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Ensayos

Patio de colegio 4
El negocio de los derechos personalísimos 6
A propósito de vivir (IV) 9
Benditos Malditos (IV) 11

Reseñas 13

Habitantes

Pepe Pereza 21
Ángel Muñoz Rodríguez 24
Esperanza García Guerrero 27
Enrique Fuentes-Guerra 30
Adolfo Marchena 32
Luis Sevilla 36
Felipe Solano 38
Eva Márquez 42
Ana Patricia Moya 44

Visitantes

Aurora Carmona Muller 48


Daniel de Cullá 49
Elena Ortiz 52
Eva Gallud 53
Franco Dimerda 56
Lucia Fraga 58
Patxi Irurzun 61
Ana Vega 64
Martín Cid 66
Yaiza Guevara 68
Adriana Bañares Camacho 79
Gema Serrano 73
Ximo Roselló 75
Jorge Merino 78
Victoria Dubrovnik 80
Roberto Ferrer 82
Silvia Loustau 85
Tomás Illescas 88
Juan Medina 89
Begoña Leonardo 91
Ricardo Bórnez 94
Emilio Arjona Crespo 96
Ana Pérez Cañamares 98
Juarma López 104

Groenlandia número nueve (Septiembre \ Diciembre 2010). Directora: Ana Patricia Moya – Vicedirectora primera y administradora de
la web: Bárbara López Mosqueda – Vicedirector y caballero groenlandés de la máxima excelencia: Andrés Ramón Pérez - Portada y
contraportada: Felipe Solano – Ilustradora de partes: Elizabeth Barreiro - Habitantes: Ana Patricia Moya, Enrique Fuentes-Guerra (Córdoba),
Ángel Muñoz Rodríguez, Eva Márquez, Luis Sevilla, Felipe Solano (Madrid), Pepe Pereza (Logroño), Esperanza García Guerrero, Antonio J.
Sánchez (Sevilla), Adolfo Marchena (Vitoria), Juarma López (Granada), Andrés Ramón Pérez (Toledo) – Visitantes: Aurora Muller (Sevilla),
Daniel de Cullá (Huelva), Elena Ortíz (México), Eva Gallud, Victoria Dubrovnik, Ricardo Bórnez, Martín Cid (Madrid), Ana Pérez Cañamares
(Canarias), Franco Dimerda (Perú), Lucia Fraga (A Coruña), Patxi Irurzun (Pamplona), Ana Vega (Asturias), Yaiza Guevara (Barcelona), Ximo
Roselló (Valencia), Adriana Bañares Camacho (Logroño), Gema Serrano, Tomas Illescas, Emilio Arjona Crespo (Córdoba), Jorge Merino
(Valladolid), Roberto Ferrer (Cádiz), Silvia Loustau (Argentina), Juan Medina (Badajoz), Begoña Leonardo (Zamora) – Fotógrafos: Ángel
Muñoz Rodríguez, Luis Sevilla, Felipe Solano (Madrid), Carmen Guillén (Huelva) – Ilustradores: Juankar Cardesín (Vitoria), Aída García
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Corrales (Madrid), Elizabeth Barreiro (México), Ayhelén Kagner (Argentina), Amarande Guzmán (Alicante) – Edita: Revista Groenlandia –
Apoyos morales: Angustias Añón, Carmen Serrano Fernández, el Kebrantaversos – DEPÓSITO LEGAL: CO-686-2008 – ISSN: 1989-7407
Editorial

Regresa Groenlandia en otoño, eso sí, con un poco de


retraso (dificultades personales me han impedido
terminarla en el plazo previsto). Para compensar, la
revista, aparte de estar acompañada del suplemento
(no es por nada, pero increíbles son las portadas y
contraportadas de estas dos nuevas publicaciones
groenlandesas) aparece junto con novedosas e
interesantes propuestas antológicas (de jóvenes
poetas mexicanos y chilenos), y otro poemario más.
El tiempo pasa muy rápido, y dentro de pocos meses,
nuestro tercer aniversario que pensamos celebrar
con la publicación de los libros antológicos impresos
(al fin). Sí, señoras y señores, regresa Groenlandia
demostrando que sus artistas son extraordinarios. Y,
animándome un poco que me hace falta: tengo dos
ovarios que más quisieran muchos tener.

Pasad y leed. Os esperamos. Os queremos.

ANA PATRICIA MOYA

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Tengo la sensación de que he regresado a mis años infantiles
porque el mundillo literario es idéntico a un patio de colegio, a
rebosar de niños y preadolescentes. Como en la vida misma, en el
ámbito se reproducen actitudes y comportamientos, igual que en
los críos que comparten horario de recreo en la escuela: tenemos
a los “grupitos” de mayores, que imponen su ley caprichosa de
prioridades, y los más jovencitos que, con el pretexto de la
admiración, se aproximan a estos grandotes, para obtener una
serie de ventajas considerable (protección, seguridad, etc); están
los que corretean solos, a su puta bola, algunos son valientes y se
encaran con los abusones que le roban el bocadillo, aunque saben
perfectamente que van a salir perdiendo, y otros, más sumisos,
optan por no complicarse la existencia y eluden los conflictos;
también tenemos a las criaturitas, amiguitas entre sí, que juegan a
la pelota y que desconfían del niño desconocido, el que viene de
fuera, y que desea participar – aunque sólo sea una vez -, que
rechazan tajantemente al que se ha peleado con tal o cual compi
de clase, que humillan al último escogido para seleccionar a los
equipos que jugaran el partido, y siempre vigilados por unos
profesores que controlan los movimientos de los dóciles e
ignorando – al menos, aparentemente – a los pocos alborotadores
que hay. Sí: seguimos anclados en ese pasado, en lo que respecta
a mentalidad. En la madurez, en el “mundo ideal”, el artista, para
trabajar, se rodea de afines, para dar y recibir halagos, apoyos y
estupendas intenciones, y si alguien se sale de la norma,
“expulsado” del círculo; en el mundo real – esto parece una
comparativa de la genial película Matrix -, en el currelo, te
llevarás bien con algunos compañeros, no soportarás a otros, y
menos, al cabrón de tu jefe, pero toca aguantar, porque eso te da
un sueldo, y las hipotecas no se pagan solas. Si “el obrero del
arte” considera sus actividades como una profesión – con
independencia de que obtenga un salario o una serie de
satisfacciones personales – que se atenga a las consecuencias, y
que no se relacione con tantos semejantes porque, aunque es
indudable que posee beneficios significativos – desarrollar una
labor con cierta tranquilidad, si bien, en ocasiones, como suele
decirse, “la confianza da asco” y el abuso entre amigos es peor –
también implica una pérdida de objetividad clara, que puede
generar una defensa falsa de ideales (el “todos son iguales” por

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“sólo unos pocos somos iguales”, y posteriormente, escudarse en
“somos demasiados”). Soy partidaria del lema “sigue tu propio
camino sin joder al ajeno”, pero es difícil, e inevitable, el choque
de intereses en una competición cuyo número de participantes –
“enemigos” o “con éste \ ésta no me llevo \ cae bien y lo
desacredito”, “desconocidos” o “peligros potenciales para mi
ascensión a la fama y a los que ignoro” – aumenta día a día. Y este
torneo de luchadores en la que se juega el éxito y el fracaso, se
convierte en una regresión a nuestros años más tiernos: que si no
te adjunto porque no sé quién eres, porque no sé que vínculos
tienes o porque no conoces a tal o cual persona, que si te critico
porque no te gusta mi poesía o te has peleado con mi mejor
amigo poeta, que si te pateo porque has ganado premios
literarios o publicado libros y yo no… en fin. Deprimente. Y triste.
Muy triste. Tan mayorcitos y que sigamos con enfrentamientos sin
sentido, tanta y tanta envidia dañina… tampoco es cuestión de
que todos nos llevemos bien, porque eso es una utopía, todos
tenemos maneras diferentes de concebir el mundo que nos rodea,
pero, al menos, vendría bien más humildad, más respeto y más
profesionalidad por parte de todos. Por eso, en algunas
ocasiones, me avergüenza un poco la etiqueta de “artista” – en
muchos lugares, sinónimo de “bohemio”, insulto o etiqueta
cargada de sentido peyorativo, y sobre la designación de “poeta”,
mejor no comentamos; esa palabra, aparte, me inspira mucho
respeto – porque, simplemente por tenerla, ya me están
“involucrando” en esas pataletas, rabietas y conflictos propios de
chavales de patio de colegio, cuando yo, primero, paso de toda
esta mierda de egos ofendidos y orgullos de divos “porque-yo-lo-
valgo” (el orgullo, gran enemigo que ciega; cuantas veces un
poeta critica a otro por no ser “conocido suyo”, e incluso
sabiendo de sobra que ese otro hace las cosas bien, o es bueno
con los versos) y segundo, hace mucho, mucho tiempo, inicié una
“revolución” independiente y personal – no creo mucho en las
revoluciones colectivas, en las masas de pensamiento idéntico u
“homogéneo”, ya que, previsiblemente, las mentalidades pueden
“cambiar” – en la que yo soy protagonista de mi propio destino. Y
lo que hagan los demás, es cosa suya.

¿Qué con que grupo me identifico? Con ninguno. Tengo 28 años.


Soy adulta. Y actúo en consecuencia.

Ana Patricia Moya

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Sábado noche. Una larga semana. Demasiado. La cartera vacía, el
ánimo por los suelos. Me duelen los ojos, y un sólo deseo: enchufar
ese trasto panorámico de cuarenta y dos pulgadas con imagen LCD y
dejarme llevar por cualquier historia ajena que consiga abstraerme
de mí misma. ¿Y qué encuentro? Una película algo desfasada,
Callejeros Viajeros, un documental que requiere mi concentración en
exceso, y una extensa parrilla de programas idiotizantes. Decido
dejarme embaucar por el programa basura de turno y su circo
mediático. Juicios paralelos, presunción de culpabilidad, mentiras,
malos tratos, lenguaje soez, griterío, calumnias, morbo amarillo,
escupitajos sobre difuntos sin opción a defensa; marcianos,
tomboleros, famosetes, exGH, macarras de la moral y colaboradores
“periodistas” como protagonistas de la noche. En suma, la
intromisión en los Derechos Personalísimos elevados al séptimo arte
de obtener la mayor cuota de pantalla; logrando con ello, convertir
el insulto, la descalificación gratuita, las informaciones basadas en
insidias y rumores, el esclarecimiento de la verdad y la protección de
la privacidad en una actividad lucrativa rentable tanto para los
medios de comunicación como para el compendio de individuos o
personajillos que reclaman la tutela de sus derechos. Y, entretanto,
yo ahí, siendo una parte más del circo, una individua más que
integra la vasta y extensa audiencia española inculta y cutre; y a
cambio de qué: entretenimiento puro y duro.

Trato de poner en poco de orden en mis ideas, y me pregunto dónde


ha fallado el sistema democrático para que después de treinta años
de democracia nos encontremos bebiendo y comiendo de una mano
negra experta en la vulneración de los derechos fundamentales sin
decir siquiera esta boca es mía. Los llamados Derechos
Personalísimos, el derecho al honor, a la intimidad y a la propia
imagen, deberían ser un límite natural a la libertad de expresión y al
derecho de la información tras haber sido situados por la
Constitución española de 1978 en condiciones de paridad. Sin
embargo, es obvio que el problema estriba en una tutela judicial
deficitaria de estos derechos personalísimos. Y todas las partes
implicadas son conscientes de ello.

Las armas y los caminos para su protección existen, pero dicho


camino está sembrado de obstáculos que impiden una respuesta
judicial eficaz ante dichas intromisiones ilegítimas en los derechos

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de la personalidad. Cierto es, que cualquier ciudadano puede recabar
la tutela judicial ante tribunales ordinarios a través de un
procedimiento preferente y sumario, además de recurrir en amparo
ante el Tribunal Constitucional; pese a ello, la difícil situación de los
tribunales, anclados en el anacronismo del papeleo burocrático y su
perenne alergia a la digitalización de la justicia prolonga de forma
irremediable la reparación de los agraviados. A este hecho, se suma
un desplegable numérico de defectos, tales como:

ƒ La imposibilidad de ejecutar provisionalmente las sentencias


condenatorias hasta que dicha sentencia adquiera firmeza (es
decir, se hayan agotado todas las vías procesales de
interposición de un nuevo recurso) provocando por sistema sean
recurridas por los medios de comunicación todas las sentencias
condenatorias con el único fin de retrasar al máximo el
desembolso de las cantidades indemnizatorias. Y todo ello bajo
el estricto amparo de la propia ley.

ƒ La dificultad para obtener medidas cautelares en defensa de


estos derechos, pues aunque quedan contempladas por la Ley
Orgánica 1/1982 los jueces las deniegan para evitar ser tildados
de ejercer la censura sobre los derechos a la información y a la
libertad de expresión.

ƒ La extensiva interpretación del concepto de interés general que


esgrimen los medios de comunicación ha hecho posible no se
requiera la autorización del personaje cuando dicha imagen sea
captada durante un acto público o en lugares abiertos al
público, siendo el propio Tribunal Supremo quién ha incluido
dentro del concepto de “interés general” el género más frívolo
de la información de espectáculo o de entretenimiento.

ƒ La insuficiencia de las indemnizaciones concedidas en las


sentencias, basadas en determinados parámetros objetivos como
la difusión o audiencia del medio, y el beneficio obtenido por el
causante de la lesión, dejando al libre albedrío del juez estimar

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la cuantía indemnizatoria en función de las circunstancias del
caso y las consecuencias del mismo.

ƒ Y por si todo esto fuera poco, además, este entramado judicial


deficitario ha ocasionado en la última década discrepancias
doctrinales entre el Tribunal Supremo (tendente a rebajar las
indemnizaciones fijadas por los tribunales de primera instancia y
de apelación) y el Tribunal Constitucional (partidario en
conceder indemnizaciones elevadas), dilatando el tiempo de
todos los implicados haciendo de cada caso controvertido un
juego de pelota digno del Torneo de Wimbledon.

Ante nuestro consentimiento implícito, alegando estar entreteniendo


a la mansedumbre inculta y vacía de escrúpulos, medios de
comunicación y personajes públicos de mayor o menor relevancia,
conocedores de estas fisuras en el sistema judicial se reparten a
partes iguales el pastel de nuestra idiotez comunal con sabor a circo;
enriqueciendo vilmente pero legalmente sus arcas y, dejándome a su
paso, (en este sábado noche), un terrible dolor de cabeza.

No puedo más. Mañana, prometo buscar un uso mejor al dichoso


mando del televisor.

Eva Márquez

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Polis = pueblo
Política = arte de servir al pueblo

Pues no conozco un solo político que se dedique a servir al


pueblo, ni de derechas, ni de izquierdas, ni de centro, ni verdes, ni
moraos. Sólo se sirven a sí mismos. No puedo aguantar la
hipocresía, del que se mete a política porque, según él, quiere
ayudar a los demás, cuando sólo es que tiene una gran ambición
de riqueza, y sobre todo, de poder. Pero ninguno se da cuenta de
que todo poder que no esté encaminado a servir a los demás es un
poder vacío.

Es muy bonito, pasar del clan de la tortilla, todos merendando en


paz y armonía, debajo de un árbol a que vaya un helicóptero a
recogerte a la vuelta de tus vacaciones en el Algarbe para no
tener que soportar atascos. O que a un serio y aburrido
funcionario con bigote se le cuadren los militares, y lo inviten a
bodas reales. Es lo que se llama, vulgarmente, la erótica del poder:
vivir en un palacio, el ejército a tu disposición, aviones,
reverencias, alfombras rojas y sentirse el hombre más poderoso del
país, a la vez que un gran estadista (¿?).

Hay que ver como se ponen cuando pierden ese poder. A Felipe
González todavía se le nota la mala leche que lleva dentro y José
María Aznar parece el empleado de una funeraria de la tristeza
que refleja. Si de verdad quieren servir a los demás que hagan
políticas mucho mas sociales (pero mucho más), que se olviden de
tantos privilegios y que pongan los pies en el suelo.

Es curioso contemplar (yo es que me parto) lo del salario mínimo.


Establecen que un currito medio debe cobrar un mínimo de mil
euros al mes (aproximadamente), mientras que si se trata de un
político, un diputado o un senador ese mínimo asciende hasta los
tres mil (también aproximadamente). ¡Joder! O somos tontos, o
ellos demasiado listos, o posiblemente ambas cosas. Ellos deben
comer chuletones de buey, mientras nosotros con alitas de pollo
nos conformamos.

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La verdad es que no critico que lo hagan, cada cual arrima el
ascua a su sardina. Lo que critico es que nos tomen por tontos, e
intenten hacernos ver que todo lo hacen por nuestro bien. Luego
está lo de la guerra. Se reúnen tres personajillos en una isla del
Atlántico y deciden mandar a la guerra a miles de personas. ¡Oiga!
Vaya usted con su mujer y sus hijos, y si les gusta, después,
cuando se hayan terminado los daños colaterales, iremos
nosotros. ¡Te ha jodido! Lo de siempre: o ellos muy listos o
nosotros muy tontos.

Si queréis servir a los demás agarrad una paellera, arroz y azafrán


e iros a los barrios de marginados, o a las chavolas de inmigrantes
a darles de comer. O renunciar a parte de vuestras prebendas y
usarlas para construir viviendas para la juventud.

Qué asco de gente, madre mía, no sé ni como sigo votando.

Habrá gente que crea que algunos sois mejores que otros, pero
que va: todos buscáis siempre lo mismo. El poder. Si no fuera así,
¿a qué vienen tantas peleas e insultos? Todo podía ser mucho más
fácil. Pase usted ahora, señor Zapatero, y sirva un poco que yo me
siento cansado. Gracias señor Aznar. ¿O no?

Pero todavía hay un poder peor, un poder heredado.

Los reyes.

Enrique Fuentes-Guerra

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Te presento al director de cine más prolífico del cine español: Jess
Franco (Jesús Franco Manera). Ha rodado más de 200 películas y sigue

en activo, pese a su avanzada edad (con 77 añitos, y como ha


declarado en varias ocasiones, “morirá rodando”).

Aparte de dirigir, ha musicalizado, montado, producido y ha hecho de

actor en sus filmes. Todo un hombre de cine que ama profundamente


su oficio. A pesar de haber sido tremendamente maltratado e
injustamente olvidado en España, el año pasado, se le reconoció su

gran labor otorgándole el Goya de Honor a toda una vida.

“El tío Jess”, como le conocen sus seguidores, antes de dirigir films,
escribió relatos bajo el pseudónimo de David Khunne y tocaba en
grupos de jazz (la música es otra de sus grandes pasiones).

Su primera película fue “Tenemos 18 años”, pero su producción clave


fue “Gritos en la noche” (1962), muy alabada por la crítica, y donde

se nos presenta al siniestro Doctor Orloff, un personaje constante en


su filmografía.

Su cine empezó a “incomodar” a la dictadura franquista; tuvo que


exiliarse y trabajar en otros países europeos como Alemania, Francia,
Italia, o Estados Unidos, lugares en los cuales es muy respetado y
tratado como gran director de culto. A partir de la película
“Necronomicon”, seleccionada para el Festival de Cine de Berlín,

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empieza la etapa más fructífera de su carrera, llegando a rodar hasta
ocho películas al año; ha cultivado todos los géneros (destacando

especialmente en el género de terror vampírico). Ha rodado desde


comedia, pasando por westerns, hasta el porno más duro, todos filmes
tratados bajo su “especial” manera de rodar.

Ha sido el hombre de los seudónimos: ha utilizado hasta setenta


durante su trayectoria: Pablo Villa, Daniel J. White, Clifford Brown,
Chuck Evans, John O´Hara, etc.

Es el genio incomprendido, el director de la libertad: todas sus obras


son valientes, arriesgadas. Denostado por la crítica (debido a que sus

películas son desarrolladas con bajo presupuesto y se le encasilla,


despectivamente, dentro de “la lista negra” formada por directores de

Serie B), pero fiel a sus principios, su historia de amor con la cámara

continúa.

De su filmografía destacan: “Killer Barbys”, “Vampyros Lesbos”, “El

ojete de Lulú”, “Virgen entre los muertos vivientes”, “Los ojos


siniestros del Doctor Orloff”, entre otras.

Disfruta de su cine si tienes ocasión. Para saber más de este bendito

maldito, existe un interesante libro autobiográfico, publicado hace

pocos años, editado por Aguilar, llamado “Memorias del Tío Jess”
(reseñado en números anteriores de esta revista).

Andrés Ramón Pérez Blanco

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Apocalipsis Z (Manel Loreiro)

Sobresaturación de literatura vampírica: “gracias” a Crepúsculo tenemos


novelas de estos seres oscuros de la noche a montones (sean ya clásicos
del género o más contemporáneos), aunque la cara positiva es que con la
moda los adolescentes leen algo, al menos. El lector que esté agotado de
tantos chupasangres puede darle una opción a otro personaje siniestro y
que, a mi modo de ver, da mucho juego: los zombies. Apocalipsis Z es
una historia de muertos vivientes, pero el punto original es que se
desarrolla en España. El fenómeno comenzó en Internet: un Blogger se
dedicaba a escribir todos los días en su bitácora el terrible día a día de la
supervivencia. Y ahora, después de que curiosos lectores de todos los
rincones del mundo se quedaran enganchados con las singulares
aventuras de este hombre que, en esa ficción, se convierte en héroe por
necesidad, se edita la novela que ya ha alcanzado la décima edición, y
hasta cuenta con una segunda parte. Los vampiros son encantadores,
pero aburridos: los zombies son asquerosos y dan más miedo que la
controvertida pandilla de “blanquitos enamoradizos” de la popular y
juvenil saga.

ANA PATRICIA MOYA

La huella de las ausencias (Miriam Palma). Ediciones el Almendro


(Córdoba, 2010).

Recuerdo que los años después de tu muerte deseé en ocasiones la mía


sólo para poder encontrarme contigo en el paraíso. Esta frase, con la que
comienza la novela, ya nos sitúa ante lo que vamos a encontrarnos. Una
historia íntima, contada desde dentro, en la que los sentimientos, de una
intensidad demoledora, son los verdaderos protagonistas. Y, junto a los
sentimientos, las sensaciones. A lo largo de las páginas de La Huella de
las Ausencias podemos oler el almizcle y el azahar, oír los laúdes,
saborear el agua de rosas, y sentir el ambiente de palacios, fuentes y
jardines de una Córdoba califal aún deslumbrante, pero que se encamina
ya hacia su decadencia. Quizás ese mosaico de sensaciones consigue
introducirnos en la época que retrata de forma más inmediata y eficaz
que una relación exhaustiva de datos y acontecimientos. Y es que esta
historia sobre Walada, la única hija del califa omeya Muhammad III, y

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sobre su romance con el gran poeta Ibn Zaydún en la Córdoba del siglo
XI, aunque se apoya en una rigurosa labor de documentación, no es una
novela histórica al uso. En ella no aparecen fechas, ni apenas nombres de
grandes personajes, y los hechos históricos son sólo un telón de fondo,
un difuso decorado sobre el que se recorta con fuerza el mundo interno
de la protagonista. La narración es un largo monólogo interior, en
primera persona, en el que, con un lenguaje muy cuidado pero sencillo y
fluido, y con un tono por momentos más poético que narrativo, se van
derramando en cascada las reflexiones de Walada. La narración no sigue
un orden cronológico lineal, sino que los distintos momentos de la vida
de la protagonista se van entremezclando, como lo hacen los recuerdos
de una vida dentro de la mente de cada uno. A veces el monólogo se
transforma en diálogo, diálogo con unos ausentes que no responden (el
padre califa, y, sobre todo, el amante poeta). Walada es un personaje
lleno de cercanía y autenticidad: contemplamos no a una creación
literaria, sino a una mujer de carne y hueso, contradictoria, con el alma
surcada de cicatrices. Esa realidad, y el hecho de que la historia esté
escrita en primera persona, provoca en ocasiones la sensación de que,
tras el personaje, se transparentan rasgos de su autora, de que son las
ideas y sentimientos de Miriam Palma los que a veces estamos
contemplando. Por supuesto (y ese es el mérito de una obra narrativa)
nos quedamos sin saber si esa sensación es cierta o si sólo estamos ante
una ficción muy bien construida. Posiblemente haya un poco de ambas
cosas. La condición de poeta de la protagonista sirve para introducir en
el texto numerosas reflexiones sobre la interacción entre la escritura y la
vida (y aquí también puede que se transluzca la voz de Miriam detrás de
la de Walada). En ese sentido, nos encontramos en muchas ocasiones
ante un texto metaliterario. La edición del libro (papel, impresión…) está
muy cuidada. Y se aparta de la imagen tópica que se suele asociar a lo
árabe. Las ilustraciones que iluminan las páginas están extraídas de
cuadros abstractos obra de Antonio Hermán Zurita. La maraña de líneas y
círculos que se entrecruzan en esos cuadros evocan de forma certera el
laberinto de reflexiones en el que Walada se sumerge. Es un libro breve,
que se lee de un tirón, y en el que es muy fácil dejarse arrastrar por el
torbellino de sentimientos contradictorios (pasión y serenidad, amor y
desprecio, vida y muerte, rebeldía y resignación) que conviven en sus
páginas.

ANTONIO J. SÁNCHEZ

EL EQUIPO DE GROENLANDIA RECOMIENDA…

“Snuff”, de Chuck Palaniuk.


“Matadero cinco”, de Kurt Vonnegut
“Ajuste de cuentos”,14
de Patxi Irurzun.
“Contra el viento del norte”, de Daniel Glattauer.
The Lovely Bones (dirigida por Peter Jackson) (EEUU, 2010).

Controvertida película que, o te gusta, o no te gusta. Sinceramente, a mí


me agradó: a pesar de que la historia es cruda (una muerte, un padre y
una madre rotos por el dolor, un criminal que pasa desapercibido y
misterios sin resolver) tiene un toque mágico, casi místico, que
impresiona; Susie Salmon, una adolescente con una vida normal y
corriente, es asesinada de forma brutal: en un lugar intermedio, entre el
cielo y la tierra, la joven, aparte de observar a su familia, les envía
“señales”, indicando que el asesino está más cerca de lo que creen. En
sus manos, tiene dos opciones: la venganza por el macabro crimen, el
descanso eterno y en paz. El director de la gran “Criaturas Celestiales”
(los amantes del séptimo arte tienden a compararlas, pero es que son
radicalmente opuestas, si bien admito que la anterior es superior en
todos los aspectos) y adaptador del gran éxito de Tolkien se basa en una
novela de Alice Sebold (una autora que marcó mi adolescencia con sus
novelas) y da, como resultado, una adaptación fílmica decente, preciosita,
interesante, con un estupendo reparto y unos efectos especiales
extraordinarios. Es una buena película: poética, cala hondo, mejora la
obra narrativa. Y sus creadores no me han defraudado.

ANA PATRICIA MOYA

La linterna roja (título original Da hong deng long Gao Gago Gua).
(Dirigida por Zhang Yimou). (Hong Kong, 1991).

TÉCNICA. La película se puede considerar como un gran drama intimista,


donde el aspecto más importante es lo visual, unido a la profundidad de
sus personajes. El impecable estilo de Zimou destaca por lo minucioso de
los detalles, su rigor y los pocos artificios que utiliza para su desarrollo.
Un ejemplo de ellos son las linternas rojas, la presencia de ellas, nos
señalará la importancia que ejerce ese color sobre las protagonistas, o
los planos de los personajes, con ellos consigue decirnos sin palabras
quien es el poderoso, la preferida o la relegada. En cuanto al sonido,
destacaría entre todos el producido al realizar el masaje en las plantas de
los pies de las concubinas del señor, su simple tintineo despierta el
deseo por recibirlo tanto a los personajes como al espectador. SIPNOSIS.
Este drama transcurre en una provincia China en la segunda década del

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siglo XX y se desarrolla casi por completo en el interior de una poderosa
fortificación. Desde el inicio de la película, cuando se ve a la joven
protagonista andando por un solitario camino, te preguntas que
descubrirá bajo los tejados de esa suntuosa fortaleza a la que se dirige.
Esta joven fue comprada para ser la cuarta esposa del dueño de esas
viviendas. Al morir su padre, debido a la situación económica, debe
abandonar la universidad, es casada por conveniencia y convertida en
una concubina de Chen Zouqian, un señor de cincuenta años. Una de las
cosas que más sorprenden, es como nada más llegar, se la despoja de
casi todas sus pertenencias, hasta de su nombre, ahora pasa a llamarse:
la cuarta esposa. Así se demuestra que la vida ya sólo pertenece a su
dueño. El nombre propio de él casi no se pronuncia en el film, y su
imagen apenas aparece; no obstante está latente que él es la
representación del poder y el culpable del desarrollo de los males que
sucederán. Todas las esposas viven en casas independientes dentro del
gran palacio, pero en la convivencia, surgen rivalidades y envidias por ser
la preferida del señor. Con esta cotidianidad el director pone de
manifiesto los convencionalismos, la situación social y la actitud machista
en las tradiciones familiares chinas de principio del siglo XX. Pero lo más
característico de todo, es el gran farol rojo. Cada tarde el dueño y señor,
una vez que ha decidido con quien pasará la noche, manda colocar esta
enorme linterna roja en la puerta de la concubina seleccionada, y eso
dentro de la fortaleza, es junto con el poder dar a luz un hijo varón, lo
más importante, ya que durante las siguientes horas, la preferida gozará
de ciertos privilegios como es elegir la comida de toda la casa, hacer que
los criados obedezcan sólo sus órdenes, o recibir las atenciones de una
servidora muy especial que golpeando las plantas de sus pies con unos
pequeñas porras con cascabeles la estimulará sexualmente. El sonido de
estos cascabeles se escuchará en toda la mansión, creando más tensión y
enfrentamientos entre ellas y presagiando el desastroso final del drama.

ESPERANZA GARCÍA GUERRERO

EL EQUIPO DE GROENLANDIA RECOMIENDA…

“Toy Story 3” (Disney \ Pixar).


“El imperio de los sentidos” (dirigida por Nagisa Oshima).
“Agora” (por Alejandro Amenábar).
“Malditos Bastardos” (de Quentin Tarantino).
16
“Shrek IV: el capítulo final” (Dreamworks)
ESPECIAL SUEHIRO MARUO

Lunatic Lovers. Glénat Ediciones. Colección Seinen Manga.

Hace ya tiempo decidí retomar el interés por la obra de Suehiro Maruo,


después de la impresión que me suscitó la lectura de la controvertida “La
Sonrisa del Vampiro” (y aprovechando que la editorial ha publicado gran
parte de sus obras en España). “Lunatic Lovers” es una buena compilación
de relatos, algunos destinados a la popular revista japonesa para adultos
GARO, y que poseen el sello personal del autor, que navega por las
profundidades más oscuras del alma humana; historias malditas, llenas de
violencia y erotismo, muy intensas, cargadas de un sobrecogedor e
impactante simbolismo (la sangre, los insectos, cadáveres, el ser humano
como el peor monstruo), con finales, algunos sorprendentes, algunos
abiertos, sin pretensión de mostrar fábulas morales o con enseñanza (por
este motivo, muchos lectores de cómic rechazan sus cuentos oníricos
pues consideran que no existe ni argumento, ni sentido en la narración)
sino más bien dar rienda suelta a la imaginación más retorcida, grotesca
y desbordante de un genio a descubrir. La apuesta por el maestro Maruo
– autor con el que no existe un término medio, o te gusta en exceso o lo
aborreces: en su país, de hecho, no ha destacado tanto por esa supuesta
“falta de sentido” de su obra – es segura. Muy recomendable.

La extraña historia de isla panorama. Glénat Ediciones. Colección


Seinen Manga.

Alejada del tono siniestro y macabro que caracteriza la mayor parte de su


obra, en “La extraña historia de isla panorama”, Suehiro Maruo, vuelve a
sorprender con una adaptación, fiel y poética, de la novela de Ranpo
Edogawa. Un escritor frustrado con un sueño que arrastra su imaginación:
construir un idílico edén. El destino le concede la oportunidad, pero para
ello, ha de resucitar un muerto. El plan del protagonista parecerá
descabellado al principio, pero el ansía de hacer realidad su proyecto,
puede más, y así, con la ambición, crea el paraíso perfecto, un mundo de
placeres prohibidos, de una belleza sin parangón; con grandes
referencias al arte y a la literatura, Maruo nos traslada a lo onírico,
demostrando que es un autor camaleónico (esta es la gran sorpresa, pues
los lectores estamos acostumbrados a lo tenebroso de sus historias
oscuras y surrealistas, con seres humanos que parecen más bestias que

17
otra cosa) y con un estilo hiperrealista particular con el que consigue
convertir lo irreal en real. Muy, pero que muy recomendable. Una
pequeña joya dentro del género de la novela gráfica. Y editado en un
formato de lujo.

Midori, la niña de las Camelias. Glénat Ediciones. Colección Seinen


Manga.

A partir de un relato de “El monstruo de color de rosa” (otro libro de


impactantes cuentos, como “Lunatic Lovers”), el autor crea en este tomo
la historia de Midori, una niña pobre que, al fallecer sus padres, es
raptada por el dueño de un circo de monstruos. La pobre chiquilla sufrirá
los abusos de la tropa de seres inhumanos que la maltratan y degradan
ferozmente (la mujer serpiente, el hombre cangrejo, el fortachón, la niña
escupe-fuego, el cuello-largo, el hombre torso… extraños y repugnantes
a más no poder). Pero Midori, de alma pura e infantil, mantiene la
esperanza en huir de aquel infierno ambulante; se enamora de un mago
(el fantástico Wonder Masamitsu) y recupera la ilusión para cambiar de
vida. Las evidencias al exquisito arte surrealista (los caballeros con
sombrero de bombin, propios de René Magritte, o las expresiones
desagarradas de los óleos, significativos en Edvard Munch) y al destacado
cine expresionista (ese oscurantismo tan característico de “El gabinete
del Doctor Caligari”, y el claro homenaje a la película “Freaks: la parada
de los monstruos”, con sus extravagantes seres circenses) son constantes
en toda la obra de Maruo; el estilo gráfico – maravillosos diseños, esas
portadas, esas ilustraciones entre realistas, barrocas y sobrecogedoras –
y la marca personal del autor (lo escabroso, lo erótico, lo prohibido, lo
fantástico) hacen de esta novela una de las mejores lecturas de este
controvertido autor (junto a “La sonrisa del Vampiro”, obras clave). Y
editada, al igual que las anteriormente comentadas, con buena calidad, y
a buen precio. Me consta que existe una versión animada de este manga
que, posiblemente, la adapten al castellano por el gusto del público
español hacía el arte degenerado y brutal del maestro Maruo.

ANA PATRICIA MOYA

EL EQUIPO DE GROENLANDIA RECOMIENDA…

“Doctor Inugami” (Suehiro Maruo).


“El monstruo de color de rosa” (ídem).
“Los profesionales” (Carlos Gimenez).
“Arrugas” (Paco Roca).
“Tierra de sueños”18(Jiro Taniguchi).
“El caso Pasolini” (Gianluca Maconi).
Reflexión (de Leopoldo María Panero). Editorial Casus-Belli. (Madrid,
2010).

Panero nos invita a la reflexión. He aquí el título del último poemario


publicado del último maldito, hasta la fecha en que estas líneas se
escriben. El poeta mal llamado loco (yo le califico como genio) nos regala
cincuenta poemas nuevos. Todos ellos de una excelente calidad en estilo.
Este poemario es el primero que ha escrito en solitario sin el apoyo de
otros nombres, como en anteriores ocasiones. Reflexión destila
panerismo (el panerismo, una religión, existe: créanme) por todas sus
páginas. Panero nos sumerge en su particular visión del mundo. Su
mundo es el POEMA. Su vida es el POEMA. No hay más vida más allá
del último verso escrito. He aquí un poema de este libro. Sirva como
ejemplo de la fuerza, de lo que transmite Panero con su escritura: “El
poema está hecho para matar \ Y es un himno a la ruina \ Y la única
belleza es la belleza del desastre \ El estampido de un revólver sobre la
nada \ Para sellar el pus de la vida \ La flor sin labios de la vida \ La
agonía eterna de Virgilio \ Y el verso debe ser como el puñal \ Como el
dolor siniestro de la vida \ Que ya no es \ Sino sólo el resplandor de un
cadáver \ Que ya no es \ Y flota sobre el verso”. Te invito, desde
Groenlandia, a leer este y otros poemarios de este autor, el último GENIO
que nos ha regalado la Humanidad. Este libro está cuidadosamente
editado y cuenta con unas inquietantes ilustraciones de Jorge Cano
rematadas con versos del poeta y con un breve, pero muy jugoso prólogo
del mismo Panero.

ANDRÉS RAMÓN PÉREZ BLANCO

EL EQUIPO DE GROENLANDIA RECOMIENDA…

“Marihuana para los pájaros” (Raúl Núñez) Editorial Baile del Sol.
“La manera de recogerse el pelo: Generación Blogger” (varias autoras) Bartebly Editores.
“Nuevas cartas a un joven poeta” (Joan Margarit). Editorial Barril & Barral.
“Poemas desde mi ombligo” (Yolanda Sáenz de Tejada) Editorial Huerga & Fierro.
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“El amor sigue sin ser contemporáneo” (David González). Editorial Baile del Sol.
Pepe Pereza

Ángel Muñoz

Esperanza García

Enrique Fuentes-Guerra

Adolfo Marchena

Luis Sevilla

Felipe Solano

Eva Márquez

Ana Patricia Moya 20


Pepe Pereza (Logroño). Ex – actor, guionista, poeta, escritor y director. Sus
relatos han aparecido en diversas revistas y fanzines como “Narrativas”,
“Lafanzine”, “Al otro lado del Espejo”, “Agitadoras”, “Cruce de Caminos”, así como
en diversos blogs: “Crónicas para decorar un vacío” (de Xen Rabanal), “Hank
Over \ Resaca” (Vicente Muñoz Álvarez y Patxi Irutzun), “Esto no es una película,
amigo” (David González), etc. Ha publicado el libro de relatos “Putas” (Ediciones
Groenlandia; segunda edición, próximamente). En breve, publicará: “Amores
Breves” (Editorial Baile del Sol) Publicó, hace tiempo, un poemario en una
editorial de provincias.

Esa tarde su equipo había perdido en casa por 0 a 5. El partido fue


una humillación total para todos los hinchas, por eso, cuando salió
del estadio, se fue directo al primer bar que encontró. Intentó
librarse del sentimiento de derrota a base de JB con hielo. Con
cada balón que se coló en la portería de su equipo él recibió una
patada en su vanidad. Él era el hincha más entregado de su
equipo, el más apasionado, él era el que más alegría demostraba
al celebrar los éxitos y el que más sufría cuando se perdía.

Esa tarde, en especial, estaba siendo muy dura. El sabor de la


derrota no se le iba por más que se enjuagase con alcohol. Pidió
otro y se lo bebió de un par de tragos. Estaba cabreado con los
árbitros, con los jugadores de su equipo, con su entrenador, con la
directiva, con el presidente, con la prensa deportiva rival, con la
prensa en general, con sus compañeros de trabajo (que eran del
equipo rival), con su encargado, con su jefe, con el camarero que
le miraba por encima del hombro, con todo el mundo.

21
Abrió su cartera y vio que sólo le quedaba para otro whisky. Puso
el dinero sobre la barra y le enseñó el vaso vacío al camarero.

Cuando salió del bar ya eran las tantas, sabía que su mujer
estaría esperándole malhumorada, se la imaginaba con el ceño
fruncido y la mirada dura, dispuesta a echarle en cara toda su
mediocridad. Los únicos éxitos de su vida eran los de su equipo,
por eso las derrotas resultaban tan humillantes. Cuando su equipo
perdía la realidad se hacía evidente y las cosas se le presentaban
tal y como eran. Por el contrario, cuando su equipo ganaba, él se
aferraba a esa victoria como un náufrago a un tronco. Una
victoria significaba una semana de éxito, una victoria le otorgaba
el derecho a burlarse de sus compañeros y de su equipo de
mierda, una victoria camuflaba las irresolubles carencias de su
matrimonio. Sin el bálsamo de una victoria, él se sentía como lo
que realmente era, un mierdecilla más en el gran hormiguero. El
alcohol ingerido le atrofiaba pensamientos y equilibrio, no
conseguía andar en línea recta y empezaba a estar mareado. Un
reflujo ácido trepó por su garganta y tuvo que apoyarse en una
pared para poder vomitar. Un coche pasó tocando el claxon, sus
ocupantes se asomaban por las ventanillas blandiendo banderas
del equipo rival. Ante semejante ofensa, él les gritó unos insultos
y luego siguió vomitando.

Al verle entrar por la puerta ella sintió miedo. Conocía esa


mirada vidriosa y desencajada. Sabía que corría peligro, que en ese
estado, cualquier excusa le serviría para hacerla daño. Él se sentó

22
a la mesa y exigió su cena, ella se la sirvió en silencio, intentando
evitar su mirada, sumisa por la cuenta que le traía. Él probó el
plato y seguidamente lo escupió sobre el mantel. De inmediato,
ella supo que esa noche recibiría una paliza, otra más.

Él gritó y despotricó, arrojó el plato y su contenido contra la


pared, dando rienda suelta a toda su rabia contenida. Ella trató
por todos los medios de mantenerse al margen recogiendo lo que
su marido había tirado, temblando por el miedo y la impotencia.
Sin más, él la agarró por el pelo y, a puño cerrado, desahogó su
frustración. Con cada golpe que le daba se estaba vengando de los
árbitros, de los jugadores de su equipo, de su entrenador, de la
directiva, del presidente, de la prensa deportiva rival, de la
prensa en general, de sus compañeros de trabajo, de su encargado,
de su jefe, del camarero que le miraba por encima del hombro, de
los hinchas rivales que exhiben banderas, de los que tienen más
que él, de los políticos, de los curas, de los que hacen las guerras,
de los terroristas, de los banqueros, de las subidas de los precios,
de su porquería de sueldo, de su mediocridad, del miedo de su
mujer, del suyo propio, de todo el mundo.

Pepe23Pereza
Ángel Muñoz Rodríguez (Leganés, Madrid, 1977). Licenciado en Historia del
Arte. Fotógrafo, poeta, narrador novel. Ha participado, con sus poemas, relatos y
fotografías, en diversos recitales y exposiciones, y ha colaborado en distintas
publicaciones literarias. Tiene su espacio en las Afinidades Narrativas. Ha
publicado el poemario “Ya no leo tebeos de Wonderwoman” (Groenlandia, 2010).
En breve, publicará nuevas obras y aparecerá en distintas antologías poéticas.

de tan pequeño
y frágil
la ternura
no tuvo otro remedio
que apoderarse de mí

y sí
lo reconozco
quise hacerlo mío

cuidarlo

protegerlo

limpiarle los mocos

ser
sino su padre

24
al menos
un referente
al que agarrarse

pero con seis años


y tanta crudeza
barnizando su piel
sabía
de sobra
lo que tenía
que decirme
ante el cuerpo
del que había sido
hasta hace dos horas
su progenitor

mi papá se pinchaba
pero era mi papá

y la verdad
es que el viento
en las putas persianas
azotaba
atendiendo
sin excusas
a esas razones

25
hoy te quiero hablar
de lo mucho
que adoro
cabrearme contigo

y que tú
lo hagas también

así
a la hora de reconciliarnos
no te quejarás
ni yo lo haré
cuando te agarre
del pelo
al penetrarte
y tú
penetres
con tu mano
en mis vísceras
para reordenármelas

Ángel Muñoz Rodríguez


26
Esperanza García Guerrero (Sevilla). Forma parte del proyecto Fahrenheit 451
(Las Personas Libro). Sus poemas aparecen en diversas antologías: “Poemas para
un minuto” (Editorial Hipálage, 2007), “Girapoemas” (2009). Ha participado en
diversas revistas, como “Hoja de Papel”, “Groenlandia” y algunas páginas Web
de Literatura. Ha formado parte del ciclo “Versos Sumados”, dentro del Festival
Cosmopoética (Córdoba, 2009).

Siempre sentí gran admiración por Jaime Rus, el nuevo


iconoclasta de la interpretación. El misterio que rodea su
imagen, la desenvoltura en el comportamiento, el sonido de la
voz, la profundidad de sus personajes, o ese carácter tan
peculiar, hicieron de él mi indiscutible ídolo.

El día que sortearon en Cadena Cien una cena privada con el


actor, no dudé en llamar, y el último viernes del mes de abril,
cual sería la sorpresa, cuando avisaron comunicándome que

27
había quedado como primera reserva. Por curiosear le
pregunté al chico el nombre de la ganadora, y después de una
primera negativa, varios minutos de flirteos y una posible cita,
logré su nombre completo y ciudad de residencia: Margarita
Luengo China de Sabadell. No quise caer en la tentación, pero
en ese instante comenzó otra de mis incursiones en el mundo
de la privacidad ajena, fui realizando un exhaustivo recorrido
por las compañías telefónicas hasta conseguir su número, la
llamé en nombre de la emisora, trasladé la cita al mes
siguiente, luego me puse en contacto con la cadena, renuncié
al premio en nombre de ella, y ¡listo!... a esperar mi
oportunidad.

El día antes de la ansiada cena, pasé por las sesiones


correspondientes de peluquería, maquillaje y manicura, tomé
varias infusiones de tila para no dejarme arrastrar por los
nervios del momento, y me dirigí al lugar del encuentro, un
reservado en el Restaurante del hotel Meliá.

Cuando por fin lo vi aparecer rodeado por todos aquellos


periodistas, mi cara fue una serie de fotografías, algunas de las
cuales deberían haber terminado en la basura, en concreto la
que se dibujó al presentarnos el director de la emisora. En ese
instante sentí sobre el rostro una bocanada de olor a alcohol,
mezclado con restos de comida putrefacta que emanaban de la
boca de Jaime Rus, y aquella imagen resplandeciente que
minutos antes apareció en la puerta del hotel… se volvió de
barro.

28
Durante toda la cena intenté evitarlo, situaba la mano sobre la
nariz, otras giraba con disimulo la cara, o bien aspiraba ese
carísimo perfume con el que había rociado el foulard. Pero todo
era inútil, el intenso aroma se incrustó en las fosas nasales,
impidiéndome incluso disfrutar del delicioso menú.

Desde entonces cada vez que escucho su nombre, o proyectan


en la televisión una de sus películas, es imposible impedir que
aquel olor acompañe su imagen.

Esperanza García Guerrero 29


Enrique Fuentes-Guerra (Córdoba, 1958). Poeta. Ha publicado “Lo que arde \
El sueño del herido” (fotografía de Juan José Romero y prólogo de Jesús Alcaide)
y “El laberinto Sentimental” (con prólogo de Alberta de la Poza). Actualmente,
vive en Belalcázar y prepara su próximo poemario.

Siempre no significa nada


El amor viene y se va
La vida comienza y termina
La riqueza se tiene y desaparece
Desayunas y pronto terminarás la cena

Los árboles nacen de la tierra


Y los frutos de ellos
Y las hojas también
Pero llegará el otoño y se caerán las hojas
Y se pudrirán los frutos

…¿Entonces para que nacieron?

Y las mareas suben y bajan


Y la brisa traerá olores de vida y de muerte
Y la noche encerrará al día
Y me convertiré en tantas cosas como quiero

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El pasado es nada
El presente es nada
El futuro tampoco será nada

Los niños arrebatados de su felicidad


Con violencia… Aterrados
¿Dónde estaban entonces los hombres justos?
Aquellos que nunca piden disculpas
Y tararean felices como si nunca pasase nada

La sombra acusadora planea sobre mi dolor


Pero la sociedad intenta confundirme
Para que sea feliz por siempre
…Pero siempre no significa nada

Sólo los sueños son eternos


El niño duerme tranquilo en su cuna
El suicida vuela antes de caer encharcado
La luz desaparece al despertar

Y mientras tanto, se vive y se muere


….Se recuerda y se olvida.

Enrique Fuentes Guerra 31


Adolfo Marchena (Vitoria, 1965). Codirige la revista “Amilamia”, junto a José
Luis Pasarín Aristi, con quien publica, en 1992, el libro de poesía “Cartapacios de
Lucerna” (Ediciones Libertarias / Prodhufi). Ha publicado en revistas literarias
impresas y digitales, como “Cuadernos del Matemático”, “Río Arga”,
“Groenlandia”, “Turia”, “Los Cuadernos del Sornabique”, “Letralia”, “Océano”,
“Haritza”, “El cuervo”, etc. Ha publicado el libro de poesía “Proteo; el yo posible”.
Sus poemas han sido traducidos al alemán, francés, euskera y árabe. Ha
publicado recientemente dos libros digitales: “La reconstrucción de la Memoria”
(Groenlandia, 2008) y “Planta de Neurocirugía” (Editorial Remolinos, 2008).

…de la inercia, peces boquiabiertos

que saludan a la tarde oscura.

Filigranas en el pecho de la morsa

el cambio de los continentes como

fórmula regia de la decrepitud.

Es hora de masticar nuestra

desnudez y tumbarnos a esperar

que los relojes trasnochen.

El tiempo en un compás de espera

32
en otro poema donde el minutero

no desvela el presente invertebrado.

Aquellos objetos desaprovechados

echados a perder por el temporal de nieve,

aquellas ideas que se vanagloriaron

de ser un día las pioneras de su especie.

Vuelven como cosacos en los sueños

para despertar a los cautivos de sus amarras,

mordaza en el intestino primitivo

historia prefijada en los apéndices del libro.

Regresan como si de octavillas de la revolución

se tratase y no desconfía el hombre en punto

muerto tras la muerte de su enquistamiento,

aguas mansas en vez de vómito en descenso.

33
…el naufrago revive en la orilla

su niñez desordenada.

Las olas ya cruzaron el Atlántico

de alcoholes y derivas y al final

si quedan, sólo quedan los amigos

después de las catástrofes y las goletas

incendiadas bajo soles de linóleo.

34
…de la boca, la subasta cada día

del océano en el alma. Los días,

después de todo, nos han llevado

a la conjura del pasado, a ser

uno distinto a lo que era, reconocer

la mediocridad en los otros,

el subsidio de las mascotas.

Porque el tránsito de las horas

te conduce a ver el egoísmo

encerrado en los armarios,

salvo tú, que enterrabas las muñecas

y arrancabas redes a las mareas.

Adolfo Marchena
35
Luis Sevilla (Madrid). Poeta, narrador, fotógrafo, crítico, misántropo. Ha
aparecido en diversas antologías.

Estoy tumbado y oigo un piano. Me levanto y abro las


ventanas. Aún huelo la lluvia, el olor a pólvora
quemada, los rumores de una fiesta. Me gusta el viento
que viene del mar y que cruza la isla. Me siento en el
borde de una cama deshecha y oigo un piano. Todo es tan
suave que el aire huele a algodón dulce. Vuelvo a
tumbarme, dibujo con la mente cosas en el techo, y oigo
un piano. Me incorporo de nuevo, ya nervioso.

Anoche soñé con la ruta de la seda: marinos mercantes


paraban en la isla y bebían ron en tabernas tan perdidas
como una mujer herida. Caminaba por su puerto, oliendo
a rancia madera de barco con olor a atún o a sardina o a
arenque o a sangre de tiburón roto por sus aletas. En la
taberna, un tipo que se parecía a Peter Lorre tocaba
cosas de Duparc para un público que se divertía con
mujeres de paso.

- Alguien me devora por dentro – me dijo alguien en las


sombras del puerto, lejos del tipo que se parecía a Peter
Lorre.
- ¿Cómo dices?
- Alguien me devora por dentro, eso es lo que he dicho.

36
- Tal vez debas unirte a la fiesta, en esta isla todo
parece dar igual, todo peso ha de convertirse en algo
leve, y el tiempo no se inmiscuye en la vida de las
personas. Aquí la ciudad no existe.
- Si viviera en la ciudad ya habría muerto, porque lo que
me devora aquí puede escucharlo un extraño. La ciudad
es otra cosa: nos convierte en invisibles. ¿Por qué crees
que vine a esta isla a escuchar el gemido fanfarrón de
los corsarios? No me creas ignorante: tantas horas en la
mar. Hombres más débiles habrían caído, pero ellos, son
hombres rudos que se amaron entre ellos, allí, en la
negra negra densidad del denso mar.
- Eso te devora.
- Mi amor está ahí, tan cerca que me hiere saberlo
distante.

Anoche soñé con hombres que se besan, en la oscuridad,


temblando como lo hacen las estaciones, o las algas que
se ondulan junto a la isla, o los farolillos de la última
fiesta, o el piano, que tiembla, como un beso al borde de
un abismo, o de la orilla de un negro negro mar.

37
Luis Sevilla
Felipe Solano (Madrid, 1976). Licenciado en Ciencias Biológicas. Estudió
fotografía, ganó algún premio y participó en algunas exposiciones colectivas; el
boom de la fotografía digital, su corrección de pixels y su falta definición
empezaron a aburrirle; al estudiar diseño se reencontró con la fotografía y los
complejos programas de retoque fotográfico que consiguen devolver a las
imágenes toda su imperfección. Ha colaborado en distintos proyectos de diseño
y literarios. El nuevo habitante de Groenlandia nos obsequia un buen relato.

“Una cara bonita, es un regalo del cielo,


un par de pies bonitos es trabajo mío”

Proverbio chino

A menudo deambulaba en la noche bajo la humedad y los neones


del barrio chino. Cazaba miradas furtivas en los canales,
coleccionaba razones para no dejarme caer en lo más profundo de
aquellas aguas negras. Junto a mí, otras personas compartían la
noche, ausentes, bajo sus paraguas electrónicos. No importaba la
ciudad, todas eran la misma. Me sentí de pronto infinitamente
triste.

La ciudad flotante, con sus canales y callejones ganados al


océano… me había parecido una buena opción cuando solicité el

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traslado, una oportunidad de empezar de nuevo a kilómetros de
distancia. Negativo. La falta de luz, la lluvia continua y las
pesadillas recurrentes acuchillaban mis raras horas de descanso.
La paz interior no era posible para mí, no después de las cosas
que tuve que hacer para escapar del campo de concentración
Satélite Omega11. Caminar sin rumbo por el distrito comercial o
por el barrio del placer era mi terapia en las interminables
noches de insomnio, compartiendo soledad con aquellos
desconocidos que trabajaban veinticuatro horas al día, turnos
rotativos que mantenían la ciudad permanentemente acelerada.

Un vendedor de comida vietnamita parecía mirarme fijamente


con sus ojos completamente blancos y sin iris, probablemente
implantados. Compré unos fideos con carne de anguila y salsa
nuoc mam. Resguardado de la lluvia en el improvisado puesto
callejero, vi por primera vez la silueta de Blue Loto.

Un escaparate permanecía iluminado en la primera planta de un


edificio mitad hotel, mitad almacén de componentes electrónicos.
Dentro, un fluorescente parpadeaba en ciclos, compitiendo con el
neón exterior. Expuesta a la vista del público, a penas cubierta
con un kimono azul, una chica oriental permanecía sentada,
inmóvil, con las piernas abiertas. Su cara, casi infantil, parecía
agotada.

Decidí entrar. Al cruzar el umbral del hotel una voz electrónica


me saludó en varios idiomas. El recepcionista trabajaba
insertando circuitos en una placa base mientras veía dos
televisores al mismo tiempo, uno de ellos emitía un programa de
cocina en chino. Al situarme en su campo de visión el hombre
sonrió con unos enormes dientes metálicos. Llevaba gafas de
pinza con lentes solapadas, sus ojos parecían anestesiados por los
aumentos.

-Buenas noches, ¿quiere una habitación por horas o piezas de


recambio? Si viene acompañado por alguna mujer el pago es por
adelantado, éste es un hotel decente.

-Quiero hablar de la joven del escaparate, la chica oriental –


aclaré dejando sobre el mostrador mi identificación electrónica de
Inspector de Policía del Distrito 28.

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-Señor… me parece que aquí hay un terrible malentendido… - rió
nerviosamente el recepcionista, retirando su pelo grasiento hacia
la nuca -. Si se refiere usted a Blue Loto…

-La prostitución es ilegal fuera del barrio del placer, puedo


cerrarle este puto antro en menos de veinticuatro horas… pero
esto tiene muy mala pinta, porque la chica no parece tener más
de diecisiete años.

-Señor, creo que no voy a decir nada más por el momento. Será
mejor que usted mismo suba a la habitación del expositor y hable
con Blue Loto, habitación 25, primera planta.

La escalera tenía los halógenos rotos, provocando un efecto túnel


muy agobiante. La moqueta desprendía un insoportable olor a
podrido y en la oscuridad podía oír el crujido de cucarachas a mi
paso. Arriba un hombre viejo, sin camiseta, respiraba con
dificultad. Imaginé como millones de huevos de ácaros se
introducían en sus pulmones con cada bocanada de ese aire
insano, una constelación de insectos ciegos hacían nido en su
interior, alimentándose con su carne rancia.

Al llamar, Blue Loto abrió la puerta. Tímida. Parecía recién


maquillada con polvo de arroz, cansada pero preparada. La
habitación era un caos de objetos chinos de mercadillo, cajas,
antiguos marcos labrados con fotos de su familia, baúles de
madera llenos de kimonos y telas. Me invitó a sentarme en su
cama y me sirvió té recién hecho. Era una criatura sumisa y
tímida, aunque había algo altamente sexual en ella. Me contó
cómo había llegado en la bodega de un barco de mercancía desde
China y tuve que escuchar con horror como la sórdida realidad
superaba con creces todo lo que había imaginado antes de entrar
al hotel. Escuché de sus labios como día tras día su cuerpo era
violado repetidamente por los clientes del hotel, vendedores al por
mayor que entregaban mercancía electrónica al recepcionista.
Contemplé sus ojos de agua, su piel adolescente, sus pequeños pies
vendados del tamaño de una taza.

Salí de la habitación con la promesa de llamar a un coche


patrulla y rescatarla de aquel infierno para siempre. En aquel
momento me sentí despreciable por pertenecer a la raza humana.

40
-¡Eres un mentiroso hijo de puta! – grité mientras el recepcionista
seguía impasible montando circuitos con sus gafas pinza.

-Señor… no monte un escándalo por nada, hay clientes que ya


están durmiendo. Pensé que al charlar con ella todo quedaría
aclarado, pero veo que no… No es una chica, es un modelo
artificial KW-87996, modelo androide femenino para ayuda
doméstica. Por el amor de Dios, ahí arriba no hay una chica, es
solo una máquina. La compré al peso al precio de chatarra, es un
juguete roto, excedentes de Corea, ¿no ha visto sus pies?

-¿Pero qué está diciendo? Los modelos artificiales KW solo fueron


un prototipo, se retiraron de la circulación hace años por su alta
similitud con los seres humanos, sería igualmente ilegal. ¿Qué
sucede con sus pies? Están vendados, es algún tipo de tradición
milenaria oriental.

-Es usted un sentimental, señor – sonrió el recepcionista


enseñando los dientes metálicos -. El anterior propietario de Blue
Loto se volvió loco y le corto los pies con una sierra. Yo mismo
inserte los pies que lleva ahora, pero como ya no hay recambios
para los KW tuve que insertarle unos pies de un modelo inferior
TMH, son mucho más pequeños, pero sirven para andar.

-¡No puede tener usted un modelo KW! ¡Han sido retirados! –


grité, aun furioso.

-Está permitido tener un androide KW siempre que se diferencie a


simple vista de un ser humano real, y con esos pequeños pies Blue
Loto nunca pasaría por humana. Tengo todo en regla, puedo
enseñarle los papeles… todo en vigencia, señor. Sólo le diré una
cosa más: Blue Loto no está en venta.

Felipe Solano 41
Eva Márquez (Madrid, 1977). Licenciada en Derecho. Escritora y poeta novel.
Algunos de sus poemas han aparecido en diversas páginas Webs y Blogs, así
como en diversas publicaciones, digitales e impresas, de España e
Hispanoamérica. Tiene su espacio en las Afinidades Electivas y forma parte del
REMES (Red Mundial de Escritores en Español). Compiladora de la antología
digital “Esnifando Letras”. Ha publicado los libros “Cosas que nunca te diré”
(Groenlandia, 2010) y “Retales de Estrógenos” (Bohodón Ediciones, 2010). Forma
parte de la antología “Póker de Reinas”.

Si me dejas sola

y después regresas a mí

a enturbiar mi noche,

no preguntes quién me hace el amor

mientras duermo,

y simplemente,

demuéstrame

que sabes hacerlo mejor.

42
Corre, búscame,

mi dirección de IP

está justo debajo

de tus sábanas.

Eva Márquez 43
Ana Patricia Moya (Córdoba, 1982). Pluriempleada. Licenciada en
Humanidades. Master en Edición. Ha publicado “Bocaditos de Realidad” (primera
edición, del 2008, la segunda, para el 2010). Sus textos han aparecido en
diversas revistas literarias, digitales e impresas, de España e Hispanoamérica. En
breve publicará su primer libro de relatos, “Cuentos de la Carne”. Sus poemas
han sido traducidos al inglés, catalán, italiano, alemán, francés y portugués.
Tiene su espacio en las Afinidades Narrativas y Electivas. En breve, sus relatos y
poemas aparecerán en distintas antologías y plaquettes.

La última voluntad de Maribel: hacer el amor con Diana. La


pobre mujer, entre la espada y la pared: por un lado, su novia,
a la que quiere con locura y con la que mantiene una relación
desde hace años; por otro, su amiga, enferma, que le reclama
ese único favor. Recuerda con tristeza cuando se presentó
Maribel en su despacho y le confirmó, solemne, la existencia de
un tumor en su organismo. El motivo de esta arriesgada
petición: Maribel siempre ha admitido sentirse atraída por su
amiga. Pero la barrera de la lealtad se imponía, y a pesar de
insinuaciones diversas, Diana sólo reclamaba amistad…
amistad que se pone a prueba esta noche de tormenta, amistad
que, posiblemente, provocaría una ruptura de corazones
heridos. La compasión es un pecado. Maribel la mira
seductoramente, acostada desde la cama, y Diana, de pie frente
a ella, desnuda y temblorosa, no encuentra el valor para
reaccionar, acostumbrada a no traicionar a ese cuerpo que tan
bien conoce; del deseo, a la pena: Maribel procura calmarla
entre susurros, para que los nervios de su amante y amiga no

44
le jueguen una mala pasada; conoce el carácter tranquilo y
amable de Diana, de su predisposición a cumplir sus promesas,
sin excepciones, pues su palabra, es ley. Y agarra confianza.
Pisadas que la aproximan a las sábanas de raso; los besos
tímidos, con labios apretados y ojos cerrados por parte de
Diana, las promesas de amor y juramentos de eterna gratitud
de Maribel; los roces con las yemas de los dedos, las manos
hábiles que recorren la piel con suavidad, con intensidad.
Contra el cristal de la ventana rebotan las gotas de lluvia que
arrecia fuerte; los suspiros, el sudor, los gemidos - de dolor, de
placer -, los gritos rotos en el momento de máxima tensión en
aquella habitación de Hotel. El silencio. El agotamiento. Los
sollozos de la infiel, echa un ovillo bajo el edredón, a espaldas
de Maribel, profundamente dormida. La claridad de la
madrugada avisa de que hay que retomar la rutina laboral. Sin
despedirse de su compañera, Diana se viste y emprende el
retorno a la oficina, entre lágrimas, con la sensación de
culpabilidad acechando a su alma. Ella sabe que Maribel está
casada con el cónyuge ideal, un hombre de buena posición
social, prestigiosa profesión pero iluso, pues desconocía que
aquellas a las que su mujer etiquetaba como “amigas”, muchas
eran sus amantes; sabía que Maribel tenía dos hijos, una niña
encantadora e inteligente, un niño simpático y enérgico, ambos
con un gran futuro por delante; pero, lo que no sabía Diana es
que Maribel, realmente, no estaba enferma de cáncer.

45
No creo en la poesía.

Creo en mis manos.

Y en ti.

Ana Patricia46Moya
Aurora Carmona Muller

Daniel de Cullá

Elena Ortiz

Eva Gallud

Franco Dimerda

Lucia Fraga

Patxi Irurzun

Ana Vega

Martín Cid

Yaiza Guevara

Adriana Bañares

Gema Serrano

Ximo Roselló

Jorge Merino

Victoria Dubrovnik

Roberto Ferrer

Silvia Loustau

Tomás Illescas

Juan Merino

Begoña Leonardo

Ricardo Bórnez

Emilio Arjona Crespo

47
Ana Pérez Cañamares
Aurora Carmona Muller (Sevilla). Escritora, poeta, dramaturga. Ha escrito y
dirigido “Margot o muerte de un guionista frustrado” (Teatro Joven Ayuntamiento de
Tomares, 2000), “No sé bailar” (cortometraje realizado en EICTV de S. Antonio de
los Baños, Cuba, 2000). Sus relatos y poemas han aparecido en diversas revistas,
páginas webs y antologías. Ha participado en el Festival de Perfopoesía de Sevilla y
en Cosmopoética.

Pronto su olor se quema y las cenizas reposan


tras las nuevas conquistas de la almohada.
Pronto borran de su mente el paisaje adorado.
La postal de un paseo infinito.
Las palabras tiernamente susurradas.
La luz de una vela incandescente,
atónita ante el acelerado ritmo cardiaco.
Pronto un repiqueteo de tambores enturbia la melodía premiada.
La elegida como banda sonora de la historia.
Pronto se desvanece el soplo de rencor,
la impotencia de ahogarse
en los mismos, frustrantes pensamientos.
Pronto se olvida y se construye un nuevo imperio
con idénticos ladrillos de entusiasmo.
Pronto definimos como una vivencia más,
lo que antaño motor fue
de nave con rumbo fijo.

Aurora Carmona Muller


48
Daniel de Cullá (1955). Poeta, escritor, pintor y fotógrafo, miembro fundador de la
revista literaria “Gallo Tricolor”, así como de la Asociación Colegial de Escritores de
España. En la actualidad, participa en espectáculos que funden poesía, música y
teatro. Dirige la revista de Arte y Cultura “Robespierre”, moviéndose entre Burgos,
Madrid y North Hollywood (USA). Ha realizado performances en Burgos, Madrid,
Alemania, Bruselas, Suiza. Ha colaborado en el segundo libro de “Literatura y
Creación Artística” (La Bañera con Trampolín). Ha realizado diversas exposiciones
colectivas.

Oración
Esto es, el pensamiento
Expresado con palabras.

Leo Interviú
Sentado en la taza del retrete
Mi retrete es un palacete
Estilo Conde Drácula
Y hay escrito en la pared:
“En Vampira abierta
El murciélago peca”
Ven, mezcla mi amor
En tu sangre
Y evangelízame el capullo
Que los lobos salvajes
Ensotándoos
Apadrinan por el ano.

Yo quiero que Amor


Sea la corchea y semicorchea
De la Orden de tu Órgano
Que halagüeñas esperanzas
Me da el tubo de la risa
En tus ovarios

49
Con hesitación alguna
Fervoroso altruismo
Y vocación
A tan lejos colonizado
Desde el ojo al globo
Desollando el capullo
En tu hospitalario
Y escabroso paraje
Ora abrasado
Por los rayos de tu orgasmo
Ora callado
En huevos fritos
Con aceite de tus labios.

Que tus pechos heterogéneos


De obstinada sumisión
Benefician al hisopo
Con el venturoso logro
Del caldero mofletudo
En hordas de osos
Sometiendo Amor a martirio
Entre nobles tetas-ores
Sin más armas en las manos
Que el breviario del sexo
Herido de muerte
Matando sin matar Amor
Exorada absolución
De este verduguillo
Obnubilado
Por la Amada en el Amor
Que se cierra en concha
Ensangrentada
Y corre por la glándula pineal
En fuentes de leche
Sintiendo repicar
Las campanas de sus muslos
¡Sin badajo!

El Verbo copulativo

50
Llevándose las manos
A la cabeza desesperado
Corre apresurado
Al libro de cuatro labios
Perdiéndose
En el labiado aro del pozo
Amanecido en el ojo de gallo
La conversión del sarro
Y la herejía
Donde Amor idolatra la Vida
Haciendo del Acto
Carabela surcando el Atlántico
Y al piadoso misionero
O al coloncillo espermático
De turno
Colonizador colonizado
Antorcha bienhechora
Que ilumina los espíritus
Que sueñan la entrepierna
En el umbral de a cuatro
Al final del sexo cantando:
La sopa quema
Estudiamos para ingenieros
El niño la tiene tiesa
Hola, pajarito sin cola
Este hombrecillo fue siempre así
Elevada la tengo
Hasta mi Señora.

Ves:
Amor Ella A Cula
A la española.

Daniel de Cullá 51
Elena Ortiz (México). Licenciada en Ciencias de la Comunicación, egresada en la
Universidad Franco-Mexicana. Miembro de la Red Mundial de Escritores en Español
(REMES), de la Unión de Escritores Hispanoamericanos y de Escritores
Latinoamericanos. Participó en la antología “Mejores Textos” (2008), editada por el
Rincón de los Escritores y en la antología “Iwith” (Bubok, 2009). Sus poemas han
aparecido en diversas publicaciones literarias. Recibió accésit y mención de honor
en el I Concurso de Relatos Convocados por la Revista Literaria “Katharsis” y
finalista del II Concurso de Microrrelatos para abogados.

Alguien hizo la denuncia, me capturaron en plena vendimia de


droga, pensé que pasaría muchos años en prisión después de un
engorroso y desgastante litigio. Pero intervino el honorable Juez
que imparte justicia y por eso es respetable. Manipuló las
pruebas y compró testigos. Quedé libre de cargos, pero a su
merced.

Entró en la habitación. Me miré al espejo. En unas cuantas


semanas nacería el bebé, debía acostumbrarme a parecer un
globo repleto de aire. Me arrojó a la cama y comenzó a
recorrer mi cuerpo como si se tratara de un teclado de juguete
al que se puede aporrear.

De cuando en cuando viene, y sin más, hace uso de mi cuerpo y


me posee sin recato. No pisé la cárcel nunca, pero soy
prisionera igual. Me pregunto mientras él termina de hacer lo
suyo, ¿quién en esta vida puede presumir de no ser criminal?

Elena Ortiz
52
Eva Gallud (Madrid, 1973). Pasa el día encerrada en casa traduciendo, navegando
sin destino y leyendo cajas de cereales. Algunos la conocen como Monogatari y se
rumorea que estudia japonés. De las noches dice no recordar nada. Ha publicado
en Bubok el libro de relatos cortos “Crash”, y el poemario breve “Fuga de Memoria”.

No sé qué tiene este cuarto


cuando se inunda de abril
que todo huele a detestar.
Cansada a destiempo
de esperar el minuto
uno del partido
para salir corriendo
del hoyo catorce
y rodar.

De momento me aovillo
cubierta de barro
y me seco al sol del balcón.

Que nada me toque.

Moléstenme sólo
para darme de comer.

53
Me tomo lo que me queda
de esta cerveza
baba caliente
abrazos besos y abrazo
y me evaporo.

No me acompañes al taxi
que me da palo
verte ahí de pie
pensando hacia dónde irás,
qué hacer.

Me queda un cuarto de hora


para dejarte
abandonarte
y tirarte como a un perro
en el arcén.

54
Tengo algo dentro:
una bola de pelo
que da vueltas
y se enreda
aún más.

Saboreo la tinta
en la boca
y empiezo a tirar de ella
sin tocar el hilo
que no hay que rozar,
ése que al final
lleva atado todo
lo socialmente inaceptable.

Si pudiera meter
del todo la mano
hasta dentro,
arrancar eso
que no sé qué significa
ni a qué huele
ni a qué sabe
aunque me lo haya tragado
mil veces antes.

Eva Gallud 55
Franco DiMerda (Lima, Perú, 1973). Ganó en su tierra natal varios concursos de
cómic y ha publicado en distintos fanzines y revistas del medio. En el 2000 logró
refugiarse en España, país en el que vive desde entonces. En la actualidad, escribe
diversos relatos cortos para las revistas musicales “Heavy Rock” y “Kerrang”.

Un camello vendía LSD en una transitada avenida


de la ciudad. Cuando la policía lo detuvo, el
camello fue a parar a la cárcel. Cuando
finalmente salió, el camello se dedicó a vender
GHB. De vuelta la policía lo detuvo y de vuelta el
camello fue a parar a la cárcel. Cuando por fin
salió, el camello se dedicó a vender PCP. De
vuelta la policía lo detuvo y de vuelta el camello
fue a parar a la cárcel.

— Seguiré vendiendo calmantes —se dijo el camello


una vez que lo soltaron—, pero esta vez cambiaré
de formato. Estoy hasta las pelotas de la cárcel.

Y creó la ETT.

56
Todo era cierto. Lo del hechizo a la bella durmiente, lo de su
profundo e inmutable sueño, lo del tipo que vino a visitarla
después de mucho tiempo, incluso lo del beso en su mejilla.
Pero nunca fue cierto que la bella durmiente se despertara.
Ella sólo se levantó después del beso y vio al amor de su vida
y vio que era un príncipe y se casó con él y se fue a vivir a un
palacio y tuvo muchas sirvientas y nunca más tuvo que
cocinar ni lavar la ropa y su príncipe jamás la engañó con
otras mujeres ni le rompió la cara a puñetazos y tuvieron
muchos hijos y todos juntos vivieron muy felices y comieron
costosísimas perdices. Pero eso era sólo parte del sueño. De
un profundo sueño del cual nunca despertó.

Franco Dimerda
57
Lucia Fraga (A Coruña, 1979). Traductora y asesora lingüística. Actualmente,
estudia psicología. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidade da Coruña.
Especialista en el área de Teoría de la Literatura; posee diploma de Estudios
Avanzados y un curso de especialización en “Teatro, Cine y Audiovisuales”. Ha
elaborado diversos trabajos sobre escritores de lengua gallega y cine. Ha residido
en Alemania, donde impartió clases de literatura contemporánea y literatura
aurisecular. Miembro fundador del grupo poético “Los Vándalos”, y de su revista
“Méster de Vandalía”. Sus poemas han aparecido en diversas publicaciones:
“Coolcultural Galicia, “La Bella Varsovia”, “Piedra de Molino”, etc. Ha participado en
antologías poéticas. Ha publicado el poemario “Nostalgia del acero”.

Sabes que detrás de mí


hay una sonrisa que sí existió
y siento esas campanillas
que acuden a mi cabeza
cuando pienso en esa infancia
que descuidó la memoria.
Tiene toda la fuerza de las noches azules,
de cuando me sentaba
al pie de la roca de los sueños
y dejaba que el viento me arrastrase
las lágrimas de la frente al pelo.

58
Tengo que decirte,
Aunque sé que ya nunca me escuchas,
Que, a veces, mezclo pastillas con alcohol.

Es la única manera de sobreponerme


A verte calcetar con los dedos
Y llamarme “mamá”, cuando te doy de comer.

Cuando bebo, te recuerdo, madre,


Cómo me reñías por desaliñada
Y ahora eres tú, la que casi anda desnuda.

Voy detrás de ti, con la ropa, tu bata.


Y me preguntas: “Mamá, ¿cuándo llegamos a casa?”.
Me desmorono y me meto un viaje de Rexer Flash con ginebra.

“Ya hemos llegado, mi vida”.


Lástima que no te ponga de mala hostia
Mi olor a lágrimas y alcohol.

Ahora tengo una hija mayor que yo.


Y eso que pedía a Dios
Ser madre para que tú lo vieras.

Pero tú ya sólo ves


Imágenes de plata oxidada y algodón.
Mis niños serían destrozos de tu cerebro malherido
Con quien seguir calcetando chaquetitas
Con los dedos.

59
Hay dolores que se inician
en el dibujo de un cuento de hadas
y terminan en unas medias negras
con un par de agujeros.
Soy aquella que ni es niña
ni quiere ser mujer,
porque demando a dentelladas del pasado
lo que por derecho el tiempo me debe.
¿Dónde está el precio de las niñeces arrebatadas?
¿Dónde está la corona de flores donde respira hoy la de espinas?

Hay momentos en los que imagino


que duermo entre mis propios brazos
y mi boca busca la cara de la niña
que sostengo.
Le canto al oído dulcemente
y siento su respiración caliente contra mi cara.
Las dos nos acunamos.
Pero se rompe mi sueño,
cuando descubro una muñeca rota en el suelo.

Lucia Fraga 60
(Pamplona, 1969). Autor de los libros: “Cuentos de color gris”, “Cuentos
sanfermineros”, “La polla más grande del mundo”, “Ajuste de cuentos” (relatos y
cuentos); “Odio enamorado”, “Cuestión de Supervivencia”, “Ciudad Retrete” (novelas).
Ha participado en diversas antologías (“Golpes, Ficciones de la Realidad Social”,
“Tripulantes”, etc), ha coordinado algunas (como “Hank Over \ Resaca”) y también
ha colaborado en diferentes medios (“El País”, “ADN”, “Vinalia Trippers”, “Fábula”,
etc). Ha obtenido diversos premios literarios.

Ha llegado el invierno. El invierno de verdad. Ese frío que


traspasa el cuerpo como un carámbano hasta los tuétanos.
Mi chabolo se encuentra en una esquina de la prisión y el
viento helado lo golpea sin piedad hasta convertir sus
paredes en una nevera. Pero no me importa. Lo prefiero a
cualquiera de esos otros que dan al patio, donde el paisaje
son sólo los tendederos, la ropa interior colgada como una
bandera blanca, una rendición, un desierto de caricias. Desde
la ventana de mi chabolo veo el monte, el sol, la luna, los
pájaros que pasan... mi chabolo es un sol de hielo negro, un
sol que un dios canalla, un dios a imagen y semejanza del
hombre, ha apagado de un manotazo pero alrededor del cual,
a pesar de todo, la tierra sigue girando. Un dios crepuscular
al que cada atardecer de verano las parejas degollan para
tumbarse bajo los rescoldos de su cielo ensangrentado a
comerse un helado entre beso y beso. Como si su amor fuera
una venganza por el que nos han arrebatado a nosotras a
cambio de estos días iguales – recuento, comedor, patio...-,
estos días de fugas abortadas en llamadas y bis a bis
cronometrados, en cartas rasgadas a las que sin embargo no
pueden tapar los agujeros que nos dejan ver fugazmente el

61
otro lado del muro. Y así sé que aunque aquí todo esté
detenido, fuera las estaciones se suceden, después del verano
llega el otoño, y tras las rejas los montes se peinan con las
cenizas de cielos grises y hojas amarillas, hojas que en la
ciudad los barrenderos amontonan, y sobre las cuales se
lanzan los niños, sienten regocijados crujir bajo sus
cuerpecitos la hojarasca seca, muerta, la reducen a polvo
entre carcajadas, completan sin tener conciencia de ello el
ciclo, y así la vida sigue, y no hay chabolo en el que puedan
encerrarla, en el que la vida quepa por completo, sólo pueden
encarcelar nuestros cuerpos, pero nuestros sueños, nuestros
recuerdos, traspasan los muros, y lo mismo hacen, en
dirección contraria, los de quienes nos quieren y nos esperan
al otro lado...

El cuerpo, sin embargo, ese cuerpo arrojado a la intemperie


de un invierno que hurga en los adentros como un perro
rabioso y hambriento, también necesita aquí dentro de vez en
cuando calor, y los viajes proyectados con la imaginación, los
pájaros que se posan en el alfeizar de la ventana, toda esa
poesía carcelaria, necesaria para no perder la esperanza, no
son suficientes. No fueron suficientes ayer, cuando salió mi
compañera de celda.

- Hace frío en este chabolo - dice ahora la nueva.

Una más. Ya he perdido la cuenta. Es así a menudo, creo que


lo hacen para castigarme, para embrutecerme, para
arrebatarme la dignidad, para anestesiarme los
sentimientos. Desean aislarme. Quieren que aprenda a no
quererlas, que envidie y odie su libertad, que me rompa
esperando mi turno. Pero yo me resisto, y ayer, cuando me
despedí de mi compañera, lloré, lloré por ella, como si no

62
fuera sólo otra más, un número más, y también lloré por
mí, incluso lloré por ellos, por esos carceleros, por todas las
miserias y grandezas del ser humano, y cada lágrima, al
contrario de lo que ellos creían, era una liberación, una
victoria.

- Sí, ya ha llegado el invierno. El invierno de verdad -


contesto.

Sólo es una llave para iniciar una conversación. Hablamos.


Me cuenta que tiene tres niños. Me enseña sus fotografías.
Tienen la piel oscura y los ojos grandes y negros. Le digo
que son muy hermosos. Se le llenan los ojos de lágrimas y se
vuelve avergonzada hacia la ventana. Yo le cuento como es
mi país. Ya no hace tanto frío. Dentro de poco llegará la
primavera.

Patxi Irurzun 63
Ana Vega (Oviedo, Asturias, 1977). Escritora, crítica literaria. Miembro de la
Asociación de Escritores de Asturias. Ha colaborado en diversas revistas literarias.
Autora del libro “El cuaderno griego”. Obtuvo el accésit del XXVI Premio Nacional
de Poesía “Hernán Esquío” (2008). Posee varias obras inéditas (de poesía y relatos).
Ha participado en recitales y en distintas antologías (la última, editada por
Bartebly, “La manera de recogerse el pelo: Generación Blogguer”). Ha sido traducida
al inglés. Actualmente, organiza eventos culturales y coordina talleres literarios.

Hay cuerdas
colgando
del cielo.
Preparadas, listas,
para encajar
cabezas
con un nudo.

Hay cuerdas
que se convierten
en soga
y
cuerdas invisibles
que anudan
las manos.

64
La cama estaba a medio hacer. Ella dibujaba su silueta mientras
permanecía tendida en el suelo. Su cazadora estaba allí, junto a
ella, y sus zapatos y su camisa. Ella permanecía en el sitio exacto
del suelo en el que aterrizó al caerse de la cama. Ni siquiera intentó
levantarse, realizar movimiento alguno; allí quieta, con su camiseta
estirada por el uso y las piernas frías por el contacto con el
mármol. Seguía dibujando su silueta perdida en el suelo, a su lado,
su cabello ondulado parecía invadir ese espacio que él debería
ocupar, que ella dibujaba para retenerlo. La ventana seguía abierta.
Llevaba horas ahí, en la misma postura, helada. Cada vez que
cerraba los ojos lo escuchaba de nuevo: el sonido de un cuerpo que
se estrella contra el asfalto. Cuando cayó de la cama comprobó que
la pesadilla se había hecho realidad. Ya no volvió a moverse.

Ana65Vega
Martín Cid. Autor de las novelas “Ariza” (Editorial Alcalá, 2008), “Un Siglo de
Cenizas” (Editorial Akrón, 2009), “Los siete pecados de Eminescu” (libro virtual,
descargable en su página Web) y del ensayo “Propaganda, mentiras y montaje de
atracción”. Dirige la revista cultural bilingüe “Yareah Magazine”.

Un espejo es aire sin rostro, quebrado en el tiempo. Hay


espejos cientos, pero sólo hay un rostro. A veces, se mira en
el espejo; a veces, hay aire. Un espejo revela la verdad en la
forma, el espejo guarda la forma escondida del sexo. Así un
espejo, en esencia, nada es.

II

La mujer que se mira en el espejo busca la imagen del que


mira, encuentra el reflejo del que espera, ansía olvidar...
busca la ilusión del recuerdo y, espera, sólo espera, siempre.
El espejo bien lo sabe.

66
III

El hombre busca la mujer en el espejo, encuentra la imagen


vacía de una madre, de un reproche. Se mira en el espejo y, al
fondo, ve su vida, orgulloso, vacío.

IV

Los amantes, por fin solitarios, se miran en un espejo que se


contempla. El espejo devuelve la imagen adulterada de la
mujer que espera, el engaño del hombre orgulloso y vacío.
Tras la mirada en un gesto propio y falso, el espejo no sonríe.

El espejo no devuelve el rostro. En neblina, los amantes


marchan.

Martín67Cid
Yaiza B. Guevara (Barcelona, 1991). Estudiante de Bellas Artes y próximamente,
de Estudios Literarios de la Universitat de Barcelona (UB); ha ganado el VII
Concurso de Cuentos de Gracia. Ha coordinado la revista “El Corb Xerraire”.

Es esa poesía hermética en la comisura de tus


labios. Fría. Tu lluvia de ayer se me cala en los
huesos. Son tus versos, higiénicos, pulidos sobre las
manos. Es tu Eva latiendo en el pecho.

Deja que te encuentre entre las calles sucias que


hacen un laberinto en la garganta. Que siga a esos
versos, esa poesía de hospital, moribunda como un
joven punk, subida en un taxi.

Has matado un cordero, y sin embargo tu delantal


de niña está blanco y almidonado. Tus ojos son la
muerte, y sin embargo qué perlas por las que
lloraría.

Eres tú, eres tú y son esos versos. Esos que son


pasos en el asfalto hacia la noche.

68
Como Clarisse me sentaré. Doblaré los pliegues de mi falda
con cuidado. Seré pulcra, seré una hormiga blanca y me sentaré
en el cine, en el mundo.
Pasará deprisa, tan rápido como una rampa como un grito
tan rápido como un sueño en despertar.
Pero yo no pasaré porque apenas latiré, las hormigas no laten
o laten poco. Mi falda intacta de espaldas al tiempo. Las horas
se enfadarán al rato y no querrán jugar conmigo.
-¡Tramposa!
Como Clarisse seré bella. Mármol mártir. Sin horas quizás me angustie,
sin palabras seré un túnel. Pasará algo un día y entonces
alguien traerá flores.
Eso será todo.

Yaiza Guevara
69
Adriana Bañares Camacho (Logroño, 1988). Estudiante de Filosofía. Directora del
fanzine independiente “LaFanzine”. Sus textos han aparecido en diversas
publicaciones, digitales e impresas, así como en blogs. Ha participado en recitales
poéticos y ha obtenido diversas menciones por sus textos.

Y siento que el asco me condiciona / me siento como una traidora, una ramera mentirosa
No quiero nunca más volver a veros / sois la viva estampa del deseo, que se ha vuelto un embustero
Carlos Ann.

¿Hoy tampoco vas a preguntarme qué tal me ha ido el día? Ni


siquiera te lo preguntarás. Ya ni te acuerdas. No, no pasa nada. Voy a
quedarme esta noche también, aunque hoy no voy a solicitar la ayuda
de la televisión ni de Internet para mantenerme despierta. Hoy voy a
quedarme sola con los remordimientos, y te escribiré – te escribo –
para contarte qué he hecho. Lo que no tengo muy claro aún es si seré
capaz de enviarte esta carta. Ya me conoces. Les he dejado solos.
Solos y lejos. Donde no puedas encontrarlos jamás. Aunque, ya sabes,
conmigo estas cosas… quizá antes de terminar esta carta o este año
me dé por confesártelo, aunque no es ese el objetivo principal. Pero
ante todo quiero que me entiendas. Me aburrían demasiado. Estaba
sometida a una presión terrible. Con ellos era todo muy complicado, o
demasiado sencillo. Para mí los términos que utilicemos ya no tienen
el menor sentido porque ya no sé diferenciar lo falaz de lo cierto.
¿Entiendes a qué me refiero? Seguro que sí, siempre has sido muy
listo. Yo no era muy de llevar cuadernos en el bolso. Me parecía de
una pedantería suprema llevar con uno mismo un barato cuaderno

70
del bazar chino y mostrarlo al resto como si fuese un catálogo del
artista que se supone que cada cual lleva dentro. No sé si me explico.
La cuestión: pedantería. Estaba muy harta de encontrármelos en
todos los bares, mostrando rimas, versos matematizados con
calzador, dibujos fríos, tantas páginas inexpresivas y todos
chupándose las pollas mutuamente. Muchas veces me distraía
mirando puntos estratégicos del bar en cuestión y pidiendo más y más
cañas. Muchas veces, la mayoría de ellas, para ser sincera, dejaba
que me invitara alguno de esos poetas. Ya me conoces, siempre he
tenido un deje meretricio. Aunque ambos sabemos cuantísimo repudio
el contacto físico. Pero eso ellos no lo saben, así que a callar y al
tema. Cuando me han pedido dedicarles algún texto, he callado y he
dedicado. Con cariño para Equis. Otras veces me han dejado ellos sus
cuadernos y han manchado el mío con sus estúpidos versos y sus
simplísimos dibujos. Estética naif dicen. Que les den por saco. Hasta
un niño podría dibujarlos. Yo, a escribir y a callar. Posmoderna,
distante y fría, clavando en sus hojas palabras, versos, frases, lo que
fuere, sin pensar ni dándole la más mínima importancia, a un texto
que prevalecerá el tiempo que él estime oportuno, en su moleskine,
donde guarda sus poemas estratégicamente pasados a limpio con el
deje, la puntillita, la mota de polvo exacta que haga parecer que están
escritos ahí directamente. Tonterías aparte, de mi texto mi mente no
guardará estela alguna de recuerdo.

Mis prosas, mis versos, mis dibujos. Nada de lo que yo haga es ni será
mejor ni peor que lo de ellos. Pero alguien alguna vez diría que lo mío
es diferente, visceral, realmente bueno. Eso basta para que el mundo
literario caiga rendido a los pies de uno. Eso no está tan mal si sabes
manejarlo. Pero yo soy débil, ya me conoces. Me dices que me estoy
mareando y me mareo. Me dices que te quiero y lo abandono todo por

71
ti. Me dices que escribo bien y me creo mejor que toda esta cuadrilla
de escritores malditos de las mismísimas pelotas.

Lo que me ha pasado es que he terminado muy harta ya. Desde fuera


no sé qué parece. Puede que parezcamos amigos y confidentes, pero en
realidad no somos nada de eso. Nos envidiamos tanto. Todos
queremos escribir como el otro, dibujar como el otro, hablar, cantar,
hasta el color y el corte de pelo… todo causa estragos en nuestro ego.
Somos enemigos en potencia y sucios competidores en acto. Pero lo
que realmente quieren esos poetas, ya lo sabrás bien, - siempre te has
considerado uno de ellos - es follarnos. Todos los poetas que he
conocido a lo largo de mi vida. Ellos, ellas, todos. Han venido a
contarme estupideces. Todos me han citado a no sé quién. El mundo
se divide en dos: los que han amado de verdad y los que no. Todos me
han confesado ser sensibles y románticos. Todos han sido atentos. Me
han querido prometer el cielo y la tierra. Pero a la hora de verdad,
cuando descubren por dónde me paso sus versos, sus trazos, su
música, sus cortos, etc. si te he visto no me acuerdo. A los artistas no
les hurgues en el ego, que les duele. Al final resulta asqueroso. El
sexo con poetas siempre duele.

Empecé mintiendo. Como siempre, ya me conoces. Al final opté por


poner la tele. Te parecerá estúpido, pero he pasado miedo. Me pareció
escuchar sus gritos. Ya sabes cómo es esta casa: el pasillo es
demasiado largo y estrecho. Intenté subir el volumen de la música,
pero es no hizo sino empeorar las cosas. Espera que me ría
nerviosamente. Ya está.

Adriana Bañares Camacho 72


Gema Serrano (Córdoba, 1981). Estudiante de Filología Hispánica. Apasionada
del teatro (desde hace ocho años, participa dentro del panorama teatral de
aficionados) y la lectura. Desde la ciudad sultana, nos remite poemas y relatos.

Tu mirada al despertar.

El agradable tacto de unas sábanas frescas tras una

dura jornada.

El perfume que nos envuelve un momento.

La brisa de un domingo de primavera.

Tu voz que me invita a viajar por otros mundos.

El chasquido cálido de una chimenea.

Ropa tendida al sol en un prado de esperanza.

Una copa de buen vino junto a una ventana de azahar.

El olor de una fruta abierta.

Los sueños más felices a tu lado.

Tus manos, tus dedos, tus caricias en mi cuerpo

después de hacer el amor.

73
Aquella tarde volvió a planchar su vestido azul de pliegues, el
de tirantes cruzados a la espalda, el del bordado en el bajo, el
que le disimulaba aquellos complejos que sólo ella conocía. Una
vez más se dispuso a conquistarla. Sin embargo, esa tarde sería
la definitiva. Ya no bastaban las intensas miradas ni los
encuentros casuales: estaba decidida a dar el paso definitivo.
Pero, ¿cómo hacerlo? ¿La llamaría por su nombre? ¿Podría
mirarla a los ojos sin dejarse inundar por ese universo infinito?
Y entonces la vio tan linda como siempre, con su pelo recogido a
un lado, con sus vaqueros desgastados y la blusa verde que tanto
le gustaba a Laura. Sabía dónde encontrarla, y no se equivocó.
Se acercó a su princesa mientras se desenredaba el cabello con
la yema de los dedos. ¡Elena! Le dijo una por una todas las
dulzuras que existen y las que aún están por inventar, le mostró
placeres infinitos paladeando cada palabra, le entregó su
esencia aún intacta… y entonces… una sonora carcajada, una
estúpida burla, una grosería desmedida, una carrera
precipitada, una lágrima resbalando hacia el abismo, una herida
profunda... demasiado, tal vez.

El siguiente jueves Laura no acudió. Ni el siguiente a ése. Ni el


posterior. Ya nadie volvería a ultrajarla, no, mejor dicho, a
despedazarla sin más. Ahora ella se encontraba a salvo,
tumbada en el suelo del baño con las muñecas abiertas por
culpa de una cuchilla afilada porque aquella chica que ella
adoraba descubrió su secreto en el instituto.

Gema Serrano 74
Valenciano y estudiante de periodismo; extrovertido, simpático y alegre, siempre
alegre. Adora el cine, la música, rock, hip-hop, Sabina, la buena literatura, escribir,
sonreír, hablar, conocer, saber, errar, aprender, amar, la noche y sus estrellas,
perdonar, la soledad, sus amigos y su vida. No soporta a los que mienten y se lo
creen, los imbéciles, el orgullo, los gritos, la soledad como única amiga, el racismo,
la guerra, homófobos, intolerancia, hipocresía…

Las luces tenues de las velas iluminaban la pequeña sala


de estar, irónicamente, la más grande de la casa. Pero ello
jamás le importó a Sofía. Su amor por Manuel era más
grande que cualquiera de las miserias que habían vivido. El
baile de las velas lo marcaba la fiel brisa que entraba cada
noche por esa ventana, abierta unos pocos centímetros. Una
de las cortinas seguía el ritmo de las velas y, desde la
vista de la silla de Sofía, mostraba y ocultaba un mueble-
estantería, viejo y gastado por el tiempo, lleno de viejos
recuerdos del pasado, atrapados en forma de instantánea,
en el presente. En una de ellas se aprecia claramente a
Manuel, en una atracción de feria, riendo, como siempre lo
ha hecho. Pegada a él una niñita de seis años con toda la
vida por delante y cogida al brazo de ese joven hombre,
como si no quisiera perderlo jamás, como si siempre fuera
a estar a su lado. En otro hueco, un retrato más antiguo:
Manuel y su hermano mayor, fallecido un par de años
atrás. El rostro del más pequeño apenas supera los quince
años y muestra una gran sonrisa, digna de un niño feliz. La
misma sonrisa que aparece en otro retrato más grande: de
verdad parece tan feliz; de pie, está agarrado a una joven

75
muchacha que lo mira y sonríe alegremente, como si nada
más importara. Va vestida de blanco, con una larga cola.
Debe de ser Sofía. Debajo hay una fecha señalada: 12 de
noviembre de 1962. Cuarenta y siete años casados. Quién lo
diría.

Hoy es 12 de octubre y como cada doce de cada mes,


Manuel prepara una sabrosa cena a su mujer para celebrar
que el tiempo, amigo fiel de la soledad, no ha separado
jamás estos dos corazones. Cierto es que ha habido unas
cenas mejores que otras, pero sólo en lo que respecta al
alimento, porque Manuel sabe que en cada cena, su amor
hacia Sofía ha sido mayor que en la de cualquier mes ya
pasado. Ahí está Manuel sentado en su silla, mirando de
frente a la de Sofía. Estira su brazo derecho para cogerle
su mano izquierda pero un pitido lo detiene. Es el horno. El
pollo está listo. Manuel se levanta con una pequeña
sonrisa, bien por sentirse un poco ruborizado después de
más de 40 años, bien por la cena: este mes ha tenido que
hacer algún gasto de más y la pensión le impedía comprar
las langostas que tenía previstas; pero sabe que Sofía nunca
ha mirado precios. Sabe que su amor siempre ha sido
sincero.

Manuel regresa de la cocina. Al volver, tiene de frente el


mueble-estantería. Su mirada queda fija en él; una de las
instantáneas atrapadas en el presente le lleva a un pasado
que recuerda cada doce de cada mes. Un extraño recuerdo
le invade alma y corazón, y lo rompe en mil pedazos, igual
que el plato que traía para Sofía; cae al suelo ese pollo que

76
nunca volverá a prepararse con tanto amor. Desplomado,
cae y revienta a llorar, tanto como lloraba el día del
entierro de Sofía. Recuerda a su única, hija agarrada a su
brazo, como en aquella foto de cuando era pequeña en la
atracción de feria; ninguno de los dos, igual que ahora
Manuel, podía parar de llorar, y de hecho, ninguno quería.
Cada una de las lágrimas reflejaba un recuerdo de Sofía. Y
aunque la vida de alguien no tenga que depender de las
lágrimas derramadas tras su muerte, pueden contarse una
a una, recuerdo a recuerdo, y queramos o no, están ahí, y
son reales. Como el amor de dos corazones a los que ni la
fría muerte es capaz de separar su mismo latir.

Ximo Roselló
77
Jorge Merino Molinero (Valladolid, 1976). Los reyes magos nunca le regalaron
una guitarra, frustrando así su sueño de ser estrella del rock. Su torpeza con el
balón en los pies malogró la utopía de jugar en primera y poner criada a su madre.
La incompetencia con los números y fórmulas sirvió para que únicamente se
licenciara en el servicio militar. Decidió, como última bala de la recámara, ser poeta
para levantar la voz y contar mentiras, con poemas que suenan a canciones
desafinadas, versos que suben la banda sin encontrar renta y rimas con ecuaciones
nunca despejadas.

La he visto pasar
ayer
como el fantasma de las navidades pasadas
de Dickens,
con sus ojos oceánicos secos
por el cambio climático.

No recordaba su nombre pero está


igual de hermosa a los treinta y tantos
que cuando la besé
aquella tarde en el 91.

Se parece tanto a mi mujer


que por un instante dudé
si será mi fijación
por un determinado canon de belleza
o es que siempre la he buscado
en todas las demás.

78
Al fin y al cabo,
a riesgo de parecer machista
por nombrar la parte por el todo,
ella es
al fin y al cabo,
las primeras tetas que toqué.

Jorge M. Molinero
79
Mujer. 28 años. Su vida, una historia que empieza en el hostal Existencia. Después le
llovieron días tristes, y alegres. Felices y amargos. Y después palabras. Y más
palabras. Y cambios, errores y dudas. Un día, un relámpago la traspasó, y le asaltó
una felicidad clandestina, secreta y oculta. Y gritó. Y toda la verdad se difuminó en
el aire. Y vivió peligrosamente, y los interrogantes que la habitaban se deslizaron
por sus pestañas. Y murió y volvió a renacer. Y entonces le quedó un mundo ancho,
blanco e infinito. Y una vida. Toda la vida por delante.

Victoria abre el buzón. Lo hace con un gesto triste, afligido


y desprovisto de ilusión, segura de que la única
correspondencia que va encontrar son las ofertas del
Carrefour y los descuentos del 2x1 del Telepizza, que a día
de hoy, no puede utilizar. Ella es una. Ella es tan sólo una
porque el destino la ha conminado a ser un número
indivisible y solitario. Ella, repito, es una, pero a pesar de
esto, acumula tenazmente y con una esperanza alegre y
ancha todos los descuentos, sabiendo que llegará un día que
los utilizará, que podrá hacer uso de esos vales que abogan
por una vida vivida a dúo, y que ahora mismo le laceran las
manos, porque le recuerdan insistentemente ese número

80
siniestro y oscuro que es ella y del que quiere escapar. Pero
aún no sabe cuando sucederá eso, cuando ocurrirá la ocasión
para utilizar esa publicidad que tan amargamente, que tan
anhelantemente, protege y guarda. Al fin y al cabo, el
futuro es un misterio, y es justamente ese enigma lo que
hace interesante la vida. Y Victoria sale al balcón. El pelo
se le eriza. Vuelve a hacer frío. Se enciende un cigarrillo y
mira la calle. Observa a los peregrinos de la ciudad, y allí a
lo lejos, ve a un chico subido en su ciclomotor, y ve como
lleva la felicidad escondida dentro de una caja de cartón
roja. Y entonces Victoria piensa en quién se comerá esa
felicidad, en esa felicidad viajera que va a lomos de un chico
anónimo que además desconoce e ignora la importancia de
su misión: llevar la felicidad a las casas. Y es que él tan
sólo existe. Existe y hace. Y entonces Victoria piensa el día
en que telefoneara al chico de rojo y le dirá cuál es su calle,
porque es allí donde tendrá que llevar la felicidad, porque
aquel día utilizará los cupones, porque habrá ocurrido el
milagro, esa maldita casualidad que tanta ansia y no
sucede. Porque aquel día el azar se habrá puesto de su
bando.

Porque aquel día Victoria masticará la felicidad.

Porque la felicidad es también comer con un 2x1.

Victoria Dubrovnik 81
Roberto Ferrer (Cádiz, 1985). Joven poeta andaluz que comienza su rodaje lírico
con su primera obra “Grima y Escombros” (2010). Ejerce como educador en su
localidad natal, sirviéndose de la música como recurso pedagógico. Es licenciado en
Educación Social. Anteriormente ha publicado en periódicos de tirada estatal como
Diagonal y Rebelión.org. Desde el periodo de 2005 a 2009 fue fundador y editor del
periódico digital y andaluz GAS (Grupo de Acción Social). Actualmente publica su
poesía en diversas revistas digitales y de papel.

Es la era del eufemismo;

todo depende de cómo se mire.

Metálicas golosinas anestesiaron nuestros sentidos,

el óxido virtual eclipsó al empalagado corazón.

El vaso, ni medio lleno ni medio vacío,

os lo habéis bebido vosotros.

82
Allá va, inocente como una cereza encendida,

a devorar con su vagina el alma de aquel

que se le ponga por delante.

Ahora los lobos son domésticos seres

con un cubata entre las piernas;

ella lleva, bajo su roja capa,

el aguijón con el que hurgar en sus heridas.

Y los humilla lentamente,

por todo los años de carne de banquete,

muy lentamente.

83
Si con ingredientes transgénicos

se puede realizar un exquisito pastel.

Con palabras huecas y versos de plastilina,

tejeré un poema que trascienda.

Roberto Ferrer 84
Silvia Loustau (Mar de Plata, Argentina). Escritora, poeta, traductora. Ha ganado
diversos premios por sus poemas y cuentos. Ha publicado “Mandala”, “El
metabolismo de la lágrima” y “Espejo de los días”. Ha aparecido en distintas
antologías literarias y ha escrito diversos ensayos. Sus poemas han sido traducidos
al catalán, rumano y sardo. Colabora en revistas literarias, nacionales e
internacionales, así como en distintos sitios Webs. Corresponsal y miembro de la
Secretaria de Redacción de la Revista Anual Artesanías Literarias (Israel). Miembro
de Poetas del Mundo. Su último poemario es “De Mar y Madres”.

No recuerdo el día exacto en que llegó a casa. La casa grande, cerca


del río, en San Isidro. Con mi hermana lo empezamos a presentir.
Suponíamos que lo había traído papá. A veces creíamos que lo habían
dejado abandonado en el jardín. Pero depuse que se impuso, como un
huésped más, de tantos que venían a casa. Se impuso cuando
cerraron la puerta del cuarto de servicio, donde había un amplio
placard dentro del que mi hermana y yo jugábamos a la cueva
secreta. Ese cuarto en el que Sofía, de apenas cuatro años, pintaba
con crayones, mientras yo leía historietas.

Al principio no supimos qué era. Imaginábamos un duende silencioso,


acechando, acechando tras alguna puerta. Nuestra vida parecía
normal. Lo único que nos diferenciaba de otros chicos era la
cantidad de tías y tíos que solían pasar algunos días en casa. Cuando
ellos estaban algo caminaba por la garganta de los mayores.
Susurraban en vez de hablar. Se encerraban a conversar, y si de
pronto mi hermana o yo entrábamos, se hacía un silencio súbito. Si
estaba papá, levantaba una ceja y dejaba el mate o el pocillo de café
en suspenso. En esos momentos se oía su aleteo.

Algo había en la casa que se podía palpar. Lo sentíamos Sofía y yo,


mamá, y también papá. Vivir de esa manera era como vestir una
túnica helada y nadie puede entender como es si no se la ha probado.
Y aún después de probarla es difícil de contar. Todos habían
cambiado. Mamá estaba más nerviosa, de pronto nos retaba y de
inmediato nos abrazaba hasta cortarnos el aliento. O lloraba por
cualquier cosa, al escuchar alguna noticia, porque papá volvía del
hospital mas tarde de lo acostumbrado. Papá también cambió y él
que siempre nos explicaba todo comenzó a decir: no preguntes más o

85
ya lo vas a entender. Sofía empezó a llorar por las noches y a mojar
la cama. O se enfurecía porque mamá cerraba la puerta del baño
para ducharse; entonces Sofía lloraba y golpeaba la puerta gritando:
abrime, mami, abrime. No te vayas, mami. Y entre el llanto y los
mocos aparecía el pis. Mamá la abrazaba, murmurando: no te
asustes, mi chiquita, no te asustes. Recuerdo que Sofía me daba
mucha pena. Porque desde mis siete años su temor parecía mucho
más grande que el mío.

Y algunas noches la imaginaba durmiendo con eso, o que quizá la


espiaría desde detrás del sillón o aparecería debajo de su cama y con
una mano muy fría le apretaría el cuello hasta ahogarla o hasta que
mojara nuevamente la cama.

A menudo nos enviaban a jugar con Manuel, el hijo de nuestro


vecino. Teníamos la misma edad. Una tarde, mientras jugábamos, le
pregunté si él tenía miedo. Contestó que sí. Que por las noches. Que
él creía que el miedo salía a dar vueltas por las noches. Que a veces
te podía esperar con ojos refulgentes en medio de la oscuridad o
dentro de un placard. Esa misma noche, cuando todos dormían, fui
a la habitación de Sofía y me acosté a su lado. Juntos. Como cuando
éramos chiquitos y nos ponían en la cama grande de los abuelos.
Pero no siempre podía ir hasta el cuarto de mi hermana porque a
veces sentía eso parado cerca de la puerta. Su sombra enorme,
enorme. No me dejaba pasar. O sentía su respiración, pegajosa,
resoplándome en la nuca. Entonces era yo quien se despertaba
llorando. Ahogado. Mamá entraba en mi cuarto y mientras me
calmaba le decía a papá: son pesadillas, son malos sueños. Pero
papá contestaba: no, es el asma.

Nos gustaba ir a jugar a lo de Manuel. No sólo por las hamacas que


había en el jardín, sino porque su papá, que era aviador, poseía una
colección de aviones en miniatura. Los días lluviosos nos permitían
jugar con ellos. Recuerdo en especial una tarde en la que el papá de
Manuel estuvo un largo rato con nosotros. Nos explicó las
diferencias entre los modelos y nos preguntó a Sofía y a mí si nos
gustaba volar. Sonriendo cargó a mi hermana sobre sus hombros y
nos prometió que un día nos llevaría en un vuelo. Cuando el cielo
estuviese claro. Sin nubes. Y qué pequeñita veríamos la ciudad de
Buenos Aires y que ancho, ancho era el Río de La Plata visto desde
lo alto. Y que si el cielo estaba muy, muy claro - agregó- se nota
donde el río se une con el mar. Y recuerdo a Sofía. Riendo sobre los
hombros del papá de Manuel y pensé que ella debería creer que si

86
volábamos muy alto dejaríamos abajo las pesadillas y los aleteos
extraños.

Una mañana mamá nos despertó muy temprano. Agitada. Mientras


peinaba a Sofía nos dijo que nos íbamos por unos días al campo, a
casa de los abuelos. Que no me preocupase por las clases. Que me
vistiera rápido. Que no, no podía despedirme de Manuel. ¿Y papá? ¿Y
papá? Se había quedado a dormir en el hospital porque el tío José
había tenido un accidente. Que luego iría para el campo. En unos
días. Cuando nos sentamos a la mesa algo punzante y helado se
sentía en cada sorbo de café con leche. Estaba también en las manos
de mamá, que temblaban levemente, cuando le alcanzaba galletitas
a Sofía. Yo miré los bolsos, ya listos, y supe que aquello innombrable
estaba guardado, como un frío pañuelo blanco, entre cada una de
nuestras prendas.

Cuando la casa fue quedando atrás tomé la mano de Sofía y pensé


que quizá ahora no iba a mojarse más la cama. No. En la casa de los
abuelos no. Todo volvería a ser como antes. Como antes de la
llegada de aquel huésped de quien no sabíamos el nombre.

Y esta noche, mientras mi hija recién nacida duerme junto al pecho


tibio de mi mujer, veo aparecer en la pantalla del televisor al papá
de Manuel. El papá de Manuel que llora. Casi babea. Mientras relata
que el manejó aviones sobre el Río de La Plata y se disculpa diciendo
que él sólo manejó los aviones. Yo no tiré nunca un cuerpo – agrega -
nunca un cuerpo. Y lo repite una y otra vez.

Entonces pienso en mamá, a la que algunos creían loca, como la


Ofelia de Shakespeare, arrojando claveles rojos al río, para los
cumpleaños de papá. Y pienso en Sofía, que nunca quiso volver a
Buenos Aires. Y siento otra vez, en mi nuca, la respiración del
miedo. El miedo. El llanto y las manitas moradas de mi hermana.
El asma. Y vuelvo a observar el rostro tenso, los ojos vidriosos del
padre de Manuel. Y comprendo que el miedo está allí. Sentado con
ese hombre que llora. Casi babea.

Silvia Loustau 87
Tomás Illescas Ferrezuelo (Córdoba). Pertenece a la Generación X cordobesa.
Comparte aficiones tan dispares y poco comunes como la poesía y la micología.
Actualmente reside en la provincia de Sevilla. Como miembro de la Asociación
Cultural Soñando Caminos ha participado en recitales de poesía, por cuya labor
divulgadora ha sido recientemente premiada. Algunos de sus poemas aparecen en
distintas webs.

Te regalé un anillo.

Una baratija de alpaca esmaltada


de un puesto ambulante.

El anillo, por alguna fuerza


esotérica o química,
debía cambiar de color
con tu estado de ánimo:
ámbar, verde, violeta o azul
según te sintieras
calmada, apasionada,
inquieta o vulnerable.

Ahora el anillo
está muy oscuro, casi negro
y oxidado.

Ya no cambia nunca de color.

Lo has dejado sobre el tocador


y te has olvidado de él.

Y yo me pregunto
cómo es posible
que en tan poco tiempo
pueda perder su magia
y cambiar tanto algo.

Tomás Illescas
88
Juan Medina (Badajoz, 1969). Doctor en Economía. En la actualidad se gana la
vida como Profesor de Teoría Económica en la Universidad de Extremadura.
Recientemente, ha publicado su primer libro de poesía, “Iniciación a perderse”
(Editorial Bubok).

En realidad, uno viaja


para observar el río de tiempo que somos
desde una esquina del mundo,
lejos de sí, cerca de nadie.

En realidad, uno viaja


para amar tu cuerpo en habitaciones de hotel,
para vivir el don en otro espacio
y acostumbrarse a morir
y a desvivir el tiempo en otro espacio.

89
Y la vida es tu cuerpo
que respira en mi cuerpo.

Juan Medina 90
Begoña Leonardo (Zamora). Trabajadora de la palabra. Colabora en diferentes
medios como freelance y su voz puede encontrarse en formatos digitales, blogs
y revistas literarias. Su opinión y pensamiento aparece en artículos del Magazine
de la Vanguardia. Con el músico Juan Luis Santana ha colaborado aportando
letra a sus composiciones y en numerosos conciertos ha recitado sus
acompañamientos corales. Posee tres poemarios: “Respira y luego dime que
estás vivo”, “Nadie dirige las palabras” y “No frenes la lengua de los pájaros”
(digitales y de autoedición).

Llegué tarde, Marta me miró con el morro torcido, no me extrañó.


Desde que se hizo cargo del negocio, le habían entrado unas ganas de
trabajar, que, francamente, me tenía extenuada de sólo verla.
Nunca le habían preocupado, que yo supiera; las cuentas, los
clientes, ni los pedidos bien o mal traídos… Pero, desde que hace un
par de meses dijo que sí a la propuesta de Cristina, estaba
irreconocible. Una tacaña explotadora, que me tenía enfilada…

Siempre he sido una pasota, y me han dado igual ocho que ochenta,
pero es que con esta manía de tanto currelo, me estoy cansando. Que
no se puede entrar a las diez y salir a las nueve de la noche de un
trabajo, que al fin y al cabo, me da para malvivir en una habitación,
donde no me cabe ni la ciclostatic, donde pasean a sus anchas todos
los huéspedes, que se arrastran y sobrevuelan del tamaño de dos
centímetros. Un sueldo de miseria, que apenas me da para el
bonobús y que me está tacañizando de tal modo, que a veces, hasta
voy andando... ¡¡Ah!! Y de comer no hablo, porque el hambre se
instaló en mi estómago hace tanto, que me conformo con el bocata
de mediodía y los cafés que gorroneo a diestro y siniestro que se me
cruzan, aunque les haya lavado la cabeza, una sola vez.

91
Esa mañana el ambiente estaba caldeado, las clientas hablaban sin
parar. Manolo se había sentado justo enfrente de Paula, la buenorra
del barrio, porque su cruce de piernas le dejaba preparado, para acto
seguido, irse al baño y aliviarse en solitario. Manolo me parecía un
tipo interesante, siempre se arreglaba el pelo el primer viernes de
mes. Me habían comentado que tenía un polla prodigiosa, vamos, de
las que me gustan a mí; un miembro grueso complaciente y con
aguante, que te puede dejar multiorgásmica para los restos... Un
lujo.

Cuando andaba yo con esos gozosos pensamientos, la puerta cedió


para dejar pasar a una mujer desconocida. Todo un acontecimiento.

- ¡Pero qué lleva ésa en la cabeza!

Me dirigí a ella, la tomé del brazo, y sin mediar palabra, me señaló


con nerviosismo el moño descomunal que trasladaba sobre su
cabeza.

- ¿Lavar y marcaaaar? - Le dije, con cierta guasa.

Antes de que pudiera decir nada, se echó a llorar. Se hizo entonces


un silencio incómodo. Estaba claro que algo pasaba entre la maraña
de cabello. La curiosidad me podía, pero sin perder la calma llamé a
Marta, que estaba ocupadísima coloreando unas mechas de fucsia,
horrorosas por cierto.

- Mira rica, como comprenderás, por la mierda que me pagas no


pienso descubrir lo que hay ahí dentro.

92
- Bueno, calma, habrá que hacer algo - Contestó.
- Sí, si me das cincuenta euros más este mes, me encargo de ella
hasta el final, y la lanzo a la calle niquelada.

Tras un rato de observación, torcer el morro, los ojos, el entrecejo y


mirar la caja registradora y el moño, dijo:
- De acuerdo, pero no me molestes, ni me digas.

No sabía por dónde empezar, y ocurrió algo... Manolo apareció


después de su manualidad en plena forma (eso creía yo) y al ver el
panorama y como las gotas de sudor empezaban a hacer puré mi
maquillaje de dos euros, me llamó con discreción aparte y me
contó...

Resulta que la polla de mis sueños conocía las andanzas de la


desmoñada, y me desveló que la pirámide era la forma de
transportar las pastis que necesitaba la peña para el mes, y que él
era el enlace. Por eso se arreglaba el pelo todos los primeros viernes
de mes y la esperaba en el lugar convenido sin levantar sospechas.
Pero esta vez se había complicado, la bolsa se había roto y las
pastillas estaban entre la maraña de pelo...

A partir de ese momento, mi situación como currela cambió. Era la


confidente de un traficante. Pensé denunciarle, pero habría acabado
con la posibilidad de follármelo. Y sacar partido: era lo que tocaba.
Además, mi larga melena, no necesitaba de postizos que arruinaran
el negocio.

Begoña Leonardo
93
Madrid, 1955. De profesión, delineante industrial. Poeta autodidacta. Autor de
“Apuntes Urbanos” y coautor de “Vivir Provisional”. Ha formado parte de
diversos movimientos literarios. Ha sido actor y director de grupos teatrales de
barrio, así como columnista en distintas revistas y productor de radio alternativa,
recitales y eventos (poéticos y musicales). Sus textos poéticos han aparecido en
diversas publicaciones, en papel y digitales (“Ajoblanco”, “La hamaca de lona”,
“Voces del Extremo”, “Es hora de embriagarse con poesía”, etc). Tiene su espacio
en Las Afinidades Electivas y ha sido finalista en diversos certámenes. Fundador
del colectivo “Cultura Indigente”, que aboga por la literatura alternativa.

Cuando estás ausente


se me pliega el universo,
el reloj deja de marcar las horas,
todo se hace desierto maldecido.

El silencio
en una cadena perpetua
recordando tus labios,
tus pechos abiertos
a la brisa de caricias.

Cuando estás ausente


no tienen sentido los sueños,
y el rocío
se me escapa de entre los dedos.

Tu manantial se me antoja
fuente bendita donde santificar
la oscuridad de la existencia;

94
poseer tus poros
sin tenerte,
acariciar tu cuerpo lejano
en el éxtasis del deseo.

Cuando estás ausente


no hay piedad para la vigilia,
y tus ojos de mar
se me clavan
en la noche eterna.

Sueño con el valle florido


que me dio paso
para llegar a tu alma,
con tus piernas
haciéndome prisionero de ti.

Cuando estás ausente


pienso en un día
sin que no exista tu respirar silente,
tu palpitar controlado
entregándome a ti.

No me canso de gritarle a la Luna,


de buscar en cada estrella
el resplandor de tu mirada,
cuando estás ausente.

Ricardo Bórnez 95
Emilio Arjona Crespo (Córdoba, 1971). Estudiante de Derecho de la Uned;
actualmente trabaja como funcionario de la Universidad de Córdoba. Autor de
la novela “La puerta hacia el tiempo Perdido” (Aldevara, Madrid, 2009). Ha sido
finalista en el certamen de relato convocado por el laboratorio Wyett (2009). Ha
colaborado en diversas revistas. Sus poemas aparecen en los libros “Poetas
2008” (editado por la Asociación Aires de Córdoba), “Tintas para la vida II”
(2010), así como en distintas Webs. Está a punto de editar su primer poemario,
“La estación de la esperanza”. Ha sido participante de Cosmopoética 2008.

Has llenado de ti
hasta el más íntimo
rincón de nuestra casa,
de nuestras vidas, de ti.

Has traído, con tu dulzura


y secreta sabiduría,
un sinfín de anhelos
adormecidos por años.

Has grabado en cada pupila


la señal de tu huella
indeleble y liviana
como tinta de cobalto azul,
y un eterno presentimiento
se aloja en cada minuto

96
de ti.

Has llegado para siempre


a esta casa de caudales
y has hecho de ella
la estrella temprana
que todos los ojos admiran
con indecible pequeñez.

Emilio Arjona Crespo 97


Ana Pérez Cañamares (Santa Cruz de Tenerife, 1968). Algunos de sus
cuentos y poemas han aparecido en antologías como “Por favor sea breve”
(Editorial Páginas de Espuma), “Maldito amor mío” (Signo Tres, Lima), “23
Pandoras, poesía alternativa española” (Baile del Sol), “Qué nos han hecho” (Isla
Varia), “Poesía capital” (Sial\Contrapunto), etc. En 2007 publicó su primer libro
de poemas, “La alambrada de mi boca” y “Alfabeto de cicatrices”; en el 2009,
reeditó su libro de cuentos “En días idénticos a nubes” (editadas en Baile del Sol).

Cuando Eva probó la manzana, se volvió a Adán y le dijo con


voz suave: “No me gusta, prefiero tus labios”. Pero Dios, que
tenía otros planes, ensordeció a Adán durante esos segundos, de
modo que Eva, despechada por el silencio de su hombre, siguió
comiendo.

Cuando empezamos a conjugar los tiempos del verbo amar,


olvidamos que algún día llegaríamos al condicional.

Para Luis, que al quitarme a mi mujer me hizo caer en brazos


de la literatura, amante más fiel y mejor conversadora.

Ana Pérez Cañamares


98
g r at u it a qu e no bus c a lu c r o . Q u e da t o t alm ente
p r oh ib ida la r epr o ducc ión t ota l o p ar c ia l de a lgun o de
su s con t en ido s en cua lq u i er m ed io .

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Groenlandia, revistar e vcuatrimestral


ist a .g r oe n l a n d ia @gde
m a iLiteratura,
l. c om Opinión y
Arte en general número nueve (Septiembre \ Diciembre 2010)

D E PÓS ITO L E G AL : CO- 68 6-2 00 8


Junto con esta publicación, se presenta el suplemento de
I S S N: 19 8 9- 74 05

Groenlandia correspondiente (suplemento Groenlandia número


nueve, correspondiente a los meses de Septiembre \ Diciembre).
Todos los textos e imágenes pertenecen a sus respectivos
autores. Los textos pertenecen a Ana Patricia Moya, Andrés
Ramón Pérez Blanco, Eva Márquez, Enrique Fuentes-Guerra,
Antonio J. Rodríguez, Esperanza García Guerrero, Pepe Pereza,
Ángel Muñoz, Adolfo Marchena, Luis Sevilla, Felipe Solano,
Aurora Carmona Muller, Daniel de Cullá, Elena Ortiz, Eva
Gallud, Franco DiMerda, Lucia Fraga, Patxi Irurzun, Ana Vega,
Martín Cid, Yaiza Guevara, Adriana Bañares, Gema Serrano,
Ximo Roselló, Jorge Merino, Victoria Dubrovnik, Roberto Ferrer,
Silvia Loustau, Tomás Illescas, Juan Medina, Begoña Leonardo,
Ricardo Bórnez, Emilio Arjona y Ana Pérez Cañamares. Para su
diseño se han utilizado obras (fotografías, ilustraciones, etc) de
los siguientes artistas consagrados: Michael Parkes (páginas 50,
66-67 y 83), Alyssa Monks (52), Mark Ryden (57), Paul Strand
(23), Audrey Flack (27, 98), Adrian Markis (46), Philip
Pearlstein (26), Jamie Baldridge (43, 69, 88), Alex Grey (48),
Ronald Bowen (71), Robert Bechtle (77), Will Wilson (79), Steve
Smulka (80), Bill Brandt (37) y Álvarez Bravo (90).
99
También se han empleado obras de Ángel Muñoz Rodríguez (2,
31, 34, 54, 59, 63, 65, 73, 86, 93, 95 y 97), Felipe Solano (portada,
contraportada, 3, 98, 99 y 100), Elizabeth Barreiro (20, 47) y
Juarma López (104 y 105). Groenlandia respeta las opiniones de
sus colaboradores – las cuales son de su total responsabilidad –
y defiende la autoría de sus obras. Groenlandia aboga por la total
libertad de expresión sin censuras. Groenlandia es, desde el
número cero, una publicación que no busca lucro. Groenlandia
defiende la cultura gratuita. Todas las publicaciones son de
descarga gratuita desde distintas plataformas de la red (la
página Web oficial, SCRIBD, ISSUU). Todos los contenidos de esta
revista corresponden a sus respectivos autores; desde el número
cero, todas las obras que contienen las publicaciones están
protegidas. Groenlandia respeta los derechos de autor: para
proteger nuestra cultura, es esencial proteger las ideas originales
de sus autores porque las mismas son un trabajo de imaginación
y esfuerzo únicos.

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DEPÓSITO LEGAL: CO-686-2008


ISSN: 1989-7405

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Groenlandia edita sus primeras antologías digitales literarias: “Los
Rincones más oscuros: antología del miedo”, “Des-amor, antología
literaria groenlandesa” y “Un poema siempre será nada más que un
poema (antología de jóvenes poetas chilenos)”. Todos los libros ya
están disponibles en la página Web, en el SCRIBD y en el ISSUU de
Groenlandia.

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Próximamente:

Antologías

“Poetas Guerreros (antología jóvenes poetas mexicanos)”


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Groenlandia edita un nuevo libro de poesía: “Te lo Verso a la
Cara”, de la poetisa asturiana Ada Menéndez (con geniales
portada y contraportada de Ayhelén Kagner y Bárbara López
Mosqueda; prólogo de David Suárez y epílogo de Eva Márquez).
Podréis encontrar el nuevo libro en la página Web, SCRIBD e
ISSUU.

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Próximamente:

Poesía

“Escupí sangre”, de Isaac Contreras


“Apología de la muñeca de Bellmer”, de Jorge Heras García
“Materia Oscura”, de José Ángel Conde
“No hay prosa”, de Andrés Ramón Pérez y Carmelita Contreras

Narrativa

“Putas” (segunda edición), de Pepe Pereza


“Cuentos de la carne”, por Ana Patricia Moya
“Realidad Paralela”, de Ana102
Vega
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