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Liverani CAPITULO 3

Las premisas neolíticas y calcoliticas.

Los primeros productores de alimento:

La revolución neolítica (Gordon Childe). El termino no se refiere a un cambio repentino, sino a la forma radical y
profunda en que cambiaron las estructuras socioeconómicas. De todos modos no hay que olvidar que después de
dos millones y medio de años de caza y recolección, un cambio que tiene lugar en el transcurso de dos milenios y
medios resulta bastante rápido.

La esencia de la revolución neolítica consiste en la aparición de unas técnicas para la producción de alimento
(agricultura y ganadería) que reemplazaron a las técnicas de simple explotación del alimento existente en la
naturaleza (caza y recolección). Las simples fases de este proceso han sido y siguen siendo hoy objeto de numerosas
investigaciones, y no se puede decir que todas las cuestiones estén aclaradas. No cabe duda de que la imagen
tradicional de las culturas neolíticas que presentan los rasgos principales de la producción agropastoral, del
sedentarismo por comunidades de aldeas, de la producción de cerámica se tiene que revisar, por lo menos en lo que
respecta al área del oriente próximo, donde se dan los casos de la recolección intensiva y la producción incipiente, de
la agricultura no sedentaria y el neolítico aceramico. Esta variedad de situaciones se explica por tratarse de zonas en
las que el cambio del modo de producción tuvo lugar inicialmente, y por ello resulta mas evidente su carácter
progresivo, por estadios, y también por tanteo. Se advierte una serie de estrategias ensayadas por comunidades
distintas en zonas ecológicamente distintas.

La experimentación precoz de las técnicas de producción del alimento se sitúa, a grandes rasgos, en el borde exterior
del creciente fértil, a lo largo de un arco que va de Palestina, pasando por la franja de la medialuna fértil. Solo en un
segundo momento, durante el IV milenio a.C. las grandes culturas cerámicas del Neolítico se propagan por la cuenca
mesopotámica y por las mesetas analíticas e iraní. Y solo en una tercera fase, a finales del IV milenio. Mesopotamia
asumirá el papel central con respecto a su periferia, propio de la edad histórica. A grandes rasgos, y teniendo en
cuenta que en el X milenio el clima se vuelve mas cálido y húmedo, se trata de zonas con lluvias suficientes, cubierta
herbácea y bosques ralos, en las que las especies vegetales y animales que son la base de la revolución neolítica, se
encuentran en estado salvaje.

El epipaleolitico (15.000 – 10.000): estaba basada en la industria lítica, como un periodo de caza y recolección
intensificada. El asentamiento todavía es en cuevas, con pequeñas comunidades de 40 o 50 individuos como mucho,
que se desplazan en pos de los animales que forman parte principal de su dieta. La supervivencia es todavía un
problema diario ya que no se conocen técnicas para la producción de alimento ni para su conservación. Pero la caza
se centra en especies más pequeñas que las predilectas del Paleolítico: gacelas en Palestina, ovejas en los zagros etc.
El hombre empieza a selección los animales para no diezmar los rebaños, que comienzan a ser controlados, aunque
sigan sin domesticación. También la recolección de gramíneas y legumbres se hace más intensiva y especializada,
produciendo un efecto de selección y difusión involuntaria. Tanto en el ámbito de los conocimientos como en el de
las prácticas de explotación, se sientan las bases para la futura intervención en un sentido productivo. La movilidad
también se vuelve más circunscrita y estructura, de acuerdo con los recursos explotables, que a veces invitan al
sedentarismo.

El periodo crítico es el que va de 10.000 a 7.500, llamado de la producción incipiente. Algunas especies de pequeños
rumiantes, que durante el periodo anterior eran objeto de caza selectiva entran poco a poco en una especie de
simbiosis con los grupos humanos, que en algunos casos desembocara en la domesticación. Poco a poco se producen
cambios morfológicos en los animales, cuyos huesos delatan la domesticación, que por otro lado se puede deducir
de la edad y el sexo de los animales sacrificados. Naturalmente, los cambios morfológicos solo aparecen tras largos
periodos de domesticación, y en esta primera fase no son fáciles de detectar. Lo mismo se puede decir de algunas
especies vegetales, gramíneas y leguminosas. Las recolecciones repetidas de gramíneas silvestres y la consiguiente
concentración de semillas junto a los núcleos habitados, debieron dar paso a los primeros experimentos de cultivo,
con delimitación de parcelas, protegidas de los rumiantes. También en el caso de los cereales y las legumbres la
domesticación provoca cambios morfológicos y mutaciones genéticas, que en la fase inicial todavía son incipientes;
más bien habría que hablar de cultivo de plantas silvestres.

Ya en la fase incipiente (10.000-7.500) el nuevo modo de producción tiene consecuencias notables sobre los modos
de agregación social y organización material. Las comunidades, que ya han salido de las cavernas, se construyen
casas redondas, por lo general semienterradas y con alzado de cabaña. Se distinguen unos campamentos de base
permanente, unos estacionales para la caza y la trashumancia. Los primeros silos demuestran que se ha superado la
dimensión diaria del problema de la alimentación. Esta fase de producción incipiente está representada, sobre todo
en Palestina. El instrumental lítico también es diferente, pero tiene rasgos en común: microlitos geométricos
especializados.

El problema de las causas del paso de la caza-recolección a la producción de alimento no se puede resolver de forma
univoca. Las causas y efectos, los factores independientes y dependientes se entremezclan y son difíciles de medir,
dada la deficiente estadística de los datos, y dado que su marco espaciotemporal no es todavía demasiado amplio.
En líneas generales, no parece acertada la explicación de la presión demográfica. Tanto en la fase de recolección
intensiva y la caza especializada, como en la de producción incipiente, la población es todavía tan escasa que los
recursos disponibles son siempre suficientes. En cuanto a los cambios climáticos antes citados, serian el escenario del
cambio tecnológico y económico no su causa. Probablemente hay que tener en cuenta dos factores: uno de carácter
temporal y otro de carácter espacial. El factor temporal consiste en un intento de dilatar los ritmos de dependencia
ambiental en la búsqueda e alimento: el cultivo, el control de los rebaños, el almacenamiento y el sedentarismo son
elementos que deben ir unidos para que se dé un control a largo plazo de los medios de producción. El factor
espacial está relacionado con el movimiento de los grupos humanos a través de distintos ecosistemas en la fase
crítica: unos recursos conocidos a los que se accede de forma natural en una franja solo pueden ser utilizados en otro
previo trasplante artificial y control técnico.

El neolítico pleno: caracteres generales.

A finales del VII milenio, una vez culminada la fase de producción incipiente, en toda el área de Oriente Próximo han
aparecido ya las innovaciones básicas que caracterizan a la cultura neolítica entendida en el sentido tradicional: los
asentamientos en comunidades de aldea, cultivo de las principales plantas alimentarias, cría de ovejas, cabras,
cerdos y bóvidos. También se afianzan otras técnicas propiamente neolíticas: tejidos, cerámica, primera utilización
del cobre forjado. Pero, justo cuando este progresivo e impresionante desarrollo cultural llega a su plenitud, empieza
un periodo (primera mitad del IV milenio) que ha dejado muchos menos restos arqueológicos, lo que probablemente
no es un hecho casual, y corresponde a una fase de detención y crisis del poblamiento en todo el creciente fértil.
Aunque no se sabe bien si esta crisis tiene algo que ver con los cambios climáticos, está claro que el desarrollo
demográfico y cultural de Oriente Próximo no era un proceso fácil ni imparable, sino más bien una conquista
trabajosa, que requería constantes adaptaciones.

El progresivo final de la crisis sienta las bases para una considerable expansión de la población y los hallazgos
tecnológicos. En el periodo comprendido entre 6.000 y el 4.500 surgen varias culturas plenamente neolíticas, con
momentos muy floreciente donde se habían experimentado con mucho trabajo las técnicas productivas, pasaron por
un lado a las mesetas iraní y anatolica, una vez conquistados por la colonización agropecuaria mediante operaciones
infraestructurales de roza, drenaje y regadío, brindan espacios mucho más amplios que los nichos intramontanos
originarios.

La base económica es agropecuaria, y se caracteriza por una fuerte selección de especies domésticas. Entre las
gramíneas se imponen la cebada, el trigo, la escanda y el carraón, con especializaciones por zonas y usos, mejor
precisadas en los periodos históricos. Estas gramíneas ya han salido de sus áreas de distribución silvestre, y su cultivo
en los valles aluviales depende de las primeras técnicas de regadío. El regadío artificial de los cultivos aparece en esta
fase y se convierte en algo habitual, proporcionando agua en cantidad abundante y bien repartida a lo largo del año.
El riego, la hibridación y la selección provocan cambios morfológicos evidentes. La dieta se completa con legumbres,
mientras que entre las plantas “industriales” destaca el lino. Al margen de la producción agrícola, perdura una
importante actividad de recolección, que afecta a los árboles y arbustos todavía silvestres cuyos frutos son un
alimento habitual. Lo mismo sucede con las especies animales. Se seleccionan unas pocas especias para la cría: el
perro, las ovejas y cabras, etc. (se desarrolla la ganadería).

Las fibras vegetales (lino) y animales (lana), una vez tratadas e hiladas, se pueden tejer. Los tejidos están
documentados por las improntas en arcilla y los restos del utillaje, y debieron cubrir las necesidades del vestir,
reemplazando a las pieles de los animales, propias del Paleolítico y el Mesolítico. Otras técnicas esenciales de
transformación afectas a los alimentos: molienda de las semillas con morteros de piedra, pero que ahora se
convierte en un elemento esencial del utillaje domestico; y la cocción de los alimentos a raíz de la introducción de la
cerámica. Esta también se usa para el consumo de alimentos (cuencos), y con menos frecuencia para guardar
líquidos. La industria lítica se adapta a la nueva economía productiva.

(…)

Por lo general, las aldeas son pequeñas y están diseminadas. La dimensión reducida, que se considera resultado de
estrategias matrimoniales, induce a pensar que el asentamiento coincidía con unas cuantas familias numerosas, y en
el caso límite con una sola, y en cualquier caso que el parentesco en la aldea estaba muy generalizado. La estructura
social se centra en uno o unos pocos cabezas de familia, con divisiones tajantes por sexo, edad y procedencia, pero
las diferencias sociopolíticas son bastante relativas. Todavía no aparecen diferencias significativas de rango, ni
siquiera en los ajuares de las sepulturas.

En las comunidades se advierte una religiosidad difusa, que ha dejado muchos rastros en objetos y representaciones.
Esta religiosidad tiene dos aspectos complementarios: uno funerario, vinculado con la estructura gentilicia patriarcal;
y otro relacionado con la fertilidad, situado en primer plano por las técnicas de producción de alimento. Ambos
aspectos están relacionados entre si, dado que las meditaciones neolíticas acercas del paralelismo entre
reproducción animal y reproducción vegetal establecen cierto paralelismo entre el enterramiento de los difuntos y el
renacimiento multiplicado de las semillas. De modo que la estructura social de las comunidades se compone de
familias nucleares reunidas en familias extensas y en comunidades gentilicias. Dentro de cada comunidad, cada
núcleo tiene un papel similar, y si agregación es ante todo acumulativa. Las actividades que no están relacionadas
directamente con la producción de alimento, como el tejido y la cerámica, también se realizan en el interior de las
mismas familias de productores de alimento, sin especialistas como dedicación exclusiva. No hay manifestaciones
externas de la unidad comunitaria, como edificios públicos del tipo de los templos o los almacenes comunes. Los
primeros santuarios extra familiares aparecen al final del periodo en la zona de la baja Mesopotamia.

Otro elemento característico del esquema de asentamiento territorial es su escasa densidad, la existencia de zonas
residuales sin colonizar en el sentido político, aunque aptas potencialmente para ello, donde se sitúan las actividades
marginales de caza y recolección, y que hacen que las islas de las aldeas neolíticas estén separadas. El nivel de
conflictividad entre comunidades, si bien es difícil de establecer, se cree que se desarrollaba en un nivel bajo. Las
posibles armas todavía no están lo bastantemente especializadas como para distinguir entre un uso bélico y uno
venatorio habitual. Lo mismo se puede decir de las obras defensivas, son más eficaces contra los animales salvajes
que contra los asaltos enemigos. Sin duda, entre las comunidades existían elementos conflictivos, pero no parece
que la guerra fuese un elemento crucial.

La escasa jerarquización socioeconómica, el poco peso de la clase dirigente en la política y el culto, la estructura
dispersa de la ocupación del suelo y de los recursos, y la dimensión local de la producción básica y de las relaciones
interfamiliares, plantean la cuestión de si existían agregaciones de dimensión regional o por lo menos comarcal,
superior en todo caso a la aldea. Sobre la modalidad de intercambio, es evidente que se trataba de trueques. Se
pueden imaginar dos escenarios: o bien una difusión “de aldea en aldea”, sumando los pasos intermedios, o bien una
difusión realizada por viajeros que conectaban directamente el lugar de origen con el destino. (p78 a 84 a mano).
Hacia la urbanización

En los niveles 17-15 de Eridu se han encontrado unos edificios pequeños que, por su tipología y ubicación, se
consideran los primeros ejemplos de edificios exclusivamente dedicados al culto. Son unos inicios modestos, ya que
se trata de pequeñas capillas, pero ya es significativo que se dedique a esta función un espacio propio, mientras que
antes permanecía en el ámbito familiar. Este desarrollo es característico de la posterior fase cultural de ubaid, en la
que alcanza considerables dimensionas y se difunde de la baja a la alta Mesopotamia.

La fase cultural de Ubaid tiene una duración larga 4.500 -4.000 para la fase antigua o clásica y 4.000-3.500 para la
fase tardía. Inicialmente insiste en la misma zona donde habían florecido las culturas de Eridu y Hajji Muhammad,
con una continuidad clara en los asentamientos y el tipo de producción cerámica. Los centros principales son el
propio Eridu, Ur y el paraje epónimo de Ubaid en el profundo sur. la cerámica de superficie indica una difusa
proliferación de asentamientos, aunque pocas veces se llega a estos niveles antiguos en las excavaciones de los
asentamientos históricos, y son difíciles de localizar en los asentamientos que no tuvieron una continuidad, porque
permanecen sepultados bajo los depósitos aluviales posteriores.

La arquitectura doméstica, que al principio es bastante pobre, se hace luego más compleja y sólida. El centro del
asentamiento está dominado por un templo. En Eridu se puede seguir muy bien la secuencia de santuarios
reconstruidos y ampliados después de cada derribo, hasta alzarse sobre una verdadera plataforma formada por los
escombros de los edificios anteriores.

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