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Y en fin, que así el tal asunto de que venga titulado de Tartessos y Europa
este ensayo y exploración. Desde luego, ya entraremos más adelante en los
intríngulis de la oceánida diosa Europa y sus isleños y mediterráneo-orientales
minoicos, o la culturalmente refinadísima e inicial civilización europea. O más bien
culturalmente proto-europea. Y que, trasvasada luego a los ciclópeos griegos
micénicos —con o sin el arcaico topónimo Micena, que sobrevive en las hispanas y
granadinas tierras de Baza— y de los antiguos griegos trasvasada después a los
romanos, originó lo que se viene denominando civilización europea, y europeos, y
Europa como gran ámbito geográfico. No menos entrando iremos en los intríngulis
de los hispanos tartesios misteriosos —ya no tan misteriosos— y su muy pre-
romana y pre-cartaginesa civilización milenaria. Y bastante pluri-milenaria, a lo
que parece. Al menos si teniendo en cuenta que hacia el año 2500 antes de Cristo
—o el 2500 a.C. en la técnica abreviatura usual— es hacia donde especialistas del
tema remiten el hecho histórico que subyace en la legendaria epopeya de lucha a
muerte entre de un lado el gran gigante y rey tartesio Gerión con sus hispanas
gentes y de otro lado el famoso y famosísimo gran Hércules de los griegos, el gran
Alkides, que éste era su exacto nombre, y lo de Hércules era un apodo, o especie de
sobrenombre. Sobre poco más o menos, por los tales tiempos del 2500 a.C. es
cuando en Egipto el gran faraón Queops
Aquí hay ya que traer que, para algún que otro especialista del tema, en la
legendaria epopeya del tartesio y gigante Gerión contra el gran Hércules
famosísimo subyace probablemente el gran hecho histórico central con respecto a
la borrosa y larguísima Protohistoria mediterránea, larguísima en cuanto que cosa
de dos mil años, desde aproximadamente el año 3000 a.C. hasta el año 1000 a.C. si
puestos a precisar el asunto. Probable gran hecho histórico central, y con razón.
Porque, con la tal epopeya hacia el año 2500 a.C. aproximadamente, y con el
iniciarse en la mediterráneo-oriental gran isla de Creta o Kéreta la culturalmente
proto-europea civilización de los muy refinados minoicos de la oceánida diosa
Europa hacia tiempos del año 2000 a.C. a juicio de especialistas del asunto, caso de
vencer en la tal epopeya los norteafricanos heráklidas pues me parece que no se
hubiera originado la tal culturalmente inicial civilización europea, refinadamente
minoica. Y por la sencilla razón de que norteafricanado el sur atlántico ibero-
peninsular, no hubiera habido oceánidas que, con su diosa Europa, kéretos o no
kéretos, hubieran llegado a la isla de Creta con sus europos refinamientos
civilizatorios. O en suma, que no habría habido ninguna diosa Europa en el muy
pre-griego Mediterráneo oriental. Y en consecuencia, ninguna proto-europea y
fundamental civilización en la isla de Creta. Y qué panorama.
Parece que viene de muy lejos esta especie de alergia con respecto a los
hispanos tartesios y su misteriosa Tartessos. En concreto, los protohistoriadores
europeos han venido siendo muy tranquilamente tartesiófobos. O una especie de
inquina con respecto al asunto Tartessos. Por no decir que más bien, y más en
general, unos contumaces occidentalófobos con respecto al asunto del Occidente
atlántico-europeo en el no menos asunto de los orígenes de Europa. O sea, unos
orientalófilos empedernidos en el tal asunto de los europeos orígenes, y en los que
el Occidente europeo-atlántico ha venido siendo una especie de cero absoluto y sin
remisión, al menos hasta no hace mucho. Que parece como que las cosas
cambiando están. Desde luego, la tal occidentalofobia en general y tartesiofobia en
particular parece como que vienen de lejísimos, desde los inmemoriales tiempos.
Por de pronto, en la versión que de las legendarias historias mediterráneas nos
llega de manos de los proto-griegos y los griegos arcaicos, el Occidente europeo en
su ámbito suroeste —el ámbito luego tartesio, sobre poco más o menos— es donde
están los legendarios infiernos y sus infernales gentes. Incluido el infernal dios
Hades tan demasiado obscuro, y subterráneo. Con o sin largarnos hilo hacia que las
tales obscuridades vengan referidas a subsaharianas gentes de negra la piel, y que
tranquilamente asentadas en el suroeste oceánico de la Península Ibérica —lo de
Hades resulta demasiado homófono con la Gades que finalmente la ahora andaluza
ciudad de Cádiz, y valga la homofonía— y en no se sabe qué remotísimos tiempos.
Pongamos que en torno al año 3000 a.C. y puesto queda.
Por otra parte, y siguiendo de las tales legendarias historias mediterráneas
en versión griega, y que mitologizadas fueron, el Occidente europeo en su suroeste
atlántico y sus alrededores, o el mediterráneo-atlántico ámbito del estrecho de
Gibraltar y su amplio entorno, es un siniestro lugar de horribles monstruos más o
menos infernales. En concreto, la oceánica y famosísima gran hembra Medusa con
su cabellera de venenosas serpientes, en vez de una pelambre de largos cabellos. Y
de la que, y tras el gran monstruo-caballo Pegaso, se origina una abundante familia
de monstruos con el tartesio y gigante-monstruo Gerión y su monstruosa parentela
en la que su geriónida hermana-monstruo, la acuática u oceánica gran serpiente
Egidna que casada con el no menos monstruo gran Tifón. Y de la que la serie de
geriónidas sobrinos- monstruos: el can Kerberos, el can Orto, la gran serpiente
Hidra de las cien cabezas, la Esfinge, la Quimera, etcétera. Y valga de paso el que la
monstruosa Esfinge —cuerpo de león, cabeza humana, y que no acaba de saberse
que de dónde llegó el tal asunto a Egipto— al menos en las legendarias historias es
originariamente pues no precisamente egipcia sino que más bien tartesia y
geriónida. O bastante euro-occidental e hispana, si dicho de otro modo. O en otras
palabras, que al menos en la versión griega de las tales legendarias historias parece
como que la tartesiofobia asoma bastante. Ignoro si porque escaldados los arcaicos
griegos con el batallador revolcón que el tartesio y gigante rey Gerión le propinó al
más o menos muy proto-griego gran guaperas Hércules. Y que de lo tal, luego pues
ya vieron monstruos por todas partes en el extremo oeste mediterráneo, en
general. Y en las parentelas de los geriónidas, en particular. O al menos que algo
muy desagradable les ocurrió en el ámbito del estrecho de Gibraltar a los proto-
griegos remotísimos —pongamos que de por allí los expulsaron, y puesto queda—
y que pues nunca lo olvidaron.
Aquí muy bien pudiera entrar el asunto de que, en el bíblico libro del
Génesis —que comienza con el paraíso de Adán y Eva, y la serpiente, y otra vez
asunto de serpientes— y en sus genealogías a partir del santo patriarca Noé y su
diluvio, y prescindiendo de su primogénito Sem y de su segundón y africanoide
Cam, del Jafet o hijo menor le resulta al santo patriarca su nieto Yaván. Que es
bíblicamente el padre de la hermosa Tarsis. O sea, los tartesios si traduciendo a
prosa llana el metafórico asunto. Pero los tartesios como que bíblicamente
originándose en los proto-griegos yavonios a los que los especialistas en rastrear
los tales bíblicos y borrosos asuntos identifican como que unos proto-griegos
yonios. O sea, los griegos jonios en fase muy temprana, y muchísimo antes de
asentarse en la costa ática y fundar la ciudad de Atenas. Con lo cual pues resulta
como que bastante normal el que al muy arcaico alfabeto tartesio se lo viniera
catalogando de medio-jonio. Así pues, como que resulta una especie de rencor
intra-familiar la tartesiofobia que, más o menos antigeriónida, asoma en las tales
legendarias historias finalmente mitologizadas. Y en fin, todo esto con o sin tener
en cuenta que por las costas de la India y en sus remotos o muy arcaicos tiempos se
denominaban los yavana a las gentes de Europa, a las gentes de raza blanca. Pero
ignoro si el asunto venía referido a unos yavana de Tarsis. O si a unos yavanas
elíseos. De la hermosa Elisa, la bíblica hermana de Tarsis. O que acaso meramente
unos ulíseos a la menor oportunidad. Con o sin los viajes oceánicos del legendario
Ulises metidos en el asunto.
Y de enigma sobre poco más o menos siguen, O en fin, que se los daba por
mera elucubración mitológica, O por desaparecidos hacía ya muchísimo tiempo. Y
resultaba que de repente e insospechadamente seguían luego Vivos, existían,
tenían bulto y color. Otro enigma en los remotos tiempos mediterráneos eran los
culturalmente proto-europeos minoicos de la diosa Europa en su pre-griega y
mediterráneo-Oriental gran isla de Kéreta o Creta, y que también legendarias
gentes mitológicas, y con toda tranquilidad. Pero bien entrado ya el siglo XX, y de la
mano de excavaciones arqueológicas, los desaparecidos y mitologizados minoicos
dejaron de ser una civilización perdida y olvidada. Aparecieron como que muy
espesamente protohistóricos. Y como que un culturalmente proto-europeo gran
esplendor de refinadísima civilización. Acaso fue por esto por lo que, en plan de
fervorosamente tartesiófilo, el gran arqueólogo alemán Schulten se animó a
investigar a la otra refinada civilización perdida y olvidada:los tartesios hispanos.
Años bastantes le dedicó al asunto, o no sé si muchos, o si gran parte de su vida al
menos. Buscando la perdida y nunca encontrada Tartessos, la portuaria capital de
los tartesios, excavó arqueológicamente en la desembocadura del río Guadalquivir,
antiguamente no sólo río Betis sino que también río Tertis, con nombre
etimológicamente vinculable a tartesios, y encontro un anillo en el que una mas o
menos misteriosa inscripción Publico finalmente su algo monumental obra
Tartessos en plan de sus investigaciones en el tartesio asunto, y que monumental
al menos por el gran rastreo de fuentes y por el enorme despliegue de erudición.
Fuere lo que fuere de los tales asuntos, lo cierto es que finalmente Schulten
estuvo en que los hispanos tartesios muy bien pudieran no haber sido más que una
extensión cultural de los mediterráneo-orientales lidios en el extremo oeste
mediterráneo. Con lo que, y si bien mirado, y como en los tales tiempos de hablas
fonéticamente muy dialectales, y desde esta perspectiva y como variantes de un
lidios pues un lidsios y no menos un lisios igualmente, todo parece apuntar hacia
que Schulten se pasó de los yavonios de Tarsis —los tartesios, claro está— a sus
bíblicos hermanos, los yavonios de Elisa, los elisos o ilisos, ulíseos al menor
descuido —los tartesio-kynetos topónimos Uilix que llevan finalmente a los
Vélez— y meramente ya unos lidsios o lidios a la menor oportunidad. Tengo la
idea, pero pudiera equivocarme, de que por debajo del tal asunto los que están, y
en su mediterránea fase pre-caucásica, son los ibero-caucásicos lazes y con nombre
que fonéticamente un ladses y que acaso —la vinculación etrusco-itálica que en los
lidios detecta Schulten— pues en la base de lo del Lacio y sus borrosos y
originarios lacinos o latinos.
Total, que con su obra Tarressos —ya un clásico en los tartesios asuntos—
lo de la ya tan perdida y olvidada Tartessos hispana el bueno de Schulten lo animó
un poco. Y quedó de más bien algo loco, claro está. Y en tanto que demasiado
metido en los tartesios, que seguían como que muy marginal o más bien pintoresco
asunto en el panorama de la solemne o solemnísima Protohistoria mediterránea en
su versión estrictamente académica y tradicional. Luego, en la segunda mitad del
siglo XX, años cincuenta, años sesenta, el asunto tartesio se volvió a animar de la
mano de especie de pioneros españoles en los tales asuntos, y profesores
universitarios si por más señas. Caso del prof. Gómez Moreno con sus
fundamentales trabajos con respecto al hispano alfabeto tartesio, y en plan de que
alfabeto más bien occidentalópeto, y no precisamente orientalópeto. A
continuación, resulta una especie de hito —y ahora ya un gran clásico— la obra del
arqueólogo catalán Maluquer de Motes, y que también titulada Tartessos. Pero que
también inevitablemente orientalófila. O sea, los tartesios como resultado de una
borrosa o borrosísima extensión cultural desde las asiático-anatolias tierras del
Mediterráneo oriental, o tierras de la ahora Turquía asiática. En la que igualmente
los tartesiópetos lidios tan gratos al buenazo de Schulten, y que geográficamente
anatolios, o más bien egeo-anatolios, en tanto que asentados en la ahora
finalmente turco-asiática costa egea de Esmirna y Éfeso, y que tras lidia resultó
luego griego-jonia. Tierra adentro, la capital lidia, Sardis. Y que una Sfard en la
lengua lidia, pero remitiendo a un Séfarad, que tan demasiado homófono con la
palabra hebrea sefarad para significar el Oeste, en general, y la Península Ibérica,
en particular. Curioso asunto. Por otra parte, fueron los lidios los primeros en
acuñar moneda. De inscripciones lidias, en su lengua parece que la palabra kauen
significaba sacerdote, y Bakivelis era el nombre del dios Dionisos de los vinos y las
uvas o también Bakiuelis, con el uelis pues demasiado homófono con el
geográficamente kyneto-tartesio Uelix malagueño, que lleva finalmente a un Vélez.
Y para probablemente significar el sol, o dios-sol. Y en relación con el griego helios
para no menos significar el sol. Que al fin y al cabo, y de las tales inscripciones —en
arcaico alfabeto lidio, similar al arcaico alfabeto jonio, lo que implica que no menos
similar al arcaico alfabeto tartesio— la lengua lidia parece estar en la misma
familia que la lengua frigia —los frigios del calcetinero gorro rojo, similar a la no
menos calcetinera y roja barretina catalana— y que la lengua griega. Al menos a
medias, O en suma, los muy refinados y escurridizos lidios.
Pero sabiendo que como gran parte de las ahora tierras andaluzas quedaban
originariamente englobadas en tartesias —unas kynetas y mediterráneas, y otras
geriónidas y oceánicas— y no menos terminalmente englobadas de tartesias en
cuanto que turdetanas, pues queda claro que culturas varias y lenguas varias
pulular debieron por el tan demasiado amplio ámbito geográfico. De hecho, la
imposibilidad de traducir a lengua comprensible la misteriosa lengua tartesia en
sus enigmáticas inscripciones demasiadas, y pese a que el alfabeto tartesio viene a
funcionar como si una variante del alfabeto latino en el que aquí ahora escribiendo
estoy, pues acaso provenga de que en las tales inscripciones hay lenguas varias, y
no precisamente una lengua homogénea. Hace algunos años, un filólogo portugués
—no recuerdo el nombre, leí el asunto en páginas culturales de un diario
malagueño— intuyó el tal asunto, y alguna de las tartesias inscripciones le
funcionaba muy bien en una especie de muy arcaica lengua latina, o más bien muy
proto-latina, y alguna otra pues le funcionaba muy bien en base una especie de
embrionaria lengua hebrea. Y así el panorama.
No hay por qué extrañarse que, tirando del hilo, y con un más o menos
horizonte filológico amplio en asuntos protohistóricos, se pueda fácilmente llegar a
los geriónidas tiempos, hacia el año 2500 a. C. como ya dicho quedó. No habría que
olvidar que para los filólogos indoeuropeístas especialistas en arqueología
hidronímica, el detectar antiquísimos nombres de ríos, algunos de los tales
nombres sobreviven tranquilamente unos cuantos miles de años, por más que
alterados fonéticamente, claro está. Y así pues perdurado han al menos dos mil
quinientos años los nombres de los hispanos ríos Duero y Tajo, que Durio y Tago
en los pre-romanos tiempos ibero-peninsulares más o menos tartesios. Pero esto
no menos el caso del río Malaka —del que se origina el nombre de la ciudad de
Málaga, y que finalmente río Guadalhorce— y que es demasiado, acaso el más
antiquísimo nombre —que sobrevive en el de Málaga— dentro del amplio espacio
geográfico europeo. Los filólogos indoeuropeístas especializados lo remiten al
menos hacia tiempos previos al año 3000 a.C. al vincularlo a las proto-
indoeuropeas gentes remotísimas, demasiado remotas, y algo pre-
protoindoeuropeas más bien. O sea, que el Malaka —finalmente Málaga— nos llega
desde mucho antes de hace unos cinco mil años, y ya son años. Y así el asunto. Con
lo cual pues el rastrear etimologías que nos retrotraigan hacia los geriónidas
tiempos de en tomo al año 2500 a.C. pues no es como que demasiado sino que
resulta pues como que bastante normal.
O en suma, tomando al civilizatorio e hispano fenómeno tartesio a lo largo
de unos dos mil años, desde los borrosamente genónidas tiempos del gran Gerión
en torno al año 2500 a.C. hasta el no menos borroso final de los tartesios —parece
como que a manos de los cartaginenses— en tomo al año 500 a.C.
aproximadamente, pues diferentes etnias fueron sucesivamente turnándose como
grupo hegemónico central en el asunto Tartessos y sus tartesios, y no sólo la etnia
de los kynetes o cunetes.
Detectar una por una las tales sucesivas etnias hegemónicas pues resultaría
imposible, e insensato. Pero sí al menos sensato el tratar de detectar las sucesivas
grandes familias lingüísticas —siempre más o menos etnolingüísticas— que
pudieran haber ido turnándose en sucesivamente ocupar la hegemonía a lo largo
de los larguísimos y tartesios asuntos bimilenarios. Y que no fueron sólo los
nórdico-atlánticos lingüísticamente, sino que hubo otros, y hasta no sé si incluso
demasiados. Y a propósito de los nórdico-atlánticos, en su fase pre-nórdica
evidentemente, no sólo asoman borrosamente en los geriónidas y remotísimos
tiempos sino que, y no menos, en tiempos no tan remotos. Por ejemplo, lo del
terminal rey tartesio Argantonio acaso tenga mucho que ver con los tales pre-
nórdicos asuntos germánicos. Con o sin tener en cuenta que, y según recogió
Estrabón, los proto-manchegos germánicos oretanos en algún borroso tiempo se
extendieron hacia el sur —provincias de Córdoba, Jaén, costas de Málaga— y hasta
incluso llegaron a ocupar el ámbito del estrecho de Gibraltar. Una oculta y
germánica extensión.
Por otra parte, está el sospechoso dato de que, en fuentes griegas y tiempos
de la gran Grecia clásica unos cuantos siglos antes de Cristo, la mayoría de los
grandes héroes de la famosísima guerra de Troya cantada por Homero en si Ilíada
maravillosamente —para los pre-romanos griegos de la gran Grecia clásica no era
sólo un poema genial sino que un libro de Historia pura y dura, y un libro de
geografía con Homero como el primer gran geógrafo— pues resultaron héroes
navegantes que vinieron a asentarse en las costas de la ibérica península, tanto
oceánicas como mediterráneas.
Pero acaso muy bien pudiera ser que no vinieron sino que de la ibérica
península nunca se fueron. O sea, que al igual que Estrabón sugiere que el
homérico asunto de la Odisea con su famoso y demasiado oceánicamente
navegante gran Ulises— fue más bien un legendario asunto océano-atlántico, y
creo recordar que en el germánico ámbito del río Rhin —o no sé si en las Islas
Británicas— encontraron las legiones romanas algún que otro altar consagrado a
Ulises en plan de dios, y que el genial Homero trasladó el asunto desde el Atlántico
al Mediterráneo y lo lió con la famosísima guerra de Troya, pues de la misma
manera acaso no menos trasladó lo de Ilíada desde la ibérica península al
mediterráneo-oriental estrecho de los Dardanelos. O sea, que lo trasladó de los
muy proto-griegos hispanos a los más bien tardo-griegos, a los mediterráneo-
oriental y posteriores griegos micénicos y que con nombre en base a la legendaria
y ciclópea Micenas famosa del iliádico Agamenón más o menos espesamente
legendario. Al fin y al cabo, el nombre de ilión que da título a la Ilíada remite en
directo al ilis de los peninsulares iberos para significar ciudad, con su variante en
un iris en las lenguas vascas. Y que, desde éstas al menos, un ili-on o iliona —y con
lo que pues ya estamos en el vasco-ibero sufijo que asoma en los topónimos
Barcelona, Badalona etcétera— pues significa la buena ciudad, en el sentido de la
gran ciudad. Y en fin, según reciente tesis doctoral en Estados Unidos —el asunto
saltó a páginas culturales de diarios— resulta que, en la homérica y famosísima
guerra de Troya, los griegos no les metieron en el puerto a los dárdanos troyanos
un hueco gran caballo de madera, y que por dentro atiborrado de griegos
guerreros, sino que una gran nave-caballo, con los griegos guerreros metidos en el
interior de la nave, en las bodegas. Y eso es lo que sale si echándole finura micro-
filológica a las palabras que para el tal asunto emplea el gran Homero. Pero lo que
no sale, y debiera salir, es que —y antiguas fuentes varias al respecto, tanto griegas
como romanas— las naves- caballos, con su mascarón de proa en plan de gran
cabeza de caballo bien tallada en madera, eran las muy tradicionales naves hippoa
que caracterizaban y definían a los tartesios hispanos. Con lo de hippoa como
nombre que significando precisamente caballo, si teniendo en cuenta que en la
lengua griega la palabra hippo significa caballo, y que no es exactamente una
palabra griega sino que una misteriosa palabra metida en la lengua griega desde no
se sabe qué otra lengua. Yo estoy, o valga como hipótesis, en que —y de alguna
muy pre-caucásica lengua ibera— lo de hippoa remite a hispoa y de ahí a un
hispona que previamente un hispana sobre poco más o menos, O en fin, que muy
antiquísimo sería el nombre de Hispania —finalmente España— para la Península
Ibérica, y del caballo como animal peninsularmente definitorio, y muy demasiado
característico. Y con razón, que desde a finales del Paleolítico ya se habían
merendado a todos los caballos —carne dulce, como la del cerdo y la de la especie
humana, y carne fácil— a todo lo largo y ancho del amplio espacio europeo, y los
prehistoriadores al respecto. Mientras que, y desde el Paleolítico, el caballo seguía
siendo tótem tabú en la ibérica península. animal sagrado, prohibido el matarlo y
merendárselo. Todavía en hispanos tiempos romanos había iberopeninsularmente
manadas de caballos un poco por aquí y por allá. Me supongo que en parajes
recónditos por mitad de las sierras, con yerba verde en las riberas de los
riachuelos. O en las costeras y yerbosas lagunetas marismáticas. También al
respecto muchas cabezas de caballos esculpidas en paredes de roca, en hispanos
tiempos paleolíticos en el ámbito de los Pirineos mayormente. Y no menos, mucho
o demasiado caballo en las neolíticas y rupestres pinturas de la hispano- oriental
cordillera llamada Ibérica, y que desde la sierra de Albarracín en Teruel, y
bordeando las tierras valencianas, bajando va en el mapa hasta finalmente llegar a
los macizos montañosos en torno a la granadina Baza. En alguno de los tales
macizos —lo dicho— el muy arcaico topónimo Micena que, con o sin algún
Agamenón parece como que muy protogriego, O el curioso asunto de que pudiera
no sólo haber habido proto-griegos micénicos en la mediterráneo-oriental Micenas
agamenónica, al arrimo de Atenas y Corinto, sino que también pues unos muy
demasiado mediterráneo-occidentales proto-griegos micénicos en la misma linde
oriental de los mediterráneos kyneto-tartesios. Lo cual no tiene nada de particular
si tenemos en cuenta que, ya al otro lado de la tal linde y muy tierra adentro,
tierras murcianas, estaba en preromanos tiempos más o menos tartesios el muy
hortelano gran río Theodoros, con muy proto-griego nombre, un zeodoros
fonéticamente. Y del que, por medio de un intermedio "seo goroa" resulta lo de río
Segura, que es el terminal nombre del río. Al respecto de los muy pre-romanos y
borrosos protogriegos en el oceánico noroeste peninsular, yo estoy en que, y con
toda probabilidad el nombre del río Duero, que galaicoportuguesamente un
Douros, y atención al vocálico diptongo -ou- que tan griego y al mismo tiempo tan
galaico-portugués, pues que debió de ser también y en remotos tiempos un no
menos río Theodoros y con toda tranquilidad. En fin, un theos-hidooros para
significar literalmente un dios-agua, o dialectalmente un dios-río a lo que parece. Y
desde luego, dios-río para los hortelanos. Que a la orilla de los tales hispanos ríos
Teodoros parece como que de hortelanos siguen muy tranquilamente y desde los
tales remotos tiempos. Con respecto a los proto-griegos micénicos, tanto si
mediterráneo- orientales como si mediterráneo-occidentales, lo cierto es que en el
blanco y cordobés pueblecito en el que yo nací —y Aipora su nombre en los
tartesios o atartesiados tiempos de los pre-romanos túrsulos o túrdulos
cordobeses— no hace muchos años tuvieron los arqueólogos un shock: de
arqueológicas excavaciones en la más o menos perdida y olvidada Aipora
resultaron insospechadas cerámicas proto-griego-micénicas más o menos
idénticas a las de la mediterráneo-oriental y proto-griega Micenas del gran
Agamenón al arrimo de Atenas y Corinto. Lo cual pues tampoco tiene nada de
sorprendente si tenemos en cuenta que Tirinto era el puerto de la tal proto-griega
Micenas, pero que también Tirinto fue el más arcaico nombre para la portuaria
ciudad mediterráneohispana que luego finalmente Valencia. Lógico, si teniendo en
cuenta que en los tales remotos o remotísimos tiempos los marineros puertos eran
lagunetas litorales en función de puertos. Y que, en la vasca lengua, intzu significa
precisamente laguneta. O en suma, que un Tyrintzu para significar puerto de los
tirios. Y con el río Turia por allí al lado, pues sugiriendo un hispano país más o
menos hispanosufijadamente turoyano, troyano en suma. Con no menos por allí un
Sikyntzu que finalmente Sagunto. Y para significar que puerto de los muy proto-
valencianos sikas que a la isla de Sicilia emigraron de sicanos. Y etcétera.
A lo que iba, y a lo que voy, o un hilo que se nos quedó colgando. Pero
recogiendo previamente que lo de tyrios pues que por más que se lo haya venido
asumiendo muy acríticamente como que significando fenicio-cananeos libaneses
—y así ya los romanos con su limitado horizonte filológico, y con sus devaneos
filológicos, y que al igual que los antiguos griegos pues también eran muy dados a
improvisadas filologías muy de andar por casa— lo cierto es que funcionaba de
nombre nacional para todas las varias etnias griegas, o al menos así en la Ilíada de
Homero, sin ir más lejos. O yéndonos más lejos. Porque no sé si en plan de amplio
calificativo caracteriológico-cultural si englobando en el asunto a los
terminalmente itálicos etruscos —borrosamente algo ibero- peninsulares en su
fase pre-itálica a lo que parece— y en cuanto que eturios y etrurios, o tirenos y
tirrenos si dicho de otro modo. Y el colgante hilo, que la misteriosa Kyme en la que
nació el gran griego Homero en el siglo VII a.C. o en el previo siglo Vifi —la
mecánica variante fonético-dialectal del nombre es Kuma— acaso no fuera la más
o menos jónico- eolia Kyme, al arrimo de la Fokaia —nombre que viene de focas,
latinamente un Focea— cuyas navegantes gentes descubrieron en los tales siglos a
los perdidos y olvidados tartesios hispanos, y con las tales Kyme y Fokaia en la
egeo-anatolia costa —ahora finalmente turco-asiática como sabido es— que algo
por encima de Esmirna, y algo por debajo de la famosa gran isla de Lesbos y sus
lesbias gentes, sino que acaso más bien hubiera nacido Homero en la temprana
colonia griega de Kyme, luego Kumas o Cumas, en la todavía no bahía de Nápoles,
en el Mediterráneo occidental. Antes o después de que los griegos fokaios o
focenses les hubieran arrebatado a los transpirenaicos iberos hispanos en las
bocas del río Ródano la muy portuaria ciudad de Massalia —prácticamente una
amurallada Massalión o Massaliona— que luego y finalmente Marsella, tras
previamente haberle sonsacado bastante plata al tartesio-oceánico gran rey
Argantonio. Claro que no menos el gran Homero, tan escurridizo y misterioso, muy
bien pudiera haber sido un proto-griego hispano reciclado de griego
mediterráneo-oriental, o al menos pre-napolitano, y que hubiera nacido en la
tartesia y proto-griega Kyme o Kumas —a la misma orilla del originario cogollo de
los tartesios— y que luego y demasiado terminalmente el sevillano pueblecito de
Camas. Y vistas así las cosas, el no menos sevillano pueblecito de Azanaque pues
remitiendo a una muy pre-romana y tartesia Atenake, en plan de una pequeña e
hispana Atenas.
6. Donde el gran viento de los océanos por mitad de muchos los caballos
Y volviendo a por aquí ya otra vez asomar los caballos, y con o sin los proto-
griegos del asomando de proto-tartesios, e insospechadamente metidos por
adentro mismo del nombre de España, y no menos por adentro del nombre de
Hispania, que los recovecos etimológicos son así, pues que de los demasiados
caballos paleolíticos ibero-peninsulares sobreviven al menos y residualmente los
robustos caballos asturcones en algún recóndito valle de las tierras gallegas, que
galaico-griegas fueron. O que de los tales paleolíticos y neolíticos caballos tan
demasiado tótem y tabú ibero-peninsularmente, o caballos adorables y adorados,
algo sobrevivió en las valencianas tierras hasta casi a mitad de la Edad Media, con
una especie de romería hacia una cueva del caballo santo. Y así pues hasta que un
piadoso obispo de Valencia se puso histérico con lo de la romería del ir a adorar al
caballo. Y no sé si les asesinó cristianamente al caballo. Pero la romería pues se la
prohibió. También está, y tirando del hilo, el que a lo del domar al caballo y
convertirlo en caballo de montura, para montarlo y trotarlo y galoparlo, pues los
protohistoriadores de los asuntos del Mediterráneo oriental y sus asiáticos
alrededores se lo remitían inicialmente y borrosamente a las estepas del Asia
Central, en las que las mongolas manadas de caballos salvajes. Pero indagado ya
luego más el asunto, resultó que los tales caballos no era precisamente los esbeltos
caballos de montura sino que caballones bastantes elefantones y muy llenos de
largos pelos por toda partes. Con lo que pues el origen del caballo de montura se lo
han remitido luego al demasiado obscuro —para remotos tiempos— ámbito más o
menos centroeuropeo. Y en base a que, en algunos de sus libros de Historia, el gran
historiador griego Herodoto —siglos Y y IV a.C. y que viajó por las colonias griegas
en las costas del Mar Negro— recoge que en la cabecera del río Bug, en el ahora
noroeste ucraniano, había esbeltos caballos blancos por mitad de los charcos. Pero
lo que los protohistoriadores del asunto prefieren ignorar —y lo dice también
Herodoto— es que, por los tales tiempos y viniendo de muy previos tiempos, el
nombre del río Bug era por entonces río Hispanis. Con o sin el apócrifo Hispán
metido en el asunto. Pero más bien, pues mejor no meterlo. O en fin, que visto ya lo
de las residuales manadas salvajes de caballos tótem y tabú en los tartesios y pre-
romanos tiempos, protohistoriadores españoles postularon hace años en algún
académico simposium, o cosa similar, el que a la Península Ibérica se la asumiera
académicamente como un posible pero secundario origen con respecto a la doma
del caballo, y echándole así algo de mesura y prudencia a la feroz orientalofilia
centroeuropea. Pero yo tengo la insensata idea de que en la tal postulación —que
académicamente no fue asumida— lo de secundario y lo de posible parece como
que están sobrando. Fuere lo que fuere del tal asunto, pues que así
protohistoriadores españoles hace algunos años, y que muy jóvenes por entonces,
y también pues bastante temerarios, o me lo parecen. O que más bien no
protohistoriadores sino que dolorosamente prehistoriadores. Y escribo que
dolorosamente porque la académica y protohistórica datación para la doma del
caballo es de hacia el año 1500 a.C. aproximadamente. Con lo cual, si situándola en
la ibérica península pues sería un asunto como que muy prehistórico, al menos
académicamente. Porque se sigue con la académica idea de que de la mano de los
fenicio-cananeos libaneses, y con de por medio —lo dicho— casi unos cuatro mil
kilómetros de mar, la escritura y el alfabeto les llegaron a los ibero-peninsulares,
en general, y a los tartesios, en particular y en concreto, pues hacia el siglo VIII a.C.
aproximadamente. O sea, y como con la escritura comienza la Historia, que hasta el
siglo Vifi a.C. fue todo pues todavía Prehistoria tanto en los tartesios como en la
ibérica península. Lo cual pues que me parece como que demasiado academicismo
de la demasiada academia. Y demasiada aberración. Claro que, académica o no
académica, que menos da una piedra. Y que tampoco hay que olvidar que, hasta ya
bien entrado el siglo XX, todavía se daba por irrefutable en algunos académicos
recovecos el que la agricultura y el Neolítico comenzaban en la ibérica península
casi en tiempos del nacimiento de Cristo, unos cuantos siglos antes si más
exactamente. O sea, que casi hasta el siglo III a.C. se prolongaba la Prehistoria muy
estricta y casi paleolítica, o cosa parecida, y comenzaba entonces una muy tardo-
agricultura, de la mano de unos muy tardo-neolíticos tiempos. Y de la mano de la
orientalofilia oronda y galopante. Y lógico que no menos una tardo-escritura, y un
tardo-alfabeto, y una tardo-navegación, y unos tardo-tartesios. O no sé si que unos
tardo-académicos más bien. Y que más que tardo-académicos, pues que
sencillamente renqueantes. O en suma, duras molleras y tragedias de la vida. Que
más bien mucho de comedia son. No sé si habría o no que incluir aquí —en fin, ya
incluyéndolo estoy— que, en las legendarias historias hindúes, el gran dios Shiva
en los remotísimos tiempos llegó a la India en una flotante y marinera gran
plataforma de serpientes -desmitologizando un catamarán sobre guerreras naves-
serpientes en plan de flotadores- y navegando oceánicamente desde el suroeste del
Océano Indico, en las alas del gran viento hispalus o gran viento oceánico del
suroeste. Que es por allí la extrema punta-sur de África, ya más debajo de la
africana gran isla de Madagascar. Y que, desde por allí, el gran viento hispalus es el
que origina sobre la India los inmensos nublados de los monzones y sus
diluviantes lluvias torrenciales. Por otra parte, el gran dios Shiva es el dios de la
enigmática y temprana civilización del río Indo en la que son centrales y
arqueológicamente excavadas las ruinas de Mohenjo-Daro y las de Harapa, en las
centrales llanuras del Pakistán —por debajo de la famosa ciudad de Lahore, en el
mapa— y a casi unos doscientos kilómetros más debajo de donde, y como un gran
afluente del Indo, desemboca el himalayo río antiguamente Hispanis —al llegar por
allí las tropas del gran Alejandro Magno en el siglo III a.C. como sabido es— y que
con nombre que fonéticamente evolucionando hacia un terminal río Beas. Con o
sin largándoles hilo a las varias Beas —incluidas las Baeza, o similares— en las
tartesio-kynetas tierras de Jaén y alrededores, con el río Anas incluido en el asunto
—actualmente el río Guadiana Menor— y llevando acaso a que río hispo-anas en
plan de significar río de caballos. O que hispo-amnis más bien, y así largándole hilo
al amnis de los itálicos etruscos para significar el río, en este caso etruscos en su
pre-itálica fase hispana —y nunca mejor dicho— o más bien todavía proto-
hispanos tyrenos o tyrrenos, tyrios en suma. Y desde luego, largándoles hilo a los
pretartesios o proto-tartesios del gran río Anas —ahora el gran Guadiana— en las
oceánicas tierras de Olba, finalmente la andaluza Huelva. En concreto, la misteriosa
y pulcra civilización del Indo se inicia hacia tiempos en torno al año 2500 a.C. y que
sobre poco más o menos los tiempos del gran Queops construyendo su inmensa
gran pirámide en Egipto, y los del proto-tartesio gran Gerión en la hispana
península, o éstos más bien algo antes. Acaba la tal civilización muy proto-hindú
hacia el año 1500 a.C. y que sobre poco más o menos los tiempos en los que
pululan atartesiadamente los hispanos ciclópeos argáricos y precisamente por el
entorno del bástulo río Anas y sus Beas, entonces no tan Beas. Y no menos los
tiempos en los que en la mediterráneo- oriental gran isla de Creta, bastante pre-
griega todavía, finalizaba del volcán o no del volcán —ya llegaremos a estos
asuntos— la refinadísima y culturalmente proto-europea civilización minoica,
legendariamente fundada por la diosa Europa. Y de la que culturalmente
provenimos todos los europeos, en definitiva. En fin, las ciudades de la tal proto-
india civilización eran una maravilla de geometrías urbanísticas y arquitectónicas a
base de ladrillos, incluidas calles empedradas —o no sé si enladrilladas más bien,
que en las tales llanuras aluviales ni hay rocas ni hay piedras— y una especie de
teocracia monacal, a juicio de los especialistas. No sé sabe de dónde a las tales
llanuras les llegó, y con jeroglífica escritura incluida. Y al respecto, sólo está el
legendario asunto del dios Shiva llegándoles legendariamente en su nave-
plataforma de serpientes con el viento hispalus y desde la extrema punta-sur del
África. Algo así como que viniendo del Atlántico y con el viento hispalus en las
lonas de las velas. Al respecto, pues acaso pudiera resultar interesante que, al
llegar por allí los más o menos griegos ejércitos del gran Alejandro Magno, las tales
llanuras del río Indo —ahora finalmente pakistaníes— llevaban el nombre de
Iberia, y precisamente y sobre poco más o menos desde donde las muy
urbanísticas ruinas de Harapa o Harappa —con tartesoide sufijo, o cosa de mera
homofonía— en el curso medio del Indo hasta las no menos muy urbanísticas de
Mohenjo-Daro en el curso bajo del famoso gran río. En fin, borrosos asuntos. Pero a
lo que voy. Lo cierto es que, en el compendio que de la Historia Universal del
Imperio Romano del romano-imperial Trogo Pompeyo nos ha llegado, se recoge
que lo del nombre de Hispania para la ibérica península se originaba de un gran
Hispalus que en remotos tiempos un gran caudillo o rey. Lo de Trogo Pompeyo —
un más bien ibero-romano, nacido y criado en los transpirenaicos iberos ya más o
menos romanizados, en tiempos previos al nacimiento de Cristo— impone un más
o menos respeto. Que sus informaciones de la ibérica península muy bien pudieran
venir de bastante iberear de mozo, antes de romanear de adulto. Pese a lo cual, el
asunto ha venido siendo rechazado por los especialistas en ibero-peninsular
Historia Antigua. Y así al respecto, el historiador García Bellido en su libro
Veinticinco estampas de la España antigua y con toda tranquilidad. En realidad no
se rechaza lo de Hispalus sino lo de que el nombre de Hispania —finalmente
España— pudiera venir del nombre del tal caudillo. Y que es nombre que resulta
demasiado homófono —prácticamente idéntico— con el del viento hispalus
llegando desde remotos tiempos a la India desde la extrema punta-sur de las
tierras africanas. Y con un no menos remoto río Hispanis en la India para
etimológicamente redondear un poco al asunto. Y al respecto del río Hispanis,
valga la idea de que a un previo nombre de río Hispanis remite o parece remitir el
nombre del río Bainis, el antiguo y pre-romano nombre del galaico río Miño, en el
oceánico noroeste ibero-peninsular, y del que en evolución fonética, y previo un
mecánico Mainis, resulta lo de Miño. Aplíquesele el asunto a lo de las portuarias y
malagueñas —y perdidas o desaparecidas ciudades— de Mainake y Mainoba, en la
costa remotamente kyneto-tartesia según Trogo Pompeyo precisamente, y nos
resultará un Painake y un Painoba. Y en plan de acortamiento fonético de unas más
previas Hispanaike e Hispainoba. Y con también una Hispanóbora incluida en el
asunto, y que luego ya meramente una Mainóbora fonéticamente deshispanizada.
En fin, que no sé si son o no son las peras del olmo, pero algo son. Ni que decir
tiene que al ibero-peninsular gran caudillo-rey Hispalus hay que suponerlo muy
proto-tartesio. Que para los tales remotos o remotísimos tiempos incluidos en el
tal asunto los grandes caudillos-reyes o son de bulto protohistórico en el sur
peninsular —el tartesio gran Gerión, los tartesio-kynetes gran Gárgoris y gran
Habis o Habidis, etcétera— o son tranquilamente fantasmales, o dulces
fantasmadas. Ni que decir tiene tampoco que, del sagrado e hindú nombre de
Shiva, la mecánica variante fonética es un Shiba o Shipa. Y que muy demasiado
homófona con respecto a un shipanos ya en camino hacia un tenebroso hispanos,
incluido el bíblico Yaván —el bíblico origen de los tartesios— por sus mecánicas
variantes en un Yapán con o sin sus yapanos. Que al fin y al cabo lo de yavanos fue
en los antiguos hindúes el nombre de las gentes del extremo Occidente. O sea, los
europeos, sobre poco más o menos. Y como que si llamándolos tranquilamente
tartesios, si desde el bíblico y yavonio asunto. Con lo del río Miño o Minio
llevándonos a un previo Mainis y un más previo Bainis, y un Hispainis en suma,
pues aplicándole el tal rebobinado fonético al nombre del europo y muy proto-
europeo gran rey Minos, el legendario hijo de la diosa-princesa Europa, pues nos
resulta un Mainos más o menos un Painos, y etcétera. Y del mismo hilo, el que las
proto-malagueñas gentes que en el massaliota periplo y pre-romanos tiempos
asoman de libio-phoinikes pues que se nos queden de phainikes muy
tranquilamente mainikes pues a la menor oportunidad. Ignoro si del rebobinar
etimológicamente el nombre del inicial gran faraón Menes también asoma algo
similar, y pues que no me extrañaría nada.
Pero nos hemos dejado ya otra vez colgados del hilo a los helenoides lidios,
helenoides al menos lingüísticamente. O más bien y colgados del hilo a los no
menos helenoides frigios. Y nos lo volveremos a dejar colgados. Porque con lo del
gran Krisaor de la espada de oro remitiendo a un más o menos kirios-zar o un
kirios-sol más bien —es el único que no es un monstruo en las legendarias
genealogías y parentelas del gran Gerión que tan plagadas de monstruos por todas
partes— y sabido que en la lengua griega lo de kirios significa gran señor, pues que
su relación con el kalay o estaño lo relaciona con el inicialmente tan estañero
noroeste oceánico ibero-peninsular que luego pues tranquilamente kalaico o
galaico y muy lógicamente. Y del mismo asunto lo de que el finalmente golfo de
Cádiz como inicialmente kalaico golfo estañero. Y valga la redundancia. Por si
sabido no es, en las lenguas ibero-caucásicas el kalay es precisamente el estaño. Y
probablemente tenga relación con la palabra griega kalos para significar
hermosura. Y no menos con el originario nombre de helenos —también un
hellenos, obviamente— por vía de un previo kelenos para tranquilamente
significar estañeros. Tiene su miga el que, en la legendaria genealogía de oceánicos
monstruos que en el extremo oeste mediterráneo — incluido su lado atlántico—
lleva finalmente a los prototartesios del gran Gerión y de sus monstruosas
parentelas, los górgonos previos al estañero Krisaor remitan etimológicamente a
ibero-caucásicos occidentales. Y que muy occidentales en cuanto que todavía en su
fase muy pre-caucásica. Otro nombre para el estaño fue el de kashios o similar. Con
o sin meter en el asunto el que a las sierras malagueño- gaditanas se les llamó
precisamente montes Kashios. Parece remitir a lo mismo el ceutí gran monte Cacho
en el estrecho de Gibraltar, en la orilla africana de su mediterránea boca.
Con respecto a los gaélicos pues tampoco habría que olvidar que en esa
especie de extensión cultural tartesia que a veces parecen ser borrosamente las
ahora tierras de Marruecos arqueologicamente asoman por allá y acullá puntas de
lanzas tartesias, las lanzas a modo de alabardas— está, y desde remotos tiempos, la
lengua beréber en la que los filólogos especialistas detectan una componente de la
familia celta —se la denomina así— o familia en la que una rama son los gaélicos y
otra rama los celtas-galos que remitían su origen borroso a la isla de Sicilia, y cuya
lengua sobrevive en la de los británicos galeses —en el oeste de Inglaterra - por
enfrente ya de Irlanda- y en la de los bretones franceses —la Bretaña o gran cuerno
oceánico, una tierra del proto-tartesio estaño misterioso— y que ya y finalmente
pues bastante residual. Para rematar el ~ fantasmal celta asunto, habría que
recoger que, según nos especifica Estrabón, el auténtico y antiguo nombre de los
celtas hispanos —los celtíberos fue el de ibero-skytes y así y no más. O sea, una
especie de iberoescotos, y que ibero-escitas si latinizado el asunto. Los escitas
oceánicos y occidentales, tan lejos de los escitas orientales en las ahora costas
ucranianas del Mar Negro, y con el río Hispanis y sus manadas de salvajes caballos
en la cabecera del río. Y blancos los caballos.
Y a propósito del euro-oriental gran río libero y que desde siempre río Ebro
para los griegos —el actualmente río Maritza que desde las montañas búlgaras
acaba finalmente desembocando al arrimo del estrecho de los Dardanelos, donde
la famosísima Ilión de la famosísima y homérica guerra de Troya, en la orilla
nordeste del mediterráneo-oriental Mar Egeo, por donde la frontera entre la
Turquía europea y Grecia— pues acaso habría que recoger el curioso asunto de
que, al menos en antiguas fuentes griegas, el guapo Jasón legendario —que en su
nave Argos y con sus argonautas va a la Cólquida de los mingrelios a por el famoso
vellocino de oro y allí se enamora de la terrible y kolko-ibera Medea, etcétera—
asoma de padre-origen de los iberos. Al menos de los euro- orientales iberos pre-
georgianos o proto-georgianos. O no sé si también de los euro-occidentales iberos,
que el guapo Jasón legendariamente no sólo navegó desde una Iolkos pre-griega en
el Mar Egeo sino que también navegó en las mediterráneas aguas de la ibérica
península y por sus alrededores. Se lo identifica con el no menos legendario y pre-
georgiano o proto-georgiano gran príncipe Azo que, y en no se sabe qué remotos
tiempos, fundó la ciudad de Méshketa, la capital de la Iberia georgiana. Que, y dicho
sea de paso, se extendía mucho hacia el sur, e incluía el muy sagrado monte Ururut,
que luego Ararat. Estoy en que el asunto remite a los minoicos o pre-minoicos
etheos o eteos. Y que son los iberopeninsulares etes metidos en lo de los proto-
tartesios kynetes o kunetes y en plan de que unos konio-eteos o kaunio-eteos. Y
largando un larguísimo hilo en el tal asunto. O probablemente llevando pues a los
muy ibero-caucásicos avares o everes. O cosa similar.
Y siguiendo del hilo con respecto a las familias y grupos de lenguas que
substrato más o menos borroso son en el asunto de los tartesios y en su más
amplio marco geográfico, o las ahora tierras de Andalucía, e indagado ya el
substrato con respecto a la gran familia de los indoeuropeos en sus varios grupos
occidentales y descaradamente o borrosamente oceánicos, hay que pasar a indagar
de lo mismo en la más o menos también gran familia de los terminológicamente
pre-indoeuropeos. Y en la que entra la lengua vasca, claro está. Y me parece que
algo al menos la lengua etrusca. Y por otra parte, y en sus pre-caucásicos tiempos,
las ibero-caucásicas lenguas que sobrevivido han, y en sus varios grupos. Y en fin,
llevo unos veinticinco años metido en esta exploración personal. Y que pues que a
ver qué es lo que saliendo va.
Por de pronto, y con respecto a la lengua vasca —o más bien lenguas vascas,
hay siete, hay ahora ocho con el invento de una neovasca lengua o euskera batúa
como sabido es— pues que al menos en el ámbito de los kynetes tartesios, las
ahora tierras de la Andalucía oriental, prerromanos nombres geográficos vascones
pues sobreviven bastantes. Por ejemplo, en tierras malagueñas, los acabados en -
ate como Arriate, Alfarnate, Almayate, etcétera. Y por otra parte, un ibero-vasco
Iliberri —variante de un meramente vasco Iriberri— es el muy prerromano
nombre para la ahora ciudad de Granada, ~ para significar muy tranquilamente
ciudad nueva en plan de que algo así como si una Villanueva para los tales tiempos.
Y del tal topónimo ibero-vasco hay que entrar en el substrato de la lingüística e
hispana familia ibera en los tartesios mediterráneos o kyneto-tartesios. O sea, el
asunto de los iberos hispanos o iberos occidentales, en contraposición a los ibero-
caucásicos o iberos orientales, y que también euro- occidentales en su fase muy
pre-caucásica.
Sabido es que los hispanos iberos ocupaban toda la banda oriental de tierras
peninsulares desde Baza y Guadix en las ahora tierras provinciales granadinas, y
sus alrededores, hasta los Pirineos —regiones de Murcia, Valencia y Cataluña— e
incluso más allá de los Pirineos. Porque no menos ocupaban la transpirenaica
banda costera —ahora tierras de Francia— hasta la ibera y luego griega Massalia,
ahora Marsella, en la boca del río Iberidano, con nombre que evolucionando luego
al de río Ródano. De sus fuentes bibliográficas —los autores tanto griegos como
romanos que viajado o residido habían por las peninsulares tierras hispanas— el
muy hipercrítico Estrabón, en su libro de hispanas geografías y etnohistorias,
recoge el dato de que en los peninsulares iberos eran varias las lenguas. y yo más
bien estoy en que no precisamente referido el asunto a una ibera lengua complex
dividida en dialectos muy fuertes y varios —como es el caso de la lengua vasca—
sino que más bien varias familias de lenguas. O que bastante al estilo de las varias
familias de lenguas en los iberocaucásicos o iberos orientales. Y al respecto, venga
aquí ya el asunto de que, según también nos informa Estrabón en alguno de sus
libros de geografías, los iberos orientales provenían de una remota emigración de
iberos occidentales desde el extremo oeste mediterráneo.
Claro que algo cambiados ya van los aires. Organizada desde el Museo
Arqueológico de Valencia funcionó hace un par de años una itinerante exposición
arqueológica titulada “Los iberos, príncipes de Europa” y que con las más
espléndidas esculturas de los iberos hispanos, incluidas algunas del tartesio
ámbito peninsular. Lo interesante es que a las tales maravillosas esculturas ya no
se las orientalizaba de los mediterráneos-orientales griegos antiguos —que las
originaban al establecer sus griegas colonias en las costas hispanas, ahora ya no
colonias sino que meros almacenes en puerto indígena— sino que se las afirmaba
de pura y dura creatividad ibero- peninsular y autóctona, nada orientalizada ni
orientalizante. Aunque, eso sí, con algo de borrosa influencia griega en algunos
casos. Algo, un poco y no más. Sobre poco más o menos en la línea de cuando, en la
introducción a su famoso libro, argumenta el impertérrito Chapman que desde las
maravillosas y paleolíticas pinturas de bisontes en la santanderina cueva de
Altamira —y gran obra maestra del arte de la pintura— hasta más o menos los
tartesios va en la Península Ibérica, y a lo largo de muchos los milenios, una
ininterrumpida línea de creatividad autóctona que nada le debe al Oriente
mediterráneo ni de lejos ni de cerca. Y más o menos en el mismo sentido, el que de
un reciente Simposium arqueológico en Jaén haya resultado que la histórica
relación de las gentes del Mediterráneo oriental —cananeos fenicios, griegos— con
las gentes de la Península Ibérica fue más bien meramente costera y efímera, y
bastante superficial. O sea, y traduciéndolo a prosa llana, que más bien un asunto
de más o menos fantasmales fenicios, y más o menos fantasmales griegos. O que un
asunto pues bastante fantasma, a la menor oportunidad. Lo dicho, la ciencia se
hace rectificando errores, no manteniendo incólumes caducas antiguallas. Claro
que las incuestionables eminencias máximas en estos protohistóricos asuntos pues
parece como que, y muy tranquilamente dejan mucho que desear.
Antes de terminar este capítulo acaso habría que recoger que el asomar la
iberoide y ciclópea civilización de los hispanos argáricos hacia el año 1800 a.C. con
o sin unos cuantos siglos de gestación —que es lo que los arqueólogos suelen
concederle a la previa fase más o menos embrionaria o rampante— pues sobre
poco más o menos coincide —se le adelanta un siglo— con el llegar a su máximo
esplendor y en la mediterráneo-oriental gran isla de Creta la civilización de los
enigmáticos minoicos fundada por allí por la diosa Europa, al menos
legendariamente. Acaso también habría que largarle hilo a que en las argáricas
sepulturas hispanas, y con los ajuares funerarios, asoman bastantes cáscaras de
huevos de avestruz. Que se los ponían al difunto gordos y blancos para que le
sirvieran de almuerzo y viático en el oscuro camino de su alma hacia la otra y ya
obscurísima vida. Como hasta tiempos romanos hubo bandadas de avestruces
correteando por las llanuras del sur de Marruecos, pues o era que los argáricos
comerciaban —por el estrecho de Gibraltar— con las ahora tierras de Marruecos y
les llegaban de cuando en cuando y en plan de mercaderías de lujo los gordos y
frágiles huevos de avestruz, o de las avestruzas más bien, o era que estaban estatal-
mente muy bien organizados y hasta imperializaban un poco, y habían ocupado o
avasallado algo imperialmente el entorno norteafricano del estrecho de Gibraltar.
O que estando como estaban tan bien organizados —y el temerario Chapman al
respecto— se habían traído de al otro lado del Estrecho los avestruces, y se los
criaban en granjas algo industrialmente, por lo de las blandas plumas para rellenar
las almohadas, y por las carnes del avestruz tan pingües. Y tan buenas para
calentar las ingles, y no sólo el estómago. O el tenebroso asunto de que, con granjas
para cría y engorde de avestruces en Egipto unos cuantos siglos después, muy bien
pudiera ser que ya antes también las hubiera en el mediterráneo sureste de los
argáricos hispanos. Que si se les adelantaron a los egipcios en lo del vidrio, pues
muy bien pudieran también habérseles adelantado en lo de granjas de avestruces,
y en las que tranquilamente criarlos en corrales. Que con lo de traer del África los
frágiles huevos tan gordos y tan blancos, y a lo largo de cientos de kilómetros nada
mancos, pues parece como que se les cascaría la cáscara por el camino. Y que no
llegaría ninguno ni gordo ni divino.
Y algo antes de lo de las granjas de avestruces en Egipto, o algo después,
llega lo de la gallina doméstica a las portuarias ciudades fenicio-cananeas, y sigue
sin saberse de dónde llega. Y algo más después les llega la plata, y tampoco se sabe
todavía de dónde les viene. Y al respecto, pues no sé si pudiera aclararnos el que
unos cuantos siglos después, en el siglo VII a.C. al menos, el emblemático país de la
plata, y de la abundancia de la plata, es el ibero-peninsular sur tartesio. Lo cual ya
es algo, o puede que demasiado.
O sea, que a lo que parece una cosa fueron hiberes y otra cosa fueron iberos.
Y así al respecto y diferenciándolos tajantemente algunos especialistas de Historia
Antigua, y hasta no hace mucho. O valga que largándoles hilo a los iberos
georgianos en su georgiana Iberia en la que la vascoide Méshketa en plan de muy
arcaica capital. Y un poco más arriba en el mapa, la larguísima y estrecha garganta
roquera e impresionante desfiladero por el que el río Terek -bastante homófono de
lo de Teruel y lo del gerundense río Ter— fluye hacia el norte, desde la georgiana
región de los hebsuretos y tras nacer al arrimo de la cabecera de un río Argui, con
nombre que como que tirando hacia los de los hispanos ríos Arga y Aragón. Desde
antiguos tiempos, al tal desfiladero —la única forma de pasar de la vertiente-sur a
la vertiente-norte en la cordillera del Cáucaso— se lo ha venido llamando las
Puertas de Iberia. Y no sé si por la Iberia georgiana en la vertiente sur o si por los
everos o avares de la vertiente norte. O si por ambas cosas, que también ser
pudiera. Valga de paso el que para mí yo estoy en que lo de los hebsuretos o
hepsuretos, un más o menos jepsuretos fonéticamente, lleva en su nombre al de los
legendarios gigantes japetos y por vía de una previa aglutinación consonántica a
mitad de un hapsretos o que esto de las fonéticamente intrasladables
aglutinaciones consonánticas es muy propio de las caucásicas lenguas. O en fin, que
el japeto y legendario gran héroe Prometeo famosísimo —que borrosamente en el
ámbito del estrecho de Gibraltar les robó el fuego sagrado a los olímpicos dioses—
era el gran héroe de los georgianos hebsuretos pero en su georgiano nombre de
gran Amirani, y especie de gran demonio para los arcaicas y georgianas gentes.
Sobre poco más o menos el maligno gran dios Ajriman en la religión del fuego
sagrado. Que sobrevive en los zoroástricos y ex-persas parsis de Bombay. Y que
también campeó en las georgianas tierras en romanos y preromanos tiempos. Y
dicho sea de paso, el gran desfiladero de las Puertas de Iberia los romanos -que
hasta allí llegaron ejércitos romanos— se lo tapiaron en su tramo más estrecho con
una gran muralla de piedra.
10. Donde el hilo nos lleva al ave fénix y luego a los tenebrosos iberos
metidos en el nombre de Nueva York
O en fin, y por otra parte, que de los punt o hispanetos, y varios ríos Hispanis
metidos por allí en el asunto, pues que le llegó al Mar Negro lo de Pontos como
muy antiguo nombre enigmático. O sea, que lo de los punt parece ser como que la
base más sólida con respecto al asunto, en el perdido periplo de Ofelas, de que
unos tyrios circunnavegaran desde el estrecho de Gibraltar al Mar Rojo el
continente africano. Y fundando, a lo largo de sus oceánicas y larguísimas costas y
tanto en el Océano índico como en el Atlántico, una serie interminable de ciudades-
puertos de aguada y escala. Y que tyrios en cuanto que ciclópeos de amuralladas
ciudadelas y torres, y puede que borrosamente muy tempranos proto-griegos
hispanos metidos en el asunto, que en lengua griega tyrsos es torre y pudo también
ser ciudadela amurallada. O en otras palabras, los pre-tartesios o proto-tartesios
tursios y tyrsios o tyrios, y tarsios, tarasios, y teresh o teresios. Y así el calificativo
tartesios en sus directas variantes. Pero que con respecto al nombre étnico, pues
más bien unos punt o hispanetos. Y tan campantes. Pero el problema muy bien
pudiera estar en que, en las legendarias historias con respecto a las genealogías de
no menos legendarias gentes -las górgonas, la Medusa, el gran Krisaor de la espada
de oro, y su hermano, el volador gran caballo Pegaso del océano- de las que
finalmente resultan el gran Gerión y sus tartesios, que más bien muy proto-
tartesios, el origen de tantas marineras y oceánicas gentes está en un remotísimo e
inicial Pontos que con nombre que largándoles hilo al de los punt con su pavo real
o hispanetos. Lo que, y de la mano del borroso hecho histórico metido en las
legendarias historias, echaría lo de los afro-circunnavegantes punt pues poco
menos que hacia los remotísimos y púnicos ciclópeos millarenses del tan
demasiado y muy temprano esplendor.
Con lo que pues yo estoy en que el georgos viene del Kardos o korkos. Y que
mayormente se lo ha venido remitiendo a los mingrelios, hermanos lingüísticos de
los kartli o georgianos. Y remitiéndoselo desde la variante en un kolkos o el asunto
de la muy pre-griega y legendaria Kólkida -el rincón sureste del Mar Negro, no sé si
incluido el sagrado y altísimo monte Ararat- en la que la famosísima Medea,
enamorada del guaperas Jasón que en su nave Argos -los famosos argonautas- va
de una portuaria Iolkos, al arrimo del sagrado monte Olimpo, a la ibero-caucásica
Kólkida a por la piel de un carnero de doradas lanas, el famosísimo vellocino de
oro, como sabido es. Y que no sé si referido a las ibero-peninsulares ovejas merinas
que famosas y muy valoradas romano-imperialmente por su pelambre de pelos
igual que hilachas doradas, y que no espesas borras de lanas al estilo de todas las
demás ovejas. O en fin, que los tales argonautas del guaperas Jasón están
primeramente por el Mar Negro, y luego -y no se sabe muy bien por qué- navegan
dando vueltas en torno a la Península Ibérica, por sus más o menos alrededores.
Con lo que el asunto, en su núcleo fundamental, muy bien pudiera haber sido
trasladado de una Kólkida euro-occidental y atlántica -una kalkedonia o
Karkedonia ibero-peninsular, o que no tan ibero-peninsular al olvidarse la
referencia con respecto a ésta- pues a una ibero-caucásica Kólkida, latinamente
luego una Cólquida, y que era lo que se tenían luego por allí más a mano, los
antiguos griegos.
O sea, que con algo de horizonte pues los tales asuntos afloran rápidamente
a superficie. Y valga el que del pre-romano nombre de Iberoa-ko y en fulminante
contracción fonética resultó finalmente el tan inglés nombre de York. Y todos aquí
pues sin enterarnos. Con o sin meter en el asunto, y con respecto a la etimológica
raíz del iberos, el que en la itálica lengua etrusca no sólo lo de toro era un ítalo sino
que lo de sagrado era un kver remitiendo hacia un kvero que, me supongo, con un
mecánicamente kbero como variante. Y en línea con el georgiano veri para
significar lo sagrado, lo religioso, y remitido a los letrados monjes escribas. Con o
sin los falos inhiestes del gran Kviria metidos por mitad de las letras. O con o sin el
etrusco mlax o malak pues significando mercaderes y mercado. Y la kyneto-tartesia
Malakka pues muy probablemente metida en el tal berenjenal. Inhiestas las
berenjenas. Inhóspito el panorama.
Antes de seguir adelante pues habría que afrontar el problema con respecto
a qué garantías pudiera haber en el asunto del emigrar las tales gentes ibero-
caucásicas, kartvelianas o no kartvelianas, desde el extremo oeste mediterráneo al
Cáucaso, y previamente al ámbito del rincón nordeste del Mediterráneo y sus
mediterráneos alrededores. Y gradualmente, y a lo largo del larguísimo
mediterráneo en remotos tiempos. Por de pronto, lo dicho, que el medio-
iberocaucásico Estrabón lo recoge en alguno de sus libros de geografías,
etnohistorias incluidas. Pero también algo cuentan, al menos acumulativamente,
las sucesivas y borrosas emigraciones que en las legendarias historias y desde el
extremo oeste mediterráneo -el ámbito del estrecho de Gibraltar, e incluida la
Península Ibérica en el asunto- llegan al extremo oriente mediterráneo, costas
asiáticas y egipcias costas incluidas.
Y tirando del hilo, pues en primer lugar el que en las legendarias historias
egipcias, en el sagrado Libro de los Muertos, en el extremo oeste mediterráneo
están las tierras a las que van las almas de los difuntos, tras la muerte. Traduciendo
antropológicamente el asunto a prosa llana, pues que en el extremo oeste
mediterráneo están las tierras de los borrosos antepasados, el cementerio de los
antepasados ancestrales. Y al respecto, el que de las arqueológicamente
exhumadas mastabas en las islas Canarias, o ciclópeas plataformas escalonadas,
saltan los especialistas a similares construcciones en el Egipto tanto dinástico
como pre-dinástico, y en torno al año 3000 a.C. y que tan ibero-peninsularmente
millarense en plan de proto-hispano como ya dicho quedó. O en otras palabras,
borrosamente emigrando desde el extremo oeste mediterráneo las proto-egipcias
gentes muy ancestrales. Del tal asunto, el serekh como remotísimo dibujito-signo
jeroglífico en plan de una mini-fachada de mini-ladrillitos, y en plan de emblema
regio. Y que en cuanto que asunto de una mini-construcción pues a mí me suena a
un tyrika deformado en serekh en plan de que lo de los constructores
etimológicamente tursios y tirsios y tyrios pues como que asoma en el extremo
oeste mediterráneo, y todos felices. Claro que en cuanto que emblema regio
pudiera también remitir hacia significar palacio del rey, en relación con los
remotísimos y genealógicos caudillos sear de los épicos cantos del gaélico y proto-
irlandés Leabhar Ghabhala y que con la Península Ibérica -y sus alrededores-
metida precisamente en las tales remotísimas genealogías. Y el final del tal asunto
parece estar en los bíblicos y occidentalópetos filisteos -incluido el hebreo David
arreándole la pedrada al filisteo Goliat gigantón- con lo de que los serenim eran sus
jefes. Y largándole hilo al terminal sir inglés, y que pues para lo mismo.
Aquí habría que abrir un inciso con respecto a que algo ciegos parecen estar
los egiptólogos al no ver -o al menos no suficientemente subrayar- que, si
echándole arqueologías lingüísticas al asunto, e incluso si demasiado someras, el
substrato o no substrato del remotísimo Egipto está todo borrosamente muy
infiltrado de euro-lenguas y de euro-invasiones, incluidas infiltraciones
lingüísticamente indoeuropeas, o proto-indoeuropeas más bien. Y como es el caso
del indoeuropeo parao para significar el palacio del rey, el palacio o palau -lengua
catalana pura- del que se origina precisamente el nombre del paraón o faraón, y no
sé si con el -on vasco -hay palabras vascas en la arcaica lengua egipcia- para
significar que el gran palacio. Pero no menos el caso de las enigmáticas lenguas
ibero-caucásicas. Y que también euro-caucásica sino que también porque sus
remotas gentes al menos, y no sólo por su ibero-peninsular fase pre-caucásica
asoman incluidas bíblicamente en los euro-japetos o euro-jafetos del santo
patriarca Jafet, el hijo menor del no menos santo patriarca Noé, con o sin lo del
diluvio incluido en el lote. Y valga de paso el que en su pre-caucásica fase parece
haber bastante de mediterráneo-norteafricano, y no sé si en plan de parada y fonda
en el larguísimo camino desde el extremo oeste mediterráneo hacia las caucásicas
tierras. El pre-dinástico faraón Nar-Mer, al menos en mi opinión, nos lleva en su
nombre al semítico mir o emir para significar rey pero también al ibero-caucásico
nor o niur para significar luz. Y que en las legendarias historias gaélicas asoma de
Nel o Noel. Con lo que pues parece como que hasta el enigmático nombre de Noé
está metido en el tal ibero-caucásico asunto, y desde su más o menos
borrosamente ibero-peninsular fase pre-caucásica. Valga también el que, en
algunos cantos proto-gaélicos del Leabhar Ghabhala relativos a tierras ibero-
peninsulares, el tan geográficamente distante Egipto funciona como una especie de
colonia de la Península Ibérica, o lo parece.
Pero en fin, y con respecto a las familias lingüísticas que pudieran haber
venido implicadas en lo de la hispana Tartessos y sus misteriosos tartesios, se nos
ha venido quedando colgada la de las ibero-caucásicas lenguas de la vertiente
norte del Cáucaso. En su fase pre-caucásica, claro está. Y valga de paso el que la tal
vertiente norte es el extremo sureste del territorio ruso. Y que las gentes de las
tales lenguas van de repúblicas autónomas dentro de la gran confederación de
repúblicas que es Rusia, y así el asunto. Por de pronto, y lo dicho, en la tal familia
está del lado hacia el Mar Negro la subfamilia de las lenguas abasgo-kérketas y la
no menos subfamilia de las lenguas que, de hacia el lado del Mar Caspio, son las
terminológicamente ibero-caucásicas en las filologías del asunto. Y subfamilias que
más o menos algo lingüísticamente conectadas. Pero que totalmente
desconectadas de la ibero-caucásica familia de la vertiente sur, la de las
kartvelianas lenguas más o menos georgianas, y aquí ya más o menos
someramente metidas en el tartesio lote.
Concordando con el tal asunto, el que hacia la parece que tal hispana guerra
de Troya remitieran los indígenas gaditanos -y al respecto, y en tiempos
posteriores al nacimiento de Cristo, el romano escritor Silio Itálico, si es que mal no
recuerdo- el origen del pre-romano y famoso templo gaditano de Hércules. Y que
más bien el gran Hércules Tarsio -el Tarkhún del Mediterráneo oriental, que
llegado con la muy temprana ruta del estaño a los tales parajes, probablemente
pues el Sargón que nos da lo de Anakuki como nombre más remoto para las ahora
tierras de Andalucía- y por más que se nos haya venido asumiendo como que el
norteafricano Hércules proto-griego, un Hércules ya algo menor.
O sea, las candelillas mariposas, con las que, de chiquillo yo, todavía se
alumbraban de noche los santos en las iglesias, y en los aposentos de las casas. Al
menos en los pueblecitos cordobeses. Del remotísimo y legendario asunto de
robarles el famoso Prometeo a los dioses el fuego sagrado y en el extremo oeste
mediterráneo de los famosos Campos Elíseos y de los japetos Atlas -sobrinos del
Océano, e incluido Prometeo entre los tales japetos- pues se deduce, o al menos
como sensata hipótesis, que por allí funcionaba ya el aceite de oliva. De oliva de
olivos silvestres, por lo menos. O sea, en el siglo VIII a.C. el aceite no nos lo trajeron
a la ibérica península los griegos, que es lo que se ha venido diciendo
académicamente, sino que aquí estaba ya muy de antes, de demasiado antes. Que lo
mismo del tal siglo VIII y sus griegos se había venido echándoles encima a los
ibero-peninsulares vinos, y finalmente pues resultó -el método del radiocarbono
aplicado a más o menos fosilizados huesecillos de uva, en la muy ibera Jumilla
finalmente murciana, los famosos vinos de Jumilla- que los tales vinos y sus viñas
por aquí estaban ya en tiempos del año 2000 a.C. y antes. Y ahora hasta incluso ya
se viene diciendo que el elegantísimo y geométricamente perfecto -lo que implica
torno de alfarero-vaso cerámico de las hispanas gentes del tal y tan famoso vaso
campaniforme pues que no era para ritualmente beber cerveza, que es lo que
académicamente se venía perorando, sino que para beber vino y no menos
ritualmente. Y remitiéndonos el asunto nada menos que hacia el año 2800 a.C. y
que los borrosos tiempos de la inicial e ibero-peninsular ruta transmediterránea
del llevarles a los mediterráneo-orientales el estaño. O más bien mediterráneo-
asiáticos si por más señas. O sea, los asuntos.
Pero a lo que voy. Y es a que en la lengua cherkessia pues como que asoman
muy castizas palabras hispanas. Como es el caso de chik (chico), jelgana (jarana, o
similar), guise (freír) y que no sé si también guisar. O jeramague (amargo), y
remitiendo al hispano jaramago de las florecillas amarillas, ahora ya en mayo pues
en todo su esplendor, y que yo lo mordisqueaba de chiquillo en el campo, y pues
bien amargo que me sabía. Y en fin, la pichachi, y casi pichichi es la muchacha. Y el
cheuche o maestro pues me suena al hispano chacho para significar viejo amable y
más o menos familiar. De chiquillo tenía yo mi chacho Pedro y mi chacho Manolo
en la parentela. O lo del cherkessio koba y que pues igual que el castizo e hispano
coba del dar la coba.
Pero sin tampoco olvidar que el cherkessio bagoga para significar lágrimas
nos remite al gallego bagoa para exactamente significar pues lo mismo, lágrimas. Y
entrando en el hene (familia) pues me vienen a mí -escribiendo estoy en
malagueñas tierras- los malagueños y arcaicos topónimos enigmáticos de
Benalauría, Benamocarra, Benamargosa, etcétera, presuntamente arábigos. Y para
significar hijos. Pero más bien pues hispanamente muy pre-arábigos, y para
significar familia-Lauri, familia-Amargosa, familia-Mocarra. Al respecto, se viene
diciendo, académicamente, que las pre-romanas lenguas indígenas sobrevivieron
en los macizos montañosos de la Península Ibérica hasta tiempos de
aproximadamente el siglo VII, o tiempos del hispano-visigodo San Isidoro en
Sevilla. Pues parece como que en los macizos montañosos malagueños
sobrevivieron hasta tras la invasión arábigo-islámica a comienzos del siglo VIII.
Que hacia eso apunta el parece como que cherkessio-arábigo Benalmádena para
significar la familia-Almádena en plan de mineros. Que en la lengua árabe lo de
almaden significa la mina.
13. De los iberos chechenos igual que si majos o que massienos y los avares
pues igual que si alvares
Claro que todo esto no es más que una inicial y somera aproximación. Que
ya va siendo hora de entrar en estos temas con respecto a su más o menos
tartésico trasfondo. Y pues una especie de inventario de temas. O especie de vivero
para estudios monográficos que acaso ocurrirán. O que no, y que todo pues se nos
quede en articular en una unidad de sentido una larguísima serie de insospechados
datos muy tranquilamente dispersos en fuentes varias.
O en fin, que por otra parte, y desde una raíz pre-griega o proto-griega, lo
del donios y lo del danann muy bien pudiera provenir del griego naus para la nave,
con lo de la diosa Aidana y Aitana —finalmente Atenea— como diosa de los
navegantes. O sea, los donios, incluido el muy navegante dios Poseidonio en el
asunto. Y así los konio-donios en plan de tranquilamente kyndonios o konios
navegantes. Con los posteriores y atlánticos tautha dé-danann borrosamente
protoescandinavos pues en plan de unos tarta o tartesios de la dé o dea Dana o
Tana, los danuna de las navegaciones. Algo así como que unos muy sureños y
mediterráneo-atlánticos teutones muy tempranos.
Pero a lo que íbamos. Lo dicho, están los lak entre los iberos daguestanos.
Con nombre que a mí pues me suena al casi ibero y pre-romano Lakippa en el río
Aro, luego y arábigamente Guadiaro. Y digo que casi ibero porque por allí al arrimo
está el muy pre-romano Ubrique remitiendo a un iberike como ya dicho quedó.
Tienen los laks su río Kara, con nombre que, tras un Hara, puede pues llevar a
luego un Aro o Ara, y sin comerlo ni beberlo. Habría que decir que por entre todas
estas ibero-caucásicas gentes, y en los didos mayormente, el aul o ayl es la aldea.
Con nombre que fonéticamente muy cercano al ili o ilis de los peninsulares iberos
hispanos —y el iris vasco— pues para lo mismo.
Por otra parte, pues también está lo de que khunzaq es el más auténticos
nombre de los avares en su khunzaq lengua. O el asunto resulta interesante
porque, en la escala de tantas más o menos mini-lenguas con respecto a estas
ibero-caucásicas gentes, los avares han venido siendo especie de grupo
hegemónico. Y de hecho, la lengua avar o khunzaq ha venido siendo desde antiguos
tiempos la más o menos interétnica un gua franca en la que, malamente y
chapurreándola, se han venido entendiendo las por allí tantísimas e incluso
demasiadas mini-nacionalidades, y que cada una con su nacional mini-lengua. Lo
que apunta hacia la idea de que, en su pre-caucásica residencia ibero-peninsular,
tuvieron también los avares khunzaq una etnolingüística función hegemónica
entre las iberas gentes hispanas. Y tirando del tal hilo pues que encajarían, y como
khunzaq hispanos, los tartesios kunetes en las ahora tierras del sur de Portugal. Y
en cuyas inscripciones funerarias —las más arcaicas inscripciones tartesias— se
reiteran clichés fraseológicos como un sababeke kuni y que otras veces pues un
sababeke kuntai o cosa parecida. Teniendo en cuenta la esdrujulización fonética de
las palabras en la lengua vasca y como resultado de irles pegando, uno tras otro y
por detrás, sufijos a la raíz vocabular —en la lengua española, esdrújulas
expresiones como tómaselo son fonéticamente vascas— pues que un kunetes más
bien iberopeninsularmente era un kúnete o un kúneta que meramente un kunta en
cualquier momento. Y un kunza pues a la menor oportunidad y como mecánica
variante. Valga de paso que en las tales inscripciones a veces asoma un kunai que
ya luego sólo un kun pues muy terminalmente.
Y de todo lo cual, pues que los tartesios kynetes o konios y también kaunios,
no sólo se extendieron desde el estrecho de Gibraltar hasta el valenciano río Júcar,
y la baleárica isla de Ibiza, sino que siguieron más adelante y hacia el Norte por la
hispana costa mediterránea, y como que se adentraron luego, y río arriba, por el
río Ibero —ahora río Ebro— y hasta incluso como que llegaron a la cabecera y
manantiales del río en las cántabras tierras. Y de paso, y en cuanto que tartesios
oceánicos, o ya ex-oceánicos más bien, pues en la desembocadura del tal río
fundaron muy alegremente un Tartissa, que finalmente la catalana Tortosa. Con el
otro asunto, y liante asunto, de que lo de cántabros pues de la mano de sus konio y
kaunios camaradas parece provenir en directo de un previo kúneto-iberos que
también un kauneto-ibero, como es lógico, y echándole una fulminante contracción
fonética al asunto, pues un kaúntibro en cualquier momento y que ya un cántabros
pues a la menor oportunidad. Y largo el hilo de los ibero-caucásicos khaunzuq en
su fase pre-caucásica y tenebrosamente hispana. Las tinieblas.
Claro que de las tinieblas sale la luz, o al menos así el hispano y popular
dicho. Y tirando del tal hilo de la más o menos luz, o al menos penumbras, pues que
los iberocaucásicos khaunzuq o everes, también avares, y con un alvares o albanos
como variante, y con o sin meter el tan famoso apellido Álvarez como residual del
tal asunto en su fase hispana y pre-caucásica, pues nos lleva a los caucásicos
albanos que lingüísticamente camaradas de los khaunzuq o avares. Y camaradas
porque, y al igual que éstos, tras previamente habitar en la vertiente sur de la
cordillera caucásica al arrimo del Mar Caspio -donde Bakú y las antiguas charcas
llameantes de la religión del fuego, ahora petrolíferos pozos como sabido es- y
desde el ahora Azerbeiyán hasta casi donde Teherán finalmente y echándoseles ya
encima los persas, pues atravesaron también la cordillera por el desfiladero de las
Puertas de Ibería y se fusionaron con los avares o alvares, o que una unión de los
alvares con los albanos, o más bien alvanos. Y así al respecto, medievales fuentes
borrosas, si mal no recuerdo. Y el alvanos pues un alvanos que un alanos
finalmente. O sea, las alanos que nos llegaron con los visigodos.
Ignoro si lo de alvares o albanos, pues más que a iberos a lo que remite es a
ilíberos y en plan del peninsular ili ibero e hispano para significar la ciudad. Con lo
que acaso un substrato alógeno en la lengua latina lo de libertas o libertad, y lo de
las libertos en cuanto que esclavas desesclavizadas, o sea, liberadas. Y lo del liber
para significar fondo, blando de la corteza de un árbol, y que origina
etimológicamente tanto lo de libertas como lo de libri o libras, pues que resulta un
origen como que bastante dudoso. Más lógico parece que de los iberos ilis o más
bien ilíberis y para significar ciudades, pues que resultara el tal etimológico asunto.
Que ya las antropólogos vienen diciéndonos que de la tiranía en las aldeas más o
menos -todos controlándose a todos- se pasa luego a lo de la libertad con las ya no
aldeas sino que ciudades. Y parece como que muy sensato.
Pero fuere lo que fuere de las tales asuntos, el tema aquí y ahora está en que
probablemente sea posible rastrear algún que otro residual topónimo khaunzaq a
lo largo del larguísimo Mediterráneo preferentemente a lo largo de su no menos
larguísima costa norteafricana, y en plan de que penosamente sobreviviendo de la
transmediterránea y no menos larguísima trasmigración que desde la Península
Ibérica, y en plan de konios o cosa parecida, llevó a las khaunzaq hasta finalmente
el Cáucaso, con previa parada y fonda en la península anatolia, hoy la Turquía
asiática. Y con su turca capital Ankara muy al centro de las anatolias tierras. Y al
respecto de éstas, que entre el Mar Negro por arriba y el Mar Mediterráneo por
abajo, pues han venido perorando académicamente y con mucho placer los
prehistoriadores de los mediterráneos tiempo en el asunto de las misteriosos
anatolios que, sin comerlo ni beberlo, y en cualquier momento oportuno,
atravesaban en sus naves el Mediterráneo hacia el extremo Oeste. Y en el que, y en
la Península Ibérica, y por ejemplo, pues originaban anatoliamente y en el año
3400 a.C. el demasiado esplendor de los millarenses hispanos, los primeros
ciclópeos mediterráneos. O que, y llegando en el 1800 a.e. y tan panchos, pues no
menos originaban el no menos esplendor de los ciclópeos argáricos del vidrio
hispano y los huevos del avestruz. Por otra parte, y en el asunto de las arqueologías
lingüísticas, tengo yo un libro de un eminente filólogo y en el que con respecto a
onomásticas toponímicas y no toponímicas, pues se hacen delicadas orfebrerías
lingüísticas en el asunto de los enigmáticos nombres geográficos en las misteriosas
lenguas anatolias, que también llamadas asiánicas en cuanto que la anatolia
península fue la inicial Asia protohistórica, y luego pues el Asia Menor. Pero lo
cierto es que, y al menor descuido, asoman muy misteriosos y anatolios topónimos
como Ximena, Mira, Manises, y etcétera, tan pregriegos y arcaicos, pero que pues
tan tenebrosamente españoles. La misteriosidad de los misterios. Es posible
rastrear un substrato ibero-peninsular residual y disperso con respecto a las
finalmente caucásicas lenguas karvelianas -georgianos, mingrelios, svanos, chanos,
y este nombre acaso terminal de un previo tartesianos más o menos referido a
tartesios, pretartesios incluidos- y no menos con respecto al grupo de las abasgo-
kérketas y bastará con recordar al respecto que en el territorio de los finalmente
caucásicos cherkessios -y aparte lo del río Europos y el río Hispanis- abundan los
topónimos en -apa y similares, con su -oba como variante, así como pues que
igualmente lo mismo en los tartesios territorios hispanos. O los cherkessios Anapa,
Uluba, Tzupa, etcétera, y los tartesios Hastapa, Oripo, Lakipo, Coripe -que así sigue
funcionando- y Onuba, Korduba, y etcétera. Lo que no asomó es que el tal sufijo en
-apa y -oba y sus variantes pues muy bien pudieran no ser sufijo sino que las
caucásicas desinencias -be y -pe para formar el plural de los nombres. O al menos
así en algunas de las caucásicas lenguas. Y lo dicho, pues remitiendo a lo de los
kíklopes o cíclopes en su fase pre-caucásica e ibero-peninsular. Que el aquí ya
bastante citado Trogo Pompeyo, y escribiendo en tiempos del nacimiento de Cristo,
recogió el asunto de que en los sagrados bosques de los algo malagueños kynetes
tartesios -me supongo que los bosques de los sagrados árboles pinsapos- tuvo
lugar la legendaria batalla de los gigantes -cíclopes incluidos, me supongo contra el
fulminante gran Zeus.
Al respecto de la tal desinencia -be o -pe pues el asunto de que lo único que
se ha logrado descifrar de las muchísimas y herméticamente enigmáticas
inscripciones tartesias es que una especie de muy reiterado sufijo -be pues que
muy bien pudiera ser el sufijo vasco -be y también -pe, locativo, y para significar
que más abajo. En el sentido de pues por debajo del monte, por poner un ejemplo.
Pero yo estoy en que más bien pudiera ser, en fase precaucásica, tal desinencia -be
al menor descuido. Que mucho más reiterada que los locativos sufijos son las
desinencias nominales. Que el plural de los nombres te asoma en un texto en
cantidad y a poco que te descuides.
Pues qué alivio el dejar atrás ya las lingüísticas familias que más o menos
substratos tartesios en remotos los tiempos. Y entrar en lo más concretamente
tartesio y con toda tranquilidad. Por de pronto, y para ir ordenando un poco el
asunto, está claro que las tales familias sucesivamente fueron entrando y saliendo
en el panorama tartesio de la mitad-sur peninsular -las ahora finalmente tierras de
Andalucía, sobre poco más o menos- en el que algunas de ellas pues quedando
fueron de residuales un poco por aquí y por allá, en zonas montañosas
preferentemente, y en alguna que otra aldea en caso extremo. Y me parece que
fueron entrando y saliendo -en líneas generales, y salvo excepciones, e incluido el
entrar o salir un par de veces, caso de los lingüísticamente germánicos, o muy
proto-germánicos más bien- pues más o menos invirtiendo el orden en el que yo
las ha venido catalogando. Incluyendo en el tal sucesivamente a la obscura familia
lin-güística de los finalmente itálicos etruscos en plan de iberopeninsularmente
hibernados pre-tartesios más bien, o cosa parecida. Y con respecto a que los
hispanos kunetos o khaunzaq saltaran estañeramente a las Islas Británicas, pues si
teniendo en cuenta que a las tales islas saltaron iberopeninsularmente los gaélicos,
y borrosamente o no tan borrosamente los kartvelianos, y residuales onomásticas
al respecto, y me parece que hasta incluso saltar pudieron los ibero-peninsulares
cherkessios o kéretos, pues no veo por qué no los también muy navegantes
khaunzaq o kunetos, tan vinculados al nombre del océano para las marinas aguas
atlánticas. Más bien la tal vinculación pues apuntaría hacia que ellos pues los que
precisamente más. O al menos los que precisamente sí. O en fin, averígüenlo los
interesados en el asunto. Y por otra parte, pues ya dicho quedó que, en los macizos
montañosos malagueños, algunas de las tales iberoarcaicas gentes pues como que
sobrevivieron etnolingüísticamente hibernadas hasta lo del invadir los árabes el
sur de la ibérica península a comienzos del siglo VIII, y valga el asunto.
los tiempos en los que el romano-imperial escritor Silio Itálica visita las
hispanas tierras turdetanas cuando cónsul romano en tiempos de Nerón, siglo 1,
año 50, o cuando va de escritor inmensamente rico desde el año 77 en adelante, y
nos describe muy de primera mano en alguno de sus textos -una interminable
epopeya de las guerras cartaginesas en la ibérica península- el famoso templo del
famoso Hércules en Cádiz, y como un monumental y muy arcaico santuario tartesio
e indígena en el que, lo dicho, en los altares no hay más que un sagrado fuego
perenne. O sea, que residual de la pre-caucásica fase de los finalmente iberos
caucásicos y su religión del fuego. Con los khaunzaq everos o avares, por ejemplo, y
entrando más en la cuestión de los tartesios ya terminalmente turdetanos, y que
más o menos proto-andaluces en las ahora tierras de Andalucía, y en sus históricos
y turdetanos tiempos ya cartagineses, y que luego romanos. O sea, desde
aproximadamente el año 500 previo a Cristo hasta medio siglo después de ya
Cristo nacer, pues el asunto de que pues qué es lo que de los tartesios sabemos en
cuanto que refinados indígenas primeramente algo colonizados de los
cartagineses, o bastante avasallados. Y luego, pues romanoimperialmente
aculturizados, y no ya tan sólo colonizados hasta la saciedad. O sea, saqueados,
expoliados, expropiados, y en cuanto que aculturizados, pues despojados
gradualmente de todos sus signos de identidad cultural. O sea, embrutecidos. Por
dentro de todo este asunto van ríos de lágrimas, ríos de asesinatos y masacres, y
muerte y desolación. Y lo subrayo porque en la versión académica de la romana
imperial colonización todo va de rosas y de ángeles, ocultándonos piadosamente la
inmensa rueda de cuchillos cortando indígenas cabezas hispanas, y que sin parar.
Miles de tartesias cabezas turdetanas incluidas. Y todo a mayor honra y gloria del
traerles una alta y romana civilización. O sea, omitiendo que ya los turdetanos y
tartesios indígenas tenían otra que no menos alta y refinada. Y que los europeos
historiadores de la Historia Antigua pues nos la han venido académicamente
arrojando al cubo de la basura. En la piadosa ideología, muy rentabilizable, de que
apuntarse al carro de los triunfadores siempre está muy bien considerado, y es
meritorio. O que el poder llama al poder. O que bíblicamente el abismo llama al
abismo. O que los infiernos llaman a los infiernos: el Mal cunde. O en otras
palabras, el Mal tunde.
con respecto a que la neolítica Prehistoria llega en los tartesios hasta el siglo
VII antes de Cristo. Acaso porque viene predominando en las arqueologías de la
Protohistoria -e incluida preferentemente la borrosamente tartesia- el predominio
de la denominada cultura material estrictamente en base a los objetos
arqueológicamente exhumados -de los que se deducen generalidades de tipo
antropológico- y en versión más bien cientifista. Y de cerrado horizonte más bien
muy reduccionista: cada excavación, una aldea; cada aldea, una isla. O no sé si por
ambas cosas a la vez, lo cierto es que, y con respecto a la Hispania indígena,
Estrabón viene estando muy desprestigiado desde hace unos veintitantos años.
Desde que lo de la cultura material inició su andadura. Y no sólo Estrabón sino que
todo lo relativo a filológicas fuentes documentales. Lo de las fuentes que vengo yo
aquí haciendo asomar de cuando en cuando. O sea, lo que arqueológicamente se
viene denominando el argumento filológico y que en plan de rechazar a todo tipo
de fuentes escriturarias, en el caso más drástico del asunto, y como que siempre
pues más bien demasiado interpretativas. Y así pues más bien dudosas, y en
consecuencia poco o nada fiables. Esto inicialmente fue una juvenil reacción
bastante sana contra la ideología del difusionismo y que con respecto a la
Protohistoria mediterránea pues muy apoyado en el alegre manejo interpretativo
de las fuentes. Cuando no la más o menos también alegre manipulación ideológica
de las fuentes, que no sólo alegre sino que más bien descarada. Pero lo inicialmente
sano ha terminado luego en malsano. Una especie de encerrarse en el arqueológico
aldeanismo de decide adiós a todo difusionismo y recalcar -en principio- la pura y
dura autoctonía creativo-material de cada excavación arqueológica como una
especie de aldea-isla en no se sabe qué otro mundo.
Pudiera yo estar equivocado, pero me supongo que detrás de todo eso está
el cientifismo como ideológica religión del llegar a científicas verdades absolutas e
incuestionables y no ya meramente sensatas y aproximativas. Cosa demasiado
idealista en el ámbito de los saberes humanos -y no ya exactamente ciencias- en el
que cada punto es un universo y convergencia de bastantes parámetros -si dicho
en terminología matemática- y de muchísimas variables. O sea, un asunto
interdisciplinar, y de resultados aproximativos, y no contundentemente absolutos
y eternos.
Pero en fin, fuera lo que fuera de los tales berenjenales, y retornando el hilo
Estrabón, lo cierto es que en sus textos -geográficos, demasiado ordenados y
demasiado científicos para la época, va más bien de hipercrítico. De hecho, y con
respecto a los tartesio-turdetanos asuntos, pues que polemiza bastante con sus
fuentes, y les debate y rebate cosa un poco por aquí y por allá. O sea, bastante. Y
hasta incluso puede que algo demasiado. Lo cual es una garantía. Y en el sentido de
que los datos que no polemiza es que le parecen sensatos, razonables y fiables.
Especialmente si teniendo en cuenta que lo que polemiza es lo que le parecen
fantasías algo impresentables en los textos de las fuentes. Pero dejándonos ya de
Estrabón, entremos en el gran Plinio. Que, con respecto a ibero-peninsulares
asuntos, fuente fundamental no para la Hispania indígena -indirectamente
también, es un acervo de hispanas toponimias indígenas que pre-romanas fueron-
sino que más bien para la Hispania romana. Pero le asoman algunos datos
indígenas y muy significativos. Y con respecto a la tardo-tartesia Hispania indígena
turdetana, que es lo que aquí nos interesa. Por ejemplo, el que en los hispanos
turdetanos había una muy singular tradición hortelana con respecto a injertos de
árboles frutales, unos en otros. Y así lo de injertar ciruelos en manzanos, y lo de
injertar almendros en otro árbol frutal -no dice el nombre, me supongo que el
ciruelo- y que originaba una sabrosa fruta con su almendra pues dentro del hueso.
A comienzos del Libro II de su Naturalis Historia tan monumental, nos informa de
que, en tiempos del nacimiento de Cristo, una expedición romana al arábigo y
océano-índico Mar Rojo había encontrado por allí -y él escribe unos setenta años
después- características naves indígenas tartesias que habían circunnavegado el
continente africano desde el estrecho de Gibraltar. Implicado queda que tartesio-
turdetanas. Que éstas, y de otras - fuentes, afro-circunnavegaron de lo mismo unos
cuantos siglos antes. En mi opinión, ambos turdetanos asuntos o remiten o parecen
remitir a tradiciones que también vienen de muy lejos: nadie improvisa una
afrocircunnavegación. Y dos, pues todavía menos.
O incluidos los ex-iberos hunza de la Iberia del río Indo -llanuras centrales
del Pakistán- y su iberuzca lengua burushaski con afro-circunnavegaciones
oceánicas de por medio y desde el estrecho de Gibraltar y sus alrededores. O lo de
los everos o eberes khaskhi que no menos pues un khavkhi del que se llega a lo del
khaukhi para significar Cáucaso. Pero que fonéticamente un jauji llevando a un
hispano Jauja, y a un no menos hispanísimo y muy pre-romano Ujíjar en las proto-
tartesias tierras de la ahora finalmente Granada. O sea, algo así como que de los
iberuzcos hunza a los everos khaunzaq y luego a los proto-tartesios kunetes o
kúneta que, lo dicho, un kunta pues a la menor oportunidad. Y un kunza pues en
cualquier momento. Y finalmente un hunza pues al menor descuido. O sea, lo dicho.
O en suma, borrosidades y aproximaciones.
17. Donde el hilo de los tartesios nos lleva a una pálida Europa igual que si la
diosa de las cuevas
En fin, que hacia el tal año 500 a.e. la portuaria y también algo imperial
Tartessos oceánica de los hispanos tartesios o sucumbió ya a manos de una
vanguardia cartaginesa -en plan de asegurarse así el estaño en cantidad para
fabricar los guerreros bronces- o estará pues a punto de sucumbir. O al menos ésta
es la hipótesis que más se baraja. Y escribo que algo imperial porque en alguna de
las fuentes con respecto a las romano-cartaginesas guerras en tierras hispanas -no
recuerdo si Polibio, o si Tito Livio, o si Apiano- se recoge que los tartesios eran una
confederación de reinos y reyes que se reunían en asamblea en Hastapa, cada dos o
tres años, para establecer leyes comunes a todos ellos. El asunto concretamente
referido a los más bien turdetanos o tartesios terminales. Y probablemente no
menos referido a la Hastapa, donde finalmente ya sólo el cortijo Mesas de Hasta, a
mitad de camino entre Jerez y Sanlúcar. En las andaluzas tierras de Cádiz, y
desembocadura del muy tartesio río Tertis, que luego río Betis, y que con la
"invasión" islámico-arábiga a comienzos del siglo VIII pues que el río Guadalquivir.
Le quedó en tiempos romanos el nombre de Hasta de los reyes -tartesios, me
supongo- o Asta Regia. Que, y dicho sea de paso, y lo mismo que la famosísima y
celtibérica Numancia en las ahora tierras de Soria, los habitantes de la tal tartesia y
turdetana Astapa o Hastapa -con sufijo característicamente tartesio antes que
rendirse al imperial ejército romano lo que prefirieron pues fue el suicidarse en
masa. Pero el tan trágico final, y si en comparación con lo de Numancia, pues no ha
resultado nunca publicitado, y sigue de incógnito.
Valga de paso el que ese Hastapa acaso remita a un previo y muy lógico
Kastapa o kassapa y en relación con el nombre del estaño kashio o kassio con el
que fabricar -con el cobre- el bronce. Y no menos en relación con el euro-occidental
nombre de kassitero para el estaño. Y en plan de un kassi-tyrio y para significar el
metal tyrio, y turio, y tursio, y tarsio.
Así lo de Hastapa pues remitiendo hacia significar ciudad-cabeza del estaño,
o cosa similar. En plan de que portuaria ciudad de llegada para el oceánico estaño -
galaico, britano- en sus estañeras naves, y de salida para sitios varios, también con
naves hacia el Mediterráneo, e incluidas las río Tertis arriba, o sea, río
Guadalquivir. Y con o sin el tyrios remitiendo a un astyres o astirios, y que
finalmente astures y asturios.
Entre el tal borroso final de los históricos tartesios, hacia el año 500 a.e. y
sus cronológicos alrededores, y su no menos borroso comienzo hacia el siglo XIII a.
C. aproximadamente, hay dos puntos clave intermedios en el tal período de unos
siete siglos de por medio. Y es el caso de los griegos fokaioi -los focenses en la
latinización del tal nombre- que hacia el siglo VI a.e. aproximadamente, o no se
sabe si hacia el VII a.e. más bien, llegan en una descarriada nave, y atravesando el
estrecho de Gibraltar, a la portuaria capital Tartessos en la que reinaba el tartesio
rey Argantonio, en el oceánico sur hispano. Y el otro intermedio y tartesio punto
clave está en que -y según recogido en la Biblia, en sus muy garantizables libros de
los reyes e Historia, escritos hacia el siglo IX antes de Cristo, los tiempos de la
fundación de Cartago aproximadamente- en los tiempos judíos del famoso y
hebreo rey Salomón, o ya más bien post-hebreo si bien mirado, enormes naves de
cargamento llegaban con tarsias mercaderías de lujo a los cananeos puertos de
Tyro y Sidón. y etcétera. Y ya entraremos más a fondo en el asunto. Eran las
famosas naves de Tarsis que venían del extremo oeste mediterráneo, en el tal siglo
X antes de Cristo. Y que los biblistas especializados en los tales asuntos han venido
asumiendo como especie de oceánicos trasatlánticos de mucho volumen, pero no
para viajeros sino que para cargamento de mercaderías. Lo de que trasatlánticos
pues concuerda con lo de que a la misteriosa Tarsis -o más bien Tarshesh en
lengua hebrea, y remitiendo fonéticamente a un Tarsheshi casi ya un Tartessos- se
la ha venido identificando con la hispana Tartessos, en general. Por más que algo
dubitativamente en casos extremos, y echándole mucha hipercrítica micro-
minuciosa al tal asunto. Y que contrasta con las inmensas tragaderas que
asumiendo viene acríticamente el gremio europeo de los protohistoriadores con
respecto a lo de tyrios como cananeos libaneses, y etcétera.
Hay también otro tartesio y borroso punto-clave en el tal período de tiempo
entre un comienzo en el tal siglo XIII y un malamente acabar en el tal siglo VI, a
finales, o comienzos del siglo V, y tras lo del rey Argantonio. Me refiero a que en el
previo siglo VIII -y seguimos en tiempos previos al nacimiento de Cristo- y de
manos de ideológicos y orientalófilos historiadores, o no sé si protohistoriadores
más bien, se ha venido situando una borrosísima llegada de unos borrosísimos
cananeos-libaneses fenicios a las oceánicas y tartesias tierras hipanas. Y
probablemente sobre la base de que, como hacia comienzos del siglo IX los
cananeos-libaneses fundan lo de Cartago y sus cartagineses en la norteafricana
orilla -Túnez- del Mediterráneo central, pues queda como que seguro que a mitad
del siglo VIII -los tiempos hacia los que se remite el origen de los alfabetos griegos,
al menos arqueológico, y quedando descolonizado el arcaico e hispano alfabeto
griego arqueológicamente exhumado en las atartesiadas tierras de Murcia en las
que la portuaria Mastia, luego la Cartago hispana, y finalmente Cartagena, fue la
Mastia de los tartesios por no se sabe qué tiempos- pues que los cananeoslibaneses
llegaron ya algo después a las tartesias y oceánicas costas en el suroeste de la
ibérica península. Claro que los férvidos orientalófilos anticipan el asunto hacia el
año 1000 a.C. con lo de que llegando los tyrios -según fuentes- y fundando en el
más estricto territorio tartesio la portuaria ciudad de Gadir en una isleta. O sea, la
ahora andaluza Cádiz. y en base a lo de las previamente bíblicas naves de Tarsis y
que en este caso ya no tartesias sino que cananeo-libanesas. O sea, naves muy
especiales para poder navegar hasta Tarschesch si transcribiendo más
fonéticamente el nombre. Pero dejemos por ahora el tal asunto, y que ya lo
retornaremos.
Al respecto, lo que el gran Plinio recoge del muy erudito Varrón, que a mitad
del siglo 1 a.e. residió durante algún tiempo en ibero-peninsulares tierras hispanas.
Y es que del sobrenombre de Lysas para el dios-caudillo Dionisos de los vinos y las
uvas, y que el gran Líber padre, resultó el nombre de Lusitania para las tierras de
los atartesiados -túrdulos- lusitanos. Con lo del Lysas como que remitiendo al
nombre del famosísimo Ulises. Con lo de la tartesio-lusitana Olissipo, incluida su
variante Ulissipo, finalmente Lisboa, pues entrando en el tal líbero asunto. Con o
sin lo de que tenía también el sobrenombre de Líbera la diosa Persépone, la diosa
de los infiernos en el extremo oeste mediterráneo, en su lado ya oceánico-hispano
y euro-atlántico. Y siguiendo del muy erudito Varrón, y en legendarias historias,
del nombre del dios Pan -el fálico y niño dios Min en la egipcia versión del asunto, y
que hijo del dios-caudillo Dionisos- venía lo de Hispania para la ibérica península.
O pues no queda claro si para el amplio suroeste ibero-peninsular, e inicialmente.
Lo cual concuerda con lo que recoge Estrabón con respecto a que el nombre de
Hispania se originó para el oceánico y muy amplio suroeste ibero-peninsular, y de
ahí pasó luego a nombrar a toda la Península Ibérica. Al respecto de la líbera diosa
de los proto-hispanos infiernos, o no sé si meramente pretartesios o proto-
tartesios, y al respecto del liber Lysas o Dionisos de los vinos y las uvas, pues que
un Elibyrge remitiendo a un más fonético Elibérike o Ilibérike, o cosa similar, es el
más antiguo nombre recogido para una ciudad tartesia y no ya meramente
hispana. Puede remitir al dios-sol Eli o más bien el ili ibero para precisamente
significar ciudad. Lo de las muy arcaicas inscripciones tartesias fluvialmente
norteamericanas lo recoge en su libro Los orígenes de América el etnohistoriador
Alcina Franch. Lo de Elibyrge, en el geógrafo griego Hekateo, siglo V antes del
nacimiento de Cristo. Y probablemente en relación con informaciones que llegaban
de los griegos ya establecidos en la ex-ibera Massalia, finalmente Marsella. O cosa
parecida. O en suma, que del Lysas con el -etanu ibero-georgiano pues resulta lo
del lusitanos y bien va. Y aquí paz, y después gloria. O en otras palabras, que el gran
Minos pues o hijo o sucesor con respecto a un previo y dionisio Ulises. Y que no
menos ulísea y dionisia la diosa Europa de las escrituras, que acuáticas las plantas
de los papiros. Y cuyo fecundante Zeus enmascarado de toro pues que más bien fue
un toro-dios Dionisos y no precisamente el gran Zeus de los griegos. Lo cual pues
que tampoco está nada mal, que en la itálica tradición etrusca el dios Dionisos era
también el dios de las escrituras. O los racimos y las letras.
18. Donde los pueblos del mar resultan pueblos del océano, y medio-
tartesios los filisteos bíblicos
Y siguiendo del asomar los tartesios como teresh y con flota de naves de
guerra y uniformados guerreros en el siglo XIII antes de Cristo, pues que también
en el siglo XII los tales pueblos del mar o pueblos muy profesional mente
navegantes otra vez con flotas de naves de guerra, y guerreros uniformados,
asaltan sistemáticamente a las prósperas ciudades en el egipcio delta del Nilo. Pero
en este caso y con los teresh o tartesios, pues incluyendo además de los otros ya
citados a los denios y a los pelest o bíblicos filisteos. Y otra vez en alianza con los
norte africanos costeramente colindantes con Egipto, los libios y que parecen
largarles hilo a los lybiophoenikes hispanos y proto-malagueños. Y los messeh o
massienos. Que indudablemente les largan hilo a los atartesiados y algo chechenos
iberos mastienos e hispanos. Con o sin la también algo chechena Mastia de los
tartesios pues bien metida en el asunto. Por otra parte, y con el colorido hispanoide
-por decir lo menos- de la mitad de los tales pueblos del mar e incluidos los
bíblicamente famosos filisteos, que si offiristeos pues remitiendo a la oceánica y
algo lusitana Offirussa hispana -la más o menos mitad-sur del ahora Portugal- y
que más bien luego Ofiussa. Y con la otra mitad de los tales muy navegantes
pueblos remitiendo a que muy tranquilamente mediterráneo-occidentales, caso de
los síkulos y los sárdanos, pues que lo de denios muy bien puede remitir hacia una
ibero-tartesia y proto-valenciana Denia portuaria -y aquí lo de que, en el
massaliota periplo, precisamente hasta una más o menos sumergida y proto-
valenciana Denia se extendieron en alguna remota época los hispano-oceánicos
dananno hacia los borrosos e hispano-oceánicos tartesios, o hacia los borrosos e
hispano-oceánicos kardedonios de la famosa y demasiado imperial
circunnavegación del continente africano desde el estrecho del Gibraltar hasta el
larguísimo y océanoíndico mar Rojo, con su costa egipcia a un lado y su costa
arábiga al otro lado. La ya dicha circunnavegación del gran rey karkedonio Annón,
presuntamente cartaginés, con los kardekonios como tyrios en el perdido periplo
de Ofelas. O en fin, que quien dice karkedonios pues más o menos está diciendo
donios a secas, y denios a la menor oportunidad. Y que xarxedonios o tarsedonios
pues en cualquier momento.
Pero sin tampoco olvidar que, y lo mismo que borrosamente con respecto al
tal gaditano templo del gran Kronos, también de la religión del fuego iba al tan
famosísimo y gaditano templo del gran Hércules. Que de mano de los cultos
romanos y griegos -Estrabón al respecto- llamado el Heraklión, pues en atención a
que Herakles era el Hércules griego. Que a los cultos romanos y griegos lo del muy
previo gran Hércules Tarsio pues que se les había ido del horizonte y del mapa. y
por más que el eruditísimo Varrón en tiempos previos al nacimiento de Cristo -se
lo calificaba de que el más erudito y cultísimo entre todos los demás escritores
romanos ya se había publicado un no menos erudito estudio con respecto al
nombre de Hércules, y en el que catalogaban a unos cuarentaitantos hércules para
sólo el ámbito del Mediterráneo occidental. Entrando en tema más substancioso, lo
cierto es que a los romanos los tardo-tartesios indígenas gaditanos les remitían el
origen del famosísimo gran templo hacia los tiempos de la no menos famosísima
guerra de Troya. Cuyo subyacente hecho histórico los protohistoriadores
especialistas en los antitroyanos y proto-griegos micénicos y su ciclópeo gran
esplendor pues se lo han venido remitiendo a tal siglo XIII en el que, y con flotas de
navíos de guerra, y navegantes guerreros muy uniformados, los teresh o tartesios
en federación con otros pueblos del mar lanzan un primer asalto masivo contra el
Egipto mediterráneo. Al respecto, pues que en paralelo y según Hornero la
famosísima guerra de Troya es también una confederación de pueblos navegantes
liderados por los aqueos, tanto si ya griegos como si todavía nada griegos. O
medio-griegos. En el mejor de los casos. Y que el famosísimo caballo de Troya tan
naviero y que los griegos lo hacen entrar en el troyano puerto de los dárdanos pues
lo dicho, o ya tesis doctoral en el asunto: una enorme nave, con sus bodegas
atiborradas de ocultos guerreros armados hasta los dientes, y en la que de
mascarón de proa pues una gorda cabeza de caballo bien tallada en madera. O sea,
una nave muy característicamente tartesia, y hasta incluso -la enonne y pagausa
nave- pues proto-tartesia. y muy característica no sólo en tanto que enonne, Y
como que para largas travesías transoceánicas, sino que también en cuanto que
nave-caballo y cabeza de caballo el mascarón de proa. Con lo cual pues como que
resulta que, a fin de cuentas, tártanos o tartesios pues son lo mismo. Y lo mismo
pues igualmente tártanos y dárdanos.
O lo ya dicho de que, con los ibero-peninsulares Y gaditanos indígenas
hispanos refiriéndose a la famosísima guerra de Troya como a especie de indígena
hito hispano y que les venía sirviendo de referencia para fechar épocas algo
remotas
Quedan también de muy borroso tufo oceánico los weshesh o veseos, y que
los egiptólogos interesados en lo de los pueblos del mar atacando a tierras
egipcias, pues no saben adónde remitirlos. Acaso pues habría que remitidos al
oeste de los borrosos y galaicos oestrimnios del estaño. Que pues o un oestyriños
fonéticamente, o un oesturiños más bien. Con los gallegos y actuales sufijos en -
iños y similares. Que eso del -mn- es fonéticamente la letra Ñ del alfabeto español.
Y pues en plan de que gallegos sufijos residualmente ancestral es. Con el tal oes
pues remitiendo a un eteos y con su fonético equivalente en un esseos como es
lógico. Con o sin meter en el asunto, y desde la más indígena raíz tur- para los de
tartesios -y así en lo de túrdulos, y en lo de turdetanos o tursetanos- pues acaso y
sobre poco más o menos un oestursiños en plan de un eseos-tartesiños muy del
estaño, y que muy estañeros. Y desde el et- metido en el nombre de los tartesios o
tartesoides etmaneos y en el ámbito finalmente sevillano, y según el massaliota
periplo del siglo VI antes de Cristo, o no sé si del VII más bien, pues remitiendo el
tal asunto también hacia los eteos cretenses. Que asoman de eteo-krétoi y como
residuales de los remotos minoicos de la diosa Europa -o al menos así los
especialista del asunto- y con su misteriosa lengua, y sus misteriosas inscripciones
en alfabeto griegoarcaico, en los tiempos de la ya gran Grecia clásica, o previos.
Claro que, en los oestrimnios tales, el -trimnios pudiera no ser más que un
tirimnios a modo de un tirrenios y en plan de pre-itálicos proto-etruscos hispanos,
y que lingüísticamente pues en mestizaje con euro-occidentales gentes
indoeuropeas. Que también en la lengua etrusca hay mucha Ñ con lo del etrusco
como sobrenombre, y los rasenna como su auténtico nombre en su etrusca lengua.
Y con el -nn- pues más bien los raseña y muy tranquilamente.
Eso pues muy bien pudiera llevamos a que hay un borroso raigón etrusco, o
proto-etrusco más bien, metido en lo de los tartesios hispanos. Incluida la
homofonía entre que de un lado la tartesia raíz tars- o turs- que resbalando hacia
un turd tanto en lo de los terminales tartesios turdetanos como no menos en los
borrosamente atartesiados túrdulos o al menos atartesiados en el caso de los
proto-extremeños algo lusitanos -y no sé si hasta en el de los proto-cordobeses,
según el geógrafo Ptolomeo- y que pues, y de otro lado, lo de los etruscos pues que
también tyrsenos y no sólo tirrenos. Acaso con un tyrasenna que acabando luego
en ya meramente un rasenna obvio. Pero teniendo en cuenta que sólo asoman de
unos tyras si bíblicamente. Con o sin lo de que, borrosamente, el tal tyrasenna
venga etimológicamente sumergido en un muy imperial Annón. Y sea más bien un
tyrisanna en plan de epónimo. Y de que pues los tyrios del demasiado imperial
Annón y su circunnavegar imperialmente -y colonialmente- todo el inmenso
continente africano, al menos en cuanto a sus larguísimas costas oceánicas, y tanto
si occidentales como si orientales. O en fin, y de las tales someras arqueologías
lingüísticas, pues que desde las legendarias historias el nombre de Radamante
para el tercer hijo de la diosa Europa -e hijo que simultáneamente asoma en la muy
refinada y minoica isla de Creta y en el oceánico sur hispano- muy bien pudiera
remitir a un también resbalar de un rasa- a un rada- y ser más bien un Rassamante.
Con el rasa pues remitiendo a los muy proto-etruscos rasenna pre-itálicos. y con el
-mante pues remitiendo hacia los hispanos y terminales maneos o manetes y que
más bien ya pues los muy proto-sevillanos etmaneos y según el massaliota periplo.
Los egiptólogos remiten el tal asunto a los carios que por las tales fechas -y
Herodoto al respecto- eran los ingenieros navales de los minoicos -con o sin
Radamente incluido- de la más o menos diosa Europa. Que tuvo altares en los
carios terminales, en la ahora turco-asiática costa y región algo más arriba de la
isla de Rodas. Las luego muy famosas Mileto y Efeso -cuando ya griegas y jonias-
fueron inicialmente carias. Y medio-caria de nacimiento y crianza fue el gran
historiador griego Herodoto. Que nos dice que los konios terminales -algo más
debajo de la isla de Rodas precisamente, en la tal costa- eran más o menos una
variante de los carios. Una variante meramente cultural, y no precisamente
lingüística. Que de inscripciones arqueológicas, los carios eran indoeuropeos, al
menos a medias, y los konios pues de enigmática lengua pre-indoeuropea.
Pero a lo que voy. En las tales euro-occidental izadas costas del país de Qeru,
y como inevitables hermanos culturales de los carios, asomarían también los
konios. Asoman. Y teniendo en cuenta que de muchos nombres de santuarios
resulta finalmente el nombre de una ciudad, pues yo estoy en que del
probablemente santuario de la konia diosa Biblis -nombre unido al asunto de los
bibilos o papiros- resulta el enigmático y famoso nombre de la pre-cananea y
portuaria ciudad de Biblis, helenizado luego en un Biblos. O sea, que no tan
enigmático. Y largándole hilo no sólo etimológicamente al nombre de la Biblia sino
que, y no menos, hacia que el hispano y algo tartesio kunetes o kynetes no sea, si
bien mirado, más que un konio-eteos y con lo que pues en el asunto de la diosa
Europa pues que casi resuelto ya el problema, y en plan diosa de las aguas. Y de las
plantas acuáticas, los papiros, por ejemplo. En fin, los famosos y eurooccidentales
filisteos, de los que viene el nombre de Palestina. Los filisteos del gigante Goliat
combatido a pedradas por el hebreo y mozo rey David. Que, y dicho sea de paso,
cuando todavía mozo era y no rey, le regaló a su hebreo rey Saúl los genitales
prepucios sangrantes de unos cien mozos filisteos, mozalbetes más bien. O el otro
filisteo y bíblico asunto, cuando -y muy previamente- la famosa y filistea Dalila al
hebreo y famoso Sansón, y para recortarle toda la potencia varonil, le corta los
cabellos. Con lo que pues parece como que le cortó o recortó no precisamente los
pelos, y que lo de los cabellos es un bíblico eufemismo para piadosamente salvar lo
insalvable. O sea, los ex-oceánicos filisteos. O especie de proto-marroquíes luego
hispanizados, y finalmente llevados al extremo oriente mediterráneo. O el asunto
de las naves-serpiente como naves de guerra, y no de pesca ni de cargamento. O en
fin, también lo de sus navegantes camaradas los lukka parece tener tufo oceánico si
no unos más o menos malukka o malakkos, sino que más bien unos luxxa y
remitiendo el asunto hacia que offirusos proto-lusos, o muy arcaicos ilixios o uliseo
lusitanos. Y felices todos. O sea, los offilisteos o filisteos llevando al eteos o es seas
como un sumergido okkeos u oxxeos para significar oceánicos. Que asoma en los
de los filisteos como philisti o pelasgos, o sea, phili-uascos y como si en plan de un
phili-akeos para significar phili oceánicos. Y descarriados los biblistas pues
buscando lo de la bíblica Offir en el Océano Índico. La misteriosa Offir.
19. Donde las serpientes y las coronas de plumas por mitad de las olas y las
espumas.
Y tirando del tal hilo. Pues resulta lógico que, tras haber enviado algo
imperialmente los tartesios sus flotillas de naves hacia el año 1500 a.e. al
continente americano a ver de qué iban en el americano ámbito los asuntos, pues
que un par de siglos después su imperial confederación se lanzara a ir
conquistando gradualmente las mediterráneas costas e islas, tanto en la orilla
europea como en la orilla norteafricana, o al menos estratégicos puntos-clave en
las tales orillas. Y que finalmente lanzara un coordinado ataque contra Egipto, tras
arrasar un poco por aquí y por allá y alegremente todas las costas del
Mediterráneo oriental, preferentemente las costas asiáticas, y tanto si anatolias
como si libanesas o sirias. Escribo que algo imperialmente, y con respecto a las
tales tartesias flotillas de naves que explorando el continente americano, pues
porque, lo dicho, las tartesias inscripciones asoman a veces con norteafricanas
inscripciones de la escritura numídica que libia denominada. Pero yo estoy en que
el tal imperialeo -y valga le expresión- resulta ya demasiado en el tal coordinado y
sistemático ataque contra los egipcios en los tales siglos XII y XIII, y desde las euro-
occidentales flotillas de las naves de guerra, en las que los mozos guerreros muy de
militar uniforme bélico, incluido faldellín kilt tan protoescocés, o más bien pues
que muy pre-escocés, muy tranquilamente. No menos incluido el asunto Annón
que tan descomunalmente imperial. Y con respecto al circunnavegar de océano a
acéano -y desde el estrecho de Gibraltar- el continente africano, los tartesios, y a lo
largo de sus oceánicas costas irle ocupando puntos estratégicos. O teniendo
encuenta que al fallar finalmente los tartesios en apoderarse del riquísimo Egipto,
con lo de los euro-occidentales pueblos del mar en el tal siglo XII, pues que se
plantearan luego macro-imperialmente el conquistarlo por la espalda. O sea,
circunnavegando de océano a océano el continente africano, y arribando con
tartesias flotillas de naves de guerra -atiborradas de guerreros- a la egipcia costa
del Mar Rojo. Y desde allí pues rápidamente a las pirámides y su entorno de
riquísimos palacios faraónicos, y a saquear y arrasar. No menos parece que al
fallarles este asunto -y en esta hipótesis queda a caballo entre los tales siglos XII y
XIII la famosísima y afrocircunnavegación del macro-imperial Annón hasta ahora
presuntamente tardo-cartaginés, al menos académicamente pues volvieron al
anterior asunto del lanzarse sobre Egipto navalmente y mediterráneamente, y a
ver si algo cae. Por otra parte, o de la tal atlántico-americana aventura tartesia -
entendido lo de tartesia en sentido lato, en sentido tartesioimperial, incluidas
etnias varias en federación o confederación - o de la tal aventura africana y afro-
circunnavegante, o de ambas cosas a la vez, pues que en el tartesio-confederado
ataque a Egipto en el tal siglo XII a.e. y en el uniforme militar de los guerreros
mozos, y en varias de las etnias confederadas, caso de filisteos, los denios, etcétera,
está integrada una exótica y tropical corona en la que de una doble banda de cuero,
y todo alrededor, va a cerco de plumas tiesas y espesas, y coronándoles así de
plumas a los mozos las cabezas. Y que me supongo plumas de colores. Claro que ya
estaban muy previamente en los hispanos argáricos ciclópeos las borrosas granjas
de avestruces. Lo que remite hacia que acaso también ya las granjas de gallinas y
que, y como parte del militar uniforme de los guerreros mozos en los tales
confederados pueblos del mar tan anti-egipcios, las coronuelas de plumas muy
bien pudieran ser más bien de plumas gallináceas. Las vistosas plumas de colores
en la cola de los gallos, y pues al avío. Antes de seguir adelante, pues habría ya que
decir que a los tartesios y legendarios reyes -Gerión, Gárgoris, Habis- algunos
protohistoriadores se los están ya colocando en estos navalmente muy agitados
siglos XII y XIII.
Pero sigamos adelante. Está claro que lo de las plumas de aves y con una
gran aventura tartesio-americana y transatlántica de por medio, pues nos lleva al
asunto de las legendarias y centroamericanas historias de los mayas -tan
mundialmente ahora famosos por sus monumentales pirámides escalonadas, su
jeroglífica escritura, etcétera- y en las que euro-occidentales naves, con los
serpientes emplumadas y con la Gran Serpiente Emplumada muy en plan de
caudillo navegante, pues les llegan inopinadamente, y los meten como que en un
pasmo. Por mi parte, asunto que hay que remitir a los euro-occidentales mozos de
corona de plumas -muy afeitados todos ellos, y así en los esculpidos bajorrelieves
egipcios de la época, y muy al detalle- y que en los antiegipcios pueblos del mar y
que concretamente pues lo dicho, los filisteos. Y los dan unas o denios. Pero
también los plumo-coronados tjeker a los que los especialistas del tema remiten a
los semi-troyanos teucros en lo de la famosísima y dardanélica -estrecho de los
Dardanelos- gran guerra de Troya. Y al final del teucro asunto la enigmática ciudad
de Pérgamo -homófono el nombre con las varias e hispanas Vergas o Bergas- con
una no menos famosa biblioteca, miles de rollos de papiros los libros, y que rival de
la famosísima biblioteca de Alejandría. En todo el amplio entorno, ahora turco-
asiático, del estrecho de los Dardanelos se sitúa a los wilussa más arriba, y a los
taruisha más abajo, en imperiales documentos hititas de la época. Y como a muy
navegantes gentes invasoras. O sea, los tartesios -la zona de la Tróade tan troyana,
y largándole hilo a que dárdanos y tursos y tártanos pues son lo mismo, y aquí lo
del dárdano y tartesio caballo de Troya famosísimo- y por otra parte los uiluxios de
las hispanas Uilix o Vélez, etcétera. O llamémoslo ilixios o ulíseas. Con su oceánico
kilt y su coronuela de plumas, a mí lo de los plumo-coronados tkejer o teucros pues
me suena ibero-peninsularmente a que o gentes del río Tago -en su
desembocadura, claro está- o proto-valencianas gentes del ríos Síkar -ahora el
Júcar- y que más bien un Tsikar y que en la misma pre-caucásica raíz que el
nombre del río Tajo o Tago. O río de los tsiker o tksijer con el -er caucásico y pre-
caucásico para el plural de los nombres y muy iberamente.
Y siguiendo de los pueblos del mar famosos, y lo dicho, que bastantes pues
más bien pueblos del océano, y robustos. Está el dato curioso de que, en los
bajorrelieves egipcios que en la época los iconografían repetidamente, los teresh o
tartesios son los únicos que asoman de muy simple túnica y corto el pelo y casi
cortado a rape. Con el príncipe de los teresh llevando ceñida de una cintilla la
cabeza. Cosa que se corresponde con la cintilla que les ceñía también la cabeza -y
con también cortado a rape el pelo- a los tartesio-gaditanos sacerdotes del
famosísimo templo del gran Hércules dolorosamente oceánico. O volviendo a los
danuna o denios, y aparte de confederarse con los taresh y demás camaradas como
los muy offirusos filisteos, pues que se asentaron en la palestina costa -el monte
Carmelo, Haifa- y a modo de cuña entre cananeos y filisteos. Como contra unos y
otros siempre en guerra los proto-israeIíes hebreos, pues les quedaban a éstos los
dan o denios como salida al mar. Así que pues se los confabularon: los metieron de
tribu hebrea -los Dan- entre las ya catalogadas tribus hebreas de Israel, y pues
resuelto el asunto. Pero donde realmente los dan una o denios se asentaron en
cantidad, y al arrimo de la isla de Chipre, fue en el asiático rincón nordeste del
Mediterráneo oriental, ahora turco el rincón, o más bien algo kurdo. Y por allí la
ahora gran ciudad de Adana, tan que muy industrial, y que de los muy navegantes
danuna o denios toma el nombre, y que su Denia capital fue.
Yo tengo para mí que todo este asunto o remite o parece remitir a los ex-
oceánicos dan una o denios del océanico kilt y plumo-coronados. Lo dicho, los
ibero-peninsulares y muy navegantes tuatha dé-danann en su ir y venir de la
ibérica
O en suma, que mientras el grueso de los pueblos del mar está euro-
occidentalizando a placer todas las costas del Mediterráneo oriental, y tanto si
europeas como si asiáticas o como si africanas, pues que otro grueso de no menos
los pueblos del mar se lo lleva borrosamente el gran Agamenón a euro-
occidentalizar todas las costas de ese inmenso gran lago euro-oriental que es el
Mar Negro. O volviendo al hilo del asunto, pues que revolucionario lo de arar y
labrar los campos con arado tirado por capados toros convertidos en bueyes
porque implica el arar grandes extensiones de terreno, y ararlas en profundidad,
con surcos más profundos, y más gruesa y grande la reja de hierro -o no sé si
todavía de bronce- arremetiéndose en la tierra. De paso, no se sabe de dónde se
origina el hierro -asoma con los proto-griegos dorios en el Mediterráneo oriental, a
caballo entre el siglo X y el siglo XI en los tales muy pre-cristianos tiempos pero
algunos prehistoriadores especialistas del tema remiten a que del hierro indicios
hay -óxidos residuales del hierro y arqueológicamente detectados- en los muy
metalurgos millarenses del año 3400 a.C. en el mediterráneo sureste hispano, en
las ahora andaluzas tierras de Almería, los metalurgos del gran esplendor. En fin,
que lo del tal arado ya con bueyes y como invento pues implica inmensas cosechas
de trigo, prosperidad para las tales sociedades agrarias, espantar al fantasma de la
hambruna, y etcétera. Así que pues resulta bien lógico el que al tal buey labrador se
lo elevara a la categoría de dios, el dios-buey Apis, más que el dios-toro Apis. Y que
el tal nombre funcionaría de sobrenombre o apodo para el kyneto-tartesio e
imperial gran rey Abis o Apis. O más bien, al revés que el bueydios o toro-dios
funcionara como emblemático del gran Abis. Que, y el asunto lo recoge el
historiador Trago Pompeyo en tiempos en torno al nacimiento de Cristo, pues
elevó el nivel de alimentación de sus súbditos con alimentos más refinados, y que
no meramente ya agrestes y bárbaros. Lo cual concuerda con lo de inmensos
trigales, e implica igualmente legumbres y regadíos, cultivos hortelanos.
Y por otra parte, y siguiendo del perfil que con unos cuantos rasgos
definitorios Trogo Pompeyo nos da del gran Abis o Habis, pues está lo de que
fabulosas expediciones y que hay que suponen descomunales despliegues militares
tanto si navegantes como si de viajeras andaduras. Y lo de
Con lo cual, y siguiendo del tal siglo IX, desde el rey Josafat nos bajamos a
finales del siglo, o comienzos del siglo VIII, cuando los muy refinados griegos jonios
-cuyo centro ya era Atenas, claro está- fundan una portuaria Fokaia y una no
menos portuaria Kyme -en la que se decía que nació el gran Homero- y ambas muy
colindantes, demasiado, en la ahora turco-asiática costa al arrimo de la famosa
gran isla de Lesbos, y algo más arriba de Esmirna. Y hacia mitad del siglo VIII
fundan otra Kyme -también Kumas, y que latinizado en un Cumas- en la
mediterráneo-occidental e itálica tierra prenapolitana, que Nápoles todavía no
existía ni por asomo. Y siguiendo de los siglos previos al nacimiento de Cristo, nos
bajamos a mitad del siglo VII, que es cuando una nave comercial de los griegos
samios -de la isla de Sarnas, más debajo de Esmirna y al arrimo ya de la famosa
Éfeso en la tal costa asiático-anatolia finalmente turca- y con el samio Kolaios, y
tras atravesar el estrecho de Gibraltar, llega descarriada a la hispana y algo
gaditana Tartessos. En pago por las griegas mercaderías, los tartesios la cargan de
plata. Y tanto que, en la tradición griega, quedó el asunto como emblemático del
mayor negocio que imaginarse pudiera. Algo similar cuando, y al recuelo del tal
asunto, asoman por la hispanooceánica Tartessos los griegos fokaios o que
focenses en la latinización del nombre -desde la Kyme pre-napolitana, Ilte supongo,
que faltan unos cincuenta años para que a los transpirenaicos iberos les expolien
los griegos Massalia, o sea, Marsella- y enganchan también gran cantidad de plata
tartesia en su fokaia nave. Y del tartesio y misterioso rey Argantonio. Que les
ofreció asentarse de mercaderes griegos.
Que o remite o parece remitir hacia que las tales transoceánicas flotillas de
naves tartesias que circunnavegaron el África, a mitad del siglo II antes de Cristo la
una -cuando los romanos estaban ibero-peninsularmente metidos en su guerra
contra los hispano-lusitanos del famoso gran Viriato, y sus no menos romanas
guerras contra los hispanos celtíberos de la famosa Numancia y sus alrededores- y
que en tiempos del nacimiento de Cristo la otra, pues que eran cosa que les venía
facilitada por la previa y demasiado transoceánica circunnavegación tartesia del
continente africano unos cuantos siglos antes, en tiempos del tartesio rey
Argantonio, que achinadamente el rey An-tun del extremo Occidente. O que
demasiado transoceánica en tanto que, y tras pasar del Océano Atlántico al Océano
Índico, finalmente la tartesia flotilla de naves acabó en el Océano Pacífico, en las
costas del sur de la China. Lo que bien pudiera remitir hacia que por los tales
tiempos de Argantonio muy bien pudieran seguir funcionando, y tanto en la
africana costa atlántica como no menos en la africana costa océano-índica,
residuales y más o menos hispano-tartesios puertos de escala y aguada. Y que
residuales de la hispanokarkedonia afro-circunnavegación que a lo largo de las
tales africanas costas estableció portuarias ciudades en estratégicos puntos-clave,
y demasiadas, y hacia los siglos previos XIII y XII. Y que circunnavegación más o
menos tartesia, en el sentido de que su punto de partida estuvo en la tartesia costa
del oceánico suroeste hispano. Y desde el que, y seguidamente, la también algo
tartesio-hispana circunnavegación a base de los farusios u offirusos.
Que habría que sincronizarla con el asomar finalmente los filisteos -entrado
ya el siglo XII, hacia el año 1176 antes de Cristo- en el segundo gran asalto de los
muy navegantes pueblos del mar contra el Egipto faraónico, los teresh o tartesios
pues incluidos en el asunto. Pero que más bien pues incluida mucha filistea flota de
naves de guerra, o al menos en las iconografías egipcias de la época -pinturas
mural es, bajorelieves- así es como el tal asunto asoma. Que pues sin tampoco
olvidar que, en las variantes mecánicas del hablar, quien dice farusios pues dice
también falusios al menor descuido. Y filustio y filisteos, pues a la menor
oportunidad. Y no menos pues pilustios o pelasgos, y en armonía con el philistim
de los hebreos para lo de los filisteos. O en otras palabras, algo así como que, y en
irse turnando diversos grupos hegemónicos en el asunto tartesio, en los tales
tiempos de bien entrado ya el tal siglo XII la hegemonía en el tartesio sur hispano
ha venido a mano de los offirusos o filisteos. O los ofir-lusos y offir-lusos proto-
lusitanos y todos pues tan tranquilos.
Eso de que las ruinas de la opulenta Tartessos estuvieran en las bocas del
río Tartessos -lo dicho, el ahora Guadalquivir- lo especifica muy detalladamente el
periplo: la isla, en la que las tales ruinas residuales, la rodea el agua del río al fluir
al gran lago Ligustino -somero, y muy marino en la pleamar oceánica de cada día, y
meramente fluvial en la bajamar- por vía de tres bocas, cosa que parece remitir a
las dos islas -en las que ahora Sevilla- por las que desembocaba el gran río en la
orilla norte del lago. O bien pudiera referirse a que en la isla hay tres bocas para la
salida del agua lacustre hacia el océano. Y luego -nos especifica el periplo- y para la
salida de las lacustres aguas ya directamente al océano, pues otra desembocadura
terminal, y gemela -literalmente- en cuanto que con un par de bocas. Algo similar y
de alguna de sus fuentes -escritores griegos residenciados en el hispano ámbito
tartesio-turdetano, mayormente- recoge Estrabón, y pasa rápidamente a
recordamos que en el geógrafo Eratóstenes -siglo III antes de Cristo- Tartessos es
Tartesis, nombre bastante homófono del bíblico Tarschesch tan finalmente Tarsis.
Lo que recoge Estrabón, y probablemente de Eratóstenes, es que la ciudad de
Tartessos estuvo en una tierra entre dos desembocaduras del río. O sea, el
desembocar en el gran lago -finalmente gran zona marismática y pantanosa de
charcas y canales- y el luego pues desembocar en el océano. Y este segundo
desembocar, y según el massaliota periplo, pues lo dicho, a través de dos bocas.
Una la actual desembocadura del río en el océano, Sanlúcar y Chipiona en una
orilla, el selvático Coto Doñana en la otra orilla. Y la otra boca, pues por mitad del
Coto Doñana. Que es donde hizo excavaciones en cantidad el arqueólogo alemán
Schulten, tan entusiasta de los tartesios asuntos, y con la idea de que las ruinas de
la portuaria Tartessos estaban enterradas en el Coto Doñana. Pero sólo exhumó
arqueológicamente restos de una romana aldea de pescadores. Y un anillo de
cobre, y en el que, y en alfabeto griego muy arcaico y muy euro-occidental,
posiblemente itálica para Schulten, pero más bien proto-griego hispano o griego-
tartesio, pues dos breves inscripciones. Una por afuera, y para significar que el
dueño del anillo sea feliz. Y la otra por dentro, y si traducida pues un repetitivo
guárdalo, guárdalo, guárdalo. En fin, Schulten recoge el asunto en su gran libro
Tartessos que tan exhaustivo y erudito, y ya un gran clásico. Lo cierto es que
Schulten casi acertó en lo de localizar por allí a una al menos terminal o casi
terminal Tartessos portuaria, y naviera ciudad. Desacertó en su libro al vincular a
los tartesios con los lidios -en la ahora turco-asiática costa donde Esmirna sigue, y
donde las ruinas de la famosa Éfeso o más bien vinculados a un mestizaje entre los
itálicos etruscos y los lidias. Pero en la idea del tal asunto previa al libro acertó al
vincularlos con los minoicos cretenses, en plan de que unos mediterráneo-
orientales minoicos -de la diosa Europa- transmigrados al sur oceánico de la
Península Ibérica. No está nada mal pero hay que invertir la tal transmigración, y
pasar hacia los minoicos como si una especie de tartesios descarriados. O así al
menos, a mi modo de ver. Y con referencia a una fase de los tartesios cuando
todavía muy prototartesios, y no más.
Pues bien, lo de que muy antiguamente la portuaria Tartessis una ciudad-
isla amurallada entre las dos desembocaduras -la lacustre, y la litoral- del río ahora
Guadalquivir pues parece como que bastante acertado. En concreto, en una
prospección geomorfológica llevada a cabo por un equipo de geólogos franceses
entre 1980 y 1981, Y relativa a toda la actual desembocadura del muy tartéssico
río Guadalquivir, pues resultó el descubrir que, algo tierra adentro por la actual
desembocadura, hubo en antiguos tiempos tanto romanos como muy pre-romanos
una larguísima y ancha isla de muy primitiva sedimentación aluvial, o especie de
larguísimo tapón que amenazaba con taponar la salida lacustre de las aguas hacia
el océano. Las aguas del somero lago marinofluvial en la pleamar -y en su costa
oriental, Nabrissa, ahora Lebrija, y Trebujena y la Hasta de los reyes en la que se
reunían finalmente los tardo-tartesios reyezuelos gaditanos, o en plan de casi post-
tartesios más bien- y que amplio río de anchos brazos marismáticos, y entre
charcas, en la bajamar. Amenazaba con taponar pero que no taponaba porque y
por mitad del inmenso y marismático gran lago somero, el ancho cauce central del
río se bifurcaba en dos anchos brazos al encontrarse de frente con la tal
alargadísima y ancha isla. Y con un brazo la rodeaba por el extremo occidental, y
con el otro brazo la rodeaba por el extremo oriental -donde ahora el pinar y aldea
de la Algaida- y conjuntados ya luego los tales dos brazos -marinos en la pleamar,
fluviales en la bajamar en ya otra vez un anchísimo cauce, éste volvía a bifurcarse
en otros dos terminales brazos ya litorales, o desembocadura ya más bien por dos
bocas, una por mitad del Coto Doñana, la otra pues la actual y ancha
desembocadura del río y que pues lo dicho, con Chipiona y Sanlúcar en una orilla, y
el selvático Coto Doñana en la otra orilla.
Y ahora pues hay que echarles un vistazo a los prototartesios. Y que tanto
entusiasmo vienen despertando últimamente en algún que otro sector de los
protohistoriadores más o menos profesionalmente arqueólogos. Está claro que el
asunto comienza con los legendarios proto-tartesios del cada vez menos
legendario y más histórico gran rey Gerión, o protohistórico más bien, el de la
lucha a muerte contra el Hércules menor, el gran Hércules de los más o menos
norteafricanos proto-griegos. Ya dicho quedó que el tal asunto, Hércules versus
Gerión, o el borroso hecho histórico que al tal asunto le subyace, hay que remitirlo
hacia el año 2500 antes de Cristo. Y en tomo a los tiempos en los que el muy
tiránico gran faraón Queops construía en Egipto su inmensa gran pirámide. O sea,.
que académicamente los proto-tartesios muy bien pudieran ir -esto no está todavía
muy fijado- desde a mitad del siglo XIII a.e. con el asunto de los teresh o tartesios
en el segundo asalto naval a Egipto -y hacia donde se sitúa ahora académicamente,
y algo dubitativamente, lo del kyneto-tartesio gran Abis o Habis- hasta los tales
tiempos en torno al tal año 2500 a.C. y que muy aproximativamente, o primer
tanteo. Pero están de base y previamente los pretartesios como es lógico.
O en fin, que antes de dejar los tales pre-tartesios tiempos del 2800 a.e. pues
habría que abordar que un siglo antes, en torno al 2900 a.C. aproximadamente está
lo del llegar a Egipto el famosísimo Menes con la escritura jeroglífica y con los
papiros. O al menos así el borroso asunto a manos de egiptólogos. Pero pues sin
tampoco olvidar que, en la costa granadina, en la Sexi Duro que finalmente la
turística Almuñécar, se exhumó arqueológicamente una refinadísima copa de
mármol -para beber regios vinos, o cosa similar, que el vidrio todavía no estaba
inventado- en la que, y en escritura jeroglífica, y si traducido, pues que para una
regia hermana de Apopi Auserra y pues qué bien. Y con este nombre metido en una
cartuchita, a modo de nombre de egipcio faraón. El asunto Menes pues llevando a
un Menesteo meramente Menoético. De lo cual un residual y pre-romano templo
Menesteos por donde ahora, y en algo jerezano Puerto de Santa María,
arqueológicamente excavando murallas ciclópeas o cosa similar. Y que con la
legendaria trifulca del gran Zeus contra Menesteo en el extremo oeste
mediterráneo, ya en su lado hispano-oceánico como que más bien, pues apunta
hacia si de por allí llegó o no llegó á Egipto el gran Menes con su escritura
jeroglífica, inicialmente hispana -valga de temeraria hipótesis- y que ya egipcia
finalmente. Desde luego, y por el Auserra vascoide, lo del tal Apopi Auserra en la
copa de mármol suena a hispano. Lo de las tales refinadísimas copas de piedra o
mármol tiene en Egipto su apogeo en tomo al año 2700 a.e. con lo de los faraones
de la segunda dinastía que enterrados en Abidos -a orillas del Nilo, muy río abajo
en el mapa, y más abajo estaba la famosísima Tebas- y que con nombre bastante
homófono con el del kyneto-tartesio gran Abis. Nombre que, lo dicho, desde su
variante Apis, llevando a un sumergido y previo Apopis. Con o sin meter en el
asunto las varias pre-romanas Tebas en las ahora tierras andaluzas. y de alguna de
las cuales -tierras malagueñas- sigue sobreviviendo el nombre. Que viene de tan
demasiado lejos, y ya es sobrevivir. O sea, que los nombres parecen durar mucho
más de lo que los filólogos de las arqueologías lingüísticas sospechan. Con o sin
meter en el asunto Menes el no menos asunto de que lo del babilo o papiro pues o
remite etimológicamente. a la palabra vasca pil-pil que significa gachupeta -secada
y luego cortada en laminillas, pegadas, etcétera, en este caso- o que lo parece. Con
respecto al tal percance de un borrosísimo asunto de muy tempranos papiros y
escritura en el sur oceánico ibero-peninsular, y vía el gran Menes, y que no se sabe
de dónde a Egipto finalmente llegó, pues el no menos escriturario asunto del muy
primitivo alfabeto preibero y en el que cada signo es una larga rayita -a modo de
mango- que en su remate por arriba se abre en mini-rayitas varias, especie de
tenedorcito en suma. Y así en cerámicas en el Museo Arqueológico de Huelva, y que
no se sabe de cuándo, y que borrosamente pues de muy remotos o remotísimos
tiempos. Especialmente si teniendo en cuenta que los filólogos estudiosos del
asunto lo relacionan con la pre-cuneiforme escritura en la sumeria Mesopotamia -
la cuna de la civilización en jerga de arqueólogos, las tierras del Uruk, que ahora el
sur del Irak- y que más o menos cronológicamente paralelos tiempos hispanos pre-
tartesios y proto-tartesios. Con la transmediterránea ruta del estaño ibero-
peninsular metida de eje central en los tales tiempos. O sea, lo dicho, en torno al
año 2800 antes de Cristo. Resulta interesante que el tal alfabeto pre-ibero y
embrionariamente cuneiforme haya sido exhumado arqueológicamente en la
oceánica y finalmente andaluza costa de Huelva, que era donde se iniciaba la tal
transmediterránea e ibero-peninsular ruta del estaño o así al menos a juicio de
especialistas. Con o sin el muy pre-romano Uruki o Urki en el meollo de los
millarenses protociclópeos y proto-hispanos.
Y tres siglos después del vaso campaniforme. y la Anakuki del estaño, pues
ya estamos en los más o menos tiempos del proto-tartesio gran rey Gerión. Y con lo
de que, un poco antes, pongamos que hacia el 2600 a.e. aproximadamente, el
geriónida padre y gran Krisaor -tan oceánicamente navegante, la velera gran nave
paga uso era legendariamente su hermana, y nave-caballo, o el oceánico y volador
gran caballo Pegaso, que volador del viento en las velas lo mismo que si grandes
alas, y con también aquí la lengua vasca metida en el asunto- pues trae de las Islas
Británicas el estaño. Y en plan de un Kritias o Krissias. Y, lo dicho, el gran Plinio al
respecto, o según creo recordar. Claro que también el asunto bien puede remitir
hacia el 2800 a.e. si lo de padre e hijo no se lo toma uno muy al pie de la letra. O en
fin, era el gran Krisaor pues el gran dios de los carios. Que en la
mediterráneooriental gran isla de Creta y sus alrededores pues por allí ya están
antes que por allí lleguen los proto-europeos minoicos de la diosa Europa. A los
que -lo dicho- les sirven de navieros, y de ingenieros navales. El gran Herodoto
recoge el tal asunto, en el siglo IV antes de Cristo. O sea, que con los minoicos ya
hacia el año 2000 antes de Cristo, pues que por allí los carios unos cuantos siglos
antes, dos siglos al menos. Con lo que lo de Gerión pues parece bajarse al menos un
par de siglos y quedarse en tomo al año 2300 aproximadamente. Pero en fin, todo
esto son borrosidades y tanteos, y tampoco hay por qué pedirle peras al olmo.
Del ponto y algo nereo Forkis se originaron también las abuelas del mar o al
menos así en la jerga de los antiguos griegos. O sea, las Greas. Y con nombre que
tanto puede llevamos al plural del cherkessio ghe para significar el mar, como no
menos al ager como sobrenombre de los lingüísticamente más o menos pre-
georgianos mingrelios, nombre que o lleva metido el Greas en su central sílaba la
raíz gre o que lo parece. También de los navegantes forkis se originaron las
oceánicas y monstruosas Górgonas. Con nombre que, y también Górgodas, pues o
remite a los korkos que finalmente karkedones, incluidos los proto-mingrelios
kolkos o kólikos. Con o sin los kiklos o kíklopes metidos en el asunto. O sea, los
cíclopes. Y con o sin el nombre de las islas Kíkladas también metido en el asunto,
latinamente las islas Cícladas, y que los finalmente griegos archipiélagos a mitad
del mediterráneo-oriental y no menos finalmente griego Mar Egeo, y en los que la
pre-minoica y borrosamente algo hispana y millarense civilización de ciudadelas
ciclópeas a base de murallas de piedra, y la famosa diosa blanca en plan de blanco
cuerpo de mujer-diosa esculpido en mármol blanco, y hacia el 2500 antes de Cristo
el tal asunto. Y con lo de las naves-serpientes, o naves de la guerra a base de
espolón y remos, pues pintado en sus cicládicas cerámicas.
Lo cual pues se corresponde con lo de la famosa cabellera de serpientes -que
tanto entusiasmaba a los pintores y escultores de la antigua Grecia, y de la antigua
Roma- en la no menos famosa y que más bien famosísima gran górgona Medusa,
tan oceánica y tan fatal: a los que la miraban los convertía en piedra. O sea, que los
medusos górgonos le erigían de memorial una piedra-menhir a los que asesinaban.
O les colocaban encima de la sepultura unas cuantas piedras o para mantenerlo
bien enterrado. O para memorial. Tal y como ha venido siendo tradición en los
judíos y desde no se sabe qué remotos tiempos. Y a lo largo del Sáhara hay a veces
montocitos de las tales piedras. Y no se sabe si remitiendo a que, y muy
tranquilamente, pues como que más bien fue a través del larguísimo Sáhara el no
menos larguísimo éxodo -unos cuarenta años- que sacó de Egipto a los proto-
judíos hebreos. Especialmente si teniendo en cuenta que Egipto -o los egiptos más
bien- también fue en remotos tiempos la isla de Creta, y la costa norteafricana. A mi
modo de ver, en el etimológico asunto, entre los pontos ketos de la hermosa Keto, y
los eskites o escotos que no los finalmente orientales -tierras de Ucrania- sino que
más bien los euro-occidentales en el entorno del estrecho de Gibraltar. Incluidos
los hispanos y peninsulares skytes iberos que finalmente llamados malamente
celtíberos, o al menos así el impertérrito Estrabón. Lo de los escapados hebreos
dando vueltas y más vueltas durante cuarenta años por el pequeño desierto del
Sinaí pues resulta como que demasiado.
Pero no sin antes pues apuntar que con lo del molesto y algo pre-cuneiforme
alfabeto pre-ibero remitiendo por lo menos hacia el año 2500 antes de Cristo, y con
lo de la borrosa relación de escritura jeroglífica y papiros en plan hispano y
remitiendo hacia siglos previos, e incluyendo jeroglífica escritura -también
fragmentos de cerámicas en el Museo Arqueológico de Huelva- en relación con la
pre-cuneiforme escritura jeroglífica en la cuna de la civilización o los sumerios
mesopotamios del ahora finalmente Irak, pues que resulta un absurdo prolongar la
Prehistoria hispana hasta el siglo VIII antes de Cristo. O la aberración de que un
tardo-tartesio se inventó un tardo-alfabeto en base a llegar por aquí los cananeos
libaneses -apodados fenicios como sabido es- y llegar con su euro-alfabeto pero
que curiosamente asiático, así son las cosas, y etcétera. O sea, los académicos
embrollos de pálida la color.
Resulta curioso que los no menos imperiales heteos -así en la Biblia, o hititas
en europea jerga protohistoriadorapues que llegaron a las egeo-anatolias costas -la
ahora Turquía asiática- en paralelo con lo de llegar a Egipto los hiksos y no menos
imperialmente a lo que parece. Y proviniendo del danubiano ámbito centro
europeo y sus alrededores. O eso es lo que se viene diciendo, no sé si porque
también asoman con caballos, y la doma del caballo pues se la viene ahora
remitiendo no ya y locamente a las estepas del Asia Central, sino que al ámbito
danubiano. Y por lo de las manadas de caballos blancos y salvajes -Herodoto al
respecto- en el río Hispanis, ahora el ucraniano río Bug. O no tan salvajes. Que al
arrimo de los escitas agricultores y labradores. Ignoro si en los iberoescitas
hispanos -antepasados de los celtíberos, Estrabón al respecto- originados los tales
escitas de los blancos caballos, o si no. También ignoro si lo de la Avaris capital
hiksa hace en Egipto referencia a los peninsulares e hispanos everos o avares, que
iberos en suma. Pero sin tampoco olvidar que en la finalmente caucásica lengua
evera o avara hay un lingüístico substrato turcoide, lo mismo que en la lengua de
los sumerios mesopotamios que escriturariamente en una más o menos borrosa
conexión con los hispanos onubenses de los alfabetos pre-iberos o fragmentos
cerámicos en el Museo Arqueológico de Huelva. Por otra parte, yo estoy en que el
substrato urálico-turcoide muy bien pudiera ser el más primitivo substrato
lingüístico en el proto-tartesio sur de la Península Ibérica. Al respecto la tartesia
ciudad de Bassilipo -ahora El Arahal sevillano- en la que lo del Bassa- pues
llevando al asunto proto-turco de bajá o pachá. O así el paisaje. O en fin, que a los
heteos o hititas les llaman los hiksos anatolios a veces. O que a los hiksos pues les
llaman los heteos norteafricanos. Y valga que a los heteos o hititas
iconográficamente los egipcios les cubren las cabezas con pañuelos al estilo árabe,
que nada del Danubio. Por otra parte, y curiosamente, los faraones hiksos reciben,
algunos al menos, el nombre de Apopi. Y acaso por esto les resultaron tan odiosos a
los egipcios, y no pararon hasta quitárselos de encima, hacia el año 1530 antes de
Cristo, aproximadamente, cuando a punto ya casi de reventar el doble volcán en la
minoica y pre-griega isla de Tera, y casi a punto ya también de asomar en los
anchos y navegables ríos norteamericanos las ya dichas inscripciones tartesias
insospechadas. En concreto, lo de los hiksos faraones Apopi pues remite en directo
al muy demasiado previo Apopis, el gran demonio en los remotos tiempos de los
egipcios dioses y diosas, y que gran demonio muy anti-egipcio. En los murales
egipcios -y no sé si incluidas pinturas en papiros- el tal demonio de las tinieblas era
una larguísima y negrísima gran serpiente de muchas cabecitas, y acuática y
navegante. Yo estoy en que en el tal demoníaco gran Apopis muy bien pudiera
estar el no menos muy navegante dios Poseidón, y de hispana raza negra, y que el
genealógico origen del asunto del tartesio Gerión y sus geriónidas en el extremo
oeste mediterráneo, o en su extremo euro-oceánico. O sea, que a los egipcios el
nombre de Apopis en los forasteros reyes hiksos pues debía sonarles como que a
cuerno quemado, un nombre infernal.
Y desde el final de los famosos hiksos imperiales con respecto a sus asuntos
egipcios y hacia el año 1532 antes de Cristo -y también el más o menos final de la
refinada y culturalmente proto-europea civilización minoica de las gentes de la
diosa Europa en la pre-griega isla de Creta, y el comienzo de las inscripciones
tartesias en las orillas de los ríos norteamericanos- pues nos volvemos hacia
precisamente los comienzos de la tal minoica civilización en la isla de Creta e islas
aledañas y en tomo al año 2000 antes de Cristo. O sea, unos cuatrocientos años
antes de llegar a Egipto los hiksos tan demasiado imperiales. En concreto, y en
tomo al tal año 2000 o más bien antes, el hecho histórico que subyace al legendario
relato en el que el oceánida y navegante Agenor llega primero a Egipto con sus
oceánicos hijos -Kilix, Cadmo, Phoenix y Europa, que tuvo altares en las tierras
carias, al arrimo de la isla de Rodas, y por eso yo la vengo llamando diosa Europa- y
se va luego con sus agenóridas gentes a la muy pre-fenicia y pre-cananea costa
libanesa. Y cuando los egipcios la llamaban el país de los qeru muy en plan de
significar que el país de los carios. Después la tal oceánida princesa-diosa Europa,
con sus no menos oceánidas y europos muchachos, navegó a la isla de Creta desde
una asiática costa mediterráneo-oriental. Y en su siglo IV el gran Herodoto tan
viajero recogió de las isleñas gentes cretenses que, sí, de una costa asiática llegaron
a la isla de Creta las europas gentes, pero que no eran precisamente mediterráneo-
asiáticas sino que originariamente y geográficamente muy europeas.
Pero a lo que voy. Y es a que el nombre del gran Hércules Tarsio -que parece
remitir al geriónida y cario gran Krisaor, y que al fin y al cabo en la qeru y pre-
cananea Tyrso libanesa o Tursa pues estaba su Tarsio gran templo, la Tiro fenicia
para los antiguos griegos- pues era un Tars-klem con la semítica desinencia en -m
pero así, escrito de izquierda a derecha y para significar un Tarsio-Hércules. De
cuya contracción fonética -o semítico-fonética más bien- el tal más o menos Tars-
klem resultó. Pero que luego, e invirtiéndole el orden de las letras a las dos
componentes del nombre, al pasarlo a escritura de derecha a izquierda desde
previa escritura de izquierda a derecha, pues resultó un algo trabucado Melkart
como ya nombre para el gran Hércules Tarsio de los precananeos carios libaneses
y sirios konios, y finalmente pues el gran hércules Melkart de los cananeo-
libaneses más o menos tardo-fenicios. Del mismo modo pues que Agenor es un
Age-Nor, con no menos un Nor-Age cono mecánica variante. O en suma, un Norage
que de la siempre más o menos muda vocal terminal pues en un Norag acaba. O en
otras palabras, el legendario nieto del tartesio gran Gerión, el legendario y
geriónida gran Nórax, era el oceánida y algo europo gran Agenor. Y que, y no
menos, legendario gran hércules Nórax para los muy pre-romanos sardanas o
sardos de la mediterráneo-occidental y finalmente italiana gran isla de Cerdeña. O
que, pues lo dicho, que no sólo fundó en el extremo sur de la isla -zona bien
estratégica- la sarda y muy pre-romana ciudad de Nora, que para los indígenas más
bien Nurri, y así el nombre residual del sitio. Y nombre que, desde el Nórax
fonéticamente más bien Nor-Aks, y ortográficamente un NorAx, desde el indígena
Nurri pues al cherkessio Niur y para con el Nor pues significar la luz. O sea, un rey-
luz si con el Aks o Ax llevando a un arga previo. O que un dios-luz o dioscaudillo si
el Ax pues llevando al oise etrusco para significar dios. O al as proto-escandinavo
para no menos significar dios. O el asunto de los famosos y legendarios dioses Ases
proto-escandinavos en su atlántico-sureño paraíso o Valhala. Pero lo dicho, que de
muy pre-romano origen parece el nombre del malagueño río Falhala en su no sé si
ancestral o si tradicional paraíso de árboles frutales, y con nombre que el
fonéticamente Falhala de los proto-escandinavos pues lo calca y recalca.