de "ac­
58 EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO 59

ción social que incorpora lo Esta armonía y este fin proceden del derecho mismo. Al igual
te de "lo que esa acción controlafreguJa/modifica", sin ser afectado que su contraparte divina, el derecho es autónomo y se mantiene
por ella (Strathern, 1985: 128). Slrat hern llega a esta percepcí6n a por sí solo. El derecho es independiente de cualquier realidad exte­
través de su diferencia de los modos de regulación entre el pueblo no está limitado por ningún orden temporal o, para decirlo
1'1 hagen, en las tierras altas de Nueva Guinea. En ese pueblo un modo con más exactitud, el tiempo del derecho existe más alhí de la tem·
de regulación, corno la lucha, el intercambio de regalos o la "char­ poralidad mundana (Goodrich y Hachamovitch, 1991:167,
Ia", está profundamente influido por otro e incluso es trasfé.n-mable pasado, cualquier futuro puede ser integrado en su pre­
en otro. En contraste, el derecho occidental está investido de invio­ sencia eterna. T<lmbién el espacio es trascendido. Tal como lo ex­
labilidad y trascendencia. Por lo general estas cualidades se expre­ presa Carty, el derecho tiene la calidad de "omnipresencia" (Carly,
san según el derecho que es normativo o formal, general o abstrac­ 1991:196). "No puede haber una 'ausencia de derecho'"
to. En términos prácticos esto entraña que la ley no sea capaz de 1964:24). El derecho, en conjunto, posee una universalidad que "ex­
"tener mucha realidad" (cL Eliot, 1935:49). El derecho debe mante­ cede lodo lo finito" (Carty, 1990:6). Ésta es una universalidad que
nerse apartado "de los compromisos y discursos diarios de la rechaza o incorpora lo particular. Las particularidades evanescentes
ca y el conflicto social y político" (Goodrich, 1987:5). Para esto asu­ de la realidad mundana son incorporadas al derecho y allí se vuel­
me los elementos que mantienen al mito aparte de lo profano pero ven eficaces y persistentes. "La realidad [es] <~justada" continuamen­
lo hacen operativo, tales como sacerdoteslcustodios del mito y su te a un derecho "que trasforma la esfera social de manera que la
obligada aplicación en el ritual. Los efectos del derecho se forman vuelve asimilable al complejo normativo" (Lenoble y Ost, 1980:1
mágicamente, es decir, por "un método de apoyar el esfuerzo para Las versiones del derecho moderno divergen en el alcance y la fuer­
controlar el entorno y las relaciones sociales por medios en los que za que conceden a la acción de la ley sohre la realidad mundana. Se
la relación del esfuerzo con el logro no puede medirse" (Gluckman, ha señalado a menudo, en las tradiciones del derecho natural ohje­
1968: 111). El derecho, como la deidad, crea su propio mundo, y la tivo, la capacidad incluyente de la ley para hacer o rehacer la socie­
realidad jurídica es el efecto mágico de invocar fórmulas, dentro de dad por completo. Tal aspiración no estaba lejos de los redactores
la ley, a las que se adhieren míticamente los sacerdotes y la del código civil "liberal" ti'ancés (véase Kelley, 1984a:42-45). Ben­
(Hagerstróm, 1953). Por ser mágico y trascendente el derecho no tham, considerándose como el Newton del mundo moral, combinó
puede ser puesto en una comparación evaluadora y mucho menos la integridad del derecho con su limitada soberanía en la perspecti­
definitiva con la realidad mundana. va de un logro final de un "orden total y cierto" (Lieberman,
El derecho adopta y conserva su cualidad de eficacia trascenden­ 1989:281). La manifestación liberal menos ambiciosa de la omnipo­
te como un tipo perdurable de gohierno soberano. Al igual que el tencia del derecho no atribuye a éste la capacidad de hacer
soberano monoteísta, el derecho. es una unidad trascendente: la "in­ sino la capacidad de hacer algo. El derecho sigue siendo omnipre­
evitabilidad de la unidadjurídica es vista corno fundamental para la sente, capaz de intervenir en cualquier punto pero sin intervenir cn
idea misma del orden legal" (Carry, 1991:1 Así, Holdsworth en­ todos los puntos. Se supone que algunas esferas permanecen carac­
cuentra en una de las mejores estrofas de B1ackstone el ideal infór­ terísticamente aparte, en particular una esfera "privada" del sujeto.
mativo de su gran consolidación del derecho inglés: Incluso en este modo provisionalmente limitado y temporal, el
derecho mantiene su carácter imperial y universal contra lo p<lr­
Ved cómo las partes se unen entre sí ticular. El Fango de determinación del derecho sigue siendo infini­
en una regla armoniosa de derecho; to. Como condensación operativa de las ideas de la Ilustración, el
Ved incontables ruedas que diversas leyes derecho se convierte en:
mueven claramente hacia un gran ['in.
(Véase Holdsworth, 1952:704.) un principio inmanenle que une las partes en un todo, que hace de ese
todo el ohíeto de un conocimiento y una voluntad generales cuyas sancio­
60 EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO EL FUNDAMENTO MITIGO DEL DERECHO MODERNO 6}

nes son lIleramenle derivaciones de un juicio y una aplicación dirigidos a 1955:238). El de derecho" estable e independiente se ase­
1"1
11
las partes rebeldes. (Deleuze y Gu¡¡ttari, 1983:212.) guró de dos maneras. En una de ellas, la restricción jUlidica sobre e!
11
1
1 Estado y cierta estabilidad duradera de! derecho se establecieron en
Cualquier cosa puede hacerse oI~jeto de este juicio y esta aplica­ disposiciones constitucionales o reglamentos cuya alteración estaba
ción. Junto con la generalidad de su fuerza sancionadora, el derecho más allá de la competencia normal del Estado. Estas disposiciones o
"que todos los sectores de la sociedad abandonen su autono­ reglamentos estaban basados por lo general en reivindicaciones de
mía de interpretación jurídica (es decir, de su grado de obligación) derechos "naturales" o "humanos". En la otra, la restricción estaba ba­
a favor de una sola [... ] autoridad interpretativa" (Carty, 1991:182). sada en e! derecho mismo. Lo más notable es que la voluntad gene­
Así hemos repetido en el derecho el "axioma cristiano de que la cos­ ral, que Malebranche había atribuido a Dios, en oposición a las afir­
tumbre, la historia, la tradición, serían conquistadas en su eficacia maciones de que Dios podía "ordenar" cualquier cosa, fue un
por la palabra, y el derecho [... ] es poco más que la palabra; in antecedente de la generalidad que reside míticamente en el derecho
ciflio erat verb11.m; en el principio era el Verbo" (Ullmann, 1975:49). moderno (Riley, 1986). A juicío de Rousseau "el objeto de las
Es más, el derecho moderno podría ciar nueva forma a lo conquista­ siempre es general"; "ninguna función que tenga un o~jeto particular
do, podría "emitir, desde el dogmatismo de la simple tradición, con­ pertenece al poder legislativo", y "lo que e! soberano ordena con res­
tenidos normativos y [... ] determinarlos intencionalmente" (Haber­ pecto a una cuestión particular" no es "una ley sino un decreto, un
mas, 1976:86). De este modo e! poder de determinación positiva y acto no de soberanía sino de magistratura" (Rousseau, 1986:211-212).
universal del derecho se vuelve, por decirlo así, contra las relaciones Tal vez e! legado más importante del dios de! orden sea la equipa­
sociales a las que estuvo integralmente vinculado en un tiempo. El ración mítica del derecho occídental con e! orden. Así como el or­
derecho constituye y potencia la esfera del llamado privatismo den es la primera ley de los cielos, "el derecho es un orden y, por lo
que remplaza a la miríada de esferas "públicas" de la regulación pre­ tanto, todos los problemas jurídicos deben ser zanjados y resueltos
moderna. Este privatismo civil vino a ser permeado por controles como problemas de orden" (Kelsen, 1967:192). Mediante la "mito­
detallados de la administración y, finalmente, éstos fueron apoya­ lógica jurídica" hay un "manejo de las contradicciones en la socie­
dos por la manera en que el derecho trató a "las partes rebeldes". El dad de acuerdo con las prescripciones del orden" (Lenoble y Ost,
sujeto jurídico surge de este privatismo paradójico; no sólo como el 1980:229). Pero el orden asegurado en el derecho ahora no puede
portador abstracto de los derechos y deberes legales; sino también, asegurarse por sí solo en el orden de Dios o de la naturaleza. Como
como veremos en el capítulo siguiente, como el poseedor de una observó Rousseau, en "la naturaleza de las cosas, se alcanza un lí­
identidad occidental específica, semejante a la poseída por el sujeto mite al derecho":
del dios cristiano.
Ya hemos encontrado otro dios cristiano aparte de! soberano ine­ Toda justicia procede de Dios, el cual es su única causa; mas si supiéramos
cómo recibir tan alta inspiración no necesitaríamos gobierno ni leyes. Sin
fable y dominante, y los lineamientos de este dios también se halla­
duda hay una justicia universal que emana de la sola razón: mas para que
rán en el derecho moderno. Con el derecho natural o~jetivo Dios
esta justicia sea admitida entre nosotros, debe ser mutua. Hablando huma­
vino a estar contenido en "su" creación como "contra la derivación namente, a [alta de sanciones naturales las leyes de la justicia son ineficaces
del derecho a partir de una voluntad divina completamente irracio­ entre los hombres [ ... j Por lo tanto, la convenci6n y las leyes son necesarias
nal que es impenetrable a la razón humana" y "en última instancia, para unir los derechos a los deberes y referir la justicia a su o~jeto. (Rou­
está basada en la omnipotencia divina [ ... ] absolutamente incondi­ sseau, 1986:210.)
cional y no sujeta a reglas y normas limitativas" (Cassirer, 1955:
238). Ésta fue una antigua división que persistió durante la Edad Así pues, la sanción volitiva es necesaria para el derecho moder­
Media. En su aspecto moderno se ve en la división entre un orden no. Queda en pie, en conjunto, una contradicción persistente entre
jurídico estable e independiente y una forma terrenal de gobierno el derecho como un avatar del dios del orden y el derecho como un
absoluto, el soberano dominante del Estado de Leviatán (Cassirer, avatar del dios de la soberanía irrestringible.

I
62 EL FUNDAMENTO MíTICO DEL DERECHO MODERNO
EL FUNDAMENTO MrnCO DEL DERECHO MODERNO 63

La serenidad cleI derecho como trascendente es perturbada ade­ ser el fundamento de éstas. Aun cuando la costumbre estaba basada
más por cierta dimensión popular suya. Ullmann describe "los dos en el uso o la aceptación prolongados, era capaz, según santo To­
ternas contrastantes que representan la creación del derecho" en el más de Aquino, de cambiar de maneras "tan motivadas por la volun­
11,1 "mundo occidental": tad razonada corno los cambios por escrito de la ley escrita" (Mo­
Hablando en términos históricos, el llamado tema ascendente del gobierno rrall, 1980:75). Podía extenderse más allá de la comunidad local. El
y el derecho puede afirmar prioridad y parece ser aplicable por igual a las derecho consuetudinario, por ejemplo, tuvo algunos de sus oríge­
sociedades muy o muy poco desarrolladas. Su esencia es que el poder crea­ nes en las costumbres generales del reino.
tivo del derecho se encuentra en el pueblo mismo [... ] la plebe, en general, De la obsesión de la Ilustración con la costumbre surge una for­
se considera portadora del poder que crea la ley, bien sea en una asamblea ma diferente y degradada. La costumbre se ve reducida a una cate­
ü diel a o, de manera más habitual, en un concejo ti otro órgano goría periférica que se sitúa en oposición al derecho a través de su
que contiene a los representantes elegidos por el pueblo f...] En oposición a asociación con 10 salv~je y con esos remanentes en pequeña escala
este tema ascendente est,l el tema descendente, según el cual e! de un pasado recalcitrante que aún está por trasformarse en moder­
nal no está en la amplia base de! puehlo sino en un ser sobrenatural, en la
nidad. La costumbre es producida por un hábito implacable y es
divinidad misma, que se considera como causa de todo poder, público y
todo cuanto la voluntad razonada no es. Bentham dUo: es "para los
privado. La totalidad del poder original que se sitúa en un ser supremo fue
distribuida hacia ab~o -o "descendió de lo alto~ -, de suerte que emerge la brutos", y "la ley escrita [es] para las naciones civilizadas" (Bent­
representación mental ele una pirámide: en su vértice estaba el Gobernante ham, 1970a:153). Austin siguió este parecer. Ajuicio de este autor el
que había recibido su poder de la divinidad y que lo distribuía hacia abajo, derecho como producto positivo de la voluntad contrastaba esen­
de modo que cualquier poder hallado en la base de la pirámide podía re­ cialmente con las reglas que se basan en la "costumbre bruta", y no
montarse finalmente a la 'cabeza suprema. Sin embargo -y ésta es una de en "la razón noble", y así eran "producciones monstruosas o rudas
las diferencias cruciales dd tcma ascendente- los funcionarios públicos de un intelecto infantil e imbécil" (Austin, 1861-1863:58-I).
no son representantes: sólo son delegados del supremo Gohernante. (Ull­ El tratamiento de la costumbre en la escena nacional inglesa de­
mann, 1~)7G:~O·.~n.) bía ser más tierno para algunos propósitos. El derecho consuetudi­
nario fue igualado alguna vez con las costumbres generales que pre­
Como muestra Uilmann, en la Edad Media había un gran con­
valecerían "en todo el reino" (Blackstone, 1825:66-67-1). Pero
flicto entre estos dos temas. La versión común en la historia de Oc­
Blackstone redt~jo la costumbre al dominio del derecho y a la insig'­
Ia declinación de la soberanía ahsolutista y el
nificancia. La costumbre general está s~jeta a las declaraciones de
el tema ascendente ganó
los jueces, los "oráculos vivos" del derecho, cuyo juicio y procedi­
mientos son "cuidadosamente y conservados, b~jo el
nombre de antecedentes" y cuya determinación se convierte en una
tema descendente.
1825:68-1). Durante este proceso el
Podemos refinar este contraste siguiendo un desvío en
que el soberano legislador, se
las historias del derecho occidental: el de la costumbre como una
convierte en una entidad "una omnipresencia medita­
forma jurídica popular. Más adelante, en este capítulo, considerare­
tiva en el cielo" (Holmes en el caso Sauthern Pacific Ca. versusJensen
mos otras dimensiones populares del derecho. Ullman dice que por
[1917244 US 205 a 222). Se convierte en derecho positivo, que fun­
medio de la costumbre: "el marcarlo contraste entre los temas des­
ciona y está elaborado en sistemas oficialmente contenidos que son
cendente y ascendente del gobierno se [... 1 revela con claridad"
incompatibles con la costumbre, aunque perdure alguna pátina de
(l975:63). Aunque no estuviera mediada por una asamblea popular,
su presencia, incluso algunas modalidades semejantes a costumbres
en el periodo medieval se le acorrió frecuentemente a la costumbre
(Simpson, 1987:361).
una eficacia igualo mayor (lue la de la legislación. Incluso fue esti­
Quedaba aún un tipo de costumbre qlle no era general sino "par­
mada con más frecuencia por encima de "las leyes escritas" y podía
ticular". Blackstone la marginó hábilmente:
EL FUNDAMENTO MtrICO DEL DERECHO MODERNO 65
64 EL FUNDAMENTO MITICO DEL DER~;CHO MODERNO

su identidad. Dios ya no resplandece a través de la ley. No obstante,


por razones que se han olvidado desde hace mucho tiempo, a algunos con~
dados, ciudades, poblaciones, feudos y señoríos se les concedió antigua­ los caracteres de Dios han sido conservados dentro de la ley misma.
mente el privilegio de gobernarse por sus propias costumbres, en contrapo­ Entonces, ¿cómo puede la ley mantener su ser trascendente dentro
sición con el rest.o de la nación en general. (Blackstone, 1825:74-I.) de una realidad uniforme, cualidades deíficas sustentadoras de au­
tonomía, omnipotencia, fuerza omnipresente y otras cosas por e!
A estas costumbres sólo se les podía (y se les puede) acordar un estilo? Incluso en su dimensión trascendente la ley no es coherente,
reconocimiento jurídico si superan una larga serie de obstáculos. pues está imbuida de los dioses antagónicos de Europa, el dios de
Por c;jemplo, la grandeza mítica que en otros tiempos se dio al ori­ la voluntad soberana ilimitada y el dios de! orden que es capturado
gen de la costumbre "en una época cuando la memoria del hombre por "su" propia creación. El derecho trascendente también se con­
no iba en contra de esto", se reduce ahora a una exactitud vil: "de tradice en la dimensión popular de la ley. Así pues, las cualidades
suerte que si cualquiera puede mostrar el comienzo de ella, no es deíficas de! derecho, al igual que su unidad y su coherencia, no
una costumbre válida" (Blackstone, 1825:67,76-1). pueden encontrarse en lo que él es. Pero las cualidades deíficas de!
Para entrar en la dinámica de otra época, y del capítulo siguiente, derecho no le permiten subordinarse en su ser a una causa ajena a
la costumbre en una dimensión amplia y e! tema ascendente pueden él mismo.
ser vistos como persistentes. En esa dimensión amplía la costumbre ¿Dónde o de qué otra manera puede el derecho encontrar aque­
efectuó y simbolizó la unidad de la comunidad premoderna, y fue llo que le da e! ser, una nueva "escena fabulosa que lo ha produci­
"su conciencia común" (Berman, 1983:77). Hacia fines de! periodo do"? (Derrida, 1982:213). Ahora no se encuentra en los términos
de la Ilustración, y en una reacción declarada contra el mismo, Sa­ de lo que e! derecho es sino en los de lo que e! derecho no es. Ya
vigny revivió una tradición que ha durado desde entonces en los no se encuentra en aquello a lo que e! derecho está subordinado
conceptos sociales del derecho moderno. Savigny descubrió que no sino en lo que está subordinado al derecho. Foucault ubica en e!
era la voluntad soberana, 8ino la costumbre como "conciencia co­ comienzo del periodo moderno un cambio en el modo fundamen­
mún del pueblo", lo que constituía e! fundamento del derecho (Sa­ tal por e! que se adquiere e! conocimiento:
vigny, 18g 1:28, gO). Aunque la dimensión popular del derecho se
opone así a su afirmación de trascendencia, está subordinada al de­ La actividad de la mente [... l ya no consistirá enjllntar las cosas, en una bús­
queda de todo aquello que pueda revelar una de parent.esco, de
recho como soberano. A juicio de Savigny la legislación tiene una
atracción o de naturaleza secretamente compartida con ellas sino, por el
existencia distinta y necesaria (Savigny, 1831: 104-105). Dado que no cont.rario, en discriminar, es decir, en est.ablecer sus ident.idades [...) En este
se le permite un efecto específicamente determinante propio, la cos­ sentido, la (liscrimínación impone a la comparación la investigación primor­
tumbre existe en la esfera de lo vagamente influyente, de lo que en dial y fundamental de la diferencia. (Foucault, 1970:55.)
términos ideales debería ser tomado en cuenta al legislar. En cuanto
al derecho consuetudinario, l~ famosa idea de Savigny del derecho Tal modo de diferencia no es simplemente abstracto o analítico.
como Volksgeist, como el espíritu del pueblo, subsume la costumbre Posee contenidos claros que tienen que ver con la identidad y e! or­
en un sistema soberano, donde sólo deja una huella seductora de su den. Tampoco es simplemente el descubrimiento de la identidad y
presencia. El tema ascendente, del derecho en vez de la costumbre, el orden, sino su creación mítica por medio de un pensamiento o
no se acomoda en el derecho sino que se subordina a su tema des­ una razón segura que, en el proyecto de la Ilustración, se ejerce en
cendente, dejando sin resolver en el derecho la tensión entre ambos. el mundo. Cuando los límites de esa creación se encuentran, la Ilus­
Volviendo a esta versión de la deificación del derecho, nos que­ tración confronta "regiones silvestres yermas" y una "precreación
damos con un misterio o con una serie de misterios. Al igual que el [ ... ] indiferenciada" (Eliade, 1965:9). La Ilustración pone esto más
dios de! Apocalipsis, el mito entra en la gran ciudad del mundo Ilus­ allá de sí misma, más allá de sus modelos ejemplares, como su opo­
trado. Desaparece en una realidad incluyente y unitaria. Ahora el sición y su diferencia. Pero esto es, también, su propia precreación,
derecho no puede recurrir a una fuente trascendente de su origen y
66 EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO
EL FUNDAl\íENTO MíTICO DEL DERECHO MODERNO 67
y ahí la Ilustración encuentra sus orígenes míticos. En la toma de
(literal o metafóricamente), lo selvá[Íco y lo desierto, la naturaleza sin me­
identidad de esos orígenes, éstos se vuelven algo de lo que hay que diación y peligrosa. Uordanova, 1980:66.)
apartarse, algo que hay que negar, y no algo que debe ser emulado
positivamente. Estos orígenes representan ejemplos negatívos. Por La segunda posición se hacía extensiva a la gente salvaje así como
ende, el mito moderno es el ascenso desde el salvajismo, en vez del a los lugares salvajes. Era una posición antigua, al parecer indistin­
descenso desde los dioses (cf. Sahlins, 1976:52-53).
guible de la evocación de esas regiones yermas y no cultivadas en
En el pensamiento trasformador de la Ilustración la cultura Con­ las que la creación opera en el mito. De igual manera, la naturaleza
fronta a la naturaleza en términos míticos comunes. Los salvajes son apropiada de la primera posición parece corresponder a la creación
de la naturaleza y no de la cultura, y se les niega el pensamiento () la realizada y diferenciada del mito. No obstante, la diferencia entre
razón trast()rmadores. Al igual que los demonios de la creencia cris­ los conceptos de la naturaleza propios de la Ilustración y del mito se
tiana, con los cuales son comparados una y otra vez, los salvéyes no encontraría supuestamente en la afirmación de una realidad unita­
pueden huir de la luz pero están eternamente arrojados de la luz ria en oposición a las dimensiones dobles del mito. La naturaleza
por ella misma. Las identidades de los europeos y de! derecho euro­ apropiada no puede ser un prototipo trascendente, y la naturaleza sil­
peo se alcanzan en su diferencia fundamental de esos seres. En el vestre no puede ser una esfera cualitativamente diferente de mons­
resto de este capítulo abundaré en este punto.
truos sempiternos y desiertos infranqueables. Pero estas dos dimen­
siones del mito pueden encontrarse de inmediato en la Ilustración
cuando apreciamos que la división entre naturaleza apropiada y na­
turaleza silvestre está abarcada, a su vez, por el orden, dejando tras
NATURALEZA. RAZA Y DERECHO
él un desorden intratable. Lo apropiado y lo que aún ha de ser apro­
piado comparten el mismo orden universal de las cosas (véase Fou­
La Ilustración hereda y refina una profunda división en la "natura­ cault, 1970:56-57).
leza" ... otra obsesión de la época. En la tradición cristiana e! "hom­ Es el sujeto soberano e! que efectúa un orden unificador en la na­
bre natural" paulino tiene que convertirse en una "criatura nueva" turaleza y junta las cosas en orden: "La semejanza de! hombre con
para ser salvada (Corintios I 2: 14; Corintios II 5: 1 7). El vi~jo Adán, Dios consiste en su soberanía sobre la existencia, en la serenidad del
caído por naturaleza, debía ser exorcizado en el bautismo. En la ver­ señor y amo, y en el mando" (Adorno y Horkheimer, 1979:9). En
sión tomista la naturaleza es la creación de Dios; la participación de términos más cercanos a los tiempos, la Ilustración:
los seres racionales en la regla divina de su creación toma la forma
del derecho natural. Jordanova resume la variante de la Ilustración:
atribuye al pensamiento no simplemente una función imitativa sino el po­
der y la tarea de moldear la vida misma. El pensamiento no sólo consiste en
Si bien es importante comprender' que la naturaleza fue dotada de una analizar y disecar sino én producir realmente ese orden de las cosas que
gama notable de significados durante el periodo de la Ilustración [... J hubo concibe como necesario, de modo que por este acto de realízación puede
también un tema común. Se consideró que la naturaleza era esa esfera en la demostrar su propia realidad y su verdad. (Cassirer, 1955: VIII.)
cual actúa la humanidad, no sólo para intervenir en ella o manipularla di­
rectamente sino también para comprenderla y volverla inteligible. Esta per­
cepción de la naturaleza incluye a la gente y a las sociedades que la gente El sujeto soberano se convierte en el conducto ilimitado del pen­
forma. Tal interpretación de la naturaleza llevó a dos posiciones distintas: samiento y la razón ilimitados. Sin embargo, el s~jeto sostiene, ade­
la naturaleza podía ser considerada como esa parte del mundo que los seres más, una identidad distinta, "manteniéndose contra el infinito" (cf.
humanos han comprendido, dominado y hecho suya. Aquí, mediante el Cassirer, 1955:38). Es independiente, está apartado de la naturaleza
descifrallliento de las leyes del movimiento, por ejemplo, los escondrijos in­ y la domina. Ésta es una posición primigenia, soberana y segura que
ternos de la naturaleza eran revelados a la mente humana. Pero, en segun­ reconoce, nombra y ordena desde l~jos. Tal como lo anuncia Lin­
do lugar, la naturaleza era también aquello que aún no ha sido nt"Wlr'''rt neo: "los Nombres- exactos de las cosas rigen finalmente" (véase
EL FUNDAMENTO MíTICO DEL DERECHO MODERNO 69
68 EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO

Foucault, 1970:159). En pocas palabras, la identidad humana "con­ ferencias basadas en la raza son fundamentales, intratables e infali­
tenía el nexo de la representación y del ser" (Foucault, 1970:311). blemente indicativas de superioridad e inferioridad. Aquellos ex­
Tal identidad no podía aparecer con un carácter finito positivo por­ cluidos del dominio del conocimiento, la razón, la igualdad y la li·
que no podía ser ninguna cosa (limitada). El sl!.jeto soberano bertad por un vigoroso esclavismo inglés y francés en una
encuentra su identidad en la diferencia: su diferencia de una natura­ colonización en expansión, son traducidos, en términos racistas,
leza silvestre y desordenada y, en particular, de ese "hombre natural como cualitativamente diferentes. Esto no era tan sólo una cuestión
[... ] indómito" en el que, dice Hegel del "Negro, [ ... ] no hay nada ar­ de excluir a los esclavizados de los dominios de la libertad yel dere­
monioso con la humanidad" (véase Políakov, 1974:241). En térmi­ cho universal, como lo hicieron Grocio y Locke (véanse Davis,
nos míticos esta identidad del sujeto soberano deriva de la creación 1966:114-115; Locke, 1965:325-326,366 § 23-24, 85). Para la mirada
del racismo europeo. ubicua de la Ilustración, que lo definía todo, los esclavizados eran
En su concepto europeo la función básica del mito es la de confe­ interpretados de manera deliberada como esencialmente diferentes
rir identidad a un pueblo. Con la creación de la identidad europea y extraños. Al adoptar una identidad opuesta a esta interpretación,
moderna en la Ilustración, el mundo fue reducido a términos euro­ los europeos quedaron sujetos en su propio ser por los términos
peos, yesos términos se equipararon con la universalidad. Aquello en los que oprimieron a los otros (cf. Hegel, 1977:1 11-1 19-B.IV
que quedaba fuera de lo absolutamente universal sólo podía ser ab­ Hablaré de la History offrtm,aiw de Long (1774) como una versión
solutamente diferente. Sólo podía ser una aberración o algo distinto característica de esa diferencia esencial que proporcionó al contra­
a lo que debería ser. Así pues, está vinculado de manera negativa e rio al establecer la identidad europea moderna. Dadas las opiniones
inextricable con lo universal. "La bn~jula abrió [... ] el universo" supuestamente extremas de Long, ésta podría parecer una elección
(Montesquieu, 1949:366), y ya no había múltiples mundos y la dife­ tendenciosa. Sin embargo, el racismo de Long "enGyaba demasiado
rencia no podía encontrar dónde refugiarse de una universalidad bien en el patrón de orgullo racial y cultural que ya prevalecía en el
excluyente. "Ahora, -como anuncia Burke-, el Gran Mapa de la Hu­ pensamiento inglés" (Curtin, 1964:44). En realidad, Long termina­
manidad se despliega todo a un tiempo" (véase Marshall y Williams, ría por ser el padre del racismo científico. Cabría objetar que los
1982: epígrafe). f)hilosophes eran más refinados y que su racismo era meramente in­
Los imperativos de la diferencia tenían dimensiones tangibles. cidental en su obra, o incluso (Iue tenía intenciones humorísticas
"El siglo XVIII resultó ser la edad de oro de la esclavitud" (Wolf, (véanse Barker, 1981: cap. 4; Davis, 1966:403; cf. Neumann en Mon­
1982: 162). Hubo una expansión de la colonización y el gobierno co­ tesquieu, 1949:239). Presumiblemente las bromas y lo incidental te­
lonial se hizo más explícito y más incluyente en la subordinación nían importancia incluso antes de Freud pero, d~iando esto de lado,
que imponía. En 1800 Occidente controlaba ya alrededor de una ter­ entre los hacedores de mitos de la época los sentimientos racistas
cera parte de la superficie de la tierra. Con su afirmación expansiva eran "un lugar común" y el "otro" racial era una base invariable
de racionalidad excluyente, con su arrogación de un conocimiento para teorizar acerca de la naturaleza del "hombre" (Marshall y Wi­
del mundo universal y uniforme, y con su afirmación de libertad e lliams, 1982:212,216). Aunque el interés de Long era "el negro", las
igualdad universales, la Ilustración establece una dimensión fatídi­ características que descubre demuestran ser notablemente invaria­
ca. Pertenecer al género humano y no ser libre eran cosas incompa­ bles en sus versiones de otras "razas".
tibles (Rousseau, 1986:186). La contradicción demasiado evidente Como preludio a Long, podemos extraer la dinámica de la for­
entre el pensamiento de la Ilustración y su práctica se resuelve míti­ mación de la identidad europea combinando perspectivas contem­
camente con la invención del racismo. La Ilustración da valor a la poráneas. Como 10 reconoció Ferguson, el primer paso es "imagi­
"raza" en su connotación moderna de divisiones entre la gente fun­ nar [... ] que una mera negación de todas nuestras virtudes es una
dadas en ciertos atributos físicos, por lo general el color de la piel. descripción suficiente del hombre en su estado original)) (Ferguson,
Además, añade a la idea de raza tres conceptos correlativos que con­ 1966:75). Luego, desde este "estado negativo que es llamado un es­
formarán el racismo, como ahora se lo llama. PaTa el racismo las di­ tado natural o un estado de anarquía" se deriva, en la negación del
,11
70 EL FUNDAMENTO MÍnGO DEL DERECHO MODERNO EL FUNDAMENTO MÍnco DEL DERECHO MODERNO 71

mismo, un estado "positivo" de "sl~jeción" civilizada, incluido el or­ virtudes de moderación y de legalidad, aparentemente limitadas,
den determinante del derecho "positivo" (Austin, 1861-1863:222­ corresponden a la armonía y el orden trascendentes. Literalmente
1). Los términos operativos que Long acordó a esta negación reple­ para Long no hay necesidad de dar razón del europeo en su historia
ta e inviolable iban a ser comunes. (Para lo que véase Long, supuesta, dado que e! europeo es la representación activa de! aire
1774:353-35Ii 377-378-1I.) Los "negros" son concebidos en la nega­ etéreo y penetrante en e! cual existen todas las circunstancias.
de genio [... ] bien sea inventivo o imitati­ Como atisbos de Dios, los europeos son vistos ocasionalmente en
vo". Son "irracionales", estiin faltos de "previsión" y no tienen "nin­ sus obras, que Long contrasta con las incapacidades de! salvaje y ve
gún plan o sistema de moralidad entre ellos": como "indudablemente nada más que e! resultado del vigor y la
energía innatos de la mente inquisitiva, inventiva y llevada por un
Parecen incapaces de combinar ideas, o de seg-uir la ilación de un razona­ entusiasmo divino a nuevos logros". Había cierto reconocimiento
miento: no tienen lIlanera de lónnar cálculos o de registrar los aconteci­ de los límites del esplendor europeo en el uso dado a otras invencio­
mientos para la posteridad, o de comunicar sus pensamientos y observacio­ nes europeas, las de! "buen salv<~ie" y un estado original no corrom­
nes medi,mte marcas, ,aracteres () delineación.
pido por emblemas de la civilización tales como la eficacia adminis­
trativa y e! régimen de derecho (Ferguson, 1966:221-222). Pero
Además, "entre ellos no existen reglas de forma de gobierno ci­ incluso en estas aunque algunas veces como algo que ha­
vil": son inhumanos, a la pal' de los animales o incluso bía que lamentar, e! europeo seguía siendo e! centro trascendente y
de las bestias". "Su país en casi todas partes es un yermo continuo, ordenador de! mundo. La percepción de límites adquiriría dimen­
está lleno de zarzas y espinas." En todo esto -la falta de razón, la co­ siones más complicadas cuando, a fines de la Ilustración, el "hom­
rrespondencia con el estado animal, la incapacidad para ordenar la bre" se convierte en un o~jeto finito de las ciencias. En el siguiente
naturaleza- está la incapacidad para trascender lo inmediato y para capítulo hablaremos sobre este particular.
actuar en su propio ser y determinarlo, para aceptar y sostener un El carácter trascendente e incluyente de la identidad europea resi­
proyecto de autodefinición. En los términos asombrosamente per­ de y se apropia de las maneras en las que se forma. Los ilustrados,
ceptivos de Shakespeare, el salv~e no "conoce [su] propio significa­ por usar su lema, osaban saber pero saber sólo hasta el punto en
do" ni puede "dotar [a sus] propósitos con palabras que los hagan que se confirmaría la identidad europea. Locke dice: "No debe
conocer" tempestad 1, ii, 356-358). Ni la acción ni la motivación asombrarnos que la Historia no nos dé más que muy poca razón de
pueden ser constantes o constructivas. "Los negros -dice Long-, los Hombres, que vivieron juntos en el Estado Natural" (Locke,
son perezosos, embusteros, ladrones, aficionados a toda clase de lu­ § 101). Para Locke e! principal problema es la falta de re­
juria [... ] entregados a toda clase de supersticiones." Cada una de es­ gistros contemporáneos. Sin embargo, podemos estar seguros de!
tas características, como veremos, se convierte en un monumento a estado nat.ural por medio de proezas de la razón -la razón que a
las cualidades europeas contrarias..El repertorio se hace extensivo a las Locke le preocupaba tanto establecer- como ésta:
fantasías de otros "ilustrados" que imaginan a los salvajes -e incluso
alguna vez admiraron civjlizaciones- como estancados o inertes, ca­ y si tal vez no podemos suponer que los Hombres han estado nunca en el
paces solamente de actuar por hábito (costumbre) irreflexivo o por R,tado Natural, porque sabemos poco de ellos en tal Estado, podríamos su­
capricho. Ajuicio de Long el colmo es que, a pesar de la vastedad y poner ig-ualmente que los Ejércitos de Salnumazar o deJerjes nunca fueron
la variedad de África, "una unit()rmidad general" de tales atributos Niños, porque sabemos poco de ellos hasta (Iue fueron Hombres y se incor­
"se encuentra en todas estas varias de pueblos", lo que poraron a los Ejércitos. (Locke, 1965:'178, §
muestra que son intrínsecamente diferentes e inferiores.
La belleza y la necesidad de este modo negativo de formar una Este supuesto contundente acerca de un "hombre" intrínseco y
identidad es que el sujeto no se presenta en términos limitados que de una capacidad para seguir su huella hasta un solo punto de ori­
podrían contradecir su equiparación con lo universal. Incluso sus gen es desarrollada por Condorcet (para el texto siguiente véase
72 EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO
EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO 73
Condorcet, 1965: 195-196). Condorcet dice: "Estamos obligados a
influencia externa (Trigger, 1985:51, (5). En pocas palabras, la in­
adivinar" cómo se alcanzaron "los primeros grados de mejoramien­
violabilidad mítica de ese "otro" contra el cual se ha formado la
to". A este respecto "no podemos tener otra guía que una investiga­
identidad europea fue asegurada valorando algunas clases de cono­
ción del desarrollo de nuestras facultades". Sin embargo, en esta
empresa somos ayudados por "la historia de varias sociedades que cimientos y suprimiendo otras.
En una perspectiva "ilustrada" este lipo de crítica no viene al
han sido observadas en casi todos los estados intermedios", aun
caso. Dado que la mente crítica "del hombre reflejaba las leyes su­
cuando "no podamos seguir ninguno de ellos en particular". En
puestamente claras y racionales del universo" (Mosse, 1978:5), difí­
realidad, "es necesario seleccionar" hechos de las historias "de dife­
cilmente podía esperarse que cedieran ante la mera evidencia. En
rentes naciones, y al mismo tiempo, compararlos y combinarlos,
su alcance ilimitado ordenaba y daba validez a la evidencia. Con el
para formar la historia supuesta de un solo pueblo, y delinear sus
progresos". En estas suposiciones trascendentales había un refina­ ordenamiento de las cosas, sus naturalezas son evocadas y fijadas en
su clasificación en la diferencia (Foucault, 1970: 138). La clasifica­
miento que ~jemplifica Goguet: "Podemos juzgar el estado del mun­
ción se hacía, por lo menos inicialmente, por medio de la observación
do antiguo durante algún tiempo después del diluvio por la condi­
visual (Follcault, 1970:132). Con la clasificación de las razas, se esco­
ción de la mayor parte del nuevo mundo cuando fue descubierto"
gían las características notables y visibles, luego se las generalizaba
(véase Meek, 1976:21).
en masa. Las características exteriores se convirtieron en señales de
Todo esto requería una gran desconsideración por las pruebas
características y capacidades interiores. La mirada clasificadora, así
en contrario. La falta de conocimientos de la época no puede ser
una excusa suficiente. Los conocimientos disponibles entonces no equipada, podía producir orden en series jerárquicas. La idea reli­
se usaron. Las pruebas en las que se basaron fueron cada vez más giosa medieval de la Gran Cadena del Ser no fue disipada b~jo una
trilladas y superficiales a medida que se "desarrolló" este cuerpo de luz secular sino que tuvo una nueva importancia en la explicación
ideas. Los conocimientos que lo hubieran socavado fueron pasados de una división racial jerárquica. La preocupación de la Ilustra­
ción con esta cadena tendía a centrarse en unos cuantos eslabones
por alto. Había, por c:jemplo, pruebas copiosas de que los salvajes
no eran tales (por ejemplo, Axtell, 1985: cap. l:~). Hodgen se pre­ (véase Lovejoy, 1966: 181). Así, en una variante de esa preocupación,
una adaptación inglesa de la anatomía de Camper podía trazar la
gunta:
"gradación descendente en la especie humana desde el europeo
por qué se hicieron identificaciones del salvajismo contemporáneo con la blanco hasta la creación del bruto, de lo cual se desprende que en
antigüedad clásica o con viejas fases de otras culturas históricas. Lo cierto aquellos particulares en los que la humanidad es superior a los bru­
es que no fue por la validez de las correspondencias mencionadas [ ... ] Las tos, el europeo es superior al africano" (véase Thomas, 1984: 136).
semejanzas plausibles expuestas [ ... ] fueron, en el mejor de los casos, relat.i­ Como mito de origen esta clase de historia dc:jaba una gran lagu­
vamente escasos y, en general, tri"iales f...] [y] fueron contrapesadas, y las na. Dado el común orígen de los salv~jes y los europeos, ¿cómo eran
conclmiones derivadas de ellas fueron neutralizadas por un conjunto ahru­ ahora tan radicalmente diferentes? Durante gran parte del siglo
mador de divergencias que pocas veces se mencionaron y, menos aún, se XVIII la prueba fue buscada por hombres como Montesquieu y Buf~
reunieron para una comparación de proporciones relativas. (Hodgen,
fon en términos ambientales. Un criterio común era que los extre­
1964:~54-355. )
mos -ejemplificados por el "hotentote" en un extremo del mundo
Esto no sólo fue no tomar en consideración las pruebas en con­ conocido y el "lapón" en el otro- situaban a los pueblos racialmente
.trario. Estas pruebas también fueron remoldeadas. Por ~jemplo, la inferiores aparte del europeo moderado criado en la zona templada
identificación de las "culturas nativas de América del Norte" con el de en medio. Hablando estrictamente, los principios de los ambien­
estancamiento fue "mantenida, en parte, a pesar del descubrimiento talistas eran contrarios al racismo. Si las características raciales va­
de pruebas muy claras de lo contrario", pero cuando se reconocía riaban con el medio, y el clima era, la influencia más reconocida,
en estas culturas alguna capacidad para cambiar esto se atribuía a la entonces un cambio en el medio resultaría en un cambio en las ca­
racterísticas. Éstas no podían ser consideradas con esa intratabili­
EL FUNDAMENTO MÍTICO m:L m~RECHO MODERNO 75
74 EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO

dad que el racismo exige. Pero el racismo prevaleció. Las influen­ inferiores de manera natural y establecida. La simple persistencia
cias ambientales sirvieron para crear una diferencia duradera o del retraso era suficiente para establecer su intratabilidad. Para que
para rcfórzar las divisiones a las que se había llegado perentoria­ fuese posible el progreso a partir de estados inferiores cada etapa
mente. Las clasificaciones de razas, clasificaciones simples y enor­ de la serie suplantaba a la etapa anterior. Sin embargo, los civiliza­
trascendieron la gran diversidad de los entor­ dos tenían vestigios de su origen salvaje que todavía debían dome­
nos expenmentados por los pueblos que vivían en ellos. Al final, el ñarse: las pasiones salvajes () la disposición de las mujeres y los ni-
ambiente no pudo proporcionar una respuesta a lo que era, a pesar por ejemplo.
de los comunes, una diferencia entre el salv~ie y el euro­ Ya he indicado que la falta de pruebas, o el carácter opuesto de
peo, pero sí brindó la base para una respuesta. las mismas, no era óbice para los juicios imperiales de la Ilustra­
La gran solución establecida en la segunda mitad del siglo XVIII ción. Los teóricos del progreso se beneficiaron mucho con esa falta
fue la idea del progreso o el m<:joramiento. La idea de movimiento de contención. Parecía como si los más ilustrados fuesen quienes
o de progreso en la sociedad no era nueva. En el siglo XVII, para no menos se preocupaban de lo que necesitaban saber. A pesar de su
remontarnos más allá, era habitual relacionar la variedad de pue­ continua vigencia en Occidente las historias de etapas progresivas
blos con su dispersión y su decadencia progresiva después de algu­ nunca se han aproximado ni remotamente a las condiciones más to­
na unidad original. Esta decadencia incluía la pérdida gradual de lerantes de la investigación histórica, excepto por esas atribuciones
las leyes y de la civilización. Sir Matthew Hale describió esa deca­ recientes de ficción a la historia misma. Ahora volveré a contar este
dencia, relacionándola con los electos del medio, en su libro The pri cuento de racismo y pensamiento ilustrado en los términos de la mi­
mitive origination o[ mankind, [El origen primitivo de la humanidadl, tología del derecho moderno.
obra cuya fama continua no ha igualado su contribución al derecho
(I-Jale, 1677:195-197,200-201). En el siglo XVIII la idea de la degene­
ración misma declinó y la dirección del movimiento de las socieda­
des tendió a dar marcha atrás con el descubrimiento de que los grie­ EL DERECHO Y EL ESTADO SALVAJE

gos y los romanos, como antepasados de los europeos, habían sido


salvajes muy semt;jantes a los indios. Así que algunos, por lo menos, A pesar de su rechazo de la antigüedad y de sus pretensiones de ori­

podían cambiar y progresar. "Es en su estado actual que debemos ginalidad total, la Ilustración rehizo con frecuencia viejos temas mí­

contemplar, como en un espejo, las características de nuestros pro­ ticos, apropiándose de ellos. En uno de estos temas el derecho es

genitores" (Ferguson, 1966:80). El entorno, especialmente como un contrastado fundamentalmente con el estado salv<tie. Por

"modo de subsistencia", proporcionaba ahora una base para ese Ulises y sus hombres, una vez dejado atrás el encantamiento de los

camhio. La diferencia racial se vinculaba, sobre todo en la Ilustra­ lotófagos, comprensiblemente con los "corazones afligidos",

ción escocesa, con una idea vaga del progreso de las sociedades,
concehido en varias sucesivas de a la tierra de la raza de los seres arrogantes y sin ley que
su modo de vivir a los dioses inmortales y nunca usan sus manos para
más
sembrar o para arar [... 1No tienen asambleas para debatir, no tienen orde­
nanzas ancestrales; viven en cuevas en la cima de montañas elevadas, y el
de cada familia no le hace caso a nadie, sino que establece sus
ordenanzas para su esposa y sus trad., 1980: 10], libro
por pasar de UIla a otra era casi
tan variado como las diversas historias y naturales que Como veremos, muchos elementos de los
lo explicaban. Con frecuencia estas historias mostraban recho moderno están comprimidos en esta descripción: la naturale­
que cualquier ímpetu de esta clase 110 pues reve­ za anáHluica del salvaie. el sumimiento del derecho asociado con la
laban a los ilustrados que había y que eran
76 EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO EL F1JNDAMENTO MíTICO DEL m~RECH() MODERNO 77

agricultura, la equiparación del derecho y la sociedad en contraste Con el advenimiento de la Ilustración estos elementos y otros
con el estado solitario del salvaje o de la familia salv;Ye. En realidad, más fueron incluidos en un mapa mÍLico por Hobbes, el "rey de los
entre los y los romanos era común identificar un estado incivi­ demonios ele la modernidad" (cf. Tuck, 1989: 102. Me baso en Hoh­
lizado o con la falta de leyes (Kelley, 1984b:620, cap. 1; White, bes, 1952, Introducción y capítulos 13; 15, 17, 18, 26-27). Por medio
1978: 165). Para el mundo medieval los pueblos exóticos eran a menu­ de un pacto primigenio entre los "homhres":
do monstruos que no tenían la capacidad para seguir el derecho por­
que carecían de ti:>rma humana (véase Goldherg, en prensa, cap. se ('fea ese gran LEVIATÁN llamado REl'lJllLlCA o I'~~TAD() (r:wnjls en latín) que
"En el principio todo el mundo era AméTica" (Locke, 1965:343). no es más que un hombre arlificial, aunque de más estatura y fuerza que el
como fuente de los orígenes salvajes, fue natural r... 1 Los pactos y acuerdos por los que las partes de esle cuerpo se hi­
wi",»,.-. vez, se juntaron y se unieron, se asernejan a o al
hasta bien entrado el periodo de la Ilustración, es
mmciados por Dios en la Creación. (Hobbes,
fue desplazada como la principal sede de la expansIón nnpenal
ropea. El "descubrimiento" de América produjo casi en seguida una
este Leviatán no es más que "un dios mortal" (Hobbes,
profunda preocupación ambivalente del europeo por el indio que
no est;l limitado por atrihutos mortales. El
sería característica. Los indios eran salvajes, promiscuos, sin propie­
rio y vinculatorio puede no proceder ya de la deidad pero
dades y sin leyes (White, 1978:186-187). O bien morahan "en un
do cumpliclo con trascendencia mítica, inviolabilidad y
mundo dorado sin trabajar [... ] en el que los hombres vivían simple
La Repúhlica o el Estado resultante y su representante, el soheran
e inocentemente sin cumplir leyes, sin disputas, sin jueces y sin ca­
están imbuidos por igual de esas cualidades Los términos
lumnias" (véase Hodgen, 1964:371). La admiración tendió a dismi­
fundamentales en los que una persona entra en el pacto son:
nuir con la intensidad de la colonización agresiva de los europeos. El
ensayo de Montaigne "De los caníhales", de fines del siglo XVI, fue
Yo autorizo y cedo mi derecho a goberllarme a estt~ hombre, o a est.a asam­
una señal muy influyente de este cambio (Montaigne, 1978). Aun­ blea de hOlllbres, con esta condición: que lú le cedas a él tu derecho y auto­
que no dejaha de admirar su estado exento de corrupción, y se mos­ rices todas sus acciones de igual manera. (I1obbes, 1932: lOO.)
traba escéptico ante el desprecio de que hacían gala otros, el huma­
nismo de Montaigne finalmente sitúa a los indios en un contraste Hobbcs procede con un rigor f(¡rmidablc a asegurar este pacto y sus
negativo con el estado civilizado. Los indios se caracterizaban por creaciones, el Estado yel soberano, contra cualquier camhio o posibili­
carencias: falta de leyes, de gohierno, de cría de animales domésti­ dad de trastorno legítimo. Veamos tan sólo uno de sus argumentos:
cos y de muchas cosas más. Montaigne, además, vio a los indios
como ejemplares de un estado general de salvajismo. Más o menos que ya han insLituido un Estarlo, y están por ello obligados por un
al mismo tiempo ese estado de salv~jismo empezó a ser considerado pacto a tener las acciones y los juicios de uno, 110 pueden kgallllenle hace¡'
difundidamente como un preludio general de "la sociedad civil", un nuevo pacto entn.~ ellos mi,mlOs para obediencia a cualquie
cuyos principales ejemplos eran los salvajes del Nuevo Mundo, "dis­ otro, en ninguna cosa, sill permiso suyo. Y, por lo tanto, aquellos que son
persos como bestias salvajes, sin leyes y desnudos" Hodgen, súbditos de un monarca no pueden, sin permiso suyo, suprimir la monar­
Aumentaha el número de comparaciones entre el estado y volver a la confusión de una multitud desunida; tampoco
en un tiempo salvaje de los griegos y los romanos y el de los habi­ trasferir su persona desde él hacia otro hombre, o a otra asamblea de hom­
tant.es de América, que "vivían sólo de la caza [... ] sin cultivar tie­ bres: pues están obligados, cada hombre con cada hombre, a hacer suyo y a
rras, sin ganado, sin Rey, Ley, Dios o Razón" Meek, 1976:48­ ser considerado autor de lodo lo que que ya es su soberano haQ'a o
hacer.
49), o "ni Ioi, ni [oi, ni roí'~ que otrora fueran las virtudes de la Edad
de Oro pero que ahora eran una frase despectiva de los primeros
exploradores y colonizadores franceses de América del Norte, frase El compromiso con Leviatán es total e interminable. J¿:stá asistido
que se contraponía a la de "un rey, una levo una fe". por la unión mística de los súhditos en el Estado. Los súbditos son
78 EL FUNDAMENTO MÍ'I1CO DEL DERECHO MOIH:RNO EL FUNDAMENTO MíTICO DEL DERECHO MODERNO 79

en el cual participan míticamente. Al ser humanos, y éstas sólo pueden ser toscas y precarias. Para algo más
'1';
"el autor del" Estado, el súbdito se vuelve totalmente comprometido que esto se necesita un poder de clase superior. No puede haber paz
con todas las acciones del soberano "como si fueran suyas"; los "sin s~jeción": los hombres no derivan ninguna satisfacción (sino,
súbditos están vinculados de manera inextricable: "con aquel que por el contrario, mucho dolor) de estar en compañía cuando no hay
sostiene a su persona": "ninguno de sus súbditos, por ningún prc' ningún poder capaz de intimidados" (1952:85, 99). Este poder debe
texto de pérdida, puede quedar libre de su sujeción" (Hobhes, ser sostenido -liene que hacer que el pacto sea "constante y durade­
1952: 100-10 1). Finalmente, este soberano es el "alma" de Leviat,ín: ro"- pues sin su persistencia habría una reversión a "la condición
"dando vida y movimiento a todo el cuerpo" (1952:47). de guerra", a UBa precreación caótica, una "vuelta a la confusión ya
Hohbes pasa a establecer el derecho en la misma dimensión que una multitud desunida" y "a la espada" (1952: 1OO-HJ:{).
la soberanía. Se ocupa de "el derecho en general", con la "inten­
no de mostrar lo que el derecho es aquí y allá, sino lo que es el pueda pensarse que nunca hubo tal tiempo ni lal condición de gue­
1,
derecho"; "nadie más que el Estado puede hacer porque nues­ rra como ésta; y creo que nunca fue así generalmente, en todo el mundQ;
tra sujeción es sólo con el Estado", y puesto (lue el soberano es el re­ pero hay muchos lugares de AlIlérica, excepto el gobierno de familias pe­
presentante del Estado "el soberano es el único queñas, cuya concordia depende de la lujuria natural, que no tienen
no alguno y que viven hasta la fecha de esa manera embrutecida. {H"hhp~
(1952: 1:~O). La "autoridad del legislador" es lo que le da a las leyes
1(i52:87-88.)
una persistencia mítica, que les permite "seguir siendo leyes"
(1952: 1:~ 1). El derecho adopta la fórma de un "mandaro" del sohera­ El indio americano y una invocación general de "lugares silvestres
no "dirigido a uno [... ] obligado a obedecerle" (1952: 130). La "leyes donde los homhres han vivido en pequefias familias" proporcionan
morales de la naturaleza" no pueden ser "propiamente leyes" has­ las únicas (supuestamente) bases tangibles de esta precreación
t<l que adoptan la forl11<l de tal mandato (1952: 131). Est.a teoría del (Hobbes, 1 Hobbes pretende que el caso americano se gene­
mandato sería la idea predominante en la jurisprudencia inglesa, ralice aunque "nunca estuvo por doquier", por lo menos en la medi­
pero entrañaha el problema inmediato de que la gente tenía <¡tiC co­ da en que "donde no hubiera ningún poder común que temer"
nocer las órdenes para obedecerlas. el mandato del Estado es de ese estado prevalecería (1952:86). Hobbes afirma la similitud de
ley sólo para aquellos que cuentan con los medios para estar infó!'· este estado embrutecido con la falta de un "poder común" temido
mados de ella. "Sobre los necios naturales, los nifios o los locos no cuando el gobierno pacífico llega "a degenerar en una guerra civil"
corno no b hay sobre las hestias brutas" (1952: 1:)2). Mas si Invoca también la condición antagónica existente entre
la ley tuviera que depender del cOIlocimiento popular, esto "reyes y personas de autoridad soberana" (1952:86). No se desarro­
socavar el edificio entero de la autoridad. Con una equivocación lla ninguno de estos ejemplos, ni tampoco la vic::ja comparación con
que no es característica de {;l, Hobbes opta, comprensiblemente, el caos primordial proporcionada por el simple salvaje; sin embar­
por la máxima de que la ignoi'<lncia de la ley no es excusa (1952: go, Hobbes se propone claramente que sean equivalentes contem­
139). De este desconcertante elemento unDular del derecho hablare· poráneos del salvajismo que todavía subyace y que es el re­
mos más adelante. sultado de una falta de orden total. En resumen, "de esta negación
¿Cuál podía ser el ímpetu o la fuerza que impulsaba la trasferen­ misma se deriva el contenido positivo de la ley del en su validez
cia absoluta y eterna del poder a un dios mortal? Este ímpetu () esta incondicional e ilimitada" (Cassirer, 1955: 19),
fuerza procede de una necesidad negativa. "Nuestras pasiones natu­ El estado salvaje proporciona más que la fuerza que crea y sustenta
rales" son incompatibles con la sociedad política: nos ponen en el derecho y la sociedad política. Es, además, un repositorio especular
oposici(íTl a cada uno de los otros en "una guerra de carla homhre de las virtudes míticamente atribuidas a las e:randes civilizaciones:
contra cada hombre" (Hohbes, 19:)2:85). Dado esto, y dada la des­
de la capacidad física y mental entre los "hombres", sólo Por lodo lo que es consecuente con un tiempo de guerra, en
por medio de la disuasÍón pueden sunrÍr las relaciones entre seres el que cada hombre es enemigo de los demás, lo mismo es consecuente con
EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO 81
RO EL FlINDAlvlENTO MÍTICO DEI DERECIlO MODERNO

el tiempo en el que los hOlllbres vivC'll sin otra seguridad que la que Sil pro­
que era común a aquellas naciones llamadas civilizadas (Stein,
pia fuerza y su propia inventiva pueden suministrarles. En I al coudición no 1980:4). Las clasificaciones monumentales de la naturaleza revela­
cahida para la indll,trb. porque el fruto de la misma es incierto: y, en rlas por I ,ínneo en 17~)5, después que Dios "toleró que él atishara en
consecuencia, ningún cultivo de la tierra; ningllna navegación, ningün uso su propio gabinete secreto", relacionaron definitivamente los tipos
de los productos que pueden ser importados por mm-; ninguna constnlC­ de horno safliens con tipos de normas o con la falta de ellas: el ameri­
,!I ci6n cólu()(la; ninglÍl1 instrumenlo para mover y trasladar las cosas que re­ cano estaba regulado por la costumbre, el europeo estaba goberna­
quieren mucha fuerza; ningún conocimiento del rostro de la tierra; do por leyes, el asiático por \;1 opinión y el africano por el capricho
na ('uellla del lielllpo; ninguna de las artes; ninguna carta; ninguna (véase Hodgen, 1964:425). Montesquieu, con no menos influencia,
sociedad; y, lo que es peor que todo, el telllor conriuuo y el peligro dc Ilna atribuyó "causas" de gobierno a glUpOS de pueblos de una manera
muerte violenta; y la vida del hombre, solitaria, pobre, desagradable, Cll!­ más sociológica: los salvajes estaban dominados por la naturaleza }'
brutecÍcla y breve. (Hobhes, l
el clima, los japoneses por \eyes, y así por el estilo (Montes(}uieu,
1949:239-234). La tradición minoritaria de ver los vicios de los sal-
A este catálogo de cosas negativas hay otras dos que deben aña­
corno virtudes persistió. Rousseau pensó que, en conjunto, era
dirse más específicamente, F~stas asumen una estrecha relación en
una cosa buena, aunque definitivamente perdida, "no tener más so­
un periodo de Ilustración. Una es la falta de propiedad, algo a lo
ciedad que la de la familia, más leyes que las de la naturaleza" (véase
que Hobbes se refiere con frecuencia, En el estado salvaje no puede
Meek, 197G:8t:i). Con una versatilidad modernista digna del creador
haber seguridad alguna de posesión y expectación: "no hay propie­
del sohrino de Rameau, Didcrol pudo, sohre el terreno, por decirlo
dad, no hay dominio, no hay distinción entre lo mío y lo tuyo; sólo
ensalzar a los tahitianos por seguir sus inclinaciones naturales,
aquello que cada hombre puede obtener y durante el tiempo que
especialmente las de carácter sexual, y por no estar restringidos por
puede conservarlo" (1952:86). El ot.ro aspecto negativo es la falta d~
leyes; sin embargo, estando más cerca de la tradición occidental de­
leyes: ";lllí donde no hay un poder común, no hay ley" y una ley no
clama con vehemencia: "las leyes, las leyes; ésa es la única barrera
puede "ser hecha hasta no haber convenido todos en la persona que
que se puede levantar contra las pasiones de los homhres" (Difiero!,
la hará" (1952:88).
1950; Bloch y Bloch, 1980:37; Riley, 1986:203). Incluso Ferguson
Hobbes es el hacedor de mitos de la tradición del orden avasalla­
-el cual censuró una modernidad incipiente de manera tan perspi­
dor, incluido su equivalente en el derecho, el positivismo on lhe history áuil [Ensayo sobre la historia de
Lo que viene después podría verse como Hotas al pie, más o menos
socze(l(ut civil1, de 1767, y que tanto admiró el salvajismo al que
del Leviatán de IIobbes. Desde América seguían llegan­
desplazó, por lo menos en su natal Escocia- vio a las "naciones pri­
do conocimientos sobre gente "sin subordinación, ley o forma de
mitivas" como finalmente restringidas e inferiores por falta de "sub­
gobierno", junto con esfuerzos cada vez mayores "de civilizar esta a un "sist.ema de leyes" y de "mando perpetuo" (Fergu­
barbarie, de hacerla susceptible de leyes" (Axtell, 1985:50). Ese co­
nocimiento se generalizó en el
de un estado salv~je original. Stein son, 1966:121).
Para el mito del derecho el comentario más largo sobre Hobbes
dice que a
es el de John Austin. Supone un gran sallo cronológico remontar­
nos a I R32 cuando se publicó, -con éxito modesto-, la obra ele Aus-
la explicación habitual del origen del Estado, o "sociedad civil", corno fuc
The !J/'Ovince 01 jurisfnudence delermined. [La determinación del
llamada, empezó por postular un estado mltura! original, en el cual el hOlll­
bre primitivo vivía por sus propios medios. Este hombre dominio de lajurisj!ntdencia], y un salto mayor aún hasta la posición
cas relaciones COIl otros hombres, y no estaba sujeto ni a un \whicrno ni a de dominio que esta obra asumió y <¡ue durante mucho tiempo retu­
una ley. (Stein, IDRO:I.) vo en la jurisprudencia inglesa desde fines del siglo XIX. Pero Austin
está muy cen'a de Hohbes y de la tradición del orden trascendente,
El derecho natural "secularizado" de la Ilustración estaba basado, El pensamiento reducido de Austín insertado en la jurisprudencia
en oarte. en el reflejo negativo de este estado, en lo que se decía inglesa es casi inri istimTllible del de Hohbes. Esto es evidente de in­
EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO
83
82 EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO

Este estado negativo no tiene ninguna de las firmes virtudes de,


mediato en la declaración inicial de Austin de que el derecho es un
mandato de un superior político a un inferior político (Austin, por ejemplo, los insubordinados montañeses escoceses. Por ser un
1861-1863:1, 5-1). Esta "superioridad I es llamada soberanía" y estado natural, es completamente salvaje y sin ley (1861-1863:9-11) y,
entraña "la relación de soberanía y sujeción": una soberanía exclu­ aun cuando no lo fuera:
siva e independiente acordaba que la obediencia general y habitual
Además, al~unas de las leyes positivas que se obtienen en una comunidad
es necesaria para que existan la "sociedad política" y el derecho
política probablemente serí:m inútiles en una sociedad natural que no ha
(1861-1863:170-173,179-1). Y "en toda sociedad política e indepen­ superado el estado salvaje. Y, prohablemente, otras leyes que podrían ser
diente el derecho positivo real es una criatura del soberano real" útiles incluso en tal sociedad no serían observadas; ya que la ignorancia y la
(1861-1863:313-II). Aunque AuslÍn no sigue el criterio de Hobbes estupidez que impidieron su sujeción a un gobierno político le impedirí:m
en el esmerado cuidado que dedica a los fundamentos, la única observar cualquier regla de conducta que no le hubiera sido impuesta por
base que evoca para su estructura es el salvajismo, y la menciona la necesidad más dura e imperiosa. (Austin, lH61-1863:258-Il.)
con frecuencia. Austin se basa tanto en un estado de salvajismo gene­
ral y existente como en "el caso imaginario" de un "salvaje solitario", Aunque es el salv<0 e quien en términos "negativos" le da conteni­
que se toma "la libertad de basar en [... ] el doctor Pale)," (1861­ do a lo "político" y al derecho, Austin toma también en cuenta un
1863:82-1). La cita mencionada podría ser Paley (1828 lI785]:4-5). reto interno -que parece otorgar un fundamento adicional al pro­
Este salvaje solitario era "un niúo recién nacido abandonado en la porcionado por el salv~jismo-, el reto planteado por "los pobres y los
selva, y que hasta la edad adulta vivió ~jeIlo a la sociedad humana" ignorantes", especialmente en su propensión descaminada a "romper
(1861-1863:82-1). Corno tal, no podía ser un "hombre social", no maquinarias, o a incendiar graneros Y hacinas de maíz, con miras a
apreciaba la necesidad de tener propiedades, estaba en conflicto to­ subir los salarios o a aumentar la ayuda parroquial" (1861-1863:62­
tal con "sus" congéneres y, por ello "los fines del gobierno y del de­ Este mal se atribuye a su ignorancia del hien imperativo de la
recho eran derrotados" (1861-1863:85-1). La "mente" salv~je está propiedad y del capital. Su curación radica en un cabal aprecio de
"desprovista" de ciertas nociones que son esenciales para la socie­ los principios de la éüca utilitaria, en particulat- de la variedad mal­
dad: éstas "incluyen las nociones de sociedad política; de gobierno thusiana: "si ajustaran su número a la demanda de su mano de obra,
supremo; de derecho positivo; de derechos subjetivos; de obliga­ compartirían abundantemente con sus empleadores las bondades"
ción legal; de violación de derechos" (1861-1863:85-1) AustÍn des­ de la propiedad (1861-18t)3:62-1). A diferencia del salv;~e "estúpido"
cubre además, -y advierte con frecuencia- un estado general de que sólo puede responder a los imperativos de lo inexorable (Aus­
salvajismo al cual llama "sociedad natural", en oposición a la "so­ tin, 1861-18fi3:258-Il), "la multitud [... ] puede comprender y com­
ciedad política" y que es ilustrado por "las sociedades salvajes [... ] prenderá estos principios" (1861-]863:60-1). Esto sería simplemente
que viven de la caza o de la pesca en los bosques o en las costas de una bendición para la ley; "un pueblo ilustrado era un mejor auxi­
la Nueva Hoianda" y por aquellas'''que habitan los bosques y llanu­ liar para unjucz que un ejército de policías" (1861-1863:63-1). El de­
ras del continente de América del Norte" (1861-1863:184-1). l-echo no llega a verse afectado dado que estas cosas pueden resol­
verse en función del conocimiento y la moral personales. Sólo el
Una sociedad natural, una sociedad en estado nat1lral, o una sociedad inde­ salvaje irredento ofrece el caso límite contra el cual se constituye la
pendiente pero natural se compone de personas que están vinculadas por ley. Se necesita un punto final para completar la comparación con
mutua relación pero que no son miembros, soberanos o sujetos de ninguna Hobbes. Como vimos, si el derecho fuera un mandato, la gente ne­
sociedad política. Ninguna de las personas que la componen vive en el esta­ cesitaría estar informada de él para obedecerlo. Este requisito intro­
do positivo que es llamado estado de stüeción; o lodas las personas que la
dujo un elemento popular peligroso en el esquema de las cosas de
componen viven en el estado negativo que es llamado UI1 estado de inde­
Hobbes. AustÍn no se preocupa tanto por esto y simplemente adop­
pendencia. (Austin, 1861-18(j~: 176-I.)
ta la máxima: "la ignorancia del derecho no es excusa": "si la igno­
84
EL FUNDAMENTO MíTICO DEL DERECHO MODERNO
EL FUNDAl\IENTO MIl lLO DEL DERECHO MODERNO Hi)

rancia del derecho fuera admitida corno una base para una exen­
ción, los tribunales se verían envueltos en cuestiones que difkilmen­ cho moderno confrontaba y huscaba explícitamente socavar un or­
te podrían resolver y que harían que la administración de justicia den existenle que, en el proceso, se traducía con frecuencia en los
fuera casi impractica ble" ( 18G 1-18G3: 17] -1I). En conjunto, la ilustra­ lérminos creados para el s;:dvajbmo y los despotismos bárbaros,
ción de la genle sólo puede ser una ayuda para hacer que e! derecho Como un modo de:': lllodernidad, el derecho era un instrumento de
existente sea m;¡s eficaz. No puede ser parte intrínseca de! derecho. cambio integral de largo alcance del "deshacer y rehacer" (Cassircr,
A diferencia de la eliminación del salv~jism(), no se puede permitir 19!)5:1X), Pero fneren cuales fuesen sus aspectos de desorden o la
como una condición ·rle la existencia del derecho. distancia que pudiera haber cnLre su ImícLÍca y la perfecci6n de su
Nada podría revelar mejor la naturaleza mítica de esta ley impe­ orden, el derecho sigue siendo míticamente inviolable en su equipa­
rante que la desfachatez de unirla al orden en tiempos de su imposi­ ración intrínseca con el orden.
ción del desorden en masa. En el estüerzo cada vez mayor por sllb­ Así pues, el desorden por parte cId derecho no puede encotltn\r­
OI'dinar a los indios, por "reducirlos a la civilidad", la ley y el OI-den se en él mismo, Los orígenes del desorden deben existir fuera del
eran combinados constantemente, no sólo en oposición a los salva­ derecho, C1I las erupciones y los desgarramientos de naturaleza in­
jes, sino corno un medio de someter a esos seres "desordenados y le­ dómita, (l de pasión humana apenas contenida, contra los cuales se
vantiscos" en su eSlado de "anarquía" sin ley, pero a menudo con la establece intrínsecamente un derecho ordenador. El salvaie era la
comprensión de que esos inelios podían, al fin y al cabo, seguir sien­ concentración de esos peligros, y su carencia constante y
do incontrolables e irnpredccibles (Axtell, 1985:136-138). Esta nante era el orden. Los salvajes "no tenían capacidad de sumisión"
bilidad trastocaba precisamente lo qne ocurría. (véase Axtell, 1985:271). Ferguson los admiraba por su espíritu
La intervención europea estaba abrumada por el desorden mor­ por ser incapaces de "aceplar órdenes" y por oponerse a
tal de una situación ya sutilmente ordenada, una situación que, para b "subordinación", algo que podía tomarse como un
el europeo, "era literalmente inimaginable" (Axtell, 1985: 137) . .No exacto de la idea que Austin tenía del derecho (Ferguson, l
obstante, est.a asociación de la ley con el orden, la segllridad y la re­ Exploraré ahora este estado de salvajismo en su oposición al or­
gularidad no tardó en volverse general y evidente; la violencia aso­ den del derecho. Una obsesión particular e indical ¡va del coloniza­
ciada con el establecimiento de la ley y el orden parecía
dor y del jJhilosoj)hc por igual era la hllta de estabilidad en la vida del
te ante la inmensidad de la violencia y el desorden del
Los indios sólo podían empezar a civilizarse cuando se en­
(véanse por ejemplo Ferguson, 1966:22]-222; Meek, 1976:2(4). A
contraban en "una condición establc de vida": "Su Naturaleza es tan
.iuicio de Austin, la "seguridad general" yel "sentimiento general de inestable que pocos de ellos, () ninguno, pueden ser llevados a esta­
seguridad" son "los fines principales de la sociedad política y del de­ hlecerse en un oficio" (véase Axtell, 19H5:141. 160). Faltos dc reso,
rechó", y éstos son la antítesis de ese "estado ncgativo que se llama lución e11 sí mismos, no podían proyectarla a un mundo: "no ticnen
estado natural () estado de anarquía" (1861 .. 1863:85-1). Esta menta­ el espíritu, la industria o la perseverancia necesarias cn aquellos <¡ue
lidad misma del salvaje, corno vimos, e.stá "d(~sprovista" de las nocio­ someten a la selva" (véase Axtell, 19R5: 149). Grocío dcclar'" fIue con
nes de sociedad política y derecho (Austin. 1861-18(j.~:85-J). Al igual "la propiedad común primitiva" los hombres est,ín sat isífochos "ali­
<¡ue los cíclopes, "su pensamienlo es anárquico, no sistemático y ex­ mentándose de los productos espontáneos dc la tierra, durmiendo
I;ítico" (Adorno y Horkheimer, 1979:(5). Esto contrasta esencial­ en cavernas" (véase Mcek, 197(;: 15) . .No domesticaron a la naturale­
mente con "la uniformidad de conducta que produce un derecho im­ za de manera positiva. Así. lo que Grocio se alcg¡'aba de saber en la
pcralÍvo" (Austin, 1861-1863:159-1). La situación colonial ofrece "hisloria sagrada", Locke lo afirmaba sin ayuda dc ninguna historia.
olro ejemplo monumental del derecho que inicia y sostiene el des­ El salv¡~je era un vagabundo o se relacionaba con la tierra dc IIna
orden generalizado incluso cuando busca establecer su pretensión manera comunal indefinida, 110 lo sllficientemente "alejado del es­
de asegurar el orden. También se pueden encontrar numerosos tado común en el que la .Nz¡(uralcza lo había colocado" (Locke,
ejemplos en los más cercanos escenarios europeos, donde el dere- 1965:329, ~ 27)_ En cualquiera de estas capacidades, el salvaje no te­
nía una relación fija suficienle con las COS<lS para snstelltar un dere­
86
ELFI1NDAMENTO MíTICO DEL DERECHO MODERNO EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO 87

cho legal ;\ ellas. La propic(hld era la base del derecho. Austin con­ 1989:31-33; Milsom, 198]). Aunque esta evaluación puede ser injus­
firmaba que, en el estado natural: "los hombres [... 1no tienen dere­ ta para su ohra en general, lo importante de su versión del derecho
chos suhjetivos" (lR61-IHG3:9-II). Así, la ignorancia conveniente de y la colonización del mundo es que, dejando aparte su estilo, sea tan
los europeos encontraba un "vacío" y una "selva" en las regiones sil­ poco notable. Esa evaluación refle:ja y encierra el pensamiento de la
vestres, una falta de posición fija y de derecho de posesión, tales época y lo aplica a la creación del derecho. Se encuentra en el prin­
corno para justificar e incluso exigir la afirmación de un "derecho del segundo volumen de los Comenlarios que tratan de la pro­
exclusivo" y la adquisición de "soberanía" sobre ellos, apoyándose piedad. Empieza diciendo: "Nada hay que avive la imaginación y las
en los sentimientos de Vatte!, "quiz;í la autoridad más amplia. aficiones del género humano de manera tan general como el dere­
mente leída de todas las del siglo XVIII en materia de derecho inter­ cho de propiedad" (Blackstone, ] 825: l -lIJo A continuación estable­
nacional" (Curtin, 1971:42-43). Para Vattd., y para ese llam;ldo dere­ ce "el origen y fundamento" del derecho de propiedad, por la vía
cho internacional, no es simplemente una cuestión de establecer del Génesis y del dominio generalizado que "el Creador dadivoso
cuándo "una nación que encuentra un país inhabitado y sin un due­ dio al hombre" en el "estado de simplicidad primario; como se pue­
ño puede legalmente tomar posesión del mismo", sino que una na­ de ver en las costumbres de muchas naciones americanas cuando
ción también puede ocupar un territorio "en el que sólo se encuen­ fueron descubiertas por los europeos, y en el antiguo método de
tran tribus nómadas cuyo pequeño nlÍmero no puede poblar todo el vida de los primeros europeos mismos" (l825:2-3-1I). La propiedad
, dado que "su ocupación incierta de esl as vastas regiones no se tenía entonces en común y el único elemento personal en la pro­
puede afirmarse como una toma de posesión real y legítima" (Va­ piedad era la tenencia de cosas para su uso inmediato. "Mas cuando
1971 :44-45 l. La producción y la población insuficientesjustifi­ la humanidad aumentó en número, destreza y ambición, fue necesa­
cahan la apropiación europea:
rio albergar conceptos de dominio más permanente" (1825:4-11). El
resultado fue, primero, una transición de "las naciones salvajes y no
Pues me pregunto si en hls selvas y los yermos de América dejados a la Na­ cultivadas" él una existencia pastoral cuando "el mundo, gradual­
turaleza, sin ningún mejoramiento, cultivo o cría de ,müuales, mil acres da­
mente, se hizo más populoso"; entonces "fue necesario" recurrir "al
rían a los habitanles necesitados y miserables tantas cOlllodidades de la vida
arte de la agricultura" y para el mismo se encontró que la propiedad
corno dan diez acres de LÍerra igualmente fértil en Devonshire cuando están
bien cultivados. (Locke, ID65:3:)(i ~ 37.) privada era esencial:

Si, por lo tanto, la propiedad separarla de tierras así como de bienes mue­
(En realidad, para Locke la üllta de UIla relación fija y de cultivo
bles no se hubiera nmferido a algunos individuos, el mundo hubiera segui­
con la tierra explicaba la l~lIta de razón misma [véase Hulme,
do siendo un bosque y los hOlllbres habrían sido simples animales de presa;
1990:30].) En resumen, y en términos míticos, la colonización "es
lo cual, según alguIlos filósofos, es el estado natural geIluino [... ] La necesi­
equivalente a un acto de la Creación" (Eliade, 1965: 1
dad engendró la propiedad; y para asegurar c.~a propiedad, se recurrió a la
El derecho se asocia general e integralmente con la colonizaci6n sociedad civil, lo que trajo cOllsigo ulla larga serie de cosas concomitantes
mítica del mundo; con su ocupación adecuada y su concesión a sus inseparables: estados, gobierno, leyes. (B1ackstone, 1825:5, 7- JI.)
poseedores legítimos, los occidentales "dueños y constructores de la
tierra" (Levinas, 1979:46). Blackslone ohece una versión muy signi­ Esto fue y sigue siendo una historia común. Que fuera impulsada
ficativa en sus COlnlnentll'ries Ol/, the lllws o/ englanrL [Comentarios a las o no por una población cada vez más numerosa, la llegada conjunta
inglesas}, obra puhlicada por primera vez entre 1765 y 1769 (y de la agricultura y la propiedad -propiedad no sólo como posesión de
corregida por Blackstone hasta la decimosexta edición de l B25, que cosas sino como la gran figura de la colonizacíón y el orden- re­
es la qne yo uso aquí). Aunque es habitual describir a B1ackstone quiere una reglamentación más compleja e intensa que las reivindi­
como el sistematizadO!' y popularizador supremo del derecho inglés, caciones episódicas hechas en el estado nómada o incluso pastoral;
su originalidad ha sido mús negada que ensalzada (cL Lieherman, lo que se requiere es esa ordenación explícita y sostenida de manera
permanente que es el derecho (v{~anse M cek, 1976:93, 102-1
S8 EL FUNDAMENTO MITICO DEL DERECHO MODERNO El. FUNDAMENTO MÍ J'!(:O DEL DERE( :I10 MODERNO S~)

Stein, 19H():~H, 3V16). En el resultldo el paradig-ma del derecho co­ y lo Malo, y la medida comúll para decidir lodas las disputas entre ellos I···J
rresponde a b relación de propiedad. mackstolJe destacó en el dere­ En segundo lu/!:ar, en el Estado Natural se carece de unful!z lO'f/ocido f iIllJ)(]r·
;j I cho ing-Ié's IIna estructura en la cual la persona entabla uua acción cial, con AUloridad para determinar todas las diferencias de acuerdo con el
formal que afecta a las cosas o a "la eslúa de la adquisición" (Kelley, Derecho establecido [ ... 1 En tereN lugar, en el Eslado Nalllral se carece a me­
I!I "

19R4b:624-cap. 1). Esto no e'i m,ls que una forma ritualizada de nudo de Poder para respaldar y apuyar la Se1ltellcia cuando es justa y pala
cómo la acción social e imperial de Occidente se relaciona con el darle su debida E]!'cllrirín. (Locke, 19G5:3G5, ~ 124-12G.)
i,'1
11
1I mundo. Sir Mattbew Hale, al que Bbckstone se refiere como un an­
1
Este derecho nuevo se clracteriza por una fuerza unificadora.
tepasado, ya había explicado la relación g-('neral "de! hombre" con
Adam Smith, en sus Leclurr's onjurisfJrur1lmr:e [Confáencias so/m: jl1:ris­
la naturaleza en términos casi jurídicos, en los que "se confería al
prudencia], observa que en las disputas extrafamiliares que surgen
hombre poder, autoridad, derecho, dominio, encomienda y cuida­
en la sociedad de cazadores, "¡oda la comunidad [ ... ] interviene
do" (Hale, lfi77:370).
para dirimir las cosas, lo cual suele ser lo más lejos que llegan, sin
La relación del derecho con la propiedad y el orden mantenido
atreverse nunca a infligil lo que se llama un castigo" (1978:201).
fue refinada por Locke antes que Blackstone. Aunque el estado na­
"Las naciones bárbaras" tenían gobiernos incapaces, por ejemplo,
tural era menos espantoso a los ojos de Locke que a los de Hobbes,
de hacer cumplir la pena de muerte por homicidio, "ellÍnico casti­
no dejaba de ser peligroso e incierto. Estos defectos sólo podían cu­
go apropiado", y el CIlal se aplica en las "naciones fuertes" y "civili­
rarse creando una sociedad política () civil marcada por leyes:
zadas" (1978:10G, 476). Esta capacid,ld se eleva en esos términos de
Aquellos <¡ue est ,111 lInidos en un solo Cuerpo, y que l ie1len un Derecho y
soberanía que antes se atribuyeron a Hobbcs. Veamos, por ejemplo,
una Judicatura establecidos en cOlllún para recurrir a ellos, con AUloridad una famosa definición de la jurisprudencia austiniana:
para decidir las conlroversias entre ellos, y ca,tigar a los Ofensores, .le en­
Cllentn/JI eu Sociedad Civil unos C01l otros; pero aquellos que J1() tienen ese Si un superior humallo determirulllo, que /lO tiene el hábito de obedienci~1 a
Recurso cOlllún, quiero decir en la Tierra, siguen encontrándose en eSlado un superior semejanle, recibe obediencia habitual del grueso de una socie­
natural, siendo cada cual, cuando no hay olro, eIJuez de sí mismo y el Eje­ dad dada, ese superior deterlllinado es soberano en esa sociedad, y la socie­
clltor; lo cual, como señalé antes, es el EI'üulo Natural perfecto. (Locke, dad (incluido el superior) es una sociedad política e independiente. (Austin,
1965:%7 ~ S7.) 1861-186:):170-I.)

ror el contrario, la "parte Civilizach de la Humanidad" se carac­ Aunque esta posiCión es sostenida finalmente en términos de
teriza por "leyes positivas" (19(i5::).)], ~ 30). Luego, y con palahras fuerza, el Estado más fuerte no incorpora al débil, puesto que "no
famosas, Locke vincula eS,l entrada en la sociedad política con el hay ni hábito de mando por parte del primero ni hábito de obedien­
aseguramiento de la propiedad, juntando el mando central sobera­ cia por parte del segundo" (Austin, 1861-1 HG3: 173-1). Cada cual con­
no con el orden de la colonización. "Así pues, el más g-Lll1dc y Inin­ serva su fuerza distinta, su centro de poder distinto y, por ende, su
tipal de [osjineJ; de los Hombres unidos en Repúblicas que se ponen propia determinación: "ninguna parte indeterminada puede orde­
a sí mismos bajo un Gobierno, 1'.\ la ¡'reservación de su ProPiedad" nar, expres,1 o tácitamente, o puede recibir obediencia o sumisión
(El65::195, ~ 124). Locke p,lsa ,1 delinear el rég-imen de derecho [ ... ] ningún cuerpo indeterminado es capaz de conducta corporati­
como una respuesta a "muchas cosas de las que se carece [... ] en e! va o es capaz, como cuerpo, de conducta positiva o negativa" (18(i 1­
Estado Natural", como una respuesta, general en el mejor de los ca­ 1863: 175-1). "Toda ley apropiadamente llamada así deriva de una cau­
sos, al caos de las meras afirmaciones individuales de pasitm y de sa determinada o emana de un autor determinado" (1 H61-1 R63: 120-1).
interés propio: La consolidación de la idea de soberanía hecha por Austin duplica
en la modernidad el simbolismo mítico del centro ordenador de la
En jJrúll1'r llI,i!,ILT, se carece de un D!TfC/¡O eSlablecido, asenlado, conocido, rC'­ creación. Súlo aquello que procede del centro tiene validez (Eliade,
cibido y perlIlitido por consentimiento común como la Norllla de lo Bueno 1965: 18). El derecho existe en virtud de su "posición" identificada

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90 EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO 9]
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con el soberano y centro (Austin, 18ti 1-1 1363:2-1). Asume la impre­ obligados, o es una norma, modelo o patrón al cual se atiene su con­
sión del il1l(l{';o mundi afirmando el curso ordenado y normal, a me­ ducta" (1861-1863: 159-1). La ley crea derechos y obligaciones dura­
1 ¡
nudo mediante la corrección de las desviaciones de ese curso. La deros que el salvaje en estado presocial no conoce (l8Gl-1863:85-I).
creación y el cumplimiento de cualquier leyes una reafirmación ri­ Hay una conlradicción entre el derecho como simple orden de un
tual de la fuerza y el mando del centro (cf. Eliade, 1965:20). Lo que soberano y el derecho como proyecto, modelo y obligación, depen­
se afirma no es tan sólo un orden particular en oposición al desor­ diente del apoyo y la adhesión populares. Esta contradicción está
den, sino la existencia misma y la fuerza del propio orden. mediada, además, por la relación del derecho con el salv~~jismo.
Este orden, en su oposición originaria al caos salvaje, le concede Dado que en ambas situaciones el derecho es creado como una ne­
al derecho una unidad que trasciende sus elementos diversos y con­ gación del estado salv~je, es creado igual y unificado en esa esencia
lradiclorios, haciendo posible así un orden jurídico coherente. que la Iluslración deriva de los orígenes.
Como vimos, Locke ejemplificó la fusión del mando con el orden
establecido -el dios soberano con el dios capturado por una crea­
ción fija- mediante su negación común en el estado salv~je. El dere­
cho es, además, capturado en el orden por sus propios sujetos. In­ EL DERECHO Y EL PROGRESO
'I,i
cluso Hobbes, dispuesto a reconocer la participación popular en el
'11
'1 ! derecho sólo en un acto mítico de autoenajenación, se sentía incó­ El derecho moderno, aparentemente en OposlclOn a una legalidad
'1
modo por la necesidad de que el sujeto tuviera que reconocer el ordenada, también se crea en un proceso de cambio y progresión.
mando del soberano (1952:39). Podemos abordar este aspecto del N o es (tan súlo) una orden que procede de arriba ni está vinculado
orden redefiniendo el desorden del simple salvajismo como lo de manera fija a ningún orden; responde cn su constitución al cam­
opuesto al derecho. Incluso en "un territorio de extensión conside­ bio en la "sociedad". Esta parte del mito, que ahora exploraré, sc
rable", escribió Ferguson, donde los habitantes conservan su "espí­ crea en los relatos del derecho y el progreso; y, como veremos, esta
rilu guerrero y turbulento", pueden ser puestos en orden por "la historia se cuenta de tal modo que permite reconciliarla con el im­
brida [ ... ] del despotismo bárbaro"; ya fines del siglo XVIII estuvo en perativo del orden.
boga contrastar el derecho con los despotismos volubles, particular­ Hay ciertos precursores del progreso que deben ser esbozados
mente de la variedad oriental (Ferguson, 1966: 103-104; véase tam­ primero. El derecho debe estar vinculado con la sociedad, o distin­
bién Marshall y Williams, 1982: 140). El derecho era parte integral y t.os tipos de derecho vinculados con distintas "naciones", como se
tolerada de un orden europeo civilizado. Fuera de este orden había, llamaron. La figura ancestral más importante a este respecto parece
o la arbitrariedad imprevisible del despotismo, o el hedonismo in­ ser Mont.esquieu. Las "leyes" cuyo "espíritu" buscó no pueden igua­
constante e irreflexivo del simple salvaje (Ferguson, 1966:93, 95). larse de manera inmediata con las ideas modernas del derecho,
En el derecho los miembros de la sociedad política o civil podían pero esa dificultad no ha impedido su reput ación como el progeni­
iniciar proyectos humanos y asegurarlos oportunamente (véase por tor de la relación entre derecho y sociedad. Montesquieu pensaba
ejemplo Locke, 19G5:344,.~ 50). Rousseau combinó todos los ele­ que las leyes tienen, o deberían tener, una relación con diversos fac­
mentos diversos: el derecho era necesario porque "la sociedad debe tores moldeadores y "que sería una gran suerte si las de una nación
tener actividades y fines"; el derecho también encarnaba y sostenía sirvieran para otra" (1949:6). Enumeró una serie considerable de
lo que la civilización había podido inculcar hasla entonces y aborda­ factores moldeadores: el clima, la geografía, "la ocupaciún principal
ba aquellas afirmaciones continuas de la naturaleza enemigas del de los nativos", "el grado de libertad que la constitución tolerará",
orden (StTauss y Cropsy, 1972:542-544). Así, volviendo a Austin, el la religión, y así, "todos est.os juntos constituyen lo que yo llamo el
derecho no es sólo una orden perentoria; es también "una orden Espíritu de las Leyes" (1949:6-7). Hubo contemporáneos y predece­
que obliga a una o a varias personas a seguir un curso de conducta" sores de Mont.esqllieu que establecieron relaciones cntre el derecho
(1861-1í3G:): 15-1). "Una ley o regla imperativa guía la conducta de los y la sociedad, aunque de clase diferente. Hobhes y Hume, entre

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1,

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92 EL UJND."'!lIEl\ H> MÍTICO DEL DERECHO MODERl\O EL FUNDAMENTO Mínco DEL DERECHO MODERNO
03
la sociabilidad con una legaliclad mínima necesa­ dominante que hubo antes por el indio americano. En realidad, la
na ~l1()!1!)Cs, 1952:cap. 14 y 15: lfume, ¡.'l8S: libro I1I, parles 1-2). gama históric;\ y geográfica ele pueblos considerada por Montes­
Dadas unas circunstancias supuestamente obvias de la condición quieu podía verse como \lna gran contribución a la universaliza­
humana -circunstancias de igualdad moderada de poderes, egoís­ ción que la doctrina del progreso conlleva inexorablement.e.
mo moderado y escasez moderada-, h\ existencia y la civilidad de la Estas diversas relaciones del deredlO con las sociedades se agluti­
sociedad 11Ilmana deben depender "de la estricta observancia" de nan con la invención del progreso y vinculan el derecho con
las leyes que aseguran "la estabilidad de la posesión, su trasferencia sucesivas de progreso generalmente concebidas en función de cua­
yel cumplimiento de promesas" (Hume, 1888: libro 1II, parte 1, ~ 6). tro modos de "subsistencia": la cazadora, la pastoral, la agrícola y la
Esta equiparación de una configuración clara del derecho burgués comercial (véase Meek, 1976). La trayectoria general de estas histo­
con la necesidad general no tenía más fundamento que la afirma­ rias fue la misma que esos idi1ios de orden en los que lo primordial
r.iún ele que todo el mundo dormía entre s;lhanas limpias: sin em­ y salvaje da paso a la vida civilizada. Había una semejanza general
bargo, ha perdurado en la mitología del derecho moderno. Ningu­ en los numerosos relatos de progresión, pero es probable que una
na de estas contribuciones, ni tampoco la de Montesquieu, buscó de las influencias más duraderas fuera la de Adam Smith con sus
relacionar diferentes con sociedades diferentes en un plan o Lectu'feS onjurisjn-udence, obra que aún ahora establece calladamente
secuencia de progresión. Montcsquieu, no obstante, sí esbozó una los términos generales de la sociolo¡jTÍa comparativa del derecho
influencia sobre el derecho que demostraría ser trascendental en su 1978). Con la progresión de las sociedades el derecho,
desarrollo por los cronistas del progreso: es la cio de Smith, aumentó en cantidad y complejidad y en su distinción
como forma social. Como OCUlTe en muchas de estas versiones, el
muy grande relación con la manera ell la que las varias naciones procuran avance del derecho estuvo integralmente vinculado con la consoli­
SlI subsistencia. Debería habel' un código de leyes de mucha llIayor exten­
de la propiedad: la "edad primitiva ele los cazado­
sión para un" n"ción víncul"da con el ,olllcrcio y la navegación que p"ra
res", tipificada por los indios americanos, no tenía propiedad y, por
los pueblos que se ,ontenlan con cultivar la lierra. Debería ser mucho ma·
ende, tenía pocas leyes y un sistema jurídico incivilizado (1978: 16,
yor para estas últ imas que para aquellas que viven de sus rebaños y mana­
das. Y debe baher uno mayor a¡ín par" éstas que para aquellas que viven de 20 1). Con la etapa pastoral la gente es más numerosa, hay una ma­
la caza. (Montesquieu, yor división del trabajo, la propiedad es más extensa, y surgen "las
distinciones entre ricos y pobres": ahora se necesitan perma­
Es más, Montesquieu proporcionaba una manera de reconocer nentes" y la expansión de la autoridad para dar seguridad a la pro­
una diversidad de tipos de derecho en diferentes ambientes. A su piedad y la riqueza (1978:202, 208-2(9). Con tal "desigualdad útil
el derecho no surgía simplemente en alguna <lntes de la en las fortunas ele los hombres" los pobres aún podían ser consola­
cual no hubiera ley alguna. lnclnso aquellos que evaluaban de ma­ dos porque vivían en una opulencia mucho mayor que cualquier
príncipe salvaje (1978:338, 562; véase también Locke, 1
nera más llegativa a los salvajes podían, en esta vena, atribuirles al­
guna ley aun cuando fuera ':irracional y ridícula": aunque "las leyes
§ 41). No se aduce ningún ímpetu fundamental para la progresión
del derecho en las eras de la agricultura y el comercio, pero
han sido justamente consideradas como la pieza maestra dd
otros cambios en el mismo. Cuantitativamente hay más derecho y
humano [ ... ] la jurisprudencia, las costumbres y las maneras de los
una autOl-idad central cada vez más fuerte. Cualitativamente, el régi­
Negros parecen perfectanwntc adaptadas a la medida de su estre­
cho intelecto", incluida su incapacidad para crear "reglas dictadas simple de toda la comunidad que caracteriza a los pas­
t.ores cede paso a formas de autoridad m;lS complejas y separadas
por 1<1 previsión" (Long, 1774:338, libro m). Como lo indica la e"a­
luación "("Ícntífíca" de Long, la vinculación del derecho y la socie­ institucionalmente, a leg-islaturas y tribunales regulares (1978:204­
dad estuvo acompañada por una expansión de los pueblos tomados 2(5). Aunque la serie de etapas, a juicio de Smith y de otros cronis­
en ("ollsidcraciún, una expansiún más allá de b preocupación pre- tas, se iban dando por sustitución serial, la progresión era una crea­
ción continua, que aún se reJería continuamente al estado
94 EL FI!;-.JDAMENTO MíTICO UEL DERECHO MODERNO EL FUNDAMENTO MITICO DEL DERECHO MODERNO 95

que slgmo siendo un contraste constante y un punto de reférencia patrón coherente", corno describe Sl.ein el objeto de la búsqueda
para cualquier otra etapa. Consideraré <lhora con algo más de deta­ (Stein, 1980:27). Así pues, el derecho es situado e identificado en
lle la naturaleza de esta progresión, antes de llegar a un<l conclusión. "el orden de las cosas", en un orden que emana del interior de las
Puede parecer temerario apartarse de la obra admirable de Stein cosas ordenadas (Foucault, 1970:2(9). El progreso se convierte en
(1980) y de Meek (1976), que muestra que para el derecho y las un modo de encontrar esa identidad. Esto se puede ejemplificar en
ciencias sociales este progreso es un tipo de evolución. Las cosas pa­ una cita que ofrece Stein del viaje metafórico de Kamés por el
recen estar más mezcladas y, para los fines que persigo, ser más re­ Nilo, un Nilo cuyas enormes e inextricables comp1c:jidades son re­
veladoras. Para empezar, difícilmente hubo en el progreso esa diná­ ducidas de manera reveladora al simple progreso de corrientes in­
mica fundamental, unitaria y unificadora que suele asociarse con la ternas más directa~:
evolución. El ímpetu para el progreso varió mucho en las difáentes
versiones de la misma. En algunas el progreso depende de las carac­ Cuando entramos en el derecho Illunicipal de cualquier país en su estado
terísticas de aquellos que progresan "la parte más industriosa y actual nos parecemos a un viajero que, al crllzar el delta, pierde su camino
perspicaz del género humano", los más educados o aquellos cuya entre las innumerables ramas del río egipcio. Mas cuando empezamos en la
"habilidad y ambición" van en aumento (Blackstone, 1825:4; fuente y seguilllos la corriente del derecho [...1todas sus relaciones y depen­
1986:218; Stein, 1980:22). En otras versiones, o algunas veces en la dencias son frazadas sin mayor dificultad que las numerosas corrientes en
misma versión, había un gran hincapié en los factores más externos, las que ese río magnífico se divide antes de perderse en el mar. (Véase
SL<:'Ín,
como el aumento de la población: un aumento de la población re­
quiere un aumento de recursos, o un aumento de recursos permite
que la población aumente. Lo que en un momento fueron conse­ Este progreso sostenido que emana de una fuente en el salvajismo
cuencias del progreso pasaron, en otro, a ser Sil causa, y viceversa. existe dentro de un orden que sigue siendo fundacional. Es la histo­
Así, la sociabilidad en aumento es el resultado del aumento de la po­ ria de algo realizado, no de algo que aún est:\ por realizar. De lo que
blaci(;n, o una población en aumento es el resultado de una sociahi­ hablamos aquí es de la perfección e integridad del derecho, y lo que lo
lidad mayor (véase Meek, 1976:1(3). Tc)c!o lo cual se mezcla con me­ antecede no son más que pálidos precursores. Los cronistas de! de­
táforas inspiradoras sobre el "auge" y el "espíritu" de la sociedad recho y del progreso no se ven a sí mismos apartándose de una
(Meek, 1976:5; Stein, 1980:28). hmdamental de la ley con el orden. El progreso no
Atacar esta incoherencia podría sel demasiado fácil, ya que no ta e! orden de las cosas, y procede a identificar el derecho como
había ninguna dinámica evolutiva coherente implicada en el progre­ parte de una dinámica penetrante e incluyente. La idea no era ele­
so. La afirmación contraria, -tomándola de Stein-, es que los pen­ var una din<Ímica de la progresión hasta una evolución impulsora y
sadores que en Francia y en Esc(~cia desarrollaron la idea ele! pro­ cohesiva. Cualquíer preocupación con una dinámica real del pro­
greso "trataron el modo de subsistencia no meramente corno uno greso era, por el contrarío, diversa, incongruente y casi incidental.
de los factores que afect;m el carácter de las de una sociedad El progreso puede ser una elaboración del orden porque ambos
sino como la circunstancia cr'ucial que dictó su naturaleza V su al­ se derivan de la misma fuerza constitutiva. En "el orden de las co­
cance", y sobre esa base levantaron "un plan de desarrollo" (Stein, sas" encontrar el origen de una cosa es ubícar su existencia. La opo­
1980:19). Esta noción de "evolución jurídica" es presentada por sición ent re la progresión del derecho y el orden del derecho está
Stein en una ejemplificación abundante y cuidadosa. Ciertament.e mcdia<la, y mnbas se unen en el origen de un saJv~jismo primitivo y
hay progreso mas, corno hemos visto, no hay una dinámica general caótico. Tanto la progresión como el orden de la ley derivan su exis­
que le dé identidad y efecto. Hay otra C~lsa. El derecho está siendo tt~ncia de la negación de este" Estado Natural". El derecho

tipol<ígÍcamcnte relacionado con modos de subsistencia diversos y por estar constituido simplemente en términos de lo que no es, pue­
distintos. En el "espíritu" de la época el derecho se identifica en la de ser contenido y presenciado en sí mismo. El cambio se convierte
simplificación y clasificación de la relación con otras cosas en "un en un refinamiento del orden jurídico y contribuye a su perfección.
96 EL FUNDAMENTO MÍTICO DEL DERECHO MODERNO

En su ser irreSlricto, el derecho puede hacer ahora cualquier cosa. 4. LA CONSOLIDACIÓN MÍTICA DEL DERECHO MODERr\O
Una capacidad infinita para el cambio -p<lra el cambio de la ley
misma y para efectuar cambios- se asocia COl! el orden. Este envi­
diable instrumento de gobierno se presenta de maneras más espec­
tacularmcnte virluosas como régimen de derecho, pues para que la
lcy gobierne debe ser capaz de hacer cualquier cosa. Definitivamen­
NlIestra f"Ívilización se caracteriza por" la paial)ra pro­
te el incrédulo no puede atribuir límites a un derecho constiluido
en la negación. El pro¡¡;reso es su forma, y no uIla de sus caracte­
rísticas.

WITTGENSTEIN, 1980:7e

EL REINO DE LO FINITO

Hacia fines de! periodo de la llustraci(¡n el sujeto soberano es des­


tronado y no queda nadie para hacer el trab;~jo de los dioses. En
"las dencÍas del hombre y de la sociedad" la deidad omnividente
sustituta es subordinada a un reino de lo finito. Sin embargo,
como vimos en el capítulo 2, e! "hombre" que surge de esle cambio
no es sólo un objeto de conocimiento, "una criatura de carácter fi­
nito y de límite", sino también una "fuente trascendente de orden
para la IOt a l¡dad" (Foucalllt, 1970:31 ,Vil 4 ). La contradicción entre
estos dos eslados es resuelta míticamente en la perfección de la
El progreso ya no reside simplemente en el objeto y lo
confirm<1 como un elemento ('n su estado alcanzado; el objeto en­
tTa en una progresión incluyente. Pero el progreso, con toda su pro­
mesa, también permanece en el objeto, aunque ya no esté limitado
por su estado alcanzado. La condición actual del hombre como ob­
es un presagio de IIn ser ilimitado que todavía está por descu­
brirse o por interpretarse plenamente. No obstante, para el hom­
bre como "fuente del ordell para la totalidad" no puede haber
aplazamiento de la demanda de Irascendencia pura. No hay puntos
fijos en el camino del progreso futuro en los que las deficiencias
fatales puedan ser marcadas y tomadas en cuenta. La trascenden­
cia del hombre opera de manera inmediata y completa, creando
una subjetividad moderna que es por entero incluvente e Ínfinita­
mente sensible.
La progresión misma y b identidad del hombre a la cual infórma
no son específicas Icleológicamente. El progreso es una esfera de
trascendente e ilimitada. Por muy inspirador qne sea el

¡~171
98
L;\ CONSOJIIlACIÓN MrTICA DEL DERECIlO MODERNO
LA (;ONSOLlDACIÓN MtncA DEL DERECHO MODERNO 99
proceso -el avance heroico delllombre contra la nat.uraleza, el des­ LA PERFECCJÓN DEL PROGRESO
pliegue dd c:lpíritu universal-, el resultado del progreso es vago,
potencial e incluso incierto. Ese resuilado adquiere una especifici­ POI- supuesto, el principal hacedor del mito de la evolución ha sido
dad operativa y da una identidad tangible al hombre, no por ser un Darwin. Es habitual suavizar la descripción de su obra dejándolo al
progreso hacia un estado, sino por serlo desde algún estado. Sos. margen del mal liSO dado a sus ideas por un primo suyo y por otros
tendré que lo <l ue hay aquí es una dinámica de identidad en nega­ contemporáneos. No me ocuparé aquí del grado en que la obra
ción semejante, de maneras b;lsÍcas, a la presentada en el último ca­ científica de Darwin fue manchada por racistas y evolucionista
pítulo. Esta sem~janza produce una continuidad en el mito a pesa¡­ sociales. Tampoco me ocuparé del grado en que la idea de la evolu­
de la percepción convincente de una ruptura epistémica en e! últi­ ción, siempre incierta, ha sido calificada o socavada, en términos cien­
mo periodo de la Ilustración (lioucaulL, 1970). Una ordenación de! tíficos, por trabajos posteriores de paleontología y paleoantropolo­
mundo clasificadora y espacial parece retroceder, y parece surgir gía. Esta última labor tiene una importancia indirecta para mis
una fuerza evolutiva y temporal. Pero hay una hOlIlología vinculan­ preocupaciones. ya que la oposición devastadora de ciertos especia­
te en la sucesión racialmente jerárquica dentro de cada sistema, listas a la idea de la evolución es muestra de su persistencia como
que hace posible una continuidad en el mito. Ésta es parte de la mito. La negación de la culpabilidad de Darwin por el abuso de las
continuidad misma que la percepción de una ruptura cpistémica ideas evolucionistas reafirma a éstas, y a Darwin como su creador
confirma al oponerse a ella. AsÍ, un mito de la modernidad vería (una atribución que no es totalmente exacta), en una esfera de pure­
retrospectivamente el progreso inventado en la Ilustración corno za mítica. Así, las patologías con que se ha investido a la evolución
una evolución incipiente, aunque los dos difieren en (orma radical se vuelven excepcionales y evanescentes. Por el contrario, mi argu­
en sus profundidades epist6micas (Foucault, 1970:150-154). mento es que esas patologías supuestas son intrínsecas a la evolu­
Este nuevo esguema epistémico anuncia un cambio generalizado
ción corno mito, y gue Darwin es una figura lo suficientemente ge­
e inexorable. Las nuevas ciencias de la vida coinciden con la reali­
nerosa para darles cabida.
dad y el ser. Son intrínsecamente sensibles al cambio y ellas mismas
Misia Landau nos dice que "de todas las historias que los paleo­
cambian y se desarrollan sin cesar. Ya no hay un orden de las cosas,
antropólogos han contado [y hay una gran diversidad de ellas 1, sólo
una ley natural establecida o ningún otro sustrato duradero. Sin em­
The descent 01 man {la ascendencia del hombre} de Darwin [... ] se apro­
bargo, la ciencia no se limit.a a encontrar y confirmar un cambio
xima a la categoría de una versión autorizada" (Landau, 1991:19).
promiscuo (} caótico. La ciencia crea o "descubre" el orden, aun
Darwin ya había anticipado que su versión del "origen de las espe­
cuando este orden siempre es considerado provisional. y hace ex­
cies" arroíaría luz sobre "el origen del hombre y su historia" (Dar­
tensivo un orden unificador presumiblemente a todo cuanto todavía win, 1970:458). Estábamos así ante una nueva génesis del hombre, si
está por descubrirse. (La teoría del GlOS es, en cierto modo, una ex­ bien a primera vista no era halagüeña: un desarrollo natural de un
cepción de esto.) La resolución mítica de la contradicción entre or­ linaje animal. El hombre era incluido en la vida y sujeto a las mis­
den y cambio se ofrece e1\ una progre:-.ión que se equipara con el mas fuerzas que creamn todas sus formas. Sin embargo, una clara
cambio, incorporándolo o, por lo ruenos, orient¡índolo en una orde­ humanidad era extraída de ese proceso. Esto entrañaba una historia
nación unitaria, lineal y seriai. Para el pensamiento social, la fümla difícilmente menos especulativa que la variedad dieciochesca más
más influyente de esa progresión ha sido la evolución. Esta influen­ imaginativa, y en la que la "ascendencia" del hombre de una "for­
cia no se limita a la aplicación de la doctrina evolucionista a la socie­ ma" inferior se inicia en un descenso de los árboles debido a un su­
dad, sino que se extiende a los términos duraderos que la evolución puesto "cambio en su manera de procurar su subsistencia, o algún
ha legado al pensamiento social moderno.
cambio en las condiciones circundantes" (Darwin, 19<18:433). La
existencia terrestre decididamente demuestra ser más hobbesiana
que una amable arboreidad. El reto de este nuevo estado produce
un comportamiento omnívoro, agresivo y progresivo, una combina­
100
LA CONSOLIDACIÓN MÍTICA DEL DERECHO MODERNO
LA CONSO] JDAClÓN MíTICA IlEL DERECIIO M( >DERNO 101

CJon curiosa. De manCTa ,dgo parado)Ica, este comportamiento au­


Darwin bizo hincapi¿: particular en el dcsalTollo de las "f~lculta­
menta una propensión superior a la existencia soci;:d que reside en
des intelectuales" (Darwin, 1948: cap. 3 y 4). Con la "selección natu­
el hombre o en el hombre incipiente (Darwin, 1918:478). Por ende,
ral", por eíemplo, encontramos que "la verdadera lucba" en The des­
mediante diversos acontecimientos psicológicos y mentales, hay una
cent ofman no ocurre entre animales y hombres sino entre humanos
transición de lo animal a lo humano, Luego hay otro cambio culmi­
de diversos intelectos (Landau, 1991 :.1)0). Darwin ya había señalado
nante, esta vez del salv~jisl11o a la civilización.
en The origin ofslm;ies ¡El orl:gen de las eSIJeriesj que "como los indivi­
A pesar del amplio consenso que hubo sobre este tipo de histo­
duos de la misma especie son los que más compiten entre sÍ, la lu­
ria, hubo y sigue habiendo poco acuerdo o poca claridad sobre su
cha será más severa entre ellos" (Darwin. 1970:442).
dinámica real. La diversidad e incluso el contenido de las causas
El vínculo entre la progresión yel índividuo es mediado en térmi­
impulsoras no sólo igualan a aquellos ofrecidos en las histori::1s de
nos de raZ'1. Al tratar del avance del hom.bre de un estado ,alv~e a
progreso del siglo xvm sino que les añaden una inclinación por los
un estado civilizado,
factores anatómicos. Subsistía, sin embargo, una adhesión a un des­
arrollo elevado e incluyente. En algunas ver,iones, que suelen consi­
Darwin pasó casi inconscientemente de la lucha y la selección individual a
derarse como las más científicas, ésta fue una progresión sin teleolo­ la lucha y la selección de grupo () racial ¡... ] Para él las razas humanas for­
gía. Pura y simplemente, fue. Por ejemplo los electos de la mutación maban unidades IlIentales }' morales discretas, hasadas en la dilerencia bio­
casual en un proceso de selección natural podían, evidentemente, 16gica [...] Darwín aceptaba tamhi':'fl que las razas [ormabm¡ una
no estar subordinados a nn propósito o a un fin. Pero el crírerío mental y moral, del mellos ¡¡lmás lllor~ll e inteligente. (Slepan, 1982:57.)
opuesto podía encontrarse con igual rapidez: "como la selección na­
tural funciona únicamente por y para el bien de cada ser, todas las el dominío de una raza sobre otra, era el resultado
dotes corpóreas y mentales tenderán a progresar hacia la de la lucha evolutiva entre ellas. Darwin d~jo que el resultado depen­
ción" (Darwin, 1970:159). día de "cuál de ellas tiene la organización más apta, o el instinto
Podemos empezar a desarrollar, con ayuda de .Iones, el vínculo decir, el intelecto f:n el hombre) para ganar la lucha" (véase Stepan,
mítico entre la progl'esión evolutiva y el individuo: 1982:57). Y fue la raza europea la que ganó la lucha. La evolución
podía dar cabida a la variedad cOlllpetídora en una especie y pro­
En I fl66 W'allace le había advenido a Darwin acerca de la [rase "selección na­ pOI-cionar una base para cV::1luar díterentcs "formas" cIentro de las
tural". Él creía (Iue sería lIlal comprendida y que los términos "Naturaleza" y especies, "favoreciendo las bucnas y rechazando las malas"
"Selección" teudcrían a implicar una inteligencia direniva en la evolucl()n. EJ7ü:108, 44:3). En Tite desf'pnt arman el salvaje era juzgado frecuen­
Pero advertir contra una expresión es comprender mal un proceso intelectual
te y rigurosamente, e incluso se manifestaba preferencia por ciertos
y social fundamental. La creencia en uIJa Dirección y una Inteligencia que ge­
simios heroÍCos sobre el "salvaje que goza torturando a sus enemi­
neran la historia habría sido introducida de cualquier manera. Tras esto ba­
bía presiones sociales que exigían (jUl' el orden social fuera representado gos, ofrece sacrificios sangrientos, practica el infanticidio sin remor­
como un patrón de categorías racionales; en otras paJahr:1s, que la sociedad dimientos, trata a sus (~sposas como escla\'as, no conoce la decencia
era como era porque ésta era la manera mejor o más razonable cn qlle podía y está atemOlizado por las supersticíones rn,is burdas" (Darwin,
ser. Una segunda caracterÍslica illlportante era describir a la sociedad y a los 1948:919-(20). Los términos de esta superioridad eran muy pareci­
lugares .)Ocia! y racial en ella en térlllinos de atr¡;mtos individuales. Lo que
dos a los de los mitos de origell del siglo XVIII. Incluían el dominio
los darwinistas sociales vieron en la selección natural no se elimin(i con el tí­
progresivo de la razón o, ahora, de la inteligencia, sobre la naturale­
tulo alternativo de Wallare, "supervivencia de los llIás aptos". Este último tér­
za, y el desarrollo de la organización social, y todo esto a expensas
mino coincidía darallle11le con olra de SUs premisas básicas: que la
de otros inferiorcs que pueden ser subordinados o desplazados
social y la acción social son una fimci<Ín de la ülnlltad individuaL (Tones,
Darwin, 1948:478;
1980: 1,1'~ \
A primera vista puede parecer contradictorio hablar de un fun­
damento evolut ivo de las ideas racistas. Al fin y al cabo, por muy in­
LA CONSOllDACIÓN MÍTICA DEL DERECI 10 MOm:RNO 1fl:3
102 LA CONSOLIDACI()i\: MíTICA DEL DERECHO MODERNO

feriores que sean, es presumible que las razas interiores todavía po­ ca principal. Esto no es simplemente una cuestión de que "la histo­
drían evolucionar hasta posiciones más elevadas. Incluso podrían ria de las ciencias raciales [es] la historia de una serie de acomodos
ser ayudadas en esto por una raza superior, argumento cuya fre­ de las ciencias a las demandas de convicciones firmes sobre la 'naJu­
cuencia corrió pareja con la difusión ele la colonización formal. ralidad' o las desigualdades entre las razas humanas" (Stepan, 1982:
XX-I) Las ciencias del hombre y de la sociedad no existen aparte de
Pero, finalmente, la raza obstruía la perspectiva de mejoramiento de
dos maneras. Con una de ellas, lo que para todos los propósitos prác­ estos acomodos. Darwin, por ejemplo, no vio las teorías raciales
ticos era racismo admitía la perspectiva de mejoramiento pero apla­ de Spencer o incluso de Knox como algo diferente de su obra (véase
zaba su alcance: Dickens dice que salvar "a razas ignorantes y salva- por ejemplo Darwin, 1888:428). Ni la influencia continua de la raza
es un trabajo que, al igual que los cambios progresivos del globo y la evolución en las ideas sociales puede estar adecuadamente con­
mismo, requiere un número de años cuya sola consideración nos tenida en esferas intelectuales pequeñas pero que aún sobreviven
ofusca" (véase nrantlinger, 1985: 174). En cuanto al otro obstáculo al como la de la sociología evolutiva. Yo sostendré a continuación que
mc:joramiento, la inferioridad racial intratable fue vista corno un re­ esa influencia sigue estando generalizada.
sultado de la evolución, no como algo que ésta podría superar. Los Podríamos empezar con la parad(~ia de Spencer. Desde una eleva­
dos obstáculos se combinaron en el criterio, común en las situacio­ ción sin paralelo en su época, Spencn ha sido relegado a un lugar
nes coloniales, de que los "nativos" podían mejorar pero sólo "hasta de transitoriedad en la historia de las ideas sociales. N o es difícil dis­
cierto punto y nada más". cernir las razones de esto. Su invención ele la evolución social y su
Estas barreras al progreso de las razas inferiores fueron confir­ trasferencia general de las fuerzas biológicas a marcos sociales fue­
madas en una ciencia racial que sólo retrospectivamente puede ser ron realizadas en términos raciales y, hasta cierto punto, racistas. Se
separada de las ideas evolutivas. Las infinitas mediciones de la ca­ colocó a grupos de pueblos y sus instit uciones sociales en "la escala
pacidad craneal y de los perfiles faciales, y la atribución de distin­ de la evolución" de acuerdo con su raza. Esto era el resultado de "la
tos caracteres mentales y morales a los supuestos resultados de tales lucha por la existencia" en la cual las razas "más bajas" e "inferiores"
mediciones, no fueron actividades excéntricas y aberrantes. Esta­ perdieron () fueron más lentas en su avance. Las razas inferiores
ban en la tendencia de las nuevas ciencias del hombre y de la socie­ lueron identificadas, en los términos de la época, como aquellas
dad. Roben Knox, por ejemplo, suele considerarse como una figu­ cuyo cerebro pesaba menos y tenía menos actividad, o que tenían
ra fundamental en la ciencia de las razas. Ahora las referencias a un ángulo más agudo en su perfil facial, y otras cosas por el estilo.
The nu:es ojman [Las razas del hombre], libro que fue publicado por También fueron identificadas, en términos compartidos con una
primera vez en 1850, tienden a burlarse de su racismo virulento y tradición occidental más vÍ<,:ia, por su modo de subsistencia y por la
de su imperialismo desenfrenado. La obra admirable de Fryer trata "rigidez de sus costumbres" (véase Haller, 1975:123-129). Pero
así a Knox, pero Darwin se salva: sus teorías fueron "deformadas" Spencer estaba creando una tradición nueva, una tradición ubicada
(Fryer, 1988:171-175, 181). Sin embargo Knox, en términos que en­ en las ciencias de la vida, y en la cual todo era impulsado o manteni­
tonces estaban en la vangua¡-dia de las ciencias, vincula al hombre do junto por "la general de la evolución".
con "toda la vida" y encuentra (lue es inseparable "del mundo al promover un "estudio de los hechos" que justifica la com­
nico"; Knox anticipa también algunas de las doctrinas principales paración de una sociedad con un cuerpo vivo, encuentra "que el pa­
de Darwin (Knox, 1862:11, '12-13). Por lo menos Knox tuvo la ralelismo es tanlo más marcado cuanto más minuciosamente se tra­
virtud de reconocer que la "raza sajona", aunque fuerte e inex()ra­ za" (Spencer, 1972:61). Después de describir la estructura de varios
ble en su avance imperial, era engañosa en su afirmación de que protozoarios dice:
ese avance se efectuaba en pro de la causa de la humanidad y la civi­
estas pequdlas sociedades de mónadas, o células, o comoquiera que se las
lización.
llamc, sólo son sociedades CH el sentido más bajo: en ellas no hay subordi­
M<Ís importante aún es la influencia inversa, en la que las ciencias
nación de las partes... no hay organización. Cada una de las unidades COl1l­
de las razas entran en lo que se considera como la corriente científi­
104 LA CONS< )UDACIÓN MÍTICA DEL DERECIlO MODERNO 105
LA CONSOLlD;\ClÓN MÍTICA DEL DERE<;m) MODERNO

ponentes vive por y para ella misma: ni da ni recibe ayuda. No hay depen­
brevive manifiestamente, y no sólo en rasgos particulares, como la
dencia lUhlua. excepto la consecuente de la mera lInión rncGínica. (Spen­
cada vez mayor de las sociedades, sino también en el
cer, 1972:G 1.)
funcionamiento de fuerzas míticas incluyentes que proporcionan 1m
A continuacióll Spencer atribuye falsamente estos atributos a las orígenes, el núcleo persistente y la dinámica que impele a la socie­
razas "más interiores", ejemplificando lIna elección común entre dad y a su desarrollo. Las fuerzas se presentan en narraciones vita­
los evolucionistas para scfíalar el bajo cstatus racial: los llamados listas que cuentan el dominio progresivo de la naturaleza por parte
hosquimanos (cuya organización social era la antítesis de estos atri­ del hombre, y cosas por el est ilo. Estos podne~ míticos
butos ): también a las partes constituyentes de la sociedad, proporcionando
los orígenes y un desarrollo consecutivo para cnlÍdades como la fa-
Ahora bien, ;acaso no discernllllos aquí "analog'Ías" con las primeras et.a­ la ley y b, "
pas de las sociedades humanas? Enlre las ra7.as más inferiores, como los En su efecto rmis general, el demiurgo moderno adopta una va­
sólo encolllramos una ,lgregación incipiente: veces riedad de {órmas. Pondré corno ejemplo, sin duda con una breve­
familias solas; otras veces dos o lres familias que vag;m jumas. El número dad imperdonahle, las ancestrales del pensamiento social
de unidades asociadas es pequeflO y variable, y su unión ll1uyhreve. No moderno: Marx, Durkheim y Weber. A pesar ele los aspectos
existe división dellrabajo excepto enlre los sexos, y la única d¡¡se de vos de Spencer, Durkheim es quien está más cerca de él. Con la fa­
lIlulua es h1 que ocurre en 1111 ataque (J una defensa conjunlos. No vemos mosa distinción de Durkheim, se consideró que la "solidaridad me­
nada m;ls ,lllá de un grupo indiferenciado de individuos ¡¡ue forman el ger· cánica" se observaba sohre todo en las sociedades primitivas, las
lIlcn de uml sociedad; al igual que en los grupos de cdulas
cuales eran amorf<1s, comunales y estaban basadas en el parentesco;
descritos anteriormente, sólo vemos la etapa inicial de organización animal
y vegetal. (Spencer, 1972:(] 1.) mientras que la "solidaridad orgánica" se encontraba, o se
en 1<\5 sociedades complejas, funcionalmente diferenciadas y coo­
perativamente organizadas. El ímpetu gue había tras la trasforma­
Spencer prosigue en esta vena, que es típicamente mítica puesto
ción de una en otra, un ímpetu que sustentaha toda la historia, era
que extrae los orígenes de la sociedad de los procesos de la natura­
el aumento simultáneo del tamaüo y la densidad de las sociedades
leza, yendo ahora más allá del caos relativo de la precreación a póli­
(Durkheim, 1983:56). Weber se preocupaha menos de esta clase de
pos más complejos: "en vez de estos pequeüos grupos variahles
trasformación, que consideraba una generalidad aislada, pero pos·
como los que forman los bosquimanos, llegamos a los grupos más
tulaba contínuamente una progresión desde los vínculos de la "tra·
y permanentes formados por salvajes no tan inferiores, y
y "comunales" a los vínculos "racionales" y deliberadamente
empezamos a encontrar rastros de estructura social" (Spencer,
"asociativos" en contextos tales como los tipos de autoridad y de or­
1972:61 ). La progresión continúa en unión de una sociabilidad cada
ganización (véase por ejemplo Weber, 1968:48-49, 215-216). En la
vez mayor, en un movimiento desde bs sociedades nómadas hasta
transición hubo tamhién una lÍ1erza impulsora general, la de una ra­
las sociedades "semisedentarias" a las sedentarias, y de allí a la CÍvili­
cionalización cada vez mayor. Dicha fuerza se consolida rinalmente
nción (Spenccr, 1972:144-145), El avance general se traza en fun­
en el dominio de la organización burocrática, el cual responde a lo
ción del aumento de diverso~ factores dinámicos: la escala de las
que "la economía de mercado canitalista r... 1 demanda" (véase We­
sociedades, la diferenciación de las funciones sociales, la coopera­
ción y la complt:jiclad de la organización y la estructura de la vida ber, 1968:973-975).
La preocupación por el capitalismo fue primordial en la obra de
social (Spenccr, 1972:(2).
Marx. Del capitalismo y su creación Marx extrajo una fuerza de efi­
¿Acaso la expulsión puriücadol'<l de Spencer de las ideas sociales
ciencia productiva inexorable que explicaba el desarrollo evolutivo
se acompaJiú de la expulsi<')fl de la mitologia? En modo alguno, se·
de las sociedades, un desarrollo que predica "una tendencia peren­
de las referencias al avance en la historia que él
ne al progreso productivo que se deriva de la racionalidad y la inte­
que la mitología se haya "hlanqueado" pero so-
ligencia en el contexto de la inclemencia de la naturaleza" (Cohen,
106 LA CONSOUDACIÓN MÍTICA DEL DERECllO MODERNO LA CONSOLIDACIÓN MÍTICA DEL DEI}ECJIO MODERNO 107

1978:155). En cierta medida esta percepción del desarrollo se ha~ó fuente de prueba se encuentra en la antropología que, como mues­
en el estudio comparado de las sociedades, pel"O estllvo fundamen­ tra Fahian, trasforma la separación entre pueblos en el espacio en
tada, sohre todo, en el principio spenceriano de que todas las eta­ una separación y gradación en el tiempo (Fabian, 1983:11-21). "No­
pas de progresión estaban contenidas en su más cabal desarrollo y sotros fabricamos una historia para abarcar los hechos que descono­
sólo podían ser comprendidas adecuadamente en él, es decir, en la cemos o que no podemos aceptar" (Barnes, 1990:242).
perspectiva de la sociedad burguesa como recapitulación de la histo­
ria hasta entonces (por ejemplo Marx, 1973:105-106). Esta posición
se comhinaha sin dificultades con esa xenofobia integral que carac­
terizó al pensamiento europeo a fines del siglo XIX. Esto permitió a LA PROGRESIVIDAD DEL DERECHO
Marxjuzgar y encontrar ahyectamente insuficientes no sólo a la co­
munidad primitiva y campesina, sino también a las otrora altas civi­ Estas historias de la progresividad de la sociedad están estrechamen­
lizaciones de India y China (véase por ejemplo Marx, 1969:93-94, te vinculadas con la progresión del derecho, e incluso contadas en
188). En resumen, todos estos antepasados del pensamiento social esos términos. Como nos dice Kuper: "el estudio de la sociedad pri­
moderno "concebían el nuevo mundo en contl-aste con la 'sociedad mitiva no se consideraba, por lo general, como una rama de la his­
tradicional', y detrás de esta 'sociedad tradicional' discernían una toria natural. Fue tratado inicialmente como una rama de los estu­
sociedad primitiva o primaria" (Kuper, 1988:4). Para todos ellos, las dios jurídicos" (Kuper, 1988:3). La sociedad primitiva misma era
fuerzas demiúrgicas de la progresión crean y sustentan el vínculo "una fantasía [ ... ] fahricada por abogados especuladores a fines del
entre la identidad europea moderna y aquello de lo que así se deriva siglo XIX" (Kuper, 1988:8). (Quizás el estudio de los casos jurídicos
negativamente esta identidad. en su acumulación organizada temporalmente proporcion6 modos
La historia es lo que se supone que explica esta trasformación y adaptahles a las ideas de la progresión de la sociedad.) Además, "las
efectúa el desplazamiento de las versiones míticas del origen y la cuestiones investigadas -el desarrollo del matrimonio, de la familia,
progresión. Sólo mediante la valiente aceptación de una historia ili­ de la propiedad privada y del Estado- fueron concebidas como
mitable "el mito podía ser dejado atrás" (Ehade, 1963:113). El mito cuestiones jurídicas" (Kuper, 1988:3).
conservaha "la negativa del hombre arcaico a aceptarse como un ser De todos los abogados y eruditos Maine es el que influyó de ma­
histórico" (Eliade, 1965:85). Pero la historia occidental se ha revela­ nera más persistente. Su obra principal y más importante fue An­
do como mítica, tanto en su arrogación de la historia universal cient law [El derecho antip;uoj (Maine, 1931). Es difícil descubrir la cla­
como en sus interpretaciones específicas (véanse, por ejemplo Ber­ se precisa de evolución que adoptó Maine. Ancient law se publicó a
nal, 1987; White, 1973; Wolf, 1982). A pesar de sus afirmaciones in­ comienzos de 1861, poco después de The origin o/sjJeries, pero al pa­
cluyentes, es una historia que también está limitada por su forma recer no le dehe nada a esta última obra (Stcin, 1980:88, n 24). Stein
mítica; un flujo de acontecimientos ordenados causalmente (ksde señala la convicción de Maine de que la historia "debe enseñar
un origen establecido. Esto socava la afirmación de que la historia aquello que enseñan todas las otras ciencias: la secuencia continua,
se iguala -y menos aún desplaza- a una mitología occidental. En el orden inflexible y la ley eterna" (véase Stein, 1980:88). Luego tra­
sus propios términos, la historia es incapaz de sostener las versiones za un paralelo entre la referencia fugaz de Maine a la geología y la
occidentales comunes del origen y el progreso de la sociedad (véan­ "doctrina uniformista" de Lyell, en la cual "los camhios en la super­
se Hodgen, 19li4:481-484; Kuper, 1988:7). Es preciso buscar la ficie terrestre eran [ ... ] resultado de füerzas físicas regulares, en
"prueba" en otra parte. Ha habido dos fuentes. Una es el registro ar­ cambio constante, aunque gradual y casi imperceptible" (Stein,
queológico que se traduce en etapas de desarrollo mediante su 1980:88). (Stein traza otro paralelo entre esta doctrina y el derecho
equiparacil~ll1 con un ordenamiento sucesivo de las sociedades re­ consuetudinario [Stein, 1980:88]. Lyell era ahogado y también geó­
cientes y existentes. Goody dice que no tenemos más opcitln que la logo.) Según Maine, hahía que tener en cuenta "las cualidades here­
I de aceptar Il)s "peligros" de esta fuente ((~oody, 1~)7(i:3). La otla dadas de la raza, esas cualidadc's que cada generación recibe de su~

I
l,
LA CONSOLIDACIÓN MÍTICA DEL DERECHO MODERNO 109
U\ CONSOLIIJACIÓN MíUCA DEL DERECHO MODERNO
108

trasmite ligeramente modificadas a la genera­ Maine de bs 'etapas' de desarrollo sodal consideraha el avance de
1931:96). Maine se diferenciaba de Lyell en la unidad social desde el grupo familiar primitivo hasta el Estado te­
un aspecto Importante. A juicio de este último, el tiempo y sus efec­ rritorial moderno", y su "tesis general" era "que el poder de autode­
tos tendían a ser circulares. Él consideraba que "el pterodáctilo po­ terminación del individuo aumentaba aun cuando la autoridad polí­
día volar de nuevo a t[(lVés de hosquecillos umbrosos de helechos líea central incrementaba su poder" (Stone, 1966: 121, 126).
arhóreos" (véase G(mld, 1987:10~). Ajuício de Maine el avance era La naturaleza mítica de este plano para la autoridad de Occiden­
más decididamente lineal, pero tenía límites. Después de una etapa te queda indicada por la escasez de pruehas que Maine aduce para
rl"'~rm;n'>clq las sociedades "se dividían en estacionarias y progresi­ apoyarla, escasez que ha sido mencionada con frecuencia. Stein lo
habían "detenido" su "desarrollo" (Maine. expresa gentilmente como sigue: "Fue el genio que tenía Maine
vas", y Lis
para la generalización, evidentemente intuitivo, lo que convirtió es­
1931:18-19). Por fortuna "había una o dos razas libres de esta cala­
midad gracias a un destino maravilloso": estas razas eran capaces las ideas en el lugar común del pensamiento jurídico" (Stein,
de formar "sociedades progresivas" de las cuales "lo más notable es 1980:98). Para el grueso de la historia de Maine la fuente predomi­
su escaso número" (Maine, l!Bl:18, 64). En términos contemporá­ nante es el derecho romano, tomado "como un sistema típico"
neos, las sociedades cuvo número era escaso eran las civilizaciones ne, 1931 Así pues, el desarrollo supuesto del derecho romano se
avanzadas de "Europa occidental" (Maine, 1931: 1R). Maine hizo un convierte en una base para condenar a todas las sociedades salvo a
las pocas que eran progresistas. Quizá la falta de pruebas más ex­
descubrimiento que sería famoso:
tensas no preocupó mayormente a Maine puesto que adoptó una
idea evolutiva que aseguró su proyecto en la autoconfirmación:
El movimiento de las sociedades progresivas ha sido uniforme en un aspec­
to. Durante lOdo su curso se ha distinguido por la disolución gradual de la
dependencia de la familia y el establecimiento, en su de la obligación Si por cualquier medio podemos determinar las primeras formas de con­
individual. El illdividuo sustituye firmemente a la Familia corno la unidad ceptos jurídicos, se¡-án inapreciables para nosotros. Estas ideas rudimenta­
que toman en cuenta las leyes civiles Podemos decir que el movimiento rias son para el jurista lo que los estratos primarios de la tierra son para el
de las sociedades progresivas ha sido, hasta ahora, un movimiento del Esta­ geólogo. Contienen, en potencia, todas las formas en las que el derecho se
ha mostrado después. (Maine, 1!)~1:2.)
tus al Contrato. (Maine, 19:11: 140-141.)

1'] derecho romano proporcionó tanto los conceptos más simples


Maine establece la evolución social de Occidente como este vasto
como su vinculación con el presente progresivo:
movimiento de un estado a otro diametralmente opuesto. En térmi­
nos jurídicos, el concepto del derecho alcanzado contrasta radical­
Gran parte de la investigación intentada no hubiera podido proseguir con
mente con los comienzos del derecho cuando "apenas ha alcanzado la más mínima esperanza de alcanzar un resultado útil si no hubiese existi­
la condición de costumbre: es más bien un hábito"; o, lo que es do un cuerpo de leyes, como el de los rOlIlanos, que tenía, en sus porciones
peor, contrasta con un despotismo despreciahle en el (Iue el hombre más tempranas, las huellas de la antigüedad más remota, y que suminist.ra­
"estaha prácticamente controlado en lodas sus acciones por un ba, en sus reglas posteriores, el elemento principal de las instituciones civi­
men no de derecho sino &: capricho" (Maine, 1931:6-7, 152). En su les por las que la sociedad moderna es controlada incluso ahora. (Maine
ohra posterior, publicada por primera vez en 1875, Maine tendió
más a lo que para entonces se había convertido en una idea común
acerca de la costumhre, según la cllalla costumbre es obedecida por Así Maine "trazó un rumbo científico en los terrenos del dere­
"un instinto casi tan ciego e inconsciente como aquel que produce cho" (Pospisil, 1971:150).
algunos de los movimientos de nuestro cuerpo" (Maine, 1897:392). Lo que de otro modo serían afirmaciones asombrosas sobre este
era un escenario en el cual el individuo, y las propiedades del extraño librito -(lue prod~jo "la idea común del pensamiento jurí­
tenían poco o ningún papel. En c or"!i unto, "la teoría de dico", que sus generalizaciones "fueron entonces, y siguen siendo

.u......!
110 LA CONSOLIDACIÓN MÍTICA DEL DERECHO MODERNO LA CONSOLIDACIÓN MÍTICA DEL DERECHO MODERNO 111

ahora, muy persuasivas" (Stein, 19i:lO:98, 101)- manifiestamente tie­ kheim, 1983:33-34). Por el contrario, la solidaridad social es "en ver­
ne poco que ver con su erudición pero mucho con su encapsulación dad el alma de! derecho" (Durkbeim, 1983:151). Así pues, el dere­
del mito de la cra. El libro Ancient law fue escrito, por decirlo así, cho, al igual que la solidaridad social, se ve en función de la evolu­
hacia atrás. En un sentido inmediato, abordaba implícitamente un ción de una posición polar a otra. El del derecho se sitúa en
debate sobre la manera en la que debía ser gobernada la India (Sto­ la solidaridad mecánica donde, en "las formas más bajas de socie­
kes, 1959). India fue colocada de modo precario en la corriente pro­ dad", es penal, represivo y religioso; su culminación se encuentra en
gresista y sólo podía avanzar, al fin de cuentas, en la única forma en la solidaridad orgánica en la cual el derecbo está basado en la coo­
que era posible hacerlo: como los romanos y los ingleses. Esto le re­ peración entre los individuos, sus sanciones son "puramente restitu­
veló a Occidente una progresión mítica que correspondía, milagro­ torias", sus reglas tienden a ser "universalizadas" y racionales, y "la
samente, a su propia presentación. ira ya no es lo que gobierna la represión sino [... ] la previsión" (Dur­
Las versiones de la progresión del derecho hecbas por los creado­ 1983:38,46, 60).
res de las ciencias sociales difícilmente mejoran la concisa historia de Ni Marx ni Engels exploraron el derecho de una manera sosteni­
Maine. Aquí Spencer capta de nuevo el carácter distintivo. Su interés mas no se sintieron inhibidos al hacer la observación méis inclu­
por el derecho era frecuente, y tomaré su capítulo sohre las "Leyes" yente sobre su evolución. A pesar de su crítica devastadora de la so­
de los PrinciPies 01 [PrinciPios de sociología] como la versión ciedad moderna y su derecho, éstos representaban, hasta entonces,
quizá más coherente, si esto no significa abusar del término (Spencer, lo mejor del logro evolutivo. Es comprensible que Marx y Engels hi­
1885: cap. XlV). Este capítulo es una variedad de relatos de viajeros y cieran un hincapié particular en el papel de la propiedad y el des­
fragmentos ocasionales de historia jurídica. Todo ello se mantiene arrollo de las fuerzas productivas en la progresión del derecho. Así
unido simplemente con verbos impelentes que, en el mejor de los ca­ pues, para ellos "la guerra civil se desarrolla simultáneamente con
sos, evocan doctrinas evoluÜvas. escogiendo casi al azar, las la propiedad privada por la desintegración de la comunidad natu­
meras líneas de la página 527 revelan que "crecen", leyes que ral" (véase Cain y Hunt, 1979:53). Pero esta clase de hincapié no ex­
"resultaron de la creciente complicación de los asuntos", "órdenes sa­ cluía otros factores compartidos con la principal corriente sociológi­
primitivas que originaron" "un cuerpo de leyes humanas" que ca, tales como una "diversidad de la población cada vez , una
"se produjo" y un delito que "se vuelve" distinto de otro. El propósito "especialización de las funciones cada vez mayor" y una "división
de este catálogo, que podría derivarse igualmente de otras partes del del trabajo" en aumento (véase Cain y Hunt, 1979:159-160). En la
capítulo mencionado, es mostrar que Spencer sólo tenía que evocar evolución de la costumbre primitiva al derecho hubo también una
lo que era, por entonces, la ubicuidad de la idea de la evolución so­ mayor división del trab,úo jurídico y una especialización de las fun­
cial, para establecer la importancia hásica del derecho. ciones jurídicas de más en más acentuada, yen este proceso el dere­
De las tres grandes figuras ancestrales del pensamiento social cho se convierte, como d~jo Engels, en "una esfera independiente
moderno es de nuevo Durkhellll quien está más cerca de Spencer. [...J que, a pesar de su dependencia de la producción y e! co­
Sus fuentes son incluso más antiguas; sin embargo, no está menos tiene también una capacidad específica para reaccionar a
seguro de presentar una ev.olución rápida del derecho que, a juicio esas esferas" (véase Cain y Hunt, 1979:55, 57). La prueba que Marx
de los especialistas posteriores, logra afirmar precisamente lo y Engels derivaron de la evolución para sus ideas era extensa pero
opuesto ele lo que ocurrió (véase Lukes y Scull, 1983:10-15). Según también difusa, y no abordaba la supuesta evolución del derecho
Durkheim, la historia del derecho es inseparable de la historia de la más que esporádicamente, y menos aún igualaha su alcance inclu­
evolución de la solidaridad social. El origen del derecho se encuen­ yente. Marx no redujo la necesidad de pruebas ailadiendo e! dere­
tra en la aparición de la sociabilidad organizada (Durkheim, cho a categorías tales como la producción y el trabajo, que sólo es
1983:34, 147). El derecho es "ese símbolo visible" de la solidaridad comprender cabalmente desde la perspectiva de su más
social: "podemos estar seguros de encontrar reflejadas en el dere­ completo desarrollo (Marx, 1973:105-1(6). Fue Pashukanis
cho todas las variedades esenciales de la solidarídad social" realizó esa adición en su lugar:
LA CONSOUDACIÓN MíTICA DEL DERt:CHO MODERNO 113
ll2 LA CON.SOLlDACIÓN MÍTICA DEL DERECHO MODERNO

La forma Ide den::rllo ] más des::lnollada hace que las elapas anteriores, en "Es tan sólo a la luz de nuestra ignorancia que todas las formas
las cuales ,¡parece sólo COIIIO un embrión, sean comprensibles para noso­ ;yenas adoptan el mismo matiz" (Anderson, 1974:549). Incluso la
tros [...] Sólo después de un periodo de desarrollo gradual alcanza su cabal capa uniforme que estos profetas del derecho moderno imponen al
florecimiento, su diferenciación y definición máximas. (Paslmkanis, mundo negado no puede reconocerse simplemente como diferente,
1978:70-7] .) pues esto sería poner límites al proyecto europeo. Tal diferencia se
uhica como un precursor de lo que ha ocurrido de manera inexora­
Como indiqué anteriormente, Weber no abrazó una línea evoluti· ble y universal. En la constitución del ser europeo se produce la
va predominante pero sí señaló una progresión en determinadas es­ apropiación de todo un mundo. En su apoteosis el derecho moder­
feras sociales. Estas esferas incluían el derecho, las de cuyo no va, definitiva y áuameIlle, más allá de las etapas anteriores que
"desarrollo general" esbozó siguiendo un poco la tradición de Mai­ son difercntes de él y, sin embargo, son de él. La historia de lo que no
ne (véase por ejemplo, Weber, 1954:303). Pero el efecto perdurable es el derecho moderno se convierte, también, en una historia de lo
de Weber en los conceptos del derecho se caracteriza más por los <¡ue es. Éste es el resultado de la dinámica mítica que, a la vez, im­
procesos de negación que usó para identificar el derecho moderno la progresión lineal del derecho y de la sociedad, y proporcio­
que por una narración cabal de su evoluci6n (véase por <:'jemplo Un­ na las normas por las cuales se juzga que algunos han progresado
ger, 1976). El derecho se desarrolla en una racionalidad y un cálculo menos que otros. He derivado esta dinámica de figuras ancestrales
cada vez mayores (Weber, 1954:304, 350-351). Estos atributos, como del pensamiento social moderno, pero se han vuelto normales y su
otros rasgos de la sociedad moderna, son obtenidos por Weber en contenido mítico ha sido algo -y solamente algo-, "blanqueado".
una comparación constante con otros tiempos y otros lugares, espe­ Las normas de sociabilidad eurocéntricas y casi universales, de com­
cialmente Oriente, donde estas cosas no existen. No se trata de una o dikrenciación en la sociedad, de eficiencia productiva y
virtud superior occidental sino de "factores políticos concretos, que racionalidad, siguen siendo identifkadas de inmediato por las insu­
sólo tienen las analogías más remotas en otros lugares del mundo" ficiencias que revelan en aquellas que han sido superadas. En su cul­
(Weber, 1954:~~04). Por lo tanto, hay un contraste entre una "liber­ minación el derecho no sólo es un producto de esta dinámica ejem­
tad de contrato" basada individualmente y combinada con el estado plar sino que se convierte en instrumento suyo. Todo esto no es
territorial moderno, y una integración adscriptiva de "comunidades simplemente una cuestión de percepción teórica. Fue confirmado
de derecho" que son "particularistas" (Weber, 1968:695-699). O, en de manera abrumadora en la experiencia del colonialismo.
términos más operativos:

La adiudicación racional sobre la base de conceptos jurídicos rigurosamen­


de adjudicación que es guiada en lo EL COLONIALISMO Y LA CONFIRMACIÓN DEL DERECHO
fundamental por tradiciones sagradas, sin encontrar en ellas una base clara
para la decisión de casos concretos. (Weber, La cualidad amnésica de los orígenes del derecho moderno evita
una parad(~ja importante. Un derecho occidental avanzado, dedica­
"Un formalismo abstracto' de certeza jurídica" se constituye en la do en su apoteosis a la libertad y a cierta igualdad, se vuelve total­
negación del "derecho informal" de la adopción arbitraria de la au­ mente despótico cuando es enviado al rcsto del mundo en los pro­
toridad patrimonial o de la justicia discrecional del cadí dispensada cesos de colonización formal que se realizaron desde fines del
(Weber, 1954:351; 1968:811). Estas parodias en­ XVIII hasta comienzos del siglo xx. Había -y tenía que haber-, sufi·
cuentran equivalentes modernos en "cualquier fórma de :justicia cientes sem<,;janzas entre las leyes metropolitanas y coloniales para
" y en "todos los tipos de influencia intensa [... ] de la 'opi­ que fueran las mismas. El derecho occidental evolucionado era un
nión pública' ", ambos igualmente incompatibles con "el curso ra­ unitario, universal. Este derecho era una justificación
cional de la iusticia" (Weber, 1954:356). mordial y un instrumento del imperialismo, un instrumento que, en
114 LA CONSOUDAC¡ÚN :MITICA DEL DERECHO MODERNO LA CONSOUDACIÓN :MITreA DEL DERECHO MODERNO 115

opinión del gran practicante y teórico del imperialismo, "elevaría a den imperial era el caos de una precreación en la que los nativos vi­
la masa de los pueblos de Africa a un plano de civilización más ele­ vían -o a duras penas vivÍan- en la anarquía, la hechicería y el te­
vado", un don que "merecería la gratitud de los míllones de perso­ rror. Cualquier medio de civilización está justificado al tratar con
nas silenciosas e ignorantes" (Lugard, 1965:546-547). "Nuestro de­ esta negación absoluta y abyecta de ella.
recho -d~jo Fitzjames Stephen sobre la India-, es, de hecho, la A pesar de la semejanza necesaria entre el derecho de Europa y el
suma y la esencia de lo que nosotros debemos enseñarles. Es, por derecho de las colonias, había una diferencia importante y revelado­
decirlo así, el evangelio de los ingleses, y es un evangelio compulsivo ra entre ellos. Un orden jurídico estructurado alrededor del sujeto
que no admite disentimiento ni desobediencia alguno" Sto­ autónomo de Europa era, en sus términos, lo opuesto del régimen
kes, 1959:302). Esta tradición jurídica se había iniciado mucho antes jurídico autoritario necesario para los modos de explotación impe­
en la colonización de Irlanda (véase Pawlisch, 1985:6, 11). La in­ riales (Fitzpatrick, 1983). Esto no podía ser una cuestión de diso­
fluencia más inmediata y la modalidad general del gobierno colo­ nancia o de deficiencia "en el camino del derecho perfeccionado",
nial moderno derivaron de la formalización administrativa del go­ camino que un magistrado colonial exhortó a seguir a quienes esta­
bierno inglés de la India y del efecto de éste en Bentham y en otros ban a su cargo (véase Kelsey, 1990:212). La aparente diversidad en
utilitaristas (Stokes, 1959). el derecho se resolvió según el carácter de aquellos a quienes iba di­
El carácter autoritario y trasformador del derecho en la versión rigido. "El africano" podía "tener derecho a la ley" mas no "un dere­
utilitarista se adaptaba perfectamente al gobierno colonial. Incluso cho de autonomía [... ] porque el africano aún no había encontrado
el más liberal de esta tendencia se alineó en 10 que respecta a la In­ un yo que determinar" (Thornton, 1965:158). El libro de Westlake,
dia. John Stuart Mili, al escribir "On liberty" ["Sobre la libertad" J, Chapten on the jJrincijJles of internationallaw [Textos sobre los fJrincijJios
proclamó que "el despotismo es un modo legítimo de gobierno al del derecho internacional}, publicado en 1894, decía que:
tratar con bárbaros, siempre y cuando el fin sea su mejoramiento"
(MilI, 1962: 136). El "lenguaje de mando", "el instrumento de dere­ el derechu internacional no toma en cuenta a los nativos incivilizados. Esto
cho" y "la inmensa e indefinida influencia que los utilitaristas con­ J no significa que se les nieguen a estos nativos todos los derechos, sino
que la apreciación de los mismos se deja a la conciencia del Estado en cuya
cedieron al poder de la ley y del gobierno" tenían por oqjeto "intro­
soberanía territorial reconucida están comprendidos [... ] Al ser sujetos de
ducir [... ] las partes esenciales de la civilización europea" (Stokes,
la potencia que posee e! título internacional sobre e! país en el cual viven,
1959:55, 72, 302). Esta misión estaba estrechamente vinculada con los nativos tienen sobre sus gobernadores más que la demand,l común de
el derecho en Europa (Gramsci, 1957: 1 al igual que en Euro­ los gobernados: tienen la demanda de! ignorante y desvalido sobre el ilus­
pa, la paradoía aumenta por la afirrnación de un derecho civilizador trado y fuerte; y esa demanda tiene más probabilidades de ser satisfecha
para poner orden mediante la constante imposición de la violencia. cuanto más libre de inseguridad y de molestias es la posición de los
A pesar de una abundancia de pruebas en contrario. tanto para los nadores. (Westlake. 1971:47,
administradores como para los antropólogos e! derecho estaba aso­
ciado intrínseca e irrefutablemente con la paz y el orden (véase Fa­ Estas doctrinas hacían que los colonizados no fueran personas ju­
ris, 1973). Sin embargo, ese mismo derecho estaba en la vanguardia que sólo pudieran "disfrutar los derechos del hombre" "por
de lo que los mismos que lo proponían consideraban como "una ci­ medio de la conquista europea", y sólo si los europeos los dispensa­
vilización beligerante", que aportaba "obsequios siniestros" con su ban (véase Kiernan, 1972:23). Pero, como reconoció Knox, en su
reglamentación penal y, en el proceso, infligía una violencia inmen­ vena crítica, la "raza sajona" imperial no extendía "los derechos del
sa (véanse Nandy, 1983:69; Stokes, 1959:209, 288). Esta contradic­ hombre" a "ninguna otra raza" (Knox, 1862:547). La buena razón
ción quedó resucita en la equiparación mítica de! orden sólo con un de esto se ilustra en la causa R v, The earl of crewe ex parte Sehgorne
orden impuesto imperialmente. En la mitología, como vimos en el (1910 2 KB 575). Este juicio tuvo que ver con una ley de un
2, la colonización siempre está asociada con la imposición protectorado inglés en Áh-ica del Sur que disponía de manera espe­
del orden a una situación desordenada. Lo que existía aparte del or- cífica la detención de nativos potencialmente turbulentos. Un abo­
116 LA CON~()LIDACI()N MÍTICA DEL DERECHO MODERNO LA CONSOLIDACIÓN MITICA DEL DERECHO MODERNO
117

gado en extremo esfc)rzado argumentó que, dado (Iue esta medida llevados a la Historia por el principio activo que encarna el euro­
careCÍa de aplicación universal, no podía ser una ley válida, y que se peo.
aplicar el antiguo remedio para una detención equivocada, Con la aplicación de este principio los europeos crearon al mui­
el haberLs corpus. El argumento fue rechazado y ese rechazo reforzó vo, así como el derecho y la costumbre n,üivos, contra los cuales su
sentimientos como los que expresó mejor L. J Farwel1: propia identidad y su propio derecho continuaban creándose. El
grupo pcqueilo, estático, basado en el parentesco, vinculado por
La verdad es que en los países habitados por tribus nativas que una costumbre apenas explícita, casi instintiva e indolente, fue crea­
ampliamente en número a la pobladón blanca, estas leyes Icomo la de Iwbl:as do tanto por una inversión fantástica de la identidad europea corno
aunque son bastiones de la libertad en el Reino Unido, podrían, de
por una reglamentación colonial (Fitzpatrick, El84). Grandes civili­
ser aplicadas en esos resultar en la pena de muerte para los blancos.
zaciones se consideraron estancadas y fundamentalmente limitadas
por la "comunidad pueblerina" que "restringía la mente humana al
ámbito más estrecho posible, convirtiéndola en una herramienta
En esos lugares el "primer deber del Estado es velar por la
dócil de la superstición, esclavizándola bajo reglas tradicionales,
dad de la población blanca por la cual ocupa esa tierra" (pp. 615­
vándola de toda grandeza y energías históricas" (Marx, 1969:!H). },a
616).
historia de las resistencias a la colonización, de las civilizaciones
Lo europeo abarcaba la existencia misma de los colonizados. De­
precoloniales, la antropología interpretativa y la crítica cultural,
bido a su posición más elevada en la escala del progreso, los coloni­
muestran hoy mundos de diversidad din;imica, de identidades pro­
zadores podían conocer y representar a los nativos m~jor de lo que
de relaciones sociales lábiles y vastas y de reglamentación ima­
hubieran podido hacerlo éstos por sí mismos. Los administradores
ginativa, todo lo cual el imperialismo reduce e inmoviliza como en
coloniales se apoderaban de las culturas legales más complt;jas de
un molde: contenido en él de una manera f~ja, uniforme y
los residentes con una scguridad incuestionable, y las trasformaban
(véanse 1983; Strathern, 1985).
de manera incidental pero radical. Incluso cuando la reglamenta­
El moldeo y el control de la sociedad nativa enfrailan otra gré'1ll
ción jurídica permanecía en manos de los colonizados inevi­
diferencia reveladora entre el derecho de Europa y el derecho de las
table, dada la limitada penetración del gobierno imperial- estaban
colonias. Esto está estrechamente relacionado con la diferencia que
sujetos a escrutinio y rechazo bajo las llamadas cláusulas de incom­
acabo de serlalar entre un orden jurídico que implica al sujeto autó­
en la legislación colonial. Con esas cláusulas el derecho
nomo y otro en el cual este sujeto está ausente. En la situación colo­
local o la costumbre no podían ser efectivos si se encontraba que
nial el derecho conlleva las mismas fuerzas míticas que tiene en el
"eran incompatibles con la justicia natural" n con "los principios
marco metropolitano: potencia universal, dominio de la naturaleza,
generales de la humanidad", y tales criterios eran, por supuesto, in­
dominio de órdenes menores, etc. Pero en esta situación carece del
trínsecos a un proyecto imperiaL universal. La poderosa inferencia
apoyo de los controles no jurídicos, detallados y tentaculares que
de la cláusula de incompatibilidad es que el nativo no tiene un pro­
funcionan en Occidente, y que Ilcg-an a crear un sujeto autónomo y
yecto integral y distinto dado que, con dicha cláusula, una parte de
autorregulador. Este sujeto, como veremos más adelante en este ca­
la cultura residente podía ser-negada aquí, y otra parte allá, sin cau­
no hace demandas indebidas o destructivas sobre la legali­
sar ningún daño a un modo de existencia significativo. Tal nega­
dad liberal o sobre sus condiciones previas de libertad y de cierta
ción final por parte del imperialismo fue identificada prohmcL.
igualdad. Este s~jeto autónomo era la antítesis del gobierno
mente por Fanon como la fragmcntación de una vida vívida otrora
nial. Los controles detallados de este gobierno eran proporcionados
y la rigidez consiguiente de los fragmentos, cuya dinámica es ahora
por el derecho, y éste confería al administrador colonial poderes de
exterll<l a ellos (Fanon, 19(7). Los colonizados son relegados a un
un alcance y una discreción que habrían snperado los deseos más
pas<Ldo infinito y sin una dinámica, a una del progreso de la
amplios del Cadí o del patriarca patrimonial. Este derecho hacía
cual pueden ser redimidos, en el m~jor de los casos, y sólo si son
que toda la sociedad nativa fuera descarriada, o descarriada en po­

LA CONSOUDACrÓN MÍ'llCA DEL DERECHO MOm:RNO


118 LI\ CONSOLlDAC1ÓN MITrc.\ DH. DERECHO 1I10DERNO 19

tencia, (]uejamás pudiera r3tm' exenta, rn ningún aspecto, de super­ tar su nación y 1<1 civilización que hrindaba por encima de todas las
visión, dirección y corrección (vranse por ejemplo Rogers, 1987:210­ demás (vé;:mse Cllrtin, 1964:143; y en general Newman, 1988). Aun­
211 y WOlger, 1983:51-52). gue la identidad nacional ele esas "viejas naciones", como ingleses,
Hay olras lúrmas, además del colonialismo y sm efectos, en las franceses y holandeses, se estableció mucho antes de los primeros
que se establece e! fundamento racial ele la identidad del derecho, años del siglo XIX, la afirmación de un cambio distinto en esa época
aun cuando estas otras formas sean, quizá, menos o estén entraña una interpretación deliberada de la nación o la percepción
más "blanqueadas". Consideraré dos de las más importantes de es­ de su desarrollo y su arlopción rle un rumbo que, sí bien
tas forrnas en lo que queda de este capítulo: la nación y la raramente fue en sus resultados, fue constante en su
nacionalidad del derecho y, después, el sujeto moderno y la orientación hacia e! futuro. La vaguedad de! punto de destino no
vidad jurídica. fue óbice para la voracidarl instrumental de la nación: una suhordi­
nación ahierta de la virla al logro de su propósito inrlefinido. La na­
ción pasó a ser e! morlo por el cual "el hombre" dehía ahora "hacer­
se a sí mismo" (Kelley, 1984a: 14-15). A juicio de Bagehot, en el
LA NACIONALIDAD DEL DERECHO marco inglés "la creación de la nación" era la esencia de la evolu­
ción (véase Hobsbawn, 1990:23). John Stuart Mili vio beneficios in­
La figura mítica de la nación .~ finitos para los nacidos en las colonias que se unieran a la nación
rialismo. El imperialismo moderno no sólo difunde sa o francesa, en vez de continuar "nlalhumorados en sus
la nación-estado como modelo mundial, sino que la diversidad de rocas, re!iguia de tiempos dando vueltas en su
las naciones también mantiene las distinciones del imperialismo. propia y pequeña órbita mental, sin participación ni interés en el
Por el contrario, es un imperialismo, conocido ahora con otros tér­ movimiento general del mundo" (vi'ase Hobsbawn, 1990:3'1). Allí
minos por quienes lo proponen, lo que reside y media entre las afir­ rlonde el proyecto de construcción de naci6n era más explícito,
maciones universales de nación y sus limitaciones operativas. El na­ como en Alemania, los imperativos de la subordinación a Hna colec­
cionalismo importa un conjunto de normas que algunos países, los tividad nueva tendían a expresarse en términos más exaltados yab,
"de Occidente", son capaces de alcanzar aun cuando se encuentren solutos (por ejemplo Strakosch, 1967:3-4). Pero cuando aparecía, el
en diversas etapas de ese logro. "La norma de progreso universal" afán de alcanzar una hegemonía dentro de la nación mediante la im'
así implicada no "es considerada de ninguna manera fundamental de la homolIeneidad en la la cultura y el derecho
como ;~ena a la cultura nacional" (Cbalterjee, 1986: 1-2). Esta ;resión universal en la que se encon­
dad es ~jena a ot.ros países en los que, en e! mejor de los casos, aún traban en la vanguardia las "Grandes Potencias" o la "cortesía entre
debe ser explorada. En t{:rminos de sus partidarios occidentales el naciones" en la Europa OccidentaL
nacionalismo "es coetáneo del nacimiento de la historia universal": La fuerza merliadora del progreso fue lo que concilió esta eleva­
"representa el intento por actualizar en términos políticos la apre­ ción mítica con la diversidad y los límites de versiones más particula­
miante necesidad universal de libertad y de progreso" (Chattcl:jce, res del origen y la existencia nacionales; aunque éstas no necesaria­
Al igual que el impcrialismo, el nacionalismo es una fuerza mente eran más precisas que las afirmaciones de universalidad
y UIla imposición infinita sobre aquellos que to­ que, como dijo Renan, "hacer que su historia esté
davía dehen actuar -() actuar plenamcnte-, de acuerrlo con sus nor­ da es de ser una nación" Hohsbawm, 1990: 12). Se hicie­
mas, o que aún no las han reconocido. ron o rehicieron historias nacionales -recientes y abruptas o inme­
Una ;¡firmación común, que sigue siendo sorprendente, es que el morialmente regresivas- que lejos de buscar relaciones fraternales
nacionalismo es un producto de los comienzos de! siglo XIX (véase con otros pueblos en un proyecto universal, hablaron de los
por <:jemplo Smith, 1986: 11). Incluso los ingleses, que afirman estar nes y la identidad exclusivos, de una comunidad distinta y de un es,
exentos de tan sonadas atribuciones, llegaron en ese tiempo a exal- píritu singular. Los límites actuales de las historias particulares se
120 LA (;< )/,\SOLlDAC¡Ó:-J :-dÍ DCA DEl.lJERECHO MODERNO
LA CONSOLIDACIÓN MÍTICA DEL DERECHO MODERNO 121
trascienden en su elevación como parte de un progreso universal o
finitiva en la negación de lo que es local y personal, impulsados por
incluso como una prerrogativa. La realidad operativa creada en esta
el esLalus, tradicional, irracional, indiferencíado, agrícola, etcétera,
forma -la fusión de la identidad narticular como un provecto Ilni­
etcétera.
exis­
Las pretensiones del derecho a un gubierno universal, objetivo,
(y así por el se vuelven tangibles y plausibles por
sus

la mediación mítica de la nación. A primera vista la identificación


mitos primitivo o antiguo hubiera podido alcanzar más.

del derecho moderno con la nación parece ser una limitación e ir


Como hemos visto, el racismo Dcupa de manera inextricable el
en contra del gohierno universal. El derecho moderno fue estableci­
terreno de la progresividad y aquí, en su relación con la nación, asu­
do explícitamente contra el derecho natural y el derecho ol~ie( ¡vo de
me el papel del mediador mítico. La r,lZél da una identidad específi­
la Ilustración y sus pretensiones de universalidad actual. En la su­
ca a la nación tanto en sus dimensiones contradictorias de lo univer­
puesta reacción romántica a la Ilustración el derecho se vio teñido
sal como de lo particular y, permaneciendo "por sí sola" una y la
por las características peculiares de cada comunidad nacional, y
estas dos rlimensiol1es como una y la misma tam­
dependiente de las mismas (Stone, 196ü:88). La fragmentación y el
bién. La raza da contenido al nacionalismo particular creando o -en
aislamiento del derecho resultantes fueron acrecentados en las divi­
cierto sentido literal-, encarnando la y la pureza dc la
siones entre naciones y en la alltoelevación de ahnmas de ellas a una
nación. Esto se efectúa predominantemente constituyendo la identi­
que incluía el derecho de manera

dad de la Ilación en oposición a una identidad racial, que no tiene.


iba a la caheza en esto desde hacía mucho tiempo. Allí tal "naciona­

La de la negación es un n~siduo o una reacción negativos


Lismo jurídico" era "único tanto en intensidad como en duración"

cuya naturaleza políglota no puede ser examinada ... "permanece in­


(Kelley, 19841>:25, cap.

visible" (Balibar, 1990:285). Su intangibilidad misma permite que


Si hacemos una sinopsis de tal virtud peculiar, podríamos comen­
las medidas más extremas y variadas la prote:jan. La raza, en su di­
zar con el influyente "Praise of the laws 01' England" ["Elogio de las
mensión universal, marcó una "Europa" civilizada y, más tarde, "el
leyes de Inglaterra"], de Forstescue, publicado en el siglo XVI, en el
Occidente" que, independientemente ele su diversidad interna, com­
cual se establecía una comparación con las deficiencias de las leyes
una cOI-tesía imperial sobre ciertos "otros" y contra ellos. La
francesas (Kelley, 1984b:25, cap. XI). A juicio de sir John Davies,
identidad resultante en su arrogación del "movimiento general del
notable y azote de los irlandeses en el siglo XVII, el derecho
IHundo" adquiere una
consuetudinario "como invención de esta nación" y
mediar y unificar las dos dimensiones del nacionalismo y, no obs­
como "connatural con la nación" superaba a todos los otros dere­
tante, permanecer inmutahle, dado que adopta un contenido indefi­
chos Goodrich y Hachamovitch, 1991: Coke situó los
nido en cada lugar mediante un proceso de negación semejante. Así
orígenes míticos del derecho inglés en un reino antiguo, de donde
pues, el "verdadero" nacionalismo reside en las naciones de Occi­
surgió como modelo (Pocock, 19(7). La enorme importancia de
dente. Ese nacionalismo establece: normas de desempeño que otras
Coke para las ideas ele la práctica jurídica en el siglo XVII fue iguala­
naciones "más nuevas" pueden pretender alcanzar pero a las que
da y superada por la de Blackstone en el siglo XVIll, con su ordena­
hasta ahora, yen distinto gra¡lo, sólo se han aproximado. Eslas nor­
miento del derecho "en un espíritu de autosatisbcción nacionalista"
mas, e:jemplificadas por Occidente, ~on trascendent.es y universales
(Simpson, 19R7:299). Dicey ha sido aplaudido por algunos especia­
y, son también específicalllente nacionales. Así, el uso
listas como el sucesor en importancia de Blackstone en el siglo XIX
de criterios "objetivos", el logro de una cultura racional e "indus­
191:32: XVI-XVII). Dicey consolidó y dio forma opera­
trial", "el estahlecimiento de una sociedad anónima
tiva a ese del derecho que Austin proporcionó y que, des­
198:i:57). la diferenciación inst itucional y la
de entonces, ha dominado el pensamiento jurídico inglés. El sohera­
zación del poder, son valores y logros que pueden cLlracterizar ¡¡ Oc­
no imperante de Austin, como origen y fundamento del
cidente y, sin embargo, ser universales a causa de su constitución de-
fue situado por Dicey en un Parlamento con poder ilimitado. Afír­
LA CONSOLID/,CIÓN MÍTICA DEL DERECHO MODERNO 123
122 LA CONSOLlDACll'JN MÍTICA DEL DERECHO MODERNO

mó que esa soberanía p<lrlament<lria era UIla cuestión de derecho, "desde los conceptos toscos de los bárbaros hasta los conceptos
pero parece haber sido una invención suya: "el orác11lo habló y vino exactos de los ahogados romanos o de los modernos juristas ilustra­
a ser aceptado" (Simpson, 1987:37H). La vacuidad de la pretensión de dos". Sin embargo, "laJurisprudencía General o Universal" sólo se
Dicey de precisar el fundamento del derecho y de la constitución ha ocupaba de "los sistemas más maduros" de derecho, y "sólo los siste­
sido expuesta por Carry (1991). Lo que queda es una afirmación de mas de dos o tres naciones merecen atención: los escritos de los Ju­
autoridad nacional, una afirmación de inglcsismo que, ajuicio de Di­ ristas Romanos; las sentencias de los Jueces Ingleses en los tiempos
cey, conl rastaba en gr<ln manera con las deficiencias de los france­ modernos; las disposiciones de los C()dígos Francés y Prusiano en
ses y especialmente de los helgas. Las entidades nacionales inconve­ lo que se refiere a su arreglo", es decir, a su organización general. A
que no enc~iahan en el esquema de Dicey, como Escocia, de estos (:jemplos, "el resto podí<l presumirsc" (Austin, 1861­
fueron relegadas, en una mC7cla de evasión y de bravata 1863:350,356-357-1) en cuanto a su captación de lo universal. Qui­
1982: zás el nacionalismo supranacional del derecho puede verse de ma­
Sin embargo, ver la dinámica del derecho como nacional y confi­ nera más notable en los dos intentos más importantes en materia de
nada a la nación es una deformación de ese derecho. El derecho de jurisprudencia, hechos después de Austin, para establecer un con­
la nación es lino de los componentes principales de un nacionalis­ cepto puro o alltorreferente del derecho. Kelsen buscó el origen de
mo unificador. Tal derecho adopta lIna escala mítica como forma la existencia legal del derecho en su validación en una regla funda­
definitiva de Ilobierno, al abarcar órdenes jurídicos menores p<ll'cia­ ment<tl, una Grundnorm. Aquí el "derecho'· se sitúa final y completa­
o que se subordinan a él. Pero, a primera mente en la metafísica oecidcnt<tl, en una mitología blanca (Ke!sen,
vista, este impulso universalizador del derecho parece estar confina­ 19tH). El "concepto de! derecho" de Hart tiene orígenes más difu­
do a los límites de la nación. El derecho internacional depende del sos, como veremos en e! capítulo ti, pero asegura un fundamento
apoyo de las naciones "soberanas". En términos comunes, sólo pue­ primigenio en un mito occidental de progreso, que produce un de­
de ser una f()rma de derecho incompleta, ponlue carece de los atri­ recho positivo occidental como tipo exclusivo de "derecho" (H<lrt,
hutos del derecho de la nación, por eíemplo un modo eficaz de ha­ 1961). Incluso en una jurisprudencia analítica ha habido insatisfac­
cerlo cumplir. Pero aun cuando el derecho internacional no sea más ción con tales búsquedas de pureza. El derecho sigue siendo distin­
que ulla extensión de las naciones (occidentales), es importante por to pero ahora es el producto de una comunidad cultural distinta.
serlo. Es uno de los medios para legalizar el mundo: una extrover­ Sin embargo, sólo para ejemplificar al p<lrtidario más elogiado de
siém imperial del nacíonalismo occidental corno portador de nor­ esta posición, el derecho nmscrva su dimensión más amplia puesto
mas universales. Incluso Savigny, ese gran proponente de la identi­ que sigue estando informado por los valores de 1<, fórma de gobier­
dad del derecho y de la naciún (del derecho como vida común de la no occidental, etc. (Dworkin, 1986).
como Volksgeist) , no se O{;lUSO finalmente a un espíritu tras­ Si observamos de cerca el funcionamiento del derecho en su cla­
nacÍonal sistemático instilado en el derecho nacional, espeeialnH~nte ra comunidad, lo que encontramos no es abrogación declarada de
cuando ese espíritu adoptaba la forma del derecho romano la universalidad del derecho, un reconocimiento, por fin, de que re­
1966:93-94, fleja el interés de un grupo, una clase o un género particular; lo que
Tampoco las peculiarid~\des de los ingleses inhibieron la exporta­ encontramos es el derecho que actúa como forma ejemplar median­
ción masiva de su derecho o impidieron una tradíciún alternativa te la cual se da validez mítica a la realidao pura. Hay, naturalmente,
de relacionar el derecho con otros sistemas más , afirmaciones nacÍon<llistas continuas de la superioridad de institu­
se Simpson, 19R7: cap. 12). En medio de la gran diversidad de siste­ ciones jurídicas particulares, pero son hechas en apoyo de una vir­
mas jnrídicos, Austin discernió "principios comunes [... ] (l11e se en­ tud universal que no es t:jcmplificada tan ampliamente en otros cli­
contraban m,'ts o menos concebidos de parecida manera" en todos mas menos afortunados. Las declaraciones del derecho miden y
los sistemas de "derecho positivo" -los salv;yes no eran incluidos por­ obligan a la realidad misma de manen característica. Las acciones
que, corno vimos, a juicio de Austin no tenían un derecho positivo-, y reclamaciones recalcitrantes que están fuera del dominio de esta
124 LA CONSOLIDACIÓN MíTICA DEL DF.RF:CHO MODERNO LA CONSOLIDACIÓN MíTICA DEI, DERECHO MODERNO 125

En cuanto a esa dimensión o universal del nacio·


lalismo, el es la figura misma de
característ ica de la modernidad. Y el
derecho ahora se invoca cada vez con un" facilidad indicadora,
como una medida universal de conduela apropiada, como un nuevo
jus gentium. En el discurso que pronunció en Brujas el 20 de sep·
tiembre de 1989, el entonces primer ministro británico separó noto·
riamente a Gran Bretafía del proyecto europeo, aunque afirmó un
compromiso europeo común con "el régimen de derecho que dis·
tingue a una sociedad civilizada de la barbarie" y recordó una he­
rencia común en la cual "los europeos exploraron y colonizaron y
-sin dar excusa a 19una- civilizaron gran parte del mundo" (GuaT­
21 de septiembre de 1989). Aquellos a los que se les pide que
acate el ré2:imen de derecho, el derecho internacional y cosas por el
del Tercer Mundo. La Europa del Este, que
ha surgido recientemente como una categoría intermedia y como un
miembro a prueba de Occidente, esperaba progresar
hacia la conformidad total con "el régimen de derecho". La afirma­
ción plena de este sentimiento fue incluida en la "Carta de París
para una Nueva Europa", adoptada por los países europeos del Este
y del Oeste, entre olros, en noviembre de 1990 (Guardian, 22 de no·
viembre de 1990).

SUfETOY EN EL DERECHO

Ahora es Uno de ellos


atañe al sujeto moderno y a la subjetividad jurídica como modos mí­
de ticos que, al igual que la nación y la nacionalidad del derecho, sus­
su propia interpretación. Y, como confirmó Aus:tin, la tentan la división racial que cre<l la identidad de la ley. El otro nos
misma para hacer la ley fue In l1Iarca y la reserva de la sociedad lleva de regreso al comienzo de este capítulo y a la pregunta de
tica independiente, Se afirma con frccuencia que un profundo ape­ cómo el individuo podía seguir sicndo un fundamento de la mitolo­
go existencial al derecho eS característico de la gente de la nación gía moderna con el fin del sujeto soberano trascendente que domi­
(véase Skillen, 1977:91). En conjunto, no es sorprendente que el de­ nó gran parte del periodo de la llustración, y con la subordinación
recho se conviert.a en una poderosa figura de idenlidad nacional () del individuo a un reino de lo finito. Trataré ahora esa pregunta y,
que siga siendo capaz de representar la pureza y la integridad de en ese proceso" ubicaré la identidad sustentadora del derecho en la
U'La raza <¡ue afirma corresponder a la nación, o abarcarla, o prote­ división racial.
gerla (véase Gilroy, 1987: cap. :1). El sujelo soberano era un ser primitivo con tan completa autono­
mía que no era necesario lOIna!' nota explícita de él. Como vimos en
126 LA CONSOUDACIÓN MíTICA DEL DERECHO MODERNO LA CONSOLlDAC¡(lN MÍTlCA DEL DERECHO MODERNO 127

el capítulo 2, era capaz de ordenar el mundo y de contener en sí ¿Cómo puede una sensibilidad trascendente y actual conciliarse
mismo "el nexo de la representación y el ser" (Foucault, 1970:311). operativamente con lo finito mundano del sujeto al que está unida?
En pocas palabras, el sujeto preexistía y míticamente impulsaba Al contestar esta pregunta "usaré" como centro y como contraste la
todo conocimiento y actuación en el mundo. Hacia fines del perio­ búsqueda del sujeto de Foucault. Seguir la pista de las ideas de Fou­
do de la Ilustración lo que sucedió, en un sentido, fue que esta po­ cault sobre el s~ieto puede representar un curso errático e incluso
sición de se perchó y nació un "hombre" explícito y fini­ contradictorio. Mas, aparte de la naturaleza reveladora de estas ideas,
to. Este ser está constjtuido por y en determinaciones científicas e las mismas contradicciones entre ellas sirven, algo paradójicamente,
históricas. Está confinado a "las ciencias humanas" y "la soheranía para localizar una subjetividad integral que une las dimensiones
histórica del r... 1 oensamiemo euroneo" (Foucault. l trascendente y finita. Esta subjetividad es la que ofrece una hase
para el derecho moderno.
En un tiempo faucault vio al individuo como una consecuencia
Todos estos contenidos que su cOIlocimiento le revela como exteriores a él del discurso, -el discurso era de crear y organizar sus
mismo, y más antiguos que su propio nacimiento, se le anticipan, lo amena­ tos- (Foucault, 1972:40). Pero nunca se satisfizo con la mera atribu­
zan con toda su solidez, }' lo atraviesan como si fuera un mero objeto de la ción de una fuerza extraña al discurso, y que sin darse
naturaleza, un rostro destinado a ser borrado en el curso de la historia. (Fou­ cuenta, había estado hablando del poder. Con una provocación ca­
cault,
racterística, vió entonces al sujeto moderno como un producto del
poder y, más específicamente, corno un producto de las técnicas de
Aun así, este homhre ha asumido una difícil supremacía en algu­
administración mundanas. El poder crea su propio sujeto. "El indi­
na existencia mítica más allá de las trabas de lo mundano y lo tem­
viduo [... 1no es el vis-a-vis del poder; es, según creo, uno de sus efectos
poraL Este hombre es, sin embargo, "una fuente de orden para la
principales" (Foucault, 1980:98). Sin embargo, Foucault consideraba
totalidad"', eSl,l "en el fi.mdamento de todas las posit ividades" y ejer­
primordialmente que "el poder viene de abajo". No es "unívoco".
ce "soberanía sobre la existencia" (Adorno y IIorkhcimer, 1979:9;
Diferentes poderes ocupan esferas distintas en "disyunciones y con­
Foucault, 1970:g13, 344). El sujeto afirma una fuerza o un ímpetu
tradicciones" (Foucault, 1979a:27; 1981:91-94). De esto debe seguir­
mítico que afecta a un mundo en el que está incluido. Esta "designa­
se que hay tantos tipos diferenciados de Sl~eto como de poderes (vé­
ción imperiosa" del sujeto es "ambigua", por ser el hombre "un ex­ ase Foucalllt, 1977: 127). El poder jurídico, por ejemplo, produciría
traño doble empírico-trascendental" (Follcault, 1970:313, gI8). La
un sujeto jurídico como Sil "artefacto" particular (Teubner,
designación mítica del hornbre en el conocimiento científico e his­
1989:7g0). En realidad, Foucault emprendió sus bistorias de diferen­
tórico sosl iene su capacidad para trascender y dominar el conoci­ tes esleras de poder, SIlS "genealogías", "sin tener que referirse a un
miento, incluso el conocimiento de "sí mismo". El sujeto es creado o
slüeto [singular], bien sea trascendental en relación con la esfera de
realizado mediante un descuhriiniento y un dominio de sí mismo acontecimientos o bien persiga su identidad vacía en la historia"
cada vez mayores, proceso mÍticamente presentado en variedades de
Lo que el slyeto .todavía tiene que alcanzar se convierte
Pero faucault también hizo afirmaciones más
en la promesa de realización. En este camino de no
. de la
estaciones en las que la (unza creativa del descansar
xuanuao, etc., extrajo una forma moderna al' poaer OlsClpHnano y
satisfecha con algún logro qjo. El sl~jeto trasciende heroicamente lo
un sujeto concomitante.
finito mediante una sensibilidad actual que no tiene límites
sujeto creado en la
Esta sensibilidad no se encuentra sólo en el conSCIen­
cultades obvias para extraer una idea general del sujeto moderno
te de sí mismo" sino que se extiende a esa esfera desconocida desde la
de unas cuantas historias sohre otras cosas, particularmente cuando
cual el hombre es perpetuamente convocado hacia el conocimiento
esas historias se esmeran por prescindir de una idea general del su­
de sí mismo" (Foucault, 1970:323-324).
jeto. FOllcault hizo vagas afirmaciones sobre la ubicuidad del poder,
128 LA CONSOLIDACrÓN MÍrICA DEL DERECHO MODERNO LA CONSOLIDA( :¡()N MÍTICA DEL DERECHO MODERNO
129

sobr~ poderes que se configuran en dominios "hegemónicos", so­ la jurisprudencia, un conjunto de drClUlstancias que definen un acto y son
bre el "dominio [que es ... ] una estructura de poder general" capaces dc modificar la aplicación de una rC:'gla; es el índi"viduo como pue­
cault, 1980:118-119; 1981:94; 1982:226). Pero nunca se vio con clari­ da ser descrito, juzgado, medido, comparado con otros, en su individuali­
dad qué efecto iban a tener esas afirmaciones en la creación de un dad misma; y es también e! individuo quien tiene que ser capacitado o co­
sujeto más expansivo, aunque alguna idea de s~jeto estaba rregido, clasificado, normalizado, excluido, etcétera. (Foucault, 1979a: 191.)
por lo menos implícita, tanto en la defensa optimista de Foucault de
la resistencia al poder disciplinario como en su profundo pesimis­ ¿Cómo podemos vincular a este individuo contenido como 1111
mo acerca de tal resistencia, pesimismo basado en la ineludible om­ caso con el individuo como autoconstituyente? El sujeto bien puede
nipresencia del poder en el cual todos nosotros éramos "pequeñas responder formativamente a una diversidad de influencías locales,
sombras cautivas" (cf. Foucault, 1979a:200; 1980:82-85; 1982:21 pero su respuesta no es sólo inmediata y localizada. No está consti­
Pero cuando descartó el poder como su preocupación cohesiva, des­ tuido como un autómata fragmentado. Mediante su producción in­
cubrió que su meta había sido "crear una historia de los modos dife­ tegradora como alguien normal y racional, el sujeto opera en una
rentes por lo cuales, en nuestra cultura, los seres humanos se con­ dimensión general tomando esas influencias en sí mismo y hacién­
vierten en sujetos" (Foucault, 1982:208). Estos modos vinieron a dolas encaces: "los individuos [...] siempre se encuentran en la posi­
incluir las maneras en las que los mismos individuos pasan a ser su­ ción de experimentar y de ejercer [ ... ] poder" (Foucault, 1980:98). El
jetos que actúan eficazmente sobre ellos mismos y sobre otros (O' existe, por decirlo así, fuera de la diversidad de poderes que
1989: 11 "las formas y modalidades de la relación del en él, y los ordena. Cuanto mayor es el número y la diversi­
yo por la que el individuo se constituye y se reconoce qua sl~eto" dad de esos poderes, es quizá, más variado y compl<:jo, más específi­
(Foucault, 1987:6). El individuo fue reinstalado como "el vis-á-vis del camente mediado, más "individuo" para responder a ellos. Mi ver­
poder", corno un agente autónomo y el claro punto de partida des­ sión aquí sólo se aplicaría a aquellos sujetos normales dedicados a
de el cual fluía el poder (Foucault, 1982). A continuación invertiré esta aut()sl~jeción. Los recalcitrantes o los incapaces deben ser co­
esa trayectoria de la preocupación de Foucault por el y am­ rregidos o curados. En este punto el alcance de sujeción voluntaria
pliaré la relación entre poder disciplinario y subjetividad autónoma. tiene que acabar, pero las normas generadas al corregir y curar ofre­
cen guías a lo normal.
Las historias específicas de Foucault descubren los bajos orígenes
y la contingencia de las grandes y amadas instituciones e ideas, in­ ¿De dónde puede venir este sl~jeto trascendente pero limitado?
cluida la idea del :<aúeto individual como centro del universo social, Una contestación es que la capacidad de respuesta trascendente del
s~jeto es generada deliberadamente por el poder disciplinario. In­
y el punto de referencia para la evaluación moral y política (véase
Minson, 1985: cap. 2). El sujeto moderno, como el individuo, no es cluso en su diversidad, cada estera de poder considerada por Fon­
la realización noble y completa de una lucha innata, una lucha exen­ cauIt cont.iene técnicas que producen un sujeto sem<:jante. Estas téc­
ta de la ignorancia y los prejuicios !imitadores del pasado. El sujeto nicas funcionan, 110 tanto por la vía de una prohibición negativa
individual es, más bien, el producto de una administración discipli­ sino, de manera más característica, por la vía de la aplicación positi­
naria. La administración liberal moderna encarna una unión par­ va y productiva. Y en esa aplicación se produce el sujeto. Los ele­
ticular del poder y el conocimiento, que crea una subjetividad mentos de este poder más espedaculares y visibles, más palpahle­
particular. Mientras que en el período feudal el notable mente normalizadores, pueden verse en las filas, el ordenamiento,
era manifiestamente excepcional, la administración liberal moder­ la capacitación, las líneas de observación y regularidad y la opera­
na ofrece tecnologías que hacen que todo el mundo sea notable. Así ción lineal del tiempo insertados organizativa y arquitectónicamen­
pues, cada individuo se convirtió en: te en, por ejemplo, las cárceles, las fábricas, los asilos y las escuelas.
La raza sirve, también, como un punto visible de aplicación de nor­
un caso que a la vez constituye un objeto para una rama del conocimiento y mas disciplinarias, que se vincula estrechamente con otros lugares
un sostén para una rama de! poder. El caso ya no es, como en la casuística o de control. corno la calidad de una Doblación. la "salud" y el "cuer­
LA CO:-JSOLJDACION MÍneA DEL DERECHO MODERNO LA ,X)NSOLlDACION MÍTICA DEL DERECHO MODERNO 131
130

la JerarqmzaclOn so· 1988:1 La diversidad de las técnicas constituyentes, o incluso la di­


Tbdos estos elementos del versidad de los poderes que vienen "desde abajo", aunque tengan
en el ser humano como sujeto (poten­ una orientación similar, no garantiza una subjetividad unificada, ese
cial) mediante modos de que promueven la autorrefle­ sll:jeto inesperado, ordenado y ordenador, que parecía necesario para
xión y la autocorrección. Estos modos, mediante la inculcación de la que las técnicas o poderes particulares fueran eficaces y mutuamente
propia responsabilidad, cortan el vínculo entre el individuo y las in­ coherentes. A juzgar por la diversidad podemos postular, junto con
fluencias sociales formativas por medio de los enmascaramientos, muchos otros, una fragmentación tipica de la subjetividad moderna.
los silencios y los confinamientos solitarios de las cárceles, la pro­ ¿En qué otra parte podríamos encontrar a este sujet.o trascendente?
ducción de conocimientos psiquiátricos introvertidos, los castigos En la obra de autores que han seguido la tradición de Foucault
repetidos de los asilos que sólo terminan con la aceptación de res­ podríamos encont.rar el sujeto moderno de manera más explícita en
ponsahilídad por parte de los asilados, las campañas sociales contra una dimensión general: la versión que da Donzelot de la creación
la masturbación orientadas al control de uno mismo, la proP,~r;Á~ de la familia moderna en Francia (Donzelot, 1980). Minson traza pa­
de la identidad en términos raciales, ete., etc. Estos modos de ralelos entre la obra de Donzelot y la de Strakosch sobre el "absolu­
cíón están mediados por técnicas del tipo más Íntimo y tismo del Estado y el régimen de derecho" en Austria (Minson,
do que se hasan en todo, incluso en nuestras relaciones sociales más 1985: 181; Strakosch, 1967). La historia combinada es la de la forma­
y las pcrmean. El poder del padre o de la madre, del direc­ ción de una esfera privada y la división púhlica/privada en la transi­
tor del asilo y del trabajador social se ejerce con frecuencia con es­ ción del periodo feudal al periodo moderno. La centralización cada
tas técnicas: en "indulgencias insidiosas, en crueldades despre­ vez mayor de las burocracias del Estado absolutista, y la decadencia
ciables, inconlesables, en pequeilas acciones arteras" (Foucault, de los grandes latifundios, fueron acompañadas por una centraliza­
1979a:308). En conjunto, estas técnicas son indefinidas e infini ta­ ción del poderjurídico y la eliminación de la multitud de detalles le­
mente adaptables en su alcance y su constitución de toda la perso­ gales; de los controles amplios, detallados y diversos característicos
na, constituyendo el "alma" misma de ésta. El "hombre" resultante de la regulación feudal. Estos controles no eran -o no podian ser­
"es ya en sí mismo el efecto de una sl~eción mucho más profunda duplicados en este centralizado y dentro de sus formas y mo­
que él" (Foucault, 1979a:30). dos de derecho. Hubo una nueva unión del poder que, en cierto
En pocas palabras, el sujeto es creado en términos de una indivi­ "el antiguo codominio laxo del monarca y los es­
dualidad distinta que es infinitamente tados" (Minson, 1985:90): una unión de la esfera pública de esta au­
El sll:jeto es un ser autorresponsahIe y necesariamente toridad centralizada y la esfera privada, distinta de ella. La esfera
la autonomía necesaria para esos atrihutos, un ser que obra es la esfera de la familia y del individuo modernos. Esta es­
mente corno normal en la causa de su propia normalización () auto­ fera no es sorda a las demandas de la administración disciplinaria.
rrealización. El sujeto tiene que ser muy háhil en su propia sujeción, Tales demandas son aceptadas allí "voluntariamente" como un Ím­
en la organización y el sostenimiento de alguna unidad establemen­ petu y una hase de autorregulación. Para que la esfera privada fun­
te operativa entre los efectos. múltiples y divergentes de las técnicas cione de esta manera, cierta claridad e integridad duraderas. cierta
que la producen. En todo esto no puede ser t,lll sólo el efecto inerte capacidad independiente participan necesariamente en esta rela­
de diversas técnicas. Tiene flue ser libre aunclue ésta sea "una liber­ ción con el poder público. Así, por comentar el interés de Donzelot
tad culpable", una libertad aunada "a la angustia sofócantc de la res­ por la t~m1Ília:
ponsabilidad" (cL Foucault, 1967:187,2<17).
Tal vez sea abrazar una idea anticuada, pero con esta reintroduc­ Podría decirse incluso que este mecanismo familiar es eficaz sólo en la me­
ción de un trascendente en una esfera flue debía estar libre dida en que la familia no el orden establecido, en la medída en
o la
de él, parece que nos hemos quedado con la oersDcctiva de "una
contradicción constitutiva" (d. Spivak,
132 LA CO~SOLIDACIÓN MIrleA DEL DERECHO MODERNO LA CONSOUDACIÓN MÍTICA DEL DERECHO MODERNO 133

Esta unión del poder puede refinarse en su relación con el sujeto gía narrada por Maine y otros. El individuo llega a ser cada vez más
con ayuda de los comentarios de Foucault sobre un tipo de gobier­ autónomo, rompiendo los vínculos limitadores de una comunidad
no, o de mentalidad gobernante -que él llamó "gobermentalidad"-, natural tipificada por esos pueblos existentes que han avanzado
el cual estuvo en vigor en una etapa temprana del periodo moderno poco o nada en la escala del progreso. El poder y la libertad del in­
(véase especialmente Foucault 1979c). Foucault opuso esto a una au­ dividuo aumentan junto con e! desarrollo de una autoridad racional
toridad y un orden a los cuales desplazó y en los que el derecho, en política centralizada. La extensión de los derechos subjetivos del in­
última instancia, era significativo: la ley de Dios o del soberano te­ dividuo se combina con una rápida difusión riel control de la vida
rrenal. En el periodo moderno hay ahora un predominio de "nue­ por parte del gobierno -cosas difícilmente conciliadas en las ideas
vos métodos de poder cuyo funcionamiento no está asegurado por de ciudadanía participativa- (véase Barran, 1990).
el derecho sino por la técnica, no por la ley sino por la normaliza­ Marx vio perspicazmente a través de este esquema. En la transi­
ción, no por el castigo sino por el control" (Foucault, 1981:89). La ción a una sociedad capitalista ese vacío creado por la extinción de
gobermentalidad se ocupa de! ordenamiento, de la administración la "comunidad natural" es llenado por relaciones económicas gene­
de poblaciones enteras. Pero "la administración de una población rales que dominan el poder político de una nación-Est ado organiza­
no se aplica sólo a la masa colectiva de fenómenos, o al nivel de sus da centralmente. La "disolución de las entidades tradicionales colo­
efectos agregados, sino que conlleva también la administración de ca a los individuos uno junto a otro como personas independientes
la población en sus honduras y sus detalles" (Foucault, 1979c: 19). Y y privadas cuyos vínculos especiales adoptan principalmente f(¡r­
esta administración integral de la "vida" puede extenderse hacia mas jurídicas" (Jakubowski, 1976:95). El derecho lam bién abarca y
abajo, por decirlo así, extenderse tan lejos como el tipo o los tipos media entre el individuo y las relaciones sociales generales que son
de subjetividad aptos, y unirse así con ese poder igualmente eficaz posibles ahora, para decirlo con una sinopsis prestada, por "el pre­
que constituye el individuo y que llega a la plenitud de sus detalles dominio del capital monetario, por 1<1 modificación conjunta de la
"desde abajo" (cf. Foucault, 1981:99-100). El poder moderno se vuel­ mano de obra y por la capacidad de trasformación de uno en otro"
ve capaz de "un análisis individualizador y exhaustivo del cuerpo so­ (Giddens, 1981:121). La individualidad y la generalidad son inte­
cial" (Foucault, 1980: 151). Y Foucault reconoció que lo que entraña­ grales:
ba la transición a la modernidad era un cambio general en la
individualidad. El poder disciplinario acompañó a esa "inversión Sólo en el si~l() XVIII, en "la sociedad civil", las varias formas de vinculación
histórica de los procedimientos de individualización" a los que me social confrontan a los individuos como simples medios para sus propósitos
referí antes, en los que la individualización exclusiva del periodo privados, como una necesidad externa. Pero la época que produce c,1 (' pun­
feudal es remplazada por una individualización universal en la que to de vista, la del individuo aislado, es lamhi¿'ll, precisamente. la época de
todos se vuelven notables (Foucault, 1979a:] 91-193). El poder feudal las relaciones sociales lIlás desarrolladas hasla el Illomento (desde este pun­
to de vista general). (Marx, EJ7~;lO().)
que "consistía en relaciones entre s~jetos jurídicos en la medida
en que participaban en las relaciones jurídicas por su cuna, su esta­
Éste es un individuo original. el individuo "tal como fue postula­
tus o sus compromisos personales" cede el paso a una situación en
do por la naturaleza", el "punto de partida de la historia" (Marx,
la que "el gobierno empieza a tratar con individuos, no sólo de acuer­
1973:346). Pero este individuo nuevo era un ser abstracto, un vacío
do con su estatus jurídico sino como hombres, como seres que tra­
en el que se vertían determinaciones soci,lIes:
bajan, comercian y viven" (Foucault, 1988:156).
El argumento derivado de Donze!ot y la gobermentalidad po­
En la sociedad burguesa el trab,~ador, por ejemplo, se encuentra allí sin ob­
drían resumirse diciendo, con Foucault, que para la "racionalidad .ietividad, subjetivamente; pero la cosa que .le menenlm enjrente de ¡il se ha
moderna" hay una relación integral entre "el fortalecimiento de [oo.] convertido ahora en la verdrulcm ronnmidrul ... que t·l intenta devorar y qüe es
fa totalidad política" y una "illdividualización cada vez mayor" (Fou­ devorado por ella. (Marx, 1()7~:4%.)
cault, 1988: 16] -162). Este result ado se complementa en esa mitolo-

l
134 LA (;ONSOLIDACI()N MÍ rICA DEL DERECHO MODERNO LA CONSOLIDACIÓN MíTICA DEL DEREC]]O MODERNO 130

Por supuesto, la conjunciún y la disyunción del individuo y de la social. Para que el sujeto trascendente sea sometido en sí mismo,
totalidad social han infectado reveladoramente a la teoría política li­ dehe igualar la gama de influencias sociales que pesan sobre él, y
beral en sus esfuerzos por rnantener la autonomía y el dominio del tiene que aplicar las aptitudes particulares Cjue hacen que tales in­
ser individual. Una línea de resolución se remonta a Hobbes. En él, fluencias sean operativas. Consideraré ahora estas tareas y las rela­
como sahemos, una individualidad incluyente devora todas sus ma­ cionaré con el derecho y con la subjetividad jurídica.
I nifestaciones menores. Para que la sociedad exista la enormidad del
poder del individuo derivado del estado natural salvaje tiene que
¿Cómo localizaremos la capacidad autónoma específica del suje­
to, incluida su cabal capacidad de respuesta a la sociedad, la totali­
1
ser suhordinada integralmente a "ese gran LEVIATÁN [ ... ] en el que la dad y cosas como éstas? Es aquí donde entran en escena las técnicas
1 soheranía es un alma artificial, que da vida y movimiento a todo el para la creación del sl~jeto o ele los poderes disciplinarios. Pero no
cuerpo" (Hobbes, 1952:47). En la otra línea de resolución el indivi­ están solas, aunque es difícil mantenernos al margen de sus influen­
Ili'
duo conserva una trascendencia más inmediata. Unger postula para cias formadoras y calibrar el alcance de su compañía. Las influencias
"
1'1
1I

11:
la sociedad liberal un absoluto predominio del individuo, de las
"personas que trascienden a los grupos a los cuales pertenecen",
premodernas de un pasado del cual el sujeto plenamente fundado
es liberado ahora tienden a ser especialmente opacas. Elias traza un
que tienen al máximo "ese poder de trascender las formas de la pro­ "proceso civilizador" en Europa a partir del siglo XIII, en el cual las
pia existencia que es una característica definitoria de la humani­ normas que regulan la conducta personal, como las funciones cor­
dad". Este poder les permite ir más allá de las restricciones sofocan­ porales, por ejemplo, son cada vez más elaboradas y refinadas, de
tes de la "sociedad tribal" y de la "sociedad tradicional", en las que manera que crean y aumentan la conciencia de sí mismo y el ele­
"hay escaso sentido de la individualidad como una manifestación de mento de cálculo y, por enele, de autocontención (Elias, 1978). Fou­
una humanidad universal que trasciende cualquier papel o estatus cault nos dirige a los ejemplos derivados del cristianismo. Vio el sa­
particulares" (Unger, 1976:149, 154-155,226). En una vena más mo­ cramento de la penitencia como una "incitación al discurso", una
derna y, sin embargo, más hohbesiana, Unger ve también "la garan­ incitación a hacer que los deseos sexuales fueran explícitos, detalla­
tía de estabilidad social y psicológica b~o el liberalismo" como con­ dos y sujetos a dar cuenta de ellos en una "tarea de relatar casi infi­
sistente en la subordinación del individuo, de "sus deseos", a "sus" nita" (Foucault, 19H1:18-21). La confesión era siempre el núcleo
papeles sociales: pendiente para el examen de conciencia, para la evaluación sosteni­
da del pensamiento y el comportamiento propios a la luz de normas
La imagen social del yo entra en el vacío creado por el caos de bs pasiones. inalcanzables. Éstas podían ser las pautas ejemplares proporciona­
Le da al individuo una ilusión de personalidad coherente a cambio de su
das por Cristo y por los santos () prescripciones imposibles de pure­
sumisión a las demandas del grupo. Entre esas delllandas está la necesidad
za de pensamiento y de hecho, cuyo cumplimiento nunca podía esti­
de luchar por dominar las capacidades requeridas para el desempeño de
sus papeles. De esta manera, el interés ,upremo de cada individuo en la
marse con certeza. El cristiano tenía que estar constantemente
imagen del yo se convierte en la pieza clave del orden social; el individuo es alerta, constantemente en guardia contra las seducciones del mal:
llevado, -forzado, de lwcho- por ese interés, a mantener a raya las pasio­ "Hermanos, sed sobrios, sed vigilantes pues vuestro Adversario, el
nes salvajes. (Unger, 1~)7(): 146.) . Demonio, es un león rugiente, que camina buscando a aquél que
puede devorar; aquél que resiste, que persevera en la fe" (Comple­
En resumen, no nos veremos oprimidos por los dictados de la so­ tas). Tales requisitos fueron refinados más allá de los límites institu­
ciedad ni veremos nuestra individualidad comprometida mientras cionales de la confesión, y se extendieron al autoescrutinio y la au­
respondamos a esos dictados y "voluntariamente" los incorporemos, toevaluación protestantes. La mirada protodisciplinaria de una
haciéndolos nuestros. Ésta es una libertad rousseauniana meciante deidad exigente proporcionaba también un control del desempeño
la sl0eción voluntaria. Para Foucault la trasformaci(lll en sujeto se adecuado, todo lo cual provocaba y exigía un grado de conocimien­
produce por la sl~eción (Foucault, 1981:60). El sujeto, en todo esto, to de uno mismo que debe haber recorrido un largo camino en la
no es simplemente el pasivo receptor de oleadas de determinación constitución de esa unicidad, esa singularidad de cada uno de sus
136 CONSOJJDAClÓN MiT1CA DEL DERECHO MODERN()
LA CONSOLIDACIÓN MÍTICA DEL DERECHO MODERNO 137

que caracteriza a la creencia cástiana. En esta creencia brutales, corno parte de la "vieja historia del origen o
lo individual trasciende sobre la sociedad o la comunidad, teniendo de la responsahilidad", no orientaron mucho al pueblo hacia una su­
libre albedrío pero tamhién la responsabilidad, "con temor y tem­ misión ciq.{a sino que lo hicieron supuestamente autónomo y res­
blor" (Filipenses, 2: 12), de S\I propia salvación. "Los hombres eran ponsable (Nietzsche, 1956: 190, Segundo ensayo, parte Ir; véase tam­
considerados 'libres' para que pudiesen convertirse en bién la parte m).
(Nietzscbe, 1968:53). En la cristiandad convencional el yo responsa­ Hay nos dice que la sumisión era, sin duda, el propósito de las es­
ble y consciente es el centro adecuado y completo de preocupación del derecho penal en la Inglaterra del siglo XVIII, pelO se
Este yo menguado evidentemente no está de sus en práctica al generar un consentimiento activo durante todo
iguales en las esferas de la disciplina, la civilización, etcétera. el proceso jmídico (Hay, 1975). El poder represivo puede ser pro­
Foucault establece una relación semejante entre el poder pastoral ductivo (Minson, 1985:44). Tampoco el derecho es simplemente re­
de la Iglesia cri"t.Íana y esas fórmas de poder moderno y de "goher­ presivo, En el periodo moderno hay un aparente aumento en el re­
mentalidad" de las que hablamos antes. Este pastoral, interesa­ curso al derecho como facilitador, él la capacidad envolvente del
do en el ser integral de los individuos, estuvo en otro tiempo "vincu­ sujeto para actuar de manera creativa por medio del derecho, hasta
lado con una institución definida [pero] súbitamente se tal punto en que, con frecuencia, el contrato es visto como la forma
difundió por todo el cuerpo social" (Foucau1t, 19H2:215; cf. HiI!, típica del derecho moderno (véase por ejemplo Pashukanis, 1978
1955:16-17; 1969:112.) El calvinismo del XVI quizás hubiera po­
y compárese con Foucault, 1979a: 194). El funcionamiento de este
dido tomarse como un preludio pastoral refinado de los servicios de modo facílitador evoca obviamente una autorresponsabilidad 508te­
gobermentalidad y las formas modernas del poder disciplinario. Su y depende de ella. Mas de facilitar, el derecho no fun­
principal preocupación era fómentar una "disciplina" siempre pre­ ciona sólo por la vía de una intervención ocasional que responda a
sente -los nervios de la religión, según d~jo Calvino-, "atenta a todas una a las prohibiciones del soberano. SegÍJn Foucault
las minucias de la conducta"; "tras haber derrocado el monasticismo, el derecho funcíonaha en este sentido 'Jurídico" porque la ley sirve
su objetivo era convertir e! mundo secular en un monasterio "'~'''''''".~,,' para presentar al poder como una restricción negativa a individuos
co" (Tawn ey, 1926:115). "Fue en ese espíritu que [Calvino] hizo de que de otro modo son libres, enmascarando así el funcionamiento
Ginebra una ciudad de cristal, en la que cada familia vivía su vida de un poder disciplinario que crea sujetos positivamente (Foucault,
b,~jo la supervisión de una policía espiritual" (Tawney, 1926: 117),
1980: 104; 1981:86, 144). Pero el derecho funciona también de ma­
El derecho ofrece modos de g'enerar una subjetividad disciplina­ neras menos limitadas, proporcionando imperativos detallados y
da y autorresponsable. Estos modos tienden a aDartarse de la obra guía cotidiana que se parecen más que nada a la penetración gene­
de Foucault por su concepto del derecho como ralizada del poder, de acuerdo con la idea que Foucault tiene de él.
que no iha más alhi de la trasgresÍón, el juicio y el castigo De hecho, Hunl encuentra paralelos entre esta idea y la noción de
1967:2(7). Foucault se interesaba' en contrastar el poder de esas téc­ Gramsei del "pape! educativo de la ley" (Hunt, 1990:315-316). Y la
nicas que creaban íntínJamente una subjetividad con una forma de búsqueda histórica del derecho por parte deE. P. Thompson, deli­
poder caracterizada por el derecho y supuestamente antigua, Como

It
ciosamente inmoderada, tendió a encontrarlo en todas partes, resi­
tal, el derecho es tipificado por la intervención ocasional, disconti­ diendo en una gran diversidad de formas sociales, incluida "la defi­
nua y represiva del soberano desde fuera del sl~jeto, por decirlo asÍ. nición de la propia identidad" (Thompson, 1978:28H), ubicación
Esto está marcado m;ls intensamente por castigos ejemplares ho­ que exploraré más adelante.
rrendos (por ejemplo Foucault, 1979a:3-14). Pero incluso en este La generación de una capacidad autónoma por medio de estas
concepto disminuido el derecho proporcionaba una guía -con fre­ técnicas y tradiciones en pie, sin embargo, grandes contradic­
que debía ser interiorizada y seguida. Puede ciones en el meollo de la subjetividad alltorresponsable. ¿Cómo
ser extr<wagantc en muchos aspectos, pero probablemente hay mu­

!
puede hallar cabida una infinidad de capacidades y de responsabili­
cho de verdad en los argumentos de Nietzsche de que los vieios cas- dad en un ser finito? El nuevo suieto, el individuo, es el centro de

j
138 l.A COl'SOLlIJ,\CrÓN MÍTICA DEL DERECHO MODERNO LA CONSOLIDACIÓN I\!ÍTICA DEL DERECHO MODERNO 139

un universo social, pero sus capacidades de autosujeción -discipli­ los deredlOs y las responsabilidades civiles ~illO que tampoco
,"""""""",jurídic;l o de cualquier otra clase- son, mental o nsicamente de los lazos familiares y de
prívada~; y voluntarias. Así pues ¿sohre
hase pueden producirse los efcelos sociales generales o uniformes
por medio del suieto? No mediante restricciones Si con "e! africano" que tendió a desplazar "al indio"
nas al como lo contrario dd homhre occickntal, tenemos la autoridad su­
prema de Lugard para e! lugar común:

El africano típico es, por su carácter y tempet-amento l, ..] IHla persona feliz,
manirrota, excitable, falla de dominio de sí misma, de disciplina y de previ­
filósofús o de los
sión, naturalmente valiente y mlturahuentc cortés y atenta, llena de vanidad
en su husquecla de una base para tales restricciones, el
con poco sentido de la veracidad [". J Sus pensamientos se concen­
debía permanecer lihre para al infinito y camhiar tran en los acontecimientos y sentimientos del momento, y sufre poco por
infinitamente las demandas de la socied"d o de la totalidad. Sin em­ aprensión del futuro o por dolor por el pasado f... J No tiene poder de orga­
hargo, el individuo actúa de conformidad con df'terminaciones nización y es fllanificslamcntc deficiente en el manejo y el control de
mundanas y uniformidades de identidad social, y esto debe tener al­ hombres o por igual. Ama la exhibición de poder, pero no se da
guna existencia de suerte que pueda ser reconocible y aplicahle por cuenta de su responsabilidad. No carece de inrlustriosidad y trabajará ar­
el sujeto autorresponsable. Pero, en pocas palabras, esta guía no po­ dllamente con l1Ieno~ incentivo que la m¡¡yot- parte de las razas. Tiene el va­
día venir desde el exterior del sl~jeto, ni tampoco de lo que el Sl~jeto lor del animal que lucha; 1m instinto, más que lIna vinud moral. Es muy

I
cs. Venía de lo que el sujeto no cs. dado a imitar cualquier cosa llueva en el vestido o en la costumbre. (Lu­
En la búsqueda de este ser negativo podemos volver a la teoría gard,1965:69-70.)
evolutiva ya su centro en el Sl~jcto autónomo. Como vimos, la selec­
ción natural se fundaba en la premisa de la adaptación y el avance Las entre «des seres sólo pueden estahlecerse
de la entidad individual en el "progreso hacia la perfección" (Dar­ mediante "la rigidez de la costumhre" y ser de una "naturaleza rela­
win, 1970:459). Para el homhre este avance, aunque enl individual, tivamente automática", una solidaridad mecánica (véase Haller,
era conseguido y marcado colectivamente en la división jerárquica 1975: 127). En conjunto, el n<11 ivo 110 será capaz de actuar sobre su
de las razas. Con la inculcación del racismo mmular en la propio ser y de aceptar y sostener un proyecto de au­
mitad del si!!lo XIX esta fusión del ser !odefinición. Seria ocioso exponer la lista característica que
se hi:to da de los cuntrarios a la identidad del suíeto occidental. La
sión con la que se oponen bastad.
Lo que es tanto para el mito como para la
es que estos rasgos no sólo existen en
a los sujetos autúnonws, disciplinados y claramente indi­ sino dentro del mismo. El no evolucionado
viduales. Así, un libro publicado hace poco sobre "el futuro del de­ en el suieto civilizado como un contrario y una
recho en un mundo muhicultural" nos con gran abulldancia sí mismo) disciplinado. Lo peor -o lo que es mejor pal a
de citas para apoyarlo, que: mantener una disciplina constantemente exigente- es que los mo­
dos salvajes signen como dijo S,lid, "misteriosamente atracti­
En los sistemas ,lfricUlos de organización política r social el! los qlle el hin­ vos", en particular en lo que se refiere a su indulgencia y su exceso
se lIace en el grupo y su solidaridad y ('11 los qut' lodas las re¡¡\Clones (Said, 1985:57). El homhre, en toda "su" nobleza, conserva, según
humana,~ están dominadas pOI' (()nsidera('ione~ trihales y de parentesco, el Darwin, "la indeleble huella de sus bajos orígenes" (Darwin,
individllo Cllenta muy poco. No s610 110 puede ('o!1vertip,e ('11 portador de 1948:405). lJna inversión o declinación en la dirección de ese ori-

¡j
140 A CONSOLIDACIÓN Y!ÍTICA DEL DERECHO MODERNO LA CONSOLIDACIÓN MÍTICA DEL DERECHO MODERNO 141

gen fue una posible perspectiva para Darwin, aunque tendió a ser ser trazada en el proyecto histórico dd género humano. Ambos
optimista acerca del progreso general "de la raza europea y otras ra­ ejercicios participan de manera indistinguible en las fuerzas míticas
zas superiores hacia la civilización" (Stepan, 1982:58). Thomas Hux­ de progreso y de cultura que ordenan la naturaleza. Estas fuerzas,
ley fue menos determinadamentc prcfreudiano o poshobbesiano en el marco del psicoanálisis freudiano, tienen su propio mito fan­
cuando descubrió que "cada niño que viene al mundo sigue trayen­ tástico del origen. La muerte del padre por sus h~jos en la "horda
do en él el instinto de la autoafirmación ilimitada" (véase Landau, primitiva" y su celebración, después, de un pacto social, crean tanto
1991:58). El horror definitivo es que con la constitución negativa de la comunidad como su ímpetu de progreso (Freud, s/f:102-104). La
la identidad en el mito occidental no hay nada más allá de la auto­ "evolución de la civilización" resultant.e consiste en el control pro­
contención y la renuncia" (Conrad, 19bO). gresivo de les atributos del salvajismo por fuerzas mentales positi­
lIay varios otros estados apoyados por este mito que sirven para vas. Ésta es la verdadera "lucha por la vida de la especie humana",
constituir el sujeto en la negación. A menudo las mujeres y los salva­ puesto que ese control permite a la especie sobrevivir y avanzar
jes fueron evaluados y descritos en términos semt:jantes (véanse por (Freud, 1949:2-3; 1985:314). Los juicios de la etnopsicología occi­
ejemplo Carr, 1984:50; Freud, s/f:145-146; Poliakov, 1974:273). dental continúan encontrando los atributos puros del salvajismo en
Además, "muchas de las maneras de describir a los negros y a la cla­ aquellos que no han podido progresar en la civilización (véanse Co­
se trabajadora se derivaban básicamente de una serie de ideas inte­ llis, 1966; Manganyi, 1985). Pero ahora todcis somos salvajes: presa
rrelacionadas" (Jones, 1980:144). También la criminalidad y la po­ de "oscuros mecanismos, de determinaciones sin rostro" (Foucault,
breza podían ser descritas en los términos de un salvajismo 1970:326), de impulsos salv~es inconscientes que el sujeto no cono­
irresponsable e impulsado por el instinto (por ejemplo .Iones, ce pero que podría intentar descubrir y controlar.
1980: 146; Mosse, 1978:83). La equiparación del salvajismo y la in­ Todos estos ejemplos negativos de raza, género, mentalidad, etc.,
fancia era común (véase por ejemplo Lugard, 1965:70). La versión conllevan normas que son inimitables e inextinguibles. No sólo el
que nos da Foucault de la moderna invención de la locura, aunque sl~eto nunca podría estar seguro de alcanzar estas normas sino que
II
I ahora se considera con frecuencia exagerada, sigue siendo especial­ no sería posible alcanzarlas en algún sentido práctico o final. Apar­
1

I
mente reveladora a este respecto (Foucault, 1967). Los dementes te de su indeterminación inherente, estas normas reciben conteni­
eran interpretados en términos que duplican el salvajismo: impulsa­ dos, oficial y científicamente, más allá del conocimiento del s~jeto.
dos por pasiones, faltos de control, con animalidad, pereza, propen­ Si el s~jeto es infinitamente responsable y, sin embargo, no puede
sión a volverse aún más locos si son dejados en libertad, etc. Los de­ conocer sus responsabilidades con certeza, son necesarias, por par­
mentes eran separados, se les negaba un proyecto, se les negaba un te del sujeto, una aprensión y una limitación constantes. Esto funcio­
habla efectiva y un ser efectivo, se les negaba cualquier diálogo con na positivamente como un ímpetu continuo hacia la realización. El
razón, una razón que es confinada a lo normal y lo calculable y que camino hacia la realización está trazado en términos de progreso.
encuentra su existencia en la plena posesión del propio yo. La locu­ Rousseau previó muchos usos del "progreso" para el propósito de
ra era "una manifestación de no ser" (Foucault, 1967:115). una sujeción progresiva mediante la subordinación de sus sujetos
La elaboración de la locura, la generalización de sus pautas nega­ autónomos y libres a ciertos imperativos educativos, ya que es sólo
tivas en una población normal, están imhuidas del mito occidental
de la identidad en las enseñanzas más influyentes del psicoanálisis. al final del tiempo cívico, cuando los hombres h¡m sido desnaturalizados y
Para Freud había un estrecho paralelismo entre patología y salvajis­ trasformados en ciudadanos, [que1tendrán fin'll'mentc un conocimiento cí­
mo. El estado salvaje era la esfera de los instintos destructivos, de la vico y una voluntad general, así como los adultos tienen finalmente el cono­
cimiento moral y la independencia que (necesariamente) les faltaban cuan­
naturaleza indómita, de la afirmación hedonista y de la animalidad.
do niños. (Riley, 1986:248.)
Era desorganizado y sin inhihiciones: en los "hombres primitivos [ ... ]
el pensamiento pasa directamente a la acóón" (Freud, 1950: 161). La El salv,~e natural es la medida negativa del progreso, de cuán le­
. superación de estos monstruos en el niño o en el neurótico podría jos "nosotros" hemos llegado en comparación con otros.

11,

I
142 LA CONSOUDACIÓN MÍTICA DEL DERECHO MoDERNO U\ CONSOUDACIÓN MÍTICA DEL DERE< :¡¡O MODERNO 143

La constitución de la propia responsabilidad e ident.idad en un otros sujetos, se basa en el derecho positivo, un derecho expurgado
modo negativo es clÍtica, a mi juicio, para comprender lo que de de contenidos que en otro tiempo inextricablemente con
otra manera es una paradoja en la subjetividad moderna. El sujeto la moralidad y la tradición. Con la consolidación de este
obra imperiosamente en el mundo y está investido con un poder in­ "ya no hay nada ontológicamente real tras el ser
menso, pero está inmensamente limitado en el uso de ese poder al mont, 1965:22). Sin embargo, para la supervivencia y la existencia
asumir la tarea de la represión de las inclinaciones naturales hasta el operativa del sujeto, el derecho, como una de las "diversas formas
punto de la pasividad política. ¿Cómo es que para el sujeto necesa­ de capacidad de relación social", no puede ser reducido a "un sim­
riamente reflexivo se invierte, por decirlo así, ese enorme poder, y ple medio para sus fines privados" (cf. Marx, 197::1:84). A falta de la
es contenido en la creación, como dice Elias, del "individuo como cabal p,erfección de! orden, bien sea obtenido mediante la educa­
homo clauslls, un pequefío mundo en sí mismo que finalmente existe ción que proponía Rousseau () de otra manera, un régimen de dere­
con bastante independencia del gran mundo exterior?" (Elías, cho omnicompetente se ocupa de la insuficiencia provisional de los
Elias ctñade que este hombre autónomo, cerrado, "deter­ desacuerdos, las desviaciones y las imperfecciones. Así pues, incluso
mina la imagen del hombre en , "esta clase de percepción en esta relación más estrecha con el sujeto moderno, el derecho
del propio ser parece un síntoma de un estado humano inter­ debe conservar, por decirlo algo de preeminencia. En términos
no, simplemente la percepción natural y universal del propio ser es concebido comúnmente como mediador o "con­
que tienen todos los seres humanos" (Elias, 1978:249). Tal identidad . de una sociedad
universal se obtiene y se sostiene en oposición a esas entidades y de! ser humano"
esos estados incompletos que se desvían de ella. Es completa, y com­ ¿Adónde, pues, lleva todo esto al sujeto autónomo? A una
pleta en sí misma. Sólo necesita extenderse más allá su autonomía ción precaria, como lo la antinomia de la teoría jurídica en­
para la corrección -para el restablecimiento de aquello que ya es-, tre el dominio de la ley y la autonomía del sujeto (Broekman,
y observar, en una autoalabanza, que no es como son los otros. El 1986:94). Pero esta precariedad es atenuada por una dependencia
poder del sujeto sólo necesita ser <:jercido en el mantenimiento de sí mutua y míticamente mediada entre el sujeto y e! derecho. Al pro­
mismo, en el mantenimiento de su sl~eción. "La historia de la civili­ porcionar puntos de oríentación en un mundo de otro modo lábil,
zación es la histOlia de la introversión del sacrificio" (Adorno y Hork­ e! derecho, evidentemente, va a estar reñido con la autonomía del
heimer, 1979:55). Y éste es un sacrificio necesariamente oculto y no sujeto. Pero aun cuando el derecho pueda hacer ahora cualquier
reconoÓdo. cosa, ya no hace todas las cosas. Como vimos, el advenimiento de
En su trascendencia solitaria este aún tiene (Iue un derecho positivo, secular, marcó una retirada de! derecho y dejó
relacionarse funcionalmente con "el gran mundo exterior", pero una esfera llamada privada, gobernada por el sujeto como indivi­
debe hacerlo de maneras que no socaven su Una de es­ duo responsable de sí mismo. Esta esfera de libertad está constitui­
tas maneras es la mediación mÚica que el derecho. El da negativamente. Es aquello que la ley no restringe. El sujeto de­
derecho no sólo salva la brecha entre el sujeto y el mundo, sino que vuelve el favor, por decirlo así. El individuo responsable de sí mismo
lo hace de maneras efectivas para la integridad y la Dotencia del su­ sostiene la integridad de! derecho positivo mediando en la
jeto, y que las mantienen. ción entre el derecho, en su capacidad trascendente e
Hay cierta oposición persistente entre el derecho y el sl~jeto. hacer cualquier cosa, y e! derecho como limitado de manera parti­
Hubo un tiempo, según nos dicen, en que una persona estaba limi­ cular y real. La figura del individuo, en su flexibilidad, intangibili­
tada por su posición dentro de un sistema de leyes incluyente, bien dad y otredad (debemos obrar sobre nosotros mismos), en Sil capa­
fueran humanas, naturales o divinas. Las relaciones de una persona cidad de dar, proporciona un modo que da cabida a las oposiciones
con todas las demás estaban estahlecidas dentro de ese sistema. entre estos aspectos del derecho. Se evita la desorganización que de
Pero con la modernidad, el SIÜeto es liberado de estas restricciones. otra manera se derivaría de considerar al individuo libre como un
Ahora e! sujeto está fuera del derecho mas, para relacionarse con rebelde en una posición tan crítica porque el individuo es, también,
144 LA CONSC )UDACIÓN MÍTICA DEL DERECHO MODERNO LA CONSOLIDACI(JN MÍTICA DEL DERECI 10 MODERNO 145

un ekcto de esa diversidad de poder que lo crea como normal y au­ dar la le~alidad, que es capa/: de ent ahIar y aplicar relaciones juridi­
torresponsable, COInO individuo que no sólo responde a los dicta­ G15- esl;' constituido ne~atival1lente, al igual que el sujeto
dos de ese poder sino también a la múltiple autoridad de la ley. En del cual es una fórma. El hecho de ser un nií1o, una lllujer, un escla­
la existencia de esa subjetividad autorrcg-ulada es una vo, de eslar colonizado o de ser mentalmente incOll1petente ha fun­
condición para la existencia de la legalidad moderna y liheral. Fue cionado para señalar lo <[ue la subjetividad jurídica no es (cf. Fou­
la falta de ('sa sul~jet ividad y de sus soportes disciplinarios lo que cault, 1~J79c 1G). El Sl~ctojurídico ahstracto ('s libre e igual a todos
hizo que la legalidad liberal fuera imposible en la situación los demás sujetos jurídicos, está exento de todos los lazos sustanti­
como vimos. Los valores integrales de (~sa legalidad, valores de la vos yes inmune a todas las determinaciones que no sean de él mis­
y libertad de los sujetos ante la ley, dependen de esta suhje­ mo. Sólo podría eslaI' constituido operativamcnte en términos de lo
tivid::HI que responde y acepta. Por ejemplo, la falta de lihertad y de que no es.
igualdad inherenle en la relación lahoral no se opone explícitamen­ En su composición ne~ativa el sujeto jurídico combina las histo­
te a la legalidad liheral porque, medianIl' la aceptación libre y volun­ rias del derecho y dd individuo. Ya vimos que el avance mítico del
taria del sujeto, est,í incrustada en la esfera de lo normal, de lo in­ derecho y el del individuo eran insepal·ables. El individuo, al i~ual
conspicuo. La relación es una creación y una consecuencia de la que el derecho, lo~ra una ddinición cada vez mayor, un ser más ex-
libre acción del individuo. Es difícil considerar la libertad con más con el progreso desde una sociedad restrictiva y salvaje a un
ironía, pero podríamos intentarlo con un ejemplo de Foucault: es mundo racional y moderno de relaciones jurídicas. Consideraré el
esa misma sul~jetividad aceptante lo que media en la división en la libro de Unger Law in modern s()cÚiI)' [10,'1 daer:!to en la sociedad mode-r­
que "la fixma jurídica general que garantizaba un sistema de dere­ que es, quizá, la más ampliamente aclamada obra reciente sohre
chos que era igualitario en principio fue sustent,lda por esos menu­ la teoría social del derecho, como un c.;jemplo de cómo la subjetivi­
dos mecanismos físicos cotidianos, por todos esos sistemas de mi­ dad jurídica ('s sostenida míticamente en la escena actual
cropoder que son esencialmente no igualitarios" 1976). Creo que este texto es significativo por su misma influencia y
1979a:222). Y, en particular, es una subjetividad moldeada por esos no pretendo la imposihilidad de conciliado con la ohra posterior de
disciplinarios detallados que media en la oposición entre el Este autor identifica tres "clases principales de derecho":
derecho y la administración del Estado, "la antinomia entre el dere­ una es el derecho consuetudinario, otra es el derecho hurocr;\tico o
cho y el orden", tal como lo expresa FOllcault expresa (FoucauIt, regula torio y la tercera "puede ser llamada orden jurídico o sistema
1988: l jurídico" (l97G:47-54). Unge!' no dice nunca CJué es lo que const.ilu­
El derecho reconoce y hace suya esta suhjetividad !Teneral de la ye el "derecho" que estas tres "clases" comparten. La din;lmica que
cual depende y a la cual también afecta. Cun el el derecho consiste, rm'ts bien, en UIla preocupación do­
el s~jeto sólo puede ser [orzad(? involuntariamente por medio de la minante con "el orden jurídico" y su identidad en oposición a las
ley. El derecho delimita un ,\l'ea de lihertad y así hace opaca la auto­ olras clases de derecho. Como un eco casi exacto de Maine y de vl/c­
sujeción "voluntaria" de esle sujeto libre por medio del poder disci­ her, el orden jurídico se cOllsidera una criatura rara y delicada qne
el poder económicoo, etc. El sl~jeto reconocido en el dere­ y sobrevive sólo en circunstancias muy especiales": "de
cho es el individuo universal, autónomo; el ser dado y último hecho puede ser imposible encontrar un solo ejemplo ilustrativo
"postulado por la naturaleza". Algunos lineamientos de ese indivi­ de él fuera del Estado liberal occickntal moderno" ... -y resulta ser
duo se reconocen t"xplícitamente en la protección jurídica de ciertos precisamente así (Unger, 197fi:52, GG).
derechos b,ísicos de intrusiones juddicas o de otra índole. Pero ésta evoca un vago progreso de un tipo de derecho a otro. Pri­
es una protección variable e incierta. Sigue estando subordinada a mero una costumbre desarticulada, después un derecho burocrático
los procesos jurídicos soberanos o constitucionales y, de manera un orden jurídico autónomo y general. Este
más insidiosa, está sujeta a la interpretación de la ley. El avance es Iguat;t(10, un tanto a la manera de Durkheim, por la pro­
dico -el individuo que es capaz de entahlar una acción para diluci- gresión de las sociedades equivalentes a cada tipo de derecho. La
146 J A CONSOUD:\CrÓN MÍnCA DEL DERECHO MODERNO LA CONSOUDACIÓN MÍTICA DEL DERECHO MODERNO 147

historia es bastante común, aunque se la cuente a grandes rasgos. pre una desavenencia potencial entre el ideal y la realidad", y esto
Ciertamente no es menos fantástica ni menos falta de pruebas que presumiblemente permite concebir diferentes estados en ella
los cuentos narrados por los ilustres predecesores de Unger. En un (1976:155).
extremo de la escala progresiva se erige una sociedad "tribal" basa­ La diferencia abismal enU-e todo esto y cualquier condicíón deter­
da en la costumbre, una sociedad exenta de todas las virtudes que minada o determinable resulta irrelevante cuando comprendemos­
serán descubiertas maravillosamente en el otro extremo, en la socie­ que todo est.e ejercicio est,l orientado a la identificación de la socie­
dad liberal occidental y en su orden jurídico. La costumbre tipifica dad liberal y su orden jurídico prístino. La sociedad liberal "se en­
a una sociedad de una unifónnidad tan inerte e insensata que haría cuentra en el polo opuesto a la sociedad tribal" (Unger, 1976:
brillar en comparación a su m;ls (nflexible contraparte hobbesiana: Hay entre ellas un reto de progresividad que las vincula por la vía
"el mecanismo por el que se impide que las pasiones causen estra­ de la clase de sociedad tipificada por el derecho burocrático. Aparte
gos en los <Ineglos establecidos de la sociedad es una obediencia au­ de una vaga "hipótesis francamente evolutiva" y "especulativa", que
tomática a la cultura oficial" (Unger, 1976:145). El "orden normalÍ­ se expone brevemente, Unger afirma que no señala "ninguna razón
vo [... ] puede quedar casi totalmente por debajo del umbral de la general del pon¡ué una forma de sociedad se convierte en otra"
declaración explícita y de la comprensión con.scientc" (Unger, (1976:151-155). Sin embargo, hay muchas evocaciones del progreso.
1976:(2). Hay un "consenso irreflexivo" y "una aceptación irreflexi­ Según Unger una condición desintegra o destroza o se convierte en
va de [ ... ] los valores colectivos" (Unger, 1976:103, 129). Las "reci­ otra, la cual surge con más diferenciadón, especialización, división
procidades de la costumbre" son simplemente "tácitas" y el "criterio del trahajo y jerarquía (197G:6l-63, 10;3). Y en una extraña retros­
del mundo" que es común al grupo tribal en su "dominio sobre el pecdón de "intereses" Unger da algunas razones históricas del avan­
grupo es tan fuerte que nunca necesita ser expresado" (1976: ce final de la sociedad liberal (1976:70). Por último, la sociedad lihe­
142). El salvaje sigue, de manera notoria y conveniente, sin expre­ ral y el orden jurídico son creados por las deficiencias de
sarse. Desde su fortaleza, este grupo menguado divide el mundo sociedades ant.eriores, -lo que "ha fallado" en ellas, lo que "no tie­
"entre gente conocida y gente extraña", entre una solidaridad comu­ nen", lo que ha sido "apoyado a medias" o lo que les "[alta", y algu­
nal y una "hostilidad recelosa" (Unger, 1976:140, 1H-144). Esta vie­ nas tienen más carencias que otras (1976:100, 105,110-127).
ensoñación occídental culmina con el descuhrimiento de que esta En el cambio total de la costumbre al orden jurídico una unifor­
sÍtuacíón "traza un paralelo en la esfera de la cultura con el curso midad inerte cede el paso a la diversidad vibrant.e y l<íbil del "plura­
predeterminado del instinto en el mundo ¡mimal prehumano" lismo de grupo", las "normas particularistas tácitas" ceden el paso a
(1976:93, 132-133). En esta esfera de fijacíón eterna es comprensi­ las regIas autónomamente distintas y generalmente aplicables, y así
blemente "difícil explicar el [... ] cambio" (1976:263). En realidad, el por el estilo (Unger, 1976:52, 62, GG-(7). Esta oposición fundamen­
cambio debe ser "ajeno" para una gente que no tiene un "concepto tal y rigurosa se desintegra en la contradicción. Perduran algunas
de lo bueno o lo correcto como algo que está por encima del mun­ variedades de tribalismo:
do natural y social que los rodea" (Unger, 1976: 143). Esto deja el
acertijo bastante obvio de cómo la sociedad pudo haber progresado La distincí6n entre los de afuera y los de adentro nunca desaparece del
desde tal estado inerte. La solución dilecta había sido que algunas todo bajo el liberalismo. Esta distinción persiste en forma de vinculaciones
nacionales, étnicas y locales y, sobre todo, como 1m contraste entre el mun­
sociedades podían cambiar y otras no podían hacerlo o lo lograban
do público del trabajo y la vida privada de la familia y las amistades. (Unger,
sólo en escasa medida, y la división se hacía en términos raciales.
1976:144.)
Dado que Unger era declaradamente liberal y erudit.o crítico, no po­
día apelar a esta solucíón, de modo que el acert!jo se convierte en Además:
una "oscura adivinanza" (1976: 154). Esta adivinanza se resuelve de
cuando Unger, en plena contradiccíón, postula "que en cual­ el grado de generalidad y autonomía caranerístico del funcionamiento real
sociedad que pueda ser caracterizada como humana hay siem- de las instituciones jurídicas en las sociedades occidentales modernas está
148 1-1\ CONSOLIDACIÓN '-finCA DEL DERECHO MODERNO LA CONSOLlllAClÓN MÍnc.\ DEL DERECHO ~l()nERNO 140

muy por debajo de lo que las (eolÍas políticas prevalecientes exigen. en función de capacidades específicas o de un conocimiento especí·
1976:67.) fico; por ejemplo, la ignorancia de la ley no es excusa. Esta respon­
sabilidad constituida negativamente es una responsahilidad pura,
Hasta lal punto que Unger encuentra que "los supuestos mismos una responsabilidad que puede innuÍr CI1 cualquier cosa en cual­
del ideal de un régimen de derecho" -"que las clases de poder más quier momento. Es una rcsponsahíliciad que se extiende a una
importantes pueden estar concentradas en el gobierno", y que "el hilidad ilimitada de imperativos. El sujeto legal está limitado no
poder puede ser limitado ekctivamente por las reglas"-, "parecen sólo a una l~y que, con mucha frecuencia, no puede conocer con se­
estar falseados por la rcalidad de la vida en la sociedad liberal" guridad, sino también a cualquier cosa en que la ley se convierta.
(1976: 178-179, Ull). I~l consuelo de Unger es que el pllll'alismo de Tal corno ocurre con la subjetividad general, el sl~ietoiurídico es ne­
grupo que hizo necesaria la búsqueda de un régimen de derecho cesariamente aprensivo y restringido fl'enle a aquello que es peligro·
hace que su alcance sea imposible: "los homhres están condenados so pero que conoce de manel'a insuficiente. Este sl~je(o puramente
a perseguir un objetivo que tienen vedado alcanzar" (1976:181 hiperresponsable podría vel'se como un primo no lllUy lejano del su-
Este característico arranque melodramático parecería significar que gobernado por la autoridad que invocan los positivistas jurídi­
e! orden jurídico sólo puede ser trascendente. 10da historia es una cos, un sujeto intrínsecamente obediente de la ley () intrínsecamente
narración mitológica de su origen y su progresi6n. comprometido con ella. Esta responsahilídad entraña un Ill()(lo de
Es la figura mítica del individuo la que carga con el peso de la ser que está vinculado de manera inextrinc8hle con el derecho (Goo­
contradicción y la irresolución en el texto de Unger. Este individuo drich, ] 990: cap. H), un modo de ser en el cnal ha habido una total
surge como la negación de! mundo de la costumbre, en el que "cada "interiorización de la insl;mcia jurídica" (eL Foucault, 1967:2(7).
persona se ve a sí misma como una parte apenas diferenciada de un Esta vinculación también es específim del derecho. Como progre­
todo natural y social más va~t()", en el que "las normas de grupo síviclad, como algo que siempre se est,) trasform;:¡ndo en otra cosa,
dominan y suprimen la individualidad independiente" (Unger, el derecho no puede derivar suhjd i"idades operativas de otro
1976:59, 130). Es la figura del individuo en su "separación radical" lado. El derecho exige una fidelidad específica.
la que puede dar significación a las "relaciones sociales", en vez de En el derecho moderno el sujeto está confinado finalmente en
que {:stas les den significado en una existencia tribal en la que "el or­ términos parecidos a los que fórman el sujeto en genelal. La volun­
den de la sociedad presupone y evoca el orden del alma" (197G:57, tad imperiosa de la subjetividad autolegisbdora se reduce a la vo­
130, 145). Los individuos pueden conocer la diversidad y abarcarla. luntad aislada del homo clalls1ls, separada de todos los dem{¡s y en
Ellos son el punto focal de la cohesión pal'<l el pluralismo liberal, contra de ellos. Para von .Jhering "el progreso dd derecho consiste
puesto que son "personas que trascienden los grupos a los cuales en la destrucción de todos los lazos naturales, en un proceso conti­
pertenecen"; trascienden los "la1.os nacionales, etnicos y locales nuo de separación y de aislamiento" (véaSt: Diamund, 197:l::-\2li). Y,
la familia y las amistades" (1976:1<14,149). sc¡.,'lÍn Pasbukanis, "el elemento jurídico ell la reglarnentacÍón de la
Como continuación de Unger, pero ap;trtándome de él, indicaré conducta humana hace su aparición allí donde empieza el ,lÍsla­
por último cómo el individm? infinitamente mediador existe en el miento y la oposición de intereses" (Artbur, 1978:13). En este ais­
derecho de manera operativa y finita. El sujeto jurídico comparte lamiento, en su sujeción solitaria, el sujeto jurídico tiene <¡ue estar
con el SlÜeto general aquellos atribulos determinados de forma ne­ organizado s6lo interiormente. No puede arirmarse en algllll<l hase
gativa de responsabilidad infinitamente apta y disciplina autocohe­ externa y vagar con sq:;uridad desde allí. El sujeto jurídíco es!;) en­
siva, junto con la autonomía necesaria para esos atributos. El tl'egado (le manera continua y aprensiva a establecer, vigilar y adap­
jurídico alÍna y absorbe de manera indistinguible la diversidad de la tar sus propios límites. Para tcnn coherencia y, sin embargo, rela­
existencia que es ser en el derecho. El sujeto jmidico hace que la vas­ cionarse con otros, el sujeto "tiene que haberse vuelto no sb!o
ta esfera de guiar el conocimiento jurídico influya y sea operativa c;:¡lculadol" sino calculahle, regubr incluso en su propia percepción,
en él mismo. El desempeño del sujeto jurídico no puede limitarse para poder dar en preIlda ~ll propio fUI uro, como luce un aval"
150 l.A CONSOI.IDACIÓN MíTICA DEL n~:RECHO MODERNO LA CONSOLIDACIÓN MíTICA DEL DERECHO MODERNO
151

(Nietzsche, 1956: 190, Segundo ensayo, 1). La hase sobre la cual el por sus ideas acerca de los métodosjurídicos"; Austin había colo­
jurídico se !'elaciona con otros es, finalmente, un contrato cado estas cuestiones "bajo una luz tan clara (lue difícilmente ca­
con el yo que es también una autoconlratación ... quizás el homo con· bía perderlas de vista" (Holland, 1924:vi-vii). Estas palabras proce­
tractus. Se evita un destino mítico al asegurar que no se va a con­ den dellibt·o de Holland The elernenls ofjurispmdence [Elementos de
frontar. Según Renner, el código napoleónico "proclamó fundamen­ jurisprudencia}, que fue durante largo tiempo el texto más amplia­
talmente sólo dos mandamientos: UIlO de orden metterial, que cada mente usado .~obre este lema. Con su insipidez característica esta
cual debe conservar lo que tiene, y otro de orden personal, que obra salvó al derecho de las preocupaciones más amplias de Aus­
cada cual debe ocuparse de sus propios asuntos" (véase Tigar y tino Había una:
l,evy, 1977:256).
Para resumir mi preocup;lción con la subjetividad jurídica, este Íntr-oversión en el derecho y [um'-j pérdida [de jla inspiración vital y conti­
constreñido e introvertido que hemos encontrado podría ver­ nua para el mismo que derivaba de la determinación de comprender los fe­
se corno lo exactamente opuesto al slüeto soberano que fue por ahí nómenos jurídicos sobre la base de una filosofía global del mundo en gene­
nombrando y ordenando el mundo. En lugar de constituir y dividir ral y de las esferas de las ciencias sociales en ella ... Es sintomático de lo que
el mundo en la diferencia, este nuevo sujeto ocupa una esféra le ocurrió a Austín en manos de sus sucesores, que Holland califica como
acotada dentro de un acompasad.o progreso hacia la realización del digresiones, que han echado a perder el tratamiento sistemático que Austin
todo. Pero este progreso mismo esl;í impulsado por una diferencia­ da a su tema, así como su tratamiento de la psicología de la voluntad, la co­
dificación y el utilitarismo. (Morison, 1982:151-152.)
ción, y crea una diferenciación en la cual algunos entes asumen una
posición evolucionada ejemplar. El ente, como ejemplar, progresa y
acumula identidad en la negación de lórmas antitéticas e inadecua­ El propósito del texto de Holland era "exponer y explicar esas
das que la precedieron. El nuevo sujeto y el derecho moderno son ideas, comparativamente escasas y simples, que fundamentan la va­
creados de esta manera. Toman su identidad en un modo que los riedad de reglas jurídicas" (HolIand, 1924: 1). Una de las más sim­
identifica mutuamente. La división entre el régimen de derecho y el ples de estas ideas confinaba el derecho "en el sentido estricto de la
autónomo es superada míticamente. l,a raza y la nación, al derecho "positivo" de tipo allstiniano, es decir, el dere­
como vimos, ofrecen formas participativas de esa identidad, en am­ cho "aplicado por una autoridad polltica soberana"
bos sentidos. 1921:43). Esta purificación o "blanqueamiento" del derecho en sus
términos lo confinaba a la "sociedad política", dejando así una hue­
lla de origen en la negación del estado natural o salvaje por la socie­
dad política (Holbmd, 1924:47; d. Austin, 1861-1863:176,
PROGRESO Y ORDEN EN EL DERECHq Es esta estrecha versión de Aust.in la que y sigue siendo, corno
mostraré en mi último capítulo, "el elemento principal de la juris­
Esto dt;ja el problema de averiguar cómo el derecho, en UIl mundo prudencia en todos nuestros sistemas de educación jurídica" (véase
de cambio y progreso generalizados, puede conciliarse con un dere­ Stein, 1980:86).
cho que persiste como orden, Los lineamientos de este conflicto y La fácil reducción del derecho austiniano parecería oponerse, en
de su solución surgieron en la consolidación de una idea moderna su carácter distintivo puro y "científico", a ese otro gran pilar con­
del derecho hacia fines del siglo XIX. Ésta fue una consolidación en temporáneo de la jurisprudencia, la escuela histórica. La figura
torno del libro de Austin Tite fJTovince al furisfJrudence determined principal de su manifestación inglesa fue Maine. Podríamos esperar
( 1861-18(3). Uno de los consolidadores observó en 1880 (Iue "en ingenuamente que éste opusiera la irreductible riqueza y diversidad
los últimos aúos ha habido signos de un cambio en los hábitos men­ de la historia a la simplicidad monádica de esta idea austiniana de la
tales de los ahogados ingleses", debido principalmente a la influen­ En algunos aspectos Maine y otros seguidores de la escuela me­
cia de Austin, con (Iuien "la mayoría de los ingleses están en deud.a nospreciaban a Austin, pero uno ele esos aspectos era que Austin ha­
L\ CONSOU1H( :¡(lN ylÍTICA DEL DERECHO MODERNO LA CONSOLID.\CI()N MÍTICA llEL DERECHO MODERNO

I
152 153

hía considerado una gama de asuntos demasiado amplia en su La {angul' es un lengu;~ie como sistema, que habitualmente se cOllsi­
1991 :46-47). A de Maine la idea dera !!obernado por reglas, abstracto (' inmutahle. Es "un todo indc­
<lUstiniana era la culrnill<l,ión del 1)J'ogreso del derecho: sus compo­ <¡Ile no tiene relación
nentes "concuerdan exactamente con los datos de la j~,,-;~nn La J¡nrole es el uso y la
madura" y cuanto más nos adentramos en la historia variable y está determinada so­
pensamiento, m,ls lejos nos vemos de [este] conceDto del "derecho" I cialmente. Lévi-Str:UISS vio el mito como panicipante tanto en la
(Maine, 1931:6). langue como en la jJarole, pero tamhién como "una entidad absolut.a
Aquí vemus un origen de es:\ divisiúll. al parecer complementa­ en un tercer nivel [ ... ] distinto de los otros dos" (19G8:21O). Lévi·
ria, que encontramos en el primer capítulo entre el derecho como St rauss distingue entre los dos por lo que se refiere a "la lallgue
y antónoIrlo, y el derecho como social () históricamente con­ perteneciente a un tiempo reversihlc, y la !mrolt' es irreversible"
tingente. Corno positivo. el derecho en su autoridad autovalidantc (1968:209). Teniendo presentes "estos dos diferentes informadores
cs. Ese derecho afecta a su del tiempo",
tico. La exclusión de una influencia más
filosolla del derecho a fines del sÍlrl" XIX es podemos ohservar que el mito lisa un tercer informador, que combina las
ción . propiedades de los dos Por 11na parte, un mito siempre se H~fier('
sional de derecho de otras tórmas de a sucesos supuestamente ocurridos hace mucho tiempo. }'ero lo que le da al
derecho adquirió pureza y autonomía tanto en su conccpClon como mito su valor operalí\'o es que el oatr6n específico descríto es
en la pr<Íctica. Los elementos externos. naturalmente, SOIl conside­ t
(
ese patrón explica el presente y el
1
rados en el derecho, pero éste no trasfiere su origen definitivo apar­
le de su propia autorregulacióll. El defecho establece los términos
El mito, en pocas palabras, "supera la cuntradicción entre el
de su aceptación y hace que su existencia sea clt-pcndiente del cam
tiempo histórico trascurrido y una constante permanente" (Lévi­
hio o de la abo!iciúlI mcdümlc la legislación o ;¡]gún otro proceso
Strauss,1986:16).
"soberano" deliberado. POI otra el derecho se desarrolla o
El mito del progreso, del que ya hemos hablado con frecuencia,
cambia con el desarrollo () el cambio social (' histórico. Como suele
muestra explícitamente estas características del mito en general. El
es sensible a "las cambiantes acritudes sociales", y dejaría de
progreso mismo de lo primitivo a lo moderno, de lo simple a lo
ser viable si estuviera demasiado tiempo o excesivamente en des­
de lo a lo heterogl'neo, etc., entraña funda­
acuerdo con el cambio en la sociedad.
mentalmente una diferenciación cada vez mayor en la fónna y la fun­
IJliciar{~ la búsqueeb de \lna conciliación mítica de estas
ción. La historia del progreso, vista retrospectivamente, es la histo­
nes contradictorias y comenzaré .con un resumen de una buena par­
ria de una entidad constante y duradera que se desarrolla en la
te de los argumentos expllcstos ell este capítulo en lo que, a primera
negación de sus orígenes y manifestaciones anteriores, avanzando
vista, podría parecer una dewiación. Saussure señaló dos sentidos
siempre hacia una diferenciación y una autonomía mayores. El mito
de comprensión de la modernidad cuando Itablú ele dos "puntos de
revelaha la "manifestación G~hal" de una cosa (véase Eliade, 19ü8:16).
vista" en el estudio ele la lingüíst ica: el ~incrónico yel diacrónico. A
Incluso la versión de Marx, que quizás h,H:e m;\s hincapié en la de­
su juicio "la oposicilin cutre lo, dos 1...1 es ahsoluta y no permite
terminación histórica, mantiene la entidad trascendente de alguna
avenencia ,tlguna" (1 C)(jG:87). Tanto en la lingüística como en la
forma "simple" (véase por ejemplo Marx, 1973: 105-106).
de estos términos por las cicucias sociales lo sincrónico
El derecho es creado en un progreso de lo indistinguible él lo dis­
se refiere a la estructura, la y la atemporalidad mientra<; que
tinto. Tamhién este punto ha sido ilustrado abundantemente. Para
lo diacrónico se refiere al proceso, el call1bio y la historia. La distin­
continuar esos ejemplos diremos qHe Pashukanis, al aDlicar al dere­
ción puede afinarse en que es equivalente en la
cho las ideas evolucionistas de Marx. encontró que:
l¡¡mhit'lI señ,llado por Saussure: la distinción entre
154 LA LONSOI.JDACIÓN MínCA DEL DERECHO MODERNO

la forma mucho en un estado con 5. EL DERECHO Y LOS MITOS


una diferenciación intlxna mínima y sin una demarcación clara de las esfe­
Sólo después de un periodo de desarro­
florecimiento, su diferenciación y definici6n

y Pashukanis termina en el presente, en la sociedad burguesa. Sa­


No hay nada que no tenga compensación en alguna otra
el creador de la escuela histórica, consideró que el desarrollo cosa.
del derecho ya no sería la propiedad exclusiva de toda la comunidad
sino de los abogados especialistas: se vuelve más artificial y más BORCES, 1970:11G.
complejo, y una ciencia distinta, aunque el elemento popular en el
derecho se conserva en la influencia nehulosa e indeterminada que LA MUTUALIDAD DE LOS MITOS
el pueblo sigue teniendo en él (Savigny, 18~ 1:28-29).
Para terminar con una conC!u.;ión de Gurvitch, su versión de los Hay cierta mutualidad en los mitos. Los mitos existen en "una esfe­
"antecesores y fundadores" de la sociología del derecho muestra ra mítica" (Lévi-St.rauss, 1987:55). En ella, un mito dependerá de
que estos antepasados vincularon el derecho con la nación-Estado otros para su significado y su efecto completos. Esto suele verse
en una culminación del desarrollo jurídico que desplazó o absorbió
I
l' acertadamente como una cuestión de semejanzas entre los mitos,
formas anteriores de derecho y de costUll1 bres. Este resul tado se ex­
tiende, por lo menos implícitamente, en esta exposición en pro de t que se sustentan una a otra (por ejemplo Leach, 1969:22). Pero un
mito conserva, evidentemente, una distinción y una diferencia con
las demandas de la sociedad "incluyente" sobre todas las formas so­ respecto a otros. En esto se opone a otros mitos de la esfera. Yo sos­
ciales "incluidas" (Gurvitch, 1947:72-96). Así son defendidos los tengo que la estera mítica es una esfera de relaciones mutuas de
"prejuicios de los juristas dogm:íticos", centrados en el Estado y tór­ oposición y de apoyo, de autonomía y dependencia. La rclación de
malist.as (Gurvitch, 1947:77). En el mito sólo se confiere validez a apoyo y dependencia mutuos se armoniza con la causa de la auto­
aquello que procede del centro. nomía de un mito cuando esa autonomía es cuestionada, bien sea
por un mito opuesto o por una realidad mundana. En tales casos,
otro mito por decirlo así, la mengua de autonomía
que revelan los mitos o una realidad resistente. Ya hemos visto mi­
los del derecho y del individuo que se relacionan entre sí de esta
manera.
En este capítulo me propongo el argumento en tres pers­
concurrentes. Una de ellas se limita a presentar el argu­
mento de manera más y otros mitos en su relación
con el derecho. Otra orienta esa
sión de la jurisprudencia básica que seflalé en el
derecho como autónomo y el derecho como
razone~ de lo que allí pareela ser una
unión ineludible de estos dos tipos de derecho. En la tcn:era pers­
cierta solución de los persistentes en el estudio
y así se establece con más firmeza la utilidad académi­
ca de considerar el derecho como un mito. Estos enÍrrmas tienen

I 1 r.l"'~ 1
lSlj EL DERECI [O y LOS MITOS EL DERECHO Y LOS Mrros 157

que ver COIl bs supuestas ant inomias entre el derecho y dos tipos de La extinci6n de! derecho es un acontecimÍcnto excesivamente
reglamentaci(m. Uno de estos tipos es el heredero del derecho natu­ anunciado. Unger (1976) da una versión caracleristica. Se dice que
ral ohjetivo de la Ilustración y adopta la fórma mÍtic;¡ de una admi­ el "ordenjurídico" () e! régimen de derecho fue creado en condicio­
nístracÍún científica a¡-cmeada de una esfera jurídica (véansc Mac­ nes específicas e incluso fn'ígiles (Unger, 1976:66-86). A medida que
Inty!e, 1981: cap. 7; Arthurs, HlR5). En las hislorias COlllunes, con el estas condiciones pasan, pasa también el orden jurídico. En este
avance de la sociedad reglamentada, el derecho es subordinado modo mítico, una entidad es identificada por sus orígenes. No se
cada vez m~is a una administración a la cual sirve, volviéndose útil loma en cuenta la posibilidad de que sobrevengan otras condicio­
en su propósito, discrecional en Sil fonna y particularista en su ;¡pli­ nes sustentadoras. Con la llegada de la "sociedad posliberal" e! régi­
cación. El régimen de derecho -corno genel al en su aplicación, pre­ men de derecho es "socavado" por el advenimiento de un "Estado
visible y <1l1tónomo- es socavado de e~ta manera. Estas cualidades henefactor" y "la franca intervención del gobierno en esferas que
se pierden en otro tipo de reglamentación que desplaza al derecho: antes se consideraban más allá del alcance apropiado de la acción
lo que Turk llama "el regreso al primitivismo" (l9RO:16). Aquí, al ré­ del Estado" (1976: 193-203). La prescripción formal y general, que
gimen de derecho se opone la justicia sustantiva en comunidades es característica del régimen de derecho, retrocede ante "un uso
particulares. A continuación consideraré, una tras otra, cstas dos f cada vez mayor de normas ahiertas y un giro hacia un razonamien­
derogaciones del derecho, cmpezando con un cuestionamiento del

"
to jurídico deliberado" (1976:195). La suposición habitual es que
de la administración. .~ los cambios en la sociedad producen, de algún modo, cambios equi­
valentes en el derecho, Un juicio más fino observaría que el dere­
en términos simplemente cuantitativos, no parece declinar
sino, por el contrario, florecer. Con el desarrollo de la previsión so­
EL DERECHO EN EL MONDO ADMINISTR:\DO cial del Estado y la reglamentación hay una ':iuridificación" cada
vez mayor. Pero esta juridificación se produce a expensas de la inte­
El renacimiento del d(TedlO tanto en Europa Oriental como en la gridad o la autonomía del derecho, ya (lue éste se convierte cada
Occidental cuestiona la fuerte tradición intelectual y política (lue re­ vez más en un conducto para las demandas de la administración
laciona la decadencia del derecho con el avance de la administra­ (T'eubner, 1987).
ción moderna. Hay también una persistencia, incluso una expan· En los últimos tiempos ha habido en Europa Occidental vigoro­
sión de la administración, junto con ese renacimiento del derecho. sas afirmaciones de que la juridificación está siendo revertida. Va­
Tanto los que proponen el renacimiento del derecho como los pro­ rias combinaciones de "neoconservadurismo" y neoliberalismo
fetas de Sil desaparición convemhian en que la administración y el ofrecen programas para revertir la intervención del Estado, reani­
régimen de derecho son contrarios. Disentirían sobre si el derecho mando el mercado, así como un régimen de derecho clásico, Los
se subordina finalmente a la administración o si, por último, es ca­ efectos prácticos han sido importantes y no se han limitado a los lu­
paz de controlarla. Este desacuerdo seilala aspectos de la relación gares en los que esos credos nuevos o revividos se adoptan de ma­
entre el derecho y la adminis1 ración que estas posiciones pasan por nera explícita. Pero estos efectos parecen ser profundamente ambi­
alto. Si, con la ayuda considerable de FOllcault, identificamos una lí­ guos. Veamos, corno ejemplo, la situación británica. Allí la marcha
nea simbiótica entre el régimen de derecho y la administración mo­ atrás de la intervención del Estado en algunas esferas se ha visto
encontraremos que el derecho está subordinado a la admi­ acompañada por su expansión general, y el Estado, m,1S que nunca,
nistración y, sin embargo, la (ontrola. Si tuviésemos que resolver ha intentado inculcar una disciplina conformista en sus súbditos
esta parad(~ja necesitaríamos establecer los límites del derecho y los (Fitzpatrick, 1988a). El propio mercado ha sido elogiado. no sólo
de la administración en su relación mutua, límites que cada uno de corno una liberación de la estatal, sino como un medio
ellos es incapaz de conciliar con su propia presentación corno un de estahlecer más disciplina, especialmente autodisciplina, incluida
objeto mít ¡eo general o trascendente. una apreciación de la inevítabilidad de la autoridad y la jerarquía.
158 EL DERECHO Y LOS MITOS EL DERECHO Y LOS MITOS 159

La incoherencia misma de estas posiciones y la aparente rontradic­ recho asume una existencia dinámica, una existencia distinta de una
ción entre el ncoliberalismo y el neoconservadurismo podrían ser administración de la cual es un suplemento necesario y que se opo­
lot.adas sin dificultad (véase Habermas, 1990). La elevación del ne a ella. Además, en esta relación con la administración, el derecho
oponerse a la elevación del orden y la mismo está limitado por ella y depende de ella. El que el derecho y
administración. Pero lo que exploraré es la coherencia final entre la administración sean integrales y, sin embargo, necesariamente
estas cosas, h verdad mÍlica de su combinación. opuestos, supone una contradicción. El derecho y la administra­
En Europa Oriental han aparecido ahora paralelismos curiosos. ción, en su recíprocidad mítica, se limitan uno a otra y, no obstant
La Carta de París jJam una Nueva Eumjm, adoptada en noviembre de sustentan su mutua afirmación de ser ilimitados. Abordaré a conti­
1990, compromete a los países de Europa Oriental a adoptar un ré­ nuación este temario sintetizado.
gimen de derecho, como vimos en el capítulo anterior. Pero la si­ Los análisis de la morbosidad del derecho han tendido a suponer
tuación tÍLne también sus ambigüedades en Europa OrientaL Allí el la inviolabilidad de sus causas. En estas versiones el Estado benefac­
régimen de derecho ha sido adoptado supuestamente para contra­ tor o la administración del Estado o el corporativismo causa la deca­
rrestar el dominio del Estado y para contribuir al reslln!imiento o la dencia o la extinci6n del derecho, o la pérdida de su autonomía o su
creación del mercado. Aunqt: integridad fúrmaJ. Este proceso se considera corno una derogación
nistración no aumente con el inexorable de un estado anterior y más puro del derecho cuando,
nes que hablan de su decadencia son, sin duda, exageradas. Ade­ como régimen de funcionaba con una
más, cierta renuencia acerca del mercado es más que igualada por UIla fuerza fórmal que, desde entonces, se han
"una ¡'enuencia sem~jante cuando se ln1ta de tomar en serio e! dere­ seriamente diluidas. Esta decadencia se atribuye al dominio de una
cho y el régimen de derecho" (Sajo. 1990:329). A pes,lr de un des­ vasta administración del Estado desde fines del siglo XIX (véanse
cuido considenlble de! régimen de derecho y la persistencia del do­ por ~jemplo Dicey, 1962; I1ayek, 1944). La dirección de mi argu­
minio del Estado, el régimen de derecho ha adquirido vigencia mento es muy diferente. Se centra primordialmente en la adminis­
como símbolo de una trasformación en la cual "la autonomía de la tración, y no en el derecho, y examina la relación entre ellos en esa
civil (privada) presupone un Estado estrictamente limitado perspectiva. Esto nos permite localizar esos efectos supuestamente
una especie de imncrio de la lev sobre el Esta­ corrosivos de la administración en el origen del derecho moderno y
do" (Saío, 1990:394). ubicarlos como parte integral del mismo, no como algo que vino
1,0 que indican estas dos situaciones -una fusi6n del neolihera­ desde afuera.
lismo y el neoconservadurismo en Europa Occidental y basándome en Foucault y en su obra sobre e! poder desde
do a un equivalente en Europa Oriental- es contrario a las ideas esta perspectiva de la administración y, me centraré en el
comunes de la antinomia entre e,l régimen de derecho y la adminis­ derecho. Esto plantea un problema inicial. Es muy posible que la
tTación. Las dos situaciones mencionadas sugieren una compatibili­ historia de Francia no sea la historia del mundo. Los relatos particll
dad operativa entre ellas. A continuación ubicaré y exploraré esa lares de Foucault, como los que se refieren a cárceles y asilos, a me­
compatibilidad en el contexto de la sociedad liber;:d. Lo haré, pri­ nudo hacen afirmaciones amplias e implícitas sobre el tema que tra­
mero, examinando la antinomia no tanto en los términos bien ensa­ tan, y han sido criticados por esta razón. Mi "posición" es que, en
yados de la degradación del derecho, sino en lo que se refiere a la esas afirmaciones más extensas, los relatos de Foucault pueden estar
administración ya la forma en que su penetración profunda y tenta­ demasiado comorimidos cronológicamente pero que, si ampliamos
cular desplaza de manera inevitable al derecho o, por lo menos, lo nos dan una convincente narración de los cam­
como expondré después, esto es sólo una social en Occidente. Es­
de la historia. Si consideramos la naturaleza misma de la ad­ tán además sus relatos más generales sobre el suq;imiento de una
ministración moderna encontramos que está s~jt'ta a ciertos límites mentalidad gohernante, o "gohermentalidad", como él la llama.
operat ivos. Es dentro de esos mismos límites que el régimen de de- tos no se limitan a Francia.
EL DERECHO Y LOS MITOS lGl
160 El. DERECHO Y LOS MITOS

nes directas e inmediatas" con su objeto, en "su ejemplo material",


En este punto también deberíamos ver a Bentham como una
"en su destino final" (1980:96-97). Esta preocupación por el poder
fuente de infórmación importante. A juicio de Foucault Bentham
como operativo fue encapsulada por Foucault por lo que se refiere
dio forma analítica y operativa a una nueva clase de poder en el
a modalidades -técnicas, instrumentos, tácticas, mecanismos- que
seno de una nueva "sociedad disciplinaria". Este poder "puede ser
funcionaban en una dimensión de lo "micro" y de lo íntimo
e:jercido de manera continua en los cimientos mismos de la socie­
ejemplo] 980:97-1(3). En pocas palabras, lo distintivo de "esas nue­
dad y de! modo más sutil posible". "Funciona fuera de las formas re­
vas tecnologías de poder" era "su carácter concreto y preciso, su do­
pentinas, violentas, discontinuas, que están comprometidas con e!
minio de una realidad múltiple y dikrenciada" y su capacidad, en
ejercicio de la soberanía" y están tipificadas por el derecho (Fou­
esto, para tener "acceso a los individuos mismcs, a sus cuerpos, sus
1979a:208-209). Este "prescindir de la necesidad del príncipe"
y todas sus acciones" (1980:125,151-152).
(Foucault, 1979a:208) no armoniza fácilmente con el Bentham más
Sin embargo, el poder no se limita a serpentear entre numerosos
inglés, con e! moderno creador, por la vía de Hobbes, de una sobe­
ejemplos. Foucault percibió un cambio general en el periodo mo­
ranía ilimitable hecha efectiva por el derecho como orden suya o ex­
derno, de un tipo de poder marcado por la soberanía centralizada e
presión de su voluntad. Este derecho tan poderoso podía servir tam­
intervenciones ocasionales o discontinuas en la sociedad, a otro <¡ue
bién, a juicio de Bentham, en la vena más liberal de utilitarismo,
es disciplinario y continuamente regulador y que de manera genera­
para marcar una esfera de libertad más allá de sus limitaciones. Sin
lizada, íntima e integral reside en la sociedad. Éste es un tipo de po­
embargo, esa esfera de libertad no era inmune a los nuevos "meca­
der y de control que no está basado -o no está tan basad<;>- en una
nismos de disciplina [... ] su difusión por todo el cuerpo social" (Fou­
prohibici6n, sino más bien en la constitución positiva de normas y
1979a:209). Con Bentham como aspirante a ser el "Newton de
el moldeamiento positivo de los individuos para que se adapten a
las ciencias morales", cualquier contradicción en esto era superada
esas normas. Tiene efecto en muchas esferas de poder particulares
por la vía de la verdad y el orden que eran mutuamente dependien­
que tienen que ver, por ejemplo, con la delincuencia y la cárcel, la
tes (Bentham, 1970b:273). El orden, al igual <¡ue la verdad, podía
salud, la educaci6n, la vida urbana, el control de la ü10vilidad, la re­
ser completo. Los liberados podían encontrar su ser más pleno en
creación, la moralidad, el lugar de trab~jo, el asilo, la raza y la se­
una visión de orden total, aun cuando esto fuera para Bentham una
xualidad. Tal vez el contraste más notable que señala Foucault es el
tierra prometida aún por alcanzar Stokes, 1959:295). Lo que
que existe entre el criterio convencional de la negativa,
puede encontrarse así en el esquema de imperialismo nacional ini­
"la negación de reconocimiento", de la sexualidad en sistemas de
ciado por Bentham, como espero mostrar, son los lineamientos de
poder en Occidente durante el siglo XIX Y el criterio expresado en su
un orden y una verdad "liberales" en los que el derecho y la admi­
primer volumen de su "historia de la sexualidad" que revela el des­
nistración disciplinaría están integrados y, no obstante, se mantie­
arrollo de la sexualidad en ese periodo como una esfera de control
nen separados.
público y de autorregulación privada (FollcauIt, 1981 :69). Para la
La preocupación de Foucault con el poder se enfocó a la
presencia general del poder disciplinario lo que es pertinente es el
de un "Derecho como Soberano" unificado que ocasional y discon­
efecto intimidatorio y masivamente moldeador de la suma de estas
tinuamente interviene en la sociedad desde afuera o desde arriba de
esferas de poder que actúan entre sí. Aunque el poder disciplinario
ella (Foucault, 1981:88-89,97). "En las sociedades occidentales, des­
se expone de manera más evidente e intencional en lo anormal y lo
de la Edad Media, el ejercicio del poder siempre ha sido formulado
desviado (Foucault, 1979a: 193), se ha con~iderado también como
en términos de derecho" (1981 :87). Foucault nos exhorta a huir de
un efecto generalizado que opera en toda la sociedad. Las esferas
esta manera de ver el poder como una prohibición o una coerción;
de poder particulares sirven como lugares originales y justificacio­
aquello que está sttieto al poder es, de otro modo, libre. En vez de
nes de técnicas de Ínspección y de control más amplios. Al definir y
esto, "el poder viene de abajo" y no de:ja esferas de libertad vacías
contener lo que es inaceptable, y al sentar normas de lo <¡ue es acep­
porque "el poder está en todas partes" (1981:93-94). Debernos en­
table, establecen guías de autorregulaci6n, el modo principal en
contrar el poder en "sus prácticas reales y eficaces". en "las relacio-
162 EL DERECHO Y LOS MITOS EL DERECHO Y LOS MITOS 163

que el poder disciplinario funciona. Foucault ofreció que da poder disc :ional a un funcionario para determi­
nes más directas de la generalidad de este nuevo tipo de poder. El nar cuestiones en Sil infinil ,11ente diversa particularidad es incom·
en dominios "hegemónicos" y el dominio eran patible con esa esta?ilidad. esa pn:visibilidad y esa generalidad de
"una estructura de poder ( 1981 :94; 1982:226). Los casos aplicación que son necesarLlS para el régimen de derecho. La histo­
de poder particulares o locales necesitaban una dimensión ria que sustenta esto y que procede de la preocupación con la admi­
en la cual ser eficaces, y viceversa ( 1981 :99- lOO). Foucault propor­ nistración dice que los "procedimientos administratívos de normali­
cionó también una idea general de poder más tangible con la figura zación están cada vez más constantemente comprometidos en la
de "gobennentalidad" a la que nos referimos en el capítulo anterior. colonización de los del derecho" (Foucault, 1980: lO7; cf.
Tanto si vienen de abajo o de arriba como si proceden de alguna 1990). Tales procedimientos, "aunque estar constituidos
fusión de los dos, este nuevo tipo de poder parece estar tan genera­ por ley. operan según criterios que, desde el punto de vista del dere­
lizado que excluye o subordina a los otros tipos. Éste es el criterio son indeterminados" (Rose, 1979:(0). "El discurso de la disci­
que Foucault tiene del poder y que sostuvo ampliarr no tiene nada en común con el del la regla o la volun­
1978:149-151). Más adelante volveré a hablar de t.ad soberana" (Foucault, 19HO: 1(6). Es "imposible reconciliados"
este criterio y lo refinaré pero, por el momento. señalo sus conse­ 198H:162).
cuencias para el derecho. Según la historia, hasta ahora, el poder que el régimen de derecho. considerado en un tiempo por
disciplinario subordina el derecho, mas no lo desplaza: la mayor parte de los teóricos como su comienzo y su apoteosis inci­
piente, había entrado en decadencia con el avance de una adminis­
No pretendo decir que el derecho se desvanece en el trasf(lllelo ni que las tración a la cual se oponía. "Nuestro gradiente histórico -dice Fou­
instituciones de justicia tiendan a desaparecer, sino que el derecho fimcio· cault- nos lleva cada vez m,ís lejos de un régimen de derecho que ya
na de mús en más como una norllla, y que la instituciónjuclicial es incorpo· había comenzado a retroceder hacia el pasado, cuando la Revolución
rada cada vez más a un continuo de aparatos (médicos, adrmnistraLívos, francesa y la época concomitantt' de constituciones y códigos pare­
etc.) cuyas funciones son, en ;;tI mayor parte, reguladoras. Lna sociedad cían destinarlo a un futuro muy próximo" (Foucault, 1981:89). Daba
normativa es el resultado histórico de una tecnología del poder centrado en
la impresión que el derecho no podía resistir fundamentalmente el
la vida. Hemos entrado en una fase de jurídica en
avance de la administración científica. No tenía el contenido sust.an­
con las sociedades anteriores al siglo XVII que conocemos; no debeI"Ímnos
por todas las constíwdones establecidas en todo el mundo des· tivo necesario para oponerse a los dictados de esa ciencia en la que
de la Revolución fr¡rncesa, por los escritos y rcvisado~, por toda una estaba basada la administración. Distaba de ser un sistema cerrado,
actividad legislativa continua y d;mlOrosa: éstas fueron las f(¡rmas que hicie­ resistente a la infiltración isomórfíca de la administración. Además,
ron que fuese acentable un Lloder esencialmel1le nonnalizadoL esta ciencia era una diosa celosa: era un criterio total, un criterio
]981:144.) que afirmaba hacer explicable, o potencialmente explicable en sus
términos, todo cuanto había en la vida política o social, dejando es­
Hasta aquí la historia estaría de acuerdo y daría sustancia a esos pacio al derecho sólo como una técnica en su causa o como una de
rclatos en los que el derecho en su generalidad abslracta es despla­ sus ramas (véansc Habermas, 1974:60-61; Horwitz, 1977:254, 257­
zado por la particularidad concreta de la administración, pero en 259). Así pues, el derecho, incluso en su propia expansión aparente,
los que persiste en formas atenuadas junto con uIla 'Juridificación" parece servir de más en más como agente, accesorio y sostén en el
mayor. Exploraré brevemente esta suhordinación dcl derecho a la avance de la administración científica. En esta situación puede vérse­
administración y orientaré mi versión <1 mostrar que la relación en· lo cada vez más marginado, confinado a alguna en gran
tre cI derecho y la administración es de dependencia mutua, y no medida simbólica () de procedimiento, de la operación de la adminis­
de denendencia del derecho. 1980: 19-22; Mayhew, 1971;
Los términos en los (Iue el de derecho ha sido Es más, la decadencia del derecho parece asegurada en cierta de·
mente socavado están bien La forma de reglamentación pendencia de la administración. Es debido a los poderes particula­
164 EL DERECHO Y LOS MITOS EL DERECHO Y LOS MITOS l()5

res y omnipresentes de la administración que el rég-imen de dere­ dicíones de empleo de los funcionarios públicos. Los poderes fue·
cho puede ser mantenido en sus aspectos de universalidad e igual­ ron usados en este caso para eliminar el derecho a pertenecer a un
dad y puede ser visto corno trazador de campos para la acción li­ sindicato que t.enían los funcionarios púhlicos empleados en la Cen­
bre. El de derecho resultaría demasiado delicado para tral de Comunicaciones del Gobierno, organización que proporcio­
una sociedad fundada en la desigualdad y en la auloridad coercitÍ­ naba señales de inteligencia al gobierno y que se ocupaba de la se­
va si los individuos no estuviesen previamente adaptados por me­ de las comunicaciones militares y oficiales. Hahía cierta
dio de la administración. La administraci6n es el necesario "lado incertidumbre sobre si sería la revisión" ya que se
oscuro" del derecho (Foucault, 1979a:194, Así, si la ley tuvie­ trataba del eiercicio de una m'p,-rnIT":1 una forma de
se que contrarrestar sustancialmente a la administración, socavaría tivo que en olros tiempos estuvo rese¡-vada al monarca. I,a Cámara
las condiciones de su propia existenciz¡. Además, la dependencia de los Lores decidió que los poderes discrecionales, o algunos de
del derecho parecería establecida en la unidad del derecho y la ad­ ellos, podían ser revisados judicialmente, y por esta razón el caso ha
ministración dentro del moderno "complejo cientí1ko:iurídico", sido proclamado como un avance importante para la revisión judi­
que encontraría una ubicación instit-ucional en el Estado, por cial por un observador tan perspicaz como Scdley (1988:419). De
1979a:~~). Como preludio al refinamiento de manera que aunque los amplios poderes que tiene la primera minis­
esta versión insistente y a la exploración de la resistencia del tra sobre los contratos de funcionarios ptíblicos complcnderían en
men de examinaré de manera más concreta la sus términos lo que ella hizo, los tribunales consideraron si sus ac­
cía del para "el' si los límites que lo encierran PUCUt::1I, ciones sat isradan ciertas ideas de justicia procesal en las que solía
su parte, empezar a indicar límites a la administración. insistir el Poder Judicial revisor. Sin embargo, el
Comenzaré la exploración de los límites considerando la imposi­ tardíamente el de que había otro hictor de los
bilidad del derecho administrativo en el establecimiento del estudio discrecionales que estaba en juego: el factor de la
judicial de la accÍón administrativa, que es operativ;uncnte la expre­ naL El gobierno afirmó que, dado que la decisión fue tomada ba­
sión definitiva del régimen de derecho y su dominio sobre la admi­ sándose en la seguridad nacional, los requisitos de justici;\ procesal
nistración. Consideraré la situación en Gran Bretaüa, concentrán­ no eran pertinentes. La C;ímara de los Lores aceptó CJue la seguri­
dome especialmente en el florecimiento de la asertividad dad nacional estaba en juego y que los requisi tos de jusi íc:ia no eran
sobre la administración del Estado en los úlLimos treinta aüos. Aun pertinentes. Es la Cámara sostuvo que atañía al gobierno, y no
cuando aquélla parece marcar un control más eficaz de la adminis· a los trihunales. decidir si los intereses el<- la seguridad nacional pe
tración por parte del derecho, me esforzaré en demostrar <1ue esta saban más que los
afirmación misma de vifrilancia íurídica ha aumentado los límites Lo que es importante para mis propósitos es la razón de esta ab­
del derecho. dicaciónjudicial. Para expresarlo de la manera más simple, "el pro­
Para que el derecho impere debe haber, como mínimo, procedi­ ceso judicial es inapropiado para alcanzar decisiones en materia de
mientos jurídicos, a fin de deterrninar si sus requisitos han sido cum­ seguridad nacional" (ccI-rn 32). Ciertos poderes discrecionales,
plidos. Mientras que el Poder Judicial pueda examinar efc:crivamente de los que sólo se dierun ejemplos, no son "susceptibles de revisión
los excesos de la administracion de modo que ese poder administra­ judicial porque su naturaleza y su tema son tales que no están suje­
tivo sea mantenido dentro de límites jurídicamente establecidos, el los a revisión por el proceso judicial" (CCHO 39). Hubo otras decla­
derecho, por amplios que sean lales límites, sigue imperando en raciones sobre el mismo efecto, UIla de las cuales fue de Lord Di­
cierto sentido. Tomaré el llamado caso (;CIlO como un ejemplo tan­ plock (p. 36). Su participación fue especialmente imporlante por el
to de la expansión de la revisión como de la confrontación con los destacado que luvo, junto con Lord Reid, en la cXDansión de
'\.Prrpfnnl o! Slatefor and CmnmonweaUh la revisión judicial de la acción de la administración
Este caso trató Reíd tambiéri ha considerado que el
ministra pal-a revisar las con· examinar ciertas esteras "propias" del gol)lernO ,vease por
166 EL DERECHO Y LOS MITOS EL DERECHO Y LOS MITOS 107

Chandler v. Dirl'ctor (J/ Publú; ?!-:rsl'cutions 1964 AC 763 en 791). Señalo tienen que buscarse fuera de los términos del derecho. Un punto de
a los lores Diplock y Reid como figuras principales y al GCHO como partida podría ser observar quién tiene éxito y quién fracasa en la
un caso primordial para indicar' que la contención judicial es carac­ revisión judicial. Parecería que, a pesar del avance general de la re­
terística. En conjunto, pues, el régimen de derecho está sujeto a una visión general, muchos, de los que están socialmente desfavorecidos
pequeña calificación técnica. Diré, con una adaptación de la frase o marginados pueden esperar muy poco de ella (véase Sedley,
de Carlyle, que "ningún hombre", por encumbrado que sea, está 1987).
por encima de la ley, siempre y cuando sus excesos puedan ence­ En pocas palabras, pese a todos los límites impuestos a la capaci­
rrarse en los límites diversos e in~~-tos de lo que los jueces conside­ dad del derecho para subordinar a la administración pública, con­
ran propio de sus funciones. ~ serva una capacidad para hacerlo, pero esa capacidad no admite
Tal restricción, al parecer excepcion~<l, los extremos ele la revi­ pruebas. N o puede probarse en la práctica porque los términos jurí­
sión judicial, sirve para presentar su ejerdc~_como esen­ dicos en los que se lleva a cabo el "control" de la administración son
cialmente irrestricto, pero también para demostrar que-hay----un indefinidos. De manera característica, estos términos adoptan la
modo de restricción normal, indistingtlible. Con frecuencia los ca­ forma de una discreción judicial abierta. Si aquí pucliera probarse
sos de revisión judicial contienen una declaración de que la integri­ definitivamente la capacidad del derecho, y exponer así sus límites
dad del poder administrativo que está siendo revisado debe ser res­ en relación con la administración, el derecho ya no podría reivindi­
petada debido a su pericia exclusiva. Siempre hay esferas en las que car el gobierno universal y, como régimen de derecho, dejaría de
el Poder Judicial no está facultado para ent raL Las modas que deli­ existir. Además, los términos indefinidos del "control" jurídico per­
mitan esas esferas son varias y mutables. Se dice con frecuencia que miten al derecho responder a la autoridad y a las demandas de la
la revisión no puede ocuparse de los méritos o ele la esencia de una administración, y de hecho lo hace. El derecho siempre puede con­
decisión administrativa sino sólo de la cuestión de si estaba dentro trolar en potencia los dictados de la administración, pero aceptarlos
de la jmisdicción o de los poderes del funcionario que la revisa. fundamentalmente sin poner de manifiesto sus deficiencias.
También suele decirse que la revisión judicial no puede ocuparse de Ilustraré y ampliaré estos argumentos apoyándome en una línea
lo que se decide sino sólo de la manera en que se toma esa decisión; de casos notable dentro ele la expansión de la revisión judicial: los
por c:jemplo, si fue dictada para un propósito apropiado o sólo to­ casos relacionados con audiencias disciplinarias en la cárcel. Van
mando en cuenta consideraciones pertinentes. Éstos son algunos de desde el reconocimiento judicial explícito de los límites de la ley
los elementos activos de la base de una revisión judicial, pero basta­ hasta la afirmación del dominio del régimen de derecho. Parad(~ji­
rán para indicar lo que, en la práctica, ha demostrado ser la irreso­ camente, la afirmación misma del régimen de derecho determina,
lución persistente, la falta de contenido tangible del Poder Judicial como espero mostrar, que el derecho se vuelve más cómplice con la
en esta esfera. Este resultado, creado por los jueces, les permite administración pública. Esta conclusión sirve como preludio a una
mantener una división fluida e intangible entre el derecho y la ad­ exploración de las relaciones simbióticas entre el derecho y la admi­
ministración pública, división que no est.ablece límites generales y nistración pública.
duraderos para ninguno de los dos. Así, se desvanecen los límites Ha habido un retroceso radical en la revisión judicial de las au­
inevitables del derecho y aún 'puede vérselo imperar. La revisión ju­ diencias disciplinarias en las cárceles. Estas audiencias son realiza­
dicial es incapaz de resolución o de consolidación explícita. Le falta das bien sea por el director de la cárcel o por una junta de visitado­
coherencia y la capacidad para establecer controles generales sohre res cuyos miembros proceden del exterior de la misma. Las
la administración pública (Galligan, 198~). En algunos tipos de ca­ audiencias comprenden las acusaciones disciplinarias contra presos
sos los jueces tienden a "santificar e inmunizar" el dominio de los y las quejas de éstos. Hasta hace poco tiempo la posición judicial
administradores (Sedley, 1987:10), pero en otros se negarán a reco­ era que estas audiencias eran cuestiones de disciplina interna y, por
nocer la existencia de pericia administrativa (véase, por ejemplo, lo menos en el caso de audiencias ante el director, también eran
Brornley LEC v. C;LC 1982 2 WLR (2). Así pues, los límites operativos cuestiones de carácter administrativo. Como tales, para decirlo con
Hi8 EL DERECHO Y LOS M1TO~
EL DERECHO Y LOS MITO!> }f)9

una justificación característica, "interft:rir no era asunto de los tri­


bunales". Las razones pr;íct icas fueron considerablemente sintetiza­ fal no era apropiado para que un cuerpo, como la junta, "tjerciera
das por Lord Denning en estos términos: "si los tribunales tuvieran jurisdicción disciplinaria" (p. :~92). (La concesión de derechos ge­
que ver acciones enlabiadas por presos descontentos, la vida del go­ nerales no se concilia con la discreción judicial exenta de cOllteni­
bernador sería intolerable" (Ber:ker v HOllW 0Uia rlnd another l 2 do y que funcionaba en los límites entre el derecho y la administra­
OB ·107 en 41 H). Empezando con el caso R v. Hull Prison Board 0I Vi­ ción.) En un texto inconscientemente revelador, Lord Goff no
sitors, ('x parte Sl. Germain (1979 2 WLR 42), los tribunales han some­ pudo "ver una base" para solicitar representación "en lodos los ca­
tido estas audiencias a revisión judicial. Pero sigue habiendo límites sos como un derecho. Todo debe de las circunstancias
que dicen más sobre lo que la ley no abarca que sobre lo que com­ del caso particular". Y añadió que "Mantener lo contrario resulta­
prende. Esta línea de casos incluía reclamaciones de presos en el ría en demoras totalmente innecesarias en muchos casos [y] en una
senLÍdü de que los requisitos para 1" justicia procesal dispuestos en pérdida totalmente innecesaria de tiempo y de dinero, contraria al
la revisión judicial -los requisitos de ':justícia natural"- deberíaJ} interés público" (p. 392). Esta empatía por la administración,
hacerse extensivos a esas audiencias discíplinarias. Los tribunales con la deferencia, se convierte en la r"zón suprema para negar la
han sostenido (lnc la justicia natural se hace extensiva de esta lórma representación aun cuando la audiencia trate de "el equivalente"
en lo pero con tí'ecuencia han afirmado que no ocurre así de un crimen:
en 10 particular. Al igual qne con el reslo de la revisión judicial, los
jueces han usado una discrecionalidad franca y ohcecada y una eva­ En realidad, mantene¡' ot.ra cosa [... ) llevaría a una distinción extraíla entre
luación sin trabas de la naturaleza de las decisiones administrativas, los deUtos disciplinarios que son, t.ambién, crímenes, y aquellos que no lo
son, ya que los castigos que podrían huponerse [por delitos contra la (lisci­
para determinar si un requisito particular de justicia natural es apli­
bajo las administrativas de la cán:clJ no dependen de ninguna
cable. VC<lmos el ~jemplo d<.: uu caso que trató de la decisión de una
distinción de este tipo. (P. ~92.)
que decide la concesión de libertad condicional: se falló que la
justicia naturaluo obliga a lajunta a ciar razones de su rechazo de
Lord Goff apoyó estos argumentos al invocar la posición del di­
la solicitud de un preso para ser dejado en libertad condicional a
rector de la cárceL Aunqne en una declaración singular dijo que las
causa de "los intereses de la sociedad en general, incluida la debida
audiencias disciplinarias del director estaban sujetas al derecho na­
administración del sistema de libertad condicional", como lo expre­
añadió:
só Lord Denning (Pavru! "O. Lord Harris 01 Greenwú:h and another 1981
2 A1.1. ER 842 en La jurisdicción que ~jerce el director es de \lila naturaleza más sumaria
Aunque la contundencia incomparahle de l.ord Denning puede la ~jercida por la jUllt.a de visitadoresl, y debe ser ejercida apropiada­
decir todo lo necesario sobre la inviolabilidad de 1(1 administración [ ... 1 En la naturaleza de las cosas es difícil

y su :mbordinación final a la intentaré refinar estas cuestiones nar que las reglas del derecho natural podrían alguna vez una re­
examinando la decisión de la Cámara de los Lores en el caso R. v. presentaciónjurídica ante el director. (P. :~92.)
Board (J/ Visiton o/HM Prison, TIte Maze, ex Hone (1988 AC 379)
tal como la entn~gó Lord Coff oí Chieveley. En este caso el preso, Una vez más se observa una empatía judicial y la capacidad para
excesivamente optimista, afirmó que el derecho natural le confería dar de la administración, incrustada ahora indistinguiblemente en
el derecho de ser representado allte la junta de visitadores. Lord "la naturaleza de las cosas". Esta naturaleza mítica de las cosas es lo
Goff reconoció que en un tribunal penal "cualquier persona acusa­ que ahora examinaré.
da de un crimen (o del e(!uivalente de un crimen)" podía reclamar Estos casos ilustTan una contTadicción que, como hemos visto, re­
representación (p. 39]). Pero añadió que no podía existir tal dere· side en la revisión judicial en general; una contradicción entre el
cho general para los presos en las audiencias ante la junta de visita­ régimen de derecho y los imperativos de la administración. En estos
dores para tratar "el equivalente" de un crimen. Un derecho gene- casos la contradicción se resuelve por el ejercicio de una discreción
apta, en las dos acepciones de la palabra, que conlleva una defel'cn­
170 EL DERl:CHO y LOS MITOS EL DERECHO Y LOS MITOS 171

cía por la naturaleza de las cosas, POl- un orden fundamental que los mo y a sus intervenciones COIllO ()ca~ionalcs y discontinuas. Sin em­
de declamaciones ocasionales y qui­ el derecho no responde simplemente a la naturaleza de las
m:undus (que se hagajuslicÍa aunque cosas, El derecho evoca y afirma, e incluso crea, lo normal y la ;nlto­
Al margen de los casos, una especie de fraude ridad como normal. Mediante el moldeo y el tratamiento que le da
institucional sustenta esa resolución. Limita los casos que la ley re­ a lo que es excepcional y aberrante, a lo que está fuera del mundo
conoce y los que puede reconocer. El número de casos de revisión apropiadamente administrado, la administración ~e vuelve normal y
y los recursos dedicados a ella son infinitesimales en la eSG1­ apropiada. El derecho sólo necesita corregir el trastorno de las co­
la del número de casos de audiencias disciplinarias en las cárceles, sas en su curso y reafirmar la naturaleza de las cosas. Las prescrip­
sin hablar de la escala de la administración pública en generaL Ade­ ciones de la administración son elevadas por el derecho, como su
más del costo, la complejidad, b incertidumbre y todas las otras res­ apoderado, al rcÍno de lo dado natural (cf. Barrhes, 1973:129). En
tricciones invariahles en el acceso a los tribunales, la revisión judi­ resumen, el derecho proporciona una "garantía de que todo es real­
cial su propia harrera en ("1 proceso de solicitud de una mente así" (v¿:ase Althusser, 1971:1(9). Para el régimen de derecho
revisiónjudicial. En una bsc prdiminar la discreciónjudicial se usa en la sociedad liheral ningún elemento de poder personal debe in­
para elÍminar la mayor parte de los casos de conformidad con "cri­ terponerse entre la ley y el s~jeto. La autoridad de la administración
terios que son inciertos, que no han sido debatidos abiertamente o sólo puede reconocerse como aquella que es inexorablemente,
convenidos y que no son promulgados amplia y públicamente" como la naturaleza de las cosas. El derecho se subordina, en última
(Sunkin, 1987:4(6). instancia, a un positivismo ineludible que contribuye a crear. Pero
La esfera administrativa también obliga él la aplicaci(m de sus por medio de una exploración aún más cercana de la naturaleza las
propios criterios racionales oc car,ícter práctico de maneras que cosas, espero demostrar que esta realidad aparentemente superior
contrarrestan o evitan el recurso al derecho. El direct.or de una cár­ no puede existir sin el derecho.
cel, siguiendo con nueslro (jemplo, tiene un inlcr('s obvio en asegu­ lJna breve historia de la administración como realidad:
rar que, a sujuicio, las auoiencÍas disciplinarias tengan el electo de
asegurar el control, "porque en una Circd, finalmente, 1;¡ autoridad Así COIIlO la religión cedió el paso al derecho C01l10 fuenle principal de co­
tiene que triunfar" (Pbillips, ] 981: 1;{). Las juntas de visitadores no hesión social, y el derecho a la terapia social, las clases gohernantes ya no
representan un desafIo importante a esa autoridad. Los miembros intentaron mediar sus pretensiones con apelaciones de legitilllidad. Apela­
de las juntas son nombrados por el ministro del Interior por n.:co­ ron solalllenle a la autoridad de hecho, no lllediatizada. No pidieron que el
ciudadano o el trab~iador se sometiera a la autoridad legít ima, sino que se
mendación de los directores de GÍrcclcs y juntas. Por repetir
sometiera a la realidad misma. (I,asch,
que se dice con dependen de la autoridad carcelaria e
inevitahlemente respouden a ella (\rVaLson, 1980). Ll autoridad es
Esa realidad estaba definitivamente marcada por las "ciencias del
rd(llzada, además, por el secreto de las audiencias_ Con esta clase
homhre y de la sociedad" que ron la administración y
de clausura ell torno de la autoridad, como opina un miembro de
medios y just ificadones para medir y eva­
"las del derecho l'Iatural no son, en
luar el comportamiento humano 1970: cap. 10). El
tección ,¡decuada conrra decisiones arbitrarias e
administrativo y el conocimiento son 'J"se implican mutua
y directamente" Volviendo nuevamente a fOl1­
Estas autoridades de para decirlo con uIIa frase de
Foucault (1972:41 el recurso a una autoridad contra­
ría pues contienen en sí mismas aquello que es normalmente co-­ condenados, clasificados. determinados en
necto y apropiado "en la naturaleza de las cosas", El alcance reser­ nuestros quehaceres, destinados a cierto modo de vivir o de morir. como
vado al derecho consiste en tratar aberraciones: por lo tanto, es una función de los verdaderos discursos que son los eSDeios de los efectos
y <lutolimitador. Como Ínstitución se a sí mis- del voder. (1980:~J4.)
172 EL DERECHO Y LOS MITOS EL DERECHO Y LOS MITOS 173

El Doder en estos términos puede penetrar en las profundidades só que los héroes míticos de la disciplina que fundaron el asilo ha­
"en su naturaleza misma" (1980:39) y, no obstan­ bían "abierto el asilo al conocimiento médico"; sin embargo, "no in­
te, extenderse por toda la sociedad. Puede ser intensivo y extensivo trodujeron ciencia sino sólo su disfraz o, en el mejor de los casos, su
(véase Mann, 19R6:7-1 justificación"
Si ajuicio de Foucault en un debate intenso, el poder es o no in­
eludible no viene al caso. Este tipo de poder entraña una demanda Si el personaje médico podía aislar la locura, no era porque la conoda sino
de correspondencia con la realidad. Conocer esa realidad es hacer porque la dominaba; y lo que para el positivismo sería una imagen de obje­
manifiesto un poder inevitable. Pero este conocimiento que funcio­ tividad era sólo la otra cara de este dominio. (Foucault, 1967:272.)
na en lo que se refiere a la ciencia no es completo. Hay también, al·
gunos que son lo suficientemente recalcitrantes para resistirse a la Esta "o~ietividad fue, desde el comienzo, una materialización de
realidad. A estos déficit se les da cabida en mitos de progreso y de naturaleza mágica, que sólo podía realizarse con la complicidad del
derecho. Hablaré más acerca de esto más adelante. La condición propio paciente" (Foucault, 1967:276), complicidad que entrañaba
mordíal para la eficacia del conocimiento en la causa del poder "respeto y obediencia" (1967:272). Podríamos decir que el respeto
es la del mismo, no s610 por es necesario pues, para que la magia sea eficaz, el paciente tiene que
sino por aquellos ')nzgadof """,¡ron'" respetarla y no puede estar "al tanto", no puede estar en una
dos" que son por sí mismos ción que le permita evaluar la relación, o la falta de eIla, entre la ac­
sufrir el poder y, simultáneamente, (Foucault, 1980:98). ción mágica y los resultados pretendidos de la misma. Y podríamos
En los cánones del progreso la creencia ha sido remplazada por el decir que en esto hay algo más que obediencia, por dos razones.
conocimiento. Pero, en realidad, la creencia ha sido sucedida por la Para el régimen de derecho, como vimos antes, el poder tenía que
creencia, una creencia basada ahora en el empirismo popular y el ser despersonalizado. Lo mismo ocurre con la sociedad liberal en
"hecho" como "concepto popular" (Maclntyre, 1981:76-77). Esto en general. La administración se reconoce en ella tal como es evocada
traña una aceptación del conocimiento dado, de la objetividad, y no por el derecho, como aquello que es inexorablemente... como la na­
una participación en su producción. TaL participación está reserva­ turaleza de las cosas. Para que la igualdad del liberalismo se combi­
da a variedades de expertos y administradores "objetivos" o "cientÍ­ ne con la desigualdad de la administración, ésta se presenta en tér­
El "trabajador individual" -dice Marx- es apartado de "las minos de una realidad positiva e inevitable. Así pues, el sujeto
Ilcmlídades intelectuales del proceso laboral en la misma pro­ administrado no sólo obedece sino que es llevado a creer en las afir­
que la ciencia es incorporada a él como un poder maciones de los agentes de la realidad. Si, como dice Sartre, esta­
diente" (Marx, 1959:645). mos condenados a ser libres (Sartre, 1956), entonces también es­
La parad~ja de ser incluido de esta manera en la rEalidad y, sin tamos condenados a creer. La segunda y -relacionada- razón de
embargo, excluido de ella, ~e resuelve en fürmas de aut.oridad míti­ que esto conlleve más que obediencia es porque el acatamiento del
cas y mágicas. Las "ciencias del hombre y de la sociedad" toman su sujeto administrado no sólo consiste en la aceptación de la repre­
fuerza original de los héroes del conocimiento y la disciplina cuyos sión sino también en la constitución de la identidad, "en la naturale­
descuhrimientos hacen que el potencial trascendente del saber pue­ za misma", de conformidad con el poder. Como vimos en el capítu­
da funciollar en el mundo profano (vé'l.~e por ejemplo Zilboorg y lo anterior, la administración moderna ofrece técnicas que hacen
Henry, 1941). Diversos tipos de sacerdotes-gobernantes llevan a que cada cual sea notable en su individualidad, lo cual produce el
cabo tales revelaciones. t~stos son los agentes de la realidad cuya efi­ individuo como personaje normal y racional (Foucault, 1979a:191­
cacia afirmada se encuentra entre "las principales ficciones morales Estas técnicas suelen estar orientadas a la creación de una res­
de la érJoca" (MacIntyre, 1981 :71). Foucault señala su papel en unas "voluntaria" por parte del s~jeto. El individuo
de Historia de la locum en las que trata de "la apo­ así constituido es el conducto indispensahle para el sostén de la ad­
JP~'<¡}JUI';P mhlico" en la historía del asilo (] 967:269). Se pen- ministración.
174 EL DERECHO Y LOS MITOS EL DERECHO Y LOS MITOS 175

A continuación relacionaré la administración como realidad con ciencia, en general, de cualquier constitución autónoma de hecho,
el derecho, de tal manera (jue sea posible identificar el poder del deben seguir siendo contingentes de su como conoci­
derecho en su relación con la administración. Aunque Foucault con­ miento y sus descubrimientos que se revisan a sí mismos. La ciencia
sideró que el derecho es "en extremo incongruente" con el poder tampoco reivindica un conocimiento pleno y determinado de cual­
disciplinario, que "el discurso de la disciplina no tiene nada en co­ quier situación particular existente. La administración, en conjunto,
mún con el del derecho, el gobierno () la voluntad soberana" y que tiene que depender de una aceptación voluntaria de sus Sl~etos,
"en contra de este ascendiente de un poder que está vinculado con más allá de las afirmaciones de conocimiento científico. Si la admi­
el conocimiento científico encontramos que no hay ahora un recur­ nistración científica tuviera que extenderse más allá de la adhesión
so sólido disponible", dicho autor indicó también que "los poderes voluntaria de sus sujetos, y si, no obstante, tuviera que presentarse y
de la sociedad moderna se ~íen:en por medio de. sobre la base de y garantizar sus propios efectos operativos, no podría evitar durante
en virtud de esa misma heterorreneidad entre un derecho de sobera­ mucho tiemDo la revelación de su naturaleza política o coercitiva­
nía un mecanismo , Incluso a falta de estos tipos de revelación limita­
Desarrollaré esta indicación de la incvitabilidad del dora seguirá habiendo esferas en las que el dominio de la ciencia
derecho. no es aceptado y en las que los recalcitrantes no estén dispuestos a
someterse al dominio de sus operativos o a la necesidad del hecho.
AqUÍ la obstinación puede ser endémica. Veamos el caso del fracaso
de la penitenciaría, caso que ahora está cerca de ser egregio. Para
LA ADMINISTRACIÓN Y LA INEVITA RILIDAD DEL DERECHO seguir siendo el origen y el lugar de la regulación social, la cárcel
depende de sus bases en el crimen. La penitenciaría no sólo fracasa
El derecho, como vimos, evoca y confirma a la administración en la eliminación de la criminalidad sino que va más allá al crear y
como la naturaleza de las cosas. Esa evocación est,) basada en varie­ sustentar la criminalidad (Foucault, 1979a:264-292). Aparte de crear
dades de ciencia que son, en el mejor de los casos, justificaciones de diversas recalcitrancias, el sujeto normal que se administra a sí mis­
tipos de autoridad mágica ejercidos por individuos tales como el ex­ mo tiene que ser "libre" para seguir los dictados de la administración
perto y el administrador. En su funcionamiento como ciencia, la ad­ científica. De manera que es necesario reconocer y tratar la capaci­
ministración es limitada. El derecho trasciende esos límites, me­ dad para resistir esos dictados, para hacer que la ciencia fracase. En
diando entre las grandes demandas de la administración científica tales situaciones la ciencia no puede simplemente ser interpretada y
para igualar a la naturaleza de las cosas y los límites operativos. En aplicada. Tiene que ser impuesta.
esto el derecho no entra desde afuera, simplemente, para compen­ El alcance operativo y regulador de la ciencia no sólo está limita­
sar las deficiencias ocasionales'y poco características de la adminis­ do por su racionalidad "interna": también hay límites a la parte del
tración científica. El derecho, en su relación con la administrad mundo que abarca. Hasta ahora la ciencia fí.mciona sin la cabal per­
es un elemento creativo de una realidad ordenada y ordenadora. En fección del conocimiento y sin la cabal perfección del orden. En
el resultado el derecho no está tan subordinado a la administración esto hay más que una simple deficiencia. Hay también problemas de
como míticamente integrado a ella en un "complejo científicojurí­ diversidad. Otros héroes míticos entran en escena para crear orden:
dico" (d. Foucault, ]979a:2:1). A continuación ampliaré esta argu­
mentación. El "pueblo" (la nación o incluso la humanidad) y especialmente sus institu­
La ciencia, que opera en pro de la ¡¡dministración, debe ser perci­ ciones polít kas, no se satisfacen con saber: legislan. Es decir, formulan pres­
bida como "o~jetiva" y ¡¡política (Habermas, 1971: cap. 6). Pero la cripciones que l.Íenen la categoría de normas. Por consiguiente ejercen su
ciencia está perpetuamente sujeta a una alltorrevelación como regla competencia no sólo en lo que respecta a las declaraciones indicativas de lo
política o personal mediante la aplicación de sus propias normas epis­ que es verdad, sino también a las declaraciones prescriptivas con pretensio­
temológicas. Esas mismas normas significan que las demandas de la nes de justicia. (Lyotard, 19H4:!n.)
176 EL DERECHO Y LOS MITOS ':L DERECHO Y l.OS MITOS 177

Las "ciencias del hombre y de la sociedad" mismas no ocupan esfera considerada privada y es algo exagerado decir que: "en lo
una esfera homogénea, uniformemente delimitada. Se trata más que respecta a las expectativas vis-a-vis del sistema administrativo, el
bien de una confederación vaga de entidades distintas e incluso privatismo civil está determinado por tradiciones de derecho bur­
dentro de cada una de ellas hay disputas y controversias científicas gués formal" (Habermas, 1976:76). La administración no está exclui­
apropiadas. En conjunto, estas ciencias no tienen un modo de de­ da de esta esfera, pero su entrada está mediada por el sujeto. En los
terminación general, y ninguna de ellas puede dominar a otra. términos que exploramos en el capítulo 4, esta participación "volun­
El derecho no complementa simplemente un orden de adminis­ taria" del sujeto en la administración, las profundas complicidades
tración predominante; presenta un orden alternativo y. sin embar­ entre nuestra aceptación de sus dictados y las condiciones de nues­
go, complementario. Existe "la verdad de la ley" (Nelken, 1989). El tra "libertad", marcan la aplicación característica de! poder adminis­
orden ha de ser expresado en términos tales como "equidad, trativo. La esfera privada no se fusiona con ia administración de
cia, aceptabilidad y viabilidad", consideraciones "que pueden tener manera indistinguible. Para que la administración sea eficaz en ella
poca o ninguna aplicación en la ciencia" (Nelken, 1989:21), pero y por ella, la esfera privada tiene que sustentar una vitalidad clara
que son centrales para el derecho, y no lo son menos en la media­ (véase Donzelot, 1980:94). Esta vitalidad clara se obtiene en e! dere­
ción entre la ciencia y sus límites de operación. Por consiguiente, la cho. De acuerdo con e! régimen de derecho, sólo mediante la ley e!
verdad del derecho diferirá a menudo de la verdad de la ciencia. La sujeto puede ser obligado y es posible entrar coercitivamente en la
edad de responsabilidad penal, por ejemplo, puede ser conveniente­ esfera de lo privado. El sujeto puede entablar acción jurídica, como
mente uniforme en el derecho, mientras que las evaluaciones cientÍ­ una apelación, para garantizar que este poder restrictivo se ejerza
ficas de ella inevitablemente variarían (véase Nelken, 1989:92-93). dentro de los límites de la ley. En conjunto, el poder se presenta a
En su relación con la administración científica el derecho define través de! derecho como una restricción negativa puesta en efecto
y proporciona límites y modalidades de orden. El punto más obvio por la trasgresión, dejando así imacta la esfera de libre acción del
en el que el derecho marca las fronteras del orden es en hacer que sujeto. De esta manera el funcionamiento de la administración se
se ejerza coerción sobre el sujeto renuente o recalcitrante que se re­ "oculta" y se hace "aceptable": "el sistema de derecho está [... ] dise­
siste a los dictados de la ciencia. Con una necesidad conveniente, el ñado para eliminar el hecho de! dominio" y, podríamos añadir, para
régimen de derecho diría que tales intervenciones y restricciones mantener el dominio de hecho (Foucault, 1980:95, 105; 1981:86.
coercitivas sólo pueden efectuarse legítimamente por medio de la 144).
ley. Hay aparatos de supervisión jurídica para imponer la primacía El poder administrativo coercitivo, o potencialmente coercitivo,
del derecho en esto. Como vimos en el caso de la revisión judicial, funciona en una esfera "pública" que adquiere su identidad en opo­
la naturaleza indefinida de los términos de supervisión jurídica per­ sición a la privada. En esta esfera pública el derecho concede poder
mite a la ley responder, a la vez, a las demandas y a las racionalida­ a la administración científica y sirve para constituirla operativamen­
des de la administración. El derecho siempre puede controlar, en te. Le concede poder a diversos agentes de la realidad, a diversos
potencia, a la administración y, sin embargo, aceptarla fundamental­ funcionarios y profesionales, y les permite subordinar e! sujeto a la
mente en su aspecto coercitivo, sin ser culpado por sus deficiencias. adminislración. El derecho define, o da poder, a un agente de la rea­
De este modo incorpora a la administración en su aspecto coerciti­ lidad para que defina las situaciones y las deficiencias que justifican
vo en la sensibilidad racional del "orden hurgués" y "los límites sa­ la intervención. El derecho crea, o le da poder a ese agente para
grados de su ética" (cf. Foucault, 1967:58). crear, normas que e! sL!jeto deberá seguir. La realidad administrada
Aunque e! derecho ya no pretende abarcar tal orden, todavía re­ que e! derecho crea así es afirmada, además, en su normalidad, por
conoce y, en parte, constituye sus componentes y los pone en ac­ medio de! derecho, puesto que la revisión judicial de las acciones de
ción. El derecho crea el s~ieto jurídico como un actor real, un los agentes de la realidad puede ser sólo ocasional y no necesita tra­
jurídico que corresponde, en buena parte, al sujeto de la adminis­ tar más que sus excesos. El derecho protege a la administración con­
tración, como vimos en el capítulo anl.erior. Este sujeto ocupa una Ira la gente, así como a la gente contra la administración. En todo
178 EL DERECHO Y LOS MITOS EL DERECHO Y LOS MITOS 179

esto el derecho le confiere un contenido operativo a una realidad ven para unificar la administración y presentarla en función de su
pennisible, no sólo al promulgar lo que está en él sino también al restricción y neutralidad. El pequeño precio que la administración
marcar aquello que está fuera de él. Los límites definitivos del or­ paga por todo esto es una abdicación marginal de su extensa apre­
den sagrado ya no se establecen en términos de herejía sino en tér­ hensión de la realidad a favor de "la verdad de la ley".
minos de ilegalidad, demencia y otras anormalidades constituidas Reuniré ahora todo esto en términos de una mutualidad mítica.
en la ley. El derecho se compromete con la desviación que crea y El sueño de Bentham de conciliar el derecho y la administración en
busca perpetuamente superarla. un orden perfecto es imposible ya que, según dice Foucault, el es­
Por úllÍmo, el derecho da coherencia y resolución final a las di­ fuerzo de realizarlo conduce a la integración del derecho en la ad­
versas voces de la administración científica. Como soberano tras­ ministración (Foucault, 1988:162). Otros señalarían o vaticinarían la
cendente, corno dominio de la ley, el derecho asume un alcance ge­ extinción o la retirada del derecho ante el avance de la administra­
neral no menos extenso en su efecto potencial que la operación de ción. Mi concentración inicial en el derecho por medio de la admi­
las "ciencias del hombre y de la sociedad". El derecho moderno, nistración confirmó y reforzó la historia de extinción o de decadencia
tras haber evitado cualquier compromiso intrínseco con la realidad parcial. Se consideró que el derecho, en tanto estado de derecho,
y haberse vuelto inherentemente mutable, no puede ser obstaculiza­ dependía íntegramente de la administración. Incluso en su preten­
do en su sensibilidad a la administración por ningún contenido sión de supervisar y controlar a la administración, el derecho era
propio perdurablemente necesario. Cierto es que el régimen de dere­ sensible y lábil al dar cabida a la administración. Y hasta su afirma­
cho entraña el compromiso constitutivo con el gobierno desperso­ ción de una distinción duradera por lo que se refiere a un proceso
nalizado pero, corno vimos antes, el compromiso de! derecho con y objetivo servía para constituir una administración impermea­
ese gobierno concuerda con su confirmación de la administración ble corno "naturaleza de las cosas".
como la naturaleza de las cosas. Además de estar en una posición Sin la historia de la extinción del derecho se cuenta en
de sensibilidad a la administración científica, e! derecho hace que círculos pequeños. El enigma expuesto al principio entrañaba la su­
un poder cohesivo influya en él. Esta cohesión se alcanza en la cen­ pervivencia de la ley frente a la persistencia, e incluso la expansión,
tralización mítica del derecho corno soberano y su separación de ór­ de la administración. Como vimos, la administración dependía del
denes "menores" sobre los cuales asume dominio. Por lo tanto, el derecho para mediar entre sus afirmaciones constitutivas universa­
derecho proporciona un foco y un marco que comprende y limita les y sus límites operativos. Este derecho se conciliaba con las de­
las operaciones diversas y discretas de la administración científica. mandas del estado de derecho para combinar un dominio incluyen­
Esto se lleva a cabo sin establecer una comparación corrosiva entre te o con esferas sustentadoras de la libre acción del sujeto. Sería
estas operaciones. Tal comparación revelaría sus límites inciertos y inexacto, por no decir insensato, deducir de esto una capacidad per­
traslapados y comprometería sus afirmaciones de autonomía. Pues­ durable del derecho para estar con certeza a favor del individuo o
to que el derecho es un orden distinto y diferente que relaciona esfe­ del mercado frente a la administración. Hasta donde mi análi­
ras de administración científíca entre sí, estas esferas están protegi­ sis en su limitación a la relación mítica entre ambos, el derecho y la
das de una competencia desintegradora en la dimensión científica. administración se apoyan mutuamente incluso, o sobre todo, cuan­
La demarcación jurídica y la separación de estas esferas es impuesta do se encuentran en oposición. El derecho, operativamente limitado,
mediante la revisión judicial, por medio de requisitos tales como evoca una administración científica en toda su pureza mítica y se
que el poder administrativo debe ser ejercido para "su uso apropia­ basa en ella, como la naturaleza misma de las cosas, puesta más allá
do" o ser <:jercido sólo a la luz de consideraciones "pertinentes". La de las dudas y las diversidades que la comprometen en su opera­
suma masiva de la administración científica y su amplio efecto con­ ción. En su dimensión operativa la administración evoca un dere­
formador en el s~jeto se ocultan en esta dispersión del mismo me­ cho no menos elevado en su pureza mítica y se basa en él. Este de­
diante el derecho. Los requisitos de la revisión judicial para lograr recho es, en el sentido de la jurisprudencia, un orden normativo
racionalidad y equidad en el <:íercicio del poder administrativo sir- distinto de la administración, y que impera sobre ésta. La adminis­
180 EL DERECHO Y LOS MITOS EL DERECHO Y LOS MITOS 181

tración, por su parte, confirma así la autonomía del derecho y la como se explica en tantas versiones, reduciendo lajusticia popular a
universalidad trascendente de su imperio. no es un derecho esos modos formales. La justicia popular no es más que una exten­
restringido por su relación con la administración, mucho menos un sión de la reglamentación formal, su simple máscara o agente. En
derecho al cual la administración infiltra y socava de manera inte­ mi argumento tiene sentido ver la justicia popular y el derecho
graL Pero las historias que hablan de la decadencia del derecho en como opuestos e integrales a la vez. El conflicto se resuelve por la
el avance de la administración tienen cierto sentido. La naturaleza mutualidad mítica entre el derecho y la justicia popular que a conti­
de las cosas no ofrece un límite firme en el que el imperio de la ley nuación examinaré (véase también Fitzpatrick, 1992).
!~~
pueda detenerse decorosamente frente a la inevitabilidad de aqué­ La supuesta retirada de la regulación formal a un dominio o co­
lla. Esta naturaleza de las cosas es infinitamente variada y mutable. munidad privado es ahora tan difundida y con tanta frecuencia ma­
Está constituida operativamente en variedades de decreto taumatúr­ nifiestamente espuria que hace de rigor un escepticismo general.
gico por los agentes de la realidad. Al aceptar a éstos como la natu­ La primera tanda de alternativas, que se expusieron sobre todo en
raleza de las cosas, el derecho se subordina a la administración. Sin el decenio de 1970, fueron la mediación y otros tipos alternativos
embargo, conserva su pureza mítica al investir a su propio tauma­ de conciliación de las controversias para los tribunales u'adiciona­
turgo subalterno, el juez, con poder sobre los términos de esa acepo les, así como adaptaciones de la reglamentación penal y psiquiátrica
tación, un poder en la forma de una discrecíonalidad necesariamen­ a la "comunidad". Esto provocó un acalorado debate académico.
te indefinida. En el mantenimiento de la pureza los límites se Por un lado se les atribuyó a lo informal y a las sedes de lo informal
convierten en lugares peligrosos (Douglas, 1970). La integridad y la una identidad distinta e incluso autónoma. Por otro lado, se les

I
identidad del derecho están, aquÍ, en peligro. Finalmente son pre­ negó tal identidad a lo informal y a sus sedes y se los redujo esen­
servados en la complicidad mutua y mítica entre el derecho y la ad­ cialmente en términos de cualquier otra identidad superior, por
ministración. Cada cual toma lo que ha sido desplazado pero per­ ejemplo la regulación jurídica por parte del Estado (Fitzpatrick,
manece operativamente integral en la constitución del otro. ,;'¡ 1988b:179-182). Este recurso a supuestas alternativas se amplió en

I
el decenio de 1980 con la adopción neoliberal de modos "privados"
qu~ remplazaron la reglamentación del Estado o la redujeron, cam­
bio que estuvo acompañado por la expansión de esa reglamentación
LA1USTICIA POPULAR en sus funciones de control explícito del individuo. Todo esto ha

También se encontrará una compensación recíproca en mi segundo


t
1-.
acrecentado la percepción de las comunidades revividas y otros gru­
pos particulares, naturales y espontáneos de su propia reglamenta­
ejemplo de la mutualidad de los mitos, ejemplo que vincula el dere­ ción, afín a la costumbre y que se opone al derecho.
cho con lo que se llama, muy sumariamente, la justicia popular. Los f La justicia popular adquiere su identidad a través del modo míti­
que proponen la justicia popular la ven como una "alternativa" del ~ co, en el cual la oposición negativa provoca y produce contenidos
derecho constituida en oposición al mismo. Sus detractores la ven '~ positivos. La gran figura de la oposición y del rechazo es el Estado.
como una extensión del derecho indistinguible de él. En cuanto a su La justicia "alternativa" se establece en una oposición dinámica al
mito de origen~ la justicia popular se opone a una esfera formal y poder del Estado, formalizado y centralizado. Esta justicia existe en
enajenada de la cual se aparta y que difiere esencialmente de ella. la negación o en la disolución parcial del poder del Estado, o en la
Esta esfera, con su restricción y su artificio, contrasta con las carac­ afirmación operativa de los límites de tal poder. Incluso cuando una
terísticas más espontáneas, naturales e intrínsecamente humanas de justicia alternativa funciona específicamente aunada al poder del
la justicia popular. Este dominio está ocupado por el derecho for­ Estado, lo hace sobre la base de que ese poder es limitado y de que
mal y la administración. Pero una observación más detallada de la esa justicia alternativa compensa esa deficiencia, La justicia alterna­
justicia popular revela compatibilidades, incluso similitudes, entre tiva hace lo que el Estado no puede hacer. Como un tipo de poder
ella yesos modos de regulación formales. Esto podría explicarse, estatal, el derecho formal ha demostrado ser la afrenta más eficaz a
182 EL DERECHO Y LOS MITOS EL DERECHO Y LOS MtTOS 183

la justicia rorular (cL Nader, Hl8R). El derecho formal se centra en con ello, el Estado socava la responsahilidad del individuo y del ba­
tipos de comportamiento delimitados y definidos previamente, se­ "la vitalidad de la vida individual y
parados de cualquier contexto difuso. La participación existencial comunal" (Shonholtz, l 4,8, 13). Así la alltodependencia indi­
del suieto no existe o se limita a de responsa­ vidual y comunal se opone a las suposiciones intrínsecas de la
identidad en un contraste mentación del Estado 1984: 17, 21).
- -
tivo con todo esto. Se preocupa por la persona en su totalidad y nin­ Estas afirmaciones iniciales se reflc:jan en la práctica y en las es­
caso está específicamente en principio, en sus rategias de las juntas comunitarias. Es necesario inculcarle a los in­
relaciones sociales. Al no estar puede dividuos la responsabilidad en sus conflictos y en la solución de los
como suele hacerlo, que refuerza o incluso crea una mismos; así se la autenticidad del proceso de disputa.
"comunidad" holística. De esta fórma, las juntas afirman tener una importancia que las ale­
El establecimiento de la mu tualidad mítica particular entre la jus­ de otras formas de justicia alternativa por su negativa a aceptar
ticia popular y el derecho, la demostración de que cada uno de ellos casos en los que un organismo del sistema jurídico conserva la juris­
toma lo que es integral pero negado en el otro, entraña localizar ele­ dicción: la presión continua del sistema jurídico puede producir un
mentos del derecho formal en un lugar que fundamentalmente lo resultado "menos auténtico" (DuBow, 1987 c:5). Por supuesto, tam­
rechaza. Para lograr verlos es necesario investigar los detalles opera­ bién hay que evitar la presión comparable de los paneles que cono­
tivos de la justicia popular. A 1 hacerlo tendríamos que evitar esas si­ cen de las controversias. La "pasividad definida" de los paneles, su
tuaciones comunes en las que la justicia popular está formalmente evitación de la "intervención activa", d<.¿jan espacio para que funcio­
unida a modalidades jurídicas, puesto que los detalles operativos ne la autenticidad de las partes (DuBow, 1987c:50). Hay una "prácti­
podrían estar contaminados por el derecho. Para lograr la combina­ ca de intervención mínima basada en el principio de que las partes
ción de pureza y detalle recurriré al marco de los Estados Unidos y en el conflicto son responsables de resolver su propia controversia"
las juntas comunitarias de San Francisco, hasándome en buena me­ (DuBow, 1987c:53). De nuevo, "el conflicto pertenece a las partes
i
dida en la evaluación inédita de las mismas que hizo DuBow ~ en el mismo; cualquier resolución es suya" (p. 50). Las partes en el
(1987a). La mera singularidad de un <.¿jemplo forzado por la necesi­ I conflicto son consideradas holísticamente y sólo se promueve la re­
dad de detalle se compensa en parte por la gran influencia que las ~ solución auténtica del mismo, incluso si esto puede significar impo­
)
juntas han tenido en el desarrollo de la justicia popular y, en parti­ ¡ nerles la autenticidad. El hincapié principal de los paneles estriba
cular, porque han servido de modelo para muchos otros programas ¡ en conocer los sentimientos de las partes, hasta el grado de que
una tendencia funcional a concentrarse en los sentimientos de
(Harrington y Merry, 1988:918). También ofreceré pruebas más am­ !
plias de los puntos principales. las partes y no en los hechos de la controversia" (DuBow, 1
La ahundante bihliografía sobre Así, en un caso, hubo "un pronunciado intento por del panel
expone sus ideas fundamentales, de concentrarse en los sentimientos de las cuando amhas es­
como una "alternativa" del tahan más preocupadas por las cuestiones de dinero y de responsa­
dual (DuBow. 1987c:35)' Las bilidad" (p. 58). Por eso, el manual para a los conciliado­
mo " res que actúan en los paneles contrasta así su papel con el de los
tro de dalas", a su insensihilidad ante las necesidades reales de
individuos y comunidades, ya su arrogación ilimitada de conflictos
y otros asuntos que sólo pueden ser tratados adecuadamente por in­ I mediadores en otros programas:

si en las partes en conflicto resulrara evidente una actitud racista o sexista,

I
dividuos y harrios (Shonholtz, 1984:5-7, 15, 21-22). Recurrir al Esta­ un mediador podría atenuar estos problemas para evitar que la hostilidad
do "suprime y evade" el conflicto "en su dinámica plenamente acti­ aumentara y para llegar más eficientemente a un acuerdo. El conciliador,
va", reduce de manera radical la gama de asuntos que se consideran por otra parte, podría identificar estas actitudes y alentar la de
las mismas para fomentar una mayor comprensión, puesto que esos facto­
pertinentes al mismo y hace que esos asuntos sean manipulables;
184 EL DERECHO Y LQ.'i MITOS
EL DERECHO Y LOS MITOS 185
res pueden afectar de manera importante la calidad de una relación. (Haw­
kins, 1986:6.) Por muy neutral que sea con respecto a la controversia qué atiende, es parti­
dario de las juntas comunitarias y de sus procedimientos. Cuando es más
fiel a su defensa de ese proceso, evitando con ello la clase de control que
La responsabilidad y la vitalídad del barrio se expresan con menos
precisión que las del individuo en las estrategias y en la práctica. La l
puedan ejercer los mediadores profesionales, abogados o tribunales, el pa­
nel hace un uso involuntario de la coerción por medio de su inflexible eje­

creación de un "espíritu de barrio" es un "objetivo principal" de las jun­ cución del proceso. (DuBow, 1987c:69.)
tas comunitarias, así como "el desarrollo de la capacidad del barrio para
responder a las controversias que surgen en él" (DuBow, 1987b: 1). Al y DuBow pregunta:
parecer, no hay nada que pueda vincular con certeza la actividad princi­
pal de las juntas -el manejo de las controversias- con este anhelo. ¿Cuál es la composición esendal del panel de las juntas comunitarias? ¿Cuál
Aunque mi versión de la justicia popular es escueta y preliminar, es el núcleo de su idemidad? En primer lugar, es un grupo de vecinos el
empieza a mosfxar que no está constituida solamente en oposición a que lleva el proceso de audiencia en cuatro fases de las juntas comunitarias,
la justicia formal. Los paneles parecen ejercer un poder formal inse­ y ese grupo está muy consciente de no alterar ese proceso, algunas ve,es
parable y sin embargo más básico, el poder informal o el popular hasta el punto de volverse legalista. (DuBow, 1987c:49.)
más fundamental que la participación auténtica de las partes. Al dua­
En las dos primeras de las cuatro fases establecicla.s las partes ex­
lizar el funcionamiento del poder en lajusticia popular Harrington y
presan sus percepciones y sentimientos sobre las cuestiones que se
Merry nos ofrecen un comienzo ejemplar en sus reveladoras obser­
ventilan. De este modo son "alentadas" a comunicarse entre sí. En la
vaciones generales sobre la justicia alternativa (1988:726-729). Tal
tercera fase -"compartir responsabilidad por el conflicto y su solu­
como yo interpreto esas observaciones, los mediadores ven sus pro­
ción"- "las partes son guiadas ahora mediante una comprensión de
pias estrategias deliberadas como el ímpetu principal y la base de su
su responsabilidad tanto en la existencia del conflicto como en su
actividad (véase también Dingwall, 1988). Así, aunque se hace hinca­
solución". Por último, la resolución "se expresa claramente", se al­
pié en la capacidad de respuesta de las partes, está contenida en es­
camm "una forma de acuerdo" y "la audiencia se cierra" (Shonholtz,
trategias, modos de manipulación y de dirección que funcionan más
1984:18).
allá del conocimiento de las partes. De esta manera es posible indu­
Por informales y sensibles que puedan parecer las parles en el
cir a las partes a comprometerse mutuamente mediante la maniobra
proceso, éste tiene, en conjunto, poderosos efectos de definición y
del contacto visual. O se crea deliberadamente la confianza de las
organización. Así, en un caso:
partes, haciéndoles sentir que están siendo escuchadas y que sus inte­
reses cuentan. En un caso "exitoso", las partes son llevadas a aceptar,
El panel estuvo tan imbuido de su responsahilidad en el proceso de la junta
a asumir una realidad de la cual el mediador es agente; sin embargo, comunitaria que tendi6 a hacer caso omiso de las actitudes de las partes, y a
se las considera responsables, en última instancia. Pero este cuadro perder oportunidades de usar la información derivada de la audiencia con
común hace caso omiso de lo que está esperando a la puerta; una rea­ el fin de avanzar hada la solución del conflicto. (DuBow, 1987 c:58.)
lidad de aspectos coercitivos. que es invocada por los mediadores
para promover el "acuerdo". No quiero decir que esta interpretación y en otro caso:
flagrante diga más de lo que dice. Por ejemplo, no le atribuye moti­
vos ulteriores a los mediadores. Lo que dice acerca de la orientación Como apoderado del proceso de la junta comunitaria, dio la impresión de
y la dinámica de la solución informal de las controversias es tal como que el panel al principio trataba de impedir que se alcanzara demasiado pron­
son las cosas, y estoy tomándola de "la nat.uraleza de las cosas". to una solución, puesto que hay tres fases antes de ella. En ese sentido tendió
En la evaluación de DuBow, esencialmente favorable, un panel a romper la comunicación entre las partes cuando éstas deseaban discutir los
deriva su poder de su identificación con el proceso usado en las au­ detalles técnicos de un plan sobre el que hubier'an podido ponerse de acuer­
diencias: do. También intentó que las panes se comunicaran sentimientos y asuntos
subyacentes, cuando evidentemente éstos no exislían. (DuBow, 1987c:61.)
186 EL DERECHO Y LOS MITOS EL DERECHO Y LOS MITOS 187

Una "técnica de intervención" usada para capacitar a los miem­ de ser considerada" 'loca' o [...] exagerada" (DuBow, 1987c:(2).
'1
bros del panel en un simulacro de audiencia le indica al capacitador Además, "el panel, formado por tres, cuatro o cinco personas, es li­
que se "asegure de que [a gente sabe con claridad que lo que intenta teral y simbólicamente una entidad pública" (p. El panel domi­
hacer coincide con e! propósito de la que le pregunte a los na la mesa, esa figura de máximo poder y que afirma una realidad
miembros de! grupo en qué fase están y cuáles son sus objetivos" compartida sobre cuya base es posible resolver una controversia. El
(Hawkins, 1986:55). Al parecer, u na técn ica eficaz para "el caso co­ barrio proporciona una figura semejante que vincula a las partes y
mún de que los panclistas traten de determinar en qué fase se en­ al panel. Éste adopta un "papel representativo como vecinos de las
cuentra la audiencia, es un importante ejemplo de la forma de un partes" encarnando "normas y valores de la comunidad" (DuBow,
proceso que aleja las demandas de la controversia misma" (DuBow, 1987c:(9). En coníunto, el "modelo de la junta comunitaria" pro­
1987c:71). El proceso en cuatro como mostraré a continua­ mueve un sistema de justicia normativa basado en la comunidad. El
ción, no es más que uno de varios elementos organizadores inevita­ modelo parte de la premisa de una "perspectiva de la comunidad" y
:1 i
bles que configuran este modo de justicia popular como sede de un "el barrio dehe <,;jercer responsabilidad en un conflicto"
poder constituido. 1984: 13-14).
Sean cuales fueren sus virtudes singulares, la audiencia de una En términos míticos, la comunidad y el individuo son una fuente
junta comunitaria no comparte con otros tipos de justicia alternati­ de lo informal y de lo popular en la justicia alternativa. La participa­
va los elementos organizadores que contribuyen a un núcleo opera­ ción voluntaria dd individuo y su deseo de adaptarse y celebrar
tivo de poder formal. Su enfoque casi litigioso y su "pasividad defi­ acuerdos son el fundamento de todo el proceso. Todo el resto del
nida" les conceden a las partes una igualdad formal de poder que proceso -la eficacia y el papel de los mediadores o conciliadores, su
11.
puede ocultar la existencia de desigualdades importantes entre ellas mismo éxito- depende de esa participación y nace de ella. Los ele­
(véase por ~jemplo DuBow, 1987c:53, 58). Ese mismo enfoque signi­ mentos formales en el proceso no pueden menos que ser rebasados
fica que un panel "no tiene un mecanismo para que el programa se por el impulso de este elemento informal popular. Mi análisis inver­
utilice en un asunto social más amplio revelado por una controver­ tiría este cuadro mítico. En esa reveladora imagen de los mediado­
sia entre dos partes" (DuBow, 1987c:50). Hay incluso una tendencia res presentada por Harrington y Merry (1988), podemos discernir
comprensible a evitar tales vinculaciones y a limitar la controversia un individuo que disputa y al que se manejará hasta que llegue a
de manera legal a los asuntos y las formas previstos (véase por ejem- ciertos modos de compromisos definitorios con la otra parte y con
DuBow, 1987c:54). Estas formas y modalidades son reforzados el mediador, un individuo responsable pero sensible a una realidad
como una orientación profesional por parte de los miembros de los predeterminada. El individuo que vemos surgir, hasta ahora, de las
paneles y por su cohesión Dichos miembros suelen consi­ juntas comunitarias, no es de una clase totalmente diferente. De he­
derar su capacitación y su lahor ,en términos profesionales, y como cho, incluso una individualidad más profunda que se haga extensiva
una vent,,!ja para su carrera personal (DuBow, 1987c: 16, La ca. a los sentimientos mismos de las parles será apropiada y moldeada
pacitación, el estímulo del "trab,~o de grupo", la participación con­ en función del poder que se ejerce. Un "valor básico" de los proce~
junta en el proceso de audiencia, la identificación f~lVorable con la sos de las juntas "es que tiene importancia primordial tratar de en­
gente del barrio, todo esto crea un sentido claro de comunidad "in­ contrar los sentimientos subyacentes de cada una de las partes en
terna" o "excluyente" (DuBow, 1987c:69; 1987d:13, 41; Hawkins, disputa con a la otra" (DuBow, 1987c:50). Los sentimientos
se elevan por encima de los hechos y bs aspiraciones, incluso por
El papel fundamental de los miembros de los paneles se refuerza encima de una solución de la controversia. La primacía de los senti­
por el hecho de que son "agentes de la realidad". La neutralidad de mientos desvincula a las partes en disputa de las fuerzas sociales en~
los paneles en el proceso de controversia los coloca en posición capsuladas en su conflicto. En el nwjor de los casos, lo importante
de responder a una realidad general que está más allá del proceso es lo que sienten al respecto. La primacía de los sentimientos le in­
pero que influye en él. una anciana que se queja del ruido pue- culca a las partes una actitud de aceptación, por la cual serán plena·
188 EL DERECHO Y LOS MITOS EL DERECHO Y LOS MITOS 189

mente responsables de "su" conflicto. Todo esto debe ser intensifi­ En el capítulo anterior consideré la figura del individuo respon­
cado en la reciprocidad que conlleva la exposición de los sentimien­ sable que se realiza a sí mismo y que toma su identidad por medio
tos. Si yo expongo mis sentimientos y me vuelvo vulnerable a ti, casi de la interiorización de modos de control diferentes. Añadiremos
a cambio de esto tú debes volverte vulnerable a mÍ. La vulnerabili­ ahora a esos modos las prácticas de la justicia alternativa ya ejempli­
dad de las partes y su disposición inducida a asumir responsabilidad ficadas por las juntas comunitarias y la mediación, como fueron ob­
deja el terreno despejado para los poderes más eficaces que pueden servadas por Harrington y Merry (1988:726-729). Estas prácticas,
ocuparlo, los mediadores y conciliadores como representantes del en su modo instrumental y manipulativo y en su inculcación de una
elemento jurídico. En este voluntarismo y esta asunción de una res­ responsabilidad ilimitada, son indistinguibles de sistemas de control
ponsabilidad ilimitada, la figura del individuo asume y acepta como modernos y fundamentales como los descritos por Tuke en 1813 en
propios los efectos de la justicia popular, efectos cuyos orígenes ra­ su versión del primer asilo psiquiátrico de Inglaterra (Tuke, 1964: 131­
dican en los procesos limitados y preformados y en las relaciones de 186). Lo que es particularmente importante para la justicia popular
poder. es la equiparación de este individuo autorresponsable y autoordena­
Lo mismo ocurre con la comunidad y con el barrio. Éstos ofre­ dar con el individuo "planteado por la naturaleza" (Marx, 1973:
cen una fuente infinita de normas y legitimaciones invocadas y lle­ 346). Esta naturaleza mítica existe al margen de los artificios de la
vadas a cabo por el funcionamiento de la justicia popular y dentro forma y la cultura. Es una esfera espontánea, ilimitada y auténtica
I I de ella. La comunidad y el barrio reclaman una esfera disciplinaria de integridad adánica e impoluta en la que podemos ser natural y
I
1 infinita, donde el poder puede responder a imperativos tan vastos y "verdaderamente" nosotros. Su equivalente civil es la esfera privada,
!
expansivos como el "potencial" para el "desorden", la necesidad de que está marcada por la ley mas no regulada por ella (O'Donovan,
"control", el manejo de actividades "predelictivas" y "problemáti­ 1985:2-3). Es allí donde es posible dejar que el individuo asuma res­
cas", y responden a las "ideas" y los "temores" de la comunidad. ponsabilidad por sus propias acciones (O'Donovan, 1985:9). Así, al
Así, la "comunidad" se equipara con el "control social" y a medida teorizar sobre el derecho y la '~justicia privada", Henry, se basa en
que "la esfera de prevención [de conflictos] se extiende [ ... ] el alcan­ un "nivel informal espontáneo" (Henry, 1983:61). O un artículo pue­
ce de la comunidad se extiende también" (Shonholtz, 1987:45,52). de tratar de "solución de la controversia y el divorcio alternativos:
El mantenimiento de los procesos formales y de tipo legal y de experimentación natural en el derecho familiar" (Teitelbaum y Du­
las relaciones de la justicia popular depende de las capacidades y la Paix, 1988). Y el individuo natural y auténtico ha sido situado Ínte­
naturaleza infinita e ilimitada del individuo y de la comunidad. A gramente durante mucho tiempo en la comunidad natural y autén­
continuación consideraré esas figuras míticas dentro de la justicia tica (Turner, 1987). "El nuevo sistema de justicia comunitaria
popular de manera más general. Estas figuras míticas existen en recluta en los barrios a los individuos que por naturaleza solucio­
una esfera míticamente elevada. y despolitizada de inocencia origi­ nan controversias" (Shonholtz, 1987:47). Es en la vacuidad de lo na­
nal. Como entidades que flotan libremente y que no están compro­ tural y lo auténtico que podemos saber "cuál es el meollo de una
metidas por vínculos inexorables con lo específico, pueden dar ca­ controversia" y encontrar "relaciones sustantivas reales en las comu­
bida y sustento a la gama más amplia de efectos producidos por la nidades actuales" (Lempert y Sanders, 1986:478).
justicia popular. Y pueden hacer esto de una manera que no cues­ Algunos leves vestigios de que la comunidad apoya este funda­
tiona las causas formales de esos efectos ni le pide cuentas a tales mento mítico de justicia alternativa no han podido resistir la explo­
causas. Los elementos formales de la justicia popular se presentan ración crítica de su "esencia". Pero tales deficiencias no vienen al
funcionando en el seno y en la causa de esas entidades completas y caso. La dinámica de la identidad no proviene de correspondencias
no enajenadas. El individuo aquiescente y responsable y la comuni­ empíricas mundanas. Es una dinámica de rechazo, de negatividad
dad proteica absorben los elementos formales y jurídicos de la justi­ hacedora de mitos. Puede ser encerrada sin dificultad en la figura
cia popular (lue, de otro modo, serían incompatibles con sus atribu­ de la Utopía, del lugar que no existe. La verdadera comunidad del
tos definitorios informales. informalismo es una Utopía vacía constituida en tajante oposición a.
190 EL DERECHO Y LOS MITOS EL DERECHO Y LOS MITOS 191

la falta de autenticidad percibida de ciertas sedes de poder existente afirmaciones rivales a normas compartidas de aplicabilidad gene­
(cf. Delgado, 1987:312-313). Al igual que la figura del individuo es­ ral. Con la justicia alternativa la comunidad ofrece una esfera con­
pontáneo y no regulado, las alternativas utópicas al mundo adminis­ sensual supuestamente compartida, y la mesa continúa haciendo
trado demuestran ser modos de implicarnos más en él (Minson, que influya en afirmaciones opuestas. Los términos y los procesos
1985: 111-112). Mediante su identidad en la negación, la figura de la de esta competencia duplican las bases individual, profesional y des­
comunidad, que flota sin trabas, puede vagar temporal y geográfi­ politizada de la regulación jurídica formal, como lo ilustraron las
camente en busca de esencia, absorbiendo, como hemos visto, im­ juntas comunitarias (véase Cain, 1988). Así pues, la figura de la co­
perativos de control, disciplina y vigilancia prioritaria. En una ver­ munidad subordina la justicia popular al derecho formal. La comu­
sión, se supone que la comunidad ofrece "un análogo moderno a la nidad establece una proporción con una realidad más amplia y una
experiencia histórica de la comunidad ~ en la colonización europea subordinación a ésta. Es "en pequeña escala", "descentralizada" y
de América del Norte (Shonholtz, 1987:46). Pero los colonizados, cualitativamente diferente del mundo formal en~enado que está
por lo menos en otras partes, no quedan fuera del cuadro. Una et­ más allá. Por consiguiente, no cuestiona ni interrumpe al mun­
nografía voraz proporcionó versiones de "culturas diferentes" en las do más vasto en los términos de ese mundo. El derecho moderno,
que "la naturalidad aparente [... ] del proceso informal de las contro­ como una encarnación operativa del mundo más vasto, es afirmado
versias" ofreció orígenes ideados para la justicia alternativa en los así en su oposición y predominio constitucional a órdenes menores.
Estados Unidos (Matthews, 1988:2-3; cf. Merry, 1982). El salvaje y la Sin embargo, el derecho depende de la justicia popular para su
comunidad salvaje, "el estado natural", proporcionaron orígenes propia integridad. Esto se debe, en parte, a que "en las situaciones
precivilizados y prejurídicos. Tal comunidad, en su inocencia primi­ políticas en las que todavía hay trabajos por hacer, la formalización
tiva, era un todo simple, consensual y unificado. La comunidad nunca se puede usar por completo" (Bloch, 1974:65). De manera
también fue validada en la historia evolutiva y en la sociología del más específica, en su ser trascendente y mítico, el régimen de dere­
derecho, las cuales ofrecieron términos inversos para la historia de cho afirma su competencia potencial para hacer cualquier cosa. No
la justicia popular. Una comunidad simple e integral y su justicia, obstante, como mito, el derecho es operativo y, por ende, está limi­
aún recuperable en sus aspectos aceptables, son desplazadas en la tado en su relación con otros mitos o con lo mundano. Para que la
complejidad y la diferenciación de la sociedad industrializada, urba­ integridad del derecho se conserve, esos límites a su competencia
nizada y jurídica (véase Merry, 1990: 173). Se encontraron semejan­ universal deben mantenerse aparte de él. Esto se lleva a cabo de va­
zas que lo confirmaban en las comunidades "primitivas" estudiadas rias maneras importantes y una de ellas conlleva la negación explíci­
por los antropólogos. Y estas semejanzas corresponden a aquellas ta a tales límites. La forma limitante es negada o se desvanece en las
atribuidas a la comunidad premoderna en general. Pero esta idea ideas de lo informal y lo popular. Ya tenemos ejemplos claros de
de la comunidad es una interpretación de la experiencia colonial esto, y un estudio de caso no es necesario aquí. Así, Cain, en su cau­
y de la degradación de la comunidad en las transiciones al capitalis­ tivante estudio de los procesos judiciales, los encuentra necesaria­
mo. El resultado final es una comunidad "nativa" o "campesina" re­ mente dependientes de modos informales que funcionan "fuera" de
ducida y contenida, cuya diversidad y complejidad han sido nega­ ellos (Cain, 1986). Los estudios realízados por Henry sobre el dere­
das. Y fue este tipo de comunidad la que proporcionó los orígenes de cho y la disciplina laboral ofrecen otro tjemplo (Henry, 1982). La
la justicia alternativa. división entre las pretensiones universales del derecho y su funda­
Esta adopción de un todo solidario proporciona un fundamento mento limitado en la relación de trabajo fue oscurecida y mediada
para lo jurídico en la justicia popular. Foucault pudo vincular la des­ al basarlo en una '~usticia privada" en el lugar de trabajo, y suprimir
trucción de la justicia popular revolucionaria con su intento de fun­ el cuestionamiento que esta justicia privada plantearía de otro modo el
cionar mediante la figura de la mesa (Foucault, 1980: cap. 1). La dominio del derecho y el capital.
mesa es un símbolo eficaz que incorpora el mito del derecho en los El derecho es asociado de manera sustentadora con los límites de
procesos de justicia popular. Este símbolo sirve para subordinar los que depende su integridad formada. Constituye, negativamente,
192 EL DERECHO Y LOS MiTOS
EL DERECHO Y LOS MITOS 193

esos límites, al estar en continua oposición con lo que contienen y en el capítulo 3, fue sostenida mítica mente y hecha compatible con
afirmar su otredad esencial. En la respuesta utópica de este rechazo, las afirmaciones historicistas y sociales sobre el derecho en un mito
lo popular y lo informal están constituidos en oposición al derecho. particular del progreso que se considera en el capítulo 4. En esa his­
Positivamente, el derecho crea estos límites tanto al marcar una esfe­ toria el derecho como dependiente de la sociedad se vuelve progre­
ra "libre", "privada", como al proporcionar formas de lo informal sivamente autónomo en un proceso evolutivo, casi biológico, de di­
tales como modos alternativos de za~iar controversias, que están visión y especialización. Esa mitología resulta algo "blanqueada"
vinculados a los procesos jurídicos. pero persiste en sus términos dinámicos en el pensamiento social.
Tal como lo hice con la administración, resumiré esto en los tér­ Esto deja el problema de saber cómo pueden hacerse compati­
minos de una mutualidad mítica. La justicia popular adquiere su bles esta independencia y trascendencia míticas del derecho con los
identidad en oposición al derecho formal; sin embargo, está basada límites impuestos por una realidad mundana o por otras cosas que
en un núcleo de poder jurídico formal. Esta contracción está media­ aspiran a una trascendencia mítica competidora. En este capítulo he
da por las figuras míticas del individuo y la comunidad, que combi­ mostrado cómo las figuras operativas de una "sociedad" fragmenta­
nan los atributos de la formalidad y de la presente informalidad, fu­ da en su propia mitología evolutiva se relacionan con el derecho de
sionando lo formal y, no obstante, absorbiéndolo en lo que parece maneras que limitan y, sin embargo, sustentan, su ser trascendente.
ser una informalidad incluyente. A su vez, el régimen de derecho, Estas maneras fueron versiones amortiguadas o "blanqueadas" de
"el formalismo abstracto de la certeza jurídica", adquiere su identi­ esa mitología modelo en la que la diferenciación y la autonomía del
dad en oposición a "cualquier forma de Justicia popular'" (Weber, derecho se alcanzan en su dependencia misma de las fuerzas socia­
1954:351, 356). No obstante, la integridad del derecho depende de les. En la asociación del derecho con la administración o del dere­
la justicia popular a la cual se opone y el elemento informal del de­ cho con la justicia popular cada cual proporcionó las condiciones
recho se ubica necesariamente aparte de él. Concluiré ahora este ca­ para la existencia integral del otro; sin embargo, y en parte a causa
pítulo abundando en esta mutualidad. de esto, conservaron cierta autonomía e inviolabilidad mutuas. No
fue simplemente que la sociedad entrara en el derecho y lo formara,
como suelen decir las versiones comunes de la relación entre el de­
recho y la sociedad, sino también que el derecho entró en la socie­
LOS LÍMITES DEL DERECHO dad y la formó. Pero las operaciones y funciones formativas del de­
recho en esos lugares de la sociedad están subordinadas o situadas
Esta dinámica de identidad en oposición se encuentra, a mi juicio, aparte en la causa de su integridad. Las presencias de esos otros lu­
en la posición particular del mito en la modernidad. El derecho oc­ gares en el derecho est~ln igualmente subordinadas o mantenidas
cidental, como mítico, afirma ser trascendente. Esta afirmación se aparte. Es más, el derecho erige límites y formas de esos otros luga­
vuelve operativa en el poder de centralización y de soberanía que res que son compatibles con sus propias afirmaciones generales.
tiene el derecho, en su oposición y su dominio de "la naturaleza de Al crear esos límites y esas formas el derecho mismo resulta for­
las cosas". Sin embargo, con 1:1 modernidad la realidad es unitaria y mado de maneras que aseguran su integridad. La relación del dere­
mundana, y esta interpretación particular del derecho tiene que cho con la administración se efectuó en términos jurídicos que eran
confrontar límites incompatibles con su ilímitable trascendencia, y indefinidos: en discrecionalidades abiertas y normas vagas, como
debe subordinar su identidad como diferente en la "develación de las normas de equidad y de racionalidad. La forma discrecional del
lo Mismo que siempre está por lograrse" (Foucault, 1970:340). Yo derecho que resultó de esto socava supuestamente el régimen de de­
sugiero que aquí hay una manera de abarcar la profunda y persisten­ recho clásico, pero, como vimos, sirve para proteger el régimen de
te división de la jurisprudencia entre el derecho como autónomo y derecho al evitar su confrontación con aquello que lo socavaría. En
el derecho como dependiente de la sociedad, división que exploré su mutua mediación con sedes de la sociedad, el derecho las consti­
en el capítulo 1. La creación del derecho autónomo, que analizamos tuye comD esferas de lo real, lo natural o lo popular, y por ello se
195
EL DERECHO Y LOS MITOS
194 EL DERECHO Y LOS MITOS

para la formación y la operación de una empresa o para efectuar


forma como su negación. Estos atributos no están ahí simplemente
una detención evoca Y afirma una esfera sui generis (Winn, 1991).
esperando un descubrimiento fácil. Tienen que ser interpretados, a
En el capítulo siguiente -y último-, consideraré el establecimiento
menudo en presencia de caracteres contrarios que pueden ser, tam­
más influyente en lajurísprudencia de esa esfen.l solitaria, y explora­
bién, semejantes al derecho.
Esta interpretación a contrapelo y este ejercicio de discrecionali­ ré su carácter mítico.
dades moduladas reclaman un sacerdocio cerrado y protector para
atender y alcanzar el mito del derecho. Por lo general se les da a los
jueces la posición de grandes sacerdotes, como "los oráculos vivos"
del derecho (Blackstone, 1825:68--1). Toda la comunidad organizada
profesionalmente en torno al derecho recuerda la religión, no sólo
en la percepción de los observadores externos sino también en su
propia presentación (Goodrich, 1990: cap. 8; Sugarman, 1991:58).
Este sacerdocio se atribuye tareas sociales que suelen ser de una
simplicidad sorprendente, erigiendo un conocimiento arcano alre­
dedor de su complejidad supuesta (Konecni y Ebbesen, 1984). En
esto afirma hablar por el pueblo, representar el sentido común y los
valores comunes. Lo que resulta es una:

Exclusión del diálogo en pro de un monólogo autoritario de iniciación


una cultura confinada a los parámetros de un lenguaje profesionalizado y
esotérico, apoyado a su vez por una jurisprudencia de juridicidad unívoca
dentro de la cual el sentido institucional del derecho siempre se da por sen­
tado y sólo queda por declararse. (Goodrich, 1987:97.)

Esta situación se refleja y consolida en los rituales que ponen en


acción la fuerza y la identidad míticas del derecho. El ritual y su len­
guaje formalizado garantizan el carácter "apartado" e insular de una
actividad, la "desconexión" e incluso el antagonismo entre ella "y el
mundo real" (Bloch, 1974:56,77). El ritual es prestablecido e "inva­
riable" y los participantes llegan a .él desde "fuera" (Bloch, 1974:68).
Aunque los rituales suelen durar mucho tiempo, no son ajenos a la
influencia de los participantes (véase por ejemplo Bloch, 1986). Así
pues, el derecho como ritual no es tan sólo una cuestión de normas
ideales impuestas a una muchedumbre. Tampoco puede asimilarse
simplemente a la conducta. Estos aspectos; a los que suele ser redu­
cido el derecho de diversas maneras, son fusionados por el ritual en
otra cosa: el mito. Por medio del ritual jurídico, la gente actúa de
acuerdo con ciertas formas para crear y sustentar situaciones que
tienen su propia identidad jurídica. Como lo ilustra Winn con tanto
acierto, el hecho de actuar de conformidad con requisitos jurídicos
EL DERECHO COMO MITO 197

6. EL DERECHO COMO MITO tenden revisarla o socavarla. Los autores favorables a ella han tendi­

do a no participar -o a no hacerlo plenamente- en la crítica des­

tructiva. El efecto de sus propias contribuciones es difícil de estable·

cer porque, por lo general, no resulta claro si estas contribuciones

son revisiones o exégesis de esta obra (véanse Hart, 1982: cap. x;

MacCormick, 1987: 105). La conclusión es que tanto los detractores

La única ley visible e indudable que se nos ha impuesto ,


\ como los partidarios de The cancept nf law siguen abordando las

es la de la nobleza, ¿y habremos de privarnos de esa úni­ principales enseñanzas de esta obra en gran parte sin cambios des·

ca ley? t
¡ de que fue publicada en 1961 (por ejemplo, Hart, 1987; Moles,

KAFKA,19883:438.
í 1987).
Hay buenas razones de esta continuidad y del alto concepto en
que se tiene este texto. En él Hart restableció y estableció nuevos
LA VIDA Y LA AUTONOML;\ LEGAL términos en los que se apoya una jurisprudencia positivista que pa­

I,
recía cada vez más menguada ante las tendencias de la filosofía del
Todo lo que antecede a este capítulo final podría leerse como una derecho que no podía cuestionar o refrenar. Para sustentar la juris­
elaboración de las cosas extravagantes que ahora diré acerca del tex­ prudencia positivista, para dotarla con la capacidad de tratar esas
to supremo de la jurisprudencia, Tlle Goncept of law [El concej,to de de­ tendencias, Har! le dio un nuevo fundamento derivado de la filoso­
recho] (1961), de Hart. Como un preludio a la localización de lo exó­ tIa del lenguaje, especialmente de Wittgenstein en PhilosoPhü:al in­
ticamente impuro en una obra que en nuestra profesión es un liestigations [lrmestigacíones filosóficas] (1968). Esto podría parec!;r una
prototipo de pUl-eza, adapt.aré un análisis anterior que identifica I
\ distorsión porque la parte explícita de Wittgenstein en The conce!;t of
un trastorno o una contradicción profundos en esta obra (Fitzpa­ I
[aw se limita a dos notas a pie de página (Hart, 1961:234, 249 en lo
trick, 1991). Después mostraré de qué manera el mito, al mediar en sucesivo las referencias a esta obra serán sólo los números de pági­
esta contradicción, es esencial para esta afirmación tan influyente na). Más tarde Hart incluyó un reconocimiento más general (Hart,
de la autonomía del derecho. En este proceso, ampliaré aquellas 1983:2-3) y demostraré que la influencia de Wittgenstein fue muy
evocaciones míticas de la autonomía del derecho que figuran en el importante.
primer capítulo. The concept ollaw suele considerarse como un ejercicio de filoso­
"En el mundo de habla inglesa" The concej,t of law proporciona fía del lenguaje que dio renombre a Hart como filósofo del lengua­
ahora "la posición común" en la jurisprudencia (Leith, 1988:85). je, además de hacerlo como jurista (MacCormick, 1981:12-19). Los
Desde adentro y desde afuera de la filosofía del derecho han llovido cuatro primeros capítulos del libro están escritos, en buena medida, en
los superlativos sobre esta ohra (véase Moles, 1987:5). The cancej)t of términos de la filosofía del lenguaje, y est,ln movidos por su preocu­
law "fundame11la la posición preminente de Han entre los juristas t pación característica. Al considerar inicialmente a Hart como filó­
ingleses del siglo xx" y su papel de "figura central [... ] para los juris­ f sofo del lenguaje haré referencias a Wittgenstein que establecen un
tas de habla inglesa" (MacCormick, 1981: 12, 19). La obra de Hart paralelo con el empico de Hart de esa filosofía. Hart comienza a
"sigue siendo el texto sobre jurispmdencia más importante de la
posguerra" (Lloys y Freeman, 1985:403). Y también "sigue siendo
un punto focal de la enseñanza de la filosona del derecho en el Rei­
no Unido", con encuestas sobre la enseñanza de la jurisprudencia
que lo colocan a la cabeza de la lista de obras usadas (Barnen y
I buen recaudo dentro de la tradición abordando la cuestión de la de­
finición (véase también Hart, 1954b). Confronta y resuelve la vieja
pregunta primigenia: "¿Qué es el derecho?" Este enigma venerable
se ha resistido a ser resuelto porque está fundado en una confusión
lingüística (Wingenstein, 1968: § 109, 119, 123). El origen del error
Yach, }985:158-161). Esta obra conserva una impermeabilidad mí ti­ reside en la experiencia del significado que la pregunta evoca. Es
<.:a a pesar de -o tal vez a causa de- los cientos de artículos que pre­ decir, una palabra como "derecho" debe nombrar algo a lo cual co-

[1961

I j
EL DERECHO COMO MITO EL DERECHO COMO MITO 199
198
I 1968: § 19, 23). Los filósofos del lenguaje buscan en éste el uso y el
rresponde (Wittgenstein, 1968: § 2-7). Una palabra tiene un sentido
esencial o inherente. Un modo de probar ese sentido sería compa­ f contexto. Pero en la observación y evaluación del uso lingüístico
rar la palabra con alguna realidad empíricamente observable. La fi­ ven, también, las presuposiciones no lingüísticas de ese uso. Que un
losofía del lenguaje fue creada en oposición a este criterio del sen­ juez use una regla jurídica como regla presupone, como vimos ante­
tido y a tal manera de probarlo. La cuestión de si las palabras riormente, cierto compromiso con esa regla. Pero lo que puede pre­
representan adecuadamente las cosas fue sólo una clase de pregunta suponerse tiene límites. Para la filosofía del lenguaje el uso es pri­
que podía plantearse sobre ellas. Si colocásemos a las palabras en su mordial, y la presuposición debe estar necesariamente relacionada
contexto ordinario, si examináramos su uso característico, veríamos -o ser relacionable- con el uso.
que hadan mucho más que limitarse a representar cosas (Wittgens­ Hart hace que la fuerza de la filosofía del lenguaje influya de ma­
tein, 1968: § 19, 23. 146-148). Así, algunos realistas jurídicos pue­ nera directa en la obra de John Austin, la figura ancestral de la ju­
den ver el derecho en los términos de una predicción de lo que ha­ risprudencia inglesa. A juicio de Hart, "la influencia de Austin en el
rán los jueces. Mas este criterio del derecho no capta los modos en desarrollo del tema en Inglaterra ha sido mayor que la de cualquier
otro autor" (Hart, 1954a: XIV). Gran parte de The concept of law se

I)
que un juez usa una regla jurídica "como su razón y su justificación
para castigar al delincuente" (p. 10). Los usos múltiples y complejos preocupa de establecer el propio punto de vista de Hart en una crí­
del "derecho" no pueden reducirse a una simple declaración de co­ tica a Austin. En realidad, Austin es la obsesión de Hart. Su juris­
rrespondencia fáctica, reducida, en este caso, a lo que se ve que ha­ prudencia positivista dominó el tema durante cerca de un siglo, has­
cen los jueces. Tal declaración denotaría algo de lo que está pasando, ta que fue desplazada por The concept of law, y todavía conserva una
pero que estaría muy lejos de ser todo lo que está pasando. Este in­ posición prominente cercana a la de Hart en la jurisprudencia (Bar­
tento de captar la esencia del derecho, que sería el mismo en todas nett y Yach, 1985:159). Pero la versión que Hart hizo de la obra de
las situaciones en las que se usara la palabra "derecho", meramente Austin está truncada y corresponde a la interpretación empobrecida
ha reducido diversos y múltiples usos a un uso posible. Hart cita las
f de Austin que se maneja en jurisprudencia. Hart dice que Austin in­
instrucciones de Wittgenstein para considerar varios '~juegos" y la tentó "analizar el concepto del derecho en términos de los elemen­
tos, aparentemente simples, de órdenes y hábitos" (p. 18). Y"noso­
cuestión de lo que es común a todos ellos (p. 234):
tros declararemos y criticaremos una posición que es, en esencia, la
No digan: "Debe haber algo en común o no se los llamaría 'juegos' n, sino misma que la doctrina de Austin, pero que probablemente diverge
miren y vean si hay algo común a todos. Pues si los miran no verán algo que de ella en ciertos puntos" (p. 18). Ciertamente diverge, pero esto no
es común a todas, sino similitudes, relaciones, y toda una serie de ellas. tiene importancia para Hart ya que "nuestra principal preocupa­
(Wittgenstein, 1968: § 66.) ción no es Austin sino las virtudes de cierto tipo de teoría que tiene
atractivos perennes, sean cuales fueren sus defectos" (p. 18). Es­
La filosofía del lenguaje efectúa su revolución mostrando que las tos atractivos radican en,el canto de sirena para dar una definición,
preguntas perennes planteadas en la filosofía desaparecen o pueden para encerrar lo que es el derecho en alguna fórmula fáctica, como
ser replanteadas radicalmente en una forma más tratable. Así preci­ una que involucre "los elementos aparentemente simples de la or­
samente Hart encuentra qúe la jurisprudencia anterior está mal den y los hábitos" que supuestamente Austin usa. Pero el problema
orientada. El resultado es un "registro de fracasos, y hay una eviden­ es que "los elementos que usa no incluyen la noción de una regla o
te necesidad de un nuevo comienzo" que él ofrece (p. 78). El regis­ la noción dependiente de la regla de lo que debería. hacerse" (Hart,
tro de fracasos es revisado examinando contextos característicos en 1954a: XI-XII; d. Austin, 1861-1863:158-159-1). Cuando vemos reglas
los cuales aparecen el "derecho" y los usos jurídicos importantes, y que funcionan en contextos jurídicos resulta evidente que no pueden
considerando la diversidad de tareas que llevan a cabo. Las palabras ser reducidas a una correspondencia con ciertos hechos observables
y las funciones que desempeñan son vistas en su particularidad, des­ sobre órdenes y hábitos, como tampoco pueden ser reducidas -se­
critas como son Y no reducidas en otros términos (Wittgenstein, 1 gún vimos antes-, a una predicción de lo que harán los jueces. Lo
200 Fl. DERECHO COMO MITO
201
EL DERECHO COMO MITO

que estas reducciones captan, en el mejor de los casos, es cómo po­ Para tal observador las desviaciones de la conducta normal por parte de
dría aparecer el funcíonamiento de una regla a los ~jos de un obser­ un miembro del grupo serían una señal de que es probable que siga a ellas
vador externo. Estas reducciones no observan la perspectiva interna una reacción hostil, y nada más. Su criterio sería como el de quien, tras ha­
del funcionamiento de las reglas. la perspectiva de aquellos que ber observado durante algún tiempo el funcionamiento de un semáforo en
usan las reglas y las viven. Y esta perspectiva es distintiva de las re­ una calle ajetreada se limitara a decir que cuando la luz se vuelve
glas y del derecho. Tal es la siguiente etapa del argumento de Hart, una gran probabilidad de que el tránsito se detenga. Esa persona conside­
muy resumido, que ahora ampliaré y analizaré. raría la luz sólo como una serial natural de que la gente se comportará de
Responder a las demandas de definicíón del derecho en térmi­ ciertas maneras, así como que las nubes son una señal de que caerá lluvia.
nos de correspondencias fácticas no toma en cuenta la "idea de una Al hacerlo, no tomará en cuenta toda una dimensión de la vida social de
aquellos a quienes está observando, puesto que para ellos la luz roja no es
regla sin la cual no cabe esperar que elucidemos siquiera las formas
meramente una señal de que otros se detendrán: la ven como una serIal
de derecho más elementales" (p. 78). Y Hart dice que no podemos
para detenerse, y, por ende, una razón para detenerse de conformidad con
afirmar que hacemos declaraciones adecuadas sobre la existencia las reglas que hacen que detenerse cuando la luz es r~ja sea una norma de
de una regla en términos de hábito. (Ni Austin ni ningún otro de los conducta y una obligación. Mencionar esto es traer a colación la manera
pensadores a los que Han recrimina hace esto, pero lo dejaremos en que el grupo considera su propio comportamiento. Es referirse al as-
La idea de un hábito se relaciona con uniformidades obser­ interno de las consideradas desde sus puntos de vista internos.
vables de la conducta. Para un extraño una regla puede pare­ 87-88.)
cer un hábito. Si un grupo tiene una regla que exige que sus miem­
bros se reúnan en un har todos los sábados por la noche, tal Es este aspecto interno el que mejor encierra las críticas que hace
reunión de sus miemhros podría parecer un hábito e incluso adop­ Hart a los conceptos externos del derecho (p. 88). Este aspecto,
tar elementos de un h,lbi\o. No obstante, siempre seguiría siendo para decirlo con las palabras que MacCormick empleó en su influ­
más que un hábito. Un hábito no obligaría a la gente a llegar, ni yente evaluación, es "el elem~nto más distinto y valioso en la obra
apartarse del hábito sería causa de crítica y, mucho menos, una bue­ de Hart como jurista" (1981:29). Paradójicamente, es el mismo as­
na razón para criticarlo. Una regla t.'lmpoco corresponde a una or­ pecto interno el que socava los conceptos que Hart expone sobre la
den, a órdenes que están apoyadas por amenazas. No describimos ley y sobre el sistema legal, como veremos. A continuación examina­
una orden dada por un hombre armado en un asalto de igual mane­ ré esto con algo más de detalle.
ra que una regla jurídica. Para empezar, no todas las en el lenguaje de la filosofía lingüística, Hart locali­
requieren que la gente haga o deje de hacer algo b~jo la amenaza de za el aspecto interno de la regla en los contextos en los que funcio­
algún daño que podría resultar de no acatarla. Algunas reglas le nan las reglas y en el uso que la gente les da a éstas. El examen de
permiten que las personas hagan cosas: la gente puede hacer testa­
mentos, los jueces pueden juzgar, ele. Mas incluso cuando la regla
jurídica es una exigencia respaldada por una sanción, no puede ver­
se como "la situación del hombre armado en general" (p. 7). La na­
¡
.c
ese uso y ese contexto es una operación muy diferente de la búsque­
da de correspondencias supuestas con una regla a la cual el observa­
dor externo se atiene. La descripción externa del comportamiento
de la gente ante un semáforo "no puede hacerse de ninguna manera

I
turaleza inmediata y transÍloria de la orden del hombre armado no en términos de reglas" (p. 87). Éste es -es cierto- "un punto de vis­
se ~justa. por ejemplo, a la continuidad de las reglas jurídicas o a los ta externo extremo y no explica la manera en que los miembros del
compromisos mantenidos que la tiene con las reglas en lo que grupo que aceptan las reglas ven su propio comportamiento hahi·
respecta a derechos y t tual" (p. 87). Pero incluso el observador no extremo "que registra ab
Para Hart un concepto del derecho en términos tales como hábi­ extra el hecho de que un grupo social esas reglas pero él mis­
tos y órdenes se limitaría al "aspecto externo" proporcionado por mo no las acepta" tiene un punto de vista externo, un punto de vis­
un observador externo. ta que contrasta con la "actitud de la aceptación compartida de las
reglas" (p. 99):
EL DERECHO COMO MITO 203
202 EL DERECHO COMO MITO

Lo que el punto de vista externo (...] no puede reproducir es la manera en una buena razón" para la crítica o pa.ra cualquier otra reacción "hos­
que las reglas funcionan como reglas en las vidas de aquellos que normal· til" (pp. 54, 88). O cuando "nuestra conducta es cuestionada esta­
mente constituyen la mayoría de la sociedad. Éstos son los funcionarios, los mos dispuestos a justificarla haciendo referencia a la regla" (p. 136;
abogados o los particulares que las usan, en una situación tras otra, como cf. Baker y Hacker, 1985:155, 159).
guías para dirigir la vida social, como base para reclamaciones, demandas, Harris dice que "hay cierta oscuridad en cuanto a [ ... ] lo que re­
admisiones, críticas o castigos, es decir, en todas las transacciones familia­ presenta el concepto del punto de vista interno" (1980:108). En la fi­
res de la vida conforme a reglas. (P. 88.) losofía del derecho esta cuestión ha sido objeto de un vivo debate,
en el cual lo "interno" se concibe como interior a la persona que si­
Pero, nuevamente en el lenguaje de la filosofía lingüística, Hart gue la regla. Pero esta línea de investigación es enteramente frustra­
recurre con frecuencia a los juegos para exponer su criterio. Mues­ da por Hart, quien dice que el aspecto interno o punto de vista no
tra cierta preferencia por el ajedrez y el criquet: puede ser equiparado con la aprobación o el apoyo moral de la re­
gla, ni con sentimientos de presión o de compulsión para seguirla,
Los jugadores de ajedrez no tíenen meramente hábitos similares de mover ni con "creencias, temores y motivos", ni tampoco con una expe­
la reina, como podría registrar un observador externo que no supiera nada riencia mental (pp. 56, 81, 86, 198-199, 243). Preguntar qué "repre­
acerca de la actitud de los jugadores en relación con los movimientos que senta" el elemento de lo interno, buscar una correspondencia con
hacen: podría registrar. Tienen, además, una actitud reflexiva crítica hacia
ello en función de procesos mentales, es pasar por alto toda la
este patrón de conducta: lo consideran como una norma para todos los que
juegan este juego. Cada uno de ellos no sólo mueve la reina de cierta mane­ orientación de Hart en la filosofía del lenguaje. No remacharé este
ra sino que "tiene opiniones" sobre la corrección de que todos muevan la punto más que para decir que la sutileza y la diversidad de uso y de
reina de esa manera. Estas opiniones se manifiestan en la crítica de otros y contexto en las que se basa Hart para identificar el aspecto interno
en las demandas de conformidad dirigidas a otros cuando la desviación es se pierden al reducirlas a los términos de los procesos mentales (véase
real o inminente, y en el reconocimiento de la legitimidad de tales críticas y por ejemplo Wittgenstein, 1968: § 30~{·304). Lo que tal reducción
demandas cuando son hechas por otros. (Pp. 55-56.) pasa por alto, en particular, es la dimensión social de los aspectos
internos de las reglas. Hart identifica constantemente el aspecto in­
El observador externo, o por lo menos el observador externo ex­ terno en términos de "demandas de acuerdo hechas a otros", de
tremo, no podría "distinguir, como cumplimiento de una regla una "norma que el grupo, en conjunto, tiene que seguir", de "un
aceptada, el movimiento del ajedrecista adulto de la acción de un grupo social [que] acepta" las reglas "y las usa como guías de la con­
niño de corta edad que simplemente empujara la pieza hasta el lu­ ducta" (pp. 55-56, 86, 99). La aceptación de la regla se manifiesta en
gar apropiado" (p. 137). El observador externo no actúa en relación tal uso (p. 99). Para la "clase de positivismo sutil" que es la filosofía
con las reglas "como un miembro del grupo que las acepta y las usa lingüística este uso y las capacidades que entraña comprenden las
como guías de conducta" (p. 86). Vemos pues que aquellos que si­ correspondencias fácticas con el aspecto interno (Pears, 1971:104,
guen las reglas como guías de conducta, aquellos que viven las re­ 172). Como estos puntos sobre la dimensión social son críticos para
glas, hacen declaraciones en términos de alguien que está "fuera" el resto de mi análisis de The concejJt of law, pasaré a considerarlos de
en un juego de criquet, en términos de lo que "debe", "debería" o manera un poco más amplia.
"sería necesario" hacer, en términos de "tener una obligación" y de Hart tiene una extraña nota a pie de página en apoyo de su con­
que alguna acción es "equivocada" (pp. 9, 56, 84). Estos participan­ cepto del aspecto interno de las reglas. Se refiere simplemente a dos
tes adoptan una "actitud reflexiva crítica hacia ciertos patrones de obras con "criterios semejantes" al suyo (p. 242). La primera es The
c~nducta como una norma común", "como una norma general que idea of a social science and its relation lo philosophy [La idea de una cien­
debe ser seguida por el grupo en conjunto", o "como normas para cia social y su relación con la filosofía], de Winch (1958). El aspecto in­
la evaluación de la conducta propia y ajena" (pp. 55-56, 96). La des­ terno de Hart corresponde estrechamente a las ideas de Winch que,
viación de la norma, de una regla, "es aceptada generalmente como a su vez, corresponden estrechamente a las de Wittgenstein. La se­
EL DERECHO COMO MITO 205
204 EL DERECHO COMO MITO

de explicarse mc:jor por medio de un ejemplo. Como Hart


gunda obra es "Malinowskí's theory oi" needs" ["La teoría de las ne­ considera que estos usos del "derecho" y de la "regla" no pueden
cesidades de Malinowski"], de Piddington (1957), la cual se opone encontrar cabida en la noci6n austiniana de órdenes ocasionales y
casi por entero a la de Winch. Pero hay una esfera importante de discontinuas () de "órdenes apoyadas en amenazas". Es necesario
consenso entre estos dos autores. A juicio de Winch, una regla es encontrar algo mejor para sostener, por ejemplo, el demento de
una norma aplicada de manera reflexiva, y esto es una actividad continuidad que entraña una regla, y Hart sitúa esto en el mundo
esencialmente humana. Un animal no puede aplicar una regla en oficial. Pero este argumento se limita a identificar una deficiencia
forma reflexiva. El animal actúa por hábito muy arraigado (Winch, en una idea del derecho. No identifica lo oficial como la única ma­
1958:57-60). A juicio de Piddington, la cultura entraña el recurso a nera de compensar la deficiencia. La existencia de Rex como origen
"normas o valores normativos [... ] cristalizados en un sistema de del mundo oficial se da simplemente en la suposición original de
símbolos que permite a los individuos evaluar la conducta ajena, in­ Hart, y éste fue un ejemplo inventado para contribuir a su exposi­
dependientemente de si ellos mismos están o no afectados o involu­ ción. Al parecer Hart tampoco afirma que un elemento oficial en el
crados"; y la cultura es distintiva de "la vida del hombre como ani­ "derecho" y la "regla" sea presupuesto necesariamente por d uso de
mal social", algo que no caracteriza la vida de otros animales esos términos. A pesar de los comienzos ficticios de Rex, Hart conti­
(1957:36-38). Y también para Hart, a menos que tomemos en cuen­ nua insinuándolo en su versión hasta que puede escribir que "las
ta el aspecto interno de las reglas, "no podemos comprender debi­ operaciones de legislar, identificar y aplicar las leyes" son asuntos
\
damente todo el estilo distintivo del pensamiento, el habla y la ac­ para "los hmcionarios o expertos del sistema" en oposición a "la
ción humanos que entraña la existencia de reglas y que constituye
una estructura normativa de la sociedad" (p. 86). Todo esto implica
f masa de la población" o al "ciudadano común", al que ahora ve
como ignorante e inadecuado (pp. 59-60). Hart. pasa a ubicar esta
ciertas habilidades y capacidades humanas (véase por ejemplo p. división en una "escena fabulosa" con la que ahora nos hemos fami­
120). Implica la comprensión de una regla así como el cálculo, la or­
liarizado.
ganización y otras técnicas usadas al seguir una regla (Baker y Hac­
ker, 1985:155, 159-163). Al margen de si Wittgenstein vio todo esto
como exclusivamente humano, o no, consideró el comportamiento
humano como separable del comportamiento animal y juzgó que se LA ESCENA PRIMIGENIA
caracterizaba por seguir reglas (Wittgenstein, 1968: § 25). Aunque
"un león pudiera hablar, nosotros no podríamos comprenderlo", ya Éste es el primer paso hacia "un nuevo punto de partida" para laju­
que hablaría internamente desde su forma de vida distinta (Witt­ risprudencia (p. 77). también, un nuevo punto de partida para
genstein, 1968: § 223). Abundaré en el aspecto interno de las reglas 1
Hart. Tras haber dependido integralmente de la filosofía del len­
I
cuando pruebe los "fundamentQs" míticos de un "sistema legal" guaje y de la creatividad del uso del lenguaje para establecer su
I
propios de Hart. punto de vista, Hart las desecha sin ceremonias y adopta una pers­
Ahora Hart empieza a exponer, además del aspecto interno, otro 1, pectiva radicalmente opuesta. Mantiene, sin embargo, una aparien"
requisito para la existencia de reglas legales: deben estar relaciona­ cia de continuidad al invocar un tipo de argumento que se asemeja
das, de algún modo, con funcionarios. El origen de este requisito en a la forma en que nos dio a Rex y al mundo oficial. Como vimos, un
la versión de Hart, aparte de la mera invocación, ha desconcertado criterio del derecho que guarda una relación incierta con el de Aus­
a observadores muy agudos (por ejemplo Moles, 1987:90-91). Hart tin se consideró deficiente porque no albergaba "la idea de una re­
"supone" a un legislador, Rex., y a sus sucesores, y "al explicar la
continuidad del Poder Legislativo mediante una sucesión diversa de
J gla, sin la cual no podemos esperar elucidar ni siquiera las formas
de derecho más elementales" (p. 78). Y aquí se da el desliz. Desde la
legisladores individuales, es natural usar las expresiones 'regla de su­ 1\ conclusión de que un concepto del derecho debe incluir la idea de
cesión', 'título', 'derecho de sucesión' y 'derecho a legislar' " (pp. 51­ 1
1:"
~ una regla, Hart pasa a confinar el derecho a las reglas. Las reglas
53). Lo que parece ser el modo de argumentación de Hart aquí pue- !

1,
I
1 ¡
206 EL DERECHO COMO MiTO EL DERECllO COMO MITO 207

proporcionan "los elementos del derecho" y los fundamentos de un ciedad sólo tiene reglas primarias de obligación por las que "se exige
sistema legal (pp. 89, (7). La cacare8da unión de reglas primarias y a los seres humanos que hagan o se abstengan de ciertas acciones,
secundarias -el "nuevo punto de partida" que consideramos breve­ tanto si quieren como si no" (pp. 7R-7Y). Las reglas primarias son, a
mente- es "el meollo" () "el centro de un sistema legal" (pp. juicio de Hart, semejantes a la cmtumhre. El imperativo del control
Esta "unión puede ser justamente considerada como la 'esencia' del social significa que "de hecho, siempre se encuentran en las socieda­
derecho" (p. 15]). Esas comillas distanciadoras <tUl' encierran la des primitivas", donde tienen que ser ampliamente aceptadas en su
"esencia", así corno la relación enLte el derecho y las reglas en met<t­ aspecto interno para ser electivas (p. 89). Las sociedades que sólo tie­
loras fundamentales y biol6gicas -preludios comunes del mito primarias perciben, con el tiempo, las insuficiencias de
moderno- prueban, tal vez, una renuencia residual a equiparar sim­ esa SimpliCidad adánica, y esto le proporciona a IIart los componen­
plemente el derecho con las Esta renuencia es un tributo ate­ tes de su concepto del derecho. En ese estado no habría manera de
nuado a la anterior confianza de Hart en la filosofía del lenguaje. establecer "lo que son las reglas [primarias] o [... ] el alcance preciso
Como cultor de esta disciplina Hart no buscaría la esencia del derf:­ de una regla determinada" (p. 90). La incertidumbre resultante es re­
cho. No buscaría lo <lue es, ya que para la filosofía del lenguaje y mediada por una regla de reconocimiento que proporciona "una
para Hart ésa era una búsqueda mal concebida. Pero es una identificación concluyente de las reglas primarias" en alguna forma
da en la que ahora se embarca. Fundamenta la búsqueda en la arhi­ cargada de autoridad y escrita (p. 92). De nuevo "no habrá, en tal
traria y continua reducción del derecho a una cuestión de sociedad, ningún medio para adaptar deliberadamente las reglas a
ase también Hart, ] 987:37-38). Y afirma simplemente que para que las circunstancias distintas, bien sea mediante la eliminación de las
esas reglas existan sólo necesitamos ver otras reglas, pues "es una vÍf;jas o mediante la introducción de reg'las nuevas" (p. 90). La
cadena de razonamiento muy Lnniliar" que "[si] se plantea la cues­ "cualidad estática del régimen de reglas primarias" que resulta de
tión de si alguna regla sugerida es legalmente esto es remediada por la introducción de de camhio" que fa­
la lendremos, que usar un c¡'iterio de validez proporcionado por al­ cultan a "un individuo o un grupo de personas para introducir nue­
guna otra regla" (p. ] 03). Esta asomhrosa familiaridad de Hart y su vas reglas primarias [... ] y para eliminar las reglas (p. 9:)). Fi­
restricción del "derecho" a las reglas, por muy discutibles <Iue hayan nalmente se llegará a "la ineficiencia de las presiones sociales difusas
sido en la jurisprudencia occiclental, serían espectacularmente aje­ por la cual se mantienen las reglas", que sería remediado por "re­
nos a otros grandes sistemas legales Gcertz, 1983: cap. 8). glas de adjudicación [... ] que identifican a los individuos que van a
Hasta aquí por lo que se refiere a la afirmada universalidad del con- adjudicar" así como "el procedimiento que se seguirá" (pp. 9
del derecho de Hart.
Sin emhargo, Hart uhica confiadamente su nuevo El remedio para cada defecto puede ser considerado en sí mismo como un
da para la jurisprudencia en una historia universal paso desde el mundo prejurídico hasta el llnmdo jurídico; puesto (llle carla
la humanidad primitiva. En ella ve Hna escena primigenia en la cual remedio conlleva muchos elementos (jLle perlllean el derecho; ciertamcnte
los tres remedios juntos son suficientes para convertir el régimen de reglas
el derecho es concebido como la unión de primarias y secun­
primarias en 10 quc es indiscutiblemente un sistema jurídico [... ] Si damos
darias. f:ste es el regreso mÍI ico a los a lo que le da fórma
un paso hacia atrás y consideramos la estructura que ha resultado de la
al derecho y lo hace real. Lo.~ orígenes "históricos" espurios crean y combinación de las reglas primarias de obligación con las reglas secunda­
dan paso a los f()nnales dd derecho que le dan validez. El rias de reconocimiento, cambio y adjudicación, es evidente que tenemos
mito de origen comienza con un tipo de "sociedad trihal simple", no sólo elllúc1eo de un sistema jurídico sino una herramienta muy po­
"una pequeüa comunidad estrechamente unida por lazos de paren­ derosa para el análisis de buena parte de lo que ha dejado DcrDleios tanLo a
tesco, de sentimientos y creencias comunes y situada en un entorno los juristas COIllO a los teóricos políticos. (Pp. 91,
estable" (pp. R9). La narración continúa de una manera casi in­
distinguible de la versión que da Locke de la creación del derecho y Esta antigua historia puede ser cualquier cosa menos filosofía del
que seÍialamos en el capítulo 4 (Locke, 1965:3G.5, ~ l24-12G). La 80­ P;:¡r;:¡ empezar, es una elaboración del confinamiento del de­
208 EL DERECHO COMO MITO
EL DERECHO COMO MITO 209
recho a las reglas que Hart establece de manera arhitraria y esencia­
lista. Pero el al~jamiento de Hart de la filosofía dellengu,!je va mu­ presentar la transición como un paso de un estado que contiene la
cho más kjos. Al igual que a(luclJos a los que ha recriminado por entidad a otro. La transición general siempre va de lo simple a lo
hacerlo, busca ahora explícitamente lo que el derecho es, no su uso complejo, de lo unificado a lo diverso. La entidad, impulsada por
ni su contexto. El descubrimiento del derecho como el resultado ci· esta transición, se vuelve cada vez más distinta y diferenciada, pero
vilizado de la escena proporciona la esencia. La historia la diferenciación se acompaña siempre de una integración social
misma que fixma la esencia del derecho se sustituye a sí misma y de un orden incluyente en el cual la parte del derecho se
anula cualquier influencia continua que pudiera tener. La esencia incrementa. La entidad en evolución responde a las insuficíencias
pura, mecánica, del derecho se queda al margen, solitaria yautóno­ de su forma anterior y las supera. Esta entidad es vista en la última
mamente, de las fuelzas que lo crearon y de cualquier contexto in­ etapa que ha alcanzado y su historia universal se narra desde ese mÍ­
formativo. Si exploramos las fuentes de lo que busca Hart, si radar ventajoso; es un relato que cuenta cómo la entidad llegó a ser
ramos e! conocimiento que le permite presentar este "paso desde el como es. No es necesario insistir en los paralelismos entre este
mundo pr,,:jurídico al mundo jurídico" (p. podremos captar de historia y la versión ele Hart. Al principio la sociedad mítica de
con más amplitud la elevación mítica de un derecho esencial. Hart sólo tiene reglas primarias que son "una forma de derecho pri­
La fuente reconocida de Hart deriva de la antropología social de! mitiva o rudimentaria" y "que estamos acostumbrados a contrastar
siglo xx. Aunque oscila entre la afirmación de que han existido al­ con un sistema legal desarrollado" (pp. 84, 209). Así pues, Hart dis­
gunas, aunque "pocas", sociedades sin secundarias, y la afir­ cierne, algunas veces explícítamente, "en la historia de! derecho" o
mación de que tal estado "quizá nunca se manifestó plenamente en como "una cuestión de historia", que las sociedades han "visto las
comunidad real", se basa en "estudios antropológicos de ventajas" de cambiar a fónnas más complejas, que han "progresado
las aproximaciones más cercanas a este estado" (pp. 90, 244). Al hasta el punto en que" el derecho y la moralidad "se distinguen
igual que buena parte de la anllOpología jurídica, estos estudios se como formas diferentes tle control social", y que con la introducción
ocupan de la existencia de un presunto derecho en las sociedades de reglas secundarias "pasan" de un derecho primitivo o rudimenta­
presuntamente primitivas () salvajes. Estos estudios con rio a un "mundo jurídico" cabal, "un paso adelante tan importante
Hart la técnica de hacer que en el mundo se aplique un concepto para la sociedad como la invención de la rueda" (pp. 41, 91-92, 95,
del derecho preexistente, concepto que corresponde a un tipo de 118), Mas con ese paso la creatividad de la masa de la sociedad se
derecho occidentaL El mundo, entonces, corresponde confirmando y, en 10 sucesivo, la dinámica jurídica (lueda confinada a las fi­
que esta idea de! derecho es universalmente real. Con frecuencia la las de los funcionarios,
antropología ha proporcionado relatos de transición que no difie­ En las fuentes finales y más próximas de la historia de la escena
ren de los ele Hart, relatos del desarrollo de las sociedades desde un primigenia que nos da IIart vemos que busca "los elementos del de­
estado primitivo y de la génesis 'distintiva del derecho en ese des­ recho" (p. 89), acompañando implícitamente a los filósofos de la
arrollo, cuando la organización pública u oficial surge de normas Ilustración, (luienes buscaroll los elemenlos de las formas en sus orí­
sociales difusas y generalizac.las (por ejemplo Hoebel, 1954: New­ genes. Como vimos, muchas historias de la Ilustración no difieren
man, del relato que hace Hart de la vida en estado natural o en variantes
Los orígenes de tales relatos también pueden encontrarse en la tales como el estado salvaje o un estado regulado por la costumbre.
fuente de Hart, la historia evolutiva del siglo XIX. Esta fuen­ El derecho como intrínseco a la civilización (occidental) es con­
te no es invocada explícitamente pero impregna la versión de lIar!.. trastado en su constitución con e! estado natural. El derecho tiene
La historia evolutiva del derecho es esencialista porque requiere "el sus orígenes en la negación del estado natural, y sus elementos son
establecimiento conceptual de una entidad [el derecho en nuestro una respuesta a las insuficiencias de ese estado. Incluso el celebrado
caso] que progresa o evoluciona" (Bock, 1979:71). Con este modo descubrimiento de Han de los elementos del derecho como la
de pensar la entidad se sostiene a pesar del proceso de cambio, al unión de las reglas primarias y secundarias no es m~ls nuevo en este
contexto de lo que era en el contexto antropológico: los orígenes
210 EL DERECHO COMO MITO EL DERECHO COMO MITO 211

míticos del derecho en las narraciones de la Ilustración seüalan sultado de imperativos de orden, y ordena a su vez. Es ardo orrlinans,
que surge cuando una dimensión oficial actúa en el estado un orden ordenaclor (eL Cassirer, 1
cuando un derecho determimmte o "positivo" se separa y se Así, si "damos un paso atrás" y consideramos la versión que nos
al "estado [... ] negativo que es llamado estado natural", para decirlo da Harl de la escena prinligenia a la luz de estas tres fuentes, no ha­
con las palabras usadas por Austin en su versión (1861-1863:1 llamos una diversidad de ideas de "derecho" (Iue su~jan de sus diver­
124). sos usos y contextos. Hart busca y encuentra elementos que consti­
Al igual que en la historia de Hart, en el pensamiento de la Ilus­ una esencia del derecho singula.r y constante. Esta esencia
tración explicar los orígenes es establecer una esencia duradera. La procede de un concepto occidental del derecho, cuyos términos im­
correspondencia entre el origen y la esencia parece ser tan evidente pregnan y moldea.n t.oda su húsqueda. Comprensiblernente, se los
en la versión de Hart que no precisa explicación alguna. Incluso en descubre con toda facilidad en esa húsqueda y emergen de ella for­
la historia especulativa que él nos ofrece ¿no debería haher una talecidos. En dichos términos el derecho, aunque intrínseco al or­
apreciación de que las cosas camhian, de que pueden volverse radi­ den social, ohra eIl la sociedad y la controla. Hace esto de mane­
calmente diferentes de lo gue fueron? Pero a pesar de su modo de ra determinante por medio de actos oficiales que emanan de un
presentación, éste no es un estudio de la historia o de cualquier es­ de vista ventajoso de autoridad dist.inta, que est;í necesaria­
tado de cosas conocido. Como vimos, Hart es incongruente respec­ mente separado ele la sociedad, ordenada y controlad". Todo lo cual
to a si alguna vez huho una sociedad que tuviera solamente revela una "cosrnología occidental" peculiar (Strathern, 1985:128),
Sin emhargo, esa sociedad es su punto de partida, y la in­ no una historia universal del derecho, como Han hubiera .
suficiencia de tener sólo regl<ls primarías proporciona el impulso en esta elapa, t.enemos dos Hart opuestos: el filósofo del
aparentemente histórico para sus elementos del derecho. Pero, lenguaje}' el cnullcÍador de la esencia del derecho. Y tenemos dos
como vimos, las incertidumhres y las faltas de pruebas no constitu­ conjuntos opuestos de consecuencias de esta división. En uno en­
yeron un fí-eno p<lra el pensamiento de la Ilustración. Las respuestas contramos los usos populares, un aspecto interno de las reglas y su­
pueden encontrarse en otra p<lrte. Valiéndome de los términos que jetos activos y reflexivos, todo lo cual se halla en el núcleo mismo
el propio Ilart usa para Jos aspectos de su escena primigenia, la res­ del análisis inicial de Hart. En el otro, hay el dominio de las deter­
es "que se puede descuhrir por la razón", o en una "necesi­ minaciones oficiales, un dominio que finalmente surge como una
dad natural", en "tnlÍsnlos sobre la naturaleza humana", en "vercla­ necesidad universal en esa historia natural del derecho, que Har!
des elementales sobre los seres humanos" (pp. 89, 189, 195). En la encuentra en la escena primigell ia. Es en este punto de abismal dife­
Ilustración, una subjetividad trascelldente y una razón ordenadora rencia cuando Hart presenta un cuadro resuelto}' concluido en "los
elementos constantes que fundamentan los cambios y la fundamentos de un sistema jurídico", el "hroche" que sostiene
diversidad aparentes de una entidad y proporcionan la base común 1989:
que la unifica e integra. Así, los elementos del derecho de Hart pro­
porcionan Jo que es común y constante en la diversidad de las mani­
festaciones del derecho. Dado'el carácter constante de estos elemen­
tos, un estudio de sus orígenes los revelará tal como son ahora, y lo LA APOTEOSIS DEL FUNCIONARIO
hará con más presteza porque en los orígenes encont.ramos los ele­
mentos en sus fGrmas simples, antes de la adición de formas comple­ Estos fundamentos de un sistema jurídico marcan el triunfo de un
jas y oscurecedoras. Por último, la preocupación por los elementos lado de la dualidad: el trÍunf() de las determinaciones oficiales. El
constantes en el pensamiento de la Ilustración estribó en el orden otro lado de la dualidad es reducido por Han en términos de reglas
necesario de las cosas, en la armonía y el equilibrio. Esta preocupa­ y de su aspecto int.erno. Lleva a caho el triunfo de las determinacio­
ción se trasfiere en Hart a un "control" coherente como algo ¡nte­ nes oficiales haciendo que el aspecto interno sea necesario sólo
de la sociedad y del derecho (pp. 89, 191). El derecho es un re- para ellas. Esta resolución se alcanza a través una asombrosa con­
212 EL DERECHO COMO MITO EL DERECHO COMO MITO 213

densacÍón de contradicciones. Después de haber basado tanto sus acepta las reglas como normas para todos aquellos para
críticas de las ideas previas del derecho como los lineamientos de la son pertinentes. En vez de eso, puede pensar que la
alternativa que presenta en la necesidad de que las reglas tengan un acción de su parte bajo la amellaza de un
aspecto interno, Harl procede a negar esa necesidad. Después de
haber dicho que el aspecto interno no puede ser considerado en tér­ Examinaré primero qué es lo que esta versión le hace a ese aspec­
minos de estados mentales individuales, procede a tratar su presen­ to ¡Ulerno de las reglas que consideré en detalle antes. Vimos que
cia y su ausencia en términos de estados mentales individuales. Y para Han el funcionamiento de reglas legales entraÍlaba por necesi­
una vez subordinado así el aspecto interno a la mentalidad indivi­ dad un aspecto interno. Este aspecto está vinculado con el "uso de
dual, Ilan postula la posibilidad ele una sociedad en la que esa men­ las reglas, por de las personas, como normas para la evalua­
talidad elimina el aspecto interno para "el ciudadano común". É:sta es ción de su propia conducta y de la conducta ajena" (p. 96). El aspec­
una sociedad extraña, sin relaciones sociales, que Han apoya con to interno tiene una dimensión social integral. La gente no sólo usa
una metáfora desesperada y no con la observación sociolingüística las reglas para evaluar la conducta ajena así como la propia, sino
o sociológica. Es una sociedad que carece de los atributos que que debemos concebir, junlo con Hart, el aspecto inlerno en fun­
en otras parles de The concefJt of law, considera necesarios para la ción del grupo social que acepta las reghs, en función de "la mane­
existencia de cualquier sociedad. Y las contradicciones se multipli­ ra en que el grupo considera su propia conducta" (pp. 99). El
can. El mito es evocado nuevamente para mediar en ellas. interno es inseparable de "todo el estilo distintivo del pensa­
A continuación ofreceré una guía más amplia para esas contra­ el habla y la acción humanos que está incluido en la existen­
dicciones, después de esbozar los llamados fundamentos del sistema cia de las reglas y que constituye la estructura normativa de la socie­
jurídico. Hart. hay: dad" (p. 86). Así, para el aspecto interno, "las creencias, los temores
y los motivos" individuales no son pertinentes (p. 81). No está vin­
dos condiciones mínimas necesari¡¡s y suficiemes para la existencia de un culado con las actitudes individuales hacia una regla. "Por lo tanto
Por una parle, esas reglas de conducta que son válidas de no hay contradicción alguna al decir de algún estafador empederni­
confonnidad con el criterio de validez fundamental deben ser obedecidas do -y a menudo ser verdad- que tenía la obligación de pa­
en forma general y, por otra parte, sus reglas de reconocimiento que especi­ gar la renta pero no se sintió presionado a hacerlo cuando se
fican los criterios de validez jurídica y sus reglas de cambio y a(ljudicación
sin pagarla" (p.
deben ser efectivamente aceptadas como normas públicas comunes de con­
Por lo que se refiere al análisis de Hart hasta este punto, ya la fi­
ducta oficial por parte de sus funcionarios. La primera condición es la úni­
ca que los ciudadanos privados tienen que satisÜlCer: pueden obedecer cada
losofia dellengu~je, estas mentalidades individuales y el aspecto in­
una de ellas "sólo por su parte" y por cualquier motivo; aunque en una so­ terno son inconmensurables, pero ahora llegamos a un punto que
ciedad saludable con frecuencia aceptarán realmem<' esas reglas como nor­ ileva a Han casi tan l<::j08 de sus en la filosofía del len­
mas comunes de conduct.a y reconocerán una obligación de obedecerlas. guaje como es posible llegar. Pues ahora trata el aspecto interno no
(P. 1 sólo como conmensurable sino como subordinado él las mentalida­
des individuales. Ahora una persona puede seguir una regla pero
Para que "el ciudadano común" esa "preocupación mera­ por estar fuera del interno simplemente adoptando
mente personal con las reglas": un estado mental apropiado. Aunque concedamos lo que Hart lla­
ma esta "preocupación meramente personal por las reglas", tal preo­
No necesita considerar su conducta en conformidad con ellas como "bue­ cupación no puede extenderse a la evaluación de la conducta de
na", "correcta" u "obligatoria" En otras palabras, su actitud no necesita te­ otTos en función del aspecto interno (p. 112). La persona que ohe­
ner nada de ese carácter {TÍtico que se involucra cada vez que se aceptan las dece "por su parte solamente" no crea por ello un mundo sin
reglas sociales y los tipos de conducta se tratan como normas generales. No Los sádicos, por ejemplo, pueden no aceptar una que prohíba
necesita compartir, aunque pudiera hacerlo, el punto de vista interno que
el maltrato sienmre y cuando conciban que ellos mismos lo llevan a
EL DERECHO COMO MITO EL DERECHO C< ))W) MITO 215
214

cabo. Mas por su propia 'iegurídad y su vida social podrían no ser lugar de! humano crítico y reflexivo que Hart vio antes como intrín­
indiferentes, en ese a la orielltación de otros acerca de la seco al seguimiento de las n:gl;lsjurídicas? Hart no "bunda en este
regla. Sería imposible ir por Ll sociedad sin usar las reglas para eya­ punto. y este PUnlO sigue estando en oposición a la mayor p3rte del
luar la conducta de lus otros". "caminar entre los hombres como si resto de: S1l lihro. Contradice <;u afirmación según la cual la
fuesen leones" (véase Riley. 19R6:1G5l. En pocas palabras, es impo­ humanidad obedece integralmente bs reglas. Contradice su extensa
sible pasar por alto "la estructura normativa de la sociedad" crítica de otros teóricos por "tr,,!;]!' toebs las reglas como directrices
Sin embargo, lal indifl~rencia y desconocimiento tendrían que sólo para funcionarios", ya que esto no toma en cuenta las maneras
car a la persona o al ciudadano siemprt" singular de Hart que, siem­ activa y reflexiva "en que se habla de ellas, se las considera y se usan
pre en singular, "obedece sólo por su realmente en la vid~\ social" (p. Está en contradicción con la ne­
otros puntos que de la po­
cesidad (k que, si el derecho ha de existir para "multitudes de
sición de Har!. Por es lo que
individuos", ha de permitir que se coml1rendan las conduct.as re­
relacionar a estos mismos "ciudadanos prIvarlOS' entre SI. re­
de ellos, tal como están
lacionar a todos los ciudadanos qne "ohedecen, cada uno de y se opone a su descubrimiento de un contenido mínimo
su parte solamente' " (p. 1 Estos ciudadanos no tendrían la­ dd derecho implic<ldo en la existencia misma de la sociedad, un
zos sociales. Hart los confina rigurosamente al temor y la inercia y contenido mínimo por e! cual las personas tienen que relacionarse
hace que se relacionen única y pasiyamente (on los dictados de los entre sí en "mutuo refrenamiento y Illl\t ua concesión", tienen que
fun(ionarios (p. 112). Si estuvieran consdentes esta inercia debería "cooperar" y tienen que hacer y cumplir promesas (pp. 189-193),
ser completa, puesto que no habría base alguna sobre la cual estos todo lo cual entraña un aspecto interno de reglas ampliamente di­
ciudadanos aislados pudieran superar la inercia y relacionarse entre fundidas en la sociedad.
sÍ. Si no participan del aspecto interno, quizás adoptan el aspe(to Pero, finalmente ¿por qué recurrir tan poco felizmente a la socie­
externo del observador de afuera. Mas no pueden hacerlo ponlue " dad de owjas? Al atacar las teorías positivistas de diversas clases
no son ohservadores de afuera, y Hart, sólo se adentrará en esta Hart localizó un aspecto inkrno de las reglas, y en esto dotó a la
cuestión lo suficiente como para decir que el pobla(ión COIl una actitud reflexiva con
tuar sohre las normas de conducta y
punto de vista externo puede muy de cerca la manera en que la-; "r<'F>~";~ una empresa muy

funcionan en las vidas de ciertos miembros del grupo, a saber, aque­ también Baker y
llos que rechazan sus reglas y que sólo se o("uP,1ll de ellas cuando entrar al chivo en la cristalería. Para que la ortodoxia del
que es prohahle que haya cOIl~e("uencias desatrradables después de haberlas y la autonomía del derecho puedan sostenerse, la
violado. tiene que ser relegada, como si dijéramos en última ins­
a su estado inerte. El funcionario se presenta entero y firme
Si ni el aspecto externo ni el interno están enjuego al seguir una para determinar, para postular a(luello que todos los den1<'Ís dehen
regla en tales términos, entonces, ¿qué lo está? La respuesta final de obedecer. .Introducido con la suposición insidiosa de Rex y sus suce­
Hart parece ser que no hay aspecto alguno. Pues una sociedad cons­ sores, después vuelto inevitahle por la historia natural de la escena
tituicb por tales individuos sería "tristemente horreguil" y "las ove­ primigenia, el funcionario se convierte ahora en la apoteosis de lo
jas pueden terminar en el matadero" (p. 114), Esta metáfora deplo­ legal, el único elemento necesariamente consciente en el derecho y,
rablemente trillada es apropiada porque Hart sí ve el aspecto por ende, la única fuente de lo jurídicamente positivo. Así Hart se­
interno de las reglas como "distinto [... ] del pensamiento, del habla y para la regla de Sl1 uso y hace posibk qlle se la trate definitivamente
de la acriún humanos" (p. 86). Mas ¿cómo funcionaría una sociedad como separada. Su proyecto culmina en una afirmaciún de autori­
tan inhumana? ¿Qué mecanismos exactos de estímulo-respuesta, dad simple, Illuy simple. Al igu;d que en la situación colonial, esta
¡tos estrictamente regulados pero inexorahles OctlDarían el autoridad dd ClIllciol1ario es suprellla. procede de la autoridad exte­
EL DERECHO COMO MITO 217
216 EL DERECHO COM() MITO

original, en el plano de )¡t cuilur;l; un "logro" que establece la enti­


rior y obra en ella. El uso y el contexto, y la diversidad de usos y con­
dad (Ehade, 1963:6). Desde lo inicial, lo natural y lo que no está ela­
textos, son pasados por airo. Como dice la regla de la bur­
borado emerge la fórma dilCrencíada, separada de aquello r¡lle la
guesía europea ha destr07_ado la raíz de la diversidad
hizo y, no ohstante, ('ompal·ti{~JHlolo. El proceso de crear y sustentar
1955:69-70).
la entidad es mediado a menudo en el mito por medio de
En este desarraigo de las reglas la esfera del funcionario es una
que cabalgan las esteras de la creación trascendente y su efecto
suposición dI' autoridad pura j' completa que trasciende y determi­
mundano. Uno de los ejemplos que vimos fue el de Adán
na el uso y el contexto. Podemos apreci~H' esto volviendo al desacre­
con su inventario de nombres y sn on;r;mizacÍón ordenadora. fue el
ditado Austin. Las "dos condiciones mínimas necesarias y suficien­
funcionario.
tes para la existencia de un sistema legal" que menciona Han son
Esta ubicación del concepto de Hart en la mitología europea del
de burla en su correspondencia con la idea de Austin del de­
origen puede ayudarnos a explicar la callada supresión de la filoso­
recho tal como es expuesto en The tJrovince oIjurisprudence detenni­
fía del lenguaje junto con la creación popular del significado. Tocios
ned: "El tema de la jurisprudencia es el derecho positivo: el derecho
los habitantes de la escena primigenia, desde los salvajes de Améri­
y estrictamente llam3do así, () el derecho establecido por su­
ca del N orte hasta el África colonizada, compartieron una conve­
políticos para inferiores políticos" por superiores a los cua­
niente característica que les impidió contribuir al uso lingüístico: no
les "la ohediencia habitual debe ser prestada por la generalidad o el
podían hablar y, así, alguien tenía que hablar por ellos. En la menta­
grueso ele los [... ] miembros" de una sociedad política (1861-1863:1,
lidad imperial que configura la versión de Hart y sus fuentes, el ver­
174-1). Aunque, para Hart, la "única necesidad" de la autoridad ofi­
dadero conocimiento es llevado por el europeo a los salv~es mudos
cial es la obediencia de los "ciucladanos privados", "en una sociedad
y sin gloria. Su realidad es conocida por primera vez, conocida ade­
vigorosa" esos ciudadanos "aceptarán con frecuencia" las es­
cuada y plenamente tanto en sí misma como en la naturaleza univer­
tablecidas por lo~ funcional-jos y no se limitarán simplemente a obe­
sal de las cosas. Los inadecuados conocimientos locales son abarca­
decerlas (pp. 112-113). Pero ni siquiera este saludable lamento tiene
dos de manera infinita y adecuados por el conocimiento europeo el
nada que hacer en un sístemajurídico. Hart, finalmente, fundamen­
cual, a su vez, es elevado en su relación con ellos. Al no tener ni una
ta su esquema en una autoridad ilimitada y unificada cuya base nun­
historia ni un proyecto propios, los salvajes y los colonizados adquie­
ca se afirma explícitamente, dpdrte de su origen en una escena pri­
ren sus características uniformes de la percepción uniforme que Eu­
migenia (Sampford, 1989:.')5-36, 44-46). Hart sigue firmemente la
ropa tiene de ellos. Esto proporciona la base común, la objetivi
tradición de Hobbes y Austin con su confianza fundamental en el
que fundamenta la historia universal mítica del "hom­
estado
bre primitivo", una historia más allá de la cual sólo algunos han ido.
entre la escena
La mentalidad imueríal. lal como la nercibe Rackett, neutralizó mí"
y nuestra condición jurídica actu.tl, queda asegurada en el mito. La
les de existencias y de en una burda uniformidad mítica
primigenia es, la milOlogía occidental, el punto de origen des­
"en la que la 'blancura' positividad, identidad y ccrtidum­
de cuya negación brota la creación. Existe en el tiempo del
y la 'negrura' negatividad, diferencia y trasgresi6n"
pío, el tiempo de las verdades absolutas cuya autenticidad
(Rackett, 1985:
no puede ser probada. Al igual que el mito de los habitantes de las
Para exponer las vinculaciones más estrechas entre el concepto
islas Trohriand, está "m,ls allá riel hecho, más all<l de la razón y se
del derecho de Hart y esta mitología regresar(~ a la situación colo­
refiere a acontecimientos que están más allá de la memoria y del
nial (véase también Skillcn, 1977: 102-] 07). Las ilusiones trilladas so­
tiempo ordinario" (Cohen, 196~U~44). l.a escena original proporcio­
bre el gobierno colonial impregnan la historia de Hart. La sociedad
na tanto los fundamentos del derecho como lo que está masivamen­
nativa es simple, pequeña y autónoma. Se caracteriza por la incerti­
te implícito en la versión de Hart: la fuerza continua que da al dere­
dumbre, el estancamiento, la ineficiencia y una condición incipien­
cho "eficacia y duración" (Eliade, 1965: 11). En la historia de Han
temente legal. Los colonizadores afirman traer una civíliZ¡lCión que
hay una trasfórmación mítica normal de la jJrima materia, la materia
218 EL DERECHO COMO MITO
EL DERECHO COMO MITO 21q

proporcionar;i muchas cosas, entre ellas seguridad y pero al hacer esto IIart toma del mito su más espectacular tesis en
poración a una historia din;ímica, eficiencia, leyes y la materia de íllrisnrudencia, la "tesis de las fuentes" (véase por
de progresar al diferenciarse las funciones sociales. Los nativos an­ Uua ley ~Idqlliere su existencia y validez
helan tocIo esfo en el fónc!o de su ser, anhelan eslo como Sil mente de su fuente o, el1 t(>¡'IlIinos míticos comunes, de su origen.
consumación. Dado que la situación colonial presenta una realidad Conocer la fuente de la cosa es conocer su esencia -el contraste con
es el funcionario quien debe hacer realidaclla huma­ la filosofía del len~uaie difícilmente podda ser más completo- y en
nidad incipiente del nativo. es, también, la fuerza de la creación con­
En el repertorio del mito de lIaH otros aspectos menos agre­ tinua. Una ley perdura como fuente de otras leyes () como fuente de
sivos, aunque igualmente poderosos, Por ~jemplo, se limita a adop­ efectividad y de validez para las relaciones La regla de reco­
tar como paradigma el derecho de un "país", "sistemas nocimiento es la concentración definitiva de la dinámica mítica di­
municipales" y "derecho municipal en un Estado moderno" (pp. 3, seminada por todo el derecho por la que la realidad o la validez se
7, 77). Estas categorías se unen con el poder mítico de la nación en encuentra en una vuelta infinitamente repetible a los
su identificación de un puehlo en sus leyes, algo que ya explorarnos El mito media incluso en la contradicción entre el uso inicial de
en el capítulo 4. Fue la mediación de las naciones superiores, () la la filosofía dellengm~je que hace Hart y su recurso a la esencia y la
cortesía entre naciones superiores, lo que le clio crédito mítico a autoridad. El sujeto jurídico mítico, como la figura del individuo en
afirmaciones como la de Hart de que el derecho de Occidente era el centro de la mitología moderna, es un ser infinitamente sensible.
universal. El derecho, a su vez, sirve para elevar la identidad nacio­ El sujeto es, también, muy diestro al una enorme gama de
nal en oposición a la particular y en una orientación hacía lo univer­ influencias y determinaciones y hacer que se le apliquen a él mis­
saL La nación comparte temas míticos con el rey insinuado por mo, En esto no es simplemente un receptáculo ahyecto, sino un ser
Hart, del que t.ratamos recientemente. La de Rex, además de reflexivo y eficaz que participa con eficiencia en su propia
insertar la idea ele la autoridad oficial en su historia, sirve un Quienes puehlan el sistema jurídico de Hart son seres semejantes.
sito mí( ico más tradicional para Harl como yehícl1lo de la continui­ Con su perspectiva interna de las reglas, están dotados de amplias
dad del derecho. "Reyes un nombre de la Continuación", según las habilidades y capacidades. Son participantes y actores, entregados
de un caso del siglo XVI, "El Rey no muere nunca" (véase de manera existencial y social a una "forma de virla" identificarla en
Goodrich y lIachamovitch, 1991:170). Hay incluso relaciones entre los términos vibrantes del lenguaje (eL Wittgenstein, 1908: 8 19, 2g,
el "nuevo punto de partida" de llar! para el derecho y la introduc­ 241). En su relación con el derecho, esos seres no u obe­
ción de Rex, ya que en muchas milologías la coronación es "un naci­ decen simplemente un imperativo inmediato. Tienen la ley y viven
miento nuevo" de la sociedad (HOCZlrt, 1 la ley. Pero, al igual que la costumbre y otras fuerzas interiores que
El monarca y la nación son formas creat.ivas del simholismo po_ hemos encontrado, este elemento del derecho resulta
deroso del centro. El equivalente' explícito que da Hart es una frente a la autoridad. La IÍn ica act itud necesaria para el
final de reconocimiento, UIla de la cual dependen la unidad, b es, entonces, una de aceptación o inmovilidad. El modelo esencial
coherencia y la existencia 1I1i,sl11a de un sistema jurídico. Es decir, de Hart viene a ser la oveja. 1::sta es la interpretación más extrema
está constituido supuestamente por re­ de ese otro lado de la suhjctivid<ldjurídica descrita en el ca­
o la validez de una regla está supuesta­ pítulo 4, la contracción del propio sujeto en un envolvimiento soli­
mente determinada por referencia a otra jerárquicamente su­ t aprehensivo y, sin emhargo, inevitable, con lo que no puede
perior a ella, hasta alcanzar una de reconocimiento final. A su ser conocido o conocido plenamcnte, Mas esto no resulta en una
vez, la existencia de esa regla depende de que sea aceptacla en la disminución o calificación de b rclaci('m del sujcto con el derecho.
por los funcionarios que rn~surniblemente ha creaelo. Es lo Es una alianza cabal y cahalmente recíproca, Como hacedor de mi­
hastante audaz para toma¡' una descripción contenciosa de un siste­ tos Dworkin afirma: "I'\osot ros estamos sujetos al imperio del dere­
ma iurídico y elevarla Illíticamcnte a una prescripcíón universal, vasallos de sus HH;todos y sus ideales, atados en espíritu mien­
220 EL DERECHO COMO MITO
f:L DERECHO COMO MITO 221
tras debat.imos lo que, por lo tanto, debemos hacer" (Dworkin,
nos gobierna. Sin embargo, estamos operativamente comprometi­
Este cautivo desesperado se encuentra, a mijuício, en la parábola dos con la ley de la cual estamos separados, y necesariamente com­
de Kafka de estar "ante la ley" (1988b:161-1 "Un campesino" ese compromiso con otros. La contradicción entre la sepa­
que procede tal vez de una comunidad natural, "solicita ser admiti­ ración y tal compromiso es mediada en una su~jetividad que acepla
do ante la ley", Este hombre le ruega al funcionario portero, el y en un destino puramente personal "ante la ley": "esta puert.a fue
mero de una jerarquía de guardianes (IUC afirman tener poder ex­ destinada sólo para ti" (IL1.fka. 1988b: 162). Se nos mantiene siem­
clusivo sobre el acceso a la ley. El portero le niega al campesino la pre atentos y siempre esperando fuera de la ley pero fijados a ella.
entrada inmediata por la puerta ahierta a la ley, pero no descarta En esta condición somos y tenemos que ser "realmente libres":
la posibilidad de una entrada posterior. Tras una vida entera de es­ cuando el campesino "se sienta en el tahurete junto a la puerta y
perar junto a la puerta y de tratar de persuadir al funcionario de permanece allí durante el resto de su vida, lo hace por su propia y li­
que le de;je entrar, el campesino está cerca de la muerte; "todo cuan­ bre voluntad; en la historia no hay mención de compulsión alguna"
to ha experimentado durante todo ,~l tiempo de su estancia tempo­ (Kafka, 1988b: 165).
ral se condensa en su mente en una pregunta". El hombre de cam­
po dice al

"Todo ellllundo se esfuerza por alcanzar la [... 1¿cómo es, entonces, que MITO Y CONCEPTO
en lodos estos a110s nadie más que yo haya venido a tratar de ser admitido?"
El portero percibe que el hombre está al final de sus fuenas y que su oído Después de haber elevado la autOlidad. Han husca en vano some­
le está fallando, por lo que le vocifera en la oreja: "Nadie más que tú podía terla al derecho como reglas que tienen significados sig­
lograr la admisión por esta puerta, ya que esta puerta fue destinada sólo nificados acerca de los cuales "no puede haber dudas" en "las vastas
para ti. Ahora voy a cerrarla." (Kafka, 19HHb: 162.) esferas centrales del derecho" (pp. 149-150). Como vimos, una vez
que Han afirmó simplemente que el derecho era una cuestión de
Aquí termina la parábola y empieza la multitud de interpretacio­ reglas, podía encontrar, en su nuevo punto de partida, un concepto
nes, empezando con el debate en el texto de Kafka (1988b: 1(;3-167). del derecho y de los elementos del derecho en las reglas. Mas cuan­
Las dimensiones contrarias y, sin embargo, coexistentes de la subjc­ do vino a anudar todo junto en los fundamentos del sistema legal,
se encierran en el comienzo del debate: descubrió que la ley sólo requiere ser una cuestión de autoridad ofi­
ciaL Esto plantea un problema puesto que:
La historia contiene uos declaraciones importames del ponero acerca de la
admisión a la ley: una en el comienzo, la ot.ra en el final. La primera decla­ de rc­
La describe al uerecho como un sistema
ración es que no puede admitir al ¡iombre por el momento, y la otra es que
glas. Se considera que la regla de reconodmienlo y las otras reglas secunda­
esa puerta fue destinada solamente para ese hombre. Si hubiera una contra­
rias gobiernan todo el proceso de producción, interpretadón, aplicación,
dicción entre las dos, tú estarías. en lo cierto y el portero habría engañado al
enmienda y abolidón de reglas en el sistema legal. En contraste con el cua­
hombre, Pero no hay contradicción. La primera declaración, por el contra­
dro de Austin de un orden .iurídico COlllO expresión e instrumento de un
rio, incluso entraña la segunda. (Kafka, 1988b:163.)
poder político demasiado humano (el poder del soberano y sus delegados),
la imagen del derecho que pinta IJan es la de un sistema en el euallas re­
Ampli<u-é un poco esta interpretación duplicando la versión de la glas gobiernan a los que tienen el poder; en el euallas reglas son las que go­
que nos da HaI·t. Sólo el funcionario puede reconocer biernan, no las personas. Lo que en realidad esto es 1m aspecto del
de manera apropiada y nosotros nos relacionamos con la símbolo político profundamente illlport¡mte <lile de manera tan manifiesta
por medio del funcionario. En esta relación existi­ falta en la iurisprudencia de AmI in: el símholo del régimen de derecho, un
mos al margen de cualquier conocimiento seguro de aquello que

1
222 EL m:RFCHO COMO MITO EL DERECHO COMO MITO ~23

De ahí el recurso al significado esencial. llar! no iría tan lejos La CUC:SI ión no es si hay, en realidad, C,lSOS silllples -seguramente los
como para decir que las reglas jurídicas son siempre claras y sólo es sino ¿de qué l'S condición y propied,ul esa simplidd'ld? La respuesta de
necesario aplicarlas. Pero que las sean inciertas y que estén Han debe ser qlle un caso simple es inherentemente simple, simple en a y
simplemente s~jetas a la det.erminación humana es, para él, una "pe· por sí mislllo, Silllpk indepcndiclltelllt'nle de las actividades interpretativas
sadilla" (Han, 1983: cap. 4). Se siente aliviado al encontrar que las que puede decirse que dirige. Pero sólo hace falta un poco de ¡'eflexión
reglas jurídicas tienen un "núcleo" persistente de cierto significado para ver (lile la verdad e.s exactamcutc lo ('0111 r¡¡rio. Un caso simule es un
caso que alguna vez fue rli.\(;ulido; es decir, sus
pero, en la práctica, hay también una "penumbra" de incertidumbre
na vez controvertidas; en cierto lIlomento, una caracterización de su
donde los funcionarios tienen discrecionalidad al aplicarlas. Lo que
cado y de su illlporlancia -de su se consideró más convincente que
Han está diciendo ¡¡quí, por asombroso que parezca, es que al con­
sus rivales yen ('5(' punto el ca.so quedó resuello, se volvió claro, se volvió in.
sidera!' el significado de una regla hay "paradigmas, casos claros" en dudahle, se volvió simple. UI simplicidad, cn pocas pahlbras, HO es una pro­
cuyo núcleo "no hay dudas" (pp. 125, 149). La discrecionalidad ofi· piedad del caso mismo -no hay caso lllislllO- sino Ulla historia interpreta! ¡,
cial se limita a los casos de incertidumbre, de penumbra. Presumi· va en el curso de la ('ual Ull programa interpretativo [ ... 1 ha dOlninado a
blemente esta discrecionalidad permanece en la ley porque caracte­ otl'O. Entonces esa historia se cierra, pero sielllpre puede reabrirse.
rizarla "sería caracterizar cualquier cosa que sea específica o 1989:52~.)
peculiar en el razonamiento jurídico" (p. 124). Estos casos de incer­
tidumbre son excepcionales. En el resultado hay "amplias esferas de O, en los ténninos de la filosofía del lenguaje, "las reglas no pro·
conducta que son controladas con éxito ab initio por la regla", en los porcionan un punto de referencia fijo, porque siempre permiten in­
que reglas determinadas "guían" a los funcionarios (pp. 130, Ig2). terpretaciones diferentes. Lo que realmente da a las prácticas su es­
En esto, el funcionario meramente extrae de la regla lo que está la­ tabilidad es que convenimos en nuestra interpretación de las reglas"
tente en ella (véase Goodrich, ] 987:56). Hart recurre al modo (Pears, ] 971: 1(8). Simplemente, "hay la estabilidad que hay"
mismo de determinar d significado, al "hechizo [... ] por medio del ]971:168).
lenguaje" (Wittgenstein, 19G8: ~ 1(9), que había abrumado a la ju­ La estabilidad esencial se alcanza en la clevaci{m mítica del con·
risprudencia hasta ahora y del cual él iba a liberarnos. El significa· que, en Sil fijeza dominante, lliega la fluidez y la negocíabili­
do de la regla está divorciado de su uso y su contexto. Ese significado dad de las reglas jurídicas. El concepto es completo y "plenamente
se encuentra dentro para ser discernido corno un demento esen­ manifiesto" (eL. Eliade, 1968:16). Es caplll. de evocar y repe·
cial, como un paradigma medular. Ésta es la preocupación por las tida y eternamente su contenido constante, sometiendo la diversi·
"cualidades comunes" (Iue Han consideró tan confusas y que es la dad de casos a su regla uniforme y (jemplar. Así pues, el
antítesis exacta de la perspectiva en la que colocó inicialmente su es una condensaci6n de la dinámica fónnativa del mito (cf. Adorno
proyecto (p. 234; eL Wittgenstei.n, 1967: § ]-4; 1968:::¡ y Horkheimer, 1979: 12). Al darle sustento al derecho en forma de
La posición esencialista de Hart tiene una plausibilidad superficial reglas jurídicas, el concepto le permite a a(luél decidir y permanecer
gracias a la presencia de cierta estabilidad en la interpretación de algu­ aparte de la contingencia y la temporalidad. Al parecer, el derecho
nas reglasjurídicas. Pero esta·estabilidad no existe aparte de los funcio­ está protegido por "la rigidez y la exclusividacl que en general los
narios ni circunscribe su acción dcsde afuera. Lo que está "claro" o no conceptos fueron forzados a adoptar cada vez que c1lenguaje unía a
lo está por ahora es un producto del criterio oficial Aparte de basarse la comunidad de los gobernantes con la impartición de órdenes"
en lo que hacen los jueces para ilustrar su argumento, Hart no dice de (Adorno y Horkheimer, 197~1:22). El triunfo de Austin se diría como
qué manera el núcleo podrá distinguirse de la penumbra. Tampoco
dice cómo es posible que el criterio oficial dc:jc de lado un significado El intento de Hart. de presel'var el derecho de un uso y un contex­
claro y lo remplace por un significado diferente, como ocurre en oca­ to envolvent.es fracasa, excepto como mito. Señalaré este fracaso eli­
siones. Fish expone esl<l cuestión con su eficacia característica: minando el único (;jemplo elaborado que da lIart de una jurí­
dica con un núcleo de certidumbre y una penumbra de duda. Pa:'l
EL DERECHO COMO MITO 22r)
~~4 r:J. DERECHO COMO MITO
podría ('11 realidad asegura¡' lodo lo (PI(', ('\1 la
(-l lo <¡uc está en juego aquí es mucho, porque la regla es esa hac('! 1111 ('slalulo que fijara el slleldo "par:] ~icll¡pr(''' lu('­
definiti\'a de reconocimiento que fundamenta la existencia y la co­ go, categonC<llllcllte, pl'ohihicla Sil dCl'og'HiúlI. Sin (~llIb;¡q.\(), pudrí,1 expo·
nerse un argulllelltu, qu(' segl'lll los ahogados tiene cierta fllea;!. ]>,Il:1 IIIOS­
herellcia de todo el sistema jurídico. Si no hay núcleo de certidum­
Irar que aunque PI lihilllo ('stallllo sclÍa illcficaz hajo la r('f.\la actu;¡] de
bn~ ('ll la r(,gla definitiva, si no es posihle mantenerla inviolable, en­
soberanía uar)¡ullcnt aria COIII ¡una, el prilll<,],o 110 lo scría, (P. 117.)
tonces esl(' edificio carece de bases. Pero no parece haher riesgo de
esto. La regla (]ue llarl escoge es inexpugnable. Contiene "la doc­
En otras palabras, no es posible distinguir el núch~() de la penum­
trina inglesa de la soberanía del Parlamento", de la que es una ex­
bra. O, más bien, sólo pueden dislillguirse mediante 111! regreso a la
adecuada "la rúnnula 'lo que la Reina en Parlamento aprue­
autoridad, por la inv(JGlciún misteriosa de una manera "quc según
ba es ley' " (pp. 144-145). "El príncipio de que ningún Parlamento
los abogados tienen cíert a fuerza", recurriendo a "lo quc cs específi­
a sus 'succsores' derogar su legislación" (p. 145) es
co o peculiar en el razonamiento jllrídico" (p. 124). La esencia se
Un estatuto posterior siempre invalidad uno
convierte en la afirmación de un uso )' un contexto particulares.
anterior, inconsÍstente. Así la regla asegura la imposibilirlad de ser
Es((~ es simplemente "cllenguajc de la fejnrídica" ( ;oodrich, 1987:
anulada. Sí a esto aúadimos el criterio de Wade y Bradley en su t.ex­
cap. 3). Es, también, ellcnguaje de la autorí(bdjurídica incuestiona­
to sobre derecho cOllstituci()na~ de que "esta doct.rina se encuentra
hle en última instancia. Hart, que empez<Í con una visiún n~gellera­
en todos los sislernasjurídicos" (1985:71) b posición de Hart pare­
dora de la verdad corno algo que "nosotros" compartimos y crea­
cerá asegurada.
mos, termina con la reafirmación tediosa de la verdad como algo
Sin emhargu, Han dice qlle incluso acerca de esta regla "pueden
sobre lo cual no podemos más que asentir.
dudas sobre su significado o su alcance: podemos preguntar
Esto será suficiente para dar por terminado este tema, pero aiíadi­
es lo que significa 'aprobada por el Parlamento' " (p, 145). Lue­
ré que el núcleo perdurable de la regla que Har! identifica no existe
go se refiere a los casos en los que lIna legislatura ha cambiado lo
ni siquiera en las afirmaciones de autoridad. C0ll10 Illostl{~ ('n otra
quc se llama la manera y la forma en las que está constituida la legis­
la comunidad de ahogados en Gran Bretaña, (' incluso en In­
lación. El Parlamento puede imponer que un tipo de legislacíón po­
glaterra, está dividirla acerca de la regla de reconocimiellto elcmen­
dría ser aprohada en el fntufo sólo por una mayoría especial o con
tal que Han presenta como hmdamental, sustentadora (' illvir¡lada
la adición de otro elemellto, como un rderéndum. ¿Obligaría esa
(Fitzpatrick, 1991:25). Hay varias reglas de rcconocimielllo riv:des.
a parlamentos ulteriores o, por el contrario, estaría suje­
A juicio de Hart, esta situaciún indica "la patologb de \l1! sistema
ta a una legislación posterior que fuera incongruente con ella? Hart
jurídico", "un caso suhestándar, anormal, que contiene ell icsS!() de
dice que ésta es una estera penumbrosa de duda. El cambio de la
que se disuelva el sistemajurídico" (pp. 114,119). La
maneras)' la (¡rma de la legislación puede ohligar a parlamentos fu­
ser curada o un todo nuevo y singular tomará el
turos, pero:
afectada. Sin embargo, una irresolución fundamentallta sido duran­
te mucho tiempo el caso estándar, normal, del "sistema jurídico" del
sí e~le mecanismo fuese v,ílido, el Parlamento podría alcanzar con su uso
llamado Reino Unido. No hay ni una regla última ni \lll apoyo ofi­
Jos mismos resultados que la docúina aceptada -que ell'arlamento no pue­
de obli/-iar a sus sucesores-, lwrece poner fuera del alcance de su poder. cial convenido para ella que sea esencial al esquema de Har!. Los
Pues aunque en realidad la diferencia enlTe circunscribir la esfera sobre la últimos apoyos se eliminan y las fuentes de la existencia dd derecho
cual el !"trlalIlento puede legislar y meramente cambiar la manera y la for­ desaparecen. Fuera del mito. el derecho no existe.
ma d(' legislaciúlI es hast.allte clara en al/-illnos casos, estas categorías se os­
cun~cen mM a olra. UII estatulo que, despll(~s de haber establecido un suel­
do IIlÍn ílllO para los in/-ienieros, dispnsiera que Iling(m proyecto de
relacionado con el sueldo de los ingenieros tendría efecto como ley si no
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64, 86-88, !14, 194 1%, 139-111,209,217
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caos: 30, 48, 6(;-(i8, 7!l, !IO, !JH, 11 :", H4-R5, 114-118, 125, HIO, 217-218
lambién naturaleza, esl ado tambifu Amérira(nos) e im­
nalural y salvajismol: y mi/o I vrill­ y den:cho rvfase de­
se mi 10 y caosl recho y colonialismo J

J~,151
ÍNDICE ANAÚTICO ÍNDICE ANALÍTICO 247
246

comunidad; y derecho tadón: 5-6, 223-225; límites de:


dere­ derecho moderno: Xl, 1, :l7, 61-G2, Fanon, F.: 31, 116
92, 97, 127, 136-137, 149, 159; A .. An Essrly on Ihe His
cho y comunidad]; y milo 96, 15G, 158-159, 164, 166~IG8,
174, 178·180, 191-192; moderno corno contradictorio: 11; iden­ lo!)' of Civil Society: (j\), 81, 84-85,
mito y comunidad]
conocimiento: :{, '14, '15, :{8, 56, 126,
[véase derecho moderno]; como/ tidad de: ll, 121, ElO, 191; como ')0
171-174,217 [véase también cien- y mito: XII-XIII, 1, 4-5, 7, 10, 11, mitología hlanca: XII Fisil, S.: 222-22g
113,122,113,145,155-158,171, derecho natural: 11, 23, 53-54, (iO, Fotlcault, M.: 127-129, 1:~6, 137, 140,
66~G7, 80, Fí6 15(;,159, 160-162; La arqueolo,(,ría
controversia: 8,180-182 192-195, 204, 208, 218-219, 223
derecho penal: 9, 137 del safwl: 127, 170, 171; Vigilar)'
cristiandad: 11, 20, 47-48, GO-61 , [véme tam.bíén mito en/y dere­
derecho posilivo: 5G, G3' 69-70, 122­ casl(¡;ar: 127-128, 130, 132, 136­
1'15-13G [lIéase también Génesis J cho]; y narión (nacionalismo)
12'1, 142-14~, 152,209-210 1:~7, 144, 160, 161, 164, 171, 1n­
nación (nacionalismo) y
17:); "Goberrnentalidad": 127;
Darwin, c.: 99, 102: The Deseent of natural derecho derecho romano: 109, 122-12:i
Man: 99-101, 1'19; The Origm of natural]; y orden: 6, 11, 56, 58­ Derrida, .J.: "Force of Law: 'T1Ic Hisloria rif' la sexualidad, vol. 1:
Mystical Foundation o[ Aut!to­ 1:)(), 132, 131, 135, 1)~7, 162-163,
SjJecies: 100-10 1, 1~8 60,84-91,95,114,145,150,157,
11: Mllrgins of Philllsoj¡hy 174, 177; Language, C01l'nte'f-M¡;·
darwinismo social: 103-104 170. 176-178, 210; (orí~
Mytology"): 34-%, 1rJ, /Jlory, Practice: 127; Historia de la
Dcleuze, G. y F. Guattari: 60 del: 4, 11, 95-96,
65 locura en la épo[(J clásiw: 130, 136,
derecho: 55-60, 63-65, 77-78, 87-88, HlO, 206-210, 215-219; Y otredad
disciplina: 128-13'1, 135-1:i9, 143­ 140, 119, 172-174; "My Body,
113-114, 132-133, 136-137, 142­ del: 11, 63; Y justicia
144, 157, 160-16g, 167-172, 18R­ This l'aper, This Fire": 132, 145;
145, 148-149, 151-154, 162-161, 180-183, 190-192; positivo
derecho positivo]; y progreso: 191 Las fialabms y las cosas: 1, :'\:l-37,
180-181, 197-200, 205-211,
Douzinas, C. y R. Warrington: 50 40-41, 65, 67-68, 73, 95, 97-98,
216-221, 225; Y administración: 42,91-95, 107, 110-11'1, 124, 145,
DuBow, F.: 182-187 126, 111, 171; "The Polítical
6-7, 155-159, 162-180, 190, 192­ 149-1:)3, 208~209; romano
Durkheim, E.: 24, 105, 110-111, 115 Technology o[ Individuals": 131,
194 [véase también oficialismo]; y derecho romano]; y salvajismo
Dnxbury, N.: 2, 12, 13 132, 16~~, 179; Powe'f/ Knowlerlp;e:
autoridad: 4, 10, 12, 124, 11'1­ (eslado salvaje): 75~84, 89-91, 95,
Dworkin, R.: "{s L,wv a SystclII oC 127-129, 132, 137, 161, 163, 171,
144, 152, 170,215-216 tamo 122, 145-117, 151, 190, 209; Y
Rules?": 5, 219; Law's 17g, 174, 177, 190; "The Subject
bién soberanía]; como autóno­ sociedad: 3-10, 57, 58, 91-92,
6, 2E); Rights amI Pnwer": 128, 136, 162.: llís­
mo: 3-10, 59, 65, 152, 155-159, 107, 110-112, 155-157, 163
123 toria de la sexualidad, vol. 2: 128
170-171, 178-180, 193, 196,208, 164, 192-193; Y el estado [vfaSI'
215; Y colonialismo; 113-114; derecho y administración]; como Freud, S.: 12, 140-141
común ,"véase rlerpcho consuetudi­ trascendente: 6, 10-11, 58-59, 62, Eliade, M.: Tite Myth 01 the Eternal
nario]; y comunidad: G3, 143, 148, 180, 192-193; como Return: 21, 29, 37, 42, 41, 48-51, Cénesis: 15-20
123,180-183,186-192; como con­ unificado: 1-3, 6, 8-10, 12, 59,64, 65, 106, 2H¡; Myth anrt R(!ality: 20, Gilroy. P.: 121
89-90; como universal/omnipo­ 22, 2g, 106, 217; Myths, Drmm.' Goodrich, P. (y y. HachanlOvitch):
tradictorio: XII, 1-3, 65; penal.
and Mysll'ril's: El, 22, :~(), 15:i, 22:~ "Time Out of Mind": 11, 4g, 47­
Ivéase derecho penal]; consuetu­ tente: 8, 59, 65, 120-124, 161,
164, 179-180,191,206,208­ eurocentrisll1o: 31, 113 48, 59, 121, 218; Languages of
dinario [véase derecho consue­
evolución(islIlo): 2, ~)8-1()(¡, 120, 138, Lato: 12, 13, 24, 32<)3, 39, 149,
tudinario]; como deificado: 53, 210,218; vacuidad del: 1
190 [véase ta1/1,bién progresión y 1\)4; !J'f!rll Dismnrse: 58, 194, 222,
56, 64-65: divino [véase derecho derecho consuetudinario: 63-64,
como dominio: 6-7, 10, 121-122, 145-14G, 151, 209, darwinisrno soci,ll!; y derecho: 225
113-114,161,163,177-178 224 109-112, 192-1!l:~, 208·20!J; mito­
logía del [véas/' mÍ! ología de la : Comm'llnú:ation and the
también disciplina y poder]; [or­ derecho divino: 11,17, 19-20,
cvolución(ísmo)]; como progreso: 01 Society: 41;
¡/7I1JIulio'll
mal: 181-182, 184~186; identidad 60-61
41-44, ~)3-~)4, 107-108, 141, 20H­ lwn Cri.\is: GO, 177; MorlPrnity-An
de: 5-7, 10, 63, (i5-66, 94, 121, derecho en contexto: 7
[véase derecho con- 209; Y r<Wl r,l¡¡l y ('volll~ InclJlnfilete Projet: 46; Thp New
125, 180, 192, 194; inviolabili­
(;ortSf!rvntism; The Philosophiwl
dad: 6, 58; y lenguaje/interpre-
248 ÍNDICE ANALÍTICO íNDICE ANALÍTICO 24!]

Díscrmrst {J/ MorlPrnity New Con­ bién identidad occidental]; mito­ Lefort, C.: T~, :18 mito: XI-XII, 1-4, 07-6R, 90, 119-120,
servatisrn: 158; Philosofihiwl Dis­ logía de: XI-XII; y negación: :~2, Legendre, P.: 12, 13,37 126, E)5-150, 172-173, 180, 212
{'O'/lTS(! (J! iVf(Jrlernity: 1G; Theoryaml (}::í-66 , 68-69, 73, 106- 120 lenguaje: 1r)~~, 217 [véase también me­ también mitología];
Pmetice: 16:\; Towarrl a Haltonal ideología: 40 táfora]; y autoridad [véase auro­ ':\0; y comunidad:
Sor:iely: 174 Ilustración: 29, 38, 44-52, 55, 59, 6:\­ ridad y lenguaje]; f(mnalización: tradicciones: 17,
Harrington, e, B,: 9, lR2, lR4, lR9 68, 71-72, 74-76, 80,97-98, 121, 23; y derecho [véase derccho y como creativo: 41; y la Ilustra­
Hart, H, L. A.: 4-6; "Comment": 209-210; Ymito: 18 ción IluMración y mito]; y
197, 205; The CrJ1/eejJI (J! La1JJ: 4, Xl], 102, 113-114, 116­ la historia: 17, 18,21,29-30, 106;
12:l, 19b-21l; "Definition ami la idenlidad: 139-140, 182;
y mUOJogIa: XII and Myth: 27, 2H; Lo crudo :1' lo y d individuo(s): :lO, 188, 192; y
52, 108, 127­ cocido: 27, 1r,:1; AntrojJOloKía f,\­ la justicia: 190; y el lenguaje: 21­
13R, 141-144, 148-149, 161, 164, trw:ll1ml: 11, 22, 28,38, 153 24: y/en el derecho: 11-12, 121,
222; "Introduction" a Tite Pnmin­ 172-1 182-18:\, 188-1!10, 192, Levinas, E.: 4:1, 86 15R, 169, 175, 192, 19:\-195,204,
ce tJff'llrisfirvrlence Determinerl: 199 211-212, 213-214; [véase también liberalismo: 59, 1M, 146, 147, Ei8­ 208, 218-219, 225 [viase lmnbifn
Hegel, G. W. F.: 35-%, 69 corno autónomo: 30, 160,171,173 derecho y mito y corno mito]: y
historia: 36, 42, 52, 71, 10 ti , 117, 44, 128-1:12, 137-138, 142-144, Locke, .J.: 'lile Seconrl Treatise 01 (;n­ legitimización: 26; corno límites:
127, 190, 2lO [véas(' también cvo­ 150 también sujeto]; y mito vernment: G9, 71, 76, 85, 86, R8­ 24-25 y mediación: 17, 26-28,
lución(islIlo) y progreso (progre­ [lIh¡,se mito e indivíduo(s); como 90, 206-207 119-120, 124, 14':\, 217, 219; Y
sividacl)]; y mito ¡véase milO e presocial: 38, ] :\4, 1H~) [véase tam­ Long, E: 69-7], 92 mctátóra: 34-36; y metafísica: ':\4­
historial bién primitivo (prilIlitivismo) y Lugard, Lord: 114, 139-140 :\5; Y modernidad: XI-XII, 1, 11­
Hobbes, T.: 81-82, 83, 160, 216; Le­ salvajismo] Lyotard,J.-F.: 44, ] 75 1:\, 14, 22-23, 30, 32, 35, :\7-:\8,
viatán: 56, 77-81, ~)O, ~)2, 134 45-47, 192; Y mutualidad: 28,
hombre: 29, ':\7,40-41,43,44,46-47, juntas comunitarias: 182-188, 191 MacIntyre, A.: Eiri, 172 155-156, 179-183, 192; y narrati­
66-67, 71, 7:~, 97-98, 126, 1:l0 jurisprudencia: XII, 3,4, 5-6, 62, 81, Maine, H,: IOC), 110, 145; A/U:ienl va: 22-2':\, 4:1-44, 148, 153; nega­
también individuo(s)] 123, 151-152, 195, 196-199, 20G, Law: 107-109,152; Lect1ues on lhe do: 1, 11, 13, 2:\, 30, 31-33, 46;
216,218-219 History o! lnllitutions: 108 de origen: XI, 11-12, 14-17,
identidad: XI, 41, 97-98, 140, 181­ 176, 190-192; Y mito Malinowski, B.: 25, 204; Argonrwls 01 19-20, 37-38, 44, 50, 66, 72-7'1.,
lR2, lR9-190, 194 Ivéase también natural: 168; po- 18, 24, 38; I06, 141, 148, 156, 180,206,215­
y devenir: 30; europea 219; Y otredad: XI-XII, 11, 15,31­
identidad europea]; del de­ 32, 44, GS, 73: corno 22;
recho derecho, identidad 21 y primitívismo: 18, 21, 24-25, ':\2,
del derecho modenIO Marx, K. (y F. Engels), El cajJi/al 1: 206, 217; Y progreso: 42, 51, 65­
deredlO moderno, identidad 172; ()II (;/llon;alisln and Mor/eI' 66, 91, 105, 109-110, 123, 141,
mito e milO e identidad]; nizalion: IOfi, 117; {,a 148, 150, 15:l, 193; Y psicoaná­
nacional: 119-120, 124, 218;:y ne­ alerrw.Ttrl, parte 1: :\9; (;nmdris,w': lisis [véase psicoanálisis y mito]; y
Kafka, Y: 57, 196,220,221
gación: :l1-':\2, 72-7:l, IOG, 120­ 9; ;11, 10(;. lll, 1:1;1, 11!\, 15:~, pureza: 179, 189; Y conciliación:
KeUey, D. R.: [Jülorians and Ihe Law
121, 142, 144-145, 150, lRI-IR2, 189; On Rl'ligion: 20 XII-XIII, 1-:\, 2G, 152; y ritual: 2:1­
in Postre7lolutionary Frana: 52, 59;
189-190, 191-1D2; occidental [véa­ marxismo: 9 24; como historia sagrada: 19-20,
History, Law and tlu: Huma1/
se identidad occídental]; y origen: Meek, R. r,.: S'ocial ')'cinu:e alul Ihl' 52; como ciencia: IR, 29-':\0, 174;
Sáences: 7ü, 88, 121
16-17, 40, 43; del sujeto: 67-6R, 19uoble Sallllge: 72, 7G, 84-85, 87, estndio sociológico del [véase so­
129-1:\0, 141-142, 149-150, 17:\, 9:\-()4 ciología y el estudio del mito]; y
Leach, E.: Genesis as Mylh and Olher
189 [v/ase también sul~jetividad] MeITY, S. E.: 182,188-190 trascendencia: 10, :lO, 45; Y ver­
Eísays: 18, 26, 28, 38, 155;
identidad europea: 70-71 [véasl' tam- metáfora ]vi!lse lIlito y metafísica] (bd: lR-19, 21-22, 29, 158
Léví,Slrallss: 28
2:) 1
250
íNDICE ANALÍTICO íNDICE ANALtTICO
'}
~I
ROllsseau, .J.:J.: 81, 90, 143; The So­

194; de la identid.ad eu­


negación: 1, 138, 190, 194, 209; e
poder: 10, 89, 129-132, 1:16-1:18,

lio/ Coutnu;t alld DísCOU1'SfS: Gl,


ropea lvéase identidad europea,
identidad europea [véase identi­
143-144, HiO-163, l70-In, 177,

181,184,186-188. 192,221
6H
mitología de lal; d.e la evolución
dad europea )' negación]; del

(evolncionismo): 105; e imperia­


mito [véase mito negado]; del
tamhién disciplinal

164,170,180
Said, E: ~'>'2, 1:1\1
IbIllO !vüue imperialismo y mito·
otro (otredad); XH, 31-:12, 47,65­ s:ll\'ajisllIO: XI, 11, g7, 43, [)2, (i3, 67,

~-6, 45, 80, WJ

logí,l); de la modernidad: XI-XII, 1,


Gb, 79,91, 120, 142, 148; Y pro­
70-7'2, 7')-7(;, 79-8b, DI, 93, <)5,
I~, 15, 2:1, :I~, .:17-40, 45, :)1, 97­ gresión; 43, 66, 96-98, 106, 150,
pn'tIlodernidad: 1, 15, 64

IOI,J02, 123, J:1(1-141, 14G, 151­


98; de Occidente [véase mitología
208-209
prilllÍtivislllO: XI-XII, 2, ~1-32, :F., HO,
I:d, EIO, 208, 217 [véase también

blanca: XII, ~i4-36, 4?,


Kclken, D.: 7, 176
107, 208-209 [véase también esl a­

estado llallnal y prirnitivismo]; y


12~, 193
Nietzsche, F.: La gaya ciencia: :16;
do nalural y salvajismol; Y llIito
llllnbifll derecho y
modernidad: XI-XII, 142, 192; iden­
Genealogía de la moml: 137, 150;
mito y primitivislllol

tidad de: XI, 12, ]:~, 2"l, 30, "l1-5',2,


El ocaso de los ídolos: 136
progreso: XI, :\0, :~g-3¡), 41+1, 7·1,

45-47,125; Yderecho [véase clen'­


~1l-9G, 101-10[1, 107-110, 112,
S'l\ ISSl liT, F. de: 1:)2,153
SllOlIhollZ, R.: IR2, lR3, 185, 187­
cho moclernol; y mito [véase milo
O'Donovan, K.: 189
J16-120, 126,13:1, 141, I1r, 14(i,
150-Fi:l, 208-20'.1 Iv{'ase !;lllllli/'ll \ :)()
y modernidad); mitología de la
occidental: identidad: XI-XII, 60

Skillcn, A.: 124., 217

mitología de la moder­ identidad europea]; mitología de:


CVOhlCiúlI, evolw'iollislllol: y de
sobcranía: XII, 4, 20, 56-61, G7-(jH,

y narración: 22; y pro­ XllI, 12, '57, 106, 192, 21G, 218
recito 1'/>,:",11' dCI (', ho y prog ('eso 1:
78,82, H:)-91, 134-U5, 160-Hil,
greso: XI; proyecto de: Xl; y psi­ oficial(isIllo): 4-5, 211-219, 220·222
y l!lod"llIid:ld 1'' ;11.\(' lllo(\crlli­
lti:-\, 174, 17H, 192, 218, 221, 22~~;

coanálisis: 12; y [véase también derecho y ac\minis­ dad)' Illu).\l<·s"l: y tllilo


también ,llIloridad )' dere-
moderno 1; y totalidad/
Inilo y pmglt'sol: )' 1l:llTaciúnI1";"
cho y adlllinistr:H:iún]
J(' lIan al' 1(')11 V progreso 1; y orÍ­
uniformidad: 45, 50; Y verdad
orden: XI-XI!, 6, 44-45, 48, t¡ 1,54-55,
8; Y esludio dd lllitO: 1:)­
;')9,60,65,73, 80, 8'~-91, 114-] 15,
!-ie!lI'S III"a.\1' nI ÍW'Il('S y \)) ()f~JT­
2:)
Raroll
!4:i, 148, 150, 175-177, 188,209­ sol socíolo!-iÍa del derecho: 2<1, 8, 154,

de las ley~s: 68, 81, 91-92


211; divino: 17; y derecho
pmpied;[(I: 8(i8~1, ~n, 111

psicoanálisis; y lllodernid,1(1 rvéase 1'lO


Munz, P.: 29, eH
derecho)' orden); natural: 2:'.,
Spencer, H.: 103; PolilirallnstílutioT/.s:
53, G7-68, 170-173, 178-180, 1!}2
modernidad y psicoanálisis!; y
110: 011 5ioáal EVO/ll/ion: 103-105

nación/nacionalismo: 86, 91-92, 118­ xI,50, 190, 20~)-210; como


mito: 12,110-141
Stein, 1'.: Ugal R1Iolution: 55, 80, 81,

122, E)O; e identidad [véasf iden­


divino: 19-20; e identidad

94-~15, 107, l!'Jl

tidad nacional]; y derecho: 11 R­ identidad y origen(cs); del de­


(',\Cionalidad: XII, 14, 44, 66, 73, 13:\,

Strathern, 1\1.: 40, 5H, 117,211


1 El, 121-125, 1:)4,218
n,cho rvéase derecho, origen
17(í j1J(;lIse también razón]
118, 127-128, 1:-\6-nH,

¡,leísl!lo: (i8-(i~l, 7'2-75, 101-10~\, 120,

narración: 14: y modernidad


mito y/de ori­
141,14~\ jurídica: lE., 12!)-128,
modernidad y narración 1; y mito
de justicia popular: 180­ \l-l:I, 217

131,144-145, 148-150, 21D·221


!:l/X 120 121, 12'112rí, 12~)- LID, 141,

mito )' narración l; "Y pro­ 181; Y progreso: XI, 42-44, 52-;,?',
82, 127-BI, 134, 1:"7-138,
43-44, 148; )' ritnal
95·96, 141, 195; como sagrado:
\;;0; y evo\wióll: 101-104, J:\H-13D
razón: ,lO, :'.7, 'Ir" ·\7, r,(),r,1, ',e), (¡1, 142,150,219
ritual y narración]
](i-17,20
sujeto: !í2, 59, 125-127, 134-B7,

naturaleza: 52-54, GG-67, ill, 85,140,


(}jI'edad: 43, 69, 192; viase tamlnhl
(-¡7, 71, 1,10, 210 ¡{";IIS!' IlIInlJ/fll
1:\<J-11:í, 148-150, 171, 173·178,

173, 179-180, 189; Y cultura: XI,


identidad; )' mito [véase milo y
racion,tlidad y \'('Idad ¡
21:) ¡vpose fllmbit;n indiv iduo )'
26-27, ",], ~5, rírí, 141; "de las
negada [véase negación
regJa(s): de dcrc\ hu (lIhl.\l' den'cho y
h01ll1 )[('1: fórlllación/ produccióll:
cosas [véasl' orden nafllralJ;
soberanía); jlHídicas: r" '10, :,1,
71-72, 12(i-lg2, 1:14-1"l5, 137·140,
est<ldo natural: 69, 71, 77-8rí, 88,
15\, 1(1t)·209, 211-2I r" 218,21'/,
I7g, 219; moderno: 12S·12H,
9rí, 151, 189, 205-20G, 209-210,
Pashubnis, 1::. R.: 149; La-w ami 221-225
1')\. L\2; soberano: 2:),38, (i7-68,
21 tj lv(iasc tambi(in primitivismo y
iVfIlTxism: A Gcrlfral <J,42, I ilua!: 1')4: y milo 1111'1(,\1' III ill) Y
125-126,128-12:),lríO
s<llv<ljismo j
112, B7, 154. ritllall: y narración: 2:\-21
1I I2l~n~9004
~lil~l f~ ~1~~I~nll~~lllli1 [lÍl rl~l~ 1 1

252
ÍNDICE ANALÍTICO

Teubner, G.: 10,127,157,163 18; Y lIlito mito JI verdad] 02049661 7

Unger, R M.: Law in MOIlern


Weber, M.: 105, 125, 145; t,(onomy

7, 112, I:H, 145-148


and Sacie/y: 105, 112; Max Weber

universalismo: 21, :12,42,46,51-52,


on Law in Economy amI Socíe~w

55, 113, 118-122, 190, 208-209.


112, 192

217; Y derecho [vhtse derecho


Wittgenstein, L: The Rlue Baok: 42;

como universal! omnipotentel


CuUll1e (l;nd l1alue: 97; Philoso1Jhi­

utopía(s): 189-190, 192


cal lnvestigations: 197-198, 204,

219, 222; Remarl;s on [he }ounda­

verdad: 32, 67, 160, 175 [véase tam·


ti07lJ 01 Matlumlatics: 222

bién razón]; y modernidad: XII,

impreso en publimex_ s.a.

calz. san lorenzo 279-32

cp. 09850, del. iztapalapa

dos mil ejemplares y sobrantes

30 de junio de 1998

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