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Fanfiction basado en la serie Twilight de Stephanie Meyer

Clasificado MA por temas Maduros. Incluido lenguaje y situaciones sexuales


y una Ángela tramposa, lo cual nos hace a todos un poco tristes.

La Universidad de Edward Masen

De Sebastien Robichaud.
Traducido por Beth.
En el World of AlePattz, fics y traducciones
Revisión de ortografía hecha por Gine y Kat.

Sumary: Edward Masen es un profesor universitario egoísta y melancólico;


Bella Swan es su tímida, pero decidida, estudiante de postgrado. Las apariencias
pueden ser engañosas. ¿Se habrán cruzado sus caminos anteriormente?
AU, parejas canons, OoC

www.sebastienrobichaud.com

*Esta es una traducción no autorizada y realizada sin fines de lucros.


Prólogo.

—… ¿Señorita Swan?
La voz aterciopelada del profesor resonó alrededor del salón de seminario hasta la
joven mujer de ojos marrones que estaba sentada al final. Perdida en sus pensamientos, o
perdida en la traducción, su cabeza estaba agachada mientras garabateaba con entusiasmo
en su cuaderno.
Diez pares de ojos rotaron a ella, su cara pálida y pestañas largas, y a sus pequeños,
blancos dedos que apretaban el bolígrafo. Y después diez pares de ojos rotaron de nuevo
hacia el profesor, quien estaba parado perfectamente quieto y cuyo ceño comenzaba a
fruncirse.
—“Ejem”. —Una modesta agarrada en su codo atrajo la atención de la mujer. Ella
observó con sorpresa los anchos hombros del hombre sentado a su lado. Él sonrió
suavemente, y después giró sus ojos hacía su izquierda, de vuelta al profesor.
Ella siguió su mirada despacio, y después miró a través de sus pestañas a un par de
rabiosos, penetrantes ojos verdes. Tragó sonoramente.
—Espero una respuesta para mi pregunta, señorita Swan. Si usted desea unirse a
nosotros. —Su voz sonaba fría como el hielo.
Los demás estudiantes de postgrado se movieron en sus asientos y robaban miradas
furtivas entre ellos. Sus expresiones decían: “¿qué se metió en su trasero?”, pero ninguno dijo
nada.
La joven abrió su boca minuciosamente y después la cerró, sus ojos se abrieron
ampliamente mientras observaba la imperturbable mirada de esos ojos verdes, como si fuera
un conejo asustado.
—¿Es el ingles su primer idioma? —Él se burló de ella.
Una belleza de cabello oscuro sentada a la mano derecha del profesor trató de sofocar
una sonrisa, convirtiéndola en un mal intento de tos.
Todos los ojos giraron de nuevo hacia el conejo asustado, cuya piel estalló en carmesí,
mientras agachaba su cabeza, escapando finalmente de la mirada del profesor.
—Ya que la señorita Swan parece estar teniendo un seminario paralelo en un idioma
diferente, ¿tal vez alguien más tenga la amabilidad de contestar mi pregunta?
La belleza de cabello oscuro estaba muy entusiasta por hacerlo. Ella volteó su cuerpo
para verlo y sonrió ampliamente mientras contestaba su pregunta con gran detalle, haciendo
un show de sí misma usando sus manos mientras citaba a Dante en italiano. Cuando
terminó, sonrió ácidamente hacia el final del salón y después procedió a ver al profesor de
cabello cobrizo y suspiró. Lo único que le faltaba a su exhibición era un rápido salto al suelo
y un roce de su espalda contra sus piernas para demostrarle que podría ser su gatita para
siempre.
No que él hubiese apreciado ese gesto.
El profesor frunció el ceño casi imperceptiblemente a nadie en particular y se volteó
para escribir en el pizarrón.
La conejo asustada pestañó para alejar las lágrimas mientras continuaba garabateando,
pero afortunadamente no lloro.

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Unos minutos después, mientras el profesor zumbaba sin cesar sobre el conflicto entre
los Güelfos y Gibelinos, un pequeño cuadrado de papel blanco doblado apareció en la
cubierta del diccionario italiano de la conejo asustada.
Al principio ella no lo notó, pero una vez más, un suave "ejem" atrajo su atención hacia
el atractivo hombre que estaba sentado a su lado. Él sonrió más ampliamente esa vez, casi
impacientemente, y observó donde estaba el papel.
Ella se dio cuenta y parpadeo hacia él.
Con cuidado observando la espalda del profesor mientras dibujaba círculos
interminables alrededor de interminables palabras italianas en la pizarra, llevó el papel a su
regazo y silenciosamente lo abrió debajo de la mesa.

Masen es un idiota.

Nadie pudo haberlo notado porque nadie estaba mirando hacia ella al final del salón,
pero él se dio cuenta. En el momento que ella leyó esas palabras, un tipo diferente de sonrojo
apareció en su cara, dos nubes rosas aparecieron en sus mejillas y sonrió. No lo suficiente
para mostrar sus dientes, o lo que podría ser hoyuelos, o una arruguita o dos, pero una
sonrisa, al fin y al cabo.
Subió sus grandes ojos achocolatados hacia el hombre y lo miró tímidamente. Una
amplia, amistosa sonrisa surgió en su rostro.
—¿Algo gracioso, señorita Swan?
Sus ojos marrones se dilataron de terror. La sonrisa de su nuevo amigo desapareció a la
vez que volteaba a ver al profesor.
Ahora sabía que no debía mirar a sus ojos verdes. Por lo que bajó su cabeza, y atrapo
su lleno labio inferior entre sus dientes, de ida y vuelta, de ida y vuelta.
—Fue mi culpa, profesor. Solamente le estaba preguntando en qué página estábamos.
—Difícilmente una pregunta apropiada de un estudiante de doctorado, Peter. Pero ya
que preguntas, nosotros empezamos por el principio. Confío en que puedas encontrarlo sin
la ayuda de la señorita Swan. Oh, y ¿señorita Swan?
La coleta de la conejo asustada tembló ligeramente mientras ella levantaba su mirada.
—La veré en mi oficina después de clases. Inmediatamente.

3
Capítulo Uno.

Al final del seminario, Bella Swan rápidamente guardó el pedazo de papel doblado
que había estado sosteniendo en su regazo dentro del diccionario italiano, justamente en la
entrada asino*.
—Siento eso, soy Peter. —El hombre amigable extendió su largo brazo sobre la mesa.
Ella se la apretó gentilmente y él se maravilló de lo pequeña y frágil que era su mano. Podría
haberle hecho un moretón con solo apretar su palma.
—Hola Peter. Soy Bella Swan.
Él rio suavemente—. Nunca hubiese adivinado tu apellido, no con Masen siendo tan
cretino. No sé qué comió hoy.
Bella enrojeció ligeramente y volteó hacia sus libros.
—¿Eres nueva? —insistió, inclinando un poco su cabeza como si estuviera tratando de
captar su atención.
—Acabo de llegar. Soy de la Universidad de Seattle.
Él asintió como si significara algo—. ¿Y estás aquí para sacar la maestría?
—Sí. —Ella hizo un gesto hacia el frente del salón de seminario ahora vacío—. No
pareciera, pero supuestamente debería estar estudiando para ser una especialista de Dante.
Es por eso por lo que estoy aquí.
Peter silbó entre sus dientes—. ¿Así que estás aquí por Masen?
Ella asintió y él notó que las venas de su cuello empezaron a pulsar ligeramente a la
vez que su ritmo cardiaco se aceleraba. Ya que no pudo encontrar una explicación para su
reacción, lo descartó. Pero él lo recordaría luego.
—Es difícil trabajar con él, así que no tiene muchos estudiantes a su cargo. Estoy
escribiendo mi tesis de doctorado con él y está Ángela, a quien ya conociste.
—¿Ángela? —Lo miró interrogativamente.
—La fulana que estaba en primera fila. Ella es increíble. Le hornea galletas, se tropieza
con él accidentalmente a propósito fuera de la universidad. Ella es su otra estudiante de
doctorado pero su meta es ser la futura señora Masen.
Bella se sonrojó de nuevo pero no dijo nada.
—Ángela no parece ser consciente de la estricta política de no confraternización que
hay en la Universidad. Ella es canadiense.
Las cejas de Bella se fruncieron como si “non sequitur”*.
—¿Canadiense?
Peter se rio de su propia broma—. Tienes que tener cuidado al hacer bromas
canadienses. Ellos son un poco delicados. Pero el resto de los americanos tiene una teoría
acerca de que hay un cierto grupo de mujeres jóvenes canadienses que han venido a la
Universidad de Toronto con el único propósito de casarse con un profesor americano.
Bella sonrió y rio ligeramente—. Así que la Universidad de Toronto es en verdad la
Universidad de la adquisición de la tarjeta verde*.
—Algo así. O la Universidad de Edward Masen.
Peter rodó sus ojos y fue recompensado con una sonrisa hermosa. Él se hizo una
anotación mental que debía hacer que Bella Swan sonriera más a menudo. Pero eso tendría
que ser pospuesto. Por ahora.
___
* Burro en italiano
* Expresión de latín referida a que “no se sigue”, no lo entiende.
* Acceso para la ciudadanía norteamericana.

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—Es mejor que te vayas. Él dijo inmediatamente así que va a estar esperando.
Bella recogió sus cosas en una mochila raída L.L Bean que tenía consigo desde que era
estudiante de primer año.
—No sé dónde está su oficina.
—Gira a la izquierda al salir del salón de seminario y después giras de nuevo a la
izquierda. Él tiene la oficina de la esquina que está al final del pasillo. Buena suerte y te veré
en el próximo seminario. Sino es antes.
Ella sonrió agradecida y caminó tímidamente fuera del salón de seminario.
Mientras daba vuelta en la esquina, vio que la puerta de la oficina del profesor Masen
estaba abierta en una cuarta parte.
Bella se paró en frente de la apertura sintiéndose nerviosa, preguntándose si debería
tocar antes o mirar a hurtadillas alrededor. Escogió lo primero.
Enderezó sus hombros, respiró profundamente, lo sostuvo, y después colocó sus
nudillos en frente de los paneles de madera. Fue entonces cuando lo escuchó.
—Siento no haberte llamado de vuelta, Emmett, ¡estaba en un seminario! —Escupió
con fuerza una voz furibunda, y muy familiar ahora—. Porque es el primer seminario del
año, pendejo, ¡y porque Rose me dijo que todo estaba bien!
Bella se apartó un paso lejos de la puerta. Sonaba como si él estuviera hablando por
teléfono. Sonaba como si él estuviera gritando. No lo quería gritándole así que decidió huir y
afrontar las consecuencias después.
Pero un sollozo desgarrador surgió de su garganta y asaltó a sus oídos. Y de eso no
pudo huir.
—¡Por supuesto que quería estar allí! Ella fue tan madre para mí como lo fue para ti. La
ame, Emmett. Por supuesto que quería estar allí.
Otro sollozo surgió de detrás de la puerta.
—No sé en cuánto tiempo estaré en casa. Dile que voy para allá. Iré directamente al
aeropuerto y espero encontrar un avión, pero no sé qué tipo de conexiones podré encontrar
entre Toronto y Seattle por lo precipitado del viaje. —Hizo una pausa—. Lo sé. Dile que lo
siento. Lo siento tanto… —Su voz se desvaneció en un suave y tembloroso llanto y lo
escuchó trancar la llamada.
Sin considerar sus acciones, Bella miró a hurtadillas cuidadosamente alrededor de la
puerta.
Un hombre alto y de cabello cobrizo sostenía su cabeza con los dedos largos de sus
manos, sus codos estaban sobre el escritorio y lloraba. Ella observó cómo sus hombros
temblaban. Podía escuchar la angustia y el dolor rasgar su pecho. Y sintió compasión.
Quería ir a donde él estaba, ofrecer sus condolencias y consuelo y poner sus brazos
alrededor de su cuello. Quería alisar su cabello despeinado y decirle que lo sentía. Podía
imaginar rápidamente lo que sería secar las lágrimas de esos perfectos ojos verdes y no
verlos mirarla con tanta frialdad. Pensó en darle un beso suave en su mejilla, simplemente
para asegurarle que a ella le simpatizaba.
Pero observarlo llorar como si su corazón estuviera momentáneamente roto la paralizó,
así que no pudo hacer ninguna de esas cosas. Cuando finalmente se dio cuenta de dónde
estaba, rápidamente desapareció de nuevo detrás de la puerta, jaló un pedazo de papel de su
mochila y escribió las siguientes palabras,

Lo siento.
—Bella Swan

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Y después, sin saber bien qué hacer, colocó el papel entre el quicio y la puerta, y
silenciosamente cerró la puerta de la oficina.

Charlie Swan telefoneó al celular de su hija tarde esa noche, complacido de que
finalmente ella hubiera decidido contestarle.
—¿Cómo está todo por allá, Bells? —Su voz, poco sentimental pero reconfortante, la
calentó como si fuera una manta.
Suspiró—. Está bien. El primer día fue… interesante, pero estoy bien.
—¿Esos canadienses te están tratando bien verdad?
—Oh sí. Todos han sido muy buenos. —Son los americanos los que son unos bastardos.
Bueno, un americano.
Charlie se aclaró la garganta una o dos veces y Bella dejó de respirar. Sabía por sus
años de experiencia que se estaba preparando para decir algo serio. Se preguntaba qué era.
—Bella, Esme Cullen murió hoy.
Se sentó derecha en su cama individual y miró al vacío.
—¿Escuchaste lo que dije?
—Sí. Sí, lo escuché.
—Su cáncer volvió, cariño. Ellos pensaron que estaba bien. Carlisle pensó que ella
estaba bien. Pero volvió y para el tiempo en que lo descubrieron estaba en sus huesos y su
hígado. Los pobres chicos están bastante perturbados por eso.
Bella se mordió el labio y ahogó un sollozo.
—Sé que tomaras esta noticia mal. Ella fue buena contigo y Alice fue una muy buena
amiga tuya en la secundaria. ¿Has escuchado de ella últimamente?
—Um, no. Hace mucho tiempo que no lo hago. ¿Por qué ella no me dijo nada?
—No estoy seguro de cuándo ellos descubrieron que ella estaba enferma. Estuve en el
hospital esta tarde y Edward ni siquiera estaba allí. Eso creó un gran problema. No sé qué se
encontrará él cuando llegue. Hay mucha mala sangre en esa familia. —Charlie maldijo en
voz baja.
—¿Vas a enviar flores?
Charlie respiró hondo varias veces antes de contestar—. Supongo. No soy muy bueno
en esas cosas, pero puedo pedirle a Sue que me ayude.
—Pídele, por favor, que envié algo por mí. Esme amaba las gardenias. Y haz que Sue
firme la tarjeta.
—Lo haré. ¿Necesitas algo?
—No, estoy bien.
—¿Necesitas dinero?
—No, papá. Tengo suficiente para vivir con mi beca si soy precavida.
Charlie hizo una pausa e incluso antes de que abriera la boca, ella sabía lo que él iba a
decir.
—Siento lo de Harvard, Bella. Tal vez el próximo año.
Enderezó sus hombros y forzó una sonrisa, aun sabiendo que Charlie no podía verla—.
Tal vez. Hablamos después.
—Adiós.

La mañana siguiente, Bella recorrió un poco más despacio su camino a la Universidad.


Paseó por Bloor Street escuchando su IPod. En su cabeza, redactó un email de condolecía y
disculpa a Alice, escribiendo y rescribiendo mientras caminaba.
La brisa de septiembre era cálida y a ella le gustaba. Le gustaba estar cerca del agua sin
ser fría. Le gustaba la luz del sol y la simpatía. Le gustaba las calles ordenadas sin basura. Y

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le gustaba el hecho de que estaba en Toronto y no en Forks o Seattle; que estaba a miles de
kilómetros lejos de él. Solo deseaba que pudiera seguir siendo así.
Todavía estaba escribiendo el email de Alice en su cabeza cuando entró en la oficina
del Centro de Estudios Medievales a revisar su buzón de correo. Alguien le dio un golpecito
en su codo y se alejó de su visión periférica.
Ella se quitó sus audífonos—. Peter, hola.
Peter sonrió, su mirada descendió a cierta distancia. Bella era pequeña, especialmente
sin tacones y apenas llegaba al borde de sus pectorales. Ella era lo suficientemente pequeña,
razonó él, para ser su equipaje de mano en un avión. Deseó poder tener esa oportunidad.
—Bella, ¿cómo te fue en la reunión? —Su sonrisa se borró y la miró con preocupación.
Ella se mordió el labio, un hábito nervioso que debería detener pero que era
involuntario sobre todo porque no era consciente de ello.
—Um, no fue.
Él cerró sus ojos y apoyó su cabeza para atrás. Gimió un poco—. Eso… no es bueno.
Bella trató de aclarar la situación—. La puerta de su oficina estaba cerrada. Creo que
estaba hablando por teléfono; no estoy segura. Así que dejé una nota.
Peter se dio cuenta de su nerviosismo y de la manera en que sus pequeñas cejas se
juntaban en el medio. Sintió pena por ella y maldijo mentalmente al profesor Masen por ser
tan brusco. A ella parecía que le salían cardenales con facilidad y Masen era ignorante de la
forma en que su actitud afectaba a los estudiantes de postgrado. Peter decidió ayudarla.
—Si estaba hablando por teléfono, no querría que lo interrumpieras. Así que vamos a
esperar que eso sea lo que haya pasado. De lo contrario, yo diría que acabas de tomar tu vida
en tus propias manos. Avísame si hay algún problema, y veré qué puedo hacer. —Se irguió
en toda su estatura y flexionó los brazos casualmente—. Si él me grita, puedo soportarlo. No
me gustaría que te gritara a ti. —Porque como parece, tú morirías de la impresión, conejo
asustadizo.
Bella lo miró como si quisiera decir algo pero no dijo nada. Sonrió ligeramente y asintió
como si fuera una apreciación. Después se acercó a los buzones de correo y vació su casillero.
Correo basura, mayormente. Unas cuantas propagandas del Centro, incluido un
anuncio de una lectura pública que iba a ser realizada por el profesor Edward A. Masen
llamada: “Perdidos en Dante y Aquino: El pecado mortal contra sí mismo”. Bella leyó el
titulo muchas veces antes de que fuera capaz de absorber la información en su cerebro. Pero
una vez que lo hizo, tarareó en voz baja para sí misma.
Tarareó mientras se dio cuenta del segundo anuncio, en el cual mencionaba que la
lectura del profesor Masen había sido cancelada y reprogramada para una fecha posterior.
Tarareó mientras se dio cuenta del tercer anuncio, en el cual declaraba que todos los
seminarios del profesor Masen, citas y reuniones habían sido cancelados hasta nuevo aviso.
Y continuó tarareando mientras tomaba de su casillero un pequeño papel blanco
doblado. Lo abrió y leyó lo siguiente:
Lo siento.
—Bella Swan.
Continuó su tatareo mientras se preguntaba confundida qué significaba encontrar su
nota en su casillero el día siguiente al que la hubiera dejado en la puerta del profesor Masen.
Pero su tarareo se detuvo finalmente, así como su corazón, cuando volteó el papel y
leyó lo siguiente:
Masen es un idiota.

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Capítulo dos:

Hubo un tiempo en el que Bella se habría tirado en el suelo y colocado a sí misma en


posición fetal y se habría quedado allí, posiblemente para siempre.
Pero a la edad de veintitrés años, Bella Swan estaba hecha de un material más fuerte.
Así que en vez de quedarse en frente del casillero y contemplar como su corta carrera se
había ido con el fuego y había sido reducida a una pila de cenizas a sus pies, terminó los
asuntos pendientes en la Universidad tranquilamente y fue a casa.
Alejando todos los pensamientos de su carrera, Bella hizo cuatro cosas.
Primero, se embolsó un poco de dinero del fondo de emergencia que estaba ubicado
muy convenientemente en el recipiente de plástico debajo de su cama.
Segundo, caminó hacia la licorería más cercana y compró una botella muy grande de
un muy barato tequila.
Tercero, regresó a casa y escribió un largo email de condolencia y disculpas a Alice.
Olvidó decirle a Alice dónde estaba viviendo a propósito y envió el correo por su cuenta de
Gmail.
Cuarto, fue de compras.
La cuarta actividad era únicamente con la intensión melodramática y triste de un
tributo a Alice y Esme, porque ellas habían amado las cosas caras y Bella en realidad era muy
pobre para comprar.
Bella había sido pobre cuando Alice la conoció como una estudiante transferida de la
Secundaria de Phoenix en su primer año. Era pobre ahora, inclusive más, mientras
sobrevivía a duras penas en una vida precaria con el estipendio de una estudiante graduada,
sin la posibilidad de trabajar fuera de la universidad para complementar sus ingresos.
Mientras caminaba despacio pasando por las hermosas vitrinas en Bloon Street, pensó
en su vieja amiga y su madre sustituta.
Se paró frente a la tienda Prada, recordando la única vez que Alice la llevó a comprar
zapatos de alta costura. Bella todavía tenía esos tacones de agujas negros Prada, escondidos
en una caja de zapatos en la parte de atrás de su closet. Ellos solamente fueron usados una
vez, en la noche que su corazón fue destrozado, y aunque hubiese amado destruirlos como
destruyó su vestido, no pudo hacerlo. Alice se los había comprado como un regalo de
regreso a casa, sin tener idea de a lo que Bella en verdad estaba regresando.
Después se paró durante lo que pareció ser una eternidad frente a la Boutique de
Chanel y lloró, recordando a Esme. Cómo ella siempre recibió a Bella con una sonrisa y un
abrazo cada vez que iba de visita. Cómo cuando su madre falleció, bajo trágicas
circunstancias, Esme le había dicho que ella la amaría y le encantaría ser su madre, si la
dejaba. Cómo Esme se convirtió en mejor madre para ella de lo que Renée nunca fue, para la
vergüenza de Renée y la pena de Bella.
Y cuando todas sus lágrimas se acabaron y las tiendas cerraron en la noche, caminó
lentamente de vuelta a su apartamento y empezó a golpearse a sí misma por haber sido una
mala hija, una pésima amiga, y una insensible imbécil que no pudo verificar el trozo de papel
para ver si estaba limpio antes de dejarlo con su nombre para alguien que había perdido a su
querida madre.
¿Qué debió de haber pensado cuando encontró esa nota? Animada por un trago o dos o tres
de tequila, Bella se permitió hacer esa pregunta.
¿Qué debe pensar de mí ahora?
Analizó la idea de empacar todas sus pertenencias en unas cuantas maletas y abordar
un bus en Greyhound rumbo a su pueblo natal Forks, Washington, solo que no podía soportar
enfrentarlo a él.
Para su vergüenza, Bella no se dio cuenta que era Esme de la que el profesor Masen
había estado discutiendo por teléfono ese terrible día.

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Debió haber sido obvio, especialmente para ella, pero estaba tan molesta por haber
empezado con mal pie con él. Su hostilidad fue impactante. Pero fue aún más impactante su
cara cuando lloraba. Todo lo que había pensado era en reconfortarlo y ese simple
pensamiento le había distraído de entender la razón de su dolor.
No era suficiente que a él acabara de destrozársele el corazón al escuchar que Esme
había muerto, sin haber tenido la oportunidad de despedirse o decirle que la amaba. No fue
suficiente que Emmett lo hubiera desgarrado eficazmente porque no había ido a casa. No,
después de haber sido destruido por el dolor y haber llorado como un bebé él tuvo la
agradable experiencia de abrir la puerta de su oficina para escapar al aeropuerto y encontrar
la nota de Bella. Y lo que Peter había escrito en el otro lado.
Hermoso.
Bella se sorprendió que él no la hubiera botado del programa en ese mismo momento.
Tal vez él recordó. Otro trago de tequila le permitió a Bella formular ese pensamiento,
pero para no pensar más, se desmayó en el suelo.

-
Dos semanas después, Bella se encontró a sí misma en un estado un poco mejor
mientras revisaba el buzón del correo en el Centro. Sí, era como si estuviese esperando en el
corredor de la muerte sin esperanza de conmutación. No, no había abandonado la escuela e
ido a casa.
Claro, se ruborizaba como una colegiala y era dolorosamente tímida. Pero Bella era
terca. Era tenaz. Y quería demasiado estudiar a Dante y si eso significaba invocar un co-
conspirador no identificado a fin de escapar a la pena de muerte, estaba dispuesta a hacerlo.
Solamente no había revelado ese hecho a Peter. Aún.
—¿Isabella? ¿Puedes venir aquí un minuto? —La señora Cope, una señora mayor y
encantadora que era la asistente administrativa, la llamó desde su escritorio—. ¿Isabella, has
tenido algún tipo de problema con el profesor Masen?
—Yo, um, yo… no lo sé. —Se sonrojó y empezó a morder con saña el interior de su
mejilla.
—No lo entiendo. He recibido dos correos electrónicos urgentes esta mañana
pidiéndome asignar una cita contigo para verlo tan pronto como volviera. Nunca he hecho
esto para los profesores. Ellos prefieren programar sus propias citas pero él quería que yo
programara esto y tener las citas documentadas en tu expediente.
Asintió y sacó su calendario de su mochila, tratando fuertemente de no imaginar las
cosas que él había dicho acerca de ella en sus correos electrónicos.
—¿Así que, mañana?
El rostro de Bella se ensombreció—. ¿Mañana?
—Sí, querida. Él llega a casa esta noche y quiere verte a las cuatro en punto de la tarde
mañana en su oficina. ¿Puedes estar aquí? Tengo que enviarle un correo electrónico para
confirmarle.
Asintió y escribió la cita en su calendario, pretendiendo que esa anotación era
necesaria.
—Bien. Él no dijo de qué se trataba pero dijo que era sobre algo serio. Me pregunto a
qué se refiere con eso… —La señora Cope se calló con expresión pensativa.
Bella terminó sus asuntos en la universidad y fue a casa a empacar con la ayuda de la
señorita tequila.

-
A la siguiente mañana, la mayoría de su ropa estaba empacada en dos maletas grandes
dentro de su closet. Como no estaba dispuesta a admitir la derrota a sí misma o a la tequila,

9
decidió no empacarlo todo. Así que hizo la única cosa que cualquier estudiante de
postgrado, con tendencia a postergar las cosas y que se aprecie a sí mismo haría en una
situación como esa, además de beber y salir de juerga con otros estudiantes de postgrado con
tendencia a postergar las cosas… Ella limpió su apartamento.
No le tomó mucho tiempo. Para el momento que acabó de hacerlo, todo estaba en
perfecto orden, ligeramente perfumado con limón y escrupulosamente limpio. Sintió un
poco de orgullo por su logro y empacó su mochila, con su cabeza bien alta.
El profesor Masen, por el contrario, estaba pisando fuerte por los pasillos del Centro de
Estudios Medievales, dejando a los estudiantes de postgrado y a los colegas de la facultad
girando a su paso.
Él estaba de un humor de perros.
En esos días, su temperamento era malo, pero su quisquillosa disposición se había ido
agravando por su falta de sueño. No había dormido en ningún momento durante el viaje de
vuelta a Seattle porque había sido maldecido por los dioses de la Aerolínea de Canadá y en
consecuencia fue sentado al lado de una madre con su niño de dos años de edad. El niño
gritó y se orinó a sí mismo, (y al profesor Masen), toda la noche mientras la madre dormía
profundamente.
En la penumbra del avión, el profesor Masen había reflexionado sobre la justicia del
gobierno al imponer la esterilización forzaba a madres poco estrictas mientras enjuagaba la
orina de sus pantalones Armani.
Bella llegó puntualmente a su cita de las cuatro de la tarde y estuvo encantada de
encontrar la puerta de la oficina del profesor Masen cerrada.
Su alegría se fue cuando se dio cuenta que el profesor Masen estaba dentro de la
oficina gruñéndole a Peter.
Cuando Peter salió diez minutos después, todavía en su metro noventa de altura pero
evidentemente alterado, los ojos de Bella viajaron hacia la salida de emergencia. Cinco pasos
y sería libre detrás de la puerta giratoria, corriendo para huir de la policía por sonar la
alarma ilegalmente. Parecía una proposición tentadora.
Peter le llamó la atención y negó con la cabeza, gesticulando una serie de improperios
acerca del profesor—. ¿Te gustaría tomar café conmigo alguna vez?
Bella lo miró con sorpresa. Ya estaba aturdida por la reunión así que sin pensarlo
mucho simplemente asintió.
Peter sonrió y se inclinó hacia ella—. Sería más fácil si tuviera tu número.
Se sonrojó y rápidamente tomó un trozo de papel, chequeó hasta que estuvo segura
que estaba libre de cualquier escrito, y apresuradamente escribió su número de teléfono.
Él tomó el trozo de papel, lo observó, y después sonrió y le dio una palmadita en el
brazo—. Dale guerra, conejo.
Bella no tuvo tiempo de preguntarle por qué pensaba que su sobrenombre era o
debería ser conejo, porque una hermosa pero impaciente voz la estaba llamando.
—Ahora, señorita Swan.
Bella caminó hacia su oficina y se paró indecisa junto a la puerta.
El profesor Masen se veía cansado. Había moretones purpuras debajo de sus ojos y se
veía muy pálido. Su piel era fina y se dibujaba sobre sus mejillas y su quijada angular. Todo
el color de sus mejillas se había ido y su cabello, como siempre, era un hermoso desastre. Él
tiró de las hebras cobrizas, haciéndolo incluso más alborotado mientras estudiaba
minuciosamente un expediente. Su lengua se movía lentamente sobre su labio inferior rojizo.
Bella observó paralizada a su hermosa boca.
No lo había visto usando lentes anteriormente, tal vez solamente los usaba cuando sus
ojos están cansados. Pero hoy, sus penetrantes ojos esmeraldas estaban ocultos por un par de
anteojos negros de Prada. El marco negro contrastaba con el bronce de su cabello y sus cejas,
haciéndolo el punto focal de su cara. Se dio cuenta inmediatamente que no solo nunca había

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visto a un profesor tan bello como él antes, sino que nunca se había encontrado con un
profesor que se arreglara tan concienzudamente. Él podría protagonizar un comercial, y eso
hubiese sido algo.
Lo conocía lo suficiente para saber que era voluble. Lo conocía lo suficiente para saber
que él era, hasta recientemente, riguroso en el cumplimiento de la cortesía y el decoro. Sabía
que probablemente estaría bien sentarse en una de esas cómodas sillas de cuero sin que la
invitara, especialmente si él la recordara. Pero dado la forma en cómo él se dirigió a ella, se
quedó parada.
—Por favor siéntese, señorita Swan. —Su voz era fría y pedernal y él señaló hacia una
silla incomoda.
Bella suspiró y renunció a la comodidad de la silla de cuero a favor de la rigidez de la
Ikea y se sentó en frente de uno de sus libreros empotrados.
—Mueva la silla hasta el frente de mi escritorio. No estirare mi cuello solamente para
verla.
Bella se levantó e hizo lo que le ordenó, botando nerviosamente su mochila en el suelo.
Dio un respingo y se sonrojó desde la cabeza hasta sus pies a la vez que varias de las cosas
pequeñas de su bolso se salieron, incluyendo un tampón que rodó debajo del escritorio del
profesor Masen y paró a un centímetro de su maletín de cuero.
Tal vez él no lo descubra sino hasta después que me haya ido.
Bella se agachó en el suelo y empezó a recoger el contenido de su mochila y lo había
conseguido hasta que la correa de su muy vieja mochila explotó y todo lo que llevaba chocó
en el suelo causando un estruendoso sonido. Se arrodilló a la vez que papeles, bolígrafos, su
IPod y la manzana verde se deslizaba sobre el suelo hasta la hermosa alfombra Persia del
Profesor.
Oh Dioses de todos los estudiantes de postgrado y de los perdedores eternos. Mátenme ahora.
Por favor.
—¿Es usted una comediante, señorita Swan?
La columna vertebral de Bella se puso rígida por el sarcasmo y miró a la cara del
Profesor Masen. Lo que vio casi hizo que estallada en lágrimas.
¿Cómo alguien tan hermoso podía ser tan cruel? ¿Cómo una voz tan aterciopelada y
musical podía ser tan dura? Ella estuvo perdida momentáneamente en la fría profundidad
de sus ojos verdes, anhelando el tiempo cuando él la había mirado con amabilidad. Pero en
vez de rendirse en su desesperación, suspiró y decidió que mejor se acostumbraba a la forma
en cómo él era ahora, aunque eso fuera una grave y dolorosa decepción.
Negó con la cabeza hacia él y volvió a llenar su ahora rota mochila.
—Espero una respuesta cuando hago una pregunta. Estoy seguro que usted ha
aprendido esa lección hasta ahora ¿no? —La estudió rápidamente y miró de nuevo al
expediente que tenía en sus manos—. Tal vez usted no sea tan inteligente.
—Le pido me disculpe, doctor Masen. —El sonido de su voz la sorprendió inclusive a
ella. Era suave pero inflexible. No estaba segura de dónde salió eso pero silenciosamente
agradeció a los dioses de los estudiantes de postgrado por venir a su rescate y darle valor…
finalmente.
—Es profesor Masen —dijo bruscamente—. Cualquier imbécil con una carrera de cuatro
años puede llamarse a sí mismo doctor.
Bella pensó en Carlisle sintiéndose triste. Su padre doctor, y trató de cerrar su mochila
rota. Por desgracia, el cierre estaba roto también. Suspiró mientras tiraba de ella, tratando de
persuadirla para que regresada a la vida.
—¿Podría parar con esa ridícula abominación de bolso y sentarse en una silla como un
ser humano?

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Bella podía ver que él estaba más que furioso ahora, así que colocó su ridícula
abominación en el suelo y se sentó silenciosamente en la silla incomoda. Cruzó sus manos,
solo para evitar retorcerlas, y espero con la mirada baja.
—Usted debe pensar que es una comediante. Estoy seguro que piensa que esto fue
gracioso. —Él tiró un pedazo de papel hacia ella, el cual calló al lado de sus zapatillas.
Cuando se dobló para recogerlo, se dio cuenta que era una fotocopia de la terrible nota
que le había dejado el día que Esme murió.
—Puedo explicarlo. Fue un error. Yo no escribí ambos…
—No estoy interesado en sus excusas. Le pedí que viniera a la última cita y usted no lo
hizo, ¿o sí?
—Pero usted estaba hablando por teléfono. La puerta estaba cerrada y…
—La puerta no estaba cerrada. Supongo que esto también iba a ser divertido, ¿verdad?
—Él le arrojó algo que parecía como una tarjeta de negocios.
Bella la sostuvo en sus manos y se quedó sin aliento. Era una pequeña tarjeta de
condolencia, del tipo que se enviaría con flores, y decía lo siguiente.

Lamento mucho su perdida.


Por favor acepta mis condolencias.
Con amor,
Bella Swan.

Miró hacia arriba y se dio cuenta que él escupía de lo rabioso que estaba.
—No es lo que piensa. Yo quería decir que lo lamentaba y…
—¿No había hecho eso con la nota que me dejó? —Le discutió de vuelta.
—Pero esto se suponía que iba a ser para su familia, quienes…
—¡Deje mi familia fuera de esto! —Él volteó su cuerpo lejos de ella y cerró los ojos, se
quitó sus lentes para apretar el puente de su nariz con su dedo pulgar e índice.
Bella había sido lanzada hacia el reino de la sorpresa y trasferida de vuelta a la tierra
del asombro. Nadie le había explicado. Él había malentendido su tarjeta completamente y nadie
le había aclarado la situación. Con una sensación de malestar en la boca del estomago,
comenzó a analizar lo que eso significaba.
Después de calmarse a sí mismo lo cual pareció ser después de un esfuerzo
sobrehumano, el profesor cerró el expediente y lo tiró con desdén sobre su escritorio.
—Veo que usted vino aquí con una beca para estudiar sobre Dante. Yo soy el único
profesor de este departamento que se encuentra actualmente supervisando tesis sobre ese
campo. Y dado que esto —hizo un gesto señalándolos a ambos— no va a funcionar, usted
tendrá que cambiar el tema de su tesis y encontrar otro supervisor. O transferirse a otra
Universidad. Le informaré al Director del Centro sobre mi decisión, con efecto inmediato.
Ahora si me disculpa.
Giró su silla hacia su computadora portátil y empezó a tipiar con furia.
Bella se quedó atónica.
Mientras estaba sentada allí, absorbiendo silenciosamente no solo su diatriba sino
también su conclusión, el profesor le habló de nuevo—: Eso será todo, señorita Swan.
Se forzó a sí misma a ponerse de pie, todavía aturdida, y tomó su mochila ofendida. La
apretó contra su pecho, un poco vacilante, y luego salió de la oficina lentamente,
pareciéndose mucho a un zombi hermoso.
Mientras salía del edificio y cruzaba hacia el otro lado de Bloor, Bella se dio cuenta que
había escogido un mal día para salir de casa sin su chaqueta. La temperatura había bajado y
el cielo se había abierto. Su blusa delgada con mangas largas estaba empapada solo cinco
pasos después de salir del Centro. No había pensado en llevar un paragua, así que enfrentó

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la perspectiva de caminar tres largas cuadras entre el viento y el frío y la lluvia para llegar a
su apartamento.
Oh Dioses del mal karma y las tormentas eléctricas, tengan piedad de mí.
Mientras caminaba, Bella sintió un poco de consuelo al darse cuenta que su ridícula
abominación de mochila estaba sirviendo un muy buen propósito al cubrirle su mojada y
posiblemente transparente camiseta y sostén de algodón.
Toma esa, profesor Masen.
A la vez que caminaba, analizó lo que acababa de pasar en su oficina. Se había
preparado al empacar dos maletas la noche anterior, por si acaso. Pero sinceramente había
creído que él había recordado. Había creído que él iba a ser amable con ella. Pero no lo hizo.
No le había permitido explicarle el descomunal y jodido error que fue la nota. Él había
malentendido sus flores y tarjeta. Y la había despedido efectivamente del programa. Todo
había acabado. Ahora podría regresar a la pequeña casa de Charlie en Forks, en desgracia…
…Y él sabría que había regresado y se burlaría de ella. Ellos, todos se burlarían de ella.
Bella estúpida. Pensando que se iría de Forks y Seattle y trataría de hacer algo por sí misma.
Pensando que podría graduarse en la escuela y convertirse en profesor, justo como…
¿A quién estaba engañando? Ahora todo había terminado, al menos por ese año
académico.
Bella miró hacia abajo a la destruida y ahora mojada ridícula abominación como si
fuera un bebé y la abrazó con fuerza contra su pecho. Después de su horrible exhibición de
falta de elegancia e ineptitud, ya no tenía mucha dignidad. Y perderlo todo en frente de él,
después de todos esos años, bueno, de verdad era demasiado difícil de soportar.
Pensó en el tampón solitario que estaba debajo de su escritorio y supo que cuando él se
agachara para recoger su maletín a las cinco de la tarde su humillación iba a ser completa.
Por lo menos no iba a estar allí para presenciar su reacción conmocionada y asqueada. Lo
imaginó teniendo una vaca, literalmente; acostado en su hermosa alfombra Persia que
reposaba en su oficina y dolorosa y escandalosamente parir a un ternero.
Alrededor de dos cuadras de su apartamento, el cabello rizado y largo de Bella estaba
pegado en su cabeza en formas de hojas fibrosas. Sus zapatillas sonaban a cada paso. Gotas
de lluvia caían sobre ella como si fuera un tubo de bajada. Los carros y buses pasaban, y no
se molestaba en tratar de alejarse del camino para evitar que el agua sucia de la carretera le
golpeara. Como las decepciones de la vida, ella simplemente lo aceptaba. Por lo menos hasta
que tuviera el tiempo y la calma para planear su escape.
Otro carro pasó a su lado, este disminuyó la velocidad apropiadamente así que no se
empapó por la salpicadura. Un nuevo y brillante Volvo plateado. Bella siempre había sentido
un especial cariño a ese tipo de vehículo, aunque no podía explicar por qué.
El Volvo bajó más la velocidad hasta que se detuvo. Mientras caminaba, vio como la
puerta del copiloto se abría y una voz musical habló—: Sube.
Ella dudó.
Seguramente no la estaba llamando a ella. Miró alrededor, pero era la única lo
suficientemente estúpida como para estar caminando en un aguacero torrencial.
Curiosa, dio un paso más cerca.
Sabía que no debía entrar en el auto con un extraño, incluso en una ciudad de Canadá.
Pero cuando miró hacia el asiento del conductor y vio dos penetrantes ojos verdes mirando
hacia ella, caminó lentamente hacia el vehículo.
—Usted cogerá neumonía y morirá. Suba. La llevaré a casa. —Su voz era más suave
ahora, el fuego se había ido. Esa casi era la voz que ella recordaba.
Así que por el bien de su memoria y no por otra razón, se montó en el asiento del
pasajero con torpeza y cerró la puerta, disculpándose en silencio a los dioses de los Volvos
por estropear su brillante cuero negro interior y sus inmaculadas alfombras.

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Se tranquilizó mientras las notas de Claro de luna llenaban sus oídos y sonrió para sí
misma. Siempre le había gustado esa tonada, aunque no sabía bien por qué.
Y después volteó para encarar al conductor—. Muchas gracias, profesor Masen.

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Capítulo tres.

El profesor Masen había tomado el cruce equivocado. Su vida, tal vez, podría ser
descrita como una serie de cruces equivocados, pero ese había sido completamente
accidental. Había estado leyendo un email rabioso de Emmett desde su IPhone, mientras
manejaba su Volvo en la mitad de hora pico en el centro de Toronto durante una tormenta
eléctrica, y había cruzado a la izquierda en vez de a la derecha en la Bloor Street desde el
Queen’s Park. Eso significaba que él se dirigió a la dirección opuesta del edificio donde estaba
su apartamento.
No había posibilidad de cruzar en U en el Bloor y había mucho tráfico por lo que
hubiera sido difícil estacionarse para poder cruzar a la derecha y regresarse. Es por eso que
pasó al lado de una muy mojada y patética señorita Swan, que caminaba abatida por la calle
como si fuera una vagabunda, y en un ataque de culpa, él la invitó a su auto, que era su
orgullo y alegría.
—Lamento estar arruinando su tapicería de cuero —ofreció titubeante.
Los dedos del profesor Masen apretaron con fuerza el volante—. Tengo alguien que lo
limpia cuando se ensucia.
Bella inclinó su cabeza, porque su respuesta le había hecho daño. Él la había
comparado con la suciedad, pero claro, eso era lo que él pensaba que era. Suciedad debajo de
sus pies.
—¿Dónde vive? —preguntó, teniendo la esperanza de entablar una conversación
amable y sana por la duración de lo que esperaba fuera su corto tiempo juntos.
—En Madison. Es justo allí a la derecha. —Ella sonrió por un segundo y apuntó a un
sitio enfrente de ellos.
—Sé dónde está Madison —le espetó.
Viéndolo cautelosamente con el rabillo de su ojo, Bella se encogió hacia la ventanilla de
pasajero. Lentamente volteó su cabeza mirando lejos y mordió su labio inferior con fuerza.
El profesor Masen maldijo entre dientes. Incluso debajo de la trenza de su cabello
marrón mojado, ella era bonita; un ángel con ojos marrones en jeans y zapatillas. Su mente se
paralizó ante el sonido interno de su descripción. El termino ángel de ojos marrones parecía
extrañamente familiar, pero como no pudo recordar la fuente de esa referencia apartó ese
pensamiento.
Ella tenía miedo. Sus dedos se retorcían nerviosamente en la cremallera de su
andrajosa mochila, la misma que había llamado una abominación mientras le humillaba en
su oficina.
—¿Qué número? —Él suavizo su voz. Bella casi no pudo escucharlo.
—Cuarenta y cinco.
Él asintió y poco después estacionó su auto en frente de un edificio grande de tres pisos
que quedaba en la 45 de la avenida Madison.
—Gracias —murmuró ella, y después rápidamente tomó la manilla de la puerta para
escapar.
—Espere —ordenó, buscando en los puestos de atrás un gran paragua negro.
Bella esperó y estaba asombrada de ver al profesor caminar alrededor del auto para
abrirle su puerta, esperar con el paragua abierto mientras ella y su abominación bajaban,
caminar a su lado hasta la acera y después hasta las escaleras del frente de su edificio.
—Gracias —dijo de nuevo, mientras tiraba de la cremallera de su mochila, tratando de
abrirla para conseguir sus llaves.
El profesor trató de esconder su disgusto al ver la abominación, pero no dijo nada. La
observó mientras luchaba con el cierre, y después observó como su cara se sonrojaba incluso
más y se volvía furiosa por el hecho de que el cierre no abría. Recordó la expresión de su

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rostro mientras estaba arrodillada en su alfombra Persia y se le ocurrió que tal vez este
problema también fuera su culpa.
Sin decir una palabra, le quitó la mochila de sus manos y le dio el ahora cerrado
paragua. Arrancó el cierre para abrirlo y después sostuvo el bolso hacia afuera, invitándola a
meter su mano dentro y conseguir sus llaves. Bella lo hizo.
Pero estaba nerviosa, así que dejó caer las llaves. Y después cuando las tomó sus manos
estaban temblando tanto que tuvo problemas localizando la llave correcta del llavero.
El profesor tomó el llavero de su mano y empezó a probar las llaves en la cerradura.
Cuando tuvo éxito y abrió la puerta, le permitió ingresar antes de quitar la llave de la
cerradura y entregárselas.
Ella tomó el llavero y le murmuró unas gracias.
—Le acompañaré hasta su puerta —anunció, siguiéndola por el pasillo.
Bella oró en silencio a los dioses de los apartamentos de estudio, pidiéndoles ayuda
para localizar las llaves de su apartamento rápidamente. Ellos contestaron a su plegaria.
Cuando estaba a punto de deslizarse detrás de la puerta y cerrarla firme, pero sin dejar
de ser respetuosa, en su cara, ella se detuvo. Y después como si conociera todo sobre él desde
años atrás, le sonrió mirándolo a los ojos y educadamente le preguntó si le gustaría una taza
de té.
Estaba muy sorprendido, pero sin dudarlo siquiera el profesor Masen se encontró a sí
mismo parado en su apartamento antes de tener la oportunidad de considerar si eso era en
verdad una buena idea.
Mientras veía alrededor del pequeño y escuálido espació concluyó rápidamente que no
lo era.
—¿Puedo tomar su abrigo, profesor? —La alegre pequeña voz de Bella lo distrajo.
—¿Dónde lo va a poner? —indagó, dándose cuenta primero que no parecía tener closet
o un perchero cerca de la puerta.
Los ojos de Bella miraron al suelo y agachó su cabeza.
El profesor la observó morderse el labio inferior nerviosamente e inmediatamente se
arrepintió de su rudeza—. Perdóneme —dijo en voz baja, entregándole su gabardina
Burberry, de la cual él estaba extraordinariamente orgulloso—. Y gracias.
Bella colgó su abrigo con cuidado en un gancho que estaba pegado en la parte
posterior de la puerta y después colocó rápidamente su mochila en el suelo—. Entre y
póngase cómodo. Hare té.
El profesor Masen caminó hacia una de las dos sillas que había en el apartamento y se
sentó, tratando de esconder su desagrado por el bien de ella. El apartamento era más
pequeño que su baño de invitados, e incluía una pequeña cama, la cual estaba colocada
contra una pared, una mesa pequeña con dos sillas, una pequeña estantería de Ikea y una
cómoda. Había un pequeño closet y un cuarto de baño contiguo, pero no había cocina.
Sus ojos pasearon alrededor del cuarto buscando la evidencia de cualquier actividad
culinaria y finalmente se posaron en un microonda y un plato caliente que estaba colocado
precariamente en el tope de la cómoda. Un pequeño refrigerador estaba en el suelo cerca.
—Tengo un calentador eléctrico de agua. —dijo Bella alegremente, como si estuviese
anunciando el hecho de que poseía un diamante de Tiffany.
Vio que el agua continuaba saliendo de ella, y se dio cuenta que su ropa estaba
completamente empapada, y después empezó a darse cuenta de lo que había debajo de la
ropa, porque había frío… y rápidamente y con la voz un poco ronca sugirió que renunciara a
hacer el té a fin de que se secara a sí misma.
Una vez más ella agachó su cabeza y se sonrojó, antes de doblarse en el baño y tomar
una toalla. Surgió unos segundos después con una toalla purpura sobre su cuerpo y
alrededor de su ropa mojada y con una segunda toalla en sus manos. Se movió como si

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estuviera arrastrándose sobre el suelo para limpiar los rastros de agua que había goteado
desde la puerta de entrada hasta el centro del cuarto, pero el profesor se levantó y la detuvo.
—Permítame —dijo suavemente—. Debería ponerse ropa seca antes que coja
neumonía.
—Y muera —agregó Bella, más para sí misma que para él, mientras desaparecía dentro
de su closet, tratando de no tropezar contra las dos grandes maletas.
Él se preguntó rápidamente por qué ella no había desempacado pero descartó la
pregunta ya que no era importante.
Frunció el ceño mientras limpiaba el agua de la madera rayada y gastada. Cuando
terminó, miró hacia las paredes y se imagino que probablemente en algún momento fueron
blancas, pero ahora eran de un color crema oscura, tenían burbujas y se estaban pelando.
Inspeccionó el techo y encontró muchas manchas marrones producto del agua y en una de
las esquinas lo que considero principio de moho. Se estremeció, preguntándose por qué
razón una chica buena como la señorita Swan podría vivir en un lugar tan horrible.
Aunque debía admitir que el apartamento estaba muy limpio y ordenado. Lo cual
también era inusual.
—¿Cuánto le cobran de renta? —preguntó, haciendo una ligera mueca mientras trataba
de acomodar de nuevo su metro ochenta y ocho de estatura en esa vil cosa que estaba
disfrazada como una silla plegable.
—Ochocientos al mes, incluye servicios —le gritó antes de entrar al baño.
El profesor Masen pensó con cierto pesar en los pantalones Armani que había
desechado después del vuelo de regreso de Seattle. No podía soportar la idea de usar algo
que había sido mojado con orina previamente, inclusive después de haberlo lavado, así que
los botó. Pero el dinero que Tanya gastó en esos pantalones hubiese pagado la renta de un
mes completo de la señorita Swan. E inclusive más.
Mirando alrededor del pequeño estudio, era igualmente patético y doloroso la forma
en cómo ella lo había limpiado haciendo que pareciera un hogar, así como estaba.
Una gran impresión de la pintura de Henry Holiday “Dante conoce a Breatrice en Ponte
Santa Trinita” colgaba en un lado de la cama. El profesor se la imaginó recostada sobre su
almohada, su largo brillante y ondulado cabello alrededor de su cara, observando la pintura
antes de quedarse dormida. Y luego alejó ese pensamiento diligentemente y reflexionó en
que era extraño que ambos poseyeran esa pintura. La observó y con sorpresa se dio cuenta
que Bella tenía un parecido notable con Beatrice, una semejanza que le había pasado
desapercibida. El pensamiento se retorció en su mente como si fuera una astilla, pero se negó
a pensar sobre eso.

Se percató de otras pequeñas fotos de varias escenas italianas pegadas en las peladas
paredes del apartamento; un dibujo de la Catedral en Florencia, un bosquejo de San Marco
de Venecia, y una fotografía en blanco y negro de la cúpula de San Pedro en Roma.

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Una hilera de plantas en su maceta apareció en la repisa de la ventana, junto con un
solo corte de filodendro que ella usaba aparentemente para atender la planta adulta. Las
cortinas eran bonitas, de un color lila que combinaba con el lila del cobertor de la cama y de
los cojines. Y su librero contenía muchos libros en inglés e italiano. El profesor revisó los
títulos rápidamente y quedó ligeramente impresionado por su colección amateur.
Pero en definitiva, el estudio era viejo, pequeño, con pobres reparaciones y sin cocina y
el profesor Masen no permitiría ni a su perro vivir en un lugar así, si tuviese uno.
Bella apareció en ese momento en lo que parecía un traje de deportes, una sudadera
negra y pantalones de yoga. Había anudado y trenzado su hermoso cabello y lo había puesto
apresuradamente en el tope de su cabeza con una especie de clip. Inclusive en esa ropa tan
casual, ella era muy atractiva.
—Tengo English Breakfast y Lady Grey —dijo suavemente, bajando sus manos y rodillas
a fin de conectar la tetera a la toma eléctrica que estaba debajo de la cómoda.
El profesor recordó sus manos y sus rodillas mientras había estado en su oficina y en
silencio negó con su cabeza. No era arrogante ni egocéntrica, lo cual sabía que era algo
bueno, pero sin embargo le dolía verla constantemente de rodillas. Aunque no podía explicar
por qué.
—English Breakfast. ¿Por qué vive aquí?
Bella se paró rápidamente en respuesta a su tono afilado. Se quedó de espalda a él
mientras localizaba una grande tetera marrón y dos sorprendentemente bellas tazas de
porcelanas con sus platos a juegos.
—Es una calle tranquila en un buen vecindario. Los vecinos son agradables y el área es
segura. No tengo auto y necesitaba caminar a la Universidad a cualquier hora. —Se detuvo
mientras colocaba una pequeña cuchara de plata para té en cada taza—. Mi camioneta se
dañó en mi camino para acá. No tenía dinero para repararla y no puedo sustituirla. Tuve que
tomar el bus para el resto del trayecto. Este fue uno de los apartamentos más agradables que
visite que estaba dentro de mi límite del precio.
Colocó las tazas elegantes de té en la mesa pequeña sin mirarlo y regresó al área de la
cocina.
—¿Por qué no se mudó a las residencias de los estudiantes de postgrado en Charles
Street?
Bella dejó caer algo. El profesor no pudo ver lo que era.
—Yo llegué muy tarde. Estaba esperando ir a una Universidad distinta pero no se dio.
Para el momento que decidí venir aquí, la residencia estaba llena.
—¿Y a dónde iba a ir?
Tomó su labio inferior entre sus dientes y empezó a morderlo de ida y vuelta.
—¿Señorita Swan?
—Harvard.
El profesor Masen estuvo a punto de caerse de su muy incómoda silla—. ¿Harvard?
¿Entonces qué diablos está haciendo usted aquí?
Bella reprimió una pequeña sonrisa como si supiera la razón que había debajo de su
rabia—. Toronto es el Harvard del norte.
—No sea graciosa, señorita Swan. Le hice una pregunta.
Bella suspiro—. Sí, profesor. Y sé que usted siempre espera una respuesta a sus
preguntas. —Le arqueó una ceja y él miró hacia otro lado—. Mi padre no pudo costear la
contribución que tenía que hacer por mi educación, y la beca que me ofrecían no era
suficiente, y los gastos para sobrevivir eran mucho más costosos en Cambridge que en
Toronto por el cambio de la moneda. Por eso es que estoy aquí.
Volvió a arrodillarse para desconectar la ahora tetera hirviendo y el profesor negó con
la cabeza en estado de shock.

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—Eso no estaba en el expediente que la señora Cope me dio —protestó en voz baja—.
Debió habérmelo dicho.
Bella lo ignoró y empezó a medir la cantidad de té que iba a colocar en la tetera.
—Este es un lugar terrible para vivir; no hay ni siquiera una cocina adecuada. ¿Qué
come usted aquí?
Colocó la tetera en un pequeño colador de plata sobre la pequeña mesa y después se
sentó en la otra silla plegable. Empezó a retorcer sus manos nerviosamente.
—Como muchos vegetales. Puedo cocinar cosas pequeñas en el plato caliente. Puedo
hacer sopa y cuscús. El cuscús es muy nutritivo. —Su voz temblaba ligeramente, pero trató
que sonara animada.
—Usted no puede vivir con esa clase de porquerías; ¡un perro se alimenta mejor!
Bella bajó su cabeza y se sonrojó completamente, y empezó a parpadear de repente
para alejar las lágrimas.
El profesor la miró un momento o dos y allí finalmente la vio.
Mientras presenciaba su expresión atormentada que empañaba sus hermosas facciones,
él lentamente se empezó a dar cuenta que el profesor Edward A. Masen, era un egocéntrico
bastardo.
La había avergonzado por ser pobre. Pero no había ningún tipo de vergüenza en serlo;
él también había sido pobre una vez, muy pobre. Era una atractiva e inteligente mujer que
también era una estudiante. No había vergüenza en eso. Pero había ido a su pequeña casa
donde ella trató de hacerle sentir cómodo porque ella no tenía otro lugar a donde ir, y había
dicho que no era apropiado ni siquiera para un perro. La hizo sentir como si no tuviera
ningún valor y si fuera estúpida, cuando no era ninguna de las dos cosas. ¿Qué le diría Esme
si pudiera escucharlo ahora?
Edward Masen era un imbécil. Pero al menos ahora él lo sabía.
—Perdóneme —rogó vacilante—. No sé qué se apoderó de mí. —Cerró sus ojos y
empezó a sobarlos.
—Usted acaba de perder a su madre. —La voz amable de Bella era sorprendentemente
indulgente.
Y allí un interruptor dentro de él le golpeó.
—No debería estar aquí. —Se paró bruscamente—. Necesito irme.
Se levantó y lo escoltó a la puerta principal. Ella tomó su paragua y se lo entregó con su
abrigo, después se paró con sus ojos bajos y mejillas rosadas y esperó que se fuera. Se
arrepintió de haberle enseñado su casa, ya que claramente estaba muy por debajo de su
nivel. Mientras que unas horas atrás había sentido orgullo por su pequeño pero limpio hueco
de hobbits, ahora estaba avergonzada. Había sido humillada delante de él, entre todas las
personas, de nuevo.
Él asintió con la cabeza hacia ella o algo así y murmuró en voz baja y después salió de
su apartamento.
Bella apoyó su espalda en contra de la puerta cerrada y finalmente se permitió llorar.

-
Knock. Knock.
Por favor dioses de los exorbitantes, y no aptos para perros, huecos de hobbits, solo hagan que él
me deje en paz.
La oración espontanea y silenciosa de Bella quedó sin respuesta.
Knock. Knock. Knock.
Rápidamente secó sus lágrimas y abrió la puerta, pero solo unos centímetros.
Él parpadeo mirándola como si se tratara de un árbol de navidad, y de alguna forma
como si le costara registrar el hecho que claramente había estado llorando entre su partida y
su retorno.

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Ella aclaró su garganta y miró hacia sus zapatos de punta de aguja, de marca italiana.
—¿Cuándo fue la última vez que comió un filete?
Bella se carcajeó y negó con su cabeza.
—Bueno, usted va a comer uno esta noche. Estoy hambriento y va a acompañarme a
cenar.
Se permitió a sí misma el lujo de una pequeña pero maliciosa sonrisa—. ¿Está seguro,
profesor? Pensé que esto —mímico el mismo gesto que él había hecho horas atrás— no iba a
funcionar.
Él enrojeció ligeramente—. No importa eso ahora. Excepto —sus ojos vagaron sobre su
ropa, tardando quizás un poco más de tiempo en las curvas de sus hermosos senos.
Bella se sonrojó bajo su evaluación—. Podría cambiarme.
—Eso sería lo mejor. Trate de vestirse adecuadamente.
Lo miró entre sus pestañas con expresión herida—. Tal vez soy pobre, pero tengo unas
cuantas cosas lindas, ¿sabe? Ninguna de ellas inmorales, en el caso que se preocupe que
pueda avergonzarlo por lucir barata.
El profesor se sonrojó de nuevo a la vez que se golpeaba a sí mismo internamente—.
Quería decir… apropiado para un restaurante donde yo usare corbata y saco. —Se arriesgó a
emitir una pequeña sonrisa en forma de disculpa.
Los ojos de Bella viajaron desde el primer botón hasta el final de su suéter, tal vez
tardándose un poco más en la vista de sus hermosos pectorales.
—Aceptaré con una condición.
—Usted no está realmente en condiciones para discutir.
—Entonces adiós, profesor.
—Espere. —Metió su costoso zapato italiano entre la puerta y el marco, evitando que la
cerrara. Y ni siquiera le preocupó la marca que pudiera causarle—. La escucho.
Bella ladeó su cabeza hacia un lado y lo miró en silencio antes de hablar—. Dígame
porqué, después de todo lo que me dijo en su oficina, yo debería acompañarlo a cenar.
La miró sin comprender. Y después se sonrojó hasta las raíces de su cabello cobrizo y
empezó a tartamudear—. Yo… mm… es que. Yo creo… usted podría decir que nosotros… o
usted…
Bella arqueó una ceja y lentamente empezó a cerrar la puerta sin importarle su pie.
—Espere. —Su mano saltó a sostener la puerta y dándole algún tipo de alivio a su
ahora lesionado pie derecho—. Porque lo que Peter escribió era cierto. Masen es un idiota.
Pero al menos él ahora sabe que lo es.
Ella le sonrió y él se encontró dándole una sonrisa torcida. De verdad era muy bonita
cuando sonreía. Debería buscar la forma que ella sonriera más a menudo, únicamente por
razones estéticas.
—La esperaré aquí. —No deseando darle la oportunidad de objetar, busco la manilla y
cerró la puerta de su apartamento.
En el otro lado de la puerta, Bella cerró sus ojos y gimió.

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Capítulo cuatro.

El profesor Masen paseó por el pasillo durante unos cuantos minutos y después se
apoyó contra una pared y apretó su nariz entre los dedos pulgar e índice.
No sabía cómo había llegado allí y qué lo había impulsado a actuar de esa manera,
pero estaba a punto de quedar atrapado en un desastre de proporciones épicas.
Fue poco profesional con la señorita Swan en su oficina, peligrosamente cerca de
acosarla verbalmente. La montó en su carro, sin vigilancia, y había entrado en su
apartamento. Si hubiese montado a Ángela, ella probablemente se habría agachado y hubiese
desabrochado su cremallera con sus dientes, mientras él manejaba. El profesor se estremeció
ante esa idea.
Ahora estaba a punto de llevar a la señorita Swan a cenar, a comer filetes, además. Si
eso no violaba la política de no confraternización que había pautado la Universidad, pues él
no sabe qué lo haría.
Tomó un largo y profundo respiro. La señorita Swan era un problema; un imán para
las desgracias. Y aunque lamentaba que viviera en esas circunstancias deplorables, no iba a
arriesgar su carrera para ayudarla. Ella estaría en su derecho de ir a la Presidencia de su
Departamento al día siguiente y reportar una denuncia por acoso en contra de él. No podía
permitir que eso sucediera.
Cruzó el pasillo en dos zancadas y levantó su mano para tocar la puerta. Iba a ofrecerle
una débil excusa, lo cual era mejor que simplemente desaparecer. Pero se detuvo en el
momento que escuchó un ruido del otro lado de la puerta.
La señorita Swan abrió la puerta y se quedó allí, con la mirada baja, en un simple pero
elegante vestido negro con cuello v que caía hasta sus rodillas. Los ojos del profesor
pasearon sobre sus suaves curvas y abajo para encontrar unas sorprendentemente largas y
bien formadas piernas. Y sus zapatos… ella no tenía forma de saber eso, pero el profesor
Masen tenía una cosa sobre las mujeres en exquisitos zapatos de tacones. Tragó sonoramente
mientras veía sus impresionantes y obviamente exclusivos zapatos de agujas. El profesor
quería tocarlos…
—Ejem. —Bella tosió ligeramente y él a regañadientes arrastró sus ojos desde sus
zapatos hasta su cara. Lo miraba perpleja.
Había sujetado su cabello en el tope de cabeza, pero varios rizos habían escapado y
caían suavemente alrededor de su cara. Estaba usando un poco de maquillaje, su piel de
porcelana era pálida pero luminosa, con dos deliciosas franjas rosas en sus mejillas. Y sus
pestañas parecían más largas y oscuras de lo que recordaba.
La señorita Swan de verdad era todo lo que su nombre implicaba y más, mucho más.
Se colocó un abrigo azul marino, y rápidamente cerró la puerta de su apartamento.
El profesor hizo un gesto hacia ella para que guiara el paso y la siguió en silencio a
través del pasillo. Una vez que estuvieron fuera de la puerta principal, abrió el paragua y se
paró allí sintiéndose un poco incómodo.
Bella lo miró, confundida.
—Sería más fácil para mí cubrirnos a ambos si usted toma mi brazo. —Le ofreció el
hueco de su brazo izquierdo, con el cual estaba sosteniendo el paragua—. Si a usted no le
importa —agregó.
Bella tomó su brazo izquierdo y lo miró con expresión suave. Ambos jadearon de
repente cuando un choque de algún tipo pasó entre ellos.
El profesor Masen desestimó el choque viéndolo como un fluido de electricidad natural
cargado por el aire de la tormenta eléctrica. Pero Bella sabía mejor que eso.

21
Ellos manejaron en silencio hacia el frente del puerto, a un sitio del cual Bella había
escuchado nombrar pero que no había explorado. Antes que el profesor le diera las llaves al
valet, le preguntó si podía entregarle su corbata que estaba en la guantera.
Bella se obligó a sonreír para sí misma por el hecho de que él mantenía una inmaculada
corbata de seda dentro de su carro.
Cuando se movió hacía donde estaba, él captó el olor de su cabello y cerró los ojos, solo
por un segundo—. Fresas —murmuró.
—¿Qué? —Bella preguntó, ya que no lo había escuchado.
—Nada.
Se quito su suéter y Bella se vio recompensada por un momento por la vista de su
pecho y algunos bucles de su cabello cobrizo entre los botones abiertos de su cuello.
El profesor Masen era hermoso. Él tenía una cara perfecta que todavía mantenía rasgos
infantiles sin importar su edad, y Bella creía que debajo de su ropa él sería igual de perfecto.
Trató con mucho esfuerzo de no pensar sobre eso, por su propio bien.
Pero eso no la detuvo de observar en silenciosa pero absorta admiración cómo él ataba
sin ningún esfuerzo su corbata sin usar espejo. Por desgracia, la corbata estaba torcida.
—No puedo ver cómo… no puedo ver. —Él se quejó mientras trababa de enderezar su
corbata pero fue en vano.
—¿Puedo? —Se ofreció tímidamente, no queriendo tocarlo sin su permiso.
—Gracias.
Los pequeños dedos de Bella enderezaron y alisaron rápidamente su corbata y después
trazó suavemente la línea del cuello de su camisa hasta llegar a su nuca, donde tomó el tope
del cuello y lo bajó para cubrir su corbata. Para el momento que retiró sus dedos y los colocó
en su regazo, respiraba aceleradamente y su cara estaba bastante sonrojada.
El profesor fue inconsciente de su reacción porque estaba muy ocupado pensando
acerca de la extraña familiaridad que sentía con los dedos de ella. Y preguntándose por qué
los dedos de Tanya nunca se sintieron así.
Removió su chaqueta de la percha donde estaba colgada detrás de su asiento y se la
colocó rápidamente. Después con una sonrisa y un asentimiento, ambos salieron del auto.
Harbour Sixty Steakhouse era un hito en Toronto, un restaurante famoso y muy costoso,
que era popular entre directores, políticos y otros iluminados. El profesor Masen comía allí
porque servían el mejor filete que había comido en su vida y él era impaciente cuando se
trataba de la mediocridad. Así que nunca se le hubiese ocurrido llevar a la señorita Swan a
otro lugar.
Antonio, el anfitrión, lo saludó cordialmente con un firme apretón de mano y un
torrente de italiano.
El profesor respondió cordialmente a su vez, y también en italiano.
—¿Y quién es la belleza? ¡Qué hermosa chica! —Antonio besó la palma de la mano de
Bella mientras charlaba con ella en un muy descriptivo italiano sobre sus ojos, su cabello y su
piel.
Bella se sonrojó y le agradeció, en forma tímida pero resuelta en su propio idioma.
El sonido de la señorita Swan hablando italiano era tentador.
La señorita Swan tenía una hermosa voz, eso era cierto, pero la señorita Swan hablando
italiano era algo celestial. La forma en cómo su boca de rubí se abría y se cerraba, la delicada
forma en cómo casi cantaba las palabras, su lengua saliendo para mojar sus labios de vez en
cuando… el profesor Masen se tuvo que recordar a sí mismo que debía cerrar su boca
después que casi se le cayera.
Antonio estuvo tan sorprendido y complacido por su respuesta, que besó sus mejillas
no una sino dos veces y rápidamente los guio al final del restaurante donde les dio su mejor
y más romántica mesa para dos.

22
El profesor sostuvo su silla de mala gana al darse cuenta de lo que Antonio estaba
haciendo. Él se había sentado en esa mesa antes, no mucho tiempo atrás, pero con otra
persona. Esto era un error y uno que debería corregir, pero justo cuando se aclaró su
garganta para esclarecer la situación, Antonio le preguntó a Bella si querría aceptar una
botella de un vino muy especial que provenía del viñedo de su familia en Toscana.
Bella le agradeció efusivamente, pero le explicó que Il Professore tal vez tendría otra
preferencia para el vino que le gustaría beber en su cena.
El profesor Masen se sentó rápidamente y no queriendo ofender a nadie, dijo que
estaría encantado con lo que sea que Antonio ofreciera. Antonio sonrió y se retiró
rápidamente.
—Como estamos en público, creo que sería lo mejor si usted no se refiere a mí como
profesor Masen.
Bella sonrió ampliamente y asintió con la cabeza.
—Así que diríjase a mí como señor Masen.
El señor Masen estaba muy ocupado viendo el menú como para notar la forma en
cómo los ojos de Bella se ensancharon y después bajaron.
—Usted tiene un acento toscano —comentó distraídamente, aún sin mirarla.
—Sí.
—¿Cómo ocurrió eso?
—Un año en el extranjero, en Florencia de la Universidad de Seattle. Y después un
viaje el año pasado por unas cuantas semanas.
—Su italiano está muy avanzado para alguien que solo estuvo un año en el extranjero.
—Comencé a estudiarlo cuando estaba en la secundaria.
Él miró a través de la pequeña e intima mesa y la observó evitar su mirada a propósito.
Ella estudiaba el menú como si fuera un examen, sosteniendo su labio inferior entre sus
dientes.
—Usted ha sido invitada, Señorita Swan.
Sus ojos viajaron hacia los suyos con una mirada inquisitiva.
—Usted es mi invitada. Ordene lo que quiera, pero por favor ordene un poco de carne.
—Sintió la necesidad de agregar ese requisito ya que el propósito expreso de esa cena era
proveerle algo más fortalecedor que el cuscús.
—No sé qué escoger —dijo ella en voz baja.
—Yo puedo ordenar por usted, si lo prefiere.
Bella asintió y cerró su menú, todavía mordiendo su labio inferior de ida y vuelta.
Antonio regresó en ese momento y orgullosamente les enseñó la botella de Chianti con
una etiqueta escrita a mano. Bella sonrió ampliamente y observó con deleite mientras él abría
la botella y vertía un poquito de contenido en su copa.
El señor Masen observó, casi sin aliento, como arremolinaba el vino de forma experta y
después la levantaba para poder examinarlo más de cerca con la luz del candelabro. Llevó la
copa a su nariz, cerró sus ojos y olió. Después colocó la copa entre sus labios llenos y probó el
vino, sosteniéndolo en su boca por un momento antes de tragarlo. Abrió los ojos, sonrió más
ampliamente y agradeció a Antonio por su hermoso regalo.
Antonio sonrió, felicitó al señor Masen por haber escogido bien a su compañera de
cena un poco muy entusiasmadamente, y después llenó las copas con su vino favorito.
Mientras tanto, el señor Masen estaba ajustándose a sí mismo debajo de la mesa porque
la visión de la señorita Swan probando el vino fue la cosa más erótica que había visto en su
vida. No era medianamente atractiva, ella era hermosa, como un ángel o una musa. Y no era
medianamente hermosa, ella era sensual e hipnótica, pero también inocente. Sus grandes
ojos reflejaban una profundidad de sentimientos y pureza que nunca había visto antes.

23
Tuvo que alejar sus ojos de ella mientras se ajustaba a sí mismo de nuevo por si acaso,
sintiéndose de repente sucio y más que un poco avergonzado por la reacción que provocaba
en él. Una reacción que tendría que atender después esa misma noche. Cuando estuviera
solo. Y rodeado por la esencia de fresa.
Ordenó la comida, asegurándose de pedir la porción de filete mignon más grande que
sea posible para la señorita Swan. Cuando ella protestó, él descartó su preocupación con un
movimiento en su mano, señalándole una vez que Antonio se retirara que podría llevarse las
sobras a su casa. Si el señor Masen se salía con la suya, esa comida la alimentaria por un par
de días.
Se preguntó qué comería una vez que las sobras se hubieran acabado, pero se negó a
mortificarse por ese problema. Esto era algo de una vez y de un solo evento, y solamente
porque le gritó y la avergonzó. Después de esto, las cosas entre ellos serían estrictamente
profesionales.
Por su parte, Bella estaba feliz únicamente por estar con él. Quería ser capaz de hablar
con él, de hablar con él de verdad, preguntarle acerca de su familia y del funeral. Quería
consolarlo por la pérdida de su madre. Quería contarle secretos y que él le susurrara sus
secretos de regreso.
Pero cuando sus ojos determinados aunque de alguna forma, distantes se fijaron en los
de ella, supo que no podría tener lo que quería. Así que sonrió y jugueteó con los cubiertos
de plata, deseando que no se diera cuenta de su nerviosismo y de sus desesperados y
vergonzosos pensamientos.
—¿Por qué empezó a estudiar italiano en la secundaria?
Bella jadeó. Sus ojos se agrandaron y su hermosa boca se abrió completamente.
Las cejas del señor Masen se fruncieron en respuesta a su reacción. Su reacción fue
completamente desmedida a la pregunta; no le preguntó su talla de sostén. Sus ojos bajaron
involuntariamente a las curvas de sus pechos y después regresaron a sus ojos. Enrojeció
cuando un número y tamaño de copa surgieron milagrosamente dentro de su cabeza.
—Um, yo me interesé por la literatura italiana. En Dante y Beatrice. —Jugueteó con la
servilleta de lino en su regazo, sus rulos colgaron alrededor de su cara en forma de corazón.
Él pensó en la pintura de su apartamento y su extraordinario parecido con Beatrice.
Una vez más, el pensamiento dio un vuelco en su cabeza y una vez más lo alejó hacia un
lado.
—Ese es un interés notable para una chica joven —apuntó, permitiendo a sus ojos
memorizar su belleza.
—Tuve… un amigo que me introdujo a ello. —Ella sonaba dolida y más que un poco
triste.
Se dio cuenta que estaba pisando cerca de una vieja herida así que retrocedió sus pasos
rápidamente, tratando de encontrar un terreno más cómodo donde pasar.
—Antonio está muy encantado con usted.
Bella miró hacia arriba y sonrió graciosamente—. Él es muy amable.
—Tú floreces ante la amabilidad, ¿no es así? Como una rosa. —Las palabras escaparon
de sus labios antes que tuviera tiempo de pensarlas, y para el tiempo en que fueron
pronunciadas y que Bella lo miró con algo más que un poco de calidez, era muy tarde para
retractarse.
Y con eso fue suficiente. El profesor Masen empezó a enfocar su atención en la copa de
vino, y sus facciones se nublaron y se volvieron bastante frías.
Bella vio el cambio, lo aceptó y no hizo más intentos de conversación.
Antonio se preguntó por qué el profesor traería a esa criatura tan adorable a un lugar
tan romántico y después se sentaría allí estoicamente sin siquiera hablarle, mirarla,
pareciendo todo el tiempo como si estuviese sufriendo algún tipo de dolor. Y por ello

24
durante la comida, él pasó más tiempo del necesario en su mesa hablando en italiano con la
hermosa Isabella, e invitándola a que lo acompañase junto con su familia al club Italiano-
canadiense para cenar el domingo siguiente.
Bella aceptó su invitación amablemente y fue recompensada después con tiramisú,
expreso, biscochos, grappa* y después finalmente, con un pequeño chocolate Bacci, uno
detrás de otro y sin prisas.
El profesor Masen no fue recompensado con esas delicias así que solo estuvo sentado
allí, viendo a la señorita Swan disfrutando, y sintiéndose melancólico.
Para el final de la noche, Antonio le había entregado algo que parecía ser una gran
canasta llena de comida a sus brazos y no permitió que ella lo rechazada. Él besó sus mejillas
varias veces después de ayudarla con su abrigo, y le rogó al profesor que la trajera de nuevo
pronto y muy seguido.
El profesor Masen enderezó sus hombros y le dio a Antonio una mirada de piedra—.
Eso no será posible. —Y con eso, salió del restaurante, con Bella y la canasta pesada llena de
comida caminando detrás de él.
Cuando llegaron al apartamento de Bella, el profesor Masen amablemente abrió su
puerta y tomó su canasta del puesto de atrás del Volvo. La observó curioso, moviendo varias
cosas alrededor para que pudiera analizar su contenido.
—Vino, aceite de oliva, vinagre balsámico, biscochos, un jarrón de la salsa marinada
casera de la esposa de Antonio, y las sobras. Usted va a estar muy bien alimentada por el
poco tiempo que viene.
—Gracias. —Bella se ruborizó, subiendo su mano para que le entregara la comida.
—Esto es pesado. Lo llevaré por usted. —La escoltó hasta la puerta del frente del
edificio y esperó mientras la abría. Después le entregó la canasta.
Bella empezó a mirar sus zapatos y sus mejillas se sonrojaron aún más mientras
pensaba lo que necesitaba decir.
—Gracias, profesor Masen, por una noche agradable. Fue muy generoso por su parte…
—Señorita Swan —le interrumpió—, no hagamos esto más incomodo de lo que ya es.
Me disculpo por mí… rudeza anterior. Mi única excusa por mi comportamiento es, ah,
razones personales. Así que solo estrechemos nuestras manos y superémoslo.
Él le ofreció su mano y ella la tomó. En su agarre, su mano parecía como algo sin vida y
se quedó perplejo preguntándose por qué.
Solamente la estrechó, tratando de no hacerlo muy fuerte para no dejarle un cardenal, e
ignorando completamente la emoción que corría por sus venas al sentir su piel contra la
suya.
—Buenas noches, señorita Swan.
Y con eso, Bella desapareció dentro de su edificio dejando al profesor Masen en
mejores términos de los que lo dejó esa tarde.
Una hora o un poco más tarde, Bella se sentó en su cama por mucho tiempo mirando la
fotografía que siempre mantenía escondida debajo de su almohada. Estaba tratando de
decidir si debería destruirla, dejarla donde siempre estaba, o guardarla en una gaveta.
Siempre iba a amar esa fotografía. Amaba la sonrisa que había en la cara de él. Era la
más hermosa fotografía que hubiese visto en su vida, pero también le dolía terriblemente
verla.
Miró a la hermosa pintura que colgaba sobre su cama y luchó para contener las
lágrimas. No sabía qué esperaba de su Dante, pero definitivamente no lo recibió. Así que con
la sabiduría que solo surgía de haber pasado la experiencia de que le partieran el corazón,
decidió dejarlo ir de una vez por todas.
____
* Un tipo de licor.

25
Pensó en su ahora llena despensa y en la bondad que Antonio le mostró.
Pensó en los mensajes de voz que recibió de Peter, como él le había expresado
preocupación por haberla dejado con el profesor y le rogaba que lo llamara a cualquier hora
para decirle que estaba bien.
Caminó hacia su cómoda, abrió la primera gaveta, y colocó la fotografía con veneración
pero determinación en el fondo de la misma, debajo de la ropa interior sexy que nunca
utilizó
Y con el contraste entre los tres hombres bien afianzados en su cabeza, ella regresó a su
cama, cerró sus ojos y soñó con un prado secreto.

26
Capítulo cinco.

El viernes, Bella recibió un formulario en su buzón que indicaba que el profesor Masen
había aceptado ser su supervisor de tesis.
Estaba mirando el formulario asombrada y preguntándose por qué había revocado su
antigua decisión cuando Peter llegó detrás de ella.
—¿Lista para irnos?
Lo saludó con una sonrisa mientras guardaba el formulario en su mochila.
Ellos salieron del edificio y empezaron a caminar por Bloor Street para llegar al Starbuck
más cerca, la cual estaba solo a media cuadra de distancia.
—Quería preguntarte sobre tu reunión con Masen, pero antes de hacer eso, hay algo
que necesito decirte.
Bella miró al alto hombre de cabello oscuro que estaba caminando a su lado con algo
parecido a ansiedad.
—No te asustes, conejo. No va a doler. —Le dio una palmadita en su brazo, con
suavidad. El corazón de Peter era tan grande como él así que era muy sensible al corazón de
los demás.
—Sé lo que pasó con nuestra pequeña nota.
Bella cerró los ojos y maldijo—. Peter, lo siento mucho por eso. Yo iba a decirte que lo
arruiné todo y escribí en tu nota, pero no había tenido la oportunidad. No le dije quién la
había escrito.
Peter presionó su mano contra su brazo para detenerla—. Bella, sé eso. Yo se lo dije.
Bella lo miró asombrada— ¿Por qué hiciste eso?
Mientras él sondeaba la profundidad de los ojos castaños de la conejo, supo, sin
ninguna duda, que haría cualquier cosa para evitar que alguien le hiciera daño. Inclusive si
eso significaba perder su carrera académica. Inclusive si eso significaba arrastrar a Masen
fuera del Centro de Estudios Medievales por su femenino y sobre arreglado hola-yo-acabo-de-
rodar-fuera-de-una-cama-después-de-tener-horas-de-gran-sexo cabello y dar la gran pateada de
culo que él (y su cabello) tanto merecían.
—La señora Cope me dijo que él te estaba cazando y yo imaginé que te iba a tragar. Y
después encontré una copia de nuestra nota, derecha y reversa, en una pila de fotocopias que
Masen me dejó —se encogió de hombros—. Es uno de los riesgos ocupacionales por ser
asistente de investigación de un completo Pendeward*
Peter jaló a Bella ligeramente para hacer que siguiera caminando, pero esperó para
continuar su conversación hasta después de haberle comprado un gran café de vainilla sin
azúcar. Una vez que la tuvo sentada como una gata en una silla de terciopelo morado y se
había convencido que estaba cómoda y cálida, volteó hacia ella con expresión de simpatía.
—Sé que fue un accidente. Debí haberte acompañado a su oficina el primer día, tú
estabas tan perturbada. Honestamente Bella, nunca lo había visto actuar de la manera en que
actuó en ese seminario. Él puede ser un poco arrogante y delicado sobre algunas cosas, pero
nunca había sido tan agresivo con una estudiante femenina antes. Era doloroso verlo.
Bella dio un sorbo a su café y esperó a que él continuara.
—Así que cuando encontré una copia de la nota en la basura que me dejó, supe que él
te iba a reprender severamente. Averigüé la hora en que iba a ser tu cita y programé una
reunión con él quince minutos antes de la tuya. Allí confesé que había sido yo quién escribió
la nota. Inclusive mentí y trate de decirle que había forjado tu firma para hacer una broma,
pero él no me creyó.
—¿Hiciste todo eso por mí?
____
* Es un juego de palabra, en ingles fue Dickward, una unión entre pendejo y las últimas
letras del nombre de Edward; Dick + Edward: Dickward. Pendejo + Edward: Pendeward.

27
Peter sonrió ampliamente y flexionó sus fuertes brazos de forma casual—. Estaba
tratando de ser un escudo humano. Pensé que si me gritaba hasta que sacara todo fuera de
su sistema, no le quedaría nada para cuando le tocara reunirse contigo. —La estudió con
expresión pensativa—, pero estuve equivocado, ¿no es así?
Bella lo miró con gratitud—. Nadie había hecho algo así por mí antes, Peter. De verdad
te debo una.
—Ni lo menciones, conejo. Solo desearía que él hubiese descargado su rabia conmigo y
no contigo. ¿Qué te dijo?
Ella enfocó toda su atención en el café y actuó como si no hubiese escuchado la
pregunta.
—¿Así de mal, huh? —Peter se sobó su barbilla pensativamente—. Bueno, debió
haberse arreglado porque fue educado contigo en el último seminario.
Bella soltó una risita—. Claro. Pero no me permite responder ninguna pregunta, ni
siquiera cuando levanto mi mano. Y Ángela Webber está sobre él como si fuera una jodida
perra en celo.
Peter observó su repentino arranqué de indignación con diversión—. No te preocupes
por ella. Tiene una especie de problema con Masen por su propuesta de disertación. Él no lo
va a dejar pasar. Me lo dijo.
—Eso es terrible. ¿Ella lo sabe?
Peter se encogió de hombros—. Él cree que ella debería saberlo. ¿Quién sabe? Está tan
enfocada en seducirlo, que está dejando su trabajo de lado. Es vergonzoso.
Bella tomó nota de todo eso y lo guardó en su memoria para referencia futura y
después se dejó caer en el respaldo de su silla relajada, y disfrutando el resto de su tarde con
Peter, quien era encantador y considerado y le hacía sentir feliz de que estuviera en Toronto.

A las cinco de la tarde, Bella miró a su reloj y se dio cuenta que necesitaba ir a casa. Su
estómago rugió y se encogió sintiendo vergüenza.
Peter rio con buen humor y le sonrió para hacerle entender que no tenía que sentirse
avergonzada. Era tan adorable en todo, incluyendo la forma en cómo su estómago rugía—.
¿Te gusta la comida tailandesa?
Ella sonrió ampliamente—. Me gusta. Había un gran sitio en Seattle al que solía ir
antes… —Se calló antes de decir las palabras en voz alta. Ese restaurante había sido el sitio al
que siempre iba con él. Se preguntó en silencio si ellos irían allí ahora, comerían en su mesa,
se reirían del menú, burlándose de ella…
Peter se aclaró la garganta para que regresara con él.
—Lo siento. —Agachó su cabeza para esconder su vergüenza, y hurgó en su mochila
fingiendo estar buscando algo.
—Hay un buen sitio al final de la calle. Está a unas cuantas cuadras, así que será una
larga caminata. Pero la comida es grandiosa. Si no tienes otros planes, déjame llevarte a
cenar.
Los nervios de Peter solo se vieron reflejados en el lento y sutil repiqueteo de su pie
derecho, el cual Bella detectó en el rabillo de su ojo en el borde la mesa de café.
Miró hacia sus amables y oscuros ojos y pensó rápidamente en como la bondad valía
más en el mundo que la pasión y ella dijo sí antes que pudiera incluso contemplar decir no.
Él se rio como si su aceptación le diera más que un placer secreto, y tomó su pesada
mochila del suelo sin ningún esfuerzo, y la colocó sobre su hombro—. Esto es una carga muy
pesada para ti —dijo, mirando en sus ojos y escogiendo cada palabra intencionalmente—.
Déjame cargarla por un tiempo.
Bella sonrió a sus zapatos y lo siguió hacia la calle.

28
El profesor Masen estaba caminando desde el Centro hacia su apartamento. Era un
paseo corto, aunque los días malos y los días en los cuales tenía un compromiso en la noche,
manejaba.
Estaba pensando en la lectura que iba a dar en el Centro sobre la lujuria en Dante y
Aquino. El pensamiento de la lujuria, casi como la lujuria en sí, eran tentadores, y el profesor
Masen se encontró a sí mismo tirando de su cerrada gabardina para que la ofensiva pero
ligeramente espectacular muestra de sus tesoros no atrajera atención desfavorable.
Allí fue donde él la olió. Se detuvo, cerró sus ojos e inhaló un profundo y hondo
respiro. Fresas. Pureza. Vainilla. Inocencia.
Una sonrisa se colocó en sus tentadores labios y cuando abrió sus ojos y miró alrededor
la calle, encontró la fuente de esa extraordinaria esencia.
Señorita Swan.
Excepto que la señorita Swan no estaba sola.
Apartó toda consideración de cómo reconocía su esencia cuando tenía tan poco tiempo
conociéndola, y como podía olerla desde tan lejos en un día de trabajo en el centro de la
ciudad. Debido a que la vista que le llamó la atención suscitó una reacción mucho más
dramática.
Peter estaba sosteniendo su abominación que llamaba un bolso de libros y caminaba
con ella bajando la calle. Ellos estaban conversando tranquilamente y sonriendo, y
caminando peligrosamente cerca el uno del otro.
Cargando sus libros ahora, ¿no? Qué acto tan adolescente de tu parte, Peter.
El profesor Masen observó como ella se tropezaba, y su corazón dio un salto hasta su
garganta a la vez que instintivamente se iba hacia adelante como si con eso fuera a evitar que
se cayera, pero Peter la ayudó a levantarse, su mano paseo alrededor de su cintura
sosteniéndola y su gran garra inspeccionaba sus pequeñas manos para verificar que no se
hubiese herido. Él parecía como si fuera a besarlas para que se curaran.
Un gruñido bajo retumbó en la garganta de Masen y sus labios se curvaron detrás de
los dientes.
¿Qué demonios fue eso?
El profesor Masen se tomó un momento para reponerse y mientras se apoyaba contra
la ventana de la tienda de Louis Vuitton, trató de descubrir qué demonios acababa de
sucederle.
Él era un animal racional. Usaba ropas para cubrir su desnudez, manejaba un auto,
comía con cuchillo, tenedor y servilletas de lino. Era un empleado remunerado en un trabajo
que requería habilidad intelectual y agudeza. Controlaba sus urgencias sexuales a través de
diversos medios civilizados y nunca tomaría una mujer contra su voluntad.
Sin embargo, mientras miraba a la señorita Swan y a Peter se dio cuenta que él era un
monstruo. Algo primitivo. Algo salvaje. Algo que le hacía desear ir allí y arrancarle la cabeza
a Peter y reclamarla. Para besarla hasta dejarla sin sentido y después hundir sus dientes y
marcarla como suya.
¿Qué mierda?
Ese pensamiento aterrorizó completamente a Edward Masen. Además de haber sido
un idiota y un presuntuoso pendejo, estaba a un paso, a un respiro, de convertirse
potencialmente en un Neanderthal que sentía que poseía una especie de propiedad sobre
una mujer joven que había visto brevemente y que lo odiaba. Sin mencionar el hecho de que
era su estudiante y estaba en una posición de superioridad sobre ella.
Necesitaba ir a casa, acostarse en su sofá y apretarse el puente de su nariz con sus
dedos hasta que jodidamente se calmara. Y allí iba a necesitar algo más, algo más fuerte para
calmar sus urgencias.

29
Mientras el profesor Masen continuaba su camino a casa, arrastrándose dolorosamente
lejos de la vista de dos personas jóvenes, sacó su IPhone y rápidamente presionó el botón
para hacer una llamada.
La mujer contestó en el tercer repique—. Hola.
—Hola, soy yo. ¿Puedo verte esta noche?

-
El miércoles siguiente, Bella estaba caminando fuera del Centro después del seminario
de Masen cuando escuchó una voz familiar llamándola.
—¿Bella? Bella Swan, ¿eres tú?
Dio media vuelta y se vio envuelta en un abrazo tan fuerte que pensó que iba a
ahogarse.
—Alice. —Consiguió decir, mientras luchaba por aire.
La pequeña mujer de cabello negro gritó fuertemente y abrazó a Bella de nuevo—. Te
he extrañado. ¡No puedo creer que haya pasado tanto tiempo! ¿Qué estás haciendo aquí?
—Alice, lo siento tanto. Lo siento por todo y por Esme y… por todo.
Las dos amigas se quedaron calladas en su dolor compartido y se abrazaron la una a la
otra por mucho tiempo.
—¿Por qué no me dijiste que estabas aquí? —le reprochó Alice con lágrimas en los ojos.
Los ojos de Bella se movieron incómodos de su amiga al profesor Masen, quien estaba
parado a su lado mirándola furioso y abriendo y cerrando la boca como si fuera un bacalao.
—No estaba segura que me fuera a quedar. Las primeras dos semanas de Universidad
fueron bastante, um, difíciles.
Alice, que a todas luces era muy inteligente, se dio cuenta de la energía extraña y un
tanto conflictiva que radiaba entre su hermano adoptivo y su antigua mejor amiga, pero por
el momento lo dejó pasar.
—Justamente le estaba contando a Edward que iba a cocinar para él esta noche. Por
favor ven a casa y cena con nosotros.
Los ojos de Bella se agrandaron y la miró con un poco de pánico.
Edward aclaró su garganta—. Ah, Alice, estoy seguro que la señorita Swan está
ocupada y tiene otros planes.
Bella captó su mirada, llena de significado, y empezó a asentir obedientemente.
Alice se dio la vuelta—. ¿Señorita Swan? ¡No pretendas que no sabes sobre ella,
Edward! Ella fue mi mejor amiga en la secundaria y hemos sido amigas desde allí. Solo
porque tú nunca la conociste antes no significa que tengas que ser tan formal. Y francamente,
Edward, tu actitud y pretensión son de verdad como demasiado. Hazme el favor y relaja el
palo que está en tu trasero.
Ella se dio la vuelta de nuevo para ver a Bella tragándose su lengua. O por lo menos,
cuando la vio eso es lo que estaba haciendo y casi se volvió azul y comenzó a toser.
—Nosotras deberíamos vernos para almorzar. Estoy segura que el profes… tu hermano
no quiere compartirte. —Bella forzó una sonrisa, consciente del hecho que Edward le estaba
lanzando puñales con su mirada sobre la cabeza de Alice, la cual difícilmente llegaba sobre
su abdomen.
Alice la miró—. Él es Edward, Bella. ¿Qué está mal con ustedes dos?
—Ella es mi estudiante, Alice. Hay reglas. —El tonó de Edward comenzó a cambiar
cada vez más a frío y hostil.
—Ella es mi amiga, Edward. ¡Y yo digo qué se joda esa estupidez de las reglas! —Alice
miró a su hermano y a su amiga y notó como Bella miraba a sus zapatos y que Edward las
veía a ambas con el ceño fruncido—. ¿Podría alguien por favor decirme qué está sucediendo?
Cuando ni Bella ni Edward respondieron su pregunta, Alice cruzó sus brazos debajo
de su pequeño pecho y dio una patada con su pequeño pie en el suelo.

30
—Edward Anthony Cullen Masen, ¿Has sido un imbécil con Bella?
Bella ahogó una risa y Edward frunció el ceño profundamente. Ninguna reacción
hubiese sido suficiente para decirle a Alice que sus instintos sobrenaturales eran correctos,
como siempre.
—Bueno, yo no tengo tiempo para esta estupidez. Ustedes dos tendrán que besarse y
reconciliarse. Solo estaré aquí una semana y espero pasar mucho tiempo con ambos. Así que
simplemente tendrán que soportarlo. —Alice tomó a cada uno por un brazo y los arrastró
hacia el auto.

-
Alice Cullen era una diseñadora de ropas de Seattle que tenia veintitrés años, vivía una
vida feliz con su amor de toda la vida, Jasper Whitlock, que trabajaba en Microsoft. Ella era
muy bonita, tenía facciones finas y pequeños huesos, su cabello era negro, corto y lo usaba
puntiagudo y tenía ojos negros penetrantes. Era también muy extrovertida, lo cual algunas
veces exasperaba a su mucho mayor e introvertido hermano.
Edward mantuvo sus labios firmemente apretados durante todo el trayecto a su
apartamento, mientras Alice y Bella se metieron en los asientos de atrás como una pareja de
chicas que estudiaban en secundaria, riendo y recordando sobre viejos amigos. A él no le
entusiasmaba pasar la velada con ninguna de las dos, pero Alice estaba sufriendo en ese
momento y no iba a hacer algo que podría agrandar su sufrimiento.
Pronto los dos tercios del feliz trío estaban montados en el elevador del edificio donde
estaba el apartamento de Edward, el cual se encontraba ubicado a un par de cuadras del
Centro. Era dueño de un apartamento en el último piso del Edificio Manulfe, el cual era una
impresionante torre de lujo de Bloor Street.
Mientras ellos salían del ascensor y caminaban hasta el piso de Edward, Bella se dio
cuenta con interés que solamente habían cuatro puertas en el pasillo.
Wow. Estos apartamentos deben ser gigantes.
Una vez que Bella entró en el piso y siguió a Edward y Alice a través del pequeño
vestíbulo a la sala centrada y de espacio abierto, se dio cuenta por qué su sensibilidad había
sido tan ofendida con su estudio.
El apartamento tenía ventanas desde el suelo hasta el techo en casi todas sus
habitaciones, las cuales estaban cubiertas con dramáticas cortinas de seda azul claro, con
vistas desde la torre CN y hasta el Lago Ontario. Los pisos eran de una rica y oscura madera,
con alfombras Persas que lo adornaban, y las paredes eran de un color gris claro.
Los muebles de su sala parecían que habían sido escogidos de la restauración
Hardware, y oscilaban desde un hermoso y gran sofá de cuero marrón chocolate, dos
gemelos sofás de cuero, una silla roja acolchada de terciopelo que estaba ubicada al lado de
la chimenea, con una otomana a juego.
Bella miró a la preciosa silla roja con más de un poquito de envidia. Sería la silla
perfecta para sumergirse en un día lluvioso, y tomarse una taza de té mientras leía su libro
favorito. No que alguna vez tendría esa oportunidad.
La chimenea era de inyección de gas y Edward había suspendido una televisión de
plasma de pantalla plana sobre el manto como si fuera una pintura. Varias piezas de arte,
pinturas de oleo y esculturas adornaban las paredes y alguno de los muebles. Él tenía piezas
de calidad de museo de vidrio romano y cerámica griega, intercaladas con reproducciones de
esculturas famosas incluyendo la Venus de Milo y el Apollo y Daphne de Bernini.
De hecho, pensó Bella, él tenía demasiadas esculturas, y todas ellas de desnudos
femeninos.
Pero no había fotos personales. Pensó que lo más extraño de todo eran las fotos en
blanco y negro de Paris, Roma, Londres, Florencia, Venecia y Oxford, pero no había fotos de
los Cullen, ni siquiera de Esme.

31
En el cuarto siguiente, cerca de la larga y formal mesa de comedor, había un gran piano
de ébano. Bella miró la riqueza y la extensión de este y se preguntó si Edward todavía
tocaba, Esme había mantenido un piano afinado y listo en caso que Edward los visitara. Ella
había cubierto el piano con fotos de sus hijos.
El piano de Edward estaba desnudo excepto por dos cosas: una gran vasija de cristal y
una bandeja de plata que contenía varias licoreras de cristal, cada una llena con líquido de
color ámbar, una hielera de cristal y copas antiguas de cristal. Pinzas para hielo de plata
completaban el recuadro, formando un ángulo a través de una pila de pequeñas y cuadradas
servilletas de lino blanco con las iniciales E.A.M bordadas en ellas. Bella se rio para sus
adentros cuando se imagino como esas servilletas podrían verse si el apellido de Edward
hubiese sido… digamos… Turner*.
Bella pensó que era bastante extraño convertir un piano en un bar, pero como era el
apartamento de Edward tal vez esa es la manera que le gustaba.
En resumen, el apartamento del profesor Masen era estéticamente agradable, decorado
con buen gusto, escrupulosamente limpio, intencionalmente masculino, y muy, muy frío.
Bella se preguntó rápidamente si él alguna vez llevaría mujeres a ese espacio tan frígido, y
después trató con mucho esfuerzo de no imaginar lo que les hacía a ellas cuando las llevaba
allí. Tal vez tenía un cuarto para esos propósitos y así ellas no pudieran dañar sus cosas
valiosas… Pasó una mano sobre la cubierta fría de granito negro y se estremeció.
Alice inmediatamente empezó a rebuscar en la gran cocina—. Edward, ¿por qué no le
das a Bella el gran recorrido, mientras yo empiezo a hacer la cena?
Apretó su abominación de mochila contra su pecho, no dispuesta a poner esa cosa
ofensiva en cualquiera de sus muebles.
Edward se la quitó de las manos y la colocó en el suelo debajo de una pequeña mesa.
Le sonrió en agradecimiento y él se encontró devolviendo la sonrisa.
No quería darle a la señorita Swan un recorrido por su apartamento. Y ciertamente no
iba a enseñarle su cuarto y las fotos en blanco y negro que adornaban esas paredes. Pero con
Alice allí para recordarle sus obligaciones como un cortes anfitrión (a regañadientes), no vio
la forma de evitar darle el recorrido por los cuartos para invitados.
Y así es como llegó a estar parado en su estudio, el cual había sido anteriormente un
tercer cuarto, pero que convirtió en una cómoda biblioteca al instalar estanterías de madera
oscuras que llegaban hasta el techo de la habitación.
Bella jadeó al ver todos los libros; títulos nuevos, raros y la mayoría de tapa dura, en
italianos, francés, inglés y alemán.
El cuarto, como el resto del apartamento, era intencionalmente masculino. Las mismas
cortinas azul claro, la misma madera oscura, y alfombras antiguas persas en el centro de la
habitación.
Edward se paró detrás de su pomposo y bastante grande y pesado escritorio de roble—
. ¿Le gusta? —preguntó señalando la biblioteca.
—Mucho —contestó Bella—. Usted tiene tantos libros.
Extendió la mano para acariciar la silla acolchada de terciopelo rojo, la gemela de la
que había admirado al lado de la chimenea. Pero no creía que eso a él le gustara. El profesor
Masen era un poco delicado con la manera en que manejabas sus cosas, así que se detuvo
justo a tiempo. Probablemente le atacaría por arruinar sus cosas con sus pequeños dedos
sucios.
—Esa es mi silla favorita, también. Es bastante cómoda, si quiere probarla.
Bella le sonrió como si le hubiese dado un regalo y se sentó rápidamente, uniendo sus
piernas debajo de ella y acurrucándose como si fuera un gato.
Edward podía jurar que había escuchado su ronroneo.
___
*Juego de palabras, en ese caso sería EAT, que en español significaría COMER.

32
Sonrió a la visión de ella, momentáneamente relajado y casi feliz. Y por un impulso,
decidió enseñarle una de sus cosas más valiosa.
—Aquí hay algo para que usted vea. —Agitó una mano para que se acercara y ella se
paró en frente de su escritorio.
Abrió una gaveta y sacó dos pares de guantes blancos de algodón.
—Póngaselos. —Le entregó un par, los cuales ella aceptó en silencio, copiando sus
movimientos mientras se ponía lo suyos sobre sus largos dedos.
—Esta es una de mis más preciadas posesiones —explicó, sacando una caja grande de
madera de una gaveta que acababa de abrir con una llave.
Colocó la caja en su escritorio y por un horrible momento Bella estuvo más que
asustada de lo que podría encontrar adentro.
¿Una cabeza decapitada? ¿Tal vez de un antiguo estudiante de postgrado?
Abrió la caja y sacó lo que parecía ser un libro. Al abrirlo, se hizo evidente que era una
serie de caratulas de papel duro unidas en forma de acordeón, cada una etiquetada en
italiano.
Las hojeó, con cuidado pero rápidamente, hasta que encontró la caratula que quería y
después removió algo, sosteniéndolo con ambas manos.
Bella jadeó cuando lo vio.
Edward sonrió con orgullo—. ¿Lo reconoce?
—¡Por supuesto! ¿Pero ese… ese no puede ser el original?
Él se rio suavemente—. Lamentablemente no. Eso costaría mucho más que mi pequeña
fortuna. Los originales datan del siglo quince. Éstas son reproducciones posteriores, del siglo
dieciséis.
Sostenía en sus manos su copia de la famosa ilustración de Dante y Beatrice en el
Paraíso, el original que se había hecho con pluma y tinta por Sandro Botticelli. La ilustración
era de más o menos treinta y ocho centímetros por cuarenta y ocho centímetros, y aunque era
solo tinta sobre un pergamino, los detalles quitaban el aliento.
—¿Cómo lo consiguió? No sabía que había alguna copia medieval.
—No, solo hay estas copias medievales, probablemente fueron hechas por un antiguo
estudiante de Boticelli. Pero esta colección está completa. Boticelli preparó cien ilustraciones
de la Divina Comedia, pero solo noventa y dos de ellas sobrevivieron. Tengo la serie completa.
Los ojos de Bella crecieron ampliamente, brillando de emoción—. Está bromeando.
Edward rio por su reacción—. No, no lo estoy haciendo.
—No tenía idea. Las fui a ver cuando fueron presentadas en la Galería Uffizi en
Florencia. El Vaticano tiene ocho, creo, y el resto le pertenece a un museo en Berlín.
—Cierto. Pensé que las apreciaría.
—Pero nunca había visto las ocho restante.
—Nadie lo ha hecho. Déjeme enseñárselas.
El tiempo voló mientras Edward le enseñaba a Bella sus tesoros y ella estuvo bastante
callada admirándolas hasta que la voz de Alice los interrumpió.
—Edward, dale a Bella un trago, ¿puedes? Y deja de aburrirla con tus antigüedades de
mierda.
Edward rodó los ojos y Bella rio.
—¿Cómo las consiguió? ¿Por qué no están en un museo? —preguntó, mientras lo veía
guardar sus ilustraciones en sus respectivas caratulas.
Él presionó sus labios firmemente—. Ellas no están en un museo porque yo me rehusé
a entregarlas. Y nadie sabe que las tengo solo mi abogado, mi agente de seguro, y ahora
usted.
Apretó su mandíbula como si estuviese callando cualquier otra discusión y Bella eligió
no presionarlo.

33
Era probable que las ilustraciones hubieran sido robadas de un museo en algún lugar y
Edward hubiese comprado la colección en el mercado negro. Eso explicaría su reticencia en
revelar su existencia al mundo.
Bella se estremeció cuando se dio cuenta de que ella había sido una de las seis personas
en el mundo que las había visto. Y eran tan hermosas que quitaban el aliento. Una verdadera
obra maestra.
—Edward. —Alice se paró en la puerta del estudio con sus manos en sus pequeñas
caderas, regañándolo.
—Bien. Bien. ¿Qué le gustaría, señorita Swan? —Caminó hacia el refrigerador de vinos
en la cocina.
—¡Edward!
—¿Isabella?
Bella dio un respingó ante el nombre no familiarizado mientras él lo pronunciaba con
sus labios. Alice se dio cuenta de su extraña reacción, pero después desapareció dentro de la
nevera de acero inoxidable en busca de vegetales.
Se distrajo momentáneamente con la doble puerta del gran refrigerador, las cuales
estaban libres de imanes, fotografías, notas, no tenían nada. Tal vez el profesor Masen era el
idiota que la gente decía que era.
—Cualquier cosa estaría bien, gracias, profe… Edward. —Bella cerró los ojos ante el
placer de por fin poder llamarlo por su nombre. Y después se sentó en una de los elegantes
taburetes que estaban en el mesón de desayuno que formaba parte de una larga isla central.
Edward removió una botella de Chianti de su refrigerador de vino y la puso en el
mesón—. Dejaré que tome la temperatura del ambiente —explicó a nadie en particular. Y
después se disculpó y desapareció por el pasillo, para cambiarse a ropa más casual.
—Bella. —Alice le susurró, poniendo una pila de vegetales en un lado del lavaplatos
doble—. ¿Qué está pasando entre Edward y tú?
—Debes preguntarle a él sobre eso.
—Planeo hacerlo. ¿Pero por qué él está actuando tan extraño? ¿Y por qué tú
simplemente no le dijiste quién eras?
Bella la miró como si estuviera a punto de estallar en lágrimas—. Pensé que me
recordaba. Pero no lo hace. —Su voz tembló y miró hacia su regazo.
Alice estaba perpleja por lo que ella le había dicho y por su respuesta tan emotiva e
inmediatamente voló a su lado y la abrazó—. No te preocupes. Estoy aquí ahora y lo
enderezaré. Él tiene un corazón, en alguna parte, debajo de todo. Lo sé, lo vi una vez. Ahora
ayúdame a lavar algunos vegetales. El cordero ya está en el horno.
Cuando Edward regresó, Alice estaba dando vueltas alrededor de la cocina como un
ciclón preparando la cena.
Sonrió a sí mismo de forma un poco perversa mientras abría el vino. Sabía lo que se
avecinaba. Sabía cómo lucía Isabella cuando probaba el vino, y ahora tendría una repetición
de su actuación erótica de la otra noche. Se sintió a sí mismo retorcerse más de una vez por la
anticipación y deseó tener una cámara de video en un sitio secreto de su apartamento.
Probablemente sería muy obvio si sacaba su cámara y tomaba fotos de ellas en blanco y
negro.
Le mostró primero la botella, nada como la aprobación y la expresión impresionada
que pasó por su cara cuando leyó la etiqueta. Había traído esa cosecha especial desde
Toscana después de su última visita, y lo hubiese lastimado malgastarla en un paladar poco
exigente. Colocó un poco en su copa y después se alejó para observarla, tratando con mucho
esfuerzo de no sonreír.
Justo como la otra vez, Bella arremolino el vino lentamente. Y después lo examinó en la
luz de halógeno. Y después cerró sus ojos y lo olió. Y allí envolvió sus besables labios

34
alrededor del borde de la copa y lo probó suavemente, sosteniendo el vino en su boca por un
momento o dos y después tragó.
Edward suspiró mientras observaba el vino viajar por su larga y elegante garganta.
Cuando Bella abrió sus ojos, vio a Edward balanceándose ligeramente enfrente de ella,
sus ojos verdes estaban nublados, su respiración un poco entrecortada, y el frente de sus
pantalones gris marengo… frunció el ceño hacía él—. ¿Está bien?
Él pasó una mano por sus ojos logrando controlarse a sí mismo—. Sí, lo siento. —Sirvió
una copa para ella y otra para sí mismo y empezó a beber lentamente, mirándola fijamente
por encima del borde de su copa.
—Probablemente debes estar hambriento, Edward. Sé el monstruo en que te conviertes
cuando tienes hambre. —Alice habló sobre su hombro mientras removía algo en la estufa.
—¿Qué es lo que comeremos con el cordero, Alice? —Estaba mirando a Bella como un
halcón mientras ella llevaba su copa a su exquisita boca de nuevo y tomaba un gran trago.
Alice colocó una caja en el mesón frente a ellos—. ¡Cuscús!
Bella escupió el vino, empapando a Edward, y después en shock por su repentina
acción, dejó caer la copa, mojándose a sí misma y al piso de madera en el proceso. La copa
de cristal se destrozó por el impacto a los pies de su taburete.
Edward empezó a sacudir las gotas de vino fuera de su costosa camisa blanca manga
larga francesa y maldijo. En voz alta.
Bella cayó de rodillas al suelo, y rápidamente trató de recoger los pedazos de la copa
partida con sus propias manos.
—Detente —dijo Edward, en voz baja, mirando hacia ella por el borde del mesón del
desayunador.
Bella continuó en su misión desesperada, con lágrimas escapando de sus ojos.
—Detente —dijo en voz más alta, caminando alrededor del mesón.
Bella pasó unos pedazos de vidrio de una mano a la otra y después trató de coger las
partes restantes pieza por pieza, arrastrándose patéticamente por el piso como un cachorro
herido que se estaba arrastrando en una pata rota.
—¡Detente! Por Dios Mujer, detente, te cortaras a ti misma en pedazos. —Edward se
alzó hacia ella con porte amenazador, su rabia descendía hacia ella con fuerza como si fuera
la ira de un Dios.
La jaló por sus hombros para que se levantara, y después la forzó a tirar todos los
vidrios de sus manos en un cuenco sobre el mostrador. Después la guio hasta el final del
pasillo para el baño de invitados.
—Siéntate —ordenó.
Bella se sentó en la parte superior de la taza del baño cerrada, y dejó escapar un suave
pero tembloroso sollozo.
—Extiende las manos.
Sus manos estaban empapadas con vino tinto y ahora pequeñas gotas de sangre. Unos
pocos cristales de la copa brillaban en su palma. Edward pensó brevemente en lo hermoso
que sería que la piel de Bella brillara como cristal en la luz del sol, y después rechazó esa idea
como un disparate de fantasía.
Maldijo varias veces, negó con la cabeza y después abrió el gabinete de medicina y sacó
varios objetos—. Usted no escucha muy bien ¿verdad, señorita Swan?
Ella parpadeó para alejar sus lágrimas, lamentando que no pudiera quitarlas con sus
manos.
—Y no hace lo que se le dice.
Edward miró hacia ella y después se detuvo.
No supo por qué se detuvo y si le preguntaras después se hubiera encogido de
hombros y no hubiese dado ninguna explicación. Pero una vez que se detuvo en lo que
estaba haciendo, y vio a la pobre y pequeña criatura que estaba acurrucada en un rincón

35
llorando, él sintió… algo. Algo distinto de fastidio, o rabia, o culpa, o excitación sexual. Se
sintió protector de ella. Y sintió lastima por haberla hecho llorar.
Así que se inclinó y empezó a limpiar sus lágrimas muy tiernamente con sus dedos. Se
dio cuenta del zumbido que surgió de su boca en el momento que la tocó y se dio cuenta de
nuevo que su piel era muy familiar para él. Y después que hubo limpiado sus lágrimas, tomó
su pequeña y pálida cara entre sus manos, subió su barbilla… y después se retiró
rápidamente y empezó a limpiar sus heridas.
—Gracias —murmuró Bella, notando el cuidado con el que él removía los vidrios de
sus manos. Usó pinzas, buscando meticulosamente cada fragmento de su piel, incluso los
más pequeños.
—Carlisle me enseñó.
Cuando todo el vidrio fue removido, él vertió un poco de yodo en unas bolitas de
algodón.
—Esto va a arder.
Observó como se armaba de valor para su toque, y se estremeció ligeramente. No le
gustaba la idea de hacerle daño. Y era tan suave y tan frágil. Le tomó todo un minuto y
medio para obtener el coraje de poner el yodo en sus cortes y todo ese tiempo ella se quedó
sentada allí, con los ojos abiertos y mordiéndose su labio, esperando que él lo hiciera.
—Ya —dijo bruscamente, mientras limpiaba el resto de la sangre—. Usted está mucho
mejor.
—Lamento haber roto su copa. Sé que era de cristal. —Su pequeña voz interrumpió su
ensoñación mientras devolvía todos los implementos médicos en el gabinete de medicinas.
Él le hizo un gesto con su mano—. Tengo docenas. Hay una tienda de cristalería abajo.
Yo compraré otra si la necesito.
—Me gustaría remplazarla.
—Usted no podría costearlo. —Las palabras escaparon de su boca sin que se diera
cuenta. Y observó con horror como la cara de Bella enrojecía y después se volvía muy pálida.
Volvió a agachar su cabeza, por supuesto, y empezó a morder el interior de su mejilla.
—Señorita Swan, ni soñaría en tomar su dinero. Violaría las reglas de hospitalidad.
Y no podríamos permitirnos eso, pensó Bella.
—Pero manché su camisa. Por favor déjeme pagar por la cuenta de la tintorería.
Edward miró hacia su hermosa pero obviamente arruinada camisa blanca y maldijo
internamente. A él le gustaba esa camisa. La compró en Francia. Y no había forma de que las
manchas que Bella le hizo con el Chianti salieran alguna vez.
—Tengo docenas de estas también —mintió sin problemas— y estoy seguro que esto
saldrá. Alice me ayudará.
Bella tomó su labio inferior con sus dientes superiores y mordió de ida y vuelta y de
ida y vuelta.
Edward vio el movimiento y le hizo sentirse mareado, de esos mareos que se dan
cuando se está en el mar, pero era que sus labios eran tan rojos y acogedores, no podía ver a
otro lado. Era un poco como ver un accidente de auto, mientras se estaba en la cubierta de un
barco.
Se inclinó y le dio unas palmaditas suaves en el dorso de su mano—. Los accidentes
ocurren. No hay que culpar a nadie. —Le sonrió y fue recompensado con una muy hermosa
sonrisa mientras liberaba su labio inferior.
Mírala. Ella sí florece ante la amabilidad. Justo como una rosa, abriendo sus pétalos.
—¿Está ella bien? —preguntó Alice desde la puerta.
Edward retiró su mano rápidamente y suspiró—. Sí, pero aparentemente Isabella odia
el cuscús. —Le guiñó un ojo a Bella con picardía y observó como el sonrojo invadía sus
mejillas y la superficie de su piel de porcelana. De verdad era un ángel de ojos marrones.

36
—Eso está bien. Nosotros nos lo comeremos mañana. En vez de eso hare arroz pilaf. —
Alice desapareció y Edward la siguió, dejando a Bella tratando de detener que su corazón se
saliera de su pecho.
Mientras Alice guardaba el ofendido cuscús en el refrigerador, Edward fue a su cuarto
a cambiar su arruinada camisa, tirándola con más de un poquito de pesar en la basura.
Después acompañó a Alice a la cocina a limpiar la copa rota y el vino del suelo.
—Hay un par de cosas que necesito decirte acerca de Bella. —Empezó, sobre su
hombro.
Edward se enderezó y llevó los pedazos de vidrio a la papelera—. Preferiría no
escucharlo.
—Edward, ¿qué está mal contigo? ¡Ella es mi amiga, por el amor de Dios!
—Ella es mi estudiante. Estoy supervisando su tesis de maestría. No debería saber
nada acerca de su vida personal. Su amistad contigo ya representa un conflicto de intereses.
Fin de la historia.
Alice colocó sus manos en sus caderas y negó con su cabeza, sus ojos oscuros
cortantes—. Bueno, ¿sabes qué? ¡No me importa! Hay algunas cosas que no puedo decirte,
porque Bella no me lo permite. Pero lo que puedo decir es que la amo demasiado. Y también
lo hizo Esme. Así que recuérdalo la próxima vez que estés tentando a gritarle. Ella ha estado
destrozada, tú idiota. Es por eso por lo que no había tenido contacto conmigo el año pasado. Y
ahora ella finalmente está surgiendo de su concha, una concha debo agregar, que pensé que
nunca dejaría, y tú la estás forzando a que regrese allí con tu… ¡tu arrogancia y
condescendencia! ¡Así que abandona al señor Rochester-Darcy-Heathcliff mierda de Ingles
anticuado con aires de superioridad y empieza a tratarla como el tesoro que es! ¡O volveré
aquí y meteré una bomba de Christian Loubotin en el culo!
Edward enderezó sus hombros y le echó una mirada asesina—. Por “bomba” presumo
que te estás refiriendo a zapatos de dama, ¿no?
Alice no retrocedió. Ni siquiera se estremeció. De hecho, se volvió más alta. Y casi
amenazante.
—Bien, Alice.
—Bien. Me es difícil creer que tú no reconociste su nombre, después que pasé horas
durante años diciéndote cuán enamorada ella estaba de Dante. ¿Cuántos entusiastas de
Dante que provengan de Forks conoces que tengan el apellido Swan?
Él se inclinó hacia ella y besó su frente fruncida—. No la tomes tan fuerte conmigo,
Alice. Trato de no pensar acerca de nada que conecte con Forks si puedo evitarlo.
Su ira se derritió con sus palabras y abrazó a su hermano fuertemente—. Lo sé,
Edward, lo sé.

Un par de horas y otra botella de costoso Chianti después, Bella se levantó para irse—.
Gracias por la cena. Debería irme a casa.
—Nosotros te llevaremos —se ofreció Alice, desapareciendo para buscar su abrigo.
Edward frunció el ceño y la siguió.
—No importa, Alice. Puedo caminar. No está lejos. —Bella gritó al pasillo.
—De ninguna manera. Está oscuro afuera y no me importa qué tan seguro sea Toronto.
Además, está lloviendo —le gritó Alice de vuelta, antes de encontrarse a sí misma
participando en una acalorada discusión con Edward.
Bella caminó lejos de la puerta para no tener que escucharlo decirle a su hermana que
no quería llevarla a su casa.
Ambos reaparecieron poco tiempo después y los tres caminaron por el pasillo hasta el
elevador. Justo cuando el ascensor estaba llegando, el celular de Alice sonó.

37
—Es Jasper. —Abrazó a Bella fuertemente—. He tratado de comunicarme con él todo el
día pero siempre ha estado reunido. Vamos a vernos para almorzar. ¡Gracias por la llave de
repuesto, hermano mayor!
Alice caminó hacia el apartamento, dejando a un Edward con el ceño fruncido y a una
incómoda Bella para tomar el ascensor hacia el garaje.
—¿Alguna vez ibas a decirme quién eras? —Su voz era ligeramente acusadora.
Bella negó con la cabeza y abrazó su mochila más fuerte.
Él miró hacia la mochila y decidió justo en ese momento que tenía que desaparecer. Si
tenía que ver esa cosa ridícula una vez más, iba a perder el control. Y Peter la había tocado, lo
cual significaba que ahora estaba contaminada. Ella tenía que botarla.
Edward guio a Bella hacia su auto y ella inmediatamente caminó hacia el asiento de
pasajero del Volvo.
Presionó un botón y el Land Rover que estaba al lado del Volvo pitó—. Um, vamos a
usar este carro, en vez del otro. La unidad de cuatro ruedas es mejor en la lluvia. No me
gusta usar el Volvo en un clima como este si puedo evitarlo.
Bella trató de ocultar su cara de sorpresa a la vergonzosa riqueza de Edward. Él abrió
su puerta, la ayudó a subir y después cerró la puerta detrás de ella. Se preguntó si él sintió la
chispa que pasó entre ellos cuando la tocó. Por supuesto, él lo hizo.
—Me permitió hacer el idiota con usted. —Frunció el ceño mientras manejaba para
salir del garaje.
Hiciste todo por ti mismo, gracias. El pensamiento de Bella brilló entre ellos y ella se
preguntó, brevemente, si él podía leer su mente.
—Le hubiese tratado diferente. Le habría tratado mejor, si lo hubiese sabido.
—¿Lo habría hecho? —Preguntó—. ¿De verdad? ¿Y encontraría a otro estudiante para
destrozar? Si ese es el caso, entonces me alegra que toda su rabia estuvo dirigida hacia a mí.
Así no podría tomarla con nadie más.
Edward le dio una mirada glacial—. Esto no cambia nada. Estoy contento porque es la
amiga de Alice pero aun así es mi estudiante, lo que significa que debemos ser profesionales,
señorita Swan. Y usted será cuidadosa en la forma en cómo me habla en el futuro.
—Sí, profesor Masen.
Edward buscó en su cara algún signo de sarcasmo pero no encontró ninguno. Sus
hombros estaban caídos y su cabeza baja. Había marchitado a su pequeña rosa. Había
deshecho cualquier florecimiento de su parte.
¿Su pequeña rosa? ¡¿Qué demonios, Masen?!
—Alice está muy contenta de que esté aquí. ¿Usted sabía que ella estaba
comprometida?
Bella negó con su cabeza—. ¿Estaba? ¿Ya no?
—Jasper le pidió matrimonio y ella dijo que sí, pero eso fue justo antes que Esme
enfermara. Alice no siente ánimos para planear una boda ahora, así que la canceló. Es por eso
por lo que está aquí.
—Oh no, Edward. Lo siento tanto. Pobre Alice. —Negó con su cabeza—. ¡Pobre Jasper!
Lo amo.
Edward frunció ligeramente el ceño hacia ella—. Ellos todavía están juntos. Jasper la
ama, obviamente, y aceptó que ella necesitaba un tiempo lejos. Había mucha… pelea en la
casa de mis padres cuando fui a casa. Ella me fue a ver cuando me fui lejos de todos ellos. Lo
cual es gracioso, de verdad, dado que yo soy la oveja negra de mi familia y ella la favorita.
Bella asintió como si lo entendiera.
—Tengo un problema con la ira, señorita Swan. Poseo un mal temperamento, tengo
problemas para controlarlo y cuando pierdo mi temperamento puedo ser bastante
destructivo.

38
Sus ojos se agrandaron ante su declaración, y su boca se abrió ligeramente pero no
habló.
—Nunca me puedo dar el lujo de perder el control cerca de alguien como usted. Sería
muy perjudicial… para ambos. —Él respiró, una declaración tan honesta y tan aterradora, las
palabras la quemaron como el fuego.
—La ira es uno de los siete pecados capitales —remarcó ella, volteando su cara para
ver la ventana, tratando de aliviar la sensación que le quemaba adentro.
Él se rio amargamente—. Sorprendentemente, yo tengo todos los siete; no se moleste
en contarlos. Orgullo, envidia, ira, pereza, avaricia, gula, lujuria.
Ella arqueó una ceja, pero no volteó a verlo—. De alguna forma, dudo eso.
—Usted puede ser un imán para las desgracias Señorita Swan, pero yo soy un magneto
para el pecado.
Ahora volteó a verlo. Él sonrió torcidamente hacia ella con una mirada de tristeza
antigua y ella le ofreció una mirada compasiva a cambio.
—Creo que entiendo por qué usted envió gardenias. Y por qué firmó la tarjeta de la
forma en que lo hizo.
—Me entristeció lo de Esme, Edward. Yo la amaba también.
Edward miró a sus ojos, lo amable y abierto que eran, y vio rastros de tristeza e
incalculable pérdida.
—Veo eso ahora —dijo y después apartó la vista.
—¿Tienes un radio satelital? —señaló a la consola mientras él pasaba la radio y
presionaba el botón de ajustes prestablecidos.
—Sí, normalmente escucho una de las estaciones de jazz, pero depende de mí humor.
Bella extendió uno de sus dedos tentadores para presionar los botones, pero después lo
retiró rápidamente.
Edward sonrió a sí mismo por su reticencia, recordando la forma en cómo ella había
ronroneado cuando le dio permiso a acurrucarse en su silla favorita. Quería hacer que
ronroneara de nuevo.
—Está bien. Usted puede escoger cualquier cosa.
Ella presionó el botón rápidamente, sonriendo por sus elecciones, las cuales incluían la
estación CBC francesa y las noticias de BBC, hasta que llegó a la última, la cual estaba
etiquetada “Nine Inch Nails”.
—¿Hay una estación completa dedicada a ellos? —Ella se escuchaba incrédula.
—Sí. —Edward se retorció un poco, como si ella hubiese descubierto un secreto
embarazoso.
—¿Y te gustan?
—Cuando estoy de un humor en específico.
Bella presionó el botón para la estación de jazz y después volteó a ver la ventana del
pasajero.
Edward sintió más que observó su reacción visceral. No lo entendió, pero eligió no
probarlo.
Bella odiaba a los Nine Inch Nails. Cambió la estación para cualquier otra cosa que
sonara en la radio. Si una canción de ellos sonaba en cualquier lugar, salía del cuarto o del
edificio. El sonido de su música y en especial la voz de Trent Reznor le ponían los putos
pelos de punta, aunque nunca le había dicho a nadie por qué.
La primera vez que los escuchó fue en un club en Seattle. Estaba bailando con él y él
estaba abrazándola con mucha fuerza. No le había importado al principio, esa era la forma
en que él se comportaba, pero después esa canción empezó y al momento que lo hizo, Bella
se sintió ligeramente enferma. Era la extraña secuencia de los primeros compases, y después
fue la voz, y después fue la letra, “Quiero follarte como un animal”, y la mirada de su cara
mientras él juntó su frente a la de ella y le susurró, mirando directamente a su alma.

39
Cualquiera que fuera la creencia religiosa de Bella y sus intentos a medias de rezar a
dioses menores y deidades, en ese preciso momento creyó que había escuchado la voz del
demonio. El mismo Lucifer la tenía en sus manos y le susurraba. Y esa idea, acompañado con
sus palabras, la aterrorizaron completamente.
Bella se había zafado de él y huido al baño de damas, y mirando a la pálida y
temblorosa chica en el espejo, se preguntó qué demonios acababa de pasar. No sabía por qué
él le había hablado así o por qué él había escogido ese momento para confesarse. Sin
embargo, lo conocía lo suficiente para saber que al repetir la canción estaba confesando sus
más profundas y tal vez oscuras intenciones y no solamente una simple repetición.
Pero Bella no quería follar como un animal; quería ser amada.
Habría renunciado al sexo para siempre si pensara que fuera una garantía para la clase
de amor que hablaban en la poesía o en los mitos. El tipo de amor que anhelaba
desesperadamente, pero no creía de verdad que merecía.
Y esa es la razón porqué a la edad de veintitrés años Bella Swan era todavía virgen, con
la fotografía del hombre que la arruinó escondida en el fondo de su ropa interior.

40
Capítulo seis.

Seis años atrás en Forks, Washington.


Bella estacionó su camioneta en la entrada de la gran casa blanca de los Cullen y saltó
las escaleras. Nunca tocaba cuando visitaba a los Cullen. Así que tiró de la puerta para
abrirla y se sorprendió de lo que encontró dentro.
La mesa pequeña de cristal que estaba en la sala se encontraba destrozada, y había
sangre salpicada en la alfombra. Las sillas y los cojines estaban desparramados y Alice y
Jasper estaban abrazados en el medio de la habitación. Alice sollozaba.
—¿Qué pasó?
Alice tomó a Jasper de la mano y caminaron hacia Bella.
—Edward.
—¿Edward? ¿Está herido?
—¡Él está bien! —Alice rio con amargura—. Él ha estado en casa menos de veinticuatro
horas y ya se ha metido en un partido de empujones con Carlisle, hecho llorar a Esme dos
veces, y mandado a Emmett al hospital.
Jasper comenzó a frotar círculos en la espalda de Alice para calmarla.
Bella quedó asombrada por lo que Alice estaba diciendo—. ¿Por qué?
—¿Quién sabe? Es Edward. Nadie nunca entiende lo que está pasando con él. Empezó
una discusión con Carlisle, Esme se metió entre ellos y Edward la empujó. Emmett le dijo
que lo mataría si volvía a tocarla. Así que Edward rompió su nariz.
Bella bajó la mirada hacia los pedazos de vidrio que ahora estaban incrustados con
sangre en la alfombra blanca.
—¿Y esto? —Señaló al desastre.
—Edward empujó a Emmett hacia la mesa de café. Emmett y Carlisle están en el
Hospital, Rose se fue a su casa histérica, Esme está encerrada en su cuarto y yo voy a ir a
pasar la noche en casa de Jasper.
Alice empezó a arrastrar a Jasper hacia la puerta principal.
Bella se quedó congelada en el mismo sitio, sin poder irse—. Tal vez hablaré con Esme.
—Mi familia acaba de ser destrozada. No sé si alguna vez volveré aquí. Llámame a
casa de Jasper mañana. —Y con eso, Alice y Jasper se fueron.
Bella pensó en ir arriba para encontrar a Esme, pero escuchó un ruido proveniente de
la cocina y silenciosamente se dirigió a la parte de atrás de la casa. A través de la puerta
trasera pudo ver a alguien sentado en el porche, llevando una botella de cerveza a sus labios.
Un mechón de cabello cobrizo brilló por la luz que ya se estaba desvaneciendo. Bella
reconoció el cabello por las fotografías de Alice.
Antes de que tuviera tiempo de pensar en ello, sus pies caminaron fuera de la puerta
trasera y se encontró a sí misma sentándose a cierta distancia de él, sus rodillas enrolladas
debajo de su barbilla. Envolvió sus brazos alrededor de las rodillas y miró hacía él.
Él la ignoró.
Bella examinó su cara, deseando grabar esa visión en su memoria. Era muchísimo más
apuesto en persona. Vio sus verdes ojos inyectados de sangre, los cuales eran asombrosos
debajo de sus oscuras cejas, su desordenado y alborotado cabello al cual jalaba cada cierto
tiempo. Siguió el ángulo de sus pómulos altos, su recta y aristocrática nariz y su mandíbula
cuadrada, notando la barba de dos o tres días que ensombrecían su piel y el beso de un
hoyuelo. Sus ojos se reposaron en los labios llenos, notando la curva y la plenitud del inferior
antes de que fuera capaz de alejar su mirada a regañadientes para ver sus moretones.
Edward tenía cardenales y sangre en su mano derecha y algo morado en su pómulo
izquierdo. El puño de Emmett había quedado marcado, pero sorprendentemente seguía
consciente.

41
—Llegaste un poco tarde para el espectáculo de las seis. Terminó hace treinta minutos.
—La voz de Edward era casi tan hermosa como él, aterciopeladamente rica y musical y Bella
pensó por un momento acerca de lo que sería escuchar esa voz pronunciando su nombre.
Se estremeció.
—Hay una cobija aquí. —Él señaló a una larga cobija de lana de cuadros que estaba
enrollada justo cerca de su cadera. Sin mirarla, acarició la manta.
Bella lo observó con recelo y después con satisfacción ya que su ira se había calmado,
caminó hacía él y se sentó con las piernas cruzadas, manteniendo todavía una distancia
saludable entre ellos. Se preguntó qué tan rápido él podría correr. Y qué tan rápido podría
correr ella si él la estuviera persiguiendo.
Él le pasó la cobija.
—Gracias —murmuró ella, poniéndola alrededor de sus hombros.
Lo vio por el rabillo del ojo, tomó medida de su tamaño y se dio cuenta de cuánto
había doblado su considerable altura casualmente en el porche. Sus amplios hombros
parecían más grande en su chaqueta de cuero negro, la forma de sus pectorales eran visibles
debajo del material de su ajustada camiseta negra. Sus largas piernas llenaban bien sus jeans
negros y Bella notó que era más pesado y más grande de lo que se veía en las fotos parado al
lado de Emmett.
Quería decir algo. Quería preguntarle por qué se había puesto como una fiera con la
familia más buena que hubiese conocido. Pero era demasiado tímida y le temía demasiado
para hacer eso. Así que le preguntó si tenía un destapador, en vez de eso.
Él le frunció el ceño y después sacó uno del bolsillo trasero de sus pantalones y se lo
dio.
Ella le agradeció y después se sentó allí en silencio.
Él se volteó a la ahora mitad vacía caja de cerveza que estaba detrás suyo, eligió una
botella y se la entregó.
—Permíteme —dijo, viéndola ahora y sonriendo. Tomó el destapador y abrió su botella
con un movimiento rápido y después sonó las dos botellas—. Salud.
Ella tomó un sorbo de su botella por cortesía, tratando de no ahogarse mientras el
extraño sabor de la levadura entraba por su boca. Tarareó inconscientemente para sí misma y
esperó.
—¿Alguna vez habías tomado una cerveza? —Edward sonrió ampliamente.
Ella negó con la cabeza y sonrió.
—Entonces me alegro de ser tu primero.
Se sonrojó y escondió su cabeza debajo de sus largos rulos marrones.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Bella hizo una pausa, preguntándose la mejor forma de decirlo—. Estaba invitada para
cenar.
Tenía la esperanza de conocerte por fin.
Edward rio—. Supongo que arruine eso. Bueno, señorita ojos marrones, agrega ese
cargo a mi ficha.
—¿Me dirás qué pasó? —Ella mantuvo su voz baja y trató de hacer que no temblara.
—¿Me dirás por qué no has huido gritando? —Sus ojos verdes encontraron los suyos y
la miró con dureza.
Bajó su cabeza de nuevo, esperando que ese acto de sumisión pudiera calmar su
repentina rabia. Sentarse con Edward después de lo que pasó fue una estupidez. Estaba
borracho y no había nadie para rescatarla si decidía tornarse violento. Ahora era su
oportunidad para irse.
Inexplicablemente, sin embargo, la mano izquierda de Edward se extendió para cerrar
el espacio que había entre ellos. Apartó su cabello hasta detrás de sus hombros, sus dedos se
enredaban en sus rulos despacio, muy despacio, antes que los retiró.

42
La electricidad fluyó desde sus dedos hasta su cabello. Bella absorbió la sensación y
tarareó suavemente, olvidando completamente su pregunta.
—Hueles como las fresas —, comentó cambiando su cuerpo de posición para poder
verla bien.
—Es mi shampoo.
Él terminó su cerveza y abrió otra, tomando un gran trago de la botella antes de
volverse hacia ella de nuevo.
—No se suponía que fuera a ser así.
—Ellos te aman, ¿sabes? Eres de lo único que hablan.
—El hijo prodigo. —Edward se rio amargamente y terminó su cerveza casi en un trago,
antes de abrir otra.
—Estaban tan felices porque regresabas a casa. Por eso fue que Esme me invitó a cenar.
—Tal vez Esme te invitó porque sabía que necesitaría un ángel de ojos marrones que
cuide de mí.
Edward se inclinó más cerca para poder ahuecar su mejilla. Bella respiró bruscamente
mientras el choque saltaba de su piel a la suya, los ojos verdes borrachos la miraban con
sorpresa. Movió la yema de su dedo pulgar sobre su sonrojo y dudó, casi como si estuviese
absorbiendo el calor de su piel.
Cuando él retiró su mano, la cara de Bella casi lloró por la pérdida.
Edward colocó su botella en el porche y se paró rápidamente—. El sol se está
poniendo. ¿Quieres ir a dar un paseo?
Bella se mordió su labio. Sabía que no debería. Pero era Edward. Y posiblemente su
única oportunidad de verlo y pasar tiempo en su presencia. Después de lo que pasó antes,
dudaba que él regresara a casa de nuevo. Por lo menos, no en mucho, mucho tiempo.
Ella colocó la cobija a un lado y se levantó.
—Trae la cobija —dijo y cuando ella la dobló debajo de su brazo, él tomó su pequeña
mano en la suya.
Ella jadeó.
De nuevo, la carga entre ellos era eléctrica. Una sensación de hormigueo comenzó en la
punta de sus dedos y viajo lentamente a través de su brazo hasta que llegó a su hombro y
después llegó a su corazón, causando que latiera mucho más rápido.
Él acercó su cabeza a la suya—. ¿Alguna vez habías sostenido la mano de un chico
antes? —Ella negó con su cabeza y él rio suavemente—. Entonces me alegro de ser tu
primero.
Ellos caminaron lentamente dentro del bosque que estaba detrás de la casa de los
Cullen. A Bella le gustaba la forma en cómo su mano se ajustaba a la de él, y la forma en
cómo sus largos dedos se cruzaban alrededor del dorso de su mano. La sostenía con cuidado
pero firmemente, apretándola de vez en cuando tal vez para reasegurarle su presencia.
Bella empezó a pensar que así es que debería sentirse cuando se iba de manos con
alguien. No que tuviera algún tipo de experiencia.
Solamente se había aventurado en ese bosque una o dos veces y siempre con Alice.
Sabía que si algo iba mal, lo más seguro era que se perdiera tratando de encontrar el camino
a casa. Empujó esos pensamientos lejos en su cabeza y enfocó su completa atención en lo que
se sentía sostener la hermosa, cálida y fuerte mano de Edward.
—Yo solía pasar mucho tiempo aquí. Es muy pacifico. Más adelante hay un claro con
una pradera. ¿Te lo ha enseñado Alice?
Bella negó con su cabeza.
Edward miró hacia ella con lo que parecía ser una expresión seria.
—Estás muy callada. Puedes hablar conmigo. Te prometo que no muerdo. —Le ofreció
una de sus sonrisas torcidas, una sonrisa que ella reconoció de las fotografías de Alice.
—¿Por qué volviste a casa?

43
Edward se estremeció.
Ignoró la pregunta de Bella y continuó caminando pero notó que él empezó a agarrar
su mano con más fuerza. Ella apretó su agarre a la vez para mostrarle que no estaba
asustada. Aunque lo estaba.
—Yo no quería regresar a casa, no así. Perdí algo y he estado borracho por semanas.
La honestidad de Edward le sorprendió.
—Pero si perdiste algo, tal vez puedas intentar encontrarlo.
Edward la miró y entornó sus ojos—. Lo que perdí está perdido para siempre.
Él empezó a caminar más rápidamente y Bella tuvo que acelerar sus avances solo para
seguirle el ritmo.
—Regresé a casa por dinero. Así es cuán desesperado y absolutamente jodido estoy. —
La voz de Edward se suavizó y Bella le sintió estremecerse—. Estaba jodido incluso antes de
destruir todo y a todos. Antes que tú llegaras.
—Lo siento tanto.
Se encogió de hombros y empezó a arrastrarla hacia la izquierda—. Ya casi llegamos.
A través de una apertura en los árboles, ellos entraron a un claro que estaba cubierto
con grama espesa. Flores silvestres moradas y blancas crecían indiscriminadamente
alrededor de la pradera. El aire estaba tranquilo y vibraba la paz.
—Aquí esta. —Edward hizo un gesto ampliamente—. Éste es el paraíso.
Jaló a Bella hasta una larga roca que se encontraba inexplicablemente en el borde de la
pradera y la levantó por su cintura para que pudiera encaramarse encima. Después él trepó
hasta llegar a su lado.
Bella se estremeció. La piedra era fría en la sombra del sol poniente y ya estaba
enviando escalofríos a través de sus delgados jeans.
Edward se quitó su chaqueta con un encogimiento de hombros y la colocó alrededor de
sus hombros—. Cogerás neumonía y morirás —dijo distraídamente, colocando un brazo
alrededor de ella y atrayéndola cerca de él. Su calor corporal irradiaba a través de sus brazos
desnudos y camiseta calentando inmediatamente a Bella.
Ella respiró profundamente y después suspiró con satisfacción, maravillada en lo bien
que encajaba en el hueco de su brazo y en su costado. Como si hubiese sido hecha para él.
—Tú eres Beatrice.
—¿Beatrice?
—La Beatrice de Dante.
Bella se sonrojó—. No sé quién es ese.
Edward se rio entre dientes, su cálido aliento golpeó la cara de Bella cuando acarició su
oreja con su nariz—. ¿Ellos no te lo dijeron? ¿No te dijeron que el hijo prodigo está
escribiendo un libro de Dante y Beatrice?
Cuando Bella no contestó, él llevó sus labios hasta el tope de su cabeza y rozó un suave
beso sobre su cabello.
—Dante era un poeta. Beatrice era su musa. Él la conoció cuando ella era muy joven y
la amó desde lejos durante toda su vida. Beatrice fue su guía hacia el Paraíso.
Los ojos de Bella se cerraron mientras escuchaba su voz, aspirando el olor adherido a
su piel. Él olía a almizcle y sudor y cerveza, pero ignoró todas esas distracciones y se centró
únicamente en la esencia que era Edward, algo masculino y potencialmente peligroso.
—Hay una pintura de un artista llamado Holiday. Tú te pareces a su Beatrice. —
Edward se agachó y llevó su pequeña pálida mano a sus labios, besando su piel
reverencialmente.
—Tu familia te ama. Deberías reconciliarte con ellos. —Sus propias palabras le
sorprendieron, pero él solamente la acercó más a su cuerpo.
—Es muy tarde, Beatrice.

44
Bella escuchó el nombre y se dio cuenta que toda esa cerveza le había afectado. Pero
siguió con su cabeza apoyada en su hombro.
Poco tiempo después él frotaba su mano de arriba hacia abajo sobre su brazo, tratando
de llamar su atención.
—No tuviste tu cena.
Ella negó con la cabeza—. No, no la tuve.
—¿Debería alimentarte?
Aunque le hizo sentir triste hacerlo, levantó la cabeza de su hombro. Él le sonrió
torcidamente y su corazón dio un salto dentro de su pecho.
Edward caminó hacia un árbol de manzanas que estaba en el borde de la pradera.
Estudió las ramas de frutas colgantes y escogió la más grande y madura manzana. Y después
escogió otra pequeña. Puso la pequeña en su bolsillo y caminó de regreso a ella.
—Breatrice. —Sonrió, y extendió sus dos manos juntas ahuecadas, como si estuviese
sosteniendo agua, con la hermosa y brillante manzana colocada en el centro de sus manos.
Bella la miró extasiada, como si fuera un tesoro.
Edward se rio y movió sus manos, extendiendo la fruta en su palma derecha, de la
forma en que un niño sostendría un cubo de azúcar para un poni.
Bella tomó la manzana de su mano y la llevó inmediatamente a sus labios, dando un
mordisco firme.
La vio masticar, la vio tragar. Y después en silenciosa satisfacción, volvió a su posición
anterior, sus brazos apretados alrededor de su cintura. Él presionó su cabeza suavemente en
su hombro y comenzó a comer la manzana pequeña que había escondido en su bolsillo.
Ellos se sentaron bastante quietos mientras el sol se ponía y después justo antes que la
pradera quedara en completa oscuridad, Edward tomó la cobija que estaba debajo del brazo
de Bella y la expandió como si fuera una cama en la grama.
—Ven, Beatrice. —Tendió su mano hacia ella.
Bella supo que sería muy estúpido tomar su mano y sentarse con él en la cobija. Pero
no le importaba. Se había enamorado con su fotografía la primera vez que Alice se la mostró,
y la había robado a sus espaldas.
Ahora que estaba aquí, real, respirando, vivo, en carne y hueso, todo lo que ella podía
hacer era tomar su mano.
—¿Alguna vez te has acostado al lado de un chico y mirado las estrellas? —Él la acostó
en la cobija y la observó mientras ambos estaban acostados de espalda.
—No.
Edward enroscó sus largos dedos alrededor de los pequeños de ella y llevó la mano
entrelazada arriba de su corazón. Ella podía sentir el lento latido debajo de su toque y se
consoló de su ritmo constante.
—Eres hermosa, Beatrice. Como un ángel de ojos marrones.
Bella volteó su cabeza para verlo y sonrió—. Creo que tú eres hermoso. —Tímidamente
empezó a pasar su mano alrededor de su alborotado cabello.
Él sonrió por su toque y cerró los ojos. Ella jugó con su cabello con cuidado por mucho
tiempo, hasta que su brazo empezó a cansarse.
Él abrió sus ojos—. No tienes idea de lo bien que se sintió eso.
Bella sonrió y le apretó su mano, sintiendo como el corazón de él saltaba por su
movimiento.
—¿Alguna vez has sido besada por un chico?
Ella se sonrojó profundamente y negó con la cabeza.
—Entonces me alegro de ser tu primero. —Edward se irguió sobre su lado y se inclinó
hacia ella. Sus ojos brillaban con suavidad y él le sonrió.
Bella consiguió cerrar sus ojos antes que sus perfectos labios encontraran los suyos.
Sintió como si flotara en el aire.

45
Los labios de Edward eran cálidos y acogedores y él los extendió sobre su boca con
cuidado, como si le preocupara que pudiera herirla. Al no saber cómo besar y sentirse
todavía un poquito cautelosa, la boca de Bella siguió cerrada pero relajó su mandíbula.
Edward llevó su mano para ahuecar la curva de su mejilla, acariciando la piel con su pulgar
mientras sus labios se movían suavemente sobre los suyos.
Este beso no era lo que esperaba.
Ella había esperado que él fuera descuidado o ligeramente brusco. Había esperado que
su beso fuera desesperado y urgente y tal vez que sus dedos viajaran alrededor de su piel
hasta llegar a partes de su cuerpo de las cuales no estaba lista para dejar que tocara. Pero él
mantuvo sus manos en el mismo sitio, una acariciando la parte baja de su espalda en
delicados círculos y la otra en su mejilla. Su beso era tierno y dulce; el tipo de beso que ella
imaginaba que un amante le diera a su amada después de una larga ausencia.
Edward la besaba como si la conociera, como si ella le perteneciera.
Su beso era hermoso, y apasionado y lleno de emociones, como si todas las fibras de su
ser se hubiesen derretido y expandido a sí mismas en sus labios solo para ser dados a ella. Su
corazón se deslizó en su pecho por ese pensamiento. Nunca se había atrevido a tener
esperanza de recibir un primer beso así. De alguna forma mientras la presión de sus labios se
suavizaba ella sintió como si fuera a estallar en lágrimas, sabiendo que nunca sería besada así
de nuevo. Él la había arruinado para los demás. Para siempre.
Edward suspiró profundamente mientras la soltaba y presionó sus labios suavemente
en su frente.
—Abre los ojos.
Bella miró hacia los ojos verdes que estaban sorprendentemente claros y con muchas
emociones, pero no podía leerlas. Su respiración se volvió dificultosa.
Él sonrió y presionó sus labios en su frente de nuevo, antes de rodar hasta quedar
sobre su espalda y observar las estrellas.
—¿Qué estas pensando? —Bella se movió para poder acurrucarse a su lado, cerca pero
no lo suficiente para tocarlo con su cuerpo.
—Estaba pensando acerca de cuánto tiempo he esperado por ti. Esperé y esperé y
nunca llegaste.
Él le sonrió con tristeza.
—Lo siento, Edward.
—Ahora estás aquí. —La acercó a su cuerpo, pasando sus brazos debajo de su cuello y
debajo de su cintura, donde él extendió sus manos, los dedos bien abiertos, sobre su espalda
baja—. Por el resto de mi vida, soñaré sobre escuchar tu pequeña voz susurrar mi nombre.
Bella sonrió para sí misma en la oscuridad.
—¿Alguna vez te quedaste dormida en los brazos de un chico antes, Beatrice?
Ella negó con la cabeza, suprimiendo un gemido de deseo.
—Entonces me alegro de ser tu primero. —La atrajo de forma que su cabeza descansara
en su pecho cerca de su corazón y su pequeño cuerpo se amoldó perfectamente a su lado—.
Como la costilla de Adam —, le susurró en su cabello.
—¿Tienes que irte? —Le susurró de vuelta, pasando sus manos vacilantes sobre las
líneas de su pecho, de arriba hacia abajo y de ida y vuelta.
—Sí, pero no esta noche.
—¿Volverás? —Su voz era casi un gemido.
Edward suspiró profundamente—. Seré expulsado del Paraíso mañana, Beatrice.
Nuestra única esperanza es que me encuentres después. Búscame en el infierno.
Él suavemente la rodó hasta que quedó sobre su espalda y después colocó sus manos
en cada lado de sus caderas, cerniéndose sobre ella. Los ojos muy abiertos. Mirando con
anhelo e intensidad hacia las dos profundas piscinas de ojos achocolatados. Piscinas que
nunca antes han sido traspasadas.

46
Y después llevó sus labios a los de ella…

47
Capítulo siete.

Actualidad en Toronto, Canadá…


Alice se sentó en el mesón de desayuno de Edward el jueves en la mañana bebiendo un
café con leche casero y hojeando la versión francesa de Vogue.
Ella se sentía mejor esta mañana. Mucho mejor. Su conversación con Jasper había ido
bien la noche anterior. Aunque él continuaba decepcionado porque la boda se había
cancelado, él continuó diciéndole una y otra vez que prefería tenerla a ella, a Alice, en vez de
una boda.
“No tenemos que casarnos nunca, jamás. O podemos retrasar la boda hasta que hayas pasado tu
duelo. Pero todavía te quiero, Alice. Siempre te querré. Como mi esposa, como mi amante… En este
momento, tomaré lo que sea que pueda conseguir, porque te amo. Regresa a mí”.
Las palabras de Jasper le habían quemado a través de la bruma de depresión y dolor
que había nublado la mente de Alice.
Había pensado que salió huyendo de Emmett y Carlisle, y del fantasma de Esme. Pero
tal vez estaba huyendo de Jasper también, y escucharle decir esas palabras… como si fuera
posible para ella dejarlo. Como si alguna vez pudiera contemplar quedarse lejos de él.
Su declaración casi había roto el corazón de Alice, y le hizo darse cuenta cuánto quería
de verdad casarse con él. Y cómo estaba de determinada a no hacerlo esperar mucho tiempo
para ser su esposa mientras solucionaba los problemas de sí misma y de su familia.
Incluyendo a Edward.
La vida era muy corta para ser miserable. Esme les había enseñado a ellos eso.
Edward entró a la cocina usando sus anteojos, besó la parte superior de su cabeza y
deslizó un fajo de dinero en frente de ella.
Ella miró el dinero sospechosamente y después le dio la vuelta—. ¿Para qué es esto?
Edward aclaró su garganta y se sentó a su lado—. ¿No vas a ir de compras con Isabella
hoy?
Ella rodó sus ojos—. Es Bella, Edward. ¡Supéralo! Y no, no vamos a ir. Ella está
trabajando en una especie de proyecto durante todo el día con un chico llamado Peter. Y
después él la va a llevar a cenar. O algo así. No puedo recordarlo.
Edward aclaró su garganta, sonando increíblemente parecido a un gruñido.
Jodedor de ángeles.
El pensamiento surgió, espontaneo y sin censura, dentro de su mente, haciéndolo
gruñir cada vez más sonoramente.
Alice lo ignoró, deslizó el dinero de vuelta y volvió su atención hacia la revista.
Él deslizó el dinero hacia ella de nuevo—. Tómalo.
—¿Por qué?
—Compra algo para Isabella.
Los ojos de Alice se entrecerraron—. ¿Por qué? Esto es mucho dinero, Edward.
—Lo sé —, dijo en voz baja.
—Estos son cinco mil dólares. Sé que el dinero canadiense no vale tanto como el
americano, pero por todos los cielos, Edward, eso es como mucho.
—¿Has visto su apartamento?
—No. ¿Lo has visto tu?
Edward se movió sobre el taburete de su barra—. Únicamente por un momento. Ella
quedó atrapada en la lluvia y yo la llevé a casa y…
—¿Y? —Alice colocó un brazo sobre sus hombros y se inclinó hacía él con una sonrisa
deliciosa—. Escúpelo, Edward.
Edward quitó su brazo de su hombro y la miró fijamente.

48
—Basta. No fue así. Pero de todos modos, vi su casa brevemente mientras la dejaba y
es terrible. Ella ni siquiera tiene una cocina, por Dios santo.
—¿No tiene cocina? ¿Qué demonios, Edward?
—La chica es tan pobre como un ratón de iglesia y no tiene nada. Sin mencionar el
hecho que carga por todas partes esa excusa repugnante de bolso de libros. Gasta todo el
dinero en comprarle un maletín decente, no me importa. Pero haz algo. Porque si veo una
vez más ese bolso de libros, juro que me volveré tan furioso que le haré daño a alguien.
Edward pasó su mano a través de su ya desordenado cabello y después la mantuvo
allí, encorvándose sobre el mesón del desayuno.
Con el poder de percepción que solo posee una intuitiva, Alice lo miró con atención.
Edward parecía ser el jugador de póker ideal, impasible, sin emociones, frío. Oh, tan
frío. No simplemente frío como la briza, o el agua de un arroyo en otoño, sino frío. Frío como
una roca en contra de tu piel en la sombra del sol poniente.
Alice creía que su mayor defecto era su frialdad; su habilidad de decir y hacer cosas sin
considerar los sentimientos de los demás, incluyendo a su familia.
Sin embargo, a pesar de su frialdad con los demás, Edward era su favorito. Y como la
bebé de la familia y diez años menor que él, ella también era su favorita. Él nunca peleó con
ella de la manera que peleaba con Emmett e incluso con Carlisle. Él siempre y únicamente la
había protegido… y amado incluso. Según sus mismas palabras, no había posibilidad de que
Edward hiriera a Alice. Ella solo había resultado herida al verlo herir a los demás.
Especialmente a sí mismo.
Alice sabía que en una inspección más meticulosa Edward resultaría ser un pésimo
jugador de póker. Él tenía muchas señas, muchas revelaciones de su confusión interna.
Presionaba su nariz cuando estaba a punto de perder su temperamento, sobaba sus ojos
cuando estaba frustrado, y removía su cabello y ocasionalmente lo jalaba cuando estaba
afligido o asustado.
Alice lo miró tirar de su cabello y se preguntó a qué le tendría miedo.
—¿Por qué estás tan preocupado por ella? Ustedes no fueron tan amigables cuando
estuvo aquí en la cena. Tú no la llamas Bella.
—Ella es mi estudiante. Tengo que ser profesional.
—¿Y profesional significa?
Edward se sentó de nuevo y frunció el ceño.
—Bien. Tomaré el dinero para Bella y le compraré un maletín. Pero prefiero comprarle
zapatos.
Edward soltó su cabello y se animó. Ligeramente.
—¿Zapatos?
—Sí. ¿Y si le compramos algo bonito para que use? ¿Y unos hermosos zapatos? A ella
le gustan las cosas hermosas, pero no puede pagarlas. Y es linda ¿no crees?
Edward tembló bajo sus pantalones grises de franela. Junto sus muslos para esconderle
a Alice ese hecho.
—Gasta el dinero en cualquier cosa que quieras, pero debes remplazar el bolso de
libros.
—¡Bien! Le compraré algo fabuloso. Pero probablemente necesitaré más dinero… y
deberíamos llevarla a algún sitio especial para que pueda mostrar su nueva ropa. —Alice
batió sus ojos juguetonamente hacia su hermano mayor.
Sin discusión o negociación, él sacó una tarjeta de negocios de su billetera y después
retiró su pluma estilográfica Montblanc y lentamente quitó la tapa.
—¿Acaso las personas normales todavía usan ese tipo de bolígrafos? ¿O solo los
medievalistas? —Ella se inclinó, observándolo—. Estoy sorprendida que no estés usando
una pluma de oca.

49
Edward le frunció el ceño—. Esto es una Meisterstück 149 —dijo como si eso debiera
significar algo.
Pero no lo hacía.
Alice rodó los ojos mientras él usaba su centellante pluma dorada de dieciocho quilates
para escribir una breve nota detrás de su tarjeta de negocios con una confiada pero anticuada
mano.
Solamente Edward tendría una centellante pluma, pensó. Y después resistió la urgencia de
crear algo de doble sentido con ese pensamiento, porque él era su hermano.
—Listo. —Él deslizó la tarjeta de negocios a través del mesón—. Tengo una cuenta en
Holt Renfrew, la tienda departamental que está al cruzar la calle. Enséñale esto al conserje y él
te llevara directamente con Bree, mi compradora personal. Ella colocará todo en mi cuenta.
No te vayas a volver completamente loca, Alice, y puedes guardar el dinero para ti. Feliz
cumpleaños, con seis meses de antelación.
Alice se inclinó para dar un pequeño beso en la mejilla de su hermano—. Gracias
Edward. ¿Qué es Holt Renfrew?
—Es la Saks Fifth Avenue de Canada; ellos tienen de todo. Pero debes remplazar la bolsa
de libros. Eso es todo lo que me importa. El resto son solo… detalles sin importancia. —Su
voz sonó ronca de repente.
—Bien. Pero quiero que me expliques por qué estás tan agitado sobre una bolsa de
libros L.L. Bean. Todos los estudiantes de primer año de Seattle tienen una. Yo tuve una, por
el amor de Dios. Antes de crecer y descubrir Longchamp.
—No lo sé. —Edward volvió a tirar de su cabello y después se quitó sus lentes y
empezó a sobarse sus ojos.
—¿Debería agregar lencería a mi lista de compras? ¿Te gusta, gusta ella? —Alice sonrió
irritantemente.
Él bufó—. ¿Qué edad tenemos, Alice? No se trata de romance, es sobre penitencia.
—¿Penitencia?
—Penitencia. Por pecados. Mi pecado.
Alice rodó los ojos—. Edward, pasas tanto tiempo en las Épocas Medievales que ya
empiezas a sonar medieval. ¿Qué pecado has cometido contra Bella? ¡Aparte de ser un
idiota! Tú ni siquiera la conoces…
Edward volvió a colocarse sus lentes y después se movió incomodo sobre su silla.
Estaba temblando por el simple pensamiento de pecado y la señorita Swan. Juntos. En el
mismo cuarto. Con él. Y nada más… excepto tal vez un par de zapatos punta de agua de
marca… que finalmente pudiera tocar…
—¿Edward? Estoy esperando.
—No necesito confesarte mis pecados, Alice; ¡solo necesito la expiación de ellos! —
Explotó, arrebatándole la revista de su mano.
Alice apretó sus dientes.
—¿Qué tan bueno es tu francés, Edward? ¿Y tu conocimiento en la moda femenina?
Edward bajó la mirada para encontrarse con la revista abierta en una foto de una
modelo con el cabello alborotado y las piernas extendidas usando un muy pequeño bikini
blanco. Sus ojos se agrandaron.
—Y no me hables así. Yo no soy una de tus estudiantes. Y no voy a aguantar tu mierda.
—Ella cruzó sus manos frente de su pecho, y lo miró fijamente.
Él suspiró y empezó a sobar sus ojos de nuevo, ajustando minuciosamente sus lentes
para hacerlo.
—Lo siento —, murmuró, regresando la revista, pero no antes de dar a la modelo una
revisión más meticulosa, únicamente por motivos de investigación, por supuesto.

50
—Edward ¿por qué estás tan extremadamente enrollado? ¿Estás teniendo problemas
con una mujer? ¿Por lo menos tienes una mujer en este momento? ¿Cuándo fue la última vez
que tuviste una? Y por cierto, qué pasa con esas fotos en tu…
Edward la interrumpió rápidamente—. No voy a tener esta conversación contigo,
Alice. Yo no te pregunto a quién te estás follando.
Alice se tragó una respuesta furiosa y tomó una muy profunda inhalación.
—Voy a perdonarte por ese comentario, Edward, aunque haya sido insensible y
grosero. Cuando estés de rodilla haciendo tu penitencia, inclúyeme en el pecado de envidia,
¿puedes? Sabes que solo he estado con Jasper. Y creo que sabes que lo que hacemos juntos va
más allá de lo que estás diciendo y francamente, ¡me siento insultada! ¿Qué está mal contigo,
Edward? ¿Por qué eres tan cínico sobre el sexo?
Edward murmuró una disculpa y se rehusó a mirarla a la cara. Pero el ataque de
advertencia que lanzó cumplió con lo que había deseado que cumpliera, que era desviar la
atención de Alice de una de sus preguntas. Así que no sintió remordimiento. No de verdad.
—Si no te gusta, entonces debes sentir lástima por ella. ¿Por qué? ¿Es solamente porque
ella es pobre?
—No lo sé. —Suspiró y tiró de su cabello.
Alice negó con su cabeza lentamente.
—Bella saca el lado proteccionista de las personas. Siempre fue un poco triste y un
poco perdida. Aunque no te equivoques, ella tiene acero en sus huesos. Sobrevivió a una
madre alcohólica y un novio que…
Los ojos verdes de Edward se movieron hacia los de ella con interés.
—¿Qué? —Indujo.
Alice negó con la cabeza—. Dijiste que no querías saber nada de su vida personal. Es
muy triste, en realidad. Si tú y ella no tuviesen una relación profesional, incluso te gustaría.
Incluso serian amigos. Tienen bastantes cosas en común.
Ella le sonrió midiéndolo, pero Edward mantenía sus ojos en el mesón del desayuno y
empezó a frotar su barbilla ausentemente.
—¿Quieres que le diga que el maletín y los zapatos vienen de tu parte?
—¡Por supuesto que no! Podrían despedirme por eso. Alguien sacaría la conclusión
equivocada y sería arrastrado ante el tribunal disciplinario. No lo entiendes, Alice, las
universidades toman las políticas de no confraternización muy en serio.
—Pensé que eras titular.
—Eso no importa —, murmuró.
—¿Así que quieres gastar todo este dinero en comprarle regalos a Bella, y no te importa
si ella sabe alguna vez que vienen de ti? Estás actuando un poco como Cyrano de Bergerac, ¿no
crees? Supongo que tu francés es mejor de lo que pensaba.
Edward se levantó ignorando eficazmente a Alice, y caminó hacia la gran máquina de
expreso que estaba colocada sobre el refrigerador de vinos. Empezó el laborioso proceso de
hacer el perfecto expreso, dándole la espalda a su irritante hermana pequeña.
Alice suspiró.
—Bien, Edward. Quieres hacer algo bueno por Bella. Puedes llamarlo penitencia, si te
complace. Pero quizás sea solamente bondad. Y es doblemente bondadoso, porque quieres
hacerlo en secreto y no avergonzarla o hacerle sentir que te debe algo. Estoy impresionada.
Un poco.
—Quiero que sus pétalos se abran —, susurró Edward.
Alice escuchó lo que dijo, pero lo descartó como un farfullo incoherente porque no
podía creer que lo que él de verdad hubiera dicho sea lo que de hecho escuchó. Era muy
bizarro.
—¿Pero no crees que deberías tratar a Bella como una adulta y no como una niña, y
decirle que es de tu parte? ¿Dejarla tomar su propia decisión sobre si debería aceptarlo o no?

51
—Ella no lo aceptaría si fuera de mi parte. Me odia.
Alice rio—. Bella no es del tipo de chica que odia a la gente, Edward. Es demasiado
indulgente para eso. Aunque si de verdad te odia, probablemente es porque te lo mereces.
Pero tienes razón… ella no acepta caridad. Nunca me permitiría comprarle cosas excepto en
muy especiales ocasiones.
—Entonces dile que son regalos de navidad acumulados de tu parte. O dile que es de
parte de Esme. —Una mirada llena de significado pasó entre los dos hermanos.
—Esme era la única persona por la que Bella aceptaría caridad. Porque ella pensaba en
Esme como su madre. —Alice negó su cabeza con tristeza, obligándose a sí misma a no
llorar.
—Lo sé, pequeña, todos lo hicimos. —Edward estuvo a su lado al instante y la envolvió
en sus brazos, tratando de consolarla de la mejor forma que podía.
En su corazón, sabía exactamente lo que estaba haciendo al pedirle a Alice que
comprara algunas cosas lindas de mujercita para la señorita Swan. Estaba enlozando al
infierno con energía; comprando indulgencia, perdón por sus pecados.
Nunca había reaccionado de esa forma con una mujer, excepto con… pero no. Edward
no se permitiría a sí mismo caer en esa línea de pensamiento. Eso no serviría para este caso,
de ninguna manera.
Sabía que vivía en el Infierno. Lo había aceptado. Raramente se quejaba respecto a eso.
Pero la verdad sea dicha, deseaba desesperadamente poder hacer su escape. Pero él no tenía
a Virgilio o a Beatrice para acudir a su ayuda. Sus plegarias no fueron contestadas y sus
planes de reforma fueron casi siempre frustrados por algo u otros.
Algo con caras distintas, pero que usualmente usaba tacones de doce centimetros y
tenía cabello rubio largo y que arañaba con sus largas uñas su espalda mientras gritaba su
nombre, una y otra y otra vez.
Dado el estado actual de sus asuntos, lo mejor que podría hacer para reformarse sería
tomar el dinero ensangrentado del anciano y despilfarrarlo en un ángel de ojos marrones,
que no podía costearse un apartamento con cocina.
Y quien florecería un poco cuando su mejor amiga le diera un hermoso vestido y un
nuevo par de zapatos.
Edward quería hacer más que comprarle un maletín, aunque nunca le diría a Alice lo
que en verdad quería; él quería hacer que Isabella sonriera.

Mientras Alice y Edward estaban discutiendo sobre penitencia, perdón y


abominaciones ridículas de bolsos de libros, Peter estaba esperando por Bella justo afuera de
la entrada de la biblioteca Robarts, la más grande del campus de la Universidad de Toronto.
Aunque Bella solamente pudiera adivinar esto, en el corto tiempo en que tenía
conociéndola Peter le había tomado bastante cariño.
Él estaba acostumbrado a tener muchos amigos, muchos de estas mujeres, y él había
salido con su buena cuota de tanto mujeres centradas como mujeres problemáticas. Su
relación más reciente había seguido su curso. Charlotte quería quedarse en Burlington,
Vermont y ser maestra. Él quería dejar Burlington y estudiar para convertirse en profesor.
Después de dos años en una relación a distancia, no estuvo destinado a ser. Pero no hubo
maldad, ni destrozo de neumáticos o quema de fotografías. Ellos eran amigos, incluso, y
Peter estaba orgulloso de ese hecho.
Pero ahora que Peter había conocido a Conejo, empezó a apreciar cómo una relación
con alguien con quien compartía intereses comunes y metas profesionales afines podría ser
muy excitante y satisfactoria.
Peter era chapado a la antigua. Creía en cortejar a una mujer. Creía en tomarse su
tiempo. Así que estaba perfectamente contento con solo construir una amistad con la

52
hermosa y tímida Conejo hasta que la conociera lo suficiente para expresarle sus
sentimientos. Y hasta que estuviera confiado de su estima hacia él.
Estaba decidido a pasar tiempo con ella y tratarla apropiadamente y prestarle mucha
atención para que si alguien más viniera en el proceso y tratara de entrometerse, estaría lo
suficientemente cerca para decirle a ese individuo que se vaya para la mierda. Sin importarle
como se vea su cabello.
Bella lamentaba perderse salir de compras con Alice, pero ya le había prometido a
Peter que iba a pasar el día con él en la biblioteca. Necesitaba empezar con su propuesta de
tesis ahora que el profesor Masen había aceptado ser su supervisor. Sentía más que una
fuerte motivación de desempeñarse bien en sus clases y de deslumbrarlo con su propuesta,
aunque ella sabía que basado en su comportamiento anterior no era probable lograr ninguna
de las dos.
Sin embargo, Alice había entendido y había prometido llamarla al día siguiente. Y eso
es por lo que Bella se halló a sí misma no comprando con Alice en la Bloor Street, sino
encontrándose con Peter en la biblioteca.
—Hola. —Él le saludo cariñosamente e inmediatamente deslizó su pesada mochila de
su hombro y la transfirió al suyo. Apenas sentía su peso en sus hombros macizos.
Bella le sonrió, aliviada de ser descargada del peso por un corto tiempo—. Gracias por
aceptar ser mi guía. La última vez que estuve aquí me perdí. Terminé en una sección oscura
en el cuarto piso que era completamente dedicada a los monstruos.
Ella se estremeció ligeramente.
Peter rio—. Es una biblioteca gigante. Te mostraré la colección de Dante que está en el
noveno piso y después te llevaré a mi oficina.
Le sostuvo la puerta y Bella flotó por él, sintiéndose mucho como una princesa. Peter
tenía excelentes modales, y no los usaba como un arma.
Bella consideró como algunas personas, quien-no-será-nombrado, usaba los modales para
intimidar y controlar, mientras otros, como Peter, los usaban para honrar y hacer sentirlos
especial. Muy especial, de hecho.
—¿Tienes una oficina? —Preguntó, mientras ellos le enseñaban su tarjeta de
identificación estudiantil al vigilante que estaba sentado en el escritorio al lado del ascensor.
—Algo así. —Peter sostuvo la puerta del ascensor abierta con su enorme garra,
esperando que Bella entrara antes de unirse a ella—. Mi cubículo de estudio está al lado de la
sección de Dante, lo suficientemente conveniente.
—¿Puedo aplicar para obtener un cubículo?
Peter hizo una mueca—. Ellos son como el oro. Es casi imposible conseguir uno,
especialmente para una estudiante de maestría. —Leyó la pregunta en sus ojos y se apresuró
en añadir—: Creo que los estudiantes de maestría son tan importantes como los estudiantes
de doctorado. Pero no hay cubículos suficientes para todos. El que tengo ni siquiera es mío…
es de Masen.
Si Peter no le hubiese permitido a Bella presionar el botón para el piso nueve, hubiese
visto cómo su piel se tornaba un poco verdosa y escuchado su brusca inhalación. Pero no lo
hizo.
Una vez que llegaron, él pacientemente la guio a través de la colección de Dante,
mostrándole tanto las primarias y secundarias fuentes. Y observó con deleite cómo ella
pasaba su mano alrededor de los lomos de los libros amorosamente, como si estuviese
saludando a viejos amigos.
—¿Bella, te importaría si te hago una pregunta personal?
Bella se paró muy quieta, tocando el cuarto volumen que tenía la encuadernación de
cuero hecha jirones. Inhaló su esencia profundamente para mantenerse calmada y después
asintió lentamente, aterrorizada de lo que podría preguntarle.
—Masen me pidió sacar tu expediente de la señora Coop y…

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Bella volteó su cabeza para verlo, con sus ojos grandes y sin pestañar.
Oh, no.
Él sostuvo sus manos arriba para tranquilizarla.
—No lo leí. No te preocupes. —Se rió suavemente—. No hay nada personal en esos
expedientes de cualquier manera. Aparentemente, él quería remover algo que había puesto
allí. Pero fue lo que hizo después lo que me sorprendió.
Bella arqueó su ceja y esperó a qué él terminara de escupirlo.
—Él llamó a Garrett Armstrong, el Presidente del Departamento de Lenguas
Románticas y Literatura de Harvard.
Bella parpadeó lentamente, como un farol ámbar perezoso—. ¿Cómo lo sabes?
—Estaba dejando algunas fotocopias y lo escuché en el teléfono. Estaba preguntándole
sobre ti.
—¿Por qué haría eso?
—Eso es lo que quería preguntarte. Él estaba preguntando por qué ellos no habían sido
los suficientemente generosos en los fondos de los estudiantes de maestría. Él es un alumno
de ese Departamento, ¿sabes? Armstrong era el Presidente cuando terminó su doctorado
cuatro años atrás.
Mierda Santa. ¿Él estaba chequeando sobre mí? Por supuesto. No podía creer que yo en verdad
entré a Harvard, al igual que él.
Bella cerró sus ojos, sus dedos agarrando la estantería de libros para apoyarse. Se
tambaleó ligeramente.
—No pude escuchar todo lo que Armstrong estaba diciendo. Pero escuché a Masen.
Ella mantuvo sus ojos cerrados esperando que cayera el otro zapato. Solo podía esperar
que Peter lo tirara rápido, y no directamente hacia sus dedos del pie*.
—Yo no sabía que habías entrado en Harvard, Bella. Eso es bastante asombroso. Y
Masen estaba asombrado, también. Quería saber si realmente fuiste aceptada en su
programa, y qué tan alto estuviste clasificada en su flota de admisiones.
—Por supuesto —, murmuró Bella—. Soy de un pequeño pueblo en Washington. Fui a
una Universidad Jesuita de alrededor siete mil estudiantes. ¿Cómo pude entrar a Harvard?
Peter frunció el ceño.
Pobre Conejo. Ese hijo de puta de verdad montó un número con ella. Debería seriamente
patearle el culo. Y después debería ir a trabajar en él…
—¿Qué está mal con las escuelas católicas? Hice mi licenciatura en St. Mike en Vermont
y obtuve una gran educación. Ellos solamente tienen trescientos estudiantes. Pero tenían un
especialista en Dante en el departamento de inglés y un especialista de Florentino en
Historia.
Bella asintió como si lo escuchara. Pero en realidad no lo hacía.
—Escucha, aún no has oído toda la historia. El punto es que Armstrong trató de
persuadirlo para enviarte de regreso para tu doctorado. Dijo que estuviste altamente
calificada. Eso es muy bueno, considerando la fuente. Yo apliqué a ese departamento y fui
rechazado categóricamente. —Sonrió de alguna forma medio bondadosa, sin saber cómo ella
podría reaccionar a esa parte de la información—. Así que si no es muy personal, ¿por qué no
fuiste a Harvard?
—Yo no quería venir aquí —, susurró, su voz sonaba baja y culpable, como una chica en
penitencia—. Sabía que él estaba aquí. Pero no tuve otra opción; ya había rechazado a las
demás escuelas. Debo miles de dólares en préstamos estudiantes de Seattle y por mi
programa de estudios en el extranjero… simplemente no podía costearme ir a Harvard.
Estaba esperando terminar mi Maestría rápido y después ir el próximo año. Con un
___
* Expresión referida a que le van a decir algo que no le va a gustar o le va a afectar, y
al final Bella se refiere a que espera que no le haga daño.

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poco de suerte, no tendré que prestar ninguna cantidad de dinero para mi doctorado. La
financiación es mejor.
Peter asintió de modo tranquilizador y después mientras Bella se distraía a sí misma
volteando alrededor para examinar los libros más cuidadosamente, la contempló,
completamente ignorante a la pequeña información que ella había revelado
inconscientemente. El trozo de información que le hubiese dicho mucho más que por qué ella
no había ido a Harvard.
Mientras la observaba abrir y cerrar los volúmenes polvorientos, sus ojos se abrieron y
una sonrisa apareció sobre sus bonitos labios, y él se dio cuenta que el apodo Conejo le
calzaba incluso más de lo que había pensado al principio. Porque sí, ella era muy parecida a
un conejo que uno pudiera encontrar en un prado o algo parecido.
Pero ella era también muy parecida al Conejo de Peluche*.
Peter nunca diría esas palabras en voz alta y si le preguntases si él conocía el libro,
habría mentido descaradamente mientras te veía directamente a los ojos. Pero Charlotte
había amado ese libro, y por eso cuando su relación estaba empezando ella había exigido que
él lo leyera para que pudiera entenderla debidamente. Y Peter, un granjero de más de cien
kilos de Vermont, había leído la maldita cosa a escondidas, porque la amaba.
Y a decir verdad, había amado esa historia, también.
Mirando a Conejo, tuvo el presentimiento que ella estaba esperando desesperadamente
convertirse en Real. Esperando ser amada, incluso. Y la espera había cobrado un precio en
ella. No en su apariencia externa, la cual era bastante atractiva, aunque Peter hubiese dicho
que ella claramente estaba muy delgada y muy pálida, algo que una buena cantidad de leche
y productos lácteos de Vermont podrían haber mejorado, pero en su alma. La cual pensaba
que era hermosa, pero triste.
Peter ni siquiera estaba seguro que creía en las almas hasta que conoció a Conejo. Y
ahora que la conoció, tuvo que creer. Esperaba internamente que algún día ella pudiera
convertirse en lo que deseaba ser; que alguien pudiera amarla y que pudiera transformarse
de un conejo asustado a algo más. Algo osado. Algo feliz. No queriendo permitirse a sí
mismo muchos vuelos literarios de fantasías, Peter rápidamente decidió que necesitaba
distraer al Conejo de sus tristezas y por eso le sonrió de nuevo.
Después le guio hacía la puerta que tenía una placa de bronce en el que decía lo
siguiente, en letra cursiva muy elegante: Profesor Edward A. C. Masen.
Bella notó con interés que ninguna de las otras puertas tenía placas de bronce en ellas.
También se dio cuenta que Peter había grabado una ficha con su propio nombre debajo de la
placa. Ella imaginó al profesor Masen llegando y arrancando la ficha por pura rabia.
Y después notó el nombre completo de Peter, Peter V. Norris.
—¿Qué significa la V? —Ella torció un dedo en la placa hecha en casa.
Peter se sonrojó ligeramente—. No me gusta usar mi segundo nombre.
—No uso el mío, tampoco. Y puedo entender si no quieres decírmelo.
Ella sonrió y después regresó su mirada expectante a la puerta cerrada.
—Te reirás —dijo.
—Lo dudo, Peter. Mi apellido es Swan*. Ese es un nombre bastante estúpido.
—Creo que es hermoso.
Bella enrojeció, pero solo ligeramente.
Peter suspiró—. ¿Me prometes que no le dirás a nadie?
—Por supuesto, Peter. Y te diré mi segundo nombre, es Marie.
___
*The Velveteen Rabbit, libro de Margery Williams, donde un conejo de peluche creía que si su
dueño lo amaba de verdad se volvería real, como de verdad sucedió, solo para su dueño, y después
gracias a un hada madrina para todo el mundo.
*Cisne.

55
—Es hermoso, también.
Él tomó una respiración profunda y cerró sus ojos.
Y después esperó.
Y también lo hizo Bella.
Cuando él no pudo mantener más la respiración y sus pulmones estaban pidiendo a
gritos oxigeno exhalo rápidamente—. Virgilio.
Bella lo miró—. ¿Virgilio?
—Sí. —Abrió sus ojos y la estudió por un minuto, preocupado de que se reiría de él.
—¿Estás estudiando para ser un especialista de Dante y tu segundo nombre es Virgilio?
¿Hablas en serio?
Él asintió—. Es un nombre familiar. Mi bisabuelo se llamaba Virgilio… él nunca leyó
Dante, te lo aseguro. Él era un productor lácteo en Essex, Vermont.
Bella sonrió hacia él—. Creo que Virgilio es un nombre hermoso. Y es un gran honor
ser llamado como un noble poeta.
—Igual que es un gran honor ser llamado como una noble ave. —Sus ojos se
ablandaron y le sonrió ampliamente.
Bella apartó la mirada, sintiéndose avergonzada.
Peter aclaró su garganta como un medio de disminuir la repentina tensión entre ellos.
—Masen nunca usa este cubículo… excepto para traerme cosas. Pero le pertenece a él y
es quién lo paga.
—¿No son gratis?
Peter negó con la cabeza y abrió la puerta con su llave—. No. Pero lo valen porque
tienen aire acondicionado y calefacción, tienen acceso a internet inalámbrico, y puedes
almacenar libros aquí sin tener que comprobarlo por recepción. Así que si hay algo que
necesites, incluso si es una referencia material que no puedes sacar de la biblioteca, puedes
almacenarlo aquí.
Bella observó al pequeño pero cómodo espacio como si estuviera en la tierra
prometida, sus ojos estaban muy abiertos mientras paseaban alrededor del gran espacio
construido para trabajar, cómodas sillas y estanterías que llegaban al techo. Una pequeña
ventana ofrecía una agradable vista del perfil del centro y de la torre CN.
Se preguntó cuánto costaría vivir en un cubículo en vez de en su hueco-de hobbits-no-
apto-para-perros.
—De hecho —, dijo Peter, quitando unos papeles de una de las estanterías—. Te daré
este estante. Y puedes tener mi llave de repuesto. —Revisó alrededor por algunas cosas y
regresó con la llave de repuesto, después escribió un número en un pedazo de papel—. Ese
es el número en la puerta, en caso que tengas problemas de encontrarla de nuevo y aquí está
la llave.
Bella se quedó parada, boquiabierta.
—No puedo. Él me odia y no me dejará usar esto.
Peter se encogió de hombros—. Qué se joda.
Las mejillas de Bella explotaron en escarlata.
—Lo siento. Usualmente no maldigo… demasiado. Por lo menos, no en frente de
chicas. Quiero decir, mujeres.
Bella asintió, pero eso no era exactamente por lo que estaba sonrojada.
—Masen no tiene que saberlo. Él nunca está aquí, de cualquier manera. Puedes
guardar tus libros y él pensara que son míos. Y si no quieres que te atrape, no tienes que
trabajar aquí. Solamente aparece cuando yo esté alrededor… trabajo aquí todo el tiempo.
Entonces si te ve, solo pensara que estamos trabajando juntos. O algo así.
Sonrió tímidamente. Realmente quería darle la llave… saber que ella podía llegar en
cualquier momento. Ver sus cosas en el estante… estudiar y trabajar a su lado.
Pero Bella no quería tener la llave.

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—Por favor —, dijo, tomando su pálida mano en sus gentiles y abiertos dedos. La sintió
temblar ligeramente así que pasó su pulgar por el dorso de su mano solo para reasegurarle
que todo estaba bien.
Apretó la llave y el papel en su palma y apretó sus dedos cerrados, teniendo un gran
cuidado en no presionar muy fuerte para no producirle un cardenal. Sabía que ya Masen la
había marcado lo suficiente.
—“Pequeño Conejo, Real no es como fuiste creado, es algo que te sucede”. Y en este momento,
tú necesitas que algo bueno te suceda.
Bella dio un respingo por sus palabras, porque él no tenía idea de lo verdaderas que
eran.
¿Él esta citando a…? Imposible.
Ella miró a sus ojos. Ellos eran cálidos y amigables. No vio ningún indicio de crueldad
o calculador. No vio nada taimado o severo. Tal vez a él de verdad le gustaba ella. O quizás
únicamente sentía lastima y estaba siendo caritativo.
Cualquiera que fuera sus motivaciones misteriosas, en ese instante Bella escogió creer
que el universo no era completamente oscuro y decepcionante y que había todavía vestigios
de bondad y virtud, así que aceptó la llave con una reverencia de su cabeza y casi una
lágrima.
—No llores, pequeño Conejo.
Peter levantó un dedo tentativo para retirar una lágrima que todavía no había caído.
Pero después lo pensó mejor y volvió a colocar su mano a su lado.
Bella se volteó, avergonzada de la repentina e intensa gama de emociones que estaba
teniendo, sobre haber sido otorgada una llave de todas las cosas, y teniéndolo a él citándole
hermosa literatura infantil. Mientras buscaba algo frenéticamente, cualquier cosa, para
distraerse, sus ojos se posaron en un CD que estaba colocado desamparado en una de las
estanterías.
Lo tomó. La Misa de Réquiem de Mozart.
—¿Te gusta Mozart? —Preguntó, volteando la caratula en sus manos.
Peter apartó su vista.
Bella estaba sorprendida. Se movió como si fuera a poner la caja de CD de regreso,
preocupada de haberlo avergonzado al revisar sus objetos personales, pero él la detuvo
suavemente.
—Está bien, puedes mirarlo. Pero no es mío. Es de Masen.
Una vez más, Bella sintió frío por todas partes y ligeramente enferma.
Peter vio su reacción esta vez y empezó a hablar muy rápido—. No le digas a nadie,
pero lo robe.
Las cejas de Bella se levantaron.
—Lo sé… es horrible. Pero él estaba escuchando una canción de esa maldita cosa una y
otra y otra vez en su oficina. Lacrimosa, Lacrimosa, Lacri-jodida-mosa. Mientras yo estaba allí
catalogando parte de su librería personal. ¡No podía soportarlo más! Es tan putamente
deprimente. Así que lo robe de su oficina y lo escondí aquí. Él no lo ha escuchado desde ese
momento.
Bella rio. Cerró sus ojos, abrió su boca y rio.
Peter sonrió con alivio al ver su reacción.
—No hiciste un muy buen trabajo en esconderlo, Peter. ¿Lo encontré en cuánto tiempo,
treinta segundos? —Ella rio y trató de darle el CD.
Él con cuidado apartó su largo cabello detrás de sus hombros para poder tener una
visión sin obstáculos de su adorable rostro.
—¿Por qué no lo ocultas en tu casa, en vez?
Instintivamente, Bella se puso rígida y dio un paso hacia atrás.

57
Peter observó como su cabeza bajaba y sus dientes mordían su labio inferior. Se
preguntó qué hizo… ¿no debería haberla tocado? ¿Estaba preocupada que Masen podría
enterarse que ella tenía su CD?
—¿Bella? —Su voz era suave y tranquila, y él no hizo ningún movimiento hacia ella—.
Lo siento. ¿Hice algo mal?
—No. No es nada. —Lo miró nerviosamente y después colocó el CD en el estante—.
Amo la Misa Réquiem de Mozart. Y Lacrimosa es mi parte favorita. No sabía que le gustaba,
también. Solo estoy… um… sorprendida.
—Entonces tómalo prestado. —Lo tomó y lo colocó en su mano—. Si Masen pregunta,
diré que yo lo tengo. Pero al menos si lo tomas prestado puedes subirlo en tu IPod y después
puedes entregármelo el lunes.
Bella miró el CD. Fijamente.
—No sé…
—Lo he tenido aquí toda la semana y él no ha estado buscándolo. Tal vez su humor ha
cambiado. Empezó a escucharlo después que regresó de Seattle. No estoy seguro porqué…
Bella impulsivamente guardó el CD en su decrepita mochila—. Gracias.
Peter sonrió—. Cualquier cosa por ti, Bella.
Él quería sostener su mano. O por lo menos apretarla por un instante. Pero ella era
asustadiza, podía verlo, así que la eludió mientras la guiaba al pasillo para continuar
dándole el recorrido por la biblioteca.
—Oh, el festival de cine de Toronto es en este fin de semana. Tengo un par de entradas
para algunas películas el sábado. ¿Quieres acompañarme? —Peter trató de sonar casual
mientras guiaba a Bella hacia los ascensores.
—¿Qué películas?
Peter suspiró—. Una es francesa y la otra alemana. Prefiero las películas europeas. —
Sonrió a medias—. No sé. Podría cambiar las entradas para algo más local…
Bella negó con su cabeza—. Me gustan las películas europeas también. Mientras tengan
subtítulos. Mi francés es casi no existente, aparte de las palabras que tengan que ver con
comidas, y solo sé cómo maldecir en alemán.
Peter presionó el botón del elevador y después volteó a darle a Conejo una muy larga,
y muy estudiosa mirada. Y después sonrió… ampliamente.
—¿Puedes maldecir en alemán? ¿Cómo ocurrió eso?
—Viví en una casa internacional en la Universidad de Seattle. Una de los estudiantes
de intercambio era de Frankfurt y a ella de verdad le gustaba maldecir… demasiado. Para el
final del semestre, todos estábamos maldiciendo en alemán. Era algo como una cosa de
pasillo. —Se volvió en un ligero tono de rosado y miró a sus zapatos deportivos.
Bella sabía que Peter era un estudiante de doctorado, lo que significaba que él ya había
tomado cursos de francés y alemán, con toda probabilidad. Probablemente se burlaría de sus
habilidades lingüísticas amateur. Esperó por un comentario sarcástico o un gesto desdeñoso
con su mano.
Pero él solamente sonrió cariñosamente y sostuvo la puerta del ascensor abierta para
ella—. Mi alemán es terrible. Tal vez puedas enseñarme a maldecir con él… eso sería una
mejora.
Bella inhaló mientras caminaba hacia el ascensor. Y después volteó hacia él y le sonrió
de vuelta. Ampliamente esta vez.
—Tal vez. Y me gustaría ir al cine contigo el sábado. Gracias por invitarme.
—No hay problema.
Peter sonrió para sí mismo. Conejo estaba yendo a ver películas con él. No solo una,
sino dos. Y después de ellas, ellos irían a cenar… tenía que presentarle aún su restaurante
favorito de comida hindú. O tal vez debería hacer eso esta noche y llevarla a Chinatown
después de la doble función… y después podría llevarla a Greg’s para comer helados

58
caseros… e invitarla para que lo acompañe a la galería de arte en Ontario para ver la nueva
adicción de Frank Gehry el próximo fin de semana.
Mientras continuaban su recorrido, Peter resolvió en su corazón ser paciente. Muy,
muy paciente. Y cauteloso, siempre que extienda tentativamente su mano para ofrecerle una
zanahoria o frotar delicadamente su suave piel con sus dedos. Porque sino, él sabe que
asustaría a la Conejo y la alejaría. Y después no tendría la oportunidad de ayudarla a
convertirse en Real.

La mañana siguiente, Bella estaba sentada en su pequeña cama con su vieja laptop
trabajando en su propuesta de tesis para el profesor Masen y escuchando a Mozart.
Los gustos musicales del profesor Masen le sorprendieron. ¿Cómo podía pasar de
escuchar a Nine Inch Nails a esto?
¿Estaba escuchándolo solamente por lo de Esme? ¿O había otra razón por la que él se
estuviera torturando a sí mismo al escuchar la misma pista una y otra vez?
Bella cerró sus ojos y se concentró en las palabras de Lacrimosa, cantada escandalosa y
apasionadamente por el coro multivoz en evocador latín,

―Lacrimosa dies illa


Qua resurget ex favilla
Judicandus homo reus.
Huic ergo parce, Deus:
Pie Jesu Domine,
Dona eis requiem.
Amen.”*

¿Qué está mal con Edward que escucha esto una y otra vez?
¿Y qué dice de mí que no puedo evitar sentirme cerca de él cuando escucho esto?
Todo lo que he hecho es remplazar su fotografía con su CD… es la misma cosa. Únicamente no
estoy durmiendo con eso debajo de mi almohada.
Soy un cachorro enfermo.
Bella negó con su cabeza y trató de concentrarse con su propuesta de tesis,
distrayéndose a sí misma del sonido del clásico lamento con pensamientos de Peter y las
actividades del día anterior.
Peter había sido muy servicial. Además de darle la llave para el cubículo del profesor,
le ofreció consejo sobre cuál era la mejor forma de estructural su propuesta de tesis, y la hizo
reír más de una vez. Más de lo que había reído en mucho, mucho tiempo.
Él era un caballero… abrió las puertas y cargó con su pesada mochila. Era caballeroso
en todo y Bella no pudo evitar que le gustara. Era tan agradable estar alrededor de alguien
que fuera atractivo y dulce… una muy a menudo olvidada y muy rara combinación.
Pero Peter también hizo sentir a Bella nerviosa. Por una variedad de razones.
Sin embargo, estaba agradecida de su guía. Pero de verdad, ¿quién mejor que Virgilio
para guiarla a través de una propuesta de tesis de Dante?
Bella quería que su propuesta de tesis impresionara al profesor Masen; hacerlo darse
cuenta que era una estudiante capaz y ligeramente inteligente. Aunque sabía que él
probablemente estuviese en desacuerdo en ambos puntos, sin importar lo que el profesor
Garrett Armstrong de Harvard hubiera dicho sobre ella.
Y estaría mintiendo si dijera que no estaba tratando de inducir subliminalmente a
Masen para que la recuerde.
___
* Día de Lamentos, en el cual se alzarán de las cenizas los hombres culpables para ser juzgados.
Así que ten piedad, Oh Señor, en este hombre. Compasivo Señor Jesús, concédeles el descanso. Amén.

59
Se preguntó qué era peor… ¿qué Masen la hubiea olvidado? ¿O que Edward se hubiese
convertido en el Profesor Masen? Bella se sintió enferma por la segunda sección de su dilema
así que se rehusó siquiera a considerarlo… mucho.
Preferiría que Edward la hubiera olvidado pero que siguiese siendo el dulce y tierno
hombre que besó en el prado, a que él se convirtiera en el profesor Masen, con todos sus
vicios, pero todavía recordándola.
La propuesta de tesis de Bella era simple. Estaba interesada en una comparación entre
el amor cortes que se manifestó en la casta relación entre Dante y Beatrice, y la apasionada
lujuria que se manifestó en la relación adultera entre Paolo y Francesca, dos personajes que
Dante encontró en el circulo de los lujuriosos en El Infierno.
Quería discutir las virtudes y los inconvenientes de la castidad, un tema en el que ella
tenía más que un interés pasajero.
Mientras trabajaba en su propuesta, se encontró a sí misma mirando de ida y regreso
entre la pintura de Holiday y una postal con la imagen de la escultura de Rodin El Beso (Le
Baiser) que tenía pegado en la pared. Rodin había esculpido a Paolo y Francesca de tal forma
que sus labios no se tocaban; sin embargo, la escultura era sensual y erótica y Bella no había
comprado una réplica de ella cuando visito el Musée Rodin en parís porque le resultaba
demasiado excitante. Y demasiado doloroso.

Así que Bella se había conformado con una postal.


Además de su panadería y productos lácteos franceses ella sabía suficiente para darse
cuenta que el titulo de la escultura de Rodin era parte de su subversión. Porque baiser en
francés podría significar o la inocencia de un beso o la animalidad de una follada. Uno
pudiera decir, le baiser para referirse a un beso, pero si uno decía, Baise-moi uno estaba
rogando ser follada.
Ambos, inocencia y mendicidad fueron envueltos en el abrazo de esos dos amantes,
cuyos labios nunca se tocaban. Congelados juntos, y a su vez separados, por toda la
eternidad.
Bella quería liberarlos de su abrazo congelado y secretamente deseaba que su tesis le
permitiera hacer eso.
De vez en cuando en los últimos años se había permitido a sí misma pensar sobre el
prado, en revivir su primer beso con Edward y un poco de lo que pasó después, pero más
que todo lo hacía en sus sueños.
Rara vez, si acaso, pensaba en la mañana después y en las lágrimas y la histeria. Era un
recuerdo muy doloroso. Era un recuerdo de traición que revisitaba solamente en sus
pesadillas… y lamentablemente para ella, eso era muy a menudo. Y fue la razón por la que
nunca lo buscó.
Justo en ese momento, su teléfono celular sonó, interrumpiendo su trabajo.
—Hola, Bella. ¿Tienes planes para esta noche? —Era Alice. Bella pudo escuchar a
Edward hablando en el fondo.

60
Inmediatamente presionó el botón de silencio en su computadora para que Edward no
pudiera escuchar a Mozart por su teléfono.
Esperó con la respiración acelerada para ver si él había escuchado…
—¿Bella? ¿Todavía estas allí?
—Sí, aquí estoy.
Bella pudo escuchar a Edward murmurando en el fondo, y no podía decir si estaba
molesto o simplemente quejándose. No que ese fuera un nuevo problema.
—¿Qué está mal? ¿Estás bien?
—Sí. Bien. Um, sin planes. No tengo planes esta noche. —Bella se mordió su labio
mientras una ola de alivio pasaba sobre ella. Él no había escuchado el CD. O así parecía.
—Bien. Quiero ir a un club.
—Oh, vamos. Sabes que odio esos lugares. No puedo bailar y siempre es muy
escandaloso.
Alice rio de buena gana—. Es gracioso que digas eso. Edward dijo casi lo mismo.
Menos la parte del baile. Él cree que puede bailar, simplemente se rehúsa.
Bella se sentó muy derecha en su cama—. ¿Edward vendrá con nosotras?
—Solamente estaré aquí dos días más. Él me está llevando a un lugar lindo para cenar
y después le dije que quería ir al club. No está muy feliz al respecto pero no dijo que no.
Pensé que sería mucho más divertido si te unías a nosotros después de la cena. ¿Así que, qué
te parece?
Bella suspiró profundamente. Y cerró sus ojos.
—Me encantaría, Alice. Pero no tengo nada que usar. Lo siento.
Alice rio—. Solo revisa tu closet y toma algo negro. Algo simple. Estoy segura que hay
algo allí que yo escogí para ti hace tiempo. ¿Todavía tienes los zapatos Prada?
Justo en ese momento el timbre de la puerta sonó.
—Espera, Alice, alguien está en mi puerta. —Bella salió al pasillo, notando un
repartidor parado fuera de la puerta principal del edificio.
Ella abrió la puerta—. ¿Sí?
—Entrega para Bella Swan. ¿Usted es ella?
Bella asintió y firmó para lo que resulto ser un muy grande paquete rectangular.
—Gracias —murmuró y después metió el paquete debajo de su brazo y cambio de
oreja su celular—. ¿Alice, todavía estás allí?
Alice sonó como si se estuviera riendo—. Sí, ¿qué era?
—Algún tipo de entrega. Para mí.
—Bueno, ¿qué es?
—No lo sé. Es una caja grande.
—Ábrela.
Bella cerró la puerta de su apartamento detrás de ella y después puso la caja en su
cama. Colocó su teléfono entre su oreja y su hombro para poder seguir hablando mientras
abría el paquete.
—Estoy arrancando el papel de regalo en este momento. La caja tiene una etiqueta en
ella… Holt Renfrew. No sé por qué alguien me enviaría un regalo… ¡Alice, no lo hiciste!
Bella podía escuchar sus gritos y risas por el teléfono.
Abrió la caja y encontró un hermoso vestido coctel sin mangas Santorini azul con cuello
V, Bella no reconocía el nombre de la etiqueta, Badgley Mischka, pero probablemente fuera
uno de los vestidos más femeninos que hubiera visto alguna vez.
Ubicados en una caja al lado del vestido, descubrió un par de zapatos negros patentes
de cuero Christian Lomboutins. Miró con incredulidad el forro rojo y los muy altos tacones.
Los zapatos tenían un bonito lazo de terciopelo en cada punta y sabía que probablemente
valía aproximadamente un mes de su renta. Por lo menos.

61
Y después metido en una esquina de la caja, casi como si fuera producto de una
ocurrencia tardía, había una pequeña cartera bordada con mostacillas ámbar. Solamente
Alice podía escoger un conjunto tan perfecto e inusual.
Bella se sintió momentáneamente como Cenicienta.
—¿Te gusta todo? Sé que eres apegada con todo lo italiano, pero pensé que era tiempo
de volverse global. —Bella podía escuchar a Alice sonreír sobre el teléfono.
—Es hermoso, Alice. Todo. Espera un minuto, ¿Cómo supiste que talla comprar?
—¡Bella, hago esto para vivir! Sabía qué tallas eras cuando te vi el otro día. Y eres casi
la misma talla que eras en secundaria. Chica suertuda.
—Pero es demasiado. Con los zapatos solamente… solo no puedo…
—Bella, por favor. Estoy tan contenta de que seamos amigas de nuevo. Y de verdad,
además de encontrarme contigo y poder estar cerca de Edward, nada bueno me ha pasado
desde que Esme se enfermó. Por favor no me quites esto también.
Alice de verdad sabe cómo jugar con la culpabilidad.
Bella inhaló fuertemente y después se mordió su labio—. No sé…
—No es mi dinero, Bella. Es el dinero familiar. Desde que Esme murió… —Alice dejó
de hablar, esperando que su amiga pudiera obtener sus propias (erróneas) conclusiones.
Y eso fue exactamente lo que Bella hizo.
—Esme hubiese querido que gastaras su dinero en ti misma, Alice.
—Esme quería que todas las personas que ella amaba fueran felices, y eso te incluía a ti.
Y no tuvo muchas oportunidades de malcriarte después… después de lo que sucedió. Estoy
segura que ella sabía que nosotras hablaríamos de nuevo y está sonriéndonos desde arriba.
Hazla feliz por mí, Bella.
Ahora sentía las lágrimas aglomerarse en el fondo de sus ojos. Y Alice se sintió
culpable por ser tan manipuladora.
Edward no sentía ni lágrimas ni culpabilidad y deseaba que las dos chicas arreglaran
ya sus cosas para que él pudiera usar el maldito teléfono para hacer una llamada.
—¿Puedo pagar parte de eso? ¿Puedo pagar por los zapatos… con tiempo?
Edward debió haber oído eso, porque podía escucharlo maldecir y protestar
escandalosamente en el fondo. Él estaba murmurando sobre algo de una musa y una iglesia.
Lo que sea que significara.
—¡Edward! Déjame manejar esto. —Bella podía escuchar retazos de la discusión que se
estaba llevando a cabo entre los dos hermanos.
—Si eso es lo que quieres, está bien. (Edward, detente.) Pero es nuestra última noche
juntas y quiero que vengas con nosotros. Así que úsalo y acompáñanos, y arreglaremos lo del
dinero después. Mucho después. Como cuando yo esté de regreso a Seattle. Y viviendo
gracias a la seguridad social.
Bella suspiró profundamente y ofreció una silenciosa plegaria para agradecer a Esme,
quien siempre había sido buena con ella—. Gracias Alice. Te debo una. De nuevo.
Alice chilló—. ¡Edward! ¡Bella viene, también!
Bella sostuvo el teléfono apartado de su oreja así que no pudo escuchar los chillidos de
Alice.
—Está lista alrededor de las nueve, te recogeremos en tu casa. Edward dice que sabe
cómo llegar allí.
—Eso es muy tarde, Alice, ¿estás segura?
—¡Bella, por favor! Edward escogió el club y dice que no estará abierto hasta las nueve.
Ya vamos a llegar temprano. Solamente tarda un tiempo arreglándote y te veremos esta
noche. ¡Vas a verte sexy!
Y con eso Bella cortó la llamada y se sentó al lado de su hermoso vestido.
Alice compartía el generoso y caritativo espíritu de Esme. Era una lástima que algo de
ese espíritu no se le hubiese pegado a Edward…

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Se preguntó cómo iba a ser capaz de bailar en esos sexys y peligrosos zapatos. Y
después contempló la excitante y ligeramente atemorizadora posibilidad de bailar con un
cierto profesor.
Pero Alice dijo que él no bailaba. Me lo imaginaba.
En un arranque de inspiración, Bella caminó hacia su cómoda y cautelosamente abrió
su gaveta de ropa interior. Sin mirar a la fotografía que estaba escondida al final,
rápidamente sacó un pequeño y sexy hilo de ropa que caritativamente podría denominarse
ropa interior si y solamente si uno pensara que nada que uno usara debajo de la ropa contaba
como ropa interior.
Bella sostuvo el hilo en la palma de su mano, porque así de fino era, y meditó sobre él
como si fuera una escultura de Buda.
Y en una decisión apresurada, decidió que lo usaría, esperando que como un talismán
o un encantamiento le diera el coraje y la confianza de hacer lo que necesitaba hacer.
Lo que quería hacer.
Y eso era recordarle a Dante cuánto perdió cuando la abandonó.
No iba a haber más lacrimosa* para Beatrice.

___
* Lacrimosa significa “llorar” o “tristeza” en Ingles.

63
Capítulo ocho.

Lobby era un bar de Martini y salón de alta categoría ubicado en Bloor Street.
Edward, en el más puro estilo dantesco, siempre se refería al club como El Vestíbulo,
aunque tuviera más en común con los niveles más bajos del Infierno que con el Limbo.
No quería llevar a Bella allí, mucho menos a Alice, ya que Lobby era su terreno para
cazar, el lugar donde siempre iba a alimentarse. Mucha gente lo conocía allí, o sabía de él, y
tenía miedo de lo que pudieran decir. De lo que podría resbalarse accidentalmente de los
labios color rojo sangre.
Pero se sentía cómodo en Lobby; confiado que podía controlar el ambiente. De ninguna
manera llevaría a Alice y Bella a un ambiente que no pudiera controlar. Por esta única noche,
él podría ser Beowulf en vez de Dante, guerrero en vez de poeta. Él llevaría su espada
desenvainada en su mano y mataría a Grendel y a todos sus parientes si ellos si quiera
miraban en dirección de sus preciosos encargos*.
Aunque vio la hipocresía pura de eso, se la tragó completo para hacer feliz a Alice.
Cuando Alice y Bella obedientemente lo siguieron fuera del taxi y hasta el frente de la
puerta del Lobby, ellos se encontraron inmediatamente con una larga fila de gente que
estaban esperando para entrar en el club.
Edward ignoró la fila y fue directamente hasta el portero, un hombre áfrico-canadiense
gigante con mirada asesina y diamantes en sus orejas. Él estrechó la mano de Edward y lo
saludó formalmente.
—Laurent, me gustaría presentarte a mi hermana, Alice Cullen, y su amiga, Isabella
Swan. —Edward hizo un gesto a la mujer joven y Laurent sonrió y asintió, moviéndose hacia
un lado para permitirles pasar.
—¿Qué fue todo eso? —le susurró Bella a Alice, mientras ellos entraban al moderno y
decorado de buen gusto espacio blanco y negro.
—Edward está en la lista VIP, aparentemente. No preguntes. —Alice le rodó los ojos y
miró hacia otro sitio.
Edward las condujo al fondo del club, al área exclusiva que había reservado conocido
como el Salón Blanco, un nombre que se otorgó al usar mucha imaginación debido a su
decoración monocromática.
Alice y Bella servicialmente se sentaron en una baja y blanca banqueta, reposando
cómodamente su espalda en almohadones cubiertos de armiño. Desde su posición, ellos
podían ver a través de la puerta grande y hasta la pista de baile que se extendía en el centro
de otros salones privados. Pero por el momento, nadie estaba bailando.
Alice le dio a Bella una mirada de admiración—. Bella se ve hermosa, ¿no es así,
Edward? Realmente preciosa.
Bella se sonrojó en un tono anormal de carmesí y empezó a juguetear con el dobladillo
de su vestido azul Santorini—. Alice, por favor —, susurró.
—¿Qué? ¿No se ve hermosa, Edward? —Alice frunció el ceño a su hermano, quien
le estaba lanzando una mirada de advertencia.
—Ambas se ven bien —, dijo, sin admitir nada y cambiando un poco de posición como
si estuviese sintiendo dolor.
Bella negó con la cabeza minuciosamente y maldijo en voz baja, preguntándose por
qué le importaban tanto sus opiniones y por qué era tan difícil para él ser agradable con ella.
Alice se encogió de hombros. Era el dinero de Edward. Y si a él no le preocupaba tirar dos
mil dólares para hacer a Bella lucir solamente bien entonces, ¿quién era ella para oponerse?
Excepto que eso era una condenación tacita de su talento de modista así que tomó la
__
* Beowulf, es un poema épico anglosajón, donde este era el héroe de los gautas lucha
contra el monstruo Grendel matándolo en una pelea a mano limpia.

64
observación muy, muy personalmente.
Él iba a pagar por eso, pensó.
—Entonces, Bella —, empezó, asegurándose que Edward estuviera escuchando y
mirándolo con el rabillo de su delineado ojo—. ¿Cómo te fue en tu cita con Peter?
La piel de Bella mantuvo su actual tono de rojo—. Fue muy agradable. Él es un
verdadero caballero. Muy chapado a la antigua.
Resistió la tentación de voltear hacia Edward para ver cuál era su reacción por sus
palabras.
No necesitaba molestarse en hacerlo. Alice estaba haciendo suficiente para verlo por
ambas.
—¿Y te llevó a cenar?
—Sí. Al Nataraj, su restaurante Hindú favorito. Mañana me va a llevar a una doble
función en el festival de cine y después vamos a ir a Chinatown.
—¿Él es lindo?
Bella se retorció—. Si un jugador de rugby pudiera ser llamado lindo. Pero es atractivo
y tiene ojos gentiles. Me trata como una princesa.
—Jodedor de ángeles.
Alice y Bella se voltearon hacia Edward, sin estar bien seguras de haber escuchado lo
que ellas creyeron haber escuchado salir de su boca.
Las cejas de Bella subieron y frunció el ceño y miró hacia otro lado.
Satisfecha por haber conseguido una reacción de su hermano acorde con su más
reciente falta, Alice se volteó en su asiento para verificar su maquillaje en la pared de espejo
que estaba detrás de ellos. Se estaba frotando sus labios color amapola de su labial Chanel y
se detuvo abruptamente, mirando a alguien que estaba caminando a su dirección.
—Edward, ¡esa mujer te está follando con la mirada completamente! ¿Qué demonios?
Una camarera rubia artificial con tacones se acercó a ellos rápidamente.
—Si una mujer alguna vez hiciera eso con Jasper en frente de mí, yo le arrancaría sus
ojos.
—¡Señor Masen! No lo hemos visto en un tiempo. ¡Bienvenido de vuelta! —La mesera
se inclinó hacia abajo, dejando al descubierto la parte superior de su escote moderadamente
dotado y apoyando una mano con manicure elegante en su hombro, sus uñas color coral
brillaban en la baja y romántica luz.
Bella frunció el ceño a pesar de sí misma y se preguntó si la mesera planeaba hacerle
algo a Edward con esas uñas o si ella las estaba enseñando para alejar a Alice y Bella.
La mujer asintió hacia ellas—. Mi nombre es Lauren y yo seré su servidora.
—Abre una cuenta a mi nombre por favor. Las bebidas para los tres son en mi cuenta y
uno para Laurent y para ti, por supuesto. —Él colocó un billete doblado en su mano,
liberando efectivamente su hombro de su toque.
Ella sonrió débilmente y lo tomó.
Tengo que admitirlo, él es sutil, pensó Bella.
—¿Damas? —preguntó la mujer, manteniendo sus ojos fijos en Edward y sonriendo
provocativamente, con la punta de su lengua saliendo ligeramente de entre sus labios de
coral.
—Para mí un Cosmo —, dijo Alice.
Bella quedó paralizada.
—¿Qué te gustaría? —Alice le dio un codazo.
—Yo… no sé. —Bella se volvió completamente roja y tartamudeó, preguntándose qué
podría ordenar que no le avergonzara en frente de Edward. No podría ordenar una cerveza o
empezar a hacer shots de tequila, las cuales eran sus venenos usuales.
—Dos Cosmos entonces —, dijo Alice—. Los amaras, son maravillosos —, le susurró en
su oreja.

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—Un shot doble de Laphroig de veinticinco años, por favor. Y pídele al cantinero un
vaso pequeño de agua de manantial. Plana, sin gas. —ordenó Edward sin hacer contacto
visual con la mesera, haciéndole un guiño a Alice.
La mesera se fue y Alice empezó a reír—. Hermano mayor, solo tú puedes hacer que
una simple orden de bebidas suene pretensiosa.
Bella rio, así fuera solo porque le gustaba la vista de la reacción irritada de Edward por
la caracterización de su pequeña hermana.
—¿Qué es Laphroaig? —Preguntó Bella.
—Un whisky escoses de malta.
—¿Y el agua de manantial?
—Solo una o dos gotas para centrar el gusto. Te dejaré probarlo cuando lo traigan. —Él
aventuró una pequeña sonrisa a su dirección y ella miró hacia otro lado, viendo hacia sus
hermosos zapatos.
Siguió su mirada y se encontró a sí mismo fascinado por sus bellos tacones. Alice no
tenía idea de la buena compra que ellos fueron. Valía cada centavo solamente ver las
hermosas piernas de la señorita Swan, arqueadas y que parecían no tener fin por esos
exquisitos zapatos. Se revolvió incomodo en su asiento, deseando que el movimiento
arrancara con éxito su excitación por su trampa actual.
No lo hizo.
—Supongo que puedes esperar por las bebidas, Edward. Bella y yo vamos a ir a bailar.
Antes de que Bella pudiera protestar, Alice la había empujado hacia la pequeña pista
de baile contigua, saludando al DJ e indicándole que cambiara la música y procedió a bailar
con naturalidad y abandono de duendecillo.
Bella, por el otro lado, estaba incómoda. Podía ver que Edward se había movido así
que podía mirarla, se reclinó en la banqueta y estaba observando, sus ojos intensos sin
parpadear, y con expresión de diversión contenida. Se preguntó si él se había percatado del
hecho que ella no estaba usando ropa interior tradicional debajo de su vestido.
¿Es eso algo que un hombre notaria? ¿La ausencia de la línea visible de las bragas?
No pudo apartar su mirada mientras sus ojos la evaluaban lentamente desde cabeza
hasta sus pies, tardándose un poco más de lo necesario en sus torneadas piernas desnudas y
en sus tacones de suela rojo.
—No puedo bailar en estos zapatos, Alice —protestó Bella en el oído de su amiga.
—Tonterías. Solo mueve tu cuerpo y deja que tus pies tomen un descanso. Y te ves
genial, por cierto. Edward es un idiota.
Bella le dio la espalda a Edward, y después con sus mejillas ardientes y coloradas
empezó a bailar, cerrando sus ojos y dejando que la música la llevara. Era una sensación
extraordinaria. Tan pronto lo olvidó a él y a sus ojos penetrantes, fue de verdad capaz de
disfrutar por sí misma. Un poco.
Me pregunto si él puede ver los vestigios de mi tanga a través de la tela de mi vestido. Borra eso.
Espero que él pueda verlo. Espero que lo torture. Disfruta la vista, idiota, porque eso es todo lo que
alguna vez tendrás.
Cuando la canción terminó, Alice subió hacia donde estaba el DJ y le sonrió,
preguntándole cuáles eran sus planes para las siguientes opciones musicales. Lo que sea que
le hubiera dicho le complació, porque ella lanzó un puño al aire en una manera muy poco
femenina y casi deja escapar un grito.
—¡Esto es increíble! —gritó, mientras cruzaba la pista y regresaba a donde estaba Bella,
tomando su mano y girándola alrededor.
Ahora que Bella y Alice estaban bailando y obviamente disfrutando entre ellas, un
grupo de otras personas de los distintos salones contiguos decidieron unírseles en la pista de
baile, incluyendo un muy apuesto hombre rubio.
—Hola —, saludo él, moviéndose más cerca de Bella al ritmo de la música.

66
—Hola —, respondió, sintiendo sus mejillas enrojecer aún más.
Pensó acerca de la vieja línea sobre cómo la mujer asociaba bailar con el sexo. Este
hombre, quien quiera que fuera, sin ninguna duda sería excelente en lo último, porque
ciertamente y muy masculinamente se destacaba en lo primero. Quitaba el aliento, en
realidad.
—No te había visto antes por aquí. —Le sonrió a ella—. Estoy seguro que recordaría si
lo hubiese hecho.
Bella notó que él tenía los dientes muy blancos y sus ojos eran de un azul profundo, tan
azul como su vestido. Olvidó momentáneamente contestarle y se enfocó en observar lo
azulado de su mirada.
—Mi nombre es Michael. ¿Y tú eres? —Se inclinó hacia adelante, su oído casi pegado a
sus labios a fin de escuchar su respuesta sobre la música palpitante.
Ella parpadeó ligeramente por su cercanía—. Bella.
—Encantado de conocerte, Bella. Tú tienes un hermoso e inusual nombre.
Asintió ligeramente con su cabeza para hacerle ver que lo había escuchado y después le
envió una mirada desesperada a Alice, esperando que pudiera venir a su rescate. Pero Alice
estaba muy ocupada saltando de arriba hacia abajo con sus ojos cerrados, porque realmente
amaba la canción que sonaba. Realmente era un gran espectáculo.
—¿Puedo comprarte una bebida después de este baile? Mis amigos y yo tenemos una
mesa en frente. —Hizo un gesto vago pero Bella no lo siguió.
—Gracias, pero estoy con mi amiga.
Él sonrió, sin inmutarse, y se movió más cerca de ella—. Trae a tu amiga contigo. Tú
tienes los ojos más hermosos. Como el chocolate. No podría vivir conmigo mismo si dejo que
te vayas sin quitarte tu número.
—Um… no lo sé.
—Por favor, déjame por lo menos darte el mío.
Los ojos de Bella se lanzaron hacia Alice, lo cual fue una mala decisión de su parte,
porque le evitó ver el movimiento de su pie hacia ella. Terminó pisándole sus dedos del pie,
lo cual hizo que él hiciera una mueca de dolor y lo que la empujó fuera del equilibrio.
Pero la atrapó con sus dos brazos antes que golpeara el suelo y la sostuvo cerca de su
pecho mientras encontraba sus pies. Tuvo que admitirlo, él tenía un pecho musculoso. Y
unos brazos muy fuertes para alguien que usaba un traje. Estaba sorprendida.
—Tranquila, Bella. Siento haberte atajado así. ¿Estás bien? —Mantuvo su mano
izquierda en su brazo, y movió su derecha para así poder apartar sus bucles de sus ojos. Miró
hacia ella y sonrió.
—Estoy bien. Gracias por no dejarme caer.
—Sería un estúpido si te soltara, Bella.
Bella notó indirectamente que su sonrisa no era repulsiva. Parecía agradable, inclusive.
Su traje le dijo que él venía al club después de trabajar y que probablemente trabajara en el
centro por una gran compañía o algo… en algún lugar donde todavía exigieran que hombres
jóvenes usaran trajes y corbatas. Y muy buenos zapatos negros brillantes.
Era seguro de sí mismo, pensó, pero no arrogante. Y sus palabras, aunque fueron
escogidas cuidadosamente, no parecían calculadoras. Él era, tal vez, la clase de persona con
la que podría imaginarse saliendo por un tiempo corto, pero de verdad dudaba que ellos
pudieran tener muchos intereses en común. Ciertamente, bailar no era algo que quisiera
hacer muy a menudo en su futuro. Aunque bailar con él…
Era demasiado tímida para extender la conversación más allá. Abrió su boca para decir
sus disculpas, pero justo en ese momento alguien agarró su otro brazo y con eficacia alejó a
Michael de ella. Alguien que envió una corriente de electricidad ondulando a través de la
superficie de su piel y supo inmediatamente a quién pertenecían los largos y fríos dedos que
le envolvieron alrededor de su antebrazo desnudo.

67
—¿Estás bien? —preguntó Edward, hablando y mirando solamente a Bella. Su tono
calmado y preocupado desmentía totalmente la inexplicable ira de sus ojos.
Su rabia la confundió, así que no contestó. Lo miraba estupefacta, lo cual Michael se
percató inmediatamente.
—¿Este pendejo te está hiriendo? —Preguntó Michael, enderezando sus hombros y
sonando un nudillo o dos mientras le fruncía el ceño a Edward. Hizo un movimiento hacia
delante, viéndose bastante amenazante.
Bella parpadeó rápidamente y después negó con su cabeza.
—Ella está conmigo —, gruñó Edward, sin siquiera molestarse en voltear su cabeza en
dirección a Michael.
Michael se retiró ligeramente, porque el gruñido de Edward fue bastante violento.
—Ven —ordenó, empujándola lejos de la pista de baile y de vuelta a sus asientos.
Bella le dio a Michael una mirada de disculpa mientras se sentaba.
Edward le entregó su bebida mientras trataba de recuperar su aliento.
¿Qué demonios fue eso?
Mientras daba un sorbo a su Cosmopolitan y trataba de procesar lo que acababa de
pasar, Edward se inclinaba hacia ella, apretando su ahora vaso medio vacio—. Usted necesita
ser más cuidadosa. Este lugar puede ser muy peligroso para chicas como usted y usted es un
imán para las desgracias.
Ella lo miró fijamente.
—Yo estaba bien. ¡Y él era agradable!
—Él puso sus manos sobre usted.
—¿Y cuál es el jodido problema? ¡Estábamos bailando y él evitó que me cayera cuando
me tropecé! —Frunció el ceño hacia él—. Yo no te vi invitándome a bailar.
Edward se echó hacia atrás, y la miró con una lenta y torcida sonrisa.
—Eso habría arruinado el propósito de mirar, ¿no lo crees? —Su voz era aterciopelada
y seductora.
Bella apartó su cabello y miró hacia otro lado evitando la mirada intensa, color trébol y
brillosa por el escocés de sus ojos.
Miró a Michael quien la observaba desde la pista de baile y trató de indicarle con su
lenguaje corporal que ella y Edward no estaban juntos.
Un brillo de entendimiento surgió en los ojos de Michael y él asintió. Y después
desapareció.
—Te prometí una probada.
Edward se deslizó más cerca de ella y sostuvo su vaso cerca de sus labios.
—No, gracias —, olfateó ella, colocándose de lado.
—Insisto. —Su voz era más fuerte.
Bella suspiró y trato de tomar el vaso de su mano pero él lo sostuvo firmemente.
—Déjame alimentarte —, le susurró, su tono enronquecido de repente.
Él sonaba como el sexo. O al menos, lo que Bella imaginaba que el sexo podría sonar si
estaba sentado en una pequeña banqueta con ojos verdes brillantes y cabello cobrizo
alborotado y tratando de presionar un vaso frío en su boca.
Oh mi Edward, oh mi Edward, oh mi Edward, oh… mi… Edward.
—Me puedo alimentar a mí misma —, susurró, insegura.
—Por supuesto que puedes. Pero, ¿por qué deberías, cuando yo estoy aquí para
hacerlo por ti? —Respondió, con una sonrisa incluso más torcida que antes.
Bella suspiró. No quería botar su precioso escoses por accidente así que le permitió
presionar el vaso contra la curva de su labio inferior, lo cual él hizo lenta y sensualmente.
Cerró sus ojos y momentáneamente se concentró en la sensación del vidrio frío contra su
piel.

68
Él inclino la copa suavemente, hasta que la bebida ardiente penetro en sus labios
abiertos y desembocó en su boca abierta.
Estaba sorprendida de que él estuviera siendo tan lanzado con ella, tan sensual.
Pero estaba incluso más sorprendida cuando el whisky escoses le encendió su boca en
fuego, quemándola.
Tragó rápidamente y después jadeó.
—¡Eso es horrible! —Farfulló—. ¡Sabe como una fogata!
Él se deslizo hacia atrás y analizó su cara. Estaba sonrojada ahora y atragantándose.
—Esa es la concentración. Es un gusto adquirido. Tú puedes decidir que es un gusto
que quieres adquirir, una vez que lo hayas probado unas cuantas veces. —Le sonrió,
subiendo mitad de su labio.
Ella negó con la cabeza mientras tocia.
—Lo dudo. Y por cierto, soy una chica grande y puedo cuidarme por mí misma. Así
que a menos que te pida ayuda, por favor déjame en paz.
—Tonterías. —Hizo un gesto vago hacia la pista de baile—. Grendel y sus parientes te
hubiesen devorado como si fueras un cordero sabroso si tuvieran la oportunidad y no te
molestes en discutir conmigo.
—¡Discúlpame! ¿Quién te crees que eres?
—Alguien que reconoce la ingenuidad e inocencia cuando lo ve. Ahora toma tu trago
lentamente como una buena niña y deja de actuar como si pertenecieras a un sitio como este.
Edward frunció su ceño con expresión oscura y terminó su escoses en un solo trago.
Cabrón.
—¿Qué se supone que eso significa, “ingenuidad e inocencia”? ¿Qué estás tratando de
decir exactamente, Edward?
—¿Necesito describirlo para ti?
La miró y bajó su voz hasta un susurro, inclinándose hacia ella hasta que sus labios
estuvieron a centímetros de su oreja. Bella rodó sus ojos mentalmente a pesar de sí misma
mientras su cálido aliento rozaba su cuello.
—Te sonrojas como una adolescente, Isabella. Y yo puedo oler tu inocencia. Es más que obvio
que todavía eres virgen. Así que deja de pretender que eres algo más.
—¡Tú! ¡Tú!!! —Bella sacudió su oído lejos de él mientras trataba de pensar en una
palabra lo suficientemente mala en ingles. Lamentablemente, tuvo un lapso en italiano—.
¡Stronzo!*
Al principio, Edward la miró con una mirada furiosa, pero después su cara se suavizó
y rio. ¡Él se echó a reír! Una risa tipo de esas que tiras tu cabeza hacia atrás, cierras los ojos y
agarras tu barriga.
Lo que hizo que Bella enfureciera.
Se sentó allí furiosa, bebiendo su Cosmo muy rápido a propósito, y preguntándose
cómo era el caso que Edward supiera la verdad sobre ella, y en tan corto tiempo de re-
conocerse. Seguramente Alice no habrá... Negó con su cabeza. Alice no lo haría. Esa mierda
era personal y ella no lo habría dicho en voz alta a nadie más que a Jasper.
Y Jasper era demasiado como un caballero del sur para siquiera repetir algo de eso
sobre una dama.
Mientras Edward sonreía, Bella lo ignoraba y lamentaba el hecho de que él efectivamente fue
un blocapollas y arruinó cualquier posibilidad de conocer a alguien que parecía ser
agradable. Probablemente no le habría dado su teléfono a Michael porque no
hacia esa clase de cosas, pero quería que fuera su decisión y no la de su profesor.
De verdad era un cabrón. Y era tiempo que él cambiara.
Unos cuantos minutos después, su mesera con tacones y cabello rubio artificial se
___
*Pendejo.

69
acercó con una pequeña caja dorada—. Esto es para usted.
—Lo siento, tiene que haber algún error. Yo no pedí esto.
—Obviamente, querida. Uno de los chicos de la mesa de los banqueros lo envió. Y yo
tenía que decirte que tú romperías un corazón si lo envías de regreso. —Sonrió
seductoramente hacia Edward—. ¿Puedo refrescarle su bebida, señor Masen?
—Creo que nosotros estamos suficientemente frescos por aquí, gracias. —Sus ojos
estaban fijos en Bella, observándola voltear la pequeña caja en su mano.
Ella colocó su bebida abajo y abrió la caja. Allí encontró una tarjeta de negocios y una
sola trufa envuelta en un papel color oro. En la tarjeta de negocios, leyó lo siguiente:

Michael Newton, Maestria de administración de negocios.


Vicepresidente, Mercado de Capitales.
Banco de Montreal.
55 Bloor Street oeste, Quinto Piso.
Toronto, Ontario.
Tel. 416—XXX—XXX Email:

Volteó la tarjeta, y leyó las palabras que estaban escritas en una mano bastante
confiada,

Bella,
Siento que hayamos empezado con el pie equivocado.
El chocolate me recuerda tus hermosos ojos.
Michael.
Por favor llámame: 416—yyy—yyy.

Bella volteó la tarjeta y una sonrisa se expandió a través de su cara en forma de


corazón. Él había hecho una broma. Él no había pensado que su extrema torpeza era una
razón para rechazarla. Y no la había llamado virgen como si fuera una palabra maldita. La
había admirado y comparado con el chocolate.
Cuidadosamente desenvolvió la trufa y se la metió completa en su boca. Era el Cielo.
¿Cómo él supo que amaba los chocolates costosos? Tenía que ser el destino. Cerró sus ojos y
saboreó el profundo, oscuro sabor, lamiendo sus labios para asegurarse de no haber perdido
nada. Un gemido involuntario escapo de sus labio y negó con su cabeza.
¿Por qué no pude conocer a alguien como él en mi primer año en Seattle?
Bella colocó la tarjeta de negocios de nuevo en la caja y la metió en su bolso.
Mientras tanto, Edward se dedicaba a roer a través de los nudillos de su mano derecho
como si fuera un animal enloquecido.
Una vez más, la vista de la señorita Swan disfrutando de los pequeños placeres de la
vida fue una de las cosas más eróticas que hubiese visto alguna vez. La forma en cómo sus
ojos se abrieron por el tamaño de la trufa, el sonrojo que se pintó en sus hermosas mejillas
por la anticipación de probarlo, la forma en cómo ella gimió con la boca entreabierta, y cómo
su lengua se lanzó para recoger las huellas del cacao que se aferraban en sus labios de rubí…
De verdad era demasiado.
Así que por supuesto, él tuvo que arruinarlo.
—Tú simplemente no te comiste eso, ¿verdad?
Bella movió su cabeza alrededor. Había olvidado que Edward estaba allí. Había estado
en su propia neblina de éxtasis casi orgásmica inducida por el chocolate.
—Estuvo delicioso.
—Él pudo haber puesto cualquier cosa en eso. ¿No sabes que no debes tomar dulces de
extraños, chiquilla?

70
—¿Supongo que está bien solamente aceptar manzanas, Edward?
Edward frunció el ceño hacia ella sin entender. Se estaba perdiendo de algo.
—No soy una niña —, dijo enfurruñada.
—Entonces deja de actuar como una. No vas a quedarte con eso, ¿no es así?
Él señaló hacia la caja dorada que estaba saliéndose de la cartera de Bella.
—¿Por qué no? Él parece lo suficientemente agradable. Y me dio su número del trabajo.
—¿Harías eso? ¿Tú te has levantado a un hombre de un bar?
Sus cejas se unieron y su labio inferior empezó a temblar—. ¡No estaba levantándomelo,
Edward! Y estoy segura que tú nunca te has levantado a alguien en un bar antes… y la has
llevado a casa contigo, lo cual, debo agregar, yo nunca he hecho. No que eso sea siquiera un
ápice de asunto suyo, profesor Masen.
La cara de Edward se tornó bastante roja. No podía contradecirla; no sería así de
hipócrita. Pero algo sobre lo que acababa de ocurrir entre la señorita Swan y el Grendel-
rubio-banquero de verdad se metió debajo de su piel. Y él no sabía por qué.
Rápidamente le hizo señas a la mesera para ordenar otro trago.
Por su parte, Bella acabó su Cosmopolita, y ordenó otro, deseando que la afrutada pero
potente mezcla le hiciera sentir mejor y le ayudara a olvidar al cruel pero hermoso dios que
estaba sentado dolorosamente cerca suyo, pero quien nunca podría tener.
Cuando Alice regresó, colapsando por agotamiento entre Edward y Bella, Bella se
levantó y se excusó.
Salió del área de salón y entró al pasillo trasero, buscando por el baño de damas. La
arrogancia y condescendencia de Edward de verdad le enfurecía. No tenía ningún derecho
para ser así. No la quería, pero ahora no quería que nadie más la tuviera, tampoco. ¿Cuál era
su problema?
Estaba tan concentrada en ese rompecabezas que no vio al hombre parado en el pasillo
y se tropezó con él, saltando hacia atrás y cayendo a toda prisa peligrosamente hacia el piso.
Por suerte, él la atrapó.
—Gracias —, murmuró ella, mirando hacia la expresión divertida de Laurent.
—No hay problema —, dijo, liberándola inmediatamente.
—Estaba buscando por el baño de damas.
Señaló con su teléfono móvil—. En la otra dirección. —Y después regreso a escribir el
mensaje de texto que estaba componiendo antes de que ella tropezara contra él. Se volvió
para irse, pero él la llamó—. Hey, Isabella, ¿eres italiana?
Se volvió de nuevo—. No, hablo un poco italiano, pero no. Soy americana.
Laurent asintió—. Mi novia es italiana. Es italiana-rusa, en realidad.
—Esa es una combinación interesante. ¿Cuál es su nombre?
—Irina. Estoy tratando de enviarle un mensaje. Acaba de llamar para decirme que
quería sorprenderme aquí pero le dije que no. Ahora está molesta conmigo.
—¿Por qué le dijiste que no? Creo que este sitio es agradable.
Laurent la miró ligeramente avergonzado.
—Alguna de las mujeres que vienen aquí son un poco… agresivas. Conmigo, algunas
veces, pero especialmente con tu amigo. Nosotros tenemos un nombre para las muchas
mujeres que esperan por cada una de sus palabras… las putas de Masen. No quiero que mi
mujer vea a otras mujeres esperando por mí. Aunque él obtenga mucha más atención de lo
que yo tengo. —Notó su expresión horrorizada y continuó rápidamente—: No es que yo esté
diciendo que Masen las alienta. Pero desde las meseras hasta las clientas, las damas tienen
dificultades para dejarlo solo.
Bella caminó hacia Laurent.
—¿Él viene aquí muchas veces? —Preguntó rápidamente.
Laurent la miró detenidamente, preguntándose cuánto más debería revelarle.

71
—Tú probablemente deberías preguntarle a él eso. Pero yo te diré que algunas de las
chicas que vienen aquí son muy agradables. Suele ser bastante exigente.
Pero no siempre, pensó Bella, la idea hacia que su estómago se revolviera.
Cuando vio que parecía decepcionada, trató de consolarla—. Hey, todos hemos pasado
por allí, ¿no es así? Y ahora que te tiene a ti, no se va a volver a entretener con esas rubias.
Nunca mantiene una conversación de verdad con ellas, de cualquier manera. Solamente les
sonríe y ellas dejan caer sus bragas.
¿Adentro del club?
Bella miró hacia sus manos y jugó con sus dedos—. Um, él no me tiene. Ni siquiera me
sonríe. Yo solamente soy una amiga de su hermana desde la secundaria. Y no soy rubia,
obviamente.
Se veía tan triste con esos grandes ojos marrones y ese labio inferior tembloroso que
Laurent trató de pensar en algo para distraerla.
—Isabella, ¿podrías ayudarme a decirle algo a Irina en italiano? Se olvida de las cosas
más rápido si yo hago algún gran gesto.
Sonrió tímidamente—. Soy solo Bella, Laurent. El italiano de Edward es mucho mejor
que el mío. Deberías pedírselo a él.
Laurent le lanzó una mirada—. ¿Estás bromeando? ¿Cómo si yo fuera a pedirle que me
tradujera algunas cosas dulces para mi mujer? De ninguna manera. Esa mierda es mía.
Bella rio—. Claro, te traduciré lo que sea que quieras.
Laurent le entregó su teléfono y ella empezó a escribir las palabras en italiano. Rio
ligeramente con algunas de las frases que sonaban más intimas, pero en conjunto Bella estaba
impresionada con Laurent, a pesar de su actitud agresiva y sus ojos rudos, le importaba lo
suficiente Irina para decirle cuánto la amaba y asegurarle que mantenía a las otras mujeres a
la deriva. No había putas de Laurent para él.
Estaba terminando el mensaje, cuando alguien se colocó detrás de ellos.
—Ejem.
Bella miró hacia los familiares ojos esmeraldas furiosos.
—Señor Masen —, dijo Laurent en reconocimiento.
—Laurent —, gruñó Edward.
Bella no estaba segura de que sus oídos estuvieran funcionando. Sonaba como si
Edward emitiera un sonido bajo desde su pecho parecido a un gruñido, pero eso era
imposible.
Presionó enviar en el teléfono y después se lo devolvió a Laurent—. Aquí tienes. Ahora
estamos todos listos.
—Gracias Bella. Enviare una bebida para ti. —Laurent sonrió y abrazó sus hombros
como agradecimiento, después desapareció en una esquina.
Bella ignoró a Edward y caminó pasándolo.
—¿Dónde crees que vas?
Él la siguió.
—Al baño de damas. ¿Qué pasa contigo?
Edward sacó su mano y agarró su muñeca, pasando la yema de su pulgar alrededor de
sus venas que estaban pulsando debajo de su piel pálida.
Bella jadeó.
La movió hasta que quedaron escondidos en un largo y oscuro corredor, y la empujó
hasta que su espalda quedó contra una pared. Continuó agarrando su muñeca, bebiendo en
la sensación de su pulso acelerado debajo de sus dedos, y colocando su otra mano en la
pared al lado de su hombro.
Él podía sentir el latido de su corazón. Cada movimiento de su sangre circulando
dentro de sus venas, palpitando rápidamente debajo de su toque. Era embriagador.
Bella estaba atrapada.

72
Edward se inclinó, inhalando su esencia y lamiendo sus labios, pero sus ojos estaban
lejos de ser felices.
—¿Por qué le diste tu número? Vive con una mujer, ¿sabes? ¿Y ahora está comprándote
tragos y llamándote Bella?
—¡Ese es mi nombre, profesor Masen! Usted es el único que no lo usa. Y a este punto,
incluso si quisiera usarlo, no se lo permitiría. Creo que tendrá que llamarme señorita Swan
para siempre. ¿Y de que está hablando, yo dándole mi número?
—Guardaste tu número en su celular. ¿De verdad te ofreces a ti misma con múltiples
hombres al mismo tiempo?
Bella negó con su cabeza, demasiado furiosa para siquiera contestarle y trató de pasar
por debajo de su codo, pero Edward la atrapó.
—Baila conmigo.
—Ni por el demonio.
—¡No seas tan difícil!
—Apenas estoy empezando a ser difícil con usted, profesor Masen.
—Cuidado, niña. —Su tono era de advertencia.
Bella esperó un momento para que desapareciera el estremecimiento que viajó a través
de su espina dorsal a causa de su advertencia.
—¿Por qué simplemente no me clavas un cuchillo en el corazón y acabas con esto? —
susurró ella, mirándolo directamente a sus ojos—. Mátame.
Al sonido de esas palabras Edward la liberó inmediatamente y se apartó.
—Isabella. —Su nombre rodó por su lengua con algo entre un reproche y una
pregunta. Sus cejas se unieron y Bella vio una arruga entre ellas. Se veía muy molesto. No
furioso, pero molesto. Dolido, tal vez.
—¿Soy tan malvado? ¿Qué tú me dirías una cosa así? —Su voz era baja, casi un
susurro.
Bella negó con la cabeza lentamente y después la bajó.
—Supongo que me merezco eso. Pero no tengo ningún deseo de dañarte, Isabella.
Nada más lejos que eso.
Él miró hacia su postura intencionalmente sumisa y sus ojos rápidamente buscaron su
boca. Observó su labio inferior salir ligeramente y temblar. Su pecho subía y bajaba y sus
ojos vagaban alrededor nerviosamente. Podía oler la esencia de adrenalina que salía de ella.
Su reacción de huida.
Ella está asustada, tú imbécil. ¡Toma las cosas con calma!
—Tú mencionaste antes que no te había pedido bailar. Bueno, ahora te lo estoy
pidiendo. —Suavizó su voz considerablemente—. Isabella, ¿me harías el honor de bailar
conmigo? ¿Por favor?
Le dirigió su sonrisa ganadora e inclinó un poco su cabeza así que la estaba viendo a
través de sus pestañas. Un patentado movimiento tira-bragas.
Pero no estaba teniendo el efecto que él deseaba.
Porque Bella no levantaba su cabeza.
Movió su mano para pasar suavemente sus dedos alrededor de su muñeca,
gentilmente, como si estuviera tratando de disculparse con su piel. No que su piel fuese a
aceptar su disculpa.
Bella se aferró a su propio cuello instintivamente, sintiendo de repente como si
estuviera experimentando un latigazo físico de su capricho emocional.
Edward miró a la mano que estaba agitándose alrededor de su garganta blanca como
la leche y de nuevo vio sus venas azules temblar con cada latido.
Como un colibrí, pensó él. Tan pequeño. Tan frágil. Ten cuidado…
—Soy parcial en la forma en cómo tu piel se ve en ese vestido. Azul es tu color, al
parecer.

73
Ella tragó ruidosamente y sus ojos revolotearon, buscando por una salida.
—Por favor —, dijo, sus ojos brillando afectuosamente.
—No puedo bailar.
—Tú acabas de bailar.
—No un baile lento. Soy un desastre. Pisaré tus dedos del pie y te lastimaré con estos
tacones punta de aguja. O tropezaré contigo y terminaré en el piso, y quedarás marcado y
humillado. Y tú ya estas enojado conmigo. —Su labio inferior empezó a temblar más
rápidamente.
Se acercó un paso, y la apretó con más fuerza contra la pared, casi como si estuviese
tratando de desaparecer a través de él con el fin de escapar de su lado.
Tomó su mano y la levantó suntuosamente a sus labios.
Y después con una firme sonrisa en su rostro, él se acercó más, inclinándose y llevando
su boca a su oreja.
La piel de Bella vibró con su cercanía, y por la sensación de su aliento a través del
esqueleto de su pequeño oído.
—Isabella, ¿cómo puedo mantenerme enojado con un dulce y pequeño cordero? Te
prometo que no seré marcado o humillado. Serás capaz de bailar conmigo. —Su susurro era
fresco y aterciopelado, sexual y seductor, whisky escoses y menta—. Ven.
Él tomó su mano en la suya y la misma chispa familiar corrió abajo y arriba de su piel.
Mientras esperaba por su respuesta, la sintió temblar debajo de su toque y se preguntó
acerca de la reacción extraña que estaba teniendo por él. Se veía como si su encanto de
verdad estuviera funcionando, aunque hubiese estado aterrorizada un segundo atrás.
No podía negar que sintió la misma chispa que ella sintió; simplemente no quiso
considerarlo.
—Por favor, profesor Masen —, susurró ella, fijando su mirada en alguno de los
botones de su camisa, sin estar dispuesta a encontrar su mirada.
Él dio un paso atrás para poder verla. Y después frunció el ceño.
—Pensé que nosotros supuestamente íbamos a ser Edward y Bella esta noche.
—De verdad no quieres bailar conmigo. Es solamente el whisky hablando.
Sus dos cejas se alzaron por ese comentario y tuvo que tragarse una muy dura réplica.
Ella estaba presionando sus botones, casi como si supiera cuáles botones apretar y cuándo.
Lo estaba sorprendiendo.
—Un baile lento. Eso es todo lo que pido. Y no te lo pediré de nuevo. —Su voz fue fría
y sus ojos se endurecieron como piedras.
—¿Por qué querrías bailar con una virgen? —Susurró ella, fascinada de repente con los
lazos de sus zapatos.
Cambió su peso de un pie a otro—. No cualquier virgen, solo tú, Isabella. Y creo que
querrás bailar con alguien quien no te molestará en la pista de baile y tomará libertades
contigo en el frente de un club lleno de hombres sexualmente agresivos.
Las cejas de Bella se levantaron por la sorpresa pero no dijo nada.
—Estoy tratando de evitar que los lobos desciendan.
Eso es lo que dices, pensó Bella.
No hizo una broma; la miraba muy serio, sus ojos verdes intensos traspasaban los
suyos.
—Un baile conmigo y mi esencia estará en todo tu cuerpo. Eso debería ser una mejora
sobre el estado actual de los romances. —Sonrió ligeramente—. Y si tengo bastante suerte,
nadie más te molestara en el resto de la noche. Y entonces yo no tendría que proteger a mi
precioso cordero tan atentamente.
Bella frunció el ceño a su caracterización final pero cedió, entendiendo que no iba a
darse por vencido. Se imaginaba que en ese momento de su vida él estaba habituado a salirse
con la suya… siempre.

74
Aunque no siempre fue de esa manera, ¿o sí, Edward?
—¿Qué vamos a bailar? —Le sonrió un poco equivocadamente, mientras ella lo seguía
al salón, poniendo su mano en su espalda baja—. Yo pediré lo que sea que quieras. ¿Qué te
parece Nine Inch Nails? ¿Tal vez un poco de Cerca de Dios?
Su cara esbozó una sonrisa que estaba diseñada para mostrarle que estaba bromeando.
Pero Bella no estaba mirando a su cara, estaba viendo al suelo para así no caerse y
avergonzarse a sí misma y al profesor Masen en frente de otros clientes.
Tan pronto como el nombre de esa canción dejó sus labios, ella se congeló y un
estremecimiento pasó sobre su piel.
Él casi tropieza con su espalda porque se detuvo muy repentinamente. A través de sus
dedos sintió el frío de su cuerpo y de inmediato y rápidamente se arrepintió de haber
pronunciado esas tres palabritas.
Se detuvo y miró a su pequeña y pálida cara. Y lo que vio le preocupó profundamente.
—Isabella, mírame.
Su respiración era dificultosa.
—Por favor —, agregó.
Obedientemente, ella subió sus profundos ojos marrones a los suyos y lo miró a través
de sus pestañas.
Él vio miedo y completa incertidumbre en su cara y algo dentro de su ser se retorció.
Sintió dolor.
—Era una broma. Y de mal gusto. Perdóname. Yo nunca pediría esa canción para
bailar contigo. Sería la peor forma de blasfemia, exponer a alguien como tú a ese tipo de
palabras.
Bella parpadeó confundida.
—Sé que he sido un poco… stronzo esta noche. Lo siento. Pero no tengas miedo.
Escogeré algo agradable, lo prometo.
No dispuesto a liberarla por miedo de que ella pudiera irse corriendo, Edward la llevó
hasta la cabina del DJ y le deslizó un billete a él, susurrando su petición. El DJ asintió y
sonrió, saludando a Bella y empezó a buscar alrededor de unos discos compactos.
Edward caminó con Bella hasta la pista de baile, y después la acercó hacía él, pero no
muy cerca.
Se dio cuenta que sus pequeñas maños empezaron a sudar y que estaba empezando a
temblar.
No se le ocurrió que tal vez estuviera teniendo esa reacción por la canción que él había
mencionado. No, su único pensamiento era que lo rechazaba completamente, aparte de sus
encantos físicos, y él había ido y lo había hecho peor al ser insultante y prepotente con ella
cuando todo lo que en verdad había querido hacer era protegerla de todos los lobos que
habían descendido para olfatear su falda.
¿Por qué demonios siento la necesidad de protegerla? Ella no es una niña. No es ni siquiera una
amiga.
—Relájate —, se inclinó hacia ella para susurrarle, sus labios pegados contra la piel de
su mejilla accidentalmente.
La sintió estremecerse en sus brazos por su toque y de nuevo se lamentó por haber sido
tan duro con ella. Era una pequeña cosa delicada y claramente bastante sensible. No debió
haber mencionado el hecho que había observado que ella era virgen. Eso fue una cosa
bastante grosera para decir. Esme se habría horrorizado ante su falta de gentileza, y con
razón.
Tal vez podría hacer las paces con la delicada Isabella al bailar con ella muy bien y al
mostrarle que podía actuar como un caballero, después de todo.

75
Edward colocó su mano izquierda cómodamente en la parte baja de su pequeña
espalda y la flexionó. Inmediatamente, sintió que su ritmo cardiaco aceleraba al igual que su
respiración.
Interesante.
Tomó su mano izquierda en su derecha y se aseguró que pudiera sentir su pecho
contra ella. Fuerte y duro se encontró con gentil y suave, mientras ellos se rozaban a sí
mismo con su ropa. Cerca, pero no tan cerca. Edward estaba actuando en su mejor
comportamiento ahora.
Y entonces la música comenzó.
Bella no reconoció la canción; la mujer estaba cantando en español y ella no había
escuchado la canción antes, aunque sí reconoció la frase bésame mucho* y supo que eso se
traducía como bésame mucho. La música era un lento jazz latino y ellos lo bailaron
suavemente, Edward moviéndola alrededor de la pista de baile como si fuera un experto.
Se sonrojó profundamente por el hecho que él había escogido esa canción para ella.
Yo te besé mucho, Edward, durante una noche gloriosa. Pero tú ni siquiera me recuerdas. Me
pregunto si tú recordarías mis labios…
Ciertamente, esa canción era muchísimo mejor que la otra opción. Casi devolvió su
cena en la pista de baile cuando él mencionó esa canción.
Y allí se sonrojó de nuevo mientras sentía su dedo meñique rozar el tope de sus casi
inexistentes bragas a través de su vestido. Se preguntó si él sabía lo que había debajo de su
pequeño dedo, y el pensamiento de que tal vez lo hiciera hizo que su piel explotada en ardor.
Escondió sus ojos al mantenerlos completamente fijos en los botones de su camisa.
—Sería mejor si me ves a los ojos. Sería más fácil para ti seguirme.
Ella subió los ojos y lo encontró sonriendo, la gran y verdadera sonrisa que recordaba.
Su corazón se agitó y le sonrió de regreso, bajando su guardia (pero no sus bragas especiales)
por solo un instante.
La sonrisa de Edward se redujo y su ceño se frunció—. Tu cara me es muy familiar.
¿Estás segura que Alice nunca nos presentó en una de mis visitas a casa?
Los ojos de Bella crecieron en lo que parecía ser esperanza—. Alice no nos presento, no,
pero nosotros…
La interrumpió—. Yo podría haber jurado que nos habíamos visto antes. Nosotros… —
Negó con su cabeza lentamente y sus ojos se llenaron de confusión.
—¿Edward? —Preguntó, mirándolo y tratando de decirle la verdad con sus ojos.
Le sonrió—. No, supongo que no nos conocíamos. Pero tú sí me recuerdas a Beatrice,
de la pintura de Holiday. ¿Por qué la tienes?
Si Edward hubiese sabido lo que tenía que buscar, o si hubiese sido mejor en leer sus
reacciones, hubiese visto cómo ella pareció ligeramente enferma y cualquier señal de
esperanza en su cara había simplemente desaparecido.
Mordió su labio distraídamente, y después aventuró una sonrisa valiente—. Un…
amigo me hablo de esa pintura. Es por eso que la compré.
—Tu amigo tiene buen gusto —, dijo, sonriéndole de nuevo.
Algo acerca de su respuesta le desagradó, pero rechazo su disgusto como si tuviera que
ver con el hecho de que ella estaba muy tensa en sus brazos y no se relajaba.
Él suspiró entonces y llevó su frente cerca a la de ella, su aliento cálido caía en su cara.
Olía a whisky y a menta y a algo distintivo de marca Edward y potencialmente peligroso.
—Isabella, te prometo que no muerdo. No tienes que estar tan ansiosa.
Se puso rígida en sus brazos, aunque sabía que estaba tratando de tranquilizarla. Pero
la había alterado en innumerables de ocasiones y se sentía fatigada por eso. Ella no era una
especie de marioneta en una cuerda con la que podía jugar para su propia diversión
___
*En español en el original.

76
volátil, y por la simple razón de que un rubio banquero le envió una trufa.
—No creo que esto sea muy profesional —, empezó ella, sus ojos repentinamente en
llamas.
Su sonrisa desapareció inmediatamente y sus ojos brillaron hacia los de ellas—. No, no
lo es, señorita Swan. No estoy siendo profesional con usted, en absoluto. ¿Supongo que no
me serviría de excusa afirmar que yo quería bailar con la chica más hermosa de todo el club?
Lo observó fijamente y su adorable boca roja se abrió ligeramente. La vio parpadear y
presionar sus labios juntos.
Negó con su cabeza—. No te creo.
—¿Qué, que tú fácilmente eres la mujer más hermosa aquí? ¿Con todo el respeto que se
merece mi hermana menor? ¿O que yo, siendo el bastado con corazón de hielo que soy,
quisiera bailar algo dulce contigo?
—No te burles de mí, Edward —, le espetó.
—No lo estoy haciendo, Isabella —, le espetó de regreso.
Él flexionó su brazo alrededor de su espalda baja, y ella jadeó porque eso le hizo algo
dentro de su ser.
Lo supo, por supuesto, y había esperado esa reacción de su parte. Lo que no sabía era
que la había tocado antes allí; que había sido el primer hombre en tocarla en ese lugar. Y su
piel nunca se había recuperado completamente de su ausencia.
La miró con un poco de irritación y no con poca diversión—. Cuando estás sonrojada, y
no me frunces el ceño, y tus ojos están grandes y suaves, te ves bastante bonita. Tú eres
atractiva todo el tiempo, pero en esos momentos, te ves como un ángel. Es casi como si tú
fueras… tú luces como…
Una expresión repentina de reconocimiento pasó por su cara y Bella dejó de bailar.
Ella apretó su mano y miró a sus ojos, buscando que recordara—. ¿Qué, Edward? ¿Me
veo como alguien?
La mirada en su cara desapareció y él negó con la cabeza, sonriéndole con
indulgencia—. Solamente fue una fantasía pasajera. No se preocupe, señorita Swan, el baile
casi acaba. Y entonces será libre de mí.
Ella agachó su cabeza—. Si solo pudiera serlo —, murmuró para sí misma.
—¿Qué fue eso? —Él acercó su frente más cerca de la suya, tan cerca que casi se
estaban tocando. Y después sin considerar sobre lo íntimo que podría ser esa acción, liberó su
mano y lentamente empujó un mechón de su cabello debajo de su oreja, el dorso de sus
dedos bordeó alrededor de la piel de su cuello por mucho más tiempo del necesario.
—Me siento como cenicienta esta noche. Alice compró mi vestido. Y mis zapatos. —
Ella trató con bastante esfuerzo de no permitir que lo que estaba sintiendo se mostrara en su
cara.
Él retiró su mano inmediatamente.
—¿De verdad te sientes como Cenicienta?
Ella asintió y sonrió débilmente.
—Se necesita tan poco para hacerte feliz —, susurró él, en un tono tan bajo que Bella no
pudo oírlo.
Edward aclaró su garganta.
—Tu vestido es muy bonito. Pero yo pensaba que tu color favorito era el morado.
Bella lo miró con sorpresa—. ¿Cómo lo supiste?
—Tu apartamento está cubierto en morado. Lo adiviné.
Bella se mordió su labio y apartó la mirada.
Él quería hacer que lo mirara a él; solamente a él.
—Tus zapatos son exquisitos. Deben tener tacones de diez o doce centímetros. Eres
mucho más alta ahora.

77
Le sonrió y sus ojos viajaron desde el tope de su cabeza que quedaba a la altura de su
barbilla y bajando hasta sus zapatos de nuevo.
—Me preocupa que pueda caerme —, susurró Bella.
—No voy a permitir que te caigas.
—Alice es muy amable.
—Lo es. Al igual que lo fue Esme.
Bella asintió.
—Pero yo no. —Su declaración surgió casi como una pregunta, sus ojos buscaron en los
de ella con bastante seriedad.
Lo miró con sorpresa—. Yo nunca dije eso. De hecho, creo que puedes ser muy amable,
cuando quieres.
—¿Cuándo quiero?
—Sí. Yo tenía hambre, y tú me alimentaste.
Dos veces, pensó Bella.
—¿Tú tenías hambre? —La voz de Edward era áspera, horrorizada y dejó de bailar
inmediatamente—. ¡¿Tú estás pasando hambre?! —Sus ojos se endurecieron hasta convertirse
en dos joyas congeladas y su voz se enfrió hasta la temperatura del agua que se desliza por
un glaciar.
—No muriéndome de hambre, profesor, solo ligeramente hambrienta… por filetes. Y
manzanas. —Sonrió tímidamente, con la esperanza de calmar su repentina muestra de
temperamento.
Edward estaba demasiado molesto para notar la observación acerca de las manzanas.
Su propio estómago se alojó en su garganta mientras contemplaba la realidad de la pobreza
de los estudiantes graduados —una realidad que le era bastante familiar— y la pobreza y
hambre de la señorita Swan. No era de extrañar que fuera tan blanca y tan delgada.
—Dime la verdad, ¿tienes suficiente dinero para vivir o no? Iré a la Presidencia de mi
Departamento el lunes y haré que incrementen tu beca si me dices que lo necesitas. Te daré
mi tarjeta de American Express esta noche, por amor de Dios. No permitiré que pases
hambre. No lo haré.
Bella parpadeó, porque su reacción la asombró.
—Estoy bien, profesor. De verdad. Tengo suficiente dinero si soy precavida. Es solo mi
apartamento que hace que cocinar sea un problema.
Edward empezó a bailar lentamente de nuevo, guiándola suavemente alrededor de la
pista.
Miró hacia sus hermosos zapatos—. ¿Vas a vender eso a una tienda de remesa para
comprar comida? ¿O para pagar tú renta?
Bella frunció el ceño—. ¡Por supuesto que no! Ellos fueron un regalo… de Esme. Son
todo lo que me queda de ella, Edward. Yo nunca, jamás, podría separarme de ellos. No
importa lo que suceda.
Edward asintió y su cólera pareció disminuir.
Acercó su cara hacia la de ella y bajó su voz—. ¿Me prometes que si alguna vez estás
desesperada por dinero, vendrás a mí? ¿Por amor a Esme?
Bella apartó la mirada, nerviosa y en conflicto.
—Sé que no merezco tu confianza, pero estoy pidiendo por ella solo en lo que esto
respecta. ¿Me lo prometes?
—¿Es esto tan importante para ti?
—Extremadamente. Sí.
Ella tragó sonoramente—. Entonces sí, te lo prometo.
—Gracias —, susurró.
—Alice y Esme fueron muy buenas conmigo, especialmente después que mi madre
murió.

78
Edward la miró—. ¿Cuándo murió tu madre?
—En mi último año de secundaria. Ya yo estaba viviendo con mi papá en Forks en ese
entonces. Ella estaba en Phoenix.
—Lo siento.
—Gracias, Edward.
Y después movió su boca como si fuera a decir algo, pero se detuvo, lo pensó mejor y
se mordió su labio bruscamente.
—Está bien —, le susurró—, puedes decirlo.
La miró alentándola y por un momento Bella olvidó lo que quería decir.
—Um, Solamente iba a decir eso, um, si tú alguna vez necesitas a alguien para hablar…
sobre Esme, quiero decir. Sé que Alice va a regresar a Seattle. Pero yo estaré aquí. Um,
obviamente. No que eso será muy profesional, pero yo estaré alrededor. Síp, eso es todo.
Ella apartó la mirada, y él sintió todo su cuerpo tensarse como si estuviese llenándose
de valor porque algo horrible iba a ocurrir.
¿Qué le he hecho a este pobrecito pequeño cordero? Está aterrorizada de que yo vaya a arremeter
contra ella o algo así.
Edward decidió prodigarla con amabilidad… por lo menos hasta que la canción
terminara y ellos comenzaran a habitar de nuevo en sus roles profesionales. Y donde él sería
distante, pero amable.
—Isabella, mírame. ¿Sabes? Yo no tengo ninguna prohibición contra la gente sobre
mirarme a los ojos. Tú puedes hacer contacto visual.
Lo miró, vacilante.
—Gracias, Isabella. Ese es un ofrecimiento muy amable. No me gusta hablar de ciertas
cosas, pero te tendré en cuenta. —Le sonrió de nuevo y está vez la sonrisa se mantuvo—. Tú
tienes caridad y bondad. Dos de las más importantes virtudes celestiales. De hecho, estoy
seguro que posees todas las siete; ni siquiera me molestaré en nombrarlas.
Especialmente castidad, cada uno pensó para sí mismo, independientemente.
Y él piensa que la castidad es algo para burlarse, pensó Bella.
—Yo de verdad nunca había bailado así antes —, dijo ella suavemente.
—Entonces me alegro de ser tu primero.
Él apretó su mano y le sonrió cálidamente.
Bella se congeló.
—¿Isabella? ¿Qué está mal?
Cuando no le respondió, Edward temió que acabara de sufrir una aneurisma. Sus ojos
se tornaron brillosos y su piel se volvió muy fría. Observó como el violento sonrojo que
estaba esparcido alrededor de sus mejillas hacia no menos de dos minutos atrás había
desaparecido completamente, y su piel se volvió en un blanco traslucido, como papel de
arroz sobre venas azuladas.
No lo vio cuando él presionó su mano contra su espalda baja, fue como si no pudiera
siquiera sentirlo.
Cuando Bella salió de su trance o shock, o lo que sea que hubiera sido, Edward trató de
hacer que hablara con él, pero estaba demasiado atribulada para hacerlo. No tenía idea de
qué era lo que había pasado, así que le hizo una seña a Alice y le pidió que llevara a Bella
para el baño de damas.
Y después fue al bar y ordenó otro trago doble, y lo bebió rápidamente antes de que
ellas regresaran.
Poco después, Edward tomó una decisión ejecutiva y decidió que era tiempo para que
los tres se fueran a casa. Sabía que en un cierto punto de la velada los hombres se volverían
borrachos y manoseadores y las mujeres se volverían borrachas y cachondas. No quería que
su hermana pequeña y la hermosa y virginal pequeña señorita Swan estuvieran expuestas a
cualquiera de esos comportamientos.

79
Así que pagó la cuenta y después le pidió a Laurent que le proveyera dos taxis, con la
completa intensión de pagar al conductor que manejara el taxi de la señorita Swan y
ordenárle que le esperara fuera de su residencia hasta que viera que entraba de manera
segura. Y después él acompañaría a Alice a casa en el otro taxi.
Desgraciadamente para el pobre Edward, Alice tenía en mente una idea propia.
—¡Nos vemos en casa, Edward! ¡Buenas noches, Bella! ¡Gracias por llevarla a casa
personalmente! —gritó Alice, mientras se montaba en uno de los taxis, tiraba la puerta detrás
de ella y le entregaba al taxista un billete de veinte dólares para que él pudiera arrancar antes
que Edward pudiera moverse.
Edward ahora estaba furioso pero en un sentido completamente diferente, porque era
obvio lo que Alice estaba tratando de hacer. Sin embargo, para Alice era menos probable que
se encontrara a un bueno para nada en el vestíbulo del Edificio Manulife que para la señorita
Swan en la Avenida Madison. Así que no pudo quejarse de su previsión.
Edward ayudó a Bella a entrar en el taxi y se montó después de ella.
Cuando ellos se detuvieron en frente del edificio de Bella, ella buscó dentro de su
pequeña cartera para encontrar un poco de dinero. Edward apartó el dinero que le estaba
dando y le ordenó al taxista que lo esperara.
Caminó hacia el lado de Bella del taxi y le abrió la puerta, y después procedió a
escoltarla hasta las escaleras de su edificio. Ellos se pararon allí, en la luz tenue del porche,
mientras trataba de encontrar sus llaves.
Las dejó caer, por supuesto, porque él le hacía sentir nerviosa y esa vez Edward las
recogió por ella, tratando las llaves en la cerradura hasta que logró abrir la puerta.
Él le devolvió el llavero y peinó su dedo alrededor de la palma de su mano. Y después
se paró y la miró con una expresión graciosa en su cara.
Bella respiró profundamente y empezó a hablar a sus zapatos negros puntiagudos, lo
cuales estaban demasiado a la moda incluso para Edward, porque ella no podía decir lo que
necesitaba decir y mirarlo directamente en sus hermosos pero fríos ojos. Se le ocurrió que
Jasper habría llamado a esos zapatos pateadores de roedores, porque esa es la forma en que
ellos eran llamados en Texas.
—Profesor Masen, quería agradecerle por abrir la puerta para mí y pedirme bailar.
Estoy segura que fue degradante para usted tener que comportarse de esa forma con una
estudiante. Sé que usted me toleró porque Alice está aquí y que después que ella se vaya
todo volverá a ser normal. Y le prometo que no diré nada… a nadie. De verdad soy buena en
mantener secretos. Yo voy a buscar por otro Director de tesis. Sé que usted no piensa que soy
muy inteligente y que solamente cambio de opinión porque sintió lastima por mí. Por el
lugar donde vivo. Así que yo encontraré alguien más y así usted no tendrá que malgastar su
valioso tiempo en alguien que desprecia. Sé que estoy por debajo de su nivel y que le duele
tener que hablar con una estúpida y pequeña virgen. Adiós.
Con el corazón oprimido, Bella se volteó para caminar dentro del edificio mirando
todavía hacia el suelo.
Edward se movió para bloquear su camino.
—¿Ya ha terminado de hablar? —Su voz se volvió bastante dura.
Ella lo miró, con los ojos muy abiertos y temblando.
—Usted dio su discurso; creo que la cortesía demanda que me sea dado la oportunidad
de responder a sus comentarios. Así que si me lo permite…
Él se movió de la puerta y después se detuvo, mirándola fijamente con una expresión
de cuidadosa furia contenida.
—Yo le he abierto las puertas porque esa es la manera como una dama supuestamente
debe ser tratada y usted es, después de todo, una dama, señorita Swan. No siempre me he
comportado como un caballero, pero Esme hizo todo lo posible. En cuanto a Alice, ella es
una dulce niña, pero romántica y sentimental. Ella me tendría escalando por su ventana cada

80
noche como si fuera un adolescente, si consiguiera lo que quiere. Así que dejemos a mi
familia fuera de esto, ¿podemos? Y con respecto a usted, si Esme la adoptó como hizo con el
resto de nosotros, entonces eso me dice que ella vio algo muy especial en usted. Ella amaba
coleccionar rotos y talentosos niños. Ella tenía una manera de sanar a las personas a través de
su amor. Lamentablemente, en su caso, así como en el mío, probablemente llegó un poco
tarde.
Bella alzó su ceja por esa última declaración, preguntándose en silencio qué significaba,
pero no tenía el coraje para preguntárselo.
—Le pedí que bailáramos porque quería su compañía. Su mente es buena y su
personalidad es encantadora. Si quiere otro Director, esa es su decisión. Pero francamente,
estoy decepcionado de usted. Nunca pensé en usted como alguien que se rindiera tan
fácilmente. Y si usted piensa que hago las cosas por lastima, entonces no me conoce muy
bien. Soy una egoísta y egocéntrica criatura, que apenas nota los asuntos de cualquier otro
ser humano. Así que maldito sea su pequeño discurso, maldita sea su baja autoestima y
maldito sea el programa. Su virginidad no es algo por lo que deba avergonzarse y
ciertamente no es de ninguna forma asunto mío. Yo solo quería hacerla sonreír y…
La voz de Edward se detuvo a la vez que su mano encontraba la barbilla de bella. Él
subió su cabeza suavemente su cara, y sus ojos se encontraron.
Se encontró a sí mismo moviéndose hacia ella, su cara acercándose a la de ella, sus
labios a centímetros de distancia. Tan cerca que ella podía sentir su cálido aliento en su cara.
Whisky y menta.
Ambos respiraron profundamente, bebiendo la esencia del otro.
Ella cerró sus ojos, y su lengua salió rápidamente para mojar su labio inferior.
Y después ella esperó.
De la oscuridad, surgió la voz de Edward, en vez de su beso.
—Facilis descensus Averni,* —, susurró, sus siniestras y sobrenaturales palabras
sorprendieron a la propia alma de Isabella.
Y luego, con la misma rapidez, él se paró muy derecho, liberando su barbilla, y caminó
de regresó al taxi, tirando la puerta del auto detrás de él.
Bella abrió los ojos para ver el taxi alejarse. Y después ella se inclinó contra la puerta
para apoyarse, sus piernas se volvieron de gelatina y sus rodillas cedían.

___
*Edward esta citando a Virgilio, en la Divina comedia. Virgilio le dice a Dante: “El
descenso al Avernus es fácil”, lo que significa, “el descenso al infierno es fácil”.

81
Capítulo nueve.

Mientras Bella estuvo en Lobby, hubo momentos cuando estuvo convencida de que
Edward le recordaba. Pero esos momentos fueron fugases y etéreos y desaparecieron como
telarañas arrastradas por el viento.
Así que Bella, como era una mujer joven honesta, empezó a dudar de sí misma.
Tal vez había sido un sueño. Tal vez se había enamorado con su fotografía y soñó todo
después de que Alice y Jasper se retiraron. Quizás se quedó dormida en el prado sola, el
triste receptor de una desesperada y solitaria ilusión de una pequeña chica proveniente de
un hogar roto que nunca se había sentido amada por un momento de su vida.
Era posible.
Cuando todos en el mundo entero creían una cosa y tú eres la única persona que cree
algo distinto, es muy tentador asimilarlo. Todo lo que tendría que hacer seria olvidar, negar
y reprimir. Y entonces sería igual que todos los demás.
Pero Bella era más fuerte que eso.
No, no había estado preparada para gritarle a Edward en público por haber expuesto
su virginidad, porque eso sería atraer demasiado la atención en un hecho del cual estaba
particularmente avergonzada.
Y no, no estaba dispuesta a forzarlo a reconocer la noche que habían pasado juntos. Ya
que Bella tenía un corazón muy puro y no le gustaría forzar a nadie a hacer nada.
Así que maldijo a Edward cuando fue apropiado y lo dejó así.
Y cuando vio confusión en la cara de Edward mientras ellos estaban bailando y vio que
su mente no le permitiría a sí mismo recordar, se retiró. Estaba preocupada por lo que la
fuerte comprensión repentina podría causar, y asustada de que su mente podría destrozarse,
como la mesa de café de Esme, así que eligió no hacer nada.
Bella era una buena persona. Y algunas veces la bondad no dice todo lo que sabe.
Algunas veces la bondad espera por el momento apropiado y hace lo mejor que puede con lo
que tiene.
El profesor Masen no era el hombre del que Bella Swan se había enamorado en el
prado secreto. De hecho, había concluido que había algo seriamente mal con el profesor. Él
no era simplemente oscuro, o deprimido, sino trastornado. Y probablemente alcohólico.
Pero porque era buena, no lo destrozaría de la forma en que ella fue destrozada, al
forzarlo a ver algo que él no quería ver.
Habría hecho cualquier cosa por Edward, el hombre con el que pasó la noche en el
prado, si él le hubiese dado por lo menos una sola señal de que la quería. Ella hubiese
descendido al infierno para buscarlo, y buscado hasta que lo encontrara. Hubiese irrumpido
por las puertas y arrastrado a él de regreso. Hubiese sido el Sam de su Frodo y lo habría
seguido hacia las entrañas del Monte del Destino.*
Pero él no era ese Edward. Ese Edward estaba muerto. Ido. Dejando solo vestigios de él
en el cuerpo de un duro y torturado clon.
Edward casi había roto el corazón de Bella antes.
Pero ella estaba decidida en que no le permitiría rompérselo por segunda vez.

-
Antes de que Alice dejara Toronto para regresar a Jasper y a la distopía* que era su
familia adoptiva, insistió en ver en apartamento estudio de Bella de una vez por todas.
___
* Personajes del libro el Señor de los anillos, J.R.R Tolkien.
*Distopía es una utopía perversa donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una
sociedad ideal.

82
Bella había estado posponiendo eso por días y el mismo Edward la había desalentado
de simplemente aparecer sin previo aviso. Edward sabía que tan pronto como viera dónde su
amiga estaba viviendo, empacaría personalmente a Bella y le forzaría a mudarse en un lugar
más agradable, preferiblemente en su cuarto de invitados.
Uno podía solamente imaginar la reacción de Edward a esa sugerencia, pero era algo
que seguía a la oración: “De ninguna maldita manera”.
Así que la tarde del domingo, Alice se encontró a sí misma tocando el timbre de Bella a
fin de tomar té con su amiga y despedirse antes que Edward la llevara al aeropuerto.
Bella estaba nerviosa. Tenía la virtud cardinal de la fortaleza, como un santo medieval
terco, así que era poco probable que le importara varias molestias y desaires. En
consecuencia, no había pensado en su pequeño hueco de hobbits como algo realmente malo
cuando firmó el contrato. Era seguro y estaba limpio y podía costearlo. Pero creer eso y
mostrarle su apartamento a Alice eran dos cosas diferentes.
—Necesito advertirte que es pequeño. Pero recuerda que estoy viviendo con los
ingresos de una estudiante de postgrado y es fijo. No puedo conseguir un trabajo adicional
aquí porque no tengo un permiso de trabajo. Y no puedo permitirme vivir en el Edificio
Manulife o en cualquier lugar que sea la mitad de bonito —, explicó Bella mientras introducía
a Alice dentro del apartamento.
Alice asintió y colocó una gran caja cuadrada en la cama de Bella.
Edward le había advertido de cuán pequeño era el apartamento. Le había advertido de
no hacer una escena frente de Bella. Porque Edward aún abrigaba un lamento secreto sobre
su vergonzoso comportamiento durante su primera y única visita en su apartamento.
Pero aun así, nada de lo que su hermano o su amiga le dijeron la había preparado para
lo que vio detrás de la puerta cerrada de Bella. El espacio era pequeño, viejo y todo era de
segunda mano o barato, aparte de las simples cortinas y la cama y cualquier cosa que Bella
trajo consigo de Seattle.
Para darle crédito, Alice tomó su tiempo caminando alrededor del estudio, el cual solo
tomaba alrededor de cinco pasos, y miró dentro del closet, inspeccionó el baño y después se
detuvo en el “área” de la cocina mirando al patético plato caliente y al viejo y decrepito
microonda, y lloró. Ella colocó sus manos sobre su cara y rompió en llanto.
Bella quedó clavada en el piso, sin saber bien qué hacer. Alice estaba perturbada por la
fealdad, ella lo sabía, pero había tratado de hacer su estudio bonito y había utilizado sus
favoritos tonos de morado para lograrlo. Seguramente Alice apreciaría eso. Alice retomó el
control unos segundos después, enjuagándose sus lágrimas y después riendo ligeramente.
—Lo siento, Bella. Son las hormonas y la falta de sueño y yo he estado emocional
últimamente por Esme. Después con todo lo que pasó con Jasper y la boda y Edward no es
exactamente un compañero de cuarto ideal. Oh, Bella, yo solo deseo poder llevarte a casa
conmigo y que pudieras vivir con nosotros en Seattle. Nosotros tenemos tanto espacio. ¡Y
nuestra cocina es más grande que todo el apartamento entero! —Alice negó con su cabeza y
le sonrió a su amiga—. Pero olvida eso ahora. Edward dijo que tú eras muy particular con tu
té. Él estaba impresionado por cómo lo hiciste. Y sabes que nada jamás lo impresiona. Así que
voy a acurrucarme en tu encantadora cama color lavanda y aprender cómo lo haces.
Alice se secó sus ojos y se dejó caer encima de la colcha de Bella, sosteniendo la larga
caja cuadrada en su regazo y tratando de ser valiente por el bien de su amiga.
Bella estaba sorprendida de que Edward siquiera recordara el té ya que había estado
muy ocupado criticando sus hábitos alimenticios la primera y única vez que la había
visitado. Pero apartó esos pensamientos de su cabeza y concentró su atención en hacer sentir
a Alice en casa y hacerle olvidar sus lágrimas.
Un poco después ambas estaban acurrucadas en su cama, sosteniendo las tazas de té de
porcelana, riéndose de los viejos tiempos, y mordisqueando las trufas de chocolate que Bella
había comprado con parte de su fondo de emergencia, como un regalo de celebración.

83
—Bella, hay algo que necesito contarte sobre Edward.
—Alice, de verdad no quiero escucharlo.
Alice miró a Bella y frunció el ceño—. ¿Por qué no?
—Porque él es mi profesor. Es… más seguro si solo pretendemos que no nos
conocemos. Confía en mí.
Alice negó con su cabeza—. Él dijo algo similar, ¿sabes? Pero voy a decirte lo que le
dije a él, no me importa. Es mi hermano y lo amo. Y hay algo que tú necesitas saber.
Bella suspiró y bajó su cabeza.
—Él me mataría si supiera que yo te estoy diciendo esto, pero pienso que hará un poco
más fácil entender su actitud. ¿Alguna vez Esme te dijo cómo lo consiguió a él?
Bella negó con su cabeza—. Esme solo hablaba acerca de las cosas felices; de cuán
orgullosa estaba de él, de cuán bien le fue en Datmouth y en su tiempo en el extranjero en
Oxford. Ella nunca habló sobre su niñez.
—Esme lo encontró antes que yo naciera. Él tenía nueve años, y estaba deambulando
alrededor del hospital en Forks. Había estado viajando a través del país con su madre, quien
era una loca alcohólica, y ella se enfermó. Ellos terminaron en el Hospital de Carlisle y su
madre murió, de neumonía, creo. Esme encontró a Edward en el Hospital, sin un centavo. Él
no podía ni siquiera comprar una bebida en la máquina expendedora. Eso rompió el corazón
de Esme. Ella se sintió incluso más alterada cuando rastreó algunos de los familiares de su
madre y ellos le dijeron que se lo quedara. Él sabía que nadie lo quería. Y a pesar de todo lo
que hicieron Esme y Carlisle, creo que nunca se sintió en casa con nosotros. Él nunca se
convirtió en un Cullen.
Bella pensó en Edward como un asustado y hambriento niño y luchó contra las
lágrimas. Imagino sus ojos, grandes y verdes en su pálida pero hermosa cara. Su mata de
cabello cobrizo picudo y sin rizos. Ropa sucia y una loca madre. Jamás sintiéndose amado.
Bella sabía lo que era tener una loca, alcohólica madre. Sabía lo que era llorar hasta quedarse
dormida en las noches deseando que alguien, cualquier persona, pudiera amarla. Ella y
Edward tenían más en común de lo que quisiera admitir. Mucho, mucho más.
—Lo siento, Alice. No lo sabía.
—No estoy excusando su rudeza. Solo te estoy diciendo quién es él. ¿Sabías que
después de esa horrible pelea con Emmett, Esme encendía una vela cada noche y la colocaba
en una de las ventanas de la sala? Ella pensó que si Edward estaba por casualidad en Fork y
veía la vela, él sabría que alguien estaba esperándolo, que alguien lo amaba lo suficiente para
esperar por él y él caminaría hacia el porche y entraría.
Bella negó con su cabeza. No había sabido eso, pero lo creyó. Eso era solo como Esme
era… caridad sin límites.
—Él pretende estar completo, pero ha estado roto, también. Y muy en el fondo, se odia
a sí mismo. Piensa que merece ser infeliz; me lo dijo. Piensa que Dios lo está castigando. Le
dije que te tratara amablemente, así que creo que su comportamiento mejorara. Espero.
Hazme saber si no lo hace y regresaré.
Bella rodó los ojos—. Él me ignora, la mayoría del tiempo. Soy una modesta estudiante
de postgrado y no me deja olvidarlo.
Alice rio—. Me cuesta creer eso. Dudo mucho que él miraría tan intensamente a una
“modesta” estudiante de postgrado.
Bella se mostró ocupada con su chocolate—. ¿Él me mira?
Estaba tratando fuertemente de sonar relajada, pero su voz sonó forzada, incluso
temblorosa.
Y Alice lo escuchó.
—Todo el tiempo. ¿No te has dado cuenta? Lo encontré mirándote durante la cena la
otra noche y cuando estuvimos en el club. Cada vez que tomabas un trago, en realidad. Y

84
cuando le sonreí, frunció el ceño. Quizás estaba supervisando tu consumo de alcohol. Él es
del tipo de los que juzgan.
Alice la miró pensativamente.
—Los vi juntos y sentí que me estaba perdiendo algo… pero no sé qué es. Bella, él sabía
que iba de compras esta semana y no solamente me alentó, sino que me dio dinero.
—¿Y? Eso está bien. Eso es para lo que están los hermanos mayores. ¿Qué compraste
con eso?
—El dinero era para ti, no para mí.
Bella frunció el ceño y se volteó de lado en la cama, cruzando las piernas, para así
poder encarar a Alice.
—¿Por qué diablos él haría eso?
—Dímelo tú. —Alice cruzó sus brazos en frente de ella y ladeó su cabeza hacia un lado,
mirando a su amiga fijamente por un segundo o dos.
—No lo sé. Él ha sido grosero conmigo desde que llegué aquí.
—Bueno, me dio dinero y me dijo que te comprara un regalo. Fue muy específico. Así
que aquí esta.
Alice colocó la maleta en el regazo de Bella.
—No lo quiero. —Ella trató de regresarlo, pero Alice lo rechazó.
—Al menos ábrelo y ve lo que es.
Bella negó con su cabeza pero Alice insistió. Así que abrió la caja.
En ella encontró un muy bonito bolso hecho en Italia de cuero marrón chocolate.
Sostuvo el bolso en alto por su correa y lo miró. La etiqueta decía Fendi.
Mierda santa, pensó Bella.
—¿Bueno? ¿Qué te parece?
—No… lo sé —tartamudeó, mirando al hermoso y clásico bolso con asombro.
Alice se lo quitó de su ahora temblorosa mano y empezó a hurgar dentro de él,
murmurando acerca de sus costuras internas, compartimientos y la mano de obra de buena
calidad.
—¿Ves lo perfecto que es? Es funcional y femenino, dado que es un bolso de mensajero
y no un maletín, y es italiano. Y ambas sabemos que tú y Edward tienen una cosa… por Italia
—agregó, después de una pausa que estuvo diseñada para obtener algún tipo de reacción de
Bella.
Su revelador sonrojo y nerviosismo inmediato le dijo a Alice todo lo que necesitaba
saber, pero escogió no avergonzar más a su amiga.
—No se suponía que debía decirte que venía de él. Fue muy específico respecto a eso. Y
por supuesto, yo lo ignoré. —Alice se rio con picardía.
Para darle crédito, Bella rio.
—¡Él quiere que yo tenga esto porque no le gusta mirar a mi gastada mochila vieja! Su
sola existencia ofende su sensibilidad de monarca, así que piensa que puede usarte para
persuadirme de deshacerme de ella. Pero no lo voy a hacer. Es un L.L. Bean, maldita sea, y
ellos ofrecen una garantía vitalicia. La enviare de vuelta a la compañía y ellos la
remplazaran. Él puede tomar su bolso de mensajero y metérselo en su snob, soy-demasiado-
bueno-para-artículos-nacionales, trasero.
Alice parpadeó.
—Bien. Bueno, no es como si él fuera a extrañar el dinero. Tiene montones de eso.
—Los profesores no hacen esa cantidad de dinero.
—Él lo heredó.
—¿De Esme?
—No, de su padre biológico. Varios años atrás un abogado localizó a Edward y le dijo
que su padre había muerto y le dejó ese dinero. No estoy segura de que él siquiera supiera el

85
nombre de su padre antes de eso. Edward rechazó la herencia al principio, pero después
cambió de opinión.
—¿Por qué cambió de opinión?
—No lo sé. Eso fue después de la gran pelea con Emmett y Carlisle. No hablé con
Edward de nuevo por un largo tiempo así que hay muchas cosas de las cuales desconozco.
Pero con respecto a lo del dinero, creo que está tratando de gastarlo más rápido de lo que se
tardaría en acumular intereses. Así que no pienso en eso como un regalo que provenga de
Edward, pienso en eso como en Edward jodiendo a su padre. Él quiere darlo. Y sabe que tú te
mereces algo lindo. Me lo dijo, él mismo.
Bella negó con la cabeza—. No puedo aceptar esto. No me importa de dónde vino o
por qué.
Alice le dio a su amiga una mirada de dolor.
—Por favor, Bella. Edward ha estado apartado de todos nosotros por tanto tiempo. Él
finalmente está permitiéndome entrar en su vida. No creo que pueda perderlo ahora después
de todo… —Su cara se arrugó y se veía bastante alterada.
—Lo siento, Alice, pero es demasiado. Él es mi profesor; ¡lo despedirán!
Alice apretó la mano de Bella—. ¿Lo delataras?
—¡Por supuesto que no!
—Bien, porque tú supuestamente debes considerar esto como un regalo atrasado de
cumpleaños de Esme o mío. —Los ojos de Alice se abrieron desmesuradamente al darse
cuenta de su error —. Oh Dios, Bella, tu cumpleaños. Lo olvidé. Lo siento tanto.
La columna vertebral de Bella se tensó y apretó ligeramente sus dientes.
—De verdad ya no lo celebro más. Es demasiado difícil… no puedo…
—¿Escuchas alguna vez algo de él?
Bella se sintió enferma inmediatamente—. Solo cuando él está borracho. O cuando él
está teniendo problemas con ella. Pero cambié mi número de teléfono cuando me mudé aquí,
así que eso no ha vuelto a ocurrir.
—Bastardo —, dijo Alice—. Bueno, olvidemos todo sobre eso. No debería haberte
dicho que el regalo era de Edward, pero simplemente no podía mentirte. Sé cuánto te duele
cuando la gente miente y yo no iba a hacer eso.
—Gracias, Alice.
Las dos amigas intercambiado una significativa mirada.
Bella contempló ese único regalo de Edward y todas sus implicaciones, tanto las dichas
como las que no. No quería recibir un regalo de él. La rechazó, clara y simplemente. ¿Podría
tener ese bolso en su pequeño hueco de hobbits? ¿Podría usarlo, llevarlo a la escuela?
¿Sabiendo todo el tiempo que provenía de él? ¿Sabiendo que él la miraría con aire de
suficiencia, pensando que le había hecho algún tipo de servicio?
No por Edward, No por todo el té de China.
Alice vio lo que Bella iba a hacer incluso antes que las palabras se formaran al final de
su cabeza.
—Si no aceptas el bolso, tendré que explicárselo a Edward. Y sabrá que algo fue mal.
Me culpara, en vez.
Bella negó con su cabeza y lo maldijo en silencio.
Oh dioses de todos los pretensiosos especialistas de Dante con palos-en-el-trasero, envíenle una
erupción en il pene. Por favor. Algo que pique en exceso.
Pero por Alice, Bella haría cualquier cosa.
—Bien, Alice. Haré esto por ti. Pero por favor ¿le dirás a Edward que no me compré
ninguna otra cosa? Es embarazoso. Estoy empezando a sentirme como uno de esos niños que
están en la caja de la UNICEF en Halloween.
Alice tomó un respiro profundo, le dio a Bella un asentimiento y una sonrisa y mordió
un gran chocolate. Lamió el cacao de sus labios y cerró sus ojos. Era demasiado bueno.

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Bella abrazó el maletín en su pecho, como un escudo, e inhaló la adorable esencia de
cuero con sus ojos cerrados.
Edward quería darme un regalo. Debe sentir algo por mí, así sea solo lástima. Y ahora tengo
algo de él además de la fotografía… algo que me pertenecerá para siempre.
—¿Me dirás qué sucedió en el funeral? Envié una tarjeta con unas flores y de alguna
forma Edward las encontró, pero nadie le dijo quién era yo.
—Él me habló sobre eso. Vi las gardenias y Rose dijo que eran de tu parte, pero la
tarjeta desapareció antes que tuviera la oportunidad de explicar. Yo estaba destrozada
durante el funeral. Edward y Emmett estuvieron peleando y yo estaba tratando de
mantenerlos alejados antes que alguien saliera por una ventana. O una mesa de café.
Bella pensó en los vidrios destrozados y la sangre en la alfombra blanca y se
estremeció.
—¿Por qué ellos siempre están peleando?
Alice suspiró—. Nunca sucedía eso. Edward cambió cuando fue a Harvard… —Su voz
se cortó misteriosamente.
Bella no se sintió cómoda presionándola, así que se mantuvo en silencio.
—Edward no volvió a casa de nuevo por años después de su pelea con Emmett, y
entonces solamente pudo quedarse por unos pocos días. Él siempre insistía en dormir en un
hotel, y eso rompía el corazón de Esme. Emmett no permite que Edward olvide… todas las
cosas que le hizo a Esme en ese entonces.
Alice masticó su trufa pensativamente.
—Emmett admiraba a Edward. De verdad le dolió cuando las cosas se estropearon. Y
ahora ellos casi no se hablan y cuando lo hacen… —Se estremeció—. No sé qué hubiese
hecho sin Jasper. Probablemente hubiese huido de todos y nunca habría regresado.
—Incluso una familia disfuncional es mejor que no tener familia —, dijo Bella
suavemente.
Alice se veía triste—. Bueno, eso es lo que somos ahora. Nosotros fuimos los Cullen; ahora
somos una familia disfuncional. Una madre muerta, un padre desconsolado, una oveja negra
exaltada y un oso cabezota llamado Emmett. Supongo que soy la perdiz del árbol de pera.
—¿Emmett y Rose son felices?
Alice vaciló—. Sí. Pero Rose quiere demasiado un bebé y de alguna forma… no lo sé.
Ella no quiere hablar sobre eso, pero una noche después de beber un par de cervezas Emmett
me dijo que hay algo mal con Rose. No estoy segura que pueda tener hijos.
—Lamento escuchar eso. Sé que Rose siempre ha querido una familia grande. Ellos
bromearon sobre eso en la boda.
Alice suspiró—. Mi familia es como una novela de Dickens, Bella. No, es peor. ¡Somos
una versión retorcida entre Arthur Miller y John Steinbeck, con una pizca de Dostoyevsky y
Tolstoy en ella!
—¿De verdad es tan malo?
—Sí, porque tengo la sensación que hay elementos de Tomas Hardy acechando bajo la
superficie. Y sabes cuánto lo odio. Bastado jodedor de mentes.
Bella pensó sobre eso y esperó por el bienestar de su amiga que la novela de Hardy que
se aproximara a la experiencia de Alice Cullen fuera más como el Alcalde de Casterbridge y
Tess de D’Urbevilles, o, Dios no lo quiera, Jude el oscuro.
Lamentablemente, Bella no se detuvo a considerar cuál novela de Hardy describiría
mejor sus propias experiencias…
—Con la ida de Esme, todo está agitado. Carlisle está hablando acerca de vender la
casa en Forks y mudar su práctica médica a Seattle para estar más cerca de Emmett y Rose, y
de mí. Y cuando le preguntó a Edward si le importaba que vendiera la casa, Edward explotó
de rabia y se fue a vagar dentro del bosque a su prado. No lo vimos de nuevo por horas.
Bella parpadeó rápidamente y su respiración se tornó acelerada y poco profunda.

87
Alice estaba muy ocupada en colocar la taza en la pequeña mesa y caminar hacia el
baño para notarlo, pero algo que dijo había afectado a Bella profundamente.
Para el momento que Alice regresó, Bella se había calmado a sí misma con gran
esfuerzo y estaba agregando agua caliente en la tetera.
—¿Qué te dijo Edward que te afectó tanto cuando bailaste con él? Y por cierto, mi
español es oxidado pero, ¡Bésame mucho* es una canción bastante caliente! ¿Alguna vez has
escuchado la letra?
Bella fijó su atención en su tetera y trató con mucha fuerza de no hiperventilar. Sabía
que tenía que mentirle a Alice y no era una decisión que tomó a la ligera.
—No importa la letra de la canción porque todo de lo que hablamos era sobre el hecho
que él sabía que yo era virgen.
Alice entrecerró sus ojos—. ¡Bastardo! ¿Por qué demonios él hace esas cosas? —Negó
con su cabeza—. Tú solo espera, Bella, yo lo atraparé. Tiene esas fotos en su cuarto y yo voy
a…
—No te molestes, Alice. Es verdad. ¿Por qué debería tratar de ocultarlo? —Se mordió
su labio—. Solo no puedo entender cómo él lo sabía. No es como si yo lo fuera a traer a
colación en una conversación cortés: Buenas tardes, profesor Masen. Mi nombre es Señorita Swan
y soy una virgen proveniente de Forks, Washington. Encantada de conocerlo.
Alice rodó sus ojos—. Piensa sobre eso Bella. Él nunca ha estado buscando exactamente
compañía femenina. Estoy segura que tú hueles diferente para él; fuiste probablemente la
única chica en el club, aparte de mí, que olía como si no estuviese en celo.
Bella parecía disgustada, y con razón, pero no dijo nada.
¿Es algo que un ser humano pueda oler? ¿La ausencia de estar en celo?
—Cuando saliste de la pista de baile, parecía que hubieses visto un fantasma. Como yo
me imagine que te verías la noche que viste a Ja…
—Por favor, Alice. No. No puedo hablar sobre esa noche. No puedo pensar sobre eso.
Simplemente no puedo.
—Yo podría atropellarlo con mi Porsche por lo que él te hizo. Todavía puedo hacer eso.
¿Está él en Seattle? Dame su dirección.
—Por favor —, rogó Bella, abrazándose a sí misma alrededor de su pecho en forma
protectora.
Alice voló hacia su lado y tomó a su amiga en un abrazo cálido.
—No te preocupes, Bella. Tú vas a ser feliz algún día. Lo puedo ver. Te vas a enamorar
de un hermoso chico y él te amara a su vez con tanta intensidad que le va a doler. Y te vas a
casar y tener una hermosa niña y vivirás feliz por siempre. En nueva Inglaterra. Creo.
—Espero que seas psíquica, Alice. Tengo que creer que algo como eso es posible,
incluso para mí. De lo contrario, no lo sé…
Alice sonrió—. Tú, de todas las personas, mereces un final feliz. A pesar de todo lo que
te ha pasado, no estás amargada. No eres fría. Solo te replegaste un poco y te volviste tímida,
y eso está bien. Si fuera un hada madrina, inmediatamente te otorgaría el deseo de tu
corazón. Y limpiaría todas tus lágrimas y te diría que no llores. Desearía que Edward hubiese
tomado una página de su libro, señorita Swan. Él habría aprendido una o dos cosas de ti
acerca de cómo lidiar con un corazón roto.
Bella soltó a su amiga, volteándose hacia el té que estaba colándose rápidamente.
Alice la miró detenidamente antes de hablar de nuevo.
—Sé que es mucho pedir pero, ¿podrías cuidar a Edward?
Bella se inclinó hacia la tetera a propósito, rellenando sus tazas para que Alice no
pudiera ver su cara.
—Edward no siente nada más que despreció hacia mí. Me ha tolerado simplemente por
___
* Español en el original.

88
tu bien.
Su amiga hizo una pausa en sorpresa—. Eso no es verdad, Bella. Créeme, llevo
conociéndolo toda mi vida y eso no es cierto. He visto la forma en cómo te mira. Él puede
er… frío. Pero aparte de sus padres biológicos, no creo que odie a alguna otra persona en su
vida, aparte de sí mismo. Ni siquiera a Emmett durante su peor pelea.
Bella se encogió de hombros—. No hay nada que pueda hacer, Alice.
—No te estoy pidiendo que hagas algo, en realidad. Solamente mantén tus ojos
abiertos. Y si lo ves… empezando a actuar extraño, o si esta en problemas, quiero que me
llames. A cualquier hora.
Bella la miró con sorpresa.
—Estoy hablando en serio. Con la ida de Esme, estoy preocupada que su oscuridad vaya
a regresar. Y no puedo perderlo de nuevo. Algunas veces siento como si él estuviera en el
borde de un precipicio muy alto, y el movimiento más pequeño, la respiración más ligera o el
viento lo vaya a tirar del borde. No puedo permitir que eso ocurra, Bella.
Las cejas de Bella se unieron y asintió.
—Todo lo que pueda hacer, lo haré.
Alice cerró sus ojos y respiró profundamente—. Me siento mucho mejor sabiendo que
tú estás alrededor. Puedes ser su guardián secreto. —Se rio suavemente—. Tal vez un poco
de tu buena suerte se le pegué a él.
—Alice, no tengo más que mala suerte y tú, de todas las personas, deberías saberlo.
—Conociste a Peter, Bella. Él suena agradable.
Bella se sonrojó y sonrió.
—Peter no parece ser del tipo que le importara si fueras una… tú sabes. No que haya nada
malo en eso.
Bella se rio—. Puedes decirlo, Alice; no es una palabra maldita. Y no, no creo que a
Peter le importaría que yo fuera virgen. Pero no hablamos de esas cosas.

-
Poco tiempo después, Alice abrazó a Bella de despedida y se montó en un taxi.
—Cuando finalmente acabe con la pila monumental de problemas con los que tengo
que lidiar, estoy planeando una boda. Y entonces esperaré que tú seas mi dama de honor,
Bella.
Bella sintió las lágrimas formándose en las comisuras de sus ojos—. Por supuesto. Solo
fija la fecha. Y te ayudaré a planearla, también. Aunque, de alguna forma dudo que
necesitaras mi ayuda.
Alice sonrió ampliamente y le sopló un beso por la ventana mientras se iba en el
vehículo.
—Temía por este viaje, Bella. Pero estoy tan feliz de haber venido. Por lo menos dos
partes rotas de mi vida se están uniendo. Siento como si un peso se hubiera liberado de mis
hombros. Y si Edward te hace una mierdada, cualquier mierdada, ¡llámame y me montare en
un avión!

-
Con su partida, Bella y Edward estuvieron forzados a ser separados de la solida y
segura Santa Lucía. Pero como una verdadera santa a la moda, ella había cumplido todos sus
objetivos antes de regresar a casa y plantó semillas que pronto florecería, de maneras
inesperadas.

89
La tarde del martes, Bella y Peter estaban sentados en el Starbucks de Bloor Street
disfrutando de sus respectivas bebidas de café, enrollados juntos en una silla de enamorados
de terciopelo purpura y hablando. Ellos estaban sentados cerca, pero no muy cerca.
Lo suficientemente cerca para que Peter pudiera admirar su belleza, lo suficientemente
lejos para que Bella pudiera observar sus grandes, y amables ojos y no sentirse demasiado
nerviosa. O rodeada.
—¿Te gustan los Nine Inch Nails? —preguntó ella de repente, tomando su café con sus
dos manos.
Peter fue sorprendido con su pregunta.
—Uh, no. No, no me gustan. —Se encogió de hombros—. Tren Reznor hace que mi
cabeza dé vueltas. Al menos que él esté cantado de apoyo para Tori Amos. ¿Por qué, a ti te
gustan?
Bella se estremeció—. Absolutamente no.
Él sacó un CD de su maletín y se lo entregó.
—Me gustan este tipo de cosas. Cosas con la que puedo escribir mi tesis.
—Nunca he escuchado de Hem antes —, dijo Bella, volteando la caratula en sus manos.
—Ellos tienen una canción que creo que te gustara. Se llama Half Acre. Solían tocarla en
una propaganda de seguros en la televisión así que quizás la hayas escuchado antes. Es
hermosa. Y nadie te grita o grita y te dice que quiere fo… —Peter se detuvo de repente y
enrojeció. Estaba tratando con bastaste esfuerzo de controlar su lenguaje cuando estuviera
alrededor de ella. Pero teniendo solamente un éxito mínimo.
Ella trató de devolvérselo, pero él lo rechazó—. Lo compré para ti. Canciones de conejo
para la Conejo.
Bella negó con su cabeza—. Gracias, Peter. Pero no puedo.
Él parecía ofendido. Y herido—. ¿Por qué no?
—Simplemente no puedo. Pero muchas gracias de cualquier manera.
Peter miró hacia el nuevo bolso de mensajero de Bella, el cual descansaba a sus pies.
Entrecerró los ojos.
—Aceptaste un hermoso maletín de alguien. ¿Un regalo de navidad adelantado? ¿Por
un novio?
—No tengo novio. —Se sonrojó—. La madre de mi mejor amiga quería que tuviera el
maletín. Ella murió recientemente.
—Lo siento mucho, Conejo. No lo sabía.
Peter se acercó y palmeó su mano, colocando el CD en el sillón de enamorado al lado
de ellos.
Él noto que Bella no retiró su mano. De hecho, ella rebuscó en su bolso para encontrar
el CD del Profesor Masen y se lo regresó a Peter con su otra mano, mientras le seguía
permitiendo acunar sus dedos con los suyos.
—¿Qué puedo hacer para convencerte de que aceptes mi regalo? —Él escondió su cara
de ella y colocó el Mozart de Masen en su mochila.
—Nada. He recibido demasiados regalos recientemente. Estoy completamente
abastecida.
Peter se enderezó y le sonrió.
—Permíteme tratar de convencerte, Bella. Nadie, ni siquiera la lluvia tiene manos tan
pequeñas.
Él unió sus manos, de un lado al otro, y sostuvo su pequeña mano por encima de la luz
halógena. Se veían diminutas encerradas entre las suyas.
Bella lo miró con curiosidad.
—Eso es lindo. ¿Lo acabas de inventar?

90
Peter inclinó su cabeza hacia el respaldar del sillón de enamorados y sostuvo su mano
más cerca, su pulgar acariciando suavemente su línea de vida, casi como si estuviese
tratando de leer su palma a través de la punta de sus dedos.
—No. Es un poema de E.E. Cummings. ¿No lo has leído?
—No, pero me gustaría. —Bella sonaba muy tímida de repente.
Peter tomó un respiro profundo y miró dentro de sus ojos chocolates, y empezó a
recitar el poema:

“En algún lugar al que nunca he viajado,


felizmente más allá de toda experiencia,
tus ojos tienen su silencio:
en tu gesto más frágil hay cosas que me cierran
o que no puedo tocar porque están demasiado cerca.
Tu mirada más leve me abrirá fácilmente
aunque yo me haya cerrado como un puño,
siempre me abres pétalo a pétalo como la primavera lo hace
(tocando hábilmente, misteriosamente) su primera rosa.
O si tu deseo es cerrarme, yo y
mi vida nos cerraremos muy bellamente, repentinamente,
como cuando el corazón de esta flor imagina
la nieve cayendo cuidadosa por doquier;
Nada que hayamos de percibir en este mundo iguala
la fuerza de tu intensa fragilidad: cuya textura
me domina con el color de sus campos,
trayendo muerte y eternidad con cada respiro.
(No sé qué hay en ti que puede cerrarme
y abrirme; apenas algo en mí comprende
que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas)
Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas”.

Bella miró la cara de Peter, a sus ojos bondadosos y sonrisa gentil—. Eso fue muy
hermoso. Gracias, Peter. Nunca antes había escuchado algo así.
—Bueno, no es Dante. Pero me gusta también. —Su pulgar encontró el centro de la
línea de su vida y presionó muy cuidadosamente—. Me recuerda a ti de alguna forma. Tú
eres el lugar que nunca he viajado; tu fragilidad y tus pequeñas, pequeñas manos.
Bella se inclinó hacia adelante para esconder su sonrojo repentino y sorbió su café. Pero
le permitió presionar su línea de vida, lo cual él continuó haciendo.
El movimiento de café hacia sus labios causó que su suéter morado viejo se deslizara
por uno de sus hombros de una forma provocativa, revelando alrededor de cinco
centímetros de la correa del sostén blanco inocente y una curva redondeada de su traslucida
piel.
Peter soltó inmediatamente su mano y subió su suéter suavemente para cubrir la tira,
apartando sus ojos mientras lo hacía, y presionando ligeramente su mano en su hombro a fin
de hacer que el suéter no se moviera.
—Listo —, dijo suavemente—. Todo mejor ahora.
Y después él movió de vuelta muy rápidamente pero buscando no abusar de su
bienvenida, tentativamente enrollando sus dedos sobre ella de nuevo, todavía preocupado
que pudiera quitar su mano en cualquier momento.
Bella observó lo que él estaba haciendo sin aliento, como si estuviese ocurriendo en
cámara lenta.

91
Algo sobre su movimiento la conmovió profundamente. Era un acto íntimo pero muy
casto; él la cubría a ella. Él cubría su parte más pequeña y más inocente, lejos de ojos
entrometidos y posiblemente lascivos. Y al hacerlo, telegrafiaba su consideración y su
respeto.
Virgilio estaba honrándola. Él la estaba protegiendo.
En ese solo acto, ese único caballeroso y educado acto, Peter había hecho su camino
hacia su corazón. No todo el camino, pero sí hasta el Vestíbulo, diciéndolo de alguna forma.
Si ese casi instintivo acto representaba el contenido de su alma, entonces Bella creía que
a él no le importaría que fuera virgen y que al saberlo, su aceptación la cubriría y le
protegería.
Él no la ridiculizaría o descubriría.
Él mantendría cualquier secreto que ella le relevara entre ellos.
Él no la trataría como un animal para ser follado y violado.
Él no desearía compartirla.
Así que ella hizo algo impetuoso y loco.
Se inclinó hacia adelante y lo besó. Solo tímida y castamente, en sus labios.
No hubo aceleración en la sangre, o murmullos, no hubo explosión de fuego alrededor
de su piel. Sus labios eran suaves y él le respondió de forma titubeante. Bella sintió su
sorpresa en el rápido apretón de su mandíbula. Él se había tensado debajo de sus labios, sin
duda en shock por su propia audacia. Estaba apenada por eso.
Estaba apenada de que sus labios no fueran los de Edward. Y su beso no fuera como
los de él.
En casi la mitad del latido de un corazón, una gran ola de tristeza inundó a Bella
mientras se maldecía a sí misma por haber probado hace tanto tiempo algo que nunca podrá
tener y que nunca tendrá de nuevo. Por participar en ese primer contacto, fue arruinada
completamente.
La degustación de la manzana era conocimiento, en sí misma, y ahora ella lo sabía.
Bella se alejó antes de que Peter tuviera la oportunidad de rechazarla, preguntándose
cómo ella había conseguido ser tan lanzada.
Yo acabo de besar a mi único amigo en Toronto de despedida, pensó ella. Maldita sea.
—Pequeña Conejo. —Peter le dio una tierna mirada e inmediatamente llevó sus dedos
para acariciar su mejilla.
Su toque no era eléctrico, pero era ligero y suave.
Incluso su piel era amable.
Él colocó sus brazos alrededor de ella y tiró hasta presionarla contra su pecho para así
poder sostenerla y acariciar su cabello y susurrarle algo dulce en su oído… algo para
tranquilizarla… algo para remover la mezcla de confusión y dolor que leía en su cara…
Pero sus suaves susurros fueron interrumpidos por la llegada de una harpía de alas
grandes, usando tacón de diez centímetros y lápiz labial rojo y llevando dos vasos de papel.
—Bueno, ¿no es esto acogedor?
Una voz, fría y dura, interrumpió el dulce momento de la pareja y Bella miró hacia los
duros ojos marrones de Ángela Webber.
Bella se sentó de forma correcta rápidamente y se trató de mover lejos de Peter, pero él
la agarró rápido.
—Ángela.
—¿Juntándote con estudiantes de maestría, Peter? Qué acto tan democrático de tu
parte —, dijo Ángela, ignorando deliberadamente a Bella.
—Ten cuidado, Ángela. —El tono de Peter expresaba una advertencia—. ¿Dos puños,
hoy? Eso es como mucho. ¿Planeando un toda-la-noche? —Señaló las dos tazas que estaba
sosteniendo, una en cada mano.

92
—No tienes ni idea, Peter —, ronroneó—. Una es para mí y otra es para Edward, por
supuesto. Oh, lo siento, no había visto que estabas aquí, señorita Swan. Eres tan pequeña.
Supongo que él es todavía profesor Masen para ti.
Ángela cacareó como una gallina vieja.
Bella subió una ceja pero resistió la urgencia de poner a Ángela en su lugar, o abofetear
esa petulante sonrisa alejándola de su cara. Pero Bella Swan era una dama. Y a ella le gustaba
como el brazo de Peter se sentía en sus hombros y se resistía a moverse. Por lo menos, no
todavía.
—Tú nunca lo has llamado Edward una vez en tu vida, Ángela. Y yo te reto-tres-veces-
como-perro* a hacerlo la próxima vez que lo veas.
Los ojos de Ángela se endurecieron y miró a Peter. Y después sonrió.
—¿Reto-tres-veces-como-perro? Eso es gracioso, Peter. ¿Es algo de Vermont? ¿Algo que
los granjeros dicen a los demás cuando están paleando estiércol? Después de mi reunión con
Edward, probablemente iremos al Lobby por tragos. A él le gusta ir allí después del trabajo.
Estoy segura que nosotros intercambiaremos más de… ah… nombres esta noche. —Su
lengua salió de entre sus labios y empezó a lamer la curva de uno de ellos lánguidamente.
Bella suspiró.
—¿Y él te llevara? —Peter parecía sombrío.
—Lo hará. Oh, él lo hará.
Bella hizo arcadas y en silencio se tragó de nuevo el contenido de su estómago. Porque
el pensamiento de Edward y su… puta de Masen era en extremo nauseabundo. Incluso la
mesera de Lobby era preferible para él que Ángela.
—Tú no eres su tipo —, murmuró Bella.
—¿Discúlpame?
Bella miró a los entrecerrados y sospechosos ojos y analizó sus opciones en el más
mínimo segundo. Y decidió que la precaución era la mejor parte del valor.
—Dije… no creas lo que dicen.
—¿Sobre qué?
—Sobre Lobby. No es tan genial.
Ángela le dio a Bella una sonrisa helada—. No creo que ellos te permitan entrar,
querida. No vestida de esa forma. ¿De dónde obtienes tus datos de moda… de la revista
moderna de la suciedad?
Miró a Bella de arriba hacia abajo como si fuera menos que un caballo de carreras no
apreciado. Como si fuera un viejo y mitad ciego y olvidado pony en un zoológico de
mascotas. Un pony que nadie quería tocar.
Bella de repente se sintió muy consciente de sí misma. Y fea.
Las lágrimas pinchaban sus ojos mientras silenciosamente deseaba tener cosas más
hermosas, pero luchó contra ellas con valentía.
Peter se dio cuenta exactamente de lo que Ángela estaba haciendo en medir a Bella y en
encontrar sus anhelos. Él sintió a Bella temblar en reacción de las garras felinas afiladas de
Ángela. Así que aunque le dolió hacerlo, él liberó los hombros de Bella y se sentó derecho en
el sillón de enamorados para flexionar sus brazos.
No me hagas pararme, perra.
—¿Por qué no permitirían entrar a Bella, Ángela? ¿Solo están admitiendo prostitutas
ahora?
Ángela se tornó bastante roja—. ¿Qué sabrías tú de eso, Peter? ¡Eres prácticamente un
monje! O tal vez eso es lo que los monjes hacen… pagan por ello. —Le envió una
significativa mirada a Bella y su precioso nuevo bolso de mensajero Fendi.
___
* Triple—dog—dare, traducido literalmente, es una expresión coloquial referida a que
es un reto definitivo, nadie podría rechazar un reto así, es como si lo hicieran al triple.

93
—Ángela, vas a callarte en este momento o yo me voy a levantar. Y entonces toda la
caballerosidad se irá por la ventana.
Peter la miró y silenciosamente se dijo que no podía golpear a mujer. Y que Ángela era,
de hecho, una mujer. Y no una cerda anoréxica en celo.
Peter nunca habría comparado a Ángela con una vaca, porque él pensaba que las vacas
eran creaturas nobles. Las vacas holandesas en especial.
—No hagas girar tus pantaletas, Peter. Estoy segura que hay muchas explicaciones.
Quizás Lobby no permita entrar a Isabella por su coeficiente intelectual. Edward dice que no
eres muy inteligente, señorita Swan.
Ángela cacareó triunfalmente mientras Bella agachaba su cabeza, sintiéndose bastante
pequeña en realidad.
Peter cambió su peso en las palmas de sus pies y se preparó a sí mismo para levantarse.
Él no iba a golpearla, solo iba a hacer que cerrara su estúpida boca. Y tal vez empujarla hacia
la puerta o algo así.
Él no necesitaba molestarse.
—¿Oh, de verdad? ¿Y qué más dijo Edward?
Los tres estudiantes de postgrado se voltearon lentamente en masa para mirar hacia los
ojos verdes del especialista de Dante quien se había acercado a ellos silenciosamente.
Ninguno de ellos estaba exactamente seguro de cuánto había escuchado o cuánto
tiempo tenía parado allí.
Pero sus ojos chispeaban con rabia. Y Bella podía sentir su rabia radiando fuera de su
cuerpo hacia Ángela. Se inflaba como una nube.
Pero gracias a Dios, no se inflaba hacia ella. Esta vez.
Por los piquetes de mis dedos, algo perverso viene hasta aquí, pensó Peter.
—Peter. —Edward asintió con frialdad, sus ojos parpadeaban por el ahora notable
espacio entre Bella y Peter.
El Jodedor de Ángeles. Así es… aparta tus manos del ángel, imbécil.
—Señorita Swan, qué agradable verla de nuevo. —Edward sonrió de una forma un
poco tensa hacia Bella, quien le sonrió de vuelta un poco vacilante—. Se está viendo
inteligente, como siempre.
Sí, ángel de ojos marrones, escuché lo que te dijo. No te preocupes, yo la arreglaré.
—Señorita Webber. —La voz de Edward ahora era bastante fría y le hizo un gesto para
que lo siguiera a una mesa vacía como si fuera un perro.
Tú miraste a Isabella como si fuera basura. No lo volverás a hacer de nuevo. Me aseguraré de
ello.
Bella observó cómo él rechazaba el café que Ángela le había llevado y caminaba hacia
la barra para ordenar algo más. Vio como los hombros de Ángela temblaban con rabia.
Peter volteó hacia Bella y suspiró—. ¿Ahora, dónde estábamos antes de que fuéramos
interrumpidos tan groseramente?
Bella respiró profundamente y tomó un minuto para enfocarse a sí misma antes de
hacer lo que sabía que necesitaba hacer.
—Peter, no debí haberte besado. Lo siento.
Miró hacia su bolso de mensajero de cuero, sintiéndose bastante incómoda.
—Yo no lo lamento. Solo lamento que tú lo hagas. —Peter acercó su cara hacia la de
ella y sonrió—. Pero está bien. No estoy enojado ni nada.
—No sé qué sucedió, Peter. Normalmente no soy así… de solo besar a alguien.
—¿Yo no soy simplemente alguien, o sí? ¿Conejo?— Él la observó con ojos interrogantes
—. Somos amigos, ¿no es así? No necesitas disculparte. Por favor no estés avergonzada. Yo
había querido besarte desde hace mucho tiempo. Desde aquel primer seminario, creo. Pero
eso habría sido muy apresurado.

94
Trató de persuadirla para que lo mirara pero ella apartaba la mirada. Ella miró hacia
otra mesa con dos ocupantes. Y suspiró.
—No tiene que cambiar nada. Piensa en eso como un momento entre amigos. Solo un
beso amistoso. No tiene que volver a ocurrir, al menos que tú quieras. —Buscó su cara para
tratar de leer lo que ella estaba pensando—. ¿Eso lo hará mejor? ¿Si nosotros más o menos lo
dejamos así?
Ella asintió. Y se removió—. Tú has sido muy bueno conmigo.
—Bella, no me debes nada. No estoy buscando por un pago aquí. Soy bueno contigo
porque quiero serlo. Porque tú sacas lo bueno de mí. Es por eso por lo que te compre el CD.
Es por eso por lo que el poema me recordó a ti. Tú me inspiras.
Se inclinó hacia ella para poder susurrarle en su oreja, muy consciente del hecho de
que un par de ojos verdes furiosos estaban de repente enfocados en ellos.
—Por favor no te sientas obligada de hacer o decir algo que no quieras hacer. Seré tu
amigo pase lo que pase. —Hizo una pausa—. Fue solo un pequeño beso amistoso, en vez de
un abrazo. Pero a partir de ahora, podemos quedarnos con los abrazos, si lo deseas. Y
después un día, si quieres más…
—No estoy lista —, susurró, de alguna forma sorprendida porque encontró las
palabras honestas que decir y las encontró muy rápido.
Él se alejó para que ella pudiera ver su cara.
—Sé eso, pequeña Conejo. Esa es la razón por la que no te besé mucho de regreso,
aunque lo deseara. Pero fue bastante agradable. Gracias. Sé que debes ser bastante cuidadosa
acerca de a quién le permites acercarse. Me siento honrado de que me besaste.
Él palmeó su mano y le volvió a sonreír.
Ella abrió la boca para decir algo, pero él le ganó.
—Yo podría romper el cuello de Ángela por lo que te dijo. Ni siquiera hablaré con ella
la próxima vez. —Sus ojos se lanzaron hacia la mesa del profesor donde él notó con un poco
de alivio que los ojos verdes furiosos estaban ahora fijos en Ángela, quien estaba inclinando
su cabeza y cerca de las lágrimas.
Bella se encogió de hombros—. Eso no importa. No me importa.
—A mí me importa. Vi como ella te estaba mirando. Y sentí tu reacción; te encogiste.
Tú jodidamente te encogiste, Bella. ¿Por qué no le dijiste que se jodiera? ¿Qué se fuera al
infierno?
—Yo no hago eso si puedo evitarlo —, explicó Bella rápidamente—. Trato de no
bajarme a su nivel. Y algunas veces, solo me siento… tan sorprendida que alguien está
siendo horrible conmigo, que no puedo pensar. Me quedo sin habla.
—¿La gente es… horrible contigo? — Peter empezó a sentirse furioso.
—Algunas veces.
—¿Masen? —susurró.
—Él está mejorando. Tú lo acabas de ver, él fue bueno.
Peter asintió de mala gana.
Pendeward.
—No quiero ser todo como… Francisco de Asís o algo así, pero cualquier persona
puede gritar obscenidades o tirar un golpe. ¿Por qué tengo que convertirme en uno de ellos?
Por qué no pensar que algunas veces (solo algunas veces) puedes derrotar a la maldad con el
silencio. Y permitir a la gente escuchar sus propios gritos de odio en sus propios oídos, sin
distracción. Quizás la bondad es suficiente para exponer el mal como lo que realmente es,
algunas veces. En vez de tratar de detener el mal con más mal. No es que yo sea buena. No
creo que yo sea buena. —Se detuvo y miró hacia Peter—. Estoy diciendo cosas sin sentido.
Peter solo sonrió—. Por supuesto que tiene sentido. Nosotros hablamos sobre eso en mi
seminario de Aquino; la maldad es su propio castigo. Mira a Ángela. ¿Crees que ella es feliz?
¿Cómo puede serlo, comportándose de esa manera? Y algunas personas están tan absortas en

95
sí mismas y engañadas que todo el vocerío del mundo no sería suficiente para convencerlas
de sus propios vicios.
—O refrescar su memoria —, murmuró Bella, viendo a la otra mesa y negando con su
cabeza.

-
Al día siguiente, Bella se encontró a sí misma en el Centro de Estudios Medievales
revisando su buzón antes del seminario del profesor Masen.
Estaba escuchando al CD que Peter le había regalado, el cual había subido a su IPod.
Peter tenía razón; se había enamorado del álbum inmediatamente. Y descubrió que podía
escribir su propuesta de tesis mientras escuchaba a su música mucho mejor que cuando
estaba escuchando Mozart.
Lacrimosa era demasiado deprimente.
Después de días de no encontrar nada en su buzón, finalmente recibió algún correo.
Tres piezas de correo, en realidad.
El primero era un anuncio de la reprogramación de la lectura del Profesor Masen, “La
lujuria en Dante y Aquino: El pecado mortal contra sí mismo”. Bella anotó la nueva fecha y
planeó en preguntarle a Peter si la acompañaba en la lectura.
La segunda pieza del correo fue un sobre pequeño color crema. Bella la abrió y fue
sorprendida en encontrar una tarjeta de regalo de Starbucks en ella. Había sido
personalizada, se dio cuenta, y la imagen de la tarjeta era un gran foco de luz. Y en el texto
estampado alrededor se leía:
Tú eres muy brillante, Isabella.
Bella miró a la parte de atrás de la tarjeta y vio que el valor era de cien dólares.
Mierda santa, pensó. Esa es una gran cantidad de café.
Era obvio quién lo había enviado y por qué. No obstante, estaba muy, muy
sorprendida.
Hasta que retiró la tercera pieza del buzón.
La tercera pieza era un sobre largo y elegante, el cual abrió rápidamente. Era por la
Presidencia del Departamento de Estudios Italianos, felicitándola por haber ganado una
beca.
No leyó más que la cantidad, la cual era de cinco mil dólares por semestre, pagable
adicional a su estipendio regulado de estudiante de postgrado.
Oh dioses de todos los realmente pobres estudiantes de postgrado con muy pequeños huecos de
hobbits no-adecuados-para-un-perro, apartamentos, gracias, gracias, ¡Gracias!!!
—¿Está usted bien, Isabella? —La voz de la Señora Cope, confortable y suave, flotó
alrededor de su cuerpo conmocionado.
Se tropezó vacilante hasta llegar al escritorio y sin poder decir palabra le entregó a la
señora Cope la carta premiada.
—Sí, escuche sobre esto. —La señora Cope sonrió ampliamente—. Es asombroso, ¿no
es así? Estás becas son contadas y muy apartadas entre ellas y entonces de repente la mañana
del lunes recibimos una llamada diciendo que alguna fundación había donado miles de
dólares para dotar este premio.
Bella asintió, todavía conmocionada.
La señora Cope miró hacia la carta.
—Me preguntó quién será él.
Bella parpadeó—. ¿Quién es él?
—La persona por la cual la beca fue nombrada.
—No llegué a leer tan lejos.
La señora Cope sostuvo la carta en alto y señaló a una sección impresa en negrilla.

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—Justo aquí. Dice que tú eres la destinataria de la Beca M.T. Masen. Me estaba
preguntando quién es M.T. Masen. Me preguntó si es un pariente del profesor Masen.
Aunque Masen es un nombre bastante común. Es probable que solo sea una coincidencia.

97
Capítulo diez.

Edward vio la luz saliendo por debajo de la puerta de su cubículo de la biblioteca, pero
como Peter había pegado un papel marrón de cartulina sobre la estrecha ventana de la
puerta, no podía observar el interior. Estaba ligeramente sorprendido de encontrar a Peter
trabajando tan tarde un jueves en la noche. Eran las diez y media y la librería estaría
cerrando en treinta minutos.
Edward buscó en su bolsillo su llave y abrió la puerta sin tocar.
Y lo que vio dentro lo derrumbó completamente.
La señorita Swan estaba acurrucada en una silla, su cabeza reposaba en los brazos
doblados que estaban puestos de forma elegante sobre el escritorio. Sus ojos estaban
cerrados, su boca parcialmente abierta pero sin sonreír completamente. Sus mejillas estaban
sonrojadas por el sueño, su pequeño cuerpo subiendo y bajando lentamente, suavemente,
como las olas del océano en contra de una playa tranquila.
Edward se paró en la puerta, pensando que el simple sonido de su respiración haría un
excelente CD de relajación. Uno con el que podría imaginarse quedándose dormido una y
otra y otra vez.
Su laptop estaba abierta y vio su protector de pantalla, el cual era una presentación de
ilustraciones de lo que parecía ser como historias de niños; algo con animales, incluyendo un
conejo blanco con apariencia extraña y largas orejas que caían hasta sus pies.
Los acordes de música llenaron el aire y Edward se dio cuenta que el sonido surgía de
su computadora. Vio el CD con un conejo en la portada.
Se empezó a preguntar por qué la señorita Swan estaba tan obsesionada con los
conejos.
¿Tal vez ella tenga un fetiche con la pascua?
Edward ya estaba en la mitad de una muy elaborada fantasía de lo que un fetiche de
pascua podría incluir antes de que recuperara su cordura.
Rápidamente entró al cubículo y cerró la puerta detrás de él teniendo cuidado en
trancarla. No sería bueno para ninguno de los dos ser encontrado juntos y así.
Observó su figura pacifica, no deseando perturbarla o importunar lo que parecía ser un
sueño bastante agradable. Ahora ella estaba sonriendo.
Ubicó el libro que había estado buscando en una de las estanterías y le dio la espalda
preparándose para dejarla en paz.
—Edward —, susurró ella—. Mi Edward…
El sonido de su voz, ronca por el sueño, llena de necesidad, flotó hacia él como un
suave llamado de sirena enviándole un estremecimiento que corrió de arriba hacia debajo de
su espalda.
Estuvo momentáneamente paralizado, su mano en la manilla. Nadie nunca había
pronunciado su nombre así antes. Jamás. Ni siquiera en el momento más intimo en su
memoria. Justo de esa manera.
Sabía que si se volteaba todo cambiaria. Sabía que si se volteaba, no sería capaz de
resistir la urgencia… la innegable y primitiva urgencia de reclamar a la hermosa y pura
señorita Swan.
Ella estaba allí, esperando por él, llamándolo, cantándole, su esencia era profunda y
muy cálida en el pequeño y confinado espacio.
Mi Edward. Su voz se movía alrededor de su nombre de la forma en que la lengua de
un amante se mueve alrededor de la piel…
Su mente viajaba a la velocidad de la luz mientras imaginaba jalándola a sus brazos.
Besándola, abrazándola. Levantándola sobre el escritorio y presionándose a sí mismo entre
sus rodillas, las manos de ella tirando de su cabello, su suéter, su camisa, deshaciendo su
pretencioso lazo de la corbata y tirándola hacia el suelo.

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Enredando, jalando, tocando.
Sus manos explorarían su cabello ondulado y trazarían líneas suaves alrededor de su
cuello, causando que cada espacio, cada poro explotara en escarlata… su nariz acariciando su
mejilla, oreja y su perfecta garganta blanca como la leche.
Él sentiría su pulso en su cuello y se encontraría a sí mismo extrañamente calmado por
el suave ritmo de su sangre y se sentiría conectado con el latido de su corazón, especialmente
mientras este se empezase a acelerar por su toque.
Se podría preguntar si al ellos estar lo suficientemente cerca, ¿sus corazones latirían
sincrónicamente?... ¿o eso era simplemente una fantasía poética?
Se besarían y sería eléctrico-intenso-explosivo. Sus lenguas se enredarían y danzarían
juntas desesperadamente. Como si nunca hubiesen sido besados antes.
Ella sería tímida al principio, titubeante. Pero él insistiría ligeramente, susurrándole
palabras de dulce seducción en su cabello. Le diría lo que fuera que pensara que quería oír y
ella lo creería.
Sus manos bajarían de sus hombros y acariciarían todas sus curvas hermosas y aún
inocentes, maravillado por los cambios que surgirían en respuesta a su toque.
Porque ningún hombre la habría tocado así antes. Y ella estaría ansiosa y receptiva
hacia él. Oh, tan receptiva.
Él sería su primero. Y le alegraría.
Ella estaría usando demasiada ropa.
Querría jugarse con ella por eso y repartirle suaves besos sobre cada parte de su
perfecta piel de porcelana sonrojada. En especial a su hermosa garganta y línea de venas
azuladas.
Ella se sonrojaría como Eva, pero le besaría para alejar su nerviosismo y le distraería
para que estuviera desnuda y abierta frente él incluso sin saber que lo estaba; solo estaría
pensando en él y en su embelesada admiración. Y no en la sensación de aire contra su piel
pálida y sonrojada.
La alabaría con palabras y odas y murmullos suaves de nombres cariñosos y ella no
sentiría vergüenza. Cariño, dulce chica, querida, mi hermosa… Le haría creer en su afecto y su
creencia podría no ser completamente falsa.
Eventualmente los juegos y toques serían suficientes y él inclinaría su espalda
suavemente, tomando su nuca con su mano. Mantendría su mano allí a propósito; porque
estaría preocupado de que pudiera herirla. No la tendría golpeando su cabeza contra el
escritorio como si fuera un juguete no deseado; sacrificaría los nudillos y el dorso de su
mano antes de permitir que eso sucediera.
No era un amante cruel. No sería rudo o indiferente. Sería apasionado y erótico, pero
gentil. Porque sabía lo que ella era.
Y desearía que disfrutase tanto como él, en su primera vez.
Pero deseaba abrirla debajo de él, sin aliento e invitándolo, con sus ojos abiertos sin
parpadear, ardiendo de deseo. A pesar de que…
Su otra mano se flexionaría en su espalda baja, la dulce extensión de su piel arqueada,
y él observaría a sus ojos grandes y dilatados mientras ella jadeaba y gemía.
Le haría gemir. Solo él.
Ella se mordería su labio, sus ojos medio cerrados mientras se inclinaba hacia ella,
deseándole que se relaje con palabras susurradas mientras se le entregaba.
Sería más fácil para ella de esa forma, la primera vez. Se quedaría quieto y no se
apresuraría. Se pararía y no le destrozaría. Él se detendría, ¿tal vez?
Su ángel de ojos marrones hermosa y perfecta… su cuello subiendo y bajando
rápidamente, el sonrojo de sus mejillas crecería alrededor de todo su cuerpo. Ella sería como
una rosa frente sus ojos, y florecería debajo de él. Porque sería amable. Y ella se abriría.

99
Y vería la transformación en trance, casi como si estuviera pasando en cámara lenta…
vista, esencia, sonido, gusto, toque, alma… cómo ella se convertiría de dama a matrona por
la pérdida de su virginidad, y todo a causa de él. Todo a causa de él.
¿Virginidad?
Habría sangre. Porque el precio del pecado siempre era la sangre.
Y una pequeña muerte.
El corazón de Edward se detuvo. Y se mantuvo en silencio por la mitad de un latido,
después dio un vuelco dos veces mientras una nueva conciencia le golpeaba y la poesía
metafísica, ya bastante olvidada de sus días en la Universidad Magdalen, surgió en sus
labios.
Por un momento, vio muy claramente que él, Edward A. Masen, aspirante a seductor
de la hermosa e inocente mujer parecida a un cisne, estudiante de postgrado, era una pulga.
Aquí están las palabras que su mente susurraba mientras miraba casi sin aliento a la
puerta del cubículo:

Observa, pues, esta pulga, y observa en ella


cuán poco es lo que me niegas;
primero me succionó a mí, y ahora a ti,
y en esta pulga están mezcladas nuestras sangres;
tú sabes que a esto no puede llamársele un pecado,
ni una vergüenza, ni una pérdida de virginidad,
sin embargo, esta goza antes de cortejar,
y se hincha, bien alimentada, con una sangre compuesta de dos;
y eso, ¡ay!, es más de lo que nosotros haríamos.

Oh, quédate, conserva tres vidas en una pulga,


donde casi somos, sí, un matrimonio y aún más que eso;
esta pulga es tú y yo, y esto
es nuestra cama nupcial, y nuestro templo nupcial.
Aunque a los padres, y aún tú, peleen, estamos unidos.
Y enclaustrados en estos muros de azabache.
Aunque el hábito te haga capaz de matarme
no permitas que a ese delito se agregue el suicidio
y el sacrilegio, tres pecados en un triple homicidio.

¿Cruel e impaciente, has, pues,


empurpurado tu uña con la sangre de la inocencia?
¿De qué pudo ser culpable esta pulga,
sino por la gota que succionó de ti?
Sin embargo, triunfas, y dices
que no sientes que tú o yo seamos ahora más débiles;
eso es verdad, aprende entonces qué falsos son los temores;
cuando te entregues a mí se habrá perdido exactamente
tanto honor como vida te sustrajo la muerte de esta pulga. (N/T: John Donne. La pulga)

Supo por qué su inconsciente escogió ese momento para imponer la poesía de Jhon
Donne en él; el poema era un argumento de seducción. Donne le habló a su prospecto de
amante, una virgen, y argumentó que perder su virginidad sería menos trascendental que
matar a una pulga. Para que ella se le entregara a él rápidamente sin pensarlo dos veces. Sin
dudas. Sin arrepentimientos.

100
Al mismo tiempo que las palabras surgieron, Edward supo que eran perfectas para él.
Perfectas para lo que su ser primitivo estaba contemplando hacerle a ella. Perfectas para su
propia auto justificación.
Probando.
Tomando.
Chupando.
Pecando.
Drenando.
Abandonando.
Ella era pura. Ella era inocente.
Él la deseaba.
Facilis descensus Averni.
Pero no podía ser quien la hiciera sangrar. No podía y no podría hacer a otra chica
sangrar por el resto de su vida.
Todos los pensamientos de seducción y locas y apasionadas folladas sobre escritorios y
sillas y suelos, contra las paredes y estanterías y ventanas desaparecieron inmediatamente.
Él no la tomaría.
Él no la reclamaría.
Él no la marcaría y tomaría lo que no tenía derecho de tomar.
No a ella.
Edward Masen era un vulgar y medio arrepentido pecador. Preocupado por el sexo
débil y su propio placer físico, sabía que era gobernado por su sed. Y solo rara vez esa sed
daba paso a algo más, algo aproximado al amor, pero nunca en su dormitorio.
Sin embargo, a pesar de esta y otras fallas morales, a pesar de su magnetismo
permanente hacia el pecado, Edward tenía todavía un último principio moral que regía su
comportamiento. Una línea que no cruzaría. Una consideración que casi se equiparaba a la
virtud de la señorita Swan.
Edward Masen no seducía vírgenes.
No tomaba virginidades, jamás, incluso si eran ofrecidas libremente.
No saciaba su sed con inocencia; se alimentaba únicamente de esas que ya habían
probado y quienes querían probar más.
Y él no estaba a punto de violar ese único principio moral por una o dos horas de
satisfacción lasciva con una estudiante de postgrado deliciosa en su cubículo estudiantil.
Era un monstruo, pero tenía principios.
Dejaría su virtud intacta. La dejaría como la encontró, el ruborizado ángel de ojos
marrones, rodeado de conejos, enrollada como si fuera una gata en su pequeña silla. Ella
dormiría imperturbable, sin ser besada, tocada o molestada.
Su mano se apretó en la manilla, y justo cuando iba a quitar el cerrojo de la puerta, su
voz floto hacia él de nuevo.
—Edward… me odias. ¿Por qué?
El tono de Bella ya no estaba lleno de deseo; Edward solamente escuchó una
resignación desesperada y una profunda, profunda tristeza. El sonido de la tristeza era algo
con lo que estaba notablemente familiarizado. Y su susurro sonaba tan perturbado, tan
derrotado.
Ahora tenía que voltearse, así fuera solamente para convencerla de que no la odiaba.
Que ella era demasiado buena o perfecta para ser despreciada. Y que él no estaba ansiando
una noche de placer con ella únicamente por odio.
Sino por amor… por la bondad que ansiaba y deseaba que su vida hubiese tenido. Y
quizás, por amor a la memoria de su él anterior, antes que todo el pecado y los vicios se
enraizaran y crecieran, como un mancha de espinas volteando y enredaron y ahogando sus
virtudes.

101
La mano de Edward abandonó la manilla y tomó una respiración profunda. Enderezó
sus hombros y cerró sus ojos, preguntándose cómo podría explicarse. Qué era lo que diría…
Lentamente se volteó y se quedó atónico por lo que vio. Porque la señorita Swan no
estaba sentada derecha, mordiendo su labio inferior, ahogándose en el rechazo. La cabeza de
la señorita Swan todavía descansaba sobre sus brazos. Sus ojos cerrados. Sus labios
separados.
—Edward… mi Edward. —A pesar de los susurros de protesta que caían de su boca de
rubí, aterrizando de lleno en su turbado corazón, la señorita Swan estaba bastante dormida
todavía.
Edward frunció el ceño mientras el entendimiento le llegaba.
Incluso cuando duerme ella piensa que la odio. ¿Cómo alguien podría odiar a tan dulce
creatura? Ella sería tan fácil de amar.
Debería dejarla con sus sueños, y rezar con que soñara con alguien más. Asumiendo
que él era el Edward de sus sueños… su Edward.
Formó esa intensión y estaba listo para irse por segunda vez cuando la señorita Swan
se quejó ligeramente y se estiró, maullando como un gatito. Sus pestañas revolotearon y
bostezó en la palma de su mano. Pero sus ojos se abrieron ampliamente cuando vio al
profesor Masen parado con la boca abierta de sorpresa junto a la puerta.
Sorprendida, ella gritó y voló hacia atrás con su silla hasta llegar contra la pared.
Se encogió en confusión y casi rompe el corazón de Edward.
Lo cual habría probado que él poseía uno.
—Ssssshhhh. Isabella, solo soy yo. —Levantó las manos en signo de rendición. Trató de
sonreír para desarmarla.
Bella estaba deslumbrada. Estaba soñando con él unos segundos atrás. Y ahora estaba
aquí. Frotó sus ojos. Él estaba todavía allí, mirando. Se pellizcó la piel de sus brazos entre sus
dedos… él todavía estaba allí.
Santa mierda. Me pilló.
—Solo soy yo, Isabella, profesor Masen. ¿Estás bien?
Parpadeó rápidamente y empezó a frotar sus ojos de nuevo—. Yo… no lo sé.
—¿Cuánto tiempo has estado aquí? —Él bajó sus manos.
—Um… yo… no lo sé. —Estaba tratando de despertarse y recordar, todo al mismo
tiempo.
—¿Está Peter contigo?
—No.
De alguna forma, Edward sintió alivio.
—¿Cómo entraste? Este es mi cubículo.
Los ojos de Bella volaron hacia los suyos, midiendo su reacción.
Estoy en un gran problema. Y también Peter. Masen lo desalojará ahora.
Ella se movió hacia adelante rápidamente, tirando la silla en el proceso, y cayendo en
una pila de libros que había estado colocando cerca de sus manos. Una resma de papel suelto
fue lanzada al aire por la conmoción general y empezó a caer sobre ella como masivos y
rallados copos de nieves.
Edward pensó que ella se veía como un ángel… un ángel en un pequeño globo de
nieve, con la blancura flotando en su alrededor. Hermoso.
Empezó a gatear, tratando de volver a colocar todo en orden. Repetía una disculpa una
y otra vez como una decena del Rosario, murmurando algo acerca de prestarle la llave a
Peter. Ella lo sentía. Lo sentía mucho, mucho.
En una zancada, Edward estaba a su lado, su mano suave pero firmemente colocada en
su hombro—. Está bien. Eres bienvenida aquí. Tranquilízate.
Bella sorbió la electricidad en su toque y tarareó suavemente. Cerró sus ojos
involuntariamente y se forzó a sí misma y a su corazón a tranquilizarse. Era muy difícil

102
hacerlo; temía tanto que él perdiera su temperamento con ella y le prohibiera el acceso a
Peter de su precioso cubículo. Para siempre.
Edward respiró profundamente y los ojos de Bella se abrieron.
—Estás sangrando. —Él estaba sosteniendo su mano derecha y doblando todos sus
dedos excepto uno, su dedo índice.
Acercó su cabeza más cerca de ella y miró a unos ojos repentinamente vacíos.
—¿Isabella? ¿Puedes escucharme?
Edward no sabía qué hacer. Era solo una pequeña herida; ¿por qué estaba
reaccionando tan fuertemente sobre eso? Quizás estuviese débil por el hambre y no del todo
despierta. Y el cuarto estaba bastante caliente. Ella dejó la calefacción encendida.
La atrapó cuando ella se desvaneció, envolviéndola con fuerza y jalándola hasta su
pecho. No estaba inconsciente, por lo menos, aún no.
—¿Isabella? —Apartó su cabello de sus ojos y rozó con el dorso de su mano su mejilla.
Ella murmuró algo y se dio cuenta que no se había desmayado, pero que estaba
apoyada contra él como si no tuviese la fuerza para levantarse. La sostuvo para evitar que se
golpeara con la silla volteada en el suelo.
Subió su dedo a su cara y miró a la sangre que estaba empezando a caer—. Oh, no…
—¿Qué, Isabella? ¿Te vas a desmayar?
—Tiene que irse… el olor… —Bella sostuvo su dedo enfrente de su cara como si fuera
un niño con pánico justo antes que sus ojos rodaran detrás de su cabeza.
Sus piernas se debilitaron y Edward sintió que ella empezaba a caerse. Necesitaba
sostenerla con ambas manos. No había forma que pudiera moverla hacia un brazo sin correr
el riesgo de dejarla caer hacia el piso de concreto.
Así que Edward hizo algo impulsivo. Algo extraño. Algo desesperado.
Él se volvió la pulga.
La tomó en sus brazos y viendo la sangre goteando de la herida, la cual mantenía recta
en lo alto, él hizo lo impensable; tomó su dedo en su boca. Cerró sus labios suavemente
alrededor de su carne y lentamente sacó su lengua a través de la yema de su dedo,
succionando.
Afortunadamente, Bella estaba muy ida para darse cuenta de lo que él estaba haciendo.
La verdad sea dicha, Edward estaba un poco fuera de sí, también. Vio la necesidad de
administrar primeros auxilios y con sus brazos y sus manos imposibilitados eso solo dejó su
boca. Estaba sorprendido de su propia voluntad de hacer algo así a otro ser humano, y del
hecho de que no escupió e inmediatamente botó el contenido de su estomago al probar el
liquido cobrizo que era la vida de ella.
Succionar su pequeño dedo envió estremecimientos de arriba hacia abajo en su
columna vertebral.
Afortunadamente, para sí mismo y para su carrera, liberó el dedo de su boca antes que
Bella se diera cuenta de lo que estaba haciendo, girando su lengua alrededor de él una vez
más antes de expulsarlo, solo para asegurarse que estuviera limpio.
¿Limpio?
Por lo menos la herida estaba libre de sangre.
Ahora soy un asesor de tesis chupasangre de dedos. Genial.
Bella gimió en su pecho y abrió sus ojos.
—¿Te hace enfermar la sangre, Isabella? ¿Estás bien?
Iba a moverla para que pudiera sentarse, pero ella se aferró a él, envolviendo sus
pequeños brazos alrededor de su cuello como si fuera una niña pequeña. Le gusto la
sensación de ella apretada a su cuerpo así que la abrazó más cerca e inclinó su cabeza para
oler su cabello a escondidas.
Fresas.

103
Su pequeño cuerpo presionaba el suyo perfectamente, como si estuvieran hecho el uno
para el otro. Era asombroso.
—¿Qué pasó? —murmuró ella contra su suéter de cachemir, el cual era de un verde
brillante calculado para que combinada con sus ojos.
—No estoy seguro. Te cortaste el dedo, pero ahora estás bien. El sangrado se detuvo.
Lo miró y sonrió débilmente, una sonrisa que derritió su corazón.
Bella quería besarlo desesperadamente. Él estaba tan cerca. Tan, tan cerca. Cinco
centímetros y esos labios serían suyos… de nuevo. Y sus ojos eran suaves y cálidos… y
estaba siendo tan dulce con ella…
Él se alejó de ella minuciosamente, probando para ver si se iba a desmayar de nuevo. Y
después la colocó suavemente en el tope del escritorio antes de acomodar la silla.
Se retiró hasta la puerta del cubículo y pasó una mano por su cabello. Todavía podía
saborear el cobre, su cobre, en su boca.
—No me importa que uses el cubículo… para nada. Únicamente estaba sorprendido de
encontrarte aquí. De hecho, me alegra que Peter sugiriera que lo usaras. No hay problema.
Le sonrió para que se sintiera cómoda, viendo como ella agarraba la superficie del
escritorio de apoyo.
—Estaba buscando un libro que Peter prestó. —Sostuvo el volumen en el aire y
después volteó para ver a Bella de nuevo.
Ella estaba observando a su dedo lesionado y preguntándose por qué estaba mojado. Y
olía inexplicablemente a menta. Dado que su cerebro estaba trabajando lentamente y no
pudo encontrar una explicación después de treinta segundos, se olvido rápidamente de eso y
desvió su atención a la desorganización del cubículo del profesor Masen.
Moviéndose lenta, pero cuidadosamente, se levantó y empezó a ordenar todo de
nuevo, apilando los libros sobre el escritorio y recogiendo todas las hojas de papel dispersas
como copos de nieve en el suelo.
—¿Se suponía que ibas a encontrarte con Peter?
—Él se ha ido a una conferencia de estudiantes graduados en Princeton. Está
presentando un trabajo mañana.
Lo miró cautelosamente, y cuando vio que su cabeza estaba inclinada hacia un lado y
que todavía sonreía, se relajo. Un poco.
—Princeton. Sí, por supuesto. Lo olvidé. Ese maletín que tienes es bastante fino. —Le
sonrió concienzudamente, señalando al bolso que estaba apoyado contra la pared.
Bella se sonrojó, tratando con bastante esfuerzo en mantener su conocimiento secreto
en secreto.
—Pero parece que hay algo vivo allí. Puedo ver un par de orejas sobresaliendo de una
de las cremalleras.
Ella se volteó.
Edward tenía razón; dos pequeñas orejas marrones se podían ver saliendo del maletín,
casi como si ella hubiese tratado de pasar de contrabando una mascota en la biblioteca.
Bella se sonrojó incluso más profundamente.
—¿Puedo? —Edward hizo un gesto hacia el maletín, pero no realizo ningún
movimiento mientras esperaba por su permiso.
Vacilante, sacó el muñeco de peluche de su maletín y se lo entregó, mordiendo su labio
avergonzada.
Claramente ella tenía un fetiche con los conejos.
Edward sostuvo el peluche de conejo entre su dedo pulgar e índice, mirándolo
curiosamente como si no supiera lo que era. O como si, en un ataque de ira, el juguete
pudiera decidir emular el comportamiento del famoso conejo en Monty Python and the Holy
Grail* e ir directamente a su garganta.

104
Edward colocó una mano en su cuello, como precaución, y resistió la urgencia
repentina y abrumadora de decir Ni*.
El juguete era marrón, por supuesto, y suave. Hecho de terciopelo, o algo así. Tenía
orejas largas, extremidades cortas y bigotes de aspecto muy agradable. Y se paraba
completamente derecho, viéndose bastante rígido. Le parecía familiar, lo cual era
suficientemente extraño. Como algo que Esme hubiese poseído y amado. Algo de una niñez
que nunca tuvo.
Alrededor de su cuello alguien había atado un lazo muy descuidado con cinta rosada.
Edward analizó el lazo con sus ojos y llegó a la conclusión de que alguien era o
ligeramente discapacitado (sin intención de faltar el respeto), o tal vez alguien que tenía
manos largas y carecía de las habilidades motoras finas de quien estaba dotado con destreza
manual, (como por ejemplo: él mismo), había atado el lazo, así como estaba.
Y ahí estaba una tarjeta.
No deseando avergonzarla aún más, le sonrió y dejó que sus ojos vagaran
momentáneamente en la tarjeta, solo para poder darle un vistazo.

C,
Alguien para que te haga compañía mientras estoy lejos.
Nos vemos cuando regrese.
Tuyo,
Peter.

El jodedor de ángeles ataca de nuevo.

Edward le entregó el conejo a Bella—. Es muy… ah… bonito.


—Gracias —, murmuró ella.
—¿Pero, quién es C?
Bella se volteó lejos de él y colocó el regalo de Peter de vuelta a su maletín, teniendo
mucho cuidado en no atrapar las orejas del conejo con un diente de la cremallera.
—Es un apodo.
—Pero, ¿por qué esa letra? ¿Por qué no algo que empiece con H*?
Bella le frunció el ceño.
¿Cómo qué? ¿Perra? ¿Bastarda? ¿Vaca? ¿Conejita? ¡¿Chica murciélago?!*
—Hermosa* —, dijo Edward. Y después él se sonrojó, porque la palabra se había
escapado sin un análisis previo.
Él sonrió ligeramente.
—¿Así que has estado dormida aquí por horas, con canciones de conejo y un conejo de
mascota para hacerte compañía, acurrucada como un gatico?
Bella enrojeció, al igual que Edward. No pudo contenerse; la comparación era obvia, y
un pequeño piropo.
___
* Película británica subtitulada como Los caballeros de la mesa cuadrada. El conejo era
asesino y carnívoro.
*No.
* En el original él dice la letra: B.
* En ingles todas esas palabras empiezan con B, así: Bitch, Bastard, Bovine, Bunny, Batgir.
* Hermosa en ingles empieza con B: Beautiful.

105
—Me gusta tu elección en música.
—Gracias. —Ella rápidamente apagó su vieja laptop y la colocó cuidadosamente en el
bolso con el CD.
—La biblioteca cerrara pronto. ¿Qué habrías hecho si yo no hubiera llegado?
Bella miró alrededor, ligeramente confundida—. No lo sé.
—Si nadie veía la luz por debajo de la puerta cuando comprobaran el piso, hubieses
quedado encerrada en la biblioteca toda la noche. Sin ningún tipo de comida.
Su sonrisa se alejó de su cara por esa simple idea.
—¿Qué vas a hacer para asegurarte que eso no suceda en el futuro?
Ella miró alrededor rápidamente—. ¿Fijar la alarma en el reloj de Peter?
Él asintió como si la respuesta le satisficiera. Pero en verdad no lo hizo.
—¿Tienes hambre?
—Debería irme. Siento haber haberme entrometido en su espacio personal.
Si solo supieras cuán ciertas tus palabras fueron, Isabella.
—Isabella, detente. —Se acercó un paso cuando ella recogió su nuevo bolso con una
mano y despejaba los escombros de la mesa con la otra.
—¿Has cenado?
—No.
Las cejas de Edward se unieron como nubes de tormentas.
—¿Cuándo almorzaste?
—Al mediodía.
Frunció el ceño—. Eso fue hace casi once horas. ¿Qué comiste?
—Un perro caliente del puesto que está frente a la biblioteca, en la calle St. George.
Edward maldijo—. Eso no es comida, Isabella. No puedes vivir con ese tipo de basura.
Y yo no comería comida de la calle jamás. Me prometiste que me ibas a decir si pasabas
hambre… y ahora te estás desmayando sobre mí. —Observó a su reloj de oro blanco Rolex
Day-Date—. Es muy tarde para llevarte por un filete; Antonio´s está cerrado. ¿Por qué no me
acompañas a cenar? Me quedé atrapado trabajando en mi lectura y tampoco he cenado.
Bella lo miró fijamente—. ¿Estás seguro?
Su expresión se endureció un poco—. Señorita Swan, no soy la clase de personas que
hace invitaciones en vano. Si le invito a comer, estoy seguro. Ahora, ¿va a venir o no?
Ella tragó sonoramente.
—No estoy vestida para cenar, muchísimas gracias. —Su voz era satinada sobre acero y
le levantó una ceja. Había superado el shock inicial por ser sorprendida en su cubículo y
ahora estaba totalmente despierta y completamente molesta por su tono actual.
Sus ojos la recorrieron lentamente, deteniéndose para contemplar su hermosa figura y
después se detuvieron por mucho tiempo en sus sneakers.
Él despreciaba las sneakers en las mujeres. Qué desperdicio para una perfectamente
buena oportunidad de la podología.
Aclaró su garganta—. Se ve bien, señorita Swan. Usted es un cisne en cualquier estilo
de ropa, y creo que el azul de esa blusa saca el rubor de su piel y las motas de sirope de
caramelo de sus ojos. Te ves bien, en realidad.
Él le sonrió un poco más que calurosamente y después apartó la mirada.
¿Tengo sirope de caramelo en mis ojos? ¿Desde cuándo? ¡¿Y desde cuándo él los ha visto el
tiempo suficiente para notarlo?!
—Hay un pequeño sitio cerca de mi edificio que frecuento durante la semana,
especialmente tarde en la noche. Te invitaré a cenar y podemos hablar acerca de tu propuesta
de tesis, informalmente, por supuesto. ¿Qué te parece?
—Gracias, profesor. —Ella lo miró y sonrió.
Sus ojos no se encontraron por mucho tiempo, pero lo hicieron, y una cálida y un poco
vacilante sonrisa fue intercambiada entre ambos.

106
Él esperó pacientemente que ella pusiera todo en orden y después se colocó a un lado y
movió su mano hacia el pasillo.
—Después de usted, señorita Swan.
Ella le agradeció mientras iba pasando, él extendió la mano y agarró la manilla de su
bolso, rozando uno de sus dedos por accidente.
Ambos jadearon cuando el shock de electricidad pasó entre ellos.
Bella notó que sus dedos eran muy fríos. Se apartó instintivamente, tirando el bolso.
Sorprendentemente, él lo cogió.
—Este es un muy excelente maletín. Creo que yo debería cargarlo por un poco de
tiempo. Si no te importa. —Le sonrió y ella se sonrojó.
—Gracias —, murmuró—. De verdad me gusta. Es perfecto.
Y ambos caminaron hacia el ascensor.
Edward no hizo ningún intento de entablar una conversación con ella hasta que
estuvieron en su restaurante, Café Volo en la calle Yonge.
El Café Volo era un tranquilo pero amigable establecimiento que ostentaba quizás la
más larga y mejor lista de cervezas en Toronto. También tenía un muy excelente chef italiano
así que su comida era alguna de los mejores platos sencillos italianos que se ofrecían en el
vecindario. El restaurante era pequeño, solo diez mesas, las cuales se complementaban en el
verano por el patio amplio.
La decoración era rustica e incluía antigüedades, tales como bancos de iglesias
recuperados, y mesas de la edad de la cosecha. A Bella le dio la impresión que era algo como
una bodega alemana. Como el restaurante Vinum que había visitado con unos amigos
cuando estuvo en Frankfurt.
A Edward le gustaba porque vendían una particular marca de Trappist Ale que él
prefería, Chimay Première, y le complacía comer la pizza estilo napolitano acompañado con
esa cerveza. Y como siempre, era impaciente con la mediocridad.
Como Edward era un cliente frecuente en el Café Volo y más que un poco quisquilloso,
le fue ofrecida la mejor mesa, la cual era una mesa tranquila para dos colocada en una
esquina cerca del gran ventanal que mostraba la locura que era la calle Yonge en un jueves
por la noche.
Travestis, estudiantes universitarios, chicos de fraternidad, oficiales de policía, parejas
felices de homosexuales, parejas felices de heterosexuales, vagos iluminados, Yuppys
caminando con sus mascotas pretenciosas, activistas ecologistas, personas de la calle,
músicos callejeros, posibles miembros de pandillas, mafiosos rusos, un profesor caprichoso o
miembro del parlamento provincial o dos o cuatro, etc. Era una variedad de comportamiento
humano fascinante, era vivir y era libre.
Bella se acomodó en su asiento cautelosamente, que era un antiguo asiento de iglesia, y
tiró ajustando sobre ella la manta de piel de cordero que el camarero había colocado sobre el
respaldo de la banca.
—¿Tienes frío? Le pediré a Riley sentarnos cerca de la chimenea. —Edward se movió
para hacerle una seña al mesero, pero Bella lo detuvo.
—Me gusta observar a la gente —, dijo tímidamente.
—A mí también —, admitió, también tímidamente—. Pero te ves como un Yeti*.
Bella se ruborizó.
—Perdóname —, se apresuró en agregar—. Pero seguramente podemos conseguir algo
mejor que una alfombra de piel de cordero que ha estado allí sabrá Dios cuánto tiempo.
Probablemente se usaba para agraciar el piso del apartamento de Riley. Y quien sabrá qué
tipo de chanchullo pasó allí.
¿El acaba de usar la palabra chanchullo en una oración?
___
*El abominable hombre de las nieves.

107
Y con eso, el profesor Masen sacó con gracilidad su suéter cachemir de carreras
británico, de su pretencioso lazo de corbata, y se lo ofreció.
Bella lo aceptó y movió la ofendida alfombra parecida a Yeti hacia un lado. Y después
suavemente se puso su cálido y bastante grande suéter.
—¿Mejor? —Él sonrió, tratando de arreglar el hermoso desastre que era su cabello.
—Mejor —, sonrió ella, sintiéndose mucho más caliente y muy cómoda, cubierta en la
calidez y esencia que era Edward—. ¿Fuiste a Lobby el martes en la noche?
Edward frunció el ceño y se veía perplejo—. No, ahora, por qué no me hablas sobre tu
propuesta. —Su tono se volvió inmediatamente parecido a negocios y a profesor.
Afortunadamente, Riley los interrumpió en ese momento para tomar su orden, lo cual
le dio a Bella unos valiosos minutos para ordenar sus pensamientos.
—Su ensalada cesar es bastante buena, así como sus pizzas napolitanas. Pero ambas
son muy grandes para una persona. ¿Eres del tipo que comparten?
La boca de Bella cayó abierta.
—Quiero decir, ¿lo compartirías conmigo, por favor? O puedes ordenar lo que sea que
quieras. —Edward frunció el ceño, tratando con bastante esfuerzo no ser un profesor
autoritario y dominante por al menos cinco minutos.
Riley golpeó su pie silenciosamente, porque no quería que el profesor notara su
impaciencia. Había visto al profesor cuando estaba irritado y no deseaba presenciar una
repetición. Aunque tal vez el profesor actuaría distinto ahora que tenía compañía femenina,
lo cual era su formula profesional para cualquier clase de trastorno de personalidad.
Pequeño o grande.
—Me gustaría compartir la pizza y la ensalada contigo. Gracias. —La pequeña voz de
Bella terminó las deliberaciones.
Edward hizo el pedido y un poco después, Riley apareció con sus Chimays, la cual
Edward le había insistido a Bella que probara.
—Salud —, dijo, sonando su vaso con el de ella.
—Prost —, respondió.
Dio un sorbo a su cerveza lentamente, incapaz de olvidar su primer cerveza y con
quién la tomó. Esa cerveza había sido una marca nacional. Esta cerveza era de un marrón
rojizo y dulce y de malta todo al mismo tiempo.
A ella le gusto inmediatamente y sonrió de aprobación.
—Es a más de diez dólares la botella —, susurró, no deseando avergonzar a Edward o
a sí misma con declarar en voz alta su incredulidad.
—Pero es la mejor. ¿Y no preferirías beber una botella de esto en vez de dos botellas de
Budweiser, la cual realmente es como beber terrible agua del baño?
Solamente puedo asumir que sería terrible beber cualquier agua de baño, profesor Masen, pero le
tomaré la palabra sobre eso. Psicópata.
—¿Bueno? Vamos a escucharlo —solicitó—. ¿Qué estás pensando? Puedo escuchar las
ruedas moviéndose en esa pequeña mente tuya pero no puedo leerla. Así que sácalo.
Cruzó sus brazos en frente de su pecho y la miró, como si su pequeña mente no le diera
ningún secreto, entretenido condescendientemente.
Bella se erizó. Él tenía esa costumbre molesta de usar el diminutivo pequeño cuando se
refería a ella. Y no le gustaba. Ni un poco.
Así que decidió atacar de vuelta.
—Me alegra tener una oportunidad de hablar contigo en privado —, empezó, sacando
dos sobres de su bolso de mensajero—. No puedo aceptar esto.
Deslizó la tarjeta de regalo de Starbucks y la carta premiada de la beca alrededor de la
mesa.
Edward observó a los artículos, reconociendo ambos inmediatamente, y frunció el
ceño. Misteriosamente.

108
—¿Qué te hace pensar que esos artículos vienen de mí parte? —Los regresó de vuelta
alrededor de la mesa.
—El poder de la deducción. Tú eres el único que me llama Isabella. Eres el único con
una cuenta bancaria lo suficientemente grande para financiar una beca. —Bella empujó los
sobres de regreso.
Edward se detuvo por un momento. ¿De verdad era el único que llamaba a Isabella por
su nombre propio? ¿Cómo la llamaban todos los demás?
Bella.
—Debes aceptarlos. —Deslizó el papel hacia ella de nuevo.
—No, no debo, profesor Masen. Los regalos me hacen sentir muy incómoda, y la tarjeta
de Starbucks es demasiado. Sin mencionar la beca. Nunca seré capaz de pagarle y ya le debo
demasiado a su familia. No puedo aceptarlos. —Lo empujó de vuelta.
—Tú puedes aceptarlos y los aceptarás. La tarjeta de regalo no tiene importancia; gasto
eso en café en un mes. Necesito mostrarte, en alguna forma tangible, que respeto tu
inteligencia. Dije algo en un momento descuidado que una pequeña perra desagradable
tomó y retorció. No es ni siquiera un regalo… es más como una restitución. Te he difamado,
ahora te estoy alabando. Así que debes aceptarlo o esta injusticia seguiría entre nosotros sin
resolver. Y no voy a creer que me hayas perdonado por mi indiscreción verbal en frente de
uno de tus compañeros.
Las deslizó de nuevo alrededor de la mesa y la miró para analizarla.
Bella empezó a mirar a su pretenciosa corbata con un lazo atado a mano para distraerse
a sí misma del verde brilloso de su mirada. Se preguntó cómo él había conseguido la corbata
de lazo tan recta y uniforme.
Tal vez él contrató a un corbatero de lazos de corbata profesional, solamente para ese motivo
expreso. Alguien con cabello rubio y tacones de diez centímetros. Y muy largas uñas de color carmesí.
Ella deslizó la tarjeta de regreso desafiante.
Y para su gran sorpresa, su cara se endureció y él la guardó.
—¡Bien! No jugaré contigo al ping pong con la tarjeta de regalo toda la noche. Pero la
beca no puede ser devuelta; ya ha sido adjudicada. Y el dinero no viene de mí; yo
simplemente alerto al señor Randal, el Director de la Fundación del Noroeste del Pacifico, de
tus logros.
—Y pobreza —, murmuró Bella.
—Si tiene algo que decirme, señorita Swan, por favor hágame la cortesía de decirlo en
tono de voz audible. —Sus ojos brillaban hacia ella.
Y los de ella le brillaban de vuelta.
—No creo que esto sea muy profesional, profesor Masen. Usted pasándome miles de
dólares por una beca, como sea que se arregle para hacerlo. Se ve como si estuviera tratando
de comprarme.
Edward respiró profundamente y contó hasta diez solo para evitar una explosión
verbal.
—¿Comprarla? Créame, señorita Swan, ¡nada podría estar más alejado de mi mente!
Estoy profundamente ofendido al ser tan difamado. Si la quisiera en absoluto, ciertamente no
tendría que comprarla.
Las cejas de Bella subieron y lo miró. Duramente.
Cuidado, profesor.
Él se retorció debajo de su mirada, lo cual era una rara experiencia.
Ella se deleitó con eso.
—Eso no era lo que quería decir. Quería decir, nunca querría tratarte como una
mercancía. Y no eres el tipo de mujer que puede ser comprada, ¿o lo eres?
Bella lo miró fríamente y después apartó la mirada. Negó con la cabeza y comenzó a
mirar a la puerta, preguntándose si debería escapar.

109
—¿Por qué haces eso? —Susurró después de unos cuantos minutos, con sus ojos
cerrados.
—¿Hacer qué?
—Provocarme.
—Yo no… yo no… no te estoy provocando; estoy constatando un hecho.
—Sin embargo, es extremadamente provocador. Cada vez que trato de tener una
conversación contigo como una persona normal, tú me provocas.
—Tú eres mi profesor.
—Sí, y el hermano mayor de tu mejor amiga. ¿Podríamos ser solamente Edward e
Isabella por una noche? ¿No podríamos tener una conversación agradable e inclusive una
cena más agradable y todo el resto? Tal vez no parezca obvio para ti, pero estoy tratando de
ser humano aquí.
—¿Lo estás haciendo? —Parecía una pregunta inocente preguntada bajo buena fe. Bella
puso una mano en su boca cuando se dio cuenta cómo sonaría en el ambiente entre ellos.
Los ojos de Edward se abrieron lentamente, como el dragón de la historia de Tolkien,
pero no mordió el anzuelo de su impertinencia. Y no respiro fuego. Aún.
—Como lo desee, entonces. Usted desea ser profesional, entonces actúe como una. Una
estudiante de postgrado que reciba una carta premiada, estaría profundamente agradecida
de su buena suerte y aceptaría el dinero con gracia. Así que actué profesionalmente, señorita
Swan. Pude haberle ocultado mi conexión con la beca, pero escogí tratarla como una adulta y
una igual. Escogí respetar su inteligencia y no implicarme en un engaño. Sin embargo, cuidé
mucho en esconderle mi conexión a la Universidad. La fundación del Pacifico de Noroeste
no puede ser rastreada hacia mí. Y Masen es un nombre extremadamente común,
especialmente en Canadá. Así que nadie le creerá.
La miró fríamente y sacó su IPhone de su bolsillo, abriendo la aplicación de bloc de
notas y empezó a escribir con su dedo.
—No le iba a decir a nadie… —empezó Bella.
—¿No puede simplemente decir gracias?
—Gracias, profesor Masen. Pero analícelo desde mi punto de vista… no quiero jugar a
ser la Heloise de su Abelard*.
Miró hacia los cubiertos de plata y empezó a ajustar las piezas hasta que estuvieran
alineadas simétricamente.
Edward rápidamente recordó verla haciendo eso antes, cuando estaban cenando en
Antonio’s.
Él colocó su teléfono en la mesa y la miró con expresión de dolor, doblemente dolido
por la culpa que sintió por lo que casi había pasado en su cubículo estudiantil.
—Yo nunca te haría eso.
—Entonces gracias —, murmuró ella—. Y gracias por el gesto de la beca, aunque no
pueda prometerte que la aceptaré. Sé que es solamente una pequeña cifra para ti, pero habría
significado un boleto de avión para ir a casa en el día de Acción de gracias o Navidad y
vacaciones de primavera y semana santa. Y dinero por muchas más cosas adicionales que no
me podía costear antes. Incluyendo filetes, en algunas ocasiones.
___
*Historia real que fue convertida en libro por motivo de cartas que ambos se hicieron y poemas amorosos
y que después crearon una película. Abelard fue el profesor de Heloise, en el año 1115; empiezan una relación
amorosa a escondidas por dos años hasta que todo explota cuando Heloise sale embarazada de su hijo llamado
Astrolabio. A raíz de eso Abelard secuestra a Heloise y la lleva a casa de su hermana. Fulberto, el tío de Heloise y
quien quería que se casara con alguien de abolengo, se venga de Abelard castrándolo, y este se vuelve monje y le
ordena a Heloise hacerse monja sin importar cuánto ella le pide que no lo haga y que estén juntos, pero él no
quería porque había perdido su hombría. Al final él murió monje resignado con su destino y Heloise en cambio
siempre odió a todos incluyendo a Dios por eso y siempre amó a Abelard. Ambos fueron enterrados juntos, por
petición de Heloise quien falleció 22 años después que él, en el cementerio parisino de Père-Lachaise.

110
—¿Por qué lo usarías para boletos aéreos? Yo hubiera pensado que lo querrías para un
apartamento más grande.
Bella lo miró—. No creo que pueda salir del contrato de arrendamiento. Y de cualquier
manera, ir a casa para ver a mi padre es importante para mí. Él es la única familia que tengo.
Y me hubiese gustado ver a Carlisle antes de que venda la casa y se mude.
En realidad, valdría la pena aceptar la beca para así poder visitar a Carlisle y el prado. Me
pregunto si el árbol de manzanas todavía estará allí… me pregunto si alguien notaria si tallo mis
iniciales en el tronco…
Edward frunció el ceño indirectamente, por muchas razones.
—¿No habrías ido a casa de otra manera?
Ella negó con la cabeza—. Charlie habría querido que yo regresara a casa en Navidad.
Pero los precios de Air Canadá son exorbitantes. Me hubiera dado vergüenza recibir el
boleto de su parte.
—Nunca te avergüences de tomar un regalo cuando viene sin condiciones.
Ella le sonrió—. Suenas como Esme. Solía hablar así.
Él se removió en su asiento e involuntariamente jaló de su copete—. ¿Dónde crees que
aprendí acerca de la generosidad? No de mi otra familia.
Bella miró a Edward, encontrándose con su mirada sin sonrojarse o parpadear. Y
después suspiró y metió la carta premiada de nuevo en su bolso de mensajero, decidiendo
dedicar más tiempo a pensar en la mejor forma de tratar con eso una vez que no estuviera
ante la presencia magnética del profesor. Porque entendió que discutir con él no la iba a
llevar a ningún sitio. Y en ese caso, así como en muchos otros, él era exactamente igual a
Peter Abelard.
Él la miró detenidamente—. Pero a pesar de todo lo que he tratado de hacer, lo cual no
es demasiado debo admitir, ¿igual vas a pasar hambre?
Negó con su cabeza—. Edward, tengo una endeble relación con mi estomago. Olvido
comer cuando estoy ocupada, o preocupada o… o triste. No es un problema de dinero; es
solamente la forma en cómo las cosas son conmigo. Así que por favor no te molestes.
Le sonrió ligeramente y arregló de nuevo los cubiertos por si acaso.
—¿Así que ahora… eres infeliz?
Ella dio un sorbo a su cerveza lentamente e ignoró su pregunta.
—¿Dante te hace infeliz?
—Algunas veces —susurró.
—¿Y las otras veces?
Ella lo miró y una lenta y dulce sonrisa surgió en su rostro como si fuera un amanecer.
—No puedo evitarlo… él me hace delirantemente feliz. Algunas veces cuando estoy
estudiando la Divina Comedia, siento que estoy haciendo lo que siempre estaba destinada a
hacer. Como si hubiese encontrado mi pasión, mi llamado, mi vocación. No soy más esa
chica pequeña y tímida proveniente de Phoenix o Forks. Puedo hacer esto, soy buena en esto,
y me hace sentir… importante.
Era demasiado. Demasiada información. Mientras más rápido bebía cerveza, surgía la
subida de sangre en su cabeza, su esencia proveniente de su suéter se pegaba y se hundía en
su nariz. Nunca debió haberle dicho todas esas palabras, y a él de todas las personas.
Pero él solo la vio un poco calurosamente, lo cual le sorprendió.
—Eres tímida, es cierto —, murmuró—. Pero eso ciertamente no es un vicio. —Aclaró
su garganta—. Envidio tu entusiasmo por Dante. Solía sentirme de esa manera. Pero para mí,
fue hace mucho tiempo atrás. Demasiado.
Él le sonrió de nuevo y después miró hacia otro lado.
Ella se inclinó sobre la mesa y bajó su voz.
—¿Quién es M. T. Masen, Edward?
Los ojos verdes asombrados la vieron y le quemaron con intensidad de laser.

111
Ella parpadeó y después apartó la mirada.
—¿Puedes hablar sobre algo más?
No fue duro, pero sí muy, muy frío y Bella supo que había tocado un nervio tan
lastimado, tan abierto, que todavía vibraba con dolor.
Se tomó un momento para serenarse, y antes de haber considerado completamente la
prudencia de sus preguntas, habló:
—¿Estás tratando de ser mi amigo? ¿Es eso lo que estas tratando de comunicarme con
la beca?
Edward frunció el ceño—. ¿Alice te metió esa idea sobre esto?
Ella negó con la cabeza—. No, ¿por qué?
—Ella piensa que deberíamos ser amigos. Pero te diré lo que le dije a ella… no soy un
buen amigo para ti.
Bella sintió un nudo crecer en su garganta y tragó ruidosamente.
—¿Por qué no?
—Nosotros existimos bajo la bandera roja del profesionalismo, así que la amistad entre
ambos es simplemente imposible. E incluso si fuéramos solo Isabella y Edward
compartiendo una pizza, no sería un buen amigo para ti. Soy un magneto para el pecado y tú
eres un ángel. —Sonrió tristemente—. Así que ya ves, no hay esperanza. Abandonad la
esperanza todos los que entréis.
—No me gusta pensar en nada como sin esperanza —, susurró a sus cubiertos.
—Aristóteles dijo que la amistad solamente era posible entre dos personas virtuosas.
Por lo tanto, una amistad entre nosotros es imposible.
—Nadie es verdaderamente virtuoso.
—Tú lo eres.
Los ojos verdes de Edward ardían hacia los suyos con algo parecido a la pasión y
admiración.
—Alice dijo que estabas en la lista VIP de Lobby. —Bella cambio el tema de nuevo
rápidamente, aún sin considerar sus palabras.
—Eso es cierto.
—Ella hizo de ello un misterio. ¿Por qué?
Edward frunció el ceño—. ¿Por qué lo crees?
—No lo sé. Es por eso por lo que pregunté.
Edward la paralizó con su mirada y bajó su voz—. Voy allí regularmente, es por eso lo
de la lista VIP. Aunque, no he estado allí recientemente, por razones personales.
—Así que cuando vas, ¿por qué vas? No te gusta bailar. ¿Es solo para beber? —Bella
miró alrededor del simple pero cómodo interior del Café Volo—. Aquí es tan buen lugar
para beber como cualquiera. Creo que es mucho más agradable aquí. Es gemütlich…
acogedor.
Y no parece que haya muchas putas de Masen acechando en las sombras.
—No, señorita Swan, en general no voy a El Vestíbulo solamente a beber.
—¿Entonces, por qué vas?
—¿No es eso obvio? —Él frunció el ceño y después negó con su cabeza—. Tal vez no
para alguien como tú.
—¿Qué se supone que quiere decir eso, Edward? ¿Alguien como yo? ¡Eres tan
condescendiente!
—Significa que tú no sabes nada —, escupió, mirándola con rabia—. ¡De otra forma no
querrías que lo dijera en voz alta! ¿Quieres saber por qué voy allá? Te diré porqué voy allá.
Voy a encontrar mujeres para follar, señorita Swan.
Él estaba furioso ahora, y apretó su nariz, sus ojos cerrados fuertemente.
—¿Estás feliz ahora? —Le gruñó.

112
Bella tomó aliento y lo sostuvo. Y cuando no pudo sostenerlo más negó con su cabeza y
exhaló.
—No —, dijo en voz baja, mirando sus manos—. ¿Por qué eso me haría feliz? Me sentí
enferma en mi estomago, en realidad. Bastante, bastante enferma. Tú no tienes idea.
Edward suspiró profundamente y colocó ambas manos en su cabello, jalándolo y
revolviéndolo. No estaba enojado con ella, sino consigo mismo. Y se sentía avergonzado.
Parte de él quería asquearle intencionalmente; estar desnudo enfrente de ella, sin esconder
nada, desnudar su alma, para que pudiera verlo como realmente es, un monstruo oscuro
expuesto en la luz brillante. Y entonces escaparía lejos de él gritando.
Tal vez su subconsciente ya estuviera tratando de hacer eso con sus estallidos ridículos
y poco profesionales. Especialmente para una estudiante de postgrado. Incluso si fueran
ciertos.
Ella lo estaba deshaciendo lentamente, pedazo a pedazo y él no entendía por qué.
Los ojos verdes de Edward encontraron su cara. Y debajo de su pálida y
dolorosamente hermosas facciones, Bella leyó el remordimiento.
—Perdóname. Lamento enfermarte —hablo en voz baja—. Pero créeme cuando te digo
que es bueno que tengas esa reacción. Tú deberías sentirte asqueada de mí. Cada vez que
estoy cerca a ti, te corrompo, en todo el sentido de la palabra.
—No me siento corrompida.
La miró con tristeza—. Solo porque no sabes lo que eso significa. Y para el tiempo que
te des cuenta, será demasiado tarde. Adam y Eva no se dieron cuenta que estaban perdidos
hasta que fueron tirados del paraíso.

—Sé algo sobre eso —, murmuró ella—. Y no lo aprendí por leer a Milton.
Justo en ese momento Riley trajo sus pizas, terminando efectivamente su conversación
incomoda.
Edward hizo su parte de anfitrión, sirviéndole a Bella su parte de la pizza y de la
ensalada y asegurándose de que recibiera más queso parmesano y crutones que él. Y no
porque no le gustaran esos artículos; le gustaban ambos bastante.
Mientras ellos estaban comiendo en completo silencio y Bella estaba recordando sobre
su primera cena juntos que también fue silenciosa, una canción empezó a sonar por el
sistema de estéreo, y era tan dulce que Bella bajó el tenedor para escucharla.
Ella cerró sus ojos para concentrarse en las palabras.
Edward escuchó la canción, y suavemente empezó a cantarla para sí mismo, casi
debajo de su aliento.
Los ojos de Bella se abrieron.
Edward, ignorante del hecho que tenía la boca abierta hacía él, continuo cantando, y
Bella estaba impresionada por la importancia misteriosa de las palabras.

113
Pero después Edward se detuvo, de repente inseguro de sí mismo, y empezó a enfocar
su atención en su pizza.
Lo miró con la mandíbula caída. No sabía que él podía cantar. Y escuchar de su
perfecta boca y su voz musical cantar esas palabras…
—Es una canción hermosa. ¿De quién es?
—Matthew Barber. Un músico local. ¿Escuchaste la oración, como la virtud y el vicio?
Supongo que sabemos cuál término se aplica a cada uno de nosotros.
—Es hermosa, pero triste.
—Siempre he tenido una terrible debilidad por las cosas hermosas pero tristes. —Él la
miró fijamente y después volteó la mirada—. Supongo que deberíamos empezar a discutir su
propuesta de tesis ahora, señorita Swan.
El tono del profesor cambió y Bella vio que su máscara profesional estaba de nuevo
puesta firmemente.
Bella tomó una respiración profunda y empezó a explicarle su proyecto, invocando los
nombres de Paolo y Francesca y Dante y Beatrice, cuando fue interrumpida bruscamente por
el teléfono de Edward. El repique que había elegido sonaba como las campanadas del Big
Ben.
Él subió un dedo para detener a Bella, mientras observaba la pantalla de su IPhone. Y
después algo pasó por su rostro.
—Tengo que tomar esta llamada. Lo siento.
Edward se levantó y contestó su teléfono en un movimiento rápido—. ¿Tanya?
Caminó hacia el siguiente cuarto, pero Bella todavía podía escucharlo.
—¿Qué sucedió? ¿Dónde estás?
Y entonces su voz fue silenciada.
Bella se ocupó a sí misma con su cerveza y con su cena, preguntándose quién era
Tanya. Nunca había escuchado ese nombre antes. Pero Edward parecía profundamente
preocupado cuando vio lo que sea que vio en su pantalla.
¿Tanya es M.T. Masen? ¿Edward me dio una beca llamada por el nombre de ella? ¿Es Tanya su
exesposa? ¿O es M.T. un código por “vacío” o algo más y él solo está jugando conmigo?
Edward regresó quince minutos después.
Él no se sentó.
Estaba extremadamente agitado, su cara pálida y casi temblaba.
—Tengo que irme. Lo siento. Pagué la cena y le pedí a Riley que te encontrara un taxi
cuando hayas terminado.
—Puedo caminar. —Bella se inclinó para recoger su bolso de mensajero.
Él extendió su mano para detenerla.
—Absolutamente no. No por la calle Yonge tan tarde y por ti sola. Ten. —Deslizo un
billete doblado sobre la mesa—. Para el taxi y en caso de que quieras comer o beber algo más.
Por favor quédate y termina tu cena. No te vayas por mí. Y lleva las sobras a casa, ¿puedes?
Bella negó con la cabeza—. No puedo tomar tu dinero.
Se movió como si fuera a devolverle el dinero y él le dio una mirada temblorosa.
—Por favor, Isabella. Ahora no. —Estaba tirando violentamente de su cabello.
Bella sintió lastima por él y decidió no discutir.
—Siento tener que dejarte. Yo…
Él lo sentía, estaba muy arrepentido de algo. Estaba angustiado. Ella observó cómo se
inclinaba y jalaba su cabello y después empezó a frotarse sus ojos con la palma de una de sus
manos. Gruñó involuntariamente.
Sin pensarlo, deslizó una mano en la suya. Un movimiento de compasión y
solidaridad. Estuvo sorprendida cuando él no se inmutó o le apartó su mano. Él apretó sus
pequeños dedos inmediatamente, como si estuviera agradecido por el contacto.

114
Él abrió los ojos y la miró con tristeza y lentamente empezó a mover sus dedos
suavemente para delante y hacia atrás alrededor de su palma, acariciándola ligeramente. Fue
todo tan cómodo y dulce. Como si él lo hubiese hecho miles de veces. Como si ella le
perteneciera.
Subió su mano cerca de su boca y miró fijamente su unión.
—Aquí está el olor a sangre todavía; ni todos los perfumes de Arabia serán más dulces que esta
mano —, susurró él.
Edward besó su mano con reverencia, pero era a la suya propia la cual miraba.
—Buenas noches, Isabella. Te veré el miércoles. Si todavía estoy aquí.
Bella asintió y observó a Edward caminar rápidamente hacia afuera y empezar a correr
en el momento que sus pies tocaron la acera.
Fue hasta después que él se fuera que ella se dio cuenta que todavía estaba usando su
precioso suéter de cachemir y que metido en el billete de cincuenta dólares que dejó estaba la
tarjeta de regalo de Starbucks, con una nota escrita en el dorso del sobre.
Esto es lo que ella leyó:

H,
No creíste que me iba a rendir tan fácil, ¿verdad?
Nunca te avergüences de tomar un regalo cuando viene sin condiciones.
Tuyo,
Edward.

115
Capítulo once.

Para la mañana siguiente, Bella todavía no había decidido qué hacer sobre la beca.
No estaba urgida para hacer algo que pudiera exponer la generosidad de Edward a las
mentes sospechosas de la administración de la Universidad, porque sabía que eso sería
peligroso para él. Y tampoco estaba urgida para hacer algo que pudiera exponerla a ser algo
más que una estudiante seria de postgrado así que estaba reticente a ir al Jefe de su
departamento y explicar que no estaba interesada en la beca. Ya que la beca constituiría un
renglón impresionante en su currículo y los estudiantes de postgrados serios deberían
importarle esas cosas más que la muy estúpida cosa conocida como orgullo personal.
En términos clásicos, la señorita Swan se encontraba a sí misma entre la Escila* de
proteger a Edward y a sí misma, y la Caribdis* de aferrarse a su orgullo. Lamentablemente
para su orgullo, el verdadero peligro surgía con el rechazo de la beca, el peligro podía ser
evitado si solo tomara el dinero.
A ella no le gustaba. Ni siquiera un poco. Especialmente con el antecedente de la
generosidad de Alice al comprarle un vestido y zapatos y el intento secreto de Edward de
remplazar su ridícula abominación de mochila. No obstante no le dijo a Alice que había
devuelto su abominación a L.L. Bean y que esperaba impacientemente su remplazo. Y tenía
toda la intención de usarla cuando llegara, solo para reafirmar su independencia.
El viernes en la tarde, impaciente por respuestas, Bella envió un email corto a Alice,
contándole acerca de la beca y preguntándose si sabía quién era M. T. Masen.
Alice le respondió inmediatamente, con lo siguiente:

B:
¿E hizo qué? Nunca he escuchado de fundación. Nunca escuché de MTM.
MT: ¿La madre biológica de E? ¿Abuela?
Amor, A.
PS: J dice Hola y Gracias.

Bella quedó desconcertada con el mensaje de Alice, pero fue persuadida con su
sugerencia. M.T. debía ser la abuela de Edward, porque no podía imaginarlo llamando una
beca por alguien que odiaba. Y estaba bastante segura que Edward tenía un odio albergado
contra su madre biológica alcohólica.
Aunque era posible, pensó Bella, que si Edward era misterioso incluso con Alice, había
muchas cosas que podía ocultarle. Así que en un arranque de atrevimiento, el cual vino por
un shot o dos de tequila, envió otro email preguntándole si Edward tenía una novia en
Toronto a quien podría preguntarle sobre la beca.
E inmediatamente recibió la siguiente respuesta en su bandeja de entrada:

¡Bella!
Ok, que se jodan los textos… los botones son muy pequeños.
Edward NUNCA ha tenido una novia, hasta lo que sé. Nunca trajo a nadie para que
conociera a Esme, incluso cuando estuvo en secundaria.
Y no nombres ni fotografías tampoco. Jamás.
Una vez Emmett lo acuso de ser gay. Pero Emmett no tiene radar para gays.
¿Viste como el apartamento de Edward fue decorado?
¿Y las fotos de su cuarto?
___
*Escila: Monstruo marino, con torso de mujer y cola de pez, así como seis perros partiendo de
su cintura con dos patas cada uno, haciendo un total de doce.
*Caribdis: Monstruo marino al lado de Escila, hija de Poseidón y Gea, en forma de remolino.

116
Espera. ¿Viste esas fotos??
Sin novias locales… seguro.
Creo que solo amigas para follar.
Aunque él actúa extraño cuando le pregunto.
Tiene treinta y tres años por Dios santo… ser un playboy ya no es lindo.
¿Estás segura que no invento M.T.?
¿MT= Vacío*?
Es lo suficientemente malo como para ser una marca de humor de Edward.
Le preguntaré a Emmett y te avisaré.
No quiero molestar a Carlisle. Él es un desastre y… tú sabes.
Jasper y yo estamos en camino hacia las Islas Queen Charlotte para quedarnos en una cabaña
por dos semanas.
Sin internet. Sin teléfonos celulares. Solo nosotros… en paz, tranquilidad y un Jacuzzi al aire
libre.
Por favor evita que Edward se caiga al precipicio hasta que regrese.
Necesitamos un poco de tiempo.
Amor, A.
PD: J quiere decir Hola personalmente. Llévatelo, cariño.

Hola, Bella. Es Jasper.


Gracias por cuidar tan bien de mi prometida mientras estuvo en Canadá.
Volvió como una persona diferente y sé que no fue a causa de Edward.
Todos te extrañamos en el funeral… nos encantaría verte en el día de acción de gracias.
Si no estás planeando venir a casa, ¿podrías reconsiderarlo?
Va a ser difícil sin Esme. Carlisle (y Alice) necesitan su familia alrededor, y eso te incluye a ti,
también.

Tengo millas de viajero frecuente… podría enviarte un boleto.


Piénsalo.
Te amo, chiquilla,
Jasper.

Bella se limpió una lágrima causada por lo dulce que era Jasper, sintiéndose aliviada y
feliz de que él y su prometida todavía estuvieran bastante enamorados. Qué no daría Bella
para ser amada por alguien de esa forma.
Se preguntaba por qué el ofrecimiento de las millas viajeras de Jasper saltó de su
pantalla como algo más que caridad. Por qué estaba considerando inmediatamente su muy
bondadosa oferta. Y después se le ocurrió… Esme tenía razón. Cuando no hay condiciones y
un regalo es dado por amor, o amistad, la cual era una clase de amor, no había vergüenza en
aceptarlo.
Y si Bella aceptaba el regalo de Jasper, todavía podría ser parte del primer día de acción
de gracias de Carlisle sin Esme, y devolver la beca vacía de Masen.
Al pensar sobre Esme, se preguntó si una pequeña plegaría a Esme tanto para ella
como para Edward sería eficaz, porque Esme era una verdadera santa, una madre celestial, y
nadie dudaría que ella enviara ayuda a sus hijos.
Así que mientras St. Lucy se fue de vacaciones con su amado Jasper, Bella dirigió su
atención hacia el cielo y rogó por la intercesión de su madre celestial en sus vidas,
prendiendo una vela en la ventana de su pequeño apartamento en un viernes solitario en
memoria de Esme.
___
* El sonido de esas dos letras se asemeja a la palabra EMPTY que significa: vacío.

117
Y antes de que se metiera en su pequeña cama con su conejo aterciopelado, decidió
aceptar con elegancia el regalo de Jasper, como muestra de su propia y nueva encontrada
apertura a la caridad y su habilidad de tragarse su orgullo cuando era apropiado. Lo que
significaba, y no era de extrañar, que su pecado mortal no era tan mortal.

-
En la ausencia de Peter, Bella se encontró a sí misma pasando un largo sábado y una
larga noche del sábado en la biblioteca, trabajando en su propuesta de tesis en el cubículo del
profesor Masen. Parte de ella tenía la secreta esperanza de que el profesor pudiera
sorprenderla de nuevo.
Pero no lo hizo.
Y sus palabras regresaron a ella, “Te veré el miércoles. Si estoy todavía aquí”.
Bella se dio cuenta que a pesar de lo que dijo Alice, era más que posible que Edward
tuviera una novia llamada Tanya. Recordó que Edward había asignado el tono de las
campanadas del Big Ben en su teléfono para Tanya. ¿Estaba Tanya en Londres? ¿Era ella
inglesa? ¿O había algo sobre las campanadas que Edward pensaba que era importante? Bella
buscó en Wikipedia Big Ben, pero no encontró nada particularmente iluminador. Wikipedia
podía ser así.
No era ingenua, a pesar de lo que Edward pensaba de ella. Sabía que él no era virgen y
que no lo había sido cuando la conoció, aun así, saberlo y tenerlo alardeándolo en frente a
ella eran dos cosas completamente diferentes.
Sus pensamientos variaron de Edward y Tanya o alguna chica sin nombre y sin cara,
piel contra piel, sus cuerpos entrelazados. Edward besando sus labios y explorando su
cuerpo con su boca, sus manos, sus ojos. Edward dando y recibiendo placer físico de alguna
alta, perfecta chica rubia de ojos azules. Edward en éxtasis gritando su nombre, observando
profundamente en sus ojos mientras llegaba al clímax. Edward volviéndose uno con otra
alma, perteneciéndole de esa manera a alguna otra chica. ¿Habría ella amado a Edward?
¿Sería amable con Edward? ¿Querría que él fuera un mejor hombre, o solo lo querría por su
cuerpo, su pasión, su bestialidad? ¿Siquiera le importaría que detrás de esos hermosos ojos
verdes estuviera el alma de un hombre que desapareció hace mucho tiempo, ahora herido y
necesitado de tanto redención como resarcimiento? O ¿Querría ella arrastrarlo más
profundamente, atrapándolo con su cuerpo y sus uñas?
El pensamiento de Edward tomando a otra chica, cualquier chica, a su cama y quizás a
su alma la hirió profundamente. Pero de alguna manera, el pensamiento de que había otra
chica que calentaría su cama por más de una noche era completamente devastador.
Porque había querido ser su chica, para siempre.
Sin importar lo triste y sórdida que fuera su imaginación, no la detuvo de actuar
patéticamente y usar su suéter de cachemir verde en la biblioteca y envolver sus brazos
alrededor de su pecho, solo para abrazarse a sí misma con su suavidad y su esencia.
Porque eso parecía ser lo más cerca que alguna vez iba a llegar a estar de tener su
cuerpo junto al suyo.
En el cubículo del profesor Masen, Bella guardó el CD de Peter a favor de escuchar a
Yail Naim. Amaba la canción “Far Far”, aunque no tenía idea de cuán adecuadas eran las
palabras de Yail. Las encontró calmante, le distrajeron y permitieron hacer un gran progreso
en su propuesta de tesis mientras trabajaba hasta que la biblioteca cerrara.
Porque Bella, al igual que muchos otros individuos, había empezado a cansarse de los
conejos.
Después que la biblioteca cerró, colocó sus audífonos con firmeza en sus orejas y
desdeñó el carrito de perros calientes que estaba afuera a favor del Booster Juice. Compró un
batido de mango bastante grande y empezó a caminar a casa lentamente, tomando su cena y
pensando.

118
Como estaba tan concentrada en sus pensamientos sobre Edward, preguntándose
dónde estaba y qué estaba haciendo, casi no ve a Laurent, quien le saludó mientras pasaba
alrededor de la larga línea frente a Lobby.
—Hola, Laurent. —Le sonrió y se quitó los audífonos de sus orejas.
Él le hizo un gesto para que se acercara.
—Hola, Isabella. Gracias de nuevo por ayudarme con mi mensaje de texto a Irina. De
verdad le gustó. —Si Lauren pudiera sonrojarse, lo hubiera hecho; sus ojos oscuros brillaron
y sonrió ampliamente—. Me está enseñando italiano ahora.
Bella sonrió, feliz de que él y su mujer estén enamorados y felices.
—Entonces Laurent, ¿cómo están las cosas esta noche? ¿Mucha gente? —Observó a la
larga fila.
—Estoy a punto de dejar entrar a las personas, pero tengo que sacar a alguien primero.
—¿De verdad?
Él rodó sus ojos hacia el cielo y negó con su cabeza.
—Tu amigo está allí dentro bebiendo hasta la inconsciencia. El cantinero se está
negando a servirle ahora. Lo que significa que necesito meterlo en un taxi y enviarlo a casa.
Las cejas de Bella se levantaron por la sorpresa.
¿Edward está aquí? ¿Qué pasó con Tanya?
—La última vez que traté de echarlo me lanzó un golpe. En este momento solo estoy
esperando por uno de los otros porteros para que me reemplacen en cuidar la fila. Y después
voy a tener que ir por él. Y probablemente necesitaré refuerzos. —La miró
apreciativamente—. Al menos que pueda persuadirlo a salir pacíficamente.
Él sonrió.
Ella negó violentamente con su cabeza—. ¿Estás bromeando? No me escuchará. Ni
siquiera soy una de sus amigas.
—Esa no es la impresión que tuve cuando ustedes tres estuvieron aquí, pero lo
entiendo. Está bien. —Se encogió de hombros con indiferencia y miró a su reloj.
Bella tomó un sorbo de su batido y empezó a pensar en su promesa a Alice. Se
preguntó si esto constituirá un caso en el cual estaba moralmente obligada a cuidar a
Edward.
¿Qué pasa si me voy y él termina en la cárcel? Él trató de ser bueno conmigo esta semana. No
puedo ignorar eso… sería mal karma.
—Um, podría tratar de hablar con él. Ver si saldría por sí solo —, sugirió algo
titubeante—. No quiero que lo arresten.
—Yo tampoco. Nos gusta que nuestros VIPs se mantengan felices. Pero ha estado
tomando dobles desde que llegó aquí y no podemos servirle más. Quizás escuche a la voz de
la razón y acceda ir a casa y dormir la borrachera.
Él movió la capa de terciopelo para que ella pudiera entrar.
—En realidad no estoy vestida para esto. —Bella miró sus sneaker y jeans rotos y el
muy grande suéter lleno con la esencia celestial de Edward.
—Estás bien. Pero escucha, si él ya está muy ido, o si simplemente no estás hecha para
eso, vienes de regreso inmediatamente. Él puede dar bastante trabajo cuando está borracho,
aunque nunca lo he visto ponerse agresivo con una chica.
Bella sabía exactamente cómo Edward podía ser cuando estaba borracho, pero se
recordó a sí misma que había sido dulce con ella esa noche tanto tiempo atrás.
Caminó dentro del club, esperando que nadie le reconociera. Rápidamente sacó su
cabello de la cola de caballo y lo colocó alrededor de su cara, usándolo como un velo para
esconderse de los ojos curiosos.
Rezó desesperadamente a los dioses de los bares de Martini con estilo de Manhattan
que mantuvieran a Michael Newton, M.A.N alejado de ella esa noche. No quería tropezarse
con él luciendo así.

119
Y después se colocó su adicional chaquetón azul, cerrándolo y abotonando todos sus
botones, porque no quería que Edward viera que estaba usando su suéter… aún.
No le tomó mucho tiempo encontrarlo. Él estaba sentado en un taburete con un codo
inclinado en el bar y hablando con una mujer atractiva que estaba sentada a su izquierda. No
estaba mirando a la pelinegra, cuya mano estaba enredada en su cabello y que lo estaba
empujando hacia ella por su corbata, sino a su vaso vacío de whisky.
Él no se veía feliz, pero eso probablemente tenía más que ver con su compañera de
bebida que con algo más.
Desde su visión de varios metros de distancia, Bella observó que la puta de Masen que
prácticamente estaba sentada en su regazo, no era otra que Ángela Webber.
Mierda santa. ¿Esta él planeando irse a casa con ella?
Bella sabía sin ninguna duda que esto era absolutamente un caso en el cual ella
necesitaba cuidar de Edward. Si Edward dormía con Ángela, no solamente estaría violando
la política de no confraternización y poniendo en riesgo su carrera académica, sino que
probablemente acabaría envuelto en una situación personal desagradable con la deseosa-por-
ser-la-futura-señora-Masen.
Era más que posible que Ángela estuviera tratando de seducirlo a fin de vengarse de lo
que había ocurrido en Starbucks a principios de esa semana… acciones que Edward había
tomado en nombre de Bella.
En cualquier caso, no iba a permitir que esa seducción avanzara. Ni por un maldito
minuto.
Apártate del tesoro, Gollum*.
Bella giró sobre sus talones y caminó de nuevo hacia afuera, llegó detrás de Laurent y
le susurró en su oído.
—Necesito tu ayuda. Él está con una chica con quien no debería irse a casa. Ella es una
de sus estudiantes, así que necesito separarlos antes que lo metas en un taxi.
Laurent se encogió de hombros—. No estoy seguro de que puedo hacer sobre la chica.
Eso es su problema.
—¿Qué pasa si uno de los meseros la distrae derramando una bebida sobre ella y la
envía para el baño de damas? Entonces quizás yo pueda hablar con Edward sobre venir
hacia afuera.
—¿Crees que puedes convencerlo?
Bella parpadeó mientras tomaba un momento para considerarlo—. No lo sé. Si los
separamos, tendré una mejor oportunidad. Dudo que él pueda formar un pensamiento
coherente con las tetas de plástico en su cara.
Oh Dioses de-los-estudiantes-de-postgrado-que-tratan-con-bastante-esfuerzo-de-hacer—una-
cosa-buena-por-un-viejo-amigo, déjame quitar a la puta de Masen de su pene. Por favor.
Él rio—. Un poco como a capa y espada, ¿no lo crees? Pero está bien, estoy seguro que
el cantinero puede ayudarnos. Él tiene sentido del humor. Pero si Masen te da algún
problema, pídele al camarero que me llame. ¿Está bien?
—Está bien.
Laurent hizo una llamada en su teléfono celular y dos minutos después, estaba
señalándole a Bella que fuera detrás de Edward.
Bella tomó una exhalación profunda, irguió su espalda y caminó de regreso hacia el
club.
Edward estaba riendo. Algo le había parecido divertido y se estaba carcajeando, la
cabeza hacia atrás y las manos aferradas a su estomago.
___
* Connotación al personaje del Señor de los Anillos que estaba obsesionado con el
anillo y lo llamaba su tesoro.

120
Bella tuvo que admitir que era incluso más hermoso cuando estaba sonriendo. Estaba
usando una camisa de vestir verde pálido con los dos primeros botones abiertos, revelando
un poco de vello de su pecho, el cual se asomaba como unas briznas de hierba sobre la nieve
blanca de su camiseta. Afortunadamente, él había salido de los años cincuenta y perdido la
corbata de lazo; la corbata de seda que estaba usando era de rayas negras con negro y
colgaba holgadamente alrededor de su cuello. Estaba usando unos pantalones de vestir
negro, que se les ceñían muy bien, y zapatos negros muy brillantes demasiados puntiagudos.
En resumen, estaba borracho, pero era perfecto.
—¿Profesor?
Él dejó de reírse y se volteó hacia ella, una gran sonrisa expandiéndose sobre su cara.
Parecía estar muy feliz de verla. Demasiado feliz.
—¡Señorita Swan! ¿A qué debo este placer inesperado?
Él tomó su pequeña mano en la suya y la presionó contra sus labios, manteniéndola allí
por varios segundos.
Bella no pudo evitar fruncir el ceño. No parecía borracho, pero estaba siendo amigable,
incluso coqueto, así que debía estar borracho. O debió haber recibido un trasplante de
personalidad de alguien con carácter encantador, como digamos, Daniel Craig.
—¿Podría ayudarme a parar un taxi? Necesito ir a casa. —Bella retiró su mano,
haciendo una mueca por lo poco convincente de su excusa.
—Por supuesto. Cualquier cosa para usted, señorita Swan. Y me refiero a cualquier cosa.
¿Puedo comprarle una copa primero? —Él le sonrió ampliamente mientras sacaba unos
cuantos billetes y se los entregaba al cantinero.
—Um, no. Tengo uno. —Ella le tendió el batido y lo agitó bajo su nariz.
El cantinero la observó a ella y a su vaso plástico con espuma de polietileno pero
resolvió la cuenta de Edward y después continuó con sus negocios.
—¿Por qué estás bebiendo eso? ¿Acaso se complementa bien con el cuscús? —Edward
rio entre dientes.
Bella se mordió su labio.
Él dejó de reír entre dientes inmediatamente y frunció el ceño hacia ella, tirando de su
labio sin mucha fuerza con su pulgar hasta que hizo que lo soltara de su diente—. Deja de
hacer eso. No quiero que sangres. —Apartó su pulgar y acercó su cara hacia ella, bastante
cerca, en realidad—. Hice una broma sobre el cuscús, señorita Swan.
Bella estaba todavía tratando de recobrar su aliento después del destello de calor que
experimentó por tener su pulgar entre sus labios.
—Aunque, no fue gracioso, ¿o sí? Es maleducado burlarse de la pobreza de una
persona. Y tú eres una dulce niña.
Bella apretó sus dientes, preguntándose cuánta de su actitud condescendiente podría
soportar antes que decidiera dejarlo (y a su pene) en las garras de Ángela.
—Profesor, yo…
—Estaba hablando con alguien. La conoces… ella es una verdadera zorra. —La mirada
ebria de Edward recorrió la habitación perezosamente y después descansó en ella de
nuevo—. Se ha ido ahora. Me alegra. Es una perra malvada.
Bella asintió. Y sonrió.
—Ella te miró como si fueras basura, pero yo la detuve. Si te molesta de nuevo la
descenderé a una estudiante. Estarás bien, ahora.
Llevó su cara cerca a la de ella de nuevo, y lamió sus labios rojos y perfectos
lentamente, muy lentamente.
—No deberías estar en un sitio como este. Y ya pasó tu hora de dormir, ¿no es así? Tú
deberías estar dormida en tu pequeña cama morada, acurrucada como una gata. Una
hermosa gatita con grandes ojos marrones. Me gustaría mimarte.
Las cejas de Bella se alzaron.

121
Podría retirarme a Tahití con el chantaje que podría sacarle por ese pequeño discurso. ¿Dónde
demonios saca esas cosas? ¡¿Y a qué se refiere con mimarme?!
—Um, de verdad necesito ir a casa. Ahora. ¿Podría venir afuera conmigo y ayudarme a
encontrar un taxi? Por favor, ¿profesor? —Bella hizo un gesto vago hacia la salida, tratando
de colocar un poco de distancia entre ellos.
Él cogió su abrigo inmediatamente—. Lamento haberte dejado para que encontraras tu
camino a casa sin escolta el jueves. No lo haré de nuevo. Vamos a llevarte a tu casa, gatita.
Extendió su brazo en una manera muy educada y pasada de moda y ella lo tomó,
preguntándose exactamente quién guiaba a quién.
Cuando ellos salieron, Laurent estaba parado junto a un taxi, sosteniendo abierta la
puerta trasera.
—Pensándolo bien, puedo caminar —, protestó ella, tratando de apartarse.
Pero Edward fue insistente y también Laurent, probablemente porque estaba tratando
de sacarlos a ambos de allí antes de que Edward decidiera que no quería irse y se tumbara
allí. Así que por el bien del tiempo y para evitar a Ángela, el Gollum, que podía aparecer en
cualquier momento y tratar de agarrar de nuevo al Tesoro, Bella se montó en el taxi y se
deslizó hacia el otro lado.
Edward se montó después de ella. Bella contuvo ligeramente su respiración para no
obtener una subida de alcohol por inhalar todo el whisky que él había bebido.
Laurent le entregó unos cuantos billetes al conductor y después cerró la puerta detrás
de ellos, despidiendo a Bella con su mano mientras el taxi se alejaba.
—Edificio Manulife —, dijo Edward al taxista.
Bella estaba a punto de corregir al profesor y darle el taxista su dirección, cuando
Edward la interrumpió.
—No fuiste a El Vestíbulo por un trago. —Él estaba viendo a su ropa, sus ojos
posándose un poco hambrientos en la carne expuesta de sus rodillas, debajo de sus jeans
rasgados.
—Mala suerte. Estuve en el sitio equivocado a la hora equivocada.
—Difícilmente —, susurró, con una sonrisa en la comisura de sus labios—. Yo diría que
tú tienes muy buena suerte. Y ahora que te he visto, también yo.
Ella suspiró. Era demasiado tarde ahora para pedirle al taxista que diera la vuelta; ellos
estaban manejando en la dirección opuesta. Iba a tener que hacer que el profesor estuviera
adentro de forma segura, y después caminar a casa. Negó con su cabeza y tomó un sorbo
largo de su batido.
—¿Me estabas espiando? —Sus ojos la observaron sospechosamente—. ¿Por Alice?
—Por supuesto que no. Estaba en mi camino a casa desde la biblioteca, cuando le vi
por la ventana.
—¿Me viste y decidiste entrar y hablar conmigo? —Sonaba sorprendido.
—Sí —, mintió Bella.
—¿Por qué?
—Únicamente conozco a dos personas en Toronto, profesor. Usted es una de ellas.
—Es una lástima. Supongo que Peter es la otra.
Bella lo miró cautelosamente, pero no dijo nada.
—Jodedor de ángeles.
Ella frunció el ceño.
—¿Por qué continua llamándolo así?
—Porque eso es lo que él es, señorita Swan. O más bien, lo que él espera convertirse.
Sobre mi cadáver. Usted dígale eso… dígale que él folla con el ángel a su propio riesgo.
Bella arqueó una ceja ante su profanidad excéntrica y obviamente medieval y su
explicación asistente. Lo había visto borracho antes, por supuesto, y sabía que su embriaguez
oscilaba entre momentos de claridad absoluta y locura total.

122
¿Cómo exactamente uno folla con un ángel? Los ángeles son creaturas inmateriales y
espirituales. Ellos no tienen genitales. Edward, eres un enfermo medievalista.
Llegaron poco después al edificio del apartamento de Edward y los dos salieron
del taxi. No era tan lejos para que Bella caminara a casa… solamente como cuatro cuadras de
la ciudad. Y no tenía dinero de sobra para un taxi, de todos modos. Así que le sonrió a
Edward, le ofreció unas buenas noches, y se dio palmaditas a sí misma en la espalda por
hacerle el favor a Alice. Y después ella y su batido empezaron su largo y solitario camino a
casa.
—He perdido mis llaves —, la llamó, acariciando los bolsillos de sus pantalones e
inclinándose precariamente contra una palmera falsa en una maceta—. ¡Pero he encontrado
mis lentes! —Sostuvo el marco negro de Prada en el aire.
Bella cerró los ojos y tomó su aliento. Quería dejarlo allí. Quería pasar la
responsabilidad de su bienestar a algún otro Buen Samaritano. Preferiblemente, una persona
sin hogar que estuviera pasando. Pero cuando miró hacia la cara confundida de Edward y lo
vio comenzando a inclinarse hacia un lado como si fuera a caerse y llevarse a la pobre palma
en una maceta con él, una pobre palma que nunca había herido a nadie, supo que necesitaba
su ayuda. Él fue el bebé de Esme una vez y no podía simplemente abandonarlo.
Y supo muy dentro de su corazón que la bondad, no importa cuán pequeña, nunca era
desperdiciada.
Él ni siquiera puede encontrar sus llaves, por amor a Dante.
Colocó su batido medio vacío en un cubo de basura. Y suspiró.
—Vamos —, dijo, y colocó su brazo alrededor de su cintura, estremeciéndose
ligeramente mientras él pasaba su brazo alrededor de sus hombros y le daba un apretón que
era casi muy amigable.
Ellos entraron en el vestíbulo como un galeón, saludando al conserje, quien reconoció a
Edward y los metió en el edificio. Una vez que lograron entrar al ascensor, el whisky pareció
golpear a Edward incluso más fuertemente. Él se paró con sus ojos cerrados, su cabeza
colgando hacia atrás y gemía de vez en cuando. Bella tomó esa oportunidad para buscar en
sus bolsillos por las llaves, las cuales encontró rápida y fácilmente una vez que le arrancó su
preciado abrigo Burberry Trench.
—Tú me levantaste, traviesa gatita. Pensé que no te ibas a casa con hombres que
conocías en bares.
Incluso cuando estaba borrado, Edward A. Masen todavía era un idiota.
—No me lo estaba levantando, Profesor. Lo estoy dejando en su casa. Y si sigue con eso,
voy a dejarlo a usted —, murmuró, en un arranque de irritación.
Le tomó varios intentos a Bella encontrar la llave de su apartamento, y cuando lo hizo,
lo ayudó y sacó la llave de la cerradura. Su meta era dejarlo ahí, asumiendo que iba a estar
bien por su cuenta, pero él empezó a murmurar acerca de sentirse mal.
Bella preocupada sobre él ahogándose en su propio vómito y muriendo en el piso del
baño solo y sin amigos como una estrella de rock olvidada, decidió quedarse lo suficiente
para llevarlo a su cuarto y ver que no vomitara (y muriera).
Cerró la puerta detrás de ellos y puso sus llaves y el abrigo en la mesa del pasillo. Y
después rápidamente se quitó su propio abrigo y lo colocó sobre su maletín.
Edward estaba apoyado contra la pared del pasillo que llevaba a su dormitorio con los
ojos cerrados. Lo cual significaba que no se iba a dar cuenta que ella todavía estaba usando
su suéter, como una adolescente enamorada.
—Vamos, profesor. —Bella colocó su brazo alrededor de su hombro y agarró su cintura
de nuevo, tratando de llevarlo con cuidado por el pasillo.
—¿Dónde me estás llevando? —Él abrió sus ojos y miró alrededor.
—A su dormitorio.

123
Edward empezó a reír. Plantó sus pies y se apoyó contra la pared. Y después miró
hacia ella.
—¿Qué es tan gracioso?
—Usted, señorita Swan —, susurró, su voz repentinamente ronca. Le sonrió y la mitad
de su boca se volvió en una sonrisa torcida—. Me estás llevando a la cama, pero aún no me
has besado. ¿No crees que deberíamos empezar con besos y quizás un poco de besuqueos en
el sofá por un par de noches? ¿Y entonces llegaremos a la cama? Ni siquiera he tenido la
oportunidad de mimarte, traviesa gatita. Y tú eres virgen, ¿no es así?
Bella se erizó, especialmente con la última declaración.
—Tú nunca te has besuqueado con alguien ni una vez en tu vida. Y no te estoy
llevando a la cama, idiota, te estoy llevando a tu dormitorio para que puedas dormir la
borrachera. Ahora vamos. Y corta la cháchara.
—Bésame, Isabella. Bésame de buenas noches. —Los ojos de Bella se agrandaron y él se
fijó en ella. Bajó su voz hasta un susurró satinado—. Y después iré a la cama como un buen
niño. Y quizás, si eres una buena gatita, te permitiré acompañarme.
Bella contuvo su respiración. No se veía borracho ahora. Se veía sorprendentemente
lúcido y sus ojos estaban acariciándola, tocándola, pasando más tiempo del apropiado en la
extensión de su pecho. Y después empezó a lamer sus labios.
Aquí viene la sonrisa tira bragas… en 5, 4, 3, 2, 1.
Cáiganse.
Era una buena cosa que ella estuviese usando jeans. Bella lo dejó ir al instante y se
alejó, desviando su mirada, porque de verdad mirar al resplandor de esa sonrisa era como si
miraras al sol.
Él se apartó de la pared y dio un paso hacia ella.
Ahora estaba atrapada. Su espalda contra la otra pared y él se estaba acercando.
Los ojos de Bella se agrandaron.
Él estaba acechándola. Y se veía hambriento.
—Por favor, no. Por favor no… me hagas daño —, dijo ella en un quejido.
Un surco apareció entre las cejas de Edward. Estiró sus suaves manos y ahuecó su cara
suavemente, inclinándola para que pudiera ver directamente a sus grandes y brillantes ojos.
—Nunca. —Y con eso, él llevó sus labios lentamente a los suyos.
Tan pronto como se conectaron, piel con piel, Bella perdió toda habilidad de pensar y
se ahogó en el sentimiento. Nunca se había sentido más encarnada que en ese momento;
nunca se había sentido como si no existiera en su cabeza.
Su boca apenas se movía sobre la de ella. Era cálida y sus labios mojados y
sorprendentemente suaves. No sabía si la estaba besando porque estaba borracho o por otra
razón, pero era como si sus labios estuviesen congelados juntos. Como si su conexión, tan
intensa y real, no pudiera romperse siquiera por un segundo.
No se atrevía a mover su boca por miedo de que él la liberara, y ella nunca lo besara de
nuevo.
Él presionó sobre ella firme pero suavemente, mientras sus manos tiernamente
flotaban a través de sus mejillas. No abrió su boca. Pero la electricidad que surgió entre ellos
era más poderosa que nunca.
La sangre de Bella cantaba en sus oídos y se sintió a sí misma sonrojarse y calentarse
mientras se presionaba contra su pecho, cerrando la brecha entre ambos, y enrollando sus
brazos alrededor de su espalda. Podía sentir los músculos debajo de su camisa. Casi podía
sentir su corazón latiendo contra su propio pecho.
Pero él era tan suave, tan tierno. Su boca dejó a Bella queriendo más, mucho, mucho
más.
No estuvo segura de cuánto tiempo se besaron, pero para el momento en que la liberó,
su cabeza daba vueltas y ella se deslizó por la pared hasta el suelo.

124
Fue transcendental. Fue emocional. La realización momentánea del más profundo
anhelo de su corazón.
Los recuerdos y los sueños del prado llegaron a inundarla. Ellos no eran las cosas de su
imaginación. La chispa, la atracción era real y conmovedora para su alma. Ella no lo había
imaginado, pero se preguntó si él lo sintió también. O tal vez era inmune a ese tipo de
sentimientos ahora.
—Hermosa Isabella —, murmuró, mientras se tambaleaba hacia atrás—. Dulce como el
caramelo.
Edward se lamió sus labios como si estuviera saboreando su sabor y después cualquier
lucidez que tenía desapareció. Cerró sus ojos y se desplomó contra la otra pared, cerca de
perder el conocimiento.
Cuando ella finalmente recuperó sus sentidos y tomó aliento, lo cual le tomó más de un
minuto, se las arregló para medio arrastrarlo por el pasillo hasta su dormitorio.
Y todo habría ido bien. Todo habría ido bien si él no hubiese abierto la boca en ese
momento y vomitado sobre ella. Y por todo su hermoso y caro suéter ingles de cachemir
verde para montar.
El cual ya no era más verde para el momento en que él había terminado.
Bella abrió la boca y arceo a la vista y olor de eso, porque tenía el estomago muy
revuelto.
Está inclusive en mi cabello. ¡Oh Dioses de todos los Buenos Samaritanos, apresúrense en
ayudarme!
—Lo siento, Isabella. Lamento haber sido un chico malo. —Edward se empezó a
disculpar una y otra vez, su voz como la de un niño asustado.
Ella contuvo el aliento y negó con su cabeza.
—Está bien, Edward. Ven. —Lo jaló hasta el cuarto de baño y pudo posicionarlo en sus
rodillas sobre el sanitario antes de la próxima erupción volcánica de su estomago.
Mientras vomitaba, ella sostuvo una mano en su nariz y trato de distraerse a sí misma
al evaluar su baño elegante y espacioso. ¿Una bañera grande para dos o más personas?
Chequeado. ¿Una ducha con un decadente sistema de regadera de lluvia tropical y múltiples
regaderas para el cuerpo, lo suficientemente grande para dos o más personas? Doblemente
chequeado. ¿Toallas de un blanco perfecto grandes y suaves para elegir vomitar?
Chequeado, chequeado, chequeado… y chequeado.
¿Es este baño de verdad solo para una persona? Esperen -dioses de los cuartos de baños grandes
y pretensiosos y posiblemente abiertos para grupos- no contesten eso.
Cuando Edward hubo terminado, ella le entregó una toalla pequeña pero absorbente
para limpiar su boca.
Él gimió en voz alta e ignoró su oferta. Así que ella se inclinó y limpió suavemente su
boca y después le dio un sorbo de agua fría para que hiciera gárgaras. Y después lo miró.
A pesar del choque de trenes que fue su propia familia y su nerviosismo general sobre
el matrimonio, había pensado de vez en cuando sobre lo que sería tener un bebé… un
pequeño niño o niña que luciría como ella o como su esposo. Mientras veía a un Edward
bastante enfermo, se imaginó cómo sería ser una madre y cuidar de su hijo enfermo.
La vulnerabilidad de Edward tiró de las cuerdas de su corazón porque nunca lo había
visto así excepto esa vez, cuando lloró en su oficina por Esme.
Esme se alegraría de que yo esté cuidando a su hijo.
—¿Estarás bien por un minuto? —Preguntó Bella, alejando su hermoso cabello de sus
ojos.
Él gimió de nuevo, con sus ojos cerrados, y ella tomó eso como una indicación de que
lo estaría. Pero para Bella fue difícil dejarlo ir. Así que mientras él se sentó allí, gimiendo, lo
acarició un poco, trazando su cabello y charlando con él como si fuera su bebé.

125
—Está bien, Edward. Está bien. Todo lo que siempre he querido es ser buena contigo.
Preocuparme un poco por ti. Incluso si a ti nunca te he preocupado.
Cuando estuvo convencida de que podía dejarlo solo por unos cuantos minutos, fue a
su cuarto y rápidamente empezó a buscar en las gavetas de su cómoda por algo, cualquier
cosa con la que pudiera cambiarse. Resistió el impulso de hurgar en su ropa interior en busca
de un premio que podría llevarse a casa o vender en Ebay, y tomó el primer de bóxer tipo
pantaloncillos que pudo encontrar. Ellos parecían ser muy pequeños para la forma de
Edward, y eran negros y decorados con el escudo de la Universidad Magdalen.
Incluso la ropa interior de Edward es pretenciosa, pensó Bella, mientras buscaba por una
camiseta.
Fue al baño de invitados y rápidamente se despojó de su ropa sucia, metiéndose en la
ducha solo para enjuagar el vomito de su cabello y el olor de su piel, y después se cambio
con sus cosas.
Estaba segura que el bóxer no le ajustaría a Edward ahora; sin embargo, todavía tuvo
que enrollar la elástica de la cintura un par de veces a fin de que le quedaran. Y su camiseta
era bastante grande, pero muy suave.
Envolvió en una toalla su largo y ondulado cabello y después trató de enfrentar el gran
desastre que era el suéter de cachemir de Edward. Lo limpió lo mejor que pudo, mojándolo
un poco en el lavamanos. Al final, lo colocó sobre la encimera de mármol para que se secara.
Él tendría que hacer que lo lavaran en seco. O quemarlo.
Bella tomó el resto de su ropa y las puso en la lavadora y después regresó al baño
principal.
Edward estaba sentado con su espalda contra la pared, sus rodillas contra su pecho y
su cara en sus manos. Estaba todavía gimiendo.
Bella limpió rápidamente, tiró de la cadena del sanitario y después se arrodilló a su
lado. No sabía qué hacer. No le gustaba la idea de dejarlo con la ropa vomitada, pero
tampoco le gustaba la idea de desvestirlo. Probablemente la acusaría de acoso sexual o algo
así y no quería tratar con un profesor Masen borracho y enojado. O un profesor Masen sobrio
y enojado.
Porque como un dragón, él podía irse contra ti en un segundo si pensaba que estabas
tirando de su cola.
—¿Edward? Edward, vomitaste todo encima de ti. ¿Entiendes? ¿Quieres quedarte así
o…? —Permitió que su voz se cortara.
Edward fue capaz de sacudir su cabeza con algo parecido a comprensión y empezó a
tratar de remover su corbata de seda. Por supuesto, tuvo poco éxito con sus ojos cerrados.
Así que Bella suavemente aflojó aún más su corbata, y después lentamente se la quitó por
encima de su cabeza. La lavó lo mejor que pudo y después la dejó en el mesón. Él tendría que
lavar en seco eso también.
Mientras su espalda estaba volteada, Edward empezó a deshacer los botones de su
camisa. Sin embargo, era mucho más difícil de lo que anticipó así que empezó a maldecir y a
tirar de los botones, casi arrancándolos en el proceso.
Bella suspiró—. Mira, déjame —, se arrodilló a su lado de nuevo, moviendo sus largos
dedos a un lado con rapidez y desabrochó los botones rápidamente.
Él se quitó su camisa de vestir e inmediatamente se sacó su camiseta por su cabeza.
Pero estaba desorientado y fue incapaz de liberar su cabeza de la camiseta, así que más o
menos se sentó allí con eso envuelto en todo su cabello como un turbante.
De verdad era demasiado gracioso.
Bella ahogó una risa, deseando tener su teléfono celular cerca para poder tomarle una
fotografía. Le hubiese encantado usar esa foto en su salvapantalla. O como su avatar, ya que
necesitaba uno. Suavemente le liberó su cara de su camiseta y después se sentó sobre sus
talones y jadeó.

126
El pecho desnudo de Edward era impresionante. De hecho, su cuerpo completo fue un
estudio a la perfección. Tenía largos y musculosos brazos, hombros amplios y pectorales
perfectamente tonificados. Fue sorpresivo para Bella porque él siempre le había parecido
delgado, especialmente cuando lo veía en fotos parado al lado de Emmett, quien era de
tamaño de un oso.
Pero no había nada delgado en Edward. Absolutamente nada.
Y Edward tenía un tatuaje.
Eso sorprendió grandemente a Bella. Había visto fotos de Edward y Emmett sin
camisa… fotos de vacaciones de verano tomadas antes que ella se mudara a Forks. Pero
podía jurar que Edward no tenía un tatuaje en esas fotos. Así que el tatuaje era reciente, de
los últimos seis o siete años.
El tatuaje estaba sobre su pectoral izquierdo, por encima de su pezón y extendido sobre
su esternón. Era un dragón medieval con cuatro alas que estaba envuelto alrededor de su
gran corazón, aplastado entre sus dos pies delanteros. El corazón estaba como vivo, no
esterilizado, y las garras del dragón estaban clavadas profundamente, con la sangre de su
herida filtrándose.
Bella miró, con la boca abierta, a esa imagen oscura y perturbadora.
El dragón era verde y negro en espiral, la cola ancha y con púas, alas revoleando. Su
boca estaba abierta y respiraba fuego. Pero lo que atrajo su atención fueron las letras negras
alrededor de la superficie del corazón. Fue capaz de distinguir las letras MAIA. ¿O era
M.A.I.A. como unas siglas?
Bella no tenía idea de quién era Maia o qué era M.A.I.A. Nunca había escuchado ese
nombre de Alice antes o de alguno de los Cullen.
Le parecía algo completamente fuera de la personalidad de Edward, del Edward que
apenas conoció una vez y del que apenas estaba comenzando a conocer de nuevo, tener un
tatuaje de cualquier cosa, mucho menos uno tan grande e inquietante.
¿Él tiene un tatuaje así debajo de su ropa y usa una corbata de lazo? ¡¿Con un suéter?!
Bella se preguntó qué otras sorpresas se escondían alrededor de la superficie de su piel,
y sus ojos vagaron un poco más abajo. Incluso en la posición de sentado, no pudo evitar
notar sus bien definidos músculos abdominales y la profunda V que se extendía desde sus
caderas y más debajo de la cintura de sus pantalones de lana.
Mierda santa. El Profesor Masen debe ejercitarse… mucho. ¿Podría tomar una foto de sus
abdominales -y su V- para mi protector de pantalla??
Bella sonrió y volteó la mirada. Estaba siendo mala. Estaba comiéndose con los ojos a
su profesor. No hubiese querido que nadie hiciera eso con ella, especialmente en un mal
momento. Así que sintiéndose más que un poco culpable, recogió su ropa sucia y la toalla
que usó para limpiar el vomito que había caído en la alfombra Persa de su dormitorio, y los
llevó al cuarto de lavandería. Rápidamente colocó todo en la lavadora, lo llenó con
detergente y empezó el ciclo.
Caminó a la cocina para buscar un poco de agua filtrada del refrigerador y un vaso, y
regresó a su cuarto.
En su ausencia, Edward había logrado levantarse y escalar a la imponente cama
cubierta de seda que estaba en el centro del cuarto. Ahora estaba sentado en el borde,
descalzo y usando únicamente un par de bóxer negros, su cabello saliendo de su cabeza
hacia todas las direcciones.
Santa. Vaca.
Aunque probablemente no haya nada más sexy en el universo que la vista de un
Edward casi desnudo en su casa, excepto tal vez la salida del sol, Bella apartó la mirada y los
fijó en la montaña de su mesita de noche.

127
Edward descansó su cabeza en sus manos y apoyó sus codos en sus rodillas. Bella
quería preguntarle cómo estaba, pero pensó que tal vez debiera darle un momento. Así que
se apartó y dejó que sus ojos vagaran en la habitación. Y lo que vio le asombró.
La afición de Edward por las fotografías de blanco y negro eran más notables allí, cada
pared excepto una estaba adornada con un par, cada una extremadamente grandes y de
material grueso de color blanco mate y colgado en imposición en marcos de madera negra.
Era el contenido de las imágenes lo que a Bella le pareció sorprendente.
Las fotos eran eróticas. De formas desnudas, sobre todo de mujeres, aunque algunas
veces eran hombre y mujer juntos, con las caras y genitales ausentes o en la sombra.
Tomadas con elegancia, eran bastante hermosas y Bella no habría dicho que eran
completamente indecentes. Pero eran bastante sensuales y amorosas, mucho más sofisticadas
que la mayoría de la pornografía y bastante más excitantes.
La primera foto mostraba una pareja de lado, una frente a la otra y extendidos en un
tipo de banco. El hombre estaba sentado en la izquierda, su cara escondida detrás de la
cabeza de la mujer. La mujer estaba de espalda a la cámara, sus piernas alrededor de la
cadera de él, sus torsos juntos, las manos de él en su cabello y las de ella en sus antebrazos.
Bella se sonrojó mientras se preguntaba si la foto fue tomada antes, durante o después que la
pareja hizo el amor, pero no podía descubrirlo.

La segunda foto era de la espalda de una mujer desde la parte superior de sus hombros
hasta la curva de su trasero y un par de manos de hombres, una de ellas la abrazaba en la
mitad de su espalda y la otra acariciando su trasero. Parecía como si él estuviera acunándola,
o tal vez ella estaba colocada encima de él. Un tatuaje corría a través de su espalda baja y
junto a su cadera derecha, pero el escrito estaba en árabe, pensó Bella, así que no podía
leerlo.

128
La tercera foto, en la pared detrás de Bella, era de las rodillas desnudas de un hombre,
apartadas, como si estuviera sentado bajo en un sofá, y una mujer que estaba cabalgándolo,
bloqueando su cabeza y la mayor parte superior de su cuerpo, con la excepción de sus
hombros y brazos. Una vez más, todo lo que era visible de ella era su espalda y los largos
mechones de su cabello rubio que colgaban como una melena sobre sus hombros. Estaba
desnuda, por supuesto, las largas manos y largos y pálidos dedos de él agarrando
firmemente su parte baja. Pero no, Bella estaba equivocada. Porque una de sus manos estaba
apoyada justo sobre la extensión del trasero de la mujer, y en su mano él apretaba la mano de
la mujer, sus dedos entrelazados firmemente, colocando el brazo de ella volteado sobre su
propia espalda. No se veía cómodo ni en lo más mínimo y más bien parecía como si él la
hubiera atrapado.
Curioso y muy curioso… pensó Bella.
La cuarta foto mostraba una mujer de pie, de nuevo con su espalda ligeramente frente
a la cámara, y usando solamente un par de tacones muy altos. Un hombre desnudo estaba
abrazándola, con una mano alrededor de sus omoplatos y la otra en la parte baja de su nalga
derecha, mientras él torcía la pierna de ella alrededor de su cadera. Su cara estaba en la
sombra y él acariciaba la base de su garganta, la cabeza de ella tirada hacia atrás en éxtasis.
El cuerpo desnudo de él era mostrado de perfil y alardeaba los más firmes y hermosos
músculos de glúteos que Bella hubiese visto alguna vez. No es como si ella hubiese visto
muchos, incluso en fotografías. Y los zapatos de la mujer eran muy, muy hermosos.
Las fotos que faltaban eran las más grandes y estaban colgadas sobre la cama.
La quinta foto describía a una mujer acostada sobre su estomago, exponiendo solo
parte de su cabeza, su hermosa espalda y su trasero un poco levantado. Una forma de
hombre se cernía sobre ella, casi como un ángel oscuro, presionando un beso en su espalda y
abriendo su mano izquierda en la espalda baja de ella. Le recordó a Bella a otra escultura de
Rodin, El beso del Ángel, así que se preguntó si el fotógrafo se había inspirado en ese trabajo.

Pero fue la sexta y última foto la que le quitó el aliento a Bella, porque era la más
abiertamente erótica y a primera vista, ella inmediatamente la rechazó por su crudeza y
agresividad. Era la vista de una mujer acostada sobre su estomago, con solo visible la
longitud de su medio torso hasta su rodilla. Cernido encima de ella, en la posición de yoga
del perro mirando hacia arriba, estaba parte de la figura de un hombre. La mano él con sus
nudillos blancos estaba colocada en su cadera izquierda y en su nalga, el cuerpo superior de
él visible pero rígido, sus caderas apretadas contra la curva del trasero de ella, su muslo
izquierdo a ras del de ella. De nuevo, el hombre tenía un hermoso glúteo de perfil, y dedos
largos y elegantes, pero Bella estaba trastornada por la foto e inmediatamente se sonrojó en
un profundo carmesí y apartó la mirada.

129
¿Por qué alguien tendría una foto como esa colgando en su pared?
Sin embargo, al ver esas seis fotografías, un punto estuvo absolutamente claro:
El profesor Masen era un hombre que le gustaban las espaldas.
Tomando en cuenta su decoración y escogencia de arte, el dormitorio de Edward
parecía tener un único propósito y ese era servir como un caldero de ardiente lujuria. Ella
sabía, basado en lo que ya había observado, que él había tenido la intensión de que fuera así,
a pesar de su frialdad obvia y palpable; una frialdad que armonizaba con la atmosfera glacial
general de su apartamento completo. En este espacio marrón cerrado, la frialdad emanaba de
las fotografías en blanco y negro, la fría seda azul de los cobertores de su cama y cortinas, y
la escasez de los muebles completamente negros en la habitación, el cual estaba dominado
por la cama gigante con una cabecera fija tallada y ornamentada y un bajo e igualmente
complicado estribo.
Medieval, pensó Bella. Qué apropiado.
Pero las fotografías no fueron lo que más cautivaron la atención de Bella. No, cuando
finalmente apartó sus ojos de los sofisticados desnudos de Edward, se paró impactada y
miró a la pintura de la pared más lejana, jadeando con fuerza.
En la pared opuesta a la de la cama grande y medieval, y extrañamente fuera de lugar
entre las fotos eróticas de blanco y negro, estaba una pintura al oleo prerrafaelita de colores
brillantes y gloriosos. Era una reproducción a gran escala de la pintura de Dante y Beatrice
de Henry Holiday, la misma pintura que colgaba encima de su propia cama.
Los ojos de Bella saltaron entre la pintura y Edward y de regreso a la pintura de nuevo.
Él podía ver la pintura desde su cama. Se lo imaginaba quedándose dormido en la noche,
cada noche, y mirando a la cara de Beatrice. Era la última cosa que él vería antes de cerrar
sus ojos en la noche y lo primero que él vería cuando se despertaba en la mañana.
Bella no había sabido que él poseía esa pintura. Él era la razón por la que ella la poseía;
¿Era ella, por alguna casualidad, la razón por la que él la tenía?
Empezó a temblar por ese pensamiento. No importa quién viniera a su cuarto, no
importa quién lo sostuviera en sus brazos, no importa a cuál mujer Edward llevara a su casa
para calentar su cama, Beatrice estaba siempre allí. Beatrice estaba siempre presente.
Pero él no recordaba que ella era Beatrice.
Bella negó con su cabeza para eliminar ese pensamiento y suavemente persuadió a
Edward para que se acostara. Lo cubrió con la sábana y el edredón de seda, metiendo los
bordes debajo de sus brazos, alrededor de su pecho.
Y después se sentó en la cama a su lado, mirándolo mientras él la veía a ella.
—Estaba escuchando música —, susurró.
Bella se puso rígida.
—¿Qué tipo de música, Edward?
—Hurt. Johnny Cash. Una y otra y… —La voz de Edward se cortó.
—¿Por qué escuchas esa canción?

130
—Para recordar.
—Oh, Edward. ¿Por qué? —Bella parpadeó para alejar sus lágrimas, porque esa era la
única canción de Trent Reznor que podía escuchar sin agitarse, pero siempre le hacía llorar.
Él no contestó.
Ella se inclinó hacia él.
—¿Edward? Cariño, no escuches ese tipo de música de nuevo, ¿está bien? Necesitas
caminar hacia la luz. ¿Me escuchas? No más Lacrimosa o Nine Inch Nails. Aléjate de la
oscuridad y ve hacía la luz.
—¿Dónde está la luz? —murmuró.
Bella exhaló profundamente y negó con su cabeza.
—¿Por qué bebiste tanto, Edward?
—Para olvidar —, dijo simplemente, cerrando sus ojos y descansando sobre su
almohada.
Bella pensó que él habría sido bastante guapo como un adolescente; con sus ojos
esmeralda grandes y labios besables y cabello bronce sexy. Él podría haber sido dulce en vez
de enojado o triste. Él podría haber sido noble y bueno. Si Bella y él hubiesen estado más
cerca en sus edades, él podría haberla besado en el porche de la casa de su padre y llevarla a
su baile de graduación, y hacerle el amor por primera vez en una manta debajo de las
estrellas, en el prado detrás de la casa de sus padres.
Ella podría haber sido su primera, en algún universo más perfecto.
Bella contempló cuánto dolor un alma humana, su propia alma, podría soportar sin
marchitarse completamente, y se volteó para irse.
Una mano cálida se lanzó para agarrarla.
—No me dejes —, susurró él—. Por favor.
Sus ojos estaban solo mitad abierto y le suplicaron.
—Por favor, Isabella. Por favor.
Él sabía que ella era Isabella Swan, pero de alguna manera todavía quería que se
quedara. Y la manera en que sus ojos y su voz se desesperaron… no pudo negarse cuando la
miraba así.
Ella envolvió su mano con la de él y se sentó a su lado de nuevo—. Edward, no voy a
dejarte. ¿Adónde más voy a ir? Solo duérmete ahora. Estás a salvo aquí. Y hay luz en todo tu
alrededor. Tanta luz.
Una sonrisa se dibujó en sus labios perfectos y ella lo escuchó suspirar; el agarre con
que la tenía se relajó.
Tomó una respiración profunda, la sostuvo, y después realizó una figura encima de sus
cejas. Cuando él no se inmutó o abrió sus ojos, ella suavemente las acarició, una a una. Su
madre le había hecho eso cuando era una niña y no podía dormirse; mucho antes de que su
madre la descuidara a favor de dedicarse a otros intereses más importantes.
Edward estaba todavía sonriendo así que Bella valientemente movió su mano en su
cabello. Sentir los mechones rebeldes corriendo a través de sus dedos le recordó un día que
había pasado en una granja en Umbría durante su año de estudio en el extranjero. Un chico
italiano la había llevado a un campo y ellos habían caminado juntos, su mano flotando sobre
las cimas del pasto.
El cabello de Edward era ligero y suave como la pluma contra su mano, al igual que el
pasto susurrante italiano.
Empezó a acariciar su cabello, de la forma que Esme debió hacerlo una vez. Él era un
chico tan hermoso. Él le permitió a sus dedos seguir por un lado de su cara, trazando su
mandíbula angular y frotando suavemente contra su barba. Tocó el más mínimo indicio de
un hoyuelo en su barbilla y después empezó a mover la palma de su mano contra sus
pómulos altos y nobles.

131
Bella suspiró. Nunca más estaría tan cerca de él de nuevo; si estuviese despierto, no se
lo permitiría. Él le habría mordido su mano, estaba segura, y después iría por su garganta.
Su pecho perfecto subía y después bajaba con su ahora respiración normal. Parecía
estar dormido.
Bella miró con admiración a su cuello, los músculos de sus hombros y la parte superior
de sus brazos, su clavícula y sus pectorales. Si él fuera pálido, se vería como una estatua
romana tallada en mármol blanco y frío. Pero la leve insinuación de los restos de un
bronceado de verano hacía que su piel brillara casi como oro en la luz de la lámpara.
Bella presionó un beso contra dos de sus dedos y después presiono esos dedos
tiernamente contra sus labios ligeramente separados. “Ti amo, Dante. Eccomi Beatrice”*.
Justo en ese momento, el teléfono de Edward sonó. Bella miró al teléfono en la mesita
de noche. Estaba sonando bastante escandalosamente. Él estaba empezando a moverse, el
sonido horrible penetrando en su descanso.
Así que Bella hizo una cosa bastante estúpida; lo contestó.
—¿Hola?
—¿Quién demonios es? —Exigió La voz conmocionada y estridente de una mujer.
—Esta es la residencia de Edward Masen. ¿Quién es?
—Es Tanya. ¡Pon a Edward en el teléfono!
El corazón de Bella dio un vuelco dos veces y luego saltó un latido, antes de acelerarse.
Se levantó, llevándose el receptor inalámbrico y caminó dentro del baño y cerró la
puerta—. Él no puede venir al teléfono en este momento. Lo siento. ¿Es una emergencia?
¿Puedo ayudar?
—¿Qué quieres decir con que él no puede? Dile que es Tanya y que quiero hablar con él.
—Um, él esta indispuesto.
—¡¿Indispuesto?! Escucha, tu pequeña zorra, rueda a Edward y pon el teléfono en su
mano. Estoy llamando de…
—Él no puede hablar en este momento. Por favor llamé de nuevo mañana. —Bella
presionó el botón de finalizar la llamada, interrumpiendo el torrente de palabras furiosas de
Tanya.
Ella es más demandante que una amante casual. Debe ser su querida… y va a estar furiosa con
Edward porque yo contesté el teléfono.
Quizás esté tan furiosa que rompa con él.
Bella negó con la cabeza a su continuo mal karma y removió la toalla de su cabello,
dejándolo suelto para que se secara. Y después caminó dentro del dormitorio y colocó el
teléfono en su base. Iba a dejar a Edward con sus sueños e iría al cuarto de invitados a
dormir, porque había prometido que no lo abandonaría.
De repente, dos ojos verdes se abrieron ampliamente y empezaron a verla fijamente.
Ella saltó.
—Beatrice —, susurró Edward, extendiendo su mano hacía ella.
Bella se estremeció convulsivamente.
—Beatrice —, susurró de nuevo, mirando sus ojos sin parpadear con reconocimiento.
—¿Edward? —Ella ahogó un sollozo.

___
* Te amo, Dante. Yo soy Beatrice.

132
Capítulo doce.

Los ojos de él se cerraron, pero solo por un segundo, y después una lenta y dulce
sonrisa se extendió sobre su cara y sus ojos se volvieron suaves y muy cálidos—. Me
encontraste.
Bella mordió el interior de su mejilla, obligándose en silencio a no romper en llanto por
el sonido de su voz suave. Esa era la voz que recordaba. Y había esperado mucho tiempo
para escucharla de nuevo.
Había esperado para que él regresara a ella por mucho, mucho tiempo.
—Beatrice. —Él extendió su mano para tomar su cintura. Se encontró a sí misma siendo
empujada hacia él. Se movió un poco en la cama para acomodarla y después la envolvió en
sus brazos mientras ella descansaba su cabeza en su cuello desnudo—. Pensé que me habías
olvidado.
—Nunca. —Bella se ahogó cuando sus lágrimas empezaron a fluir
descontroladamente—. He pensado en ti todos los días, Edward.
—Estás aquí ahora, Beatrice. Me encontraste.
Edward cerró sus ojos y volteó su cabeza, su respiración empezó a acompasarse de
nuevo.
Bella se quedó muy quieta, sin querer que sus sollozos lo molestaran, tratando
desesperadamente que la cama no se moviera mientras permitía que el dolor y el alivio
salieran de ella. Las lágrimas viajaban como pequeños ríos por sus mejillas pálidas y hasta la
extensión de la piel bronceada y tatuada que reposaba debajo de su cabeza.
Su Edward la había recordado. Su Edward había finalmente regresado.
—Beatrice. —El brazo de Edward se apretó alrededor de su cintura cuando la movió
para susurrarle sobre su oído, todavía húmedo por la ducha—. No llores.
Sus ojos brillantes todavía estaban cerrados, Edward presionó sus labios en la frente de
Bella, una, dos, tres veces.
—Te extrañé. Tanto —, susurró ella, sus labios moviéndose sobre su tatuaje.
—Me encontraste —, murmuro—. Debí haber esperado. Te amo.
Ahora Bella lloró más fuerte, aferrándose a él como si estuviera ahogándose y él fuera
su salvador. Ella besó la piel de su pecho suavemente y pasó sus dedos de arriba hacia abajo
en su abdomen.
En respuesta, los dedos de Edward acariciaron la piel de gallina de sus brazos antes de
escabullirse debajo de la tela suelta de su camiseta. Sus dedos suaves rodearon su piel hasta
que finalmente se detuvieron contra su espalda baja.
Él suspiró profundamente y pareció pasar a su mundo de ensueño de nuevo.
—Te amo, Edward. Tanto que duele —, le dijo con su mano descansando sobre su
suave latido del corazón. Y después le susurró las palabras de Dante, sobre su perfecto
pecho.

“Hace tanto tiempo que el Amor ha tenido poder sobre mí


y me ha acostumbrado a su señoría,
que aunque parecía ser duro conmigo al principio,
ahora él parece endulzar mi corazón.
Y así que cuando él me arranque mi coraje,
y mi espíritu parezca volar lejos,
entonces lo siento por toda mi alma
tanta dulzura que mi cara palidece,
y entonces el Amor tiene tanto poder sobre mí,
que hace que mi espíritu vaya hablando,
y siempre llamándote

133
mi Edward concédeme la gran bienvenida.
Eso me pasa cada vez que lo veo,
y es tan humillante, que nadie puede entenderlo.”

Cuando todas sus lágrimas se secaron, Bella dio varios besos tentativos sobre los labios
dulces y calmados de Edward, y después cayó en un sueño profundo y sin sueños en los
brazos de su amado.

-
Cuando Bella se despertó, era un poco después de las siete de la mañana. Edward
todavía sonaba dormido. De hecho, estaba roncando, y parecía que ninguno de los dos se
había movido en toda la noche. Probablemente fue uno de los sueños más pacíficos que
había tenido en su vida, excepto otro.
No quería moverse. No quería estar separada de él, ni siquiera por un centímetro.
Quería estar en sus hermosos brazos para siempre y fingir como si nunca hubiesen estado
separados.
Él me reconoció. Él me ama. Finalmente.
Bella nunca se había sentido amada antes. No de verdad. Oh él lo había dicho, y Renée
(su madre) lo había dicho pero solo cuando estaba borracha, así que las palabras nunca
habían entrado en la conciencia de Bella. O en su corazón. Nunca las había creído porque sus
acciones le habían mostrado que sus palabras eran falsas.
Pero ella creía en su Edward.
Así que esta mañana, era la primera mañana en toda su vida, que Bella se sintió amada.
Sonrió tan ampliamente que pensó que su cara se estiraría y rompería. Presionó sus labios en
el cuello de Edward y acarició su mejilla contra su piel sin afeitar.
Él gimió suavemente y su brazo se apretó contra ella, pero su respiración regular y
profunda le dijeron a Bella que él seguía muy dormido.
Bella tenía suficiente experiencia con alcohólicos para saber que Edward tendría resaca
y probablemente estaría malhumorado cuando se despertara. Así que no se apresuró en
despertarlo en ese momento. Aunque estaba en silencio agradecida que la noche anterior,
por lo menos, Edward había sido un borracho inofensivo y coqueto. El tipo de borracho que
ella podría manejar. Era el otro tipo de borracho que le inquietaba.
Pasó alrededor de una hora bebiendo de su esencia y su calidez, deleitándose de su
cercanía, rozando su mano tentativamente sobre la parte superior de su perfecto cuerpo.
Aparte de la noche que pasó con él en el prado, esos momentos fueron los más felices de su
vida.
Pero eventualmente, tuvo que levantarse. Salió sigilosamente de sus brazos y caminó
silenciosamente hacia el baño principal, cerrando la puerta detrás de ella.
Mientras tomaba prestado su cepillo de dientes para lavarse, ella notó una botella de su
perfume Armani colocado en su tocador. Lo tomó, abrió y olió. No era la esencia que
recordaba del prado. Su esencia que había sido más natural, incluso más salvaje.
Esta es la nueva esencia de Edward. Y así como él… es impresionante. Y ahora él es mío…
Terminó con sus dientes, se salpicó un poco de agua en su cara, enrolló su ahora
ondulado cabello en un nudo desordenado y caminó hacia la cocina para buscar un elástico o
un lápiz para sostenerlo. Con su cabello fijo de esa manera, flotó hacía la lavandería y
transfirió la ropa limpia pero húmeda de la lavadora a la secadora, y rápidamente la
encendió. Ella no podía irse a su casa hasta que la ropa estuviera seca. Pero no tenía ninguna
intención de irse ahora que él la recordaba.
¿Y qué hay sobre Tanya? ¿O M.A.I.A.?

134
Bella empujó hacia un lado esas preguntas, simplemente porque eran irrelevantes.
Edward la amaba. Por supuesto, él dejaría ir a Tanya. Y después ella y él continuarían donde
lo dejaron seis años atrás.
¿Y qué hay sobre el hecho de que él es mi profesor? ¿Y que si Edward es un alcohólico?
Se había prometido a sí misma mucho tiempo atrás que nunca se involucraría con un
alcohólico. Pero en lugar de enfrentar de frente esa posibilidad, ella suprimió activamente
todas esas pequeñas y molestas dudas que fueron saliendo a la superficie, porque en verdad,
quería creer que su amor podría conquistarlo todo.
“Que la boda de mentes tan sinceras no admita impedimentos”, pensó ella, citando a
Shakespeare como un talismán contra sus miedos. Ella creía que los vicios de Edward
estaban soportados por la soledad y la desesperación. Pero ahora que ellos se habían
encontrado de nuevo, su amor y esperanza serian suficientes para rescatarlos a ambos de sus
oscuridades particulares.
Juntos serían más fuertes y mucho más sanos de lo que habían sido separados.
Mientras Bella reflexionaba esas cosas en su corazón, se encontró dirigiéndose a través
de los armarios y gabinetes de la cocina excelentemente equipada de Edward. No estaba
segura de lo que él querría desayunar, dada su resaca. Renée siempre se había abstenido de
la comida a favor de una libación de desayuno como un Seabreeze*, la cual Bella había (por
desgracia) aprendido a hacer con aplomo a los ocho años.
Sin embargo, después que terminó de hacer su propio desayuno de huevos revueltos,
tocino y café, preparó el mismo para Edward.
No sabiendo si él querría el cabello del perro que mordió la noche anterior, pero
queriendo darle más de una opción, hizo un coctel Walters. Encontró la receta en su recetario
de cantinero, después de haber elegido (esperaba que correctamente) la botella de la parte
superior del piano que contenía el escoses menos favorito de él; no queriendo mancillar su
mejor whisky de malta con el jugo.
En suma, Bella estaba extasiada por tener la oportunidad de malcriar un poco a
Edward así que tomó extra cuidado mientras preparada su bandeja de desayuno. Recortó
unas cuantas ramitas de perejil de una guarnición proveniente de su jardín de hierbas que
estaba sobre el mesón, y lo colocó al lado de los gajos de naranjas que había cortado y
desplegado al lado del tocino. Incluso envolvió sus cubiertos de plata en una servilleta de
lino, la cual dobló un poco torpemente en forma de bolsillo. Deseaba ser lo suficientemente
ingeniosa para hacer algo más que un bolsillo, tal vez un cisne o un ventilador, y decidió
investigar esas opciones la próxima vez que usara la computadora. Martha Stewart sabría.
Martha Stewart siempre sabía.
Después, Bella caminó valientemente hacía el estudio de Edward y encontró una hoja
de papel y una pluma encima de su escritorio grande de madera. En el papel ella escribió lo
siguiente:

Octubre, 2009
Mi querido Edward,
De verdad esta es una mañana para valorar.
Había perdido la esperanza,
hasta que miraste mis ojos anoche y me viste finalmente.
Apparuit iam beatitudo vestra*,
Tú Beatrice.
__
* Bebida a base de Cranberry, pomelo y vodka.
* Ahora aparece la felicidad.

135
Bella apoyó la nota contra la copa de vino que uso para su jugo de naranja, y luego, no
deseando despertarlo todavía, colocó la bandeja completa, con el coctel y todo, en su
refrigerador grande y medio vacío. Y después se apoyó contra la puerta del refrigerador y
suspiró con satisfacción.
Knock. Knock. Knock.
La rutina de diosa domestica de Bella fue interrumpida de repente por alguien que
aporreaba la puerta principal de Edward.
Mierda santa, pensó. ¿Podría ser…?
Al principio no supo qué hacer, ¿Debería esperar para ver si Tanya entraba con
una llave? ¿O debería correr de vuelta a los brazos de Edward y esconderse?
Después de esperar un minuto o más, su curiosidad pudo más que ella y se encontró
caminando en puntillas silenciosamente hasta la puerta principal.
Oh Dioses de todos-los-estudiantes-de-postgrado-que-acaban-de-reunirse-con-su-alma-gemela-
después-de-seis-putos-y-dolorosos-años, por favor no permitas que la (a punto de convertirse)
exquerida de mi alma gemela arruine las cosas. Por favor.
Bella tomó una respiración profunda y después miró a través de la mirilla de Edward.
Y lo que vio le sorprendió.
El pasillo estaba vacío. Pero por el rabillo del ojo, vio algo en el suelo enfrente de la
puerta de Edward.
De forma vacilante, ella abrió la puerta solo un poco, y sacó una mano nerviosa hacia
ese algo. Y después exhaló profundamente con alivio cuando su mano se cerró en la versión
de sábado por la mañana de Globe and Mail.
Un vecino debió haber obtenido el periódico de ayer de Edward por error y decidió regresarlo.
Sonriendo de nuevo, y aliviada de que su rencuentro feliz con Edward no había sido
arruinado por su antigua amante, Bella recogió el periódico y cerró la puerta rápidamente.
Todavía sonriendo, se sirvió un vaso de jugo de naranja y después se enrolló en la silla
acolchada de terciopelo rojo que estaba colocada al lado de la chimenea, con sus pequeños
pies reposando en la otomana. Suspiró de satisfacción.
Si le hubieses preguntado dos semanas atrás cuando estuvo visitando el apartamento
de Edward con Alice si alguna vez pensó que estaría sentada en su preciosa silla en la
mañana de un domingo, ella habría dicho no. No hubiese pensado en eso como posible,
incluso con la santa intercesión de Esme.
Pero ahora que ella estaba allí, estaba muy, muy feliz.
Se asentó en una mañana relajada de jugo de naranja y periódico sabatino y decidió
que su felicidad merecía música cubana; más específicamente, un poco de la tocada de Buena
Vista Social Club. Mientras escuchaba a “Pueblo Nuevo” en su Ipod, examinaba la sección de
arte en el periódico de Edward. Una exhibición de arte florentino estaba viniendo al Museo
Royal Ontario prestado desde la Galería Uffizi. Quizás a Edward no le importaría llevarla a
verlo. Una cita. Ahora que Edward y ella estaban juntos, finalmente, ¡ellos irían a citas!
Sí, ellos se habían perdido de su baile de graduación y todos los bailes formales de la
Universidad de Seattle. Pero Bella estaba segura que todo el tiempo perdido y la
oportunidad perdida ahora podrían regresar completamente para llenarse como ella había
deseado con Edward.
La sola idea de una cita con su amado Edward le hizo levantarse de un salto, mientras
el trompetista en sus oídos empezaba a tocar unas cuantas barras de Stormy Weather como un
contrapunto a la melodía cubana.
“No sé porque no hay sol en el cielo
Clima tempestuoso, desde que mi hombre y yo…”
Bella cantó en voz alta, muy alta, bailando con su jugo de naranja en la ropa interior
pretensiosa de Edward, felizmente ignorante del hombre mitad desnudo que estaba dando
zancadas un poco inseguro detrás de ella.

136
—¿Qué infiernos está haciendo aquí, señorita Swan?
¡Aaaaggggggghhhhhhh!!!!!
Bella gritó y saltó sobre un pie en reacción a su voz dura y furiosa. Rápidamente se
quitó sus audífonos de los oídos y se volteó.
Y lo que vio le destrozó.
—¡Te hice una pregunta! —explotó Edward, sus ojos se transformaron en unas piscinas
verde oscuras—. ¡¿Qué mierda estás haciendo en mi ropa interior, saltando alrededor de mi
sala de estar?!
Crack.
¿Era ese el sonido del corazón de Bella rompiéndose en dos? ¿O solo el último clavo del
ataúd en el cual su amor muerto descansaba, pero no en paz?
Tal vez era el tono de su voz, furiosa y dominante. Tal vez era el hecho que en esa
pregunta ella se dio cuenta que él ya no la veía como Beatrice y que todas sus esperanzas y
sueños realizados se murieron jodidamente en su infancia.
Pero cualquiera que fuera la explicación verdadera, el IPod de Bella y el jugo de
naranja se resbalaron de sus dedos. El vidrio rápidamente se quebró, haciendo que su IPod
se deslizada en una piscina de color amarillo que se expandía a sus pies.
Bella miró hacia el desastre debajo de ella por unos cuantos segundos, tratando de
mantener su mente en eso. Era como si no entendiera como el vidrio pudiera romperse y
hacer tan hermoso imbroglio*, algo con la forma de un sol brillante.
Eventualmente, ella se dejó caer en sus rodillas para recoger el vidrio y empezó a
repetir dos preguntas una y otra vez en su cabeza.
¿Por qué él está tan enojado conmigo? ¿Por qué él no recuerda?
Un Edward alto y sin camisa miró hacia ella. Estaba vestido solo con su ropa interior,
lo cual le hacía ver un poco sexy y un poco ridículo. Sus puños estaban cerrados, y Bella vio
los tendones saliéndose de sus magníficos brazos.
—¿No recuerdas lo que pasó anoche, Edward?
—¡No, Gracias a Dios que no. Y párate! Te la pasas más de rodillas que una puta
promedio. —Edward habló a través de sus dientes apretados, observando a su forma servil.
La cabeza de Bella saltó hacia arriba. Buscó en sus ojos. Vio su falta completa y
absoluta de memoria y su irritación.
Él podría muy bien haberla atravesado con una espada. Ella sintió la cuchilla entrar, y
después sintió que perforaba su corazón, y que este comenzaba a hacer una hemorragia
interna.
Bella estaba sangrando.
Al igual que su tatuaje, pensó ella. Él es el dragón; yo soy el corazón sangrante.
En ese instante de reconocimiento silencioso, la cosa más asombrosa sucedió. Algo que
estuvo surgiendo dentro de ella por seis años finalmente, finalmente, se partió.
—Tendré que tomarte a ti y a tu palabra sobre el comportamiento de las putas, Masen.
Solo tú lo sabrías —, gruñó ella hacía él.
Y después, como el malicioso comentario no sanó completamente el dolor de la ahora
amplía fisura que estaba presente en su corazón, descaradamente se olvido sobre limpiar su
desastre y se levantó. Y rápidamente perdió su temperamento.
—¡No te atrevas a hablarme a mí así, asqueroso borracho! —Le gruñó—. ¿Quién mierda
te crees que eres? ¿Después de todo lo que hice por ti anoche? ¡Debí dejar que el Gollum te
llevara! ¡Debí dejar que te la follaras hasta que le explotaras el cerebro en frente de todo el
mundo sobre la barra en el Lobby!
—¿De qué estás hablando?
Se inclinó hacia él, sus ojos brillantes, sus mejillas sonrojadas y sus labios temblando.
___
* Embrollo.

137
Ella se sacudía con rabia mientras la adrenalina corría por sus venas. Quería golpearle.
Quería borrar la expresión de su cara con sus puños. Quería tirar de su perfecto cabello en
puñados y dejarlo calvo. Para siempre.
Edward inhaló su esencia, erótica y atrayente, y lamió sus labios involuntariamente.
Pero eso era una cosa equivocada por hacer en frente de una mujer tan furiosa como la
señorita Swan.
Ella sacudió su cabeza con furia y dio zancadas por el pasillo, murmurando varios y
diversos improperios exóticos tanto en inglés como en italiano. Y cuando se le acabaron,
cambió al alemán, un signo seguro que ella estaba entrando en la rabia absoluta.
—¡Hau ab! ¡Verpiss dich!!* —Escupió desde el cuarto de lavandería.
Edward empezó a flotar sus ojos lentamente, porque además de sufrir una de los
mayores dolores de cabeza por resaca de su vida, estaba disfrutando ligeramente la visión de
la señorita Swan en su camiseta y pantaloncillos de bóxer, apasionada y violentamente
furiosa y gritándole en una multiplicidad de lenguajes de Europa occidental. Era la segunda
cosa más erótica que alguna vez había presenciado.
Y estaba completamente fuera de lugar.
—¿Cómo aprendiste a maldecir en alemán?
Siguió el sonido de sus maldiciones auf Deutsch* hacia el cuarto de lavandería cuando
ella estaba removiendo su ahora mitad seca ropa de su secadora.
—¡Muérdeme, Edward!
Estuvo distraído por un momento por el brasier negro que estaba tumbado
provocativamente y de alguna forma casual en el tope de la secadora. Lo observó. Y pronto
se dio cuenta que el número y el tamaño de la copa que había aparecido en su cabeza la
noche que la llevó a cenar a que Antonio’s era absolutamente correcto.
Edward se felicitó en silencio.
Y después arrastró sus ojos para encontrarse con los de ella. Había chispas en ellos,
luminiscentes caramelo en oscuro chocolate, como un sundae brillante.
—¿Qué estás haciendo?
—¿Qué es lo que parece que estoy haciendo? ¡Me estoy yendo al infierno de aquí antes
de que encuentre tu estúpida corbata de lazo y te estrangule con ella!
Edward frunció el ceño, porque siempre había pesando que esa corbata era inteligente.
—¿Quién es Gollun?
—Ángela-jodida-Webber.
Las cejas de Edward se levantaron. ¿Ángela? Supongo que ella es parecida a Gollum. Si
entrecierras los ojos.
—Olvídate de Ángela. No me importa ella. ¿Tuviste sexo conmigo? —Cruzó sus brazos
y su voz se volvió mortalmente seria.
—¡En tus sueños, Edward!
—Eso no es una negación, señorita Swan. —Puso su mano en su brazo y la forzó a
detener lo que estaba haciendo—. Y no me diga que no había formado parte de sus sueños,
tampoco.
Él la observó.
—¡Aparta tus manos de mí, arrogante bastardo! —Se apartó con tanta fuerza, que casi
cae de espalda—. ¡Por supuesto, tú tendrías que haber estado borracho para querer follarme!
Edward enrojeció—. Detente. ¿Quién dijo algo sobre follar?
—¿Qué más me harías a mí? Soy la alocada putica que está de rodillas cada cinco
segundos. ¡Lo que sea que haya pasado, considérate afortunado de que no lo recuerdes!
¡Estoy segura que fue más que poco memorable!!!
___
* ¡Fuera! ¡Vete a la mierda!
* En alemán.

138
La mano de Edward agarró su barbilla y la sostuvo firmemente, subiéndola hasta que
su cara estuvo a centímetros de la suya—. Dije detente. —Sus ojos brillaban hacia ella, y en
ellos Bella leyó una advertencia seria—. Tú no eres una puta. Y nunca vuelvas a hablar de ti
misma así de nuevo.
Su tono se deslizó alrededor de su piel como un cubo de hielo, congelándola y
asustándola.
Él la dejó ir y se apartó un muy largo paso, su pecho agitado y sus ojos incendiados. Se
apretó su nariz fuertemente y empezó a respirar profundamente, muy profundamente.
Incluso en sus oscuros y macerados pensamientos, sabía que las cosas habían
aumentado mucho más de lo que era aconsejable. Necesitaba jodidamente calmarse
rápidamente, y después necesitaba calmarla antes que hiciera algo imprudente.
La mirada de sus ojos lo decía todo; la había acorralado como un animal. Ella estaba
furiosa y herida y asustada y triste, una gatita furiosa, herida, con uñas demacradas y
espalda adolorida. Y lágrimas brillando en las esquinas de sus ojos, él podía verlo. Él había
hecho eso. Él le había hecho eso a ella, a un ángel de ojos marrones, cuando la comparó con
una puta y falló en recordar lo que sea que hubiera pasado entre ellos la noche anterior.
Mira lo que le has hecho. Tú debiste haberla seducido si ella está actuando así… Masen, eres un
imbécil de grado “A”. Y acabas de besar tu carrera de despedida.
Mientras Edward estaba pensando, y pensando lentamente, Bella vio una oportunidad
y la tomó. Maldiciéndolo en voz alta, tomó su ropa de la secadora y corrió hacia el cuarto de
invitados, tirando y trancando la puerta detrás de ella.
Se quitó sus pantaloncillos, dejándolos caer con desdén en el suelo, y rápidamente se
puso sus calcetines húmedos y su jean. Cuando se dio cuenta que había dejado su brasier en
el tope de la lavadora decidió simplemente irse sin eso.
Él puede agregar eso a su colección. Bastardo.
Decidió no quitarse su camiseta ya que era menos reveladora que la suya. Llevó su
propia camiseta en su mano. Y si él le exigía su camiseta de vuelta, le arrancaría sus ojos.
Bella se paró con sus oídos contra su puerta, escuchando para ver si podía oírlo en el
pasillo.
Su falta de claridad en ese punto le dio unos cuantos preciosos momentos para pensar.
Había perdido su temperamento y sido estúpida. Sabía cómo Edward podía ser; había visto
la mesa de café destrozada y la sangre esparcida en la alfombra de Esme. Y aunque estaba
segura de que Edward nunca, jamás, la golpearía, no tenía idea de lo que el profesor Masen
podría hacer cuando era provocado.
Pero la había enfurecido tanto. Y nunca había tenido la oportunidad de encolerizarse
contra él antes. Era como si toda su rabia estuviera gritando por salir. Ella tuvo que
empujarla de vuelta; tuvo que sacarlo a él de su sistema de una vez por todas. Malgastó su
vida suspirando por alguien que no era real, por una aparición temporal causada por el
alcohol, y hoy eso iba a acabarse.
Tú le has gritado y maldecido. Solo vete como un infierno de allí antes que él decida volverse
violento.
Cuando estuvo satisfecha de que el pasillo estaba silencioso, con cuidado destrancó la
puerta y miró alrededor. Edward no estaba por ningún sitio.
Ella caminó en puntillas hasta la cocina, metió los pies en sus sneakers, agarró su bolso
de mensajero y abrigo y corrió hasta la puerta de entrada.
Pero Edward estaba inclinado contra ella.
Scheisse*.
Por lo menos ya no estaba vestido solamente con su ropa interior. De alguna forma, se
las había arreglado para encontrar un par de jeans y estaba usándolos junto con sus lentes,
pero todavía estaba descalzo y sin camisa.
—No puedes irte hasta que consiga algunas respuestas.

139
Bella tragó con dificultad.
—Por favor déjame ir. O llamaré a la policía.
—Tú llama a los policías, y yo les diré que allanaste mi morada.
—Dile eso, y yo les diré que me mantienes aquí contra mi voluntad y que tú… —
Estaba hablando de nuevo sin pensar, lo cual no era inteligente. Y ahora estaba
amenazándolo, con una falsedad.
Cualquier cosa que ellos hicieron juntos había sido consensual y casto y dulce… y
absolutamente, absolutamente arruinado.
Pero Edward no sabía eso.
—Por favor, Isabella. Dime que yo no… —Sus ojos se agrandaron y redondearon en su
cara contorsionándose en dolor—. Por favor dime que yo no fui… rudo contigo.
Edward se volvió casi verde en repulsión y subió una mano temblorosa a sus lentes.
—¿Qué tan mal te dañe? —murmuró.
Oh Dios, ¿qué he hecho? Esto se vuelve peor y peor…
Bella debatió para saber por cuánto tiempo debería dejarlo en su apuro proverbial, y
después decidió rápidamente no provocarlo.
Cerró los ojos y gimió—. No me hiciste daño. Por lo menos no físicamente. Tú solo
querías a alguien que te metiera en la cama y te mantuviera acompañado. Me rogaste que me
quedara, en realidad, pero únicamente como una amiga. Fuiste más un caballero conmigo
anoche de lo que has sido esta mañana, lo cual es decir algo. Pienso que me gustas más
cuando estás borracho.
—Nunca pienses eso, Isabella. —Negó su cabeza hacia ella—. Y todavía estoy borracho.
Ella suspiró y frotó sus ojos. Qué desastre. Qué hermoso, horrible, doloroso y
placentero desastre como todo siempre había sido con Edward.
—Pero tu ropa… —Miró hacia su pecho, el cual se asomaba bellamente por debajo de
su camiseta. Apartó sus ojos rápidamente para no comérsela con su persistente mirada de
borracho.
—¿Es esto una clase de broma, Edward? ¿Honestamente no recuerdas lo que pasó
anoche?
—Tengo lagunas en mi memoria… algunas veces no puedo decir… —empezó a
murmurar incoherentemente y a Bella se le acabó la paciencia tratando de interpretar sus
incoherencias.
—Me vomitaste encima. Es por eso por lo que estaba usando tu ropa. Y por ninguna
otra razón, créeme.
Una mirada de horror y de dolorido reconocimiento pasó sobre sus facciones finas.
—Lo siento —, le dijo en voz baja—. Y me disculpo por insultarte. No quería decir lo
que dije antes, de verdad no quise. Estaba impactado por encontrarte aquí y por la forma en
que estabas vestida, pensé que nosotros…
—Patrañas.
Edward quiso reaccionar por esa declaración, pero después de un gran esfuerzo, logró
ignorarlo.
—Si alguna persona descubre que te has quedado aquí… eres mi estudiante. Podría
estar en muchos problemas. Ambos podríamos estarlo.
Bella suspiró. Volvimos a eso ahora, ¿no? Para el carrusel; quiero bajarme.
—No le diré a nadie, Edward. No soy estúpida.
Él suspiró—. Sé eso, Isabella. Pero si Peter o Ángela lo descubren, entonces yo…
—¿Es eso en todo lo que puedes pensar? ¿Cubrir tu propio trasero? Bueno, no te
preocupes sobre eso, Edward, yo ya salvé tu trasero. Arranqué a Ángela de tu pene
anoche antes que tuvieras la oportunidad de consumar tu relación profesor-estudiante.
___
* Mierda.

140
¡Deberías estar agradeciéndome!
La cara de Edward se endureció y presionó sus labios juntos en una línea roja apretada.
—Gracias, señorita Swan. Pero si alguien la ve saliendo de aquí…
Bella levantó sus manos en frustración. Él de verdad era increíblemente denso.
—Si uno de tus vecinos me agarra, le diré que estaba sobre mis rodillas con el ejecutivo
de la puerta siguiente, haciendo dinero para comprar cuscús. Estoy segura que me creerá.
En un segundo la mano de Edward estaba en su barbilla de nuevo, un poco más
bruscamente esta vez—. Te advertí sobre decir cosas como esas.
Bella se congeló, pero solo por un segundo, antes de sacudirse fuera de su agarre.
—No me toques —, dijo entre sus dientes.
Ella trató de pasarlo para poder salir del apartamento, rezando que no fuera a tomar
represalias golpeándola, pero él puso su mano en la manilla y se apuntaló contra la puerta.
—¡Maldita sea, Isabella! Solo detente. —Subió su mano, teniendo la esperanza que lo
haría.
Ella se estremeció por el movimiento repentino y retrocedió.
Edward vio por lo que era su movimiento e inmediatamente se sintió enfermo.
—Bella, por favor. —Bajó su voz en un susurro suave, y rogaba con sus ojos—. No voy
a golpearte. Solo quiero hablar contigo.
Él nunca me había llamado Bella antes. ¿Por qué está escogiendo este jodido momento para ser
su primero?
—Por favor. —Colocó una mano en su cabeza e hizo una mueca—. He hecho cosas
terribles cuando no estoy en mi sano juicio. Tenía miedo de haberte herido anoche. Yo
arremeto contra el mundo, pero solamente estoy enojado conmigo mismo. Por favor, Bella.
Tengo una muy buena opinión de ti. Muy buena. ¿Cómo podría no tenerla? Tú eres…
hermosa e inocente y dulce. No me gusta verte gateando en el suelo como si fueras un
animal o una jodida esclava. Deja el maldito vaso donde esta; no me importa. Y no me gusta
escuchar cómo te menosprecias. ¿Recuerdas lo que me dijiste cuando te lleve a casa después
que fuimos a el Vestíbulo? Esas palabras me han perseguido desde entonces. Así que ten
piedad de mí y para de denigrarte. Mi corazón no puede soportarlo.
Él aclaró su garganta, dos veces.
—No recuerdo todo lo que paso con la señorita Webber pero lo que sea que haya sido,
me disculpo. Profusamente. Yo fui un tonto y tú viniste en mi rescate. Gracias.
—De nada.
Él movió su mano temblorosa alrededor de su frente y lentamente ajustó sus anteojos.
—Me parece recordar que te besé. Estoy seguro que fue una experiencia desagradable;
un borracho baboso poniendo su boca y sus manos por sobre toda tu persona. Ahora estoy
en deuda contigo; tú podrías hacer que me despidieran por eso. Perdóname.
El aire abandonó el cuerpo de Bella en un grito ahogado. Las disculpas de Edward le
hirieron. Por como sonó, él no recordaba el beso de la forma en que ella lo hacía. Y eso la
ofendió. Bastante.
—Oh, eso —, dijo fríamente—. Había olvidado todo sobre eso. No fue nada. De
verdad.
Edward levantó sus cejas hacia ella. Y después por alguna razón, su expresión se
oscureció y frunció el ceño.
—¿Nada? —murmuró, tan bajo que Bella no podía escucharlo—. Fue mucho más que
nada.
Por lo menos para mí. ¿Acaso ella no lo sintió? incluso ahora, puedo sentir la chispa entre
nosotros. ¿No puede ella sentirlo?
La miró por un segundo o dos, preguntándose si él debería comprobar esa declaración
de ella. Y después decidió contra eso.

141
—Estás molesta. Yo todavía estoy borracho. Vamos a hablar después antes de que esto
se intensifique aún más. —Su voz era de repente cortante y fría—. Hablaré con usted
mañana, señorita Swan.
Él desbloqueó la puerta y la sostuvo abierta para ella, despidiéndola efectivamente.
—¿Edward? —Ella se detuvo una vez que entró en el pasillo, volteándose para mirarlo.
—¿Sí?
—Necesito decirte algo antes de irme.
—Procede. —Sonaba sombrío, y sintió algo parecido a miedo que empezaba a
arrastrarse a través de su corazón.
—Tanya llamó anoche, mientras tú estabas… no disponible. Y yo contesté el teléfono.
Edward se quitó sus anteojos inmediatamente y empezó a frotarse sus ojos con ambas
manos. Él se quejó en voz alta y murmuró unas cuantas maldiciones.
—¿Qué fue lo que dijo?
—Me llamó una fulana y me dijo que te rodara y te entregara el teléfono. Dije que
estabas indispuesto.
—¿Dijo algo más? ¿Por qué estaba llamando?
—No, ella solamente demando hablar contigo.
—¿Le dijiste quién eras?
Bella negó con su cabeza y le frunció ligeramente el ceño. Había pensado que él se
disculparía por lo que Tanya la llamó.
Pero no lo hizo.
Así que él de verdad pensaba tan mal de ella. Bien. Eso haría mucho más fácil para su
conciencia la próxima revelación.
Bella lo paralizó con una mirada de piedra, mientras todo su cuerpo empezó a temblar
con ira.
—¿Recuerdas la noche cuando empujaste a Emmett contra una mesa de café? ¿Allá en
Forks?
Él se apartó un paso, cruzando sus brazos en frente de su pecho, sus ojos entornándose
hasta convertirse en hendiduras.
—Sí. Cómo sabías…
—También yo —, lo interrumpió, dando la vuelta sobre sus talones y caminando muy
rápidamente hacia el elevador.
Después de un momento, Edward corrió hacia ella. (Ahora, tengan en mente que él
estaba sin camisa y usando un par de jeans y sus lentes. Y nada más, ni siquiera una sonrisa).
Él la agarró por su codo y la hizo girar—. ¿De qué estás hablando?
Bella lo miró, a su confusión y la intoxicación que todavía nadaba en sus ojos. Todo
giraba en torno a esto. Podía decirle o podía mantener en secreto lo que pasó entre ellos justo
como siempre lo había hecho.
Justo como lo hizo por seis jodidos años.
—Lo sé porque yo estaba allí.
—No, no lo estabas. Estaba únicamente mi familia.
Miró hacía él y rio—. Tu familia te dejó, Edward. Cuando llegué, Alice y Jasper estaban
yéndose. Todo el mundo se fue. Excepto tú.
Él apretó el agarre de su codo—. ¿Cómo sabes eso?
—Suéltame. —Sus ojos brillaron hacía él.
Él la soltó sin decir palabra y ella puso más distancia entre ellos.
—Caminé hacia afuera y te encontré bebiendo hasta el olvido en el porche trasero.
Estabas bebiendo cerveza. Estabas bebiendo cerveza nacional, Edward. ¿Cómo lo llamaste la
otra noche? ¿Terrible agua de baño?
Nada cambió en los ojos de Edward por mucho tiempo. Y después lentamente, una ola
de conocimiento mezclado con confusión se apoderó de él.

142
—Eso es correcto, yo, la pequeña señorita Swan. Yo estaba allí cuando ellos te dejaron.
Me quedé contigo toda la noche cuando tu familia completa te abandonó, Edward. Tú
sostuviste mi mano y me besaste y nos quedamos dormidos en los brazos de cada uno sobre
una manta en tu precioso prado.
Edward se tambaleó hacia atrás como si ella lo hubiese golpeado.
—Yo soy Beatrice, Edward.
Su mandíbula se abrió y la miró aturdido.
—Soy Beatrice y soy real y tú acabas de perderme para siempre.
Y con esas últimas palabras destruyentes de despedida, Bella rompió en llanto y corrió
hacia las escaleras, sollozando su camino de treinta pisos, sabiendo que él nunca tendría la
energía o el coraje para seguirla.
La mandíbula de Edward se abrió aún más y él se hundió en sus rodillas, dejando caer
su cabeza en sus manos.
Beatrice.

Notas del capítulo:


La línea final en la nota de Bella a Edward es una cita de Dante La Vita Nuova, en la
cual describe su primer encuentro con Beatrice.
El poema que ella recita mientras Edward está dormido también es de La Vita Nuova,
sec XXVII. Por supuesto, como es escribido por Dante sobre Beatrice, Bella cambió las
palabras ligeramente.

143
Capítulo trece.

El anciano señor Krangel miró por su mirilla hacia el pasillo y no vio nada fuera de lo
común. Había escuchado voces, un hombre y una mujer discutiendo, pero no pudo ver a
nadie. Había escuchado un nombre, Beatrice. Pero ignoraba que algún inquilino del piso se
llamara Beatrice. Y ahora el pasillo parecía estar vacío.
Él ya se había aventurado hacia fuera esa mañana; había regresado el periódico del
sábado a su vecino anónimo, el cual había sido entregado a su puerta por error. Los Krangels
no tomaban el periódico sabatino, pero el señor Krangel sufría de demencia y lo había
recogido y escondido en el apartamento el día anterior.
Un poco fastidiado por haber interrumpido su mañana del domingo por el kemfn en el
pasillo, el señor Krangel abrió su puerta y sacó su cabeza vieja hacia fuera. Allí, a no más de
quince metros del ascensor estaba un hombre mitad desnudo sobre sus rodillas, su cabeza en
sus manos. Sus hombros estaban sacudiéndose.
El señor Krangel se sintió avergonzado inmediatamente por esa visión patética ante él,
pero estaba hipnotizado momentáneamente.
No reconoció al hombre y no iba a presentarse a sí mismo. Sin duda, un hombre adulto
que hubiera pasado cerca de treinta pisos de un edificio de apartamentos descalzo y sin
camisa y… haciendo lo que sea que estuviera haciendo, no era el tipo de personas que él
deseara conocer. Los hombres de su generación nunca lloraban. Por supuesto, ellos tampoco
se quitaban sus camisas en los pasillos, jamás. Salvo que fueran… extraños. O vivieran en
California.
El señor Krangel se retiró rápidamente, cerró y trancó su puerta, y después llamó al
conserje del primer piso para reportar a un hombre llorando medio desnudo que acababa de
tener un kemfn gritando con una mujer llamada Beatrice.
Le tomó cinco agotadores minutos explicar al conserje lo que era kemfn*. El señor
Krangel lamentó ese hecho en voz alta, decidiendo echarle la culpa a la Junta del Distrito
Escolar de Toronto y a su estrecho e irascible plan de estudio.

-
Estaban a finales de Octubre, y el clima en Toronto ya era frío. Bella estaba sin algo
abrigador debajo de su chaquetón de marinero mientras caminaba lenta y miserablemente a
casa, porque había dejado el fétido abrigo de Edward. Ella se envolvió con sus brazos
fuertemente mientras caminaba, enjugándose sus lágrimas.
La gente pasaba a su lado en la calle y le daba miradas comprensivas y sonrisas
___
*Pelea en Yiddish.

144
tentativas. Los canadienses podían ser así… comprensivos en silencio, pero manteniendo su
distancia cortésmente. Bella estaba agradecida con sus sonrisas, e incluso más agradecida
porque nadie la detuviera para preguntarle por qué estaba llorando. Por qué lloraba
mientras caminaba pasando por el Museo Royal Ontario. Porque su historia era muy larga y
completamente jodida para contarla.
Debe decirse que Bella nunca se había preguntado por qué las cosas malas le pasaban a
la gente buena, porque ya sabía la respuesta; las cosas malas le pasaban a todo el mundo.
No que eso fuera una excusa o una justificación para maltratar a otro ser humano.
Sin embargo, todos los humanos tenían por lo menos esta experiencia compartida… la
del sufrimiento. Ningún ser humano abandonaba este mundo sin derramar una lágrima, o
sin sentir dolor, o sin caminar dentro del mal de la tristeza. ¿Por qué debería ser su vida
diferente? ¿Por qué debería esperar un tratamiento especial o favorecido? Incluso la Madre
Teresa sufrió y ella era una santa.
Bella había causado sufrimiento a Edward, pensó, incluso así fuera uno muy
pequeñito. Se había prometido a sí misma que no sería la que le dijera quién era ella. Pero la
había empujado tanto y tan rápidamente a la furia y al resentimiento, que abandonó toda
reserva y le dejó tenerlo. Le había dicho. Se lo había dicho por rabia, dura y cruelmente, y
después lo abandonó a él y a su mente quebrada justo como él la había abandonado seis años
atrás.
Era poético, quizás, pero aún así cruel.
Y Bella nunca era cruel.
No podía arrepentirse de cuidarlo cuando estaba borracho, a pesar de que su buena
acción no había salido impune. Porque si tú de verdad crees que la bondad nunca era
malgastada, entonces debes mantener firmemente esa creencia incluso cuando la bondad es
lanzada a tu cara con una maldición.
Pero estaba más que avergonzada de que había sido tan estúpida, tan idiota, tan
ingenua en pensar que él pudiera recordarla después de una borrachera y que ellos
simplemente pudieran regresar a como fue antes (pero que nunca fue, en realidad) en esa
única noche en el prado.
Bella sabía que se había permitido a sí misma arrastrarse dentro de la fantasía
romántica del cuento de hadas, sin pensar una vez en lo que eran el mundo real y el
verdadero Edward. Y por eso, ella nunca podría perdonarse.
Pero fue real… la electricidad estuvo allí. Cuando me besó, cuando me tocó, cuando nuestras
pieles conectaron, la electricidad seguía allí. Él tuvo que haberlo sentido… no estuvo todo en mi
cabeza.
Bella rápidamente empujó esos pensamientos hacia un lado, dispuesta a apegarse a su
nueva dieta de no-Masen.
Es tiempo de crecer. No más cuentos de hadas. No más amor a primera vista. ¿Y qué importa si
él dijo que te amaba? Él probablemente dice eso a todas las chicas que calientan su cama… solamente
para no sentirse culpable por tratarlas como putas.
Inmediatamente después que entró en su pequeño hueco de hobbits, tomó una larga
ducha caliente, lavó su cabello y después se colocó sus pijamas más viejas y más suaves.
Unas pijamas que Charlie había comprado para ella por Navidad muchos años atrás. Unas
pijamas que eran de un rosa pálido con imágenes de paticos de goma en ellas.
Tiró la camiseta de Edward al final de su closet, donde no pudiera verla y donde
esperaba olvidarse de ella. Y después se enrolló en su pequeña cama, apretando su conejo de
terciopelo y se quedó dormida, física y emocionalmente exhausta.

-
Mientras Bella estaba durmiendo, Edward estaba en guerra consigo mismo, evitando la
quebradura de su mente. Estaba desplomado sobre su mesón de desayuno, limpiándose la

145
humedad no deseada que se filtraba de sus ojos, bebiendo grandes cantidades de café negro
de la olla que Bella había hecho cuidadosamente para él.
Todavía estaba tratando de comprender las implicaciones completas de las palabras de
despedida de Bella. Al principio, no le había creído. Pero las cosas que ella sabía… los
detalles; él se dio cuenta que debía ser verdad. Y después cuando la había mirado de cerca,
antes que ella escupiera sus últimas palabras, se dio cuenta que el ángel de ojos marrones de
su memoria había estado mirándolo a su cara desde septiembre. Bella era Beatrice.
Y él era la madre de todos los imbéciles.
Mientras contemplaba su revelación cambia-vidas, se sintió simultáneamente enfermo
por la rudeza con la que la había tratado, no solo esa mañana, sino desde la primera clase en
septiembre. Y al reflexionar sobre sus propias multitudes de fallas, podía sentirse a sí mismo
caer profundamente en la desesperación de nuevo; solo que esta vez, estaba resuelto a no
beber hasta caer en el olvido.
Esta vez caminaría hacia la luz…
La última vez que había estado en desesperación, él había ido hacia Esme. Había
intentado resolver sus asuntos y después iba suicidarse.
Pero Dios había intervenido; un verdadero Deus ex machina*. Dios le había enviado un
ángel de ojos marrones en jeans y sneakers con una cara hermosa y alma pura. Ella lo había
consolado en su oscuridad y dado esperanza. Ella lo había amado, pensó, incluso cuando él
era indigno a ser amado.
Ella me salvó.
Y si esa primera salvación no fuera suficiente, el ángel había aparecido ante él una
segunda vez, justo cuando él había perdido cruelmente la otra única fuerza de bondad en su
vida, Esme. El ángel había venido y le había ofrecido verdad, belleza, esperanza y amor.
Y él le había respondido maldiciéndola.
Tenía que ir detrás de ella. Incluso si ella no quisiera nada más con él, tenía que decirle
la verdad. Tenía que arreglar las cosas y tratar de conseguir de alguna forma una pequeña
expiación.
Yo soy el jodedor de ángeles ahora. He jodido al ángel de ojos marrones.
Y con ese pensamiento llegaron arcadas secas que enviaron a un Edward tambaleante
al baño más cercano.

“Vosotros que de Amor seguís la vía,


mirad si hay lacería
que se compare con mi pena grave.
Escuchad mi clamor, por cortesía
y en vuestra fantasía
ved que soy del penar albergue y clave...

Pero he perdido ya el fácil acento


que el Amor me prestó con su tesoro;
y tanto lo deploro
que aun para hablar carezco de ardimiento.
Mostraré, pues —cual quienes en desdoro
ocultan por vergüenza su tormento—,
por fuera, contento,
mientras por dentro me destrozo y lloro”.

____
*Dios de la maquina.

146
El lamento de Dante en la La Vita Nuova* sonó en la cabeza de Edward, un merecido
tributo a la Beatrice que acababa de perder a través de sus fallas morales. Porque Edward era
lo suficientemente consciente de sí mismo para darse cuenta que su tormento actual era por
su propia creación.
Si Edward hubiese sido temerario, habría seguido a Bella inmediatamente. Pero él
sabía que necesitaba esperar hasta estar completamente racional antes de hablar con ella de
nuevo. Y sabía que ella necesitaba un poco de tiempo y de espacio para procesar sus propias
emociones antes de que tratara de atender sus heridas. Heridas que él había infringido
despreocupadamente.
Una vez que su estómago se había asentado, tomó una larga ducha caliente para
limpiar las telarañas tejidas en su mente por el whisky. Las telarañas habían sido
remplazadas por poesía y un deseo inexplicable de tocar su piano por mucho tiempo
desdeñado. Y un deseo inexplicable por la Fantaisie Impromptu de Chopin.
Sin embargo, antes que pudiera permitirse tocar, caminó hasta la cocina para encontrar
algo para calmar su estómago rugido. Abrió la puerta de su nevera de acero inoxidable y se
detuvo allí por varios segundos, bañados en su luz fluorescente brillante.
Sus ojos verdes miraron perezosamente sobre el contenido hasta que se encontraron
paralizados en una bandeja blanca grande que estaba descansando en la estantería central.
Una muy hermosa, bandeja blanca grande.
Una muy hermosa, muy femenina, bandeja blanca grande con comida, jugo de naranja
y lo que parecía ser un coctel en ella.
¿Y qué era eso?
Ella incluso adornó el plato, por amor de Dios.
La respiración de Edward salió de su cuerpo y perdió la esperanza de que alguna vez
regresara.
¿Alguna vez has sido consciente de tus propios pecados? ¿Alguna vez has sido
enfrentado, cara a cara, con tu propia fealdad? No una fealdad física, sino de tu alma.
La vista de la bandeja de desayuno de Bella enfrentó la fealdad de Edward en una
manera que era silenciosa, y total y absolutamente implacable.
Ella no podría saberlo, pero en el momento que los ojos de Edward vieron la dulce
obra de Bella y el amor con el que había creado no solo su nota, sino también su plato,
hicieron que las palabras de ella de una semana atrás se volvieran verdad. Algunas veces tú
puedes vencer el mal con el silencio, y dejar que las personas escuchen sus gritos aborrecibles
en sus propios oídos, sin ninguna distracción. Algunas veces la bondad es suficiente para
exponer la maldad por lo que en realidad es.
La bandeja del desayuno de Bella era tan potente como sus palabras de la mañana,
quizás incluso más.
Y Edward fue más que afectado por ella.
Cerró la puerta de la nevera lentamente, sujetando la nota de amor escrita a mano.
Y allí, mientras su corazón lentamente empezaba a sangrar dentro de su pecho, caminó
hacia el piano y colocó la nota sobre el atril de la música.
Él se sentó en el banco del piano, cerró sus ojos, y empezó a tocar, permitiendo a toda
su agitación fluir a través de sus largos y ágiles dedos y sobre las claves de marfil y ébano;
sus manos volando sobre el piano como si ellas fueran perseguidas por miles de demonios
del infierno.

-
Cuando Bella finalmente despertó, fue después de las diez de la noche. Había dormido
por horas. Bostezó y se estiró y después de hacer un muy triste y humilde plato de avena
___
* Divina Comedia, La vida nueva, sección VII.

147
instantánea y apenas ser capaz de tragarse un tercio de ella, decidió revisar su correo de voz.
Había apagado su teléfono celular cuando llegó a casa de Edward la noche anterior y
había estado poco dispuesta a encenderlo después porque estaba esperando que Peter le
llamara mientras estaba manejando de regreso de Princeton. No estaba de humor para hablar
con Peter, entonces y ahora, a pesar de que sabía que él probablemente la animaría.
Solamente quería que la dejaran sola para lamer sus heridas en privacidad, como un
cachorro que había sido pateado. Repetidas veces.
Así fue que con el corazón apesadumbrado revisó sus mensajes, pasando para escuchar
del más viejo hasta el primero, frunciendo el ceño cuando se dio cuenta que su bandeja de
entrada estaba llena. El correo de voz de Bella nunca estaba lleno, ya que las únicas personas
que alguna vez le llamaban eran Charlie, Alice y Peter, y sus mensajes siempre eran cortos.

“Hola Bella, soy yo. Es sábado por la noche y la conferencia fue bien. Te estoy llevando algo de
Princenton. Es pequeño, así que no te preocupes. Probablemente estés en la biblioteca, trabajando.
Llámame después. (Pausa embarazosa) Te extraño.”

Bella suspiró y borró el primer mensaje de Peter y continuó hacia el siguiente.

“Hola, Bella. Soy yo de nuevo. Es domingo por la mañana y debería estar en casa en algún
momento esta noche. ¿Quieres que nos encontremos para una cena tardía? Hay un gran sitio de sushi
cerca de tu apartamento. Llámame. Te extraño, pequeña Conejo.”

Bella borró el segundo mensaje de Peter y después le envió un mensaje de texto


diciéndole que había agarrado algo que podría ser la gripe y se estaba poniendo al día con
dormir. Lo llamaría cuando se sintiera mejor, y que esperaba que llegara a casa a salvo. No le
dijo que lo extrañaba.
El próximo mensaje era de un número local que no reconoció.

“Isabella… um, Bella. Es Edward. Yo… por favor no tranques. Sé que soy la última persona de
la que deseas escuchar pero estoy llamando para arrastrarme.
De hecho, estoy parado afuera de tu edificio en la lluvia. Estaba preocupado por ti y quería estar
seguro de que llegaste a casa a salvo. Deseo que pudiéramos regresar a esta mañana y que yo pudiera
decirte que nunca había observado algo más hermoso que la vista de ti en mi sala, feliz y bailando. Que
soy increíblemente afortunado porque me rescataste y te quedaste conmigo toda la noche. Que soy un
idiota y una cagada y que no merezco tu bondad. De ninguna forma.
Sé que te herí, Bella, y lo siento.
(Inhalación profunda y exhalación). Nunca debí de haberte dejado ir esta mañana; no de esa
manera. Debí haber corrido detrás de ti y rogarte que te quedaras. La cagué, Bella. La cagué.
Debí haberme humillado en persona, lo cual es lo que estoy tratando de hacer ahora. Por favor
sal para que yo pueda disculparme contigo cara a cara. En realidad, no vayas afuera; es muy frío para
ti. Cogerás neumonía. Solo ven a la puerta principal y escúchame a través del vidrio. Yo simplemente
voy a quedarme parado aquí y esperar por ti. Aquí está mi número celular…”

Bella frunció el ceño y borró su mensaje, sin siquiera molestarse en guardar su número
en su teléfono. Todavía usando sus pijamas de patos de gomas, abrió la puerta de su
apartamento y caminó alrededor del pasillo. No tenía ninguna intensión de escuchar a
Edward; solo quería descubrir si él estaba todavía esperando fuera en la lluvia fría y oscura.
Presionó su pequeña nariz contra el vidrio de la puerta principal, difuminada, y miró
detenidamente hacia fuera en la negrura. Ya no estaba lloviendo. Y no había ningún profesor
para ser encontrado. Se preguntó cuánto tiempo él había esperado. Se preguntó si él había

148
caminado a su apartamento sin un paragua. Y después su columna vertebral se tensó y se
dijo a sí misma que no le importaba.
Déjalo que coja neumonía. Se lo merece.
Antes de voltearse para irse, notó un gran ramo de jacintos morados apoyado contra
uno de los pilares del porche. Tenía una grande y blanca “B” atada con una cinta rosa
expertamente amarrada, y algo que parecía como una tarjeta de Hallmark colocada en el
medio.
¿Oh de verdad, profesor Masen? No sabía que las tarjetas de felicitación de Hallmark incluían
una categoría de: “algo para la estudiante/chica de postgrado que maldije después que le dije que quería
mimarla y entonces vomite en ella”.
Bella giró sobre sus talones y se fue de regreso a su apartamento, negando con su
cabeza y murmurando.
Acurrucada en su cama con su laptop, decidió realizar una búsqueda en internet sobre
los jacintos morados, solo en el caso de que Edward (o su florista) estuviera tratando de
enviarle un mensaje subliminal. En un sitio web de horticultura leyó lo siguiente: “los
jacintos morados simbolizan tristeza, la petición de perdón, o una disculpa.”
Sí, bueno si no hubieses sido tan bastardo conmigo, Edward, no tendrías que comprar jacintos
para rogarme perdón. Imbécil. Y los jacintos son una pésima flor, de todos modos. ¿Te habría matado
poner unas rosas de tallo alto? Hijo de puta.
Todavía negando con su cabeza por la irritación, Bella apartó su laptop y revisó su
último y definitivo correo de voz. Era de Edward y lo había dejado unos minutos atrás,

“Bella, quería decirte esto en persona, pero no puedo esperar. No puedo esperar.
No te estaba llamando una puta esta mañana. Lo juro. Fue una comparación terrible, y nunca
debí haberlo dicho, pero no te estaba llamando una puta. Estaba objetando el verte de rodilla. De
verdad… me enfurece. Cada vez. Tú deberías ser venerada y adorada y tratada con dignidad. Nunca de
rodillas. Nunca de rodillas, Bella.
Debería haberte pedido disculpas inmediatamente por lo que Tanya te llamó. Acabo de terminar
de ponerla en su puesto y quiero pasarte sus disculpas. Ella lo siente. Ella y yo tenemos… um…
nosotros… uh… es complicado. Probablemente puedas imaginar porqué ella saltó a esa conclusión y
tiene que ver únicamente conmigo y mis previas, um, invitadas, y nada que ver contigo. De verdad
lamento que ella te haya insultado y degradado. No pasará de nuevo, lo prometo.
Um, encontré la bandeja de desayuno que dejaste en mi nevera. Um… (una pausa bastante
larga) verlo de verdad me hizo algo. No puedo expresarlo en palabras. Bella, nadie nunca había hecho
algo como eso para mí antes. Nadie. No Esme, no un amigo, ni una amante, nadie. Yo… tú no has sido
nada más que buena y amable y generosa. Y yo no he sido nada más que egoísta y cruel. (Se aclara la
garganta)
(La voz es ronca ahora)
Yo… encontré tu nota. Por favor, Bella, necesitamos hablar sobre tu nota. Estoy sosteniendo tu
nota en la palma de mi mano y no voy a dejarlo ir. Pero hay algunas cosas que necesito explicarte,
cosas serias, y no me siento cómodo en hacerlo por teléfono. Lo siento por lo que pasó esta mañana. Es
todo por mi culpa y quiero arreglarlo. Dime cómo. Por favor dime cómo arreglar esto, y lo arreglaré.
Pero por favor háblame. Por favor.

De nuevo, Bella borró su mensaje y de nuevo no hizo ningún intento en guardar su


número de teléfono celular. Apagó su teléfono y colocó su laptop en la mesa de ruedas, y
regresó a la cama, tratando de poner la voz triste y torturada de Edward fuera de su mente

-
El día siguiente y el día después de ese, Bella no dejó su apartamento. De hecho, pasó
todo su tiempo en varios conjuntos de pijamas de franela, tratando de distraerse con música
alta y una serie de libros de bolsillos muy gastados de Alexander McCall Smith. Sus historias

149
de Edimburgo eran sus favoritas porque eran alegres, un poco misteriosas e inteligentes.
Encontró su escritura reconfortante, como una manta cálida, y más que calmante para su
alma. Y las historias tendían en hacerle antojarse de cosas escocesas como avena y mantecada
de Walker y queso de Isla de Mull, no necesariamente en ese orden.
A pesar de que había tenido una experiencia con Edward que dejó verdaderas marcas
duras en sus talones, por pasar una noche en sus brazos, ella estaba más decidida que nunca
de que no iba a dejar que le quebrara. Había estado rota antes; él la había roto. Y ella había
jurado en su corazón que nunca iba a permitir que su espíritu volviera a quebrarse. Por
nadie.
Así que hizo las siguientes tres decisiones:
Primero, no iba a abandonar las clases de Masen, porque necesitaba un seminario de
Dante para demostrar su competencia.
Segundo, no iba a dejar la escuela y regresar a Forks como una cobarde.
Tercero, iba a encontrar otro director de tesis y presentar la documentación a espaldas
de Masen, tan pronto como fuera posible.

-
Cerca de la media noche del martes, ella finalmente encendió su celular y chequeó sus
mensajes. Y de nuevo, su buzón de entrada estaba lleno. Rodó los ojos cuando descubrió, sin
ninguna sorpresa, que el primer mensaje era de Edward. Había llegado la mañana del lunes.

“Isabella… dejé algo para ti anoche en tu porche. ¿Lo viste? ¿Leíste la tarjeta? Por favor léela.
Por cierto, tuve que llamar a Peter Norris a fin de conseguir tu número de teléfono celular.
Inventé una excusa acerca de que necesitaba hablar contigo sobre tu tesis, en caso que él te pregunte
sobre ello.
¿Sabías que olvidaste tu IPod? Lo he estado escuchando. Estuve sorprendido de descubrir que
eres fan de Arcade Fire. Yo también lo soy. He estado escuchando “Intervention”, aunque estoy más
que sorprendido de que alguien tan centrado y feliz como tú escuchara tan trágica canción.
Me gustaría ser capaz de regresarte tu Ipod en persona.
Me gustaría que me hablaras un poco. Que me gritaras. Me maldijeras. Tiraras cosas en mi
cara. Lo que sea menos el silencio, Isabella. Por favor. (Un largo suspiro) Solo unos cuantos momentos
de tu tiempo, eso es todo lo que pido. Llámame.

Bella borró su mensaje sin suspirar, y rápidamente se guio ella y a su ahora pijama de
cuadros escoceses hacia el porche delantero. Recogió la tarjeta que estaba atada al ramo, la
rompió en cientos de pedazos, y tiró los pedazos sobre la barandilla y la hierba. Después
recogió el ahora marchito ramo de jacintos purpuras y lo tiró sobre la barandilla, también.
Después inhaló profundamente el aire de la fría noche y volvió adentro de nuevo,
golpeando la puerta principal detrás de ella.
Una vez que se hubo calmado, un poquito, ella escuchó el próximo mensaje, el cual era
también de Edward. La había llamado esa tarde,

“Isabella, ¿sabías que Alice está en una isla canadiense olvidada por Dios? ¿Sin acceso a
teléfono celular o email? Tuve que llamar a Carlisle, por Dios santo, cuando ella no contestaba su
teléfono. Estaba tratando de localizarla para que ella pudiera localizarte ya que tú te rehúsas a
responder a mis mensajes.
Escucha, estoy preocupado por ti. He verificado alrededor y nadie, ni siquiera Peter, te ha visto
por días. Así que voy a enviarte un email, pero va a ser formal porque la Universidad tiene acceso a mi
cuenta de email. Espero que recibas este mensaje antes de que lo leas, de otra forma pensaras que estoy
siendo un imbécil de nuevo. Pero no lo estoy siendo. Solamente tengo que sonar como uno en el email

150
oficial. Y si tú me respondes, ten en cuenta que cualquiera de la Administración puede leer esos
mensajes. Así que ten cuidado con lo que digas.
Te veré en mi seminario mañana en la tarde. Si no estás allí, voy a llamar a tu padre y le voy a
pedir que te localice. Por todo lo que sé, tú ya estás en un bus de vuelta a Forks. Llámame, por favor.
He tenido que contenerme para no ir allí cada día desde el domingo.
(Larga pausa) Solo quiero saber que estas bien. Dos palabras, Bella. Solo escríbeme dos
palabras… dime que estás bien. Eso es todo lo que estoy pidiendo.

Bella rápidamente se dirigió hasta su computadora y verificó su cuenta de email de la


universidad. Allí, reposando en su bandeja de entrada como una bomba sucia, estaba el
siguiente mensaje del profesor Edward A. C. Masen,

Querida señorita Swan,


Necesito hablar con usted concerniente a un asunto de suma urgencia.
Por favor contácteme tan pronto como le sea posible.
Usted puede llamarme al siguiente número: 416—zzz—zzzz (celular).
Saludos,
Prof. Edward A. C. Masen,
Profesor Asociado
Departamento de Estudios Italianos/Centro de Estudios Medievales
Universidad de Toronto.

Bella eliminó el mensaje de email y el mensaje de voz sin pensarlo dos veces y
después escribió un email rápido a Peter, explicándole que estaba muy enferma para asistir
al seminario del profesor Masen la tarde siguiente y le pidió que le pasara la información al
profesor. Después le agradeció a Peter por sus varios correos electrónicos, disculpándose por
no contestarlos antes, y le preguntó si le gustaría acompañarla al Museo Royal Ontario para
ver la exhibición de arte de Florentino cuando ella se sintiera mejor.

-
El día siguiente, ella pasó la mayor parte de la tarde escribiendo un preparatorio a la
profesora Jennifer Leaming del Departamento de Filosofía. La profesora Leaming era una
especialista de Aquino que también tenía un interés en Dante. Aunque Bella no la conocía
personalmente, Peter había estado en sus clases y le había gustado mucho. Era joven, era
graciosa, y muy popular con sus estudiantes; todo lo contrario al profesor Masen. Bella
esperaba que la profesora Leaming considerara dirigir su tesis de maestría y afirmó esa
esperanza como una pequeña posibilidad en su email.
Bella quería consultar a Peter sobre el cambio y tomar su consejo, pero no podía. Sabía
que él asumiría que Masen la había botado y probablemente lo enfrentaría por eso. Así que
envió el email a la profesora Leaming y tenía la esperanza de que lo recibiera con
amabilidad. Y que lo respondiera rápidamente.
Más tarde esa noche, Bella revisó su buzón de voz y de nuevo, había otro mensaje
esperando de Edward,

“Isabella, es miércoles en la noche. Te extrañé en el seminario. Tú iluminas el cuarto, ¿sabes?, al


simplemente estar presente. Siento nunca haberte dicho eso antes. Debí hacerlo.
Peter dijo que has estado enferma. ¿Puedo llevarte sopa de pollo? ¿Helado? ¿Jugo de naranja?
Puedo hacer que te envíen esos artículos, Isabella. Tú no tendrás que verme. Por favor déjame
ayudarte. Me siento terrible sabiendo que estás en tu apartamento, sola y enferma y sufriendo, y no
hay nada que yo pueda hacer.

151
Por lo menos sé que estás a salvo y no en un autobús Greyhound en alguna parte de las
Dakotas.
(Pausa; se aclaró la garganta)
Bella, recuerdo besarte. Tú me besaste también. Tú me besaste también, Bella, sé que lo hiciste.
¿No lo sentiste? Hay algo entre nosotros. O por lo menos, lo había.
Por favor, necesitamos hablar. No puedes decir algo como lo que dijiste y no darme la
oportunidad de responder. Necesito que me dejes explicarte algunas cosas. Más que algunas cosas,
¿está bien? Solo llámame de regreso. Todo lo que te estoy pidiendo es una conversación antes de irnos
cada quien por nuestro camino.”

El tono de voz de Edward a través de sus mensajes se había vuelto cada vez más
deprimido. Bella se dio cuenta de ese hecho pero lo apartó hacia un lado mientras apagaba
su teléfono, suprimiendo deliberadamente su empatía innata.
Sabía que la Universidad tenía acceso a la cuenta de email de Edward pero no le
importó. Sus mensajes tenían que parar; ella nunca sería capaz de superarlo si él continuaba
molestándola. Y no parecía que él fuera a rendirse en un corto plazo. Así que hizo algo
peligroso. Redactó el siguiente email y lo envió a su dirección de correo de la universidad,
usando deliberadamente la letra provocativa “A”*, y vertiendo todo su dolor y rabia en cada
una de las palabras,

Doctor Masen,
No, no leí su tarjeta. La destruí.
Deje de acosarme.
Yo no te quiero más.
Ni siquiera quiero conocerte.
Si no me deja tranquila, estaré forzada a hacer una cita con el funcionario encargado del departamento
de acoso de la Universidad y presentar una queja formal.
Y si usted llama a mi padre, haré exactamente eso.
Inmediatamente.
Si piensa que voy a dejar que una cosa tan insignificante como esto me saque del programa, entonces
usted está muy equivocado.
Necesito un nuevo director de tesis; no un boleto de bus.
Saludos,
Señorita I. M. Swan,
Humilde Estudiante de Postgrado,
Mas-veces-de-rodillas-que-la-puta-promedio.
P.D. voy a devolver la beca M.T. Masen la próxima semana. La primera y segunda inicial son muy
adecuadas.
Felicitaciones, profesor Abelard. Nadie jamás me ha hecho sentir tan vacía como usted lo hizo el
domingo en la mañana.

Bella presionó “enviar” sin corregir el mensaje y después, en un ataque de rebelión,


tomó dos shots de tequila y colocó la canción, “All the Pretty Faces” de The Killers en su
computadora portátil. En volumen alto. Repetidamente.
Ese era un momento Bridget Jones si alguna vez existía uno.
Bella tomó su champú del baño y empezó a cantar en él como si fuera un micrófono, y a
bailar alrededor de su cuarto en sus ahora pijamas de franela decoradas con pingüinos
marchando, viéndose más que un poco ridícula. Y juvenil. Y sintiéndose extraña y
peligrosamente atrevida y desafiante.

____
*Acoso.

152
“Ayúdame, lo necesito
No me siento como si quisiera amarlo más
Ayúdame, lo necesito
No me siento como si quisiera follarlo más
Bien ¿cómo pasó?
Yo pasé SEIS largos años en esta extraña extraña tierra
Bien ¿cómo pasó?
Yo podría hacer cualquier cosa solo para ser tu mujer…
Ayúdame, lo necesito
No me siento como si quisiera tocar
No me siento como si quisiera amarte más…”

-
El día siguiente a que Bella envió su email furioso, todo contacto proveniente del
profesor Masen se detuvo. Cada día de alguna forma esperaba escuchar de él, pero cada día
no había nada.
Hasta el siguiente jueves en la mañana, cuando recibió otro mensaje de voz,

“Isabella, estás furiosa y herida; entiendo eso. Pero no permitas que tu rabia evite que
mantengas algo que tú ganaste por estar en el tope de la lista de admisiones de los estudiantes de
maestría.
Por favor no te prives del dinero que puedes usar para ir a casa y visitar a tu padre únicamente
porque fui un bastardo.
Lamento haberte hecho sentir vacía. Es trillado, pero es cierto. Estoy seguro que cuando me
llamaste Abelard, no lo quisiste decir como un cumplido. Pero Abelard de verdad le importaba Héloïse
y tú me importas. Así que en ese sentido, hay una similitud. Él también la hirió, como yo te he herido a
ti. Pero él también estaba profundamente arrepentido por haberla lastimado. ¿Alguna vez leíste sus
cartas para ella? Lee la sexta carta y ve si no cambia tu percepción de él… y de mí.
La beca nunca fue otorgada antes porque yo nunca encontré a alguien que fuera lo
suficientemente especial para recibirla. Hasta que te encontré a ti. Si la regresas, el dinero solo se
quedará en la cuenta del banco de la fundación ganando intereses sin beneficiar a nadie. No voy a
permitir que nadie más tenga ese dinero porque es tuyo ahora.
Estaba tratando de llevar la bondad en vez de la maldad. Pero fallé en hacerlo justo como he
fallado en todo lo demás. Soy un fracaso, Bella. Un completo y total fracaso. Todo lo que toco se vuelve
contaminado o es destruido…
(Larga pausa)
Pero hay una cosa que puedo hacer por ti y es encontrarte otro director de tesis. Katherine
Picton es amiga mía y aunque está retirada, ella ha accedido a reunirse contigo para discutir la
posibilidad de dirigir tu proyecto. Esto será una enorme oportunidad para ti, por muchas razones. Ella
me pidió que contactaras con ella directamente por vía email, tan pronto como sea posible a
kpicton@utoronto.com.
Sé que oficialmente es demasiado tarde para que abandones mi seminario, pero estoy seguro que
eso es lo que quieres. Me acercaré a uno de mis colegas y veré si ella puede supervisar un curso leído
contigo, y entonces tú todavía tendrás los créditos suficientes para graduarte en mayo si abandonas mi
clase. Firmaré la forma de abandono y haré el trámite por ti en la Escuela de Estudiante de Postgrado.
Solo dile a Peter lo que quieres hacer y pídele que me transmita el mensaje. Sé que no quieres hablar
conmigo.
(Se aclaró la garganta) Peter es un buen hombre.
(En murmullo) Audentus fortuna iuvat*.
(Pausa; la voz baja hasta casi un susurro)

153
Siento que no quieras conocerme más. Pasaré el resto de mi vida lamentando el hecho de que
malgasté mi segunda oportunidad de conocerte. Y siempre estaré consciente de tu ausencia. Pero no te
molestaré de nuevo.
(Se aclara la garganta dos veces)
Adiós, Isabella.” (Una pausa muy larga antes que Edward finalmente cuelgue el teléfono)

Bella estaba atónica. Se sentó, con la boca abierta, el teléfono en su mano, tratando de
envolver su mente alrededor de su mensaje. Lo escuchó de nuevo y otra vez como si
estuviera en latín, dividiendo cada palabra y tratando de traducirlas.
Solo el profesor Masen podría usar un mensaje de voz de disculpa como una ocasión
de reafirmar su poder académico y darle una charla improvisada de Peter Abelard. Bella
apartó su disgusto por ese hecho, decidiendo no seguir su sugerencia y leer la carta de
Abelard.
Él no es mi jefe, ella pensó. Y después desvió su atención a la parte más interesante de su
mensaje, cuando mencionó a Katherine Picton.
La profesora Picton era una especialista de Dante educada en Oxford de setenta años,
que había enseñado en Cambridge y Yale antes que fuera atraída a la Universidad de
Toronto para la cátedra de Estudios Italianos. Ella era conocida por ser severa, demandante y
brillante, y su erudición competía con la de Mark Musa.
La carrera de Bella tendría un gran avance si ella escribiera una tesis exitosa bajo la
supervisión de la profesora Picton, y ella lo sabía. La profesora podría abrirle más puertas de
las que estaban abiertas para Edward. La profesora Picton podría enviar a Bella a cualquier
parte para su doctorado, Oxford, Cambridge, Harvard…
Edward por sí mismo le estaba dando la mayor oportunidad laboral de su vida,
envuelto en un regalo con un brillante y gran lazo. Una oportunidad mucho más valiosa que
un bolso de mensajero o una beca M.T. Masen.
¿Pero cuáles eran las condiciones atadas a ese regalo?
Expiación, pensó Bella. Está tratando de arreglar cada error que alguna vez ha cometido
conmigo.
Edward le estaba pidiendo a Katherine Picton que le haga un favor, por Bella. Los
profesores eméritos raramente, si acaso, dirigían tesis doctorales, mucho menos tesis de
maestría. Ese era un enorme favor que debió haber requerido que Edward moviera todos sus
hilos con Katherine.
Todo por mí.
Después de contemplar esa nueva información por todos los ángulos, Bella apartó todo
hacia un lado para enfocarse en la única pregunta que llenaba su corazón con un miedo
vergonzoso.
¿Edward me está diciendo adiós?
Escuchó el mensaje tres veces más y después con más que un poco de autocrítica, lloró
hasta quedarse dormida. Pues a pesar de todo su desafío, había una llama en ella que
reconocía a Edward como su alma gemela. Y esa llama no podría ser extinguida, hasta que
Bella estuviera dispuesta a extinguir una parte de sí mima.

-
Temprano a la mañana siguiente, Bella llamó a Peter con el pretexto de hacer planes de
encontrarse con él antes del seminario de Masen. Había tenido la esperanza de que él le
dijera que Masen se había enfermado o se había ido misteriosamente a Inglaterra o
enfermado de la gripe porcina y cancelado efectivamente su seminario por el resto del
semestre. Lamentablemente, él no había hecho ninguna de esas cosas.
___
* La fortuna favorece a los audaces.

154
Bella ya había decidido que continuaría asistiendo al seminario de Dante, solo en caso
de que Edward tuviera problemas en encontrarle un curso escrito como un sustituto. De
hecho, si la profesora Pictor se volvía su directora de tesis, tenía confianza que podría tolerar
estar en el seminario de Masen por las cinco semanas restantes del semestre.
Así que esa tarde, deambuló en la oficina de Centro de Estudios Medievales a fin de
revisar su buzón, antes de encontrarse con Peter.
Estuvo un poco intrigada al encontrar un sobre manila grande en su casillero.
Removiéndolo, se dio cuenta con sorpresa que no tenía ningún nombre. No estaba dirigido a
ella, ni había ninguna dirección de destinatario o alguna marca de cualquier tipo en el sobre.
Sin embargo, estaba sellado.
Rápidamente deslizó su dedo a través del adhesivo, abriéndolo.
Y lo que vio dentro la conmocionó.
Ubicado dentro del sobre manila como las plumas de un cuervo, había un brassier de
encaje negro. Su brassier de encaje negro. Su brassier de encaje negro que había dejado,
desafortunadamente, en el tope de la lavadora de Edward.
Ese bastardo.
Bella estaba tan furiosa que su cuerpo empezó a temblar. ¿Cómo se atrevía a
devolvérselo por un buzón de correo? Cualquiera, cualquiera, podría haber estado parado a su
lado cuando ella lo abriera.
¿Está él tratándome de humillar? ¡¿O acaso piensa que esto es gracioso?!
Bella no se dio cuenta que su IPod también estaba dentro del sobre.
—Hey, hermosa.
Ella saltó como tres centímetros del suelo y gritó.
—Vaya, Bella, no quise asustarte.
Miró hacia los ojos amables y oscuros de Peter y la vio mirarla con expresión
desconcertada.
—Estás nerviosa hoy. ¿Qué es eso? —Apunto al sobre, con las manos todavía alzadas.
—Correo basura. —Metió el sobre en su nueva y mejorada mochila L.L. Bean y forzó
una sonrisa—. ¿Listo para el seminario de Masen? Creo que va a ser uno muy bueno.
Peter rio—. No lo creo. Él está de mal humor, de nuevo. Necesito advertirte que no te
metas con él hoy; ha estado fuera de sí mismo por dos semanas. —La cara de Peter tomó una
expresión muy seria—. No quiero repetir lo que pasó la última vez que él estuvo así. Aunque
esta vez, voy a meterme si te ataca.
Bella apartó su cabello ligeramente y sonrió.
De hecho, creo que tú necesitas decirle a Masen que no se meta conmigo hoy. Tengo mucha
rabia, un brassier negro, y estoy usando una tanga. Él es el que tiene problemas, no yo.
—Estoy tan feliz de que te sientas mejor. Estaba de verdad preocupado por ti.
Peter colocó la pequeña mano de ella en la suya, abriendo su palma y colocando algo
frío en ella. Él cerró sus dedos en forma de puño y los apretó gentilmente. Bella retiró su
mano y estiró sus dedos. Descansando en su palma estaba un hermoso llavero de plata, con
una “P” rayada que se balanceaba como un péndulo en el mismo.
—Ahora, por favor no me digas que no vas a aceptarlo. Sé que no tienes un llavero
bonito y quería que supieras que estaba pensando en ti mientras estuve lejos. Así que por
favor no me lo devuelvas.
Bella se ruborizó en un tono rosado.
—No voy a devolvértelo —, dijo, suavemente—. No quiero ser el tipo de persona que
lanza la bondad de regreso a la cara de la gente. Sé lo que eso se siente y he aprendido mi
lección. —Miró alrededor rápidamente, asegurándose que estuvieran solos—. Gracias, Peter.
Te he extrañado, también. Tú eres un buen amigo.

155
Se acercó a él y colocó titubeantemente sus brazos alrededor de su pecho fuerte,
agarrando el llavero entre sus dedos. Ella presionó su mejilla contra los botones de su camisa
y lo abrazó.
—Gracias —, suspiró, mientras sus brazos largos y musculares la envolvían.
Él acercó sus labios al tope de su cabeza y los presionó suavemente contra su cabello.
—De nada, Conejo.
Sin ellos saberlos, un cierto especialista de Dante angustiado de ojos verdes acababa de
entrar por la puerta, ansioso por descubrir si cierto artículo había sido recibido por su dueña.
Se paralizó en sus pasos cuando vio a la joven pareja de frente, murmurándose entre ellos y
fundidos en un abrazo.
Gruñó.
Y el jodedor de ángeles original hace su movida.
—Pero, ¿quién ha lanzado la bondad de regreso a tu cara? —Preguntó Peter, ignorante
del dragón que estaba parado detrás de él, respirando fuego silenciosamente.
Bella estaba callada e inconscientemente lo abrazó con más fuerza.
—Dime, Conejo, y lo arreglaré a él. A ella. A quién sea. —Los labios de Peter se movían
contra el cabello de Bella—. Sabes que eres especial para mí, ¿verdad? Y que si alguna vez
necesitas algo, solo tienes que pedirlo. Cualquier cosa. ¿De acuerdo?
Ella suspiró contra su pecho—. Lo sé.
El monstruo de ojos verdes giró sobre sus talones y se fue abruptamente, maldiciendo
sobre un jodedor de conejo mientras desaparecía por el pasillo.
Bella se liberó primero.
—Gracias, Peter. Necesitaba un abrazo. Y gracias por esto. —Levantó el llavero y
sonrió.
Yo podría ver esa sonrisa para siempre, pensó Peter.
—De nada, Bella. Mi placer.
Poco después, ellos entraron juntos al salón de seminario. Bella deliberadamente evitó
hacer contacto visual con Edward, riéndose suavemente de una de las bromas de Peter.
La mano de Peter presionó suave y familiarmente a su espalda baja mientras la guiaba
a sus asientos.
En la parte delantera del salón de seminario, Edward hervía, sus largos y blancos
dedos agarraban el borde de la tribuna y no la soltaban.
Aparta tus manos de su espalda, jodedor de conejo.
Él miró con hostilidad a Peter, hasta que fue distraído de repente por la mochila
ridícula de Bella. Se preguntó cómo ella había sido capaz de transformarla tan efectivamente
de su anterior estado putrefacto. Y después se preguntó por qué no estaba usando su nuevo
bolso de mensajero. Y ese pensamiento lo torturó.
¿Alice le dijo?
Jugueteó ligeramente con su corbata de lazo, dirigiendo su atención hacia eso a
propósito. La había usado como un signo de su propia auto-estrangulación y auto-
mortificación. La había usado para atraer su atención. Pero ella no parecía notarlo. Y
ciertamente no lo estaba mirando.
En vez de eso, ella estaba susurrando y riendo con Peter, su cabello oscuro largo y
suelto, sus mejillas ligeramente rosadas y su boca… Bella era incluso más hermosa ahora que
en su memoria.
—Señorita Swan, necesito hablar con usted después de clases, por favor.
Edward sonrió a su dirección y después miró hacia sus mocasines Gucci y arrastró sus
pies. Estaba a punto de empezar su seminario, cuando una pequeña pero determinada voz le
interrumpió desde el fondo del salón.
—Lo siento, profesor, no puedo. Tengo una cita urgente después que no puede ser
retrasada. —Bella miró a Peter y le guiñó un ojo.

156
Edward subió su cabeza lentamente y la miró fijamente.
Diez estudiantes de postgrados inhalaron a la misma vez y empezaron a moverse hacia
atrás en sus sillas, temerosos de que él pudiera explotar, o que las dagas provenientes de sus
ojos pudieran volar y destruirlos.
Ella estaba provocándolo. Y él lo sabía. Su tono, su proximidad física a Peter, la forma
que tiraba su cabello detrás de su hombro con un movimiento delicado de abanico de su
mano…
Edward fue distraído momentáneamente por la curva de su cuello, su delicada piel, la
esencia de fresa que volaba hacia él ó le veía solo por su memoria. Quería decir algo, para
exigir que ella hablara con él, pero sabía que no podía. Si perdía su temperamento ahora, si
era agresivo con ella, solamente se retiraría más de su agarre y él podría perderla. No podía
permitir que eso pasara.
Edward parpadeó. Rápidamente.
—Por supuesto, señorita Swan. Esas cosas pasan. Por favor envíeme un correo
electrónico para fijar una cita en otro momento. —Trató de sonreír, pero descubrió que no
podía; solo la mitad de su boca subió, haciéndolo parecer como si fuera afectado por una
parálisis.
Bella movió sus ojos para verlo, con expresión vacía. No se sonrojó. No parpadeó. Solo
se veía… ausente.
Edward notó su expresión, la cual nunca había visto antes, y empezó a sentir pánico.
Estoy tratando de ser bueno con ella y me mira como si yo no estuviera aquí. ¿De verdad es tan
sorprendente que yo pueda ser cordial? ¿Qué pueda controlar mi temperamento?
Peter pasó su mano debajo de la mesa y rápida pero suavemente apretó el codo del
brazo de Bella.
Su toque la distrajo así que ella lo miró y él negó con la cabeza casi imperceptiblemente
y después sus ojos se posaron en la parte delantera del salón y de nuevo a ella.
Bella pareció despertar de su ensueño—. Por supuesto, profesor. En otro momento. —Y
por si acaso, ella apartó sus ojos y espero sin ninguna expresión que la clase comenzara.
La mente de Edward estaba acelerada. Si no podía hablar con ella hoy, tendría que
pasar días y tal vez semanas sin explicarse. No podía esperar tanto tiempo. Su separación lo
estaba carcomiendo. Y cuanto más esperaba, ella se volvía menos receptiva en escuchar su
explicación.
Tenía que hacer algo. Tenía que encontrar alguna forma de comunicarse con ella.
Inmediatamente.
—Um, he decidido que en vez de tener un seminario normal hoy, voy a dar una
conferencia. El tema de mi charla será la relación entre Dante y Beatrice. Y en particular, lo
que ocurrió entre ellos más tarde en la vida cuando Dante encuentra a Beatrice por segunda
vez y ella lo rechaza.
Bella ahogó un jadeo y lo miró con horror.
—Lamento tener que hacer esto —, su voz tomó un tono reconfortante—, pero no me
ha quedado más opción. Un malentendido ha surgido y debe ser tratado. Antes que sea
demasiado tarde.
Sus ojos encontraron los de ella por el mínimo segundo, y después él miró a sus notas.
Por supuesto, sus notas no serían de ayuda en esa charla particular.
El corazón de Bella se aceleró.
Oh. No. Él no lo haría…
Edward inhaló profundamente y empezó.
—Beatrice representa muchas cosas para Dante. Lo más importante, un ideal de mujer
y de feminidad. Beatrice es hermosa. Es inteligente y encantadora. Ella tiene todas las
cualidades de carácter que Dante cree son esenciales para la mujer ideal.

157
Él primero la encuentra cuando ambos eran muy jóvenes, demasiado jóvenes para
cualquier tipo de relación, pero espera por ella. Y en vez de mancillar su amor con cualquier
tipo de pedestre o enredo de mal gusto, él escoge adorarla con reverencia pero a distancia, en
deferencia de su edad y experiencia.
«El tiempo pasa. Él encuentra a Beatrice de nuevo. Ella ahora ha madurado en una
joven talentosa e inteligente; muy dotada y hermosa. Ahora sus sentimientos por ella son
más fuertes, a pesar de que él está casado con alguien más. Él derrama sus afectos en la
escritura de poesías y muchos sonetos a Beatrice, pero ninguno para su esposa.
Pero Dante no conoce a Beatrice. Tiene poco contacto con ella. Aun así, la adora de
lejos. Y después que ella muere a la temprana edad de veinticuatro, él la celebra con sus
escritos y su poesía.
En la Divina Comedia, el trabajo más famoso de Dante, Beatrice ayuda a persuadir a
Virgilio para guiar a Dante a través del Infierno porque ella, como una de los redimidos en el
paraíso, no puede descender al Infierno a rescatarlo. Una vez que Virgilio acompaña a Dante
de forma segura a través de éste, ella se une a él y lo guía a través del Purgatorio y hasta el
Paraíso.
Pero para mi conferencia de hoy, me gustaría plantear la siguiente pregunta: ¿Dónde
estaba Beatrice y qué estaba haciendo entre sus dos reuniones con Dante?
Él esperó y esperó por ella durante años. Ella sabía donde vivía. Ella conocía a su
familia; ella era amigable, muy amigable con su familia. Ella podría haberle escrito. Si le
importaba tanto él, ¿por qué no lo hizo? Pienso que la respuesta es obvia; su relación era
completamente de un solo lado. A Dante le importaba Beatrice, pero a Beatrice no le
importaba de ninguna forma Dante.»
Bella casi se cayó de la silla.
Todos los estudiantes de postgrados estaban siguiendo su conferencia diligentemente y
tomando muchas notas, aunque aquellos estudiantes, como Peter, Bella y Ángela, que eran
familiares con Dante encontraron muy poco que fuera nuevo en su conferencia. Con la
excepción de ese último párrafo completo, el cual no tenía nada que ver con Dante Alighieri
y Beatrice Portinari, en absoluto.
Los ojos de Edward se desviaron hasta Bella y se quedaron allí casi demasiado tiempo,
y después se volvieron hacia Ángela, sonrió con coquetería, y reanudó su discurso.
Bella echaba chispas. Él estaba haciendo eso a propósito; la miraba a ella y después a
propósito enfocaba toda su atención en Ángela-la-Gollum, solo para que viera cuán fácil
podía ser remplazada.
Bien. Si quiere jugar el juego de los celos, vamos.
Bella empezó a golpear su cuaderno con su bolígrafo lo suficientemente duro para ser
una distracción. Cuando los ojos entrecerrados de Edward se lanzaron alrededor para buscar
el ruido ofensivo y aterrorizaron en su mano izquierda, ella deslizó su mano derecha más
cerca de Peter y le dio un apretón a su mano.
Peter miró hacia ella con una sonrisa derrite corazones y ella lo miró a través de sus
pestañas. Ella abrió sus labios, exponiendo sus dientes y le dio a Peter la más lenta y dulce
sonrisa que pudo lograr formar.
Un mitad gruñido, mitad tos de la parte delantera del salón causó que los ojos de Peter
se apartaran de ella y miraran directamente a los ojos esmeraldas bastante furiosos del
profesor Masen.
Peter retiró su mano de Bella inmediatamente.
Bella resopló.
Sonriendo ahora, y continuando todavía su lectura sin tener que buscar una palabra,
Edward empezó a escribir en la pizarra.
Más de un estudiante de postgrado reaccionó conmocionado cuando vio lo que él
había escrito, lo cual era lo siguiente:

158
En la vida real, Beatrice estaba dispuesta a dejar a Dante en el Infierno
porque ella no podía molestarse en mantener su promesa.

-
Bella fue la última persona en mirar porque todavía estaba enfurruñada por lo que
acababa de pasar con Peter. Para el momento en que vio al pizarrón, Edward estaba
inclinando su espalda contra él con sus brazos doblados alrededor de su pecho y con una
expresión muy satisfecha en su cara.
Decidió en ese momento y allí que incluso si él hacía que la expulsaran, esa expresión
satisfecha de su cara iba a desaparecer. Inmediatamente.
Subió su mano y esperó hasta que él la llamó.
—Eso es realmente arrogante e interesado, profesor.
Peter colocó su mano en su brazo e hizo más que pellizcar, sus dedos se apretaron y
tiró un poco de ella—. No —, susurró—. ¿Estás loca?
Bella ignoró a Peter y continuó.
—¿Por qué culpar a Beatrice? Ella es la victima de todo esto. Dante la conoció cuando
tenía menos de dieciocho. No era posible para ellos estar juntos. Al menos que él fuera
pedófilo. ¿Nos está usted diciendo que Dante es un pedófilo, profesor Masen?
Uno de los estudiantes jadeó.
Edward frunció el ceño—. ¡Por supuesto no! Él tenía un verdadero afecto por ella y su
afecto no disminuyó incluso durante su separación. Si ella hubiese alguna vez tenido el
coraje de preguntárselo, él le habría dicho eso. Inequívocamente.
Bella movió la cabeza hacia un lado y entrecerró sus ojos—. Eso es un poco difícil de
creer. Todo en la vida de Dante después parece girar en torno al sexo. No puede relacionarse
con las mujeres de otra manera. Y él ciertamente no está sentado solo en casa los viernes y
sábados en la noche esperando por Beatrice. Así que a él no debe importarle ella.
La cara de Edward se puso muy roja y desdobló sus brazos, tomando un paso hacia su
dirección.
Peter inmediatamente levantó sus brazos, tratando de distraer a Edward, pero Edward
lo ignoró y fue un paso más cerca de Bella.
—Es un hombre, después de todo, con necesidad… uh… de compañía. Y si lo hace un
poco más aceptable, esas mujeres fueron solo amigas amables. Nada más. Su atracción a
Beatrice no ha disminuido. Él solo se desesperó de esperar por ella, dado que era obvio que
nunca la iba a volver a ver de nuevo. Y eso es culpa de ella, no de él.
Bella sonrió dulcemente mientras preparaba su cuchillo.
—Si eso es afecto, me quedo con el odio. ¿Y con qué eran esas amigas tan amables,
profesor? ¿Uhmmmm? Ellas no eran amigas; ellas eran afiliadas pélvicas. ¿Un amigo no
querría que la otra persona tuviera una buena vida? ¿Una vida feliz? ¿No que estuviera
arañándose después del placer fugaz como un viejo cachondo adicto sexual?
Vio la mueca de dolor de Edward, pero ignoró su reacción y siguió adelante.
—Es comúnmente sabido que los coqueteos de Dante eran anónimos y de mal gusto. Él
tendía a levantarse a mujeres en el mercado de carne, creo, y cuando había terminado con ellas,
simplemente las tiraba. Eso no suena como alguien que atraería a Beatrice. En adición a esas
anónimas, sin nombre, sosas conquistas, él tiene una querida llamada Tanya.
Inmediatamente, diez pares de ojos oscilaron hacia Bella inquisitivamente.
Se sonrojó en un profundo rojo, pero continuó, un poco nerviosa.
—Yo… yo encontré algo una vez de una mujer de Seattle quien sacó a la luz evidencia
de su relación. Si Beatrice carecía de afecto por Dante y lo rechazó después en vida, fue
completamente justificado. Dante era un egocéntrico, cruel y arrogante puto que trataba a las
mujeres como juguetes para su diversión particular.

159
Ahora a este punto, tanto Ángela como Peter se estaban preguntando qué en el santo
infierno acababa de pasar con su seminario de Dante, porque ninguno de ellos sabían algo
sobre una experta de Dante de Seattle o una amante llamada Tanya. En silencio se
comprometieron a pasar más tiempo en la biblioteca de ahora en adelante.
—Creo que estoy un poco familiarizado con la mujer de la que está hablando, pero no
creo que ella sea de Seattle. Creo que es de un pequeño pueblo en algún lugar de las zonas
rurales de Washington. Y ella no sabe de qué está hablando, así que ella debe abstenerse de
dictar sentencia.
Las mejillas de Bella ardieron—. Eso es una objeción ad hominem*. Su lugar de origen
no disminuye su credibilidad. Y Dante y su familia eran de un pueblo pequeño, también. No
que Dante lo admitiría alguna vez.
Los hombros de Edward se sacudieron ligeramente mientras trataba de controlarse a sí
mismo.
—Difícilmente llamaría a la Florencia del siglo catorce pequeña. Y con respecto a la
querida, eso es solo investigación de pacotilla. De hecho, voy más allá. La cabeza de esa
mujer está llena con nada más que pésimas tonterías, y no tiene ni una pizca de evidencia
para sus conjeturas.
—No descartaría su evidencia, profesor, al menos que usted esté preparado para
discutirlo en detalle. Y usted no nos ha dado un argumento, solo un ataque abusivo —,
replicó ella, arqueándole una ceja y temblando ligeramente.
Peter tomó su mano debajo de la mesa y la apretó—. Detente —, le susurró, tan bajo
que solo ella pudo escuchar—. Ahora mismo.
La cara de Edward enrojeció ligeramente y empezó a respirar por la boca.
—Si esa mujer hubiese querido conocer lo que Dante sentía de verdad por Beatrice, ella
sabría dónde buscar la respuesta. Y entonces no estuviera disparando verbalmente cosas
sobre las cuales no sabe absolutamente nada. Y haciéndose ver a sí misma y a Dante ridículos.
En público.
Ángela miró al profesor Masen y después a Bella y después de vuelta. Algo no estaba
bien. Algo estaba definitivamente mal pero no tenía idea de lo que era. Pero estaba decidida
a descubrirlo.
Edward se volteó hacia la pizarra y empezó a escribir, tratando de calmarse a sí mismo.

Dante pensó que era un sueño.

—El lenguaje que Dante usa sobre su primer encuentro con Beatriz tiene una cualidad
de ensueño. Por varias… ah… razones personales, él no confía en sus sentidos. No está seguro
de quién es ella. De hecho, una teoría es que Dante pensó que Beatrice era un ángel; un ángel
de ojos marrones.
«Así que más adelante en la vida, Beatrice está completamente fuera de contexto al
asumir que él recuerda todo sobre su primer encuentro y en sostener ese hecho en contra de
él y no darle la oportunidad de explicarse a sí mismo. Pues claramente, si él pensó que
Beatrice era un ángel, él no tendría esperanza de que ella regresara.
Y Dante le habría explicado todo esto a ella, si ella no lo hubiese rechazado antes de
que tuviera la oportunidad. Así que de nuevo, la falta de claridad en este punto es culpa de
ella. No de él. »
La mano de Bella se alzó y Edward a regañadientes asintió hacia ella y después se puso
muy tenso esperando que hablara.
—La discusión de su primer encuentro es a todas luces irrelevante, ya que Dante debió
___
* Al hombre.

160
haberla reconocido cuando la vio la segunda vez, sueño o no. ¿Así que, por qué él pretendió
no reconocerla?
—Él no estaba pretendiendo. Ella era familiar para él, pero ella estaba crecida, él estaba
confundido y molesto sobre otras cosas de la vida. —La voz de Edward era ligeramente
dolorosa.
—Estoy segura que eso fue lo que él se dijo para poder dormir en la noche, cuando no
estaba puteando en huelgas alcohólicas en los Lobbys del centro de Florencia.
—Bella, por favor. Es suficiente. —Peter levantó su voz en un susurro.
—¡Eso no tiene nada que ver con eso! —Edward inhaló y exhaló rápidamente mientras
trataba en vano de mantener sus emociones bajo control.
Él bajo su voz y la miró únicamente a ella, ignorando la forma en que Peter había
movido su cuerpo para colocarse entre el profesor y Bella, por si lo necesitaba.
—¿Nunca ha estado sola, señorita Swan? ¿Nunca ha ansiado por compañía, incluso así
fuera carnal y temporal? Algunas veces eso es todo lo que se puede obtener. Así que usted lo
toma y está agradecido por ello, mientras lo reconoce por lo que es, porque usted no tiene otra
opción. En vez de ser tan prepotente e intolerante en su evaluación del estilo de vida de
Dante, usted debería tratar de tener un poco de compasión y entendimiento.
Edward cerró su boca abruptamente cuando se dio cuenta que había revelado mucho
más de lo que había deseado.
Bella lo miró fríamente y esperó.
—Dante estaba obsesionado por sus recuerdos de Beatrice. Y eso hizo las cosas peor, no
mejor, porque nadie jamás llegaba a la altura de ella. Nadie era lo suficientemente hermosa,
nadie era lo suficientemente pura, nadie lo hacía sentir de la forma en que ella lo hizo. Él
siempre la quiso; él simplemente se desesperó por no encontrarla de nuevo. Créame, si ella
se hubiese presentado a sí misma antes y dicho quién era, él habría abandonado todo y a
todos por ella. Inmediatamente.
Los ojos de Edward se llenaron de desesperación mientras aguantaba la mirada de los
ojos marrones grandes de Bella.
—¿Qué se suponía que él iba a hacer, señorita Swan? ¿Uhmmmm? Ilumínenos. Beatrice
lo rechazó. Él solo tiene una cosa de valor que le quedaba, y eso era su carrera. Cuando ella
amenazara eso, ¿qué más podría hacer él? Él tenía que dejarla ir, pero esa fue la decisión de
ella, no de él.
Bella sonrió dulcemente a su diatriba y él supo que estaba allí por ello.
—Su conferencia ha sido muy esclarecedora, profesor. Pero todavía tengo una
pregunta. Así que solo para una mayor claridad, ¿está usted diciendo que Tanya no es la
querida de Dante? ¿Qué ella solo es una regular amiga de follar?
Cuando la provocación de Bella flotaba alrededor del salón hasta los oídos de Edward,
él destrozó el marcador de pizarra en dos. La tinta negra se expandió alrededor de sus dedos
como una noche sin estrellas y sus ojos se encendieron en un brillante y furioso verde.
Es suficiente. Es jodidamente suficiente.
Peter jaló a Bella a su lado protectoramente, curvando su cuerpo alrededor de ella
mientras observaba los hombros del Profesor empezar a temblar con furia.
—Pueden retirarse. En mi oficina, señorita Swan. ¡Ahora! —Furiosamente empujó sus
notas y sus libros en su maletín, y después el profesor Masen salió del salón del seminario,
tirando la puerta detrás de él.

161
Capítulo catorce.

Los estudiantes de postgrado se sentaron en el ahora silencioso salón de seminario,


aturdidos. Y después ya que poco a poco se dieron cuenta que el combate a muerte en la
jaula de acero que acababan de presenciar se había terminado, y que no habría segunda
ronda (o palomitas de maíz), empezaron a salir. Con la excepción de Ángela, Peter y Bella.
Como ninguno de los otros estudiantes eran especialistas de Dante y ninguno de ellos
quería serlo, rápidamente desestimaron el combate a muerte en la jaula de acero como un
debate de aniquilación mutua entretenida (casi aberrante). Los académicos podían ser
apasionados sobre sus temas de interés; todo el mundo sabía eso. Algunos, como Bella y el
profesor, eran más apasionados que otros. El seminario de hoy fue un choque de trenes, por
supuesto, pero no completamente sorprendente. No tan bizarros como algunas de las cosas
que pasaron en el semestre anterior en el seminario de la profesora con métodos singulares
de tortura medieval… el cual resultaba ser sorprendentemente práctico…
Ángela, sin embargo, paralizó a Bella con sus ojos entrecerrados y después fue detrás
del profesor, como un patito codependiente.
Peter cerró sus ojos y gimió—. ¿Eres suicida?
Bella parecía estar sacudiéndose a sí misma como si despertara de un sueño—. ¿Qué?
—¿Por qué lo provocaste así, Bella? ¡Te tragará entera en una mordida!
Bella solo era ahora capaz de comprender la gravedad de su situación. Fue como si
hubiese sido otra persona, escupiendo veneno e ira, sin pensar sobre el público. Y ahora que
había descargado su furia se sentía desinflada, como un globo solo y vacío tirado en el piso
después de la fiesta de cumpleaños de un niño.
Poco a poco empezó a empacar sus cosas dentro de su recientemente mejorada
abominación de mochila y trató de armarse de valor para lo que sabía que iba a ser una
conversación muy, muy desagradable en la oficina del profesor.
—No creo que debas ir —, dijo Peter.
—Yo no quiero ir.
—Entonces no vayas. Envíale un email. Dile que estás enferma… y que lo sientes.
Pensó sobre eso por un segundo. Era muy, muy tentador. Pero sabía que su única
oportunidad de salvar su carrera sería la de ser una mujer y tomar su castigo, y luego tratar
de reconstruir su vida personal. Si eso fuera de alguna forma posible.
—Si no voy a su oficina, él estará incluso más furioso. Podría exigir que abandone la
clase. Y necesito esta clase o no podré graduarme en mayo.
—Entonces yo voy contigo. Mejor aún, hablaré con él antes.
Peter se irguió en toda su altura y flexionó sus brazos.
—No, Peter. Necesitas mantenerte fuera de esto. Voy a ir a pedir disculpas y dejaré que
me grite. Y cuando él tenga su libra de carne, me dejara ir.
—La calidad de la misericordia no es forzada* —, murmuró Peter—. No que él sabría algo
sobre eso. ¿De qué estabas peleando, de todas maneras? Dante no tuvo una amante llamada
Tanya.
Bella parpadeó rápidamente.
—Encontré un artículo sobre Pia de´ Tolomei. Tanya fue uno de sus apodos.
—Pia de´ Tolomei no fue una de las amantes de Dante. Hubo rumores de queridas e
hijos ilegítimos, así que tu discusión del mercado de carne no fue equivocada. Pero lo siento
Bella, Masen está en lo cierto, nadie cree que Pia era la amante de Dante. Nadie.
Bella se mordió el interior de su mejilla, pensativamente.
—Pero él no me dejaba explicar. Y yo solo más o menos… exploté.
—Explotaste, eso es cierto. Si se tratara de alguien más, yo te estaría animando en
___
* Shakespeare, El mercader de Venecia.

162
pensar que él obtuvo lo que ya le venía. Ese pija estirado. Pero en tu caso, sabía que él
sobreactuaría. —Negó con su cabeza—. Déjame hablar con él.
—Estás escribiendo tu tesis doctoral con él, no puedes tenerlo enojado contigo. Si es
demasiado, me iré. Y entonces haré una cita con la oficina de acoso.
Peter la miró con una expresión muy preocupada—. No me siento bien sobre esto. Él
está furioso contigo.
—¿Pero, qué puede hacer? Es el gran y mal profesor, yo soy la pequeña estudiante de
postgrado. Él tiene todo el poder. Y lo sabe.
—Sí, pero el poder hace cosas extrañas a la gente.
—¿Qué se supone que quiere decir eso?
Peter miró alrededor asegurándose de que estuvieran solos y después sacó su cabeza
fuera de la puerta del salón de seminario para verificar en el pasillo.
—Masen es un jodido retorcido, Bella. Él estuvo involucrado con la profesora Singer y
eso significa que él… —Peter se detuvo repentinamente y negó con su cabeza.
—Eso significa que él… ¿qué?
—Si ha estado acosándote, o tratando que tú hagas cosas, házmelo saber y te ayudaré.
Lo prometo.
Bella lo miró sin comprender.
—No está pasando nada siniestro aquí, Peter. Él solamente es un profesor
malhumorado que no le gusta ser contradicho. Iré a comerme un pastel de humildad en su
oficina, y con un poco de suerte, no me hará abandonar su clase.
—Espero que tengas razón. Siempre ha sido profesional con sus estudiantes. Pero
contigo, las cosas son diferentes.
Peter acompañó a Bella hasta la oficina del profesor y después sin previo aviso, llamó a
la puerta.
El profesor Masen abrió la puerta rápidamente, sus ojos todavía con un verde furioso y
brillante.
—¿Qué quieres? —Le escupió a Peter, mientras tiraba dagas a Bella.
—Solo un minuto de su tiempo —, dijo Peter suavemente.
—Ahora no. Mañana.
—Pero profesor, yo…
—Mañana, Peter. No me presiones.
Peter le dio a Bella una mirada muy preocupada y después gesticuló las palabras: “Lo
siento”.
El profesor Masen esperó hasta que Peter hubiera desaparecido cruzando la esquina,
antes de apartarse a un lado para permitir entrar a Bella. Él cerró la puerta detrás de ella y
caminó hacia la ventana.
Abandonad la esperanza todos los que entréis aquí…
La oficina del profesor estaba oscura, iluminada solamente por la lámpara del
escritorio. Había bajado las persianas y estaba ahora inclinado lo más lejos posible de Bella y
presionando el puente de su nariz con sus dedos llenos de tinta. Sus ojos estaban cerrados.
Bella movió su ofendida mochila en frente de ella como un escudo, apretándola con sus
dos manos. Y después esperó.
Cuando él no habló, se ocupó a sí misma observando alrededor de la habitación. Hasta
que sus ojos se posaron en una silla; la silla Ikea bastante incómoda donde se sentó en
septiembre durante su primer encuentro desafortunado con el profesor.
La silla había sido destrozada y estaba tirada en pequeños pedazos doblados alrededor
de la alfombra Persa.
Los ojos de Bella lentamente se movieron de las piezas hacia el profesor y de nuevo de
regreso.
Él destrozó una silla. Él destrozó una silla de metal.

163
Sus ojos se abrieron y ella vio una calma extraña y peligrosa en sus esmeraldas
profundas. Aquí estaba el dragón, en su guarida. Y ella estaba desarmada.
—Si fueras cualquier otra persona haría que te expulsaran.
Bella negó tan pronto como escuchó el tono de su voz. Era engañosamente tranquilo y
suave, como el roce del terciopelo sobre la piel desnuda. Pero el trasfondo era de acero y
piedra.
—Esa fue la más repugnante conducta infantil que alguna vez hubiese presenciado en
un seminario. Y tu actitud irrespetuosa fue completamente inaceptable. Además de eso, no
puedo siquiera empezar a expresar la rabia que tengo sobre lo que dijiste sobre Tanya.
Nunca hablarás de ella de nuevo. ¿He sido claro?
Bella tragó ruidosamente, pero estaba demasiado alterada para contestar.
—Dije ¿he sido claro? —Gruñó.
—Sí.
—Mi autocontrol es tenue en el mejor de los casos. Harías bien en no presionarlo. Y
espero que pelees tus propias peleas y que no manipules a Peter para que te rescate de tu
propia estupidez. Él tiene sus propios problemas por los que preocuparse.
Bella miró a la alfombra, evitando sus ojos, los cuales parecían brillar en la oscuridad.
—Creo que querías que perdiera mi temperamento. Pienso que querías que me
enfureciera e hiciera una escena; entonces estarías justificada al escapar. Tú querías que yo
me comportara como cualquier otro idiota abusivo que te ha golpeado alrededor. Bueno, no
soy un idiota abusivo y no voy a hacer eso.
Miró los restos doblados de la silla, una buena silla sueca que no había hecho nada en
su corta vida para herir a nadie, y después miró de vuelta hacia el Profesor.
Pero no discutió con él.
La lengua de él salió y lamió sus labios.
—¿Es esto un juego para ti? ¿Uhmmm? ¿Jugar uno contra el otro como algo parecido a
Prokofiev? Él es Pedro, yo soy el Lobo. Lo que eso te hace ser… ¿el pato?*
Bella negó con su cabeza.
—Lo que pasó hoy en mi seminario nunca pasará de nuevo. ¿Entiendes?
—Sí, profesor.
Ella se aferró a la perilla detrás suyo. Estaba cerrada con llave. Así que decidió hacer
una oferta para una disculpa pública.
—Me disculparé con la clase.
—¿Y exponernos a incluso más chismes? No harás tal cosa. ¿Por qué no hablaste
conmigo? Una llamada telefónica. Podía haber hablado contigo a través de una puerta, por
amor de Dios. Y en su lugar, ¡finalmente escoges hablar conmigo en la mitad de MI jodido
seminario de graduados!
—Pusiste mi brasier en mi buzón… pensé…
—¡Usa tu cabeza! —dijo bruscamente—. Si te lo hubiese enviado por correo, habría
habido un rastro de papeleo. Eso habría sido mucho más incriminador. Y no iba a dejar tu
IPod en el porche delantero en la mitad de una tormenta.
Bella estaba confundida por su non sequitur*, pero decidió no cuestionarlo.
—Yo empecé este despelote al cambiar mi conferencia, pero tú lo terminaste, Isabella, y
___
*Composición sinfónica basada en el cuento popular ruso “Pedro y el lobo”. Pedro dice que
puede acabar con el lobo, y cuando lo avista avisa al pato para que salga del agua ya que está cerca,
el pato sale y el lobo se lo come. Después Pedro sale de la casa y se monta en un árbol haciendo que
un ave cayera y el lobo casi se lo come. Al final Pedro logra atar el lobo y tres cazadores que iban
pasando lo atrapan. El pato se salva porque el lobo lo tragó sin morderlo.
* Sin lógica, en francés.

164
lo terminaste con el equivalente a una bomba de hidrógeno. No vas a abandonar mi clase.
¿Estamos claros? No vas a abandonar el programa. Y nosotros vamos a pretender que este
desastre nunca ocurrió y esperemos que los otros estudiantes estén demasiado enfrascados
en sus propias vidas para molestarse en notarlo.
Edward la paralizó con una mirada impasible.
—Ven —, apuntó a un espacio en la alfombra.
Ella dio unos pasos hacia delante y se paró justo a la derecha de su escritorio.
—¿Has regresado la beca?
—No puedo. El Jefe de los Estudios Italiano tiene la gripe H1N1.
—Pero, ¿has hecho una cita?
—Sí.
—Así que hiciste una cita con él, pero no tuviste la cortesía de enviarme un mensaje de
texto con dos palabras cuando yo estaba desesperado por saber que tú estabas bien —,
gruñó.
Bella parpadeó.
—Vas a cancelar esa cita.
—Pero yo no quiero el dinero, y…
—Cancelarás la cita, tomarás el dinero y mantendrás tu boca callada. Has hecho un lio;
yo tengo que arreglarlo. Harás lo que se te diga. —La miró sombríamente—. ¿Entendido?
Bella contuvo su aliento, y después asintió de mala gana.
—El correo electrónico que me enviaste fue una vergüenza total. Una verdadera
cachetada en la cara después de todos los mensajes que te envié. ¿Por lo menos escuchaste
los mensajes de voz que te envié? ¿O simplemente los borraste?
—Los escuché.
—Los escuchaste, pero no los creíste. Y tú seguro como el infierno que no los
contestaste. Usaste la palabra acoso en tu email para mí. ¿Qué esperabas lograr con eso?
—Um… no lo sé.
Edward cerró la brecha entre ellos, parándose a solo centímetros de ella.
—Es bastante posible que ese email haya sido ya marcado de alerta por alguien.
Incluso si yo borrara el email, y lo hice, alguien podría encontrarlo todavía. Los emails son
para siempre, Isabella. Nunca vas a enviarme un email de nuevo. ¿Está eso claro?
—Sí.
—Estoy más que furioso contigo. Pareces ser la única persona capaz de apretar todos
mis botones, y me refiero a todos ellos.
Bella miró hacia la puerta, deseando abrirla de golpe y escapar.
—Mírame —, susurró él.
Cuando sus ojos se encontraron él continuó.
—Voy a tener que hacer un poco de control de daños. Acabo de manejar a Ángela, y
ahora voy a tener que tratar con Peter. Gracias a ti. Ángela es una amenaza, pero Peter era un
buen asistente de investigación.
¿Era un buen asistente de investigación?
—Deja a Peter tranquilo. Por favor. Es mi culpa que él haya venido por ti. Me
aseguraré que no diga nada.
—¿Es a él a quien quieres? —El tono de Edward se volvió glacial.
Bella jugueteó con su bolsa de libros.
—Contéstame.
—Lo intenté.
—¿Y?
—Y nada.
—No se veía como nada cuando te vi en sus brazos en frente de los buzones. No se veía
como nada cuando él llamó a mi puerta, como un caballero blanco, listo para pelear conmigo

165
para protegerte. ¿Por qué no puedes decirme lo que quieres, Isabella? ¿O solamente
respondes a Conejo? —La voz de Edward estaba llena de sarcasmo.
Los ojos de Bella se abrieron en sorpresa, pero no dijo nada. No sabía qué decir.
¿Está… celoso?
—Bien. Me doy por vencido. —Agitó la mano con desdén hacia la puerta—. Vete.
Tomó un segundo para que el cerebro de Bella le ordenara a sus torpes pies que
caminaran hacia la puerta, pero eventualmente lo hicieron. Caminó con la cabeza cabizbaja y
los hombros caídos, viéndose bastante parecida a una mariposa que había sido arrancada de
sus alas.
Pero había mantenido su lugar en su clase. Y no había sido expulsada. Un pequeño
consuelo para alguno de los otros daños que acababa de haber incurrido.
Edward se paró inmóvil, mientras ella forcejeaba con la puerta.
Un gemido escapó de sus labios mientras luchaba con la cerradura. Estaba atrapada.
Él se paró detrás de ella y extendió un brazo alrededor de su cintura para abrir la
puerta, rozando su cadera izquierda.
Cuando ella no se inmutó, él se inclino más cerca, llevando sus labios a su oído.
—¿Así que toda esta agonía fue por nada?
Podía sentir el calor de su cuerpo detrás de ella. Irradiaba desde el pecho de él hasta
sus omoplatos. La seda de su corbata de lazo rozaba contra su cabello, penetrándolo, hasta
que rozaba alrededor de la superficie de su cuello, haciendo que se le pusiera la piel de
gallina.
—¿Nos expusiste a los chismes maliciosos por nada?
—Fuiste cruel.
—Tú también.
—Tú me hiciste daño.
—Como tú me hiciste daño a mí. ¿La venganza es todo lo que soñaste que sería? —
Edward continuaba susurrando, su aliento cálido soplando contra su mejilla—. Te has
transformado de un Conejo a un gatito furioso. Bien, me arañaste profundamente hoy, mi
Gatito. Sacaste sangre con cada palabra. ¿Estás feliz ahora? ¿Estás feliz ahora que me has
humillado en frente de mis estudiantes al recitar todos mis pecados secretos? Fue una
verdadera hoguera de las vanidades, contigo encendiendo el fuego.
Él llevó sus labios incluso más cerca de su oreja, y el aire de su boca le causó
escalofríos.
—Eres una cobarde.
—No soy una cobarde.
—Eres la que se está yendo.
—Tú me dijiste que me fuera.
—¿Haces todo lo que el Lobo feroz te dice que hagas? ¿Dónde está mi Gatito furioso
ahora?
—Solo soy una estudiante, profesor Masen. Usted es el que tiene todo el poder. Usted
puede… destruirme.
—Patrañas. ¿Es eso lo que piensas? ¿Qué esto es un abuso de poder?
Edward sacó su bolsa de libros de sus dedos tensos y lo apartó a un lado.
La volteó y agarró su cara, moviendo sus manos hacia las curvas de sus mejillas.
—¿Crees que te destruiría? ¿Después de nuestra historia?
—No soy la que tiene un problema de memoria, Edward. ¿Crees que estoy feliz?
¿Crees que esto es lo que quiero? Soy miserable. Verte finalmente después de todos estos
años, ¿y verte así? ¡Ni siquiera te reconozco!
Edward habló a través de dientes apretados—. Nunca me diste una oportunidad.
¿Cómo infiernos iba a saber lo que quieres, Isabella, cuando tú jodidamente no me hablas?
¡No me dices nada!

166
—¡Gritándome no me convencerás de ser explícita!
La boca de Edward chocó con la de ella, apasionada pero brevemente, hasta que se
arrancó de sus labios para susurrar en su oído.
—Háblame, Isabella.
Su labio inferior arrastrándose tentadoramente a lo largo del lóbulo de su oreja.
Bella estuvo callada mientras sentía la energía entre ellos moverse, como una serpiente
dando vuelta sobre sí misma, tragándose a sí misma completa.
La rabia y la pasión alimentándose una de la otra.
—Dime lo que quieres, o vete.
Cuando no respondió, Edward se empezó a retirarse lentamente.
Ella se sintió enferma por la pérdida del contacto y ni siquiera pensó las palabras
mientras salían impetuosamente de sus labios.
—Nunca quise a nadie más.
Él miró a sus ojos antes de iniciar el beso. Los labios se encontraron con fuerza, cálido
aliento contra cálido aliento, las bocas húmedas y resbaladizas.
La mano derecha de Edward suavizando la mejilla de Bella y lentamente pasó a su
oído, antes de moverse a la nuca de su cuello. Mientras su boca envolvía la de ella, empezó a
frotar círculos sobre la superficie de su piel, persuadiéndola para que se relajara.
Sus labios volaban juntos, deslizándose y suavizándose.
Después de un momento o dos, él inclinó la cabeza de ella ligeramente hacia atrás. Un
ruego silencioso.
Ábrete para mí.
Bella no estaba respirando. ¿Cómo podía cuando la sensación era tan intensa? El sabor
a menta, la esencia de Aramis, la manera en que su aliento la consumía.
Cuando Bella no respondió a su petición, la lengua de Edward salió lentamente,
explorando vacilantemente su labio inferior, antes de curvarse sobre él y persuadirlo hacia
atrás con destreza hacia su boca.
Bella respiró profundamente por la extraña pero íntima sensación.
Él jaló sus labios entre los suyos, tirando y jugando. Era todo tan nuevo, pero aun así
extrañamente familiar. Labios, dientes, el juego suave de la lengua.
La pasión se mantuvo y las llamas gemelas, pero la rabia dio paso a la electricidad
vigorizante que quemaba y crujía a todo el alrededor de ellos, mientras Bella respondía su
invitación y se abría para él.
Pero su mandíbula estaba tensa. Él podía sentirlo.
Edward deslizó su mano izquierda de su mejilla a la curva de su mandíbula y empezó
a acariciar, pretendiendo que ella se relajara. Mientras se relajaba debajo de sus dedos, se
volvió más audaz. La punta de su lengua se enrolló sobre su labio inferior mientras lo jalaba
con su boca, y después lentamente su lengua tocó la suya. Hubo presentaciones tímidas
mientras sus lenguas se conocían primero como amigas, tímida y suave, sensual y erótica,
mientras el calor explotaba en sus bocas y el baile de los dos se volvía un tango para uno.
Suave.
Húmedo.
Profundo.
Cálido.
Era mejor que lo que Edward imaginó. Mucho mejor que en sus sueños anteriores o en
su visión cubículo. Ella era real. Beatrice era real. Y mientras presionaba sus labios a los de
ella y exploraba su boca, podía decir en esos momentos que era suya, cuerpo y alma. Aunque
solo fuera por esos momentos.
Tan dulce, pensó Bella. Tan cálido.

167
Ella jaló a Edward más cerca, sus pequeñas manos enredándose en su cabello, tirando
de él hasta que estuviera en un apretado sándwich entre él y la puerta, sus curvas pequeñas
presionadas contra su cuerpo alto y musculoso.
Edward movió su mano derecha para ahuecar la parte de atrás de su cabeza,
protegiéndola con sus nudillos mientras gemía sonoramente contra su boca.
Él gimió por mí.
Fue sonoro.
Fue salvaje.
Fue erótico.
Bella recordaría ese sonido y la forma en que vibró contra sus labios, haciendo eco en
su boca, por el resto de su vida. Sintió el curso de la sangre a través de ella, caliente y espesa,
mientras su piel florecía debajo de su toque. No había querido nunca algo tanto como sentir
sus brazos alrededor de ella y sus labios contra los suyos.
No había Peter.
Ni Ángela.
Ni Universidad.
Solamente ellos.
Los labios de Edward la envolvían, la poseían. Un fuego encendido dentro mientras
sus cuerpos se movían juntos, curvas suaves contra acero inflexible.
Bella inhaló frenéticamente pero no fue suficiente. Su cabeza se volvió ligera.
Edward juraba que podía sentir su latido de corazón a través de su camisa, estaban tan
estrechamente juntos. Su mano izquierda se perdió bajó el dobladillo de su blusa hacia
centímetros de la piel desnuda de su espalda baja. Gimió de nuevo mientras sus largos y
delgados dedos se expandieron contra ese valle, reclamándolo, poseyéndolo. Ni siquiera
necesitaba verlo para saber que era hermoso y precioso.
Hasta…
Bella empezó a jadear, su respiración dificultosa y desigual.
Edward no quería detenerse. Quería continuar, llevarla hasta su escritorio y colocarla
de espaldas, para que pudieran terminar lo que habían empezado.
Quería explorar cada centímetro de ella y mirar profundamente a sus ojos oscuros
mientras su cuerpo le daba todos sus secretos. Pero la prudencia se afirmó y él redujo sus
movimientos, incluso cuando su cuerpo dolía por el simple pensamiento de separación.
La abrazó con fuerza, todavía protegiendo su cabeza y luego pulsó tres besos castos
contra su boca entreabierta. Y después rozó sus labios, con suavidad de ángeles, por todo el
camino hasta su cuello y donde la curva se encontraba con su hombro. Otro beso debajo de la
oreja, con un paso de su lengua contra su carne, más como una promesa que como una
despedida, y Edward se detuvo.
Fue celestial.
Ella fue celestial.
Él nunca había estado tan furioso antes de un beso y tan complacido después de este.
Él nunca había disfrutado tanto de un beso.
Fue casi mejor que…
La idea lo atormentó y sorprendió de igual manera.
Edward deslizó sus manos por sus brazos y las llevó a descansar en las caderas de ella.
Trazó pequeños círculos con sus pulgares, persuadiéndola para que abriera sus ojos.
Juró que podía escuchar el latido de su corazón, haciendo un eco en un ritmo frenético
pero casi sincrónico en la oficina oscura.
Líneas del primero de los Cuatro Cuartetos de T.S. Eliot surgieron inexplicablemente en
su mente.

“El alambre trémulo de la sangre

168
Canta bajo cicatrices inveteradas
Apaciguando guerras olvidadas
La danza a lo largo de la arteria
La circulación de la linfa
Aparecen en la deriva de las estrellas”.

Ella le hizo esto a él. Lo embrujó, cuerpo y alma. Sangre y carne.


La miró con asombro, y rozó sus labios una vez más contra su boca entreabierta.
Ella no respondió.
Edward la miró de cerca, con un poco de pánico.
—¿Bella? ¿Cariño? ¿Estás bien?
El corazón de Edward se detuvo cuando ella se desplomó en sus brazos.

-
Ella no se había desmayado. No de verdad. Solo había sido superada por las
sensaciones y sentidos y la disminución del oxigeno. Pero sabía que la estaba sosteniendo
firmemente en sus brazos. Y sabía que él estaba susurrando amablemente en su oído.
Edward acarició su cara con sus dedos. Cuando no obtuvo respuesta con eso, presionó
sus labios en su frente—. ¿Beatrice? ¿Estás bien?
Los ojos de Bella se abrieron rápidamente.
—¿Por qué me estás llamando así?
—Porque ese es tu nombre —, murmuró, acariciando ahora su cabello—. ¿Estás bien?
Bella inhaló y exhaló profundamente.
—Creo que sí.
—Creo que olvidaste respirar mientras te estaba besando.
Edward besó su frente de nuevo.
Bella recordó de repente la furia de Edward y sus ojos verdes extrañamente brillantes.
—Esto está mal. Sigues siendo mi profesor. Estoy en un gran problema. —Trató de
zafarse de sus brazos pero él no la dejaba ir. Ella se apoyó contra la puerta—. ¿Qué he hecho?
—Abanicó una mano sobre su frente.
Edward frunció el ceño sombríamente y la soltó.
—Me decepcionas, Isabella. No soy de los que besan y cuentan. Voy a protegerte, lo
prometo. —Recogió su mochila y la colocó sobre su hombro y después tomó su maletín con
una mano y pasó su otra mano alrededor de su cintura, atrayéndola hacía él—. Ven conmigo.
—Peter está esperando.
—Qué se joda Peter.
Los ojos de Bella revolotearon.
—Él es nada más una mascota para ti. Una mascota del Conejo.
—Él no es una mascota; es un amigo. Es mi único amigo en Toronto.
—Me gustaría ser tu amigo —, dijo Edward, mirándola—. Y voy a mantener a mi
pequeña amiga muy cerca para asegurarme de que no huya de nuevo.
—Esto es… complicado. Y peligroso. —Bella empezó a convencerse de olvidar la
sensación de sus labios en los de ella y a centrarse en los problemas insuperables. Pero era
imposible, especialmente porque el recuerdo de los sonidos que él hizo mientras la besaba
todavía resonaba en sus oídos.
Gemido.
—No parecías pensar que era complicado y peligroso cuando brincabas alrededor de
mi apartamento usando mi ropa interior. No pensaste que era complicado cuando dejaste la
bandeja con el desayuno en mi nevera con algo que solamente podría ser descrito como una
nota de amor. ¿Por qué todo es más complicado ahora que te he besado?
—Porque nos hemos vuelto… públicos.

169
Las facciones de Edward se endurecieron—. No, no lo hemos hecho. Aparte del email,
la única cosa pública es una discusión, la cual está abierta a interpretación. La carga de la
prueba está en nuestros antagonistas. Nosotros negaremos todo.
—¿Eso es realmente lo que quieres hacer?
—¿Qué otra opción tenemos, Isabella? Además, en el momento del seminario no existía
una relación que negar. —Se agachó para recoger un llavero del suelo—. ¿Son estos tuyo?
Bella extendió su mano—. Sí. Gracias.
—¿P como en Princeton? O ¿P como Peter, Conejo? —Se burló Edward, mientras
balanceaba las llaves frente a su cara.
Bella tomó las llaves de sus manos con una mueca y las metió dentro de la mochila que
él estaba sosteniendo.
Edward sonrió por su reacción.
—Espera aquí mientras verifico en el pasillo para ver si Pedro tiene su arma afuera,
listo para disparar al Lobo para salvar al pato.
Él abrió la puerta y rápidamente se asomó dentro del pasillo vacío.
—Rápido. Tomaremos las escaleras. —Edward empujó rápidamente a Bella dentro del
pasillo y trancó la puerta de su oficina detrás de ellos—. ¿Puedes caminar? Podemos tomar el
atajo a través de la Universidad Victoria y después caminar la Calle Charles. O podemos
llamar un taxi —, susurró él mientras abría la puerta de las escaleras para ella.
—Puedo caminar a casa.
Bella se tropezó con sus propios pies mientras cruzaba el umbral y en un flash Edward
estaba a su lado, sosteniéndola en sus brazos.
—Tomaré tu ensoñación como un cumplido a mis habilidades como amante.
Bella lo miró fijamente.
—¿A dónde me estas llevando?
—A casa.
Ella se relajó minuciosamente.
—A casa… conmigo —, aclaró, llevando su cara más cerca de la ella.
—Pensaba que empujé todos tus botones.
Edward alejó su cara y se enderezó en toda su altura, sosteniéndola todavía.
—Lo hiciste. Todos ellos. Pero son las seis en punto y te estás desmayando del hambre.
No hay ninguna forma en el infierno que te vaya a llevar a un lugar público después de lo
que pasó. Y no puedo cocinar una cena adecuada en tu casa.
—Pero todavía estás enojado. Puedo verlo en tus ojos.
—Estoy seguro que también estás enojada conmigo. Pero si Dios quiere, lo
superaremos. En este momento, cada vez que te veo lo único que puedo pensar es en besarte.
Edward la soltó y empezó a conducirla por las escaleras.
—Peter puede llevarme a casa.
—Te lo dije… qué se joda Peter. Tú eres mi Beatrice. Tu lugar es conmigo.
—Edward, no soy la Beatrice de nadie. Los delirios tienen que parar.
Él frunció el ceño hacia ella.
—Ninguno de nosotros tiene el monopolio de los delirios. Nuestra única esperanza es
tener tiempo para descubrir quiénes somos en realidad, y después decidir si esa es una
realidad con la que ambos podríamos vivir. Y tener la esperanza de no matarnos el uno al
otro en el proceso. He tenido suficiente irritación contigo para que me dure toda la vida y
estoy poniendo un final a ello. Vamos a sentarnos y tener la conversación que he querido
tener contigo desde hace diez días. No te voy a dejar fuera de mi vista hasta que eso haya
pasado. Fin de la discusión.
Con una mirada a la determinación de su rostro, Bella se dio cuenta que era inútil
discutir.

170
Mientras la conducía a una puerta lateral y detrás del Centro, ella sacó su teléfono
celular y sintiéndose culpable le envió un mensaje de texto a Peter. Le dijo que estaba bien,
que estaba muy avergonzada para hablar, y que ya iba de camino a casa.
Peter había estado rondando por los ascensores, quedando escondido a propósito
mientras esperaba que Bella saliera. Él había caminado por la puerta de la oficina del
profesor de vez en cuando, pero no había escuchado nada. Y no quería enemistarse con
Masen por estar esperando justamente fuera de su puerta.
Tan pronto como recibió su mensaje de texto, inmediatamente corrió de vuelta a la
oficina. Tocó a la puerta de Masen. Pero nadie contestó.
Peter corrió hacia la escalera y voló por los escalones con la esperanza de poder
alcanzarla.

-
Mientras Edward seguía a Bella dentro de su apartamento, puso sus cosas en el suelo y
volteó hacia ella—. ¿Tienes hambre?
—Sí.
—¿Almorzaste?
—No lo recuerdo.
—¡Isabella! ¿Qué hay sobre el desayuno?
—Recuerdo haber tomado café…
Él juró por lo bajo—. Tienes que cuidar mejor de ti misma. No me extraña que estés tan
pálida. Ven.
La guio hasta la silla acolchada de terciopelo rojo, donde le hizo sentarse y suavemente
levantó sus pies y los colocó sobre la otomana.
—No necesito sentarme aquí. Puedo sentarme en la cocina, contigo.
—Deja de discutir conmigo y haz lo que se te dice. —Edward la miró levemente
mientras se volteaba para encender la chimenea de gas. Pasó una mano sobre la cabeza de
ella, peinando su cabello—. Las gatitas deben estar acurrucadas en sus sillas cerca del fuego
en un día como hoy. Estás más segura aquí que en un taburete de la barra. Voy a preparar la
cena, pero necesito salir y comprar unas cuantas cosas. ¿Estarás bien sola?
—Por supuesto, Edward. No soy una inválida.
—Si te sientes ardiendo, presiona el interruptor y el Infierno se irá. —Se inclinó y
presionó un beso en el tope de su cabello, y después caminó hacia la puerta principal—.
Prométeme que no te irás antes de que yo regrese —, la llamó.
—Lo prometo.
Bella se preguntó si él de verdad estaba tan preocupado sobre perderla.
Y después recordó sobre lo que había pasado antes en la conferencia y los eventos en
su oficina. No sabía por qué se había sentido mareada, pero pensó que podría haber tenido
algo que ver con el beso de Edward. No habría sido la primera vez que él la había afectado
de esa manera…
Bella cerró los ojos por un momento mientras los murmullos sordos de la chimenea de
gas zumbaban en sus oídos.

-
El sonido de la voz de una mujer, apasionada y conmovedora, flotó en el aire. Bella
reconoció la canción antes de abrir sus ojos. Edward estaba escuchando Edith Piaf, “Non, je
ne regrette rien”.
Era una elección extraordinaria.
Abrió sus ojos para encontrar a Edward sonriendo hacia ella, viéndose muy parecido a
un ángel oscuro pero muy hermoso. Un ángel con cabello alborotado, una boca hecha para el
pecado, y ojos verdes penetrantes. Él había cambiado su ropa de la escuela y estaba vestido

171
con una camisa negra de botones y un par de pantalones negros. Dobló sus mangas para
mostrar sus antebrazos musculosos. Él había estado cocinando.
—¿Isabella? —Sonrió y le ofreció su mano.
Ella la tomó y él la guio hasta el comedor.
Edward había arreglado su mesa de comedor formal con un mantel blanco de lino y
encendió las velas del candelabro de plata ornamentada. Bella vio dos puestos colocados con
porcelana, cristal y plata y una botella de lo que parecía ser champaña enfriándose en un
balde de champaña.
Veuve Clocquot Ponsardin vintage 2002, leyó ella en la etiqueta.
—¿Estás complacida? —Se colocó detrás de ella y frotó sus brazos con sus manos.
—Es hermoso —, dijo cortésmente, observando la costosa champaña con recelo.
—Entonces permíteme. —Apartó una silla y le entregó una servilleta blanca de lino—.
He intentado por segunda vez con las flores. Por favor no las destruyas como hiciste con las
últimas.
Edward sonrió irónicamente mientras señalaba un florero de vidrio alto y moderno y el
arreglo de Jacintos morados.
—Si eres una buena gatita, te permitiré que leas la tarjeta —, susurró, mientras le servía
una copa de champaña.
Sin esperar verla probarlo, desapareció dentro de la cocina.
Bella contempló las flores y con un rápido vistazo sobre su hombro para asegurarse de
que él no estuviera mirando, removió la pequeña tarjeta que estaba recostada entre ellas.
Abrió el sobre, sacó la tarjeta, y leyó lo siguiente en una escritura muy elegante y antigua:

Mi querida Isabella,
Si deseas saber lo que siento por ti,
Solo pregúntame.
Tuyo,
Edward.

Bastardo engreído.
Bella escupió a la tarjeta, y después la remplazó rápidamente, esperando que Edward
no la hubiese encontrado leyéndola.
Mientras se sentaba allí, disgustada, una serie de diferentes cosas captaron su atención.
Edward había escogido Edith Piaf como música de ambiente; ahora estaba cantando La Vie
en Rose. El mantel, los cubiertos, la champaña, las flores… él no se había molestado tanto por
Alice.
Toda la discusión y pasión en su oficina había encendido sus cuerpos en llamas. Y la
manera en que la había besado… Bella nunca había sido besada así antes.
Se estremeció por el recuerdo, únicamente de placer. Era una nueva sensación, pero no
una desagradable.
Juego previo.
Sabía que él había luchado para dejar de besarla, como si estuviera en guerra consigo
mismo. La tensión entre ellos había sido palpable, casi concreta. Sabía que era un hombre
muy sexual que nunca tuvo falta de compañía femenina, según su propia confesión. Y ahora
que la había probado estando sobrio él la quería.
Era abrumador ser deseada por tan hermosa y sensual creatura. Ella se sentía como
Psique siendo deseada por Cupido*. Y no podía negar la atracción que sentía por él, o la
manera que se agitó por dentro con anhelo cuando él la beso.

172
Pero Bella no compartía. Lo que hacía dudosas todas las otras consideraciones
románticas o sexuales.
Decidió esperar hasta después de que pusiera la ensalada para decirle eso.
Cuando Edward se sentó a su lado en la cabecera de la mesa, tomó su vaso de agua, el
cual estaba lleno de Perrier y brindaron por su noche.
Mientras ellos chocaban sus copas disparejas, Bella se dio cuenta que él no estaba
bebiendo champaña.
—¿No Veuve Clicquot? —Preguntó, dando un sorbo incrédula.
Él le sonrió y negó con su cabeza—. Non, seulement de l’eau ce soir. Mon ange*.
Bella rodó sus ojos al francés de Edward, pero no fue porque su pronunciación fuera
defectuosa.
—Probablemente encontrarás esto difícil de creer pero no bebo todo el tiempo. Aunque
no espero que termines la botella por ti sola. Vamos a guardarla para preparar Mimosas para
el desayuno.
Las cejas de Bella se levantaron.
¿Desayuno? Estás bastante seguro de ti mismo, Casanova.
—Busqué en mi colección por un Vintage del 2003 pero tendremos que conformarnos
con el del 2002.
Le tomó un momento a Bella para darse cuenta del significado del año y cuando la
realización le golpeó se sonrojó y miró hacia sus manos.
Edward la miró sobre su ensalada y su vaso de agua, pero no dijo nada. Había
esperado por una reacción más verbal, pero supuso rápidamente que ella estaba abrumada
por el tumulto del día.
Ella está nerviosa; está temblando y sus mejillas están sonrojadas.
Edward extendió su mano para acariciar la piel de su muñeca de vez en cuando, solo
para tranquilizarla.
Siempre que sus ojos se encontraban él dejaba lo que estaba haciendo y le sonreía
alentadoramente, con la esperanza de que ella entablaría conversación con él. Pero ella solo
agachaba su cabeza y miraba hacia su plato.
Hasta que las notas de la cierta canción llenaron sus oídos.
Ya no era Edith Piaf, pero Bella reconoció la canción, a pesar de que era cantada en
español.
Bésame, bésame mucho…
Edward miró a Bella detenidamente. Cuando el entendimiento inundó en ella, junto
con un tono rosado más intenso, él le guiñó un ojo.
___
* La historia de Psique y Cupido http://rea.kelpienet.net/cupipsi.php, las fotos debajo
son de esa pareja de la mitología griega.
* No, solo agua esta noche. Mi ángel.

173
—¿Recuerdas esta canción?
—Sí.
—¿Cómo es tu español? —La miró expectante.
—Inexistente.
—Eso es una lástima. Las palabras son muy hermosas.
Le sonrió un poco tristemente y ella apartó la mirada.
Cuando Edward no estaba cantando las palabras, estaba mirándola, al movimiento de
sus ojos, al jugueteo de sus dedos, al sonrojo de su piel. Y cuando la canción acabó sonrió, se
levantó, y presionó un largo beso en el tope de su cabeza.
Él limpió sus platos, llenó su copa de champaña y después sirvió sus entradas, spaghetti
con limone con alcaparras y camarón tigre. Era una combinación rara y uno de los platos
favoritos de Bella así que le sorprendió que lo hiciera.
Quizás Alice había…
Bella alejó todos los pensamientos de Alice. Esto era entre ella y Edward. Punto.
Excepto por el fantasma de Tanya, que los estaba rondando a ambos…
—No eres el mismo hombre que fuiste en el prado —, anunció Bella de plano, la
champaña la hacía atrevida.
Edward dejó el cubierto en su plato y la miró por un segundo.
—Tienes razón… soy mucho mejor.
Bella rio con amargura—. ¡Imposible! Él nunca habría sido tan frío y tan indiferente
como tú has sido.
—No sabes de lo que estás hablando. —Sus ojos brillaban hacia ella—. Así que deberías
tomar mi palabra. Nunca te he mentido; ¿por qué empezaría ahora?
Un sonrojo de furia empezó en sus mejillas y se expandió por todo su rostro.
—No permitiré que tu oscuridad me consuma.
Edward estaba confundido por su repentina hostilidad y estuvo profundamente
tentado a reclamarle eso.
Sorprendentemente, sin embargo, él inclinó la cabeza hacia un lado.
Ella observó como él humedeció su dedo en su Perrier y empezó a pasarlo alrededor
del borde del vaso de agua, lenta y sensualmente. Pronto la copa de cristal estaba cantando
en sus oídos.
Y después Edward se detuvo.
—¿Tú crees que la oscuridad puede consumir la luz? Esa es una teoría interesante.
Vamos a ver si funciona. —Él movió la mano como un mago al candelabro—. Listo. Acabo
de lanzar un poco de oscuridad a esas velas. ¿Viste cuán exitoso fui? Ellas todavía están
encendidas.
Le sonrió y después regresó a su comida.
—¡Sabes de lo que estoy hablando! No seas tan condenadamente condescendiente.
Los ojos de Edward se oscurecieron ligeramente.
—No tengo ningún deseo de consumirte, pero no mentiré y diré que no estoy atraído a
tu luminosidad. Si yo soy la oscuridad, entonces tú eres las estrellas. De hecho, estoy
bastante encantado por la luce della sua umilitate*.
—No voy a dejar que me folles.
Ahora Edward se sentó en su silla, con una mirada de asombro y disgusto en su cara.
En silencio decidió que ella se había emborrachado con la última copa de
champaña.
—Lo siento, ¿te lo pedí?
Su voz era suave y serena, lo cual hizo molestar incluso más a Bella.
Mentiroso. Mentiroso. Hermoso cabello bronce en fuego.
___
* La luz de tu humildad.

174
Él sonrió a su impertinencia mientras tomaba su agua, viendo su cara sobre el borde de
su copa.
Se limpió sus labios con su servilleta y llevó su cara a centímetros de la ella —Si fuera a
pedirle que hiciera algo, señorita Swan, no sería eso. —Sus ojos bailaban con diversión.
Edward sonrió, se sentó de nuevo en su silla y terminó su comida casi con alegría sin
decir otra palabra.
Bella estaba furiosa.
Dejó de comer y mantuvo sus ojos en su plato. Sabía que la estaba mirando; podía
sentir sus ojos en su cara, su boca, sus hombros que estaban temblando. Porque nada
escapaba de esos ojos verdes penetrantes. Sintió como si pudiera leer su alma y aun así no
apartara la mirada.
—Isabella —, dijo finalmente. Movió su mano debajo de la mesa para coger su muñeca
y la apartó de su regazo, rozando la parte superior de su muslo mientras lo hacía.
Su voz era aterciopelada y suave, y Bella sintió que la calidez de su toque viajaba todo
el camino hasta los dedos de sus pies.
—Mírame.
Ella trató de apartar su mano, pero él la sostuvo rápidamente.
—Mírame cuando te estoy hablando.
Bella subió sus ojos lentamente hacia él. Ellos eran suaves y menos siniestros que su
tono, pero extraordinariamente intensos.
—Yo nunca, jamás, te follaría. ¿Estamos claro? Uno no folla a un ángel.
—¿Entonces, qué hace alguien como tú con un ángel? —Su voz tembló ligeramente.
—Alguien como yo la apreciaría. Trataría de conocerla y descifrarla. Comenzando por
ser… amigos, tal vez.
Bella se retorció debajo de su agarre.
—¿Amigos con beneficios?
—Isabella —, la voz de Edward contenía una advertencia en ella.
Él liberó su mano y la miró por un momento.
—¿Es demasiado difícil de creer que quiero conocerte? ¿Qué quiero tomarme mi
tiempo?
—Sí.
Edward se tragó una maldición.
—Esto es nuevo para mí, Isabella. Tu prejuicio está justificado en cierta medida, pero
no pongas a prueba mi paciencia deliberadamente. —Su tono fue cortante y la miró
fijamente.
—Ambos sabemos que los profesores nunca son amigos de sus estudiantes.
—Podríamos serlo —, susurró Edward, empujando suavemente su cabello detrás de
sus hombros y permitiendo a sus dedos rozar la curva de su cuello expuesto—. Si eso es lo
que quieres.
Ella no sabía cómo reaccionar a esa declaración sorprendente así que se movió lejos de
él.
—No seduzco vírgenes, Bella. Tu virtud está a salvo conmigo.
Y con eso, él levantó los platos de la cena y desapareció dentro de la cocina.
Bella rápidamente terminó su champaña en dos tragos rápidos.
Él es un mentiroso. Si hubiese dicho no, él habría mostrado su sonrisa característica y me
hubiera tenido desnuda y extendida de piernas debajo suyo antes de que mis bragas hayan tocado el
suelo. Y probablemente exija que reproduzcamos una de las posturas de sus fotografías en blanco y
negro. Y tal vez Tanya llamaría justo cuando estemos en la mitad de eso.
Edward regresó y retiró rápidamente la ahora vacía copa de champaña y la botella de
Veuve Clicquot.

175
Unos cuantos minutos después, le llevó un expreso servido con unas pequeñas
cortezas de limón.
Bella estaba sorprendida. Era difícil imaginarlo rallando sus propios limones, pero sin
embargo, allí estaban; cortezas de limones perfectas y frescas.
—Gracias, Edward. El expreso Roma es mi favorito.
Edward la miró con aire de suficiencia—. Pensé que era tiempo que te cambiáramos a
algo no alcohólico antes que vomites sobre mí.
Bella frunció el ceño. Se sentía bien. Se sentía ligeramente menos desinhibida, pero
todavía al mando de sus facultades.
Ella pensaba.
—¿Qué escribiste en la tarjeta? ¿La que dejaste en mi porche?
Edward se puso rígido—. ¿Así que de verdad no la leíste antes de que la rompieras?
—Estaba molesta.
Él se encogió de hombros—. Entonces supongo que es algo bueno que no la leyeras. —
Volteó sobre sus talones y desapareció.
Bella bebió su expreso Roma lentamente, tratando de adivinar lo que él había escrito.
Debería haber sido algo bastante íntimo para que esté tan fuera de sí.
Bella se preguntó si las partes de la tarjeta estarían todavía en el arriate en frente del
edificio de su apartamento. Se preguntó si sería capaz de unirlas.
Unos cuantos minutos después, Edward regresó con un pedazo de torta de chocolate y
un tenedor para postres.
—Pensé que podríamos compartir el postre.
Movió su silla para así quedar sentado más cerca de ella; demasiado cerca, en realidad.
—Isabella —, su voz aterciopelada cantó en su oído—, sé que estás parcializada por el
chocolate. Traje esto para complacerte.
Sostuvo el tenedor debajo de su nariz, solo para que ella pudiera recoger el aroma.
Ella lamió sus labios involuntariamente. Olía divino.
Ella extendió su mano para quitarle el tenedor, pero él se lo arrebató de debajo de su
mano—. No. Necesitas dejarme alimentarte.
—No soy una niña.
—Entonces deja de actuar como una. Confía en mí. Por favor.
Bella apartó su cara y negó con la cabeza, resistiendo la necesidad de verlo llevar el
tenedor a su propia boca y sacar la lengua para coger un poco del glaseado.
—Mmmmmm. Sabes, el acto de alimentar a alguien es el acto final de atención y afecto.
Compartirte a ti misma con alguien más a través de la comida.
Él sostuvo otro bocado de torta debajo de su nariz.
—Piensa sobre eso. Hemos sido alimentados en la Eucaristía, por nuestras madres
cuando somos infantes, por nuestros padres como niños, por amigos en las fiestas, por un
amante cuando se dan un banquete uno con el cuerpo del otro… y en ocasiones, uno con el
alma del otro. ¿No quieres que yo te alimente? No quieres darte un banquete con mi cuerpo,
pero por lo menos hazlo con mi torta.
Edward se rio entre dientes.
Cuando Bella no contestó, él volvió toda su atención en su postre.
Ella frunció el ceño. Si él pensaba que esa exhibición asquerosa de comida porno iba a
llamar su atención y quizás hacerla un poco caliente y mojada hasta que fuera macilla en sus
manos…
Él tenía razón.
La visión de Edward comiendo la torta de chocolate era quizás la cosa más erótica que
alguna vez hubiera presenciado. Saboreaba cada bocado, lamiendo sus labios y después
pasaba su lengua sugestivamente alrededor del tenedor en cada bocado para limpiarlo. Él
cerraba sus ojos y gemía de vez en cuando, haciendo sonidos animales y guturales que eran

176
dolorosamente familiares. Se movía lenta y sinuosamente por el plato, los tendones de sus
brazos visibles, extendiéndose hacia delante y después de regreso. Sus ojos quemando los de
ella con cada suave y obvio ritmo.
Antes de que él hubiese llegado al último bocado, Bella sintió que el cuarto comenzaba
a calentarse sofocantemente. Sus mejillas estaban sonrojadas, su respiración dificultosa, y
sentía pequeñas gotas de sudor empezando a formarse en su frente. Y más abajo…
¿Qué me está haciendo? Se siente justo como…
—Última oportunidad, Bella. —Hizo que el tenedor bailada ante sus ojos.
Ella trató de resistirse. Trató de alejarse, pero de alguna forma cuando abrió su boca
para negarse, él deslizó el tenedor por sus labios y dentro de su cálida y pequeña boca.
—Mmmmmm —, tatareó él, sonriendo ampliamente y mostrando todos sus dientes
blancos y perfectos—. Esa es mi buena gatita.
Bella se sonrojó más profundamente, y pasó sus dedos sobre sus labios, recogiendo
hasta la última de las migajas. Él tenía razón, la torta estaba deliciosa.
—Ahora eso no fue tan malo, ¿o sí? ¿Viste lo bueno que es ser cuidado? —, susurro él,
riendo por el rubor que coloreaba su piel pálida.
Estaba empezando a preguntarse si siquiera tuvo alguna oportunidad de resistirse a su
seducción. Todos los pensamientos de lo que él había dicho acerca de su virtud salieron de
su cabeza milagrosamente.
Edward extendió su mano y agarró su muñeca, llevando sus dedos a su boca.
—Dejaste un poco de chocolate —, ronroneó, mirándola a través de sus pestañas—.
¿Puedo?
Bella inhaló bruscamente. No sabía bien lo que él iba a hacer, así que no dijo nada.
Él sonrió ampliamente a su consentimiento silencioso antes de llevar sus dedos a su
boca, uno a uno, succionándolos lentamente y después girando su lengua sin prisas
alrededor de las puntas de sus dedos.
Bella se mordió su labio para reprimir un gemido mientras su piel explotaba en llamas.
Santa. Joder. Edward.
Cuando él hubo terminado, ella cerró sus ojos y limpió el sudor de su frente.
Edward la observó en silencio por lo que pareció ser una eternidad.
—Estás exhausta —, anunció de repente, soplado todas las velas—. Hora de ir a la
cama.
Bella abrió sus ojos y miró a su cara mientras él se inclinaba sobre ella.
—¿Qué pasa con nuestra conversación?
—Hemos realizado suficiente conversación por un día. Nuestra conversación va a ser
una muy larga, y deberíamos abordarla cuando ambos tengamos la cabeza clara.
—Por favor, Edward. No hagas esto. —Su voz se volvió alta y desesperada.
—Una noche. Pasa la noche conmigo y después si quieres irte mañana, no te detendré.
La cargó con cuidado y apretó con fuerza sobre su pecho.
Bella no dijo nada, lo último de su voluntad y autocontrol se alejó de ella. Estaba
agotada. Él la había agotado y su resistencia estaba diezmada.
Tal vez fue la champaña. Tal vez fue el drama del día y su encuentro explosivo en su
oficina. Sin importar la explicación, no podía resistírsele más. Su corazón ya estaba latiendo a
ritmo febril, su interior se estaba derritiendo por el calor que flotaba alrededor de su cuerpo.
Y más abajo, cerca de su vientre, llegaban los aleteos no tan sutiles del deseo.
Él me consumirá, en cuerpo y alma.
En sus sueños, siempre fue Edward a quien ella le daba su virginidad. Pero no así. No
con tal desesperación en la boca de su estómago, y cualquier emoción ilegible de la que haya
en el de él.
La cargó por el pasillo hasta su cuarto y con ternura la colocó en el centro de su larga y
medieval cama.

177
Edward se movió lentamente. Encendió unas cuantas velas y las colocó alrededor del
cuarto, en las mesitas de noche, en el armario y en la credenza debajo de la pintura de Dante
y Beatrice. Y después apagó todas las luces y desapareció en el baño.
Bella tomó esa oportunidad para examinar sus fotografías de blanco y negro.
Pero habían desaparecido.
Las paredes estaban desnudas, con la excepción de la reproducción del cuadro de
Holiday y seis perchas y pedazos de alambres que testificaban la presencia previa de las
ahora ausentes pinturas.
¿Por qué él las quitó? ¿Cuándo él las quitó?
Bella estaba feliz porque se hubieran ido. Estaba asustada de cómo ellas podrían verse
en la luz de velas parpadeantes; sus imágenes brillando desnudas y satánicas en la semi
oscuridad. Representando lo que pronto sería su destino sellado. Desnuda, sin nombre, sin
cara, sin alma.
Ella solo tenía la esperanza de que la más agresiva, la sexta foto, no sea la que él tuviese
en mente para su primera vez. ¿Es eso lo que quiere? ¿Es eso lo que le exigiría? Destrozando
su ropa, empujándola sobre su estomago desnudo, acometiendo dentro de ella por detrás…
para ni siquiera ver sus ojos mientras tomaba su virginidad, sin besos, sin hacer el amor,
solamente agresión y dominación.
Bella solamente sabía sus preferencias sexuales por las fotografías, y por el hecho que
él había descrito lo que le hacía una mujer como follar.
Su respiración empezó a acelerarse mientras el pánico se apoderaba de ella y escuchaba
una vieja voz en su cabeza,
“Quiero follarte como un animal”
Edward regresó justo en ese momento, usando una camiseta de cazador verde y un par
de pantalones pijama negro de cuadros. Colocó un vaso de agua en la mesita de noche cerca
a una de las velas, y después apartó las sabanas de la cama y levantó a Bella para colocarla
debajo de ellas.
Él desabrocho sus sneakers y los sacó suavemente.
Bella dio un respingo, pero él fingió no darse cuenta y se sentó en su lado por los pies
de ella, empujándolos cerca de su pecho. Después empezó a acariciar tiernamente las plantas
de los pies y sus dedos, frotando suavemente y haciéndola gemir a pesar de sí misma.
—Relájate, Isabella. No pelees esto. Esto se supone que es bueno.
Él murmuró de vez en cuando, más para sí mismo que para ella, y por un momento
Bella pensó escucharlo decir la sua immagine*. Pero no pudo estar segura. Su voz era baja,
como un susurro, o un rezo.
Bella se preguntó en silencio a cuáles dioses libertinos él se estaba dirigiendo, y en un
igual silenció les rogó ayuda en su huida, en vez.
Por favor no le dejen consumirme.
—Me parece recordar que te gustaron unos bóxer tipo pantaloncillos de la Universidad
Magdalen. Ellos están en la primera gaveta, si quieres prestarlos. Ellos ya no me quedan.
Bella lloriqueó.
—Tus fotos. Las que solías tener en la pared. ¿Es eso lo que quieres… conmigo?
Las manos de Edward se paralizaron en sus pies—. ¿Qué?
Los ojos de Bella revolotearon nerviosamente por donde las seis fotografías estaban
colgadas y después de regreso a Edward.
La cara de él se transformó rápidamente de sorpresa a horror.
—Por supuesto que no, Isabella. ¿Por quién me tomas? —Su voz era un susurro trágico
y ofendido. —Estás aquí, estás cansada. No quiero correr el riesgo de perderte de nuevo
antes de que hablemos. —Sonrió ligeramente—. Quiero hacerte una bandeja de desayuno
___
* Su imagen.

178
con perejil y gajos de naranja, no tomar tu virginidad. Y ciertamente no de esa forma. —Negó
con su cabeza—. No soy un bárbaro.
Cuando ella no contestó, él colocó sus pequeños pies debajo de las sábanas. La metió
dentro de la sábana como si fuera una niña y colocó un beso suave en su frente, alisando su
cabello lejos de su cara.
—Vamos a tratar de perdonarnos uno al otro, ¿podemos? Ambos hemos sido heridos y
ambos hemos perdido muchos años. No perdamos más tiempo por saltar a conclusiones.
Después se levantó y empezó a frotar sus ojos con las palmas de sus manos.
—Es bastante posible que no me quieras mañana, de todos modos —, murmuró él—.
Llámame si necesitas algo.

-
Mientras Bella se movía y daba la vuelta sola, escuchó a Edward tocando el piano,
suave pero fluidamente. Reconoció la música, la primera Arabesque de Debussy. Y con los
sonidos de arpegios imitando cascadas, eventualmente cayó en un sueño ligero.

-
Más tarde esa noche, Edward estaba acostado sobre su espalda en la cama de
invitados, su brazo doblado sobre su cara. Estaba rondando entre la vigilia y el sueño,
cuando sintió un ligero cambio a su izquierda.
Un cálido pero pequeño cuerpo se movió hacía él, tirando suavemente de las sábanas.
Él pensó que estaba soñando.
El cuerpo se arrastró y moldeó a su lado. Sintió los rizos largos y suaves susurrar
alrededor de su pecho ahora desnudo. Escuchó un suspiro pequeño y contenido mientras un
brazo se deslizaba a través de la cresta de sus músculos abdominales, eventualmente
descansando encima de ellos.
Edward dio un beso suave en la frente que estaba torcida sobre su tatuaje, y
después deslizó su brazo alrededor de los hombros y hasta la espalda baja, moviendo
vacilante sus dedos debajo de la camiseta hasta que estuvieron en contacto con la piel suave
y tersa. Y hoyuelos justamente arriba de la elástica de un par de bóxer que eran demasiado
grandes.
El cuerpo cálido suspiró de nuevo y presionó sus suaves y acolchados labios en su
cuello sin afeitar.
—Traté de mantenerme lejos de ti —, la voz de Bella era insegura—. Pero no pude.
—Trate de no lamer tus dedos para quitar el chocolate. Pero no pude. —La voz de
Edward era juguetona, pero había una nota de tristeza subyacente.
Ella tarareó inconscientemente por su comentario.
—¿Por qué quitaste las fotográficas de tu cuarto?
Edward se retorció un poco debajo de sus brazos.
—Porque estaba avergonzado.
—No lo estabas antes.
—Eso fue antes de que decidiera traer un ángel a mi cama.
Manos perezosas pero curiosas acariciaban la piel desnuda, explorándola suave pero
castamente. Suspiros se mezclaron en la oscuridad, como dos almas que respiraban como
una.
Dos latidos de corazón sincronizados cuando se reconocieron uno al otro.
Y después dos mentes preocupadas y conflictivas finalmente descansaron.
Justo cuando Edward estaba durmiéndose, pensó haberla escuchado hablar en sus
sueños; no oraciones, solamente palabras que crecían progresivamente al pánico,
culminando en palabras sin aliento con un nombre que no había escuchado antes.

179
“Jacob”.

180
Capítulo quince.

Cuando Bella se despertó, bostezó, se estiró y extendió su mano y… nada. Edward se


había ido y su lado de la cama estaba frío. Él había estado ausente por un tiempo.
Una sensación de inquietud se apoderó de ella. La sensación era antigua, ya la había
tenido antes. Y le hizo sentir nauseas por un momento.
Deslizó sus piernas hacia el suelo y vio una pequeña nota en un lado de la mesilla de
noche, apoyada por una copa de vino, la cual estaba llena con agua con rodajas de limón
flotantes. La nota estaba escrita con letra antigua y con una pluma y decía lo siguiente:

Hermosa Isabella,
Me he ido a buscar unas cosas especiales para el desayuno.
Por favor usa el baño del cuarto principal, que es mejor.
Saqué unos artículos personales para ti allí.
También puedes escoger lo que sea que necesites de mi tocador y mi armario.
Por favor quédate.
Tuyo,
Edward.
P.S. Perdona mi descaro, pero la visión de ti dormida en mis brazos esta
mañana fue, por mucho, la visión más hermosa que alguna vez haya visto.

W-O-W. ¿Cómo lo hace?


Bella se sonrojó en un color escarlata. El profesor ciertamente tenía el don de la
palabra… y las flores, y la música, y la torta de chocolate…
Colocó una mano en su frente y trató de recobrar la calma. La torta de chocolate era su
nuevo postre favorito. Y la memoria de sus dedos en la cálida boca de él y la forma en que su
lengua astutamente…
Concéntrate, Bella. Necesitas tomar una ducha. Preferiblemente, una ducha fría.
Rápidamente se tomó el agua que dejó para ella, y después golpeó la nota contra sus
dientes mientras anticipaba cuál Edward le esperaba en la cocina.
Estaba recelosa. La última vez que había dormido con él en su cama tuvo un despertar
muy rudo en su sala. Aunque él hubiese sido tierno la noche anterior, estaba preocupada de
que pudiera ser brusco esa mañana.
Abrió la puerta del cuarto de invitados y sacó su cabeza hacia el pasillo, deseosa de
percibir cualquier sonido con vida. Cuando se convenció de que estaba sola, se dirigió
rápidamente hacia el cuarto principal y cerró la puerta detrás de ella. Cogió su ropa y
después entró en su gran baño, asegurándose de cerrar la puerta con llave.
Edward había dejado otra nota, la cual estaba apoyada contra una copa de vino llena
con jugo de naranja. Estaba decorada con una rodaja de naranja.
Edward tiene una cosa con la decoración.
En la nota, Bella leyó lo siguiente:

Isabella,
Espero que encuentres todo lo que necesitas aquí.
Si no es así, Alice surtió el tocador del baño de invitados con varios artículos
diferentes. Por favor toma lo que quieras.
Mi ropa está a tu disposición.
Por favor escoge un suéter porque el clima se ha vuelto frio hoy.
Tuyo,

181
Edward.

Bella tomó el jugo de naranja mientras examinaba los artículos ante ella.
Colocado fuera del tocador con precisión militar estaba un nuevo cepillo de diente
empaquetado, crema dental, una máquina de afeitar desechable nueva, (la cual examinó con
una ceja arqueada), varios artículos de perfumería que se veían femeninos de una compañía
llamada Bliss, los cuales tenían todos esencia de vainilla y bergamota, y una esponja de
ducha de color lavanda que era comúnmente llamada como una mariquita.
¿Edward le había pedido a Alice comprar estos artículos para sus invitadas? ¿O era
Edward el tipo de hombre que mantenía mariquitas de duchas aleatorias y sin usar a la
mano solo para ocasiones como estas? Tal vez él seguía un código de color: lavanda para
vírgenes, rojo para Tanya, negro para la profesora Singer, verde para las putas de Masen…
Bella dudaba que la esponja lavanda hubiese sido usada anteriormente.
Una mariquita virgen para una virgen… mariquita.
Bella se detuvo a sí misma. Edward había pedido por perdón y había tratado,
amablemente, de sugerir que se abstuviera de saltar a conclusiones sobre él. Y aquí estaba
ella, saltando a conclusiones sobre una mariquita de ducha.
Mirando alrededor, se encontró con una bata de algodón turco blanca colgando en el
fondo de la puerta y un par de pantuflas para mujer por la bañera. Ellas eran demasiado
grandes para sus pequeños pies, y habían sido muy grandes para los pies de Alice, también.
Esta vez Bella limitó su reacción negativa a rodar sus ojos.
Se removió su camiseta y los calzoncillos, y su tanga negra y se preparó para tomar
una ducha.
Le tomó más que unos cuantos minutos descubrir cómo operaba su muy pretensiosa
ducha, porque tenía múltiples atomizadores corporales, presión del agua y temperatura, y
era extremadamente complicada. Bella solo estaba interesada en la ducha de lluvia tropical
grande y central, la cual era, por supuesto, controlada por el último botón que apretó.
Mientras se rodeaba a sí misma en vainilla y bergamota y trataba de no pensar en el té
de crema Earl Grey, Bella empezó a hacerse unas muy serias preguntas. Sospechaba que
Edward querría tener su conversación lo más pronto posible. Iba a ser doloroso. ¿Y qué iba a
hacer ella después de eso? ¿Tratar de ser su amiga? ¿Con qué propósito?
Bella se dio cuenta rápidamente que si se enfocaba en el futuro, nunca sería capaz de
enfrentar al pasado, por lo menos no de la manera adecuada. Así que estaba decidida de
enfocarse solamente en sus interacciones pasadas, incluyendo su rudeza y condescendencia
en este pasado semestre. Necesitaba explicarse a sí mismo y ella necesitaba escucharlo sin
saltar a conclusiones. Y después le diría exactamente lo que pensaba sobre sus acciones.
Sí, iba a ser doloroso. Para ambos.
Le entristecía darse cuenta que nunca había tenido una relación romántica saludable,
cuando una de las cosas que más había querido en su vida era disfrutar de afecto y amor. Y
Edward, a pesar del hecho que vino de una familia y que era inteligente, hermoso, y sano,
era probablemente incapaz de tener una relación romántica de cualquier forma.
Las relaciones de Renée estuvieron lejos de ser saludables o normales, y había visto
mucho de ellas desde una edad muy temprana, un interminable desfile de miles de
disfunciones. En contraste, la relación de Charlie con Sue Clearwater era suficientemente
normal, si no un poco hasta el lado casual. Se importaban el uno al otro, pensó Bella, pero su
cariño era frío y pequeño, como una estrella en la distancia.
El amor de Edward podría quemar tan caliente como el sol, si fuera capaz alguna vez de amar a
alguien. Era obvio que él prefería el sexo sobre el amor; o tal vez solo combinaba ambos. ¿Qué era
peor… pensar que el sexo es amor, o pensar que esos dos podían estar separados uno del otro y
favorecer solo al sexo?

182
Bella permitió que el agua caliente de la ducha se vertiera sobre ella, tratando de
permitirse apartar su mente de la atracción inexplicable que sentía hacia él.
Qué no daría por tener por lo menos una parte de la felicidad que Esme y Carlisle tuvieron.
Ellos tuvieron un matrimonio ideal. Siempre hablaron amablemente uno del otro. Y ellos eran
iguales…
Bella salió de la ducha y se vistió rápidamente solamente con la bata de baño de
Edward con una toalla gruesa enrollada alrededor de su cabello ondulado. Por lo menos,
pensaba que era la bata de baño de Edward. Pero no olía a él.
Se puso las pantuflas y después fue a cazar en el cuarto de Edward por un poco de
ropa. Escogió un par de calcetines, una camiseta blanca y un par de calzoncillos de
Dartmouth de su armario, y todos parecían como si fueran a quedarle de alguna manera.
Y después caminó dentro del vestier inmaculado y grande de Edward y encendió el
interruptor de luz. Filas y filas de ropas meticulosamente organizadas la encontraron en tres
lados.
Caminó hacia la pared más lejana y comenzó a pasar por un montón de suéteres y
chaquetas de puntos, casi todos cachemir de Loro Piana, los cuales estaban arreglados
ordenadamente entre los separadores de madera en un estante. Encontró rápidamente un
suéter de carrera británico verde y lo tomó prestado antes de notar con satisfacción que al
parecer había sido restituido a su estado original. Audazmente sostuvo el suéter sobre su
nariz e inhaló ligeramente, sonriendo con placer mientras se dio cuenta que olía a Aramis y a
Edward. Él lo debió haber usado después que había sido regresado de la tintorería.
Justo en ese momento, algo brillante le llamó la atención. Apoyado contra la pared a su
izquierda y mitad escondido detrás de los ganchos de los abrigos y chaquetas deportivas
estaban las fotografías en blanco y negro enmarcadas de Edward.
Ella reconoció la primera fotografía como la quinta, la que había estado sobre la cama.
Era suavemente erótica y casi tierna. Le recordaba a la escultura de Rodin el Beso del Ángel.
Él no debería haber estado avergonzado de la quinta; es tan hermosa.
Bella deseó devolverla, era tan hermosa. Y después parte de ella deseó que Edward la
mirara de la manera que el hombre en la fotografía miraba a la mujer. Solo una vez.
Le dio la vuelta al interruptor de luz y salió del vestier, casi tropezando con sus
zapatos y sus calcetines mientras entraba al cuarto. Los reunió en sus brazos con el suéter y
regresó hacia el baño para vestirse.
Mientras se cepillaba sus dientes y secaba su cabello con la toalla, miró su cara en el
espejo. Se veía cansada. Estaba pálida, como de costumbre, con círculos oscuros debajo de
sus ojos. Sus ojos se veían un poco brillosos y sus venas se mostraban en su cuello. Se veía
enferma, en realidad, después de un par de semanas de drama y falta de sueño y el contraste
entre su piel pálida y su cabello oscuro no estaba ayudando a las cosas. Ni el hecho de que
Alice no había pensado dejar cosméticos para las invitadas de Edward que pasaran la noche.
Claramente fue un descuido de su parte.
Después de vestirse rápidamente, Bella se aventuró hacia la cocina.
Edward no se encontraba por ninguna parte.
Metió su ropa sucia en su mochila azul L.L. Bean, la cual estaba apoyada cerca del
desayunador, y sacó su teléfono y el sobre doblado.
Montándose en uno de los taburetes del bar revisó rápidamente su correo de voz.
Cinco mensajes de Peter estaban esperando por ella uno más urgente que el anterior,
terminando con un mensaje en cual decía que él estaba parado fuera de su edificio en la
Avenida Madison y tocando su timbre.
Scheisse.
No había forma que pudiera explicar lo que había pasado. Pero no podía ignorar a
Peter tampoco, así que rápidamente creó una excusa y le escribió un mensaje de texto.

183
Peter, hola. Lo siento. No escuche el timbre. ¿Dañado? Masen me regañó pero no tengo que
abandonar la clase. (¡Uf!) Tengo que encontrar un nuevo asesor. Trabajando en eso. Hablamos después
& Gracias, B.

Tenía la esperanza que su mensaje fuera suficiente para ocuparlo hasta que
construyera una mejor explicación. Suponía que tendría que hablar con Edward sobre eso
para que pudieran arreglar la historia.
Algo que Edward había dicho el día anterior la hizo sentir curiosa sobre el contenido
del sobre manila que dejó en su casillero. Y cuando lo revisó, adicional a su brasier de encaje
negro encontró su IPod. Lo sacó, se colocó sus audífonos en sus oídos y se desplazó por la
música hasta la sección de adheridas recientemente, donde descubrió que Edward había
añadido dos elementos.
La primera canción era Prospero’s Speech de Loreena Mckennitt. Con sorpresa, Bella
escuchó a la voz inolvidable de mujer cantar las siguientes palabras de Shakespeare:

“Ahora magia no me queda,


solo tengo mis fuerzas;
que es poca; si os complace,
debo aquí estar limitada por ti.
Pero, liberadme de mis ataduras,
con la ayuda de os buenas manos.
Vuestro aliento hinche mis velas,
Deben llenarse, o fracasara mi idea,
que fue agradar. Sin dominio
sobre espíritus o hechizos,
me vencerá el desaliento
si no me alivia algún rezo,
tan sentido que emocione,
al cielo y excuse errores.
Igual que por pecar rogáis clemencia,
libéreme también vuestra indulgencia...”

Bella escuchó la canción dos veces más, asombrada tanto por el lenguaje como por la
música.
Había sabido mucho tiempo atrás que Edward era intenso, Esme lo había dicho. Y
Bella había experimentado su intensidad durante su primer encuentro, cuando él vio dentro
de sus ojos como si fuera la primera mujer que hubiese visto en su vida. Como si ella fuera
Eva.
—¿Isabella?
Dejó escapar un pequeño grito y colocó una mano sobre su boca.
Edward estaba parado frente a ella con tres bolsas pequeñas en una mano y un ramo
de lirios morados en la otra.
Sorprendida, se removió los audífonos de sus oídos.
Él miró su IPod con curiosidad y después sonrió un poco rígidamente.
Bella sonrió de vuelta.
En respuesta, se inclinó hacia ella, sus ojos se clavaron en los suyos y presionó
ligeramente sus labios en su mejilla izquierda y después en su derecha.
Bella había pensado que él se estaba aproximando a su boca, así que cuando él tocó su
mejilla se sintió decepcionada. Sin embargo, una chispa surgió hacía ella de sus labios,
haciendo que su corazón se acelerara.
Se sonrojó y miró hacia sus manos.

184
—Buenos días, Isabella. Estoy feliz de que te hayas quedado. ¿Cómo dormiste? —La
voz de Edward era suave.
—Dormí bien… después.
Edward extendió sus manos detrás de ella para colocar las compras y las flores en el
desayunador.
—Yo también.
Él no hizo ningún movimiento para tocarla, pero siguió su mirada hacia sus dedos.
Bella se estremeció ligeramente mientras pensaba en lo que él había hecho con sus
dedos la noche anterior.
—¿Tienes frío?
—No.
—Estás temblando.
Las cejas de Edward se unieron, creando un surco entre ellas.
—¿Te estoy haciendo sentir nerviosa?
—Un poco.
Edward se retiró a la cocina y empezó a desempacar la comida.
—¿Qué compraste? —Preguntó, señalando las bolsas.
—Pasteles y un baguette. Hay una panadería francesa a la vuelta de la esquina que
hace el mejor pain au chocolat* de la ciudad. También, un poco de queso de la quesería de
abajo, fruta, y una sorpresa.
—¿Una sorpresa?
—Sí. —Sonrió, y después esperó.
Bella arrugó su nariz—. ¿Me dirás cuál es la sorpresa?
—Si te lo digo entonces no sería una sorpresa.
Bella rodó sus ojos y él se rio de ella.
—Baci —, dijo él.
Bella se detuvo.
¿Besos?
Edward vio su reacción y se dio cuenta que el double entendre* no había sido entendido
correctamente. Sacó algo de una de las bolsas de compras y lo colocó en el centro de su
palma derecha, sosteniendo hacia ella como uno podría sostener una manzana para tentar a
un caballo.
La similitud no le pasó desapercibida a Bella, quien miró con nariz respingona al
pequeño chocolate envuelto en papel.
—Pensé que te gustaban —, dijo él, con un matiz de dolor coloreando su voz
aterciopelada—. Cuando Antonio te dio uno, dijiste que eran tus favoritos.
—Lo son. Pero no debería tomar chocolates de hombres, ¿recuerdas? Creo que me diste
una orden sobre eso cuando estuvimos en el Lobby con Alice.
Bella tomó el chocolate ofrecido y lo desenvolvió con entusiasmo, metiéndolo dentro
de su boca.
—No te doy órdenes.
Bella lo miró con los ojos muy abiertos. Y después masticó y tragó su chocolate.
—¿Estás bromeando?
—No.
—¿De qué planeta eres? “Hola, mi nombre es Edward y vengo del planeta de los
mandones sin mentalización propia”.
Edward frunció el ceño—. Muy divertido, Isabella.
Él aclaró su garganta y buscó sus ojos.
___
* Pan de chocolate.
* Doble sentido.

185
—Sé seria por un momento. ¿Crees que te ordeno por todas partes?
—Edward, es lo único que haces. Solo tienes una forma de dirigirte directamente y es
imperativa; has esto, has eso, ven aquí. Además de todo eso, como Peter, pareces pensar que
pertenezco a un zoológico. O a un libro de niños.
A la simple mención del nombre de Peter el ceño de Edward se frunció
profundamente.
—Alguien tenía que atender nuestra situación de ayer. Estaba tratando de protegernos
a ambos. Y te pedí que hablaras conmigo, Isabella. Traté de hablarte por días, pero me
rechazaste.
Bella sintió que su irritación empezaba a surgir.
—¿Qué era lo que se suponía que debía hacer, Edward? Eres una montaña rusa
emocional y yo quería bajarme. Nunca sabía cuándo ibas a ser dulce y susurrarme algo que
me quitara el aliento o decir algo tan jodidamente cruel que rompa mí… —Se detuvo a sí
misma.
Edward se aclaró su garganta.
—Me disculpo por ser cruel contigo. No hay excusa para eso.
Bella murmuró algo debajo de su aliento.
—Te encuentro… difícil para hablar algunas veces. Nunca sé qué estás pensando y solo
eres comunicativa cuando estás furiosa. Como ahora.
Ella resopló—. No estoy furiosa.
—Entonces necesito que me hables un poco. —Su voz era suave de nuevo.
Edward tomó un riesgo y empezó a pasar sus dedos a través de sus rulos largos y
húmedos.
—Hueles a vainilla —, susurró.
—Es tu shampoo.
—¿Así que piensas que soy mandón?
—Sí.
Edward suspiró.
—Es costumbre, supongo. Años de vivir solo me han hecho grosero y estoy oxidado en
cuanto a ser considerado. Pero trataré de controlar cómo te hablo en el futuro. En cuanto a
Peter y los nombres de mascotas, es insultante que él se refiera a ti como conejo. Los conejos
son entradas. Así que eso necesita detenerse. ¿Pero qué pasa con Gatita? Pensé que eso era
más bien… dulce.
—No cuando tienes veintitrés años y pequeña y tratando de ser tomada en serio en el
mundo académico.
—¿Y qué hay cuando tienes veintitrés años y pequeñamente hermosa y alguien que
tiene treinta y tres años y una profesión académica te lo dice porque de verdad, piensa que
eres completamente sexy?
Bella se alejó—. No te burles de mí, Edward. Eso es cruel.
—Nunca me burlaría de ti. —Edward le dio una mirada seria—. Isabella, mírame. —
Bella mantuvo sus ojos en el suelo. Edward esperó hasta que ella se encontró con su mirada
de nuevo—. Nunca me burlaría de ti. Y ciertamente no lo haría con algo como eso. —Ella
hizo una mueca y miró hacia otro lado—. Pero tal vez Gatita es una palabra de cariño.
Bella enrojeció mientras Edward continuó desempacando las compras.
Al final, él se volteó hacia ella—. Significó mucho para mí dormir contigo en mis
brazos anoche. Gracias. —Su sonrojo se profundizó y evitó sus ojos—. Mírame, por favor —,
susurró.
Sus ojos se encontraron y Bella estuvo sorprendida de la expresión de Edward. Se veía
preocupado.
—¿Estás avergonzada de venir a mi cama?
Bella negó con su cabeza.

186
—Me recordó a nuestra primera noche, juntos.
—A mi también —, susurro ella.
—Lamento que no estuve allí cuando te despertarte esta mañana. Estuve despierto al
amanecer. La visión de ti dormida me recordó a La Scapigliata de da Vinci. Te veías muy
serena con tu cabello descansando en tu hombro. Y muy, muy hermosa.

Él pasó alrededor del desayunador y tiernamente presionó un beso en su frente.


—¿Así que dormiste… bien?
—Muy bien. Edward, ¿por qué encendiste velas en tu cuarto?
Edward suspiró y pasó el pulgar por una de sus cejas.
—Ya me habías dicho lo que pensabas sobre la oscuridad. Quería que vieras la pintura
de Holiday y a mí. No sabía cómo te sentías sobre pasar la noche. Estaba preocupado que
pudieras huir… corriendo.
—Eso fue, um, considerado de tu parte. Gracias.
La mano de Edward se detuvo sobre su mejilla y sus ojos verdes penetraron en los de
ella, haciéndola arder.
—Soy un buen amante, Isabella, en todo el sentido de la palabra.
Cuando él se retiró, Bella trató, casi en vano, de recuperar su aliento.
—Dime por qué me odiabas tanto en tu primera clase.
—No te odiaba. Estaba distraído y de mal humor cuando di ese seminario. Me parecías
familiar así que te hice una pregunta para que me mostraras tu cara. Y cuando me ignoraste,
perdí mi temperamento. No estoy acostumbrado a ser ignorado.
Ella se mordió su labio ligeramente.
—Me doy cuenta que eso no es una excusa; únicamente estoy ofreciendo una
explicación. Simplemente al mirarte me provocó sentimientos muy fuertes. No sabía de
dónde venían y los resentí. Y mi resentimiento rápidamente escaló a algo monstruoso. Pero
mi mala educación hacia ti fue completamente inexcusable.
Edward suspiró y pasó sus dedos por su cabello.
—Fui castigado por eso después del seminario. Emmett me llamó por teléfono para
decir que Esme había muerto y que murió susurrando mi nombre porque yo no estaba allí.
Me dijo que su angustia en su lecho de muerte fue toda mi culpa…
Ella buscó su mano para colocarla en la suya y sin pensarlo, la besó.
—Lo siento tanto, Edward.
Ahora él llevó sus labios a los de ella y los presionó con fuerza antes de retirarlos.
Se mantuvieron quietos por unos segundos hasta que Edward empezó a cambiar su
peso de un pie al otro.
—Tengo hambre —, murmuró, interpretando su señal.
—¿Debería alimentarte?

187
Bella asintió, calentándose mucho más mientras recordaba cómo él la había alimentado
la noche anterior.
—¿Latté o espresso? —Se volteó hacia la máquina de espresso.
—Latté, por favor.
Ella se detuvo por un momento, mirándolo, y después miró más atentamente a los
lirios que él había comprado.
—¿Puedes ponerlos en agua, por favor? Hay un jarrón de cristal encima del piano.
Bella se acercó al piano de cola, admirando su belleza de ébano de nuevo, y buscando
el jarrón.
—Te escuché tocar anoche. Fue hermoso.
—Ya raramente toco. Espero no haberte molestado.
—No lo hiciste.
Ella llenó el jarrón con agua y después recortó los tallos de los lirios y el verdor que lo
acompañaba, arreglando todo en el jarrón silenciosamente.
—¿Por qué escogiste lirios?
—Fleur-de-lis —, dijo simplemente, colocando su latté, el cual había puesto en un
recipiente al estilo parisino, en frente de ella—. Y sé que tu color favorito es morado.
—Ellas son mi flor favorita —, comentó tímidamente, más para sí misma que para él.
—Las mías también, probablemente porque ellas simbolizan Florencia. Pero para ti,
creo que la asociación tiene un significado más profundo.
Le guiñó un ojo impertinentemente y empezó a preparar el desayuno.
Bella resopló ligeramente. Sabía a lo que él se estaba refiriendo; el iris era el símbolo de
María en la Edad Medía y así se empezó a asociar con virginidad. Al darle lirios, Edward
estaba saludando su pureza. Lo cual era una cosa extraña por hacer para que un pretendiente
a amante, tuvo que admitirlo.
Quizás hablaba en serio sobre ser amigos, después de todo.
Bella tomó el jarrón hacia el comedor y lo colocó en el centro de la mesa, moviendo los
jacintos morados hacia la cocina. Agarró su latté y se sentó en la silla que había ocupado la
noche anterior, tomó su café y trató de planear lo que iba a decir.
Edward la acompañó poco tiempo después, colocando su desayuno enfrente de ella y
después sentándose en la silla a su lado en la cabecera de la mesa.
“Buon appetito.”
Bella concluyó rápidamente que estaba comiendo mejor en casa de Edward de lo que
había comido alguna vez en las afueras de Italia. Frente a ella estaba un plato de fruta fresca,
pain au chocolat, una rodaja de baguette y queso, más que notable brie, Mimolette y
Gorgonzola. Él incluso había decorado sus platos con perejil y gajos de naranja.
Él levantó su copa de champaña y esperó hasta que ella hiciera lo mismo.
—Estas son Bellinis, no Mimosas. Pensé que lo preferirías.
Ellos sonaron sus copas y Bella tomó un sorbo.
Sabe como un melocotón espumoso, pensó. Era mucho mejor que con jugo de naranja.
Aunque Bella se preguntó por qué él estaba bebiendo de nuevo.
—Eres muy bueno en esto —, dijo.
—¿Bueno en qué?
—Entretener. Estoy segura que tus invitadas a pasar la noche no se quieren ir.
Edward bajó su tenedor un poco rudamente en su plato y limpió sus labios con la
servilleta de lino.
—No tengo la costumbre de entretener a las invitadas que pasan la noche. Y ciertamente
jamás así. —La miró por un segundo—. Pensé que sería obvio que tú eres diferente; que te
estoy tratando diferente. —Negó con su cabeza—. Tal vez no.
—Dijiste que hablaríamos —, cambió el tema rápidamente.

188
—Sí. —La miró por un momento—. Tengo unas preguntas que me gustaría hacerte
primero, y después tengo unas cosas que decir.
—No estuve de acuerdo con una inquisición.
—Difícilmente esto es una inquisición, Isabella. Unas cuantas preguntas,
principalmente porque cuando te conocí la primera vez no estaba completamente lucido. Así
que discúlpame si deseo tener una idea clara de lo que en verdad sucedió. —El tono de
Edward era ligeramente sarcástico.
Bella clavó una fresa con su tenedor y lo engulló.
Bien. Déjalo hacer las preguntas. Tengo unas cuantas que hacer también, y no serán bonitas.
—Pero antes de que empecemos, creo que deberíamos acordar algunas reglas básicas.
Me gustaría hablarte sobre el pasado antes que discutamos el presente o el futuro. ¿Está eso
bien?
—Bien.
—Y prometo que lo que me digas se mantendrá estrictamente confidencial. Y espero
que puedas extenderme la misma cortesía.
—Por supuesto.
—¿Hay algunas reglas básicas que quieras establecer?
—Um, solo que nos hablemos con la verdad.
—Absolutamente. Ahora, ¿qué edad tenías cuando nos encontramos por primera vez?
—Tengo la misma edad que Alice —, empezó, evasivamente, y cuando él la vio con
severidad agregó—, diecisiete.
¿Diecisiete?
Edward maldijo varias veces y después tomó un largo sorbo de su Bellini. Estaba
claramente sacudido por su revelación, lo cual sorprendió grandemente a Bella.
—¿Por qué fuiste a verme esa noche?
—No lo hice. Fui invitada a cenar pero cuando llegué, Alice y Jasper estaban huyendo
por la puerta y todos los demás se habían ido. Escuché un ruido y te encontré en el porche.
Edward pareció pensar sobre eso por un segundo.
—¿Sabías quién era yo?
—Por supuesto. Ellos hablaban de ti todo el tiempo. Alice era mi mejor amiga de la
secundaria, Edward.
—¿Sabías cuán jodido estaba?
—No. Nadie nunca dijo nada malo sobre ti, por lo menos no en frente de mí. Incluso
después de todo. Solamente decían cosas buenas, o no discutían de ti de ninguna forma.
—¿Qué pasó la mañana siguiente?
Esa era la parte sobre la cual Bella no quería hablar. Ella ignoró su pregunta y empezó
a comer sus pasteles, sabiendo que él no esperaría que le contestara con la boca llena.
—Esto es importante para mí, Isabella. Quiero saber qué pasó después. Mis recuerdos
de la mañana siguiente son un poco confusos.
Sus ojos volaron a los de él y tragó forzosamente.
—¿De verdad? Bueno, déjame iluminarte. Me desperté antes que amaneciera, sola, en
el medio del bosque. Tú me dejaste allí. Estaba aterrorizada, así que agarré la manta y me fui.
Pero no podía recordar el camino que tomamos y todavía estaba oscuro. Así que vagué
alrededor sintiéndome histérica por casi dos horas hasta que finalmente encontré mi camino
de regreso a la casa de tus padres. —Bella empezó a temblar—. Creía que nunca encontraría
mi camino de regreso.
—Allí fue donde fuiste —, susurro.
—¿De qué estás hablando?
—Yo no te dejé.
—Bueno, ¿cómo lo llamas entonces?

189
—Debí haberme despertado un poco antes que tú. Estabas dormida en mis brazos y no
quería despertarte, pero tenía que… hacer mis necesidades. Encontré un árbol servicial, hice
lo que necesitaba hacer, y cuando regresé al prado, te habías ido. Regresé a la casa para
buscar por ti pero no estabas allí. Asumí que te fuiste y subí las escaleras para quedarme en
mi viejo cuarto.
—¿Asumiste que me fui?
—Sí. —La miró fijamente.
—¿Por qué no intentaste buscarme?
Edward apartó la mirada, la culpa oscureciendo sus ojos.
—Mi familia me despertó más tarde esa mañana exigiendo que lidiara con las secuelas
de la noche anterior. Y cuando pregunté quién era Beatrice, Carlisle me dijo que estaba
delirando.
—¿Y qué hay sobre Alice?
—Alice se quedó con Jasper hasta que yo me fui lejos. Ella se rehusó a hablar conmigo
por meses.
—No me mientas, Edward. Llevé tu chaqueta de regreso. La doble y la puse encima de
la manta y las coloqué en el porche antes de irme. Eso fue una pista. ¿Y nadie vio mi camión?
—No sé lo que ellos vieron. Esme trajo mi chaqueta antes que yo me fuera. Y no te
mencionó a ti ni a tu nombre, no que yo lo hubiera reconocido. Fue como si fueras un
fantasma.
—¿Cómo pudiste pensar que todo fue un sueño, Edward? No estabas tan borracho.
Edward cerró los ojos y apretó sus puños.
Bella observó a sus tendones sobresalir de sus brazos, ondulándose de arriba hacia
abajo. Después Edward abrió sus ojos, pero los mantuvo fijos en la mesa.
—Porque yo estaba con resaca y confundido y estaba hasta el cuello de coca.
Slam.
Ese fue el sonido del cuento de hadas de Bella chocando contra el muro
inquebrantable de la realidad.
Sus ojos se agrandaron e inhaló bruscamente.
—¿No te dijo Alice lo que precipitó la pelea? Carlisle supo cuando me recogió en el
aeropuerto que estaba drogado con algo. Él revisó mi cuarto antes de la cena y encontró mi
escondite. Y cuando me enfrentó, exploté.
Bella cerró sus ojos y colocó su cabeza en sus manos.
Edward se sentó muy quieto, esperando que ella se recuperara.
—Cocaína —, susurró ella.
Edward se retorció en su silla.
—Sí.
—Pasé la noche en un prado, sola, con un hombre de veintisiete años hasta el cuello de
cocaína y borracho. Qué estúpida, estúpida niña.
Él pudo haber hecho cualquier cosa conmigo. Y nadie lo habría sabido nunca…
Edward inhaló bruscamente y apretó sus dientes.
—Isabella, no eres estúpida. Yo soy quien está jodido. Y debí haber sabido mejor que
guiarte al prado.
Ella inhaló bruscamente y sus hombros empezaron a temblar.
—Mírame, Isabella.
Ella negó con su cabeza.
—¿Charlie alguna vez te dijo que fue a casa de mis padres esa mañana?
Bella miró por encima de él—. No.
—Bueno, él lo hizo. El chisme empezó cuando Carlisle llevó a Emmett al hospital y
ninguno de los dos pudo explicar cómo fue herido. Charlie se enteró de ello y se acercó,
extraoficialmente, para chequear las cosas.

190
—Nunca lo supe.
—Nuestros padres estuvieron muy ocupados manteniendo secretos… protegiendo a
Carlisle y Esme de los chismes de la pequeña ciudad. Y como nadie excepto nosotros dos
supo lo que pasó… —Su voz se detuvo y negó con la cabeza—. ¿Por qué no le dijiste a Alice?
—Estaba traumatizada. Y humillada.
Edward hizo una mueca y cerró sus ojos. Extendió su mano para tomar la suya, y
después sus ojos quemaron hacia los de ella.
—¿No recuerdas lo que pasó entre nosotros esa noche?
Bella lanzó la mano de él hacia atrás.
—¡Por supuesto que lo recuerdo, Edward! Esa es la razón por la que he estado jodida
durante tanto tiempo. Algunas veces pienso en esa noche y he creído en lo que dijiste. Y he
tratado de convencerme a mí misma que tú debías haber tenido una razón para dejarme.
Otras veces, todo lo que podía pensar es en cómo me abandonaste y he tenido pesadillas
sobre estar perdida en el bosque. ¿Pero sabes qué es lo más enfermo de todo? Tenía la
esperanza que tú regresarías. Por años yo esperé que tú aparecieras en mi porche y me
dijeras que me querías. ¿Qué tan patético es eso?
—Eso no es patético. Estoy de acuerdo en que parecería como si yo te abandoné, pero te
juro que no lo hice. Y créeme, si hubiese pensado por un momento que tú eras real y vivias
en Forks, me habría aparecido en tu porche.
Él aclaró su garganta y Bella sintió el eco de su rodilla saltando de arriba y abajo debajo
de la mesa.
—Soy un adicto. Esto es lo que soy. Tengo ciertas sed con la que luchó para controlar y
ciertas ansias que nunca se van.
—¿Estás drogado con algo ahora?
—¡Por supuesto que no! ¿Crees que te haría eso a ti?
—Si eres un adicto, eres un adicto. Que yo esté aquí o no, no hace ninguna diferencia.
—Hace una diferencia en mí.
—Las personalidades adictivas pueden aferrarse a cualquier cosa; drogas, alcohol,
sexo, personas… ¿y si tú te vuelves adicto a mí?
—Ya yo soy adicto a ti, Beatrice. Simplemente que tú eres mucho más peligrosa que la
cocaína.
Las cejas de Bella se subieron en sorpresa.
—Eres más cercana a la heroína, creo, la cual era una droga que había evitado a
conciencia porque no quería terminar muerto.
Ella agachó su cabeza para evitar sus ojos.
Él busco para tomar su mano de nuevo, acariciando las venas que salían contra su
delgada y pequeña muñeca.
—Me estoy confesando contigo ahora, Beatrice. Soy destructivo. Soy temperamental.
Tengo un mal temperamento. Algo de eso se debe a mi adicción y algo de eso tiene que ver
con mi… pasado. Pero ya no puedo mantenerme alejado de ti. ¿Qué está mal conmigo para
tener tan buena opinión de ti que mi única explicación para tu existencia era que tú eras o un
producto de mi mente desesperada o la corona de la creación de Dios?
Sus palabras y su cara fueron tan intensas que Bella tuvo que apartarse. La
combinación de su voz y la sensación de sus dedos largos y fríos acariciando sus venas…
Bella estaba preocupada de que su piel pudiera prenderse fuego y se desintegraría en una
pila de cenizas.
—¿Todavía estás consumiendo drogas?
—No.
—¿Recreacionalmente?
—No. Después de mi comportamiento repugnante en Forks, Esme me convenció de
conseguir ayuda. Estaba planeando matarme a mí mismo… solo necesitaba un poco de

191
dinero para arreglar mis asuntos. Pero mi noche contigo lo cambió todo. Cuando me dijeron
que no había nadie llamado Beatrice, asumí que eras una alucinación o un ángel. Y en
cualquiera de los dos casos, pensé que alguien, quizás Dios, había tenido misericordia
conmigo y te envió para salvarme. “Lo seme di felicità messo de Dio Nell’ anima ben posta”*.
Emmett acordó no presentar cargos si yo entraba en tratamiento inmediatamente. Así que
Carlisle me llevó a Seattle y me internó en un hospital. Después que pasé por mi
desintoxicación inicial, me llevó a Boston y me colocó en rehabilitación para que estuviera
cerca de mí… trabajo. —Se removió en su silla.
Bella suspiró profundamente.
—¿Por qué querías matarte, Edward?
—No puedo decirte.
—¿Por qué no?
—No sé qué podría pasar si traigo esos antiguos demonios de vuelta, Beatrice. No
estoy preparado.
—¿Todavía eres suicida?
Edward se aclaró su garganta—. No. Parte de mi depresión fue causada por las drogas.
Parte de eso fue causado por… otros factores en mi vida con los que he tratado de lidiar.
—¿Tu madre fue una alcohólica?
—Sí.
—¿Y qué hay sobre tu padre?
—No hablo de él.
—Alice me dijo sobre el dinero.
—Esa es la única cosa buena que alguna vez vino de él. —Edward habló a través de
dientes entrecerrados.
—Eso no es cierto, Edward —, dijo Bella en voz baja.
—¿Por qué no?
—Porque él te hizo a ti, por eso.
La cara de Edward se suavizó inmediatamente y presionó sus labios en la palma de la
mano de ella.
—¿Tu padre era alcohólico?
—No lo sé. Él era el director de una compañía en Chicago y murió de un ataque al
corazón. Nunca lo conocí.
—¿Eres un alcohólico, Edward?
—No.
Bella dobló cuidadosamente la servilleta de lino con dedos temblorosos y apartó su
silla lejos de la mesa.
—Estoy feliz que no estés consumiendo drogas y que estés en recuperación. Pero no
me involucraré con un alcohólico. La vida es muy corta para estar atada a esa clase de
miseria.
Edward la miró fijamente, buscando en sus ojos.
—Estoy de acuerdo. Pero si fueras a pasar tiempo conmigo, te darías cuenta que no soy
un alcohólico. Y me comprometo a no emborracharme de nuevo. Es una pena que solo me
haya emborrachado una vez en los pasados seis meses y que tú lo hubieras presenciado.
—Mi madre entró y salió de recuperación varias veces y nunca aguanto. ¿Qué pasará si
tú empiezas a usar drogas de nuevo? Sin mencionar el hecho que tienes esta visión delirante
de Beatrice. No soy ella, Edward. Quieres un ideal, una percepción errónea inducida por
drogas, no a mí.
—He estado limpio durante seis años, Isabella. No acabo de salir de recuperación. Sin
___
* La semilla de la felicidad enviada por Dios a un alma bien dispuesta. Cita de
Convivio de Dante, libro IV, capítulo XX

192
embargo, sé que estoy bastante profundamente viciado. Pero no te ves a ti misma con
claridad. Quiero conocerte, solo a ti, como eres. Quiero que seas tú misma y sí, Isabella, sé
que eres más que solo un sueño. Tu realidad es mucho más hermosa y fascinante que
cualquier sueño. Te escogería sobre el sueño en cualquier momento.
—Excepto que no me conoces como soy. Y primero me conociste cuando tenía
diecisiete y con ojos liricos y estabas drogado.
Edward negó con su cabeza—. Lo que sentí fue real. Lo que hice fue real.
—Imposible.
—Fue real, Bella. Lo fue todo. Tan pronto como te toqué lo supe… y después cuando te
toqué de nuevo, aquí… te recordé. Mi alma y mi cuerpo te recordaron. Solo mi mente
consciente fue la que te olvidó.
—Ya no soy una niña. Y la mujer que soy claramente la despreciaste cuando me viste.
—Eso no es cierto. Has crecido para convertirte en una adorable mujer joven.
—Quieres una gatita de mascota o una muñeca Barbie inflable.
—No, Beatrice.
Bella negó con la cabeza—. Deja de llamarme así.
—Lo siento, Isabella. Sé que te herí. Sé que tengo un lado oscuro. ¿Me permites
mostrarte que puedo ser bueno para ti? ¿Muy, muy bueno?
—Es demasiado tarde, Edward. No puedo. —Aunque le doliera hacerlo, caminó hacia
la puerta principal, tomando su mochila y su abrigo en el proceso.
—¿Y qué hay sobre la noche anterior? —Preguntó, caminando detrás de ella—. ¿No
significó nada para ti?
—¿Qué debió haber significado, Edward? ¡Dímelo! —Ella abrazó su mochila cerca de
su pecho y se apoyó de espalda contra la pared.
Él colocó sus manos en cada lado de sus hombros y se inclinó más cerca—. ¿Tengo que
explicarlo? ¿No lo sentiste?
Acercó su cara a ella, sus labios a centímetros de su boca.
Ella pudo sentir el aliento cálido en su piel. Se estremeció.
—¿Sentir qué?
—Tu cuerpo y el mío juntos. Tú viniste a mí anoche, Isabella. Tú viniste a mi cama.
¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué me dijiste que no podías mantenerte alejada? Porque somos
almas gemelas, justo como Aristófanes lo describió… un alma en dos cuerpos. Tú eres mi
mitad faltante. Tú eres mi Bashert.
—¿Bashert? ¿Por lo menos sabes lo que significa? Bashert es bashert, Edward; destino es
destino. Puede significar lo que sea que quieras y no tiene que significar yo.
Él le sonrió ampliamente—. Tu conocimiento lingüístico me sorprende
constantemente.
—Conozco esa palabra.
—Por supuesto, mi hermosa. Porque eres inteligente. —Llevó sus dedos ligeramente
para su cuello, acariciándola de arriba hacia abajo.
—Edward… detente. —Lo empujó para poder pensar claramente—. Estás limpio, pero
todavía eres un adicto. Soy la hija de una alcohólica. Esto no va a pasar.
—No te merezco. Lo sé. Conosco i Segni dell’antica fiamma*. Lo sentí la primera vez que
tomaste mi mano. La primera vez que te besé. Y estaba todo allí la noche anterior; cada
sentimiento, cada recuerdo, cada sensación que tuve antes estaba allí. Mírame y dime que no
significó nada para ti, y te dejare ir.
Ella cerró sus ojos para bloquear sus ruegos.
—No puedes hacerlo, ¿o sí? Tu piel me recuerda, y también tu corazón. Les dijiste que
___
* Conozco las señales de la antigua llama. Cita del Purgatorio de Dante, XXX, 48.

193
olvidaran, pero no pudieron. Recuérdame, Beatrice. Recuerda tu primero.
Sus labios tocaron su cuello y ella sintió que su pulso comenzaba a aumentar debajo de
su toque. Su cuerpo era un traidor; no mentiría. No escucharía a la razón. Él podría pedirle
cualquier cosa en esa posición y ella habría accedido a ello. Y ese pensamiento le desesperó.
—Por favor, Edward.
—¿Por favor, qué? —Susurró contra su cuello, dejando dulces besos de ángeles de
arriba hacia abajo y finalmente pausando para así poder sentir su flujo de sangre debajo de
sus labios.
—Por favor déjame ir.
—No puedo. —Tomó su mochila y su abrigo de las manos de ella y los tiró al suelo.
—No confió en ti.
—Lo sé.
—Me destrozarás, Edward, y eso será el final de mí.
—Nunca.
Ahuecó su cara con sus manos y después justo cuando ella cerró sus ojos, él se detuvo.
Bella esperó, esperando la humedad de sus labios conectar con los suyos, pero no lo
hicieron.
Ella esperó.
Y después abrió sus ojos.
Los ojos verdes de Edward estaban grandes y suaves y cálidos y la miraban fijamente.
Él sonrió.
Empezó por acariciar su cara, suaves caricias aquí y allá, explorando cada curva, cara
línea como si estuviese memorizándola.
Y después se movió hasta su cuello, usando una sola yema de su dedo de la mano
derecha para viajar de arriba hacia abajo.
Bella se estremeció.
Él llevó sus labios a su oído—. Relájate, cariño. —Mordisqueó el lóbulo de su oreja y
después acarició su cuello tentadoramente—. Déjame mostrarte lo que puedo hacer cuando
lo tomo despacio.
Sosteniendo su cara en sus manos, él rozó sus labios en su frente, su nariz, sus mejillas,
su barbilla. Y después solo cuando ella cerró los ojos por segunda vez, cubrió su boca con sus
labios.
Pero para esta vez, Bella ya estaba sin aliento.
Tan pronto como sus labios se encontraron, se produjo una oleada de sangre y calor y
energía.
Pero Edward era cuidadoso y no aceleraría.
Sus labios se unían a los de ella, moviéndose hacia atrás y hacia delante, su piel
zumbando por la suave fricción. Pero él no abrió su boca.
Sus manos se movieron hacia el cabello de ella, enredándolo suavemente, masajeando
su cuero cabelludo y después flotando hacia abajo.
Bella era menos suave mientras agarraba la parte de atrás de su cabeza, jalando y
enredando su cabello alrededor de sus dedos.
Sus bocas continuaban presionándose juntas, suavizándose sobre cada centímetro. La
lengua de él salió y dibujó lánguidamente el labio superior de ella, probándola
tentativamente antes de succionar su labio inferior entre los de él.
Era tentador.
Era juguetón.
Era el beso más lento que alguna vez él hubiese dado. E hizo que su corazón latiera
rápidamente.
Cuando ella gimió contra su boca, él inclinó ligeramente su cabeza para que pudiera
abrirla para él.

194
Pero él no se apresuró.
Esperó a que su mandíbula estuviera relajada, y después cuando ella no podía esperar
más y su propia lengua salió titubeantemente a encontrar la suya, solamente en ese momento
se permitió a sí mismo aceptar su invitación.
Acariciando, limpiando, torciendo, girando.
Ella lo hubiese besado en ritmo febril, pero él controló el beso. Y quería besarla
suavemente. Gentilmente. Sin prisas.
Le tomó la mitad de un siglo para que su mano viajara de su cara a los lados de su
cuello para que así ellas masajearan sus hombros.
Y después otra mitad de un siglo para que esas mismas manos se deslizaran por su
columna vertebral y debajo de su camisa y su suéter para encontrar piel desnuda.
Y todo ese tiempo él estaba explorando lentamente su boca como si nunca fuera a tener
una segunda oportunidad.
Él jadeó y gimió cuando sus manos se resbalaron por la espalda baja de ella y
encontraba los hoyuelos que descubrió la noche anterior. Ya había pensado en ellos como
territorio desconocido, encontrado por primera vez por sus exploraciones. Aunque no
tuviera derecho, ningún derecho de reclamarla.
El sonido del gemido de Edward en su boca casi la deshizo.
Casi, pero no del todo.
Sus dedos se deslizaron sobre su piel mientras Bella gemía y se aferraba a él con fuerza.
El gemido de ella era más erótico que cualquier gemido lascivo que hubiese llenado
sus oídos alguna vez. Le traspasó y le inflamó.
Y después estaba presionándose contra ella, devolviendo dulces, delicadas curvas con
tendón y acero, cambiando de lugares suavemente para que su espalda se aplastara contra la
pared. Porque no estaba dispuesto a atraparla, en hacerle sentir como si hubiera sido
arrinconada.
En cambio, permitió que ella lo acorralara.
Bella estaba respirando su aliento; cálido y húmedo dentro de su boca. Era su oxigeno.
No podía dejar de besarlo el suficiente tiempo para inhalar realmente y su cabeza empezó a
flotar. Se sintió mareada y eso hizo la sensación de sus labios mucho más intensa, así que no
lo peleó. Solo se rindió, en lamer, chupar y moverse… hasta que Edward rompió el beso.
—Respira, cariño —Permitió a sus pulgares trazar la curva de su piel desnuda en
la cintura, debajo de su ropa.
Ella hiperventiló un poco y lo abrazó más cerca, envolviendo los brazos de él alrededor
suyo y sintiendo sus pechos presionarse contra él.
—Necesitas recordar respirar cuando te beso, Isabella. Porque tengo la intensión de
besarte bastante. Y no podemos tenerte desmayándote todo el tiempo. —Beso su cabello
sonriéndole, viéndose de verdad feliz.
Cuando encontró su voz eventualmente, era temblorosa—. Edward, no hago promesas.
No estoy acuerdo con nada. Un beso no cambia eso.
La sonrisa de él desapareció, pero continuó sosteniéndola cerca. Tentativamente sacó
un dedo y empujó un poco de su cabello fuera de su cara.
—Solo dame una oportunidad, Bella. Podemos tomarlo con calma y tratar de curarnos
uno al otro.
—Anoche hablaste de ser amigos. Los amigos no se besan así.
Él se rio entre dientes—. Podemos ser amigos. Podemos seguir el modelo de amor
cortes, si lo deseas. Solo tendré que recordar eso la próxima vez que te bese. Y tú también.
Bella se sonrojó en un carmesí profundo y apartó la mirada.
—No confío lo suficiente en ti para ser algo más. E incluso si lo hiciera, tienes a la chica
equivocada. Estarás profundamente decepcionado conmigo.
Edward tomó su mano en la suya.

195
—¿De qué estás hablando?
—Nunca estarás satisfecho solamente conmigo y te irás una vez que te des cuenta de
eso. Así que tenme un poco de piedad y escoge a alguien más compatible sexualmente antes
de que uno de nosotros salga herido.
Bella observó el color de su cara oscurecerse y sus ojos comenzaron a brillar. Esperó a
que él explotara.
—¿Qué te hizo él?
Ella inhaló bruscamente por su pregunta—. No sé de qué estás hablando.
Edward la miró cuidadosamente, midiendo su expresión. Se apartó de la pared y se
paró en su completa altura, enderezando sus hombros.
—No sé lo que él hizo para hacerte pensar tan poco de ti misma, pero yo no soy él. ¿La
noche en el prado no te demostró que nuestra conexión no está basada en el sexo?
Él acarició su cabello por un segundo.
—Podría matarlo por hacerte esto —, susurró—, por aplastar tu alma. No negaré que
me he satisfecho en exceso y he estado lejos de ser monógamo. Pero quiero algo más, algo
real. Y sé que quieres eso, también. ¿Cuáles son las posibilidades de que tu próximo novio
sea virgen? Casi nulas. Tu autoestima será un problema con cualquier persona que salgas, no
solo conmigo. Cada persona tiene un pasado de un tipo u otro. Y cualquier hombre que te
dejara porque eres sexualmente inexperta no vale la pena. Tienes que tener fe, Bella, y tienes
que tener esperanza. Incluso si no tienes ninguna esperanza para nosotros, tienes que tener
fe en ti misma. De lo contrario, nunca permitirás a nadie acercarse lo suficiente para amarte.
—Ni siquiera me conoces.
—Sé más sobre ti de lo que piensas y el resto deseo aprenderlo. Enséñame, Beatrice. Me
matricularé en tu universidad como tu estudiante. Enséñame cómo cuidar de ti.
—Por favor, Edward. ¡Sé serio!
—Soy serio. Hay muchas cosas que no sabemos de cada uno. Cosas que tengo ganas de
descubrir y explorar.
—No seré compartida.
Edward gruñó.
—No tengo la costumbre de compartir lo que es preciado para mí. No voy a permitir a
otro hombre poner una mano sobre ti, y eso incluye a Peter y a cualquier otro jodedor de
ángeles que esté allá afuera.
—No te compartiré, tampoco.
—¿A mí?
—Sí.
—Bueno, eso es evidente.
—No, no lo es.
—¿Qué se supone que quieres decir?
—Esperaría que no duermas con alguien más, incluso mientras yo todavía esté…
decidiendo. Como una demostración de buena fe.
—Hecho.
Bella se rio de él.
—¡Lo dices como si fuera fácil! ¿Estás dispuesto a renunciar a todas tus compañías
femeninas sin pensarlo a fin de buscar la posibilidad de algo conmigo? No te creo.
—Estoy ganando más, mucho más, de lo que estoy perdiendo, créeme. Y yo tengo la
intención de hacerte ver eso, una y otra y otra vez.
Él se inclinó y besó su mejilla.
—Tanya —, susurró ella.
Edward continuó besándola, moviéndose hacia abajo donde su cuello se unía con su
hombro.
—No te preocupes sobre ella.

196
—No te compartiré con ella.
—No tendrás que hacerlo. —Sonaba impaciente.
—¿Es Tanya tu esposa?
Edward se apartó y la congeló con una mirada pétrea.
—Por supuesto que no. ¿Por quién me tomas?
—¿Exesposa?
—Isabella, detente. No, ella no es mi exesposa. Fin de la conversación.
—Quiero saber sobre ella.
—No. Tanya está fuera de los límites.
—¿Por qué Edward?
—Por razones que prefiero no discutir. Te dije que no estoy durmiendo con ella y no lo
haré. Eso debería ser suficiente para ti.
—¿Entonces, qué hay sobre M.A.I.A.?
Su rostro se endureció—. ¿De qué hablas?
—Vi el tatuaje en tu pecho, Edward. Vi las letras.
Él cruzó sus brazos—. No puedo.
—Entonces yo no puedo, tampoco.
Ella se agachó para recoger su chaqueta y su mochila. Pero Edward la detuvo.
—Isabella, dime quién te hizo sentir tan insegura sobre ti misma y tus habilidades
sexuales. ¿Fue Jacob?
Ella se encogió.
—Dime, Isabella.
—No digas su nombre alrededor de mí.
—Tú lo dijiste. Tú dijiste su nombre más de una vez anoche en tus sueños, y cada vez
que lo decías sonabas más y más alterada. Dime.
—No.
—¿Por qué no?
—Porque me hace enfermarme —, susurró, rogando en silencio que él cambiara el
tema.
Una visión, oscura e inquietante, se apoderó lentamente de la mente de Edward. Y una
vez que se apoderó, no pudo deshacerse de ello.
Oh no. No ella.
—Isabella, él no… te forzó de alguna manera, ¿o sí?
Ella bajó la cabeza.
—No, Edward. Soy virgen.
—Serías virgen incluso si él te hubiera forzado. Serías virgen para mí, Isabella.
La voz de Edward era tan dolorosa y sincera, que el corazón de Bella casi se quebró
debajo del peso de ella.
—Eso es muy noble de tu parte. Pero no fui violada, Edward.
Edward cerró los ojos por un segundo y suspiró profundamente.
—Ambos tenemos secretos que no queremos decir. No te mentiré, pero no puedo
decírtelo todo. No hoy. Y basado en la mirada de tus ojos sé que estás manteniendo algunos
secretos muy dolorosos, también. Pero acepto eso. Y no voy a presionarte para que hables
sobre ellos.
Colocó sus brazos alrededor de su cintura y tiró de ella hacia él.
—¿Así que vamos a mantener secretos uno del otro?
—Por ahora, sí.
—Todavía está el hecho de que soy tu estudiante.
Él la besó de nuevo para evitar que dijera algo más.
—Ese es otro secreto que tendremos que mantener. Pero, cariño, no quiero tener el
resto de nuestra conversación en este maldito pasillo. Por favor regresa a la mesa y termina

197
tu desayuno. Podemos hablar con el café o podemos simplemente comer en silencio. Pero
por favor no te vayas aún. Por favor.
Los ojos de Bella se lanzaron hacia la puerta.
—Necesito saber cómo te sientes sobre mí, Edward —, empezó con incertidumbre en
una voz baja—. Necesito saber que esto no es un juego para ti. ¿Por lo menos te gusto?
Edward le dirigió una mirada perpleja.
—Por supuesto que me gustas, Beatrice. Y me gustaría ganar tu afecto. A donde
vayamos de allí es tu decisión.
Bella llevó sus dedos inseguros para acariciar su cabello.
Él cerró sus ojos y se relajó con su toque, inhalando y exhalando profundamente.
Cuando ella terminó, Edward abrió sus ojos y Bella vio hambre en ellos. Pero después
él sonrió y el hambre fue remplazada con algo más.
Esperanza.
La visión de la esperanza en la cara de Edward hizo que las lágrimas vinieran.
—Esto no es como lo imaginé —, sollozó, secándose las lágrimas que caían con la
palma de su mano—. No eres lo que pensé que eras.
—Lo sé. —Se envolvió a sí mismo alrededor de ella y suavemente besó su frente.
—Tuve un enamoramiento contigo cuando tenía diecisiete, Edward. Mi primer
enamoramiento real. Y ni siquiera eras tú. Malgasté toda mi vida en un error.
—Lamento decepcionarte, Isabella. Me gustaría ser el caballero en vez del dragón. Pero
no lo soy.
Se alejó para mirarla profundamente en sus ojos.
—Todo depende de ti, Beatrice. Puedes rescatarme o desterrarme con una sola palabra.
Bella colocó su cara contra el pecho de él y se preguntó si siquiera tenía elección.

198
Capítulo dieciséis.

Peter, hola. Lo siento. No escuche el timbre. ¿Dañado? Masen me regañó pero no tengo que
abandonar la clase. (¡Uf!) Tengo que encontrar un nuevo asesor. Trabajando en eso. Hablamos después
& Gracias, B.

Peter miró con confusión el mensaje de texto que acababa de recibir de Bella. ¿Un
timbre dañado? Eso parecía conveniente.
No sabía si era que ella lo estaba ignorando porque estaba avergonzada sobre su
altercado con Masen o por otra razón. En cualquier caso, no tenía tiempo para seguir su
rastro y localizarla; Masen le había enviado un email con una lista de libros que quería que
sacara de la biblioteca y llevara a su oficina antes de la una.
Peter le envió a Bella una respuesta corta diciendo que estaba feliz de que estuviera
bien y después caminó rápidamente de su apartamento a la Biblioteca Robarts, negando con
su cabeza.

-
Bella se arrodilló hacia atrás en el sofá de cuero, descansando su barbilla en sus brazos
doblados. Desde esa posición podía ver gran parte del centro y del Lago Ontario. La vista a
través de las ventanas de pared hacia el techo del piso de Edward era extraordinaria. Los
árboles de la ciudad habían cambiado de color y estaban ahora salpicados en oro y amarillo y
brillantes naranjas y rojos. Ellos le recordaron a las pinturas de oleo que Peter le había
llevado a ver en la Galería de Arte de Ontario; pintadas por el Grupo de Siete.
Se había ofrecido para ayudar a Edward a limpiar después del desayuno, pero él no
quiso siquiera oír sobre ello. Besó su frente y le pidió que se relajara.
Como si relajarse fuera siquiera una opción.
Contemplar el horizonte de Toronto le permitió concentrarse en algo hermoso mientras
repetía su conversación con Edward una y otra vez en su cabeza, tratando de cotejarlas con
sus encuentros anteriores.
¿Cómo había sido tan ciega?
¿Y por qué los Cullen le habían escondido la adicción de Edward? Ellos siempre le
habían dicho que ella era un miembro de la familia. Pero ni siquiera Alice había susurrado
una palabra sobre eso alguna vez. Al menos que uno considerara lo que dijo recientemente
acerca de su oscuridad. ¿Todos los Cullen hablaban en metáforas extendidas como los poetas
metafísicos? Bella habría necesitado una clase de crítica literaria con el fin de interpretar sus
alusiones.
Edward se inclinó contra la chimenea, mirándola. Ella se veía sorprendentemente en
casa sentada en su sofá, mirando fuera de su ventana. Pero sus hombros tensos avisaban
preocupación.
Se sentó a su lado, dejando a propósito un espacio saludable entre ambos. Cuando ella
no hizo ningún movimiento para inclinarse ni un centímetro más cerca de él, extendió su
mano.
—Por favor. —Le sonrió.
Bella tomó su mano a regañadientes y se encontró a sí misma siendo empujada a su
lado. Él envolvió ambos brazos a su alrededor y besó su cabello.
—Esto es mejor —, susurró.
Bella suspiró y cerró sus ojos.
—¿Cómoda?
—Sí.
Edward sintió todo su pequeño cuerpo y con todo lo que había sido discutido estuvo
más bien sorprendido de que pudiera relajarse con él.

199
—¿Cuándo fue la última vez que alguien te abrazó así? —Empezó a acariciar su cabello
distraídamente, cuando en la realidad estaba todo menos distraído.
—Anoche.
Se rio entre dientes—. Me parece recordar eso. ¿Pero antes?
—No lo recuerdo. —El tono de Bella era defensivo así que Edward eligió no
presionarla.
Ella probablemente está hambrienta de afecto físico. Las madres alcohólicas no tienen los
recursos para cuidar de sus hijos. Y ese personaje, Jacob, probablemente no la abrazó… al menos que
estuviera tratando de arrancarle su ropa.
La mera idea le hizo enfurecer… que alguien la tratara con tan poco cuidado. Sabía que
algo sobre su conexión física la calmaba, como lo hacía con él. Y eso le llevó a creer que ella
había tenido muy poca experiencia con el contacto físico positivo.
—¿Está esto bien? ¿Abrazándote así? —Le susurró contra su cabello.
—Sí.
—Bien. —Y en consecuencia, Edward trazó la línea del cabello alrededor de su cara,
quitando un mechón de su mejilla—. Tan hermosa —, susurro—. Tan encantadora.
Ellos se sentaron así por un tiempo hasta que Bella encontró su voz y decidió hacer la
pregunta en la que había estado pensando.
—La foto que tenías sobre la cama, donde el hombre estaba besando el omoplato de la
mujer, ¿dónde la encontraste?
Edward apretó los labios.
—No lo hice.
—Entonces dónde…
—¿Importa?
—Si no quieres decirme, está bien. La vi en el vestier cuando estaba buscando un
suéter. Es muy hermosa. —Trató de alejarse de él, pero la sostuvo rápidamente.
—¿De verdad piensas que es hermosa? —Su voz se suavizó y levantó su barbilla para
ver sus ojos.
—Sí —, susurró.
—¿Y las otras?
—No mucho.
Edward le sonrió.
—No las encontré. Las hice.
—¿Tú las hiciste? —Se apartó con sorpresa.
—Sí.
—Pero ellas son…
—¿Eróticas?
—Sí.
Él sonrió irónicamente—. ¿Es difícil de creer que yo puedo tomar una fotografía
hermosa y erótica, señorita Swan?
—No sabía que eras un fotógrafo. Y esas no son fotografías regulares.
—No soy mucho de eso, en realidad. Pero ellas resultaron bonitas, creo. Tengo otras.
La mandíbula de Bella se abrió.
¿Otras?
—¿Y las mujeres?
Edward se movió un poco.
—Las mujeres son, o más bien fueron, amigas mías.
—¿Modelos?
—No.
Bella arrugó su cara confundida hasta que cayó en cuenta de la respuesta. Y después
con las cejas alzadas, le dio a Edward una mirada muy sorprendida.

200
Él suspiró y empezó a frotar sus ojos.
—Sí, estoy seguro que fue de mal gusto mostrarlas. Y fue ciertamente de mal gusto
someterte a ellas cuando eran personales de esa manera. Es por eso que sentí la necesidad de
quitarlas antes de llevarte a mi dormitorio. Pero las fotografías fueron tomadas con su
consentimiento. Y en algunos casos ellas me rogaron, en realidad. Y te darás cuenta que
estoy en más de una de ellas, también. Así que estaba lejos de ser un observador lascivo.
Bella olvidó su pregunta acerca de cuál fotografía era la de Tanya y se echó hacia atrás
en total y absoluto asombro.
—¿Ese eres tú?
—Sí.
—Pero la que… te estaba preguntando, ¿ese eres tú?
Sus cejas se unieron.
—No parezcas tan sorprendida. Pensé que me encontrabas atractivo.
—Pero estás desnudo en esa foto. —Sonrojada de un muy violento rojo, Bella empezó a
agitar una mano frenéticamente en frente de sí misma, abanicando su piel caliente.
Edward se rio con ganas y la atrajo más cerca.
—Estoy desnudo en todas esas fotos. —Su voz irradiaba sexo mientras él cantaba
suavemente en su oído—. Esa foto era mi favorita también, incluso aunque en el final no me
gustó mucho la mujer. —Sonrió una lenta y ardiente sonrisa, y besó el tope de su cabeza—.
Me gustaría tomar tu fotografía.
—No lo creo.
—Eres hermosa, Isabella. Una foto de ti… incluso una foto de tu sonrisa y tu perfil y tu
cuello elegante sería muchísimo más bonita que cualquier pieza de arte que poseo.
Incluyendo la pintura de Holiday.
Bella negó con su cabeza.
—Te lo pediré de nuevo algún día. Ahora, ¿qué tal una reservación esta noche en
Scaramouche? Es uno de mis restaurantes favoritos.
—No creo que cenar fuera sea una buena idea. —Bella estaba todavía tratando de
recuperar su aliento.
—¿Por qué no?
—¿No dijiste que no debíamos ser vistos en público?
Edward frunció el ceño.
—Pero conozco al dueño. Puedo reservar la mesa del chef donde estaremos alejados de
las miradas indiscretas. Al menos que prefieras ir a Harbour Sixty para ver a Antonio. Él ha
estado molestándome para traerte de vuelta.
—¿En serio?
—En serio. Me contó todo sobre la comida que compartiste con él y con su familia en el
Club Italiano-canadiense.
—Antonio fue muy amable conmigo.
Edward asintió y después se movió como si fuera a besarla, pero ella colocó una mano
en su pecho para detenerlo.
—No puedo ir a cenar contigo esta noche. Tengo una reunión con Katherine Picton
mañana y no estoy preparada para ello.
—¿Mañana?
—Ella me invitó para tomar té en su casa. Me pidió que llevara mi propuesta. Ella me
asusta un poco.
—Espera hasta que la conozcas. Es pequeña y parece como si fuera la abuela de
alguien. Pero no dejes que te engañe, es brillante y definitivamente no es estúpida. Esperará
que te dirijas a ella como profesora Picton y no hace charla casual o habla de algo personal.
—Solo los pretensiosos Oxonienses* prefieren ser dirigidos como profesor —, murmuró
Bella.

201
Él le frunció el ceño hasta que ella le hizo un guiño.
—Ella es muy formal pero es una gran académica y si puedes trabajar con ella, será
algo muy bueno para ti. Solo actúa con tu mejor comportamiento y estoy seguro que lo
tomará contigo. Tanto como ella sea capaz de hacerlo.
Bella se estremeció ligeramente y Edward respondió apretando sus brazos alrededor
de ella.
—No te preocupes, ella estará interesada en tu propuesta. Estoy seguro que va a querer
cambiarla pero si fuera tú, aceptaría todas sus correcciones sin discutir. Ella sabe lo que hace.
—Estoy segura que ella tiene cosas más importantes que hacer durante su retiro que
supervisar estudiantes de postgrado al azar.
—La ayudé con algo una vez. Así que cuando le dije que tenía esta estudiante brillante
pero no me sentía cómodo supervisándola porque era una amiga de la familia, ella accedió a
conocerte. Es bastante escéptica sobre la juventud de hoy en día; no piensa que son muy
talentosos o que trabajan tan duro como lo hacían cuando ella era estudiante de postgrado.
Así que no me prometió nada.
—No tenías que hacer esto por mí.
Él enredó un mechón de su cabello alrededor de uno de sus largos y delgados dedos—.
Quería hacer algo bueno para ti. Lamento que no pudiste ir a Harvard este año.
Bella miró hacia sus manos—. Me llevó de regreso a ti, ¿no es así?
Edward sonrió, incluso con sus ojos—. Sí, lo hizo.
Después de un momento intenso, cambió su peso para así poder revisar su Rolex. Él se
quejó.
—¿Qué sucede?
—Tengo que irme. Tengo una reunión.
—Debería irme, también.
Ella se bajó del sofá y caminó rápidamente para recoger su mochila, la echó sobre su
hombro y buscó por su abrigo.
Edward cruzó la habitación en tres zancadas y puso sus manos en sus hombros.
—Quédate. No me tardaré y vendré directo de vuelta.
Ella llevó su labio entre sus dientes y lo arañaba pensativamente.
Edward metió su pulgar entre su diente y su labio, liberando efectivamente su carne
raspada—. No. Me molesta cuando haces eso.
Retiró su pulgar rápidamente para que no malinterpretada sus intensiones, pero no
antes de rozar su lengua accidentalmente.
Era dificultoso decir de quién había sido el accidente.
—¿De qué se trata tu reunión?
Edward empezó a tirar de su cabello, persuadiendo a las hebras de su copete cobrizo a
pararse completamente.
—Es con Ángela. Va a ser desagradable. Pero sería mucho más fácil si supiera que
estarías aquí esperando por mí.
—Tengo mucho trabajo que hacer. Y tengo que llamar a Peter. Aparentemente él fue a
mi apartamento anoche para ver cómo estaba.
Las cejas de Edward se levantaron.
—Le envié un mensaje de texto diciéndole que estaba bien. Le dije que no iba a tener
que abandonar tu clase, pero que tenía que encontrar un nuevo director. No sé cómo voy a
explicar que tengo a Katherine Picton como mi asesora.
—No le debes una explicación. Dile que no es de su incumbencia.
Edward echaba humo.
___
* Oxonienes son los provenientes de la Universidad de Oxford, ubicada en el condado
de Oxfordshire en Inglaterra.

202
—Él es un amigo, Edward.
—Entonces menciona algo sobre una conexión entre tu aplicación a Harvard y
Katherine. Ella es una amiga de Garrett Armstrong.
Ella asintió y empezó a abotonar su abrigo.
Él tomo su mano en las suyas—. Bella, espera por mí. —Caminó hacia su estudio y
desapareció por unos cuantos minutos. Cuando regresó, colocó un libro tapa dura viejo en
sus manos.
Ella leyó el titulo, La Figura de Beatrice: Un Estudio de Dante por Charles Williams.
—Quiero que tengas esto.
—Edward, no puedo. Quiero que dejes de darme cosas. —Se lo tendió de vuelta.
—Impresionarás a Katherine si estás familiarizada con este libro. Ella es una fan de
Dorothy L. Sayers y Sayers prestó muchos de los puntos de vistas de La Divina Comedia de
Williams. —Aclaró su garganta—. No hay condiciones aquí, Isabella. Y no hay vergüenza.
Bella se quedó mirando al volumen y alisó con una mano la vieja cubierta.
—Por lo menos tómalo hasta que ella decida ser tu supervisora.
—Gracias.
—De nada. Ahora, necesitamos hablar de algo más.
Lo miró nerviosamente.
—Sería mucho más fácil si no fueras mi estudiante, pero lo eres. Por lo menos por
ahora.
Ella inhaló bruscamente.
Edward jaló de su cabello—. Lo siento. Eso no se escuchó bien. Lo que quise decir es,
no puedo ser tu supervisor de tesis. Obviamente. Pero eso todavía deja el problema del
seminario de Dante.
—Necesito ese seminario. Es demasiado tarde para remplazarlo con algo más, así que
abandonarlo me haría perder la secuela para terminar el primer año. Y necesito ese
seminario para mi especialización. Y mi tesis.
—La política de no confraternización cubre a los estudiante en las clases de un profesor
miembro de la facultad, no solo estudiantes bajo supervisión de tesis. Eso significa que no
puedo tener una relación contigo mientras seas mi estudiante. El próximo semestre, por
supuesto, es completamente diferente. No serás ya mi estudiante.
Ella sabía eso. La Declaración de Derechos de los Estudiantes de Postgrado y
Responsabilidades lo había dicho. Los profesores no estaban permitidos a dormir con sus
estudiantes actuales, eso estaba claro. Y los estudiantes de postgrado no se les permitía
dormir con profesores supervisores de la facultad. O si no…
Por supuesto, Bella no estaba planeando en dormir con Edward.
Se preguntaba si él recordaba eso.
—No te perderé de nuevo —, susurró—. Y no evitaré que hagas lo que viniste a hacer
aquí. Así que vamos a tener que inventar algo. Mientras tanto, tendré una conversación con
mi abogado.
—¿Tu abogado?
—Una conversación preferente y privilegiada sobre lo que puedo esperar de la
Universidad si tengo la intención de salir con una de mis estudiantes mientras ella está en
mis clases.
Bella colocó una mano temblorosa en su manga—. ¿Quieres perder tu trabajo? ¿Tener
que irte de aquí e ir a un lugar más pequeño o menos prestigioso?
—Por supuesto que no —, dijo él bruscamente.
—Ya he puesto en peligro tu carrera una vez. No lo haré de nuevo. Nos mantendremos
lejos uno del otro y cuando este semestre haya terminado podemos hablar de esto de nuevo.
Tú puedes cambiar de opinión, ¿sabes? Y decir que no me quieres.
—Eso no va a suceder, Isabella.

203
—Aún estamos conociéndonos, Edward. Quizás cinco semanas de amistad es justo lo
que necesitamos.
—Los amigos van a cenar. ¿Qué te parece mañana en la noche?
Ella negó con su cabeza con fuerza—. ¿Por qué no me llamas? Te prometo que
responderé mi teléfono.
Edward frunció el ceño—. ¿Así que, cuando te veré de nuevo?
—En tu seminario el próximo miércoles.
—Eso es muy lejos.
—Eso es solo la forma en que tiene que ser, profesor.
Bella le dio una media sonrisa y caminó hacia la puerta.
—¿No estás olvidando algo?
Ella rápidamente revisó su mochila para asegurarse que tenía sus llaves.
—No lo creo.
Edward acechó hacia ella, sus ojos momentáneamente oscuros.
—¿No hay beso de despedida para el pobre y solitario Edward? —Susurró, su voz
intencionalmente seductora.
Bella tragó saliva—. Los amigos no se besan de la forma que tú lo haces.
Él se acercó más, hasta que la espalda de ella quedó presionada contra la puerta
principal.
—Solo un beso amistoso. Palabra de Scout.
—¿Alguna vez fuiste Boy Scout?
—No.
Edward alzó su mano lentamente para no asustarla, y después suavemente acarició su
mejilla con la palma de su mano. Le sonrió encantadoramente y ella se encontró a sí misma
sonriendo de regreso.
Edward presionó sus labios en los de ella, firme pero ligeramente.
Y después los mantuvo allí.
Bella esperó que él hiciera algo, abriera su boca, se moviera, cualquier cosa, pero no lo
hizo.
Él estaba todavía paralizado, aplicando una presión suave en sus labios, y después se
apartó y le dio una sonrisa torcida.
—Eso no fue tan malo, ¿o sí? —Reía entre dientes mientras trazaba la línea de su
mandíbula con la yema de su dedo.
Bella negó con su cabeza.
—Adiós, Edward.
Mientras la puerta principal se cerraba detrás de ella, Edward se inclinó contra la pared
y frotó sus ojos, murmurando hacia nadie en particular.

-
Cuando Edward regresó a casa después de una reunión bastante desagradable y
ligeramente colorida con Ángela Webber, tomó una botella de Perrier de su nevera y marcó
el número de James Greenspan, su abogado.
Edward no había necesitado los servicios de James desde hacia bastante tiempo y
prefería mantenerlo de esa manera. James tenía algunos clientes sospechosos pero era el
mejor y Edward lo sabía, especialmente cuando se trataba de la ley penal canadiense. Sin
embargo, James no era un especialista en leyes laborales, lo cual le señaló a Edward más de
una vez durante su conversación de treinta minutos.
—Necesito advertirte, si la política de no confraternización es una condición para tu
empleo, la violarás a tu riesgo y al de tu trabajo. Así que déjame hacerte una pregunta, ¿estás
durmiendo con ella?
—No —, dijo Edward concisamente.

204
—Bien. No empieces ahora. De hecho, mi consejo profesional para ti es que mantengas
distancia con esa chica hasta que escuches de mí. ¿Cuántos años tiene?
—¿Disculpa?
—La chica, Edward, la fulanita.
—Llámala de nuevo así y llevaré mis negocios a otra parte.
James se detuvo. Edward era un duro hijo de puta, lo sabía, y un poco de luchador. Y
James no tenía la energía para un altercado telefónico.
—Permíteme reformularlo, la joven en cuestión, ¿qué edad tiene?
—Veintitrés.
James dejó escapar un suspiro de alivio—. Bien, por lo menos no estamos tratando con
una menor de edad.
—De nuevo, James, pretenderé que no escuché eso.
—Escucha Masen, soy tu abogado. Déjame hacer mi trabajo. No puedo darte una
opinión profesional de tu situación hasta que no conozca todos los hechos. Mi compañera
demandó a la Universidad de Toronto el año pasado, conseguiré que me ilustre
rápidamente. Pero por ahora, mi consejo para ti es que te mantengas alejado de esa chica
pero hagas lo que hagas, no te acuestes con ella. ¿Entiendes lo te estoy diciendo?
—Sí.
—Y permíteme ser incluso más específico. No te involucres en ningún tipo de actividad
sexual con ella, en absoluto. No queremos ser arrastrados en un debate Clintonica* sobre lo
que constituye relaciones sexuales. No hagas nada con ella; no importa si la actividad es
consensual.
—¿Y si estuviéramos involucrados románticamente, pero no sexualmente?
James se detuvo un momento y empezó a limpiar su oído con la punta de su dedo
meñique.
—No entendí del todo lo que dijiste.
—Dije, ¿qué si estamos saliendo socialmente pero no hay contacto sexual?
James se rio a carcajadas—. ¿Estás bromeando con esto, Masen? No te creo, y me pagan
por hacerlo. Nadie te creerá, tampoco.
—Ese no es el punto, James. El punto es, si no estoy teniendo actividades sexuales con
mi estudiante, ¿nuestra relación violaría la política?
—Nadie va a creer que estás teniendo una relación con una estudiante que no
involucre sexo, especialmente dada tu reputación. Por supuesto, la responsabilidad cae en
los empleadores para proveer evidencia de la relación, al menos que tu chiquita presente una
queja contra ti o alguien los descubra en una situación comprometedora. O ella termine
embarazada.
—Eso no va a pasar.
—Todo el mundo dice eso siempre, Masen.
Edward aclaró su garganta—. Sí, pero en este caso, sería totalmente imposible. Por más
de una razón.
James rodó sus ojos y decidió no darle al profesor una clase de biología—. Sin
embargo, si te agarran, y no hubo contacto sexual, es probable que enfrentes solo una
reprimenda por una relación impropia. Pero no puedo afirmarlo con seguridad sin leer la
política. Y necesito saber de mi socia qué tipo de antecedentes la Universidad ha puesto en
esos casos.
—Gracias.
—Es tu culo y no el mío si algo explota allí, así que ten cuidado. Me pagarás en
cualquier caso, recuerda eso. Voy a buscar consejo de mi socia. Escucharás de mí pronto. —
___
* Escándalo presidencial norteamericano Clinton-Mónica, donde estuvo el debate si el
sexo oral constituía sexo y adulterio.

205
James aclaró su garganta—. ¿Y Edward?
—¿Sí?
—Me quedaría lejos de los problemas y lejos de la vista pública por el poco tiempo que
viene. Sin mujeres, sin primeras peleas, no emborrachamientos públicos, ni nada por el
estilo. Cualquier demanda con la Universidad expondrá tu pasado, recuerda eso. Vamos a
tratar de mantener el pasado en el pasado, ¿está bien?
—Está bien, James.
Y con eso, Edward colgó la llamada y tomó sus llaves, decidiendo trabajar su
frustración en su club de boxeo.

-
Cuando Bella regresó a su apartamento, buscó con entusiasmo en la ahora cama de
flores hibernadas, por cualquier fragmento de la tarjeta de Edward. Lamentablemente, todo
lo que encontró fueron unos cuantos pedazos destrozados, lejos de ser suficientes para
reconstruir su tarjeta.
Ahora nunca sabrá lo que él le había escrito.
Pasó la mayor parte del día leyendo por encima el libro de Charles Williams, haciendo
notas que esperaba pudieran ayudarla en la reunión con Katherine. Tuvo que admitir, la
previsión de Edward en ese punto fue casi providencial. Williams tendría un dominio de
Dante que ofrecerle y muchas sugerencias para su tesis.
Más tarde esa noche, Bella llamó a Charlie para darle la feliz notica que había ganado
la beca que le permitiría volar a casa para Acción de Gracias. Había tenido la esperanza de
poderle hacer unas cuantas preguntas sobre lo que recordaba de Edward.
Desafortunadamente, solamente encontró a su máquina contestadora. Dejó un mensaje breve
y le pidió que la llamara de vuelta. Y después se preguntó con un ligero estremecimiento si
Charlie estaría pasando la noche en la casa de Sue.
Antes de irse a dormir, se sentó en su cama escuchando su IPod y pensando sobre
Edward. Él había descargado dos canciones para ella; la segunda era Dante’s prayer, también
de Loreena Mckennitt.
La canción hizo llorar a Bella,

“Cuando la oscuridad del bosque cayó ante mí


y todos los senderos estaban cubiertos de vegetación.
Cuando los sacerdotes del orgullo dicen que no existe otro camino,
he cultivado los dolores de la piedra

No creía porque no podía ver


Aunque tú viniste a mí en la noche,
cuando el amanecer parecía perdido para siempre
tú me mostraste tu amor a la luz de las estrellas

Dirige tu mirada hacia el océano.


Arroja tu alma al mar.
Cuando la noche oscura parezca no tener fin
por favor. Recuérdame

Aunque compartimos este humilde sendero, solos.


Qué frágil es el corazón
Oh, regala alas para volar a estos pies de arcilla,
para acariciar el rostro de las estrellas

206
Sopla vida a este débil corazón,
levanta este velo mortal de miedo.
Toma estas esperanzas deshechas, grabadas con lágrimas
nos elevaremos sobre estas preocupaciones terrenales…”

Cuando había secado sus lágrimas, Bella tropezó hasta su cajón de la cómoda y retiró
la fotografía. Se quedó dormida esa noche con la fotografía debajo de su almohada,
pensando en las siguientes tres cosas:
Primero, Edward era un drogadicto. Sabía sin ninguna duda que si su adicción alguna
vez lo alcanzaba a él la alcanzaría a ella, también; arrastrándola a bajar a profundidades que
no deseaba habitar.
Segundo, cualquier relación con Edward tenía el potencial de manchar sus carreras.
Una vez que su conexión fuera descubierta, él sería el joven profesor talentoso que se había
aprovechado de un pedazo de culo que encontró en uno de sus seminarios, convirtiéndolo
en el objeto de insinuaciones tentadoras en las fiestas de cocteles de la facultad. Ella sería la
joven puta que abrió sus piernas para obtener su título porque no era lo suficientemente
inteligente para hacerlo de otra manera. No importaba de verdad si ellos esperaron a que el
semestre terminara o no, el chisme los mancharía a ambos.
Tercero, ella se había enamorado de Edward Masen cuando tenía diecisiete años. Había
tratado de suprimirlo cuando él no regresó a casa; había tratado de matarlo al desarrollar
sentimientos por alguien más. Pero al acurrucarse en sus brazos la noche anterior, una ola de
emociones se había estrellado sobre ella y todas sus pequeñas defensas fueron arrastradas
hacia el mar como un castillo de arena derribado. El amor que tenía por Edward estaba
todavía allí, una pequeña flama quemando tan brillantemente que ni siquiera toda el agua
del océano podría extinguirla.
Así que tal vez era el caso que no tenía elección ahora porque había hecho su elección
entonces. Había hecho su elección cuando él le pidió su mano y ella la ofreció sin preguntas.
Una vez que él la tocó supo que ella le pertenecía. Después, él siempre había estado en las
sombras, como un fantasma que no se iba.
Y ahora el fantasma había decidido que la quería.
Pero Bella creía que él nunca, jamás, podría amarla.

-
A la mañana siguiente, Bella revisó su teléfono celular y estuvo sorprendida de
encontrar un mensaje de Edward. La había llamado después de que se quedó dormida y dejó
el siguiente mensaje de voz:

“Isabella, me prometiste que contestarías tu teléfono. (Suspiro) Estoy asumiendo que todo está
bien y que tú estás en la ducha o algo así. Llámame cuando recibas este mensaje.
Lamento que no pueda llevarte a cenar esta noche, pero me gustaría cenar contigo mañana en la
noche. ¿Podemos por lo menos hablar sobre eso? (Pausa) Llámame, principessa, Por favor.”

Bella guardo su número inmediatamente en su teléfono, pero introdujo su nombre


como “Dante Alighieri”. Y después lo llamó de vuelta.
Lamentablemente, fue enviada a su correo de voz.

“Hola, soy yo. Um, lamento que no recibí tu mensaje anoche. Me quedé dormida. Um, por
supuesto que sería agradable verte pero pienso que la cena sería muy arriesgado. Quiero conocerte de
nuevo Edward y tengo la esperanza que podamos encontrar una forma para hacerlo. Siento que no vi
tu llamada. Hablaré contigo después.

207
A Bella no le gustaba hablar en mensajes de voz, porque ellos siempre la hacían sentir
incomoda.
Pasó la mayoría del viernes trabajando en su propuesta de tesis antes de la reunión.
Mantuvo su teléfono encendido, por si acaso. Pero Edward no la llamó.
Sin embargo, sí recibió una llamada de Peter. Su conversación fue corta porque Peter
fue interrumpido en su cubículo por el profesor Masen. Pero como Masen parecía en un
estado de ánimo mucho mejor ese día, Peter solamente tuvo una ligera reticencia en creer
que él había sido fácil con Bella. Y Bella hizo lo posible para eliminar esa reticencia.
Ellos hicieron planes para acompañarse en la conferencia del profesor, la cual estaba
prevista para dentro de una semana, y también discutieron la posibilidad de visitar la
exhibición de arte florentino en el museo cuando llegara en dos semanas.
Para el tiempo que Bella terminó su conversación con Peter, se sentía mucho mejor y
por el tono de su voz, pudo notar que Peter estaba bastante aliviado.
Crisis evitada.
Después de su muy interesante reunión con Katherine, Bella llegó a casa y se alimentó
con una modesta cena de sopa de crema de tomate. Después decidió tomar una ducha larga
y caliente y lavar su cabello.
Cuando terminó, se envolvió con una toalla morada que apenas la cubría desde sus
pechos hasta su trasero y se acercó hacia su closet para escoger un pijama de franela para
usar para dormir. En vista del aire freso de finales de octubre y la proximidad para
Halloween, decidió que los pijamas jack o’lantern estaban a la orden. Si pudiera encontrarlos.
Allí fue que lo escuchó.
Tap, tap, tap.
Sorprendida, Bella lanzó un grito.
Una voz apagada de fuera de su ventana empezó a hablar bastante alto y el ruido
continuó aumentando.
Corrió hacia la ventana y echó hacia atrás la cortina. Y miró hacia abajo directamente a
la cara preocupada de Edward.
—¡Me has dado un susto de muerte! —Gritó, desbloqueando la ventana antigua y
tratando de tirarla hacia arriba con una mano, mientras apretaba con la otra la toalla con
ansiedad.
—No contestabas tu teléfono. O el timbre. Pensé que algo estaba mal. Después entré en
el patio trasero y vi que tus luces estaban encendidas.
Edward notó que ella estaba luchando y deslizó sus dedos debajo de la ventana—.
Déjame hacer esto.
Con un movimiento, él levantó la ventana y después procedió a entregarle un par de
bolsas de papel.
—¿Qué es esto?
—Cena. Ahora aléjate, hace frío aquí.
Edward colocó sus manos sobre el alfeizar de la ventana y parecía estar tratando de
subirse a sí mismo.
—¿Qué estás haciendo?
—Estoy trepando por tu ventana. ¿Qué parece que estoy haciendo?
—Te podría dejar entrar por la puerta principal como un ser humano normal —,
protestó, poniendo las bolsas de papel en el mesa plegable.
Edward la miró un poco hambriento mientras sacaba las piernas a través de la
ventana—. No desnuda como estás, no puedes.
Él cerró la ventana con fuerza, la trancó y después corrió la cortina.
—Deberías ponerte algo de ropa.
Ella se estremeció cuando Edward extendió un dedo para acariciar la piel de su
hombro desnudo. Liso, suave, joven, húmedo y cálido.

208
Envolvió la toalla más firmemente alrededor suyo mientras Edward desviaba su
mirada. Estaba apenas cubierta y húmeda por la ducha, y la visión de los dos juntos… él se
movió. Más de una vez.
—Por favor vístete ahora, Isabella. —Su voz era baja y áspera.
Bella reaccionó a lo que pensó que era vergüenza de él e inmediatamente empezó a
retroceder hacia el closet.
—Me cambiaré en el baño —, murmuró, buscando rápidamente un traje yoga y sus
viejas zapatillas de oveja.
—¿Por qué no enciendes la calefacción? —La llamó cuando iba como una flecha hacia
el baño.
—Está encendida.
—Difícilmente. Es casi la misma temperatura aquí que afuera. Y caminando con una
toalla y nada más hará que te enfermes.
Bella cerró la puerta detrás de ella, terminando efectivamente su conversación.
Edward se arregló mientras buscaba alrededor por un termostato pero por supuesto,
no había uno. Estuvo muy pronto en sus manos y rodillas luchando con un viejo radiador
que era la única fuente de calor en la habitación principal de su apartamento.
¿Cómo puede ella vivir así? Está helado aquí.
Cuando Bella salió del baño, encontró a Edward todavía con su abrigo, arrodillado
enfrente de su radiador como si se tratara de un altar.
Ella se rio.
—Estás de rodillas más que un profesor promedio.
Edward le lanzó una mirada.
—Muy gracioso, Isabella. Este radiador es inservible. ¿Tienes un calentador?
—Hay un calentador de zócalo eléctrico en el baño. Pero es costoso, así que no lo uso.
Edward negó con su cabeza mientras se levantaba y dio unas zancadas pasándola a
ella y dirigiéndose al baño. Arrancó el calentador y después se aseguró de dejar la puerta del
baño bien abierta.
—Solamente déjame calentar el apartamento un poco y después lo apagaré. Tu cabello
está húmedo y vas a coger frío. Deberías dejarme hacerte un poco de té —, dijo, colgando su
abrigo en la parte trasera de su puerta frontal.
—Puedo hacer eso —, dijo suavemente.
—Permíteme.
Presionó un beso en su frente. Después cogió la tetera eléctrica, la llenó de agua del
grifo del baño, y se puso en cuatro patas para conectarla debajo de la cómoda.
Bella trató con mucho esfuerzo de no ver la forma en que sus pantalones de lana negra
se aferraban en su bastante buen derrière* mientras conectaba la tetera. Para distraerse a sí
misma, comparó su comportamiento actual con la forma que él se había comportado durante
su última visita en su pequeño hueco de hobbits. Era como si hubieran dos Edwards y que
ella únicamente ahora hubiese sido visitada por el bueno.
Este nuevo modelo es igual de hermoso, pero infinitamente más atractivo.
—Ahora —, dijo él, mirando alrededor—. Necesito calentarte.
Edward fijó sus ojos en ella y la jaló a un abrazo, frotando sus manos de arriba hacia
abajo en su espalda.
—¿Estás bien?
—Sí.
—¿Por qué no contestaste tu teléfono?
—Lo contesté. Solo que no mientras estaba dormida o en la ducha.
—Estaba preocupado. No contestaste anoche y no contestaste una hora atrás.
___
*Trasero.

209
—Estaba lavando mi cabello.
Edward enterró su cara contra su cuello, inhalando su esencia.
Fresas.
—Isabella —, empezó, mirándola y llevando su mano izquierda para tocar su cara.
Ella parpadeó rápidamente—. ¿Sí?
Edward se quedó en silencio.
Lo miró con sorpresa. Sus ojos eran oscuros y la estaba mirando intensamente.
Él se inclinó y empezó a dar besos de plumas de arriba hacia abajo en la parte
izquierda de su cuello, empezando justo debajo de su lóbulo de oreja y terminando en su
clavícula.
Un destello de deseo inmediatamente estalló en el estómago de Bella y debajo.
Él nunca la había besado tan ligeramente, tan suavemente, sus labios apenas flotando
sobre la superficie de su piel y haciendo que se acelerara cada gota de su sangre a ese
espacio.
Su toque nunca se había sentido tan erótico, tan afectuoso.
Arriba y abajo, arriba y abajo, él adoró la curva de su cuello, de vez en cuando
revoloteaba su lengua fuera para probar su piel. De vez en cuando él retiraba sus labios para
acariciar suavemente con su nariz o su barbilla, el menor atisbo de sutil barba arañando su
carne.
Él revoloteó su boca con suaves besos hasta el hueco del centro de su garganta y
presionó allí sus labios firmemente, y después empezó su estadía de arriba hacia abajo en la
parte de derecha de su cuello.
Bella gimió y cerró sus ojos, deslizando sus brazos hacia la espalda para envolver las
manos en su cabello. Sus dedos se movieron por su propia cuenta, acariciando la línea de su
cabello justo encima del collar de su camisa.
—Mmmmmmm —, susurró ella.
—¿Esto te complace? —le preguntó en voz baja, continuando sus besos suaves.
Ella murmuró su apreciación.
—Quiero darte placer, Isabella. Más de lo que sabes.
Él prestó atención especial a la piel alrededor de su oído y justo debajo de la línea de su
mandíbula, jugando suavemente con su lengua.
—Dime si te estoy complaciendo.
Ella apenas escuchó la pregunta, tan concentrada como estaba en los millares de
sensaciones que corrían por su cuerpo y el calor que florecía a través de su carne. Ya no
sentía frío. Ya no sentía nada más que él.
—Tú me complaces, Edward —, susurró.
—Esta es una declaración de deseo —, susurró contra su oído, haciéndola temblar—. Si
fuéramos amantes, te besaría así como señal de mi intensión de llevarte a la cama. Y
solamente puedes imaginar las maravillas que te esperan allí. Pero en este momento, solo
puedo declarar que me quemo por ti. Y no me permitiré tocar tus labios por temor a que no
sea capaz de detenerme.
Bella gimió aún más fuerte y Edward continuó, apartando su cabello de sus hombros
para poder expandir su exploración. Vertió el beso más ligero, cubriendo su cuello hasta que
finalmente tomó el borde del lóbulo de su oreja en su boca y se retiró ligeramente, trazando
el borde delicadamente con su lengua.
—Si yo fuera a probar tu boca ahora no podría responder a las consecuencias. Así que
solo puedo adorar este hermoso cuello blanquecino. Y sé que en unos cuantos segundos
tendré que alejarme, antes de que la tentación se vuelva demasiada. Es demasiada ya. No
tienes idea del efecto que tienes en mí. No tienes idea de cuánto te deseo.
La voz de Edward era rasposa y parecía respirar bastante rápido.

210
Bella sintió sus piernas debilitarse y empezó a balancearse… y fue entonces cuando la
tetera eléctrica empezó a silbarles.
Edward presionó un beso casto en sus mejillas y después fue a hacer té, mientras Bella
se sentó temblando en una de las sillas. Su corazón estaba latiendo tan fuertemente que
pensó que estaba teniendo un ataque de corazón. Inclinó su cabeza hacia delante,
sosteniéndola con sus manos vueltas hacia arriba tratando de evitar un desmayo.
Si estoy tan afectada mientras él me está besando, ¿cómo voy a estar si él fuera a…?
—¿Qué tipo de té, querida? —La voz de Edward tenía solo una ligera parte de
diversión mientras la observaba tratando de recuperar el aliento.
Por supuesto, la única razón por la que era capaz de recuperar su aliento tan
rápidamente era porque se había alejado de ella. Y él era mucho más hábil para esconder sus
sentimientos que ella. Excepto en la inspección visual.
—Lady Grey. Está en la lata cerca de la tetera. —La voz de Bella era temblorosa.
—No soy un bebedor de té, así que no será tan bueno como el tuyo. Pero espero que
sea potable.
Ella arqueó una ceja a la escogencia pretenciosa de adjetivos, pero le agradeció
cortésmente mientras colocaba la taza de té y la tetera y el plato enfrente de ella.
—He comprado un par de cosas para cenar. ¿Has comido ya?
—Comí sopa.
—Isabella. —Se sentó al lado de ella y le dio una mirada regañina—. Sopa no es
comida.
—Sí, Seinfeld, creo que he oído eso antes.
Ella rodó sus ojos y Edward rio.
Los primeros artículos que él sacó de la bolsa fueron una botella de vino y un corcho de
conejo.
—¿Tienes copas de vino?
—Sí. —Bella tropezó hacia el área de su pequeña cocina a buscarlas. Todavía tenía
dudas acerca de la relación de Edward con el alcohol, especialmente a vista de su pasado.
Pero decidió darle el beneficio de la duda. Por el presente.
Cuando regresó a la mesa, leyó la etiqueta del vino.
Sergio Alighieri Vaio Armaron Amarone 2000.
—¿Es ese quién pienso que es? —Ella extendió el dedo hacia la botella.
Edward tomó su mano y presionó sus dedos en la palma—. Sí. El hijo de Dante compró
el viñedo en siglo XIV y la familia Masi todavía produce vino de allí.
Él se recostó en su silla plegable y la observó en silencio. Parecía sorprendida.
—No sabía que su familia tenía un viñedo.
—Es un muy buen vino, Isabella. Aunque en vista de nuestro pasado, ¿tal vez
encuentres la opción demasiado sentimental?
Negó con su cabeza—. No. No, no lo hago.
—Tenía que trabajar hasta tarde, pero quería cenar contigo, así que fui a Pusateri’s y
pedí para llevar. Hay Manicotti, ensalada Cesar, y una barra de pan. ¿Cómo suena eso?
Bella miró a la gran variedad de comida colocada en frente de ella e inmediatamente
sintió hambre.
—¿Qué son estos? —Apuntó a un paquete de celofán de galletas que tenían un reno en
la etiqueta.
Edward sonrió—. Galletas de lima de la Compañía Dancing Deer Baking. Son mis
favoritas. ¿Por qué no me dejas cuidar de esto mientras secas tu cabello y te tomas tu té?
Él extendió su mano para pasarlo sobre los rizos largos y mojados de Bella.
—¿Por qué continuas alimentándome?
Su mano se detuvo.

211
—Te lo dije, me gusta darte placer. —Retiró su mano y le dio una mirada burlona—.
Esto es como un hombre actúa cuando está interesado en una mujer, Isabella. Es atento y
anticipador. —Le dirigió una sonrisa maliciosa—. Tal vez estoy tratando de indicar que si
soy tan atento con respecto a saciar tus deseos culinarios, seré mucho más atento con
respecto a satisfacer otros… ah… apetitos.
Bella se ruborizó inmediatamente y Edward tocó su mejilla con su mano.
—Tu sonrojo es adorable —, susurró—. Como una rosa en su primera floración. —La
miró con admiración—. Alice dejó de sonrojarse cuando empezó a dormir con Jasper.
Bella le dio una mirada interrogante—. ¿Cómo sabes eso?
—Si no recuerdo mal, todos lo notamos. En un minuto ella estaba leyendo El principito
y en el siguiente estaba comprando lencería.
Bella mordió su labio pensativamente—. Amo ese libro.
—“On ne voit bien qu'avec le coeur. L'essentiel est invisible pour les yeux*”—, citó Edward.
—Exactamente —, murmuró—. Me gusta la parte cuando el príncipe habla con el
zorro sobre el proceso de domesticación.
—Isabella, pienso que deberías secarte tu cabello ahora.
Él quitó la mano de su cara y se levantó rápidamente, dándole la espalda
supuestamente para poder preparar la cena, dejando a Bella preguntándose qué lo había
inquietado tanto.

-
Después de la cena, ambos se encontraron sentados en su cama como si fuera un sofá.
Edward colocó algunas almohadas contra la pared y se inclinó, colocando sus brazos
alrededor de la cintura de Bella.
—Lo siento si esto es incómodo —, se disculpó humildemente.
—No es incómodo.
—Sé que odias este sitio. Es pequeño y frío y… —Bella no terminó su oración, solo hizo
un gesto al cuarto con un movimiento de su mano.
Edward negó con la cabeza.
—Me arrepentiré por siempre de lo que te dije cuando fuiste lo suficientemente amable
para invitarme lejos de la lluvia. No odio este sitio. ¿Cómo podría? Haz hecho de tu
apartamento un hogar. —Entrelazó sus dedos con los de ella—. Y aquí es donde tú estás.
—Gracias.
—Gracias por hacer todo hermoso solamente por estar.
Ella sonrió mientras él llevó sus manos hacia su boca y besó cada uno de sus dedos
suavemente, uno a uno.
—Ahora cuéntame sobre tu reunión con Katherine.
Bella tuvo que esperar un momento hasta que sus dedos pararan de temblar antes de
empezar.
—Bueno, ella fue exactamente como la describiste. Pero estuvo bastante feliz de que
haya leído a Charles Williams. Creo que eso la calentó un poquito. Accedió ser mi asesora.
—¿Y qué pensó de tu propuesta?
—Um, ella pensó que era trillado así que sugirió en vez de comparar amor cortes y
lujuria, debería comparar los aspectos de la amistad entre Virgilio y Dante con el tema de
amor cortes. Así que en vez de discutir lujuria y amor, estaré discutiendo amor y amistad.
—¿Estás contenta con eso?
—Creo que sí. Decidimos que debería tomar el seminario de Aquino de la profesora
Leaming el próximo semestre porque va a ser de amor y amistad.
___
* Es solo con el corazón que uno puede ver correctamente. Lo esencial es invisible a los
ojos. El principito.

212
Edward asintió—. Conozco a Jennifer Leaming. Es bastante buena.
Bella jugueteó con el edredón.
Él colocó su mano en la de ella.
—¿Qué?
—Nada.
—Sin ocultar, Isabella. ¿Qué sucede? —Levantó su barbilla para poder ver sus ojos.
—Le envié un email a la profesora Leaming una semana atrás para preguntarle si
podía ser mi directora. Eso fue antes que tú y yo tuviéramos nuestra, um, conversación.
Los ojos de Edward se volvieron momentáneamente fríos.
—¿Y qué fue lo que dijo?
—Nada.
—Jennifer está muy ocupada. Ella no tiene plaza fija y dudo que tenga el tiempo para
supervisar estudiantes de postgrado en el Departamento de Filosofía, por no hablar de otros
estudiantes. —Hizo una pausa—.Cuando te dije que te encontraría otro director, ¿no me
creíste?
Bella se retorció—. Te creí.
—¿Entonces, por qué sentiste la necesidad de ir detrás de mi espalda?
—Quería ver si podía arreglarlo por mi cuenta.
Edward presionó su boca hasta volverla una línea dura—. ¿Y cómo funcionó eso?
—No lo hizo.
—Tarde o temprano vas a tener que confiar en mí. Especialmente sobre cosas que
tengan de ver con la Universidad. O esto no va a funcionar.
Ella asintió, masticando ligeramente el interior de su mejilla—. Cuéntame sobre tu
reunión con Ángela.
—Prefiero no hacerlo. Ella es una plaga.
Bella trató en vano de sofocar una sonrisa.
—Está demasiado ocupada tratando de rescatar su propuesta de tesis para
molestarnos. No aceptaré su proyecto como está, lo que significa que tiene que encontrar
otro supervisor. Y como bien sabes, soy el único profesor que supervisa temas de Dante en
este momento.
—¿Así que Ángela está fuera?
—Le dije hoy que le daría hasta el dieciocho de diciembre para entregar una propuesta
aceptable. Y eso fue un regalo. Así que no te preocupes más por ella. Su futuro académico
pende de un hilo, y yo estoy sosteniendo el final de él.
Bien, pensó Bella.
—Tuve una conversación interesante con mi abogado hoy.
Ella tomó otro sorbo de vino y esperó que continuara.
—Él dijo que iba a revisar la política de no confraternización, pero advirtió fuertemente
sobre cualquier tipo de relación romántica contigo mientras estés en mi clase.
Bella se ruborizó—. ¿Eso incluye besarse?
—Seguramente, pero él señaló que la Universidad se ocupa principalmente de la
actividad sexual. Así que mientras seamos castos y discretos este semestre no creo que
tengamos un problema.
Bella se sonrojó aun más y miró hacia su copa de vino.
Él le dio una sonrisa torcida.
—Así que tendrá que mantener sus manos quietas, señorita Swan, hasta que te
entregue tu grado. Después de eso, bueno… —Edward le sonrió sugestivamente.
—No puedes estar besándome un minuto y calificando mi ensayo en el siguiente.
—A este punto, no podría ser objetivo sobre tu trabajo incluso si lo intentara. Tendré a
Katherine calificándote.
—¿No encontrará ella eso extraño?

213
Él sonrió—. Inventaré una excusa, y le compraré una botella de Lagavulin de dieciséis
años. La resucitará de los muertos.
—Todavía estás proponiendo confraternización… de un tipo.
Edward ahuecó su cara entre sus manos—. Pero es menos serio que una aventura y por
lo tanto nos pone en un riesgo mucho menor con la Administración. Tengo a mi abogado
buscando todas las lagunas legales.
—No quiero ser una laguna legal.
Él le dio una mirada muy seria—. No te veo como una. ¿Pero quieres que me mantenga
alejado por cinco semanas y no verte de ninguna forma? ¿Sin sostener tu mano o colocar mis
brazos a tu alrededor? ¿Es eso lo que quieres?
Bella pensó por un momento y ese pensamiento le hizo sentir enferma. No confiando
en sí misma para expresar sus sentimientos en palabras, simplemente negó con su cabeza.
—Me gustaría continuar viéndote, como amigos por supuesto. Todavía estás
decidiendo si puedes confiar en mí y todavía nos estamos conociendo el uno al otro. Y lo que
la Universidad no sabe no nos dañará.
Edward tomó su copa de vino y la colocó junto con la suya en la mesa plegable.
Cuando regresó, la jaló para que estuviera sentada casi en su regazo.
—Podemos pretender que ambos tenemos diecisiete años y vivimos en Forks. Acabo
de treparme a través de tu ventana para colarme en tu habitación mientras tu padre está
dormido. Y porque nosotros somos unos buenos pequeños adolescentes y ligeramente
anticuados, tomamos un voto de castidad.
—Lo has pensado mucho.
—Tengo una imaginación vívida y detallada cuando se trata de ti —, susurró—. Y
quizás deseé que hayamos sido adolescentes juntos.
—¿Así que esto se encamina a una aventura?
Edward se quedó quieto por un momento.
—Yo tenía en mente algo de menos mal gusto. Pero, Isabella, mucho de lo que nuestra
relación será o no será dependerá completamente de ti.
Bella asintió para indicarle que lo estaba escuchando y después ambos quedaron en
silencio. Eventualmente cerró sus ojos, respirando su esencia y sintiéndose extrañamente
calmada por el ritmo regular del latido de su corazón.
Edward acarició su cabello y le susurró en italiano.
—¿Isabella?
Silencio.
—¿Bella? —Edward se inclinó hacia abajo para descubrir que ella se había quedado
dormida contra su pecho.
No quiso despertarla. Pero tampoco quería irse sin decir buenas noches. Y quería que
ella cerrara la puerta detrás de él.
La levantó cuidadosamente y la colocó debajo de las sabanas y el cobertor, con la
esperanza que ella se despertara.
Pero no lo hizo.
Edward observó su pequeña forma, la manera en que su pecho subía y bajaba con su
suave respiración, sus labios ligeramente apartados.
Ella era hermosa. Ella era dulce.
No podía recordar la última vez que había pasado una noche casta con una mujer
hermosa que no fuera un familiar. Una noche casta que estuviera cargada con deseo y pasión
y una necesidad imperiosa…
Él la necesitaba.
Él la quería.
Pero el viejo conflicto tenía gran influencia en su mente. No quería cambiarla, volverla
parecida a él. No quería herirla o causar que sangrara. Y dudaba seriamente de su habilidad

214
de estar envuelto con ella físicamente y no perder el control, porque la simple visión de ella
en toalla casi había destrozado su resolución.
Esto es lo que surge de años de lujuria desenfrenada… ahora ni siquiera tienes la habilidad para
cortejarla como un caballero. Quieres hacerle el amor a esta chica sin caer en follar, ¿pero puedes
hacerlo? ¿Puedes estar involucrado sexualmente con ella sin tratarla como un juguete hermoso que ha
sido construido únicamente para tu satisfacción carnal? ¿Puedes amar sin pecado?
Los pensamientos de Edward le preocupaban. Y todo el tiempo, miraba al cordero de
mejillas sonrojadas que confiaba en él lo suficiente para quedarse dormida en sus brazos,
ajena de la pasión que quemaba sus venas.
Vació sus bolsillos en la mesa plegable y apagó su IPhone. Después fue al baño. Apagó
el calentador de zócalo, como lo prometió, y rápidamente se desvistió hasta quedar en su
camiseta y su bóxer tipo calzoncillos.
Hizo un inventario del shampoo de Bella y los productos de baño. Quería grabar sus
nombres en la memoria para así poder asegurarse de abastecer su baño apropiadamente para
su nueva visita. Definitivamente prefería la fresa a la vainilla.
Aunque fresas y chocolates…
Apagó todas las luces y después se montó en su pequeña cama gemela. Era demasiado
pequeña para dos personas adultas; en verdad, hizo a Edward casi nostálgico por las camas
de las residencias estudiantiles de Darmouth y la Universidad Magdalen. Casi. Esas camas
eran apenas tolerables y ciertamente lejos de ser ideales para cualquier tipo de actividad
sexual.
Era afortunado que esa actividad estaba fuera del menú para esa noche.
Mientras Edward rodaba a su lado, su mano sujetó un papel pequeño y suave que
estaba metido de una almohada solitaria. Lo recuperó con cuidado y sostuvo contra la luz de
la luna que entraba por la ventana.
Lo que vio lo sorprendió grandemente.
Debajo de la almohada, Bella mantenía una vieja fotografía de Edward de sus días en
Darthmouth. Reconoció la camiseta del equipo universitario de remo que estaba usando.
¿Cómo ella consiguió esto?
¿Cuánto tiempo hace que lo tenía?
Deslizó la foto de vuelta debajo de la almohada, los extremos de su boca subieron en
asombro. Algo parecido a la esperanza le empezó a calentar en el medio.
Edward subió a Bella cuidadosamente para que pudiera estar en su lado, observando
la pared. Nunca hacía sido un fan de acurrucarse; era un acto demasiado íntimo para él. Pero
esa noche era lo que quería. Curveó su cuerpo alrededor de ella y estiró su brazo izquierdo
sobre su espalda, colocando una mano en su estómago plano.
Ellos calzaban juntos perfectamente. Y Edward suspiró con satisfacción a la suave
calidez del cuerpo de la mujer joven que atesoraba en sus brazos, su nariz enterrada en su
cabello largo y suave con esencia de fresas.

-
En algún momento en torno de las tres de la mañana, Bella abrió sus ojos. Un brazo
fuerte se apretaba para sostenerla y la esencia que era de Edward llenaba su cabeza.
Estaba envuelta en los brazos de Edward, su pecho contra su espalda, en su cama llena
de bultos y estrecha. Aunque Edward se había movido aparentemente en reacción a su
ansiedad, el sonido de su respiración indicaba que todavía estaba dormido.
Bella lo miró en la oscuridad. ¿Cuántos años había ella esperado solo por estar dormida
a su lado una vez más?
Se movió lentamente, para poder estar acostada en su espalda. Con sus ojos cerrados, y
una expresión de paz en su cara, él se veía mucho más joven. Casi como un niño. Un
hermoso niño con cabello cobrizo y labios rojos, que sonreía suavemente en su sueño.

215
Bella miró hacia él y suspiró su apreciación estética.
Los ojos de él parpadearon abriéndose. Le tomó un momento para ser capaz de
enfocarla en la oscuridad, pero cuando lo hizo, se inclinó para presionar sus labios en los de
ella.
—¿Estás bien? —Susurró él contra su boca.
—Te quedaste.
—No me iría sin decir adiós. ¿No puedes dormir?
—Pensé que esto era un sueño.
Edward le sonrió en la oscuridad.
—Solo para mí.
—Eres hermoso, Edward. Siempre lo fuiste, lo sabes.
—Camuflaje. La crueldad de la naturaleza. El depredador más hermoso es también el
más peligroso. Pero soy feo por dentro, Isabella.
Ella lo besó de vuelta con firmeza, tratando de transmitir la verdad de las palabras que
estaba a punto de decir antes de que fueran audibles.
—Alguien que fuera feo por dentro no me hubiera comprado un bolso de mensajero y
mantenido su generosidad en secreto.
Edward la miró fijamente, tratando de leer su expresión.
—¿Cuánto tiempo hace que lo sabes?
—Alice me lo dijo cuando me negué.
—¿Y eso hizo más probable que lo aceptaras, o menos probable?
—En ese entonces, solo mitad y mitad.
—Me di cuenta que no lo usas más —, susurró, buscando para apartar su cabello de su
cara.
—Lo usaré de nuevo.
—¿Así que te gusta?
—Bastante. Gracias, Edward.
Frotó su nariz ligeramente contra la de ella y sonrió—. Fuiste simplemente hermosa a los
diecisiete, Isabella. Eres despampanante ahora.
—Todo el mundo es bastante bonito en la oscuridad —, susurró.
—No, no lo son.
La besó y después se apartó bruscamente, obligándose a sí mismo a detenerse.
Ella descansó su cabeza en su pecho y cerró sus ojos, escuchando el latido regular de su
corazón y tratando de no tomar tan profundamente la energía que se cargaba entre ellos.
—Se me acaba de ocurrir que solo parezco obtener respuestas honestas de ti cuando
compartimos una cama.
Bella se sonrojó inmediatamente y aunque estaban en la oscuridad, Edward lo supo.
Él se rio entre dientes.
—¿Por qué piensas que sucede eso?
—Cuando estamos en la cama eres dulce conmigo. Me siento… segura.
—No sé qué tan seguro es estar conmigo, Isabella, pero te prometo que trataré de ser
dulce contigo.
Ella lo abrazó fuertemente y asintió contra su pecho, como si comprendiera las
completas implicaciones de lo que él estaba diciendo. Pero no lo hacía. ¿Cómo ella podría?
—¿Iras a casa en Acción de Gracia?
—Sí. Llamé a Charlie para darle las buenas noticias.
—Le prometí a Carlisle que iría a casa. ¿Considerarías… volar conmigo?
—Me gustaría eso.
—Bien. —Suspiró y frotó sus ojos—. No van a ser unas agradables vacaciones.
—No me gusta la Acción de Gracias. Pero Esme siempre lo hacía agradable.
—¿Qué no es agradable con tu familia?

216
Bella se removió—. No la celebramos de verdad.
—¿Por qué no?
—Yo hacía toda la comida al menos que mi madre estuviera en recuperación. Y cada
vez que traté de hacer algo especial… —Negó con su cabeza.
Edward apretó sus brazos alrededor de ella.
—Dime —, susurró.
Bella se encogió de hombros—. No quieres escuchar esto.
Ella trató de alejarse de él, pero la sostuvo rápidamente.
—No quise molestarte. Solamente estoy tratando de conocerte.
El tono de la voz de Edward era tal, que tiró de ella, mucho más poderoso que sus
palabras o sus brazos. Ella tomó una respiración profunda.
—Durante mi última acción de gracias en Phoenix, Renée estaba de juerga con uno de
sus novios. Pero estúpida de mí, decidí cocinar una receta de Martha Steward de pollo asado
relleno, horneadas papas doblemente y vegetales.
Ella se detuvo.
—Estoy seguro que fue delicioso —, dijo rápidamente.
—Nunca lo supe.
—¿Por qué?
—Yo tuve un accidente, más o menos.
—¿Isabella? —Trató de levantar su mejilla para poder ver sus ojos, pero ella no pudo
mirarlo—. ¿Qué sucedió?
—No teníamos una mesa de cocina. Así que puse una mesa plegable en la sala y la
coloqué para tres. Fue estúpido, en realidad. No debí haberme molestado. Puse toda la
comida en una bandeja para llevarlo a la mesa y el novio sacó su pie y tropecé.
—¿A propósito?
—Él vio que venía.
Edward hervía con furia instantánea, sus manos vueltas en puños.
—Salí volando. Los platos destrozados. La comida estaba por todas partes.
—¿Cuán grave te lastimaste? —Hablo entre dientes apretados.
—No lo recuerdo. —La voz de Bella se volvió fría inmediatamente.
—¿Tu madre te ayudó?
Ella negó con su cabeza.
Edward gruñó, bajó en su garganta.
—Ellos rieron. Debía haber lucido patética sobre mis manos y rodillas, llorando,
cubierta de salsa. El pollo derrapado por las baldosas y debajo de una de las sillas. —Ella se
detuvo pensativamente—. Estuve de rodillas por un tiempo. Tú habrías tenido una apoplejía
si me hubieses visto.
Edward ahogó el impulso de clavar su puño contra la pared detrás de su cabeza.
—No habría tenido una apoplejía. Yo lo habría golpeado a él y estaría profundamente
apurado para no darle latigazos a ella.
Bella trazó su puño con una de sus manos.
—Ellos se aburrieron y fueron a su cuarto a follar. Ni siquiera se molestaron en cerrar
la puerta. Ese fue mi último día de Acción de Gracias con Renée.
—Tu madre suena como Anne Sexton.
—Renée nunca escribió poesía.
—Mi Dios, Bella. —Edward aflojó sus puños y la abrazó más cerca.
—Limpié para que ellos no fueran a enojarse conmigo y después me subí en un bus.
Viaje sin rumbo hasta que vi una misión de un Ejército de Salvación. Ellos estaban
promocionando una comida de Acción de Gracias para los desamparados. Le pregunté si
podía ser voluntaria en la cocina y me pusieron a trabajar.
—¿Así fue como pasaste el día de Acción de Gracias?

217
Ella se encogió de hombros.
—No podía ir a casa y la gente de la misión eran amigables. Después que los invitados
fueron servidos, tuve una cena de pavo con los voluntarios. Ellos incluso me enviaron a casa
con las sobras. Y pastel. —Bella se detuvo pensativamente—. Nadie nuca me horneó un
pastel.
Él aclaró su garganta—. Isabella, ¿por qué Charlie no te alejó de ella?
—Él lo hizo.
Ella empezó a jugar con su camiseta, reuniendo el algodón suave entre sus dedos y
jalando ligeramente.
—Ouch. Con cuidado. —Edward se rio entre dientes—. Estas arrancando los pocos
vellos del pecho que tengo.
—Lo siento. —Bella nerviosamente suavizando el algodón con sus dedos—. Um,
Charlie solía llamarme los domingos. Estaba hablando con él un día y se me escapó el hecho
que uno de los novios había vagado en mi cuarto la noche anterior, completamente desnudo,
pensando que mi cuarto era el baño.
Ella aclaró su garganta y empezó a hablar rápidamente, para que Edward no tuviera la
oportunidad de hacer esa pregunta.
—Charlie enloqueció, queriendo saber si el novio me había tocado. No lo había hecho.
Quería hablar con mi mamá y cuando le expliqué que no se suponía que podía molestarla
cuando uno de los novios estuviera en casa, él me dijo que fuera a mi cuarto y cerrara la
puerta. A primera hora de la mañana siguiente, Charlie apareció para regresarme de vuelta a
Forks. Supongo que fue una buena cosa que el novio se hubiese ido para el tiempo que él
llegó. Creo que Charlie lo hubiera matado.
—¿Así que te fuiste?
—Sí. Charlie le dijo a Renée que si ella no se deshacía de los novios y dejaba el alcohol,
entonces él iba a llevarme lejos de ella. Permanentemente. Ella accedió a ir a rehabilitación y
él me trajo a Forks.
—¿Qué edad tenías?
—Ocho.
—¿Por qué no te quedaste con él?
—Él nunca estaba en casa. Tenía un empleo ocupado y no sabía qué hacer conmigo.
Cuando la escuela terminó por el año, me envió de regreso a Phoenix. Renée estaba fuera de
rehabilitación para ese entonces y estaba trabajando en un salón de belleza.
—¿Pero volviste a Forks eventualmente?
Bella vaciló.
—Puedes contármelo, Isabella. —La apretó fuertemente y esperó, acariciando
suavemente su cabello—. Está bien.
Bella tragó. Fuertemente.
—El verano antes que cumpliera dieciséis, Charlie me llevó a casa.
—¿Por qué?
—Um, Renée me golpeó. Caí contra la esquina del mesón de la cocina y tuve que ir al
hospital. Llamé a Charlie y le dije que si no iba a buscarme yo me iba a escapar. Y eso fue
todo. Nunca vi a Renée de nuevo.
—¿Tienes una cicatriz?
Ella tomó su mano y la llevó para la parte de atrás de su cabeza, presionando sus dedos
contra una línea elevada de carne donde el cabello ya no crecía.
—Lo siento por esto.
Él lo trazó con sus dedos varias veces y después presionó sus labios contra su carne.
—Lamento que esas cosas te pasaran. Si pudiera, los golpearía hasta dejarlos sin
sentido. Empezando por el bastardo de tu padre.
—Tuve mucha suerte, en realidad. Renée solo me golpeó una vez.

218
—Nada de lo que me has dicho me parece siquiera cercano a la suerte.
—Tengo suerte ahora. Nadie me golpea aquí. Y tengo un amigo que me alimenta.
Edward negó con su cabeza y maldijo—. Deberías haber sido abrazada y adorada y
tratada como una princesa. Eso fue lo que Alice tuvo.
—No creo en los cuentos de hadas —, susurró.
—Me gustaría hacerte creer. —Se inclinó y besó su frente.
—La realidad es mejor que la fantasía, Edward.
—No si la realidad es la fantasía.
Bella negó con la cabeza, pero sonrió.
—Edward, ¿puedo preguntarte algo?
—Por supuesto.
Su sonrisa se desvaneció.
—¿Tienes alguna cicatriz?
La cara de Edward era impasible.
—No puedes golpear algo que no sabes que está allí.
Bella se inclinó y apoyó su mejilla en el hueco de su pecho—. Lo siento.
—Es difícil saber qué es peor… ser golpeado o ser ignorado. Supongo que depende de
qué tipo de dolor prefieres.
—Lo siento tanto, Edward. No lo sabía.
Ella tomó su mano y entrelazó sus dedos juntos. Y después tomó una respiración
profunda.
—¿Te vas a ir a casa ahora?
—No al menos que quieras que me vaya. —Acarició su cabello de nuevo, evitando
cuidadosamente el sitio donde la carne estaba levantada.
Ella descansó su cabeza en su cuello y suspiró.
—Quiero que te quedes.
—Entonces me quedaré mientras me quieras.
Bella se quedó dormida mientras que Edward se quedaba despierto contemplando las
cicatrices que su pequeño cordero le había enseñado. Y preguntándose con nauseas e ira
sobre las cicatrices que ella no había revelado.

219
Capítulo diecisiete.

—¿Bella? —susurró Edward en su oído. Su respiración regular y la falta de respuesta


le indicaron que estaba durmiendo—. No permitiré que nadie te haga daño. —Besó su
mejilla suavemente—. Y menos que todos yo mismo.
|
-
Bella despertó la mañana siguiente por el sonido de la ducha. Estaba tratando de
descubrir cómo alguien además de sí misma podía estar en su ducha cuando el sonido se
detuvo y un hombre alto de cabello bronce salió de su baño envuelto con una pequeña toalla
purpura.
Sus ojos se abrieron ampliamente en sorpresa y se quedó sin aliento, abanicando una
mano sobre su boca abierta.
—Buenos días —, dijo Edward, apretando la toalla que estaba colgando baja en sus
caderas con una mano mientras con la otra agarraba su ropa.
Bella lo miró. Y no estaba viendo su cara.
A pesar de lo que ella estaba mirando, su cabello estaba húmedo y goteando de los
picos rebeldes de su cabeza. Gotas de agua aferradas a sus hombros y pecho y brillando en la
superficie de su tatuaje. Los contornos de los tendones, músculos y venas, simétricos y
balanceados, en proporción idealizada y líneas clásicas serían impresionantes incluso para el
observador casual. Pero no era nada parecido a una observadora casual. Porque había
pasado la noche entera con ese cuerpo en su cama, acurrucado a ella y jugando con su
cabello. Y ese cuerpo estaba unido a una maldita buena mente y a una muy profunda y
apasionada alma.
Sin embargo, Bella estaba observando a ese cuerpo, y de esa manera el término medio
Dios acuático revoloteó a través de su conciencia.
Edward sonrió—. ¿Estás bien?
Ella cerró su boca—. Um, bien. Buenos días.
Caminó hacia donde estaba y se inclinó hacia abajo, presionando un firme pero suave
beso de boca abierta contra sus labios. Unas cuantas gotas de agua salpicaron alrededor de
ella hacia las sábanas.
—¿Dormiste bien?
Ella asintió lentamente, sintiéndose bastante, demasiado caliente.
—No estás diciendo mucho. —Se enderezó y le sonrió.
—Estás mitad desnudo.
—Correcto. ¿Me prefieres totalmente desnudo? —Cambió la toalla provocativamente en
sus caderas y sonrió.
Bella casi expira por el shock.
—Solo estoy bromeando, cariño. —La besó de nuevo, con el ceño fruncido. Y después
un pensamiento molesto se le ocurrió. Se retiró hacia atrás con una expresión muy seria en su
cara—. Olvide sobre lo que te pasó en Phoenix. Cuando eras pequeña —, aclaró—. Siento
toparme contigo así. No estaba pensando.
Bella lo miró con agradecimiento mudo. Y después sonrió tímidamente.
—Está bien, Edward. Solo eres una distracción. Pareces bastante feliz esta mañana.
Él sonrió—. Compartir la cama contigo es bueno para mí. ¿Puedo hacerte el desayuno?
—Um, claro. Pero sabes que no tengo una cocina.
—Soy un hombre ingenioso. —Edward le sonrió cálidamente, su calidez era suficiente
para superar la vergüenza sobre su cocina.
Justo antes de que cerrara la puerta del baño, a ella le fue regalado el más pequeño
vistazo de los más hermosos músculos superiores de sus glúteos mientras Edward tiraba la
toalla purpura.

220
Bella jadeó como un bacalao.

-
La noche siguiente, Alice regresó a Seattle de sus vacaciones románticas con Jasper y
revisó rápidamente su correo de voz. Después de una llamada desesperada de Carlisle,
inmediatamente llamó a Edward y dejó el siguiente mensaje.

“¿Qué demonios está pasando allá, Edward? ¿Qué le hiciste a Bella? ¡Ella solo desapareció una
vez en su vida y eso fue cuando fue humillada completamente por su ex! ¿Así que, qué coño le hiciste?
Juro por Dios que me montaré en un avión. Llámame… y papá dice hola y que está contento de que lo
hayas llamado. ¿Te mataría llamarlo una vez a la semana? Está tomando guardias extras en el hospital
para luchar con la soledad. Y por cierto, puso la casa a la venta ayer.”

Después, más que ligeramente preocupada por su mejor amiga, Alice llamó a Bella y
dejó el siguiente mensaje en su correo de voz:

“Bella, ¿qué hizo Edward? Él estaba delirando como un lunático en su correo de voz. No está
contestando su teléfono así que no pude escuchar su versión de la historia. No que espere la verdad de
él. De cualquier manera, espero que estés bien y de verdad lo lamento. Pero lo que sea que haya hecho,
por favor no te me desaparezcas de nuevo. No cuando esta es nuestro ultima día de acción de gracias
en la vieja casa. Carlisle la puso en venta. Jasper todavía quiere comprarte el boleto, así que llámame,
¿está bien? Te quiero.”

Después de eso, Alice regresó a su vida normal en Seattle, esperando ansiosamente


noticias de su hermano y su mejor amiga. Y planificando discretamente una boda.
Luego de que Edward hubiese convencido a Alice de no volar a Toronto a fin de patear
su trasero, y que habló con su padre sobre sacar la casa del mercado, rápidamente dejó un
mensaje a Bella en su correo de voz, al cual fue enviado mientras ella estaba hablando con
Charlie.

“Parece que nunca contestas tu teléfono. (Ligera respiración) ¿Tienes llamada en espera?
¿Podrías pedirla, por favor? No me importa lo que cueste, lo pagaré. Pero estoy cansado de dejar
mensajes. (Respiración profunda) Estoy asumiendo que has escuchado de Alice. Está furiosa, pero
pienso que he sido capaz de convencerla de que tú y yo tuvimos una diferencia académica y desde
entonces nos hemos besado y hemos arreglado todo. (Risas) Bueno dejé por fuera la parte del beso.
Quizás puedas llamarla y tranquilizarla antes de que cumpla su amenaza de montarse en un avión.
(Suspiro) (Respiración profunda) Isabella, disfrute despertar a tu lado ayer en la mañana. Más de lo
que pueda decir a una maquina contestadora. Dime si seré capaz de despertar a tu lado de nuevo
pronto. (Voz más baja y ardiente) Estoy sentado en frente de la chimenea deseando que estuvieras aquí,
sentada en mi regazo. Envuelta en mis brazos. Llámame, principessa.”

Mientras tanto, Bella estaba hablando con Charlie.


—Me alegro de que vuelvas a casa, Bells, pero ya estoy programado para trabajar la
mayor parte de la semana de acción de gracias. No sabía que ibas a venir… —La voz de
Charlie se corto con una tos mientras trataba de aclarar su garganta.
—Eso está bien. Alice quiere que pase algún tiempo con ella. Se va a casar y creo que
necesita un poco de ayuda con los preparativos. Ahora que Esme se ha ido.
—Sue me invitó para cenar con ella y sus hijos. Estoy seguro que puede colocar un sitio
extra para ti.
Bella inhaló bruscamente.
—De ninguna manera en el infierno —, murmuró.

221
—¿Qué es eso?
—Lo siento, papá. Sería agradable ver a Sue pero no hay manera de que vaya hacia La
Push. De ninguna manera.
Charlie se detuvo incomodo—. No necesito ir hacia allá. Yo, um, veo a Sue todo el
tiempo. Y ella estará allí con sus hijos.
Bella rodó sus ojos. Y él.
—Veré qué puedo hacer sobre cambiar mis turnos. ¿Necesitas que te recoja en Seattle?
—En realidad, Edward Masen está viviendo en Toronto. Menciono algo sobre ir a casa
esa semana. Veré si puedo conseguir que me lleve con los Cullens desde Seattle, si volamos
al mismo tiempo.
Charlie estuvo en silencio por un momento o dos—. ¿Edward está allí?
—Enseña en la Universidad. Tengo una clase con él.
—Nunca me dijiste eso. O quizás lo hiciste y yo lo olvide. Necesitas mantenerte alejada
de él.
—¿Por qué?
—Él es problemas.
—¿Por qué dices eso?
Charlie aclaró su garganta de nuevo—. Nunca fue a casa para ver a su madre cuando
estaba muriendo. Nunca pasó tiempo con su familia. No confio en él y estoy tan seguro como
el infierno que no le confiaré a mi hija.
—Papá, es el hermano de Alice. Ella sabe que estoy yendo a casa para Día de Acción de
Gracias. Probablemente me recogerá en el aeropuerto, de cualquier manera.
—Bueno, no me gusta. Asegúrate de tener tu teléfono celular y llamar si hay algún
problema. Voy a realizar una verificación de antecedentes en él.
—¿Hay algo que no me estés diciendo?
—¿Por qué dices eso?
—¿Una verificación de antecedente, jefe Swan? ¿No es eso como demasiado?
—Solamente estoy manteniendo un ojo fuera por ti, eso es todo. ¿No puedo hacer eso
con mi única hija?
Bella ahogó el impulso de decir algo cruel o rudo en respuesta.
—Compraré mi pasaje y te dejaré saber lo que está pasando.
—Bien. Hablamos después.
Y con eso, la menos esclarecedora conversación con el jefe Charles Swan de Forks llegó
a su fin.
Pasó la siguiente hora asegurándole a Alice que sí, estaba bien y no, Edward no se
estaba comportando (tal vez sorprendentemente) como un idiota. Y después tuvo que
convencer a Jasper de que tenía dinero suficiente de su beca para comprarse un vuelo a casa.
Mencionó el conflicto de programación de Charlie con Sue y prometió que se uniría con los
Cullen para la cena de Acción de Gracias del jueves en la noche.
Más que ligeramente exhausta, después paso otra hora persuadiendo a Edward de que
no era una buena idea de que ellos compartieran la cama cada noche, especialmente cuando
existía la posibilidad de que alguien conectado con la Universidad pudiera verlos entrando o
saliendo el apartamento del otro. Él había consentido, aunque malhumoradamente, mientras
exigía una promesa de pasar la noche juntos de nuevo antes de que otros siete días hubiesen
pasado.
Bella no quería ser la causa de la perdida de trabajo de Edward así que estaba decidida
a limitar las posibilidades de que ellos pudieran ser visto juntos. También estaba decidida a
no pasar cada noche en su cama, porque sabía a dónde eso podría llevar. Todavía estaba
luchando para confiar en Edward, su reticencia era más que razonable dado el hecho de que
él solamente había cambiado su disposición hacia ella recientemente. Y él había hecho todo

222
menos admitir que su pasión por ella estaba tambaleando en el borde de la cuchilla de su
control.
No quería ser persuadirá a hacer cosas que no estaba lista por hacer. No quería darle
una parte de sí misma y después regresar a su apartamento sintiéndose usada y sola, como lo
había hecho tantas veces con él. Sí, Edward no era él. Pero ese hecho no la hacía menos
cuidadosa, aunque quería confiar en él.
A pesar de su auto-protección, Bella durmió mucho más tranquilamente con Edward
que sin él y cada día que no lo vio, su corazón sufrió.

-
El lunes en la tarde encontró a Bella preparándose para el seminario de Edward y
después respondiendo su timbre, (no averiado). Un repartidor se paró fuera de la puerta
principal del edificio sosteniendo una caja grande y blanca. Ella firmó por ello y después
regresó a su apartamento, abrió la tarjeta que estaba atada a la caja. La tarjeta tenía las
iniciales E.A.M. grabadas en la parte superior, estaban escritas a mano, y decían lo siguiente:

Querida Isabella,
Gracias por compartirte conmigo el viernes en la noche.
Estoy intimidado por ti.
Tienes el corazón de un león.
Me encantaría domarte, lentamente,
pero sin las lágrimas o el adiós.
Tuyo,
Edward.
P.D. Tengo una cuenta de correo nueva y privada a tu disposición:
eacm617@gmail.com

Bella abrió la caja y fue cautivada inmediatamente por la hermosa fragancia. Adentro,
quedó asombrada de encontrar un tazón grande lleno de agua. Suspendidos en la superficie
del agua estaban siete gardenias.
Cuidadosamente removió el tazón del paquete y lo colocó en su mesa, inhalando
profundamente cuando el perfume comenzó a impregnar el pequeño estudio. Volvió a leer la
nota de Edward y abrió ávidamente su laptop para poder enviarle un email rápido de su
cuenta gmail.

Querido Edward,
Gracias por las gardenias; eran adorables.
Gracias por tu tarjeta.
Gracias por escuchar.
Ansiando verte pronto,
Bella.

Bella no comentó sobre su referencia con el principito porque no sabía cómo


interpretarlo.

-
El miércoles en la tarde, Bella se encontró con Peter por los buzones antes del
seminario del profesor Masen. Ellos intercambiaron bromas y charlaron brevemente antes de
ser interrumpidos de alguna forma rudamente por el celular de Bella.

223
La llamada era (milagrosamente) de Dante Alighieri. Así que por supuesto, ella
contestó.
—Tengo que tomar esto —, le murmuró en tono de disculpa a Peter antes de caminar
hacia el pasillo—. ¿Hola?
—Isabella.
Bella sonrió ampliamente al sonido de su voz—. Hola.
—¿Me acompañaras a cenar?
Bella miró rápidamente alrededor para asegurarse de que estuviera sola—. Um, ¿qué
tenías en mente?
—Cena en mi casa. No te he visto desde el sábado en la mañana. Estoy empezando a
pensar que solamente quieres correspondencia de email ahora que tienes mi nueva dirección.
—Edward rio en el teléfono.
Bella respiró profundamente, alegre de que él no estuviera irritado con ella.
—He estado preparándome para mi nueva reunión con Katherine. Tú has estado
trabajando en tu conferencia, así…
—Necesito verte.
—Quiero verte, también. Pero nos veremos el uno al otro en unos cuantos minutos.
—Isabella, necesito hablar contigo sobre eso. Vamos a tener que actuar como si nada
hubiese ocurrido la semana pasada. Y probablemente te ignoraré, simplemente para ese
efecto. Quería decirte esto de antemano para no molestarte. —Se detuvo por un momento—.
Por supuesto que todo lo que quiero hacer es hablar contigo, pero necesitamos mantener las
apariencias.
—Entiendo.
—Isabella. —Edward bajó su voz—. No me gusta esto más que a ti. Pero me gustaría
que me acompañaras a cenar esta noche, para así poder recompensarte. Y después podemos
pasar una noche tranquila cerca del fuego disfrutando de la compañía del otro. Antes de ir a
la cama.
Las mejillas de Bella inmediatamente se incendiaron con color.
—Me gustaría, pero estaba planeando trabajar toda la noche. No he terminado las
revisiones que pidió Katerine y me reuniré con ella mañana en la tarde. Es bastante
demandante.
Edward comenzó a murmurar debajo de su aliento.
—Lo siento, pero quiero hacerla feliz.
—¿Y qué hay sobre hacerme feliz?
—Edward, yo… —Bella no sabía qué decir.
Él exhaló ligeramente.
—Entiendo. ¿Pero me prometerás verme el viernes en la noche?
—¿Después de tu conferencia?
—Voy a ir a cenar. Me gustaría verte en mi casa después de eso.
—¿No será eso muy tarde?
—No para lo que tengo en mente. Si lo prometes, lo sabrás.
Bella se sonrojó de nuevo por el pensamiento de esa nueva y madura pijamada que
solamente había descubierto recientemente.
—¿Así que te veré el viernes en la noche?
—Sí. Tendré que inventar una excusa para darle a Peter. Íbamos a ir a la conferencia
juntos.
El silencio onduló en el otro lado de la línea telefónica.
—¿Hola? —Bella se traslado a un lugar diferente en el pasillo, esperando que ese
movimiento pudiera mejorar su recepción—. ¿Todavía estás allí?
—Estoy aquí. —El tono de Edward era repentinamente glacial.
Oh mierda, pensó Bella.

224
Edward estuvo callado por otro momento antes de empezar a hablar.
—¿Nosotros habíamos o no hecho un acuerdo que excluía compartir?
Doble mierda.
—Um, por supuesto.
—He mantenido mi parte de ese acuerdo.
—Edward, por favor…
Él la interrumpió—. Dime que yo malinterprete lo que me acabas de decir.
—Somos amigos. Él me pidió que lo acompañara a tu conferencia. No pensé que
estuviera mal.
—¿Quieres que vea a otras mujeres como amigos? ¿Qué vaya a eventos públicos con
ellas?
—No —, susurró.
—Entonces otórgame la misma cortesía.
—Por favor no te enojes, Edward. —Su petición fue recibida con silencio—. Él es el
único amigo que tengo. Ser una estudiante de postgrado en una ciudad extraña es muy…
solitario.
—Pensé que yo era tu amigo.
—Por supuesto que lo eres. Pero necesito a alguien para hablar de la escuela y cosas.
—Cualquier cosa que tenga que ver con la Universidad debería ser discutido conmigo.
—Por favor no me hagas renunciar al único amigo que tengo, aparte de ti. Entonces de
verdad estaré aislada, ya que no puedo estar contigo todo el tiempo.
Edward se estremeció.
—¿Le has dicho que estás viendo a alguien?
Bella tragó saliva—. No. Pensé que era un secreto.
—Vamos, Isabella. Eres más inteligente que eso. —Suspiró sonoramente—. Bien. Te
concederé que necesitas un amigo, pero él necesita darse cuenta que ya no estás disponible.
Ya está demasiado envuelto en esto y eso podría crear un problema para nosotros.
—Le diré que tengo un nuevo novio. Se suponía que iríamos al museo en dos semanas
para ver…
Edward gruñó en el teléfono—. No, no irán. Yo te llevaré.
—¿En público? ¿Cómo podrías?
—Deja que yo me preocupe sobre eso. ¿Así que supongo que él está llevando tus libros
para la clase en unos minutos? —Su voz se había desplazado al sarcasmo.
—Por favor, Edward.
Él exhaló profundamente en el teléfono.
—Está bien. Vamos a olvidarnos sobre esto. Pero mantendré mi ojo sobre él. En cuanto
a lo del viernes, te daré una llave o llamaré al conserje y él te permitirá entrar.
—Está bien.
—Te veré en unos cuantos minutos.
Cuando Bella y Peter llegaron al salón de conferencias, el profesor ya estaba allí. Los
observó brevemente, frunciéndole el ceño a Peter, y después dirigió su atención a sus notas
de la conferencia. Sin embargo, notó con satisfacción que Bella estaba usando su bolso de
mensajero. Ese pensamiento lo complació mucho.
El resto de los estudiantes de postgrado, incluyendo a Ángela Webber, miraron de
Bella hacia el profesor y de regreso alrededor de tres o cuatro veces. Era casi como si
estuvieran viendo una voleada en Wimbledon*.
Bella se sentó en su silla de costumbre al lado de Peter e inmediatamente adoptó una
postura defensiva.
___
* Wimbledon es el campeonato deportivo de tenis más antiguo y prestigioso del
mundo.

225
—No estés nerviosa. Él ha estado de buen humor toda la semana. No creo que te
moleste hoy. —Peter se inclinó cerca, muy cerca, para susurrar en su oído—: Debió haber
tenido sexo la semana pasada, más de una vez.
El profesor Masen tosió con fuerza al frente del salón hasta que Peter se alejó de Bella.
Por su parte, Bella estaba todavía ligeramente sonrojada sobre la declaración de Peter.
Mantuvo su cabeza baja, escribiendo muchas notas en su cuaderno. Era una buena
distracción, porque la detuvo de pensar sobre la mañana del sábado y cómo Edward se veía
debajo de sus ropas, mojado de la ducha, dejando caer una toalla pequeña y purpura…
El profesor apenas la miró y nunca la llamó para comentar o responder una pregunta.
En suma, la conferencia fue una decepción colosal desde la perspectiva de entretenimiento y
dejó a más de un estudiante de postgrado esperando.
Ángela Webber, sin embargo, estaba deleitada de que el curso del universo se haya
corregido a sí mismo finalmente y que todo era (casi) como debiera ser.
—Todos están invitados a la conferencia que daré sobre la lujuria en Dante y Aquino
en la Universidad Victoria el viernes a las tres de la tarde. Los veré la próxima semana.
Pueden retirarse. —El profesor rápidamente guardó sus cosas y salió del salón de
conferencias sin siquiera mirar hacia atrás.
Peter se inclinó hacia Bella—. ¿Puedo acompañarte a casa? ¿Podríamos tomar un poco
de comida Thai en el camino?
—Sería muy amable de tu parte acompañarme a casa. Pero probablemente voy a
trabajar durante la cena. Y hay algo que necesito decirte…

-
El viernes en la mañana, Bella se paró en la entrada de su bastante pequeño closet
preguntándose qué debería usar. Sabía que Edward no estaría complacido cuando la viera
sentada junto a Peter en la conferencia. Sabía que estaría encontrándose con Edward en su
apartamento tarde esa noche y se quedaría a dormir. Ya había llenado su bolso de mensajero
en preparación de su visita.
Quería dar una buena impresión cuando caminara dentro del gran salón de
conferencia. Quería que Edward se fijara en ella sobre todas las demás mujeres y pensara que
estaba guapa.
Así que por primera vez en ese semestre, decidió vestirse bien para la escuela. Usó un
vestido negro con medias opacas y unas botas de cuero negro altas, que le llegaban a la
rodilla, que Alice le había persuadido a comprar varios años atrás pero que nunca había
usado.
Llevaba joyas sencillas, tornillos de perla que habían pertenecido a la madre de Charlie,
y envolvió una pashmina purpura oscura alrededor de su cuello, temerosa de que su escote
modesto resultara ser demasiado para una conferencia de día.
Bella y Peter fueron casi los primeros en llegar al gran salón de conferencia de la
Universidad Victoria. Rápidamente escogieron los asientos cerca a la parte de atrás, en el
pasillo, para no ser muy visibles. Los miembros de la facultad generalmente tomaban los
mejores asientos en la parte delantera y los estudiantes de postgrado no se atreverían a
meterse con ese convencionalismo.
Tan pronto como Bella entró a la habitación, sintió su presencia. Una extraña
electricidad zumbó entre ellos, incluso a la distancia. Sintió sus ojos en ella, también, y supo
que la estaba observando. Y que su mirada rápidamente se volvió una mueca.
Una mirada a hurtadilla hacia el frente de la habitación confirmó sus sospechas. Él
estaba viendo como Peter colocaba una mano en su espalda baja, guiándola a sus asientos.
Edward le dio a Bella una rápida media sonrisa mientras sus ojos se removían sobre su
forma, descansando un poco más de tiempo en los tacones de sus botas. Luego se dio media
vuelta y continuó su conversación con uno de los profesores.

226
Bella tomó varios segundos para admirar la apariencia de Edward. Estaba
impresionante, como siempre, vestido en un bastante atractivo traje negro Armani, con una
camisa blanca con puño francés y una corbata de seda negra. Estaba usando sus anteojos y
un par de zapatos de vestir que gracias a Dios, no eran puntiagudos.
Sorprendentemente, sin embargo, llevaba un chaleco debajo de su traje, y como su
chaqueta estaba desabotonada, Bella vio un reloj de bolsillo de oro colgando en uno de los
botones de su chaleco, con la cadena conduciendo al bolsillo. No sabía esto, pero su manera
de vestir era en el único estilo de Albert.
—Míralo. ¿Un chaleco y un reloj de bolsillo? —Murmuró Peter, negando con su
cabeza—. ¿Cuántos años tiene este tipo? Apuesto a que tiene un retrato en su ático que está
envejeciendo más rápidamente.
Bella sofocó una sonrisa secreta, pero no dijo nada.
—¿Sabes lo que me hizo hacer ayer?
Ella negó con su cabeza.
—Tuve que empacar algunas de sus preciosas plumas en una caja, asegurarlas, y
enviarlas al Hospital de estilográfica en Nueva York. ¿Puedes creerlo?
—¿Qué es un Hospital de estilográfica?
—Maldito si lo sé. Alguna tienda de reparación para plumas enfermas de tinta
estilográficas que atienden a hijos de putas incluso más enfermos que tienen demasiado
dinero. Y demasiado tiempo en sus manos. O en sus bolsillos.
Bella se rio por lo bajo.

-
La Cátedra de Estudios Italianos dio la bienvenida a la multitud, que sumaban
alrededor de un centenar de personas, y ofreció una brillante descripción de la investigación
del profesor Masen y sus logros.
Bella observó mientras Edward se removía incomodo en su asiento, como si todos los
elogios y buenas palabras le desagradaran.
Sus ojos se encontraron y ella sonrió alentadoramente. Observó sus hombros relajarse
visiblemente.
Después de la diminuta ronda de aplausos, él tomó el centro del escenario, esparciendo
sus notas de la conferencia en el atril y revisando de nuevo lo que tenía preparado en la
presentación de powerpoint. Cuando estuvo satisfecho con que todo estuviera bien, sonrió
en una muy encantadora manera al público. Desde detrás de sus anteojos, sus ojos buscaron
ansiosamente por los de Bella y se conectaron con ellos brevemente antes de empezar.
—El titulo de mi lectura es “Lujuria en Dante y Aquino: El pecado mortal contra sí
mismo”. Inmediatamente, uno podría preguntarse por qué la lujuria sería un pecado contra
sí mismo cuando siempre está dirigida hacia otro… El uso de otro ser humano buscando la
gratificación personal y sexual. Uno podría argumentar que el suicidio es más
apropiadamente entendido como un pecado contra sí mismo porque es un acto de propia-
muerte.
«A fin de entender el aspecto “egoísta” de la lujuria, debemos volver nuestra atención
primero a una de las fuentes de Dante, Santo Thomas de Aquino. Aquino, murió alrededor
del año 1274 cuando Dante tenía nueve años. Sin embargo, su tratamiento minucioso de
tanto la virtud como el vicio ofreció una importante estructura organizacional a la Divina
Comedia de Dante.
En la Summa theologiae*, Aquino afirma que cualquier acción de maldad o pecado es un
acto contra sí mismo, una forma de auto destrucción. Él ve al ser humano como teniendo una
naturaleza que se supone ser tanto racional como buena. Aquino concibe de esta naturaleza,
que el animal racional, ha sido creado por Dios específicamente para perseguir la bondad,
más específicamente, las virtudes.

227
Cuando el ser humano se aleja de su propósito o meta natural, se lastima a sí mismo
porque hace lo que no tenía intención de hacer. Pelea contra sí mismo y su naturaleza.
Compromete la integridad de su ser.
¿Por qué Aquino sostiene esta particular versión de pecado?
Primero, porque acepta la definición de San Agustín del pecado como una privación,
un parasito de la bondad. Por ejemplo, adulterio es la corrupción de las relaciones sexuales
entre un esposo y una esposa. No hay adultero sin la bondad de la relación sexual, pero el
adulterio corrompe la bondad, se alimenta de ella, la tergiversa.
Segundo, porque Aquino acepta la afirmación de Boethis que bondad y el ser son
convertibles. En otras palabras, todo lo que existe tiene un poco de bondad dentro porque
Dios lo creo. Y no importa cuán estropeado o roto o pecaminoso ese ser sea, todavía
mantiene un poco de bondad mientras exista. »
Edward presionó un botón y su primera diapositiva apareció en la pantalla en su
izquierda. Bella la reconoció como la ilustración de Lucifer de Botticelli.
—Nadie, ni siquiera Lucifer encerrado en hielo en el fondo del Infierno de Dante, es
completamente malvado. El mal como una privación puede solamente alimentarse de la
bondad; si toda la bondad de una criatura fuera eliminara; la criatura en cuestión no podría
existir. —Aclaró su garganta—. En esta visión, incluso un monstruo tiene un poco de bondad
restante en él.
A este punto, sus ojos vagaron hacia Bella antes de mirar a sus notas.
—En este contexto, consideren a los personajes de Dante y Beatrice.
Otra Ilustración de Botticelli, una de Dante y Beatrice y las estrellas fijas del Paraíso, fue
mostrada en la pantalla.
—Dante y Beatrice tienen una relación que representa el amor cortesano. En el contexto
de la Divina Comedia, el personaje de Beatrice está conectado con Virgilio. Ella apela a Virgilio
para guiar a Dante a través del Infierno porque no puede viajar hacia allí, debido a su
residencia permanente en el Paraíso.
«En hacer la conexión entre Beatrice y Virgilio, Dante está expresando su idea que el
amor cortesano está atado a la razón más que con la pasión. Y esta conexión es otra
manifestación del énfasis de Aquino en la importancia de la razón en la vida del ser
humano.»
Con la mención de Beatrice, Bella comenzó a juguetear con sus manos, manteniendo
sus ojos lejos de Edward para no delatar nada.
Peter notó sus movimientos inmediatamente y tomó su mano en la suya, apretándola
gentilmente.
Ellos estaban sentados demasiado lejos y detrás de mucha gente para que Edward
viera lo que estaba sucediendo, pero pudo ver que Peter se volteó hacia Bella y pudo ver que
ella se sonrojaba ligeramente. Y esa visión casi lo distrajo completamente.
Casi.
Él tosió ligeramente y los ojos de Bella volaron inmediatamente hacia él y
apresuradamente retiró su mano de Peter.
—Pero, ¿qué es lujuria? Si amor es el conejo, entonces lujuria es el lobo. Dante lo dice
explícitamente cuando identifica a la lujuria como un pecado de incontinencia parecido-a-un-
lobo; un pecado en el cual la pasión supera a la razón.
Edward colocó una diapositiva de la escultura de Rodin, Le baisir.
—Dante coloca a Paolo y Francesca en el círculo de la lujuria en el Infierno.
Sorprendentemente, sin embargo, la historia de su caída está vinculada con la tradición del
amor cortes. Para el tiempo de su indulgencia lujuriosa, ellos estaban ocupados leyendo
sobre el adulterio entre Lancelot y la Reina Guinevere. Tal vez este fuera el equivalente
___
*Suma teológica

228
medieval a la pornografía que se usa de juego previo.
Risas educadas hicieron eco a través del salón de conferencia.
—El romance entre Lancelot y Guinevere fue ocasionado por la tradición del amor
cortes, ya que se originó en la lealtad de Lancelot a la belleza y virtud de su reina, y terminó
en seducción y adulterio. En su caso, como en el caso de Paolo y Francesca, la pasión superó
a la razón, lo cual debió haberles dicho que como uno de ellos estaba unido a otra persona,
debieron mantener sus manos lejos de sí mismos.
Edward miró significativamente a Peter. Pero Peter pensó que la mirada fue dirigida a
algo más, posiblemente a Bella o a una de las mujeres sentadas frente a él, así que no hizo
nada.
Por la falta de reacción de Peter, los ojos jade de Edward se volvieron más verdes,
coloreados como serían por un tono específico de monstruo.
—Tal vez esto sea similar a la relación de propiedad que existe entre una pareja
cuando se están cortejando. Si alguien más fuera a empezar a satisfacerse con alguna de las
delicias especiales que deberían ser reservadas para la pareja cortejada, sin duda que el
resultado sería la ira y los celos.
Una vez más, los ojos de Edward se encontraron con los de Bella y de nuevo, miró
hacia sus notas.
—Pero el hecho de que Dante ve en Lancelot y Guinevere y en Paolo y Francesca una
corrupción de la tradición del amor cortes muestra que él reconoce el verdadero peligro que
afronta su apego a Beatrice. Si la gran pasión de Dante fuera a superar su razón, los
arruinaría a ambos. Ellos serían deshonrados públicamente. Así que el destino de Paolo y
Francesca es una advertencia muy personal de Dante para mantener su afecto por Beatrice
casto. Lo cual no es tarea fácil dada su gran belleza y atractivo, y la profundidad y grado de
su deseo por ella.
Bella se sonrojó y miró al suelo.
—Y no se equivoquen, a pesar del hecho de que ellos fueron separados uno del otro
por años, él la quería. Él la quería y quería todo de ella. Desesperadamente. La castidad de él
lo hace todo más virtuoso debido a la fuerza de su deseo por ella. ¿Qué sirve más, tener una
castidad resistente de repulsión o un afecto fraternal?
« Sin embargo, es importante destacar que en esta filosofía, el sexo no es equivalente a
la lujuria. Ni siquiera Aquino hace tal afirmación, alabando como hace la unión sexual entre
un esposo y una esposa. Lujuria es un amor fuera de lugar, pero una especie de amor a pesar
de todo. Por esta razón, es el menos malo de los siete pecados capitales y es por eso que
Dante ubica el círculo de los lujuriosos justo debajo del Limbo. La lujuria se ocupa de los
mayores placeres terrenales…»
La mirada de Edward ardió hacia la dirección de Bella y ella lo miró de vuelta,
paralizada.
—En esta filosofía, el sexo está entendido propiamente en no ser simplemente físico,
sino espiritual; una unión extática de dos cuerpos y dos almas, con la intención de imitar la
alegría y el éxtasis de la unión con lo Divino en el Paraíso. Dos cuerpos unidos juntos en
placer. Dos almas unidas por dos cuerpos y la entrega de dos corazones, entusiastas,
pequeños seres dando su completo ser.
Bella trató de no retorcerse en su asiento mientras recordaba cómo se sintió cuando la
boca de Edward succionó sus dedos, uno por uno, limpiándolos de la torta de chocolate. El
cuarto empezó a sentirse más que un poco caliente.
—Tal vez sea pedante señalar que si uno se retiene y no da su completo ser durante el
coito, el orgasmo será eludido. Y el resultado es tensión, frustración y a veces, una pareja
infeliz. Pero el momento del orgasmo es un anticipo de trascendencia absoluta y de corazón
entero, de placer clamoroso. El tipo de placer en el cual todos los más profundos impulsos y
deseos de uno están completos y alucinantemente satisfechos.

229
Bella cruzó y descruzó sus piernas.
—La idea del orgasmo compartido, el éxtasis de la pareja activa al otro, destacando la
intimidad compartida de la unión física y espiritual. Jadeando, retorciendo, tocando,
ansiando, dando y finalmente y más gloriosamente, llegando.
Edward se detuvo, dando un sorbo de su vaso de agua pensativamente mientras se
esforzaba de no mirar a la cara enrojecida y abatida de Bella.
Aclaró su garganta y sonrió ligeramente—. ¿Alguien se siente débil?
Alegres pero reservadas risas hicieron eco alrededor del salón.
—Creo que mis palabras han ilustrado la tesis de Dante, concretamente, que la lujuria
es suficientemente poderosa para distraer la mente, la cual es la facultad de la razón, y la
estimula para centrarse en las preocupaciones terrenales, carnales, en vez de elevarse por
encima para contemplar las preocupaciones celestiales, concretamente, Dios. Sin duda
algunos de ustedes preferirían apresurarse a ir casa al abrazo de su amante que permanecer
aquí para escuchar el resto de mi seca conferencia.
Él sonrió con buen humor.
—Sin embargo, debemos recordar que la lujuria es un pecado mortal y la seducción es
una de sus especies. Paolo Malatesta y Francesca da Rimini cometieron adulterio antes de
que fueran asesinados por el esposo de Francesca, Ginanciotto. Vale la pena señalar que el
destino final de Gianciotto es el Noveno Círculo del Infierno, donde están los asesinos,
mientras que Paolo y Francesca ocupan el Segundo Círculo. ¿Por qué? Porque el asesinato es
peor que la lujuria. Por lo menos la lujuria es un tipo de amor, mientras que el asesinato es
violencia y odio.
«Para alguien que no estaba familiarizado con las alegrías de la compañía femenina,
Aquino tenía varias cosas notables que decir sobre el amor. Por ejemplo, sostenía que el
amante está unido a su amado como si su amado fuera sí mismo o fuera una parte de sí
mismo. Unión, entonces, es la consecuencia natural del amor; no es el amor por sí solo. El
amor es un movimiento hacia el bien… El bien de un amante en su experiencia de amor, y el
bien del amado, que atrae al amante. El amor está siempre dirigido al bien, incluso cuando el
bien es solo aparente, o solamente una percepción, y no en la realidad, como es el caso de
Paolo y Francesca.
Uno puede ver cómo la alegría y la belleza de la intimidad sexual, expresada en el
unificador acto de hacer el amor, es la consecuencia natural del amor. Y en este caso, como
debe ser claro, el sexo no es idéntico a la lujuria. De ahí la distinción moderna hecha en la
jerga contemporánea entre, perdonen mi vulgaridad, follar y hacer el amor. Pero sexo no es
idéntico con amor, tampoco, y la tradición del amor cortes lo demuestra. Uno puede amar a
una amiga casta y apasionadamente, sin tener relaciones sexuales con ella.
En el Paraíso, la lujuria es transformada en castidad, la más verdadera, pura,
manifestación de amor. El personaje de Cunizza da Romano representa esta transformación.
Ella había vivido una vida representada por la lujuria, y había tomado múltiples amantes,
pero luego se arrepintió de su pecado y vivió una vida de castidad. Ella era bien conocida
por su trabajo con los pobres, alimentándolos, vistiéndolos, dándoles dinero cuando eran
destituidos. En el Paraíso, ella está libre de añoranzas porque sus deseos son satisfechos y
sonríe con alegría. Ya que no tiene culpa sobre sus anteriores pecados pero goza de la
libertad absoluta y la plenitud.
El tiempo me impide dar una explicación más completa sobre la caridad.
En la Divina Comedia de Dante, encontramos la dicotomía de la lujuria y caridad y una
manifestación poderosa de la castidad del amor cortes, como está representado en la relación
entre Dante y Beatrice. Y este ideal de amor cortes está quizás mejor expresado en las
palabras de la propia Betrice ‘Apparuit iam beatitudo vestra.’* Palabras más verdaderas nunca
fueron dichas. Gracias »

230
El salón de conferencia estalló en aplausos corteses y bajos murmullos de aprobación.
Y después el profesor Masen comenzó a contestar preguntas de la audiencia. Como de
costumbre, miembros de la facultad de tiempo completo fueron los primeros en hacer
preguntas, mientras los estudiantes de postgrado esperaban pacientemente por su turno.
Porque la Academia, como otras partes del mundo, estaba organizada debajo de un sistema
de castas.
Bella se sentó bastante quieta para absolver lo que pensó que había escuchado durante
la conferencia de Edward. Estaba repitiendo algunas de sus declaraciones en su mente,
cuando Peter se inclinó para susurrarle en su oído.
—Mira esto. Masen va a ignorar a Ángela.
Ángela Webber estaba en la segunda fila, con su mano en el aire. Cuando el periodo de
preguntas empezó, el profesor Masen señaló a la gente, escuchando solemnemente a cada
pregunta, y después ofreciendo respuestas razonadas. Pero antes que pudiera escoger a
Ángela, el Jefe de los Estudios Italianos se levantó a fin de indicar que el periodo de
preguntas había llegado a su final.
Otra ronda de aplausos fue dada y recibida y Edward bajó de la plataforma. Fue
recibido inmediatamente por una castaña de tamaño promedio y una pequeña rubia, ambas
de las cuales parecían como si fueran profesoras en la mitad o a finales de sus treinta.
—Supongo que tenías razón, no llamó a Ángela.
Peter resopló—. Él no iba a permitir que ella le hiciera una pregunta en un foro abierto.
Está preocupado de que se levantará y le tirará su brasier, o sostuviera un poster de Yo-
corazón-Masen.
Bella rio ligeramente y observó como la castaña le estrechó la mano a Edward
profesionalmente y charló con él brevemente antes de apartarse a un lado para hablar con
otro profesor.
—Estoy sorprendido de que nadie corrigió a Masen de su error.
—¿Qué error? —Preguntó Bella.
—Él dijo que ‘Apparuit iam beatitudo vestra’ era una cita de Beatrice, pero no lo es. Es
una cita de Dante. Él dice esas palabras en la segunda sección de La Vida Nueva, cuando
encuentra a Beatrice por primera vez.
Bella sabía eso, por supuesto, pero nunca habría comentado sobre ello. Así que se
mantuvo en silencio.
—Fue un desliz de la lengua. Él puede citar ese texto de memoria. Simplemente pensé
que era gracioso que el Señor Perfecto hiciera un bastante público error y nadie lo corrigiera.
—Peter se rio para sí mismo—. Quizás es por eso por lo que Ángela levantó su mano.
Bella sonrió ligeramente. Sabía que el error de Edward había sido intencional. Pero no
se lo diría a nadie.
—Te ves linda hoy. Siempre te ves linda, pero hoy estás solo… brillante. —Peter le
sonrió—. Espero que no esté pisándole los talones a tu novio al decirte esto. ¿Cuál es su
nombre de nuevo?
—Anthony.
Espero que Anthony no esté en la Mafia.
—Bueno, puedo verlo en tus ojos. Te ves feliz por haber regresado con él.
Y después de semanas de verte triste, estoy feliz de que seas feliz. Aun cuando hayas regresado
con tu ex.
—Gracias —, murmuró.
—¿Así que, por qué el vestido?
Ella miró alrededor del salón—. No sabía si la gente se arreglaba para estas ocasiones.
Sabía que todos los profesores estarían aquí y quería lucir bien.
___
* Ahora aparece la felicidad.

231
Peter rio—. Mira a tu alrededor, Bella. La mayoría de las mujeres académicas no les
importa cómo lucen. Sé que lo dije la otra noche, pero quiero decir de nuevo que espero que
tu ex te traté bien esta vez. O tendré que ir a Seattle y golpearlo.
A este punto, Bella estaba solamente medio escuchando a Peter mientras veía a
Edward saludar a la profesora rubia pequeña con un beso en cada mejilla.
Ella levantó sus cejas en sorpresa.
Y me diste tantos problemas sobre Peter, Edward. Pensaba que no estábamos compartiendo…
Peter negó con su cabeza y murmuró algo debajo de su aliento.
—¿Cuál es el problema?
—Bueno, la lectura estuvo genial. Puedes ver por qué vine aquí para trabajar con él. —
Peter miró significativamente a Edward—. Pero mira lo que está sucediendo.
Como si fuera una indicación, la rubia tiró su cabeza hacia atrás y se rio a carcajadas,
mientras Masen le dio una sonrisa tensa. Ella medía menos de un metro y medio, con cabello
rubio que estaba colocado hacia atrás apretadamente en un moño que se veía severo. Estaba
usando anteojos Armani que eran cuadrados y rojos, y un traje negro que se veía bastante
costoso que se destacaba con una falda tubo que apenas rozaba su rodilla. Bella notó que la
mujer usaba unos tacones rojos bastantes altos que eran obviamente de diseñador y medias
de rejillas negras que hubiesen atrapado solo al más pequeño de los peces.
En resumen, la mujer era hermosa pero parecía bastante fuera de lugar junto con todos
los otros profesionales académicos. Y había algo sobre su conducta que era decididamente
agresiva.
—Esa es la profesora Singer.
—¿La rubia?
—Sí. La mujer de cabello oscuro es la profesora Leaming. Ella es genial. Necesitas
conocerla. Pero mantente apartada de Singer, ella es una mujer dragón.
El estómago de Bella dio un vuelco mientras veía a la profesora Singer tomar el
antebrazo de Edward en una manera bastante familiar, clavándole sus parecidas a garras,
garras rojas en la chaqueta del traje mientras se paraba de puntillas para susurrar algo en su
oído.
—¿Por qué dices eso? —Susurró.
—¿Has visto su sitio web?
—No.
—Considérate afortunada. Probablemente te desmayarías si leyeras lo que a ella le
gusta.
Bella tomó una respiración profunda y se obligó a calmarse, aunque una ola de nausea
le invadió.
—La llaman profesora Dolor.
Bella a regañadientes apartó sus ojos lejos de la demostración asquerosa que estaban
mostrando la profesora Dolor y Masen y empezó a retorcer sus manos nerviosamente.
Me pregunto si su primer nombre es Tanya.
—Um, supongo que debo irme, Peter.
—Te acompañaré a casa. —Se levantó y la ayudó con su abrigo.
Ellos dejaron sus asientos y estaban justo a punto de caminar por el pasillo hacia la
salida cuando el Presidente de los Estudios Italianos llamó la atención de Peter, haciéndole
señas para que se acercara.
—Solo me tardaré un minuto. Espérame.
Bella se sintió insegura sobre sus pies así que se sentó, fijando sus ojos en el suelo.
Edward no la había visto de ninguna forma y por su lenguaje corporal se preguntaba si
él estaba evitando su mirada a propósito.
Peter tuvo un breve intercambio con el Presidente y después se volteó y señaló hacia
Bella. El Jefe asintió y le dio una palmada en su espalda.

232
Para el tiempo que regresó, Peter estaba radiante.
—Bueno, nunca adivinaras de qué se trató eso.
Bella negó con su cabeza.
—Hemos sido invitado a la cena de la facultad en honor a la conferencia de Masen.
Bella levantó la mirada para verlo con sorpresa—. Estás bromeando.
—No. Aparentemente, hay dinero en el presupuesto para un par de estudiantes de
postgrado y el Presidente decidió invitarme. Cuando le dije que estaba contigo, él te pidió
venir como mi invitada. —Sonrió—. Pobre Ángela que no recibió una invitación. Este es tu
día de suerte.
En ese momento, los ojos de Edward se encontraron con los de Bella desde atrás de la
espalda de Peter.
Ella estaba asombrada por lo que vio.
Edward estaba molesto, inclusive furioso, y estaba negando con su cabeza
minuciosamente a Bella. No tenía idea de lo que él le estaba tratando de comunicar. Sus ojos
volaron sobre Peter y después de regreso a ella y negó su cabeza.
Bella apartó su mirada.
¿Cómo puede Edward estar celoso cuando la profesora Dolor estaba toda sobre él?
—No tenemos que ir, si tú no quieres. —Peter tosió ligeramente—. Sé que Masen ha
sido un pendejo contigo. Probablemente no quieras celebrar su reciente éxito con paella.
Bella pensó sobre eso por un momento y estaba a punto de declinar la invitación,
cuando la profesora Singer se apartó de Edward a fin de saludar a alguien más.
Inmediatamente respiró en un signo de alivio.
—Sería maleducado rechazar una invitación cuando viene del Presidente.
—Probablemente tienes razón, Bella. Te prometo que te divertirás. Vamos a ir a
Segovia, el cual es un restaurante Español. La comida y la atmosfera son geniales.
Como el teléfono celular de Bella estaba apagado y como estaba caminando con Peter,
resistió la urgencia de escribirle a Edward para preguntarle cuál era su problema. Siguió a
Peter por el pasillo y después fuera del edificio hacia el aire fresco de noviembre.
—La cena no es hasta las siete. Los profesores están teniendo una recepción privada de
vino y queso de vuelta en el Centro, así que tenemos algún tiempo. ¿Te gustaría ir a
Starbucks? ¿O a cualquier otro sitio?
—Starbucks está bien.
Dos amigos empezaron a caminar silenciosamente por el pasillo. Unos minutos
después, ella finalmente sacó el coraje para hacer la pregunta que le había estado
molestando.
—¿Conoces a la profesora Singer bien?
—No en realidad. He escuchado cosas a través de los chismes, mayormente. Y vi un
par de emails una vez. —Peter negó con su cabeza y maldijo—. Desearía que pudiera no
haber visto los emails que le envió a Masen. Quedaron quemados dentro de mi cerebro.
—¿Cuál es su primer nombre?
—Jane.

233
Capítulo dieciocho.

Bella invitó a Peter un café que pagó disimuladamente con una tarjeta de regalo de
Starbucks. Una tarjeta de regalo de Starbucks que tenía una imagen de una bombilla de luz
en ella.
Cuando los dos amigos cruzaron eventualmente el umbral de Segovia, fueron recibidos
inmediatamente por un español muy agradable a la vista, quien se identificó a sí mismo
como el dueño. Para deleite del propietario, Peter respondió en español.
El interior de Segovia presentaba paredes de amarillo alegre las cuales estaban
pintadas con imágenes de los dibujos de Picasso de Don Quijote y Sancho Panza. Un
guitarrista clásico se sentaba en una esquina tocando arreglos del Maestro Segovia. Y cerca,
una serie de mesas largas habían sido colocadas en un cuadrado en el propio centro de la
habitación, marcando el espacio reservado para la cena de la facultad. Esa configuración
geométrica hacia inevitable que todos los invitados se sentaran mirándose uno al otro.
Bella no le entusiasmaba la idea de estar enfrente de la profesora Dolor y si creyera que
hubiese podido declinar la invitación sin insultar o llamar demasiado la atención del
Presidente, quien le había otorgado la beca M.T. Masen, lo habría hecho.
Peter escogió asientos en una de las esquinas más lejanas de la mesa, porque de nuevo,
él era consciente del sistema de casta y sabía que su lugar no era uno de honor. Mientras
Peter discutía el menú y la lista de vino con el mesero en Español*, Bella reflexionó
silenciosamente sobre los celos de Edward y sigilosamente encendió su teléfono para poder
enviarle un mensaje de texto.
Pero había un mensaje de texto esperando por ella, el cual decía lo siguiente:

No vengas a la cena.
Dale a Peter una excusa.
Espérame en mi casa; el conserje te dejara entrar.
Te lo explicaré después.
Por favor haz lo que te pido.
-E

Bella estaba mirando fijamente a la pantalla cando sintió que Peter le daba un codazo.
Rápidamente escondió su teléfono.
—¿Te gustaría un trago?
Estaba notablemente distraída, él lo había notado, y se estaba preguntando si estaba
teniendo problemas con Anthony. O tal vez solamente había tenido una semana larga y de
verdad necesitaba un coctel.
—Um, probablemente no es temporada de sangría, pero me gustaría un poco si ellos
tienen.
—Nuestra sangría es excelente —, dijo el mesero, antes de irse para dejar sus pedidos
de bebidas con el cantinero.
—Peter, tengo que escribirle un mensaje de Anthony. Lamento ser maleducada.
—No te preocupes —, dijo Peter, ocupándose con el menú mientras Bella rápidamente
escribía una respuesta.

Mi teléfono estaba apagado.


Es demasiado tarde, ya estoy aquí.
No tienes nada por lo que estar celoso…
Me voy a ir a casa contigo esta noche.
___
* Español en el original.

234
Y me tendrás en tu cama hasta mañana,
-B

Bella guardó su teléfono en su bolso de mensajero, rezando silenciosamente que


Edward no estuviera tan enojado con ella.
Oh dioses de todos los sobreprotectores y celosos (rellenen la descripción apropiada de Edward y
nuestra relación aquí) por favor no permitan que él haga una escena.
Lamentablemente para Bella y para quien sea que estuviera escribiéndole, el bolso de
mensajero amortiguó el sonido de un mensaje de texto entrante, el cual llegó poco después.
Veinte minutos más tarde, el resto de los invitados llegaron. La profesora Leaming y
algunos de los otros profesores estaban sentados al lado de Peter. En el otro extremo de la
mesa en el centro, Edward se sentó entre el Presidente de los Estudios Italianos y la profesora
Singer.
Bella comenzó a beber su sangría con demasiado entusiasmo, teniendo la esperanza
que podría conseguir que se lo rellenaran para ayudar a aliviar la tensión que crepitaba en el
aire. Y la sangría estaba llena de un montón de cítricos, lo cual le satisfacía mucho.
—¿Tienes frío? —Peter señaló a la pashmina de lana purpura que estaba envuelta muy
chic alrededor de su cuello.
—En realidad no. —Lentamente removió su bufanda y se inclinó para colocarla sobre
su bolso de mensajero.
Peter educadamente desvió sus ojos de la delicada y pálida piel del cuello de Bella y la
línea V de su cuello que se volvió visible. Era hermosa y su cuerpo, aunque pequeño, estaba
bendecido con senos generosos que le proporcionaba un escote proporcional y esplendido.
Ella no podría saber esto, pero en cuanto se removió la pashmina un par de ojos verdes
vividos se lanzaron alrededor de la mesa, parando hambrientamente en su piel y en su
forma, antes de hacer una rápida retirada.
—Peter, ¿qué pasa con la profesora Singer? —Bella mantuvo su voz baja detrás de su
copa de vino.
El camarero se detuvo para rellenar la bebida de Bella.
Peter vio a Singer sentándose demasiado cerca de Masen, y vio como Masen sutilmente
movió su silla lejos de ella. Ella movió su silla más cerca en respuesta.
Pero Bella se perdió eso.
—Ella y Masen tuvieron un romance. Parece como si ellos estuvieran de vuelta a ello.
—Peter se rio y negó con la cabeza—. Supongo que descubrimos quién lo puso en buen
humor esta semana.
Los ojos de Bella se agrandaron y se sintió instantáneamente enferma.
—¿Así que él era su… novio?
Peter se inclinó más cerca, para que la profesora Leaming no pudiera escuchar su
conversación. Por supuesto, el hecho que una bailarina de flamenco hubiera aparecido y
ahora estaba bailando por las notas de un guitarrista clásico escandaloso hacía su tarea
mucho más fácil.
—Espera un minuto. —Él le pasó un plato de tapas a Bella—. Prueba estos. Es chorizo
y queso manchego, y crostini con Cabrales, un queso azul español.
Bella se sirvió a sí misma y luego mordisqueó los aperitivos mientras esperaba por una
respuesta.
—Singer no tiene novios. A ella le gusta el dolor. Y el control. Tú sabes… —Su voz se
apagó sugestivamente.
Pero Bella no sabía. Y con una mirada a la confusión de su hermosa cara, Peter se dio
cuenta de eso.
—¿Alguna vez viste Pulp Fiction? ¿Sabes cuando el hombre dice, “!voy a volverme
medieval en tu trasero!”?

235
Ella negó con su cabeza—. No me gusta Quentin Tarantino. Es muy oscuro.
—Solo digamos que a la profesora Dolor le gusta volverse medieval… en su vida
personal… en los traseros de la gente. Eso es lo que le atrae.
Bella tragó un pedazo de chorizo rápidamente—. Así que eso significa que él…
—Es un enfermo bastardo como lo es ella y que se satisface por el dolor. Pero él es un
gran investigador, como viste esta tarde. Yo trato de no pensar sobre lo que pasa en su jodida
vida personal. Pienso que los amantes deberían ser suaves uno con el otro. Por supuesto,
dudo que el amor entre en lo que están haciendo.
Peter se encogió de hombros y miró alrededor con nerviosismo antes de inclinarse más
cerca de Bella.
—Creo que si te interesa lo suficiente alguien para tener sexo con ella, entonces debería
interesarte lo suficiente sobre ellos para respetarlos como una persona y no tratarlos como
una cosa. Deberías ser responsable y cuidadoso y nunca, jamás, lastimarlos. Incluso si ellos
están lo suficientemente jodidos para rogarte que lo hicieras.
Bella se estremeció y tomó un sorbo bastante largo de su sangría, con la esperanza de
que calmara sus nervios.
—Algunas personas quieres ser atadas, o tratadas como un bebé o un perro. Algunas
personas quieren interpretar un papel y disfrazarse. —Él negó con su cabeza—. Estoy seguro
que algunas de esas cosas son inofensivas. Pero no puedo relacionarme con alguien que
quiera dolor y lo asocie con el sexo, lo cual es increíblemente placentero. ¿Crees que Dante
hubiese atado a Beatrice y utilizado un látigo con ella?
Bella dudó y luego negó con su cabeza.
—Cuando yo era estudiante de St. Michael tomé un curso de Filosofía del sexo, amor y
amistad. Nosotros hablamos sobre consentimientos. ¿Sabes como todos dicen que mientras
que una actividad sea entre dos adultos conscientes, está bien? Nuestro profesor nos
preguntó si pensábamos que los seres humanos pudieran consentir a una injusticia, tal como
aceptar venderse a sí mismos como esclavos.
—Nadie quiere ser un esclavo.
—En el mundo de la profesora Dolor, algunas personas lo hacen. Algunas personas se
venden a sí mismas en una esclavitud sexual… voluntariamente. Así que la pregunta filosófica
es… ¿la esclavitud está bien si el esclavo quiere ser un esclavo? ¿Puede alguien que está en
pleno uso de sus conocimientos consentir ser un esclavo, o asumirías que esa persona es
irracional?
Bella empezó a sentirse más que ligeramente incomoda de tener esa conversación
particular tan cerca de la profesora Dolor y Edward, así que se tomó lo último que quedaba
de su segunda sangría y cambió el tema rápidamente.
—¿Cuál es el tema de tu tesis, Peter? Creo que nunca me lo has dicho.
Peter rio—. Placer y la visión bealítifica. Una comparación entre los pecados capitales
asociados con el placer (lujuria, gula y avaricia) y el placer de la visión bealítifica en el
Paraíso. Masen ha sido un sensacional tutor de tesis, pero como dije, me mantengo lejos de
su vida personal. A pesar de que probablemente él sería un infierno de caso de estudio para
el Segundo Circulo del Infierno.
Bella lo miró pensativamente—. No puedo entender por qué todo el mundo
simplemente no quiere la bondad. La vida es suficientemente dolorosa.
—Me siento de la misma manera, Bella, pero ese es el mundo en el que vivimos. —
Sonrió con buen humor—. Estoy contento de que Anthony sea bueno contigo. Solo está
agradecida que encontraste a alguien que no le gusta la mierda enferma.
En ese momento fueron interrumpidos por el mesero, quien se acercó para tomar su
orden para la cena, así que Peter no vio que todo el color de las mejillas y los labios de Bella
habían desaparecido.

236
Ella involuntariamente se asomó hacia Edward y vio a Singer susurrando en su oído de
nuevo.
Los ojos de Edward se mantuvieron obstinadamente fijos en la mesa frente a él, los
dientes apretados y la mandíbula tensa. Tomó su copa de vino, bebió y la remplazó, todo
mientras Bella miraba.
Mírame, Edward. Pon tus ojos en blanco, aprieta el puente de tu nariz, jala de tu cabello… algo,
cualquier cosa. Muéstrame que todo esto es un malentendido.
—¿Bella? —La voz de Peter interrumpió sus pensamientos—. ¿Quieres compartir la
paella Valenciana conmigo? Solo la hacen para dos. Es muy buena. —Ahora Peter notó la
palidez de Bella y el hecho de que sus dedos estaban temblando—. Hey, ¿estás bien?
Ella frotó su frente—. Síp. La paella está bien.
—Tal vez deberías ir despacio con la sangría. No has tenido mucho para comer y estás
empezando a verte enferma.
Peter estaba preocupado de que hubiera horrorizado a Bella con sus revelaciones
escandalosas por lo que hizo grandes esfuerzos para distraerla, contándole historias de su
más reciente viaje a España y la belleza de la arquitectura barcelonesa de Gaudí.
Bella asintió en el momento justo e incluso hizo preguntas de vez en cuando, pero su
mente estaba bastante lejos, al otro lado de la mesa, tratando de averiguar quién era
exactamente la persona con la que había compartido la cama una semana atrás. Y con quién
él había compartido su cama antes de ella…
Y después se dio cuenta que la mano izquierda de la profesora Singer estaba oculta a la
vista.
Ella no se atrevía a encontrarse con los ojos de Edward.
Pero eso no evito que la profesora Singer notara a Bella. Sus ojos se encontraron justo
cuando el cuerpo de Edward empezó a retorcerse en reacción a algo que estaba sucediendo
debajo de la mesa.
Bella se sonrojó y apartó la mirada, mientras la cara de Singer llevaba una mirada de
diversión inquisitiva que lentamente se transformó en una mirada fija, fascinada.
Inmediatamente hizo una débil excusa a Peter sobre no sentirse bien y dejó la mesa,
subiendo las escaleras para el segundo piso a fin de visitar el baño.
Ella se miró a sí misma en el espejo y trató de procesar lo que Peter le había dicho. Sus
pensamientos eran un revoltijo sórdido de palabras e imágenes oscuras, algunas de las cuales
eran de su pasado.
¿Por qué cualquier persona querría ser golpeada? Edward y Jane… dolor… control… los dedos
de Jane en el regazo de Edward… Jane golpeando a Edward… Edward golpeando a Jane.
Bella se encontró a sí misma apoyándose contra el mostrador mientras sus rodillas se
debilitaban. No estaba segura de cuánto tiempo se paró allí, con los ojos cerrados, antes que
alguien abriera la puerta.
—Hola.
La profesora Singer sonrió ampliamente, mostrando hileras de dientes blancos y
perfectos.
Bella se maravilló de cómo la luz al reflejarse en los lentes rojos de Singer engañaba al
cerebro para hacerle pensar que sus ojos eran de color rojo brillante.
—Soy Jane Singer. Es un placer conocerte. —Ella extendió su mano y Bella la tomó a
regañadientes, murmurando una respuesta.
La mano de Jane era fría pero estaba lejos de ser sin vida. Agarró la mano de Bella
firmemente y por demasiado tiempo. Mientras la liberaba, trazaba con un dedo la línea de
vida de Bella como si estuviera midiéndola intencionalmente.
Bella se estremeció.
Jane ladeó su cabeza hacia un lado y entrecerró los ojos ligeramente.
—Pensé que me estabas esperando. ¿Te hago sentir nerviosa?

237
Bella frunció el ceño.
—No, vine aquí para lavar mis manos. Creo que me va a dar la gripe.
—Eso es una lástima. —Jane sonrió incluso más ampliamente y dio un paso más
cerca—. Pareces lo suficientemente saludable. Tienes una adorable piel.
—Gracias. —Bella parecía perpleja.
—De nada. De nada. ¿Estás usando lápiz de labio o es ese el color natural de tus labios?
Jane se inclinó hacia adelante con su cintura y miró muy intensamente a la boca abierta
y madura de Bella, sus caras a simples centímetros una de la otra.
Bella dio un paso hacia atrás—. Um, es mi color natural.
Jane tomó otro paso hacia delante.
—Extraordinario. Sabes, por supuesto, que el tono natural de los labios es repetido en
el cuerpo de la mujer en más lugares íntimos. Tu color es tan agradable en tu boca. Estoy
segura que es impresionante en cualquier otro lugar.
Bella quedó boca abierta.
—Mírate a ti misma en el espejo. Ve cuan adorable eres. ¿Cómo no pude haberte
notado abajo? Y afortunadamente, tú me notaste también.
Jane tomó otro paso hacia delante y bajó su voz.
—¿Te gusta observar? —Susurró—. ¿Te gusta observar lo que yo le estaba haciendo
debajo de la mesa?
Bella se ruborizó—. No sé de qué estás hablando.
—Sabes que la carne cambia de color en respuesta a un mayor flujo sanguíneo. Como
ahora. Te he avergonzado o excitado, así que tus mejillas se han sonrojado al igual que tus
labios. Pero estás sonrojada por otras partes, ¿no es así? Tus areolas y pezones. —Bajó la voz
aún más—. Y más abajo, estoy segura de que tú hermosa perla rosada se ha hinchado y
brillado, finalmente saliendo para jugar… rogando por ser acariciada e incitada… —Se lamió
sus labios y sonrió—. Creo que quieres que te provoque. Tú podrías ser una tan hermosa
mascotita.
¿Ella dijo lo que creo que dijo? ¿Acaba de hablar sobre tocar mí…?
—No tienes nada que yo quiera.
Eso hizo que Jane se apartara. La muestra repentina de espíritu de Bella fue
completamente inesperada.
—No estoy interesada en ser la mascota de nadie. Soy un ser humano, no un animal. —
Bella no sabía en qué lugar del infierno sagrado encontró el valor para discutir con la
profesora Singer, pero lo encontró.
Jane rio.
—Los seres humanos son animales, querida. Compartimos la misma fisiología, las
mismas reacciones a los estímulos, la misma necesidad por comida, bebida y sexo. Solo
somos más inteligentes.
Bella se irguió en toda su altura y la miró hacia abajo.
—Soy lo suficientemente inteligente para saber lo que es un animal. Y no estoy
interesada en ser follada como uno. Discúlpeme.
Bella la esquivó rápidamente, en dirección a la puerta.
—Si cambias de opinión, ven y encuéntrame —, ronroneó Jane.
—No hay una posibilidad en el infierno —, escupió Bella, por encima de su hombro.
Ella huyó, inhalando y exhalando muy rápidamente mientras empezaba a correr por el
pasillo, dejando el baño detrás.
Un rápido par de pisadas la seguían.
Dejó de escapar un grito cuando alguien la agarró y jaló dentro de un cuarto oscuro,
cerrando y trancando la puerta detrás de ellos.
Ella empujó contra un pecho duro antes de que alguien tomara sus muñecas.
—Isabella.

238
Era muy oscuro para ver su cara, pero por supuesto que reconoció la voz y la corriente
eléctrica que zumbaba de arriba hacia abajo en sus brazos en reacción por su toque.
—Por favor enciende la luz. Yo… yo soy claustrofóbica. —La voz de Bella sonó a los
oídos de Edward como la de una niña asustada.
Su tono le aterrorizó.
¿Qué pasó?
Liberó sus muñecas rápidamente y sacó su IPhone, sosteniéndolo hacia arriba como
una lámpara para iluminarlos.
—¿Es eso mejor? —Edward suprimió la urgencia de preguntar qué tenía que ver la
luz con la claustrofobia cuando envolvió un brazo alrededor de sus hombros temblorosos y
presionó sus labios en su frente—. Estás a salvo, Isabella. Te tengo.
Bella miró alrededor y se dio cuenta que estaban en un armario de escobas.
—Vi a Jane seguirte. ¿Estás bien?
—No.
—¿Qué hizo ella?
—Ella dijo que yo haría una buena mascota —, susurró Bella, con los ojos bajos.
Edward frunció el ceño sombríamente—. ¿Vas a vomitar?
Ella cerró los ojos y limpió unas cuantas gotas de sudor de su frente—. No lo creo.
Edward rápidamente atenuó la luz de su teléfono para que estuvieran todavía
parcialmente iluminados, porque estaba preocupado que Jane pudiera ver la luz debajo de la
puerta.
—Esto es exactamente lo que yo temía que ocurriría. ¡¿Por qué no hiciste lo que pedí?!
—Te lo dije, no recibí tu mensaje hasta que fue demasiado tarde. Edward, ¿por qué ella
me desea?
Edward gruñó.
—Por tus ojos de ciervo y tu cara angelical. Ella te estaba observando al otro lado de la
mesa y probablemente estaba excitada por tu timidez. Tenerte en el mismo cuarto que ella es
el equivalente de tener colgando a un cordero en frente del lobo. —Negó con su cabeza y
maldijo—. Por supuesto que quería mantenerte lejos de ella. ¿Qué clase de pastor sería yo si
permito a un cordero, mi precioso cordero, estar tan cerca de un depredador peligroso?
Bella lo miró fijamente por un momento.
—¿No estabas celoso de Peter?
Edward dejó escapar una respiración fuerte—. Por supuesto que estoy celoso. Los celos
son una nueva emoción para mí, Isabella. No tengo práctica en el arte de “tratando con ello”.
Pero le hubiese rogado para que te llevara a cenar en cualquier otra parte solo para
mantenerte alejada de ella.
—¿Estuviste involucrado con la profesora Singer?
Sus ojos se entrecerraron y presionó sus labios en una línea fina—. Este no es el sitio
para discutir eso.
Bella negó con su cabeza mientras una oleada de nausea se precipitó sobre ella. Había
esperado que Peter estuviera equivocado. Pero la reacción de Edward le dijo lo contrario.
—¿Cómo pudiste, Edward?
—Estás temblando. ¿Vas a desmayarte?
—¿Por qué no contestas mi pregunta?
—Isabella, tu comodidad y bienestar son mi única preocupación en este momento. No
responderé ninguna pregunta hasta que esté convencido que estás bien. Aunque si vomitas,
prometo que sostendré tu cabello. —Él le sonrió ligeramente.
—No voy a vomitar —, murmuró ella—. Desafortunadamente, ella no es la primera
mujer que me coquetea. Estoy más molesta por el hecho de que tú me estés escondiendo
algo.

239
Las cejas de Edward se fruncieron por su admisión, pero rápidamente alejo su
preocupación a un lado.
—Isabella, confía en mí cuando te digo que tú no quieres conocer más sobre ella. Tu
mente debería permanecer sin contaminar.
—¿Pero está bien que ella te toque debajo de la mesa? Así fue como me notó, Edward.
Me encontró observando.
La cara de Edward enrojeció y Bella vio chispas en sus ojos.
—Me está incitando, Isabella. Y por razones obvias, no puedo reaccionar y tener una
escena con ella en público. Tenía la esperanza que te ignorara y centrara toda su atención
retorcida conmigo. Claramente, estaba equivocado.
—¿Por qué tuve que descubrir por Peter que estuviste involucrado con ella?
—¿Peter dijo eso?
Ella asintió.
Edward hizo un juramento y empezó a frotar sus ojos con fuerza, como si estuviera
borrando una imagen repulsiva.
—Hoy es la primera vez que la había visto en meses. Ella es parte de mi pasado; una
pasado que no repetiré. No si yo viviera para siempre.
—Peter dijo que a ella le gustaba el dolor. ¿Fueron… violentos mutuamente?
Bella lo oyó apretar sus puños a cada lado, como los tendones de sus brazos zumbaron
en la contracción.
—Sí —, habló con los dientes apretados —. Me gustaría decirte que ella fue Orfeo y yo
fui Perséfone*, pero eso no fue lo que ocurrió. Sin embargo, no voy a explicar los contornos
oscuros del inframundo a ti, Isabella. Ni siquiera un solo pensamiento tuyo pertenece allí.
Pero te diré que durante uno de mis… encuentros con Jane, ella hizo algo que causó que
perdiera mi temperamento. Y le di una prueba de su propia medicina. Ese solo acto terminó
con nuestros encuentros y yo me fui inmediatamente de su casa.
—¿Ella te golpeó?
—Más de una vez —, dijo Edward con voz áspera, ceñudo—. Ese era el punto.
—Edward. —Su nombre salió como algo parecido a un sollozó y su corazón fue
traspasado al instante—. ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste permitir que te tocara, y mucho
menos hacerte daño?
Él suspiró y la abrazó con más fuerza.
—Isabella, no quieres escuchar esto. Por favor olvida lo que Peter dijo. Olvídalo todo
sobre ella.
Bella buscó por sus ojos.
—Lo que dijiste en tu conferencia sobre hacer el amor fue realmente hermoso. Pero eso
no es lo que tú quieres. O quizás piensas que es imposible para los amantes ser así.
Los ojos de Edward se clavaron en los de ella.
—Por supuesto que es lo que quiero. Por supuesto que pienso que es posible. Solo que
nunca lo he experimentado. —Aclaró su garganta—. Tú no eres la única virgen en esta
relación, Isabella.
Bella lo miró sorprendida—. ¿Entonces, por qué querrías que alguien te lastimara? ¿No
has sido suficientemente herido ya?
Él le dio una mirada llena de dolor.
___
*Perséfone, mitología griega, era la reina del inframundo —la que lleva la muerte—. A la única
persona que le mostró clemencia fue a Orfeo, permitiendo que se llevara a su esposa Euridice con la
condición que esta caminara tras de él y nunca intentase mirarla a la cara hasta que estuvieran en la
tierra; pero Orfeo falló, la vio casi al final del camino y la perdió para siempre. Edward en este caso
se refiere que él quisiera decirle que mostró clemencia y no la golpeó o fue violento, pero no fue lo que
ocurrió.

240
—Edward, tu vida es como una serie de cuartos cerrados y secretos. No tengo ni idea
de lo que se esconde detrás de esas puertas. Y tú no me lo dirás. Tengo que descubrirlo por
tu asistente de investigación.
—Te pregunté sobre Jacob y no quisiste decírmelo. Hasta ahora estamos iguales.
Bella dio un respingo.
—Te conté sobre Renée.
Edward suspiró—. Sí, lo hiciste. Y escuchar sobre lo que te pasó en Phoenix me hirió
mucho más de lo que podría decir. Más que Jane y sus trucos de salón. —Negó con su
cabeza—. Tienes razón. Debí haber sabido que ella iría a mi conferencia y debería haberte
contado sobre ella. Tenía miedo. —Cambió su peso de un pie hacia el otro y Bella escuchó su
puño deslizarse por uno de los bolsillos de sus pantalones—. Pensé que cuando te lo dijera,
estarías tan repelida por mí que correrías. Te darías cuenta que de verdad soy un monstruo.
—Un monstruo que aún tiene bondad dentro de él. Un monstruo que aspira a hacer el
amor con una mujer y tratarla con ternura —, susurró Bella y cerró sus ojos—. Escuchar
sobre la profesora Singer de ti hubiese sido mucho mejor que descubrirlo así. O tenerlo
exhibido enfrente de mí cuando ni siquiera mirabas hacia mi dirección.
—Llevó una tremenda vergüenza, Isabella, lo cual es algo de lo que sabes muy poco.
—Tú no eres el único pecador en este armario, Edward. —Abrió sus ojos e inhaló
lentamente—. Es por eso por lo que no puedo mantener tus pecados pasados en tu contra.
¿Todavía la deseas?
—¡Por supuesto que no! —El comportamiento de Edward cambió inmediatamente a la
indignación—. Nosotros no tuvimos una relación, Isabella; tuvimos un par de encuentros. Fue
hace más de un año y no he estado involucrado con ella desde entonces. —Suspiró
profundamente—. Si insistes, te contaré más, pero no puedo hacerlo ahora. ¿Puedes darme
hasta después de la cena para explicarte? ¿Por favor?
Ella se mordió el labio pensativamente.
Edward suavemente presionó su boca en la de ella, tirando de su labio libre con el suyo
y después liberándola lentamente.
—Por favor no te hieras a ti misma, Isabella. Me disgusta.
—Puedo decir lo mismo sobre ti —, susurró.
Él sacudió su cabeza con aire de culpabilidad.
—Te daré hasta después de la cena solamente si prometes no permitirle que te toque.
—Gustosamente.
Bella exhaló profundamente—. Gracias.
—¿Así que te quedaras?
Ella negó con su cabeza—. No puedo sentarme con ella al otro lado de la mesa y comer
paella. Tengo que irme.
—Te llevaré a casa.
—Eres el invitado de honor. No puedes irte.
Edward pasó sus dedos por su cabello mientras pensaba por un momento.
—Por lo menos déjame llamar un taxi para ti. Trataré de irme lo más pronto posible.
Mi conserje te dejara entrar. —Buscó en su bolsillo y sacó un clip de dinero.
—Tengo mi propio dinero.
—Entonces dejarme darte mi tarjeta de crédito para que puedas ordenar cena y hacer
que te la entreguen.
—No puedo comer.
Él suspiró hondo y frotó sus ojos.
Ella se giró para irse, pero Edward extendió su mano y agarró su codo.
—Isabella, espera. —La miró, sus ojos oscuros y tristes—. Cuando te vi caminar dentro
del salón de conferencia, mi corazón se detuvo. Nunca te habías visto más hermosa. Te

241
veías… feliz. —Tragó sonoramente—. Lamento haber matado esa mirada. Lamento no
haberte dicho la verdad. ¿Crees… que tú puedas ser capaz de perdonarme?
—No pecaste contra mí, Edward. —Sus ojos lentamente empezaron a llenarse con
lágrimas—. Estoy tratando de averiguar qué tan arraigado es tu gusto por el dolor. Y lo que
eso significa para nosotros. Siento que no tengo idea de quién eres en realidad. Y eso duele.
Y con eso, ella salió del armario.

-
El destino favoreció a Bella en su regreso a la cena. Mientras recogía sus cosas y decía
sus excusas, Jane estaba todavía instalada en el baño de mujeres. Y otra profesora no estaba
en la mesa.
Una mirada a la cara pálida de Bella y sus ojos llorosos convencieron a Peter de no
tratar de convencerla de que se quedara. Y cuando ella ofreció una débil y obviamente falsa
explicación sobre un mensaje de texto de Anthony que la disgusto, no la cuestionó. Hasta
que estuvieron esperando afuera del restaurante en el aire frío de noviembre.
—¿Bella?
Peter sostuvo la puerta abierta del taxi para ella.
—¿Sí?
—Singer te siguió hacia el baño, ¿no es así?
Bella se mordió su labio y después asintió lentamente.
Él negó con su cabeza—. Ella es una sanguijuela. Una sucia sanguijuela chupasangre.
Lo siento tanto, Bella. Debí haberte acompañado. ¿Estás bien?
—Estoy bien. Pero tengo que irme a casa. Lamento lo de la Paella.
—Que se joda la paella, Bella. Todo lo que me importa eres tú. —Le hizo una ligera
mueca—. Sí quieres presentar una queja contra ella, te llevaré hacia la oficina del Tribunal de
la Vicepresidencia el lunes.
—¿Qué es eso?
—Es la oficina que maneja los alegatos de mala conducta contra el personal docente y
administrativo. Si quieres decirle al Tribunal sobre lo que pasó con Singer, te ayudaré.
Bella negó con su cabeza—. Le dije que no estaba interesada. Voy a dejarlo así. Al
menos que algo más pase.
—Entiendo. Pero deberías saber que yo presenté un reclamo contra ella el año pasado.
A pesar de que era su palabra contra la mía, mi queja de acoso todavía está en su expediente.
Ella se mantiene lejos de mí ahora. Fue la mejor decisión que alguna vez tomé.
Su sonrisa desapareció—. No creo que yo quiera hacer eso. Pero pensaré sobre ello. Y
lamento que eso te haya pasado.
—No te preocupes por mí. Ten un buen fin de semana, Bella, y trata de olvidarte sobre
esto. Si necesitas hablar, tienes mi número. Te veré la próxima semana.
Y con eso, el taxi hizo el recorrido de dos cuadras hacia el edificio Manulife.
Mientras las palabras de Virgilio sonaban por los oídos de Bella, ella revisó su teléfono
celular y encontró el siguiente mensaje de texto, el cual había sido enviado corto tiempo
después que los profesores llegaran a Segovia:

Mantente lejos de la prof. Singer.


Mantente cerca a Peter… ella lo desprecia.
Mantente a salvo,
-E

242
Cuando Bella entró al apartamento de Edward, rápidamente encendió las luces y la
chimenea, con la esperanza de disipar la oscuridad que sentía arrastrarse cerca de su
corazón. Pero no pareció ayudar.
En realidad, todo lo que quería hacer era irse a casa y enrollarse en su cama y colocar
sus cobijas sobre su cabeza. Quería alejarse y olvidar. Pero ahora sabía más que esconderse
de la realidad.
Se encontró a sí misma caminando por el pasillo y hacia el cuarto de Edward. No
quería fisgonear. Sin embargo, ella se colocó sobre sus manos y rodillas en su closet,
buscando por las fotografías en blanco y negro, preguntándose si Jane estaba en una de ellas.
Pero se habían ido.
Buscó en cada centímetro de su closet y alrededor de su cuarto e incluso debajo de su
cama. Las fotos habían sido removidas.
Colgadas en la pared en lugar de las seis fotografías estaban seis piezas de artes,
algunas abstractas, algunas renacentistas, una de Tom Thomson, pero todas hermosas y
extrañamente… pacificas.
Edward redecoró.
Se paró en frente de su vestidor admirando la copia de la Primavera de Botticelli que
estaba expuesta sobre él, cuando su mirada se posó en la fotografía ocho por diez en un
marco oscuro. La tomó y observó con detenimiento. Era de un hombre y una mujer bailando.
El hombre era alto, hermoso, elegante y dominante, y miraba hacia la mujer con una amplia
sonrisa y una mirada intensa, casi caliente. La mujer era más pequeña, sonrojada y mirando
los botones de su camisa. Ella estaba usando un vestido azul Santorini que era tan vibrante
que parecía disminuir todos los otros colores en la fotografía.
¿Cómo consiguió una fotografía de nosotros dos bailando en el Lobby?
Alice.
Bella rápidamente colocó la foto de nuevo donde la encontró y salió del cuarto de
Edward, asegurándose de apagar todas las luces.
Se decidió a sentarse en el sofá, cerca del fuego. Y después decidió reclinarse en el sofá.
Y antes de saber lo que estaba pasando, cerró sus ojos y se quedó dormida, el estrés del día
había cobrado su precio.

-
Edward era una clase de camaleón, integrado en su entorno. Él fue encantador y
amable con sus colegas en la cena. Pero al mismo tiempo, su interior estaba revuelto y su
mente acelerada. Tuvo que forzarse a sí mismo para comer y para declinar una y otra
libación*. Estaba convencido que iría a casa para encontrarse con un apartamento vacío.
Isabella iba a huir.
No era sorprendente… sabía que iba a suceder con el tiempo. Simplemente no había
pensado que sería este secreto el que los separaría. No era digno de ella por muchas razones,
razones que había escondido cobardemente.
No era una cuestión de amor, porque Edward no creía que ella pudiera amarlo alguna
vez. Él no era amado. Tenía la esperanza de ser capaz de cortejarla el tiempo suficiente para
que sus afectos y amistad los unieran, incluso al frente de una parte de su oscuridad. Ahora
era demasiado tarde.
Sin embargo, después de despedirse de sus colegas, caminó de vuelta a su
apartamento, orando en contra de sus expectativas que Isabella estuviera sentada cerca del
fuego.
La encontró dormida en su sofá, su cara como una imagen de paz perfecta. No estaba
___
* La libación es un ritual religioso que consistía en la aspersión de una bebida en ofrenda a un
dios, en este caso se refiere a que rechazo trago tras trago para brindar a su triunfo.

243
dispuesto a eliminar esa expresión de su rostro, así que se sentó a su lado. Trató
valientemente de mantenerse quieto, de resistirse a tocarla. Pero no pudo. Extendió
tentativamente una mano y acarició suavemente su cabello largo y sedoso.
Necesitaba música. En ese momento, sintió la necesidad de la melodía y la letra para
calmar su dolor. Pero la única canción de la podía pensar que coincidiría con este momento
era el cover de Gary Jules de Mad World. Y Edward no quería estar escuchando esa canción
cuando Isabella lo dejara.
De repente, sus ojos se abrieron.
Ella vio que Edward ya no estaba usando la chaqueta de su traje y la corbata, y había
desabotonado los primeros tres botones de su camisa. También se había quitado sus gemelos
y se había arremangado sus mangas.
Él le sonrió pero su expresión era cautelosa.
—No quería despertarte.
—Está bien. Me acabo de quedar dormida.
Ella se sentó lentamente y frotó un poco sus ojos.
—Puedes volver a dormirte.
—No creo que eso sea una buena idea. Estoy bien, Edward.
—¿Comiste algo?
Ella negó con su cabeza.
—¿Comerás algo ahora? Podría hacerte una tortilla.
—Mi estómago está lleno de nudos.
Él frunció el ceño ligeramente pero se negó a discutir con ella, porque sabía que una
discusión mucho más grande estaba en el horizonte.
—Tengo un regalo para ti.
—Edward, un regalo es la última cosa que necesito en este momento. —Sonaba
frustrada.
—No estoy de acuerdo. Pero puede esperar.
Se movió incómodamente en el sofá, nunca apartando sus ojos de los de ella.
—Estás usando una bufanda alrededor de tu cuello y sentada junto a una fogata, pero
aun así estás muy pálida. ¿Tienes frío?
—No. —Bella levantó su mano para quitarse la bufanda, pero los dedos largos y
delgados retuvieron su mano.
—¿Puedo?
Bella movió su mano y asintió ligeramente.
Edward se inclinó más cerca y Bella cerró sus ojos y su esencia la envolvió. Suavemente
le quito la bufanda de su cuello con sus dos manos y la colocó en su sofá entre ellos. Después
extendió su mano tentativamente para trazar con los nudillos de una mano la columna de su
garganta.
—Eres tan hermosa —, murmuró él—. No es de extrañar que todos los ojos estuvieran
en ti esta noche.
Bella se tensó por sus palabras y él se retiró rápidamente, sofocando un suspiro.
Ella miró hacia sus pies y se dio cuenta que había estado tan distraída cuando llegó que
no se había quitado sus botas.
Pero él no había dicho nada.
—Lamento haber puesto mis botas en tu sofá. Me las quitaré. —Se inclinó para
alcanzar uno de los cierres, pero Edward se movió rápidamente para arrodillarse en frente
de ella—. ¿Qué estás haciendo? —Sus ojos se abrieron en confusión.
—He estado admirando tus botas. Muchísimo. — Rozó ligeramente los tacones con sus
manos.
—Alice. Ella tiene un gran gusto, pero sus tacones siempre son muy altos.

244
—Entonces déjame liberarte. —La miró a través de sus pestañas y el corazón de ella se
le apretó.
Él pasó sus manos por sus piernas hasta sus rodillas, donde se encontraba el tope del
cierre.
—¿Puedo? —Preguntó suavemente.
Ella asintió en silencio y sus mejillas explotaron en llamas.
Con veneración, él abrió la cremallera de la bota lentamente, y después suavemente
pasó sus dedos por su pantorrilla y tobillo y la liberó. Repitió ese procedimiento en la otra
pierna y después colocó las botas al lado del sofá. Tomó su pie derecho y empezó a
masajearlo suavemente con sus dos manos.
Bella gimió a pesar de sí misma y después mordió su labio con fuerza por la
vergüenza.
—Está bien pronunciar tu placer, Isabella. —Sonrió hacia ella—. Me asegura que estoy
haciendo algo que no te repulsa.
—Tal vez no me guste verte de rodillas, Edward —, susurro ella.
Su sonrisa desapareció.
—Cuando un hombre se arrodilla ante una mujer, es un gesto de caballerosidad.
Cuando una mujer se arrodilla ante un hombre, es indecoroso.
Bella gimió de nuevo involuntariamente—. ¿Cómo aprendiste a hacer esto?
Él le dio una mirada de asombro.
—¿Cómo aprendiste a dar masajes de pies? —Aclaró, sonrojándose más
profundamente.
Él suspiró—. Por una amiga.
Probablemente una amiga de las fotografías en blanco y negro, pensó Bella.
—Sí —, dijo Edward, como si hubiese leído su mente.
Lo miró con sorpresa.
—Me gustaría extender mi atención al resto de tu cuerpo, pero no creo que un masaje
completo sería posible para nosotros, por lo menos no ahora. —Sus ojos se oscurecieron
ligeramente cuando los de ambos se encontraron.
Él cambió su atención a su otro pie y bajó sus ojos.
—Ya estoy hambriento por tu cuerpo, Isabella. No soy lo suficientemente fuerte para
tocarte castamente, no cuando estés acostada ante mí envuelta únicamente con una sabana.
Pero algún día, tal vez.
Ellos se sentaron en silencio por unos cuantos segundos mientras Edward masajeaba el
pie de Bella. Al final, él se sentó sobre sus talones, acunando sus pies sobre su regazo,
recorriendo los dedos ligeros de arriba hacia abajo sobre sus medias.
—Te llevaré a casa, si lo deseas, y hablaremos mañana. O puedes quedarte aquí.
Puedes tomar mi cuarto y yo dormiré en el cuarto de invitados.
Su rostro tenía una expresión de incertidumbre.
—No quiero prolongar esto —, ofreció, en voz baja—. Así que me gustaría hablar, si
eso está bien.
—Eso está bien. ¿Puedo ofrecerte algo para beber? —Edward hizo un gesto hacia la
cocina—. Puedo abrir una botella de vino. O te haré un coctel. —La miró fijamente—. Por
favor permíteme hacer algo por ti.
Una llama se encendió en medio de Bella, quemando y pasando por encima de ella.
—Agua, por favor. Necesito tener la cabeza clara.
Se paró rápidamente y caminó hacia la cocina. Bella lo escuchó lavarse las manos en el
fregadero y después el sonido de la nevera y el frezeer abriendo y cerrando.
Él regresó hacia ella con un vaso alto lleno con Perrier, hielo y limón.
—Um, Edward, ¿puedo tener un minuto femenino?

245
—Toma todo el tiempo que necesites. Ven hacia la chimenea cuando estés lista. —Le
sonrió gravemente.
Caminó por el pasillo con su bebida y Edward asumió que estaba usando la
oportunidad para calmarse a sí misma por la próxima jodida revelación de su existencia
miserable y atormentada. O quizás iba a encerrarse a sí misma en el baño y exigir hablar con
él a través de la puerta.
No que él pudiera culparla.
La mente de Bella estaba viajando a una velocidad rápida. No sabía lo que Edward iba
a decir. No sabía lo que ella diría en respuesta. Era bastante posible que aprendiera cosas
acerca de él que hiciera imposible que su relación continuara, y ese pensamiento la desgarró.
Porque no importa lo que él hubiese hecho, ella lo amaba.
¿Y qué si él quiere lo que tenía con Jane, conmigo? ¿Podría alejarme?
Se alisó el cabello en la parte posterior de su cabeza, siguiendo con el dedo el largo de
su vieja cicatriz.
Esta es una línea que no cruzaré. No por Edward. No por nadie.
Bella tomó una respiración profunda y regresó a la sala de estar.
Edward estaba sentado en su sillón de terciopelo rojo, mirando ausentemente hacia la
chimenea. Vestido como estaba y meditabundo en su silla magisterial, se parecía bastante a
un personaje de una de las novelas de Brontë.
Mientras Bella observaba sus manos apretar tensamente el brazo del sillón,
silenciosamente oró a Charlotte que Edward fuera uno de los suyos y no uno de los de su
hermana.
Perdóneme, Señorita Charlotte, pero Heathcliff me aterroriza. Si Edward pertenece a tu
hermana Emily, entonces ruégale que escoja a otra Isabella para él. Por favor.*
Por donde Bella estaba parada, él no podía verla. Se detuvo, preguntándose si debería
aclarar su garganta para alertarlo de su presencia.
—Ven a calentarte.
¿Cómo la había escuchado? ¿Podía él de verdad leer sus pensamientos?
Ella caminó hacia él e hizo como si fuera a sentarse en la alfombra frente del fuego,
pero su mano se levantó para detenerla.
Él forzó una sonrisa.
—Por favor. Siéntate en mi regazo. O en el otomano o en el sofá.
Él todavía no le gusta que yo esté en el suelo, pensó Bella. No se había opuesto a la idea de
sentarse por la chimenea. Pero la simple idea lo ofendía profundamente.
Se abstuvo de su regazo por el otomano y se sentó calladamente, mirando a las llamas
azules y naranjas.
Edward se movió en su silla, preguntándose por qué ella quería estar tan lejos de él.
Porque tú eres un monstruo y te tiene miedo.
—¿Por qué no me quieres de rodillas? —Preguntó ella.
Él se estremeció.
—Tal vez en vista de la conversación de esta noche, tú puedas adivinar la razón. Una
razón multiplicada y fortalecida por lo que me dijiste en tu apartamento. —Hizo una pausa y
la miró mordazmente—. Además, quiero que nosotros seamos iguales.
—No somos iguales.
—Tonterías. Todos los seres humanos son creados iguales.
—Siempre serás el profesor y yo siempre seré la estudiante —, suspiró.
—No serás una estudiante eternamente, Isabella. Y yo me sentaré en primera fila
___
* Las Hermanas Brontë, Charlotte, Emily y Anne, fueron novelistas inglesas cuyas obras
transcendieron la época victoriana para convertirse en clásicos. Charlotte, escribió — entre otras —
Jane Eyre; Anne, Agnes Grey y Emily escribió Cumbres Borrascosas. Todas murieron de tuberculosis).

246
cuando tú otorgues tu primera conferencia. En cuanto a tu perjuicio del profesorado, ¿si nos
pinchas, no sangraríamos?
—¿Y si nos haces daño, no nos vengaríamos?* — Bella respondió.
Edward se apoyó en su silla y se consintió a sí mismo con una pequeña sonrisa.
—¿Ves? Tú eres bastante mi igual. Yo solo reclamo las ventajas de la edad y
experiencia.
—La edad no te hace necesariamente más sabio; eso depende en cómo uses tu tiempo.
—He hecho un mal uso de eso, como muy bien sabes. Mientras que tú eres aplicada y
brillante y solo estás al principio de lo que promete ser una larga y brillante carrera. Y
demasiado sabia y buena para cometer mis errores.
Ella se quedó en silencio, pretendiendo estar hipnotizada por las llamas palizas y
danzantes.
Él aclaró su garganta.
—Jane no me hizo daño, Isabella. No dejó cicatrices.
Bella volvió sus atormentados ojos para mirar a los de Edward. Ellos eran de un verde
serios y vivos.
—No todas las cicatrices marcan tu piel. ¿Por qué Jane, Edward?
Él se encogió de hombros y apartó la mirada—. ¿Por qué los seres humanos hacen
cualquier cosa? Porque ellos están buscando por la felicidad. En este caso, ella prometió
placer salvaje e intenso a través del dolor. Yo necesitaba la diversión.
—¿Tú le permitiste hacerte daño porque estabas aburrido? —Bella se sintió
instantáneamente enferma.
Las facciones de Edward se endurecieron inmediatamente.
—No espero que entiendas. Pero para ese entonces, era o dolor o alcohol. Y no iba a
hacer nada que pudiera llegar a oídos de Carlisle y Esme. Por cierto, Isabella, orgasmos
perpetuamente disponibles pero sin sentido pueden llegar a cansar.
Recordaré eso, pensó Bella.
—La forma en la que estaba contigo en la conferencia… y después en la cena… ella no
actuaba como una mujer despreciada.
—Ella desprecia la debilidad. Y no puede aceptar el fracaso. Fue un duro golpe a su
reputación y a su inmenso ego cuando falló en controlarme.
—¿Es ella tu igual?
—Difícilmente. Ella es una súcubo* sin corazón ni alma, Isabella.
Bella volvió a mirar al fuego.
—No iba a empezar algo con Jane sin probarlo. Y nosotros nunca fuimos más allá de la
prueba. En otras palabras, aunque ella se comportaba en una manera particular conmigo, yo
no era su mascota en el sentido estricto.
—Ni siquiera sé lo que quiere decir eso.
—Estoy tratando de explicarte esto sin contaminar tu inocencia más de lo que sea
absolutamente necesario. No me obligues a ser explicito. — Su tono era de repente rajante y
frío.
—¿Todavía quieres lo que ella ofrece?
—No. Fue un desastre.
—¿Con alguien más?
—No.
___
* Diálogos del Mercader de Venecia, Shakespeare.
*Súcubo: Es un demonio que toma la forma de una mujer atractiva para seducir hombres, tener
relaciones sexuales con ellos a fin de absorber su sangre o energía vital y así alimentarse. Es una de
las bases de la figura del vampiro.

247
—¿Pero qué hay sobre la próxima vez que la oscuridad aparezca? ¿Qué harás?
Edward la miró fijamente—. Tú disipas la oscuridad, Beatrice. —Aclaró su garganta—.
Isabella. Pensé que lo había dejado claro.
—Dime que ella no está en una de tus fotografías.
—Absolutamente no. Esas fotos fueron de mujeres que me gustaban.
—¿Por qué fuiste expulsado de su casa?
Él apretó sus labios.
—Hice algo que en su mundo era absolutamente inaceptable. Y no te mentiré y te diré
que no disfruté la mirada en su cara cuando le di una probada de su propia medicina.
Bella se estremeció.
—¿Entonces, por qué está ella todavía detrás de ti?
—Yo represento su fracaso, su incapacidad de control. Y poseo ciertas habilidades.
Ella se sonrojó y jugó con sus manos.
—Ella también está interesada en mis habilidades pugilísticas. Cuando descubrió que
era un boxeador y que fui miembro del Club de Esgrima de Oxford, no podía dejarme
tranquilo. Nosotros compartimos esos intereses.
—No puedo estar con alguien que golpee, Edward.
—Y no deberías. No está en mi naturaleza ser violento con las mujeres, sino más bien
ser seductor. Jane fue una excepción. Y si supieras las circunstancias, creo que me
perdonarías.
—No puedo estar con alguien que quiere ser golpeado. La violencia me asusta, Edward.
Necesitas entenderlo.
—Pensé que lo que Jane ofrecía me ayudaría a resolver mis problemas. —Negó su
cabeza con tristeza—. Isabella, nada es tan doloroso como el momento en el cual tuve que
mirarte a los ojos y admitir mi enredo sórdido. Deseo por tu bien que yo no tuviera un
pasado. Deseo que yo fuera tan bueno como tú.
Bella miró hacia el suelo.
—El pensamiento de alguien haciéndote daño… tratándote como un animal… —Su
voz empezó a temblar mientras sus ojos se llenaban lentamente con lágrimas—. No me
importa si tuviste sexo con ella. No me importa si ella no te dejó ninguna marca. No puedo
soportar el pensamiento de alguien hiriéndote a propósito porque tú querías que lo hiciera.
Edward apretó sus labios juntos con fuerza, pero no dijo nada.
—El simple pensamiento de alguien golpeándote me hace sentir enferma.
Él apretó su mandíbula mientras observaba dos lágrimas solitarias resbalar por sus
mejillas.
—Deberías estar con alguien que sea amable contigo. —Ella limpió sus mejillas con el
dorso de su mano—. Prométeme que nunca volverás con ella. O con alguien como ella.
Bella no podía verlo a los ojos, pero su pequeña voz era sorprendentemente
determinada.
Edward la miró repentinamente.
—Te prometí que no tendrás que compartirme. Mantendré mi palabra.
Ella negó con su cabeza—. Quise decir… nunca. Después de mí. Promételo.
Edward gruño—. Lo dices como si es un conclusión inevitable que habrá un después.
Ella se limpió otra lágrima.
—Prométeme que no permitirás que nadie abuse de ti a fin de castigarte a ti mismo. Sin
importar lo que suceda.
Él apretó los labios por esa declaración.
—Prométemelo, Edward. Nunca te pediré por nada. Pero prométeme esto.
Él asintió rígidamente—. Lo prometo.
Bella se relajó inmediatamente y bajó la cabeza, cansada física y emocionalmente.

248
Edward había estado observándola con bastante detenimiento, la alternación de rubor
y palidez de su cara, la forma en cómo había jugueteado y jalado su vestido. Le hizo daño
más de lo que hubiese creído posible verla tan alterada.
Y la vista de sus lágrimas…
El Ángel estaba llorando por el Monstruo.
El Ángel lloró porque estaba apenada por el simple pensamiento de alguien dañando al
Monstruo.
Sin decir palabra, él la atrajo a su regazo.
Él presionó su cabeza suavemente contra su pecho y esperó hasta que relajó su cuerpo.
—No más lágrimas. He visto suficientes lágrimas de ti para el resto de una vida —,
susurro él, presionando sus labios en sus oídos—. Y yo no merezco ni una de ellas. —Suspiró
profundamente y negó con su cabeza—. He hecho una cosa muy egoísta al perseguirte,
Isabella. Deberías estar con alguien de tu propia edad que sea tu igual en inocencia. No con
un Calibán* retorcido como yo.
—Hay momentos cuando eres mi igual en inocencia.
—¿Cuándo? Dime.
—Cuando me sostienes en tus brazos. Cuando acaricias mi cabello —, susurró.
Su rostro se volvió en una expresión pensativa.
—Si no me quieres, todo lo que tienes que hacer es decirlo. Y será como si yo nunca
hubiese existido. No quiero que tengas miedo de lo que podría pasar si me rechazas. Te
prometo que te dejare ir, si eso es lo que quieres.
Bella estaba callada, porque no sabía qué decir.
—Sé que soy controlador y como lo dijiste, dominante. —La voz de Edward era baja y
tensa—. Pero nunca te haré lo que ella hace. No te lastimaré, Isabela. Me siento protector de ti.
Él suavemente trazó sus dedos de arriba hacia abajo a la carne expuesta de su brazo,
sintiendo que la piel se levantaba debajo de sus palabras así como por debajo de sus dedos.
—Estaba más preocupada sobre lo que ella te hizo a ti, Edward.
—Nadie se ha preocupado por mí por algún tiempo.
—Tu familia lo hace. Y yo también, lo sabes. Incluso antes de venir a Toronto.
Él presionó un beso ligero en sus labios y Bella lo correspondió con suavidad.
—A pesar de mi indiscreción pasada, mi gusto va hacia inflingir placer loco y
apasionado a mis amates y no dolor, te lo aseguro. Algún día me gustaría demostrarte ese
lado de mí. Lentamente, por supuesto.
Bella mordió el interior de su boca en silencio, tratando de encontrar las palabras
correctas.
—Necesito decirte algo, Edward.
—¿Sí?
—No soy… tan inocente como piensas.
—¿Qué se supone que significa eso? —Le espetó.
Bella tomó su labio inferior entre sus dientes nerviosamente.
—Lo siento, Isabella. Me tomaste por sorpresa. —Edward frotó sus ojos.
—Tuve un novio.
Él le frunció el ceño—. Sé eso.
—Nosotros, um, hicimos cosas.
Sus cejas se levantaron.
—¿Qué tipo de cosas? —Su pregunta salió antes de que pudiera considerarla por lo
que rápidamente se retractó—. No contestes eso. No quiero saberlo.
___
*Calibán, es un personaje de Shakespeare, de la obra de La Tempestad, un salvaje primitivo esclavizado
por el protagonista, Próspero, es la representación del ser humano básico e instintivo. Después es reutilizado en
la literatura, como “hombre natural” de Rousseau.

249
—No soy tan inocente como fui en el prado, lo que significa que tú tienes… um… una
idealizada y falsa percepción de mí.
Él considero su admisión por un segundo. Quería saber los detalles. Pero estaba
preocupado sobre lo que ella pudiera decir. El pensamiento de que alguien más, de él,
persuadiendo el placer de ella, o incluso tocándola, lo enfurecía. Estaba lejos de la certeza de
que pudiera manejar cualquier confesión de que ella ardía por hacer.
—Tú fuiste mi primer beso. El primero en sostener mi mano —, susurró.
—Me alegra. —Tomó su pequeña mano en la suya y presionó sus labios contra ella—.
Desearía haber sido todos tus primeros.
—Él no los tomó todos.
Bella cerró su boca rápidamente. No había querido decir eso.
Su uso de la palabra tomó hizo que Edward tuviera pensamientos asesinos. Si alguna
vez se encontrara en la misma habitación que él le arrancaría su garganta con sus propias
manos.
—Cuando no regresaste yo empecé a salir con alguien. En Seattle. Y cosas, uh, pasaron.
—¿Querías que esas cosas pasaran?
Bella se retorció.
—Él era mi novio. Él era… exigente. E Impaciente.
—Eso es lo que pensé. Él era un bastardo manipulador que te sedujo.
—Tengo voluntad propia. No tenía que haber cedido.
Edward estuvo pensativo por un segundo. Celoso… la idea de sus manos y sus labios
envueltos alrededor de alguien más… o la boca de alguien más en ella. Su cuerpo…
—No tengo derecho de preguntarte eso, pero lo haré. ¿Lo amaste a él?
—No.
Él trató de esconder su alivio secreto por su respuesta al levantar la barbilla de ella.
—Nunca me toques o permitas que te tome al menos que en verdad me desees. Eso es
una promesa que quiero exigir de ti. En este momento.
Ella parpadeó hacia él en sorpresa.
—Sé cómo puedo ser. Hasta ahora he mantenido mi pasión bajo control. Pero he estado
siendo atrevido contigo, lo sé, y en más de una ocasión te he hecho sentir incomoda. Me
perturbaría descubrir que las cosas progresaron entre nosotros únicamente porque te sientas
coaccionada.
—Lo prometo, Edward.
Él asintió hacia ella—. Isabella, ¿por qué no me permites llamarte Beatrice?
—Me hace sentir triste que nunca quisiste saber mi verdadero nombre.
Edward la miró intensamente.
—Quiero más que eso, Isabella. Quiero conocer la verdadera tú.
Bella sonrió.
—¿Así qué, todavía me quieres, Isabella? ¿O preferirías que te dejara ir? —Trató de
mantener su voz calmada.
—Todavía te quiero.
Él la besó suavemente. Después la levantó, tomando su mano en la suya y guiándola
hacia la cocina. Cuando ella estuvo sentada cómodamente en uno de los banquillos, caminó
hacia el mesón y tomó una gran cúpula de plata.
La boca de Bella se abrió en sorpresa.
¿Qué demonios?
Él le sonrió, sus ojos brillando con picardía, mientras colocaba el gran plato cúpula en
frente de ella. Con un ademán, removió la cúpula.
Colocado en el medio del plato de plata estaba una tarta grande.
—Pie de manzana hecho en casa —, dijo Edward, buscando ansiosamente una reacción
en su cara.

250
—¿Pie?
—Dijiste que nadie nunca había horneado una torta para ti. Ahora alguien lo hizo.
Bella miró al postre con incredulidad.
—¿Tú hiciste esto?
—No exactamente. Mi ama de llaves lo hizo. ¿Te gusta?
—¿Hiciste que alguien horneara un pie solo para mí?
—Bueno, tenía la esperanza de que lo compartirías. Pero si insistes en comerte la cosa
entera… —Edward rio entre dientes.
Bella cubrió su boca con su mano y cerró sus ojos.
—¿Isabella? —Cuando ella no respondió, él empezó a hablar muy rápido—. Dijiste que
te gustaba el pie. Cuando me hablaste sobre Phoenix, dijiste que nadie te había hecho uno
antes. Pensé… —Se detuvo, de repente bastante inseguro de sí mismo.
Los hombros de Bella se removieron mientras empezó a llorar silenciosamente.
—¿Bella? ¿Qué sucede? —Su voz era frenética mientras la veía llorar de nuevo. Caminó
alrededor del mesón y envolvió su figura temblorosa en sus brazos.
—Lo siento —, ella encontró su voz.
—Cariño, no lo lamentes. Solo dime qué hice para poder arreglarlo.
—No hiciste nada malo. —Limpió sus lágrimas—. Nadie jamás ha hecho algo como
esto para mí antes. —Le dio una media sonrisa—. Tú escuchaste lo que te dije sobre mi
última Acción de Gracias en Phoenix y trataste de arreglarlo. Con todo lo que estaba pasando
en la conferencia y el restaurante con Jane, tenías un regalo esperando por mí.
—No quise molestarte. Estaba tratando de hacerte feliz.
—Estas son lágrimas de felicidad. Más o menos. —Bella rio nerviosamente.
Él la abrazó una vez más y después la liberó, acariciando su cabello de vuelta hacia
detrás de sus hombros.
—Creo que alguien necesita postre. —Edward cortó un gran pedazo de pie y lo
sostuvo en frente de ella—. Me gustaría alimentarte. Pero entenderé si prefieres que no lo
haga.
Bella abrió su boca inmediatamente y Edward suavemente la alimentó con un pequeño
pedazo.
—Mmmmmm. Está muy bueno —, habló con su boca llena y después sonrió un poco
mientras se quitaba las migajas de sus labios.
—Me alegra.
—No sabía que tuvieras un ama de llaves.
—Ella solo está aquí dos veces por semana.
—¿Y cocina?
—Algunas veces. Yo voy por etapas. Obsesiones, en realidad, pero tú sabías ya eso. —
Le guiñó un ojo y sonrió—. Nunca le había pedido que horneada un pie antes. Esta era la
receta de su abuela. No te diré lo que puso en la corteza que lo hizo tan escamoso.
Él le sonrió hasta que ella le sonrió de vuelta y después continuó alimentándola.
—¿Qué hay de ti? ¿No comes pie?
—Prefiero observarte disfrutarlo. Pero esta no es una cena apropiada. Deseo que me
permitas cocinar para ti. O por lo menos prepararte un plato de fruta y queso.
—Charlie solía comer una rueda de queso cheddar con su pie de manzana. Tendré una
rodaja de eso.
Edward le dio una mirada perpleja, pero buscó inmediatamente en la nevera y le
entregó pronto una rodaja sustancial de queso cheddar blanco Vermont envejecido.
—Perfecto —, murmuró ella.
Después que terminó su pie, se sentó callada, preguntándose si debería irse a casa. De
verdad no quería, pero tal vez después de tantas lágrimas y tanto drama él no querría que se
quedara.

251
—No respondiste mi nota —, dijo tristemente—. La nota que envié con las gardenias.
—Te envié un email.
—Pero dejaste algo por fuera en tu respuesta.
Bella se detuvo por un segundo.
—No supe qué decir sobre la parte del domesticado.
—Me dijiste que el dialogo con el zorro era tu favorito. Pensé que estaría claro.
—Sé lo que el zorro quiere decir. Pero tú… —Negó con su cabeza.
—Entonces te lo diré. No espero que confíes en mí. Pero me gustaría ganar tu
confianza. Quizás una vez que confíes en mí con tu mente, empezaras a confiar en mí con tu
cuerpo. Esa es la clase de domesticación que tenía en mente. Y quiero prestarte atención
especial… a tus anhelos, necesidades y deseos… y tomar mi tiempo atendiéndolos.
—¿Cómo me domesticaras?
—Al mostrarte con mis acciones que soy digno de confianza. Y al hacer esto.
Edward se paró enfrente de ella y apretó su cara entre sus manos, llevando su boca
cerca de la de ella. Ella cerró sus ojos y sostuvo su aliento, esperando que sus labios se
encontraran.
Pero no lo hicieron.
Cálido aliento entre los labios curvados y abiertos de Edward flotaron alrededor de sus
labios.
La lengua de ella salió, mojando lentamente su labio inferior en anticipación.
La sensación de la respiración de Edward a través de su humedad causó un escalofrío
que golpeó abajo en su espina dorsal.
—Estás temblando —, murmuró él, empujando más aliento cálido sobre su boca.
Bella se sintió a sí misma sonrojarse contra sus manos, la calidez volando alrededor de
su cara y bajo su cuello.
—Puedo sentirte sonrojarte. Tu piel creciendo en calidez y color.
Él acarició sus cejas y ella abrió sus ojos, mirando a sus grandes y oscurecidas piscinas
verdes.
—Tus pupilas están dilatadas.
Él sonrió contra sus labios, apenas tocándolos.
—Y puedo escuchar tu respiración acelerando. Sabes lo que eso significa.
Bella buscó sus ojos.
—Él dijo que era frígida —, susurró—. Fría como la nieve. Lo hacía enojar.
—Solo un niño que no sabe nada sobre las mujeres puede ser tan ciego y tan ridículo.
Nunca pienses eso sobre ti misma, Isabella. Sé por un hecho que eso está lejos de la verdad.
—Le sonrió con suavidad—. Puedo notar cuando estás excitada, como ahora. Puedo verlo en
tus ojos. Puedo sentirlo en tu piel. Puedo… percibirlo. —Trazó un dedo alrededor de su ceja
para relajarlas—. Por favor no estés avergonzada. Yo no lo estoy. Es tentador. Y muy erótico.
—¿Qué me estás haciendo?
—Estoy construyendo el deseo, Isabella.
Ella cerró sus ojos e inhaló su esencia. Aramis y menta y Edward bendecido.
Él rio entre dientes—. Creo que me estás diciendo que disfrutas de mi colonia. —Se
inclinó para que su nariz pudiera rozar su cuello. La esencia de Aramis era más fuerte allí—.
¿Te gusta? —, susurró sobre su oreja.
—Sí. ¿Cómo la elegiste?
—No lo hice. Fue un regalo.
—¿De quién?
—Te lo diré después. Ahora, Isabella, dime qué quieres. Estás sonrojada y tú corazón
está latiendo rápidamente y puedo escuchar tu respiración venir más rápidamente. ¿Qué es lo
que deseas?

252
Le tomó su cara entre sus manos de nuevo y llevó sus labios cerca a los de ella. Cerca,
pero todavía no tocándolos.
—Quiero besar —, susurró.
Él sonrió—. Quiero besar, también.
Ella cerró sus ojos y esperó.
Y todavía él no se movería.
—Isabella —, sopló en sus labios.
Ella abrió sus ojos.
—Toma lo que quieres.
Ella inhaló bruscamente a su contradicción.
—Si no lo inicias en alguna ocasión, concluiré que no me quieres. Que estoy siendo
demandante. Y después de una noche como esta, la única persona haciendo las demandas
debería ser tú.
Los ojos de Edward estaban grandes y oscuros, y ellos la atravesaban.
Ella los sorprendió a ambos al envolver sus brazos alrededor de su cuello y jalarlo
cerca hasta que sus labios se encontraron.
Las manos de él se perdieron hacia su espalda baja y deseó poder acariciar su piel
desnuda.
Ella jugó con su labio inferior y torpemente lo atrajo dentro de su boca, copiando la
actuación que él había realizado antes. Era menos hábil, pero él no estaba menos complacido.
Su ardor sin prisas lo sorprendió y en un instante, él sintió su propia piel arder y su
propio corazón acelerarse.
Ella iba a ser su perdición.
Porque así como la lengua experta de él exploraba su boca, no deseó nada más que
apartar sus rodillas modestas con una de las suyas y presionarse a sí mismo contra ella. Y
después arrastrarla hasta su habitación y confraternizar…
Edward se alejó, colocando sus manos en sus antebrazos desnudos.
—Tengo que detenerme. —Su respiración parecía elaborada.
Él inclinó su frente contra la de ella y exhaló profundamente, cerrando sus ojos.
—Lo siento, Edward.
—Nunca te disculpes por la actuación de tus deseos. Eres hermosa y sensual. Y muy,
muy, excitante.
Bella se sonrojó más profundamente.
—Puedo saborear tu aroma sin probar tu vino. Pero no puedo besarte de nuevo. No en
este momento.
Ellos se pararon congelados en el tiempo por varios minutos, hasta que su respiración
se tranquilizo. Y después Edward abrió sus ojos y acarició su mejilla.
—Lo que sea que quieras, Isabella. Esta noche, soy tuyo. ¿Quieres que te lleve a tu
casa? ¿Quieres quedarte?
Bella le sonrió—. Me gustaría quedarme.
—Entonces creo que es hora de ir a la cama.
Él suavemente la levantó hasta que quedó parada, extendiendo su mano hacia ella con
una sonrisa.
—¿No te parece extraño, Edward? ¿Compartir la cama conmigo?
—De ninguna manera. Te quiero entre mis brazos y en mi cama cada noche.
Bella se quedó callada por un momento mientras recogía su bolso de mensajero.
—¿Te molesta a ti? —susurró Edward.
—No. Quizás debería.
—No lo creo. Te he extrañado esta semana, Isabella.
—Te extrañé, también.

253
—Duermo mejor cuando estás en mis brazos. Estar alrededor de ti edifica mi
tolerancia. Es más fácil controlar mis… ah… deseos. —Le sonrió cálidamente—. Pero es tu
decisión dónde duermes esta noche.
—Me gustaría compartir tu cama —, dijo Bella tímidamente—. Si me lo permites.
—Nunca te negaría eso, Isabella.
Edward apagó la chimenea y apagó las mayorías de las luces y después la guió por el
pasillo hasta su cuarto.
Ella se sentó en su cama nerviosamente.
Él encendió la lámpara en la mesita de noche y después empezó a desabrochar su
chaleco y remover su reloj de oro de su bolsillo.
Bella observó en fascinación silenciosa al colgante en forma de pez que caía de la
cadena.
—¿Qué es eso?
—Un reloj —, le sonrió, abriéndolo y revisando la hora.
—Sí, veo eso. Me refería al pez.
—Una leontina. La usas para sacar el reloj fuera del bolsillo. —Caminó hacia la cama—.
Sostenlo en tu mano.
Edward colocó su reloj, la cadena y la leontina en su mano. Él la abrió y leyó la
inscripción en el interior de la cubierta.
—“Para William, mi amado esposo”. ¿Quién era William?
La expresión de Edward se endureció—. El padre de mi madre. Él murió antes que
dejáramos Chicago. De alguna manera, mi madre heredo su reloj. Creo que todo lo demás
fue a sus hermanos.
—¿Tienes tías y tíos?
—Ellos no querían tener nada que ver con nosotros o conmigo después que mi madre
murió. Así que yo no quiero tener nada que ver con ellos.
Bella asintió como si lo comprendiera.
—¿Cuál era el nombre de tu madre?
—Elizabeth Masen.
Ella le entregó su reloj sonriendo.
Colocó el reloj cuidadosamente junto a sus gemelos, y después tomó la fotografía
enmarcada del tope de su cómoda. Y se la entregó a ella.
—Tienes una foto de mí debajo de tu almohada. Pensé que debería regresar el favor.
Aunque me gustó esta mucho, decidí que necesitaba un marco.
Edward estaba sonriendo cuando removió su chaleco y desapareció dentro de su
closet.
Bella se devanó sus sesos tratando de recordar cuando él pudo haber encontrado la
foto debajo de su almohada. Y entonces se le ocurrió.
—¿Cómo conseguiste esto? —Le gritó.
—Yo debería preguntarte cuándo obtuviste una fotografía mía de mis días en el equipo
de remo de Dartmouth. —Edward se paró frente a ella, vestido con la camisa sacada y
desabotonada, exponiendo la camiseta ajustada que se aferraba a su pecho.
Bella se sonrojó y apartó la mirada, lamentando silenciosamente el día en que los
hombres decidieron usar camisetas.
Viéndolo desvestirse es incluso más sexy que verlo con una pequeña toalla purpura.
—Um, Alice la tenía en su pizarra de avisos. Y la primera vez que la vi, la tomé.
Edward se inclinó para levantar su cara para poder examinar su expresión—. ¿La
tomaste? Quieres decir, que le robaste una fotografía mía a Alice.
—Sé que no debí hacerlo. Pero nunca había visto a alguien como tú antes. Y tenías esta
hermosa sonrisa en tu cara. Yo tenía diecisiete y era estúpida, Edward.
Él la miró y sonrió. — ¿Estúpida o flechada?*

254
Bella posó sus ojos en el suelo.
—Creo que lo sabes, Edward.
—Alice tomó fotos con su teléfono mientras estaba de visita. Las envió todas por email,
incluyendo varias de ti. Y un par de nosotros. —Sonrió—. Esta es mi favorita.
Él la examinó de cerca—. ¿Te gusta la fotografía?
Ella parecía nerviosa—. Te ves bien.
Él tomó la foto de su mano y la colocó cuidadosamente en el tope de su cómoda.
Entonces tomó su mano entre las dos suyas—. ¿Qué estas pensando? Dime.
—La forma en cómo me mirabas mientras estábamos bailando. No lo entiendo.
—Eres una mujer hermosa. ¿Por qué no te vería?
—Es la forma en la que me miraste.
—Te miró así todo el tiempo. Tú simplemente no lo ves.
La besó suavemente.
—¿Necesitas algo para usar para la cama? —Apartó su cabello de su cara.
—Traje algo.
—¿Por qué no usas el baño? Terminaré aquí y después pasearé por el pasillo.
Bella tomó su bolso de mensajero y desapareció en el baño principal de Edward.
Cuando estuvo lista, abrió la puerta y descubrió que él había apagado todas las luces.
Ella se paró en la entrada, con la retro iluminación de la luz blanca.
—Detente —, dijo Edward. Estaba acostado en su lado de la cama y mirándola.
Bella miró a sus ropas y jugueteó nerviosamente. No había sabido qué usar. La
mayoría de sus pijamas eran demasiado juveniles para usar frente a Edward y no tenía
ninguna lencería para dormir. No que hubiese sido lo suficientemente valiente para usar
lencería en la cama con él. Así que en este momento, estaba vestida con una camiseta azul
oscura de cuello V que era lo bastante grande para esconder su pecho y un par de shorts
atléticos que tenían el logo de la Universidad de Seattle en el frente de la pierna derecha.
—Eres exquisita.
Ella negó con su cabeza y se inclinó para apagar la luz.
—Espera. Parada allí, en la luz, pareces como un ángel.
Ella asintió para indicarle que lo había oído y después apagó la luz y en silencio se unió
a él.
Edward la jaló inmediatamente a su abrazo cálido y mientras lo hacía, ella se dio
cuenta que estaba usando también una camiseta y unos short.
Qué par eran ellos dos.
Pero ahora sus piernas desnudas podían enredarse felizmente juntas debajo de las
sábanas.
La besó con ternura y después se inclinó en la almohada, suspirando con placer
mientras ella descansaba su cabeza en su pecho, envolviendo su brazo izquierdo alrededor
de su cintura.
—Lamento que te sientas sola, Isabella.
Ella le dio una mirada de asombro.
—Más temprano esta semana cuando estábamos hablando por teléfono, mencionaste
que te sentías aislada. Que no tenías ningún amigo.
Bella se estremeció ligeramente.
—¿Y si te comprara un gatito o un conejo? Alguien que te mantenga acompañada en tu
apartamento.
—Edward, aprecio el pensamiento, pero no puedes tirar dinero a mis problemas.
—Sé eso. Pero puedo gastar dinero para tratar de hacerte sonreír.
Él la besó de nuevo.
___
* Flechada en el sentido de cuando tienes un enamoramiento por alguien.

255
—La bondad es más valiosa que todo el dinero en el mundo, Edward.
—Y tú tendrás eso. Y más, mucho más.
—Eso es todo lo que quiero.
—Quédate por el fin de semana. Aquí. Conmigo.
Ella dudó por un instante.
—Está bien —, susurró.
Él sonrió, aliviado.
—¿Y qué tal un pez? Son los nuevos animales de compañía.
Ella rio—. No lo creo. Apenas puedo cuidarme a mí misma, mucho menos a otra pobre
criatura.
Él subió su barbilla para que pudieran verse uno al otro.
—Entonces permíteme cuidarte —, susurró, sus ojos intensos y fijos.
—Podrías tener a cualquier mujer que desees, Edward.
Él la miró con una expresión asombrada.
—Solo te quiero a ti.
Ella descansó su cabeza contra su pecho y sonrió.
—Estar sin ti, Isabella, es como soportar una noche interminable sin estrellas.

256
Capítulo diecinueve.

Dos casi amantes estaban enredados uno alrededor del otro, sus piernas desnudas
entrelazadas en una cama grande debajo de un edredón de seda azul cielo y sabanas blancas
Frette. La mujer murmuraba en sus sueños, moviéndose espasmódicamente mientras el
hombre se mantenía quieto, bebiendo con avidez el placer de su compañía. Y escuchándola
susurrar su nombre y otras cosas igualmente intimas… cosas que absorbía maravillado en
silencio.
Él podía haberla perdido. Acostado a su lado, estaba consciente del hecho de que esa
noche pudo haber terminado muy distinto. Ella no tenía que haberlo perdonado. Ella no
tenía que haberlo aceptado. Pero lo hizo.
Tal vez él podía atreverse a tener la esperanza que…
—¿Edward?
No respondió, porque estaba seguro que todavía dormía. Eran las tres de la mañana y
el cuarto estaba envuelto en la oscuridad, una oscuridad que se hacía visible por las luces del
horizonte de la ciudad difundida por las persianas.
Ella se dio la vuelta para poder ver su cara.
—¿Edward? —susurró—. ¿Estás despierto?
—Sí. Está bien, cariño, vuelve a dormirte. —Presionó sus labios en su frente y apartó su
cabello de su cara.
Ella se apoyó sobre su codo para poder verlo mejor—. Estoy completamente despierta
ahora.
—Yo también.
—¿Puedo… hablar contigo?
Él imitó su posición rápidamente—. Por supuesto. ¿Algo va mal?
—¿Eres más feliz ahora de lo que fuiste antes?
Edward la miró por un segundo y suavemente tocó su nariz con sus dedos.
—¿Por qué la pregunta profunda en la mitad de la noche?
—Dijiste que no eras feliz el año pasado. Solo me preguntaba si eres feliz ahora.
—La felicidad es algo de lo que sé muy poco. ¿Y tú?
—Trato de ser feliz. Trato de concentrarme en las pequeñas cosas y encontrar placer en
ellas. Tu Pie me hizo feliz.
Edward ahuecó su mejilla con su mano—. Si hubiese sabido que el Pie te haría feliz, te
lo habría regalado antes.
—¿Por qué no eres feliz ahora?
—Cambiaria mi primogenitura por un bol de potaje*.
—¿Estás citando las Escrituras? —Bella estaba incrédula.
Edward se erizó.
—No soy un pagano, Isabella, me criaron como Episcopal. El padre de Carlisle era un
sacerdote anglicano en Inglaterra. ¿No sabías eso?
Ella asintió. Lo había olvidado.
La cara de Edward tomó una expresión muy sería—. Todavía creo, Isabella. A pesar de
que no vivo así. Sé que eso me hace un hipócrita.
—Todos los que creen son hipócritas, Edward, porque ninguno de nosotros vivimos
por nuestras creencias. Yo creo, también, pero no soy muy buena en ello. Solo voy a misa
cuando estoy triste, o en Navidad o en Semana Santa. —Extendió su pequeña mano para
tomar la suya y la agarró fuertemente—. Pero si todavía crees, entonces debes tener
esperanza. Debes creer que la felicidad es posible para ti, también.
Él soltó su mano y se dio la vuelta hasta quedar acostado sobre su espalda, mirando al
____
* Génesis 32:22—31.

257
techo.
—Perdí mi alma, Isabella.
—No creo eso.
—Estás viendo a uno de los muy pocos que han cometido el pecado a la muerte en sí.
—¿Qué?
Edward suspiró—. Estoy más allá de la redención, Isabella, porque he hecho cosas
imperdonables.
—¿Quieres decir… con Jane?
Edward se rio amargamente—. Desearía que esos fueran mis únicos pecados. Pero no,
Isabella, he hecho cosas peores. Por favor solamente acepta lo que digo.
Ella se movió acercándose a él. Su pequeño rostro se llenó de preocupación y sus cejas
se unieron juntas. Tomó tiempo considerando las palabras que él no había dicho, mientras él
trazaba sus dedos de arriba hacia abajo por sus brazos.
—Sé que mantener secretos para ti es doloroso. Sé que no seré capaz de mantenerlos
para siempre. Por favor, solo dame un poco más de tiempo.
Te prometo que no te haré el amor sin decirte quién soy primero.
El voto silencioso de Edward fue hecho de buena fe. Él la deseaba, deseaba todo de
ella, pero se dio cuenta esa noche que no podía permitirle que le diera su virginidad sin que
supiera exactamente a quién se la estaba dando. Y a pesar de que su reacción reciente sobre
Jane le había dado esperanza, todavía tenía miedo de que sus revelaciones la alejaran.
Ella podría conseguir alguien mejor.
Pero el pensamiento de Isabella con alguien más hacía que su corazón trastabillara.
—¿Tienes una conciencia?
—¿Qué tipo de pregunta es esa? —Gruñó él.
—¿Crees que hay una diferencia entre el bien y el mal?
—Por supuesto.
—¿Sabes cuál es la diferencia?
Edward se restregó la cara con sus dos manos y las mantuvo allí.
—Isabella, no soy un sociópata. Saberlo no es el problema; hacerlo es el problema.
—Entonces tienes un alma. Solo una criatura con alma puede saber la diferencia entre
el bien y el mal. Sí, has cometido errores, pero sientes culpa. Sientes remordimientos. Y si
todavía tienes un alma, entonces no has perdido tu oportunidad de redención.
Edward sonrió triste y la besó—. Suenas como Carlisle.
—Carlisle es muy sabio.
—Y también lo es usted, señorita Swan. Aparentemente. —Se burló suavemente de ella.
—En realidad, lo soy. Con un poco de ayuda de Aristóteles, profesor.
Él extendió su mano y levantó ligeramente la camiseta de ella para poder hacerle
cosquilla en su piel desnuda.
—¡Ah! ¡Edward! ¡Detente! —Ella reía y se alejaba, tratando de apartarse de él.
Él continuó por un momento, solamente para darse el placer de escuchar su risa
sonando en el espacio oscuro. Y después la dejo ir.
—Gracias, Isabella. —Acarició su cabello—. Casi me hiciste creerlo.
Ella le sonrió y colocó una mano alrededor de su cintura, acurrucándose a su lado.
—Dijiste que me contarías sobre Aramis.
—No hay mucho que contar. Fue un regalo de Alice y Esme mucho tiempo atrás. Lo
seguí comprando por costumbre. —Rio—. Nunca he recibido ninguna queja. ¿Estás
sugiriendo que cambie a algo más sofisticado? ¿Tal vez algo de I Profumi di Firenze*?
—Sus esencias son hermosas pero no lo cambiaría. No si Esme te lo dio.
La sonrisa de Edward desapareció, pero no obstante le dio un beso en la frente.
___
* Los olores de Florencia.

258
—Supongo que es algo bueno que ella no haya comprado Brut.
Bella rio.
Ellos se quedaron bastante quietos por unos cuantos minutos, antes de que ella
susurrara su confesión cerca de su oído.
—Hay algo que me gustaría decirte.
Edward apretó ligeramente sus labios y asintió.
Ella apartó la mirada tímidamente.
—Tú pudiste haberme tenido en el prado. Yo te lo habría permitido.
Edward acarició su mejilla con un dedo.
—Lo sé.
—¿Lo sabes?
—Soy experto en leer el cuerpo de una mujer, Isabella. A pesar de que todavía tengo
que estudiar el tuyo en el alcance que desearía. Esa noche fuiste muy receptiva.
Bella lo miró con sorpresa.
—¿Así que sabías entonces que yo…?
—Sí.
—Pero tú no…
—No.
—¿Me dirás por qué?
—No creí que fuera correcto. Y estaba tan feliz de haberte encontrado y tenerte en mis
brazos… era suficiente.
Bella se inclinó y presionó sus labios en su barba rastroja.
—Fue perfecto.
—Cuando vayamos a Forks para el día de Acción de Gracias, me gustaría llevarte de
nuevo al prado. ¿Vendrás conmigo?
—Por supuesto, Edward.
Ella asintió contra su pecho, presionando un beso justo debajo de su tatuaje, porque
sabía que él se estremecía cada vez que lo tocaba allí.
—Bésame —, le susurró.
Ella lo hizo, presionando sus labios y boca abierta en la de él, probándolo durante todo
el tiempo que la tuviera. Hasta que eventualmente él suspiró y la movió ligeramente. Se
entristeció por la repentina pérdida de contacto y una preocupación de antaño se alzó en su
cabeza.
Edward sintió su reacción y levantó su barbilla para que pudiera mirarlo.
—No confundas mi contención con falta de deseo. Ardo por ti, Isabella. —La movió
para que estuviera en su lado de la cama y después se acurrucó detrás de ella, enterrando su
cara en su cabello—. Estoy contento de que estés aquí —, le susurró.
Bella quería decirle que dormía mucho mejor con él que sin él. Quería decirle que le
gustaría dormir a su lado cada noche y que le deseaba con todo su corazón.
Pero no lo hizo.

-
Cuando se despertó la mañana siguiente, estaba sola. Vio hacia el reloj anticuado que
Edward mantenía en su mesita de noche y estuvo asombrada de descubrir que ya era
mediodía. Había dormido demasiado. Movió sus piernas hacia el borde de la cama y tomó
una nota que estaba puesta contra una copa de vino llena con jugo de naranja, la cual estaba
acompañada con un plato con paina u chocolat. Bella empezó a comer las pastas mientras leía
su nota, la cual decía lo siguiente.
Desde el escritorio del rofesor Edward A. C. Masen.

Cariño,

259
Estabas profundamente dormida, así que no quise despertarte.
Tuve que correr a hacer algunas diligencias.
Llámame cuando despiertes.
Estuve bastante agradecido de tenerte en mis brazos toda la noche
y por tus palabras…
Si tengo un alma, es tuya,
Edward.

Bella sonrió ampliamente y tomó su tiempo comiendo su desayuno. Edward sonaba


feliz. Y eso la hacía feliz, también.
Se refrescó en el baño y colocó su brasier de nuevo debajo de la camiseta. Estaba a
punto de abrir la puerta para salir del baño cuando se tropezó con algo. Se enderezó con una
maldición, y después vio que el bache ofensor era en realidad tres bolsas de compras blancas
con las palabras “Holt Renfrew” estampadas a sus lados. Las apartó del camino casi
airadamente, y después caminó por el pasillo hasta la cocina.
Estuvo sorprendida de encontrar a Edward sentado en el mesón del desayuno,
bebiéndose su café y leyendo el periódico. Estaba usando una camisa de botones azul pálido
y un par de pantalones casuales. Usaba sus lentes y se veía hermoso, como siempre.
Bella se sintió mal vestida con su simple camiseta azul y sus shorts de la Universidad
de Seattle.
—Bueno, hola, allí. —Edward dobló su periódico y bajó su taza de café. Abrió sus
brazos ampliamente, haciéndole señas.
Ella caminó entre sus rodillas abiertas y él la abrazó calurosamente.
—¿Cómo dormiste? —Le susurró en su cabello.
—Muy bien.
Él la besó suavemente—. Debiste haber estado cansada. ¿Cómo te sientes? —La miró
con preocupación.
—Estoy bien.
—Puedo hacerte el almuerzo, si lo deseas.
—¿Has comido?
—Algo pequeño con mi primer café. Estaba esperando para almorzar contigo.
Él la besó de nuevo, más profundamente esa vez.
Bella deslizó tímidamente sus manos por su espalda y dentro de su cabello, jalándolo
suavemente.
Edward reaccionó mordisqueando su labio inferior y después apartándose con una
sonrisa.
—Parte de mí estaba preocupado de que no estuvieras aquí cuando me despertara.
Bella inhaló y exhaló un par de veces, solo para recuperar su aliento.
—No me voy a ninguna parte, Edward. Mis pies todavía están adoloridos por caminar
a todas partes con esos tacones ayer. No creo que pueda llegar a casa incluso si lo quisiera.
—Puedo ayudarte con eso. Con un poco de ayuda de un baño caliente. —Movió sus
cejas sugestivamente.
Bella se sonrojó y cambió de tema—. ¿Cuánto tiempo quieres que me quede?
—Para siempre.
—Edward, sé serio. —Negó con la cabeza, sonriéndole.
—Hasta mañana en la mañana.
—Solo tengo ropa para hoy. Tengo que ir a casa y tomar unas cuantas cosas.
Edward le sonrió con indulgencia.
—Te llevaré a casa, si insistes. O te prestaré mi carro. Creo que deberías manejar el
Land Rover porque es el más seguro de los dos, y si hay algún accidente tú te salvarías. —

260
Hizo una pausa—. Aunque ya que eres un magneto para las desgracias, estoy considerando
seriamente en comprarte una Hummer.
Ella puso sus ojos en blanco.
—Pero antes que te vayas, hay un par de cosas esperando por ti en el cuarto. Tal
vez el viaje a casa sea innecesario. —Le guiñó un ojo con impertinencia.
—¿Qué cosas?
Agitó sus manos—. Cosas que alguien podría necesitar si se está quedando en la casa
de un amigo.
—¿Y de dónde vinieron?
—De la tienda donde Alice compró el bolso de mensajero.
—Así que fueron costosas. —Bella frunció el ceño y cruzó sus brazos en frente de su
pecho.
—Eres mi invitada. Las reglas de hospitalidad requieren que satisfaga todas tus
necesidades. —Él ardía, su lengua saliendo para deslizarse alrededor de su labio inferior.
A través de un muy gran esfuerzo, Bella ignoró su boca.
—Se siente… ilícito si tú me estás comprando ropas.
—¿De qué estás hablando? —Ahora sonaba contrariado.
—Como si yo fuera una…
—Detente. —La liberó inmediatamente y sus ojos se oscurecieron.
Bella lo miró de vuelta, preparada para el diluvio que vendría.
—¿Por qué tienes está aversión a la generosidad?
—No lo tengo.
—Sí, lo tienes. ¿Crees que estoy tratando de sobornarte para tener sexo conmigo?
El rostro de Bella enrojeció—. Por supuesto que no.
—¿Crees que te estoy comprando cosas porque espero que me pagues en un
intercambio sexual?
—No.
—¿Entonces, cuál es el problema?
—No quiero deberte.
—Así que soy un prestamista medieval que carga intereses y si no me pagas a tiempo,
tomaré una libra de tu carne.
—No creo eso —, susurró.
—¿Entonces, qué es lo que crees?
—Creo que quiero pararme en mis dos pies. Nosotros somos lo suficientemente
desiguales ya y…
—Discutimos eso anoche. Y un regalo de un amigo no hace nada para inhibir tu libre
albedrío o tu autonomía personal. —Estaba que echaba chispas—. Escucha, no quería que te
fueras a casa. Nuestro tiempo juntos ya es lo suficientemente corto. Caminé pasando la calle
hacia la tienda e hice que mi compradora personal me asistiera en escoger unas cuantas
cosas. Estaba tratando de ser atento. Pero como tú no los quieres, voy a ver que sean
devueltos.
Él negó con su cabeza mientras se paraba y llevaba su taza de café dentro de la cocina.
Después pasó por su lado sin decir una palabra y desapareció dentro de su estudio.
Eso pudo haber ido mejor.
Bella no sabía qué hacer. Por un lado, quería ser independiente y no jugar el papel del
pequeño y pobre pajarito con el ala rota. Por el otro lado, tenía un corazón bondadoso y no le
gustaba causar dolor a otras criaturas. Ella había visto los ojos de Edward. Detrás de su
repentina muestra de temperamento, Edward estaba herido. Profundamente.
No quería herirlo.

261
Edward tenía tanto carácter, era tan fuerte, que tendía a olvidar que parte de él era
muy, muy sensible. Tal vez era la única persona que veía esa parte. Y eso hacia el hecho de
que lo había herido mucho más doloroso.
Se sirvió un vaso de agua y lo bebió lentamente, tratando de darle un poco de espacio y
un momento para calmarse. Y después lo siguió.
Antes de que pudiera entrar a su estudio, el teléfono sonó y ella lo escuchó contestar.
Metió la cabeza a través de la puerta y lo miró tímidamente.
Edward estaba sentado detrás de su escritorio, revolviendo unos papeles mientras
hablaba por teléfono.
Ella se paró en su pijama improvisada, jugando con sus uñas.
Él la observó, señaló al teléfono y articulo la palabra, “Carlisle”.
Ella asintió y caminó hacia su escritorio, tomó un bolígrafo que no parecía costoso y
escribió en un pedazo de papel.

Perdóname.

Le mostró el papel y sus ojos encontraron los de ella. Él asintió con frialdad.

Voy a tomar una ducha. ¿Podemos hablar después?

Él observó la nota y asintió de nuevo.

Gracias por ser tan atento. Lo siento.

Ahora Edward extendió su mano para tomar la muñeca de Bella. Presionó sus labios en
la palma de su mano y después la dejó ir.
Ella regresó al cuarto y cerró la puerta. Colocó las bolsas de compras en la cama y
empezó inmediatamente a desenvolverlas.
En la primera bolsa, encontró ropa de mujer, toda de su talla. Edward había comprado
una falda lápiz negra clásica, un par de pantalones llanos negros Theory, una camisa de
vestir de algodón blanco con mangas y puños franceses y una blusa de seda azul Santorini.
Un par de medias de rombos estampados, medias de pantalón, y botas puntiagudas
nacionales hasta los tobillos que completaban el conjunto. Era como una pequeña y esencial
colección de un diseño único.
No para ser malagradecida, pero hubiese estado feliz con un par de jeans, una camiseta
manga larga y un par de sneakers.
En la segunda bolsa, encontró lencería. Edward había comprado un elegante y
obviamente costosa bata de seda purpura y un camisón a juego, el cual era hasta la altura de
los tobillos y tenía un escote V con volantes. Bella estaba tanto sorprendida como complacida
por la modestia y sofisticación de la bata, porque de verdad era un artículo que se habría
sentido cómoda usando para ir a cama con Edward incluso en este estado de su relación.
Al final de la bolsa encontró un par de pantuflas con tacones de gatitos. Bella supuso
que esas disfrazadas como un riesgo al corazón eran las pantuflas sexys de habitación.
Claramente, Edward tenía una fijación con los tacones… en todos los tipos de calzados
femeninos.
La tercera y última bolsa contenía ropa interior. Las mejillas de Bella enrojecieron
mientras desenvolvía tres brasiers de encajes, cada uno con una braga de juego, todas de La
Perla. Un par era de color champagne, uno de azul cielo y el otro par era de rosado pálido.
Las bragas eran todos cacheteros hechas de encaje.

262
Bella se sonrojó incluso más profundamente cuando imaginó a Edward revisando a
través de estantes de picante y costosa ropa interior, escogiendo artículos que fueran tanto
hermosos como elegantes, y comprándolo exactamente en la talla adecuada.
Oh dioses de todos los verdaderamente generosos (¿novios? ¿Amigos?), gracias por guiarlo lejos
de las piezas verdaderamente provocativas.
Ella estaba abrumada. Estaba sorprendida. Pero todo era tan hermoso, tan delicado, tan
perfecto.
Él quizás no me ame, pero se interesa acerca de hacerme feliz.
Agarrando la ropa interior color champagne, camisa blanca y pantalones negros, entró
al baño de Edward y tomó una ducha. No solamente su mariquita lavanda (ya no virgen) la
estaba esperando, sino milagrosamente su marca de shampoo, acondicionador y jabón de
baño también lo estaban haciendo. Edward, en su propia manera obsesiva, había pensado en
todo.
Estaba usando orgullosamente su nueva bata y una toalla envolviendo su cabello
cuando escuchó el toque de la puerta.
—Entra.
Edward asomó su cabeza por la puerta.
—¿Estás segura? —Observó su cabello mojado y después sus ojos se volvieron flotando
lánguidamente desde la bata purpura hacia sus pies desnudos y luego de regreso,
descansando en la piel desnuda de su cuello.
—Estoy decente. Está bien.
Edward caminó hacia ella, sus ojos oscuros y hambrientos—. Estás totalmente
indecente. Nadie debería ser tan tentador.
La boca de Bella se abrió ampliamente.
Él se apoyó sobre la encimera del tocador y colocó sus manos en sus bolsillos.
—Lo siento —, dijo él.
—Yo también.
—Sobreactué.
—Al igual que yo.
—Vamos a reconciliarnos.
—Por favor —, rogó ella.
Edward se rio entre dientes y después le quitó la toalla de las manos, colocándola a su
lado en la encimera. La jaló hacia sus brazos y la abrazó con fuerza—. ¿Te gusta tu bata? —
Tocó la seda vacilante.
—Es hermosa.
—Enviaré el resto de vuelta.
—No. Me gustan. Y me gustan incluso más porque tú las escogiste. Gracias.
Él presionó sus labios en los de ella hasta que los abrió y después le dio un beso largo y
ardiente antes de apartarse.
—Hubiese escogido jeans pero Bree, mi compradora personal, me convenció de que es
muy difícil comprar jeans a otra persona que le queden apropiadamente. Pero si prefieres
usar algo más cómodo, te llevaré a comprar algo más.
Bella negó con su cabeza—. Tengo un par de jeans ya.
Él asintió—. Necesitas saber que escogí todo menos la ropa interior. Bree la escogió. —
Vio sorpresa en su cara y se apresuró a explicar—. No quería avergonzarte.
—Gracias —, murmuró ella, de alguna forma sorprendida.
—Isabella, necesito explicarte algo. —Sus ojos se enseriaron y Bella sintió una especie
de escalofrío pasear por la piel de él.
Se estremeció.

263
—Mi padre sedujo a mi madre, la usó como una puta y después la abandonó. Me
entristece que puedas pensar que te estoy tratando de la misma manera. Por supuesto, dada
mi trayectoria, tu reacción no es una sorpresa.
—Edward, no pienso eso. Solo estaba… avergonzada de que pensaras que estaba tan
quebrada que necesitaba ser cuidada.
Él la miró minuciosamente—. Quiero cuidarte pero no por esa razón. Por supuesto que
puedes cuidarte a ti misma. Lo has estado haciendo desde que eras una niña. Y has hecho un
buen trabajo, Isabella. Pero ya no tienes que estar más sola. Me tienes a mí ahora.
¿De verdad? Pensó Bella.
—Quiero malcriarte y hacer gestos extravagantes porque me interesas. —Cambió
ligeramente su peso—. No puedo decir todo lo que siento. Todo lo que puedo hacer es
mostrártelo. Así que cuando no me permites… —Se encogió de hombros, con una mirada de
dolor en su cara.
—Nunca lo había pensando de esa manera.
—Cada vez que hago algo por ti soy yo tratando de mostrarte las palabras que no
puedo decir. —Trazó la curva de sus pómulos con sus pulgares—. No me prives de ello. Por
favor, Isabella. —Sus ojos grandes le rogaban.
Bella le respondió alzándose por sus talones y presionándose a sí misma contra su
pecho, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello y saqueando su boca con la suya. Era
todo hambre y promesas y dar y necesidad. Y Edward se dio a ella, con su mandíbula tensa
mientras concentraba su cuerpo entero en esta perfecta boca, completamente palpable.
Cuando se separaron, ambos estaban jadeando.
Edward descansó su barbilla en el hombro de ella.
—Gracias —, le susurró él.
—Me es difícil depender de alguien más.
—Lo sé.
—Sería más fácil si me incluyeras en tus planes, en vez de tomar las decisiones por mí.
Me sentiría más como tu… compañera. No que eso sea lo que seamos. —Sus mejillas se
sonrojaron.
Él la besó de nuevo—. Quiero que seamos compañeros, Isabella. Así que lo que pides
es justo. Solamente me dejo llevar a veces.
Bella asintió contra su pecho y cuando él aclaró su garganta, se apartó para poder ver
sus ojos.
—Alrededor de un año antes de que él muriera, mi padre tuvo un ataque de conciencia
y me agregó en su testamento. Debió haber pensado que al darme la misma parte de sus
propiedades que a sus hijos legítimos podría cubrir todos sus pecados.
—Lo siento tanto, Edward.
—No quería su dinero. Pero por las inversiones que me dejó, tengo más dinero ahora
que lo que tenía cuando murió. No importa cuán rápido lo gaste, nunca puedo deshacerme
de él. Así que no debes pensar en cuánto cuestan las cosas. El costo es insignificante.
—¿Por qué aceptaste la herencia?
Él la soltó para poder frotar sus ojos debajo de los lentes.
—Carlisle y Esme hipotecaron su casa para pagar por mis errores. Debía dinero por
drogas, algunas personas peligrosas estaban detrás de mí, y había otras cosas…
—No lo sabía.
—Charlie sabía.
—¿Charlie? ¿Cómo?
—Carlisle estaba resuelto a salvarme. Él me hizo decirle en cuantos problemas estaba y
después iba a ir con todas las personas a las que debía dinero y pagarle. Afortunadamente,
llamó a Charlie primero.
—Nunca supe sobre esto.

264
—Más secretos. —Edward frunció el ceño—. Carlisle fue tan ingenuo. No se dio cuenta
de que ellos podían haberlo matado y tomado el dinero. Charlie dispuso para tener a
algunos amigos suyos que arreglaran todo, con el dinero de Carlisle. Cuando salí de
rehabilitación llamé al abogado de mi padre en Chicago y dije que tomaría la herencia. Pagué
la hipoteca, pero nunca perdí la vergüenza. Carlisle podría haber muerto por mí.
Bella presionó su mejilla en su pecho—. Eres su hijo, Edward. Por supuesto que él
quería salvarte. Te ama.
—El hijo prodigo —, murmuró Edward—. Quiero que te sientas cómoda aquí, Isabella.
Vacié uno de los cajones de mi armario e hice espacio en mi closet para tu ropa. Me gustaría
que dejaras algunas de tus cosas conmigo para que puedas ir y venir cuando quieras. Y te
daré mi llave de repuesto.
—¿Quieres que deje mi ropa aquí?
—Bueno, preferiría que te dejaras a ti misma aquí, pero me conformaré con tu ropa —,
refunfuñó, con sus ojos todavía oscurecidos.
Bella se alzó para dar un beso de arrepentimiento en los labios abiertos de Edward.
—Dejaré alguno de tus regalos aquí y la próxima vez que venga, estarán esperando por
mí.
Él sonrió y después se transformó en una sonrisa de suficiencia.
—Dado que estamos hablando sobre dejar cosas aquí, tal vez dejes algunas fotografías.
—¿Quieres tomar mi fotografía así?
—¿Por qué no? Estás impresionante, Isabella.
La piel de ella ardió.
—No creo que esté lista para permitirte tomar fotos eróticas de mí.
Sus cejas se fruncieron—. Estaba pensando más sobre la línea de algunas fotografías
blanco y negó de tu perfil, tu cuello, tu cara… —Empezó a trazar círculos en su espalda, un
movimiento gentil diseñado para reasegurarle su afecto.
—¿Por qué?
—Porque me gustaría ser capaz de mirarte cuando no estés aquí. El apartamento está
muy vacío sin ti.
Ella frunció la boca pensativamente.
—¿Eso te molesta? —Acarició la línea de su mandíbula lentamente.
—No. Puedes tomar mi fotografía. Pero preferiría estar completamente vestida.
—No creo que mi corazón pueda soportar la visión de ti desnuda… ya eres demasiado
tentadora como estás.
Ella le sonrió y él se rio.
—¿Puedo preguntarte algo, Edward?
—Por supuesto.
—¿Cuándo vayas a casa en día de acción de gracias, te quedarás en casa de Carlisle o
en un hotel?
—Estaba hablando de eso con él. Me quedaré en la casa con todos los demás. ¿Por qué?
—Alice dijo que tú solías quedarte en un hotel cada vez que visitabas.
Se encogió de hombros—. Eso es cierto.
—¿Por qué?
Él suspiró profundamente.
—Porque habría sido la única persona soltera en una casa llena de amantes. Era la
oveja negra de la familia y Emmett nunca me dejaba olvidarlo.
—¿Nunca llevaste a una chica a casa?
—Nunca.
—¿Nunca quisiste llevar a alguien a casa?
—A nadie antes que a ti. —Se inclinó para besarla de nuevo—. Y si me salgo con la
mía, serás la primera chica en compartir mi cama en la casa de mis padres.

265
Desafortunadamente no creo que eso vaya a suceder en este viaje. Al menos que me cuele a
través de tu ventana después que oscurezca.
Bella se rio ligeramente, pero secretamente estaba muy, muy complacida.
—Carlisle me recordó que necesito reservar nuestros pasajes de avión. ¿Por qué no me
dejas hacer los arreglos y después podemos arreglar lo del dinero?
—Puedo comprar mi propio pasaje.
—Por supuesto que podrías. Pero quiero que estemos sentados juntos. Tendremos que
ir al aeropuerto después de mi seminario, lo que significa que tendremos que tomar el último
vuelo fuera de Toronto, el cual es alrededor a las nueve.
—Eso es tarde.
—Iba a reservar una habitación de hotel en Seattle para miércoles en la noche, ya que
estaremos llegando cerca de la medianoche. Al menos que quieras que manejemos a Forks
inmediatamente.
Bella negó con la cabeza—. Estaría demasiado cansada para ayudarte a manejar y sería
un día muy largo.
—Podría reservar dos cuartos o… podrías quedarte conmigo. —Los ojos de Edward
estaban fijos en ella, midiéndola.
—Me gustaría quedarme contigo —, ella sonrió.
—Bien. Me ocuparé sobre las reservaciones y rentaré un auto.
—¿Y qué hay sobre Alice y Jasper? ¿No deberíamos viajar con ellos?
—Ellos viajaran el miércoles después del trabajo. Y Alice me instruyó que era mi
responsabilidad velar que llegues segura a Forks. Ella espera que yo sea tu chofer y tu
botones. —Le guiñó el ojo con aire de suficiencia.
—Ella sabe, ¿verdad?
—Alice siempre sabe más de lo que dice. —Le sonrió a Bella—. No te preocupes sobre
Alice. La controlaré.
—No es de Alice de quien estoy preocupada —, murmuró Bella.
—No necesitas preocuparte sobre nada. Nosotros seremos solo dos viejos amigos de
familias que se encontraron de nuevo en una ciudad lejos de casa. Será más difícil para mí de
lo que será para ti.
—¿Y por qué es eso?
—Porque estaré en el mismo cuarto contigo y no podré tocarte.
Ella miró hacia sus pies desnudos y sonrió tímidamente.
Edward tomó su mano en la de él y empezó a acariciarla.
—¿Cuándo es tu cumpleaños?
—Yo no lo celebro.
—¿Por qué no?
—Simplemente no lo hago. —Ahora la voz de ella era defensiva.
—Bueno, me gustaría celebrarlo contigo. No me lo prives, Isabella. —Los ojos de
Edward mostraban más frustración que molestia.
Bella pensó de nuevo sobre su discusión de la ropa y decidió que no quería tener otra
pelea con Edward tan pronto.
—Fue el trece de septiembre. Te lo perdiste.
—No, no lo hice. —Envolvió sus brazos alrededor de ella y frotó su mejilla con la de
ella—. ¿Estás libre el próximo sábado? Podemos celebrarlo entonces.
—¿Qué estaremos haciendo?
—Necesitare hacer algunos arreglos, pero nosotros vamos a salir.
—No creo que sea una buena idea para nosotros salir juntos… en público.
Edward frunció el ceño—. Déjame preocuparme a mí sobre eso. Ahora, ¿estás
aceptando mi invitación o no? —Deslizó su mano hacia abajo para hacerle cosquillas a uno
de sus lados.

266
—Estoy aceptando con gratitud. Por favor no me hagas cosquillas.
Edward ignoró su ruego y empezó a hacerle cosquillas suavemente hasta que ella
colapsó en sus brazos, temblando de la risa.
Él amaba escucharla reír.
Cuando ella finalmente recuperó su aliento, empezó a disculparse.
—Lamento haber herido tus sentimientos. Sé que no es excusa, pero ayer fue un día
difícil y encima de eso, estoy hormonal.
¿Hormonal? Pensó Edward. ¿Qué significa eso?
Ohhh…
La miró con preocupación—. ¿Te sientes bien?
—Estoy bien. Me puse de esta manera unos cuantos días atrás. Estoy segura que no
quieres oír sobre ello.
—Si te hace sentir enferma o alterada, por supuesto que quiero escuchar sobre ello.
—Tal vez quieras marcarlo en tu calendario para que sepas cuándo evitarme. Eso es, si
las cosas… —Dejó de hablar.
—No haré tal cosa —, dijo Edward, rígido—. Te quiero, completa… no solo una parte.
Y por supuesto que las cosas van a continuar.
Espero.
La revelación de Bella le presentó a Edward una situación interesante. No era como si
él hubiese olvidado su biología humana. Era más que con su estilo de vida social, eso nunca
había sido un problema. Las mujeres hormonales, o las mujeres en su ciclo, no frecuentaban
el Vestíbulo en busca de sexo. Y había pasado un tiempo desde que había tenido la misma
mujer en su cama más de una vez. E incluso allí ellos no habían discutido temas tan íntimos.
A él no le importaría discutir temas tan íntimos con Isabella. Él quería ser capaz de leer
sus estados de humor, incluso si ellos fueran llorosos o de mal genio. Y ese pensamiento lo
hizo estar tanto perplejo como complacido.
—Debería dejarte para que te vistieras. Pero hay una cosa más que tenemos que hablar.
—Edward le dio una mirada seria y Bella de inmediato se sintió nerviosa.
—Hablé con mi abogado.
Ella asintió.
—Me aconsejó que me mantuviera lejos de ti. Dijo que la Universidad tenía una
política de cero tolerancia con respecto a la confraternización que cubría tanto a estudiantes
como a miembros de la facultad.
—¿Lo que significa?
—Significa que ambos correríamos riesgo si nos involucramos mientras estás en mi
clase. Podrías ser expulsada, bajo ciertas condiciones.
Bella cerró sus ojos y un gemido escapó de sus labios.
¿Por qué el universo siempre está conspirando contra nosotros?
—Nosotros sabíamos que la policita estaba en vigor y sabíamos que era serio. Solo
necesitamos mantener el status quo y continuar siendo discretos por un par de semanas más.
Tan pronto como Katherine coloque la nota en tu trabajo el cuatro de diciembre, seremos
libres para vernos el uno al otro.
Estoy asustada.
Edward extendió su mano para acariciar su mejilla—. ¿De qué estás asustada?
—Si cualquier persona nos ve juntos o sospecha algo, podría presentar una queja.
Ángela te desea y ella me odia. A Peter no le gusta cómo me tratas así que estoy segura que
estaría deseoso de afirmar que me estás acosando. Y la profesora Singer… —Bella se
estremeció. Ni siquiera quería considerar lo que la profesora Singer pensaría.
—No voy a dejar que ellos te expulsen. Sin importar qué. Nunca va a llegar a eso.

267
Bella trató de protestar pero él la silenció con sus labios, murmurando palabras
tranquilizadoras en su boca mientras trataba de demostrarle cuán profundamente le
interesaba sin usar sus palabras.

-
Ellos pasaron un hermoso día juntos. Se rieron y besaron y pasaron horas hablando.
Edward tocó el piano e incluso cantó un poco, después de mucha persuasión. Tomó varias
fotografías de Bella en distintas poses casuales hasta que su vergüenza tomó lo mejor de ella
y estuvo forzado a bajar la cámara.
Él decidió tomarle una foto o dos mientras estuviera durmiendo esa noche. Porque
Isabella tenía la cara de un ángel cuando estaba en calma. Y sabía que una Isabella dormida
sería un tema cautivante.
Después de la cena, ellos se encontraron a sí mismos bailando frente a la chimenea.
Edward había preparado una compilación de varias canciones sensuales de Sting, pero Bella
no podía concentrarse en la música. Su cabeza estaba en una nube como siempre lo estaba
cuando él la besaba. Tenía que concentrarse en respirar de vez en cuando, de lo contrario
estaría tan capturada en el movimiento de sus labios con los de él, que se desmayaría.
Las manos de él estaban en su cabello, enredándolo y acariciando los cabellos que
estaban en la nuca de su cuello. Después se movían a sus hombros, donde lentamente
trazaban círculos. Después se deslizaban por sus brazos hasta su cintura, y suavemente,
juguetonamente, se movían despacio hacia arriba a los lados de sus senos.
Después dos manos fuertes ahuecaron gentilmente sus senos, moviéndolas y
masajeándolos suavemente.
Bella se apartó.
Edward mantuvo sus manos donde estaban y abrió sus ojos. Al principio se veía
confundido. El pecho de ella subía y bajaba y pudo sentir su corazón acelerar contra sus
dedos.
—¿Isabella? —, susurró él.
Ella negó con su cabeza, su piel sonrojada y su boca abierta. No rompió el contacto
visual y se acercó a él.
Edward movió sus manos un poco, simplemente para medir su reacción.
Ella cerró sus ojos por un segundo y después los abrió y él vio algo completamente
nuevo en sus profundidades castañas… calor.
La visión de la repentina e intensa excitación de Bella lo golpeó con fuerza, no solo en
su propio estado de excitación intensificada, sino emocionalmente, también. Nunca lo había
visto de esa manera antes, toda turbada y animada, como si nadie nunca la hubiera tocado
allí alguna vez.
Edward gruñó ligeramente en su pecho ante esa idea.
Se acercó a ella para besarla mirándola fijamente y estrelló sus labios contra los suyos,
haciendo la caricia en sus senos más contundente, y rozando un pezón con su pulgar que ya
empezaba a sobresalir a través de su camiseta.
Bella jadeó de placer en su boca y eso lo estimuló incluso más.
Pronto él estaba gimiendo en sus labios y presionando sus cuerpos más firmemente
juntos.
¡Más! Su cuerpo le ordenaba. Más cerca. Más rápido. Más apretado. Más. Más. Más.
—Ugghhh —, gimió él, liberándose de sus labios y moviendo sus manos al sitio seguro
de sus omoplatos.
Bella presionó su mejilla en sus pectorales, respirando con dificultad. Con sus ojos
cerrados, empezó a tambalearse en sus pies y a caerse de lado, dirigiéndose al suelo.
Edward se inclinó y la tomó por la cintura, enderezándola sobre sus pies.
—¿Te encuentras bien?

268
Ella asintió—. Solo mareada.
—La privación de oxigeno te hará eso. —Le dio una media sonrisa.
—Y también tus dedos —, le susurró.
Él la colocó en la silla roja al lado del fuego.
—Necesito tomar una ducha.
Bella asintió y trató de recuperar el aliento.
Cuando Edward se había ido por algún tiempo, se preguntó qué había pasado con él.
Se preguntó por qué, tan de repente, sintió la necesidad de tomar una segunda ducha.
Y cuando la respuesta de su pregunta silenciosa finalmente cayó en ella, se sonrojó y
sonrió para sí misma.

-
El fin de semana en la casa de Edward fue quizás uno de los más felices de la vida de
Bella. Llevó los recuerdos como un talismán toda la semana; durante su seminario el
miércoles, los intentos persistentes de Ángela de degradarla y avergonzarla y durante el bien
intencionado pero no deseado estimulo de Peter de presentar una queja contra la profesora
Singer.
La semana de Edward fue la semana del infierno.
Fue difícil para él mantener sus ojos alejados de Isabella en su seminario y ese esfuerzo
lo hizo estar irritable y de mal humor. Ángela estaba poniendo a prueba su paciencia,
rogándole por reuniones extras en las cuales ellos podrían (supuestamente) discutir su
propuesta de tesis. Rechazó todas sus peticiones con un movimiento en su mano, lo cual solo
hizo que redoblara sus esfuerzos.
Y Jane…
Jane le envió un email a Edward, el cual decía lo siguiente:

Edward,
Tan bueno verte de nuevo.
Había extrañado nuestras pequeñas conversaciones.
Tu conferencia fue técnicamente buena pero estoy decepcionada
que hubieses presentado algo tan retrogrado
cuando solías ser tan intrépido.
Tal vez el profesor Doth protestó demasiado…
Necesitas aceptar tu verdadera naturaleza
y someterte a un pequeño entrenamiento.
Puedo darte justo lo que necesitas.
Puedo darte exactamente lo que ansías.
Mme. Jane.

Edward fue muy cuidadoso en no contestar o borrar el email. En cambio, hizo


exactamente lo que había hecho con la previa correspondencia de ella… la imprimió y colocó
en un expediente en el archivador de su oficina. No estaba dispuesto a lanzar una queja
contra ella dado que su enredo inicial había sido consensual. Pero eso no evitaría que no
pueda amenazarla con sus propias palabras, si se diera la necesidad. Solo tenía la esperanza
que su fascinación con él continuara y que ella olvidara todo sobre Isabella.
En un esfuerzo para distraerse a sí mismo, Edward pasó la mayoría del tiempo libre de
esa semana ya sea preparándose para el cumpleaños de Isabella o practicando esgrima en el
club de esgrima de Hart House. En cualquier caso, esas eran opciones más saludables que
sus métodos anteriores de desahogo.
Cada noche él se acostaba en la cama despierto mirando el techo de su habitación,
pensando en Isabella y deseando que su pequeño y cálido cuerpo estuviera entrelazado con

269
el suyo. Estaba empezando a tener dificultades para quedarse dormido sin ella y ninguna
suma de tensión liberada (de cualquier forma) estaba eliminando esa dificultad. O esa
hambre.
Había pasado un largo tiempo desde que él había tenido una cita formal… desde
Harvard, por lo menos. Se maldijo a sí mismo por su estupidez anterior en pensar que sus
depredaciones en el Vestíbulo eran una substitución adecuada o preferible. Extrañaba el sexo,
era cierto. Algunas veces se preguntaba si sería capaz de mantener su régimen de castidad.
Pero no extrañaba el distanciamiento que surgía de ir a casa solo después de venir del
apartamento de alguien y lavar las marcas de su cuerpo como si fueran contagiosas. No
extrañaba el desprecio que sentía por sí mismo cuando reflexionaba en sus conquistas
pasadas, conquistas de mujeres que nunca le habría presentado a Esme.
Isabella era diferente. Con ella él quería la pasión y la excitación, pero también la
ternura y la compañía. Y esa realización, aunque nueva, continuaba tanto asustándolo como
complaciéndolo.

-
El sábado en la tarde, Bella leía y releía entusiasmadamente el email que le daba los
detalles sobre su celebración de cumpleaños.

Feliz cumpleaños, cariño.


Por favor dame el honor de adornarme con tu presencia
en el Museo Royal Ontario este sábado en la noche a las seis en punto.
Encuéntrame en la entrada de la calle Bloor.
Estaré usando un traje y corbata y una sonrisa increíblemente blanca
cuando estés caminando por la puerta.
Estoy deseando por el placer de tu compañía con gran expectativa.
Te extraño.
Tuyo con afecto,
Edward.

Ella accedió ansiosa, vistiendo el vestido azul Santorini que Alice había comprado,
junto con medias negras transparentes y tacones Christian Louboutin. Era demasiado lejos (y
demasiado doloroso) para caminar con esos zapatos de su apartamento al museo, así que
tomó un taxi. Sus ojos estaban brillando y sus mejillas estaban rosadas del entusiasmo.
Voy a ir a una cita con Edward. Nuestra primera cita real.
Casi no le importaba que él hubiera insistido en celebrar su cumpleaños; el
pensamiento de tener a Edward para sí misma en una noche romántica apartó el temor hacia
un lado. Ella lo extrañaba, también, a pesar de sus mensajes de textos y emails furtivos y las
llamadas nocturnas.
El Museo se había sometido a una renovación substancial recientemente y una
escultura de cristal con forma de los grabados de un casco de un gran barco sobresalía fuera
de la pared de piedra original. A Bella no le gustaba la yuxtaposición de lo moderno y el
Victoriano; prefería uno o el otro. Pero quizás era parte de la minoría. Mientras se acercaba a
la entrada, se dio cuenta que el Museo estaba cerrado; el letrero de horario indicaba que
había sido cerrado por treinta minutos. Sin embargo, caminó hacia la puerta y estuvo
sorprendida cuando fue admitida inmediatamente por un guardia de seguridad.
—¿Señorita Swan? —preguntó.
—Sí.
—Su anfitrión la espera en la tienda de regalos.
Bella agradeció al guardia de seguridad y después caminó lentamente por estantes de
artefactos, juguetes y chucherías.

270
Un hombre alto, vestido impecablemente en un traje de rayas azul marino con los lados
sueltos, estaba parado con su espalda hacia ella. Tan pronto como vio su forma, sus hombros
anchos e indómito cabello cobrizo, su corazón saltó en su pecho.
¿Siempre será así? ¡¿Siempre me sentiré sin aliento y con las rodillas débiles cada vez que lo
vea?!
Se acercó lentamente y cuando no se volteó, ella aclaró su garganta.
—Profesor Masen, presumo.
Él se dio la vuelta rápidamente y tan pronto como la vio, se quedó sin aliento.
—Estás preciosa. —Presionó sus labios en los de ella un poco muy entusiastamente, y
después la ayudó a quitarse su abrigo—. Da una vuelta —, dijo con voz ronca.
Bella lentamente giró en un círculo.
—Estás despampanante. —La empujó en sus brazos y la besó con más intensidad,
tirando de su labio entre los suyos inmediatamente y después suavemente explorando su
boca.
Ella se apartó avergonzada—. Edward.
Él le dio una mirada ardiente—. Nosotros estaremos haciendo más de eso esta noche.
Tenemos el museo completo para nosotros. Pero primero…
Él buscó para recoger una pequeña caja transparente que estaba colocada en una mesa
baja que estaba cerca. Se lo entregó a ella. Adentro de la caja estaba una gran orquídea
blanca.
—¿Para mí?
Él sonrió—. Me perdí tu baile de graduación. ¿Puedo?
Ella asintió.
Edward removió la orquídea y ató el ramillete en su muñeca un poco muy
competentemente con una cinta de satín rosado, enrevesando el ramal en un entretejido
elaborado.
—Es hermoso, Edward. Gracias.
Ella lo besó ligeramente.
—Ven. —Fue de buena gana, pero él se dio cuenta inmediatamente de su error y se
detuvo—. Quiero decir, si lo deseas.
Ella le sonrió ampliamente.
Ellos caminaron hacia un gran espacio abierto donde un bar pequeño e improvisado
había sido puesto.
Edward la guio hasta el bar con su mano en su pequeña espalda.
—¿Cómo organizaste esto? —le susurró.
—Yo era uno de los donantes para la exhibición Florentina. Pedí por una visita
privada, ellos accedieron con gusto. —Le dio una media sonrisa que casi causa que se
derritiera en un charco en el suelo justo como Amélie.
El cantinero sonrió ampliamente a la pareja—. ¿Señorita? —Preguntó.
—¿Sabe cómo hacer un Flirtini?
—Por supuesto, señorita. Ya va a salir.
Las cejas de Edward subieron y se inclinó más cerca para susurrar en su oreja—. Ese es
un nombre interesante para un trago. ¿Un preview de una tráiler de cine?
Ella rio.
—Vodka de frambuesa, jugo de arándano y piña. Una de mis amigas de Seattle me
introdujo a él. Aunque ella prefiere los Cosmopolitans.
Él rio y después negó con su cabeza.
—¿Señor? —Preguntó el cantinero, entregándole a Bella su bebida, decorada con una
pequeña rodaja de piña.
—Agua tónica con lima, por favor.
Bella lo miró—. ¿No estás bebiendo?

271
—Hay una botella especial de vino esperándonos en mi casa. Estoy esperando por eso.
—Le sonrió a ella—. Además, tu sola presencia me embriaga.
Bella esperó hasta que Edward recibió su bebida y después brindaron.
—Puedes llevar tu… ¿cómo era?... flirtini contigo. Somos los únicos invitados aquí.
—Puedo tener uno de estos toda la noche. Son bastante fuertes.
—Tenemos todo el tiempo del mundo, Isabella. Esta noche entera gira en torno a ti. —
La guio hacia el pasillo, por un juego de puertas y a un ascensor—. La exhibición es en la
planta baja.
Cuando ellos entraron en el ascensor, Edward se volteó hacia ella.
—¿Te dije cuánto te extrañé esta semana? Los días parecían durar para siempre.
—Te extrañé, también —, dijo ella, tímidamente.
—Te ves adorable. Tu cara, tu vestido, tus zapatos. —Observó evaluadoramente a sus
zapatos altos—. Eres una visión.
Ella se sonrojó y bajó sus ojos—. Gracias.
—Va a tomar todo mi autocontrol no desaparecerte hacia la exhibición del mobiliario
victoriano para así poder hacerte el amor en una de las camas con cuatro postes.
Las cejas de Bella se levantaron y después rio un poco, preguntándose qué tipo de
reacción esa exposición podría provocar.
Edward respiró aliviado de que su declaración descuidada no hubiera causado que ella
se retirara de él. Tenía que haber sido más cuidadoso.
Él había estado involucrado activamente no solo en la financiación de la exhibición de
muchos tesoros de Florencia, sino también en la selección de las piezas. Mientras paseaban
alrededor de los varios cuartos, ofreció unas cuantas breves palabras en algunas de las piezas
más impresionantes. Pero más que todo ellos solo pasearon tomados de la mano, como una
pareja amorosa en una caminata, parándose de vez en cuando para abrazarse o besarse
cuando las ganas les golpeaban.
Bella terminó su coctel un poco antes de lo programado y Edward amablemente
encontró un sitio para colocar sus copas. Estaba feliz de tener sus manos libres, finalmente.
Era un imán para él, un jalón irresistible. Él acariciaba su cuello, su mejilla, su clavícula.
Presionó sus labios en sus manos, sus labios, su garganta. Ella estaba arruinándolo poco a
poco y cuando sonreía o se reía creía que iba a arder en fuego.
Ella era su adicción ahora.
Ellos pasaron bastante tiempo admirando la pintura de Fra Filippo Lippi “Madonna
con el Hijo y dos Ángeles”, porque era una pieza que ambos admiraban.

Edward se paró detrás de ella, sus brazos envueltos cómodamente alrededor de su


cintura.

272
—¿Te gusta? —Le susurró en su oído, descansando su barbilla en su hombro.
—Bastante. Siempre he amado la serenidad en la cara de la Virgen.
—Yo también —, dijo Edward, arrastrando suavemente sus labios desde justo debajo
de su mandíbula hasta su lóbulo de oreja, acariciándola suavemente—. Su serenidad es
bastante atrayente.
Los ojos de Bella rodaron detrás de su cabeza—. Mmmmmmmm —, gimió sonoramente.
Edward se rio y después repitió sus movimientos, permitiendo a su lengua salir de
entre sus manos, moviendo ligeramente la punta de ella alrededor de la superficie de su piel.
Solo un susurro, solo una promesa, tan suave que ella pensó que había sido sus labios.
—¿Eso te complace?
Bella le respondió al extender su mano para agarrar su cabello. Lo acarició suavemente.
Era todo el estímulo que necesitaba.
Él la volteó y la presionó hacia su cuerpo, moviendo sus brazos a su pequeña espalda.
—Eres una verdadera pieza de arte —, le murmuró contra su garganta—. Eres una
obra de arte. Feliz cumpleaños, Isabella.
Ella le tiró de su oreja suavemente con sus labios y después la besó suavemente—.
Gracias.
Él llevó sus labios a los de ella y la besó firmemente, rogándole silenciosamente que la
abriera. Y después sus lenguas se movieron juntas, lentamente.
Él era pausado. Tomaba su tiempo. Estaban solo ellos dos en un museo casi vacío. Besó
sus labios y mejillas, llevándola a la esquina del cuarto, apoyándola vacilante hacia la pared.
Sus ojos eran meditabundos.
—¿Está esto bien?
Ella asintió, sin aliento.
—Si quieres que me detenga, solamente dímelo. No dejaré que las cosas vayan muy
lejos… pero te necesito.
Ella sonrió y envolvió sus brazos alrededor de su cuello, jalándolo cerca.
Él la presionó suavemente contra la pared, y después presionó su cuerpo firmemente a
ella. Cada musculo, cada parte de él era encontrado con sus correspondientes curvas y
suavidad. Ellos calzaban juntos perfectamente. Como si estuvieran hechos uno para el otro.
Sus manos viajaron bajo hacia sus lados y sus caderas, titubeantes. Ella apretó las caderas
más firmemente a la suya en respuesta. Y todo ese tiempo, sus lenguas y sus labios
exploraban. Nunca satisfechos. Sus largos y delgados dedos se deslizaron por su espalda y
después hacia abajo para que pudieran ahuecar sus dos redondas y deliciosas curvas. Él
apretó tentativamente, y después sonrió contra su boca cuando ella gimió.
—Eres perfecta. Cada parte de ti. Pero esto… —Sonrió de nuevo y empezó a besarla
con vigor renovado.
—¿Me está diciendo que le gusta mi culo, profesor?
Edward se apartó para así poder ver sus ojos—. No me llames así —, medio gruñó.
—¿Por qué no? —Se jugó.
—Porque no quiero pensar sobre el hecho de que estoy rompiendo todas las reglas
ahora.
La sonrisa de ella desapareció y Edward inmediatamente sintió arrepentimiento.
—Y nunca llamaría la hermosura de tu trasero un culo… es algo demasiado elegante
para eso. Tendría que crear una palabra completamente nueva para describirlo en toda su
gloria.
Ahora Bella rio y él la apretó con sus dos manos por si acaso.
El profesor Masen es un hombre de culos.
Los dedos de ella prefirieron su cabello, acariciándolo y tejiéndolo, presionando su cara
con la de ella. Podía sentir su corazón latir contra su pecho. Podía sentir su respiración
agitarse, pero no le importaba.

273
Ella lo amaba.
Y él había sido tan dulce con ella.
En ese instante podría haberle dado cualquier cosa y que se condenaran las
consecuencias. ¿Qué consecuencias? Su mente no podía ni siquiera nombrarlas.
Los dedos de él empezaron a moverse, acariciando sus curvas y amasando la carne
debajo de ellos suavemente. Y después su mano derecha se deslizó hacia abajo para ahuecar
su muslo, jalando su pierna hacia arriba. Envolvió su muslo alrededor de su cadera y ella se
apretó contra él.
Era casi un tango contra la pared.
Bella no podía dejar de besarlo el suficiente tiempo para considerar cómo había
dominado el arte del equilibrio o de respirar en la boca de Edward.
Ahora él podía moverse. Sus caderas presionaban hacia delante, pegado contra ella con
su muslo en su cadera, mientras su mano viajaba hacia atrás para soportar el dorso de su
pierna.
Podía sentirlo duro contra ella. Una presión deliciosa y fricción tentativa. Se sintió
envalentonada para quitar sus manos de su cabello y sentir sus hombros y después enredar
sus brazos alrededor de su cintura y abajo a las propias deliciosas curvas de él. Curvas que
había admirado enormemente en más de una ocasión. Curvas que eran prietas y musculares
debajo de su exploración tentativa. Ella lo jaló más cerca contra su cuerpo, presionando sus
manos contra él alentándolo.
No necesitaba ser alentado. Sus dedos viajaron de arriba hacia abajo con suavidad por
sus medias transparentes, acariciando sus muslos.
Este era el cielo.
Respirando, jadeando, agotando, besando, sintiendo.
Él no encontró ninguna resistencia. Ninguna duda. No estremecimiento ni miedo.
Ella lo aceptaba.
Ella lo quería.
Y su cuerpo era suave y cálido y oh, tan receptivo.
—Bella, yo… nosotros… tenemos que detenernos. —Sin ninguna advertencia, se
apartó. Los ojos de ella estaban cerrados y sus labios estaban rojos e hinchados. Él tenía
hambre de esa boca incluso más ahora. Apartó su cabello lejos de su cara—. ¿Bebé?
Ella respiraba pesadamente y después sus ojos se abrieron. Él unió sus frentes e inhaló
y exhaló, todo perfumado y dulzura. Con una última caricia, tomó su pierna y la ayudó a
bajarla.
Ella con mucho pesar apartó sus manos de su derriére.
Y entonces, aunque le dolía, él colocó un poco de distancia entre sus cuerpos, tomando
sus manos en las suyas.
—No debí haberte arrinconado así. O permitir que las cosas llegaran tan lejos. —Negó
con su cabeza, tragándose una maldición—. ¿Te asusté?
—No dije que no, Edward. —Su pequeña voz hizo eco en el gran salón—. Y no me
asustaste.
—Estabas asustada de mí antes. Recuerdas aquella noche cuando me preguntaste sobre
una de mis fotografías… la que era agresiva y dominante… —Los labios de Edward se
presionaron firmemente.
—Te conozco mejor ahora.
—Isabella, nunca tomaré algo de ti o trataré de manipularte en algo que no quieras. Por
favor créeme.
—Lo hago, Edward. —Jaló una de sus manos y lo convenció de que la extendiera sobre
su corazón, la palma abierta en su pecho, entre sus senos—. Siente el latido de mi corazón.
Edward frunció el ceño—. Demasiado rápido. Como un colibrí.

274
—Esto es lo que me pasa cada vez que estoy cerca de ti. Cuando me tocas. Soy la que es
adicta a ti, Edward. ¿No lo sabías? ¿No sabes por qué es que olvido respirar cuando estoy
cerca de ti?
Él rozó sus pulgares contra su piel desnuda y después gentilmente transfirió su
atención a su hinchado labio inferior.
—Te hice esto. ¿Te duele? —Le susurró.
Ella negó con su cabeza—. Solamente duele en tu ausencia.
Él presionó sus labios en los de ella reverencialmente—. Vas a ser mi muerte.
Ella acomodó su cabello hacia atrás y sonrió —. Pero será una dulce, dulce muerte.
Él rio y la jaló hacia un abrazo—. Vamos a continuar nuestro tour antes de que mi
contacto decida echarnos por indecencia. Tendré que hablar con él sobre conseguir los videos
de la cámara de seguridad.
¿Videos? ¿Cámaras de seguridad? Scheisse. Hmmmmmm. Por otro lado…

-
Para el momento en que llegaron al apartamento de Edward, estaban riendo y
mareados. La desesperación del uno hacia el otro se había enfriado ligeramente, pero estaba
todavía cálida y afectuosa.
Bella estaba tan feliz. Y ellos tenían la noche completa juntos… y usaría su dormilona
purpura… él la adoraría con ella.
Edward la besó en la cocina, insistiendo que le permitiera hacer todo.
—Pero quiero ayudar.
—Cocinaremos juntos mañana en la noche.
Ella pensó sobre eso por un momento.
—No sé qué sientas al respecto, pero tengo la receta de lasaña de Esme. Podríamos
cocinarla juntos. —Lo miró con incertidumbre.
Él le sonrió triste y la besó de nuevo—. No he comido eso en años. Estaré contento de
que me enseñaras, Isabella.
Eso posiblemente es la única cosa que alguna vez seré capaz de enseñarte, Edward. Tú eres un
dios del amor, además de otras cosas.
Ella rozó sus labios con los de él y después se acomodó a sí misma en un banquillo.
—La cena de esta noche es traída a ti por Scaramouche. Dado que Mahoma no puede ir
a la montaña, la montaña debe ir a Mahoma.
—¿De verdad?
—Todo está aquí, incluyendo una muy refinada torta de chocolate de Grand Marnier
de la Pastelería La Cigogne. Y tengo una extraordinaria botella de vino que he estado
guardando, la cual permitiré que respire antes que empecemos. —Le guiñó un ojo—. Incluso
tengo velas para la torta.
—Gracias por una encantadora noche, Edward. Fue… el mejor cumpleaños que alguna
vez he tenido.
—No ha terminado aún —, dijo en voz áspera, sus ojos verdes brillando hacia ella—.
No te he dado tu regalo.
Bella se sonrojó profundamente y bajó la mirada hacia sus manos, preguntándose si él
había querido sonar tan sensual.
Me pregunto qué “regalo” quiere darme. Sé qué regalo me gustaría. Es oficial. Ahora estoy
fantaseando sobre hacer el amor con Edward…
Las imágenes eróticas de Bella fueron interrumpidas maleducadamente por el sonido
de su teléfono celular. Ella caminó hacia su bolso y lo abrió a regañadientes.
—Es mi papá —, le susurró a Edward—. Algo debe ir mal. ¿Hola?
—Hola, Bells.

275
Bella inhaló lentamente, haciendo el sonido de la aspiración con sus pulmones y
después sostuvo su aliento. Todo el color desapareció de sus mejillas y Edward caminó
inmediatamente hacia ella, sabiendo que algo estaba muy, muy mal.
—¿Por qué me estás llamando de la casa de mi papá? ¿Cómo conseguiste este número?
—Logró decir, antes de que sus piernas flaquearan. Cuando ya no pudieron soportar su
peso, se desplomó sobre sus rodillas en el suelo.
—Estás en el marcado rápido de su teléfono, Bella. ¿Cómo más se supone que voy a
hablar contigo? ¡Cambiaste tu número! Y todos saben dónde él guarda su llave de repuesto…
debajo de la alfombra de bienvenida. Necesitaba hablar contigo. Te extraño.
Ella cerró sus ojos y empezó a inhalar y exhalar muy rápido. Edward tomó su mano y
trató de levantarla sobre sus pies, pero ella no se movía.
—No puedo creer que irrumpiste en la casa de Charlie. ¿Cómo pudiste? ¡Después de
todo lo que él ha hecho por ti y por tu papá!
—Leah me dejó. Conoció a alguna perra en Seattle. Se están mudando juntas.
—Sabías que era bisexual. —Bella colocó una mano en su garganta—. ¿Qué quieres?
—¿Fui realmente tan malo, Bells? Nosotros fuimos mejores amigos, solíamos reírnos
juntos. ¿Habría sido tan desagradable dejarme follarte? Eso es lo que las parejas hacen, Bella,
ellos follan. Y tú te estabas reservando como si fueras muy buena para mí. Como alguna
princesa virgen esperando por un caballero en su caballo blanco. Excepto por todas esas
horas que pasaste sobre tus rodillas chu…
Mientras sus completas reminiscencias sonaban en sus oídos, Bella respiró con
dificultad y dejó caer el teléfono. Se estrelló contra el piso de madera y se deslizó hasta los
pies de Edward. Pero para este punto, Bella ya estaba corriendo hacia el baño de invitados.
El sonido de sus arcadas secas hacía eco por el pasillo.
¿Qué infiernos acaba de suceder?
Edward tomó su teléfono y lo colocó en su oído. Escuchó una respiración pesada de
hombre.
—¿Quién es?
—Es Jacob. ¿Quién mierda es?
Edward siseó involuntariamente y sus ojos se redujeron hasta ser unas hendiduras.
—Es el novio de Isabella. ¿Qué quieres?
—Bella no tiene un novio, imbécil. Y nadie la llama Isabella. ¡Vuelve a ponerla en el
teléfono!
—Escucha, tu perro, ella no quiere hablar contigo. No vuelvas a llamarla.
—¿Te la estás follando?
Edward gruñó, el sonido resonando desde su pecho—. Si sabes lo que es bueno para ti,
te mantendrás lejos de ella. Al menos que decidas de repente que no te importa quedar
cojeando de una pierna.
—¡Lo estás haciendo! ¡Te la estás follando! ¿Cuándo la conociste? ¿Septiembre? ¡Y ya
ella está jodida! Increíble. ¿Te habló de mí? ¿Te dijo cuánto amaba cuando le follaba su b…?
—Esa es mi novia de la que estás hablando, hijo de puta. Y no, ella nunca te mencionó
porque tú y tu polla de lápiz son obviamente olvidables. Pero tienes suerte de que estás en
Washington en estos momentos o estarías pasando la noche en cirugía tratando de tener tu
cabeza pegada a tu cuerpo. Si descubro que la has molestado de nuevo, entonces voy a ir
detrás de ti, ¿entiendes? Y tendrás suerte si todavía eres sensible cuando termine contigo.
Nunca la contactes de nuevo.
Edward cerró el teléfono en un golpe seco y después lo tiró contra la pared. El pequeño
teléfono se rompió en varios pedazos que se esparcieron sobre la alfombra.
Apretó el puente de su nariz y contó hasta cincuenta antes de permitirse ir por ella.
Nunca había estado tan furioso. O tenido tales pensamientos asesinos. Era una cosa buena

276
que estuviera parado en su apartamento en Toronto. De lo contrario, estaba bastante seguro
que habría matado al chico, quien quiera que fuera.
Edward sirvió un vaso de agua y se lo llevó a Bella.
Ella estaba sentada en el borde frío de cerámica de la bañera en el baño de invitados. Su
cabeza estaba baja y sus brazos estaban envueltos alrededor de su pecho.
¿Qué mierda le hizo él a ella?
Cuando se agachó para tirar de la falda debajo de sus rodillas, la visión de su intento
instintivo de mantener alguna apariencia de modestia causó que el corazón de Edward se
apretara.
—¿Bella? —Le entregó el agua.
Ella la bebió lentamente, pero no contestó.
Él la acompañó en el borde de la bañera, jalándola a su lado.
—Te hablo de cuando estaba con él, ¿verdad? —Su voz era baja, apagada.
—Exigió hablar contigo, pero le dije que no te llamara de nuevo.
Bella levantó la mirada hacia él mientras una lágrima salía lentamente de un ojo.
—¿Él no… dijo cosas sobre mí?
—Él murmuró incoherencias hasta que lo amenacé. —Edward hizo una mueca—. Y no
estaba bromeando.
—Él es realmente repugnante cuando está borracho —, susurró.
—Déjame preocuparme a mí sobre él. Y si eso significa viajar hacia allí para hablarle en
persona, lo haré. Y a él no le gustará lo que pasará si tengo que hacer ese viaje.
Bella solamente estaba medio escuchando. Jacob la hizo sentir usada. Sucia. Patética. Y
no quería que Edward la viera de esa manera. No quería que él supiera lo que había pasado.
Nunca.
—Cariño, ¿te explicó por qué llamó?
—Leah.
—¿Quién es Leah?
—Su novia… amiga sexual. Lo dejó de nuevo. Él debió estar borracho para irrumpir en
la casa de Charlie.
Edward extendió su mano para limpiar la lágrima.
—Debería llamar a Charlie a la estación y decirle lo que sucedió.
Bella lo miró con los ojos desorbitados.
—No puedes. Ya está molesto de que me voy a ir manejando de Seattle a Forks contigo.
Él no puede saber que estamos juntos.
Él pasó sus dedos por su cabello y después limpió rápidamente otra lágrima.
—No me contaste eso. No que lo culpo. Pero necesitas contarle lo que pasó esta noche
para que pueda proteger la casa. Y necesita saber que Jacob tal vez decida aparecer si
descubre que vas a casa para acción de gracias.
Bella se estremeció.
—Mañana, te llevaré a comprar un nuevo teléfono celular y te conseguiremos un
número de Toronto. Deberás decirle a Charlie que no lo ponga en marcado rápido. —
Levantó su barbilla para que pudiera ver sus ojos—. No puede hacerte daño nunca más. Él
está a más de dos mil millas de distancia. Estás a salvo conmigo. Lo prometo. —Sonrió
ampliamente—. No dejes que los lentes y las pajaritas te engañen. Puedo cuidar de mí
mismo. Y no permitiré que nadie te haga daño. —Besó sus labios castamente y después
presionó un beso en su frente—. Cuando estemos en casa por Acción de Gracia, estarás
conmigo mientras Charlie esté en el trabajo. Y siempre estaré a solo una llamada de
distancia. ¿Está bien? Tal vez Charlie deba darle una visita.
Ella murmuró solo para que él supiera que la estaba escuchando.
—¿Bella?
—¿Sí?

277
Él la jalo a un abrazo más cercano.
—Esto fue mi culpa.
Ella le dio una mirada interrogante.
—Si yo no te hubiese dejado esa noche… si hubiese regresado a Forks a encontrarte…
Ella negó con su cabeza—. Tenías veintisiete años, Edward. Yo solo tenía diecisiete.
Charlie te hubiese asustado con una escopeta.
—Debí haber esperado.
Ella suspiró y su rostro tenía una mirada de dolor.
—No sabes cuánto me arrepiento de no haber esperado por ti. Él es el porqué nunca
celebro mi cumpleaños. Y ahora él lo ha arruinado de nuevo. —Empezó a llorar en silencio.
Edward besó sus lágrimas alejándolas.
—No le permitiré arruinar tu cumpleaños. Olvídate de él. Es solo nosotros, ahora.
Nadie más.
Bella quería creerle. Pero lamentablemente, sabía que su pasado estaba solo ahora
empezando a alcanzarla. Y tembló de miedo cuando pensó sobre lo que el día de Acción de
Gracias pudiera traer.
Bella tenía muy mal karma cuando se trataba de Acción de Gracias.

278
Capítulo Veinte.

Flashback del año anterior, Septiembre, en Forks, Washington…


Esme estaba sentada en su tocador vestida con su bata, peinando su cabello largo
marrón rojizo y pensando. Ella estaba alterada. Estaba preocupada. Pero no sabía qué hacer.
—Ven a la cama, amor.
Ella tomó la mano extendida de su esposo y lo siguió a la cama, despojándose de su
bata en la semioscuridad, y acompañándolo desnuda entre las sabanas. Se colocó en su lado,
pasando sus dedos a través de los finos vellos que decoraban la parte superior de él.
—Mi amor. —Carlisle tomó su mano y la besó suavemente—. Dime lo que te está
preocupando antes de que te haga olvidar tus problemas. Me estás volviendo loco.
Esme rio. La conocía tan bien. Ella deslizaba distraídamente sus manos suaves por su
cuerpo todavía muscular a fin de ayudarla a pensar mejor, pero eso tenía el efecto contrario
en él.
—Lo siento, cariño. Estaba pensando sobre Bella.
Carlisle suspiró y esperó a que ella le explicara, pero sabía lo que veía.
—No regresa mis llamadas. No regresa las llamadas de Alice. Charlie dice que está
refugiada en un apartamento diminuto cerca de la Universidad y que apenas habla con él.
Estaba pensando sobre manejar allí para verla mañana. Hice lasaña.
Carlisle era un hombre reflexivo, un hombre calmado. Él le dio una completa
consideración a las palabras de su esposa mientras ella esperaba por su opinión. Ellos
estaban tan en sintonía uno con el otro. Ellos estaban así de enamorados.
—No creo que eso sea una buena idea. Si ella se está retirando, entonces es porque
tiene miedo. Si vas a su casa, la vas a alterar en el único sitio en el cual se siente segura.
Esme colocó su mano sobre el corazón de él—. Pensé que no eras un psiquiatra.
—Sabes tan bien como yo que las chicas que han sido descuidadas o abusadas
frecuentemente desarrollan desórdenes alimenticios, se cortan a sí mismas, o se vuelven
híper sexuales y promiscuas. Bella no ha manifestado ninguno de esos problemas. En su
lugar, ella es retraída y tímida. Si amenazas su seguridad, estarás amenazando su estrategia
de afrontamiento. Y entonces ella va a tener que buscar algo más, posiblemente algo
peligroso.
—¿Entonces qué debería hacer?
—Por qué no le escribes una carta, expresando tu preocupación. Dale algún tiempo
para procesar las cosas y responder. Y después espera y ve que sucede.
Esme colocó su cabeza en el hombro de su esposo.
—Puedo hacer eso, pero deseo que ella hubiese hablado conmigo… dejarme saber qué
sucedió que le hizo querer esconderse de todos nosotros. Y entonces yo podría ayudarla.
—Alice mencionó algo sobre su novio.
Esme se estremeció—. Nunca me gustó la forma en como él la miraba. Él estaba
orgulloso de cómo ella se veía en sus brazos, pero había algo en sus ojos. —Se estiró y colocó
un beso suave en los labios de su esposo—. Él nunca la miró de la forma en como tú me
miras a mí.
Carlisle le sonrió y acarició la curva desnuda de su cadera con sus dedos —. Nadie
mira a alguien de la manera en que yo te miro a ti porque nadie ama a alguien de la forma en
que yo te amo.
Las preocupaciones de Esme fueron interrumpidas momentáneamente por un beso
apasionado y un par de fuertes manos acariciando su espalda baja.
—Bella habría estado vulnerable cuando empezó a verlo. Su madre había muerto,
estaba lejos de Forks. Él era un amigo de familia y probablemente el primer chico que la
notó. Ella posiblemente toleró lo que sea que él estuviera dispuesto a darle. Y gustosa. —

279
Carlisle suspiró profundamente—. Ella es una romántica soñadora, creo, no muy distinta a
su madre.
—No me menciones a esa mujer. Ella casi arruinó a esa pequeña chica. Cuando pienso
en todas las horas que Bella pasó en asesoramiento psicológico simplemente para lidiar con
lo que ella la expuso y…
Él se inclinó y la besó de nuevo—. Lo sé, mi amor. Pero no puedes ser madre de todos
los niños del mundo. Nosotros ya tenemos cinco, contando a Rose y Jasper.
—Me siento impotente —, susurró Esme—. Ella está sufriendo y no me deja consolarla.
Le prometí a Bella que sería su madre. Pero no me lo permite.
—Ella regresará a ti cuando esté lista.
—Dijiste eso sobre Edward. Él ni siquiera ha venido a casa desde la boda de Emmett.
Carlisle se removió incomodo—. Él ha venido a nosotros. Está limpio, tiene un buen
trabajo, y si tenemos suerte, conocerá a una buena muchacha y ella le enderezara el resto del
camino. Encendiste una vela para él. ¿Por qué no encender una vela para Bella?
Esme besó a su esposo, pero su tristeza sobre su hijo mayor rebosó a través de su
toque.
—Las cosas funcionaran, mi amor. Te lo prometo. Encontraremos una manera. —
Carlisle la besó suavemente.
Y cuando su contacto se volvió más acalorado, él la miró y trazó una línea suave en el
lóbulo de su oreja, deteniéndose para tocar el diamante brillante en su oreja, un regalo de
mucho tiempo atrás.
—Estás alterada. Estás triste esta noche. No creo que deberíamos…
—Hacer el amor contigo me conforta, cariño. Por favor.
Nunca le había negado ninguna cosa buena. No podría negarle esto.
Se cernió sobre ella, mirándola profundamente en sus ojos. No había necesidad de
palabras; sus miradas lo decían todo.
Se abrió para él y él presionó dentro de ella suavemente, tocándola y sosteniéndola y
gimiendo y besando.
Fue un ritmo lento, tranquilo, la naturalidad, el íntimo aparejamiento de un hombre y
una mujer que se conocían uno al otro. El tipo de acto de hacer el amor que podía durar por
horas o incluso para toda la vida.
—Te adoro —, susurró él contra su cuello, mientras ella arqueaba su espalda con sus
manos urgiéndoles que fuera más profundo.
—Te amo —, respondió—. Siempre.
La ola se estrelló contra ambos, dejándolos sin aliento y contentos.
El último pensamiento de Esme fue un rezo silencioso de que algún día Bella y Edward
pudieran encontrar cada uno un amor. Y después se quedó dormida envuelta en los brazos
de su amado esposo.

Actualidad, en Toronto, Canadá…


El martes en la noche, Bella tuvo una muy tensa conversación con Charlie sobre los
eventos de la semana anterior. Lo llamó de su nuevo IPhone, explicándole porqué tuvo que
cambiar su número. Él había estado tratando en vano de hablar con ella por tres días pero
solamente había contactado su correo de voz.
Él estaba enfadado.
—Papá, tuve que cambiar mi número porque Jacob me llamó.
—Pensé que ustedes no se hablaban. —La voz de Charlie era titubeante, lo que hizo a
Bella desconfiar.
—No lo hago. Hasta que él me llamó desde dentro de tu casa el sábado en la noche.
Papá, ¡irrumpió la casa para poder usar tu marcado rápido para llamarme!
—Hijo de puta —, murmuró.

280
—Deberías mover la llave de repuesto de debajo de la alfombra de bienvenida. Así es
como él la consiguió.
Charlie continuó hablando consigo mismo, como acostumbraba hacer. Hasta que se dio
cuenta que había una persona en el otro lado de la línea.
—No te preocupes sobre ello. Trataré con él.
—Papá, estaba borrado y diciendo todo tipo de cosas locas. ¿Qué sucede si se aparece
en la casa mientras yo esté allí?
—Bells, hablaré con él. Yo estaba en casa de Bill anoche viendo el juego de futbol. Jake
estaba allí. Estaba actuando completamente normal.
—Él actúa de esa forma alrededor de ti. Conmigo… —Bella se sacudió ligeramente.
—No te preocupes sobre ello. ¿Pero no crees que deberías darle una oportunidad? Él
probablemente solo quiere disculparse. Y tú no le hablas.
—Él no va a conseguir hablar conmigo. No va a conseguir ser mi amigo. Y ninguna
disculpa va a arreglar lo que hizo.
—Está bien, Bells. Está bien. Pero ustedes dos tuvieron un par de buenos años juntos.
Yo solamente odio ver que lo tiran todo por un malentendido.
Bella rodó sus ojos tan fuertemente que ellos casi se salieron de su cabeza y cayeron
hacia el suelo. En ese momento quiso ser vengativa. Quiso preguntarle a su padre si él
hubiese regresado con Renée si hubiera visto con lo que ella se encontró a los doce años…
Renée inclinada en la mesa de la cocina siendo follada por uno de sus novios.
Pero no era vengativa. Así que no lo hizo.
—Papá, esto va más allá de un malentendido. Y lo que fue roto nunca podrá ser
reparado. Confía en mí.
Charlie exhaló al teléfono—. Está bien. ¿Cuándo vuelves a casa?
—Jueves.
—¿Y vienes con Alice y Jasper?
—Ese es el plan por el momento. Edward también viene. —Bella trató de hacer
convincente su mentira.
—Le hice una verificación de antecedentes. Estuve sorprendido… él parece estar
limpio. Hubo un par de arrestos por agresión en Boston, pero se quedó en nada. No tengo
acceso a los antecedentes de la policía de Canadá. Aunque tengo un amigo en Victoria que
trabaja por la RCMP*. Probablemente me podrá ayudar.
—¿Por qué la fijación con Edward, papá?
—Porque es una mala manzana y va a estar alrededor de mi hija. Estoy sorprendido de
que no esté en la cárcel en estos momentos. Todo lo que puedo decir es que tiene suerte de
haberse mudado a Canadá. Casi lo arresté una vez.
Bella negó con su cabeza.
—Si un criminal, los canadienses no le hubiesen otorgado una visa de trabajo.
—Los canadienses no hacen su trabajo. Ellos dejan entrar a cualquiera. Incluyendo
terroristas.
Bella le sacó la lengua a su padre de una manera muy infantil y después procedió a
planear su visita con él, esperando contra cualquier esperanza que la conversación de él con
Jacob fuera fructífera.

-
Después de otro seminario de Dante en el cual Ángela coqueteó descaradamente
con Edward, Bella se encontró caminando a casa con Peter, que continuaba siendo
encantador y amigable y quien accedió a dejar de llevar a colación a la profesora Singer y
___
* Policía Montada de Canadá. Victoria es la capital de la provincia canadiense de Colombia
Británica.

281
al tribunal disciplinario.
Ellos se compadecieron sobre el nuevo vestuario de Ángela más-sexy-que-vos y las
botas de tacón de aguja por-favor-déjame-seducirte-antes-que-me-repruebes, y después Bella
le dio las buenas noches y entró sola a su apartamento.
Se hizo una cena modesta de sopa de pollo y fideos y té Lady Grey, y después se
encontró a sí misma observando los regalos de cumpleaños de Edward.
Después de que el cumpleaños de Bella hubiese sido interrumpido tan groseramente
por Jacob, Edward se sirvió una copa de vino e insistió que se relajara cerca del fuego
mientras preparaba la cena. Después de la cena y la torta de cumpleaños, él se presentó con
sus regalos, antes de llevarla a la cama.
Se había quedado despierto casi toda la noche, acariciando su espalda y sus brazos, con
sus piernas entrelazadas. Ella se había despertado varias veces en una bruma inducida por
una pesadilla, pero cada vez la había confortado y la había acurrucado con más firmeza.
Se sintió a salvo con él, pero estaba preocupada sobre cómo él podría reaccionar
cuando descubriera la verdad. Si alguna vez fuera capaz de conseguir el coraje de decirlo en
palabras.
Su IPhone fue un regalo… más o menos. El domingo cuando Edward tímidamente le
tendió las partes rotas de su viejo teléfono, ella se había reído, por lo que él había estado
agradecido. Cuando explicó que estaba tan furioso que Jacob la hubiera alterado tanto que
destrozó el teléfono, ella sonrió. Y aceptó con elegancia su remplazo más sofisticado y su
tutoría paciente para aprender cómo operar la condenada cosa.
Él había incluso subido las fotos que Alice tomó en el Vestíbulo, lo cual le agradó en
extremo. Y la ayudó a introducir todos sus contactos y números, aunque había enarcado una
ceja cuando le explicó que él necesitaba colocar el nombre Dante Alighiere conjuntamente con
su propio número de IPhone. Había insistido tercamente que escogería su propio sonido de
tono.
El principal regalo de cumpleaños de Bella fue una serie de copias digitales de las
impresiones de Botticelli de Edward. Las había montado en un libro especial con su nombre
grabado en letras doradas en la portada. Aunque fueran solo copias, la colección era
invalorable. Y le había escrito una dedicatoria en la primera página en su escritura elegante.

Para mi querida Isabella,


Feliz Cumpleaños.
Que cada año sea mejor que el anterior
y que siempre tengas felicidad.
Con afecto duradero,
Edward.

Ella acarició su inscripción, trazando las curvas de la letra E. Era, sin duda, el regalo
más fino que alguna vez hubiese recibido.
Adicional a ello, Edward le había dado un pequeño álbum de fotografías en blanco y
negro. En alguna de ellas, su identidad era reconocible. En el resto, el sujeto era solo un
vistazo de una cara, o una vista de cabello contra un cuello largo y blanco o una chica riendo
con su cabello volando sobre su cara, con sus ojos cerrados.
Se sentía hermosa cuando Edward la besaba. Cuando la tocaba. Pero viendo esas
fotografías la hacían sentir como si Edward la viera hermosa. Él veía y capturaba, grabándolo
para siempre.
Alguna de las fotografías eran sexys, algunas eran inocentes, algunas eran dulces. Y
quizás su favorita era una en la que se paró de perfil mientras una mano con dedos largos

282
descansaba en su hombro, la otra mano sosteniendo su cabello, y la cara del hombre en la
sombra colocando sus labios en la nuca de su cuello.
Ella podía haber llevado esa foto al tamaño de un poster y colocado en la pared sobre
su cama, siendo condenada la pintura de Holiday.
Tomen eso, putas de Masen.

-
—¿Por qué estás llamando? ¿Está algo mal? ¿Le hiciste algo a Bella? Te juro por Dios,
Edward, si tú…
Edward alejó su teléfono de su oreja mientras Alice lo reprendía expertamente.
—No le hice nada a Bella —, le interrumpió—. Algún imbécil llamado Jacob la llamó el
sábado y ella se rompió en pedazos. Me gustarían algunas respuestas.
—Mierda santa, Edward. ¿Ella está bien?
—Ella estaba muy alterada. Pero no habla sobre eso.
—Por supuesto que no. Nunca hablará conmigo sobre eso tampoco, y yo soy su mejor
amiga. ¿Por qué hablará sobre eso con su profesor?
Edward se erizó.
—Estábamos discutiendo sobre Acción de Gracias en ese momento y haciendo planes
para el viaje cuando el hijo de puta nos interrumpió.
—Estás un poco furioso allí, Edward. ¿Por qué te importa?
—Porque ese bastardo, quien quiera que sea, irrumpió en la casa de Charlie para poder
usar el número pre salvado en el teléfono de Charlie para llamarla.
—Mierda —, dijo Alice.
—Así que antes de llevarla de vuelta a Forks, a un pueblo donde el loco de su exnovio
está allanando y entrando a la casa del jefe de la policía, me gustaría saber qué es lo que
estoy lidiando.
Su hermana estaba callada.
—¿Alice? Estoy esperando.
Ella suspiró al teléfono.
—No sé qué estás esperando que te diga. Este es el pasado de Bella. Necesitas
preguntarle a ella.
—Lo hice. Ella no habla sobre ello.
—¿Puedes culparla? Si ya sabes que él es un idiota hijo de puta, entonces sabes por qué
no quiere hablar sobre él. Ni siquiera dice su nombre en voz alta… es así de asustadiza. —
Alice se detuvo por un minuto y después tomó una respiración profunda—. El padre de
Jacob es Billy Black, el mejor amigo de Charlie. Jacob y Bella fueron a escuelas diferentes así
que de verdad no pasaron tiempo juntos hasta que ambos terminaron en la Universidad de
Seattle como estudiantes de primer año. La trató bien al principio y ellos fueron mejores
amigos hasta que las cosas se descarrilaron.
—¿Qué pasó?
Edward pudo escuchar a Alice retorciéndose todo el camino por el centro de Seattle.
—Ellos estaban teniendo problemas antes de que ella fuera a Italia, pero se rehusó a ser
específica. Así que nunca supe. Después ella fue a Florencia y todo pareció cambiar. Como si
hubieran dado un vuelco. Cuando regresó por su último año, ellos rompieron en su
cumpleaños. Y no la volví a ver hasta que fui a visitarte. Solo para que sepas, Jasper odiaba a
Jacob. Así que no pase mucho tiempo alrededor de ellos como pareja.
Edward echaba chispas—. No contestaste mi pregunta, Alice. ¿De qué estamos
hablando aquí? ¿Agresión? ¿Infidelidad? ¿Abuso emocional?
—Honestamente no sé, Edward, y he tenido miedo de adivinar. Yo uní un par de cosas
de una conversación que tuve con Leah, la vieja compañera de cuarto de Bella. Y nada de ello
fue agradable.

283
Edward se puso rígido cuando una revelación repentina se le ocurrió.
—Si quieres ayudar a Bella, deberías tratar de hacer su vida más fácil y no más difícil.
Espero que no la estés intimidando más con tu mierda pretensiosa.
—En realidad, nosotros nos estamos llevando bastante bien —, resopló Edward.
—¿Tan bien como en las fotografías que te envié por mail? —Alice rio mientras
torturaba a su hermano.
—Tenemos una relación profesional.
—Claro que la tienen. Tal vez estés engañando a todos los demás, pero no puedes
engañarme a mí. Bella cedió y me dijo que tenía una cita con alguien el sábado en la noche y
entonces casualmente, estás con ella el sábado cuando Jacob llama. Así que dime Edward,
¿viste a Bella después de su cita o antes? ¿Y cómo fue la cita, por cierto?
—Nosotros llegaremos a Forks el jueves. Estaré llevando a Bella a la casa. —La voz de
Edward era fría.
—Bien. Creo que ella necesita decirle a Charlie que quiere quedarse con nosotros. Jacob
no la buscara allí. Y Edward, gracias por lo que hiciste con la casa. Carlisle está tan aliviado.
Creo que todos lo estamos, incluyendo a Emmett.
—Era lo mínimo que podía hacer. Adiós, Alice.
—Si la lastimas, te mataré. Ahora ve y anímala y sé gentil. De otra manera nunca la
sacarás de su concha. Te amo.
—Yo… adiós. —Edward terminó la conversación sintiéndose incomodo de alguna
manera, y después regreso a la tarea de preparar el seminario de Dante de la siguiente
semana.

-
Con el inminente fin del semestre, la carga de trabajo de Bella subió de manera
exponencial. Aunado a escribir su tesis, necesitaba completar los ensayos de su seminario,
los cuales tenían fecha para el cuatro de diciembre. Y a tope de todo lo demás, estaba
trabajando en las solicitudes de escuelas de graduados para programas doctorales.
Ella y Edward tuvieron una conversación vaga la noche anterior sobre sus solicitudes.
Él sabía que ella quería ir a Harvard y que estaba enfocando una gran parte de su atención en
esa solicitud. Lo que él no sabía era que el pensamiento de dejar Toronto, dejarlo a él, era casi
insoportable y que sin él saberlo, había completado una solicitud para la Universidad de
Toronto, a su vez.
Tal vez no tendría que dejarlo, después de todo.
Mientras Bella estaba pasando la mayoría de sus días y todas sus noches trabajando,
Edward estaba vadeando a través de un mar de calificaciones de sus otras clases y
trabajando en su segundo libro. Él preferiría pasar sus noches con Bella, aún si ambos
estuvieran trabajando, y algunas veces era capaz de persuadirla de trabajar en su
apartamento. Él ocupaba su estudio y ella esparcía sus papeles alrededor de la mesa del
cuarto de comedor. Pero ella usualmente no se quedaba en la mesa mucho tiempo. De
alguna forma siempre terminaba en su silla de terciopelo rojo enfrente del fuego, masticando
el final de un bolígrafo y garabateando algo en su libreta.
Después de verse raramente cada uno, fue con mucho alivio que la pareja arrastró sus
equipajes del apartamento de Edward para esperar un taxi el día que se fueron de vacaciones
de Acción de Gracias. Mientras se pararon esperando que el taxista colocara las maletas en el
maletero, Bella subió la mirada y vio como el viento de invierno soplaba el ya desordenado
cabello de Edward, las hebras del remolino cobrizo metiéndose en sus ojos. Sin pensarlo, ella
extendió su mano y apartó su cabello de su cara y después presionó sus labios en los de él.
Acarició su cara tiernamente, tratando de decirle con sus ojos lo que tenía tanto miedo de
decir.

284
Edward la miró de regreso, sus ojos quemando, y después la agarró por la cintura y
jaló hacia su pecho, profundizando el beso y explorando su espalda baja sobre su abrigo.
Ella se apartó primero, riendo como una colegiala mientras él clandestinamente
acariciaba su trasero con una sonrisa de suficiencia.
—Todavía estoy tratando de conseguir el adjetivo correcto —, bromeó dándole un final
golpe ligero—. Aunque descarado se me viene a la mente.
—Compórtate —, advirtió, jugando de nuevo con su cabello.
—Necesito sacar esto fuera de mi sistema —, respondió, moviéndole las cejas—. Voy a
tener que ir por pavo frío durante tres días.

-
Al llegar al Aeropuerto Pearson, Bella estuvo sorprendida cuando Edward la jaló hacia
la línea exclusiva de pasajeros de primera clase en el mostrador de Air Canadá.
—¿Qué estamos haciendo? —susurró ella.
—Registrándonos —, le susurró de regreso, sus labios hacia arriba en una sonrisita.
—Pero solamente tengo dinero para un pasaje de turista. Edward…
Él acarició su mejilla con su pulgar—. Es un viaje largo y quiero que estés cómoda.
Además, la última vez que volé turista terminé durmiendo en orina y me costó un par de
costosos pantalones.
Bella le arqueó una ceja.
—Tengo suficientes millas de viajero para una elevación de categoría, así que compré
boletos de turista y los elevé. Técnicamente, solo me debes el viaje turista. No que yo quiera
tu dinero.
Bella lo miró con curiosidad—. ¿Orina, Edward? No sabía que Air Canadá tenía una
sección para los incontinentes.
Edward agitó una mano—. No preguntes. Pero no me va a pasar de nuevo. Además,
ellos ya no te alimentan en turista y no te voy a dejar ir sin una cena apropiada.
La besó suavemente y ella sonrió.

-
El vuelo a Seattle fue en la mayor parte sin incidentes.
Edward continuó sus sesiones de tutorías de IPhone 101*, mostrándole a Bella varias
aplicaciones en su teléfono y preguntándole si quería las mismas. A medida que examinaba
sus programas, ella encontró la función IPod y se desplazó a través de sus archivos de
música; Debussy, Mozart, Chopin, Berlioz, Rachmaninoff, Beethoven, Matthew Barber, Sting,
Diana Krall, Loreena McKennitt, Coldplay, U2, Miles Davis, Arcade Fire, Nine Inch Nails…
Bella presionó un botón por error y se encontró viendo la cuenta de email de la
Universidad de Edward. Lo observó rápidamente mientras trataba de cambiar a la aplicación
de álbumes de fotos, y estuvo aturdida al descubrir que tanto la profesora Singer como una
Tanya Denali le habían enviado correos electrónicos en la semana pasada.
Luchando contra un rubor delatador, ella resistió la urgencia de leer sus emails y cerró
la ventana rápidamente. Edward estaba mirando a través de sus lentes un artículo del
periódico, ignorante de lo que acababa de ocurrir.
¿Por qué ellas le están enviando emails?
La respuesta era obvia pero no la evitó de hacerse la pregunta.
Edward había subido varias fotografías de blanco y negro de ella, incluyendo algunas
que no había visto. A medida de se desplazaba a través de ellas, de alguna manera se dio
cuenta de lo que estaba haciendo. Avergonzado, trató de arrebatarle el teléfono de su mano,
___
* En las Universidades americanas, el 101, es la primera materia, la introductoria.

285
pero ella lo sostuvo firmemente y comenzó a reír. No queriendo darle a sus compañeros de
viaje un espectáculo, él se movió cerca y la amenazó con un susurro de hacerle cosquillas
hasta perder el sentido.
Le regresó el teléfono.
Después de la cena, Bella se abstuvo de la película para acurrucarse al lado de Edward
y tomar una siesta.
Edward apartó su investigación y sacó un libro de cubierta dura de su portafolio.
—¿Qué es eso? —La voz suave de Bella interrumpió sus pensamientos.
Él le mostró la portada.
El final del romance por Graham Greene.
—Nunca había escuchado de él. ¿Es muy bueno?
—Lo acabo de empezar. Él es considerado como un muy buen escritor. Escribió el
libreto para el Tercer Hombre, la cual es una de mis películas favoritas.
—El titulo es deprimente.
—No es lo que piensas. —Se removió en su asiento—. Bueno, lo es, pero no lo es. Es
sobre la fe y Dios y amor y lujuria. Te lo prestaré cuando lo termine. —Le sonrió y se inclinó
para poder rozas sus labios contra su oreja—. Tal vez te lo leeré en voz alta cuando estemos
en la cama.
Las mejillas de Bella se volvieron rosadas por la declaración pero sonrió—. Me gustaría
eso.
Él le sonrió ampliamente y le dio un beso ligero en la frente.
Ella se acurrucó a su lado y se quedo dormida.
Miró hacia ella de vez en cuando por encima de la montura de sus lentes. Incluso él,
tan versado como era, encontró difícil poner en palabras cómo se sentía cuando ella estaba
cerca. Cuan relajado y contenido se sentía cada vez que lo tocaba, o cuando ellos estaban
disfrutando el simple placer de la música o literatura o comida y vino. Ella le inspiraba las
emociones y deseos más extraños, como querer leerle, o compartir castamente su cama,
colmarla de regalos tanto decadentes como sencillos, protegerla de cualquier daño y
asegurarse de que sonría diariamente.
Tal vez esto es felicidad, él pensó. Tal vez esto es casi lo que Carlisle y Esme tuvieron.
El pensamiento le intrigó.
Tú la amas.
Edward dio un respingo repentino.
¿De dónde había venido esa voz? ¿Alguien lo había dicho en voz alta?
Miró alrededor rápidamente, pero los otros pasajeros de primera clase estaban o
durmiendo o mirando la película. Nadie estaba prestando ninguna atención al profesor
nervioso o a la bella durmiente que todavía estaba dormida, a pesar de ser empujada por él.
Es muy pronto. Simplemente no es posible. No puedo amarla.
Edward negó su cabeza a la voz, de donde fuera que hubiese venido, y regresó a su
libro más que un poco inquieto.

-
Después de aterrizar en Seattle tarde esa misma noche, Edward sacó su Jeep Gran
Cherokee fuera del garaje de estacionamiento Sea-Teac.
—¿Cuál hotel escogiste? —Preguntó Bella, mirando fuera de la ventana a la oscuridad.
—El Hotel 1000 en la Quinta Avenida. ¿Lo conoces?
—No.
—Es un hotel boutique. Muy moderno. Te gustará.

286
Lo que Edward no mencionó fue que había reservado un cuarto de lujo que tenía una
vista panorámica del Puget Sound. También olvidó decirle que su cuarto tenía una bañera de
pedestal que se llenaba de un grifo montado en el techo.
Bella observó la bañera antes de notar la vista. O la cesta de fruta de cortesía que el
conserje siempre ordenaba para sus invitados más importantes.
—Edward —, susurró—. Es hermoso. Pero la pared está hecha de vidrio y yo…
Él le sonrió y tomó su codo suavemente, guiándola dentro del baño. Jaló una cuerda y
una persiana descendió del techo para cubrir la pared de vidrio que dividía el cuarto del
baño.
—Tendrás privacidad total y tu compañero se comportará como un caballero. —Se
detuvo y un brillo malvado surgió de sus ojos—. Al menos que me necesites para lavar tu
espalda. En ese caso, tendrás que vendarme primero.
Bella se sonrojó ligeramente y después sonrió.
—Podríamos usar una de tus pajaritas —, le susurró ella.
La boca de Edward se abrió. Hasta que ella empezó a reírse y se dio cuenta que
solamente le estaba tomando el pelo.
Pícara.
Mientras la observaba sacar su bata purpura y zapatillas de su maleta, se dio cuenta
rápidamente que no había manera de que fuera capaz de sentarse detrás de la pared de
vidrio, cubierta o no, mientras Isabella tomaba un baño de burbujas.
Era un poco demasiado Rey David* para él. Así que murmuró una excusa sobre
encontrar un periódico y fue al vestíbulo. Se decidió en contra de sentarse en el bar, lleno
como estaba por varias mujeres con miradas hambrientas, en vez disfrutó una copa de
Merlon Leonetti mientras estaba sentado en una silla por la chimenea. Tomó una copia del
Seattle Times y pasó la hora siguiente esquivando a las antes mencionadas mujeres, tratando
valientemente de no pensar en el hermoso cuerpo de la Betsabé bañándose arriba.
Para el tiempo que él regresó, la esencia de fresa llenaba el cuarto y Bella estaba
enrollada como una gata en dormilona purpura en la cama. Su pecho subía y bajaba en un
ritmo suave, su cabello oscuro y largo se desplegaba alrededor del edredón blanco. Todavía
estaba usando su bata y sus zapatillas de gatitos con tacones.
Edward la observó dormir por un momento y sintió una ola de emoción chocar contra
él. Mientras trataba de ordenar sus sentimientos, un procedimiento en el cual tenía muy poca
experiencia, se le ocurrió que el desarrollo de su relación no estaba siendo frenada
únicamente por la Universidad. Estaba siendo frenada por él. Por sus secretos. Y también por
los de ella.

___
*Historia de Rey David y Betsabé de las escrituras. Betsabé estaba casada con Urías, el Rey David la vio
bañándose desnuda en un baño y la codició. David envió a Urías a la guerra y manda a llamar a Betsabé y la
vuelve su amante, hasta que queda embarazada. David trata de solucionar el problema dándole una temporada
de descanso a Urías para que esté con su esposa y hacer pensar que el hijo fue dentro del matrimonio, aunque
Urías como el guerrero que era se negó a hacerlo así que David decide eliminarlo, lo manda a matar en batalla y
después se casa con Betsabé, aunque después lo acusan del pecado y en consecuencia vinieron guerras civiles,
entre otros males que lo atañen al pecado de David al matar al esposo de Betsabé. David y Betsabé fueron los
padres de Salomón.

287
Había decidido que no le haría el amor hasta que le revelara todo. Y aunque le hiriera
pensar en ello, sabía que sería mejor si esperaba hasta que ella hiciera lo mismo. Lo que
significaba que Isabella tendría que sentirse lo suficientemente cómoda y segura para decirle
lo que pasó con Jacob. De otra manera, él solamente conocería parte de ella y no completa.
Y ellos necesitaban saber todo sobre el otro.
Era importante para él que ellos no rompieran las letras de la política de no
confraternización, aún incluso ellos la estuviesen rompiendo en espíritu. Además de eso,
aunque había fantaseado sobre mover su relación física hacia delante, las revelaciones de
Jacob habían puesto un final a esas fantasías.
Sabía, basado en la receptividad de ella, que probablemente estaría dispuesta a
participar en el contacto manual u oral antes de la culminación del semestre. Ciertamente
mantendría en la raya sus ansias y satisfacerla alguno de sus deseos, temporalmente.
Pero después lo que Jacob había dicho, no había posibilidad de que Edward
incrementara su seducción. O la presionara en sus experiencias previas. Aunque no hubiese
usado esta palabra, Edward anhelaba intimidad junto con el contacto sexual y a causa del
pasado de Bella, no estaba dispuesto a permitir otra cosa más que la relación sexual para ser
su primer enlace.
Sabía que al tomar esta decisión, como en decidir no hacerle el amor sin revelar sus
secretos, estaba haciendo cada vez menos probable que tal intimidad alguna vez ocurriera.
Pero quería más con ella y no menos y ciertamente no solo lo que su exnovio había tomado
de ella, una búsqueda en la oscuridad dirigida a fingir una conexión real que uno encuentra
en el sexo. Búsquedas que siempre habían dejado a Edward de alguna forma deseando más.
Isabella se merecía un hombre que estuviera dispuesto a darse completamente a ella,
en una manera que fuera tierna y paciente y enfocado en la unión, y no simplemente para
usarla para satisfacer sus deseos físicos. Ella se merecía ser adorada e incluso idolatrada,
especialmente en su primera vez.
Edward estaría condenado si le diera menos que eso.
Suspiró profundamente y miró a su reloj. Eran casi las dos de la mañana. Ambos
necesitaban dormir.
Le quitó suavemente las zapatillas y después la tomó en sus brazos y trató de apartar la
cubierta de la cama. Su bata se abrió ligeramente, exponiendo su cuello elegante, la clavícula
y uno de sus pechos. Era perfecto. Un pezón rozado que brotaba contra la piel blanca
cremosa. Tan delicado. Tan redondo. Tan no lo que necesitaba ver en ese momento.
Edward luchó para colocarla debajo de las sabanas mientras evitaba que siguiera
exponiéndose, y después tiró ligeramente de la bata hasta que estuviera cubierta,
resistiéndose completamente a la urgencia de tomar su pezón rosado entre sus dedos. O sus
labios.
Esa era una visión que nunca olvidaría.
Isabella era despampanante vestida, pero Isabella desnuda era como la Venus de
Botticelli.
Caminó hacia la ventana que daba sobre el Dark Sound y empezó a hurgar la canasta
de frutas. Se sirvió una copa de Perrier y comió una manzana y cuando estuvo satisfecho con
que podía controlarse a sí mismo, se cambió a una camiseta y unos pantalones de pijama y se
deslizó silenciosamente dentro de la cama.
Ella suspiró por el movimiento e instintivamente se volvió hacia él.
Ese pequeño y simple acto hizo que su corazón se llenara de alegría. Incluso en su
sueño, lo reconocía. Y lo quería. Él la jaló, toda cubierta, a sus brazos y la besó de buenas
noches. Y mientras se dormía le agradeció a Dios que el final del semestre estuviera a solo
una semana.

288
Cuando llegaron a Forks la tarde siguiente, ellos manejaron inmediatamente a la casa
de Carlisle en las afueras de la ciudad.
Bella llamó a Charlie tan pronto como se estacionaron en la entrada.
—¡Bells! Bienvenida a casa. ¿Cómo estuvo el vuelo?
—Estuvo bien. Tuvimos que salir muy temprano, pero es bueno estar de vuelta.
Charlie respiró pesadamente en el teléfono—. Sobre eso, Bells. Ya le dije a Carlisle que
no podía acompañarlos para la cena de esta noche. Hay unas cuantas cosas pasando
alrededor de la estación que necesito supervisar así que no voy a ir a casa hasta bastante
tarde. Carlisle sugirió que te quedaras con todos en su casa esta noche para que no estés en
casa sola.
—Oh. —Bella miró hacia Edward.
—Tal vez podamos encontrarnos en el café para desayunar mañana.
—Me gustaría eso, papá. Le pediré a Alice que me lleve. ¿Cómo a las nueve?
—Suena bien. Oh, y Bells, dale mis felicitaciones a Alice y Jasper. Y mantente alejada de
Edward.
Se sonrojó furiosamente—. Adiós, papá. —Desconectó la llamada y miró hacia
Edward.
—Escuchaste eso, ¿verdad?
—Lo hice. —Tomó su mano en la suya y acarició su palma con la yema de su pulgar—.
Tenemos unos cuantos minutos antes que alguien se dé cuenta que estamos aquí. ¿Puedo
preguntarte cómo Charlie reaccionó cuando le dijiste sobre la llamada telefónica? No me lo
dijiste antes.
Bella bajó su mirada hacia sus manos unidas y observó mientras Edward la tocaba.
—¿Isabella?
—Lo siento. Um, dijo que lo manejaría y que no debería preocuparme.
Edward lucia severo—. ¿Y la llave de la casa? ¿Y el marcado rápido?
—Le mencioné esas cosas. Espero que se haya hecho cargo de ellas.
—Él es el jefe de policía, Isabella. ¿Va a hacer un poco más que eso?
Bella se encogió de hombros y miró hacia la ventana—. ¿Qué puede hacer? No escuchó
la conversación. Es mi palabra contra la suya.
Edward dejó de acariciar su palma—. ¿Es eso lo que dijo Charlie?
—No.
—¿Él va a tomar esto seriamente?
Bella negó con su cabeza—. Probablemente no. Él hará lo que siempre hace y me
culpará de todo. Dirá que soy presumida e histérica.
Edward maldijo.
—¿Por qué en el nombre de Dios Charlie no tomará esto en serio? ¡Eres su hija, por
vida de Dios!
—Charlie piensa en él como un hijo. Y sabe menos que nada sobre lo que pasó.
—¿Por qué no le dijiste?
Bella se volvió hacia él con expresión desesperada en sus ojos—. Porque es enfermo.
Porque me hará lucir enferma. Y no puedo perder otro padre.
—Bella, no hay forma de que tu padre te desherede a causa de que estuviste
involucrada físicamente con tu novio.
—Él ha estado observándome toda mi vida como si me fuera a convertir en mi madre.
No quiero que me vea de esa manera. Es toda la familia que tengo.
Edward cerró sus ojos y descansó su cabeza en el asiento del carro—. Puedo entender
porqué estarías… avergonzada sobre decirle ciertas cosas a tu padre. Pero si ese chico te hizo
hacer cosas que no querías hacer, si te agredió o te amenazó, entonces necesitas decírselo a tu
papá. Necesita saberlo.
Bella exhaló lentamente.

289
—Es demasiado tarde.
Edward abrió sus ojos y la miró, y después ahuecó su cara con sus dos manos.
—Bella, escúchame. Algún día vas a tener que decirle a alguien.
—Sé eso.
—Me gustaría que esa persona fuera yo.
Ella asintió como si hubiese entendido, pero no hizo ninguna promesa. Él se inclinó y
colocó un beso casto en sus labios.
—Vamos. Todos estarán esperando.
Tan pronto que ellos caminaron a través de la puerta principal, Bella se sintió…
extraña.
La casa era la misma. Los muebles estaban arreglados como siempre habían estado. La
decoración era igual, salvo las flores frescas que Esme amaba exponer en una base larga de
cristal en una de las mesas laterales. Pero en el instante en que Bella salió del vestíbulo y
observó alrededor se dio cuenta que la casa se sentía vacía, fría, solitaria. Aunque estuviera
llena de gente.
Esme había sido el corazón del hogar y ahora todos podían sentir su ausencia.
Bella se estremeció inconscientemente y sin ninguna advertencia, la mano derecha de
Edward voló hasta su espalda pequeña. Una presión suave, una calidez tranquilizadora, y
después se había ido. Ellos ni siquiera habían intercambiado miradas.
Sintió el confort de él abandonar su cuerpo y se preguntó qué significaba todo eso.
—¡Bella! —Alice corrió con dificultad desde la cocina—. Estoy tan feliz de que estés
aquí.
Las dos amigas se abrazaron y después Alice abrazó a Edward. Emmett, Jasper y
Carlisle se levantaron de sus sillas para tomar turnos para saludar a los recién llegados.
Bella trató nerviosamente de encontrar las palabras para decirle a Carlisle cuánto
lamentaba haber perdido el funeral, pero Alice la interrumpió—. Vamos a deshacernos de tu
abrigo. Rose y yo estamos haciendo flirtinis. Edward sírvete a ti mismo. Las cervezas están
en el refrigerador.
¿Flirtinis?, pensó Edward.
Trató de reprimir un bostezo cuando Alice le guiñó un ojo. Bella murmuró algo que no
logró escuchar y después las dos mujeres desaparecieron dentro de la cocina, dejando a los
hombres para que volvieran al juego de futbol.
—Espero que Edward estuviera en su mejor comportamiento. —Rose sonaba
malhumorada mientras saludaba a Bella con un abrazo y dos besos al aire—. Espero que no
haya tratado de manosearte en el auto.
—¡Rose! —exclamó Alice.
Rose echó para atrás su largo cabello rubio y después se sentó en un banquillo en la isla
de la cocina—. Él es un adicto sexual y se tira a cualquier cosa con vagina. ¿No advertiste a
Bella sobre él?
Alice le frunció el ceño a Rose—. Él nunca intentó nada contigo.
—Eso es porque no soy su tipo. Él se siente amenazado por mujeres autoritarias e
inteligentes.
Una imagen de la profesora Singer se filtró inesperadamente por la mente de Bella.
—Edward fue educado. Yo solo tengo suerte de que haya accedido a traerme o estaría
haciendo autostop. Charlie está trabajando hasta tarde. Supongo que me quedaré aquí esta
noche.
Alice asintió y le entregó una copa a Bella—. Necesitas un trago. Y puedes quedarte la
semana, si quieres. ¿Por qué estar sola en casa de Charlie cuando puedes estar bebiendo
Flirtinis con nosotras?
Bella rio y dio un sorbo a su coctel un poco muy entusiastamente mientras ella y Rose
se ponían al día.

290
Se podía decir que Rose era hermosa. Era alta y rubia con senos grandes, piernas largas
y una figura como un reloj de arena. Mirándola, los hombres y las mujeres siempre
compartían el mismo pensamiento: Ella tiene un cuerpo para el pecado. Era inteligente y
graduada casi de primera en su clase de la escuela de derecho de Stanford, y no le importaba
que la gente lo supiera. Tenía un temperamento frío que era puntuado por desdén y
mantenido rencor y un sentido del humor perverso. También tenía una fascinación
inexplicable con los automóviles. A Bella siempre le había gustado, pero dado que Rose era
cinco años mayor, nunca se había sentido como si fueran especialmente unidas. Alice
siempre decía que la frialdad de Rose tenía una explicación, pero nunca había compartido
esa explicación con Bella. Bella solo asumía que Rose era una (adorable) perra.
Mientras las damas bebían sus cocteles, Rose contó historias sobre su trabajo como
abogada en Seattle y del trabajo de Emmett en la oficina del fiscal del condado King. Ella
hizo preguntas educadas sobre la maestría de Bella y se mantuvo alejada de cualquier cosa
personal. Alice le había susurrado a Rose sobre la reaparición de Jacob antes de la llegada de
Bella.
Para el tiempo en que las damas estaban trabajando en su segunda ronda de flirtinis y
empezando a ponerse un poco traviesas en sus discusiones, el juego de futbol había
terminado, y así también la emancipación de los hombres del televisor grande de pantalla
plana plasma en la sala de estar. Esme había desterrado esa cosa horrible para el sótano.
Carlisle la había liberado.
Los hombres acompañaron a las damas en la cocina, pasándose alrededor bocadillos y
botellas de cervezas y dándole a Alice consejos sin ser solicitados sobre su pavo de granja
orgánico.
—Lo has cocinado por mucho tiempo. Va a estar seco, como ese pavo en las Vacaciones
de una chiflada familia americana*. —Emmett le guiñó un ojo a Bella detrás de la espalda de
Alice.
—Em, ya basta, o voy a cortarte. —Alice abrió la puerta del horno y empezó a rociar el
pavo, mirando ansiosamente el termómetro de la carne.
—Se ve hermoso, cariño. —Jasper le dio un beso en su mejilla y le quitó la jeringa de su
mano, preocupado ligeramente de que ella lo fuera a utilizar para apuñalar a su fastidioso
hermano.
Emmett era escandaloso. Era gracioso, desenfadado y frecuentemente subido de tono.
Él también era el más grande de los cuatro hombres, con más de 1.90 metros de estatura y
parecido a un oso, con cabello oscuro, largo, ojos marrones y dos hoyuelos que aparecían
cada vez que sonreía, lo cual era casi constantemente.
Olvidando momentáneamente a Alice y su posiblemente disecado pavo, Emmett
envolvió su brazo enorme alrededor de Rose y empezó a susurrarle suciedades en su oído.
Ella hizo una mueca y después empezó a susurrarle algo igualmente sucio de vuelta. Ella era
la Bonnie de su Clyde y él la amaba por eso.
—Así que Bella, es bueno verte de nuevo. Alice me dice que te ha ido bien en la
Universidad. ¿Cómo están saliendo tus estudios? —Carlisle se movió para ocupar el
banquillo vacío a su lado.
Bella sonrió. Carlisle era bastante guapo, con el cabello claro que había empezado a
volverse gris y los bondadosos ojos azules. Él era siempre el último en hablar, su silencio
usualmente complementaba la charlatanería de Esme. Sin ella, él parecía… a la deriva.
Podía sentir su soledad y verla en las arrugas de las esquinas de sus ojos. Él parecía
más delgado. Y mayor.
—Estoy realmente contenta de estar de vuelta, Carlisle. Lamento no haber podido estar
___
* Pelicula 1983, protagonizada por Chevy Chase.

291
aquí en Septiembre. —Le dio una mirada culpable y él palmeó su mano—. Mis cursos están
bien. Me gustan.
Bella trató fuertemente de no sonrojarse, especialmente cuando sintió un par de ojos
verdes penetrantes pegada a ella.
—Edward me dice que estás en su clase.
—Síp, ¿cómo va eso? —Dijo Emmett—. ¿Puedes entender una palabra de lo que él
dice? ¿O necesitas un diccionario?
Emmett estaba simplemente bromeando y Bella lo sabía, pero vio por el rabillo del ojo
que Edward se estremecía.
—Es mi clase favorita —dijo ella suavemente—. El seminario de graduados del
profesor Masen es considerado el mejor de su tipo en la Universidad. Él dio una conferencia
en octubre que tuvo más de cien personas asistentes. Pusieron su foto en el periódico de la
Universidad.
Las cejas de Rose se alzaron y sus ojos se entrecerraron mientras viajaban de Bella hacia
Edward y después de regreso.
—¿El profesor Masen? Eso debe ser bastante excitante, Ed. ¿Tus mujeres te llaman así,
también? Debe ser bastante sexy en el cuarto. Tal vez deberíamos intentar eso, Rose. Tendré
que conseguir una pajarita.
—¡Detente! —Rose golpeó a su esposo en el pecho antes de que ambos empezar a
reírse.
—En primer lugar, Emmett, no tengo mujeres. Y no, la extraordinaria dama que estoy
viendo no me llama así. —La voz de Edward era fría y poco amistosa mientras salía de la
habitación.
—Emmett, te pedí que te comportaras. —La voz de Carlisle era baja pero reprobatoria.
—Papá, solamente estaba bromeando. Él se toma a sí mismo demasiado seriamente…
alguien necesita relajarlo. Y siempre ha sido un jugador. Así qué, ¿cuál es el gran problema?
—Em, suena como si Edward finalmente tuviera una novia. Déjalo ser feliz por una
vez. —La voz de Rose era sorprendentemente comprensiva.
La cara de Carlisle tenía una expresión peculiar.
—Mírenlos a todos, esta festividad es lo suficientemente difícil sin la mierda pasiva
agresiva hacia Edward. —La voz de Alice se alzó sobre los demás mientras se levantaba, las
manos en las carderas, con el ceño fruncido hacia Emmett—. Perdón por el lenguaje, papá.
—Alice, ¿por qué todo tiene que girar en torno a él? La última vez que revisé, él era
uno solo de los seis. —Emmett ya no estaba bromeando.
—¡Porqué lo está intentando, Emmett! Lo cual es más de lo que puedo decir sobre ti.
Ahora ven para acá y saca estas malditas patatas, para que puedas empezar a machacarlas.
Jasper sacará el pavo del horno y Bella, ¿puedes ir y buscar a Edward? Me gustaría que él
buscara en la bodega de vinos de papá y escogiera un par de botellas.
—Puedo hacer eso, Alice —, protestó Carlisle—. Quizás debamos darle un minuto.
—Él ha tenido su minuto. Siempre y cuando Emmett se comprometa a comportarse. —
Ella lo miró hasta que él asintió—. Además, papá, necesitas cortar el pavo. Bella.
Alice señaló con su cabeza inclinada hacia el piso de arriba y Bella asintió y salió de la
cocina. Rápidamente subió las escaleras y caminó por el pasillo, deteniéndose en frente de la
puerta mitad abierta del viejo dormitorio de Edward. Ella tocó suavemente.
—Entre. —Él sonaba frustrado.
El cuarto de Edward no había sido redecorado desde su cumpleaños diecisiete, excepto
de los posters de viejas bandas y los poster de mujeres ligeras de ropa que habían sido
removidos eventualmente por Esme. Una cama doble se paraba en la mitad del cuarto,
debajo del gran ventanal que daba hacia el bosque. Un armario antiguo grande se paraba
contra una de las paredes y tres libreros enormes y un viejo estéreo cubría la pared opuesta.
Casi toda la decoración era de un azul oscuro, incluyendo el suelo alfombrado.

292
Bella observó mientras Edward desempacaba su maleta, colocando metódicamente la
ropa doblada encima de la cama.
Cuando él la vio, se enderezó y sonrió. Ligeramente.
—¿Ahora ves por qué prefiero quedarme en un hotel?
—Lo siento, Edward. Debí haber hecho algo. Dicho algo.
—Necesitas hacer lo que yo normalmente hago… simplemente mantenerte quieta y
aguantalo. —Tiró lo que sea que estaba sosteniendo y estuvo a su lado en un momento—. Es
algo bueno que nosotros acordáramos mantener nuestra relación en secreto. Emmett no
piensa muy bien de mí y tu reputación estaría empañada por asociación.
—No me importa. Déjalos que me empañen.
Él le sonrió y acarició su mejilla.
—Pero a mí me importa. Me importa bastante. —Aclaró su garganta—. Esta noche,
después que todos se hayan ido a la casa, me gustaría llevarte a dar un paseo.
—Me encantaría.
—Por lo menos eso me dará algo para esperar.
Edward le sonrió y después la jaló para un abrazo abrasador. Su lengua entró en su
boca inmediatamente y sus manos descansado en su trasero, apretándolo sin vergüenza.
Bella se permitió a sí misma olvidar que estaba en la casa del padre de él por un
minuto, y después luchó para alejarse.
—Nosotros… no podemos. —Estaba sin aliento y jadeando. Y también él. Excepto que
tenía una mirada salvaje en sus ojos.
—Pero te necesito. —La agarró y enterró sus manos en su cabello—. Estoy hablando en
serio. Te necesito, Isabella. En este momento.
El interior de Bella se derritió en reacción al calor y la desesperación en sus palabras.
Arrastró sus labios por la curva de su cuello, y después frotó a su camisa abierta para
poder mordisquear su clavícula. Cerró la puerta de su cuarto con su pie y después
desabrochó rápidamente dos botones de su blusa, apartando la tela para exponer la piel
perfecta justo encima de su brassier. Apretando las curvas del trasero de ella, la levantó y
presionó contra la puerta, colocando sus piernas alrededor de sus caderas.
Bella jadeó por la cercanía, por la presión del contacto entre ellos.
Él arrastró sus labios alrededor de la parte superior de su pecho, deteniéndose para
hundir la punta de su lengua justo debajo del encaje rosado pálido.
Bella echó su cabeza hacia atrás y gimió mientras sus manos acariciaban el cabello de
él, pidiéndole que continuara.
Él respondió al trazar un dedo largo alrededor del perímetro de su semi copa, y
después suavemente empezó a deslizarla hacia dentro, mientras su otra mano ahuecaba el
interior de su muslo derecho.
Los ojos de ella se abrieron mientras la palma cálida de él ahueca su pecho desnudo, su
boca pegada en la piel de la base de su garganta, succionando suavemente.
Por más que le doliera hacerlo, ella apartó sus manos y se movió para que él estuviera
forzado a liberar su sujeción en su cuello.
—Edward, lo siento. No podemos. —Ella bajó su cabeza y rápidamente arregló su
brassier.
Se movió ligeramente pero él no la puso en el suelo. Sonrojándose salvajemente, evitó
el color encendido de sus ojos.
—Sé que estás molesto. Y me gustaría confortarte, pero todos ellos están esperando
abajo. Alice quiere que escojas el vino para la cena.
Edward la miró con nuevos ojos. Y después la bajó.
Ella abotonó rápidamente su blusa y trató de enderezar sus pantalones.
—Piensas demasiado bien de mí.
Bella pasó la punta de sus botines por el borde de la alfombra—. Yo dudo mucho eso.

293
—Lo que acabo de hacer no fue apropiado o agradable. Lo siento. —Trazó un dedo
sobre la marca roja que había brotado del sitio donde su boca la había probado, y después
cerró la blusa y abrochó el botón de arriba. Ahora ella se veía como una Menonita*.
Ella miró hacia arriba a ojos oscuros y atribulados.
—Edward, todavía estás cansado de ayer y esta es una festividad estresante. Sé que no
era tu intensión nada de lo que acaba de pasar. Te sientes mejor cuando me tocas. Y la
verdad, yo también.
Ahora ella estaba viendo al suelo de nuevo.
—Ven aquí —, susurró él, y después la envolvió en un abrazo cálido—. Estás
equivocada, ¿sabes? Sí era mi intensión. Por supuesto que me siento mejor cuando te toco.
Pero lamento volar hacia a ti de esa manera. No estaba pensando… —Edward se veía
disgustado consigo mismo.
—No vas a hacerme daño. —Las palabras dejaron su boca antes de que las hubiera
considerado. Pero tan pronto como flotaron entre ellos, ella supo que eran ciertas.
Él sonrió dentro de su cabello y después presionó un beso titubeante en su frente.
—No, no creo que vaya a hacerte daño. Pero me esforzaré para ser digno de ti. Isabella,
si no estuvieras aquí, ya me hubiese ido.
—No, no lo hubieses hecho. Carlisle te necesita. Y tú nunca lo dejarías en necesidad.
Una mirada dolorosa ensombreció las facciones de Edward. La besó una vez más, más
como un amigo que como un amante, y después regresó a su maleta.
Bella salió del cuarto y bajó las escaleras, preguntándose qué pasaría durante la cena.
Se detuvo en el relleno para verificar su apariencia en el espejo, esperando que no pareciera
como si acabara de robar un momento sensual con su profesor.

-
Alice había planeado la distribución de los asientos bien. Ella se sentó en el puesto de
Esme al final de la mesa, para poder estar cerca de la cocina, mientras Carlisle se sentaba en
la cabeza. Emmett, Rose y Jasper se sentaron en un lado, Bella y Edward se sentaron en el
otro.
Aunque no se estuvieran tocando, Bella sintió la energía extraña que siempre parecía
vibrar entre ellos. Podía sentir sus ojos en ella, pero él no hizo ningún movimiento para
rozarse contra ella debajo de la mesa, para su gran decepción.
Alice observó la nueva apariencia Menonita de Bella y después miró a Edward.
Edward la ignoró al concentrar toda su atención en la servilleta de lino.
Una vez que los platos servidos estaban orgullosamente mostrados enfrente de todos,
Carlisle pidió a su familia tomarse de manos para que él pudiera dar las gracias.
Un choque pasó entre las manos de Edward y Bella, haciendo que ella se retirara a toda
prisa.
Los ojos de águila de Rose vieron la retirada, pero no dijo nada, especialmente porque
Bella le dio eventualmente la mano a Edward.
—Padre nuestro, te agradecemos por este día y por los muchos regalos que nos has
dado. Gracias por nuestro país, nuestro hogar, nuestra comida. Gracias por mi hermosa
familia y que todos pudiéramos estar en casa juntos, por mi amada esposa, el amor de mi
vida…
Siete pares de ojos se abrieron inmediatamente. Seis pares de ojos volvieron la cabeza
hacia el principio de la mesa. Un par de ojos azules se cerraron inmediatamente y sus manos
los cubrieron.
Había sido un error. La descripción de ella se había deslizado de su lengua como
___
* Una corriente del cristianismo, descendientes directos del Anabaptismo. Las mujeres
se abotonaban hasta el último botón de sus blusas.

294
normalmente hacia durante las gracias familiares. Pero el efecto fue dramático e inmediato.
Los hombros de Carlisle empezaron a temblar.
—Oh mi Dios —, murmuró Rose.
Alice estuvo fuera de su asiento en un instante, envolviendo sus brazos alrededor de
los hombros de su padre, luchando contra sus propias lágrimas.
Jasper rápidamente terminó la oración de Carlisle como si nada hubiese pasado y al
momento del Amen todos los demás se limpiaron una lágrima o dos. Y después empezaron a
pasarse los vegetales y el pavo y el puré de papás de Emmett. A excepción de Edward. Él se
sentó estoicamente, sus manos empuñadas a sus lados mientras observaba a su padre
adoptivo llorar.
Debajo de la mesa, Bella extendió una mano tentativa a la rodilla de Edward. Y cuando
él no se estremeció, o empujó su mano de vuelta a su regazo, ella la mantuvo allí.
Eventualmente, él tomó sus manos en la suya y la apretó.
Bella sintió que el cuerpo de Edward empezó a relajarse antes de que apartaran sus
manos. Durante la mayoría de la cena, él entrelazó su pie izquierdo con el derecho de ella,
manteniendo su conexión continua en secreto.
Mientras la familia disfrutaba de la tarta de calabaza hecha en casa por Rose, Carlisle le
dijo a Bella que se estaba mudando a Seattle en enero a fin de empezar un nuevo trabajo en el
Centro Médico Virginia Mason.
—¿Vendiste la casa?
Carlisle miró a Edward y después de regreso a Bella—. Sí. Compré un condominio
cerca de Alice y Jasper. Voy a ser capaz de concentrarme en mi especialización en Seattle y
tendré menos pacientes. No estoy listo para retirarme, aún, pero me gustaría reducir mis
horas.
Bella se sintió triste de que la casa fuera a ser vendida, pero dijo solo cosas elogiosas
sobre sus planes.
Esto debe ser porqué Edward quiere visitar el prado esta noche.
—Entonces, Edward, ¿por qué no le dices a todo el mundo sobre tu próximo viaje a
Italia? —Carlisle sonrió a dirección de Edward.
Varias cosas pasaron al mismo tiempo.
Alice y Jasper vieron a Bella. Bella continuó comiendo su tarta de calabaza como si
nada hubiera pasado, tratando valientemente de no parecer tensa. Y Edward buscó la mano
de Bella debajo de la mesa, mientras apretaba sus dientes.
Bella casi pudo oír su mandíbula haciendo click.
—¿Vas a ir a Italia? Hombre, desearía tener un cómodo fideicomiso que me permitiera
hacer eso. A Rose y a mí nos gustaría ir a Italia. —Emmett le sonrió a su esposa—. Quizás el
próximo verano.
Rose se sonrojó inexplicablemente—. Tal vez.
Carlisle observó a Edward educadamente pero en la expectativa.
Bella vio un destello de rabia pasar por los rasgos de Edward y después desaparecer.
—He sido invitado para dar una conferencia en la Galeria Uffizi en Florencia.
—¿Cuándo irás? — Preguntó Alice.
—A principios de diciembre.
—¿Cuánto tiempo estarás fuera? —Preguntó Rose.
—Una semana o dos, posiblemente más. Mis anfitriones tienen varios eventos
planeados y tenía la esperanza de hacer un poco de investigación para mi libro mientras
estaba allí. Pero eso depende.
Edward apretó la mano de Bella debajo de la mesa, pero la mano de ella se había
vuelto sin vida.
Mantuvo sus ojos en su tarta y masticó concentradamente. Nadie notó que sus ojos se
habían humedecido.

295
Ella no se atrevió de mirar a la dirección de Edward.

-
Después de la cena, la cocina estaba llena mientras todos ayudaban a Alice a limpiar y
guardar las cosas.
Edward trató de hablar con Bella a solas pero fueron constantemente interrumpidos.
Finalmente, se rindió y acompañó a Carlisle hacia el porche trasero, mientras el resto de la
familia se apiló en los sofás de la sala de estar para escuchar música muy mala de los
ochenta.
Había sido la elección de Emmett.
Y cuando él y Rose se pararon para bailar “Tainted Love” de Soft Cell, Alice y Bella se
burlaron de ellos sin piedad.
Jasper no entendía la atracción de la música de los ochenta o el humor en la rutina de
baile sucio ligeramente ecléctico de Emmett y Rose, pero sonrió educadamente y bebió su
cerveza.
Cuando la canción fue remplazada por “Don’t you forget about me” de Simple Minds,
Bella supo que era tiempo de conseguir otra bebida. Flotó hacia la cocina y se encontró a sí
misma mirando fuera de la ventana a Edward y Carlisle, quienes estaban usando sus abrigos
de invierno y se encontraban sentados en dos sillas Adirondack en el porche trasero.
—Hey, Bella. —Jasper apareció detrás de ella y sacó otra cerveza del congelador—.
¿Corona?
—Gracias. —Bella tomó la botella con gratitud.
—¿Limón? —Señaló a una serie de pedazos de limones en un bol en el mostrador.
—Claro.
Después de verla luchar para forzar el limón dentro del orificio estrecho de la botella,
él suspiró ligeramente y caminó hacia ella—. ¿Quieres que lo haga?
—Por favor.
Jasper era un especialista de Corona. Él empujó el limón en la botella, y después tapó la
apertura con su pulgar, procediendo a inclinar la botella de arriba hacia abajo, enviando el
limón hasta la parte inferior. Cuando enderezó la botella, cuidadosamente dejó salir la
presión de aire de la botella lentamente y después con una mirada un poco de suficiencia, le
entregó la botella a Bella.
—Así es como lo hacemos en Texas —, arrastró las palabras, guiñándole un ojo.
Le dio un rápido sorbo a la botella y sonrió. Él tenía razón. Era bueno.
—Eres un buen hombre, Jasper. —Bella se sorprendió al decir las palabras en voz alta.
Él enrojeció un poco pero le regresó la sonrisa—. ¿Cómo estás?
Se encogió de hombros—. Estoy bien. La escuela de postgrado es bastante trabajo, pero
parece que lo estoy haciendo bien. Estoy aplicando para distintos programas doctorales para
el próximo año. Espero quedar en algún lugar.
Jasper asintió y después la paralizó con una seria pero simpática mirada—. Alice me
dijo que Jacob llamó. No quiero molestarte, pero nosotros estamos realmente preocupados.
¿Estás bien?
Bella parpadeó ligeramente mientras analizaba lo que acababa de decir, dándose
cuenta que Edward debió haberle dicho a Alice sobre la llamada telefónica.
—Estaba asustada. Aun cuando estaba tan lejos, él todavía me encontró. Él me dijo una
vez que nunca me dejaría ir. Pero parece que me recuerda solamente cuando está teniendo
problemas con ella.
Jasper palmeó suavemente su brazo.
—Estás con nosotros ahora. Eres parte de nuestra familia y nosotros nos mantenemos
juntos. Si él se sale de la línea mientras estás aquí, Emmett y yo nos encargaremos de él.
Demonios, Emmett está ansiando por una pelea. Él no ha estado en una pelea desde la

296
escuela de leyes. ¿Qué mejor forma de trabajar tu frustración que enseñarle a alguien como
Jacob una lección? —Él le sonreía y tomó un tragó de su cerveza.
Bella asintió pero no sonrió.
—¿Qué está pasando con la boda? Alice dijo que escogieron la fecha, pero cuando le
pregunté esta noche, se puso poco comunicativa.
Él negó con la cabeza—. No le digas nada a nadie, pero estábamos planeando casarnos
en julio. Eso es, hasta que Alice vio a su padre romperse durante las gracias. Me llevó aparte
después de la cena y me dijo que no había manera de que pudiera siquiera sacar el tema de
la boda ahora. Así que volvimos a donde estábamos antes… comprometidos pero sin fijar
fecha de boda.
Jasper dejó colgar un poco su cabeza y limpió sus ojos con la palma de una de sus
manos.
Bella sintió lástima por él.
—Ella te ama. Ella se casará contigo. Solamente quiere una familia feliz y una boda
grande y feliz. Llegarán allí.
—¿Y qué hay sobre un Jasper feliz? —Murmuró, sus ojos momentáneamente duros.
Suspiró y negó con su cabeza—. No quise decir eso. De verdad no quise decir eso. Pero la
amo. La he amado por años. Nunca quise que viviéramos juntos; quería casarme con ella tan
pronto como nos graduáramos de la secundaria. Pero ella siempre quería esperar. La espera
me está matando, Bella.
—Algunas personas piensan que el matrimonio es solo un pedazo de papel. Alice es
afortunada de que pienses diferente.
—No es solo un pedazo de papel. Quiero pararme en frente de Alice y Dios y todos
nuestros amigos y familiares y hacerle promesas a ella. Quiero ser suyo para siempre y
quiero que ella sea mía. No como mi novia, o mi amante, sino como mi esposa. Quiero lo que
Carlisle y Esme tuvieron, pero algunos días me pregunto si alguna vez va a pasar.
Bella puso tímidamente su brazo alrededor del hombro de Jasper y le dijo un abrazo de
lado de un brazo.
—Va a pasar. No te rindas. Una vez que Carlisle esté fuera de la casa y acomodado en
su nueva vida, Alice verá que está bien y todos ustedes serán felices de nuevo. Estar en esta
casa sin Esme está hiriendo a todo el mundo. Porque ellos la extrañan.
Jasper asintió y botó el resto de su cerveza.
—Emmett puso una canción lenta. Alice estará esperando un baile. Discúlpame. —Él
desapareció hacia la sala de estar, dejando a Bella sola con su perfecta Corona y sus
pensamientos imperfectos.

-
Mientras tanto, Carlisle y su hijo mayor se sentaron afuera disfrutando los regalos de
Edward… habanos cubanos que había metido desde Canadá y una botella del whisky
favorito de Carlisle, los Glenrothes.
—Esme nunca habría permitido estos en la casa —, reflexionó Carlisle, soplando aros
de humo hacia el cielo de apariencia entintado de noviembre.
—Estoy seguro que a nadie le importará ahora.
Carlisle le sonrió tristemente a su hijo—. Pero a mi sí. Por ella. Gracias, por cierto. Estos
son probablemente los mejores que he tenido alguna vez.
Edward sonrió—. A la orden.
Ellos entrechocaron sus copas y se desearon salud, y después hicieron silencio,
mirando al bosque detrás de la casa y hacia arriba a las briznas de estrellas delicadas en el
cielo.
—Bella se ve bien. ¿La ves mucho?

297
Edward casualmente sacudió la ceniza de su cigarro dentro del cenicero entre ellos—.
Ella está en mi clase.
—Ella está toda crecida ahora. Parece tener más confianza. —Jaló pensativamente de su
cigarro—. Tu universidad parece sentarle bien.
Edward se encogió de hombros.
—Esme la amaba.
Carlisle observó la cara de su hijo para registrar cualquier reacción.
—Ahora que me estoy mudando, vamos a tener que tener una discusión familiar sobre
los muebles y… otras cosas. Sé que va a ser incómodo pero creo que sería mejor tener la
conversación ahora en vez de esperar hasta navidades. Estarás en casa para navidad, ¿no es
así?
—Sí, estaré en casa. Solo que no sé cuando. Y con respecto a los muebles, deja que Alice
y Emmett tengan todo.
Los labios de Carlisle se unieron—. ¿Hay algo que te gustaría? ¿Qué hay sobre el
armario que Esme heredó de su abuela? Siempre ha estado en tu cuarto. ¿No te gustaría?
Edward lo miró por un segundo, estudiándolo—. Asumí que tomarías todas las cosas
de Esme.
Carlisle negó con su cabeza—. Eso simplemente no es posible. Hay algunas cosas de las
que no puedo separarme. Pero con todo lo demás… —Suspiró—. En realidad, esto es la cosa
más importante para mí. — Él levantó su mano izquierda y le mostró a Edward su anillo de
boda.
Edward estuvo sorprendido de que todavía lo estuviera usando, pero solamente por
un momento. Algo le dijo que Carlisle estaría usándolo por el resto de su vida.
—Ella quería que dividiera sus joyas. Alice las revisó ayer. Hay un par de cosas
colocadas encima del tocador de nuestro cuarto que son para ti.
—¿Y qué hay sobre Alice?
—Ella está feliz con lo que Esme quería que tuviera, y lo mismo va para Emmett. De
hecho, ellos estuvieron acuerdo de que Bella tuviera algo, si tú no te niegas.
Edward frotó sus ojos—. No, no me niego. ¿Qué es?
—Esme tenía dos collares de perla. Uno de ellos se los di yo, pero el otro vino de sus
padres o ella lo compró cuando era una estudiante. No estoy seguro. Esos son los que a Alice
le gustaría darle a Bella.
—Está bien.
—Bien. Antes de que te vayas, solo asegúrate de hablar con Alice sobre el resto.
Querrás tomarlos contigo.
Edward asintió y después concentró su atención en su habano.
—Esme te amaba. Ella no creía en favoritos, lo sabes. Pero tú eras… especial. Fuiste su
primer hijo. Únicamente quería que fueras feliz.
Edward asintió—. Sé eso.
—En realidad, ella quería que encontraras una chica buena y te establecieras, tuvieras
hijos y entonces fueras feliz. —Carlisle sonrió.
—Eso no va a ocurrir, Carlisle.
—No sabes eso. —Extendió su mano con afecto y agarró suavemente la frente de su
hijo—. Esme nunca se rindió. No te rindas, tampoco. Si sé algo sobre Esme, es que ella
todavía te ama y que sin duda está encendiendo velas y rezando por ti, incluso ahora. Ella
solamente está un poquito más cerca de la fuente.
Por un momento sus ojos se encontraron. Por un momento, tanto la malaquita como el
azul celeste estuvieron llenos de lágrimas.
Reza por mí, Esme. ¿Cómo alguna vez voy a vivir sin ti?
Los dos hombres soplaron humo gris alrededor del porche, saboreando
silenciosamente su whisky y sus recuerdos. Pero no dijeron nada más.

298
-
Cuando todos decidieron finalmente que era hora para ir a la casa, subieron las
escaleras casi de dos en dos, como animales torpes dirigiéndose hacia el arca de Noe.
Edward sostuvo ligeramente la espalda de Bella para que fueran los últimos en subir. Y
cuando todos habían desaparecido en sus respectivos cuartos, él se paró fuera de la puerta
del cuarto de ella, mirándola con un una expresión parecida a hambre en su cara.
Bella se sintió de repente nerviosa y miró a sus pies.
Él extendió una mano y abrió el primer botón de su blusa, deslizando su mano
alrededor de su cuello.
—Lamento esto. —Tocó la marca que había hecho antes.
Bella mantuvo sus ojos bajos.
—Isabella, mírame. —Forzó a su barbilla a subirse con un solo dedo y después la
observó con ojos perturbados—. No fue mi intensión marcarte. Sé que no me perteneces,
pero si fueras mía podría encontrar una mejor manera de demostrárselo al mundo que al
volver tu hermosa piel roja o morada.
Ella alzó su mirada y sus ojos se humedecieron. Por supuesto que era de él. Ella había
sido suya desde que tomó su mano mucho tiempo atrás y lo siguió al bosque.
—Espera aquí un momento. —Desapareció dentro de su cuarto y después regresó,
llevando un muy familiar suéter de casimir verde de carreras británico.
—Esto es para ti. —Se lo entregó.
Ella aceptó el suéter y le dio una mirada interrogativa.
—Estaba preocupado de que tu vieja ropa no sería lo suficientemente cálida. Pensé que
quizás pudieras usar esto en el prado.
—Gracias, Edward. ¿Pero no lo necesitas?
Él le sonrió—. Tengo otros. Y me complace pensar que algo mío esté tan cerca de ti. Si
consigo lo que quiero, lo usarás todo el fin de semana. —Enderezó sus ojos y dio un paso
más cerca. —Tal vez ésta es una manera más humana de marcarte, Isabella.
Los ojos de Edward brillaron en el pasillo poco iluminado. Dio un paso más cerca
como si fuera a envolverla en un abrazo cuando Emmett salió moviéndose torpemente de su
cuarto, sin camisa y usando solo un par de calzoncillos. Sus calzoncillos tenían caras
sonrientes en él.
A la vista de él, pero antes de que él pudiera decir algo, Edward sacó abruptamente su
mano.
—Buenas noches, Bella —, dijo rígidamente, estrechándole la mano.
Emmett resopló sonoramente y después rascó su trasero mientras caminaba del baño.
Al momento en que la puerta del baño se cerró, Edward jaló a Bella a sus brazos y la
besó firmemente en los labios.
—Vendré a buscarte en una hora. Vístete cálidamente y usando zapatos cómodos. —
Observó a las botas altas con un suspiro. Le dolía decirles adieu pero sabía que sería
necesario—. Adiós, mi… —Se detuvo abruptamente y después desapareció por el pasillo
hasta su cuarto, dejando a Bella parada sola en el pasillo.
Ella se preguntó sobre lo que él no había dicho.
Ella se cuestionó si debería decirle que le pertenecía.
Y después empezó a caminar a su cuarto y a cambiarse en ropa cálida, rodeándose en
la esencia que era Edward y su acogedor suéter de casimir, que la envolvía como el abrazo
de un amante.

299
Capítulo veintiuno.

Cuando la casa estuvo envuelta en la oscuridad y parecía que todos estuvieran


dormidos, Edward y Bella se quedaron mirando el uno al otro en la cocina.
—No estoy seguro de que estés suficientemente abrigada. Hace frío ahí fuera. —Hizo
un gesto a su abrigo.
—No es tan frío como en Toronto —, ella rio.
Él sonrió con suficiencia.
—No te mantendré afuera por mucho tiempo. Mira lo que encontré. — Edward levantó
una bufanda larga, hecha de gruesas rayas blancas y negras. La envolvió alrededor de su
cuello. Recorriendo expertamente la parte delantera.
—Esto es de mi antiguo colegio en Oxford.
Bella sonrió—. Me gusta.
—Te queda bien, encontré otra cosa también.
Edward levantó una manta vieja que parecía extrañamente familiar.
Bella estiró la mano para trazar el borde de la misma.
—¿Es esa?
—Creo que sí. Pero no será lo suficientemente caliente, así que traje dos más. —Tomó
su mano y la llevó al porche.
Parecía como si fuera ayer. Era más frío y oscuro ahora, pero de alguna manera parecía
como si no hubiera pasado el tiempo desde que Bella tomó la mano de Edward y le siguió
hacia el bosque. Respiró hondo por el recuerdo y mientras cruzaban el patio en la
impenetrable oscuridad, sintió que el corazón comenzaba a palpitar en su pecho.
Edward apretó su mano—. ¿Qué pasa?
—Nada.
—Estás nerviosa. Puedo notarlo. Háblame, Isabella.
Él soltó su mano y envolvió su brazo alrededor de su cintura, acercándola.
Ella abrazó a su cintura también
—La última vez que estuve en este bosque me perdí. Tienes que prometerme que no
me dejaras.
—Isabella, no voy a dejarte. Tú no entiendes cuán importante eres para mí. No me
imagino cómo seria perderte. —La voz de Edward cambio, fue baja, tensa.
Su declaración la tomó por sorpresa.
—Si por alguna razón nos separamos, quiero que esperes por mí. Yo te encontrare. Lo
prometo.
Edward sacó una linterna del bolsillo e iluminó el camino trillado en frente de ellos, el
cual desaparecía entre los árboles. El bosque estaba fantasmal en la noche, una mezcla de
árboles desnudos en espera para la primavera y de pinos frondosos. Bella se aferró a la
cintura de Edward con más fuerza, preocupada de que pudiera tropezar con una raíz o algo
expandiéndose.
Cuando llegaron al borde del prado, Edward se detuvo.
Parecía más pequeño de lo que Bella recordaba. El espacio de césped tenía el mismo
aspecto y la roca y el árbol de manzana eran los mismos, pero no tan grande y tan
importantes como fueron en su memoria. Y más triste que eso, como si todo hubiera sido
abandonado y olvidado.
Edward la llevó al lugar que fue de ambos tantos años atrás y con mucho esfuerzo
estiró la vieja manta en el suelo.
—¿Quién compró la casa de Carlisle?
—¿Qué dijiste?
—Solamente estaba preguntándome quién compró la casa, dime que no fueron los
Stanley. La señora Stanley siempre la quiso.

300
Edward la jaló para que se sentara junto a él en el suelo y los cubrió a ambos con las
mantas. Ella se acurrucó en su lado y él la envolvió con sus brazos.
—Yo la compré.
—¿Por qué?
—No iba a dejar que la madre de Jessica Stanley viva aquí. Y no podía dejar ir la casa,
pero sobretodo no podía perder este sitio.
—¿Así qué compraste la casa por el prado?
—No podía soportar la idea de alguien más comprándola, o de nunca poder regresar
aquí.
—¿Entonces qué vas a hacer?
Él se encogió de hombros—. Mi agente de bienes raíces la rentará. Me gustaría
conservarla como casa de verano. No lo sé. Simplemente no podía permitir que Carlisle la
vendiera a un extraño.
—Fue muy generoso de tu parte.
—El dinero no significa nada. Nunca podré pagarle.
Bella le dio un beso en la mejilla.
Él le sonrió—. ¿Estás cómoda?
—Sí.
—¿Estás lo suficientemente cálida?
Ella soltó una risita—. Tú estás generando bastante calor, así que sí.
—Estás demasiado lejos.
Incluso en luna llena, Bella pudo ver sus ojos oscurecerse. Y después tembló
ligeramente mientras él la colocaba de costado en su regazo.
—Así está mejor —, murmuró, subiendo un poco su chaquetón para así poder tocar la
piel desnuda de su espalda.
—¿Puedo preguntarte algo? —Bella lo miró pensativa.
—Por supuesto.
¿Por qué tu apellido no es Cullen?
Él suspiró—. Masen era el nombre de mi madre. Pensé que si lo cambiaba denegaría de
ella, así que use el Cullen como segundo nombre.
Ella asintió contra su pecho.
Ellos estuvieron en silencio durante unos minutos, cada uno llegando a un acuerdo con
los recuerdos y la realidad. Edward continuó acariciando su espalda y ella se restregó contra
él.
Él no parecía tener prisa para iniciar una conversación, así que Bella decidió a hablar.
—Yo tuve un enamoramiento de ti desde que vi tu foto. Estuve tan sorprendida de que
tú me notaras la noche que te conocí, que quisieras que fuera contigo.
Él rozó sus labios con los de ella, solo por un segundo, avivando las llamas que
oscilaban bajo la superficie.
—Apareciste ante mí en la oscuridad. Me preguntaste una vez por qué no dormí
contigo esa noche. Es tan claro para mí ahora; bebí de tu bondad y satisfice mis deseos.
Bella hubiese desviado la mirada, avergonzada, pero la mirada vulnerable de Edward
la retuvo allí, explorando las profundidades de dos piscinas oscuras y sombrías.
—No me acuerdo de todo, pero me recuerdo pensando que eras muy hermosa. Tu
pelo, tu cara, tu boca. Sonetos podrían ser escritos sobre tu boca, Isabella. Sufría por besarte
desde el momento en que te vi.
Bella presionó sus pechos juntos y agarró su cuello con ambas manos, instando a la
boca de él. Ella lo besó lentamente, pero con sentimiento, tirando de su labio inferior con los
dientes, tentativamente explorando su boca con su lengua. En respuesta, él puso sus manos
grandes contra su espalda, casi levantándola. Ella respondió moviendo sus piernas y
colocándose a horcajadas sobre él.

301
Él gimió en su boca por su unión repentina e intensa y la sujetó con más fuerza. Sus
manos comenzaron a frotar su piel, deslizándose hasta el borde de la correa de su brassier de
encaje y luego de vuelta a la cintura de sus vaqueros. Jugando y trazando de las barreras de
la piel. Era tan tersa, tan suave. Él deseo poder verla en la luz de la luna. Deseo poder ver
todo de ella. Edward se alejó de su boca cuando sintió que su respiración se volvía agitada.
—¿Estás bien, mi amor?
Ella se paralizó por el término nuevo, pero después una lenta y dulce sonrisa creció en
su cara.
—Más que bien. Yo... —Hizo una pausa y sacudió la cabeza.
—¿Qué sucede?
—¿Es esto demasiado?
Sin pensarlo, Edward echó la cabeza hacia atrás y se rio. Su pecho vibraba con el buen
humor y Bella casi se encontró riendo, también. Si no hubiese pensado que se estaba riendo
de ella.
Él subió su dedo pulgar para apartar su labio inferior de entre sus dientes.
—Creo que tú lo encontrarías como demasiado si te dijera lo que estaba pensando en
este momento.
Él se movió por debajo de ella y si ella no lo había notado antes, lo notó ahora. Donde
los dos cuerpos se presionaban uno contra el otro había solidez y calor. La promesa de algo
misterioso y satisfactorio. Se ruborizó por la forma en que el cuerpo de él respondía a ella,
pero no rompió el contacto visual.
—Dime.
—Quiero hacer el amor contigo porque me importas. Quiero adorar tu cuerpo desnudo
con el mío y aprender todos tus secretos. Quiero complacerte, no por minutos, sino durante
horas e incluso días. Quiero verte arquear la espalda en éxtasis y mirarte a los ojos cuando te
haga venirte. —Suspiró y negó con la cabeza, su mirada caliente, pero decidida—. Pero no
aquí. Hace demasiado frío y es tu primera vez y hay algunas cosas que necesitamos discutir
primero.
Le besó en la frente con ternura, preocupado de que ella interpretará su declaración
como un rechazo.
—Quiero que te sientas a salvo y cómoda. Quiero adorar cada parte de tu cuerpo. Y eso
va a tomar tiempo y… ah… va a requerir más comodidades de las que este prado pueda
darse el lujo. —Le sonrió seductoramente y levantó una ceja—. Por supuesto, lo que yo
quiero es de muy poca importancia. Lo que se discute es lo que tú quieres.
—Yo pienso que mis sentimientos son bastantes claros
—¿Lo son? — Su voz sonó insegura.
Ella se inclinó para besarlo pero tomó la barbilla sin afeitar en vez de sus labios—. Yo
no estaría aquí en este clima frio sino quisiera estar.
—Es todavía agradable escucharlo.
—Edward Masen, te deseo —, susurró—. De hecho yo… —Se mordió el labio
bruscamente para no decir la palabra de tres letras.
—Puedes decirlo —, le susurró—. Todo estará bien. Di lo que sientes, Isabella.
—Yo, yo… quiero que seas mi primero. Soy tuya, Edward. Si tú me quieres.
—Isabella, no quiero nada más que eso…
Esta vez él se apodero de su boca. Y su beso estaba lleno de promesa y resolución. La
intensidad prendió fuego a las entrañas de Bella agitando y girando sus deseos.
Edward la deseaba. Siempre había estado allí en sus besos, pero la línea entre el deseo
y el afecto era muy fácil de malinterpretar. Ella ya no era sensible a la línea. Únicamente
había el cuerpo de Edward presionado contra ella y sus dos bocas conectadas mientras que
con sus manos suavemente se exploraban uno al otro.
En su prado, que era el paraíso, ellos eran dos casi amantes y nadie y nada más.

302
A medida que sus besos se hicieron más apasionados, Edward lentamente se reclinó
hacia atrás sobre la manta, jalándola hasta que estuvo boca abajo y recto y ella estaba
arrodillada entre cada lado de él. El pecho de ella presionado contra el suyo, una agradable
fricción entre sus caderas. Ella se movió sobre él, presionando descaradamente su suavidad y
curvas contra su cuerpo. No se parecía a nada que ella hubiese sentido antes. Él le permitió
continuar, pero solamente por un momento o dos. Liberó sus labios y luego trazó
ligeramente su mejilla con el pulgar, hacia atrás y adelante, con la mirada caliente.
—Yo ardo por ti, Isabella, pero es más que un deseo físico. Tengo ansias de ti, de ti
completa. —Suspiró y negó con la cabeza—. Odio hacer esto, pero hay algunas cosas que
necesitamos discutir.
Bella suspiro—. ¿Cómo cuales?
—Como mi viaje a Italia. Debí decírtelo primero.
Ella se sentó lentamente.
—Los profesores viajan por trabajo. Sé eso. —Bajó la mirada a la manta debajo de ellos.
Edward también se sentó.
—Isabella. —Le levantó la barbilla con un solo dedo—. No lo escondas de mí. Dime lo
que estás pensando.
Ella se retorció las manos juntas—. Sé que no tengo ningún derecho a ser… exigente,
pero dolió saber que Carlisle sabía de tu viaje antes que yo.
—Tienes todo el derecho de ser exigente, Isabella. Soy tu novio. Debí decírtelo antes.
—¿Eres mi novio? —Susurró.
—Soy más que eso, Isabella, soy tu amante.
Las palabras de Edward y su voz, baja y sensual, envió un escalofrío por su espalda.
—¿Incluso así no hayamos tenido relaciones sexuales? ¿Aún?
—Los amantes son íntimos entre sí de muchas maneras diferentes. Pero necesitas saber
que yo deseo toda intimidad contigo y con nadie más. Así que el termino de novio es
inadecuado, incluso ahora. Y lamento mucho haber herido tus sentimientos. Mi viaje a Italia
surgió cuando Carlisle y yo hablábamos de la casa porque afectaba a nuestros arreglos.
Recibí la invitación de Uffizi hace mucho tiempo, mucho antes de que tú vinieras a Toronto.
Yo quería comentártelo, pero lo estaba posponiendo hasta que estuviéramos más… cómodos
uno con el otro.
Ella lo miró con interés.
—Quería que tu regalo de navidad fuera un viaje a Florencia. Por supuesto que no
quiero ir solo. La idea de dejarte, de estar separado de ti… —Su voz se volvió áspera—.
Estaba preocupado de que te negaras, que pensaras que era una forma de seducción.
Ella frunció el ceño—. ¿De verdad quieres que vaya contigo?
—Preferiría no ir si tú no me acompañas.
Ella sonrió ampliamente y le dio un beso—. Entonces gracias por la invitación. Acepto.
Edward también sonrió y enterró su cara en su cabello—. Después de lo que sucedió
con la ropa, estaba convencido de que dirías que no. Reservare habitaciones separadas, si lo
deseas. No hay expectativas. Y te reservare un pasaje abierto para que puedes irte si
decides…
—Edward, dije que sí. Con todo mi corazón. No puedo pensar en otra persona con la
que me gustaría visitar Florencia, y por favor déjame quedarme contigo en tu cuarto. —Se
ruborizó y lo miro tímidamente—. El semestre habrá terminado. No estaríamos rompiendo
las reglas si nosotros fuéramos a… si tú fueras a decidir llevarme a tu cama y hacerme tuya…
La interrumpió con un beso abrazador.
—¿Estás segura? ¿Estás segura de que quieres que sea tu primero?
Ella lo miró seriamente—. Siempre fuiste tú, Edward. Nunca quise a nadie más. Tú eres
el hombre que he estado esperando.

303
Ella inicio un beso suave que escalo rápidamente. Momentos después, estaba acostada
encima de él, sus cuerpos rozándose juntos. Estaba tan cerca de él, a eso, a todo. Y nunca
había querido estar tan cerca, ni siquiera durante su tango en el museo.
Él se apartó, jadeando, arrastrando sus labios por su cuello, evitando cuidadosamente
el chupetón de antes, y después frotó un beso en contra de su cabello.
Bella gimió y envolvió el cabello de él con sus dedos, instándolo a seguir.
—Es demasiado peligroso, amor, no puedo besarte de la manera que me gustaría y ser
capaz de detenerme.
A pesar de sus protestas, sus manos corrieron un curso tentador de arriba hacia abajo
en las curvas de su trasero y en la piel de su cadera, jugando y presionándose contra ella.
Bella trató de besarlo otra vez, pero él le agarró la cara con las manos, acariciándola
suavemente.
—Mucho de eso y yo te tendré justo en este lugar —, susurró—. Y tú mereces algo
mejor. Te mereces todo y eso es lo que voy a darte.
Ella asintió contra su mano.
—Si esta es tu decisión, entonces hay varias cosas que tenemos que discutir. —La voz
de Edward ya no era divertida y sensual. Aclaró su garganta. Y después inhaló y exhaló un
par de veces—. Si decides tomar la píldora o si ya estás tomándola, está bien, Pero tengo que
decirte que la anticoncepción no es necesaria.
—No entiendo.
—No puedo tener hijos, Isabella.
Ella parpadeó.
—¿Son los niños algo que siempre quisiste? Tal vez debería haber traído a colación esto
antes.
Ella se detuvo mientras la revelación comenzó a sumirse.
—No vine exactamente de una familia feliz, Edward. Aunque ha habido momentos en
que pensé que sería agradable tener un marido y un bebé. Pero nunca pensé que algo así
fuera a funcionar para mí.
—¿Por qué no?
Ella se encogió de hombros y apartó los ojos.
—Nunca pensé que encontraría a alguien que pudiera amarme. No soy exactamente
sexy. Soy tímida. Y débil.
—Oh, Bella. —La abrazó y le besó ambas mejillas—. Estás equivocada. Eres
increíblemente sexy. Y estás lejos de ser débil.
Ella tocó la solapa de su chaqueta de cuero por un momento—. Lamento escuchar que
no puedas tener hijos. Alice me dijo que Rose tal vez no podría ser capaz de tener un bebé
tampoco.
Edward se puso tenso—. La situación de Rose es totalmente diferente.
—¿Cómo es eso?
—No es de verdad mi historia para contar. —Negó con la cabeza ligeramente.
Bella notó los ojos estrechos de Edward mientras la miraba con una expresión muy
preocupada. Levantó una mano a la cara y tocó suavemente la mejilla.
—¿Estuviste muy decepcionado cuando lo descubriste?
Él agarró su muñeca y la quitó la mano de su cara.
—Estuve aliviado, Isabella. Y no lo descubrí.
—Entonces cómo…
Su voz era fría—. Tomé la decisión de esterilizarme cuando salí de rehabilitación.
Ella lo miró con incredulidad—. ¿Edward, por qué?
—Porque alguien como yo no debería reproducirse. Te conté cómo era mi padre. Te
dije cómo era cuando estaba en drogas. Pensé que sería una irresponsabilidad dejar abierta
cualquier tipo de paternidad. Así que tuve que encargarme de eso. No hijos para Edward

304
Masen. Nunca. —Volvió la mirada penetrante sobre ella—. Sin embargo, yo no contaba
contigo. Y ahora casi me arrepiento de mi decisión. Pero en realidad, Isabella, es mejor así.
Confía en mí. —Su cuerpo se puso rígido de repente, como si estuviera preparándose para
un ataque—. Tú podrías decidir que sería mejor no involucrarte conmigo ahora.
—Edward, por favor. Solamente… necesito un minuto.
Bella se sentó a su lado mientras trataba de procesar la información que él acababa de
darle.
Edward hizo lo mismo, jalando una de las mantas para poder envolverla alrededor de
ella.
Se dio cuenta de que él solamente le había dado media confesión, que el verdadero
secreto era el evento o eventos que llevaron a su desesperación. Y esos eventos tuvieron que
ser algo más que su educación y su uso de drogas.
¿Importa? ¿Existía un secreto que pudiera decir que mataría tu amor por él?
Él estaba tan quieto como una estatua en la luz de la luna en espera de su respuesta.
Los minutos de ella parecían horas para él.
Lo amo. Nada que él diga podrá matar eso. Nada.
—Lo siento tanto, Edward. —Le echó los brazos alrededor de su cuello—. Pero no me
importa.
Al principio él estuvo sorprendido por su reacción. Y entonces su aceptación suave lo
abrumó. Se hizo difícil para él encontrar las palabras adecuadas.
—Bella, necesito decirte quién soy. Lo que soy. —Fue insistente de repente.
—Voy a escuchar lo que tengas que decir, pero no me importa. Preferiría morir que
estar sin ti.
Edward tomó la cara entre las manos y la besó suavemente, como si su alma estuviera
pidiendo unirse a la suya.
—Nadie a va a morir. —Su voz estaba momentáneamente fuerte. La abrazó y le
susurró para consolarla.
De repente, él podía ver el futuro. Él tenía esperanza. Él tenía fe en que tal vez, solo tal
vez, cuando ella supiera todo, podría mirarlo con esos ojos grandes de chocolate, y decir que
aún lo quería.
Tú la amas.
Una vez más la voz salió de la nada, solo que esa vez Edward la reconoció. Y
silenciosamente murmuró su agradecimiento.
—¿Te encuentras bien? Pareces estar tan lejos, amor. —Bella sonrió mientras usaba su
nuevo término.
Él la besó suavemente—. Estoy donde quiero estar. Tal vez esta noche no es la mejor
para compartir todos nuestros secretos. Pero no puedo llevarte a Italia sin decírtelo todo. Y
quisiera que me dijeras todo también. —La miró a los ojos con expresión muy seria—. No
puedo pedirte que desnudes tu cuerpo sin pedirte que desnudes tu alma. Quiero hacer lo
mismo contigo. Espero que lo puedas entender.
Con sus ojos trató de telegrafiar sus sentimientos, cómo únicamente estaba pensando
en ella al añadir este pre requisito.
Ella asintió con la cabeza en acuerdo.
Él junto sus labios ligeramente y entonces Bella suspiró y apoyó la cabeza contra su
pecho y escuchó el ritmo constante, contento de su corazón.
El tiempo pasó y se detuvo. Dos casi amantes entrelazados bajo un oscuro cielo de
noviembre, las estrellas y la luna su única iluminación.

305
A la mañana siguiente, Bella despertó temprano y se dirigió por el pasillo para tomar
una ducha. Se vistió y empacó su maleta y después tocó la puerta de Edward a las ocho en
punto. Pero no hubo respuesta.
Apretó la curva de su oreja contra la puerta y escuchó. No hubo ningún movimiento.
Ningún sonido.
Arrastró su maleta rodando por el pasillo y luego la cargó bajando las escaleras.
Cuando se dio la vuelta en la esquina de la sala, vio a Carlisle y Alice sentados en uno de los
sofás. Alice estaba llorando y Carlisle estaba tratando de consolarla.
Los ojos de ambos se abrieron hacia Bella cuando ella dejó caer la maleta
accidentalmente.
Ella se disculpó profusamente.
—Está bien, Bella. —Carlisle sonrió—. ¿Cómo dormiste?
—Bien, gracias. Alice, ¿estás bien?
Su amiga se secó las lágrimas—. Estoy bien.
—¿Por qué ustedes dos no hablan mientras preparo el desayuno? A Alice le gustan los
panqueques de arándanos, Bella. ¿Y a ti? —Se puso de pie e hizo un gesto hacia la cocina.
—Charlie me pidió que me reuniera con él en la cafetería para el desayuno a las nueve.
—Yo te llevo. Solamente déjame preparar unos panqueques primero.
Carlisle desapareció y Bella se sentó junto a Alice en el sofá, poniendo su brazo sobre
los hombros de su amiga.
—¿Qué sucedió?
—Tuve una pelea con Jasper. Él estaba de mal humor esta mañana, así que le pregunté
qué le pasaba. Comenzó hablar de la boda y a preguntarme si alguna vez iba a fijar una
fecha. Cuando le dije que quería esperar, él quiso saber cuánto tiempo. —Alzó las manos en
frustración—. Le dije lo que dije antes… No lo sé. ¡Y entonces me preguntó si quería que me
liberara del compromiso!
Bella respiró profundamente sorprendida.
—Nosotros nunca peleamos. Pero él estaba tan molesto, que ni siquiera podía mirarme.
Y después en medio de la conversación, simplemente caminó hacia la puerta principal y se
fue manejando. No tengo idea a dónde fue o si alguna vez va a volver.
Bella abrazó a su amiga fuertemente.
—Claro que va a regresar. Estoy segura que estaba molesto consigo mismo por pelear
contigo y fue a dar un paseo para calmarse.
—Papá nos escuchó. Así que por supuesto que quería saber por qué estaba atrasando
la fecha de la boda. —Se secó las lágrimas con sus manos—. Él dijo que Jasper tenía razón,
que no podía poner mi vida en espera. Dijo que mi mamá se enfadaría si sabía que estaba
cancelando las cosas por ella. —Alice arrugó la cara con los ojos llenos de lágrimas.
—Tu papá tiene razón… ambos se merecen ser felices. Jasper te ama tanto, que
solamente quiere casarse. Está preocupado de que te estés echando para atrás.
—No me estoy echando para atrás. Yo lo he querido siempre.
—Entonces dile eso. Te llevó a una isla para volverse a conectar contigo después del
funeral. Ha sido paciente en todo. Estoy segura de que no le importa cuándo es la boda, lo
único que quiere es fijar una fecha.
Alice negó con la cabeza—. No tenía idea de lo molesto que estaba.
—Tal vez deberías desayunar y luego llamarlo. Él se habrá calmado para entonces y los
dos pueden ir a un lugar y hablar. No pueden resolver las cosas aquí con tanta gente
alrededor.
Alice se estremeció—. Gracias a Dios que Emmett no nos encontró. Em se hubiera
puesto de mi lado y así molestar a Jasper aún más.
En ese momento, la puerta se abrió y cerró y un hombre alto, de pelo de bronce,
sudoroso de correr, entró en la sala de estar. Su cabello estaba desordenado y húmedo.

306
Vestía un traje negro de Nike para correr y zapatillas de deporte muy elegantes. Se quitó un
par de auriculares de las orejas y apretó un botón en su iPhone. Miró a Alice y Bella y frunció
el ceño. Oscuramente.
—¿Qué pasó?
—Jasper y yo tuvimos una pelea. —Más Lágrimas cayeron por las mejillas de Alice,
dejando a Edward desconsolado.
Se acercó y tiró de ella en un abrazo, colocando un beso a su pelo negro puntiagudo—.
Lo siento, Ali-cat*. ¿Dónde está? —Edward le preguntó a su hermana, mientras miraba a
Bella.
—Se fue.
Él sutilmente movió su cabeza por la frustración. Le dolía ver llorar a su hermana.
Antes de que pudiera pedir más detalles, Carlisle salió de la cocina, anunciando que el
desayuno estaba servido.
—Y Bella, si me puedes dar unos minutos, te llevaré a la cafetería.
Edward soltó a Alice—. ¿Que está sucediendo?
—Bella tiene que encontrarse con Charlie a las nueve.
Edward miro su reloj—. Ni siquiera son las ocho y treinta.
—Eso está bien. Puedo tomarme una taza de café en la cafetería y esperar por él. —
Bella esquivo la mirada de Edward. No quería ser una molestia.
—Déjame bañarme y vestirme y te llevo. Tengo que parar en casa de mi agente de
bienes raíces de todas formas.
Bella asintió y los tres regresaron a la cocina mientras Edward subía las escaleras.
Encima de los panqueques de arándanos, Alice saco algo de su bolso y lo ató alrededor
del cuello de Bella.
Ella tocó el collar de perlas con sorpresa—. ¿Qué es esto?
—Eran de Esme. Queríamos que tuvieras algo de ella.
—No puedo. Alice, tú deberías tenerlos.
—Tengo otras cosas —, dijo ella, sonriendo.
—¿Qué pasa con Rose?
—Rose quería que los tuvieras. Todos queríamos. —Carlisle le sonrió amablemente.
—¿Están seguros?
—¡Por supuesto, Bella! —Alice abrazó a su amiga, agradecida por la oportunidad de
regresar su bondad, en alguna manera tangible.
Bella estaba abrumada, pero contuvo las lágrimas por el bien de Carlisle.
—Gracias. Gracias a los dos.
Él le dio un beso paternal en la parte superior de la cabeza—. Esme hubiera sido tan
feliz de verte usar algo de ella.
—Debo agradecer a Emmett y a Rose.
Alice rodó sus ojos y contuvo un bostezo—. Ellos no estarán levantados hasta el
mediodía. Jasper y yo tuvimos que encender el equipo de música anoche para bloquear los
sonidos de… —Ella miró ligeramente la cara de ligera desaprobación de su padre—. Lo
siento, papá, pero es la verdad. De todas maneras, solamente trae a Charlie a cenar mañana
por la noche y así podrás darles las gracias entonces.
Bella asintió con la cabeza, tocando pensativamente las perlas, maravillada por su
forma cilíndrica lisa.

-
Edward y Bella no dijeron mucho en el camino a la cafetería. Casi todas las palabras
___
* Unión de Alice con gato.

307
que necesitaban decir ya se habían dicho. Todo entre ellos había cambiado. Ellos tenían un
entendimiento ahora. Ellos iban a hacer el amor por primera vez en Italia. Se tomaron de las
manos como los adolescentes en el coche y Bella sonrió cuando Edward le dio su bufanda de
la Universidad Magdalen y dijo que él quería que la tuviera.
Cuando llegaron al café, la patrulla de policía de Charlie no estaba por ninguna parte.
—Supongo que estamos de suerte. —Bella se escuchaba aliviada.
—Él va a tener que saber con el tiempo. Estoy seguro de que mi familia está cerca de
averiguarlo. Se lo diré, si lo deseas.
Bella volvió la cabeza para ver si hablaba en serio.
Él lo hacía.
—Piensa que eres un criminal. No quiero que te arreste simplemente para demostrar
un punto.
—Debemos decirle juntos o debes dejar que yo se lo diga. Has recibido suficiente abuso
para una vida completa.
—Edward, mi padre nunca me maltrató. No es un mal hombre. Está solamente… mal
informado. —Se frotó la boca pero no dijo nada—. No voy a decir nada hasta que estemos de
vuelta en Toronto y el semestre se haya terminado. Será más fácil de explicar por teléfono.
Pero debo irme. Estará aquí en cualquier momento.
Edward la besó suavemente y luego le acarició la mejilla con el dorso de su mano—.
Llámame más tarde.
—Lo hare.
Ella besó a Edward otra vez y luego se deslizó fuera de la Jeep.
Él sacó su equipaje de la parte trasera y lo puso a sus pies, inclinándose hacia adelante
para susurrar en su oído: “Ya estoy fantaseando con nuestra primera vez”
Bella se sonrojó y murmuró: “Yo también”.
Ella se despidió y luego entró a la cafetería.

-
Para darle crédito a Charlie, ellos pasaron un día agradable juntos. Los habituales en el
restaurante le dieron la bienvenida con mucho gusto y él fue capaz de alardear con ellos
acerca de lo bien que le estaba yendo en la escuela y cómo estaba solicitando a Harvard para
su doctorado.
Se la llevó a dar una vuelta alrededor de la ciudad para ver algunos de los nuevos
proyectos de construcción, señalando cómo había crecido Forks, incluso durante su breve
ausencia. Y luego la llevó a la comisaría para que sus colegas pudieran decirle lo mucho que
su viejo hablaba de ella.
Posteriormente, se fueron de compras ya que por diversas razones, Charlie no
mantenía gran cantidad de comida en la casa.
Por la tarde, él se saltó el partido de fútbol para que pudieran ver una vieja película
juntos. Sí, fue el corto del director de Blade Runner, pero fue una película que ambos querían
ver y para decir verdad, la disfrutaron bastante.
Cuando todo terminó, Bella le entregó una cerveza, animándolo a ver el partido de
fútbol, mientras ella hacía la famosa lasaña de Esme para la cena.
Finalmente sola, envió un breve texto de Edward.

E,
Estoy haciendo la lasaña de Esme y un pie de limón para Charlie
Él está viendo futbol
Espero que la estés pasando bien
Te llamo alrededor de las 6:30.
Tu Bella

308
XO

Unos cuantos minutos después mientras Bella armaba las dos lasañas, una para esa
noche y otra para el freezer de Charlie, su IPhone sonó con el siguiente texto:

Mi Bella
Te he extrañado
También estamos viendo el futbol.
A y J se besaron y reconciliaron y han programado la fecha.
C es algo como un hacedor de milagros, creo,
¿O quizás fuiste tú?
No tienes idea lo que significa para mí escucharte decir que eres mía.
Ansioso por tu llamada.
Soy tuyo,
Edward.
XO.

Bella casi flotó en la cocina, por lo animada que estaba por las palabras de Edward y
los momentos que habían compartido la noche anterior. Su sueño iba a hacerse realidad.
Edward iba a ser su primero.
Todas las lágrimas y los problemas y la humillación con Jacob estaban ahora olvidados.
Había esperado por el hombre que amaba y ahora ella iba a tener la primera vez que siempre
había deseado. Y en Florencia, de todos los lugares.
Tenía muchas cosas que agradecer, incluyendo el collar de perlas alrededor de su
cuello. Estaba bastante segura de que Esme había tenido una mano en todo y le susurró su
gratitud en silencio.
Cuando terminó con sus preparativos, Bella colocó una de las lasañas en la parte
superior del horno y luego caminó para llevar la segunda hasta el sótano. Al abrir el
congelador, se sorprendió al encontrar una gran cantidad de comidas pre-hechas,
almacenadas en potes de plástico y envueltas en papel de aluminio, muchas de las cuales
tenía pequeñas notas sobre ellas firmaras: “Con amor, Sue”.
Bella resistió la tentación de hacer arcadas a la vista de ellos. Sue Clearwater era una
mujer agradable y parecía cuidar bien de Charlie. Pero la hija de Sue era otra historia y Bella
no podía ni siquiera imaginar cuán molesta estaría si Sue y Charlie decidieran irse a vivir
juntos o Dios no lo quiera, contraer matrimonio. Eso sería raro en más de un nivel.
Apartó todos los pensamientos de Sue y Leah hacia un lado y dedicó toda su atención a
preparar el postre favorito de Charlie, que era el pie de merengue de limón. Él tendía a
preferir el pie que servían en la cafetería pero eso no detuvo a Bella a hacer el suyo.
Acababa de poner el pie en el horno cuando el teléfono sonó.
Charlie lo contestó después del segundo tono y en cuestión de segundos estaba
maldiciendo en voz alta. Después de un par de frases breves que sonaban relacionadas con el
trabajo, golpeó el teléfono contra la base y desapareció escaleras arriba.
Cuando volvió, se había puesto el uniforme y llevaba su placa y su pistola.
—Bells, me tengo que ir. Voy a llegar tarde. No me esperes.
—¿Qué pasó?
—Un asesinato. Por el callejón del Bowling.
—¿En Sunset Lanes? ¿Cómo?
—Eso es lo que voy a averiguar. No sé cuándo estaré de vuelta. —Estaba casi a la
puerta cuando se detuvo y se encogió de hombros—. Lamento arruinar la cena, estaba
ansioso por eso. Nos vemos mañana.
Bella vio a su padre retroceder por la entrada de la casa en su patrulla y alejarse.

309
Cerró la puerta y se apoyó contra ella. Eran las seis de la tarde. El pie estaría listo
pronto y luego podría poner la lasaña en el horno. No había duda de que Edward ya estaba
en medio de la cena con su familia así que Bella decidió no enviar mensajes de texto o
llamarlo. Esperaría hasta las seis y media para llamarlo como estaba planeado.
Cuando el tiempo pasó, sacó el pie del horno e inhaló el aroma dulce y cítrico. Mientras
esperaba a que se enfriara, envolvió la lasaña y la puso en el congelador. Quedaría para el
día siguiente. Y ella se haría un sándwich para la cena. No vio el punto de pasar por todos
esos problemas simplemente para sí misma.
Unos quince minutos después oyó un rasguño llave en la cerradura y la puerta de
entrada abrirse y cerrarse. Apresuradamente agarró un plato para que poder servir a Charlie
un pedazo de pastel.
—¿Cómo has podido escapar tan rápidamente? El pie está listo ahora —, le gritó al
pasillo.
—Estoy muy contento de escuchar eso, Bells. Es bueno estar en casa.
El plato de Charlie se deslizó a través de los dedos de Bella, rompiéndose el piso de
linóleo envejecido debajo de ella.
Él caminó hacia la cocina y se detuvo, con los brazos cruzados sobre el enorme pecho,
apoyándose contra el marco de la puerta.
Ella miró en shock al bello rostro con ojos negros, enmarcada por una cascada de un
largo, y muy liso cabello negro.
Bella gritó y se abalanzó hacia la puerta, tratando de correr a su alrededor. La gran
mano de él salió disparada hacia la manilla de la puerta, efectivamente envolviéndola con
ella.
Ella se agarró a su brazo para evitar caerse hacia atrás.
—Por favor —, le rogó—. Déjame ir.
—¿Es eso alguna forma de saludarme? ¿Después de todo este tiempo? —Sonrió,
retirando su brazo y parándose en toda su estatura de 1.95 de estatura.
Bella se encogió justo dentro de la entrada, mordiéndose el labio nerviosamente.
Jacob la hizo retroceder en la cocina, con su figura de más de ciento treinta kilos
haciéndola sentir más que pequeña. Cuando él la había acorralado exitosamente, envolvió
sus brazos alrededor de su cintura, tirando de ella en un apretado abrazo de oso.
—Jake, bájame. Me estás haciendo daño. —Ella jadeó y se retorció.
Él le apretó con más fuerza, una sonrisa malvada deslizándose de oreja a oreja—.
Bésame, cariño. Ahora que estoy en casa a tiempo para cenar.
Bella luchó en sus brazos, tratando de llegar a una de sus piernas con su pie.
—Bésame y te suelto.
—Tengo un novio ahora. Y tú debes estar borracho.
—Solamente un par de cervezas. Ahora bésame y te bajare. No voy a pedirlo de nuevo.
Bella dejó de luchar—. ¿Me lo prometes?
—¡Por supuesto, Bells! Ahora bésame y hazlo bien.
Ella sacudió la cabeza con resignación y movió su cara hacia adelante, con sus dientes
apretados y los labios cerrados.
Pero Jacob no estaba teniendo nada de eso. Llevó a una mano a la cara, abriendo su
mandíbula con sus pulgares y empujando su lengua en su boca.
Jadeó y comenzó a ahogarse, pero él simplemente metió la lengua más profundamente.
Bella sabía que la única manera de conseguir que se detuviera era hacerse la muerta. Se
relajó por completo y dejó de luchar. Abrió la boca hasta el final y lo dejó a explorar
rudamente, esperando con los ojos abiertos a que terminara.
Él se tomó su tiempo. Parecía divertirse.
Finalmente, se apartó.

310
—Wow, sigues siendo un pescado frío. Yo habría pensado que tu novio ya te habría
follado y sacado eso bien lejos. Supongo que estaba equivocado. Tal vez su polla
simplemente no es lo suficientemente grande.
—No me lo estoy follando, Jake.
Él la bajó inmediatamente—. ¿Qué has dicho?
—Dije que no estoy follando con él. Estamos empezando, por el amor de Dios. ¡Y no es de
tu incumbencia de todos modos!
Jacob la miró con recelo.
—Es una buena cosa que pueda decir cuando estás mintiendo. Estoy sorprendido.
Pensé que él habría estado dándole a esto inmediatamente. —Extendió su mano para
golpear a su trasero—. Él debe ser gay. Algún hombre gay que conociste en la Universidad.
¿Cómo se llama?
Bella pasó junto a él y se apresuró hacia la puerta, abriéndola haciendo hacia afuera a
su motocicleta.
—Solo vete, Jacob, no quiero hablar contigo. Y Charlie vendrá a casa en cualquier
momento.
Jacob la siguió lentamente, como un lobo siguiendo a un cordero—. No me mientas,
Bells. Sé que Charlie se acaba de ir. Al parecer tienen un problemita en Sunset Lanes. Él
estará afuera por un par de horas.
Bella parpadeó nerviosamente. Sabía que no había manera de que pudiera escapar de
él y no quería correr el riesgo de enojarlo intentándolo. Por lo menos si se quedaba en el
interior había una oportunidad de tratar de llegar a su iPhone, que estaba en la cocina.
Ella tenía muy pocas opciones.
—Jake, viniste a visitarme. Te lo agradezco. Pero ambos sabemos que se acabó. Has
encontrado a alguien más, eres feliz con ella. Vamos a dejar atrás el pasado, ¿de acuerdo?
Trató de sonreír. Trató de ocultar su miedo, hizo un buen trabajo. Hasta que él se
acercó y comenzó a pasar sus dos manos por su pelo largo, llevando las hebras a su cara para
poder olerlas.
—Yo no estaba contento con Leah porque no eras tú. Pero, ¿qué se supone que debía
hacer, esperar eternamente? No me dejaste amarte, Bella. ¿Por qué fuiste así? ¿Conmigo?
—Jake, no quiero hablar de esto.
Él apartó la puerta de su agarre y la cerró de golpe—. Bueno, yo sí.
Bella dio un paso cauteloso hacia atrás.
—Por supuesto que me importabas. Tú fuiste muy bueno conmigo una vez. Pero
cambiaste, Jake, y he tenido que cambiar también.
—¿Cambie? —Sujeto su mano alrededor del cuello de ella y después tiró hacia él por
su gargantilla—. ¡Tú fuiste la que cambiaste, Bells! Pensaste que eras demasiado buena para
mí. Mírate ahora, toda estirada y usando perlas, ¡por el amor de Dios! Creo que te verías
mejor sin ellas.
Empezó a jalar del collar, estirando la cadena entre cada cuenca.
Bella subió sus manos para detenerlo.
—Por favor, no lo hagas. Eran de Esme.
—Oh, Eran de Esme. Los Cullen son un grupo de snobs ricos. Y tú encajas con ellos,
Bells. Esa Alice fue probablemente la que te dijo que eras demasiado buena para mí. ¿Por qué
no me amaste de vuelta, Bella? Tú me tuviste trenzado en nudos durante años. ¡Era ridículo!
Bella tragó saliva y podía sentir su aleteo de garganta contra los dedos de él.
—Por favor, déjame ir. Sabes que no seré buena como Leah. Vas a volver con ella, al
igual que siempre lo hacen. Y serás feliz. ¿Por qué no te sientas y me dejas hacerte la cena?
Estaba a punto de poner una lasaña en el horno para Charlie.
Jacob rio—. No estoy interesado en la comida. Y Leah es buena, lo admito. Ella es una
anormal. Pero tú eres la que quiero… te he deseado siempre. Claro, vas a ser un mal polvo

311
por un tiempo. Pero para el momento en que termine, tú serás mejor que Leah. Solamente
tienen que sacarte esa jodida frialdad que tienes. Y lo haré yo. Muchas veces. —La aplastó
contra su cuerpo y llevó sus labios su oreja—. Quieres eso, ¿verdad? Es por eso por lo que no
has follado con él. Sabes que yo soy el único que te follaría apropiadamente y has esperando
por mí para que lo haga. Pero eres demasiado niña para decirme lo que realmente quieres.
Ahora es tu oportunidad. Dime que quieres que te folle. Estamos solos en una casa vacía y si
recuerdo bien, tu cuarto arriba tiene una cama muy cómoda. ¿O más bien prefieres perderla
en la mesa de la cocina? ¿Como una animal?
Bella cerró los ojos y se obligó a no desmayarse. Inhaló y exhaló un par de veces,
tratando de captar cualquier valor que pudiera convocar.
Ella lo miró a los ojos.
—No voy a hacer nada hasta que quites tus manos de mi cuello. ¿Cómo esperas que
me divierta cuando estás siendo tan crudo? ¿Por qué no puedes ser solo amable conmigo?
Los ojos de Jacob se ensombrecieron por un momento, y luego la liberó.
—Quiero que las cosas sean como eran antes. Quiero que seamos buenos juntos. Yo
prometo que seré amable contigo. —Comenzó a acariciar su mejilla—. Pero tienes que dejar
de pelear conmigo. Y necesitas hacer lo que yo te diga.
Bella asintió con la cabeza nerviosamente.
—Estábamos destinados a estar juntos. Es lo que nuestros padres siempre han querido.
Se supone que tu primera vez seria conmigo, ¿me entiendes? Eres mía. Y siempre lo serás.
Ahora quiero que te pongas de rodillas y me muestres cierto aprecio. Le rezo a Dios que
hayas perdido ese reflejo de mordedura, o va a ser una larga noche.
Él presionó una mano pesada en su hombro, tratando de forzarla al piso.
—Bésame, Jacob. Cállate y dame un beso y hazme creer que me amas. O no voy hacer
nada.

-
A las seis y media en punto, Edward se excusó de la mesa del comedor y entró en la
sala de estar, preparándose para recibir la llamada de Bella.
La llamada nunca llegó.
Echó un vistazo al correo de voz. No había mensajes de Bella. No había nuevos textos
de Bella. No había mensajes de correo electrónico de Bella.
A diez minutos para las siete, él llamó a su teléfono celular. Después de varios repiques
su llamada fue enviado al buzón de voz.
—¿Isabella? ¿Estás ahí? Llámame.
Terminó la llamada y luego usó la aplicación de las Páginas Blancas de su iPhone para
encontrar el número de la casa de Charlie. Sonó, sonó, sonó. Y luego el contestador
automático contestó.
Colgó sin dejar mensaje.
¿Por qué no le contestaba el teléfono? ¿Dónde estaba? ¿Y dónde estaba Charlie?
Una sospecha terrible se apoderó de su mente, una sospecha que lo hizo entrar en
pánico.
Sin decírselo a nadie, Edward salió por la puerta principal. Puso en marcha el jeep y
corrió todo el camino a la casa de Charlie, intentando una y otra vez llamar a Bella y Charlie
en el camino.
Y si Charlie le detenía por exceso de velocidad, mucho mejor.

-
La victoria de Jacob estaba tan cerca que podía probarla. Finalmente, ella iba a ceder. Él
sabía mejor que apresurarla. No quería que cambiara de opinión. Así que por ahora,

312
solamente iba a besarla. Ella quería tener pruebas de que él la amaba antes de ceder. Estaba
de acuerdo con eso. Él siempre la había amado.
Sin desanimarse por el timbre del teléfono en la cocina, que alternaba con algunas
barras del Message in a bottle de The Police, que sonaba en el IPhone de Bella, Jacob se inclinó
para besarla.
Ella respondió. Finalmente.
Era increíble. Ella nunca le había gustado su lengua en su boca. Francamente, nunca le
había gustado nada de él en su boca, pero ahora parecía aceptarlo y cuando deslizó la lengua
por encima y alrededor de ella, sintió que la excitación y la tensión crecían en contra de la
cremallera de sus pantalones.
Esto iba a ser genial.
La besó por un largo tiempo. Hasta que la sintió estrujarse en sus brazos y sabía que
era el momento de pasar a otras actividades. Una sonrisa de suficiencia amplió sus labios
hinchados.
Arrastró su boca a través de su línea de la mandíbula y hasta el lado izquierdo de su
cuello, chupando un parche de piel cerca de la mitad de su garganta, por encima de las
perlas.
Dado que sus ojos estaban cerrados, no vio el evidente chupón que ella ya llevaba en el
lado derecho.
No habría importado. Él ya había planeado marcarla. Una buena mordedura para que
su nuevo novio en Canadá viera lo que su noviecita había estado haciendo. Entonces, incluso
si ella quisiera volver con él, no la aceptaría. Aspiró su sangre hasta la superficie de su piel y
luego en una gran medida, hundió sus dientes en ella.
Ella gritó de dolor.
Él lamio su piel suavemente, disfrutando del sabor, salado y dulce y sangrienta y Bella.
Cuando terminó, se apartó para admirar su obra. Tendría que llevar un cuello de tortuga
para cubrir esa chupada, y sabía que a Bella no le gustaban los cuellos de tortuga. Espera
hasta que los ojos de su novio vieran eso. Era monstruoso, furioso y rojo. Mostraba su gran
círculo de dientes.
En pocas palabras, era perfecto.
Bella lo miró a través de las pestañas increíblemente largas y él vio algo cambiar en sus
ojos.
Él se inclinó hacia delante con anticipación y se humedeció los labios.
De repente el puño de ella conectó con su boca y él se tambaleó hacia atrás por el dolor.
En un instante, Bella fue a su alrededor, corriendo por las escaleras hasta su
dormitorio. Estaba detrás de una puerta cerrada antes de que incluso él tuviera la
oportunidad de dar la vuelta.
—¡Perra! ¡Maldita perra! —Rugió su ira en el techo antes de limpiar la sangre de su
boca. Sus ojos estaban húmedos y por eso le llevó un minuto caminar torpemente como un
oso herido hacia la escalera.
Bella reforzó su puerta con una silla y después tiró todos los cajones de su tocador. Una
vez que el armario fue lo suficientemente ligero como para moverse, ella colocó sus manos
contra este, gritando de dolor mientras lo hacía. Su mano derecha era inútil ahora; ella
probablemente la había roto en la cara de él.
Lento pero seguro, fue capaz de mover la solida antigüedad de madera frente a la
puerta del dormitorio y después rápidamente colocó los cajones.
Solamente esperaba que pudiera comprar un poco de tiempo para hacer una llamada
telefónica.
Corrió por la habitación con el teléfono que estaba colocado en su mesa de noche, pero
con las prisas lo tiró al suelo.
—¡Mierda!

313
Cogió el teléfono y con los dedos temblorosos de la mano izquierda, comenzó a marcar
el número celular de Edward. Que cayó inmediatamente al correo de voz.
Mientras esperaba el tono, el cuerpo de Jacob se lanzó contra la puerta. Bella vio con
horror como la vieja puerta se hundía y comenzó a desprenderse de sus goznes.
—Edward, por favor, ven a buscarme. Estoy donde Charlie. Jacob está aquí y yo estoy
por mi cuenta. Estoy en mi habitación de arriba, pero él está tratando de romper la puerta.
Edward, creo que me va a matar.
Jacob gruñó y maldijo, golpeando sin descanso contra la puerta. Bella estaba
preocupada de que una vez que la destrozara, él solo tuviera que pasar la cómoda para llegar
hasta ella.
Esto es todo. Estoy muerta.
Al darse cuenta de que no podía esperar ni un segundo, dejó caer el teléfono y abrió la
ventana, preparándose para arrastrarse a la azotea y, posiblemente saltar.
Justo cuando estaba tratando de girar sobre el alféizar de la ventana con una mano, vio
el Jeep de Edward chirriando en la entrada. Él dejó el coche encendido y atravesó el césped.
Gritó su nombre y Jacob gritó detrás de él. Pisadas ligeras y rápidas resonaron en la
escalera y luego los sonidos de la carne golpeando carne y un torrente de maldiciones
llenaron el aire.
Algo pesado cayó al suelo. Alguien cayó por las escaleras.
Bella se arrastró hacia su puerta casi destruida, aguzando el oído. Los ruidos parecían
haberse movido hacia afuera.
Cuando llegó de nuevo a la ventana, vio a Jacob tendido de espaldas sobre el césped. Él
estaba maldiciendo y sosteniendo su nariz.
Se tambaleaba sobre sus pies, gruñendo, mientras Edward lo perseguía.
Jacob dio un paso vacilante hacia adelante, la sangre corriendo por su rostro.
En un abrir y cerrar de ojos, la sangre de su nariz se mezcló con sangre de su boca
cuando el gancho derecho de Edward rompió su labio, arrancando unos cuantos dientes.
—¡Idiota! —Jacob escupió los dientes y se lanzó hacia Edward. A pesar de su deterioro
evidente, fue capaz de conseguir un golpe en el pecho de Edward.
Edward se tambaleó hacia atrás, sin aliento.
Jacob dio otro paso adelante, dispuesto a sacar provecho de la debilidad de su
oponente.
Edward se recuperó rápidamente, laborando en el estómago de Jacob con su derecha y
su izquierda. Jacob se dobló en dolor y cayó de rodillas.
Edward enderezó los hombros y sonó su cuello hacia un lado.
Parecía muy relajado en su chaqueta de tweed y una camisa Oxford. Parecía como si
estuviera en su camino a una reunión de profesores de la Universidad y no pateando el culo
de un gigante de La Push en este momento.
—Levántate —, dijo con una voz que hizo congelar la sangre de Bella.
Jacob se quejó.
—¡Dije levántate! —Edward se puso sobre él como un ángel vengador, hermoso y
terrible y absolutamente sin piedad.
Cuando Jacob no se movió, Edward agarró un puñado de pelo negro, subiendo su
cabeza en un movimiento brusco.
—Tú siquiera piensas sobre acercarte a ella de nuevo y te voy a matar. La única razón
por la que todavía estás vivo es porque a Isabella le molestaría verme ir a la cárcel. Y no voy
a dejarla sola después de lo que le hiciste, enfermo hijo de puta. Pero si alguna vez la
molestas de nuevo, iré detrás de ti. He pasado diez rondas con unos cuantos sureños en
Boston y viví para alardear sobre ello. Así que no creas que dudaré en aplastar tu cráneo en
la próxima oportunidad.

314
Edward se apartó y su gancho izquierdo destrozó la mandíbula de Jacob. Jacob cayó
en el suelo y permaneció inmóvil.
Edward sacó un pañuelo del bolsillo de sus pantalones de lana y despreocupadamente
se limpió la sangre de sus manos.
En ese momento, Bella apareció en la puerta principal y salió corriendo a su encuentro.
—¡Bella! —La cogió en sus brazos mientras ella saltaba de las escalera—. Cariño, ¿estás
bien? —La colocó en el suelo con cuidado, apretándola contra su pecho—. ¿Bella? —Apartó
su pelo para poder mirarla. Sus labios estaban rojos e hinchados, había arañazos en su cuello,
sus ojos eran salvajes ¿y eso era…? ¿Un gran mordisco en su cuello?
¡El jodido perro la mordió!
—¿Te encuentras bien? ¿Acaso él...? —Edward bajó sus ojos hacia la ropa, temiendo lo
que podía ver. Pero no, su ropa no estaba rota y estaba vestida aún, gracias a Dios.
Cerró los ojos y dio gracias a Dios que no hubiera llegado más tarde. Quién sabía lo
que podría haber encontrado.
—Ven conmigo —, dijo con firmeza, quitándose su chaqueta de tweed y colocándola
sobre los hombros de ella. La condujo hasta el asiento del copiloto de su coche y cerró con
seguridad la puerta detrás de ella.
—¿Qué te pasó? —Le preguntó mientras se subía al Jeep. Bella estaba sosteniendo su
brazo herido, como si fuera un bebé—. ¿Bella? —Cuando ella no respondió, se estiró para
apartar su pelo de los ojos.
Ella dio un respingo hacia la puerta.
Él se retiró rápidamente—. Bella, soy yo. Es Edward. Voy a llevarte al hospital. ¿Está
bien?
Ella no dio ninguna indicación de que lo hubiera escuchado. Y no estaba temblando o
llorando.
Ella está en schok.
Edward sacó su teléfono y marcó un número.
—¿Carlisle? Algo le pasó a Bella. —Se detuvo y la miró—. Su viejo novio apareció y
creo que rompió su mano. ¿Puedes? Te encontrare en la sala de emergencias. Gracias.
Edward la miró, esperando que ella hiciera contacto visual. Cuando no lo hizo, marcó a
información para localizar el número de la Estación de Policía de Forks. Le dejó un mensaje
urgente a Charlie, explicándole lo que había pasado, dónde estaba Jacob, y que él estaba
llevando a Bella para el hospital.
Es la culpa de su maldito padre que todo esto haya pasado. ¡¿Por qué mierda él la dejó sola?!
—Lo golpeé. —La voz de Bella, alta y poco natural, quebró sus pensamientos.
—¿Tú, qué?
—Él me besó… lo golpee. Lo siento tanto. Lo siento tanto. Nunca lo haré de nuevo. No
quería besarlo.
En ese terrible momento, Edward estuvo agradecido de que necesitara llevarla al
hospital. Sin ella para distraerlo, hubiera dado la vuelta y acabado con Jacob.
Permanentemente.
Ella estaba diciendo las cosas más bizarras. Estaba murmurando sobre él besándola y
ella besándolo a él de vuelta y algo sobre Leah, y después algo sobre él, Edward, no
queriéndola más porque ella había sido mordida y que iba a ser un mal polvo.
¿Qué mierda le hizo él a ella?
—Sssshhh, Beatrice. Beatrice, mírame. ¿Beatrice?
Tomó un momento para que ella entendiera el antiguo apodo, pero cuando lo hizo, lo
miró, sus ojos frenéticos de repente fijos en los de él.
—No es tu culpa. ¿Bien? No es tu culpa que él te besó.
—Le pedí que me besara. Él iba a… no tenía la intención de engañarte. Lo siento tanto
—, susurró.

315
El tono de su voz, el pánico en sus ojos… Edward se tragó de vuelta su bilis.
—Bella, no me engañaste. ¿Está bien? Y estoy contento de que lo golpearas. Se lo
merecía. ¡Bien por ti!
Edward negó con su cabeza, preguntándose horrorizado qué había pasado en realidad
antes de que llegara.

-
Cuando Carlisle llegó al hospital, encontró a Edward en el cuarto de espera, acunando
a Bella en su regazo. Él estaba acariciando su cabello y hablándole suavemente.
Era una escena tierna pero el nivel de intimidad que se mostraba entre ellos le
sorprendió. Enormemente. Ingresó y después los acomodó dentro del cuarto de evaluación,
quitándole a Bella la chaqueta de Edward de sus hombros para poder examinar su brazo.
Cuando tocó su mano, ella gritó.
Carlisle miró de reojo a Edward, que estaba mordiendo sus nudillos para controlar sus
reacciones.
—No creo que tu mano esté rota, Bella, pero no puedo estar seguro sin una radiografía.
Los cortes son superficiales y no deberías necesitar puntos. —Se removió en su silla para
encontrarse con los ojos de su hijo—. Edward, necesito que esperes afuera.
Edward sacó sus nudillos de su boca—. ¿Por qué? Quiero quedarme con ella.
—Solo haz lo que te pido, hijo, y déjame trabajar. En unos cuantos minutos, tendré que
llevarla arriba para radiología.
Edward desapareció obedientemente hacia el pasillo, cerrando la puerta detrás de él.
Carlisle continuó buscando por otras heridas y cuando terminó se concentró en su
cuello. La marca del mordisco era obvia, el chupetón no tanto. Los ojos de Carlisle volaron
involuntariamente hacia el pasillo. El chupetón era viejo, obviamente de un día o dos atrás.
Claramente, las cosas entre Edward y Bella eran más intimas de lo que pensaba.
—Bella, tienes un mordisco en tu cuello. ¿Fuiste mordida en otro lugar?
Ella negó con su cabeza.
—Lo siento, pero voy a tener que quitarte tu collar para poder limpiar la herida.
Le tomó un momento para las manos calificadas de Carlisle abrir exitosamente el
broche. Colocó las perlas en la palma de su mano sana, apretando sus manos ligeramente
mientras la cerraba.
—¿Esme alguna vez te dijo cómo la conocí?
Bella negó con la cabeza.
—La conocí cuando era un estudiante de medicina de Dartmouth. Ella era de primer
año, estudiaba literatura inglesa. Estaba en rotación en la sala de emergencia, solamente
asistiendo y observando, cuando ella llegó con un ojo morado. —Limpió la superficie de la
mordida cuidadosamente—. Ella me dijo que había abierto la puerta del armario demasiado
rápido y calculado mal la distancia. Pero era bastante obvio lo que en verdad había sucedido.
Especialmente cuando encontré su expediente. —Suspiró—. Ella fue unas cuantas veces más
mientras estaba de guardia. Entonces un día, la vi en la universidad. Un hombre le estaba
gritando afuera de la biblioteca y jalando su cabello, tratando de llevársela lejos. Yo intervine.
—Carlisle señaló una pequeña cicatriz en su barbilla—. Este fue el precio por intervenir, pero
la recompensa fue Esme. —Miró en los ojos de Bella—. Te diré lo que le dije a Esme. Esto no
fue tu culpa. No importa lo que hiciste o lo que no hiciste, no mereces esto. No pediste por
esto. Y en este momento, no sé cuándo he estado más orgulloso de mi hijo.
Ella miró hacia su mano dañada y se mantuvo en silencio.
La cara de él tomó una expresión bastante seria.
—Bella, necesito saber si deberías ser examinada por heridas relaciones con traumas
sexuales o agresión sexual. Una colega mía puede hacer el examen, pero necesito hacerte esta
pregunta. Cualquier cosa que me digas es estrictamente confidencial y no repetiré nada de lo

316
que haya visto u oído —Se detuvo—. Si te sientes más cómoda hablándolo con una
enfermera, me iré y enviare a una. ¿Quieres que haga eso?
Ella parpadeó hacia él—. Me escape antes de que él pudiera… hacer algo como eso. Él
solo me besó.
Carlisle apretó sus labios.
—Eres una joven mujer muy valiente. ¿Pero estás segura? ¿Perdiste en algún momento
la conciencia?
—No. Estuve despierta todo el tiempo.
Él asintió—. Te llevaré arriba para hacerte la radiografía de tu mano.
Mientras Carlisle y Bella se acercaban a la puerta, pudieron escuchar a Edward y
Charlie discutiendo en el pasillo.
—Ella es mi hija y soy un policía, por amor de Dios. Creo que sé la diferencia entre
amenaza y solamente una conversación. —Charlie estaba en la cara de Edward, tratando de
intimidarlo físicamente, pero Edward lo enfrentaba cara a cara.
—Bueno, claramente no lo hace, Jefe Swan, o yo no hubiera tenido que manejar a través
de la ciudad para arrastrar a ese animal fuera de su casa antes que él violara y matara a su
hija en su propio jodido cuarto.
—Caballeros, esto es un hospital. Váyanse para afuera. —Carlisle fue severo mientras
pasaba entre ellos, con su brazo alrededor de Bella protectoramente.
Charlie esperó que su hija estuviera lejos para escuchar antes de continuar.
—Todavía puedo arrestarte por allanamiento de morada… y agresión. ¿Y qué hay
sobre drogas? Podemos hacerte un examen de drogas en la estación, el cual vas a fallar.
—Hágalo. —Edward se burló de Charlie, sus ojos verdes chispeantes—. Adelante…
arrésteme. Y lo demandare a usted y al cuerpo policial por arresto indebido. ¿De verdad
quiere arrestar al actual novio de su hija por rescatarla de su ex abusivo? ¿Cómo sonara eso
en el Foro de Forks? Proteger a Isabella era su trabajo. Su trabajo como un padre y su trabajo
como un funcionario policial. Y ha estado haciendo un pésimo trabajo de mierda en ello
durante toda la vida de ella. Cristo, Charlie. ¿Cómo pudiste enviarla de regreso a vivir con su
madre cuando era una niña?
Charlie apretó sus puños tan fuerte, que casi se revienta los vasos sanguíneos de sus
manos.
—Tú no sabes de lo que estás hablando así que necesitas callarte la maldita boca.
Tienes un gran valor para sermonearme sobre mi hija. Todo lo que eres es un adicto a la
cocaína con antecedentes de arresto por múltiples agresiones e intoxicación pública en ambos
lados de la frontera. No te quiero cerca de ella. O te arrestare.
—¿No sé de lo que estoy hablando? Vamos, Charlie, ¡saca la cabeza de tu culo! Estoy
hablando sobre todos esos hombres andando dentro y fuera del apartamento de tu jodida
exesposa en Phoenix en frente de tu hija pequeña. Y tú no hiciste absolutamente nada. De hecho,
finalmente la rescataste antes que ella se volviera otra estadística de abuso infantil, y después
la enviaste de regreso. ¿Por qué? ¿Era ella una delincuente de nueve años? ¿Era muy
necesitada? ¿Demasiado desesperada porque alguien la amara?
Charlie miró a Edward con una expresión de odio absoluto. Le tomó todo su auto
control para evitar golpear a Edward hasta que se desvaneciera o sacar su arma en medio del
hospital y dispararle en la cabeza. Pero él no iba a hacer ninguna de esas dos cosas en una
esquina de una sala de espera llena de testigos. En vez, él maldijo a Edward unas cuantas
veces más y amenazó con arrestarlo si no se quedaba lejos de su hija. Después se detuvo por
el escritorio de recepción para hacer los arreglos para pagar la cuenta del hospital de Bella.
Para el momento en que Bella y Carlisle regresaron, Charlie se había calmado. Él se
paró por la puerta de la sala de emergencia con sus manos en sus bolsillos, lleno de culpa.
Edward caminó hacia Bella inmediatamente, sus cejas frunciéndose cuando vio su
mano vendada—. ¿Estás bien?

317
—No está rota. Gracias, Edward. No sé que hubiese pasado… —Bella se tragó sus
palabras mientras las lágrimas caían por su cara por primera vez esa noche.
Edward colocó sus manos alrededor de sus hombros y besó su frente tiernamente.
Charlie observó el intercambio entre su hija y el violento pero valiente adicto a cocaína
y después caminó hacia Carlisle. Los dos amigos hablaron brevemente antes que estrecharan
sus manos.
—¿Bells? Tengo que regresar al trabajo pero Carlisle va a llevarte a su casa para
vigilarte. ¿Está eso bien?
Bella se apartó de Edward y abrazó a su papá con su brazo bueno. A él
inmediatamente se le llenaron los ojos de lágrimas y susurró una disculpa en su oído: “Esto
fue mi culpa. Lo siento.”
Charlie y Carlisle ofrecieron el par de despedidas, dejando a Bella para secar sus
lágrimas.
—¿Necesitas algo de la tienda? Estoy seguro que Rose y Alice tienen ropa que pueden
prestarte. O yo puedo prestarte algo. Iré donde Charlie mañana para recoger tu maleta.
—No quiero regresar allí —, gimió ella, enrollándose a sí misma.
—No tendrás que hacerlo.
—¿Qué hay sobre él?
—No tienes que preocuparte más sobre él. Los hombres de Charlie ya lo recogieron.
Bella miró a sus ojos y casi se perdió a sí misma en la calidez y preocupación que
emitían.
—Te amo, Edward.
Él la miró boquiabierto, su corazón casi deteniéndose en shock.
¿Ella acaba…?
Él la jaló hacia su lado y besó su mejilla.
—Eres mi vida ahora.
La declaración de Edward era una promesa tanto como una descripción y una
realización de los más profundos deseos de ambas almas.

318
Capítulo veintidós.

—¿Podría alguien explicarme por qué hay policías en la casa? ¿Qué hizo Edward
ahora? —Emmett se paró en la cocina mirando a su hermana y a su prometida.
Después de la cena, él había llevado a Rose para la farmacia para comprar algunas
cosas y después habían parado por helado. Cuando llegaron a casa, estuvieron aterrorizados
al descubrir dos patrullas en la entrada. La oficial Jessica Stanley estaba entrevistando a Bella
en la sala, mientras el oficial Embry Call estaba entrevistando a Edward en el comedor.
Carlisle ya había sido interrogado.
Jasper caminó hacia el refrigerador y sacó una Samuel Adams. La abrió y se la entregó
a Emmett, quien la bebió agradecidamente—. Jacob Black atacó a Bella.
Emmett casi escupe su cerveza—. ¡¿Qué?! ¿Está ella bien?
Todas las miradas volaron hacia Carlisle, quien negó su cabeza minuciosamente—. Le
prometí confidencialidad.
—Él jodidamente la golpeó —, interrumpió Alice—. Y ella casi rompió su mano cuando
lo golpeó en la cara.
—¿Él…? —La voz de Rose era clara y concisa, pero aun así no pudo decir la palabra. Su
esposo enlazó su dedo meñique con el de ella a escondidas.
Alice negó con la cabeza—. Le pregunté. Quizás no debí hacerlo, pero lo hice. Y dijo
que no.
Todos dieron un suspiro de alivio.
Emmett golpeó su cerveza contra el mostrador—. Bueno, ¿dónde está él? Vamos,
Jasper. Alguien necesita enseñarle una lección a ese imbécil.
—Edward llegó a él primero. Embry me dijo que tuvieron que llevar a Jacob al hospital
para arreglar su mandíbula antes de llevarlo a la estación. Edward destrozó su cara —,
explicó Jasper.
Las cejas de Emmett se levantaron—. ¿El profesor? ¿Por qué él haría eso?
Alice y Rose intercambiaron una mirada llena de conocimiento.
—Estaría feliz de tomar el caso pro bono si Edward necesita un abogado. —Rose apartó
su cabello largo y rubio de su hombro mientras se sentaba en un banquillo—. Suena como si
el bastado obtuvo lo que merecía.
—Necesitamos darle otra visita y terminar el trabajo. —Emmett sonó los nudillos de su
mano derecha.
Jasper negó con su cabeza—. Confía en mí, Edward lo terminó. Y han arrestado a
Jacob, de cualquier manera. Lo están reteniendo en la estación.
—Todavía no han explicado por qué Edward ensuciaría sus hermosas manos por Bella.
Él apenas la conoce.
Alice se inclinó en la isla de la cocina hacia su hermano—. Ellos son pareja.
Emmett parpadeó como una luz roja perezosa.
—¿Dime de nuevo?
—Simplemente lo que dije. Ellos están… juntos.
—Mierda santa. ¿Qué infiernos está haciendo ella con alguien como él?
Antes de que cualquiera pudiera ofrecer una hipótesis, Edward caminó hacia la cocina.
Miró alrededor a las caras de su familia y después frunció el ceño—. ¿Dónde está Isabella?
—Todavía siendo interrogada. —Carlisle le sonrió a su hijo mayor y después le dio una
palmada en su espalda—. Estoy muy orgulloso de ti, por lo que hiciste por Bella. Sé que
todos estamos agradecidos de que llegaste a tiempo.
Edward apretó sus labios y asintió rígidamente.
—Marcar a Jacob Black te hará ganar una medalla. Pero echar un polvo con Bella te
hará ganar una golpiza. No eres lo suficientemente bueno para ella. No por mucho. —
Emmett bajó la cerveza y se enderezó en su completa altura.

319
Los ojos de Edward brillaron fríamente a su hermano—. Mi vida personal no es asunto
tuyo.
—Lo es ahora. ¿Qué tipo de profesor se folla a sus estudiantes? ¿Ya no consigues
suficientes culos?
Rose y Alice inhalaron al mismo tiempo y se movieron lentamente hacia la puerta y
fuera del choque titánico inminente.
Los puños de Edward se cerraron a sus lados y se acercó un paso de su gran pero más
joven hermano.
—Habla sobre Isabella de esa manera de nuevo y tú y yo vamos a tener más que
palabras —, amenazó Edward, con voz glacial.
—Está bien, chicos, paren con la mierda de Caín y Abel. Hay policías en nuestra sala. Y
están asustando a las damas. —Jasper se paró entre los hombres furiosos, colocando una
mano ligera en el pecho de Emmett.
Edward asintió solamente para indicar que lo había oído, pero no relajó sus puños.
—Bella no es la clase de chica a la que le echas un polvo y después botas. Ella es el tipo
de chica con la que te casas.
—¿Crees que no sé eso, Emmett? —, dijo Edward tranquilamente.
—Tienes razón… con quien salgas no es mi problema. Pero cuando vas detrás de la
chica que es como nuestra hermana, entonces se convierte en nuestro problema. ¿No crees
que ella ya ha tenido su cuota de imbéciles?
Rose caminó hacia su esposo y envolvió su brazo alrededor de su cintura—. Cariño, es
suficiente.
Emmett miró a Rose curiosamente.
—Edward golpeó al animal que la atacó. Dale un respiro. —Rose asintió ligeramente.
Él la miró como si acabara de decirle que la tierra era plana. Y todos, excepto él, ya lo
supieran.
Alice intervino, ansiosa por cambiar el tema—. Por cierto, Edward, no sabía que
conocías a Jessica Stanley. ¿Ustedes dos fueron a la secundaria juntos?
—Sí.
—¿Fueron amigos?
—Vagamente.
Todos los ojos volaron hacia Edward, quien giró sobre sus talones y desapareció.
Carlisle esperó unos cuantos minutos para que la tensión en el aire desapareciera y
después volcó su atención en el hijo que le quedaba—. Emmett, me gustaría tener una
palabra contigo, por favor. —Su voz era calmada pero firme así que Emmett sabía que era
mejor no discutir con él.
Los dos hombres subieron las escaleras hacia el segundo piso y caminaron hacia el
estudio de Carlisle. Él cerró la puerta detrás de ellos.
—Toma asiento. —Señaló una silla en frente de su escritorio de roble grande—. Quiero
hablar contigo sobre tu actitud hacia tu hermano.
Emmett se sentó en el lado opuesto de su padre y se preparó para lo que venía. Carlisle
solamente llevaba a sus hijos hacia el estudio para las conversaciones más serias.
Carlisle señaló hacia la reproducción de “El regreso del hijo prodigo”, de Rembrandt, el
cual mostraba orgullosamente en una de las paredes—. ¿Recuerdas la parábola detrás de esa
pintura?
Emmett asintió lentamente.
Él estaba en problemas.

-
Bella se sentó rápidamente en la cama, jadeando por aire.
Solo fue una pesadilla. Solo fue una pesadilla. Te escapaste.

320
Le llevó un momento para calmar su respiración frenética. Pero una vez que se dio
cuenta que estaba a salvo en el cuarto de huéspedes de los Cullen y no debajo de Jacob en la
mesa de cocina de Charlie, fue capaz de relajarse. Algo.
Se inclinó hacia la mesita de noche para encender la lámpara. La luz disipó la
oscuridad del cuarto pero no la animó. Tomó el vaso de agua y los calmantes que Edward le
había dejado cuando la llevó a la cama muchas horas antes. Él se había acurrucado alrededor
de ella, completamente vestido, y la sostuvo firmemente hasta que se quedó dormida. Pero él
se había ido ahora, lo más probable es que estuviera dormido en su propio cuarto a unos
cuantos pasos del pasillo.
Lo necesito.
Más que los calmantes o la luz o el aire, Bella necesitaba a Edward, sentir su cuerpo
envuelto alrededor de ella, escuchar su voz aterciopelada susurrar palabras de consuelo. Él
era la única persona que podía hacerle olvidar lo que había pasado. Necesitaba tocarlo.
Necesitaba besarlo y entonces sería capaz de borrar las pesadillas.
Bella tomó las pastillas para calmar el dolor en sus manos y después caminó en
puntillas por el pasillo hacia el cuarto de Edward para calmar el dolor en su corazón. Fue
silenciosa como un ratón, escuchando por cualquier sonido o pisadas en los otros cuartos. Y
cuando estuvo satisfecha de que no podría ser sorprendida, silenciosamente abrió la puerta
de Edward con su mano herida y la cerró detrás de ella.
Le tomó un segundo o dos para que sus ojos se ajustaran a la semi oscuridad. Él se
había olvidado de cerrar las persianas de las ventanas y estaba acostado en lo que
normalmente era el puesto de ella en la cama doble. Se preguntó si era adecuado decir que
tenía un lado de la cama.
Caminó silenciosamente hacia el otro lado de la cama, apartó las sabanas, y colocó una
rodilla en el colchón.
—Isabella. —El bajo susurro de Edward la sobresaltó.
Ella se llevó una mano a su boca para no gritar.
—Detente.
Ella se congeló. Cuando por fin volvió a moverse, bajó su cabeza—. Um, lo siento. No
debí haberte molestado. —La vergüenza flotó por ella y parpadeó de regreso las lágrimas
mientras se giraba para irse.
—Eso no es lo que quise decir. Espera un segundo.
Bella lo vio apartar la sabana y después levantarse, dándole la espalda. Estaba casi
desnudo y los raudales de luz brillaban alrededor de su forma perfecta. Vio sus omoplatos y
su espina dorsal, y los músculos de su espalda baja donde la piel se estiraba mientras él se
inclinaba para encontrar sus pantalones de pijamas.
Y por supuesto, el más hermoso trasero y piernas…
Cuando él se había puesto sus pantalones sobre sus calzoncillos, se volteó para verla,
su pecho brillantemente esculpido y hombros perfectos en la oscuridad. El tatuaje de dragón
ligeramente apagado pero siempre presente.
—Ahora puedes treparte conmigo. —Se rio—. Pensé que te pondría nerviosa si me
encontrabas en ropa interior.
Bella rodó sus ojos. No le gustaba cuando se reía de ella, pero veía el punto. O más
bien, en realidad no lo vio, pero entendía lo que quería decir.
—Ven aquí —, susurró, extendiendo su brazo hacia ella y jalándola cerca para que
pudieran reclinarse, su cabeza descansando naturalmente en su pecho desnudo—. Programé
la alarma para poder vigilarte. Se habría apagado en quince minutos. ¿Cómo está tu mano?
—Duele.
—¿Tomaste las pastillas que te deje?
—Sí. No han hecho efecto aún.

321
Edward se movió cuidadosamente para poder conseguir su mano derecha y después
presionó sus labios tiernamente contra sus nudillos envueltos—. Mi pequeña guerrera. —
Rozó su cabello, acariciando sus ondas con sus dedos—. ¿Estabas teniendo problemas para
dormir?
—Tuve una pesadilla.
—¿Quieres hablar sobre ello?
—No.
Edward la apretó más cerca para indicarle que la había escuchado y que si cambiaba de
opinión, escucharía.
—¿Me besarías? —le pidió ella.
—Pensé que después de lo que sucedió… no querrías que te tocara.
Bella movió su cara para poder llevar sus labios a los de él, terminando efectivamente
su conversación.
El beso de Edward fue suave y gentil, moviéndose apenas sobre sus labios. Podía sentir
que su boca estaba todavía sensible, y maldijo silenciosamente a Jacob por hacerlos de esa
manera.
Pero Bella no estaba teniendo nada de eso. Ella quería bebérselo a él, permitir que su
fuego la sepultara, para que él fuera todo lo que pudiera pensar.
Edward, hazme olvidar.
Ella abrió su boca y trazó su labio inferior con su lengua, saboreando su dulzura. Y
después introdujo su lengua en la boca de él, lavándolo con ella y bailando, tangueando,
viajando con él.
Los dedos de Edward se apretaron en su cabello, jalando su cabeza suavemente hacia
atrás para darle mayor acceso en su boca. Ahora su lengua empujó la de ella de regreso,
entrando en ella, acariciándola. Él era mucho más talentoso que ella.
Bella empezó a tararear por el placer puro de su afecto pausado. Estaba funcionado.
Mientras estaba besándolo, no podía pensar en nada más. Pegó firmemente su mano a su
pecho para protegerla, y con su mano libre encontró su cabello, jalándolo y enredándolo.
Edward gruñó ligeramente, pero no se detuvo.
Sintió que su cuerpo empezó a endurecerse a su lado, empujando contra el muslo
desnudo de ella. Edward corrió su mano derecha a su lado, pasó sobre la hinchazón de un
seno, trazó círculos en sus costillas y después su cadera.
A él le gustaba la forma en que la camiseta sin mangas y los pantaloncillos de yogas
estaban ligeramente sueltos en el cuerpo de Isabella, cubriendo sus curvas espaciosamente.
Exponiendo una gran parte de su piel pálida sobre sus hombros y debajo de sus pechos. Ella
estaba hermosa, incluso en la oscuridad.
De repente, estaba sobre su espalda mientras él se colocaba sobre ella, soportando su
peso con sus brazos. La rodilla de él vino entre sus piernas y ella las abrió ampliamente.
Quería más. Necesitaba más. Su respiración era irregular y volviéndose en jadeos
mientras se rehusaba a relajar su agarre en el cabello de él, forzando sus labios juntos.
Edward respondió al acariciar sus pechos sobre la camiseta con sus dedos largos,
jugando y moviendo, aplicando la presión justa para hacerla estremecer y querer más pero
no lo suficiente para satisfacer sus deseos.
Entonces él se apartó, jadeando, apoyándose en un brazo y Bella podía ver que sus ojos
estaban oscurecidos. Este era su momento. Sin pensar sobre ello, ella agarró el dobladillo de
su camiseta con su mano buena y trató de subirla sobre su pecho para exponer sus senos
desnudos.
La mano de Edward fue a la de ella y la presionó sobre su abdomen. Sus labios
buscaron los de ella y estuvieron besándose y jugando uno al otro con sus lenguas, jadeando
con respiración cálida y húmeda.

322
Bella liberó su mano de la de debajo de Edward cuando él la movió para acariciar su
muslo, llevando su piernas alrededor de su cadera mientras se presionaba más cerca de ella.
Ahora que su mano estaba libre nada la evitó para quitarse su camisa. Encontró el dobladillo
de nuevo y empezó a jalar, enrollando y jalando debajo de su pecho desnudo.
Ahora ambas manos de Edward tomaron la de ella, deteniendo efectivamente sus
movimientos.
—Isabella —, jadeó, porque estaba respirando duramente—. ¿Podrías… por favor…
dejar de tratar de… quitarte tu camisa? —Se meció hacia atrás en sus talones y se arrodilló a
su lado, tratando de recuperar su aliento.
La superficie de la piel de Bella estaba vibrando con la electricidad de Edward y el
calor que él provocaba. Era difícil respirar. Estaba viendo estrellas y se empezó a preguntar si
era solamente por la falta de fluido de oxigeno del cerebro o por otra razón, una razón más
mística.
—¿Quieres hacer eso tú? —Era la suave voz de una inocente y eso hizo que el corazón
de Edward se apretara.
Él negó su cabeza y cerró sus ojos.
Mientras asimilaba la respuesta de él, también lo hizo con algo más. Todas las cosas
crudas que Jacob le había dicho a ella empezaron a rugirle en sus oídos.
Eres una estúpida niña.
Vas a ser un mal polvo.
Eres frígida.
Ningún otro hombre te va a querer alguna vez.
Bella rodó hacia su lado, esquivándolo a él eficientemente, y movió sus piernas sobre el
borde de la cama. Quería conseguir llegar a la puerta antes que un sollozo escapara de su
garganta. Pero antes que pudiera usar su mano buena para empujarse a sí misma fuera del
colchón, dos largos y fuertes brazos se enredaron alrededor de su cintura y estuvo atrapada
de nuevo.
Edward colocó sus piernas en cada uno de sus lados y la empujó hacia atrás para que
sus piernas desnudas estuvieran pendiendo sobre un lado de la cama, juntas, y la espalda de
ella estuviera pegada contra el pecho desnudo de él. Podía sentir el latido de su corazón y su
respiración sobre sus omoplatos.
Era una sensación extraña pero especialmente erótica.
—No me dejes —, le susurró él, presionando un beso ligero en el lóbulo de su oreja. Se
inclinó para llevar su boca en el lado derecho de su cuello, acariciándola.
Bella lloriqueó.
—No quise hacerte daño. ¿Estás muy lastimada? —Cuando ella no respondió, él besó
su oreja de nuevo y la abrazó más fuertemente.
—No físicamente —, logró decir, sofocando un sollozo.
—Entonces dime —, le susurró—. Dime cómo te hice daño.
Bella lanzó su mano hacia adelante sintiendo una desesperada frustración —. ¡No me
quieres! Dijiste que me querías, pero cuando finalmente consigo el coraje para lanzarme
hacia a ti, me rechazas.
Edward inhaló bruscamente, su respiración haciendo un sonido silbante contra su
oreja.
Ella sintió sus brazos tensos y sus tendones presionando su piel. Y algo más, mucho
más abajo, presionando en la curva de su trasero.
—Créeme, Isabella, no te estoy rechazando. Por supuesto que te quiero. Eres tan
hermosa. Eres tan adorable. —Edward se inclinó para besar un lado de su cara—. Hablamos
sobre esto. Nuestro tiempo está viniendo. ¿Estás lista para darte a mí? ¿En este momento?
Bella dudó, y eso fue la única respuesta que Edward necesitaba.

323
—Incluso si estuvieras lista, cariño, no te haría el amor esta noche. Estás herida, lo que
significa que estarás en la lista de discapacitada por un tiempo. Necesito asegurarme que
estás completamente recuperada antes de que nosotros exploremos… ah… varias posiciones.
Bella pudo escuchar su sonrisa coloreando sus palabras. Estaba tratando de hacerla
reír.
—Pero más importante, está eso. —Se movió para inclinarse alrededor del lado
izquierdo de ella, trazando suavemente un dedo alrededor de la marca de la mordida
violenta en su cuello.
Ella hizo una mueca de dolor por su toque y él sintió una llama de furia envolviéndolo.
Inhaló y exhaló varias veces para conseguir que su rabia estuviera bajo control y después
colocó un beso suave cerca de la marca una y otra vez, hasta que ella suspiró y dejó a su
cabeza relajarse en el hombro de él, con los ojos cerrados.
—Estuviste fetal un par de horas atrás. No sería un muy buen novio si le saco provecho
a tu vulnerabilidad. ¿Eso tiene sentido?
Bella pensó sobre eso y después asintió, lentamente.
—Algo aterrorizador te pasó. Por supuesto que quieres sentirte segura y querida. No es
un crimen, Isabella. Y quiero ayudarte, mi amor, tanto. Pero hay muchas formas distintas de
hacer eso. No tienes que quitarte la ropa a fin de obtener mi atención. La tienes.
Completamente. No tienes que tener sexo conmigo a fin de que yo te haga sentir mejor. Lo
prometo.
—¿Cómo? —La voz de Bella era un susurro indeciso.
—Así. —Edward presionó un beso en su cuello y después la jaló para que quedara
reclinada sobre su espalda.
Él se acostó de lado a su lado, subiéndose con su codo, mirando hacia abajo a sus ojos
grandes y tristes. Comenzando con su cabeza, empezó a tocarla suavemente, con caricias sin
prisas. Acarició su cabello para quitar las lágrimas. Trazó su barbilla, la línea de su
mandíbula, sus cejas. Y después se movió a su cuello y hacia abajo a la línea de su clavícula.
Ella inhaló bruscamente cuando sus dedos siguieron su esternón entre sus senos y su
abdomen, donde él creó círculos en su piel desnuda. Colocó su palma abierta contra ella y
después se inclinó para besar el principio de sus senos, sobre la camiseta. Cuando se retiró,
los ojos de ella estaban cerrados.
—¿Cariño?
Los ojos de ella se abrieron.
—En esta cama, solamente estamos nosotros. Tú y yo. Tú eres todo lo que importa. —
Deslizó su mano a través de la curva de su cintura y abajo a su cadera izquierda, donde la
agarró sin apretar—. Si quieres regresar a tu cuarto, te acompañaré. Si quieres dormir sola, te
dejaré ser. Solo necesito que me digas que quieres tú, y si estuviera siempre en mi poder, yo
te lo daré a ti. Pero por favor cariño, no me pidas que tome tu virginidad. No esta noche.
Ella consideró lo que dijo y tragó ruidosamente.
—Quiero quedarme aquí. No duermo bien sin ti.
Él rio suavemente—. Yo apenas puedo dormir en absoluto sin ti. Estoy contento de que
el sentimiento sea mutuo. —Besó sus labios y después empezó a pasar su mano suavemente
sobre su cadera y de regreso a la curva baja de su trasero—. Sabes que me importas.
Profundamente. ¿Lo sabes?
Ella asintió y extendió su mano para acariciar su pecho desnudo mientras él se
inclinaba hacia adelante, rozando sus labios contra el cuello de ella donde la piel estaba sin
marcas.
—Lamento haber hecho esto. —Edward creó un círculo en el chupetón
desvaneciéndose del día anterior.
Bella miró a sus ojos culpables—. No Edward. Eso fue diferente.
—Necesito ser más cuidadoso contigo.

324
Ella suspiró y negó con su cabeza—. Eres bastante cuidadoso conmigo.
—Da la vuelta, cariño.
Su mirada tenía una pregunta pero dio la vuelta para quedar sobre su estomago y
movió su cabeza para poder verlo, confiando completamente en él.
Él se arrodilló a su lado y suavemente apartó su cabello hacia un lado.
—Solamente relájate. Quiero que te sientas tan hermosa como eres.
Él empezó lentamente, masajeándola suavemente con sus dos manos, explorando cada
centímetro desde su cabeza hasta sus pies. Después estiró sus pies y los levantó, prestando
atención especial a los arcos de sus talones.
Ella gimió suavemente.
Edward rio—. ¿Recuerdas cuando te quedaste conmigo después de ese seminario
desastroso?
Bello lo miró y asintió.
Las cejas de él se unieron—. Estuviste bastante recelosa conmigo. Por supuesto, tenías
razón de ser suspicaz, pero incluso allí ya había decidido que yo… estás a salvo conmigo,
amor. Te lo prometo.
Cuando Edward terminó con sus pies, escaló de regreso a su cuerpo, permitiendo a sus
labios explorar donde sus manos habían estado, acariciando, besando, pellizcando.
Bella miró sus ojos y vio el afecto profundo que se reflejaba de regreso a ella y mientras
él se sentaba en su lado, lo besó profundamente.
—Gracias, Edward —, susurró.
Él sonrió con satisfacción, pasando sus dedos a través de sus cabellos.
Fue en ese espacio de paz y seguridad que Bella se dio cuenta que su momento había
llegado. Ellos ya habían acordado que desnudarían sus almas antes de desnudar sus cuerpos.
Y había una parte de ella que estaba cansada de mantener secretos. De mantener sus secretos.
Edward ya había compartido parte de su pasado con ella. ¿Por qué ella se retendría a sí
misma de él? Iba a ser doloroso decir las palabras en voz alta, pero quizás sería incluso más
doloroso tener esa cosa entre ellos sin ser explicada.
Ella inhaló profundamente y cerró sus ojos, y después, sin advertencia, empezó.
—Empecé a salir con él en mi primer año de universidad. Nuestros padres habían sido
amigos pero yo no lo conocía muy bien. Nosotros no nos reuníamos en la secundaria… —
Aclaró su garganta unas cuantas veces y después continuó en un susurro—: Él era amigo de
Leah, mi compañera de cuarto. Nosotros tres pasamos juntos mucho tiempo. Cuando
regresamos a casa por Navidad, él apareció en mi casa la mañana de navidad para
sorprenderme. Sabía que me gustaban las cosas italianas y por eso me llevó un viejo Vespa y
lo arregló para mí. Lo pinto en rojo de manzana acaramelada. Bella red*, lo llamaba.
Edward subió sus cejas.
—Por supuesto, mi amor por todas las cosas italianas venían por ti. Pero estaba
anonadada por su generosidad. Él siempre había sido bueno conmigo, así que cuando me
pidió si quería ir con él en una cita, dije que sí. Salimos de forma casual por un par de meses,
más como amigos en realidad, y después me pidió si podíamos ser estables y yo dije que sí.
Fue agradable, ese primer año. Éramos amigos y yo disfrutaba su compañía. Pero el año
siguiente, las cosas empezaron a cambiar. Él empezó a volverse más físico. Más demandante.
—Las mejillas de Bella se sonrojaron profundamente en la oscuridad.
Edward sintió el aumento de la temperatura de la piel de ella y por eso empezó a frotar
ligeramente sus hombros.
—Él dijo que el sexo era su derecho como mi novio. Cuando dije no me llamó frígida.
Pero yo no lo quería de esa manera. Estaba esperando por ti. Sé que eso suena estúpido.
___
*El sobrenombre es Bella roja. Aquí el autor está haciendo una analogía con caperucita roja. Bella es
caperucita y el vehículo es su capa roja. Obviamente Jacob es el lobo, por eso Edward sube sus cejas.

325
—Isabella, difícilmente es estúpido afirmar que tú deberías ser la que decida con quién
dormirás y con quién no. Y me siento honrado de que pensaras en mí.
—Mientras más él insistía, más yo me alejaba. Él empezó a volverse furioso y posesivo.
No le gustaba que estuviera con Alice. Si al menos hablaba con otro hombre, él perdía el
control. —Negó con la cabeza—. Era de verdad así de malo. —Se detuvo, tratando de
descifrar como decir la próxima parte.
—¿Te golpeó? —Edward se forzó a sonar calmado.
—En realidad no.
—Esa no es una respuesta, Isabella. ¿Te golpeó?
Bella pudo sentir el cuerpo de Edward empezando a temblar de la rabia. No le iba a
mentir, pero estaba preocupada sobre lo que él diría cuando se lo dijera. Así que escogió las
palabras muy cuidadosamente.
—Me empujó un par de veces. Una noche perdió su temperamento y me forzó a
ponerme contra una pared. Abrió un hueco en la pared al lado de mi cabeza. Leah tuvo que
apartarlo de mí. —Bella se detuvo, insegura.
—Quiero regresar con esto de nuevo. En otra oportunidad. —Edward frotó sus ojos
con sus dos manos.
—Honestamente, las cosas que me decía eran mucho peores que cualquier cosa que
haya hecho. Parte de mí deseaba que él me hubiese golpeado. Podía soportar un golpe y
hubiese terminado en segundos. Eso habría sido mejor que tener que escucharlo una y otra
vez. —Se estremeció—. Por lo menos si me hubiese golpeado, podría haberle dicho a Charlie.
Habría sido posible mostrarle lo que él en verdad es.
Edward se encogió por la admisión de Bella, pero se mantuvo callado. Ella podía casi
escuchar las ruedas girando en su cabeza.
—Como yo no iba a dormir con él, él exigió… um, otras cosas. Pero yo era terrible. Dijo
que si eso era alguna indicación de lo que yo sería en la cama, sería un mal polvo. —Ella se
rio nerviosamente—. No iba a decirte esto. Supongo que tienes el derecho de saber antes de
que te decepcione en Florencia. Además de ser frígida, ¿por qué me querrías si ni siquiera
soy capaz de hacer las cosas apropiadamente?
Edward sin pensarlo soltó una cuerda de blasfemias que le habrían enrollado el cabello
a una persona profana.
Bella se mantuvo bastante quieta, su nariz moviéndose ligeramente, como un ratón. O
un conejo.
—Isabella, mírame. —Colocó una mano suave en su mejilla—. Todo lo que te dijo fue
una mentira. Tienes que creerme cuando te digo esto. Él te dijo esas cosas para poder
controlarte… para que no lo dejaras. Por supuesto que te deseo. ¡Mírate! Eres hermosa y
cálida e inteligente. Eres indulgente y suave. Tal vez no te des cuenta de esto, pero sacas esas
cualidades en mí. Me haces querer ser suave y amable. Y cuando hagamos el amor, así es
como seré contigo.
Aclaró su garganta cuando su voz se volvió áspera.
—Alguien tan receptor y apasionado como tú nunca podría ser terrible en nada sexual.
Solamente necesitas a alguien que te haga sentir lo suficientemente cómoda para expresarte a
ti misma. Y entonces la tigresa emergerá. Él no se merecía ver ese lado de ti y tenías razón al
no mostrárselo. Pero nosotros somos diferentes. Anoche, la noche en el museo, incluso más
temprano esta noche yo he visto tu pasión. La he sentido. Y es impresionante. Tú eres
impresionante.
Bella miró a sus ojos serios en una interrogante silenciosa.
—Me dijiste que creías en la redención —, le susurró él—. Así que pruébalo. Perdónate
a ti misma de lo que sea que estás avergonzada y entonces permítete ser feliz. Porque de
verdad, Isabella, eso es todo lo que quiero de ti. Quiero que seas feliz.

326
Ella asintió y lo besó, perdiéndose momentáneamente en su toque y sus labios,
sabiendo que lo peor de su historia aún tenía que ser dicho.
—Quería participar en el programa junior en el extranjero. Pero no podía decirle a él
eso. Así que lo solicité a sus espaldas y no le di las noticias hasta dos semanas antes de que
tuviera que irme. Estaba furioso conmigo, pero yo estaba de vuelta a Forks y él en verdad no
podía hacer nada. Le pedí a Charlie que regresara el Vespa y después no escuche de él. Pero
mientras estuve en Italia, empezamos a hablar de nuevo. Él escribía estos emails increíbles y
me enviaba fotografías. Me dijo que me amaba. —Tragó grueso—. Nadie nunca me había
dicho eso antes. Nosotros más o menos volvimos juntos por teléfono. Él dijo que cambiaria.
Um, y Leah dijo que él había cambiado, también. —Respiró profundamente—. No regresé a
casa para Navidad o para el verano porque estaba tomando cursos extras y haciendo un
poco de turismo. Cuando regresé, Alice me llevó de compras como un regalo de bienvenida
a casa. Esme le había dado un poco de dinero y entre ellas dos me compraron un muy
hermoso vestido y un par de zapatos Prada.
Edward asintió.
—Um, tú has visto esos zapatos antes. Los use en nuestra primera ci… um, quiero decir
cuando me llevaste a comer filete.
Él pasó sus dedos sobre la curva de su mejilla—. Está bien, Isabella, puedes llamarla
nuestra primera cita. Así es como yo pienso de ella. Aunque fui un imbécil.
Bella tomó otra respiración profunda—. Él hizo todos estos planes para celebrar mi
cumpleaños. Alice insistió en ayudar a arreglarme en su apartamento y después yo debía
manejar hasta nuestro restaurante favorito para encontrarlo. Pero me olvidé de mi cámara.
Así que fui a mi dormitorio primero.
Ahora Bella empezó a temblar. Cada musculo, cada parte de ella empezó a temblar
como si se estuviera congelando. Edward la envolvió en sus brazos.
—No tienes que decirme más. Está bien. He escuchado suficiente.
—Abrí la puerta y el cuarto estaba oscuro. Excepto por la lámpara del escritorio de
Leah. Iba a caminar a mi lado de mi cuarto para coger la cámara, pero antes que pudiera dar
otro paso, los vi.
Bella se quedó muy quieta. Como una estatua. Edward esperó.
—Jacob se estaba follando a Leah en mi cama. Él estaba detrás de ella y ella estaba en
cuatro con su trasero en el aire gritando su nombre. Estaba tan aturdida que no podía
moverme. Al principio, pensé que no podía ser él. Y después pensé, que no podía ser ella.
Pero lo eran. Y… —Ahora su voz bajo a un susurro—. Él se giró y me vio. Y sonrió. Dijo que
esto era lo que me estaba perdiendo. Que necesitaba una buena follada y que iba a dármela.
Él colapsó en la cama, haciéndome gestos para que los acompañara. Dijo que nos quería a
ambas. Dijo que Leah empezaría primero conmigo. Y quizás ella podría relajarme como una
especie de regalo de cumpleaños. Ella había sido mi compañera de cuarto desde que éramos
del primer año. Ella era mi amiga. Y él estaba riéndose y diciendo que habían sido amigos
folladores desde la secundaria. Estaba parada allí como una idiota porque en realidad, no
podía entender lo que él estaba diciendo. Era como si él estuviera hablando en otro idioma.
Leah caminó hacia mí, desnuda, y dijo que siempre me había deseado. Me congelé. Mi mente
dejó mi cuerpo y flotó hacia el cielo.
La boca de Bella se cerró. Pero era demasiado tarde. Ella había pronunciado las
palabras. Las había dicho en voz alta. Y toda la agonía y el horror que sintió ese día la
golpearon de nuevo. Se movió para arrodillarse y colocar su mejilla contra el pecho de
Edward. Pero no lloró.
Edward la sostuvo con firmeza, presionando sus labios en el tope de su cabeza.
Debí haberlo matado.
Él estaba silenciosamente feliz de no haberlo sabido. Habría matado a Jacob, de eso
Edward tenía poca duda.

327
Él es el jodedor de ángeles. Él iba a follarse a Isabella como un animal. Solo que practicó con su
compañera de cuarto primero.
Ellos se mantuvieron en los brazos del otro por un tiempo mientras ella trataba de
calmarse a sí misma y Edward buscaba apartar hacia un lado los pensamientos asesinos.
Cuando sintió que los latidos del corazón de ella bajaban, empezó a susurrarle. Le dijo
cuánto le importaba. Le dijo que estaba a salvo con él. Y después le preguntó en voz baja si
estaría bien si él le hablaba un poco. Ella asintió.
—Bella, lamento que eso te sucedió. —Negó con su cabeza—. También lamento que no
hayas crecido en una casa con un hombre y una mujer que compartieran una cama y se
amaran uno al otro. Yo tuve ese beneficio. Tú sabes cómo eran Carlisle y Esme, siempre
tocándose uno al otro, siempre riendo. Nunca lo escuché a él alzarle la voz a ella. Nunca la
escuché a ella decir algo sarcástico o rudo. Ellos fueron la pareja perfecta. Y no importa cuán
embarazoso sea pensar en los padres teniendo vida sexual, era obvio que ambos eran muy
apasionados. Cuando Carlisle me dio la charla infame de las aves y abejas, él citó una oración
del libro de Common Prayer, un voto que le había hecho a Esme durante su ceremonia de
bodas: “Con este anillo te desposo, con mi cuerpo te adoro, y con todos mis bienes terrenales te
doto”.
—He escuchado eso antes.
—Es hermoso, ¿no es así? Y en el contexto de mi bastante incómoda conversación con
Carlisle, él señaló que ese voto es un compromiso de que el esposo le hará el amor a su
esposa, y no solo usarla para el sexo. Él dijo que el voto expresaba la idea de que hacer el
amor es un acto de adoración. El esposo adora a su esposa con su cuerpo, al amarla y darse a
ella y moviéndose con ella hacia el éxtasis. —Edward aclaró su garganta, la cual estaba ahora
ronca—. Creo que se puede decir con seguridad que lo que presenciaste fue depredador y
despreciable. Y sé que viste cosas similares cuando estuviste creciendo en Phoenix, cosas que
una niña pequeña nunca debería ver. Es posible que pienses que eso es solo lo que las
relaciones sexuales son… y quizás pensaste que todos los hombres eran como él…
depredadores maliciosos que usan y abusan. La descripción de Carlisle de hacer el amor era
completamente distinta. Él decía que no es menos apasionado que otros placeres, porque el
contexto otorgaba la libertad y la aceptación de explorar los deseos de uno en todas de sus
variadas formas, ya sea que ellos estuvieran desesperados y necesitados, o lentos y tiernos. El
punto es que ese sentimiento que subyace del acto es uno de respeto mutuo y dar… no tomar
y usar.
Edward llevó sus labios al oído de ella para poder susurrarle.
—Vagué lejos del estilo de vida de Carlisle pero siempre quería lo que él y Esme
tenían. Cuando te dije que estaba intentando adorarte con mi cuerpo, lo decía en serio. Con
todo mi corazón. Nunca tomaré de ti. Solo daré. En mi cama y fuera de ella.
Bella sonrió contra su pecho.
—Tú y yo ambos estamos empezando de nuevo y he aquí, todas las cosas se volverán
nuevas.
Ella se estiró y lo besó suavemente en los labios y susurró palabras de agradecimiento a
sus labios. Su afirmación la confortó. No se llevó lejos el dolor o borró los recuerdos, pero la
alivió escuchar que él no usaría en su contra su debilidad pasada. Porque sinceramente, una
de las cosas de las que estaba más avergonzada era de permitirse a sí misma ser tratada tan
mal. Ese era porqué ella había mantenido su secreto. Era porqué ella había temido a la
exposición.
—Amor, no tienes que hablar de ello más si no quieres. Pero me preguntó qué le dijiste
a Charlie. Te debo una disculpa por empezar un partido de tiros con él en el hospital. Dije
algunas cosas que no debería haber hecho.
Ella lo miró con curiosidad.

328
—Le dije que no debería haberte enviado de vuelta a vivir con tu madre. Que era su
trabajo como padre protegerte y que había fallado, miserablemente.
Bella estaba sorprendida. Nadie, ni siquiera Alice o Esme, habían confrontado a Charlie
alguna vez sobre sus elecciones. Nadie. Una expresión maravillada se expandió por su
hermoso rostro.
—¿No estás molesta?
—No puedo estarlo. Gracias, Edward, por defenderme. Nadie nunca había hecho eso
antes.
Tomó su mano en la de suya y besó sus nudillos ligeramente hinchados y los lugares
en que la piel se había partido. Sus heridas de batallas eran casi tan queridas para ella como
sus ojos hermosos y expresivos.
—Mientras Leah estaba hablando conmigo, mi mente volvió a mi cuerpo. Escapé y
corrí bajando las escaleras. Me monté en mi camioneta y manejé hacia la casa de Charlie.
—¿Manejaste todo el camino?
—Estaba demasiado alterada, ni siquiera recuerdo el viaje.
—¿Y después qué sucedió?
—No le dije nada a papá. Solo que él me había engañado con Leah y que no podía vivir
más con ella. Y que no iba a hablar con ninguno de los dos de nuevo. Eso creó una especie de
problemas porque él estaba saliendo con su mamá y era mejor amigo de su papá. Pero nunca
se quejó.
—Qué noble de su parte —, dijo Edward, sarcásticamente.
—Pasé unos cuantos días en Forks tratando de calmarme y después Charlie me llevó
de vuelta a la Universidad. Él me mudó de dormitorio a un pequeño apartamento estudio.
Te hubieses burlado de él, Edward. Era incluso más pequeño que en el que estoy ahora.
—No me hubiese burlado. —Edward sonaba herido.
—Es solo que eres tan exigente. Lo habrías odiado inclusive más de lo que odias mi
apartamento actual.
—Isabella, no odio tu apartamento. Como dije antes, odio el hecho de que tengas que
vivir allí. ¿Qué pasó después, luego de que volviste a la escuela?
—Me escondí. Estaba asustada de encontrarme con ellos así que me mantuve para mí
misma y evité todos los lugares donde pudiera verlos. Fui a clases, trabajé en mi italiano y
mis solicitudes para la escuela de graduados, y me quedé en casa. Como que me… retiré.
—Alice mencionó algo como eso.
Bella suspiró profundamente.
—No fui una buena amiga para Alice. Después de esa noche, dejé de tomar sus
llamadas. Ni siquiera hablaba con Esme aun cuando me escribió la carta más hermosa. Les
envié una tarjeta de Navidad y traté de explicarme, pero estaba demasiado humillada. Alice
sabe que los encontré a ellos juntos porque Leah le dijo al final. Pero no sabe cuán malo fue. Y
no quiero que lo sepa.
—Todo lo que me digas es estrictamente entre nosotros.
—No quería admitir que había sido tan estúpida como para meterme en esa situación.
Quería pretender que le paso a alguien más. —Ella miró hacia la cara de Edward, la cual era
muy comprensiva.
—Por favor no digas nunca más que eres estúpida. Vergüenza para ellos en la forma
que ambos te trataron. Ellos son los villanos en esta historia, no tú. —Besó su frente dos
veces y después enterró su cara en su cabello largo y marrón—. Creo que necesitas dormir
un poco, mi vida. Ha sido un largo día y queremos que te cures.
—¿No le molestará a tu familia cuando se den cuenta que estamos aquí juntos?
—Ellos dedujeron que éramos pareja. Y en su mayor parte, creo que nos aprueban.
¿En su mayor parte?

329
Edward suspiró—. Carlisle no se opone a nosotros como pareja; él tiene una visión
conservadora sobre el sexo. Así que aunque le prometí que no estábamos haciéndolo debajo
de su techo, él preferiría que durmiéramos en cuartos separados. Aunque estoy seguro que
se hará el ciego esta noche y mañana en la noche por lo que te pasó.
—¿Pero que hay sobre Alice y Jasper? Ellos comparten un cuarto.
—Ellos se van a casar. Alice siempre me ha apoyado y creo que nos apoya a ambos.
—¿Y qué hay sobre Emmett y Rose?
—Emmett es muy protector contigo, y él sabe que yo he sido un libertino, así…
—No fuiste un libertino. Solamente estabas solo.
Él la besó suavemente—. Eso es muy generoso de tu parte, pero ambos sabemos que no
es verdad.
Ambos se reclinaron y Bella apoyó su cabeza en su pecho, pasando sus dedos sobre su
parte superior. Ella tatareó para sí misma mientras pensaba en sus palabas. Como él se había
preocupado por ella y como quería adorarla. Esas eran, tal vez, las palabras más importantes
que alguna vez hubiera escuchado. Trazó un dedo titubeante sobre su pecho, bosquejando su
tatuaje.
La mano de Edward cubrió rápidamente la de ella—. No —, le susurró, apartando su
mano.
—Lo siento. ¿Qué es M.A.I.A.? —Bella lo escuchó contener su aliento—. No quise traer
el tema a colación. Pero estábamos contando secretos. Pensé…
Edward frotó sus ojos con su mano libre, pero no la dejó ir.
—Maia es un nombre. —Su voz se volvió áspera.
—¿Tú… la amas?
—Por supuesto que la amé.
—¿Estuvieron mucho tiempo juntos?
Él tosió—. No fue de esa manera.
Bella lo apretó con fuerza y después cerró sus ojos. Pero Edward se quedó despierto,
mirando al techo por mucho tiempo.

-
Ella se despertó al día siguiente para encontrarlo sentado en una mecedora a unos
cuantos pasos de la cama, completamente vestido y mirándola. Bostezó ligeramente y se
estiró en los rayos del sol que entraban de entre las persianas.
—Te quedaste. —Ella le sonrió—. No tenías que hacer eso.
Él caminó hacia ella y se sentó en el borde de la cama, jalándola hacia un abrazo cálido.
—He estado despierto y alrededor pero regresé hace poco para comprobar cómo
estabas. Eres bastante tranquila cuando estás dormida. Y bastante entretenida. —Sus labios
se estiraron ligeramente, como si estuviera conteniendo una sonrisa.
—¿Qué quieres decir?
—Estabas hablando dormida de nuevo.
—¿Qué dije?
—Oh, no mucho. —Se inclinó para susurrarle en su oído—. No sabía que eras una
chica que le gustaban los culos.
—¡Edward! —Le golpeó su brazo ligeramente y después ambos empezaron a reír.
Él la tomó alrededor de su cintura y la jaló hasta sentarla sobre su regazo.
—No obstante, me gustaría declarar inequívocamente que mi culo está bastante
halagado.
—¿Oh, de verdad? —Arqueó una ceja.
—Extremadamente. Y él desea que yo trasmita sus saludos y… ah… él espera
conocerte en una forma más personal cuando estemos en Florencia.

330
Bella negó su cabeza y se inclinó hacia delante, rogando por un beso. Fue
recompensada con un breve pero tierno intercambio antes que Edward se alejara.
Él se tornó serio de repente.
—Necesito hablar contigo sobre un par de cosas.
Ella se mordió su labio y esperó.
—Él ha sido arrestado y hay múltiples cargos. Contrató a Jason Jenks para ser su
abogado y se dice que está tratando de pedir un trato.
—¿Por qué?
—Para evadir la cárcel, si puede. Jenks evita la corte como la plaga, así que estoy
seguro que espera llegar a un acuerdo en cualquier caso. Charlie se ha recusado de la
investigación pero Emmett llamó al fiscal y recibió su garantía de que a tu caso le sería dada
una prioridad alta. Emmett hizo hincapié en que a todos nos gustaría ver que el resultado
incluyera prisión y no en una especie de centro de rehabilitación o un programa de
tratamiento. Aunque es muy pronto para decirlo.
Bella hizo una nota mental de agradecer a Emmett por hablar por ella—. ¿Y qué hay
sobre ti? ¿Estás en peligro?
Edward sonrió—. Jenks hizo alboroto sobre presentar cargos. Gracias a Dios, estoy
siendo representado por la señora Rose Cullen, quien tuvo una corta pero aclaradora
conversación con el fiscal. Ellos no me presentarán cargos por nada. No tengo necesidad de
decir, que el fiscal está ahora hastiado de los Cullen.
Bella cerró los ojos y exhaló lentamente. El pensamiento de algo pasándole a Edward
por ella era doloroso.
—A Carlisle le gustaría mirar de nuevo tu mano cuando estés vestida y lista. Alice
puede ayudarte a bañarte, si lo deseas.
—No soy una inválida. Mi mano duele, pero puedo usar la izquierda.
Edward sonrió y besó su nariz—. Anotado debidamente. Me encantaría bañarte yo
mismo, pero temo que tal acto escandalizaría e impresionaría a mis parientes.
Bella rio—. Bueno, no puedo tenerlo escandalizando a sus parientes, profesor Masen.
—Ciertamente, señorita Swan. Sería bastante impresionante. Muy impresionante. Así
que en el interés del decoro, mi querido y halagado culo y yo renunciaremos a bañarnos con
usted. —Se inclinó hacia adelante, sus ojos brillantes—. Por ahora.
Bella rio de nuevo y él la dejó con sus alucinaciones matutinas.
Bañarse con una sola mano no fue fácil, pero Bella perseveró y fue incluso capaz de
lavar su cabello razonablemente bien. Mientras estaba luchando para vestirse a sí misma en
el baño, sus ojos se posaron en una caja de cartón rosado con blanco que había caído al lado
de la papelera. Se inclinó para recogerla pero se detuvo cuando se dio cuenta de lo que era.
Era una prueba de embarazo casera.
La recogió con su mano izquierda y la colocó en la papelera, cubriéndola con papel de
baño para que nadie más pudiera verla. Sus pensamientos fueron inmediatamente a Alice y
la próxima boda. Las cosas en la casa de los Cullen estaban a punto de volverse mucho más
interesante…
Cuando Bella iba de regreso a su cuarto en búsqueda de su cepillo, se encontró a
Edward esperando en el pasillo.
—¿Está algo mal?
Él negó con la cabeza—. Quería estar seguro que no te cayeras o algo. Eres ligeramente
propensa a los accidentes, sabes. Y un viaje al hospital esta semana es más que suficiente.
Ella puso sus ojos en blanco y lo pasó para ir a su cuarto. Cuando encontró su cepillo
de cabello, empezó a pasarlo torpemente sobre su cabello, largo y enredado. Era bastante
difícil.
—Permíteme hacer eso. —Edward caminó hacia ella y le quitó el cepillo de su mano.
—¿Vas a cepillar mi cabello?

331
—No soy completamente inhumano, Isabella. Es doloroso verte luchar. Aquí. —Sacó
una silla y la instó a sentarse y después se paró detrás de ella y empezó lentamente a pasar
sus dedos desde la coronilla hasta las puntas, desenredando manualmente su cabello.
Bella cerró sus ojos.
Edward continuó por un segundo o dos y después llevó sus labios a su oreja —. ¿Esto
te complace?
Ella le tarareó, con sus ojos aún cerrados.
Él rio y negó con su cabeza. Ella era tan fácil de complacer. Y quería hacerlo,
desesperadamente. Cuando todos los enredos habían sido removidos, pasó suavemente el
cepillo a través de su cabello, trabajando lentamente, sección por sección.
Nunca en sus sueños más locos Bella habría imaginado a Edward como un peluquero.
Pero había algo instintivo sobre la forma en que la tocaba, y la sensación de sus largos y
delgados dedos persuadiendo su cabello que hacían que su piel se calentara y sus mejillas se
sonrojaran. Solamente podía imaginar los placeres que le esperaban en Florencia cuando
fuera capaz de disfrutarlo a él completo.
Desnudo.
Ella cruzó sus piernas rápidamente.
—¿La estoy excitando, señorita Swan? —Le susurró su voz endulzadora.
—No.
—Entonces no debo estar haciéndolo correctamente. —Contuvo una risa y desaceleró
sus movimientos a través de su cabello. Presionó sus labios en el borde de su oído—. Aunque
mi verdadero propósito es hacerte sonreír.
Bella murmuró suavemente en respuesta—. ¿Por qué eres tan bueno conmigo?
Los dedos de Edward se detuvieron.
—Esa es una pregunta extraordinaria para hacérsela a tu amante.
—Lo digo enserio, Edward. ¿Por qué?
Él movió sus dedos a través de su cabello, incluso más despacio.
—Tú has sido buena conmigo desde que te conocí. ¿Por qué no lo sería? ¿No crees que
te merezcas ser tratada con bondad?
Bella eligió no continuar con su pregunta original. A pesar del hecho de que había
estado alterada la noche anterior, sabía que había confesado su amor por él en el hospital.
Pero su declaración no había sido regresada.
Esto es suficiente, pensó ella. Su atención, su bondad, su protección. Esto es más que
suficiente. No necesito las palabras.
Bella lo amaba tanto que dolía; siempre lo había amado y su amor había quemado tan
brillantemente que incluso durante sus días más oscuros su luminosidad no había muerto.
Pero Edward no parecía estar ahí. Por lo menos, no aún.
Cuando él había terminado con su cabello, insistió en hacer su almuerzo. Después de
eso, se sentaron juntos en la cocina, haciendo planes para la noche. Hasta que el teléfono
sonó y Carlisle entró, llevando el teléfono inalámbrico.
—Es Charlie —, dijo él, entregándole el teléfono a Bella.
Edward lo tomó y cubrió la boquilla con su mano—. No tienes que hablar con él. Me
encargaré de ello.
Extendió su mano—. Está bien. Tendremos que hablar eventualmente.
Bella se bajó del banquillo y caminó hacia el comedor para poder hablar con su padre
con privacidad.
Carlisle le negó la cabeza a Edward—. No te puedes meter entre Bella y su padre.
Edward miró fríamente a su padre adoptivo—. No ha sido mucho un padre.
—Es el único padre que tiene. Y ella es la luz de su vida.
Los ojos de Edward se entrecerraron—. Si le importara algo ella la habría protegido.

332
Carlisle colocó una mano en su hombro—. Los padres cometen errores. Y algunas
veces, es más fácil meter tu cabeza en la arena que admitir que tu hijo está en problemas. Y
esa es tu culpa. Sé esto por experiencia personal.
Edward apretó sus labios pero no dijo nada.
Diez minutos después, Bella regresó. A pesar de la presencia continua de Carlisle en la
cocina, Edward la abrazó y besó su mejilla—. ¿Estás bien?
—Mi papá quiere llevarme a cenar esta noche. En Port Ángeles —, soltó ella.
Carlisle pareció reconocer la admisión de ella como su salida así que se retiró a su
estudio.
—¿Quieres verlo?
—Va a ser incomodo. Pero le dije que iría.
—Isabella, no tienes que hacer nada. Te llevaré a cenar, en vez.
Ella negó con su cabeza—. Él está intentándolo, Edward. Es mi padre. Tengo que darle
una oportunidad.
Edward negó con su cabeza en frustración pero eligió no discutir con ella.

-
A las seis en punto, Charlie apareció en la entrada de los Cullen usando una corbata
con una camisa de vestir y pantalones. Tiraba de su corbata nerviosamente. No estaba
acostumbrado a usar una. Pero por Bella…
Carlisle le dio la bienvenida rápidamente hacia la sala y lo entretuvo mientras Bella
bajaba las escaleras.
—Él está aquí. ¿Estás segura que quieres ir? —Edward estaba reclinado en su cama,
mirando a Bella aplicarse lápiz de labios con el espejo de su compacto.
—No voy a plantar a mi propio padre. Además, Rose y Alice están arrastrando a
Carlisle a ver una película de chicas y tú vas a salir con tus hermanos. Terminaré sentada
aquí sola.
Edward se levantó de la cama y caminó hacia ella, envolviendo sus brazos alrededor
de su cintura—. No estarías sola. Estarías conmigo. Y yo sí sé cómo mantener entretenida a
una dama. —Empezó a darle besos húmedos detrás de su oreja para tratar de persuadirla.
Ella negó con su cabeza.
—Estás impresionante.
Ella se sonrojó—. Gracias.
—Alice te encontró una bufanda. —Acarició el borde de la bufanda de diseño Hermès
que su hermana había envuelto artísticamente alrededor del cuello de Bella para esconder su
marca.
—Era de Esme —, dijo Bella suavemente—. Un regalo de Carlisle.
—A Carlisle le gustaba malcriarla. Especialmente en París.
—Tú eres muy parecido a él. —Bella se paró en puntillas para besar su mejilla.
—Espera hasta que lleguemos a Florencia. —La jaló más cerca y la besó
apasionadamente antes de liberarla.
—¿Así que, qué estarás haciendo con tu hermano y tu cuñado esta noche? ¿Cazando?
Edward soltó una risita—. Difícilmente. ¿Confiarías a Emmett con un arma? No lo creo.
—¿Acampando en el bosque?
—Ni de casualidad. Mi idea de acampada es quedarme en una habitación estándar de
los Hilton. —Le hizo un guiño a Bella para indicarle que estaba bromeando.
—¿No un… club de estríper? —Ella lo miró a través de sus pestañas, viéndose bastante
adorable.
Edward frunció el ceño—. ¿Piensas que haría eso?
—¿No es eso lo que hacen los hombres en las salidas?

333
Él acarició su mejilla con la palma de su mano—. ¿Crees que Rose y Alice aprobarían
tal excursión?
—No.
—¿Y qué hay sobre mí? ¿Crees que es eso lo que quiero?
Bella apartó la mirada y no contestó.
—¿Por qué miraría a otras mujeres cuando la más hermosa mujer del planeta comparte
mi cama cada noche? —Se inclinó y la besó suavemente—. La única mujer que quiero ver
desnuda eres tú.
Bella sonrió y después rio ligeramente—. ¿Cuál era mi pregunta? No puedo recordar
qué te estaba preguntando.
Él sonrió—. Bien. Ven aquí.

-
Más tarde esa noche, cuando la casa estaba oscura y todos se habían retirado a sus
cuartos, Bella se deslizó dentro del cuarto de Edward usando una simple dormilona azul. Él
estaba sentado en la cama leyendo. Estaba sin camisa y usando sus lentes, sus rodillas
alzadas casualmente.
—Hola —, le sonrió él, colocando su copia de El final del romance en su mesita de
noche—. Te ves adorable.
—Gracias por ir a casa de Charlie para recoger mis cosas. Y mi teléfono.
—De nada. —Extendió su mano y ella escaló en la cama hasta llegar a su lado. La besó
antes que notara que todavía estaba usando la bufanda Hermès alrededor de su cuello. Tiró
de los extremos de ella—. ¿Por qué estás usando esto todavía?
Bella miró hacia las sabanas—. No quiero que veas mi cicatriz.
Los ojos de Edward encontraron los de ella—. No necesitas esconderte de mí.
—Es muy fea. No quiero que recuerdes.
Él miró profundamente a sus ojos, buscando. Y después lentamente desato la bufanda.
La jaló para que suavemente se deslizara desde la parte de atrás de su cuello hasta su mano.
Los pequeños vellos del cuello de Bella se erizaron. Sintió su piel de gallina por el
rastro de seda alrededor de su piel. Y la mirada ardiente de Edward.
Él colocó la bufanda en la mesita de noche y después se inclinó para presionar sus
labios contra la marca repetidas veces.
—Ambos tenemos cicatrices, Isabellas. Solo que las mías no están en la piel.
—Deseo que no tuviéramos —, susurró ella—. Deseo que yo fuera perfecta.
Edward le sonrió tristemente—. ¿Te gusta Caravaggio?
—Mucho. Su pintura de El sacrificio de Isaac es mi favorita.

Él asintió—. Siempre preferí La incredulidad de Santo Thomas. Carlisle tiene una copia en
su estudio. La estaba viendo hoy.

334
Las cejas de Bella se unieron—. Siempre pensé que esa pintura era… extraña.
—Lo es. Jesús se le aparece a Santo Thomas después de la resurrección, y Thomas
coloca su dedo en la herida de lanza del costado de Jesús. Es bastante profunda.
Bella no veía la profundidad así que no dijo nada.
—Si quieres esperar hasta que las cicatrices desaparezcan, Isabella, esperaras para
siempre. Las cicatrices nunca desaparecen. La pintura de Caravaggio me aclaró ese punto.
Las cicatrices pueden curar y podríamos olvidarlas en el tiempo, pero ellas son permanentes.
Ni siquiera Jesús perdió sus cicatrices. —Edward pasó sus dedos a través de su cabello
pensativamente—. Si me hubiese molestado en dejar de ser egoísta, me habría dado cuenta
de eso. Y habría tratado a Esme y a mi familia con gran cuidado. Habría tomado un gran
cuidado contigo en Septiembre y Octubre. —Aclaró su garganta—. Espero que me perdones
por las cicatrices que yo te di.
Bella escaló hasta sentarse en su regazo y lo besó con fuerza—. Fuiste perdonado
mucho tiempo atrás y por mucho menos que dejar cicatrices. Por favor, no hablemos de eso
de nuevo.
Los dos casi amantes compartieron un momento calmado y después Edward le
preguntó cómo fue la noche.
Bella se retorció—. Él lloró.
Las cejas de Edward se levantaron.
¿El Jefe Swan lloró? No lo puedo creer.
—Él describió lo que encontró en la casa. Y cuando le dije lo que había sucedido antes
que me rescataras, lloró. No le dije todo, pero le describí las peleas y algunas de las cosas que
él solía decirme. Y mi papá lloró, justo en el medio del restaurante Bella Italia. —Negó con su
cabeza—. Ambos lloramos. Fue un desastre.
Edward apartó su cabello de su cara para poder verla mejor—. Lo siento.
—Fue bueno para nosotros. Había algunas cosas que necesitaba decir y él escuchó…
quizás por primera vez en mi vida. No sé a dónde irán las cosas después de aquí, pero está
intentándolo. Y eso ya es un gran paso. Y cuando todo eso estuvo fuera del camino,
hablamos sobre ti. Quería saber por cuánto tiempo nos hemos estado viendo.
—¿Y qué dijiste?
—Dije que no nos hemos estado viendo desde hace mucho tiempo pero que somos…
importantes. Le dije que tú habías hecho mucho por mí y que me importas. Bastante.
—¿Y le dijiste lo que siento por ti?
Ella sonrió—. Bueno, deje por fuera la parte sobre tú queriendo hacerme el amor en
Florencia, pero le dije que pensaba que te gustaba.
Edward frunció el ceño—. ¿Me gustas? De verdad, Isabella, ¿eso es lo mejor que puedes
hacer?

335
—Edward, es Charlie. Él no quiere oír sobre las cosas románticas sentimentales. Él
quiere saber si todavía estás usando drogas y metiéndote en peleas. Y si estás siendo
monógamo conmigo.
Edward hizo una mueca.
Ella lo abrazó firmemente—. Y por supuesto, le dije que eras un ciudadano modelo y
que me tratabas como una princesa. Que yo no te merezco.
—Bueno, esa es una mentira. —Besó su frente—. Yo no te merezco a ti.
—Tonterías.
Ellos se besaron suavemente por un segundo o dos y después Edward se quitó sus
anteojos y los colocó sobre su libro. Apagó la luz y ambos se acurrucaron felizmente.
Justo cuando se estaban quedando dormidos, Bella susurró—: Te amo, Edward.
Cuando él no contesto, ella asumió que ya estaba soñando. Suspiró ligeramente y cerró
sus ojos, acurrucándose sobre su pecho. Un fuerte brazo se flexionó alrededor de su cintura,
jalándola incluso más cerca. Y después lo escuchó inhalar profundamente y hacer una pausa.
—Isabella Swan, te amo.

336
Capítulo veintitrés.

Bella se despertó la mañana siguiente con la sensación de algo cálido presionado cerca
de su corazón. Y una suave brisa de aliento sobre la parte de atrás de su cuello. Con una
inspección más cerca, se dio cuenta que la gran mano de Edward estaba ahuecando su pecho
derecho mientras estaban acurrucados juntos. Ella rio y se movió ligeramente.
Edward gruñó por su movimiento repentino.
—Buenos días, Edward.
—Buenos días, hermosa. —Sus labios encontraron los de ella y los besó—. Asumo que
tú… dormiste bien.
—Muy bien. ¿Y tú?
—Bien, gracias. ¿Esto te molesta? —Su mano acarició suavemente a través de la
dormilona.
—No. Se siente bien.
Ella rodó para verlo. Él deslizó su mano para su espalda pequeña para poder jalarla en
un beso profundo.
—Isabella. —Apartó unos mechones de cabello fuera de sus ojos—. Hay algo que me
gustaría decirte.
Su ceño se frunció.
Él trazó un dedo sobre sus cejas, suavizando sus líneas preocupadas—. No frunzas el
ceño. Es algo agradable. Creo.
Ella lo miró con expectativa.
Los ojos de él eran grandes, oscuros y serios.
—Te amo.
Ella parpadeó dos veces y después una sonrisa lenta se posó sobre su cara—. Te amo,
también. Pensé que estaba oyendo cosas cuando lo dijiste anoche.
Él la besó tiernamente—. No estaba seguro de que me escuchaste, tampoco.
—¿Sabes? Me lo dijiste antes.
Edward se apartó, perplejo—. ¿Cuándo?
—La noche que te rescate de Ángela. Te coloque en la cama y me llamaste Beatrice.
Dijiste que me amabas.
Él la miró con nostalgia—. Isabella, lamento que me tomara tanto tiempo decirlo
apropiadamente.
Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello y presionó su frente sobre su barbilla
rasposa—. Gracias —, le susurró.
—No cariño. Yo debería agradecerte a ti. Yo nunca… me he sentido de esta manera
antes. Me hace darme cuenta de cuánto tiempo he malgastado.
Los ojos de Edward se entristecieron.
Bella lo besó suavemente—. Ambos teníamos que crecer mucho. Es mejor de esta
manera.
—Me arrepiento de la forma en que trate a esas otras mujeres. Y que malgasté mi
tiempo en enlaces vacíos. Sabes eso, ¿no?
—Me arrepiento de haber estado con él. Pero no hay nada que podamos hacer ninguno
de los dos ahora excepto estar felices de que nos encontraramos uno al otro.
—Deseo que pudiéramos pasar todo el día en cama. —Su voz era anhelante.
Ella rio—. Creo que eso escandalizaría e impresionaría a tu familia.
—Lo más seguro. Malditos sean.
Ambos se rieron hasta que las risas se volvieron besos apasionados. Ella fue la primera
en apartarse.
—¿Puedo preguntarte algo?
La mandíbula de Edward se tenso—. Por supuesto.

337
No seas muy inquisitiva esta mañana. Isabella. No puedo decirte todo en la casa de Carlisle.
—¿Qué tipo de lencería te gusta en una mujer?
La mandíbula de Edward se relajó inmediatamente y sus labios se curvaron en una
sonrisa torcida—. ¿Estás preguntando esto porque… estás haciendo un estudio? —Rio,
colocando su mano en la de él y entrelazando sus dedos juntos.
Ella se sonrojó y bajó la mirada a sus manos unidas.
—Me gustaría ir de compras antes de nuestro viaje a Italia. Me estaba preguntando que
te… gustaba.
Él le dio una mirada ardiente.
—Isabella, soy un hombre. Si te fuera a decir la lencería que prefiero, te diría que sin
lencería. —Levantó su barbilla para poder ver sus ojos—. Eres muy hermosa. Cuando pienso
en estar contigo, pienso en tomar mi tiempo para admirar y explorar tu belleza… tu cara, tus
hombros, tus senos, tus caderas, tus piernas, cada parte de ti. Crema y rosado, castaño
chocolate y curvas suaves para que mi cuerpo adore. —La empujó suavemente para que ella
quedara sobre su espalda y él estuviera arrodillado en cada lado de sus caderas, alineándose
sobre ella—. Quisiera que te pusieras algo que te hiciera sentir cómoda y hermosa, porque
así es como quiero que te sientas cuando estés conmigo. —Se inclinó para capturar su boca y
besarla atentamente
Cuando se apartó ella rio—. ¿Cómodo como un traje de yoga de Lululemon?
Él frunció el ceño ligeramente—. No sé qué son lou lemons, pero si conseguirlos te hará
cómoda, estoy segura que no objetaría.
Ella arqueó su cuello para que pudiera flotar la punta de sus narices juntas—. Eres
adorable, ¿lo sabes? Pero estaba siendo seria cuando te pregunte. Quisiera escoger algo que
te guste.
—Cualquier cosa sería hermosa si eres tú la que la estés usando. —La besó de nuevo, y
esta vez se permitió a sí mismo el lujo de bajar su pecho desnudo para que estuvieran cerca
pero sin tocarla. El calor y la electricidad saltaron entre sus formas y pronto Bella estuvo sin
aliento.
—¿Color? —Jadeo ella—. ¿Preferencia de estilo?
Ahora él se estaba riendo, y acariciando su mejilla mientras se sonrojaba.
—Bueno, no negra ni roja.
Ella estaba sorprendida—. Pensé que esos eran los colores estándar. Ellos se suponen
que son seductores.
Él se colocó de lado para poder susurrarle en su oído—. Tú ya me has seducido. Estoy
atraído e hipnotizado y muy, muy excitado.
Ahora el cuarto estaba de un cálido imposible y ella olvido de que debería ir su
pregunta siguiente. Y después recordó—: Así que no negro o rojo. ¿Algún color favorito?
Él negó con su cabeza de buen humor—. Creo que te verías bien en colores claros…
blanco, purpura, azul. Supongo que puedo decir que te imaginaba en algo clásico, largo, con
tu cabello cayendo sobre tus hombros. Pero esto no es sobre mí, es sobre ti. Y creo que tú
debes escoger. —Sonrió—. Por supuesto, yo puedo decidir comprar un artículo o dos
mientras estemos allí. Pero para nuestra primera vez, es todo sobre lo que tú quieres. Lo que
te haga sentir especial y sexy y adorada. Eso es lo que yo quiero porque te amo, Isabella.
—Yo también te amo, Edward.
Bella le sonrió y él pensó que su corazón se derretiría dentro de su pecho.
Ella tomó su cara en su mano, pasando un pulgar alrededor de su barbilla rasposa y él
cerró sus ojos y se inclinó hacia su toque. Cuando él abrió sus ojos, ellos estaban claros,
brillantes y muy hambrientos.
—Necesito arreglarme. ¿A qué hora tenemos que salir para Seattle?

338
Él empezó a besarla alrededor de su clavícula desde un hombro hasta el otro—.
Después —beso— desayuno —beso—. Nuestro vuelo es más o menos en la hora de la cena —
beso— y tenemos que estar en el aeropuerto temprano. —Doble beso.
—Entonces necesito vestirme y empacar. Y necesito llamar a Charlie y despedirme.
Él negó su cabeza y después rodó a su lado a regañadientes—. Carlisle está haciendo
waffles para el desayuno.
—¿De verdad?
—Bueno, le dije que cierta mujer joven le gustaban los waffles y se ofreció a hacerlo.
Así que tan pronto como estés lista, podemos ir abajo juntos.
Ella lo besó una vez más y después desapareció hacia el pasillo.

-
Carlisle era un remolino de actividad en la cocina, haciendo y sirviendo el desayuno
del domingo para su familia hambrienta. Emmett estaba comiendo todo lo que no estuviera
clavado o reclamado por alguien más, y Rose, Alice y Jasper estaban estudiando
detenidamente fotos de lugares de recepción de bodas de Seattle en el Blackberry de Jasper.
Y discutiendo con buen humor.
—Allí están. —Alice saludo a su hermano y a su mejor amiga con un abrazo y entraron
a la cocina.
—Necesito devolverte esto —, le susurró Bella mientras empezaba a deshacer la
bufanda que había anudado alrededor de su cuello.
—Quédatela. Mamá tenía tres o cuatro de ella. Yo tomé una y también Rose. —Alice
sonrió y le apretó la mano.
Bella presionó a Alice en un abrazo agradecido. De nuevo estaba agradecida por la
generosidad de su amiga, y también por Esme, cuya presencia parecía nunca desvanecerse.
Mientras Edward visitaba con Jasper y Alice y ofrecía sus opiniones sobre esmóquines,
Bella caminó hacia Carlisle y tomó su desayuno.
—¿Cómo sigue tu mano? —Le ofreció un plato y le sonrió gentilmente.
—Está mucho mejor, gracias.
—Te ves feliz esta mañana. —Emmett le sirvió un vaso de jugo de naranja.
—Lo soy. De verdad lo soy.
—Asegúrate de que él te trate bien —, le susurro con cara seria—. No aguantes
ninguna mierda.
Ella lo miró pensativamente.
—Él ha cambiado, Emmett. Me trata bien y quiere que sea feliz y él… me ama. —Habló
en voz baja para que nadie más pudiera escuchar su confesión.
Emmett la miró con sorpresa y después negó con la cabeza—. Que me condenen —,
murmuró. Cambió su peso incómodamente de un pie grande al otro y después cambió el
tema—. Jacob tenía que haber tenido la audiencia de fianza ayer. Su abogado estaba tratando
de liberarlo. —La miró cautelosamente—. No he sido capaz de descubrir qué sucedió. Quizás
quieras preguntarle a tu papá sobre ello.
A ella le tomó un momento para registrar sus palabras, pero cuando lo hicieron, fue
presa de la ansiedad. Su cara se volvió de un blanco fantasmal y después su plato y vaso se
destrozaron contra el piso, derramando su desayuno en un desastre mojado, jugoso y
pegajoso. Parpadeó rápidamente mientras trataba de recuperar su compostura, rezando que
no fuera a vomitar en el medio de la cocina de Carlisle.
Medio instante después, se movió para arrodillarse para así poder limpiar su último
desastre, maldiciéndose por ser tan torpe de nuevo.
Edward tiene que estar cansado de verme tirar cosas. Soy tan idiota.
Antes de que sus rodillas golpearan al suelo, una mano apareció en frente de su cara.
Bella alzó la mirada hacia un par de ojos verdes preocupados.

339
Edward movió su mano ligeramente, alentándola para que la tomara. La jaló a su lado
y después la sentó en un banquillo, besando rápidamente su frente.
—Estás a salvo conmigo —, le susurró—. No dejare que se acerque a ti. —Además,
Edward acarició sus brazos de arriba hacia abajo confortándola.
Mientras Carlisle preparaba otro waffle, Edward se agacho para recoger las piezas
rotas.
—Yo haré eso. Siéntate con tu chica. —La voz de Emmett era baja y brusca a la ceja
levantada de Edward—. Y lo siento.
Nadie noto el intercambio sutil entre los dos hermanos… el hijo prodigo y el hijo
constante. Sus ojos se encontraron en ese momento, una mirada de entendimiento y tal vez
perdón pasó entre ellos.
Edward asintió agradecidamente y después se sentó al lado de Bella, envolviendo sus
brazos alrededor de ella y murmurando palabras calmantes a su oído hasta que dejó de
temblar.
Él tenía que sacarla de Forks.

-
Mientras ellos se alejaban, Bella cerró sus ojos y suspiró en señal de alivio. Había sido
una mañana llena de emociones. Decirle adiós a su familia adoptiva siempre era difícil. Y
decirle adiós a Charlie después de los eventos de la semana fue extenuante. Aunque había
estado aliviada de escuchar que a él le había sido negada la fianza.
—¿Estás bien? —Edward extendió una mano tentativa y acarició su mejilla.
Ella abrió sus ojos—. Parte de mí no quería irse. Parte de mí no podía esperar por
poner todo detrás.
Él asintió con simpatía—. Me siento de la misma manera.
—¿Qué te dijo Charlie cuando estrecho tu mano?
Edward se removió en su asiento—. Me agradeció por venir a tu rescate. Dijo que sabía
que pudo haber sido mucho peor y que no podía pagarme. —Pasó su largo dedos por los de
Bella, llevando su mano a sus labios para besarla—. Y después me pidió que mantuviera un
ojo en su pequeña chica. Dijo que eras todo para él.
Eso hizo que una lágrima rodada por la mejilla de Bella. Ella la limpió con su mano
libre, y después miró hacía la ventana.
Las cosas con su padre habían ciertamente cambiado.

-
Fue un largo viaje de vuelta a Toronto. Bella se abrazó a Edward después que la cena
fue servida, evitando la película y la tarea para descansar su cabeza sobre su brazo.
—Necesito hacer los arreglos para nuestro viaje —, dijo él en voz baja, colocando un
beso en el tope de su cabeza.
—¿Cuándo nos iríamos?
—Desafortunadamente, más pronto de lo que crees. Había planeado en irme tan
pronto las clases hubiesen terminado el viernes. Pero si vienes, necesitare esperar hasta
después que Katherine coloqué tu nota. Mi conferencia es el diez de diciembre. ¿Podemos
irnos el ocho?
—Tengo que entregar ensayos el viernes, de cualquier manera. Y Katherine está
esperando un borrador de parte de mi tesis en ese tiempo, también. Estoy asumiendo que
ella colocara mi nota en unos cuantos días, así que probablemente pueda irme el ocho.
¿Cuándo estabas planeando regresar?
Edward movió su brazo para poder abrazarla y que ella inclinara su cabeza contra su
pecho.

340
—Alice está bastante firme sobre tenernos a todos en casa para navidad. Y eso te
incluye a ti. Así que tendríamos que dejar Italia el veintitrés o el veinticuatro y pasar Toronto
por Seattle. Al menos que prefieras pasar las navidades en Italia. Conmigo.
Bella rio—. No con el riesgo de incurrir en la ira de Alice. Y Charlie está esperando que
vaya a casa. Aun cuando él sepa que no puedo quedarme en su casa. —Tembló
involuntariamente.
Edward la apretó—. Entonces puedes quedarte conmigo. Y si es necesario,
reservaremos un cuarto en un hotel. No dormiré en el otro lado del pasillo de nuevo.
Ella se sonrojó por su declaración y sonrió.
—Tendremos dos semanas para disfrutar Florencia. O podemos viajar a Venecia y
Roma, si lo deseas. Quizás rentar una villa en Umbría. Conozco un lugar cerca, Todi es
bastante hermoso. Me gustaría enseñártelo.
—Mientras esté contigo, mi amor, no me importa dónde estemos.
Los labios de él se apretaron por un momento—. Bendita seas por eso —, murmuró.
Ella se inclinó para susurrar en su oído—: Tomando el riesgo de revelar demasiada
información, te diré que los días que has escogidos son perfectamente compatibles con mi…
um, ciclo. En caso de que estuvieras preocupado sobre eso siendo un problema.
Él sonrió ligeramente pero no dijo nada, escogiendo simplemente indicar su alivio con
un muy educado asentimiento. Sin embargo, internamente, se permitió levantar un puño.
—Alice está programando la boda para finales de agosto, siempre que el lugar que
ellos quieren esté disponible. Me pregunto por qué ella quiere esperar tanto. —Bella estaba
pescando para ver si Edward tenía alguna información.
Él se encogió de hombros—. Conociendo a Alice, necesitara meses para asegurarse de
que la gente adecuada esté notificada y que la boda sea pasada por CNN.
Ambos rieron.
—Edward, descubrí algo en el baño del segundo piso.
Él la miró con expresión burlona—. ¿Qué fue?
—El paquete de una prueba de embarazo.
Le tomó un momento a Edward para procesar esa información—. No crees que…
¿Alice?
Bella asintió—. No era mía obviamente. Y Alice dijo que Rose no podía tener hijos, así
que…
—¿Crees que es por eso que Alice quiere la boda en agosto? ¿Ella está esperando hasta
que el bebé haya nacido?
—Tiene sentido.
Edward asintió para sí mismo—. Bueno, no podrá mantener el secreto por mucho
tiempo. Carlisle es un doctor… y Emmett y Rose son curiosos.
—¿Crees que Jasper estará feliz por el bebé?
Edward se removió ligeramente en su asiento—. Él la ama. Quiere casarse con ella.
Creo que esto lo hará más determinado que nunca… el pensamiento de que el amor de su
vida lleve su hijo. Si fuera verdad. —Se detuvo por un segundo y se giró para verla—.
Isabella, ¿tienes problemas con que yo no pueda…?
—En realidad no. Una familia parece algo tan apartado de mí. Quiero terminar mi
maestría y después trabajar en mi doctorado. Me gustaría enseñar. —Se encogió de
hombros—. Tal vez este es el beneficio de salir con una mujer joven.
Edward resopló—. Haces que suene anciano. Te das cuenta que cuando tengas treinta
probablemente cambies de pensar. Y cuando eso ocurra…
Ella frunció el ceño y negó con su cabeza hacia él.
—¿Qué esperas que te diga… que no te quiero? No voy a decir eso. Te amo, Edward, a
ti completo. Por favor no me apartes cuando por fin estamos acercándonos. —Inhaló
profundamente y cerró sus ojos—. Eso duele.

341
—Perdóname —, susurró, besando la palma de su mano.
Ella aceptó su disculpa y después cerró sus ojos, cansada por las emociones de ese día.
Edward se frotó sus ojos para poder pensar. Pero se dio cuenta pronto que necesitaba
espacio y tiempo lejos de ella a fin de hacerlo.
Su simple presencia lo intoxicaba.
No necesitare apartarte cuando te cuente sobre Tanya…

-
La primera semana de diciembre era la última semana de clases. Fue bastante
tranquila, durante la mayoría del tiempo.
Edward y Bella obedientemente mantuvieron sus distancias uno del otro. Cada noche
él preparaba su conferencia para la Galeria Uffizi en su espacioso apartamento mientras ella
trabajaba hasta el cansancio en sus ensayos y en su tesis en su pequeño hueco de hobbits.
Y ellos se escribieron mensajes de texto uno al otro, sin descanso.

Cariño,
Te extraño.
¿Vienes?
Con amor,
E.

Bella sonrió a la pantalla de su IPhone de tal manera que incluso el IPhone se sonrojó.
Y después tipeó su respuesta.

E,
Te extraño, también.
Estoy terminando un ensayo de este loco seminario Dante que estoy tomando.
Probablemente estaré despierta toda la noche.
El profesor es ardiente pero es exigente.
Te amo,
B.

Bella volvió su atención a su laptop y continuó editando su ensayo a Katherine. Unos


cuantos minutos después, su teléfono le vibró de nuevo.

Cariño,
Estás de suerte…
Soy un especialista de Dante.
¿Por qué no traes tu ensayo para acá
y yo te ayudo con él
toda la noche…?
Con amor,
E.
P.D: ¿Qué tan ardiente está?

Bella rio por su mensaje y después presionó responder.

Queridísimo Especialista de Dante,


Mi profesor es tan ardiente como el fuego, whisky Bonnet peppers,
o pollo vindaloo.
Sé lo que tú toda la noche incluiría…

342
y no sería terminar mi ensayo.
¿Lo cambiamos para el viernes?
Con amor,
Tu B.
XO

Bella miró a su IPhone esperando por otro mensaje de texto. Pero no llegó. Hasta que
estaba en el baño. Cuando regresó leyó lo siguiente:

Querida B,
Hmmm. Eso es bastante ardiente.
Tú declinación a mi invitación me ha reducido a un mar de soledad,
la cual ahora alejare con un trago de whisky
y dos capítulos de Graham Green.
Tu X y O casi lo arreglan.
¿Cómo está tu mano?
Te amo,
E.
P.S. Eres tan ardiente como la superficie del sol pero mucho más adorable.

Bella rio de nuevo. Flexionó su mano y rotó su muñeca. Estaba sanando bien y se había
quitado el vendaje unos cuantos días atrás.

Queridísimo E,
Mi mano está muchísimo mejor,
Gracias.
Pero estaría mil veces mejor si estuvieras aquí para besarla,
B.

Y unos cuantos minutos después…

Me estoy dirigiendo a mi carro…


E.

Bella rápidamente escribió una respuesta.

¡Edward, para!
Es un gesto tan adorable.
Gracias.
Por supuesto que amaría verte,
Pero tengo que terminar este trabajo
y si vinieses, no lo terminare.
Te veré en el seminario mañana.
¿Por favor?
Amor, B.
P.D. Tu halago me quita el aliento.

Le tomó solo un minuto a Edward para contestar.

Cariño,
Bien.

343
(dirigiéndome de vuelta solo & rechazado,
Posiblemente llorando tristes, tristes lágrimas)
Con amor,
E.
P.D. Respira, cariño, porque los halagos nunca terminaran.

-
Edward y Bella finalmente se encontraron en persona en su último seminario el
miércoles, el cual estuvo mucho más interesante por la conducta sospechosa de Ángela
Webber.
Ella estaba tranquila.
Estaba todavía vestida a la moda, en un vestido de suéter de casimir de color
aguamarina que se ajustaba hipnóticamente en su pecho y trasero. Su maquillaje estaba
perfecto, su cabello largo y arreglado impecablemente. Pero su expresión era agria y no tomó
nota, porque sus brazos estaban cruzados defensivamente alrededor de sus senos.
Cuando el profesor Masen hizo una pregunta que ella sabía, se rehusó a levantar su
mano. Cuando miraba por el borde de sus lentes para ver si la instaba a participar, ella
fruncía el ceño y apartaba la mirada.
Si no fuera por el hecho de que su mente estaba en el Paraíso de Dante, se hubiese
puesto incomodo. Pero no lo hizo.
Ángela estaba sospechosa no simplemente en su silencio sino en su hostilidad fragante
hacia Bella, para la cual le reservaba las más viles de las miradas.
—¿Qué se le arrastró hasta su trasero? —le susurró Bella a Peter tan pronto como la
clase hubo terminado.
Él se rio en voz baja—. Tal vez ella finalmente se dio cuenta de que Masen nunca
pasará su propuesta de tesis y está contemplando un cambio de carreras. Hay un club de
estríper en la calle Yonge que está contratando. Quizás tenga lo que se necesita para trabajar
en la base de estríper. O no.
Ahora era Bella la que reía disimuladamente.
—Por cierto, me gusta tu bufanda. Muy francés. —Peter le sonrió con buen humor—.
¿Un regalo del novio?
—No. De mi mejor amiga de allá. Ella está interesada en la moda.
—Bueno, se ve bien en ti.
Bella le sonrió y después ambos empacaron sus libros y caminaron hacia casa a través
de la cascada delicada de nieve, contando historias sobre sus días de Acción de Gracias
separados.

-
Para el viernes, el profesor Masen estaba de mal humor. Había pasado la mayoría de su
semana completa sin Isabella y la había visto alejarse caminando con Peter después de su
seminario, sin mucho más que una mirada de regreso a su dirección. Había mantenido su
distancia de ella cuando todo lo que quería hacer era tocarla y decirle a todo el mundo que
era suya.
Había dormido solo por casi una semana. Durmiendo desnudo en la oscuridad, los
demonios habían venido y las pesadillas se habían burlado y lo habían oprimido. Las
pesadillas normalmente se mantenían a raya por la presencia única de ella, una
luminiscencia inigualable ni por la estrella más brillante.
Una estrella con la que él pronto tendría que dejar de vivir.
Sabía que tenía que decir sus secretos antes que abordaran el avión a Italia. Así que
lamentó el hecho de que su (posiblemente) última semana con Isabella la hubiese pasado
solo.

344
Había cambiado su boleto y hecho todas las reservaciones para que Isabella lo
acompañara a Florencia, pero lo hizo a medias y no sin invertir en el seguro de cancelación
de viajes, porque de verdad creía que ella lo dejaría.
Temía el momento cuando sus ojos grandes e inocentes se oscurecieran y llenaran de
conocimiento y ella lo rechazara como indigno. Pero no le permitiría regalar su inocencia a
tal monstruo sin tener el conocimiento. Él no jugaría a Cupido para su Psyque.
Porque eso sería monstruoso.
En consecuencia, fue con frialdad indisimulada que la saludó el viernes en la noche
cuando ella llegó a su puerta, justo a tiempo para la cena. Besó su frente fraternalmente y
después dio un paso hacia adentro, indicándole que debería entrar.
Bella supo en el instante que algo iba mal. No fue solo porque podía escuchar las notas
de Madama Butterfly de Puccini sonando de la sala de estar. Usualmente Edward la saludaba
con un abrazo y unos cuantos besos apasionados, antes de quitarle su abrigo. En vez él se
paró allí, sin siquiera hacer contacto visual, esperando por ella para moverse o hablar.
—¿Edward? —Ella extendió su mano para tocar su cara—. ¿Está algo mal?
—No —, mintió, apartando su cara—. Ha sido una semana larga. ¿Puedo ofrecerte un
trago?
Bella resistió la urgencia de insistir por información y en vez pidió por una copa de
vino. Tal vez él se relajaría en la cena.
Pero no lo hizo.
Él sirvió la cena de ambos en completo silencio y cuando Bella trató de hacer
conversación pequeña y educada sobre su carne roast beef y las papas horneadas y el pudin
Yorkshire, él respondió con monosílabos. Ella le dijo que había completado todos sus
trabajos escolares por el semestre y que Katherine Picton había accedido a darle su nota antes
del martes, ocho de diciembre, pero Edward solo asintió rígidamente en respuesta,
observando a su ya pronta a estar vacía copa de vino.
Bella nunca lo había visto beber tan fuertemente. Él ya estaba borracho la noche que lo
rescató en el Lobby. Pero esta noche era diferente. Él no estaba coqueto y feliz, se veía
atormentado. Con cada copa, se preocupaba más pero cada vez que abría la boca para decir
algo, descubría un vistazo fugaz de tristeza en su cara, lo que la hacía refrenarse.
Él se volvió progresivamente más frío y más distante con cada trago, tanto así que para
el tiempo que sirvió uno de los pie de manzana hechos por su ama de llaves para el postre,
Bella lo rechazó y demandó que silenciara a María Callas para que pudieran hablar.
Eso llamó su atención, dado que el pie (y la Butterfly) eran la culminación de su cena.
Su Última Cena.
—Nada está mal —, resopló él, mientras se acercaba a la música y paraba la
presentación de ópera.
—Edward, para de mentirme. Es obvio que estás molesto. Solamente dime. Por favor.
La vista de Isabella, la inocente Isabella, con sus grandes y marrones ojos y su ahora
ceño fruncido casi acabo con él.
¿Ella tenía que ser tan dulce? ¿Tan entregada? ¿Tenía que ser tan compasiva? ¿Con ojos
grandes y gentiles?
Su culpa se agravo. Tal vez era una suerte que él no la hubiese seducido. Se corazón se
reparará más fácilmente ahora, ahora que ellos no se habían conocido sexualmente.
Unicamente estuvieron juntos por unas cuantas semanas. Ella secaría sus lágrimas
rápidamente y quizás encontraría un afecto calmado y pacifico con alguien bueno y
constante, como Peter.
Ese pensamiento lo hacía enfermar violentamente.
Sin decir una palabra, caminó hacia el piano y tomo uno de los decantadores y una
copa de cristal. Regresó a su asiento en la mesa del comedor y sirvió dos dedos de whisky. Se
bebió la mitad en un trago y después bajó su vaso a la mesa rudamente. Esperó que se

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calmara la sensación de ardor en su garganta. Esperó que el coraje líquido se adhiriera por
dentro, fortaleciéndolo, reforzándolo. Pero le tomaría mucho más whisky para calmar el
dolor de la profundidad de su alma. Tomó una respiración profunda.
—No puedo dejar esto de lado por más tiempo. Tengo algunas… cosas desagradables
que decirte. Y sé que cuando haya terminado, te perderé.
—Edward, por favor. Yo…
—Necesito decirlo todo de una vez. Por favor, solamente déjame decirlo. —Tiró de su
cabello libremente—. Antes de que pierda mi valor. —Cerró sus ojos e inhaló de nuevo. Y
cuando los abrió, la miró como un dragón herido—. Estás viendo a la cara de un asesino.
El sonido golpeó los oídos de ella pero no se hundió de su consciencia. Pensó que había
escuchado mal.
—No solamente soy un asesino, sino que tomé una vida inocente. Si soportas quedarte
en el mismo cuarto que yo por unos cuantos minutos, te explicare cómo sucedió eso. —
Esperó que ella reaccionara pero ella se sentó quieta, así que continuó—: Fui a Oxford para
mi maestría. Estudie en la Universidad Magdalen. Ya sabías esto. Lo que no sabías es que
mientras estuve allí conocí a una chica americana llamada Tanya.
Bella inhaló bruscamente y Edward se detuvo. Cada vez que le había preguntado sobre
Tanya él la había callado. Había tratado de hacerle pensar que no era una amenaza, pero no
le había creído. Por supuesto Tanya era una amenaza a su progresiva cercanía. Tanya lo
había apartado de ella en el medio de la cena en el pasado octubre. Y antes de que hubiese
huido Edward se había parado, demacrado, citando a Lady Macbeth. Bella tembló
ligeramente en anticipación.
—Tanya estaba estudiando pregrado en la misma Universidad. Ella era atractiva. Alta
y majestuosa con cabello rojizo. Le gustaba decirle a la gente que estaba relacionada con la
aristocracia Rusa, una clase de Anastasia. Nos volvimos amigos y pasábamos tiempo juntos
en ocasiones, pero no era físico. Estaba viendo a otras chicas y ella estaba suspirando por
alguien…
Él aclaró su garganta nerviosamente.
—Me gradué y me mude hacia Harvard. Tanya y yo nos mantuvimos en contacto por
vía de email por un año a algo así, muy casualmente, y después me dijo que había sido
aceptada en Harvard para su maestría. Estaba estudiando para volverse un especialista de
Dostoyevsky. Ella necesitaba ayuda para encontrar un sitio donde vivir dado que todavía
estaba en Oxford así que le dije sobre un apartamento vacio en mi edificio. Se mudó en
agosto.
Él vio a Bella inquisitivamente.
Ella asintió, tratando de evitar que se mostrara en su cara su miedo.
—El año que ella llegó fue mi más difícil en la escuela de graduados. Estaba trabajando
en mi tesis de doctorado junto con ser un asistente de un profesor muy exigente. Estaba
despierto a todas horas, escribiendo y teniendo muy poco tiempo para dormir. Allí fue
cuando empecé a usar cocaína.
Él bajó la mirada y empezó a jugar con sus manos, pasándolos alrededor de la mesa
como si estuviera tocando piano.
Bella se preguntó qué melodía él había escogido tocar.
Berlioz, definitivamente.
—Solía salir a beber los fines de semanas con los muchachos de mi programa. Nos
metíamos en peleas, ocasionalmente. —Rio—. Yo nunca estuve en mi mejor comportamiento
y algunas veces incluso salíamos a buscar problemas. Aunque eso pago al final. Con Jacob.
Él se inclinó hacia adelante en su silla, descansando sus antebrazos en el borde de sus
rodillas.

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Bella observó su rodilla moverse nerviosamente. Con cada oración se volvía más
inquieto, indicándole que se estaba acercando más al borde del abismo en el cual había
escondido su secreto.
—Una noche alguien paso un poco de coca. Me pregunté si me ayudaría a mantenerme
despierto para poder trabajar hasta tarde. Así fue como empezó. La usaba como un
estimulante. Después la alterne con alcohol. Pensé que porque iba a Harvard, era un
respetable consumidor de droga. Pensé que podía controlarla. —Suspiró profundamente y el
tono de su voz bajó—. Estaba equivocado. Tanya estaba siempre alrededor. Tocaba a mi
puerta a todas horas porque siempre estaba despierto. Yo escribía y ella se sentaba en su sofá
y leía o hacia té ruso. Empezó a cocinar para mí y hacer las compras. Eventualmente, le di
una llave de mi apartamento dado que ella estaba allí todo el tiempo. Cuando estaba usando
cocaína, no comía mucho. Ella era la única razón de que yo tuviera algún tipo de nutrición.
Ella me cuidó.
Ahora la voz de Edward tomó un tono más oscuro, como si la culpa dentro de su ser
estuviera arañando para salir.
Él leyó la pregunta en sus ojos y apretó su mandíbula.
—Sí, ella sabía que estaba en drogas. Al principio trate de ocultarlo, pero siempre
estaba allí. Finalmente, me rendí y empecé a usar en frente de ella. No le importaba. —Ahora
evitaba la mirada de Bella. Se veía avergonzado—. Ella había vivido una vida protegida. Era
completamente inocente sobre drogas y sobre muchas otras cosas. Yo era una influencia
corruptiva. Una noche, ella se unió a mí. Ella se quitó toda su ropa y sugirió que hiciéramos
unas líneas en el cuerpo del otro. No estaba pensando bien, obviamente, y ella estaba
desnuda…
Él exhaló lentamente y negó con su cabeza, manteniendo sus ojos en sus manos
inquietas.
—No me estoy excusando. Fue mi culpa. Pero no planee involucrarme con ella. Era una
buena chica que estaba habituada en obtener lo que quería. Y ella me quería a mí… al adicto
brillante del piso de abajo.
Él flotó su barbilla con la palma de su mano y Bella se dio cuenta de repente que no se
había afeitado esa mañana. Se removió en su silla e inhaló profundamente.
—A la mañana siguiente le dije que había sido un error. No estaba interesado en ser
monógamo. La cocaína me hacia antojarme del sexo, aunque eventualmente menoscabo mi
deseo. Karma, supongo. Estaba acostumbrado con estar con una mujer diferente cada
semana. Cuando le dije todo esto a ella, dijo que no le importaba. No importó lo que dijera o
hiciera, cuán idiota fuera con ella, siempre estaba allí. Así que así fue como fue por un
tiempo. Ella actuaba como si fuera mi novia y yo actuaba como si fuera un polvo
conveniente. No me importaba ella, solo me importaba mí mismo y las drogas y la maldita
tesis de doctorado.
Bella sintió su corazón hundirse. Sabía que Edward nunca había querido compañía
femenina. Él era un hombre apuesto que era extremadamente sensual. Las mujeres se caigan
sobre sí mismas a fin de atraer su atención. No estaba complacida sobre su pasado, pero lo
había aceptado y se había dicho a sí misma que no le importaba.
Pero Tanya era diferente.
Ella había sabido esto instintivamente desde la primera vez que escuchó el nombre. E
incluso creyendo que Edward ya no estaba involucrado con ella, lo que él estaba empezando
a describir era mucho más serio que un rollo de una noche. El espectro verde de los celos
empezó a enrollarse alrededor de su corazón.
Edward se levantó y empezó a caminar de un lado a otro, jalando su cabello con sus
dos manos.
—Todo se estrelló por fin unos seis meses después cuando ella me dijo que estaba
embarazada. Le dije que fue su culpa por no usar la píldora. La acuse de tratar de

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entramparme y le dije que se deshiciera de eso. —Su cara se contornó con emoción y se veía
como si estuviera adolorido—. Ella lloró. Se puso en sus rodillas y dijo que había estado
enamorada de mí desde Oxford y que quería el bebé. Pero no la escuche. Le tire un poco de
dinero para el aborto y la bote de mi apartamento como si fuera basura. —Edward gruñó, un
llanto retorcido que venía de las profundidades de su ala. Se frotó sus ojos con sus dedos.
Bella abanicó con una mano temblorosa a su frente. No había esperado eso. Pero
mientras su mente se aceleraba, una cantidad de piezas del rompecabezas que era Edward
Masen empezó a unirse.
—No la vi por mucho tiempo. Asumí que se había hecho el aborto. Ni siquiera me
preocupe en descubrirlo, así era cuán jodido estaba. Un par de meses después, camine
tropezando hacia la cocina una mañana y descubrí un ultrasonido pegado en mi nevera. Con
una nota. —Se tiró de vuelta en su silla y colocó su cabeza entre sus manos—. Ella escribió:
“Esta en tu niña, Maia. ¿No es ella hermosa?
La voz de Edward fue mitad estrangulada por el sollozo que escapo de su pecho.
—Pude ver la línea de su pequeña cabeza y su nariz, sus pequeños brazos y piernas.
Pequeñas manos y pequeños pies. Ella era hermosa. Esta hermosa, frágil niña. Mi niña. Maia.
—Tragó otro sollozo—. No lo sabía. No era real. Ella no era real hasta que vi su foto y…
Edward estaba llorando.
Bella vio las lágrimas rodar por sus mejillas y su corazón se encogió. Mientras sus
propias lágrimas llenaban sus ojos se movió hacia él, pero él levantó una mano para
detenerla.
—Le dije a Tanya que lo sentía. Le dije que ayudaría con la bebé. Por supuesto, estaba
en la quiebra. Había gastado todo mi dinero en drogas y ya llevaba una cuenta con mi
traficante. Tanya sabía eso y de alguna manera todavía me quería. Volvimos juntos y ella leía
en mi sofá mientras yo escribía mi tesis. Se mantuvo alejada de las drogas y trató de cuidarse
a sí misma y a su bebé. Yo trate de dejarlas, pero no pude. Estaba demasiado nervioso. No
podía funcionar.
Él subió su cabeza para mirar a Bella.
—¿Quieres escuchar el resto? ¿O estás lista para irte ya?
Bella no dudo. Caminó hacia él y envolvió sus brazos alrededor de sus hombros—. Por
supuesto que quiero escuchar el resto, Edward.
Él se aferró a ella con fuerza, pero solo por un momento antes de alejarla y limpiar sus
mejillas con la palma de su mano.
Ella se paró hacia un lado, retorciendo torpemente sus manos mientras él continuaba
su confesión.
—Los padres de Tanya vivían en Alaska. Ellos no eran millonarios, pero le enviaban
dinero. Esme solía enviarme dinero también, cada vez que la llamaba. De alguna manera
fuimos capaces de mantenernos a flote. O por lo menos, retrasar lo inevitable. Pero yo use la
mayoría del dinero para drogas. —Rio oscuramente—. ¿Qué clase de hombre toma el dinero
de una mujer embarazada y lo gasta en cocaína? —Continuó rápidamente—. Una noche en
septiembre, me fui de parranda. Estuve lejos por un par de días y cuando finalmente regrese
a casa colapse en el sofá. Ni siquiera pude llegar al cuarto. Me desperté la siguiente mañana
con una completa resaca. Tropecé hasta el pasillo y vi la sangre en el suelo.
Edward cubrió sus ojos con sus palmas, como si estuviera tratando de bloquear la
visión.
Bella sintió acelerarse su pulso mientras esperaba su revelación.
—Seguí el rastro y encontré a Tanya acostada en el piso del baño en una piscina de
sangre. Traté de encontrarle su pulso, pero no pude. Pensé que estaba muerta.
Edward se quedó en silencio por unos cuantos minutos.
Bella sostuvo su aliento y esperó a que él continuara.

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—Si la hubiese revisado cuando llegué a casa, hubiese podido llamar a una ambulancia
inmediatamente. Pero no lo hice. Estaba drogado y no me importaba nadie más que mí
mismo. Cuando me dijeron que perdió el bebé, lo supe. Esa fue una muerte prevenible y fue
mi culpa. Pude tal vez no haberla matado con mis propias manos. —Sostuvo sus manos en
frente de su cara y las giró lentamente, como si las estuviera observando por primera vez—.
Soy un asesino, Isabella. Un drogadicto asesino.
Bella abrió su boca para contradecirlo pero él la cortó rápidamente.
—Tanya pasó semanas en el hospital, primero con problemas físicos y después con
depresión. Tuve que tomar un periodo de ausencia de Harvard porque estaba muy drogado
o borracho para trabajar. Debía miles de dólares a algunas personas peligrosas y no tenía
forma de conseguir el dinero. Yo iba a rogar a Esme y a Carlisle para que pagaran los gastos
médicos de Tanya. Ella trató de matarse a sí misma en el hospital, así que quería ingresarla
en una institución privada de ayuda mental, en algún sitio donde pudieran ser buenos con
ella. Cuando llamé a mis padres rogándoles por ayuda, me dijeron que era una desgracia.
Que necesitaba casarme con ella, y después nos ayudarían. —Hizo una pausa—. Lo hubiese
hecho. Pero Tanya estaba demasiado inestable para siquiera discutirlo. Así que decidí que
cumpliría mi deber con ella, y después me iba a matar a mí mismo. Y eso pondría un final a
todos mis problemas.
Edward la miró con ojos fríos y muertos.
—Así que ves, Isabella, soy uno de los condenados. Por causa de mi indiferencia
depravada cause la muerte de un niño y la destrucción permanente del futuro brillante de
una mujer joven. Mejor fuera si yo habría tenido una piedra de molino colgada alrededor de mi cuello
y se me arrojada al océano*.
—Fue un accidente. No fue tu culpa.
Él se rio amargamente—. ¿No fue mi culpa que tuve sexo con Tanya e hice un bebé?
¿No fue mi culpa que la haya tratado como una puta, hecho adicta a las drogas, y presionada
para tener un aborto? ¡¿No fue mi culpa que llegue tambaleante, drogado, y ni siquiera me
moleste en revisar para ver si ella estaba en mi apartamento?!
Bella tomó sus manos en las de ella y las apretó con fuerza—. Edward, escúchame.
Contribuiste con la situación, pero fue un accidente. Si había mucha sangre entonces eso
significaba que había algo mal con el bebé. Y si no hubieses llamado la ambulancia cuando lo
hiciste, Tanya habría muerto. La salvaste.
Él no miró hacia arriba, pero ella movió su mano hacia su barbilla y lo forzó para que la
mirara.
—La salvaste. Y tú mismo dijiste querías el bebé. No querías que el bebé muriera.
Él se estremeció debajo de su toque pero ella no lo liberó.
—No eres un asesino. Solamente fue un accidente trágico.
—No lo entiendes, Isabella. —Su voz era fría, apático—. Soy igual a él. Él te uso y yo la
use a ella. Yo hice más que usarla. La trate como si fuera un juguete y le di drogas, cuando
debí haberla protegido. ¿Qué tipo de monstruo soy yo?
—No eres nada como él —, siseó, dejándose llevar por sus emociones—. Él no siente
remordimiento de lo que hizo y dada la oportunidad lo haría de nuevo. O peor. —Tomó una
respiración profunda y la sostuvo—. Edward, cometiste algunos errores. Hiciste cosas
terribles. Pero lamentas todas ellas. Y has estado tratando de redimirte por ello por años. ¿No
debería contar eso para algo?
—Todo el dinero en el mundo no puede pagar por una vida.
—Una vida que no tomaste —, replicó ella, con los ojos brillantes.
Edward escondió su cabeza en sus manos. Esta no era la forma en que esperaba que
esa conversación iría.
___
* La Biblia. Mt. 18, 2—6.

349
¿Por qué está ella aún aquí? ¿Por qué no ha huido?
Ella se apartó un paso y lo miró por un momento. Podía sentir la desesperación
saliendo de él en hondas mientras atormentaba su cerebro para encontrar una manera de
ayudarlo.
—¿Conoces a Victor Hugo de Les Misérables?
—Por supuesto —, susurró él.
—El héroe abandona sus pecados y realiza una penitencia; cuida de una chica joven
como si fuera su propia hija. Pero todo el tiempo, un policía lo persigue, convencido de que
él no se ha reformado. ¿No preferirías ser la persona que realiza la penitencia que el oficial
argumentando que no puede haber reforma?
Edward no contestó.
—¿Crees que deberías sufrir por tu pecado para siempre?
Sin respuesta.
—Porque parece que eso es lo que estás diciendo… que no te permitirás ser feliz. No te
permitirás tener hijos. Crees que has perdido tu alma. ¿Pero qué hay sobre la redención,
Edward? ¿Qué hay sobre el perdón?
—No lo merezco.
—¿Qué pecador lo merece? —Ella negó con su cabeza—. Cuando te dije sobre lo que
sucedió con él me dijiste que me perdonara a mí misma y me permitiera ser feliz. ¿Por qué no
puedes hacer lo mismo para ti mismo?
Edward miró hacia el suelo—. Porque tú eras la víctima. Yo soy el asesino.
—Vamos a decir que eso es verdad. ¿Cuál sería una penitencia apropiada, Edward?
¿Cómo se haría la justicia?
—Ojo por ojo —, murmuró.
—Bien. Ojo por ojo significaría que tú tendrías que salvar la vida de un niño. Eres el
responsable de la muerte de un niño, así que la justicia requiere que devuelvas una vida. Sin
monedas. Sin regalos bonitos, pero vida.
Él se quedó inmóvil, pero ella sabía que estaba escuchando.
—Salvaste la vida de Tanya, pero sé que no contaras eso. Necesitas salvar la vida del
bebé de alguien más. ¿Estás de acuerdo, Edward? ¿No pagaría eso tu pecado? ¿O por lo
menos ofrecería algún tipo de restitución?
—No traería a Maia de regreso. Pero sería algo. Me haría menos… monstruoso. —Los
hombros de Edward se encorvaron en su silla mientras bajaba la cabeza.
El dolor en su voz casi parte en dos el corazón de Bella, pero ella continuó valiente.
—Tendrás que encontrar un bebé que esté en peligro de muerte y salvarla. Y eso sería
la expiación.
Él asintió ligeramente, reteniendo un gruñido.
Bella se sentó sobre sus rodillas, tomando su mano en la de ella.
—¿No lo ves, Edward? Yo soy esa niña.
Él subió su cabeza y la miró como si estuviera loca, sus ojos húmedos taladrando los de
ella.
—Jacob me hubiese matado. Él estaba tan furioso cuando lo golpee, que iba a romper la
puerta de mi cuarto y matarme. Excepto que me habría violado antes. Incluso si hubiese
llamado a Charlie o al 911, ellos nunca hubiesen llegado a tiempo. Pero me salvaste. Lo
apartaste de mi puerta. Evitaste que regresara a la casa. Yo estoy viva ahora por ti. Soy la
niña de Charlie y tú salvaste mi vida, Edward.
Él se mantuvo inmóvil, completamente sin palabras.
—Una vida por una vida, eso fue lo que dijiste. Tomaste una vida, y ahora has salvado
a una. Piensa sobre eso. Ahora tendrás que perdonarte a ti mismo. Pídele a Tanya que te
perdone, pídele a Dios que te perdone, pero tienes que perdonarte a ti mismo. Eres una
persona diferente ahora. No es suficiente —, susurró, sus ojos grandes y tristes llenos de

350
lágrimas—. No te traerá a tu hija de regreso, eso es cierto. Pero piensa sobre el regalo que le
diste a Charlie… su propia hija. Vuelve nuestra deuda en penitencia. No eres un monstruo,
eres un ángel. Mi ángel.
Edward la miró en silencio, tratando de leer sus ojos, sus labios, su expresión. Y
después cuando terminó, extendió su mano y la llevó a sus brazos, sentándola en su regazo.
La sostuvo por lo que pareció ser para siempre mientras sus lágrimas caían en los hombros
de ella.
—Lo siento tanto —, susurró—. Lamento haber esperado tanto tiempo para decirte.
Lamento que mi historia sea cierta. Yo he matado tu fe en mí. Sé eso.
—Edward, no. Todavía te amo.
Ella trató de calmarlo al murmurarlo en su oído, dejando que liberara su dolor a través
de sus lágrimas.
Y cuando sus lágrimas finalmente disminuyeron, ella tocó los botones de la camisa
blanca de él desabrochándolos rápidamente, antes que pudiera preguntarle qué estaba
haciendo. Ella apartó su camisa de su pecho desnudo y paso sus dedos alrededor de su
tatuaje. Y después lentamente, muy lentamente, bajó sus labios hasta la boca del dragón y la
besó.
Cuando se apartó, Edward la miró con una interrogante silenciosa.
Ella removió su bufanda y suavemente levantó la mano de él para que pudiera tocar su
marca de mordedura, una marca que se había descolorido ligeramente pero no desaparecido.
Y después colocó su mano en el tope de su tatuaje.
Él parpadeó y cerró sus ojos.
—Ambos tenemos cicatrices. Y quizás tengas razón, ellas no desaparecerán. Pero yo
soy tu expiación, Edward. Mi vida es tu regalo para un padre que hubiese perdido su hija
para siempre. Gracias.
—Soy un hipócrita. —Su voz fue ruda—. Le dije a Charlie que era un padre terrible.
¿Qué tipo de padre soy yo?
—Uno joven. Uno inexperto. No deberías haber estado tomando drogas. Pero querías a
la bebé, Edward. Lo dijiste tú mismo.
Él asintió ligeramente mientras se aferraban el uno al otro.
—Nada que yo pueda decir la traerá de regreso. Pero si te confortará, yo te diré que
creo que tu niña está cantando con los bendecidos en el Paraíso. Con Esme. —Ella limpió sus
lágrimas—. Estoy segura de que Esme y Maia querrían que encontraras amor, gracia y
perdón. Ellas habrían rezado por tu redención. Ellas no pensarían que eres un monstruo.
—¿Cómo puedes estar segura? —susurró.
—Aprendí esto de ti, en tu último seminario. El canto treinta y dos del Paraíso de Dante
que describe un lugar especial que tiene Dios para los niños. De tales es el reino de los cielos. Y
en paraíso, hay únicamente amor y perdón. Sin odio. Sin malicia. Solo paz.
Él la acercó y la pareja se abrazó uno a uno con fuerza.
Bella no podía haber imaginado el secreto de Edward. Y aunque se entristeció con la
forma en que la disposición melancólica de él había formado su dolor, su dolor era algo que
no podía negar. Ella no había amado a un niño solo para verlo morir. Así que estaba llena de
compasión por él y honrada en ayudarlo a reconocer su propio valor y para aceptar que era
alguien que podía ser amado, a pesar de sus pasados pecados. Sentada en su regazo con sus
lágrimas todavía amortiguadas en su blusa, la imagen que era Edward Masen se volvió
completamente clara. En muchas maneras, él era muy parecido a un niño asustado,
aterrorizado de que nadie perdonaría sus faltas. O lo amaría a pesar de ellas. Pero ella lo
haría.
—Edward, no puedes estar cómodo en esta silla.
Él asintió contra su hombro.

351
—Ven. —Bella se paró y tomó su mano, jalándolo para que se levantara. Lo guio hacia
el sofá y lo animo a sentarse, mientras giraba el botón de la chimenea.
Él se quitó sus zapatos y ella lo obligó a estirarse completamente, descansando su
cabeza en su regazo.
Ella trazó sus cejas y después empezó a pasar sus dedos por su cabello salvaje y
alborotado.
Él cerró sus ojos.
—¿Dónde está Tanya ahora?
Él suspiró.
—En Boston. Cuando recibí mi herencia, establecí un fideicomiso para ella. Ha estado
dentro y fuera de rehabilitación un par de veces. Pero está bien cuidada y volvió a Harvard
por medio tiempo un año o dos atrás.
—¿Qué pasó la noche que te llamó durante nuestra cena?
Edward le dio una mirada confundida y después el reconocimiento se mostró por su
cara.
—Olvide que escuchaste esa llamada. Ella había estado bebiendo y estuvo involucrada
en un accidente de tránsito. Estaba histérica en el teléfono y pensé que iba a tener que volar
hacía allá. Ella únicamente llama cuando está en problemas. O en navidad para asegurarse
que recibí mis regalos.
—¿Y qué paso?
—Corrí hacia mi apartamento pero antes de irme al aeropuerto, fui capaz de ubicar a
uno de los abogados del fideicomiso en Boston. Él la encontró en el hospital y me aseguró
que no estaba tan mal herida como me había hecho creer. Pero ella fue acusada un día o un
par después. No hubo nada que pudiera hacer excepto contratar alguien que la defendiera.
Ha estado bastante bien últimamente pero esto sucede de vez en cuando.
Tal vez fuera el resplandor parpadeante del fuego. Quizás fuera el estrés de haber
revelado su más oscuro secreto. Pero en ese momento Edward se veía notablemente viejo y
cansado para sus treinta y algo de años.
—¿La amas?
Edward negó con su cabeza.
—No creo que mis sentimientos cuenten como amor, aunque siento algo por ella. Ella
nunca fue familiar para mí, para mi vergüenza. Pero no pude abandonarla. No cuando su
familia estaba tan lejos y se rehusaron a ayudar. Yo fui la causa de sus problemas y de la
probabilidad de que nunca tenga otro hijo. — Su voz se volvió dispareja y se estremeció.
—¿Es por eso que decidiste no tener hijos?
—Ojo por ojo, recuerda. Cuando ella lloró en mis brazos y me lo dijo, tome la decisión.
Tuve bastante problema en convencer a un doctor para que accediera a realizar el
procedimiento; todos ellos argumentaron que era demasiado joven y que cambiaría de
opinión. Pero finalmente, encontré a alguien que lo hiciera. Extrañamente, me consoló en el
momento. —Extendió su mano para acariciar la curva de la mejilla de Bella—. Le conté sobre
ti. Siempre ha sido celosa, pero sabe que no puedo darle lo que quiere. Nuestra relación es…
complicada. Ella siempre será parte de mi vida, Isabella. Necesito que entiendas eso. Eso es,
si tú aún…
Ella presionó sus labios juntos—. Por supuesto que todavía estoy enamorada de ti. La
estás apoyando y ayudándola cada vez que se mete en problemas. Eso es lo honorable que
hay que hacer.
—Créeme, Isabella, estoy lejos de ser honorable.
—¿Me diras… sobre tu tatuaje?
Él se sentó ligeramente para poder quitarse su camisa, la cual tiró sin ceremonia sobre
la alfombra Persa. Se reclinó en su regazo y miró a sus ojos, los cuales irradiaban aceptación
y preocupación.

352
—Me lo hice en Boston después que fui dado de alta de rehabilitación.
Bella besó el dragón de nuevo, muy, muy suavemente.
Edward inhaló bruscamente por la sensación de su boca contra esa parte de su carne
desnuda.
Ella movió sus manos para acariciar su cabello, esperando que lo consolara.
—¿Qué representa el dragón?
—El dragón soy yo o las drogas o ambos. El corazón es mío y está roto, obviamente.
Maia siempre estará en mi corazón. Probablemente pienses que es horrible… tener tal cosa
mórbida y fea en mi cuerpo. Permanentemente.
—No, Edward, no creo eso. Es como… conmemorativo.
—Tanya tenía alrededor de cinco meses de embarazo cuando perdió a la bebé. No
estaba con su mente bien y yo tampoco, así que no hicimos un funeral. Un par de años atrás
hice poner una lapida para Maia en Boston. —Tomó la mano de Bella y besó su palma—. No
está enterrada allí. —Su voz era dolorosa.
—Ella no estaría allí, de cualquier manera, Edward. Está con Esme ahora.
Él se detuvo y la miró con sus ojos llenos de lágrimas de nuevo.
—Gracias por eso, Isabella —, le susurró, presionando sus labios con los de ella de
nuevo—. Hay un ángel tallado en cada lado de su lapida. Quería que fuera hermosa.
—Estoy segura que es adorable.
—Tú ya has recibido parte de su conmemoración.
Ella se vio confundida.
—Tú beca. La nombre por ella… Maia Tanya Masen.
Bella limpió una lágrima que salió de repente de su ojo—. Siento tanto haber tratado de
regresártela. No lo sabía.
Edward se elevó y besó su nariz—. Sé eso, mi amor. Para ese momento, no estaba listo
para explicar cuán significativa era la beca. Solamente quería que la tuvieras. Nadie más era
merecedor.
La besó de nuevo, suavemente, en los labios.
—Debo decirte que le pregunte a Alice sobre eso. No tenía idea.
—Nadie sabe sobre Maia y Tanya excepto Carlisle. Y Esme. Estaba tan avergonzado
por todo, ellos pensaron que sería suficiente que Alice y Emmett supieran sobre las drogas.
Sin embargo, Nadie sabe sobre el tatuaje. Tú eres la única.
Ella pasó sus dedos por su cabello, incitándolo a encontrar paz.
—Tu Puccini me asusta —, le susurró.
—Parecía… conveniente.
Ella se estremeció.
—La forma en cómo la trate. Ella me amó por años y no pude amarla de vuelta. —Se
encogió de hombros con torpeza. Y después movió sus ojos para que su intensidad quemara
los de ella—. Nunca te trataré como una mariposa, como algo que he capturado para mi
propia diversión. Nunca te pegare a una tarjeta y te arrancare tus alas.
Ella negó con su cabeza mientras una mirada de dolor cruzaba por sus ojos—. Edward,
por favor. Confía en mí. Tú no eres Pinkerton. Sé eso.
Como prueba de su declaración lo besó, moviendo su boca en unión con la de él hasta
que tuvo que apartarse para respirar.
—No te merezco —, le susurro.
—Quizás no nos merecemos uno al otro, pero puedo escoger a quien amar. Y te escojo
a ti. No me quites esa decisión.
Él le frunció el ceño como si no le creyera.
—Por favor dejarme amarte. —Su voz se rompió en las últimas dos palabras, y una
lágrima cayó por su mejilla.

353
—Como si yo pudiera contemplar vivir sin ti. —La jaló a su lado, la pasión
desesperada de un alma torturada uniéndolos a ambos.
Ella lo encontró movimiento con movimiento, tomando y dando todo de una vez
mientras se inclinaba sobre el hombre hermoso que descansaba su cabeza de cabello cobrizo
sobre su regazo.
La boca de él encontró su muñeca mientras las besaba con besos húmedos y abiertos,
succionando suavemente al lugar delicado donde las venas pálidas estaban cubiertas por la
piel de papel de arroz.
—Perdóname, Isabella, pero te necesito. Mi dulce, dulce chica. Demasiado. —Sus ojos
se volvieron un fuego verde y su voz se enronqueció.
Antes de que ella supiera que estaba sucediendo, él se había reposicionado para quedar
sentado en el sofá y ella estuviera a horcajadas. Sus partes posteriores se presionaban
firmemente, sus manos adorando el suave arco de su espalda baja y la curva de su trasero a
través de sus pantalones de lana Theory.
En el fondo de su mente, Bella recordó una de las fotografías de blanco y negro en el
cuarto de Edward. Y en ese instante, ella reconoció su belleza y su pasión por la perspectiva
de la primera persona. Era deseo y necesidad y desesperación y adoración y profundidad,
amor profundo e incondicional ahora libre a través de contar los secretos oscuros y
escondidos.
Él sintió su amor en su beso, su abrazo, en la forma que sus dedos ligeramente
acariciaban la parte trasera de su cuello, y la superficie de su tatuaje, dándole besos de boca
abierta de arriba hacia abajo en la línea de su pecho.
Ella le daría a él todo. Le daría cualquier cosa que alejara su dolor, incluyendo
ofrecerse a sí misma.
El sacrificio de Isaac.
Con dedos temblorosos, desabrochó los botones de su blusa y la deslizó de sus
hombros.
Un grito débil de la boca de Edward hizo eco al sonido de la seda cayendo lentamente
al suelo.
Ella era su expiación.

354
Capítulo veinticuatro.

Bella se despertó la mañana siguiente completamente desnuda.


O eso fue lo que pensó.
Estaba en la cama de Edward con sus cuerpos entrelazados, frente a frente. Su cabeza
descansaba en su pecho desnudo mientras la mano izquierda de él se movía sobre su cadera
derecha, sus piernas estaban juntas, sus caderas presionadas cercas.
Movió una mano tentativa hasta la parte baja de la espalda de él donde encontró
algodón suave cubriendo sus curvas más hermosas, las cuales exploró subrepticia, pero de
alguna forma respetuosamente. Después vio entre ellos y se dio cuenta que estaba usando
solamente su brasier rosado y sus bragas.
En su sueño, ellos habían caído desnudos en la cama y hecho el amor por horas.
Edward había colocado su cuerpo sobre ella y sostenido su mirada como un imán mientras
se movía dentro de ella cuidadosamente lento, hasta que ambos se volvieran uno. Y en un
círculo eterno sin final ni comienzo. Él la había adorado con su cuerpo y sus palabras y sus
ojos y era mucho más emocional y hermoso de lo que alguna vez hubiese esperado.
Pero fue solamente un sueño.
Ella suspiró y cerró sus ojos mientras los eventos de la noche anterior flotaban de
regreso. Tristeza y alivio se mezclaban y esparcían alrededor de su corazón; tristeza por la
perdida y tortuosa desesperación de Edward, y alivio de que todos sus secretos hubieran
sido hablados ahora.
Edward murmuró su nombre, sus ojos moviéndose debajo de sus pestañas en un
profundo sueño REM. Él había estado tan cansado la noche anterior cuando ellos casi se
tropezaron hacia la cama. Tan casi roto.
Bella besó su mejilla y después calmadamente se soltó de su abrazo, dirigiéndose
silenciosamente al baño.
Cuando se observó en el espejo, vio su cabello salvaje y revuelto, los ojos manchados
de maquillaje y los labios hinchados por besarse. Varios chupetones, de colores claros y sin
dolor, veteando su cuello y pecho.
Él era un amante suave pero entusiasta.
Lavó su cara y cepilló su cabello, domándolo en una cola de caballo y después
provocativamente desestimo su bata purpura por una de las camisas de botones bajos de
Edward, envolviéndose a sí misma en su esencia.
Buscó el Globe y Mail en el pasillo exterior y dio un saludo de buenos días tímidos con
su mano al nervioso pero no completamente desagraciado vecino, quien observó a través de
las monturas de sus gafas a sus piernas desnudas bien formadas, antes de alejarse como un
ratón asustado a su apartamento.
Él no estaba habituado a ver tal hermosura tan temprano en la mañana.
Y él había estado usando solamente los pantalones del pijama de Superman de origen
dudoso.
Cuando Bella entró a la cocina se encontró con un desastre, porque nadie había
limpiado después de la cena, con sus manos y mentes muy llenas para tales preocupaciones
prosaicas. Así que después de dividir furtivamente un pedazo de pie de manzana con queso
Vermont, junto con su café, Bella procedió a regresar el apartamento de Edward a su
condición prístina anterior.
Le tomó más que lo que había pensado.
Cuando la cocina estuvo inmaculada y Edward no había aún salido de su cama, se
sirvió una muy grande taza de café y después se sentó en la silla favorita de él cerca de la
chimenea con el periódico. La vista de la camiseta de Oxford y su blusa de seda puestas una
sobre la otra en el suelo le llevó un sonrojo en sus mejillas y una sonrisa en sus labios.
“¡Y esto, alas! Es más de lo que haríamos”

355
Edward la había detenido. Ella se hubiese entregado a él felizmente porque lo amaba.
Para ella no era una cuestión de si haría el amor con él, sino cuándo. Pero Edward había
murmurado algo sobre su pecho desnudo y se había detenido.
Él había estado tan asustado de que ella lo abandonaría cuando supiera sobre su
relación con Tanya y la pérdida trágica de su hija. Pero si acaso, su confesión los había unido
más. Por lo menos ella había sido capaz de aclararle eso.
Y en tres días, quizás, estaremos lo tan cerca que una pareja pueda estar.
En dos días ellos se irían hacia Italia y acompañaría a Edward a su conferencia como su
novia. Y cuando su tiempo en Florencia hubiese terminado, quizás ellos viajarían a Venecia
como amantes.
A pesar de todo lo que ella y Edward habían experimentado, se sentía bastante en paz
en su camisa y en su silla. Ellos se pertenecían uno al otro. Ella creía eso. Y mientras el
destino no conspirara contra ellos, ellos tendrían su felicidad.
Ella esperaba.
Sin embargo, el conocimiento de que Tanya tenía la habilidad de tirar al abismo a
Edward con una sola llamada le preocupaba profundamente. Bella era lo suficientemente
inteligente para no desestimar a Tanya como una mujer loca en el ático. De hecho, Bella tomó a
Tanya seriamente. Bastante seriamente. Y a pesar de su compasión sobre la perdida
compartida de Edward y Tanya, se preocupaba de que Tanya estuviera todavía buscando a
Edward en sus propias formas manipulativas.
Cierto, Edward y Tanya deberían haber llegado a algún tipo de entendimiento.
Después de todo, él la había dejado en Boston cuando aceptó el trabajo en Toronto. No había
mantenido una relación romántica con ella. No había volado para sacarla del hospital o de la
cárcel cuando llamó, en octubre. Pero Edward también le había dicho a Bella esa noche que
no sabía cuándo estaría de vuelta y ella lo había encontrado afectado mentalmente en el
Lobby la noche siguiente, listo para irse a casa con Ángela.
No, Tanya no era la mujer loca. Pero era la victima perpetua, ella tenía el potencial de
infligir un daño terrible en Edward y es por eso que Bella iba a hacer todo en su poder para
protegerlo de más culpas y daños. E iba a tratar de hacerlo sensible de la posible amenaza de
Tanya a su felicidad y su relación.
No menos de una hora después, Edward caminó dentro de la sala rascándose su
cabeza y bostezando. Su cabello era un desorden enredado de picos despeinados y un riso
errante que le había tomado gusto a su frente. Estaba usando un par de jeans azules
desvanecidos, sus anteojos y nada más. Ni siquiera estaba usando medias.
(Entre paréntesis, debe señalarse que incluso los pies de Edward eran atractivos)
—Buenas tardes, mi amor. —Acarició su mejilla con sus dedos y después se inclinó
para besarla firmemente—. Me gusta tu… vestuario. —Sus ojos se detuvieron en la piel
desnuda que era visible debajo del borde de la camisa.
—Me gusta tu vestuario, también. Se esta viendo demasiado casual esta mañana,
profesor Masen. Por cierto, hice café.
Él se inclinó hacia delante y le dio una mirada ardiente—. Tienes suerte de que haya
decidido ponerme algún tipo de ropa. —Rio por su profuso sonrojo y desapareció dentro de
la cocina.
Oh dioses de todas las vírgenes que planean tener sexo con sus sexy dioses (sin intensión de ser
blasfema) novios, por favor no me permitas tener una combustión espontanea cuando él finalmente me
lleve a la cama. De verdad necesito un orgasmo inducido-por-Edward, especialmente después de
anoche. Eso es correcto. Necesito un Edgasmo*. Por favor. Por favor. Por favorcito…

___
* Edgasm, unión entre orgasmo y Edward XD.

356
Unos cuantos minutos después él reapareció y se sentó en el sofá con su taza de café,
frotando su barba con una mano. Al final, frunció el ceño en su dirección.
—Estás muy lejos. —Palmeó su rodilla invitadoramente.
Ella sonrió y caminó hacia él, permitiéndole guiarla hasta que estuvo sentada
cómodamente sobre su regazo.
Edward torció un brazo agradecido alrededor de su cadera, subiendo su camisa para
poder descansarlo cómodamente en la cinta de sus pantaloncillos.
—¿Y cómo está la señorita Swan está mañana?
—Cansada —, suspiró—. Pero feliz. —Sus ojos viajaron hacia los de él—. Si está bien
para mí decir eso.
Él asintió—. Lo está. Yo también estoy feliz. Y Dios, tan aliviado. —Cerró sus ojos y
reclinó su espalda, exhalando una respiración muy profunda—. Estaba tan seguro que te
perdería.
—¿Por qué?
—Isabella, si uno estuviera haciendo un análisis costo-beneficio, yo sería un alto costo,
alto riesgo, con bajo beneficios.
—Tonterías. No te veo de ninguna manera de esa forma.
Él le dio una media sonrisa—. Solamente porque eres un alma de perdón y compasión.
Aunque debo decir, mis mejores cualidades y talentos se han hasta ahora mantenido
escondidos. —Ahora su voz era áspera, y el brillo familiar de sensualidad lleno sus ojos
verdes—. Pero estoy ansioso por colocarlos completamente a tus servicios una y otra y otra,
ad infinitum* hasta que estés cansada de ambos, ellos y yo. Y completamente, felizmente
saciada.
Ella tragó. Grueso.
Él se extendió para besar su frente y después colocó su café en la mesa de lado para
poder envolverla en sus brazos.
—Gracias por quedarte. —Su voz tembló ligeramente.
—Te amo, Edward. Tienes que aceptar el hecho que yo no me voy a ninguna parte.
Él la abrazó en respuesta, pero se mantuvo en silencio.
—Y no tienes que ganarme sexualmente. Ya me has ganado —, susurró—. Tu mejor
cualidad es tu corazón, Edward, no tu valor sexual. Es de tu corazón del que me enamore.
Él estuvo tanto tiempo en silencio, que Bella pensó que lo había molestado. O
insultado.
No es un movimiento sabio insultar a un prospecto de amante sobre sus habilidades de hacer el
amor ANTES de haber tenido la oportunidad de probarlas.
Ella abrió su boca para disculparse, pero él la detuvo. La besó intensamente, un beso de
boca cerrada que rápidamente se desarrolló en una unión de labios, un juego suave de
lenguas, y las caricias de mejillas.
Cuando él se apartó, la aplastó en su pecho y susurró en su oído—: Tú me desnudas.
Todas mis pretensiones, todas mis paredes, ves a través de todo. Eres la única que alguna
vez ha sabido todo y todavía me quiere. Solo tú, mi amada.
Ella había sabido instintivamente que Edward había usado su sexualidad como un
escudo para mantener la verdadera intimidad y el amor acorralados. Pero con su
___
* Al infinito

357
admisión, se dio cuenta de cuan doloroso y solitario debió haber sido para él todos esos años.
Y eso fue después del tiempo del golpe de alma en cual él fue invisible para su madre y el
ajuste de volverse un niño adoptado. Haber reconocido todo esto, adicional a su tristeza por
Maia, y ella trató con bastante esfuerzo de luchar contra las lágrimas, porque no quería
perturbarlo.
Pero no pudo.
—Sssshhh, no llores, Bella —, susurró Edward. Limpió sus lágrimas y besó su frente—.
Te amo. Por favor no llores. No por mí.
Ella se acurrucó en sus brazos y luchó para detener el flujo de sus lágrimas. Él frotó
pequeños círculos en su espalda, acariciándola suavemente una y otra vez. Y cuando se
calmó, habló:
—Te amo también, Edward. Pero necesito decir algo.
Él se movió hacia atrás inmediatamente para ver sus ojos.
—Um, esto viene de mi preocupación para ti. Quiero que sepas eso. —Lo miró con
seriedad—. Yo nunca he estado embarazada, así que no puedo pretender entender el dolor
de Tanya. Pero estoy preocupada de que ella tenga… menos que intensiones puras cuando se
trata de sus interacciones.
—¿Qué se supone que quiere decir eso?
—Estoy un poco preocupada de que ella ha estado manteniendo lo que pasó sobre tu
cabeza. Para mantenerte en su vida. Y me preguntaba si se mete en ocasiones en problemas
simplemente para el beneficio de tenerte volando a rescatarla.
—No entiendes la situación. —Su voz se enfrió instantáneamente.
Ella colocó una mano suave en su hombro.
—No estoy diciendo que lo haga. Solamente te estoy diciendo cómo se ve. Pero tus
amigos y tus abogados en Boston podrían tener información sobre la situación. Podrías
preguntarles sus opiniones. Quizás Tanya necesite ver un consejero para ayudarla a superar
algunas cosas.
Edward apartó su brazo y Bella supo que estaba infeliz con lo que había dicho. Pero no
se rendiría tan fácilmente.
—Únicamente piensa en eso. Por mí. Puedo entender que quieres ayudarla y el fondo
fiduciario te permite hacerlo. Pero quizás es tiempo de alentarla en desarrollar una unión
emocional con alguien más. Alguien con quien ella pueda enamorarse. Alguien que sea parte
de su futuro, no de su pasado.
Él cambió su pesó debajo de ella pero ella continuó.
—Tú quieres que sea feliz. ¿Pero y si ella no puede ser feliz hasta que te deje ir? Tú la
dejaste ir y después me encontraste a mí. Sería un acto de piedad de tu parte, una gran
misericordia de ti, al dejarla ir para que ella pueda encontrar su propia felicidad.
Las palabras de Bella se quedaron en los oídos de Edward pero él no estaba listo para
considerarlas. Por lo menos, no en ese momento. Así que cambió el tema rápidamente.
—Tu elección de palabras es bastante interesante. Una gran misericordia era uno de los
libros favoritos de Esme.
—No sabía eso.
—Ella trató por años que yo lo leyera. Tengo una copia de él en alguna parte de mi
estudio. Quizás deba buscarlo.
—¿De qué trata?
—Una pareja joven. El hombre termina estudiando en Oxford y creo que se vuelve un
protegido de C.S. Lewis. Es una historia real.
—Me encantaría ir a Oxford. Para ver donde los Inkling bebían sus cervezas y hacían
sus cuentos.

358
Edward besó su frente—. Me encantaría llevarte. Puedo mostrarte la estatua de la
Universidad Magdalen que inspiró a Lewis para escribir sobre los animales de piedra en el
león, la bruja y el armario. Podríamos ir en junio, si lo deseas.
Bella sonrió y lo besó de vuelta—. Si me prestas el libro de Esme, lo llevaré a Italia.
Sería bueno tener algo que leer durante nuestras vacaciones.
Él le sonrió y tocó su nariz con un solo dedo.
—¿Qué te hace pensar que te dejare tener tiempo suficiente para leer?
Bella se sonrojó y tartamudeó una respuesta vaga, pero Edward continuó, con una
expresión grave en su cara.
—Lamento que tuvimos que detenernos anoche. No fue correcto para mí provocarte de
esa manera y después solo… —Buscó sus ojos para su reacción.
Ella envolvió sus brazos alrededor de él y lo abrazó tiernamente.
—Edward, fue una noche increíblemente emocional. Estaba feliz de estar cerca de ti y
después dormirme en tus brazos. Solamente quería confortarte de cualquier forma que
pudiera. No necesitas disculparte.
Él sostuvo su cara entre sus dos manos—. Isabella, tú simple presencia me conforta.
Pero estaba exhausto y había estado bebiendo… una receta para el desastre. —Negó con su
cabeza y lucía avergonzado—. No quería que nuestra primera vez tuviera tanto equipaje, con
todos los fantasmas de mi pasado flotando en el aire. Quería que nosotros fuéramos a un
lugar que es solo nuestro e hiciéramos nuevos recuerdos. Unos felices.
—Por supuesto. Aunque debo decir que estaba bastante feliz con nuestras interacciones
anoche. —Ella se rio ligeramente y lo besó.
Él le regresó el beso con entusiasmo—. ¿Así que no estás molesta?
—Edward, eres un caballero por el que vale la pena esperar. ¿Qué tipo de persona sería
si hiciera un berrinche porque dijiste para? Si yo digo para esperaría que tú lo aceptaras y no
te molestaras conmigo.
Él frunció el ceño.
—Por supuesto, Isabella. Siempre puedes decir para.
—Bueno, entonces lo que es bueno para la gansa es bueno para el ganso.
Edward tiró su cabeza hacia atrás y se rio con ganas.
Bella rio. Era bueno escucharlo reír.
—Así que soy un ganso ahora, ¿verdad? —La besó de nuevo.
—Es mejor que ser un vejestorio.
—Oh, no. —La apretó con fuerza—. Sin bromas de edad. Ya estoy lo suficientemente
sensible sobre nuestra diferencia de edad.
Bella sacudió su cabello—. Tonterías. Nuestras almas tienen que ser más o menos de la
misma edad. ¿Así que, quién está contando?
Él tiró de la cola de caballo de ella—. Eres increíble. Eres inteligente y graciosa y
maldición, eres hermosa. Anoche, besando tus senos… —Colocó una mano reverencial sobre
el corazón de ella—. Capullos de rosas y crema. Tú rivalizas con la musa de Botticelli.
—¿Botticelli?
—¿No has notado cómo varias de sus pinturas tienen las características de una misma
mujer? Ese es el tópico de mi conferencia de la Galería Uffizi… la musa de Botticeli.
Bella le sonrió dulcemente, colocando una mano correspondiendo sobre su corazón—.
No puedo esperar.
—Tampoco yo.

-
Después de una rápida ducha sola, Bella tuvo un impase con Edward para convencerlo
de que la dejara alejarse de él para poder ir de compras. Él insistía en acompañarla. Pero
cuando finalmente le explicó que quería ir a comprar lencería, sola, cedió.

359
—Prométeme que te quedaras conmigo hasta que vayamos a Italia. —La miró a través
de sus pestañas.
—Tengo que empacar. Mi maleta y todas mis cosas están en mi apartamento.
—Cuando termines de comprar, toma un taxi a casa y empaca todo y después haz que
el conductor te traiga aquí. Tengo que hacer algunas diligencias, pero tienes tu propia llave y
la tarjeta de seguridad para entrar si todavía estoy afuera.
—¿Y qué tipo de diligencia tiene que hacer el profesor Masen hoy?
Él le sonrió ampliamente y Bella sintió sus calzoncillos deslizarse por sus caderas como
si tuvieran la intención de ir al suelo.
—Tal vez tenga mis propias compras que hacer por… ah… artículos personales. —Se
inclinó hacia delante y presionó sus labios contra su odio, su voz ronca—. Te dije que era un
buen amante, Isabella. Confía en mí. Anticipare cada una de tus necesidades.
Ella se estremeció por la forma en que su respiración golpeaba su cuello, casi ondeando
la bufanda omnipresente que usaba para esconder su cicatriz. No tenía idea de lo que él
quería decir, pero se encontró hipnotizada por la forma en que sus palabras salían de sus
labios.
Él la poseía, cuerpo y alma.
Ellos se besaron rápidamente de despedida y Bella salió del apartamento y del edificio
y caminó a través de la red de subterráneos para la estación del metro, para poder empezar
su peregrinaje sagrado por lencería.

-
Mientras Bella estaba caminando alrededor del Centro Eaton buscando por la boutique
La Vie en Rose, su IPhone sonó. Una vista rápida a su pantalla reveló que era Charlie.
—¿Papá?
—¿Cómo está mi niña hoy?
Bella inhaló inmediatamente. No de dolor sino de placer, porque su declaración la
había conmovido.
—Oh, estoy bien. La escuela está acabada por el semestre así que estoy afuera haciendo
diligencias. Está nevando, papá. ¿Cómo está el clima por allá?
—Con lluvia nublosa, como de costumbre. Escucha, estoy llamando para ver cómo
estabas y también para preguntarte sobre navidad. ¿Cuándo vienes a casa?
Bella se congeló en el medio de la multitud de compradores navideños.
—¿Bells? ¿Estás allí?
—Estoy aquí. Edward iba a reservar nuestros boletos y creo que llegamos a Forks el
veintitrés o el veinticuatro.
Charlie se detuvo en el otro lado de la línea.
—¿No vas a venir a casa antes?
Bella trató de encontrar las palabras exactas para explicarle a su padre que su novio la
estaba llevando a Italia para que pudieran consumar su relación, un hecho que había
olvidado mencionar cuando dejó Forks.
Pero la voz de Charlie interrumpió sus pensamientos.
—¿No es por mí? ¿No quieres volver a casa?
—¡Oh, papá, no! Edward me compró un regalo de navidad anticipado. Me llevará a
Florencia y no podremos volver hasta finales del mes.
Charlie estaba ligeramente furioso en el teléfono—. ¿No crees que sea muy pronto para
hacer jet set hacia Europa con tu novio? No has salido con él por tanto tiempo.
—Papá, lo amo. Y él me ama, también. Necesitamos algún tiempo lejos después de
todo lo que pasó en Forks y este fue mi regalo para mí. Quiero ir.
—Vale, vale. Lo entiendo. No estoy tratando de meter mi nariz donde no pertenece.
¿Pero estás segura?

360
—Estamos enamorados, papá. Por supuesto que estoy segura.
Él inhaló lentamente—. Entonces supongo que debería decirse que seas cuidadosa.
Salir embarazada en la mitad del año escolar sería una mala idea y sabes lo que pasó con tu
madre.
El aliento de Bella salió de su cuerpo. Le tomó un momento para encontrar las palabras
que no fueran ni cortantes ni profanas.
—No soy ella.
—Por supuesto que no, Bella. Eres la mejor cosa que Renée hizo alguna vez, y eso es la
pura verdad de Dios. Pero quiero que seas cuidadosa. No renuncies a tus sueños por tu
novio, eso es todo lo que estoy diciendo. Y cuídate.
Bella le rodó los ojos a su padre y si no hubiese estado en un centro comercial lleno de
gente, le hubiese hecho una pedorreta.
—Sé que no he sido el mejor padre. Pero estoy intentándolo. No estaría haciendo mi
trabajo si no te advirtiera de ser cuidadosa, incluso si estás enamorada. Tú sabes, yo amé a tu
madre. Así fue como te tuvimos.
Eso hirió a Bella hasta lo más profundo.
—Papá, por favor. Cambiemos de tema, ¿está bien?
—Está bien. —Charlie suspiró y Bella podía haber jurado que escuchó el silencio entre
ellos romperse con las emociones suprimidas de él—. Así que te esperaré alrededor del
veintitrés o el veinticuatro. Los recogeré a ti y a Edward en Seattle, si quieres.
—Voy a averiguar cuándo llegamos y te llamare.
—Que la pases bien en tu viaje, si no logro hablar contigo antes que te vayas. ¿Cuándo
te irás?
—Martes.
—Bueno, mantente a salvo por allá. Y dale a tu viejo una llamada de vez en cuando
para saber cómo te va.
—Lo haré papá, y gracias.
Bella terminó su llamada y después encontró un pequeño banquillo donde sentarse.
La llamada de Charlie la había alertado del hecho de que ella y Edward probablemente
necesitaban tener una conversación de seguimiento sobre anticoncepción.
Mientras se desplazó a través de la página WebMD recopilando información sobre la
esterilización masculina, descubrió que las vasectomías tenían un rango de 99.85% de éxito
en prevenir un embarazo. Aunque estaba decidida en hacerle unas cuantas preguntas más, la
página de web le aseguró que si el procedimiento de Edward había sido realizado
correctamente seis años atrás, entonces el embarazo no estaría en su futuro.
Ese hecho la aliviaba y entristecía en igual medida.

-
Mientras Bella estaba retirando la lencería de los estantes de la tienda para agregarlos a
su ya gran pila de artículos para probarse, su IPhone sonó. Lo revisó rápidamente para
encontrar el siguiente mensaje.

¿Qué estás mirando?


E.

Ella rio ligeramente y tipeó una respuesta rápido.

Bastantes cosas pequeñas.


B.

Edward respondió rápidamente.

361
¿Qué tan pequeñas?
E.
P.S. Envía fotografías.

Bella puso sus ojos en blanco mientras presionaba responder.

Muy pequeñas.
Sin fotografías… arruinaras la sorpresa.
Con amor, B.

Le tomó un poco más para que el próximo mensaje de Edward llegara.

Cariño,
Ninguna fotografía podría arruinar la experiencia
de verte en toda tu gloria por primera vez…
Eres así de hermosa.
Amor,
E.

Después los dedos de Bella no podían escribir lo suficientemente rápido.

Gracias, Edward.
Te amo.

El último mensaje de Edward llegó justo mientras entraba en el vestidor.

Te amo, también, mi vida.


Diviértete…
Apúrate para llegar a casa a mí
E.

-
Los dos días siguientes fueron un torbellino mientras Edward terminaba sus deberes
administrativos para la Universidad, asegurándose de que todas sus notas y la de Katherine
fueran presentadas.
El semestre terminó finalmente.
Bella hizo un viaje especial al spa para algunos mimos pre-Italia. Pero dada su baja
tolerancia y sensibilidad mediterránea en general, declinó cortésmente la invitación de la
esteticista de adoptar todas las cosas brasileras.
Edward había mantenido la mayoría de sus planes del viaje en secreto, deseando
sorprenderla. Así que fue con asombro que Bella caminó dentro del Gallery Hotel Art en
Florencia en un día más cálido de costumbre en diciembre.
El hotel era lujoso y moderno y ubicado muy cerca del Ponte Vecchio, el puente
favorito de Bella, y a unos cuantos minutos del Ponte Santa Trinita, el cual fue presentado en
la pintura de Dante y Beatrice de Holiday.
El conserje, Paolo, los saludó inmediatamente. Aunque Edward no se había quedando
en su hotel antes, Paolo había sido instruido por Dottore Massino Vitali, el Director Ejecutivo
de la Galeria Uffizi, para extender toda la cortesía al profesor Masen y su fidanzata*.
___
* Novia.

362
De hecho, el mismo Paolo acompañó al botones y a la feliz pareja a su suite del séptimo
piso, la cual estaba en el Palazzo Vecchio Penthouse.
Bella jadeó mientras los hombres separaban como el mar rojo ante ella para que
pudiera entrar primero.
Era, tal vez, el cuarto más hermoso que hubiera visto alguna vez. El piso era de madera
oscura combinado con paredes de color claro. El salón estaba adornado con muebles
modernos y elegantes y una pared corrediza que lo dividía con el dormitorio.
El dormitorio era bastante espacioso y tenía una cama de gran tamaño que estaba
repleta de sabanas suaves y blancas. A pocos pasos de distancia había una puerta de vidrio
que abría a una terraza en la azotea, que permitía la luz del sol derramarse sobre la cama,
iluminándola.
Uno de los baños contaba con una bañera pedestal enorme no muy distinta a la que
Bella había disfrutado en su hotel en Seattle, mientras el otro baño tenía una ducha y dos
tocadores a juego.
Edward le dio una mirada a la bañera y decidió que necesitaba compartirla con Isabella
esa misma noche.
Pero la joya de la corona del espacio era la terrazza, la cual ofrecía una vista
impresionante sobre el gran Duomo, el Palazzo y los cerros circundantes. Bella se imaginaba
acurrucándose con Edward en la cómoda cama futon que dominaba la terraza con una copa
de Chianti y mirando a las estrellas.
O quizás, ella se sonrojó, haciendo el amor con él a la luz de las velas debajo de esas
mismas estrellas.
Edgasmos debajo de la luz de las estrellas.
Una vez que estuvieron solos, Bella le abrazó fuertemente y le agradeció una y otra vez
por haber escogido un cuarto tan bello.
—Es todo para ti, mi amor. —La besó suavemente—. Todo para ti.
Él la sostuvo por unos cuantos minutos, pasando sus dedos a través de su cabello largo
y suave, preguntándose lo que estaba pensando. Hubiese dado mucho en ese momento para
leer su mente. Por desgracia, no podía hacerlo. Pero podía adivinar.
Sinceramente, a él no le hubiese gustado nada más que colocar a Isabella en la cama y
hacerle el amor inmediatamente, pero ella no había dormido bien en el avión y sabía que
estaba cansada.
Ella bostezó dos veces seguida y después rió cuando él trató de besarla para alejar sus
bostezos.
—Debería asearme y después dar una visita al Uffizzi para encontrarme con mi
anfitrión. ¿Estaría bien si te dejó sola por un rato? Puedes tomar una siesta, si quieres, o
puedes pedir al conserje que te aparte un masaje para ti en el spa.
Los ojos de Bella se alzaron por la última oferta, pero sabía que tenía demasiado sueño
para disfrutarlo.
—Una siesta suena bien. Sé que no es la mejor estrategia para sobrepasar el jet lag, pero
seré una mucha mejor compañía para la cena y, um, más tarde si duermo un poco. —Ella se
sonrojó ligeramente.
Edward pasó un solo dedo alrededor de su mandíbula.
—Solamente diré esto una vez, Isabella. No hay apuro. Podemos tomarnos nuestro
tiempo esta noche y solo relajarnos. Aunque creo que sería agradable si nosotros probáramos
la bañera. Juntos. —Sus labios se curvearon en una sexy media sonrisa.
—Me gustaría eso —respondió suavemente.
Él besó su nariz, riéndose entre dientes—. Solicite los servicios especiales de la Farmacia
di Santa Maria Novella. Ve si alguna de las esencias son de tu agrado y la usaremos esta noche.
Mientras tanto, reservare para nuestra cena para las ocho y media, si esto estaría bien.
—Claro. ¿A dónde iremos?

363
Él sonrió ampliamente—. El Palazzo dell’Arte dei Giudici. ¿Lo conoces?
Ella negó con su cabeza—. He caminado cerca pero no, no sabía que tenían un
restaurante.
—Lo amaras. Tengo muchas ganas de mostrártelo. —Llevó la mano de ella a sus labios
y la besó suavemente—. Ordene una cesta de frutas y unas cuantas botellas de agua mineral
con gas. Carga lo que quieras al cuarto. —Sonrió—. Aunque salva la champaña para
compartirla conmigo más tarde. En la bañera.
Bella miró hacia sus pies—. Me malcrías.
Él levantó su mejilla—. No, mi amor, no es malcriarte. Simplemente te trato como
mereces haber sido tratada todo el tiempo. Solo que has estado rodeada de idiotas durante
toda tu vida. De los cuales yo era el jefe, lamentablemente.
—Edward, eras bastantes cosas, pero no un idiota. —Se colocó en puntillas y rozó sus
labios con los de él y después fue a tomar una ducha.

-
Unas cuantas horas después, Edward regresó de la reunión cordial con su amigo
Massimo Vitali. Sobre expresso con corteza de limón, los caballeros discutieron la
conferencia de Edward de la noche siguiente y los planes para un banquete elaborado que
será hecho dentro del Uffizi en su honor.
Estaba muy agradecido por el gesto, pero más en beneficio de Isabella que de sí mismo,
porque únicamente pensaba en lo complacida que ella estaría por participar en tal evento
festivo. Y en su galería de arte favorita.
Entrando en el penthouse, Edward caminó a través de la sala de estar hacia el cuarto y
encontró a Bella durmiendo en el centro geográfico de la cama, encima de las sabanas. Estaba
usando pijamas de satén color champaña, su cabello largo flotando alrededor de ella como
un halo castaño.
Ella se veía como una bella durmiente con el cabello oscuro.
La observó dormir por un segundo y después le dio un beso en la mejilla. Cuando ella
no se movió, decidió servirse una bebida y sentarse en la terraza hasta que fuera tiempo de
despertarla. A decir verdad, estaba feliz de tener un momento consigo mismo para planear y
soñar sobre los días siguientes.
Se sentía como si el mundo hubiese sido levantado de sus hombros. No era solamente
que ella sabía la verdad sobre Tanya y Maia, sino que todavía lo amaba. Y ellos habían
escapado de la ira del tribunal de la Universidad y sobrevivido al semestre académico juntos.
Él tenía mucho por lo que estar agradecido. Y más importante que todo, tenía a su Isabella
toda para sí mismo por dos semanas completas.
Bella no es la clase de chica a la que le echas un polvo y después botas. Ella es el tipo de chica con
la que te casas.
Las palabras de Emmett resonaron en sus oídos.
Emmett tenía razón. Isabella era especial; una belleza inteligente y compasiva que
amaba profundamente y daba libremente. Ella merecía mucho más que solo una aventura.
Aunque Edward se rehusaba a considerar a su relación como una aventura, no importa lo
que la gente pudiera decir.
Palmó furtivamente la pequeña caja de terciopelo que tenía en el bolsillo de su
chaqueta. El pensamiento de estar en una relación de largo término siempre había sido tan
remota para él.
Isabella había cambiado todo eso.
El plan de esa noche era mostrarle cuánto la amaba. Adorarla y relajarla. Un baño de
burbujas, un masaje… cualquier cosa que pudiera hacer para hacerla sentir cómoda de
tenerlo viendo su cuerpo. Isabella era todavía tímida con él durante ciertos momentos y
quería que se sintiera hermosa y deseable.

364
Jacob había forjado fisuras profundas en su confianza. Ella pensaba que era frígida.
Pensaba que era torpe y sexualmente inadecuada. Temía que decepcionaría a Edward
cuando ellos eventualmente hicieran el amor.
Edward sabía que tomaría mucho tiempo disipar esas mentiras y sanar esas heridas.
Estaba decidido a construir su confianza de forma incremental, para ayudarla verse a sí
misma como él la veía… sexy, atractiva y apasionada.
La única forma en que podía hacer eso sería tomar su tiempo y ser paciente y
confirmativo. Tenía ganas de demostrarle su amor y someter todas sus artes eróticas a su
servicio. Ella nunca demandaría tal cosa, tal atención, lo cual hacía el pensamiento de darle
todo mucho más satisfactorio.
Si su relación estuviera mucho más avanzada e Isabella fuera menos tímida, él
sugeriría que hicieran el amor en la terraza. El pensamiento de cómo la piel rosa y crema de
Isabella brillaría en el crepúsculo hacia acelerar su corazón y contraerse sus pantalones. Pero
tener sexo afuera probablemente sería demasiado estresante y él estaría condenado si la
empujaba a hacer algo que la hiciera sentir incluso ligeramente incomoda.
Simplemente tendremos que regresar…
A las ocho en punto de esa noche, la señorita Isabella puso los toques finales en su
cabello mientras su novio la miraba con ansias desde el marco de la puerta del baño. Él la
adoraba. Era evidente en cada mirada, cada toque, y en la forma en que miraba, sin
parpadear, a sus actos más simples.
Ella había ondulado su cabello y prendado hacia arriba, dejando varios rulos sobre su
cara, rulos que Edward anhelaba envolver alrededor de sus dedos.
Su esteticista en Toronto le había dado un pequeño tubo de corrector de potencia
industrial, maquillaje que fue diseñado para cubrir incluso las más horribles cicatrices y
marcas de quemaduras. Era muy efectivo, ya Bella no tenía que usar la bufanda para cubrir
la mordida. Únicamente ser capaz de olvidar la cicatriz hacía a Bella feliz, especialmente
desde que la hermosa bufanda de Esme no habría combinado con su nuevo vestido.
Su vestido era de una seda verde esmeralda. Era de manga larga y cuello V, como lo
prefería, el dobladillo llegaba hasta encima de sus rodillas. Usaba medias negras lisas con
una sorpresa atada a ellas y estaba a punto de colocarse sus zapatos negros Prada de tacón
de aguja.
Mientras Edward la veía inclinarse para colocarse sus zapatos, hizo la promesa de
comprarle más como ellos. Ellos hacían cosas increíbles a sus piernas, y a sus pechos
mientras se inclinaba.
—Permíteme —, dijo él, enculillándose en frente de ellas en su traje azul marino recién
planchado como si fuera el propio príncipe Encantado.
Tomó su mano y la colocó encima de su hombro, para ayudarla a mantener el
equilibrio, mientras levantaba cada pie y deslizaba su zapato.
—Gracias —, murmuró.
Él le sonrió y besó su mano—. Cualquier cosa para ti, Cenicienta.
Bella tiró de su abrigo de tres cuartos de largo del armario y estaba a punto de
colocárselo cuando Edward lo tomó de su mano.
—Déjame —, protestó él—. Quiero mimarte.
—Es solo un abrigo, Edward. No te preocupes. —Le sonrió.
—Sí, sé que es un abrigo. Pero es una oportunidad para mí de comportarme como un
caballero y honrarte. Por favor no me lo prives, Isabella.
Ella se sonrojó avergonzada y asintió lentamente. No estaba habituada a tanta atención,
por supuesto, excepto de Edward. Quería ser amable y permitirle atenderla, pero era mucho
más de lo que había esperado. O pensado que merecía. Se extendió para besarlo y susurrarle
su agradecimiento contra sus labios. Y después él tomó su brazo y la guio hacia abajo y en
dirección al restaurante.

365
Bella y Edward caminaron lentamente por las calles empedradas del Palazzo Vecchio,
y por el Palazzo dell’Arte dei Guidici e Notai, riéndose y recordando sobre visitas anteriores
en Florencia.
Ellos tuvieron que caminar lentamente, porque guiarse por Florencia en zapatos de
aguja era mucho más que un poco desafiante. Afortunadamente, Edward había tomado el
brazo de Bella para escoltarla propiamente, lo que le permitió caminar derecha y también
evitar la mayor parte de los silbidos de lobos y llamadas de gatas de la juventud de
Florencia.
La ciudad no había cambiado tanto desde los días de Dante.
El restaurante que Edward había escogido era llamado Alle Murate. Estaba ubicado en
un edificio del siglo XIV a pocos pasos del Domo, y se jactaba de increíbles frescos de épocas,
incluyendo un retrato muy temprano de Boccacio y un retrato del mismo Dante.
Bella estaba abrumada por la belleza del trabajo de arte y se encontró vagando
ligeramente mientras el mesero los escoltaba a su mesa.
Edward había reservado un sitio tranquilo en el piso de arriba con vistas a la sala
principal, justo debajo de la bóveda. Era la mejor mesa del sitio, porque ofrecía la mejor y
más cercana vista a las ilustraciones medievales. Cuatro ángeles estaban congelados en
frescos sobre ellos mientras Bella tomaba la mano de Edward y la apretaba. Estaba extasiada.
—Edward, es hermoso. Gracias. No tenía idea que estos frescos estaban aquí.
Él sonrió ampliamente.
—Mañana en la noche será mucho mejor. Massimo me dijo que mi conferencia está
programada después que el museo cierre y después habrá una recepción con autoridades
locales y académicos. Más tarde, habrá un banquete dentro de la galería. Será un asunto semi
formal y nosotros seremos los invitados de honor.
Bella sonrió ligeramente—. No traje algo lo suficientemente elegante para semi formal.
—Puedes usar lo que estás vistiendo esta noche. Te ves hermosa. Pero puedo entender
que no quieras usar el mismo vestido dos veces. Así que solo tendré que llevarte de compras.
—¿Estás seguro que no prefieres que te deje solo? El banquete es una celebración de tu
conferencia, así que estarás muy ocupado. Quizás estarías más cómodo si pudieras…
mezclarte libremente.
Él extendió su mano para apartar un rulo de su cara.
—Isabella, tu presencia no solamente es alentada, es requerida. No me gusta ir a esos
eventos sociales solo. Siempre lo he hecho. Tenerte a mi lado es el único placer que me
permitiré, te lo aseguro. ¿No quieres acompañarme? —Su cara se tornó con una expresión
preocupada.
—Siempre disfruto de tu compañía. Pero la gente preguntara quién soy y qué hago…
¿No será incomodo para ti?
Sus rasgos se oscurecieron inmediatamente.
—¡Por supuesto que no! He estado esperando por el final del semestre para poder
disfrutar de tu compañía en público y presentarte como mi novia. Y no hay nada vergonzoso
sobre ser una estudiante de postgrado. La mitad de las personas del banquete han sido
alguna vez estudiantes de postgrado. Eres una mujer adulta, eres inteligente y hermosa… —
Le sonrió con malicia—. Yo tendré que quedarme cerca de ti a fin de mantener alejado a mis
rivales. Ellos estarán circulando alrededor de ti como lobos, compitiendo por la atención de
la mujer más hermosa de la fiesta.
Bella le sonrió con agradecimientos y se inclinó para besarlo—. Entonces estaré
encantada de acompañarte.
En respuesta, él presionó sus labios en su mano, su palma y su muñeca, moviendo sus
labios suavemente por la manga de su vestido. La subió ligeramente para exponer su piel
desnuda a su boca.

366
Los ojos de Bella rodaron por detrás de su cabeza mientras él empezaba a besar la
delicada piel de su antebrazo con besos húmedos y lentos. Y después él arrastró sus labios al
espacio sensitivo en el interior de su codo y succiono ligeramente… Porque Edward sabía,
mientras Bella no, que el interior del codo de una mujer era una zona particularmente
erógena.
El sonido del mesero aclarando su garganta detrás de él apenas acompasó las
atenciones de Edward. Bella se sonrojó en un rojo brillante al ser descubiertos, lo que le llevó
a él a liberar su brazo con pesar.
Sobre una botella de vino toscano y unos cuantos antipasti*, Edward le preguntó sobre
su programa de estudios en el extranjero, dónde vivió y qué hizo mientras era una
estudiante. Cuando ella habló sobre como visitaba el Uffizi casi diariamente para ver la obra
maestra de Botticelli, se preguntó si en verdad existía el destino. Y después se preguntó cómo
él había sido lo suficientemente afortunado para encontrarla no una, sino dos veces.
Después que ellos terminaron sus platos principales y estaban sentados en silencio
mirándose a los ojos e intercambiando besos castos, Edward liberó su mano y hurgó en el
bolsillo de su chaqueta.
—Tengo algo para ti.
—Edward, el viaje ya es un regalo y ahora quieres comprarme un vestido. No puedo.
Él negó con su cabeza—. Esto es diferente. Ahora, antes de darte esto, quiero que me
prometas que no lo rechazaras.
Bella miró hacia sus ojos verdes serios. Él no estaba bromando. De hecho, estaba
bastante solemne. Se preguntó qué estaba escondiendo en la palma de su mano derecha.
—No puedo prometerte algo sin saber más sobre ello.
Él hizo un gesto—. ¿Prométeme que mantendrás la mente abierta?
—Por supuesto.
—Extiende tu mano.
Bella extendió su mano pálida y Edward colocó una caja pequeña de terciopelo negro
en ella.
Ella inhaló bruscamente.
—No es un anillo. Así que puedes empezar a respirar de nuevo. —Su cara estaba
sonriendo, pero sus ojos estaban nerviosos.
Bella abrió la caja y estaba asombrada por lo que vio adentro. Situado entre seda negra
estaban dos grandes, redondos y perfectos zarcillos solitarios de diamantes de casi un quilate
cada uno.
—Edward, yo… —Buscó por las palabras, pero no llegaron.
—Antes que los rechaces, necesito decirte su historia. ¿Podrías escuchar? ¿Por mí?
Ella asintió, hipnotizada por las piedras brillantes en frente de sus ojos.
—Ellos eran de Esme. Carlisle se los dio la primera vez que le dijo que la amaba. No
estuvieron juntos mucho tiempo antes que él se enamorara completamente. Cuenta la
leyenda que él vendió su auto para comprar esos zarcillos.
La boca de Bella se abrió. Ahora ella los reconocía. Esme los usaba casi constantemente.
—Quiero que los tengas.
Ella negó con su cabeza y suave, reverencialmente, cerró la caja. Se lo ofreció—. No
puedo. Estos eran de tu madre. Deberías mantenerlo.
—No.
—Edward, por favor. Ellos deberían ir para Alice o Rose.
—Alice tiene los anillos de Esme. Carlisle me dio estos a mí. —Mientras Edward
comenzó a entrar en pánico, todo lo pudo hacer fue concentrarse en la pequeña caja de
terciopelo acurrucada en su pequeña mano pálida—. Y tú tienes tanto derecho a ellos
___
* Aperitivos.

367
como Rose. —Sus ojos se entrecerraron ligeramente—. Si los rechazas, me lastimaras. —Sus
palabras estaban apenas encima de un susurro, pero golpearon a Bella como si las hubiese
gritado.
Ella tragó y tomó un minuto para ordenar sus pensamientos.
—Lo siento tanto. Son adorables. Y no puedo expresar lo maravilloso que se siente que
quieras que los tenga, pero no tengo derecho sobre esto.
Bella vio que su humor estaba cambiando de herido a molesto y bajó la mirada al
mantel frente a ella, escondiendo sus ojos.
—Me entendiste mal, Isabella. No te los estoy dando porque crea que deberías tener
algo de Esme. Ellos no son el equivalente de una bufanda o un collar de perlas.
Ella masticó el interior de su boca mientras esperaba que continuara.
Él se inclinó sobre la mesa y colocó una palma contra su mejilla.
—Te estoy dando estos para conmemorar el hecho de que ya te di mi corazón.
Él tragó grueso rápidamente mientras sus ojos buscaban lo de ella.
—Esta es mi manera de decirte, Isabella, que eres el amor de mi vida y quiero algo mío
contigo para siempre. ¿No lo ves? Estos diamantes representan mi corazón. No puedes
rechazarlo.
Bella vio en sus ojos que estaba hablando completamente en serio. Sabía que si le
hubiese dado un anillo de compromiso en ese momento, habría estado sorprendida, pero
hubiese aceptado. No había otra persona en el mundo para ella, solamente Edward. ¿Así
que, por qué estaba dudando sobre aceptar los zarcillos?
Por una parte, estaba su orgullo y por el otro, estaba el pensamiento, el dolorosamente
inaceptable pensamiento, que lo hiriera al rechazar su regalo. Ella no quería herirlo. Ella lo
amaba. Lo cual significaba que su decisión ya había sido tomada.
—Son hermosos. El regalo más hermoso que alguna vez haya recibido, además de tu
amor. Gracias.
Él besó sus dedos en gratitud.
—Esme estaría feliz de que nos encontramos uno al otro. Creo eso, Isabella. Creo que
nos está mirando desde arriba y ofreciéndonos su bendición. Y estaría alegre de que sea
capaz de darle esos zarcillos a la mujer que amo.
Él sonrió entonces, se levantó y caminó hacia ella. Extendió su mano y la atrajo hacia su
cuerpo, envolviéndola en un abrazo apasionado.
—Gracias —, susurró él a su oído. Después de haberla besado, le quitó la caja de su
mano y la ayudo a colocarse los zarcillos en sus oídos. Y después le colocó un beso tierno en
cada lóbulo—. Hermosa.
Bella se rio nerviosamente—. Todo el mundo abajo nos está viendo.
—No todo el mundo. El mesero está en la cocina. —Le sonrió y ambos se carcajearon.
Le llamó la atención y después se inclinó para susurrarle en su oído—: “He aquí que eres
hermosa, amada mía.
Bella se sonrojó profundamente a la poesía erótica hebrea de Edward y murmuró
contra su cuello—: “Por la noche en mi cama busque a quien amase a mi alma; lo busque a él, pero
no lo hallé. Me levantare ahora, e iré por la ciudad en las calles, y en los caminos anchos lo
encontrare”.
Edward respondió con una sonrisa pequeña y sorprendida y después la besó hasta que
el mesonero regresó.
Cuando Bella rechazó el postre y la botella de vino estuvo vacía, la pareja feliz flotó
hacia casa.
—¿Debería comprarte un helado?
Ella rio—. Quizás mañana. Estoy demasiado emocionada para comer algo ahora.
—¿Y cuál es tu sabor favorito?

368
—Me gustan todos. Cuando era estudiante, lo comía de desayuno. —Rio ante la
expresión horrorizada que pasó sobre las facciones de Edward y decidió en el acto iniciarlo
sobre las alegrías del helado colazione—. El limón es mi favorito. Pomelo rosado es un
segundo cercando. ¿Qué hay sobre ti?
—Mango. O frambuesa.
—Limón y frambuesa son muy buenos juntos. Es una buena combinación.
—Afortunadamente para nosotros —, susurró.
Ella lo miró y él llevó sus labios a los suyos, besándola profundamente.
—¿Cómo están tus pies? —Se detuvo para mirar con añoranza los hermosos zapatos
altos de Isabella. Ella apretó su mano.
—No puedo sentir mis pies. No puedo sentir nada en este momento excepto felicidad.
Él le sonrió tiernamente—. Mi dulce chica. —Eligió un rulo de cabello y lo envolvió
suavemente alrededor de su dedo, antes de liberarlo.
—¿Así que puedes caminar un poco más? El Dumo es hermoso por la noche y nunca te
he besado bajo su sombra.
Ella asintió y él la guio alrededor de la iglesia para que pudieran admirar el Domo de
Brunelleschi. Era una proeza increíble de arquitectura renacentista, un gran domo en forma
de huevo con techo de tejas volando sobre una hermosa iglesia.
Caminaron en frente de la estructura, cerca del Baptistery opuesto, mirando a la
fachada hasta el techo. Era asombroso, inclusive en la noche.
Edward la jaló hacia su pecho y la besó amorosamente, pasando sus dedos alrededor
de los rulos flojos de su cabello.
Ella medió gimió mientras él llevaba sus labios al lóbulo de su oreja, llevándola a su
boca suavemente.
—No tienes idea de cómo me siento sabiendo que te di estos. —Rozó sus zarcillos con
su nariz—. Sabiendo que usas mi amor en tu cuerpo para que cualquiera lo vea.
Ella iba a contestar, iba a decirle que marcara su cuerpo en una forma más profunda,
pero fue interrumpida por una voz llamándola en italiano desde las escaleras del frente de la
Iglesia.
—¡Dama hermosa! Un poco de dinero para un viejo hombre.
Sin pensarlo, Bella se inclinó sobre Edward para descubrir quién la estaba llamando. El
hombre siguió rogando por dinero para poder comprar algo para comer.
Edward tomó su brazo antes que pudiera acercarse a las escaleras—. Vámonos, amor.
—Él tiene hambre. Debería darle algo.
—La policía vendrá y se lo llevara. A ellos no les gustan los mendigos en el centro de la
ciudad.
—La gente es libre de venir y sentarse en las escaleras de la iglesia. Santuario —,
reflexionó ella.
—El concepto medieval de santuario ya no existe. Los gobiernos occidentales la
suprimieron empezando por Inglaterra en el siglo XVII —gruñó Edward mientras la veía
buscar en su cartera y sacar un billete de veinte euros—. ¿Tanto?
—No tengo nada más pequeño y él tiene hambre. Y mira, Edward. —Ella hizo un gesto
a las muletas del hombre.
—Un truco inteligente —, se quejó.
Bella le dio a Edward una mirada decepcionada.
—Él tiene hambre y esta noche tu amor me ha hecho rica. —Ella dio un paso en
dirección al pobre hombre.
—Isabella, si le das ese dinero, simplemente lo gastara en vino o drogas. No va a
ayudarlo.

369
Ella no tomó ningún tiempo para responder a esa objeción—. San Francisco no hizo
que las personas prometieran gastar su dinero en cosas específicas cuando hacia caridad. Él
daba sin condiciones. O miedo.
Edward le rodó sus ojos hacia ella. No había manera de que fuera a ganar una
discusión con Isabella cuando ella comenzaba a citar a San Francisco de Asís. Nadie podía
ganar con ese tipo de argumento.
—Si le doy algo, sabrá que alguien le interesó lo suficiente para ayudarlo. Y no importa
en lo que él gaste el dinero, eso será algo bueno. Tu amor me hace generosa. No me prives de
la oportunidad de ser caritativa.
Ella trató de caminar alrededor de Edward pero él bloqueó su paso. Tomó el billete de
su mano y agregó algo de su propio bolsillo y después le entregó el dinero al mendigo. Los
dos hombres tuvieron un intercambio en voz baja en italiano y el pobre hombre sopló besos a
Bella trató en vano de estrechar la mano de Edward. Pero él se apartó, tomando el brazo de
Bella y guiándola lejos.
—¿Qué dijo?
—Me pidió que agradeciera al ángel por su misericordia.
Bella se detuvo para poder besar a su ceño fruncido hasta que se volvió una sonrisa—.
Entonces, gracias.
—No soy el ángel que se estaba refiriendo —, gruñó, pero besó a Bella de regreso.
En una decisión de último minuto, ellos caminaron hacia en Ponte Vecchio para poder
mirar al Arno, iluminada como lo era la noche por las luces de los edificios en el puente y las
riberas. Caminaron pasando las tiendas de joyas, las cuales Edward se comprometió a volver
a visitar con Bella cuando estuvieran abiertas, y hasta el centro del puente.
—Isabella —, murmuró, sosteniéndola en sus brazos mientras escuchaba el caudal del
río.
—Edward. —Le sonrió y ladeó su cara para un beso.
La besó suavemente para empezar, pero su beso creció a más y más intenso. Se apartó,
muy consciente del hecho que se estaban volviendo un espectáculo para los transeúntes del
puente.
—Estoy tan feliz de que estés conmigo. Nunca he sido tan feliz. —Él acarició su mejilla
lánguidamente, y presionó sus labios en su frente.
Impulsivamente, ella extendió su mano y tomó su corbata de seda, jalándolo para que
sus caras estuvieran a centímetros de distancia.
—Te deseo —, susurró ella. Y con eso, Bella lo acercó aún más y lo besó.
Y qué beso fue ese. Allí estaba la tigresa emergiendo de detrás de la fachada de la
gatita. La pasión de Bella, encendida por el afecto de Edward, se vertió en la boca de él
mientras ella se esforzaba por mostrarle lo mucho que sentía por él. Sus manos, las cuales
habían normalmente descansado en cada lado de sus hombros o en su cabello, dejaron su
corbata para explorar su pecho y después su espalda, sintiendo sus músculos a través de su
ropa, presionándolo con fuerza contra ella.
Su agresividad le encanto a él. Correspondió dentro de lo razonable, muy consciente
del borde del puente a su espalda y del grupo de jóvenes impertinentes que continuaban
caminando alrededor.
Cuando ambos estaban jadeando por aire, ella llevó sus labios a su oído—. Hazme
tuya. Ahora.
—¿Estás segura? —dijo con voz áspera, acariciando sus labios y su trasero.
—Con todo mi corazón.
Él acarició su pulgar contra su ahora hinchado labio inferior—. Solamente si estás lista.
—Te he deseado siempre. Por favor no me hagas esperar más tiempo.
Él rio entre dientes.
—Entonces deberíamos salir de este puente.

370
La besó de nuevo y se disculpo para hacer una llamada breve en su IPhone. Fue un
cambio rápido en italiano que sonaba como si Edward estuviera confirmando algo con el
conserje, pero Bella no pudo escuchar todo. Él se puso de espalda intencionalmente y habló
en voz baja.
Cuando ella le preguntó sobre ello, él rio—. Ya lo verás.
Les tomó un poco más que lo que debería llegar al hotel, porque cada dos pasos uno de
ellos jalaba al otro en un beso apasionado. Hubo risas y caricias suaves, hubo abrazos tiernos
y murmuraciones de palabras de seducción, y un tango de dos contra la pared de un callejón
oscuro. Pero en realidad, la seducción estaba completada. Porque ello había ocurrido en un
prado mucho tiempo atrás.
Para el tiempo que Edward guio a Bella al penthouse y fuera en la terrazzo, ellos
estaban vibrantes con electricidad compartidas y muy, muy necesitados.
Lo que significó que le tomó a Bella un momento para notar la transformación.
Columnas de velas habían sido esparcidas alrededor del espacio y contribuyendo en
una cálida y parpadeante iluminación a las estrellas del cielo. El aire estaba perfumado con
jazmín. Almohadas y una manta de casimir les hicieron señas para recostarse en la banqueta
de futon. Una botella de champaña reposaba para enfriarse en un cubo de hielo y cerca, Bella
vio un plato de chocolate cubierta con fresas y lo que parecía ser tiramisú. Y por último, notó
la música de Diana Krall.
Edward llegó detrás de ella y envolvió sus brazos alrededor de su cintura, acariciando
su oído izquierdo con su nariz—. ¿Te complace?
—Es hermoso.
—Tengo planes para ti esta noche, amor. Me temo que esos planes no incluyen dormir
hasta mucho, mucho después.
Bella se estremeció por el tono de su voz, baja y sensual.
Él la sostuvo más firmemente—. ¿Te estoy haciendo sentir nerviosa?
Ella negó con su cabeza.
Él empezó a besar su cuello suavemente, flotando sus labios alrededor de su piel—.
Una declaración de deseo —, murmuró—. Pero esta noche hare bien en mi declaración
cuando te tomé en mi cama y te vuelva mi amante. —Ella tembló de nuevo y esta vez él
dobló su brazo sobre su clavícula, abrazándola más cerca—. Relájate, cariño. Esta noche es
todo sobre placer. Tu placer. Y pretendo complacerte toda la noche. —Besó su mejilla y
después la acurró lentamente—. El juego previo es esencial. Y dado que esto es nuevo para
ambos, hay unas cuantas cosas que me gustaría hacer primero. —Buscó sus ojos para ver su
reacción.
—Soy tuya, Edward. Confió en ti.
Él sonrió y la besó suavemente—. Quiero explorar tus sentidos… oído, gusto, vista,
tacto. Quiero tomarme mi tiempo acelerándote y excitándote. —Bajó su voz—. Pero más que
todo, quiero enseñar a tu cuerpo a reconocer al hombre que te adora, únicamente por mi
toque.
—Ya yo te reconozco, Edward. No hay nadie más.
Él la besó intensamente y después se detuvo mientras Bésame Mucho sonaba en el
ambiente.
—¿Quieres bailar conmigo?
—Por supuesto.
Como si alguna vez me negaría a la oportunidad de tenerte en mis brazos…
Él la jaló cerca y colocó sus labios agradecidos en sus mandíbulas.
—¿Es esta nuestra canción?
—Debería ser. Recuerdo todo sobre esa noche. Tu cabello, tu vestido. Eras una visión.
Ella extendió su mano y empezó a pasar sus manos a través de su cabello.

371
—Y yo fui un bruto. Las cosas que dije. —Negó con su cabeza—. ¿Cómo pudiste
perdonarme?
Bella le reprendió con la mirada—. Edward, me estás dando el cuento de hadas que
nunca pensé que tendría. Por favor no lo arruines.
Él la besó en los labios con arrepentimiento y la sostuvo incluso más apretadamente,
pasando una mano tentativa a través de sus costillas. Porque Edward sabía, mientras Bella
no, que las costillas de una mujer eran otra zona erógena.
Mientras se balanceaban con la música, él le cantó, derramando su alma en las palabras
en español, pero cambiándolas ligeramente para que ella supiera que nunca la dejaría ir. No
le daría nada menos que un para siempre y el propio infierno no podría impedirlo de
mantener su voto.
Él solamente no había dicho las palabras en voz alta.
Aún.
Ella levantó su cabeza y miró su boca, memorizando su plenitud y sus curvas, la forma
de que su labio inferior se curvaba hacia abajo. Y después lo jaló a sus labios sin prisas,
pasando sus dedos por su cabello. Él era suavidad y calidez húmeda, hambre y necesidad
apasionada, amor y devoción. Y su beso se apretó contra su propia alma así que incluso las
puntas de los dedos de sus pies sentían su adoración y deseo.
Dos cuerpos se presionaron firmemente juntos en un baile de amantes, ávidos de
anticipación.
Finalmente, soy amada.

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Restaurante

372
Capítulo veinticinco.

Bella estaba recostada sobre su espalda en la banqueta de la terraza, mirando


felizmente a los ojos brillantes de Edward.
Él se había despojado de la chaqueta de su traje y aflojado su corbata, pero se negó a
quitársela, recordando lo excitante que había sido cuando Isabella jaló de ella en el Puente
Vecchio.
Ella estaba cautivada por él… su nariz, sus mejillas, su mandíbula angular, sus
magníficos ojos verdes debajo de sus pestañas oscuras. Y el vello del pecho que se asomaba
por encima de su camiseta blanca debajo de su cuello abierto.
Él estaba en su lado viéndola, apoyando su cabeza sobre su brazo abierto, su pierna
derecha doblada en su rodilla, sirviendo champaña.
Brindaron por su amor y compartieron la cosecha favorita del vino de Don Pérignon
de Edward y después él se inclinó para tomar sus labios en los suyos.
—Me gustaría alimentarte —, murmuró él.
—Sí, por favor.
—Cierra tus ojos —, dijo—. Solo saborea.
Bella confiaba en él, así que cerró sus ojos y sintió algo suave contra su labio inferior y
después dentro de su boca, todo chocolate y fresa jugosa y dulce y la sensación del pulgar de
Edward rozando alrededor de la piel caliente. Abriendo sus ojos, lo agarró por su muñeca,
metiendo lentamente su pulgar dentro de su boca.
Los ojos de él se agrandaron y un gemido ahogado escapó de su pecho.
Ella arrastró su pulgar sobre su lengua, lavándolo ligeramente, y después lo chupó
determinadamente, antes de enrollarlo alrededor de su lengua para saborear cualquier
chocolate restante.
Edward gruñó por segunda vez por la forma que Isabella lo veía a través de sus
pestañas, mirándola con una mezcla de pasión y sorpresa.
Ella lo liberó y apartó la mirada—. No quería que te hicieras ilusiones. Los pulgares
son una cosa, pero soy terrible en…
Él interrumpió su auto desprecio con sus labios, besándola casi rudamente. Acarició de
arriba hacia abajo su cuello con un solo dedo mientras exploraba su boca con su lengua.
Cuando se apartó, sus ojos tenían fuego.
—No quiero que te denigres de nuevo, Isabella. No lo escucharé. Lo que tenemos es
solamente nuestro. No te prejuzgues o a mí o a lo que nosotros dos podemos ser juntos. —Le
dio un ligero beso en su mejilla como para suavizar su tono severo, y después rozó sus labios
contra su oído—. Y no tengo duda de que eres excelente en eso. Una boca tan dotada como la
tuya nuca podrá ser decepcionante. Cuando decidas que estás dispuesta, yo estaré listo. —Le
guiñó un ojo con picardía.
Ella se sonrojó tan roja como las fresas, pero no contestó.
Él volvió a alimentarla con fresas bañadas en chocolate, intercalando con pequeños
sorbos de champaña, hasta que ella se negó a tomar cualquier otro postre para poder
regresar el favor.
Tomando un tenedor, ella lo llenó con tiramisu y después arqueó una ceja expectante
hacia él—. Cierra tus ojos.
Edward hizo lo pedido y ella deslizó delicadamente el tenedor entre sus labios.
Él tarareó sonoramente, porque el postre estaba muy bueno. Mejor aún fue el placer de
ser alimentado por Isabella.
Ella estaba preparándose para servirle otro pedazo cuando él la interrumpió.
—Creo que se le olvidó algo, señorita Swan. —Su lengua salió para deslizarse
alrededor de su labio inferior. Él tomó su mano, arrastrando dos de sus dedos a través de la

373
pequeña porción del postre y después arrastró esos mismos dedos lánguidamente dentro de
su boca.
Como de costumbre él fue despacio, arrastrando suavemente en cada dedo, deslizando
su lengua de arriba hacia abajo antes de chuparla desde la raíz hasta la punta.
Mientras Edward adoraba sus dedos con su boca, el cuerpo de Bella gritaba por él. No
podía evitar imaginarse a su bastante talentosa lengua sumergiéndose en su ombligo y más
abajo, donde ninguna boca había estado alguna vez…
—¿Estás bien, amor?
Bella abrió sus ojos y parpadeó.
—Sí. —Su voz era temblorosa.
—Entonces bésame, Isabella.
Lo jaló por su corbata, justo como él había esperado, y accedió felizmente, rodando
para estar casi encima de ella, su rodilla entre sus muslos.
Él era todo calidez y besos húmedos y largos dedos que acariciaban de arriba hacia
abajo sus costillas y después abajo hacia su trasero, ahuecándolo firmemente. Ella sintió el
calor de su pecho a través de su camisa mientras la presionaba contra sus senos, y su dureza
contra su muslo, y quería más, más… encima, en el medio, dentro…
Edward se apartó y tomó su mano en la de él, besando su palma.
—Ven a mi cama.
—Puedes tenerme aquí.
Él frunció el ceño al principio y después le sonrió de vuelta y besó su nariz.
—Oh, no. Te quiero en mi cama. Además, hace frío aquí y no puedo permitir que te
enfermes de neumonía.
Ella lo miró ligeramente decepcionada.
—Si todavía sientes de la misma manera, podremos revisitarlo mañana. Pero por esta
noche, deberíamos estar detrás puertas cerradas. Te encontraré adentro. Toma todo el tiempo
que necesites.
La besó con moderación y después observó a su muy buen trasero mientras caminaba
alrededor de la terraza hasta dentro del cuarto.
Él se reclinó en la banqueta y tiró su brazo sobre su cara, ajustándose a sí mismo sin
vergüenza más de una vez a través de sus pantalones de lana azul marino. La expectación lo
estaba matándolo. Nunca había estado tan excitado antes, tan listo para extenderla ante él y
tomarla con abandono. Pero eso era precisamente lo que no se permitiría a sí mismo hacer.
No esa noche.
¿Cómo había pensado alguna vez que follarse a alguna mujer que ni siquiera conocía
en uno de los baños del Lobby era excitante? ¿Cómo había creído que los orgasmos sin
nombres ni caras le serían satisfactorios?
Había pasado su vida adorando el altar de un dios silencioso y ausente que le prometió
todo pero que entregó algo fugaz que siempre lo dejaba vacio. Había traficado en lujuria
disfrazándolo como eros*. Pero nada había estado tan lejos de la realidad.
Vanidad de las vanidades. Todo es vanidad.
Todo había cambiado desde que conoció a Isabella por segunda vez. Y especialmente
desde que se había enamorado de ella. Ella lo hizo abrirse y tomado su virginidad
emocional, pero lo había hecho muy paciente y emocionalmente.
Él no le habría dado nada menos.
Mientras Edward reflexionaba sobre las formas en que podría adorarla, Bella estaba
reclinada sobre el tocador en el baño tratando de retomar su aliento.
El preludio sensual de Edward era el equivalente de una seducción de incendiando el
planeta. No había vuelta atrás. No había desaceleración en la atracción tremenda e
____
* Dios Griego responsable de la atracción sexual, el amor y el sexo.

374
irresistible que sentían uno hacia el otro.
Oh Dios, cómo lo deseo.
Se miró en el espejo y arregló su cabello y maquillaje. Y después cepilló sus dientes.
Menta fresca y refrescada, buscó por su dormilona y bata, únicamente para descubrir que
en su bruma de pasión, había entrado al cuarto equivocado. Su lencería estaba en el otro
baño.
Merda.
Ella podía quitarse toda su ropa y envolverse en una de las batas turcas colgadas detrás
de la puerta. Pero eso sería el propósito contrario de comprar lencería. Podía tratar de colarse
en el otro cuarto de baño, pero eso significaría cruzar el cuarto y era seguro que Edward
habría entrado de la terraza para ese momento.
Sin duda que él estaría reclinado en la cama, como el Rey Salomón en toda su gloria.
Bella tembló con anticipación por la simple idea.
¿Debería tomar una ducha primero y simplemente pasear afuera en una toalla?
¿Debería desvestirme hasta quedar en ropa interior?
Mientras su mente se estancaba en cuál era la mejor manera de hacer su entrada,
Edward arregló la terraza y movió todo hacia adentro. Colocó las velas de columnas
alrededor del cuarto, agrupando varias de ellas por la cama. Y después ajustó la música para
que la lista de reproducción que había creado únicamente para esa noche llenara el aire.
Había titulado la lista como Amando a Isabella y estaba más que un poquito orgulloso por ello.
Se giró hacia la cama y colocó unos cuantos artículos personales en la mesita de noche, y
después apagó todas las luces y esperó.
Y esperó.
Pero ella no apareció.
Él comenzó a preocuparse. Caminó hacia el baño y presionó su oreja contra la puerta.
No podía escuchar nada, ni siquiera el sonido del agua corriendo o el susurro de la seda o
satén. Su corazón dio un salto en su garganta. ¿Y si ella estaba asustada? ¿O molesta?
¿Y si ella me trancó la puerta?
Él tomó una respiración profunda y golpeó la puerta.
—Entra.
Estuvo sorprendido de ser invitado. Abrió la puerta con cuidado y miró hacia adentro.
Isabella estaba parada enfrente del espejo, luciendo tímida.
—¿Estás bien?
—Sí.
Él frunció el ceño—. ¿Qué está mal?
—Nada. Yo solo… Edward, ¿podrías abrazarme? Tenía todos estos planes y después
entre aquí y me paralicé y…
El rostro de él tenía una expresión de preocupación—. Soy solo yo, amor. Tal vez he
exagerado.
Ella negó con su cabeza y caminó hacia él, colocando su cabeza en su pecho—. No, yo
estoy pensando de más, como siempre.
—Entonces piensa sobre cuán amada eres, mi dulce, dulce chica. Esta noche te
mostraré justo cuánto.
Él la besó suavemente y cuando ella le sonrió y asintió, la alzó para llevarla a la cama.
Bella no estaba asustada. Pensó que lo estaría, pero cuando Edward la sostuvo en sus
brazos, deteniéndose en cada paso para besarla, sus nervios comenzaron a relajarse. Ella lo
amaba. Ella lo deseaba. Y sabía que él la deseaba, también.
La colocó para sentarse en el borde de la cama y la miró con amabilidad.
La respiración de Bella se detuvo; esa era la mirada que él le había dado en el prado. En
su prado. Ahora lo quería incluso más.
—Apagaste las luces.

375
—Tienes una piel hermosa, Isabella. Será particularmente atractiva por la luz de las
velas. —Besó su frente—. Una figura como la tuya habría inspirado a los hombres de las
cavernas a tallar en las paredes.
Él se arrodilló en frente de ella y lentamente le quitó sus tacones.
—¿Estás seguro? —Susurró.
Él se sentó en el suelo y miró hacia ella, apartando un mechón de su cabello fuera de
sus ojos—. Solamente si tú lo estás, amor.
Ella sonrió—. Quise decir… sobre los zapatos. Puedo mantenérmelos puestos.
La idea le emocionó. No podía negarlo. Pero le preocupaba sobre su comodidad y
habría bastante tiempo para otros y más juguetones momentos.
—No debería haberte dejado caminar los adoquines en esos tacones. Tuvo que ser
doloroso. Sin zapatos esta noche.
Él acarició sus pies lentamente, pasando sus pulgares de arriba hacia abajo por el arco
de su pie. Un movimiento diseñado para relajarla pero también para excitarla.
Ella empezó a gimotear; se sentía tan bien. Se preguntó brevemente cómo su pulgar se
sentiría en otras partes de su cuerpo y un estremecimiento viajó de arriba hacia abajo en su
espina dorsal.
Edward se detuvo.
—Estás temblando. —La miró a través de sus pestañas—. No tenemos que hacer esto.
—Es un tipo agradable de estremecimiento —, susurró ella.
Edward continuó acariciando su pie por unos cuantos minutos y después sus manos
subieron a la parte de atrás de sus rodillas. Sus dedos musicales mágicos jugaron la zona
erógena escondida, casi haciéndola gritar en voz alta.
Ella no podía mantener sus ojos abiertos mientras su respiración se aceleraba.
Él conoce el cuerpo de la mujer de la forma… que alguien conoce algo.
¡¿Qué estaba diciendo?!
En realidad, él conocía su cuerpo mejor que sí misma, lo cual era un estado lamentable
de asuntos. Sin embargo, ella tembló mientras pensaba en qué delicias le esperaran cuando él
moviera realmente sus manos un poco más hacia arriba.
Como si estuviera leyendo su mente, él detuvo su atención de sus rodillas y movió sus
manos hacia sus muslos, presionándolos y después separándolos ligeramente para poder
pasar sus pulgares de arriba hacia abajo, deteniéndose antes de llegar al borde de sus
medias. Estaba haciendo su mejor esfuerzo para tomarse su tiempo, asegurándose de que
ella disfrutara cada movimiento, asegurándose de no saltarse nada.
—Edward, por favor, no te sientes en el suelo. —Ella extendió su mano hacia él y él la
besó.
—Toda esta noche es un regalo. Solo acéptalo. —Una sonrisa tiró de los bordes de sus
oh-tan-perfectos-labios—. San Francisco de Asís lo aprobaría.
Ella rodó sus ojos.
—Pero quiero hacerte feliz, también.
—Ya me has hecho feliz, Isabella. Más de lo que sabes. ¿Ayudaría si confieso que estoy
nervioso, también?
—¿Por qué estarías nervioso?
—Quiero complacerte. No he estado con una virgen desde que perdí mi virginidad y
eso fue hace mucho, mucho tiempo atrás. Vamos a tomarnos esto despacio. Solamente quiero
que te relajes y que estés tan cómoda como te sea posible. Y si estás alguna vez… incómoda,
quiero que me lo digas. Inmediatamente. ¿Puedes hacer eso por mí?
—Por supuesto.
—Me importas, eres valiosa para mí. Y una de las cosas más valiosas para mí es tu voz.
Por favor dime lo que quieres, lo que necesitas, lo que deseas… —Su voz se volvió ronca en las
últimas tres palabras y un temblor involuntario pasó a través del cuerpo de Bella.

376
Ella se inclinó para presionar sus labios en los de él—. Lo que deseo es que dejes de
arrodillarte ante mí, Edward. Así que aléjate del suelo.
Ella trató de lucir feroz pero él solamente le sonrió.
Hola, Tigre…
—Dame un minuto y estaré de vuelta. —Él desapareció al baño más cercano y Bella
podía escuchar el agua corriendo en el lavado.
Él volvió un momento después para encontrarla de pie y buscando la parte trasera de
su vestido. Sus manos se movieron inmediatamente para cubrir las de ella.
—Me gustaría hacer eso. —Su voz era ronca.
Él abrió la cremallera del vestido lentamente, mirando profundamente a sus ojos. Y
después suavemente apartó la seda verde de sus hombros. Esta hizo un sonido de suspiro
como si flotara por el cuarto, como si también hubiese sido seducida por él.
Bella estaba de pie con una combinación de satín marfil, cuyo dobladillo rozaba en el
borde de sus medias de ligas negras.
Edward quedó sin aliento por la visión de ella, porque lucia como un ángel. Un ángel
de ojos marrones con cabello oscuro alzado sobre una piel de seda cremosa. Usando una
combinación de marfil sobre ropa interior de encaje negro. Una yuxtaposición de virtud y la
posibilidad de eros.
Él extendió un dedo explorador por tocar una de las ligas—. No estaba esperando esto.
Bella se sonrojó—. Sé que no querías negro pero en realidad, no estaba esperando que
me vieras con estos. Pensé que iba a cambiarme.
—Hey. —Suavemente subió su barbilla y acarició su cuello colorado—. Estás
impresionante. Y nunca dije que no me gustara el negro. Pero si quieres cambiarte, esperaré.
La miró con expectativa pero ella negó con su cabeza. Ella había esperado tiempo
suficiente.
Él también.
Bella pasó sus manos de arriba hacia abajo por su pecho poderoso antes de jalarlo hacia
ella por su corbata. Lo besó profundamente y después la deshizo lentamente, tratando de ser
lo más sinuosa posible, deslizándola alrededor de la parte trasera de su cuello y tirándola sin
ceremonia sobre el suelo. Después atendió los botones de su camisa, haciéndolo sin mucho
trabajo y colocándola junto con su camiseta en el tope de su corbata.
Mientras él se paraba ante ella, medio desnudo, ella colocó su boca en su pecho,
envolviendo sus dos brazos alrededor de su espalda para poder sentir los músculos en sus
hombros y hacia abajo.
—Puedo sentir tu corazón latiendo —, susurró ella.
—Por ti —, dijo él, con una expresión ardiente.
Ella sonrió mientras tocaba sus abdominales y después su cintura. Su piel era cálida,
mucho más cálida que ella, y oh, tan atrayente. Desabrochar su cinturón y sus pantalones fue
un poco tenso, pero él colocó una mano paralizante sobre la suya y la ayudó un poco cuando
ellas se rehusaron a colaborar.
Y cuando él se paró en frente de ella en sus calzoncillos, habiendo ya quitado sus
zapatos y calcetines, ella tomó una respiración profunda, esperando por su asentimiento, y
después jaló su ropa interior sobre sus caderas.
Mientras él se paraba allí, desnudo, ella dio un paso hacia atrás para admirarlo. Se
lamió sus labios y sonrió. Ampliamente.
Edward era hermoso. Era probablemente genético, o quizás un regalo de los dioses, o
una combinación de ambos reforzada con dieta y ejercicios. Pero mientras sus ojos vagaban
sobre su cuerpo muscular y sus muy bien definidos músculos abdominales, algo dentro de
ella se calentó y derritió. Sintió el calor precipitándose a su vientre y más abajo,
especialmente cuando notó la V que se extendía de sus caderas.
La V que hubiese hecho el más hermoso protector de pantalla.

377
Él era una versión moderna del David de Miguel Ángel, pero con proporciones mucho
más finas y manos indescriptiblemente hermosas.
Tal vez era de mal gusto, pero ella estaba más que un poco pagada de sí misma cuando
se dio cuenta de cuánto más grande era él en comparación con él.
Karma… su conciencia vitoreó.
Luchó contra una risa, mordiendo su labio con fuerza para no comportarse como una
colegiala en reacción a su descubrimiento trascendental.
Edward notó su reacción extraña pero no dijo nada. Suprimió una sonrisa leve,
diciéndose a sí mismo que probablemente no era el momento adecuado para bromear con
ella sobre su tamaño. No quería abrumarla y sabía condenadamente bien cuán bien se veía,
particularmente ahora que se torcía por atención.
Todo a causa de ella.
—¿Puedo? —Él se acercó y rozó sus dedos sobre su cabello, haciendo una pausa para
pedir permiso.
Ella asintió y él comenzó a remover sus pasadores, uno por uno, derramando sus rulos
sobre sus hombros.
Bella cerró sus ojos y bebió en la sensación de los dedos de Edward pasando sobre su
cabello. Le recordó del día de vuelta a Forks cuando él jugó a ser peluquero.
Él desenredó cada rizo con amor, hasta el final, hasta que sus mechones colgaban
alrededor de su cara como una cortina oscura. Rozó la curva de su cuello antes de que sus
dedos encontraran los tirantes de su combinación. Y después los jaló sobre sus hombros.
Isabella estaba de pie en un brassier de encaje negro, cacheteros de encaje negro con
ligas adjuntas y medias negras transparentes.
Perfección erótica a la par con el rubor de inocencia.
Ella estaba de verdad adorable. Pero estaba nerviosa debajo de su mirada vigilante. No
le gustaba ser mirada por largos periodos de tiempo, la hacía muy consciente de sí misma.
Así que él la atrajo a su cuerpo y la besó hasta que sintió que sus hombros se relajaban.
—Isabella, me gustaría verte toda completa —, le susurró.
Ella asintió y él tomó su tiempo quitando sus medias primero, liberándolas de su
agarre y después lentamente rodándola por sus piernas, deteniéndose brevemente para
acariciar la parte trasera de sus rodillas de nuevo.
La respiración elaborada de ella en su oído le aseguró que estaba haciéndolo
correctamente. Y después se paró frente a su espalda y presionó beso sobre beso alrededor
de sus hombros antes de desabrochar suave y lentamente su brassier.
Ella lo sacó por delante y lo tiró a sus pies, pensando para sí misma cuán sexy se veían
la ropa de ambos juntas en el suelo.
Él tomó un momento para ahuecar sus senos desde su espalda, haciendo que su cuerpo
se rozara con el de ella. La acarició suavemente, rozando sus pezones con sus pulgares
mientras abría su boca para rendir homenaje a un lugar especial detrás de su oreja izquierda.
Después deslizó sus manos hasta sus costillas, deteniéndose para rozarlas de arriba
hacia abajo antes de enganchar los dedos en el material en sus caderas. Continuó jugando la
piel debajo de su oído con su lengua mientras removía sus bragas.
Isabella estaba finalmente, gloriosamente desnuda.
La abrazó por la cintura y después la movió para que lo mirara, observando la forma
en que los ojos de ella estaban inclinados hacia la alfombra, su labio inferior lleno
preocupado entre sus dientes. Empezó a juguetear con sus manos y Edward sabía que estaba
a un solo segundo de cubrirse a sí misma.
—Eres una diosa.
Él liberó su labio, presionando suavemente su pulgar en la curva de su boca antes de
levantar su barbilla. Sus ojos la recorrieron deliberadamente desde la cabeza a los dedos de
pie y después de regreso para que ella pudiera ver su admiración.

378
—Cuando sea un hombre viejo y no pueda recordar nada más, recordaré este
momento. La primera vez que mis ojos vieron a un ángel desnudo. Recordaré tu cuerpo y tus
ojos, tu cara hermosa y tus pechos, tus curvas y esto. —Trazó su mano alrededor de su
ombligo antes de arrastrarlo suavemente al borde de sus rizos bajos—. Recordaré tu esencia
y tu toque y cómo se sintió amarte. Pero más que todo, recordaré cómo se sintió contemplar
la belleza verdadera, tanto de adentro como de afuera. Porque tú eres hermosa, mi amada, en
alma y en cuerpo. Generosa de espíritu y generosa de corazón. Y nunca veré nada de este
lado del cielo más hermoso que tú.
La envolvió en sus brazos, besándola repetidas veces con besos ligeros, tratando de
comunicarle con sus labios cuánto la amaba, cuánto la adoraba. Acarició los diamantes en
sus oídos y después colocó su boca en el lóbulo de su oreja.
—Después de haberte visto desnuda, debería exigir que la única cosa que uses en mi
presencia de ahora en adelante sean estos zarcillos. Cualquier otra cosa es superflua.
Bella le dio un beso rápido en sus labios antes de moverse para acostarse en la cama,
mirándolo con timidez.
Edward tuvo que tomar una respiración profunda y liberarla a fin de orientarse,
porque la visión de Isabella desnuda e incitante era casi su perdición.
—¿Por qué no te acuestas sobre tu estómago, cariño? Me gustaría admirar tu hermosa
espalda.
Ella se sonrojó y se dio la vuelta, cruzando sus brazos y descansando su cabeza en ellos
para continuar mirando.
Él se cernió sobre ella, una mirada complacida en su cara, mientras colocaba un beso en
cada omoplato.
Justo como mi fotografía favorita de blanco y negro, pensó ella.
—Eres impresionante, Isabella, desde todos los ángulos. Una verdadera obra de arte.
Él trazó un dedo por su espina dorsal, deteniéndose mientras ella temblaba debajo de
su toque, y después alisó una mano sobre una de sus mejillas inferiores.
—Cambiaste la música —, reflexionó ella, reconociendo la canción romántica de
Mattew Barber And you Give.
—Tú me inspiras.
Él tomó una botella pequeña de aceite de masaje con esencia madera de sándalo y
satsuma y colocó un poco en su mano, calentándola, y después empezó a frotar sus hombros.
Bella cerró sus ojos y suspiró.
—Únicamente siente. —Edward besó su mejilla y después continuó sus movimientos
suaves, viajando bajo su espalda despacio hasta que estaba explorando los dos hoyuelos
sobre la curva de su incomparable trasero.
—Estos son preciosos. —Él presionó sus labios en cada hoyuelo.
Bella se encogió en primer momento, así que Edward se detuvo. Cuando continuó, ella
empezó a relajarse.
Después de lo que pareció ser una hora, él estaba susurrando en su oído, haciéndola
darse la vuelta.
Bella sentía como si estuviera flotando en una nube. Parpadeó hacia él, una sonrisa
perezosa extendiéndose alrededor de su cara.
Edward se extendió para acariciar su nariz con la suya y se movió sobre ella, una
pierna entre las suyas y la otra a un lado, sus codos descansando cerca de los de ella.
—Soy parcial con tus sonrojos —, susurró, bajándose a sí mismo hasta que sus cuerpos
se susurraban uno contra el otro. Y después lentamente empezó a presionar suaves besos de
ángeles hacia arriba y debajo de su cuello y sobre su clavícula mientras continuaba su masaje
de la parte delantera de su cuerpo con una mano.

379
Bella amaba la manera en que sus senos se rozaban contra su pecho fuerte y la
sensación de su abdomen tenso contra su suavidad. La forma en que su mano fuerte se
deslizó debajo de su trasero, tirando de ella contra sus caderas.
—No sabes cuánto te deseo —, murmuró él contra su cuello—, cuán sexy eres.
Él acarició la inmersión de la base de su garganta, deteniéndose para trazarlo con su
lengua.
Sin advertencia, Bella se arqueó fuera de la cama y gritó de placer. Sus manos
encontraron su espalda, y empezó a trazar los músculos de arriba hacia abajo y después
fueron a descansar en sus caderas, empujándolas hacia abajo.
—Aún no, amor.
Él la idolatraba con su boca, sus labios, con el suave mordisco de sus dientes, adorando
su amado cuerpo.
Ella se tensó debajo de su cuerpo cuando él besó su hueso de cadera, probando la piel
del lado con su lengua antes de dibujarla con su boca.
—¿Qué está mal? —murmuró, mientras acariciaba alrededor de su abdomen bajo de
una cadera a la otra.
—Nadie nunca ha… —Ella se detuvo, avergonzada.
Él sonrió con malicia contra su otra cadera, recorriéndola con besos y acariciando su
carne húmeda.
Por supuesto que el perro nuca te hizo esto. Además de ser un hijo de puta, también era un
tonto.
—Bebé, abre tus piernas para mí. —Levantó su mirada para verla.
Sus ojos eran oscuros y ligeramente cautelosos pero ella accedió.
Ella observó mientras él la miraba con admiración, los ojos de él revoloteando para
encontrar los de ella. Le sonrió y después suavemente comenzó a acariciarla con sus dedos.
Bella gimió.
Él la tocó suavemente al principio. Después la probó con un dedo, moviéndolo
cuidadosamente, y después la estiró con dos dedos, doblándolos hacia arriba mientras su
pulgar empezó a acariciarla en pequeños círculos. Él nunca apartó sus ojos lejos de la cara de
ella, observando por cualquier señal de incomodidad, escuchando su respiración acelerarse
mientras sus dedos doblados encontraban su lugar adentro.
Él inclinó su cabeza en admiración, llevando sus labios al borde de su muslo interior,
jugando con ella antes de tomar su carne en su boca y succionarla con abandono,
continuando todavía los movimientos de sus manos.
Era una combinación extraordinaria.
El cuerpo de Bella en realidad se inclinó fuera de la cama mientras se venía con un
gemido tan fuerte que se aproximaba a un grito.
Él continuó tocándola, pero disminuyó su succión hasta que ella se revolvió y trató de
cerrar sus piernas. Llevó su boca a la de ella y la besó tiernamente.
—Gracias —, susurró ella, sintiéndose tan ligera como una pluma de nuevo.
Debería ser un crimen tener dedos tan dotados… y. Qué. Boca…
—¿Eso te complació?
Ella asintió, respirando pesadamente, sus ojos un poco salvajes.
Él dudo de que el perro hubiese encontrado alguna vez ese punto, y el pensamiento
hizo que su pecho se llenara de orgullo. Él estaba ansioso de introducirla a todos los lugares
en su cuerpo que pudieran traerle placer, uno por uno. Llevó sus dedos a su cuello,
rodeando un pecho y después hacia abajo al sitio en su muslo donde había ahora una marca
fresca. Apretó la piel ahora colorada ligeramente.
—¿Te duele?
—No. ¿Pero cómo…?

380
—Esta parte de tu muslo es muy sensible. Alguien que es egoísta o apresurado lo
ignoraría y tocaría aquí primero. —Movió sus dedos para acariciarla ligeramente entre sus
piernas.
Ella estaba todavía sensible de su orgasmo así que saltó.
Él retiró su mano y trazó su muslo de nuevo.
—Isabella, la único que me redime de mis experiencias previas es que puedo poner lo
que he aprendido a tu servicio. La única mujer que estoy interesado en complacer de ahora
en adelante eres tú.
Ella extendió su mano para tocar su cara y él inclinó su mejilla sobre su mano, cerrando
sus ojos. Presionó su pulgar contra su boca, sintiendo su labio inferior lleno y después tiró de
él para un beso apasionado.
Él respondió al colocar su cuerpo sobre el suyo y el corazón de ella se aceleró,
pensando que el momento de su unión era inminente. De nuevo, agarró su hermoso trasero,
instándolo a que se acercara.
Él sonrió pacientemente y se apartó en una mano—. Esta no es una buena posición.
Necesito moverte.
—Pensé… yo debajo de ti, ¿no está eso bien?
—Es la peor posición para perder tu virginidad —, explicó él, colocando besos
pequeños alrededor de su hombro.
—Creo que me gustará.
Edward se apartó—. No para tu primera vez; sería demasiado fácil para mí herirte sin
darme cuenta.
¿Herir?
El corazón de él se apretó a la visión del revoleteó involuntario alrededor de sus ojos.
Colocó sus manos en cada lado de su cara y suavemente hizo que lo viera.
—No voy a hacerte daño, Isabella. No soy un adolescente. No soy él. Voy a ser muy,
muy gentil. Es por eso que no podemos hacerlo así.
—¿Por qué?
—Los ángulos. Mi peso encima de ti, incluso si lo estuviera distribuyendo en mis
rodillas. Gravedad. Si estás encima, puedes controlar los movimientos, la velocidad, la
profundidad de la penetración. Te estoy dando el control. Confía en mí —, susurró, besando
su oído. Continuó acariciándola, murmurando adoraciones contra su piel suave y casi
traslucida.
Y después envolvió sus brazos alrededor de su cintura, levantándola de la cama y
cambiando posición para que estuviera plano sobre su espalda y ella acostada boca abajo
sobre él.
Mientras descansaba en su pecho, él susurro las palabras de Dante a ella en italiano:

"Color di perle ha quasi in forma, quale


convene a donna aver, non for misura;
ella è quanto de ben pò far natura;
per esemplo di lei bieltà si prova.
De li occhi suoi, come ch'ella li mova,
escono spirti d'amore inflammati,
che fèron li occhi a qual che allor la guati,
e passan sì che 'l cor ciascun retrova:
voi le vedete Amor pinto nel viso,
là 've non pote alcun mirarla fiso."

Cita de la Vida Nueva de Dante, sección XIX, la Divina Comedia:

381
“Color de perlas tiene de la manera
como conviene a dama tener, no sin mesura;
ella es cuanto de bien puede hacer natura;
es el ejemplo por el que se prueba la belleza.
De sus ojos, como quiera ella los mueva,
surgen espíritus inflamados de amor,
que hieren los ojos de quien entonces la mira,
y tanto lo traspasan que al corazón llegan:
vos la veréis Amor pintado en el rostro,
allí donde nadie puede mirarla fijo.”)

Bella susurró sus gracias por sus palabras hermosas, deteniéndose para poder escuchar
el latido de su corazón debajo de su oído. Se sentía abrumada al pensar que tenía a esta
persona, a este hombre que había amado por tanto tiempo, en sus brazos. Que ellos habían
despojado hacia un lado todas sus barreras y que eran ahora casi uno.
No podía parar de tocarlo, trazando cada músculo, cada tendón de perfección tensa y
su gloriosa cara perfecta. Tocó sus cejas, la hendidura sobre el centro de su sensual labio
superior, sus patillas, sus oídos… era demasiada belleza para que un simple mortal la
contemplara.
Él se elevó para besarla, trazando sus labios con su lengua y después llevó su labio
inferior lleno a su boca. Por unos cuantos segundos había piel con piel, dos cuerpos pegados
y propensos. Las manos de Bella continuaron explorando las formas de Edward, su cara, su
cabello, su pecho, sus caderas. Empezó a acariciar su erección suavemente, titubeante,
presionando beso tras beso en su cuello y su garganta mientras lo trabajaba con su mano.
Él gruñó en su oído, indicando su placer.
Una oleada de confianza la llevó a acariciarlo más segura, acelerando el ritmo mientras
llevaba sus labios a su pecho, besando sus pectorales y su tatuaje.
Él estaba jadeando ahora.
—Déjame adorarte con mi cuerpo, Isabella —, jadeó, sin querer que su satisfacción
inminente tomara lugar con su mano.
Lo liberó mientras él agarraba sus muslos, haciéndolos separarse suavemente para que
pudieran descansar en cada lado de sus caderas estrechas. Lo sintió debajo de ella,
levantándose en su propio acuerdo para rozar entre sus piernas. Se movió ligeramente y
después una mirada preocupada oscureció su hermosa cara.
Edward colocó su mano en el corazón de ella. La pequeña cosa latente dentro de ella
crepitaba frenéticamente por su toque y después aceleró.
—¿Estás bien?
Ella se inclinó hacia adelante, permitiendo a su cabello colgar alrededor de su cara
como una pantalla.
Él extendió su mano para colocar su cabello detrás de sus hombros para poder verla
mejor.
—Por favor no te escondas. Quiero verte.
Bella se mordió su labio inferior con fuerza y apartó la mirada.
—¿Qué?
Ella negó con su cabeza.
—Cariño, ahora no es momento de ser tímida. Dime.
Miró a su pecho, tratando con mucho esfuerzo de no mirar al dragón como si se
burlara de ella con su permanencia.
—Esto no es como me lo imaginé —, susurró ella, tan bajo que tuvo que esforzarse para
escucharla.
—Entonces dime cómo.

382
—Pensé que estarías… sobre mí.
Su bandera sobre mí es amor.
—Me gustaría estar encima, no lo negaré, pero eres demasiado pequeña, cariño, y muy
delicada. Estoy preocupado de que…
—Sé que te hice esperar por mucho tiempo, Edward. —Su voz estaba justo sobre un
susurro—. Va a estar bien si no puedes ser cuidadoso conmigo. Si necesitas ser… agresivo.
Su declaración lo perturbó profundamente, porque detrás de las palabras no reconoció
su voz sino la de Jacob.
Por supuesto que es eso lo que piensa… así fue como él la trató. Los hombres son perros sin
autocontrol y ella es solo un juguete para su liberación sexual.
La idea le hizo sentir enfermo pero luchó para evitar que la repulsión se mostrara en su
cara. Colocó su mano en su mejilla y la acarició suavemente.
—Isabella, te amo. Si fuera el tipo de hombre que sería agresivo contigo porque me
hiciste esperar, entonces no deberías ir a la cama conmigo. Eres una persona, no un juguete.
No quiero usarte, quiero complacerte. Tanto. —A ese punto él la vio con sus ojos grandes y
oscuros, bajando su voz a un simple susurro—. Te quiero para siempre, no solamente por
esta noche. Así que por favor, déjame hacerlo a mi manera.
Él le rogó con sus ojos que tomara su palabra. No quería tener que explicar porqué
estaba preocupado o qué tipo de resultado estaba evitando escrupulosamente. Habrá tiempo
suficiente para eso en la mañana.
—Todo lo que siempre he querido era por alguien que me amara —, dijo ella, en voz
baja.
—Tienes eso ahora, cariño.
Él movió su boca a sus pechos, sosteniendo uno suavemente en su mano mientras
acariciaba el otro. Eran perfectos. Perfectos en peso y tamaño, natural y bonitos.
Capullos de rosas y crema.
Él pensó de vuelta en la noche que las había visto por primera vez, asomándose debajo
de una bata purpura en la habitación de hotel de Seattle. Cuánto había anhelado tomarlas en
su boca. La giró con su lengua, lamiéndola suavemente y después gentilmente arrastrándola
en su pezón, sintiendo aún más su pico en su boca.
Bella tiró su cabeza hacia atrás, haciendo sonidos inarticulados.
Edward midió su reacción con cuidado. Quería que estuviera excitada, y si tenía
orgasmos únicamente con esto, que así fuera. Haría lo que seguía mucho, mucho más fácil.
—Déjate ir, amor. No tienes que lucharlo —, le habló a su otro pecho, mientras ofrecía
su atención y sus labios.
Bella se estremeció por sus palabras y empezó a mecerse contra él, los ojos cerrados,
deslizándose de arriba hacia abajo.
Unos minutos después la sintió tensarse y liberarse, su postura hundida mientras
terminaba.
Ella abrió sus ojos, parpadeó, y después le sonrió casi lánguidamente.
Y muchas gracias por el orgasmo número dos…
Ella tomó la iniciativa de besarlo, murmurando su afecto a través de sus labios
hinchados. Cuando se retiró, él se movió ligeramente, extendiéndose para tomar algo de la
mesita de noche.
Lo observó liberarse debajo de su cuerpo, rociando una substancia clara en su mano
derecha y después flotarla un poco bruscamente de arriba hacia abajo en sí mismo.
Él notó la expresión en su cara y se apresuró en explicar—. Hará las cosas más fáciles
para ti.
Bella se sonrojó profundamente. Sabía sobre tales cosas, aunque nunca tuvo razones
para usarlas anteriormente. Se sentía ligeramente avergonzada de que no lo hubiera
comprado por sí misma. Había venido a Florencia sin estar preparada.

383
—Eres muy amable.
Sus labios se movieron hacia arriba en una media sonrisa torcida—. Te dije que
anticiparía cada una de tus necesidades. —La besó y después se reclinó en la almohada—.
Puedo usar un condón, si cambias de opinión.
Ella negó con su cabeza—. Con todos los exámenes que has tenido, no creo que
tengamos nada de lo que preocuparnos.
—Sigue siendo tu elección, Isabella.
—Confío que me dijiste la verdad sobre todo.
—Estoy contento de ser tu primero.
Ella sonrió ampliamente por su declaración.
—Quiero que seas mi último, Edward. —Lo besó apasionadamente, su corazón
acelerado y lleno por sus palabras. A causa de sus acciones—. Pero quiero algo de ti ahora.
—Cualquier cosa.
—Quiero que estés encima. —Cuando su cara se arrugó y parecía peligrosamente cerca
de un ceño fruncido, ella se inclinó sobre él con expresión seria—. No me harás daño. —
Trazó su cara con sus dedos, y trató de suavizar sus cejas fruncidas —. Ya te has demostrado
que eres un amante generoso. Pero no es una buena idea ponerme en control cuando no sé lo
que estoy haciendo. Me hace sentir nerviosa. No seré capaz de relajarme y concentrarme en
cómo se siente… Por favor. —Agregó la última palabra como un apéndice de medio corazón,
porque no quería tener que rogarle. Él le había pedido vocalizar sus deseos, y lo estaba
haciendo.
Él se dio cuenta en ese momento de cuán estresante sería para ella sentarse sobre su
cuerpo desnuda y expuesta, responsable de lo que iba a pasar. Más adelante, tal vez, pero no
la primera vez. A pesar de sus preocupaciones, no podía negárselo. Edward asintió, una
ligera tensión visible en su mandíbula, y después en un movimiento fluido, ella estaba sobre
su espalda y él estaba arrodillado entre sus piernas.
La sonrisa de ella era como el sol saliente. Porque así era como siempre se lo había
imaginado.
—Gracias —, murmuró ella contra su boca mientras lo besaba tiernamente.
—Toma tan poco hacerte feliz.
—Yo no diría pequeño —, ella rio*.
Él le sonrió, disfrutando de un momento de frivolidad.
La música cambió entonces y Bella lo miró con interés—. ¿Cuál es el nombre de esta
canción?
—Mintiendo en las manos de Dios por Dave Mattews Band.
—Me gusta.
—A mí también.
Ella lo observó con curiosidad—. ¿Por qué la escogiste?
—Las palabras, la música… —Su sonrisa se amplió y sus ojos brillaron—. El ritmo.
—¿Oh, de verdad?
—Siéntelo. Concéntrate en el ritmo. Es perfecto para hacer el amor. —Él agarró sus
caderas y se presionó a sí mismo contra ella, deslizándose de arriba hacia abajo en el tiempo
de la música, sabiéndose que disfrutaría el contacto tanto como él.
Ella gimió, toda la risa desapareció, y empezó a empujarse hacia él.
—Toma una respiración profunda, amor —, susurró él.
Ella inhaló, él presionó dentro de ella, solamente un poco.
Ella cerró sus ojos y bebió la sensación.
___
*Es un juego de palabra con la oración anterior, en ambos se uso la palabra “Little” que
significa tanto “poco” como “pequeño”, depende del contexto. En el caso de Bella es un juego de
palabras con el tamaño de él.

384
Ahora que Edward tenía el más mínimo indicio de cómo ella se sentiría sobre él, su
cuerpo estaba tentándolo para empujar duro y rápido. Pero sabía que cualquier embestida de
su parte la desgarraría. La deseaba. Quería estar dentro de ella. Pero apartó sus deseos por el
momento y se mantuvo completamente quieto, distribuyendo su peso hasta los codos en
cada lado de sus hombros, lamiendo y chupando sus senos.
Ahora que ella tenía una idea de lo que sería estar conectada a él, ser llenada por él,
quería más. Mucho, mucho más. Quería todo de él.
—Con cuidado —, advirtió, mientras ella levantaba sus caderas, ansiosa de atraerlo
más—. La próxima parte será incómoda. —Cuando ella no abrió sus ojos, él colocó una mano
en su cara, corriendo su pulgar sobre su mejilla—. Mírame, mira mis ojos. —Sus ojos se
clavaron en los de ella cuando ellos se abrieron—. Te daré cualquier cosa. Mi cuerpo, mi
alma, tómalo. Toma todo.
Ellos se miraron uno al otro y después él empujó un poco más profundo, empujando
lentamente, lentamente…
—Respira, Isabella.
Sus ojos se agrandaron y ella inhaló bruscamente mientras él entraba en ella.
Él sintió su ruptura, por supuesto. Edward se congeló inmediatamente, sujetándola con
una mano en su cadera, asegurándose de que ninguno de ellos se moviera.
—Lo siento, cariño —, cantó suavemente. Él movió su mano a su cara y empezó a
acariciarla. Había sentido su piel romperse y deseaba que fuera su propia piel la que
estuviese rompiéndose—. Eso es lo peor de todo, lo prometo. ¿Estás bien? —Buscó por su
cara ansiosamente por cualquier signo de lágrimas.
Pero no había ninguna.
No era tan doloroso como ella pensaba que sería. No era completamente cómodo,
tampoco, pero la sensación de tenerlo dentro, las emociones que vio en su cara, en sus ojos, le
distrajeron de las punzadas en su interior… era casi una sobrecarga sensorial.
Ella quería más. Más de él. Más de esto y ellos… ella quería verlo separándose encima
de ella y saber que ellos habían hecho esto juntos. Encontrar su propio ritmo hermoso.
La música se arremolinaba y crecía sobre ellos, un ritmo tentador que estaba ansiosa
por seguir.
Le sonrió y él sintió que su sonrisa viajo por todo el camino hasta su corazón, aliviando
sus preocupaciones. Sin romper el contacto visual, empezó a moverse dentro y fuera
exasperantemente lento.
Parpadeó rápidamente a la sensación de Edward moviéndose dentro de ella. Sus
manos moviéndose a los músculos tensos de su espalda y su trasero, suavizando sus curvas
y la sensación de sus embestidas rítmicas debajo de su toque.
Él se balanceó en un codo, siguiendo un patrón sensual de arriba hacia abajo en su
costilla izquierda y sobre su hombro. Ella era magnifica. Su largo y oscuro cabello esparcido
alrededor de la almohada blanca. Sus ojos marrones chocolates llenos y profundos, fijos en
los de ella. Y su boca, roja y abierta, mientras empezaba a gemir con cada embestida…
Edward movió una mano para extender sus largos dedos alrededor de su culo,
guiándola y moviéndose con ella, pero siguiendo un ritmo suave. Había esperado tanto
tiempo.
Ella observó sus cejas juntarse y sus dientes morder su labio inferior.
Ellos se estaban moviendo, moviéndose, no rápido pero con determinación, y la
conexión sincronizada de dos amantes que no apartaban la mirada.
Bella miró a sus ojos y casi se perdió a sí misma en las dos piscinas profundas y
oscuras. Vio tantas emociones flotando en la superficie… amor, preocupación, pasión,
adoración, afecto, determinación, deseo erótico… Él la miraba como si fuera la única mujer del
planeta. Como si no hubiera nada más, nadie más en su universo privado más que ellos dos

385
y la música sensual que flotaba en el aire mientras Edward le hacía el amor, marcados como
estaban por los ruidos que escapaban del pecho de ambos.
Bella se escuchó a sí misma gemir y jadear, dejando de lado cualquier vergüenza al
escuchar sonidos sexuales volar espontáneamente de su garganta…
Edward amaba sus gritos y lo impulsaban, excitándolo inclusive más, si eso fuera
posible. Se extendió en medio de ellos y mientras su velocidad se incrementaba, empezó a
acariciarla cada vez que le embestía.
El agarre apretado de ella en su trasero indicaba su placer, mientras luchaba para
mantener sus ojos abiertos.
—Mírame. Quiero ver tus ojos cuando te vengas.
Sus ojos se agrandaron y gritó con fuerza cuando sus dedos se aceleraron.
Bella se apretó como un nudo tirando demasiado apretado y después de repente,
gloriosamente cayó.
Susurros eróticos y murmullos de adoración llenaron sus oídos.
Él no había maldecido.
Ella estaba demasiado distraída para concentrarse en ese hecho sorprendente. No
podría saber que él era un amante vocal que gemía y gritaba improperios para igualar sus
deseos y satisfacciones. Sin embargo en este espacio, sagrado o de lo demás, sus expresiones
espontaneas habían sido limpias y puras.
—Te amo. Te amo. Te amo —, gritó por encima de ella, al tiempo de sus movimientos.
Bella cayó con un flash mientras la sensación de intensa y sin precedentes realización
flotaba alrededor suyo. No era como nada que hubiese experimentado antes. Y antes de que
pudiera encontrar su camino a través de su orgasmo, pudo sentirlo empujar profundamente
y gritar su nombre.
Edward colapsó sobre ella, sus pechos juntos, con cuidado para distribuir su peso
sobre sus codos, una ola de emoción corría por él mientras salía de su clímax. La sostuvo más
cerca, susurrándole palabras dulces en italiano, esperando que ella abriera los ojos.
Amo a esta mujer. Más que lo que amo a mi propia vida…
Se movió para quedar al lado de ella, y extendió una mano para trazar su barbilla.
Solamente allí notó el enrojecimiento que se expandía alrededor de su cuello y el pecho y
más abajo. La piel de sus muslos internos había llenado de un rojo rosáceo y Edward ahogó
un lamento enfermo.
Oh Dios, le he hecho daño.
—¿Bella?
Ahora sus parpados se abrieron. Al principio su mirada era amplia y dispersa. Después
en un instante cambió. Ella lo vio. Y la más hermosa sonrisa lenta pasó por sus labios,
exponiendo sus dientes perfectos.
Ella se sintió como si fuera una pluma de cabotaje en una brisa de verano. Era mucho
mejor que cualquier otra cosa… verlo y oírlo, tocarlo y probarlo y entonces finalmente,
gloriosamente, el desnudo, salvaje y raro Edgasmo el Tercero.
Él exhaló y la besó profundamente.
—¿Estás bien?
—Sí —, ronroneó ella.
Su hermosa Beatrice ya no era una virgen. Él había tomado (y dado) lo que Dante
nunca había hecho. Oró en silencio de que ella no viviera para arrepentirse de la decisión que
la llevó a su cama, o su escogencia de primer amante.
Bella no podía hablar; estaba más allá de las palabras. Ella flotaba, con los ojos
cerrados, disfrutando en los brazos de su amante. Su primero. Y último.
De repente, su amante se había ido y Bella se encontró sola en la cama grande, lo cual
la hacía más grande y fría por su ausencia. El dolor de la pérdida fue inmediato, pero su
mente estaba aún lenta, adormecida como estaba por su primera prueba de éxtasis. Antes de

386
que pudiera deslizar una mano sobre la sabana para buscarlo, él estaba presionando a su
lado.
—Solo déjame ver, cariño. —Su susurro fue vacilante.
Ella no tenía idea de lo que él estaba pidiendo, así que simplemente tarareó su permiso.
Entonces dedos tentativos tomaron su rodilla y una mano suave subió una, doblándola y
separándola ampliamente, pero no demasiado ampliamente. Ahora sus ojos estaban abiertos.
Edward se detuvo cuando sus ojos hicieron contacto—. Solo una vista rápida para
asegurarme de que estás bien.
Cuando él se había atendido a sí mismo en el baño, no había notado ninguna sangre.
Esa revelación lo había aliviado más de lo que podía expresar. Sus ojos se movieron hacia
abajo y pronto estaba suspirando, sus hombros relajándose.
Él presionó algo suave y cálido y calmante en su espacio. Ella se estremeció.
—Lo siento. —De nuevo él presionó el paño húmedo en su carne sensible. Había un
par de manchas rosadas en él, pero nada alarmante. En realidad, deseaba que no hubiera
ningún rosado, pero el rosado era infinitamente mejor que el rojo.
—Estoy bien. Solo me sorprendiste. —La voz de Bella era temblorosa, pero solamente
porque estaba todavía volando, y la sensación de él tocándola allí había intensificado sus
sensaciones.
Edward tomó un vaso de agua de su mesita de noche y la colocó en una de sus manos,
sacudiendo una pastilla blanca de un frasco de medicina en la otra.
—Ibuprofeno —, explicó él—. Para el dolor.
—No está tan mal, Edward. Yo no lo llamaría dolor.
—Por favor —, rogó.
Ella estaba sorprendida por su reacción exagerada, pero eligió no ser testadura,
metiendo rápidamente la pastilla en su boca y tomándose el vaso de agua completo. Estaba
sedienta.
Cuando él la hubo calmado y limpiado, la levantó en sus brazos como una novia,
besando su frente una y otra vez. La llevó cruzando el umbral hasta el baño.
Bella escuchó el agua correr antes de que pasaran por la puerta.
—¿Qué está sucediendo? —preguntó, sosteniendo su cabeza hacia arriba.
—Déjame cuidarte, bebé. —Besó su frente y después suavemente la colocó en la grande
y acogedora bañera.
Bella cerró sus ojos. El agua caliente y las burbujas con esencia de rosas eran
confortables. Estaba todavía adormecida, pero las cosas lentamente estaban volviendo a
enfocarse. Abrió sus ojos y miró a Edward parado sobre ella, todavía desnudo, todavía
glorioso, comprobando la temperatura del agua con sus dedos y ajustando los grifos.
—¿Todavía estás sedienta?
Ella asintió.
Él desapareció por un momento y después regresó con una copa de vino con un
líquido de color granate.
—Arándano con soda —, dijo—. Es bueno para ti.
Ella le enarcó una ceja, preguntándose cómo se había vuelto un experto en prevenir los
problemas femeninos, pero de nuevo, decidió no continuar con la pregunta. Bebió con avidez
y después le pasó la copa vacía.
—Cambiaste la música. ¿Qué es eso?
Él colocó la copa en el tocador y después se giró hacia ella—. Sogno de Andrea Bocelli.
—Es bonita —, murmuró ella.
—No tan bonita como tú.
Él cerró el agua y se metió detrás de ella, colocando sus largas piernas en cada lado de
su cuerpo, jalándola contra su pecho para poder envolver sus brazos alrededor de su
abdomen.

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Ambos suspiraron de satisfacción.
Ella inclinó su cabeza sobre el hombro de él y cerró sus ojos, sintiéndose
increíblemente, como si estuviera bajando de la más deliciosa excitación.
Él la acarició distraídamente, su toque ligero y suave.
—¿Estuvo… bien para ti? —Susurró ella.
Eso es quedarse corto.
—Como nada que hubiera experimentado antes. Fuiste perfecta. Eres perfecta. —
Presionó sus labios en el tope de su cabeza y ella se acurrucó en sus brazos—. Y muy, muy
sexy. ¿Y tú?
—Fue incluso mejor de lo que imaginé. Gracias.
Él empezó a pasar sus manos de arriba hacia debajo de la piel resbaladiza alrededor de
sus costillas.
—¿Por qué el baño? —Preguntó, moviéndose contra él ligeramente, sintiendo su nueva
excitación contra su trasero.
Los labios de él encontraron su oído—. Yo quería cuidar de ti.
—Gracias, Edward, por tu gran bondad hacia mí. Sé que las cosas… no habrían sido
tan placenteras si fuera con alguien más.
Él besó su cabello.
—Te mereces mucho más y mucho mejor que yo, Beatrice —, él susurró—. “La gloriosa
donna della mia mente”*.
—Mi Dante. —Se volteó para besar su pecho húmedo—. ¿Cuándo podemos hacerlo de
nuevo?
Edward sonrió—. No hasta mañana. Necesitas sanar primero.
Ella se retorció ligeramente—. Pero no está tan mal. Tú fuiste muy cuidadoso.
—Después de todo lo que hemos compartido, solamente quiero abrazarte y estar cerca.
Que descanses en mis brazos y sepas que te amo. Nosotros estaremos haciendo el amor de
nuevo muy, muy pronto.
Bella se sintió cómoda y se permitió relajarse totalmente contra su cuerpo. En silencio
agradeció a los dioses de las grandes bañeras, hermosas, con sexys amantes y baños de
burbujas con esencia de rosas.
No necesariamente en ese orden.
Y agradeció a los dioses de las vírgenes que estaban a punto de tener sexo con sus
novios que son dioses sexuales (sin intensión de hacer blasfemia) por la madre de todos los
orgasmos. Tres veces.
En las primeras horas de la mañana, los amantes del Edén se enrollaron alrededor del
otro, piel contra piel, soñolientos y saciados en una cama grande y blanca.
Luz y oscuridad, inocencia y experiencia, besándose y acariciándose en la calidez y
aceptación creada por su amor.
El ángel oscuro le susurró a su musa en italiano hasta que se quedó dormida en sus
brazos, más feliz de lo ella nunca había estado.

____
* La señora gloriosa de mi mente.

388
Capítulo veintiseis.

Edward se sentó en la cama, su espalda contra el cabecero acolchado, sus antebrazos


descansando casualmente sobre sus rodillas dobladas. Estaba desnudo con excepción de sus
calzoncillos y sus lentes, todo lo ayudaba para ver a la preciosa Isabella dormir.
Ella estaba en su lado de la cara de frente a él, un diamante brillando en su oído, sus
labios rojos entreabiertos, respirando suavemente. Sus mejillas estaban rosadas por la calidez
del cuarto mientras la cama grande y blanca estaba bañada del sol de la ventana de techo al
suelo y la puerta para salir hacia la terraza.
Edward había abierto la puerta ampliamente para dejar entrar el aire fresco, el cual
estaba inusualmente cálido. Ya había disfrutado el desayuno y leído el periódico local en la
cama porque estaba reticente de apartarse de su lado. Nunca se había sentido de esa forma
antes.
Generalmente, estaba ansioso por dejar los brazos y la cama de una amante y regresar
a casa para ducharse y dormir, pero incluso dejar a Isabella por un momento para saludar al
joven que entregó el servicio de habitación media hora atrás le hizo sentir ansioso.
Además, sentía la necesidad constante de tocarla y se encontraba sintiéndose aliviado
por el más pequeño e inocente de los contactos, de la piel contra la piel. De vez en cuando,
extendía un dedo moderado y acariciaba su mejilla suavemente para no despertarla.
Su deseo de simplemente tomarla en sus brazos después de hacerle el amor los había
sorprendido a ambos. Como si el acto de hacer el amor hubiese estado incompleto sin la
cercanía suave que venía después. Una cercanía que él deseaba recuperar, incluso esta
mañana.
Viendo la mano de ella descansando en la almohada, acarició su dedo menique con el
suyo. Como si fuera por instinto el dedo de ella se enrolló alrededor del suyo, atrapándolo en
su agarre soñoliento. A él le gustó cómo se sentía… inocente pero real.
Ella se movió ligeramente y murmuró su nombre, su hermosa boca se alzó en una
pequeña sonrisa.
Ella piensa en mí y sonríe.
La energía resplandeció entre ellos.
Su unión de la noche anterior había sido tanto espiritual como física, una comunión
que nunca había anticipado.
Carlisle tenía razón.
Tengo un alma y se unió a la de ella cuando escogí adorarla con mi cuerpo. Ahora ella de verdad
es hueso de mi hueso y carne de mi carne… mi alma gemela.
Para conmemorar el momento, o quizás simplemente porque ella era
indescriptiblemente hermosa cuando dormía, tomó una serie de fotografías de ella con su
IPhone. Más tarde escogería una para su protector de pantalla de su MacBook y una como
avatar para que coincidiera con su tono de llamada en su teléfono.
Justo cuando estaba poniendo el teléfono a un lado, Bella se estiró como una gata
debajo de las sabanas, bostezando antes de incluso abrir sus ojos. Cuando lo vio sonrió
cálidamente y el corazón de él latió un poco más rápido.
—Buenos días, bebé. —Él se inclinó para besarla tiernamente.
—Buenos días, amor.
Ella parpadeó para alejar el sueño y después liberó la mano de él a fin de cubrir su
boca—. Necesito lavarme los dientes.
—No me importa —, se rió entre dientes, tirando de su mano juguetonamente.
—No, en serio. Y debería usar el baño. —Ella se movió para levantarse y se dio cuenta
que estaba desnuda. Y su bata todavía estaba colgando con su camisón a juego en uno de los
baños.
Edward miró por encima de la montura de sus lentes, observándola fijamente.

389
—Adelante, Isabella. Esperaré por ti.
Su mirada viajó desde la sabana que estaba cubriéndola, volviendo oscuros los ojos
verdes de Edward detrás de la montura negra. Él era como una pantera al acecho de su
presa.
¿Simplemente debo ir al baño… desnuda? ¿No debería ponerme unas bragas o algo? Espera…
¡¿Dónde están mis bragas?!
Él le sonrió—. ¿Cuál es el problema? —Ella se sonrojó y él rió, llevándola a sus brazos
y besando su frente—. Estás tímida esta mañana. Pero soy solo yo. Y la verdad, he estado
esperando para que te despiertes para poder admirarte. Si tuviera mi deseo, nunca usarías
ropa de nuevo.
Él presionó sus labios en su frente de nuevo y después se movió para tomar la bata de
baño turca que había abandonado en una silla después de responder la puerta con su
desayuno. Colocó la bata sobre la cama y después se sentó dándole la espalda, mirando la
terraza, pretendiendo estar muy interesado en su taza vacía de expreso.
Ella murmuró una disculpa por ser tan mojigata y se colocó la bata, desapareciendo
rápidamente dentro del baño, pero no antes que Edward, como si fuera Gyges, capturara una
visión de su espalda fascinante mientras se cubría.
Mientras ella se cepillaba sus dientes y cabello y lavaba su cara para quitarse el
maquillaje de la noche anterior, buscó por signos de transformación en el espejo. Estaba
curiosa por saber si se veía diferente. No lo hacía. No de verdad. Sus labios parecía que
estaban más llenos, y su piel parecía más brillante y rosada. Sus ojos brillaban, pero todos
esos cambios podían ser atribuidos al estar enamorada y haber tenido una noche de sueño
satisfactorio en los brazos de su novio.
Oh, ¿a quién estaba engañando? Habían tres buenas razones del porqué se veía de la
forma en que lo hacía, todas ellas empezaban con la mayúscula E y terminaban con la letra
o*.
Hacer el amor con Edward había sido mucho más emocional de lo que había
anticipado. Su cuerpo estaba sediento por él, era cierto, pero no había esperado el aumento
de las sensaciones durante el sexo, o después de él. Incluso esta mañana se encontró ansiosa
para volver a conectarse con él… para capturar todas sus atenciones, para mirar dentro de
sus ojos y saber que no había nadie más entre ellos, para expresar su amor por él con
palabras suaves y caricias.
El sexo era un tipo de conocimiento, y ahora ella lo sabía.
Ahora conocía los celos sexuales. Se permitió esa línea de pensamiento solamente por
un momento, pero no fue sin dolor. La simple idea de Edward haciendo lo que ellos habían
hecho juntos con alguna otra mujer hizo que su estómago se torciera en nudos. Se dijo a sí
misma que las aventuras sexuales de Edward con Tanya y las putas de Masen eran
diferentes… que eran citas no provocadas por amor y afecto. Pero aún así, él las había visto
desnudas, llevado a su cama y entrado en sus cuerpos. Y aunque no pensaría mucho en ello,
el entendimiento de lo que era el sexo había cambiado la visión de su pasado.
Él la amaba; ella creía eso. Pero Edward era también un caballero y nunca le diría que
su unión lo había dejado queriendo más. ¿Y qué sucedía sobre su propio comportamiento
inmaduro? Ella lo había fastidiado para cambiar de posición, le había hecho preguntas y
hablado cuando la mayoría de las amantes habrían estados silenciosas, había hecho muy
poco para complacerlo e incluso cuando intentó hacerlo él la había detenido. Probablemente
porque estaba frustrado por su falta de habilidad.
Las palabras de él llegaron de vuelta a ella gritando, arremolinándose en su mente con
condenas:
Vas a ser un pésimo polvo.
___
* Edgasmo.

390
Eres frígida.
Ningún hombre va a quererte.
Se miró a sí misma en el espejo mientras contemplaba lo que podría suceder si Edward
no estaba satisfecho con ella sexualmente. El fantasma de la traición sexual subiendo su
cabeza, trayendo consigo visiones suprimidas de encontrarlos a ellos juntos.
Pero Edward me ama.
Enderezó sus hombros y se obligó a respirar profundamente. Estaba ansiosa de
aprender cómo satisfacerlo. Si pudiera persuadirlo de ser paciente y enseñarla, entonces
estaba confiada de que podría aprender lo que le gustaba y lo que no. Edward la amaba. Él le
daría una oportunidad de aprender y con el tiempo lo complacería. Esperaba. Ella no quería
perderlo.
Ella era de él tan seguro como si hubiese marcado su nombre en su piel.

-
Cuando regresó del baño, Edward no estaba por ningún lugar. En su camino a la
terraza, notó un gran jarrón colocado en el escritorio, lleno con lirios variados de purpura
oscuro y claro. Algunos amantes habrían comprado rosas rojas de tallo largo. Pero no
Edward.
Él recordó que ellas son mis favoritas.
Abrió la tarjeta que estaba colocada entre las flores.

Querida Isabella,
Gracias por la noche más maravillosa de mi vida
y por tu inmenso regalo.
Te amo,
Edward.

Volvió a leer la tarjeta dos veces más, luchando contra las lágrimas, antes de ir afuera.
Edward estaba tomando el sol en el futón sin sus anteojos, envuelto en una bata similar
pero con su pecho gloriosamente expuesto, comiendo uvas. Era como si el propio Apollo se
hubiese dignado a visitarla.
Abrió sus ojos y dio unas palmadas en el espacio a su lado. Ella se unió a él y él la
abrazó a su pecho, besándola apasionadamente.
—Eso es mejor —, murmuró él mientras la miraba a los ojos—. ¿Qué está mal?
—Nada. Gracias por las flores.
Él besó su frente y acarició su cabello—. De nada. Pero puedo ver las lágrimas en tus
ojos. Dime.
Bella se encogió de hombros mientras buscaba por las palabras.
—Tu tarjeta decía lo que yo quería escuchar desesperadamente.
—¿Me dirás por qué?
Ella jugueteó con el cinturón de su bata por un segundo, hasta que él tomó su mano en
la suya.
—Yo simplemente estaba preocupada que anoche no fuera… lo que tú estabas
esperando. —Su voz era muy baja, como su confianza.
La respiración de Edward dejó su cuerpo con un extraño silbido, porque su respuesta
lo había tomado por sorpresa.
—¿Cómo puedes pensar eso?
—No estuve muy… relajada.
—¿Relajada? ¿De qué estás hablando?

391
Ella empezó a morder su lengua suavemente mientras buscaba con las palabras
adecuadas.
—Hablé demasiado.
Edward la miró con incredulidad y después tiró su cabeza hacia atrás y rió.
—Eso no es cierto. Dijiste unas cuantas cosas, pero no hablaste demasiado. Me gusta
escucharte hablar. —Besó la palma de su mano y bajó para masajear su frente, en la parte de
arriba de su codo interno, el cual exploró brevemente con su boca—. La comunicación sexual
es muy importante. Quiero escuchar lo que te gusta y lo que no… cómo te hago sentir. Creo
que la exigencia de que la mujer se mantenga en silencio durante el sexo es opresiva, ¿no
estás de acuerdo?
La respuesta de Bella fue interrumpida por un gruñido de su estómago.
Edward deslizó su mano dentro de la bata de ella, acariciando su abdomen desnudo—.
Parece que alguien está hablando.
Ella asintió, sonrojándose.
Él besó su nariz—. Pensé que anoche habría eliminado tu habilidad de sonrojarte, pero
veo que estaba equivocado.
—Probablemente me sonroje hasta que tenga noventa —, murmuró.
—No si depende de mí —dijo él sensualmente, trazando sus dedos sobre su cuerpo
para acariciar un pecho.
Ella suspiró en bienvenida y se inclinó hacia sus brazos.
—Quiero conocer tu cuerpo en la forma que conozco el resto de ti. Nos pertenecemos
uno al otro ahora… en todos los sentidos. Es por eso que es importante que me hables. ¿Qué
más te preocupa sobre anoche?
—Exigí que cambiáramos posiciones cuando tú me habrías preferido encima.
—No lo exigiste, lo pediste. Francamente, Isabella, estaría bien si me demandas cosas
de vez en cuando. Dios sabe que soy lo suficientemente exigente contigo. —Su expresión se
relajó y dibujó un círculo o dos alrededor de su seno—. Soñaste que tu primera vez fuera de
una cierta manera. Yo quería darte eso. Sexo es sobre jugar tanto como cualquier otra cosa. Se
supone que es divertido. No lo hagas tan serio.
A ese momento, su traicionero estómago hizo que conocieran su disgusto.
—Desayuno para Bella —, dijo Edward firmemente.
Él la libero y después sirvió café y leche humeante de dos garrafas por separado para
hacer un café con leche, y desplegó una bandeja de comida entre ellos sobre la banqueta.
Había pasteles y frutas, tostadas y Nutella, huevos hervidos y queso, y uno o dos Baci que
Edward había sobornado de uno del personal del hotel para que corriera y los comprara
junto con un extravagante ramo de lirios del Giardino dell’Iris
Bella desenvolvió uno de los Baci inmediatamente y lo comió, con sus ojos cerrados en
puro placer—. Esto es un banquete.
—El sexo te da hambre. Me desperté famélico esta mañana. Hubiese esperado por ti
pero… —Negó con la cabeza mientras tomaba una uva y la paralizaba con sus ojos
brillantes—. Abre, bebé.
Ella abrió su boca y él metió la uva, trazando su dedo alrededor de su labio inferior.
—Y debes prometer que beberás esto, por favor. —Le entregó una copa de vino llena
de jugo de arándano y soda.
Ella le rodó los ojos—. Eres sobreprotector.
Él frunció el ceño.
—Solamente estoy tratando de cuidarte, Isabella. Es así como un hombre se comporta
cuando está enamorado y no quiere que desarrolles cistitis de luna de miel por todo el sexo
que planea tener contigo durante el curso de las dos semanas. —Le guiñó el ojo, con una
expresión de suficiencia.

392
—Correcto. Entonces dame eso. —Ella tomó su copa de su mano y la bebió con avidez
mientras él reía y negaba con su cabeza.
—Eres adorable.
Ella le sacó la lengua antes de servirse un plato de desayuno.
—¿Cómo te sientes esta mañana? —La cara de Edward se llenó de preocupación.
Ella tragó un pedazo de queso Fontina—. Bien.
Él apretó sus labios.
Odio la palabra bien. Debería ser expurgada del diccionario.
—Hacer el amor cambia las cosas entre un hombre y una mujer —, apuntó él.
—¿No estás feliz con, um, lo que hicimos? —Su cara palideció.
—Por supuesto que estoy feliz. Estoy tratando de descubrir cómo te sientes tú, lo que
estás pensando…
Bella inclinó hacia abajo su cabeza para que su cabello cubriera su cara, lejos de los ojos
penetrantes de Edward.
—Cuando estaba en la Universidad, las chicas de mi piso se sentaban alrededor y
hablaban de sus novios. Una noche, ellas fueron y hablaron sobre sus primeras veces. —Se
mordió el borde de uno de sus dedos—. Por supuesto, no tenía mucho con lo que contribuir
con la conversación, pero escuché. —Suspiró—. Solo unas cuantas de las chicas tenían
historias positivas. Las otras eran horribles. Una chica había sido abusada sexualmente de
niña. Algunas de ellas fueron forzadas por un novio o una cita y lloraron todo el tiempo.
Varias de ellas dijeron que su primera vez fue completamente incómoda y frustrante, un
novio egoísta encima de ellas gritando y terminando rápidamente sin consideración. Nunca
lo dije en voz alta, pero me dije a mí misma que si eso era todo por lo que podía esperar,
prefería seguir siendo virgen.
Ella mantuvo sus ojos en la bandeja del desayuno, no queriendo encontrarse con su
mirada.
—Quería ser amada más de lo que quería tener sexo. Después de todo lo que había
visto y escuchado y todo lo que pasó con él, preferiría haber tenido una relación casta con el
corazón y relacionarme con un extraño por cartas que una relación sexual.
Ella se rió suavemente.
—Por supuesto, el lado negativo de todo ese pensamiento es que no sé lo que estoy
haciendo. Y ahora estoy en una relación con un dios sexual y no puedo darle nada como el
placer que él me da.
Las cejas de Edward se alzaron—. ¿Dios sexual? Dijiste eso antes, Isabella, pero créeme,
no soy…
Ella lo interrumpió y lo miró a los ojos—. Quiero que me enseñes. Quiero que me
muestres lo que quieres. Estoy segura que anoche… no fue tan satisfactorio como
usualmente es para ti, pero te prometo que si eres paciente conmigo, mejoraré. Solamente
necesito un poco de ayuda.
—Ven aquí. —La jaló alrededor de la bandeja del desayuno hasta su regazo,
envolviendo sus brazos alrededor de ella firmemente—. Me malentendiste. Tú me diste lo
que nunca pensé que podría tener… amor y sexo juntos. Hacerte el amor fue la experiencia
más placentera que alguna vez he tenido. Eres la única que ha sido mi amante en el
verdadero sentido de la palabra. —Presionó sus labios en los de ella en una solemne
confirmación de sus palabras—. La expectativa y el encanto de una mujer son cruciales para
la experiencia. Y puedo decir con seguridad que tus encantos y mi expectativa fueron como
nada de lo que hubiera experimentado antes. Agregando a eso la sensación de hacer el amor
por primera vez a alguien quien es hermoso, tan bondadoso, a quien yo absolutamente
adoro… De verdad, Isabella, las palabras me fallan. Tú eres perfecta.
Bella se retorció y trató de apartarse.

393
—No te estoy adulando. Eres perfecta para mí. Eres mi amante y mi compañera y mi
Beatrice. —Se detuvo como si estuviera pensando sobre sus próximas palabras—. Verás lo
que quiero decir durante mi lectura de esta noche. Pero a riesgo de ser un Neanderthal,
probablemente debería decirte que tu inocencia es tremendamente sexy; el pensamiento de
que puedo ser quien te enseñe sobre el amor, que podemos explorar tu primera experiencia
sexual juntos… —Negó con su cabeza—. Puedes convertirte más hábil en el arte del amor al
aprender nuevos trucos y posiciones, pero no puedes convertirte más atractiva o más
satisfactoria sexualmente. Ya has superado mis expectativas en ambos casos.
Bella sintió que su carga era más ligera y lanzó un gran suspiro de alivio.
—Gracias. —Se inclinó y lo besó y acarició su cara por un momento o dos—. ¿Me
contarás sobre tu primera vez? —Se mantuvo sobre su regazo pero volvió su atención hacia
el desayuno sin comer.
Él apretó sus labios.
—No me gusta hablar sobre ello.
Ella se mantuvo ocupada con un pastel, mientras trataba de pensar cómo cambiar el
tema.
—Sin embargo, creo que te debo una explicación. Una de las razones por las que estaba
preocupado sobre ser cuidadoso contigo fue por motivo de mi primera experiencia.
Ella parpadeó hacia él, esperando que continuara. Él suspiró y frotó sus ojos con sus
dos manos.
—Solo estuve con una virgen una vez y eso fue cuando perdí mi virginidad con Jessica
en el asiento trasero del Mercedes de Carlisle. Ambos teníamos diecisiete.
Las cejas de Bella se alzaron.
—¿Jessica Stanely?
Eso fue todo lo que pudo manejar. Jessica y su madre no eran personas agradables y a
Bella siempre le habían desagradado. No tenía idea de la unión anterior de Edward. Y
francamente, el pensamiento de Edward compartiendo su primera vez con Jessica la hizo
sentir casi enferma.
—No fue la más grande de las experiencias. De hecho, diría que fue traumática. —La
miró con una expresión preocupada—. Conocía a Jessica de la escuela. Ella era mi
compañera del laboratorio de Biología cuando ambos éramos junior y pasó los primeros dos
meses coqueteando conmigo. —Se encogió de hombros—. Jugueteamos un poco por unas
cuantas semanas. Y después eventualmente, tuvimos sexo.
Bella observó que Edward cambió su peso incómodamente debajo de ella, como si
quiera apartarse.
—Jessica era virgen pero mintió y dijo que no lo era. Y dado que no sabía lo que estaba
haciendo, no fui de ninguna forma cuidadoso con ella. No la preparé, no hubo juego previo
del que hablar, lo hice todo mal. Nosotros usamos la posición misionera porque pensé que
era como se hacía y fui agresivo. —Maldijo suavemente—. Me hace enfermar, Isabella. Me
sentía como un animal mientras la sostenía después. Ella dijo que no le dolió demasiado,
pero había sangre… —Se encogió por el recuerdo.
Bella se sintió enferma.
—Traté de arreglarlo, pero además de ser su novio, no había nada que quisiera de mí.
Ella encontró a alguien más un poco después y eventualmente se casaron. Hablé con ella
unos cuantos minutos el día de Acción de Gracias. Le pedí que me perdonara. Fue muy
amable e incluso se disculpó por mentirme. Supongo que para mí, fue un caso clásico de
aversión. Me sentí culpable por tratarla tan mal, y juré que nunca dormiría con una virgen de
nuevo. —Tragó sonoramente—. Hasta ayer en la noche.
—Lo siento, Edward.

394
—Esa es la razón por la que estaba tan obsesionado sobre ser cuidadoso contigo, con
tenerte en control y sobre mí. Yo no habría soportado si te hubiese herido o hecho sangrar de
esa forma. Hubiese roto mi corazón.
Bella colocó su desayuno hacia un lado y acarició su cara—. Fuiste muy dulce. Y ahora
que nuestra primera vez se acabó, estoy segura que todo será más fácil y más cómodo. Para
ambos.
Como una prueba de su punto, él la besó profundamente, jugando con su boca con su
lengua y después apartándose muy ligeramente para poder probar sus labios.
Bella tarareó mientras su mano se enredaba en su cabello y ella envolvía sus brazos
alrededor de su cuello.
Él deslizó sus manos entre ellos hacia el frente de la bata, separándola lentamente. Sus
ojos tenían una interrogante.
Ella asintió, sin aliento.
Él empezó a susurrar besos contra su cuello y después llevó su boca para tirar el lóbulo
de su oreja.
—¿Cómo te sientes?
—Fabulosa —, susurró, mientras sus labios rozaban su garganta.
Él se movió para poder ver su cara, mientras una de sus manos viajó para descansar
sobre sus rizos bajos.
—¿Estás adolorida?
—Un poco.
—¿Deberíamos esperar?
—¡No!
Su respuesta salió un poco enérgicamente y él se rió de ella, sus labios subieron hasta
volverse su sonrisa registrada de tirando-bragas.
—¿Querías decir lo que dijiste anoche sobre hacer el amor aquí afuera?
Ella se estremeció un poco por la forma en que su voz aterciopelada la inflamaba, pero
respondió regresándole su sonrisa y pasando sus dedos por su cabello, jalándolo cerca.
Él abrió su bata y comenzó a explorar sus curvas con ambas manos, antes de bajar sus
labios para besar sus senos.
—Fuiste muy tímida conmigo cuando te despertaste esta mañana. —Él presionó un
beso reverencial sobre su corazón, antes de verla a través de sus pestañas—. ¿Qué cambió?
Bella colocó su mano pálida sobre su mandíbula y la pasó amorosamente contra su
barba.
—Probablemente siempre me sonrojaré y seré un poco tímida sobre estar desnuda.
Pero te quiero. Quiero que veas a mis ojos y me digas que me amas mientras te mueves
dentro de mí. Recordaré ese momento durante el tiempo que viva.
—Y yo te lo continuaré recordando —, susurró.
Sus manos se deslizaron por el trasero de ella y después la movió para poder
desprenderla de su bata y colocarla sobre su espalda, completamente expuesta.
—¿Tienes frío? —Sus facciones se oscurecieron mientras notaba las cúspides de sus
pezones.
—No cuando me estás abrazando —, susurró, sonriendo—. ¿No preferirías que
estuviera arriba? Me gustaría intentarlo.
Él se quitó su bata y sus calzoncillos rápidamente y cubrió su cuerpo con el suyo,
colocando una mano en cada lado de su cara—. La próxima vez. Alguien podría verte aquí
afuera, cariño. Y no puedo aceptar eso. Nadie podrá ver tu hermoso cuerpo más que yo.
Aunque los vecinos y las personas caminando cerca podrían ser capaces de escuchar… por la
próxima hora o algo así. —Se rio entre dientes mientras ella inhalaba bruscamente, un
temblor de placer recorriendo todo el camino hasta los pies solamente por sus palabras.

395
Él la beso y después apartó su cabello lejos de su cara—. Aún voy a ser suave, pero mi
meta es ver cuántas veces puedo hacerte llegar mientras estoy dentro de ti, antes de que no
me pueda contener.
Ella sonrió ampliamente—. Te amo.
—Como yo te amo. Ahora prepárate para ser intoxicada con placer. Y quiero escucharte.
Así que empieza a hablar.
El cielo azul sobre ellos se sonrojó al ver tan apasionado acto de hacer el amor,
mientras el sol de Florencia les sonrió a ellos, calentando a los amantes a pesar de la suave
brisa.
Ubicado al lado de ellos, el café con leche de Bella se volvió una piedra fría y triste por
ser ignorado.

-
Después de una siesta corta en los brazos de Edward y una garrafa fresca de café y
leche humeante entregada por el servicio de habitación, Bella prestó su MacBook para
revisar sus mails y enviar un mensaje a Charlie. Antes de que empezara, conectó su IPod a
su computadora para que la música llenara el cuarto.
Cantando para sí misma, encontró que había dos mensajes importantes en su bandeja
de entrada. El primero era de Alice.

¡Bella!
¿Te estás divirtiendo?
¿Él se está comportando?
¿Qué está pasando?
¿Ya dormiste con él?
Sí, es COMPLETAMENTE inapropiado para mí hacer esa pregunta,
pero vamos, si estuvieras saliendo con alguien más ya me lo habrías dicho.
Estoy muriendo aquí… ayuda a una chica.
Jasper envía sus mejores deseos para ambos.
No te voy a dar ningún consejo. Estoy segura que E tiene las cosas cubiertas.
Y estoy tratando con bastante esfuerzo de no pensar mucho sobre ello…
Así que no necesito ningún detalle. Solo déjame saber que eres feliz.
Te amo,
Alice XOX
P.S. Por favor, por favor dime que estás protegiéndote.

Bella se rio por el email de Alice, feliz de que Edward se estuviera bañando y no
leyendo sobre su hombro. Él estaría molesto con Alice por plantear tales preguntas
personales.

Querida Alice,
Ambos estamos bien.
El hotel es hermoso y esta noche es la conferencia de Edward en el Uffizi.
Él ha sido muy dulce y me dio los zarcillos de diamantes de Esme.
¿Sabías sobre ello?
Me siento culpable sobre ello, así que por favor hazme saber si te molesta.
Y con respecto a tu otra pregunta,
Sí.
Fue y continúa siendo maravilloso.
Edward es muy dulce y estamos enamorados.
Saluda a Jasper por mí.
Ansiando por las navidades.

396
Amor, Bella. XO
P.D. Nos hemos cuidado de todo. No te preocupes.

El segundo mail de Bella era de Peter. No podría saber esto, pero la había llamado
varias veces e incluso tocado a la puerta de su apartamento antes de dejar Toronto para ir a
Vermont. Se podría decir que suspiraba por ella, pero en realidad, estaba agradecido
únicamente por mantener su amistad. Él preferiría mantener sus anhelos para sí mismo que
perderla completamente. Y tenía que admitir que desde que ella había empezado a ver a
Anthony de nuevo, su piel brillaba. No que él hubiese mencionado tal observación.

Hey Bella,
Siento no haber tenido la oportunidad de despedirme antes de que te fueras a casa.
Espero que tengas una buena navidad.
Tengo un par de regalos para ti.
Son pequeños pero cuando los vi inmediatamente pensé en ti.
¿Me enviarías tu dirección en Washington para enviártelos por correo?
Estoy de vuelta a la granja tratando de encontrar tiempo de trabajar en mi tesis
en medio de las grandes reuniones familiares
y pararme temprano para ayudar a mi papá.
Solo diremos que mi rutina diaria implica un montón de estiércol…
Pero no estoy amargado ;)
¿Puedo traerte algo de Vermont?
¿Queso? ¿Helado Ben&Jerry? ¿Jarabe de Alce?
¿Un Holstein propio?
Feliz Navidad,
Peter.
P.D. ¿Escuchaste que la propuesta de tesis de Ángela fue aceptara por Masen?
Supongo que la llegada de Cristo es la temporada de milagros.

Bella se dejó caer en el respaldo del asiento, mirando a la pantalla, leyendo y releyendo
la postdata de Peter. No estaba segura de qué hacer con eso.
¿Edward aceptó la propuesta de Ángela solo para aplacarla? ¿Lo amenazó?
No quería sacar tal tema desagradable durante sus vacaciones, pero las noticias la
preocupaban. Profundamente.
Edward aún estaba en la ducha, así que respondió rápidamente.

Hola Peter,
Es bueno escuchar de ti,
no tenías que comprarme algo por navidad,
pero fue bastante considerado de tu parte.
Vivo con mi papá en la siguiente dirección:
Isabella Sawn
200 Avenida Maple
Forks, WA 98331—9222
No, no sabía sobre la propuesta de tesis de Ángela.
Ella no me habla, por supuesto.
Ten una maravillosa navidad, Peter.
Te veo en Enero.
Bella.

397
Finalmente, escribió una nota corta para Charlie, diciéndole donde estaban, que
Edward la estaba tratando como una princesa y que era feliz. Y después se sentó en la silla
de escritorio, cerró sus ojos y suspiró.
—Eso no suena como felicidad.
La voz de Edward a su lado le hizo abrir sus ojos.
—Estoy bien. Solo enviando un mail para Alice y para Charlie.
Él se inclinó para jugar con su cabello.
Ella se giró para encontrarlo parado frente a ella, mojado de la ducha, el cabello
despeinado, una toalla blanca envuelta alrededor de sus caderas.
—Eres hermoso —, dijo abruptamente sin pensar.
Él se rió entre dientes y la levantó para poder abrazarla—. ¿Tienes una cosa con los
hombres en toallas?
—Bueno, quizás… por un hombre particular en toalla.
—¿Y te estás sintiendo bien después…? —Su voz se apagó y él levantó sus cejas
expectante.
—Estoy un poquito adolorida. Pero valió la pena.
A él no le gustó esa respuesta.
—Necesitas decirme cuando es incómodo, Isabella. No me escondas nada.
Ella rodó sus ojos—. Edward, no era incómodo durante y habían otras cosas en mi
mente… varias otras cosas. Tú fuiste bastante… distractor.
Él sonrió y besó su cuello sonoramente—. Necesitas permitirme empezar a distraerte
en la ducha. Estoy cansado de ducharme solo.
—Me gustaría eso. ¿Te sientes bien?
Él levantó las cejas y jugó con ellas—. Déjame ver… escandaloso, candente sexo con el
amor de mi vida afuera… Sí, yo diría que me siento bien. —La abrazó más cerca, y el algodón
de su bata absorbió un poco del agua que tiraba su piel—. Te prometo que no siempre será
incómodo. Con el tiempo, tu cuerpo reconocerá el mío.
—Ya te reconoce. Y te extraña —, susurró.
El corazón de Edward se llenó con esa declaración. La liberó para poder caminar hacia
la cama, donde sacó una botella de Ibuprofeno. Se la entregó a ella.
—¿Estás escuchando música francesa?
—Sí.
—Me sorprende constantemente, señorita Swan.
—¿Recuerdas cuando Alice fue de visita y me llevaste a casa después de la cena?
—Recuerdo cada momento que hemos pasado juntos. —Trazó su boca con un solo
dedo, bastante tentado en presionarlo entre sus labios de rubí.
Bella pareció leer su mente y se sonrojó.
—Uno de tus canales guardados era la CBC francesa. La empecé a escuchar de mi
laptop después de eso, y así fue como encontré ese álbum. Su nombre es Pierre Souchon.
—¿Y la canción?
—L.A.O.T
Edward escuchó las palabras y después frunció el ceño—. Es triste.
—Pero me gusta la tonada.
Edward negó con su cabeza y rió entre dientes—. Tengo que correr para Uffizi para
probar mi presentación de PowerPoint de esta noche y después tengo que pasar por mi
sastre y recoger mi traje. —Su expresión se tornó sería—. No quiero dejarte sola de nuevo,
pero sé que necesitas comprar un vestido.
—No me tomará mucho tiempo.
—Si puedes estar lista en media hora, podemos salir juntos.
Bella siguió a Edward hacia el baño, todos los pensamientos de Ángela y el pobre Peter
olvidados.

398
Después de la ducha, ella se paró en frente de uno de los tocadores secando su cabello
mientras Edward se paraba en la otra. Al principio se encontró mirando hacia él,
observándolo mientras realizaba su preparación para afeitarse con precisión militar, y
después finalmente se rindió y solamente se inclinó contra el lavamanos, mirándolo.
Su cabello aún estaba húmedo de la ducha, una toalla colgaba baja en sus caderas,
mientras él se afeitaba cuidadosamente en el estilo clásico.
Bella contuvo una risita porque estaba ligeramente sobrecogida por el grado en el que
su formalidad y búsqueda de la perfección eran manifestadas.
Edward había utilizado una brocha de afeitar con un mango de madera negra para
mezclar el jabón de afeitar europeo en una espuma espesa en un tazón de boticario. Después
de esparcir la crema de afeitar en su cara con la brocha, se afeitó con una máquina de afeitar
antigua.
—¿Qué? —Preguntó él, notando que ella lo estaba mirando.
—Te amo.
Su expresión se suavizó—. Te amo, también, Isabella.
—Amo el hecho de que seas anticuado.
Edward sonrió.
—Creo que me estás confundiendo con alguien más, mi amor. No soy anticuado, o no
estaría haciendo loco y apasionado amor contigo afuera. Y fantaseando sobre cómo es la
mejor forma de introducirte a algunas de mis posiciones favoritas del Kama Sutra. —Le
sonrió—. Pero soy un viejo bastardo pretencioso y soy un diablo para vivir. Tendrás que
rehumanizarme.
—¿Y cómo debería hacer eso, profesor Maser?
—Nunca te vayas. —Su voz bajó y sus ojos cambiaron.
Él no estaba bromeando.
—No podría incluso si quisiera.
La comprensión pasó entre la pareja y después cada uno de ellos regresó a sus rituales
matutinos.

-
Bella salió del cuarto a las siete en punto de la noche en un vestido nuevo Prada.
Edward había hecho arreglos para ella para comprar en su cuenta en una tienda local y ella
se había decidido en un vestido de color índigo con cuello V, sin mangas y hecho de seda
tafetán. Era en forma de línea que contaba con una falda plisada y era una reminiscencia del
tipo de vestido que Grace Kelly usó en la cúspide de su carrera. En conclusión, le venía a
Bella perfectamente.
Sin embargo, la encargada de la tienda había querido que los accesorios modernizaran
el vestido por lo que escogió un bolso de mano de cuero liso plateado y un par de tacones de
aguja puntiagudos de cuero de color naranja que incluso Bella encontró sorprendentemente
cómodos. Para completar el conjunto, una simple pashmina de casimir negra en caso de que
hiciera frío.
Ella se paró en la sala de estar, su cabello largo y ligeramente ondulado, su bolso y
pashima en su mano. Usó los zarcillos de diamantes de Esme y el collar de perlas.
Edward había estado sentado en el sofá de la sala de estar, revisando sus notas de la
conferencia. Tan pronto como vio a Bella se quitó sus lentes y se levantó.
—Impresionante. —Él besó su mejilla y tomó su mano para poder darle la vuelta y
admirar su vestido apropiadamente—. Estás hermosa. ¿Te gusta?
—Lo adoro. Gracias, Edward. Sé que esto te costó una fortuna.
Sus ojos bajaron hacia sus zapatos donde se detuvieron. Paralizados.
—¿Algo está mal?
Él aclaró su garganta pero no encontró sus ojos.

399
—Um… tus zapatos… ellos son… ah…
—Lindos. ¿No lo son? —Ella rió.
—Son mucho más que únicamente lindos, Isabella. —Su voz se volvió más gruesa.
—Bueno, profesor Masen. Si me gusta su conferencia, tal vez continuaré usándolos
después… en el cuarto. —Su voz adquirió un tono sensual que nunca antes había tenido.
Sus ojos volaron a los de ella en sorpresa.
Ella está jugando conmigo. Y es… caliente.
Edward enderezó su corbata y le dio una sonrisa arrogante—. Oh, veré que le guste mi
conferencia, señorita Sawn. Incluso así tenga que dársela a usted personalmente, en algún
lugar privado.
Ella se sonrojó y él la atrajo a sus brazos.
—Deberíamos irnos —, dijo él.
—Espera. Tengo un regalo para ti. —Desapareció hacia el cuarto y regresó con una
pequeña caja.
—Cariño, no tenías que hacer eso.
—Quería hacerlo.
Edward sonrió ampliamente y cuidadosamente levantó la caja de Prada. Apartó el
pañuelo de papel para encontrar una corbata de seda ligeramente estampada de color índigo.
—Me gusta. Gracias. —Él besó su mejilla.
—Combina con mi vestido.
—Así es. —Empezó inmediatamente a removerse su corbata de seda color plata, y la
arrojó en una de las mesas de café y después subió el cuello de la camisa y empezó a atar el
regalo de Bella alrededor de su cuello.
No hay nada más sexy que observar a un hombre ponerse una corbata, pensó ella.
El nuevo traje de Edward había sido hecho a la medida por su sastre favorito local. Era
negro, con la chaqueta sin cruzar con bolsillos laterales y sin un chaleco. Bella estaba de
alguna manera decepcionada de que no estuviera usando el reloj de bolsillo de su abuelo,
pero la forma en cómo se veía en un traje disipaba cualquier mala sensación.
—¿Puedo ayudar? —se ofreció ella, mientras Edward luchaba con enderezar su corbata
sin un espejo.
Él asintió y ella se paró sobre sus puntillas, ajustando su corbata y arreglando el cuello
de su camisa, y después corriendo sus manos debajo de sus mangas hasta que descansaron
sobre los gemelos en su camisa de puño francés.
Él la miró con curiosidad—. Recuerdo que enderezaste mi corbata cuando te llevé a
Antonio’s. Estaba lloviendo y estábamos sentados en el carro.
—Lo recuerdo.
—No hay nada más sexy que tener a la mujer que amas arreglando tu corbata. —Tomó
sus manos en las suyas—. Hemos recorrido un largo camino desde nuestra primera cita.
Ella se extendió para besarlo, cuidando de no manchar su boca masculina con su lápiz
de labios.
—No sé cómo voy a mantener a los hombres italianos a la raya esta noche. Tendrás que
mantenerte muy cerca de mí para protegerte.
Bella gritó cuando él puso sus brazos alrededor de ella, levantándola del suelo para
poder besarla apropiadamente, lo cual requirió que volviera a aplicarse lápiz de labios y
ambos revisaran su apariencia en el espejo antes de salir del cuarto.

-
La conferencia del profesor Masen había sido muy promocionada y las entradas se
vendieron en su totalidad. Lo cual habría sido algo muy sorprendente si el evento hubiese
sido fuera de Europa. La mayoría de las entradas habían sido compradas por miembros de

400
celebridades de Florencia y académicos regionales; autoridades locales y los medios de
comunicación también estaban presentes. Por supuesto, sus entradas eran gratuitas.
A su llegada al Uffizi, la cual fue un paseo corto desde su hotel, Edward y Bella fueron
trasladados al segundo piso por un señor más bien gordito usando una corbata de lazo
Paisley, el cual se presentó como Thomas, el asistente personal del Doctor Vitali. Él saludó
cálidamente a Bella, pero la pareja fue prontamente separada mientras Edward fue animado
para revisar la preparación técnica de su conferencia y ella fue conducida para sentarse en un
lugar de honor en la primera fila.
Y qué habitación en la que iba a llevarse a cabo la conferencia.
Bella no habría sabido esto, pero la conferencia de Edward iba a ser entregada en el
cuarto Botticelli, un espacio amplio dedicado a lo mejor de sus obras. De hecho, el atril estaba
situado entre el nacimiento de Venus y la virgen de la Granada, mientras la Primavera colgaba a
la derecha de la audiencia. La obra de arte en la pared hacia la audiencia había sido
removida y una gran pantalla había sido colgada, en donde la presentación de PowerPoint
sería proyectada.
Bella sabía cuán inusual era tener una conferencia en tal sitio especial e hizo una
plegaria silenciosa de gracias de esta bendición increíble.
Más de cien personas llenaban la habitación, incluso algunas estaban dispersas en el
área trasera. Los flashes de cámaras se encendían y apagaban mientras los medios de
comunicación tomaban fotografías de las obras de arte y los invitados.
El profesor Masen, en su traje oscuro y gafas, se veía calmado, relajado y sereno.
Cuando él fue bloqueado de la visión de Bella por otras personas, ella enfocó su
atención en su voz, la cual identificaba fácilmente sobre las otras. Él charlaba amigablemente
mientras era presentado a varias personas importantes, cambiando sin problemas del
italiano al francés al alemán y de nuevo de vuelta al italiano.
Incluso su alemán era sexy.
Bella se preguntó si estos eventos alguna vez lo harían sentir nervioso, y en medio de
sus meditaciones privadas, él encontró su mirada y le guiñó un ojo.
La introducción del doctor Vitali al profesor Masen tomó no menos de quince minutos,
hablando a un florentino rápido. Pero pronto el profesor tomó su lugar detrás del pódium y
se dirigió a la audiencia en un italiano fluido.
—Mi tema de esta noche es la musa de Sandro Botticelli, La Bella Simonetta. —A este
punto, sus ojos convergieron con los de Bella—. Es un tema controversial, dado que ha
habido muchos debates de cuán cercana ella era de Botticelli y hasta qué punto ella era la
inspiración real para sus pinturas. Espero eludir algunos de esos desacuerdos a fin de
enfocar su atención en la comparación entre las figuras.
«Si comenzamos con las primeras tres laminas, podrán ver las ilustraciones de Dante y
Beatrice de pluma y tinta en el Paraíso. Noten la cara de Beatrice. —Su voz se volvió suave—.
El rostro más hermoso…»

«Comenzamos con la musa de Dante y la figura de su Beatrice como fue interpretada


por Botticelli. Aunque estoy seguro que Beatrice no necesita presentación en esta audiencia,
me permito enfatizar que ella representa el amor cortes, la inspiración poética, fe, esperanza,

401
y caridad. Ella es la ideal de la perfección femenina, a la vez inteligente y compasiva, y
vibrante con el tipo de amor desinteresado que solo puede venir de Dios. Ella inspira a Dante
para ser un mejor hombre. Un hombre podría pasar la vida entera buscando por tal ideal y
nunca encontrarla.
Ahora miren la cara de Venus detrás de él.»
Todos los ojos de la habitación excepto los de Edward se enfocaron en el Nacimiento de
Venus. Él miraba solamente a Bella.

—Es la misma cara, ¿no es así? Dos musas, dos tipos ideales, una teológica y una
profana. Beatrice como la amante de un alma, Venus como la diosa del amor corporal. La
Bella de Boticelli tiene al menos dos caras… uno de amor sacrificado o ágape, y uno de eros, el
amor sexual.
El rostro de Bella se inclinó mientras se sonrojaba, jugando con el bolso de mano
plateado sobre su regazo.
—Dejemos de lado la pregunta de si esta musa es o no Simonetta por el momento. La
semejanza visual entre Beatrice y Venus es sorprendente. En el retrato de Venus, el énfasis
del curso está en su cuerpo. A pesar de que ella representa el amor sexual, mantiene una
modestia venerable, agarrando parte de su cabello a fin de cubrirse a sí misma. Noten la
expresión recatada y la colocación de su mano sobre su seno. Su timidez aumenta el erotismo
de su papel… no lo disminuye. Muchas personas no pueden ver cómo la modestia y la
dulzura de temperamento componen el erotismo.
Bella encontró su mirada y él le asintió casi imperceptiblemente.
—Permítanme ser claro, eros no es lujuria. De acuerdo a Dante, la lujuria es uno de los
pecados capitales contra sí mismo, es la pasión sobre la razón. Eros por otro lado es un tipo
de amor que puede incluir sexo pero no lo limita. Es el fuego que todo lo consume del
enamoramiento y afectos que es expresado en la emoción de estar enamorado. —Sonrió a la
audiencia y su voz se suavizo—. Cualquiera que haya estado enamorado antes sabe la
diferencia entre eros y lujuria. No hay comparación. Uno es la sombra vacía y sin cara de la
otra.
«Por supuesto, uno podría objetar que es imposible para una persona, una mujer,
representar el ideal de ambos ágape y eros. Si ustedes me complacen por un momento,
sugeriré que tal escepticismo es una forma de misoginia*. Porque solo un misógino podría
sostener que las mujeres son o santas o seductoras… virgen o prostitutas. Esto es una falsa
dicotomía*. No hay ninguna razón del porqué una mujer, o un hombre en ese caso, no
puedan ser ambos… no hay razón porqué la musa no pueda ser amantes de ambos alma y
cuerpo.»
La boca de Edward se curveó en una sonrisa maliciosa y Bella supo que estaba a punto
de decir algo provocativo.
—Tal vez los rumores locales del día que etiquetaban a Botticelli como un misógino a
la finalización del Nacimiento de Venus, declarando que él solamente veía a las mujeres como
___
* Aversión u odio a las mujeres.
* División.

402
juguetes sexuales.
Su sonrisa creció incluso más y sus ojos brillaron con malicias detrás de sus lentes.
—Pero tal inferencia sería una falacia, ¿no es así? ¿Por qué uno vería a la Venus y
deduciría de ellas lo que eran las visiones personales de Botticelli de feminidad y de la
condición de la mujer? El artista no es idéntico a su arte, justo como un novelista no es lo
mismo que los personajes de sus novelas, y cualquiera que piense distinto está muy
equivocado. Ahora miren a la pintura detrás de mí, La virgen de la Granda.
De nuevo, todos los ojos del cuarto se fijaron en la pintura de Botticelli excepto
Edward.

—Una vez más, observamos la misma cara repetida en la figura de la Madonna.


Beatrice, Venus y Santa María… una santísima trinidad de la mujer ideal, todas con la misma
cara. Agape, eros y virginidad, una combinación embriagadora que haría incluso al hombre
más fuerte caer de rodillas, cuando él fuera lo suficientemente afortunado de encontrar una
persona que manifieste todas las tres.
Los ojos de Edward se inclinaron hacia Bella, pero ella no pudo levantar su cabeza. Su
sonrojo se había esparcido por sus mejillas hacia su cuello y encima de su escote.
Era muy seductor.
Su voz se entrecortó, así que tomó un momento para tomar un poco de agua antes de
continuar.
—Consideremos la granada. Algunos han argumentado que se trataba de una granada
y no una manzana lo que tentó a Eva en el Jardín de Eden. Con respeto a la pintura de
Botticelli, muchos han argumentado que el verdadero simbolismo de la granada es el de la
sangre de Cristo en su sufrimiento y su consecuente nueva vida a través de la resurrección.
«Para mis propósitos aquí, elijo tratar a la granada como una fruta del Edén, la
Maddona como la segunda Eva y Cristo como el segundo Adam. Con la Madonna, Botticelli
se remota a la primera Eva, al arquetipo de feminidad, belleza y compañía femenina. Voy a ir
más allá, al afirmar que Eva es también la ideal de la amistad femenina, la amiga de Adam, en
la cual ella es la ideal de phileo, amor amistoso o el amor que eventualmente surge de la
amistad. En este respecto, la amistad entre Santa María y San José manifiesta este ideal
también.
Así que la musa de Botticelli es una santa, una amante y una amiga, no un cartón
cortado de una mujer o una fantasía adolescente. Ella es real, es complicada y es
completamente fascínate. Una mujer a la que adorar.»
Edward se rió entre dientes.
—Perdonen mi griego, pero estoy seguro que están conscientes, la precisión del
lenguaje griego nos permite hablar más perspicazmente sobre los diferentes tipos de amor.
Un tratamiento moderno de esta discusión en C.S. Lewis “Los cuatro amores”, si están
interesados.
Él aclaró su garganta y sonrió encantadoramente a la habitación.

403
—Finalmente, consideremos la pintura a mi izquierda, Primavera. Uno podría esperar
ver la cara de la musa de Botticelli reflejada en la cara de Venus o Santa María, quien sea uno
pensaría que es la figura central de la pintura. Pero su cara es bastante distinta a las otras
imágenes que hemos visto. En vez, la cara de la musa de Botticelli se encuentra en la figura
de Flora, a su derecha.

—Flora está embarazada en la pintura, hinchada con el hijo de Zephyr. Pueden ver a
Zephyr en el extremo derecho, flotando junto a los arboles de naranja mientras toma
sexualmente a Flora. Aunque la descripción inicial de Flora es una de sorpresa y quizás
preocupación sobre las atenciones de su amante, la cara de Flora cuando está embarazada es
serena y feliz. Su nerviosismo a la espera de la relación sexual es reemplazado con
satisfacción y paz.
«Uno desearía que todos los amantes fueran tan tiernos con sus compañeros sexuales
vírgenes para así inspirar este tipo de satisfacción.
Flora representa la consumación del amor físico y la maternidad. En este respecto, ella
es la ideal de storge, amor familiar, el tipo de amor manifestado de una madre a su hijo, y
entre amantes que comparten un compromiso que no es basado únicamente en sexo y placer.
Entre parejas casadas.»
Edward era un actor y uno muy bueno. Nadie, solamente Bella, notó los nudillos
blancos mientras él apretaba el borde el podio con sus dos manos. Nadie, solamente Bella,
notó el ligero temblor en su voz cuando pronuncio las palabras embarazo y maternidad.
Ella lo miró, atrapó su mirada, e hizo la mímica de las palabras te amo.
—En los primeros escritos sobre el Primavera, Flora fue afirmara ser la imagen de La
Bella Simonetta, la musa de Botticelli. Si eso es cierto, solo en la inspección visual, podemos
afirmar que La Bella es la inspiración de Beatrice, Venus, y la Madonna, también, todas las
cuatro damas compartían la misma cara.
«Así, tenemos los iconos de ágape, eros, phileo, y storge todos representados en una
misma cara, una misma mujer… La Bella. Para decirlo de otra manera, uno podría decir que
Botticelli ve en su amada musa todos los cuatro tipos de amor y todos los cuatro ideales de la
mujer… santa, amante, amiga y esposa. ¿Qué hombre no la desearía en toda su bondad? ¿En
todas sus formas? »
Se detuvo, dio un sorbo de agua, y Bella notó que su mano tembló ligeramente.
Él terminó su conferencia sin que nadie notara como sus ojos viajaban a los de ella
como si quisiera ver si ella captó su revelación, o la forma como sus nudillos continuaban
emblanquecidos hasta que soltó su agarre del podio al final de su discurso.

-
Dado que era una conferencia pública formal, no hubo periodo de preguntas. El doctor
Vitali retomó el podio, extendiendo su agradecimiento al profesor Masen por toda su
discusión iluminadora y después un pequeño grupo de políticos locales le presentaron
varios regalos, incluyendo un medallón que representaba la ciudad de Florencia.

404
Bella había tenido la esperanza de que pudiera reunirse durante la hora de coctel, pero
él estaba inundado con miembros de la audiencia, incluyendo varios historiadores bastante
críticos, así que ella humildemente paseó alrededor de alguna de las habitaciones conjuntas
admirando las pinturas hasta que se paró en frente de una de sus favoritas, La anunciación de
Leonardo Da Vinci.
Estaba parada cerca, demasiado cerca en realidad, notando los detalles de la columna
de mármol en donde la Madonna estaba sentada detrás, cuando una voz sonó en su oído en
italiano.
—¿Te gusta esta pintura?
Bella alzó la mirada hacia los ojos oscuros de un hombre con cabello negro y piel
bronceada. Era más alto que ella, pero no demasiado, y era de contextura muscular. Estaba
usando un traje bastante costoso, o así parecía, con una rosa roja prendida en la solapa.
—Sí, mucho —, respondió en italiano.
—Siempre he admirado la profundidad que Da Vinci le da a sus pinturas.
Particularmente las sombras y los detalles sobre el pilar.
Ella sonrió de vuelta a la pintura—. Eso es exactamente lo que estaba viendo. Además,
los contornos de las plumas de las alas de los ángeles. Son increíbles.
El caballero se inclinó ante ella un tanto formalmente—. Por favor permítame
presentarme a mí mismo. Soy Félix Pacciani.
—Bella Swan. —Extendió su mano en un gesto amistoso pero él la tomó por sorpresa
cuando la agarró en ambas de sus manos y la llevó a sus labios, mirándola mientras se
inclinaba para besarla.
—Encantado. Y puedo decir que su nombre le queda, La Bella. Especialmente a la luz
de la conferencia de esta noche.
Bella desvió su mirada y retiró su mano rápidamente.
—Deberías tener un poco de prosecco. Permiteme. —Él le hizo una seña rápidamente a
una mesera y tomo dos flautas de champaña de su bandeja, entregándole una a Bella.
Él sonó sus copas y brindó a su salud.
Bella dio un sorbo al vino espumoso agradecida, como si le diera una distracción a su
intensa mirada. Era un hombre apuesto, e infinitamente encantador, pero no se fiaba de los
hombres italianos extraños que daban regalos, particularmente cuando todo lo que
realmente quería hacer era admirar a Da Vinci en paz.
—Soy un profesor de literatura en la Universidad. ¿Y tú?
—Estudio a Dante.
—Ah, el poeta. Un tremendo campo para estudiar. Mi especialización es Dante,
también. ¿Dónde estudias? No aquí —Sus ojos se trasladaban de su forma a su cara a su
cuerpo y sus zapatos, deteniéndose brevemente antes de viajar de vuelta a su cuerpo y su
cara de nuevo.
—En la Universidad de Toronto.
—¡Ah! Por supuesto. Una canadiense. Una de mis antiguas estudiantes está estudiando
allí en este momento. Tal vez son conocidas.
—Es una universidad muy grande. Probablemente no.
Félix le sonrió, mostrándole unos dientes muy derechos y muy blancos que brillaban
en la luz del museo.
—¿Has visto la Madonna de Giotto? —Señaló a uno de las habitaciones contiguas—.
Está a la vuelta de la esquina.
Él permitió a Bella guiar el camino en la dirección que gesticuló y los dos caminaron
hacia la grande y famosa pintura de la Madonna y el Niño que había sido hecha de madera y
no de lona.
Bella sonrió a la pintura—. Sí, la había visto antes.

405
—Giotto no ha sucumbido al renacimiento en esta pintura, pero está todavía llena del
estilo medieval. ¿Ves como el niño Jesús se parece a un pequeño adulto en lugar de un bebé?
¿Y cómo las dos figuras son planas en lugar de dimensional?
Ella asintió y se movió ligeramente para poder mirar mejor al niño.
Félix se paró a su lado, bastante cerca, observando su estudio de la pintura.
—¿Te gusta?
—Sí, pero creo que prefiero el arte renacentista. Me gusta la dimensión y la
perspectiva. Botticelli es uno de mis favoritos. —Ella mantuvo sus ojos obstinadamente en la
pintura.
—¿Eres estudiante del profesor Masen?
Bella tragó sonoramente—. No. Yo… yo estudio con alguien más.
—Es una lástima. Él es considerado como el mejor, razón por la cual fue invitado aquí.
Pero, ¿cómo una belleza como tu vino a descubrir a Dante?
Bella comenzó a explicar su interés en Dante como un interés relacionado a todas las
cosas italianas, la cual era una versión de la verdad, y estaba a punto de explicar que el
profesor Masen era de hecho su novio cuando Félix extendió su mano libre y apartó un rizo
lejos de su cara.
Ella se encogió de inmediato por su gesto íntimo y dio un paso hacia atrás, pero sus
brazos eran largos y su mano la siguió.
Abrió su boca para decir algo reprendedor cuando alguien aclaró su garganta cerca.
Félix y Bella giraron su cabeza lentamente para ver a Edward parado allí, los ojos
brillantes detrás de sus gafas, las manos en sus caderas, acampanando su chaqueta abierta
como las plumas de un pavo real enojado.
Él dio un paso más cerca de Félix.
—Veo que has conocido a mi fidanzata. Sugiero que mantengas tus manos para ti
mismo, si las valoras.
Félix hizo una mueca pequeña antes que su cara se relajara a una educada, pero
apretada sonrisa.
—Ella no te mencionó.
Bella no esperó que Edward gruñera o tal vez extrajera los brazos de Félix de sus
bolsillos, por lo tanto mancillada los hermosos pisos de Uffizi con sangre. En vez, se paró
entre los dos hombres y colocó la mano que sostenía su bolso contra el pecho de Edward.
—Edward, este es el profesor Félix Pacciani de la Universidad. Él es también un
especialista de Dante.
Una mirada pasó entre ambos hombres y Bella se empezó a preguntar si ellos se
conocían entre sí.
Félix levantó sus manos en señal de rendición.
—Miles de disculpas. No sabía que ella estaba comprometida. Perdóneme, profesor.
Perdóneme, La Bella. —Sus ojos se movieron hacia ella y se quedaron allí.
Al sonido del (bastante impertinente) sobrenombre, Edward dio un paso más cerca
pero Bella se mantuvo firme.
—Cariño, necesito encontrar un sitio donde poner mi copa. —Meneó ligeramente la
flauta vacía, esperando que lo distrajera.
Edward quitó la flauta de la mano de Bella y se la entregó a Félix—. Estoy seguro que
tú sabes dónde poner esto —, dijo, con tono glacial. Tomó la mano libre de Bella en la suya y
la condujo rápidamente fuera de la habitación.
Avanzó con determinación y rápidamente a través de la multitud, rechazando a las
personas con su lenguaje corporal. La multitud se dividió como si fuera el mar rojo en frente
de ellos mientras se abrían camino a través de la sala de Botticelli.
Bella vio persona tras persona girar hacia ellos y mirar y se sonrojó incluso más
profundamente.

406
—Edward —, susurró ella—. ¿A dónde vamos?
Él no respondió. La jaló hacia el pasillo contiguo de azulejos, que estaba decorado con
esculturas y empezó a caminar hasta el final del mismo, más allá del tiro del oído de la fiesta.
Después la colocó en una esquina oscura entre dos grandes estatuas de mármol puestos en lo
más alto del pedestal. Bella estaba eclipsada por las formas imponentes.
Él tomó su bolso y su pashmina y la tiró hacia un lado. El sonido del cuero golpeando
el suelo hizo eco contra el corredor abandonado pero lo ignoró.
Edward estaba furioso.
—Estuviste fuera de mí vista por lo menos treinta minutos y los lobos descienden.
Sus ojos ardían y sus mejillas estaban ligeramente coloradas, lo cual para él era algo
raro.
—Lo siento. Nosotros solamente estábamos hablando de nada antes que él…
Él la interrumpió jalándola en un abrazo ardiente, una mano enredándose en su cabello
y la otra deslizándose por la parte de atrás de su vestido para agarrar su trasero.
La fuerza de su beso la empujó hacia atrás hasta que sintió la pared fría de la Galería
presionar en la piel desnuda de su espalda alta. El cuerpo fuerte de Edward se alienaba con
el de ella.
—No quiero volver a ver las manos de otro hombre en ti de nuevo —gruñó.
Separó su boca de nuevo rudamente, luchando con la lengua de ella con la suya e
incluso trazando los bordes de sus dientes, mientras su mano se deslizaban sobre la curva de
su trasero, enterrando sus dedos en su carne.
Bella se dio cuenta en ese instante que él había sido cuidadoso con ella cada vez que la
había tocado o besado. Pero no era cuidadoso ahora. Parte de ella se inflamó por él,
desesperada por él.
Otra parte comenzó a protestar, preguntándose qué haría él si ella decía detente…
Él levantó su muslo izquierdo, enganchándolo alrededor de su cadera mientras pegaba
sus pelvis juntas.
Ella lo sintió de inmediato a través de la tela de su vestido, escuchando el crujido de la
seda de tafetán como una mujer sin aliento con cada uno de sus movimientos. El tafetán
claramente quería más.
—¿Qué tengo que hacer para hacerte mía, Isabella? —gruñó contra sus labios.
—He sido tuya desde que tengo diecisiete.
—No esta noche, por lo que parece. —Él tiró de su labio inferior hacia dentro de su
boca, mordiéndolo con sus dientes antes de succionarlo con fuerza.
—Solamente me perderás si dejas de amarme.
—Nunca —, murmuró, mientras su mano subía su falda, jugando con la seda de su
muslo izquierdo mientras buscaba la cinta que reposaba en la cadera de ella.
Ella se estremeció y él se apartó para buscar sus ojos.
—¿Sin ligas esta noche?
Ella negó con su cabeza.
—¿Qué es esto? —Sus dedos tiraron de la muy delgada cinta.
Por un segundo ella pensó que tal vez lo rompería. Miró hacia su corbata índigo.
—Bragas —, susurró ella.
Sus ojos brillaron con avidez.
—¿Qué tipo de bragas, Isabella?
—Una tanga rosada.
Su revelación lo sorprendió tanto que casi se balanceó sobre sus pies, haciendo silbar
su tafetán mientras lo hacía. Él presionó sus labios a sus oídos desnudos y susurró:
—¿Debo asumir que usaste esto para mí?
—Nunca ha habido nadie más.

407
Sin advertencia, sus labios encontraron los de ella de nuevo y él la alzó, apretándola
contra la pared. Sus labios en su cuello, él tiró de su pierna derecha alrededor de su cadera y
después presionó sus partes inferiores juntas oh tan firmemente.
Los tacones largos y delgados de los zapatos naranjas de Bella atraparon las curvas del
culo de Edward y él la paralizó con sus ojos salvajes y verdes detrás de sus anteojos.
—Te deseo. En este momento.
Bella estaba bastante quieta mientras las imágenes de lo que él estaba proponiendo
cruzaban su mente.
Él presionó contra ella y sus tacones se movieron, enterrándose en su trasero tanto que
él quedó sin aliento.
—¿Tienes alguna idea de lo jodidamente sexy que te ves así? ¿Qué tan caliente eres con
tu espalda contra la pared, jadeando, y tus piernas envolviéndome? Te quiero exactamente
así, gritando mi nombre.
Edward se inclinó para hundir su lengua en el hueco de la base de su garganta y los
ojos de Bella rodaron dentro de su cabeza y gimió sonoramente.
—Podríamos ser sorprendidos aquí. Debería llevarte al baño —le susurró él contra el
cuello.
Los ojos de ella se agrandaron y sostuvo su aliento. Su pasión estaba luchando con su
mente, la cual le urgía a apartarlo y tomar un momento para pensar.
En un humor así, Edward era peligroso.
¿Y qué si él no se detiene?
Después él atacó su garganta, besando y tomando la carne en su boca. Cuando ella
sintió el borde de sus dientes contra su piel, gimió.
—Por favor no me muerdas.
Ahora el mundo se detuvo y el silencio del corredor vacio hizo eco alrededor de ellos.
Tomó unos cuantos segundos, pero finalmente la importancia de sus palabras se deslizó a
través de su excitación, estado frenético y penetró su corazón.
—Bella —, murmuró contra su pecho—. No soy él.
Con sus pechos presionados tan firmemente, él podría sentir su corazón acelerarse.
Cerró sus ojos, como fuera de sí mismo en un ritmo entrecortado.
Cuando él abrió sus ojos, la mayoría del fuego había desaparecido entre ellos.
Bella había ocultado cuidadosamente la marca de la mordida de Jacob con maquillaje,
pero Edward la encontró por memoria con su dedo, trazando ligeramente el perímetro antes
de besarla. Él exhaló lentamente, muy lentamente, y negó con su cabeza.
—Isabella, mereces mucho más que un amante furioso tomándote contra la pared de
un baño público.
La besó suavemente y después trazó con su pulgar su labio inferior hinchado,
removiendo la mancha ligera del lápiz de labio carmesí de su piel pálida.
—Olvide que esta era solo nuestra tercera vez juntos. Cuando esté en mi sano juicio y
tengamos el museo todo para nosotros…
Sus ojos se oscurecieron mientras fantaseaba.
Él apartó sus tacones de su trasero y la colocó sobre sus pies, se inclinó para enderezar
la falda de su vestido. El tafetán crujió sin aliento de nuevo a su toque y después, tristemente,
hubo silencio.
—El banquete se supone que debe comenzar en cinco minutos. No puedo insultarlos al
llegar tarde. Pero cuando te lleve a casa… —Sus ojos se fijaron en los de ella y sus cejas se
movieron expectantes detrás de sus anteojos—. La pared dentro de la habitación será nuestra
primera parada.
Asintió y sonrió, aliviada de que ya no estuviera molesto. Y sinceramente, un poco
nerviosa pero muy excitada sobre la perspectiva de sexo contra la pared con Edward en su
habitación de hotel…

408
Él se ajusto a sí mismo en los pantalones y abotonó su chaqueta, obligando a su cuerpo
a calmarse. Trató de alisar su cabello pero solo consiguió hacerlo ver más como si hubiese
arrastrado a su amante en una esquina oscura del museo por sexo.
El sexo en el museo era un reparo peculiar en ciertos académicos.
(Pero no debería ser desdeñado)
Bella arregló el cabello de él y enderezó su corbata índigo, revisando su cara y el cuello
de su camisa por rastros de lápiz labial.
Cuando hubo terminado, él recogió su bolso de mano y su pashmina, entregándoselo
con otro beso.
Él acarició su mano libre con su pulgar y la observó con anhelo—. Quiero beber tu amor
desde el pozo.
Sus palabras la confundieron pero respondió inmediatamente.
—Soy tuya, Edward. Enséñame.
—Te enseñaré todo lo que sé, pero solo con la condición de que me enseñes a amar
como tú lo haces.
Con el corazón acelerado y volando de ella, Edward la escoltó a través del corredor
vacio y por las escaleras al primer piso, donde el banquete acababa de empezar.

Links:
http://www.polomuseale.firenze.it/english/musei/uffizi/visita/sala.asp?idSala=9
http://www.wga.hu/index1.html
http://www.polomuseale.firenze.it/english/musei/uffizi/visita/sala.asp?idSala=56
http://www.worldofdante.org/gallery_botticelli.html
http://www.myspace.com/pierresouchon

409
Capítulo veintisiete.

El profesor Félix Pacciani entró tropezando a su apartamento en el Pitti Palace en las


primeras horas de la mañana.
Esta no era una ocurrencia inusual.
Manejó torpemente sus llaves de la puerta de entrada, maldiciendo cuando las dejó
caer, y después finalmente entró al piso, cerrando la puerta más o menos silenciosamente
detrás de él. Caminó inmediatamente al cuarto pequeño en el cual sus hijos gemelos de
cuatro años de edad estaban dormidos, besando cada una de sus frentes antes de caminar
hacia su estudio.
Fumó un cigarrillo lentamente mientras esperaba que su computadora encendiera y
después entró a su sistema de correo. Ignoró los correos entrantes y escribió un mensaje
corto a su antigua estudiante y amante.
No habían estado en contacto desde la graduación.
Su email era corto y directo al punto. Mencionó encontrarse con el profesor Masen y su
muy joven findazata canadiense. Reflexionó sobre que aunque había estado impresionado por
los escritos publicados de Masen, especialmente su monografía pionera, la conferencia del
profesor cayó en un pseudo-intelectualismo que verdaderamente no tenía sitio en una
conferencia académica profesional. Uno debería ser intelectual o académico, o uno debería
ser un orador público y entretenido, pero no ambos.
Además, el contenido de la conferencia del profesor tenía una calidad de aficionado,
haciéndolo preguntarse si había sido escrito por un estudiante de postgrado frustrado, más
que un por un Doctor. Félix se preguntó maleducadamente si esa era la manera en que
pasaba la excelencia en las universidades de América del Norte. Terminó su email con una
sugerencia explícita y detallada de un encuentro sexual posiblemente a finales de primavera.
Y después terminó su cigarrillo en la oscuridad y acompañó a su esposa a su cama
matrimonial.

-
Cruzando el puente en el penthouse de un hotel boutique, con las ropas esparcidas por
el suelo de la sala de estar, empezando desde la entrada como migas de pan hacia la pared
que ya no era blanca. Gemidos y ritmos obvios flotaban en el aire, haciendo bocanadas sobre
un par de zapatos finos de hombres hechos a manos y medias negras, una tanga rosada, un
traje a medida negro amontonado arbitrariamente en el suelo, un vestido de tafetán tirado en
una piscina arrugada color índigo…
Si uno fuera detective uno podría notar que faltaban los zapatos de la mujer.
El aire estaba cargado con el olor del perfume de la mujer y de la colonia del hombre,
mezclados con el almizcle de carne fresca, sudor y sexo.
El apartamento estaba oscuro. Ni siquiera la luz de la luna que entraba por la puerta de
la terraza y la ventana alcanzaba la parte de la sala en la cual dos cuerpos desnudos se
disfrutaban uno al otro. El hombre se paraba derecho, sosteniendo a la mujer, cuyas piernas
había envuelto alrededor de sus caderas mientras penetraba dentro de ella.
—Bella, bebé, abre tus ojos. —El ruego de Edward fue marcado por gruñidos en medio
de una cacofonía de sonidos, piel deslizándose sobre piel, gritos desesperados amortiguados
por labios y carne, jadeos rápidos por oxigeno, y el golpe ligero de la espalda de Bella contra
la pared.
Ella podía oírlo, pero su vista y la capacidad de hablar se habían ido a fin de concentrar
su completa atención en una simple sensación… placer. Cada movimiento de su amante la
complacía, incluso la fricción entre sus pechos y sus largos y finos dedos enterrándose en su
trasero mientras la sostenía en alto.

410
Ella bailaba en el borde, el borde mismo de la satisfacción, sin aliento, con anticipación
que el próximo movimiento la llevaría allí. Construyéndose, construyéndose,
construyéndose…
—¿Bebé… estás… bien? —La respiración de él era áspera y fuerte, sus últimas palabras
dejando su boca como un grito cuando el ligero giro de los tobillos de ella presionó sus
zapatos de aguja en la carne de su culo.
Bella tiró su cabeza hacia atrás y dejó escapar sonidos incoherentes mientras caía, olas
intensas de éxtasis radiaban desde donde estaban unidos y expandiéndose alrededor de sus
nervios hasta que su cuerpo completo vibró con múltiples temblores de alegría.
Edward lo sintió, por supuesto, y la siguió poco después; tres embestidas profundas y
gritó su nombre en el hueco de su cuello, su cuerpo sacudiéndose violentamente.

-
—Me preocupaste —, le susurró él en su cabello. Edward se acostó sobre su espalda en
el centro de la cama grande y blanca mientras su amada adormilada se enrollaba a su lado,
su brazo izquierdo alrededor de su cintura y su cara descansado sobre la superficie de su
tatuaje. Él acariciaba sus hombros desnudos con sus dedos.
—¿Cómo?
—No abrías los ojos. No hablabas. Me preocupaba que estuviera haciéndote daño.
Ella movió sus dedos hacia su abdomen a los pocos vellos que estaban esparcidos por
debajo de su ombligo, trazando su textura con pereza.
—No me hiciste daño. Se sintió diferente esta vez… más intenso. Cada vez que te
movías la más increíble sensación pasaba a través de mí. No podía abrir los ojos.
Edward sonrió a sí mismo aliviado y presionó sus labios en su frente.
—Esa posición es más profunda que la otra, es por eso que es tan intensa. Y no olvides
todo nuestro juego previo en el museo… no podía mantener mis manos lejos de ti durante la
cena… —Su tonó se volvió nostálgico—. Pero nunca dijiste mi nombre.
Bella besó su tatuaje—. Yo digo tu nombre todo el tiempo. Es un milagro que no hayas
inventado un apodo que prefirieras que use. Tales como Teddy, o Eddie, o algún tipo de…
Ward.
—Eso no es lo que quise decir, amor. Me refiero que nunca dices mi nombre… cuando
llegas.
Ella levantó su barbilla para poder ver su cara. Su expresión igualaba su tono,
nostálgico y momentáneamente vulnerable.
La máscara de confianza había caído.
—Cada grito de placer es tuyo, Edward. Cada orgasmo está firmado con tu nombre. Yo
incluso los llamo Edgasmos.
Él se echo a reír entonces, una risa abundante de su pecho que requirió que Bella se
sentara. Ella se unió a su risa, agradecida de que su momento de melancolía hubiese pasado.
—Usted tiene bastante sentido del humor, señorita Swan.
Él levantó su barbilla para poder adorar sus labios una vez más antes de relajarse en las
almohadas y quedarse dormido.
Bella permaneció despierta un poco más mientras contemplaba al niño ansioso e
inseguro que se reveló ante ella en un momento inesperado.

-
A la mañana siguiente, Edward invitó a Bella a su desayuno preferido en el Café
Perseo, una heladería refinada en la Piazza Signoria. Se sentaron en una mesa pequeña
afuera, con la gente observando.
Uno podría sentarse en la esquina todo el día, todos los días, y ver el mundo pasar.
Habían edificios viejos en el perímetro… el Uffizi estaba a la vuelta de la esquina. Había una

411
fuente tremendamente impresionante y estatuas hermosas, incluyendo una reproducción del
David de Miguel Ángel y una estatua de Perseo sosteniendo la cabeza desmembrada de
Medusa en frente de una adorable Loggia.
Bella evitaba ver a Perseo mientras comía su helado, a pesar del hecho de que su
heladería favorita fuera su homónima.
Edward evitaba ver a la legión de hermosas mujeres florentinas con piernas largas a fin
de verla a ella.
Hambrientamente.
—¿Estás seguro que no quieres probar? Frambuesa y limón son buenos juntos. —Ella le
tendió una cuchara con los dos sabores combinados.
—Oh, sí, quiero una probada. Pero no de eso. —Los ojos de él brillaban en la luz del sol
y ella se ruborizó profusamente—. Prefiero algo un poco más exótico. —Apartó su expresso
para poder tomar su mano—. Gracias por anoche y por esta mañana.
—Creo que soy la que debería estar agradeciéndole, profesor.
Ella apretó su mano y después se ocupó con su desayuno, tal como estaba.
—Estuviste increíble —susurró él.
—Me sorprende que no haya un esquema de mi cuerpo vaporizado en la pared. O en el
futon. —Ella soltó una risita, ofreciendo la pequeña cuchara del helado invitado.
Él le permitió alimentarlo y cuando su lengua salió de sus labios ella se encontró
mareada de repente. Un grupo de imágenes de más temprano en esa mañana pasaron por su
cabeza. Y después una se quedó.
Cabello cobrizo enmarañado brillando en el sol, asomándose entre mis…
Ella tragó grueso—. Sabes, esa fue mi primera vez.
—No será tu última. Me divertí mucho haciéndolo. —Edward lamió sus labios
provocativamente, deseoso de verla retorcerse.
Ella se inclinó para darle un beso rápido en su mejilla. Pero él no iba a tener nada de
eso. Deslizó una mano por el dorso de su nuca y la jaló cerca alrededor de la pequeña mesa
del restaurante para poder besarla profundamente. Su boca era dulce por el helado y el
extraordinario sabor que era Bella. Gimió cuando la liberó, deseando que pudiera llevarla de
vuelta al hotel para una repetición de la noche anterior.
—¿Puedo preguntarte algo? —Ella se ocupó con su plato para no tener que verlo a los
ojos.
—Por supuesto.
—¿Por qué le dijiste al profesor Pacciani que yo era tu prometida?
—Fidanzata tiene múltiples significados. —Él se movió en su silla, dando un sorbo a su
expresso.
—Sí, pero el significado principal es prometida.
—Regazza no expresa la profundidad de mi apego —, dijo simplemente, inclinando su
cabeza momentáneamente para mirar sus pies mientras movía sus dedos en sus nuevos y
ajustados zapatos.
La boca de Edward se torció un par de veces mientras contemplaba lo próximo que
decir, si debería decir algo en absoluto.
Él eligió mantenerse en silencio, moviéndose incómodamente sobre su asiento.
Bella notó lo que percibió como una molestia física.
—Lamento sobre mis tacones.
—¿Qué?
—Vi las marcas en tu espalda cuando te estabas vistiendo esta mañana. No quise
arañar.
Él rió y le sonrió ampliamente—. Riesgo ocupacional para los obsesionados con
zapatos de tacón alto. Usaré mis cicatrices de amor con orgullo.
—Seré más cuidadosa la próxima vez.

412
—No, no lo serás. —Su voz era baja, para que la pareja americana de la mesa del lado
no escuchara su gruñido.
Pero Bella lo escuchó. Sus ojos se agrandaron al repentino flash de pasión en sus ojos y
alrededor de su cara.
Las necesidades eléctricas de la Europa Occidental podrían ser alimentadas con la energía sexual
de Edward.
Él capturó sus labios con los suyos y después susurró en su oído—. Te voy a comprar
un par de botas.

-
Mientras paseaban por el Ponte Vecchio, Edward persistentemente la llevaba de tienda
a tienda, tratando desesperadamente de que aceptara un regalo extravagante de joyería…
reproducciones etruscas, monedas Romanas, collares de oro, etc. Pero ella solamente sonreía
y declinaba educadamente, apuntando sus zarcillos de diamantes y diciendo que eran más
que suficientes.
Él empezó a sentirse frustrado por su incapacidad de mimarla.
Nunca tuvo ese problema con Tanya.
Cuando llegaron al centro del puente, Bella tiró de su brazo y lo guio al borde para
poder ver a lo largo del río Arno.
—Hay algo que podrías comprar para mí, Edward.
Él la miró con curiosidad, el sol florentino brillante caía en su cabello oscuro,
iluminando las partes rojizas y rubias que eran normalmente invisibles a sus ojos, y creando
una especie de efecto halo alrededor de su cabeza. Ella era bondad, luz y calidez y la piel
más suave. Pero terriblemente, terriblemente terca.
—Lo que sea que quieras, te lo daré. Nómbralo.
Bella se detuvo para pasar su mano sobre la barrera que la separaba del borde del
puente.
—Quiero eliminar mi cicatriz.
Edward estaba casi sorprendido.
Sabía que la marca de la mordida de Jacob la molestaba y que estaba avergonzada de
ello. Había entrado mientras ella estaba colocándose maquillaje esa mañana y sus ojos se
habían humedecido y se había quedado quieta cuando él trató de preguntarle sobre ello.
Debe molestarle de verdad si está dispuesta a pedir dinero a fin de hacer que la borraran. Isabella
nunca le pide nada a nadie.
Ella evadió sus ojos y continuó.
—No me gusta mirarla. No me gusta el hecho de que tú puedas verla. La quiero fuera
tan pronto como regresemos a Toronto.
—Carlisle probablemente podría sugerir un cirujano plástico en Seattle, si prefieres que
se haga rápidamente.
Ella negó con su cabeza—. Nuestro tiempo en Forks ya es corto. No podría hacerle eso
a Carlisle. O a Alice.
Edward pasó su brazo alrededor de su cintura y la llevó a un abrazo apretado, besando
sus labios y después bajó a su cuello donde la besó cerca de la cicatriz invisible.
—Felizmente haría esto por ti y más, Isabella. Únicamente tienes que pedirlo. Lo que es
mío es tuyo. Y lo digo en serio. —Se detuvo y colocó su otra mano en su bolsillo, haciendo
sonar distraídamente algunas monedas—. Pero quisiera que hicieras algo por mí.
—¿Qué?
—Me gustaría que hablaras con alguien. Sobre lo que sucedió.
Bella bajó sus ojos.
—Ya hablé con alguien. Hablé contigo.

413
—Alguien que no sea un idiota insensible. Alguien que sea profesional. —Suspiró y
tomó su mano, besando el dorso de ella—. Puedo contratar un doctor que remueva la cicatriz
de la superficie de tu piel, pero nadie puede remover las cicatrices interiores. Es importante
que te des cuenta de esto. No quiero que estés… decepcionada.
—No lo estaré. Y deja de darte a ti mismo sobrenombres. Me molesta.
Él reconoció su punto con un asentimiento en la cabeza.
—Creo que te ayudaría si tuvieras alguien con quien hablar… sobre todo. Charlie, tu
madre, él… yo. —Le dio una mirada de dolor—. Soy un hombre difícil para amar. Sé eso. Y
aunque lo estoy intentando, cometeré errores. Creo que si tienes a alguien con quien hablar,
además de mí, ayudaría.
Ella cerró sus ojos y suspiró.
—Carlisle sería un oído comprensivo hasta que encontremos a alguien en Toronto. Él
pasó por algunos momentos difíciles con Esme… —Su voz se apagó inseguramente. Ese era
un tema que no deseaba abordar.
—Lo haré, Edward, pero únicamente si tú accedes a hacer lo mismo.
Él se puso rígido.
—Sé que no quieres, y créeme, lo entiendo. Pero si voy a hacer esto, tú necesitas hacerlo
también. Estabas bastante furioso anoche y aunque yo sabía que no estabas molesto conmigo,
tuve que sufrir lo peor de ello.
Edward sintió pánico inmediatamente.
—Perdóname, Isabella. Traté de compensarlo después. No quise asustarte. —Jaló de su
cabello compulsivamente.
Bella extendió su mano para capturar su mano agitada en la suya, liberando
efectivamente a su pobre y abusado cabello de su tormento.
—Por supuesto que te perdono. Pero me preocupa que estuvieras tan molesto por un
coqueteo no solicitado de un extraño. Y que pensaras que el sexo liberaría tu rabia y me
marcaría como tuya.
La cara de Edward registró su shock, porque nunca había visto sus acciones de esa
manera antes.
Ella negó con su cabeza hacia él.
—Es una cosa verte mostrando tus dientes a alguien como su profesor, pero una muy
distinta verte mostrándome tus dientes a mí.
—No iba a morderte. —Apretó su mano desesperadamente—. Jamás habría roto tu
piel.
—Pero yo no estaba segura. Así que o nuestra relación es muy nueva para mí para
saberlo mejor, o estoy demasiado jodida para saberlo, o de verdad tú estabas en el borde de
perder el control. En cualquier caso, ambos podríamos usar un poco de ayuda. ¿No lo crees?
Ella se masticó el interior de su boca mientras esperaba por su reacción.
—De acuerdo —, susurró con voz ronca.
Edward se veía muy perturbado y el pánico en sus ojos no disminuyó cuando Bella
extendió su mano para acariciar un poco su cabello.
—Qué par somos, ¿no es así? Con nuestras cicatrices y nuestras historias y todos
nuestros problemas. Una pareja post modernista, supongo. —Sonrió y trató de aligerar su
situación.
—La terapia fue requerida cuando fui a rehabilitación. Y después continúe yendo con
un terapista por un año o algo así, además de ir a las reuniones de auto ayuda
semanalmente. No es como si no hubiese ido por ese camino antes.
—Pero tu relación con Tanya y lo que pasó en Boston aún te atormenta, Edward. Y lo
que vi anoche… no importa lo tanto que yo trate de ayudar, algunas cosas me sobrepasan.
Por mucho que el sexo contigo me complazca, no quiero convertirme en tu nueva droga de
elección. No puedo arreglar las cosas. No puedo arreglarnos a nosotros.

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—¿Es eso lo que piensas? ¿Que yo uso el sexo para arreglar las cosas?
Su pregunta era en serio, de acuerdo a sus ojos, así que Bella resistió la urgencia de
responder con sarcasmo.
—Creo que solías usar el sexo para arreglar las cosas. Me lo dijiste una vez, que usabas
al sexo para combatir tu soledad. O para castigarte a ti mismo.
Edward parpadeó.
—No es así contigo. Lo juro.
—Sé eso. Pero cuando una persona está molesta, viejos patrones de comportamiento
tienden a emerger. Es verdad para mí también. Yo solo le hago frente a las cosas
diferentemente. —Él suspiró y sus hombros se cayeron ligeramente—. Te amo.
—Te amo también —, susurró él.
Ella lo besó entonces, suavemente, pero lo suficientemente largo para que su pánico
retrocediera y para que él la besara de vuelta hasta que estuviera sin aliento.
Cuando se apartaron, se pararon en silencio envolviéndose uno al otro hasta que Bella
decidió romper el silencio.
—Tu conferencia de anoche me recordó algo. —Sacó su IPhone de su bolso y
rápidamente se desplazó a través de algunas fotografías—. Aquí.
Él tomó el teléfono de su mano y observó a la pintura exquisita. En ella, St. Francesca
Romana acunaba a un niño pequeño con la asistencia de la virgen María, mientras un ángel
las observaba.
—Es hermoso. —Le entregó su teléfono.
—Edward —, dijo ella suavemente—. Mira a la pintura de nuevo.
Lo hizo. Y entonces la sensación más extraña paso sobre él.
—Siempre he amado a esta pintura. Pensé que era porque había similitudes entre
Gentileschi y Caravaggio. Pero es más que eso. St. Frances perdió a alguno de sus hijos por la
plaga. Esta pintura se supone que representa una de sus visiones de lo que sucedió con esos
niños.
Ella buscó en los ojos de Edward para ver si él había entendido su significado. Pero no
lo hizo.
—Cuando miro a la pintura ahora, pienso en tu bebé. Esme la está sosteniendo,
rodeada por ángeles.
Bella habló suavemente, señalando a las figuras en la pintura mientras Edward se
paraba allí.
—¿Ves? El bebé extendió su mano para tocar la cara de la mujer. Ella es feliz y está a
salvo y amada. Eso es lo que es el Paraíso. Ya no tienes que estar preocupado sobre lo que le
sucedió a ella. Ella está feliz ahora.
Bella miró a su cara. Su hermosa cara llena de dolor.
Edward estaba llorando.
Envolvió sus brazos alrededor de su cuello inmediatamente y presionó su mejilla en su
pecho.
—Lo siento tanto. Estaba tratando de confortarte.
Él mantuvo los brazos a sus lados por algún tiempo mientras ella se aferraba a su
cuerpo, disculpándose y sosteniéndolo de cerca.
Por fin, él envolvió sus brazos alrededor de ella.
Él se secó sus ojos. Y después besó su frente y escondió su cara en su cabello,
sintiéndose agradecido y aliviado y triste todo al mismo tiempo.

-
A la tarde siguiente, ellos tomaron un taxi para el Piazzale Michelangelo, el cual
proporcionaba una vista panorámica amplia de la ciudad. Podrían haber tomado un autobús
de la ciudad, como personas regulares, pero Edward no era una persona regular.

415
—¿Qué dijo Alice en su email el otro día? —Preguntó mientras admiraban el tejado de
la catedral en el cielo de Florencia.
Ella se sonrojó—. Ella y Jasper querían saludar. Querían saber si éramos felices.
Los ojos de Edward se entrecerraron—. ¿Eso es todo?
—Um, no.
—¿Entonces?
Ella se encogió de hombros—. Simplemente fue una conversación de chicas. Nada
importante.
Él se rio entre dientes—. Eres una mentirosa terrible.
—No estoy mintiendo —, desdeñó.
—Tal vez. —Inclinó la cabeza hacia un lado—. Pero puedo notar cuando me estás
ocultando algo.
Él empezó a pasar sus dedos de arriba hacia abajo en la piel suave de su cintura, una
zona particularmente delicada.
—No vas a hacer eso en público.
—Oh, sí, lo haré. —Le sonrió maliciosamente y empezó a mover sus dedos a propósito,
tratando de hacerle cosquillas.
Ella empezó a reír y trató de escapar de sus manos pero él la mantuvo cerca.
—Vamos, Isabella. Dime lo que dijo Alice.
—Deja de hacerme cosquillas —, jadeó—. Y te lo diré.
Edward detuvo sus manos.
Inhaló profundamente y después suspiró—. Ella quería saber si nosotros habíamos,
um, dormido juntos.
—Oh, ¿de verdad? —Sus labios se volvieron media sonrisa—. ¿Y qué dijiste?
—Le dije la verdad.
—¿Le preguntaste si estaba embarazada?
—No. No tengo razón para sospechar algo, excepto el hecho de que encontré la caja de
la prueba de embarazo. No quiero que ella piense que la estaba espiando.
—Carlisle lo olerá muy pronto. Ellos probablemente harán un anuncio cuando
lleguemos a casa para navidad. —Buscó en sus ojos—. ¿Algo más?
—Ella dijo que esperaba que te estuvieras comportando y que yo fuera feliz. Y le dije
que sí… en ambos sentidos.
Ella esperó por un segundo, pensando sobre si debía o no mencionar el email de un
cierto chico granjero de Vermont.
—Pero hay algo más. Adelante. —Aún estaba sonriendo indulgentemente.
—Bueno, Peter me envió un correo electrónico.
Las cejas de Edward se alzaron—. ¿Qué? ¿Cuándo?
—El día de tu conferencia.
Él estaba que echaba chispas—. ¿Por qué no lo mencionaste antes?
—Por eso. —Hizo un gesto a la molestia visible en su cara—. Sabía que te molestaría y
no quería hacer eso cuando tenías que hablar en frente de una habitación llena de gente.
—¿Qué dijo?
—Él dijo que aprobaste la propuesta doctoral de Ángela.
Y allí estaba, la mesa giraba cuidadosamente.
—¿Qué más dijo?
—Me deseó una feliz navidad y dijo que estaba enviando algo para mí en Forks.
Las ventanas de nariz de Edward quemaban.
—¿Por qué haría eso?
—Porque es mi amigo. Es probablemente jarabe de arce, el cual felizmente le daré a
Charlie. Peter sabe que tengo novio y que soy muy, muy feliz. Te renviaré el mail, si quieres.
Los labios de Edward se apretaron visiblemente—. Eso no será necesario.

416
—Parecías entusiasta de tenerme pasando tiempo con Peter cuando la profesora Dolor
estaba alrededor.
Un músculo saltó en su mandíbula.
—Eso fue diferente. Y no deseo particularmente discutir sobre ella nunca más.
—Edward, ambos sabemos que Peter es una persona decente y que él era un amigo
para mí cuando todos los demás eran indiferentes u horribles.
Él inhaló bruscamente pero no protestó. Sabía que había sido un idiota con Isabella en
esas primeras semanas de la escuela. Y todavía sentía culpa.
Bella rápidamente cambió a otro tema.
—Peter parecía estar sorprendido de que aceptaste la propuesta de Ángela.
Él tomó la mano de Bella en la suya y la guio hacia el borde para que ambos pudieran
disfrutar una mejor vista de la ciudad.
—Ángela estaba comportándose extrañamente en tu último seminario. Parecía
resentida. ¿Crees que ella sepa?
—No —respondió él rápidamente—. Ella solo está herida de que no hubiera aceptado
sus avances indignantes, los cuales continúa haciendo. Pero cumplió mi fecha límite para su
propuesta revisada y el prospecto que tomó merecía aprobar. No podía reprobarla.
—¿Así que ella no estaba… chantajeándote?
—Por supuesto que no. No sabe nada e incluso si sospechara, no tiene evidencia para
sus suposiciones. Para el tiempo que regresemos a la Universidad, el problema no será
discutible porque ya no serás mi estudiante. Creo que será mejor si somos discretos
alrededor de la Universidad y mantenemos nuestra vida privada en privado, pero no veo
ninguna razón para que nosotros nos veamos a escondidas como hicimos antes. De hecho,
tengo muchas ganas de ser visto contigo en público, llevándote a cenar, a la sinfonía, la
opera…
Bella permitió que el alivio la llenara.
—No me gusta la idea de Peter escribiéndote correos, pero supongo que podrías ser
amiga con personas peores. —La voz de Edward sonó inusualmente estirada.
Ella sonrió ampliamente
Allí esta el profesor Masen que conozco y amo.
—Te amo. Solo a ti.
Él le sonrió y la besó agradecidamente, sacando su teléfono para poder tomar su
fotografía con la hermosa vista detrás.
Ella estaba riendo y él estaba tomando fotografía tras fotografía cuando su IPhone
empezó a sonar en su mano.
La tonada no tan dulce del Big Ben de Londres sonó entre ellos.
Bella miró a sus ojos con sorpresa y preocupación.
Él hizo una mueca y después tiró de ella en un beso intenso. Ahuecó su cara con su
mano, separando determinadamente sus labios con los suyos y después suavemente
deslizando su lengua dentro.
Ella lo besó de vuelta, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura para jalarlo más
cerca.
Y todo el tiempo, el Big Ben repicaba.
—¿No vas a contestarlo? —Le susurró contra sus labios.
—No. —Él silenció su teléfono con un agite de su mano—. Si fuera una emergencia,
puede contactar a mi abogado.
Él presionó sus labios en los de Bella de nuevo.
—No me importa si hablas con ella en el teléfono. Era el volar a Boston para rescatarla
lo que me preocupaba.
Sus ojos se entrecerraron mientras reflexionaba sobre sus palabras.

417
—¿No te importa si hablo con ella? Yo había pensado que querrías que rompiera todo
el contacto.
—Eso quizás no sea necesario si ella puede aprender a ser autosuficiente. Y de
cualquier manera, tengo compasión por ella.
—Eso no me sorprende, dada tu naturaleza. Pero, ¿por qué?
La cara bonita de Bella se ensombreció.
—Porque ustedes crearon una hija juntos. Porque sé cómo es amarte. Si fuera a
perderte por alguien más, estaría devastada.
—Isabella, no vas a perderme. Para eso.
—Puedo imaginar cómo se siente ella —, dijo, en voz baja.
Edward no quería imaginar cómo Tanya se sentía, pero asintió a la admisión de Bella,
pensando que ella tenía un sobre desarrollado sentido de empatía.
Pero no la tendría de otra manera.
Él se inclinó y presionó sus labios en su mejilla—. Estoy seguro de que tendré que
explicar el nuevo estado de asuntos a Tanya cuando regrese. Pero no la rescataré de nuevo.
Tengo otro compromiso, con el amor de mi vida.

-
Fiel a su palabra desde el día anterior, Edward llevó a Bella a una pequeña tienda
llamada Manuela en Via Nazionale, donde ignoró sus protestas y le compró un par de botas
de cuero negro hechas a manos de tacones, puntiagudas y con altos y finos tacones.
—Para esta noche. Cuando regresemos de cenar —, dijo en ingles, guiñándole un ojo
mientras le entregaba su tarjeta de crédito a la vendedora.
—¿Usted habla el idioma de calzado de moda de vanguardista, profesor Masen? —se
jugó.
—Fluidamente. —Le guiñó un ojo—. También hablo Agent Provocateur*, lo cual me
recuerda que no te he llevado a su tienda para ver las cosas hermosas y pequeñas. Creo que
esa debería ser nuestra próxima parada.
Bella negó con su cabeza y sonrió, preguntándose cómo era que había tenido tanta
suerte de encontrar a un hombre que hablaba el lenguaje de zapatos y lencería finos.

-
El resto de su estadía en Florencia fue una feliz. Un tipo de luna de miel falsa.
Frecuentaron varias iglesias y museos durante el día, en medio día regresaban a su
hotel, donde hacían el amor algunas veces lentamente y a veces furiosamente, y después
tomaban una siesta en la terraza o la cama como Adam y Eva en su glorieta nupcial. Cada
noche Edward escogía un restaurante diferente para cenar y después caminaban a casa,
deteniéndose en uno de los tres principales puentes de centro para sesiones de besos como
adolescentes en el aire fresco de la noche.
Su última noche en Florencia, Edward llevó a Bella para el café Concerto, uno de sus
restaurantes favoritos, el cual estaba ubicado en las orillas del Arno. Pasaron varias horas en
una cena de varios platos, hablando tranquilamente sobre sus vacaciones y su floreciente
relación sexual. Ambos confesaron que la semana anterior había sido un tipo de despertar…
para Bella, un despertar de los misterios de eros; para Edward, un despertar para los
misterios de los cuatro amores entrelazados hermosamente.

___
* Agente provocador.

418
En la conversación, él reveló finalmente su sorpresa. Había rentado una villa en
Umbria para su segunda semana de vacaciones. Prometió llevarla a Venecia y Roma en sus
próximas vacaciones, posiblemente en el verano después que visiten Oxford.
Al día siguiente, la feliz pareja dijeron adiós a su nido de amor y tomaron un taxi para
la estación de tren. Bella estaba triste por irse. Ahora tenía más que un apego sentimental a
su habitación de hotel; tenía hermosos y acalorados recuerdos que deseaba abrazar muy
cerca de su corazón. Recuerdos que esperaba los sostuviera por el invierno largo y frío
semestre de vuelta a la Universidad.
En la estación en Perugia ellos fueron recibidos por una limosina que los llevó por las
carreteras sinuosas a un lugar cerca de Todi, una villa medieval.
—¿Esta es la casa? —susurró Bella mientras viajaban por el largo y privado sitio que
parecía ser una mansión en una colina. Era una estructura de piedra de tres pisos en un
terreno amplio dotado con cipreses y árboles de olivos.
Mientras viajaban, Edward señaló un gran huerto de frutas mixtas, que en un clima
más cálido crecían higos, melocotones, granadas, y los albaricoques. Una piscina infinita
estaba situada al lado de la villa, junto a un jardín de hierbas y flores que tenía una cama
entera de lavanda.
Bella casi podía oler la fragancia desde el interior del vehículo y se prometió en ese
momento que recogería algunos brotes de lavanda para perfumar las sábanas de su cama.
—¿Te gusta? —Buscó en su cara con ansias, esperando de que ella estuviera
complacida.
—Me encanta. Cuando me dijiste que alquilaste una casa, nunca me imaginé que sería
tan... grande.
—Espera hasta que veas el interior. Ellos tienen una chimenea y un comedor afuera
para que podamos tener nuestras comidas al aire libre. Y hay una tina de agua caliente.
—No traje traje de baño.
—¿Quién dijo algo sobre la necesidad de un traje de baño? —Movió sus cejas
sugestivamente y Bella se rio.
Él había pensado en todo.
Un Mercedes negro estaba en la calzada para que pudieran conducir a los pueblos
vecinos, entre ellos Asís, que era un destino de especial interés para Bella.

419
La ama de llaves de la villa había surtido la cocina con comida y vino en anticipación
de su llegada. Bella rodó sus ojos cuando descubrió varias botellas de jugo de arándano
importados en la despensa.
El profesor Edward "Sobreprotector" Masen ataca de nuevo.
—¿Qué te parece?" —Preguntó, colocando sus brazos alrededor de su cintura mientras
se paraban juntos en la gran cocina, totalmente equipada.
—Es perfecto.
—Me alegro. Me preocupaba que no te gustara estar aquí en el centro de Umbría. Pero
podemos tomar excursiones de un día a los pueblos. Y pensé que sería bueno para nosotros
pasar un rato tranquilo, simplemente disfrutando uno del otro.
Bella arqueó una ceja—. Nuestro tiempo juntos por lo general no son tranquilos,
profesor Masen.
Los ojos de Edward se oscurecieron—. Eso se debe a que me vuelves loco de deseo. —
La giró para que pudiera llegar a sus labios y le dio un beso apasionado—. Pensé que nos
quedaríamos aquí esta noche. Podemos cocinar juntos, si quieres, y luego tal vez relajarnos
junto a la chimenea. —Su voz era gruesa.
—Suena bien.
—Voy a llevar el equipaje arriba mientras exploras la casa. El jacuzzi está en la terraza
justo fuera de la habitación principal. Nos vemos allí en quince minutos. —Asintió con una
sonrisa y él la soltó—. Oh, y señorita Swan.
—¿Sí?
—Sin ropa en la bañera de hidromasaje. Te prefiero desnuda.
Ella gritó y rápidamente corrió por las escaleras.
No solamente estaba la casa decorada con buen gusto en distintos tonos de color crema
y blanco, sino que contaba con una habitación principal muy romántica en el segundo piso
que puntuaba con una cama con dosel. Bella se encontró a sí misma probando la cama solo
por un momento, antes de llevar sus artículos de tocador al baño.
Desempacó su maquillaje y puso su champú y jabón de baño en la ducha grande y
abierta. Y luego se recogió su cabello y se quitó toda su ropa, envolviéndose en una toalla
grande, blanca y esponjosa.
Nunca se había bañado desnuda antes. Pero estaba deseándolo.
Mientras doblaba su ropa y la colocaba en el tocador, escuchó música procedente de la
habitación. Reconoció la canción inmediatamente, Don’t Know why, de Norah Jones.
Ella sonrió. Edward pensó en todo.
Un suave golpe en la puerta del baño reconfirmó eso.
—Traje un poco de antipasto y una botella de vino, amor, en el caso de que tengas
hambre. Nos vemos afuera.
—Estaré allí en un minuto —, le gritó a él.
Se miró en el espejo. Sus ojos brillaban de emoción y sus mejillas estaban ruborizadas
ligeramente. Estaba enamorada. Estaba feliz. Y estaba (pensaba) a punto de bautizar la tina
de agua caliente con su novio debajo del cielo oscuro de Umbría.
Edgasmos en el crepúsculo.
En su camino a la terraza, vio la ropa de Edward cerniéndose sobre el respaldo de una
silla. Se balanceaban ligeramente por la brisa de la tarde que entraba por la puerta abierta.
Edward estaba desnudo y esperándola en el agua caliente.
Nunca dejaría de estar excitada por la idea de estar con él.
Salió a la terraza y esperó hasta que tuvo toda su atención, y luego dejó caer la toalla.

420
Cerca de Burlington, Vermont, Peter estaba envolviendo los regalos de Navidad en la
mesa de la cocina de sus padres, regalos para su familia, su hermana, su abuela y, por
último, su amiga.
Fue, quizás, sorprendente ver a un jugador de rugby de más de cien kilos con lazos de
Navidad envueltos y con cinta adhesiva, cuidadosamente medidos antes de poner las tijeras
para papel.
Una botella de jarabe de arce, una libra de queso Cabot cheddar blanco envejecido
envuelto en una funda aislante, un muñeco de peluche Holstein, y dos figurillas estaban
organizados orgullosamente delante de él. Las figurillas eran una curiosidad, algo que había
encontrado en una tienda de juguetes de lujo en Toronto. Uno se suponía que era Dante,
vestido como un soldado cruzado con la cruz de San Jorge en su pecho de malla, mientras
que la otra era un anacronismo de una Beatrice con cabello rubio de ojos azules con el
atuendo de una princesa medieval.
Lamentablemente, la empresa de juguetes se negó a hacer una figura de acción de
Virgilio. (Virgilio, al parecer, no era digno de acción).
Peter no estaba de acuerdo asi que decidió escribir a la empresa de juguetes para
alertar a la supervisión de su lamentable olvido.
Esta era la historia de su vida, de verdad, aunque él no lo supiera en ese momento.
Pero estaba destinado a desear ser el Dante para una particular Beatrice, mientras que todo el
tiempo seguía siendo Virgilio. A pesar de que físicamente él coincidía con la figura de Dante
más que el profesor Masen.
Peter envolvió cada artículo y luego cuidadosamente los colocó en una caja de cartón
con plástico de burbujas. Firmó una tarjeta de Navidad con unas pocas palabras, tratando
desesperadamente de sonar casual con el fin de ocultar sus sentimientos crecientes, la metió
entre los regalos y después cerró la caja, escribiendo la dirección cuidadosamente de la
señorita Isabella Swan en Forks, Washington.
Estaba a punto de salir por la puerta cuando sonó el teléfono en la cocina. Colocando el
paquete bajo su brazo, lo contestó.
—¿Hola?
—Hola, Peter. Soy yo.
Él exhaló a través de sus dientes en un bajo silbido—. Charlotte.
—¿Cómo estás? Mi madre se encontró con tu madre el otro día abajo en Mirabelle. Ella
le dijo que estabas en casa.
—Estoy bien. ¿Tú?
—Bastante bien. Ocupada con la escuela. —Charlotte se rio—. Estoy en constante lucha
contra el resfriado común. Los niños del jardín de infancia son un imán para los gérmenes.
—Sí, he oído eso.
Él hizo una pausa, esperando a que ella le explicara por qué lo había llamado.
—¿Recibiste mi correo electrónico?
—No. ¿Cuándo lo enviaste?
—Ayer.
—Eso es raro. Recibí un par de correos electrónicos, pero no vi nada de ti. ¿Qué dijiste?
—Dije que te extrañaba. —La voz normalmente alegre de Charlotte sonaba triste.
Peter suspiró pesadamente al teléfono—. Char, no empieces eso ahora.
—Cometí un error.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir, cometí un error al decir que no quería hacer la cosa de larga distancia.
Cambié de opinión.
Él cerró los ojos y contuvo la respiración, tratando de ordenar sus fragmentados
pensamientos.

421
—Char, no eras solo tú. Las cosas no estaban funcionando. No estábamos hablando.
¿Por qué crees que sería diferente ahora?
—Porque soy diferente ahora. Y te extraño.
Peter negó con la cabeza a sí mismo.
—Me tomé en serio las cosas que me dijiste y lo superé. Dijiste que solamente querías
que fuéramos amigos.
—¿Estás saliendo con alguien más? —Ahora sonaba como si estuviera a punto de
llorar.
—Escucha, este no es un buen momento. Tengo que llegar a la oficina de correos en
Essex Junction antes de que cierre. Te llamaré después de la cena esta noche y podemos ir a
Leunig o algo para hablar.
—De acuerdo. —La voz de Charlotte se animó un poco.
Peter colgó el teléfono y maldijo a su vida mientras llevaba de regalo de Bella a su
coche.

-
Después de un tiempo muy agradable en el jacuzzi, Edward preparó una cena de
Umbría para su amada. Bruschetta con pomodoro e basilico, tallarines con aceite de oliva y
trufa negro del patrimonio de la villa, y un plato de quesos con quesos artesanos locales y
pan.
Comieron hasta saciarse en la mesa de comedor al aire libre, riendo y bebiendo un vino
blanco de Orvieto a la luz de las velas. Después de la cena, Edward hizo un nido de mantas y
almohadas en el suelo enfrente de la chimenea de la sala.
Él conectó su IPhone en el sistema de sonido para que pudieran seguir disfrutando de
su lista de música Amando a Isabella. Y después tomó a Bella en sus brazos cuando estaban
sentados en el piso terminando su botella de vino, mientras los sonidos del canto medieval se
arremolinaban alrededor de sus cabezas.
—La música es hermosa. ¿Qué es? —Bella cerró los ojos mientras se centraba en las
voces femeninas, que cantaban a capella.
—Gaudete por las Medieval Baebes. Es una canción de Navidad.
—Ese es un gran nombre para un grupo de música.
—Son muy talentosas. Las vi en vivo la última vez que fueron a Toronto. En un lugar
llamado el Club Mod.
—¿Oh, de verdad?
Edward le sonrió—. ¿Por qué, está celosa, señorita Swan?
—¿Debería estarlo?
—No, mi tarjeta de baile está llena. Completamente.
Su hablar cesó en el ambiente de las voces celestiales mientras sus besos empezaron.
Pronto sus cuerpos estaban enredados desnudos junto al fuego.
En el resplandor de las llamas de color naranja, Bella empujó a Edward sobre su
espalda y se sentó a horcajadas sobre sus caderas. Él sonrió para sí mismo, mientras seguía la
guía de ella, dando la bienvenida a su nueva confianza encontrada. Era increíblemente sexy.
Esta posición era un poco reminiscente a la que habían explorado anteriormente en la
bañera de hidromasaje, solamente que ahora Edward estaba acostado en lugar de sentado.
Pero ya que ambos habían disfrutado a Bella arriba, ella estaba ansiosa de volver a intentarlo.
La piel desnuda de ella era combustible para el deseo de él mientras sus manos
buscaban y jugaban con su cuerpo, hasta que finalmente descansaron sobre su trasero.
Las sensaciones eran tan profundas que ella tenía problemas para mantener los ojos
abiertos, excepto cuando la boca de él encontraba sus pechos y entonces ella estaba mirando
hacia abajo a él con frenesí, jadeando y gimiendo en voz alta.
Ella era mucho más vocal que nunca antes.

422
Era dulce, esta reunión de amantes, pero no exactamente lento. Bella se movió en un
ritmo restringido al principio, pero pronto los dos se movían desesperadamente y sudando,
sus miembros entrelazados mientras llegaban al clímax juntos.
Ella se derrumbó en la parte superior de su pecho, como un gatito agotado, riendo con
él por las distintas palabras lúcidas y sin sentido que ambos habían pronunciado con motivo
de sus orgasmos.
Bella había tratado de articular el nombre de Edward en el momento crucial, pero todo
lo que salió fue “Ed-Ed-Ed-Ed-ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh".
No que él se opusiera.
Él le acarició el pelo mientras ella se acurrucaba en sus brazos, las piernas aún a
horcajadas.
—Te amo —, susurró él—. Tanto.
—Te amo, también.
—No fue tan aterrador estar encima, ¿verdad?
—No. Pero me siento más cómoda contigo ahora. Creo que el sexo contra la pared en el
hotel hizo que se desprendieran mis inhibiciones.
Edward encontró su comentario bastante divertido. Se preguntó en silencio qué otras
inhibiciones podrían soltar con varios tipos de sexo… sexo en la ducha, por ejemplo. O tal
vez, el santo grial de acoplamiento doméstico… sexo en la mesa de la cocina.
Él besó su frente y enredó su pelo ondulado con sus largos dedos, respirando
profundamente con satisfacción.
Los amantes permanecieron entrelazados durante una hora o algo así, soñolientamente
sosteniéndose uno al otro delante del fuego perecedero mientras la música de Edward les
rodeaba.
—¿Edward?
—¿Mmm-hmm?
—Quiero complacerte.
—Tú me complaces. Bastante.
Ella extendió una mano detrás de ella y rozó la parte superior de su ingle.
—Con mi boca.
A pesar de que Edward estaba sintiéndose extasiado y saciado, su cuerpo reaccionó de
inmediato a su ronco susurro y la mano vacilante.
—Me siento mal de que no he sido capaz de corresponder. Tú has sido tan… generoso.
—Isabella, no hay quid pro quo aquí*. Hago las cosas contigo porque quiero, porque te
amo —La miró fijamente con una mirada seria—. Siendo sincero, prefiero hacer el amor a
todo lo demás.
—Creí que todos los hombres preferían… la satisfacción oral.
Él se encogió de hombros, incómodo—. Hacerte el amor me ofrece una conexión más
profunda, así que es más satisfactorio. Después de eso, cualquier otra cosa solo podía ser un
amuse bouche*.
Él le sonrió maliciosamente.
Ella se sentía de la misma manera, pero no había sido capaz de expresarlo.
—¿Está esta posición bien? ¿Contigo acostado o...?"
—Está bien —, susurró, sus ojos de repente llenos de fuego.
—Supongo que es mejor así que yo en mis rodillas. —Vio a su reacción con el rabillo
del ojo.
—Sabes que no te quiero de rodillas. Pero siempre podremos conseguirte un banquillo.
—Le guiñó un ojo.
____
* Algo por algo.
* Aperitivo.

423
—¿Oh, en serio?
—Por supuesto. Entonces podrías sentarse cómodamente. Yo, por otro lado, estoy feliz
de arrodillarme ante mi princesa a fin de complacerla. Como ya lo he demostrado.
Bella se rio ligeramente. Y luego su sonrisa desapareció.
—Necesito decirte algo antes de que yo...
Él la miró expectante.
—Um, yo todavía tengo reflejo de arcadas —, susurró, como si estuviera confesando un
pecado secreto.
Un surco apareció entre las cejas de él.
—Cariño, eso es normal. Estaría preocupado si no lo tuvieras. Deberías escuchar a
Emmett cuando tiene que sacar la basura. Es como un gato gigante tosiendo una bola de
pelo.
Cuando Isabella no se rio, Edward se preocupó. Ella estaba evitando los ojos mientras
su mano se deslizó bajo.
—El mío es un poco fuerte.
—No va a ser un problema, Isabella. Te lo prometo.
Ella comenzó a bajar por su cuerpo y él extendió su mano para tejer su cabello
alrededor de sus dedos. Pero cuando lo hizo Bella se congeló. Parpadeó hacia él y su mano se
detuvo en la parte superior de la cabeza.
—Por favor, no empujes mi cabeza hacia abajo. —Su voz se escapó de sus labios como
una súplica tímida, quejumbrosa.
Edward frunció el entrecejo oscuramente.
—No iba a hacerlo.
Ella permaneció perfectamente inmóvil, esperando. ¿Por qué? Él no lo sabía.
—Isabella, háblame.
—Um, es solo porque noquierovomitarteencima.
Edward no entendía.
—¿Qué acabas de decir?
Ella se escondió detrás de su pelo—. Yo he… vomitado antes. Por mi reflejo de arcadas.
Él la miró con incredulidad.
—Por el amor de Dios, Bella. ¿Qué coño te hizo él?
Ella se puso pálida y de inmediato se arrepintió de su honestidad. Tendría que haber
simplemente tratado de complacerlo e ir lento, rezando para no tener ninguna reacción
adversa.
Edward no tiraría de su cabello o mantendría su cabeza hacia abajo. Él sería gentil.
Él murmuró unos cuantos improperios y se sentó rápidamente, agarrando una manta.
La cubrió con ella y tiró de ella hacia su regazo.
Con la oreja de ella pegada a su pecho podía oír su corazón latir con rapidez. Él estaba
enojado.
Pero no con ella.
Frotó su espalda a través de la manta mientras reflexionaba sobre qué decir. Se sentía
enojado justamente… a pesar de que su propio pasado estaba lejos de ser puro.
No había sido tierno con sus conquistas sexuales, a pesar de que siempre había tratado
de mantener algún vestigio de buenos modales. Aunque mucho menos cuando estaba
consumiendo cocaína. A pesar de los bacanales que había participado, fiestas que se habían
aproximado a la decadencia de Roma en ocasiones, nunca, jamás, había sostenido la cabeza
de una chica hasta que se atragantara y vomitara.
Nadie hacía eso.
Ni siquiera los traficantes de drogas y adictos con los que solía andar hacían eso, y ellos
no tenían límites ni escrúpulos morales en absoluto.

424
Solamente un increíblemente enfermo, retorcido, misógino hijo de puta obtendría su
placer al humillar a una mujer de esa manera. Y eso es lo que sería… porque no había nada
sexualmente excitante sobre eso.
Y para hacer algo así a alguien como Isabella… la amable Isabella con sus grandes ojos
marrones y hermosa alma. Una criatura gentil que se avergonzaba de tener un reflejo de
arcadas... Jacob sosteniendo su cabeza hacia abajo mientras se follaba su boca y la hacía
poner enferma.
Jacob tenía suerte de que estuviera en la cárcel mientras su abogado luchaba con el
fiscal de distrito para elaborar un acuerdo de culpabilidad. O Edward hubiera estado muy
tentado a seguirle la pista y matarlo.
Apartó los pensamientos asesinos de su cabeza y empujó su sed de venganza hacia un
lado, levantado a Isabella sobre sus pies y besándola castamente.
—Ven conmigo. —Él le tendió su mano.
—¿Dónde?
—Arriba.
Bella, tambaleándose en la vergüenza, le dio la mano y él la condujo por las escaleras
hacia el dormitorio principal. Había esperado que la pusiera sobre la cama, pero él la
introdujo en el cuarto de baño de la suite en su lugar.
—¿Qué estás haciendo? —Preguntó, mientras él abría el agua de la ducha.
Él se volvió hacia ella y besó su frente.
—Estoy haciendo algo bueno para ti que no es sexual.
Bella pensó sobre esa declaración, mientras él se manejaba con los grifos. Probó la
temperatura del agua hasta que estuvo perfecto y suavemente cayendo de la ducha de lluvia
tropical central.
Él sonrió hacia sus ojos mientras que con ternura quitaba la manta de su cuerpo
desnudo y después mantuvo la puerta de la ducha abierta, permitiéndole entrar en el interior
antes de seguirla.
—No entiendo. —Su voz era incierta.
—El agua lava todo, ¿no? Como en el confesatorio. Deus, propitius esto mihi
peccatori*.
—No he estado en un confesatorio en mucho tiempo.
—Te llevaré a la Basílica de Asís. Yo sé que querías ir y estoy seguro de que sería bueno
para nosotros. Tu bondad ha despertado mi deseo de saber más acerca de San Francisco.
Él se puso de pie detrás de ella y utilizó ambas manos para acariciar su pelo largo,
dividiéndolo y moviéndolo para que cada hebra se humedeciera.
Bella se quedó muy quieta, los ojos cerrados, mientras el agua caliente la bautizaba.
Él movió su cabello a un lado y le dio un tierno beso en el cuello y luego dio un paso
atrás, vertiendo un poco de su champú de fresa sobre su palma. Sus dedos trabajaron con el
champú en su cuero cabelludo, frotando con firmeza, y luego, eventualmente deslizándose
por los rulos del final. Él era lento y cuidadoso en sus movimientos. Si alguna vez tuvo un
momento, un acto, para demostrar que su amor por ella era mucho más profundo que un
capricho sexual a pesar de lo que había pasado en el corredor de los Uffizi, ahora era ese
momento.
Bella no sabía lo que era tener a un amante lavando su cabello, pero era muy afectuoso,
una experiencia profundamente íntima.
Edward se quedó desnudo detrás de ella pero tuvo cuidado de no pegarse o permitir
que su excitación rozara su espalda. No se trataba de sexo. Esto era sobre tomar su
vergüenza y apartarla y hacerla sentirse limpia.
Como era para él.
___
* Oh Dios, sé misericordioso conmigo, un pecador.

425
Como siempre había sido para él.
—Lamento haber sido tan emocional.
—El sexo es emocional, Isabella. Quien diga lo contrario simplemente ha amortiguado
una parte de sí mismo.
Cuando él sintió sus hombros relajarse rodeó con sus brazos su cintura, abrazándola de
espalda sobre su pecho. Él apoyó la barbilla en su hombro izquierdo, presionando sus labios
a la oreja.
—No debería haberle dejado. Debí haber dicho no.
—Lo que sea que pasó, por cualquier razón, necesitas perdonarte a ti misma y dejarlo
ir. Tú me tienes ahora. —Apretó su brazo sobre su cintura—. Porque nos amamos uno al
otro, todo entre nosotros, incluyendo las cosas sexuales son un regalo. No un derecho, no un
derecho o una exigencia… un regalo. El mejor regalo que te puedes dar a ti misma es dejarlo
ir a él completamente.
—Yo quiero. Quiero ser fuerte. Pero todavía oigo su voz en mi cabeza.
—Tú eres fuerte. Más fuerte de lo que sabes.
—Necesito ayuda, Edward. —Se secó una lágrima que se había mezclado con el agua
de la ducha.
Él suspiró en su hombro y pensó en su conversación profética en el Ponte Vecchio.
—Vamos a buscar ayuda. Y vamos a hacer que eliminen tu cicatriz. Te lo prometo.
Recuerda, ha pasado menos de un mes desde que fuiste atacada. Por supuesto que todavía
estás sintiendo los efectos. Era de esperarse.
Ellos estuvieron en silencio durante algún tiempo.
Edward los movió hacia adelante para que se pararan en el centro de la lluvia tropical,
el agua caliente cubriéndolos a ambos.
—Sabes, Isabella, una de las interpretaciones de la Primavera de Botticelli, es sobre el
despertar sexual. Lo mencioné en mi conferencia, pero no dije mucho al respecto. Algunas
personas piensan que parte de la pintura es una alegoría de un matrimonio arreglado.
Zephyr toma a su novia en circunstancias no ideales y ella se pone nerviosa y temerosa. Ella
no lo mira con amor pero si con preocupación. Pero después, ella se reconfigura como serena
y feliz.
Él hizo una pausa por un momento mientras elegía sus siguientes palabras con mucho
cuidado.
—Únicamente porque tus experiencias sexuales anteriores fueron traumáticas no
significan que tú no puedas tener una vida sexual plena. Conmigo. Quiero que seas serena y
feliz. Esa es la mirada que quiero ver en tu cara cada mañana y cada tarde cuando te tenga en
mis brazos. Y voy a hacer todo lo posible para llegar a ese punto. Creo que deberíamos
mantenernos alejados de ese acto hasta que te sientas más cómoda. Solamente hemos estado
durmiendo juntos durante una semana. Tenemos toda nuestra vida por delante para
amarnos uno al otro, en múltiples formas. Y eso es lo que quiero hacer. Yo quiero amarte
para siempre.
Sus palabras la consolaron profundamente.
A medida que los músculos de ella se relajaban, él en silencio y amorosamente
enjabonó su nuca y sobre sus hombros con una esponja y un poco de gel de baño de vainilla.
Y luego trazó las líneas de sus omóplatos y las protuberancias individuales de su columna
vertebral, deteniéndose periódicamente para poner sus labios donde el jabón se había
enjuagado.
Y después lavó su espalda baja y los dos hoyuelos que marcaban la transición de su
espalda y su trasero. Sin dudarlo, comenzó a lavar su trasero, enjabonando cada mejilla como
si perteneciera a un bebé, y apretando los labios a cada lado.

426
Él extendió la mano para dar masajes a la parte posterior de sus piernas. Incluso lavó
los pies, agarrando su mano y colocándola sobre su hombro para sostenerla mientras
enjabonaba entre sus dedos de los pies y luego las plantas y los pequeños tobillos delgados.
Bella nunca se había sentido más cuidada en su vida.
Él atendió la parte frontal de su cuello y la inclinación de los hombros. Lavó y acarició
sus senos con las manos, poniendo la esponja a un lado mientras besaba tiernamente sus
capullos.
Y después él estaba tocándola suavemente entre sus piernas, no sexual sino
reverencialmente, y enjuagando la espuma que se acumulaba entre sus rizos oscuros.
Finalmente presionando su boca allí también.
Cuando terminó, la tomó en sus brazos y la besó como un adolescente tímido. Suave,
con besos de boca cerrada intencionados a demostrar amor y afecto.
—No somos perfectos, Isabella, y nunca seremos perfectos. Sin embargo, podemos
tener la felicidad. Tú me estás enseñando a amar. Y supongo que yo te estoy enseñando a
amar, también, en una forma diferente. No importan nuestros defectos o fallas, estamos
mejor juntos de lo que alguna vez hemos estado separados. ¿No es así?
Él se apartó para poder leer sus ojos, muy poco seguro de que ella respondería con
palabras. Pero ella lo sorprendió.
—Eres el único que me hizo ver que no podía hacer todo por mí misma.
—Yo podría decir lo mismo de ti, Isabella. Estás limpia ahora. Sin vergüenza. Sin culpa.
Todo ha sido lavado.
Edward la apretó contra su corazón y hundió el rostro en su cuello mientras el agua
limpiadora caía sobre ellos.

Link revelantes:
Un link de fotos de la Piazzale Michelangeo puede ser encontrado:
www.Graphics.stanford.edu/~lucasp/pictures/florence/piazzamich/

El link del Caffé Concerto puede ser encontrado aquí:


www.caffeconcerto.net/florentine-recipes.htm

La pintura que Bella le muestra a Edward es La visión de St. Francesca Romero, de


Orazio Gentileschi. Puede ser encontrado en la siguiente:
www.wga.hu

La villa que Edward alquila en Umbría cerca a Todi puede ser encontrada aquí:
www.lasegreta.com/

Fotografías de los cuartos, incluyendo el cuarto principal con la chimenea, están


incluidos en el sitio.
La continuación de la lista de reproducción de Edward: Amando a Isabella incluye las
siguientes:
Don’t know why de Norah Jones
www.youtube.com/watch?v=96TAVTwtk&feature=related

Gaudete de The Mediaeval Baebes.


www.youtube.com/watch?v=-vryl9QicJk&feature=related

427
Capítulo veintiocho.

Edward despertó en el medio de su última noche en Umbria en una cama vacía. Estaba
atontado, en un estado semiconsciente, extendiendo su brazo hacia el lado de Isabella. Pero
estaba vacío y las sabanas estaban heladas.
¿Dónde está ella?
Isabella era una durmiente bastante fiable por lo que su ausencia le preocupaba.
Bajó las piernas hacia el suelo, estremeciéndose ligeramente cuando su pie descalzo
tocó la piedra helada. Se puso un par de bóxer cortos y empezó a ir hacia abajo, rascándose
su desordenado cabello.
La luz estaba encendida en la cocina así que se detuvo allí primero. No Isabella. Bebió
medio vaso de jugo de arándano colocado en el mostrador al lado de un pequeño resto de
queso y un trozo de pan. Parecía como si un ratón hubiera estado ahí para una comida
nocturna, pero había sido sorprendido.
Caminó dentro de la sala de estar y vio una oscura cabeza reposando en el brazo de un
mullido sillón cerca del ahora fuego muerto.
Él amaba verla dormir. Dormida, Isabella se veía más joven, era cierto, pero muy
pacifica. No había arqueos en sus cejas, ni mordiscos en sus labios, solo la suave respiración
de una encantadora joven mujer, inocente y dulce.
Su piel era pálida pero sus mejillas estaban de un tono rosado como sus labios. Edward
le hubiera encantado componer un poema sobre su boca y decidió hacerlo algún día. De
hecho, su apariencia a excepción de su ropa le recordaba a Frederick Lighton’s Flaming June.

Ella estaba vestida solo con un camisón de seda satinada elegante y de un color marfil.
Uno de sus delgados tirantes había caído de su hombro derecho, dejando su hermosa curva
desnuda.
Edward no pudo controlarse mientras la piel blanca y suave llamaba su boca. Besó su
hombro suavemente y luego se agacho cerca de su cabeza, flotando una mano sobre su
cabello y después finalmente acariciándolo dulcemente.
Ella se estiró y abrió sus ojos, parpadeando dos veces antes de sonreírle.
Su suave, dulce sonrisa puso su corazón en llamas. En verdad sintió como su
respiración se aceleraba en respuesta a ella. Nunca se sintió de esa manera por alguien más
antes y la profundidad de los sentimientos que ella sacaba de él lo sorprendía
constantemente.
—Hola —, susurro él, apartando su cabello lejos de su cara—. ¿Estás bien?
—Estoy bien.
—Estaba preocupado cuando te busque y no estabas ahí.

428
—Tuve una pesadilla. Y después estaba hambrienta así que vine abajo para tomar un
refrigerio.
Las cejas de Edward se unieron y puso la mano suavemente sobre la parte superior de
su cabeza.
—¿Quieres hablar sobre tu pesadilla?
—No.
Él quería insistir pero decidió no hacerlo.
—No había visto esto antes. —Trazó un dedo por el escote de su camisón, casi rosando
el borde de sus senos.
Ella se estremeció ante su contacto.
—Esto es lo que compre para nuestra primera noche juntos.
—Es hermoso. Y te viene bien. ¿Por qué no lo has usado?
Ella le guiñó un ojo—. He estado usando todas las cosas que me compraste en
Florencia. ¿Cómo fue que los llamó el vendedor? ¿Vascos y trajes de cuerpo? Su gusto por la
lencería femenina es sorprendentemente pasado de moda, profesor Masen. La próxima vez
me compraras un corsé.
Edward rio y la besó—. Recordare buscar uno la próxima vez que esté de compras.
Tienes razón, me inclinó a ser partidario de los artículos que dejan más a la imaginación. Eso
hace que desenvolverlo sea mucho más agradable. Pero tú eres igual de hermosa con todo y
con nada.
Ella extendió su mano para tocar su cara y lo atrajo cerca para un beso más profundo.
Él arrastró sus labios a través de la línea de su mandíbula hasta que estaba susurrando
en su oído:
—Son las cuatro de la mañana, amor. ¿Quieres volver a la cama?
Ella asintió.
Él cogió su mano y la guio pasando la mesa de la cocina, intercambiando una fresca
sonrisa antes de subir las escaleras. Se sentó en el borde de la cama de dosel mientras que ella
se paró frente a él, deteniéndose.
Ella retiró la mano para apartar su camisón sobre sus hombros. Se agrupo sobre sus
tobillos dejándola desnuda ante él.
En la habitación semi oscura, él bebió sus curvas tentadoras.
—Tú eres un argumento para la existencia de Dios —, murmuro él.
—¿Q… que?
—Tu cara, tus senos, tu hermosa espalda. Santo Tomas de Aquino tuvo que haberte
agregado en su Sexta Manera, si alguna vez él hubiera sido lo suficiente bendecido para
verte. Debiste haber sido diseñada y no simplemente hecha.
Ella bajó sus ojos y se sonrojó.
Él sonrió por sus rosadas mejillas.
—¿Estoy haciendo que te avergüences?
A modo de respuesta, ella se acercó un paso y trajo una de sus manos para ahuecar su
seno.
Él lo apretó suavemente—. Tu pesadilla te altero. Yo podría solamente abrazarte.
—Necesito sentir que me amas.
—Entonces ven a mí —respondió su voz gruesa con deseo. Se quitó sus calzoncillos
rápidamente y se movió para que ella se uniera con él en la cama. Aún ahuecando su seno,
comenzó a besarla, suavemente enredando su lengua con la de ella y mordisqueando la parte
inferior de su labio.
—¿Qué es lo que quieres, amor? Dime.
Ella sonrió—. Te quiero arriba.
Él provoco sus senos con sus dedos y plantó besos suaves debajo de su cuello, ligeros
arriba y abajo, mientras ella lo instaba a continuar con dedos seguros.

429
Ella dobló sus rodillas y puso los pies en el colchón invitándolo.
Él besó entre sus senos y después tomó uno de sus pezones en su boca mientras su
mano se deslizaba a través de la superficie de su piel, moviéndose hacia abajo para ponerla a
prueba. Liberó su seno para sacudir su cabeza.
—Todavía no. No estás lista.
—Pero te quiero.
—Te quiero, también. Pero no me pidas apurar esto. Deseo hacer arder tu cuerpo.
El deseo de Bella fue contrarrestado por el compromiso de Edward de ver que cada
encuentro entre ellos fuera placentero para ambos. Él preferiría retrasar la satisfacción de
entrar hasta que ella estuviera loca con deseo, en vez de adelantarse antes de que su cuerpo
estuviera lo suficientemente excitado.
Cuando ellos finalmente se unieron, él colocó sus codos a cada lado de la parte
superior del cuerpo de ella y miró hacia abajo dentro de sus ojos cafés, sus narices solamente
a un susurro de distancia.
A medida que él se movía adentro y afuera dolorosamente lento, los ojos de ellas se
cerraban momentáneamente concentrándose en la sensación placentera, pero después los
abría de nuevo.
Fue una intensa conexión. El verde oscuro, lleno de emoción, miraba hacia abajo sin
pestañar dentro de unos castaños muy abiertos. Cada movimiento, cada anhelo reflejándose
entre los ojos de la pareja.
—Te amo. —Él la acarició con su nariz mientras gradualmente aumentaba el ritmo.
—Te amo, también. —Su última palabra fue interrumpida por un grito ahogado que
brotó entre sus labios abiertos.
—No hay nadie más. —Su voz retumbo de su pecho—. Nunca ha habido nadie más.
Ella extendió su mano para atrapar su boca mientras él acrecentaba sus movimientos,
sus lenguas se exploraron uno a otro, gemidos y confesiones interrumpiendo su conexión
oral.
—Tan bueno, Bella. Tan, tan bueno.
Él tocó sus costillas del lado derecho y luego se deslizó sobre su suave cintura y debajo
de la curva de su trasero para poder levantarla ligeramente, aumentando su apalancamiento.
Se había convertido adicta a esto, a él. Adoraba la manera que la miraba en estos
momentos íntimos y la forma en que el mundo se quedaba fuera de foco alrededor de ellos.
Ansiaba sentirlo amándola, moviéndose dentro de ella. Podría decir que cualquier orgasmo
era un bonus a la forma en que se sentía cuando estaban unidos.
Ella lo ansiaba a él como al aire.
Haciendo el amor, como la música o la respiración o el ritmo del latido del corazón de
uno, estaba basado en un ritmo primordial. Desde que Edward había amado a Isabella, él
había llegado a leer su cuerpo y a conocer el ritmo que coincidía, como un guante que se
ajustaba a la mano de una dama. Era el tipo de conocimiento que era a la vez personal y
básico, el tipo de conocimiento que los traductores del Rey James se habían estado refiriendo
cuando escribieron sobre Adam conociendo a su esposa. El misterioso conocimiento sagrado
que un amante tiene de su amada; conocimiento que era pervertido y difamado en uniones
menos santas. Conocimiento que merecía un matrimonio en más que por nombre.
Edward puso su conocimiento para un buen uso, deleitando a Isabella con su cuerpo
una y otra vez.
Y la manera en que se sentía cuando estaba dentro de ella… cálida y emocionante y
tropical y perfecto.
Él estaba cerca, oh, tan cerca.
Buscó la expresión de ella y vio como sus ojos estaban abiertos. Todo movimiento era
correspondido por ella. Cada movimiento los llevaba a ambos al placer.

430
Mientras se miraban el uno a otro, un gran gemido estalló desde el pecho de ella y
entonces en un abrir y cerrar de ojos instantáneo tiró su cabeza hacia atrás gritando su
nombre, aferrándose desesperadamente a sus caderas con sus dos manos y empujándolo
dentro de ella mientras él penetraba una y otra vez.
Fue una cosa gloriosa para él ver y escucharla. Los ojos de Isabella abiertos por la
sorpresa y euforia cuando finalmente gritó su nombre durante su clímax.
Ella había escuchado su petición y respondido.
Edward.
Pronto él estaba cayendo, susurrando su nombre como una oración mientras su cuerpo
se tensaba y luego liberaba, la vena en su frente y cuello tensándose y luego relajándose, sus
ojos ardiendo hacia ella.
Un alegre y tierno acoplamiento.
Ella no quería dejarlo ir. No quería sentirlo dejando su cuerpo así que se aferró a él,
mirando como sus ojos se suavizaban y él tiernamente ahuecaba su cara.
—¿Siempre será así?
Edward sonrió y besó su nariz—. No lo sé, amor. Pero si Carlisle y Esme fueron algún
indicio, solamente mejorara con el tiempo. Voy hacer el amor contigo y ver el reflejo de todas
nuestras alegrías y experiencias compartidas en tus ojos, y tú verás lo mismo en los míos.
Nuestra historia será mejor, más profunda y más verdadera.
Ella sonrió ante lo que dijo y asintió, y después su rostro se entristeció.
—¿Qué sucede? —Acarició su mejilla.
—Estoy preocupada sobre de lo que pasara el próximo año.
—¿Por qué?
—¿Qué pasa si no me aceptan dentro del programa de doctorado en Toronto?
Él frunció el ceño—. No sabía que habías aplicado.
—No quiero dejarte.
Él la besó rápidamente—. No quiero que te vayas, pero Isabella, el programa de
Toronto no es para ti. No tendrás nadie con quien trabajar. Yo no puedo trabajar contigo y
dudo que Katherine tome un compromiso por varios años.
Ella bajó su rostro y rápidamente desvió la mirada.
—Hey, mírame.
Se volvió hacia él, pero mantuvo la mirada baja.
—Me molesta cuando te ocultas de mí, amor. Pensé que habíamos superado eso. ¿De
eso se trataba tu pesadilla… nuestra separación?
Ella asintió con la cabeza.
—Pensé que tú querías ir a Harvard.
—Está tan lejos de ti.
—Solo a un vuelo corto de distancia. —Él vio sus dientes morder su labio inferior—.
No seas así de pesimista. Podemos vernos los fines de semana y las vacaciones. Solicite un
año sabático. Es posible que pueda ir contigo el próximo año.
—Podría estar allí por seis años. O más. —Ella estaba a punto de llorar. Edward vio sus
ojos humedecidos y brillantes y su corazón le dolió.
—Isabella—su voz se hizo seria—. Haremos que esto funcione. Pero en este momento,
necesitamos disfrutar el tiempo que tenemos juntos y tú deberías dejar de preocuparte sobre
el futuro. Me asegurare de que no estemos separados.
Ella abrió su boca para protestar pero él la besó.
—La ventaja de salir con un hombre mayor y más establecido es que puede darte
espacio para centrarte en tu propia carrera. Encontrare la manera de hacer que mi trabajo se
adapte alrededor tuyo.
—Eso no es justo para ti.

431
—Sería mucho más injusto que renunciaras a tu sueño de ser profesora o hacer que te
inscribas en un programa que es mediocre. No voy a dejar que sacrifiques tus sueños por
mí… eso sería inaceptable. Las parejas académicas hacen que las cosas funcionen todo el
tiempo. Haremos que esto funcione, también. —Le sonrió—. Ahora bésame, Isabella, y
déjame saber que confías en mí.
—Confió en ti.
Edward la besó tiernamente y después se movió a su lado con un suspiro feliz mientras
se moldeaba a su lado.
El sueño vino a él rápidamente y pronto estaba a gusto en un sueño feliz, mientras
Bella luchaba para conciliar el sueño.

-
Fue difícil para los amantes tener que dejar Umbria a la mañana siguiente. Bella lloró
cuando se dirigían a la estación de ferrocarril en Perugia.
Edward secó las lágrimas de ella con sus dedos.
—Esto no es el final, querida. Es solo el comienzo. —La besó suavemente y puso su
abrigo más apretado a su alrededor, tratando de mantenerla caliente un día frío.
Y luego la tomó de la mano todo el camino a Seattle.

-
Ángela Weber estaba sentada en casa de sus padres al norte de Toronto revisando su
correo unos días antes de Navidad.
Había estado ignorado su correo por una semana. Y por una buena razón. Una relación
que había cultivado además de su persecución por el profesor Masen había culminado, lo
que significaba que no iba a estar esquiando en Whistler, British Columbia con su viejo
amante en las fiestas navideñas.
El banquero en cuestión había roto con ella a través de mensaje de texto. Eso fue de mal
gusto, sin duda, pero lo que sería incluso de peor gusto era el email de seguimiento que
estaba segura estaba esperando por ella, como una bomba escondida en su bandeja de
entrada.
Habiéndose armado de valor con un vaso o dos de Champaña la vendimia de
Bollinger, que había comprado como regalo para el idiota que se suponía que la llevaría a
esquiar, revisó su correo electrónico. Y allí, esperando en su bandeja de entrada, estaba una
bomba escondida, sin embargo no era la bomba que había esperado.
Decir que estaba sorprendida por el contenido del correo electrónico del profesor Félix
Pacciani habría sido quedarse corta.
De hecho, se sentía como si la alfombra hubiese sido sacada de debajo de sus pies.
La única mujer canadiense que había visto que el profesor Masen le mostraba un afecto
comedido fue la profesora Jane Singer. Sí, Ángela había visto a Masen con varias mujeres en
el Lobby, pero nunca con la misma mujer dos veces. Él era amigable con la profesora
Leaming, pero solo profesionalmente, saludándola ocasionalmente con un apretón de mano,
pero nunca con un beso. La profesora Singer, por el contrario, fue recompensada con un
doble beso cuando él la saludó después de su conferencia pública.
El gesto no pasó desapercibido.
Ángela no quería reavivar una relación con el profesor Pacciani. Él era completamente
carente en el aspecto físico y no tenía ningún deseo de volver a los encuentros íntimos
anteriores que la habían dejado siempre frustrada y deseosa como una casta adolescente. Ella
tenía estándares, después de todo, y cualquier hombre que no estuviera a la altura de por lo
menos el tamaño de su accesorio de servicios personales no valía la pena follar.
Y ella habría dicho que la podrías citar al respecto.

432
Pero dado que quería más información sobre la novia del profesor Masen, ella fingió
interés en un encuentro de primavera con el profesor Pacciani y súbitamente preguntó por el
nombre de la novia.
Después fue hacia el piso de abajo y acabó con el resto del champaña.

-
El día antes de navidad, Bella se encontró sentada en el mostrador de la cafetería de
Forks Diner almorzando con Charlie. Edward estaba haciendo algunas compras de última
hora con Carlisle mientras Alice y Jasper se dirigían al supermercado para recoger el pavo.
Emmett y Rose estaban (presuntamente) tomando una siesta.
Charlie había entregado fielmente el regalo de Bella de parte de Peter. Que estaba
colocado en el piso a su lado, mirándola fijamente, pidiendo la atención como un perrito
enfermo de amor.
Lo abrió a toda prisa, decidiendo que era mejor exponer el contenido en frente de
Charlie que de Edward. Le dio la botella de sirope de arce a su padre con una sonrisa, soltó
una risilla del juguete Holstein y lo besó, admiraba el queso, pero cuando desenvolvió las
figuras del Dante y Beatrice su rostro palideció.
Era casi como si él supiera.
Y sin embargo, él no podía haberlo sabido.
Mientras Charlie comía su plato especial de color azul —pavo relleno con relleno y
puré de papas—Bella abrió la tarjeta de Peter.
Se mostraban niños participando en una pelea de bolas de nieve y el típico Feliz
Navidad adornado en la portada. Sin embargo, fueron las palabras que Peter escribió de su
propia mano la que le hizo un nudo en la garganta.

Feliz Navidad, Bella.


Sé que fue un duro primer semestre y lo siento si no hice un mejor trabajo
de ayudarte cuando lo necesitaste.
Estoy orgulloso de ti por no renunciar cuando las cosas se volvieron duras.
Tu amistad es importante para mí.
Con un gran abrazo gigante de Vermont
De tu amigo
Peter.
P.D. No sé si has escuchado la canción de Sarah McLachlan’s “Wintersong,” pero parte de ella me hizo
pensar como seria tu navidad.
“Así es como te veo
En la nieve en la mañana de navidad
Amor y felicidad rodeándote
Mientras tú tiras tus brazos hacia el cielo…”

Bella no sabía a cuál canción se estaba refiriendo, así que la letra que él omitió no corrió
por su mente mientras examinaba las ilustraciones de la tarjeta más de cerca. En el centro de
la pelea de nieve estaba una pequeña niña con cabello largo y oscuro en un abrigo de color
rojo brillante, riendo y celebrando una bola de nieve en el aire.
La cita, la foto, la tarjeta, el regalo… Peter había tratado de mantener sus sentimientos
en secreto, ella pensó, pero se había traicionado a sí mismo tan completamente como si
hubiera declarado que la quería. Estaba todo en la foto de la niña riendo con el abrigo rojo. Y
en lo que Peter esperaba que ella hiciera.

433
Bella se sentía más emocional de lo habitual y en consecuencia, se encontró secándose
sus lágrimas. Peter siempre había sido muy amable con ella y sus palabras combinaban con
los regalos y la carta…
Colocó todo de vuelta en la caja rápidamente y lo colocó en el suelo al lado de sus pies.
—Entonces, ¿Edward está tratándote bien? —Ignorante de lo que acababa de suceder,
Charlie abordó el tema de la relación de Bella entre mordiscos de su pavo.
—Él me ama, papá. Él es muy bueno para mí.
Su padre negó con la cabeza mientras reflexionaba sobre cómo Jacob había tenido la
apariencia de ser bueno y Edward tenía la realidad de ser bueno, y cómo él, Jefe Swan, había
fallado en reconocer la diferencia.
—Déjame saber si no lo es —dijo, saboreando el puré de papas.
Bella rodó los ojos. Charlie solamente estaba siendo Charlie. Sí, era un poco tarde para
jugar el papel de padre sobreprotector, pero mejor tarde que nunca.
—Papá, cuando Edward y yo llegamos a la cuidad esta mañana fuimos a la casa. Vi el
letrero en el jardín.
Charlie se limpió la boca con una servilleta—. Puse la casa a la venta hace una semana
o un poco más.
—¿Por qué?
—¿Por qué no? No puedo vivir en una casa donde mi hija no pueda ir a visitarme.
Bella estaba asombrada.
—Pero, papá, tú creciste en esa casa. ¿Qué hay acerca de ti y de Sue?
Él se encogió de hombros y escondió su expresión detrás de su taza de café—. No
estamos juntos.
Bella jadeó—. No lo sabía. Lo siento.
Charlie tomó sorbos de su café estoicamente—. No iba a ninguna parte. Ella no quería
mudarse y yo tengo que vivir en Forks mientras que estoy en el trabajo. Y a sus hijos yo no
les gustaba.
—Yo no sabía eso.
Él se encogió de hombros de nuevo.
—Estaba buscando una pequeña casa en Elk Loop Drive. Puedo usar parte del dinero
de la venta de la casa para un barco. Y para ayudarte con Harvard.
—Pensé que siempre usabas el barco de Billy Black.
Charlie arrastró los pies en el suelo—. No voy a bajar a la Push nunca más.
—¿Por qué no?
—No soy bienvenido.
Bella estaba sorprendida. Y luego estaba enojada. Su conflicto con él le había costado a
ella y a su padre mucho más de lo que había previsto nunca. Sí, ella podía estar marcada,
pero su padre había perdido su novia y su futura esposa, y su mejor amigo.
—Papá, si vendes la casa debes usar el dinero para un barco. Tengo la esperanza de
obtener una beca.
—Entonces puedes usar el dinero que te voy a dar para cervezas. A partir de ahora, es
solo tú y yo, niña. —Charlie tendió una mano al alborotado pelo de Bella, su acto preferido
de afecto.
Luego se excuso para usar el baño de hombres, dejando a Bella sola para contemplar su
media hamburguesa, a Peter y a un Charlie cambiado.
Su estomago comenzó a revolverse y consideró hacer un viaje hacia el baño también.
Miró su hamburguesa con recelo, preguntándose si la carne estaba contaminada. Y después
le pidió a Diane, su mesera, por una ginger ale con la esperanza de aliviar sus nauseas.
Estaba bebiendo su ginger ale y rogando por no vomitar cuando oyó una conmoción
cerca de la entrada de la puerta.
—¡Oye, perra!

434
Y uno o dos segundos después, la misma voz resonó con más fuerza.
—¡Perra, te estoy hablando a ti!
Bella se giró encontrando a una enojada Leah Clearwater que estaba cerca, con las
manos en las caderas.
Leah Clearwater era alta y delgada, de piel bronceada y un rostro hermoso. Con pelo
negro, largo y lacio que caía por debajo de sus hombros y se balanceaba mientras caminaba
rápidamente hacia Bella.
—Jake va a prisión. Trató de llegar a un acuerdo, pero el fiscal de distrito no se
conformaría con menos que tiempo en la cárcel. ¿Estás feliz ahora, vaca fea?
Ella llevó su cara enojada hacia unos centímetros de Bella mientras esta se inclinaba
apartándose.
—No fue mi culpa —murmuró Bella, sus ojos como dardos en torno a los pocos
clientes que estaban levantando la vista de sus almuerzos para ver el último episodio de
Mientras se levantan en Forks.
—¡A la mierda si no fue! Jake no iba a herirte, ¡estúpida perra! Pero tú tenías que actuar
como la víctima, de nuevo. Pobre pequeña Bella, siempre llorando por atención.
Bella bajó la cabeza y trató de hacerse parecer incluso más pequeña, si eso fuera
posible.
Leah se inclinó para verle, tratando de obtener un vistazo de su cuello.
—¡Lo acusaste de morderte y dejarte una cicatriz, pero no hay ninguna marca!
Necesitas admitir que mentiste y decirles que no quieres presentar cargos. Hoy.
—Incluso si quisiera ayudarlo, todavía está Charlie. Él irrumpió dentro de la casa de
Charlie.
—Síp, bien Charlie no es más que un hijo de puta y me alegro que mi mamá por fin
pateó su culo perezoso a la acera.
Bella se encogió, pero mordió su lengua, rogando que su padre se diera prisa y
volviera.
—Solo eres una puta celosa. Odiaste el hecho de que Jake me eligiera sobre ti y
decidiste vengarte de él.
—¿Estás delirando? — murmuró Bella, en voz baja.
—Solíamos reírnos acerca de ti cuando estábamos junto en la cama… de cuán frígida
eres —La voz de Leah era fuerte y despectiva—. Él me dijo que le diste la peor mamada que
hubiese tenido. Que todo lo que tenía que hacer era tocar tu boca y tú jodidamente te
atragantabas.
El comedor estaba en silencio mientras la revelación de Leah repercutía por toda la
habitación y alrededor de las paredes.
Todos la escucharon.
Un pequeño río de lágrimas se desbordó por los ojos de Bella y comenzaron a rodar
por su rostro.
—Quiero que dejes el asunto con Jake y no me voy a ir hasta que lo hagas.
Bella se quedó muy quieta, como un animal encogido, con los ojos perdidos, con la
esperanza de que Leah se cansara de atormentarla y se fuera. O que alguien interviniera.
—¿Así que lo vas hacer tú o necesitas que lo haga por ti?
Cuando Bella obstinadamente continuo en silencio, Leah subió su puño hacia ella.
Bella captó el primer indicio de movimiento con el rabillo del ojo y se agachó
instintivamente, alzando sus brazos para protegerse.
Pero el puño de Leah nunca conectó con su cuerpo.
—¡Sam, aléjate de mí! —Gritó Leah, luchando con alguien violentamente.
Bella esperó, y luego bajó los brazos vacilantemente.
Sam Ulley, uno de los amigos de Jacob de La Push, estaba sosteniendo a Leah por las
muñecas y empujándola lejos de Bella.

435
—Cálmate, Leah. ¿Ibas a atacar a la hija del jefe de policía en una habitación llena de
testigos? ¿Estás drogada?
—Vine aquí por Jake. Esta perra hizo que lo arrestaran. Ahora déjame ir. —Leah luchó
con Sam y trató de zafarse de su agarre.
—¿Qué está pasando? —Charlie apareció de pronto detrás de su hija.
A través de las lágrimas, Bella oyó que Sam y alguno de los regulares de la cafetería
contarle una versión extremadamente sana de lo que sucedió.
Charlie maldijo en voz baja y luego puso su mano en el hombro.
—¿Ella te tocó?
Ella sacudió la cabeza.
Él notó las lágrimas de su hija y maldijo una vez más.
—Quédate aquí.
Charlie ignoró los epítetos de Leah acerca de su pasada relación con su madre y le
advirtió que si ponía una mano sobre él, la haría arrestar por agredir a un oficial de policía.
Eso pareció tranquilizarla.
Él la llevó afuera y Sam los siguió.
Bella no espero tiempo para correr al baño de mujeres para esconderse.
Llegó a la taza del baño justo a tiempo para expulsar su almuerzo.
Diane la siguió.
—¿Cariño, estás bien?
Diane, quien era un alma caritativa y había conocido a Bella desde que era una niña,
humedeció unas toallas de papel con agua helada y se la entregó cuando había terminado.
Bella limpió su boca lentamente—. Lo estaré.
—Yo debí haber hecho algo, cariño. Lo siento. Debí haber agarrado el sartén y
golpearle la cabeza. No puedo creer que ella hablara esa clase de basura en mi restaurante.
Debe haber estado drogada, Bella.
Bella se encogió de hombros mientras corría un poco de agua fría en un segundo
pedazo de toalla de papel y luego limpiaba su cara llena de lágrimas.
—¿Quieres una taza de té o algo?
Bella mantuvo su cabeza baja y cerró los ojos mientras trataba de recobrar la
compostura.
Necesito irme de la mierda de Forks. Permanentemente.
Acerca de quince minutos después, Charlie y su hija volvieron a tomar sus lugares en
el mostrador.
Bella mantuvo su cabeza baja y se negó a hacer contacto visual con cualquiera.
—Lo siento, papá —dijo en voz baja.
Él frunció el ceño y saludó a Diane con el fin de solicitar una taza de café.
—¿Sobre qué te estás disculpando? —Su voz era áspera.
Diane remplazó su café y luego se traslado al otro extremo de la barra para darles un
poco de privacidad.
—Esto es mi culpa… Sue, Billy, la casa… —Ella no iba a llorar de nuevo. No quería
llorar, pero de alguna manera las lágrimas brotaron y no podía detenerlas.
Charlie tomó una respiración profunda—. Si es la culpa de alguien, es la mía. Era mi
responsabilidad protegerte y no lo hice. Se podría decir que Billy y Sue están protegiendo a
sus hijos de la manera que debería haberte estado protegiendo a ti.
Bella secó una lágrima—. Pero ahora tu vida esta arruinada.
Él resopló con fuerza—. No estasba tan apegado a mi vida de todos modos, Bells. No
era tan interesante. —Se volvió hacia ella y la miró de cerca—. Cuando Renée se enteró que
estaba embarazada, me sentí feliz. No estaba planeado y éramos muy jóvenes, pero siempre
quise una familia. Y no voy a permitir que cualquier cosa o alguien me separen de mi familia
de nuevo. Tienes mi palabra de eso.

436
Bella sonrió a la cara de su padre y él se inclino y rozó un beso vacilante en contra de
su cabello.
—Voy a tener que ir a trabajar para hacer algunos trámites sobre lo que acaba de pasar.
¿Por qué no llamas a tu novio y le pides que te recoja y luego nos vemos en la casa de
Carlisle para la cena? Alice llamó esta mañana para invitarme. Ella prometió hacer la Lasaña
de Esme.
Bella asintió con la cabeza y se enjuagó las lágrimas. No quería que Edward la viera
llorando.
—Te amo, papi.
Charlie se aclaró la garganta fuertemente, sin mirarla.
—Te amo también, Bells.

-
Edward estaba más que contento de cortar su viaje de compras y recoger a Bella.
Cuando él y Carlisle llegaron a la cafetería, ellos inmediatamente caminaron hacía el
mostrador para acompañar a los Swans.
Bella se levantó y abrazó a Edward con fuerza.
—¿Qué pasa? —Preguntó—. Has estado llorando.
—Es solamente la melancolía de la navidad. —Bella notó incómodamente que todos
estaban mirándola, incluyendo Sam.
—¿Qué melancolía de navidad?
—Te lo diré más tarde. — Hundió la cara en el pecho de Edward por un momento,
mientras trataba de mantener la compostura.
Carlisle se tomó un momento para saludar a Charlie y mientras los dos viejos amigos
estaban conversando, Edward gentilmente apartó el cabello de Bella hacia detrás de su oreja
para susúrrale algo dulce.
Un destello resplandeciente atrajo la atención de Carlisle.
Él reconoció los pendientes de Esme inmediatamente. Aunque estaba sorprendido
también estaba complacido, porque sabía que ella estaría feliz de que Edward le diera los
pendientes a Bella. Pero al ver los diamantes de pronto se dio cuenta de que había
subestimado la nueva relación de su hijo.
Él la ama.
Edward y Charlie intercambiaron saludos corteses y luego Edward tomó el regalo de
navidad de Peter. A su favor, él resistió la urgencia de decir algo sarcástico y simplemente
llevó la caja sin hacer comentarios.
Justo cuando el trío se acercó a la puerta, la oficial Jessica entró.
—Hola Jessica —Edward sonrió, pero su tono fue tenso.
Sorpresivamente, ella sonrió de vuelta—. Hola Edward. ¿En casa para Navidad?
—Eso es correcto.
Saludó brevemente a Bella y Carlisle, y luego miró de nuevo a Edward, notando la
forma en que el brazo de Bella estaba dentro de su codo.
—Te ves bien. Te ves feliz.
—Gracias. Lo estoy.
—Estoy feliz por ti, Edward. Feliz Navidad, a los tres.
Y con eso, Edward, Carlisle y Bella salieron de la cafetería para la casa.

-
Edward y Bella estaban riéndose sobre cualquier cosa, mientras caminaban por la
puerta principal de la casa de los Cullen con Carlisle.
Bella todavía se sentía un poco en shock, era cierto, pero estaba tan aliviada de estar en
casa con sus amigos que apartó todos los pensamientos de su tarde de pesadilla afuera.

437
Hasta que la vio.
Mirando desde el vestíbulo a la sala, vio a Alice, Jasper, Emmett y Rose todos sentados
alrededor algo incómodos mientras que una invitada se sentaba en el sofá.
Alguien que Bella nunca había visto antes.
Al ver a Edward, la mujer se levantó de su asiento con elegancia y clase como flotando
hacia él.
Bella colocó una mano en el brazo de Edward para sostenerlo o sostenerse a sí misma,
no estaba segura de cuál.
La mujer se movía como una bailarina o una princesa, un sutil aire de dinero antiguo o
aristocracia se aferraban en cada uno de sus movimientos como perfume.
Ella era alta. Casi tan alta como Edward, con un largo, levemente ondulado cabello
rubio fresa y grandes ojos azules de hielo. Su piel estaba pálida y sin defectos, era una
modelo delgada y usaba botas negras de gamuza, largas hasta la rodillas con puntas de
agujas, una falda de lana negra y un suéter de cachemir azul pálido que estaba fuera del
hombro y, obviamente, de diseño.
Ella era hermosa. Y real.
Y ella estaba arqueando su espalda hacia Bella como una gata azul Rusa.
—Edward, ¡qué hermoso verte! —Su voz era rica y clara y pasó junto a Bella como si
fuera un mueble con el fin de darle un fuerte abrazo.
—Tanya —, consiguió decir él con rigidez.
Los ojos de Edward se entrecerraron y luego se ampliaron mientras Tanya se envolvía
alrededor de él. Una mirada de emociones cruzó por su rostro mientras ella besaba sus dos
mejillas formalmente. Solamente que ella lo besó lentamente, rezumando sensualidad. Y
luego, para colmo de ofensas, limpió su lápiz de labio de una manera intima de sus mejillas,
riendo en voz baja como si se tratara de una broma privada.
Carlisle se aclaró la garganta detrás de ellos y se acercó a estrechar la mano de Tanya.
Ella apartó mano a un lado y lo abrazó.
—Carlisle. Siempre es un placer. Estaba tan apesadumbrada al oír hablar de Esme.
Él amablemente le devolvió el abrazo y luego se acercó a Bella para ayudarle a tomar
su abrigo.
Mientras él colgaba su abrigo en el armario, Bella se permitió mirar hacia la sala.
Emmett parecía confundido, Rose parecía sospechosa, Jasper estaba preocupado y Alice hizo
la mímica de las palabras: “¡¿Quién es ella?!”
Bella no sabía qué decir.
Mientras Carlisle se excusaba con el fin de reunirse con su familia y persuadirlos de
retirarse a la cocina, Edward se acercó a Bella, envolviendo sus brazos firmemente alrededor
de su cintura.
—¿Y quién debe ser esta? —Tanya preguntó, reconociendo a regañadientes a la otra
mujer existente con una sonrisa helada. Se alzaba sobre Bella, quien llevaba unos zapatos
planos normales, pantalones de vaqueros y un suéter purpura.
Bella se armó de valor para sonreír y le tendió la mano—. Soy Bella. Nos conocimos
por el teléfono una vez.
Tanya mantuvo el gesto tieso en su expresión facial, pero Bella vio lo que ella trató de
ocultar… el frío fuego de el resentimiento.
—¿En serio? —Tanya rio hábilmente—. ¡Seguramente no puedes esperar que lleve un
registro de todas las mujeres que contestan el teléfono de Edward con los años! ¿A menos
que fueras una de las mujeres con quien hable cuando interrumpí un ménage? ¿Recuerdas esa
noche, Edward?
Bella retiró la mano como si hubiera sido golpeada.
—Tanya, me permito recordarte que eres una invitada en mi casa. No voy a tolerar tu
falta de respeto para cualquiera, especialmente a Isabella. ¿Está claro? —La voz de Edward

438
era como un lago congelado, la rigidez, la fría formalidad del profesor Masen se hizo visible
una vez más.
Tanya bajó la cabeza, obedientemente, acobardada inmediatamente.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Su voz era baja, controlada.
—Vine a desearte feliz navidad. No devolviste mis llamadas y Ephraim dijo que
estarías aquí.
Edward silenciosamente reflexionó sobre la reprimenda que le iba a dar a Ephraim, su
abogado de Boston, cuando hablara con él la próxima vez.
—¿Estás de camino a Alaska?
—Mis padres no me hablan, tú sabes eso. —Su voz era amarga.
—No vi tu carro en la entrada.
Los ojos de Tanya miraron a Bella y luego de vuelta a Edward—. No tengo licencia
para conducir ahora.
—Entonces voy a llamar a un taxi para que te lleve a un hotel.
—No tengo un hotel. De todos modos, Edward, necesito hablar contigo.
Edward retiró los brazos de la cintura de Bella con el fin de frotarse los ojos con ambas
manos.
Bella se quedó en un dilema, preguntándose qué debería hacer. Podría haber dicho
algo cortante, algo embarazoso para Tanya. Podría haber regresado insulto por insulto y
ayudado a Edward a echarla de la casa.
Pero mientras observaba la vieja y quebrada dinámica entre los dos pensó dos cosas.
Primero, no tenía una razón para tratar mal a Tanya. Tanya obviamente quería a
Edward y él no la quería de vuelta. No importa lo que ella dijera o hiciera esa tarde, Edward
estaría llevando a Bella esa noche a la cama y diciéndole que la amaba antes de besarla y
darle las buenas noches. Ese hecho por si solo podría dolerle a Tanya mucho más que
cualquier palabra que Bella pudiera pronunciar.
Segundo, ahora que estaba en frente de él, Edward necesitaba tratar con Tanya solo, de
una vez por todas. Y no necesitaba audiencia.
Bella no se estaba sintiendo como sí misma, así que por respeto a su propia fatiga por
haber sido agredida verbalmente en la cafetería en Forks y en el pasillo de Carlisle, le dio la
espalda a los dos y buscó a Alice, susurrándole que necesitaba acostarse.
Alice la acompañó subiendo la escalera, dejando la telenovela en el vestíbulo para
seguir sin vigilancia.
—¿Quién es esa mujer? ¡Ella dijo que Edward la estaba esperando! — siseó Alice
mientras conducía a Bella a la antigua habitación de Edward.
—Voy a dormir la siesta en la habitación de invitados. —Bella se desvió dentro de la
habitación cruzando el vestíbulo y se quitó lentamente sus zapatos, dejándolos en la
alfombra al lado de la cama.
Alice se quedó con la mano en el pomo de la puerta, esperando una explicación.
Bella suspiró y se encogió de hombros—. Edward no la estaba esperando. Ella es una
vieja amiga de Harvard.
—Ella dijo que lo conoció en Oxford.
—Supongo que fue en ambas. —Bella se sentó en la cama.
—¿Por qué está ella aquí?
—No tengo idea. Escucha, necesito tomar una siesta. No me siento muy bien.
—Tanto tú como Rose. Ella ha estaba sintiéndose mal por días. Estaré abajo tratando de
hacer la lasaña de mamá. No crees que esa mujer se quedara a cenar, ¿verdad?
Bella inhaló profundamente—. No lo sé.
Alice negó con la cabeza, murmurando improperios sobre los secretos de sus hermanos
mayores y cerró la puerta detrás de ella, dejando a Bella sola con sus incómodos
pensamientos.

439
¿Por qué está ella aquí?
¿Por qué estoy constantemente sorprendida sobre el colorido pasado sexual de Edward?
¿Por qué él no espero por mí?
Bella se dejó caer en la cama y se acurrucó en una pequeña bola, con la esperanza de
excluir tales reflexiones con el sueño.

-
—¿Cariño?
Ella pensó que estaba soñando cuando escuchó la voz de Edward. La cama se movió
por su peso y sintió un cuerpo cálido moviéndose a su lado.
La habitación estaba oscura cuando Bella abrió sus ojos.
—¿Edward? —Se volvió alrededor para míralo. Él parecía fatigado.
—¿Qué hora es?
—Son las seis y treinta.
—¿Por qué nadie me despertó?
Edward enganchó un brazo alrededor de su espalda baja y la atrajo hacia sí—. Estaban
esperando a que yo regresara a casa.
Bella se sentó—. ¿No estabas aquí? ¿Dónde estabas?
Él apartó la mirada con culpabilidad.
—¿Estuviste con Tanya todo este tiempo?
Edward rodó sobre su espalda, colocando sus manos sobre sus ojos—. No sabía que iba
a venir, lo juro, Isabella, esto salió de la nada.
—¿Qué estuviste haciendo con ella por tres horas y media, Edward?
—Fueron tres horas con Tanya y luego una media hora con Carlisle en su estudio
cuando llegué a casa.
Él no quería decirle qué había pasado. Sabía cuál sería su reacción, ya podía verla…
preocupación, sospecha, la duda a sí misma. En un día, Tanya estaba a punto de deshacer
todos los avances que había hecho con Isabella en los últimos dos meses.
No podía permitir que eso sucediera.
Bella sintió que su sangre corría fría cuando vio la expresión de Edward. Vergüenza y
miedo y culpa cruzaron por sus rasgos.
—Edward, me estás asustando.
Él hizo una pausa mientras buscaba las palabras adecuadas.
—Tenías razón cuando dijiste que ella era demasiado dependiente de mí. Es
patológico. Está congelada en el pasado y está dispuesta a hacer cualquier cosa para tenerme
de vuelta. —Frunció el ceño sombríamente—. No había manera de que pudiera hablar con
Tanya aquí, delante de mi familia. Recuerda que mis hermanos no tienen idea de quién es o
qué es en relación a mí. Su licencia de conducir está suspendida y por lo tanto no podía
rentar un auto. La lleve a Olympic Suites y le hice tomar una habitación. También le animé a
reservar un vuelo a Alaska mañana para tratar de reconciliarse con su familia. Ella dice que
no la verán pero yo tengo mis dudas.
Él tragó saliva con fuerza.
—Olympic Suites no es un hotel de cuatro estrellas. Ellos no tienen un bar o un Lobby
con algún tipo de privacidad, por lo que teníamos que hablar en mi auto. Ella estaba siendo
una princesa acerca su equipaje y yo estaba tratando de ser un caballero, así que la ayude a
llevar sus maletas a su habitación.
Bella arqueó una ceja y esperó, abrazando a sus brazos con fuerza contra su pecho.
—Puse las maletas en el suelo y me giré para caminar a fuera de la puerta y…—La voz
de Edward se desvaneció.
Él midió la reacción de Bella con el rabillo de su ojo. Ella estaba conteniendo su aliento.

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—Fue patético, más que nada. —El negó con la cabeza y se cubrió los ojos, gimiendo en
voz alta—. Le dije que se levantara y se compusiera a sí misma. Que me encontrara en mi
auto para que pudiéramos hablar. Cuando ella finalmente se reunió conmigo, nos sentamos
en el aparcamiento del hotel durante horas. Eso fue el tiempo que tomó repetir toda nuestra
historia. E incluso entonces solamente arañamos la superficie.
Rodó sobre su costado y vio que Bella había vuelto a la posición fetal, enrollada sobre
sí misma y llevando sus rodillas contra su pecho.
—No, no, no —, repitió él, apartando sus brazos y rodillas lejos de su cuerpo, tratando
desesperadamente de que relajara su postura—. Isabella, por favor, ella se ha ido ahora y no
volverá. Le dije que necesitaba ayuda profesional… Que me había enamorado de ti y que no
podía estar para ella nunca más. Ella tiene mi dinero y mis abogados, y eso es todo lo que
puedo darle.
Él obligó a Bella a acostarse junto a él y después puso sus brazos alrededor su todavía
rígido cuerpo.
—Es una dolorosa verdad pero ella necesitaba escucharla. Necesitaba saber que estoy
enamorado de ti y que tú eres mi futuro.
Bella lo miró de manera inquisidora.
—¿Qué ocurrió en su habitación del hotel?
Él gruñó.
—Isabella, fue una patética y repulsiva exhibición de una mujer desesperada.
—Entonces no deberías objetar decirme.
Edward se detuvo, apretando los dientes.
—Ella se dejó caer de rodillas y… yo la rechacé y caminé fuera de la puerta.
Aunque el conocimiento de Bella con Tanya era ciertamente muy leve, sabía sin duda
de que Tanya habría hecho mucho más que arrodillarse para él. Bella pestañó mientras una
perversa imagen poco a poco surgía.
Una hermosa Tanya en sus rodillas frente a Edward… ofreciéndole algo… algo que no he sido
capaz de darle…
—¿Por qué me quieres, Edward? No soy bonita. No soy una aventurera sexual.
Edward gruñó, su duda le dolió.
—¿Una mejor pregunta es por qué alguien tan bueno como tú me quiere a mí? Soy un
pecador adicto a las drogas con un horrible pasado que no se queda en el pasado. Y fui cruel
contigo desde el comienzo.
Cuando ella no respondió, él se inclinó sobre su cuerpo, su mano izquierda
presionando hacía abajo en el colchón cerca de su cadera derecha y su otra mano acariciando
su rostro.
—Isabella, ¿si tuvieras sed y alguien te ofreciera un vaso de agua del océano de la
playa La Push, podrías tomarlo?
—Por supuesto que no.
—¿Por qué?
Ella se estremeció—. Porque el agua allí es salada y sucia.
—Y si alguien te diera a elegir entre un vaso de agua y un vaso de Perrier directamente
de la botella, ¿cuál erigirías?
—El Perrier, por supuesto. Pero no veo qué tiene esto que ver con ella.
Sus ojos se estrecharon—. ¿No lo ves?
Él se movió entonces, llevando la parte superior de su cuerpo en contra de ella, con
cuidado de no aplastarla con su peso, arrodillándose entre sus piernas para poder presionar
el contenido de sus caderas juntas.
—¿No ves la comparación entre que lo que tú me ofreces y lo que ella me ofrece? Esta
es mi agua. —Se pegó a ella para enfatizar su punto—. Tú eres mi agua. Hacer el amor
contigo es todo lo que necesito para saciar mi sed. ¿Por qué iba yo a tirar esto lejos por el

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agua del océano? —Negó con la cabeza mientras la miraba sin pestañar—. Cualquier cosa
que ella me ofrece palidece en comparación de lo que tú me das. Te quiero, te amo, y deseo
lo que creamos juntos con nuestros cuerpos y nuestras almas.
Él movió sus caderas contra ella como un recordatorio.
Bella negó con su cabeza.
—No hace lo que ella hizo menos doloroso. Sobre todo cuando ella te ofreció algo que
yo no he…
Edward tragó sus palabras completas con un beso. Cuando él estaba respirando con
dificultad finalmente liberó su boca, mirándola intensamente a los ojos.
—No quiero eso a costa de ti. Prefiero vivir sin eso y tenerte a ti que tener eso mil veces
con alguien más. Tu historia probablemente hace más difícil para ti creerme. Pero te prometo
que te estoy diciendo la verdad. Ella no tiene nada que ofréceme. Nada que yo quiera. Si
solamente supieras lo patético que la escena fue, sentirías pena por ella. —Apretó su boca
con fuerza mientras hacia una pausa, pensando—. No importa mi historia con ella, o
cualquier culpa que sienta, la idea de desechar lo que tú y yo tenemos es imposible. —Bajó su
cara hasta que sus narices se encontraran centímetros apartadas—. Y tú eres muy bonita, mi
amor. Muy bonita. Cada parte de ti, desde el tope de tu cabeza hasta la punta de tus pies, es
una obra maestra. ¿No tienes idea de lo mucho que te adoro? Estuve encantado desde la
primera vez que te vi, cuando tú tenías diecisiete.
Su cuerpo comenzó a relajarse gradualmente bajo su tacto y sus palabras
tranquilizadoras.
—¿Cómo se fue ella, Edward?
—Le dije que no iba a estar disponible para resolver más sus problemas. Ella tomó la
noticia tan bien como se podía esperar. Y también le dije que si volvía hacer algo como lo que
hizo en la habitación del hotel de nuevo, o si ella te faltaba el respeto, que iba a dejar de
mantenerla completamente. Eso pareció llamar su atención.
Bella asintió. Le dolía la cabeza y estaba emocionalmente exprimida y todavía trataba
de procesar la importante revelación de que su ex se le había ofrecido a él en una habitación
del hotel.
Edward trató de sacarle algunas palabras pero fueron interrumpidos por un golpe
desagradable en la puerta.
Él rodo en su costado justo cuando Alice entró.
—La cena esta sobre la mesa y Charlie esta aquí. ¿Ustedes dos vienen abajo o…? —
Miró a su hermano y a su mejor amiga y de vuelta de nuevo. No necesito que ellos le dijeran
lo que había estado sucediendo, era evidente por la expresión del rostro de Edward y la
evidente angustia de Bella.
—Estoy lista para cenar —, dijo Bella.
Edward se puso de pie y le tendió la mano, tirando de ella y poniéndola de pie.
Los tres bajaron las escaleras en una sesión silenciosa.

-
Fue una Navidad diferente de la que cualquiera de ellos podría haber previsto. La
ausencia de Esme se hizo sentir con mayor intensidad por su esposo e hijos, Jasper deseó que
ya estuviera casado, y Rose deseó poder estar cerca del olor de la lasaña sin aumentar sus
nauseas.
Cuando el plato fuerte llegó cerca de ella, se lo entregó rápidamente a Emmett y luego
corrió hacia el baño del segundo piso.
—El atún malo —, dijo Emmett, disculpándose—. Del almuerzo.
Bella arqueó una ceja curiosa y luego miró hacia Alice. Ellas intercambiaron una
mirada significativa.
Bajó la mesa, Bella se apoderó de la rodilla de Edward para llamar su atención.

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—Lo que estás buscando se encuentra un poco más arriba —susurró, permitiendo que
la curva de sus labios rozaran el oído de ella.
Bella se ruborizó y trató de remover su mano pero Edward se apoderó de ella bajo la
mesa, colocando su mano sobre su muslo.
—No es Alice, es Rose —, susurro ella, tirando contra su mano.
Él la soltó de inmediato.
—¿Qué?
Bella pilló a Carlisle mirándolos a ambos, mientras Charlie y Emmett comenzaron a
discutir de futbol.
Los ojos de Carlisle parpadearon sobre la silla vacía de Rose y luego de regreso a Bella.
Ellos intercambiaron una sonrisa.
Inclinándose, puso su brazo alrededor de la parte de atrás de la silla de Edward—. No
es Alice la que está embarazada. Es Rose.
Se sentó en su silla mientras los ojos de Edward se abrían. Él murmuro una palabrota y
luego tomó un sorbo de vino. Dos veces.
—¿Debería ir a ver cómo esta? —Alice giró hacia Emmett cuando hizo una pausa en la
conversación de futbol.
Emmett empujó su silla hacia atrás—. Yo iré a ver cómo esta. No le gusta que la gente
la vea cuando está enferma.
Cuando él subió las escaleras, Bella y Alice se inclinaron hacia el otro lado y
empezaron a hablar al mismo tiempo, antes de estallar en carcajadas.
—Papá, ¿cuánto tiempo hace que lo sabes? —Alice cruzó los brazos delante de su
pecho simulando estar ofendida.
—Desde el día de Acción de Gracias.
—¿Y no te molestaste en contarme?
—Ellos son los que tienen que decirlo. Estoy seguro de que quieren esperar hasta el
segundo trimestre antes de hacer el anuncio. Ella probablemente tenga ocho o nueve
semanas.
Charlie miró entre Carlisle y Alice con confusión—. ¿A alguien le gustaría informarme?
—Rose está embarazada, papá. Parece que algunos de nosotros simplemente lo
descubrimos. Pero creo que todos debemos pretender que no sabemos—, explicó Bella.
—Eso no debería ser demasiado difícil. No tenía idea de qué demonios estaban
hablando todos. —Charlie puso alegremente un gran bocado de lasaña en su boca.

-
Después de la cena, Edward, Charlie y Carlisle se retiraron a la terraza a fumar unos
puros y beber Whisky mientras que el resto de la familia disfrutaba de un café en la sala de
estar.
Rose estaba durmiendo arriba, quejándose del dolor de estomago.
—¿Cómo estaba Italia? —le pregunto Jasper a Bella mientras llenaban las tazas de café
de la cafetera en la cocina.
Ella sonrió ampliamente.
—Estuvo genial. El clima era bueno y nosotros la pasamos de maravilla. ¿Cómo va la
planificación de la boda?
—Está saliendo bien. A pesar de que Alice intentó alquilar cien palomas para ser
lanzadas después de la ceremonia, pero yo me impuse. Creo que algunos de mis parientes
podrían tener la tentación de disparar a esas malditas cosas. —Le hizo un guiño a Bella.
—¿Cómo están tus padres?
—Ellos están bien. Vamos a ir a San Antonio para visitarlos el día de Año Nuevo. Alice
ha estado incluyendo a mi mamá en la planificación de la boda así que está muy
emocionada. ¿Cómo van las cosas entre tú y Edward?

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Bella se tapó la cara cuando abrió la nevera en busca de la crema—. Está bien.
—Excepto por la presentación de la ex. —Ella lo miró y él le dio una mirada
comprensiva—. No hace falta ser un genio para averiguar quién era esa mujer. Ella tenía sus
garras en Edward desde el momento en que entró por la puerta.
—Realmente no quiero hablar de eso.
—No te culpo. —Suspiró y jugó con una cucharilla mientras contemplaba cómo decir
lo siguiente—. Edward es diferente cuando estás alrededor. Es muy evidente. —Jasper colocó
la cucharilla en la mesa y se frotó la barbilla sin afeitar—. Él está más relajado. Él parece…
feliz.
—Él me hace feliz, también.
—Un feliz Edward es casi tan raro como un unicornio. Todos estamos contentos de
verlo. Y en cuanto a lo que se refiere a su ex, bueno, él nunca la llevó a casa para conocer a
Esme. Dado que nadie ha siquiera oído hablar de ella antes, dudo que lo de ellos fuera serio.
Alice y yo nunca hubiésemos predicho a ustedes como pareja. Pero al verlos juntos,
simplemente parecen encajar. Incluso Em y Rose lo tuvieron que admitir.
—Gracias, Jasper.
Los dos amigos intercambiaron un abrazo rápido y después se reunieron con Alice y
Emmett en la sala de estar.

-
Más tarde esa noche, Bella estaba lavando su cara en el baño de su habitación en el Lost
Mountain Lodge, cuando oyó las notas de Lying in the Hands of God flotando en el aire.
Edward llegó para ponerse detrás de ella, usando solo un par de calzoncillos cortos
azul marino de seda y una sonrisa torcida.
—No es Barry White, pero es nuestro —, dijo él suavemente.
La miró por un segundo o dos, su expresión creciendo cada vez más caliente y después
la tocó, separando su cabello mientras rozaba sus labios contra su cuello hacia arriba y abajo.
—Te deseo —, susurro él—. En este momento.
Ella detuvo sus actividades mientras él deslizaba sus manos debajo de su camiseta,
dejando al descubierto la carne de su abdomen por encima de la banda de sus pantalones de
yoga.
—¿Por qué no te cambias por una de las cosas bonitas que compraste en Toronto? O tal
vez el vasco azul. Sabes que es mi favorito. —Su voz era baja y ronca, como su boca se movía
seductoramente a través de su piel.
—No puedo.
Él sonrió—. Yo no iba a tomarte aquí, amor. No estoy seguro de que estés lista para
vernos hacer el amor en un espejo. Aunque no me importaría.
Cuando él empezó a retirar su camiseta, ella se apartó de él.
—Edward, esta noche no. Por favor.
Él dejo caer los brazos a sus lados, mirándola.
Ella evitó sus ojos cuando comenzó a lavarse la cara.
Edward frunció el ceño y se alejó, silenciando la música en una rabieta.
Nunca lo había rechazado. Por supuesto, ellos solamente habían estado juntos un poco
más de dos semanas. Pero aun así…
¿Por qué ella no me desea?
El profesor Masen no estaba acostumbrado a ser rechazado por una amante.
Estaba seguro que ella tenía sus razones… o por lo menos una razón comenzando con
T y terminando con A.
Se dejó caer sobre la cama y se recostó sobre su espalda, llevando su brazo para
descansar en su rostro.

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Isabella estaba comprensiblemente todavía molesta sobre la reaparición de Tanya, a
pesar de poner buena cara delante de su familia. Por supuesto el sexo sería la última cosa en
su mente. Ella probablemente estaba pensando en su descripción de la sórdida escena en el
hotel, si él tenía suerte. Si él tenía mala suerte, ella estaría sintiéndose culpable por su
percibida incapacidad sexual y castigándose a sí misma.
Felizmente olvidaría la felación por la eternidad, si eso significaría que pueda quedarme con ella.
Yo no sabía que Tanya iba aparecerse o que iba a ponerse sobre sus rodillas y…
Edward se encogió.
¿Cómo podía culpar a Isabella por estar molesta? Todas sus viejas dudas internas
estaban saliendo, como si Tanya hubiera sabido exactamente dónde se encontraba su talón
de Aquiles.
Pero él no había mentido cuando le dijo a Isabella que prefería hacer el amor con ella a
cualquier acto sexual.
No quiero nadie más. Yo solamente la quiero a ella.
Ser rechazado por Isabella hizo ansiarla cada vez más. La esencia de su pelo y su
cuerpo, la sensación de su piel suave y satinada debajo de sus dedos, su gusto y su tacto, la
forma en que sus ojos se abrían justo antes de llegar, la sensación de cómo se movía dejado
de él, con él, rodeándolo…
Tengo que ser capaz de hacer el amor con ella para saber que está bien… que estamos bien. ¿Qué
pasa si ella cambia de opinión? ¿Qué pasa si ella no quiere esto nunca más?
¿Podía él culparla?
Sí, el sexo era su manzana del día y lo necesitaba. Él la necesitaba. Él necesitaba
mostrarle no con palabras sino con acciones que la amaba, adoraba, que haría cualquier cosa
por ella.
Él necesitaba saber que todavía lo quería, oírla gritar su nombre.
Pero ella no parecía necesitarlo. Y ciertamente no parecía quererlo.
No esta noche.
Los pensamientos deprimidos de Edward continuaron hasta que ella se le unió en la
cama.
Ella descansó en su lado, mirándolo, pero él no se movió. No dijo nada. Él simplemente
extendió la mano para apagar la lámpara de la mesita de noche.
En la oscuridad, ellos dos estaban en silencio mientras una fría e invisible barrera se
sentaba entre ambos.
—¿Edward?
—¿Sí?
—Necesito explicarte algo.
Él exhaló lentamente, expulsando todo el aire de sus pulmones.
—Está todo bien, Isabella. No necesitas explicar; yo entiendo. Buenas noches. —Trato
de mantener la tensión fuera de su voz pero fallo, miserablemente. Se apartó de ella.
Bella dio un respingo.
Ahora la barrera invisible parecía más como un muro alto, impenetrable.
Los hombres tienen un ego tan frágil, como cascaras de huevos.
Quería explicarle las cosas y exponer todo, pero si él iba a estar tan fácilmente
ofendido, entonces esperaría hasta mañana. O después. Se dio la vuelta y cerró los ojos,
decidiendo olvidar todo ese miserable y porquería día. Trató de suprimir sus lloriqueos, con
la esperanza de poder apartar sus hormonales lagrimas de vuelta. Lo último que quería era
que él la atrapara llorando.
Los niños son tontos.
Ella inhaló en silencio durante unos minutos y luego Edward estaba acurrucándose en
forma de cuchara detrás suyo, presionando su pecho desnudo a su espalda.
—Lo siento.

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Ella asintió con la cabeza para hacerle saber que lo había oído.
—Por favor no llores.
—No estoy llorando. Solamente tengo un resfriado.
—No quería ser un idiota. Sé que fue un terrible día. —Se irguió sobre el codo para
poder besar sus lágrimas—. Mírame, amor. —Le dio una sonrisa de arrepentimiento—. He
sido un poco malcriado con todas las veces que hemos hecho el amor en las últimas dos
semanas. Pero sé que habrá días en que estarás cansada o que no tendrás ganas. Y eso está
bien. Prometo no ponerme de mal humor… demasiado.
Ella sonrió con ironía y se extendió para besar su sensual labio inferior antes de
cambiar de tema.
—¿Estuviste tan sorprendido como yo de que Rose esté embarazada?
Edward negó con la cabeza—. Más. Si solo supieras, Isabella. Lo intentaron por tanto
tiempo. Ni siquiera Carlisle mantuvo mucha esperanza.
—La navidad es la época de los milagros.
—Estoy seguro de que tiene que haber una explicación naturalista. Quizás ellos fueron
sometidos a tratamientos de fertilidad.
—Solo Dios puede hacer un bebé, Edward. ¿No crees en los milagros?
—Lo hago ahora. Tú eres mi milagro de Navidad.
Ella sonrió y se besaron con ternura por unos minutos, sin prisas ni desesperación.
—¿Quieres decirme por qué estabas llorando esta tarde cuando llegue a buscarte?
Bella se estremeció y negó con cabeza vigorosamente.
—¿Por favor?
—Estoy demasiado cansada para hablar sobre ello.
—¿Hablaras conmigo mañana? —Bajó la voz para que no se sintiera presionada.
Después de comportase como un niño mimado, no quería añadirlo a su malestar.
—Sí.
Él la acarició con su nariz hasta que su cuerpo se relajó en sus brazos y movió los labios
más cerca de su oído.
—¿Qué puedo hacer por ti, nena? Para arreglar las cosas.
—No necesito nada.
—¿Un baño caliente? ¿Una ducha? ¿Un masaje? —La expresión de su rostro era de un
niño pequeño, con ganas de agradar—. Déjame tocarte. Prometo hacerte sentir bien.
—Edward. Apenas puedo mantener los ojos abiertos.
Él sonrió con nostalgia.
—Yo quería hacer algo para mostrarte que te amo. Para sentirme conectado contigo.
—Me podrías abrazar hasta que me quede dormida —, sugirió tímidamente.
—Hare eso felizmente de todos modos.
Él sonrió y la besó una vez más antes de abrazarla en posición de cucharita detrás de
ella.
—Feliz Navidad, Edward.
—Feliz Navidad. Duerme bien, mi amor.

-
Unas horas antes, una solitaria mujer entró en un taxi afuera de un hotel bastante
sencillo.
Ella estaba llorando.
El taxista amablemente ignoró sus lágrimas y encendió la radio, esperando darle un
poco de privacidad en su viaje a Seattle.
La canción que estaba tocando era pegajosa. Tan pegajosa de hecho que las dos
personas se encontraron tarareándola, sin saber que la letra era especialmente importante
para la mujer y la crisis existencial en la que ahora se encontraba.

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Mientras ella tarareaba pensó en el paquete que había dejado con el gerente de noche
del hotel, Eric. Le había dado siete billetes de veinte dólares a cambio de su promesa de
entregar dicho paquete en una particular dirección en Forks a las nueve de la siguiente
mañana.
La mañana de navidad.
Y cuando él le había revelado en un acto típico de pueblo pequeño que estaba
familiarizado con esa dirección, habiendo sido un antiguo compañero de Instituto de
Edward Masen, la mujer casualmente lo presionó para obtener información sobre la nueva
novia de Edward.
Eric le había respondido con entusiasmo, ya que su familia había conocido al Jefe Swan
y a su hija durante años. De hecho, Eric le informó, que el Jefe Swan se había jactado
recientemente de que Bella se destacaba en sus estudios de postgrado de Dante en la
Universidad de Toronto.
Tan pronto como la mujer aprendió este hecho sorprendente decidió irse del hotel y
llamar un taxi que la llevara a Seattle.
Por lo menos dos preguntas sin respuestas se mantuvieron en su mente mientras veía
la nieve en la punta de los árboles pasar por las ventanas del coche.
Primero, ¿dónde iba a dormir esa noche (y con quién)?
Segundo, ¿cómo podría descubrir si Isabella era o no una estudiante de Edward
cuando iniciaron su relación?

Links revelantes:
www.frederic—leighton.org/the—complete—works.html Look for Leighton‘s
‗Flaming June‘.
www.youtube.com/watch?v=lZwI5wXU1z4 Sarah McLachlan‘s ‗Wintersong‘.
www.youtube.com/watch?v=c6MRYLWJb1o Amy McDonald‘s ‗This Is The Life‘.

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Capítulo veintinueve.

Muy temprano en la mañana de Navidad, Edward se sentó en la cama con sus


calzoncillos y gafas, mirando a Isabella dormir.
Él podía haber regresado a la luz de la sala, donde había tocado Santa Claus solo una
hora antes. Pero prefería estar cerca de ella.
Incluso en la oscuridad.
La conversación que tuvo con Carlisle el día anterior infectaba su mente pero la
presencia de ella lo confortaba.

-
Su padre adoptivo le había preguntado a Edward acerca de Tanya y Edward había
dicho sobre el tema tanto como se atrevió, enfatizando que Tanya era una parte de su pasado
y Bella era su futuro.
La compasión de Carlisle realmente no conocía límites mientras él alentaba a Edward
a hacer que un asesoramiento profesional fuera una condición necesaria para que Tanya
accediera al fondo fiduciario, señalando que probablemente renuncie a la terapia demasiado
pronto.
Una vez acordado con Edward, Carlisle sin problemas cambió el tema hacia Bella,
preguntándole a su hijo si él estaba enamorado de ella.
Edward respondió de manera inequívoca afirmativamente, a lo cual Carlisle respondió
en sacar a la conversación la palabra R.
Responsabilidad.
—Estoy siendo responsable con ella.
—Ella es aún una estudiante. ¿Qué si ella sale embarazada?
La expresión de Edward se endureció—. Eso no pasará.
Carlisle sonrió a su hijo—. Mira a tu hermano y Rose. Ellos no creían que podía pasar,
tampoco, sin embargo en algún momento de agosto tú serás tío Edward.
—Ya yo he demostrado que atiendo mis responsabilidades, Carlisle. —Su voz se enfrió
considerablemente.
Carlisle se dejó caer sobre el respaldo de su silla. Juntando sus dedos reflexivamente.
—Bella es muy parecida a Esme en muchas maneras… una de ellas es su deseo de
buena voluntad de sacrificarse a sí misma por los que ama.
—No voy a permitir que ella sacrifique sus sueños por mí, debes estar seguro de eso.
Carlisle asintió con la cabeza para sí mismo y sus ojos se posaron en la foto de su
esposa que mantenía siempre en su escritorio.
—¿Sabías que cuando empecé a ver a tu madr… Esme, ella se agachaba cada vez que
llevaba mi mano cerca de su cara? Eso rompió mi corazón. Su mente sabía que no iba a
pegarle, pero su cuerpo tenía una memoria propia. Yo tenía que preguntarle si podía tocarla
antes de subir mi mano. Me tomó un tiempo para que se relajara por completo a mi
alrededor. Me tomó incluso más tiempo para que ella creyera que no iba a dejarla, incluso
después de que estuviésemos casados. Me pregunto si Bella no está preocupada de que tú te
cansarás de ella… y le organizarás un fondo fiduciario.
Las cejas de Edward se unieron como nubes atronadoras.
—No me cansaré de ella. Y no viviré sin ella.
Carlisle lo paralizó con una seria mirada.
—Si hiciste una elección, ¿entonces, por qué no se lo dices?
—Porque nosotros hemos estado juntos solo por dos semanas.
Carlisle levantó las cejas en sorpresa, pero optó por no interrogar a su hijo sobre la
ambigüedad semántica de la frase “estar juntos.”

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—Tú conoces mi parecer sobre esto. Si la amas y estás durmiendo con ella, entonces
deberías casarte con ella. Por el momento, pareces estar con ella de manera fraudulenta, tus
acciones indican que es únicamente una compañera en una relación sexual, cuando tus
intenciones son más… serias.
Edward se molestó por la caracterización—. Isabella no es mi amante.
—Aún así no haces un compromiso con ella.
—Estoy comprometido con ella. No hay nadie más.
—Entonces hazle algunas promesas. Estoy seguro de que ella está ansiosa sobre lo que
puede deparar el futuro cuando regresen a Toronto. Y cuando ella se gradúe. El matrimonio
es un sacramento que existe para proteger a las mujeres contra la explotación sexual. Si tú le
quitas eso a ella, entonces ella es poco más que tu amante no importa cómo elijas llamarla. Y
ella ha visto lo que pasó con Tanya.
Edward frunció el ceño, pero no se molestó en responder. Respetaba a Carlisle, incluso
lo amaba. Pero estaría condenado antes de defender su vida personal con Isabella a él.
—El matrimonio es más que un pedazo de papel… es un misterio. De hecho, hay un
Midrash que sugiere que el matrimonio es hecho en el cielo entre almas gemelas. ¿No es
Bella tu alma gemela? ¿No quieres estar con ella por siempre?
—Lo que quiero es irrelevante. No la apresuraré a tomar una decisión que cambia su
vida en mitad de su año escolar —, murmuró Edward, frotándose los ojos de manera
familiar—. Es demasiado pronto.
—Ora para que no esperes hasta que sea demasiado tarde —, respondió Carlisle,
moviendo tristemente la cabeza a la fotografía de Esme.
Con esas palabras, entonces, zumbando en sus oídos, Edward se sentó con sus rodillas
dobladas, apoyando los antebrazos en las piernas mientras miraba a su amada Isabella
dormir.

-
Bella se agitó, una angustia sin nombre flotando sobre ella en su sueño. Un segundo o
dos después rodó hacía el lado de Edward y lo buscó, sus dedos haciendo contacto con la
seda en su cadera.
En la oscuridad de la habitación, Edward parecía una gárgola… una figura gris,
inmóvil que le devolvía la mirada detrás de sus lentes en un silencio sepulcral.
Tomó un momento para que Bella lo reconociera.
—¿Qué estás haciendo? —Ella estaba un poco confundida y aún medio dormida.
—Nada. Vuelve a dormir.
Su hermoso rostro se volvió perplejo—. Pero estás sentado ahí medio desnudo en la
oscuridad.
Él le dio una sonrisa tentativa—. Me gusta verte dormir.
Bella se estremeció.
—¿Por qué?
—Me relaja.
Se deslizó más cerca de él, buscando y encontrando su mano. Besó la parte de atrás y la
tiró hacia su corazón.
—Eso es un poco escalofriante, Edward. ¿Siempre te quedas en las camas de las
mujeres, mirándolas dormir?
Él sonrió y apretó la palma de su mano contra su pecho para que pudiera sentir el
latido de su corazón.
—Solo contigo, amor. Tú me fascinas.
—Entonces me retracto de mi comentario escalofriante —, ella bostezó.

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Su rostro se puso serio—. Isabella, perdóname por ser un imbécil anoche. No quiero
que pienses que nuestra relación está basada en el sexo. —Se aclaró la garganta rudamente—
. O que eso es todo lo que quiero. No lo es.
Su sonrisa se desvaneció—. Sé eso.
Él movió su mano para acariciarle las cejas con sus dedos.
—Es solo que eres tan bonita —, susurró él—. Es difícil para mí no tocarte, no estar
contigo de esa manera. —Su mano flotaba en la mejilla, casi como si tuviera miedo de que
pudiera salir cardenales si la tocaba con demasiada fuerza—. Siento como si una parte de mí
está perdida cuando no estoy cerca de ti. Pero te amo y quiero que estés conmigo porque lo
quieres. No porque te sientas obligada.
Ella se inclinó hacia su mano.
—Edward, por supuesto que quiero estar contigo. Siempre que pienso en sexo, incluso
en abstracto, pienso en ti. Pienso en cómo me haces sentir, como es mirar dentro de tus ojos
cuando estas dentro de mí. Ha habido tantas veces que tú hubieses podido presionarme o
aprovechado de mí, como la noche que estuvimos en tu antigua habitación y yo me quité mi
camisa. Pero tú fuiste paciente conmigo. Y cuando fue nuestra primera vez, fuiste muy
gentil. He tenido mucha suerte al tenerte a ti como novio, Edward. Tú has sido muy bueno
para mí. —Lo miró con adoración—. ¿Por qué no vienes aquí a darme un abrazo? Creo que
nosotros podríamos necesitar uno.
Edward se metió debajo de las sabanas y se acurrucó cerca de su amada.
Y cuando su respiración regular indicó que se había quedado dormida una vez más, le
susurró unas pocas promesas significativas para ella en italiano.

-
Cuando Bella despertó la mañana siguiente, fue agasajada con desayuno a la cama…
una mimosa de naranja roja, café, y un waffle Belga. Y después fue molestada
impacientemente mientras comía hasta que accedió a acompañar a Edward en la sala de
estar. Él estaba tan emocionado que prácticamente rebotaba, aunque de una manera muy
digna y profesional, a pesar de su falta de camisa.
Un pequeño, árbol de Navidad de Charlie Brown había sido convenientemente
“prestado” del Lobby de Lodge y estaba puesto en el centro de la habitación. Varios
paquetes de colores brillantes descansaban debajo de él. Y dos medias largas y rojas
bordadas con los nombres “Isabella” y “Edward” estaban colocadas en cada uno de los
brazos del sofá.
—Feliz Navidad, cariño. —Edward besó su frente mientras sonreía ampliamente. Él
Estaba orgulloso de sí mismo.
—Nunca he tenido una media —, admitió tímidamente mientras él la sentaba en el sofá
de dos plazas y colocaba la media sobre su regazo. Estaba llena con dulces.
Y de bragas que tenían imágenes navideñas en ella.
Y en el dedo del pie había un pentdrive que tenia grabado un cierto tango contra la
pared en el Museo Real de Ontario.
Ella lo descubriría después.
—¿Por qué nunca has tenido una media antes? —preguntó Edward.
—Renée no… y Charlie no pensó en ello… —Ella se encogió de hombros.
El negó con la cabeza. Nunca había tenido una media tampoco antes de que fuera a
vivir con los Cullen.
Bella señaló un par de regalos que estaban envueltos en cuadros rojo y verde y
colocados en la mesa del café donde ella los había puesto la noche anterior.
—Aquellos son tuyos. ¿Por qué no los abres primero?
Edward sonrió y se sentó en el piso cerca del árbol, cruzando las piernas. Cogió una
pequeña caja y rompió el papel con abandono.

450
Bella emitió una risilla a la vista de él, este profesor tan adecuado sentado en sus gafas
y su ropa interior, atacando sus regalos como un niño de cuatro años.
Edward abrió la caja y estaba muy sorprendido de lo que vio en su interior. Ubicado en
seda de color crema estaban unos gemelos de plata. Pero estos no eran gemelos normales.
Estos gemelos llevaban un escudo de la ciudad de Florencia.
Él los miró asombrado.
—¿Te gustan? —preguntó en voz baja.
—Me encantan, Isabella. Solamente estoy sorprendido. ¿Cómo lo…?
—Mientras estabas en la reunión, me acerque al Ponte Vecchio y los compré. Los vi en
la ventana y pensé que ellos se verían muy elegantes con tus camisas costosas.
Edward se puso de rodillas y se arrastró hacia ella, besándola suavemente en
agradecimiento—. Son perfectos. Gracias.
Ella sonrió al verlo de rodillas delante de ella.
—Hay otro regalo para ti.
Edward sonrió ampliamente mientras encontraba un segundo regalo más pequeño y
plano. Debajo del papel de regalo se encontró con un enmarcado de ocho por diez pulgadas
de la reproducción de la pintura de Marc Chagall Los amantes en la luz de la Luna.

Dentro de la tarjeta adjunta, Bella había escrito unas cuantas palabras dulces,
declarando su amor por Edward y su gratitud por encontrarlo de nuevo, y entonces, casi
como un pensamiento posterior, ella escribió lo siguiente:

Mi verdadero regalo para ti soy yo misma…


Toda yo.
Me gustaría volver a crear esta pintura contigo
En blanco y negro.
Me gustaría posar para tus fotografías.
Todo mi amor,
Tuya Bella
XOXO

Edward estaba sin habla.


Sus ojos se encontraron con los de ella con una mirada interrogante.

451
Ella se sonrojó ligeramente—. Creo que es tiempo que tengas algunas fotografías de
nosotros juntos para colgar en las paredes de tu dormitorio. Y me gustaría hacer esto por ti,
si estás de acuerdo.
Edward se movió para unirse a ella en el asiento del amor y la besó profundamente.
—Gracias. La pintura es preciosa, pero lo que es mucho más bonito eres tú. —Sonrió—.
Tu afición por Chagall será nuestra inspiración. Pero creo que vamos a tener que practicar
nuestras poses primero.
Él movió las cejas sugestivamente, rastreando la curva de su cuello con sus pulgares
antes de inclinarse hacia adelante para tirar su labio inferior dentro de su boca y besarla con
avidez.
—Tú eres mi más grande regalo —, murmuró él a su piel, sus labios se movieron de los
de ella.
Sintió la mejilla de ella moverse con una sonrisa debajo de su boca y luego se apartó
para recuperar uno de sus regalos debajo del árbol.
Ella lo recompensó con ojos brillantes y ávidos.
Cuando ella abrió la pequeña caja, encontró un disco compacto que él había hecho para
ella, titulado Amando a Isabella.
—Es la lista de reproducción que hemos escuchado en Florencia —, explicó.
Ella se ruborizó por el recuerdo.
—Gracias. Yo te iba a pedir una copia de esas canciones. Ellas siempre van a traer de
vuelta los recuerdos felices.
Debajo de la caja de joyería encontró una serie de certificados de regalo para varios
tratamientos de spa en el hotel Windsor Arms en Toronto, algunas de las cuales tenía varios
nombres con sonidos exóticos, tales como ducha Vichy y envoltura corporal de algas marinas y
sal.
Ella sonrió y le dio las gracias, leyendo en voz alta los títulos hasta que llegó al último
certificado.
No era un tratamiento de spa.
Ella miró el papel en la mano.

Para Isabella, el amor de mi vida.


Se han hecho arreglos para que te veas con un cirujano plástico en Toronto,
tan pronto como regresemos.
Basado en la información que me ha proporcionado, él está confiado
de que tu cicatriz va a ser removida completamente.
No tienes que preocuparte más por eso.
Con todo mi corazón,
Edward.

Edward apartó el papel de sus tensos dedos, sonriendo como disculpándose.


—No debería haberla incluido en la caja. Debería habértelo dicho simplemente. Lo
siento.
Él se puso de pie y se dirigió al árbol, pero Bella se acercó y le cogió la mano.
—Gracias —, susurró ella—. Simplemente me tomó por sorpresa. Pensé que tendría
que esperar. —Se mordió el labio—. Pero esto es el mejor regalo que me podrías haber dado.
Gracias.
Él exhaló profundamente y se inclinó para besarla en la frente—. He hecho otros
arreglos, también, para nosotros dos. Sobre todo después de lo que sucedió ayer, deberíamos
hablar con alguien.
—Tú lo vales.

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—Tú lo vales —, le corrigió a ella, sus ojos brillaban.
Ella sonrió un poco y miró a su alrededor, mirando una caja grande que todavía estaba
debajo del árbol de navidad.
—Hay un regalo más. ¿Es para mí?
Edward asintió.
—Bueno, ¿puedo abrirlo?
—Prefiero que esperes.
Ella frunció el ceño—. ¿Por qué? ¿Prefieres que lo abra en frente de tu familia?
—¡Dios, no!
Él pasó sus dedos por el pelo y luego le dio una media sonrisa—. Lo siento. Es
solamente un poco… ah… personal. ¿Podrías esperar para abrirlo esta noche? ¿Por favor?
Ella se levantó y puso una mano liviana sobre su rostro—. Por supuesto. Pero ahora
estoy curiosa sobre lo que hay ahí. A juzgar por el tamaño de la caja, no es un gatito.
Fue su turno de reír—. No, no es un gatito. Aunque, si quieres una mascota, te
compraría una.
Ella se rio y lo abrazó afectuosamente.
—Entonces, ¿qué había en la caja de Peter?
Yo sabía que esa pregunta iba a venir.
—Una botella de jarabe de acre, la cual le di a Charlie. Algunos quesos, que voy a
llevar conmigo a la casa de Carlisle. Y un par de juguetes.
Edward se apartó para poder ver su rostro.
—¿Juguetes? ¿De verdad? —Sonaba sarcástico—. Él sabe que eres una adulta, ¿no? ¿Y
no te dio alguna especie de conejo de peluche un par de meses atrás? Creo que tiene alguna
fijación de los animales.
Jodedor de ángeles.
—Edward, sucede que tú tienes una fijación con los zapatos de mujer. Así que no
empieces conmigo. —Su voz tenía una advertencia.
—Nunca he negado mi apreciación estética por el fino formal calzado. Son obras de arte,
después de todo. —Hablo un poco remilgado—. Y en cualquier caso, yo no estoy empezando
nada. No todavía. —Sus ojos brillaron con picardía.
—Si quieres saberlo, los dos juguetes están relacionados con mi tesis. Él me dio un set
de figuras de acción de Dante y Beatrice.
La cara de Edward manifestó una intensa mirada de perplejidad.
—¿Figuras de acción? No sabía que existían esas cosas. —Su sonrisa se amplió con una
sonrisa provocadora—. Me gustaría verlos. ¿Son ellos anatómicamente correctos?
Ella rodó los ojos —. ¡¿Ahora quién está siendo un niño?!
—Yo simplemente me estaba preguntando qué clase de acción son capaces de participar
en… privado, por supuesto.
—Dante estaría retorciéndose en su tumba.
Edward apretó sus labios en la mejilla de ella—. Podríamos volver a representar ese
evento al tomar los muñecos de Peter afuera y enterrarlos en el patio trasero.
Bella no podía dejar de reír.
—Gracias por mis regalos. Y gracias por llevarme a Italia, que fue el mejor regalo de
todos.
—De nada. —Ahuecó su cara entre sus manos y buscó sus ojos por un momento antes
de presionar sus labios.
Lo que comenzó como un tímido beso de boca cerrada rápidamente escaló, hasta febril,
manos necesitadas jalando y agarrándose uno al otro.
Bella se puso de puntillas, apretando contra su pecho, sin aliento en su boca, hasta que
Edward gimió de frustración y suavemente se apartó.
Él movió sus lentes para poder frotarse los ojos.

453
—Prefiero continuar lo que estábamos haciendo, pero Carlisle quiere que vayamos a la
iglesia con él.
—Eso suena bien.
Edward volvió a ponerse las gafas y se encogió de hombros—. ¿Una buena chica
católica como tú no prefiere ir a misa?
—Es el mismo Dios. Y he ido a la iglesia con tu familia antes. —Bella registró su
mirada—. ¿No quieres ir?
—La iglesia no es un lugar para mí.
Ella tomó su mano entre las suyas, acariciando la parte de atrás—. ¿Por qué no?
—Porque soy un pecador. Ellos… me juzgaran.
—Edward, todos somos pecadores. Si solamente fueran las personas santas a la iglesia,
las iglesias estarían vacías. Ni siquiera habría curas. Y dudo mucho que la gente en la
parroquia de Carlisle te juzgara. Los episcopales tienden a ser muy indulgentes.
Ella le dio un beso en la mejilla y luego desapareció en la habitación a recoger un
vestido.
Edward la siguió hasta el dormitorio y se desplomó sobre la cama, observándola tomar
sus cosas en el armario.
—¿Por qué todavía crees en Dios? ¿No estás enojada con él por todas las cosas que te
han pasado?
Bella hizo una pausa en lo que estaba haciendo con el fin de contemplarlo.
Él parecía muy infeliz.
—Las cosas malas le pasan a todo el mundo, Edward. ¿Por qué mi vida sería algo
diferente?
—Porque eres buena.
—El universo no está basado en magia… no hay un conjunto de circunstancias para el
bien y el otro para el mal. Todo el mundo sufre en algún momento. La cuestión es qué hacer
con tu sufrimiento, ¿verdad?
Él la miró sin inmutarse.
Ella continuó —. Tal vez el mundo sería mucho peor si Dios no existiera.
Él maldijo en voz baja, pero no discutió.
Ella se sentó a su lado en la cama.
—¿Has leído alguna vez Los Hermanos Karamazov?
—Es uno de mis favoritos.
Y fue el tema de la tesis de Tanya antes de que saliera de Harvard.
—Entonces conoces la conversación entre Alyosha, el sacerdote, y su hermano Ivan.
Edward soltó una risita, pero no desagradable—. ¿Supongo que soy el pensador
rebelde, y tú eres el niño religioso?
Bella optó por no hacerle caso y siguió.
—Ivan da a Alyosha una lista de razones por qué Dios no existía o que si existía, él era
un monstruo. Era una discusión muy fuerte y él pasó mucho tiempo pensando en ello.
Todavía eso me conmueve. Pero recuerda cómo Ivan terminó su discusión. Él dijo que
rechazaba la creación de Dios, este mundo, y sin embargo, hay al menos un aspecto del
mundo que encontraba imposiblemente hermoso… las pequeñas hojas pegajosas que veía en
los arboles de primavera. Él las amaba a pesar que odiaba el mundo donde vivía. No es la fe.
No es la salvación. Es el remanente de la esperanza. Alejaba su desesperación y demostraba
que a pesar del mal que ha visto en el mundo, ahí por lo menos deja una cosa buena y
hermosa.
Ella se movió para poder ver la expresión de Edward más clara y muy tiernamente, le
puso una pálida mano a cada lado de su mano.
—Edward, ¿cuáles son tus pequeñas hojas pegajosas?

454
La pregunta lo tomó totalmente por sorpresa. Tanto así que simplemente se sentó allí,
mirando a la morena frente a él. Era en momentos como este que recordaba porqué había
pensado inicialmente que ella era un ángel. Tenía una bondad en ella que era rara en los
seres humanos. Por los menos, en su experiencia.
—No lo sé, nunca lo había pensado antes.
—El mío era Esme. Y tú. —Sonrió con timidez—. E incluso antes de eso, estaban los
trabajadores del Ejército de Salvación de vuelta a Phoenix que fueron amables conmigo
cuando mi madre no podía ser molestada. Ellos me dieron una razón para creer.
—¿Pero, qué pasa con el sufrimiento de los inocentes? ¿De los niños? —La voz de
Edward era apenas un susurro.
—Ese es el argumento más fuerte de Ivan. Y tienes razón en usarlo. Pero, ¿qué hay de
malo en el resto de nosotros, Edward? ¿Por qué permitimos que la gente abuse y maltrate a
sus hijos? ¿Por qué no defender a los débiles? ¿Por qué dejamos que los soldados vengan y
reúnan a nuestros vecinos y los hagan llevar una estrella en su ropa y meterlos en vagones?*
¿Por qué nos paramos allí y no hacemos nada mientras otros sufren? No es Dios quien es
malo… somos nosotros. Todos quieren saber de dónde viene el mal y porqué el mundo está
lleno de él. Pero, ¿por qué no alguien pregunta de dónde viene la bondad? Los seres
humanos tienen una enorme capacidad para la crueldad. ¿Por qué la gente como Esme y
Carlisle son tan amables con los demás? Porque hay un Dios y él no ha permitido que su
Edén o la tierra estén completamente corruptos. Todavía hay pequeñas hojas pegajosas, si tú
buscas por ellas. Y cuando las ves, puedes sentir su presencia.
Edward cerró los ojos, emborrachándose en sus palabras con su toque, sabiendo en su
corazón que ella había dicho una verdad muy profunda, realmente profunda. Por mucho
que lo intentara, él nunca pudo dejar de creer, incluso en su días más oscuros la luz no se
había apagado.
Había tenido la guía de Esme y providencialmente, cuando ella murió, encontró a su
Beatrice de nuevo y ella le había enseñado el resto de su camino.
La besó castamente y cuando ella lo dejó para ir a la ducha, se maravilló de su
brillantez ligera. Era más probable que ella fuera mucho más inteligente que él ya que su
inteligencia estaba marcada con una verdadera originalidad creativa que él solo soñaba con
tener.
Y a pesar de todo lo que le había sucedido a ella no había perdido la fe o la esperanza o
la claridad.
Ella no es mi igual; ella es mi mejor.
Ella es mi pequeña hoja pegajosa.

-
Una hora más tarde, Bella y Edward estaba conduciendo desde el Lodge in Sequim a la
Iglesia de St. Andrew en Port Ángeles. Edward estaba en un traje negro y camisa blanca,
orgullosamente llevaba los gemelos de Bella, mientras ella llevaba un modesto vestido de
color ciruela que rozaba el fondo de sus rodillas y las botas altas negras que había comprado
para ella en Florencia.
—Ese es un vestido muy ciruela —, susurró, presionando un beso en la palma de su
mano.
Bella rio y le advirtió mantener sus ojos en la carretera.

-
___
*Lo último es haciendo referencia al holocausto, cuando se obligaba a los judíos a colocarse una
estrella en el antebrazo izquierdo para identificarlos y después meterlos en vagones de tren para
llevarlos a los campos de concentración.

455
Cuando entraron por la puerta principal de la iglesia, se dieron cuenta que los Cullen
ya habían llegado y estaban sentados en el banco de la familia. Bella y Edward se deslizaron
junto a Jasper en un extremo y fueron recompensados con una sonrisa muy cálida de
Carlisle, que estaba sentado junto a Alice.
—Me alegro que hayas podido venir —, susurró Jasper, guiñándole un ojo a Edward.
—Estamos a tiempo.
—Casi —, rio Jasper—. Asegúrate en incluir lo que te retrasó en tus oraciones.
Bella se ruborizó en un rojo brillante, a pesar de que nada remotamente parecido a lo
que él estaba dando a entender había ocurrido desde su llegada a Forks.
Un mar de incomodidad.
Así es como Edward habría descrito el ambiente en el que se encontraba cuando se
sentó con Isabella en el extremo de la banca de la familia.
Él estaba agradecido por la liturgia, el orden, y la forma en que la Escritura y el primer
Libro de Oración Común fueron leídos y utilizados en el servicio. Se encontró contemplando
su vida y los pasos que lo llevaron a la hermosa mujer que le sostuvo la mano durante todo
el servicio.
Pero la navidad era una celebración de nacimiento… un nacimiento en particular. Y en
todo su alrededor vio bebes y niños; la escena del pesebre en la parte de la iglesia, las
bandera y vidrieras, y la piel brillante de su cuñada quien estaba sentada al otro la de
Carlisle.
En un breve, trascendente momento, Edward se dio cuenta de que se arrepentía de su
esterilización no solamente por sí mismo y el hecho de que no era capaz de engendrar un
hijo, sino también por Isabella.
A pesar de que sabía que iba a ser doloroso, se imagino tumbado con una Isabella muy
embarazada y poniendo la mano sobre el vientre redondo con el fin de sentir la patada de su
hijo. Pensó en la celebración de su pequeño hijo en sus brazos, sorprendido por la variedad
de pelo rojizo en su cabeza.
Su imaginación lo sobresaltó. Marcó un completo cambio en el carácter y prioridades,
alejando la culpa y el egoísmo que había marcado su vida hasta la reaparición de su Beatrice.
Un cambio hacia la permanencia de un compromiso con la mujer con la que quería crear una
familia, con quien quería tener un hijo.
Su amor por Isabella le había cambiado de múltiples maneras. Solo no había sido
consciente de lo dramático que los cambios habían sido hasta que miró a Emmett y Rosalie
con una especie de melancólica envidia.
Esos eran los pensamientos que ocupaban la mente de Edward mientras sostenía la
mano de Isabella, hasta que llegó el momento de participar en la Eucaristía.
Él fue el único en la banca de la familia que no se puso de pie y en la fila del centro del
pasillo central con el fin de caminar hasta el comulgatorio.
Edward vio a su familia entremezclándose con otras familias, jóvenes y viejos, hombres
y mujeres, sanos y enfermos, a medida que avanzaban hacia el altar.
Había algo reconfortante en la iglesia, pensó. Aunque encontró que la experiencia en
general, especialmente la homilía, era condenatoria. Había perdido una buena parte de su
vida… años que nunca podrían volver.
No le había dicho a Esme las cosas que quería decirle antes de morir.
No había tratado a Tanya o a Isabella con la dignidad que se merecían.
Al pensar en Tanya, Edward apartó la vista de la mujer de pelo oscuro en el precioso
vestido y bajó la cabeza, orando casi inconscientemente por el perdón y también por la
orientación sobre cómo tratar con ella correctamente. Estaba caminando por la cuerda floja,
lo sabía, entre tomar la responsabilidad por sus indiscreciones del pasado y eliminar su
dependencia de él. Rezaba para que ella fuera capaz de encontrar a alguien que la amara y
ayudarla a dejar su pasado detrás.

456
Edward estaba tan concentrado en sus rezos que no se dio cuenta cuando ella pasó
frente a él apretadamente para volver a tomar sus asientos, o la pequeña cálida mano de
Bella serpenteó por el hueco a su lado, apretándose con dulzura a su lado.
Y no se dio cuenta el momento en el servicio, justo antes de la bendición, cuando su
padre rompió a llorar en silencio, sacudiendo los hombros, y cuando Rose puso su brazo
alrededor de él, apoyado su cabeza rubia sobre su hombro,
El reino de los cielos es como una familia, pensó Bella, mientras miraba a Alice abrazar a
Carlisle de su otro lado. Donde el amor y el perdón sustituían las lágrimas y el sufrimiento.
Oh, Dios mío, por favor, dame una vida larga y feliz con Edward. No sé cómo todo esto
funcionará, pero lo amo. Y quiero para nosotros el tipo de matrimonio que Esme y Carlisle tuvieron.
Sí, lo dije.
Quiero casarme y quiero casarme con Edward.
Aunque se necesitan años de terapia para que los dos estemos listos… ten piedad de mí y
escucha mi oración.

-
Después del almuerzo, Alice reunió a su familia para que la ayudaran a preparar un
grande y suntuoso pavo para la cena que estaba programada para la noche.
Bella habló con Charlie por teléfono brevemente, exigiendo su promesa de que llegaría
alrededor de las tres en punto con el fin de participar en el intercambio de regalos, y luego
ella y Rose pusieron los bancos del bar en la vacía cocina para pelar y cortar las manzanas
para un par de pies.
Alice había hecho trampa y comprado el pastel, pero lo había extraído de su embalaje
Pillsburry y colocado entre las capas de envoltura de plástico en el refrigerador para que
nadie lo supiera.
—Siento que hayas estado enferma —, ofreció Bella, tratando de no mirar
deliberadamente entre su coctel de Flirtini y la cerveza de jengibre de Rose. Ella realmente no
quería hacer enojar a Rose mientras sostenía un objeto punzante.
Rose se colocó el pelo detrás de sus hombros y dio una media mirada a Bella.
—Puedes cortar la mierda. Yo sé que tú sabes. —Agitó el cuchillo de la cocina por
descuido hacia la sala de estar—. Sé que todo el mundo lo sabe. Y estoy agradecida de que
todos estén dispuestos a seguir el juego.
—Estamos muy contentos por ti y por Emmett. Pero no queremos que te enojes.
—No tengo miedo de estar molesta, estoy aterrada de que algo malo pase. Por eso que
no quería que Emmett le dijera a alguien. Él quería ponerlo la noticia en The Seattle Times un
mes atrás.
Las dos rieron.
—Si no te importa que te pregunte, ¿por qué estás tan preocupada?
Rose se encogió de hombros y centró toda su atención en pelar una manzana—.
¿Edward nunca te lo dijo?
—¿Decirme qué?
Sus ojos se estrecharon mientras buscaba a expresión de Bella, y luego miró de nuevo
la manzana.
—Lo que me ocurrió antes de conocer a Emmett.
Bella sacudió la cabeza—. Tú y Emmett ya estaban juntos para el tiempo que vine a
Forks.
—Pasó hace mucho tiempo atrás. —Suspiró y finalmente dejó el cuchillo y la manzana
hacia abajo, tomando un largo trago de cerveza de jengibre—. No estoy buscando tu
simpatía, para que lo sepas. No soy una víctima. —Su voz se endureció—. Mis padres eran
amigos con una familia en Seattle, Los Kings. ¿Has oído hablar de ellos?
—No lo creo.

457
—Royce padre era un senador, pero perdió la elección alrededor del tiempo que yo
estaba saliendo con su hijo. —Ella jugueteaba con las manos—. Royce y yo salíamos mientras
yo estaba en la secundaria. Íbamos muy en serio. Fui a Seattle un fin de semana a visitarlo a
la casa de sus padres.
Ella jugaba distraídamente con las puntas de su cabello largo y rubio, mirándolos como
si tuvieran un conocimiento oculto, secreto.
—Sus padres estaban en D.C y él decidió hacer una fiesta. Él siempre disfrutaba
presumiendo. Probablemente por eso salió conmigo en primer lugar. Le gustaba el hecho de
que otros chicos siempre me miraran. Le excitaba. Así que todo el mundo estaba bebiendo y
había algunas drogas. Royce me llevó a la biblioteca de su padre donde unos pocos de sus
amigos del country club estaban usando cocaína y él quería que yo… no sé… posara para
ellos. Al principio lo encontré divertido. Como él quería que modelara para ellos. Entonces lo
hice. Pero luego él quería sacarme la ropa. Le dije que no. Me golpeó y dijo que era de su
propiedad. Él quería follarme delante de sus amigos, él lo hizo.
Bella se estremeció y sus ojos se agrandaron, pero Rose no se encontró con su mirada.
—No voy a describir lo que sucedió después. Digamos solamente que terminé en el
hospital.
—Oh, Rose, lo siento.
Ella enderezó su columna suntuosamente—. Gracias. Lo agradezco.
Puso su mano sobre una de las manzanas y la hizo rodar por la superficie de la
encimera.
—Pensé que la peor cosa que podrían hacer sería atacarme. No me di cuenta de que lo
que hicieron haría imposible para mí quedar embarazada.
Bella inhaló rápidamente—. Pero ahora estás embarazada.
Rosalie la miró y sonrió—. Sí. Y los doctores no tienen idea cómo dado que mi…
interior… está tan dañado. Pero nos dijeron en nuestra última revisión, que podría abortar en
cualquier momento. Así que estoy esperando lo peor. Y cada uno de los demás debe
esperarlo, también.
—Oh, Rose. —Bella extendió su mano a través del mesón para tomar la mano de su
amiga y sorprendentemente, Rose la dejó.
—Emmett no me rechazó, sabes, por la violación. Le dije sobre eso desde el principio.
Pensé que iba a asustarle. Él me envió una docena de rosas blancas y una tarjeta que decía:
“Lamento lo que te pasó. Yo ya sabía que eras inteligente y hermosa… ahora sé que eres
fuerte”. —Sonrió apretadamente y retiró la mano—. Le hice esperar mucho tiempo… por
todo. Él nunca se quejó o se enojó.
—Cuando yo estaba en la secundaria, ustedes dos estaban siempre hablando acerca de
casarse y tener hijos.
—Nosotros nunca supimos lo malo que era hasta que tratamos de concebir. Pobre
Emmett. Fue como decirlo y que no se cumpliera. Todo lo que hicimos fue hablar acerca de
tener hijos y luego resultó que no podía. Pensé que él me dejaría.
—Pero él está loco por ti.
—Sí, lo está. Soy muy afortunada. —Ella miró a Bella de manera significativa—. Y tú
también. Edward está loco por ti, ¿no es así?
Bella miró a los montones de cascaras de manzana en frente de ella—. Creo que sí.
Rose resopló como un cerdo con un problema de respiración.
—¿Tú lo crees? ¿Estás bromeando? Tal vez no sepas como él era antes de que se
enamorara de ti, pero el resto de nosotros recordamos. Ahora míralo. Es repugnante, de
verdad. Casi extraño al viejo bastardo.
Ella le guiñó un ojo y Bella sonrió.
—Y te dio los pendientes de Esme. No creas que no nos dimos cuenta.
Bella tocó los diamantes en sus orejas—. Traté de devolvérselos. Él no los quiso.

458
Rose frunció el ceño mientras tomaba el cuchillo para pelar una vez más.
—Él no va a usarlos. A menos que esté decidido en convertirse en un travesti y unirse
al circo. —Quedó pensativa por un momento—. Eso sería interesante, por cierto. Edward…
en ropa de mujer… en un trapecio. Hmmmm… Mira, Bella, ¿a quién más le habría dado los
pendientes? ¿A esa perra psicótica que interrumpió en la casa ayer? ¡Por favor!
Bella se estremeció, pero no dijo nada, agachando la cabeza para concentrarse en pelar
más manzanas, mientras Rose tomaba una gran nota por su reacción.

-
Por la tarde, cuando toda la preparación de la cena había terminado, cuando el pavo
estaba en el horno y la mesa grande del comedor estaba puesta, la familia se reunió
alrededor del grande árbol de navidad en la sala de estar para abrir los regalos.
Los Cullen eran una familia generosa y por lo tanto había un montón de regalos,
algunos serios, otros en broma, y Bella y su padre recibieron su parte justa.
Emmett se había convertido en el DJ de la tarde y había elegido una amplia variedad
de música navideña. Bueno el término música navideña era de alguna manera aplicado
creativamente.
Cuando las notas de Cuento de hadas The Pouges de Nueva York, flotaron en el aire,
Jasper finalmente se puso de pie para protestar.
—¿Qué es esta mier… cosa? —Pregunto, señalando el estéreo.
—Esto es música navideña. Acéptalo.
—Sin canciones con malas palabras. —Alice sacudió la cabeza en dirección a su padre y
levantó las cejas a Emmett—. Es navidad, maldita sea.
—Pero la melodía es pegajosa. Y de todos modos, estoy harto de Vince Guaraldi.
Después de esto, va a ser Abuela fue atropellada por un Reno. —Le sonrió a su hermana,
deseoso de mofarse de ella.
—He traído un poco de música que puedes tocar. —Jasper comenzó a subir las
escaleras para rescatar sus discos antes de que Alice destrozara a Emmett frente a su familia.
—¡No voy a escuchar country! ¡O western! —gritó Emmett detrás de él.
—Eso es una lástima, Emmett. Tengo algunas de Hank Williams, Jr. en mi camión.
Seguro pueden alegrar un poco las cosas.
Todo el mundo se volvió para mirar a Charlie, que le guiñó el ojo a Bella sobre el borde
de la taza de café.
¿Desde cuándo mi padre ha desarrollado un sentido del humor?, pensó ella.
—Yo estaría interesado también, Charlie —, habló Carlisle más alto.
¿Por qué mi familia no puede poner algo de música que sea jodidamente festiva? Edward
gruñó a sí mismo, preparándose para luchar contra Emmett por el control del estéreo.
Alice ignorando el intento de Emmett a cantar junto a The Pouges salió fuera al
vestíbulo.
Ella volvió con un regalo rectangular envuelto en papel rojo con una etiqueta
mecanografiada en la parte superior.
—Me olvidé de esto. Llegó esta mañana.
Lo dejó caer en el regazo de Edward.
Todo el mundo miraba.
—¿De quién es? —Preguntó, mirando la etiqueta con confusión.
—No es de nosotros. Ábrelo y lo ves.
Edward le dio a Bella una mirada de esperanza pero ella negó con la cabeza,
mordiéndose el labio. No se trataba de ella. Él frunció el ceño y empezó a arrancarle el papel
de regalo. Y luego deslizó los dedos entre la tapa de la caja y su parte interior, separándolos
en dos. Levantó la tapa de la caja blanca con cuidado.
Y lo que vio en su interior lo perturbó.

459
Había más de una cosa en la caja, pero cuando Edward apartó las capas del papel de
seda blanco todo lo que él vio fue una imagen.
Una pequeña, granulada, negra y blanca imagen.
Una imagen de la ecografía de un bebé, con una nota, anunciando el sexo del bebé y el
nombre de la paternidad de Edward.
Él cubrió la foto antes de que alguien pudiera verla y arrojó la caja a un lado, como su
contuviera la plaga.
Se puso de pie rápidamente hacia la puerta de atrás, echando a correr mientras
golpeaba la puerta detrás de él.
—¿Entonces de quién es? —La voz de Emmett rompió el silencio mientras Bella seguía
Edward.
Rose dio un codazo a su marido en las costillas, silbando el nombre de una mujer en su
oído.

-
—¿Edward? ¡Edward! Por favor. —Bella tropezó con la parte de atrás del porche y
entró en el jardín, trotando después de ver la forma de su amor alejándose.
Estaba nevando. Grandes copos gordos de nieve húmeda caían como plumas del cielo,
que comenzaba a cubrir todo el césped y los arboles desnudos en blancura fría.
Ella sabía a dónde iba.
—¡Edward!
Él desapareció en el bosque como si no la escuchara.
Ella apresuró el paso. Sabía que si lo perdía de vista tendría que volver a la casa, no
quería arriesgarse a perderse en el bosque otra vez sin un abrigo. O un mapa.
—¡Edward!
Cuando entró en los arboles, lo vio. Estaba cerca de quince metros delante de ella,
medio oculto por un tronco grande. Se dio la vuelta lentamente, este hombre de pelo color
cobre, vestido solo con un traje y corbata, usando caros zapatos italianos que estaban
destruidos sin duda.
—No llevas puesto un abrigo. Vuelve a la casa. —La temperatura de su voz coincidía
con la nieve que caía.
—No te voy a dejar.
Uno de sus zapatos de tacón alto quedó atrapado en una rama y ella se inclinó hacia
adelante, casi cayendo.
Edward estuvo frente a ella en un instante, estabilizándola con sus dos brazos.
—No quiero hablar ahora. Vuelve a la casa antes de que te enfermes.
Bella se estremeció en sus brazos—. No tenemos que hablar.
Él la soltó y dio un paso hacia atrás, mirándola fijamente. El pelo rizado en los
hombros, los brazos ahora cruzados delante de su pecho a causa del frío, una fría capa de
blanco en la cabeza y el vestido de color ciruela. Parecía un ángel de nieve. Una figura que
uno podría encontrar en un cuento de hadas o una bola de nieve, los copos bailando
alrededor de ella como amigos.
—Eres tan hermosa —, susurró, distraído por un momento de su tristeza al verla
delante de él.
Ella tomó su mano de color rosa y desnuda hacia él—. Por favor no te vayas hacia el
prado. Hace tanto frío. Vas a coger una neumonía.
Él negó con la cabeza y rechazó su mano.
—Ella nunca me va a dejar ir.
—Ella está enferma, Edward. Necesita ayuda.
Él se rio de su observación, pero su risa era oscura.

460
—Trató de seducirme el día de ayer ofreciéndome una mamada y hoy ha decidido
exponer mi pasado… en el día de navidad en la jodida casa de mis padres. ¿No lo entiendes?
Piensa que he mentido acerca de ella. Esa caja es su manera de asegurarse de que te deje. ¿Y
tú quieres que la ayude?
Sacó sus manos de nuevo a su pecho y se abrazó a sí misma, temblando violentamente.
Había pasado mucho tiempo desde que Edward la hizo sentir estúpida. Y pequeña. No sabía
lo que había en la caja. La había cerrado demasiado rápido. Ahora se preguntaba lo que
Tanya había metido dentro…
—Tú te mereces tener una vida feliz con alguien que te pueda dar todas las cosas que
yo no puedo. Deberías dejarme. —Sus ojos se pusieron tristes y se alejó de ella.
—Lo único que me haría infeliz es que pudiera perderte. Tanya no puede hacerme esto.
Solamente tú puedes.
Ella tosió un poco por el aire frío que le quemó la garganta.
Edward bajó la cabeza.
—Por favor vuelve, Isabella. No tendré tu enfermedad en mi consciencia.
—¿Qué pasa con mi corazón roto?
Él se dio la vuelta y le dirigió una mirada larga, indagadora.
—Dijiste que me amabas, Edward. Lo prometiste… y no solamente me lo prometiste
con palabras. Me lo prometiste con tu cuerpo, con tus ojos, con tus manos. ¿Vas a romper esa
promesa?
Ella estaba remarcablemente tranquila, ella pensó, estaba demasiada molesta y con
mucho miedo para llorar.
—Te amo. Nunca he amado nadie más. Pero, ¿no preferirías encontrar a alguien que no
tenga tanto equipaje y que te pueda dar un hijo?
Bella inhaló de manera violenta, haciendo un sonido de cómo un silbido extraño como
el vigorizante invierno llenando sus pulmones—. ¿Es de eso de lo que se trata esto? ¿Por qué
no me lo dijiste?
Cuando él no respondió, ella dio un paso hacia él.
—No es suficiente solamente compartir la felicidad, tienes que compartir las cargas,
también. De lo contrario siempre habrá una barrera entre nosotros. Y eso no es justo. No
tienes que protegerme de tus pensamientos o sentimientos, Edward. Necesito escucharlos. Y
sí, algún día me gustaría un niño. Contigo. Estoy segura de que un pequeño niño o niña allá
afuera es nuestro hijo. Únicamente tenemos que encontrarlo. Esme te adoptó y a tu hermano
y hermana. Nosotros podemos hacer lo mismo. Nosotros podemos tener una familia juntos y
nada de lo que diga Tanya o haga podrá evitar que eso suceda. —Su rostro se llenó de
dolor—. A menos que tú decidas que no quieres eso. O que no lo quieres conmigo.
—Por supuesto que te quiero. —Su voz se quebró y a pesar de la penumbra, Bella vio
un líquido rastrero llenar sus ojos.
—Entonces deja de decirme adiós. —Ella extendió la mano una vez más y esta vez él la
tomó.
Se abrazaron uno al otro, debajo de la nieve cayendo, temblando en los brazos del otro
en un bosque oscuro.
Cualquier lágrima que fue derramada era ahora compartida.

-
Esa misma noche, Edward y Bella se sentaron juntos en pijama en el suelo junto a su
árbol de navidad de Charlie Brown.
En la esperanza de que su gesto pudiera divertir a Edward, (y eliminar sus celos), Bella
abrió el regalo de Peter y colocó el contenido restante en la alfombra para que pudiera verlos.

461
Él parecía particularmente enamorado con las figuras de Dante y Beatrice, tanto que
decidió mostrar a Dante persiguiendo en una acción no muy casta a Beatrice… en una posición
que aún tenía que tratar con Isabella.
Ella se ruborizó y trató de apartar la mirada, pero era algo así como mirar el
equivalente de un accidente de un coche medieval. Así que no podía.
Al menos él hizo que se besaran primero.
En cambio, Bella alentó a Edward para que sacara el regalo de Tanya, de manera de
que todos los secretos pudieran ser revelados.
Él no quería hacerlo, pero por causa de ella, lo hizo. Cogió la imagen de la ecografía en
la mano e hizo una mueca.
Bella susurró una solicitud para mirarlo y se la entregó con grandes ojos y tristes.
—Esta imagen no puede hacerte daño, Edward. Aunque Alice y Emmett se enteraran,
serían compasivos. El aborto involuntario no fue tu culpa.
Ella trazó un dedo a través de la curva de la cabecita del bebé.
—Puedes mantener esto en un lugar privado. Pero ella no debe ser guardada en una
caja. Merece tener su foto enmarcada. Merece ser vista.
Edward colocó su cabeza entre las manos y gimió, como si lo hubieran golpeado.
Ella se movió para poner su brazo alrededor de su hombro.
—Ella no es un pequeño y sucio secreto, ella fue tu hija. Tú la amabas y la querías…
Tanya quiso hacerte daño con esta imagen, pero en realidad es un regalo valioso. Tú debes
tener esta imagen, porque eras su padre.
Edward estaba demasiado emocionado para responder.
En busca de una distracción, metió la mano en la caja para retirar el resto del
contenido.
En el interior, se encontró con una muy fina y muy cara camisa a la medida de Thomas
Pink. Cuando la examinó más de cerca se dio cuenta de que la camisa manifestaba sus
medidas exactas.
Isabella no podría haber sabido que esas camisas eran sus favoritas y que por lo menos
dos de ellas colgaban en su armario de Toronto habían sido compradas por Tanya en
ocasiones anteriores.
La camisa por sí sola habría sido un regalo extravagante, pero había algo más… algo
pequeño y brillante en los puños dobles de la camisa blanca.
Gemelos.
Mirando hacia él contra el lujo del algodón de la camisa eran un par de gemelos de oro
con el escudo de Madgalen College.
Con una simple mirada, Edward adivinó dos hechos. En primer lugar, Tanya había
gastado cientos de libras esterlinas en los gemelos. En segundo lugar, esta era la manera de
hacer valer su historia compartida… una historia que Bella no podía participar.
Edward a toda prisa cubrió la camisa con el papel de seda, tratando de ocultar los
gemelos de los ojos de Bella, pero era demasiado tarde. Ella ya los había visto.
Y por la mirada en su rostro al pensar en los de plata modestos que le había dado, en
contraste con los grandes de oro que Tanya había comprado, Edward pudo ver que estaba
molesta.
—Voy a enviar todo de vuelta. —Puso la camisa en la caja, haciendo caso omiso de la
tarjeta que Tanya había adjuntado—. Me quedaré con la imagen de la ecografía, pero todo
los demás será devuelto.
Bella asintió con la cabeza y le entregó la fotografía de vuelta.
Él le acarició el rostro con la mano y la besó suavemente, tratando de decir sin el exceso
de palabras que estaba muy, muy apenado.
Ella sabía que lo estaba. También sabía que iba a tomar tiempo para que ellos dos
procesaran todo así que cambió de tema.

462
—¿Puedo abrir mi regalo ahora?
—Por supuesto.
Edward colocó el último regalo en las manos de Bella y luego comenzó a frotarse el
mentón nerviosamente.
Cuando vio lo que había adentro, se dio cuenta porqué estaba tan nervioso.
Era lencería.
Pero no lencería normal.
Edward le había comprado un corsé. El propio corsé estilo victoriano y elegante al
extremo. Estaba hecho de raso azul oscuro con detalles de encaje negro y con lazos negros
detallando y contaba con cordones de cinta en la parte posterior.
Era muy hermoso y muy, muy sexy.
Ella lo levantó por la sorpresa y él miró su reacción ansiosamente.
—Hay más —, dijo en voz baja.
Debajo del corsé encontró un par de pequeñas bragas de encaje negro, un par de
medias negras de seda pura y un liguero de encaje negro. Y en verdad, eso habría sido
suficiente. Excepto que el regalo fuera de Edward. Lo que significaba que él había elegido un
par de zapatos para completar el conjunto.
Bella tomó el par de zapatillas de Valentino negro de Orsay que tenían grandes lazos
en los dedos de los pies.
—Es un regalo egoísta. Bromeábamos sobre los corsés una vez y pedí esto a un
diseñador en Paris. Pensé que el azul se vería magnifico contra tu piel. Pero no tienes que
quedártelos. Todo puede ser devuelto. Estoy seguro de que después de los últimos dos días
llevar algo como esto sería la última cosa que quisieras hacer. Especialmente conmigo.
El estado de ánimo de Edward se desplazó más en la depresión al recordar su
discusión de ayer por la noche.
Ella sonrió dulcemente y se inclinó para besarlo.
—Gracias —, murmuró contra sus labios—. Por todo esto. Y prometo que lo usaré.
—¿Lo harás?
Ella bajó la mirada hacia el corsé y pasó los dedos por las delicadas varillas que le
daban su forma.
—Voy a tener que darme una charla de ánimo antes de usarlo, pero creo que es muy
femenina y muy linda. Y amo los zapatos… Gracias.
Los hombros de Edward se relajaron y comenzó a respirar profundamente. Él quería
pedirle que se lo probara inmediatamente. Quería verla en esos zapatos… quizás en lo alto
de la repisa del baño con él entre sus piernas… pero mantuvo sus fantasías para sí mismo.
—Um, necesito explicar algo. —Bella colocó todo los artículos en la caja y luego cerró la
tapa, acunando el regalo sobre su regazo—. No puedo usarlo esta noche.
—Eso está bien. En otra ocasión. —Edward escondió su decepción detrás de una
sonrisa.
—Va a pasar un pequeño tiempo antes que yo pueda usar todo ello.
—Cuando te sientas cómoda, puedes sorprenderme. —Le dio una rápido beso en la
mejilla y luego le tomó la mano en la suya, acariciando su palma de la mano con el pulgar.
—Traté de explicarte esto ayer por la noche, pero, uh, no pude terminar.
Él se quedó quieto mientras esperaba a que ella lo escupiera.
—Um, estoy teniendo mi período.
La boca de Edward se abrió un poco y luego la cerró. Parpadeó un par de veces. A
decir verdad, nunca había sido más feliz antes de escuchar sobre el ciclo de una mujer.
Apartó la caja hacia un lado y se levantó para que ella estuviera sentada en su regazo,
abrazándola afectuosamente.
—Esa no era la reacción que yo esperaba. —La voz de Bella fue apagándose por el
pecho mientras él la abrazaba con fuerza.

463
—¿Así que no fue que tú… estuvieras molesta conmigo acerca de Tanya? ¿O que no me
quisieras? —Su voz telegrafió sus dudas.
—Yo no estaba feliz sobre lo que pasó ayer, pero eso no me impide quererte. Por
supuesto que te deseo. Tú eres tú. Eres guapo y sexy y siempre me haces sentir especial
cuando hacemos el amor. Y hermosa. Pero en este momento, solo no voy a… ir ahí. O en
realidad, tenerte allí. Uh, sabes lo que quiero decir. —Se puso nerviosa y sintió que sus
mejillas ardieron.
Edward besó su frente y rio para sus adentros—. No te preocupes. Tengo otros planes
para esta noche. Creo que es hora de que ambos estemos relajados y simplemente
disfrutemos el uno del otro.
Él la atrajo a sus pies y se la llevó de la mano para el cuarto del amplio baño, haciendo
una pausa para presionar el play en el estéreo. La voz de Sting Until comenzó a llenar la
habitación, mientras ellos desaparecían por la puerta.

-
La mujer sostenía a su bebé para dormir en sus brazos, apretándolo en una habitación
de niños a oscuras.
Las paredes estaban pintadas de un color amarillo suave, que contrastaba muy bien
con la cuna blanca, la falda de algodón a cuadros de color rosa de la cuna, y la bella
impresión de las bailarinas de Degas que colgaban con orgullo en la pared.
Era el santuario de una pequeña princesa.
La bebé se agitó y bostezó, su pequeña boca capullo de rosa se abrió y cerró, y luego
ella comenzó a arraigarse en el pecho de su madre, en busca de alimento.
La mujer tiró de su camisón blanco sencillo de su hombro con el fin de exponer su
pecho.
Pero la niña no se alimentaba.
La niña comenzó a tener problemas en sus brazos.
Ella gentilmente trató de guiar a la niña para lactar, ansiosa de darle de comer, pero era
como si la bebé fuera capturada por una fuerza increíble.
La bebé se retorcía y luchaba como una niña pequeña en sus brazos y luego con un
golpe de infarto, cayó al suelo.
La mujer gritó y tomó a la bebé, temblando de terror.
Mientras acunaba a la niña contra su pecho una vez más, vio que la cara de la bebé se
había vuelto blanca.
Ella estaba inmóvil.
Y fría.
Con un grito que hiela la sangre, el llanto de Raquel llorando por su hijo*, la mujer
presionó a su hija muerta sobre su corazón. Balanceándose hacia adelante y hacia atrás,
rogándole a Dios por la misericordia…
Y de pronto, demasiado pronto, se sentó, completamente despierta en una cama
extraña, cubierta de un sudor frio.
Ninguna cantidad de repeticiones hicieron que el sueño variara en sus eventos o su
terror. Ninguna cantidad de Vodka o píldoras podría eliminar el dolor en su pecho o las
lagrimas de sus ojos.
Cogió la botella junto a la cama, golpeando el reloj de alarma del hotel frente a la
___
*Genesis 46—19. Se refiere al llanto de Raquel por un fin para los sufrimientos de sus
descendientes y los exilios que siguieron a la destrucción del Primer templo de la antigua Jerusalén.
Raquel habló ante Dios: «Traje a mi rival (Lea) a mi casa, ¿no puedes Tú perdonar a Tus hijos, que
trajeron un simple ídolo de madera y piedra a Tu casa?» Dios aceptó su súplica y prometió que,
finalmente, el exilio terminaría y los judíos regresarían a su tierra.

464
mesita de noche.
Unos pocos tragos y algunas píldoras azules y ella se quedaba dormida de nuevo,
dejando que la oscuridad la tomara.
No podía ser consolada.
Otras mujeres podrían tener un segundo hijo para mitigar la pérdida de su primero.
Pero ella nunca tendría un hijo. Y el padre de su bebé perdido ya no la quería.
Él era el único hombre al que amaba y ella lo había amado desde lejos y luego le había
amado desde cerca, pero él nunca la había querido.
En realidad no.
Él era demasiado noble para echarla fuera, como la pieza utilizada de los bienes que en
verdad era.
Mientras ella lloraba en su almohada, su cabeza le daba vueltas, se lamentó una doble
pérdida en voz alta…
Maia…
Edward…

Links revelantes:
http://www.youtube.com/watch?v=a0Q5—YfuhXQ Sting — Moonlight
http://www.youtube.com/watch?v=TY4Zl8TeP8g&feature=related Sting — Until
http://www.youtube.com/watch?v=wjEIP6otc4Y&feature=fvw The Pogues — Fairy
Tale of New York

465
Capítulo treinta.

Mientras Tanya estaba dando arcadas en el inodoro en el Hotel Fairmont Olympic se


quedó paralizada por un deseo repentino.
Hogar.
Era más que probable que sus padres la sacaran de la casa o por lo menos, le dieran un
portazo en su cara. No había sido una hija muy buena. Había sido una desgracia, en realidad,
y había dilapidado el dinero de sus padres y sus propias oportunidades en drogas, alcohol y
Edward.
No necesariamente en ese orden.
Pero era Navidad y ella estaba sola. Incluso la posibilidad de ser rechazada por su
familia parecía preferible a beber hasta llegar al olvido en un cuarto de hotel frío e
impersonal.
Tal vez sus padres le permitieran pasar la noche y ver a sus hermanas menores. Ella no
tendría que dormir en la casa. Podría quedarse en un hotel. Ella ni siquiera se molestaría en
preguntar si podía quedarse para la cena.
Limpió el vómito de su boca y se tambaleó sobre sus pies, apoyando sus manos en la
encimera de mármol.
Mirando en el espejo lo único que veía era el reflejo de la decepción de sus padres. Pero
quizás ellos lo pasaran por alto durante un par de horas... y después podría escabullirse de
nuevo en la noche y regresar a Boston.
Esta navidad era diferente. Esta navidad, Edward ya no era una posibilidad. Y todos
sus amigos en Boston estaban ocupados con sus familias o amantes. Y los amantes que
habían usado para ocupar su tiempo se habían ido a sus propios caminos y se habían pasado
ya fuera a la felicidad o a la autodestrucción.
Ella no tenía amante, ni doctorado o bebé, y lo más doloroso, no más contacto con
Edward.
Se miró en el espejo y decidió no pasar la Navidad sola, sin importar lo que le esperaba
en Alaska.

-
Más tarde esa noche, el taxi se alejó, dejando a la mujer alta y rubia para que caminara
por el largo camino hacia la puerta principal.
Ella suspiró y jaló su chaqueta con más fuerza alrededor de su cuerpo delgado, y su
gorro de lana de moda más abajo sobre las orejas. Y luego enderezó su espalda, cogió sus
dos bolsas y empezó a caminar penosamente hacia la casa pequeña.
Una mujer mayor con los hombros caídos estaba mirando distraídamente a través de
su ventana de la cocina en el patio delantero, mientras pelaba patatas.
Cuando la rubia tenía todavía un largo camino por recorrer, la anciana la vio,
apareciendo en la oscuridad como un ángel.
Ella salió corriendo de inmediato, sin molestarse en cambiar sus zapatillas simples
hogareñas por sus botas o coger su abrigo pesado. Corrió tambaleándose en la nieve
crujiente, hasta que encontró a la rubia a la mitad del camino limpiado.
La rubia se detuvo, vacilante.
La anciana le echó los brazos alrededor del cuello de la rubia y la besó, lágrimas de
alegría corrían por su rostro.
—Mamochka —, gimió la rubia, mientras un sollozo escapaba de su garganta.
—Golubka Moya —, respondió su madre, abrazándola de nuevo y meciéndola un poco
hacia atrás y hacia adelante.
Tanya y su madre se pararon en la nieve profunda de Alaska, llorando lágrimas
agridulces el día de Navidad hasta que el resto de su familia salió a la calle a unirse a ellas.

466
Tanya estaba finalmente en casa.

-
El profesor Félix Pacciani no era virtuoso, pero era inteligente. Y astuto.
No le creyó a Ángela Webber cuando declaró que estaba dispuesta a reunirse con él
para un encuentro sexual así que a fin de garantizar que su enlace en verdad ocurriera,
retuvo el nombre de la fidanzata canadiense del profesor Masen. Como condición de que
Ángela se reuniera con él en Madrid en febrero, donde iba a contarle todo.
Ángela no estaba dispuesta a esperar tanto tiempo ni a dormir con él una vez más con
el fin de descubrir esa información por lo que no respondió a su último correo electrónico,
escogiendo más bien reagruparse y planear una forma alternativa de conocer el nombre de la
prometida.
Se podría decir que ella estaba celosa y que esta era la razón principal para preguntarse
quién había capturado con éxito la atención del profesor cuando ella no había podido
(inexplicablemente).
Se podría decir que había comenzado a tener una sospecha sobre una cierta castaña de
ojos marrones, desde que ella y el profesor Masen habían llegado casi a los golpes en el
seminario de Dante por una amante llamada Tanya.
Pero quizás la explicación más precisa fuera su nueva y más que lasciva fascinación
con los rumores que había escuchado sobre la profesora Singer y su no tan secreto estilo de
vida. Cuando el profesor Masen la abrazó después de su conferencia en la Universidad de
Toronto, estableció un buen número de lenguas moviéndose.
Tal vez Félix estaba equivocado. Tal vez el profesor no tenía un fidanzata después de
todo. Tal vez tenía una amante.
Con el fin de resolver este misterio tan jugoso, Ángela contactó con un antiguo amor de
Florencia que era un periodista, con la esperanza de que él o alguno de sus colegas tuvieran
información sobre la conferencia del profesor Masen y su vida personal. Mientras esperaba
una respuesta a su pregunta, se centró en una fuente de información que era un poco más
cerca de casa.
Lobby.
En el Vestíbulo, todos los pecados serían revelados.
Debería haber sido obvio. La marcada ausencia del profesor Masen del Lobby comenzó
la noche que ella trató de seducirlo. Así que su relación con su prometida debe haber
comenzado alrededor de esa época o poco después. Anteriormente, a él no le había
importado con quién se acostaba o cuándo.
O tal vez él y su novia habían estado involucrados solo causalmente hasta esa fatídica
noche.
Siempre era posible que el profesor estuviera apartado de la monogamia en su relación
y que él hubiese tenido una novia todo el tiempo, aunque tal apego probablemente hubiera
parado los rumores.
Sea cual fuera la situación real, la forma de proceder de Ángela era muy clara. Era
mucho más que un poco probable que el profesor y su novia hubiesen asistido al Lobby
juntos en algún momento durante el curso del semestre de invierno, ya que parecía ser su
pozo de agua de elección. Todo lo que tenía que hacer era ponerse en contacto con alguien
que trabajaba en el club y tratar de sacarles la información.
Y el video de imágenes de las cámaras de seguridad.
—De ninguna manera en el infierno, Ángela. No me importa lo que quieras o lo que
estés ofreciendo, yo no te voy a ayudar. —La voz de Lauren Mallory era estridente, tanto así
que Ángela tuvo que apartar su Blackberry de la oreja con el fin de evitar la pérdida de
audición permanente.

467
Ángela sabía que no debía discutir con su ex mejor amiga. Había mucha mala sangre
entre ellas a causa de Benjamín, el hermano de Lauren. Lauren no le ayudaría.
Y Laurent, quien era el jefe de seguridad, tenía una novia seria, lo que significaba que
no se dejaría aprovechar. Su fidelidad a Irina era bien conocida.
Y más de uno de los camareros era gay.
Lo que dejaba a Lucas.
Lucas era un nerd que asistía a Laurent con la seguridad en el club, pero solamente en
la parte técnica. Sin embargo, era Lucas quien tenía acceso a todas las grabaciones de video
de las cámaras de seguridad y fue Lucas quien con bastante entusiasmo accedió a dejar
entrar a Ángela en el club después de cerrar para poder filtrar de CD a CD imágenes a partir
de septiembre de 2009, juntos.
Y así fue como Ángela se encontró sentada en el tocador del baño de las mujeres con
Lucas golpeando dentro de ella en una mañana de domingo cuando debería haber estado en
la iglesia.

-
Edward y Bella llegaron de nuevo a Toronto tarde en la noche del primero de enero.
Ellos fueron directamente al apartamento de Bella para que pudiera dejar algunas cosas y
recuperar algo de ropa limpia.
O al menos eso pensó Edward.
Con el taxi esperando en la acera para que ellos regresaran, se paró en medio del
apartamento frío y en mal estado de Bella esperando que empacara una bolsa de viaje para
una noche.
Ella no lo hizo.
—Esta es mi casa. He estado fuera durante tres semanas. Tengo que lavar la ropa y
arreglarme y luego tengo que trabajar en mi tesis mañana. Las clases comienzan el lunes.
La cara de Edward se oscureció rápidamente.
—Sí, ya sé que las clases empiezan el lunes. —Su tono fue cortante, casi ofendido—.
Pero hace mucho frío aquí. No tienes ninguna comida y no quiero dormir sin ti. Ven
conmigo a casa esta noche y luego puedes volver mañana.
—Si me quedo contigo esta noche, no voy a querer irme. Y después haremos el amor
durante todo el día de mañana y no voy a conseguir hacer ningún trabajo.
—Esa es la idea general, sí. —Edward le sonrió, no sin amabilidad—. Tenemos que
ponernos al día.
Ella sacudió la cabeza y comenzó a desempacar obstinadamente su maleta.
Él echó un vistazo a sus actividades y después caminó a través de la puerta del
apartamento, cerrándola un poco fuerte detrás de él.
Bella no esperaba que se fuera en un arranque de mal genio.
¿Debería ir tras él? ¿Debería llamarlo?
¿Debería ceder?
Ella acababa de sacar su teléfono para llamarlo cuando él abrió la puerta, maleta en
mano.
—¿Qué estás haciendo?
—Manteniéndote caliente.
Bella podía notar que él estaba molesto y estaba preocupada de que estuviera furioso,
también.
Edward bajó su maleta al suelo y desapareció en el cuarto de baño, cerrando la puerta
detrás de él. Salió unos minutos más tarde con la camisa fuera del pantalón y desabrochada,
murmurando algo acerca de haber encendido con éxito su condenado calentador eléctrico.
—¿Por qué te querrías quedar? —le espetó.
La expresión de él reflejaba la suya.

468
—¿De verdad pensaste que te permitiría quedarte aquí sola? ¿Después de todo lo que
sucedió entre nosotros en las últimas semanas? —Gruñó malhumorado—. ¿Prefieres que me
vaya?
—¡Por supuesto que no! Pero tu apartamento es mucho más cómodo. Aquí hace frío y
probablemente estés cansado...
—No estoy acostumbrado a dormir sin ti y me niego a empezar esta noche. —Negó con
la cabeza, todavía murmurando para sí mismo, y luego procedió a desnudarse sin
vergüenza, sin más conversación.
Mientras Bella usaba el baño, Edward se encontró mirando algunas de las cosas que
ella había colocado en la mesilla con ruedas… el libro que contenía las reproducciones de
Botticelli que él le había dado, una vela de pilar, una caja de cerillas y el álbum fotográfico de
imágenes que había tomado de ella en ese día mágico.
Mientras hojeaba el álbum se encontró increíblemente excitado. Ella había prometido
posar para él de nuevo. Ella quería que él la fotografiara.
Un mes atrás nunca hubiera creído que tal cosa pudiera suceder. Ella había sido tan
tímida, tan nerviosa, tan asustada.
Recordó el aspecto que tenía cuando él la había llevado a su habitación después de su
discusión horrible en su seminario. Pensando en los ojos de Isabella, grandes y aterrorizados,
y la forma en que su cuerpo temblaba bajo sus manos, disminuyendo su excitación.
Él no la merecía. Lo sabía. Pero la propia falta de merito percibida de ella le impedía
ver la verdad.
Sacudió la cabeza como si quisiera borrar los pensamientos negativos de su mente y se
centró en una fotografía en particular… en el perfil de Isabella con la mano de él sobre su
hombro, la otra mano sostenía su cabello, mientras que él presionaba sus labios a la nuca de
su cuello.
Ella no estaba al tanto del hecho de que él tenía una copia de esa misma imagen oculta
en el armario, grande y enmarcada. Nunca la había mostrado en la pared de su dormitorio
porque estaba preocupado por su reacción. Pero cuando regresara a su apartamento mañana,
colgar la fotografía sería su primera tarea.
El simple pensamiento era más que suficiente para alimentar su deseo por lo que tomó
la vela y encendió un fósforo para prenderla, colocándola en el alféizar de la ventana antes
de apagar las luces.
Un resplandor romántico cayó sobre la cama justo mientras Bella entraba en el espacio
ahora oscurecido.
—Isabella.
Él se sentó en el borde de su estrecha cama, completamente desnudo, mientras ella se
paraba boquiabierta, sosteniendo un par de pijamas de franela desgastadas.
—¿Qué estás haciendo? —Miró con disgusto disimulado su ropa de dormir.
Ella se sonrojó y bajó la mirada hacia la abundancia de cuadros en sus manos.
—Estoy tratando de decidir qué ponerme.
Edward la miró intensamente.
—Ven aquí.
Ella caminó hacia donde estaba y él estiró una mano para coger el pijama de ella,
echando a un lado rápidamente—. No necesitas esto. No necesitas usar nada. Ven a la cama
conmigo.
—Pero mi cama es tan pequeña. No hay suficiente espacio para el sexo —, susurró ella,
un poco avergonzada. Su novio Dios sexual estaba sentado en su catre pequeño, pidiéndole
que fuera a la cama con él, y ella estaba poniendo excusas.
Pero, ¿cómo iba a funcionar?

469
Los ojos de Edward se volvieron incluso más calientes—. Tal vez no hay suficiente
espacio para el sexo. Pero hay espacio más que suficiente para que yo te haga el amor. Ahora
ven a la cama.
Bella se calentó por sus palabras y procedió a desnudarse poco a poco delante de él,
poniendo su ropa en una de las sillas plegables.
Cuando terminó él detuvo su movimiento hacia la cama y puso sus manos en la parte
superior de su cabeza, casi como si estuviera bendiciéndola.
—Estás incluso más hermosa esta noche, Isabella.
Empezó a tocarla mientras ella se paraba delante de él, moviendo sus dedos por su
cabello largo hacia su cara, donde le acarició las cejas y los pómulos.
Sus ojos se mantuvieron obstinadamente fijos en ella, su fuego abrazando la conciencia
de Bella. En toda su vida, nadie la había visto jamás de esa forma. Como un rayo tractor
verde que la inmovilizaba y le jalaba. Como si ella fuera la única mujer en la habitación, en el
mundo; la única mujer siempre.
Como si ella fuera Eva.
Algo del viejo profesor Masen era visible ahora, sobre todo en su mirada, la cual era
cruda y sexual.
Él la deseaba desesperadamente, de eso no cabía la menor duda.
Ella cerró los ojos brevemente y entonces sus manos se movieron de su cuello a la cara,
haciendo una pausa por un momento.
—Abre los ojos.
Ella los abrió y quedó sin aliento por el hambre que se reflejada en los de él. Una
semana sin sexo le había hecho esto a él, pensó. Él era como un león, deseoso de comer pero aún
acechando con prudencia a su presa. Él no quería asustarla.
Y ella no podía hacer nada en sus manos.
—¿Has extrañado que te toque de esta manera?
La afirmación de Bella escapó de su boca como un gemido gutural.
El pecho de Edward se llenó de satisfacción.
Fue un largo viaje desde su rostro hasta las rodillas y él parecía disfrutar de ella,
deteniéndose poco a poco en diferentes partes, su tacto suave pero sensual. Ella se sentía
enrojecida y caliente bajo sus dedos suaves, a pesar de la frialdad de la habitación.
Aunque tan pronto como pensó en el frío, se estremeció.
Edward detuvo de inmediato sus exploraciones, a pesar del hecho de que no había
terminado, y se movió a un lado para permitirle meterse en la cama, en el lado más cercano a
la pared. Apretó su pecho a la espalda de ella, tirando de la manta de color púrpura sobre
sus cuerpos desnudos.
Su piel estaba caliente, mucho más cálida que la de ella. Y su temblor cedió tan pronto
como se hizo más amplio el contacto con su carne caliente.
La besó en el cuello y el hombro izquierdo varias veces, moviendo la mano hacia arriba
y abajo de su cuerpo, jugando con ella.
Y entonces él se movió hacia adelante para que todo su cuerpo estuviera a ras de ella,
cerca, muy cerca. Tan cerca de hecho que... Bella se puso tensa.
Edward descansó la mano en su abdomen plano.
—Relájate. —Su voz prácticamente quemó la oreja—. Esta es una posición muy
cómoda. Es muy íntima. —Cuando ella no respondió, continuó—. A menos que no lo
desees. Quizás he entendido mal.
Edward soltó su agarre, repentinamente preocupado. Si ella lo rechazaba de nuevo, iba
a tratar de ser comprensivo, por supuesto. No se comportaría como un niño malcriado. Pero
le molestaría. Bastante.
—Por favor, sé suave. Yo nunca he… Nadie nunca ha... —Ella no estaba rechazándolo,
pero la tensión no salió de su cuerpo.

470
—Por supuesto que nunca has hecho esto antes, mi amor. Sé que soy tu primero. —Se
río suavemente—. Y siempre voy a ser suave contigo.
Edward tarareó mientras seguía adorando la parte de atrás de su cuello, moviendo su
mano hasta su cadera izquierda por lo que podía dibujar su pierna hacia atrás ligeramente.
La preocupación de Bella fue telegrafiada por sus nervios hasta que se disparó a través
de la superficie de su piel. Él lo sentía debajo de sus dedos.
Pero su preocupación era irracional.
O al menos eso parecía...
Edward se elevó en un codo para poder llegar a la boca. La besó con pasión, pero con
ternura, y después miró hacia abajo a unos ojos abiertos y preocupados.
—¿Qué sucede?
Cuando ella no contestó y sus ojos se movieron hacia abajo a la forma en que sus
cuerpos se entrelazaban, él la presionó, con un dedo siguiendo el final de la barbilla.
—Dime.
Ella esbozó una sonrisa como respuesta pero él reconoció su sonrisa por lo que era…
una fachada débil, conciliadora.
Mientras reflexionaba sobre su elección de palabras anterior, junto con la posición de
sus cuerpos, él fue capturado por una súbita iluminación.
Ella piensa que yo voy a...
Su expresión se endureció.
—Isabella, yo nunca iniciaría algo por el estilo sin discutirlo contigo primero. Eso no es
algo que una pareja solamente puede obtener a su antojo.
Él hizo una mueca brusca. Ella era demasiado complaciente. ¿De verdad se lo habría
permitido? ¿Sin discusión o preparación? No tenía idea de lo que estaba consintiendo y la
simple idea de que fuera tan indiscriminadamente ingenua le molestaba.
—Tú no quieres ver a mi cara. Pensé que querías... —Su voz era tranquila, apenas un
susurro. E hizo un corte a través del corazón de Edward como una navaja de afeitar.
—Cariño —, le reprendió, su cara retorciéndose momentáneamente mientras sus ojos
se cerraban. Llevó su nariz a la de ella y le acarició suavemente, como un caballo
arrepentido—. Por supuesto que quiero ver tu cara. Te amo. Simplemente quería hacer el
amor contigo en una nueva posición. Una que me permitiera… un mejor acceso a tu hermoso
cuerpo con mis manos y una forma de mantenerte cerca mientras estoy dentro de ti.
Únicamente hacer el amor de forma regular, mi cielo. Nada nuevo o exótico.
Un suave beso en la mejilla casi le corta la respiración a ella.
—No estoy seguro de que de verdad creas que te amo.
No era una crítica. No de verdad. Solo un lamento en voz baja. Él no había querido dar
voz a sus sospechas, pero las palabras habían salido, sin embargo.
—Yo creo que me amas. Solamente que no sé qué es lo normal… para una pareja como
nosotros —susurró Bella a su vez.
—Lo que es normal para nosotros… lo que debería ser normal para nosotros es que nos
entreguemos uno al otro libremente porque nos amamos. Y que nunca nos aprovechemos de
nuestro amor al hacer exigencias sexuales extraordinarias a cambio de la intimidad.
Especialmente después de que hemos estado separados.
Edward la besó una vez más y luego bajó para acariciar su cabello un poco, el
movimiento lento y relajante de un amante cautivado.
—He extrañado hacer el amor contigo esta semana. Bastante. Me sentí tan lejos de ti.
—Yo te he extrañado también.
Edward sonrió con alivio.
—Entonces déjame dártelo esta noche. Te voy a enseñar lo mucho que te he echado de
menos.
Un suspiro dejó los labios de ella y él sintió que su cuerpo se relajaba en sus brazos.

471
Edward volvió a su lugar detrás de ella, dejando que su mano izquierda vagara por sus
curvas.
—Te amo. —Sus labios se movieron humedeciendo el cuello de ella y movió su mano
derecha para ahuecar la cabeza, haciéndola que se apoyara contra la palma de su mano en
lugar de la almohada.
Él quería sostenerla, acariciarla, y luego consumirla.
—Ha sido tortuoso no tocarte de esta manera.
—Ha sido tortuoso no sentir que me tocaras. —Los indicios del deseo en la voz de Bella
prendió fuego en su sangre.
Pero él no se apresuró.
Cuando ella estaba más que lista él entró con suavidad, una advertencia en voz baja
revelando su intención para que pudieran moverse juntos.
Ella se estiró para darle sus labios y él exploró su boca hambrientamente, antes de que
el ángulo se convirtiera en demasiado y tuvo que conformarse con adorar su cuello.
Como no podía verle la cara, Edward tuvo que usar sus otros sentidos para leer las
reacciones de Isabella. Y las leyó; cada suspiro e inhalación, la forma en que ella movía su
mano para ahuecar parte de su trasero mientras él se movía contra ella, la temperatura de su
piel mientras que comenzaba a subir y el ritmo de sus caderas, especialmente cuando él guio
su pierna más baja sobre la suya para que le permitiera entrar más profundamente.
Él se movió lentamente, concentrándose en el placer de ella como lo prometió, un ritmo
tierno y cómodo que en un principio coincidía con el paciente parpadeo de la luz de las
velas. Sus labios se movieron a la curva de la oreja para que pudiera susurrarle entre
gemidos ahogados.
—Isabella…
—Tan hermosa...
—Tan suave entre mis brazos.
—Siente lo que me haces.
—Me deshaces. Completamente.
—Por favor, Isabella. No te alejes de mí.
Sus movimientos ondulatorios se extendieron durante algún tiempo hasta que la llama
de su deseo quemó blanca y ardiente. Solamente entonces embistió con un propósito más
rápido hasta que ella estaba jadeando su nombre y finalmente, temblando a su lado.
Y luego vino el silencio.
Después de haber encontrado su propio clímax, él la abrazó con fuerza en sus brazos,
cada uno de ellos renuente a romper su conexión.
—¿Bebé? —Edward estaba ebrio de placer, su expresión cariñosa surgió con un ligero
arrastre de palabras.
Bella tarareó y se estiró, doblando su brazo alrededor de su cadera para presionarlo
más cerca de ella.
—¿Te di placer?
Ella se rio—. Ahora sé por qué la figura de acción de Beatrice estaba tan feliz con su
Dante después de tu demostración en Navidad. No tenía ni idea de lo que me estaba
perdiendo.
Edward se rio y la besó en la mejilla—. Bien.
—Sin embargo, prefiero ver tus ojos.
—Yo también. Pero aumenta los otros sentidos cuando uno está embotado. Y las
caricias son un componente muy importante para hacer el amor.
—Nunca lo hubiera tomado como a alguien que le gustara acurrucarse, profesor
Masen.
Edward llevó un poco de piel de su cuello a su boca, chupándola ligeramente.

472
—Me he vuelto muchas cosas desde que me hiciste tu amante. —Suspiró y colocó su
rostro en su cabello, inhalando profundamente su olor—. A veces me pregunto si te das
cuenta de lo mucho que me has cambiado. No es menos que un milagro.
—No soy una hacedora de milagros, Edward.
—El amor cubre una multitud de pecados, Isabella.

-
Bella casi se había quedado dormida, cálida y segura en los brazos de Edward, cuando
su voz interrumpió sus pensamientos brumosos.
—Charlie me contó acerca de lo que sucedió en la cafetería en Forks.
Esa observación la sacó de su bruma saciada. Se alegró de que él estuviera abrazándola
en la posición cuchara. No quería ver su expresión.
—Me dijo que tu excompañera de cuarto te insultó y te amenazó —susurraba en su
oído, tratando de parecer relajado—. ¿Fue eso lo que sucedió?
Con la esperanza de poner fin a la conversación, Bella rápidamente describió su
altercado con Leah, escogiendo no incluir la parte en la que se había burlado de los
encuentros sexuales de Bella con él delante de la mitad de la población de Forks.
Fue entonces cuando Edward la rodó sobre su espalda para que pudiera ver su rostro.
—¿Por qué no la empujaste? ¿La maldijiste?
—Yo no voy por ahí agrediendo a la gente. ¿Y qué podía decir? El daño ya estaba
hecho. Maldecirla lo hubiese hecho todo peor, y dado a todos un mayor espectáculo de
fenómenos.
Edward maldijo en voz alta.
—Bella, ¿simplemente te sentaste allí y lo soportaste?
Se mordió el labio inferior. Odiaba cuando él estaba enojado. Incluso si no estuviera
enojado con ella.
—¿Por qué? ¿Por qué no hiciste nada?
—Mi padre estaba cerca. Él habría estado lo suficientemente avergonzado.
Edward apretó sus labios en una línea apretada, de color rojo.
—Eso es ridículo. Él hubiese querido que te defendieras a ti misma. Lo mismo ocurrió
en Starbucks, ¿no fue así, cuando Ángela fue grosera contigo y yo llegué?
Ella asintió de mala gana.
Edward se sentó sobre sus rodillas, subiendo sus brazos en frustración—. ¿Por qué no
peleas de vuelta alguna vez?
Bella no le respondió porque no tenía una respuesta para sí misma.
La situación con Ángela trataba de un caso en el cual había escogido no hacer nada. Y
realmente, Bella no había pensado que Ángela pudiera hacerle daño físicamente.
La situación con Leah fue completamente diferente. Bella había estado tan
avergonzada que solamente había querido esconderse.
—Parece que yo soy la única persona con la que alguna vez has luchado en contra. Me
hiciste frente cuando estuvimos en el Vestíbulo y me hiciste trizas en mi seminario. Pero
permites que todos los demás te pasen por encima.
Una punzada de culpa onduló en el corazón de Bella.
—No me estoy quejando… Quiero que me hagas frente. Pero quiero que dejes de ser
tan obediente con todos los demás. —Edward suspiró y besó su frente, acariciándola con la
nariz una vez más—. Tú eres mi pequeña hoja pegajosa. Mi hermosa, triste, pequeña hoja
pegajosa y quiero verte feliz y completa. Por eso quiero que me prometas algo.
Bella lo miró expectante.
—Quiero que me prometas que la próxima vez que alguien te ataque, verbalmente o de
cualquier otra manera, te defenderás. Que harás algo. Incluso si es simplemente decir que no
o detente. ¿Lo harás? ¿Por mí, sino por ti misma?

473
Bella vio una preocupación genuina en los ojos atormentados de Edward y asintió con
aceptación.
Él se inclinó para apagar la vela y después la movió para que pudiera descansar sobre
su pecho.
En la cama estrecha de Bella de su estudio pequeño sin cocina, Edward pasó los dedos
por sus rizos largos y sueltos que se derramaron por la parte superior de su cuerpo desnudo.

-
"Perdido e inseguro
me encontraste, me encontraste
Tendido en el suelo
rodeado, rodeado
¿Por qué tuviste que esperar?
¿Dónde estabas?
Solo un poco tarde
Me encontraste, me encontraste
¿Por qué tuviste que esperar
para encontrarme...?"

Ella debió haberse quedado dormida. De alguna manera, Bella se despertó con el
sonido de Edward cantando suavemente para sí mismo. No reconoció la canción, aunque
reconoció el sentimiento detrás de ello. Abrió los ojos y apretó los labios contra su pecho,
besando sus pectorales y el ligero vello en su pecho hasta su tatuaje.
—No fue demasiado tarde, Edward. Nos encontramos uno al otro en el tiempo. Las
cosas están mucho mejor ahora, a pesar de que ninguno de nosotros es perfecto.
Ella comenzó a hacer el amor esa vez. Sus manos exploraron su cuerpo, sus ojos
iluminados con la necesidad, hasta que se unieron sin decir palabra.
El cuerpo de Edward se arqueó amorosamente sobre el de ella como una bandera, con
los ojos fijos en su rostro.
El aire silencioso de su pequeño estudio solamente fue roto por la respiración pesada y
los ocasionales jadeos ahogados.
Y en su propia voz gimiendo a un tono febril.
Era un lenguaje sutil… el lenguaje común de los amantes, la reciprocidad del suspiro y
gruñido, la creciente anticipación y alimentándose hasta que los gemidos se convertían en
gritos y los gritos se convertían en suspiros de nuevo.
El cuerpo de Edward cubría el de ella completamente, un peso delicioso del hombre y
el sudor y la piel desnuda contra piel desnuda.
Esta fue la alegría que el mundo buscaba… de lo sagrado y lo pagano a la vez. Una
unión entre dos personas distintas hasta volverlos uno.
Una imagen del amor y de profunda satisfacción.
Una mirada extática de la visión beatífica.
Antes de que Edward se retirara de ella, presionó otro beso en la mejilla.
—¿Ves en lo que nos podemos convertir juntos? —susurró mientras alisaba el pelo
húmedo apartándolo de su cara.
Ella sonrió de acuerdo.
—Nunca me hagas dormir solo de nuevo.

-
Desafortunadamente, la demanda del pobre profesor Masen no se cumplió.
Durante un desayuno-almuerzo muy pretencioso en el Four Seasons, Isabella explicó
pacientemente por qué no podía pasar cada noche en la cama de Edward.

474
Él tuvo que admitir que ella tenía un punto.
Bella estaba bajo una enorme presión para completar su tesis a mediados de marzo y
Katherine Picton ya estaba presionándola para que entregara sus capítulos con mayor
rapidez. Capítulos entregados más rápidos haría más fácil hablar más específicamente acerca
de las habilidades de Bella a Garrett Armstrong, el Presidente del Departamento de Lenguas
Romances de la Universidad de Harvard, que él debería colocar en su carta de referencia.
Y Bella no podía concentrarme cuando Edward estaba cerca. Sus mejillas se volvieron
rosadas y su voz se hizo más suave cuando explicó por qué. Algo sobre los ojos verdes y un
cuerpo en forma y sexual pirotecnia y una química que vibraba en el aire entre ellos, lo cual
le impedía concentrarse en las tareas a mano.
Edward se sintió halagado en extremo.
Así que llegaron a un acuerdo. Habría llamadas telefónicas y textos y el ocasional
Gmail, pero aparte de un almuerzo o cena aquí o allí durante la semana, Bella se quedaría en
su apartamento. Hasta el viernes por la tarde, cuando ella llegaría al apartamento de Edward
con el fin de pasar el fin de semana a su lado.
Ninguno de ellos se alegraron del arreglo, pero la vida de un estudiante de postgrado
era bastante similar a la de un sirviente. Y de esto, Edward era muy consciente.
El miércoles por la noche, mucho después que su seminario de Santo Tomás hubiese
terminado, Bella se encontró quedándose dormida con el sonido de la voz de Edward en su
teléfono. Así que empezó a hacer preguntas acerca de su infancia con el fin de mantenerse
despierta.
—¿Cómo era la Navidad cuando eras un niño? —Bella bostezó hacia su IPhone
descortésmente.
El cuerpo de Edward se puso rígido, pero por supuesto que ella no pudo ver eso.
—No recuerdo.
—¿Celebrabas la Navidad con tu madre?
—Apenas.
—Lo siento. —Se detuvo con el fin de cambiar de tema—. El seminario de Aquino de la
profesora Leaming fue muy bueno. Salvo que Ángela Webber está en la clase. Lo único que
hace es presumir frente a todos y verme de vez en cuando.
Edward respiró hondo.
—Mi padre le compró a mi madre un apartamento en Chicago mientras ella era su
amante. Cuando se quedó embarazada, él dejó de pagar las cuotas. Ella vendió los costosos
regalos que él le había dado y la mayoría de los muebles con el fin de mantenerlo. Pero sin
trabajo, eso no duró mucho tiempo. Tuvo que venderlo en una Navidad.
—Oh, Edward. Lo siento mucho. ¿Qué edad tenías?
—Creo que tenía cinco años. O cuatro. No puedo recordar. Debido a que hubo una
afluencia de dinero en efectivo ese año yo en realidad recibí algunos regalos de Navidad. Por
lo general, ella ignoraba el cambio de las estaciones. Ellos no significaban nada para ella.
Bella se mordió los labios con tristeza.
—Esa navidad recibí un juego de modelo de tren y un libro de mesa sobre el arte de
Miguel Ángel.
—Un libro de mesa es un regalo muy extraño para un niño de cinco años.
—Creo que mi madre solo lo vio en alguna parte y decidió tomarlo. Ella contrató al
dueño de la tienda de juguetes para venir a nuestro nuevo apartamento para configurar el
sistema del tren. Estaba demasiado fuera de sí misma para hacerlo. Aunque a esa edad, yo
todavía tenía expectativas. Las expectativas que nunca se cumplieron.
—Edward, no debería haber sacado el tema. Lo siento.
—Más tarde supe que el libro fue un regalo de mi padre a mi madre cuando compró el
apartamento. Estoy seguro de que pensó que le aumentaba al espacio adecuadamente. — La
voz de Edward era amarga.

475
—Apuesto a que Miguel Ángel te inspiró para estudiar todas las cosas italianas.
Probablemente te llevó a Dante.
Y a mí.
Edward no hizo ningún comentario.

-
Más tarde esa noche, él estaba tumbado sobre su amplia cama medieval,
contemplando la gran fotografía de Bella que había colgado recientemente en la pared. No
podía dormir. Cada noche era lo mismo, mirando la fotografía o a la pintura de Holiday, o
mirando por las ventanas orientadas al sur hacia el horizonte.
¿Cómo él alguna vez sobreviviría el próximo año académico, si Isabella iba a Harvard?
No lo haré.
Edward había consolado a Isabella en su ansiedad por el próximo año mientras estaban
en Umbría, pero no había pasado una extraordinaria cantidad de tiempo pensando acerca de
su posible separación.
Hasta que él durmió solo tres noches seguidas. Tres noches que eran demasiadas.
Ahora se daba cuenta de su propia soledad y mientras miraba la fotografía de Isabella
de nuevo, comenzó a desarrollar una estrategia para garantizar que ellos no pudieran
separarse.
La estrategia le animó considerablemente y finalmente cayó en un sueño tranquilo.

-
La noche siguiente, Bella llamó por teléfono a Edward ya pasadas las once de la noche,
justo antes de retirarse para la noche.
—Terminé el libro que me prestaste.
—Eso fue rápido. ¿Cómo lo lograste?
—Me siento más sola cuando voy a la cama por la noche. He estado leyendo un poco
para ayudarme a conciliar el sueño. —Ella parecía tímida de repente.
Edward sonrió para sus adentros—. Te he extrañado, también. Entonces, ¿qué te
pareció el libro?
Bella reflexionó un momento mientras trataba de poner en palabras su reacción.
—No estoy segura de por qué a Esme le gustó tanto.
—¿Por qué?
—Bueno, es una historia de amor. Una muy apasionada, romántica historia de amor.
Pero cuando ellos se convierten al cristianismo, ellos miran todo su amor con un tipo de
crítica. Parecen pensar que su amor era pagano… Que hicieron ídolos de uno al otro. Me
puso triste.
—Lo siento que te entristeciera. No lo he leído, a pesar de que Esme solía hablar de
ello. ¿Pudiste ver por qué le gustaba?
—Parte de ello... Piensa en las grandes tragedias románticas de la literatura. Algunas
de ellas describen el amor no correspondido, como Un cuento de dos ciudades. Algunas de ellas
implican finales trágicos, como Romeo y Julieta. Y algunas de ellas implican obsesiones
oscuras y retorcidas, como Cumbres Borrascosas.
—La historia que has descrito es correspondido y consumado. Se casan. Eso no suena
trágico. Es solamente que sus puntos de vista del mundo cambian cuando sus vidas
adquieren una dimensión espiritual.
—Pero, ¿por qué debería? ¿Cómo el amor puede ser pagano, Edward? ¿Lo más grande
de todo es el amor?
Edward se rio entre dientes—. ¿Me estás preguntando eso? Me sorprende, señorita
Swan. Pensé que yo era el pagano en esta relación.

476
—Edward —, le reprendió con suavidad—. Tú mismo me dijiste que no eres un
pagano.
Él suspiró pensativamente—. Sí, lo hice.
—¿Y? Explícamelo.
—Tu cita bíblica no es del todo correcta, no es... Lo más grande de todo es el amor, en la
comprensión del sentido común es Lo más grande de todo es la caridad. Y la caridad o ágape no
es el amor romántico. Yo mencioné algo por el estilo en mi conferencia en Florencia. Estoy
seguro que Jennifer Leaming abordará este tema en su seminario, pero sabes tan bien como
yo que Dante y Tomás veían a Dios como la única cosa, la única persona en el universo que
puede satisfacer los anhelos del alma. Esta es la crítica implícita de Dante del pecado de
Paolo y Francesca. Ellos renunciaron a un bien superior —el amor de Dios— por el amor de
un ser humano. Y por supuesto, no hay comparación.
—Paolo y Francesca son adúlteros. No debería haberse enamorado uno del otro en
primer lugar.
—Eso es cierto. Pero incluso si fueran solo amantes no casados, la crítica de Dante sería
la misma. Si se aman uno al otro hasta la exclusión de todo y de todos los demás, si creen que
su amor es lo único que vale la pena tener, o por lo que vivir, si niegan su necesidad de Dios,
entonces su amor es pagano. Han hecho ídolos paganos de uno al otro y de su amor. Y
también son muy tontos. Porque ningún ser humano y ninguna historia de amor puede
jamás hacer a otro ser humano completamente feliz y satisfecho todo el tiempo. Los seres
humanos son demasiado imperfectos para eso.
Bella se quedó atónita. Aunque había aspectos de la explicación de Edward que ya
sabía, realmente le sorprendió escuchar tales palabras de sus labios. Parecía que ella era una
pagana sobre su amor por Edward y ni siquiera se había dado cuenta de ello. Por otra parte,
Edward parecía tener una visión mucho menos exaltada de su relación. Y esto le sorprendió.
—¿Isabella? ¿Todavía estás ahí?
Ella se aclaró la garganta—. Sí.
—Es solo una teoría, Isabella, al igual que cualquier otra teoría. No tienes que creerla. Y
no tiene nada que ver con nosotros. —Pronunció las palabras, pero su molestia continuaba.
Sabía que había hecho un ídolo de Isabella, su Beatrice. Era por eso que era tan firme de que
no se separaran el próximo año. Ninguna negación o retórica sofisticada podrían hacer estos
datos falsos.
Y verdaderamente, teniendo en cuenta todo el tiempo que había pasado en un
programa de doce pasos que le animó a centrarse en su poder superior y no en sí mismo, sus
amantes o de su familia, él sabía mejor.
—Entonces, ¿por qué a Esme le gustó este libro? Todavía no lo entiendo.
Edward suspiró hacia el teléfono.
—No lo sé. Pero puedo adivinar que la primera vez que comenzó a salir con Carlisle,
después de estar en una relación abusiva con alguien más, ella lo vio como un salvador. Él la
rescató y la protegió y luego se casó con ella. Ellos cabalgaron hacia el atardecer de Seattle.
—Carlisle es un buen hombre —, murmuró Bella.
—Él lo es. El mejor de los hombres. Pero Carlisle no es un dios. No es un ángel o un
mago. Y si ella se casó con él pensando que todos sus problemas y el equipaje desaparecerían
a causa de su perfección, su relación no habría durado. Ella se habría desilusionado con el
tiempo y lo habría dejado con el fin de encontrar a alguien para hacerla feliz.
—Tal vez a ella le gustaba ese libro porque le enseñó a mirar más allá de su
matrimonio para sentirse realizada. Y entonces una vez que lo encontró, ella fue capaz de
traer de nuevo la felicidad de su matrimonio.
—Tal vez la razón por la que Carlisle y Esme estaban tan felizmente casados era
porque tenían expectativas realistas; ellos no esperaban que el otro satisficiera todas sus

477
necesidades. También explicaría por qué una dimensión espiritual era tan importante para
cada uno de ellos. Por qué trataron de criarnos en la iglesia.
—Puede que tengas razón, Edward. —Ella se rio ligeramente—. Parece que mi libro es
muy diferente de la novela de Graham Greene que estaba leyendo.
—Ellos no son tan diferentes.
—Tu novela trata sobre un romance y un hombre que odia a Dios. Lo busqué en
wikipedia.
Edward resistió la tentación de gruñir.
—No busques las cosas en wikipedia, Isabella. Sabes que ese sitio web no es confiable.
Bella se rio de él.
—Sí, profesor Masen —, ronroneó.
Edward gimió inaudiblemente. Ella tenía una extraña habilidad para pasar de la
pesada intelectual a la gatita coqueta en un abrir y cerrar de ojos. Y hacia su actual
separación más dolorosa… para él.
—¿Por qué crees que el protagonista de Greene odia a Dios? Debido a que su amante lo
entregó por Dios. Ambos leímos una novela sobre los paganos, Isabella. Es solo que los
finales fueron muy diferentes.
—No estoy seguro de que fueran tan diferentes.
Edward sonrió a pesar de sí mismo—. Creo que es un poco tarde para que nosotros
estemos teniendo esta conversación, cariño. Estoy seguro de que estás cansada y yo tengo un
trabajo que necesito hacer.
—Te amo, Edward. Locamente.
Algo acerca de la forma en que su pequeña voz sonaba en su oído hizo que su corazón
se aceleraba.
—Te amo, también. Te amo demasiado, estoy seguro. Pero no sé cómo quererte de otra
manera. —Sus últimas palabras fueron un susurro, pero quemaron en el aire.
—No sé cómo amarte de otra manera, tampoco —, susurró ella.
—Entonces que Dios se apiade de nosotros, Isabella.

-
Las nevadas en la ciudad son muy diferentes a las nevadas en el pueblo, pensó Bella,
mientras ella y su novio caminaban por la nieve en cascada de su edificio para que pudiera
recoger su coche. Esta noche sería una noche de celebración en un restaurante de lujo francés,
el Auberge du Pommier.
Ellos acababan de tener sus primeras citas (por separado) con consejeros profesionales
y curiosamente, ambos se sentían mareados y felices y con ganas de celebrar el final de la
primera semana de vuelta en la Universidad.
Edward jaló del brazo de Bella y tiró de ella hacia la puerta de una tienda, besándola
con firmeza mientras la colocaba de espalda contra la pared de vidrio.
Ella se rio sin aliento cuando él terminó, y en cambio, lo sacó a la acera para que
pudieran admirar la nieve cayendo.
Sí, las nevadas en la ciudad son muy diferentes. En el pueblo, se puede oír la nieve
cayendo a tu alrededor, los grandes copos libres por escamas de los rascacielos y oficinas.
En la ciudad, el viento impulsaba la nieve por medio de los edificios altos, pero la
nevada se reducía considerablemente por los muchos obstáculos.
O al menos eso pensaba Bella.
Cuando llegaron al edificio de Edward, se detuvieron delante de la gran tienda de
porcelana que dominaba el primer piso. Pero Bella no estaba interesada en la gran vitrina de
porcelana que la contemplaba matrimonialmente. Ella solo estaba interesada en el hombre
guapo a su lado.

478
Edward llevaba un largo abrigo negro de lana que ostentaba un cuello de terciopelo
negro y una bufanda de Burberry que se envolvía como un pañuelo en su cuello. La mano
que estrechaba la suya estaba vestida con guantes de cuero negro. Pero fue su sombrero lo
que le fascinaba.
El profesor Masen usaba una boina.
Ella encontró su elección de accesorios extrañamente atractiva. Edward se había
negado a ceder a la costumbre local de llevar gorros tejidos o toques.
No. Un gorro de lana negro que combinaba con su abrigo lo hacía suficientemente
bien. Y él estaba muy elegante con eso.
—¿Qué? —Su rostro se frunció mientras la veía observándolo, una lenta sonrisa
jugueteó sobre sus labios.
—Eres hermoso —, tartamudeó ella, incapaz de apartar los ojos de su figura
impresionante.
Él negó con la cabeza—. Tonta. Tú eres la hermosa. Eres un ángel en la nieve. —La
besó larga y bien delante de un centenar de juegos de porcelana, y luego suavemente mordió
su oído—. Vamos a tomar un taxi para ir a cenar. Entonces, otra persona puede luchar contra
el tráfico de la hora pico y yo voy a ser capaz de dedicarte toda mi atención en la parte
trasera del carro. Voy a correr al banco a sacar algo de dinero en efectivo de los cajeros
automáticos y estaré de vuelta en un minuto. A menos que prefieras acompañarme.
Bella sacudió la cabeza—. Quiero disfrutar de la nieve, mientras dure.
Él resopló con fuerza—. Este es un enero canadiense, Isabella. Créeme, la nieve va a
durar.
Movió su pañuelo a un lado para besar su cuello sonoramente y luego se rió para sus
adentros mientras desaparecía por la calle.
Bella volvió su atención a la exhibición de porcelana en la ventana y comenzó a
admirar un juego en particular, preguntándose cómo se vería en el apartamento de Edward.
—¿Bella?
Se dio la vuelta y se encontró frente a pecho con Peter.
Él le sonrió y luego la envolvió en un cálido abrazo—. ¿Cómo estás?
—Estoy bien —, respondió un tanto nerviosa, preocupada de que Edward les
sorprendiera. Pero no tenía manera de indicarle que se mantuviera alejado.
—Te ves muy bien. ¿Tuviste una buena Navidad?
—Muy bien. Te he traído un recuerdo de Seattle, pero está en mi casa. Lo voy a poner
en tu buzón de correo en el Centro. ¿Cómo fue tu Navidad?
—Bien. Ocupada, pero bien. Y me alegro de que te gustara tu regalo. Gracias por
enviarme un email para avisarme que llegó. ¿Cómo es el seminario de la profesora Leaming?
—Me encanta. Solamente hemos tenido una reunión hasta ahora, pero fue muy buena.
—Yo estaba pensando en escucharlas. Ella abarca una gran cantidad de material que es
relevante para mi tesis. Tal vez podamos tomar un café la próxima semana después de su
seminario.
Se quedó allí por un momento, sonriendo.
—Tal vez.
Bella le devolvió la sonrisa, resistiendo la tentación de dar la vuelta y buscar a Edward,
cuando de repente la sonrisa de Peter se alejó de su rostro. Sus cejas marrones se juntaron y
se acercó un paso más, un ceño fruncido opacando sus características por lo general
benignas—. ¿Qué te sucedió?
Bella miró hacia su abrigo de invierno, pero no vio nada que pudiera alarmarlo. Y
luego se secó la cara, preguntándose si Edward había manchado su brillo labial alrededor de
sus mejillas.
Pero Peter estaba mirando a otra parte.
Peter estaba mirando a su cuello.

479
Se acercó aún más, por lo que estaba realmente violando su espacio personal, y jaló el
borde de su pashmina morada a un lado con su gran palma parecida a un oso.
—Santo Dios, Bella, ¿qué diablos es eso?
Ella se estremeció cuando uno de sus dedos ásperos de trabajo rozó tentativamente la
marca de mordedura en el cuello, maldiciendo el hecho de que aparentemente se había
olvidado de utilizar el corrector esa mañana cuando se colocó su maquillaje.
—No es nada. Estoy bien. —Se movió hacia atrás y envolvió su pashmina alrededor de
su cuello dos veces, concentrándose con las puntas demasiado tiempo para no tener que
mirarlo.
—Yo sé cómo luce la nada, Bella, y eso no es nada.
Ella se mordió el labio y en silencio oró para que Edward no interrumpiera su
conversación. Una guerra en toda regla estallaría entre los dos, si Peter pensaba que Edward
fue el responsable de esa cicatriz.
Los ojos de Peter se estrecharon con desconfianza.
—¿Acaso Anthony te hizo eso?
—¡Por supuesto que no! Él nunca me haría daño.
Peter ladeó la cabeza hacia un lado.
—Me dijiste que él te hizo daño antes. Pensé que era por eso por lo que rompieron la
última vez.
Bella se encontró envuelta en las garras de la serpiente de pitón enroscada por sus
mentiras. Abrió la boca para protestar y luego rápidamente la cerró, tratando de pensar en
algo que decir.
—¿Él te muerde por amor? ¿O por ira?
Peter trató de mantener su voz calmada, pero estaba en el borde de perderlo. Estaba
furioso con quien había tratado a Bella con tanta violencia y más que dispuesto a rastrear el
delincuente y patear su trasero. Varias veces.
—Anthony nunca me haría algo como eso… por cualquier razón. Él nunca me puso
una mano encima.
—Entonces, maldita sea, Bella, ¿qué pasó?
Ella parpadeó ante su ira y se encontró mirando hacia abajo en sus botas.
—Y no me mientas —, susurró.
—Alguien se metió en la casa de mi padre durante Acción de Gracias y me atacó. Así
es como tengo la cicatriz. La he estado ocultando hasta que pudiera hacer una cita para la
removieran. Sé que es horrible. Yo me avergüenzo de ella.
Peter se quedó callado por un momento mientras consideraba lo que dijo.
—Una marca de mordedura parece muy íntimo para un ladrón. ¿No te parece?
Los ojos de Bella se encontraron con los suyos y comenzó a masticar el interior de su
boca.
—¿Y, por qué deberías estar avergonzada de ser atacada? No fue tu culpa. —Peter
suspiró y sacudió la cabeza—. Está bien. No me quieres decir. Lo entiendo. —Extendió la
mano y tomó su mano en la suya, acariciando suavemente la superficie de la palma con el
pulgar—. Si necesitas alejarte de él, puedo ayudar.
—Eso es muy amable, Peter, pero el tipo está en la cárcel en Washington. Él no puede
ponerse en contacto conmigo aquí.
Los hombros de Peter se relajaron un poco.
—Yo soy tu amigo, conejo. Me preocupo por ti. Deja que te ayude antes de que suceda
algo peor.
—Yo no necesito ayuda —, dijo, olvidando momentáneamente todo lo demás miró a
las dos piscinas oscuras de preocupación.
—¿Por qué Anthony no fue a rescatarte? Yo hubiese golpeado al hombre hasta hacerlo
papilla.

480
Ella comenzó a decirle que Anthony la había, de hecho, rescatado y luego rápidamente
se lo pensó mejor.
—Él no debe ser un novio muy bueno si permite que seas maltratada de esa manera.
Suponiendo que él no sea quien te ha marcado.
—Yo estaba sola en casa. Nadie podría haber sabido que alguien se metería a atacarme.
Y no soy una damisela en apuros, Peter, a pesar de lo que puedas pensar. —Sus ojos se
iluminaron y ella retiró la mano.
Peter la miró bruscamente.
—Nunca dije que fueras una damisela en apuros. Pero esa cosa en tu cuello no es algo
que un ladrón haría. Es una marca de follar, Bella. Como si te estuviera marcando. Y tienes
que admitir que has sido golpeada alrededor por un par de personas, incluso en el corto
tiempo desde que te conozco. Ángela, profesora Dolor, Masen...
—Esto fue diferente.
—Por favor, no permitas que nadie te utilice como un saco de boxeo. Te mereces
mucho más que eso.
Él arrastró los pies en la nieve y se quedó mirándola fijamente a los ojos.
—Yo nunca te trataría de esa manera.
Su susurro fue tan bajo que casi no podía oírle. Pero de alguna manera el viento que se
arremolinaba por encima de la calle Bloor trajo las palabras de sus labios a la oreja de ella.
—Yo nunca dejaría que alguien te tratara así. Sé cómo un hombre debe tratar a una
mujer. Y no es como una posesión. —Echó una mirada significativa a su cuello cubierto—. O
una mascota.
Bella miró a los ojos marrones amables y se quedó en silencio, esperando que Edward
no apareciera...
Peter metió las manos en los bolsillos de su abrigo y cambió su peso hacia atrás y
adelante—. Me dirijo a la calle Yonge para reunirme con unos amigos para cenar. ¿Quieres
venir conmigo?
Ella negó con la cabeza—. He estado la mayor parte del día fuera y voy a volver a casa.
Él asintió—. Se me hace tarde, o te ofrecería una caminata a casa.
—Estaré bien.
—Está bien. Bueno, nos vemos por ahí. —Le dirigió una sonrisa dolorida y luego siguió
su camino.
Bella se volvió a mirar hacia otro lado, pero Edward no estaba a la vista.
—¿Bella? —Peter la llamó.
—¿Sí?
—Ángela Webber ha estado haciendo un montón de preguntas acerca de ti en el
Centro. La señora Cope se le escapó que Katherine Picton está dirigiendo tu tesis en lugar de
Masen. Quizás quieras cuidar tus pasos.
El rostro de Bella palideció.
—Ella solamente está celosa. No hay nada que pueda hacer. Pero si te molesta,
házmelo saber. Me gustaría otra oportunidad para decirle que se largue. —La miró con
tristeza—. Sabes dónde encontrarme si me necesitas. Ten cuidado, ¿sí?
Ella asintió con la cabeza y luego vio cómo desaparecía en la multitud de peatones.

-
A las dos en punto de la mañana siguiente ella se despertó sobresaltada. Estaba en la
cama de Edward y su habitación estaba a oscuras. Pero estaba sola.
Después de que Peter hubiera desaparecido convenientemente, Edward había
regresado a su lado. Si había visto su intercambio con Peter no dio muestras de ello. Aunque
parecía un poco distraído durante la cena de celebración.

481
Y más tarde, cuando estaba lista para la cama, él la había besado en la frente y la envió
a su habitación sola, diciendo que tenía algunos correos electrónicos para responder.
Algo estaba definitivamente mal.
Después de cinco días de la separación y celibato, ¿de verdad él querría malgastar su
primera noche juntos por unos correos electrónicos?
Bella había estado a punto de vestirse con el corsé y ligas que él le había comprado
para Navidad, solo para tentarlo. Pero no quería ser manipuladora.
Se levantó de la cama y salió de puntillas por el pasillo.
El apartamento estaba envuelto en la oscuridad. Únicamente la luz de debajo de la
puerta del despacho de Edward era visible.
Se puso de pie delante de la puerta escuchando los sonidos de movimiento, y cuando
por fin oyó unos pocos clics de las teclas de la computadora y un profundo gemido, ella sin
pensarlo dio vuelta a la perilla de la puerta y entró.
Sin tocar la puerta.
Decir que Edward estaba sorprendido habría sido un eufemismo.
Sus ojos se abrieron a los de ella, estrechándose e inquietos, desde detrás de sus gafas.
—¿Qué estás haciendo? —Él se paró inmediatamente, ocultando una hoja de papel en
una pila de papeles que estaban dispersos sobre la mesa al lado de su computadora portátil.
—Yo… nada. —Se sonrojó y bajó la vista hacia sus piernas desnudas. Movió los dedos
de los pies sobre su hermosa alfombra persa.
Él estuvo a su lado en un instante—. ¿Te pasa algo? ¿Te sientes mal?
—Siento molestarte. No viniste a la cama. Yo… te extrañaba.
Edward suspiró profundamente y se quitó las gafas, frotando sus ojos rudamente.
—Voy a ir a la cama pronto. Solamente tengo un par de cosas que no pueden esperar.
Pero ya casi he terminado.
Bella asintió y se giró para irse.
—Espera. Déjame arroparte. —Le tomó la mano en la suya y la llevó por el pasillo
oscuro y luego procedió a ayudarla en la cama.
Él se sentó en el borde del colchón mientras colocaba las sábanas y el edredón hasta su
barbilla. Y luego se inclinó y colocó un beso casi paternal en su frente.
—Dulces sueños, mi dulce niña.
Le sonrió ligeramente y luego desapareció, cerrando la puerta del dormitorio detrás de
él.
Bella permaneció despierta durante algún tiempo pensando en lo que él había estado
escondiendo en su escritorio y por qué lo estaría escondiendo de ella... ¿era una carta?
¿Quién se la había enviado? ¿Tuvo algo que ver con el hecho de que Ángela estaba haciendo
ahora preguntas en la Universidad?
Un centenar de posibilidades se arremolinaban en su mente.
Ella luchó con la pregunta de si debía o no tratar de descubrirlo o simplemente confiar
en él.
Sin llegar a una conclusión, cayó en un sueño agitado y soñó con remolinos de hojas de
papel que daban vueltas y caían del cielo como copos de nieve.

Enlace historia relevante:


www.youtube.com/watch?v=jFg_8u87zT0

482
Capítulo Treinta y uno.

Peter no podía dormir.


Si hubiera sido una especie de persona melodramática habría descrito su noche sin
descanso como una noche oscura del alma.
Pero Peter no era melodramático.
Incluso después de una larga noche de cena y muchas cervezas con los jugadores de su
equipo de rugby, Peter no podía sacar la imagen del cuello de Bella de su mente.
Le perseguía.
Peter tenía bastante bien definido su punto de vista acerca de cómo un hombre debe
tratar a una mujer, una visión que se había formado en gran parte por sus padres. Su madre
y su padre no eran demasiado demostrativos de afecto ni eran sentimentales. Sin embargo,
su madre y su padre siempre se trataban uno al otro con respeto.
Creciendo en Vermont, su madre le había animado a tratar a las niñas como damas y
su padre había exigido lo mismo, diciendo que si alguna vez oía hablar que Peter trataba mal
a una chica tendría que responder por su comportamiento.
Peter pensó sobre su primera fiesta de barril durante su primer año en la Universidad
San Miguel, y en cómo había encontrado a una chica con su camisa desgarrada, temblando y
llorando, en su camino hacia el cuarto de baño. Él la había tranquilizado y luego exigido que
señalara quién la había atacado. Peter acorraló a su agresor y lo retuvo hasta que la policía de
Burlington apareció, pero no antes de castigarlo un poco.
Y cuando su hermana Heather estaba siendo atormentada por los chicos en la escuela
secundaria, chicos que le hacían comentarios obscenos y jalaban su tirante del sujetador por
la espalda, él esperó que los hijos de puta salieran de la escuela y los amenazó.
Heather continuó su educación libre de bravucones después de eso.
Según Peter el síndrome de la violencia romántica entre hombres y mujeres era
absolutamente impensable y hubiera usado sus ahorros para tomar un avión y localizar a la
persona que había marcado Bella, si sólo supiera el nombre y ubicación del pendejo.
Pero no había sido capaz de conseguir ese tipo de información de ella.
No era culpa suya, pensó, mientras miraba hacia el techo de su apartamento sencillo. Él
había actuado como un caballero de brillante armadura con ella y ella se había apartado. Si
hubiera sido menos intenso, menos enojado, más solidario, entonces tal vez ella se hubiera
sentido cómoda revelando lo que realmente ocurrió. Pero él se había ido por la borda y
presionado, y ahora era poco probable que alguna vez le dijera la verdad.
No había tenido intención de hacerla actuar a la defensiva. Ahora le debía una
disculpa.
Podía buscar en Google su nombre o revisar el periódico local de su ciudad natal y ver
si había alguna información sobre su asalto. Pero eso sería una grave violación de su
privacidad y una especie de traición.
Aquí estaba su dilema ético: si no hacía nada, estaría respetando su intimidad y su
autonomía y lo que le permitiría a ella elegir qué información personal divulgaba. Pero si
Bella estaba siendo abusada por su novio o por alguien más entonces necesitaba ayuda. Y las
víctimas de abuso con frecuencia escondían su abuso por miedo o por vergüenza. Así que si
él no hacía nada era muy posible que quien la había marcado la seguiría lastimando… o algo
peor.
Sin embargo, si hacía una investigación sobre su ataque y descubría quien lo había
hecho, tal vez él podría ayudarla. O por lo menos saber de quién protegerla.
Era difícil saber qué hacer cuando una amiga estaba en problemas.
¿Debo respetarla al permanecer fuera de esto?
¿O debo tratar de ayudarla sin importar lo que ella diga?

483
Peter no sabía qué lado del dilema iba a elegir pero una cosa sabía con certeza… iba a
seguir cerca de Bella y estaría condenado si alguien le hería cuando él estaba cerca.

-
—Lo siento, bebé —, susurró Edward mientras unía sus narices. Él estaba haciendo
el amor con ella y sus manos estaban por todas partes mientras se movían recíprocamente.
Finalmente, sus dedos se encontraron agarrando la parte superior de su muslo, levantándolo
y jalándola.
El ajuste de la posición hacia difícil para Bella centrarse en su disculpa.
—No debí haberme quedado despierto hasta tan tarde. No cuando tengo a una diosa
en mi cama.
Bella se rió, una brillante, feliz pequeña risa, que hizo reír a Edward también. Y la risa
hizo que sus cuerpos vibraran en nuevas e interesantes maneras.
—Um, ahhhhhh, estás perdonado. —Bella estaba ligeramente sin aliento—. Pero no
permitas… ah… que vuelva a suceder.
Edward se movió para que ella lo montara mientras él estaba sentado y envolvió sus
brazos alrededor con fuerza—. No lo haré. Ahora permíteme compensártelo... muchas veces.

-
Poco antes de las once de la mañana siguiente, Bella rodó desde debajo del brazo
de Edward, el cual yacía en gran medida sobre su pecho. Utilizó el cuarto de baño y se
cepilló el pelo, luego se paró delante de la gran fotografía enmarcada en blanco y negro de
Edward besando su cuello y se puso una de sus camisas blancas de Oxford con botones
bajos.
Le encantaba la fotografía pero había estado sorprendida al verla tan prominentemente
en la pared y en un tamaño tan grande. Le hizo pensar en su primera visita a la habitación de
Edward, cuando había estudiado las fotografías en blanco y negro que utilizaba para adornar
sus paredes. Y él había vomitado todo sobre ella y su suéter verde de carreras.
Se rio de buen humor al pensar sobre su gusto por la ropa. Edward tenía ciertamente
estilo a la hora de sus vestiduras. Y su sombrerería. Pero eso era Edward y su estilo le
calzaba. Él se hubiese visto bien usando nada más que una bolsa de papel marrón.
Bella pensó en ello durante más de unos pocos segundos.
Dejando a Edward roncar suavemente en paz, se dirigió a la cocina donde se sirvió un
vaso de agua muy grande. Mientras bebía el agua en la cocina y mordisqueaba una manzana,
pensó de nuevo en las acciones de él la noche anterior.
¿Qué había estado haciendo en su estudio?
¿Por qué tenía que trabajar un viernes por la noche?
Antes de que pudiera formar la intención de permanecer en la cocina, se encontró
caminando hacia su oficina.
Era una violación de la privacidad estar husmeando alrededor. Le hacía ver como si no
confiara en él.
Pero Bella confiaba en Edward.
No pensaba que él iba a engañarla o volver a usar drogas o beber en exceso. Y no creía
que intencionalmente le ocultara buenas noticias. Eran solo las malas noticias que él trataba
de mantener en secreto.
Bella confiaba en Edward, pero no se fiaba de Tanya o de la profesora Dolor o de
Ángela. Y le preocupaba que uno o los tres miembros de esta trinidad atea le estuvieran
enviando un correo electrónico en un intento por seducirlo o chantajearlo.
Por supuesto, ella había mantenido sus propios secretos sobre lo que Leah le dijo en el
cafetín y la reacción de Peter por la cicatriz. Sería hipócrita confrontar a Edward sobre su
secreto cuando estaba comprometida en el mismo comportamiento.

484
Caminó hacia su escritorio y vio su computadora portátil apagada y cerrada. Todos los
papeles de la noche anterior habían sido eliminados, la madera brillante del escritorio estaba
casi completamente desnuda. No había manera de que fuera a hurgar en sus archivos y los
cajones del escritorio en búsqueda de sus papeles secretos.
Sin embargo, había algo en su escritorio que no había esperado.
Había un pequeño marco de plata de ley con una imagen de ultrasonido blanco y
negro en el mismo.
Maia.
Cogió el marco y lo sostuvo en la mano, maravillándose de que Edward hubiera
progresado tanto como para tener una foto de su hija expuesta.
Perdida en sus pensamientos, se quedó mirando la fotografía lo que pareció ser un
largo tiempo.
—¿Encontraste lo que estabas buscando?
Bella dio la vuelta para encontrar a Edward recostado contra el marco, los brazos
cruzados sobre el pecho, vestido sólo con unos calzoncillos a rayas.
Él le sonrió, mirando quizás un poco demasiado tiempo en la carne desnuda que se
asomaba por entre los botones de arriba y sus piernas bien torneadas. Miró el marco de la
imagen y la sonrisa desapareció de su cara.
Bella rápidamente colocó el marco sobre el escritorio.
—Lo siento.
Edward se dirigió hacia ella.
—Está bien. Todavía no he decidido dónde ponerlo. No estoy seguro de que pueda
tenerlo en mi escritorio... —A medida que su voz se apagaba, miró el portarretrato y luego a
ella—. Pero no quiero guardarla en un cajón.
—Es un hermoso marco —, ofreció ella en voz baja.
—Lo encontré en Tiffany un par de días atrás.
Bella sonrió y ladeó la cabeza hacia un lado—. Solamente tú comprarías un
portarretrato de Tiffany. Yo lo hubiese encontrado en un Wal-Mart.
—Fui a Tiffany con una finalidad muy diferente —, susurró, buscando sus ojos.
—¿Encontraste lo que buscabas?
Ahora sus ojos quemaban en los de ella—. Por supuesto. ¿No lo sabes ahora? ¿Lo que
estaba buscando?
Bella parpadeó, como si estuviera en una niebla de algún tipo, hasta que él se inclinó
para besarla.
Fue un beso extraordinario.
Él puso sus manos suavemente en ambos lados de la cara y luego llevó a sus labios a
los suyos, presionando con firmeza antes de iniciar su movimiento alegre.
Unos momentos después, Bella había olvidado todo sobre por qué se había metido en
el estudio mientras sentía la misma corriente de energía y atracción que siempre había
sentido cuando él la besaba.
Él acarició tiernamente su lengua con la suya, deslizando sus manos por el pelo para
colocarlas en la parte posterior de su cabeza. Y cuando se retiró, le besó las mejillas y la
frente.
—¿Recuerdas la primera vez que te besé? —Él le sonrió.
—Sí.
—¿Te hizo feliz?
—Muy feliz. Me arruinaste para otros hombres con ese beso. No que me importara. —
Bella se ruborizó.
—Tú me arruinaste antes de eso. Creo que me arruinaste para otras mujeres en el
momento que tomaste mi mano. Yo solamente supe por la forma en que tu piel se sentía
contra la mía que nos pertenecíamos uno al otro.

485
Bella asintió y luego se puso de puntillas, estirándose para rozar sus labios con los de
él.
—Gracias, Edward.
—Te ves hermosa en mi camisa. —Su voz era ronca de repente—. Estaba pensando en
llevarte a desayunar. Hay una crepería pequeña en vuelta de la esquina que creo que te
gustaría.
Ella le tomó la mano felizmente mientras él la llevaba de vuelta a la habitación para
que pudieran ducharse juntos y comenzar el día.

-
Por la tarde, ellos trabajaron en su estudio. Edward se sentó en su escritorio
leyendo un artículo, mientras que Bella se sentó en su sillón de terciopelo rojo para revisar su
correo electrónico.

Querida Bella,
Te debo una disculpa.
Siento mucho molestarte cuando me encontré contigo ayer.
No era mi intención.
Solamente estaba sorprendido y preocupado por ti.
Si alguna vez necesitas a alguien con quien hablar, yo estoy a solo una llamada de distancia.
Eres una buena persona y no quiero verte herida.
Con la esperanza de que todavía podamos ser amigos.
Lo siento por ser tan idiota y tratarte como una damisela en apuros.
Sé que eres una persona fuerte,
Peter.

Bella miró a Edward y lo encontró sumido en sus pensamientos detrás de sus anteojos,
inmerso en una de las publicaciones de Katherine Picton sobre los siete pecados capitales.
Rápidamente escribió una respuesta.

Hola Peter,
No eres un idiota.
La experiencia en Forks fue traumática y estoy tratando de olvidarlo.
Pero debo decirle que mi Anthony me salvó…
en más de un sentido.
Algún día me gustaría presentártelo.
Él es maravilloso.
No estoy segura por qué Ángela está interesada en quién está dirigiendo mi tesis.
Gracias por la advertencia.
Voy a poner tu regalo de Navidad en tu buzón de correo en el Centro el lunes.
Es pequeño, pero espero que te guste.
(¡Vamos Marineros!)
Por supuesto, seguimos siendo amigos,
Bella.

Ella no iba a interrumpir su tarde feliz con la noticia de Peter y Ángela. Pero decidió
contarle a Edward todo antes de que se fueran a dormir juntos esa noche.

-
Katherine Picton siempre había vivido una vida un tanto reservada y eso era
exactamente lo que quería. Era dueña de una bonita casa en el barrio anexo de Toronto, que
estaba a poca distancia de la Universidad. Pasaba sus veranos y sus navidades en Inglaterra

486
con su familia extendida. Y pasaba la mayor parte de su tiempo publicando artículos y
monografías sobre Dante.
En otras palabras, vivía la vida de la mujer soltera académica respetable, salvo que no
tenía jardín o tomaba amantes o su propio grupo de gatos. (Lamentablemente).
En resumen, la suya era una vida tranquila, pero buena. A pesar de su retiro, tenía una
gran demanda para conferencias públicas y compromisos de charlas y más de una
universidad había tratado de atraerla sacándola de su retiro con promesas de salarios
extravagantes y baja o ninguna responsabilidad para la enseñanza.
Katherine preferiría excavar el Canal de Panamá con las uñas al mismo tiempo que
sufría de la fiebre amarilla que renunciar al tiempo que podía dedicar a la investigación con
el fin de mantener una oficina en el campus y asistir a las reuniones de la facultad. Por eso,
cuando Garrett Armstrong de la Universidad de Harvard la llamó por teléfono la primera
semana de enero sobre una apertura para una cátedra en estudios de Dante, eso fue lo que le
dijo.
Garrett estaba atónito.
—Pero profesora Picton, podríamos arreglarlo para que usted no tenga
responsabilidades docentes. Todo lo que tendría que hacer sería dictar un par de clases por
semestre, tener presencia en el campus, y supervisar a algunos estudiantes de doctorado. Eso
es todo.
—No quiero mover todos mis libros —, dijo Katherine.
—Contrataremos una empresa de mudanzas para empacarlos y moverlos por usted.
—Los mezclarían y tomará días para volver a ponerlos en orden.
Garrett respetuosamente suprimió un gemido de frustración—. Vamos a contratar una
empresa especial… una empresa de mudanza acostumbrada a mover bibliotecas. Ellos
tomarán sus libros de la estantería, los empacaran en orden, y los reemplazaran en sus
estantes aquí en Cambridge de la forma exacta en que se encontraban en Toronto. Usted no
tendría que hacer nada.
—Garrett, las compañías de mudanza no saben cómo catalogar los libros. ¿Qué pasa si
cometen un error cuando desempaquen las cajas? Tengo miles de volúmenes en mi biblioteca
personal y nunca podría ser capaz de encontrar lo que muevan. ¿Y si pierden algo? ¡Algunos
de esos volúmenes son insustituibles!
—Profesora Picton, si aceptara la cátedra, yo iría a Toronto y movería sus libros
personalmente. Con mis manos.
Katherine hizo una pausa por un momento, hasta que se dio cuenta de que Garrett
estaba hablando en serio. Y luego estalló en carcajadas británicas.
—Estoy bastante impresionada. No tenía ni idea de que la Universidad de Harvard
podría ser tan complaciente.
—No tienes ni idea —, murmuró Garrett, con la esperanza de que ella cambiara de
opinión.
—No estoy interesada. Hay un montón de personas más jóvenes que usted debería
considerar en lugar de una jubilada de sesenta y ocho años de edad y te puedo dar una lista
corta, si lo deseas. Pero ya que estamos en el tema de su departamento, quiero hablar con
usted acerca de mi estudiante de postgrado, la señorita Isabella Swan, y por qué creo que
usted necesita admitirla en su programa de doctorado.
Katherine pasó diez minutos diciéndole a Garrett por qué tenía que admitir que la
señorita Swan y por qué había sido un error para él dejar de ofrecer una adecuada
financiación el año anterior. Luego lo impresionó con la necesidad de la señorita Swan para
recibir una beca lucrativa este año. Por último, cuando hubo terminado de regañarlo y
efectivamente le decía cómo hacer el trabajo del Director de Estudios de Postgrado, (que no
era, de hecho, su trabajo), le dio las gracias por su llamada y le colgó el teléfono.

487
Garrett se quedó mirando el teléfono ahora desconectado en su mano con una mirada
de incredulidad.

-
Si se le preguntaran a Edward si él querría estar en la terapia, habría dicho que no.
No le gustaba la idea de hablar sobre sus sentimientos o de su infancia, o de verse
obligado a revivir lo que sucedió con Tanya y Maia. No quería hablar de sus adicciones o sus
mecanismos de supervivencia o de Jane y la multitud de otras que había follado.
Pero él quería un futuro con Bella y quería que ella estuviera saludable… que
floreciera plenamente y no solo parcialmente. Y en secreto se preocupaba de que él estuviera
de alguna manera afectando su posibilidad de florecer, aunque de forma involuntaria,
simplemente porque era, bueno, Edward.
Así que él se comprometió a hacer todo lo posible para apoyarla, incluyendo cambiar
su comportamiento para mejor y centrarse más en las necesidades de ella. De este modo,
reconocía que podía hacer una evaluación objetiva de su propio egoísmo y algunos consejos
prácticos sobre cómo superarlo. Por lo tanto, estaba decidido a desafiar la incomodidad y la
vergüenza de admitir que necesitaba ayuda y ver a un terapeuta una vez por semana.
A medida que los días de enero pasaban, se hizo claro que tanto Edward y Bella eran
muy afortunados en la elección de los terapeutas. Los doctores Siobhan y Liam Fitzgerald
eran una pareja casada que se especializaba en la terapia centrada en el significado.
Terapia centrada en el significado buscaba trabajar con los clientes en sus problemas
psicológicos y personales con el fin de integrar estas consideraciones con las dos búsquedas
existenciales y espirituales. Lejos de centrarse únicamente en dificultades físicas o
emocionales, los doctores Fitzgerald ayudaban a sus clientes a encontrar sentido y la
felicidad en sus vidas diarias.
A pesar de que fue algo accidental (o providencial) que Edward hubiese elegido a estos
terapeutas sobre los cientos de personas en la práctica en Toronto, ellos resultaron ser una
excelente elección.
Al igual que cualquier relación terapéutica, la consejería comenzó poco a poco. La
confianza necesitaba ser construida entre el terapeuta y su cliente. En el caso de Bella, a ella
le gustaba Siobhan y se encontró capaz (con estímulo) de discutir tanto su relación con
Edward como sus pasados problemas con Jacob, Charlie y Renée.
Siobhan reconoció que Bella era una mujer muy inteligente que derivaba gran parte de
su autoestima en su capacidad de tener éxito académico. Era concentrada y muy trabajadora
y aparentemente tenaz y firme, pero solamente cuando se trataba de actividades
intelectuales.
En otras áreas de su vida, particularmente con respecto a sus relaciones con los
hombres, Bella sufría de una disminución del sentido de autoestima y una falta de confianza
en sí misma. Dónde ella podría ser asertiva en lo que respecta a defender una lectura
particular de Dante en un ensayo formal sobre y en contra de profesores establecidos, en las
situaciones más personales parecía tímida y pasiva excesivamente.
Siobhan rápidamente enlazó esta bifurcación con los años de abuso que Bella había
sufrido y un posible caso de trastorno de estrés post-traumático, y planteaba como hipótesis
que la educación en general y el estudio de Dante más concretamente la había salvado de la
desintegración completa.
Siobhan estaba muy preocupada por la naturaleza de la relación de Bella con su novio.
Le preocupaba la diferencia de poder entre Bella y Edward, parejas con la fuerte
personalidad de Edward y la disminución de confianza en sí misma de Bella, haría que su
relación amorosa fuera más un peligro para la salud mental para Bella que una ayuda.
Pero Bella afirmaba estar enamorada de Edward y ser muy feliz con él, y estaba claro
que obtuvo una gran cantidad de placer y una cantidad no pequeña de seguridad con su

488
relación. Ella adoraba a Edward. Ella lo admiraba. Sin embargo, el extraño relato de cómo se
conocieron y luego se reunieron de nuevo, cuando se añadían a ciertos hechos sobre el
pasado de Edward y su personalidad adictiva, levantaba todo tipo de banderas rojas en la
mente de Siobhan. Tuvo cuidado de no decir estas preocupaciones al comienzo de la
consejería, pero estaba decidida a monitorear su relación con el fin de determinar si era
saludable o no para Bella continuar su relación con el profesor.
El hecho de que Bella no reconociera esas señales de alerta mostraba más acerca de su
propio estado psicológico de lo que ella razonablemente podría darse cuenta.
La negación no era solo un río en Egipto.
Siobhan sabía mejor que esperar que alguno de sus clientes cambiara sus rasgos de
personalidad y hábitos de un día a otro. Los seres humanos no funcionaban así. Así que
animó a Bella a comenzar su camino hacia el bienestar centrándose en hablar de sí misma
con amabilidad en áreas fuera de la parte académica e intelectual, y que educada pero
firmemente requiriera a los demás a hablar con ella con respeto en esos reinos, también.
Incluso en el espacio de unas pocas semanas, Siobhan notó que Bella había avanzado,
de forma incremental, y parecía estar más feliz con su vida como resultado.
Una vez que el fundamento de la renovada autoestima fue construida, Siobhan intentó
pedirle a Bella a ser más activa en establecer límites con otras personas para no caer en sus
viejos hábitos de complacer a la gente o actuar como un felpudo.
Y eso incluía su relación con Edward, tanto dentro como fuera de la habitación.
Bella le confió a Siobhan sobre la tendencia de él a mantenerle secretos por temor de
herirla o alejarla. En respuesta, Siobhan señaló que en ocasiones Edward tendía a caer en una
relación padre-hijo con Bella en lugar de mantener constantes las interacciones adulto-adulto
y que esos lapsos necesitaban detenerse… por el bienestar de ambos.
Los encuentros de Edward con su terapeuta también fueron esclarecedores.
En vista de la personalidad adictiva de Edward, Liam se preocupó de que la relación
de Edward con Bella fuera solamente una nueva salida para lo que podría ser una adicción al
sexo. Sin embargo, pronto se hizo evidente que la adicción que tenía Edward a Bella, si de
algo, era más emocional que sexual, aunque fuera manifestado en formas sexuales de vez en
cuando.
Dado que Edward era monógamo y no se involucraba en conductas sexuales de riesgo,
y dado que él y Bella parecían ser felices y estar comprometidos el uno al otro, Liam admitió
que la necesidad sexual de Edward para Bella no era del todo anormal.
Sin embargo, Liam alentaba a Edward a centrarse en la comunicación no-sexual con
Bella en una base diaria, utilizando esos días y noches cuando estaban separados para
desarrollar su intimidad con el otro. Y Edward fue instruido de tratar de trabajar en su estrés
o sentimientos de abandono y los conflictos en formas no sexuales.
En pocas palabras, Liam le dijo a Edward que el sexo no reparaba las cosas y en
muchos casos, era probable que las empeorara.
Al principio Edward se resistió a las asignaciones de Liam.
Él negó su necesidad de mejorar la comunicación no-sexual con Bella, argumentando
que era innecesario dado que pasaba una gran cantidad de tiempo comunicándole sus
sentimientos en formas no sexuales, como por ejemplo a través de correos electrónicos, textos
y regalos.
Por otra parte, señaló que él y Bella eran jovenes y también lo era su relación. Por
supuesto se esperaba que fueran a participar en actividades sexuales regulares y frecuentes.
Todavía estaban en la etapa de exploración. Y si Edward se salía con la suya, se quedarían en
esa etapa el mayor tiempo posible.
Pero finalmente decidió darle un intento a las instrucciones de Liam, únicamente
porque no veía razón alguna para negar un bien a Bella que podría hacerla feliz. Así que le
escribió una carta de una página en el que describía lo maravillosa y talentosa que era y lo

489
mucho que la amaba, teniendo cuidado de que la carta fuera de naturaleza no-sexual y
centrándose exclusivamente en ella y no en sí mismo. Como parte de la carta, describió
algunas de las cosas no sexuales pero románticas que le gustaría hacer con y para ella,
incluso llevarla a una playa en algún lugar y pasar el tiempo caminando con ella en la arena.
Luego contrató a alguien para entregar la carta al departamento de Bella ese mismo día.
Cuando Bella le llamó con lágrimas de felicidad después de leerla y prácticamente
rogándole que fuera a hacerle el amor, a pesar de que se trataba de una noche de la escuela,
Edward se dio cuenta de que la búsqueda de la comunicación no-sexual con Bella lo hizo
muy feliz porque la hacía a ella feliz.
Se comprometió a continuar con la práctica de forma creativa sobre una base diaria.
A pesar de que no sentía la necesidad de describir todos los dividendos que la
comunicación no-sexual pagaba en las noches que estaban juntos, Liam no podía dejar de
notar que la felicidad general de Edward aumentaba mientras su nivel de estrés general
disminuía.
No hacía falta un doctorado en psicología para averiguar por qué ese era el caso.
Vaya usted a saber.
Sin embargo, Liam estaba preocupado de que la pasión de Edward para Bella, aunque
era recíproca, rayaba en lo obsesivo, a pesar de la estudiosa evasión de Edward de cualquier
mención de Beatrice o los ángeles o la salvación a través de Swan durante terapia. Liam
estaba preocupado de que si Bella rechazaba a Edward, él caería en una depresión grave y
posiblemente auto-destructiva.
Aunque Liam y Siobhan no hablaban de sus clientes entre sí, con el permiso de Bella y
Edward, ellos planeaban programar algunas sesiones conjuntas cuando la terapia progresara
hasta un cierto punto.
No se sabía cuánto tiempo le tomaría a sus clientes llegar a ese punto.

-
Durante la primera semana de febrero, Bella estaba ingrávida, flotante y feliz, su
cuello estaba sin marca gracias a la tecnología médica. El retiro de su cicatriz estaba curado y
nadie sabría que había sido marcada por un antiguo novio.
La terapia iba bien y también su relación con Edward, aunque en ocasiones él parecía
distraído, absorto en sus pensamientos, y tenía que llamarlo por su nombre dos veces para
traerlo de vuelta a ella.
Acababa de terminar un café amistoso con Peter durante el cual discutieron el
inexplicable y reciente buen estado de ánimo de Ángela y se dirigía a la biblioteca cuando
recibió una llamada telefónica que cambiaría su vida para siempre.
Garrett Armstrong estaba en la línea con el fin de notificarle que había sido aceptada
condicionalmente en el programa de doctorado en Lenguas y Literaturas Románicas en la
Universidad de Harvard, con una beca muy generosa, para el otoño de 2010. La aceptación
fue condicionada a la finalización satisfactoria de su maestría en la Universidad de Toronto,
pero como el profesor Armstrong señaló, dada sus cartas de recomendación y el respaldo
entusiasta de su tesis ofrecida por la profesora Picton, Bella no debía tener ningún problema
para completar su grado. El profesor Armstrong estaba ansioso por escuchar la aquiescencia
de Bella a la oferta, pero sabía que la mayoría de los estudiantes necesitaban un poco de
tiempo para pensar en ello, y por eso le pidió que le llamara por teléfono con su decisión en
siete días.
Bella estaba sorprendida de lo tranquila y profesional que sonaba en el teléfono. Por
supuesto, ella no estaba hablando mucho.
Después de que la llamada terminó, le envió un mensaje a Edward con dedos
temblorosos y nerviosos.

490
La Universidad de Harvard acaba de llamar… me quieren.
Condicional en mi maestría.
Amor, B.

Unos minutos más tarde, recibió una respuesta.

Felicidades, amor.
En una reunión de profesores.
¿Mi lugar… una hora?
E.

Bella sonrió a su IPhone y después completó rápidamente sus trámites de la biblioteca


antes de entrar al apartamento de Edward.
No estaba segura de cómo darle la bienvenida. Por un lado, estaría feliz por ella. Por
otro lado, la oferta de Garrett Armstrong traería una serie de cuestiones que ella y Edward
necesitaban desesperadamente hablar. ¿Qué haría que la discusión se diera sin problemas?
Alentada por el estímulo de Siobhan de ser amable consigo misma, Bella decidió tomar
un baño de burbujas con el fin de permitirse unos minutos para relajarse. Dejó una nota a tal
efecto en la mesa de la sala donde Edward siempre dejaba caer las llaves, y luego procedió a
hacerse sentir en su casa en su amplia bañera.
Unos veinte minutos más tarde, estaba medio dormida en una profusión de fresa
burbujas perfumadas cuando él se unió a ella.
—Esta es una vista invitante —, susurró, inclinándose para besarla en la frente—. Una
Isabella cálida, húmeda y desnuda en mi bañera.
—Hay espacio para un Edward húmedo, cálido y desnudo también —, dijo ella,
agarrando su mano.
Él sonrió—. No esta noche. ¿Quieres que te lleve a cenar para celebrar? ¿Dónde te
gustaría ir?
Hubo un momento en que Bella simplemente habría aceptado la sugerencia de Edward
porque quería hacerle feliz. Pero en esta ocasión, realmente quería pasar tiempo a solas con
él. Así que habló—: ¿Podemos solo quedarnos en casa? No quiero estar alrededor de un
montón de gente.
—Por supuesto. Déjame cambiarme y estaré de regreso rápidamente.
Para el momento Edward regresó, Bella estaba de pie en el centro del cuarto de baño,
envuelta en una toalla. Le entregó una copa de champán y sonaron las copas y brindaron
juntos por las buenas noticias de Bella.
—Tengo algo que darte —, dijo él, desapareciendo hacia el dormitorio. Regresó un
momento después con algo azul en sus manos.
Él sostuvo la prenda de vestir de tal manera de que ella pudiera leer las letras en la
parte frontal y luego vio su reacción.
Ella sonrió.
—Esta era mía. Me gustaría que la tuvieras. —Le quitó la copa y la puso al lado de su
tocador y después movió la toalla hasta que cayó al suelo.
Bella se pasó la sudadera con capucha de la Universidad de Harvard y se quedó allí,
como una chica de la fraternidad casi desnuda después de acabar de salir de la cama con su
novio.
Ella se ve mejor que cualquier chica de fraternidad que hubiese conocido.
—Preciosa —, susurró, envolviéndola en sus brazos y besándola con entusiasmo—. Este
es un gran logro y sé que has trabajado muy duro para ello. Estoy orgulloso de ti.
Bella comenzó a brillar por su alabanza, y le devolvió el apretón fuertemente.
—Pero esta camiseta es tuya.

491
—Quiero que la tengas. Mi chica inteligente, inteligente.
—Edward, ni siquiera he decidido si voy a aceptar su oferta o no.
—¿Qué? —Se apartó y su expresión se transformó en un fruncimiento de ceño.
—Solo recibí la llamada hoy. Tengo una semana para decidir.
—¿Qué hay que decidir, Isabella? ¡Estarías loca si no lo aceptas!
Bella jugó con sus manos. Había pensado que Edward estaría triste ante la mención de
su separación, pero feliz por ella. No había pensado que iba a estar enojado.
Edward caminaba de un lado a otro y tiraba de su cabello.
—¿No te ofrecieron suficiente dinero? ¿Es ese el problema? Porque sabes que puedo
cubrir el costo. Te voy a comprar un apartamento cerca de Harvard Square, por el amor de
Dios.
No quiero ser mantenida.
—¿De qué estás hablando? —preguntó bruscamente.
Bella cuadró los hombros y respiró hondo.
—Yo no quiero que me mantengas. Quiero pagar mis propias cosas. Quiero que
seamos iguales.
Edward gimió de frustración y luego le tomó la cara entre las manos—. Isabella, no
somos iguales. Nunca seremos iguales. Tú eres mi mejor. —La miró fijamente, su sinceridad
trayendo una luz especial a sus ojos verdes y luego la besó suavemente, antes de tirar de ella
hacia su pecho—. No tengo más vicios que tú y tengo más dinero que tú. Me niego a
compartir mis vicios, pero mi dinero es tuyo. Tómalo. —Suspiró y dejó caer los hombros—.
Si no quieres mi dinero, por lo menos déjame ayudarte a conseguir un préstamo. Por favor
no rechaces esta oportunidad. Por favor. Has trabajado muy duro por ello.
—El dinero no es la cuestión. El jefe del departamento me ofreció una beca muy
generosa, que será más que suficiente para cubrir mis gastos. Y algo más.
Lo miró fijamente a los ojos y se preparó para expresar su verdadera preocupación.
—Edward, estoy preocupada por lo que nos pasara a ambos si me voy.
—¿Quieres ir? —Su voz fue ahogada mientras se inclinaba hacia su cabello, la mejilla
apoyada contra el lateral de su cabeza.
—Sí. Demasiado. Pero no quiero perderte. Y no creo que pueda estar sin ti. Me mataría.
—Entonces iré contigo.
Ella se apartó para poder ver sus ojos de nuevo.
—Te dije esto cuando estábamos en Umbría. He solicitado un año sabático. Si eso no
funciona, hay otras posibilidades, incluyendo un permiso de ausencia. No me haría daño
pasar un año en Harvard acabando mi libro. Podemos ir juntos y eso me comprará un poco
de tiempo para averiguar lo que debería hacer el año siguiente.
—Edward, no puedo dejar que hagas eso. Tu carrera… tu trabajo… está aquí.
—Los académicos toman periodos sabáticos y permisos de investigación todo el
tiempo. Pregunté a Katherine.
—¿Y qué sucede si me resientes? —preguntó ella.
—Es mucho más probable que tú me resientas. Atada a un hombre mayor cuando
deberías estar saliendo con hombres de tu misma edad. Y un hombre mayor que es un
egoísta, sabelotodo y que no puede dejar de dar órdenes a tu alrededor.
Bella rodó sus ojos—. Ya basta, Edward. Estás hablando del hombre que amo. Y el
hombre que amo no es la persona que describes. Ya no es así. Además, no eres tan viejo.
Él la besó suavemente—. Gracias, mi amor. Nosotros no tenemos que vivir juntos si no
quieres. Seré tu vecino, si lo deseas. Por supuesto, si no quieres que vaya... —Tragó con
fuerza y esperó por su respuesta.
¿Y si ella no me quiere?
¿Qué pasa si la estoy atrasando?
Bella le echó los brazos alrededor de su cuello y lo besó apasionadamente.

492
—Por supuesto que quiero que vengas conmigo. Tenía tanto miedo de perderte.
—Es solo el comienzo, amor —, susurró, tirando de ella hacia el dormitorio.

-
Con el alivio que una aceptación temprana de la Universidad de Harvard trajo, y la
seguridad de que no tendría que mudarse sola, Bella fue capaz de redoblar sus esfuerzos en
su tesis y su Maestría. Cuando ella y Edward estaban separados, trabajaba sin descanso,
pasaba horas y horas en la biblioteca o en su departamento estudiando y escribiendo.
Por eso cuando Edward se la llevó lejos por un fin de semana sorpresa por San
Valentín en Belice, no protestó.
Fue una celebración de su amor, y la aceptación de Bella a la Universidad de Harvard,
y otras cosas, cosas que Edward no estaba todavía listo para compartir.
Cuando finalmente llegaron al Resort Turtle Inn, era tarde por la noche y las estrellas
ya estaban fuera.
Bella exploró su alojamiento —una cabaña privada en una playa aislada— mientras
Edward ordenaba servicio de habitación.
Las paredes allí eran blancas, con la excepción de una de las paredes de la habitación
que se construyó de puertas altas y de teca que se hacían acordeón para entrar al porche. Los
techos eran una mezcla de bambú y paja y una cama grande y blanca estaba en el centro del
cuarto, envuelta en un mosquitero. La mayoría de los tapices y los materiales eran de diseño
Bali y a Bella le gustaba particularmente la ducha al aire libre y la bañera que se encontraba
fuera del cuarto de baño en una galería lateral.
Mientras Edward luchaba con el personal de la cocina local a través del teléfono, Bella
rápidamente se quitó su ropa y se dio una ducha. El espacio no era completamente cerrado,
proporcionando al bañista una vista de la playa y al océano. Pero ya que estaba oscuro fuera
y estaban en una playa privada, no había posibilidad de una sorpresa embarazosa.
Aparte del amante de uno.
Bella rápidamente enjuagó la percepción de suciedad de viajar de su cuerpo, y luego se
envolvió en uno de los albornoces de felpa que proporcionaba el hotel.
—La cena llegará en aproximadamente una hora. Siento que tome tanto tiempo. —
Edward se lamió los labios mientras tomaba la vista de Bella en su bata de baño. La besó en
la frente—. ¿Quieres dar un paseo conmigo en la playa? He estado ansiando esto durante
algún tiempo.
Edward se había cambiado en una camisa de lino blanco que estaba mayormente
desabrochada, con las mangas arremangadas para exponer sus antebrazos. Vestía pantalones
de color caqui con los dobladillos enrollados y estaba descalzo.
Cómete tu propio corazón, Robinson Crusoe.
Bella arqueó una ceja—. Creo que prefiero hacer otra cosa. Lo jaló, sonriendo, hacia la
cama, y luego le dio un empujoncito para que estuviera sentado en el borde.
Él la agarró por el cinturón de su bata—. Nosotros no tenemos que hacer el amor
ahora. Yo estaría contento con hablar contigo y simplemente relajarnos. Fue un viaje largo.
El rostro de él telegrafió al hecho de que hablaba en serio, lo cual le sorprendió
ligeramente.
—Hemos estado separados por unos pocos días, Edward. Te extraño. —Su voz se
convirtió en un susurro ronco.
Él jalo su cinturón de manera que ella estuviera de pie en medio de sus rodillas
separadas y luego metió las manos para descansar en su trasero, apretando ligeramente—.
Podríamos solo abrazarnos y tomar una siesta. No hay prisa.
Ella puso los ojos en blanco—. Edward, quiero que me hagas el amor. Ahora. Si estás
diciendo que no, solo dímelo.
Bienvenida de regreso, tigresa.

493
La cara de Edward se dividió en una muy amplia, muy contenta sonrisa.
—Yo nunca le diría que no, señorita Swan.
—Bien. Entonces deme cinco minutos, profesor Masen.
Edward se dejó caer sobre la espalda, los pies quietos en el suelo, y se frotó la cara. La
nueva recién encontrada confianza de Bella era absolutamente seductora. En una sola frase,
ella lo había excitado tanto que sentía dolor.
Pareció una eternidad, pero fue en realidad sólo unos minutos más tarde cuando Bella
salió del baño, vestida con el regalo de Navidad de Edward.
Él se incorporó de inmediato mientras ella se paraba con iluminación de fondo de la
puerta.
El satinado azul medianoche del corsé acentuaba el color rosa y crema de su piel,
haciendo que sus pechos redondos se vieran más llenos y su cintura más pequeña.
Edward no pudo evitar emitir un grito ahogado ante el reloj de arena exquisito que
ahora era la voluptuosa figura de Bella.
Arrastrando sus ojos lejos del corsé, con avidez consideró el más mínimo atisbo de un
par de diminutas bragas de encaje negras, junto con las medias de seda negras transparentes
que se sostenían por un cinturón de liga de encaje negro.
Y entonces, finalmente y gloriosamente, un par de zapatillas de satén negro de
Valentino D’Orsay en sus pequeños pies bonitos.
Edward casi tuvo un ataque al corazón cuando miró simplemente los zapatos.
—Salut, Professeur. Ça va bien?* —Bella le ronroneó en francés.
Le tomó un momento descubrir por qué ella había hecho esa elección lingüística, tan
ido estaba con su figura y su calzado.
Bella estaba usando su boina.
Cuando sus ojos finalmente se encontraron con los suyos, y ella lo vio tragar saliva, le
hizo un mohín provocativo y luego se quitó el sombrero, arrojándolo hacia él.
Después de que él tomó la boina y la arrojó hacia un lado, ella se acercó lentamente,
muy lentamente, a la cama.
—Realmente me gustó mi regalo de navidad, profesor Masen.
Edward tragó saliva—. A mí me gusta también.
—¿Ha visto la parte de atrás? —Movió sus caderas ligeramente y luego se dio la vuelta,
mirándolo por encima del hombro.
Él extendió un dedo para tocar los cordones de raso negro que empataban el corsé
apretado. Y luego arrastró su mano hacia abajo hasta las bragas que atravesaban su trasero.
—Basta de juegos, señorita Swan. Ven aquí.
Justo así, el profesor Masen regresó y la atrajo hacia sí, juntando sus bocas en un beso
hambriento.
—Voy a tomar mi tiempo desenvolviendo mi regalo... con la excepción de los zapatos.
Espero por tu bien que sean cómodos...
Después de diez minutos de llamar a la puerta, el pobre camarero de servicio de
habitaciones tuvo que regresar su cena a la cocina y esperar instrucciones.
Las instrucciones nunca llegaron.

-
Su estancia en Belice fue corta, solo cuatro noches. Pasaron la mayor parte de su tiempo
en la playa o en el océano, o desnudos, envueltos en los brazos del otro, a excepción de las
veces en que Bella llevaba el corsé...
Y aquellos casos donde Edward la vestía con seda o algodón, la red de gasa de
mosquetero y le tomaba una fotografía. Fue una excelente ubicación para colocar su trípode
___
* Saludos, profesor. ¿Está bien?

494
y tomar fotografías de los dos juntos. Y el hecho de que Bella estuviera feliz y relajada
contribuyeron a la belleza de las imágenes.
Durante su última noche en Belice, Edward yacía de espaldas en el centro de su cama
grande y blanca, debajo del mosquitero. Bella apoyó la cabeza justo debajo de sus pectorales,
su brazo alrededor de su cintura, sus piernas entrelazadas.
Ella estaba casi ronroneando en la alegría.
—¿Eres feliz? —La voz de Edward salió de la oscuridad de la vela chorreante, mientras
pasaba los dedos sobre la parte superior de su cabeza y hacia abajo para trazar la curva de su
cuello elegante.
—Sí. ¿Y tú?
—Más de lo que jamás pensé que podría ser.
Bella sonrió en contra su pecho y besó la piel allí.
—Las cosas parecen… diferente desde que volvimos de Italia —, apuntó él con la mano
aún acariciando alrededor de su cuello y hombro.
—Tenemos mucho que agradecer. Nos tenemos uno al otro. Tengo a Harvard. Siobhan
me ha estado ayudando. Me siento como si por fin estuviera uniendo las piezas de nuevo.
—Bien —, susurró—. Y la forma en que hacemos el amor, ¿eres feliz con eso?
Ahora Bella levantó la cabeza para poder mirar a los ojos verdes preocupados.
—Por supuesto. —Se rio en voz baja—. ¿No te das cuenta?
—Por supuesto que me doy cuenta. Pero tu cuerpo no es tu mente o tu corazón. Solo
me preguntaba.
Él parecía avergonzado ahora y Bella se arrepintió de su decisión de reír.
—¿Estás satisfecho con la forma en que hacemos el amor?
—Sí, mucho. Me parece que cambió… siento la conexión profundizándose —Se
encogió de hombros—. Me preguntaba si tú lo sientes también.
—Edward, las cosas están mucho mejor ahora que antes. A veces pienso que esto es un
sueño. Créeme, soy feliz. —Se inclinó para besarlo y luego apoyó la cabeza sobre el pecho—.
¿Por qué me preguntas estas cosas? ¿Algo va mal?
—¿Dónde te ves en el futuro?
—Yo quiero ser una profesora como tú. Quiero una vida feliz. Quiero estar contigo. —
La voz de Bella estaba en el lado tranquilo, pero notablemente firme.
—No sabes lo feliz que estoy de escuchar eso.
—¿En serio? —Lo miró y sonrió.
—En serio. Hay algunas cosas sobre el futuro que me gustaría hablar contigo, Isabella.
Me gustaría hacer algunas promesas. Pero quiero que esperaremos un poco más de tiempo
antes de tener esa conversación. ¿Eso te molesta? —Alargó un dedo para jugar con el
diamante en su oreja.
Bella no tenía necesidad de un narrador para entender lo que significaba el gesto físico.
—No, lo entiendo. —Su voz era más suave ahora.
—Tú eres la única para mí, Isabella. Nunca habrá nadie más. Esa es una promesa que
puedo hacer ahora mismo.
Ella levantó la cabeza y sonrió, notando la intensidad con la que hablaba.
—Yo no quiero que pienses que cualquier vacilación por mi parte es debido a la falta
de sentimiento. —Edward dio voz al temor tácito de Bella.
—Gracias, Edward. Soy tuya. Todo de mí. Y me alegro de que no vayamos a estar
separados el próximo año. La idea de perderte era una tortura.
Él asintió como si comprendiera.
—Te amo, Edward. Y te amaré para siempre.
—Te amo también, Isabella. Ahora ven aquí para poder adorarte.

495
El martes por la mañana, Bella tomó un taxi desde el apartamento de Edward a su
pequeño estudio. Todavía estaba flotando, muy feliz y muy enamorada.
Edward iba a pedirle que se casara con él. Ella lo sabía. Él solo quería esperar un poco
más antes de proponérselo.
La simple idea de poder estar con Edward para siempre, de ser su esposa, la hizo sentir
extasiada.
Mientras se ponía de pie en el porche delantero de su edificio, revisó su buzón de
correo. Ubicado en el interior había una carta de la Universidad de Harvard, que abrió de
inmediato. Era una oferta formal de admisión en el programa de doctorado e incluía los
términos de su aceptación condicional y su beca.
Además de la carta de Harvard había un sobre blanco de tamaño comercial con la
insignia de Universidad de Toronto en ella. Las palabras "Tribunal Volturi" estaban escritas
encima de la dirección de retorno.
Bella no tenía idea de lo que era un Tribunal de los Volturi. Rápidamente abrió el sobre
y leyó su contenido apresuradamente.
Y entonces cogió su equipaje y corrió como el infierno por la calle Bloor, llamando un
taxi hacia el condominio de Edward.
Ella voló hacia el vestíbulo, más allá de los guardias de seguridad y en el ascensor que
la llevaría a su piso. Disparándose por el pasillo con su bolso rodante pequeño, ni siquiera se
molestó en llamar a la puerta de Edward, sino que simplemente entró con su llave.
—¿Isabella? ¿Volviste tan pronto? —Se acercó a la puerta de entrada con una sonrisa—.
Me siento halagado de que no puedas permanecer lejos de mí.
Bella apartó sus brazos extendidos y colocó la carta en su mano.
—¿Qué es esto? ¿Qué sucedió?
La mirada perturbada en el rostro de Bella le dijo todo lo que quería saber, pero leyó la
carta de todos modos.

05 de febrero 2010
Tribunal Volturi
Oficina de Vicepresidentes
Universidad de Toronto
Toronto, Canadá
Querida señorita Isabel M. Swan,

Una denuncia ha sido presentada en nuestra oficina alegando que usted ha violado el
Código de la Escuela de Graduados de conducta ética para los estudiantes de postgrado.
En relación con esta queja, se le solicita presentarse en persona en la oficina del
Tribunal el 19 de febrero de 2010 para una reunión preliminar. Puede traer a una persona con
usted para representar sus intereses. Este individuo puede ser un representante de la
Asociación de Estudiantes Graduados, un familiar o amigo, o un abogado.
Tenga en cuenta que esta reunión es solo con fines informativos y no constituye una
audiencia, ni tampoco tiene el Tribunal tomado ninguna posición sobre la legitimidad de la
reclamación.
Por favor, confirme con esta oficina que ha recibido esta carta y que va a asistir a esta
reunión. Si usted no asiste, una investigación se iniciará de forma automática y existe la posibilidad
de que usted tendrá que asistir a una audiencia disciplinaria.

Atentamente,
Aro Pritchard, L.L.B., Ph.D., Q.C.
Vicepresidente de Asuntos Jurídicos.
Presidente, el Tribunal Volturi.

496
Edward miró a los ojos aterrados de Bella y trató de encontrar las palabras para
asegurarle que no tenía nada de qué preocuparse... pero no pudo.

497
Capítulo treinta y dos.

Bella vio miedo pasar por los ojos de Edward, pero sólo por un instante antes de que se
hubiera ido.
No había nada más aterrador para ella que la visión del miedo de Edward.
Ella cerró los ojos y puso su mano sobre su cara, balanceándose ligeramente.
Edward la atrapó antes de que se derrumbada y la llevó a la sala de estar. La ayudó a
quitarse el abrigo y las botas y luego le pidió que se sentara en el sillón rojo junto a la
chimenea. Encendió el interruptor, lo que provocó que las llamas se encendieran, y después
desapareció.
Bella se inclinó hacia atrás en la silla y se cubrió la cara con sus manos.
—Aquí. Bebe esto. —Edward le entregó el vaso en la mano.
—¿Qué es esto?
—Lagavulin. Whisky.
—Edward, no me gustan esas cosas.
—Un sorbo, solamente para calmarte.
Ella inclinó la copa de cristal a sus labios y bebió, sintiendo el ardor del alcohol en la
boca y la garganta. Tosió violentamente y después le entregó el vaso a Edward. Él se tomó el
resto del whisky de un trago y después se sentó en el sofá frente a ella.
—¿Qué es un Volturi?
—Es un acrónimo de algunos de los Vicepresidentes de la Universidad, que se sientan
en un tribunal disciplinario. En realidad, es raro que se sienten en el comité personalmente.
Por lo general, es un asociado Vicepresidente o un miembro de su oficina que los representa.
Con la excepción de Aro, quien firmó tu carta. Él preside el comité.
—¿Recibiste una carta, también?
Edward jaló de su cabello, sus ojos evitándola.
—No. Nada. No hay mensajes, no hay emails, ni nada. No lo entiendo. El presidente de
mi Departamento no me menciono nada en nuestra última reunión de la facultad.
—¿Así que no sabías nada sobre esto?
—¡Por supuesto que no! —Le espetó—. ¿Crees que te haría eso? ¿Crees que te ocultaría
esto?
—Tú mantienes secretos —, susurró—. Esa noche estabas trabajando tarde en tu
oficina, no me dijiste lo que…
Él la interrumpió rápidamente—. Estaba realizando una solicitud de empleo. Para la
Universidad de Harvard. Garrett Armstrong me llamó la noche que tú y yo fuimos a
Auberge para cenar mientras yo estaba dirigiéndome hasta el banco. Me invitó a solicitar una
cátedra pero me dijo que necesitaba mi portafolio para la mañana del lunes. No he estado en
el mercado de trabajo desde la escuela de postgrado por lo que necesitaba arreglar algunos
archivos. Me llevó más de lo que esperaba.
Bella lo miró con incredulidad—. ¿Por qué no me lo dijiste?
Él se miró los zapatos y su voz era baja.
—No quería que te hicieras ilusiones. Las posibilidades de conseguir ese trabajo son
muy bajas. No soy un profesor de tiempo completo y sin duda están reclutando personas
mayores, como Katherine Picton. Pero tenía que intentarlo... por tu bien. Tendríamos que
revelar nuestra relación si yo fuera contratado y tú no podrías ser supervisada por mí. Pero
yo no sería el único especialista en Dante del departamento, de todos modos. Podrías
trabajar con alguien más.
Los ojos de Bella se llenaron de lágrimas—. Lo siento tanto.
Su cabeza se alzó de inmediato—. ¿Por qué te arrepientes? Yo no debería haber
mantenido mi solicitud en secreto. Pero sabía que no tenía realmente una oportunidad. —Él

498
movió los pies y miró a sus zapatos tirando de su cabello con ambas manos—. No quería
decepcionarte.
—No vas a decepcionarme, Edward, al menos que me guardes secretos. Me estaba
imaginando todo tipo de cosas locas... Eso era lo que lamentaba.
—¿Tienes alguna idea de lo que podría tratar la queja?
—No he hecho otra cosa que ir a la escuela y hacer mi trabajo. Excepto por el encuentro
con la profesora Dol… la profesora Singer. ¿Crees que...?
Edward pareció considerar esa posibilidad por un momento.
—No lo creo. Ella fue llevada ante el Tribunal el año pasado cuando Peter Norris
presentó una queja. Sabe que no son amables con ella. Estoy seguro de que ella no iría a
ninguna parte cerca de ellos.
—Ella todavía tiene un trabajo. Así que supongo que no todos los que se presenta ante
el Tribunal son despedidos.
—Eso es correcto. Pero ellos tienen el poder de despedir a los empleados, incluidos los
profesores, censurar a las personas y quitar privilegios, y también de expulsar a los
estudiantes. Ellos son el más alto comité de disciplina en la Universidad.
¿Expulsar?
Bella inhaló bruscamente. Si era expulsada, no completaría su maestría y eso
significaría que la Universidad de Harvard...
—Si la queja fue sobre nosotros, entonces ellos habrían presentado una queja contra mí
también. Simplemente no tiene sentido. Tiene que haber algo más. —Edward la miró
fijamente—. ¿Peter haría esto?
—No. Él quiere ayudarme, no hacerme daño.
Edward asintió a regañadientes. El Jodedor de ángeles era un buen hombre y no uno que
presentaría una queja maliciosamente. Y él parecía ser muy protector de Isabella, así que no
tendría sentido de que tratara de hacerle daño a ella o a su carrera.
Yo, por otro lado...
—¿Qué pasa con Tanya?
Edward se movió contra el cuero del sofá—. No tienes que preocuparse por ella. Está
en Alaska con su familia.
Bella se quedó boquiabierta—. Pensé que la repudiaron.
—Lo hicieron. Le dije algo en Forks sobre visitarlos y parece que tomó mi consejo. Mis
abogados en Boston me dijeron que ella no ha venido a sacar de su fondo fiduciario desde el
día de Navidad, cuando compró un boleto de ida a Anchorage. Y nadie ha oído hablar de
ella, así que estoy asumiendo que está bien.
—Me alegro —, dijo Bella.
—Yo también.
—Eso deja a Ángela Webber.
—¿Qué pasa con Ángela Webber? —casi gruñó Edward.
—Ella está en mi seminario de Aquino. Y ha estado de buen humor últimamente. Un
muy buen humor. ¿Recuerda que Peter me dijo Ángela descubrió que la profesora Picton
dirigía mi tesis?
Edward maldijo.
—Ella me ha estado acosando durante todo el año. Debería haber presentado una queja
en su contra. —Negó con la cabeza—. Increíble. —Se puso de pie y se acercó a Bella, alisando
con una mano su cabello—. No tiene sentido preocuparse hasta que sepamos lo que estás
enfrentado. No estoy tan seguro de que sea Ángela. Ella está molesta conmigo, no contigo. Si
la queja es acerca de nuestra relación, nos hubiesen convocado a ambos. Independientemente
de lo que la queja sea, no voy a tomar ningún riesgo. Dame un par de minutos para hacer
una llamada telefónica. —La besó en la boca suavemente y luego desapareció por el pasillo y
en su despacho, cerrando la puerta firmemente detrás de él.

499
Bella se acercó al sofá y se acurrucó en una pequeña bola, cerrando los ojos ante las
lágrimas que amenazaban por salir.

-
—¿Qué sucede ahora, Masen? Estoy en la cama con una jodidamente caliente
abogada... —La queja de James fue interrumpida por chillidos y risitas agudas.
—Ciérrate los pantalones, James. Esto va a tomar un tiempo.
James Greenspan maldijo al oído de Edward y luego se cubrió su teléfono celular con
una mano.
—No vayas a ninguna parte, dulzura—, le dijo a la pelvis femenina de la asociada
antes de salirse usando su bikini rojo para ir al baño—. Está bien, ¿qué diablos sucede,
Masen? Estaba a punto de tener el mejor sexo de mi vida.
Edward resumió brevemente el contenido de la carta de los Volturi y luego le pidió
ayuda de James.
—No puedo ayudarla.
Edward comenzó a farfullar y protestar, pero James lo ignoró.
—No puedo. Escucha, si están arrastrando a tu jovencita… ejem... novia frente a un
comité judicial, es posible que tu relación con ella vaya a plantearse. Y entonces todo el
infierno se desatará. ¿Le dijiste que lo mantuviera en secreto?
—No.
—Bueno, eso sería lo primero que yo haría. Créeme, Edward, no quieres ser arrastrado
en nada a través de ella. Vamos a dejar que ella lidie con sus propios problemas.
James oyó que la respiración de Edward entraba y salía escalofriantemente lenta. Se
preparó para el bombardeo por venir.
—Escúchame, James. No tengo el hábito de abandonar a mis amigos. Menos aún a
Isabella. ¿Está claro? ¿O tengo que encontrarme otro abogado?
—Bien, bien. Entonces tienes que contratar un abogado para ella. Yo no lo haré. Si esto
estalla, y puede que lo haga, tú me necesitaras para representarte y sería un conflicto de
intereses para mí representarlos a los dos. Ella necesita su propio consejo.
—¡Muy bien! —Escupió Edward—. ¿A quién me recomiendas?
James suspiró en el teléfono—. Hubiese sugerido a alguien de mi empresa, pero eso es
un poco demasiado cerca de casa, sobre todo porque queremos mantener su relación bajo el
radar. Recomendaría a Victoria Weston. Ella trabaja para una de las grandes firmas de Bay
Street y ha comparecido ante el Tribunal antes. Tuvimos una… cosa un par de años atrás y
ella me odia, pero es buena en lo que hace.
Edward rodó los ojos por la admisión de James.
—Te enviare en un texto su información de contacto. Pídele a tu novia que llame a la
oficina de Victoria hoy y le explique la situación a su secretaria. Estoy seguro de que ella
saltara por la oportunidad.
—¿Cuál es la probabilidad de que esto se convierta en una demanda?
—No tengo ni idea. A mí me parece que el comité está dedicado a una expedición de
pesca. Alguien presentó una queja, pero supongo que la evidencia es muy poca o
contradictoria y es por eso que quieren hablar con tu novia antes de tomar acción
disciplinaria. Hagas lo que hagas, no dejes que ella vaya allí sin un abogado. O esto podría
dar la vuelta y morderte directo en el culo.
—Gracias por eso, James. —La voz de Edward estaba llena de sarcasmo.
—Mientras tanto, creo que tú y yo necesitamos tener una pequeña charla acerca de tu
relación con tu novia. Y me gustaría hacer una lista de cualquier cosa, y me refiero cualquier
cosa, que sea relevante para esta situación y la Universidad. Cualquier tipo de evidencia que
pudiera hacer una aparición en una audiencia disciplinaria, tales como correos electrónicos,

500
textos, mensajes y fotografías. Envíame todo mañana, y voy a empezar a revisarlo, como
medida de precaución. No me gustan las sorpresas y no me gusta no estar preparado.
—Bien.
—No quiero tener que decir: “yo te lo dije”, Edward. Pero te lo dije. La Universidad
tiene una política de cero tolerancias con respecto a la confraternización, lo que significa que
pueden expulsar a tu novia y despedirte. Esperemos que alguien la reportara por plagio, por
fallar en devolver sus libros a la biblioteca o algo así.
—Siempre es un placer hablar contigo, James —, dijo Edward fríamente.
—Si no pensaras con tu pene nunca tendrías que hablar conmigo. Solamente espero
que ella valiera la pena porque si esta mierda golpea el cielo, ella va a llegar a ser un polvo
bastante costoso.
Antes de que James pudiera decir adiós, Edward lanzó el teléfono contra la pared,
observándolo romperse en varios pedazos grandes antes de que cayera al piso de madera
dura.

-
—Señorita Swan. —La hermosura alta de pelo rojo en el traje poderoso entró en la
oficina de la esquina, le estrechó la mano de Bella y después se sentó detrás de su gran
escritorio de roble.
Bella miró su aspecto curiosamente. Victoria estaba muy en forma, con la piel blanca y
sin marcas, y cascadas de cabello rojo y ondulado. Su boca era amplia y llena, y sus ojos
azules brillaban. No era necesariamente hermosa, pero era sorprendente y Bella no podía
dejar de mirarla.
Victoria la encontró mirándola y después se rió en voz baja.
Bella inmediatamente bajó la vista hacia su bolso y comenzó a juguetear con él.
—Ahora eso es algo que no puede hacer frente a un Tribunal.
Bella la miró con mirada interrogante.
—No puede inquietarse. Tiene que sentarse con la espalda recta y no importa lo que
digan o lo que hagan, no puede apartar la mirada de ellos cuando hagan contacto visual y no
puede juguetear. Le hace parecer culpable y débil. —Victoria suavizó sus críticas con una
sonrisa, pero ella hablaba en serio—. La ley es tanto sobre la psicología como sobre los
precedentes. Ahora, ¿qué puedo hacer por usted hoy, señorita Swan?
—Es solamente Bella.
Ella respiró hondo y contó su historia. Le dijo casi todo, empezando desde que tenía
diecisiete años y terminando con el cambio del estado de ánimo reciente de Ángela.
Victoria escuchó con atención, tomando notas en su portátil y asintiendo
ocasionalmente. Cuando Bella hubo terminado, Victoria se quedó callada por un minuto o
dos y luego habló:
—Esta es una situación bastante compleja. Pero por el momento, no está claro quién
hizo la denuncia, por qué y de qué se trata la queja. Así que no asumamos que se trata de su
novio. A pesar de que debemos prepararnos para el peor de los escenarios al igual que con el
mejor. ¿Fue la relación con su novio absolutamente consensual?
—Sí. Por supuesto.
Victoria asintió—. ¿Alguna vez ha tenido relaciones sexuales con uno de tus profesores
o ayudantes antes?
—No.
—¿Es posible que él le sedujo exclusivamente para su propia diversión?
Bella la miró boquiabierta.
—Por supuesto que no. Edward me ama.
Victoria parecía aliviada—. Bien. Bueno, es bueno para ti personalmente, no tan bueno
en función a la queja.

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Bella estaba confundida—. ¿Qué quiere decir?
—Quiero decir que si su relación fue consensual, entonces el Tribunal los puede
sancionar a ambos. Si usted fuera víctima, si él se aprovechó de usted o le ha amenazado,
entonces no tiene la culpa.
—Yo no soy una víctima. Estamos en una relación y esperamos hasta después de que el
semestre había terminado antes de involucrarnos.
Victoria negó con la cabeza—. No, de acuerdo a su historia, tuvo una relación amorosa
con él empezando a finales de octubre. Usted esperó hasta después de que el semestre
terminara para dormir con él. Sin embargo, dada la forma en que está escrita la política,
todavía rompieron las reglas. Y su viaje a Italia va a hacer que parezca que su relación era
mucho más seria y mucho más íntima de lo que están dispuestos a admitir mientras que
usted era su estudiante. ¿A quién le dijo sobre su relación?
—Su familia. Mi padre. Eso es todo.
—¿Así que nadie conectado con la Universidad sabía de los dos?
—Hasta donde yo sé.
—¿Qué tipo de pruebas podría ofrecer sobre el hecho de que no estuvieran teniendo
una relación sexual mientras usted era su alumna? Aparte de su testimonio, el cual el
Tribunal podría optar hacer caso omiso.
Bella se movió en su silla—. Um, hay algo.
—¿Qué?
—Yo era virgen antes de Edward. Yo era virgen antes de ir a Italia.
Victoria la miró como si fuera una criatura mítica, como, por ejemplo, decir, un hombre
heterosexual que conocía la diferencia entre Manolo Blahnik y Christian Louboutin.
—¿Tiene alguna prueba física de eso? ¿Como una nota de un médico de una
evaluación?
Bella se retorció—. No.
—Entonces no tiene sentido que lo llevemos a colación. ¿Alguien de la Universidad los
vio a usted y Edward juntos durante el semestre?
—No hasta lo que yo sé. Aunque nosotros fuimos a un club de baile con su hermana en
septiembre.
Victoria frunció los labios.
—Traer a colación el hecho de que usted es una amiga de la familia no es
necesariamente una cosa buena. Resulta un conflicto de intereses que no es tan grave como la
confraternización pero posiblemente podría ser un problema. Pero nos estamos adelantando.
Dado que no conocemos la naturaleza de la queja, nuestra estrategia debe consistir en reunir
tanta información como sea posible del tribunal mientras no damos nada. Eso nos va a
comprar algo de tiempo para responder adecuadamente a cualquier procedimiento
disciplinario, en caso de que se presente. Esperemos que no lo hagan. En este encuentro, yo
seré la única que hablare. Como ellos no han revelado la naturaleza de la queja, es probable
que la queja sea engañosa y ellos lo saben. No vamos a echar más leña a su pira funeraria.
Victoria sonrió.
—Tiene que tener confianza. Usted tiene que creer que esto no es nada y que no ha
hecho nada malo, de lo contrario ellos se darán cuenta de su nerviosismo. Y no queremos
eso. Yo he comparecido ante este Tribunal antes con una muy querida amiga y tuvimos
bastante éxito. Voy a tener éxito con su caso, también.
Bella tomó poco consuelo en la confianza de Victoria, pero un poco de consuelo era
mejor que nada.
—Mientras tanto, me gustaría una lista de cualquier persona que piensa que habría
presentado una denuncia en contra de usted y por qué. Voy a tener a uno de mis asistentes
realizando algunas verificaciones de antecedentes y ver lo que se puede sacar. También voy
a usar a un contacto mío conectado con los Volturi y ver si puedo descubrir algo. —Y

502
entonces Victoria frunció el ceño—. Hasta que este asunto se resuelve, usted y su novio
deben calmarse. No sean vistos juntos en público. Y no hable con él acerca de lo que usted y
yo discutimos. Si la queja es sobre la confraternización, él tendrá su propio abogado quién
cuidará de sus intereses. No quiero que mi defensa de usted sea comprometida por una
charla de almohada.
Los ojos de Bella se iluminaron con un calor momentáneo.
—Edward es mi novio. Tenemos una relación seria. Si estoy en peligro también lo está
él. Nuestra relación fue consensual y no tengo ningún interés en ser defendida a su costa.
Cualquier culpa que tenemos es igual para ambos.
Victoria miró a Bella con curiosidad.
—Entiendo todo eso. Lo hago. Pero, ¿está segura de que es su disposición también?
Usted le dijo a mi secretaria que James Greenspan es el abogado de su novio. ¿Por qué James
no está representándola, si usted y su novio están decididos a mostrar un frente unido?
Bella abrió la boca para formar una respuesta, pero ninguna se le ocurrió.
—Escuche, usted no es el primer estudiante que se encontrará en esta situación. Estoy
segura de que es incómodo y confuso. Pero necesita darse cuenta de que pase lo que pase
con el Tribunal, es muy posible que su citación en frente de ellos vaya a asustar a su novio. Él
es un profesor titular con un expediente académico fuerte. Estoy segura de que va a proteger
su trabajo a toda costa. Es necesario que se prepare en caso de que él rompa su relación y la
arroje a los lobos.
—Eso no va a suceder. Él me ama. Estamos hablando de ir a vivir juntos, y... otras
cosas.
Victoria la miró con condescendencia.
—El amor se puede matar fácilmente, sobre todo cuando el desempleo se cierne.
Dígame, ¿él recibió una citación de los Volturi?
—No.
—Piense en ello. Es posible que solo le hubiesen llamado porque la queja únicamente
se refiere a usted. Es igualmente posible que solo le hayan llamado porque la queja es una
queja de confraternización y les preocupa la idea de llevarlo en él sin pruebas suficientes.
—No entiendo.
—Ellos pueden pensar que pueden convencerte de que lo impliques. En los últimos
ocho años, los estudiantes y los profesores han demandado a la Universidad alegando que la
institución no los protegía contra el hostigamiento sexual. Es por eso que la política de no
confraternización se llevó a cabo. Aro Pritchard, el presidente del Tribunal, fue uno de los
autores de esa política. Una vez que la política fue creada, la Universidad fue inundada con
quejas. Y después un número de miembros de la facultad presentaron demandas contra la
administración de la Universidad cuando fueron traídos ante el tribunal bajo falsas
acusaciones o con pruebas inconcluyentes, citando la angustia emocional y la difamación de
carácter. Yo fui uno de los abogados que llevó adelante una de esas demandas.
«Ahora los Volturi han cambiado sus tácticas. Ellos únicamente llaman a un miembro
de la facultad cuando se preparan para programar una audiencia disciplinaria en la que un
miembro podría ser disciplinado. No los llevan para charlas o reuniones de información,
como lo están haciendo con usted. De lo contrario estarían sumidos en los casos de acoso y
casos apelando a la Comisión de Derechos Humanos alegando discriminación. Por no
mencionar el hecho de que el sindicato les da problemas cada vez que convocan a un
miembro de la facultad a comparecer ante el Tribunal. »
Bella miró a Victoria con los ojos abiertos.
—No estoy diciendo que todas esas demandas fueran legítimas. Pero fue una forma en
que la facultad luchó contra la tendencia de los Volturi para investigar cualquier queja
insignificante por temor a ser demandado. Vivimos en una sociedad litigiosa. Aunque las
leyes existen para proteger a las personas, también pueden ser explotadas. Y entonces las

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únicas personas que se benefician son los abogados. Tu novio ha enviado un anticipo de
honorarios, el cual voy a regresar en vista del posible conflicto de intereses. Creo que es
mejor para mí que te represente pro bono.
Bella asintió incómodamente. Se había olvidado de los honorarios legales.
—Voy a pagar sus honorarios. Pero podría tomar algún tiempo...
Victoria se echó a reír—. Todo el punto de tomar un caso para el bien es para que uno
pueda construir el bien. No veo mucho bien saliendo al tomar su dinero. Usted debería estar
gastándolo en libros de texto y sus gastos de traslado a Massachusetts. —Sonrió
apretadamente y luego dejó de hacerlo—. No soy una fan de Aro Pritchard o su Inquisición.
Él es un pequeño hombre de mente cerrada, arrogante y con ansias de poder. Cualquier cosa
que pueda hacer para avergonzarlo o humillarlo es sin duda para el bien. Créame,
representar sus intereses en frente de él será uno de los pocos placeres que he tenido
recientemente. Debería estar pagándole por el privilegio.

-
Más tarde esa noche, Bella aún estaba acurrucada en una bola, solamente que
ahora estaba tratando de dormir en la cama de Edward. Él todavía estaba en su estudio,
escribiendo furiosamente en su ordenador, investigando todas las políticas de la Universidad
que se aplicaban a los estudiantes de postgrado, tratando de averiguar lo que posiblemente
había llegado a la atención del Tribunal.
El pensamiento de Edward teniendo que hacer eso por ella... la idea de que la carrera
de Edward posiblemente esté amenazada por ella, combinado con la posibilidad de perder la
Universidad de Harvard, hacia que las lágrimas vinieran.
Todo era tan abrumador. Y lo peor era no saber específicamente cuál era el peligro y si
se extendía a Edward también.
Trató de llorar en silencio, sollozando en su mano, pero en su camino a la cocina
Edward escuchó sus ecos en el pasillo. Y le rompió el corazón. Rápidamente se dirigió hacia
el dormitorio y se desvistió hasta sus calzoncillos. Luego se deslizó detrás de ella,
envolviendo sus brazos alrededor de la parte superior de su cuerpo y presionando los labios
en la parte posterior de su cuello.
—Sssshhhh, cariño. No llores. Por favor, no llores. —Edward se detuvo un momento—.
Yo no habría continuado trabajando si hubiera sabido que estabas tan perturbada.
Bella inmediatamente se secó las lágrimas y trató de parar de sollozar. Hipo un par de
veces y luego procedió a llorar en silencio.
—No voy a permitir que te expulsen. Hemos contratado a la mejor abogada y vamos a
luchar contra esta queja. Es muy posible que sea simplemente un malentendido y para la
noche del viernes, todo habrá terminado.
—¿Qué pasa si se trata de nosotros? ¿Y si vienen después por ti?
Edward apretó los dientes—. No van a venir después por mí.
—¿Pero y si lo hacen?
—Entonces lidiare con ello. No te preocupes por mí. Tienes suficiente con que
preocuparte. Concéntrate en tu tesis y tus estudios, y déjame preocuparme por esto. No voy
a permitir que nadie te haga daño. Te lo prometo.
Extendió su mano izquierda para tocar su mejilla, y la encontró mojada. La rodó sobre
su espalda y comenzó a barrer besos suaves en el rostro. Cuando él por fin abrió los ojos, vio
que sus lágrimas seguían fluyendo.
—Tengo miedo —, susurró ella.
Edward le acarició el cabello y le dio un beso a la punta de la nariz —. Lo sé, mi amor.
Pero no importa qué suceda, no voy a dejar que te alejen de Harvard. Vas a estar bien.
Ella asintió con la cabeza y se enjugó las lágrimas otra vez.
Él le dirigió una mirada llena de dolor.

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—¿Qué puedo hacer, Bella? No sé cómo… consolarte. —Su voz era pequeña y sincera.
—Bésame.
Edward besó su boca, el beso vacilante y suave de un adolescente que no estaba seguro
de cómo reaccionaria la chica de al lado.
Él no tenía que haberse preocupado.
Bella respondió envolviendo el pelo alrededor de sus dedos y tirando de sus labios a
los suyos, besándolo con fiereza y persuadiendo a su lengua dentro de su boca.
Él le devolvió el beso, pero con moderación, y después se alejó antes presionando sus
frente juntas.
—No puedo —, susurró.
—Por favor. —Ella tiró de él, pasando sus manos sobre sus hombros y por los tendones
de su espalda, jalándolo hacia ella.
—No puedo hacerte el amor mientras estás llorando. Me sentiría como un animal.
Como si te estuviera haciendo daño. —Edward sonaba mucho más que aprensivo.
—Pero yo te necesito.
—¿No preferirías que te abrazara? ¿O te preparara un baño caliente o algo así?
—Hacer el amor contigo me hace feliz porque me recuerda lo mucho que me amas. Por
favor. Necesito sentir que me quieres.
—Por supuesto que te quiero, Bella. Simplemente quiero tratarte adecuadamente.
Ella no era la clase de mujer que hacía muchas exigencias, y las demandas que hacia
eran casi siempre buenas. Y casi siempre se trataban de lo que era bueno para él.
Edward lo sabía y le dolía negárselo a ella y a esos ojos tristes grandes y marrones.
Pero las huellas de las lágrimas habían extinguido su libido. Él preferiría mucho más
abrazarla con fuerza y tratar de calmarla con el simple hecho de estar cerca de ella, en lugar
de intentar un acto que no sería capaz de llevar a cabo.
Su cara le dijo que lo necesitaba, que ella necesitaba esto y ellos y la conjunción de
cuerpo y alma.
Ella quiere sexo como un medio de confort. Esta hermosa mujer triste piensa que tener sexo
conmigo la hará feliz. Y no por la razón obvia. Sino porque ella me ama.
Mientras él le acariciaba el cabello, decidiendo qué hacer, se dio cuenta de algo acerca
de sí mismo.
No importaba lo que su terapeuta había dado a entender, él no era un adicto al sexo.
Él no era un hedonista con una libido desenfrenada masiva que estaba dispuesto a,
como Emmett había puesto, tirarse cualquier cosa femenina y atractiva.
Isabella lo había cambiado. Él la amaba. Y aunque ella le rogaba, no podía excitarse
mientras viera su angustia y su dolor.
Quizás no soy tan egoísta como pensaba.
Tal vez la quiero más de lo que pensé posible.
Ella aún seguía mirándolo, ojos húmedos, sus dedos trazando de arriba hacia abajo su
espalda desnuda.
Él decidió darle parte de lo que quería, tocarla y acariciarla, centrándose en distraerla
con sentimientos de placer y sensaciones, con la esperanza de que fuera suficiente.
Apartó sus lágrimas y la besó, ralentizando su ritmo para una exploración suave. Ella
pasó sus dedos por el pelo, anclándolo mientras suavemente arañaba su cuero cabelludo.
Incluso en medio de su dolor y necesidad, ella era suave. Y cariñosa.
Pasó sus labios por su cuello y su oreja, donde susurraba sobre lo mucho que le había
cambiado. Cuán más feliz era ahora que ella le pertenecía.
Ella comenzó a suspirar de satisfacción mientras él adoraba su cuello, sumergiendo
una lengua juguetona en el hueco de la base de la garganta antes de besarla castamente. Y
luego pasaba a sus clavículas, tirando suavemente hacia un lado el tirante fino de la parte

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superior de su franelilla para que la pendiente blanca de su hombro estuviera desnuda para
su boca.
Ella se hubiera quitado su camiseta para él, dejando al descubierto sus pechos, pero él
la detuvo.
—Paciencia —, susurró—. Hay más por venir.
Él unió sus dedos y besó el dorso de la mano izquierda, extendiendo su brazo para que
pudiera llevar la carne de su parte interna del codo a su boca, deteniéndose cuando ella
comenzó a gemir.
Ahora sus gemidos de placer despertaron su deseo y se sintió respondiendo a ella.
Le quito su camiseta y las bragas para que estuviera expuesta debajo de él y besó cada
centímetro de ella. Fuertes manos volando alrededor de la piel suave y temblorosa,
siguiendo el ejemplo del calor que disparaba a través de su carne y los sonidos que se
escapaban de sus labios.
Cuando estuvo convencido de que sus lágrimas se habían detenido y que le estaba
pidiendo más, aparto sus calzoncillos boxer y se arrodilló entre sus piernas.
—¿Cariño?
Él le estaba dando la oportunidad de detenerse, a pesar de que tensaba su autocontrol.
—Te deseo, Edward. Tanto.
—Te deseo, también. Siempre.
Él estuvo dentro de ella entonces, y ella estaba moviendo las manos hacia arriba y
abajo de su espalda mientras se arqueaba sobre ella. Un suspiro pequeño escapó de sus
labios mientras se relajaba en contra de sus movimientos.
Nada era más hermoso que esto.
A ella le encantaba la forma en que sus músculos se ondulaban debajo de sus manos y
cómo sus cuerpos respondían instintivamente al otro. La anticipación y llenura se
arremolinaban mientras cada uno de ellos daba y respondía.
—Más rápido —, gimió.
Edward sonrió contra el hueco de su cuello y comenzó a moverse más rápidamente,
entrando dentro de ella más profundamente antes de buscar abajo para adorar a sus capullos
de rosa con la lengua.
Estaba cerca, él podía notarlo en su respiración y la forma en que se agarraba
desesperadamente a sus caderas y luego las curvas de su trasero.
—Más —, gimió ella, y casi antes de que él pudiera empujar más rápido ella estaba
temblando y gritando su nombre.
En sí, este era el momento que él anhelaba más, incluso más allá de su propio clímax.
El sonido de su nombre disparando de sus labios en medio de las olas de su satisfacción.
Ella había sido tan tímida las primeras veces que hicieron el amor. No había dicho su
nombre. Así que cada vez que lo pronunciaba en ese murmullo de éxtasis, entrecortado, una
calidez preciosa le alcanzaba.
Esto es lo que es el amor, pensó. Estar desnudo y descubierto ante el amante de uno y sin
vergüenza llamarla por su nombre en la necesidad.
En su propio orgasmo, él correspondió, susurrando su nombre y diciéndole que la
amaba. Estaban inexplicablemente vinculados en su mente ahora… sexo y el amor e Isabella.
La santísima trinidad.
La abrazó con fuerza mientras ambos recuperaban el aliento, sonriendo para sus
adentros. Estaba tan orgulloso de ella; tan feliz de que pudiera dar a conocer sus deseos,
incluso cuando estaba triste.
Él la besó suavemente y estaba agradecido de ver que su sonrisa había vuelto.
—Gracias —, susurró ella.
—Gracias, Isabella, por enseñarme a amar.

506
-
—Aro, es Katherine Picton.
Aro Pritchard sostuvo el auricular del teléfono con sorpresa. Por lo general, su asistente
administrativo era mucho mejor en filtrar sus llamadas. Pero Katherine no era nada si no
persistente y por lo general recibía lo que quería.
Cerró los ojos y suspiró—. Ah, sí, profesora Picton. ¿A qué debo este placer?
—No hay ningún placer en absoluto, Aro. Exijo saber por qué he recibido una carta de
su oficina requiriéndome para ser entrevistada en uno de los procedimientos estalinistas.
Aro apretó los labios con el fin de evitar atacarla. Ella era famosa, era mayor y era una
mujer. No iba a maldecirla.
A pesar de que él quería. Desesperadamente.
—Tenemos que hablar con usted acerca de algunas cosas. Diez minutos, máximo, y
entonces usted se irá a su casa —, respondió sin problemas.
—Tonterías. Tardo diez minutos en caminar por las escaleras de mi casa en el invierno.
Se llevará para siempre en caminar hacia su oficina. Exijo saber sobre lo que estoy siendo
citada y por qué, o no voy a ir. Tengo trabajo que hacer.
No es de extrañar que ella no esté casada, pensó Aro. En realidad puedo sentir a mis bolas
metiéndose de vuelta a mi cuerpo solo para alejarse de esa voz chillona.
—Una queja ha sido presentada en contra de la estudiante de postgrado que está
supervisando.
—¿La señorita Swan? ¿Qué tipo de queja?
Aro aclaró la garganta y luego de un modo muy discreto, explicó la naturaleza de la
queja que había recibido.
—¡Eso es indignante! ¿Ha siquiera conocido a la señorita Swan antes?
—No.
—Esta es una queja ridícula hecha contra una estudiante femenina inocente y buena
trabajadora. Y te recuerdo, Aro, que esta no es la primera vez que una estudiante de
postgrado exitosa ha sido puesta por los suelos en un procedimiento de la Universidad.
—Profesora Picton, estoy muy consciente de ello. Pero pruebas fueron presentadas.
Queremos hacerle una entrevista sobre sus relaciones con la señorita Swan y hacerle un par
de preguntas, y eso es todo.
—No tengo tiempo para preocupaciones frívolas y no voy a dar ningún crédito en
absoluto a una caza de brujas que se dirige a mí estudiante de postgrado.
Aro sonrió como un cocodrilo.
—Pero profesora Picton, ¿pensé que la señorita Swan era estudiante graduada del
profesor de Masen?
—Ella es mí estudiante de postgrado, ¿me oye? Yo soy su directora de tesis.
—Entonces, es esencial que hable con usted. Sin su testimonio, es muy posible que una
grave injusticia pueda ocurrir. Su testimonio puede ser exactamente lo que necesitamos para
limpiar el nombre de la señorita Swan.
—Tonterías. Es su responsabilidad velar porque se haga justicia, independientemente
de mi presencia y que las estudiantes de postgrado mujeres estén protegidas contra las
intrigas de competidores envidiosos. Me sorprende que ustedes hayan permitido que la
queja llegara tan lejos. Muy sorprendida. Y borra esa sonrisa de tu cara, Aro. Puedo oírte
sonreírme condescendientemente a través del teléfono y no lo aprecio.
Aro aclaró la garganta ruidosamente.
—Profesora Picton, ¿está usted negándose a comparecer ante la comisión?
—¿Tienes problemas de audición, Aro? ¿O simplemente eres perezoso
intelectualmente? He dicho más de una vez que me niego a cooperar con tus actividades. Ya
yo no trabajo para la Universidad. Estoy retirada. Además, voy a sacar a relucir este asunto

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en la cena de esta noche en casa del presidente Naylor. Estoy segura de que él y sus invitados
estarán bastante interesados en cómo los Volturi han cambiado desde que empecé a trabajar
en la Universidad. Margaret Atwood es la invitada de honor. Como alumna, sé que tiene un
gran interés en los asuntos de su alma mater. Particularmente las maquinaciones más
patriarcales. Me pregunto, ¿qué hará ella sobre esto, Aro?
Y con eso, Katherine colgó el teléfono, dejando a Aro lamentando convocarla en primer
lugar. Porque, como Katherine sospechaba, tenía un miedo mortal a la pluma de Margaret
Atwood.
En cuestión de minutos, estaba pidiendo a su asistente administrativo que lo ayudara a
sonsacar una invitación a cenar en la casa del Presidente.

-
Peter entró en el seminario de Aquino de la profesora Leaming el miércoles y
estuvo sorprendió por lo que vio.
Bella estaba sentada en la parte posterior de la sala, su piel era pálida y sin brillo, con
círculos oscuros bajo los ojos. Tenía un aspecto terrible.
Mientras caminaba hacia el asiento vacío a su lado, ella levantó la cabeza y le sonrió
débilmente. Su sonrisa solamente le hizo daño.
¿Qué diablos sucedió?
Ángela Webber entró campante en el salón de seminario, su gran bolsa de Michael
Kors colgando de su muñeca. Se veía muy bien descansada y su cabello estaba peinado
elegantemente y sus ojos brillaban.
Ella estaba vestida de rojo. No de color rojo cereza o rojo sangre, sino de color rojo
escarlata.
El color del triunfo y del poder.
Ella vio a Peter y Bella juntos y se rio en voz baja.
Bella se estremeció.
Los ojos oscuros de Peter se movieron de Bella a Ángela y de vuelta. Vio cómo Bella se
inclinaba sobre su cuaderno de notas, haciendo garabatos de formas geométricas en el
margen.
—¿Qué está mal?
Ella continuó sus garabatos—. Nada. Solamente estoy cansada. Creo que me va a dar
un resfriado.
Y estuve hasta tarde llorando y haciendo el amor con mi novio, que es tu director de tesis.
Peter negó con la cabeza. La habría presionado, suavemente esta vez, pero la profesora
Leaming entró en el salón en ese momento y comenzó su conferencia. La clase quedó
cautivada por su breve discusión de los principios del derecho natural y justicia natural. Y la
defensa de los oprimidos de Tomás de Aquino...
Después del seminario, Bella rápidamente cogió su bolso de mensajero y su abrigo, con
la esperanza de escaparse por la puerta.
Peter se lo impidió.
—¿Te gustaría una taza de café? Iba a caminar hacia Starbucks.
Bella negó con su cabeza—. Estoy bastante cansada. Creo que necesito ir a casa.
Los ojos de Peter fueron a su cuello desnudo, a su cuello desnudo sin marcas, y después
de regreso la cara.
—¿Hay algo que pueda hacer? —, preguntó.
—No, gracias Peter. Estoy bien, de verdad.
Peter asintió con la cabeza y luego vio a Bella girar para irse, pero antes de que pudiera
entrar en el pasillo, él estuvo a su lado.
—Pensándolo bien, debería ir a casa ahora también. Puedo caminar contigo, si lo
deseas. Está en la misma dirección.

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Bella se mordió el labio pero asintió y los dos amigos descendieron la escalera del
segundo piso hacia la calle antes de caminar hacia afuera en el frío invernal que hacia
estremecer los huesos.
Ella envolvió alrededor de su cuello el pañuelo de la Universidad Magdalen por el frío.
—Esa es una bufanda de Oxford —, dijo Peter.
—Sí.
—¿La compraste en Oxford?
—Um, no. Fue un regalo.
Anthony, pensó Peter. Supongo que él no puede ser un estúpido completo si fue a Oxford. Por
otra parte, Masen fue a Oxford...
—Me gusta mucho la gorra de los Marineros que me diste. Yo soy un fan de los Medias
Rojas, pero la voy a llevar con orgullo, excepto cuando esté en Vermont. Mi papá la quemaría
si la usara en la granja.
Bella no pudo evitar soltar una risita y Peter sonrió.
—¿Cuánto tiempo has estado enferma?
—Um, un par de días.
—¿Ha ido al médico?
—Es simplemente un resfriado. No serían capaces de hacer nada por mí.
Peter pareció considerar esto a la vez que robaba miradas hacia ella, mientras
caminaron pasando por el Museo Real de Ontario, los copos de nieve se arremolinaban a su
alrededor y por la monstruosidad de cristal que era el muro norte.
—¿Ha sido Ángela grosera contigo de nuevo? Parecías perturbada cuando entró en la
habitación.
Bella tropezó con la nieve que llegaba hasta los tobillos y Peter rápidamente extendió
una de sus enormes garras para sostenerla.
—Ten cuidado. Podría haber hielo negro por debajo.
Bella le agradeció y comenzó a caminar un poco más lentamente después de que Peter
la liberó.
—Si te resbalas de nuevo, agárrate de mí. Yo no voy hacia abajo. Nunca.
Lo miró de costado, completamente inocentemente, solamente para verlo sonrojarse.
Bella nunca había visto un jugador de rugby ruborizarse antes.
No mucha gente lo ha hecho.
—Um, lo que quise decir es que soy muy pesado. No serías capaz de tirarme.
Ella negó con la cabeza—. No eres tan pesado.
Peter sonrió para sus adentros ante el cumplido percibido.
—Bella, ¿Ángela te ha estado acosando?
—Me he estado quedado despierta hasta tarde todas las noches trabajando en mi tesis.
Mi directora es muy exigente y la semana pasada rechazó varias páginas de mi traducción
del Purgatorio. Dijo que no eran lo suficientemente buenas. Así que he estado haciéndolo de
nuevo y solamente toma demasiado tiempo. Es frustrante.
—Yo podría ayudarte. Quiero decir, tú podrías envíame por email tus traducciones a
mí primero antes de dárselas a ella. Todo buen escritor necesita un editor.
—Gracias, Peter. Pero tú estás ocupado en tus propias cosas. No tienes tiempo para mis
problemas.
Peter se detuvo y colocó una mano sobre su brazo.
—Por supuesto que tengo tiempo para ti. Estás trabajando en el amor y la lujuria y yo
estoy trabajando en el placer. Algunos de nuestros pasajes se superponen. Sería una buena
práctica para mí.
—Bueno, si no sería una molestia —, dijo ella, mirándolo con timidez.
—No es ninguna molestia. Mándame lo que tienes y cuáles son tus plazos de entrega y
lo miraré. No hay problema.

509
—Gracias, Peter. —Ella sonrió y él se entibió por la vista.
Él retiró la mano y empezaron a caminar de nuevo.
—¿Sabías que el presidente de la Cátedra de Estudios Italianos envió un aviso por
correo electrónico sobre tu admisión a la Universidad de Harvard? Él dijo que ganaste una
beca bastante grande.
Los ojos de Bella se ensancharon—. Um, no. No sabía eso. No recibí el correo
electrónico.
—¿Sabes lo que hizo Masen? Me hizo imprimir el correo electrónico y publicarlo en el
tablón de anuncios al lado de su oficina, después me hizo ir hacia allá y subrayar toda la
información importante, incluyendo tu nombre, con un marcador de color amarillo brillante.
Figúrate. Él no fue nada más que grosero contigo mientras estabas en su seminario y ahora
probablemente va a tomar el crédito por tu admisión a Harvard. Qué imbécil.
Las cejas de Bella se fruncieron pero no dijo nada.
—¿Qué?
Ella se ruborizó un poco y miró hacia abajo a sus pies—. Nada.
—Bella, escúpelo. ¿En qué estabas pensando en este momento?
—Um, ¿me preguntaba si has visto a la profesora Singer pasando por el Centro? ¿O
hablar con el profesor Masen?
—No. Gracias a Dios. Pareciera como si ella hubiera superado su fijación con Masen y
mudado a otra persona. Y ella sabe mejor que hablar conmigo. Esa fue una de las
condiciones de su permanencia en el empleo en la audiencia del año pasado. A ella se le dijo
que se mantuviera alejada de mí.
—Espera un minuto. Singer no ha tratado de contactar contigo, ¿cierto?
—No, yo no la he visto en absoluto.
—Bueno, eso es una buena cosa. —Peter sonrió de nuevo y palmeó su hombro
fraternalmente.

-
Dado que la reunión del Tribunal estaba prevista para el viernes por la tarde, Bella y
Edward estuvieron obligados a reprogramar sus respectivas sesiones de terapia.
Bella eligió ver a Siobhan el día anterior, mientras que Edward, sin saberlo Bella,
canceló su cita. Él prefirió usar su tiempo ya fuera en aprender más acerca de los Volturi y
sus hábitos, o en arreglar su portafolio.
Estaba demasiado agitado como para permanecer sentado en una silla y hablarle a
Liam sobre su madre. Pero no quiso revelarle a Bella lo perturbado que estaba porque no
quería contribuir en su estrés. Así que se mantuvo en silencio.
Reconociendo que Bella necesitaba discutir lo que estaba sucediendo con los Volturi,
Siobhan dejo a un lado sus metas para esa sesión y escuchó pacientemente antes de ofrecer
algunas sugerencias.
—El estrés puede ser muy destructivo para nuestra salud, por lo que es importante
tratarlo adecuadamente. Algunas personas prefieren hablar de sus problemas mientras que
otras prefieren pensar en ellos. ¿Cómo has tratado con el estrés en el pasado?
Bella jugueteó con sus manos—. He guardado silencio.
—¿Puedes compartir tus preocupaciones con tu novio?
—Puedo. Pero no quiero molestarlo. Ya está muy preocupado por mí.
Siobhan asintió sabiamente—. Cuando alguien te importa, es comprensible que quieras
protegerlos del dolor. Y eso es perfectamente apropiado en algunas ocasiones. Sin embargo,
en otras, se corre el riesgo de asumir más de tu parte justa de estrés o responsabilidad.
¿Puedes ver la razón por la que podría ser un problema?
—Bueno, no me gusta cuando Edward esconde cosas de mí. Me siento como una niña.
Prefiero que él me comparta cosas a que me aparte.

510
—Es posible que Edward se sienta de la misma manera, que se preocupe de que tú lo
apartes. ¿Lo has hablado con él?
—Lo he intentado. Le he dicho que quiero que seamos iguales, que no quiero guardar
secretos.
—Bien. ¿Y cuál fue su respuesta?
—Que él bien quiere cuidar de mí o que está preocupado por desilusionarme.
—¿Y cómo te hace sentir eso?
Bella hizo un gesto con las manos mientras trataba de encontrar las palabras—. Yo no
quiero su dinero. Me hace sentir pobre y dependiente, e… indefensa.
—¿Y por qué es eso?
—Él ya me da mucho. Cada centavo que gasta en mí nos hace más desiguales.
—¿Es importante para ti que su relación sea de iguales?
—Sí.
Siobhan le sonrió amablemente a Bella—. Ninguna relación es absolutamente de
iguales. A veces, cuando las parejas tratan de dividir todo a la mitad, descubren que la
relación no es una sociedad, sino un ejercicio de contando frijoles. Así que luchar por la
igualdad en una relación puede ser perjudicial. Por otro lado, tratar de tener una sociedad en
la que cada parte es valorada por igual y cada parte comparte tanto las cargas y las
responsabilidades puede ser una manera muy saludable de estructurar una relación. En otras
palabras, no es un problema si él hace más dinero que tú. Pero él tiene que entender que tú
quieres contribuir a la relación, tal vez no necesariamente financieramente, pero en otras
formas, y que esas formas deben ser respetadas tanto como el dinero. ¿Tiene eso sentido?
—Sí. Me gusta esa idea. Bastante.
—En cuanto a protegerse unos al otro... —Sonrió—. Se podría hacer un argumento
biológico o teológico de por qué los hombres sienten la necesidad de proteger a sus mujeres e
hijos. Cualquiera que fuera la razón, es un hecho. Los hombres tienden a encontrar su propio
valor en las acciones y logros. Si no le permites hacer las cosas por ti, él se sentirá inútil y
superfluo. Él quiere saber que puede cuidar de ti y te protegerá, y eso no es necesariamente
una mala cosa. Los compañeros deben querer protegerse uno al otro. Pero como en cualquier
punto de vista, tiene sus extremos y tiene su medio.
«Lo que tú y tu novio deben hacer es luchar por el medio. Buscar el equilibrio. Permite
que él cuide de ti en algunas maneras, mientras ejercitas tu independencia en otras. Y
entonces debes insistirle en la necesidad que tienes de cuidar de él también. En las próximas
sesiones podremos explorar la cuestión del equilibrio con más detalle y lo podemos tratar en
las sesiones conjuntas con Edward y Liam.»
Bella asintió. El concepto de equilibrio o moderación en verdad le atraía. Quería cuidar
de Edward y quería que él cuidara de ella, pero no quería ser una carga y no quería que la
mirara como si estuviera rota. Pero no sabía muy bien cómo llevar todo eso en la práctica.
—Algunos hombres tienen lo que yo llamo el síndrome de la caballerosidad... ellos quieren
proteger a sus mujeres como si fueran absolutamente indefensas. Y esto podría ser romántico
y emocionante por un tiempo, pero eventualmente llegara la realidad y se convertirá en
sofocante y condescendiente. Cuando una persona de la pareja hace toda la parte
proteccionista y la otra hace toda la parte de recibimiento, no es saludable. Por supuesto,
algunas mujeres tienen el equivalente femenino del síndrome de la caballerosidad… Apego
del pato herido. Buscan a los hombres que son chicos malos o rotos y humillados e intentan
ayudarlos. Pero tendremos esa discusión para otro día.
«A lo extremo, un hombre caballeroso puede hacer todo tipo de cosas precipitadas
para proteger a su mujer, incluyendo montar a caballo en la batalla, o alzar las armas contra
miles de persas, cuando deberían estar corriendo en la dirección opuesta. La discreción es la
mejor parte del valor. —Se rió ligeramente—. ¿Has visto la película 300?»
Bella negó con la cabeza.

511
—Se trata de la batalla de las Termopilas, cuando trescientos espartanos acabaron a
doscientos cincuenta mil persas antes de ser derrotados. Herodoto escribe sobre esto y de
Leonidas, rey de los espartanos:

"Él no puede ser resistido por la fuerza de los toros ni de leones,


luchen como puedan; él es poderoso como Júpiter; no hay nada que lo detenga,
hasta que él tenga su presa en su rey, o su gloriosa ciudad.”

Bella consideró a Siobhan no con poco interés. ¿Cuántos psicólogos podrían citar a
Herodoto de memoria?
—El rey Leónidas era un caso extremo y se podría argumentar que su última batalla
fue precipitada por las preocupaciones políticas más que por las preocupaciones
relacionadas con la caballerosidad. Pero mi punto es que a veces el hombre caballeroso
termina haciendo más daño a través de su protección del que pueden hacer al obligar a su
pareja por medio de amenazas. Las mujeres espartanas solían decirles a sus esposos e hijos
que volvieran a casa cargando sus escudos, o debajo de ellos. Si tú te encuentras en esa
situación, probablemente preferirías que Edward no muriera sosteniendo la línea en contra
de miles de persas y volviera a casa contigo vivo, en vez.
Bella asintió totalmente de acuerdo.
—En tus conversaciones con Edward, es posible que quieras hablar de eso… cómo te
sientes sobre ser protegida de su propio detrimento, cómo ustedes deben compartir los
riesgos y las responsabilidades, porqué tú prefieres ser una compañera en vez de una niña o
una mujer indefensa, etc.
Bella sonrió para sí misma mientras la bombilla sobre su cabeza comenzó a brillar.
—Gracias, Siobhan.

-
Fiel a su palabra, Katherine Picton se negó a asistir a lo que veía como un juicio de
brujas de Aro. Envió una carta enérgica a su oficina en este efecto, ofreciendo su valoración
de la queja y la situación a mano y luego instó a que el Tribunal no se entretuviera con
intrigas frívolas y mezquinas.
Bella llegó a las oficinas del Vicepresidente en las oficinas de la Universidad en la tarde
del viernes y se encontró a Victoria en el pasillo. Ella le dio a Bella algunas instrucciones de
última hora y después le aseguró que todo iba a salir bien. Y cuando su nerviosismo no
disminuyó, la envió para el baño de damas para recobrar la compostura.
—No me importa lo que hagas allí, pero hagas lo que hagas, necesitas salir luciendo
relajada y confiada.
Más fácil decirlo que hacerlo, pensó Bella.
Unos minutos más y un montón de oraciones más tarde, salió con una cara mucho más
valiente.
Los Volturi, o, más exactamente, el presidente de los Volturi, favorecían la formalidad
y el refinamiento. Por estas razones, el Tribunal siempre se encontraba en una gran sala de
paredes de madera en la Universidad. Los cuatro miembros del Tribunal se sentaron en sillas
grandes y de alto respaldo que eran de estilo vagamente medieval, tras una gran mesa de
madera oscura que corría por casi todo el ancho de la habitación.
Dos sillas plegables pequeñas fueron centradas delante de la mesa y ahí es donde
Victoria y su cliente se sentaron muy incómodamente.
—Un momento para las presentaciones. —La voz rica, barítona de Aro, resonó en la
habitación—. ¿La señorita Isabella Swan?
Bella asintió con la cabeza, pero no dijo nada.

512
—¿Y quién es su representante? —Sus ojos azules fríos y pálidos no delataron nada,
pero estaba claro que había reconocido a la pelirroja a la izquierda de Bella.
—Victoria Weston, doctor Pritchard. Yo representaré a la señorita Swan.
—¿Hay alguna razón por la que la señorita Swan haya elegido traer a un abogado para
este proceso? —Estaba claro que él ya estaba irritado.
Victoria sonrió ampliamente y de inmediato hizo contacto visual con la mujer pequeña,
de la sur de la India que estaba sentada al lado derecho de Aro, que le devolvió la sonrisa.
—Porqué, doctor Pritchard, mi cliente estaba simplemente siguiendo sus instrucciones.
Usted le sugirió contratar a un abogado en su carta. —La voz de Victoria fue engañosamente
dulce.
Aro resistió el impulso a gruñirle a ella, porque no le gustaba ser puesto en ridículo.
—¿Le importaría presentar a sus colegas, doctor Pritchard? No creo que mi cliente
haya tenido el placer.
Aro miró en una dirección general hacia Victoria y luego se aclaró la garganta.
—El doctor Marcus Davenport, vicepresidente de Asuntos de la Facultad. —Un
hombre alto, de pelo rubio a la izquierda de Aro asintió con la cabeza desinteresadamente a
Bella—. El doctor Caius Chow, vicepresidente de Asuntos Estudiantiles. —Caius era un
chino canadiense que usaba gafas de montura metálica y una camisa sin botones, sin
chaqueta y sin corbata. Era el que estaba vestido de manera más informal de los cuatro y el
que parecía más amable. Le sonrió a Bella y ella le gustó al instante—. La doctora Alex
Chakravartty, vicepresidente de la Diversidad.
Alex era una mujer hermosa y pequeña de origen indio, con ojos oscuros y pelo largo,
negro y lacio. Estaba vestida con un traje negro con una larga bufanda de seda de color caqui
envuelta como un sari alrededor de su torso. Ella también le sonrió a Bella, entre miradas
fulminantes y el ocasional ceño en dirección de Aro.
—Esta reunión es únicamente para fines informativos en virtud de una queja que se
presentó en mi oficina. No hacemos reclamos en cuanto a los méritos o la veracidad de la
denuncia y simplemente hemos pedido a la señorita Swan hablar con nosotros a efectos de
aclaración. Vamos a empezar a hacer preguntas y después señorita Swan, usted tendrá la
oportunidad de hacernos preguntas a nosotros. Espero que la reunión terminé en
aproximadamente una hora.
Bella inhaló lentamente, mirándolo, y esperando.
—¿Está teniendo una relación amorosa con el profesor Edward Masen?
Los ojos de Bella se abrieron desorbitadamente y su mandíbula se abrió. Antes de que
pudiera respirar entrecortadamente, o hablar, Victoria interrumpió.
—Mi cliente no va a contestar ninguna pregunta hasta que el contenido de la queja sea
revelado. La carta era razonablemente vaga, teniendo en cuenta las políticas de la
Universidad, pero usted ha pasado el punto de la vaguedad con esa pregunta. Exactamente,
¿cuál es exactamente la denuncia contra mi cliente, cuál es la evidencia de la denuncia, y
quién es el autor?
Alex sonrió ampliamente y se recostó en su silla, encantada, ya que ella sintió la ira
aumentar en su colega.
Aro tocó con el dedo la jarra de agua de cristal delante de él, haciendo que las rodajas
de limón danzaran con los golpes.
Bella notó que su vaso era el único que tenía limones.
—Así no es cómo funcionan estas reuniones. Yo soy el presidente, yo hago las
preguntas.
—Doctor Pritchard —, la voz de Victoria tomó un tono casi paternalista—. Los dos
sabemos que las políticas y procedimientos asumidos por este Tribunal se rigen por los
principios de la justicia natural. Mi cliente merece conocer los detalles de la denuncia, la

513
naturaleza y el alcance de la evidencia en su contra, si los hubiere, y la identidad del
denunciante. De lo contrario, se trata de un procedimiento injusto.
—Tengo que concordar con la señorita Weston —, dijo Alex.
Aro paralizó a Bella con una mirada furiosa.
—Muy bien. Una acusación de mala conducta de la estudiante de postgrado llegó a
nuestra oficina, en relación a usted, señorita Swan. Se alegó que entró en una relación sexual
con uno de sus profesores, mientras que usted era su alumna, con el fin de obtener ciertos
favores y que lo amenazó con denunciarlo por acoso si él no cumplía.
La mandíbula de Bella casi cayó al suelo.
Victoria se carcajeó. Sonoramente.
—Esto es una farsa. ¿Qué tan probable es que una estudiante de maestría del primer
año acose sexualmente a un profesor? ¿Y que un profesor podría tener tanto miedo de ella
que él o ella simplemente cumpla? —Su voz destilaba desdén.
—La acusación no carece de precedentes en esta institución, señorita Weston. Y
tomamos todas las denuncias de acoso en serio, según lo dictado por nuestras políticas.
—Eso está bien. Vamos a seguir el juego, por ahora. ¿Cuáles son los presuntos favores?
—preguntó Victoria.
—Una nota alta en un seminario en el que el profesor era el instructor, pagos
financieros, en forma de una beca, y la obtención de un académica establecida y retirada para
dirigir la tesis de la señorita Swan.
—¿Y sabemos el nombre de la presunta víctima?
Aro miró de cerca de Bella—. El profesor Edward Masen.
Victoria sonrió ampliamente—. Alguien tiene un excelente sentido del humor. Al leer
su carta, doctor Pritchard, yo habría pensado que mi cliente era culpable de no pagar una
multa de aparcamiento, no acoso sexual. ¿El profesor Masen presentó la queja?
Bella contuvo el aliento, horrorizada, mientras esperaba la respuesta de Aro.
Él golpeó los papeles delante suyo con el tope de su pluma y luego colocó el bolígrafo
sobre la mesa.
—No, no lo hizo.
—Bueno, ¿cuál fue su testimonio sobre el asunto?
—Tenemos la intención de hablar con el profesor Masen una vez que se haya reunido
más información. Nuestros protocolos establecen que los miembros del profesorado que son
parte de una denuncia por acoso son traídos de último, no en primer lugar, sobre todo si es el
caso de que las acusaciones podrían tomar una diferente dirección a la luz de nuevas
pruebas. Y como Aro ha mencionado, esta no es una audiencia disciplinaria aunque hemos
tomado las acusaciones en serio. —habló Marcus por primera vez, su voz baja pero calmada.
Bella lo encontró muy difícil de leer. Él parecía no tener ningún disgusto evidente por
Aro, pero tampoco le tenía un apoyo obvio. Y la forma en que mantenía su expresión daba la
impresión de que estaba aburrido constantemente.
Victoria detuvo a Marcus con una mirada severa—. ¿Así que en la jerarquía feudal y
patriarcal de la Universidad las estudiantes de postgrado son carnada primero? Y solamente
después la presunta víctima, cuyo testimonio podría exonerarla, ¿estoy cerca? Todo esto
podría haber sido aclarado por una llamada de cinco minutos con el profesor. Estoy
sorprendida de que deban arrastrar a mi cliente aquí sin la cortesía de ni siquiera intentar
hablar con la presunta víctima.
Aro comenzó a protestar, pero Victoria le interrumpió.
—¿Quién es el denunciante?
—El nombre de la denunciante es Ángela Webber, una compañera estudiante
graduada.
Victoria recibió la noticia sin inmutarse, pero Bella se miró las manos.
Aro levantó dos pedazos de papel.

514
—Basado en nuestra investigación preliminar, parece que el profesor Masen se encargó
de que la señorita Swan fuera galardonada con la beca M.T. Masen. Y la profesora Katherine
Picton nos ha proporcionado una carta en la que afirma que fue abordada por el profesor
Masen para dirigir la tesis de la señorita Swan.
Una asistente corrió detrás de la silla de Aro y llevó un archivo de papeles a Victoria.
Ella los miró brevemente.
—El archivo que tiene ante usted contiene toda la evidencia proporcionada por la
señorita Webber, que incluye una serie de fotografías y recortes de prensa de un periódico
florentino mostrando a la señorita Swan y al profesor Masen en un abrazo en un acto público
en Italia, donde el profesor Masen es citado diciendo que la señorita Swan es su prometida. Y
hay dos videos que muestran las interacciones personales entre la señorita Swan y el
profesor Masen en un club de baile, durante el tiempo que ella era su alumna. Estas
interacciones parecen ser de carácter íntimo y sin duda van mucho más allá de los límites
apropiados de una relación profesional.
Él hizo una pausa para causar efecto.
—Es posible que las evidencias puedan ser pruebas de más de una infracción. Así que
por esta razón, estamos ansiosos de escuchar la defensa de la señorita Swan. Así que le
pregunto una vez más, ¿ha entrado en una relación inapropiada con su profesor con el
propósito de obtener favores especiales y lo amenazó si él no cedía a sus avances?
—Doctor Pritchard, estoy asombrada de que un hombre de su estatura se dejara
convencer para dar crédito a una denuncia que no solamente raya en la credulidad sino que
tiene el mínimo apoyo de pruebas. ¿Recortes de periódico de un diario sensacionalista
italiano? ¿Vídeos que no pueden ser objeto de verificación? ¿Una beca? ¿Una directora de
tesis? No hay ningún caso prima facie*.
—¡No cite la ley para mí, Miss Weston! —explotó Aro, su temperamento rápidamente
obteniendo lo mejor de él—. ¡He estado practicando la ley desde que usted estaba en el
kínder!
Victoria le enarcó una ceja y cerró el archivo ceremoniosamente.
Aro la miró a ella y a Bella antes de continuar.
—Este cuerpo tiene una responsabilidad moral y legal de tomar todas las denuncias de
acoso en serio. El artículo del periódico demuestra que la señorita Swan y el profesor Masen
se vincularon románticamente sólo unos días después del final del semestre. Y parece
demostrar la existencia de una relación inapropiada con anterioridad, si no otra cosa.
—Una relación consensual entre dos adultos que tuvo lugar después del cierre del
semestre no iría contra las reglas. Y el hecho de que mi cliente fue descrita como la prometida
del profesor Masen demuestra que no hubo acoso —, protestó Victoria—. No puedo creer
que usted haya llamado a mi cliente para escuchar a estas acusaciones bizarras. El autor está
claramente inestable y viviendo en un mundo de fantasía. Le aconsejaré a mi cliente que está
en su derecho de presentar una denuncia por acoso contra la señorita Webber.
Aro aclaró la garganta ruidosamente.
—Si su posición es que la señorita Swan y el profesor Masen se involucraron en una
relación consensual, el Tribunal estará encantado de tomar nota de dicha declaración.
¿Cuándo empezó esta relación consensual, señorita Swan?
—Mi cliente no admite nada. Yo simplemente estaba ofreciendo una interpretación
hipotética de las pruebas presentadas en apoyo de la denuncia —, objetó Victoria.
—Los estudiantes de postgrado y sus profesores no pueden participar en relaciones
consensuales. La diferencia de poder es demasiado grande para permitir el consentimiento.
___
*En el derecho anglosajon, el que trata de precedente por sentencias, se refiere es a un caso que
prevalece hasta prueba en contrario, es decir, lo que quiere decir Victoria es que todas esas pruebas
son circunstanciales y pueden caerse con otra evidencia.

515
—La voz de Alex era apasionada—. Y no tengo ningún interés en escuchar al presidente
perseguir su propia investigación sobre la vida personal de la señorita Swan, con o sin el
profesor Masen durante el receso de invierno. Ah, ¿y Meagan?
La asistente de Aro se movió hacia la silla de Alex.
—Quiero estar segura de que mis observaciones estarán colocadas en el acta en la
transcripción oficial.
—Por supuesto —, dijo la asistente de Aro, antes de regresar a su asiento.
—Estamos aquí hoy para hablar de una queja de acoso. Teniendo en cuenta mi punto
de vista en el consentimiento, y mi historia pasada en tratar los casos de acoso como
miembro de este Tribunal, necesito más que un caso prima facie para convencerme de que es
incluso posible que una estudiante graduada pueda acosar y amenazar a su profesor, a pesar
de los precedentes citados por el doctor Pritchard. Me gustaría suspender esta entrevista con
el propósito de entrevistar a la denunciante, que creo que ha sido programada para reunirse
con nosotros esta tarde. Y me gustaría reiterar mi protesta por entrevistar a la señorita Swan
antes de la demandante. —Alex miró hacia Caius y Marcus expectante.
Aro no hizo ningún intento para disimular su ceño fruncido mientras Alex
efectivamente lo apuñalaba en la espalda.
—Tengo una comprensión diferente del consentimiento. —Su voz era igualmente
apasionada—. Sin embargo, vamos a entrevistar a la señorita Webber y por lo tanto todas sus
preguntas se pueden plantear a ella después de que terminemos con la señorita Swan.
Alex cruzó los brazos sobre su pecho, pero no protestó más mientras Aro continuaba
con su presentación.
—Tengo una carta firmada por la profesora Picton indicando que el profesor Masen se
le acercó en octubre debido a que estaba experimentando un conflicto de intereses en su
supervisión de la señorita Swan. ¿Qué otra razón él tendría que acercarse a la profesora
Picton que no fuera dar a la señorita Swan lo que ella quería? ¿Qué otro tipo de conflicto de
intereses puede haber aparte de una relación inapropiada y posiblemente acoso?
Bella abrió la boca para responderle, para revelar el hecho de que ella había conocido a
Edward desde que era una adolescente, pero Victoria la agarró del antebrazo en un apretón
de muerte.
—Suena como si ya ha tomado una posición sobre la denuncia, doctor Pritchard, y por
lo tanto están sesgados. Tal vez la carta habría sido menos sincera si usted hubiese declarado
que su verdadero propósito en esta reunión era envenenar el pozo* contra de la señorita Swan
para que pudiera maniobrarla en una denuncia de confraternización.
Victoria le estaba provocando ahora, y él lo sabía.
Pero él no quería perder los estribos de nuevo.
La voz de Aro era fría y calculadora—. La demanda alega el acoso y esa es la línea de
investigación que estamos llevando a cabo. La denunciante declara que el profesor Masen y
la señorita Swan se involucraron en una pelea de amantes frente a una sala llena de los
testigos durante uno de sus seminarios. Esto fue presentado como evidencia de las posibles
vías de represalia de la señorita Swan en contra del profesor Masen si él no le daba lo que
quería. Poco después de la exhibición pública embarazosa, la profesora Picton firmó el
papeleo que le permitió convertirse en la asesora de la tesis de la señorita Swan. Quid pro quo.
Quod demonstrandum erat*.
Él no pudo reprimir una sonrisa.
—Nemo me impune lacessit*, doctor Pritchard. —Victoria sonrió a los otros tres
___
* Poison the well, es una expresión jurídica referida a guiar a una audiencia, persona, jurado, miembros de
un tribunal a pensar, desacreditar a un sujeto.
* Dando algo por algo. Lo que se quiere demostrar
* Nadie me provoca con impunidad.

516
miembros del Tribunal, antes de dar vuelta una mirada congelada en la dirección de Aro—.
Esto ha sido muy iluminador. Muy esclarecedor. Por desgracia, la queja es a la vez maliciosa
y falsa. La evidencia parece haber sido presentada por una estudiante graduada que lo más
seguro es que está celosa del hecho de que la profesora Picton acordó supervisar la tesis de la
señorita Swan. Así que mi cliente no va a responder a ninguna de sus preguntas. Por otra
parte, si usted decide seguir una audiencia disciplinaria sobre la base de esta queja y la
evidencia de esto, no solamente voy a representar los intereses de mi cliente en dicho
proceso, pero voy a estar llevando a cabo otras vías de recurso contra el autor y esta
comisión.
Aro se ruborizó y Bella vio cómo agarraba la pluma con bastante fuerza—. ¿Está segura
de que esta es la posición que usted desea tomar, señorita Swan? Un argumento a favor de la
clemencia podría hacerse si usted coopera.
—¿Cooperar con las invenciones y ficciones? Usted ha llamado a mi cliente,
básicamente, una prostituta y argumentó que ella se acostó con su profesor para obtener una
preferencia y que ella lo amenazó con conseguir lo que quería. No necesito recordarle al
Tribunal las leyes relativas a la difamación. Creo que nos encontramos en una situación
similar el año pasado. No cederemos a las amenazas.
Una sonrisa apareció en los labios de Aro—. No es una amenaza, no. No amenazamos,
nosotros adjudicamos. Y esta investigación no ha terminado. Vamos a entrevistar a testigos y
otras partes interesadas y entonces vamos a repetir esta conversación de nuevo. ¿Alguno de
mis colegas académicos tienen alguna otra observación o preguntas para la señorita Swan?
Alex, Caius y Marcus negaron con la cabeza.
—Entonces señorita Swan, si se niega a responder a mis preguntas, usted puede
retirarse.
Victoria asintió con la cabeza a cada uno de los miembros del Tribunal y luego se
levantó y acompañó a Bella fuera de la habitación.

Información historia relevante y enlaces:

Margaret Atwood es una autora famosa de Canadá y una ex alumna de la Universidad


de Toronto. ¿Ha leído su novela, "La novia ladrona"? Usted debería. En realidad, es probable
que pueda leer cualquiera de sus novelas y disfrutar de ellos. Ella es muy buena.

La cita de Siobhan es de Heródoto, de sus Historias. Se incluye una fascinante colección


de historias acerca de los egipcios, persas, griegos, fenicios, el Oráculo de Delfos, etc Mi
historia favorita es "Gyges usurpa el trono" y puede ser encontrado incrustado en el centro
del libro I de las Historias, aquí:

http://classics.mit.edu/Herodotus/history.1.i.html

517
Capítulo treinta y tres.

Después de su comparecencia ante el Tribunal, Victoria llevó a Bella al Hotel Windsor


Arms, que estaba muy cerca de la Universidad.

—Necesitas un trago —, anunció ella, entregándole al servicio de valet las llaves de su


Mercedes rojo.
Bella había estado en el hotel antes pero solamente en el spa, para poder utilizar los
certificados de regalo que Edward le había regalado por Navidad.
Victoria rápidamente la llevó al bar que estaba cerca de la puerta principal del hotel.
Era un cuarto pequeño y elegante, decorado en color violeta, negro y gris.
Bella se estremeció, porque encontró el esquema de decoración bastante frío. Y casi
gótico.
—¡Victoria! —El cantinero salió de la barra para saludarla con un beso en cada
mejilla—. No sueles estar aquí tan temprano.
—Un mal día, Pierre. Necesitamos un coctel. —Le devolvió su abrazo y luego dio un
paso hacia atrás—. Esta es mi amiga, Isabella.
Pierre le saludó cálidamente y después le preguntó que querían beber.
—Lemon Drop —, dijo Victoria.
—Flirtini —, dijo Bella, nerviosamente.
Pierre asintió y las dejo para que encontraran un asiento cómodo en una de las
esquinas.
—Bueno, ese Tribunal fue una confederación de necios —, anunció Victoria, mirando a
Bella cuidadosamente.
Bella asintió, preguntándose si ella era Ignatius Reilly, el protagonista del libro con el
mismo nombre, o si Edward era Ignatius y ella era Myrna Minkoff*.
Pierre entregó sus bebidas con una sonrisa, y unos cuantos platos de tapas—. Por la
___
* Ignatius J. Reilly es el personaje principal de la obra del escritor norteamericano John
Kennedy Toole, La conjura de los necios. Reilly es un personaje sedicioso, díscolo y tirano, un
treintañero que aún vive con su madre, viuda incapaz de negar a su caprichoso vástago cosa alguna,
hasta que, tras un pequeño accidente de coche, le fuerza a buscar trabajo, lo que será el factor
desencadenante de la acción principal de la obra. En sus largos paseos en busca de trabajo Ignatius
tratará con todo tipo de personajes, los cuales influirán en su aventura, para bien o para mal.
Mientras tanto él irá quejándose de los fuertes dolores que su válvula pilórica le produce. Myrna es su
amiga con la que rivaliza para hacer todas las actuaciones. Bella está preguntándose si eso que está
sucediendo —el tribunal— será lo que desembocara muchos eventos, sean positivos o no.

518
casa—. Le hizo un guiño a Victoria y luego regresó a la barra.
Victoria tomó un largo trago de su bebida y luego se acomodó en contra de la
banqueta.
—Mi consejo es presentar una queja contra el hostigamiento a esta bruja Ángela
Webber, citando mala intención, tan pronto como sea posible.
—No estoy segura de querer su antagonismo.
Victoria se echó a reír—. ¿Qué más podría hacerte? ¿Hervir tu conejo en una olla en la
estufa?
Bella tomó un sorbo de Flirtini, pero no dijo nada.
—Escucha, una denuncia contra ella no llegaría a ninguna parte. No tenemos que
seguir adelante con ella, pero le daría a ella y a Aro algo en qué pensar. Me dijiste que ella
iba detrás de tu novio. ¿No quieres atacar de vuelta?
—Lo que quiero es que todo esto se acabe y que el Tribunal nos dejen en paz. No
entiendo cómo ella puede presentar una queja de acoso por parte de Edward en primer
lugar. Deberían haberlo descartado.
—El Tribunal no es una corte. Tiene sus propias reglas y procedimientos, algunos de
los cuales son extraídas de la ley. Por ejemplo, el Tribunal acepta amicus briefs*. Ella dijo ser
una amiga del Tribunal y se presentó en nombre de Edward, citando el hecho de que él
estaba siendo chantajeado por ti como una justificación para su intervención. Algunas veces
con quejas de este tipo el Tribunal mantiene la identidad del denunciante en secreto. Aro
debe haber decidido que Ángela no estaba en peligro de ser dañada por ti, de lo contrario no
te habría dado a conocer su identidad. —Victoria negó con la cabeza.
—No es justo tener denunciantes secretos.
—No, no lo es. Pero una vez más, el Tribunal no se rige por el ordenamiento jurídico o
por los precedentes necesariamente. Aunque a Aro le gusta una buena argumentación
jurídica. —Victoria tomó un sorbo de su coctel de nuevo—. Es posible que él esté mintiendo
cuando dice que va a entrevistar a otras personas. Pero por si acaso, me gustaría una lista de
personas que crees que podría entrevistar y todo lo que podrían decir que sería
potencialmente dañino.
—Pero él me dejó ir.
—Bella, creo que hemos ganado la batalla de hoy, pero no estoy segura de que
hayamos ganado la guerra.
Bella se volvió hacia ella, con los ojos abiertos—. ¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que hemos sido capaces de demostrar que tú no eres quien acosa a
Edward, pero creo que Aro huele a una violación de la política de confraternización. Así que
es muy posible que vayamos a terminar de vuelta allá en una semana.
—Oh, no. —Bella comenzó a talar su labio inferior con los dientes.
—No te preocupes. Aún. Una queja de confraternización te afecta a ti, pero también
afecta a tu novio y la Administración es muy cautelosa sobre traer a un miembro de la
facultad por una acusación tan grave. Van a continuar la investigación hasta que estén
seguros, y después atacarán. Incluso si llega a eso, por el momento tienes al menos dos
aliados en el Tribunal, Alex y Caius. Marcus casi siempre está del lado de la facultad. Como
presidente, Aro no vota a menos que decidan votar por una votación secreta.
—¿Por qué es eso?
—Las reglas de orden de Robert*. Pero estoy segura que en este caso, Aro va a exigir
que ellos voten por votación secreta. Y luego, si hay un empate, Aro rompe el empate.
—¿Qué significa eso?
Victoria suspiró.
___
* Expresión de derecho referida a presentaciones realizadas por terceros ajenos al litigio o a la causa.
* Es un texto muy común en EEUU para guiar las juntas formales, reglas parlamentarias.

519
—Significa que no puedo predecir el resultado. Relacionado con la personalidad, yo
puedo hacerte daño. A Aro le desagrado con intensidad y no quiere nada más que verme
humillada como yo lo humillé en un proceso el año pasado. Sin embargo, él es un hombre
justo, en general, y tendremos una audiencia justa. Creo. Mientras tanto, déjame presentar
una queja en contra de este personaje Ángela Webber. En cuanto a ti y a tu novio, no atraigan
atención innecesaria sobre ustedes. Aro los investigará a ambos esta semana y no tenemos
idea de lo que Ángela está diciéndoles en estos momentos.
Bella negó con la cabeza, una ola de náusea golpeándole mientras pensaba en Ángela
dando testimonio ante el Tribunal.
—Está bien, Victoria. Presenta la queja. No creo que vaya a cumplir cualquier otra cosa
que no sea su antagonismo y mantener mi nombre ante el Tribunal, pero tú eres la abogada.
¿Crees que ella está teniendo una aventura con Aro, y es por eso que él llevó su queja tan en
serio?
Victoria se echó a reír a carcajadas—. Lo dudo. Creo que él prefiere a los hombres, pero
no lo sé con seguridad. Él no es más que un defensor que quiere hurgar las posibles
demandas antes de que lleguen a los tribunales. Incluso si el Tribunal llegara a declararte
culpable de una infracción, siempre tenemos el recurso legal. Así que si nos dan un resultado
inaceptable, demandaremos sus traseros.
Victoria sonrió ampliamente y se bebió el resto de su lemon drop en un solo trago.

-
Treinta minutos más tarde Bella estaba saliendo del ascensor del piso de Edward.
Pasó al lado de su vecino francés mientras caminaba por el largo pasillo y ambos
intercambiaron un saludo breve pero agradable. Luego entró con su llave.
—¿Isabella? ¿Eres tú?
—Sí.
Bella no podía haber sabido esto, pero Edward había estado en su estudio durante toda
la tarde investigando las políticas de la Universidad sobre varias cosas y tratando de
descubrir qué tipos de sanciones el Tribunal había impuesto en el pasado. Y cuando su
ansiedad obtuvo lo mejor de él y ya no podía estarse quieto, había estado dándole lata a
James por teléfono, caminando de arriba hacia abajo como un león en una jaula y casi
haciendo un sendero en su alfombra persa antigua.
Bella rápidamente se quitó el abrigo y las botas y estaba lista para entrar en la sala de
estar cuando Edward la encontró en el vestíbulo.
—¿Acaba de terminar? ¿Por qué no me llamaste? Traté de llamarte pero tu teléfono
estaba apagado.
Él puso sus manos sobre sus hombros y la besó en la frente.
—Victoria quería interrogarme después.
Ahora Edward parecía aún más preocupado.
—¿Estás bien? ¿Qué pasó?
—Estoy bien. Me dejaron ir.
Él soltó un improperio y la tomó entre sus brazos, abrazándola con fuerza—. Si te
pasará algo alguna vez...
Ella le devolvió la abrazó y exhaló lentamente contra su pecho.
—Fue Ángela Webber.
—¿Qué? —Se apartó para que pudiera ver su rostro.
—Ángela Webber me acusó de acosarte sexualmente para que me dieras cosas.
—¿Qué? ¿Qué carajo?
Mientras Bella rápidamente describía la naturaleza de la queja y los intercambios entre
Aro y Victoria, la expresión de Edward se hizo más oscura y más peligrosa. Cuando ella citó
las palabras finales de Aro, él dio un gran paso lejos de ella.

520
Con un grito, se echó hacia atrás y metió su puño a través de la pared. Y luego, por si
acaso, retiró su puño, arrastrando fragmentos de yeso y el polvo con él, antes de golpear la
pared dos veces más en rápida sucesión.
Bella se quedó allí, con la boca abierta y en estado de shock mientras Edward temblaba
delante de ella, sus ojos cerrados, y su pecho levantándose.
Parte de ella quería correr, agacharse, esconderse.
Pero se encontró clavada en el suelo, mirándolo fijamente.
Él había tenido miedo, lo sabía. Aterrorizado de que ella saliera herida.
No importa lo mucho que ella quisiera correr en ese momento, la vista de unas cuantas
gotas de sangre goteando de sus nudillos hacia el piso de madera le llamó la atención y
apartó sus miedos.
—¡Edward!
Olvidando por completo que ella se debilitaba por la vista (y olor) de la sangre, Bella
dio un cauteloso paso hacia delante, agarrando el puño ensangrentado con las dos manos.
Su voz bajó mientras su cabeza se hundía.
—¿Qué te has hecho a ti mismo? —susurró. Miró a sus ojos encendidos y luego tiró de él
hacia el baño de invitados.
Sorprendentemente, él fue por voluntad propia.
—Siéntate —le instruyó, mirándolo sentarse en la tapa del inodoro cerrada.
Examinó los nudillos y los encontró abiertos en más de un lugar, el polvo y pedazos de
yeso mezclados con su sangre.
—Quizás necesites puntos de sutura—, dijo—. Y me preocupa que te hayas roto algo.
Edward abrió y cerró su mano varias veces, demostrando sin palabras que su mano no
estaba rota.
—Creo que deberías hacerte una radiografía, por si acaso.
Su única respuesta fue pellizcar su nariz con su mano sana, y exhalar un profundo
suspiro tembloroso.
Ella abrió el botiquín y sacó algunos artículos de primeros auxilios.
—Voy a tratar de limpiar esto, pero deberías ir al hospital.
—Estaré bien. —Su voz era firme.
Usando las pinzas, ella quitó los pedazos de yeso de sus heridas y luego las limpió con
yodo.
Edward apenas se estremeció mientras ella bañaba sus nudillos y se dio cuenta que
estaba temblando un poco, posiblemente de la furia residual.
—Lamento haberte molestado —susurró Bella, vacilante.
Edward abrió los ojos y la miró fijamente—. ¿Casi tiro una pared, y tú te estás
disculpando conmigo?
—Debería habértelo dicho cuando estuvieras sentado. O después de que hubieses
tomado un trago.
Él negó con la cabeza—. Entonces de verdad hubiese tirado la pared. O peor aún. Estoy
demasiado enojado para beber, Isabella.
Bella tenía problemas para imaginar lo que podría ser peor que tumbar una pared con
sus mismas manos, pero continuó los primeros auxilios hasta que la herida estuvo
completamente limpia y luego colocó unos pocos vendajes mariposa en los cortes con el fin
de cerrarlos.
Cuando terminó, ella le dio un beso suave en los nudillos.
—Lo siento mucho.
Edward le tomó la mano en la suya.
—Detente. —Puso sus labios contra la palma abierta de su mano y la besó—. Me parece
recordar otra ocasión en este baño cuando yo era quien estaba jugando al doctor.

521
Bella se sonrojó ante el recuerdo—. Yo estaba mortificada. Quería darte una buena
impresión y entonces rompí tu copa de cristal y rocié tu hermosa camisa con Chianti.
Edward sacudió la cabeza—. Fue un accidente. Tuve que llenarme de valor para poner
yodo en tus heridas. Tenía tanto miedo de hacerte daño. Y eso fue antes que yo... —Cerró los
ojos y se frotó contra ellos—. Todavía tengo miedo de hacerte daño. Solamente que ahora es
peor. Lo que te sucedió hoy es mi culpa. Debería haberte protegido. —Sus hombros se
encorvaron hacia delante en señal de derrota—. Todos los que amo terminan siendo
lastimados. O muertos.
—Edward —dijo Bella, su voz una advertencia. Se inclinó y tomó su cara entre las
manos, obligándolo a mirarla—. No lo hagas. Sabíamos los riesgos cuando nos involucramos.
Y no me importa lo que me hagan. —Su voz se quebró en las palabras, pero ella habló de
todos modos—. No me importa Harvard o mi doctorado. Solamente tengo miedo de
perderte.
Un extraño fuego iluminó los ojos de Edward.
—Ni siquiera el infierno me podría apartar de ti —susurró.
Los amantes se abrazaron desesperadamente, obteniendo consuelo de la piel del otro.
Un poco más tarde, Bella estaba desnuda, persuadiendo a Edward a reunirse con ella
en la bañera grande.
—No estoy de humor para un baño de burbujas, Isabella. Lo que quiero hacer es
retorcer el pequeño cuello de Ángela. O lanzarle una barra de hierro a algo.
Preferiblemente a algo feo y pobremente hecho. Como una minivan.
—Es por eso que necesitas un baño de burbujas, mi amor. —Bella entró en el agua
caliente y entonces se acomodó entre la espuma.
Él la miró intensamente… la forma en que su pelo largo estaba arreglado sin forma en
la parte superior de su cabeza, algunos rizos escapándose de las horquillas, los contornos
suaves de sus pechos flotando en medio del agua como dos lirios blancos con puntas
rosadas, la forma nerviosa en que mordía su labio hasta que ella se dio cuenta de que la
estaba mirando.
Él no quería relajarse, quería destruir, mutilar, herir; todo con el fin de protegerla.
¿Cómo era posible que él hubiera estado de acuerdo en permitirle entrar en esa guarida
de leones sola?
Era demasiado tarde ahora. El daño ya estaba hecho. Y tuvo la sensación por lo que
Isabella le dijo que todo estaba lejos de terminar.
Únicamente por el deseo de complacerla después de su espectáculo repugnante de
explosión de temperamento, y no por otra razón, él se quitó la ropa. Era difícil con una mano
lesionada, pero lo consiguió, colgando su camisa sin botones en un gancho en la parte
posterior de la puerta y doblando los pantalones negros con esmero, colocándolos sobre el
tocador de mármol.
Mientras él se inclinaba para quitarse los calzoncillos, Bella miró a escondidas.
Nunca parecía cansarse de su belleza o acostumbrarse a ello. Especialmente la forma en
que sus músculos ondulaban en su espalda y luego más abajo...
Mientras él abría la puerta del armario de ropa, a ella le fue regalada una visión de su
trasero en todo su curvo y muscular esplendor y se acordó de cómo había lucido cuando ella
lo vio caer la toalla morada detrás de su puerta del baño, y la forma en que se sentía al tener
esas curvas en sus manos cada vez que hacían el amor.
Pero todos esos pensamientos fueron interrumpidos cuando él se sentó detrás de ella.
Ella se acurrucó hacia atrás entre sus piernas hasta que estaba inclinaba a ras contra su pecho
y luego dio un pequeño suspiro de alivio. Estar cerca de él era reconfortante.
Él movió la mano derecha lesionada para que colgara sobre el borde de la bañera.
—¿Recuerdas la primera vez que nos bañamos juntos? —Preguntó ella.
—Sí. No es probable que lo olvide.

522
—Estabas preocupado que yo estuviera sufriendo y me cargaste a la bañera. —Sonrió
con timidez—. Eres muy considerado, Edward, pero esa fue una de las cosas más amables
que has hecho para mí.
—Gracias. —Le dio un beso en la mejilla—. Pero no puedo recordar cosas felices
contigo en este momento. Estoy demasiado enojado para eso. Me gustaría arrancarle la
lengua a Aro Pritchard y estrangularlo con ella. Cuando hayamos terminado aquí, voy a
llamar a James y le diré lo que me dijiste. Lo voy a dirigir para que redacte una carta a Aro
negando que me acosaste y diciendo que Ángela es una pequeña zorra malintencionada que
me ha estado molestando desde que llegó. Estoy seguro de que me dirá que me abstenga de
decir algo más.
Bella no pudo evitar sonreír ante la idea del Tribunal recibiendo una severa
reprimenda en un documento legal que diga que la demandante era una "pequeña zorra
maliciosa".
—Sería interesante ver a ese estirado Aro leyendo la profanidad en voz alta para el
acta. Supongo que si Ángela es marcada como una zorra ante el Tribunal, entonces debe ser
verdad.
Edward negó con la cabeza por su sarcasmo.
—Todavía estamos en peligro. Incluso si piensan que nuestra relación es consensual
ellos todavía pueden decidir castigarte. Creen que es poco probable que alguien como yo en
realidad espere para consumar la relación. Yo soy la pieza más contundente de evidencia en
tu contra.
—Edward, por favor no hables de ti de esa manera. No me importa lo que piensen.
Vamos a decir la verdad y ellos tendrán que demostrar que estamos equivocados. —Se
volvió hacia un lado para poder descansar parte de su rostro contra su pecho—. Lo más
importante es que trabajemos juntos.
Él reaccionó instintivamente, apretando su brazo contra sus pechos y presionando un
beso en su cabello.
—Nuestra única esperanza es que no continúen esto hacia más allá. Si lo hacen, si
tratan de hacerte daño, que me ayude Dios porque voy…
—Edward, tenemos que mostrar un frente unido. Somos socios. Rompimos las reglas
juntos y debemos asumir las consecuencias juntos. Yo puedo soportar cualquier cosa con tal
de que no nos separen... o te lastimen. Por favor, no permitas que ellos hagan eso. Por favor,
no hagas ninguna tontería.
Él se enfureció ligeramente.
—¿Te defendiste a ti misma en la reunión? ¿Como te lo pedí?
—Victoria fue la única que hablo. Ella dijo que sería mejor si no mostrábamos nada.
Pero estuve de acuerdo en presentar una denuncia de hostigamiento en contra de Ángela, la
cual ella va a preparar.
—Debería haber sido el primero en presentar una queja en su contra, meses atrás. Esa
parte, al menos, es mi culpa. Pero la mañana del lunes, estaré notificando a la presidencia de
mi departamento que ya no supervisaré la tesis de doctorado de señorita Webber. Ella va a
estar fuera del programa sin un director.
—¿Esto no aumentara las cosas con ella?
—Ella le dijo a los Vulturi sobre nosotros. Ella trató de poner fin a tu carrera de
posgrado. Voy a poner fin a la suya.
Él jaló a Bella más cerca, de modo que sus labios pudieran encontrar su cuello. La besó
arrepentido y luego enterró su rostro en su cabello largo y oscuro.

-
Más tarde esa noche, Ángela se encontraba sentada en el bar en Lobby, bebiendo un
martini sucio en un vaso limpio.

523
—¿Mal día? —Preguntó el camarero, levantando un poco la voz para que pudiera
hacerse oír por encima de la música.
—No tienes ni idea. Mantenga los Martini viniendo.
Él frunció el ceño ligeramente y luego asintió con la cabeza, moviéndose para hacerle
una segunda bebida.
Ella no podría haber predicho cómo cambiaran los eventos esa tarde, la forma en que el
Tribunal se había puesto en su contra, como una serpiente que ella atrapó por la cola.
Ellos habían utilizado palabras como imprudente y especulativo.
Pero realmente, ¿cómo ella podía haberse convertido en su prometida tan rápidamente
sin chantajearlo? ¿Cómo él podía haberla escogido solamente por afecto, cuando parecía ser
un hombre sin corazón que únicamente estaba interesado en una cosa?
Ella había oído hablar de su reputación. Ella sabía lo que era.
Era un puto. Y más. Y ninguna cantidad de monogamia o celibato lo haría de otra
manera jamás.
Él se quebraría con el tiempo e iría buscando a otra persona para coger.
Él no estaba con ella por el sexo de eso era seguro.
¿Cómo él podía a dormir con esa pequeña cosa tímida? ¿Alguien que era tan claramente virgen
al inicio del semestre, cuando él me podría haber tenido? ¡Me especialicé en estudios de Lolita, cuando
era una adolescente!
Incluso después del segundo Martini sucio, no tenía sentido para ella cómo el profesor
Masen podría haber elegido a una criatura tan sencilla y hasta fea cuando él podría haberla
tenido a ella para calentar su cama. Y para cabalgarlo.
Ahora voy a tener que encontrar un nuevo director de tesis. Y dudo que la profesora Picton me
aceptara. A pesar de que vale la pena intentarlo...
—Hola, preciosa.
Las maquinaciones Ángela fueron interrumpidas por el hombre con aspecto nerd que
se acercó a ella, usando una camiseta blanca que tenía la palabra Metafísica escrita
elegantemente en la parte delantera, una chaqueta de pana de color oxido, pantalones grises
de vestir y zapatillas blancas.
Se trataba de un conjunto extraordinario.
—Hola, Lucas.

-
La semana siguiente pasó tranquilamente. Ni Edward ni Bella recibieron ninguna
comunicación del Tribunal, salvo una breve nota de Aro dirigida a Edward, indicando que
había recibido su declaración en relación con Ángela.
Así fue con un estado de ánimo bastante optimista que Edward y Bella volvieron a sus
sesiones de terapia regulares el jueves.
Siobhan eligió el tema del miedo para la sesión de la semana.
—Bella, ¿cuáles son tus mayores miedos?
Ella consideró la pregunta por un momento, antes de juguetear con sus uñas.
—Um, perder a mi novio. Aplazar la escuela de postgrado. Terminar vieja, sola y senil
con varios gatos.
—¿Perderlo a él, cómo?
Ella se retorció en su asiento.
—Tengo miedo de que él podría decidir que no somos una buena pareja y me deje.
También él es muy guapo y las mujeres no pueden evitar notarlo. Me preocupa que él se
canse de mí y decida que quiere a alguien mejor. Especialmente si me mudo a Cambridge el
próximo año y no viene conmigo.
—Pensé que habías dicho que estaba planeando ir junto a ti.
—¿Qué pasa si él cambia de opinión?

524
Siobhan le ofreció una mirada comprensiva—. Ser separado de un ser querido es
doloroso, eso es cierto. Pero, ¿por qué tienes miedo de que él se canse de ti? Dice que te ama.
Él parece bastante atento. ¿No le crees?
—Yo le creo ahora pero la gente cambia. La gente deja de amarse unos a los otros. Mis
padres se amaban una vez y terminaron odiándose mutuamente.
—Ninguna relación tiene una garantía de devolución del dinero. No puedo prometer
que tú y tu novio siempre estarán juntos, sea si él se muda contigo a Harvard o no. Pero lo
que puedo hacer es ayudarte a hacer tu relación saludable y darte las herramientas que tú
necesitas para tener una vida feliz con o sin él.
—No puedo ser feliz sin él —susurró Bella, tratando de no llorar.
Siobhan pareció considerar esto por un momento.
—¿Es eso cierto? Tú y él se separaron una vez, ¿no? Y sobreviviste. De hecho, yo diría
que prosperaste, al menos en el ámbito académico. Lo hiciste muy bien en la escuela, pasaste
un semestre en el extranjero en Italia y hablas con fluidez italiano. Fuiste aceptada en
Harvard por tu maestría. Te convertiste en la mujer capaz e inteligente que eres hoy. ¿No
crees que podrías sobrevivir de nuevo si algo saliera mal? ¿Convertir los limones en
limonada?
—Eso fue antes de conocerlo realmente. Antes de que nos volviéramos tan… cercanos.
Si yo lo perdiera ahora... —Sacudió la cabeza y sollozó.
Siobhan le sonrió a Bella—. No estoy diciendo que no sería doloroso. Sin embargo, si tú
construyes tu felicidad en otra persona, te sentirás decepcionada. Una vez más, es
importante esforzarse en mantener el equilibrio. Está muy bien necesitar a las personas, está
bien amar libremente, pero si piensas que tu felicidad depende de otra persona, eso no es
cierto. Y no es saludable. —Se inclinó hacia delante en su silla—. El pedestal en que has
colocado a tu novio es demasiado alto. Recuerda, él es un hombre y no un dios. O un ángel.
Cuando él caiga de ese pedestal, y lo hará, vas a salir lastimada. Vamos a trabajar en llevar
ese pedestal más cerca del suelo, y concentrarnos en otras cosas que te traigan felicidad,
antes de que caiga.
«Y vamos a centrar nuestra atención en volverte saludable. Tú y tus relaciones nunca
serán perfectas. Nosotros no estamos luchando por la perfección. Nos estamos esforzando
para la salud, el bienestar y la felicidad, y en equiparte para vivir una vida con sentido,
donde puedas amar y ser amada sin miedo. »
Bella ponderó las verdades que Siobhan vertió en su oreja. Sabía que su terapeuta
estaba en lo cierto… que tenía mucho trabajo que hacer sobre sí misma. Pero tampoco podía
apartar la sensación de que Edward era su alma gemela, su bashert, y que nunca habría otro.
¿Cómo podría vivir sin mi alma?

-
Aro Pritchard pasó su viernes por la noche solo en su oficina con una botella de
whisky Jameson.
No era raro para él hacer eso. En su posición como vicepresidente de Asuntos
Jurídicos, su único propósito era impedir que la Universidad fuese demandada. Y él era
muy, muy bueno en su trabajo.
Sin embargo, en esta noche en particular se encontró sumido en un caso muy difícil y
muy sensible.
La denuncia de acoso de la señorita Webber, mientras que era claramente engañosa, le
había alertado de un posible caso de fraternización entre un profesor en el Departamento de
Estudios Italianos y una de sus estudiantes de postgrado.
El problema era que las pruebas eran contradictorias.

525
Para todas las cuentas, la señorita Swan era una joven más bien tímida, que había sido
rechazada inicialmente por el profesor Masen e incluso insultada por él en su seminario de
postgrado.
Entonces, de repente, él se había acercado a la profesora Picton para que supervisara la
tesis de la señorita Swan, citando el hecho de que ella era una amiga de su familia como la
razón por la que ya no podía seguir supervisándola.
Aquí es donde Aro estaba perplejo.
El profesor Masen no se había opuesto a la admisión de la señorita Swan para el
programa, sabiendo que él era el único profesor que dirigía tesis sobre Dante. Así que si
hubo tal conflicto de intereses, ¿por qué no se había opuesto a su admisión en el programa?
¿O declaró el conflicto de intereses a uno de sus superiores en el comienzo del año escolar?
No tenía sentido.
Y a Aro no le gustaba cuando las cosas no tenían sentido. Porque su universo no era
nada si no uno de puro sentido.
Mientras reflexionaba sobre la situación y la evidencia, sacó uno de sus libros favoritos
y se puso a leer un análisis muy sofisticado del dilema del prisionero. A Aro le gustaba
mantener su mente ágil*.
Al final del pasillo, Alex Chakravartty estaba frustrada.
Ella sabía que basada en los precedentes, Aro no tendría ningún problema castigando a
una estudiante graduada por acostarse con su profesor si la relación violaba la política de no
confraternización. Incluso si esa relación fue de mutuo acuerdo.
Pero ya que él nunca había sido una mujer o un miembro de un grupo minoritario, él
no tenía conocimiento en primera persona en la forma en que una diferencia de poder
erosionaba la posibilidad de consentimiento.
En la filosofía de Alex, no importaba si la señorita Swan pensaba que ella estaba
consintiendo, o queriendo consentir tener una aventura con su profesor. Su relación era, por
definición, no consentida por la diferencia de poder y posición.
Pero ahora que Aro había cogido una bocanada de una posible infracción, él no dejaría
una piedra sin remover en su afán por proteger a la Universidad frente a la exposición. Y de
las posibles demandas posteriores de los estudiantes celosos como la señorita Webber que
alegaran que la señorita Swan había recibido preferencias académicas porque estaba
durmiendo con su profesor.
El artículo de opinión de Margaret Atwood en The Globe and Mail sobre la naturaleza
sombría del Tribunal Volturi había captado la atención de Aro durante la semana. Lejos de
hacer que se detuviera, solamente lo impulsó a probar que ni él ni el Tribunal merecían la
descripción peyorativa que ella ofreció.
A lo largo de su carrera, Alex había visto demasiadas estudiantes graduadas brillantes
y prometedoras convertirse en los juguetes de sus profesores. Ella no permitiría que lo
mismo sucediera con la señorita Swan, impunemente. Dada la más que colorida reputación
del profesor Masen, le resultaba difícil creer que él había hecho otra cosa que seducir a la
joven señorita Swan y tratar de encubrirlo después, convenientemente, convenciéndola de
que estaban "enamorados" y que su relación era "consensual".
La línea de tiempo de los acontecimientos parecía apoyar la teoría de Alex.
Y debido a la diferencia de poder y las mentiras seductoras del profesor Masen, la
___
* El dilema del prisionero es un problema fundamental de la teoría de juegos que muestra que
dos personas pueden no cooperar incluso si en ello va el interés de ambas. En el dilema del prisionero
iterado, la cooperación puede obtenerse como un resultado de equilibrio. Aquí se juega repetidamente,
por lo que, cuando se repite el juego, se ofrece a cada jugador la oportunidad de castigar al otro
jugador por la no cooperación en juegos anteriores. Así, el incentivo para defraudar puede ser
superado por la amenaza del castigo, lo que conduce a un resultado cooperativo.

526
señorita Swan no lo había denunciado. Ella no habría sido la primera alumna que ha caído
en esta trampa.
Aro sabía de la admisión temprana a la señorita Swan en la Universidad de Harvard y
que una calificación reprobatoria en el seminario de Dante del profesor Masen podría causar
la pérdida de su lugar. En su afán por proteger a la Universidad, la reputación de los Volturi
y su buen nombre, era probable que cometiera una grave injusticia que perjudicaría
definitivamente a la señorita Swan y poner fin a su carrera.
Alex sintió que era su responsabilidad como vicepresidente de la diversidad asegurar
que los derechos de la señorita Swan como estudiante de postgrado fueran protegidos y no
destrozados por un reaccionario vicepresidente que se preocupaba por cubrir el culo
colectivo de la Universidad. (Lo cual era, sin duda, bastante grande)
Molesta y frustrada, insertó un pendrive en su computadora que había sido otorgado
por la oficina de Tecnologías de la Información. Sí, era posible que Aro e incluso Marcus y
Caius hubiesen pedido los mismos archivos. Sin embargo, Alex prefirió mirar en la misma
evidencia y llegar a sus propias conclusiones.
Abrió la única carpeta en el disco y comenzó la exploración a través de los correos
electrónicos que habían sido sacados de la cuenta del profesor Masen a través de un
buscador muy sofisticado. Ajustó los parámetros de su propio motor de búsqueda interno
para incluir solamente aquellos mensajes que habían sido enviados o recibidos por la
señorita Swan, señorita Webber, señor Norris y la profesora Picton.
Solamente tomó unos minutos para que ella consiguiera exactamente lo que estaba
buscando.
Encontró dos correos electrónicos que habían sido enviados antes del final de octubre
de 2009. El primero había sido escrito por el profesor Masen a la señorita Swan,

Querida señorita Swan,


Necesito hablar con usted concerniente a un asunto de suma urgencia.
Por favor contácteme tan pronto como le sea posible.
Usted puede llamarme al siguiente número: 416—zzz—zzzz (celular).
Saludos,
Prof. Edward A. C. Masen,
Profesor Asociado
Departamento de Estudios Italianos/Centro de Estudios Medievales
Universidad de Toronto.

Y luego el segundo correo electrónico, enviado por la señorita Swan al profesor Masen,
en respuesta a su mensaje.

Doctor Masen,
No, no leí su tarjeta. La destruí.
Deje de acosarme.
Yo no te quiero más.
Ni siquiera quiero conocerte.
Si no me deja tranquila, estaré forzada a hacer una cita con el funcionario encargado del departamento
de acoso de la Universidad y presentar una queja formal.
Y si usted llama a mi padre, haré exactamente eso.
Inmediatamente.
Si piensa que voy a dejar que una cosa tan insignificante como esto me saque del programa, entonces
usted está muy equivocado.
Necesito un nuevo director de tesis; no un boleto de bus.
Saludos,

527
Señorita I. M. Swan,
Humilde Estudiante de Postgrado,
Ma-veces-de-rodillas-que-la-puta-promedio.
P.D. Voy a devolver la beca M.T. Masen la próxima semana. La primera y segunda inicial son muy
adecuadas.
Felicitaciones, profesor Abelard. Nadie jamás me ha hecho sentir tan vacía como usted lo hizo el
domingo en la mañana.

Bingo, pensó Alex.

-
En la tarde del lunes, dos cartas certificadas de los Volturi fueron entregadas a los
domicilios particulares del profesor Edward Masen y la señorita Isabella Swan.
Estas cartas no eran ni vagas en información ni educadas. Ellos exigieron que los
destinatarios comparecieran ante una audiencia disciplinaria que se celebrará el viernes por
la mañana en un asunto relacionado con la política de no confraternización de la
Universidad. Tanto Edward y Bella fueron animados para llevar representación,
posiblemente un abogado.
La velocidad con la que estaba programada la audiencia dejó a la pareja y a sus
abogados luchando por establecer estrategias y prepararse. Por suerte, James y Victoria
tenían cada uno una naturaleza sospechosa y se habían estado preparando para tal audiencia
todo el tiempo.
Desgraciadamente, no habían estudiado el dilema del prisionero, o la teoría de juegos.
El consejo de James para Edward era ser muro de piedra, aunque instó a Edward para
entrenar a Isabella sobre qué decir y lo más importante, qué no decir. En su defecto, James
tenía toda la intención de argumentar que Isabella era un estudiante inestable,
impresionable, que tenía una fijación con Edward desde una edad joven y que le había
seducido.
Pero él no le dijo a Edward eso.
El consejo de Victoria era paralelo al de James. Ella le dijo a Bella que no dijera nada y
luego culpara a Edward para todo, con la intención de argumentar que él era mayor, un
profesor libertino que había seducido a una joven inocente con la promesa de un futuro largo
y feliz. Cuando Bella declaró que quería confesar la relación y decir la verdad sobre todo,
Victoria le dijo que eso era una muy mala idea. Y ella planeó en privado hacer aparecer la
reputación de promiscuidad de Edward y sus roces con la ley.
Ni Edward ni Isabella estaban del todo contentos con las actitudes mostradas por sus
abogados.
Sin embargo, la pareja señalada sucumbió a la presión colectiva de mantener su
distancia el uno del otro hasta después de la reunión del Tribunal, por lo que cada uno de
ellos pasó una semana muy larga durmiendo solos en sus apartamentos separados. Y en
ambos casos, sufriendo a través de pesadillas muy intensas, horribles, sobre la separación
permanente.

-
En la noche antes de la cita del Tribunal, Bella y Edward dijeron sus buenas noches por
teléfono. Edward cortó la conversación rápidamente, no dispuesto a hablar sobre lo infeliz
que era su situación y sus temores privados en cuanto a lo que podría suceder al día
siguiente.
Algún tiempo después de la medianoche, Bella se despertó medio adormilada por el
sonido de tres golpes secos contra su ventana.

528
Al principio, ella pensó que estaba soñando. Sin embargo, cuando los golpes se
repitieron, esta vez con más fuerza, salió de la cama y tiró de la cortina.
Allí, de pie, con la nariz casi pegada a su ventana, estaba Edward.
Él parecía un poco salvaje, sus ojos frenéticos, con su boina y su abrigo de invierno,
metido hasta las rodillas en la nieve.
Ella rápidamente quitó la cerradura de la ventana y le ayudó a abrirla y luego se puso a
un lado mientras una ráfaga de aire helado entraba junto a él en la habitación.
Él cerró la ventana sonoramente, cerró con llave y corrió la cortina.
—Edward, ¿qué estás…?
A ella no se le dio la oportunidad de terminar su pregunta ya que Edward la envolvió
en sus brazos y apretó los helados labios a los suyos. Sus labios estaban fríos, era cierto, pero
su boca y su lengua eran cálidas y acogedoras.
Y el calor de su beso, que era profundo y erótico, comenzó a florecer en su piel.
Él se apartó de ella, pero solamente por un momento, para poder despojarse de su
sombrero y abrigo, y después la estaba abrazando de nuevo, trazando los dedos helados de
arriba hacia abajo a sus brazos, desabrochando la camisa de su pijama, y deslizando una
mano en el interior para acunar su pecho.
Ella le habría preguntado qué estaba pasando, pero lo sabía.
Era todo pasión y temor e innegable necesidad.
La movió hacia atrás a la cama mientras apartaba su camisa fuera del pantalón,
viéndola como se quitaba su pijama a la vez que él dejaba caer sus zapatos, ropa y calcetines
en el suelo.
En un abrir y cerrar los ojos ambos estaban desnudos y él estaba jalándola a sus brazos,
envolviendo las piernas de ella alrededor de sus caderas.
Ellos nunca habían sido tan rápidos en desvestirse y amarse.
Mientras la llevaba contra la puerta cerrada y apretaba su espalda contra esta, sus
movimientos eran frenéticos y desesperados, pero no ásperos o crueles.
Sus dedos fríos jugaban con ella mientras su boca atrapaba su pecho, chupando y
mordiendo.
Ella ya estaba gritando, todavía sorprendida por su fervor sin palabras.
Unos momentos más tarde, su mente estaba casi distraída por la diferencia de
temperatura entre sus cuerpos; la tensa y dura frialdad de su pecho y todavía frialdad de sus
dedos, presionando contra sus curvas suaves y cálidas, mientras que su mano izquierda
apoyaba su trasero.
Es como hacer el amor con una estatua de mármol, pensó.
Cuando él sintió con sus dedos descongelados que ella estaba lista, embistió dentro de
ella, gruñendo en el hueco de su cuello en la satisfacción preliminar, la parte superior de su
cuerpo relajándose un poco por la sensación de ella.
Pero no había espacio entre sus cuerpos o aire entre sus pieles.
Bella gimió apreciando la sensación de ser una con su amado. Sus manos
inmediatamente se deslizaron de sus hombros a las caderas y ahuecaron su trasero
presionándolo a ella más profundamente mientras él gemía en su oído.
Era una cacofonía de sonidos y ruidos no embarazosos, haciéndolo mucho más animal
por su falta de lenguaje. Y por supuesto, el rítmico golpear de la espalda de Bella contra la
pesada puerta de madera.
Su acoplamiento era sonoro y rápido y profundo, y tal vez la conexión física más
intensa que jamás hubiesen tenido, superando incluso su sexo contra la pared en Florencia.
Y eso era algo.
Pronto ellos estaban explotando uniéndose en la dicha, los corazones desembocados y
bombeando sangre por las venas, agarrándose uno al otro y gritando. Entonces, finalmente,

529
se derrumbaron en una maraña de carne y extremidades y satisfacción límpida en la estrecha
cama de Bella.
Edward estaba sobre ella pero ella no lo dejaba moverse. Él se movió ligeramente para
distribuir su peso en el colchón, porque él, también, estaba poco dispuesto a romper el
contacto de piel contra piel.
Bella acarició el pelo y le dijo lo mucho que lo amaba mientras él enterró su nariz en el
hueco de su cuello, inhalando su aroma.
Pero Edward no dijo una palabra.

-
Bella estaba sola cuando se despertó la mañana siguiente. De hecho, no había ni rastro
de su visitante nocturno, aparte de una ventana abierta y el olor de Edward y el sexo que se
aferraban a las sábanas arrugadas.
Ella había esperado una nota, un mensaje, algo.
Pero no había nada.
Me siento como Psique después de su noche de bodas.
Tal vez en el apresuramiento de Edward para volver a casa para prepararse a sí mismo
por el Tribunal, se le había olvidado garabatear algo dulce en una página.
Ella suspiró.
Ellos se iban a ver uno al otro demasiado pronto.
Se duchó y vistió rápidamente. Aunque parte de ella quería mantener la esencia propia
de Edward en su pelo y en su piel, sabía que no debía comparecer ante el Tribunal oliendo a
sexo.
Victoria la había instado a lucir profesional, por lo que llevaba algunos de los regalos
de Edward, una blusa azul, el pantalón negro Theory y un par de botas negras puntiagudas.
Llevaba el pelo suelto, siguiendo las instrucciones de Victoria, ya que le daba un aspecto
dulce e inocente. Y cuando el reloj marcaba las once en punto se encontró con su abogada en
el pasillo fuera del cuarto de reunión del Tribunal.
Edward y James ya estaban allí, apiñados junto a la pared y hablando en voz baja y
apresurada. Edward, al igual que James, estaba vestido en un traje oscuro con una camisa
blanca. Pero la similitud terminaba ahí. Porque una vez más, Edward llevaba una de sus
pajarita de seda, esta vez color azul cerúleo. El contraste entre el azul de la corbata y el verde
de sus ojos era muy dramático.
Bella los saludó con timidez. James frunció el ceño y apartó la mirada, pero Edward le
devolvió el saludo con una sonrisa tensa.
Parecía nervioso y muy, muy estresado.
Victoria rápidamente jaló a Bella para sentarse a su lado en un banco bajo en las
afueras de la puerta para que pudieran discutir su estrategia.
Apenas habían comenzado cuando la puerta se abrió y un gran jugador de rugby
bastante molesto entró en el pasillo.
Bella se puso de pie inmediatamente—. ¿Peter?
Él se acercó a ella y comenzó a hablar muy rápido.
—¿Bella, estás bien? Dime que no es un tr… —A mitad de la frase y en media zancada
Peter se detuvo al ver el rostro de Victoria, que ahora estaba de pie detrás de ella.
Las miró a ambas, con los ojos muy abiertos interrogantes al principio, y luego
entrecerrados.
Murmurando maldiciones, él frunció el ceño y pasó junto a las dos sin una palabra
más.
—¿Peter? —Le llamó, pero él desapareció por las escaleras.
—¿Lo conoces? —Preguntó Victoria.
—Él es un amigo.

530
—¿En serio? —Victoria parecía incrédula.
Bella se volvió para mirarla—. ¿Por qué? ¿Lo conoces?
Victoria se encogió de hombros—. Él presentó una denuncia el año pasado contra una
amiga mía y yo le represente. Fue entonces cuando me hice enemiga de Aro.
Le tomó un momento para que la importación de la revelación de Victoria se hundiera
en el cerebro de Bella. Pero cuando lo hizo, ella se sentó lentamente.
¿En qué me he metido?
Su respuesta a esa pregunta fue interrumpida por la asistente de Aro, Meagan, quien
llamó a los cuatro de ellos para la habitación.
Edward y James tomaron sus asientos en el lado izquierdo de la sala, en dos sillas
plegables, mientras que Victoria y Bella estaban sentadas a la derecha. Tan pronto como
todos ellos se acomodaron Aro habló.
Como era su práctica, se presentó a él y a los demás miembros del Tribunal y luego
volvió su atención a la cuestión que los ocupaba.
—Ambos han sido notificados por carta sobre el porqué su presencia era necesaria en
la actualidad. De acuerdo con nuestra investigación de la queja de acoso formulada contra la
señorita Swan por la señorita Ángela Webber en nombre del profesor Masen, hemos hablado
con la profesora Picton, la señorita Webber, la señorita Swan, el señor Peter Norris y el
profesor Santos, el presidente de Estudios italianos. Basados en la evidencia y el testimonio
de varios de estos individuos, hemos decidido desestimar la denuncia de acoso contra la
señorita Swan, pues encontramos que la denuncia carecía de fundamento y fue negada
absolutamente por la presunta víctima, el profesor Masen.
Aro miró a Edward, frunciendo los labios.
—Sin embargo, durante el curso de nuestra investigación de la queja la señorita de
Webber, varios hechos surgieron, hechos que han sido corroborados por más de un testigo.
En primer lugar, que una discusión pública con posibles alusiones personales se llevó a cabo
entre la señorita Swan y el profesor Masen durante su seminario de postgrado alrededor del
28 de octubre 2009.
«En segundo lugar, que alrededor del 31 de octubre, la profesora Picton acordó
supervisar la tesis de maestría de la señorita Swan, a instancias del profesor Masen, que más
tarde notificó el profesor Santos sobre el cambio. El profesor Masen es citado diciendo que el
cambio era necesario debido a un conflicto de intereses entre la señorita Swan y él mismo.
Concretamente, que la señorita Swan era una “amiga de su familia”. Papeleo fue presentado en
el Centro de Estudios Medievales para efectuar este cambio y los documentos fueron
presentados en noviembre con firmas tanto del profesor Masen como de la profesora Picton.
En tercer lugar, el 10 de diciembre el profesor Masen dio una conferencia pública en
Florencia, Italia, donde estuvo acompañado por la señorita Swan. En el transcurso de la
noche, él presentó la señorita Swan como su prometida. Estos hechos han sido comprobados
en forma impresa y en fotografías, pero han sido corroborados por dos miembros del
personal de categoría superior en la Galería de los Uffizi, um, un Dottore Vitali y su asistente
personal, Gianna DiFabio.
Dado que parece claro que la señorita Swan no acosa al profesor Masen a participar en
una relación amorosa con ella, nos dirigimos ahora a la cuestión de si una relación amorosa
entre las dos partes es o estaba existiendo y cuál era su naturaleza. Así que le pregunto
profesor Masen, ¿está comprometido actualmente en una relación personal con la señorita
Swan? »
—Doctor Pritchard, usted no ha ofrecido ninguna prueba de infracción de política
aquí. Todo lo que ofrece es una línea de tiempo incompleta que está abierta a múltiples
interpretaciones. No voy a permitir que condene injustamente a mi cliente. —La respuesta de
James fue concisa y directa.

531
—Si su cliente no tiene nada que ocultar, entonces él va a responder a nuestras
preguntas. ¿Cuándo comenzó la relación entre usted, profesor Masen, y su estudiante?
Antes de que James pudiera abrir la boca para protestar, Alex interrumpió—. De
nuevo, pido que mi objeción sobre la posibilidad de una relación consensual entre un
profesor y una estudiante graduada se suscrita en acta. —Ella tocó los correos electrónicos
impresos en el expediente ante sí pensativamente.
Voy a disfrutar avergonzando a Aro, pensó. Y a ese monstruo misógino, Masen.
—Debidamente anotado —gruñó Aro—. ¿Profesor Masen?
—Con todo respeto, doctor Pritchard, mi cliente no está obligado a responder a las
suposiciones y especulaciones por parte de este comité. Quizás la señorita Swan podría
tomar un punto de vista diferente. —James lanzó una mirada sarcástica en Victoria y luego
sonrió inocentemente a Aro.
—Muy bien, entonces. ¿Señorita Swan?
Victoria miró a James y luego enderezó los hombros para hacer frente a los miembros
del comité.
—Mi cliente ya ha sido objeto de una experiencia de acoso por este Tribunal cuando
tuvo que responder a una denuncia muy grave, pero completamente maliciosa. En vista de la
tensión y el trauma emocional que ya se ha infligido a ella, le pido al Tribunal que dirija sus
preguntas al profesor Masen. Él es el que puso a mi cliente en contacto con la profesora
Picton, él es el que se refirió a ella como su prometida, él debería ser responsable de sus actos
y no tenemos nada que decir hasta que lo haga.
Bella se inclinó para protestar en el oído de Victoria, pero Victoria le despidió con la
mano. Apretó los dientes.
—Ah. El clásico dilema del prisionero en el que cada agente proporciona una respuesta
clásica. Me pregunto si se dan cuenta de los resultados a los que se dirigen si continúan de
esta manera. —Aro aclaró su garganta—. Puedo permitirle a cada parte un breve receso para
que puedan hablar con sus abogados, pero espero que ambos puedan responder a mis
preguntas con prontitud y con la verdad. Ante la ausencia de algún testimonio, nos
reservamos el derecho a decidir el asunto por nosotros mismos, en base a la evidencia que
hemos podido reunir. Y a tener que impartir solamente los castigos, si son requeridos. Tienen
cinco minutos. —La voz de Aro era fría y desapasionada.
Su reto no fue satisfecho.
Pero se encontró con una fuente sorprendente.
Bella se levantó rápidamente a sus pies—. Yo responderé a su pregunta.
Victoria apretó su brazo, pero Bella no le hizo caso. Así que Victoria se paró a su lado,
esperando el momento adecuado para interrumpir y objetar.
Frente a ellos, pero fuera de su vista, Edward hablaba en voz baja de forma rápida y
furiosamente en el oído de James. James se limitó a negar con la cabeza.
—Yo estoy involucrada en una relación amorosa con Edward Masen. Nuestra relación
es absolutamente consensual y no comenzó su fase romántica hasta el 08 de diciembre,
cuando fuimos a Italia juntos.
«Soy una vieja amiga de su familia. Fui a la escuela secundaria con su hermana menor
y ella era mi mejor amiga. Debido a la diferencia de edad de diez años entre Edward y yo, no
reconoció mi nombre o mi cara cuando llegué aquí en septiembre. Sin embargo, una vez que
se dio cuenta de quién era yo, se acercó a la profesora Picton y al profesor Santos para hacer
que mi tesis fuera dirigida por la profesora Picton.
Hemos desarrollado una amistad a lo largo del semestre. Él hizo que la profesora
Picton corrigiera mi trabajo en su clase, para que aunque apareciera en mi expediente como
un seminario del profesor Masen, era en realidad la profesora Picton, quien evaluara mi
rendimiento. Um, eso es todo. »
Aro tocó el bloc de notas con su pluma y sonrió. Ampliamente.

532
Lo cual fue la primera indicación para Bella de que algo había salido muy, muy mal.
Ella se sentó lentamente, haciendo caso omiso de los silbidos de la voz de Victoria en
su oído, y temblando, se volvió para mirar a Edward.
Sabía que él podía sentir que lo estaba mirando. Se podría saber por la mueca que
ponía su boca.
Pero él no le devolvió su mirada. En cambio, tenía los brazos cruzados sobre su pecho
furiosamente, sus ojos fijos en Aro como una cobra, esperando para atacar.
James estaba escribiendo furiosamente en un bloc de notas amarillo.
—Gracias, señorita Swan. Así que a pesar de algunas de nuestras preocupaciones sobre
la naturaleza de su relación con el profesor Masen, parece claro que la relación era amorosa y
que fue de mutuo acuerdo. —Aro miró en la dirección de Edward y luego volvió a mirar a
Bella de nuevo—. Pero ya que ha sido tan comunicativa, permítame una pregunta de
seguimiento. ¿Cuándo compró el billete de avión a Italia, sabiendo que iba a viajar con el
profesor Masen?
Bella miró fijamente Aro.
—Sin duda, los boletos habrían sido reservados por lo menos dos semanas antes del
ocho de diciembre, lo que pondría la fecha en noviembre. Así que antes de la final del
semestre usted debió haber tenido una conversación acerca de su intención de acompañarlo
a su conferencia en la Uffizi como su invitada. Y estoy asumiendo que el alojamiento del
Hotel fue también reservado en ese momento.
«¿Exactamente cuándo se volvió la prometida del profesor Masen? ¿Hemos de creer
que se lo propuso en Italia, pero que antes de eso ustedes dos eran simplemente amigos?
Amigos que eran profesor y estudiante y que quizás planeaban una escapada romántica en
medio de las conversaciones sobre la conferencia del seminario de la semana próxima.»
Aro le chasqueó la lengua a Bella. Dos veces.
—Vamos, señorita Swan. Usted parece tan segura de sí misma. Díganos las respuestas.
—Ahora la cara de Aro era dividida en dos por una sonrisa muy condescendiente.
Edward se inclinó hacia delante en su silla y habría intervenido, pero no tuvo la
oportunidad.
Caius ya estaba hablando.
—Señorita Swan, en este punto necesito recordarle la naturaleza de la política de no
fraternización de esta Universidad. —La voz tranquila y amable de Caius era un contraste
estudiado a la arrogancia y el orgullo de Aro—. Usted es nueva en la comunidad y
probablemente no es consciente de alguno de los matices de la política. Los matices que el
profesor Masen es muy consciente.
«Las relaciones amorosas consensuales entre profesores y estudiantes no violan las
políticas de la Universidad si la relación se da a conocer a los supervisores del profesor y al
director del departamento de la estudiante. Excepto en los casos donde el profesor se encuentra en
una posición de autoridad o control sobre la estudiante.
En su caso, el profesor Masen no dio a conocer su relación con sus superiores de
ningún modo, a pesar de que ahora estamos a mitad del semestre de invierno. Más
preocupante que eso, usted estaba escribiendo su tesis con el profesor Masen hasta principios
de noviembre, un mes antes de su viaje a Italia. Y usted estaba registrada en su seminario de
Dante para el completo semestre de otoño, y se le fue otorgada una nota A. La óptica de esta
situación es muy perjudicial.
La política existe para proteger a los estudiantes de ser presa de sus profesores de
supervisión y para evitar cualquier posibilidad de preferencia injusta siendo dispersada. Si
usted hubiese abandonado la clase del profesor Masen, y si él hubiese revelado su relación
con usted con el profesor Santos, es probable que no estuviéramos hoy aquí. Pero ya que
usted se mantuvo en su clase, y él guardó silencio sobre su relación, tenemos un problema.

533
El profesor Santos testificó ante el comité que él no tenía ningún recuerdo de cualquier
conversación con el profesor Masen sobre que tendría a la profesora de grado Picton
colocando su nota en el seminario de Dante. Y los informes de la Oficina de Registro
reportan que era el profesor Masen quien enviaba la nota a través del sistema de
calificaciones en línea. Tenemos copias fechadas de esos documentos electrónicos, si usted y
su abogada le gustaría verlos.»
Caius entregó unas cuantas hojas de papel para Meagan, que caminó obedientemente
hacia Bella y Victoria.
Mientras Victoria miraba a los documentos, Bella jadeó en el horror hacia Caius. Miró a
Edward, pero una vez más, él no la miró de regreso.
—Doctor Chow, me gustaría un momento para hablar con mi cliente. —La voz de
Victoria se rompió a través del choque de Bella.
—Ese momento ha pasado, señorita Weston, ya que su cliente ha abierto la puerta. —
La voz de Aro fue dura.
—Doctor Pritchard, simplemente porque la estudiante afirma que la relación fue de
mutuo acuerdo no lo hace así —le interrumpió Alex—. Ella pudo no estar en la mejor
posición para juzgar si era o no en realidad consensual. Es evidente que no tenía
conocimiento de algunas de las decisiones que el profesor Masen hizo alrededor de la
relación.
—No —dijo Bella, con fuerza—. Fue consensual. No hubo coacción. Pero no tuvimos
una relación sentimental hasta Italia, que fue después de que la profesora Picton calificara mi
trabajo. Y en italiano, fidanzata tiene un significado más profundo que simplemente "novia".
El profesor Masen no quiso decir que yo era, literalmente, su prometida, solamente quería
decir que él se interesaba por mí más profundamente que una novia. Él me ama y lo amo. —
La voz tomó un tono terco que contrastaba con el temblor en su voz.
Aro resopló de una manera no muy caballerosa.
—Encuentro partes del testimonio de la señorita Swan creíble y me complace saber que
su relación con el profesor Masen fue totalmente consensual. Sin embargo, estoy de acuerdo
con Aro, que su explicación de la génesis de su relación no parece ser consistente con los
hechos —dijo Marcus—. En aras de la equidad, me gustaría invitar al profesor Masen a
ofrecer su declaración.
—Doctor Davenport, ¿por qué la carga de la prueba descansa en mi cliente? —La voz
de James era suave y mortalmente calmada—. El caso es circunstancial a lo máximo. La
señorita Swan ha reconocido la relación y dicho más de una vez que era absolutamente
consensual. Pero parece que ninguna cantidad de contexto o testimonio de ella o de mi
cliente va a influir en las mentes colectivas de este Tribunal. Tal vez ustedes deberían tomar
su decisión y entonces nosotros veremos nuestros asuntos en la corte.
Marcus y Aro fruncieron el ceño oscuramente en respuesta a la amenaza de James y
estaban más que dispuestos a permitir a Victoria cambiar de tema.
—Doctor Prichard, a diferencia con Greenspan y su cliente, no tenemos ningún interés
con que las cosas escalen más allá de este Tribunal, a menos que sea absolutamente
necesario. El daño causado a la reputación de mi cliente y su carrera sería inmediata, amplia
e irreparable si se ignora su testimonio y el testimonio de los testigos de descargo que han
hablado en su nombre. Y francamente, dado el daño hecho a ella por la denuncia maliciosa
de la señorita Webber, creo que la señorita Swan ha sufrido bastante.
«Toda la evidencia que sugiere que la relación comenzó cuando mi cliente estaba en la
clase del profesor Masen es circunstancial. En pocas palabras, no hay ninguna prueba de que
la política de no confraternización fue violada. Respetuosamente, le pedimos a este Tribunal
se pronuncie a nuestro favor y concluya este proceso. —Ahora Victoria estaba de pie,
discutiendo apasionadamente.»

534
—No tan rápido, señorita Weston. —Caius miró a Edward con severidad—. Me parece
extraño que el profesor Masen parezca dispuesto a permitir que su prometida o novia se
ponga a la defensa, mientras que él se esconde detrás de su abogado y las amenazas de una
demanda. Tal vez no es consciente de su propio riesgo. Este organismo puede determinar
una calificación reprobatoria por la participación de la señorita Swan en su seminario de
postgrado, pero también tenemos el poder de despojar a un profesor de su mandato. Y me
inclino a sostener que un profesor titular es más responsable de una infracción de la política
ya que él debería saber mejor.
Edward se levantó para protestar, pero Caius agitó una mano desestimándolo y dirigió
su atención a Bella.
—Señorita Swan, ¿está absolutamente segura de que la relación fue de mutuo acuerdo?
¿Tiene usted alguna duda en su mente en cuanto a si el profesor Masen sobrepasó los límites
de una relación profesional cuando era su alumna? ¿Es usted consciente de las repercusiones
si el Tribunal concluye que la relación se inició antes del ocho de diciembre?
—¡Basta!
Siete pares de ojos se volvieron para mirar a un hombre de aspecto enojado con cabello
bronce y ojos brillantes de color verde.
—Tengo un testimonio que ofrecer sobre este asunto, el cual deseo presentar ahora.
La mandíbula de Edward estaba cuadrada, con los puños cerrándose y abriéndose a los
costados.
Bella comenzó a preocuparse de que se iban a volver a abrir las heridas en su mano
derecha.
—Parece que por fin he captado su atención, profesor Masen, y convencido de salir de
detrás de su abogado —dijo Caius sarcásticamente.
—Esa observación está por debajo de usted, doctor Chow. —Edward lo miró.
—¿Está dispuesto a responder a nuestras preguntas? —interrumpió Aro el partido de
miradas entre los dos hombres.
—Sí.
Una vez que James superó su sorpresa, se puso de pie al lado de Edward—. Doctor
Pritchard, mi cliente ha contratado un abogado y continuare asesorándolo. ¿Me puede dar
un momento para consultar con él?
Aro asintió con la cabeza y James comenzó a susurrar en el oído de Edward a toda
prisa.
Bella podía ver que a él no le gustaba lo que James estaba diciendo y lo observó formar
con su boca las palabras: "no, no, no".
Eventualmente, Edward despidió a James con una mirada asesina.
—Estoy dispuesto a contestar cualquiera y a todas las preguntas, pero no mientras la
señorita Swan esté en la sala. Algunas de las respuestas que deseo dar son de naturaleza
personal y por varias…ah...razones prefiero mantener las respuestas en forma confidencial.
Aro midió a Edward intensamente y luego asintió con la cabeza.
—Muy bien. Señorita Swan, se puede retirar por el momento, pero por favor no
abandone el edificio. Podríamos necesitarla pronto.
—¡Doctor Pritchard, si el profesor Masen tiene la intención de difamar a mi cliente,
puede hacerlo en frente de nosotros! —protestó Victoria.
—No tengo ninguna intención de difamar a nadie. Pero el convenio colectivo me asegura la
confidencialidad en todos los procedimientos judiciales. Estoy apelando a ese derecho. —La
voz de Edward era fría e hizo temblar a Bella.
Aro tomó un momento para consultar con Marcus sobre la naturaleza del convenio
colectivo entre la Universidad y sus profesores, y luego asintió en dirección a Edward, una
vez más.

535
—Cualquier determinación de culpa y consecuencias en el presente procedimiento se
harán de forma individual, lo que significa que vamos a evaluar la infracción de la señorita
Swan separadamente de la infracción del profesor Masen, y viceversa. Por lo tanto, cualquier
cosa que el profesor Masen divulgue de una naturaleza personal que no tenga relación con la
culpa o inocencia de la señorita Swan no afectará nuestra determinación con respecto a ella.
Ella tendrá un juicio justo.
Victoria abrió la boca para protestar una vez más, pero Aro le indicó que se fuera.
—Si el profesor Masen ofrece un testimonio que comprometa a su cliente, se le
notificará de este hecho y tendrá la oportunidad de réplica. Pero cualquier asunto que no
tenga relación con su caso, señorita Swan, se mantendrá confidencial. Señorita Weston,
señorita Swan, ambas pueden retirarse por el momento. Mi asistente las buscará cuando su
presencia sea necesaria.
Victoria negó con la cabeza, pero tomó el brazo de Bella y trató de tirar de ella hacia la
puerta al final de la habitación.
Bella plantó los pies.
—Nuestra relación fue de mutuo acuerdo. Yo sabía lo que estaba haciendo y no me
arrepiento. En absoluto. Esto no es una relación escabrosa. Estamos enamorados —protestó
Bella, mirando directamente a Aro.
Aro no pudo evitar ver a Edward sacudir su cabeza y después comenzar a apretar el
puente de la nariz con bastante fuerza.
—Señorita Swan, usted tendrá la oportunidad de una refutación. Ahora bien, si nos
permite...

-
Esa hora fue la más larga de la vida de Bella.
Ella y Victoria discutieron las estrategias y las posibles acciones futuras relacionadas
con distintos escenarios hipotéticos. Pero ninguna de ellas sabía exactamente lo que Edward
estaba diciendo.
Victoria estaba segura de que él y James estaban tirando a Bella debajo del autobús por
lo que trabajó con furia, armando un argumento en su defensa contra cualquier y todas las
alegaciones posibles.
Pronto Meagan les estaba anunciando para que regresaran a la habitación. Las uñas de
las manos de Bella habían sido masticada hasta la raíz y la adrenalina de Victoria estaba en el
punto más alto de todos los tiempos.
Voy a quemar a ese hijo de puta de James. Y después voy a apuñalar a Aro con su propia
maldita pluma, pensó Victoria.
Tan pronto como Bella vio la actitud de Edward y la cara de Aro, sabía que algo había
cambiado.
Algo serio y terrible había sucedido.
Los hombros de Edward estaban hundidos y él se inclinaba hacia delante en su silla,
con las manos entre las rodillas, tenso, la cabeza baja.
Ella lo miró fijamente, deseando que la mirara.
Pero él no lo hacía.
James se negó a mirar de Victoria y a Bella y simplemente se sentó allí, con el ceño
fruncido.
—Señorita Swan, permítame ir directamente a la conclusión. El tribunal la exime de
este procedimiento y la encuentra inocente de ningún delito con respecto a la política de no
confraternización de la Universidad o cualquier otra infracción relacionada con este asunto.
Usted es libre de irse. —Aro no había terminado bien su anuncio cuando empezó a barajar el
papeleo con desdén.

536
—Gracias, doctor Pritchard. —Victoria sonrió ampliamente y luego intercambió un
gesto y una mirada significativa con Alex.
—¿Qué pasa con Edward? —Preguntó Bella.
—Eso no es asunto suyo, señorita Swan —dijo Aro—. Puede retirarse.
—Vamos, Bella. Vámonos —susurró Victoria, ansiosa por salir antes de que Aro
cambiara de opinión.
—Pero no es justo.
—¿Qué? —Exclamó Aro, mirando en dirección a Bella.
—Yo dije, no es justo. Nuestra relación es consensual. Si yo no rompí las reglas,
entonces él tampoco. Ambos deberíamos irnos.
—Señorita Swan, sus situaciones son tratadas por separado. El Tribunal se asegurará
de que el profesor Masen le sea dada debida consideración. —Caius le habló suavemente.
—Si él va a ser castigado, entonces castígueme también. —Dio un paso más cerca de la
mesa detrás de la cual el Tribunal estaba sentado.
La cabeza de Edward se alzó y se quedó mirando a Bella con una expresión furiosa en
su rostro.
—Señorita Swan, usted está siendo tratada de manera diferente porque se encuentran
en diferentes roles en la Universidad y nueva información ha salido a la luz. Por favor,
déjenos hacer nuestro trabajo. —El tono de Alex no era insensible.
—No. Lo hicimos juntos. Si es culpable, yo también.
—No necesariamente —dijo Aro.
—¡Entonces díganme lo que dijo! Denme la oportunidad de responder. —Miró
desesperadamente a los rostros de los cuatro miembros del Tribunal, uno tras otro, con la
esperanza de que alguien, cualquier persona, cediera.
—Este órgano no tiene la obligación de informarle en cuanto a las expiaciones de otro
miembro de la comunidad universitaria y es mejor que usted recuerde su lugar, señorita
Swan. —explotó Aro, mirando a la señorita Weston como solicitando silenciar a su cliente—.
De hecho, esperamos que usted y su abogada mantengan todas estas conversaciones
confidenciales. Y si no lo hace, le estaremos arrastrando de vuelta aquí. Y usted no desea
aparecer ante nosotros otra vez. ¿Me he hecho entender?
—¡Edward no ha hecho nada malo! ¿No ve lo que está haciendo? ¡Está mintiendo para
protegerme! Pero no voy a dejar que lo haga. Si lo castigan, entonces me tienen que sancionar
también.
Tanto Alex como Caius negaron con la cabeza.
—¿Por qué le creen a él en vez de a mí? Yo soy la estudiante. Deben sopesar mi
testimonio en mayor medida. Les estoy diciendo que todo fue de mutuo acuerdo. Él no hizo
nada malo. ¡Ustedes tienen que creerme! —Bella se desesperaba más, estaba en el borde de
las lágrimas, rogándole al Tribunal.
—Señorita Weston, esperamos que usted controle a su cliente y la saque de la
habitación. Si usted no puede controlarla, mi asistente llamará a la policía de la Universidad.
—La voz de Aro era amenazante ahora.
—¡No! —gritó Bella, dando un paso más cerca de Aro—. Por favor, tiene que creerme.
Esto es mi culpa. Yo sabía quién era él desde el principio, pero él no me reconoció. Yo no
tenía que venir a esta Universidad. Yo sabía que él estaba aquí. Esto no es su culpa, es mía.
¡Expúlseme a mí pero déjelo ir!
—¡Es suficiente! —Aro rápidamente perdió la paciencia, alzando la voz para callarla—.
Meagan, informe a la policía de la Universidad que la señorita Swan debe ser retirada a la
fuerza.
—Vamos, Bella. —Victoria tiró de su brazo, En vano—. Si la policía se presenta,
pueden arrestarte.
—Edward, ¿qué sucedió? ¿Qué te están haciendo? ¿Edward?

537
Bella dio un paso en su dirección, pero la parte puntiaguda de su bota se enredó en la
alfombra y cayó de rodillas.
Finalmente sus ojos se encontraron con Edward mientras él miraba hacia abajo.
Ella tomó aire lentamente mientras se daba cuenta que sus ojos de color verde oscuros
solamente tenían desprecio y asco.
En un solo instante, el fuego en sus venas se convirtió en hielo y sintió el cuarto girar.
—¿Edward?
Bella se puso a llorar mientras Victoria la levantaba y la medio cargaba hacia la puerta.

538
Capítulo treinta y cuatro.

—Algo está podrido en el estado de Dinamarca*. —Victoria se inclinó contra el tocador en


el baño de señoras de la Universidad, mientras que su cliente se sentaba a llorar en voz baja
en una pequeña silla a su derecha.
Bella se secó los ojos—. ¡Por supuesto que algo está podrido! ¿Viste la forma en que me
miró? ¡Él me odia!
Victoria trató de formar una expresión simpática, pero era como un perro en la caza y
su enfoque extremo le permitía muy poco margen para las respuestas emocionales.
—Quiero decir que lo que ha pasado… lo que Edward hizo… No tiene sentido. —Sacó
su Blackberry de su maletín, revisando a través de sus correos electrónicos y después regresó
el maldito dispositivo a su lugar de descanso anterior—. Conozco a James. Salí con él unas
cuantas veces. Su plan hubiera sido no decir nada y luego presentar una demanda para que
él pudiera utilizar una sala de juicio para interrogar a los testigos y las pruebas. Y en el
camino, habría dado a entender que todo era tu culpa, estableciendo las bases para la defensa
de Edward. ¿Por qué Edward no siguió el consejo de James? —Victoria miró a Bella con
curiosidad—. No lo entiendo.
—¿Crees que él estaba tratando de protegerme?
—¿Por qué lo haría, no acabas de decir que te odia? Además, es en contra de su propio
interés confesar y aceptar la culpa cuando los dos podrían haber compartido la culpa y cada
uno recibir un castigo menor. Con su confesión, seguramente lo despedirán. Acaba de
entregar su culo en bandeja de plata a Aro. —Victoria fijó a Bella con una mirada severa—.
¿Sabes algo? ¿Algún secreto que Edward podría preocuparse de que sea revelado? ¿Algo
extremadamente perjudicial o posiblemente penal?
Bella negó con su cabeza con vehemencia. El uso de drogas de Edward estaba en el
pasado así como su promiscuidad desenfrenada, incluyendo su encuentro con la profesora
Dolor. Por supuesto, allí estaba el pequeño asunto sobre las copias de Botticelli del mercado
negro, pero nunca revelaría su existencia a nadie. Menos aún, a Victoria.
—¿Está segura? —Los ojos de Victoria se estrecharon.
—No hay nada. —Bella resopló, limpiándose la nariz con un pañuelo.
Victoria apartó su pelo largo de color rojo—. Entonces él también debe guardarte
secretos. Pero no puedo imaginar lo que sería más perjudicial para él que la pérdida de un
puesto permanente. Tiene que saber que una vez que le despidan ninguna otra universidad
___
* Dialogo de Marcelo. Acto I, Hamlet.

539
lo querrá. Los posibles empleadores siempre asumirán que fue despedido por algo atroz,
incluso si todo se mantiene en secreto. Él básicamente le rogó a los Volturi que pusieran fin a
su vida académica, pero, ¿por qué?
—¿No crees que lo hizo para protegerme? —volvió a preguntar Bella, obstinadamente.
Victoria ahogó una sonrisa condescendiente, porque de verdad, habría sido
inapropiado sonreír en ese momento.
—No, no lo creo. Los seres humanos son egoístas y los mártires están locos. El profesor
Masen no está loco. La única explicación para su comportamiento es que se estaba
protegiendo a sí mismo… ocultando algún secreto que probablemente nunca descubrirá.
Algo que ni siquiera su abogado conocía. Edward actuó en solitario y tomó por sorpresa a
James. De lo contrario, todavía estaríamos sentadas allí.
Bella se paró frente al fregadero y se lavó la cara y las manos, tratando de hacerse
parecer presentable.
Victoria suspiró.
—No quiero ser insensible, pero realmente no creo que debas llorar por Edward
Masen. No creo que debas llorar por ningún hombre, pero especialmente no por él.
—¿De qué estás hablando?
—Estoy segura de que él estaba entretenido contigo y que podría haber dicho cosas
bonitas para calentarte tus oídos y que tú te lo cogieras y mantuvieras la boca cerrada. Pero
no se puede confiar en los hombres como él. Y ellos nunca cambian. —Continuó a toda prisa
mientras veía la expresión de horror en el rostro de Bella—. No iba a mencionar esto, pero
una amiga mía se enredó con él un par de veces. Se conocieron en el Lobby hace
aproximadamente un año y terminaron follando en el baño. Intercambiaron números y se
reunieron una o dos veces y entonces él dejó de llamar. Un día en el pasado octubre, él la
llamó. De la nada. Le dijo que necesitaba verla esa noche. Estuvieron una vez más juntos y
entonces ella nunca lo volvió a ver y a escuchar de él. Era como si hubiese desaparecido.
Victoria midió la reacción de Bella.
—¿Por qué quieres estar con alguien así? Probablemente estaba viendo a otras mujeres
todo el tiempo que estaba contigo. Tienes suerte de no haber sido expulsada a causa de él y
eres condenadamente afortunada de ser capaz de terminar todo ahora.
—No lo conoces. No lo juzgues. —La voz de Bella era calmadamente agresiva.
Victoria simplemente se encogió de hombros y hurgó en su maletín por su lápiz de
labios.
Bella cerró los ojos y respiró hondo, tratando de procesar estas nuevas revelaciones.
Edward y yo comenzamos a ser cercanos en octubre... ¿estaba él durmiendo con otra persona
cuando estaba enviándome flores y mensajes de correo electrónico?
¿Estaba durmiendo con otra persona después de que yo le dijera que no compartiría?
Bella hizo un sonido de arcadas y caminó tropezando hacia uno de los puestos,
botando el contenido de su estómago en el inodoro.
No sabía qué creer. Su corazón le decía que creyera a Edward, pero no podía negar el
hecho de que Victoria había plantado una semilla de duda en su mente.
Una vez que Victoria ayudó a Bella a limpiarse y a componerse a sí misma, salieron al
pasillo y se dirigieron a las escaleras, con la esperanza de hacer su escape.
James y Edward estaban haciendo la misma cosa. Ninguno de los hombres parecía
feliz.
—¡Edward! —le gritó Bella vacilante.
James miró hacia su dirección—. No hables con ella, Edward. Vámonos.
—¿Edward? —Bella miró a los ojos verdes llenos de conflictos. Él ya no parecía
disgustado; parecía preocupado y posiblemente con miedo.
—¿No has hecho bastante daño por un día? —Escupió su abogado, dando un paso
amenazante en dirección de Bella.

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—No le hables a ella de esa manera. —Edward se movió para colocarse en medio de
ambos, protegiendo a Bella con su cuerpo.
—Escúchenme imbéciles, Aro y sus secuaces están a punto de salir por esa puerta en
cualquier momento y preferiría haberme ido antes que eso suceda. Así que cualquier
conversación que necesiten tener, háganla rápido —replicó Victoria.
—Sobre mi cadáver. —James frunció el ceño—. Ellos no deberían estar hablando el uno
al otro. En absoluto.
Edward le envió a su abogado una mirada de advertencia y luego apretó los dientes,
girándose para hacer frente a Bella.
—¿Qué está sucediendo? ¿Por qué él dijo que no deberías hablar conmigo? —Bella se
secó los ojos, mientras las lágrimas brotaban en contra de su voluntad.
—Tú no eres sensible de tu propia angustia —Edward se inclinó hacia delante para
susurrarle en un tono de urgencia.
Bella se cruzó de brazos frente a su pecho—. ¡No puedes hacer ese tipo de juicio,
Edward! Se suponía que íbamos a ser compañeros. Se suponía que debíamos enfrentar esto
juntos.
—Ya no son compañeros. Aro terminó su relación hoy. —James dio un paso más cerca
de Victoria y volvió su ira hacia ella—. Tu cliente va a recibir una carta de los Volturi
ordenándole parar todo contacto con el profesor Masen. Ningún mensaje de texto, ni correos
electrónicos, llamadas telefónicas, nada. —Miró a Bella—. Ellos no están bromeando. Y al
momento en que violes esta directriz, voy a golpearte con una orden de restricción y te
reportaré ante el Tribunal.
—James —gruñó Edward.
—Corta el teatro, Edward. No actúes como si no estuviste de acuerdo con ello solo diez
minutos atrás. —James le dio a Bella una sonrisa cortante—. Oh, sí, eso es cierto. Tu papacito
se comprometió a romper las cosas contigo inmediatamente. Si alguno de ustedes viola esta
condición, los Volturi volverán a examinar su decisión… con ambos. —Señaló con su dedo a
unos cuantos centímetros de la nariz de Bella—. Ellos podrían cambiar de opinión y decidir
expulsarte después de todo. Un acto al que yo daría la bienvenida, por cierto, sobre todo
después de tu exhibición patética allí. ¿Qué, exactamente, estabas tratando de lograr al
vomitar emocionalmente sobre todos los Volturi? Sabía que eras ingenua, pero, ¿qué tan
estúpida eres?
—James, retira tu dedo de la cara de la señorita Swan o lo voy a separar de tu cuerpo.
—La voz de Edward bajó amenazadoramente—. Tú no le hablaras de esa manera. Jamás. ¿Me he
dado a entender?
James cerró su boca. Y después tragó grueso.
Victoria utilizo esto como una oportunidad para ponerlo a la defensiva.
—Mi cliente está mejor sin el teatro de ninguno de los dos. ¡No pretendan que no la
iban a tirar a Aro para salvarse! Cobardes de mierda. Ella no va a violar la directriz. Y ni
siquiera pienses en escalar esto con una orden de restricción, James. Si vas cara a cara
conmigo es mejor que te asegures de dar con todo lo que tienes, porque no vas a obtener una
segunda oportunidad.
James murmuró una maldición oblicua en respuesta, pero no dijo nada.
Bella se volvió para buscar los ojos de Edward. Sin embargo, su máscara estaba
firmemente en su lugar.
—Por favor, dime que está mintiendo. Por favor, dime que no estuviste de acuerdo en
romper conmigo.
—Simplemente no lo entiendes, ¿verdad? Toda esta situación es tu culpa. Si solo
hubieses mantenido tu boca cerrada, podríamos haber sido evasivos y luego demandarlos.
Vamos, Edward. Si Aro te ve hablando con ella, nuestro acuerdo estaría roto. —James trató

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de separar a la pareja mientras un ruido dentro de la sala de reuniones les alertó sobre el
hecho de que los Volturi estaban a punto de hacer un receso.
—¿Te despidieron? —preguntó Bella en voz baja.
Edward le dirigió una mirada llena de dolor y luego negó con la cabeza.
—¿Qué tipo de acuerdo hiciste para que eso ocurriera, James? —Siseó Victoria—.
¿Tuviste que vender tu alma a Aro? ¿O tal vez tu cuerpo?
—Cállate, Victoria. —James la miró.
—¿Así que mantienes tu trabajo, pero no puedes hablar conmigo? ¿Qué hay sobre
anoche, Edward? —Bella extendió un dedo tembloroso hacia su mano.
Edward apartó su mano fuera de su alcance y luego miró de reojo a James y Victoria,
negando su cabeza hacia Bella.
—Me prometiste que nunca me follarías. ¿Pero qué hay sobre anoche? No hubo
palabras, ningún “Te amo", ni siquiera una nota o un mensaje de texto esta mañana. ¿Es eso
todo lo que fue para ti? ¿Una follada de adiós? —La voz de Bella se quedó atrapada en un
sollozo involuntario—. ¿Quién es el Jodedor de ángeles ahora?
Edward se estremeció. Fue más que un estremecimiento en realidad, era más como
jalar un carrete hacia atrás de un golpe. Cerró los ojos y gimió en voz baja, cambiando el peso
de sus talones mientras apretaba sus puños a los costados.
Todo el mundo vio cómo su piel adquirió una palidez fantasmal.
—Me heriste, Isabella —susurró—. Y ese comentario fue degradante para ti.
—¡¿Qué otra cosa se supone que debo pensar, Edward?! Hiciste un acuerdo para
mantener tu trabajo que requiere que me dejes, y no podemos ni siquiera hablar sobre ello.
¿Cómo pudiste hacerme esto? —gritó ella.
Sus ojos se abrieron y eran de un verde brillante, lívido.
—¿Tú crees que yo simplemente me aparecí, te folle, y así sería cómo diría adiós?
Ahora él había perdido los estribos.
Bella vio sacudir sus puños mientras luchaba por mantener el control.
—Supongo que no soy el único en emitir juicios aquí, Isabella. Excepto que los míos
son mucho más caritativos. —Se inclinó hacia delante para que su nariz estuviera solo a unos
centímetros de ella y luego bajó la voz para que fuera casi inaudible, incluso para ella—. Yo
no te folle. Nunca te he follado.
Se retiró un poco para que hubiera una cierta distancia entre ellos. Y exhaló un largo
suspiro, lentamente.
—No tenías idea de lo que estabas haciendo allí. Estabas tirando tu vida a cambio de
nada... todos esos años de duro trabajo, todo lo que soñaste y siempre deseaste iba a serte
arrebatado en una tarde y nunca serías capaz de recuperarlo. Piensa lo que quieras sobre mí,
Isabella, pero no había manera en el infierno en que pudiera sentarme y verte cometer
suicidio académico. —Se enderezó y abrió sus puños—. Y yo haría lo mismo mañana y al día
siguiente, y el día después de eso. Por toda la eternidad.
Bella saltó hacia delante, los ojos llameantes.
—No puedes tomar esas decisiones por mí. ¡Es mi vida! Son mis sueños. Y si quiero
renunciar a ellos por algo mejor, algo infinitamente más valioso, ¿quién demonios eres tú
para quitarme esa decisión? Se supone que me amas, Edward. Se supone que me apoyarías
cuando me decidiera a defenderme a mí misma. ¿No es eso lo que querías que hiciera? Y en
vez de eso, llegaste a un acuerdo con ellos, ¡un acuerdo que significa que no podemos estar
juntos!
Edward la miró.
—Maldices mi intervención ahora, pero mira a tu propia vida. Has estado
interviniendo para evitar que me destruya a mí mismo una y otra vez. Cuando nos
conocimos por primera vez, cuando nos encontramos por segunda vez, la noche que
apareciste para salvarme de tirar mi carrera en el Vestíbulo. —El tono de Edward cambió al

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sarcasmo—. ¿Eres tú la única digna de martirio, San Valentín?* ¿O la única que puede jugar
al ángel de la guarda? ¿Supongo que lo próximo que me dirás es que yo debería haber estado
justificadamente enojado contigo por evitarme follar con esa maliciosa zorra?
—¿Podrían ambos parar de hablar sobre follar? —les interrumpió Victoria —. Aro va a
caminar por esa puerta en cualquier momento. Vamos, Bella. Necesitamos irnos. Ahora.
Victoria tiró del codo de Bella mientras que James trató de intervenir entre los dos
amantes peleándose.
—Déjala ir, Edward. Ya estás en suficientes problemas. —James estaba hablando con
firmeza en el oído de Edward y colocando una mano en su hombro para moverlo hacia atrás.
—¿Así que eso es todo? ¿Así de simple? ¿Aro dice que ya no somos nada y por lo tanto
no lo somos? ¿Cuándo has seguido las reglas, Edward? ¿Y ahora qué, decides seguirlas? —
Preguntó Bella, todavía furiosa.
La expresión de Edward cambió de inmediato.
—No tengo otra opción, Héloise —susurró—. Por favor espera…
Bella no se hizo esperar para interrumpirlo—. Pensé que mi nombre era Beatrice,
Edward. Por supuesto, Abelard abandonó a Héloise para mantener su trabajo. Así que
supongo que el nombre es más que acertado.
—Héloise —repitió, tercamente—. Lee mi sexta carta. El párrafo cuatro. Antes del
primero de julio. Por favor.
La cara de Edward se congeló mientras Victoria jalaba a Bella.
Las dos mujeres se apresuraron a bajar las escaleras justo antes de que las grandes
puertas de madera de la sala de reuniones del Tribunal se abrieran y los Volturi comenzaran
a salir.
Bella no se molestó en dar la vuelta para tomar una última y larga mirada a Edward.
Estaba demasiado ocupada tratando de ver los pasos a través de sus lágrimas.

-
Después de que Victoria la dejó en su apartamento, Bella fue a la cama. Ella dormía y
se despertaba durante tres días, parando únicamente para permitirse un poco de alimento
insuficiente, o usar el baño, o para beber una taza de NeoCitran con sabor a limón con el fin
de convencer a su cuerpo a más horas de sueño.
El sueño era una vía de escape de su realidad, excepto por la noche. En la oscuridad, se
encontraba acosada por pesadillas diferentes, todas relativas a la mañana después de su
primera noche con Edward en el prado. Estaba sola y perdida y él no estaba por ningún lado.
Edward la había dejado.
Para mantener su puesto de trabajo.
En la tarde del miércoles, Bella finalmente volvió en sí y comenzó a buscar la sexta letra
de Edward, para poder leer el párrafo cuatro. Pero no estaba segura de lo que él quiso decir
por carta. ¿Se refería a mensajes de correo electrónico? ¿O mensaje de textos? ¿O las dos
cosas?
Si Edward estaba contando los correos electrónicos, cartas y notas que le había escrito a
ella desde el principio de su relación, entonces por su cálculo de la sexta letra era una nota
que había dejado la mañana después de su pelea terrible en el seminario de Dante.
Por suerte, ella la había guardado.

Isabella,
Espero que encuentres todo lo que necesitas aquí.
___
* Hace referencia a la historia de Valentín, Roma siglo III, que era un sacerdote que casaba en
cristianismo a todas las parejas cuanto éste estaba siendo perseguido. Él fue ejecutado, y de allí sale
el día de “San Valentín”.

543
Si no es así, Alice surtió el tocador del baño de invitados con varios artículos diferentes. Por
favor toma lo que quieras.
Mi ropa esta a tu disposición.
Por favor escoge un suéter porque el clima se ha vuelto frío hoy.
Tuyo,
Edward.

Bella no estaba exactamente en el mejor estado de ánimo para embarcarse en una


misión de detective o dedicarse a cualquier compleja decodificación de mensajes. Sin
embargo, volvió su atención al párrafo cuarto y trató de averiguar lo que Edward había
estado tratando de comunicarle.
Él le había prestado el jersey verde de carreras británicas, pero ya no lo tenía. ¿Estaba
tratando de volver su atención a uno de los artículos de la ropa que le había comprado?
Fue a su armario y a la cómoda y sacó todos los artículos de ropa que él le había
comprado alguna vez o que le habían prestado y después los colocó todos sobre su cama.
Pero no parecía haber nada especial sobre cualquiera de esos artículos.
¿Estaba tratando de decirle que se preparara para el temporal?
¿Era esta su manera ingeniosa de decir adiós?
¿Por qué solamente no me envió un texto rápido para decirme lo que quería decir? Aro nunca lo
habría sabido.
Bella no tenía la energía para averiguar el enigma de Edward. Al igual que todo lo que
hacía, era pretencioso y complicado. Y estar deprimida por su separación no estaba
ayudando a su agudeza mental.
Parte de ella quería decirle dónde podría meterse su carta.
Mientras se saltaba la clase de la profesora Leaming esa tarde, rápidamente escaneó sus
correos electrónicos y textos entrantes para ver si Edward la había contactado.
Él no lo había hecho.
Y su bandeja de entrada de correo de voz estaba vacía.
Envió un correo electrónico rápido y neutral y un mensaje de texto a Edward y estuvo
sorprendida cuando en cuestión de momentos, ambos fueron devueltos como imposibles de
entregar.
Sintiéndose más audaz, llamó a su IPhone.
Su número ya no estaba en servicio.
Experimentó el mismo resultado que cuando telefoneó a su teléfono fijo en su
apartamento.
Esto realmente está sucediendo, pensó. Él no hablará conmigo.
Rápidamente se duchó y decidió que iba a enfrentarse a él en su apartamento.
No iba a permitir que Edward o Aro tomaran todas las decisiones concernientes a su
relación (o falta de ella). Iba a hablar directamente con Edward, la voluntad de los Volturi
estaría condenada.
Y si Edward la rechazaba, ella sabría en su corazón que su relación había terminado
realmente. Por lo menos sería capaz de decir adiós...
Dos horas más tarde, Bella entró en el vestíbulo del edificio de Manulife, llevando
varias bolsas de compras grandes llenas de los regalos de Edward, con el bolso de mensajero
en el hombro.
No había empacado su IPhone, porque era el único teléfono que tenía y Edward había
destruido su teléfono celular viejo la noche que Jacob llamó.
Pero empacó todo lo demás… la ropa, incluyendo el corsé, los zapatos, la foto que
siempre mantenía debajo de la almohada, el álbum de fotos, la reproducción de las
impresiones de Botticelli, los libros que él le había prestado, el pendrive que tenía su danza
de tango muy caliente contra la pared, (un tango que la hizo llorar cuando por fin lo vio esa

544
mañana), y luego, finalmente, los aretes de diamantes de Esme. Se quitó los pernos de las
orejas y los colocó en su cajita. Edward había dicho que ellos eran su corazón.
¿Qué razón tendría para mantenerlos si él podía separarse de ella tan fácilmente?
Solamente esperaba que al igual que el rey de Esparta, Edward se hubiese arrojado a la
línea de batalla en una muestra final de caballerosidad, en lugar de renunciar a ella para
salvar su empleo.
Prefería mucho más que él hubiese vuelto a casa con ella cargando su escudo que
debajo de este.
Saludó al conserje de Edward, que la reconoció, y después se dirigió hacia las puertas
de seguridad, pasando el pase de seguridad que siempre se mantenía en su llavero.
Las puertas no se abrieron.
Lo intentó de nuevo.
Nada.
Lo intentó tres veces más acrecentando su frustración, pero su pase de seguridad no
funcionó. Por último, se dirigió de nuevo al conserje, que probó su pase y luego se lo
devolvió.
—Ha sido desactivado. Déjeme llamar al profesor Masen.
Las mejillas de Bella flamearon rojas de vergüenza, el conserje llamó por teléfono a
Edward a su teléfono de la casa. Bella se estiró para ver si podía escuchar la voz de Edward,
pero no pudo.
El conserje tapó el micrófono del teléfono para hablar con ella.
—Él dice que lo siente pero que no puede verla.
Bella parpadeó para contener las lágrimas—. Entonces, permítame hablar con él —dijo
en voz baja, extendiendo su mano temblorosa.
El conserje le preguntó a Edward si hablaría con ella, y esta vez Bella oyó su voz.
Sonaba tensa. "Dile que no puedo. No ahora. Dile que lo siento. Por favor”.
—Edward, por favor, habla conmigo —le rogó, pero el portero se limitó a sacudir la
cabeza y colgó el teléfono.
—Lo siento. —Él parecía tan incómodo como ella.
Bella dio unos pasos atrás de su escritorio y, después solamente se paro en el centro del
vestíbulo, sumida en la confusión.
Ella no sabía qué hacer.
No sabía a dónde ir.
Se acabó.
Bella comenzó a limpiar las lágrimas que caían libremente con la manga de su
chaquetón, y después su nariz empezó a correr. Bajó las bolsas de compras y empezó a
rebuscar en sus bolsillos un pañuelo de papel. Por supuesto, no había nada que encontrar.
Lo cual solamente le hizo llorar más fuerte.
—Aquí —dijo una voz amable a su lado, tendiéndole un pañuelo blanco de hombre.
Bella lo tomó con gratitud, notando las iniciales bordadas S.I.R. mientras se limpiaba la
nariz.
Se dio la vuelta para devolverlo a su dueño, pero un par de manos hizo un movimiento
indicándole que debía conservarlo.
—Mi madre siempre me está dando pañuelos. Tengo docenas.
Levantó la vista a un par de amables ojos marrones que estaban parcialmente ocultos
detrás de un par de gafas sin montura y lo reconoció como el vecino de Edward. Él estaba
usando un abrigo de lana pesada y una boina azul marino, el cual, debido a su edad y la
heterosexualidad solamente podía ser explicada con el hecho de que él era francés.
—¿Te pasa algo? ¿Puedo ayudarte? —Su voz ligeramente acentuara sonó a través de la
bruma.
—Edward no quiere verme.

545
El vecino frunció el ceño.
—¿Estás segura? Pero tú eres su… —Él la miró expectante.
Bella negó con la cabeza—. Ya no más.
El vecino frunció los labios—. Pero tú estás aquí. Seguramente que él no te dejaría ir sin
siquiera hablar contigo.
—El conserje lo llamó. No me dejó subir.
El vecino se quedó perplejo y luego pareció molesto y comenzó a murmurar algo en
francés. Algo que se parecía mucho a cochon*.
—¿Y las bolsas? —Él señaló a los montones de cosas que estaba llevando.
—Son suyas.
Los ojos del vecino se posaron sobre un trozo de encaje de color rosa que se asomaba
de una de las bolsas. Arqueó las cejas en una pregunta silenciosa y Bella se sonrojó.
—O que él compró.
—¿Estabas tratando de regresarlos?
—Yo quería hablar con él, para preguntarle por qué. Pero él no me lo permite.
Bella comenzó a llorar de nuevo y el vecino esperó pacientemente a que se
recompusiera, evitando educadamente sus ojos.
Qué imbécil. Encuentra a las mujeres más bellas y después las trata como si fueran toallas
desechables de mano. Mira en lo que la ha reducido… y ella era la más bonita, pensó.
—Um, yo podría regresar estas cosas por ti, si quieres —dijo el vecino en voz baja—.
También podría enviar un mensaje. Él tiende a pasar por mi casa cuando se queda sin leche.
Que es bastante a menudo.
Bella asintió con la cabeza.
Le entregó todo lo de Edward a su vecino, incluyendo el cheque que había escrito por
el resto no utilizado de la beca M.T. Masen y el costo de su IPhone.
Ahora tenía muy poco dinero, pero al menos casi había asentado sus cuentas con él.
La hizo sentir menos como una prostituta.
Lo que era exactamente como Ángela la había pintado en el chisme del campus. Y
cómo James había hablado de ella después de la confesión de Edward.
No estaba muy segura de cómo alguna vez conseguiría el coraje para volver a la
Universidad, ahora que todo el mundo pensaba que había dormido con Edward para salir
adelante. Pero pensaría sobre ello mañana...
El vecino tomó las bolsas en una de sus manos y luego se detuvo.
—¿Qué vas a hacer ahora?
Ella miró a su alrededor—. Debo ir a casa, supongo.
—Pero es de noche. ¿Sabes conducir?
—No, vine caminando. No era de noche cuando salí para acá.
El vecino negó con la cabeza—. Deberías tomar un taxi. Te acompañaría yo mismo,
pero mi madre está de visita. Está arriba, en realidad. —Hizo una mueca ligeramente.
Las mejillas de Bella se enrojecieron—. Um, no tengo dinero en efectivo. Puedo
simplemente caminar. Es solo un par de cuadras y necesito el aire fresco.
El vecino frunció el ceño.
—Si Edward estuviera en su sano juicio y no comportándose de forma tan grosera, él te
enviaría a casa en un taxi. Estoy seguro de que no querrá que andes sola por el centro en la
noche. Y estoy seguro que no voy a tener tu seguridad en mi conciencia. Por favor.
Él hizo un gesto hacia la puerta y ella lo siguió, limpiándose la nariz con su pañuelo.
El vecino paró un taxi y abrió la puerta de atrás para ella.
—No puedo —dijo ella.
—Por favor. Será una mitzvah para mí hacer esto y estoy en la necesidad de una
___
* Cerdo.

546
bendición. —Le sonrió mientras sacaba su billetera y se la entregaba al conductor un par de
billetes.
Bella no sabía mucho sobre el concepto de la mitzvah, pero la verdad era que estaba
demasiado cansada y abrumada para entrar en un debate rabínico con él.
—Lleve a esta joven donde necesite ir y por favor espere por ella para asegurarse de
que entre a su casa sana y salva. —El taxista tomó el dinero y estuvo de acuerdo, y Bella se
deslizó en el asiento trasero.
—¿Debo darle a Edward un mensaje? Aparte del que tengo la intención de darle de mí
mismo. —El vecino parecía sombrío mientras se apoyaba en el interior de la cabina.
Bella se quedó callada por un momento, y luego tragó saliva.
—Solo dile que siempre lo amare. Y que finalmente rompió mi corazón.
El vecino le dio un guiño a regañadientes, dolido, antes de cerrar la puerta del taxi
detrás de ella.
Bella apoyó la cabeza contra el asiento, cerró los ojos, y meditó sobre lo sorprendente
que era el universo… cómo en medio de su sufrimiento aún había bondad y caridad y la
maravilla que era una mitzvah.

-
Más tarde esa noche, Edward estaba sentado solo en su departamento, rodeado de
oscuridad. La única luz visible venía de las llamas azules y naranjas que parpadeaban en su
chimenea.
Ella había regresado todo lo que le había dado. Todas y cada una de las malditas cosas
incluyendo la mayoría de la beca pendiente de Maia, y los aretes de Esme. Podría también
haberle regresado su corazón con un cuchillo en él.
Si hubiera estado en un mejor estado de ánimo, habría reflexionado sobre cómo iba a
explicar su repentina separación con Isabella a su padre adoptivo y a su hermana,
especialmente contra el telón de fondo de los planes de la boda de Alice.
Pero no lo estaba.
Él estaba rodeado de ella. Completamente rodeado de su memoria y sus fantasmas.
Cerrando los ojos, juró que podía oler su aroma u oír su risa haciendo eco por el
pasillo. Su habitación se había convertido en un santuario dedicado a ella, que era la razón
por la cual estaba sentado en frente del fuego. No podía soportar ver las grandes fotografías
en blanco y negro de los dos que adornaban las paredes. Especialmente la que colgaba sobre
su cama… Isabella en toda su magnificencia, acostada boca abajo con la espalda desnuda expuesta
hacia abajo hasta sus dos hoyuelos, parcialmente envuelta en una sábana blanca, mirándolo con
adoración con el pelo alborotado por el sexo y una sonrisa relajada...
Pero en cada habitación había un recuerdo de ella… algunos de ellos alegre y otros
agridulce, como el chocolate oscuro, oscuro, sin suficiente azúcar.
Así pues a fin de castigarse a sí mismo por sus pecados, los cuales eran innumerables,
se sentó quieto como una estatua, bañándose en su presencia persistente. Y cuando el dolor
era casi demasiado, se abalanzó hacia este como una espada y abrió el pequeño álbum de
fotos que había regresado, permitiendo que sus dedos trazaran los suaves contornos de su
rostro, sus labios, su cuello, la piel debajo de sus ojos que seguramente estaban bañados en
lágrimas ahora...
"Finalmente rompió mi corazón."
Edward tragó su tercer tiro de whisky y luego con una maldición, tiró el vaso de cristal
dentro del infierno...

-
Katherine Picton se tomó su tiempo para caminar de su casa de ladrillo señorial en
el barrio Annex al Centro de Estudios Medievales en Bloor Street.

547
Estaba nevando. Hacía viento. Y ella estaba retirada.
Así que se vistió con sensatez y cálidamente con botas altas, pantalones negros y un
abrigo de lana y cachemir con un sombrero a juego. Tomando una botella de whisky costosa
en una de sus manos enguantadas, caminó las varias cuadras para la Universidad
lentamente, pero con un propósito.
Esto es todo culpa de Aro Pritchard, pensó. Bueno, la mayor parte de ello.
Katherine deseaba que Aro hubiese tenido que caminar su delgado culo fascista por la
nieve amontonada con el fin de corregir un error.
Cuando finalmente llegó al Centro, hizo su camino a la oficina que quería y luego
llamó a la puerta tres veces, sonoramente.
Un sonido que se aproximaba al de un oso con un dolor posterior emanó desde el
interior de la oficina.
Sin inmutarse, llamó de nuevo, bastante odiosamente.
Pasos resonaron fuerte y enojados por el aire y la puerta se abrió de repente.
—¿Qué demonios te…? —El profesor Masen se detuvo bruscamente cuando vio el
personaje pequeño pero importante que estaba de pie frente a su puerta.
Ella levantó la botella de Lagavulin con una sonrisa paciente—. Tema a los griegos
incluso si traen regalos*.
—Katherine —murmuró, sonriendo ligeramente—. Perdona mi mala educación.
Él se inclinó hacia delante para presionar sus labios en su mejilla arrugada.
Katherine le sonrió de nuevo y luego entró en su oficina, cerrando la puerta detrás de
ella—. Creo que necesitamos tener una pequeña charla.

-
Peter ya no era el asistente de investigación del profesor Masen. Por lo menos, durante
un corto plazo.
La semana después de que el Tribunal lo entrevistó, él se había encontrado con Masen
en los buzones de correo en el Centro y le dijo que necesitaba un poco de tiempo libre. Masen
había sido frío y escueto, diciéndole que se iba del país de todos modos, y que si quería ser
reasignado a otro profesor debía hablar con el profesor Santos.
Mientras él no tuviera que estar en la misma habitación que Masen, a Peter no le
importaba un carajo si trabajaba o no.
Se podría decir que Peter estaba enojado, y lo estaba. Su ira estaba dirigida al hombre
más malvado del planeta, Masen, que había abusado verbalmente y luego seducido a su
joven amiga antes de dejarla cruelmente. O eso es lo que había recogido.
Si Peter hubiera sido un fan de Jane Austen, él hubiese comparado al profesor Masen
con el señor Wickham. O tal vez, a Willoughby.
Pero él no lo era.
Sin embargo, hizo todo lo que pudo para no golpear a Masen con sus puños hasta
dejarlo sin sentido y darle el azote del culo que había estado desesperadamente necesitando
en todo el año.
Además de su ira, Peter se sentía traicionado. Y tonto.
Porque durante Dios sabe cuánto tiempo, Bella había estado involucrada con un
hombre llamado Anthony.
Anthony.
Edward Anthony Cullen Masen.
Quizás hubiera querido que Peter lo supiera, lo descubriera. Pero nunca había pasado
___
*Referencia al sacerdote troyano Laocoonte, cuando los griegos llevaron un caballo a los
Troyanos como regalo. Lo que después fue conocido como el caballo de Troya que escondía un selecto
número de soldados griegos.

548
por su cabeza que Anthony era, de hecho, el profesor Masen. Le había dicho secretos acerca
de él, por amor de Dios. Secretos sobre Jane. Y todo el tiempo ella se estaba acostando con él.
No es de extrañar que ella le hubiera jurado por todos los medios que Anthony no había
mordido su cuello, que fue algún otro imbécil.
Una historia probable.
Peter pensó en el profesor Masen haciéndole cosas depravadas de Bella, y sus
pequeñas, pequeñas manos, que era dulzura e inocencia personificada con el rubor rosa en
las mejillas.
Pero tal vez ella no lo era, en realidad.
Tal vez el verdadero dolor de su traición fue la constatación de que la inocente señorita
Swan había compartido la cama con un monstruo que le gustaba el dolor, que había sido
compañero de Jane Singer.
Tal vez Bella quisiera ese estilo de vida. Tal vez ella y Edward invitaban a Jane en su
cama, también. Después de todo, Bella escogió a Victoria Weston como su abogada. ¿No
significa eso que ella estaba familiarizada con la profesora Dolor?
Peter no tenía las palabras para describir su reacción a esa revelación sorprendente, a
excepción de la conclusión de que Bella no era quien pensaba que era.
A pesar de su reacción más bien visceral, cuando la profesora Leaming lo llamó por
teléfono a su casa una semana después de decirle que Isabella había perdido dos seminarios
seguidos, se preocupó un poco.
Leaming había dicho que Isabella no estaba respondiendo a su teléfono o
respondiendo a mensajes de correo electrónico y que nadie asociado con los estudios
italianos o Estudios Medievales la había visto en más de dos semanas. No solo eso, sino que
el Seminario únicamente tenía dos reuniones más restantes y que Isabella realmente
necesitaba asistir a ambas o que su nota final en el curso sufriría.
A regañadientes, Peter estuvo de acuerdo para ver cómo estaba, y es así como se
encontraba zumbando su apartamento en una fría mañana del jueves, a mediados de marzo.
Por supuesto, ella no respondió.
Sin inmutarse, Peter esperó y cuando un vecino salió del edificio, entró y golpeó con
fuerza a su puerta.
Llamó a la puerta varias veces hasta que una voz vacilante le llamó—. ¿Quién es?
—Es Peter.
—Lo siento, Peter. Vete.
Peter habría hecho exactamente eso, pero su voz era tan triste, tan patética. A pesar de
su ira, no podía abandonarla.
No de la forma en que el cabrón ya lo había hecho.
—No voy a ninguna parte hasta que te vea. La profesora Leaming me llamó a casa para
pedirme que te viera y no me iré hasta que sepa con seguridad que estás bien. Solamente
déjame entrar por un minuto y luego te dejare en paz. —Hizo una pausa—. Tengo tu correo.
—Peter, no puedo. —Su voz sonaba tan pequeña, tan rota.
—No me iré hasta verte y si tengo que esperar en el pasillo todo el día, lo haré.
Cuando Bella no contestó, él gruñó suavemente y bajó sus más de ciento cincuenta
kilos hacia la alfombra del suelo, preparándose para un día muy largo.
La oyó arrastrar los pies en su apartamento y nada más.
—Conejo —llamó a su suavidad—. Soy solamente yo.
El roce de los pies se acercó a la puerta.
Él suspiró y meneó la cabeza, colocando la palma de la mano plana contra la madera
oscura.
—Sé que él te hizo daño. Únicamente vine a ver si estás bien, y luego me voy a ir. Solo
cinco minutos, conejo. Eso es todo lo que necesito.
Peter escuchó los sonidos de moqueo y supo que ella estaba llorando.

549
—Sé de algo que te levantará el ánimo. Ángela Webber está fuera del programa. Masen
se negó a supervisarla y también lo hizo Katherine Picton. Ángela presentó una demanda
contra la Universidad, acusándolos de discriminación. Y ella y Masen tuvieron una gran
pelea. Era como Furia de Titanes: Zorra vs Bastardo.
Un sonido chirriante se hizo eco en el pasillo y luego lentamente la puerta se abrió.
—Hola —dijo Peter, mirando hacia arriba en la cara de una mujer que no conocía.
Parecía una niña de verdad, piel pálida contra pelo oscuro que había tirado
desordenadamente hacia arriba en una cola de caballo. Círculos de color púrpura con bordes
de sus ojos, que estaban rojos y llorosos.
Mientras Peter se levantaba y la miraba, ella pareció ser mucho más pequeña. Frágil.
Podría decir que incluso en el corto tiempo transcurrido desde el Tribunal ella había perdido
varios kilos. Se preguntó si estaba comiendo.
—¿Puedo entrar?
Abrió más la puerta y Peter entró en su pequeño estudio.
Mientras Bella cerraba la puerta, miró a su alrededor. Nunca lo había visto tan
desordenado. Los platos estaban abandonados al azar en todas las superficies, la cama estaba
desordenada y deshecha, y la mesilla estaba escondida debajo de papeles y libros.
Al menos ella ha estado trabajando en su tesis.
—Peter, si has venido a decirme lo estúpida que he sido, no creo que pueda lidiar con
eso ahora mismo. —Su barbilla se tambaleó ligeramente, pero trató de sonar valiente.
Él movió su correo de un brazo al otro y se rascó las patillas.
—No estoy aquí para hacerte sentir mal. Pero no puedo decir que no me molesté
cuando me enteré de que me habías estado mintiendo.
Ella miró a sus calcetines de lana de color púrpura y movió los dedos de los pies con
torpeza.
—Lo siento —susurró.
Él aclaró su garganta.
—Um, te traje el correo. Tenías un montón de cosas en el buzón exterior y también traje
el correo desde el Centro.
Bella respiró hondo y dio un paso hacia atrás.
Él levantó una mano como para tranquilizarla—. No había nada en tu buzón de correo
en la escuela de que preocuparse. Sólo dos libros de texto.
—¿Por qué alguien me envió libros de texto? No voy a enseñar.
—Los representantes de libros de texto a veces se ponen un poco demasiado
entusiastas con las copias de los exámenes. —Hizo un gesto con su mano libre—. ¿Dónde los
pongo?
—Solamente ponlos todo sobre la mesa.
Peter hizo lo que se le pedía mientras que Bella se ocupaba en empezar a recuperar las
tazas y tazones por todo el apartamento y apilarlas ordenadamente en la parte superior del
microondas.
—¿Qué tipo de libros de texto? —Preguntó ella mientras continuaba la limpieza.
—Las fuentes primarias. Algunos libros medievales y la Odisea de Homero.
—¿Por qué alguien me envió esos? Yo trabajo en el Renacimiento.
Peter se encogió de hombros—. ¿Por qué no te envían la Eneida de Virgilio? Eso es un
libro que todo el mundo puede utilizar. Sunt lacrimae rerum et mentem mortālia tangunt*.
Le guiñó un ojo y ella sonrió. Su corazón dio un vuelco.
—Bella, no tenía la intención de mirar tu correo personal, pero había una carta en el
buzón exterior de los Volturi.
Agarró del codo y la ayudó a sentarse en una silla.
___
* Estas son las lágrimas de las cosas, y nuestra mortalidad llega al corazón.

550
Mientras su mano grande se movía para rodear la muñeca, se dio cuenta de algunas
cosas. Su piel era fresca y casi transparente sobre sus venas azules. Y su muñeca parecía más
pequeña de lo que recordaba, como si pudiera abarcarla dos veces con sus manos. Su pulso,
que se movía debajo de sus dedos, era débil y desigual.
Bella estaba enferma.
—¿Cuándo fue la última vez que comiste algo? —Su voz se hizo suave.
—Um, creo que comí algo ayer. No he tenido hambre.
—¿Crees?
Peter juró en voz alta y luego se acercó a la pequeña nevera, abriéndola sin permiso.
Estaba casi vacía pero se encontró con unas cajas pequeñas de jugo, del tipo que los
niños llevaban con ellos a la escuela.
—Bella, ¿qué demonios has estado comiendo? ¡No hay ninguna comida en la nevera!
Ella no se molestó en responder.
—Ten. —Él perforó una de las cajas con su paja que la acompañaba y se lo entregó—.
Tómate esto antes de que te desmayes.
Bella hizo lo que le dijo y se sintió un poco mejor mientras la azúcar del jugo de naranja
entraba en su sistema.
—¿Cuánto peso has perdido?
Ella evitó los ojos mientras tomaba un sorbo de bebida—. No sé.
—Bueno, te ves terrible. Como un esqueleto. Necesitas salir de aquí y tomar una
comida caliente. Por qué no tomas una ducha y cuando salgas nos vamos a comer. Yo invito.
—Peter, no creo que pueda leer esa carta. —Colocó la caja de jugo en la mesa y puso su
rostro entre las manos.
—Entonces yo lo haré. La leeré mientras estás en la ducha y te daré la versión
condensada cuando salgas. Pero Bella... —Hizo una pausa y se frotó la boca con el dorso de
la mano—. Necesitas salir y tomar algo de aire. Este lugar es deprimente. Es como la casa de
la señorita Havisham*.

Bella lo miró con curiosidad—. ¿Eso te convierte en Pip?


Peter negó con la cabeza—. Eso me hace un imbécil entrometido que está interfiriendo
en la vida de alguien.
—Eso suena como Pip —murmuró ella.
—Bella, el semestre termina en dos semanas. Si no vuelves a clase, vas a arruinar tu
promedio de calificaciones. ¿Y qué hay sobre tu tesis? Está fijada probablemente para el
primero de abril.
—Katherine tiene que dar la nota para mi tesis el veintitrés de abril. Ella quiere que el
proyecto final para el nueve.
___
*Hace referencia al libro Grandes Esperanzas de Charles Dickens, era una señora de mediana
edad bastante excéntrica, Pip era el protagonista, un joven huérfano pobre que se enamora de Estella,
la sobrina de la señora Havisham, y quiere ser un caballero para merecerla.

551
—Entonces tienes que empezar a moverte. Ahora no es el momento de marchitarse y
ocultarse si quieres mantener tu lugar en Harvard. Ve y arréglate y yo esperaré. Hay un par
de buenos lugares para hacer brunch abajo en la calle Queen. Tomaremos el metro.
Bella miró a Peter, con ojos oscuros preocupados.
—¿Por qué estás siendo tan bueno conmigo? —susurró.
—Porque no soy de los llanos, soy de Vermont*. —Él sonrió con ironía—. Y porque
necesitas un amigo en este momento.
Bella sonrió agradecida.
—Nunca me has dejado de importar —admitió, en voz baja.
Ella fingió no escuchar su declaración y cambió de tema.
—¿Realmente parezco un esqueleto? ¿Que necesita una ducha? —Pasó sus dedos hasta
el final de su cola de caballo y luego suavizó las arrugas de sus pijamas de franela.
—Cariño, teniendo en cuenta lo que has pasado, te ves muy bien. Pero si vamos a salir,
al menos deberías usar algo distinto a patitos de goma. —Sonrió con satisfacción por el
diseño de su pijama.
Bella se ruborizó.
Desapareció en su armario para encontrar algo de ropa limpia para vestirse, llevando
su caja de jugo con ella. No había lavado su ropa en dos semanas por lo que sus opciones
eran limitadas, pero al menos tenía algo medio presentable para una comida informal,
aunque fuera solo un traje de yoga.
Entró al baño y luego se dio la vuelta—. ¿Peter?
—¿Sí?
—Gracias.
—No hay de qué. —Su voz era ronca y él apartó la mirada.
Mientras ella estaba en la ducha, Peter se encargó de limpiar su apartamento, o por lo
menos, ordenarlo. Sabía que no debía tocar sus materiales de tesis, por lo que los dejó
tranquilo, eligiendo en vez hacer su cama y recoger cosas del suelo.
Cuando terminó, colocó los dos libros que había traído con los demás de su estante y
luego se sentó en una silla plegable para mirar su correo.
Se deshizo rápidamente de todos los folletos y de la basura y luego apiló lo que parecía
ser facturas en un montón. Se dio cuenta de que no había ninguna carta de carácter personal
de ninguna persona, incluyendo de cierto profesor desenfadado.
—Gracias a Dios —murmuró.
Abrió el sobre de los Volturi con uno de sus dedos gruesos y luego retiró
apresuradamente la carta.
En la ducha, Bella estaba utilizando un nuevo champú. Le daba nauseas el olor de las
fresas y por eso ya no utilizaba los productos que había preferido desde que era una
adolescente. En su lugar, probó algo que Charlie le había regalado en Navidad, champú y gel
de baño perfumado con lavanda Inglés.
Sí, era un aroma maduro para una persona tan joven, pero el olor de las bayas traía
demasiados recuerdos dolorosos. Y si iba a compartir una comida con Peter, no podía estar
agitada y vomitando.
Después de que se vistió y se secó el pelo, puso su secador en su sitio en la estantería
abierta del tocador, al lado de una caja de tampones sin abrir.
Cubrió las ojeras con un corrector, y coloreó sus pálidas mejillas con rubor, y cuando se
convenció de que ya no se parecía a una versión más bien joven de la señorita Havisham, se
unió a Peter en la mesilla.
Él la saludó con una sonrisa.
___
* Flatander -de los llanos-, es una expresión que usan las personas que viven en partes
montañosas para referirse a los que viven en sitios de baja altitud.

552
—Eso está mejor —dijo en voz baja—. Te ves más saludable. ¿Cómo te sientes?
—Bastante bien. —Sus ojos se movían nerviosamente a la carta de dos páginas que
tenía en sus manos—. ¿Y?
—No hay nada aquí de lo que tengas que preocuparte. Es solamente una descripción
del procedimiento y la sentencia del Tribunal, dejando constancia de que fueron absueltos de
las acusaciones. Eso es importante, Bella. Si alguien te da mierda por lo que pasó, puedes
mostrarle esta carta. Las actuaciones del Tribunal se supone que son confidenciales, de todos
modos, así que no creo que esta situación te seguirá a la Universidad de Harvard. También
hay aquí una declaración diciendo que mantengas todo tu contacto con el Tribunal
confidencial y que ceses todo contacto con Masen de inmediato, lo que supongo que ya has
hecho.
Bella asintió con la cabeza tristemente—. Él no me verá. O hablará conmigo.
Peter suspiró y bajó la cabeza—. ¿No crees que eso sea algo bueno?
—No.
—Cielos, Bella, el hombre te sedujo a patadas y luego te botó. ¿Qué más abuso de él
quieres?
Ella lo miró, los ojos llameantes—. ¡No hables así de él! Así no fue que sucedió.
Peter la miró, a su repentina muestra de ira, y quedó impresionado. Prefería verla
enojada que triste.
—Él no era así, Peter. Él me amaba.
Él solamente amaba su trabajo más.
Peter tragó un comentario despectivo y levantó las manos en retirada.
—De todos modos, no hay nada aquí para que te preocupes. Recibí una carta parecida
de seguimiento después de que testifiqué ante el Tribunal. Ellos quieren estar seguros de que
estas cosas permanezcan en secreto. El resto de tu correo parecen cuentas.
Bella parecía visiblemente decepcionada por ese hecho, pero no dijo nada.
—Tenemos que irnos ahora. Y probablemente deberías usar un sombrero. Hace frío.
Unos minutos después estaban fuera, caminando hacia la estación de metro de
Spadina.
—¿Lo has visto? —preguntó ella en voz baja.
—¿A quién?
Tú sabes quién.
Peter gruñó—. ¿De verdad quieres oír sobre él? ¿No preferirías olvidarlo?
—Por favor, yo… yo todavía lo amo, Peter.
La miró para encontrar una lágrima saliendo de uno de los ojos de Bella, deslizándose
lentamente por sus mejillas de ahora color de rosa.
Qué dios me ayude, voy a patearle el culo a ese jodedor de estudiantes.
—Masen tuvo un altercado importante con Ángela la semana pasada. Yo estaba en la
oficina hablando con la señora Cope y se les oía gritar en el pasillo. Ellos hicieron un gran
espectáculo.
—¿Qué pasó?
—Ángela estaba tratando de convencerlo de que continuara supervisando su tesis. Al
parecer, él había estado ignorándola desde que empezó todo ese asunto con ustedes dos.
Cuando él no quiso ceder, ella empezó a gritarle.
La boca de Bella colgó ligeramente abierta mientras trataba de imaginar la escena que
Peter estaba describiendo.
—Fue irreal. Masen maldiciéndola… la llamó puta y una zorra maliciosa y dijo que si
se acercaba a él de nuevo haría que la arrestaran. Dijo que iba a presentar una orden de
restricción contra ella. Ella se puso hecha una furia.
Bella se detuvo y cerró los ojos con horror—. ¿Qué dijo ella?
Peter se puso a su lado, en silencio.

553
—¿Peter?
—Bella, ella estaba escupiendo un montón de cosas. Estaba delirando como una
lunática y Masen le gritaba de vuelta. Por último, la señora Cope llamó a la policía del
campus. Creo que ellos arrastraron a Ángela por el pelo. Por fin.
—¿Así que todos en el edificio escucharon lo que Ángela pensaba de mí? ¿Y Edward?
Bella abrió los ojos para poder leer la reacción de Peter.
—No todo el mundo. Únicamente las personas que tienen oficinas en ese piso que
estaban alrededor en ese momento y tenían sus puertas abiertas. Escucha, ella es una loca
completa y nadie que la oyó creería algo de lo que dijo. Ella es solo un estudiante de
postgrado descontenta que se ha ido a un final profundo. Cuando todo terminó, el profesor
Santos me llamó aparte y me advirtió que mantuviera cerrada la boca sobre cualquier cosa
que tenga que ver con ustedes dos.
—¿Por qué me estás hablando a mí sobre esto, entonces?
Peter frunció el ceño—. Porque Ángela está enojada y podría decidir aparecerse en tu
puerta. Asumí que Masen o Santos te habrían dicho algo ya, pero supongo que no lo
hicieron. Cobardes.
—Es posible que el profesor Santos tratara de advertirme. No he estado revisando mis
mensajes. O mi correo electrónico.
—Lo sé. Es por eso que la profesora Leaming me pidió que te viera. En persona. —
Suspiró y miró fijamente a los ojos de Bella—. Pero también estoy aquí porque quiero la
verdad. Sé que me mentiste. Que fui arrastrado ante el Tribunal por esas mentiras y no fue
una experiencia agradable. Ahora que he escuchado la versión retorcida de Ángela de los
acontecimientos, me gustaría que me dijeras lo que realmente sucedió.
Bella miró sus botas y siguió caminando.
—¿Qué pasó con Edward después que Ángela le gritó?
Peter se puso a caminar a su lado.
—Creo que él presentó una orden de restricción. La señora Cope me pidió que vigilara
a Ángela y a cualquier comunicación de ella, dado que fui asistente de investigación de
Masen.
—¿Fuiste?
Peter se echó a reír.
—¿Qué te hace pensar que iba a querer seguir trabajando para ese imbécil? Preferiría
trabajar para Aro Pritchard. Y odio a ese hijo de puta.
Bella se inclinó para agarrar su brazo—. Peter, lo siento mucho. Nunca quise que
perdieras su trabajo.
Él le dirigió una media sonrisa—. ¿Quién dijo algo sobre la pérdida de un trabajo? Ellos
todavía están pagándome. Masen se ha ido, Bella. Dejó el país. Estoy tratando de terminar mi
tesis doctoral para poder salir de este nido de cuco antes de que alguien intente poner fin a
mi carrera. Hasta el momento, Masen no me ha botado pero tengo la sensación de que yo
podría ser el próximo. Y después estoy jodido. A menos que pueda convencer a la profesora
Picton de que me supervise.
Ella jadeó—. ¿Él abandonó el país?
Peter frunció el ceño—. ¿No lo sabías? Es por eso que no estoy haciendo investigación
para él en este momento. Santos tiene a algunos de los ayudantes de cátedra de Estudios
Italianos cubriendo la clase de pregrado Masen, mientras que él no esté.
Bella soltó su brazo y dejó caer sus hombros.
—¿Sabes para dónde se fue?
—Para el infierno, espero. —Su voz era sorprendentemente alegre—. Pero no, no lo sé.
Todo lo que tenga que ver con él o contigo se mantiene en secreto ahora. Y cuando él me dijo
que se iba, estaba enojado conmigo.
Bella inhaló lentamente y los dos continuaron su paseo.

554
—Supongo que él no dijo adiós.
—Lo último que me dijo fue que yo no era sensata de mi propia angustia.
Peter soltó un bufido—. Pretensioso jodedor de estudiantes.
—¿Qué?
—¿Él aplasta tu corazón y después tiene las bolas de citar a Hamlet? Increíble. Y él lo
cito mal. El imbécil.
Bella parpadeó sorprendida—. No reconocí lo que él dijo. Pensé que era solo…
Edward.
—Shakespeare era un hijo de puta pretencioso, también. Probablemente es por eso que
no pudiste notar la diferencia. No solamente es la línea de Shakespeare sino también es muy
insultante. Es del discurso de Gertrudis de la muerte de Ophelia. Escucha,

Donde hallaréis un sauce que crece a las orillas de ese arroyo,


repitiendo en las ondas cristalinas la imagen de sus hojas pálidas.
Allí se encaminó, ridículamente coronada de ranúnculos, ortigas,
margaritas y luengas flores purpúreas,
que entre los sencillos labradores se reconocen bajo una denominación grosera,
y las modestas doncellas llaman, dedos de muerto.
Llegada que fue, se quitó la guirnalda,
y queriendo subir a suspenderla de los pendientes ramos;
se troncha un vástago envidioso, y caen al torrente fatal,
ella y todos sus adornos rústicos.
Las ropas huecas y extendidas la llevaron un rato sobre las aguas,
semejante a una sirena, y en tanto iba cantando pedazos de tonadas antiguas,
como ignorante de su desgracia, o como criada y nacida en aquel elemento.
Pero no era posible que asiera durarse por mucho espacio.
Las vestiduras, pesadas ya con el agua que absorbían la arrebataron a la infeliz; interrumpiendo su
canto dulcísimo, la muerte, llena de angustias.

El rostro de Bella se puso muy blanco.


—¿Por qué iba a decirme tal cosa? —susurró ella.
—¿Por qué iba a compararte con Ophelia? ¡Ella estaba loca! Si alguien es Ophelia en
esta historia es Ángela. Aunque es probablemente sea más como Lady Macbeth.
Peter sintió que era necesario en ese momento reiterar su lista de favorecidos adjetivos
profanos con respecto a Masen.
—La locura de Ophelia es causada por el rechazo de Hamlet. Es cruel con ella y le dice
que no la amaba. Y ella se vuelve loca. Aunque hay un debate sobre si su muerte cuenta
como un suicidio o no.
Bella sacudió la cabeza—. Tanto Tomás de Aquino como Dante habrían dicho no. Si era
incapaz de comprender su propia angustia, entonces no fue un suicidio. Ella estaba enferma.
Peter hizo una mueca.
—¿Estaba preocupado Edward de que tú hicieras algo… peligroso? ¿Como saltar
desde un acantilado?
Peter se volvió cada vez más agitado cuando su conocimiento de pregrado de
Shakespeare lo inundó de nuevo. (El beneficio de una educación en artes liberales)
Bella fingió sorpresa ante la pregunta.
Edward debe pensar que yo sería como Tanya. Que voy a tratar de matarme porque él me dejó.
—No sé lo que pensaba. Sólo murmuró algo acerca de mí tratando de cometer suicidio
académico justo en frente de él y que él no me dejaría.
Peter parecía aliviado. Mínimamente.

555
—Masen sigue siendo un idiota. Mary Pipher escribió un libro llamado Reviviendo a
Ophelia. Ella habla de las formas en que la sociedad contemporánea aplasta a los espíritus de
las niñas... y en gran parte es hecha por los hombres que se comportan exactamente de la
manera Masen actuó contigo.
Bella miró a Peter con curiosidad—. ¿Cómo sabes esto?
Suspiró—. Había una chica… en mi ciudad. Tomé un curso de Estudios de la Mujer en
San Mike porque ella me lo pidió. —Miró a Bella bruscamente—. No preguntes.
Bella rió en voz baja, pero no dijo nada más sobre el tema.
Los dos amigos caminaron en silencio por el resto de su viaje, hasta que se acercaron a
las puertas de la estación de metro.
—Hay algo más, sin embargo. —Peter hizo una pausa incómoda.
Ella trató de buscar en sus ojos, pero él apartó la vista.
—Tienes que decirme, Peter. No importa lo que sea, necesito saberlo.
—Yo no iba a decir nada. Tú has sufrido lo suficiente. Pero la última vez que lo vi, él
estaba...
—¿Él estaba qué?
Peter se detuvo en la acera y se volvió a Bella para que ella pudiera mirarlo,
descansando sus manos suavemente sobre sus hombros.
—Él dijo que se iba del país. Y llevaba un anillo de bodas.

Extras de la historia revelantes:


La cita de Hamlet de Shakespeare es de Acto 4, Escena VII. (N/T: En realidad es en la
escena XXIV)
http://www.youtube.com/watch?v=L78yxtMPqtg~~V "Ghosts of You", de Chantal
Kreviazuk

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Capítulo treinta y cinco.

—¿El anillo de bodas era de Tiffany? —La voz de Bella era baja mientras Peter y ella se
sentaban frente a uno del otro en una cafetería a la moda pero retro en Queen Street.
Habían viajado en relativo silencio en el metro así que Bella pudo darle vueltas en su
mente a la revelación sorprendente de Peter.
—¿Cómo voy a saberlo?
Peter vio a Bella apartarse de él con un estremecimiento y se arrepintió de inmediato.
—Lo siento, Bella. No debí hablarte de esa manera. —Alargó el brazo para tomarle la
mano y apretó con suavidad antes de soltarla—. Es solo que los hombres no se dan cuenta de
ese tipo de cosas. Solo lo vi por un minuto. Creo que era de plata. Probablemente no debería
haberlo mencionado. —Bajó la cabeza viéndose avergonzado—. Supongo que si fuera yo, y
alguien hubiese roto conmigo y luego se habría casado enseguida, me gustaría saberlo.
—Está bien, Peter. Sé que tenías buenas intenciones.
Ellos intercambiaron una mirada de simpatía y luego ordenaron sus comidas.
No me importa si Edward esté usando un anillo o no. Me niego a creer que se casó a los pocos
días después de lo del Tribunal. No tiene sentido. Él me dijo que me amaba mil veces y nunca dijo una
vez la palabra matrimonio. ¿Con quién podría haberse casado? ¿Tanya?
Bella negó con la cabeza ligeramente.
—Dime por qué te quedaste en tu apartamento durante dos semanas sin contacto
humano. —La voz de Peter rompió el monólogo interior de Bella.
Ella no lo diría en voz alta, porque no quería hablar de tal cosa con Peter. Pero una de
las razones por las que se había sentido tan aturdida, aparte de la pérdida de Edward, era la
pérdida de lo que él representaba… la consecución de su amor de secundaria, la pérdida de
su virginidad, el descubrimiento de lo que ella pensaba que había sido un profundo y
correspondido amor...
Cuando recordaba la primera vez que él le hizo el amor, quería romper a llorar. Nadie
la había tratado con tanta atención, delicadeza y belleza.
Él estaba tan preocupado por hacerle daño y asegurarse de que estuviera relajada y
complacida. Fue insistente en decirle que la amaba, una y otra vez mientras se movía hacia
su orgasmo. El primero que tendría con ella, a causa de ella...
Edward mirando a mi alma, moviéndose dentro de mí, diciéndome que me amaba mientras me
mostraba con su cuerpo exactamente eso. Él debe haberme amado. No estoy segura de cuando dejó de
hacerlo. O más bien, cuando eligió amar a su trabajo más que a mí.
Peter se sentó en silencio, expectante.

557
Pero sus recuerdos se repetían una y otra vez en su mente, distrayéndola; la visión del
cuerpo desnudo de Edward, o su sonrisa o la mirada en sus ojos cuando la tocaba y los
sonidos que salían de su boca... la forma en que gritó su nombre...
Si es así como se sintió Ophelia cuando Hamlet la envió a un convento, finalmente entiendo su
locura.
Peter se aclaró la garganta con buen humor y Bella sonrió en disculpa.
—Lo siento. He estado desconcentrada últimamente. Um, me quedé en casa porque me
sentía segura allí. Yo estaba llorando mucho y no quería que la gente me viera. Traté de
trabajar en mi tesis, pero algunos días eso simplemente me hacía llorar más y yo solo me iba
a dormir en la mitad del día. Es muy difícil escribir sobre el amor y la amistad cuando acabas
de perder ambas cosas.
Peter cerró los ojos y gimió, como si él fuera quien estuviera sufriendo.
—Traté de ir a comprar algunos víveres. Llegué hasta la sección de productos en la
tienda Dominion en Spadina. Y, eh, pasé por delante de una pantalla de mangos y empecé a
llorar. —Se mordió el labio con valentía—. Um, me llevó a Belice para el día de San Valentín
y mientras estábamos allí él tocó una canción llamada Mango por Bruce Cockburn. Me
encontré a mí misma de pie en medio de todas estas frutas y verduras llorando a moco
tendido. —Sopló una bocanada de aire a través de sus labios, haciendo un sonido lento,
silbante—. Me veía como una idiota.
Peter entrelazó sus dedos pequeños entre los suyos, teniendo cuidado de ser suave con
ella—. Tú no eres una idiota.
—No, soy solo una cobarde. Pensé que era más valiente de lo que solía ser, pero no lo
soy. Soy la misma Bella Swan, incapaz de enfrentarse a sus problemas. Yo solamente… me
congelaba… cuando pensaba en ver a las personas en la Universidad. Ángela, la profesora
Leaming, él... Pensé que todo el mundo estaría hablando de mí. Diciendo que me acosté con
él y así fue como entré en Harvard. O cómo llegué aquí en primer lugar. —Bella jugueteó con
los cubiertos de la mesa con su mano libre—. La escuela siempre ha sido el único lugar
donde he tenido éxito. Si me quitan eso… —Movió su mano para cubrirse los ojos—. Todo el
mundo debe pensar que soy una ramera.
Peter se inclinó sobre la mesa rápidamente—. Tú no eres una ramera. ¿Me oyes? No
digas eso. Y golpearé hasta la inconsciencia a quien sea si alguna vez dice algo así sobre ti.
Bella sonrió con su gratitud, pero no dijo nada, limpiándose una lágrima errante.
—La única ramera aquí es Ángela Webber. Tú únicamente te enamoraste de la persona
equivocada, eso es todo. Pero no es el final de tu vida. Tienes un montón de cosas buenas
que esperar, como la graduación e ir a la Universidad de Harvard. Y algún día, cuando estés
lista, encontrarás a alguien que te tratará bien. Alguien que no va a ser tan egoísta. Alguien
digno de ti. —Ella se enjugó una lágrima y él apretó los dedos ligeramente—. ¿Por qué crees
que la escuela es el único lugar donde has tenido éxito? No creo que eso sea cierto.
Bella se rió con amargura—. Mi familia es un despelote. Mi vida personal es un
desastre. Nunca he hecho nada creativo o importante, como pintar un cuadro o escribir una
novela. La única cosa que puedo hacer es pensar en Dante y escribir ensayos aburridos de él
que nadie va a leer.
—Bella, cariño, ¿puedes darte a ti misma un respiro? —Tomó su pequeña mano entre
las suyas—. La forma en que te acabas a de describir, Bella Swan es simplemente un cerebro
que habita un cuerpo, y eso es falso. Tú eres una persona... con una mente y un cuerpo y
emociones y deseos. No eres reducida a lo que haces, aunque las acciones son importantes.
Eres mucho más que solo una mente que escribe ensayos.
Hizo una pausa y esperó a que ella lo mirara a sus ojos oscuros, que eran incluso más
oscuros por la preocupación y los comienzos de remordimiento por haberla juzgado con
tanta dureza.

558
—Eres amable y gentil. Eres graciosa y brillante. Y cuando estás enojada, eres
luchadora y sexy como el infierno.
Ella se ruborizó y bajó la mirada.
—No estoy bromeando. Ese día que enojaste a Masen en el seminario… fue un total
choque de trenes, pero yo pagaría dinero para verlo otra vez. Tú eres la única persona que he
visto enfrentarse a él, otra además de Ángela, que está loca, y la profesora Dolor, que es
retorcida. Por mucho que temiera lo que te iba a hacer después, tu muestra de coraje fue
impresionante.
—Yo perdí los estribos. No fue uno de mis mejores momentos.
—Tal vez no. Pero me mostró algo. Le mostró a Masen algo. Por debajo de ese exterior
tímido, eres dura. Y solamente tienes que dejar que esa dureza salga de vez en cuando.
Dentro de lo razonable, por supuesto.
Él le estaba sonriendo ahora y bromeándole ligeramente.
Ella no pudo evitar imitarlo.
—En vez de llorar y esconderte en tu apartamento, deberías estar enojada con ese
pendejo. Él te dejó, recuerda. No hiciste nada malo. ¿Y por qué tú sufrirías por alguien que
no te quiere más? ¡Enójate! Tira cosas. Y luego vive una vida feliz y exitosa en la que realizas
todos tus sueños. Y la próxima vez que lo veas, dile que se joda. Que él tuvo a la mejor mujer
del mundo y la dejó ir.
—Es difícil estar enojada cuando estás triste —dijo Bella en voz baja.
—Entiendo. Pero por favor, no más mierda reduccionista acerca de cómo únicamente
eres buena en la escuela. Eres una persona agradable con un gran corazón y eres buena con
tus amigos e incluso con tus enemigos. Incluido Masen.
Ella le dio las gracias en silencio y retiró su mano, centrando su atención en su taza de
café.
—Para que lo sepas, los únicos rumores que he escuchado alrededor de la Universidad
son sobre Masen. La gente estaba diciendo que él hizo algo no ético y lo atrapó la
administración de la Universidad. Nadie los ha conectado a ustedes dos, excepto Ángela, ¿y
quién le va a creer? Ella es inestable. De todos modos, entiendo por qué te preocupa tu
reputación. ¿Conoces esta cita? ¿De Otelo?

“Quien me roba la bolsa, me roba una porquería, una insignificancia, nada;


fue mía, es de él y había sido esclava de otros mil;
pero el que me hurta mi buen nombre,
me arrebata una cosa que no le enriquece y
me deja pobre en verdad”.

Bella miró a Peter con aprecio—. Estoy empezando a sentir como si debería de haber
prestado más atención a Shakespeare cuando estaba en la Universidad de Seattle.
—Si a Masen le hubieses importado algo, habría tratado de proteger tu reputación. Por
suerte, el Tribunal lo hizo por él. No necesitas preocuparte por ello. Nadie sabe lo que
sucedió y nadie va a saber.
—A excepción de Ángela, tú, el profesor Santos, la señora Cope y Katherine Picton —
murmuró Bella en voz baja.
Cuando terminaron sus comidas y saborearon su café, Bella le contó en voz baja a Peter
una versión muy editada de su relación con Edward, empezando por su invitación a
acompañarlo a Italia. Ella reconoció que era una amiga de su hermana, explicando que por la
diferencia de edades ellos en realidad no se conocieron en Forks. Incluso mencionó que
Edward la había salvado de Jacob cuando estaba en casa para Acción de Gracias y que él
pagó para que removieran la marca del mordisco de su cuello.
Lo que sorprendió a Peter inmensamente.

559
Era extraño, tal vez, pero Bella se sentía cómoda hablando con Peter. Él no era tan
intenso como Edward, por supuesto, y mucho menos volátil. Era un buen oyente y un buen
amigo.
Incluso cuando él la estaba regañando sobre la elección de Victoria Weston como su
abogada.
Por supuesto, cuando ella reveló que Victoria había sido elegida por Edward, su ira
cambió de nuevo a su objetivo original.
—Voy a hacerte una pregunta personal. Si no deseas responder, solo dilo. —Peter se
removió en su lado de la cabina, mirando a su alrededor rápidamente para asegurarse que
nadie estuviera escuchando.
Bella asintió.
—¿Edward aún mantiene su relación con la profesora Singer? ¿La viste… socialmente
mientras estabas con él?
—¡Por supuesto que no! Peter, esa mujer me aterroriza y Edward lo sabía. Él trató de
mantenerme lejos de ella, incluso en Segovia.
La expresión rígida de Peter se relajó un poco.
—Sé que no tienes una muy buena opinión de él. Pero eso es porque no lo conoces. Él
usa una máscara para mantener alejada a la gente. Y sí, sé que puede ser formal y frío,
especialmente con sus estudiantes. Pero me dijo que su participación con Singer fue temporal
y que terminó hace mucho tiempo. Y solamente para que quede claro, Peter, yo le creí. —
Bella dijo las últimas palabras sin poca intensidad.
Peter se frotó la barbilla pensativo y después asintió con la cabeza.
Envolvió sus manos alrededor de su taza de café y se inclinó sobre la mesa de nuevo.
—Ya te dije que tuve que presentar una queja contra la profesora Dolor el año pasado.
Victoria Weston era su abogada. Yo estaba participando en el seminario de Singer de tortura
medieval, porque esperaba que ella cubriera material que se relacionara con mi tesis. En vez
de eso, ella lo tomó como una oportunidad para coquetearme. Al principio, solamente me la
sacudía. Pero se hizo más espeluznante y luego recibí este correo electrónico extraño de ella.
Ella fue cuidadosa en hacer su lenguaje ambiguo, pero cualquiera que hubiera estado en su
seminario habría comprendido que me estaba haciendo proposiciones. Así que presenté una
denuncia.
«Desafortunadamente, el doctor Davenport se puso del lado de ella. Se tiende a
favorecer a la facultad. Y Victoria Weston hizo un gran trabajo en convencer a la doctora
Chow que yo no había entendido el mensaje y que estaba embelleciendo mis informes de lo
que ella me dijo en persona. Era mi palabra contra la de Singer y ella jugó su parte muy bien.
La única persona de mi lado en el Tribunal fue la Vicepresidente de la Diversidad. Ella
sacó los correos electrónicos que Singer había enviado a otras personas y argumentó que
había un patrón. Pero el doctor Pritchard nos sacó tan pronto como ella los mencionó. Así
que no tengo idea de quiénes eran o qué había en ellos.
A la profesora Dolor se le dio una advertencia y se le dijo que se mantuviera alejada de
mí. Me dijeron que la evitara también. Y nunca más escuche de ella. Pero siempre me he
preguntado contra quién más iba ella. Y tenía la esperanza de que no fuera detrás de ti y que
Masen te hubiese protegido de ella.»
—Él lo hizo, Peter. No he tenido ningún contacto con ella en absoluto. Y él no lo tuvo
tampoco. Realmente siento mucho lo que te sucedió.
Él se encogió de hombros—. Ya se acabó y estoy bien. Todavía me molesta que ella se
saliera con la suya. Que todavía se esté saliendo con la suya. Es por eso que la política de no
confraternización existe... para proteger a los estudiantes y sus carreras académicas y
también para proteger a la facultad.
—Jane Singer no debería haber tenido esa protección —dijo Bella desafiante.

560
—La política no es para alguien como ella. Es para alguien como Jennifer Leaming. Ella
es inteligente, atractiva y divertida. ¿Qué pasa si alguien le coquetea? ¿La hace sentir
incómoda?
La boca de Bella se quedó boquiabierta—. ¿Eso sucedió de verdad?
—No que yo sepa. Pero no debería suceder. La política existe para protegerla. Ella es
una dama muy agradable. Ella debería ser capaz de hacer su trabajo sin que algún estudiante
pendejo la acose.
Bella negó con la cabeza y los dos se quedaron en silencio por un momento o dos,
bebiendo su café.
Ella pronto se encontró mirando por encima del hombro.
Peter dio la vuelta—. ¿Estás bien? ¿Conoces a alguien allí?
Bella sonrió ligeramente—. Um, no. Es solo que parece que tienen lo que se ve como
una torta de limón con semilla de amapola por allá. No he comido algo así por mucho
tiempo. Esm… um, una amiga solía hacerlo.
Peter le devolvió la sonrisa—. Espera un minuto.
Él se acercó al mostrador, donde los postres se colocaban como piezas de museo bajo el
cristal, y regresó un momento después con una gran porción de pastel en un plato y un
tenedor.
—Para la señorita Bella.
—Gracias, Peter.
Él la miró intensamente mientras cogía el tenedor para comer.
—Me alegro de estés comiendo postre. Has adelgazado.
Bella miró a su cuerpo entre bocado y bocado de torta—. He perdido unos cuantos
kilos.
—Tú podrías totalmente beber leche de dos por ciento si quisieras—, dijo Peter con un guiño
citando una película favorita de culto.
—Inclínate para tu sensei* —citó de vuelta Bella y los dos amigos se rieron de nuevo.
Después de que ella hubo terminado su regalo y estuviera sonriendo mientras
saboreaba su segundo o tercero café, Peter la miró por un momento.
—No es tu culpa que él te usara —dijo, en voz baja—. Y aunque él no me agrade
demasiado o cómo vive su vida, me doy cuenta de que lo amabas. Y lamento que te hiciera
daño.
—Lo amo todavía —susurró Bella.
Peter suspiró—. Es posible que a su propia jodida manera él te amara también. Pero ya
sabes, algunas personas no son capaces de amar a otra persona correctamente. Es como si su
corazón sea demasiado pequeño o su ego sea demasiado grande. No voy a decirte la mierda
de cliché sobre los peces en el mar y los hombres siendo como autobuses. Sé lo que es perder
a alguien y apesta. Incluso si ellos actuaron como unos imbéciles cuando se fueron. Pero en
el corto plazo, tienes que terminar el semestre, completar tu tesis, y luego irte de Dodge. Tal
vez sea bueno que tengas que escribir una tesis. Te dará algo que hacer. Y hablé en serio
cuando te ofrecí ayuda con las traducciones. Todo lo que tienes que hacer es pedirlo.
—Lamento haberte mentido, Peter. —Ella lo miró con los ojos llorosos.
—Entiendo por qué lo hiciste. Yo probablemente hubiese hecho lo mismo.
—Me siento perdida.
Peter suspiró y se movió a tomarle la mano de nuevo.
—No te vas a sentir de esa manera para siempre. Te lo prometo.
Para el momento en que Bella regresó de su excursión con Peter, su estado de ánimo
había mejorado considerablemente.

-___
* Citas de la pelicula Napolean Dinomyte.

561
Ella no se sentía bien, mentalmente, o completamente. Porque, ¿cómo podría un ser
estar completo cuando su otra mitad lo había rechazado?
Sin embargo, en un estado de mente mucho mejor, y reforzada por el ánimo de Peter
para afrontar el futuro y no el pasado, Bella comprobó su correo electrónico.
No había nada de Edward. Pero había un correo electrónico de Victoria, fechado de
una semana anterior.

Querida Bella,
¿Por qué no contestas tu teléfono?
Cada vez que te llamo me sale tu correo de voz.
Acabo de recibir una llamada MUY interesante de James Greenspan.
Me notificó que ha presentado una orden de restricción contra Ángela Webber en nombre del profesor
Masen.
James quería advertirte (a través de mí) que esta mujer Webber podría decidir molestarte, también. Al
parecer, ella está demandando a la Universidad por discriminación y comenzó un altercado con Masen
en algún lugar en el campus.
James insistió en que te advirtiera ser cuidadosa.
(Lo cual me pareció bastante caballeroso, y por lo tanto, no propio de él)
No puedo presentar una orden de restricción preventiva, por lo que por el momento no hay nada que
pueda hacer más que notificar a Aro Pritchard de mi preocupación de que Ángela pudiera tratar de
atacarte, lo que ya he hecho. Y advertirte que seas cuidadosa cuando estés en y alrededor del campus.
No conozco a esta persona, así que no sé si es peligrosa o no o si tratará de confrontarte. Solo mantén
tus ojos abiertos y ten cuidado.
Si ella se acerca a ti, no la enfrentes. Llama a la policía. Y luego llámame.
Lamento que las cosas no salieran como esperabas.
Pero sinceramente, las cosas podrían haber sido un infierno peor,
Victoria Weston.

Bella contempló el extraño asunto que era la descripción de James como caballeroso y
después lo guardó para analizarlo más tarde.

-
Después de un fin de semana productivo, Bella estaba lo suficientemente animada por
el progreso que había hecho en su trabajo escolar para tener la confianza necesaria para
devolver una de las llamadas telefónicas de Siobhan.
Siobhan había preguntado por qué Bella dejó de ir a las sesiones terapéuticas
semanales.
Bella tímidamente explicó que ella y Edward ya no estaban juntos y que él había estado
pagando por su tratamiento, a lo que su terapeuta respondió que Edward seguía pagando
por su tratamiento… por tiempo indefinido.
Por suerte, ambas mujeres acordaron que no sería apropiado que le permitiera
continuar pagando la cuenta, sobre todo porque él había creado con eficacia la nueva razón
apremiante por la que Bella continuaría con la terapia. Así que el dinero de Edward le fue
devuelto sin contemplaciones y nuevas tarifas fueron evaluadas en una escala móvil,
orientada a los ingresos de Bella.
En otras palabras, Siobhan cobraría una cuota ridículamente baja a Bella de acuerdo
con su ingreso fijo como estudiante y estaba perfectamente feliz por hacerlo.
Así fue como Bella se encontró sentada en la oficina de Siobhan en la tarde del martes.
Comenzó la sesión manifestando su apoyo genuino por la pérdida de Bella,
identificándola como "la muerte de un sueño." Afirmó la necesidad de Bella para llorar y
después le pidió que divulgara tanto o tan poco de la precipitada separación como pudiera.

562
Bella le dijo todo lo que sabía.
Fue una buena cosa que Siobhan hubiese despejado su agenda de la tarde.
—Lamento que eso te hubiese pasado. ¿Cómo te sientes al respecto en este momento?
Bella cerró los ojos, tratando de procesar la pregunta.
—Mis sentimientos están todos revueltos. Me siento triste. Estoy enojada con él y con la
Universidad. Una parte de mí está enojada conmigo misma por involucrarme con él. Tal vez
debería haber esperado hasta que me graduara. O no haberme involucrado con él en
absoluto. No sé. Tal vez no debería haber contestado las preguntas del Tribunal y solo
mantener mi boca cerrada. Pero pensaba que teníamos un acuerdo de que íbamos a ver las
cosas juntos y yo quería contar la verdad. Estaba cansada de esconderme. Después él cambió
de opinión. Y eso dolió.
Siobhan asintió.
—Esas son todas reacciones razonables a lo que sucedió. No voy a excusar su
comportamiento, pero diré que cuando la gente tiene miedo o se siente amenazada,
usualmente reaccionan con una especie de mecanismo de defensa en vez de con un plan bien
pensado. Es posible que cuando Edward se sintió atacado, volvió a su modo por defecto de
lidiar con el estrés. —Dio a Bella una mirada seria—. Me gustaría detener la discusión de tu
Tribunal por hoy. En su lugar, me gustaría centrarme en ti y cómo estás haciendo frente a este
cambio. Y luego me gustaría discutir la manera en que puedes tratar de forma apropiada lo
que sucedió. En sentido centrado de la terapia, trabajamos con la creencia existente del
cliente de ayudarlo a ver cómo sus creencias y valores pueden permitirle encontrar sentido
en todas sus circunstancias, tanto buenas como malas. Creo que he leído en tu archivo que
eres católica, ¿no es así?
Bella asintió—. Yo no soy una muy buena.
Siobhan sonrió tranquilizándola.
—No estoy aquí para juzgar si tú eres una buena católica o no. ¿Cuáles son algunas de
las creencias claves que tienes a través de tu fe que te dan confort?
Bella pensó sobre eso por un minuto.
—¿Quieres decir como el Credo de Nicea?
Ella se preparó para recitar, pero la cara de Siobhan indicó que no era precisamente lo
que estaba buscando.
Bella se reagrupó rápidamente.
—Yo creo en Dios. Creo en la oración. Creo que las cosas malas le suceden a todos,
pero siempre existe el bien, también. A veces hay que buscarlo, pero está ahí. A veces pienso
que todo sucede por una razón, y otras veces me da miedo pensar en eso. Así que no sé...
Siobhan asintió con la cabeza.
—Has mencionado un par de cosas que creo que son muy interesantes. En primer
lugar, tu creencia en un poder superior. En segundo lugar, tu creencia de que junto con lo
malo hay siempre lo bueno. ¿Qué sucedería si pasas esta semana centrándote en esas dos
cosas...? Buscando un poder superior y reconociendo que muchas cosas en tu vida están
fuera de tu control. Y después centrándote en las cosas que están bajo tu control... buscando
por el bien cada día, en cada situación ¿Crees que puedes hacer eso?
—Yo creo. Sí.
—Bueno. Esta semana, me gustaría que pasaras veinte minutos cada día
preocupándote. Solo preocupándote por nada y todo, pero solamente durante veinte
minutos. Y cuando hayas terminado, me gustaría que escribieras tus preocupaciones. ¿Lo
harás?
Bella se echó a reír, pero sin diversión—. Me preocupo todo el tiempo. La preocupación
no es un problema.
—Exactamente. Pero lo que vas a hacer esta semana es controlarlo. Cada vez que una
preocupación venga a tu cabeza durante el día, quiero que la reconozcas y después la dejes

563
de lado, reconociendo que te preocuparás por eso durante tus sesiones de preocupación.
Después de haber escrito tus preocupaciones, me gustaría que pasaras unos diez minutos
pensando o hablando con tu poder superior. Piensa sobre lo que él representa en su vida, lo
que crees de él, cualquier cosa que quieras decirle o preguntarle. Y luego me gustaría que
escribieras esas cosas, también. Finalmente, me gustaría que pasaras unos diez minutos
pensando en todas las cosas buenas que has visto ese día o simplemente en tu vida en
general. Quiero que te concentres en ellos y en cómo te hacen sentir. Y una vez más, cuando
hayas terminado, me gustaría que lo escribieras. ¿Crees que puedes hacer eso?
Bella parecía perpleja—. Por supuesto. Pero, ¿qué tiene esto que ver con mi novio
dejándome?
Siobhan le sonrió pacientemente—. Todo y nada. Recuerda, nuestro enfoque en estas
sesiones eres tú. Queremos que tú estés saludable. Y estas prácticas te ayudarán a manejar
tus preocupaciones y también a animarte a concentrarse en las cosas que te traigan alegría y
te hagan agradecida. Has sufrido una verdadera decepción. No voy a disminuir la gravedad
del dolor que estás sufriendo y no voy a decirte que estas sesiones lo alejaran por arte de
magia. No lo harán. El dolor es un proceso y es un proceso que toma tiempo. Pero creo que
puedo ayudarte a sanar. Hasta ahora, has lidiado con tu dolor retirándote del mundo y
manifestando los síntomas de depresión. Te estoy pidiendo que seas más fuerte y más
valiente y más decidida de lo que alguna vez hayas sido. Te estoy pidiendo que luches contra
la oscuridad. Vamos a ver cómo lo haces esta semana y luego vamos a volver a evaluar las
cosas en nuestra próxima sesión.
Bella asintió.
Siobhan se acercó a su estantería que llegaba hasta el techo examinando su colección
por un momento antes de tomar un libro de bolsillo.
Ella se lo entregó a Bella.
—Mientras que estés centrándote en tu poder superior, te puede resultar útil
incorporar un poco de literatura de meditación en tu rutina diaria. Me gustaría recomendar
este libro, El Camino de un Peregrino.
Bella giró el libro sobre sus manos.
—Nunca he oído hablar de él.
—Es la historia de un hombre ortodoxo ruso que va en un viaje para aprender a orar
sin cesar. Es muy inspirador y abrirá tus ojos a una manera más sencilla de la vida. JD
Salinger habla al respecto en su libro Franny y Zooey.
Bella alzó las cejas con sorpresa. La combinación de JD Salinger y la ortodoxia rusa
parecía ser muy sospechosa.
Pero Siobhan era la doctora.
—¿Cómo sabes todo esto? ¿Sobre la literatura de meditación y fe? —Bella miró a su
terapeuta con incluso mayor admiración.
Siobhan se rió ligeramente—. Bueno, estas sesiones son acerca de ti y no sobre mí. Pero
voy a confesarte que soy una Presbiteriana vitalicia. Cuando tengo tiempo, me gusta tomar
cursos de Wycliffe College de la Universidad. He estudiado las Escrituras y teología y la
formación espiritual. Y cuando es apropiado para el cliente y el caso, me gusta incorporar lo
que he aprendido en mi terapia. A veces me parece el mayor confort colarse en una misa
católica en algún lugar, sentarse en la parte posterior, y absorber el misterio. Me hace sentir
pequeña mirar los techos altos y las estatuas y las vidrieras. Pero también me recuerda que
estoy hecha de polvo y que solo puedo hacer muy poco. Dios tiene que hacerse cargo del
resto. —Suspiró y sonrió—. A veces me pregunto cuántos protestantes hacen lo mismo.
Secretamente, por supuesto.

564
Más tarde esa noche, después de haber completado los ejercicios de Siobhan y leer el
primer capítulo del camino de un peregrino, Bella se quedó dormida.
Sintió un movimiento en la cama y luego un cuerpo caliente acurrucado a su alrededor
como un capullo, atrayéndola.
Un toque muy familiar de nariz acariciando su cuello y un suave susurro de aliento
sopló sobre su hombro.
—¿Edward?
Él tarareó contra su piel, pero no contestó.
—Te extrañé tanto —susurró ella, con lágrimas pronto corriendo por su rostro.
Edward estaba silencioso cuando extendió su mano para secar sus lágrimas, y luego
presionó sus labios en sus mejillas una y otra vez.
—Sé que me amaste. —Bella se relajó en su posición de cuchara y cerró los ojos—.
Simplemente no entiendo por qué no me amaste lo suficiente para quedarte.
Las manos que la sostenían con fuerza se relajaron mínimamente hasta que finalmente
desaparecieron dejando a Bella completamente sola y fría en su cama.

-
Bella pasó parte de la mañana viendo por la ventana, bebiendo té y analizando el
sueño bastante extraño que había tenido la noche anterior.
Edward había regresado a ella, pero él todavía estaba silencioso.
Él regresó a mí.
Él no había ofrecido una explicación o pedido perdón. Simplemente se había reunido
con ella en su cama y comportado como si no hubiera pasado el tiempo.
En realidad no era un sueño… solamente un tipo distinto de pesadilla.
Después de un desayuno modesto, decidió revisar el resto de sus correos electrónicos y
mensajes de texto y luego ir al seminario de la profesora Leaming.
Mientras se desplazaba a través de los textos entrantes en su IPhone, recibió el
siguiente de Alice:

¡Hola, Bella!
¿Qué sucede con Edward que cambió su número de teléfono celular?
He intentado con el teléfono fijo también, pero estaba desconectado.
Tal vez él no quiera que los estudiantes lo llamen a su casa y lo acosen...
Ja, ja.
Envíame su número.
Y he escogido los vestidos de dama de honor… ¡uno de color azul brillante que se verá muy
bien de ti y en Rose!
(Incluso en su estado después del embarazo)
Voy a enviarte el enlace por correo electrónico para que puedas decirme lo que te parece.
Tendrás que enviarme un email con tus medidas para poder ordenar el vestido.
Te quiero,
Alice.

El primer instinto básico de Bella fue cerrar el texto e ignorarlo.


Eso es lo que ella hizo cuando Jacob y Leah la humillaron. Pero como Siobhan había
impreso en ella, esta vez tenía que hacer algo diferente. Algo más valiente.
Necesito todos los amigos que pueda conseguir. No voy a evitar a Alice y su matrimonio
únicamente por su culpa.
Bella respiró hondo y escribió una respuesta:

565
Alice,
Los vestidos de dama de honor suenan hermosos.
Me aseguraré de enviarte mis medidas.
Lamento no tener los números nuevos de Edward.
Él me dejó.
Hace dos semanas.
B.

Le tomó exactamente un minuto y cuarenta y cinco segundos para que su IPhone


sonara, indicando una llamada de Alice.
Por desgracia, el valor de Bella se hundió en ese momento y ella no respondió.
El siguiente texto llegó poco después:

Voy a matarlo.
A.

-
Edward caminó a través de la oscuridad brumosa del bosque detrás de su casa.
Había traído una linterna, pero casi no la necesitaba. Conocía el bosque tan bien que
aún borracho o totalmente drogado podría encontrar su camino hacia el prado y de vuelta.
Él era bueno en navegar su camino en la oscuridad.
Cuando llegó al prado se encontró en su periferia, con los ojos cerrados, mientras la
lluvia fría lavaba sobre él. Si abriera sus ojos y mirara a través de la niebla, casi podía verla…
la silueta de una pequeña y delgada adolescente apoyando su cabeza sobre el pecho de un
hombre joven, la nueva pareja descansando en una vieja manta de lana. Su cabello largo y
castaño flotando sobre sus hombros, el brazo apoyado en su cintura.
Desde su posición apenas podía ver el rostro del hombre, pero se podría decir que el
hombre estaba obsesionado con el ángel de ojos marrones en sus brazos.
Edward se quedó muy quieto, escuchando los ecos de los recuerdos que eran mitad
sueños...
“¿Tienes que irte?"
"Sí, pero no esta noche."
"¿Volverás?". Su voz era casi un gemido.
"Voy a ser expulsado del Paraíso mañana, Beatrice. Nuestra única esperanza es que me
encuentres después. Búscame en el infierno."
Edward cerró sus ojos y dejó que la lluvia lo lavara.
Jean-Paul Sartre escribió una vez que el infierno eran las otras personas.
Pero Edward sabía mejor.
El infierno era la morada de su propia creación.

-
Él acababa de regresar del prado y se encontraba sin camisa en la sala de estar casi
desnuda, secándose el cabello con una toalla y hurgando el estéreo. Esa noche estaba con
humor de música cruda y dolorosa. Lo que significaba, que en ese momento, estaba
escuchando a la sangre del Edén de Peter Gabriel.
En medio del coro, el teléfono en la cocina empezó a sonar.
Hizo una pausa.
Se había olvidado que no había pedido a Carlisle que cancelara el servicio telefónico
cuando se mudó a Seattle. Desplazándose a propósito hacia la cocina, cogió el teléfono.
—¿Hola?

566
—Hijo.
Edward respondió de mala gana—. Carlisle. ¿Cómo supiste que estaba aquí?
—No lo sabía. Lo adivine. Tienes suerte de que te encontré antes de que Alice lo
hiciera.
Edward entró en la sala de estar y apagó el estéreo antes de tirarse en una vieja silla—.
¿Por qué?
Carlisle exhaló pesadamente en el teléfono.
—Bella le dijo a Alice que la dejaste. Cuando Alice intentó contactarte descubrió que
habías cambiado todos tus números. Y no respondiste a sus emails.
—Recibo entre cuarenta y cincuenta emails al día. Estoy retrasado en mi
correspondencia.
—¿Quieres decirme lo que sucedió?
Edward se frotó los ojos con la mano libre y después mantuvo sus ojos cerrados.
—No particularmente.
—Ah —dijo Carlisle—. ¿Prefieres decírselo a Alice?
—No, Carlisle, no lo prefiero. Lamento no haberte enviado todos mis números nuevos.
Le enviaré un email a todo el mundo y lo arreglaré.
—Gracias. Alice ha estado preocupada por los planes de boda, pero estas noticias de
Bella realmente la han afectado. Me dijo que iba a volar a Toronto a verte… para tratar de
arreglar las cosas.
Edward se puso de pie—. Escucha, es muy importante que Alice no trate de arreglar las
cosas. Por favor. Me alegro de que ella esté en contacto con Bella, pero yo estoy en una...
especie de licencia en este momento.
—¿Estás bien?
—Estoy bien. —La voz de Edward se enfrió inmensurablemente.
—Tú eres mi hijo, y te quiero. Pero esta familia ama a Bella también. Me hiciste creer
que ibas en serio con ella. Alice habló con Bella esta noche y le dijo que cortaste todo contacto
con ella. ¿Por qué la tratarías tan mal? No se merece eso.
Edward apretó los dientes.
—No es tan simple como suena. Yo... —Su voz se apagó con incertidumbre.
—Ella le dijo a Alice que elegiste tu trabajo sobre ella.
—¡Mierda! —exclamó Edward.
—¿Es eso una negación? —preguntó Carlisle secamente.
Su hijo se enfureció en el teléfono.
—Esta es una situación muy difícil. Hay consideraciones complicadas en el trabajo que
no puedo divulgar aquí.
—¿Esas complicaciones son una excusa para la crueldad? —La voz de Carlisle era
tranquila pero bastante mordaz.
Él se aclaró la garganta con torpeza.
—Alice también me dijo que Bella era inocente cuando comenzaste a salir con ella. Lo
que significa que la sedujiste antes de abandonarla. Eso es un pecado mucho mayor que
simplemente terminar una relación, porque nunca podrá recuperar su virginidad. Yo
esperaba más de ti, Edward. Mucho más. Me decepcionas.
—Carlisle, si quieres pensar lo peor de mí, pues que así sea. Regresé a Forks para
alejarme de las cosas, para ser capaz de pensar. No estás ayudando.
—Entonces déjame ayudarte.
Edward contuvo la respiración.
—No puedo.
—¿Se trata de Tanya? ¿Dejaste a Bella por ella?
—¡Por supuesto que no! —explotó Edward.
—Entonces, ¿por qué dejaste a Bella? ¿Encontraste a alguien más?

567
Edward hizo una pausa.
—No voy a responder a eso, Carlisle.
—¿Tienes alguna idea de cuánto ella se retrajo a sí misma cuando Jacob le hizo daño?
¿Cuánto más tú le estás haciendo daño? Estás deshaciendo todas las esperanzas de Esme y
todos los progresos que Bella había hecho.
—Carlisle... —La voz de Edward sostenía una advertencia.
Una advertencia que su padre adoptivo ignoró.
—Bella confiaba en ti, te amó y se entregó a ti. Y tú lanzaste su regalo de vuelta a su
cara. Como si se tratara de algo sin valor. Como si ella no tuviera valor.
—Ella tiene valor. Nunca la traté como si no valiera nada. —Edward bajó la voz hasta
un susurro—. Y yo atesoré su regalo.
—Edward, ¿recuerdas la historia que el profeta Natán le contó al rey David?

—Habían dos hombres en una ciudad, uno rico y otro pobre. El hombre rico tenía un
gran número de ovejas y ganado, pero el pobre no tenía más que una sola corderita que él
había comprado. La crió, y creció con él y sus hijos. Compartió su bocado, bebió de su vaso, e
incluso durmió en sus brazos. Era como una hija para él.
«Ahora un viajero llegó a visitar al hombre rico, pero el hombre rico se abstuvo de
tomar una de sus ovejas o vacas para preparar una comida para el viajero que había llegado
a él. En su lugar, tomó la ovejita que perteneció al pobre y la preparó para aquel que había
venido a él.»
—¡No me cites las Escrituras! —gruñó Edward.
—Creo que la analogía es clara. Podías haber escogido a un número de mujeres como
parejas sexuales, pero en cambio, escogiste a Bella. Bella, que es el orgullo y la alegría no solo
de tu familia, sino también de su padre. Ella es todo lo que tiene y la utilizaste y la echaste a
un lado cuando pudiste haber tenido a cualquiera.
—Carlisle, nunca he actuado con mala intención. Mis intenciones eran buenas.
—Tus intenciones podrían haber sido buenas, pero ¿qué pasa con tus acciones?
Trataste a Tanya mucho mejor de lo que trataste a Bella. Estabas dispuesto a casarte con
Tanya.
—Tendré que vivir con mis acciones por el resto de mi vida —dijo Edward en voz baja.
—¿Qué es eso?
—No fue mi intención hacerle daño.
—Entonces haz lo correcto. Explícale las cosas a Bella, pídele perdón y trata de hacer
las paces. Olvídate de las complicaciones y haz lo correcto porque es lo correcto por hacer.

568
Carlisle suspiró profundamente, el suspiro de un padre que ha estado sin dormir con el
fin de sobre preocuparse y orar por su hijo perdido.
—Rose me dijo que Jacob finalmente está en la cárcel. Estoy seguro de que Bella debe
estar aliviada de que no tuvo que sufrir por el juicio.
Edward se sorprendió por las noticias de Carlisle.
—No estoy seguro de que ella lo sepa. Nunca me mencionó nada y no he hablado
con Emmett y Rose desde Navidad.
—Tu hermano y tu hermana van a querer tener unas fuertes palabras contigo. Y
tenemos una boda en agosto. ¿Qué vas a hacer al respecto?
—No lo sé —dijo Edward sinceramente, frotándose los ojos con desesperación.
—Mientras estés en Forks es mejor mantenerse alejado de Charlie. Él no va a tomar
la noticia a la ligera.
No, no lo va a hacer, pensó Edward.
—¿Cuando va a ir a Toronto Alice?
—Pronto. Quería hablar contigo primero, pero no parece que vaya a suceder.
—Escucha, necesitas darle a Alice un mensaje de mi parte. Algo importante.
—Estoy escuchando.
Edward gruñó desde las profundidades de su alma y buscó por las palabras
adecuadas.

-
Después de merodear en una casa casi vacía con música y morosidad, Edward se retiró
a su vieja habitación de arriba como un fantasma inquieto.
Se reclinó sobre su espalda, en el centro de la cama, mirando fijamente al techo.
Era una fantasía pasajera, lo sabía, pero juró que podía oler el aroma de Bella en su
almohada y que si cerraba los ojos podía oír el suave sonido de su respiración subiendo y
bajando.
Jugó con la banda de platino en su mano izquierda, girándola una y otra vez.
Y luego porque no podía calmar su mente lo suficiente para dormir, se sentó en su
escritorio y abrió su laptop, decidido a trabajar en su próxima conferencia, la cual era,
tristemente, de los escritos de Dante después de la muerte de Beatrice en La Vita Nuova.
Justo antes de caer las primeras horas de la mañana, se desplazó a través de las fotos en
su IPhone, deteniéndose en una imagen que había tomado de una mujer joven durmiendo en
una cama blanca en Florencia.
La pequeña sonrisa contenida en su rostro daba la falsa sugerencia de que lamentaba
haberse entregado por completo a su amado la noche anterior.
Estoy seguro de que ella lo lamenta ahora...
Ella debe odiarme.
Edward se tambaleó hacia la cama y cayó en un sueño sin sueños.

-
El viernes en la noche encontró a Bella en el apartamento de Peter.
Era una modesta habitación a una cuadra más o menos de distancia de su pequeño
agujero de hobbit.
Ella había pasado el día trabajando en su tesis y había hecho un poco de progreso,
progreso que atribuyó a la intervención generosa de Peter la semana anterior.
Así que ahora se encontraba acurrucada en el futón de Peter, bebiendo una cerveza
Samuel Adams y comiendo pizza, preparándose para ver la película Napoleon Dynamite,
porque ambos la encontraban más que ligeramente divertida.
Aunque los gustos varían.
—¿Qué es el primero de julio? —preguntó entre bocado y bocado de pizza.

569
—El día de Canadá. Como nuestro cuatro de julio. ¿Por qué?
—Surgió en el Tribunal. Pero no sé lo que significa.
Peter se encogió de hombros—. Yo tampoco lo sé. El semestre habrá terminado mucho
antes que eso. ¿Cuándo planeas mudarte?
—No lo sé. Mi contrato es hasta finales de julio pero tenía la esperanza de persuadir a
mi casero para que me dejara ir en mayo.
—¿Qué hay de la graduación? Es a mediados de junio.
—No estaba pensando ir.
Peter colocó su cerveza sobre la mesa el café y giró su cuerpo para poder verla mejor.
—Bella, tienes que ir a la graduación. Incluso si es solamente para tu familia.
Ella negó con la cabeza y tomó otro sorbo de cerveza, disfrutando de la forma en que la
desenrollaba y relajaba.
—A mi papá no le importa. Me vio graduarme en Seattle. No va a venir hasta aquí para
verme caminar a través de un escenario. Va a salvar ese viaje para Harvard.
—Deberías darle por lo menos la opción. Mis padres me habrían matado si hubiera
escapado una de mis graduaciones. ¿Por qué no quieres ir?
—No quiero tener que caminar delante de toda esa gente, personas que podrían estar
chismeando acerca de mí. No quiero encontrarme con él.
Peter negó con la cabeza—. Masen nunca va a las graduaciones. Él generalmente está
en Italia haciendo investigación para ese entonces. Y como he dicho, él se ha ido. Nadie sabe
cuándo va a regresar. Aunque me han dicho que sigue siendo mi supervisor. Así que no ha
aban…
Peter se lo pensó mejor antes de terminar la frase y tomó un sorbo de su cerveza en su
lugar.
Y después cambió de tema.
—Estaba pensando en regresar a Vermont en junio. Voy a estar trabajando en la finca
durante el verano. Ya sabes, Bella, podrías viajar conmigo. Yo podría ayudarte a mudarte.
Ella colocó su porción de pizza en un plato y se secó la boca con una servilleta de
papel.
—Ya tienes mucho que hacer. Tal vez mi papá venga y me ayude. Aunque no he
hablado con él en unas tres semanas.
—No es un problema. Podríamos ir a Burlington, y si tienes tiempo, podrías quedarte
conmigo en la granja por un día o algo así, y podría mostrarte el lugar. Y después podríamos
bajar a Boston para que te establezcas. ¿Vas a vivir en la residencia de Harvard?
—No sé. Creo que me enviaron algo diciendo que no podía entrar en los pasillos de la
residencia hasta agosto. Así que si paso el verano en Boston o Cambridge, tendría que
encontrar un apartamento.
—El amigo de mi hermano menor vive en Boston. Él está en la Universidad de Boston.
Déjame hablar con él y ver si sabe de un lugar que pudieras subarrendar. Creo que la mitad
de la población de Boston tiene menos de veinticinco años. Hay una gran cantidad de
estudiantes allí.
Bella lo miró y sonrió.
—¿Harías eso por mí? ¿Ayúdame a mudarme y a encontrar un apartamento?
Peter rodó sus ojos—. ¿No es eso lo que hacen los amigos? Especialmente porque te vas
a mudar a mi cuello de los bosques. Aunque, yo esperaría que me pagaras. Con cerveza. Me
gusta Krombacher, por cierto.
Él le sonrió y ella le devolvió la sonrisa.
A mitad de la película, que ambos habían visto antes en más de una ocasión, ella estaba
dormida sobre su hombro, sus cuerpos juntos en el futón, con su brazo alrededor de ella.
Peter le acarició el pelo un par de veces, admirando su belleza calmada.

570
Ella estaba en paz ahora. Y aunque hubiera momentos en los que podría haber jurado
que se agitaba y murmuraba el nombre de Masen antes de excavar su cabeza en su pecho, no
estaba dispuesto a alejar su paz y despertarla.
Mientras la observaba se dio cuenta de que tenía que tomar una decisión.
Si iba a ser el amigo de Bella, un amigo de verdad, entonces tendría que suprimir sus
sentimientos románticos por ella. No podía darle un beso o tratar de hacer avanzar las cosas
emocionalmente. Era demasiado pronto para eso. Y era muy posible que ella nunca lo
quisiera, incluso cuando su corazón roto estuviera reparado.
Pero Bella necesitaba un amigo, lo necesitaba a él. Y no iba a abandonarla en su
momento de necesidad, incluso si fuera a ser doloroso apartar sus verdaderos sentimientos.
Así que en lugar de presionar un beso casto sobre su frente, o sostenerla en sus brazos
toda la noche en el futón, la llevó a su habitación y la colocó en el centro de la cama.
Tiernamente la cubrió con la sábana y las mantas, asegurándose de que estuviera cómoda, y
luego cogió una almohada extra y un edredón y se retiró a la sala de estar.
Él se acomodaría en el futón, mientras que su triste pero fuerte amiga dormía
profundamente en su cama.

-
Era más fácil mostrar su cara en la Universidad con Peter a su lado, aunque después de
un par de veces Bella sintió que realmente no necesitaba el apoyo moral nunca más.
La profesora Leaming le dio la bienvenida de vuelta en el seminario cálidamente y por
supuesto, no estaba Ángela Webber ni estaba él.
Así que Bella se encontró recobrando la tranquilidad de su rutina normal, disfrutando
de la programación definida y el propósito que su educación le daba. Y la creciente sensación
de logro que tenía cuando se acercaba más y más a terminar su tesis.
El viernes siguiente, Peter había invitado a Bella que lo acompañara a cenar y al cine
así que no estaba sorprendida cuando apareció en su apartamento a las seis de la tarde.
Salvo que sus manos estaban llenas.
—Esto es para ti —dijo, casi con brusquedad, sosteniendo una pecera para ella.
Tomó el cuenco de sus manos y lo miró por un momento.
—Gracias. ¿Por qué?
—Todo el mundo necesita una betta.
Ella se rió y lo invitó a entrar a su apartamento para poder colocar la pecera en su mesa
de juego. Peter también le entregó un paquete de alimento para peces y una pequeña red.
El pez había estado rondando vacilante sobre las rocas en el fondo del recipiente, pero
una vez que el agua se apaciguo, comenzó a nadar lentamente, investigando su entorno.
—Pensé que podría hacerte compañía. —Peter miró a las plantas muertas en la ventana
de Bella.
Ella se ruborizó.
—Gracias. Es hermoso. Precioso plumaje. —Se inclinó para admirar el color índigo del
pez y el choque de color escarlata en una de sus aletas parecidas a plumas.
—Siempre hemos tenido mascotas en la granja. Es bueno tener a alguien a quien
cuidar. Alguien para volver a casa. —Él le sonrió y ella le devolvió la sonrisa tímidamente.
—¿Tiene un nombre? —preguntó.
—No. Tú puedes ponerle el nombre.
—Está bien. Lo voy a llamar J.D. —Bella volvió a mirar al pez, que decidió en ese
momento nadar hacia ella para decir hola.
Antropomórficamente hablando.
—¿J.D.? ¿Como Jack Daniel? —Peter no podía creerlo.
Ella se rió—. No. JD como JD Salinger. Salvo que creo que él va a ser más fácil de tratar.
Y menos solitario.

571
—También él está vivo. Odio tener que decírtelo, pero los bettas son solitarios. Son
muy territoriales y por lo tanto no se puede poner otro pez con él porque lo va a atacar. Y
dudo que vaya a escribir novelas épicas sobre las peceras. Le falta pulgares oponibles.
Peter se acercó y tiró de ella para abrazarla mientras se disolvía en risas.
—Gracias —dijo ella, sonriéndole.
—No hay de qué. —Extendió una mano tentativa para apartarle el pelo hacia sus
hombros, pero luego lo pensó mejor.
—¿Dónde están las figuras de Dante y Beatrice? —preguntó él, cubriendo la razón de
su movimiento de mano.
Ella rápidamente se desligó de los brazos de Peter y le dio toda su atención a JD.
—Um, yo los guardé.
—¿No te gustaron? —Su voz se suavizó de manera perceptible.
Ella le dio una mirada de disculpa.
—Oh, no, me gustan. Es solo… se me hace triste mirarlas.
—¿Bella? —Dio un paso más cerca de ella. —¿Por qué ellas te entristecen?
—Um, ellos tienen una historia de amor trágica. A veces me identifico con Beatrice.
—Quieres decir Dante.
Lo miró, sintiéndose un poco nerviosa—. Um, eso es correcto. Me refiero a Dante. —
Bella bajó la voz mientras miraba hacia sus zapatos—. Ya no soy Beatrice.
—Creo que estás más cerca de ser Penélope.
—¿Penélope de La Odisea? —Negó con la cabeza—. Espero que no.
—Penélope esperó por el hombre correcto.
—Ella esperó veinte años por un marido que la abandonó. Y la engañó durante su
ausencia.
—El punto de la historia es que ella creía en el amor y esperó por ello. Y finalmente,
llegó. Nunca se conformó. Y tú tampoco deberías.
Peter la miró a los ojos fijamente y luego rápidamente desvió la mirada, preocupado de
que hubiese sobrepasado sus límites como amigo.
Por suerte, en ese momento, el IPhone de Bella sonó y los salvó de mayor vergüenza.
Bella levantó el teléfono.
Era un número local que no conocía.
Inmediatamente, su corazón dio un salto a su garganta.
¿Edward?
—¿Hola?
—Hola, Isabella. Es Katherine Picton.

Revelantes de la historia:

Escena de Otelo

Peter cita a Othello de Shakespeare, Acto 3, escena 3.

572
Cita bíblica de Carlisle es de Samuel II 12:1—4.
Peter Gabriel — Blood Of Eden
http://www.youtube.com/watch?v=pXtr—
iTqMEE&feature=PlayList&p=0708A9C1B9A11CA0&playnext_from=PL&playnext=1&in
dex=50
Bruce Cockburn — http://www.youtube.com/watch?v=XNH5WMgZpIg Mango

573
Capítulo treinta y seis.

En los días que siguieron a la llamada de Katherine Picton, e incluso en los días antes
de eso, Bella se encontró distrayéndose fácilmente por su tesis.
Aunque el tema a veces empeoraba el dolor que nunca menguaba de su corazón, el
trabajo académico de análisis de la construcción y el argumento y la nota al pie de página
requería una intensa disciplina de la mente. Con la ayuda de esta disciplina, Bella siguió
progresando personalmente. Fue capaz de levantarse de la cama cada mañana y visitar la
biblioteca o ir a sus seminarios, sin persuasión o entrenamiento de Peter y fue capaz de
comer tres veces al día.
Trató mucho de no escuchar demasiado a Tori Amos, porque su música tenía la
tendencia de volverla melancólica. Aunque Pass the Mission era su canción favorita y
terminaba siendo escuchada un poco con demasiada frecuencia para el gusto de su vecino.
Disfrutó de la compañía de JD y pasó muchos momentos felices viéndolo observarla,
notando con satisfacción que él estaba feliz también. (Porque los bettas producen burbujas
cuando eran felices y JD ya había producido un gran nido de burbujas dentro de las cuarenta
y ocho horas de convertirse en su compañero.)
Removió las plantas muertas de su apartamento y trató de limpiarlo de los malos
recuerdos, de mala gana quitó la impresión de la pintura de Holiday de encima de su cama y
la guardó en su armario. No podía soportar separarse de él; solamente no quería tenerlo
colgando sobre ella cuando intentaba dormir.
Las noches eran diferentes.
Era difícil dormir sola. No es que siquiera lo hubiese disfrutado o se hubiese
acostumbrado después de haberse vuelto adicta a quedarse dormida en los brazos de
Edward. Pero cuando llegaba la oscuridad, y su agujero hobbit estaba silencioso, le extrañaba
a él más que nunca.
A veces se repetía las cosas hermosas que él le había dicho o recordaba las veces que
habían hecho el amor.
Nunca voy a tomar de ti. Solamente voy a dar.
Él le había dicho eso en Acción de Gracias. Después de aquel encuentro terrible con
Jacob.
Le molestaba que Edward hubiese tenido éxito en donde Jacob había fracasado… en
quebrar su ya roto corazón en más de una pieza.
Y que él la hubiese llamado Héloise...
El nombre de un temor profundamente oculto.
Héloise, quien había sido seducida y después abandonada por su maestro y amante, y
condenada a vivir en un convento después del nacimiento de su hijo, sin volver a ver a su
amante una vez más.
Algo acerca de una conversación anterior con Edward sobre Abelard y Héloise le
perseguía, pero su memoria fue cortocircuitada por una repentina oleada de náusea. Bella
caminó tropezando hasta su baño en la oscuridad, llegando justo a tiempo al sanitario para
expulsar el contenido de esa noche de su estómago.
Más tarde, se metió en la cama respirando profundamente con la esperanza de poder
relajarse lo suficiente para encontrar el descanso, y con impaciencia leyó los fragmentos de
un antiguo poema de una antología que guardaba en su mesita de noche.

"...Tú me haces arder…


Recordando esas cosas
que hicimos en nuestra juventud...
...Muchas cosas hermosas…
...Una y otra vez... porque esas que

574
más me importan, me hacen
más daño...
Viniste, y yo estaba loca por ti
Y calmaste mi mente que ardía de deseo...
Eros, una vez más ahora, la relajación de mis extremidades me preocupa,
agridulce, astuto, criatura incontrolable…
...pero tú me has olvidado...
Tú y mi siervo Eros...
Como el dulce de manzana enrojecido en lo alto de la rama,
Alto en lo más alto, los recolectores de manzanas lo olvidaron,
O no lo olvidaron, pero no pudieron llegar...
Ni por mí la miel
Tampoco la abeja...
Sin embargo, no soy una persona que se alegra por herir,
la mía es una mente tranquila…
Al igual que el Jacinto de montaña, la flor morada
que los pastores pisotean en el suelo...
Querida madre, no puedo trabajar el telar
lleno por Afrodita, con el amor de un muchacho delgado...
La Luna está baja,
Las Pléyades. Medianoche,
las horas pasan,
me acuesto en paz."

-
—¡Ese hijo de puta! —Charlie Swan juró en voz alta en el oído de Bella. Ella tuvo que
apartar su IPhone con el fin de proteger a sus tímpanos—. ¿Cuándo sucedió esto?
—Um, a principios de marzo. —Bella sollozó un poco.
—¿Y cuando él terminó contigo, te dio alguna explicación?
—No realmente —mintió Bella. No tenía la energía para describir los acontecimientos
que condujeron a la separación de Edward, y todo lo que tuviera que ver con el Tribunal
Volturi solamente haría enojar más a Charlie.
—Cuando lo vea, voy a arreglarlo a él.
—Papá, por favor. —Bella contuvo un sollozo. La conversación era lo suficiente difícil
sin tener que preocuparse por escopetas siendo descargadas y los lirios de tallo alto de
Edward siendo perseguidos por los bosques de Forks.
Charlie respiró pesadamente en el teléfono—. ¿Dónde está ahora?
—No lo sé. Él cortó todo contacto y después abandonó el país. Solamente Carlisle ha
hablado con él. Alice supuestamente me informará de todo cuando llegue.
—¿Alice va a ir?
—Únicamente por una corta visita. Ella necesita hacer un par de cosas para la boda y
luego va a ver si puede tomar unos días fuera del trabajo. Estoy esperando que llegue esta
semana o la próxima.
—Bien, eso es bueno.
Charlie había tenido siempre un punto débil en su corazón para Alice por lo que se
sintió aliviado de que ella fuera a ver cómo estaba Bella. Su mayor temor era que su hija se
retrotrajera como había hecho cuando rompió con Jacob. Aunque tenía que admitir que
sonaba más fuerte ahora que antes.
—Odio decir esto, Bells, porque sé que tú… te preocupabas por él, pero Edward es un
cocainómano. Una vez que eres adicto, siempre serás adicto. Tal vez él esté usando de nuevo y no
quería ponerte a pasar por eso. Quizás se metió en problemas con su distribuidor en Toronto.

575
Las drogas son un negocio sucio y me alegro de que se haya ido. Cuanto más lejos de ti,
mejor.
Bella no lloró al oír las palabras de su padre, pero su corazón se contrajo.
—Por favor, no digas esas cosas, papá. Por lo que sabemos, él esta organizando su año
sabático para el próximo año.
—En una casa de crack.
—Papá, por favor.
Charlie se estremeció al oír la voz temblorosa de Bella.
—Lo siento, Bella. Realmente lo estoy. Quiero que mi niña encuentre a alguien bueno y
que sea feliz.
—Yo quiero eso para ti también —susurró.
—Bueno, nosotros somos una gran pareja. —Se aclaró la garganta y decidió cambiar de
tema—. Jacob está en la cárcel. No sé si leíste mi email no, pero va a estar ausente por un
tiempo.
—Lo leí. Pensé que me sentiría aliviada, pero... —Bella no estaba muy segura de cómo
caracterizar sus emociones.
—No tienes que preocuparse más por él. Ahora quiero que me cuentes sobre tu
graduación. Gané un poco de dinero con la venta de la casa y me gustaría ir y verte graduar.
Y el resto del dinero quiero dártelo como regalo de graduación. También debemos hablar
sobre lo que quieres hacer este verano. Siempre serás bienvenida a volver a casa. Tu nuevo
cuarto te espera. Puedes pintarlo de cualquier color que quieras. Infierno, píntalo de color
púrpura.
Ella no pudo evitar sonreír.
—Gracias, papá.
A pesar de que Forks era el último lugar en que Bella quería ir en ese momento, por lo
menos tenía un padre y un hogar, una casa que no tenía malos recuerdos ni de Jacob o de
Renée.
O de él.

-
La primavera había llegado.
El veintiséis de marzo, Bella caminó a través de la nieve derritiéndose hacia la casa de
Katherine Picton, con una botella de Chianti.
Estaba nerviosa.
A pesar de que su relación con su asesora de tesis era cordial, nunca había sido cálida.
Katherine no era el tipo de persona que le gustara la adulación o la condescendencia con la
alabanza excesiva. Ella era muy profesional y exigente, y decididamente no sentimental.
Lo que significaba que intimidaba a Bella más que un poco.
Así que Bella estuvo bastante preocupada cuando Katherine la llamó por teléfono para
invitarla a cenar. Y, por supuesto, su primer pensamiento fue que Katherine quería más de
su último capítulo de su tesis.
Bella se paró en el porche de la casa de ladrillos de tres pisos de Katherine y tocó el
timbre. Se secó las manos en la parte delantera de su chaquetón, tratando de disipar la
viscosidad.
—Isabella, bienvenida. —Katherine abrió la puerta y dejó entrar a Bella.
Si el pequeño estudio de Bella era un agujero de hobbits, entonces la casa de Katherine
era la morada de una elfa de los bosques.
Una elfa de los bosques con un gusto de muebles finos, antiguos. Todo era elegante y
antiguo; las paredes estaban revestidas de madera oscura con alfombras caras cubriendo los
pisos. La decoración era aristocrática pero de restos de ella y Bella se dio cuenta que todo
estaba extremadamente ordenado y pulcro.

576
Después de tomar el abrigo de Bella, Katherine aceptó gentilmente el Chianti y luego la
dirigió a una pequeña sala en el salón de enfrente. Bella se sentó en un sillón de cuero frente
a la chimenea rápidamente y aceptó con agradecimiento un pequeño vaso de jerez.
—La cena está casi lista —dijo Katherine y desapareció, como una aparición griega.
Bella notó que había grandes libros sobre la arquitectura inglesa y adornos de jardines
en la baja mesa de café. Y las paredes estaban llenas de escenas pastorales intercaladas con el
ocasional retrato severo en blanco y negro de los que tenían que ser ancestrales Pictons.
Bebió un sorbo de jerez lentamente, permitiendo que la calidez se deslizara por su garganta y
calentara su estómago. Antes de que pudiera terminar, Katherine la escoltó hacia el comedor
para la cena.
—Esto es hermoso —comentó ella, admirando la fina porcelana, y los candelabros de
cristal y plata que Katherine había puesto encima de un mantel de damasco blanco y
almidonado.
—Me gusta entretener —dijo Katherine simplemente—. Pero sinceramente, hay pocos
compañeros para cenar que puedo soportar durante una noche completa.
Bella asintió como si comprendiera y tomó su lugar junto a Katherine, quien se sentó a
la cabecera de la larga mesa de roble.
—Huele delicioso —dijo Bella, tratando de no inhalar vorazmente el aroma de carne
cocida y verduras que flotaba hacia el cielo de su plato.
—Me inclino hacia el vegetarianismo, pero en mi experiencia los alumnos de postgrado
nunca comen suficiente carne. Así que he preparado una vieja receta de mi madre. Estofado
de Normandía, solía llamarlo. Espero que no te importe la carne de cerdo.
—No, en absoluto —respondió Bella sonriendo. Pero cuando vio la ralladura de limón
encima de la placa de brócoli al vapor, su sonrisa se redujo.
Edward tenía una cosa con los adornos.
—¿Un brindis, quizás? —Katherine sirvió el vino de regalo de Bella en las copas y
después sostuvo la suya en alto.
Bella levantó su copa amablemente.
—Por tu éxito en Harvard.
—Gracias —murmuró Bella, escondiendo sus sentimientos mezclados tras el acto de
beber.
—Iré directo al grano —dijo Katherine, una vez que el espacio de tiempo educado
hubo transcurrido y llevaban más de la mitad de su cena—. Te he traído aquí para hablar de
una serie de cosas diferentes. En primer lugar, tu tesis. ¿Cómo está saliendo?
Bella tragó una pastinaca a toda prisa—. He hecho un gran progreso. Creo que usted
estará satisfecha.
—Bueno. Te regresaré el último capítulo esta noche, con mis comentarios. Pero te
advierto, que el capítulo va a necesitar una modificación importante y también tus
traducciones.
El rostro de Bella se ensombreció.
Katherine golpeó el dedo índice sobre el mantel.
—No desesperes. Lo que necesito de ti es el mejor posible proyecto final de esis para el
nueve de abril. Todavía puedo evaluar tu desempeño y darte una calificación aprobatoria,
incluso si el proyecto requiere de algunas revisiones. Solamente te pediré esos cambios antes
de que envíes el manuscrito obligatorio a la escuela de postgrado.
—Gracias.
—No me agradezcas a mí, tú eres la que has estado trabajando muy duro. Sé que has
tenido… una especie de retroceso. ¿Crees que puedes cumplir el plazo?
—Sí. Por supuesto. Y voy a tener el proyecto listo para el nueve.
Katherine sonrió y se relajó en su silla—. Bien. Eso me permite traer a colación otro
punto.

577
Bella apartó sus ojos de Katherine y se inclinó para agarrar la copa de vino, su mano
temblaba ligeramente. No tenía idea de lo que venía después.
—Hago mi mejor esfuerzo para mantenerme al margen de la vida personal de las otras
personas. No me gusta cuando la gente se inmiscuye en mi vida y ofrezco a otros la misma
cortesía. Pero en tu caso, fui arrastrada en contra de mi voluntad por Aro Pritchard. —
Katherine hizo una mueca y con la sola mención de su nombre Bella se estremeció—. No
estoy al tanto de todo lo que pasó en el juicio de Aro Pritchard. Y no quiero estarlo. —Miró a
Bella de manera significativa—. Pero sé que una estudiante graduada celosa presentó una
denuncia en tu contra que después fue encontrada maliciosa y de alguna manera esa
denuncia dio lugar a la censura del profesor Masen. El profesor Masen es amigo mío, y por
razones que elijo no divulgar, le debo una deuda que no puedo pagar.
Bella asintió con la cabeza y trató de distraerse mordisqueando su comida.
—El Departamento de Garrett Armstrong estaba buscando una cátedra en estudios de
Dante este año. Tenía la esperanza que a Edward se le ofreciera ese trabajo. —Katherine vio a
Bella moverse por el rabillo del ojo, pero rápidamente continuó—. Desafortunadamente, la
catedra se ha ofrecido a otra persona. Ellos tontamente trataron de atraerme a salir de mi
retiro. Y le ofrecieron el puesto a Mark Musa, quien también está retirado. —Negó con la
cabeza—. Harvard tiene un montón de dinero, lo que significa que piensan que pueden
contratar a quien quieran. Aunque cómo ese horrible hombre Pacciani terminó en la pequeña
lista, aún es un misterio para mí. En cualquier caso, Cecilia Simonetti será la nueva profesora.
La sacaron de Oxford y comenzará su nombramiento este verano. Sería bueno si pudieras
trabajar con ella. Esperando que todo vaya bien con tu tesis, estaré feliz de llamar a Cecilia y
hacerle saber de tu llegada.
—Gracias —dijo Bella—. Eso es muy amable.
Katherine hizo un gesto casual con la mano—. No, en absoluto.
Las dos mujeres pasaron los siguientes minutos terminando su cena en relativo
silencio. Mientras que Katherine limpiaba la mesa, después de rechazar los reiterados
intentos de Bella para ayudar, Bella se sentó en silencio, terminando su vino.
Una parte de ella había pensado, no, esperado que tal vez Edward obtuviera el trabajo
en Harvard y que al hacerlo, él conseguiría dejar su trabajo en Toronto y decirle al Tribunal
dónde podrían meterse su política de no confraternización.
Ahora eso estaba completamente fuera de cuestión.
Durante el café y el postre ligero de budín de pan y crema, Katherine reanudó su
conversación.
—Hablé con Edward recientemente. Pero puedes estar segura que no violó tu
confianza o las restricciones del acuerdo de confidencialidad del Tribunal draconiano. Sin
embargo, no soy una tonta y no estoy ciega. Es claro para mí que Edward y tú estaban
involucrados y que esa relación ha sido terminada efectivamente por Aro y su pequeña
entrometida Inquisición.
Nadie espera la Inquisición española, pensó Bella bastante inapropiadamente, pero de
forma involuntaria.
—En mi última conversación con Edward, me quedó claro que lo que sea que sucedió
en el Tribunal le golpeó tan duro como la muerte de su madre. Y no fue porque él haya sido
relevado de sus responsabilidades en la enseñanza de pregrado o su posibilidad de
supervisar a las estudiantes mujeres. Permanente.
Los ojos de Katherine se entrecerraron mientras observaba la expresión de sorpresa en
la cara de Bella.
—¿No lo sabías? Entre Aro Pritchard y el profesor Santos han reducido la descripción
de trabajo de Edward. También cancelaron su año sabático. Lo cual había sido bien ganado,
cabe agregar.

578
Bella sintió que las lágrimas se formaban en las comisuras de sus ojos—. No, no lo
sabía.
Katherine se reclinó en su silla y se detuvo por un momento—. Tuve que sonsacarle
esas noticias a él. Estaba bastante avergonzado al respecto y por supuesto, la Universidad
está haciendo su mejor esfuerzo para mantener todo en silencio. Tengo casi decidido contarle
toda la historia a mi amiga Margaret Atwood. —Al decir esto, miró a Bella de manera
significativa—. Pero no lo haré.
—Si están tan descontentos con él, ¿por qué no simplemente lo despiden?
—Esa es una pregunta muy buena, Isabella. En mi experiencia, la administración
universitaria intenta evitar los escándalos y el chisme público a toda costa. Censurar a
Edward es mucho menos dramático que despedirlo. —Katherine miró más a Bella,
sopesando su reacción—. Y conjeturaría sobre la base de la observación que la parte ofendida
sostuvo que no se ha sentido ofendida.
Bella asintió, aún luchando por contener las lágrimas.
—Así que la Universidad lo está castigando tan duramente como se atreven, sin llegar
a despedirlo. Y estoy segura que están esperando que elijas no demandarlos. Si fueras a
demandarlos, ellos seguramente habrían despedido a Edward. "El tiempo descubrirá lo que los
astutos juraron esconder. Quién cubre los fallos, al final es ridiculizado con la vergüenza" —
Katherine citó al Rey Lear de Shakespeare con los ojos cerrados.
Bella estaba verdaderamente desconcertada. Y lo dijo.
—Hay que permitir que la razón sea tu guía. Por ejemplo, los casanovas por lo general
no se ven tan... tristes cuando pierden una conquista. ¿No estás de acuerdo?
—No sé, profesora.
—¿No lo sabes?
Katherine tomó un sorbo de café, pensativamente y permitió que sus palabras
anteriores colgaran en el aire.
—Yo fui una estudiante de postgrado, una vez. Hace mucho tiempo. Y en aquellos días
en Oxford eran vergonzosamente comunes que los profesores universitarios casados o
solteros desarrollaran relaciones románticas con sus estudiantes, hombres o mujeres. A veces
las relaciones eran lo que hoy consideramos sórdidos casos de pequeños acoso. Otras veces el
amor verdadero estaba involucrado. Digamos que por lo menos en calidad de observadora,
vi los dos. Sin embargo, por experiencia personal sé la diferencia entre un Willoughby y un
coronel Brandon.
Bella miró a Katherine con entusiasmo, hambrienta de esperanza.
—Isabella, no necesito decirte cuál es Edward. Es claro para mí que Aro estaba en una
cacería de brujas, y que no le importaba cuál bruja capturaba en su crisol. De hecho, creo que
hubiese estado bastante satisfecho de sí mismo si hubiera cogido a dos en lugar de uno. —Le
sonrió a Bella—. Me gusta mucho la idea de que él tenga que aprender a vivir con la
decepción.
Ante esto, Katherine se puso de pie y sugirió que se retiraran hacia la sala.
De nuevo, Bella se sentó en la silla del club cómoda al lado del fuego y aceptó con
gratitud la copita de oporto que Katherine colocó en su mano. Aunque el estilo de decoración
de Katherine era muy diferente al de Edward, parecía como si los especialistas de Dante
disfrutaran de beber junto a la chimenea. Y Bella se contaba a sí misma en esa categoría.
—Isabella, tendrás un nuevo inicio en Harvard y nadie tendrá idea de lo que sucedió
aquí. Hasta entonces, sería conveniente seguir todas las directrices del Tribunal y no llamar
más la atención hacia ti misma.
En este punto, Katherine le dio a Bella una mirada penetrante, si no severa. Bella bajó la
mirada sumisamente.
—Los estudiantes de postgrado, especialmente las mujeres estudiantes de postgrado,
son vulnerables en cuanto a su reputación. Todavía hay en la Academia algunos que

579
optarían por etiquetar mal los frutos del talento y el trabajo duro como los resultados de
ascenso y la prostitución. Es mejor para ti si no le das a nadie la más mínima sospecha de que
no has ganado tus logros a través de tu propio trabajo duro. —Katherine se tocó la barbilla,
pensativamente—. A la luz de todo esto, es una misericordia que a Edward no se le ofreciera
la cátedra en la Universidad de Harvard. Una severa, pero no obstante, una misericordia.

-
—Me has estado evitando.
Victoria puso sus ojos en blanco, olvidando por un momento que el imbécil en el otro
extremo de la línea no podía verla.
—Así es, James. Estoy demasiado ocupada ganando en la corte y fuera de esta para
regresar tus llamadas. Me tengo que ir en quince minutos. Tienes cinco.
James no pudo evitar ajustarse a sí mismo mientras se sentaba en su oficina. Sí, Victoria
era una perra y una destructora de testículos, pero encontraba su rudeza sexy.
Y el sexo entre ellos había sido caliente. Muy caliente...
—Iré al grano entonces. He sido instruido por mi cliente para ofrecer una liquidación
en efectivo a su cliente, la señorita Swan.
Victoria bajó el archivo que había estado leyendo mientras escuchaba a James respirar
por la boca—. ¿Disculpa?
—Me has oído. Tengo dinero para la señorita Swan.
—¿Por qué? Ella no desea demandar al profesor Masen por acoso. Por mucho que traté
de convencerla de lo contrario.
—Supongo que debería agradecerte por eso, Victoria.
—He visto cómo agradeces a las mujeres, James. No, gracias.
Ahora fue el turno de James de poner los ojos en blanco—. Escucha, él quiere darle
dinero. Sabe que ella no lo va a tomar si descubre que es de él. ¿Podemos llegar a algún tipo
de acuerdo aquí? ¿O debería buscar en otra parte?
Victoria hizo girar su silla para mirar por la ventana de la esquina hacia la calle Bay.
—¿De cuánto dinero estamos hablando?
—Un montón. Pero eso puede ser negociado.
—Pensé que ibas a golpear a mi cliente con una orden de alejamiento si ella trataba de
tener contacto con Masen. ¿Me estás tentado para que te devuelva el favor?
—Que yo recuerde, a ti no te gusta mucho devolver favores, princesa. Pero tienes
razón… se supone que debemos mantener a nuestros clientes alejados el uno del otro. Es por
eso que te estoy llamando a ti y no a ella.
—Masen hace que mi cabeza dé vueltas. Él terminó su relación con mi cliente
únicamente porque Aro Pritchard le dijo que lo hiciera. ¿Por qué iba a querer darle dinero?
¿Está muriendo y tratando de entrar al cielo?
—Victoria, mi cliente tiene sus propias razones. Pero él me autorizó a señalar que la
financiación de la señorita Swan de su maestría terminaba en mayo y su financiamiento para
su doctorado en Harvard, asumiendo que ella todavía este yendo, no comienza hasta algún
momento de agosto. Va a necesitar dinero para ir a Massachusetts y conseguir un nuevo
hogar. Mi cliente quiere asegurarse de que tenga lo que necesita, reconociendo su situación y
perspectivas y el hecho de que su familia no está en condiciones de ofrecer mucha asistencia
financiera.
—No estoy segura de que ella deba tomar su dinero manchado de sangre y darle la
oportunidad de calmar su conciencia. Pero tengo curiosidad. ¿Cuál es el truco?
—Sin trucos. Quiere que el dinero le sea transferido en forma anónima porque sabe
que ella va a regresarlo si se asocia con él.
—Y con razón, James. Tu cliente ha sido un pendejo.

580
—No tengo ningún interés en el refrito del Tribunal, Vickie —replicó James—.
¿Quieres el dinero para tu cliente o no? Tengo casi decidido decirle que se lo guarde.
—Relájate James —ronroneó, su comportamiento cambiando instantáneamente—.
Solamente relájate.
James cerró los ojos y comenzó a respirar profundamente.
Maldita sea, ella es exasperante.
—¿Cuál es su sugerencia para la historia, señor Greenspan?
—Puedo transferirte el dinero y le dirás que es un arreglo de la Universidad.
—¿Así que quieres que mienta?
—Eso es correcto —respondió con frialdad.
—Dudo que me crea. ¿Y si trata de confirmarlo?
—Dile que hay un acuerdo de confidencialidad junto con el dinero, para descartar una
demanda en contra de los Volturi. Inventa un contrato falso.
—¡Yo podría ser inhabilitada por eso!
—Ah, y no podemos permitir eso. De lo contrario esa pequeña novia pervertida que
tienes tendría que encontrar a otra abogada para defenderla contra los casos de acoso.
—Cuidado, James.
—Me encantaría, Vickie. Me encantaría verte a ti y a tu novia haciéndolo. En cualquier
momento*.
Victoria cerró los ojos y aspiró profundamente, conteniendo la respiración tanto tiempo
como pudo.
—No eres el único que tiene secretos, James. Así que no me jodas.
James se acomodó en su silla, con una amplia sonrisa porque su flecha había dado en el
blanco.
—No soñaría sobre ello. Es por eso que estoy tratando de llegar a un arreglo aquí, en
donde ambos de nuestros clientes obtendrán lo que necesitan. Y tú y yo recibiremos un
porcentaje del acuerdo. Ahora, ¿vas a cooperar o no?
—¿De cuánto dinero estamos hablando aquí?
—Cien mil dólares. Pero mi cliente duda que la señorita Swan aceptará esa cantidad
tan alta, independientemente de donde provenga.
—Vale. Entonces dame otro número.
—Cuarenta mil dólares para ella y diez mil dólares para ti.
Victoria se echó a reír—. Su primera oferta era mejor. Eso no es tanto un acuerdo.
—¡Entonces llámalo de otra forma! Miente entre dientes si tienes que hacerlo. No me
importa una mierda. Mi cliente está dispuesto a llegar a los cien mil o incluso más; él parece
pensar que mientras más le ofrezcamos a tu cliente, es menos probable que ella lo acepte.
Persuádela que acepte el dinero sin hacer preguntas. Eres buena en mentir, Vickie. Yo lo sé
mejor que nadie.
—¿Cómo cuando tú estabas diciendo la verdad cuando dijiste que éramos exclusivos?
Hola, Kettle. Mi nombre es James. Y yo soy un mentiroso.
Él resopló con impaciencia.
—Mira, vamos a tratar de ser profesionales, ¿de acuerdo? Tu cliente es una pobre niña
que podría necesitar el dinero. Ella vive con casi nada en un apartamento estudio. Esto le
permitiría encontrar un lugar agradable y seguro para vivir en Boston y contratar un
psiquiatra para darle algún tipo de asesoramiento. Olvídate de todo lo demás y piensa en
ella. Piensa en esto como un programa de becas. Al igual que el concurso de Miss América.
___
*Juego de palabras, en el ingles Watch it, es una expresión que significa como “vigila lo que
haces o dices, cuidado” pero también es un verbo: “ver”. Por lo que James lo toma —
intencionalmente— no como la advertencia que ella quiere dar si no como una fantasía sexual de ver
a dos mujeres juntas.

581
—Eres un idiota, James.
—Un imbécil con cuarenta mil dólares para tu cliente, Vickie.
Ella se tomó un momento para analizar la propuesta de James. Bella sin duda
necesitaba el dinero, y Edward Masen sin duda merecía pagar.
—Está bien. Has que uno de tus empleados traigan un cheque certificado, y yo trabajaré
en el resto.
—Gracias. Ahora que eso está arreglado, hay un par de otras cosas que necesitas
saber...

-
Fiel a su palabra, Victoria fabricó una historia sobre la oferta de liquidación de cuarenta
mil dólares para ser pagados directamente a la señorita Isabella Swan.
El único problema era que Bella no lo aceptaba.
—Dónalo al Hospital para niños enfermos. O a los puestos de limonadas de Alex. Los
Volturi no me comprarán.
Victoria sonrió pacientemente.
—No se trata de comprarte, Bella. Se trata de justicia. Me autorizaste a presentar una
queja en contra de Ángela Webber en respuesta a la que se interpuso en tu contra. Sin
embargo, ella ha presentado una demanda contra la Universidad alegando discriminación y
por lo tanto los Volturi son reticentes en escuchar tu queja en una audiencia hasta que todas
las cuestiones jurídicas se resuelvan. Y ya te habrás ido para el momento en que eso ocurra.
Así que a fin de una rápida solución a tu queja, les gustaría ofrecerte financiamiento para
pagar los servicios de consejería, si los necesitas, y también para cubrir los gastos indebidos
derivados de tu denuncia. Ellos saben que eres una de las mejores estudiantes de su
programa y que vas a ir a Harvard. Están tratando de asegurarse de que llegues allí,
eliminando así la posibilidad de que los demandes, también.
Bella frunció el ceño, un surco apareciendo entre sus cejas—. Estoy a punto de
graduarme. Estoy viendo a una consejera, pero la estoy pagando yo misma. No necesito su
dinero.
—Tal vez no, pero tienes derecho a ello por el dolor que te han causado. Fuiste acusada
maliciosamente, y sufriste una grave pérdida que sin duda te ha dañado. —Sonrió aún más
ampliamente—. Creo que deberían darte más dinero. Estoy preparada para volver a donde
están ellos y pedirles que aumenten su oferta.
Bella se mordió el interior de la boca, pensativamente.
Sí, el dinero sería de gran ayuda. Podría pagar las cuotas normales de Siobhan y
también le pagaría a Victoria. Y sería capaz de pagar un apartamento en Boston durante el
verano sin tener que aceptar el dinero de Charlie o sacar otro préstamo estudiantil.
Pero se sentía mal tomar el dinero. Se sentía mal poner un precio a su sufrimiento y el
dolor. Su pérdida fue incalculable. ¿Por qué debería darle a los Volturi la triste satisfacción
de pensar que el dinero puede comprar la justicia?
No podía.
—No voy a tomarlo. Ellos pueden ponerlo en un fondo de defensa legal para los
estudiantes de postgrado. O pueden dárselo a la caridad para niños. Pero no quiero su
dinero y no lo voy a aceptar. —Enderezó sus hombros y le dio una mirada vehemente a
Victoria—. Y no voy a firmar ningún documento.
Victoria discutió con su cliente durante casi una hora antes de finalmente rendirse,
estrechando la mano de Bella a regañadientes antes de irse.
Ella y James en verdad habían conseguido su igual.

582
Al contrario del ambiente hostil de James y Victoria, Bella y Peter se habían asentado
en una cómoda rutina.
A veces se reunían para una cena rápida después del seminario de la profesora
Leaming. Otras veces Peter revisaba las traducciones de Dante de Bella en la biblioteca, fuera
de su cubículo. Porque Bella no podía soportar poner un pie dentro de él.
Sin embargo, todos los viernes por la noche los dos amigos se la pasaban sentados en el
futón de Peter comiendo pizza, bebiendo el Krombacher que Bella compraba, y viendo
películas.
En esa noche en particular, se comió su pizza hawaiana pensativamente mientras se
preparaban para ver otra película favorita de culto, Espacio de oficina.
—¿Quiénes son ellos? —Señaló a una pequeña fotografía de cuatro personas, dos
hombres y dos mujeres, que Peter había medio escondido detrás de una vela larga en la parte
superior de su televisión.
—Um, la chica de la extrema izquierda es Heather, mi hermana pequeña, y su marido,
Chris. Y ese soy yo en el extremo derecho.
—¿Y la otra chica? —Bella miró a la cara de la joven y hermosa mujer que se aferraba a
la cintura de Peter y riendo.
—Um, esa es Charlotte.
Bella esperó cortésmente a que Peter explicara.
—Mi exnovia.
—Oh —dijo Bella.
—Seguimos siendo amigos. Pero ella está trabajando en Vermont y no podía manejar la
cosa a larga distancia. Rompimos hace un tiempo —explicó Peter rápidamente antes de
ponerse poco comunicativo.
Bella asintió y decidió cambiar de tema.
—¿Crees que JD va a llegar a Boston?
—¿Qué es eso?
—Mi pez… JD. Leí por internet que los peces pueden estresarse mucho cuando viajan.
¿Sobrevivirá el movimiento?
—He mudado a mi pez antes. Solamente tienes que tener cuidado. Asegúrate de
mantener el agua fresca y darle de comer con regularidad. —Peter sonrió—. Estoy seguro de
que algunos bettas son prima donnas* y morirían inmediatamente, pero no JD. Es duro. Al
igual que tú.
Bella se rió, mientras pensaba en JD, el betta duro.
—Lo que me recuerda, el hermano menor de Charlotte, Patrick, está buscando un
apartamento para que puedas subarrendar. Le pedí que eligiera algo en un barrio seguro que
esté cerca de la Universidad de Harvard, porque sé que no vas a tener un coche. Me va a
llamar cuando encuentre algo.
—Gracias, Peter. De verdad lo agradezco.
Él fue rápido en sonreírle de vuelta—. De nada Uh, siento que tengamos que
reprogramar el próximo viernes por la noche nuestra cit... Um, noche de cine.
Bella le dio una mirada de disculpa—. Está bien. Sé que tienes una vida social. No hace
falta que me sirvas de niñera todos los viernes.
Él estiró la mano para frotar el pulgar suavemente por el borde de su hombro—. Hey.
Esto no es actuar como niñera. Este soy yo pasando el tiempo contigo porque me gusta tu
compañía. No soy un mártir. Créeme, no estaría aquí si no quisiera estarlo.
Bella se sonrojó ligeramente y escondió su rostro detrás de su pelo mientras se
___
*Referencia a las cantantes de ópera, pero en este caso a Carlotta Giudicelli, personaje malhumorado
del Fantasma de la Opera, referido a que como en la obra de teatro, esta se quejaba por todo y no
aguantaba nada.

583
inclinaba hacia adelante para tomar otra porción de pizza.
—Es solo que de vez en cuando los chicos de mi equipo de rugby se reúnen para tomar
algo. Uno de ellos está celebrando su cumpleaños el próximo viernes, así que voy a salir con
ellos. Pero podríamos tener nuestra noche de cine el sábado. Si lo deseas.
—Me gustaría eso —dijo Bella en voz baja—. Espero la noche de cine durante toda la
semana.
Peter sonrió ampliamente—. Yo también.
—¿Qué van a hacer los jugadores de rugby y tú? ¿Reunirse en un bar de deportes? ¿Ver
partidos de fútbol?
Peter se ruborizó un poco, pero Bella estaba demasiado ocupada concentrándose en su
pizza para notarlo—. Uh, no.
Ella alzó la mirada y lo observó.
—A los chicos les gusta beber, por lo que podríamos comenzar en un bar de deportes.
Pero más tarde van a querer ir a un club de striptease.
Las cejas de Bella se alzaron.
—Por lo general no voy. A pesar de que he ido algunas veces. —Peter parecía
avergonzado por el hecho.
—Es algo que hacen los hombres cuando se reúnen, ¿no?
Él negó con la cabeza.
—Um, los hombres de mi familia no hacen eso. Mi madre estaría horrorizada y mi
padre me daría lecciones sobre la importancia de respetar a las mujeres.
Bella giró su cuerpo para poder observarlo. Sonrió—. ¿En serio?
—Los clubes de striptease no son lugares agradables, Bella. Nunca me siento bien
después de ir a uno. Siempre me siento culpable, preguntándome si las strippers son la hija
de alguien o la hermana. O la madre.
Él se estremeció y tomó un largo trago de su cerveza.
—Y para ser honesto contigo, no me parece sexy.
—Estás bromeando —dijo Bella antes de colocar una mano a la boca—. Lo siento.
Él se encogió de hombros—. No hay necesidad de pedir disculpas. Es solo que el
erotismo es algo mental. Se trata de la anticipación y la atracción y la intimidad. Para un
hombre no hay nada más erótico que ver a una hermosa mujer quitarse la ropa... lentamente,
solamente para ti. Pero tener que compartir esa experiencia con una sala llena de hijos de
puta calientes que estén gritando y tratando de meter dinero en ella... O tener a las mujeres
semidesnudas ya, o vestidas de forma barata... no sé. Esas mujeres por lo general no son lo
que yo considero deseable. Toda la cosa es simplemente vulgar y... nada sexy.
—Yo no había pensado en eso.
—Bueno, no soy un ángel, así que he tenido mi parte de vicios. Pero ese es un vicio que
realmente no me tienta. Así que el próximo viernes por la noche, saldré a beber con los chicos
y cuando ellos se dirijan al Brass Rail, yo me dirigiré a casa. Solo.
Él le sonrió y luego volvió su atención a la cena, esperando no haberla ofendido o
hacerle pensar que él era un cretino.
—Peter. —Su voz era tranquila mientras se inclinaba para tomar su mano entre las
suyas.
Los ojos él se lanzaron a mirar a su cara.
—Eres bastante asombroso, ¿lo sabías? —Ella se movió un poco incómoda—. Tal vez
no debí haber dicho eso.
Peter se sonrojó y luego sin pensarlo, acercó su mano a sus labios, besando sus nudillos
castamente—. Creo que deberías decir lo que sea que esté en tu mente. Y para que conste, yo
siempre he pensado que era bastante asombrosa, también, señorita Bella.
Ella sonrió pero retiró la mano con delicadeza, para no ofenderlo.
—Así que no hay clubes de striptease para Peter.

584
—No. Soy más bien un hombre de una mujer.
—Yo también. Una mujer de un hombre, quiero decir.
Peter soltó una risita—. Sé lo que querías decir. No tienes que tener tanto cuidado a mí
alrededor. No me voy a volver como loco si dices algo malo.
Bella estaba ligeramente nerviosa por su comentario pero continuó—. Las relaciones
son tan complicadas. Algunas personas usan la intimidad para obtener sexo, mientras que
otros utilizan el sexo para conseguir la intimidad.
Peter mordió la pizza, pensativo—. No creo que la gente deba usar a otras personas,
punto. Especialmente cuando se trata de sexo. Estoy seguro de que soy anticuado, pero creo
que debería por lo menos importarte la persona. Amarla, incluso.
Bella asintió con gravedad.
Yo también lo creo.
Los dos amigos terminaron su pizza y la cerveza sin resolver las cuestiones seculares
sobre el sexo y la intimidad y verdad a la costumbre, Bella se quedó dormida en el hombro
de Peter alrededor de la tercera parte de la muy divertida película.
Cuando la película terminó, Peter besó su frente con dulzura. No pudo evitarlo.
Y no pudo dejar de susurrar: "Yo estoy tratando con bastante esfuerzo de no
enamorarme de ti, Bella Swan. Pero creo que ya es demasiado tarde”.

-
Edward se sentó en su habitación del Hotel Parker House y encendió su portátil. No
estaba satisfecho con su conferencia y ansiaba arreglarla antes de la presentación de la tarde
siguiente.
Pero también era una excusa para retrasar el sueño y distraer su mente.
Incluso en su habitación de hotel, ella estaba en todas partes.
En su computadora, en su teléfono celular, en su IPod, en su cabeza.
Oh, sí, en su cabeza. Y ella jugaba con sus sentidos.
Estaba en lo cierto cuando dijo que nunca olvidaría lo que se sintió contemplar su
cuerpo desnudo por primera vez, la forma en que sus ojos estaban fijos en el suelo con
timidez, la forma en que su rostro se enrojeció frente a su ardiente mirada.
Recordó mirar hacia sus ojos profundos y oscuros mientras ella temblaba debajo de él
en la cama, con la boca ligeramente abierta, respirando con dificultad, y la forma en que sus
ojos se abrieron cuando entró en ella, rompiéndola.
Ella se había estremecido.
Y él la había hecho sangrar.
De alguna manera podría recordar cada vez que la había hecho estremecer. Y habían
habido muchas… cuando la avergonzó de ser pobre, cuando por primera vez la llevó a su
cama, cuando la acorraló en Uffizi, cuando tejió sus dedos por el pelo y ella le rogó que no le
presionara la cabeza hacia abajo, cuando él finalmente la rompió, al admitir que había
accedido separarse de ella...
¿Cuántas veces podría hacerle daño en su corta vida?
Ella pensó que la había abandonado en favor de su trabajo. Ella pensó que era un
cobarde.
Ella nunca me creerá ahora...
Edward cogió su IPhone nuevo y se desplazó a través de los correos electrónicos que
había enviado desde su vieja cuenta de Gmail a su nueva, deteniéndose en uno de ellos.
A causa de un único mail, él había tirado su viejo IPhone en el suelo y lo había
pisoteado.
Representaba lo mucho que le había fallado a ella.

585
Ya que su auto-flagelación por sus errores no estaba aún completa, Edward se
torturaría con la música y la poesía, escuchando a Sting recontando la historia de David y
Betsabé una y otra vez mientras escribía.
Mientras la canción se arremolinaba en el aire, miró a la reflexión poética de Dante por
la muerte de Beatrice y su corazón hizo eco de las palabras.

“La base del corazón no tiene suficiente ingenio


para imaginar algo de ella,
así que el llanto doloroso no viene a él:
pero la tristeza y el dolor vienen
con suspiros, y una muerte por el llanto,
separando el alma de todas las comodidades,
a aquel que ve continuamente en sus pensamientos
lo que ella era, y cómo ella le ha sido tomada.
La angustia me da un profundo suspiro,
cuando el pensamiento en mi mente solemne
le recuerda a ella que mi corazón está roto:
y, a menudo, cuando pienso en la muerte,
un deseo tan dulce viene a mí,
que transforma el color de mi cara.
Y cuando esa idea de verdad se afianza en mí,
siento tal dolor en todas partes,
que comienzo el dolor que siento:
y me vuelvo en tal
que la vergüenza me esconde de los demás.
Entonces llorando, solo en mi duelo,
Yo le grito a Beatrice, y digo: ‘¿Estás en verdad muerta?’
y mientras grito, estoy reconfortado.”

Esa noche, no sería difícil escribir de la pérdida, la separación y el arrepentimiento.


Lo que sería mucho más difícil sería la tarea de presentar su investigación
desapasionadamente a una sala llena de medio aburridos académicos cuando lo único que
quería hacer era sucumbir a algunas de sus viejas tentaciones con el fin de amortiguar su
dolor.

-
—Tuve un sueño en donde Edward regresaba a mí. Y que todavía me amaba. —Bella
se sentó con Siobhan en su oficina durante una de sus sesiones semanales.
—¿Cómo te hace sentir este sueño?
Bella jugueteó con sus manos.
—Quiero creer que él todavía me ama. Pero mientras más tiempo le toma enviarme
una señal de que va regresar, más difícil se me hace. Una parte de mí tiene miedo de tener
esperanzas.
Siobhan miró a Bella con simpatía—. La esperanza es muy importante. Todo el mundo
necesita esperanza. Pero en la terapia no tratamos con situaciones hipotéticas, tratamos con
la realidad. Por mucho que tu mente está tratando de descifrar lo que pasó con tu novio, aún
debemos centrarnos en ti y en cómo lo estás haciendo independientemente de si Edward
regresa o no.
—¿Crees que es posible que él pueda volver? —La voz de Bella era indecisa.
—No tengo idea, Bella. Lo siento. E incluso si él lo hiciera, ¿quién dice que tú
regresaras con él? Te hirió profundamente al tomar una decisión preventiva que los afectaba

586
a ambos. Y cuando le pediste discutir el asunto con él, como compañeros adultos, se negó a
hablar contigo. No importa cuáles son o fueron sus razones, esas son infracciones pesadas
que requerirán una gran cantidad de tiempo para trabajar. Tú podrías decidir que no deseas
estar con alguien que puede comportarse de esa manera, no importa cuáles fueran sus
razones.
Bella se limpió una lágrima.
—Pero de nuevo, nuestro objetivo eres tú, no él. Estoy muy orgullosa de ti por el
progreso que has hecho en el poco tiempo que hemos estado trabajando juntas. Veo en tus
diarios que estás terminando tu maestría y tu tesis con éxito y que has estado trabajando
muy duro para controlar la ansiedad. Bien por ti.
Bella sonrió levemente a la alabanza de Siobhan.
—Voy a pedirte que continúes los ejercicios en los que manejas tus preocupaciones,
hablar con tu poder superior, y centrándote en aquellas cosas por las que estás agradecida.
Pero quiero añadirle algo. Y va a ser difícil.
—Estoy segura de que puedo probar.
—Estoy segura de que puedes hacerlo. Lo que quiero que hagas esta semana es tomar
una hora y escribir por qué estás tan enojada con Edward. Ser brutalmente honesta y
específica. Describe lo que hizo y cómo te hizo sentir. ¿Crees que puedes hacer eso?
—Va a ser doloroso —susurró Bella, enjugándose otra lágrima.
—Sí, lo será. Y si decides que no puedes hacerlo esta semana, eso está bien. Lo
pospondremos. Pero si puedes hacerlo, entonces después de ese ejercicio, quiero que pases
una hora y media escribiendo lo que le dirías a Edward si fueras a hablar con él ahora. Sé
específica. Concéntrate en lo que hizo, cómo te ha hecho sentir y lo que quieres saber sobre
las consecuencias de sus acciones. Es muy importante que los dos ejercicios se realicen en
conjunto. Así que si no puedes hacerlo esta semana, te pediré que lo hagas en otro momento.
—Voy a intentarlo.
—Eres muy valiente, Bella, y estoy muy orgullosa de ti. ¿Cómo va tu lectura
devocional?
—Terminé El Camino de un Peregrino. Me gustó mucho.
—¿Cómo te hizo sentir?
—Bueno, me hizo sentir agradecida por mi vida y mis amigos. Me dieron ganas de
centrarme en las cosas simples y no estar tan fuera de proporción por las cosas que no son
importantes. Me hizo darme cuenta de que aunque la educación es una cosa maravillosa, no
es lo único. Quiero hacer más. Quiero ser más. Más... todo.
—Esos son todos objetivos excelentes y son precisamente lo que estamos trabajando
para lograr... para que puedas ser una persona completa, sana, que hace honor a su
potencial, está muy agradecida por sus bendiciones y encuentra la felicidad duradera.
Ninguno de estos objetivos son triviales o fáciles pero todos ellos vale la pena alcanzarlos.
Siobhan se puso de pie y se acercó a uno de sus estantes. Sacó un volumen pequeño,
delgado y luego se lo entregó a Bella, quien rápidamente se echó un vistazo al título.
Una pena en observación por C.S. Lewis.
Bella le dio Siobhan una mirada inquisitiva.
—Lewis escribió este libro después de que su esposa falleció y analiza el amor y la
pérdida y la fe. Puedes conseguir que eso inspire a tu diario de tus propios sentimientos a
medida que trabajamos a través del proceso de duelo juntas.
Siobhan luego le entregó a Bella un diario hermoso cubierto de cuero verde con un
árbol en relieve en su portada.
—Me gustaría que tuvieras esto. En este libro puedes escribir lo que quieras. Yo no lo
voy a leer. Pero me gustaría que lo trajeras contigo para la próxima sesión y si hay cosas en él
que te gustaría discutir, podemos hacerlo. O no.
—Gracias —dijo Bella.

587
—La asignación que te di para esta semana va a ser difícil. Si te encuentras perturbada
o si quieres hablar conmigo antes de nuestra próxima reunión, por favor llámame. Y haré los
arreglos para atenderte de inmediato. Y recuerda, si decides que es demasiado pronto para
que puedas completar el ejercicio, lo aplazaremos. No estamos llevando un cronograma aquí.
Bella asintió y se levantó, preparada para irse.
Siobhan la acompañó hasta la puerta y se detuvo frente a ella.
—Eres una persona muy fuerte, Bella. Puede hacer esto. Solamente necesitas creer en ti
misma.
—Gracias. —Bella le dio Siobhan una sonrisa agradecida y luego abrió la puerta y
caminó a través de ella.

-
En un domingo por la tarde a principios de abril, el timbre de la puerta de Bella sonó.
Caminó rápidamente hacia la puerta principal de su edificio, esperando ver a Peter.
Pero lo que encontró en cambio fue un petardo de una morena con gafas de sol de Chanel y
con dos pesadas piezas de equipaje.
—Alice. —Bella se echó a llorar al ver a su amiga y tiró de ella en un fuerte abrazo.
—Bella, llegué aquí tan pronto como pude. Siento haberme tardado tanto. Quería venir
la semana pasada, pero no pude conseguir descanso en el trabajo. Pero fui capaz de
conseguir un vuelo de Seattle esta mañana.
—Estoy tan contenta de que estés aquí. Vamos, entra.
Bella ayudó a llevar el equipaje de su amiga en el apartamento y luego las dos se
sentaron en la cama de Bella.
—¿Tuviste un buen viaje?
Alice guardo sus gafas de sol en su cartera y negó con la cabeza—. Estoy bien. Pero no
he venido hasta aquí para hablar de mí. Bella, tengo que decir que esta cosa contigo y
Edward fue una total sorpresa para todos nosotros. Yo no lo vi venir.
Bella hizo una mueca—. Yo tampoco.
—No tengo idea de lo que el cabeza de chorlito de mi hermano está haciendo. ¿Sabías
que estuvo en Forks un par de semanas atrás?
—¿Forks? —Bella se quedó estupefacta—. Pensé que estaría en Italia. O Boston.
—¿Por qué Boston?
—Es una tontería, pero una parte de mí tenía la esperanza de que él pudiera renunciar
a su trabajo aquí y trasladarse a Boston. Porque ahí es donde voy a estar. Pero eso parece
poco realista ahora.
—¿Qué es lo tonto de eso?
—Alice, tu hermano me dejó y luego se negó a hablar conmigo. Él no me quiere más.
Alice suspiró y puso sus manos sobre sus ojos, gimiendo profundamente—. Papá habló
con Edward cuando estaba en Forks. Y aunque no me dijo todo acerca de su conversación,
creo que está bastante claro que le arrancó una nueva a Edward.
Bella se estremeció.
—Pero de alguna manera, después de esa conversación, mi padre parece pensar que las
cosas no están tan mal como pensábamos. —Alice tomó la mano de Bella—. Edward te ama.
Estoy segura de ello. No es el tipo de persona que ama fácilmente. O que diga esas palabras
sin sentirlas. Contigo, todo era diferente. Edward era diferente. Esa clase de amor
simplemente no desaparece durante la noche. ¿Sabes lo que mi papá me dijo?
—No —dijo Bella.
—Dijo que las apariencias pueden ser engañosas. Y al parecer, estaba citando a Edward.
Bella retiró la mano, no sin amabilidad.
—Discúlpame, Alice, pero ¿qué coño se supone que significa eso?
Alice sonrió con ironía—. Eso fue lo que yo dije. Pero papá fue persistente.

588
—Podría tener mil razones, pero me dejó. Y cuando traté de hablar con él, se negó a
verme. ¿A quién le importa cuáles son sus razones?
—Eso es básicamente lo que dijo Emmett. Que Edward mejor vigile su trasero.
Bella arqueó una ceja.
—Cuando Emmett se enteró de que Edward estaba en Forks, decidió viajar hacia allí
desde Seattle para poder meter algo de sentido en él.
—¿Y lo hizo?
—Para suerte de Edward, Rose tiene cinco meses de embarazo y ella no quería que
Emmett la dejara sola. Dijo que él podría patearle el culo a Edward en otro momento. Y que
ella lo ayudaría.
Bella no pudo evitar reír un poco—. Solamente puedo imaginar esa conversación.
—Emmett no iba a discutir con un Rose muy embarazada. —Alice sonrió a medias—.
Pero había algo más.
Hizo una pausa y buscó a tientas su teléfono celular.
—Solo escúpelo, Alice.
—Edward me pidió que te dijera algo. Pero él quería que juraras que seguirías
fingiendo como si no hubieras escuchado nada de él.
Bella se rió con amargura.
—Eso no debería ser difícil de hacer. No lo he hecho.
Alice respiró hondo y esperó.
—Te lo prometo, Alice.
—Edward quería que yo te dijera que él dijo en serio lo que te dijo. Que estaba
manteniendo sus promesas. Él te pidió que le creyeras.
Bella se quedó boquiabierta hacia Alice mientras trataba de absorber el nuevo críptico
mensaje de Edward.
—¿Eso significa algo para ti?
—Alice, ¿por qué Edward solamente no puede salir y decirme lo que quiere que yo
sepa? Esta mierda de Código Da Vinci se está volviendo un poco vieja.
—Créeme, Bella, le dije lo mismo en un email. Pero él respondió y dijo que era
demasiado peligroso, algo sobre que ya habían sido capturados. ¿Sabes lo que quería decir
con eso?
—Ambos fuimos llevados al tribunal disciplinario. Una de sus estudiantes trató de que
me expulsaran. Oye, Alice, si Edward quiere hablar conmigo, podría haberme llamado de un
teléfono público o enviarme un texto. Dudo que la Universidad tenga intervenidos nuestros
teléfonos… no son de la CIA. ¿Por qué él simplemente no te dio a ti o a Carlisle una carta
para mí?
—Mi papá le dijo exactamente lo mismo a Edward. Pero al parecer se volvió
extremadamente agitado y dijo que no te iba a poner en peligro nunca más.
—Eso es como mucho viniendo de él. Tiene una medalla de oro en el engaño. ¿Qué le
hace pensar que alguien lo atraparía? Si me ama de verdad, habría intentado decírmelo. Pero
no lo hizo.
Alice suspiró—. ¿Así que su mensaje no tiene ningún sentido en absoluto?
Bella cerró los ojos mientras trataba de volver a pensar sobre lo que Edward le había
dicho después del Tribunal.
—Él me dijo que estaba haciendo esto para proteger mi carrera académica. Pero yo no
quería que lo hiciera. Quería que estuviéramos juntos. Él hizo todo esto por su cuenta sin
hablar conmigo sobre ello primero. Y cuando traté de discutirlo más a fondo, cambió todos
sus números y salió del país. Con ninguna explicación y ninguna indicación de si alguna vez
iba a volver. Ahora no puedo evitar preguntarme si lo hizo para proteger su propio trabajo.
Alice saltó de la cama—. ¡Eso no es una excusa para ello! Todos sabemos que te ama.
No puedo creer que él renunciaría a ti por su trabajo. Pero es tan Edward hacerlo todo

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secreto y complicado, e irse por su cuenta y dejar a todos los demás para que recojan los
pedazos. Podría matarlo. Dos veces. Dame un minuto y estaré de vuelta.
Mientras que Alice desapareció en el cuarto de baño, Bella pensó en la carta que
Edward le había mencionado en el Tribunal. Se preguntó si no había algún mensaje oculto,
algún indicio de su regreso, entre líneas.
Desafortunadamente, había regresado todas las cosas que él había escrito. Para ya no
tenerlos. A menos que...
—¿Hey, Bella? —le llamó Alice.
—¿Sí?
—¿Te importa si abro esta caja de tampones? Mi pequeña amiga ha elegido este
hermoso momento para visitarme.
—Adelante. —Bella le gritó de vuelta, acercándose a su tocador para ver si por algún
milagro se había olvidado de devolver una de las tarjetas de Edward o notas.
Y entonces sintió frío mortal.
Una caja de tampones. Sin abrir.
Había comprado esa caja a principios de febrero. Pero no la había abierto en febrero. Y
ahora era el mes de abril.
Comenzó a contar con los dedos...
Oh, Dios mío.
—¿Bella? —Alice salió del baño unos minutos más tarde, únicamente para encontrar a
Bella de pie en el centro de su estudio, mirando al vacío—. ¿Bella? ¿Qué pasa?
Le tomó un minuto para volver a sí misma, pero cuando lo hizo le parpadeó a Alice.
—Me estás asustando. ¿Qué sucedió? —La voz de Alice estaba llena de pánico.
—No he tenido mi período.
—Oh. —Alice se relajó inmediatamente—. ¿Eso es todo? Me falta una vez algunas
veces. No es gran cosa.
—Me han faltado dos. Seguidas. Y he estado vomitando.
Alice jaló a Bella para que se sentara con ella en la cama—. ¿Cuándo fue la última vez
que tuviste el período?
—A finales de enero.
—¿Y cuándo fue la última vez que tuvieron relaciones sexuales?
—Comienzos de marzo. La noche antes de... —la voz de Bella se apagó.
Alice trató de dar a Bella una sonrisa reconfortante.
—No quiere decir nada. Estás estresada, has estado alterada. Así que te ha faltado un
par de meses. Probablemente has vomitado a causa del estrés, también. Um, ¿recuerdas lo
mal que estabas cuando Ja…, um, cuando las cosas iban mal durante tu último año de la
universidad?
—Mis períodos son regulares.
—La píldora tiende a hacer eso.
Bella colocó su cabeza entre las manos y gimió.
—Estás usando la píldora, ¿verdad?
Cuando su amiga no contestó, Alice tiró de su mano.
—Me dijiste que estaban siendo seguros. ¿Estás tomando la píldora?
Bella negó con la cabeza.
—Entonces, ¿qué usabas para control de natalidad?
Cuando no respondió, Alice apartó las manos lejos de su cara.
—Dime que utilizaste algún control de natalidad. Dime que tú y mi hermano no tenían
relaciones sexuales sin protección.
Bella la miró con los ojos muy abiertos y asustados—. Él dijo que no podía tener hijos.
Alice miró a su amiga durante lo que pareció una eternidad. Y luego su rostro se puso
muy rojo y sus ojos brillaban misteriosamente.

590
—¿Por qué demonios te dijo eso? ¡Eso no es cierto! Bella, dime que lo hiciste usar un
condón. Yo sé que él es mi hermano, pero aún así...
Bella negó con la cabeza.
Alice se llevó las manos al cielo en la frustración.
—¡Era un adicto a las drogas, por el amor de Dios! Es probable que compartiera agujas.
¿Quién sabe con quién se acostó? Él debería haber insistido en usar condones para
protegerse. Bella, por favor...
Bella se secó los ojos y negó con la cabeza de nuevo.
Alice apretó los dientes, como un ataque de ira cayó sobre ella.
Agarró su bolso y se apresuró a sacar su teléfono celular.
—Es suficiente. Voy a llamar a Edward.

Enlaces relevantes historia:

Trabajo de Angelica Kauffman, la separación de Abelard y Héloise ", (antes de 1780).


El poema dice que Bella es en realidad dos — Fragmentos, en el Amor y el Deseo y la
Luna está baja, ambos de Safo y traducido por AS Kline, 2005.
La cita de Katherine Picton en la cena es de Rey Lear de William Shakespeare, acto I,
escena 1. La línea es hablada por Cordelia.
El libro que Siobhan recomienda a Bella Una pena en observación es de CS Lewis. Se trata
de una discusión profunda de amor y pérdida, pero muy diferente de Sheldon Vanauken
Una suerte severa, que era el favorito de Esme. Una película de la historia de amor de Lewis
con su esposa, Joy Davidman, constituye la base de la película Shadowland, protagonizada
por Anthony Hopkins y Debra Winger. Vale la pena ver la película y ambos actores actúan
muy bien en ella.
Tori Amos — Past The Mission: http://www.youtube.com/watch?v=nyoVrbcgbO4
Sting — Mad About You: http://www.youtube.com/watch?v=nDvkOwmE2ZU
(cuenta musical de Sting de la historia de David y Betsabé)

591
Mad About You:

“Este es el trabajo de los hombres


Esta es la suma de nuestras ambiciones
Haría una prisión mi vida
Si tú te volvieras la esposa de otro…
Aunque todos mis reinos se vuelven arena
y caigan en el mar,
Estoy loco por ti."

El poema de Dante de luto por la muerte de Beatriz de La Vita Nuova, XXXI

592
Capítulo treinta y siete.

“Es suficiente. Voy a llamar a Edward."


Aunque la mente de Bella se congeló a ese punto, de alguna manera encontró las
palabras para responder.
—¿Por qué?
—¡Porque este es su desastre! Y creo que él querría saber que estás embarazada. —
Alice murmuró unas palabras acerca de su hermano, que incluía una observación bastante
despectiva sobre el hecho de que olvidó "envolverlo".
Bella negó con la cabeza—. No lo hagas.
Alice hizo una pausa con los dedos colocados sobre su teléfono celular.
—Vas a decirle, ¿no es así? ¿No mantendrás esto en secreto?
El rostro de Bella era impasible—. No estoy lista para hablar con él.
Alice cerró su teléfono a regañadientes, tocando distraídamente su barbilla.
Y luego se volvió una sombra natural de color blanco, haciéndole parecer mucho más
blanca por sus ojos oscuros y su cabello.
Se sentó en la cama con cautela y giró los ojos muy abiertos y preocupados a su amiga.
—Bella, ¿no está pensando sobre realizarte un… aborto?
La última palabra salió como un mero susurro.
Bella no respondió de inmediato. Era como si las ruedas de su mente corrieran en la
velocidad más lenta y apenas podía entender su situación.
—¿Bella?
Se movió incómodamente.
—No. Nunca podría hacer eso.
Una imagen de la tristeza de Edward sobre Maia pasó por la mente de Bella como un
fantasma, flotando a través de su conciencia.
Alice inhaló y exhaló profundamente. Y luego enderezó sus hombros.
—Probablemente deberías realizarte una prueba de embarazo y después descubrir qué
vas a decir. Pero esto es algo que Edward tiene que saber, y pronto.
Bella se abrazó con fuerza alrededor de la cintura como si estuviera abrazándose a sí
misma y a su bebé.
—Él no quiere hablar conmigo. Fui a su apartamento y me dijo que me fuera.
—Bella, no sé por qué hizo eso. Pero esto, esto es diferente. Y si conozco algo a mi
hermano, sé que él hará lo correcto.
—Únicamente por el bebé —murmuró Bella.
—Hey, mírame. —Alice tomó la mano de su amiga y la detuvo con una mirada
determinada—. No tienes idea de cómo va a reaccionar. Dale una oportunidad y no lo
prejuzgues.
—Solamente regresaría por obligación. Y Charlie me mataría. Me advirtió acerca de
quedar embarazada. Ahora va a pensar que soy igual que Renee. —Ahora Bella estaba
llorando. Enormes, destrozados sollozos sacudían su cuerpo delgado, mientras su amiga la
tomaba en sus brazos.
—No, no lo hará. Cariño, ¿cómo podría? Yo sé que Edward y tú no estaban casados,
pero ustedes estaban en una relación. Se amaban uno al otro y ese amor hizo un bebé. Y los
bebés son una bendición. Todos ellos. Mis padres biológicos me abandonaron cuando yo era
un bebé. Los padres de Emmett lo abandonaron y en realidad, la madre de Edward hizo lo
mismo. Pero los Cullen no son una familia que abandonen a sus hijos. Aunque Edward tenga
la cabeza tan lejos de su culo que no hable contigo, tú nos tienes el resto de nosotros… a mí y
a Jasper, Emmett y Rose y su bebé, mi papá... ¿No crees que a mi mamá no le hubiera
encantado tener un nieto? Somos tu familia y te amaríamos a ti y a tu bebé para siempre. No
te preocupes. Todo va a estar bien. Te lo prometo.

593
Las dos amigas esperaron que las lágrimas de Bella disminuyeran y cuando terminó,
Alice caminó hacia el armario y rebuscó en el interior, sacando una pequeña bolsa de viaje.
La colocó en el suelo y abrió la cremallera.
—¿Qué estás haciendo? —Preguntó Bella, limpiándose su nariz con un pañuelo de
papel.
—Estoy empacando por ti.
—¿Por qué?
—Rose nos reservó una suite en el Four Seasons, pensando que necesitábamos tener
una fiesta de pijamas. Era su manera de decir que siente no poder estar aquí. Buscaremos
una prueba de embarazo en el camino y luego pediremos servicio de habitaciones y
ahogaremos las penas en carbohidratos complejos, chocolate y vino. —Alice miró a Bella—.
Creo que voy a tener que beber por las dos.
Bella se frotó el estómago distraídamente y luego entró en el baño para limpiarse.
La mera posibilidad de un embarazo era demasiado para soportarlo. Edward había
jurado que era estéril. Que se esterilizó voluntariamente. ¿Cómo esto pudo haber sucedido
seis años después de su operación?
Mal karma.
Pero Bella no podía dejar pasar ese pensamiento fugaz sin cuestionarlo. Su embarazo
no fue el resultado de un mal karma; sino que era la naturaleza de las cosas. Hombres y
mujeres se amaban y producían niños. Fue la vasectomía preventiva la que había tratado de
eludir la naturaleza. Y si Edward no había cambiado, y si lo conocía en absoluto, entonces él
le daría la bienvenida a su bebé.
Él sería feliz. Incluso si ya no fuera feliz con ella.
Pensó en su conversación acerca de la adopción cuando lo había seguido en el bosque
en Navidad. Él quería darle un niño. Él se lo dijo. Y no importa dónde se encontrara en el
mundo o lo que estuviera haciendo, él no abandonará a su bebé.
Y ese simple pensamiento le dio esperanza.
Una hora después, Alice y Bella estaban instaladas cómodamente en una suite en el
Four Seasons, la cual estaba más o menos a una cuadra del edificio de Edward.
Alice había visitado una farmacia y comprado cuatro diferentes pruebas de embarazo
de varios tamaños y precisiones, "por si acaso". Las colocó al azar en el tocador del baño y
luego procedió a llamar a Bella para un baño de burbujas en una bañera gigante.
—Voy a llamar a Jasper para decirle que llegue y luego voy a pedir una comida muy
grande y una botella de vino. Trata de relajarte.
Bella hizo lo que le dijo.
Mientras estaba recostada, con los ojos cerrados en la bañera, trató de planear lo que
iba a decirle a Edward. Pero su mente seguía revoloteando de un problema a otro.
Para su crédito, ni siquiera pensó en lo que pasaría con sus planes para Harvard o de
su futuro académico. Tenía cosas más importantes y más inmediatas que considerar.
Esta es la peor semana posible para que esto suceda. Se supone que debo estar terminando mi
tesis. ¿Qué pasa si pierdo el plazo?
Bella decidió rápidamente que si se preocupaba por su tesis más que por estar
embarazada, caería en un ataque de pánico. Así que centró su atención en un niño pelirrojo
con ojos verdes y permitió que la imagen la consolara.
Aunque Edward no me quiera más, tener una parte de él para siempre sería algo bueno. El bebé
de Edward tiene que ser el resultado de un milagro...
La simple idea de haber creado un hijo con su amado Edward era algo mágico para
pensar, a pesar de sus temores. Y fue esa la idea con la que se aferró en medio de todo su
nerviosismo y ansiedad.
Treinta minutos más tarde, Bella se envolvió en una de las batas de baño mullidas de
Four y salió a la sala de estar de la suite.

594
Alice estaba preparando la mesa con los frutos del servicio de habitación, dos grandes
platos de pasta boloñesa, ensalada, dos grandes pedazos de pastel de chocolate y una botella
de Chianti.
Bella no estaba segura de que pudiera comer lo que se le ofrecía; su estómago estaba
demasiado revuelto para la comida. Pero se sentó en el sofá con las piernas dobladas por
debajo de sus talones y vio a Alice comer.
Para una persona pequeña, Alice tenía un apetito muy grande.
—Te debo una disculpa —dijo entre bocado y bocado de pasta—. No quise ser tan dura
sobre el control de la natalidad. Sobre todo ahora. —Sus ojos vagaron de forma automática a
mirar panza de Bella, que estaba oculta por la bata de baño.
—Tenías razón. Pero las cosas son más complicadas que eso. —Bella jugó con el
cinturón de la bata, mientras pensaba en cómo decir lo que tenía que decir—. Edward fue un
caballero cuando estábamos juntos. Él se ofreció a usar condones, pero le dije que no.
Alice dejó caer el tenedor que se estrelló contra un lado de su plato—. ¿Por qué hiciste
eso?
Bella se enrolló internamente, como si haciéndose más pequeña eliminaría la molestia
de Alice.
—Me dijo que se había hecho pruebas y que estaba sano. Dijo que uso condones con
las… otras. Yo mire a sus ojos y no tenía ninguna razón para pensar que estuviera mintiendo.
Y quería estar cerca de él. Así que le dije que no.
Alice puso sus ojos en blanco y luego tomó un sorbo de vino.
—¿Qué paso con el control de natalidad?
Bella centró su atención en las manos, las cuales se retorcieron sobre su regazo—. Él
dijo que no podía tener hijos. Y una vez más, no tenía ninguna razón para no creerle.
—Mira, esa es la parte que no entiendo. No quiero ni pensar que iba a mentir sobre eso.
Pero esta es la primera vez que he oído hablar de ello. —Alice le dio a Bella una mirada
burlona—. ¿Estás absolutamente segura? ¿Estás segura de que no lo confundiste?
—Él fue muy claro. En más de una ocasión, pero Edward está... avergonzado de un
montón de cosas.
Alice asintió con la cabeza y volvió a su comida, sintiéndose de pronto como si se
hubiera conectado su línea de pesca a una ballena en lugar de, digamos, una trucha.
—Lamento beber en frente de ti, pero realmente lo necesito. —Levantó su copa en tono
de disculpa.
—Está bien. Yo no bebo mucho, de todos modos, pero he estado bebiendo. ¿Eso le hará
daño al bebé? —Bella se aferró a su cintura cuando una oleada de náusea se apoderó de ella.
—No lo sé. Vamos a tener que llamar a mi papá.
Bella negó con la cabeza—. No antes de hablar con Edward.
Alice suspiró, pero no discutió.
Una hora más tarde, Alice casi había terminado el vino y se sentía muy alegre mientras
ella y Bella estaban extendidas en la gran cama de matrimonio, en sus batas de baños que
combinaban.
Alentada por una rebanada muy buena de torta de chocolate, Bella describió lo que
había sucedido en el Tribunal y Alice, para su crédito, se resistió a interrumpirla.
—No sé, Bella, suena bastante corto y seco para mí. Edward debe haberse culpado a sí
mismo para poder protegerte. Estoy bastante segura de que no iba a pasar por todo eso
únicamente para mantener su trabajo. Él siempre puede conseguir otro. Y no necesita el
dinero. Lo que no entiendo es por qué no fue más explícito sobre lo que estaba haciendo. Por
qué no te agarro después y te dijo te amo pero tenemos que esperar que esto pase o algo así. —
Alice se rió descaradamente—. Conociendo a Edward, él habría recitado algo en pentámetro
yámbico simplemente porque podía hacerlo.
Alice estaba borracha.

595
—Tal vez Edward estaba contento de deshacerse de mí.
Alice se inclinó para recoger una almohada y la arrojó a la cara de Bella—. Ni siquiera
empieces con esa mierda. Él te ama y ahora tendrá otro motivo para amarte.
Bella apretó la almohada contra su pecho mientras se recostaba en su lado—. ¿Cómo
puedes estar tan segura?
—¿Cómo puedes dudar de él tan fácilmente? No es un adolescente con un
enamoramiento de la escuela. Es un hombre adulto que sabe quién es y lo que quiere. Confía
en mí, le llevó toda una vida para tener el coraje de amar a alguien. No dejara de hacerlo
únicamente porque algún comité estúpido le dijo que lo hiciera. Ten un poco de fe.
—Si él me amara, me hablaría. Me hubiese prometido que volvería. Pero no lo hizo.
Alice gimió y rodó sobre su costado para poder enfrentar a su amiga.
—No lo tome a mal, Bella, pero tu autoestima no es tu mejor cualidad. Probablemente
te has dicho a ti misma todo el tiempo que no eres digna de él y que a la larga, te dejaría. Y lo
que sea que… que esta puta mierda sea, está jugado directamente en esas inseguridades.
Bella parpadeó ante la franqueza de Alice. Y después sus ojos se estrecharon—. Cuáles
sean que fueran mis fallas, él aún tomó una decisión unilateral y se negó a dejarme entrar en
ella. ¿Qué clase de persona hace eso?
Alice se tapó la cara con las manos en la frustración antes de colocarlas a sus lados.
—Bella, escúchate a ti misma. ¿De verdad crees que Edward es un monstruo? ¿Que te
mintió cada vez que te dijo que te amaba, que estaba jugando contigo únicamente para
divertirse? ¿Y que sucede si él descubrió que esos estúpidos Vulturis-Buitres* iban a hacerte
daño? Si estuvieses parada en el medio de la carretera y un coche fuera a golpearte, Edward
se precipitaría hacia el tráfico para empujarte fuera del camino, incluso si eso significara que
podría ser golpeado. No te enviaría un correo electrónico para preguntarte primero. —Alice
empezó a reírse de su propia analogía, mientras que Bella hizo una mueca—. Sabes cómo son
los hombres... son decididos. Estaba tan concentrado en los Vulturis-Buitres, que
probablemente nunca se le ocurrió que podrías pensar que no te quería más. Hasta que él
diga lo contrario, estoy segura que piensa que ustedes dos siguen siendo una pareja.
—No, no lo somos. No me ha dado ninguna indicación de que alguna vez va a volver.
No puedo verlo y él no quiere hablar conmigo.
Alice bostezó ruidosamente—. Solamente hasta la graduación.
—¿Qué dijiste?
—La Universidad únicamente tiene poder sobre ti mientras seas todavía un estudiante.
Una vez que te gradúes, puedes decirle que se jodan a sí mismos.
—No si Edward sigue trabajando para ellos. Les prometió que me dejaría. Él mismo
me lo dijo.
Alice echó un brazo sobre sus ojos—. Esa es la parte que no entiendo. ¿Por qué Edward
no renunció? Los académicos son como extraterrestres. ¿Por qué no pueden hacer las cosas
como gente normal?
Bella rodó sobre su espalda y examinó el techo, haciéndose a sí misma una pregunta
similar.
Después de unos minutos de silencio compartido, quiso darle voz a su otro gran temor.
—¿Alice?
—¿Uh huh?
—¿Qué pasaría si Edward regresa algún día, pero se sintió solo mientras estuvo fuera?
Alice hizo una pausa antes de responder.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir… ¿qué sucede si él duerme con alguien más?
____
*En ingles es Vulture-y, es un juego de palabras, para decir Buitres porque los nombres
son parecidos.

596
Alice se quedó callada por un momento. Tan callada, que Bella comenzó a repetir la
pregunta, pero Alice la interrumpió.
—¿De verdad crees que él haría eso?
—Si él es soltero, puede salir con quien quiera.
—¿Qué tan bien ustedes dos se conocen?
—Alice, estoy embarazada. Yo diría que nos conocemos bastante bien. ¿Por qué?
Alice rodó sobre su estómago y miró a Bella.
—Porque lo que estás sugiriendo es cruel. Si Edward fuera una persona cruel, entonces
tal vez encontraría a alguien con quien follar mientras están en un descanso. Pero de alguna
manera no puedo imaginármelo haciendo eso. Si te conociera de verdad, sabría de tu pasado
con él, y sabría que ese tipo de traición mataría cualquier posibilidad de un futuro. Y sería un
idiota si lo hiciera.
Bella asintió con la cabeza y decidió en ese momento no decirle a Alice sobre el anillo
de bodas que Edward había supuestamente llevado.
—Si se acuesta con otra persona y lo descubres, dile que no se moleste en volver. —Su
voz era afilada.
Alice gimió—. Está bien. Pero, créeme, si Edward hace eso además de embarazarte,
perderte a ti será la menor de sus preocupaciones. Emmett y Rose lo destriparían. Y entonces
mi padre tendrá que decir su oración fúnebre sobre sus entrañas.

-
Después que las dos amigas se retiraron por la noche, Bella pasó varias horas dando
vueltas y vueltas. Cuando por fin su inquietud obtuvo lo mejor de ella, caminó en puntillas
hasta el baño, cerrando la puerta antes de encender la luz.
Alice estaba muerta para el mundo y roncando, extendida diagonalmente sobre la
cama de matrimonio.
Ahora sería un buen momento para que Bella descubriera la respuesta a por lo menos
una de sus insistentes preguntas.
Eligió la prueba más simple de embarazo entre las cuatro disponibles y con una
respiración profunda y una oración en silencio en busca de ayuda, (en cualquiera de las
formas que estuviera disponible en ese momento), siguió las instrucciones religiosamente.
Mientras esperaba los minutos necesarios para los resultados, se miró en el espejo.
Lo que vio le desagrado. Grandemente.
Ojeras, piel pálida, ojos llorosos, venas visibles en su cuello y la garganta... Iba a tener
que cuidarse mejor por el bien del bebé. Iba a tener que comer mejor y mantenerse alejada
del alcohol. Y el estrés.
¿Cómo voy a explicarle esto a Katherine? ¿O a Peter?
Y ¿qué pasa con Charlie? Él seguramente va a dispararle a Edward.
Cuando pasó el tiempo necesario, además de un minuto o dos más por si acaso, tomó
la prueba y miró la pantallita.
Y entonces se tapó la boca y rompió a llorar.

-
"Bebé, abre los ojos."
Su voz era cálida y espesa a medida que se movía dentro de ella, distribuyendo su peso
en los antebrazos a ambos lados de sus hombros.
Él se inclinó para llevar la delicada piel del interior de su bíceps en su boca, besándola
y luego succionando ligeramente. Era lo suficiente para jugar con ella y quizás dejar una
pequeña marca.
Sabía que esto la volvía loca.

597
—No puedo —jadeó ella entre gemidos. Cada vez que se movía enviaba las
sensaciones más maravillosas cursando a través de su cuerpo.
Hasta que él se detuvo.
De repente, los párpados se ella se abrieron.
Él frotó su nariz contra la de ella y le sonrió.
—Necesito verte.
Los ojos de él eran suaves, pero intensos, como si estuvieran reteniendo la llama del
deseo momentáneamente.
—Es difícil para mí mantener mis ojos abiertos. —Ella gimió un poco mientras él se
movía dentro de ella una vez más.
—Inténtalo por mí, amor. —La besó suavemente—. Te amo tanto.
—Entonces, ¿por qué me dejaste?
Edward la miró con disgusto.
—No lo hice...

-
El sueño de Bella era tan tentador que no oyó a Alice despertarse poco antes del
mediodía, maldiciendo al vino y los dolores de cabeza y el jet lag. Caminó inquieta al baño,
tomándose un par de aspirinas con un vaso grande de agua antes de liberarse.
Mientras se lavaba las manos vio las cuatro pruebas de embarazo usadas todas puestas
en una fila en el tocador.
Mierda, pensó Alice. Ella hizo esto sin mí.
Alice tomó la primera prueba y leyó el resultado.
Luego tomó la segunda y después la tercera.
Y, por último, la cuarta.
Las cuatro pruebas tenían el mismo resultado.
No está embarazada.
Una hora más tarde, Alice había terminado de almorzar y estaba empezando a sentirse
humana de nuevo cerca de su tercera taza de café. Mientras esperaba que Bella saliera de la
habitación, se sentó estirada en el sofá de la sala hablando con Jasper.
Su conversación de la noche anterior había sido breve. Jasper había sabido que el usual
ánimo lleno de vida de Alice se había humedecido por los problemas de Bella, pero no la
había presionado para obtener más detalles.
Ahora ella se sintió libre para explicar que Bella estaba definitivamente afligida por la
partida repentina y silenciosa de Edward, pero que considerando todas las cosas, lo estaba
haciendo bien.
Jasper compartió el escepticismo de Alice sobre la negación de Edward de contactar a
Bella directamente y declararse, en verdadera forma texana, que podría ser conveniente
confrontar a Edward "de hombre a hombre" y tratar con él antes de que él y Bella se
encontraran uno con el otro en la boda.
Alice le pidió a su prometido que le diera al asunto un poco de tiempo y luego señaló
que Edward había estado escondiéndose de la familia y que nadie sabía exactamente dónde
estaba en ese momento, de todos modos.
También olvidó mencionar el susto de embarazo de Bella, sabiendo que ese evento
solamente incitaría aún más la ira de Jasper. Y le pidió no avivar el fuego de la ira de
Emmett. O de Rose.
Luego, con una breve discusión de algunos temas relacionados con la boda, concluyó
la conversación diciéndole que lo amaba y que seguía estando muy emocionada por la boda
de agosto.
—Yo nunca podría hacer lo que hizo Edward —dijo Jasper suavemente—. Nunca
podría dejarte. Por ninguna razón. Casado o no.

598
La voz de Alice quedó atrapada en su garganta. Tragó un par de veces—. Sé eso,
cariño. Pero algo me dice que él todavía la ama y que va a regresar. Solamente no sé lo que
está esperando.
Y con eso, la feliz pareja se despidió.
—¿Jasper está bien? —Preguntó Bella mientras entraba en la sala de estar.
Alice agitó una mano—. Oh, él está bien. Pero te envía un abrazo y quiere que sepas
que te echa de menos. ¿Almuerzo?
—Claro.
Alice dio paso a Bella hacia la pequeña mesa en la esquina y le ofreció café de una jarra,
junto con algo de fruta fresca, yogurt y muesli.
Y entonces las dos amigas se sentaron y esperaron a que la otra señalara el elefante en
la habitación que equivalía a las pruebas que esperaban un poco pacientemente en el tocador
del baño.
Fiel a los precedentes, Alice fue la primera en romperse bajo presión.
—Así que... no estás embarazada.
Bella asintió.
—¿Estás aliviada?
Bella parecía en conflicto de repente, girando la servilleta de tela y otra vez en sus
manos.
—Um, cuanto más pensaba en ello, más quería tener un hijo de Edward. Sin importar
nada. Ahora... me siento vacía. Como si hubiese perdido algo más.
Bella centró su atención en su muesli para evitar que salieran las lágrimas. Se sentía
más sola en ese momento de lo que se había sentido el día que Edward le envió a casa de su
edificio.
Alice apretó la mano de su amiga con simpatía.
—Lamento que estés decepcionada. Pero honestamente no creo que este sea el fin de ti
y Edward. Sin embargo, creo que tienes que ir al médico. Aunque Edward dijo que estaba
limpio, por tu propio bien, debes hacerte pruebas. Y debes informarle a tu médico que estás
perdiendo los períodos. Eso no es bueno.
Bella mordió un pedazo de fresa, pensativa—. Leí un libro una vez en el que una niña
no tuvo su período por años.
—¿Qué libro fue ese?
—Eva Luna de Isabel Allende.
Alice asintió con la cabeza pero no dijo nada, ya que no estaba familiarizada con
autores latinoamericanos. Después de unos momentos de silencio, sacó su teléfono. —Tengo
el nuevo número de celular de Edward y su dirección de correo electrónico. ¿Quieres que lo
llame?
—No.
Alice frunció el ceño—. ¿Por qué no?
—Porque no importa lo que él diga voy a llorar. Y después de anoche, no puedo
soportar más lágrimas. —El labio inferior de Bella empezó a temblar.
La expresión de Alice se suavizó.
—Estoy segura de que quiere hablar contigo... si estás sufriendo, también lo está
haciendo él.
—Cuando me llamé, hablaré con él. Pero no voy a volver a exponerme únicamente
para ser rechazada. No puedo soportarlo. —Tomó un sorbo de café, lentamente mientras un
pensamiento venía a ella—. Tal vez él estará en mi graduación. Ya no seré una estudiante.
El rostro de Bella se iluminó, lo que animó Alice considerablemente.
—¿Ves? Eso es probablemente lo que Edward había planeado desde el principio. Te
vera en tu graduación. ¿Cuándo es eso?
—El once de junio.

599
Alice juró oblicuamente por lo avanzado de la fecha y luego recogió el IPhone de Bella,
y rápidamente introdujo la nueva información de contacto de Edward en su lista de
favoritos.
Más tarde, Alice y Bella regresaron a su apartamento para que pudiera alimentar a JD y
también elegir un vestido y tacones de aguja que eran, en palabras de Alice, "dignos de un
club".
Alice había pasado la mayor parte de la tarde engatusando a su amiga con el fin de
convencerla que deberían celebrar que superaron la alarma de embarazo y la llegada de la
graduación con un poco de baile.
A pesar del hecho de que era lunes por la noche.
—Tienes que usar esto —Alice sacó el vestido azul Santorini de Bella y los tacones de
Christian Louboutin, lo que casualmente había sido el traje que había usado la última vez
que fueron a bailar.
—Absolutamente no. —Bella explicó su reticencia a toda prisa y después de un breve
intercambio, Alice accedió.
Lo que básicamente significaba que Bella tuvo que usar sus viejos tacones de Prada y
vestido de cuello v negro, los cuales eran de hace varios años, pero seguían siendo
inteligente.
—¿Qué pasó con todas las cosas que Edward te compró? —La voz de Alice era
apagado mientras revisaba el pequeño armario de Bella.
—las devolví.
—¿Tú, qué? —Alice sacó su cabeza por la puerta del armario, con un look muy
desaprobatorio en su rostro.
—Él rompió conmigo. Yo regresé sus regalos. No los quería ya.
Alice miró a Bella en estado de shock.
—¿Estás bromeando? Te compró esas cosas porque quería que las tuvieras. ¿Qué
diablos va a hacer con los zapatos de diseño y la ropa interior de lujo? ¿Usarlos él mismo? —
Alice resopló mientras desaparecía de nuevo en el armario—. Además, no estoy convencida
de que en realidad rompió contigo. ¡Él nunca dijo que las palabras!
Bella se mordió las uñas pero no dijo nada, esperando contra toda esperanza que Alice
no sacara a colación los diamante de Esme. No quería explicar el hecho de que también los
hubiera regresado.
Cuando por fin estaban completamente vestidas y listas para bailar, Alicia llamó por
teléfono al conserje en el Four Seasons para obtener una recomendación para un club de
baile.
Por supuesto, él sugirió que fueran al Lobby, que estaba a la vuelta de la esquina.
—De ninguna manera en el infierno —dijo Bella.
—Es cerca, así que podemos caminar a casa después. Solamente tomaremos un trago y
tal vez un baile o dos y luego nos iremos. Estará vacío en una noche entre semana, de todos
modos. Así que vamos.
Alice era una fuerza de la naturaleza y no se frustraría, por lo que Bella pronto se
encontró estrechando la mano de Laurent en la puerta del Lobby y después siguiéndolo en el
club.
—Es bueno verte de nuevo, Isabella.
—También a ti. Laurent. ¿Cómo va todo?
—Bien. Bien. Irina y yo vamos a casarnos. —La cara de Laurent se iluminó con una
amplia sonrisa.
—Felicitaciones. Me alegro por ti.
—Gracias. ¿Y quién es tu amiga?
—Esta es Alice.

600
—Bienvenidas, señoritas. Lunes por la noche son noches de jazz, por lo que la música
será en clave baja. Puedo llevarte a la sección VIP, si lo deseas.
Con una cálida bienvenida de todo el personal, que eran más bien pocos los que
trabajaban esa noche, Alice y Bella se encontraron en las banquetas de color blanco con
exactamente los mismos cócteles que tenían cuando Edward los acompañaba.
Bella tomó un sorbo de su Cosmopolitan y trató con bastante esfuerzo de no recordar
lo que había sido bailar con Edward su canción.
A decir verdad, trató de no pensar en Edward. Punto.
—¿No es esto mejor que estar en la casa llorando? —preguntó Alice, mientras golpeaba
el pie contra el suelo por la música.
Bella tuvo que estar de acuerdo.
Y luego Alice frunció el ceño—. Sé que me estoy olvidando de algo. Algo que papá o
Edward me dijeron que te dijera. No puedo recordar lo que era.
Ella cerró los ojos por un momento y Bella vio cómo sus labios se movían en silencio,
como si el movimiento fuera una ayuda a su memoria.
Sin embargo, Alicia no tuvo mucho tiempo para recordar, ya que fue interrumpida casi
de inmediato por un banquero alto, rubio, que era sorprendentemente familiar.
—¿Bella? —Él la miró, sonriendo ampliamente.
—Michael.
Parecía aliviado—. Recuerdas mi nombre.
—Sí. Michael, esta es mi amiga Alice.
El banquero le dio la mano cortésmente a Alice y luego volvió los ojos ansiosos de
regreso a Bella—. ¿Quieres bailar?
Bella abrió la boca para negarse, pero una respuesta completamente diferente salió—.
Está bien.
Alice le dirigió una mirada de advertencia, pero Bella tomó la mano de Michael y se
dejó llevar a la pista de baile. Hizo una pausa mientras hablaba con el DJ, presumiblemente
para pedirle que tocara algo más lento. Cosa que él hizo.
Bella casi se traga la lengua cuando oyó la voz de Diana Krall.
Afortunadamente, la canción era solamente Wonderful de George Gershwin.
—Nunca llamaste. —Su voz no era acusatoria, más bien melancólica.
—No, no lo hice.
—Estuve devastado.
Bella lo miró con escepticismo—. Únicamente nos vimos una vez.
—Pero nunca te volví a ver.
—Empecé a salir alguien.
Michael suspiró y acercó su cara más a la suya—. Yo también. Fue un desastre. ¿Y tú?
Bella miró hacia el suelo.
—Él rompió mi corazón —susurró.
—Lo siento.
Ella se encogió de hombros y apartó la mirada.
Michael apretó su mano contra su espalda con un poco más de fuerza.
—¿Así que… terminaron?
—Tal vez. Es complicado.
—Eso suena como una actualización de la relación de Facebook.
Estaba tratando de hacerla reír, pero todo lo que recibió fue una sonrisa tensa.
—Lo siento, Bella.
Él se quedó callado por un momento, pero tiró de ella más de cerca, manteniendo una
respetuosa distancia entre sus cuerpos.
Michael era un caballero.

601
—Entonces, dime por qué estás aquí en un lunes por la noche —le preguntó Bella,
cambiando de tema.
—Es la temporada de impuestos, lo que significa que estoy muy ocupado en el trabajo.
Cada vez que tengo una noche libre, me gusta salir. Un par de tipos de trabajo son
aficionados al jazz por lo que estamos aquí todos los lunes. —Echó un vistazo al club medio
lleno—. Puedo ver por qué los prefieren a los viernes. Es más tranquilo. Y menos concurrido.
Bella estuvo de acuerdo.
Se quedaron callados por un momento o dos hasta que ella decidió romper el silencio.
—Lamento que tu relación fuera un desastre. —Miró a los ojos brillantes de color azul
con simpatía.
—Fue mi culpa, en realidad. Era atractiva, pero... desagradable. —Se rió con tristeza—.
Supongo que eso me enseña sobre no ser superficial. Debí de haberme quedado con mi
intención de solamente salir con chicas buenas. Como tú.
Bella se sonrojó y desvió la mirada.
Se quedaron en silencio por el resto del baile y Bella tuvo que admitir que Michael era
guapo y muy agradable. Él era más sofisticado y pulido que Peter y más tranquilo y
sosegado que Edward.
Pero sabía sin lugar a dudas que nunca ganaría su corazón.
Cuando ella le agradeció el baile, él le besó la parte posterior de su mano, acariciando
suavemente los nudillos con el pulgar.
—Bella, voy a pedirte de nuevo que me llames. Pero no estoy listo para decirte buenas
noches todavía.
Mientras avanzaba la noche, Michael se unió a Alice y Bella en la banqueta. Era buena
compañía y mantuvo al resto de los hombres depredadores a raya.
Al final de su segundo cóctel, Alice le había agradado Michael y los dos entraron en
una discusión entusiasta de las pequeñas empresas y las inversiones corporativas.
Cuando empezaron a discutir los planes de pensiones, Bella se excusó para ir al baño.
Acababa de secarse las manos y estaba arreglando su maquillaje en el espejo cuando
una figura alta se colocó detrás de ella.
—Es gracioso verte a ti aquí.
Bella se dio la vuelta lentamente.
Ángela Webber se paró ante ella con los brazos cruzados, dedos tamborileando en
contra de su codo.
—Pensé que este club no estaba a la altura del bombo —se burló ella.
Bella optó por ignorarla y rápidamente tomó un paso hacia un costado, cerca de la
puerta.
Pero Ángela le cortó el paso.
—Crees que eres tan inteligente —dijo furiosa—. ¡Pero no eres más que un pedazo de
basura!
Bella negó con la cabeza y murmuró algo acerca de la presunta intoxicación de Ángela,
envolviendo sus brazos alrededor de su cintura protectoramente.
—Estoy fuera del programa gracias a ti. Edward ni siquiera quiere hablar conmigo. Y
para colmo, ¡te estás ofreciendo a mi exnovio!
—Ángela, no sé de qué estás hablando. —Bella intentó de sobrepasarla, pero Ángela se
paró frente a ella una vez más.
—Oh, no, ¿con quién acabas de bailar? Toma mi consejo, Michael no es su tipo.
¿Ángela y Michael? La idea parecía increíble.
—Si lo quieres, entonces ve a buscarlo. No me interpondré en tu camino. —Bella hizo
un gesto con la mano un poco nerviosamente hacia la puerta.
Los ojos de Ángela se estrecharon—. ¿Cuánto tiempo lo has estado viendo?
—No lo hago. Lo he visto dos veces. Una vez el pasado otoño y esta noche.

602
—Así que eras tú —susurró Ángela.
Bella arrugó sus cejas con incredulidad.
—No tengo ni idea de qué estás hablando. —Llegó a la puerta, pero Ángela empujó
bruscamente la mano a un lado.
—Tienes a todo el mundo engañados, pero a mi no me engañas. No eres más que una
puta que pasó todo su trayecto de la escuela de postgrado follando y se salió con la suya.
Voy a tener que empezar de nuevo ahora gracias a ti. ¿Qué programa de postgrado me va a
aceptar ahora que he sido expulsada? ¡Mi carrera está arruinada!
Ángela comenzó a jurar profusamente, con las mejillas rojas y los ojos brillantes,
apretando y relajando sus puños a los costados.
Bella se irguió en toda su altura, lo cual se debía admitir que no era demasiada, y miró
a Ángela directamente a los ojos.
—Ángela, déjame salir de aquí. Sé que ya hay una orden de restricción contra ti. Si no
te apartas de mi camino en este momento, voy a gritar muy alto. Y entonces tendrás que
lidiar con la seguridad.
Ángela hizo una sonrisa lenta y amenazante.
—Digamos que estoy familiarizada con la seguridad. Y no creo que tenga nada de qué
preocuparme.
Bella se precipitó hacia la puerta, con la esperanza de escapar.
Y entonces sucedieron varias cosas a la vez.
Con un grito, Ángela se abalanzó hacia ella, agarrando un puñado del pelo largo
jalándola hacia atrás, apartándola de la puerta.
Bella luchó para mantenerse en pie, tambaleándose sobre sus zapatos de tacón alto y
moviendo la cabeza para tratar de aflojar el agarre de Ángela.
Dos mujeres mayores escogieron ese momento muy inoportuno para espolvorear su
nariz y entraron en la pelea de gatas, jadeando por la escena delante de ellas.
Ajenas a los testigos detrás de ellas, Ángela y Bella empezaron a luchar.
Bella lanzó un grito de dolor mientras su pelo fue prácticamente jalado desde el cuero
cabelludo y fue girada como un muñeco de trapo.
—Voy a disfrutar aplastar tu cara —susurró Ángela mientras tiraba del pelo de Bella—.
Y no me digas que no te follaste a Michael también. Vi la forma en que estaba bailando
contigo.
Mientras Ángela se preparaba para golpear a Bella en la pared algo verdaderamente
inesperado ocurrió.
Algo terrible y maravilloso y, posiblemente más que un poco fuera de su carácter.
Bella luchó de vuelta.
Bella, la franciscana tímida, que siempre ponía la otra mejilla, decidió que los tiempos
desesperados requerían medidas agresivas.
Antes de que Ángela pudiera destruir su cara contra la pared del baño, Bella encerró
los dedos meñiques en un puño apretado y luego se lanzó salvajemente, conectándolo con la
nariz de Ángela y haciendo que la sangre brotara entre ellas.
Ángela liberó a Bella inmediatamente, gritando de dolor mientras mantenía su mano
sobre su cara, la sangre se filtraba entre los dedos.
Cuando Bella recobró su aliento, rápidamente salió corriendo pasando a las dos
testigos, que estaban jadeando en horror silencioso, congeladas, y fue a buscar a Laurent.
Laurent estuvo más que un poco sorprendido de que una pelea de gatas se produjera
en un lunes por la noche. Tomando en cuenta sus propias observaciones de Ángela, además
de una pequeña cinta de vídeo que tenía de Ángela fraternizando con Lucas después que
cerraran, estaba muy deseoso de llamar a la policía y hacer que trataran con ella. Y después
la iba a exiliar del club… para siempre.

603
Michael, quien se sorprendió de que Ángela y Bella se conocieran entre sí, confirmó
avergonzado que había comenzado a salir con Ángela en algún momento de otoño y que
había roto con ella justo antes de Navidad.
No se había dado cuenta de lo inestable que era.
La posibilidad de que Bella obtuviera satisfacción legal en contra de Ángela lo alegró
mucho, aunque estaba más que un poco decepcionado de que ella se negara a prometer que
lo llamaría y que terminara su interacción con un adiós y un abrazo casto.
Una hora y media después, Alice y Bella fueron capaces de dejar el club y marcharse a
casa, con el conocimiento seguro de que Ángela había sido arrestada por asalto.
Las dos testigos y Laurent se habían asegurado de que Bella fuera liberada, con el
entendimiento de que ella era la víctima y había reaccionado en defensa propia.
Bella no estaba ansiosa de llamar a Victoria al día siguiente para explicar lo que había
sucedido, pero sabía que Victoria sería más que hábil en defenderla.
Al entrar en la suite, Alice rápidamente llamó por teléfono a Emmett para que Bella le
pudiera dar una cuenta paso a paso de lo que sucedió.
Tanto Emmett como Rose estaban debidamente impresionados con la demostración
inesperada de Bella de coraje y podrían haber sugerido que canalizara esa energía en patearle
el culo a un cierto especialista de Dante. Varias veces.
Cabe señalar, sin embargo, que la noche terminó con Bella declinando educadamente la
sugerencia de Alice de memorizar ese acontecimiento con un tatuaje de la Mujer Maravilla
en el trasero de Bella.

-
Edward estaba en el centro de la cama, los ojos cerrados, mientras ella trazaba besos
lánguidos con la boca abierta a través de sus pectorales, deteniéndose reverentemente para
besar su tatuaje, antes de extender sus atenciones a sus abdominales.
Un juramento salió de su boca mientras ella pasaba los dedos suavemente arriba y
abajo de los músculos bien definidos antes trazar su lengua alrededor de su ombligo.
Ha pasado tanto tiempo...
Ese fue el pensamiento que le vino a la mente mientras ella suavemente trazaba a piel y
el vello debajo de su ombligo antes de extender una mano para agarrarlo firmemente.
Él movió sus caderas.
Ella le estaba acariciando ahora y él jadeaba, incluso rogando. Jugaba con él sin prisa,
su pelo largo y sedoso acariciaba la parte superior de los muslos, antes de llevarlo a la cálida
humedad de su boca vacía.
Edward murmuró una palabrota mansa pero sorpresiva mientras él mismo se
entregaba a las sensaciones, antes de tejer con sus dedos en el pelo de ella...
Y luego una sensación de malestar se apoderó de él al recordar lo que había sucedido
la última vez que lo había hecho.
Retiró la mano de inmediato, preocupado por haberla asustado.
—Lo siento —susurró él—. Lo olvide.
Una mano fría y fuerte lo agarró por la muñeca antes de tirar de regreso para agarrar la
cabeza con rudeza.
—¿Qué coño se te olvidó? ¿Cómo disfrutar de una mamada?
Los ojos de Edward se abrieron de golpe al oír la voz inesperada y la risa maníaca.
Y luego en horror absoluto él miró hacia los ojos azules entornados.
Tanya.
Estaba desnuda y acuclillara sobre él como una arpía, sonriendo con aire de suficiencia
mientras lo sostenía cerca de su boca.
Edward retrocedió de inmediato, gritando improperios y desplazándose hacia atrás
contra el respaldo mientras ella se sentaba sobre sus talones y se reía.

604
Su risa era escalofriante.
Ella señaló a su nariz y le indicó que limpiara los restos de cocaína de los orificios.
¿Qué he hecho?
Se frotó la cara rudamente con ambas manos.
Y después comenzó a hacer arcadas, golpes secos en un lado de la cama.
Cuando volvió en sí, extendió su mano izquierda para mostrarle su anillo… pero no
había ninguno.
El anillo de bodas ya no estaba.
Tanya se rió de nuevo y empezó a gatear hacia él, los ojos salvajes, colocando una
mano alrededor de su tobillo derecho y jalándolo hacia ella...
Edward luchó contra ella y luego despertó en un sobresalto.
Se removió alrededor, mirando fijamente por cualquier rastro de ella.
Pero no había ninguno.
Estaba solo.
Él estaba en una habitación vacía en el Hotel Parker House y acababa de despertar de
la más terrible pesadilla.
Pasó las piernas por el lado de la cama y puso su rostro entre sus manos, sus hombros
temblaban.

-
La oscuridad era espesa y Edward sintió deslizarse lentamente, poco a poco.
Sus actividades actuales habían agregado una gran cantidad de presión sobre él.
Cuando la presión se acoplaba con un sentido notable de la pérdida, hacia casi imposible que
funcionara en un nivel alto sin algún tipo de apoyo o de salida.
Cada día se hacía más difícil. Todos los días bebía mucho más. Cada día se daba cuenta
de que tenía que hacer algo antes de que descendiera de nuevo en sus viejos mecanismos de
afrontamiento y arruinara su futuro… permanentemente.
Así que siguió sus instintos y corrió.
En un lapso de veinticuatro horas, Edward había huido de la oscuridad que lo asaltaba
y se registró en el Hotel Gallery Art en Florencia.
Fue con muy corto aviso, pero él había convencido al gerente que le dieran la misma
suite en la que Bella y él habían consumado su relación.
Mientras entraba en la habitación, casi esperaba verla. O por lo menos, ver señales de
ella. Un par de zapatos tirados por descuido en una mesa de café. Un vestido de tafetán
desplegado en el suelo junto a una pared blanca. Una bata esparcida por la cama sin hacer...
Pero, por supuesto, ella no estaba allí.
Después de un sueño relativamente reparador y una ducha, Edward contacto a su viejo
amigo Dottore Vitali de la Galería de los Uffizi y se reunió con él para cenar.
Ellos hablaron del nuevo presidente de Estudios de Dante de Harvard. Hablaron de
Félix Pacciani y Edward se consoló mínimamente al saber que aunque Félix se le había
ofrecido una entrevista del campus mientras que a Edward no, la conferencia de Félix había
sido considerada como pobre por la facultad de Harvard. Era un pobre consuelo, pero un
consuelo sin embargo.
Al día siguiente, Edward trató de distraerse de sus problemas mediante la
participación en actividades placenteras. Desayuno en una plaza, un paseo por el Arno, una
tarde larga a que su sastre donde ordenó un traje hecho a mano de lana negro, y una hora
más o menos dedicada a buscar el perfecto par de zapatos para que coincidiera con su ropa
nueva.
Su sastre declaró que el traje era tan bueno que Edward podría casarse en él. Y
entonces el sastre se echó a reír, hasta que Edward levantó su mano izquierda y le mostró su
dedo anular.

605
Pero no importara dónde Edward caminara en la ciudad de Florencia, pensaba en ella.
Abrazó con fuerza los recuerdos agridulces contra su pecho, a sabiendas de que eran mejores
que las alternativas químicas.
Más tarde esa noche, ligeramente borracho pero aún firme sobre sus pies, vagó por el
Duomo, rehaciendo el camino que había tomado con su Isabella después de que le hubiese
regalado los pendientes de Esme.
Casi nada de lo que ella había hecho le había herido tanto como la devolución de ese
regalo. Ella pudo a la vez haberle dicho que nunca lo amó. O que él la había herido tan
profundamente que nunca lo querría de nuevo.
Esa era la sustancia de su miedo silencioso. Un miedo demasiado oscuro y demasiado
inútil para ser verbalizado o incluso concebido cuando estuviera sobrio y despierto.
Torturado por esa idea, se tropezó con un mendigo de aspecto familiar, que estaba
sentado a la sombra de la cúpula de Brunelleschi, sacándole dinero a los turistas.
Edward se acercó a él.
—Solo unos pocos euros para un cojo —le exclamó el mendigo en italiano.
Edward encontró a sí mismo buscando por su billetera. Sin reflexión, sacó un fajo de
billetes y lo sostuvo en frente del hombre.
—Te he visto antes. En el pasado diciembre. Y, sin embargo, todavía estás aquí. —El
Italiano de Edward tenía un ligero arrastre de las palabras.
El mendigo se encogió de hombros—. Estoy aquí todos los días. Incluso en Navidad.
Edward llevó los euros más cerca del hombre—. Mi fidanzata te dio dinero. Tú la
llamaste un ángel. ¿Recuerdas?
El hombre sonrió desdentado y meneó la cabeza, jamás permitiendo que sus ojos se
despegaran del dinero frente a él.
—Hay muchos ángeles en Firenze. Pero más en Asís. Creo que los ángeles favorecen a
los mendigos allí. Pero esta es mi casa. —El hombre vacilantemente le tendió la mano, sin
saber si Edward en realidad le daría el dinero.
Edward puso billetes en la mano del mendigo y se volvió rápidamente sobre sus
talones, los ecos de la alegría del mendigo y las bendiciones retumbaban en sus oídos.
No se sentía especialmente merecedor de una bendición.
Él no había cometido el acto de la caridad de la forma en que Isabella lo había hecho,
por compasión y amor.
Se sentía como si estuviera al borde del precipicio entre el bien y el mal y a pesar del
hecho de que desesperadamente quería hacer el bien, le preocupaba que ya fuera demasiado
tarde.
Al día siguiente trató de asegurar la casa en Umbría que había compartido con Isabella,
pero ya estaba ocupada. Así que viajó a Asís, donde se registró en un hotel pequeño y
privado, que era simple en su mobiliario, pero muy confortable.
Se levantó temprano a la mañana siguiente y se dirigió a la Basílica de San Francisco.
Valía la pena visitar la basílica, para las personas de todas las religiones, aunque sólo
fuera por sus frescos medievales y el ambiente tranquilo que impregnaba.
Edward fue arrastrado a ese ambiente, especialmente en su estado actual, y no fue de
casualidad que se hubiese encontrado a sí mismo volviendo los pasos que había tomado con
Isabella antes de Navidad.
Él la había llevado a la misa en la Basílica superiore o la parte superior de la iglesia, y
había esperado pacientemente mientras ella fue a confesarse antes de que la misa comenzara.
Mientras él vagaba por la Basílica superior, admirando los frescos y bebiendo en la
tranquilidad y la apertura del santuario, vio a una mujer con el pelo largo y castaño, que era
casi del tamaño de Bella, desaparecer por una puerta.
Intrigado, decidió seguirla.

606
A pesar de la multitud, le resultó fácil encontrarla y se encontró caminando a través de
los grupos de turistas en la Basílica Inferior.
Y luego ella desapareció.
Lamentándolo mucho más allá de lo que era justificable, buscó en toda la iglesia
inferior en vano. Y entonces se le ocurrió ir más profundo en las entrañas de la Basílica hacia
la tumba de San Francisco.
Y allí, de rodillas frente a la cripta que contenía las reliquias de San Francisco, él la vio.
Se metió en la última fila de bancos de la iglesia y por respeto, se arrodilló. Pero no
podía apartar los ojos de ella.
No era ella. Él lo sabía. Ella era un poco más llena en las caderas y los hombros eran
más grandes y su cabello era ligeramente más oscuro que los de Isabella. Pero ella era
hermosa y su belleza le recordaba lo mucho que había perdido.
La habitación era pequeña y primitiva, un contraste estudiado de los frescos abiertos
elaborados de la Basílica superior. Edward no estaba solo en la búsqueda de la simplicidad
que era la vida de San Francisco y la misión se reflejaba con más exactitud en la tumba sin
pretensiones.
Fue con estos pensamientos en mente que Edward se encontró a sí mismo echándose
hacia adelante en sus antebrazos contra el banco que tenía delante de él, e inclinando la
cabeza. Y antes de que pudiera formar la intención de hacerlo, se encontró rezando.
Al principio eran solamente palabras. Expresiones desesperadas y confesiones
susurradas. Y entonces mientras el tiempo pasaba, sus oraciones tomaron una forma más
arrepentida, mientras que sin saberlo, la joven encendió una vela y se retiró.
Si la vida de Edward hubiera sido una gran película o una novela épica, un viejo y
resistido hermano franciscano habría tropezado con él cuando se arrodilló en oración, y al
ver su desgracia, tendría compasión de él, ofreciendo una guía espiritual.
Pero la vida de Edward no era una película o una novela épica. Por lo que oró solo.
Pero Dios lo escuchó.
Si usted le hubiese preguntado después lo que ocurrido en la tumba, él se habría
encogido de hombros y evadido la pregunta. Hay cosas que no pueden ponerse en palabras
y quizá ellas desafían a la propia lengua.
Pero hubo un momento en sus oraciones en el que Edward tuvo que hacer frente a la
magnitud de todas sus fallas, tanto morales como espirituales, mientras que al mismo tiempo
sentía la presencia de aquel que conocía el estado de su alma y anhelaba estar en comunión
con él de todos modos.
De pronto fue consciente de lo que Annie Dillard una vez se refirió sobre la belleza y la
extravagancia de la gracia. La forma en que el amor y el perdón se había prodigado en el
mundo y, más concretamente, en el propio Edward, a través de las vidas de Esme y Carlisle
y Emmett y Alice.
E Isabella, mi amada.
El imán por el pecado había encontrado algo muy inesperado bajo el suelo de la
basílica superior.
Y él estaba más decidido que nunca a no fracasar en su búsqueda.

-
Durante la primera semana de abril, Bella se encontró corriendo para terminar su tesis
con el fin de cumplir con el plazo de Katherine del nueve de abril.
Después de un fin de semana tumultuoso que incluyó una amenaza de embarazo y un
altercado físico con su némesis, se encontró olvidando dormir, su reunión semanal con
Siobhan y todos sus trabajos terapéuticos con el fin de sacar sucesiva a los trasnochadores.
Si no fuera por Peter, ella se habría olvidado de la nutrición también.
Peter era un amor.

607
Él se presentaba con la cena cada noche y cuando ella se quedó sin comida para peces,
fue a la tienda de mascotas para asegurarse de que JD tuviese su pan de cada día. Revisó las
traducciones de Dante de Bella y corrigió sus capítulos y cuando ella descubrió que había
perdido una de las fuentes secundarias que necesitaba desesperadamente, corrió a la
biblioteca de Robarts para buscarla y fotocopiarla para ella.
Cuando ella finalmente colapsó por agotamiento a las tres de la mañana del nueve de
abril, Peter fue quien llevó el pendrive con su tesis a su apartamento para imprimir el
proyecto entero por triplicado.
—Está acabada —susurró él, mientras colocaba las pilas de papel sobre su mesa de
juego.
Ella parpadeó hacia él desde donde estaba acurrucada en su cama y una sonrisa
soñolienta se extendió por su cara.
—Gracias. —Ella extendió su mano hacia él y la apretó con afecto—. Debes estar
agotado, Peter.
Él se frotó su cara sin afeitar con su mano libre—. Un poco.
—Puedes sentarte si quieres. —Se movió hacia un lado en la cama hasta que quedo
más cerca de la pared.
—Debería regresar a casa y dormir un poco.
Bella miró el despertador en su mesilla de noche.
—Son las cinco. Puedes dormir aquí.
Peter soltó la mano de Bella, su rostro manifestaba una expresión de preocupación.
—¿Estás segura?
—Los dos estamos cansados. Y no tengo un futón.
—No estoy seguro de que esto sea una buena idea, Bella —susurró Peter.
—Está bien. —Cerró los ojos y suspiró.
Peter la miró mientras se quedaba dormida de nuevo y luego se sentó en una de sus
sillas plegables y se quitó sus zapatos.
Y luego, contra su mejor juicio, se arrastró junto a ella, acostándose en el borde de su
cama individual, hasta que ella eventualmente se acercó a él, apoyando la cabeza sobre su
hombro.
Él no pudo evitar suspirar de satisfacción casi imperturbable mientras la sostenía en
sus brazos.

-
Para Bella, el resto de abril fue un vórtice de la actividad. Hubo revisiones finales que
debían introducirse en su tesis, reuniones con Katherine Picton, Victoria, y Siobhan y viernes
por la noche que pasaba con Peter.
Katherine se aseguró que el proyecto final de Bella estuviera libre de errores y que
fuera algo de lo que ella pudiera estar orgullosa. Y luego llamó por teléfono a Cecilia
Simonetti en Oxford para pedirle que buscara a Bella en Harvard en el otoño.
Bella se benefició mucho de su paciente pero no sentimental tutora Katherine y estaba
agradecida por su orientación académica.
Victoria, por el contrario, continuaba resolviendo los problemas legales de Bella.
En un esfuerzo por proteger a su cliente, los abogados de Ángela Webber trataron de
acusar a Bella de asalto, y cuando sus propuestas cayeron en oídos sordos, buscaron
demandarla por romper la nariz de su cliente.
Victoria manejó la mayoría de los asuntos a través de cartas con palabras fuertes y
algunas llamadas telefónicas a la oficina del fiscal de la Corona, hasta que la señorita Webber
finalmente se rindió y llegó a un acuerdo en el cargo de asalto.

608
A pesar de los repetidos intentos de persuasión de Victoria, Bella no aceptó ningún
dinero del acuerdo relacionado con el Tribunal. Por primera vez en su vida, Victoria se dio
por vencida, concediéndole a James que el asunto era una causa perdida.
Sin embargo, James y su cliente se encargaron de que Victoria fuera bien pagada por
sus servicios en la defensa de Bella.
Después que la tesis de Bella se hubiese presentado, Siobhan encontró a su cliente muy
cambiada. Ella estaba más relajada, ya que gran parte de su estrés había sido eliminado, y
parecía esperanzara.
La esperanza era una virtud poderosa.
De alguna manera, la amiga de Bella, Alice, sembró las semillas de esperanza en su
mente y estas semillas se nutrieron con el tiempo, porque Bella creía que su novio volvería a
ella en la graduación.
Siobhan sabía que no sería prudente alejar la esperanza de otro ser humano, por lo que
en lugar de descontar la idea, llegó solamente a la estructura y le hizo un seguimiento,
alentando a Bella a continuar centrándose en sus tareas y los objetivos terapéuticos.
Pero incluso Siobhan tuvo que admitir que la esperanza hizo avanzar a Bella con más
rapidez y más fácilmente con respecto a sus objetivos terapéuticos de la salud y la confianza.
En contraste con abril, el mes de mayo se arrastró como una tortuga marina borracha.
Bella pasó gran parte de mayo planificando su mudanza a Harvard, asegurando un
lugar en una de las residencias de postgrado para los semestres de otoño y de invierno, y
tratando de encontrar un apartamento de verano para subarrendar.
Además de estas tareas que consumían mucho tiempo pero que eran necesarias, planeó
su horario académico para el año y con la ayuda de Peter, comenzó a construir una lista de
lecturas para los seminarios de otoño. Estaba ansiosa por empezar a estudiar los textos que
formaban parte de su plan de estudios en el semestre siguiente.
Bella nunca estuvo ociosa, aunque ella y Peter trataron de hacer uso de los placeres de
Toronto y del clima a principios del verano siempre que podían. Pero muchas noches de las
semanas los encontraba a ambos en la biblioteca juntos, mientras él trabajaba en su tesis y
ella trabajaba a través de su lista de lectura.
Y luego estaba Charlie.
Desde que Charlie se había enterado de la repentina partida de Edward había asumido
un papel más activo de padre.
Insistió en que Bella asistiera a su graduación y se negó a permitir que Peter la ayudara
a mudarse a Cambridge. Sola.
Aunque Peter consiguió un apartamento de verano para Bella, que estaba siendo
subarrendado por la nueva novia de su amigo Patrik, fue Charlie quien pagó el depósito y el
alquiler de julio y agosto. De las fotos que él había enviado, era un estudio limpio y
acogedor, situado en el tercer piso de una casa de ladrillo en Mount Auburn Street, que
estaba a poca distancia de Harvard.
Y fue Charlie quien voló a Toronto el ocho de junio para poder ver a su única hija
graduarse de su maestría de postgrado el día once antes de que empacaran todas sus cosas y
comenzara el largo viaje desde Toronto a Cambridge en un U-Haul alquilado.
Bella había fijado en su mente que Edward estaría en su graduación y que su
separación llegaría a su fin. Así que en la mañana del evento estaba muy nerviosa.
Había comprado un vestido nuevo para la ocasión y un nuevo par de zapatos de tacón
alto con parte del dinero que Charlie le había dado como regalo de graduación. Vestida de
azul brillante, veraniego, con zapatos negros altos, ella dejó a Peter y a Charlie en la
escalinata del Salón de la Convocatoria mientras iba a alinearse con todos los otros
estudiantes que se graduaban.
A Charlie le gustaba Peter. Mucho.

609
Peter era sincero y tenía un firme apretón de manos. Miraba a Charlie directamente a
los ojos cuando hablaban entre sí. Y le había ofrecido su asistencia para ayudar a mudar a
Bella a Cambridge, incluyendo alojamiento en la granja de su familia en Burlington, incluso
después de que Charlie hubiese insistido en que podía mudar a Bella por sí mismo.
Charlie dejó caer una insinuación a su hija durante la cena de la noche antes de la
graduación sugiriendo que Peter era una opción obvia para un nuevo amor, pero Bella se
había mordido el labio y, simplemente cambiado de tema.
Durante el intervalo entre la visita de Alice y la graduación no se habían producido
más mensajes de Edward, aunque Alice le enviaba un email a Bella de vez en cuando para
decirle que ella o Carlisle habían escuchado de él.
Bella sabía que había pasado un largo periodo de tiempo en Italia y luego en Oxford,
antes de regresar a los Estados Unidos, pero ninguno de sus familiares lo habían visto y
nadie sabía exactamente dónde estaba o qué estaba haciendo. Aunque se rumoreaba que
había estado en Forks y también en Boston.
Ni siquiera Peter sabía dónde estaba Edward. Aunque el profesor Santos le había
asegurado que el profesor Masen continuará dirigiendo su tesis durante el próximo año
académico, un hecho que a regañadientes compartió con Bella.
A pesar de que la revelación no deseada, la esperanza de Bella parpadeó, la cual había
criado a partir de una brasa en una llama pequeña, pero tenaz, que tenía una fijación con la
graduación y lo que ella creía que sería un rencuentro agridulce.
A medida que los graduados ingresaron en el salón, Bella no podía dejar de ver la
audiencia, en busca de Edward. Sin embargo, con cientos de personas era poco probable que
lo viera.
Sin embargo, cuando miró hacia la sección de la facultad, localizó fácilmente a
Katherine Picton, vestida muy majestuosamente en sus túnicas oxonianos.
Si la facultad se sentaba por orden alfabético, y ciertamente parecía como si lo
estuvieran, entonces Edward debería haber estado sentado cerca de ella, vestido del carmesí
de la Universidad de Harvard.
Pero él no estaba.
Y ciertamente, el carmesí de Harvard se destacaba entre un mar de túnicas negras y
otros colores, haciendo a sus alumnos más fáciles de localizar.
Bella trató con bastante esfuerzo de concentrarse en la ceremonia, a sabiendas de que
esta sería su única oportunidad de graduarse de la Universidad de Toronto. Pero estaba
distraída, incluso sintiendo pánico, preguntándose por qué Edward no estaba allí.
Cuando pronunciaron el nombre de Bella, fue Katherine quien subió al escenario en
paso lento pero seguro para colocarle a Bella la vestimenta de magister. Fue Katherine quien
le estrechó la mano profesionalmente, le deseó lo mejor en Harvard, y le entregó el diploma.
El profesor Masen no estaba por ninguna parte, incluso después de la recepción. Y
Bella sabía que no debía preguntar a cualquiera de sus colegas dónde se encontraba.
Más tarde esa noche, después de una cena de celebración con Peter y Charlie en un
restaurante local, Bella se quedó mirando el techo de su estudio preguntándose cómo podría
haber estado tan segura de que Edward volvería y, sin embargo haber estado tan
equivocada.
Él me mencionó el primero de julio. Tal vez esa sea la fecha de su regreso. Pero según Peter,
Edward seguirá trabajando para la Universidad el próximo año.
¿Vendrá a buscarme en Cambridge? ¿Arriesgara su trabajo por segunda vez?
Bella comenzó a sentirse muy tonta sobre sus esperanzas constantes e inocentes, así
que se castigó a sí misma, y escuchó el correo de voz de felicitación de Alice, que había
enviado ese mismo día.

610
"¡Estamos muy orgullosos de ti, Bella! Jasper y Emmett y Rose y mi papá todos envían su amor
y tenemos regalos para ti. Gracias por enviarme tu nueva dirección en Cambridge. Vamos a enviar
todo por correo y nos aseguraremos que llegue a tu nuevo hogar después que te mudes. También estoy
enviándote tu vestido de dama de honor para la prueba final.
Papá te reservo un vuelo de Boston a Seattle para el veintiuno de agosto. Espero que eso esté
bien. Él quería que pagar por ello y sé que estabas pensando en salir una semana antes con el fin de
ayudarme con las cosas de última hora.
Estoy segura que Edward va a estar en tu graduación, a pesar de que ha sido reservado acerca de
su paradero recientemente. ¡Así que tan pronto como los dos se reconcilien, llámame! Estamos todos en
ascuas aquí. Y No puedo decir que Emmet y Jasper hayan superado completamente lo que pasó, pero
estoy seguro de que lo harán.
No es que aún importe, pero cuando te visite en abril olvidé parte del mensaje de Edward. Y
luego con la… la cosa con tus pruebas y la pelea en el club, y los planes de boda aquí me olvidaba
mencionarlo cada vez que hablé contigo.
Pero él me dijo que te dijera ‘yo quiero ser el último’."

Enlaces relevantes historia:


Kansas — Carry On Hijo hacia el oeste
http://www.youtube.com/watch?v=iQru7oCdYXA
Sarah McLachlan — La oración de San Francisco de Asís
http://www.youtube.com/watch?v=dGyOtU3Es_s&feature=related
Tommy Tutone — 867—5309 (Jenny)
http://www.youtube.com/watch?v=tBHJqtgo8RA&a=3Rd2wpHfHSA&playnext_fro
m=ML
The Police — King Of Pain
http://www.youtube.com/watch?v=CGEJcizQEXk&feature=related~~V
Diana Krall — Maravilloso S '(Con Noel Ogerman)
http://www.youtube.com/watch?v=6mM2HkNE1nA

Dos novelas maravillosamente escritas también se mencionan en el capítulo 37.


Eva Luna de Isabel Allende.
Peregrino Annie Dillard en Tinker Creek.
Estos libros son muy diferentes entre sí, pero cada uno de ellos merece una amplia
audiencia para sus interesantes descripciones de la vida, el amor y la naturaleza.
La historia de Allende combina lo sobrenatural con una historia parcialmente ficticia
de América Latina. Es sorprendente y etérea y cada personaje es un personaje. (N/T: Leí ese
libro hace un tiempo y lo ame, de verdad vale la pena de leer, me encantó)
El trabajo de Dillard es semi-autobiográfico y americano y biológico. Cómo se las
arregla para tejer estos elementos juntos es para mí un misterio. Pero el viaje bien vale la
pena. Esto hace que la lectura invite a la reflexión.

611
Botticelli, Virgen y el Niño con un ángel, c. 1465

La pintura es Santa Lucía de Domenico Beccafumi. Data del siglo 16 (antes de 1551), y
es propiedad de la Pinacoteca Nazionale di Siena.
Santa Lucía tiene una leyenda muy interesante. Cuando los intentos convencionales de
mártir fallaron, sus ojos fueron removidos. Por esta razón, su iconografía está asociada con
un par de ojos. Ella juega un papel importante en la Divina Comedia de Dante.

Pintura de Orazio Gentileschi San Francisco en manos de un ángel, c. 1607. Esta obra maestra es
propiedad del Museo del Prado en Madrid y es mucho más impresionante en persona.

612
La Tumba de San Francisco de Asís, que se encuentra por debajo de la Basílica de San
Francisco en la ciudad de Asís, Italia.

San Francisco de Asís tuvo una conversión al cristianismo sorprendente. Una vez convertido,
dejó la riqueza de su familia atrás y fundó una orden de hombres que sirvieron a los pobres
y los enfermos. La caridad de San Francisco se ha mencionado varias veces en UOEM, al
igual que Asís, que Edward y Bella visitó durante sus vacaciones en Umbría.

613
Capítulo treinta y ocho.

“Porque no tengo esperanza de volver de nuevo


Porque no tengo esperanza
Porque no tengo esperanza de volver
Deseoso del don de este hombre y posibilidades del hombre
Ya no me esfuerzo por luchar por esas cosas
(¿Porque las águilas ancianas despegan sus alas?)
¿Por qué debo llorar?
¿El poder desaparecido del reinado usual?

Porque sé que el tiempo es siempre tiempo
Y el lugar es siempre y únicamente lugar
Y lo que es real es real solo por una vez
Y solo para un lugar
Me alegro de que las cosas sean como son…
Oscilando entre la ganancia y la pérdida
en este breve tránsito donde los sueños se cruzan
el crepúsculo del sueño cruzado entre el nacimiento y la muerte.
(Bendígame padre) aunque no deseo desear estas cosas
Desde el amplio ventanal hacia la costa de granito
Las velas blancas aún vuelan hacia el mar, hacia el mar de vuelo
Alas enteras…
Enséñanos a quedarnos quietos
Incluso entre estas rocas.
Nuestra paz en Su voluntad
E incluso entre estas rocas
Hermana, madre
Y el espíritu del rio, espíritu del mar,
No permitas que me separe
Y que mi grito llegue hasta ti.”

Un cierto especialista de Dante de ojos verdes leía a T.S Eliot en su cama antes de
ofrecer sus oraciones nocturnas. En otra vacía habitación de hotel. Otra noche solo, y aun
así no solo.
Ella lucia hermosa esta noche. Incluso más hermosa de lo que recordaba.
Y su padre lucia tan orgulloso.
Estar cerca y a la vez tan lejos era un tipo tortura exquisita, pero a pesar de sus
promesas, él no lo había olvidado.
Y tenía las fotografías para probarlo.
Con un suspiro, cerró su libro de poesía y apagó la luz.
Antes de Asís siempre había sido escéptico de los milagros y la naturaleza humana,
pero ahora se sintió a sí mismo creyendo en ambas.
Él solo no sabía cómo sería recibido. Y ese miedo hacía más que perturbarlo.

-
Charlie estaba frente a la puerta de Bella un día después de su graduación usando
una camiseta gris con la palabra Harvard estampada sobre su pecho.
Él estaba sonriendo, ampliamente.
—¿Papá? —el tono de Bella era interrogante.
—Estoy tan orgulloso de ti —dijo bruscamente, abrazándola.

614
Padre e hija compartieron un momento tranquilo en el porche del edifico de Bella
antes de que escucharan a alguien llegando detrás de ellos.
—Uh, buenos días. —Peter parecía un poco avergonzado interfiriendo con los Swan,
pero fue recibido con un apretón de mano de Charlie y un abrazo de Bella.
—Traje el desayuno. —Peter sostuvo una bandeja que contenía tres cafés y algunas
donas de Tim Horton, el equivalente canadiense (y algunos dirían, mejor) de Dunkin’
Donuts.
El trio compartió el desayuno en la mesa de ruedas de Bella, y luego los dos
hombres comenzaron a planear cómo sería mejor empacar todas sus cosas y mudarlas.
Afortunadamente, Peter había persuadido a Heidi, quien estaba subarrendando a Bella,
para permitir que Bella se mudara en el apartamento de Cambridge el quince de junio.
—Um, Katherine Picton me invitó a almorzar hoy. Pero no tengo que ir. —Bella
hablo rápidamente. No quería dejar a Charlie y Peter trabajando mientras iba a una visita
social.
—No tienes muchas cosas, Bells. —Charlie rápidamente evaluó el contenido de su
estudio—. Es básicamente tu ropa y tus libros. Dejaremos que empaques tu ropa mientras
nosotros comenzamos con los libros. Estoy seguro que estaremos cerca de terminar para el
tiempo que tengas que ver a tu profesora.
Él sonrió y acarició su cabello con su mano antes de desaparecer en el baño, dejando
a Peter y Bella solos.
—No tienes que hacer esto. Papá y yo estaremos bien.
Peter le frunció el ceño—. ¿Cuándo vas a aceptar el hecho de que si estoy aquí es
porque quiero estarlo? No quiero irme, Bella, no cuando tengo una razón para estar.
Bella se tensó incómodamente y sus ojos rápidamente se fijaron en el café a medio
beber en frente de ella.
—Si la profesora Picton te ha llamado es porque quiere decirte algo. Así que es
mejor que vayas. —Peter apretó la mano de Bella ligeramente—. Tu viejo y yo podemos
manejar las cosas aquí.
Bella le sonrío y luego apartó su mano.

-
Había un par de cosas intimas que Bella no quería que su padre o Peter vieran así
que las había escondido en su mochila L. L. Bea la noche antes y planeaba mantenerla
consigo mientras los hombres ayudaban a empacar sus pocas posesiones.
Los artículos no eran lo que uno podía esperar que una mujer joven escondiera de
su padre… un diario, papeles en lo que los ejercicios terapéuticos habían sido escritos y
luego leídos, y unas pocas cosas relacionadas con sus sesiones de consejería.
Siobhan había estado complacida por el progreso de Bella. A pesar de que Bella no
había recuperado todo el peso que había perdido, estaba haciendo comidas regulares,
sanas y su período había regresado.
Aún estaba plagada de insomnio, pero Siobhan creía que esa condición se vinculaba
a la tendencia de Bella de preocuparse así que la animó a abstenerse de dar vueltas en la
cama y en su lugar levantarse y hacer algo positivo cuando el sueño se resistiera, incluso
si fuera solo regar una planta, o leer un libro o hablar con JD (Porque Siobhan aprobaba
los animales como una herramienta importante de terapia)
Y cuando Bella dejó la oficina de Siobhan después de su última sesión, se llevó con
ella el nombre y la información de contacto de un consejero de significado-centrado cerca
de Harvard que estaba más que dispuesto a tomar a Bella como un cliente.
Siobhan no solo había ayudado a Bella a curarse, sino que la estaba pasando a otro
par de buenas manos que le ayudaría a dar los próximos pasos en su camino.

615
Sin embargo, mientras Bella releía la carta que le había escrito a Edward por
petición de Siobhan, se llenó de tristeza.

Abril 2010
Querido Edward,
Te he amado desde que tengo diecisiete años. Y creía que tú viniste para amarme, también.
Pero no puedo entender por qué aceptarías separarte de mí. Por mucho que no me gustaría
verte perder tu trabajo o sufrir la vergüenza de ser despedido, no puedo evitar señalar que yo
hubiese sufrido exactamente esas mismas cosas para poder estar contigo. No lo habría pensado dos
veces.
Estaba dispuesta a renunciar a todo por ti. Me duele que no estuvieras dispuesto a hacer lo
mismo por mí.
No entiendo por qué continúas dándome mensajes crípticos, primero en persona y luego a
través de (¿posiblemente?) Katherine Picton y tu familia. Si me amabas, deberías haber sido capaz
de decírmelo.
¿Sabias que pensé que estaba embarazada? Por supuesto que no. Le pedí a Alice que no te lo
dijera. Cuando descubrí que no lo estaba, lloré. Incluso si tú ya no me amaras, todavía quería tener
un bebé contigo. Estoy segura de que es enfermo y patético… tratando de aferrarme a lo que sea que
tuviéramos para traer a un niño a este mundo. Pero le habría dado la bienvenida a nuestro bebé y lo
hubiese amado a él o a ella y estado feliz que nuestro amor creó algo bueno.
Y si me hubieras dado una seguridad, una señal de que nuestra separación era solamente
temporal, podría haberlo soportado. Pero no lo hiciste. Te fuiste sin una explicación y no me diste
ninguna razón para pensar que alguna vez volverías, aparte de los acertijos sutiles. Y si me amaras,
hubieras sido claro.
Me dejaste en el Limbo, Edward.
Dijiste que mantenías tus promesas… pero, ¿qué pasó con tu promesa de que íbamos a ir a
Boston juntos?
Me heriste.
Y a pesar de que aún te amo, me siento tan enojada y traicionada, no sé si pueda incluso estar
en la misma habitación contigo de nuevo. Pero no voy a perder mi graduación o la boda de Alice.
No voy a esconderme de ti, Edward. Aunque me cueste la vida.
Simplemente no entiendo cómo pudiste dejarme si me amas. Y no tengo idea de cómo
reaccionaré cuando te vea.
No sé si te voy a golpear o a besar.
Bella.

-
Bella usó un vestido y unas sandalias modestas para ir a la casa de la profesora
Picton, pensando que una invitación a almorzar justificaba un atuendo atractivo. Llevaba
la mochila en uno de sus hombros y agarró una lata de lo que le dijeron que era té a granel
Darjeeling muy fino, que había comprado en Pusateri, un mercado urbano de lujo.
Ella y su Darjeeling fueron recibidos con la moderación típica Pictonian y de
inmediato fue acomodada en el comedor, donde disfrutaron de un almuerzo muy
agradable de ensalada de langostinos, sopa fría de pepino y un muy buen Chardonnay.
—Llamé por teléfono a la profesora Simonetti —anunció Katherine, mirando a Bella
sobre su plato de sopa—. Ella esta deseando conocerte. Estará conduciendo un seminario
en otoño de la influencia de Santo Tomás de Aquino sobre Dante. Al llegar a Cambridge,
sería bueno si pasaras el verano preparándote para el seminario. Me gustaría que la
impresionaras.
—Lo hare —dijo Bella—. Y gracias.
—Además, sería beneficioso para ti conocer a los otros especialistas de Dante en el
área, especialmente de la Universidad de Boston. —Katherine sonrió sabiamente—.

616
Aunque estoy segura que las circunstancias se organizaran de modo que tú terminaras
siendo presentada a ellos eventualmente. Pero si no lo haces, es posible que te pases por el
Departamento de Estudios Romances de la Universidad y te presentes a ti misma.
—Gracias, profesora Picton, por todo. No sé qué hubiera hecho… —La voz de Bella
se fue apagando mientras luchaba con sus emociones. No quería llorar delante de la
profesora.
Sorprendentemente, Katherine se inclinó sobre la mesa y dio unas palmaditas en la
mano de Bella. La tocó torpemente, como un profesor distinguido soltero podría acariciar
la cabeza de un niño que lloraba, pero no sin ningún sentimiento.
—Te graduaste con honores. Tu tesis es sólida y podría construir la base de lo que se
espera sea una tesis doctoral muy buena. Estoy ansiosa de ver tu carrera con interés. Y
creo que serás muy feliz en Cambridge.
Katherine le sonrió a Bella de nuevo, y Bella sonrió de vuelta.
Cuando fue tiempo de irse, se levantó y le dio las gracias de nuevo.
La profesora Picton respondió sin problemas entregándole dos paquetes envueltos.
—Ábrelos —le dijo.
Bella se sorprendió de que la profesora Picton le estuviera dando no uno, sino dos
regalos. Y se sintió mal por solo traerle té.
El primer regalo era pequeño y envuelto en papel liso de color verde oscuro. Bella lo
abrió con cuidado y se sorprendió al encontrar un libro dentro de él… una versión de tapa
dura de The Penelopiad de Margaret Atwood.
Bella miró a Katherine con una mirada agradecida pero interrogante.
—Esta es una historia muy buena y vale la pena leer. Margaret es una amiga mía y
la convencí para que lo firmara para ti.
Bella abrió el libro cuidadosamente y encontró una inscripción.

Para Isabella,
Te deseo lo mejor en tu propia Odisea.
Con los mejores deseos,
Margaret Atwood
Toronto, 2010.

Bella sonrió tímidamente a la inscripción y luego agradeció a Katherine


profusamente.
—No hay problema, en absoluto. Pensé que deberías tener alguna lectura para el
verano que no se tratara de Dante. Uno no debería tener una sola percepción en los
estudios. Y Penélope es un personaje interesante, ¿no lo crees?
Katherine le hizo un gesto con la mano hacia el segundo regalo, más grande, que
Bella encontró bastante pesado.
La envoltura de papel gris sutil rápidamente fue apartada y Bella se encontró
mirando el set completo encuadernado en cuero de la Summa Teológica de Santo Tomas
de Aquino, en cinco volúmenes.
—Esto te ayudará mientras te preparas para el seminario de Cecilia. Y en cualquier
caso, todos los estudiantes de Dante deben estudiar a su Aquino. Esa fue la premisa en
que Edward y yo estuvimos de acuerdo.
A la mención de Edward, Bella se puso colorada.
—Gracias, profesora Picton. —Movió los volúmenes a su brazo izquierdo para
poder estrechar la mano de Katherine pero se sorprendió cuando fue arrastrada dentro de
un sobrio pero cálido abrazo.
—Has sido una buena estudiante. Ahora ve a Harvard y hazme sentir orgullosa. Y
envíame un email de vez en cuando para hacerme saber cómo estas. —Katherine se

617
apartó y miró a Bella fijamente—. Es muy posible que vaya a dar una conferencia en
Boston en otoño y espero que nos encontremos entonces.
Bella asintió estando de acuerdo antes de decir adiós.
Mientras caminaba hacia su pequeño estudio en la avenida Madison, abrazó su
mochila con fuerza contra su pecho. Había sido un año extraordinario. Tal vez el más
extraordinario de su vida.
Una lagrima perdida o dos fueron expulsadas de sus ojos, pero eran lágrimas de
felicidad.
No importa lo que Edward hubiera hecho después, persuadir a Katherine Picton
para que se convirtiera en su directora de tesis fue un regalo tan grande, que estaría por
siempre en deuda por él.
El amor haciendo un favor a otra persona, sin esperar recibir nada a cambio, pensó.

-
Peter y Charlie habían guardado en cajas los libros de Bella antes que regresara de
casa de Katherine. Cuando se unió a ellos, empacó su ropa y las pocas piezas de porcelana
que había heredado de su abuela y las pequeñas cosas que había acumulado para hacer a
su simple hueco de hobbit una casa sencilla.
Temprano a la mañana siguiente, el trio cargó las cajas y unas cuantas cosas de Peter
en la parte trasera de un camión de mudanzas y luego manejaron ocho horas a la granja
Norris, que se encontraba a las afueras de Burlington, Vermont.
J.D., el betta duro, tenía una posición privilegiada en el regazo de Bella en la
duración del viaje.
Debía decirse que viajo bien. Mejor incluso de lo que Peter esperaba. Por supuesto,
Bella había trasladado a su mascota desde su pecera a un hábitat de plástico que podía
transportar fácilmente. Y le sorprendió cuan a menudo Peter o Charlie miraban hacia el
pescado y preguntaban cómo estaba.
Era casi como si fuera un bebé.
Los Swan fueron cálidamente bienvenidos en la granja de los Norris y fueron
persuadidos para quedarse unos días más a fin de que Ted Norris, el padre de Peter,
pudiera pescar con Charlie.
Bella silenciosamente dudó que cualquier otro incentivo pudiera haber retrasado su
riguroso horario, pero eso fue antes de que ninguno de ellos hubiera probado la comida
de Louise Norris.
La madre de Peter era una excelente cocinera que hacía todo, incluyendo rosquillas,
a partir de cero.
El estómago de Charlie estaba enamorado.
El quince de junio, la noche antes de que los Swan y Peter debieran partir a
Cambridge, Peter no podía dormir.
Su padre le dijo que saliera de la cama después de la medianoche debido a una
emergencia bovina. Para el momento en que la crisis fue evitada, él estaba demasiado
agitado como para volver a la cama.
Tenía dos mujeres en su mente.
Charlotte había estado visitando a su madre cuando él llegó con Bella y con su
padre dos días atrás.
Seguían siendo amigos, por lo que el gesto era bien intencionado, pero Peter sabía
que parte de su razón de estar allí era para medir a Bella. Le había contado a Charlotte
sobre Bella en navidad, por lo que era más que consciente de la presencia de Bella en su
vida y su apego a ella.
Un apegó que tuvo que admitir no era correspondido, por lo menos, en ese
momento.

618
Sin embargo, Charlotte fue educada y amable con Bella y por supuesto, Bella actuó
como ella misma, tímida pero encantadora, en cambio. Pero fue un mar de incomodidad
para Peter mientras veía a su pasado y su futuro potencial estrechar sus manos y hacer
conversación mundana mientras él buscaba a tientas a su alrededor algo que decir.
Y cuando Charlotte había llamado a su teléfono celular antes de dormir esa noche, y
le había dicho que le deseaba lo mejor y que Bella era adorable, se emocionó mucho y no
supo qué decir.
Por supuesto que tenía sentimientos por Charlotte, ella fue su primera y ellos tenían
una larga y buena historia. Él aún la amaba. Pero ella había roto las cosas con él.
Él lo había superado y conocido a Bella. ¿Por qué se estaba sintiendo culpable?
Mientras Peter estaba pensando en su muy compleja pero a la vez inexistente vida
amorosa, Bella estaba luchando con el insomnio.
Cuando finalmente se cansó de dar vueltas, decidió moverse de la buhardilla del
tercer piso que ocupaba (la cual había sido la habitación de Peter), a la cocina a buscar un
vaso de leche.
Se sorprendió al encontrar a Peter sentado solo en la mesa de época, comiendo un
bastante grande plato de helado.
—Hola. —Él le sonrió, observándola con una mirada rápida pero apreciativa.
Bella se acercó a él usando una vieja camiseta del Forks High School y un par de
zapatillas que tenían “Universidad de Seattle” descaradamente cosidas en el fondo.
Para los ojos de Peter, ella era como Elena de Troya en ropa deportiva.
—¿Helado, eh? ¿No podías dormir, tampoco?
—Papá tuvo un problema con una de las vacas. Tuvimos que llamar al veterinario.
¿Heath Bar Crunch*?
Él sirvió una gran cucharada de helado de Ben y Jerrys y se la ofreció a ella.
Era su sabor favorito.
Ella sonrió y se acercó a él, tomando con cuidado la cuchara de su mano.
—Mmmm —gimió con los ojos cerrados.
Ella abrió los ojos y le devolvió la cuchara, resistiendo las ganas de lamerla hasta
dejarla limpia.
Peter puso la cuchara en la taza y luego se levantó.
Ella parpadeó e instantáneamente dio un paso atrás.
Él le tomó suavemente su muñeca con su mano izquierda.
—Bella —susurró.
—¿Qué pasa, Peter?
—Nada. —Él extendió su mano derecha para apartar su cabello hasta detrás de sus
hombros, notando que ella no se estremeció cuando lo hizo. No esta vez.
—¿Peter?
Ahora estaba aún más cerca, las partes posteriores pastoreándose entre sí. La miró a
los ojos con una expresión de alta intensidad.
—No quiero decir adiós.
Ella sonrió ligeramente—. No vamos a decir adiós. Nos enviaremos correos y
hablaremos por teléfono. Y si tú vas a Boston para visitar a Patrick, nos veremos.
Peter sonrió levemente—. Bella, no creo que entiendas.
Ella pensó de nuevo la escena de bienvenida que le habían dado cuando ellos
llegaron… la señora Norris con Charlotte sentadas juntas en la mesa de la cocina,
enfrascadas en una conversación en voz baja.
Bella liberó su muñeca de la mano de Peter y dio un paso atrás—. Esto es por
Charlotte, ¿no es así? Pero eso está bien. Papá y yo podemos hacer el viaje solos. Eso no es
___
* Marca de helado.

619
problema.
Ella esperó pacientemente por su repuesta, pero en lugar de lucir aliviado, parecía
incluso más atribulado.
—No se trata de Charlotte. Ella hizo su elección. Y entonces mis sentimientos
cambiaron.
—¿Por qué? —preguntó Bella inocentemente.
Peter parecía dolido.
—¿De verdad me tienes que preguntar eso? —Susurró, caminando otro paso cerca—
. ¿No lo sabes?
Receloso por su rechazo, él elevó sus manos lentamente y entonces tomó su cara.
Sus facciones pequeñas y finas estaban sepultadas en sus grandes manos.
Él la abrazó con ternura, preocupado por la fragilidad debajo de sus manos y luego
lentamente comenzó a acariciar su rostro con sus dedos, muy suavemente.
Bella apartó sus ojos de los suyos—. Peter, yo…
—Bella, déjame decir esto —le interrumpió con fuerza—. Solo una vez, déjame decir
esto.
Él respiró hondo y esperó hasta que ella encontró su mirada de nuevo antes de
hablar.
—Estoy enamorado de ti. No quiero estar separado de ti porque te amo. Y la idea de
tener que dejarte en Cambridge y luego volver aquí me está destrozando.
Bella inhaló lentamente y comenzó a negar con su cabeza.
—Solamente escúchame. Por favor —, rogó—. Yo sé que no estás enamorada de mí.
Eso lo sé. ¿Pero piensas que podrías estarlo… eventualmente?
Bella cerró sus ojos y respiró profundamente.
Su mente se adelantó a vislumbrar un futuro que no había considerado
previamente, una encrucijada de posibilidades.
Pensó en lo que sería permitirse a sí misma amar a Peter, ser abrazada por él y
besada por él, lo que sería tenerlo llevándola a su cama subiendo las escaleras y que le
hiciera el amor, gentil y dulcemente.
Porque sabía sobre todas las cosas que Peter siempre sería dulce con ella.
Él querría matrimonio, por supuesto, y niños. Pero estaría orgulloso de su carrea
académica y la apoyaría en ello.
Se encontró a sí misma no rechazando estas imágenes, porque ellas eran buenas.
Viñetas de una vida feliz con un hombre decente que nunca la había hecho sentir enferma
y quien, sabía, probablemente nunca haría nada para herir sus sentimientos mientras
viviera.
Ella podría tener una buena vida con él. Lo sabía.
Pero faltaba algo.
Cuando por fin abrió los ojos y le devolvió la mirada. Peter lo vio.
Pero no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente.
—Sería diferente a tus otras relaciones. No habría drama y peleas y… exnovias
como la profesora Dolor. Te trataré respetuosamente y cuidaré de ti. Y nunca, jamás, te
dejaré. Soy un hombre de una sola mujer, Bella. Y si Charlotte no hubiera terminado
conmigo, probablemente estaría casado con ella. Pero lo hizo y luego te conocí a ti. Elígeme
—susurró, sus ojos profundos e intensos—. Elígeme y te daré una vida feliz. Y tú nunca,
jamás, llorarás hasta quedarte dormida de nuevo.
—Peter — sollozó Bella, mientras las lágrimas comenzaron a rodar por su rostro.
Ella sabía que lo que le estaba diciendo era verdad. Pero conocer la verdad y desear
la verdad son dos cosas muy diferentes.
—Yo no soy como él. No soy un infierno que arde y luego se apaga. No soy ardiente
y frío e impredecible. Soy constante. Y Bella, te quiero desesperadamente. Me he

620
contenido porque sabía que tú solo querías que fuéramos amigos y que habían roto tu
corazón. Pero solamente por una vez, me gustaría ser capaz de mostrar lo que siento sin
reservas.
Cuando no respondió, tomó su silencio como un consentimiento, y envolvió sus
brazos alrededor de ella firmemente, abrazándola hasta su corazón.
Y luego, lentamente, levantó su barbilla para que sus labrios pudieran encontrarse y
vertió toda su pasión y amor por ella en un solo beso.
La boca de Peter era cálida y acogedora. Lo que comenzó como un contacto suave se
convirtió rápidamente en una promulgación de promesa y necesidad y deseo.
Con una decisión hecha en una fracción de segundo, abrió su boca para él,
tentativamente, y su lengua rápidamente entró y se encontró con la suya, su mano
viajando hacia arriba de su espalda para tocar su cabello.
Ahí no había dominación, sin presión en los límites, nada abrumador o extremo.
Peter la besó durante todo el tiempo que pudo sin llegar a ser obsceno y luego
lentamente disminuyó la presión de sus labios en los suyos, dando pequeños besos
brevemente antes de mover sus labios hasta su oído.
—Te amo, Bella —le dijo—. Di que serás mía. Te lo prometo, no te arrepentirás.
Bella apretó su cara contra su pecho y lloró.

-
El desayuno fue incómodo entre Peter y Bella a la mañana siguiente y todos lo
sabían.
Louise no dejaba de mirar hacia atrás y adelante entre su hijo y la joven que
claramente amaba como la madre gallina preocupada.
Ted trató de mantener la conversación constante al hablar de la vaca enferma que
había atendido la noche anterior. Y una historia divertida sobre un alce perdido que
apareció en el diario Burlington.
Charlie intentó meterse educadamente una rosquilla casera en la boca sin parecer un
bárbaro, y falló. Completamente.
Después del desayuno, la cocina se vació como un galeón lleno de ratas que
atracaba en un puerto nuevo, dejando a Peter y Bella sentados uno frente al otro, cada uno
jugando con sus tazas de café y evitando los ojos del otro.
Bella rompió el silencio.
—Peter, lo siento mucho.
Él suspiro—. Lo sé. Yo también.
Ella se mordió el labio mientras sus ojos se movían para reunirse con él,
preguntándose si estaba enojado o amargado. O ambos.
Solo que no lo estaba. Sus ojos oscuros eran todavía amables, pero los hombros
estaban caídos y parecía triste. Y derrotado.
—Yo tenía que intentarlo, ¿sabes? No quería esperar hasta que encontraras a alguien
más. Pero no lo diré de nuevo. —Frunció los labios y una expresión resignada pasó por su
rostro—. No necesitas preocuparte sobre que te avergüence otra vez.
Bella se inclinó sobre la mesa y tomó su mano entre las suyas—. No estaba
avergonzada. Y sé que hubiéramos tenido una buena vida, juntos. Eso es lo que está
haciendo esto tan doloroso… para ambos. En mi corazón, te amo también, únicamente no
de la manera en que debería. Y tú mereces más. Tú mereces todo y mereces tener alguien
que te ame de la misma manera que la ames a ella.
Peter apretó los labios con fuerza mientras soltaba su mano y luego se levantó y
salió de la habitación.

621
—¿Quieres explicarme porqué el chico granjero está tan callado? —Charlie se volvió
a Bella mientras esperaban que Peter saliera del baño de hombres en la estación de
gasolina en Concord, New Hampshire.
—Él quiere más de lo que puedo darle. De lo pudiera darle alguna vez.
Charlie suspiró—. Parece un buen hombre. Viene de una buena familia. ¿Cuál es el
problema? ¿Tienes algo contra las vacas?
Él estaba intentando hacerla reír, pero tuvo el efecto contrario. Levantó rápidamente
sus manos en señal de rendición.
—Pero, ¿qué se yo? Pensé que Jake era un buen partido para ti. Así que supongo
que soy un dolor en el trasero.
Antes de que Bella pudiera mostrar su desacuerdo, Peter volvió al camión,
terminando la conversación sentimental entre padre e hija.

-
Dos días después, Bella estaba en los escalones de la entrada de su nuevo edificio
diciéndole adiós a Peter, sintiéndose incluso peor que cuando lo rechazó en la cocina de
sus padres.
Él no había sido frío, o rudo, o rencoroso. No había eludido cualquier
responsabilidad en los términos de ayudar a conducir desde Vermont hasta Cambridge, o
ayudando a descargar todas las cosas de Bella.
Incluso se había ido por sí mismo solamente para organizar una entrevista de
trabajo para ella en la cafetería de moda en la calle de su apartamento. Heidi acababa de
renunciar a su trabajo allí. Peter esperaba que Bella pudiera remplazarla, sabiendo que
necesitaba dinero.
Había dormido en el suelo del pequeño departamento de Bella, mientras ella
tomaba la cama y Charlie tomaba el sofá. Y nunca se quejó.
Él había sido perfecto, en realidad. Y eso hizo que Bella casi se sintiera como si
tuviera que cambiar de opinión.
Porque sería más seguro, más fácil y más cómodo elegir a Peter.
Su corazón se podría curar con él, ella sabía eso.
Pero escogiendo a Peter, podría estarse conformando por lo bueno y no por lo
excepcional. E incluso si lo excepcional se le alejara por el resto de su vida, sería mejor,
pensó, vivir la vida de Katherine Picton, que convertirse en una Renée. Cansándose con
un buen hombre sin amarlo apasionada y completamente, solo podría servir para un corto
cambio a él y a ella.
Y ella no era egoísta.
—Adiós, Bella. —Él la abrazó con fuerza y luego la liberó, mirando su expresión
cuidadosamente.
Tal vez estuviera buscando para ver si había cambiado de opinión.
—Adiós, Peter. Gracias por todo. No sé qué habríamos hecho sin ti.
Se encogió de hombros—. Eso es lo que hacen los amigos.
De alguna manera, ese comentario le dio ganas de llorar.
Peter vio que sus ojos se llenaron de lágrimas y le dio una expresión muy
preocupada—. Seguimos siendo amigos, ¿no?
—Por supuesto que lo somos. —sollozó Bella—. Has sido un gran amigo para mí y
espero que podamos seguir siendo amigos, a pesar de…
No terminó la frase y Peter asintió con la cabeza como si no quisiera que la
terminara.
Con muchas dudas, él extendió una mano para acariciar su mejilla una vez más, y
limpiar las lágrimas. Y luego caminó hacia el coche donde Patrick lo estaba esperando.
Patrick iba a llevarlo de vuelta a Vermont.

622
Y entonces Peter se detuvo. Y dio la vuelta.
Él caminó hacia Bella, nerviosamente.
—No quería hablar de esto delante de tu padre, así que esperé hasta después que se
fuera. Y luego pensé que tal vez no debería decir nada en absoluto. —Peter miró hacia
otro lado, hasta Mount Auburn Street, aparentemente luchando con algo.
—¿Qué sucede?
Él negó con la cabeza. Y luego giró para mirarla.
—Recibí un email ayer del profesor Santos.
Bella lo miró con sorpresa.
—Él me dijo que el profesor Masen se va de la Universidad. Él renunció.
Ella puso una mano en cada lado de su sien, mientras trataba de concentrarse en la
enormidad de lo que Peter estaba diciendo.
—¿Cuándo sucedió esto?
—No lo sé. Aparentemente, su renuncia es efectiva el treinta de junio. Casi espere
que me contactara directamente. Quiero decir, yo trabajo para el tipo y él es el único
especialista de Dante que tienen. ¿Con quien más voy a tener que escribir mi tesis
doctoral?
Peter vio la agitación de Bella y rápidamente puso un brazo alrededor de ella.
—Hey, lo siento. Esta es la razón por la que no quería mencionarlo; no quería
molestarte. Pero lo que sea que esté haciendo Masen, él acordó continuar supervisándome
hasta que yo termine el próximo año o hasta que decida cambiar por otra persona.
Toronto va a tener que hacer una búsqueda de un nuevo miembro de la facultad para que
lo sustituya y creo que van a empezar en otoño.
—¿A dónde irá?
—No tengo idea. Santos no mencionó nada, al parecer el anuncio saldrá en la lista
de distribución departamental. Le preocupaba que ya hubiera escuchado algo por un
rumor. Pero no lo había hecho.
Bella aturdida abrazó a Peter de adiós y luego regresó a su apartamento para poder
pensar.
Esa noche, llamó a Alice. Cuando fue enviada al correo de voz, consideró llamar a
Carlisle, pero no quería molestarlo.
Y sabía que Rose y Emmett no tenían ninguna información interna sobre el paradero
de Edward.
Así que dejó un par de mensajes en el teléfono celular de Alice durante los
siguientes días, que culminó con uno muy largo el veinte de junio, el día del cumpleaños
de Edward.
Luego esperó.
Ella no sabía que Alice y Jasper estaban de vacaciones de nuevo en las islas de la
Reina Charlotte, donde no había internet y no había servicio de telefonía celular.

A medida que los días de junio pasaban, Bella comenzó un trabajo de medio tiempo
como vendedora en la tienda de café de Peet, que estaba localizada en una casa
remodelada de tres pisos que contaba con un jardín y arboles. Dado que Charlie le pagó el
alquiler y los gastos de la mudanza y como había exigido que tomara algunas ganancias
de la venta de su casa de Forks, ella fue capaz de vivir con sencillez pero cómodamente

623
con su trabajo a tiempo parcial y sus ahorros hasta que comenzara su beca a finales de
agosto.
Rápidamente organizó una cita con el terapeuta que Siobhan había recomendado, y
comenzó a reunirse con la doctora Margaret Walters semanalmente.
Y cuando no estaba aprendiendo el oficio del mercado minorista de café y
encantando a los ciudadanos de Harvard Square, siguió las instrucciones de Katherine
Picton y se presentó a Garrett Armstrong, el presidente de su nuevo departamento.
El profesor Armstrong la recibió cálidamente, y pasaron la mayor parte de una hora
hablando de su interés común en Dante. Él mencionó que Cecilia Simonetti llegaba de
Oxford la semana siguiente y sugirió que Bella pasara el veintiocho de junio con el fin de
asistir a una recepción que se celebraría en honor a la profesora Simonetti.
Bella aceptó la invitación con mucho gusto.
Luego la acompañó hasta la sala de estudiantes de postgrado y le presentó a un
grupo de estudiantes, antes de despedirse cortésmente.
Dos de los estudiantes fueron cordiales, pero no eran particularmente amables. La
tercera estudiante, Zsu Zsa, que era de Hungría, le dio la bienvenida a Bella
inmediatamente. Ella le dijo a Bella que un grupo de ellos se reunían a tomar una copa
todos los miércoles en la guarida de Grendel, un pub local con vistas a Winthrop Park. Al
parecer, Grendel tenía un hermoso patio y una lista de cerveza excepcional.
Bella se comprometió a encontrarse con Zsu Zsa allí el siguiente miércoles por la
noche, y las dos mujeres intercambiaron direcciones de email.
A pesar de la timidez general de Bella, un rasgo de carácter que nunca se perdía por
completo, encajó en el paisaje de Harvard como una mano en un guante.
Encontró un guía de turismo universitario llamado Ari quien le dio una orientación
por el campus, la biblioteca y la escuela de graduados. Consiguió una tarjeta de la
biblioteca antes de la inscripción, que se celebraría en agosto.
Apareció en la sala de estudiantes de postgrado en ocasión de ver a Zsu Zsa y para
aprender más sobre la atmosfera del Departamento. Y pasaba largas horas en la biblioteca
cazando los libros que necesitaría leer durante el verano.
Exploró su barrio, encontró un supermercado y un banco, y reclamó un restaurante
en particular Tailandés, que estaba justo calle abajo de su departamento, como su nuevo
lugar favorito para comer.
Así, cuando Alice la llamó el veintiséis de junio, Bella estaba completamente a gusto
en su nueva vida y muy feliz.
Casi.
Bella estaba atendiendo unos clientes cuando Alice llamó a su teléfono celular, por
lo que le pidió a sus compañeros de trabajo que la cubrieran y salió al jardín del frente a
fin de no molestar a nadie.
—Alice, ¿cómo estas?
—¡Oh, Bella, estamos bien! Jasper me llevó de vuelta al resort que fuimos el otoño
pasado y fue maravilloso. Es incluso mejor en el verano. Vimos delfines y ballenas, y…
Bella apretó los dientes ligeramente mientras esperaba a Alice que tomara aliento
para poder llevar la conversación en una dirección completamente diferente.
En dos o tres párrafos, su paciencia se vio recompensada.
—Edward renunció a su trabajo.
—¿Qué? —Alice casi chilló—. ¿Cómo lo sabes?
—Un amigo mio fue su asistente de investigación en Toronto. Al parecer, él dimitió
a finales de este mes.
—Eso lo explica todo —dijo Alice, suavemente.
—¿Explica, qué?

624
—Edward vendió su apartamento en Toronto. Papá y yo íbamos a enviar su regalo
de cumpleaños, pero él nos escribió y dijo que se estaba mudando. Dijo que estaba
alojándose en hoteles, mientras que su agente de bienes raíces le ayudaba a encontrar una
casa.
Bella apoyó su espalda contra el árbol, un roble nudoso que estaba frente a Peet.
—¿Mencionó dónde estaba buscando?
—No. Solamente que había contratado a una empresa para empacar sus cosas y
guardarlas hasta que encontrara una casa. Pero si renunció a su trabajo…
—Él esta en el proceso de renunciar.
—¡Entonces deberías llamarlo! Bella, es el tiempo perfecto. Él debe estar dejando
Toronto para ir a Boston. Tienes que llamarlo.
Bella se puso tensa.
—No lo voy a llamar.
—¿Por qué no?
—No tenemos idea de hacia dónde él se está mudando. ¿Por qué debo asumir que
esta viniendo para acá? Él me dejo, Alice. Y tan estoy segura como del infierno de que no
voy a ser quien solucione este problema… asumiendo que pueda arreglarse.
Alice se quedó muy callada.
—¿De verdad crees eso? ¿Qué no se puede arreglar?
Bella alzó las manos por la frustración—. ¿Qué debo pensar? Meses de silencio y
mensajes codificados, pero ni una sola promesa de que él fuera a volver alguna vez.
Renunció a la Universidad y vendió su condominio, y aún no he sabido nada de él.
¿Suena eso como alguien que está deseoso de verme? ¿Para arreglar las cosas? No estoy
segura incluso de quererlo de vuelta.
Alice inhaló bruscamente.
—Bella, no puedes decir eso.
—¿Por qué no?
—Porque sé que ustedes dos se aman. No estoy sugiriendo que tienes que barrer lo
que sucedió debajo de la alfombra. Pero esperaría que si él vuelve, por lo menos
escucharas lo que tiene que decir. Y hacer que él te escuche. Se deben a cada uno
escucharse, incluso si es únicamente para tener un cierre. Y creo que él necesita oír cómo
te sientes acerca de todo esto. Y lo que te sucedió después que él se fuera.
Bella cerró los ojos, cuando una ola de dolor se apoderó de ella. La idea de ver a
Edward… y escuchar su explicación… literalmente dolía.
—No estoy segura de que mi corazón pueda sobrevivir a su explicación.
Alice suspiró profundamente en el teléfono, más temerosa que nunca de que sus
intuiciones hubiesen estado equivocadas.

-
No dispuesta a sentarse y sentir lastima de sí misma, o esperar a la reaparición
milagrosa de Edward, Bella se enterró en ocupaciones durante los próximos días, leyendo
y estudiando en preparación para su introducción a la profesora Simonetti.
Ella no fue decepcionada.
A pesar de que solamente fue capaz de hablar con la profesora brevemente, ya que
era la invitada de honor en la lujosa recepción, la conversación fue muy buena. La
profesora Simonetti reconoció el nombre de Bella de la llamada de Katherine Picton y
sugirió que ella y Bella fueran a tomar un café algún momento de julio, una vez que se
hubiera establecido en su nueva oficina.
Bella flotó hacia su casa, volando en la brisa de optimismo y esperanza.

625
Estaba tan feliz, que decidió que había llegado el momento para comenzar el
proyecto que había estado evitando… desempacar sus libros y colocarlos en orden
alfabético.
Hasta esa noche, había hecho uso de las bibliotecas de Harvard y había comprobado
los volúmenes que necesitaba para su lista de lectura. Pero cada día la colección de cajas
en el centro de su pequeño apartamento se burlaban de ella por lo que finalmente decidió
que era hora de desempaquetar.
El proceso tomo más tiempo del que esperaba, pero dado el tamaño de su colección,
en realidad no fue tan sorprendente. Terminó alrededor de un tercio de las cajas esa noche
antes de decidir caminar hacia el restaurante Tailandés y ordenar para llevar.
Dos días más tarde, Bella había llegado a la caja final.
Después de una tarde muy agradable con Zsu Zsa y algunos otros estudiantes de
postgrado en la guarida de Grendel el treinta de junio, Bella llegó a su casa decidida a
terminar de desempaquetar.
Como había sido su práctica, dejó de lado los volúmenes en orden alfabético, casi
sin pensar.
Hasta que llegó a los dos últimos libros en la parte inferior de la ultima caja.
Una copia rustica de La Odisea de Homero.
Una copia de bolsillo de Abelard y Héloise: Las cartas y otros escritos.
Ningún libro le pertenecía.
Ella los miró interrogante.
¿De dónde venían?
Y entonces un recuerdo lejano llegó arrastrándose hacia ella. Peter, de pie en su
estudio en marzo, diciéndole que había recuperado su correo de la Universidad.
“Los libros de texto”, había dicho. Algo sobre Homero y algo acerca de un libro
medieval.
Abelard y Héloise.
Por supuesto, Peter había llamado el volumen un libro medieval, ya que la vida de
Abelard había sido en los siglos XI y XII, mucho antes del Renacimiento.
Con dedos temblorosos, Bella puso la Odisea en el suelo y abrió el libro medieval.
Hojeo más allá de la página del titulo y vio una inscripción.
Una inscripción escrita en la mano elegante pero contundente del profesor Edward
Masen.

A mí Héloise Amada,
Carta sexta, párrafo cuarto.
Tuyo por la eternidad,
Abelard.

El mundo pareció excesivamente lento mientras repentinamente entendió el último


mensaje de suplica de Edward hacia ella en el pasillo de la Universidad.
—No tengo otra opción, Héloise —susurró—. Por favor, espera… lee mi sexta carta. El
apartado cuarto. Antes del primero de julio. Por favor.
En su dolor y enojo, ella le había entendido mal.
Así que él le había enviado el propio texto.
Con mucho temor se encontró con el índice y encontró la sexta carta de Peter
Abelard a Héloise.
Pero lo que encontró entre las páginas le hizo jadear.
Ubicado en el interior del volumen, envuelto en papel de archivero, estaba una de
las reproducciones valiosas de Botticelli, de las ilustraciones de La Divina Comedia de

626
Edward. En el dibujo, Beatrice se aferraba a Dante, que parecía como si él hubiera
tropezado. La pareja estaba en la base de una escalera que se extendía en los cielos.
Bella reconoció la foto como una imagen de uno de los Cantos en el Paraíso de
Dante, pero no estaba muy segura de cuál.
Rápidamente cogió su IPhone para poder localizar la ilustración de la página web
del Mundo de Dante, solamente para descubrir que no había podido recargar su teléfono.
La batería estaba completamente muerta.
En lugar de perder preciosos minutos buscando el cable que utilizaba para recargar
su teléfono, llegó a su ordenador portátil. Y entonces recordó que no tenía acceso a
Internet en su apartamento.
¡Scheisse!
Había una pista en la pintura, pero no podía buscarlo por ahora.
Con su corazón acelerado, cuidadosamente puso la imagen invaluable de Edward a
un lado y se quedó mirando el texto que había subrayado en su libro.

“¡Pero a dónde mi imaginación inútil me lleva! ¿Ah, Eloísa, cuán lejos estamos de tal
temperamento feliz? Tu corazón todavía arde con el fuego mortal que no se puede apagar, y el mío
está lleno de problemas y malestar. No penséis, Héloise, que aquí disfruto de una paz perfecta; voy
a abrirte mi corazón por ultima vez; —Todavía no me he desenganchado de ti, y aunque lucho
contra mi ternura excesiva por ti, a pesar de todos mis esfuerzos sigo siendo muy sensible a tus
penas y ansío compartirlas. Tus cartas me han conmovido verdaderamente; ¡no puedo leer con
carácter indiferente los escritos de esa mano querida! Yo suspiro y lloro, y toda mi razón es escasa
para ocultar suficientemente mi debilidad a mis alumnos. Esta, infeliz Héloise, es la condición
miserable de Abelard. El mundo, que está generalmente mal en sus ideas, piensa que yo estoy en
paz, e imaginan que yo te amaba solo por la gratificación de los sentidos, que ahora te he olvidado.
¡Qué error es ese!

Ella debió haber leído el párrafo cinco o seis veces antes de que el mensaje oculto del
texto comenzara a hundirse en su mente agitada.
Él me quería. No solamente su trabajo, pero a mí.
Y nuestra separación le hizo daño.
Abrumada por la emoción mezclada con shock, Bella dejó el volumen y recogió la
Odisea. Con sus dedos aun temblando, dio la vuelta a las primeras páginas hasta que
encontró la caligrafía elegante de Edward de nuevo.

Mi corazón es tuyo.
Mi cuerpo también.
Mi alma, de mismo modo.
Yo seré fiel a ti, Penélope.
Espera por mí…

Con lágrimas corriendo por su rostro, Bella comenzó a buscar entusiasmadamente


en el libro por cualquier indicación de un mensaje más allá.
Cuando se encontró con una vieja foto del prado detrás de la casa de los Cullen, en
plena floración, supo que había encontrado la página correcta.
Edward había subrayado un pasaje.

“Euriclea ahora subió riendo a decir a su señora que su querido marido había vuelto a casa.
Sus rodillas envejecidas se volvieron jovenes de nuevo y sus pies eran agiles de alegría cuando
subía a su señora e inclinaba su cabeza para hablar con ella. ‘Despierta, Penélope, hija mía’,
exclamó ella, ‘y ve con tus propios ojos algo que has estado esperando desde mucho tiempo atrás.

627
Ulises por fin ha vuelto a casa de nuevo, y ha matado a los pretendientes que estaban dando tantos
problemas en su casa, devorando su patrimonio y dando malos tratos a su hijo… Me ha enviado a
llamarte, así que venga conmigo que ambos podrán ser felices juntos después de todo; por ahora por
fin el deseo de tu corazón se ha cumplido; su marido ha llegado…’”

Y luego, en el margen, Edward había escrito,

Tú eres mi esposa.
Yo estoy yendo.
Espera por mí…

El libro cayó de entre los dedos de Bella en el piso de madera, el ruido de la colisión
hizo suave eco en el silencio.
“Quiero ser tu último”, había dicho.
Y el anillo de bodas…
Estaba desesperada por hablar con él. Por lo menos para decirle que encontró sus
mensajes...
Pero su teléfono estaba muerto.
No le importaba que fuera cerca de medianoche y que la calle Mount Auburn
estuviera oscura y casi vacía.
Cogió su ordenador portátil y rápidamente voló de su apartamento, sabiendo que si
podía pararse en las afueras de la puerta de Peet, sería capaz de captar una señal
inalámbrica y enviarle un email a Edward.
Bella no tenía idea de lo que iba a decir y se negó a tomar el tiempo para reflexionar,
planificar, o para cambiarse lo que utilizaba como su pijama. Lo único que podía hacer era
correr.
El barrio estaba mayormente tranquilo. A pesar de la llovizna y la niebla caliente y
suave de la lluvia vespertina, un pequeño grupo de lo que parecía ser muchachos de
fraternidad estaban a media cuadra de distancia, hablando y riendo.
Bella dio un paso de la acerca y comenzó a cruzar la calle, sus zapatillas golpeando
contra el asfalto mojado, hizo caso omiso de las gotas que caían del cielo, empapando a
través de su fina camiseta.
Y luego, en el centro de la carretera, se detuvo.
Justo delante de ella, vislumbró una sombra que acechaba en la oscuridad detrás del
árbol en frente a Peet.
Era un hombre, podía ver eso, pero dado que estaba medio oculto por el árbol y la
ausencia de luz, no pudo ver más.
Sabía que no debía acercarse a un extraño en las sombras, así que se quedó donde
estaba, estirando el cuello para verlo.
Como en respuesta a sus movimientos, él pasó por el borde del árbol y poco a poco
entró en la piscina de la luz que caía en cascada por la acera de la lámpara de la calle.
En la luz titilante, él parecía un ángel.
Edward.
Bella gritó, apretando una mano temblorosa en su boca y casi dejando caer su
computadora portátil por la sorpresa.
Al principio pensó que era una alucinación. Un sueño despierto.
Se frotó las gotas de lluvia de los ojos con el fin de obtener una mejor visión.
Estaba de pie en la acera justo en frente de ella, pero él estaba en silencio y su rostro,
aunque hermoso, estaba demacrado y pálido. Tenía el pelo húmedo y despeinado y jalaba
de este en agitación. Sus ropas, que por lo general estaban pulcras y prensadas, estaban
arrugadas y mojadas.

628
Parecía preocupado, sus ojos fijos en ella cautelosamente.
Él levantó los brazos a lo ancho, casi como si se acercara a un caballo asustadizo que
esperaba se agitara.
Bella notó que su camisa blanca de vestir ahora casi translucida estaba fuera del
pantalón con el cuello desabrochado, como si hubiera tirado descuidadamente sobre el
par de pantalones grises que estaba usando. Y no llevaba una camiseta.
—Isabella —la llamó suavemente.
Él no podía ocultar el temblor en su voz.
Él estaba asustado.
Ella quería acercarse. Quería correr hacia él, pero no podía. Sus pies no se movían.
Tal vez esto era una pesadilla enviada a mofarse de ella. Tal vez aún estuviera
dormida arriba en su nuevo apartamento. No había encontrado sus libros y todos los
códigos crípticos no eran más que un truco del cerebro.
Trató de formar las palabras para llamar por él, pero no quisieron salir.
De repente, algo retumbo detrás de ella y Edward gritó violentamente—. ¡Bella,
muévete!
Un silbido de aire de la empapada lluvia del verano pasó sobre ella, junto con el
sonido de lo que parecía ser una bocina, pero los ignoró a ambos, obsesionada como
estaba en descubrir si estaba despierta o soñando.
Edward comenzó a caminar hacia ella, agitando los brazos frenéticamente—. ¡Bella,
sal de la carretera, ahora!
Bella observaba, casi en cámara lenta, como su cabeza giraba hacia un lado.
Esta vez se las arregló para seguir su mirada.
Dos faros redondos y brillantes se desviaban hacia ella, acompañados por el sonido
horrible de un patín de ruedas bloqueadas.
Se volvió para mirar a Edward, pero él ya era un torbellino de color blanco, como
un fantasma.
Oyó el chirrido agónico de acero contra el acero, el desliz del caucho deslizándose
por el pavimento mojado y olía el olor a quemado abrasador.
Algo se estrelló contra ella, duro, y ella cayó hacia atrás, las manos extendidas
desesperadamente buscando evitar el impacto, la parte de atrás de su cabeza mirando
contra algo inflexible.
Oyó su portátil destrozarse y saltar sobre el asfalto como una piedra plana sobre la
superficie de un lago.
Pero antes de que todo quedara a oscuras, oyó un ruido horrible y repugnante que
sonaba como una gran pieza de fruta en colisión con algo solido.
Un grito de angustia le llenó los oídos y entonces todo estaba negro y en silencio.

Links relevantes en la historia.

Nota del autor: en este capitulo, el misterio de la sexta letra de Edward se pone de
manifiesto, a pesar de que su simpática por Peter Abelard se declaró en un capitulo anterior de la
historia.
Esta claro que Edward y Bella tienen reacciones muy diferentes cuando se trata de la trágica
historia de Abelard y Héloise, y esto también se menciona en un capitulo anterior.
Además, Bella encuentra a sí misma confrontada con las palabras de Homero como lo
describe la unión de Penélope y Ulises, su esposo después de una ausencia de veinte años. La guerra

629
de Troya duro diez años y después, se llevó a Ulises y sus hombres durante diez más para volver a
su hogar en Ítaca, (que era preciosa, por cierto).

Durante todo este tiempo, Bella tenía mensajes de Edward esperando en su estantería…

Ilustración de Botticelli y las características de Dante y Beatrice en el Paraíso.

Pintura de Angélica Kauffman Penélope Despertado por Euriclea, Siglo XIII

T.S.Eliot era un poeta fascinante estadounidense que pasó un buen número de años
en Londres, asociado con el grupo de Bloomsbury, entre otros. La cita es leído por
Edward de su poema, “Miércoles de Ceniza”. A favoritos es “La tierra baldía”. Pero Eliot
es, tal vez, lee mejor con una copa de jerez y un corazón alegre y definitivamente no en la
oscuridad… www.msgr.ca/msgr—7/ash_wednesday_t_s_eliot.htm Los derechos de
autor se llevo a cabo por Eliot a si mismo a través de Faber and Faber Limited, que ha
pasado al dominio publico.

La ilustración de Botticelli es de Dante y Beatriz en la esfera de Saturno, que


corresponde al 21 —22 Cantos de Paraíso. Esto canto tiene lugar en la esfera de Saturno y
se puede ver a Dante agarrando Beatriz en la parte inferior en la parte inferior derecha del
dibujo.
Las Cartas de Abelard y Héloise se cita a partir de una traducción del dominio
público atribuido a una fuente anónima, que se puede encontrar aquí: www.sacred—
texts.com/chr/aah/aah08.htm

630
Sin embargo, Edward habría enviado a la mejor traducción disponible para Bella
porque él es perfeccionista pretencioso, y esto probablemente seria por William Levitan,
publicado por Hackett Publishing Company, 2010.
La cita de la Odisea de Homero es del libro XXIII de la traducción de Samuel Butler,
disponible en el dominio publico a través de la gracia de la Internet Classic Archive en el
MIT:

www.Classics.mit.edu/Homer/odyssey.23.xxiii.html

Nombramiento del mayordomo del héroe como Ulises ha cambiado de nuevo a sus
Ulises originales transliteración griega. Y Ulises se adapta mejor a James Joyce que a
Homero.

Frank Sinatra en Rendición (Cole Porter). Night and Day


http://www.youtube.com/watch?v=i58SrYULhvE&feature=related

Renée Fleming (Antonín Dvořák) — Song To The Moon w/ Lyrics


http://www.youtube.com/watch?v=1tImMZLfHaE

631
Capítulo treinta y nueve.

Cuando Edward fue capaz de recuperar el aliento, abrió sus ojos.


Estaba acostado en el pavimento, a centímetros de donde Isabella estaba pálida e
inmóvil.
Apiñado en su lado, extendió su mano derecha, alcanzando solo la delicada curva de
su tobillo.
Su piel estaba fría.
Frunció los ojos cerrados cuando un dolor punzante se disparó en su pierna.
Él habría hecho cualquier cosa para protegerla.
Hubiera dado su vida para salvarla.
Por favor, Dios...
Con este último casi pensamiento en su mente, se hundió hacia oscuridad...

-
—Edward, cariño, es hora de levantarse.
Él gimió y mantuvo los ojos cerrados, esperando que la voz se fuera.
El sueño era hermoso y lo necesitaba.
—Edward, vamos. Sé que estás despierto.
Ella se rio suavemente y sintió inclinarse el colchón al lado de sus piernas.
Abrió los ojos y vio a su madre adoptiva sentada en el borde de su cama. Él estaba en
su antiguo dormitorio de vuelta a la casa de sus padres en Forks.
—¿Es tiempo para ir la escuela? —preguntó, frotándose el sueño de sus ojos.
Ella se rio de nuevo, el sonido ligero y aireado como la música.
—Estás un poco viejo para ir a la escuela, por lo menos como estudiante.
Se sentó en la cama y miró a su alrededor, confundido.
Ella le sonrió y le tendió la mano.
Él la tomó con mucho gusto, disfrutando la sensación de su mano suave antes de
besarla con reverencia.
—¿Qué te pasa, Edward? —Ella le dio una mirada de perplejidad que no fue
desagradable, mientras él sostenía con fuerza su mano entre las suyas.
—No fui capaz de decirte adiós. No fui capaz de decirte… —Hizo una pausa e inhaló
rápidamente—... que te amo.
Esme sonrió ampliamente y asintió con la cabeza, como si entendiera.
—Sé que me amas, Edward. No tenías que decir las palabras. Siempre lo he sabido.
Edward fue superado momentáneamente con una ola de emoción mientras se acercaba
y la abrazaba con fuerza.
—No sabía que estabas enferma. Rose me dijo que estabas mejorando. Debería haber
estado allí.
Esme suspiró y le palmeó la espalda maternalmente—. Cariño, quiero que dejes de
culparte a ti mismo por todo. Tomaste la mejor decisión que podías dar con la información
que tenías en ese momento. Nadie espera que seas omnisciente o perfecto. —Se apartó para
poder mirarlo a los ojos—. Y no debes esperarlo de ti mismo, tampoco.
Edward se secó los ojos con el dorso de su mano, avergonzado de que ella viera sus
lágrimas.
—Yo amo a todos mis hijos, pero tú eras mi primogénito, Edward. Tú siempre has sido
especial para mí.
—Te amo, Esme —respondió, con la voz quebrada.
Ella le sonrió—. Lo sé, cariño. Yo te amo también.
Madre e hijo pasaron un momento o dos en la comunión del silencio antes que Esme se
pusiera de pie, alisando las arrugas de la falda de su vestido blanco.

632
—Hay alguien que me gustaría que conozcas. ¿Te parece bien?
Edward se secó los ojos y asintió con la cabeza, apartando las mantas y tirando la cobija
que cubría sus piernas en el suelo.
Se puso de pie, tratando de darle a su cabello una apariencia de orden, olvidando
momentáneamente que estaba sin camisa.
Esme entró al pasillo y luego regresó, con su brazo alrededor de una mujer joven.
Edward se quedó paralizado.
La mujer era joven, a pesar de que parecía eterna. Su cabello era largo y grueso y rubio,
con el rostro de porcelana blanca, y ella era delgada y alta.
Pero sus ojos le eran familiares.
Llamativos ojos color verde esmeralda debajo de las cejas rubias y una amplia sonrisa,
rojo rubí.
Edward le dio a Esme una mirada inquisitiva.
—Voy a dejar que ustedes dos se conozcan —dijo, y luego desapareció.
—Soy Edward. —Sonrió amablemente y le tendió la mano.
Ella se la estrechó, sonriendo ampliamente de vuelta.
—Lo sé. —Su voz era débil.
—¿Y tú eres?
—Yo quería conocerte. Esme me ha hablado tanto de ti. Sobre cómo eras de niño y de
tu hermano y hermana. Sobre tu trabajo.
Edward asintió.
—Eres muy guapo.
—Gracias. —Se ruborizó ligeramente y bajó la mirada para observar sus pies descalzos,
tamborileando sus dedos contra la alfombra.
—¿Quieres contarme de ella?
—¿Quién?
—¿Tanya?
Edward se puso rígido y sus ojos volaron hacia los de ella.
—¿Por qué?
—Yo nunca la conocí. Quiero saber.
Él se frotó los ojos con las palmas de sus manos.
—Está mejor. Ella está con su familia en Alaska.
—Sé eso. Ella es feliz ahora.
—Entonces, ¿por qué lo preguntas?
—Quiero saber cómo es ella.
Edward tomó un momento para elaborar con cuidado lo que iba a decir.
—Es hermosa e inteligente. Es terca. Habla varios idiomas y cocina bien. —Se rio entre
dientes—. Ella puede ser muy graciosa. Pero no es muy musical. No puede llevar una
melodía en una canasta.
La joven soltó una risita—. Eso he oído. —Miró a Edward con curiosidad—. ¿Alguna
vez la amaste?
Los hombros de Edward se desplomaron.
—Debería haberlo hecho. La traté abominablemente. Pero no, no la amaba. A pesar de
que llegué a quererla.
La mujer asintió y luego volvió la cabeza como si alguien la estuvieran llamando desde
el pasillo. Rápidamente desvió la mirada de nuevo hacia Edward.
—Me tengo que ir ahora. Pero me alegro de haberte conocido. No fue posible antes.
Pero sé que nos volveremos a ver.
Ella sonrió y luego se giró para irse.
Edward la siguió hasta la puerta.
—No escuché tu nombre.

633
Ella se giró hacia él e impulsivamente le cogió la mano, entrelazando sus dedos con
fuerza.
—Creo que sabes quién soy. —Le sonrió con expectativa.
—No lo sé. Lo siento. Aunque tus ojos me son conocidos...
La joven se echó a reír y Edward sonrió a pesar de sí mismo, porque su risa era
contagiosa.
—Por supuesto que mis ojos son familiares, son los tuyos.
La sonrisa de Edward se apartó de su rostro.
—¿No me reconoces? —Su voz era suave y parecida a la de un niño.
Él negó con la cabeza, confundido.
—Soy Maia.
Ella vio como su expresión se congelaba, y luego mientras el momento pasaba lo vio
tener varias emociones diferentes, como las nubes flotando en el cielo en un perezoso día de
verano.
Cuando Edward hubo superado su sorpresa, uso su mano libre temblorosa para cubrir
su boca.
—Veo que estás usando mi nombre. —Ella señaló hacia el tatuaje que llevaba en su
pectoral izquierdo—. Pero no tienes que hacer eso. Yo sé que me amabas.
Le apretó la mano con fuerza y lo miró con una expresión seria en su cara bonita.
—No tienes que preocuparte —le susurró—. Estoy feliz aquí. Y es tan hermoso.
—Pero yo quería conocerte. Y ella también.
Ella se acercó y lo besó en la mejilla, el contacto solamente duró un segundo, y después
caminó por el pasillo.

-
Bella estaba soñando.
Pero era un sueño complicado, lleno de sombras. Era ingrávida y volando y solamente
veía la oscuridad.
Podía oír los ruidos y las voces, pero no podía distinguir las palabras.
Y entonces pudo sentir las gotas de lluvia que caían en sus brazos y piernas desnudas.
Se sentía tan fría.
Le tomó un tiempo para averiguar dónde estaba y por qué...
Edward.
Abrió sus ojos y su cabeza le latía de dolor.
—¿Edward?
Estaba tumbado de lado a solo centímetros de ella. Su pierna derecha estaba doblada
en un ángulo extraño y había sangre filtrándose a través de sus pantalones.
Arrastró su cuerpo sobre el asfalto húmedo para llegar a él, sin tener en cuenta la
gravilla y piedra que herían sus piernas desnudas.
—¿Edward?
Suavemente le apartó el pelo de la frente y luego, llorando, acercó sus labios a los
suyos.
Ellos estaban frescos.
Su bello y trágico amado la había salvado.
Unió sus labios una y otra vez. Intensamente. Desesperadamente.
Por favor, Dios. Haré cualquier cosa, pero por favor permítele estar bien...
Bella se acurrucó en el suelo frío y duro junto al cuerpo de su ángel roto y caído,
acariciando su cabello y llorando.

634
No fue hasta el mediodía del día siguiente que Bella fue dada de alta del Hospital
Mount Auburn.
Rápidamente se colocó la fina camiseta y pantalones cortos que había estado usando
cuando llegó la noche anterior y, afortunadamente, una de las enfermeras se apiadó de su
estado de vestuario y le dio una camiseta de la Universidad de Boston de la caja del hospital
de cosas perdidas.
Bella lamentó doblemente el hecho de que no hubiera usado brasier y que hubiese
elegido unas pantuflas como calzado.
Sin embargo, agarrando una bolsa con los restos de su computadora portátil ahora
destruida y el IPhone de Edward, que había encontrado en la calle a unos metros de él, hizo
los arreglos para pagar su factura costosa del hospital y rápidamente corrió hacia la
habitación de Edward.
Había mentido y dicho que era su prometida a fin de persuadir a un miembro del
personal de enfermería para decirle dónde estaba.
Bella sabía que debía llamar a Carlisle y Alice, pero quería esperar hasta que tuviera
más información sobre la condición de Edward. Lo único que sabía era que estaba vivo,
herido, y no en la Unidad de Cuidados Intensivos.
Descaradamente ignorando el letrero que decía: No se puede utilizar teléfono o viper en el
hospital, Bella se inclinó en la pared del elevador y encendió el IPhone de Edward.
Y lo que vio la sorprendió.
Como su fondo de pantalla, Edward tenía una fotografía de ella con su vestido de
graduación, estrechando la mano de Katherine Picton.
Miró a la pequeña pantalla con incredulidad.
Cuando llegó en el piso de Edward, se apresuró a salir del ascensor y luego miró a los
letreros que indicaban los números de habitación. Mientras caminaba hacia su habitación,
presionó el icono de fotos en su teléfono y comenzó a desplazarse a través de las imágenes.
Él estaba allí.
Edward estaba en mi graduación.
Las imágenes eran granuladas, era cierto, y parecía como si las hubiera sacado de una
distancia considerable, pero era inconfundible… Edward había estado dentro del auditorio
durante su graduación.
Ella no lo podía creer.
No solamente eso, sino que también tenía fotos de su viaje a Italia, la mayoría de ella.
Mientras Bella doblaba la esquina y se dirigía por el pasillo, se encontró con una
pequeña sala de espera con un sofá bajo y una silla.
Una mujer alta, rubia estaba sentada en el sofá, enviando un mensaje de texto a
alguien.
Solamente le tomó un instante a Bella para darse cuenta de quién estaba sentado
vigilante tan cómodamente fuera de la habitación del hospital de Edward.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Bella se acercó a la mujer, cruzando los brazos frente a
su pecho a la defensiva.
Ella estaba de mal humor. No había dormido mucho la noche anterior y todavía sufría
de una conmoción cerebral leve. Por no mencionar el hecho de que la última vez que las dos
mujeres se habían reunido, había sido bajo circunstancias menos que ideales.
Y ese fue un eufemismo.
—¡Isabella! —Tanya se levantó.
Vestía impecablemente, como de costumbre, su pelo largo, rubio fresa estaba
ligeramente rizado y colgaba de sus hombros. Llevaba un vestido azul pálido, y sandalias de
corcho y una chaqueta blanca.
Una pulsera de oro colgaba de su muñeca, haciendo un sonido de timbre cada vez que
se movía.

635
Bella se preguntó brevemente quién había decidido ponerle una campana.
¿Los suizos? ¿La Sociedad Protectora de Animales?
—Estoy tan contenta de que estés bien. Dijeron que fuiste traída aquí con Edward. —
Tanya miró a Bella y vio los rasguños y contusiones en las piernas y los vendajes en sus
rodillas—. ¿Estás bien? Te ves un poco… verde.
—Estoy bien —respondió escuetamente Bella—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Tanya le dio a Bella una mirada ligeramente burlona, como si estuviera sorprendida de
que le hablara de esa manera.
—Edward fue atendido en este hospital antes, cuando vivía en Cambridge. Debieron
haber revisado su antiguo expediente. Yo estaba anotada como su pariente cercano por lo
que me llamaron un par de horas atrás. Por suerte, no había cambiado mi número de
teléfono celular. —La voz de Tanya era suave y, definitivamente, no de confrontación.
Pero Bella se sentía como si estuviera a punto de perder el control.
—¿Pariente más cercanos? —Estas fueron las únicas palabras que pudieron encontrar su
enojo y molestia.
Tanya ladeó la cabeza hacia un lado y le dio a Bella una mirada seria.
—Fue hace mucho tiempo. Pero dado que estaba en la ciudad y él resultó herido, vine
directamente. No me enteré de que estabas aquí hasta después de mi llegada. De lo contrario,
nunca me hubiera atrevido... —Tanya apartó su pelo detrás de sus hombros, su pulsera
tintineó mientras lo hacía.
Bella contuvo un mugido.
—¿Llamaste a su familia? —preguntó ella.
—No, asumí que ya lo habías hecho. Pero llamé a Efraín, el abogado de Edward. Creo
que él iba a llamar a Carlisle. —Tanya hizo un gesto a la silla vacía con la mano abierta—.
Aquí. Siéntate. Parece que te vas a caer.
—Quiero ver a Edward —dijo Bella, obstinadamente.
—Por supuesto que quieres hacerlo —susurró Tanya—. Pero el médico está con él
ahora. Me voy a ir pero antes de hacerlo, me gustaría explicar un par de cosas.
Bella se sentó, sin soltar sus brazos (y la bolsa de los pedazos rotos), contra su pecho.
Tanya era más alta que Ángela y más atlética, pero llevaba tacones y un vestido.
Bella en silencio se preguntó si podría con ella (y con su pulsera).
—Mira, sé que tienes todas las razones para que no te agrade. Pero te prometo, no
estoy aquí para causar problemas. No he escuchado de Edward en meses. Estoy en la ciudad
solamente por unos días para poder empacar. Permanentemente. —Inexplicablemente,
Tanya se sonrojó y miró a sus manos nerviosamente—. Estoy aquí con alguien. Alguien
especial. Estamos empacando todo y enviándolo a Anchorage.
—¿Anchorage?
—Mi novio es un profesor de la Universidad de Anchorage. —Se sonrojó de nuevo y le
dio una mirada casi tímida a Bella—. Él me ayudó a conseguir un trabajo enseñando inglés,
mientras terminaba mi doctorado, por extensión. Es viudo y tiene dos niñas pequeñas. Me
llaman tita Tanya. ¿Te imaginas? Después de todos estos años, estoy saliendo con un hombre
cuyas niñas necesitan una madre.
Bella se quedó atónita.
Y sin palabras.
—Sinceramente, me siento muy mal por el accidente. Pero dado que Edward va a estar
bien... —la voz de Tanya era de simpatía.
Las lágrimas brotaron de los ojos de Bella—. ¿Va a estar bien?
—¿No lo sabías? Lo siento. Debí haber dicho eso primero. Asumí que dado que tú y
él... —Tanya dejó de hablar cuando sus ojos viajaron hacia el dedo anular desnudo de la
mano izquierda de Bella—. Um… él tiene una pierna rota y ellos piensan que se golpeó la
cabeza. Pero no parece haber ningún daño duradero. —Le sonrió a Bella con tristeza—. La

636
enfermera me dijo que cuando recobró el conocimiento entró en pánico, gritando por ti.
Tuvieron que sedarlo.
—¿Sabe que estoy bien? —La voz de Bella tembló.
—Hablé con él unos minutos atrás y parece que una de las enfermeras le dijo que
habías sido dada de alta. Pero Isabella, le están dando fuerte medicina para el dolor y él más
o menos está flotando de ida y vuelta. Pero tuve la oportunidad de decir adiós y de… decir
muchas cosas que debí haber dicho antes —Se puso de pie y colocó su bolso sobre su
hombro—. Y ahora que estás aquí, puedo seguir mi camino.
Bella se levantó un poco temblorosa.
—Gracias, Tanya.
—No he hecho nada digno de agradecimiento. Pero espero que ambos sean muy felices
juntos. Y lamento haber tratado de interponerme entre ambos.
Tanya hizo una pausa, pensativamente.
—Edward te ama mucho, Isabella. Y él merece ser amado también.
Con una sonrisa de despedida que fue sin duda genuina, se alejó.

-
Mientras esperaba para que el personal médico abandonara la habitación de Edward,
Bella envió un breve texto de Alice del IPhone de Edward, explicando que había tenido un
accidente, que estaba bien y que estaban en el Hospital Mount Auburn.
Mientras estaba esperando una respuesta, un médico y una enfermera salieron de la
habitación de Edward.
Bella se levantó y se presentó.
—Ajá —dijo el doctor, tendiéndole la mano—. Así que eres tú por quien ha estado
preguntando. Soy el doctor Tan.
Bella y el doctor estrecharon la mano mecánicamente.
—¿Está bien?
—Está sufriendo una conmoción cerebral y varios cortes y abrasiones, pero su lesión
primaria es una fractura de tibia y peroné. Fijamos los huesos y está usando un yeso. Pero
tuvo una mala noche y realmente quiero que duerma hoy. Su ansiedad afectara su
recuperación.
El labio inferior de Bella empezó a sobresalir como un signo de su terquedad.
—Lo dejaré dormir. Pero no me voy a ir sin verlo.
El doctor Tan sonrió ligeramente.
—Me parece justo. Puede verlo, pero por favor manténgalo calmado. Y si él se duerme,
déjelo descansar. Las enfermeras entraran y saldrán para controlar su medicación para el
dolor.
Y con esto, el doctor Tan extendió una mano hacia la puerta abierta de Edward y Bella
entró.

-
Edward pensó que estaba muerto.
Pero estaba agradecido de que la fe que había recibido en Asís fuera confirmada… la
muerte no es el final.
De hecho, parecía que era únicamente un comienzo.
El encuentro con Esme y Maia, a pesar de confortar su alma, le heló en su mente
considerando realmente las consecuencias de su encuentro. Por mucho que se sintiera
aliviado al saber que Esme estaba con su niña y las dos eran felices, no estaba listo para dejar
la tierra y ser separado de su Isabella.
Había demasiado que había dejado de hacer, decir y explicar.

637
Cuando sintió los dedos pequeños, familiares, apartar el cabello de su frente, se dio
cuenta, agradecidamente, que no estaba muerto.
Él debía estar soñando.
Y luego, un sonido, silencioso y desgarrador, le llenó los oídos.
Por ello, él abrió sus ojos.
Una cola de caballo marrón estaba temblando mientras una mujer joven lloraba a su
lado, con la cara apretada en sus brazos, que se cruzaban en la parte superior del colchón,
cerca de su cadera izquierda.
La miró por un momento o dos, mientras su mente se movía lentamente, como la rueda
de la entrada de agua gastada de un molino harinero.
Cerró los ojos y extendió su mano para que flotara sobre su nuca.
—No llores, Beatrice.
Con el sonido de su voz, Bella levantó la cabeza para mirarlo.
Abrió los ojos un instante y sus miradas se conectaron.
Siendo incapaz de mantener sus ojos abiertos, igual encontró la mano y tiró de ella, sin
parar hasta que la había convencido de meterse en la cama con él.
Cuando estuvo cómoda, y sus pequeños pies desnudos se metieron debajo de la
sábana, ella apoyó la cabeza en su hombro, con cuidado para no empujarlo a él o a su yeso.
Y luego él volvió a quedarse dormido.
Bella fue capturada por el recuerdo de un pasaje en uno de sus libros favoritos, cuando
la pequeña Jane Eyre se metió en la cama con su amiga enferma Helen en la escuela Lowood.
Le dio un beso vacilante en la mejilla de Edward y se sintió alentada por el murmullo
incoherente que escapó de los labios de él.
Y entonces ella también empezó a soñar.

-
El personal de enfermería en el Hospital Mount Auburn fallaron en tener una
apreciación de las obras de Charlotte Brontë y por lo tanto estuvieron menos que
impresionadas al encontrar a Bella Swan en la cama durmiendo con su... lo que sea que
fuera.
Le despertaron sin disculparse y la enviaron al sofá, como una visitante normal.
Ella obedeció sin rechistar y cuando la tarde se convirtió en anochecer y luego en
noche, se ocupó de comprobar su correo electrónico y sus mensajes telefónicos. Y cuando sus
ojos se cansaron de leer Jane Eyre en la diminuta pantalla del IPhone, trató de dormir. Pero
su sueño duró poco, ya que era interrumpido cada vez que el personal de enfermería llegaba
para ver a Edward durante toda la noche.
—¿Vas a cambiar de escuela?
Bella se despertó con sobresalto muy temprano a la mañana siguiente por el sonido de
la voz de Edward.
Estaba sentado, muy lúcido y sonriente.
—¿Qué dijiste? —preguntó Bella, mientras ponía sus piernas en el suelo, sentándose y
estirándose.
Él hizo un gesto a su sudadera.
Ella bajó la mirada hacia su pecho.
Universidad de Boston.
—Oh. No. Um, lo que estoy usando debajo es, um, indecente. Una enfermera me dio
esto.
Edward asintió y la antigua chispa traviesa brilló en sus ojos verdes.
—Te vi bastante decente para mí antes del accidente. Increíblemente decente, diría yo.
Ella se ruborizó y agachó su cabeza.

638
—Pero tengo una camiseta en la casa que sería más adecuada para ti. ¿Cómo te sientes
sobre la Universidad de Boston?
Ella lo miró con una pregunta y él asintió con la cabeza, ligeramente vacilante.
Mientras lo miraba, la valentía parecía salirse de su mirada mientras él se mordía el
borde de su boca un poco nervioso.
—Ellos me ofrecieron un puesto y lo acepté —dijo.
Ella lo miró con incredulidad.
—¿Así que tú estás… aquí para quedarte? —Su voz era vacilante, al igual que su
esperanza.
—Yo cumplo mis promesas, Isabella. Todas. Dije que íbamos a venir a Boston juntos.
Un catedrático renunció inesperadamente de la UB y yo tuve una entrevista para sustituirlo.
Le tomó a la universidad más de lo habitual concluir la búsqueda de empleo por lo que fui
notificado hace poco tiempo. Voy a ser un profesor de tiempo completo, mezclado entre el
Departamento de Estudios Románticos y el Departamento de Religión. —Miró su expresión
en blanco, con angustia—. Los Estudios Románticos no tienen un programa de postgrado en
italiano —explicó—. La universidad quería ser capaz de atraer a estudiantes de postgrado en
estudios de Dante así que me mezclaron con el Departamento de Religión. Ellos ya tienen un
programa de postgrado.
Bella asintió con la cabeza y luego fue capturada por un ataque de tos.
—¿Estás enferma? —La miró fijamente con preocupación.
—Estoy bien —jadeó ella—. Simplemente un resfriado de la otra noche. No me di
cuenta que estaba lloviendo cuando me fui...
—Por favor, que no te dé neumonía —le rogó en voz baja—. No creo que mi corazón
pueda soportarlo.
—No es neumonía. —Su voz era un poco rígida y no pudo dejar de notar que Edward
se estremeció.
Bella fue paralizada repentinamente con una sensación de increíble incomodidad.
Ahora que estaba allí, ahora que él estaba lúcido, no sabía qué decir. Se encontró
envolviendo sus brazos alrededor de su cintura en un acto de autoprotección mientras se
movía del catre para sentarse en una silla a su lado.
—¿Qué día es hoy? —preguntó.
—Um, dos de julio. Viernes.
—¿Cuánto tiempo has estado aquí conmigo?
—Desde ayer en la tarde.
Edward frunció el ceño—. No es de extrañar que estés enferma. ¿Has comido algo?
—Un par de cosas de una de las máquinas expendedoras.
—Deberías ir a la cafetería y comprarte un buen desayuno y tomar una taza de café. —
Miró alrededor—. Estoy asumiendo que mi cartera se encuentra en ese casillero por allí.
Tómala.
—No tengo hambre. Comeré más tarde.
Edward negó con la cabeza por su terquedad.
—¿Vas a contarme sobre el accidente?
Bella suspiró y jaló el cabello de su coleta.
Edward observaba, fascinado, como una cascada de color marrón y las hebras de oro
caían sobre sus delgados hombros.
—Mi cabello duele —explicó.
Él se rio y señaló a su propio desorden ingobernable—. Entiendo eso.
Ella puso los ojos en blanco pero no pudo evitar sonreír.
—No vi cómo sucedió. Pero los testigos dijeron que había un coche que circulaba de
forma errática por la calle. Tú lo viste venir y me empujaste fuera del camino. La conductora

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pisó el freno, pero se deslizó hacia ti, golpeando tu pierna. Cuando te caíste, te golpeaste la
cabeza.
Edward asintió con la cabeza—. ¿Y la conductora está herida?
La expresión de Bella se endureció.
—La conductora era una chiflada. Una mujer llamada Amanda Dotty L'Union que
estaba haciendo un alboroto. Cuando finalmente se tranquilizó y los paramédicos me
estaban revisando, la podía oír gritarle a los policías, diciéndoles que no hablaban inglés
correctamente. Al parecer, no le agradan los puertorriqueños. O infinitivos colgando.
Edward soltó una risita—. ¿Así que era una renegada gramatical de un colegio
comunitario?
—Una renegada gramatical racista de un colegio comunitario. Comenzó a amenazarme,
diciendo que me iba a demandar por ser estúpida. Y entonces sacó un gran diccionario de su
coche y comenzó a golpear al policía de Puerto Rico con él. Él la arrestó. Pero por si acaso
hay una demanda, tengo los números de placa de los oficiales y los nombres y números de
un par de testigos. Y su información, en caso de que tú quieras demandarla a ella por ser
estúpida.
—¿Así que ella no era como la de Mandy en la canción de Barry Manilow?
Bella soltó una risita—. Bueno, claramente has tenido una lesión en la cabeza, si lo estás
citando a él. Enfermo.
La expresión de Edward cambió al instante a una de arrepentimiento.
—Lo siento.
Ella miró a su computadora rota.
—Fue mi culpa. Yo era la que estaba parada en la carretera. Como una idiota.
Él la miró con tristeza—. No, es mi culpa por sorprenderte. Lo siento por todo.
Bella se removió en su silla.
—Te extrañé, Isabella. Desesperadamente.
—No quiero hablar sobre cualquier cosa importante en este momento.
—¿Por qué no?
—Porque no puedo decir las cosas que necesito decirte mientras te estés a recuperando.
—Su tono fue más duro de lo que deseaba que fuera, pero para el momento en que se dio
cuenta, ya era demasiado tarde.
Edward miró hacia sus manos, las cuales había vuelto en puños repentinamente.
—Ya veo —, dijo lentamente.
Ella movió sus pies nerviosamente, resistiendo activamente la tentación de arrojarse en
sus brazos y decirle que todo estaba bien.
Debido a que no lo estaba.
Y se debía a sí misma, si no a él, ser honesta sobre ese hecho.
—Te he hecho daño. Deberías ir a casa y descansar. Estaré bien. —Las palabras de
Edward tenían más de un significado.
Ella negó con la cabeza obstinadamente—. No voy a dejarte.
Aunque tú me dejaste.
Él hizo una mueca.
—No tengo ninguna expectativa. Y entiendo si no quieres hablar conmigo de nuevo.
Pero estás lesionada, yo también, y ahora te ves agotada. Tienes que cuidar de ti misma. Por
favor.
Bella enderezó sus hombros—. Estoy bien.
—No me mientas. —Aquí estaba el más mínimo atisbo del viejo profesor Masen,
escondiéndose debajo del exterior escarmentado de Edward.
Él había sido tan suave con ella hasta ese momento que encontró su cambio de tono
más bien desagradable. Pero había estado expuesta a su mal humor antes y descubrió, en ese

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momento, que en realidad no le molestaba. Así que lo ignoró y comenzó a buscar en su bolsa
de plástico su teléfono celular.
—Aquí. —Ella le dio su teléfono.
Él lo tomó—. Gracias. Isabella, por favor...
—¡Edward! Gracias a Dios que estás bien.
En ese momento, Carlisle entró por la puerta con Alice a su lado.
Al ver a Edward con un yeso, ella se echó a llorar.
Bella fue rápidamente a donde estaba su amiga con el fin de consolarla.
—Estoy bien, Alice. —Edward intercambió una mirada con su padre antes de que los
dos hombres se abrazaran.
—Llegamos ayer por la noche pero ya era demasiado tarde para las horas de visita —
explicó Carlisle—. Sin embargo, un compañero mío de Dartmouth es el jefe de cirugía aquí.
Fui capaz de utilizar alguna influencia y averiguar tu condición. Suena como si estás
recibiendo un excelente cuidado.
Edward miró hacia Bella—. Lo estoy.
Después de abrazar a su hermano no solo una vez, sino dos veces, Alice acercó una
silla para sentarse al lado de Bella.
Carlisle saludó a Bella con un abrazo paternal y luego comenzó a examinar el yeso y la
IV de Edward.
Después de unos momentos de charla con Alice, Bella trató de ahogar un bostezo.
Y fracasó.
—Isabella estaba en el accidente también, Carlisle. ¿Podrías enviarla a su casa en un
taxi?
—Edward, eso no es necesario —protestó Bella.
Carlisle se acercó a donde estaba sentada y la miró con preocupación—. ¿Cómo te
sientes?
—Estoy bien. Una conmoción cerebral leve, algunos rasguños y moretones... —Hizo un
gesto a los vendajes en las rodillas un tanto despectivamente—. Edward me apartó del
camino. Él llevó la peor parte del impacto.
Carlisle asintió con la cabeza y luego miró a su hijo con una expresión que solo podía
ser descrita como orgullo paterno.
—Por favor, Isabella. —Edward le sonrió un tanto acaloradamente—. El accidente fue
mi culpa.
Carlisle se volvió para mirarla.
—Estoy seguro que podría beneficiarte un día en la cama para recuperarte. Incluso las
conmociones cerebrales leves pueden ser dolorosas. Alice y yo cuidaremos a Edward. Pero si
sientes mareos o náuseas, quiero que me llames a mi celular.
Carlisle sonrió amablemente a Bella y ella asintió a cambio.
—Tal vez debería quedarme contigo —sugirió Alice.
—Estaré bien. Voy a bañarme y luego dormiré un poco. Sería aburrido.
Alicia se veía como si quisiera decir algo más, pero Edward la interrumpió.
—Saliste corriendo por la calle con tu laptop, por lo que recuerdo. ¿Tu laptop
sobrevivió? —Él lucía preocupado.
Bella sostuvo la bolsa de plástico para que pudiera ver a las partes y piezas que eran
los últimos restos ilustres de su computadora.
Que descanse en paz.
Edward hizo una mueca—. ¿Tenías tu tesis allí? ¿Toda tu investigación?
—Sí. Pero antes de mudarme, Peter me sugirió hacerle un respaldo a todo en un par de
pendrives. Y así lo hice.
Al oír el nombre de Peter, Edward contuvo un gruñido y el impulso a murmurar un
insulto bastante ofensivo que involucraba a copular carnalmente con las criaturas celestiales.

641
—Te comparé un MacBook.
—No puedes arreglar las cosas con dinero —espetó Bella.
—Sé eso, mi amor. Créeme, lo sé. —Él le sonrió con tristeza.
A medida que la tensión no resuelta entre Edward y Bella empezó a construirse,
Carlisle tomó el codo de Alice y murmuró algo sobre ir a buscar una taza de café. Los dos se
retiraron al pasillo y después desaparecieron de la vista.
—No quise hacer que se fueran. —Bella masticó una de sus uñas.
—Ellos no se van a ninguna parte. Estoy seguro de que solo querían darnos un minuto
antes de que te fueras a casa.
Ella asintió, aún mordiendo su uña.
—Edward, ¿qué estabas haciendo acechando delante de un café cerrado en el medio de
la noche?
Parecía sorprendido por la pregunta.
—Yo te estaba esperando. Al llegar la medianoche, te iba a llamar y luego tocaría a tu
puerta. —Edward tiró de su cabello agitado—. Conseguí joder eso.
—¿Sabías que Tanya estaba aquí ayer? —La voz de Bella se volvió rígida.
Él frunció los labios ligeramente.
—Sí. Ahora ella tuvo su cierre, yo tuve mi cierre y los dos podemos seguir adelante.
Aunque me dijo que ya lo había hecho y le deseé buena suerte.
Sus ojos se estrecharon ligeramente mientras estudiaba la expresión de Bella.
Ella está celosa, pensó. Así que no es totalmente indiferente de mí.
Él suspiró de alivio.
—¿Por qué estás usando un anillo de bodas?
—¿Por qué lo crees? —Se sacó el anillo de su mano izquierda y se lo entregó a ella.
Se lo quitó de sus dedos a regañadientes.
—¿Te casaste?
—Lee la inscripción —le exhortó.
Ella sostuvo el anillo más cerca de las luces del techo y miró hacia dentro.
Isabella… mi amada es mía, y yo soy de ella.
Una sensación de enfermedad entró en su estómago y rápidamente se lo regresó.
Él se lo volvió a colocar en su mano izquierda sin decir una palabra.
—No lo entiendo. ¿Por qué usar un anillo de boda con mi nombre en él?
Edward se quedó callado por un momento, como si estuviera reflexionando sobre su
pregunta.
Bella comenzó a impacientarse, pero él habló antes de que ella pudiera hacerlo.
—Dijiste que no querías hablar. —Su voz era ligeramente reprobatoria—. ¿Si tienes
permiso para hacerme preguntas, esto significa que yo puedo preguntarte sobre Peter?
—No te atrevas—, amenazó en un susurro—. ¡No te atrevas a sacarme a Peter! Te fuiste
sin la promesa de un retorno y él estaba allí para recoger los pedazos.
¿Qué diablos significa eso? ¿Eso quiere decir que ella y él...?
Edward cerró los ojos y comenzó a inhalar y exhalar profundamente. Estaba
peligrosamente cerca de perder su temperamento y decir algo cortante, pero con eso
únicamente conseguiría apartarla mucho más.
Y la distancia entre ellos era su culpa.
Él abrió los ojos.
—Perdóname. Este anillo tiene un compañero, de un tamaño mucho más pequeño. Los
compré en Tiffany en Toronto. Tú y yo somos como los anillos. Pienso en ti como mi otra
mitad. Mi amada. Mi bashert. Usé este anillo porque tienes mi corazón. A pesar de lo que
sucedió, nunca fui en busca de otra persona. Yo te fui fiel todo el tiempo que estuvimos
juntos hasta este momento, incluso cuando no se me permitió hablar contigo. Mis

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sentimientos por ti no han cambiado. A pesar de que sabía que eso podría no ser mutuo.
Nunca más.
Sus últimas palabras fueron en un murmullo por lo que a Bella se le hizo difícil
escucharlas.
—Nunca he dejado de amarte, Isabella — susurró—. Si acaso, te amo más en este momento de
lo que nunca he hecho antes.
A Bella de repente le resultó muy difícil hablar.
—Edward... estos últimos meses, sin decir una palabra, y entonces dos noches atrás...
Se mordió el labio para no llorar. Ya había botado demasiadas lágrimas por él.
Él la miró con compasión, con los brazos doloridos por abrazarla. Pero ella estaba
demasiado lejos.
—No tenemos que tener esta conversación ahora. Tú estás cansada y te he disgustado.
Perdóname. Solo… envíame un texto cuando llegues a casa para saber que estás a salvo. —Le
dirigió una mirada llena de nostalgia—. Y… si puedes soportarlo, por favor vuelve mañana.
Bella miró hacia el pasillo vacío, donde sabía que Carlisle y Alice estaban parados sin
ser vistos.
—No dormí bien anoche. O la noche anterior —ofreció ella, frotando un músculo tieso
en su cuello.
—Vete a casa y descansa un poco. No hay nada que puedas hacer aquí. Carlisle y Alice
me entretendrán.
La idea de dormir en su propia cama, sabiendo que Edward estaba fuera de peligro,
era demasiado tentadora.
—Te veré en la mañana. Traeré café para todos. —Ella se dirigió hacia la puerta.
—¿Isabella?
Ella se dio la vuelta.
—¿Me dejas… besar tu mano? —Su voz era triste y pequeña, como un niño tímido.
Se acercó a la cama y suavemente pasó sus dedos por su cabello.
Ella esperó a que él besara el dorso de su mano y luego se inclinó para presionar sus
labios contra su frente.
Y luego, antes de que se diera cuenta, sus brazos estaban alrededor de su espalda,
instándole a acercarse, y Edward tomó sus labios con los suyos.
Mientras su boca se extendía en la de ella, suavemente, solo ligeramente abierta, su
mano derecha se deslizó por su espalda para descansar en la parte posterior de su cuello,
presionándola aún más cerca.
A pesar de que él tenía problemas para pensar en otra cosa cuando estaba besando a
Isabella, Edward centró su atención en tratar de comunicarle con los labios y la boca y el
aliento que no la había traicionado. Que la amaba.
Y cuando ella le devolvió el beso con la misma pasión, él gimió sin vergüenza contra su
boca.
Se aseguró de ser suave, si no intenso, y mientras los movimientos de ella se hacían
más lentos, él comenzó a morder ligeramente la plenitud de su labio inferior, antes de darle
dos besos de boca cerrada en sus dos mejillas y, finalmente, en la punta de la nariz.
Cuando abrió los ojos vio el torrente de emociones reflejadas en el rostro de Bella.
Pasó los dedos por el cabello de ella, una, dos veces, y luego la miró con nostalgia.
—Te amo, Isabella.
Ella asintió con la cabeza y le susurró algo que no pudo escuchar antes de caminar
hacia la puerta sin mirar hacia atrás.

-
Los besos de Edward no hicieron nada para fortalecer la resolución de Bella, pero no
los consideraría un error.

643
Había tenido curiosidad acerca de lo que sería besarlo otra vez y se sorprendió de lo
familiar que era. Y cómo él consiguió en cuestión de segundos acelerar su pulso y constreñir
su garganta.
No podía negar que la amaba ahora. Ella lo había sentido. Y Dios la ayudara, también
lo amaba.
Pero había algo diferente sobre Edward. Parecía más suave, de alguna manera, más
vulnerable.
Sí, allí hubo la muestra extraña de su temperamento y el viejo profesor Masen, pero
sabía que Edward había cambiado. Simplemente no sabía cómo ni por qué.
Cuando Bella llegó a su apartamento, lo primero que hizo fue ubicar el cargador de su
IPhone para poder cargarlo.
Cuando su teléfono completó su resurrección, llamó al gerente de Peet y explicó que
había estado en un accidente, rogando tener todo el fin de semana libre. Él no estaba
contento con ello ya que era un fin de semana feriado, pero era poco lo que podía hacer
cuando le prometió un justificativo médico.
Después de una larga ducha caliente y un día en la cama, (un día soñando con los
labios de Edward y los recuerdos viejos y suprimidos de los dos juntos), Bella se despertó
alrededor de hora de la cena sintiéndose mucho, mucho mejor.
Y solamente un poco peor.
Se preparó un tazón de sopa de pollo y luego comenzó a buscar por el Internet de su
IPhone por la ilustración de Botticelli que Edward había dejado en el libro de Abelard.
No le tomó mucho tiempo encontrarlo, ni el texto que lo acompañaba en el Paraíso de
Dante.

Fijos de nuevo mis ojos en el rostro


de mi dama estaban, y el ánimo con ellos,
y abandonado había todo intento otro.

Y ella no reía, más: Si yo riera,


comenzó, tu te harías cual
fue Semele en cenizas hecha;

porque mi belleza, que por la escala


del eterno palacio más se enciende,
como has visto, cuanto más asciende,

si no se templara, tanto esplende,


que tu mortal poder sería, a su fulgor,
fronda que desbarata el trueno.

Ninguna otra parte del Canto XXI parecía ser un mensaje de Bella, excepto este
intercambio entre Dante y Beatrice. A pesar de lo que podría concluir a partir de la cita, no
podía decirlo con certeza.
Estaba decidida a preguntarle a Edward al respecto, pero no delante de su familia.
Envió un email rápido de Siobhan, deseándole retrasadamente un feliz día de Canadá
y disculpándose por molestarla en un viernes por la noche. Y luego le explicó rápidamente
que Edward había regresado, declarando su amor por ella. Y le pidió consejo.
Justo antes de ir a la cama, sonó su IPhone con un texto de entrada. Esperaba que fuera
de Alice.
No lo era.

644
Querida Isabella,
Dulces sueños.
Mis sueños de esta noche serán solo para ti.
Con amor,
Edward.

Bella leyó y volvió a leer el mensaje varias veces antes de elegir escribir una respuesta
rápida.

Gracias, Edward.
Me alivia saber que te estás sintiendo mejor.
Que duermas bien.
B.

No era tan cálido o efusivo como lo eran sus textos por general. Sin embargo, en su
mente, todavía estaban en el limbo. Y no estaba dispuesta a actuar como si su relación había
vuelto a la normalidad.
Pero no pudo negar el aleteo en su corazón que se produjo cuando vio que el texto era
de él.
Cuando despertó a la mañana siguiente, Bella estuvo al mismo tiempo sorprendida y
complacida al encontrar un email largo de Siobhan.

Querida Bella,
¡Feliz cuatro de julio! (Anticipado)
Por favor no te disculpes, yo siempre estoy encantada de saber de ti.
¿Cómo van las cosas con el doctor Walters?
Estoy segura de que tú y Edward van a tener una conversación en algún momento sobre lo que pasó
entre ustedes y por qué.
Creo que es importante que ambos sean honestos sobre lo que sucedió y de cómo esos eventos y acciones
les hicieron sentir.
Escuchar va a ser muy importante.
Pero no puedo decirte lo que debes hacer después de esa conversación.
Todo lo que puedo sugerir es que te preguntes a ti misma lo que necesitas y mereces en una relación a
fin de estar sana y feliz. Y espero que tu lista de cualidades esenciales incluya la fidelidad, la
honestidad, el amor y la responsabilidad.
Ninguna relación es perfecta, pero esto no es una excusa para aceptar menos de lo que te mereces.
La pregunta es… ¿lo que él tiene que ofrecer es saludable para ti o no?
¿Y puedes perdonarlo y dejar atrás el dolor?
Solo tú puedes responder estas preguntas y solo tú puedes asumir la responsabilidad de las relaciones
que decidas tener.
Pero tengo plena confianza en que vas a tomar buenas decisiones.
La mejor de las suertes, Bella.
Siobhan.

Bella sabía que tomaría bastante pensamiento determinar si ella y Edward podrían
tener un futuro juntos. Y estaba decidida a no permitir que un beso, no importa cuán
apasionado fuera, tomara esa decisión por ella.
Liberada de sus responsabilidades de impulsadora de cafeína en Peet, Bella regresó al
hospital, armada con café y pan dulce de Dunkin' Donuts. Incluso se detuvo en la tienda de
regalos del hospital a fin de adquirir un pequeño arreglo de margaritas gerberas para
Edward, con la esperanza de que le animara sus brillantes colores.

645
Cuando llegó a su habitación, descubrió a sus tres amigos absortos en la conversación.
Alice estaba inclinada sobre la cama de Edward y hablaba muy decidida y muy rápidamente,
Carlisle parecía estar tratando de calmar a Alice y mediando un conflicto, mientras que
Edward se quedaba muy quieto con los ojos fijos en el techo.
Pero cuando ella tocó a la puerta y entró en la habitación, los ojos de Edward
parecieron llenarse de luz y él no pudo evitar que una sonrisa amplia se dibujara en su boca.
Él le extendió una mano y ella le puso las flores al lado de su cama y la tomó, temblando
ligeramente mientras apretaba los labios en la palma de su mano.
—Buenos días, hermosa. Y gracias por las flores. —Edward sonó alegre.
Él no quería soltarla pero ella apartó la mano para poder saludar adecuadamente a los
demás.
Mientras ellos disfrutaban de su café y pan dulce, Edward anunció que había hablado
con su abogado, Efraín, y lo había encargado de la responsabilidad de asegurar una
enfermera privada, y un ama de casa para supervisar su recuperación en casa.
No tenía intención de permanecer en el hospital un día más y estaba totalmente
preparado para darse de alta a sí mismo, si era necesario.
Carlisle advirtió a su hijo que podría ser prematuro ser dado de alta del hospital, pero
la terquedad de Edward no toleraría ninguna contradicción.
Edward odiaba los hospitales.
El doctor Tan llegó a ver a su paciente justo con el almuerzo de Edward. Mientras
Carlisle y el doctor Tan dialogaban sobre los avances de Edward, Alice y Bella aprovecharon
la oportunidad para salir de la sala y hablar en el pasillo.
—¿Edward y tú arreglaron las cosas? —Preguntó Alice, colapsando en la cima del sofá
en la sala de espera.
—No hemos tenido la oportunidad de hablar. Pero él dice que todavía me ama.
Alice sonrió ampliamente—. ¡Lo sabía! Eso es bueno, ¿verdad? Eso es lo que querías
escuchar.
—Sí. Pero no hemos hablado todavía. No voy a decirle lo mucho que me duele y lo
mucho que violó mi confianza mientras esté en el hospital.
Alice maldijo para sí misma y negó con la cabeza.
—Pero vas a aceptarlo de vuelta, ¿no? El chico lleva un anillo de boda con tu nombre
grabado en ella. ¡Él te adora!
—No lo suficiente para quedarse conmigo. Yo todavía no sé lo que sucedió detrás de
las puertas cerradas del Tribunal. Y hasta que me lo diga todo, no tengo idea de si podremos
superar lo que ocurrió o no.
Alice parecía realmente sorprendida por la respuesta de Bella, y la fuerza con que la
expresaba, pero sabía que no debía argumentar en el caso de Edward.
Él necesitaba defenderse a sí mismo.
—Quiero ser real. No una fantasía que él creó. No podemos volver a lo que éramos
antes. Y cuando le diga eso, él podría decidir que preferiría no tenerme.
—¿Estás loca? —siseó Alice —. Mi hermano está tan enamorado de ti, él daría su vida
por ti. Confía en mí, tomara lo que pueda conseguir.
—Eso no es saludable.
Alice se quedó callada por un momento mientras estudiaba la expresión de Bella.
—Edward estaba realmente afectado cuando nos estaba describiendo el accidente.
Pensó que estabas muerta. Y que fue su culpa.
Bella se estremeció, porque también había pensado que él estaba muerto.
Y ahora ellos tenían una segunda oportunidad.
Después que el doctor Tan terminó su conversación con Edward y Carlisle, Alice
arrastró a su padre a la cafetería para almorzar, instando a Bella para que acompañara a
Edward mientras almorzaba su comida del hospital.

646
La pretensión habitual de Edward estaba sometida de alguna manera, ya que se
encontraba ansioso por otorgarle las mejores impresiones a Bella, pero incluso su influencia
angelical no pudo persuadirlo de comerse algo que él denunciaba como basura comestible.
Especialmente porque el doctor Tan había accedido a dar de alta a Edward esa tarde.
—Compré una casa —dijo él, sonriéndole a Bella.
—¿Dónde?
—Es en la plaza Foster, cerca de la casa de Longfellow. Ideal para un viaje a Harvard.
No tan conveniente para la Universidad de Bostón.
Bella lo miró con perplejidad—. Si es inconveniente para la Universidad de Boston,
entonces ¿por qué la compraste?
Edward se ruborizó ligeramente y bajó los ojos.
—Estaba pensando que... Tenía la esperanza de que... —Se pasó los dedos por el cabello
con torpeza—. Es una casa muy pequeña, Isabella. Con un hermoso jardín. Me gustaría saber
lo que piensas de ella. Pero por supuesto, siempre me podría mudar.
Él la miró, pero ella agachó la cabeza.
—Ahora que me voy a casa, ¿estarías dispuesta a hablar conmigo un poco? —La miró
cuidadosamente.
Bella nunca había escuchado a Edward tan nervioso.
Ella se apresuró a tranquilizarle—. Por supuesto. Pero no es algo que podamos hacer
frente a tu familia.
—Carlisle y Alice probablemente volaran a casa mañana en la tarde. Realmente no
necesito que se queden.
—Podemos atrasar nuestra conversación para que puedas pasar tiempo con su familia.
No hay prisa —respondió Bella en voz baja.
—Sí, la hay. —Ahora la voz de Edward era acalorada.
Ella suspiró profundamente.
—Está bien. Podría ir mañana.
—Ven a cenar. Las siete en punto.
Bella se puso de pie—. Voy a necesitar algo de tiempo para mí antes de nuestra
conversación. Y deberías aprovechar con tu familia. Pasaré por la cafetería en mi camino
para despedirme de ellos.
Edward asintió rígidamente.
Él estaba herido. Ella podía notarlo.
A pesar de que sabía que estaba haciendo lo que tenía que hacer para seguir adelante,
no quería hacerle daño.
Se acercó a su cama y cogió su mano entre las suyas.
—Voy a mantener una mente abierta hasta que hablemos y me gustaría pedirte que lo
hagas también. Para mí.
Él asintió, pero no habló.
Ella rebuscó en su bolso y sacó un trozo arrugado de papel.
—Yo te escribí una carta en abril. Me gustaría que la leyeras.
Él extendió su mano libre para tomar la carta y por un momento, su dedo índice trazó
el dorso de la mano.
—Pero creo que deberías esperar y leerla después de que se vaya tu familia.
—Está bien —respondió él, su boca volviéndose en una línea delgada, triste—. Gracias
por las flores. Fue muy amable de tu parte.
—No hay de qué.
Ella lo besó en la frente y él le besó la mano y luego con una sonrisa y un saludo, se
marchó.
Ambos tenían que pensar mucho.

647
-
Cuando Bella llegó a la casa de Edward el domingo por la noche la contempló con
bastante perplejidad.
Era una casa de dos pisos con una fachada sencilla, sin adornos y estaba pintada de un
gris oscuro con toques de blancos. Casi no tenía patio delantero y un pequeño
estacionamiento en la parte derecha de la casa.
Alice le había dicho a Bella el día anterior de que Edward pagó por lo menos un millón
de dólares por la casa, que había sido construida antes de la Segunda Guerra Mundial. De
hecho, toda la calle había sido un barrio de inmigrantes italianos que construyeron casas
pequeñas, de dos dormitorios, por pocos miles de dólares en los años veinte.
Ahora la calle estaba llena con viejos adinerados yuppies, profesores de Harvard,
parejas homosexuales y Edward.
Mientras miraba la simplicidad ordenada del edificio, Bella negó con la cabeza.
Así que esto es lo que un millón de dólares puede comprar en Harvard Square.
Una casa parecida en Forks probablemente pudiera venderse a cincuenta mil dólares.
Mientras se preparaba para llamar a la puerta de entrada se sorprendió al encontrar
una nota con la caligrafía de Edward.

Hermosa Isabella,
Nos vemos en el jardín.
Amor,
Edward.

Ella suspiró y justo en ese instante supo que esta noche iba a ser muy, muy difícil.
Caminó por el lateral de la casa y bajó el camino pavimentado. Cuando llegó a la
vuelta de la esquina del jardín, se quedó sin aliento.
Era tan maravilloso.
Los dueños anteriores habían estado orgullosos de su jardín. Había flores y vegetación,
briznas de hierba marina y boj elegantemente recortados, y en el centro del jardín estaba lo
que parecía ser una tienda de campaña del sultán, con luces parpadeantes y velas que
brillaban desde el interior.
Había una fuente en el lado derecho del jardín, con una Venus de mármol sosteniendo
un cántaro de agua. Debajo de la fuente había un pequeño estanque que Bella podía ver
estaba lleno de Koi blancos y rojos.
Pasando alrededor de la fuente, Bella se dirigió hacia la tienda para poder mirar en su
interior.
Y lo que vio le sorprendió mucho.
En el centro de la tienda había una cama baja y cuadrada, exactamente igual que el
futón que estaba en la terraza de la suite que había compartido con Edward en Florencia.
La suite donde le había dado su virginidad. La terraza donde él le había dado de comer
chocolates y fresas y bailó con ella Diana Krall debajo del cielo de Toscana. El futón donde él
había hecho el amor con ella afuera, la mañana siguiente.
Edward había intentado reproducir el ambiente de esa terraza hasta la propia
estructura de color de la misma cama y sus cojines.
La voz de Frank Sinatra cantando I’ve Got You Under My Skin parecía flotar en algún
lugar cerca de la casa, mientras que casi todas las superficies planas y a prueba de fuego
sostenían una vela alta de pilares encendida. Linternas con adornos marroquíes estaban
suspendidas de hilos que se entrecruzaban arriba.
Era un cuento de hadas.

648
Era Florencia, y su prado, y las maravillas de una noche árabe.
¿Por qué estoy sorprendida? Edward siempre quiere que todo sea hermoso.
—Buenas noches, mi amor. —La seda y el terciopelo acariciaban su oído mientras
Edward se inclinaba a sus espaldas.
Ella no le había oído acercarse por lo que se estremeció ligeramente.
En respuesta, él frotó primero un brazo y luego el otro, arriba y abajo en un acto que se
suponía debía ser reconfortante, pero en realidad provocó una descarga profundamente
erótica que danzó en toda la superficie de su piel.
—Me gusta la música —dijo ella.
Él presionó un beso sin prisas a su oreja desnuda y luego se retiró, balanceándose sobre
sus muletas.
—A mí también. Estás sensacional, como siempre. —Los ojos de Edward lentamente
bebieron la visión de Bella con su vestido azul claro, con las piernas pálidas y bien formadas
en sandalias de tacón alto, y la forma en que el suave susurro de un viento soplaba un
mechón de cabello en sus labios brillantes y rojizos, mientras se giraba en frente a él.
—Gracias —dijo ella ruborizándose.
Edward estaba vestido un poco más informal con una camisa blanca de lino y
pantalones de color caqui, con una chaqueta de lino azul marino sobre los hombros.
Su sonrisa era tal vez su atractivo más decorativo.
—Es hermoso —susurró ella.
—¿Te complace?
—Siempre me preguntas eso.
La sonrisa de Edward se desvaneció un poco, pero resistió la tentación de fruncir el
ceño—. Porque me importa si te estoy complaciendo. O si no lo hago.
Bella miró hacia su yeso—. No deberías haberte molestado.
—Por ti, es un privilegio.
La sonrisa de Edward regresó y le ofreció su codo, poco a poco la escoltó a una
pequeña mesa, estaba arreglada en un rincón del patio de piedra.
Las velas rodeaban la mesa, bañándola en la luz parpadeantemente alegre, mientras
que las luces pequeñas y blancas brillaban sobre ellos desde las ramas de un arce servicial.
Bella se preguntó si Edward había contratado a un decorador de exteriores para la
ocasión.
Poniendo sus muletas en una mano, sacó una silla para ella y cuando ella estuvo
sentada, suavemente la movió más cerca de la mesa. Y luego cojeó hasta la silla de enfrente.
Ella notó que la pieza central en la mesa estaba llena de color naranja y margaritas rojas
del gerbera.
—Feliz cuatro de julio —murmuró él, mirándola de reojo con admiración.
—Feliz cuatro de julio, Edward. ¿Cómo lograste todo esto con una pierna rota? —Bella
desplegó su servilleta de lino y la puso sobre su regazo.
—Rebecca es una maravilla de laboriosidad de Nueva Inglaterra.
Bella le dio una mirada inquisitiva, pero su pregunta fue respondida prontamente,
cuando la ama de casa de Edward, Rebeca, salió para servir la cena.
Rebecca era alta y simple y llevaba su cabello sal y pimienta en una sacudida corta. Sus
ojos, que eran grandes y oscuros, brillaban con diversión.
Bella adivinó rápidamente que Edward había tomado Rebecca de su confianza, por lo
menos en cuanto a lo que se refería esta noche.
A pesar de la decoración elaborada y la música perfecta, la cena era un asunto simple
para los estándares de Edward.
Sopa de langosta, ensalada de peras, nueces y queso gorgonzola, mejillones al vapor
con patatas fritas, y finalmente, la más gloriosa tarta de arándanos con sorbete de limón. Y

649
Edward se sirvió champán, el mismo Veuve Clicquot que había servido la primera vez que
ella cenó en su apartamento.
Hicieron charla insustancial durante la cena, hablando de la boda de Alice y el
embarazo de Rose. Edward habló de las cosas que le gustaban de su nueva casa y las cosas
que no y prometió enseñársela a Bella. Pero ninguno de ellos estaba apresurado por empezar
a discutir los acontecimientos que llevaron a su separación.
Mientras él rellenaba las copas después del postre, sonrió levemente, y Bella sabía
exactamente lo que estaba pensando.
—¿No hubo pastel de chocolate esta noche?
—No, mon ange —susurró Edward—. Aunque nada me gustaría más que alimentarte
de nuevo.
Bella sintió que sus mejillas enrojecían y sabía que sería una mala decisión ir por ese
camino con él antes de que tuvieran su conversación, pero mientras la miraba con pasión no
disimulada, sintió que no le importaba.
—Me gustaría eso —respondió ella, en voz baja.
Edward sonrió como si el sol acabara de regresar al cielo después de una ausencia
prolongada y rápidamente cambió su silla de modo que estuviera sentado a su lado.
Cerca.
Muy cerca.
Tan cerca que podía sentir su aliento cálido en su cuello, el cual se erizó lleno de
anticipación.
Edward cogió el tenedor de postre de Bella y colocó un poco de pastel y helado en él y
luego se volvió para mirarla.
Mientras ella lo miraba con anhelo, el aliento de él quedó atrapado en su garganta.
—¿Qué sucede? —Ella lo miró alarmada.
Él sonrió—. Me había olvidado lo hermosa que eres.
Trazó la curva de su mejilla con su mano libre y después llevó el tenedor a sus labios.
Ella cerró los ojos y abrió su boca y en ese momento, el corazón de Edward se disparó.
Sí, era una cosa pequeña. Casi nada si uno consideraba los cuentos para contar a un
confidente.
Pero esta era Bella y ella no confiaba ni rápida ni fácilmente.
La facilidad con la que se hizo a sí misma vulnerable para él en ese momento hizo que
su corazón latiera más rápido y su sangre bombeara velozmente.
Esperanza.
Ella tarareó por la mezcla de sabores y luego abrió los ojos y soltó una risita.
Él no pudo evitarlo.
Se inclinó más cerca hasta que sus bocas estuvieran separadas por un par de
centímetros y susurro—: ¿Puedo?
Ella asintió y él capturó sus labios con los suyos.
Ella era luz y dulzura, suavidad y bondad, y el objetivo ardiente y abrasador de todas
sus cacerías terrestres y fascinaciones.
Pero ella no le pertenecía.
Al menos, no todavía.
Así que la besó suavemente, como un amante adolescente, como la besó en el prado,
con las dos manos enredándose en su largo y rizado cabello. Luego se apartó para ver su
rostro.
Un suspiro de satisfacción se escapó de sus labios gruesos y sobresalidos mientras
estaba sentada con los ojos cerrados, flotando.
—Te amo —, dijo él.
Ahora sus ojos estaban abiertos.
Se mordió el labio y asintió, pero no lo dijo de vuelta.

650
Él sonrió para indicarle que no iba a darse por vencido y luego continuó alimentando a
su amada.
Cuando el postre estuvo bien y verdaderamente terminado, Edward se puso en pie y
sugirió que tomaran sus capuchinos a la tienda de campaña, despachando a Rebecca por esa
noche.
Para ese momento, había caído la noche alrededor de este pequeño pedazo de Edén, y
al igual que el mismo Adán, Edward llevó una ruborizada Bella a su enramada.
Ella se quitó las sandalias y se acurrucó en el futón contra los cojines, masticando
nerviosamente su uña mientras Edward se acomodaba a su lado.
Él se acostó sobre su espalda, las manos detrás de su cabeza, inclinado para poder ver
su rostro. Y luego esperó.
—Me gustaría hablar sobre lo que sucedió —inició ella.
Edward asintió y le dio toda su atención.
—¿Has leído mi carta?
Los ojos de él se humedecieron— Sí. Lamento mucho haberte hecho daño, Isabella. Lo
siento tanto. Cada vez que trato de arreglar algo, empeoro las cosas.
Ella se mordió el labio y esperó para ver si decía algo más.
—¿Cuál es? —le preguntó en voz baja.
—¿Cuál es, qué?
—Dijiste que no sabías si querrías golpéame o besarme. ¿Cuál es?
—No quiero hacerte daño, Edward.
—Nunca fue tu naturaleza ser vengativa. O cruel.
Ella respiró hondo y empezó.
En absoluto detalle le contó lo que había sucedido después que se fue. Lo que había
hecho, cómo se había sentido.
Le habló de cómo se le rompió el corazón al ser botada de su apartamento. Le habló de
las bondades de su vecino, y Peter y Katherine Picton. Ella habló de sus sesiones continuas
con Siobhan y cómo Victoria le había ofrecido dinero, que había rechazado.
Edward realizó un gran esfuerzo para seguir luciendo desapasionado cuando estaba
discutiendo del dinero, pero no pudo.
Sin embargo, Bella estaba demasiado ocupada jugando con su capuchino para notar
cómo se había vuelto inestable.
Cuando mencionó que los libros que había depositado en su buzón de correo habían
terminado en su estantería sin que supiera que eran de él, Edward maldijo. A Peter.
—No se te permite maldecirlo —, dijo ella bruscamente—. Él estaba allí cuando tú no
lo estabas. No fue su culpa que tú hayas puesto mensajes en lo que nosotros pensamos que
eran libros de texto.
Edward resistió la necesidad de discutir, aunque se molestó con su uso del pronombre
personal nosotros.
—Y antes de preguntar, te diré que Peter fue un amigo muy bueno conmigo cuando lo
necesitaba. Pero mi relación con él nunca fue más allá de la amistad.
Edward asintió mecánicamente, aunque internamente hizo un suspiro de alivio.
—Um, en la época que Alice vino a visitarme pensé que estaba embarazada.
Edward no podía creer lo que escuchaba.
—¿Embarazada?
—Sí.
Este fue un momento que Bella había temido. ¿La acusaría de acostarse con Peter? ¿La
rechazaría?
Él pareció solamente negar con su cabeza.
—Pero eso es imposible, amor.
La suavidad de su voz le hizo relajarse un poco.

651
—Al parecer, algunas vasectomías se revierten.
—Pero la mía fue hace mucho tiempo —protestó—. No va a revertirse años después.
—Solamente he tenido un amante y tenía todos los síntomas... Fatiga, náuseas,
vómitos, falta de períodos. Alice también pensó que estaba embarazada.
Edward se sentó, recostado en uno de sus codos—. Alice nunca me mencionó nada.
—Fue una falsa alarma. Y después, yo no quería que ella te dijera. No quería que
pensaras que estaba tratando de manipularte.
Él la miró fijamente durante lo que pareció una eternidad.
Ella se retorció bajo sus penetrantes ojos verdes, sus dientes masticando su labio
inferior hasta que casi se rompía la piel.
Él deslizó la mano por la superficie de la cama para agarrar fuertemente la de ella.
—Debería haber estado contigo. Lamento mucho que hubieses tenido que pasar por
esto sola.
—¿Hubiera hecho eso una diferencia?
—Hubiese encontrado una manera. Debería haber encontrado la manera. —Le dio una
mirada de dolor—. Si hubieras estado embarazada, ¿qué habrías hecho?
Bella pudo decir por el sonido de su voz que tenía miedo de lo que su respuesta
pudiera ser.
—Yo te lo hubiera dicho. Y me habría quedado con el bebé. Hay algunas cosas que no
puedo hacer y una de ellas sería abortar a un niño que hemos creado juntos. —Ella no había
querido ser tan contundente, pero sabía por la forma en que la estaba mirando cuál era su
temor tácito.
Él cerró los ojos por el alivio—. ¿Pero fue una falsa alarma? ¿Estás bien ahora?
Ella le apretó la mano—. Fue una falsa alarma. Después de la visita de Alice fui capaz
de organizarme y luego comencé a subir de peso.
—Estás demasiado delgada. Mucho más pequeña de lo que recuerdo.
—La depresión hace eso. —El tono de Bella fue cortante y retiró la mano rápidamente.
La mano de Edward se quedó donde estaba, extendida y esperando.
—Leíste mi carta. Sabes lo que sucedió. Por todo lo que sabía, tú me habías marcado
como tu Héloise y roto las cosas. No recibí los mensajes que enviaste en los libros los cuales
me decían que aún me amabas y que ibas a regresar. No recibí ningún mail o texto y cuando
traté de llamarte, todos los números habían cambiado. Pensé que me habías abandonado con
el fin de mantener tu trabajo.
Edward asintió—. Ha sido mi culpa. Asumo toda la responsabilidad. Y Bella, hay
algunas cosas que tengo que decirte. Pero voy a esperar hasta que hayas terminado, si eso
está bien.
Ella asintió.
—Comencé a recibir mensajes de Alice y aunque quería tener la esperanza, no estaba
segura. —Ella capturó su mirada por un momento—. Yo necesitaba escuchar las palabras de
ti, Edward. Nuestra última noche juntos, fuiste a mi apartamento, pero no dijiste nada. No
me dijiste que me amabas o que regresarías. En realidad, ¿qué se suponía que debía pensar?
Ahora las lágrimas corrían por su rostro.
Pero antes de que pudiera limpiarlas con su mano, la mano de Edward envolvió su
muñeca y tiró de ella desde su pequeño rincón seguro hasta sus brazos extendidos.
Él la estrechó contra su pecho, y besó sus lágrimas, antes de envolver sus brazos
alrededor de su espalda.
—Pensé que habías tomado tu decisión. Pensé que elegiste tu trabajo en vez de mí. Y
cuando me enviaste fuera de tu apartamento... —Ella sollozó contra su pecho, sus lágrimas
empapando el lino blanco—. Te devolví todo y aún así no me llamaste.
—No podía hacerlo.
—¿Por qué no?

652
—Perdóname, Isabella. Mi objetivo no era hacerte daño, te lo prometo. Y me arrepiento
de todo lo que describiste. Sinceramente.
—¿Entonces, por qué, Edward?
Él aspiró profundamente.
—Es una larga historia. Y solamente tú puedes decirme cómo termina...

Enlaces relevantes historia:

La pintura Edmund Blair Leighton Abelard y su alumna Heloise, 1882.


En el capítulo 38, fuimos testigo del regreso de Abelardo y el descubrimiento de Bella
de sus mensajes ocultos.
En el capítulo 39, presenciamos la reunión inquieta de Edward y Bella en el contexto de
una colisión de la medianoche.
Ella con éxito coincide con la ilustración de Botticelli con el Canto XXI del Paradiso de
Dante. La ilustración se puede encontrar aquí:
http://danteworlds.laits.utexas.edu/paradiso/gallery07.html
El texto del Canto XXI se puede encontrar aquí:
http://dante.ilt.columbia.edu/new/comedy/index.html
Bella se propone solicitar a Edward lo que quería decir salir de la ilustración para ella,
pero no lo ha hecho todavía.
La cita que Edward ha inscrito en su anillo de boda es una representación de una frase
hebrea Ani Ledodi Vedodi Li, que es tomara del Canto de los Cantares 2:16, “Mi amada es mía, y
yo soy suyo...”
En el marco de una ceremonia de boda, estas palabras podrían formar parte de los
votos. Son claramente una expresión de devoción absoluta.
Edward se refiere a Isabella como su amada muchas veces en su capítulo. También la
llama Beatrice y su bashert, haciéndose eco de nuevo a una conversación muy importante que
tuvieron al comienzo de su relación.
Pero la conversación entre Edward y Bella del capítulo 39 es de un solo lado. Bella
presenta la carta que le escribió a Edward bajo las instrucciones de Siobhan (que se relata en
un capítulo anterior) y él la lee. Entonces ella le dice sobre su vida durante su separación.
Aparte de las pistas que Edward dejó atrás, y algunos mensajes transmitidos a través
de Alice a Bella, él no ha explicado por qué la dejó sin decir una palabra.
¿Hay alguna explicación que pueda ofrecer para justificar sus acciones?
¿O es la justificación fuera de lugar?
Como sugiere Siobhan, solo Bella podrá decidir lo que va y no aceptar en sus relaciones
y de quién.
En el contexto de la narrativa, ella ha suspendido el juicio y tratar de mantener una
mente abierta hasta que Edward le diga su historia.

653
Capítulo cuarenta.

Bella se apartó de él para poder ver mejor su rostro, preparándose para lo que vendría.
Su movimiento repentino pareció causar que la esencia de su cabello flotara hacia él.
—Tu cabello es diferente —murmuró.
—Tal vez un poco más largo.
—Ya no huele a fresas.
—Cambie mi champú —respondió Bella, casi con frialdad.
—¿Por qué?
Edward se movió para eliminar la brecha entre ellos y luego, inexplicablemente, gritó
de dolor.
—¿Estás bien? ¿Qué pasó? —Ella se sentó, mirándolo alarmada.
Edward tenía sus puños a sus lados y sus ojos estaban cerrados fuertemente. Maldijo
un par de veces a través de sus dientes.
—Es mi pierna. La disloqué.
—¿Estarás bien?
Edward levantó una mano para indicar que necesitaba un momento y luego procedió a
golpear con uno de sus puños el futón.
—¡Jodedor de Ángeles!
Al menos, eso es lo que Bella pensó que había oído. Sin embargo, dado el contexto, no
podía estar segura.
—¿Debo llamar a la enfermera? ¿Debo llevarte al hospital?
Él negó con la cabeza—. Necesito mis pastillas. Están en mi chaqueta.
Sin molestarse en ponerse sus sandalias, Bella corrió por el jardín hacia el patio para
tomar la chaqueta de Edward.
Se dio cuenta que la música que venía del aparato de sonido había cambiado de Frank
Sinatra a Peter Gabriel. Pero dado el hecho de que nació en la década de 1980, no reconoció
la canción que se está reproduciendo actualmente. Ni su significado.
También se dio cuenta de que Rebecca había sacado una botella fría de Perrier con dos
vasos que se alineaban con las rodajas de limón. Los reunió en sus brazos y voló de regreso a
la tienda.
Mientras registraba los bolsillos de la chaqueta por su medicamento, su mano se cerró
alrededor de una pequeña caja de terciopelo.
Edward estaba claramente sintiendo un gran de dolor así que ignoró su hallazgo y
rápidamente fue a los otros bolsillos hasta que encontró sus pastillas.
Él tomó dos de ellas con el vaso de agua que ella vertió amablemente.
—¿Deberías estar tomando pastillas después de haber bebido?
—Solamente me tome un vaso. El alcohol debería haber dejado mi sistema para este
momento. —Le mostró la prescripción, la cual tenía un nombre que ella no conocía—. Les
pedí que no me prescribieran narcóticos, pero no creyeron que pudiera controlar el dolor sin
ellos. Esto se supone que es uno de los analgésicos menos adictivos. Pero como precaución,
mi enfermera está monitoreando mi consumo de la píldora. Hay algunos caminos que no
volveré a tomar. —Se detuvo y la miro, el malestar aún siendo evidente en sus ojos—. Es más
fácil soportar el dolor cuando estás aquí.
Bella se removió sobre sus pies—. No puedo salvarte, Edward. Y no puedo soportar la
presión que conlleva el tenerte pensando que puedo hacerlo.
—Isabella. —Edward estiró su mano y tomó la de ella—. Entiendo que no puedes
salvarme. Pero no puedo negar el confort y alivio que siento en tu presencia. Es como
respirar.
Ella retiró la mano lentamente.
—¿Crees que volviste a romper tu pierna?

654
—No, únicamente la moví en la dirección equivocada. EL doctor Tan me advirtió que
era demasiado pronto para volver a casa. Pero dado que soy un imbécil...
Bella se sentó a su lado y ambos se quedaron en silencio durante algún tiempo,
mientras esperaban que el dolor de Edward disminuyera. La música cambió a Nat King Cole
y ella reconoció dos canciones, Stardust y Autum Leaves.
—Lo siento, Edward. Si no hubiera estado parada en medio de la carretera, esto nunca
habría sucedido.
Sus ojos eran oscuros mientras se alzaban para encontrarse con los de ella.
—Fue un accidente. Y lo volvería a hacer si eso significaba evitar que fuereas
lastimada.
—¡Pero te podrían haber matado!
—Mejor yo que tú. Te amo, Isabella. No importa lo que pienses de mí o de lo que hice,
te prometo que solo estaba tratando de protegerte.
Ella sollozó ligeramente y se movió para acostarse en su lado, cuidando de no tocarlo
en el proceso.
—Yo soy fiel a ti, Beatrice —citó Edward con los ojos llenos de emoción—. Por favor,
recuerda eso cuando te diga lo que sucedió.
Él respiró profundamente y dijo una oración silenciosa antes de comenzar su historia.
—Cuando tú y yo nos separamos la semana antes del Tribunal, leí todos los
documentos de la política de la Universidad que pudiera encontrar. Cuanto más leía, más me
daba cuenta de lo mucho que te había puesto en riesgo. Rompí las reglas sin darme cuenta de
ello. Quedó claro para mí que Aro debería haber descubierto las contradicciones que
rodeaban nuestra relación y que iba a explotarlas. —Edward tiró de su cabello con
ansiedad—. Yo podría aceptar lo que sea que quisieran hacer conmigo, pero tenía miedo de
que te fueran a expulsar. No podía dejar de pensar sobre eso… en cómo te había colocado en
una posición tan precaria.
La miró a los ojos y bajó la voz.
—Fui a tu apartamento para verte y arruine nuestra última noche juntos. Debería
haberte dicho por qué estaba alterado. Debería haberte dicho que te amaba. Pero todo lo que
podía pensar era en lo mucho que te necesitaba. Nunca debí haberte tratado de la manera
que lo hice. Lo siento.
—Me sentí tan sola a la mañana siguiente.
—Lo siento. Fue la peor manera que tuve para lidiar con mi ansiedad. Pero espero que
me creas cuando te digo que no fue simplemente una follada para mí. Cada vez que
estuvimos juntos siempre fue, siempre, hacer el amor. Te lo juro.
Bella asintió, con tristeza—. También para mí.
Él cerró los ojos por un instante antes de continuar.
—Asumo toda la responsabilidad por el hecho de que termináramos delante de los
Volturi. Debería haber sabido mejor que tratar de eludir las normas. Infiernos, debería haber
conocido las reglas y seguirlas. Pero fui egoísta. Te quería y no me importaba lo que iba a
hacer con el fin de estar contigo. Cuando te levantaste y confesaste la relación y vi la reacción
de Aro, sabía que todo había terminado. Nuestros abogados estaban preparados para actuar
como un muro de piedra, con la esperanza de que el Tribunal nos excusara o dictara un fallo
que pudiéramos atacar en la corte. Pero cuando confesaste, le proporcionaste la
corroboración que Aro necesitaba.
—Teníamos un acuerdo de mostrar un frente unido. Un acuerdo, Edward. —La voz de
Bella se volvió acalorada.
—Si Aro nos hubiera dado un juicio justo, yo hubiese seguido ese acuerdo. Estuve de
acuerdo contigo de buena fe, Isabella. Pero también te prometí desde el principio que no iba
a permitir que nadie te hiciera daño o terminara tu carrera. Cuando Aro te miró y sonrió,

655
supe exactamente lo que él iba a hacer. Y no podía permitírselo. Una promesa tiene
prioridad.
—Un acuerdo es una promesa.
Edward respiró hondo—. Ponte en mi posición. Yo te puse en riesgo. Debería haber
sido quien lo arreglara. No era únicamente mantener una promesa lo que estaba en juego
aquí, es la justicia. Yo era el malhechor, que merecía las consecuencias. —Ahora, sus ojos
verdes brillaban—. Y estaría condenado si permitía que tomaras el castigo que yo merecía.
Ella apartó la mirada, negando con su cabeza pero sin molestarse en llevarle la
contraria. Ahora no era el momento para iniciar una pelea.
—Aro estaba buscando a alguien a quién culpar después de que Victoria lo
avergonzara durante su primera reunión. Y Katherine Picton se quejó sobre él al presidente
de la Universidad. Aro necesitaba producir un resultado dramático de nuestra audiencia, a
fin de justificar su caza de brujas.
—¿Katherine presentó una denuncia? Yo no sabía eso.
—Yo tampoco lo sabía en ese momento. Ella presentó un escrito en tu nombre
argumentando que Aro no seguía los procedimientos adecuadamente. Al parecer, las
políticas disciplinarias de la Universidad requieren una audiencia informal antes de que una
queja sea remitida a los Volturi. Aro siguió este procedimiento cuando investigó la denuncia
de Ángela en tu contra, pero lo ignoró cuando lo volvió un cargo de confraternización.
Las implicaciones de lo que Edward estaba diciendo eran repentinamente muy, muy
claras.
—¿Así que, aunque hubiésemos dicho que nuestra relación fuera de mutuo acuerdo,
Aro habría tratado de castigarnos a ambos?
—Exactamente.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—No lo sabía. No sabía qué tipo de pruebas tenían hasta que nos lo dijeron. Créeme, si
pudiera haber coordinado nuestra defensa desde antes, lo habría hecho. Pero para el
momento en que me di cuenta de lo que iba a suceder, era demasiado tarde.
—Entonces yo lo hice peor —susurró Bella.
Edward suavemente se inclinó y rozó la palma de su mano contra su mejilla.
—Dijiste la verdad. Pero en este caso, había maquinaciones políticas detrás de las que
ninguno de nosotros era consciente. Cuando Katherine se dio cuenta de lo que había
sucedido, estuvo afligida. Ella trató de ayudarme, pero no había mucho que pudiera hacer.
Yo ya había confesado. —Él gimió un poco por el recuerdo—. Una relación consensual entre
un miembro del cuerpo docente y un estudiante que no esté bajo su supervisión debe ser
compartida con un supervisor. Yo debería haber notificado al profesor Santos que nos
estábamos viendo. Pero no lo hice. El asunto de tu nota de seminario también fue mi culpa.
De nuevo, debería haber ido a Santos y decirle que Katherine estaba colocando tu nota. En
cambio, ella corregía tu trabajo y después yo consignaba tu nota en línea con todas las
demás. Por supuesto que se veía como si estuviera evaluando tu trabajo, a pesar de que ya le
había dicho a Santos de que tenía un conflicto de intereses. Ambos de estos errores podrían
haberse evitado si yo no hubiera sido tan arrogante.
—Yo también soy responsable de lo que sucedió. Debería haber insistido en que
esperáramos hasta navidad para empezar a vernos —Bella sonaba culpable.
—Yo te habría perseguido, a pesar de ello. Estaba completamente cautivado por ti.
Todavía lo estoy.
Le dio lo que solamente podría ser descrito como una mirada triste de adoración,
después apartó la mirada.
—No habrías sentido la necesidad de hablar ante el Tribunal en absoluto si yo no
hubiera cometido tantos errores de juicio. Una vez que Caius comenzó a advertirte sobre las
consecuencias de tus palabras sabía que tenía que intervenir. Él era la persona que yo

656
esperaba fuera más comprensivo con tu difícil situación. Su voto, junto con el de la doctora
Chakravartty, era esencial para evitar que te castigaran. Cuando perdiste su apoyo, yo sabía
que Aro se encargaría de que aplazaras el seminario y después todas tus esperanzas de ir a
Harvard o a cualquier otro lugar para un doctorado se hubieran terminado. Tenía que hacer
algo.
—Así que me apartaste del camino y saltaste delante del coche.
Edward hizo una mueca—. Yo sabía que con el fin de cambiar la opinión de Caius iba a
tener que mentir. Iba a tener que interpretar el papel del monstruo y sabía que no me
permitirías hacer eso. Así que exigí que te dejaran ir y una vez que estuviste fuera de la
habitación, mentí entre dientes.
Bella limpió una lágrima pérdida—. ¿No podías haberme dicho lo que ibas a hacer
antes de que lo hicieras? ¿No podríamos haber tomado un receso y por lo menos discutirlo?
Éramos una pareja, Edward. ¡Se supone que funcionamos juntos!
Él bajó la cabeza—. Cuando te vi en peligro, simplemente reaccioné. La consideración
más alta en mi mente era protegerte. ¿Qué crees que hubiese pasado si te hubiera llevado
hacia un lado durante un receso y explicado lo que iba a hacer?
Bella se mordió el borde de una de sus uñas—. No te hubiera permitido seguir adelante
con ello.
—Sabía eso. Yo no puedo ser mucho, Isabella, pero sé la diferencia entre el bien y el
mal. Y hubiera sido un pecado, un pecado, permitirte perder todo a causa de mis fallas. Yo no
podría vivir con eso, incluso si creías que te traicioné. Solamente esperaba que aceptaras la
explicación posterior y me perdonaras. Pero sinceramente, no estaba seguro.
—¿Estabas dispuesto a arriesgarlo todo para salvarme, pensando que era posible que
no te perdonara?
—Sí —susurró.
Bella juró que vio la humedad en sus ojos, la cual rápidamente eliminó con los dedos.
—James intentó disuadirme de hablar, pero lo ignoré. Sin embargo, me interrumpió lo
suficiente para convencer al Tribunal de quitar de la mesa la pena de destitución, a cambio
de mi confesión. Yo pensé que sería simplemente una cuestión de mentir a los Volturi, pero
Aro no estaba satisfecho. Trató de pintarme como un desviado sexual.
—¿Cómo?
Edward escondió sus ojos.
—Aro reveló la correspondencia electrónica entre Jane Singer y yo. Los correos
electrónicos eran viejos… de antes de conocerte.
Bella tragó ruidosamente.
—¿Jane?
—Sí. El Tribunal sabía todo sobre ella por la queja de Peter. Aro leyó algunos de sus
emails más provocativos dirigidos a mí en voz alta y luego leyó mis respuestas. Puedes
imaginar lo que había en ellos.
Bella se sintió enferma.
La voz de Edward se redujo y Bella vio estremecer su cuerpo.
—Fue como estar desnudo delante de Dios y tener todos tus pecados secretos siendo
leídos en voz alta para que el mundo los escuche.
Ahora él la miraba fijamente, con las cejas unidas.
—Me había olvidado de cómo era antes de conocerte. Cómo solía hablar. Cómo solía
ser. Tú me hiciste olvidar. Fue entonces cuando James reveló un hecho sorprendente. En el
curso de la argumentación de que los emails eran irrelevantes, dado que ellos eran
claramente consensuales y entre dos miembros de la facultad, James mencionó que Victoria
era la abogada de Jane. Y luego se inclinó y me susurró al oído que Jane y Victoria estaban
involucradas. Isabella, si hubiera tenido la menor idea de que Victoria estaba tan vinculada
con Jane, nunca habría sugerido que la conservaras.

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—Ella me lo dijo con el tiempo. —La voz de Bella era baja—. Pero para el momento en
que me di cuenta, ya era demasiado tarde.
Edward arrastró sus dedos por su cabello.
—Marcus se opuso a la inclusión de esos mails por lo que fueron eliminados del
proceso. Sin embargo, el daño ya estaba hecho. De repente, fue fácil convencer a Caius que
yo era un monstruo. Dije que estaba cansado de compañeras como Jane y decidí
hacerte objetivo de mis afectos. Les dije que cuando mis avances fueron rechazados, como lo
demuestra tu email, use mi encanto para seducirte. Luego, con el fin de evitar que me
acusaras con mi superior, te convencí de que te amaba.
—¿De qué estás hablando? —Los ojos de Bella se abrieron como platos y un frío se
deslizó por su espina dorsal—. Ellos nunca mencionaron nada sobre mi email.
Edward exhaló con fuerza, rascándose la cabeza.
—Te olvidas de que cada uno de los Volturi tienen sus agendas individuales. Si Aro
tenía mis mails como un as debajo de su manga, Alex Chakravartty tenía tu email como la
suya. Me acusaste de acoso, mencionaste estar sobre tus rodillas... —Se encogió de
hombros—. Ella facilitó una defensa bastante vivida de tu difícil situación, una que Aro
intentó, pero falló en lograr. Tú eras Tess y yo era Alec d'Urberville* y eso fue suficiente para
salvarte. —La miró con tristeza—. Fue providencial, en cierto modo. Tu confesión te puso en
riesgo, y tu mail te salvó.
—Esto fue mi culpa —protestó Bella—. Me advertiste sobre ser cuidadosa en mis mails
y te ignoré. Nos costó todo.
—No todo. —Movió su mano para descansar contra su mejilla, presionando sus labios
a la frente—. Mi hermosa, brillante Isabella Swan, Magister.
Suspiró y se retiró, preocupado de sobrepasar el límite que ella parecía intentar
construir. Aunque la vista de sus lágrimas no derramadas le deshizo más que el dolor en la
pierna.
—No fui cuidadoso con mis mails a Jane. Merecía lo que me sucedió.
—Esas son pendejeras —dijo Bella con fiereza—. Sé que las acciones tienen
consecuencias. Créeme, sé eso. Pero no creo que los seres humanos estén atrapados en
alguna rueda kármica que gira y gira y gira para siempre. Si estás en verdad arrepentido por
los errores que cometiste y tratas de corregirlos, entonces no deberías tener que pasar el
resto de tu vida pagando por ellos. Debes ser capaz de repararlos y pedir perdón.
—¿De verdad crees eso?
Ella se sonrojó en un rojo profundo—. Por supuesto que sí.
Edward bajó la mirada hacia el futón—. Sé paciente conmigo, Isabella. Pasé por
algunos cambios mientras estuvimos separados. Pero eso es una historia muy larga y, por
supuesto, mi redención solamente ha comenzado.
Bella lo miró.
Se había dado cuenta de que Edward estaba diferente pero no se había dado cuenta de
cuán diferente estaba. Había acreditado cualquier suavidad o vulnerabilidad que había visto
en él al trauma de sufrir un accidente mortal. Pero ahora que vio la contrición de Edward, y
su sorprendente uso de la palabra redención, sabía que el hombre que había conocido antes de
su separación y el hombre que rogaba por su paciencia ahora compartían la misma piel, pero
posiblemente, poco más que ello.
Edward parpadeó un poco por su cara de sorpresa antes de continuar.
—James trabajó a en una especie de acuerdo con el fiscal. Estuve de acuerdo sobre
renunciar a enseñar a estudiantes de pregrado y supervisar a las mujeres estudiantes de
___
* De la novela Tess de D’Urbevilles. Tess y Alec, ella comienza a trabajar en la finca de la familia de
Alec y él la comienza a perseguir aunque a ella al principio no le agrada, aunque un día después de
supuestamente defenderla de una pelea, la lleva al bosque y la viola.

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postgrado hasta que los Volturi determinaran otra cosa y ellos acordaron no quitarme mi
titularidad. Pero había un problema. —Se aclaró la garganta con brusquedad—. Aro y
Marcus no estaban convencidos del todo de mi historia. Creo que causaste una gran
impresión en ellos. Aro ordenó que no hubiese contacto entre ambos, incluso contacto casual,
a partir de ese momento. Él dejo claro que cualquier comunicación entre nosotros anularía la
decisión del Tribunal y que nos traerían de vuelta con el fin de enfrentar un cargo de
confraternización. Como un punto de indignación final, decretó que si yo renunciaba a mi
trabajo para poder continuar mi relación contigo, serías castigada por violar la política de no
confraternización. Tuve que dar mi palabra de que iba a romper las cosas contigo
inmediatamente.
Bella se quedó callada por un momento mientras Edward buscaba en su rostro. Y
entonces cerró los ojos, mientras una lágrima rodaba por su mejilla.
—Cuando me caí, me miraste como si me odiaras. Parecías asqueado.
—Bella, por favor. —Agarró la mano y la atrajo hacia su pecho—. Yo nunca podría
odiarte o estar asqueado por ti. Esa mirada no era para ti. Fue la culminación de todo lo que
sucedió y mi absoluto odio a los Volturi. Ellos te amenazaron y asustaron y ellos iban a
separarnos. Cualquier asco que sintiera fue dirigido hacia el Tribunal y a mí mismo. Esa
mirada no era para ti, te lo juro.
Bella botó más de un par de lágrimas en ese momento, la consecuencia del shock y la
ansiedad y una medida de alivio de tener sus preguntas respondidas. Finalmente.
Sin embargo, algunas de las preguntas más importantes permanecían.
—Odio haberte hecho llorar de nuevo —dijo Edward con tristeza, pasando una mano
arriba y abajo de su espalda para consolarla.
—Es doloroso recordar.
—Para mí, también. No quiero prolongar el dolor, pero creo que debemos detenernos.
Mi medicamento me está dando sueño y los dos aún nos estamos recuperando del accidente.
Bella asintió contra su pecho—. Debo ir a casa, pero estoy muy cansada.
—Me gustaría que consideraras esta como tu casa, cuando estés lista. Puedes quedarte
conmigo esta noche o pediré un taxi. —Miró a su pierna lesionada con frustración—. No
puedo manejar.
Negó con la cabeza—. Yo debería irme. Pero no puedo.
—Entonces quédate… en mis brazos. Hay mantas en la esquina de allá —dijo
Edward—. Si me lo permites, las tomaré.
Ella poco a poco se desprendió de sus brazos y se acercó a las mantas, deteniéndose
para apagar todas las velas mientras las buscaba. Dejó las luces de té en las lámparas
marroquíes de arriba para que se apagaran solas, admirando el juego de luz y color contra
las paredes de la tienda.
El propio aire brillaba.
Ellos hicieron un nido juntos en el centro del futón. Edward se acostó de espaldas con
su amada a su lado. Él no hizo nada para frenar el profundo suspiro de satisfacción que se
escapó de sus labios mientras envolvía sus brazos alrededor de sus hombros.
—¿Edward?
—¿Sí, mi amor? —Le acarició el cabello lentamente, disfrutando de la sensación de la
suavidad de sus hebras mientras se deslizaban entre sus dedos. Trató de disfrutar de su olor
nuevo y desconocido, pero se encontró lamentando la pérdida del antiguo.
—Yo... te extrañé.
Él giró su rostro para poder besar su nariz.
—Gracias, mi dulce, dulce chica.
Él la apretó con fuerza mientras una sensación de cauteloso alivio pasaba a través de su
cuerpo.

659
—Yo solía estar despierto en la noche deseando que estuvieras conmigo. Que me
acunaras hasta dormirme —dijo Bella en voz baja.
—Ahora estoy aquí, amor.
Bella tarareó para sí misma y en pocos minutos, los dos amantes cansados y
maltratados estaban profundamente dormidos.

-
Cuando Bella se despertó a la mañana siguiente, estaba confundida.
Abrió los ojos y vio la luz del sol brillante de julio entrando por la puerta de la tienda.
Estaba acurrucada en una pequeña bola debajo de dos mantas de cachemir que habían sido
cuidadosamente acomodadas en todo su alrededor.
Y estaba sola.
Si no fuera por el hecho de que sabía que la tienda pertenecía a Edward, hubiera
pensado que había soñado la noche anterior. O que había despertado en un nuevo sueño.
Mientras se levantaba de la cama, encontró una nota, de puño y letra de Edward, sobre
la almohada.

Amada Isabella,
Estabas durmiendo tan plácidamente que no quería molestarte.
Tengo una cita con mi enfermera esta mañana. Regresaré para ver cómo
estás cuando haya terminado.
Le pediré a Rebecca que haga waffles para el desayuno porque sé que son tus
favoritos.
Dormirme en tus brazos de nuevo me hizo recordar que era solo la mitad de
una persona en tu ausencia.
Tú me haces completo.
Con amor,
Edward.

Bella no pudo negar el hecho que la llenaron una variedad de emociones mientras leía
la nota de Edward, al igual que una sinfonía de diferentes instrumentos. Tal vez el
sentimiento más dominante era el alivio.
Edward la amaba. Edward había regresado.
Ella lo amaba. Ella lo perdonaría.
Pero el perdón y la reconciliación eran dos cosas diferentes y sabía que a pesar de que
otras fuerzas habían trabajado para causar su separación, cada uno de ellos tenía
responsabilidad de la situación en la que actualmente se encontraban.
Bella no quería correr de nuevo en sus brazos únicamente para escapar del dolor de su
separación, porque eso sería como tomar una pastilla para acabar con un dolor sin investigar
sus causas profundas.
Encontró sus sandalias y caminó lentamente hacia el sol, a través del hermoso jardín, y
recuperó su bolso antes de entrar a la casa.
Rebecca ya estaba ocupada en el trabajo en la pequeña cocina, preparando el desayuno.
—Buenos días —saludó a Bella.
—Buenos días. ¿Puedes decirme dónde está el baño?
Rebecca se limpió las manos con el delantal y le sonrió disculpándose—.
Desafortunadamente, en estas viejas casas solo hay un baño, y Edward lo está ocupando.
—Oh —respondió Bella.
—Está subiendo las escaleras. ¿Quieres llamar a la puerta? Ha estado allí desde hace
tiempo. Podría haber terminado.

660
La idea de encontrarse con Edward, sin camisa y húmedo de la ducha, tal vez envuelto
en una toalla, hizo que la piel de Bella se volviera de color rosa.
—Um, esperaré. ¿Puedo? —Hizo un gesto hacia el lavaplatos y con el permiso de
Rebecca, procedió a lavar sus manos. Cuando se secó, sacó una elástica para el cabello bolso
y se hizo una coleta.
Rebecca invitó a Bella a sentarse en la mesa pequeña y circular de la cocina.
—Esta casa no es muy conveniente para alguien con muletas. Las escaleras son
empinadas y le toma una eternidad bajar y subirlas, incluso con la ayuda de alguien. Pero la
enfermera está aquí y parece que se ha comprometido a mudarse en el dormitorio de
repuesto hasta que le quiten el yeso.
Bella estaba sorprendida—. Pensé que vivías aquí.
Rebecca se echó a reír mientras sacaba una jarra de zumo de naranja de la nevera—.
Vivo en Norwood. Solía vivir con mi madre pero ella falleció hace unos meses.
—Lo siento. —Bella le dio una mirada compasiva a Rebecca mientras servía el jugo de
naranja en dos vasos de vino.
—Ella tenía demencia. Está mejor donde está —respondió Rebecca simplemente, antes
de regresar a su cocina.
Bella la observó mientras conectaba una máquina de hacer waffle y después proceder a
lavar y limpiar una cesta de fresas frescas, antes de batir un poco de crema.
Edward había planeado el desayuno también.
—Va a ser un ajuste mantener la casa de un profesor después de cuidar mi madre. Él es
un poco… particular, pero eso me gusta. ¿Sabes que me está prestando los libros de su
biblioteca personal? Acabo de empezar a leer Jane Eyre. Nunca lo había leído antes. Nunca
tuve el tiempo. Él dice que mientras siga cocinando puedo seguir prestando libros.
Finalmente, tengo la oportunidad de continuar con mi educación y utilizar todo lo que
aprendí de años de ver el canal de cocina.
Rebecca se echó a reír.
—No conozco muy bien al profesor, pero ya estoy muy encariñada con él. Me recuerda
a mi hijo, fuerte pero amable. —Al decir esto, ella sonrió—. A él no le gusta sentirse
impotente. Así que se pasa años en el baño haciendo todo por sí mismo, mientras que la
enfermera se para en la sala, deseando que no se caiga y se rompa la otra pierna.
Bella resistió el impulso de correr al rescate de Edward, pensando que lo mejor sería
que lo dejara quedarse con parte de su orgullo (y su toalla) intacta. Por lo que tomó un sorbo
de jugo de naranja y comenzó a comer su desayuno, instándose a no esperar a la llegada de
Edward.
—Estoy sorprendida de que compró esta casa cuando la cocina es tan pequeña y solo
hay un baño —declaró Bella entre las mordeduras de un espectacular waffle aromatizado de
canela servido con fresas y crema.
Rebeca sonrió con expresión conocedora—. Quería vivir en Harvard Square. Y a él le
gustaba el jardín. Dijo que le recordaba a la casa de sus padres. Planea renovar la casa para
que sea más cómoda, pero se negó a reservar a un solo contratista hasta que dieras su
aprobación.
—¿Mi aprobación? —Bella no podía creerlo.
—Bueno… él podría haber dicho algo sobre venderla si no te gustaba. Aunque dado el
lenguaje que escuche de la parte de arriba esta mañana, creo que ha decidido instalar un
segundo baño aquí y arrancar y sustituir la escalera. Inmediatamente. —Rebecca le pasó un
plato de tocino crujiente a Bella—. No se si lo has notado, pero el profesor puede ser un poco
intenso.
Bella se rio a carcajadas—. No tienes ni idea.
Ella fue capaz de disfrutar, no uno, sino dos waffles antes de que el sonido de Edward,
su yeso, y la enfermera golpearan por las escaleras.

661
—Buenos días, amor —la saludó en voz baja, besando el tope de la cabeza de Bella
antes de sentarse a su lado.
—Buenos días. ¿Dónde está la enfermera?
Edward hizo una mueca ligeramente—. Ella fue a su casa para recoger sus cosas para
que pueda, um, quedarse aquí. Temporalmente. Con la forma en que es el piso y mi pierna...
—Negó la cabeza y se acercó más a Bella para que sus labios rozaran su oreja—. Espero que
no te moleste que ella se mude aquí. Es solamente por seguridad y para que pueda controlar
mi medicación. Probablemente estaré con un yeso de seis a ocho semanas.
Se apartó para poder leer su reacción.
Bella sintió su mano debajo de la mesa y la sostuvo por un momento.
—Ocho semanas es mucho tiempo para que estés tomando analgésicos. ¿Y qué sucede
si te caes en medio de la noche? Por supuesto que alguien debe quedarse contigo.
Los ojos verdes de Edward brillaban con coquetería—. Yo preferiría tenerte como mi
enfermera, Isabella.
Bella se sonrojó y bajó la mirada hacia el plato.
Él suspiró ante su reacción y se frotó los ojos con ambas manos—. Gale es una buena
enfermera. Pero ella es más bien implacable.
Plenamente consciente de la presencia de Rebecca, Edward y Bella hicieron una
pequeña charla educada por un momento o dos antes de que ella se excusara para visitar el
baño.
Con una mirada a su cara y al cabello en el espejo, se dio cuenta de que necesitaba una
ducha. Y allí fue que se dio cuenta de una bolsa de compras colocada cuidadosamente en la
esquina del tocador, con un pequeño trozo de papel pegada.

Cariño,
Siéntete como en tu casa.
Con amor,
Edward.
PD: Lo siento por los artículos de baño. Creí que te gustarían. Pero hay otros
debajo del tocador que puedes elegir.

Buscando en la bolsa de la compra, se encontró botellas de su antigua marca de fresa


de champú y gel de ducha, junto con una esponja de color lavanda y varios conjuntos de
ropa que parecían extrañamente familiares.
Él guardó mis cosas. Él guardó lo que yo le regresé.
Le tomó un momento o dos superar la sensación repentina, casi sobrecogedora, que
pasó por ella. Pero lo tragó de vuelta, se duchó y se vistió, haciéndose presentable.
Trató de no darse cuenta que los pantalones negros y la blusa de seda azul de Santorini
le quedaban un poco más grande, evidencia del hecho de que no había recuperado por
completo todo el peso que había perdido.
Me pregunto si la caja de terciopelo que encontré en el bolsillo de Edward anoche fue el anillo de
bodas que compró para mí. O tal vez eran los pendientes de Esme.
Fuera de todos los arrepentimientos que tenía en la vida, regresar los pendientes de
Esme era uno de sus más grandes. Sabía que esa acción, aunque parecía necesaria en ese
momento, habría herido profundamente a Edward.
Ellos se habían herido uno al otro y ambos estaban necesitados de perdón y sanación.
Pero Bella no podía decidir qué camino sería mejor a fin de arreglarlo.
Las opciones más obvias en la vida no son siempre las correctas.

662
Cuando finalmente bajó las escaleras, Rebecca estaba limpiando la cocina y Edward
estaba en el jardín. Ella se acercó a él y lo encontró recostado en una tumbona a la sombra de
un gran paraguas.
—¿Estás bien? —le preguntó, porque sus ojos estaban cerrados.
Él abrió los ojos y le guiñó un ojo—. Lo estoy ahora. Ven. —Le tendió la mano y ella la
tomó, acomodándose en la silla junto a él.
—Ese color te queda bien —dijo, apreciando la blusa azul con alegría no disimulada.
—Gracias por guardarla.
Una sombra cruzó por su cara entonces, pero pronto se había ido y estaba sonriendo de
nuevo.
—¿Qué quieres hacer hoy?
Bella jugaba con sus dedos con el fin de distraerse de sus inquietantes ojos verdes—.
Creo que deberíamos terminar nuestra conversación.
Él asintió y luego inhaló profundamente, buscando la ayuda de un poder superior en
silencio. No quería perderla. Y sabía que su reacción a la siguiente parte de su historia podría
provocar precisamente eso.
—Sé que recuerdas de nuestra conversación en el pasillo, fuera de la sala del Tribunal.
Cuando James fue rudo contigo, yo estuve a punto de perder los estribos. Quería romper su
mano y alimentarme con ella.
—¿Por qué?
Edward la miró con sorpresa.
—No creo que comprendas la profundidad de mis sentimientos por ti, Isabella —dijo
suavemente—. Va más allá de querer estar cerca de ti, o protegerte. Quiero que seas feliz y
quiero que las personas que te rodean te traten con respeto.
—Sí, pero no puedes romperle las manos de la gente cuando sean rudos conmigo.
Él hizo un acto acariciando su barbilla, pensativamente—. No, supongo que no. ¿Puedo
atropellarlos con mi auto? ¿Golpearlos con el Diccionario Oxford de Inglés?
—¿Con todos los veinte volúmenes? Por supuesto.
Ellos compartieron una carcajada y luego se quedaron en silencio por un momento.
—Quería comunicarte lo que había sucedido detrás de la puerta, pero se me ordenó no
hablar contigo. Es por eso que hablé en el código. Excepto que estúpidamente cité a Abelard,
olvidando que tú y yo teníamos interpretaciones radicalmente diferentes de su relación con
Héloise. Debería haber citado a Dante, Shakespeare, Milton, a cualquier otro. Pero cite a
Abelard y me miraste con asco... —Negó con la cabeza—. Estabas tan enojada. Me acusaste
de follarte... Isabella... —Su voz se quebró al pronunciar su nombre y Bella juró que vio el
comienzo de lágrimas en las comisuras de sus ojos—. ¿De verdad pensaste tan mal de mí? —
Le reprochaba con su tono de voz—. ¿Pensaste que eso era lo que quería? ¿Pensaste que así
optaría por decirte adiós?
Bella apartó la mirada, evitando así la intensidad de su mirada.
—Siempre eras tan verbal conmigo. Pero esa noche estabas silencioso. Ni siquiera
dejaste una nota. Y siempre fuiste tan meticuloso antes. Tan dulce conmigo.
Él asintió con tristeza.
—Yo no confiaba en mí para hablar. Mi orgullo me impidió parecer débil frente a ti.
Pero como puedes ver, he sido humillado. —Hizo un gesto frustrado en su elenco—. Por lo
menos Dios no me hizo comer hierba.
Bella lo miró con cautela, sin saber si estaba haciendo una broma.
—¿Así que eres Nabucodonosor* ahora?
Edward sonrió—. Mejor Nabucodonosor que Ícaro*.
___
* Descrito en la biblia. Gobernante de la dinastía Caldea de Babilonia. Él mientras
presumía de sus logros fue humillado por Yahvé y perdió la cordura.

663
Bella le sonrió de vuelta—. Rebeca me dijo que le prestaste un libro. Tal vez eres el
señor Rochester. Edward Fairfax Rochester.
—Todavía no, no lo soy —susurró, sus ojos llenos de nostalgia.
—¿Por qué no?
—Porque mi querida Jane no se ha comprometido a volver a mí.
Bella apartó su cabello hasta detrás de las orejas nerviosamente.
—Estabas hablando sobre nuestra conversación en el pasillo después de que el
Tribunal —le indicó, deseosa de cambiar el tema.
Edward suspiró.
—Sabía que si renunciaba a mi trabajo mientras aún eras una estudiante, Aro te
marcaría como objetivo. Así que no había manera de que pudiera escapar. Mi plan era
esperar hasta que te hubieras graduado y luego renunciar a mi puesto. Le daría a los Volturi
lo que querían hasta que el primero de julio, cuando mi contrato terminaba, y luego...
Bella lo interrumpió—. ¿Por qué simplemente no me dijiste eso?
Edward apretó el puente de la nariz con tanta fuerza, que pensó que iba a dejar
cicatrices entre sus ojos. Después de lo que pareció ser un enorme esfuerzo, abrió los ojos y
sacó su IPhone de su bolsillo. Se desplazó a través de unas cuantas pantallas hasta que se
decidió por algo.
Y entonces fijó sus ojos afligidos y angustiados en ella.
—Te mencioné el primero de julio en el pasillo después del Tribunal. Pero pronto me
di cuenta que era demasiado opaco para una observación, sobre todo porque estabas tan
molesta. Al salir del University College con James, me escondí en el baño de hombres del
primer piso. Rápidamente te escribí un mail de mi teléfono y te lo envié.
Bella jadeó.
—Pero no recibí ese mail. ¿Lo enviaste a mi cuenta de la Universidad? ¿Aro lo
interceptó?
Él negó con la cabeza y le entregó el IPhone—. Léelo.
Bella rápidamente echó un vistazo a la pantalla. Y lo que leyó la sacudió.

Isabella,
Te amo.
Esta separación es solo temporal.
Espérame… volveré el primero de julio.
Fue todo una actuación.
Perdóname.
Por favor,
E.

Bella parpadeó varias veces ante el mail, mientras trataba de asimilar lo que había visto
escrito en blanco y negro con lo que había experimentado.
Pero no pudo.
—No lo entiendo. No recibí esto.
Edward le dio una expresión torturada—. Lo sé.
Miró a la pantalla de nuevo y vio que la fecha y hora del mensaje coincidía con la
historia de Edward. Pero el destinatario del correo electrónico no era su cuenta de la
Universidad.
Ni siquiera era de su cuenta de Gmail.
De hecho, el destinatario real era alguien completamente diferente.
___
* Ícaro es un personaje griego que muere por ser demasiado pretensioso, le advierte su
padre que no vuele tan alto porque sus alas se quemarían pero no le hizo caso.

664
I.M. Santos.
Los ojos de Bella se abrieron mientras la magnitud del error de Edward de repente se
volvió muy, muy claro.
Él no le había enviado el mail a ella.
Le había enviado el correo a la cuenta de correo electrónico de la Universidad de
profesor Inacio Marcelo Santos, el presidente del Departamento de Estudios Italianos.
El supervisor de Edward.
—Oh, Dios, Edward. ¡No!
Él le arrancó el IPhone de la mano, mascullando maldiciones contra sí mismo.
—Cada vez que traté de hacer algo por ti, fracasaba. Traté de salvarte, y Aro estaba
sospechoso. Traté de darte una pista en nuestra conversación, y te hice sentir como una puta.
Traté de enviarle un mail explicándote lo que estaba haciendo, y se lo envié a mi jefe por
error. Honestamente, Bella, si no fuera por el hecho de tener la esperanza de que algún día
estaríamos teniendo esta conversación, habría salido caminando en hora punta de tráfico en
Bloor Street y acabado con todo.
—No vuelvas a decir algo así de nuevo. Ni siquiera lo pienses.
La muestra repentina de fiereza de Bella le sorprendió, y se encontró dando marcha
atrás rápidamente.
—Perderte fue un punto bajo para mí, Isabella. Pero el suicidio no es una opción que
me entretenga de nuevo. Ya no más. —Le dio una mirada que parecía significar mucho más
de lo que podía decir en ese momento—. No me di cuenta de mi error hasta unos días
después, cuando el profesor Santos me llamó a su oficina. Él presentó una copia impresa del
mail y yo estaba dispuesto a rogar, mentir, o pagarle si pudiera. Pero él no quería dinero.
En ese momento, Edward y Bella se vieron interrumpidos por Rebecca, quien se unió a
ellos en el patio llevando una jarra de limonada hecha en casa, adornada con algunas
frambuesas congeladas que flotaban con delicadeza en una nube amarilla. Sirvió las bebidas
con una sonrisa alentadora y luego desapareció de nuevo en la casa.
Edward bebió con avidez, disfrutando de su indulto.
—¿Entonces? —preguntó Bella, sorbiendo su limonada.
—Santos ya había recibido un informe de los Volturi revelando los términos y
condiciones de la decisión del Tribunal. Él sabía que si le daba el correo a Aro, estaría
despedido. Pero no quería atraer la atención negativa al Departamento ya que ahuyentaría a
los estudiantes y los posibles donantes. Así que me hizo prometer que no te contactaría de
nuevo y luego me pidió que tomara un permiso de ausencia para el resto del semestre. Yo no
tenía una razón para quedarme, dado que no podía estar cerca de ti. Así que accedí.
—¿Él te dejó ir?
—Con un apretón de manos y una promesa.
Edward frotó la cara con sus manos mientras el recuerdo de esa conversación terrible
le perseguía.
—Me mostró misericordia. Entonces más que nunca me sentí obligado a mantener mi
palabra. Decidí no contactarte hasta el primero de julio y desaparecer hasta entonces.
Bella negó con la cabeza obstinadamente.
—Pero, ¿qué pasa conmigo, Edward? Me hiciste muchas promesas. ¿No pensaste en
mantenerlas?
—Por supuesto. Es por eso que puse los libros en tu buzón de correo justo después del
Tribunal. Pensé que leerías mis inscripciones y me esperarías.
—Pero no me di cuenta que venían de ti. Peter me los llevó y los colocó en mi
biblioteca. Ni siquiera los miré hasta la noche de nuestro accidente. Es por eso que estaba
corriendo. No tenía una conexión de internet en mi casa y quería enviarte un correo
electrónico.
—¿Qué habrías dicho?

665
Bella se retorció incómodamente.
—Que te juzgue mal.
Él le dio una mirada prolongada llena de dolor, en silencio.
—Pensé que leíste mis mensajes. Cuando vi que tu buzón estaba vacío, asumí que los
buscaste. Cuando te envié lejos de mi casa era porque tenía que hacerlo, no porque quería.
¿Sabes cuántos profesores universitarios activos y jubilados viven en mi edificio? No podía
arriesgarme a que alguien te viera e informara a Santos o a los Volturi. Imagínate mi sorpresa
cuando mi vecino golpeó mi puerta con bastante fuerza y sin ceremonia empujó cada uno de
los regalos que te había dado alguna vez en mis manos, antes de insultarme en francés y
después repetir las mismas maldiciones en inglés. Él me amenazó con darme latigazos. Pensé
que habías tenido suficiente. Que habías decidido que no valía la pena esperarme.
Las lágrimas brotaron de los ojos verdes oscurecidos de Edward y él las apartó
rápidamente.
—¿Por qué pensaste eso? —le preguntó Bella en voz baja.
Apretó los labios en una línea dura.
—Devolviste todo, incluso los pendientes de Esme. Dijiste que había roto tu corazón.
Pensé que me estabas diciendo que ya no me querías. Que habíamos terminado.
Bella hizo una mueca.
Edward tenía razón. Su incomprensión y la falta de comunicación habían escalado a un
tono tan febril, que ambos habían perdido la fe en el otro.
A pesar de cualquier evidencia en contrario.
—Yo sabía que me había puesto en una situación en la que estaba descuidando tu
afecto. Asumo toda la responsabilidad por ello. Pero no fue intencional. Fue orgullo y mal
juicio y error tras error. Me fui a Forks. Carlisle me llamó y me acusó de hacer exactamente lo
que había confesado ante el Tribunal… seducirte por deporte. Me dijo que habías estado
hablando con Alice. No estuve seguro de si su caracterización provenía de ti o no. No podía
culparte por pensar mal de mí, pero tenía la esperanza de que hubieras visto más allá de
todo.
—Yo sabía que te importaba, Edward. Simplemente no podía entender por qué no
querías hablarme. Por qué ni siquiera querías verme.
—Yo quería, pero no podía. Ya había hecho demasiado daño. —Se miró las manos y
comenzó a girar el anillo de bodas en su dedo una y otra vez—. Katherine Picton fue a verme
antes de salir de Toronto. Estaba preocupada de que su queja en contra de Aro hubiera
empeorado las cosas para nosotros. Aunque no le dije sobre nuestra relación, ella pareció
unir las piezas. Me aseguró que iba a velar que Aro te dejara tranquila durante mi ausencia y
que iba a hacer todo lo posible para ayudarte a graduarte a tiempo. Y después mencionó que
un viejo amigo suyo se había ido del Departamento de Filología Románica en la Universidad
de Boston con el fin de tomar una posición en la UCLA. Quería mi permiso para nominarme
como su remplazo. Yo sabía que te ibas a mudar a Boston y así que le pedí a Katherine que lo
hiciera.
—Ella fue muy amable conmigo —, dijo Bella introspectivamente.
—Y conmigo. Fui entrevistado para el puesto y después esperé su decisión. Mientras
tanto, viajé a Chicago, me alojé en un hotel en Boston... Pronto me di cuenta de que tenía que
hacer algo para apartar la depresión antes de que hiciera algo de lo que me arrepentiera.
El estómago de Bella se contrajo de repente.
—¿Algo de lo que te arrepentieras? —repitió ella.
—No mujeres, Isabella. Ni siquiera cuando pensé que no me quería más. La simple
idea de estar con alguien más me hacia sentir enfermo. Yo estaba más preocupado sobre…
otros vicios.
—Antes de que vayas más lejos, tengo que decirte algo. —Su voz era más fuerte y más
decidida que la voluntad detrás de ello.

666
Edward comenzó a observarla con atención, preguntándose qué en el mundo ella
estaba a punto de revelar.
—Cuando te dije que mi relación con Peter no fue más allá de la amistad, dije la
verdad. Técnicamente.
—¿Técnicamente? —Las cejas de Edward se alzaron y su voz bajó a un gruñido.
—Él quería más. Me dijo que me amaba y él... me besó.
Edward se quedó en silencio por un momento o dos y Bella vio como sus manos se
formaron en puños apretados, con los nudillos palideciendo.
—Perdóname. Si hubiera sabido que tus atenciones estaban comprometidas en otra
parte, nunca me hubiera atrevido a tomar tanto de tu tiempo. —Su voz era dura y fría.
Bella vio cómo las paredes que él usaba para protegerse a sí mismo subían ante sus
propios ojos.
—Mis atenciones no están comprometidas en ninguna parte. Están donde siempre han
estado… contigo.
Edward la miró con escepticismo.
—Peter me ayudó a encontrar el coraje para salir de mi apartamento cuando lo único
que quería hacer era esconderme. Pero nunca tuve sentimientos románticos hacia él. Creo
que ya sabes esto, pero me arruinaste para otros hombres cuando tenía diecisiete años. Nadie
va a capturar mi corazón de la manera en que tú lo hiciste. —Su voz temblaba mientras
parpadeaba luchando para apartar sus lágrimas.
—Pero él te besó.
—Sí, lo hizo. Y vi lo que mi vida sería con él. Pero incluso sin la garantía de que tú
regresarías, lo rechacé. —Miró al suelo y cerró los ojos—. No porque no hubiese tenido una
buena vida con él. Sino porque él no eras tú.
—Estoy seguro de que eso lo angustió.
—Rompí su corazón —, dijo Bella llanamente—. Y no obtuve ningún placer en hacerlo.
Edward exhaló sonoramente.
—Estaba preocupado de que si hubiéramos tenido algún contacto y Peter se enterara,
él hubiera corrido a decirle a Aro.
—Estabas equivocado con él. Él fue la voz de la razón cuando lo necesité. Y fue bueno
para mí, incluso después de que rompí su corazón. Él fue Virgilio —añadió en un susurro.
—Me disculparé con él —Edward se inclinó para tomar su mano entre las suyas.
—Sé que dijiste que has sido fiel, y no te voy a cuestionar sobre eso. Pero ¿alguien te…
besó?
—No. —Él sonrió con tristeza—. Haría de un buen Dominicano o Jesuita, ¿no te
parece? ¿Con mi nueva virtud de celibato? Aunque he descubierto durante nuestra
separación que no tengo la disposición de ser un franciscano.
Bella le lanzó una mirada inquisitiva.
—Nunca quise que nada de esto sucediera, Isabella.
—Nunca hemos querido que muchas cosas sucedieran —Ella apretó su mano con
afecto y luego la retiró, deseando silenciosamente que terminara su historia y deseando darle
el espacio físico y emocional para hacerlo.
Edward cerró los ojos, pensativo y luego los volvió a abrir.
—Yo estaba plagado de pesadillas. Que había fracasado y te había perdido. Pero estaba
decidido a sobrevivir hasta el primero de julio. Si no me ofrecían la posición en la UB, iba a
renunciar a mi trabajo en Toronto y luego iría a ti y pediría tu perdón. Todo lo que tenía que
hacer era controlarme hasta el final de junio. Así que me fui a Italia. Quería sentirme cerca de
ti, para recordar una época más feliz. Verdaderamente, Isabella, esos días contigo en
Florencia y después en Umbría fueron los días más felices de mi vida. —Desvió su mirada—.
Incluso fui a Asís.
—¿Asís? ¿Para volverte un franciscano? —Bella sonrió—. ¿Te rechazaron?

667
Él se rio.
—Difícilmente. Me sentí atraído hacia allá. Visité la Basílica y creí que te vi. —La miró
vacilantemente, preguntándose si pensaría que estaba loco—. Tu doppelgänger* me guió hacia
la iglesia inferior y luego a la cripta. Hacia la tumba de San Francisco.
Bella miró a Edward mientras cerraba sus ojos. Y después esperó.
—Al principio, simplemente observé a la joven, deseando que fueras tú. Deseando que
no hubiera cometido tantos errores. Yo fui enfrentado a mis propios fracasos. Mi egoísmo y
vicios. Mi pecado. Y luego, lentamente, comencé a ver cómo en medio de mis fracasos, me
habían dado oportunidad tras oportunidad. A pesar de mi falta de virtud o bondad, me
habían dado gracia y bondad y amor. Y yo lo había tirado o tratado como si no valiera. No
merecí a la familia que me adoptó. No merecí a Maia, que fue la mejor parte de mi relación
con Tanya. No merecí sobrevivir a las drogas y al postgrado de Harvard. No te merecía a ti.
Se detuvo y frotó sus ojos de nuevo, pero esta vez la humedad no amainaba.
—La gracia no es algo que nos merecemos, Edward —dijo Bella en voz baja—. Viene
del amor. Y Dios envuelve al mundo en segundas oportunidades y hojas pequeñas pegajosas
y misericordia, incluso cuando algunas personas no lo quieren.
—Algo... No sé cómo describirlo. Algo pasó. Dejé de correr. Y encontré… paz.
Bella sonrió.
—¿Conoces el poema El Lebrel de los Cielos por Francis Thompson? A la profesora
Leaming le gustaba citarlo en relación con las discusiones de la conversión.

“...Que cuanto te pido te he quitado,


para que me lo pidas de prestado
y lo dé misericordiosamente.
Lo que tú crees perdido está en mi casa
levántate, toma mi mano y pasa...”

Edward tomó la mano de Bella y presionó sus labios desesperados a sus dedos.
—¿Cómo no eres un ángel? —preguntó—. Lo que me pasó, me hizo querer ser bueno.
Valorar cada día. Perdonar a los demás. Mi experiencia me llevó a centrarme en Dios, pero
también a amarte más. Siempre me he sentido atraído a tu bondad, Isabella. Pero creo que te
amo aún más profundamente ahora de lo que hice antes.
Ella asintió mientras sus ojos repentinamente se llenaron con agua salada.
—Mi amor anterior por ti estaba teñido de egoísmo. Debí haberte dicho que te amaba
mucho antes. Debí haberte pedido que te casaras conmigo mientras estábamos en Belice.
Decidí alrededor de navidad que iba a pedírtelo. Pero no compartí mis sentimientos contigo;
los guardé para mí mismo. Pensé que teníamos todo el tiempo en el mundo.
Bella trató de hablar pero su voz estaba atrapada en su garganta.
—Por favor, dime que no es demasiado tarde, Isabella. Por favor, dime que no te he
perdido para siempre.
Con un último susurro, quejumbroso, Edward se cubrió el rostro con las manos.
Bella no lo observó por mucho tiempo antes de ir hacía él. Pero fue el tiempo suficiente
para darse cuenta de que había visto la más desgarradora visión del hombre que amaba, que
antes había sido tan fuerte y orgulloso, humillado y roto y llorando.
Ella se puso de pie y jaló de sus hombros hasta que se inclinaba contra su cuerpo. Y
después envolvió sus brazos alrededor de él, besando la parte superior de su cabeza.
—Edward —dijo en voz baja—. No es demasiado tarde.
Cuando no respondió, ella llevó su mejilla para que descansara encima de su cabeza.
___
* Doble.

668
—Le pediste a Alice que me dijeras que querías ser mi último. Ese mensaje me dio
esperanzas. Pero incluso antes de que yo recibiera ese mensaje, todavía te amaba. Nunca he
dejado de hacerlo.
Él apartó sus manos de su cara y las colocó alrededor de su cintura, acercándola aún
más.
—Ambos cometimos errores… con nuestra relación, con el Tribunal, uno con el otro.
Pero tenía la esperanza de que volvieras a mí. Que aún me amaras.
Bella esperó a que las lágrimas de Edward disminuyeran y cuando finalmente la miró,
lo besó despacio en los labios y luego se sentó a su lado.
Él estaba avergonzado, se podía dar cuenta.
Pero Bella también sabía que las lágrimas eran el resultado de una multiplicidad de
cosas… una pierna rota, el agotamiento y la frustración y el dolor que persistía de una
depresión prolongada.
—Supongo que debería darte una salida fácil, Isabella. Para que no tengas perder más
tiempo con alguien tan roto.
—No estás más quebrado de lo que yo lo estoy. Y nunca te abandonaría únicamente
porque estés roto.
Finalmente los ojos de Edward crecieron iluminados con esperanza—. ¿Entonces te
quedarás?
—Te amo. Y ese amor no se va a ir a ninguna parte. Pero necesito pensar en lo que voy
a hacer ahora, en cómo estar contigo. He cambiado en estos últimos meses y veo que tú
también lo has hecho. Quiero más de lo que teníamos antes.
—¿Más de lo que puedo darte? —preguntó Edward en voz baja.
Alisó la tela de su pantalón negro con el fin de evitar a sus ojos.
—No necesariamente. Pero la pregunta de hacia dónde vamos desde aquí es una
abierta. Algunas cosas tienen que cambiar. —Bella se ruborizó—. Y algunas cosas, espero,
seguirán siendo las mismas.
—Entonces dime lo que quieres, Isabella. Dímelo y te lo daré.
Ella negó con la cabeza—. No funciona de esa manera. Yo no quiero ser una dictadora
y no quiero que tú te me impongas. Quiero que resolvamos las cosas juntos. Y eso llevará
tiempo.

-
Pronto estaba demasiado caliente para sentarse al aire libre, por lo tanto Edward y
Bella volvieron a la casa y se establecieron en la sala de estar. Edward fue capaz de descansar
en el sofá de cuero subiendo su yeso sobre almohadones, mientras que Bella se acomodó en
una de las sillas de terciopelo rojo.
Casa, pensó. Esto se siente como estar en casa. Estar con Edward otra vez sentada en su sillón
favorito. Escuchándolo susurrarme que me ama...
—No fue mi intención entrometerme, pero he visto fotos de mi graduación en tu
IPhone. Yo no sabía que estabas ahí.
Edward sonrió—. No iba a perdérmelo. Estaba tan orgulloso de ti. Katherine estaba
obviamente complacida con tu éxito y Charlie parecía como si estuviera a punto de estallar
de orgullo.
Olvidó la necesidad de mencionar el hecho de que vio a Peter sentado con Charlie, no
deseando afrontar dicho tema de nuevo.
—Entonces, ¿deberíamos abordar el elefante en la habitación? —preguntó Bella,
sonriendo.
Él asintió, de repente tenso.
—Um, yo empezaré. Quiero conocerte de nuevo. Quiero ser tu pareja.
—Quiero que seas mucho más que eso —le susurró Edward.

669
Bella negó la cabeza con vehemencia.
—Es demasiado pronto. Si decidimos casarnos, quiero que elijamos nuestros anillos de
boda juntos. Puedo entender tu generosidad en comprarlos como una sorpresa, pero me
robaste, Edward. Me robaste la alegría de elegir algo contigo. Eso es lo que estoy pidiendo. Te
pido que me permitas ser tu socia y que no me robes la alegría de estar parada en mis
propios pies contigo, tomando decisiones contigo, eligiendo una casa contigo.
—No era mi intención hacerte daño.
—Tienes que entender que tus decisiones unilaterales me hacen daño. Y ellas tienen
que parar o no vamos a llegar muy lejos.
La cara de Edward se ensombreció.
Y ese acto fue mucho más elocuente que cualquier palabra.
—¿Qué sucede? —preguntó, temiendo su respuesta.
Él se movió incómodo, haciendo una mueca mientras reposicionaba su yeso en los
cojines.
—No me arrepiento de tratar de salvar tu carrera. Me hubiera gustado haber podido
llegar a un consenso al respecto. Pero cuando te vi en peligro, reaccioné. Y lo haría de nuevo.
Bella sintió que su ira aumentaba—. ¿Así que toda esta conversación, tus disculpas,
todo, no significa nada?
—¡Por supuesto que no! La forma en que me fui fue terrible. Estoy de acuerdo. Debería
haber hablado contigo antes de hacer algo. Pero si esperas que sea el tipo de hombre que
mira a la mujer que ama, a la mujer con la que espera casarse, perder sus sueños, entonces no
puedo cumplir con tus expectativas. Lo siento.
Bella se ruborizó de un rojo brillante—. ¿Así que estamos de vuelta a donde
empezamos?
—Solamente si lo pones en mi contra. Pero yo no puse en tu contra cuando te fuiste por
tu cuenta para protegerme de Ángela, o del Tribunal. No he puesto en tu contra tu email, a
pesar de que ambos estemos de acuerdo en que fue un error. ¿No me puedes dar la misma
consideración? ¿No me puede dar la gracia, Isabella? ¿Tu gracia?
A pesar de su tono de súplica, Bella no estaba escuchando realmente. En ese momento,
lo único que oía era a Edward descartando sus objeciones. De nuevo.
Ella negó con la cabeza y caminó hacia la puerta.
Aquí estaba la bifurcación de la carretera, donde los caminos se dividían. Podía
caminar a través de la puerta y bajar las escaleras y todo con Edward habría terminado.
Permanentemente. No habría segunda oportunidad. O podía quedarse, sabiendo que él se
negaba a ver sus condenadas hazañas delante del Tribunal como algo problemático.
Ella vaciló mientras se preparaba para atravesar la puerta, sabiendo que una vez que se
fuera estaría terminado. Ellos habrían terminado.
—Déjame amarte, Isabella. De la forma en que deberías ser amada.
Por supuesto, estaba tan perdida en sus propias contemplaciones que no había oído a
Edward pararse y cojear hacia ella.
Sus labios vibraron en su oído y ella podía sentir el calor de su cuerpo que irradiaba a
través de la ropa y contra su espalda.
—Yo soy un hombre. Por supuesto que quiero protegerte. Nada va a cambiar eso.
—Preferiría haberte tenido a ti que a Harvard —protestó ella.
—Ahora puedes tenernos a ambos.
—¿Pero a qué costo, Edward? No me digas que nuestra situación no te hizo daño.
Balanceándose en sus muletas, colocó su cabello sobre un hombro y presionó sus labios
en la piel desnuda de su cuello.
—Cometí errores. Perdóname. Prometo no robarte o tu dignidad o de nuestra sociedad.
Pero no voy a quedarme parado y viendo cómo te lastimas cuando puedo evitarlo. En tu
independencia no me conviertas un monstruo, Isabella.

670
En cabezonería persistente, Bella dio un paso adelante, pero Edward la agarró del
brazo rápidamente, casi perdiendo su equilibrio en el proceso.
—En un mundo perfecto, siempre habrá comunicación y consulta entre los socios.
Preferiría que nuestra relación fuera así. Pero no vivimos en ese mundo. Hay situaciones de
emergencia y errores y vehículos a toda velocidad bajando carreteras mojadas. ¿Es mi deseo
de mantenerte a salvo un pecado tan grande que me dejarías por ello? ¿De verdad?
Como para enfatizar su punto de vista, Edward retiró su mano y se apoyó en sus
muletas, esperando por su decisión.
Cuando ella permaneció en silencio, él continuó—. Voy a hacer todo lo posible para
tomar decisiones contigo y no para ti. Pero no me disculpo por querer lo mejor para ti, que
estés a salvo y feliz y que vivas a la altura de tu potencial considerable. Y no me voy a
comprometer con una regla en donde tengo que consultarte antes de actuar en casos de
emergencia. Quieres que te trate como a una igual. Quiero el mismo trato. Y eso significa que
tienes que confiar en mí para tomar la mejor decisión que puedo tomar, teniendo en cuenta
la información que tengo, sin ser omnisciente. O perfecto. —Suspiró profundamente—. ¿Qué
hombre no quiere proteger a la mujer que ama? ¿O sacrificarse a sí mismo por ella?
Alguien cuyo amor no es tan profundo.
—Yo prefiero tenerte vivo y cargando tu escudo que muerto y cubierto por él.
Edward rio por lo bajo—. Creo que la batalla de las Termópilas está detrás de nosotros,
mi amor. Pero comparto tu sentimiento y pediría lo mismo de ti. Mi pequeña guerrera.
La besó en el cuello de nuevo.
—Si pudiera regresar el tiempo y hacer las cosas de manera diferente con los Volturi, lo
haría. Pero no puedes culparme por no conocer el futuro. Y por mantener mi promesa de que
no iba a permitir que te expulsaran.
Bella resopló, pero no dijo nada.
—Toma mi anillo. —Rápidamente quitó el anillo de bodas de su mano izquierda y la
sostuvo sobre su hombro derecho—. Use esto para expresar el hecho de que mi corazón, mi
vida, eran tuyos. Y lo siguen siendo. Pero voy a esperar hasta que estés lista. Esperaré para
usar el anillo que elijas para mí.
Ella tomó el anillo de su mano vacilante, y luego lo deslizó en uno de sus pulgares.
—Voy a vender esta maldita casa. Solamente la compré para estar cerca de ti. Pero
puedo encontrar un apartamento hasta que estés lista para elegir una casa.
—No quiero que vendas tu casa. Acabas de mudarte. Y sé que te gusta el jardín. —La
voz de Bella era baja.
—Entonces dime lo que quieres, Isabella. No puedo perderte de nuevo. Podemos
contratar a un mediador o un terapeuta para que nos dé consejos sobre cómo seguir
adelante. Podemos tomarnos nuestro tiempo sin hacer promesas sobre el futuro. Pero por
favor, perdóname. Y ayúdame a hacerlo mejor. Enséñame y te prometo que seré tu alumno más
dispuesto.
Cuando ella se quedó callada e inmóvil durante varios minutos, Edward cambió una
de sus muletas a su otro brazo y tomó su mano, cojeando y llevándola de la sala de estar a la
escalera y luego lenta y dolorosamente, subiendo a su dormitorio.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó mientras se acercaban a la puerta.
—Necesito tenerte en mis brazos y creo que necesitas ser sostenida. Y ese maldito sofá
es demasiado estrecho para ambos. Ven, mi amor. —La guio a la cama y luego se colocó con
cuidado sobre su espalda con los brazos abiertos, invitándola a envolverse en torno a él.
Pero ella dudó—. ¿Y que hay con Rebecca?
—Ella no nos molestará. Y la puerta está abierta, Isabella. Nada indecoroso sucederá.
—¿Qué es esto? —Ella señaló lo que parecía ser dos grupos de marcos de cuadros de
gran tamaño que estaban apoyados contra una de las paredes y cubierto por una sábana.
—Míralos.

671
Bella se agachó en el piso de madera y retiró la sábana.
Había alrededor de diez fotografías de gran formato, apiladas en dos grupos de cinco,
todas en blanco y negro.
Todas eran de Bella.
Algunas incluían a Edward.
No había visto la mayoría de ellas antes de que fueran desarrolladas y luego
enmarcadas después de su separación. Había fotografías de Belice, de Italia, y fotografías
posadas que habían servido como parte de su regalo de navidad a Edward.
Todas asombrosamente hermosas y sensualess y encantadoras...
—Era difícil para mí verlas cuando pensaba que te había perdido. Pero como puedes
ver, han estado esperando a tu regreso.
Edward vio mientras Bella veía a través de las fotografías una vez más antes de mirar
fijamente a su favorita, una foto de ella acostada boca abajo en una cama blanca en Belice.
—¿Qué pasó con las viejas? ¿Las que tenías antes de conocerme?
—Desechas hace mucho tiempo, Isabella. Simplemente recuerdos olvidados.
Ella tarareó ausentemente.
—Quiero ganar tu confianza. Tu respeto. Yo quiero ser tu marido.
Bella volvió a colocar la sábana sobre las imágenes con mucho cuidado y luego se
dirigió hacia la cama. Su expresión era de conflicto, preocupada.
Edward le tendió la mano—. Relájate, Isabella. Solamente quiero sostenerte.
Ella sonrió con timidez y luego se dejó jalar a sus brazos para poder anidar en su
pecho.
—Eso es mejor —murmuró él, besándola en la frente.
Él movió su mano derecha al bolsillo y sacó algo, cerrando los dedos para que
estuviera centrado en la palma de su mano.
—Para ti —dijo, presentando una pequeña caja de terciopelo delante de sus ojos.
—Edward, te lo dije… no puedo.
—Ábrelo.
Ella cambió su peso de un codo y luego lentamente, abrió la caja. En el interior
encontró los pendientes de diamantes de Esme.
—Por favor, Isabella.
—No quería devolverlos. Sé que te hizo daño y lo siento.
—¿Los tomarás de vuelta? Si los tomas, tienes que prometer que los tendrás para
siempre. Mi pobre corazón no puede soportar que los devuelvas de nuevo.
Bella asintió y rápidamente se colocó los diamantes en las orejas, antes de colocar la
caja de terciopelo ahora vacía junto a ellos en la cama.
—Hermosa —susurró, presionando sus labios primero en su oreja izquierda y luego en
su derecha.
—Ya no quiero estar sin ti. Pero quiero que tomemos las cosas con calma. No
hablaremos más de matrimonio, por ahora.
—Puedo ser paciente. Pero sé lo que quiero. —La besó una vez más.
Esta vez, el beso se intensificó rápidamente.
Manos recorrían para buscar encontrar músculos y curvas, las bocas conectadas con
determinación, marcados por suspiros y casi gemidos sin aliento, los corazones comenzaron
a latir más rápido, más rápido.
Fue un beso para marcar una reunión, para prometer la continuación de la fidelidad y
el amor.
Edward la besó para demostrarle que la amaba, que esperaría por ella, que estaba
arrepentido.
Y Bella le devolvió el beso para decirle que nunca podría darle todo su corazón entero
a alguien más. Y que tenía la esperanza de que sus imperfecciones comunes, una vez

672
reconocidas y exploradas, pudieran ser mejoradas con el fin de proporcionarle a ambos una
vida sana y feliz.
Ella se apartó primero, uniendo sus frentes. Podía oír su respiración acelerada y le
complació que todavía tuvieran esta reacción el uno por el otro.
—No espero que nuestra relación sea perfecta. No quiero que pienses que es lo que
estoy pidiendo, o que eso es lo que tiene que ser. Pero hay algunas cosas que tenemos que
trabajar y ya sea si necesitamos un terapeuta o no, sé que va a tomar tiempo. —Ella suspiró
profundamente—. Por mucho que sería más fácil tratar de olvidar lo que sucedió, no
podemos volver a las cosas como eran antes. Muchas cosas han cambiado.
—Estoy de acuerdo. Quiero ser capaz de salir contigo dado que era incapaz de hacerlo
en Toronto. Quiero tomar tu mano mientras caminamos por la calle. Me gustaría llevarte a la
sinfonía y besarte en los escalones de la entrada y enviarte flores...
Bella se rio—. Estamos un poco más allá de eso, ¿no crees? Fuimos amantes, Edward.
Tienes fotografías ambos en la cama, apoyados contra la pared. Te he visto desnudo.
Su rostro se puso muy serio.
—Quería hablar de eso contigo.
Ella lo miró con sorpresa—. ¿Qué?
Él inhaló y exhaló muy lentamente, telegrafiando su reticencia a responder.
—No voy a hacerte el amor de nuevo hasta que recupere tu confianza.

673
Capítulo cuarenta y uno.

“¿Dímelo de nuevo?”
Al menos, eso es lo que Bella quería decir, pero teniendo en cuenta el contexto se
mordió la lengua. De alguna manera, su observación no parecía muy en consonancia con su
declaración*.
Edward le levantó la barbilla para poder ver sus ojos—. Yo entiendo que quieras que
las cosas cambien entre nosotros. Yo también quiero. Y me preocupa que si tenemos sexo
demasiado pronto, hará un corto circuito en el tipo de cambios que necesitamos hacer.
Bella boqueó como una lubina con boca gigante.
—Entonces... ¿Estás diciendo que quieres esperar?
Él la miró bastante incómodo.
—No, quiero hacerte el amor ahora y durante todo el día. Pero sé que debemos esperar.
—Una sonrisa antigua y familiar se extendió por sus labios—. ¿Qué quiere usted, señorita
Swan?
—Bueno, no tenía la intención de hacer eso hoy. Estoy de acuerdo, necesitamos algo de
tiempo... —Se sonrojó ligeramente—. Pero te he extrañado. He extrañado estar cerca de ti.
La besó tiernamente en la frente—. Yo también he extrañado estar cerca de ti. No tienes
idea. Pero si quieres que seamos socios, tiene que haber confianza. Si no confías en mí con tu
mente, ¿cómo puedes confiar en mí con tu cuerpo?
—Eso suena como algo que dijiste hace mucho tiempo.
—Hemos cerrado el círculo. —Se aclaró la garganta—. Y para que no haya un
malentendido, cuando digo confianza, me refiero por completo. Estoy absolutamente ansioso
de volver a conectarme contigo… en sentirte en mis brazos, en estar unido a ti, en cuerpo y
alma. Pero cuando mire en tus ojos mientras estemos envueltos alrededor del otro, quiero
que seas capaz de verme y saber que nunca te dejaré. Que eres mía y yo soy tuyo, para
siempre. —Su voz se hizo más gruesa—. Que estamos casados.
—¿Dímelo de nuevo?
Esta vez, la observación poco apropiada de Bella salió espontáneamente.
Él se movió ligeramente y Bella sintió su preocupación temblar por su cuerpo.
—Me quiero casar contigo. Cuando haga el amor contigo de nuevo, quiero ser tu
marido.
Cuando ella lo miró boquiabierta de nuevo como piedra helada sorprendida, él
continuó rápidamente.
—Si volvemos a ser amantes, vamos a terminar viviendo juntos y será mucho más fácil
posponer una boda, posiblemente para siempre. Pero yo estaría engañándote. Mereces que te
hagan las promesas y que esas promesas se mantengan. Mereces que te digan los votos
delante de Dios y nuestras familias. No una unión secreta, sino una pública. Es lo que
merecías desde el principio y lo que falle en darte.
—Pero Edward, te lo dije, eso es demasiado apresurado. Acabas de regresar. Ni
siquiera puedo contemplar casarme contigo. Necesito aprender cómo estar contigo de
nuevo…
Él sonrió con tristeza—. Yo entiendo eso y mi intención no es apresurarte. Por mucho
que me gustaría decir que estoy bien, no lo estoy. Incluso si decidiera hacerte el amor, no
creo que sería posible hasta que mi pierna se haya curado y este yeso se haya ido. Sabes que
nuestro acto de amor siempre ha sido bastante… ah… vigoroso.
Bella rio y Edward sintió que su corazón se hinchaba.
___
*Juego de palabras, “come again”, en este contexto sería repíteme lo que dijiste, pero también
podría ser usado como “vente de nuevo”, lo cual es una expresión sexual de volver a llegar al
orgasmo así que es por ello que se muerde la lengua.

674
—¿Recuerdas la primera vez que hicimos el amor? —Su boca estaba presionada contra
su oído, y jugaba con sus pendientes de diamante.
—Sí.
—¿Qué recuerdas?
Hizo una pausa y cerró los ojos—. Tú fuiste muy… intenso, pero amable. Planeaste
todo, incluso ese ridículo jugo de arándano.
Edward frunció los labios, pero no dijo nada, optando por pasar los dedos por su
cabello, descansando por fin su mano en su mejilla para poder pasar su pulgar lentamente a
lo largo de la curva.
Ella se estremeció.
—Estabas preocupado por hacerme daño. Recuerdo que estabas arqueado por encima
de mí, mirándome a los ojos mientras te movías... y dijiste que me amabas una y otra vez.
Nunca olvidaré esos momentos por el tiempo que viva.
Ella se tapó la cara contra su piel con aroma de jabón.
—¿Estás tímida ahora? —preguntó él, trazando la simetría de la mandíbula con un solo
dedo.
—Un poco, tal vez.
—¿Por qué estás tímida? Como declaraste anteriormente, te he visto desnuda. Y he
adorado cada hermoso centímetro de lo que he visto.
—Estar desnuda físicamente es diferente de estar desnuda emocionalmente —,
murmuró.
—Eso es cierto. Pero, ¿por qué crees que sería más fácil estar físicamente desnuda
conmigo cuando no confías en mí? Olvidaste, mi amor, que te conozco. Y no eres el tipo de
mujer que coloca su cuerpo en donde su corazón no va a ir. ¿Te acuerdas de nuestra última
vez juntos? Me dijiste que te sentiste como una puta… que yo te había follado. Dame tiempo
para recuperar tu confianza, para redimir a nuestro amor erótico, físico. La próxima vez que
te tenga desnuda en mi cama, quiero que sepas sin lugar a dudas que nuestra unión está
nacida del amor y no la lujuria, y que no te dejaré después. Que nunca te dejaré. —A este
punto, Edward se detuvo y respiró hondo—. Si no crees que puedas confiar en mí otra vez,
entonces necesitas dejarme ir. Lo cual sería otra de las razones por las que no deberíamos
hacer el amor. Porque el acto sería una mentira.
Bella suspiró y se cubrió los ojos.
Edward se inclinó para susurrarle al oído:
—Tienes miedo de que voy a hacerte daño. Necesito probarme a mí mismo ante ti y
necesitas tiempo para sanar. Isabella, me encantaría ser capaz de prometerte que nunca voy a
hacerte daño, que siempre seré bueno y que nuestra vida juntos será celestial. Pero no puedo.
Puedo prometer que te amo y que me quedare contigo. Puedo prometerte ser tu marido y
que siempre voy a tratar de ponerte en primer lugar. Pero fallaré y necesitaré tu perdón.
¿Puedes aprender a confiar en mí sabiendo eso?
Ella lo miró, mordiéndose el labio, pensativamente.
—No espero que seas perfecto, Edward. Y estoy muy consciente de mis propias fallas.
Solamente quiero sentir como si mis pensamientos y sentimientos te importan. Que soy una
compañera y no una niña o una persona que no es sensible de su propia angustia.
Edward la miró atentamente, reconociendo sus propias palabras volviendo contra él, y
luego cariñosamente apartó su cabello de su cara, exponiendo su cuello.
—Tú no eres Ophelia, tú eres mi amada. —Le besó el cuello suavemente—. Cuando te
dije que no eras sensible de tu propia angustia, me refería únicamente al hecho de que Aro y
Marcus podrían haber terminado tu carrera. Y perder tu carrera te hubiera aplastado, en el
largo plazo si no de inmediato. Tus pensamientos y sentimientos me importan, Isabella.
Demasiado. Simplemente tenemos que encontrar una manera de equilibrar mi necesidad de
cuidar de ti como una amante, y ojalá algún día, como un marido, con tu necesidad de ser mi

675
compañera y que tu voz sea tomada en serio. Los dos queremos lo mejor. La pregunta es
cómo lograrlo.
Él le acarició el cuello, tranzando sus dedos hacia arriba y hacia abajo.
—Tomará tiempo trabajar estas cosas, lo cual es otra razón por la que no deberíamos
saltar de nuevo en una relación sexual. Necesitas decidir si vas a confiar en mí o no. Y no
quiero hacer nada que te manipule o influya esa decisión en una dirección o en la otra. —La
voz de Edward era baja, pero seria.
—Retener el sexo podría ser considerado por algunos como no solo unilateral, sino
muy, muy manipulador —le contrarrestó.
Los ojos de Edward se iluminaron considerablemente.
—Supongo que debería sentirme halagado por tu caracterización de mí como un
amante, señorita Swan. Pero no estoy reteniendo el sexo. Si nos casamos, tendrías razones
teológicas y legales para exigir la consumación. Pero dado que no lo estamos, no estoy
obligado a... —Sus ojos se oscurecieron ligeramente—. ¿No crees que un individuo debe ser
capaz de determinar por sí mismo cuándo tener relaciones sexuales? Si tú estuvieras
declarando que no estás lista para dormir conmigo y yo tratara de presionarte, yo sería un
imbécil manipulador. ¿No tendría permitido esperar para tener sexo contigo hasta que
nuestra relación haya sido reparada, y que esa opción se me respetara? ¿O eso de que “no
significa que no” únicamente se aplica a las mujeres?
Bella tuvo que admitir que tenía razón, lo que era una desventaja de salir con alguien
tan inteligente. Y tan terco. Su voz adquirió un tono exasperado.
—Yo no te presionaré si tienes una objeción para tener sexo. Y tú fuiste más que
paciente conmigo cuando yo no estaba lista para dormir contigo. Pero, ¿qué hay sobre sexo
de reconciliación? ¿No es esa una forma habitual de hacer las paces después de una pelea?
Ella esperaba que él riera, pero no lo hizo. Se limitó a llevar su cara muy cerca de la
suya.
—¿Sexo de reconciliación, Isabella?
El calor de su mirada casi quemó su piel.
—¿Es eso lo que quieres? —Su voz era áspera.
Bienvenido de nuevo, profesor Masen.
—Um... ¿Sí?
Él tomó un solo dedo largo y delgado y trazó su labio inferior tembloroso—. Dime —
indicó.
Ella parpadeó un par de veces, aunque solamente fuera para romper la atracción
magnética que sus ojos verdes tenían sobre ella. Pero la había dejado sin habla.
—Tu petición parece más que razonable. No quiero nada más que pasar días y noches
dedicados a tu placer, explorando tu cuerpo, adorándote. Y lo haré. En nuestra luna de miel
me vas a encontrar como el más atento e inventivo amante. Todas mis artes estarán a tu
servicio y voy a tratar de deshacer todos los errores cuando te lleve a mi cama, como mi
esposa.
Bella colocó la cabeza justo encima del lugar donde el tatuaje estaba escondido debajo
de su camisa blanca almidonada.
—Lo que estás diciendo sobre esperar parece tan… frío.
Edward la hizo rodar de modo que estuviera totalmente en sus brazos sobre su pecho,
las partes superior de sus cuerpos presionados juntos.
Él la besó suavemente al principio, suave piel deslizándose sobre piel más suave antes
de que jalara su labio inferior entre los suyos, trazándolo ligeramente. Y luego, cuando su
abrazo se volvió más caliente, estrechó su mano alrededor de su cuello, acariciando arriba y
hacia abajo hasta que sintió que se relajaba.
La mínima punta de su lengua avanzó vacilante para provocar su labio superior, el
acto de un caballero que estaba inseguro de cómo sería recibido.

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No tenía que haberse preocupado. Bella le dio la bienvenida y comenzó a explorar su
boca con finalidad e intensidad, capturándola casi sin darse cuenta, antes de apartarse sin
previo aviso.
—¿Eso te parece frío? —Su aliento cálido soplaba sobre su mejilla, una mirada
hambrienta en sus ojos—. ¿Eso se siente como si no te deseara?
Ella habría negado con la cabeza si la hubiese encontrado.
Edward movió sus labios contra su mandíbula, su mentón, y luego cuidadosamente
lento por el lado izquierdo de su cuello hasta que estaba besándola suavemente sobre el
hueco de la base de su garganta.
—¿Y esto? ¿Esto te parece frío? —Su boca se movía sobre la superficie de su piel.
—N… no. —Ella se estremeció.
Trazó su nariz hasta la oreja donde la besó dos veces y luego comenzó a
mordisquearla, entre susurros de adoraciones eróticas.
—¿Y esto? Seguramente esto debe ser una expresión de mi total falta de deseo por ti.
Bella hizo una respuesta incoherente.
—Y esto. —Su mano derecha descendió lentamente por su lado, trazando cada costilla,
como si se tratara de piedras preciosas o tal vez como si estuviera en busca de la primordial
que Adán había perdido, antes de llegar a descansar en la curva de su trasero. Él la movió
ligeramente de modo que el muslo se deslizara por encima de su cadera, entrando en
contacto con la innegable evidencia de su ardor.
—¿Puedes negar esto?
—No.
Edward la miró con vehemencia.
—Ahora que estamos claros en este punto, estoy interesado en escuchar tu respuesta.
Bella encontró ligeramente difícil razonar envuelta contra su cuerpo en la forma en que
estaba. Comenzó a retorcerse ligeramente hasta que un pensamiento se le ocurrió de repente.
—Tengo que decirte que no he sido completamente honesta sobre algo.
—¿En serio? —El tono de Edward se volvió un poco rígido.
—Um, cuando mencioné que Peter me besó, dejé por fuera la parte en que le devolví el
beso.
Bella vio cómo la mandíbula de Edward se endurecía.
—¿Oh, en serio? —dijo con frialdad.
—Lo siento, Edward.
Su pecho retumbaba en respuesta pero Bella no podía entender lo que estaba diciendo.
Era posible que solamente estuviese gruñendo. O diciendo jodedor de ángeles.
—No voy a poner excusas. Peter me besó y yo le devolví el beso. Sé que te duele oír
esto, y lo siento por eso. Pero no podía mantenerlo en secreto.
Edward la movió a fin de que ya no estuviera encima de su cuerpo.
—¿Estás segura de que no quieres a Peter, Isabella? No es demasiado tarde para
elegirlo. Es más joven y lleno de potencial. Él es un caballero que claramente tiene un pasado
menos sórdido. Tal vez preferirías no estar con un viejo lisiado y adicto. —Su voz era cortada
y estoica.
—Tú no estás lisiado y lo único viejo en ti es tu alma. ¿De verdad piensas tan mal de mí
que te dejaría si estuvieras minusválido?
Edward tenía una expresión sombría, pero no dijo nada.
Bella negó con la cabeza.
—Peter es maravilloso. No puedo negarlo. Pero no lo amo de la forma en que debería.
¿Por qué lo condenaría a él y a mí misma a una media vida? Él merece ser amado sin
reservas y no puedo darle eso. No ahora. No nunca.
La postura de Edward se relajó visiblemente.
—¿Lo quisiste de alguna forma?

677
—Por supuesto que lo quise. Fuimos amigos desde el principio y fue muy amable
conmigo. Me sacó de mi depresión cuando no tenía a nadie. Pero la forma en que lo quiero
no es la forma en que te quiero a ti.
Edward apretó la mandíbula ligeramente—. Entonces, supongo que tengo que hacer
una confesión, también.
Bella se retiró de su cuello para poder mirar a sus ojos—. No estoy segura de que estoy
lista para otra confesión después de todo lo que hemos hablado.
—Mi amor. —Besó su frente arrugada—. No hubo nadie más. Mis brazos estaban
llenos de ti incluso cuando yo estaba solo. Pero tengo algunas cosas que decirte, algunas de
ellas las voy a guardar para más adelante.
Ella contuvo el aliento y asintió.
—Traté de hacerte llegar dinero a través de James y Victoria.
—¿Dinero?
—Le pedí a James que usara cualquier medio necesario para convencerte de tomarlo.
Se acercó a Victoria y ella se suponía que te diría que la Universidad quiso ofrecer un
acuerdo.
Se apoyó sobre un codo para que su cara estuviera más cercana a la suya.
—Sabía que no tomarías dinero de mí, así que conspiré con los abogados para que te lo
dieran. Pero fue solapado y engañoso, y ciertamente no el tipo de cosas que uno hace si uno
quiere construir la confianza. Pido disculpas. No haré algo así de nuevo.
Bella lo miró con curiosidad.
—¿Así que el dinero no era de los Volturi?
—No.
Ella abrió la boca para decir algo y luego la cerró.
—Mis intenciones eran buenas. Yo estaba preocupado de que los Volturi trataran de
quitarte la beca. Estaba preocupado en cómo te mantendrías una vez que tu beca terminara
en abril. Cuando James me dijo que habías rechazado el acuerdo, traté de darte el dinero a
través de Charlie.
—Charlie nunca mencionó nada.
Edward frunció el ceño—. Porque necesitaba un mediador y Carlisle se negó. Él solo
me ayudaría a transferir el dinero a Charlie si hacía las paces contigo primero, y como estaba
en deuda con el profesor Santos, no podía hacer eso. Sabía mejor que contactar a tu padre
directamente, así que me di por vencido. —Miró hacia el techo, pensativo—. Fue una de las
pocas veces en mi vida en que me sentí realmente impotente.
Bella se movió hacia atrás en la cama, lejos del alcance de Edward.
—Pero Victoria me ofreció el dinero mucho tiempo después del Tribunal, a finales de
marzo.
Él se encogió de hombros.
—¿Trataste de darme el dinero, en secreto, incluso después de que pensaras que no te
quería? ¿Que leí tus inscripciones en los libros y decidí no esperarte?
—Sí —, dijo, evitando sus ojos.
—¿Por qué harías eso, Edward?
Él rodó sobre su espalda—. Pensé que podrías pasar hambre, o tener que renunciar a
ciertas cosas para poder vivir, o incluso peor, tener que rechazar a Harvard. —Se frotó los
ojos con ambas manos—. Estaba siendo perseguido por la imagen de ti teniendo que vivir en
una habitación sin cocina durante todo el verano porque no podías permitirte el lujo de algo
mejor.
—Si pensabas que ya no te quería, si pensabas que yo podría estar viéndome con Peter,
¿por qué te importaría?

678
Hizo una mueca como si estuviera adolorido y bajó la voz hasta un susurro—. No te
dejé de amar únicamente porque pensara que tú ya no me quería más. Te amaré por siempre,
Isabella, ya sea si me quieres o no. Ese es mi cielo. Y mi infierno.
La sala se llenó de silencio durante varios minutos y luego Bella puso una mano
temblorosa sobre su boca y apretó los ojos cerrados. Lágrimas lentas y constantes
comenzaron a derramarse por su rostro.
—¿Qué sucede? —Él tiró de su mano libre un par de veces antes de que fue capaz de
convencerla de llorar contra su pecho—. Lo siento, Bella. No era mi intención hacerte daño.
—Su voz era desesperada, en conflicto, mientras rápidamente comenzaba a frotar su mano
arriba y abajo del brazo, tratando de consolarla—. Habría ido a Charlie si hubiese pensado
que me escucharía. Como estaba todo, decidí esperar hasta poder hablarte de nuevo y
entonces trataría de persuadirte para ayudarte. A pesar de que sabía que lo rechazarías.
Le tomó unos minutos a Bella poder recobrar la compostura lo suficiente como para
hablar y cuando lo hizo, miró hacia él a través de pestañas empapadas de lágrimas.
—Tú me amas.
La cara de Edward se descompuso de inmediato en confusión y buscó en su rostro
rápidamente.
—¿Es eso una pregunta? —preguntó, frunciendo el ceño a su consternación.
Cuando ella no le respondió, él comenzó a sentir pánico.
—¿No creías que yo te amaba? —preguntó despacio—. Pero te dije que te amaba una y
otra vez. Traté de demostrártelo con mis acciones, con mis palabras, con mi cuerpo. ¿No me
creíste?
Ella negó con la cabeza de lado a lado, como si indicara que él no entendía su
realización repentina.
—¿Alguna vez me creíste? ¿Cuando estuvimos en Italia? ¿Cuando estuvimos en Belice?
—Tiró dolorosamente de su cabello—. Dios mío, Bella, ¿me diste tu virginidad pensando que
a mí simplemente me gustabas?
—No.
—Yo te he estado comprando regalos desde antes de que estuviéramos juntos. No
asumiste que te amaba en ese entonces, y los regalos eran mucho más personales que un giro
bancario. ¿Por qué solamente crees que te amo ahora?
Ella sollozó.
—Los regalos eran tu manera de resolver un problema, de arreglarme. ¿Pero cuánta
gente le daría dinero anónimamente para cuidar a una exnovia pensando que ella ya no lo
amaba? ¿Pensando que podría haber continuado con su vida con otra persona?
Dos lágrimas rodaron por su mejilla y Edward las atrapó sin pensar con los dedos.
—Te he juzgado mal, Edward. Sabía que me amabas, pero no entendía que me amabas
con los cuatro tipos de amor, y no solo con tres. Esa fue la parte de tu conferencia en Florencia
que nunca entendí, cuando hablaste del ágape y el amor sacrificio. No parecía posible que los
seres humanos amaran a otra persona tanto. Y evidentemente, no imaginé que alguien
pudiera amarme de esa manera. Ni siquiera tú.
Ella se secó las lágrimas con el dorso de su mano y Edward miró una lágrima rodar
por el anillo de bodas que llevaba en su dedo pulgar.
—Cuando descubrí la figura de Botticelli que colocaste en ese libro, no entendí por qué
la pusiste allí. ¿Por qué me enviarías una imagen de Beatrice abrazando a Dante cuando se
tropieza? No tenía sentido. Durante todo este tiempo pensabas que yo era Beatrice, pero
estabas equivocado. ¿No lo ves? Tú eres Beatrice. Incluso cuando pensaste que ya no te
amaba, aún me amabas. Trataste de ayudarme, para evitar que no pasara hambre o tener que
rechazar a Harvard, pensando que nunca regresaría a ti y que nunca sabría sobre tu
generosidad.
Se limpió la cara de nuevo y negó con la cabeza.

679
—He sido tan estúpida. Tan ciega. Lo único que hice fue preocuparme por el costo de
tus regalos y en cómo nunca podría pagarte, cuando el más profundo de todos los regalos
estaba delante de mí todo el tiempo. —Ella inhaló profundamente, luchando contra un
sollozo—. Tú.
—Bella, yo... —La protesta de Edward se vio interrumpida por el calor de los labios de
Isabella fusionándose contra los suyos. Era casto y triste, erótico y alegre.
Ella nunca se había sentido a sí misma digna del ágape antes. No era una meta que
aspiraba o un grial que buscaba. Cuando Edward le había dicho que la amaba por primera
vez, le creyó. Pero la magnitud y la profundidad de su amor no eran evidentes realmente.
Solamente se había convertido en claro para ella en este momento, y con esa revelación vino
una tremenda sensación de respeto y paz.
Quizás el amor de Edward siempre había sido sacrificado. O tal vez había crecido con
el tiempo, al igual que el viejo manzano que los había alimentado esa noche mucho tiempo
atrás en la pradera, y ella simplemente no había notado lo mucho que había crecido. Lo
mucho que él había cambiado.
En ese momento, la génesis de su amor sacrificial no parecía importar. Después de
haber tenido que enfrentarse a lo que solamente podría describirse como algo muy profundo
y muy visceral, sabía que nunca podría dudar de su amor ahora. Edward la amaba como él
la conocía, plenamente, completamente, y sin lugar a dudas.
Él se apartó con suavidad, presionando la palma de su mano en su cara.
—No soy Beatrice, Isabella. Estoy muy lejos de ello. Pero el amor que siento por ti, lo
que sea que elijas nombrarlo, no puede ser apagado. Por supuesto que todavía te amaba y
que quería cuidarte. No quería que tuvieras que renunciar a Harvard como tuviste que hacer
el año pasado. Y cuando no tomaste el dinero y mi familia no me ayudó, resolví tratar de
encontrar otro camino. Cuando llegué a ti el primero de julio, mi intención era decirte que te
amaba y ver que estabas bien cuidada. Y entonces, si me enviabas lejos... —La miró
trémulamente y tomó una respiración profunda—. Me iría.
Él le suplicó con los ojos para que viera que estaba diciendo la verdad.
Ella asintió contra su mano y luego se movió para que la sostuviera contra su pecho.
—Creo que tu realización sobre el amor, probablemente tiene más que ver con cómo tú
me veías, querida —sugirió suavemente—. Pero, independientemente, me alegro de que nos
entendamos ahora.
—Siento haber dudado de ti —susurró.
—Lamento haberte abandonado —, dijo.
Ella tarareó suavemente y luego los dos se quedaron en silencio durante un buen rato.
Edward se quedó dormido, emocional y físicamente agotado. Cuando su respiración se
hizo regular y casi profunda, Bella se dejó ir a la deriva.
Horas más tarde, se despertó para ver el sol de la tarde entrar por las ventanas de la
habitación de Edward.
Ella se movió en sus brazos y él gimió en protesta, aumentando la presión a su
alrededor.
—Debo irme —susurró—. Necesitas descansar.
Sus brazos se apretaron una vez más.
—Quédate —murmuró.
—Estaré de vuelta el miércoles por la noche después del trabajo.
—¿Trabajo? —Sus ojos se abrieron.
—Tengo un trabajo en la casa de café de Peet, al otro lado de mi apartamento. Voy a
estar trabajando todos los días esta semana para compensar los turnos que perdí este fin de
semana. Pero te prometo que nos veremos pronto.
—Toma el Land Rover. Rebecca tiene las llaves. Entonces tendrás una manera de
regresar a mí.

680
Ella dudó.
—Solamente va a estar aparcado en la entrada. Si me vas a visitar esta semana sería
bueno que tuvieras un auto.
—Está bien, pero debo irme. JD está esperando por mí y tengo algo de tareas escolares
que hacer esta noche.
—¿JD?—
Bella sonrió ante los celos emergentes de Edward, que fue telegrafiado por dos ojos
verdes ansiosos—. Mi betta. Mi pez mascota. Tengo que ir a casa y darle de comer.
—¿Tienes un pez?
—Um, Peter me lo regaló.
Edward frunció el ceño.
—Hubo un tiempo cuando quise comprarte una mascota. No me lo permitiste.
—Tal vez debería comprarte una mascota. Un conejito bonito, suave y esponjoso para
celebrar tu cumpleaños tardío.
—A la mierda mi cumpleaños. ¿Por qué dejaste que te comprara un pez?
Bella suspiró y pasó los dedos suavemente por su cabello.
—Peter no me preguntó primero. Simplemente apareció en mi puerta con un bol de
peces, diciendo que necesitaba terapia de mascotas. Alguien para quien volver a casa y
cuidar.
—¿Qué significa J. D.? ¿Solo patito*?
Bella se rio—. No, J. D. Salinger.
Edward puso los ojos en blanco, pero Bella estaba complacida de ver que una sonrisa
reticente había comenzado en las esquinas de sus labios mientras lo besaba para apartar su
irritación.

-
En los días y semanas que siguieron, Bella y Edward se veían tanto como podían, pero
entre su recuperación y la ampliación de los turnos de ella en Peet, la mayor parte de su
contacto fue mediado a través de teléfono y email.
Lo cual no fue necesariamente una mala cosa.
Bella continuó sus sesiones de terapia con el doctor Walters, la cual tomó una nueva
dimensión después del regreso de Edward. Y Edward y Bella iniciaron terapia de pareja,
también, sobre una base semanal, que rápidamente se transformó en una (no oficial)
preparativa pre-matrimonial.
Para el momento en que Bella se mudo a una de las residencias de estudiantes de
postgrado de Harvard, en el tercer piso del Richards Hall, ella y Edward habían podido
hacer frente a varios de sus problemas de comunicación anteriores. Pero su obstinación
colectiva se mantuvo. Edward sostuvo obstinadamente su decisión de que no iba a dormir
con ella hasta que se casaran y Bella sostuvo obstinadamente su deseo de trasladar su
relación física hacia adelante… si no era sexo por lo menos al compartir una cama con
frecuencia, mientras ellos se ajustaban a su unión. Edward había estado poco dispuesto a
compartir la cama con ella, salvo en alguna ocasión y únicamente a regañadientes, con el
rostro sombrío de un mártir.
En sus momentos más tranquilos, Bella culpó tanto a Graham Greene y Sheldon
Vanauken por el recién descubierto celibato de Edward. Sin embargo, la verdadera fuente de
su conversión, se encontraba en un ámbito mucho mayor.
Sin importar la fuente, tenía que admitir que la abstinencia con Edward había sido
gratificante, algunas veces emocionante como también frustrante, ya que incluso en su
estado lesionado estaba constantemente tratando de encontrar nuevas e ingeniosas maneras
___
*En ingles seria Just Duckie, JD.

681
de demostrar su amor por ella, tanto física como no físicamente.
Aunque se negó a aceptar siquiera la idea de pasar la noche con ella dentro de su
dormitorio pequeño, él aparecía en ocasiones con flores o comida que había sido preparada
por Rebecca y ellos hacían un picnic en el suelo.
Él la llevó al cine, (incluso dignándose a ver comedias románticas no-subtituladas
producidas en el país), y después le dio un beso de buenas noches, como un adolescente, en
las escaleras de su edificio.
En su cumpleaños, ella se sorprendió por la entrega de globos de helios justo antes de
su desayuno. Y más tarde en esa noche, Edward la llevó al ballet a ver una presentación de
Onegin, antes de llevarla a un restaurante familiar italiano pequeño, en el extremo sur de
Boston.
Y en más de una ocasión, pasó una noche del viernes o sábado en la biblioteca con ella,
escribiendo su nuevo libro mientras ella se preparaba para el seminario de la profesora
Simonetti.
Bella estaba siendo cortejada en palabra y obra y le gustaba.
Sin embargo, muy a su pesar unificado, el yeso de Edward no estaba listo para ser
removido para el momento en que salieron de Boston para la boda de Alice, por lo que él
tendría que personalizar su esmoquin muy distinguido con muletas.
Bella no sintió ninguna alegría en su continua discapacidad, por muchas razones.
A medida que entraban en el vestíbulo del Hotel 1000 en la Primera Avenida tres días
antes de la boda, Bella se sorprendió de encontrar a Charlie sentado en un sillón leyendo el
diario Seattle Times.
—Edward, mi papá está aquí —, susurró ella, con la esperanza de darle suficiente
cantidad de ventaja inicial para que pudiera tropezar hacia los ascensores antes de que
Charlie sacara su arma de servicio y le disparara.
Muerto.
—Lo sé. Lo llamé.
Se giró hacia Edward con los ojos muy abiertos de incredulidad.
—¿Por qué hiciste eso? Él te va a disparar. O algo así.
Edward hizo una pausa en sus muletas y se colocó en su altura máxima—. Isabella,
quiero casarme contigo. Eso significa que tengo que hacer las paces con tu familia. Quiero ser
capaz de estar en la misma habitación que tu padre sin él tratando de arrestarme. O
castrarme.
—Este no es un buen momento para preguntarle a Charlie si puedes casarte conmigo.
Si tienes suerte él olvidara la castración con el fin de quitarte tu pierna sana… ¡con su
cuchillo de caza!
—No le voy a pedir su permiso para casarme contigo; esa decisión te corresponde a ti,
pero, ¿de verdad quieres casarte con un hombre que tu padre desprecia?
Ella se mordió el interior de su mejilla, incómoda.
Él se inclinó para hablar en su oído.
—Déjame hacer un poco de control de daños para que no esté más allá de cualquier
posibilidad que él acepte nuestra relación. Tú vas a querer que él te lleve por el pasillo de
nuestra boda. Y si se niega, te hará daño.
Tan pronto como las palabras salieron de labios de Edward, Charlie vio a la pareja de
pie, juntos. Sonrió a su niña ampliamente, luego miró a Edward y frunció el ceño. Mientras
se ponía de pie, él apartó su chaqueta para que sus manos pudieran descansar en sus
caderas. El movimiento permitió que su arma se hiciera visible sobre su funda.
Mierda, pensó Bella.
Edward valientemente se inclinó para presionar sus labios en la frente de Bella,
mientras miraba a Charlie directamente a los ojos.

682
Charlie lo miró fijamente con una expresión asesina.
—¡Papá! Hola. —Bella se acercó a él rápidamente y lo abrazó.
—Hola, Bells. —Él la abrazó antes de tirar de ella detrás de su cuerpo para protegerla—
. Edward.
Sin dejarse intimidar por el tono hostil de Charlie, Edward tendió la mano.
Charlie simplemente lo miró como si fuera criminal.
—Creo que debemos encontrar un rincón tranquilo en el bar. No quiero un público
para lo que tengo que decirte. Bells, ¿necesitas ayuda para llevar tu equipaje?
—No, el portero lo tiene. Yo, solo, eh, voy a registrarme. Edward, dejaré que te
registres en tu cuarto por ti mismo, ¿de acuerdo?
Él asintió, notando que el ceño de Charlie se relajaba ligeramente por la noticia de que
su hija no estaba cohabitando con Satanás actualmente.
—Um, solo para que conste, los amo a ambos. Y son importantes para mí. Así que
realmente me gustaría que no se destruyeran uno al otro. —Bella miró con recelo a ambos
hombres y cuando ninguno le respondió, negó con la cabeza y caminó hacia la recepción. Su
primera tarea fue averiguar qué tan bien surtido se encontraba el minibar de su habitación
de hotel.

-
Aunque la recepción de la boda de Alice y Jasper y el baile iba a ser celebrado en el
hotel Fairmont Olympic, Edward prefirió quedarse con Bella en el Hotel 1000 por razones
sentimentales. Antes de hacer la reserva, le preguntó a Bella si le permitiría reservarle la
misma habitación de lujo que habían compartido el pasado mes de noviembre mientras que
él tomaba una habitación cruzando el pasillo. Ella estuvo tan sorprendida y complacida de
que le preguntara antes de reservar que aceptó su generosidad con gracia. A pesar de que
vocalizó su decepción de que estuviera reservando dos habitaciones en lugar de uno.
Más tarde esa noche, después de una cena tensa pero no desagradable con su padre,
Bella hizo uso de la canasta de regalo de productos de baño de lavanda que Edward había
enviado a su habitación, completado con una mariquita virginal color lavanda. Ella se rio
cuando pensó en la primera vez que él la había mariquiado.
Y luego se puso seria cuando se dio cuenta de que había comprado artículos de
lavanda en lugar de fresas, a pesar del hecho de que él prefería la fresa en ella en vez de
cualquier otra esencia.
Estaba sumergida en la bañera grande, de pedestal, cuando sonó su IPhone. Por suerte,
el dispositivo estaba a su alcance.
—¿Qué estás haciendo? —La suave voz de Edward llenó sus oídos. Y su corazón.
—Disfrutando de un baño de burbujas en mi tina magnífica. Gracias por la cesta de
regalo, por cierto. ¿Cómo estás?
Él hizo una pausa.
—No puedo decir que mi conversación con Charlie fue agradable, pero era necesaria.
Le di la oportunidad de maldecirme y decirme que soy un mal cocainómano que no te
merece, y luego hice mi mejor esfuerzo para explicar lo que sucedió. Al final de nuestra
conversación, él de mala gana me compró una cerveza.
—Estás bromeando.
—No lo hago.
—No me puedo imaginar a Charlie pagando diez dólares por una Première Chimay.
Edward se rio entre dientes—. En realidad fue una Budweiser. Y no era la original
Budweiser Budvar de la República Checa. Él la ordenó para mí.
Bella sonrió—. Supongo que debes amarme entonces, si estás dispuesto a renunciar a
tus importaciones europeas pretenciosas por terrible agua de baño.

683
—Beber una cerveza nacional es lo menos que podía hacer. Aunque no creo que tu
padre alguna vez me perdone por lastimarte, esperemos que las cosas mejoren la próxima
vez que nos encontremos. Le dije que quería casarme contigo. ¿Te mencionó eso?
Ella dudó.
—Me dijo que yo era su niña y que quería protegerme. Y luego dijo... otras cosas que
no eran muy halagadoras.
Edward apretó sus dientes.
—Pero mi padre también admitió que soy una adulta y que tengo que vivir mi propia
vida. Dijo que era claro para él que habías cambiado… incluso desde que te había visto por
última vez. Y luego murmuró algo sobre respetarte por hablar con él “de hombre a hombre”.
Creo que lo sorprendiste. Y el jefe Swan no está acostumbrado a ser sorprendido.
—Lo siento, Isabella. —La voz de Edward era adolorida.
—¿Por qué lo sientes?
—Por no ser el tipo de hombre que pudieras llevar a casa con tu padre.
Bella inhaló rápidamente.
—Escucha, Edward, mi padre pensaba que el sol brillaba del culo de Jacob. No es
exactamente el mejor juez de carácter. Y no te conoce como yo lo hago.
—Pero es tu padre.
—Cuando llegue el momento, yo me encargaré de mi padre. No te preocupes por eso.
Edward se quedó callado por un momento, mientras analizaba su respuesta.
—Mi conversación con Charlie fue un buen calentamiento al cenar con mi familia.
—Oh, no. ¿Cómo te fue con ello?
Él hizo una pausa—. Hablar con Emmett por teléfono es una cosa, pero tener una cena
con él es otra muy distinta. Alice ya había suavizado las cosas con Jasper y Rose. Pero creo
que mi querido hermano seguirá siendo escéptico hasta que tenga la oportunidad de vernos
juntos y hablar contigo.
—Él solo me protege. Hablare con él.
Edward suspiró.
—Hablamos de mi mamá. Papá me pidió que brindara por ella en la cena de la boda.
También hablamos de la boda de Emmett y Rose. Les pedí disculpas por no haber asistido y
arreglé todo para enviarles un regalo… a pesar de que fuera varios años tarde.
—Hacer un brindis por Esme va a ser duro, Edward. ¿Seguro que quieres hacer eso?
Bella oyó silencio por un momento en el otro extremo de la línea.
—Tengo algunas cosas que necesito que decir. Cosas que llevan casi treinta años
fabricándose. Ahora es mi oportunidad.
—¿Así que te has arreglado con todo el mundo?
—Básicamente. Papá y yo hicimos nuestras paces en el hospital de Cambridge.
Estamos más cerca de lo que hemos estado alguna vez.
—¿Cómo está tu nuevo sobrino?
Edward resopló en el teléfono de una manera bastante no profesional—. Carlisle
Cullen Segundo eligió mi hombro como su lugar preferido para escupir después de tomar su
cena. Tal vez Emmett le enseñó a dar a conocer sus sentimientos por mí.
Bella se rio—. ¿Tu sobrino te escupió?
—Por sobre todo mi nuevo traje de Armani y la hermosa corbata de seda que me
regalaste en Florencia.
Edward hizo una pausa mientras Bella se disolvía en carcajadas ante la idea de un muy
elegante, y muy particular profesor, siendo escupido por su sobrino recién nacido.
—¿Está mal que no me importara tanto? Me refiero sobre el traje, no por la corbata. Tu
regalo significó mucho para mí y estaba angustiado de que pudiera estar arruinado.
Bella dejó de reír abruptamente.
—¿Qué hiciste con la ropa? —preguntó ella.

684
—El conserje envió todo para ser lavado en seco. Me han asegurado que la leche
materna sale de la lana crepé y la seda, pero no estoy conteniendo la respiración. Los trajes
pueden ser remplazados, la gente no... —La voz de Edward se desvaneció.
—Me sorprende, profesor.
—¿Por qué?
—Eres tan… dulce.
—Isabella, siempre trato de ser dulce contigo —le reprochó.
—Eso es cierto. Pero yo nunca te he visto cerca de los niños.
—No —, dijo rápidamente—. Y supongo que no se ha planteado en nuestras sesiones
de consejería, aún, ¿verdad?
—No, no lo ha sido.
—Harías hermosos bebés, Isabella. Niñas y niños con grandes ojos marrones y mejillas
rosadas.
La inhalación brusca de Bella silbó en los oídos de Edward.
Su voz quedo casi atrapada en su garganta—. ¿Es prematuro tener esta conversación?
Ella se removió un poco en la bañera.
—¿Isabella?
—Edward, mi duda sobre el matrimonio no es acerca de tener hijos. Viene de lo que
pasó entre nosotros esta primavera. Y ver el matrimonio de mis padres desintegrarse. Ellos
se amaron una vez, creo, y después terminaron odiándose mutuamente.
—Esme y Carlisle estuvieron felizmente casados durante años.
—Eso es cierto. Si pudiera tener un matrimonio como el de ellos…
—Podemos tener un matrimonio como el de ellos —le corrigió Edward—. Eso es lo que
quiero. Y lo quiero contigo.
Bella suspiró lentamente—. Si me hubieras pedido matrimonio antes, yo habría dicho
que sí. Hubiese dicho que sí a todo. Pero aún no puedo. Hay mucho que todavía necesita
trabajo y ya estoy estresada sobre comenzar con la escuela de postgrado.
—No quiero estresarte. Solamente estoy tratando de decirte lo que quiero para el
futuro. —Su voz era suave, pero un poco tensa.
—Cuando pensé que estaba embarazada, me obligue a pensar en la posibilidad de
tener hijos. Pasé de estar aterrorizada a tener esperanza, a sentir decepción. Cuando las
pruebas fueron negativas, lloré. No habría sido la mejor situación, pero la idea de tener un
bebé contigo me hizo... feliz.
Bella podía oír la respiración de Edward salir de sus pulmones con un ruido muy
fuerte—. ¿En serio?
—En serio. Sé que hablamos acerca de la adopción una vez. Al ver lo que Esme y
Carlisle hicieron contigo y tus hermanos, yo estaría interesada en adoptar algún día. Pero no
mientras soy una estudiante.
—La adopción tendría que ser privada. Dudo que una agencia respetable coloque a un
niño con un adicto a las drogas.
—Edward, no tienes idea de lo que sea posible hasta que lo intentes. Pero, ¿realmente
quieres niños? ¿Estás seguro?
—¿Contigo? Por supuesto. —Se aclaró la garganta, ya que se había vuelto ronca—. Si
nos casamos consideraría invertir mi vasectomía. Se hizo hace muchos años por lo tanto no
sé cuán exitosa una reversión podría ser. Pero una vez que estemos casados me gustaría
probar... con tu bendición.
Bella hizo una pausa.
—Creo que es prematuro tener esa conversación.
Los dos permanecieron en silencio por un momento.
—Dijiste que te estabas bañando, Betsabé. ¿Necesita ayuda para lavar tu espalda? ¿O tu
largo cabello marrón? —Él cambió de tema sin problemas.

685
Bella respiró hondo en el teléfono, porque su cambio de tono le sorprendió.
—Um… Pensé que no querías, um, el yeso... mojado.
—Creo que mi yeso es la menor de mis preocupaciones. ¿No lo crees tú?
Ella se estremeció silenciosamente.
Él suspiró—. Pero tienes razón. Estaría jugando con fuego. Bueno, Estoy al cruzar el
pasillo sintiéndome solo y triste en caso que necesites algo.
—¿Cualquier cosa? —susurró—. Creo que podría necesitar ayuda en arreglar la cama o
en encontrar mi bata una vez que salga de la bañera. ¿Puedes venir a ayudarme?
Edward gimió en frustración—. Isabella, tengo que irme. Buenas noches.
—Buenas noches.
Bella negó con la cabeza de alguna forma resignada cuando terminó la llamada.

-
La tarde antes de la boda, Rose, Bella y Carlisle Junior vieron a Alice vestirse en su
habitación mientras que los hombres holgazanearon alrededor de la piscina del hotel y
tomaban el almuerzo.
—Te ves hermosa —, dijo Rose, moviendo a Carlisle en su cadera mientras Alice se
paraba, resplandeciente en un vestido blanco sin mangas con corpiño bordado con cuencas.
—Preciosa —, intervino Bella, mientras Alice daba la vuelta lentamente frente al espejo
de cuerpo entero. Cuando dejo de dar vueltas, se paró en silencio, mirándose en el espejo.
El silencio y la falta de movimiento eran muy fuera de su carácter.
Luego se puso las manos sobre su cara y empezó a llorar.
—¿Qué sucede?
—¿Qué pasa?
Sus amigas corrieron hacia adelante, colocando los brazos alrededor de su forma
delgada y frotaron su espalda en un intento de consolarla.
—Mi mamá —logró decir, entre sollozos.
Rose y Bella intercambiaron una mirada.
La reacción de Alice era comprensible. Casi cada mujer sueña con compartir este
momento con su madre. Y Esme nunca vería a Alice en su vestido de novia o la ayudaría a
ajustar su velo o vería a su padre llevarla por el pasillo. Verse en su vestido de novia la llevó
a la realidad.
—Ella lo sabe. Te ve y se siente feliz por ti —susurró Bella, abrazando a Alice con
fuerza.
—Eso es cierto. ¿Crees que se iba a perder este día? Mira afuera. Apuesto que Esme
cobró todas sus fichas solamente para enviarte el sol. —Rosé señaló a la ventana, a los rayos
hermosos que corrían a través del vidrio y se derramaban en el suelo a los pies de Alice—.
Ella te está sonriendo.
Alice miró por la ventana grande a través de sus lágrimas y se sorprendió de lo alegre
y cálida que estaba la luz. Permitió que la invadiera.
—La luz del sol tiene que ser de ella. Nada más puede explicarla. —Se limpió la cara y
rio ligeramente.
Las tres amigas se sonrieron unas a las otras de acuerdo mientras Alice se tranquilizaba
y se sentaba frente a la mesa del tocador para poder arreglar su maquillaje.
—Me gustaría ver a mi papá —, dijo en voz baja, mientras se secaba los ojos con un
pañuelo desechable—. ¿Podría alguna de ustedes ir a buscarlo?
—Lo buscaré —ofreció Bella, saliendo corriendo de la habitación.
Después de la llegada de Carlisle, él y su hija pasaron unos momentos preciosos y
privados juntos antes de que terminara de arreglarse.
Y entonces no hubo más lágrimas.

686
-
A pesar de la ausencia de su madre, Alice tuvo una boda de cuento de hadas. Ella y
Jasper se casaron en un hermoso jardín en Seattle y aunque Jasper había rechazado
inicialmente la idea de liberar cincuenta palomas en el momento en que el sacerdote los
declarara marido y mujer, Alice le había ganado.
Por lo menos ninguno de los familiares que estaban armados decidieron practicar su
tiro al blanco.
Como dama de honor y padrino de boda, Bella y Edward se encontraron de pie cerca
de la novia y el novio, flanqueados por Rose y Emmett, respectivamente.
Bella pasó gran parte de la ceremonia espiando a Edward y él la miraba sin vergüenza,
con una amplia sonrisa.
Cuando el sacerdote le preguntó a Jasper—: “¿Aceptas a esta mujer como tú legítima
esposa, para vivir juntos de acuerdo a la ordenanza de Dios en el santo estado del matrimonio? ¿La
amarás, consolarás, honrarás y cuidarás, tanto en la enfermedad y en salud y, renunciando a todas los
demás, guardándote solo para ella, durante el tiempo que ambos vivan?”, Edward le dio a Bella una
mirada tan intensa, tan tierna, que las lágrimas asomaron a sus ojos.
Ella trató de comunicarle a través de su sonrisa que lo amaba, y los dos se quedaron
mirando el uno al otro, como si fueran los únicos en el mundo antes de volver su atención a
la ceremonia.
Después de que todas las fotografías hubiesen sido tomadas, la fiesta de la boda y los
invitados viajaron al hotel para la recepción y la cena.
Después de que la cena y el brindis estuvo completado, Alice y Jasper disfrutaron del
primer baile, con una amplia sonrisa y fusionándose uno en los brazos del otro antes que sus
padres fueran invitados a unirse a ellos en la pista de baile.
Hubo un momento de nerviosismo entre los invitados cuando Carlisle se puso de pie,
solo, antes que caminara hacia Bella y pedirle si le haría el honor de ser su pareja. Ella estuvo
sorprendida por su petición, porque había asumido que él elegiría a una tía vieja o una
amiga o incluso a Rosalie, pero aceptó rápidamente.
Siendo el siempre caballero consumado, Carlisle sostuvo a Bella con firmeza pero
respetuosamente mientras la movía con pericia a través de la pista de baile.
—Tu padre parece estar disfrutando. —Él asintió hacia Charlie, que estaba de pie con
una copa en la mano y participando en una conversación animada con una de las enfermeras
del hospital de Forks.
—Gracias por invitarlo —, dijo ella tímidamente mientras bailaban al son de At last de
Etta James.
—Él es un viejo y un buen amigo. Esme y yo le debemos mucho de cuando estábamos
teniendo problemas con Edward.
Bella asintió y trató de concentrarse en sus pies, para no tropezar—. El brindis de
Edward por Esme fue muy conmovedor.
Carlisle le sonrió—. Nunca se refirió a nosotros como mamá y papá antes, incluso
cuando era un niño. Esta noche fue la primera vez. Estoy seguro de que Esme nos está
observando y que está muy, muy feliz. Y sé que parte de su felicidad es ver la transformación
de nuestro hijo. Tú nos trajiste eso, Bella. Gracias.
Ella sonrió, pero negó con la cabeza—. No puedo tomar el crédito por eso. Algunas
cosas están más allá de todos nosotros.
Él asintió en conocimiento—. No estoy en desacuerdo. Pero a veces las relaciones
humanas pueden ser conductos de la gracia y sé que has sido uno para mi hijo. Así que
gracias.
Él le apretó su mano con fuerza.

687
—Le tomó mucho tiempo a Edward para finalmente perdonarse a sí mismo por lo
sucedido con Maia y por no estar con Esme cuando murió. Pero finalmente ha encontrado la
paz. No necesito decirte que es un hombre muy diferente a lo que era hace un año. La
transformación es… milagrosa.
Bella asintió.
—Espero ser capaz de bailar contigo en otra boda en un futuro próximo. En una donde
tú y mi hijo tomen un lugar central. —La miró con bondad.
Ella se ruborizó—. Estamos tomando las cosas un día a la vez, pero lo amo. Siempre ha
sido solamente él.
—Entonces asegúrate de no esperar demasiado tiempo, querida. La vida da giros
inesperados y no siempre tenemos el tiempo que pensamos que tenemos. —Carlisle sonrió
con tristeza y mientras la canción terminaba, besó el dorso de su mano y la llevó de vuelta a
Edward.
Bella se secó una lágrima de su ojo mientras se sentaba.
Al instante, los labios de Edward estaban en su oído—. ¿Mi padre te está haciendo
llorar?
—No. Él solamente me está recordando lo que es importante. —Ella unió sus manos y
luego llevó sus manos a su boca poder besar sus nudillos—. Te amo, Edward.
—También te amo, mi dulce chica. —Se inclinó para besarla y por un momento se
olvidaron de dónde estaban mientras ella extendía su brazo alrededor de su cuello y tiraba
de su cuello para jalarlo más cerca.
A medida que sus labios se encontraban y su respiración se mezclaba, el ruido de la
habitación se escabullía. Edward jaló a Bella de modo que estuviera inclinada sobre su
regazo, sujetándola contra su corazón mientras la besaba apasionadamente.
Cuando se separaron, ambos estaban respirando pesadamente.
—No tenía idea de que las bodas sacaran este tipo de reacciones. —Él sonrió—. O te
hubiera llevado a una antes.
Bella puso sus ojos en blanco y soltó una risilla.
—Creo que tengo un baile para mí. ¿Quisieras...? —Él arqueó las cejas interrogantes.
—Por supuesto. Guardaré el último baile lento para ti.
Él sonrió y envolvió su brazo alrededor de sus hombros, metiendo en uno de sus
lados—. Eso es todo lo que necesito.
Mientras Edward miraba con envidia resignada, Bella bailó con Emmett y con Jasper,
y, finalmente, con su padre. Era evidente que Charlie y Bella tenía mucho que decirse el uno
al otro, y sus expresiones no siempre fueron felices. Pero para el final del baile parecían
haber llegado a algún tipo de entendimiento y Edward se sintió ligeramente aliviado cuando
ella regresó a él con una expresión tranquila en su rostro.
Cerca del final de la tarde, Jasper solicitó True Companion de Marc Cohn y se lo dedicó
a Alice. Inmediatamente, una multitud de parejas casadas se escurrieron hacia la pista de
baile.
Rose sorprendió a todos llevándole al pequeño Carlisle a Bella y pidiéndole que lo
sostuviera mientras bailaba con su marido.
Bella tenía miedo de romperlo.
—Se ve bien en ti —, le susurró Edward mientras su sobrino se acurrucaba en el cuello
de Bella, profundamente dormido.
—Tengo miedo de dejarlo caer.
—No lo dejarás caer. —Edward se inclinó para acariciar la ligera pelusa que decoraba
la cabeza de su sobrino, con una amplia sonrisa mientras el bebé parecía ofrecer un suspiro
de satisfacción.
—¿Por qué quieres casarte y tener hijos de repente? —Bella no había tenido la
intención de dejar escapar la pregunta exactamente de esa manera, pero así lo hizo.

688
—Cosas sucedieron mientras estuvimos separados. Me di cuenta de lo que era
importante… de lo que quería para una vida feliz. Y fui a Chicago.
—¿Chicago? ¿Por qué?
—Fui a ver a mi hermana.
La mandíbula de Bella se cayó—. No me contaste eso.
—No era un secreto. Yo simplemente necesitaba un poco de tiempo para procesarlo.
Busqué a la familia de mi padre en Chicago a través de mi abogado. Su esposa aún vive y
también mis medios hermanos, una chica y un chico. O debería decir, una mujer de mediana
edad y un hombre de mediana edad. Son varios años mayor que yo.
—¿Qué pasó cuando los contactaste?
—Le escribí a mis medios hermanos y les dije quién era yo y les pregunté si podía
reunirme con ellos. No esperaba una respuesta, pero mi hermana me respondió de
inmediato, diciendo que había conocido a mi madre y que estaba dispuesta verme.
El rostro de Bella telegrafió su sorpresa.
—Así que volé a Chicago y almorzamos.
—¿Cómo era tu hermana?
—Muy elegante. Kelly es una destacada abogada con su propia familia. Es alta como
yo y tiene el cabello de mi color. Al parecer, lo heredé de mi padre. Ella conocía a mi madre.
Mi madre era una secretaria de nuestro padre y bien conocida por su familia. Creo que Kelly
tenía once o doce años cuando nací.
—¿Fue agradable?
—Muy agradable. Muy acogedora. A pesar del hecho de que mi nacimiento provocó
una gran cantidad de disturbios entre sus padres. Parece como si su madre le dio un
ultimátum a nuestro padre y por eso cortó contacto con mi madre. Cuando nuestro padre
murió, su familia descubrió que yo era uno de los principales beneficiarios de su patrimonio,
por lo que mi carta no los sorprendió exactamente.
Bella estiró su mano libre y la estrechó con la suya.
—En verdad lamento lo de tus padres.
Edward se quedó callado por un momento y luego se giró y tocó suavemente la cabeza
de su sobrino.
—Ellos no son mis padres. Mi padre está aquí. Mi familia está aquí. Yo sé algunas cosas
sobre Edward Mayor ahora y Kelly está más que dispuesta a compartir información
conmigo, si lo requiriera. Pero sé quién es mi verdadera familia.
Él sonrió y besó en la cabeza del bebé Carlisle.
Justo antes del último baile, Edward arrastró sus pies hasta el DJ y le habló en voz baja,
aprestando dinero contra su mano.
Entonces, con una amplia sonrisa en su rostro, regresó a Bella, apoyó sus muletas
contra una silla vacía y extendió su mano.
Caminaron lentamente hacia la pista de baile mientras la voz de Dean Martin llenaba el
ambiente. Bella no reconoció la canción, pero se sonrojó ante las palabras por favor, regresa,
bella mía.
Debido a la pierna lesionada de Edward, apenas se movían de lado a lado,
balanceándose suavemente en los brazos del otro por la música. Era vagamente parecido a
un baile de secundaria, menos los granos y la torpeza.
—Me sorprende que no elegiste Bésame mucho —, dijo ella, sonriendo.
Edward miró a sus ojos intensamente y con mucho calor—. Pensé que necesitábamos
una nueva canción. Una nueva canción para un nuevo capítulo.
—Recuerdo la primera vez que bailamos.
—Yo fui un imbécil toda la noche. Cuando pienso en cómo me comporté... —El tono de
Edward era arrepentido—. Yo tenía… una fuerte reacción hacia ti pero no sabía cómo actuar
a tu alrededor.

689
—Sabes cómo actuar alrededor de mí ahora. —Le tocó la cara con su mano y luego
presionó sus labios juntos, antes tocar tentativamente la corbata de pajarita de seda negro—.
Recuerdo admirar tus pajaritas cuando era solo tu estudiante. Siempre vestías
impecablemente.
Edward tomó su mano en la suya y presionó su boca abierta en la palma de su mano—.
Isabella, tú nunca fuiste solo mi estudiante. Tú eres mi alma gemela. Mi bashert.
La atrajo a su pecho firmemente y ella tarareó en contra de su esmoquin. Y cuando
Dean Martin cambió a italiano, era la voz de Edward la que cantaba suavemente a su oído.

-
Mientras Edward se paraba fuera de la habitación de hotel de Bella en las primeras
horas de la mañana, la miró valorativamente. Su largo, rizado cabello oscuro, su hermosa
piel y las mejillas sonrojadas, los ojos brillantes con champán y la felicidad. La forma en que
su vestido sin tirantes de color azul brillante complementaba su figura y su tez.
Incluso después de todo ese tiempo, su ángel de ojos marrones aún tenía el poder de
encantarlo.
A medida que acariciaba suavemente su mejilla con el dorso de su mano, ella miró a
sus ojos verdes brumosos que ahora estaban escondidos detrás de sus gafas. Estaba tan
guapo en su esmoquin. Muy, muy hermoso.
Con valentía, alargó la mano para jalar el borde de su corbata de lazo y sintió la seda
apartándose en sus dedos. Envolvió la corbata alrededor de su mano una vez para tirar sus
labios a los suyos.
Mientras se besaban, Bella se dio cuenta de lo difícil que debió haber sido al comienzo
de su relación para Edward mantener sus manos lejos de ella. La ebullición de la sangre y el
calentamiento de la carne cuando uno sabía qué había más allá de besar y acariciar un
amante sobre la ropa en el baile voluptuoso que eran los juegos previos.
Ella apenas podía contener su necesidad de él.
—Por favor —, susurró ella, colocándose sobre las puntas de su pie para dejar
pequeños besos en su cuello mientras tiraba de su corbata, de nuevo.
Él gimió.
—No esta noche. No me tientes.
Lo besó su oreja y luego comenzó a susurrar—: Te prometo que seré amable.
Edward rio ásperamente—. Esta es una inversión impresionante.
—Hemos esperado una cantidad respetable de tiempo. Te amo. Y te deseo.
—¿Confías en mí?
—Sí —, dijo sin aliento.
—Entonces cásate conmigo.
—Edward, yo...
Él la cortó con su beso, dejando caer las muletas en el suelo. De alguna manera sus
manos estaban en su cabello, agarrándola con fuerza. Y luego mientras él suavemente
deslizaba sus manos para acariciar sus hombros desnudos, tentativamente presionó en su
boca.
Bella liberó su corbata de lazo para envolver sus brazos alrededor de su cuello, tirando
de él hasta que sus cuerpos estaban a ras uno del otro. Ella mordió su labio inferior y gimió
cuando su lengua lentamente trazó la curva de su boca.
De repente, sus manos estaban trazando sus clavículas y moviéndose a su espalda,
deslizándose por la superficie de su piel de ida y vuelta mientras comenzaba a sonrojarse y
calentar.
—Déjame hacer las cosas bien —, declaró él, con las manos ahuecando su cara.
—¿Cómo esto puede estar mal? —le susurró de vuelta, con el pecho pesado, los ojos
oscurs y desesperados.

690
La besó de nuevo y esta vez ella sin vergüenza envolvió su pierna derecha alrededor
de su cadera, tratando de recrear su tango en una pared del Museo Real de Ontario.
Él presionó hacia adelante hasta que su espalda estaba contra la puerta de su
habitación, con las manos acariciando de arriba y abajo de sus muslos antes de apartarse de
repente.
—Te mereces el cuento de hadas. La propuesta adecuada y el anillo de compromiso y
un amante que no esté en un yeso. No puedo esta noche, Isabella. Por favor no me lo pidas.
Bella le quitó sus gafas con el fin de suavizar las arrugas alrededor de sus ojos, y vio el
calor, la pasión, el conflicto y el amor devolviéndole la mirada. Desenrolló la pierna de su
cadera y apretó sus cuerpos inferiores juntos.
—Edward.
Él pestañeó al oír el sonido de su voz, como si ella lo estuviera despertando de un
sueño.
—Hay muchas cosas que podemos hacer menos hacer el amor. —Ella tiró
descaradamente de la cintura de sus pantalones.
El cerebro alimentado de pasión de Edward revoloteó a una de sus noches, en Umbría.
Y a una ducha que habían compartido.
—No —, dijo en voz baja.
—Pero yo quiero. Para ti.
Le tomó la mano por la muñeca y la llevó a la boca, besándola tiernamente.
—Ahora no es el momento de volver a trazar los límites, mi amor, cuando hemos
estado bebiendo champán y rodeado por amantes durante tres días.
—Es mi regalo para dar —, protestó ella.
—Sí, pero, ¿realmente quieres hacerlo conmigo de esa manera? ¿No sería mejor que el
acto fuera guardado para después de haber estado juntos por completo?
—Yo no quiero esperar más.
—Yo tampoco, pero no voy a tratarte de la forma en que él te trató. Y no voy a tomar
ventaja de tu frustración. Te quiero en mi cama, completamente mía, mientras nos damos el
uno al otro por completo y mutuamente. Si no confías en mí lo suficiente como para casarte
conmigo, entonces no confías en mí lo suficiente como para darme lo que estás ofreciendo.
La miró con una expresión que era tan profunda, tan amable, que las lágrimas llenaron
repentinamente sus ojos.
El contraste entre su pasado y su presente hizo que su corazón se apretara
dolorosamente.
—Edward —gimió ella, suprimiendo un sollozo.
Él envolvió sus brazos alrededor de ella y presionó su mejilla contra la solapa de su
traje mientras acunaba su cabeza, acariciándole su cabello.
—Algún día —susurró él, presionando sus labios en su frente antes de envolver sus
brazos alrededor de su cintura—. Nos daremos todo uno al otro, sabiendo que tenemos un
para siempre. Ese es mi regalo para ti, mi amor. Por favor, déjame dártelo.
Ella se quedó en silencio mientras se apoyaba contra su pecho, hasta que unos cuantos
huéspedes del hotel pasaron y desaparecieron en sus habitaciones.
Bella retorció el tejido de la parte posterior de su chaqueta en su mano—. Pasa la noche
conmigo. Las noches son tan frías sin ti.
Se quedó inmóvil, mirando fijamente a los ojos que se llenaron de tristeza y añoranza.
—Estoy tratando de ser fuerte por nosotros —, susurró—. Pero cuando me miras así...
me deshaces. Completamente.
La besó en los labios suavemente y luego asintió para mostrar su consentimiento
mientras ella buscaba su tarjeta, y los dos desaparecieron detrás de la puerta de su habitación
de hotel.

691
Ellos se desvistieron rápidamente, y Edward se deslizó por debajo de las sábanas
blancas almidonadas en su camiseta y calzoncillos, mientras Bella se lavaba su cara y
cepillaba sus dientes.
Pronto ella estuvo a su lado, vestida con un camisón blanco modesto a lo largo del
muslo.
—Te ves hermosa —, murmuró, trazando con sus dedos la piel desnuda de sus
brazos—. Nunca había visto esto antes.
—Un camisón de nuevo para un nuevo capítulo. —Ella sonrió y lo besó de nuevo.
—He extrañado compartir la cama contigo —dijo, mientras levantaba su brazo derecho
para que pudiera moldearse a su lado.
—Yo también te he extrañado, amor. —Apoyó la cabeza contra su pecho
cómodamente.
—¿Disfrutaste la boda?
—Mucho.
—¿Has pensado en... nuestra boda? —La voz de Edward era vacilante.
Le tomó un minuto o dos para que Bella organizar sus pensamientos, pero cuando lo
hizo, levantó su cabeza para poder hacer contacto visual.
—Me gustaría algo pequeño, con solo nuestra familia.
—Eso me va bien. ¿Has pensado en dónde? ¿Aquí? ¿Forks? ¿Cambridge? Podríamos
casarnos en Harvard. —Movió su mano para poder frotar su espalda baja.
Ella se retorció ligeramente.
—Te estoy presionando. Perdóname. —Edward comenzó a apartar su mano, aunque a
regañadientes, cuando Bella la atrapó con la suya.
—No, no es eso.
—Entonces, ¿qué sucede, amor? Dime. —Le sonrió con cautela.
—No sé si sería posible, y sin duda sería algo con lo que tendríamos que hablar con
nuestras familias, pero estaba pensando en... Italia.
Ahora Edward estaba sonriendo de alegría—. Italia suena maravilloso. ¿Dónde?
¿Florencia?
—Estaba pensando en Asís.
Él asintió con conocimiento y la besó dos veces.
—Esa sería mi preferencia también.
Bella sonrió contra su camisa.
—Cuando estés lista, di la palabra y podemos empezar a hacer los arreglos —,
susurró—. Juntos.
Él le acarició el cuello y luego los dos antiguos amantes se quedaron dormidos
anidados en el centro de la grande y cómoda cama.

-
A la mañana siguiente, Bella dejó la comodidad del cálido abrazo de Edward para
caminar en puntillas hacia el baño. Cuando regresó, lo encontró despierto y mirándola con
preocupación.
—¿Estás bien? —susurró.
—Perfectamente bien.
—Entonces, ven aquí. —Abrió sus brazos y ella se acurrucó cerca, colocando una
pierna con cuidado sobre su pierna buena.
Él gimió inaudiblemente.
—¿Edward?
—¿Sí?
—¿Recuerdas la primera vez que hicimos el amor?
—Por supuesto, querida.

692
—¿Qué recuerdas?
Besó su frente—. Recuerdo haber pensado en lo hermosa que eres. Mucho más
hermosa de lo que había imaginado. Quería que todo fuera perfecto para tu primera vez.
Probablemente por eso es que me pase un poco.
Él parecía avergonzado.
—Fue perfecto. Gracias —murmuró.
—Me acuerdo de cómo se sintió ser uno contigo por primera vez. Fue intenso y
emocionante, y… puede ser que suene pretencioso, pero fue trascendental. Yo sabía que
quería pasar el resto de mi vida con esta hermosa y dulce chica.
—¿Supiste eso? —Ella buscó en sus ojos.
—Sí. —Besó su nariz—. A la mañana siguiente seguía pensando en los votos del Libro
de Oración Común. Y cómo ya eran ciertos.
Dejaron de hablar mientras sus palabras parecieron asentarse sobre ellos como una
manta caliente.
—Lamento si te avergoncé en el pasillo.
—No me avergonzaste. —La urgencia de su tono desconcertó a Bella—. Nunca he
estado avergonzado de ti. Jamás.
—Creo que le dimos un pequeño show a los otros invitados. —Se mordió el labio
vacilante.
—Y algo de inspiración —, susurró contra sus labios y la besó suavemente.
Ella le devolvió el beso y luego apoyó la cabeza en su hombro.
Él la abrazó más cerca.
—¿Te acuerdas de cuándo te dije que yo tenía algunas confesiones que hacer?
Ella asintió.
—Te hable sobre el dinero. Te hablé sobre mi reunión con mi media hermana. Pero
tengo algo más que decirte —, dijo, con sus dedos suavemente subiendo y bajando el brazo
desnudo—. Algo extraño.
Sus cejas unieron con curiosidad.
—Adelante.
—Mientras estaba inconsciente tras el accidente de auto, vi algo.
—¿Mientras estabas inconsciente? ¿Qué conseguiste ver?
Él hizo una pausa incómoda.
—Prométeme que mantendrás una mente abierta.
—Por supuesto.
Edward tomó una respiración profunda.
—Pensé que era un sueño. Y luego cuando me desperté, me pregunté si fue una visión.
Ella parpadeó—. ¿Cómo cuando pensaste que me viste en Asís?
Él negó con la cabeza—. No. Como cuando me dijiste sobre la pintura Gentileschi
mientras estábamos en Florencia, sobre que Maia estaba con Esme.
Los ojos de Bella se abrieron ampliamente.
—Vi a Esme. Estábamos en mi antigua habitación de vuelta en Forks. Y Esme me dijo...
—La voz de Edward se rompió mientras lágrimas escapaban de sus ojos. Se las secó
rápidamente—. Me dijo que ella sabía que la amaba, a pesar de que no estuve allí cuando
murió.
—Por supuesto que lo hacía —murmuró Bella, besando su mejilla, donde las lágrimas
habían caído—. Esme sabía que la amabas.
—Y después me presentó a alguien. Una chica joven. Ella me dijo que estaba feliz pero
que quería conocerme… y a Tanya. Dijo que me vería de nuevo.
—¿Quién era ella?
Edward tragó bruscamente—. Maia.
Bella jadeó.

693
—¿Qué crees que significa?
—No sé.
—¿Has hablado con Tanya al respecto?
—No. Ella hizo las paces con lo que sucedió y continuó con su vida. Ha encontrado la
felicidad. No quise traer a colación el pasado.
Bella asintió, sumida en sus pensamientos. Secó una lágrima perdida en la cara de
Edward y luego lo besó suavemente.
—Una cosa es leer lo que Dante escribió sobre el Paraíso y los niños que poblaban el
cielo y otra cosa es creerlo. Tal vez Dios sabía que necesitabas esto con el fin de ser capaz de
perdonarte a ti mismo… que necesitabas ver que Esme y Maia ya te habían perdonado. Y
que Maia era feliz.
Bajó la voz y le estrechó su mano.
—Lo creo, Edward. No sé cómo es posible o cómo se podría explicar, pero creo que
viste la verdad. De alguna manera.
Edward se quebró en la oscuridad silenciosa de la madrugada y Bella hizo lo mejor que
pudo para consolarlo.

-
Peter se paró en el porche de la casa de Katherine Picton y tocó el timbre
nerviosamente. Era el día siguiente al día del Trabajador y acababa de regresar a Toronto de
su verano en Vermont.
Su verano no había salido de la forma que esperaba. A mediados de julio había
recibido un email de Bella revelando el hecho de que el profesor Masen había regresado. No
solamente había regresado sino que estaba viendo a Bella de nuevo.
Eso hizo que Peter quisiera arrancar la garganta del Jodedor de estudiantes y tal vez
apuñalarlo con una de sus plumas estilográficas, si una hubiese sido dada de alta del
Hospital de la pluma en buen estado de salud.
Cuando no estaba sufriendo por el hecho de que Bella había aceptado al imbécil de
nuevo, estaba esquivando los avances de Charlotte y tratando de distraer su atención de
ambas mujeres, (y su madre), trabajando en su tesis. Y rezando para que de alguna manera,
Dios le diera un nuevo director de tesis.
Trabajar con el profesor Masen ahora sería mucho más que incómodo.
A mediados de agosto, Peter recibió un email de Katherine Picton invitándole a tomar
té con ella en su casa. Sin saber por qué requería su presencia, pero no queriendo ofenderla,
le envió unas muy educadas gracias en respuesta y dijo que estaría encantado de tomar té con
ella.
Mientras oía pasos alegres acercándose a la puerta, Peter tiró de su corbata. Odiaba
llevar un traje, pero cuando la Reina convocaba a uno para tomar el té, uno debe usar sus
mejores trajes del domingo.
—Ah, señor Norris. Entre. Le he estado esperando. —Katherine le sonrió a Peter
vigorosamente y luego lo acompañó hacia su salón—. ¿Prefiere limón o leche?

-
Edward y Bella regresaron a Cambridge el fin de semana del día del Trabajador.
Mientras Edward había retirado su yeso y comenzado a enseñar en la Universidad de Boston
como un hombre libre, Bella comenzó su primer semestre en Harvard.
Era difícil.
Él le había advertido que el programa de doctorado que estaba comenzando era difícil
y que los profesores eran muy exigentes. De hecho, recalcó más de una vez que el profesor
promedio que impartía en su programa era mucho más pretencioso e imbécil de lo que él
había sido alguna vez.

694
Bella se preguntó si tal nivel astronómico de imbecilidad era humanamente posible.
Sin embargo, sus advertencias no la habían preparado lo suficiente para la cantidad de
trabajo que estaba obligada a hacer día tras día. Pero Bella lo disfrutaba.
Pasaba largas horas en los seminarios y también en la biblioteca, manteniéndose al día
con su tarea y complementos de lectura de sus clases. Se reunió con la profesora Simonetti
sobre una base regular y encontró que disfrutaban de una relación profesional pero cómoda.
Y trabajó incansablemente en su italiano y otros idiomas, preparándose para los exámenes de
sus competencias.
Edward le animaba, por supuesto, y hacía su mayor esfuerzo para no presionarla sobre
pasar tiempo con él o sobre su futuro. Él estaba ocupado con su nuevo puesto y había
tomado inmediatamente la supervisión de tres estudiantes de doctorado, después de haber
renunciado a Peter a la dirección capaz de Katherine. Sin embargo, los profesores titulares
tenían más tiempo libre que los estudiantes de postgrado y por lo tanto Edward pasó
muchas tardes y fines de semana solo en su casa, extrañando a Isabella y escribiendo su libro
o haciendo planes para las renovaciones de su casa con el fin de evitar meditar.
Contempló seriamente comprar un perro.
O un hurón.
La pareja continuó su consejería pre-matrimonial, y Edward se sintió alentado cuando
Bella empezó a hablar del matrimonio entre ellos como una conclusión inevitable. Sin
embargo, se mostró reticente a preguntarle sobre una fecha para la propuesta porque estaba
preocupado de presionarla.
Ellos continuaron de esta manera, en una especie de limbo, hasta la primera semana de
noviembre, cuando de repente y finalmente, Bella se quebró.
Fue un viernes por la tarde y ella estaba sentada a solas en la biblioteca, leyendo.
Impulsivamente, le envió un texto rápido para Edward.

E,
¿Te veré esta noche?
Tu B.
Xo

Unos minutos más tarde, tuvo su respuesta.

Cariño,
No puedo esta noche. Lo siento.
Mi departamento está siendo anfitrión de una profesora invitada de Yale, ¿recuerdas?
Tengo que cenar y beber con ella.
¿Qué hay sobre desayuno mañana?
Tuyo,
E.
xxoo

Algo sobre su texto hizo que Bella quisiera romper a llorar. Los dos estaban ocupados,
era cierto, y ella debía haber pasado la noche en la biblioteca trabajando en un ensayo para el
seminario de la profesora Simonetti, pero la simple idea de que quisiera pasar la noche con
Edward y no pudiera la angustiaba. No lo había visto en casi una semana.
Lo extrañaba.
Sin mencionar el hecho de que una muy atractiva, especialista italiana con grandes
logros de Yale tendría el placer de la compañía del profesor Masen por toda una tarde.
Apartó su IPhone hacia un lado y trató de regresar a su tarea, pero tenía problemas
para concentrarse. Unos pocos minutos más tarde, recibió lo siguiente,

695
Lo siento mucho.
¿Estás bien?
Su conferencia está a punto de comenzar de otro modo te llamaría.
Te llamaré más tarde.
Te amo,
E.
PD. Te llevaré a desayunar mañana
y luego pasaré la tarde compensándote.

Después de treinta minutos de comerse su labio inferior entre los dientes, Bella empacó
sus libros y huyó de la biblioteca, llamando un taxi para ir a la casa de Edward.
Los viernes eran los días libres de Rebecca. Bella entró a la casa con su llave y luego se
acomodó en la casa de Edward en el estudio del piso de arriba.
Él no la había invitado a ir. No había sugerido que se quedara a pasar la noche. Y de
repente se sintió más sola de lo que alguna vez se había sentido.
Esta no era la vida que quería.
Se encontró caminando por su estudio, trazando sus dedos por los lomos de sus libros.
Luego se sentó en su silla de oficina, simplemente para sentirse cerca de él. Mientras estaba
sentada allí, perdida en sus pensamientos, algo muy inesperado le llamó la atención.
Justamente en el centro de la mesa de Edward, al lado de la caja que contenía sus preciadas
ilustraciones de Botticelli, reposaba una manzana de oro. Bella la levantó y se sorprendió al
instante por su peso. No era hecha de oro, pensó, pero ciertamente parecía como si lo fuera.
Era metálica y perfecta y tenía un vástago de oro y una pequeña hoja dorada pegada.
La manzana le recordaba más o menos a Narnia.
Si Bella la hubiera examinado con mayor detenimiento, se habría dado cuenta de que la
manzana de oro tenía una bisagra en ella y entonces, quizás, la habría abierto y mirado
adentro.
Pero no lo hizo.
Colocó la manzana de vuelta a su escritorio y apartó la ilustración de Botticelli del
libro en el que había mantenido y la colocó en la parte superior de la caja que contenía los
otros. Ella quería que la colección estuviera completa, razonando que su figura solitaria le
iría mucho mejor con sus hermanas.
Era muy antropomórfica de ella, pero igualmente correcto.
Horas más tarde, Edward regresó de una cena agotadora y subió la nueva escalera
hacia el segundo piso. Encendió el candelabro mientras entraba a su despacho y encontró a
Bella durmiendo en su silla acolchada roja. Ella tenía en la mano una copia de la Odisea de
Homero.
Su corazón dio un salto.
Edward reconoció el volumen que estaba sosteniendo como el que le había dado. Se
sorprendió de encontrarla en su casa, por supuesto, pero también estaba muy complacido.
Siempre le había gustado verla dormir. Se veía tan hermosa. Tan pacífica.
Sus ojos se movieron hacia los objetos de su escritorio, preguntándose si ella se había
fijado en ellos. Pero tanto la manzana como las ilustraciones parecieron estar sin tocar.
Él suspiró aliviado.
Se acercó a ella y vacilantemente comenzó a acariciar su cabello, con cuidado para no
asustarla.
Ella se movió ligeramente y luego lo miró con una sonrisa lenta y dulce.
—Edward, te he extrañado.
Una mirada de asombro se dibujó en el rostro, solamente para ser remplazada por una
de alegría pura.
—Te he extrañado también, querida. ¿Te pasa algo? ¿Estás bien?

696
—Yo estaba releyendo tu inscripción en el libro. —Bella usó sus dedos temblorosos
para pasar la página donde la escritura de Edward se encontraba.

“Mi corazón es tuyo.


Mi cuerpo también.
Mi alma, de igual manera.
Yo te seré fiel, Penélope.
Espera por mí...”.

Ella leyó las palabras en voz alta. Luego, con los ojos brilloso, cerró el libro.
—No quiero estar lejos de ti nunca más.
Se levantó y echó los brazos alrededor de su cuello, apretando su mejilla contra su
pecho.
—No quiero estar lejos de ti más, tampoco. Hemos tenido esta conversación, Isabella.
—Él comenzó a enredar sus dedos en su cabello—. Pero necesitabas tiempo y espacio y eso
es lo que he estado tratando de darte.
Ella se movió hacia atrás de modo que pudiera ver su cara y luego levantó las manos
para descansarlas sobre sus mejillas.
—He tenido el tiempo suficiente. Y demasiado espacio. Te amo, Edward. Confío en ti.
Quiero ser tu esposa.
—¿Está segura? —Buscó en sus ojos, tratando con mucho esfuerzo de evitar que su
corazón saltara por su garganta con sus esperanzas.
—Sí. Y pronto, Edward. Por favor, no me hagas esperar.
Le tomó un momento para que la importancia de sus palabras calaran en él, pero
cuando lo hicieron la levantó y la hizo girar a su alrededor, riendo a carcajadas.
Luego la besó como un loco.

Hotel 1000 Seatlle.

En el jardín del perdón by Lauri Blank. More by the artist:

http://blankstudio.com/index.html
697
Capítulo Cuarenta y dos.

Edward estaba frustrado.


Sabía que su decisión de renunciar a la intimidad sexual con Bella era la correcta, pero
eso no hacía que la decisión fuera menos dolorosa. Había estado teniendo sexo regularmente
desde que tenía diecisiete años y apartando unos breves períodos de celibato —cuando
estuvo en rehabilitación y más adelante cuando estaba cortejando a Bella—, él no había
renunciado a los placeres de una mujer por un gran período de tiempo.
Ya era noviembre y la última vez que había tenido sexo con Bella fue en marzo, la
noche antes de ese maldito Tribunal de Volturi.
Edward se estremeció ante el recuerdo.
Cada vez que su frustración resultaba ser casi demasiada y que estaba listo para ceder
a los ruegos desgarradores de Bella y a sus propios deseos considerables, recordaba su cara
cuando lo enfrentó después del Tribunal. Ella había estado herida, lo sabía, pero sus palabras
le habían herido profundamente y meses más tarde, ellas aún dolían.
Parte de su dolor provenía del hecho de que conocía su pasado. Él sabía cómo había
visto a las mujeres y a pesar del hecho de que siempre se había enorgullecido de comportarse
como un caballero, las había usado. Simplemente justificaba el uso diciendo que era mutuo y
por lo tanto su enfoque más bien utilitarista de acoplamiento era excusable.
Sin embargo, en su alma, sabía que esa era una excusa plausible. Ningún ser humano
merecía ser tratado como un objeto en lugar de un sujeto, especialmente en el ámbito de la
intimidad sexual.
Edward se removió incomodadamente en el asiento del Land Rover.
Era una blasfemia llamar los encuentros anteriores como intimidad.
La intimidad era conocer el cuerpo de alguien y el alma. La intimidad era tomar y no
quitar. La intimidad era amar al otro más que a uno mismo y tratar al otro como una persona
y no como un objeto para la auto gratificación.
Edward no sabía cómo más reparar la falta de confianza de Bella hacia él que
mostrándose digno de confianza en esta danza delicada e íntima. Y la única forma en que
sabía cómo hacer eso era renunciando a las relaciones sexuales hasta que hubiese hecho un
compromiso permanente con ella. Entonces ella sabría cuán profundos y constantes eran sus
sentimientos y no duraría de sus intenciones cuando la llevara a su cama.
En pocas palabras, se estaba negando a sí mismo y a su considerable libido para
ponerla a ella en primer lugar… para darle lo que ella no se daba cuenta que merecía y tal
vez, lo que quería en secreto.
Sin embargo, él ardía por ella.
Volvió a pensar en la noche de la boda de Alice y cómo Bella se había ofrecido a él. La
memoria le dio escalofríos. Había sido tentador, emocionante y absolutamente desesperado.
Ella lo habría hecho, lo sabía. Ella habría conseguido ponerlo de rodillas, solamente para
conectar, para cerrar la brecha entre ellos. Pero al aceptar su regalo, hubiera traicionado a la
mujer joven asustada que había duchado con aceptación y afecto en Umbría.
Tal vez ella estaba lista. Tal vez ella nunca estaría lista. De todos modos, él no sería
quién aceptara tal regalo cuando era dado por desesperación. A pesar de que todo su ser
ansiaba por ella.
Edward suspiró y se frotó los ojos con sus manos, esperando que Bella saliera de la
oficina de la doctora Walter. Él había comenzado su propia asesoría privada con uno de los
colegas de la doctora Walter, además de la consejería prematrimonial que él y Bella estaban
recibiendo juntos. La doctora Zoe Alba, su nueva terapeuta, lo había elogiado por su nuevo
celibato y había estado de acuerdo con que él estaba escogiendo lo correcto para el futuro de
su relación con Bella. Pero la aprobación de la doctora Alba no apagaba el fuego en su
sangre.

698
Bella abrió la puerta de la Land Rover y silenciosamente se deslizó en el asiento del
pasajero. Se abrochó el cinturón de seguridad y miró por la ventana sin decir palabra.
—¿Cariño? —Él extendió la mano para apartar el pelo de su cara.
Ella se puso rígida.
Retiró la mano—. ¿Qué sucede? ¿Qué pasó?
—Renée —, murmuró.
Edward se inclinó para girar suavemente su rostro en su dirección. Su cara estaba
hinchada y tenía la piel llena de manchas desiguales. Ella había estado llorando durante un
tiempo.
—Ven aquí. —Se desabrochó el cinturón de seguridad y tiró de ella sobre la consola
central y hasta su regazo, lo cual no fue tarea fácil—. Dime qué sucedió.
—La doctora Walters sacó todas estas… cosas sobre Renee. Yo no quería hablar de eso,
pero ella dijo que no estaría haciendo su trabajo si me dejaba suprimir todo lo que sucedió en
Phoenix. Soporte lo más que pude tomar y después me fui.
Edward hizo una mueca. La doctora Alba había estado haciendo comentarios similares
acerca de su propia madre, pero él parecía estar más cerca de hacer las paces con su pasado
de lo que estaba Bella, especialmente desde su visita a Chicago.
—Lo siento —, dijo él, besando la parte superior de su cabeza—. Pero, ¿Siobhan no
abordó la relación con tu madre?
—Brevemente. Más que todo discutimos sobre ti.
Edward hizo una mueca. Siempre se sentiría culpable por el dolor que le había
causado, pero el hecho de que había sacudido a Renée de la lista de prioridades de Siobhan
para ayudar a Bella le hizo temblar.
—¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?
Bella se rio con amargura mientras limpiaba sus lágrimas—. Encuéntrame otro
terapeuta.
Edward negó con la cabeza—. No te estaría ayudando si lo hiciera. Cualquier terapeuta
que se precie insistiría en que te enfrentes con lo que pasó con tu madre. Y sus novios. —
Bella comenzó a protestar, pero Edward la interrumpió—. Entiendo lo que estás pasando. A
pesar de que nuestras madres fueron abusivas en diferentes formas, lo entiendo. Y yo estoy
aquí, dispuesto a escuchar, cada vez que quieras hablar al respecto. Pero para estar
saludable, tienes que lidiar con tu pasado. Voy a hacer todo lo posible por ayudar, aunque
esto es algo que solamente tú puedes hacer… para ti misma y para nosotros. —Le dirigió una
mirada comprensiva—. Te das cuenta de eso, ¿no es así? ¿Que el proceso de curación no te
ayuda únicamente a ti, sino que nos ayuda a nosotros?
Ella asintió de mala gana y luego apoyó la cabeza contra su hombro.
—Pensé que toda la angustia estaba detrás de nosotros. Pensé que después de todo lo
que había pasado, tendríamos nuestro felices para siempre.
Edward trató de reprimir una risita. Y fracasó.
—¿Qué? ¿No crees en felices para siempre?
Él le sonrió y tocó su nariz con el dedo.
—No, no creo en la angustia.
—¿Por qué no?
—Porque no soy un existencialista; soy un dantesco.
Arrugó su nariz—. Muy divertido, profesor Masen.
Él le besó cariñosamente sus asperezas.
—Yo existo con el fin de divertirte —, le dijo—. Vamos a ser felices, Isabella, pero, ¿no
ves que con el fin de llegar a la felicidad, tienes que abordar el dolor del pasado?
Ella se retorció un poco, pero no respondió.

699
—Yo estaba pensando en visitar la tumba de Maia. —Él aclaró su garganta—. Me
gustaría llevarte conmigo, si eso estuviera bien. —Su voz era vacilante y apenas un susurro—
. Me gustaría que la vieras. Eso es, si no lo encuentras mórbido.
—Me sentiría honrada. Por supuesto que iré contigo.
—Gracias. —Apretó sus labios en su frente.
—¿Edward?
—¿Sí?
—Yo no te dije todo lo que sucedió con Renée. O con Jacob.
Edward suspiró profundamente y se frotó los ojos—. Lo sé.
Él trazó sus cejas, tratando de suavizar su ceño fruncido.
—Yo no te dije todo sobre mi pasado, tampoco —admitió.
—¿Te molesta? ¿Que no te dijera todo acerca de ellos? —Bella buscó en sus ojos con
avidez.
—No. Estoy dispuesto a escuchar cualquier cosa que tengas que decir. Pero la verdad,
hay algunas cosas que realmente no quiero discutir sobre de mi vida. Así que entiendo tu
reticencia a descubrir tu historia. —Se aclaró la garganta—. Lo importante es que enfrentes
esos acontecimientos con alguien, no que me los reveles todos a mí. Estoy seguro que hablar
las cosas con la doctora Walters es suficientemente bueno.
La besó una vez más y la mantuvo cerca, meditando sobre lo lejos que habían llegado
en sus viajes individuales y lo lejos que todavía tenían que ir.

-
Bella había previsto que en el momento en que declarara su voluntad de convertirse en
la esposa de Edward, él se iba a dejar caer sobre una rodilla y lo iba a proponer.
No lo hizo.
Esperaba que él la llevara de compras por los anillos de boda.
Él no hizo tales planes.
De hecho, según pasaban los días se preguntaba si Edward iba a proponerle
matrimonio en absoluto. Quizás fuera el caso en que él simplemente asumía que estaban
comprometidos y planeaba recoger los anillos de boda en una fecha posterior.
Él la acosó para que viajaran a Forks, aunque solamente fuera por un fin de semana,
pero ella estaba tan abrumada realizando trabajos pautados para sus seminarios de
postgrado que tuvo que declinar.
Edward pareció decepcionado por sus negativas, pero las aceptó, haciendo planes para
que pudieran reunirse con su familia y su padre en Forks para Acción de Gracias.
A pesar de su ajetreo en general con la escuela de postgrado, la cual era una distracción
bienvenida, Bella se sentía frustrada. No era simplemente que amaba a Edward y ansiaba
que le mostrara exactamente eso. No era únicamente que él era un hombre hermoso y sexy y
que ella sabía lo talentoso que era como amante y cómo hacia su cuerpo cantar.
Era que su separación se sentía anormal, incómoda, fría y ansiaba romperla y
ser una con él de nuevo. El hecho de que no podía la hacía sentir terriblemente triste. Y sola.
Todos los besos castos y abrazos en el mundo no podían borrar ese tipo de soledad. Y
había solo una cantidad de veces que podía escuchar a Jill Sobule en Rock me to sleep
mientras estaba acostada sola en su cama.
Anhelaba la atención que él le prestaba cuando hacían el amor, la forma en que
prodigaba una devoción fija en ella como si no hubiera nada ni nadie más en la tierra. Ella
codiciaba la forma en que se sentía cuando él tocaba su cuerpo desnudo. Porque en esos
momentos, se sentía hermosa y deseable, a pesar de su timidez innata e incertidumbre sobre
su cuerpo. Por supuesto, deseaba un orgasmo, pero aún más que eso pedía por el
momento después, cuando ambos estaban relajados y saciados, y Edward le susurraba
palabras hermosas en su oído y ellos simplemente estaban en los brazos del otro.

700
Bella no estaba segura de cuánto tiempo podría tolerar su desconexión sin caer en una
depresión.
La noche antes de volar a Seattle, Bella se encontró en la cama de Edward. Tenían uno
de los primeros vuelo a la mañana siguiente, y habían acordado que sería mejor si ella
pasaba la noche.
Estaba acostada en su lado mirando por la ventana de la habitación a la noche sin
estrellas. Edward estaba abrazado a su espalda, en posición cuchada, sus dedos talentosos
jugando con su cabello.
—¿Alguna vez le contaste a Alice sobre cómo nos conocimos?
—No. Nunca le dije a nadie. —Ella suspiró—. Era demasiado precioso y muy doloroso
hablar sobre ello.
—¿Y ahora? —La presionó.
—Me gusta el hecho de que es nuestro secreto. Tu familia es maravillosa, pero no creo
que lo entenderían. Y mi padre iría por ti con una escopeta.
—Buen punto —Edward rio y negó con su cabeza.
Él empezó a arrastrar los dedos sobre el cuero cabelludo, tocándola suavemente,
cuando ella repentinamente se estremeció.
—Lo siento —, murmuró—. Me olvidé de tu cicatriz.
—Está bien. Solamente me sorprendió.
Edward comenzó a acariciarla de nuevo, esta vez evitando el tramo de la piel
levantada por debajo de su cabello.
Ella respiró profundamente.
—Renée podía ser agradable a veces, cuando no estaba bebiendo y estaba entre novios.
—Bella tragó grueso—. Ella me llevaba al zoológico de Phoenix y hacíamos picnics. Me
dejaba jugar a los disfraces con su ropa y me llevaba de compras. Eso me gustaba.
Edward detuvo su mano por un momento antes de enrollar el brazo por la cintura y
jalarla hacia atrás.
Se detuvo, pensativo, antes de hablar.
—Me acuerdo de algunas cosas buenas sobre mi madre, también, de cuando yo era
muy joven. Pero a veces me pregunto si esos recuerdos son en realidad sueños… si mi mente
los inventó.
—Yo también —, dijo.
Él apretó los labios a la nuca de su cuello y luego los movió tentativamente para que se
cernieran sobre su cicatriz—. Lamento que te haya herido. Me gustaría poder borrarlo todo.
Bella tarareó para hacerle saber que lo había oído y esta vez, cuando él hizo contacto
con la cicatriz, no se inmutó.
—¿Está mejorando desde que has empezado a hablar de ella con la doctora Walters?
—Fue peor en el principio. Traté de olvidarme de todo y había hecho un buen trabajo
sobre ello. Ahora, me hace enojar. Me pregunto por qué alguna vez fue agradable conmigo
en absoluto si estaba a punto de cambiar y ser abusiva de nuevo.
Edward continuó jugando con su cabello.
—Entiendo esa reacción por completo. El ciclo de abusos intercalados con episodios
ocasionales de bondad te mantiene atrapado, esperando y esperando que la amabilidad
regrese. Y lo hace, en ocasiones, únicamente para ser barrido lejos. Sé todo sobre eso.
Lamentablemente.
Bella se dio la vuelta para que poder verlo.
—Siento mucho lo de tu madre.
Edward besó su frente—. Gracias, querida.
—Lo que sucedió con Jake ya no me persigue. No como solía hacerlo. Me siento como
si he superado todo eso.

701
Edward maldijo entre dientes—. Ese perro tiene la suerte de estar en la cárcel. Todavía
quisiera poder golpearlo hasta dejarlo sin sentido y...
Bella le puso una mano sobre su pecho y lo interrumpió—. Se acabó ahora. Pero las
cosas con mi madre van mucho más profundas. Es como mirar en un pozo profundo y
oscuro.
—Realmente no sé qué decir, excepto que estoy aquí. Dime qué hacer. —Edward se
sentía impotente.
—No hay nada que puedas hacer más que escuchar. Y lo agradezco. Lo hago. ¿Pero no
tienes miedo? ¿No estás preocupado sobre tener hijos? Estoy aterrorizada de que sea una
madre horrible. —Un sollozo quedó atrapado en su garganta—. Tengo tanto miedo de ser
como ella.
Edward puso su mano en su mejilla, obligándola a ver sus ojos.
—Ella estaba enferma. Tú no lo estás. Y el hecho de que te preocupes por ser una buena
madre muestra que eres diferente de ella. Dudo que alguna vez ella se preocupara por nada
de eso. Y sí, tengo las mismas preocupaciones. Pero sigo centrado en lo lejos que hemos
llegado. Y pienso en mi mamá y papá, en cómo era su casa. Podemos tener una casa como la
suya, Isabella. Un hogar lleno de amor y felicidad y perdón. Hemos tenido tanto amor y gracia
prodigada sobre nosotros, ¿no quieres compartir esas cosas con otra persona? ¿Alguien
pequeño e indefenso? Un bebé... nuestro bebé... —La voz de Edward se fue apagando,
superado como estaba por la emoción.
—Tengo miedo —, susurró contra su cuello.
—Yo también.
—¿Podemos hacerlo?
—Hay que tener fe, Isabella.
Edward la rodó sobre su espalda para poder ver su cara y luego la besó suavemente,
comunicándole con su cuerpo que el amor alejaba el temor.

-
Acción de Gracias fue una ocasión mucho más alegre de lo que había sido el año
anterior. Alice y Jasper insistieron en encargarse de toda la comida en la casa de la familia,
mientras que el niño de Emmett y Rose, Carlisle Segundo, entretuvo a todo el mundo
incluyendo a Charlie, con sus travesuras de tres meses de edad.
—¿Cómo te está tratando la vida de casado? —Edward le preguntó a Jasper mientras
reunía los ingredientes para una ensalada.
—Muy bien. Deberías probarlo alguna vez. —Jasper le guiñó el ojo a Bella mientras
tomaba un largo trago de su botella de Corona.
—Esa es una idea. —Edward sonrió con aire de suficiencia y luego regresó a su
ensalada.
—Corta la mierda, Edward. ¿Cuándo vas a poner un anillo en el dedo de esa mujer? —
La voz de Alice flotó alrededor de la cocina desde la estufa.
—Ella tiene un anillo en el dedo.
Alice dejó sin vigilancia el pavo y caminó alrededor de la cocina, para examinar la
mano izquierda de Bella.
—Eso no cuenta. —Señaló que el pulgar de Bella, que estaba encerrado por el anillo de
bodas de platino de Edward.
Bella y Alice intercambiaron una mirada y negaron con sus cabezas.
Edward analizó la forma en que el rostro de Bella se ensombreció y abandonó
rápidamente su ensalada, (la cual estaba pretenciosamente cargada de fruta y frutos secos), y
se apresuró a abrazarla.
—Confía en mí —, le susurró al oído, en voz tan baja que nadie más pudo escucharlo.
Ella murmuró su asentimiento y él la apretó con fuerza antes de besarla.

702
—Consigan una habitación, todos ustedes. —Jasper se rio por lo bajo.
—Oh, tenemos una. —Edward miró hacia los lados.
—Tenemos dos, en realidad. —Bella suspiró y negó con la cabeza resignada.
Cuando se sentaron a cenar, Carlisle le pidió a todos que se dieran la mano mientras
decía la bendición. Agradeció a Dios por su familia, por su nieto, para su nuevo nuero, y por
la amistad con los Swan. Agradeció a Dios por su esposa y su memoria y señaló que las
semillas que ella había plantado con sus hijos, su marido y sus amigos habían llegado a buen
término. Y cuando dijo “Amen”, todo el mundo se limpió los ojos y sonrió, más agradecido
de lo que pudieran decir porque la familia estaba junta y fuerte, una vez más.
Cuando la comida terminó y todos estuvieron llenos, Edward se levantó, sosteniendo
su copa de vino.
—Yo sé que todos escucharon el brindis que le hice a mamá en la boda de Alice y
Jasper. —Su voz de repente se volvió ronca y tosió dos veces—. Pero me gustaría repetir una
parte de ella, si eso está bien.
Cuando todos en la mesa manifestaron su acuerdo, Bella vio la mano de Edward
temblar ligeramente a su lado. Silenciosamente metió la mano en la suya y fue agradecida
cuando él le apretó suavemente.
—Esta noche no estaría completa si no reconociéramos la ausencia de nuestra madre,
Esme Cullen. Esme era amable y hermosa, una amorosa esposa y madre devota. Su
capacidad para la bondad y compasión no conocía límites. Ella era generosa y amable y
muy, muy indulgente. —Se aclaró la garganta—. Ella me recibió en su casa cuando mis
parientes me abandonaron. Ella me crió cuando no tenía madre, incluso cuando yo era
detestable y difícil. Ella me enseñó lo que es amar a alguien desinteresadamente y
absolutamente y sin ella y papá probablemente estaría muerto.
Edward hizo una pausa y miró a Carlisle y después a Bella.
Él se liberó del agarre de Bella y sacó un pedazo de papel doblado de su bolsillo y
empezó a leer:

“¿Quién puede encontrar a una mujer virtuosa? Porque su precio está muy por encima de los
rubíes.
El corazón de su marido está en ella confiado y no carecerá de ganancias.
Le da ella bien y no mal todos los días de su vida.
Busca lana y lino y con voluntad trabaja con sus manos.
Es como nave de mercader; trae su pan de lejos.
Se levanta aun de noche y da comida a su familia y ración a sus criadas.
Ve que van bien sus negocios…
Su lámpara no se apaga de noche...
Aplica su mano al huso, y sus manos a la rueca.
No tiene temor de la nieve por su familia, porque toda su familia está vestida de ropas dobles.
Ella se hace tapices de lino fino y púrpura es su vestido.
Su marido es conocido en las puertas cuando se sienta con los ancianos de la tierra…
Fuerza y honor son su vestidura y se ríe de lo por venir.
Abre su boca con sabiduría y la ley de clemencia está en su lengua...
Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada;
Y su marido también la alaba:
Muchas mujeres hicieron el bien; mas tú sobrepasas a todas.”

—Les pido a todos a beber por la memoria de mi madre, Esme.


En el momento en que todos acabaron sus vasos, no había un ojo seco entre ellos.

703
Después de la cena, Rose y Emmett tomaron sus funciones de limpieza, mientras que
Alice y Jasper practicaban sus habilidades de crianza con su sobrino.
Fuera en el porche, Carlisle y Charlie fumaban puros y bebían whisky, mientras veían
al viejo señor Banner cargar las cosas desde el garaje en el bosque.
Carlisle le dio a Charlie una mirada de complicidad y los dos hombres brindaron antes
de relajarse en la alegría.
Dentro de la casa, Edward tomó la mano de Bella y la llevó escaleras arriba.
—Usa algo caliente —, dijo mientras se dirigían a su habitación—. Quiero llevarte a dar
un paseo.
—Está más cálido que la del año pasado —, comentó ausentemente, mientras se ponía
una de la viejas chaqueta de cachemira de punto de Edward.
Él se había despojado de su vestuario de chaquetas de punto después que la Bella le
hubiese informado de que lo hacía parecer un abuelo. O como un anfitrión de PBS.
Al oír eso, Edward estuvo más que complacido de donar sus chaquetas de punto al
Ejército de Salvación, con la excepción de una o dos que Bella había rescatado.
—No quiero que te resfríes —, protestó, tirando juguetonamente de su suéter.
—Te tengo a ti para que me calientes —, respondió ella, guiñándole un ojo.
Después de enrollar un pañuelo de la Universidad Magdalen alrededor de su cuello y
ver que en verdad estuviera cubierta en contra de los elementos, Edward la escoltó escaleras
abajo, a través de la cocina y hacia el exterior.
—¿Yendo a caminar, Masen? —La voz de Charlie les sorprendió.
—Con tu permiso, jefe Swan.
Charlie le miró con agudeza.
—Procura que ella regrese a la casa en la misma condición en que la dejó.
—No puedo prometer eso. Pero puedo prometer que cuidare bien de ella.
Charlie soltó un bufido—. He oído eso antes.
Bella miró entre Edward y Charlie con curiosidad—. ¿Qué está sucediendo?
—Edward te está llevando a dar un paseo, con mi bendición. —Su padre habló con solo
la menor de las muecas.
—Y la mía —, intervino Carlisle, sus brillantes ojos azules vivos con la diversión.
—Ustedes necesitan bajarle a los escoceses. —Bella negó con la cabeza con ligera
confusión mientras Edward tiraba de ella a través del patio trasero y hacia los árboles densos
y gruesos.
—¿Qué fue todo eso? —preguntó ella mientras caminaban hacia el prado.
—Ya lo verás.
Edward besó la parte superior de la cabeza y luego empezó a apretar el paso.
—No tan rápido, Edward, me caeré.
Se dio la vuelta para mirarla de frente y se inclinó para susurrarle con sus labios contra
los suyos—. No dejaré que te caigas. —Sonrió mientras inhalaba su aroma—. Hueles como
las fresas de nuevo.
—Me cansé de la lavanda.
—También yo —, dijo triunfalmente.
A los pocos minutos estaban en el borde de la pradera. A pesar del hecho de que los
árboles eran muy gruesos alrededor del perímetro, Bella vio entrar luz a través de las ramas
y oyó el sonido de la voz de Diana Krall cantando.
—¿Qué está pasando?
—Ven. —Le tomó la mano y la condujo a través de los árboles.
Ella jadeó tan pronto como entraron en el prado.
Había pequeñas luces blancas adornando algunas de las ramas de los árboles sobre su
cabeza y linternas dispersas en el suelo, con velas sin llama parpadeando.

704
En medio de la luz suave, las cuales arrojaban un brillo cálido alrededor del prado,
árboles desnudos y vieja hierba, había una carpa blanca. Y una cama futón que estaba
decorada con cojines y una manta antigua muy familiar.
—Oh, Edward —susurró—. Es hermoso.
—¿Esto te complace? —Le tomó la mano y la llevó a la tienda de campaña, animándola
a que se sentara en el borde del futón.
—Es una preciosidad. Al igual que su jardín trasero en Cambridge. Pero no tenías que
haberte molestado tanto. Hubiera estado feliz con esta manta vieja y el suelo. Eso fue lo que
usamos antes.
—Te mereces algo mejor. —Sus ojos se encontraron a los de ella y perdió el aliento
mientras la intensidad a fuego lento brilló en las profundidades verdes marinos.
Edward le cantó cariñosamente mientras le acariciaba la cara con sus dedos.
Ella respiró profundamente y cerró los ojos mientras él apretaba su pulgar a su boca.
—¿Quieres un trago?
Abrió los ojos mientras él se retiraba, caminando hacia una mesa baja sobre la que
descansaba un balde de champán y dos copas.
Ella asintió y luego vio como abría expertamente la botella de champaña y servía dos
copas.
Regresó a su lado.
—¿Brindamos?
—Por supuesto.
—Entonces vamos a brindar por ti. Por Isabella, mi amada.
—Creo que debemos brindar por nosotros.
—Eso también. Por nosotros. —Él sonrió y brindaron uno al otro antes de que
comenzaran a beber su champán.
—¿Cómo hiciste todo esto? Debió haberte tomado horas. —Bella contempló el
espectáculo alrededor de ellos con incredulidad.
—El viejo señor Banner ha estado cuidando de la casa y los jardines mientras estoy
fuera. Le pedí que organizara todo mientras estábamos cenando. ¿Puedo? —Él extendió su
mano hacia el tazón de fresas y optó por la más grande, más madura y lo sostuvo para ella.
Tal vez fue premonitorio que en ese momento la música cambiara a The Look of Love de
Peggy Lee´s fever.
Edward llevó el fruto de color rojo a los labios de Bella, sonriendo ampliamente
mientras ella tomaba la mitad en su boca antes de morder.
—Descubrirás que complementa el sabor del champaña muy bien.
Bella soltó una risilla mientras un poco del jugo de la fresa escapaba de su boca. Se
movió para limpiarla con su mano, pero los dedos de Edward fueron más rápidos.
Él trazó sus labios lentamente, capturando el jugo, y luego transfirió sus dedos a su
propia boca antes de chuparlos.
—Delicioso —, murmuró.
Mientras él repetía este ritual, Bella comenzó a sentirse extrañamente mareada. La
sensualidad de Edward, incluso embridado, era vertiginosa al extremo.
Alargó la mano para devolver el favor y se sorprendió cuando, después de tragar, él
llevó uno de sus dedos a su boca, agitando la lengua a su alrededor antes de chuparlo hasta
que se secara.
Ella se tambaleó ligeramente.
—Dulce como el caramelo —, reflexionó, con su voz ronca y gruesa.
Se sentó junto a ella en la cama y colocó su brazo alrededor para sujetarla, dibujando
un solo dedo alrededor de su tembloroso labio inferior.

705
—¿Tienes alguna idea de lo que me haces? El rubor de tus mejillas, el calor de tu piel,
la velocidad de tu corazón... —Sacudió la cabeza—. Estoy sorprendido de que todavía tengas
estas reacciones hacia mí después de todo este tiempo.
Bella se desabrochó la chaqueta y colocó su palma al ras contra su pecho.
—Siente el latido de mi corazón. Tú me haces esto, Edward.
Bajó la mirada hacia donde estaba colocada su palma, con los ojos muy abiertos—.
Tengo la intención de provocar esa reacción por el resto de mi vida.
Él capturó sus labios con los suyos en un beso candente antes de retirar su mano para
flotar su mejilla.
—Te traje aquí porque este es el sitio donde todo comenzó. Cambiaste mi vida esa
noche. Nunca voy a ser capaz de agradecerte.
—Tu amor es agradecimiento suficiente.
Él la besó dulcemente.
—¿De dónde viene la música? —Bella miró a su alrededor buscando un equipo de
música, pero no pudo encontrar ninguno.
—El señor Banner proporcionó los medios para que haya música.
—¿Qué canción es esa? —preguntó, mientras la música cambiaba.
—The book of Love de The Magnetic Field. Pero está cantando Peter Gabriel.
—Es hermosa.
—Ni la mitad de hermosa de lo que eres tú, mi amor. Has traído la belleza a mi muy
horrible vida desde el instante en que te conocí.
Edward apretó su agarre alrededor de ella, llevándola más cerca de él.
—Todavía no puedo creer que te tenga en mis brazos después de tantos años... y que
me ames.
—Yo siempre te he amado, Edward. Incluso cuando no me reconocías. —Bella
presionó su cabeza en su corazón mientras él tarareaba junto con la música.
Cuando la canción fue remplazada por una nueva, Edward murmuró contra su piel—.
Tengo un regalo para ti.
—Prefiero tener tus besos.
—Te llenare de besos una vez que me dejes presentarte mi regalo.
Él sonrió y sacó algo del bolsillo de su chaqueta y se lo entregó a ella.
Era un anuncio escrito en italiano en una cartulina muy cara.
—No entiendo. —Ella lo miró.
—Léelo —, le exhortó, con los ojos encendidos.
El anuncio era de la Galería Uffizi en Florencia y declaraba la apertura de una
exposición exclusiva de una extraordinaria colección de ilustraciones de Botticelli de la
Divina Comedia de Dante, en diciembre; ilustraciones que nunca antes habían sido vistas en
público.
El anuncio continuaba declarando que la exposición era en calidad de préstamo a los
Uffizi a través de la generosidad del profesor Edward Masen como un regalo a su prometida,
la señorita Isabella Swan.
Ella lo miró boquiabierta por la sorpresa.
—Edward, tus ilustraciones. No lo puedo creer.
—Mi felicidad me ha hecho generoso.
—Pero, ¿qué pasa con las cuestiones jurídicas? ¿Y por cómo las compraste?
—Mi abogado contrató a un equipo de expertos para rastrear la procedencia, la cual
termina en el siglo XIX. Después de eso, nadie sabe a quién pertenecían. Y puesto que
siempre fueron parte de una colección privada, las poseo en forma legal y con derecho.
Como parte de nuestra celebración de bodas, quería compartirlas. Con una excepción.
Bella le dio una mirada inquisitiva.

706
—La ilustración que te di no será parte de la exposición. Esa ilustración es solamente
tuya para hacer con ella lo que desees.
—Pertenece con las demás. Es por eso que la devolví. —Ella se sonrojó y bajó la mirada
hacia el suelo—. Sin embargo, me avergonzaste.
—¿Lo hice? ¿Cómo?
—Por haber adjuntado mí nombre a la exposición. Va a atraer atención internacional.
Por no hablar del hecho de que los estudiantes y profesores de mi departamento oirán hablar
sobre ello.
Edward frunció el ceño—. No había pensado en eso. Es fácil corregirlo. Voy a pedir
que tu nombre sea removido de los anuncios. Esta es simplemente una maqueta.
Bella levantó una mano para tocarle la mandíbula—. Aceptaré la vergüenza por tu
bien. Lo que estás haciendo es muy generoso. Siempre he pensado que esas piezas deben
estar disponibles para la gente las vea y disfrute.
—Me enseñaste a no ser egoísta, mi amor.
Ella se movió para darle un beso, probando su boca impacientemente.
—Tú me enseñaste a aceptar regalos.
—Entonces somos perfectos uno para el otro. —Se aclaró la garganta mientras apartaba
un mechón de cabello de su cara—. ¿Me acompañaras a la exposición? Han pedido que la
abramos en persona. El Dottore Vitali será el anfitrión de una cena para nosotros, similar a la
que llevó a cabo el año pasado para mi conferencia.
—Por supuesto que voy a ir contigo. Gracias.
—Bien. Tal vez seamos capaces de encontrar un rincón privado del museo para que
podamos...
Bella juró que Edward estaba ruborizado, pero en la penumbra que era difícil de decir.
Él se aclaró la garganta—. ¿Has pensado sobre cuándo deberíamos casarnos?
—Sí, lo he hecho.
—Bien. Eh, ¿qué piensas sobre el verano que viene?
—No.
Los ojos de él buscaron el suelo mientras la decepción se propagaba en su rostro.
Ella se rio.
—El próximo verano sería demasiado tarde. ¿Qué te parece el mes que viene? ¿En la
época de la exposición?
Los ojos de Edward volaron hacia los de ella.
—Me casaría contigo mañana, si pudiera. Pero, ¿estás segura? No nos deja mucho
tiempo para planear una boda.
—Quiero que nuestra boda sea pequeña y sencilla, si eso está bien. Estoy cansada de
vivir sola en mi pequeño agujero de hobbit. Quiero estar contigo. —Se puso de puntillas para
rozar su oreja con los labios—. Y no es únicamente porque quiero tenerte calentado mi cama.
Un gruñido en se escapó del pecho de Edward y la besó con firmeza, alzándola del
suelo.
Ella suspiró en su boca y los dos se abrazaron calurosamente hasta que él se retiró.
—¿Qué hay sobre tus estudios? —murmuró, colocando la espalda en el suelo.
—Muchos de los estudiantes de postgrado están casados. Incluso si solamente te veo
en la cama por la noche será más de lo que te veo ahora. Por favor, no me hagas esperar.
Se echó a reír mientras le acariciaba la mejilla con el dorso de su mano—. Como si
pudiera hacerte esperar. Como si la espera no estuviera matándome. Así que será en
diciembre.
—Diciembre en Asís.
—¿La luna de Miel aún por determinar? —Alzó las cejas sugerentemente—. ¿O hay
algún lugar en particular que te gustaría ir? ¿París? ¿Venecia? ¿Tahití?
—Cualquier lugar sería maravilloso, siempre y cuando esté contigo.

707
Él le apretó con fuerza—. Dios te bendiga por eso. Lo haré como una sorpresa,
entonces.
Ella lo besó otra vez y en un instante, sintió que el mundo giraba a su alrededor. Todo
se desvaneció mientras se derretía en sus brazos.
—Tengo otra cosa que quiero mostrarte —, dijo finalmente, apartando sus labios de
ella.
Apretó la mano en la suya y caminaron hacia el viejo manzano que estaba en el borde
del prado.
Se volvió hacia ella, con los ojos llenos de sentimientos.
—La primera vez que nos conocimos, te traje aquí y elegí una manzana de este árbol.
—Lo recuerdo.
—La manzana representa lo que mi vida era en ese momento… carnal, egoísta,
violenta, un imán para el pecado.
Bella vio cómo se arrodillaba sobre una rodilla, sacando una manzana de su bolsillo y
presentándosela sobre sus palmas, entre sus manos ahuecadas.
—Esta manzana representa lo que me he convertido... lleno de esperanza. Y amor.
Alargó la mano para tomarla antes de darse cuenta de que era la manzana de oro que
había encontrado en su escritorio un par de semanas atrás. Sus ojos buscaron a los de él con
entusiasmo.
—¿Alguna vez un hombre te pidió que te casaras con él antes, Isabella?
Ella negó con la cabeza y colocó la palma de su mano contra su boca mientras un
torrente de emoción pasaba a través de su ser.
—Entonces me alegro de ser tu primero.
Edward se detuvo y pasó sus dedos por el cabello nerviosamente.
—Es costumbre en algunas culturas que un marido le dé a su esposa una manzana
después de su boda. Me temo que estoy haciendo las cosas al revés, como es habitual.
La miró con una sonrisa amplia, lenta y los ojos vibrantes. Encontró la bisagra en la
manzana que la abría como una caja mágica y Bella vio un anillo de diamantes brillantes
ubicado contra un forro de terciopelo rojo.
—Quiero ser tu primero y tu último. Te amo, Isabella. Te ofrezco mi corazón y mi vida,
mi presente y mi futuro. Cásate conmigo. Sé mi esposa, mi amiga, mi amante y mi guía. Sé
mi bendita Beatrice y mi adorada Isabella. —Su voz titubeó ligeramente, cargada de
sentimiento—. Di que serás mía. Para siempre.
—Sí. Con todo mi corazón, Edward, sí —consiguió decir Bella, antes que las lágrimas
se apoderaran de ella.
Edward quitó el anillo de la manzana y la colocó suavemente en el dedo, antes de
acariciar sus nudillos con su boca.
—Elegí este anillo hace mucho tiempo, cuando fui a buscar las alianzas de boda. Pero
puede ser devuelto. —Su voz era melancólica—. Sé que querías elegir tu propio anillo.
Bella examinó el diamante de dos y medio quilates con corte cojín en su banda de
platino. El anillo era anticuado, del tipo de Edward, incluso, con diamantes pequeños,
colocados en conjunto de cuentas que rodeaban la piedra central y piedras graduadas
laterales que decoraban la banda. A pesar de que era mucho más grande y adornado de lo
que alguna vez había soñado o querría, era perfecto porque él lo ha elegido para ella.
—Elijo este —, dijo—. Porque tú lo elegiste.
Se puso de pie y ella se arrojó en sus brazos.
—Te he querido siempre. Desde la primera vez que vi tu foto —, dijo mientras sus
lágrimas de alegría se derramaban sobre su pecho—. Te quería incluso antes de conocerte.
—Yo te quería cuando ni siquiera sabía tu nombre... solamente tu bondad y ahora me
voy a quedar con mi Beatrice para siempre. Mi Isabella. Mi único amor...

708
-
Unos días más tarde, Peter recibió un correo electrónico de Bella anunciando su
compromiso. Le hizo sentir enfermo.
Leyendo y releyendo sus palabras no mejoraban su situación. Ni un poco. Pero lo hizo
de todos modos, sino para torturarse a sí mismo por lo menos para tener su nuevo estatus
impreso indeleblemente en su mente.

Querido Peter,
Espero que este correo electrónico te encuentre bien. Lamento que me tomara tanto tiempo responder
tu último mensaje. La escuela de graduado está pateando mi culo y siento que ando retrasada en todo.
Pero me encanta. (Por cierto, gracias por la recomendación de los libros de Ross King. No tengo mucho
tiempo para leer en estos días, pero voy a revisar “la cúpula de Brunelleschi”).
Una de las razones por las que no tengo mucho tiempo para leer es porque estoy comprometida.
Edward me ha pedido matrimonio y le dije que sí. Nos casaremos unos días antes de Navidad en Asís.
Sé que estarás decepcionado al oír esto, Peter, pero estoy feliz. Él ha cambiado. Y lo amo.
Por favor, sé feliz por mí.
Una invitación de la boda será enviada a tu apartamento en Toronto. También hemos invitado a
Katherine Picton.
Entenderé si no puedes o no quieres asistir, pero para mí era importante invitar a las personas que
quiero. Edward ha alquilado una casa en Umbría para los invitados para que se queden antes y
después de la boda. Tú serías muy bienvenido. Sé que mi padre estaría feliz de verte de nuevo, también.
Has sido un buen amigo para mí y espero que algún día yo sea capaz de pagarte.
Con afecto,
Bella.
PD. Edward no quería que mencionara esto, pero él es quien convenció a Katherine Picton para que te
tomara como estudiante. Yo se lo pedí pero ella se negó. ¿Seguramente él no es tan malo como piensas?

La gratitud de Peter por la generosidad de Edward no borraba el dolor repentino y


agudo que sentía en su corazón al darse cuenta de que acababa de perder a Bella. Para
siempre.
Sí, ya él la había perdido, pero antes del regreso de Edward siempre había habido la
posibilidad de que Bella cambiara de opinión, incluso si esa posibilidad fuera muy remota.
De alguna manera, el conocimiento de que iba a casarse con el jodedor de estudiantes dolía
mucho más que si se hubiera estado casando con, por ejemplo, algún otro imbécil llamado
Edward. Como Edward-el-plomero o Edward-el-tipo-del-cable.
Poco después de que ella enviara un email a Peter, Bella recibió un paquete en su
buzón de correo de Harvard. Viendo que el matasellos era de Essex Junction, Vermont, la
abrió con avidez.
Peter le había enviado una copia de edición limitada de The Velveteen Rabbit. Había
escrito una breve inscripción a ella en la primera hoja, que encogió su corazón, y adjuntaba
una carta.

Diciembre 2010
Querida Bella,
Estuve sorprendido por tus noticias. Felicidades.
Gracias por invitarme de tu boda pero no voy a poder asistir. Mi padre tuvo un ataque al corazón unos
días atrás y está en el hospital. Estoy ayudando en la granja. (Mi madre dice hola, por cierto. Ella está
haciendo algo para ti como regalo de bodas. ¿Dónde debería enviarlo? Estoy asumiendo que no vivirás
en el campus una vez que estés casada)
Desde la primera vez que te conocí, yo quería que fueras feliz. Que fueras real. Que tuvieras una buena
vida. Mereces esas cosas y odiaría ver que las apartaras.

709
No sería tu amigo si no te preguntará si Masen es lo que realmente quieres. No deberías conformarte
con nada menos que el mejor. Y si tienes alguna duda en cuanto a si él es eso para ti, entonces no
deberías casarte con él.
Te prometo que no estoy tratando de ser un imbécil. Simplemente estoy pidiéndote que pienses
realmente sobre tu decisión.
Te deseo todo lo mejor, sin importar tu decisión.
Tuyo,
Peter.

Bella dobló la carta de Peter y la colocó de nuevo en el libro, una lágrima solitaria
rodaba por su mejilla.

-
A pesar del hecho que Charlie le dio su bendición a Bella y Edward, (aunque a
regañadientes), el conflicto se produjo cuando la feliz pareja anunció el destino de su boda.
Mientras que los Cullen estaban más que contentos de pasar las vacaciones de Navidad
en Italia, Charlie, que nunca había viajado fuera de América del Norte, estaba menos que
entusiasmado. Como el padre de la novia, había tenido la intención de pagar por la boda de
su única hija, incluso si tuviera que hipotecar su casa nueva con el fin de hacerlo.
Bella no quería oírle hablar sobre hacer una cosa así.
A pesar de que la boda iba a ser pequeña, los costos estimados eran lo suficientemente
altos para dañar efectivamente a Charlie financieramente si pagaba por todo. Y Edward
estaba más que cómodo cubriendo con los costos, muy a pesar de Charlie, porque era más
importante para Edward que Bella tuviera el día de sus sueños que para su padre ser
aplacado.
Bella trató de suavizar el conflicto entre los dos hombres señalando que había cosas
que su padre podía y debía pagar, como su vestido de novia y las flores.
Esto fue antes de encontrar el vestido de sus sueños.
Ella había estado caminando por la calle Newbury en Boston, cuando vio el vestido en el
escaparate de una elegante boutique. Era organza de seda color marfil con cuello en V y
pequeños espirales de mangas que se apoyaban en lo alto de los hombros.
Mientras el corpiño estaba cubierto de encaje, la falda era llena y en capas como una nube,
una reminiscencia de una falda de ballet.
Sin pensarlo mucho, entró en la tienda y pidió probárselo. El empleado le felicitó
por su gusto, diciéndole que los vestidos de Monique Lhuillier eran muy populares.
Bella no reconoció el nombre de la diseñadora y no vio la etiqueta del precio porque no
había una. Ella sí noto, sin embargo, que el vestido tenía un nombre… Katya.
Cuando se paró delante de los espejos en el cambiador, ella lo supo. Este era su vestido.
No era demasiado recargado o bordado. No era demasiado escotado o sexy. Era una belleza
clásica y complementaría el color de su piel y la forma de su cuerpo. Y Edward adoraría el
hecho de que gran parte de su espalda alta estaría expuesta. Con buen gusto, por supuesto.
Todavía en el vestuario, envió una foto de ella en el vestido a Charlie a través de su
IPhone, preguntándole qué pensaba.
Él la llamó de inmediato, conteniendo las lágrimas y diciéndole que nunca había visto
una novia tan absolutamente hermosa como ella.
Charlie pidió hablar con el gerente de tienda, y sin que Bella descubriera el precio
sustancial, él hizo los acuerdos para comprar el vestido. Sí, era caro, pero, razonó, no era más
de lo que había estado dispuesto a gastar en una boda en Forks. Y dado que Bella estaba
decidida a casarse en Italia, una boda en Forks estaba fuera de cuestión. Sabiendo que él era
capaz de comprar a su única hija el vestido de sus sueños le permitió aceptar el hecho de que
Edward tendría que pagar por el resto de la boda.

710
Después de decir adiós a Charlie, Bella pasó varias horas comprando para el resto de
su ajuar. Entre otras cosas, optó por un velo que llegaba casi hasta el tobillo, un par de
tacones de satén con los que podía caminar con éxito, y una larga capa de terciopelo blanco
con un forro de seda para protegerla a ella y a su vestido del clima frío de diciembre en Asís.
Después flotó a casa.
Mientras que los Cullen y Whitlock pagaron su propio viaje, Edward insistió en darles
el alojamiento. Así que, por supuesto, él alquiló una casa tipo castillo para todo el mundo,
incluyéndose a sí mismo y a Bella, hasta después de la boda.
En un principio, Charlie se había negado a quedarse en el castillo, hasta que Carlisle lo
convenció de lo contrario con una llamada telefónica amistosa pero seria.
Los familiares de Edward parecían casi más entusiasmados acerca de sus próximas
nupcias de lo que él estaba.
Casi.
Dos semanas antes de la boda, Charlie llamó a Bella a hacerle una pregunta
importante.
—Sé que las invitaciones se han enviado, pero, ¿no habría lugar para uno más?
Bella estaba sorprendida.
—Por supuesto. Puedo añadir otro nombre a la lista para la cena. ¿Hay un primo
perdido y lejano del que no supiera?
—No exactamente —, dijo Charlie evasivo.
—Entonces, ¿quién?
Él tomó una respiración muy profunda y la sostuvo.
—Papá, escúpelo. ¿A quién quieres llevar? —Bella cerró los ojos y en silencio rogó a los
dioses de las hijas cuyos padres eran solteros que intervinieran en su nombre y evitaran que
Sue Clearwater asistiera a su boda o peor… que volviera a estar junto a Charlie.
—Um, Diane.
Los ojos de Bella se abrieron de golpe.
—¿Diane, quién?
—Diane Martin.
—¿Diane de la Cena? ¿Te refieres a Diane-cena?
—No la llames así. —El imperativo rudo de Charlie inmediatamente le telegrafió a
Bella mucho más de lo que pensaba.
Su mandíbula cayó en estado de shock.
—¿Bells? ¿Sigues ahí?
—Sí, estoy aquí. Um, estoy segura de que eso estaría bien Uh, ¿es Diane una… amiga
especial tuya?
Charlie se quedó en silencio por un momento.
—Podrías decirse eso.
—Huh —, dijo Bella.
Charlie terminó la conversación rápidamente y Bella dejó su teléfono celular,
preguntándose cuál plato especial había precipitado el nuevo romance de su padre.
Definitivamente no el pastel de carne, pensó.

-
En el día de la boda, Charlie paseaba nerviosamente a la entrada de la Basílica de Asís.
Estaba nervioso. Y el hecho de que Bella y sus damas de honor llegaran tarde no mejoraba las
cosas.
Él tiró de la corbata de lazo mientras esperaba, y después una visión de terciopelo
blanco en organza flotó en frente a las puertas, como una nube luminosa.
Charlie se quedó boquiabierto.
—Papá —susurró Bella, sonriendo con entusiasmo, mientras caminaba hacia él.

711
Rose y Alice ayudaron a que se deshiciera de su capa y ajustaban las capas de la falda,
estirando el tren que se extendía detrás de ella. Y luego Cristina, la planificadora de bodas,
que se movía cerca, le entregó a Alice y a Rose sus ramos de flores, que eran una mezcla de
lirios y rosas blancas, diseñados para que coincidieran con sus vestidos de colores del iris.
—Te ves hermosa —, murmuró Charlie, presionando un beso tímido en la mejilla de
Bella a través de su largo velo.
—Gracias. —Ella se sonrojó, mirando hacia abajo, a su ramo, que consistía en dos
docenas de rosas blancas y unos pocos brotes de acebo.
—¿Podría darnos un minuto? —le pidió a las damas de honor y a la planificadora de la
boda.
—Por supuesto. —Cristina sacó a Rose y a Alice, hasta situarse en la entrada al
santuario, lo que indicaba al organista que la procesión estaba a punto de comenzar.
Charlie le sonrió nerviosamente a Bella.
—Me gusta tu collar —, dijo.
Las manos de Bella volaron a las perlas que colgaban de su cuello—. Eran de Esme.
Tocó los diamantes en sus orejas, también, pero optó por no revelar su fuente.
Charlie asintió—. Me pregunto qué pensaría sobre que te estés casando con su hijo.
—Me gustaría pensar que ella sería feliz. Que está mirándonos y sonriendo.
Charlie asintió de nuevo y metió las manos en los bolsillos de su esmoquin.
—Me alegra que me pidieras que te llevara al altar.
—Yo no querría casarme sin ti, papá. —Bella le sonrió.
Se aclaró la garganta y bajó la mirada, moviendo torpemente sus zapatos alquilados.
—Lamento ser un mal padre. Debería haberme quedado contigo cuando te aleje de
Renée la primera vez. Nunca debí haberte enviado de vuelta a ella. —Su voz se quebró.
—Papá —susurró ella, con lágrimas desbordantes.
Él se acercó y la abrazó, tratando de mostrar con su abrazo lo que no podía decir en
palabras.
—Te perdoné hace mucho tiempo. Nunca necesitamos hablar de ello de nuevo. —Se
detuvo, mirándolo—. Estoy feliz de que estés aquí. Y estoy contenta de que seas mi papá.
—Bells. —Charlie tosió con el fin de cubrir el aumento de la extraña sensación que
brotaba en él y después la liberó con una sonrisa—. Eres una buena chica.
Se dio la vuelta para poder mirar por el pasillo que conducía al altar, donde Edward
estaba parado nerviosamente con su hermano y su cuñado. Los tres hombres estaban
vestidos con esmoquin negro Armani, con camisas blancas almidonadas. Sin embargo,
Emmett y Jasper habían evitado la elección de Edward de pajaritas, en favor de los regulares
porque las pajaritas eran, como Emmett lo dijo: “para los hombres viejos, jóvenes
republicanos o profesores”.
—¿Estás segura de esto? —le preguntó Charlie a su hija—. Si tienes alguna duda en
absoluto, voy a llamar a un taxi y llevarte a casa ahora mismo.
Bella se echó a reír.
—No, papá. Edward puede no ser perfecto, pero es perfecto para mí. Pertenecemos
juntos.
—Yo le dije que esperaba que cuidara a mi niña. Que si él no estaba preparado para
hacer eso, tendríamos un problema. Él dijo que si te trataba de alguna forma menos que el
tesoro que eres, que yo debería ir detrás de él con mi escopeta. —Charlie sonrió—. Le dije
que eso me venía bien.
Bella se rio y negó con la cabeza.
—Está bien, entonces. Vamos a hacer esto. —Charlie ofreció su brazo de Bella y asintió
con la cabeza a las damas de honor para comenzar el procesional con la tonada de J.S. Bach,
Sheep May Safely Graze.

712
Cuando Bella y Charlie entraron en la Basílica, con la melodía de jesu, Joy of Man´s
Desiring, los ojos de Edward se concentraron con los de ella y una sonrisa amplia y
emocionada se extendió entre sus facciones. El sol de diciembre brillaba a través de las
puertas, iluminando a la novia desde atrás y le daba un aspecto como si un halo brillaba
alrededor de su cabeza velada.
Edward no podía dejar de sonreír. Sonrió durante toda la misa, incluyendo sus votos
de adorar a su esposa y la interpretación de las selecciones de Sleepers Awake de Bach y de
Mozart, Exsultate, jubilate de una soprano solista.
Después de la ceremonia, colocó los dedos temblorosos en el velo de Bella y lo levantó
con cuidado sobre su rostro. Enjuagó los pulgares por debajo de sus ojos, limpiando las
lágrimas de felicidad que había derramado, y la besó.
El beso fue suave y casto, pero lleno de promesas mientras el hambre del uno al otro
crecía. Posteriormente, esposo y esposa desaparecieron en la iglesia inferior y bajaron a la
cripta.
No habían planeado hacerlo. De alguna manera, con las manos entrelazadas, se
encontraron a pie frente a la tumba de San Francisco pasando unos minutos a solas.
En la oscuridad silenciosa de la cripta, donde Edward tuvo su experiencia inefable
meses atrás, se arrodillaron para orar. Cada uno en silencio agradeció a Dios por el otro, por
las muchas bendiciones que Él les había dado, por Esme y Maia, por sus padres y hermanos.
Cuando finalmente Edward se levantó y encendió una vela, cada uno de ellos le pidió a
Dios una bendición más. Un pequeño milagro de la fastuosidad de su gracia. Mientras
terminaban sus oraciones, una extraña pero reconfortante paz los envolvió alrededor como
una manta caliente.
—No llores, dulce chica —susurró Edward mientras le tomaba la mano para ayudarla a
levantarse. Limpió sus lágrimas y luego besó sus mejillas—. Por favor, no llores.
—Estoy tan feliz —, dijo, sonriéndole—. Te amo tanto que duele.
—Es lo mismo para mí. Me sigo preguntando cómo sucedió esto. ¿Cómo pude
encontrarte de nuevo y convencerte de convertirte en mi esposa?
—El cielo nos sonrió.
Ella se acercó a besar a su marido al lado de la tumba de San Francisco, sin vergüenza,
sabiendo que sus palabras habían sido dichas sinceramente.

-
Todo lo que Bella sabía de la luna de miel era que Edward había planeado todo y que
él quería que fuera una sorpresa.
Después de la cena de la boda, pero antes de que el baile hubiese terminado, él la
apartó hacia un lado, deseoso de irse. Se cambiaron a su ropa de viaje, un traje oscuro para
Edward y un vestido púrpura de Bella, y luego se sentaron uno al lado del otro en un coche
con chófer que había organizado.
No condujeron durante mucho tiempo.
Pronto el coche estaba subiendo por un camino que conducía a una villa cerca de Todi.
La misma villa que Edward había alquilado cuando visitaron Italia el año anterior.
—¿Es…? —Le preguntó ella, tan pronto como vio a la casa.
—Sí, mi amor. —Le besó la parte posterior de su mano mientras la ayudaba a salir del
coche. Luego la llevó en sus brazos y la cargó a través del umbral.
—¿Estás decepcionada? Pensé que preferirías un poco de tranquilidad para nosotros,
pero si no es así, podemos ir a Venecia o Roma. Te llevaré a donde quieras ir. —La besó
profundamente y luego la puso sobre sus pies.
—No, Edward. Esto es perfecto. Me alegro de que hayas decidido traernos aquí.
Ella le echó los brazos alrededor de su cuello y lo besó violentamente.
Eventualmente, él se alejó con una sonrisa.

713
—Creo que vamos a tener que suspender los besos, al menos hasta que haya tenido la
oportunidad de llevar nuestro equipaje arriba. ¿Tienes hambre?
Bella sonrió—. Yo podría comer.
—Entonces, por qué no ves si hay algo tentador en la cocina, y me reuniré contigo un
momento.
Ella se inclinó hacia adelante con una mirada diabólica en su rostro.
—La única cosa en la cocina que me tentaría serías tú… encima de la mesa de la
cocina...
Su sugerencia sensual se remontaba a su visita anterior, cuando habían bautizado esa
mesa varias veces. Con un gemido profundo, él rápidamente llevó las maletas arriba, como si
alguien lo persiguiera.
En la cocina, Bella encontró que la despensa estaba completamente equipada, así como
el refrigerador. Se rio cuando vio varias botellas de jugo de arándano en fila en el mostrador,
como si estuvieran esperando por ella.
Acababa de abrir una botella de vino blanco y terminado de preparar un plato de
queso, cuando Edward regresó.
Él parecía años más joven mientras corría a la cocina, incluso como un niño, con sus
ojos brillantes y su expresión alegre. Observó cómo se pasaba los dedos por el cabello y
sonreía.
—Esto se ve delicioso. Gracias. —La besó en la mejilla y se sentó a su lado, mirando a
la mesa de cocina significativamente—. Pero tengo que decir que prefiero que nuestra
primera vez ocurra arriba en la cama que en esta mesa.
Bella sintió que su piel se sonrojaba.
—Esta mesa guarda muy buenos recuerdos para mí —, dijo.
—Para mí también. Pero tenemos mucho tiempo para hacer otros nuevos. Mejores. —
Él le dio una mirada candente.
Ella sintió los aleteos de deseo aumentar.
—¿Fue la boda todo lo que deseabas? —Él la miró con ansiedad, vertiendo dos vasos
de vino.
—Fue mejor. La misa, la música... tener la boda en la Basílica fue increíble. Me sentía
tan en paz allí.
Edward asintió, porque se había sentido igual.
—Me alegro de que solo invitaramos a la familia y amigos cercanos. Lamento no haber
tenido mucha oportunidad de hablar con Katherine Picton, aunque te vi bailando con ella
dos veces. —Bella pretendió sentirse ofendida.
Él la miró con fingida sorpresa—. ¿En serio? ¿Bailé con ella dos veces? Eso es bastante
impresionante para una septuagenaria. Me sorprende que hubiese podido seguirme el ritmo.
Bella puso sus ojos en blanco por su elección pretenciosa de adjetivos.
—Tú bailaste con Carlisle dos veces, querida. Supongo que estamos iguales.
—Él es mi padre ahora, también. Y es un excelente bailarín. Muy elegante.
—¿Mejor que yo? —Edward fingió celos.
—Nadie es mejor que tú, querido. —Se inclinó para besar alejando su puchero—.
¿Crees que alguna vez se casara de nuevo?
—No —respondió Edward rápidamente.
—¿Por qué no?
Tomó la mano en la suya y la llevó a su boca para poder besarla, y luego le acarició los
nudillos suavemente, uno a uno.
—Porque Esme era su Beatrice. Y cuando has experimentado un amor como ese,
cualquier cosa menos que esa parecería solo una sombra. —Sonrió con tristeza—. Por
extraño que parezca, fue lo mismo en el libro favorito de Esme, una severa misericordia.
Sheldon Vanauken nunca volvió a casarse después de la muerte de su esposa.

714
Bella consideró sus palabras en silencio.
—Eso es lo que siento por ti, Isabella. Dante perdió Beatrice cuando ella tenía
veinticuatro años y él pasó el resto de su vida en duelo. Si yo te perdiera, sería lo mismo para
mí. Nunca habrá nadie más. Nunca —enfatizó, con una mirada feroz pero amorosa en sus
ojos.
—No me vas a perder —, protestó ella.
—Tienes razón. Yo no te voy a perder. Incluso si estamos separados en esta vida,
vamos a estar juntos por toda la eternidad. En el Paraíso.
Bella parpadeó para contener las lágrimas con valentía, porque no quería empezar su
noche de bodas llorando. Pero lo que acababa de decir le tocó profundamente.
—Me pregunto si mi padre se casará de nuevo. —Ella cambió de tema.
—¿Te molestaría si lo hiciera? —Observó la reacción de Bella con cuidado.
Ella se encogió de hombros—. No, tomaría algún tiempo para acostumbrarse, pero me
alegro de que él esté saliendo con alguien agradable. No ha tenido mucha suerte en el
departamento de romance y me gustaría que fuera feliz. Me gustaría que tuviera a alguien
con quien envejecer.
—Tengo muchas ganas de envejecer contigo —, dijo Edward.
—Yo también.
Marido y mujer intercambiaron una mirada y entonces acabaron su merienda tardía en
relajada quietud. Después, Edward se levantó y le tendió la mano.
—No te he dado los regalos de boda, aún.
Ella tomó su mano y sus dedos tocaron su anillo de boda de platino—. Pensé que
nuestros regalos eran nuestros anillos y las inscripciones dentro de ellos: Yo soy de mi amado y
mi amado es mío.
—Hay más. —Él la llevó a la chimenea y se detuvo.
Cuando entraron en la casa, Bella no se había dado cuenta que la obra de arte que
colgaba sobre la chimenea antes había sido removida. En su lugar estaba una pintura al óleo
grande e impresionante de un hombre y una mujer en un apasionado abrazo.
—Es hermoso.
Edward se quedó callado.
Ella dio un paso más cerca de la pintura, paralizada por la imagen conmovedora.
Las figuras masculinas y femeninas se envolvían alrededor de la otra, el hombre estaba
desnudo hasta la cintura y ligeramente por debajo de la mujer como si estuviera arrodillado
a sus pies, su cabeza apoyada en su regazo. La figura femenina estaba
inclinada hacia delante, desnuda y envuelta descuidadamente en lo que parecía ser una
sábana, agarrando la espalda del hombre y los lados y apoyando la cabeza entre sus
omóplatos. Siendo sincero, era difícil saber dónde el cuerpo de él comenzaba y el de ella
terminaba, tan entrelazados como estaban, casi como un círculo. La necesidad y la
desesperación saltaban fuera del lienzo, como si la pareja acabara de reconciliarse después de
una pelea o se encontraran uno al otro después de una ausencia prolongada. O más
probablemente, estaban saciados de amor y estaban enredaros, desnudos, no queriendo y no
pudiendo ser separados.

(Pintura de Laura Blank, At Last)

715
Era una pieza realmente conmovedora, pero había más. Mucho más.
—Somos nosotros —, susurró Bella mientras parpadeaba en estado de shock.
El rostro del hombre estaba oculto parcialmente por el regazo de la mujer, su boca
presionada contra su muslo desnudo. Pero era la cara de Edward y su pelo rebelde, de eso no
cabía la menor duda. El rostro de la mujer era de Bella, los ojos cerrados en felicidad, con una
pequeña sonrisa jugando en el borde de sus labios carnosos mientras observaba al
espectador. Ella se veía contenta, feliz, incluso.
—Pero, ¿cómo?
Él se puso de pie detrás de ella y puso sus brazos alrededor de sus hombros—. Yo posé
para el artista y le entregue fotografías de ti.
—¿Fotografías?
Se inclinó para besar el costado de su cuello—. ¿No reconoces tu postura? Es un
estudio de algunos de las fotos que te tomé en Belice. ¿Te acuerdas de la mañana siguiente
que usaste el corsé, por primera vez? Estabas acostada en la cama...
Los ojos de Bella se abrieron por el recuerdo.
—¿Te gusta? — El tono por lo general seguro de Edward sonaba sorprendentemente
incierto—. Quería algo… ah… personal, para conmemorar la boda.
—Me encanta. Es hermoso. Solamente estoy sorprendida.
Su cuerpo se relajó.
—Gracias, Edward. —Ella tomó su mano y presionó suavemente los labios a su
palma—. Es un regalo precioso.
—Me alegra que te guste. Pero hay otra pequeña cosa.
Él la liberó y se acercó a la repisa de la chimenea con el fin de recuperar una manzana
de oro bastante familiar.
—¿Cómo llegó eso aquí? —Bella sonrió.
—Ábrela, señora Masen.
Levantó la tapa y encontró una gran y antigua llave arriba de la parte interior de
terciopelo rojo.
Encontró los ojos de Edward con curiosidad—. ¿Una llave mágica? ¿Para un jardín
secreto? ¿O para un armario que conduce a Narnia, profesor?
—Muy graciosa. Ven conmigo. —Le agarró la muñeca y la llevó a sus labios,
temblorosos sobre su piel.
—¿A dónde vamos?
—Ya lo verás.
Él la llevó por la puerta principal, cerrándola detrás de ellos. Estaban de pie en el
porche, rodeados de oscuridad que estaba iluminada sólo por las luces que colgaban de las
paredes de piedra.
—Prueba la llave.
—¿Qué? ¿Aquí?
—Solamente pruébala. —Edward se echó hacia atrás sobre sus talones, tratando de
ocultar su ansiedad repentina.
Bella colocó la llave en la cerradura y la giró. Oyó el bloqueó ceder y luego con un
movimiento de su muñeca, la destrancó y la puerta se abrió.
—Gracias por volverte mi esposa —, susurró—. Y bienvenida a casa.
Ella parpadeó en la puerta ahora desbloqueada confundida.
—Es tuya, cariño. La propiedad completa es mi regalo de boda para ti.
—Edward, no com...
—Fuimos felices aquí —, dijo en voz baja—. Yo quería que tuviésemos un lugar donde
pudiéramos escapar a algún lugar con... buenos recuerdos. —Alargó la mano hasta tocar
ligeramente el brazo—. Podemos pasar nuestras vacaciones aquí cuando no estemos en

716
Forks. Podrías escribir tu tesis de doctorado aquí, si lo deseas. Aunque tendría que
acompañarte. No podría soportar estar separado de ti por más de un día.
Bella se abalanzó sobre él y lo besó profundamente, dándole las gracias una y otra vez
por su generoso regalo.
Permanecieron allí durante varios minutos, disfrutando el tacto del uno hacia el otro,
sus latidos acelerados.
Sin romper el beso, él la levantó y con un grito de triunfo, la llevó al interior de la casa
y por las escaleras hasta el dormitorio principal.
Le fue difícil desprenderse de ella una vez que estaba en sus brazos, pero la liberó,
retorciéndola en círculo y admirando la forma en que la falda de su vestido púrpura se
movía mientras ella se doblaba.
—Creo que te debo algo.
—¿Y qué es eso? —Bella se rio mientras Edward se apretaba contra su espalda.
Metió la mano por encima del hombro para susurrarle—. Sexo de reconciliación.
El tono de su voz le puso la piel de gallina.
Él frotó las manos arriba y abajo de sus brazos desnudos—. ¿Tienes frío?
—No. Solamente… excitada.
—Excelente. —Él apartó su cabello hacia un lado de modo que sus labios pudieran
encontrar su cuello y comenzó a llenarla de besos—. Y para que lo sepas, tengo mucho para
compensar. De hecho, creo que me va a llevar toda la noche.
—¿Toda la noche? —preguntó Bella, tosiendo un poco.
—Toda la noche y la mañana.
Ella ya había comenzado a fundirse en su abrazo en el momento en que él se retiró,
presionando su boca y la lengua con entusiasmo en la curva de su hombro antes de dejarla ir.
—Mientras te alistas para la cama quiero que piense en todas las maneras en que voy a
complacerte.
Trazó un solo dedo a través de su escote en forma de promesa antes de liberarla con un
guiño provocador.
Bella tomó su ropa interior de su equipaje y se metió en el baño.
Cuando fue a comprar algo para ponerse en su noche de bodas, había estado
intimidada. Edward ya conocía su cuerpo desnudo. Ella no estaba segura de cuál elegir que
él no hubiese visto antes. Quería algo especial. Algo elegante.
En una pequeña tienda en la calle Newbury, había encontrado exactamente lo que
estaba buscando… un vestido largo color Merlot de seda satinada con un escote profundo en
V. Pero la joya de la corona eran los cordones cruzados en la espalda, que
caían a un nivel casi indecente. Eligió el vestido a sabiendas de que él estaría encantado de
deshacerla.
En más de un sentido.
Dejó su cabello recogido y pintó sus labios con un toque de brillo escarpados antes de
ponerse los tacones de aguja negros de Dolce y Gabbana que había comprado para su luna
de miel. Y después abrió la puerta del baño.
Edward estaba esperando.
Había llenado el dormitorio principal de luces de velas perfumadas con madera de
sándalo y Bella podía escuchar la música suave sonando. Era una lista de reproducción
diferente de la que habían disfrutado antes, pero igual le gustaba.
Se dirigió hacia ella en su camisa blanca y pantalones de vestir, la camisa fuera del
pantalón y se desabrochada casi hasta la cintura, sus pies descalzos. Él extendió la mano y
ella se unió a él, serpenteando sus brazos alrededor de su espalda.
—Estás exquisita —, murmuró, con las manos casi temblando mientras trazaba la piel
desnuda que se asomaba a través de sus cordones—. Casi me había olvidado de lo
encantadora que eres a la luz de las velas. Casi, pero no del todo.

717
Ella sonrió contra su pecho.
—¿Puedo? —Él tocó su cabello recogido y ella asintió.
Un hombre menor hubiera sacado las horquillas de una sola vez, si hubiese podido
encontrarlas, perdiendo los estribos rápidamente para poder pasar a otra cosa. Algo más
atractivo.
Pero Edward no era un hombre menor.
Cuidadosamente, peinó sus largos dedos por el cabello hasta que se posó en una
horquilla y luego con cuidado la deshizo, dejando abajo un solo rizo. Repitió este
procedimiento hasta que el cabello de Bella cayó como las olas contra sus pálidos hombros y
su cuerpo estaba lleno de deseo.
Él le ahuecó las mejillas y miró fijamente sus ojos.
—Dime lo que deseas, mi amor. La noche es tuya. Estoy a tus órdenes.
—No hay órdenes. —Bella probó sus labios dos veces—. Solamente muéstrame que me
amas.
—Isabella, te amo con los cuatro amores. Pero esta noche es una celebración del eros.
Edward recorrió sus hombros desnudos con besos urgentes, acalorados antes de
pararse detrás de ella y acariciar la piel expuesta de su espalda.
—Gracias por tu regalo.
—¿Mi regalo?
—Tu cuerpo, envuelto seductoramente únicamente para mí. —Hizo una pausa
mientras sus ojos recorrían hasta sus pies—. Y tus zapatos. Sin duda, después de un largo
día, deben ser incómodos.
—No me había dado cuenta.
Él comenzó a jugar con los diamantes en las orejas—. ¿Y por qué es eso, mi amor?
—Porque todo lo que puedo pensar es en hacer el amor contigo.
—No he pensado en casi nada más durante días. Durante semanas. —Edward respiró
hondo y comenzó a pasar las manos arriba y abajo de sus brazos desnudos—. ¿Está mal de
mí estar orgullosos del hecho de que no has tenido otros amantes? ¿Qué yo fui el primero?
¿Y a partir de hoy, el último?
Bella no podía comenzar a responder a sus preguntas, sobre todo porque toda su
concentración estaba centrada en la sensación de sus manos sobre su piel.
—Soy el único hombre en verte desnuda en toda tu gloria y que conoce los sonidos que
haces cuando estás complacida. Tu cuerpo me reconoce, Isabella. Conoce mi toque.
Empezando con su espalda bajo, él deshizo el lazo, deslizando los cordones de satín
con esmero a través de sus dedos.
Bella se estremeció.
—¿Te estoy haciendo sentir nerviosa? —Edward se inclinó para levantar su barbilla
hacia un lado para que pudiera ver a su perfil.
—Ha pasado un tiempo…
—Voy a tomar eso como un sí. No te pongas nerviosa, cariño, me voy a tomar mi
tiempo Las... ah… más vigorosas actividades vendrá más tarde, después de que estemos lo
suficientemente reencontrados. —Señaló la nariz en la dirección de un espacio en blanco
pared y Bella se estremeció.
Poco a poco, abrió los cordones hasta que su espalda estaba completamente expuesta.
Luego puso las palmas de sus manos planas contra su piel y se puso a acariciarla de arriba
hacia abajo.
—Ardo por ti, Isabella. Todos estos meses he esperado, esperado para llevarte a la cama,
para conocer tu cuerpo una vez más.
Le dio la vuelta para que ella lo estuviera mirando y sin ceremonia empujó a los
tirantes de su camisón hacia abajo por sus brazos. Sus ojos siguieron la seda susurrante
mientras se deslizaba por su forma antes de caer al suelo.

718
Ella se paro delante de él desnuda, ruborizándose ligeramente, con las manos en los
costados.
—Magnifica —, susurró, sus ojos hambrientos valorando cada centímetro de su cuerpo
lentamente.
No contenta con ser el centro de atención, dio un paso hacia él y empezó a
desabrocharle la camisa. Ella la apartó por los hombros y apretó su boca con impaciencia en
su tatuaje, mordiendo y besando a través de sus pectorales antes de hacer el trabajo por
debajo de sus pantalones.
Pronto él estaba desnudo, también, y ella vio la evidencia de su considerable
excitación.
Él se movió para besarla, pero ella lo detuvo.
—Mereces ser adorado, también —, dijo. Y luego, con dedos temblorosos ella empezó
con su cabello a explorar su cuerpo, rindiendo homenaje con los dedos y los labios. Su rostro,
su boca, su mandíbula, sus hombros, su pecho esculpido y los músculos abdominales. Sus
brazos y los muslos y...
Él le tomó la mano antes de que pudiera envolverla alrededor de él y la besó una vez
más, susurrando dulces palabras contra su boca. Palabras de devoción en italiano que
reconoció como provenientes de la pluma de Dante.
La cargó y la llevó a la cama grande, con dosel, donde la sentó justo en el borde. Luego
se arrodilló en el suelo delante de ella.
—¿Por dónde debo empezar a adorarte primero? —preguntó él, sus ojos ligeramente
oscurecidos, mientras sus manos viajaban a través de su estómago plano y por sus muslos—.
Dime.
Bella inhaló rápidamente y negó con la cabeza.
—¿Debería empezar aquí? —Se inclinó hacia adelante para localizar sus labios con la
más mínima punta de la lengua—. ¿O aquí? —Le acarició los pechos antes de colocarlos en la
boca, lamiendo y jugando con ellos.
Ella cerró los ojos y contuvo el aliento ante la sensación.
—¿O por aquí? — Su dedo lentamente rodeó su ombligo antes de que ondeara su boca
a través de su abdomen.
Ella gimió y tiró de su cabello—. Todo lo que quiero es a ti, Edward.
—Entonces tenme.
Ella lo besó y él respondió disfrutando de su boca lentamente, marcando un ritmo
lánguido suave.
Cuando sintió que los latidos de su corazón aceleraban, él tomó su pie izquierdo en la
mano y comenzó a quitarle los zapatos.
—¿No quieres que los use? —preguntó ella, mirándolo—. Los compré para ti, para esta
noche.
—Vamos a guardarlo para más adelante, cuando bauticemos la pared... —La voz de
Edward era un susurro, ronca.
Poco a poco le quitó los zapatos y pasó unos momentos masajeando sus pies,
prestando especial atención a sus arcos. Entonces la empujó hacia el centro de la cama y se
sentó a su lado.
—¿Confías en mí, Isabella?
—Sí.
Él le dio un suave beso en los labios—. He esperado mucho tiempo para oírte decir eso
y saber que lo dices de verdad.
—Por supuesto que lo digo en serio, Edward. El pasado está detrás de nosotros.
—Entonces vamos a recuperar el tiempo perdido.
Con ternura, él comenzó a usar sus manos para tocar y jugar, sus movimientos
deliberados, pero apasionados. Y entonces añadió su boca, mordiendo y chupando con la

719
melodía de sus suspiros. Su corazón se llenó de alegría por sus sonidos y la forma en que su
cuerpo se retorcía de lado a lado con su toque.
Cuando sus manos se movían arriba y abajo de la espalda con urgencia, y finalmente
llegaron a descansar en su parte trasera, se colocó encima de ella, llevando su cuerpo en una
alineación perfecta como una danza celestial.
Mirándola sin pestañear comenzó a susurrar—: He aquí, que hermosa eres amor mío, tus
ojos son dos palomas escondidas... tus labios son como hilo de grana, y tu habla hermosa.
Bella llegó a presionar a sus labios antes de responderle—: Reanímame con manzanas,
porque me muero de amor. Ven a tu jardín, amado mío, Y prueba sus deliciosos frutos*.
Edward se movió de modo que sus narices estuviera separaros por centímetros—. ¿Me
estás invitando adentro, mi amor?
Bella asintió con la cabeza mientras un rayo de calor se desplazaba por la superficie de
su piel.
—Mi esposo hermoso. Mi alma gemela.
—Mi ángel de ojos marrones. Ábrete para mí... mi amor, mi paloma.
Su lengua jugaba con su boca, sus cuerpos fundidos en uno otro y pronto fueron uno,
sus suspiros colectivos amortiguados por los dientes y la lengua.
El ritmo de Edward era lento al principio, como el paciente sonido de las olas en una
playa. Él quería que esta experiencia durara para siempre, porque en ese momento, mientras
miraba a los ojos muy abiertos y amorosos de su esposa, se dio cuenta de que sus
experiencias anteriores, emocionantes como fueron, palidecían en comparación con la
sublimidad de su actual conexión.
Ella era hueso de sus huesos y carne de su carne. Ella era su alma gemela y su esposa y
lo único que quería era darle alegría.
Fue consumido por su adoración a esa mujer.
Bella trazó sus cejas, arrugadas como estaban por la concentración, sus ojos ahora
cerrados con firmeza.
—Me encanta esa expresión —, murmuró.
—¿Qué expresión?
—Tus ojos cerrados, las cejas fruncidas, los labios apretados... solamente te ves así
cuanto… llegas al orgasmo.
Él abrió los ojos y vio las chispas en sus profundidades verdes.
—¿Ah, sí, señora Masen?
Se mordió el labio y asintió—. He extrañado esa expresión. Es… impresionante.
—Me halagas. —Edward desvió la mirada, un poco avergonzado.
—Quiero tener un cuadro o una fotografía de esa cara.
Él frunció el ceño juguetón—. Creo que algo así podría ser un poco demasiado.
Bella se rio de él.
—Y esto viene de un hombre que decoró su habitación con fotografías de desnudos de
sí mismo.
—Ya no más, querida. Las únicas fotografías desnudas en mi habitación son tuyas, mi
mujer exquisita.
Su ritmo aumento, tomando a Bella por sorpresa.
Mientras ella jadeaba a su placer, Edward hundió el rostro en su cuello.
—Eres tan atractiva. Tu cabello, tu piel. Tu olor.
—Tu amor me hace hermosa.
La besó en la boca con avidez—. Entonces déjame amarte para siempre.
Ella arqueó la espalda—. Sí, para siempre. Por favor.
Edward sonrió contra su piel y se movió a ritmo acelerado, con los labios jugando en
___
* Cantares 1—4, John 3:16.

720
su cuello, chupando y llevando la piel ligeramente a su boca.
En respuesta, sus manos se aferraron a sus caderas, empujando y tirando de él hasta
que estuvo cerca, muy cerca.
—Abre los ojos —, jadeó, moviéndose con mayor rapidez.
Bella miró a los ojos oscuros pero tiernos de su marido, tan vivos con pasión y
verdadero afecto.
—Te amo —, gritó ella, abriendo los ojos y luego cerrándolos cuando una gran ola de
placer la superó.
Esta vez, Edward no cerró los ojos mientras fruncía el ceño concentrado.
—Isabella... Te amo —suspiró con cada movimiento, cada deslizamiento de la piel
contra la piel desnuda, hasta que ambos estuvieron saciados y quietos.

-
Poco antes del amanecer, Bella se despertó con un sobresalto.
Su apuesto marido estaba a su lado, su cara de niño dormido. La cara del hermoso
joven que conoció en el porche trasero de Esme. Suavemente trazó sus cejas y rastrojos de su
mentón, un tremendo sentimiento de amor fluyó a través de ella. Una enorme sensación de
satisfacción y alegría.
Sin ánimo de molestarlo, se deslizó fuera de su cama. Recogió su camisa descartada en
el suelo y se la puso con cuidado antes de caminar en puntillas por la habitación y salir al
balcón.
La tenue luz bordeaba desde el horizonte, sobre las suaves colinas del paisaje de
Umbría. El aire era frío, demasiado frío para estar afuera en otra cosa que una tina de agua
caliente, pero la vista era indeciblemente hermosa y ella sentía la necesidad de beber en su
belleza. Sola.
Su corazón estaba tan lleno que temía que fuera a estallar. Lágrimas de alegría
escaparon de sus ojos y bajaron por sus mejillas.
Al crecer, se sintió tan indigna de tener satisfechos sus deseos más profundos, de ser
amada absolutamente. No se sentía de esa manera ya. Y esta mañana las expresiones de
gratitud brotaban de su alma, flotando hacia el cielo mudo.
Edward estiró su mano hacia el lado de la cama de Bella, pero únicamente encontró la
almohada. Le tomó un momento para estar completamente despierto, agotado como estaba
la noche anterior y las actividades de principios de la mañana.
Habían hecho el amor al menos seis veces, por su cuenta. Y tomado turnos para adorar
el cuerpo del otro con su boca y manos.
Sonrió para sí mismo. Todos sus temores y ansiedades parecían haberse desaparecido.
¿Fue simplemente porque estaban casados ahora? ¿O era porque había pasado
suficiente tiempo que ella sabía fuera de toda duda que no iba a sacar provecho de ella?
Él no lo sabía. Pero estaba contento porque le ha complacido. Y cuando ella se entregó
a él de una manera que nunca había sido capaz antes, atesoró ese regalo, a sabiendas de que
se dio por amor y absoluta confianza.
Sin embargo, despertar en una cama vacía le ponía nervioso. Así que en lugar de
complacerse en estas meditaciones silenciosas, rápidamente se fue en busca de su amada.
No pasó mucho tiempo para que la encontrara.
—¿Estás bien? —la llamó cuando salió al balcón.
—Estoy maravillosa. Soy feliz.
—Vas a coger una neumonía —, le criticó, quitándose su bata, y envolviéndola
alrededor de ella.
Se volvió para darle las gracias y se dio cuenta que estaba desnudo—. Tú también.
Él negó con la cabeza y sonrió, colocándose delante de ella y abriendo la bata, para que
los envolviera a ambos.

721
Ella suspiró por la sensación placentera de sus cuerpos desnudos apretados juntos y
apoyó la cabeza contra su pecho.
—¿Fue todo… a tu gusto? —La voz de Edward era vacilante mientras le frotaba la
espalda a través de la bata.
—¿No pudiste darte cuenta?
—No conversamos mucho, si recuerdas. Tal vez te mantuve despierta hasta demasiado
tarde. Sé que nos estábamos reconciliando, pero...
—Edward, estoy bien. Un poco fuera de práctica, pero deliciosamente agotada. —Se
ruborizó—. Ayer por la noche fue incluso mejor que nuestra primera vez juntos. Y
ciertamente, como lo pusiste, más vigoroso.
Él se rio entre dientes—. Estoy de acuerdo.
—Hemos pasado por muchas cosas, me siento como si nuestra conexión es más
profunda. —Ella le acarició el hombro con la nariz—. Y no tengo que preocuparme sobre que
desaparezcas.
—Yo nunca te dejaré —, susurró—. Y siento la conexión, también. Es lo que quería. Es
lo que mereces. Cuando te toco, cuando te miro a los ojos, veo nuestra historia y nuestro
futuro. —Hizo una pausa y levantó su rostro para poder verla mejor—. Es impresionante.
Bella le dio un beso con delicadeza y luego se pegó más en sus brazos.
—Pasé mucho tiempo en las sombras. —La voz de Edward se llenó de emoción—.
Tengo muchas ganas de estar en la luz. Contigo. Siempre.
Ella puso una mano en cada lado de la cara, lo que le obligó a verla.
—Estamos en la luz ahora. Y te amo.
—Como yo te amo, Isabella. Soy tuyo para esta vida y la siguiente.
La besó en los labios una vez más, y luego la llevó de vuelta al dormitorio.

Fotografía de la Iglesia Superior de la Basilica de San Francisco


de Asis.

La manzana dorada del Profesor Masen que estaba en el


escritorio de su estudio, al lado de las ilustraciones.

722
El Hotel Fairmont en Seattle.

El anillo de compromiso de Bella.

El vestido de novia de Bella. Diseñado por Monica Lhuillier,


estilo: Katya.

El link del esmoquin de Edward.


http://www.armanicollezioni.com/index.jsp?language=en&site=AC&movieSession=
armani_collezioni.swf&audio=acceso

La casa de invitados.

La villa que Edward compró en Umbría cerca de Tori www.lasegreta.com/

Diana Krall – Look Of Love http://www.youtube.com/watch?v=it1NaXrIN9I

Peggy Lee – Fever http://www.youtube.com/watch?v=JGb5IweiYG8

Mozart – Alleluia http://www.youtube.com/watch?v=tv8RVxOPAe4

723
J.S. Bach – Sheep May Safely Graze
http://www.youtube.com/watch?v=TYjqnlc7MRw&feature=related

J.S. Bach – Sleepers, Awake! http://www.youtube.com/watch?v=b8MpkPbaWXg

Bach – Jesu, Joy Of Man‘s Desiring http://www.youtube.com/watch?v=FwWL8Y-qsJg

Ray Charles & Diana Krall – You Don‘t Know Me


http://www.youtube.com/watch?v=NmrVOuMVvGM

Peter Gabriel – The Book Of Love (Cover Version)


http://www.youtube.com/watch?v=6nZGv8VTBVE&feature=related

Magnetic Fields – The Book Of Love http://www.youtube.com/watch?v=jkjXr9SrzQE

Sting – I Burn For You http://www.youtube.com/watch?v=JjRtBXMoYJ0&feature=fvw

Jill Sobule – Rock Me To Sleep http://www.youtube.com/watch?v=aBzUQ0B8YoE

La cita de Edward es “Mujer Virtuosa” pasajes del proverbio 31. La otra cita es de
canciones de canciones.

724
Epilogo. Primero.

Cerca de Burlington, Vermont.


Diciembre 2010.
Peter estaba acostado despierto en la casa de sus padres mirando al techo.
Bella iba a casarse con él. En esta hora mañana, ella ya estaría casada.
Él no lo podía creer.
Después de todo lo que él le había hecho pasar... después de todo su puto
paternalismo, y la mierda de controlador anal. Ella lo recibió a él de vuelta. Peor que eso…
no simplemente lo recibió a él de vuelta; estaba casándose con él.
Jodedor de estudiantes.
Peter se puso de costado y gimió, mirando a la deriva al viejo poster de Goo Goo Dolls
en su pared. Pensó vagamente de su canción Iris y luego cerró los ojos.
¿Por qué?
¿Por qué los buenos siempre terminaban en último lugar?
¿Por qué los Masen del mundo siempre conseguían a la chica?
No hay justicia en el universo.
Ella dijo que había cambiado, pero realmente, ¿cuánto podría cambiar un hombre en el
espacio de un año o menos?
Peter volvió a gemir y trató de irse a dormir, ignorando el peso que presionaba sobre
su pecho como un yunque.
A la mañana siguiente estaba ocupado en la granja. Peter estaba trabajando con los
hombres adicionales que había contratado, cuando su padre entró en el hospital. A pesar de
la recuperación de su padre, los médicos le habían ordenado que se abstuviera de
la realización de trabajo manual.
Caminando de regreso a la casa de la granja a las ocho de la mañana, Peter estaba listo
para el desayuno. Hacía frío y el viento silbaba a través de los árboles que un antepasado
Norris había plantado como una barrera contra el viento alrededor de la gran casa de campo.
Incluso Max, el collie de la familia vecina, tenía frío. Corría en círculos alrededor de las
piernas de Peter, ladrando al viento y la nieve y pidiendo a gritos que lo dejaran entrar a la
casa.
Un par de faros viajaron por el largo camino en coche desde la carretera principal,
deteniéndose a centímetros de los pies de Peter. Él reconoció el coche de inmediato… un
newish verde lima Volkswagen escarabajo. También reconoció la conductora mientras abría
la puerta y sacaba su pie vestido de Ugg tras otro en la calzada recién arada.
—Hola —, le gritó a él, saludando—. Traje café de Dunkie.
Peter miró a sus manos y vio que llevaba una bandeja que tenía tres grandes cafés de
Dunkin' Donuts y una bolsa que contenía golosinas misteriosas.
—Entra, está helando aquí. —Hizo un gesto con la mano enguantada hacia la casa y
siguió a Charlotte y a Max hacia dentro.
La señora Norris saludó calurosamente a Charlotte y luego desapareció de la cocina
con su café, dejando a los dos jóvenes para que hablaran.
—¿Cómo está tu papá? —le preguntó Charlotte mientras se quitaba la chaqueta de
esquí y botas antes de caminar en calcetines hacia la mesa de la cocina.
—Está mejor. —La voz de Peter era rígida cuando se sentó frente a ella aceptando su
ofrecimiento de café con gratitud—. Él sigue tratando de trabajar y mi madre sigue
diciéndole que no. Es un ciclo que nunca termina. Por lo menos no consiguió salir de la casa
esta mañana. Mamá lo descubrió a tiempo.
—Enviamos flores al hospital... —Su voz se apagó con incertidumbre.
—Las vi. Gracias.

725
Se sentaron en la cocina en silencio hasta que Charlotte extendió su mano encima de la
mesa para tomar la gran palma de Peter en la suya.
—Peter, me enteré de la boda.
Sus ojos volaron de inmediato a los de ella.
—Tu mamá le dijo a mi mamá. —Ella hizo una mueca—. No hay demasiados secretos
entre ellas.
Él negó con la cabeza pero no dijo nada.
—Para lo que vale, lo siento.
—Gracias, Char. —Le apretó la mano. Él iba a retirarla, pero se sentía bien enroscada
alrededor de la suya. Se sentía familiar y cómodo, y Dios sabía que necesitaba consuelo en
ese momento, así que la mantuvo allí.
Ella le sonrió y tomó un sorbo de su café—. Sé que esto es un mal momento. Pero
solamente quería hacerte saber que estoy aquí.
Él se removió en su asiento incómodamente y centró su mirada en su vaso de plástico.
—Gracias —, dijo con voz ronca, liberando su mano.
—¿Quieres ir al cine? —le espetó—. Quiero decir, en algún momento. Ahora no,
obviamente. —Sus mejillas se sonrojaron mientras indagaba en la expresión de Peter.
—No lo sé.
—No quiero que las cosas sean raras entre nosotros. Hemos sido amigos desde siempre
y nos prometimos mutuamente que siempre lo seriamos. —Empezó a marcar los lados de la
taza de café con la uña.
—Las cosas simplemente son… difíciles en este momento. Tengo muchas cosas en mi
mente.
Charlotte continuó arañando la superficie del vaso—. Ya lo sé. Y te prometo que no
estoy tratando de atraparte en algo. Realmente quiero ser tu amiga y quiero pasar tiempo
contigo. Sé que estás ocupado y... cosas... —Se calló con incertidumbre y comenzó a arrancar
pedazos de la taza de café y colocándolos cuidadosamente en la mesa de la cocina.
—Hey. —La mano de Peter salió disparada sobre la mesa para coger la de ella en un
medio agarre—. Tranquila.
Ella lo miró a los ojos y vio la aceptación y la bondad. Dejó escapar un suspiro largo y
lento de alivio.
—Tenemos una historia y es una buena historia. Pero no quiero saltar en una especie
de cosa de despecho. Sería demasiado fácil hacer eso contigo y eso no es lo que soy. —Se
aclaró la garganta y la miró fijamente a los ojos—. Y no es quién eres, tampoco. Mereces estar
con alguien que esté realmente enamorado de ti y no… en mitad del camino.
—La mitad de ti sería mejor que el completo de alguien más —, murmuró.
—¿Qué dices? —Le apretó la mano y la dejó ir, reorientando su atención en el café casi
agotado.
—Nada. —Se enderezó en su silla y le sonrió cálidamente—. ¿Así que vamos a ver una
película o qué? Incluso puedo llevarte a cenar a Leunig después de la función.
Peter se encontró a sí mismo sonriéndole de vuelta, y la sonrisa era genuina.
—Únicamente si me dejas llevarte a desayunar en Mirabelle.
—Maravilloso. ¿Cuándo?
—Ponte el abrigo. —Él la siguió hasta la puerta de atrás y le ayudó con su chaqueta.
Cuando estuvo a punto de caerse tratando de ponerse sus Uggs de nuevo, él se colocó de
rodillas en el piso arenoso y lleno de sal corrida y sostuvo sus botas, ofreciendo su hombro
para la estabilidad.
—La mitad de ti es mejor que el completo de cualquiera —, susurró ella, aunque solo
para sí misma.
Peter la miró y sonrió.

726
-
Dos noches antes de Navidad estaba trabajando en el granero, sumido en sus
pensamientos. Bella se había casado. Por lo menos, asumía que lo había hecho. Estaría
mintiendo si dijera que no había esperado e incluso rezado que retomaría su cordura y
cambiaría de opinión. Ella no tenía que amarlo a él… podría amar a alguien más, a
cualquiera, y él estaría feliz por ella. Ella simplemente no debería casarse con él.
—Hola.
Peter estuvo sorprendido por la voz detrás de él.
Su hermana Heather había caminado casi en silencio por el granero y ahora lo miraba
con curiosidad, con los brazos cruzados sobre su pecho.
—Hola de vuelta. ¿Qué estás haciendo aquí? —Él reconoció su presencia y después
volvió a su trabajo.
—Voy a pasar la noche aquí. Llamaron a Chris para que revisara a uno de los caballos
en la granja de Anderson. Ellos piensan que se rompió una pierna. Va a estar allí por un
tiempo así que le pedí que me dejara aquí. ¿Cómo estás?
—Bien.
—No suenas como si estuvieras bien. —Se acercó y lo miró fijamente hasta que él
encontró su mirada.
—¿Qué? Solo estoy preocupado por mis próximas entrevistas. Seis diferentes
universidades han solicitado una entrevista conmigo en la reunión de la Asociación de
Lenguas Modernas en enero. Eso es mucha presión.
—Por supuesto.
Heather frunció la nariz con escepticismo.
Él se encogió de hombros—. Tengo una entrevista con la Universidad St Mike.
Realmente me gustaría ese trabajo. Porque entonces podría ayudar a papá en los fines de
semana.
Ella lo miró sorprendida.
—Esas son grandes noticias. Felicitaciones. Mamá no mencionó eso.
Ella ladeó la cabeza hacia un lado y escuchó la música que se reproducía en el fondo.
Era un cover de In the Sun y Peter estaba escuchándolo repetidamente, una y otra vez, el
sonido melancólico llenaba el granero.
—Si estás entusiasmado con las perspectivas de tu trabajo, entonces, ¿por qué diablos
estás escuchando esta música? Caray, Peter. Estoy lista para cortarme las venas ya y acabo de
llegar.
Él la miró y comenzó a caminar hacia la dirección opuesta.
Ella corrió tras él como un potro impaciente.
—Me encontré con Charlotte el otro día en Hannaford.
—Mm-hmm.
—¿Por qué no la invitas a salir?
Él soltó un bufido.
—Porque terminamos.
—Sí, ¿y qué? Ella no está viendo a nadie y tú tampoco. Chris quiere ir a snowboard en
Stowe para Año Nuevo. Va a alquilar un lugar allá arriba para que no tengamos que ir y
venir. ¿Por qué no invitas a Char y vamos los cuatro? Será como en los viejos tiempos.
—Esa no es una buena idea.
Heather extendió su mano y cogió el brazo de su hermano, deteniéndolo a mediados
de movimiento—. Sí, lo es. Somos todos amigos. No es una gran cosa. Pídeselo.
—No podemos dejar a mamá aquí sola.
—Sí, podemos. Es por eso que contrataste la ayuda adicional. Virgilio. —Ella le dio un
tirón en el brazo juguetón.

727
—Yo no soy Virgilio. Soy Dante —, murmuró.
—Mira, muchacho, necesitas descargar un poco de vapor. Estás dejando que las cosas
exploten. Lo puedo ver. —Le sonrió con picardía y trató de hacerle cosquillas—. Exploten,
exploten, exploten.
—Ya basta. —Peter golpeó con fuerza sus manos—. Si digo que sí, ¿me dejaras en paz?
—Absolutamente.
Sus hombros se hundieron en derrota.
—Bien. Ahora piérdete.
—Bien. Voy a hacer café. Y cuando llegues a la casa, espero que la llames.
Heather desapareció de la granja y Peter se quedó inmóvil durante un momento,
preguntándose qué era lo que había acordado.

-
El primero de enero, se encontró en un chalet en Stowe en las primeras horas de la
mañana. Heather y Chris ya se habían retirado a su dormitorio, después de haber pasado el
Año Nuevo, dejando a Peter y a Charlotte bebiendo sus cervezas en amigable silencio.
Ambos estaban sentados en el suelo delante de la chimenea. Charlotte estaba mirando
a Peter con una expresión inescrutable en su hermosa cara.
—¿Te acuerdas de nuestra primera vez juntos?
Se enderezó de golpe y casi derramó su cerveza.
Tragó rápidamente.
—¿Qué? ¿Por qué me preguntas eso?
Ella apartó la mirada, visiblemente avergonzada—. Solamente me estaba preguntando
si alguna vez pensabas sobre ello. Lo siento. No tenemos que hablar de ello.
Él empezó a pelar la etiqueta de su botella de Samuel Adams mientras esperaba que su
corazón comenzara a latir de nuevo.
—¿Es algo en lo que piensas mucho? ¿Nuestra primera vez? —Peter trató de que su
voz sonara suave. Le importaba Charlotte y no quería hacerla sentir mal.
—Um, ¿tú no?
—Tú fuiste quién terminó conmigo, ¿recuerdas? —Él exhaló lentamente, bajando la
voz—. ¿A dónde vas con esto?
—Solamente me preguntaba si alguna vez pensabas en mí de esa manera.
Él se frotó los ojos y gimió.
—Por supuesto que lo hago, pero, ¿qué estás tratando de hacer… torturarme? Tuve
que dejar de pensar en ti, de lo contrario... —Se encogió de hombros torpemente.
—Lo siento. —Ella sonaba arrepentida.
Peter se quedó en silencio por un momento o dos mientras contemplaba las llamas.
—¿Qué piensas cuando piensas... en eso? —preguntó al fin.
Ella comenzó a recoger las fibras de la alfombra.
—La forma en que hueles. La forma en que sonabas cuando susurrabas en mi oído. La
forma en que la piel de tu espalda se sentía bajo mis dedos. La forma en que solías mirarme
cuando nosotros... Ya no me miras así.
Él hizo una mueca.
Charlotte le dio una leve sonrisa.
—Entiendo por qué no lo haces. La culpa es mía y tengo que vivir con eso. Supongo
que lo arruine, ¿no es así?
—Tal vez todo sucede por una razón. —Peter mantuvo sus ojos fijos resueltamente en
la chimenea.
—Quizás. Simplemente deseo que pudiera devolverme. Que no hubiese sido tan
estúpida.

728
—Lo de larga distancia era difícil para mí también. Y estábamos peleando mucho, si
recuerdas.
—Eran peleas estúpidas.
—Sí, lo eran.
—Lo siento.
Ahora él la estaba mirando.
—Deja de disculparte, ¿de acuerdo? Hiciste lo que creíste que debías hacer. Lo superé.
No quiero escuchar tus disculpas nunca más.
—Pero eso es lo que más lamento —, susurró.
—¿Y qué es eso?
—El hecho de que lo superaste.
Sus ojos se encontraron y Peter juró que veía lágrimas nadando en sus ojos.
Ella las apartó rápidamente.
—No me malentiendas, son buenos recuerdos, recuerdos felices. Pero después de que
nosotros nos separamos y yo empezara a salir con alguien más, no pude dejar de pensar en
nosotros.
Peter asintió.
—Saliste con un tipo llamado Dave, ¿verdad?
—Sí. Trabajamos juntos, pero ya no. Se trasladó a Montpellier.
Peter asintió de nuevo—. No saliste con él por mucho tiempo.
—Él era lo suficientemente bueno, pero no tan bueno como tú.
—¿Te hizo daño? —La actitud defensiva de Peter comenzó a emerger.
—Oh, no, nada de eso. Pero cuando estábamos teniendo sexo él no me miraba. Siempre
mantenía los ojos cerrados. Nunca me sentí como si estuviera realmente allí, ¿sabes? Me sentí
como que pudiera haber sido cualquiera. Cualquier chica que él hubiera llevado a su casa, en
lugar de su novia.
—Charlotte, yo…
Ella rápidamente lo interrumpió.
—No podía dejar de compararlo contigo. Es por eso que saque nuestra primera vez.
Cómo insististe en que nos conociéramos muy bien antes de dormir juntos. Cómo reservaste
una habitación en un hotel agradable para nuestra primera vez. —Sonrió de nuevo y se miró
las manos—. Siempre me hiciste sentir especial, y eso fue incluso antes de que me dijeras que
me amabas.
Peter hizo una mueca—. Tú eres especial. Y yo siempre te amaré, Char. Te lo prometo.
Ella lo miró fijamente.
—¿Crees que es posible que podamos continuar donde lo dejamos?
—No.
Ella se encogió.
Él alargó el brazo para agarrar su mano.
—No voy a mentirte. Aún tengo sentimientos por ti. Pero no estoy listo para saltar a
algo en este momento. E incluso si lo estuviera, no podemos continuar donde lo dejamos.
Estoy seguro de que los dos somos personas diferentes.
—No pareces tan diferente.
—Bueno, lo soy.
Charlotte le apretó la mano.
—Voy a decir esto una vez y luego no lo diré de nuevo. Pero si esa chica, esa Bella, no te
reconoció y te apreció por lo que eres, entonces no es la chica para ti.
Peter tomó otro largo trago de su cerveza y negó su cabeza.

729
Para el momento en que el semestre de invierno comenzó en enero, el padre de Peter
estaba lo suficientemente bien como para supervisar a los trabajadores de la granja por lo
que Peter pudo regresar a Toronto para terminar su tesis.
Cuando el día de su partida llegó, Charlotte fue a decir adiós llevando regalos.
—Es simplemente café molido de Dunkie y unas galletas con chispas de chocolate. Las
hice yo misma. E incluso podría haber un libro allí. —Ella dio a Peter el paquete y luego dio
un paso atrás con timidez.
Peter puso la caja en el asiento delantero de su vehículo antes de girar hacia ella con
una sonrisa—. ¿Cuál es el libro?
—Sensatez y Sentimientos.
Él la miró con curiosidad—. ¿Por qué me estás dando eso?
—Pensé que tal vez lo encuentres significativo.
Peter la miró cuidadosamente pero su expresión no le delato en nada.
—¿Yo soy el coronel Brandon?
—No. —Ella negó con su cabeza.
Él se sintió aliviado.
—Tú eres Marianne* —, murmuró.
Si Peter tuviera la menor idea de lo que ella había dicho se habría ofendido. Pero no la
tenía.
—Gracias —, dijo.
—De nada. Te extrañaré.
—Te extrañaré también. Ven aquí.
A pesar de que sabía que su madre y hermana estaban frente a la ventana de la sala
observándolo, jaló a Charlotte en un cálido abrazo.
Después de un momento ella se apartó ligeramente y le dio un beso suave pero
insistente en los labios. Ella se sorprendió pero estaba eufórica cuando no la hizo retroceder,
sino que más bien profundizó su conexión.
—Estaré en casa este verano —, susurró, cuando finalmente se separaron.
Ella le respondió con una sonrisa esperanzada y luego se paró en la nieve hasta que él
condujo fuera de la vista.

-
En los días que siguieron, se hizo claro que Peter estaba cansado de la escuela de
postgrado. Y no era solamente porque se encontraba extrañando a Charlotte mucho más de
lo que había previsto. Quería graduarse lo más pronto posible para poder poner su
doctorado detrás de él, pero eso parecía poco probable. A pesar de su éxito en el mercado de
trabajo, su tesis no estaría terminada a tiempo para graduarse en la próxima primavera.
Sin embargo, Katherine Picton todavía estaba tratando de conseguirle un trabajo en St
Mike en Vermont, con la promesa en su carta de recomendación de que iba a terminar su
tesis pronto y que sería conveniente contratarlo inmediatamente.
Y al igual que lady Catherine de Bourgh ella no era una mujer que pudiera ser negada.
A Peter le gustaba mucho la profesora Picton. Era una excelente directora de tesis. Y
ella tenía un gran sentido del humor que rayaba en lo perverso.
Un día a finales de febrero, Peter y la profesora Picton estaban caminando por la calle
de Bloor hacia Starbucks cuando se toparon con alguien que ambos conocían.
___
* Sensatez y Sentimientos, Jane Austen, Marianne, era una chica soñadora y expresiva, enamorada
del amor, que estaba enamorada de Willoughby, quien a su vez parecía sentir afecto por ella; pero
se casa por dinero motivo de un escandalo y porque su tía lo deshereda, ella queda con el Coronel
Brandon, quien es un amor más centrado y calmado.
* Orgullo y Prejuicio, Jane Austen.

730
—Aro —, dijo Katherine, alertando al hombre alto, preocupado, a su presencia antes de
que él pasara junto a ella en su abrigo negro largo que parecía sacado de una novela rusa del
siglo XIX.
—Profesora Picton —, habló entre dientes apretados.
Katherine se plantó en el camino de Aro, lo que significaba que tendría que caminar
alrededor de ella con el fin de continuar su viaje.
—Creo que conoces a mi estudiante de postgrado, el señor Norris.
Los ojos de Aro parpadearon hacia Peter y asintió minuciosamente.
—Estoy sorprendido de verte caminando en medio del día —espetó ella, con sus ojos
ancianos tomando un brillo pícaro—. ¿Tal vez es está tu constitución normal?
—Es por mi salud —, dijo remilgadamente.
Katherine asintió a sabiendas.
—¿Y cómo fueron tus vacaciones de diciembre?
—Fueron muy bien. Me temo que me tengo que ir, profesora Picton. Tengo una
reunión urgente con la presidente de la Universidad.
—Ah —, dijo Katherine—. No me permitas hacerte esperar, entonces. Pero solo voy a
decir que me pasé parte de diciembre en Umbría. Estaba asistiendo a una boda.
—Sí, bueno, me tengo que ir. —Aro eludió a Katherine y a Peter, pero ella se movió
para cerrarle el paso una vez más.
—Creo que estás familiarizado con la novia y el novio.
—¿En serio?
Katherine esbozó una sonrisa maliciosa—. Sí. El profesor Masen de Estudios Italianos y
mi exestudiante, la señorita Isabella Swan. ¿Te acuerdas de ellos?
La cara de Aro se congeló.
Peter había estado observando el intercambio entre los altivos vicepresidente y la
pequeña pero enérgica profesora emérita con una buena dosis de nerviosismo. Pero ahora
que la profesora Picton había revelado esta verdad sorprendente, instintivamente dio un
paso adelante, como si estuviera dispuesto a tirarse delante de ella con el fin de protegerla.
—Fue una boda preciosa. Muy romántica. Los dos son de Boston, ya sabes. —Ella
seguía sonriendo.
Aro le dirigió una mirada de piedra que ocultaba su sorpresa—. Buenas tardes,
profesora Picton. Señor Norris.
—Buenas tardes, Aro. Le diré a mi amiga Margaret que me encontré contigo. —
Katherine sonrió triunfalmente mientras continuaba caminando, dejando un muy
sorprendido Peter para que la siguiera.
—Profesora Picton, ¿no está preocupada de que Aro tratase de hacer algo a Bella? Um,
quiero decir, ¿a la señorita Swan? —El pánico en la voz de Peter no pasó desapercibido.
—¿Por qué debo preocuparme por eso? Ella ya se graduó, su título fue conferido y está
en Harvard.
—¿Puede quitarle su titulo?
Katherine soltó una risita—. Tendría que convencer a un sin número de personas para
cumplir con su solicitud a fin de sacar eso. Y aunque lo hiciera, habría un clamor de mí parte
y de Margaret y otros. Isabella es una persona adulta que se casó con su exprofesor. No han
roto ninguna regla. Y, además, Aro está terminado.
Peter la siguió a través de la puerta en Starbucks.
—¿Perdón? —dijo.
—Obtuve de buena fuente que Aro está siendo llevado a una jubilación anticipada.
¿Ves? Hay justicia en el universo. Solamente toma un poco de tiempo. —Ella le hizo un
guiño a Peter y luego se dirigió resueltamente hacia el mostrador para pedir una taza de té y
un plato de macarrones franceses.

731
-
A medida que el semestre de invierno continuaba, Peter se encontró envuelto en una
correspondencia de cortejo con Charlotte vía email y mensajes de texto. Y los armarios de su
apartamento siempre estaban llenos de café de Dunkin 'Donuts y galletas hechas en casa. De
hecho, tuvo que admitir que su amistad con Charlotte, ya que ambos todavía seguían
llamándolo así, era el único rayo de sol en su vida y esperaba ansiosamente pasar tiempo con
ella en Vermont durante el verano.
Sin embargo, ninguno de los dos podría haber previsto la inmensa alegría que iba a
venir a principios de abril, cuando a Peter se le ofreciera el cargo de Profesor Asistente en el
Departamento de Inglés de la Universidad de St Michael. No perdió el tiempo quejándose
sobre el salario o negociando una carga docente más ligera. Él simplemente lo aceptó.
Felizmente.
Pocos días antes de que fuera a irse de Toronto para Vermont, permanentemente, Peter
estaba saliendo del Centro de Estudios Medievales cuando se encontró con una mujer
hermosa, pero de aspecto duro.
Sus ojos se encontraron.
—Ángela —, la saludó con severidad.
Ella le ofreció una sonrisa falsa—. Peter. ¿Cómo te está tratando Masen?
Su tono era un poco frío, como el vestido de invierno azul hielo que llevaba puesto, con
tacones de diez centímetros de altura.
Ahora Peter sonrió. Ampliamente.
—¿No has escuchado? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta.
—¿Escuchar, qué?
—Masen se fue a la Universidad de Boston.
—Sé eso —, le espetó con impaciencia—. Y no me importa. Estoy terminando mi
doctorado con el profesor Pacciani en la Università degli Studi di Firenze. De hecho, estoy en
camino a presentar una ponencia en Yale este fin de semana.
Peter contuvo un bufido.
—Eso es genial, Ángela. Ten mucha suerte. —Él asintió con la cabeza ligeramente y
luego se movió para continuar su camino.
—Espera. —Apretó su mano excesivamente cuidada en su brazo—. ¿Para quién
trabajas si Masen se fue? ¿No con el profesor Santos?
—No. —Él sonrió.
Sus ojos oscuros se estrecharon—. Entonces, ¿quién?
—La profesora Picton.
Vio cómo las características de Ángela tomaron una expresión de envidia absoluta.
—Masen fue lo suficiente amable de arreglarlo para mí después de irse. Acabo de
recibir un email de Bella, también. Tal vez no has escuchado hablar de ella.
—¿Qué está haciendo? ¿Trabajando en la calle Yonge como puta?
A Peter se le pusieron los pelos de puntas y se encontró apretando los puños—. No,
ella está en Harvard haciendo su doctorado y vive en Boston con su marido.
Ángela se apartó el cabello largo y oscuro detrás de sus hombros—. ¿En serio? No
había oído eso.
Peter sonrió lentamente, como un cocodrilo.
—Entonces probablemente no escuchaste sobre con quién se casó.
—No, no lo hice —, resopló con fastidio—. ¿Quién es? ¿Un tipo grunge de Seattle?
Él hizo una pausa, aunque solo fuera para construir el suspenso.
—No.
—Entonces, ¿con quién se caso, Peter? ¡Escúpelo!
—Profesor Masen.

732
Peter vio que la expresión de Ángela se volvió una máscara de furia y luego se
permitió quedarse parado y riendo mientras ella maldecía y giraba sobre sus sustanciales
tacones para esconderse de distancia.

_
Tan pronto cuando Peter llegó a Vermont, inmediatamente se instaló en su nueva
oficina en St Mike y comenzó a desempaquetar sus libros.
Él estaba feliz. Iba a vivir en su casa mientras ahorraba para un pago inicial de una casa
e iba a ayudar a contratar ayudantes para la finca, cuando no estuviera trabajando en la
Universidad.
Él y Bella habían intercambiado mails educados y estaban en buenos términos, pero
desde su boda se había resignado a sí mismo al hecho de que ella era ahora la señora Bella
Masen.
Tomó sus figuras de acción de Dante y Beatrice, (de nuevo, la empresa no pensó que
Virgilio era digno de la acción), y comenzó a colocarlas en la parte superior de su escritorio,
cuando oyó un golpe en la puerta.
—Entre —, dijo por encima del hombro, sin dar la vuelta—. Está abierto.
—Hola.
Peter dio la vuelta a Dante y Beatrice para ver a Charlotte de pie en la puerta.
En ese instante, fue golpeado con lo bonita que era, su cabello, su cara, sus ojos. Su
boca. Era aún más hermosa de lo que se había acordado.
Y ella estaba sonriendo.
—Pensé que podrías estar aquí. Me preguntaba si necesitabas un poco de ayuda.
—No hay mucho que hacer. Estoy arreglando mis libros. —Puso la caja vacía en el
piso.
Su rostro se ensombreció—. Oh. Bueno, yo no quería molestar. Estaba ansiosa por
verte. Pero te dejaré que vuelvas al trabajo.
Dio la vuelta y el corazón de Peter se desplomó sobre sus zapatos.
—Espera.
Se puso de pie y se acercó a ella, capturando su mano en la suya y retirándola del
pomo de la puerta.
—Es bueno verte.
Ella le sonrió—. Es bueno ser vista.
—Te extrañé.
Ella se acercó y apartó un poco su cabello hacia atrás lejos de su frente—. He estado
contando los días.
Se miraron el uno al otro por lo que pareció siglos antes que Peter encontrara sus
palabras.
—Iba a tomar un descanso de todos modos. ¿Qué tal si caminamos hacia los Purple
Knights para comer pizza?
—Me gustaría eso.
Ella se movió para salir de su oficina, pero él tiró de su mano. Lo miró interrogante.
—Rosas —, susurró, acariciando suavemente sus dedos ásperos por el trabajo a través
de sus nudillos.
—¿Qué?
—Nuestra primera vez juntos. Tu piel olía a rosas.
Dos manchas de color rosa aparecieron en su rostro.
—No creía que recordaras.
Él la miró intensamente—. Nunca lo olvidé. Cada vez que huelo las rosas, pienso en ti.
Siempre.
—Dejé de usar ese perfume.

733
Él extendió su mano para ahuecar su cara. Ella se apoyó en él y cerró los ojos.
—¿Lo usarías de nuevo?
—Solo si lo dices en serio.
—Lo hago. —Hizo una pausa, y cuando ella abrió los ojos para buscar en los suyos
trató de mostrarle en su expresión que estaba diciendo la verdad.
—Entonces, sí.
Charlotte cortó la brecha entre ellos y presionó ligeramente sus labios juntos.
Con un suave empujón, Peter cerró la puerta detrás de ellos y la tomó entre sus brazos.

Diploma por sobrevivir UoEM, ¡felicitaciones clases del 2010! (fue el año donde terminó el
fic)

Retrato del hombre… Sebastian Robichaud xD

Ilustración de Gustav Dore, del Infierno de Dante. En esta imagen, los demonios
amenazan a Virgilío mientras Dante se encuentra detrás de él.

Matthew Barber – Settle My Account‘s With You http://www.youtube.com/watch?v=hMsPEK1bCVw

Loreena McKennitt – Beneath a Phrygian Sky http://www.youtube.com/watch?v=exJmnYa8nok

Goo Goo Dolls – Iris http://www.youtube.com/watch?v=NdYWuo9OFAw

Michael Stipe with Coldplay – In The Sun http://www.youtube.com/watch?v=Bj3ibm95zzc

734
Epilogo. Segundo.

Diciembre 2012
Cambridge, Massachusetts
—¿Cariño? ¿Estás bien?
Edward tropezó adormilado a través de la habitación oscura hacia el cuarto de
baño privado, pero Bella no contestó. El dolor era demasiado intenso.
Así fue como la encontró, inclinada hacia adelante con contracciones, apretando
el mármol blanco rematado del tocador con los nudillos blanquecinos de sus manos.
—¿Quieres que busque a Rebecca? —Edward se volvió para irse, preparándose
para correr por el pasillo hasta la habitación del ama de llaves.
—No, no la despiertes. Llama al hospital.
Inmediatamente, se llenó de pánico, se apresuró a hacerle preguntas, buscando
volver a la habitación para encontrar su teléfono celular, y se apresuró a marcar a la
sala de maternidad del hospital local, todo antes de que su contracción se hubiera
calmado.
—¿Rompiste aguas? —Le gritó después de que ubicara exitosamente a una
enfermera.
—No.
—¿Estás en trabajo de parto?
—Yo creo que sí. Las contracciones son dolorosas y regulares. —Bella trató de
mantener su respiración profunda y relajada, una técnica que había practicado una y
otra vez con su profesor de yoga, quien le prometió éxito.
Lamentablemente, su profesor de yoga era un hombre.
Antes de que Edward pudiera volver, otra contracción la abrumó. Centró hasta
la última gota de su atención en su respiración y bloqueó el sonido de su voz. Ella lo
amaba, era cierto, pero él no estaba precisamente ayudando.
—La enfermera me dijo que debería llevarte al hospital en este momento. Tengo
el bolso y la bolsa que empacaste para la bebé. ¿Estás lista para irnos? —Trató de
mantener la calma y comenzó a frotarle la espalda a través de su holgada camiseta.
—Sí. Vámonos.
Bella se irguió y tomó un buen vistazo a su marido.
—No puedes ir así.
—¿Por qué no? —Pasó los dedos por su pelo, tratando desesperadamente de
dominarlo, pero solamente consiguiendo volverlo más salvaje.
Ella sonrió—. Mírate.
Edward se giró para mirar su reflejo en el espejo de cuerpo entero detrás de la
puerta del baño. Por desgracia, estaba vestido únicamente con su ropa interior, un par
de calzoncillos atrevidos que tenía la frase: Los Medievalistas lo hacen en la oscuridad
(Ancianos) impreso todo sobre ellos en letras fosforescentes.
—¡Maldita sea! Dame un minuto.
Ella se balanceó hacia el dormitorio, riendo entre dientes—. Emmett va a estar
muy complacido de que su regalo de Navidad venga con nosotros hacia al hospital.
Por lo menos si hay un corte de energía seremos capaces de encontrarte. Solamente
tendrás que bajarte los pantalones.
—Muy graciosa, Isabella.
Ella se rio, encontrando sus deslices de moda un poco más divertido que de
costumbre. Durante su último trimestre, él había gastado miles de dólares en lencería
de maternidad, porque no podía soportar la vista de sus holgadas camisetas y
pantalones de yoga en la cama. Declarando que tales prendas de vestir: “le hacían una
grave injusticia a su sexualidad”, y sugiriendo que se limitara a dormir desnuda.

735
En vez, ella llevaba lencería de maternidad.
—Esos calzoncillos medievales te hacen una grave injusticia a tu sensualidad —
, le incitó, aferrándose a su vientre abultado mientras se reía con deleite.
Él le lanzó una mirada fulminante mientras se ponía un par de jeans y una
camisa, y luego la acompañó hasta el pasillo. Se detuvieron en las afueras del pasillo
mientras otra contracción se apoderaba de ella.
Edward encendió la lámpara de araña de color rosa y blanco para que poder
ver su rostro—. ¿Es muy malo?
—Sí. —Trató de distraerse al apoyarse en la jamba de la puerta y mirando hacia
la habitación del bebé.
Se habría contentado en comprar todo el mobiliario del cuarto en Target,
mientras que Edward insistió en Pottery Barn Kids.
(Entre paréntesis, cabe señalar que Bella se refiere a Pottery Barn como Granero
protestante, porque ofrecen finos muebles que estaban en el extremo de irascible.
Muebles de los que ella estaba enamorada, pero que eran demasiado caros para
comprar para sí misma)
Edward ganó la discusión y juntos transformaron una de las habitaciones de
huéspedes en un espacio tranquilo para la niña. Bella optó por el verde salvia para las
paredes y un blanco suave para la madera y molduras de corona. Un área de alfombra
de fantasía que contaba con flores en tonos pastel rosa, amarillo y verde cubría los
suelos de roble.
La única ventana estaba adornada con dos paneles de algodón de azúcar de
seda rosa que flanqueaban con un blanco puro, que estaba bordado con lunares verdes.
Todos los muebles eran blancos, con la excepción de una silla de cuero marrón
chocolate y una otomana que Edward había comprado como una sorpresa para la
pronto a ser madre lactante.
—Esta es mi habitación favorita en todo el mundo —, susurró, mirando las
calcomanías clásicas de Winnie Pooh que habían puesto encima de la cuna y el
cambiador, en previsión de los pequeños ojos amplios y ansiosos.
—Está esperando por ella. —Edward sonrió—. Está esperando por nuestro
pequeño rollo de primavera.
Cuando la contracción de Bella disminuyó, le tomó la mano y la ayudó a bajar
las escaleras y hasta el Land Rover. Y luego regresó a la cocina, se apresuró a
garabatear una nota para Rebecca. Él estaba tan contento que la hubieran persuadido a
vivir con ellos. Sabía que Bella iba a necesitar mucha ayuda con el nuevo bebé y ya que
tanto Renée y Esme se habían ido necesitaba una figura materna.
Poco después, llegaron al Centro de Maternidad Bain en el Hospital Mount
Auburn.
En el momento en que se instalaron en una de las salas de parto, Edward había
logrado conjurar una aparente calma. Él no quería que Bella viera su ansiedad o
sintiera la forma en que sus entrañas se batían por temores no expresados. Pero ella lo
sabía. Ella sabía que él tenía miedo y le sostuvo la mano y le dijo que ella y rollito de
primavera iban a estar bien.
Se tomaron de la mano durante su examen interno, en el que el doctor Rubio
anunció que el bebé estaba en una posición transversal y que esperaba que el bebé
pudiera decidir dar la vuelta cuando llegara el momento en que naciera.
La enfermera Wendy rápidamente distrajo a un nervioso Edward de hacer
demasiadas preguntas acerca de las posiciones transversales, enseñándole a leer el
monitor de tal manera en que pudiera decirle a Bella cuando una contracción estaba
llegando y cuando estaba llegando a su fin.

736
Ella estaba agradecida por su distracción. Pero eso no impidió que él googleara
la información en su IPhone.
Cuando el medicamento para el dolor la relajó lo suficiente como para
permitirse tomar una siesta, Bella cayó en una semi-inconsciencia. Un cúmulo de
recuerdos bailaron ante sus ojos como sueños despierto...

-
Octubre 2011.
Cambridge, Massachusetts.
Bella se sentó en el Land Rover en la entrada de su casa tratando de encontrar la
manera de darle la noticia impactante a Edward.
Se sentía entumecida mientras su mente se agolpaba en un centenar de
posibilidades diferentes.
¿Qué le diría? ¿Cómo reaccionaría?
Esto no debió haber sucedido...
Bella agarró su bolso de mensajero y entró en la casa, deteniéndose para
depositar las llaves y el bolso en el frente del salón antes de entrar en la cocina.
—Hola, Bella. ¿Cómo estás? —saludó alegremente Rebeca.
—Estoy bien. ¿Está Edward ya en casa?
Rebecca negó con la cabeza—. Me dejó una nota pidiéndome que no lo esperara
para la cena.
Bella suspiró decepcionada—. Se me olvidó que tiene una reunión de
departamento después de su última clase.
—¿Estás bien?
—Solamente cansada. Creo que me voy a ir arriba y acostarme.
Rebecca la miró con preocupación—. Hice la lasaña de Esme para la cena.
Únicamente la envolveré y la pondré en la nevera para más tarde.
Bella sonrió levemente—. Gracias. Nos vemos mañana.
—Espero que te sientas mejor... —La voz de Rebecca se fue apagando detrás de
ella.
Bella no se molestó en cambiar su ropa, simplemente se metió en la cama y tiró
de las sábanas hasta su barbilla, quedándose dormida casi antes de que la cabeza
tocara la almohada.
La habitación estaba sumida en la oscuridad más tarde esa noche cuando Bella
sintió un movimiento en la cama.
El cuerpo desnudo de Edward se arrastró a su lado, envolviéndose alrededor de
ella cálidamente.
—Hola —, le susurró.
—Hola —, susurró ella adormilada, frotándose los ojos—. ¿Qué hora es?
—Un poco después de las diez. Rebecca me dejó una nota diciéndome que no te
sentías bien y que saltaste la cena. —Edward se inclinó para poner su mano sobre su
pecho protectoramente.
—Estaba agotada.
Él se rio y se inclinó para besarle la mejilla—. La escuela de Postgrado hace eso.
—Comenzó a mover su mano sobre su pecho, acariciándola y tentándola—. ¿Estás
muy cansada para...? —Su voz se detuvo sugestivamente al igual que su mano.
Ahora Bella estaba despierta.
—Um. No. Solo dame un minuto.
Ella rápidamente se quitó la ropa y luego se reunió con él debajo de las sabanas.
Él puso una mano sobre su abdomen mientras la besaba profundamente.
—Te he extrañado hoy.

737
—También te he extrañado.
Él le jaló hasta que estuvo a horcajadas sobre su cuerpo, estirando sus manos
para ahuecar sus pechos.
Ella se inclinó para besarlo.
—Invítame a entrar en ti —, murmuró mientras se apretaba contra ella.
—¿Necesitas una invitación?
Edward buscó en sus ojos, los que se habían iluminado por la excitación.
—A veces me pregunto si me quieres tan desesperadamente como yo te quiero.
Bella se detuvo por la repentina vulnerabilidad que cruzó por el rostro de su
marido. Se inclino y lo miró fijamente con una intensidad blanca e intensa.
—Entonces, ven —, susurró ella, uniendo sus labios.
A los pocos minutos ellos estaban empujando y jalando, su piel cálida y llena de
excitación.
—¿Es bueno? —gruñó Edward, con las manos en las caderas marcando el
ritmo. Cuando ella no respondió, colocó una mano tierna en su rostro—. ¿Bella?
Sus ojos se abrieron.
—Vuelve a mí —, susurró.
Su cuerpo se detuvo sobre él—. Lo siento.
—No es de ti abstraerte. ¿Qué sucede?
—¿Um, te lo puedo decir más tarde? —Se mordió el labio, rogándole con sus
ojos que le diera un poco más de tiempo.
—Por supuesto. —Él se rio y cambió posición con ella—. Pero claramente
necesito hacer un mejor trabajo aquí. —Se retiró y le dirigió una mirada ardiente—.
Préstame atención.
Y con eso, Edward dedicó sus artes sensuales conduciendo a su esposa a la
distracción erótica repetidamente, hasta que ambos colapsaron en una casi
extenuación.

-
—No me has dicho lo que te tenía tan preocupada ayer por la noche. —Edward
llevó la mano de Bella a sus labios para besarla mientras la transportaba hacia la
Universidad.
Ella lanzó un gran suspiro tembloroso y negó con la cabeza, mirando por la
ventana a los edificios que pasaban.
—¿Isabella? —espetó.
Ella se inclinó para hurgar en su bolso de mensajero y sacó un sobre blanco.
Lo sostuvo por las esquinas con desdén, como si estuviera preocupada de que
el contenido la contaminara.
Edward la miró brevemente antes de volver los ojos a la carretera—. ¿Qué es
eso?
—Una carta. Una carta que me llegó en el Departamento de Lenguas Romances
de la Universidad.
—¿De quién?
Ella se estremeció.
—Jacob.
Los nudillos Edward apretaron con tanta fuerza el volante, que el Volvo se
desvió.
—¿Qué coño está haciendo él escribiéndote? Él no se supone que te contacte.
Edward comenzó a presionar los botones con el fin de utilizar el incorporado en
el teléfono celular para hacer una llamada.
—Espera —, dijo Bella, poniéndole suavemente la mano sobre su brazo.

738
Sus ojos brillaban hacia los de ella y vio un atisbo del fuego que había desatado
hacia Jacob el día que la había rescatado en la casa de su padre.
—Técnicamente, la carta es de Leah. El matasellos es de ella y es su letra, pero lo
conozco... Conozco sus palabras. No sé cómo lo logró, pero esta carta es de él.
Edward inhaló lentamente—. ¿Qué dijo?
Ella suspiró—. Me dijo que tenía la esperanza de salir pronto. Dijo que lo sentía,
que no tenía intención de hacerme daño. Y luego continúa diciendo que todo lo que
pasó fue culpa mía, que estaba pidiendo por ello y…
—Esas son patrañas —le interrumpió Edward—. Sabes eso, ¿no es así? Es una
absoluta patraña.
Bella dio la vuelta para que poder mirar por la ventana—. Sí, lo sé.
Él extendió la mano, la colocó sobre su hombro y apretó.
—Déjame la carta y la revisaré. Quiero que lo saques de tu mente por completo.
¿De acuerdo?
Ella asintió.

-
Diciembre 2012.
Hospital Mount Auburn.
—¿Bella? Cariño, estás a salvo. Estás conmigo.
Ella abrió los ojos para ver a su marido de pie a su lado, con una expresión de
preocupación en su cara.
Él le apartó el cabello de la frente. Ella le sonrió débilmente y casi le rompió el
corazón.
—Debo haber estado soñando.
—Es el medicamento. —No iba a decirle que ella había estado hablando en su
sueño y que había dicho su nombre. Jacob estaba fuera de la cárcel, pero él no iba a
hacerle daño nunca más. Edward había velado por ello.
Bella extendió su mano y le tomó la suya, acercándola a su boca para poder
besarla.
—Mis anillos —, susurró ella, apretando su anillo de boda—. ¿Los perdí?
Él le acarició los dedos desnudos—. Te los quitaste meses atrás, ¿recuerdas? Tus
dedos estaban hinchados y estabas preocupada de que se atascaran. Te compre un
collar para que pudieras usarlos.
Levantó la mano para tocar su cuello—. Se me olvidó. Los puse en mi caja de
joyas la noche anterior.
—Tuviste una premonición. Rollito de primavera ya casi está aquí.
Cerró los ojos y asintió lentamente—. No creía que nada sería más exigente que
mis exámenes exhaustivos. Estaba equivocada.
El corazón de Edward se apretó.
—Estarás de vuelta en la Universidad muy pronto. Rebecca puede ayudar con
el bebé y serás capaz de trabajar en tu tesis durante tu licencia por maternidad.
Bella tarareó como respuesta.
Él apretó los labios en su frente.
—Hablé con mi papá. Él está volando con Alice, tan pronto como puedan. Él va
a llamar a tu padre y vera si se unirá a ellos.
Ella asintió con la cabeza, pero no abrió los ojos—. Bien.
Mientras que Bella estaba durmiendo, Carlisle había tratado de tranquilizar a
Edward sobre que la posición transversal de los bebés no era rara. Un bebé a veces se
reposicionaba durante el parto o el obstetra simplemente lo giraba a él o a ella. No era
nada de qué preocuparse. Esme había presentado una posición transversal cuando

739
había nacido, o al menos eso le había dicho hace mucho tiempo. Y el obstetra que la
trajo al mundo uso un fórceps. Bella y Rollito de primavera iban a estar bien.
Edward estaba agradecido por el aliento de Carlisle, pero estaba aún ansioso.
Mientras Bella estaba acostada en la cama medio dormida y soñando, se paseó
por la habitación. Se veía tan pequeña en la gran cama del hospital, tan frágil.
Tan joven.
Ella estaba en sus veintitantos años, pero parecía mucho más joven. Su piel, que
siempre había sido bonita y con frecuencia de color rosa, estaba pálida y casi
translúcida. Círculos oscuros rodeaban sus ojos y sus uñas eran desiguales y
masticadas. Ella había tenido éxito en ocultar sus temores de Edward en su mayor
parte del embarazo, excepto al principio...

-
Diciembre 2011
Justo antes de su primer aniversario de boda, Bella presentó una ponencia en
una conferencia de prestigio en Berkeley. Edward la acompañó con orgullo, sentado en
la primera fila de la audiencia durante su presentación. Aunque su ponencia, “La
convertibilidad del ser y la bondad en la estructura de la Divina Comedia”, fue muy bien
recibida, ella pasó la mayor parte de la conferencia en su habitación de hotel. Estaba
extremadamente fatigada y parecía haber sido contagiada de un virus del estómago.
Ninguna comida le apetecía y se encontraba bebiendo grandes cantidades de ginger ale
y masticando galletas solo para aliviar la náusea.
No pensó en ninguno de sus síntomas hasta después de Año Nuevo, cuando
Edward le exigió que consultara a un médico con el fin de averiguar por qué su
misteriosa influenza no había desaparecido. Había estado bastante enojado con ella,
aunque en realidad, preocupado de que algo anduviera muy mal.
Ella le había asegurado que estaba bien y cuando él se ofreció a cancelar su
seminario de postgrado con el fin de llevarla al médico, ella había agitado la mano y
echado a reír. No sería la causa de tantas molestias para un grupo de estudiantes serios
de postgrado.
A las cinco y media en punto en la Universidad de Boston, Edward terminó su
seminario y caminó por el pasillo hasta su despacho. Su ritmo se aceleró cuando vio a
Bella de pie al lado de su puerta cerrada.
—¿Qué sucede? ¿Qué está mal? —Su voz temblaba en alarma.
—¿Podemos entrar? —Ella cruzó los brazos sobre su pecho.
Rebuscó en su chaqueta las llaves.
—Me estás asustando —, susurró, abriendo la puerta para ella y luego
cerrándola con firmeza detrás de ellos.
Bella se sentó en una de sus cómodas sillas de cuero y trató de encontrar las
palabras adecuadas.
—Isabella, dije me estás asustando. Cuéntame lo que sucedió.
Rápidamente colocó sus papeles y el maletín sobre su escritorio y se giró hacia
ella, sus ojos se estrecharon con preocupación detrás de sus gafas.
—La doctora Springhall dijo que no es un virus estomacal.
—Entonces, ¿qué es?
Ella lo miró y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Estoy embarazada.
Edward se quedó con la boca abierta, como un pez que se había montado en la
pared de la sala de grabación de alguien.

740
Cuando la incredulidad inicial se disipó, no pudo ocultar la alegría que llenaba
su alma. Él la levantó en sus brazos y se echó a reír incontrolablemente, apretándola
contra su pecho.
—¿Está segura?
Bella asintió—. No entiendo cómo sucedió esto.
Edward besó su frente y luego le sonrió con malicia—. Bueno, mi amor. Si no
sabes cómo sucedió, entonces es claro que no te estoy complaciendo lo suficiente.
Ella se rio y secó sus lágrimas—. Muy gracioso, profesor Masen. Me inclino ante
su proeza sexual. Quiero decir, ¿cómo es esto posible? El urólogo dijo que tu
vasectomía todavía estaba intacta. Estábamos esperando... —Su voz se apagó.
Él la envolvió entre sus brazos con más fuerza.
—Tengo una confesión que hacer.
El corazón de Bella casi se detuvo.
Él no lo hizo, pensó ella.
—¿Te acuerdas de cuando fuimos a la cripta de San Francisco después de
nuestra boda?
—Sí —, sollozó ella.
—Yo oré... mientras estuvimos allí. —Su voz era vacilante.
—Yo también.
Se retiró para poder mirarla a los ojos.
—Probablemente debería haber dicho algo en el momento o después. Sin
embargo, cuando oré, oré por un bebé.
El rostro de Bella no mostró expresión por su confesión.
—No esperaba que mis oraciones fueran contestadas. —Él sonrió con torpeza—.
Todavía no me acostumbro a la idea de que Dios siquiera me escuche y mucho menos
decida conceder mis peticiones. Pensaba en seguir adelante con nuestro acuerdo…
esperaría hasta que estuviéramos listos y entonces revertiría el procedimiento. Estaba
abierto a la adopción, también, ya lo sabes. —Suspiró profundamente—. Pero no pude
evitar pedir por un niño, un niño, que hiciéramos juntos.
Bella comenzó a reír.
Edward se preocupó de que ella se estuviera volviendo histérica.
—Aquí, siéntate. —La ayudó a sentarse y luego se agachó frente a ella, tomando
sus manos entre las suyas—. Lo siento, Isabella. Deberíamos haber tenido más cuidado.
Ella lo miró a los ojos y se inclinó, besándolo suavemente, luego alzó la mano
para acariciar a su cabello desordenado.
—No tienes que pedir disculpas por pedir a Dios un regalo. O por querer tener
un hijo con tu esposa. Solo estoy en shock. Pero tengo una confesión que hacer,
también. Recé para un bebé al mismo tiempo. —Besó la sorprendida expresión que se
dibujó en su rostro—. Creo que Dios tuvo misericordia de nosotros y respondió a
nuestras oraciones.
Tomó un momento para que Edward procesara su revelación, pero cuando lo
hizo la besó larga y buenamente.
—¿Así que no te molesta? —Parecía preocupado.
—Estoy sorprendida. No estoy preparada. Pero en el fondo, soy feliz.
Su corazón se llenó en su interior—. Estoy feliz, también. Muy feliz.
A partir de ese día en adelante, él estuvo al lado de Bella en la cita de cada
doctor. Y cuando llegó el momento de hacerle una ecografía para descubrir el sexo del
niño, él fue quien derramó lágrimas al descubrir que iban a tener una niña. Hizo copias
de las instantáneas del ultrasonido e inmediatamente las tuvo profesionalmente
enmarcadas, pero se resistió a la tentación de enseñarlas fuera de su dormitorio.

741
Sin embargo, no se entretuvo a cualquiera de los intentos de Bella de discutir
los posibles nombres, es por eso que apodaron al bebé “rollito de primavera”. Una vez
que las náuseas de Bella desaparecieron, ella tuvo una extraña fijación con la comida
tailandesa que duró todo su embarazo. En un momento, Edward supuso que ella era
setenta y cinco por ciento rollos de primavera.
A pesar de los alegres días que pasaron diseñando la habitación del bebé, las
dulces noches llenas de amor físico y su mano repartida en el estómago incipiente de
su esposa, Edward tenía miedo. Enfrentaba la mortalidad de Bella y su bebé no nato, él
comenzó a pasar una cantidad considerable de tiempo en la oración y la contemplación
silenciosa, reconociendo su propia incapacidad para controlar su destino o los destinos
de los que le rodean.
A pesar de que había mucho en la tradición cristiana para inspirar y consolarlo,
encontró la oración de San Francisco como el texto al que siempre volvía:

“Señor, hazme un instrumento de tu paz:


donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón,
donde haya discordia, ponga yo armonía,
donde haya error, ponga yo verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga yo
esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo la luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh, Señor, que no me empeñe tanto
en ser consolado como en consolar,
en ser comprendido,
como en comprender,
en ser amado, como en amar;
porque dando se recibe, olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
muriendo se resucita a la vida .
Amén.”

Porque Edward había descubierto que lo único que podía controlar era a sí
mismo y cómo trataba a los otro seres humano. Y tuvo que poner a su amada esposa y
el niño en las manos de Dios.
Dios había cuidado bien a Maia y Esme. Edward podía confiar en él con su
familia.

-
Diciembre 2012.
Hospital Mount Auburn.
—¿Bella? —Edward sostuvo la mano cuando la siguiente contracción se
apoderó de ella. Mantuvo un ojo vigilante en el monitor de modo que pudiera anunciar
cuando la contracción comenzaba a disminuir, y después de ello suavemente acariciaba
sus nudillos o su frente, alabándola.
—Lo estás haciendo muy bien.
Edward no lo estaba haciendo. Estaba despeinado y nervioso, y si fuera a tomar
el tiempo para pensar en ello, muy preocupado. A pesar de que estaban en el hospital
más grande de Boston y disfrutando de un excelente cuidado médico, estaba

742
aterrorizado. A pesar de que mantenía sus temores para sí mismo, oraba en silencio
una y otra vez que Bella y Rollito de primavera estuvieran sanas.
Poco antes de las nueve de la noche, Bella comenzó a tener fiebre así que el
doctor Rubio ordenó un antibiótico que le añadieron en su intravenosa. Edward se
mordió el labio mientras miraba a la enfermera colgar la bolsa al lado de los otros
líquidos que goteaban lentamente en el brazo de su esposa.
Poco después, el médico rompió el agua de Bella y la animó a comenzar a pujar.
Su epidural solamente tuvo éxito en quitar un poco el dolor, muchos de ellos
permanecieron. Y Bella todavía tenía sensaciones en la mitad inferior de su cuerpo.
La enfermera Wendy sostuvo una de las piernas de Bella mientras que Edward
sostenía la otra. Ella pujo con cada contracción y aunque el obstetra y Edward le
animaban, muy poco sucedió. Finalmente, el obstetra admitió lo que Edward había
temido… rollito de primavera estaba obstinadamente manteniendo su posición
transversal, y ella estaba situada demasiado alto para ser traída al mundo con pinzas.
Bella gimió débilmente por la noticia, colapsando en la cama cercana a la
extenuación.
—¿Qué significa eso? —preguntó Edward en voz baja, con las manos dobladas
en forma de puño.
El doctor Rubio apretó los labios.
—Esto significa que tenemos que hacer una cesárea de emergencia. El latido del
corazón del bebé está empezando a aumentar, su esposa tiene fiebre y es posible que
haya una infección. Voy a armar mi equipo quirúrgico, pero tenemos que hacer esto de
inmediato.
—Eso está bien por mí —, dijo Bella. Ella estaba cansada. Oh, tan cansada. La
idea de tener un fin a su trabajo de parto le trajo un poco de alivio bienvenido.
—¿Estás segura? —Edward estaba nervioso, agarrando su mano.
—No hay realmente ninguna otra opción, señor Masen. No puedo traer a este
bebé en la posición que está. —La voz del doctor Rubio era firme.
—En realidad, es doctor Masen —, le espetó, sus emociones agotadas obteniendo
lo mejor de él.
—Cariño, relájate. Vamos a estar bien. —Bella le sonrió suavemente y luego
cerró los ojos, deseando relajarse a través de las contracciones que seguían arruinando
su cuerpo.
Edward vertió sus disculpas en un casto beso y le susurró algunas palabras de
consuelo antes que la habitación de Bella se convirtiera en un epicentro de actividad. El
anestesista llegó y le hizo una serie de preguntas, Wendy alejó a Edward para que
pudiera vestirse en indumentaria médica y el doctor Rubio empezó a ladrar órdenes a
las otras enfermeras.
Él no quería separarse de Bella, ni siquiera por un instante. Había pasado horas
a su lado, alimentándola con cubitos de hielo y sosteniendo su mano. Pero dado que
quería estar con ella en la sala de operaciones y que era un medio estéril, accedió a
cambiarse. Y envió un texto subrepticio a sus familiares, el padre de Bella y Rebecca,
explicando los nuevos acontecimientos.
En su ausencia, Bella simplemente cerró los ojos y se concentró en su
respiración, es decir, hasta que estuvo acostada en la sala de operaciones y el doctor
Rubio comenzó a tocar el área que había sido preparada para la incisión.
—Puedo sentir eso —, dijo Bella, claramente alarmada.
—¿Se siente como una presión?
—No. Puedo sentirlo pellizcar la piel. Y es incómodo.
Edward se sentó al lado de Bella, por encima de la pantalla que le bloqueaba la
parte inferior del cuerpo de su vista. Le tomó la mano.

743
—¿Y le duele?
—No —, dijo ella, sonando en pánico—. Pero todavía puedo sentir el dolor.
Tengo miedo de sentir la incisión.
El doctor Rubio repitió la prueba, pellizcando y retorciendo la piel de Bella y
Bella insistió con ansiedad cada vez mayor que podía sentir cada pinchazo.
—Tenemos que dormirla —, anunció la anestesista, moviéndose rápidamente
para preparar una anestesia general.
—Es difícil para el bebé. Dele otra cosa —, objetó el doctor Rubio.
—No puedo darle nada más. Ha tenido todo lo que puede tener. La estoy
durmiendo.
Bella miró a los ojos amables del anestesista—. Lo siento —, susurró.
La anestesista le sonrió y le palmeó el hombro—. Cariño, no es necesario que te
disculpes. Lo hago todo el tiempo. Cuando te ponga la máscara, simplemente respira
profundamente.
Edward comenzó a hacer preguntas, a fuego rápido, ya que el equipo de
cirujanos zumbaba a su alrededor. Bella le apretó la mano como si lo obligara a no
perder su temperamento. Ella lo necesitaba calmado. Lo necesitaba para cuidarla
mientras durmiera. Necesitaba que fuera fuerte.
Lo último que oyó antes de que cayera en la oscuridad fue la voz de Edward en
su oído, asegurándole que él estaría con ella hasta que despertara.
Eran momentos como este en que Edward se arrepentía de no haber ido a la
escuela de medicina. Se sentía impotente mientras el equipo quirúrgico hablaba en una
lengua vernácula solo conocida por ellos. Cada movimiento, cada comentario causaba
grandes olas del miedo chocando contra él y porque su visión estaba escondida, no
podía ver lo que el obstetra estaba haciendo.
Apretó la mano de Bella, obligándose a mantener la calma, hasta que el equipo
quirúrgico jadeo colectivamente.
Una hermosa niña con la cabeza llena de cabello grueso y oscuro fue sacada de
su madre, y rápidamente envuelta. Las enfermeras limpiaron al bebé y las
comprobaron a fondo, le realizaron varias pruebas diferentes antes de llevarla a que su
padre.
—Tres kilos, seiscientos gramos. Ella es un bebé de buen tamaño. —Wendy
colocó a la niña en los brazos de su padre.
Edward comenzó a llorar cuando la realidad de una nueva vida, una vida hecha
por él y su amada Isabella, levantó la vista hacia él. Con el cordón cortado y el bebé
limpio y envuelto, se dirigió a su esposa para presentarle a su hija.
Pero Bella estaba acostada allí, inmóvil. No parecía como si estuviera dormida.
Parecía como si estuviera muerta, su cuerpo pálido y sin vida.
—Ella tiene una hemorragia. Sácalo, ahora. —El doctor Rubio señaló con una
mano enguantada llena de sangre a Edward y se encontró siendo arrastrado lejos de la
mesa de operaciones.
—¿Qué está pasando? ¿Va a estar bien?
—Vamos a cuidar de ella, pero tiene que salir. —El obstetra volvió su atención a
Bella y comenzó a silbar a sus ayudantes.
—Puede esperar a su esposa en la sala de recuperación. Está justo al lado. —
Una enfermera llevó a Edward a través de una puerta, lejos de Bella.
Alejarse de su esposa inconsciente, sosteniendo a su bebé recién nacido en sus
brazos era la cosa más difícil que Edward hubiera hecho nunca. Las lágrimas corrían
por su rostro mientras agarraba el pequeño bulto cerca de su corazón, rezando que
Bella estuviera bien.

744
-
Pasaron otros cuarenta y cinco minutos antes de que Bella fuera llevada en una
camilla desde la sala de operaciones obstétricas hacia la sala de recuperación. Para
Edward, los cuarenta y cinco minutos fueron los más largos de su vida. Tan pronto
como la vio y el doctor Rubio le aseguró que la hemorragia se había detenido y que iba
a estar bien, dijo una silencioso oración de agradecimiento.
Una hora después, Bella comenzó a moverse, removiéndose ligeramente en la
cama y parpadeando.
—Cariño, conoce a tu hija. Es hermosa. Y tiene cabello. —Edward sostuvo a la
niña para que Bella pudiera verla desde su posición reclinada.
La mirada de Bella era amplia y fuera de foco antes de que cerrara los ojos.
Meció a la niña contra su pecho una vez más.
—¿Cariño? ¿Puedes oírme?
—Va a tomar un tiempo para ella vuelva en sí. Pero despertará eventualmente.
—La voz de la enfermera entró en las reflexiones de Edward, mientras se preguntaba
ansiosamente si Bella no estaba contenta con el bebé.
—Tu mamá te llamó rollito de primavera, ya que ella ansiaba la comida
tailandesa desde hace meses. —La bebé se estiró y chirrió antes de volver a dormir.
El IPhone de Edward sonó con un par de textos y rápidamente los revisó.
Carlisle, Alice y Charlie obtuvieron asientos garantizados en el mismo vuelo y
llegarían a finales de la tarde. Rebecca estaba preparando la casa para la afluencia de
invitados y todo el mundo hablaba con admiración de lo hermosa (y elegantemente
peinada) que era la nueva bebé.
—¿Ella tiene cabello? —Cuando Bella finalmente se despertó, lo primero que
notó fueron los hilos oscuros asomados bajo el gorro morado que la enfermera había
colocado en la cabeza del bebé.
—Lo tiene. Un montón de pelo oscuro. Más oscuro que el tuyo, incluso. —
Edward sonrió y colocó a la bebé sobre el pecho de Bella, donde inmediatamente se
acurrucó contra la piel de su madre.
—Ella es hermosa — susurró Bella.
—Lo es. Bonita como su mamá.
Bella se rio y presionó besos suaves en la cabeza del bebé.
—No lo creo. Ella tiene tu cara. Pero pensé que tendría tu cabello.
Edward se echó a reír—. Tiene suerte de no tener mi cabello. Tiene los ojos
azules más grandes que jamás hayas visto, pero no le gusta abrirlos.
Bella levantó su cabeza para examinar la cara del bebé, abrazándola aún más
cerca.
—¿Te duele?
Ella hizo una mueca ligeramente—. Sí. Es bastante incómodo. Me siento como si
hubiera sido cortada por la mitad.
—Creo que lo fuiste.
Miró hacia él de manera inquisitiva.
—No cariño, no vi. —La besó suavemente—. Probablemente, deberíamos
hablar sobre cómo vamos a llamarla. Sus abuelos no van a estar impresionados con el
nombre rollito de primavera.
—¿Qué te parece Clare*?
Edward considero esa posibilidad por un momento.
—Me gusta el nombre de Clare, pero como hemos rezado en la cripta de San
___
* Clara

745
Francisco, tal vez deberíamos llamarla Frances.
—Santa Clare era amiga de Francisco. Podríamos llamarla Clare y que Esme sea
su segundo nombre.
Edward llamó la atención de Bella y sintió nudo en la garganta—. ¿Qué te
parece Clare Esme Hope? Ella representa la culminación de tanta esperanza, tanta
alegría...
—Clare Esme Hope Masen. Es perfecto —, susurró Bella, besando en la mejilla
pequeña de Clare.
Edward miró a su esposa y a su hija y vio el resto de su vida ante sus ojos en un
flash. Las fiestas de cumpleaños, el primer día de clases, vacaciones de familia,
Halloween y Navidad, bautizo y primera comunión, una boda en la que tendría el
honor de caminar por el pasillo con Clare a su lado...
Nadie podría remplazar a Maia o a Esme. Edward sabía que los seres humanos
no son remplazables. Y la pérdida de un niño es una pérdida, no importa cuántos hijos
una pareja tenga posteriormente. Las cicatrices que Edward acumuló a lo largo tiempo,
algunas de los cuales fueron a través de su propia maldad, nunca desaparecerían por
completo.
Pero la pequeña Clare representaba fe, esperanza y amor. La fe de que había
alguien ahí fuera que escuchó sus oraciones en susurros angustiosos de ayuda, y la
esperanza de que la bondad pueda superar la desesperación y la tristeza. Y el amor de
un hombre a su hermosa esposa y su preciosa, preciosa hija.
—Sí, su nombre es perfecto. Ella es perfecta. —Edward besó a Isabella y a Clare,
y envolvió sus brazos alrededor de ambos.
—Mis dulces, dulces niñas.
Él se quedaría despierto toda la noche velando por ellas y estaría allí cuando
sus ojos se abrieran por la mañana.

Fin.

Lauri Blank. Contando Bendiciones.

*Quería aclarar algo, no sé si fue un error de manos o de algún otro tipo pero estoy segura que fue un error, porque
incluso así sea hombre debe saber que el embarazo es de nueve meses; solo que aviso que el lapso desde que Bella se dio
cuenta de su embarazo hasta el parto pasó un año. No lo cambié porque es lo que decía el original, pero quería aclarar
que si lo note y que imagino que Clare nació en Agosto-Septiembre ;)

746
Outtake primero. La vida de Ángela.

Ángela Webber tuvo una educación privilegiada así que realmente no había
excusa para su mal humor y naturaleza viciosa.
Ella tenía dos padres que se amaban mucho y también a su única hija. Su padre
era un sacerdote anglicano en la Iglesia de San Agustín de Canterbury en el Bayview
Avenue, Toronto. Su madre era una bibliotecaria en la universidad de Havergal, una
escuela privada de niñas de élite en la que Ángela asistió desde el jardín de niños hasta
el doceavo grado.
Ángela fue a la escuela dominical. Fue confirmada como una anglicana. Estudió
el libro de Thomas Cranmer de la Oración Común con su padre, pero ninguno de estos
elementos le tocó el corazón. Y cuando tenía quince años de edad, descubrió el
inmenso poder de la sexualidad femenina. Una vez que descubrió eso, se convirtió no
solo en su moneda, sino en su arma preferida.
Su mejor amiga, Lauren Mallory, tenía un hermano mayor llamado Benjamín.
Benjamín era guapo. Tenía el aspecto de muchos otros graduados del colegio Upper
Canada, una escuela privada de niños que atendía a las antiguas familias adineradas de
Canadá. Tenía el cabello rubio y ojos azules y era alto y en forma. Él era un remero del
equipo de hombres de la Universidad de Toronto e igualmente podría haber
protagonizado un comercial de J. Crew.
Ángela había admirado a Benjamín desde la distancia durante años, pero
debido a la diferencia de edad de cuatro años, él nunca la había tomado en cuenta.
Hasta que una noche mientras dormía en la casa de Lauren, Ángela se encontró con
Benjamín en su camino al baño. Y él había quedado extremadamente colgado con su
cabello largo y oscuro y sus grandes ojos marrones y juveniles, su forma núbil. Él la
había besado suavemente en el pasillo y rozado sus dedos tentativos sobre su pecho y
después tomado su mano e invitado a su habitación.
Después de treinta minutos de besos y acariciarse uno al otro a través de sus
ropas, trató de llevarla a la cama. Ángela vaciló, porque era virgen, por lo que
Benjamín comenzó a hacer promesas descabelladas y extravagantes… regalos, citas
románticas, y, finalmente, un reloj Baume & Mercier de acero inoxidable que había sido
un regalo de sus padres en su decimosexto cumpleaños.
Ángela había admirado su reloj. Y sabía bien que Benjamín lo atesoraba. Y a
decir verdad, lo quería casi más que lo que lo quería a él.
Benjamín abrochó el reloj en su muñeca y ella se quedó mirándolo, maravillada
por la frialdad del acero contra su carne y la forma en que se deslizaba fácilmente de
arriba hacia abajo en su antebrazo estrecho. Era un símbolo. Un talismán. Una señal de
que la deseaba tan intensamente que estaba dispuesto a darle una de sus más preciadas
posesiones.
Eso la hizo sentirse deseada. Y poderosa.
—Voy a ser amable —, susurró—. Eres tan bonita. No voy a hacerte daño. Pero
Dios, te deseo. Y te prometo que voy a hacerte sentir bien.
Ángela le sonrió y permitió que la colocara en su cama angosta como un
sacrificio Inca en un altar y le dio su virginidad, a cambio de un reloj de tres mil
dólares. Benjamín mantuvo su palabra. Fue amable. Fue lentamente. La besó
suavemente y exploró su boca. Pagó homenaje a sus pechos. La preparó con sus dedos
y jugó con ella para asegurarse de que estuviera lista para él.
Y cuando entró en ella, lo hizo con cuidado. No hubo desgarre de carne, ni
sangre, solamente estiramiento. Y unas grandes manos frotando en círculos sus caderas
y una voz baja que murmuraba instrucciones sobre cómo relajarse y respirar
profundamente. Hasta que todo su malestar desapareció.

747
Él no le hizo daño y le hizo sentir bien. La hizo sentir hermosa y especial. Y
cuando terminó, la abrazó estrechamente durante toda la noche. Porque él no era un
alma enteramente viciosa, gobernado como estaba por una pasión particular.
Ellos repetirían este acto muchas veces durante los siguientes tres años, a pesar
de otros enredos románticos. Y justo antes de que Benjamín entrara en ella, siempre
colocaba un regalo en sus manos.
Benjamín fue seguido por el señor Crowley, el profesor de matemática del
onceavo grado de Ángela en Havergal. Los encuentros de Ángela con Benjamín le
enseñaron mucho sobre los hombres, a leer sus necesidades y deseos, la forma de
tentar y provocar, y cómo seguir arando y jugar.
Ella jugó con el señor Crowley sin piedad hasta que el hombre se rompió y le
rogó encontrarlo en un hotel después de la escuela. A Ángela le gustaba cuando un
hombre le rogaba. Le gustaba sentirse poderosa y deseable. En una habitación de hotel
normal, su maestro le sorprendió con un medallón de plata de Tiffany. Él puso los
enlaces delicados alrededor de su cuello y luego besó la carne blanca suavemente. En
cambio, Ángela le permitió explorar su cuerpo por cuatro horas hasta que se quedó
dormido, agotado y saciado.
Él no era tan atractivo como Benjamín, pero él era más viejo y con más
experiencia. Sabía más posiciones. Era más aventurero. Y así, por cada regalo posterior,
le permitía tocarla en viejas y nuevas maneras. Para el tiempo en que su relación
terminó y Ángela se trasladó a Quebec para asistir a la Universidad de Bishop, había
amasado una enorme cantidad de joyas y un amplio conocimiento de relaciones
sexuales. No hubo un acto heterosexual que ella no hubiera experimentado.
Es más, Ángela era tal vez una de las tres mujeres en el mundo que han visto a
Lolita de Nabokov como una feminista manifiesta.
Cuando Ángela completó su Maestría en Estudios del Renacimiento en la
Università degli Studi di Firenze, su patrón de relaciones se había fijado. Ella prefería
hombres mayores, hombres en posiciones de poder. Estaba excitada por los romances
prohibidos; mientras más remoto, más improbable, mejor.
Ella intentó durante dos años seducir a un sacerdote que estaba asignado al
Duomo de Florencia y justo antes de su graduación, tuvo éxito. Él la tomó contra la
pared de su pequeño apartamento, pero antes de que la tocara, él rodeó sus dedos
largos y cálidos, en torno a un pequeño icono que había sido pintado por Giotto. No
tenía precio. Pero también, razonó, era ella.
Ángela le permitiría a los hombres tenerla, pero solamente a un precio. Y
siempre se acostaba con los hombres que quería… eventualmente.
Hasta su primer año del doctorado en la Universidad de Toronto, cuando
conoció al profesor Edward A. C. Masen.
Él era, sin lugar a dudas, el hombre más atractivo y sensual que había conocido
en su vida. Y él amaba el sexo. Su carnalidad ardiente rezumaba por todos sus poros.
Casi podía olerlo.
Lo veía cazar en su bar favorito. Notaba su enfoque cauteloso, seductor y la
forma en que las mujeres reaccionaban con él. Lo estudió de la misma forma en que
había estudiado italiano y luego puso su conocimiento en buen uso.
Pero él la rechazó.
Él nunca miraba a su cuerpo. La miraba fijamente a los ojos con frialdad, como
si ella ni siquiera fuera una mujer.
Ella comenzó a vestirse más provocativamente.
Él nunca miró por debajo de su cuello.
Trató de ser dulce y humilde.
Él era impaciente con ella.

748
Ella horneaba galletas y le dejaba delicias culinarias anónimas en su buzón de
correo en el Centro.
Las golosinas permanecían intactas durante semanas hasta que la señora Cope
las tiraba a la basura, preocupada acerca de una posibilidad de infestación de parásitos.
Mientras más la rechazaba el profesor Masen, más lo deseaba. Más se volvía
obsesionada por tenerlo, y por primera vez en su vida, sin regalos o intercambio. Ella
se entregaría a él libremente si él simplemente la miraba con deseo. Solo una vez.
Pero él no lo hacía.
Así que cuando tuvo la oportunidad de reunirse con él fuera de la escuela para
compartir un café en Starbucks y discutir su tesis, estaba ansiosa por ver si la reunión
podría convertirse en cena y, posiblemente, un viaje al Lobby. Ella actuaría con su mejor
comportamiento, pero sería atractiva. Y esperaba que él dejara de resistirse a ella.
En preparación para su reunión, gastó seiscientos dólares en una camisa negra
Bordelle llamada apropiadamente Ángela, junto con las ligas y las medias de seda negra.
No se molestó con las bragas. Cada vez que las ligas tiraban sobre la superficie de su
carne, se sentía inflamada. Y se preguntaba cómo se sentiría si el profesor Masen fuera
a liberar las medias de sus vínculos con los dientes.
Por desgracia para Ángela, Peter y Bella habían elegido habitar el mismo
Starbucks en el exacto mismo momento. Y Ángela sabía sin duda que cualquier
irregularidad por parte de ella sería vista con ansiedad y notada por sus compañeros
de doctorado. El profesor sabría esto, también, y por lo tanto sería mucho más
profesional de lo habitual.
Peter y Bella eran bloqueadores de pollas.
Así que en el momento que Ángela consiguió el valor necesario para
enfrentarse a Peter y Bella, estaba más allá de enojada. Su única esperanza era
insultarlos para que pudieran irse antes que el profesor llegara. E hizo su jodido mejor
esfuerzo para asegurarse de que sucediera.
Se acercó al sofá donde estaban sentados sus compañeros, llevando su propio
café y la bebida favorita de Edward.
—Bueno, no es esto acogedor.
—Ángela. —Peter asintió con la cabeza secamente.
Se dio cuenta de que Peter estaba abrazando a Bella bastante firmemente sobre
sus hombros.
—¿Juntándote con estudiantes de maestría, Peter? Qué acto tan democrático de
tu parte.
—Ten cuidado, Ángela. ¿Dos puños, hoy? Eso es como mucho. ¿Planeando un
toda-la-noche? —Hizo un gesto hacia las dos tazas que estaba sosteniendo.
—No tienes ni idea, Peter. Una es para mí y otra es para Edward, por supuesto.
Oh, lo siento, no había visto que estabas aquí, Señorita Swan. Eres tan pequeña.
Supongo que él es todavía profesor Masen para ti.
Ángela rio.
—Tú nunca lo has llamado Edward una vez en tu vida, Ángela. Y yo te reto—
tres-veces-como-perro a hacerlo la próxima vez que lo veas —escupió Peter.
Ángela sonrió—. ¿Reto-tres-veces-como-perro? Eso es gracioso, Peter. ¿Es algo
de Vermont? ¿Algo que los granjeros dicen a los demás cuando están paleando
estiércol? Después de mi reunión con Edward, probablemente iremos al Lobby por
tragos. A él le gusta ir allí después del trabajo. Estoy segura que nosotros
intercambiaremos más de… ah… nombres esta noche.
—¿Y él te llevara? —le preguntó Peter.
—Lo hará. Oh, él lo hará. —La confianza de Ángela era directamente
proporcional al costo de su ropa interior.

749
Bella murmuró algo que no entendió.
—¿Discúlpame? —preguntó Ángela.
Bella no se inmutó—. Dije… no creas lo que dicen.
—¿Sobre qué? —Los ojos de Ángela se estrecharon.
—Sobre Lobby. No es tan genial.
Ángela le sonrió fríamente a Bella—. No creo que ellos te permitan entrar,
querida. No vestida de esa forma. ¿De dónde obtienes tus datos de moda… de la revista
moderna de la suciedad?
Peter soltó los hombros de Bella, se inclinó hacia delante en el sillón y empezó a
flexionar sus brazos.
—¿Por qué no permitirían entrar a Bella, Ángela? ¿Solo están admitiendo
prostitutas ahora?
Ángela se puso muy roja, porque su observación golpeó muy cerca de la
verdad. Demasiado cerca.
—¿Qué sabrías tú de eso, Peter? ¡Eres prácticamente un monje! O tal vez eso es
lo que los monjes hacen… pagan por ello. —Ella miró de forma intencionada al bolso
de mensajero nuevo de Bella.
—Ángela, vas a callarte en este momento o yo me voy a levantar. Y entonces
toda la caballerosidad se irá por la ventana.
Ella tomó una respiración profunda. Esto no iba bien. Quería que se fueran, no
involucrarla en su pequeño altercado.
—No hagas girar tus bragas, Peter. Estoy segura que hay muchas explicaciones.
Quizás Lobby no permita entrar a Isabella por su coeficiente intelectual. Edward dice
que no es muy inteligente, señorita Swan.
Ella se rio mientras Bella agachaba la cabeza.
—¿Oh, de verdad? ¿Y qué más dijo Edward? —Una voz aguda, familiar salió de
detrás de ellos.
Ángela poco a poco se dio la vuelta y miró hacia arriba a un par de furiosos ojos
verdes.
Mierda, pensó.
—Peter. —La mirada de Edward se movió y asintió hacia su asistente de
investigación.
—Señorita Swan, que agradable verla de nuevo. —Edward le sonrió a Bella,
quien le sonrió tímidamente en retorno—. Se está viendo inteligente, como siempre.
—Señorita Webber. —Edward señaló hacia una mesa vacía lejos de Peter y
Bella, e indicó a Ángela que lo siguiera.
Mierda, pensó Ángela, de nuevo. Esos pendejos arruinaron todo. Ahora él está
enojado.
—Profesor Masen, compré un café con leche venti con leche descremada. —
Trató de dárselo, pero él lo rechazó con un gesto.
—Solamente barbados toman café con leche después del desayuno. ¿Nunca has
estado en Italia? Y, por cierto, señorita Webber, la leche descremada es para pendejos.
O chicas gordas.
Giró sobre sus talones y se acercó hacia el mostrador para ordenar su propio
café, mientras que Ángela trataba valientemente de ocultar su rabia.
Maldita seas, Isabella. Todo esto es culpa tuya. Tuya y del monje.
Ángela se sentó en la silla que el profesor Masen había señalado, sintiéndose
casi derrotada.
Casi, porque desde su punto de vista, tenía una hermosa vista del culo del
profesor Masen en sus pantalones de lanilla gris. Redondas como dos manzanas. Dos
manzanas maduras y deliciosas de Washington.

750
Quería tomar un bocado de ellas.
Mmmmmmm. Si no fueras tan hermoso, te odiaría, tú, cabrón encantador, tú.
Edward, ignorando el torrente de lujuria que emanaba la puta detrás de él, sin
prisa compró un café sin un toque de ralladura de limón y una tarjeta de regalo de
Starbucks. Pasó a través de una pila de tarjetas hasta que encontró la que buscaba, una
con una bombilla grande en la parte delantera. Uno que podía ser personalizado.
Serviría muy bien a sus propósitos.
Pero el hecho de que tuviera que pasar por tantos problemas le enfureció. El
hecho de que la señorita Webber hubiese repetido algo que había dicho en un
momento fuera de control y de completa molestia, a la delicada señorita Swan, le
molestaba. Su opinión de la señorita Swan había cambiado, por supuesto. Ella
mejoraba ante una visión más cercana. Y estaba intentando mantener su promesa de
ser amable con ella. Una promesa que se había hecho a sí mismo cuando la tuvo en sus
brazos y bailaron Diana Krall.
Ángela no estaba ayudando.
Y ahora iba a tener que empujar los límites de contacto profesional con el fin de
solucionarlo. Y no le gustaba eso, ni un poco.
Mientras esperaba su espresso, se le ocurrió que la señorita Swan no había
luchado en contra de los comentarios viciosos de la señorita Webber. Ella simplemente
había bajado su cabeza. Solamente se sentó allí y los recibió, curiosamente al igual que
su reacción en su primer seminario. Y en su oficina. Y en su pequeño apartamento
cuando la había denigrado groseramente.
¿Por qué no le dijo a la señorita que Webber que se fuera al infierno?
Reflexionó esto lentamente. ¿Era porque Peter estaba protegiéndola? ¿Era
porque él había llegado y la señorita Swan había dejado de hablar, como siempre
parecía hacer cuando él estaba cerca? ¿O era porque la señorita Swan era demasiado
tímida y/o, posiblemente, demasiado buena para decirle a la señorita Webber lo que
podía hacer con su maldad?
Hmmmm. Una pelea de gatos entre la señorita Swan y la señorita Webber. Cabello
volando, uñas cayendo, el lodo resbalando...
¿Lodo?
Mientras más reflexionaba Edward sobre la interacción que acababa de
presenciar, más enojado se encontraba. Si Peter era el jodedor de ángeles, entonces la
señorita Webber era la quebradora de ángeles. Ella estaba tratando de romper las alas del
ángel, una pluma a la vez, de la misma forma que un niño pequeño tortura a una
mariposa.
Y él iba a poner fin a eso, hoy.
Quebradora de ángeles.
Regresó hacia la señorita Webber, con su propio maldito café, y se sentó en la
mesa con ella. Movió su silla de modo que estuviera sentado lo más lejos posible de
ella, mientras que estaban técnicamente aún sentados en la misma mesa.
Él la miró con frialdad.
—Necesito hablar con usted acerca de su comportamiento, señorita Webber.
Pero antes de hacerlo, quiero dejar claro una cosa. Acordé encontrarme con usted aquí
hoy, porque yo quería un café. En el futuro, nos reuniremos en el Centro como
normalmente hacemos. Sus intentos transparentes de planear encuentros sociales entre
los dos no darán resultado. ¿Entiende?
—Sí, Magister —, dijo Ángela.
Edward enarcó las cejas pero continuó con rapidez, ya que él no creyó que
había oído lo que en realidad había escuchado.

751
—Está en la cuerda floja conmigo ya. Una palabra mía y estará buscando un
nuevo director de tesis. —Se aclaró la garganta.
La diatriba de Edward hacia Ángela fue interrumpida por un leve movimiento
en su periferia.
Se volvió hacia la ventana y vio a Peter susurrándole en el oído a Bella.
Un gruñido bajo retumbó en su pecho cuando vio a la pareja joven hablando
con dulzura.
¿Cómo puedes soportar que te toque, Isabella? Se parece a un oso. ¿Crees que va a ser
amable contigo? Es probable que te aplaste con su peso sin siquiera darse cuenta. ¿No podías
encontrar a alguien menos parecido a Emmett?
—¿Está bien, profesor? Sonó como si tuviera la gripe.
Edward giró su mirada a regañadientes de la pareja en el sofá de dos plazas
hacia la pelinegra que estaba sentada frente a él. Tosió de forma semi-convincente.
—Estoy bien. Estoy seguro de que es sólo el principio del virus H1N1. O el
SRAS. —Él le sonrió maliciosamente y luego procedió a toser de nuevo, solamente por
el teatro.
Ángela se echó hacia atrás instintivamente y puso una mano sobre su nariz y
boca.
—En el futuro se dirigirá a mí como profesor Masen, incluso cuando hable de mí
en tercera persona. ¿Quedó claro?
—Sí, profesor Masen.
Oooohhhh, profesor. No tienes idea de lo mucho que me dan ganas de gritar su nombre.
Mmmmmm, profesor. Profesor. Profesor. Profesor...
—Por otra parte, se abstendrá de hacer comentarios personales acerca de mis
otros estudiantes, entre ellos el señor Norris y la señorita Swan. ¿Está claro?
—Cristalino.
Ahora Ángela estaba empezando a hervir un poco, pero mantuvo su reacción
para sí misma. Puso toda la culpa hacia Bella.
Quería sacar a Bella del programa. No estaba segura de cómo hacerlo, aún.
—Finalmente, todo lo que escuche de mí sobre otro estudiante o persona
relacionada con la Universidad será considerado confidencial y no lo repetirá. De lo
contrario, encontrará a otro director de tesis. ¿Cree que es lo suficientemente
inteligente para cumplir con esta instrucción tan simple?
—Sí, señor. —Se erizó un poco ante su condescendencia, pero a decir verdad,
encontró su mal humor sexy. Ella quería que la dominara. Que la atara e hiciera cosas
indecibles a ella, a...
—Cualquier tipo de abuso dirigido a estudiantes de maestría será llevado a la
atención del presidente de mi Departamento. Creo que usted es muy consciente de las
normas que rigen el comportamiento de los estudiantes de postgrado. No necesito
recordarle sobre las prohibiciones contra las novatadas, ¿o tengo que hacerlo?
—Pero yo no me estaba cargando a Bella, yo estaba…
—¡Basta! Sin lloriqueos. Y dudo que la señorita Swan haya dado permiso para
usar su apodo. Y usted se dirigirá a ella de forma adecuada o no lo hará en absoluto.
Ángela bajó la cabeza y parecía a punto de llorar. Las amenazas del tipo que el
profesor Masen estaba haciendo no eran sexys.
Había trabajado muy duro para entrar en el programa del doctorado en la
Universidad de Toronto y no iba a dejar que se resbalara de sus dedos. No por alguna
perra miserable que tenía algo cocinándose con el precioso asistente de investigación
del profesor.

752
Edward vio a su reacción pero no dijo nada, sorbiendo lentamente su café. No
sentía remordimientos y estaba comenzando a preguntarse qué otra cosa podía hacer
para hacerla llorar.
—Además, estoy seguro de que es muy consciente de las políticas de la
Universidad que regulan el acoso y la confraternización entre un estudiante y un
profesor. Sin duda conoce que esas políticas funcionan en ambos sentidos. Los
profesores pueden presentar una queja ante el Tribunal de la Vicepresidencia si creen
que están siendo acosados por un estudiante. Si usted cruza la línea conmigo, la voy a
arrastrar al Tribunal tan rápidamente que su cabeza girara. ¿Me expliqué?
Ángela levantó su barbilla y lo miró con los ojos muy abiertos y asustados—.
Pero... pensé... nosotros...
—¡Pero nada! —Explotó Edward—. Y a menos que usted esté loca, se dará
cuenta de que no hay un nosotros. No voy a repetirme. Usted sabe dónde está parada.
Echó un vistazo hacia Bella y Peter por última vez, inhalando lentamente.
—Ahora que hemos terminado con la conversación amena de hoy, me gustaría
decirle lo que pienso sobre su última proposición de la tesis. En una palabra, era una
basura. En primer lugar, su tesis es derivada. En el segundo, usted no ha hecho ningún
intento de ofrecer una revisión adecuada de la literatura. Si usted no puede modificar
su propuesta abordando estas cuestiones, tendrá que encontrar otro director. Si usted
decide presentar una propuesta revisada, tendrá que hacerlo dentro de dos semanas.
Ahora bien, si me disculpa, tengo otra reunión. Buenas tardes, señorita Webber.
Edward salió del Starbucks rápidamente, dejando a una bastante traumatizada
Ángela mirando hacia el espacio.
Oyó parte de su discurso, por supuesto, pero su mente estaba concentrada en
otras cosas. Ella estaba maquinando. En primer lugar, iba a hacer algo para vengarse
de Bella. No sabía qué, y no sabía cuándo. Pero ella iba a acuchillar a esa perra
(metafóricamente hablando) y la cortaría (también metafóricamente hablando).
En segundo lugar, iba a re-escribir su propuesta de tesis de inmediato y
esperaba que ganara la aprobación académica del profesor Masen.
En tercer lugar, iba a redoblar sus esfuerzos en la seducción.
Ahora que había visto al profesor Masen enojado, no había nada que deseara
más que verlo enfadado con ella… y desnudo. Iba a hacerle cambiar de opinión. Iba a
romper su exterior áspero.
Iba a verle arrodillado ante ella, rogándole, y entonces...
Era evidente que los tacones de diez centímetros y la ropa interior Bordelle no
eran suficientes. Ángela iba a ir de cabeza a Holt Renfrew e iba a comprarse un vestido
nuevo. Algo Europeo. Algo sexy. Algo de Versace.
Y entonces ella iba a ir al Lobby para poner su tercer plan en movimiento…

753
Outtake segundo. Capítulo 18.

Flashback del viernes...


Él no estaba viendo hacia dónde iba. Si lo hubiese hecho, no habría salido del
ascensor ychocado con la pequeña morena, enviándola hacia atrás por el rebote de su
pecho como un ciervo fuera de un camión.
Ella aterrizó con los ojos abiertos en la alfombra.
—¡Sacré*! —Juró, mientras algunos de sus alimentos se caían de su bolsa de
papel.
El conserje del edificio de inmediato ayudó a la joven a ponerse de pie,
regañando al hombre que había efectivamente comprobado su cuerpo—. ¡Tienes que
ver a dónde vas!
—Estoy bien —, se las arregló a decir ella, mientras se limpiaba su abrigo y
cogía su bolso de mensajero.
—¿Y usted, señor? —El conserje lo miró ligeramente a causa del lamentable
accidente.
El señor asintió tímidamente.
El señor era de estatura media y complexión mediana, con pelo castaño
ondulado, y grandes ojos marrones detrás de sus gafas sin montura. Él no era del todo
mal parecido y tenía un físico agradable y dientes muy finos, a pesar de que parecía un
nerd. Un nerd ligeramente de moda con un Oxford de botones bajos y Levis casi
apretados.
Gracias a Dios, sabía lo suficiente como para no llevar calcetines blancos con
zapatos negros.
—¿Está bien, señorita…? —El señor se dirigió hacia la morena interrogante.
—Estoy bien. Estaba saliendo del ascensor y no lo vi.
—Lo lamento mucho. Yo buscaba a tientas las llaves. Tiendo a perderlas —Se
detuvo bruscamente.
Simplemente mirar a una mujer tan hermosa como ella era un gran logro para
el señor, porque él vivía principalmente entre las cuatro paredes de su apartamento
bien equipado y dentro de ese apartamento, vivía casi en su totalidad dentro de su
cabeza. A menos que estuviera hablando a través de Skype con su madre, la inimitable
señora.
El señor era un escritor subempleado.
—Lo siento sobre sus limones. —La joven se agachó para recoger la fruta que
se habían separado por el impacto en el suelo. Debían haber estado muy maduras.
Se las entregó a él con torpeza, y luego metió la mano en su bolsillo buscando
pañuelo de papel para limpiar sus manos.
—La historia de mi vida —murmuró—. No hay limones esta semana. De nuevo.
Ella arqueó una ceja y luego se volvió de nuevo hacia el portero expectante.
—Te llevaré al apartamento del profesor —, dijo, mientras guiaba al joven por
el pasillo.
—El señor vive allí. —El conserje señaló el apartamento del lado de Edward.
Bella notó que en la puerta había una placa de bronce con la palabra “SEÑOR”
grabado en él de una manera muy elaborada, en mayúsculas subrayadas.
¿Quién sería tan pretencioso como para poner eso en su puerta? ¿Por qué no poner
simplemente señor en francés?
El señor la vio alejarse, y luego recogió a toda prisa el resto de sus compras,
tratando de limpiar el jugo de limón y la pulpa con un pañuelo de papel, y se dirigió a
___
*Sagrado

754
su apartamento.
Mientras él guardaba sus compras sus pensamientos se dirigieron hacia la
joven. Ella era encantadora… cabello castaño largo, piel pálida y clara. Ella era Helena
de Troya y la Princesa Leia y Galadriel en una. Fue cautivado por su calidad etérea y
maldijo el hecho de que solo era capaz de tener la más mínima idea de ella. Si ella era
impresionante en menos de un minuto, supuso que sería increíble después de un
examen más largo.
Y dado que ella era, obviamente, una amiga del profesor tal vez la volvería a
ver.
Por otra parte, tal vez no.
Depositó sus limones destruidos tristemente en la basura y se fue con sus largas
piernas a su escritorio. Hizo crujir los nudillos, uno por uno, y empezó a escribir con
entusiasmo en su computadora portátil. Su período de sequía se había roto. Ahora
podía escribir.
Con una musa como ella, podría escribir toda la noche y temprano en la
mañana...

755
Outtake tercero. Esme y Bella.

Finales de septiembre de 2003


Forks, Washington
Bella estaba sentada en la isla de la cocina de Esme comiendo galletas de
chocolate caseras.
Alice y Jasper la habían traído a la casa de los Cullen después de la escuela,
pero se fueron casi inmediatamente a comprar leche.
Al menos eso fue lo que dijeron que estaban haciendo.
—Alice mencionó algo acerca de un chico que te molesta en la escuela. —La voz
de Esme era baja y dulce.
—Oh. No es nada.
—Ella dijo que había pasado antes.
Bella limpió sus manos en sus pantalones vaqueros viejos y miró a su regazo.
—El señor Molina le hizo a Travis Jones una pregunta sobre “Matar a un
ruiseñor”. Cuando él no pudo contestarla, el señor Molina me llamó. —Ella sonaba a la
defensiva.
Esme tranquilamente se sirvió una galleta—. ¿Cuál era la pregunta?
—Quería saber quién inspiró el personaje de Dill.
—¿Y quién era?
—Truman Capote.
Esme sonrió apreciativamente—. No lo sabía. Bien por ti.
—Matar a un ruiseñor es uno de mis libros favoritos —le explicó Bella en voz
baja.
—Es un gran libro. Pero haberlo leído bien no es nada de qué avergonzarse. No
deberías esconder lo que sabes solo para que un niño se sienta bien.
—Sí. Lo sé. —Bella colocó su galleta a medio comer de vuelta a su plato y
suspiró.
—Siempre habrá gente que va a tratar de romperte cada vez que logres algo.
Hasta la Madre Teresa tenía sus detractores. ¿Te imaginas? ¡Christopher Hitchens la
llamó un fraude! —Esme rio sin alegría—. Pero tú no eres responsable de ellos, solo
eres responsable de ti misma. Y no puedes dejar que un niño tonto te impida brillar en
la escuela. —Ella vaciló por un momento—. Probablemente escuchaste lo mismo de
Renée.
—No he hablado con ella desde que me mudé aquí.
Esme se dio cuenta de la mirada triste en el rostro de Bella y rápidamente le dio
unas palmaditas en la mano.
—Lamento oír eso. Sé que debe ser difícil mudarte a un lugar nuevo y tener que
empezar en una escuela secundaria donde todo el mundo se conoce desde el jardín de
infantes. Deberías quedarte a cenar y pasar algún tiempo con Alice y Jasper. Estoy
haciendo lasaña.
Bella parecía un poco incrédula, pero la expresión genuina de Esme disipó
rápidamente sus dudas.
—Me gustaría quedarme a cenar. Gracias.
—Bien —Esme empujó el plato de galletas hacia la dirección de Bella,
animándola a tomar otra.
Bella declinó la oferta y regresó a su galleta media comida.
—El señor Molina me preguntó qué sabía de Truman Capote, frente a toda la
clase. Creo que se sorprendió de que yo hubiese oído hablar de él, ya que no está en la
lista de la lectura del duodécimo grado.
Esme asintió instándola a continuar.

756
Bella pasó sus dedos nerviosos a través de su cabello largo y castaño.
—Le dije que había leído Otras voces, otros cuartos. Luego terminamos en una
discusión acerca de la forma en que Capote y Harper Lee retrataban a los niños en sus
novelas. La mitad de la clase estaba riéndose. —Sus mejillas se colorearon
avergonzadas.
—¿Cómo se te ocurrió leer a Truman Capote?
—Pasé mucho tiempo en la biblioteca cuando vivía en Phoenix. La bibliotecaria
me daba cosas para leer. A ella le gustaba la literatura del sur; Truman Capote,
Flannery O'Connor, Walker Percy. —Bella ofreció ese pequeño bocado como una
explicación del porqué era tan buena en la lectura a los diecisiete años, pero la
verdadera causa se encontraba en la razón por la que había pasado tanto tiempo en la
biblioteca. Una razón que hasta ahora no había sido revelada a Alice o a Esme.
—Es maravilloso tener este tipo de estímulo. Espera hasta que vayas a la
universidad. Habrá un mundo nuevo de libros e ideas esperando por ti. Puedes
estudiar lo que quieras. Puedes estudiar literatura Americana.
Bella se movió en su silla incómoda—. Mi padre no tiene mucho dinero. No
estoy segura de que pueda ir a la universidad.
Esme se quedó pensativa por un momento.
—Puedes asistir en tiempo parcial y tomar cursos en la noche. Puedes asistir a
una Universidad de dos años, o tomar clases en línea y luego transferirte a la
Universidad de Washington. Tu educación es importante. Es algo que nadie será capaz
de quitarte. Es una inversión para ti misma. Y es tu boleto para salir de Forks.
—Eso es seguro —, murmuró Bella.
—Si eres dotada académicamente, deberías trabajar duro en la escuela
secundaria y solicitar becas. No todo el mundo tiene ese tipo de talento. A Alice no le
gusta la escuela. Ella disfruta de los aspectos sociales, pero prefiere pasar su tiempo
haciendo otra cosa. Algo creativo.
—Alice ha sido muy amable conmigo. También Jasper.
—Me alegra oír eso. No esperaría nada menos, de ninguno de ellos. El hermano
mayor de Alice, Edward, ganó varias becas en Dartmouth. Cuando se graduó, fue
capaz de ir a Oxford y luego a Harvard. Pero gran parte de su educación fue financiada
por becas.
—Debes estar muy orgullosa de él. —Las mejillas de Bella se sonrojaron
ligeramente.
La cara de Esme tuvo una expresión de tristeza, pero la expresión fue fugaz.
—A Edward no le importa Forks. Pero él era muy popular con sus maestros y
muy exitoso en la escuela secundaria. Me gustaría que lo conocieras. Él ciertamente
comparte tu pasión por la lectura. Y sería capaz de darte consejos sobre solicitar becas,
a dónde ir a la universidad, etc.
Las mejillas de Bella se volvieron aún más rosadas por la invitación generosa.
Quería ser capaz de poner una voz y una personalidad a la fotografía que había robado
del tablón de anuncios de Alice. Quería saber si era tan atractivo como su fotografía.
Ciertamente, era inteligente, así como hermoso.
—Me gustaría eso —, respondió con timidez.

757
Outtake cuarto. Katherine Picton y Edward Masen.

Septiembre, 2006
Toronto, Canadá.
Katherine Picton se sentó en el borde de su cama agarrando una vieja fotografía
en blanco y negro.
Las malas noticias viajan con rapidez, incluso más rápidamente cuando existía
la expectativa del sufrimiento por parte del destinatario. La crueldad viaja con alas, al
parecer, mientras que el amor parecía moverse a paso de tortuga. Una tortuga con paso
borracho.
Por supuesto, ella no se había molestado en decirle nada a Katherine. No,
Katherine tuvo que descubrirlo a través de un mail. Un mail de un conocido en Oxford
le había dicho la triste noticia.
Katherine se acurrucó en la parte superior de su colcha y lloró.

-
El profesor Santos estaba contento. Muy satisfecho.
Su departamento había contratado recientemente a un nuevo profesor cotizado
de Harvard, superando con éxito la oferta y negociación por fuera de Stanford y la
Universidad de Chicago. A pesar de lo que le había costado a su presupuesto en
términos de salario y beneficios, valía la pena. Edward A. C. Masen ya era bien
respetado en los talones de su primera monografía sobre Dante y Beatrice. Al darle
tiempo, Santos no tenía ninguna duda de que Masen sería el próximo Katherine Picton.
Con una fuente definida en su paso, el profesor Santos entró en su oficina en el
Centro de Estudios Medievales a principios de septiembre. Él intercambió bromas con
la señora Cope, su secretaria capaz, y se sirvió un café. Después colocó su maletín caro
en la silla y miró su correo electrónico.
Pronto se dio cuenta de que tenía un problema. Uno grande.
La profesora Picton le había escrito diciendo que su antiguo mentor y asesor de
tesis, el profesor Hutton, tenía una enfermedad terminal en Oxford. Katherine deseaba
desesperadamente ser capaz de verlo antes de que muriera.
Pero había dos obstáculos. A pesar del hecho de que estaba retirada, la
profesora Picton estaba enseñando un último seminario de graduados sobre Dante
durante el semestre de otoño. Y ella estaba programada para entregar una serie de
conferencias públicas sobre los sembradores de la discordia de la comunidad en el
Infierno de Dante y de los males de la incitación al odio. Debido a su tema, la reciente
legislación en la Cámara de los Comunes sobre el discurso del odio, estas conferencias
habían sido ampliamente promovidas más allá de la Universidad de Toronto y se
suponía que serían televisadas en el CBC.
La profesora Picton no fallaría su palabra y por eso estaba determinada a un
gran costo personal a enseñar su seminario y ofrecer sus conferencias. Ella haría un
viaje relámpago a Oxford en el lapso de unos pocos días, intentando decir su adiós, y
luego regresaría. Lo único que pedía era la reprogramación de un seminario.
El profesor Santos deseaba poder ofrecerle una licencia de larga duración, dada
la naturaleza de su solicitud y su compasión profundamente arraigada. Estaba claro
que Katherine estaba bastante afligida. Y teniendo en cuenta la enfermedad del
profesor Hutton y el hecho de que había sido trasladado a un hospicio, era más que
probable que muchos de sus amigos y antiguos alumnos quisiesen decir sus adioses.
Katherine podría necesitar más que unos pocos días con el fin de verlo.

758
Solamente una persona en su departamento podría ayudarla y dada la actitud
bastante malhumorada de la persona, el profesor Santos no estaba seguro de que lo
haría. Pero valía la pena intentarlo.
Salió hacia el escritorio de la señora Cope y le pidió que se programara una
reunión con el profesor Masen tan pronto como fuera posible.

-
Dos días más tarde, Edward Masen se paró en los escalones de la entrada de la
casa de la profesora Picton y llamó dos veces. Su arrogancia y orgullo estaban fuera de
proporción con su edad y experiencia, a pesar del hecho de que había sido considerado
una estrella muy brillante en su programa de doctorado en Harvard y tuvo su pico de
ofrecimiento de múltiples trabajos atractivos. Pero la profesora Picton era la líder de
especialistas en Dante en el mundo en ese momento e incluso el considerable ego de
Edward se sentía intimidado por ella.
Tan pronto como el profesor Santos mencionó la situación de Katherine,
Edward inmediatamente se ofreció voluntario a hacerse cargo de sus
responsabilidades, y al hacerlo, había rechazado cualquier carga lectiva reducida o
compensación adicional. Estaba feliz de ayudar, dijo, y no tomaría nada a cambio.
El profesor Santos estaba tan contento con Edward, que le prometió un favor
futuro. Edward dudaba de que lo necesitara alguna vez, pero estaba agradecido
igualmente.
Y así fue como se encontró de pie en el porche del porche de la profesora a las
siete en punto de un jueves, con una botella muy cara de oporto y enderezando
nerviosamente su corbata de lazo de seda.
—Ah —dijo Katherine, mientras abría la puerta—. Edward. Entra.
Ella apreció alegremente al joven académico mientras permanecía de pie en su
pasillo con una chaqueta de tweed y pantalones de lana y mirándola un tanto
preocupado a través de sus gafas de carey.
—Gracias por venir.
—El placer es mío, profesora Picton. —Él le entregó la botella de oporto con un
movimiento algo rígido.
Ella tomó la botella con gratitud y lo hizo entrar a su salón antes de desaparecer
en la cocina a buscar un plato de queso, salsa picante y fruta.
—¿Abrimos el oporto o prefieres algo más?
Edward puso los ojos al aparador y observó una botella bastante costosa de
Lagavulin—. Whisky estaría bien.
Katherine sonrió—. Un hombre conforme a mi corazón. Whisky será entonces.
A los pocos minutos, los dos académicos estaban chocando sus vasos y
masticando amigablemente junto a la chimenea. Después de intercambiar algunos
comentarios corteses, Katherine lo paralizó con una mirada curiosa.
—¿Que motivaría a un profesor asistente de primer año a enseñar un seminario
de postgrado adicional a corto plazo y ofrecer una serie de conferencias públicas pro
bono?
Edward tomó otro sorbo de whisky—. Un estipendio se adjunta a las
conferencias.
Katherine desestimó su comentario con un gesto de su mano arrugada—. He
visto el contrato. No es mucho. Estoy contenta de que lo obtengas, pero no puedes
estar haciendo esto por el dinero. No vale la pena dado el tiempo que tomaría preparar
las clases. Uno bien podría estar haciéndolo de forma gratuita.
Edward sabía mejor que encogérsele de hombros a tal persona tan distinguida
así se quedó callado e inmóvil.

759
—Las conferencias tendrán lugar en el Hart House y será moderado por el
teniente general Romeo Dallaire. ¿Lo conoces?
—Ah, no, no lo hago.
—Él era el comandante de la Misión de las Naciones Unidas para Ruanda en la
década de 1990. Habla a menudo sobre la propaganda de odio. Es encantador y no te
culpara por no saber quién es. Pero debes hacerlo mejor.
—Lo haré —le prometió, haciendo una nota mental para ir a la biblioteca de
Robarts al día siguiente, con el fin de investigar la carrera del Comandante. Justificó la
laguna de la historia de Canadá en su otro conocimiento vasto sobre el hecho de que
era un especialista del Renacimiento. Nunca había tomado siquiera una clase de la
historia de Canadá, incluso en pregrado, ya que él no había visto la necesidad de
hacerlo.
(Entre paréntesis, cabe señalar que las Universidades Canadienses no ofrecen cursos en
la historia de Edward Masen)
Katherine vertió otro dedo de whisky en su vaso y luego hizo lo mismo con el
suyo.
—Independientemente de tus razones para ayudarme, ahora te debo una
deuda.
—No hay deuda. Es un placer ayudarla, profesora Picton, y verdaderamente, es
una buena experiencia para mí. Me ha dado una oportunidad para avanzar en mi
carrera. Gracias.
—Paparruchas. Te he entregado un infierno de montón de trabajo. En poco
tiempo.
Él le dirigió una sonrisa tímida y ella ladeó la cabeza hacia un lado,
pensativamente.
—No estoy segura de lo que el profesor Santos te dijo, pero es muy posible que
me vaya todo el semestre. Eso significa que tendrás que enseñar mi seminario en su
totalidad.
—Eso no es problema.
Katherine asintió y jugueteó con su copa como si estuviera pensando en algo.
Por fin habló.
—Estoy segura de que conoces al profesor Hutton por su reputación. Él era mi
asesor en Oxford. En aquellos días, varios de los profesores se negaron a supervisar a
los estudiantes de sexo femenino. Oriel, su Universidad, no admitió a las mujeres hasta
el año 1985.
—¿Estabas allí cuando los Inklings eran activos?
Katherine reprimió una sonrisa—. Dejaron de reunirse en 1949, cuando tenía
ocho años.
Edward comenzó a tartamudear en la vergüenza—. Le ruego me disculpe. No
quise decir… ah… es decir… perdóname...
—Los Inklings eran más grandes que la vida y por eso no me sorprende que me
preguntaras sobre ellos. Así como el Viejo Hut, como llamábamos a mi asesor. Él era
un amigo de Jack Lewis y el profesor Tolkien —La sonrisa abandonó rápidamente su
rostro—. El viejo Hut ha sido diagnosticado con cáncer de páncreas. Está muy enfermo.
—Lo siento mucho —, dijo Edward—. Por favor, acepte mi simpatía.
—A su esposa nunca le agradé. Cuando llegué a Oxford, estoy segura de que
me prohibirá que dé mis respetos. Una especie de reivindicación final. Es por eso que
espero estar fuera durante todo el semestre. Probablemente me tome seis semanas
apareciendo todos los días y postrándome allí con el fin de convencerla para que me dé
cinco minutos con él. Y dada su enfermedad, eso podría ser demasiado tarde.
—¿Quién sería tan cruel?

760
Katherine buscó los ojos de Edward y los encontró sinceros—. ¿Haces esta
pregunta después del Shoah*? ¿Después del Genocidio de Ruanda? Los seres humanos
pueden ser muy crueles, de palabra y de obra. Pero creo que sabes esto ya, de lo
contrario no serías capaz de ofrecer una serie de conferencias sobre el odio para la
CBC.
Edward tosió tímidamente y se ajustó las gafas.
—En el caso del viejo Hut yo fui la cruel y he estado pagando por ello todos
estos años. Ahora es la oportunidad de la señora Hutton para exigir su venganza, con
intereses.
—Lo siento.
Katherine terminó su whisky de un trago—. No lo estés. Me has dado la
oportunidad de hacer las paces, tal vez con los dos, antes de que él muera. Siempre
estaré en deuda contigo. Pero basta ya de mí. Cuéntame acerca de tu investigación.
Estoy interesada en saber más sobre el estudioso que ha venido a sustituirme.
Edward dejó el vaso sobre una mesa de lado y se inclinó hacia adelante con
entusiasmo.
—Mi primer libro fue sobre la sexualidad y el amor en el infierno de Dante...

___
* Holocausto.

761
Outtake quinto. Edward, Bella y Tanya. Capítulo diez.

Octubre, 2009
Toronto y Cambridge, Massachusetts.
—Supongo que deberíamos empezar a discutir su propuesta de tesis ahora,
señorita Swan.
Edward cambió su tono a propósito para que Isabella supiera que estaban en
una base profesional de nuevo, a pesar de que estaban compartiendo una pizza en el
Caffé Volo.
Ella respiró hondo y comenzó a describir su proyecto, invocando los nombres
de Paolo y Francesca, y Dante y Beatrice. Edward sintió que algo se agitaba dentro él al
oír sus labios de rubí pronunciar el nombre de su ángel, pero la agitación fue
interrumpida muy groseramente por su IPhone.
Él no tenía necesidad de mirarlo con el fin de adivinar quién lo estaba
llamando, porque el tono lo decía todo.
Tanya.
Las campanadas del Big Ben manifestaban su culpa y obligación y el hecho de
que ella nunca podría, alguna vez, ser ignorada.
Como si se tratara de un baile de marionetas en una cuerda, levantó un dedo
para detener a Bella.
—Tengo que tomar esta llamada. Lo siento.
Se levantó y respondió su teléfono en un movimiento rápido—. ¿Tanya?
—¡Edward! ¡Oh, Edward! —Tanya sollozaba en el teléfono, sus palabras
confusas y ahogadas.
Él se alejó rápidamente de la mesa hasta la habitación de al lado.
—¿Qué sucedió? ¿Dónde estás?
—Tuve un accidente. Con el Mercedes.
—¿Dónde estás?
—Cambridge.
—¿Estás bien?
—¡Golpee a alguien! Tienes que venir a buscarme. ¡Por favor! —Estaba histérica
y gritando en el teléfono.
—¿A quién golpeaste, Tanya?
Los sonidos de la angustiada voz alta sollozando llenaron los oídos de Edward.
Él caminaba de un lado a otro—. ¿Tanya? ¡Tanya! Maldita sea, ¿a quién
golpeaste?
—Una camioneta. Había niños. Vi a una niña... —Su voz se perdió en más
sollozos.
—Escucha. No te muevas. ¿Me oyes? Espera en el coche por la policía y la
ambulancia. Y lo que sea que hagas, no hables con nadie.
—¡Tienes que venir por mí! ¿Qué pasa si me meten en la cárcel?
—Ellos no te van meter en la cárcel. Diles que estás herida y necesitas ir al
hospital. No admitas que has estado bebiendo. Voy a tomar el próximo vuelo de
Toronto a Boston.
—¡Eso no es lo suficientemente pronto! —Ella gritó, perforando el oído de
Edward.
Él apartó el teléfono de su cabeza hasta que sus histéricos gritos se hubieran
calmado. Mínimamente.
—Tanya, escúchame, nadie te va a llevar a la cárcel. Diles que golpeaste tu
cabeza. Diles que te lleven al Hospital Mount Auburn. Estaré allí tan pronto como me
sea posible.

762
—Edward, ¿qué sucede si la mate?
Se quedó en silencio por un momento mientras luchaba por las palabras, una
ola de horror lo inundó.
—No hables con nadie. Voy a estar allí pronto.
Desconectó la llamada y luego cerró los ojos con fuerza. No sabía cuál deidad
había jodido en una vida anterior, pero estaba muy claro que esa deidad ahora estaba
tomando gran placer en exigir su venganza.
¿Siempre voy a estar maldito?
¿Nunca tendré paz?
Edward se permitió el lujo de un minuto de autocompasión y luego enderezó
los hombros y se fue en búsqueda de Riley, su camarero.
Cuando regresó a Isabella, no se sentó.
Ella lo miró con ojos muy abiertos y preocupados.
Edward sintió que su corazón se apretaba ante la simpatía visible en su cara.
Ella era gentil y amable, tranquila y compasiva. Un fuerte contraste con Tanya, de
muchas maneras diferentes. Muchas atractivas maneras diferentes. Pero ella era su
alumna y la amiga de Alice.
—Tengo que irme. Lo siento. Pagué la cena y le pedí a Riley que te encontrara
un taxi cuando hayas terminado.
—Puedo caminar. —Ella se inclinó para recoger su bolso de mensajero.
Él extendió su mano para detenerla.
—Absolutamente no. No por la calle Yonge tan tarde y por ti sola. Ten. —Tomó
un billete de cincuenta dólares de su cartera, lo dobló en dos y lo colocó sobre la
mesa—. Para el taxi y en caso de que quieras comer o beber algo más. Por favor
quédate y termina tu cena. No te vayas por mí. Y lleva las sobras a casa, ¿puedes?
Bella negó con la cabeza—. No puedo tomar tu dinero
Se movió como si fuera a devolverle el billete.
De repente, sus dedos estaban en su pelo, tirando violentamente.
—Por favor, Isabella. Ahora no.
No tenía la energía para discutir con ella, no por algo más. Se sentía salvaje, en
el borde, como si el más mínimo empuje tumbaría su fachada cuidadosamente
construida hacia el suelo.
—Siento tener que dejarte. Yo…
Empezó a frotarse los ojos con el dorso de una mano.
Nunca tendré un momento de paz. Justo cuando pensaba que las cosas iban bien, Tanya
jode todo.
Estoy maldito.
Mientras se reprendía a sí mismo por sus pecados, que eran bastantes, sintió
una pequeña mano deslizándose cálidamente sobre la suya.
Sin pensarlo, apretó sus dedos ligeros, maravillándose de nuevo por la bondad
que parecía filtrarse de ella.
Abrió los ojos y la miró con tristeza, poco a poco empezando a mover los dedos
suavemente hacia adelante y hacia atrás a través del dorso de su mano, acariciándola
suavemente. Todo era tan cómodo y dulce. Como si lo hubiera hecho miles de veces.
Como si ella le perteneciera.
Subió su mano cerca de su boca y miró fijamente su conexión.
—Aquí está el olor a sangre todavía; ni todos los perfumes de Arabia serán más dulces
que esta mano —, susurró, mirando su piel con fiereza, como si a través de una gran
fuerza de voluntad se pudiera deshacer su pasado.
Él le besó la mano con reverencia y luego la liberó.
—Buenas noches, Isabella. Te veré el miércoles. Si todavía estoy aquí.

763
Bella asintió y lo vio caminar rápidamente fuera y echar a correr tan pronto
como sus pies tocaron la acera.
El restaurante no estaba lejos del Edificio Manulife, a solo unos minutos a pie.
Sin pensar en la decencia o el decoro, atravesó el vestíbulo, a través de las puertas de
seguridad y los ascensores. En su prisa, casi tiró a su vecino con gafas al suelo. Sin
embargo, su vecino, que era voluble en el extremo o más bien paranoide, lo esquivó
justo a tiempo.
Por desgracia, el vecino chocó bastante bruscamente con una palmera en
maceta, la cual se sostenía en el suelo tercamente como el hombre alto de un metro
ochenta que golpeó y luego rebotó hacia atrás, como una muñeca de trapo.
Mientras Edward lo miraba con horror, el vecino cayó al suelo y se posó en su
lejos de espectacular, culo.
Edward lo colocó sobre sus pies con abundantes disculpas y luego saltó a la
espera de un ascensor. Sacando su IPhone de su bolsillo, rápidamente se desplazó
hasta el número de su abogado en Boston, y cuando llegó a su piso, marcó el número.
Maldiciendo en voz alta, esperó hasta que el correo de voz le permitió dejar un mensaje
y luego a toda prisa explicó la situación de Tanya.
Para el momento en que entró en su apartamento, estaba en llamada de espera
con Air Canadá. Había perdido el último vuelo a Boston y tendría que esperar hasta la
mañana.
Aún en espera, se dirigió a su dormitorio y sacó algunas cosas de su armario,
metiéndolas en un bolso de una noche. Fue entonces cuando su teléfono fijo empezó a
sonar. Sosteniendo su IPhone en una oreja, contestó el otro.
—¡Edward! Me alegra haberte encontrado. Estás de suerte, ya estoy en
Cambridge. Debería estar en el Hospital Mount Auburn en treinta minutos.
—Perdí el último vuelo de Boston. Incluso si puedo alquilar un coche, me
llevará diez horas llegar allí. Necesito que compruebes la condición de Tanya y te
quedes con ella hasta que yo llegue en el primer vuelo mañana por la mañana.
También quiero que compruebes cómo esta la familia que golpeó.
Edward oyó suspirar pesadamente a Eleazar en el teléfono.
—Es muy posible que ella esté bien, Edward.
—No sonaba muy bien —, le espetó mientras comenzaba a abrir cajones y
armarios en su baño, buscando por sus artículos de tocador de tamaño de viaje—. Ella
cree que golpeó a una niña, por amor de Dios.
—¿A qué hora es tu vuelo?
—No tengo un vuelo todavía. El jodido Air Canadá me puso en espera. Algo
acerca de tener que ir a través de sus protocolos sobre reservación de última hora.
—¿Por qué no me permites saber lo que está sucediendo y reservas un vuelo
después? Sería una lástima si viajas todo el camino hasta aquí por uno de sus episodios
teatrales.
—No te pago para que opines, Eleazar.
—Es cierto. Me pagas para ser tu abogado y su niñera. Si ella te llama, entonces
no puede estar muy gravemente herida. Y si estaba borracha, entonces necesita un
abogado, no un profesor de inglés. Así que cálmate y déjame hacer mi trabajo. –La
paciencia de Eleazar se estaba agotando. Conducir en hora pico y tratar con el trastorno
de personalidad de Edward no estaba ayudando.
—¡Bien! Llámame después de haberla visto. Y asegúrate de saber la condición
de la niña. —Edward colgó el teléfono y lo tiró sobre la cama con frustración. Y luego
cerró la llamada a Air Canadá y lanzó su IPhone en la cama, también.
Merodeó hasta el comedor y se sirvió una medida de dos dedos de su mejor
whisky y lo bebió rápidamente, disfrutando de la sensación de ardor mientras pasaba

764
por su garganta. Él se sentía impotente. Se sentía responsable, no solo por Tanya, sino
también por la niña que había lesionado.
Mientras se hundía en el sillón de terciopelo rojo junto a la chimenea, enterró el
rostro entre sus manos, tratando desesperadamente de no pensar en Tanya tirada en el
piso del baño de su viejo apartamento en Cambridge, la sangre derramándose...
Se ocupaba de sus horrores pasados a través de medios convencionales, la
evitación o distracción. Pero cada vez que Tanya venía a él con un problema, todos sus
mecanismos copiados eran desafiados y quedados al desnudo, dejándolo justo en el
borde de la autodestrucción. El odio hacia sí mismo era un hecho.
Si hay un Dios, él me odia.
Menos de dos horas más tarde, Eleazar le aseguró a Edward que Tanya estaba
físicamente bien, pero que probablemente sería acusada de conducir bajo la influencia.
Había sido colocada bajo el cuidado de un psiquiatra, dado su estado mental, y había
sido ingresada en el hospital. Afortunadamente, ni ella ni los ocupantes del otro
vehículo fueron heridos gravemente. Los niños en la camioneta que había golpeado
solamente tenían abrasiones menores y su madre sufrió una fractura en la pierna.
Podría haber sido peor, mucho peor.
Edward tomó su tiempo para desempacar su bolsa de viaje y cuando hubo
terminado, se centró en su gran cama medieval y siguió bebiendo.
Miró con aburrimiento no disimulado las seis fotografías en blanco y negro que
decoraban su dormitorio. A pesar de su belleza erótica, las mujeres habían perdido casi
por completo su fascinación, lo que era una lástima. Cualquiera de ellas,
probablemente, estaría encantada de darle la bienvenida en su cama esa noche, pero la
idea de hacer tal petición le asqueaba.
Esta reacción era bastante inusual.
La única foto que no revolvía su estómago era la pintura de Dante y Beatrice de
Holiday. Su dulzura y elegancia contrastaba con la agresión animal de al menos una de
las fotos. Ella representaba lo inalcanzado, lo inmaculado, lo irreal. Beatrice era una
alucinación. Y en días como ese Edward deseaba que pudiera ser maldecido con tal
alucinación de nuevo. Pero nunca tendría tanta suerte.
Esme estaría tan decepcionada de él, en lo que se había convertido… orgulloso,
lujurioso, iracundo, egoísta. Ella había orado por su redención. Lo sabía, porque se lo
había revelado en una carta que había escrito antes de morir. Quería que encontrara
una buena chica y se casara. Quería que él tuviera hijos.
Esme no sabía.
Siguió bebiendo hasta altas horas de la noche, hasta que ya no podía ver sangre,
o imágenes de ultrasonido, sujetados en un refrigerador viejo, o el cuerpo pálido y casi
sin vida de Tanya.
—Regresa a mí, Beatrice. Eres la única que puedes salvarme.

-
A la mañana siguiente, Edward había cancelado sus clases y citas por ese día,
tratando de sonar en el teléfono como si tuviera un resfriado y no que tenía una resaca.
La señora Cope chasqueó con simpatía, preguntándole si quería que le enviara sopa de
pollo. Él rechazo la oferta y luego rápidamente volvió a la cama, con la esperanza de
que las pesadillas que lo habían torturado apenas unas horas atrás no regresarían.
Pero lo hicieron.
Al mediodía, había perdido la esperanza de dormir por completo y tropezado
hasta la ducha. El agua fría lo reanimó, pero no podía borrar los recuerdos de su
mente. Dos llamadas más de Tanya llena de pánico esa mañana y él estaba dispuesto a

765
hacer cualquier cosa para escapar de ella, incluyendo empacar sus pertenencias y
desaparecer a Florencia. Pero incluso él no era tan cruel.
No. Tanya era su responsabilidad. Él la había corrompido y vuelta adicta a las
drogas, había roto su corazón y casi le costó la vida. Ella nunca tendría un hijo, ella
probablemente nunca terminaría su programa de postgrado o mantendría un trabajo
estable. Ella era demasiado inestable para esos logros... que pérdida de considerable
intelecto y potencial de una mujer joven...
No podía abandonarla como un juguete muy usado, pero desdeñado. Y el
recordatorio más reciente de su ruptura le hizo hundirse en la desesperación.
Solamente había una cosa que funcionaría. Una cosa que siempre le ayudó a
olvidar sus problemas y lo hacia sentirse digno y querido. Iba a lavarse, afeitarse, usar
ropa fina y hacerse presentable. Y luego, con el encanto que tuviera restante, iba a ir al
Lobby para encontrar a una mujer.
Sí, podía haber llamado a alguien con quien ya hubiese estado pero a Edward
no le gustaba hacer eso. Creaba aferramiento, lo que despreciaba.
Y sí, podría haber llamado a Jane, pero él nunca haría eso de nuevo. La última
vez que habían estado juntos, había perdido los estribos. Había roto los lazos que lo
ataban y envuelto su látigo alrededor de su antebrazo, arrancándolo de su agarre. Y
después se giró para darle un latigazo. Había sido la primera, última y única vez que
había golpeado a una mujer. Aunque se recordó que a ella le gustaba el dolor y que no
parecía resentirle por su agresión, sabía que no debía volver a su interacción. No le
gustaba en lo que se había convertido bajo su influencia.
Lo que necesitaba era diversión, una noche de sustancial sexo sin sentido, y su
desesperación se adormecería lo suficiente para funcionar de nuevo. Necesitaba la
suavidad de una mujer, las curvas y la piel y los susurros sin aliento. La seducción y el
sudor y el dulce alivio. Escogería a un par de ojos bonitos pero anónimos y utilizaría
sus artes eróticas para conseguir lo que quería. Y a la mañana siguiente estaría en
camino a sentirse como un hombre que era poderoso y atractivo, y no un monstruo.

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Outtake sexto. Capítulo 31. Edward y Bella.

Febrero, 2010.
Belice.
Cuando finalmente llegaron al Resort Turtle Inn, era tarde por la noche y las
estrellas ya estaban fuera.
Bella exploró su alojamiento —una cabaña privada en una playa aislada—
mientras Edward ordenaba servicio de habitación.
Las paredes allí eran blancas, con la excepción de una de las paredes de la
habitación que se construyó de puertas altas y de teca que se hacían acordeón para
entrar al porche. Los techos eran una mezcla de bambú y paja y una cama grande y
blanca estaba en el centro del cuarto, envuelta en un mosquitero. La mayoría de los
tapices y los materiales eran de diseño Bali y a Bella le gustaba particularmente la
ducha al aire libre y la bañera que se encontraba fuera del cuarto de baño en una
galería lateral.
Mientras Edward luchaba con el personal de la cocina local a través del
teléfono, Bella rápidamente se quitó su ropa y se dio una ducha. El espacio no era
completamente cerrado, proporcionando al bañista una vista de la playa y al océano.
Pero ya que estaba oscuro fuera y estaban en una playa privada, no había posibilidad
de una sorpresa embarazosa.
Aparte del amante de uno.
Bella rápidamente enjuagó la percepción de suciedad de viajar de su cuerpo, y
luego se envolvió en uno de los albornoces de felpa que proporcionaba el hotel.
—La cena llegará en aproximadamente una hora. Siento que tome tanto tiempo.
—Edward se lamió los labios mientras tomaba la vista de Bella en su bata de baño. La
besó en la frente—. ¿Quieres dar un paseo conmigo en la playa? He estado ansiando
esto durante algún tiempo.
Edward se había cambiado en una camisa de lino blanco que estaba
mayormente desabrochada, con las mangas arremangadas para exponer sus
antebrazos. Vestía pantalones de color caqui con los dobladillos enrollados y estaba
descalzo.
Cómete tu propio corazón, Robinson Crusoe.
Bella arqueó una ceja —. Creo que prefiero hacer otra cosa.
Ella lo jaló, sonriendo, hacia la cama, y luego le dio un empujoncito para que
estuviera sentado en el borde.
Él la agarró por el cinturón de su bata—. No tenemos que hacer el amor ahora.
Yo estaría contento con hablar contigo y simplemente relajarnos. Fue un viaje largo.
El rostro de él telegrafió al hecho de que hablaba en serio, lo cual le sorprendió
ligeramente.
—Hemos estado separados por unos pocos días, Edward. Te extraño. —Su voz
se convirtió en un susurro ronco.
Él jalo su cinturón de manera que ella estuviera de pie en medio de sus rodillas
separadas y luego metió las manos para descansar en su trasero, apretando
ligeramente—. Podríamos solo abrazarnos y tomar una siesta. No hay prisa.
Ella rodó los ojos—. Edward, quiero que me hagas el amor. Ahora. Si estás
diciendo que no, solo dímelo.
Bienvenida de regreso, tigresa.
La cara de Edward se dividió en una muy amplia, muy contenta sonrisa.
—Yo nunca le diría que no, señorita Swan.
—Bien. Entonces deme cinco minutos, profesor Masen.

767
Edward se dejó caer sobre la espalda, los pies quietos en el suelo, y se frotó la
cara. La nueva recién encontrada confianza de Bella era absolutamente seductora. En
una sola frase, ella lo había excitado tanto que sentía dolor.
Pareció una eternidad, pero fue en realidad solo unos minutos más tarde
cuando Bella salió del baño, vestida con el regalo de navidad de Edward.
Él se incorporó de inmediato mientras ella se paraba con iluminación de fondo
de la puerta.
El satinado azul medianoche del corsé acentuaba el color rosa y crema de su
piel, haciendo que sus pechos redondos se vieran más llenos y su cintura más pequeña.
Edward no pudo evitar emitir un grito ahogado ante el reloj de arena exquisito
que ahora era la voluptuosa figura de Bella.
Arrastrando sus ojos lejos del corsé, él con avidez consideró el más mínimo
atisbo de un par de diminutas bragas de encaje negras, junto con las medias de seda
negras transparentes que se sostenían por un cinturón de liga de encaje negro.
Y entonces, finalmente y gloriosamente, un par de zapatillas de satén negro de
Valentino D’Orsay en sus pequeños pies bonitos.
Edward casi tuvo un ataque al corazón cuando miró simplemente los zapatos.
—Bon soir, Professeur. Vouz allez bien? —Bella le ronroneó en francés.
Le tomó un momento descubrir por qué ella había hecho esa elección
lingüística, tan ido estaba con su figura y su calzado.
Bella estaba usando su boina.
Cuando sus ojos finalmente se encontraron con los suyos, y ella lo vio tragar
saliva, le hizo un mohín provocativo y luego se quitó el sombrero, arrojándolo hacia él.
Después de que él tomó la boina y la arrojó hacia un lado, ella se acercó
lentamente, muy lentamente, a la cama.
—Realmente me gustó mi regalo de navidad, profesor Masen.
Edward tragó saliva—. A mí me gusta también.
—¿Ha visto la parte de atrás? —Ella movió sus caderas ligeramente y luego se
dio la vuelta, mirándolo por encima del hombro.
Él extendió un dedo para tocar los cordones de raso negro que empataban el
corsé apretado. Y luego arrastró su mano hacia abajo hasta las bragas que atravesaban
su trasero.
—Basta de juegos, señorita Swan. Ven aquí.
Justo así, el profesor Masen regresó y la atrajo hacia sí, juntando sus bocas en un
beso hambriento.
—Voy a tomar mi tiempo desenvolviendo mi regalo... con la excepción de los
zapatos. Espero por tu bien que sean cómodos...
Después de diez minutos de llamar a la puerta, el pobre camarero de servicio de
habitaciones tuvo que regresar su cena a la cocina y esperar instrucciones.
Las instrucciones nunca llegaron.

-
Bien entrada la medianoche, una hermosa música flotaba en el aire de la nueva
lista de música de Edward.
Bella estaba acostada boca abajo en medio de una maraña de sábanas de lino
blanco, somnolienta y satisfecha. Su cabello caía en cascada alrededor de su cara bonita
y sobre sus hombros, mientras que su espalda estaba desnuda y expuesta hasta los dos
hoyuelos que descansaban encima de la curva de su trasero.
Edward había colocado ingeniosamente parte de la sabana por encima de su
parte inferior y luego había ido por su cámara. Se puso de pie frente a la cama
lanzando una foto tras otra, hasta que ella bostezó y se estiró.

768
—Eres exquisita —, dijo, poniendo la cámara a un lado para poder sentarse a su
lado.
Ella se ruborizó en respuesta y le miró con los ojos muy abiertos y felices
mientras él empezaba a correr sus dedos largos de arriba hacia abajo de su columna
vertebral.
Ella sonrió con pesar.
—Cuando amas algo, no ves los defectos o imperfecciones. Cuando amas algo,
parece hermosa.
Edward parecía pensativo—. Eso es cierto, supongo. Pero en tu caso,
simplemente eres hermosa. Y lo pensaba así antes de conocerte.
Bella se movió un poco para poder verlo mejor, envolviendo sus brazos
alrededor de la almohada mullida.
—¿Qué pensabas de mí cuando nos conocimos? —Hizo una pausa, un poco
avergonzada—. Quiero decir, si puedes recordarlo. Sé que no recuerdas todo.
Una mirada de dolor cruzó su rostro, como una tormenta en un día de verano.
Pero luego se había ido y la miró con cariño.
—Pensé que eras bonita, obviamente. Recuerdo la suavidad de tu piel y la
forma en que olías. Pero sobre todo, recuerdo lo que era estar cerca de ti. Se sentía
como si te conocía, que había estado esperando por ti. Tú eras la dulzura y la luz y la
bondad y la misericordia. —Miró hacia las sabanas—. Es por eso que pensé que eras un
ángel. Sabía que eras amable y yo ansiaba un poco de amabilidad antes de que... me
matara a mí mismo.
Bella entrecerró sus ojos y gimió.
—No hablemos de eso. No quiero que pienses en eso nunca más. —Ella puso su
mano suave en su mejilla y acarició suavemente la barba hasta la mandíbula.
Cerró los ojos—. Es parte de mi pasado, Isabella. Yo lo he aceptado. Pero en
lugar de centrarme en tales temas melancólicos, deberíamos concentrarnos en cuán
hermosa eres. —Presionó los labios a un lado de la mano.
Ella abrió los ojos.
—Es lo que aprendimos de los cuentos de hadas. El amor y la bondad hacen
cosas hermosas. El odio y la maldad hacen cosas feas.
Edward asintió y una tensión conocida se extendió por sus labios. Su mano se
detuvo en su espalda, justo por encima de sus hoyuelos.
Ella vio la pregunta no formulada en sus ojos—. Sí, Edward, eres hermoso para
mí. Y cuanto más te conozco, más veo quién realmente eres y más hermoso me pareces.
Él se inclinó y la besó, un beso suave y agradecido de un pretendiente en la
adolescencia, y luego pasó los dedos por el cabello largo y castaño.
—Tienes hambre, ¿no es así? —Preguntó, cambiando de tema.
—Sí.
Miró a la puerta—. Creo que hemos perdido nuestra cena.
—Probablemente.
—Porque estábamos en un festín de… ah… otras cosas. Hay una cesta de frutas.
¿Me permites?
Ella se sentó, envolviendo la sabana alrededor del torso, mientras que él se
acercaba a la cesta de gran tamaño que estaba reposada en la mesa de café. Encontró
un pequeño cuchillo del ejército suizo en la cocina, hizo un ajuste a la música, y
después llevó un mango con él a la cama.
—Necesitaba que coincidiera la canción con la fruta—, dijo, sus ojos verdes
brillantes—. Ahora acuéstate.
Se recostó y lo miró con expectación.
—No necesitas esto. —Señaló a la sábana que la cubría.

769
Con valentía, apartó la sabana hacia un lado. Ahora ambos estaban desnudos.
—¿Quién está cantando? —, Preguntó ella.
—Bruce Cockburn.
Empezó a cortar el mango lentamente, sus ojos hambrientos corriendo arriba y
abajo del cuerpo de Bella.
Ella le lanzó una mirada burlona—. ¿Almuerzo desnudo?
Él le sonrió torcidamente—. Más bien como un bocadillo de medianoche
desnudo...
Con dedos hábiles, cortó un trozo pequeño de mango, el jugo goteando de sus
manos y en su abdomen. Ella se estremeció.
—Hmmm —, dijo él, mirando el líquido con picardía—. Voy a tener que
hacerme cargo de eso.
Ella arqueó las cejas con sorpresa y luego rápidamente abrió la boca mientras él
se inclinaba hacia adelante para darle de comer.
—Tienes un fetiche con alimentar —, dijo, lamiéndose los labios y buscando
más.
Él se inclinó delante de ella en obediencia, su lengua serpenteando con el fin de
tomar el líquido de su estómago.
—¿Discúlpame? —, Preguntó, sonriendo hacia ella.
Los ojos de Bella casi rodaron detrás de su cabeza.
Él rio.
—No es un fetiche tanto como un acto que me da alegría. Me gusta cuidarte. Y
hay algo sensual en compartir los alimentos con un amante. —Evitó los labios para
besar su hombro, la punta de su lengua suavemente saboreando su piel, y luego se
retiró, cortando otro trozo de fruta.
Pronto se hizo evidente que estaba chorreando el jugo en ella a propósito, ya
que unas pocas gotas cayeron como sol fundido en su pecho izquierdo.
Le guiñó un ojo.
—Perdona mi desorden.
Ella tembló un poco mientras él pasaba una mano pegajosa de arriba y hacia
abajo de sus costillas, tentando una de sus zonas erógenas favoritas, antes de poner sus
labios sobre su pecho.
—Me estás matando —, se quejó, mientras sus labios húmedos se sujetaban
alrededor de su pezón.
—Creo recordar haberte dicho eso una vez. Cuando estábamos en el Museo
Real de Ontario. Y me dijiste que sería una muerte dulce.
Bella abrió la boca para indicar su disposición a aceptar otra pieza—. Y yo tenía
razón. A pesar de que debí haber dicho una muerte pegajosa.
Colocó un trozo de mango en su lengua y luego le acarició el labio inferior con
el pulgar de adelante hacia atrás.
—He pensado en eso. No te preocupes.
Sin previo aviso, ella se movió de forma en que estuviera sobre su regazo y
puso las manos a ambos lados de su cara, tirando de él hacia ella.
Se besaron apasionadamente por un momento antes de que ella tomara la fruta
y colocara una pieza tentadoramente entre sus dientes.
Él le dirigió una mirada ardiente antes de unir sus labios, arrancando la pieza
de fruta de su boca.
—Mmmmm —, tarareó ella, con una sonrisa—. No creo que jamás haya visto el
video de seguridad de nuestra cita en el museo.
Ella le guiñó un ojo mientras apretaba suavemente un trozo de mango sobre su
pecho y luego empezó a besar y chupar alrededor del rastro de gotas.

770
—Ah... Ah... —Edward tuvo problemas para encontrar las palabras—. Uh, yo lo
he visto. Es muy caliente.
—¿En serio? —Se sentó y comió lánguidamente una pieza de fruta delante de
él, lamiéndose los labios provocativamente.
—Es mi nuevo protector de pantalla. Te lo mostraré más tarde. —La tomó en un
apretado abrazo, sus manos deslizándose por su espalda y cuando no pudo soportarlo
más, tiró el cuchillo y el mango hacia un lado para poder cargarla.
—¿A dónde vamos? —Le preguntó, un poco alarmada.
—A la playa.
—Pero estamos desnudos.
—Es más de medianoche. Y la playa es privada. —Besó la punta de su nariz y
luego la llevó hasta la orilla del agua.
—Alguien nos verá —, protestó mientras él pisaba el agua tibia.
—Solamente hay un poco de reflejo de la luna. Cualquiera que vea solo
observara una silueta. Y como he dicho, esta playa es privada.
La besó, adorando su cara y el cuello con sus labios mientras la suave marea
rodaba contra ellos. Y entonces él la puso sobre sus pies de modo que pudiera
presionar cada centímetro de su cuerpo al de ella.
—Te amo. —Su voz era urgente.
—Te amo, también, Edward. Tanto.
Llenaron sus manos de agua salada para limpiarse uno al otro. Bella no pudo
evitar inclinarse hacia adelante para probar su pecho, deleitándose en la forma en que
el sabor del mar se mezclaba con su piel.
La besó en la frente y pudo sentir como sonreía contra su piel.
—¿Has visto la película De aquí a la eternidad?
—No.
—Entonces tengo que introducirte a ella.
Le tomó la mano y la llevó a la orilla del agua, donde se sentó en la arena.
—Ven —le hizo una seña señalando que debería estar encima de él.
—No entiendo—susurró.
—Voy a adorar tu cuerpo bajo las estrellas, mi amada. Pero no quiero que la
arena marque tu piel perfecta.
Y con eso su boca buscó ansiosamente la de ella y la puso encima de su cuerpo,
mientras las olas suavemente se estrellaban en sus piernas.
No era la primera vez que habían hecho el amor afuera y no sería la última.
Mientras disfrutaban uno del otro en la luz de la luna, el mundo natural se desvanecía
alrededor de ellos hasta que todos los que podían ver era la belleza de sus cuerpos,
unidos en la manifestación del amor.
Cuando gritaron su placer, la luna pálida sonreía.

-
Una tormenta tropical se movió a través del área la mañana siguiente. Mientras
que las gotas de lluvia golpeaban contra el techo y bailaban junto a la playa, Edward y
Bella hacían el amor lentamente. En verdad, le tomaba muy poco inspirarse cuando el
amor e Isabella estaban involucrados, pero en esa mañana tomó su inspiración en el
ritmo de la suave lluvia.
Estaban sentados en posición vertical sobre la cama. Bella estaba cabalgándolo,
con los brazos acariciando sus hombros, mientras que sus manos grandes estaban
abiertas en su espalda. La posición se había convertido en un nuevo favorito de ambos.
A ella le gustaba la forma en que sus cuerpos entrelazados; a él le gustaba la forma en
que ella llegaba siempre a un orgasmo profundo e intenso.

771
Era la piel desnuda y la escalada del cuerpo de una amante, y la apertura de las
bocas hambrientas y labios. Siempre estaba asegurado el éxtasis en esta posición así
que ambos se relajaron y se tomaron su tiempo, moviéndose juntos para que
coincidieran con el tiempo de la tormenta.
Bella se deleitó con la sensación de su espalda musculosa debajo de sus dedos.
Carne rizada sobre el hueso moviéndose y tensándose, en respuesta a sus ojos muy
abiertos y la boca abierta.
Gracias a Dios, hacer el amor con Edward duraba más tiempo que una lluvia
tropical.
Cuando se derrumbaron uno en brazos del otro, él sugirió que limpiaran el
sudor y la humedad de su piel en la bañera de gran tamaño que estaba situada en la
terraza lateral.
Reclinados en burbujas perfumadas de fresa, Bella se apoyó contra el pecho de
Edward, mientras él la envolvía con sus brazos en la cintura. Cerró los ojos en la
alegría.
—Los sábados por la mañana siempre fueron mis días favoritos cuando era un
niño —, le ofreció con nostalgia.
Bella trazó la línea de vida de su mano izquierda con un solo dedo—. ¿Por qué
era eso?
—Yo podía ver los dibujos animados. Por lo general, mi madre estaba
desmayada. Esto fue antes de que perdiéramos nuestro cable. Y nuestra televisión.
Él le dirigió una sonrisa a medias y Bella trató de no llorar, pensando en
Edward como un niño pequeño y triste, cuya única alegría en la vida era de unas horas
de dibujos animados.
—Yo solía hacer mi propio desayuno. Cereal frío o mantequilla de maní sobre
pan tostado. —Él negó con la cabeza. —Y cuando nos quedábamos sin leche, lo que
sucedía con frecuencia, usaba jugo de naranja.
—¿Cómo sabía?
—Terrible. —Edward se echó a reír—. Ni siquiera era jugo de naranja real… era
Tang. —Suspiró pensativamente—. Supongo que mi apego desordenado a las
posesiones y la comida viene de haber crecido con muy poco de ambos. Y no me hagas
hablar de dónde vino mi obsesión por la perfección.
Impulsivamente, Bella dio la vuelta y echó los brazos alrededor de su cuello,
causando una gran ola de marea de agua chapoteara a lo largo de los lados de la
bañera.
—Oye, ¿qué es todo esto? —Él se mostró sorprendido por su reacción.
Hundió la cara en su hombro para ahogar las lágrimas.
—Nada. Te amo tanto que duele.
Él la abrazó y luego comenzó a frotarle la espalda ausentemente.
—No sufras por mí, Isabella. Estas cosas sucedieron hace treinta años. Y he
tenido bastante éxito en olvidarme de ellas. Recuerda que cuando yo era un niño, nadie
me golpeó. O me lanzaron al suelo después de esforzarme haciendo una cena de
Acción de Gracias.
Ella sollozó en su hombro—. ¿La odiaste?
Edward hizo una mueca—. Ella era mi madre, Isabella.
Él no tenía necesidad de ser explícito. Bella entendió. Un ser humano espera
tener una persona en la que confiar, una persona que lo protegería. Y esa persona era
su madre. Cuando una madre descuida o maltrata a su hijo, entonces...
—Si la mezquindad hace que la gente fea, tu madre debió haber sido horrible.
—Mi madre fue indiferente, pero nunca cruel. —Exhaló lentamente.
—Tuviste a Esme.

772
—También tú. —Sonrió.
—Edward, ¿por qué no llamas a Esme y Carlisle Mamá y Papá?
Se puso rígido incómodamente y la sonrisa se deslizó fuera de su rostro—.
Porque ellos no son mis padres.
Bella abrió la boca para protestar, pero él la hizo callar.
—Estoy agradecido por lo que Esme y Carlisle hicieron por mí, pero no son mis
padres. Mis padres están muertos.
Frunció sus labios mientras trataba de decidir la mejor forma de cambiar el
tema.
Bella apoyó la cabeza en su hombro y él la apretó con fuerza, antes de susurrar
en su oído:
—Creo que tienes razón acerca de la relación entre la bondad y la belleza. Una
vez que conocí la real Ángela Webber, pensé que era fea. Te debo una deuda por
evitarme dormir con ella. Aunque me gustaría pensar que incluso intoxicado tengo
mejor gusto que eso.
Ella se retiró de él, sentándose ligeramente hacia atrás y jugando con el final de
un mechón de pelo. Él trató de persuadir para que se acercara, pero no se movió.
—Hey. —Él levantó su barbilla, obligándola a encontrarse con su mirada—.
¿Qué sucede?
—No me gusta pensar sobre Ángela y tú juntos.
—Entonces es una bendición que me hayas salvado.
—Ella es lo suficientemente rencorosa como para tratar de hacernos daño. —
Bella se estremeció—. Schadenfreude.
—Sí, alegría malsana. Es interesante cómo no tenemos una palabra para eso en
español… el acto de tomar placer en algún otro infortunio. Estoy esperando que
Ángela desaparezca del programa y que entonces nos deshagamos de ella.
Bella miró a las burbujas que los rodeaban.
—Yo no quiero que suspenda —, dijo en voz baja—. Entonces yo sería tan fea
como ella, tomando placer en su desgracia.
—En el caso de Ángela, ella se lo merece. Se portó mal contigo en más de una
ocasión. Deberías haberla maldecido cuando tuviste la oportunidad.
—Estoy demasiado vieja para insultar a las personas, sea que lo “merezcan o
no”.
Edward sonrió y tocó la punta de la nariz suavemente con su dedo—. Confía en
mí. Se lo merece.
—Entonces, su verdadero carácter debería ser obvio para todos. No es necesario
que lo señalen. No me gustaría que alguien gritara mis defectos.
—No quiero eso tampoco —, dijo con gravedad—. Pero creo que eres
demasiado franciscana para tu propio bien.
Bella se encogió de hombros.
—Me atrae la espiritualidad franciscana, eso es cierto. San Francisco y Santa
Clare son benéficos y paciente con todos, incluso a aquellos que trataron de hacerles
daño.
Edward unió sus labios.
—Aunque yo lo admiro, San Francisco fue siempre demasiado dado para mi
gusto. Demasiado dispuesto a ser aprovechado. Él habría sido mejor servido al
mantener su espada de soldado y enseñarles a algunos de sus detractores una lección.
—¿Debemos estar siempre dando lecciones, Edward? ¿Debemos siempre llevar
espadas? —Él frunció el ceño, pero ella continuó—: Yo aclamo ser una buena persona,
aunque lo intento. Pero todos nos quedamos cortos. Todos somos hipócritas, sobre
todo cuando se trata de ser bueno y no serlo. Quien afirme lo contrario es mentiroso.

773
La razón por la que amo a San Francisco y quiero ser como él es porque él bajó su
espada. Él estaba dispuesto a hacerse inerme, a ser aprovechado, robado y maltratado,
todo por el bien de su misión a los enfermos y a los pobres. Yo quiero ser como él, a
pesar de que tengo un largo camino por recorrer. Simplemente porque algunas
personas pensaban que era estúpido o hipócrita no lo hacían así. Son solo palabras. Y
dijeron más acerca de sus detractores que del propio Francisco.
Edward la besó suavemente—. No puedo argumentar contra eso. Teniendo en
cuenta tus tendencias franciscanas, me pregunto si estarías dispuesta a ayudarme con
algo.
—¿A qué?
—A Carlisle le gustaría crear una fundación por la memoria de Esme. Creo que
le gustaría organizarla y dirigirla cuando se retire, supervisándola a tiempo completo.
Él quiere aportaciones de toda la familia, incluyéndote a ti.
—Hare lo que pueda para ayudar. Pero, ¿no te parece que deberían ser solo tus
hermanos, Carlisle, y tú?
—Esme te amaba. Yo te amo. Eso parece una justificación suficiente. Lo que me
interesaba era tu opinión sobre qué tipo de fundación debería ser.
Bella consideró su pregunta por un momento.
—Una fundación del cáncer es la opción obvia.
—Alice sugirió una organización de caridad que coincida con los niños
abandonados con los padres adoptivos. Carlisle favorece a una organización benéfica
que apoye y proteja a las mujeres víctimas de violencia doméstica. —Edward sonaba
un poco desalentador.
—Todas son causas dignas. No veo por qué no pueda crear una fundación que
apoye a las tres por separado.
Él le recompensó con una sonrisa cálida y un par de ojos verdes brillantes —. Sí,
definitivamente eres franciscana.
—Dudo que los franciscanos aprobarían que tenga sexo contigo, soltera, afuera.
Él trajo a su boca a su oído.
—¿Es esa una promesa?
En respuesta, se dio la vuelta en sus brazos y comenzó a besarlo, ignorando el
agua que se desbordaba a la galería.

-
Más tarde esa noche, después de un día en la playa y una cena íntima en la casa
de campo, Edward convenció a Bella para que se sentara con él en una manta sobre la
arena aún caliente y mirara a las estrellas.
Vestía impecablemente, como siempre, usando una camisa de lino y pantalones
caqui, mientras ella llevaba un modesto vestido negro de tirantes.
Después de sentarse en silencio durante un tiempo, Bella eligió recostarse,
porque era más cómodo. Y las estrellas allá arriba en la impenetrable oscuridad eran
más fáciles de admirar.
Edward rápidamente se unió a ella.
—Yo me colaba en el prado y miraba las estrellas. Carlisle me compró un
telescopio para mi duodécimo cumpleaños. Podría nombrar a todas las constelaciones
en el cielo de Washington.
Bella se volvió hacia él y le acarició las cejas, una a la vez—. A mí me gusta
pensar en ti de esa manera, un chico muy dulce y curioso.
Él soltó un bufido—. No sé cuán dulce era, pero sin duda fui curioso.
—A veces me gustaría que tuviéramos la misma edad.
—¿Y por qué es eso, mi amor?

774
—Me gustaría haberte conocido cuando eras más joven y haber ido a la escuela
secundaria contigo. A veces me gustaría haber sido tu primera —, dijo Bella con
timidez.
Edward murmuró una maldición y miró hacia el cielo.
—Yo era un imbécil, Isabella. Ya te dije cómo fue mi primera experiencia. Es
mejor que no hubiera sido contigo.
—Es difícil para mí reconciliar esa historia con la forma en que eres ahora.
—¿Y por qué es eso? —Le preguntó.
—Porque he visto tu corazón. Y es hermoso.
Se inclinó para besarla dulcemente y cuando sus labios se encontraron ella
sonrió.
—¿Ves? Cualquier niño que pueda besar así no puede ser tan malo.
Él negó con la cabeza y sonrió.
Ambos estuvieron en silencio por un momento, abrazándose muy juntos y
mirando las estrellas.
—¿Qué estás pensando? —Preguntó Bella, apoyando la mejilla en su hombro.
—Estaba pensando sobre cómo los seres humanos son pequeños,
insignificantes. Las estrellas han estado aquí desde siempre y van a estar aquí mucho
tiempo después de que me haya ido.
—No eres insignificante, Edward. Eres importante para mí y para tu familia.
—¿No te has preguntado por qué estamos aquí? ¿Por qué hay vida?
—Hice un curso de filosofía una vez. Hablamos de esas preguntas.
—¿Alguna vez llegaron a alguna respuesta? —Él trató de disimular la alegría en
su voz.
—Fui a un colegio jesuita. Los Jebbies tenían un montón de respuestas.
—¿Y eran...?
—La vida es corta… demasiado corta como para perpetuar la negatividad y la
miseria. Lo que realmente importa es cómo vivimos y cómo nos tratamos los unos a los
otros. Debemos tratar de hacer el mundo mejor que como lo encontramos. Ese tipo de
cosas.
—Sabias palabras. Y vagamente franciscanas.
—Los jesuitas eran más propensos a portar espadas intelectuales para luchar
contra el pensamiento perezoso y un razonamiento falaz. Tome una clase con un viejo
jesuita y él hacía a los estudiantes pagar una multa cada vez que se hubiera cometido
un falacia.
Edward se echó a reír—. Suena como un negocio rentable.
—Nos ayudó a aprender la diferencia entre un argumento y un recurso retórico.
Y reducir los insultos de nombres.
Él asintió con la cabeza—. Hay un pasaje en el Infierno en el que San Francisco
disputa con un demonio sobre el alma de Guido da Montefeltro. ¿Lo conoces?
Bella negó con la cabeza así que Edward recitó el texto de ella:

“Francesco venne poi, com io fu morto,


per me; ma un di neri cherubini
li disse: "Non portar: non mi far torto.
Venir se ne dee giù tra miei meschini
perché diede l consiglio frodolente,
dal quale in qua stato li sono a crini;
chassolver non si può chi non si pente,
né pentere e volere insieme puossi
per la contradizion che nol consente".

775
("Entonces Francisco vino, tan pronto cuando estoy muerto,
por mí, pero uno de los querubines negros
le dijo: No te lo lleves, no me engañes.
Él tiene que bajar entre mis criados;
El consejo que dio fue fraudulento;
Desde entonces, le he seguido de cerca, para arrebatarle el cuero cabelludo;
Uno no puede absolver a un hombre que no se arrepintió,
Y nadie puede arrepentirse y tener la voluntad a la vez;
La ley de la contradicción no lo permite”
(Traducido al ingles por Allen Mandelbaum)

—Así que ya ves, incluso los demonios y sus sirvientes tienen una comprensión
de la lógica y lo utilizan para sus propios fines, en ocasión. Pero es tan de San Francisco
pensar lo mejor de alguien… pensar que el arrepentimiento de Guido era real y luchar
por su alma —, dijo Bella—. Incluso si al final estaba equivocado.
Edward reconoció su punto con un casto beso y una sonrisa.
—San Francisco renunció muy rápidamente.
—¿Crees eso? —Bella no podía creerlo.
Él la miró fijamente—. Si yo estuviese buscando por tu alma, no habría sido
apartado tan fácilmente.
Un escalofrío serpenteó de arriba y abajo por la espina dorsal de Bella ante sus
palabras.
—Y no te habría dejado atrás, tampoco. Me hubiera quedado contigo. —Su voz
era grave—. Aun suponiendo que significaba que tendría que terminar mis días en el
infierno.
Las lágrimas llenaron los ojos de Bella por las palabras de Edward.
—Estamos juntos ahora —, susurró ella.
—Sí, lo estamos, mi amada. Vuelve a mí. —Él se puso de pie y le tendió la
mano.

-
Como preludio a las actividades de alcoba de esa noche, Edward finalmente le
mostró el video de seguridad de su cita en el Museo Real de Ontario a Bella.
El video comenzaba con Edward y Bella admirando la pintura de Fra Filippo
Lippi, la Virgen con el Niño y Dos ángeles. Edward estaba detrás de ella, con los brazos
bien ceñidos alrededor de su cintura.
—¿El video tiene sonido? —Preguntó Bella.
—No. —Él envolvió sus brazos alrededor de su cintura por la espalda—.
Podemos hacer nuestros propios sonidos.
Ella se rio y volvió su atención al video.
En este, Edward estaba susurrando en su oído y apoyando la barbilla en su
hombro. Entonces comenzó a mover los labios por debajo de su mandíbula y debajo
del lóbulo de su oreja, acariciándola. El vídeo incluso capturaba la más mínima
insinuación de su lengua asomándose entre los labios para susurrar en su piel.
—La… um… resolución de este video es muy buena —, dijo Bella, sintiéndose
colorada.
Edward se rio en su oído—. ¿Por qué crees que he jugando en mi computadora
portátil infinitamente?
En el video, podían ver sus labios moviéndose y luego Isabella se volvió en sus
brazos para besarlo. Su beso comenzó lentamente y luego subió de tono mientras la
llevaba hasta la esquina de la habitación.

776
Era claro que él estaba arrinconando en contra de una de las paredes con cierta
cautela.
Ellos parecían presionarse una contra el otro más de cerca mientras las manos
viajaban por sus lados y sus caderas antes de dudar.
Ella apretó las caderas con más fuerza hacia él en respuesta.
Sus dedos se deslizaron a su espalda y luego hacia abajo para que fueran
ahuecando su trasero antes de que él se alejara de su boca.
Bella empezó a abanicarse con la mano—. Eso es bastante... caliente.
—No tienes que decirlo. —Edward corrió la barbilla en su hombro desnudo y
comenzó a sembrar besos con la boca abierta y por su cuello.
Ella gimió.
En el vídeo, Isabella le acariciaba el cabello y lo jalaba para otro beso.
Sus dedos estaban, obviamente, acariciando sus curvas. Y entonces su mano
derecha se deslizó hacia abajo a ahuecar su muslo, tirando su pierna hacia arriba.
Envolvió el muslo alrededor de su cadera y la apretó contra él.
—Esa es mi parte favorita. El tango contra la pared. —El cálido aliento de
Edward susurró en el oído de Bella y ella cerró los ojos por un momento.
En el vídeo, Isabella movió sus manos de su cabello hasta los hombros y hacia
abajo a la cintura, antes de agarrar su trasero con las dos manos. Tiró con más fuerza en
su contra, presionando sus manos contra él alentadoramente.
Sus dedos ligeramente viajaron hacia arriba y abajo en la pierna, acariciando su
muslo.
Sin previo aviso, se apartó y su rostro se hizo visible. Sus ojos estaban cerrados
y sus labios estaban abiertos y hacia afuera.
Él apartó el cabello de su cara y sus párpados se abrieron.
Unió sus frentes e hizo que su pierna se apartara, ayudándola a bajarla.
—Ese es el fin —, anunció Edward, mientras veía a su figura en la pantalla
colocando distancia entre los dos cuerpos y tomar la mano de Isabella en la suya—. Me
estoy disculpando por dejarme llevar.
Bella se rio—. Y yo te estoy diciendo que no te preocupes por eso.
En el video, ella colocó una de sus manos a través de su corazón, la palma de la
mano en su pecho, entre los senos. Rozó el pulgar de él contra su carne desnuda y
luego suavemente trasladó su atención a la boca, antes de besarla reverencialmente y
jalándola en un abrazo.
Entonces el vídeo se desvaneció a negro.
Edward cerró su computadora portátil y dirigió su atención a Bella, una sonrisa
pícara en su rostro—. Bueno, ¿y ahora qué?
Bella hizo un gesto hacia la pared cerca de la puerta de su suite—. ¿Quieres un
tango?
—Sí, por favor.
Con un grito de alegría, la tomó en brazos y la llevó a la pared antes de
presionarla con firmeza en contra de ella.

-
Edward y Bella pasaron su último día completo en Belice dentro y fuera del
océano. Ellos tomaron el sol y después se relajaron a la sombra con una cerveza y una
bebida con paragua. Bella se quedó dormida en su sillón, su gran sombrero de disco
desechado a su lado.
A Edward le encantaba verla dormir. La forma en que su pecho subía y bajaba
con su suave respiración. La forma que los labios se rizaban hacia atrás con un suspiro
ocasional. Se veía tan tranquila. Tan contenta.

777
Esto es lo que Esme quería de mí. Enamorarme de una chica hermosa, casarme con ella y
envejecer con ella.
Edward estaba convencido de que a Esme le hubiera encantado que él e Isabella
fueran pareja. No hay duda de que ya estaría presionando para que pusiera un anillo
en su dedo, y para recoger los patrones de porcelana.
Había habido muchos momentos durante el fin de semana de San Valentín en
donde él había querido ponerse de rodilla y rogarle a Isabella para que se casara con él.
Pero no solo estaba preocupado por la promulgación de un cliché, sino que estaba
preocupado por su futuro.
Ella necesitaba ser capaz de completar su Maestría libre de cualquier
distracción. Y estaba seguro de que querría completar la experiencia de la Universidad
de Harvard sin la presión de planificar una boda. Aún estaba la cuestión de lo que él
haría, si sería capaz de conseguir otro trabajo en Boston, o simplemente tomar su año
sabático y luego obtener una licencia para ausentarse de Toronto por tiempo
indefinido.
Así que a pesar de que había encontrado las palabras cásate conmigo en su boca
en más de una ocasión, las mordió de regreso. No sería un buen momento y un lugar
para una propuesta. Y el momento y el lugar deberían ser en su prado, sagrado como
lo fue para ambos. Por no mencionar el hecho de que sería un gesto cortés alertar a
Charlie de sus intenciones, simplemente como muestra de cortesía entre un padre y su
prospecto de yerno.
Sin lugar a dudas, quería que Isabella se volviera su esposa. Y no importa lo que
trajera los próximos meses, él la haría suya. De forma permanente.

-
Durante su última noche en Belice, Edward se encontraba lleno de emoción, a
causa de mucha contemplación y del placer que siempre encontraba en compañía de
Isabella.
Le tomó la mano mientras caminaban por la playa desde el albergue a su
cabaña, deteniéndose periódicamente para unir sus labios o besarle el cuello. Ella lo
besó con entusiasmo, con los ojos brillando en la semi penumbra.
—Edward, hay algo que me he estado preguntando.
—¿Qué sucede?
—Lo que escribiste en la carta que dejaste en mi apartamento.
Caminó con ella durante unos pocos pasos antes de responder.
—¿De verdad quieres saber?
—Sí.
—Pero la destrozaste.
—Y tú me perdonaste.
Él sonrió con tristeza—. Era una simple tarjeta. Tenía una manzana en la parte
frontal y en el interior me disculpaba por ser un imbécil.
—¿En serio?
—Te llamé mi Beatrice y dije que yo había deseado por ti toda mi vida, aunque
estaba convencido de que eras una alucinación. Y que ahora que te había encontrado,
lucharía por cambiar tu opinión.
Bella apretó los labios en la piel sobre su corazón.
Edward ahuecó la parte posterior de la cabeza con la mano.
—Y podría haber habido algo de poesía.
Ella lo miró—. ¿Podría haber habido? ¿Fue de Dante?
—No, el vigésimo noveno soneto de Shakespeare. ¿Lo conoces?

778
“Cuando hombres y Fortuna me abandonan,
lloro en la soledad de mi destierro,
y al cielo sordo con mis quejas canso
y maldigo al mirar mi desventura,
soñando ser más rico de esperanza,
bello como éste, como aquél rodeado,
deseando el arte de uno, el poder de otro,
insatisfecho con lo que me queda;
a pesar de que casi me desprecio,
pienso en ti y soy feliz y mi alma entonces,
como al amanecer la alondra, se alza
de la tierra sombría y canta al cielo:
pues recordar tu amor es cal fortuna
que no cambio mi estado con los reyes.”

—Eso es hermoso, Edward. Gracias.


La besó en la frente con dulzura y luego bajó a acariciar su espalda con los
dedos.
Cuando llegaron a su habitación, Bella comenzó a caminar hacia el baño para
que poder quitarse el maquillaje de su rostro. Pero Edward agarró su muñeca y sin
palabras la llevó a la cama.
La besó suavemente mientras comenzaba a desnudarla, sus ojos brillaban con
adoración y necesidad. Se tomó su tiempo, adorando sus hombros y brazos y la piel
desnuda, su boca comenzó a hacer promesas entusiastas mientras ella temblaba bajo su
toque.
Él se recostó en la cama y tiró de ella a horcajadas sobre su cuerpo, mirando la
expresión de asombro mezclada con deseo.
Ella movió sus caderas para jugar con él ligeramente, cerrando los ojos a fin de
permitir sentirse el centro de atención.
Después de unos minutos, Edward la volteó para que ella quedada de espaldas
y él estuviera de rodillas entre sus piernas.
Ella lanzó un grito silencioso mientras rápidamente entraba en su cuerpo.
—¿Demasiado rápido?
—No —, gimió.
A Edward le gustaba que estuviera arriba, lo sabía. La miraba desde abajo con
adoración y tocaba y jugaba con sus pechos. Elogiarla por su belleza y su sensualidad,
porque sabía que, incluso después de estos pocos meses, estaba ligeramente consciente
de sí misma por haber estado tan expuesta.
Así que Bella estaba sorprendida de que los moviera para que su cuerpo
cubriera el suyo, sus labios en su cuello, cuando habían disfrutado de esa posición
varias veces ya.
Unos cuantos besos más y él estaba presionando una mano a la cara, sus ojos
oscuros y desesperados. Su cuerpo calmado dentro de ella mientras buscaba sus ojos.
—¿Edward?
Sus ojos se cerraron ligeramente y meneó la cabeza antes de abrirlos de nuevo.
Bella jadeó por lo que vio… inseguridad, pasión, esperanza, deseo...
—¿Qué sucede? —susurró.
—Tú eres mi imagen tallada. Mi ídolo.
Era una realización tanto como una confesión.
—Cariño —, murmuró ella—. Te amo.

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Edward sostuvo su mirada mientras lentamente comenzó a moverse de nuevo,
sus cuerpos sincronizados con una danza muy elaborada. Su boca abierta, mandíbula
abierta, mientras gemía sobre ella.
Sería fácil, oh, tan fácil cerrar los ojos y tomar su placer, sin observar cómo la
estaba afectando, o asegurarse de que recibiera su satisfacción primero. Mientras que
antes, con otras mujeres, su orgullo varonil le había impedido ser un amante egoísta,
insensible, ahora sobre su cuerpo el amor se impuso.
Él la amaba. Él la adoraba. Él haría cualquier cosa por ella.
A pesar de su propia tentación, lo que más deseaba era verla loca de deseo y
luego ver el deseo saciarse, sabiendo que él lo había hecho. Que él tenía el poder, el
poder primordial increíble de satisfacer los deseos de su cuerpo y tal vez su alma.
¿Era una blasfemia?
Por supuesto, Edward sabía que los placeres del cuerpo estaban destinados a
ser un anticipo de la unión divina. Aunque se desesperó por no poder entrar al Paraíso
una vez que su vida terrenal hubiese terminado, convino que el cumplimiento absoluto
del alma sería mayor que cualquier cumplimiento del cuerpo.
Estos pensamientos le permitieron mantener su auto-control, mientras que su
amada Isabella le miraba con los ojos llenos de amor.
—Te necesito —, le susurró él, como sus movimientos aumentando a un tono
febril—. No puedo perderte.
La respuesta de Bella se perdió en una serie de gritos mientras ambos llegaban
al orgasmo.
—Gracias —, dijo ella simplemente, colocando un beso al lado de su rostro
cuando hundió la nariz en el hueco de su hombro—. Nunca me canso de estar cerca de
ti. De amarte de esta manera. Eres tan bueno para mí, Edward.
Murmuró una respuesta, pero Bella no lo presionó para ser más explícito. Él ya
le había dicho lo que sentía y el mensaje fue abrumador.
—No me vas a perder, querida —susurró—. Nuestro amor no puede ser roto.

-
Más tarde esa noche, Edward yacía de espaldas en el centro de su cama grande
y blanca, debajo del mosquitero. Bella apoyaba la cabeza justo debajo de sus pectorales,
su brazo alrededor de su cintura, sus piernas entrelazadas.
Ella estaba casi ronroneando en la alegría.
—¿Eres feliz? —Su voz salió de la oscuridad de la vela chorreante, mientras
pasaba los dedos sobre la parte superior de su cabeza y hacia abajo para trazar la curva
de su cuello.
—Sí. ¿Y tú?
—Más de lo que jamás pensé que podría ser.
Bella sonrió en contra su pecho y besó la piel allí.
—Las cosas parecen… diferente desde que volvimos de Italia —, apuntó él con
la mano aún acariciando alrededor de su cuello y hombro.
—Tenemos mucho que agradecer. Nos tenemos uno al otro. Tengo a Harvard.
Siobhan me ha estado ayudando. Me siento como si por fin estuviera uniendo las
piezas de nuevo.
—Bien —, susurró—. Y la forma en que hacemos el amor, ¿eres feliz con eso?
Ahora Bella levantó la cabeza para poder mirar a los ojos verdes preocupados.
Su preocupación la sorprendió.
—Por supuesto. —Ella se rio en voz baja—. ¿No te das cuenta?
—Por supuesto que me doy cuenta. Pero tu cuerpo no es tu mente o tu corazón.
Solamente me preguntaba.

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Él parecía avergonzado ahora y Bella se arrepintió de su decisión de reír.
—¿Estás tú satisfecho con la forma en que hacemos el amor?
—Sí, mucho. Me parece que cambió… siento la conexión profundizándose —Se
encogió de hombros—. Me preguntaba si tú lo sientes también.
—Edward, las cosas están mucho mejor ahora que antes. A veces pienso que
esto es un sueño. Créeme, soy feliz. —Se inclinó para besarlo y luego apoyó la cabeza
sobre el pecho—. ¿Por qué me preguntas estas cosas? ¿Algo va mal?
—¿Dónde te ves en el futuro?
—Yo quiero ser una profesora como tú. Quiero una vida feliz. Quiero estar
contigo. —La voz de Bella estaba en el lado tranquilo, pero notablemente firme.
—No sabes lo feliz que estoy de escuchar eso.
—¿En serio? —Ella lo miró y sonrió.
—En serio. Hay algunas cosas sobre el futuro que me gustaría hablar contigo,
Isabella. Me gustaría hacer algunas promesas. Pero quiero que esperaremos un poco
más de tiempo antes de tener esa conversación. ¿Eso te molesta? —Alargó un dedo
para jugar con el diamante en su oreja.
Bella no tenía necesidad de un narrador para entender lo que significaba el
gesto físico.
—No, lo entiendo. —Su voz era más suave ahora.
—Tú eres la única para mí, Isabella. Nunca habrá nadie más. Esa es una
promesa que puedo hacer ahora mismo.
Ella levantó la cabeza y sonrió, notando la intensidad con la que hablaba.
—Yo no quiero que pienses que cualquier vacilación por mi parte es debido a la
falta de sentimiento. —Edward dio voz al temor tácito de Bella.
—Gracias, Edward. Soy tuya. Todo de mí. Y me alegro de que no vayamos a
estar separados el próximo año. La idea de perderte era una tortura.
Él asintió como si comprendiera.
—Te amo, Edward. Y te amaré para siempre.
—Te amo también, Isabella. Ahora ven aquí para poder adorarte.

La cita de Edward, es del Infierno de Dante 27.

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