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La Dialéctica del Amo y el Esclavo y el

Tanatismo de la Civilización Capitalista.

X~W

Dr. JORGE VERAZA URTUZUÁSTEGUI

México, D. F., 2008


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La dialéctica del amo y el esclavo y el

tanatismo de la civilización capitalista

Jorge Veraza Urutuzuástegui

RESUMEN
Caraterizo la realidad y el pensamiento tanto cotidiano como político y científico
actuales. Esto es, la civilización capitalista como un todo. Parto de la constatación
siguiente: la economía actual se muestra como economía de la muerte. ¿Por qué? En la
civilización capitalista surgió Hegel y expresó la lucha a muerte del amo y el esclavo; y
luego Freud el principio de muerte. La crítica de la economía política de Marx permite
explicar cómo es que el modo de producción capitalista codifica en su estructura
tecnológica y de relaciones de producción las significaciones espontáneas elaboradas en el
discurso de Hegel y de Freud, así como la psicología individual y social correspondiente.
Propongo el concepto de subsunción real del consumo bajo el capital –desarrollo del de
subsunción real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital forjado por Marx– para
caracterizar a la civilización capitalista actual desde la bomba atómica hasta la fast food
etcétera. Lo que permite caracterizar el pensamiento del amo y el del esclavo, el de la
derecha y el de la izquierda sometida. El neoliberalismo ha realizado las determinaciones
tanáticas del capital, esto es, destructivas y autodestructivas. Pero la violencia así
evidenciada como economía de la muerte se prepara antes del capitalismo. Caracterizo ese
largo proceso histórico con base en Marcel Mauss y Georges Bataille así como con base en
Marx y Sartre, de quien en este año (2005) celebramos los cien años de su nacimiento. Su
siglo

ABSTRACT
I characterize the reality and the daily political and scientific current thought. This
is: the capitalist civilization as a whole. I begin with the following verification: the present
economy is shown as economy of the death. Why? In the capitalist civilization Hegel arose
and expressed “the fight to death between the master's and the slave”; and then Freud´s
“principle of death”. The Marx's critic of political economy allows to explain how it is that
the way of capitalist production codes in its technological structure and its production
relationships the spontaneous meanings elaborated in Hegel's speech and of Freud, as well
as the corresponding individual and social psychology. I propose the concept of real
subordination of consumption under the capital –a development of that of real
subordination of the immediate work process under the capital forged by Marx– to
characterize the current capitalist civilization from the atomic bomb up to the fast food etc.
Wich allows to characterize the thought of the master or the slave, wich of the right and the
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subjected leftwing. The neoliberalism has carried out the Thanathics determinations of the
capital, this is, destructive and self-destructing. But the violence evidenced in this way as
economy of the death was prepared before the capitalism. I characterize that long historical
process with base in Marcel Mauss and Georges Bataille as well as based in Marx and
Sartre to who in this year (2005) we celebrate one hundred of his birth. His century.

Palabras clave: economía de muerte, lucha de clases, subsunción real del consumo
bajo el capital, sagrado, soberanía, escasez.
Key words: economy of death, fight of classes, real subordination of consumtion,
under the capital, sacred, sovereignty, shortage
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“La primera guerra mundial, con el gas mostaza


y la matanza en las trincheras de decenas de
millones de hombres, instauró el clima de
barbarie, de desprecio por la vida humana que
años después daría origen a los campos de
concentración nazis, los gulags soviéticos, las
purgas stalinistas, Hiroshima, Nagasaki, la
teoría de Bush sobre la guerra preventiva” y su
práctica en Afganistán e Irak.
(Guillermo Almeyra en “La actualidad de Trotsky”)
(Memoria, 2005)

“La riqueza de las naciones” burguesas se muestra 250 años después de Adam

Smith (Smith, 1994) con la faz de una verdadera “economía de la muerte”.

He aquí un problema complejo pero no imposible de explicar y por tanto de

resolver. Querré hacerlo con el presente artículo. El título del mismo alude a tres autores:

Hegel, Freud y Marx; al Hegel de la Fenomenología del espíritu (Hegel, 1966) por la lucha

a muerte entre el amo y el esclavo, al Freud de El malestar en la cultura (Freud, 1970) por

el impulso de muerte y al Marx de El capital (Marx, 2000) respecto a la civilización

capitalista. Comienzo mi exposición por El capital porque la Crítica de la Economía

Política permite explicar no sólo la economía de la muerte, esto es, al capitalismo en su

efecto económico global tendencial y aún constante. Sino, además, permite entender

críticamente la visión del amo, o en otras palabras: la cultura burguesa moderna expuesta

brillantemente en cuanto a su esencia, esto es, por Hegel; así como la psicología de todos

los individuos sometidos por el capital, expuesta y transfigurada por Sigmund Freud.

Comencemos con una descripción de lo que significa la economía de la muerte,

tema que reflexionaremos posteriormente. En primer lugar economía de la muerte alude al


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hecho de que la sociedad burguesa produce muerte, lo que se hace evidente si volteamos

los ojos a Irak (2003-2005), Katrina (2005), el SIDA, (1981-2005), el cáncer (fin de la

segunda guerra mundial a la fecha), el cólera (década de los noventas a la fecha) o

Hiroshima y Nagasaki; en segundo lugar, significa que circula muerte. Al respecto

recordemos entre otros el narcotráfico y la miseria que circula al mismo tiempo que el

dinero. En tercer lugar significa que distribuye muerte, lo cual es patente cuando

observamos la política económica neoliberal o la política hegemónica de EU: con la

distribución de la riqueza, los amos distribuyen no sólo la miseria y la opresión sino con

éstas también la muerte a nivel nacional y mundial. Finalmente economía de la muerte

significa que se consume muerte, lo que evidencia el consumo de drogas, (de Buen, La

Jornada, 2005) la fast food, las medicinas iatrogénicas, los refrescos embotellados, el

asbesto, el asfalto, el automóvil y los cigarros, los pesticidas que consumimos y los

transgénicos etcétera. En síntesis, las diversas esferas constitutivas de la economía –la

producción, la circulación, la distribución y el consumo– (Marx, 2002/”Introducción

general” a la crítica de la economía política, Lange, 1970) han mutado tanáticamente. Cabe

todavía que exponga una imagen en la que se sintetice de un solo golpe todo lo que quiero

exponer y que nos ocupará más abajo.

¿La Corona de la Creación es la humanidad o la bomba atómica producida por la

sociedad moderna? ¿Cuál de las dos? Tal fue la profunda intuición de paradójica

formulación que tuvo en la antesala del movimiento mundial de 1968, (Veraza, 1993) en

enero, -así que evidentemente gestada en el potente “Verano psicodélico del 67” el

famosísimo conjunto de rock and roll Jefferson Air Plane. Y así titularon no sólo una rola

sino todo el disco: The Crown of Creation. Pues ciertamente desde la inauguración de la

hegemonía mundial de EU al final de la segunda guerra mundial, la bomba atómica no sólo


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es la coronación de la civilización tanática capitalista sino el modelo implícito, esto es,

esencial y arquetípico de todos y cada uno de los valores de uso de la sociedad burguesa. Es

decir, todos los valores de uso capitalistas deben producir efectos en la humanidad tanto

fisiológicos, psicológicos y políticos como los que produce la bomba atómica. Formulé por

primera vez esta idea en una monografía sobre el consumo de refrescos embotellados en la

República Mexicana como parte de la comida chatarra para ilustrar el contenido del

concepto de subsunción real del consumo bajo el capital, (Veraza, 1984b) concentrado que

es del principio de muerte impreso en el capital (1981). Después de esta imagen global

evocadora establezcamos las cuestiones fundamentales que habrán de ocuparnos en los

apartados siguientes.

El capitalismo se patentiza hoy como economía de la muerte. Señalarlo así es antes

que nada una descripción fiel; y, en segundo lugar, una crítica a fondo del mismo. Cabe

preguntar ¿de dónde proviene tanta violencia? y desglosar esta pregunta en dos: en primer

lugar ¿de qué condiciones históricas? Esta es la cuestión por el origen de la violencia en la

historia anterior a la lucha de clases y la propia de esta lucha. En segundo lugar, cabe

preguntar ¿de qué condiciones estructurales deriva tanta violencia? Esta es la cuestión por

el origen de la economía de la muerte basada en las relaciones de producción y de

reproducción de la sociedad burguesa. Las condiciones de producción de esta sociedad

quedan puntualizadas por la teoría de la subsunción formal y real del proceso de trabajo

inmediato bajo el capital (Marx, 2000) mientras que las condiciones de reproducción por la

teoría de la subsunción formal y real del consumo bajo el capital(Veraza, 1994) Veremos

que de la subsunción formal y real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital

empíricamente existentes deriva la figura hegeliana de la lucha a muerte entre el amo y el

esclavo (Veraza, 2005a) que aquel pone a trabajar. Lo que no deja de ser paradójico pues el
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concepto de la subsunción formal y real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital

pudo derivarlo Marx teóricamente de la idea hegeliana sobre la dialéctica del amo y el

esclavo en correlato con la imagen que en el Prólogo de la Fenomenología del espíritu

propone dicho autor acerca del desarrollo de la semilla hasta la flor como proceso dialéctico

(Veraza, 2005a). Así mismo veremos que Tánatos o el instinto de muerte freudiano deriva

de las condiciones de reproducción de la sociedad burguesa, especialmente de la

subsunción real del consumo bajo el capital. En primer lugar del consumo de emociones

(Veraza, 2003) propias de la lucha de clases; y en segundo lugar, del consumo de los

objetos producidos al interior de la lucha de clases y que no pueden sino llevar inscrito en

ellos el código de la misma para, así, garantizar el dominio de la clase dominante, así sea a

costa de eternizar la lucha de clases que tanto incomoda a esa misma clase. Por eso es que

Tánatos parecerá entonces emanar si no del alma sí del metabolismo mismo del sujeto

humano. Por lo que Freud –desde 1920 (Freud, 1972) a 1939– y Lacan (1974) –a partir de

1950– se equivocaron creyendo que existía Tánatos o el instinto de muerte en lugar de una

verdadera economía de muerte, haciéndole así el servicio a los señores modernos. Por todo

lo dicho fue que señalé más arriba que la subordinación real del consumo bajo el capital es

el concentrado fáctico históricamente especificado –en tanto que contiene a la subsunción

formal y a la subsunción real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital– de lo que

Sigmund Freud creyó que era un principio psicológico atemporal: el principio de muerte.

Concluiremos registrando el tanatismo en la ciencia social actual, no sólo en el pensamiento

de la derecha y en el de la izquierda.

Ahora sí iniciemos nuestra reflexión.


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1. El tanatismo del capital

Todas las sociedades clasistas valoran a la riqueza objetiva por sobre el sujeto

humano, en especial a los individuos integrantes de la clase subordinada, enaltecen al

objeto y humillan al sujeto además de someterlo y explotarlo. La riqueza objetiva en todos

estos casos importa en su configuración cualitativa tanto de acumulación de bienes útiles

como superfluos. El producto social cualitativo y concreto lo es todo y los sujetos parecen

ser simplemente una carga con quienes hay que distribuirlo. Esta perspectiva enajenada

(Marx, 1966; Sánchez Vázquez, 1972, Apéndice) caracteriza estas sociedades como

sociedades productivas (Tonda, 1997) o que giran en torno al producto en tanto falso sol

de su mezquino cosmos en lugar de girar en torno a los seres humanos. La apoteosis de esta

perspectiva productiva enaltecedora del objeto la tenemos en las festividades que giran en

torno al excedente económico, momentos de gasto suntuario fuera de lo común que rebasan

el ordenamiento útil de la sociedad a favor de una soberanía agonística (Bataille, 1974). Es

decir, al mismo tiempo antagónica y cuyo paroxismo semeja una agonía, que parece

despreciar toda duración y toda dependencia profana respecto de las cosas.

Las sociedades clasistas heredan este momento de afirmación sagrada y en donde lo

sagrado gira precisamente en torno al producto excedente divinizado por oposición a los

seres humanos de carne y hueso, vistos como meros útiles de trabajo, heredan esta

soberanía sagrada excesiva lujosa de las sociedades preclasistas, sociedades de mera

duración en las que prevalece la experiencia sagrada del cosmos y la soberanía del grupo

humano, (Bataille, 1974, La parte maldita) la cual apenas si es lograda ante una naturaleza

escasa; (Sartre, 1963, capítulo B “Rareza y modo de producción”) experiencia sagrada y

soberanía a las que se asocia el azaroso producto excedente que de vez en cuando es
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conseguido y que permite contrastar el tiempo de bonanza con plena conciencia respecto

del tiempo de escasez. Las sociedades clasistas han invertido todas estas prioridades a favor

de la riqueza objetiva excedente a la que engalanan con las dimensiones propias del sujeto

humano: la experiencia sagrada y la soberanía. No obstante a través del gasto suntuario las

clases dominantes ofrecen al conjunto de la sociedad una distribución colectiva de parte de

la riqueza excedente que monopolizan. Comúnmente el gasto suntuario consiste en la

destrucción de objetos útiles y de objetos rituales así como en el sacrificio de animales

pero, en algunas ocasiones, también de seres humanos; (Mauss, 1971) así que el carácter

sacrificial de la sociedad sugiere que para que el todo sobreviva una parte debe ser cedida a

la naturaleza, a la divinidad etcétera. Práctica que alude metafóricamente al hecho de que

toda la sociedad está amenazada de muerte y si quiere sobrevivir deberá ceder la mayor

parte de la riqueza que produce a la clase dominante que en este momento se encuentra,

libérrima, dando una fiesta para todos.

Por su parte, la sociedad burguesa no es meramente una sociedad productiva como

todas las sociedades clasistas –pretensiosas de ser sagradas– con las que está emparentada,

sino que las supera. Es una sociedad productivista (Echeverría, 1998, el ensayo “La forma

natural de la reproducción social”) que explota a morir a los seres humanos toda vez que el

capital es una potencia productivista que no enaltece al producto excedente en su

configuración cualitativa concreta o de valor de uso sino a la riqueza abstracta (Marx,

1967). Es una sociedad que no produce para satisfacer esta o aquella necesidad concreta o

un conjunto de necesidades concretas, que no produce para algo sino que produce por

producir precisamente porque se interesa en la dimensión de valor del producto, en su

dimensión abstracta y para incrementarla cuantitativamente de modo ilimitado en tanto


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plusvalor por sobre el tiempo de trabajo y el producto necesarios para la mera

sobrevivencia de los trabajadores (Marx, 2000/t.1, secc. III).

Aquí el antihumanismo y el desprecio por los seres humanos llega al absurdo así

como el desprecio por todos los valores de uso en la medida en que todo es útil no por su

función concreta sino simplemente en vista de acrecentar el plusvalor apropiado por la

clase burguesa. Así que, por un lado, la sociedad burguesa aparece como una sociedad

profana y de mera duración sin soberanía sagrada ninguna donde todo es útil pero para

producir plusvalor. Es decir, aquello que de ninguna manera es útil. Por eso es que en la

plenitud de la mezquindad y el egoismo no ocurren gastos suntuarios gloriosos ofrecidos

por la clase dominante en los que ésta distribuya parte de la riqueza social

gratuitamente.(Bataille, 1974). Pero no por ello lo sagrado está ausente (Bataille, 1974, “La

parte maldita”) de esta sociedad como erróneamente creyera Bataille pero hay que saber

mirarlo. Pues los momentos sagrados de donación dispendiosa en los que se afirma el

capital en tanto potencia productivista no son las festividades a este o aquel santo o las

Olimpiadas de cada cuatro años, tampoco las fiestas nacionales en donde el chovinismo

obnubila las conciencias en medio de cuetes y alcohol, -caricaturas (Bataille, 1974 “La

parte maldita”) de las experiencias soberanas, lujosas y sagradas de las sociedades

precapitalistas- los momentos sagrados de donación dispendiosa específicos de la sociedad

burguesa ocurren cotidianamente en la explotación puntual y sistemática de toda la fuerza

de trabajo disponible (Veraza, 1986) así como durante las crisis en las que se tritura al

ejército industrial de reserva y se deprime el salario de los obreros en activo; y, claro, las

guerras (Veraza, 1991b) y hecatombes directas de seres humanos –recuérdese el fastuoso

holocausto nazi– cuando es imposible explotarlos útilmente, esto es, para que produzcan

plusvalor, pero en la medida en que su sacrificio garantiza el acceso a materias primas o


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regiones estratégicas que posibilitan una explotación más a fondo de fuerza de trabajo

mediante la cual el capital obtendrá mayores masas de plusvalor. Como lo ilustra la

invasión de EU a Irak en 2003 con el pretexto ofrecido por Georges W. Bush hijo de que

ese país poseía armas de destrucción masiva, mismas que no se han encontrado hasta la

fecha (Veraza, 2005 b).

Según lo dicho la dimensión sagrada del capitalismo no consiste en una distribución

de riqueza objetiva positiva y ni siquiera en su destrucción, cual era la función del potlatch

en las sociedades primitivas (Mauss, 1971) sino, más bien, en una distribución de sujetos

negados, anulados, asesinados. Experiencia extrema que se traduce en la promoción del

capital como dios sagrado en la representación del sentido común, al margen de que éste

sepa que el capital acumula plusvalor o no de manera profana. En efecto, en el capitalismo

lo sagrado y lo profano coinciden pero a costa de los sujetos humanos, así como coinciden

la duración y la soberanía del capital en la cotidianeidad que gira febrilmente en el carrusel

enloquecido del producir por producir ¿Significa esto que el capital no es una potencia

circulatoria ni distributiva y que no tiene que ver con el consumo? No, sino que todas estas

esferas económicas existen actualmente pero configuradas productivistamente. ¿Qué

significa esto? La circulación productivista es circulacionismo o hipostasis del mercado tal

y como se refleja en la teoría neoliberal. La distribución productivista es el

distribucionismo o hipóstasis de la política económica estatal favorable al capital. Y,

finalmente, el consumo productivista no es otra cosa sino consumismo. Esto es, que el

consumo humano en tanto consumo de valores de uso, es decir, observado desde el punto

de vista de su contenido fisiológico y material, debe garantizar la explotación de plusvalor

absoluto y relativo sobre todo del plusvalor extra, de las ganancias extraordinarias del

capital (Veraza, 1991a) Explotación que caracteriza al modo de producción burgués,


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decíamos, como productivista o centrado en la prosecución del producto del proceso de

producción pero observado no en su configuración concreta sino abstracta o de valor y

precisamente en tanto que propugna por su incremento cuantitativo ilimitado.

Ahora bien, que el consumo sea productivista y que, entonces, en tanto consumo de

valor de uso garantice la explotación de plusvalor etcétera, eso es algo que el consumo, por

supuesto no hace naturalmente. Por eso es que el capitalismo debe subsumirlo formal y

realmente para que lo haga. La subsunción formal y la subsunción real del consumo bajo el

capital es el consumismo, el consumo productivista adecuado a la acumulación y desarrollo

capitalista pero necesariamente contrario a la vida humana en términos espirituales y

corporales.(Veraza, 1979).

Lo dicho puede sintetizarse del siguiente modo: el capital mata al obrero en el

proceso de trabajo en aras de explotarle plusvalor; (Marx, 1966/Primer manuscrito “El

salario”) pero también mata a la sociedad en el consumo (Veraza, 1994), porque desde el

contenido de valor de uso de las mercancías debe garantizar la explotación de plusvalor.

Por ello es que el capital mata a la sociedad y a la naturaleza, a la biosfera toda del planeta

Tierra como síntesis antiecológica de su productivismo y su consumismo inherentes (Marx,

1966/Tercer manuscrito § 7 “Necesidad, producción y división del trabajo”94). Mismos

que se vieron desarrollados externa y realmente desde mediados del siglo XX.(Veraza,

2005b).

El productivismo capitalista significa del lado del sujeto humano explotación de

plusvalor absoluto y relativo a costa y sobre cualquier necesidad y capacidad vital humana;

y significa del lado del medio de producción desarrollo tanático de fuerzas productivas

(Veraza, 1984a). En efecto, la subsunción formal y la subsunción real del proceso de

trabajo inmediato bajo el capital (Marx, 2000/t.I, capítulo XIV; Marx, 1975) nos permite
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entender que el desarrollo tecnológico ocurre en la sociedad burguesa a través de la

explotación del plusvalor relativo; en particular del plusvalor extra, que es el premio al

capitalista industrial por desarrollar las fuerzas productivas.(Marx, 2000/t.1 Capítulo X “El

concepto de plusvalor relativo”).

En efecto, si desarrolla fuerzas productivas, el capitalista industrial obtiene en la

competencia entre capitales ganancias extraordinarias o plusganancias sustentadas en una

explotación potenciada de plusvalor a sus obreros: esto es lo que se llama plusvalor extra.

Por donde las fuerzas productivas actuales no son neutrales sino que están esencialmente

marcadas por la subsunción real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital.(Marx,

2000/t.1 Capítulo X “El concepto de plusvalor relativo”), son fuerzas productivas que

producen plusvalor extra, explotación potenciada de la fuerza de trabajo humana; son, en

primer lugar, fuerzas productivas tanáticas por productivistas.

Pero debemos entender adicionalmente que cada situación de crisis o

sobreacumulación de capital (Marx, 2000/t. III, secc. III “La ley de la tendencia decreciente

de la tasa de ganancia”) le impone al productivismo capitalista como cuestión de vida o

muerte la necesidad de explotar a la fuerza de trabajo una masa y una tasa de plusvalor

incrementadas para, sólo así, contrarrestar la caída tendencial de la tasa de ganancia. Y a

la vez le impone acrecentar la escala de la producción y la del mercado en el que se realizan

las mercancías producidas por el capital, así que le impone también acrecentar la escala del

consumo. Bajo tal situación, el capitalismo no respeta ya de ningún modo el consumo y el

valor de uso de la sociedad sino que procede a imponerle un valor de uso subsumido

realmente bajo el capital, porque es el único tipo de valor de uso que garantiza la

acumulación y desarrollo del capitalismo contra la caída de la tasa de ganancia.


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Las fuerzas productivas del capital son productivistas y consumistas y por ende son

por partida doble tanáticas, tanto por la subordinación real del proceso de trabajo inmediato

bajo el capital como por la subordinación real del consumo bajo el capital. De tal manera el

desarrollo tanático de las fuerzas productivas capitalistas es doble e integral.

Signo de pesos $ y signo de muerte 1. El capitalismo no se conforma con

imponerle el signo de pesos o dólares etcétera a todas las cosas para volverlas mercancías

(Marx, 2000/t.I, capítulo 1 “La mercancía) incluido el honor y la virtud, la virginidad (así

como en la actualidad la vagina y el ano de niños y niñas), las relaciones filiales y religiosas

etcétera –tal y como en 1848 lo denunciara el Manifiesto del Partido Comunista– sino que

también les impone el signo de la muerte a todos los valores de uso. Esto es, estructura

materialmente los valores de uso de todas las cosas como mensajes objetuales (Maltese,

1972) tanáticos cuyo desciframiento metabólico –esto es, que ocurre en el consumo–

produce sufrimiento y muerte en los consumidores. Pero debemos entender que debido a

que éstos gozan magramente con el contenido útil que todavía pervive en esos valores de

uso nocivos, creen que el dolor y la muerte que éstos producen es lo que los hace gozar, así

que se confunden y se conforman con gozar la muerte que experimentan y proceden a

exigirla una y otra vez (Veraza, 2003 ) fieles a esta o aquella marca comercial convertida en

obsesión en medio (Klein, 2001) de la tendencia decreciente del placer (Veraza, 1985 Itaca

no. 3) que se incluye como ley del desarrollo del metabolismo material, emocional y social

capitalista.

Así que toda la civilización –desde la producción hasta el consumo, esto es, desde la

civilización material, la familia y la sociedad civil, así como desde la política y la cultura

hasta la psicología de todos los individuos y masas de la sociedad burguesa– es tanática.1


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De suerte que los revolucionarios y la clase obrera y todo hombre que luche por la

libertad, sólo lo hará auténticamente si además de verse impulsado a ello por la necesidad y

por la fuerza de las cosas, lleva a cabo dentro de sí una revolución tendiente a desarticular

parcial o integralmente su psicología y conductas tánaticas autodestructivas e

irracionalmente destructivas ancladas, como dijimos, en el consumo nocivo de bienes

materiales, semiótico y de interacciones intersubjetivas corporales, emocionales y

espirituales. Así que debemos abordar ahora precisamente

2. Tánatos o “instinto de muerte”: tendencia

autodestructiva históricamente producida

Que Sigmund Freud creyó ver como signo de Cain de “El malestar en la

cultura”(Freud, 1970) de toda la humanidad, es decir, como rasgo connatural a la especie

humana en tanto especie viviente. En realidad es innegable que podemos verificar

actualmente una tendencia psicológica autodestructiva e irracionalmente destructiva pero

no como instinto (Fromm, 1980) –según creyera equivocadamente Freud y no como

característica natural inherente a la especie humana sino– como producto histórico

inherente a las sociedades de clases, sobre todo del capitalismo.

En efecto, el así llamado “instinto de muerte” tiene como condición para existir la

operación de la subsunción formal y la subsunción real del proceso de trabajo y a la

subsunción formal y real del consumo bajo el capital por ende la forma histórica existente

de sometimiento del proletariado por la burguesía, en fin, la lucha de clases propia de la

sociedad burguesa; y ello ya porque las condiciones de existencia de dicha lucha –no sólo

económicas sino familiares– introducen en todo aquél que la testifica o que la actúa desde

la primera infancia “la muerte en el alma”.(Schatzman, 1985) Por lo que el instinto de


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muerte –o propiamente dicho, la tendencia reactiva psicológica autodestructiva e

irracionalmente destructiva– se sustenta en la dialéctica del amo y del esclavo propia del

capitalismo. “Lucha a muerte entre el amo y el esclavo” entre el señor y el siervo etcétera

dice Hegel en su Fenomenología del espíritu y Marx y Engels en el Manifiesto del partido

comunista lo retoman para señalar que la historia escrita de la humanidad ha sido hasta hoy

la historia de la lucha de clases incluyendo la de la burguesía y el proletariado. Así que

debemos pasar a observar esta dialéctica a la manera en que Hegel la reflexiona porque esa

manera nos revela lo esencial del pensamiento de la derecha justificatorio de su modo de

opresión y explotación.

3. ¿“Lucha a muerte entre el amo y el esclavo”?

Tanatismo en el pensamiento de derecha y en el de la

izquierda

A. Recientemente he publicado un libro (Veraza, 2005a) para cuestionar

la idea de Hegel acerca de la lucha a muerte entre el señor y el siervo que es la

premisa según la cual él observa la dialéctica de la clase dominante y la dominada.

Aparentemente se sirve de un modelo feudal pero que vale no sólo hacia atrás para

el amo y el esclavo sino también hacia delante para la relación entre patrones y

obreros. El pensamiento de la derecha (Beauvior, 1970) –en realidad toda la

ideología burguesa– encuentra figura ejemplar en el relato hegeliano al que a

continuación aludiré sucintamente.

En la lucha a muerte entre el amo y el esclavo éste se portó cobarde, pues tuvo

miedo a la muerte y quiso sobrevivir. Fue por ese motivo que perdió la soberanía y por

ende quedó como esclavo.(Hegel, 1966, capítulo C). En verdad nada más grato al
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pensamiento de la derecha que justificar en la cobardía del siervo o del esclavo etcétera,

su derecho a humillarlo, oprimirlo y explotarlo. Norberto Bobbio (Bobbio-Anderson,

2001) se queja de esta figuración hegeliana haciéndose eco de Tran Duc Thao (Duc

Thao, 1965) (aunque sin citarlo) ¿qué características presenta esta figuración?

En primer lugar es una mentira acerca de la cobardía del esclavo, justificatoria

de la opresión que ejerce el amo y, al mismo tiempo es una mentira apologética de la

valentía del amo.(Veraza, 2005 a).

En segundo lugar la soberanía humana aparece invertida pues no es asociada

esencialmente a la vida –como debiera ser– sino a la muerte.

En tercer lugar, esta figuración implica una ética enaltecedora del sacrificio

mortificatorio así como de la agresión de muerte. Es decir, tanto del imperialismo como

de la explotación del trabajo. En cuarto lugar, involucra un comportamiento

antiecológico y consumista así como un ego –el del amo– soberano tanático. (Veraza,

2005 a)

Guerras, neurosis, degradación de la cultura, antihumanismo estructural del

capitalismo, pensamiento de la derecha sifilítico (Veraza, 2005b) como el Bush sobre la

“guerra preventiva” y catastrófico como el del mismo presidente norteamericano

respecto de la negativa a firmar el Prótocolo de Kyoto en pro del medio ambiente,

pensamiento cuyo correlato son las recientes catástrofes naturales de Katrina, Stan y

Wilma así como lo que seguiremos testificando y sufriendo. Todo eso se guarda

concentrado y al mismo tiempo justificado en la figuración hegeliana cuya lucha a

muerte entre el amo y el esclavo está profundamente emparentada con la pulsión de

muerte que late en el alma humana según Freud. Pero cabe preguntar ¿cómo es el
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comportamiento, psicología y pensamiento de la izquierda que sobrevive o dura bajo la

sociedad burguesa?

B. Ni más ni menos: “la ideología dominante es la ideología de la clase

dominante” (Marx-Engels,1958) así que el pensamiento de izquierda continuamente

se ve entrampado en la figuración hegeliana propia de la lucha a muerte entre el

amo y el esclavo.

De tal manera se trata de una izquierda tanática que cuando se requiere libertad se

comporta autoritaria; y que cuando se requiere valentía es conformista; así que ante una

coyuntura confusa –como cuando la izquierda parlamentaria en Alemania había votado en

1914 los créditos de guerra y había encaminado a la clase obrera a ser sacrificada en las

trincheras a favor de la burguesía– al final de la guerra se disponía a fortalecer el debilitado

dominio capitalista en lugar de confrontarlo y de defender al proletariado; (Abendroth,

1970) en momentos así que requieren de actuación independiente, buena parte de la

izquierda renunció a la acción independiente y propugnó la unidad a toda costa bajo la

égida de la burguesía. Por eso la Liga Espartaquista en 1918 levantó valientemente y a

contrapelo el lema de “primero claridad, después unidad”(Badia, 1971).

O bien se trata de una izquierda tanatizada que cuando la coyuntura histórica

requiere de unidad –como actualmente sucede en México frente a las elecciones del 2006–

parte de la izquierda se presenta sectaria. Y bien, izquierda tanatizada significa, además,

una izquierda que cuando se requiere pensamiento profundo se comporta superficial y

sexualmente reprimida, una izquierda telenovelera en sus relaciones pasionales (Veraza,

2003) y atrapada en el consumismo sea por el lado del lujito que posibilita ocasionalmente

el salario o sea por el lado del consumo de comida chatarra y fast food que el capital

impone como rasgo humillante a la clase obrera. Rasgo que la izquierda asume
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populistamente como “cultura proletaria” heroica y sacrificial y, por tanto, la cree ser una

cultura gozosa por antonomasia; y en esa configuración arrinconada y excremencial, la

toma por la mismísima “chispa de la vida” (coca cola).

Otra figura del tanatismo es el de la izquierda trágica, emblematizada cuando en los

Procesos de Moscú de 1936 Bujarin, psicológicamente deshecho, antes descollante

miembro de la guardia bolchevique, acepta –sin ser verdad– ante el jurado montado por

Stalin que fue agente alemán antisoviético; (Zedoff, 1980) o cuando Trotsky en 1918

reprimió a los obreros y soldados consejistas de Kronstadt, antes aliados suyos y contribuye

así al desarrollo del burocratismo del partido bolchevique y del Estado ruso que pocos años

después lo mandará a asesinar a él (Deutscher, 1966); trágica como Stalin cuando desarrolla

el socialismo-en-un-sólo-país contra el proletariado, contra el socialismo y contra el

marxismo.(Veraza, 1998a; 1998b).

Y como no hay tragedia sin contradicción, la izquierda tantizada muestra en su seno

a esos otros trágicos o mejor, tragicómicos críticos de izquierda de Stalin, comenzando por

el Koestler de El cero y el infinito de 1952, que en aras de criticarlo como se merece se

enredan en la ideología burguesa y se vuelven antimarxistas, antisocialistas, antiproletarios

y antirrevolucionarios como en 1955 lo hiciera Maurice Merleau Ponty en Las aventuras de

la dialéctica, de quien aprendiera Cornelius Castoriadis (Nueva política, 1980/t.1, vol. 2)

durante los sesenta y principios de los setenta y desde 1975 los “nuevos filósofos” (Aubral,

1978) con André Glucksmann (Glucksmann, 1991) y Bernard Henry Lévy (Lévy, 2001) a

la cabeza, maestros del pensamiento antimarxista posmoderno presuntamente democrático

y pretensioso, aunque de modo falaz, de ser aún de izquierda.

Analicemos con más cuidado estos fenómenos.


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¿Cómo llega un discurso a volverse contra si mismo, -evidente síntoma tanático-, a

desnaturalizarse, a abolirse sin borrarse?

“Un fantasma recorre Europa. El fantasma del comunismo”… son las palabras

iniciales del Manifiesto del Partido Comunista, pero ¿cómo fue posible que el discurso

comunista se volviera un fantasma de sí mismo? Todo pensamiento se sustenta en la

identidad lógica A=A y en lo que diferencia A respecto de B (A≠B) (Lefebvre, 1972)

etcétera. Si mantiene coherencia lógica, el pensamiento está en posibilidad de ser

verdadero; mientras que si la pierde esta posibilidad se anula. Sin embargo, dado que la

realidad es contradictoria, un pensamiento incoherente y sofista puede simular reflejarla

(Lefebvre, 1972) y, así, simular ser verdadero. Este simulacro de verdad logra engatuzar a

muchos pensadores y el empirismo (Hegel, 1995/tIII) –de alto prestigio científico– es el

sistema teórico de tal simulacro.

La ideología dominante estará interesada en que el pensamiento de izquierda pierda

coherencia porque pierde así verdad; pero además integridad (ética) y fuerza teórica

científica y crítica así como política; y la combatividad que retenga aún –así sea que

parezca crecer– será fácilmente desarmable o de endeble sustento. De hecho pierde

vitalidad, placer, y deseo auténtico de un mundo mejor y de transformar

revolucionariamente éste. Pues la coherencia es la vitalidad del pensamiento, es la

afirmación de la vida a nivel del pensamiento; aquello que lo vuelve apto para establecer

verdades y, así, apto para cumplir su función útil a la vida de los seres humanos.

En efecto, la ecuación A=A es a nivel del pensamiento la refiguración del principio

de placer del organismo viviente, según que éste afirma su existencia –se reproduce en

tanto tal como un A que en un siguiente momento (=) pervive y es reconocible como A y

así se autoexperimenta– afirma su existencia, al dirigirse hacia lo que le causa placer y


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alejarse de lo que le causa displacer (pues B no es A). Torcer la coherencia del discurso

mata al pensamiento; y la ideología dominante despliega su poder tanático en vista de

dominar al discurso que la critica. La subsunción de la teoría revolucionaria bajo la

ideología burguesa es una operación tanática que apunta a destruir la coherencia de aquel

pero para lograrlo debe simular coherencia o pretender que si renuncia a esta lo hace en

aras de la verdad. Salto mortal a veces eficaz para el desarrollo del pensamiento y de la

acción –según lo demuestra el desarrollo de la ciencia y la filosofía– pues antes de entender

completamente algo tenemos la intuición y la imagen global de ello, la cual como toda

imagen siempre es contradictoria; (Sartre,1964) así que entre una verdad establecida y la

siguiente más desarrollada y comprensiva los seres humanos nos movemos como

sonámbulos, para utilizar la feliz expresión del célebre libro de Koestler sobre el desarrollo

de la astronomía. (Koestler, 1963). Sin embargo no es de elegirse el sonambulismo frente a

la coherencia vital del discurso.

Y bien, si la ideología dominante mata al pensamiento de izquierda cuando lo

vuelve incoherente, este se suicida –o se vuelve tanático y, entonces, acorde con la

economía de la muerte, así que traba o pervierte si no es que abole su propia economía

libidinal– sí, este se suicida cuando abandona la coherencia creyendo encontrarla ¿cómo es

eso? Veamos.

Si yo quiero criticar a Stalin por actos que cometió contra la libertad y la revolución

mi radicalidad para hacerlo crece en la medida del horror operado por Stalin; pero

¡cuidado! podría yo confundirme si esa radicalidad se sustenta en una mala pasión –

resentimiento, por ejemplo– pues pervierto mi economía libidinal y por ende mi

pensamiento racional. Así pues, paso, por ejemplo, a establecer la ecuación falaz

Stalin=Lenin o Stalin=Marx a fin de pretender radicalizar mi crítica a Stalin por este


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camino y, de hecho, ya no a Stalin sino al bolchevismo o al socialismo o al marxismo

etcétera; de tal manera cambio imperceptiblemente de objeto de análisis y de crítica al

tiempo en que creo dogmáticamente –cuando que quise criticar el dogmatismo– en tales

ecuaciones que llamaré ecuaciones suicidas. Pues a través de ellas el pensamiento de

izquierda se tanatiza y subsume bajo la ideología burguesa creyendo ser coherente y

verdadero cuando que la distancia –no digamos entre Marx y Stalin sino– entre Lenin y

Stalin al interior del marxismo soviético (Marcuse, 1972) es enorme, no digamos el talante

político y caracterológico.(Fromm, 1986).

Mídase la asfixia del discurso comunista –porque la coherencia es la respiración del

pensar, la identidad es la exhalación y la asunción de la diferencia la inhalación– así que

mídase la asfixia del discurso comunista, cuando éste pierde las diferencias y sus

identidades auténticas. Mídasela en una ecuación suicida como lo es la de URSS=Marx que

supone sin demostrar esa otra menor URSS=socialismo. Cuando que a lo más la URSS

podría ser una variante de socialismo pero no agotar la realidad de éste. Por eso ahí tienes

que la derecha querrá forzar las cosas y si cae la URSS como efectivamente cayó en 1991

dirá que calló el socialismo todo en tanto proyecto histórico.(Fukuyama, 1992). Y ahí tienes

que, presa de depresión, la izquierda cree todo perdido y cree en la ecuación asesina, esto

es, la asume para si como ecuación suicida creyéndola salvadora. Cuando que quizá la que

contenga verdad sea más bien la que diga URSS=forma de capitalismo no de socialismo;

así que sea esta la que posibilita sostener la coherencia y vitalidad del pensamiento de

izquierda etcétera.

O peor aún, mídase esta otra ecuación falaz: revolución=utopia así que la revolución

es un imposible y si insisto en ello, esto es, en la revolución, se me amenaza con que crearé
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una catástrofe social y que buscando la libertad encontraré lo contrario; por donde la

ecuación suicida que no lo parece sino hasta combativa –según quien la afirme–

revolución=utopía se transforma para revelar lo que ocultaba revolución=imposibilidad,

utopía=totalitarismo y así como revolución comunista=totalitarismo porque

socialismo=URSS etcétera. Por donde regresamos a la ecuación falaz de base.

Y entre la renuncia al marxismo y a la revolución y el socialismo se involucra el

rechazo del proletariado como clase revolucionaria, con vocación –no digamos ya misión–

histórica liberadora. Así que lo mejor es que se mantenga sometido porque es un mounstro,

–como ya lo denunciaba Shakespeare (Ponce, 1985) en su semblanza de Caliban

(Shakespeare, 1951)– o en su defecto lo mejor sería ayudar a encadenarlo o a avergonzarlo

o a adormecerlo y pacificarlo etcétera.

Estas ecuaciones suicidas inician con la ecuación existencial en la que asocio mi yo

a cierto objeto apasionante como el socialismo pero simultáneamente lo asocio a la figura

empírica de lo que se me dice ser el socialismo, sea Stalin o la URSS etcétera y cuando

luego resultan derrotados o refulgen soberanos en su horror, me avergüenzan; así que para

salvar mi yo no tengo más opción que rechazarlos.

Pero mi resentimiento se afirma obnubilando las diferencias, así que rechazo a

Stalin pero creyendo curarme en salud me extremo en limpieza o autocastigo y

masoquistamente (Reich, 1972 capítulo XI “El carácter masoquista”) le echo la culpa a

todo el socialismo o a Marx, etcétera para así safarme de cualquier imputación o siquiera de

sospecha de tener algo que ver con Stalin, ese cerdo.


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Según vemos, mi pensamiento culpable se ha vuelto racista y a un tiempo suicida.

(Reich, 1972 capítulo XII “La plaga emocional”) Es la condición que pone la ideología

burguesa, ese alto tribunal social y cultural para que no se me condene y salve yo el pellejo.

Chantaje político, chantaje ideológico, chantaje histórico, chantaje emocional; y muchos

responden a la presión del amo que amenaza con la muerte física o pública y moral

etcétera. Me convierto en traidor (Le carré, 1991) pero puedo lavar esta culpa a mis ojos y

no sufrir si radicalizo mi traición hasta volver deleznable no sólo una parte (Stalin) sino

todo lo que tenga que ver con el tema.

De ahí el carácter totalitario del movimiento emocional del antimarxista antes

marxista, por ejemplo; y de ahí el encadenamiento de ecuaciones suicidas en su discurso

conforme avanza el proceso de duelo (Freud, 1980) o de resentimiento respecto de algún

aspecto. La generalización se vuelve urgente –esa que es la plenificación del pensamiento y

su especificidad– pero de modo perverso: “Marx es el Gulag”.

En realidad, el secreto de estos despropósitos de la izquierda antimarxista

posmoderna –que evidencian su tanatismo– no está en el pensamiento socialista ni en el

libertario en general sino en el de la ideología de la clase dominante. Pues esta funciona de

acuerdo al movimiento de pensamiento que nombraré yuxtaposición ideológica, pues

consiste en identificar o yuxtaponer una proposición general con una particular, así que lo

particular y lo general quedan confundidos, ocurriendo una incoherencia flagrante. Resumo

el ejemplo clásico que ofrece Marx en un célebre texto metodológico: (Marx, 2002,

Introducción general a la crítica de la economía política, 1857 § 2 “La relación general

entre la producción, la distribución, la circulación y el consumo) la economía política

burguesa señala correctamente a la propiedad de riqueza objetiva como condición sin la


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cual los seres humanos no sobrevivirían. Acto seguido señala que la propiedad privada

individual no es una institución históricamente surgida sino connatural a la existencia

humana. Con lo que esta forma particular e históricamente determinada de apropiación

queda eternizada y naturalizada, sólo porque subrepticiamente se la ha identificado con la

propiedad en general. La cual, efectivamente es condición inherente a la vida humana pero

puede ofrecerse no necesariamente como propiedad privada sino como propiedad colectiva

o familiar etcétera. En síntesis el truco consiste en identificar lo particular con lo general;

con lo que le confiero el carácter de lo general a lo particular, así que lo exalto; o

metafóricamente dicho, le entrego un plusvalor que no posee de por sí; y, a la inversa, le

confiero el carácter de lo particular a lo general, así que lo sobajo y lo pongo como

secundario cuando es principal etcétera. Por aquí vemos que el interés privado de la clase

dominante y que la afirma vitalmente, se muestra como forma de tanatismo; en primer

lugar negadora del esclavo, el siervo o el obrero; en segundo lugar puesta a disposición para

que éste –o en nuestro caso el intelectual antimarxista– piense el mundo y se piense a sí

mismo según tan jugoso procedimiento; y, en tercer lugar, como forma de tanatismo que

puede revertirse de forma suicida en contra de la clase dominante misma si es que esta –

esto es, alguno de sus integrantes individuales– cree que hacer un chantaje de vida o muerte

o casi le reportará alguna ganancia. La ideología burguesa es tanática por propio interés

vital en mantener y justificar sus privilegios, pues a diferencia del proletariado, la burguesía

se afirma chapoteando en la enajenación (Marx, 1967, capítulo 4. §4 “Proudhon); porque

para el capital esta significa apropiarse el plusvalor de la clase obrera.

Pero el tanatismo llega a rebasar al sectarismo, al autoritarismo, al conformismo y

aún a las figuras trágicas y tragicómicas referidas cuando se presenta como bizantinización
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del propio marxismo y (Veraza, 2002) de la crítica al mismo. Entiéndase, bizantinización

no porque hable de cuestiones complejas sino por la manera enrevesada con que se

relaciona con la época actual y con Marx y por cómo lo revoca cuando dice querer

desarrollarlo; eso sí, nunca copiarlo, porque eso no sería fidelidad, dice, sino dogmatismo

así que sin empacho el marxismo bizantino procede originalísimo a enredar a Marx; e

iniciando con críticas particulares aquí y allá para –dice– desarrollarlo, pronto se sesga

hacia una renuncia resentida y despechada y muy masoquista que se para sobre sus pies

sólo cuando logra, finalmente, reconocerse como auténtico antimarxismo en forma y

cuando después de este asesinato del padre originario de la freudiana horda primitiva

(Freud, 1967) redime su culpa confraternizando a lo André Gluscksmann (Gluksmann,

2002) con el liberalismo burgués en contra de toda utopía y totalitarismo (alias el padre

autoritario primitivo encubierto).

Así las cosas, después de Marx, la tanatización de la izquierda posibilitó que la

ideología burguesa –en particular el pensamiento de la derecha– hiciera presa del propio

marxismo poniéndolo en crisis desde Bernstein (Bernstein,1982) a la fecha; crisis apenas

interrumpida por breves coyunturas de renacimiento. (Veraza, 2003b). O dicho de otra

manera, después de que Marx construyera el discurso crítico comunista como valor de uso

concreto según la perspectiva de la “humanidad socializada” trascendente respecto de la

sociedad civil burguesa (Marx, 1958/“Tesis ad. Feuerbach”) el marxismo se convirtió en el

primer valor de uso subsumido realmente bajo el capital que pisó la escena histórica y cuyo

consumo debía propiciar la refuncionalización de las emergentes fuerzas revolucionarias

que debían destruir a la sociedad burguesa en fuerzas revolucionarias que –contra su propia

intención– procedieron a desarrollarla a veces en formas casi irreconocibles como la URSS

etcétera.
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Por eso me permito repetir que los revolucionarios y la clase obrera y todo hombre

que luche por la libertad, sólo lo hará auténticamente si además de verse impulsado a ello

por la necesidad y por la fuerza de las cosas, lleva a cabo dentro de sí una revolución

tendiente a desarticular parcial o integralmente su psicología y conductas tánaticas

autodestructivas e irracionalmente destructivas ancladas, como dijimos, en el consumo

nocivo.

4.La violencia en la historia y el tanatismo de la producción y la

reproducción capitalistas.

Lucha a muerte entre el amo y el esclavo o instinto de muerte ¿qué es lo principal

para el capital? Respondamos explorando la historia.

La violencia en la historia (Sánchez, 1972) no es original sino una reacción ante

condiciones de vida duras, difíciles y en las que aunque de momento haya suficiente y aún

sobre, son esencialmente escasas (Sartre, 1963) La lucha de clases es un resultado del

devenir histórico y aún una nueva forma de proseguir la violencia. También el impulso de

muerte no es originario, un instinto, -como creyera erróneamente Freud- sino una

«formación reactiva»,(Reich, 1972/capítulo X “El carácter masoquista”) un resultado de la

escasez material y la lucha de clases.

Pero ocurre que por razón de justificar y garantizar sus privilegios en medio de la

escasez general, las clases dominantes de todas las épocas han pretendido que esa situación

no era un resultado sino una condición originaria y por lo mismo intrascendible y que

siempre habrá opresores y oprimidos, que el hombre es agresivo por esencia y caótico en

sus impulsos; así que sólo la firme conducción de la mano del amo o del Führer (Hitler,
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1961) pone orden y promueve progreso y mejoría general (Hobbes, 1940) aunque la lucha

perviva, eso sí, cada vez aminorada. Así pues la historia está presidida –según la óptica de

la derecha– por una regla de opresión y un principio de agresión y muerte que las clases

dominantes no pueden revocar sino a lo más reformar y debemos estarles agradecidos por

ello. De tal manera, de la lucha de clases ha emanado continuamente una ideología de

muerte (Marcuse, 1970/ “Ideología de muerte” ) que la convalida en general, así sea que

esa ideología contenga dentro de si una queja particular respecto de la situación. Caso

ejemplar al respecto es El malestar en la cultura de Sigmund Freud (1930).

En efecto, la violencia en la historia no inicia con la lucha de clases, sino que esta

reactualiza una violencia previa, sin embargo no se crea –como erróneamente cree Freud–

que la violencia en la historia proviene de un instinto de agresión y muerte que estuviera

inscrito en el alma humana desde siempre; (Freud, 1972 y 1970) ni tampoco deriva de la

relación connatural entre los seres humanos que luchan entre sí a muerte por lograr el

reconocimiento en tanto autoconciencias, a la manera en que inventa idealistamente Hegel.

En síntesis, el problema no deriva de la naturaleza del sujeto (Freud) ni del carácter ideal de

las relaciones entre sujetos (Hegel), la violencia en la historia deriva de la relación de los

seres humanos entre sí con una naturaleza escasa en torno de la cual luchan por sobrevivir

(K. Marx), la lucha en torno a la riqueza escasa y en torno al magro excedente que se

posibilita sobre la base de la escasez es el origen de la lucha de clases (Jean Paul Sartre).

Y bien, no se trata de una digna lucha por el reconocimiento y la soberanía de la

autoconciencia, sino de una mezquina y desesperada lucha por las cosas para sobrevivir o

por un magro excedente que saca de la penuria y ofrece magro lujo o aún un boato que

jamás deja de contrastarse y tener sentido sólo por contraste, esto es, dependientemente,

con la escasez de base. De tal manera, la lucha en torno a la riqueza es la clave de las
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figuraciones tanto de Hegel como de las de Freud, porque esta lucha no sólo puede llegar al

sometimiento y a la muerte (Hegel) sino que carga de culpa al que triunfa, somete y mata

además de deprimir el corazón del sometido hasta llevarlo a querer arrebatarse la vida si no

puede safarse de su condición. Se trata de un deprimente espectáculo que los ideólogos de

la clase dominante –por razón de sobrevivencia e interés egoista– no pueden sino testificar

confusamente como condición de afirmación de vida para ellos y para la clase a la que

sirven; así que proceden a justificar (Marx, 1967, capítulo 4, parágrafo 4, Glosa Marginal

II) el espectáculo. Mientras uno enaltece –moralina incluida– la valentía del amo y deplora

la cobardía del esclavo, y en esta polaridad psicológica justifica el sometimiento (Hegel), el

otro se fija sólo en la violencia que el amo infringe al esclavo y en la que el sometido

impotente quisiera autoinflingirse, luego separa esa violencia respecto de la situación

concreta que la origina para reintroducirla después pero ya sólo en el corazón de los sujetos,

lugar desde donde, ahora sí, pretende “explicar” toda la situación (Freud). Por este camino

no parece justificar al señor –aunque lo haga– ni denostar al siervo, pues se conforma con

volver insuperable la situación de opresión, muerte y suicidio que prevalece. Y claro que

también pretende que es deseable querer salir de este profundo malestar que vive la cultura

(Freud).

Ahora bien, bajo el precapitalismo –tanto en las sociedades aún no clasistas como

en las clasistas– el modo de producción apunta a la reproducción cualitativa y concreta del

conjunto de la sociedad con base en el valor de uso, en realidad, de un sistema de valores de

uso y de necesidades más o menos armónicamente conformadas de acuerdo con la

experiencia y tradición de cada pueblo (Marx, 2002/Formen). La ideología de muerte brota

en estas sociedades a posteriori respecto del modo de producción; pues brota ya en el curso

de la lucha entre individuos y de clases que se levanta sobre aquel. Pero en la sociedad
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burguesa todo esto se invierte. La ideología de muerte no hace sino expresar al modo de

producción capitalista y aún a su tecnología. La sociedad burguesa es la única en la que la

producción de muerte está arraigada no sólo en la lucha de clases sino en el modo de

producción mismo; y ello no sólo en tanto producción de ideología de muerte sino también

como práctica material multilateral a la que la lucha de clases simplemente le viene a dar

forma dinámica y cada vez más compleja y refinada. Sólo en el modo de producción

capitalista podemos hablar por antonomasia –y, aún más, con propiedad– de economía de

la muerte.

Sólo aquí la producción de muerte brota del modo de producción y de reproducción

de la sociedad. (es este hecho radical lo que refleja la intuición heideggeriana acerca del ser

humano en Ser y tiempo cuando nos lo presenta como ser-para-la-muerte). (Heidegger,

1971). Esto es, en primer lugar o básicamente de la subsunción formal y de la subsunción

real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital en vista de producir plusvalor absoluto

y relativo; y, en segundo lugar, o para darle redondeamiento suficiente, la producción de

muerte brota de la subsunción formal y de la subsunción real del consumo bajo el capital en

vista de garantizar la explotación de plusvalor a través de forzar materialmente las

conductas, la percepción, la imaginación, las emociones y la conciencia de los individuos

así como sus interacciones cotidianas. De ahí el carácter esencial e integralmente tanático

de la civilización capitalista; la última de las sociedades androcráticas, (Eisler, 1990)

aquella en la que la propiedad privada generalizada y dominante ha marcado negativamente

a la tecnología y ambas, monopolizadas como capital industrial, someten la emocionalidad

entera del ser humano hasta invertirla desde su fundamento erótico (gilánico) (Eisler, 1990)

hasta su degradación tanática.


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Por eso es que, una vez consolidada la revolución industrial en Inglaterra y al inicio

del desarrollo de la subsunción real del proceso de trabajo inmediato en el continente

europeo Hegel pudo establecer en 1807 la formulación de la dialéctica del amo y el esclavo

como código general de la lucha de clases y en tanto presunta lucha a muerte por el

reconocimiento entre las autoconciencias. Figuración idealista que no hacía sino expresar el

código inscrito en el propio modo de producción inmediato burgués; así que la idealidad de

la hegeliana lucha a muerte no hace sino expresar el carácter abstracto del valor que se

valoriza –y la realidad de la idea hegeliana– en tanto opuesto al cuerpo concreto de los

seres humanos que explota y tritura.(Veraza, 2005a) Y también es por eso que –esto es,

debido a la estructura del modo de producción y reproducción capitalista– por eso es que

Sigmund Freud en 1920, esto es, en los albores de la subsunción real del consumo bajo el

capital haya creído descifrar el alma humana en su aspecto más recóndito al descubrir “más

allá del principio de placer” al instinto de muerte. Cuando que en verdad no descubría nada

sino que inventaba y lo que creía ver en el alma humana no era sino el reflejo de lo que se

encontraba codificado materialmente en el modo de reproducción capitalista. De hecho,

Freud llevó a cabo una ecuación suicida con la cual dio al traste la revolución teórica que él

mismo iniciara con el psicoanálisis con su teoría de la libido sexual como base de la psique

humana (Reich, 1972). Hegel ideologiza el modo de producción inmediato burgués (la

subsunción formal y real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital) y Freud el modo

de reproducción de esta misma sociedad (la subsunción formal y real del consumo bajo el

capital). Y como cada uno de ellos lo hace a fondo, lo hacen tanáticamente. Esto es, tanto

para causar horror y amenazar así a las clases sometidas a fin de conformarlas con su

situación como para justificar y alentar a las clases dominantes.


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Detallemos este punto. “Amenazar” es un acto político porque advierte a la

conciencia racional del otro que su libertad será limitada de cierto modo; mientras que

“causar horror” es una intervención psicológica de facto –sin advertencia– en el

inconsciente emocional del otro para reprimir sus necesidades y deseos redundando en una

limitación de su libertad; el conformismo resultante de la amenaza (política) y del causar

horror (psicológico) –tanto combinados como experimentados por separado– es un efecto

psicosocial con frutos políticos porque establece unas interacciones humanas normalizadas,

así que naturalizadas, en acuerdo a la nueva y artificial norma represiva. Mientras que

“justificar a la clase dominante” es un acto político porque se dirige a la razón en vista de

ampliar la libertad del señor y reducir la del siervo y que eso se acepte. Por su parte “alentar

a la clase dominante a someter” –así sea mediante asesinatos que causen horror– es una

intervención psicológica para acordar las emociones del señor con su tarea teórica y

política. Finalmente el resultado de la justificación y aliento a la clase dominante es

psicosocial, porque normaliza la interacción de los miembros de la clase dominante entre si

y con los dominados en acuerdo pseudonatural con su acto antihumano.

Freud lleva a cabo dichas operaciones políticas y psicológicas bajo el aspecto de un

discurso psicológico; y Hegel bajo el de un discurso filosófico, pero en ambos casos

notamos una evasión irracional respecto de las condiciones económicas materiales para que

ocurra lo que justifican y respecto de los resultados de las acciones que alientan.

Por lo que sólo la crítica de la economía política puede esclarecer este enredo

porque desentraña la clave económica soslayada por Hegel y Freud y permite especificar la

intervención política del caso y que se oculta sus propios motivos, así como la interacción

psicológica que pretende no ver las consecuencias políticas de su operación. Tal sería el

camino para desarrollar la crítica de la economía política hacia la crítica global de la


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sociedad o si se quiere de desplegar la crítica global de la sociedad de manera bien

sustentada en arreglo a la crítica de la economía política (Veraza, 1994 b).

5. Tanatismo de las ciencias sociales neoliberales y


posmodernas

De tal manera, si la economía capitalista es economía de muerte, la teoría

económica que simplemente la refleja acríticamente –caso descollante del neoliberalismo–

no sólo es antiproletaria y antihumanista sino que por antivitalista es incoherente. Y

precisamente por eso, es que científicamente hablando no es sino la muerte de la teoría

económica tal y como lo demuestra la práctica de la política económica neoliberal desde

1978 a la fecha.

Suerte similar corren el resto de ciencias sociales que caen bajo el dominio de la

ideología dominante, como sucedió como la emergencia del neoliberlaimso y la cultura

posmodernista desde fines de los setenta a la fecha (Veraza, 2004).

La actual crisis de las ciencias sociales es el resultado de la economía de muerte

trabajando en el discurso científico social en acuerdo a la división del trabajo teórico a

través de la asunción de ecuaciones suicidas como aquella de que “mi beneficio personal–

al bien de la nación” (Veraza, 2000,) y como esa otra de que “los transgénicos son progreso

científico tecnológico y humano, así que son buenos para la economía y la política de mi

país; ergo, debo aceptar el financiamiento que se ofrece para una investigación al respecto

o palomear el contrato que esta transnacional quiere imponerle al Estado mexicano”

(Ribeiro, 2005).
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En fin, que la ciencia en tanto valor de uso liberador por generalizador de verdades

vitales, quedó trastocada desde la década de los ochentas del siglo XX en adelante

configurándose como valor de uso subordinado realmente bajo el capital con las

repercusiones tanáticas del caso. Hoy apenas inicia su revitalización. Y tanto más avanzará

cuanto más consciente y rápidamente se safe de la economía de la muerte y sus premisas

prácticas e ideológicas (Chomsky, 2005)

Las ecuaciones simples como la de 2+2=4 y 2×2=4 (según el ejemplo clásico de

Kant (Kant, 1960) pueden llevar a sacar la conclusión errónea de que multiplicar es

operación idéntica a sumar, así que son transformadas en una ecuación falaz (+=×). Dichas

ecuaciones son propias de cualquier error o de cualquier prejuicio; pero mutan en

ecuaciones asesinas si la ideología dominante las maneja sea para atemorizarse o para

atacar o, al contrario, para justificar su dominio, como es el caso de la ecuación

URSS=socialismo; de la que se sigue que socialismo es totalitarismo ateo, según la visión

de la derecha durante la guerra fría.

Esas ecuaciones son asesinas sobre todo en el sentido de que destruyen el

pensamiento coherente. Por eso es que las ecuaciones falaces se convierten en ecuaciones

suicidas si son asumidas por el pensamiento de izquierda; caso de la misma ecuación

URSS=socialismo que comienza envalentonada con el surgimiento de la URSS, se va

avergonzando conforme se conoce la gestión de Stalin y termina en total depresión y

despecho rechazante del socialismo y del marxismo sobre la base de aceptar que la

URSS=socialismo. Ecuación falaz que parece ser tanto más verdadera porque es común al

pensamiento de la derecha y al de la izquierda empíricamente existentes en un momento

dado.
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De tal manera, la crisis del pensamiento de izquierda así tanatizado es el modelo de

la crisis de las ciencias sociales puestas acríticamente al servicio de la economía neoliberal,

economía de muerte, así que promotora de la tanatización del pensamiento. La

autoanulación del pensamiento, su rebeldía contra sí mismo, su traición a la coherencia

creyendo instaurarla o porque cree que le es indiferente, se expresa como traición mía al

otro ser humano o a la nación o al marxismo o al socialismo o a la ciencia.


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