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Goethe
Nosotros somos el hijo pródigo cada vez que buscamos amor donde no
puede hallarse, cada vez que tomamos la vida y el talento que Dios nos ha
dado y lo utilizamos para nuestro egoísmo, para reafirmarnos, para
imponernos con un fondo de arrogancia, como le pasaba al hijo pródigo, que
malgastó todo lo que le había dado su padre y dilapidó su fortuna en
caprichos y en despilfarros hechos para impresionar, en vez de hacer rendir
esos talentos en servicio de los demás.
-¿Y por qué su padre permite que actúe de modo tan irresponsable?
-¿Piensas entonces que hay que pasar por una cierta privación para
valorar lo que se tiene, también en lo espiritual?
Hay quizá bastantes hijos e hijas mayores que están un poco perdidos a
pesar de seguir en casa. El extravío del hijo menor es visible y claro, pero se
comprende e incluso se simpatiza con él. Sin embargo, el extravío del hijo
mayor es más difícil de identificar. Al fin y al cabo, parecía hacerlo todo bien.
Era obediente, servicial, cumplidor de la ley y muy trabajador. La gente le
respetaba, le admiraba y le consideraba un hijo modélico. Aparentemente,
no tenía fallos. Pero cuando vio la alegría de su padre por la vuelta de su
hermano menor, un poder oscuro salió a la luz. De repente, aparece la
persona severa y egoísta que estaba escondida y que con los años se había
hecho más envidiosa y arrogante.
-¿Quieres decir con esto que quien se queda más cerca de Dios tiene más
riesgo de caer en esa soberbia?
Quiero decir que todos tenemos que esforzarnos por ser mejores, y que
el riesgo de perderse es un riesgo que nos afecta a todos. Todos estamos
expuestos al peligro de acomodarnos y enfriarnos. Ninguno debemos
considerarnos exentos de la tentación por el hecho de habernos entregado a
Dios. Igual que el hijo menor se perdió por no escuchar la voz de su padre y
marcharse, el hijo mayor se perdió igualmente por no escuchar esa misma
voz, aunque estuviera más cerca. Porque, en determinado momento de la
vida, una persona entregada a Dios puede sentirse como el hijo mayor, que
ha trabajado mucho en la granja de su padre, pero en vez de estar
agradecido por todo lo que ha recibido, se siente invadido por los celos de
ese irresponsable hermano menor. Y el único remedio es reconocer que esos
sentimientos proceden de la soberbia y el egoísmo.
-¿Y crees que el hijo menor que vuelve es más querido por Dios que el
hijo mayor?
Pienso que el padre quiere igual a los dos, pero expresa ese amor de
acuerdo con la trayectoria personal de cada uno. Conoce bien a ambos, y
comprende sus cualidades y sus defectos. A los dos les habla con afecto y con
claridad, sin enredarse en compararlos tontamente, y les invita a participar
de la alegría de estar allí.
-Entonces, si ninguno de los dos fue fiel, no queda claro qué opción es la
mejor.
Fin de la conversación
Escribe un mensaje...
Rembrandt en su cuadro sobre la parábola del hijo pródigo deja muy pocas
dudas del estado físico-emocional de este hijo que regresa. Su cabeza
afeitada como la de un prisionero a los cuales se las ha puesto un número de
identidad. El pintor lo dibuja con una ropa que apenas cubre su cuerpo
demacrado.
Se trata de un hijo que regresa al padre sin dinero, sin salud, sin honor, sin
reputación pues ya lo ha despilfarrado todo. El artista nos deja ver como hay
cicatrices en las plantas de sus pies mostrando la historia de un viaje
humillante y doloroso. Al igual, sus sandalias hablan de su miseria y
sufrimiento. Pero hay dos grandes aspectos en este miserable hijo pródigo y
su regreso las cuales quiero resaltar y son las que más grande bendición me
han dado en estos últimos meses de mi vida.
El hijo pródigo (rebelde) siempre creyó que era hijo del padre. En medio de
toda su miseria y a pesar de haber solicitado la herencia que le correspondía
con su padre en vida. Aún habiendo derrochado y malgastado
irracionalmente toda aquella fortuna que el padre le había entregado con
amor y desprendimiento. No importaba esto, había un tesoro espiritual muy
grande en su corazón, él tenía la certeza de un padre.
Él no había olvidado en su mente y corazón que todavía era hijo del padre,
que tenía hacienda y empleados. Podía considerar la posibilidad de regresar a
la casa de su padre.
Este joven se aferró con todas las fuerzas de su alma a esta realidad
congénita, “soy hijo de mi padre”. El hijo volvió a casa realmente cuando
recordó y valoró el lazo familiar que le unía. Tuvo que perderlo todo para
poder dialogar en lo más profundo de su ser interior y entonces decir:
“iré a mi padre y le diré…"
Si estamos lejos de casa, el Padre Celestial nos espera siempre, cada mañana
levanta su vista a la puerta del camino y se pregunta: ¿Cuándo volverá mi
hijo, cuando percibirá que soy su padre y él es mi hijo?
Hazme como uno de tus jornaleros (como uno de tus trabajadores). El hijo
había reconocido su vínculo familiar, padre-hijo. Reconoció que era hijo por
naturaleza y que había sido engendrado por su padre.
Regresamos pensando que seremos uno más del montón de los empleados
del Reino de los Cielos, o de la viña del Señor. Dios nunca ha querido que
nosotros pensemos tales barbaries, estas son las mentiras diabólicas que
Satanás mete en nuestras mentes para desviarnos de ese amor incomparable
e incomprensible de nuestro Padre Celestial.
El hijo pródigo
Goethe
Nosotros somos el hijo pródigo cada vez que buscamos amor donde no
puede hallarse, cada vez que tomamos la vida y el talento que Dios nos ha
dado y lo utilizamos para nuestro egoísmo, para reafirmarnos, para
imponernos con un fondo de arrogancia, como le pasaba al hijo pródigo, que
malgastó todo lo que le había dado su padre y dilapidó su fortuna en
caprichos y en despilfarros hechos para impresionar, en vez de hacer rendir
esos talentos en servicio de los demás.
-¿Y por qué su padre permite que actúe de modo tan irresponsable?
-¿Piensas entonces que hay que pasar por una cierta privación para
valorar lo que se tiene, también en lo espiritual?
Hay quizá bastantes hijos e hijas mayores que están un poco perdidos a
pesar de seguir en casa. El extravío del hijo menor es visible y claro, pero se
comprende e incluso se simpatiza con él. Sin embargo, el extravío del hijo
mayor es más difícil de identificar. Al fin y al cabo, parecía hacerlo todo bien.
Era obediente, servicial, cumplidor de la ley y muy trabajador. La gente le
respetaba, le admiraba y le consideraba un hijo modélico. Aparentemente,
no tenía fallos. Pero cuando vio la alegría de su padre por la vuelta de su
hermano menor, un poder oscuro salió a la luz. De repente, aparece la
persona severa y egoísta que estaba escondida y que con los años se había
hecho más envidiosa y arrogante.
-¿Quieres decir con esto que quien se queda más cerca de Dios tiene más
riesgo de caer en esa soberbia?
Quiero decir que todos tenemos que esforzarnos por ser mejores, y que
el riesgo de perderse es un riesgo que nos afecta a todos. Todos estamos
expuestos al peligro de acomodarnos y enfriarnos. Ninguno debemos
considerarnos exentos de la tentación por el hecho de habernos entregado a
Dios. Igual que el hijo menor se perdió por no escuchar la voz de su padre y
marcharse, el hijo mayor se perdió igualmente por no escuchar esa misma
voz, aunque estuviera más cerca. Porque, en determinado momento de la
vida, una persona entregada a Dios puede sentirse como el hijo mayor, que
ha trabajado mucho en la granja de su padre, pero en vez de estar
agradecido por todo lo que ha recibido, se siente invadido por los celos de
ese irresponsable hermano menor. Y el único remedio es reconocer que esos
sentimientos proceden de la soberbia y el egoísmo.
-¿Y crees que el hijo menor que vuelve es más querido por Dios que el
hijo mayor?
Pienso que el padre quiere igual a los dos, pero expresa ese amor de
acuerdo con la trayectoria personal de cada uno. Conoce bien a ambos, y
comprende sus cualidades y sus defectos. A los dos les habla con afecto y con
claridad, sin enredarse en compararlos tontamente, y les invita a participar
de la alegría de estar allí.
-Entonces, si ninguno de los dos fue fiel, no queda claro qué opción es la
mejor.
La opción mejor es la de ser fiel a la voz de Dios. Esta escena del
Evangelio narra dos formas de ser infiel, y, sobre todo, la posibilidad de
volver cuando se ha desoído esa voz.
Fin de la conversación
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