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TARTESSOS Y EUROPA

Miguel Romero Esteo

1. De los misteriosos tartesios en los orígenes de Europa

Esto es un ensayo. O sea, serie de ideas personales que creo sensatas. Y


meramente aproximativas, como corresponde a una primera exploración del tema.
O más bien de los temas implicados en el asunto.

En concreto, la exploración encaminada va hacia que, a mi modo de ver, y


entre las tales ideas sensatas, tienen sobre poco más o menos un mismo origen la
misteriosa e hispana civilización de los no menos misteriosos tartesios y la hasta
ahora inicial civilización europea de los famosos minoicos de la diosa Europa
tranquilamente isleños y pre-griegos a mitad del Mediterráneo oriental, en la
finalmente griega gran isla de Creta. Que por entonces una más bien isla de Kéreta,
todavía nada griega. Y con nombre que demasiado homófono con respecto al
hispano y pre-romano nombre de Keret —ortográficamente también Ceret— para
la ciudad que finalmente Jerez, y que en el más estricto y originario territorio de
los tartesios hispanos. Esta coincidencia onomástica entre la Kéreta de los
minoicos y la hispana Keret de los tartesios tampoco tiene mucho que extrañar si
tenemos en cuenta que en las legendarias historias mediterráneas —finalmente los
arcaicos griegos mediterráneo-orientales las helenizaron y las convirtieron en
mitológicas, o algo así como que las fosilizaron— la diosa Europa, o diosa-princesa
Europa, era una oceánida. Y con calificativo que la remite a origen en el
mediterráneo ámbito oceánico. En el extremo oeste mediterráneo, sobre poco más
o menos. O en el entorno oceánico y atlántico del estrecho de Gibraltar, si puestos a
precisar más el asunto. O entorno en el que, en su lado geográficamente europeo —
el extremo suroeste europeo— y en su ibero-peninsular y oceánica costa atlántica
estaba precisamente la pre-romana y tartesia ciudad de Keret. Y en la tal costa, que
ya no sé si también oceánida y no meramente oceánica, y así como quien no quiere
la cosa.

Y en fin, que así el tal asunto de que venga titulado de Tartessos y Europa
este ensayo y exploración. Desde luego, ya entraremos más adelante en los
intríngulis de la oceánida diosa Europa y sus isleños y mediterráneo-orientales
minoicos, o la culturalmente refinadísima e inicial civilización europea. O más bien
culturalmente proto-europea. Y que, trasvasada luego a los ciclópeos griegos
micénicos —con o sin el arcaico topónimo Micena, que sobrevive en las hispanas y
granadinas tierras de Baza— y de los antiguos griegos trasvasada después a los
romanos, originó lo que se viene denominando civilización europea, y europeos, y
Europa como gran ámbito geográfico. No menos entrando iremos en los intríngulis
de los hispanos tartesios misteriosos —ya no tan misteriosos— y su muy pre-
romana y pre-cartaginesa civilización milenaria. Y bastante pluri-milenaria, a lo
que parece. Al menos si teniendo en cuenta que hacia el año 2500 antes de Cristo
—o el 2500 a.C. en la técnica abreviatura usual— es hacia donde especialistas del
tema remiten el hecho histórico que subyace en la legendaria epopeya de lucha a
muerte entre de un lado el gran gigante y rey tartesio Gerión con sus hispanas
gentes y de otro lado el famoso y famosísimo gran Hércules de los griegos, el gran
Alkides, que éste era su exacto nombre, y lo de Hércules era un apodo, o especie de
sobrenombre. Sobre poco más o menos, por los tales tiempos del 2500 a.C. es
cuando en Egipto el gran faraón Queops

—versión griega del nombre egipciamente Khufu, fonéticamente un Jufu, y


que bastante homófono del bíblico Jafet, el bíblicamente hijo menor y
borrosamente europeo del santo patriarca Noé, el del famosísimo diluvio—
construyendo está su inmensa gran pirámide.
O en suma, un gran ejército de norteafricanos heráklidas atravesando el
estrecho de Gibraltar e invadiendo el sur de la Península Ibérica, los tartesios
hispanos derrotándolos con otro gran ejército organizado por el gran Gerión —en
los historiadores romanos el asunto va de ejércitos, y es Historia, y no tema
legendario- y obligándolos a huir, tierra adentro, y atravesar la ibérica península
hasta llegar a tierras de Tarrako. O sea, las finalmente catalanas tierras de
Tarragona. Escribo que norteafricanos heráklidas porque el nombre de Alkides es
más o menos versión griega del norteafricano y bereber ahquid que significa
precisamente caudillo guerrero. Y remite igualmente a lengua bereber el apodo
hércules porque vinculado a la palabra harka que significa guerra. Y
etimológicamente, y si echándole algo de arqueología lingüística al asunto, y en
consonancia con un ejército en el que van tanto proto-griegos como bereberes, lo
de hércules parece remitir a un harka-helios para significar el sol de la guerra, en
plan de apelativo y apodo. O más bien el dios-sol de la guerra, en plan de gran
caudillo militar. Y al respecto de los tales heráklidas proto-griegos y norteafricanos
—y heráklidas en cuanto que Herakles era la versión griega del nombre de
Hércules— valga el que en tiempos pre-romanos y en las ahora costas de Argelia
varias portuarias ciudades se llamaban Heráklea. Con lo que muy bien pudiera
resultar que lo de Argel —y Argelia— remita a evolución fonética de un previo
Heráklea. Y qué de vueltas da el mundo.

Pero a lo que voy, en esta especie de introducción que ya se alarga


demasiado. Y es a que la tal gran batalla entre los tartesios hispanos y los
norteafricanos heráklidas, borrosamente en el más o menos tartesio territorio de
Cádiz, tuvo lugar concretamente en las riberas de un río de las flores o río florido,
al menos legendariamente. Lo que nos lleva al gaditano río Lete o Leteo, de muy
pre-romano nombre, y en cuya desembocadura —en la bahía de Cádiz— estaba la
Keret, que finalmente Jerez con sus vinos famosos. Tras la invasión arábigo-
islámica en el siglo Vifi, el Lete se arabizó en un Guadalete, y así sigue. Por mi parte,
yo estoy en la idea de que del vascón lilitzu para precisamente significar de flores y
florido se origina el tal Lete, las etimologías son así. Y que es el mitológicamente y
legendariamente famoso río Leteo —en el extremo oeste mediterráneo, a la orilla
de los infiernos si por más señas— y del que, y para significar lo mortífero, resulta
finalmente lo de letal en diversas lenguas europeas. Lo dicho, y qué de vueltas da el
mundo. Por otra parte, tampoco hay mucho que extrañar en que en un muy arcaico
topónimo andaluz e hispano asome una raíz de lengua vasca. Que asoman otras
varias, o bastantes, en las ahora tierras andaluzas, en sus muy arcaicos y pre-
romanos nombres geográficos. Me supongo que en relación con los vascones del
sur que asoman fugazmente en no recuerdo qué escritor de la mediterránea
antigüedad. Y que se los ha venido remitiendo a los vacceos celtíberos, ya tan en el
norte ibero-peninsular, y a falta de una solución mejor. Que a lo que parece, la hay.

Aquí hay ya que traer que, para algún que otro especialista del tema, en la
legendaria epopeya del tartesio y gigante Gerión contra el gran Hércules
famosísimo subyace probablemente el gran hecho histórico central con respecto a
la borrosa y larguísima Protohistoria mediterránea, larguísima en cuanto que cosa
de dos mil años, desde aproximadamente el año 3000 a.C. hasta el año 1000 a.C. si
puestos a precisar el asunto. Probable gran hecho histórico central, y con razón.

Porque, con la tal epopeya hacia el año 2500 a.C. aproximadamente, y con el
iniciarse en la mediterráneo-oriental gran isla de Creta o Kéreta la culturalmente
proto-europea civilización de los muy refinados minoicos de la oceánida diosa
Europa hacia tiempos del año 2000 a.C. a juicio de especialistas del asunto, caso de
vencer en la tal epopeya los norteafricanos heráklidas pues me parece que no se
hubiera originado la tal culturalmente inicial civilización europea, refinadamente
minoica. Y por la sencilla razón de que norteafricanado el sur atlántico ibero-
peninsular, no hubiera habido oceánidas que, con su diosa Europa, kéretos o no
kéretos, hubieran llegado a la isla de Creta con sus europos refinamientos
civilizatorios. O en suma, que no habría habido ninguna diosa Europa en el muy
pre-griego Mediterráneo oriental. Y en consecuencia, ninguna proto-europea y
fundamental civilización en la isla de Creta. Y qué panorama.

Apostillando el dato de que norteafricanos los borrosos y proto-griegos


heráklidas del gran Hércules, valga el no menos dato de que los antiguos griegos de
la gran Grecia clásica, en sus siglos Y y IV a.C. y alrededores, tenían mucho de
norteafricanos. Y ese mucho nos lo desglosa muy al detalle, en alguno de sus libros
de Historia, el gran historiador griego Herodoto. Que vivió a caballo entre ambos
siglos. De paso, en otro de sus libros nos detalla que el gran Hércules protogriego,
el rival del tartesio gran Gerión, fue un hércules más bien menor, o secundario al
menos. Que el máximo Hércules fue el gran Hércules tarsio. Los tales datos le
venían del haber viajado a lo largo de la mediterránea costa norteafricana —las
ahora costas de Libia— y de haber visitado los templos del gran Hércules Tarsio en
la cananeo-fenicia ciudad portuaria de Tyro, y en la anatolia y no menos portuaria
ciudad de Tarso, que situada en el rincón nordeste del Mediterráneo oriental —al
arrimo de la isla de Chipre— y en la que nacería San Pablo unos cuantos siglos
después.

Y en fin, que la exploración seguirá más o menos así, interdisciplinarmente y


a todo lo largo. Con enganches en Protohistoria —mediterránea o no
mediterránea— y arqueologías, y antropologías, y filologías. Con fuentes de la
antigüedad mediterránea, tanto autores griegos como autores romanos, y algún
que otro percance de somera arqueología lingüística, que resulta siempre bastante
insospechada, y que anima un poco el asunto, O en suma, una exploración amena. Y
a ello vamos. Y por otra parte, y no menos a todo lo largo, pues desmitologizando
un poco las legendarias historias relativas al extremo oeste del Mediterráneo, la
Península Ibérica y sus alrededores, rastreándoles aproximatjvamente el borroso
núcleo que de hecho histórico —o protohistórico más bien— encubren y
encierran. Y en cuanto que demasiado mitologizadas fueron por los antiguos
griegos, y mitologizadas siguen. O sea, fantaseadas en especie de fantasías sin base
alguna. Pero tuvieron su base de borroso hecho real e histórico. O dicho de otro
modo, para las muy arcaicas o mediterráneo- protohistóricas gentes las tales
legendarias historias eran su Historia, si es que no la Historia. Y de una base que,
por más que borrosa con el paso de los tiempos, cierta y real. Y que no una mera
inventiva fantasiosa para entretener a las gentes. O así el asunto, O en fin, que en
esta inhóspita exploración todo muy bien pudiera ir de piadosamente brain storm
a todo lo largo. O sea, una pálida tempestad de ideas a la menor oportunidad. O
tormenta más bien. Y que en los presentes tiempos de freno y marcha atrás pues o
el lujo del escaramujo o una tenebrosa idiotez, O un tiempo a destiempo, que
tampoco es manco.
Bien. O no tan bien, O que a lo largo de todo el ensayo pues tampoco habría
que olvidar que, y en paralelo con la oceánida diosa Europa, pues que en las
legendarias historias finalmente mitologizadas por los antiguos griegos también
oceán ida era la hermosa Kalirroe, o más bien Kalirroa, con nombre que pues
bastante homófono con el de Euskalerría —significa países de las gentes
vascoparlantes, como sabido es— y que, y de su unión con el gran Krisaor de la
espada de oro, tuvo de hijo al gran tartesio Gerión, gran rey y gigante. Y no sé si con
el Kali remitiendo al kalay o estaño, y con o sin el euskal metido en el asunto del
atlántico y muy temprano estaño. O en fin, el ensayo irá de desmitologizaciones un
poco así, con buen pulso y tentaculares aproximaciones. Y pues entremos en la
aventura. Que una primera aproximación es más o menos una aventura, O como
que el asunto de largarse a los océanos. O larguísimo el hilo de las pálidas
oceánidas porque tirando del hilo pues se llega al ovillo. Y con o sin el legendario
Krisaor correspondiéndose con el bíblico y no menos legendario Yaván en el
asunto del origen de los tartesios, O sea, la Biblia.

Claro que, y antes de seguir adelante, de los misteriosos tartesios lo acaso


sólido y más espectacular pues asoma en el imperial tesoro de oro macizo —
corona imperial, ajorcas, brazaletes, etcétera— arqueológicamente exhumado en el
Cerro del Carambolo, en las muy tartesias cercanías de Sevilla. O el macizo oro
deslumbrante fundamentalmente muchas de las cosas que a lo largo de este
ensayo irán viniendo. Y espeso el oro. Pero al respecto, la ciclópea y gigantesca
tumba del misterioso caudillo Caralambo —tan homófono con lo del no menos
misterioso Carambolo— en el entorno de la finalmente turco-asiática Esmirna, al
arrimo de la griega isla de Lesbos. Y entorno donde en remotos tiempos los lidios
maeones o miones, nombre homófono con el del tartesio o pre-romano río
Maenoba que finalmente el sevillano Guadiamar. O algo así como que, al relacionar
lidios con tartesios, el arqueólogo Schulten —ya entraremos en esto— pues que
acaso acertada bastante. Y todos aquí pues sin enterarse.

. De los misteriosos tartesios en plan de hueso atragantado


Antes de entrar al detalle en tartesios asuntos de la misteriosa e hispana
civilización tartesia —centrada en su portuaria y capital Tartessos, o versión
griega del nombre que también asoma como Tarsisi, y como Tarsis, o Tarshish más
bien— algo habría que decir con respecto a que tanto Tartessos como sus tartesios
han venido siendo un hueso polémicamente atragantado en el gaznate de los
especialistas en el asunto de la bimilenaria y larguísima Protohistoria
mediterránea. O el asunto de si realmente existieron o no existieron la hispana
Tartessos y sus tartesios. Porque más bien lo que, y hasta no hace mucho, ha
venido rodando, y como oro de ley, es que o no existieron en sentido estricto, y que
todo va de mucha confusión y verborreas al respecto, o que si existieron pues
como si no hubieran existido porque o demasiado borroso el asunto. O porque en
realidad no fueron más que un extenderse al oceánico suroeste hispano la asiática
y mediterráneo-oriental civilización de los famosos o famosísimos cananeos, a los
que apodaron de fenicios los griegos. Los antiguos griegos, claro está.

Parece que viene de muy lejos esta especie de alergia con respecto a los
hispanos tartesios y su misteriosa Tartessos. En concreto, los protohistoriadores
europeos han venido siendo muy tranquilamente tartesiófobos. O una especie de
inquina con respecto al asunto Tartessos. Por no decir que más bien, y más en
general, unos contumaces occidentalófobos con respecto al asunto del Occidente
atlántico-europeo en el no menos asunto de los orígenes de Europa. O sea, unos
orientalófilos empedernidos en el tal asunto de los europeos orígenes, y en los que
el Occidente europeo-atlántico ha venido siendo una especie de cero absoluto y sin
remisión, al menos hasta no hace mucho. Que parece como que las cosas
cambiando están. Desde luego, la tal occidentalofobia en general y tartesiofobia en
particular parece como que vienen de lejísimos, desde los inmemoriales tiempos.
Por de pronto, en la versión que de las legendarias historias mediterráneas nos
llega de manos de los proto-griegos y los griegos arcaicos, el Occidente europeo en
su ámbito suroeste —el ámbito luego tartesio, sobre poco más o menos— es donde
están los legendarios infiernos y sus infernales gentes. Incluido el infernal dios
Hades tan demasiado obscuro, y subterráneo. Con o sin largarnos hilo hacia que las
tales obscuridades vengan referidas a subsaharianas gentes de negra la piel, y que
tranquilamente asentadas en el suroeste oceánico de la Península Ibérica —lo de
Hades resulta demasiado homófono con la Gades que finalmente la ahora andaluza
ciudad de Cádiz, y valga la homofonía— y en no se sabe qué remotísimos tiempos.
Pongamos que en torno al año 3000 a.C. y puesto queda.
Por otra parte, y siguiendo de las tales legendarias historias mediterráneas
en versión griega, y que mitologizadas fueron, el Occidente europeo en su suroeste
atlántico y sus alrededores, o el mediterráneo-atlántico ámbito del estrecho de
Gibraltar y su amplio entorno, es un siniestro lugar de horribles monstruos más o
menos infernales. En concreto, la oceánica y famosísima gran hembra Medusa con
su cabellera de venenosas serpientes, en vez de una pelambre de largos cabellos. Y
de la que, y tras el gran monstruo-caballo Pegaso, se origina una abundante familia
de monstruos con el tartesio y gigante-monstruo Gerión y su monstruosa parentela
en la que su geriónida hermana-monstruo, la acuática u oceánica gran serpiente
Egidna que casada con el no menos monstruo gran Tifón. Y de la que la serie de
geriónidas sobrinos- monstruos: el can Kerberos, el can Orto, la gran serpiente
Hidra de las cien cabezas, la Esfinge, la Quimera, etcétera. Y valga de paso el que la
monstruosa Esfinge —cuerpo de león, cabeza humana, y que no acaba de saberse
que de dónde llegó el tal asunto a Egipto— al menos en las legendarias historias es
originariamente pues no precisamente egipcia sino que más bien tartesia y
geriónida. O bastante euro-occidental e hispana, si dicho de otro modo. O en otras
palabras, que al menos en la versión griega de las tales legendarias historias parece
como que la tartesiofobia asoma bastante. Ignoro si porque escaldados los arcaicos
griegos con el batallador revolcón que el tartesio y gigante rey Gerión le propinó al
más o menos muy proto-griego gran guaperas Hércules. Y que de lo tal, luego pues
ya vieron monstruos por todas partes en el extremo oeste mediterráneo, en
general. Y en las parentelas de los geriónidas, en particular. O al menos que algo
muy desagradable les ocurrió en el ámbito del estrecho de Gibraltar a los proto-
griegos remotísimos —pongamos que de por allí los expulsaron, y puesto queda—
y que pues nunca lo olvidaron.

Aquí muy bien pudiera entrar el asunto de que, en el bíblico libro del
Génesis —que comienza con el paraíso de Adán y Eva, y la serpiente, y otra vez
asunto de serpientes— y en sus genealogías a partir del santo patriarca Noé y su
diluvio, y prescindiendo de su primogénito Sem y de su segundón y africanoide
Cam, del Jafet o hijo menor le resulta al santo patriarca su nieto Yaván. Que es
bíblicamente el padre de la hermosa Tarsis. O sea, los tartesios si traduciendo a
prosa llana el metafórico asunto. Pero los tartesios como que bíblicamente
originándose en los proto-griegos yavonios a los que los especialistas en rastrear
los tales bíblicos y borrosos asuntos identifican como que unos proto-griegos
yonios. O sea, los griegos jonios en fase muy temprana, y muchísimo antes de
asentarse en la costa ática y fundar la ciudad de Atenas. Con lo cual pues resulta
como que bastante normal el que al muy arcaico alfabeto tartesio se lo viniera
catalogando de medio-jonio. Así pues, como que resulta una especie de rencor
intra-familiar la tartesiofobia que, más o menos antigeriónida, asoma en las tales
legendarias historias finalmente mitologizadas. Y en fin, todo esto con o sin tener
en cuenta que por las costas de la India y en sus remotos o muy arcaicos tiempos se
denominaban los yavana a las gentes de Europa, a las gentes de raza blanca. Pero
ignoro si el asunto venía referido a unos yavana de Tarsis. O si a unos yavanas
elíseos. De la hermosa Elisa, la bíblica hermana de Tarsis. O que acaso meramente
unos ulíseos a la menor oportunidad. Con o sin los viajes oceánicos del legendario
Ulises metidos en el asunto.

Más adelante en los lejanos tiempos, el asunto de la occidentalofobia asoma


también en los dos romano-imperiales escritores que son básicos con respecto a
las indígenas gentes pre-romanas de la ibérica península. Me refiero al geógrafo
griego Estrabón, que escribe en tiempos del nacimiento de Cristo, y al muy romano
gran Plinio, éste en plan de antropólogo e historiador con los muchos libros de su
monumental Naturalis Historia, y escribiendo muchos años después del
nacimiento de Cristo, hacia el año 70 de la ya Era Cristiana. Y el otro, muy en plan
de geógrafo etnohistoriador, y con una también monumental obra en muchos
volúmenes, uno de ellos dedicado íntegro a la ibérica península, e incluido
capítulos al tema de los tartesios en las ahora tierras andaluzas. Pues bien, y en
cuanto a la tal occidentalofobia, lo cierto es que al gran Plinio le resultaba una
fantasía mitológica el texto —yo lo tengo en mi biblioteca— del famoso periplo de
Annón o periplo navegante en el que sale del ámbito de la hispana Gades —el
cogollo del originario territorio tartesio— una descomunal flota de enormes
naves-monstruos atiborradas de ibero-peninsular población libio-phoinikia y
sureña —que vale tanto como decir que malagueña, que los lybio-phoenikes
fueron mayormente gentes de las malagueñas costas— y en plan de colonización
hispano-karkedonia de puntos-clave a lo largo de las larguísimas y atlánticas
costas africanas. Y en fin, que el demasiado imperial Annón va fundando ciudades
costeras en los tales puntos-clave. Me supongo que en plan de puertos de escala y
aguada, y con vistas a una institucional ruta de navegación de cabotaje hacia las
paradisíacas tierras del Océano Indico. El asunto del tan demasiado imperial
Annón se lo ha venido remitiendo a un presunto cartaginés Hanno. Pese a que nada
tienen de cartaginés los nombres de las tales portuarias colonias que los tales
karkedonios borrosos fundando van. Y así el asunto.

Y por otra parte, y en paralelo con el tal karkedoniohispano periplo, un no


tan famoso y perdido periplo de Ofelas al muy erudito y bibliográfico Estrabón
pues le resultaba una fantasía total, y lo ponía poco menos que histérico. En este
otro periplo el asunto iba de que en remotos tiempos unos borrosos tyrios habían
ido circunnavegando las oceánicas costas africanas tanto atlánticas como océano-
índicas, y a lo largo de ellas habían ido fundando estratégicas ciudades portuarias,
nada menos que unas trescientas, y desde las ahora atlánticas costas de Marruecos
hasta las océano-índicas costas de al sur de Arabia. O sea, otra mucho más
descomunal empresa imperial si en comparación con la del karkedonio Annón. Y si
es que tanto la una como la otra no son la misma. Que muy bien pudieran ser la
misma. Y que tanto lo de Annón como lo de Ofelas fueran nombres o sobrenombres
para una misma persona. Y que los en sentido muy general tyrios fueran más
específicamente tyrios karkedonios. O sea, unos más o menos tartesios
karkedonios si teniendo en cuenta que, en los tales tiempos de hablas
fonéticamente muy dialectales, tyrios y turios son lo mismo, y turios y tursios pues
igual. Y que las variantes hispano-indígenas del nombre de los tartesios son
derivaciones de un más bien tursios. Y así tanto en el caso de los tartesios o
atartesiados túrdulos como no menos en el de los turdetanos o tursetanos en
tiempos pre-romanos y para todas las ahora tierras de Andalucía. En concreto y
con respecto a las guerras entre cartagineses y romanos en la ibérica península, el
famoso historiador Tito Livio a los tartesios los llama unas veces turdetanos y
otras veces tartesios, según le venga en gana.

Esta occidentalofobia, desde una muy profunda y bien arraigada


orientalofilia, tradicional ya en los romanos tiempos, recalca el asunto de que del
atlántico y europeo Occidente, en general, y del atlántico sur ibero-peninsular en
particular —el ámbito de los tartesios hispanos— no había que esperar altísima
civilización ninguna, tanto si imperial como si no imperial. Pese a lo cual, y en el
caso de Estrabón, éste subraya que las más enormes naves de cargamento —
transporte de mercaderías— que arribaban al puerto de Roma —el puerto de
Ostia— eran las turdetanas. O sea, las tartesio-hispanas. O en suma, que en lo de
construir naves enormes —especie de oceánicos trasatlánticos si dicho en
términos actuales, algunos biblistas lo emplean para el bíblico-tartesio asunto de
las famosas naves de Tarsis— parece como que los tartesios hispanos tenían una
muy consolidada tradición. Y que les venía de muy lejos, que las tales
monumentales construcciones navieras no se improvisan. O al menos así el asunto
a mi modo de ver. Y valga el que en el muy bibliográfico Estrabón lo de las tales
enormes naves no es precisamente dato bibliográfico. Vivía al arrimo del puerto de
Ostia, y en el puerto pues seguro que las vio muy de bulto y figura. Y bastantes
veces, a lo que parece. Pero en general, en su geografía de la Península Ibérica —o
Hispania, en la jerga romana— funciona en base a informaciones tomadas de los
libros de previos escritores que, tanto griegos como romanos, viajaron o residieron
por tierras ibero-peninsulares. Y resulta muy fundamental con respecto a lo mucho
que nos informa de los tardo- tartesios o turdetanos. Y básico el asunto.

Por otra parte, no menos básico el asunto de que tienen su fundamento


sensato los enjuagues filológicos que, por vía de someras arqueologías lingüísticas,
a lo largo de este ensayo van a ir asomando, y tanto si etimológicas como si no
etimológicas. O que no tan someras. Y con pie en onomásticas homofonías iniciales,
en muchos los casos. Y el tal sensato fundamento pues está en que para los tales
remotos o remotísimos tiempos borrosos, y fueren cuales fueren las lenguas
onomásticamente implicadas, tanto si enigmáticas como si no enigmáticas, éstas no
eran más bien lengua fonéticamente muy fijada sino que un habla fonéticamente
muy dialectal. O sea, con variantes fonéticas para una misma palabra. Y caso de la
muy fonéticamente dialectal lengua vasca en la que un itsas y un itxas son
fonéticamente diversos pero significan lo mismo, el mar. Y acaso es por esto por lo
que iniciales alfabetos van de signos meramente para las consonantes y prescinden
de las tan variables vocales, O en fin, que la onomástica que de los tales tiempos
nos llega es fonéticamente más o menos aproximativa. Y con o sin las reglas de
evolución fonético-mecánica con las que lo de iberos, iveros, iperos, iferos, pues
todo es lo mismo.

3. De las polémicas varias con respecto a los misteriosos tartesios


Saltando hacia delante unos mil quinientos años en esto de la tartesiofobia
—lo dicho, Estrabón escribe en tiempos del nacimiento de Cristo— y llegándonos
al siglo XVI y sus agitadas universidades renacentistas, habría que decir que en
éstas, no recuerdo si españolas o si no españolas, se origina una muy erudita
polémica con respecto a la hispana Tartessos y sus tartesios. Un poco o un mucho
el asunto estaba en que éstos, en las fuentes escriturarias de la mediterránea
antigüedad, asoman como especie de alta civilización imperial o cosa parecida —
que eso es lo que va implicado en lo que de tierras de la abundancia de la plata y
del oro- y pues que más bien no tenía base sólida. Pero lo cierto es que en las tales
fuentes —escritores tanto griegos como romanos, y la Biblia incluida en el asunto-
los textos relativos a la hispana Tartessos y sus tartesios, mayormente textos
breves, llegan casi a cuatrocientos si sumados todos. Lo cual, a primer vistazo
parece ser una base bastante sólida. Pero no menos cierto es que la mayoría de los
tales textos vienen referidos a los legendarios tartesios, o proto-tartesios, o a los
legendarios asuntos del no menos legendario gran rey tartesio Gerión, o no tan
legendario. Y asuntos que se integran en la mitología de los antiguos griegos,
aunque a modo de un injerto especial y algo anómalo. De lo cual y como resultado
de la tal erudita Polémica renacentista, el que a la hispana Tartessos y sus
misteriosos tartesios se los calificara de fantasía meramente mitológica, un invento
sin base ninguna, y resuelto el asunto. Y así la honorable academia universitaria, en
general.

Pero en realidad el polémico asunto era ideológicamente orientalófilo e


incondicionalmente orientalófilo En concreto, y como substrato de la tal polémjca:
Dios había creado el inicial mundo humano —el paraíso— en el Oriente
mediterráneo —la Mesopotamia de los ríos Tigris y Eúfrates, en los alrededores de
las ahora tierras de Irak— y el bíblico libro del Génesis al respecto. Y de allí se
habían luego seguido una tras otra civilizaciones, incluido Egipto, y paseándoselas
luego a los griegos, y a todo el ámbito del Mediterráneo Oriental y sus alrededores,
y finalmente de los griegos pues pasando el asunto civilizatorio a los romanos. Del
tal ámbito mediterráneo-oriental, en gran parte mediterráneo-asiático la hispana
Tartessos y sus tartesios resultan descaradamente desvinculados. Y tanto en sus
legendarios orígenes, más o menos océano-atlánticos en el euro-afro entorno del
estrecho de Gibraltar, como no menos en su aflorar a superficie histórica al llegar a
la hispana Tartessos mediterráneo-orientales mercaderes griegos en el siglo VII
a.C. o no se sabe si en el VIII. En concreto, los hispanos tartesios afloran como unas
oceánico occidentales gentes muy autóctonas, muy aisladas, y sin conexión
ninguna ni con el Mediterráneo occidental, ni con el Mediterráneo oriental en
cuanto que cuna de civilizaciones, o en suma, una especie de enigma.

Y de enigma sobre poco más o menos siguen, O en fin, que se los daba por
mera elucubración mitológica, O por desaparecidos hacía ya muchísimo tiempo. Y
resultaba que de repente e insospechadamente seguían luego Vivos, existían,
tenían bulto y color. Otro enigma en los remotos tiempos mediterráneos eran los
culturalmente proto-europeos minoicos de la diosa Europa en su pre-griega y
mediterráneo-Oriental gran isla de Kéreta o Creta, y que también legendarias
gentes mitológicas, y con toda tranquilidad. Pero bien entrado ya el siglo XX, y de la
mano de excavaciones arqueológicas, los desaparecidos y mitologizados minoicos
dejaron de ser una civilización perdida y olvidada. Aparecieron como que muy
espesamente protohistóricos. Y como que un culturalmente proto-europeo gran
esplendor de refinadísima civilización. Acaso fue por esto por lo que, en plan de
fervorosamente tartesiófilo, el gran arqueólogo alemán Schulten se animó a
investigar a la otra refinada civilización perdida y olvidada:los tartesios hispanos.
Años bastantes le dedicó al asunto, o no sé si muchos, o si gran parte de su vida al
menos. Buscando la perdida y nunca encontrada Tartessos, la portuaria capital de
los tartesios, excavó arqueológicamente en la desembocadura del río Guadalquivir,
antiguamente no sólo río Betis sino que también río Tertis, con nombre
etimológicamente vinculable a tartesios, y encontro un anillo en el que una mas o
menos misteriosa inscripción Publico finalmente su algo monumental obra
Tartessos en plan de sus investigaciones en el tartesio asunto, y que monumental
al menos por el gran rastreo de fuentes y por el enorme despliegue de erudición.

Con el acierto de haber vinculado inicialmente a los enigmáticos tartesios


con los no menos enigmáticos minoicos —nombre que les viene del legendario
gran rey Minos, el primogénito de la diosa-princesa Europa— y en el sentido
inevitablemente orientalófilo de que los tartesios hispanos fueron una más o
menos borrosa extensión cultural de los minoicos, los minoa en muy arcaicos
topónimos.
Pero ahora pues parece que resultando va el que invertida queda la tal
extensión cultural, y que va en sentido contrario. Y lo cierto es que en su obra
Tartessos dejó Schulten el asunto de los tartesiópetos minoicos y su tartesia
extensión cultural, o no sé si colonial, y en beneficio de los muy refinados lidios de
refinadísimas músicas. En los que una tirrena componente de los no menos muy
refinados etruscos itálicos. Con o sin el asunto de que en la itálica y muy pre-
romana lengua etrusca la palabra ítalo significa toro. Pero sin tampoco olvidar que,
y también en la lengua etrusca —con nombre que remitiendo hacia un previo
eturusko más o menos tyrio o tuno— el nombre del famoso y vinatero dios
Dionisos era curiosamente Feflun, con variante en un Peplun o Pépilun, y que
etimológicamente ligado al asunto de los pepilos o papiros, al asunto de las
escrituras, O sea, que de un dios-caudillo muy escriturario y letrado en la versión
etrusca, al menos etimológicamente, luego en la versión griega resultó un dios-
caudillo bastante iletrado y muy alegremente borrachín. Habría que decir que los
etruscos fueron unos fiebres con respecto al cultivo de las acuáticas plantas de los
papiros en sus lagos y ríos, con el nombre de muchas de sus ciudades más o menos
etimológicamente referido al tal asunto de los papiros y las escrituras. Y en la
misma línea etimológica el populis de los latinos romanos —muy originados en los
etruscos como sabido es— para significar el. pueblo, desde un originario sentido
en la clase alta que era la de los que, y aparte poder y riquezas, sabían leer y
escribir.

Fuere lo que fuere de los tales asuntos, lo cierto es que finalmente Schulten
estuvo en que los hispanos tartesios muy bien pudieran no haber sido más que una
extensión cultural de los mediterráneo-orientales lidios en el extremo oeste
mediterráneo. Con lo que, y si bien mirado, y como en los tales tiempos de hablas
fonéticamente muy dialectales, y desde esta perspectiva y como variantes de un
lidios pues un lidsios y no menos un lisios igualmente, todo parece apuntar hacia
que Schulten se pasó de los yavonios de Tarsis —los tartesios, claro está— a sus
bíblicos hermanos, los yavonios de Elisa, los elisos o ilisos, ulíseos al menor
descuido —los tartesio-kynetos topónimos Uilix que llevan finalmente a los
Vélez— y meramente ya unos lidsios o lidios a la menor oportunidad. Tengo la
idea, pero pudiera equivocarme, de que por debajo del tal asunto los que están, y
en su mediterránea fase pre-caucásica, son los ibero-caucásicos lazes y con nombre
que fonéticamente un ladses y que acaso —la vinculación etrusco-itálica que en los
lidios detecta Schulten— pues en la base de lo del Lacio y sus borrosos y
originarios lacinos o latinos.

Total, que con su obra Tarressos —ya un clásico en los tartesios asuntos—
lo de la ya tan perdida y olvidada Tartessos hispana el bueno de Schulten lo animó
un poco. Y quedó de más bien algo loco, claro está. Y en tanto que demasiado
metido en los tartesios, que seguían como que muy marginal o más bien pintoresco
asunto en el panorama de la solemne o solemnísima Protohistoria mediterránea en
su versión estrictamente académica y tradicional. Luego, en la segunda mitad del
siglo XX, años cincuenta, años sesenta, el asunto tartesio se volvió a animar de la
mano de especie de pioneros españoles en los tales asuntos, y profesores
universitarios si por más señas. Caso del prof. Gómez Moreno con sus
fundamentales trabajos con respecto al hispano alfabeto tartesio, y en plan de que
alfabeto más bien occidentalópeto, y no precisamente orientalópeto. A
continuación, resulta una especie de hito —y ahora ya un gran clásico— la obra del
arqueólogo catalán Maluquer de Motes, y que también titulada Tartessos. Pero que
también inevitablemente orientalófila. O sea, los tartesios como resultado de una
borrosa o borrosísima extensión cultural desde las asiático-anatolias tierras del
Mediterráneo oriental, o tierras de la ahora Turquía asiática. En la que igualmente
los tartesiópetos lidios tan gratos al buenazo de Schulten, y que geográficamente
anatolios, o más bien egeo-anatolios, en tanto que asentados en la ahora
finalmente turco-asiática costa egea de Esmirna y Éfeso, y que tras lidia resultó
luego griego-jonia. Tierra adentro, la capital lidia, Sardis. Y que una Sfard en la
lengua lidia, pero remitiendo a un Séfarad, que tan demasiado homófono con la
palabra hebrea sefarad para significar el Oeste, en general, y la Península Ibérica,
en particular. Curioso asunto. Por otra parte, fueron los lidios los primeros en
acuñar moneda. De inscripciones lidias, en su lengua parece que la palabra kauen
significaba sacerdote, y Bakivelis era el nombre del dios Dionisos de los vinos y las
uvas o también Bakiuelis, con el uelis pues demasiado homófono con el
geográficamente kyneto-tartesio Uelix malagueño, que lleva finalmente a un Vélez.
Y para probablemente significar el sol, o dios-sol. Y en relación con el griego helios
para no menos significar el sol. Que al fin y al cabo, y de las tales inscripciones —en
arcaico alfabeto lidio, similar al arcaico alfabeto jonio, lo que implica que no menos
similar al arcaico alfabeto tartesio— la lengua lidia parece estar en la misma
familia que la lengua frigia —los frigios del calcetinero gorro rojo, similar a la no
menos calcetinera y roja barretina catalana— y que la lengua griega. Al menos a
medias, O en suma, los muy refinados y escurridizos lidios.

Siguiendo del asunto tartesiófobo, o demasiado orientalófilo si dicho de otro


modo, todo pareció acabar en que la hispana civilización tartesia en gran medida
pues no fue más que mera extensión de la asiático-mediterránea civilización
cananea —los fenicios, vulgarmente trasvasada al sur ibero- peninsular en el
extremo oeste mediterráneo. Y con casi cuatro mil kilómetros de mar pues de por
medio, y que ya son kilómetros y demasiados. En fin, ya se va rectificando todo este
algo aberrante asunto, que la ciencia avanza rectificando errores. En las
muchísimas inscripciones de alfabeto tartesio no hay ni tan siquiera una en fenicia
lengua cananea. Lo cual dice bastante, y hasta incluso dice demasiado, O en suma,
que se va abriendo camino lo de que una muy autóctona civilización hispana fue la
cada vez menos misteriosa civilización tartesia. Y así, y con tal, pues asomando ya
va al menos en los manuales escolares de Historia de Andalucía, con los tartesios
como una especie de proto-andaluces muy meritorios. Y con la borrosa influencia
cananea pues evaporándose poco a poco, con sus borrosidades del Mediterráneo
oriental, y camino ya del esfumarse del todo y desaparecer.

4. De qué iba el nombre de tartesios y entrando luego en etnogénesis

No estará mal, antes de seguir adelante, el aclararnos un poco qué es lo que


nos llega bajo el nombre de tartessios. Por de pronto, es o parece ser no
estrictamente un nombre étnico sino que un calificativo geográfico bastante
general, y en función de nombre étnico o cosa parecida. Y el tal calificativo tan
bastante general si teniendo en cuenta que, finalmente, y en su versión de un
turdetanos pues termina englobando a todas las gentes de las ahora tierras de
Andalucía. El tal calificativo se deriva del geográfico nombre más o menos Tarsisi
que en versión abreviada un Tarsis, e incluido el bíblico Tarshesh y que en versión
griega un Tartessos. Que algo al arrimo del terminal territorio de los muy
estrictamente tartesios —la atlántica costa hispana en la que Gades y Keret, ahora
Cádiz y Jerez— sobreviviera hasta a mitad del siglo XIX el nombre de Tarse para
designar un muy mineralógico sector de la sierra de Huelva —y de lo que resultó
el nombre de Tharsis para un decimonónico poblado minero— pues muy bien
pudiera indicar que, en sus orígenes, el topónimo Tarsisi o Tarsis algo tuvo que ver
con el tal asunto de orígenes. Y pues que no hubo nunca exactamente una nación
tartesia étnicamente homogénea o en plan de culturalmente homogénea, o al
menos lingüísticamente homogénea. Y que pues ni cosa parecida.

Por de pronto, y con respecto a los remotísimos y proto-tartesios


tiempos del gigante rey Gerión, el galo-romano historiador Trogo Pompeyo (más
bien un ibero-romano que nacido y Criado en la étnicamente ibera costa
transpirenaica, lo que implica que muy bien pudo manejarse de viajero por la
ibérica península) nos detalla, en el compendio que de su universal historia nos ha
llegado, pues que una cosa fueron los hispano-atlánticos tartesios del gigante rey
Gerión en el Suroeste oceánico y otra cosa en el mediterráneo Sur ibero-
peninsular los tartesios kynetes, con sus famosos o famosísimos reyes, el gran
Gárgoris, y su hijo el borrosamente demasiado imperial Abis o Habidis, con
nombre en el que parece trasparentarse un muy obvio Habis-dios. O en otras
palabras, y para los tales remotísimos tiempos de hacia el año 2500 a.C. a lo que
parece, pues dos ramas de gentes tartesias: los kynetas o mediterráneos tartesios
sureños y los aparentemente nada kynetes o atlántico-oceánicos y sureños
geriónidas. Pero el asunto se complica un poco porque, al arrimo de éstos en la
ahora mitad-sur de Portugal asomarán finalmente unos kunetes -latinamente
cunetes- y en plan de unos insospechados kynetes y kunetes, que remiten a
kaunios o konios. Y que etimológicamente el tal nombre étnico algo tenga que ver
con el kauen lidio para significar sacerdotes. O que acaso largándoles hilo a los
muy teocráticos megalítico dolménicos de la mitad sur de Portugal.

No menos estoy en que el -etes de kunetes y kynetes muy bien pudiera


tener espesa relación con el étnico eteos que, en el nombre de los eteokretos como
terminales o residuales de los lejano minoicos de la diosa Europa en la ya
demasiado griega gran isla de Creta, asoma en los tiempos de la gran Grecia Clásica
sobre poco más o menos Y misteriosa lengua la de los eteo-kretos en las
inscripciones que en arcaico alfabeto griego nos ha dejado. También estoy en que
los kaunios o konios, metidos etimológicamente en lo de kynetes y kunetos, no
menos metidos están en el nombre de los kyndonios y en el nombre de la portuaria
y cretense Kyndonia, nombre con suaves variantes fonéticas en un Sindonia o
Sidonia. Y la famosa y finalmente fenicio-cananea Sidón metida en el asunto. Y
nombre del que se deriva el de Candía —tan homófono con respecto al de la
hispana y pre-romana Gandía valenciana— y que es la portuaria ciudad que ha
venido siendo la capital de la isla de Creta a lo largo de muchísimos años. Al
membrillo los antiguos griegos le llamaban la fruta kyndonia que en manos de la
Afrodita kyndonia más bien vestida, y no desnuda, era la fruta del amor. Y algo así
como que la fruta oceánica si teniendo en cuenta que, de la mano de los oceánicos e
hispanos kynetes o kunetes, lo de kaunios o konios pues como que largándole
etimológico hilo al nombre okeanos del atlántico océano. Y en fin, que el misterioso
nombre de la portuaria Knossos en la que, a mitad de la costa norte de la isla de
Creta, excavado arqueológicamente el gran esplendor de los minoicos de la diosa
Europa en sus refinados palacios —pinturas murales de flores y aves pues
incluidas, claro está— pues algo parece que tiene que ver con el puerto de los
konios o cosa parecida. Y valga de substrato konio en el hispano ámbito muy
demasiado tartesio —Cádiz, Jerez, etcétera— el que por allí sobreviven de
residuales topónimos muy pre-romanos un Konil —o Conil en ortografía latina— y
al arrimo de una Sidonia. O sea, una hispana kyndonia. Total, que como final de
panorama está el que los kaunios o konios terminales, en tiempos de la gran Grecia
clásica, unos cuantos siglos antes del nacimiento de Cristo, habitaban el ahora
turco-asiático suroeste anatolio al arrimo de la isla de Rodas. Y su dios era el gran
Kaunas, con su hermana, la parece que muy letrada diosa Biblis, muy metida en
trágicos amores con su gran dios y hermano. Los antiguos griegos les llamaban
amores kaunos a los muy tórridos amores fraternales. Y hasta aquí el hilo de los
kynetes o kunetes, y largo el hilo.

En lo que estábamos, y era en que no fue exactamente un nombre étnico el


nombre de tartesios sino que un calificativo geográfico: a los habitantes de un
territorio nominalmente Tarsisi o tartesio pues se los calificaba de tartesios. Y el
nombre englobaba etnias varias y lenguas varias. En la base del asunto, el que el
muy rico y próspero —agrícolamente— ámbito del estrecho de Gibraltar
funcionaba de especie de cuello de botella —tanto en su región norteafricana
como en su sureña región hispana— en el que sucesivas etnias invasoras iban
sobre-imponiéndose las unas a las otras. Y generando mucha heterogenia
lingüística y cultural —y mucho mestizaje— y no precisamente mucha homogenia.
Valga el dato de que en el más estricto y terminal territorio tartesio —Cádiz,
Jerez— se destaca una ciudad celta, Hastapa. Y el gran Plinio al respecto, si es que
no recuerdo mal. O al menos para mí está claro que el bibliográfico dato de
Estrabón —cuya madre fue una clara ibero-caucásica, dicho sea de paso— con
respecto a que los tartesios tenían una sola lengua, y en contraposición a que los
iberos hispanos tenían varias, pues hay que entenderlo probablemente con
respecto a los muy estrictamente terminales tartesios en la oceánica costera zona
de Cádiz y Jerez.

Pero sabiendo que como gran parte de las ahora tierras andaluzas quedaban
originariamente englobadas en tartesias —unas kynetas y mediterráneas, y otras
geriónidas y oceánicas— y no menos terminalmente englobadas de tartesias en
cuanto que turdetanas, pues queda claro que culturas varias y lenguas varias
pulular debieron por el tan demasiado amplio ámbito geográfico. De hecho, la
imposibilidad de traducir a lengua comprensible la misteriosa lengua tartesia en
sus enigmáticas inscripciones demasiadas, y pese a que el alfabeto tartesio viene a
funcionar como si una variante del alfabeto latino en el que aquí ahora escribiendo
estoy, pues acaso provenga de que en las tales inscripciones hay lenguas varias, y
no precisamente una lengua homogénea. Hace algunos años, un filólogo portugués
—no recuerdo el nombre, leí el asunto en páginas culturales de un diario
malagueño— intuyó el tal asunto, y alguna de las tartesias inscripciones le
funcionaba muy bien en una especie de muy arcaica lengua latina, o más bien muy
proto-latina, y alguna otra pues le funcionaba muy bien en base una especie de
embrionaria lengua hebrea. Y así el panorama.

Que muy bien se pudiera completar, o complementar, con el no menos


panorama de que a lo más que se pudiera llegar, con respecto a la heterogenia
étnico-lingüística del amplio marco tartesio, las ahora tierras de Andalucía, y
rastreándoles arcaicos topónimos pre-romanos —e hidrónimos— y que hay
muchos, pues sería a detectar en el ámbito de Andalucía occidental mucha
intrusión de la lingüística familia indoeuropea, o llamémosla más o menos
celtíbera, y en el ámbito de la Andalucía oriental pues mucho de la muy variopinta
familia lingüística pre-indoeropea. En la que probablemente varias familias de
lengua ibera, y no varias lengua iberas, y que es lo que bibliográficamente recoge
Estrabón. Incluida la familia de las lenguas vascas, evidentemente. Y sin excluir
tampoco a la itálica lengua etrusca. Que el preromano nombre de la ahora
granadina y costera Almuñécar fue Sexi, que en lengua etrusca significa hija. Y bien
sabemos que lo de hijo e hija, y hermano o hermana, era en las tales y no remotas
épocas terminología política para significar asentamiento colonial, o territorio
vasallo. Y lo de padre o madre, dentro de la tal metafórica jerga, pues para
significar etnias que conquistando o avasallando territorios los etiquetaban de
hijas o hijos. Y así el genealógico asunto que bajo nombres emblemáticos —a veces
enmascarados topónimos, otras veces no menos enmascarados etnónimos—
asoma en las genéticas series mitológicas de dioses-hijos y dioses-padres, y no
menos en las bíblicas genealogías de los borrosísimos santos patriarcas
remotísimos y prácticamente enigmáticos.

Pero a lo que voy, al borroso mapa etno-lingüístico que subyacer pudiera en


todo este asunto de los tartesios a lo ancho y largo de las ahora tierras andaluzas.
Por de pronto, del lado de la familia lingüística indoeuropea —una muy
macrofamilia muy ramificada, o lenguas galo-celtas, germánicas, latinas, eslavas, y
etcétera, un largo etcétera— el grupo nórdico-atlántico de las lenguas germánicas
en su fase ibero-peninsular y pre-nórdica, o cosa parecida. Que al fin y al cabo, en
los proto-germánicos nórdicos —o no sé si protoescandinavos más bien— el
paraíso perdido o Valhalla lo tenían en el sur. Y resulta muy lógico que en el sur
euro-atlántico. Y que más o menos la sureña y euro-atlántica Península Ibérica.
Especialmente si teniendo en cuenta que, y de pre-romanos tiempos kyneto-
tartesios a lo que parece, aquí en el hispano-mediterráneo ámbito malagueño
sobreviviendo viene el nombre de río Falhala en un paradisíaco valle de muchos
los árboles frutales, incluso demasiados. O valga, y al respecto, que en la germánica
fonética lo del perdido y nunca olvidado Valhalla suena exactamente Falhala. O
menos da una piedra, claro está. O en fin, que el gran Plinio —años después del
nacimiento de Cristo— nos largó el dato de que las centrales llanuras manchegas
ibero-peninsulares los muy metalurgos oretanos no eran precisamente celtíberos
sino que germánicos. Y protohistoriadores españoles dan por muy sensato el
asunto —la garantía está en que el gran Plinio, tras residir en la Germania del río
Rhin y escribir luego libros de temas germánicos, pasó a residir en la ibérica
península, o sea, que de germánicos sabía lo suyo y lo sitúan en que con las
primeras invasiones de celtas en la ibérica península llegan hordas germánicas, y
siglo V a.C. o así. Otros las tales primeras invasiones las dan de proto-celtas, y siglo
XIII a.C. y que tiempos de la famosísima y legendaria guerra de Troya —cantada
genialmente por Homero en su Ilíada no menos famosa — en el ámbito proto-
griego del Mediterráneo oriental, en el estrecho de los Dardanelos, estrecho de
entrada al Mar Negro, y con la desembocadura de un gran río Ibero por allí al lado,
río al que los griegos —y no sé si desde los tales troyanos tiempos remotos—
vienen llamando río Ebro, y muy tranquilamente, y así gira el mundo. Y yo estoy en
que los tales germánicos-oretanos no llegaron sino que ya estaban ibero-
peninsularmente de proto-germánicos, o no sé si más bien proto-escandinavos, en
los demasiado protohistóricos tiempos del tartesio rey Gerión, monstruo y gigante.
Y que muy metidos en los geriónidas asuntos. Fácil, no hay más que tirar del hilo
filológico, y caiga quien caiga. O del hilo etimológico más bien.

No hay por qué extrañarse que, tirando del hilo, y con un más o menos
horizonte filológico amplio en asuntos protohistóricos, se pueda fácilmente llegar a
los geriónidas tiempos, hacia el año 2500 a. C. como ya dicho quedó. No habría que
olvidar que para los filólogos indoeuropeístas especialistas en arqueología
hidronímica, el detectar antiquísimos nombres de ríos, algunos de los tales
nombres sobreviven tranquilamente unos cuantos miles de años, por más que
alterados fonéticamente, claro está. Y así pues perdurado han al menos dos mil
quinientos años los nombres de los hispanos ríos Duero y Tajo, que Durio y Tago
en los pre-romanos tiempos ibero-peninsulares más o menos tartesios. Pero esto
no menos el caso del río Malaka —del que se origina el nombre de la ciudad de
Málaga, y que finalmente río Guadalhorce— y que es demasiado, acaso el más
antiquísimo nombre —que sobrevive en el de Málaga— dentro del amplio espacio
geográfico europeo. Los filólogos indoeuropeístas especializados lo remiten al
menos hacia tiempos previos al año 3000 a.C. al vincularlo a las proto-
indoeuropeas gentes remotísimas, demasiado remotas, y algo pre-
protoindoeuropeas más bien. O sea, que el Malaka —finalmente Málaga— nos llega
desde mucho antes de hace unos cinco mil años, y ya son años. Y así el asunto. Con
lo cual pues el rastrear etimologías que nos retrotraigan hacia los geriónidas
tiempos de en tomo al año 2500 a.C. pues no es como que demasiado sino que
resulta pues como que bastante normal.
O en suma, tomando al civilizatorio e hispano fenómeno tartesio a lo largo
de unos dos mil años, desde los borrosamente genónidas tiempos del gran Gerión
en torno al año 2500 a.C. hasta el no menos borroso final de los tartesios —parece
como que a manos de los cartaginenses— en tomo al año 500 a.C.
aproximadamente, pues diferentes etnias fueron sucesivamente turnándose como
grupo hegemónico central en el asunto Tartessos y sus tartesios, y no sólo la etnia
de los kynetes o cunetes.

Detectar una por una las tales sucesivas etnias hegemónicas pues resultaría
imposible, e insensato. Pero sí al menos sensato el tratar de detectar las sucesivas
grandes familias lingüísticas —siempre más o menos etnolingüísticas— que
pudieran haber ido turnándose en sucesivamente ocupar la hegemonía a lo largo
de los larguísimos y tartesios asuntos bimilenarios. Y que no fueron sólo los
nórdico-atlánticos lingüísticamente, sino que hubo otros, y hasta no sé si incluso
demasiados. Y a propósito de los nórdico-atlánticos, en su fase pre-nórdica
evidentemente, no sólo asoman borrosamente en los geriónidas y remotísimos
tiempos sino que, y no menos, en tiempos no tan remotos. Por ejemplo, lo del
terminal rey tartesio Argantonio acaso tenga mucho que ver con los tales pre-
nórdicos asuntos germánicos. Con o sin tener en cuenta que, y según recogió
Estrabón, los proto-manchegos germánicos oretanos en algún borroso tiempo se
extendieron hacia el sur —provincias de Córdoba, Jaén, costas de Málaga— y hasta
incluso llegaron a ocupar el ámbito del estrecho de Gibraltar. Una oculta y
germánica extensión.

5. De pálidos proto-griegos hispanos en el asunto de los tartesios

Otro indoeuropeo grupo lingüístico subyacente en el más amplio ámbito


tartesio muy pre-romano, e incluso demasiado pre-romano, es el de las lenguas
griegas, que fueron varias, con lenguas afines como la lidia, y frigia. Que de
Estrabón nos llega que en el océano-atlántico ámbito del río Duero las costumbres
hispano-indígenas eran muy demasiado griegas. Y hasta incluso tenían
institucionalizados por allí unos hispanos juegos olímpicos muy aldeanos. Y
Estrabón —lo dicho, escribe en tiempos del nacimiento de Cristo— nos los detalla
muy al por menor. Por otra parte, no muchos años después de morir Estrabón en
Roma, el gran Plinio —también en Roma— no menos nos detalla que en el
oceánico noroeste ibero-peninsular, en las ahora gallegas tierras de Galicia, había
tribus helenas. O sea, griegas. Y sumado esto a lo del Duero, resulta que para pre-
romanos tiempos tartesios el más amplio e hispano noroeste galaico y sus
alrededores estaban como que borrosamente muy demasiado griegos. Y
remitiendo el asunto a ibero-peninsulares proto-griegos muy arraigadamente
hispanos. Que si ya va resultando muy dudoso el que los mediterráneo-orientales
griegos históricos —los rodios en el siglo D. a.C. y los focenses dos siglos o tres
siglos después— llegaran a establecer colonias en las mediterráneas costas de la
ibérica peninsular mucho más dudoso y prácticamente imposible el que llegaran a
asentarse abundantemente en el oceánico noroeste ibero-peninsular.

Por otra parte, está el sospechoso dato de que, en fuentes griegas y tiempos
de la gran Grecia clásica unos cuantos siglos antes de Cristo, la mayoría de los
grandes héroes de la famosísima guerra de Troya cantada por Homero en si Ilíada
maravillosamente —para los pre-romanos griegos de la gran Grecia clásica no era
sólo un poema genial sino que un libro de Historia pura y dura, y un libro de
geografía con Homero como el primer gran geógrafo— pues resultaron héroes
navegantes que vinieron a asentarse en las costas de la ibérica península, tanto
oceánicas como mediterráneas.

Pero acaso muy bien pudiera ser que no vinieron sino que de la ibérica
península nunca se fueron. O sea, que al igual que Estrabón sugiere que el
homérico asunto de la Odisea con su famoso y demasiado oceánicamente
navegante gran Ulises— fue más bien un legendario asunto océano-atlántico, y
creo recordar que en el germánico ámbito del río Rhin —o no sé si en las Islas
Británicas— encontraron las legiones romanas algún que otro altar consagrado a
Ulises en plan de dios, y que el genial Homero trasladó el asunto desde el Atlántico
al Mediterráneo y lo lió con la famosísima guerra de Troya, pues de la misma
manera acaso no menos trasladó lo de Ilíada desde la ibérica península al
mediterráneo-oriental estrecho de los Dardanelos. O sea, que lo trasladó de los
muy proto-griegos hispanos a los más bien tardo-griegos, a los mediterráneo-
oriental y posteriores griegos micénicos y que con nombre en base a la legendaria
y ciclópea Micenas famosa del iliádico Agamenón más o menos espesamente
legendario. Al fin y al cabo, el nombre de ilión que da título a la Ilíada remite en
directo al ilis de los peninsulares iberos para significar ciudad, con su variante en
un iris en las lenguas vascas. Y que, desde éstas al menos, un ili-on o iliona —y con
lo que pues ya estamos en el vasco-ibero sufijo que asoma en los topónimos
Barcelona, Badalona etcétera— pues significa la buena ciudad, en el sentido de la
gran ciudad. Y en fin, según reciente tesis doctoral en Estados Unidos —el asunto
saltó a páginas culturales de diarios— resulta que, en la homérica y famosísima
guerra de Troya, los griegos no les metieron en el puerto a los dárdanos troyanos
un hueco gran caballo de madera, y que por dentro atiborrado de griegos
guerreros, sino que una gran nave-caballo, con los griegos guerreros metidos en el
interior de la nave, en las bodegas. Y eso es lo que sale si echándole finura micro-
filológica a las palabras que para el tal asunto emplea el gran Homero. Pero lo que
no sale, y debiera salir, es que —y antiguas fuentes varias al respecto, tanto griegas
como romanas— las naves- caballos, con su mascarón de proa en plan de gran
cabeza de caballo bien tallada en madera, eran las muy tradicionales naves hippoa
que caracterizaban y definían a los tartesios hispanos. Con lo de hippoa como
nombre que significando precisamente caballo, si teniendo en cuenta que en la
lengua griega la palabra hippo significa caballo, y que no es exactamente una
palabra griega sino que una misteriosa palabra metida en la lengua griega desde no
se sabe qué otra lengua. Yo estoy, o valga como hipótesis, en que —y de alguna
muy pre-caucásica lengua ibera— lo de hippoa remite a hispoa y de ahí a un
hispona que previamente un hispana sobre poco más o menos, O en fin, que muy
antiquísimo sería el nombre de Hispania —finalmente España— para la Península
Ibérica, y del caballo como animal peninsularmente definitorio, y muy demasiado
característico. Y con razón, que desde a finales del Paleolítico ya se habían
merendado a todos los caballos —carne dulce, como la del cerdo y la de la especie
humana, y carne fácil— a todo lo largo y ancho del amplio espacio europeo, y los
prehistoriadores al respecto. Mientras que, y desde el Paleolítico, el caballo seguía
siendo tótem tabú en la ibérica península. animal sagrado, prohibido el matarlo y
merendárselo. Todavía en hispanos tiempos romanos había iberopeninsularmente
manadas de caballos un poco por aquí y por allá. Me supongo que en parajes
recónditos por mitad de las sierras, con yerba verde en las riberas de los
riachuelos. O en las costeras y yerbosas lagunetas marismáticas. También al
respecto muchas cabezas de caballos esculpidas en paredes de roca, en hispanos
tiempos paleolíticos en el ámbito de los Pirineos mayormente. Y no menos, mucho
o demasiado caballo en las neolíticas y rupestres pinturas de la hispano- oriental
cordillera llamada Ibérica, y que desde la sierra de Albarracín en Teruel, y
bordeando las tierras valencianas, bajando va en el mapa hasta finalmente llegar a
los macizos montañosos en torno a la granadina Baza. En alguno de los tales
macizos —lo dicho— el muy arcaico topónimo Micena que, con o sin algún
Agamenón parece como que muy protogriego, O el curioso asunto de que pudiera
no sólo haber habido proto-griegos micénicos en la mediterráneo-oriental Micenas
agamenónica, al arrimo de Atenas y Corinto, sino que también pues unos muy
demasiado mediterráneo-occidentales proto-griegos micénicos en la misma linde
oriental de los mediterráneos kyneto-tartesios. Lo cual no tiene nada de particular
si tenemos en cuenta que, ya al otro lado de la tal linde y muy tierra adentro,
tierras murcianas, estaba en preromanos tiempos más o menos tartesios el muy
hortelano gran río Theodoros, con muy proto-griego nombre, un zeodoros
fonéticamente. Y del que, por medio de un intermedio "seo goroa" resulta lo de río
Segura, que es el terminal nombre del río. Al respecto de los muy pre-romanos y
borrosos protogriegos en el oceánico noroeste peninsular, yo estoy en que, y con
toda probabilidad el nombre del río Duero, que galaicoportuguesamente un
Douros, y atención al vocálico diptongo -ou- que tan griego y al mismo tiempo tan
galaico-portugués, pues que debió de ser también y en remotos tiempos un no
menos río Theodoros y con toda tranquilidad. En fin, un theos-hidooros para
significar literalmente un dios-agua, o dialectalmente un dios-río a lo que parece. Y
desde luego, dios-río para los hortelanos. Que a la orilla de los tales hispanos ríos
Teodoros parece como que de hortelanos siguen muy tranquilamente y desde los
tales remotos tiempos. Con respecto a los proto-griegos micénicos, tanto si
mediterráneo- orientales como si mediterráneo-occidentales, lo cierto es que en el
blanco y cordobés pueblecito en el que yo nací —y Aipora su nombre en los
tartesios o atartesiados tiempos de los pre-romanos túrsulos o túrdulos
cordobeses— no hace muchos años tuvieron los arqueólogos un shock: de
arqueológicas excavaciones en la más o menos perdida y olvidada Aipora
resultaron insospechadas cerámicas proto-griego-micénicas más o menos
idénticas a las de la mediterráneo-oriental y proto-griega Micenas del gran
Agamenón al arrimo de Atenas y Corinto. Lo cual pues tampoco tiene nada de
sorprendente si tenemos en cuenta que Tirinto era el puerto de la tal proto-griega
Micenas, pero que también Tirinto fue el más arcaico nombre para la portuaria
ciudad mediterráneohispana que luego finalmente Valencia. Lógico, si teniendo en
cuenta que en los tales remotos o remotísimos tiempos los marineros puertos eran
lagunetas litorales en función de puertos. Y que, en la vasca lengua, intzu significa
precisamente laguneta. O en suma, que un Tyrintzu para significar puerto de los
tirios. Y con el río Turia por allí al lado, pues sugiriendo un hispano país más o
menos hispanosufijadamente turoyano, troyano en suma. Con no menos por allí un
Sikyntzu que finalmente Sagunto. Y para significar que puerto de los muy proto-
valencianos sikas que a la isla de Sicilia emigraron de sicanos. Y etcétera.

A lo que iba, y a lo que voy, o un hilo que se nos quedó colgando. Pero
recogiendo previamente que lo de tyrios pues que por más que se lo haya venido
asumiendo muy acríticamente como que significando fenicio-cananeos libaneses
—y así ya los romanos con su limitado horizonte filológico, y con sus devaneos
filológicos, y que al igual que los antiguos griegos pues también eran muy dados a
improvisadas filologías muy de andar por casa— lo cierto es que funcionaba de
nombre nacional para todas las varias etnias griegas, o al menos así en la Ilíada de
Homero, sin ir más lejos. O yéndonos más lejos. Porque no sé si en plan de amplio
calificativo caracteriológico-cultural si englobando en el asunto a los
terminalmente itálicos etruscos —borrosamente algo ibero- peninsulares en su
fase pre-itálica a lo que parece— y en cuanto que eturios y etrurios, o tirenos y
tirrenos si dicho de otro modo. Y el colgante hilo, que la misteriosa Kyme en la que
nació el gran griego Homero en el siglo VII a.C. o en el previo siglo Vifi —la
mecánica variante fonético-dialectal del nombre es Kuma— acaso no fuera la más
o menos jónico- eolia Kyme, al arrimo de la Fokaia —nombre que viene de focas,
latinamente un Focea— cuyas navegantes gentes descubrieron en los tales siglos a
los perdidos y olvidados tartesios hispanos, y con las tales Kyme y Fokaia en la
egeo-anatolia costa —ahora finalmente turco-asiática como sabido es— que algo
por encima de Esmirna, y algo por debajo de la famosa gran isla de Lesbos y sus
lesbias gentes, sino que acaso más bien hubiera nacido Homero en la temprana
colonia griega de Kyme, luego Kumas o Cumas, en la todavía no bahía de Nápoles,
en el Mediterráneo occidental. Antes o después de que los griegos fokaios o
focenses les hubieran arrebatado a los transpirenaicos iberos hispanos en las
bocas del río Ródano la muy portuaria ciudad de Massalia —prácticamente una
amurallada Massalión o Massaliona— que luego y finalmente Marsella, tras
previamente haberle sonsacado bastante plata al tartesio-oceánico gran rey
Argantonio. Claro que no menos el gran Homero, tan escurridizo y misterioso, muy
bien pudiera haber sido un proto-griego hispano reciclado de griego
mediterráneo-oriental, o al menos pre-napolitano, y que hubiera nacido en la
tartesia y proto-griega Kyme o Kumas —a la misma orilla del originario cogollo de
los tartesios— y que luego y demasiado terminalmente el sevillano pueblecito de
Camas. Y vistas así las cosas, el no menos sevillano pueblecito de Azanaque pues
remitiendo a una muy pre-romana y tartesia Atenake, en plan de una pequeña e
hispana Atenas.

Y al respecto, el que en las legendarias y protoirlandesas epopeyas gaélicas


—en alguna de ellas va una especie de muy completa Protohistoria de la ibérica
península— salga una más o menos borrosamente ibero-peninsular Atenas. Que no
sé si olvidado y previo nombre para la finalmente Sevilla, si teniendo en cuenta que
el pre-romano y acaso bastante tartesio nombre de Híspalis para Sevilla —lo de
tartesio porque, lo dicho, para el ahora finalmente río Guadalquivir el más antiguo
nombre no fue el de Betis sino el de Tertis— pues que probablemente más bien un
más completo y previo Hispán-ilis. Y con el Hispán pues remitiendo al borroso
Hispán que, y como sobrino del proto-griego y norteafricano gran Hércules, o gran
Herakles más bien, asoma en alguna escrituraria fuente de la antigüedad
mediterránea, romana si por más señas. Y que los especialistas en la ibero-
peninsular Historia Antigua pues han venido asumiendo como información
apócrifa y muy poco de fiar. Pero con lo de que a las ciudades que fundando fue el
griego-macedonio gran Alejandro Magno se las nombrara Alejandrías o
Alejandretas, pues no tiene nada de particular el que a la ciudad que fundara el tal
apócrifo gran Hispán pues que se la nombrara Híspalis. Y todos, pues tan
contentos. O no sé si el tal apócrifo gran Hispán muy en plan de caballistas y
caballos. Y por eso y etimológicamente pues Hispán. Por otra parte, el muy
hipercrítico Estrabón recoge que el nombre de Hispania se originó para nombrar
precisamente el ibero-peninsular suroeste oceánico, o cuadrante suroeste, en que
de algún modo entra Sevilla. Y que pues nombrarse así porque, y en la lengua
griega, una especie de sphen o cuña que se adentraba temerariamente en aguas
oceánicas. Bueno. Aquí también habría que incluir el que en las legendarias
historias de los mediterráneo-orientales y protogriegos micénicos el paraíso de sus
dioses, los famosos Campos Elíseos, estuviera en el sur ibero-peninsular —y
también los inflemos, con los famosos e infernales ríos Leteo y Erebo, tan en
territorio tartesio— y allí iban las almas al morir sus griegas gentes. Lo cual, y
antropológicamente, significaba que por allí estaba el originario país de sus
antepasados. De acuerdo con ello, el bíblico asunto de que —libro del Génesis, en la
Biblia— el gran Yaván, un nieto del Noé del diluvio, fue el padre de las mellizas
Elisa y Tarsis. De los tartesios, y de los enigmáticos elisos, a juicio de los biblistas
del tema. Con lo del Yaván —y siguiendo de los biblistas— pues llevando hacia
proto-griegos yavanios o yavonios. O sea, los protogriegos jonios. Que
fonéticamente yonios más bien. O en suma, los antiguos griegos pues unos muy
tardo-griegos con respecto a los muy tempranos proto-griegos hispanos, y que
bíblicamente padres yavonios de los tartesios. Lo cual pues que tampoco está nada
mal.

6. Donde el gran viento de los océanos por mitad de muchos los caballos

Y volviendo a por aquí ya otra vez asomar los caballos, y con o sin los proto-
griegos del asomando de proto-tartesios, e insospechadamente metidos por
adentro mismo del nombre de España, y no menos por adentro del nombre de
Hispania, que los recovecos etimológicos son así, pues que de los demasiados
caballos paleolíticos ibero-peninsulares sobreviven al menos y residualmente los
robustos caballos asturcones en algún recóndito valle de las tierras gallegas, que
galaico-griegas fueron. O que de los tales paleolíticos y neolíticos caballos tan
demasiado tótem y tabú ibero-peninsularmente, o caballos adorables y adorados,
algo sobrevivió en las valencianas tierras hasta casi a mitad de la Edad Media, con
una especie de romería hacia una cueva del caballo santo. Y así pues hasta que un
piadoso obispo de Valencia se puso histérico con lo de la romería del ir a adorar al
caballo. Y no sé si les asesinó cristianamente al caballo. Pero la romería pues se la
prohibió. También está, y tirando del hilo, el que a lo del domar al caballo y
convertirlo en caballo de montura, para montarlo y trotarlo y galoparlo, pues los
protohistoriadores de los asuntos del Mediterráneo oriental y sus asiáticos
alrededores se lo remitían inicialmente y borrosamente a las estepas del Asia
Central, en las que las mongolas manadas de caballos salvajes. Pero indagado ya
luego más el asunto, resultó que los tales caballos no era precisamente los esbeltos
caballos de montura sino que caballones bastantes elefantones y muy llenos de
largos pelos por toda partes. Con lo que pues el origen del caballo de montura se lo
han remitido luego al demasiado obscuro —para remotos tiempos— ámbito más o
menos centroeuropeo. Y en base a que, en algunos de sus libros de Historia, el gran
historiador griego Herodoto —siglos Y y IV a.C. y que viajó por las colonias griegas
en las costas del Mar Negro— recoge que en la cabecera del río Bug, en el ahora
noroeste ucraniano, había esbeltos caballos blancos por mitad de los charcos. Pero
lo que los protohistoriadores del asunto prefieren ignorar —y lo dice también
Herodoto— es que, por los tales tiempos y viniendo de muy previos tiempos, el
nombre del río Bug era por entonces río Hispanis. Con o sin el apócrifo Hispán
metido en el asunto. Pero más bien, pues mejor no meterlo. O en fin, que visto ya lo
de las residuales manadas salvajes de caballos tótem y tabú en los tartesios y pre-
romanos tiempos, protohistoriadores españoles postularon hace años en algún
académico simposium, o cosa similar, el que a la Península Ibérica se la asumiera
académicamente como un posible pero secundario origen con respecto a la doma
del caballo, y echándole así algo de mesura y prudencia a la feroz orientalofilia
centroeuropea. Pero yo tengo la insensata idea de que en la tal postulación —que
académicamente no fue asumida— lo de secundario y lo de posible parece como
que están sobrando. Fuere lo que fuere del tal asunto, pues que así
protohistoriadores españoles hace algunos años, y que muy jóvenes por entonces,
y también pues bastante temerarios, o me lo parecen. O que más bien no
protohistoriadores sino que dolorosamente prehistoriadores. Y escribo que
dolorosamente porque la académica y protohistórica datación para la doma del
caballo es de hacia el año 1500 a.C. aproximadamente. Con lo cual, si situándola en
la ibérica península pues sería un asunto como que muy prehistórico, al menos
académicamente. Porque se sigue con la académica idea de que de la mano de los
fenicio-cananeos libaneses, y con de por medio —lo dicho— casi unos cuatro mil
kilómetros de mar, la escritura y el alfabeto les llegaron a los ibero-peninsulares,
en general, y a los tartesios, en particular y en concreto, pues hacia el siglo VIII a.C.
aproximadamente. O sea, y como con la escritura comienza la Historia, que hasta el
siglo Vifi a.C. fue todo pues todavía Prehistoria tanto en los tartesios como en la
ibérica península. Lo cual pues que me parece como que demasiado academicismo
de la demasiada academia. Y demasiada aberración. Claro que, académica o no
académica, que menos da una piedra. Y que tampoco hay que olvidar que, hasta ya
bien entrado el siglo XX, todavía se daba por irrefutable en algunos académicos
recovecos el que la agricultura y el Neolítico comenzaban en la ibérica península
casi en tiempos del nacimiento de Cristo, unos cuantos siglos antes si más
exactamente. O sea, que casi hasta el siglo III a.C. se prolongaba la Prehistoria muy
estricta y casi paleolítica, o cosa parecida, y comenzaba entonces una muy tardo-
agricultura, de la mano de unos muy tardo-neolíticos tiempos. Y de la mano de la
orientalofilia oronda y galopante. Y lógico que no menos una tardo-escritura, y un
tardo-alfabeto, y una tardo-navegación, y unos tardo-tartesios. O no sé si que unos
tardo-académicos más bien. Y que más que tardo-académicos, pues que
sencillamente renqueantes. O en suma, duras molleras y tragedias de la vida. Que
más bien mucho de comedia son. No sé si habría o no que incluir aquí —en fin, ya
incluyéndolo estoy— que, en las legendarias historias hindúes, el gran dios Shiva
en los remotísimos tiempos llegó a la India en una flotante y marinera gran
plataforma de serpientes -desmitologizando un catamarán sobre guerreras naves-
serpientes en plan de flotadores- y navegando oceánicamente desde el suroeste del
Océano Indico, en las alas del gran viento hispalus o gran viento oceánico del
suroeste. Que es por allí la extrema punta-sur de África, ya más debajo de la
africana gran isla de Madagascar. Y que, desde por allí, el gran viento hispalus es el
que origina sobre la India los inmensos nublados de los monzones y sus
diluviantes lluvias torrenciales. Por otra parte, el gran dios Shiva es el dios de la
enigmática y temprana civilización del río Indo en la que son centrales y
arqueológicamente excavadas las ruinas de Mohenjo-Daro y las de Harapa, en las
centrales llanuras del Pakistán —por debajo de la famosa ciudad de Lahore, en el
mapa— y a casi unos doscientos kilómetros más debajo de donde, y como un gran
afluente del Indo, desemboca el himalayo río antiguamente Hispanis —al llegar por
allí las tropas del gran Alejandro Magno en el siglo III a.C. como sabido es— y que
con nombre que fonéticamente evolucionando hacia un terminal río Beas. Con o
sin largándoles hilo a las varias Beas —incluidas las Baeza, o similares— en las
tartesio-kynetas tierras de Jaén y alrededores, con el río Anas incluido en el asunto
—actualmente el río Guadiana Menor— y llevando acaso a que río hispo-anas en
plan de significar río de caballos. O que hispo-amnis más bien, y así largándole hilo
al amnis de los itálicos etruscos para significar el río, en este caso etruscos en su
pre-itálica fase hispana —y nunca mejor dicho— o más bien todavía proto-
hispanos tyrenos o tyrrenos, tyrios en suma. Y desde luego, largándoles hilo a los
pretartesios o proto-tartesios del gran río Anas —ahora el gran Guadiana— en las
oceánicas tierras de Olba, finalmente la andaluza Huelva. En concreto, la misteriosa
y pulcra civilización del Indo se inicia hacia tiempos en torno al año 2500 a.C. y que
sobre poco más o menos los tiempos del gran Queops construyendo su inmensa
gran pirámide en Egipto, y los del proto-tartesio gran Gerión en la hispana
península, o éstos más bien algo antes. Acaba la tal civilización muy proto-hindú
hacia el año 1500 a.C. y que sobre poco más o menos los tiempos en los que
pululan atartesiadamente los hispanos ciclópeos argáricos y precisamente por el
entorno del bástulo río Anas y sus Beas, entonces no tan Beas. Y no menos los
tiempos en los que en la mediterráneo- oriental gran isla de Creta, bastante pre-
griega todavía, finalizaba del volcán o no del volcán —ya llegaremos a estos
asuntos— la refinadísima y culturalmente proto-europea civilización minoica,
legendariamente fundada por la diosa Europa. Y de la que culturalmente
provenimos todos los europeos, en definitiva. En fin, las ciudades de la tal proto-
india civilización eran una maravilla de geometrías urbanísticas y arquitectónicas a
base de ladrillos, incluidas calles empedradas —o no sé si enladrilladas más bien,
que en las tales llanuras aluviales ni hay rocas ni hay piedras— y una especie de
teocracia monacal, a juicio de los especialistas. No sé sabe de dónde a las tales
llanuras les llegó, y con jeroglífica escritura incluida. Y al respecto, sólo está el
legendario asunto del dios Shiva llegándoles legendariamente en su nave-
plataforma de serpientes con el viento hispalus y desde la extrema punta-sur del
África. Algo así como que viniendo del Atlántico y con el viento hispalus en las
lonas de las velas. Al respecto, pues acaso pudiera resultar interesante que, al
llegar por allí los más o menos griegos ejércitos del gran Alejandro Magno, las tales
llanuras del río Indo —ahora finalmente pakistaníes— llevaban el nombre de
Iberia, y precisamente y sobre poco más o menos desde donde las muy
urbanísticas ruinas de Harapa o Harappa —con tartesoide sufijo, o cosa de mera
homofonía— en el curso medio del Indo hasta las no menos muy urbanísticas de
Mohenjo-Daro en el curso bajo del famoso gran río. En fin, borrosos asuntos. Pero a
lo que voy. Lo cierto es que, en el compendio que de la Historia Universal del
Imperio Romano del romano-imperial Trogo Pompeyo nos ha llegado, se recoge
que lo del nombre de Hispania para la ibérica península se originaba de un gran
Hispalus que en remotos tiempos un gran caudillo o rey. Lo de Trogo Pompeyo —
un más bien ibero-romano, nacido y criado en los transpirenaicos iberos ya más o
menos romanizados, en tiempos previos al nacimiento de Cristo— impone un más
o menos respeto. Que sus informaciones de la ibérica península muy bien pudieran
venir de bastante iberear de mozo, antes de romanear de adulto. Pese a lo cual, el
asunto ha venido siendo rechazado por los especialistas en ibero-peninsular
Historia Antigua. Y así al respecto, el historiador García Bellido en su libro
Veinticinco estampas de la España antigua y con toda tranquilidad. En realidad no
se rechaza lo de Hispalus sino lo de que el nombre de Hispania —finalmente
España— pudiera venir del nombre del tal caudillo. Y que es nombre que resulta
demasiado homófono —prácticamente idéntico— con el del viento hispalus
llegando desde remotos tiempos a la India desde la extrema punta-sur de las
tierras africanas. Y con un no menos remoto río Hispanis en la India para
etimológicamente redondear un poco al asunto. Y al respecto del río Hispanis,
valga la idea de que a un previo nombre de río Hispanis remite o parece remitir el
nombre del río Bainis, el antiguo y pre-romano nombre del galaico río Miño, en el
oceánico noroeste ibero-peninsular, y del que en evolución fonética, y previo un
mecánico Mainis, resulta lo de Miño. Aplíquesele el asunto a lo de las portuarias y
malagueñas —y perdidas o desaparecidas ciudades— de Mainake y Mainoba, en la
costa remotamente kyneto-tartesia según Trogo Pompeyo precisamente, y nos
resultará un Painake y un Painoba. Y en plan de acortamiento fonético de unas más
previas Hispanaike e Hispainoba. Y con también una Hispanóbora incluida en el
asunto, y que luego ya meramente una Mainóbora fonéticamente deshispanizada.
En fin, que no sé si son o no son las peras del olmo, pero algo son. Ni que decir
tiene que al ibero-peninsular gran caudillo-rey Hispalus hay que suponerlo muy
proto-tartesio. Que para los tales remotos o remotísimos tiempos incluidos en el
tal asunto los grandes caudillos-reyes o son de bulto protohistórico en el sur
peninsular —el tartesio gran Gerión, los tartesio-kynetes gran Gárgoris y gran
Habis o Habidis, etcétera— o son tranquilamente fantasmales, o dulces
fantasmadas. Ni que decir tiene tampoco que, del sagrado e hindú nombre de
Shiva, la mecánica variante fonética es un Shiba o Shipa. Y que muy demasiado
homófona con respecto a un shipanos ya en camino hacia un tenebroso hispanos,
incluido el bíblico Yaván —el bíblico origen de los tartesios— por sus mecánicas
variantes en un Yapán con o sin sus yapanos. Que al fin y al cabo lo de yavanos fue
en los antiguos hindúes el nombre de las gentes del extremo Occidente. O sea, los
europeos, sobre poco más o menos. Y como que si llamándolos tranquilamente
tartesios, si desde el bíblico y yavonio asunto. Con lo del río Miño o Minio
llevándonos a un previo Mainis y un más previo Bainis, y un Hispainis en suma,
pues aplicándole el tal rebobinado fonético al nombre del europo y muy proto-
europeo gran rey Minos, el legendario hijo de la diosa-princesa Europa, pues nos
resulta un Mainos más o menos un Painos, y etcétera. Y del mismo hilo, el que las
proto-malagueñas gentes que en el massaliota periplo y pre-romanos tiempos
asoman de libio-phoinikes pues que se nos queden de phainikes muy
tranquilamente mainikes pues a la menor oportunidad. Ignoro si del rebobinar
etimológicamente el nombre del inicial gran faraón Menes también asoma algo
similar, y pues que no me extrañaría nada.

7. Donde nos lleva muy tranquilamente al fabuloso país de Jauja


Queda por desollarle el rabo a la familia lingüística de los griegos en cuanto
a los lingüísticamente helenoides lidios, y no menos los frigios. De los lidios algo
dicho quedó. Y acaso no queda más que decir que los lidios o lidsios llevan no sólo
a los yavánicos elisos, ibero-peninsularmente ilisos más bien —los topónimos Ilix y
Uilix, que finalmente Elche y Vélez—, sino que hasta incluso a los lusitanos e
ilusitanos como que terminalmente ilisos. Y no sólo porque del topónimo Olisippo
o Ulisippo que finalmente Lisboa —en alguna fuente recogido el asunto de que
fundación del legendario y muy navegante Ulisis y el asunto se lo desecha como
apócrifo— sino porque, y en otra fuente está, los fieros lusitanos se honraban de
ser étnicamente medio-galaicos. Cosa que habría que ir entendiendo como que
medio-griegos si tenemos en cuenta que el cuadrante noroeste ibero-peninsular
viene ya resultando como que borrosamente demasiado proto-griego. Y tanto
como para que el tal galaico muy bien pudiera resultar ya un karaiko en variante
dialectal que evolucionando fonéticamente hacia un kraiko y que era el nombre
que los itálicos les daban a los helenos. Y de lo que resultó lo de griegos como
nombre con el que, en sus diversas variantes fonéticas en las diversas lenguas
europeas, los europeos hemos venido nombrando a los helenos. Por más que,
impertérritos, ellos en su helena lengua han seguido autodenominándose helenos,
y no menos autodenominando Hellas a lo que todos los demás europeos llamamos
Grecia. Y a destacar el que en las nórdicas lenguas germánicas los más o menos heli
son los infiernos. No menos a destacar la homofonía entre el griego Hellas y el
nórdico-escandinavo Valhalla. Parece como que los nórdico-escandinavos proto-
germánicos muy bien pudieran haber escapado de su borrosísimo paraíso ibero-
peninsular porque huyendo de los hispanos proto-griegos como infierno. Por otra
parte, en las proto-irlandesas y gaélicas historias épicas legendarias asoma una
Graeccia ibero- peninsular que más bien meramente una Kalaica o Galaica en su
variante de Karaika. O sea, el ibero-peninsular y borrosamente muy proto-griego
noroeste oceánico.

O en resumidas cuentas, que el tartesio golfo galaico o galáctico —la amplia


curvatura de la oceánica e hispana costa atlántica desde el estrecho de Gibraltar
hasta el extremo sur de Portugal— parece como que no tiene nada que ver con los
ibero-peninsulares proto-gaélicos que luego finalmente irlandeses, sino que más
bien con los hispanos proto-griegos galaicos. Que de iniciales pre-tartesios o proto-
tartesios, y expulsados del suroeste ibero-peninsular, pasaron luego a
residenciarse en el muy lluvioso y no menos ibero-peninsular noroeste oceánico, el
amplio y peninsular cuadrante noroeste en el que demasiadas las borrosidades
proto-griegas. Tengo la idea de que en el asunto, y desde las legendarias historias,
el gran Krisaor de la espada de oro que hermano del famoso Pegaso —en la lengua
vasca, la pagauso es la torcaz paloma grandona— o gran caballo volador del
océano, y padre del proto-tartesio y gigante gran rey Gerión. No menos tengo la
idea de que Krisaor es el Kritias o Critios —mecánica y dialectal variante fonética,
un Krissios— que en alguna fuente asoma, y creo que en el gran Plinio, como que el
oceánico navegante que comenzó a traer de las Islas Británicas el estaño al
suroeste tartesio. Y para fabricar el tan necesario y vital bronce del que resultaban
los no menos muy necesarios instrumentos del cortar y despanzurrar: mazas
mineras, cuchillas de carpinteros, hachas, etcétera. Para mí al menos tengo claro
que en lo del tal caballo oceánico está ya lo de las tartesias naves-caballos. Y en
plan de catamaranes. Tan necesarios para saltar el largo rosco de olas que se forma
en los sumergidos bancos de arena que hay, metidos agua de mar adentro, en la
desembocadura de los ríos. Y así al respecto en los catamaranes que, en cuanto a la
larguísima cornisa atlántica en las costas guineanas que mitad afra y mitad
europea, han venido sobreviviendo desde remotos tiempos. Que lo de alado y
volador para el legendario y monstruo gran caballo Pegaso no es más que jerga
metafórica para significar un gran catamarán que visto a lo lejos, y con los blancos
lienzos de las velas desplegados al viento, pues igual que una pagausa gran paloma.
O sea, el asunto.

Pero nos hemos dejado ya otra vez colgados del hilo a los helenoides lidios,
helenoides al menos lingüísticamente. O más bien y colgados del hilo a los no
menos helenoides frigios. Y nos lo volveremos a dejar colgados. Porque con lo del
gran Krisaor de la espada de oro remitiendo a un más o menos kirios-zar o un
kirios-sol más bien —es el único que no es un monstruo en las legendarias
genealogías y parentelas del gran Gerión que tan plagadas de monstruos por todas
partes— y sabido que en la lengua griega lo de kirios significa gran señor, pues que
su relación con el kalay o estaño lo relaciona con el inicialmente tan estañero
noroeste oceánico ibero-peninsular que luego pues tranquilamente kalaico o
galaico y muy lógicamente. Y del mismo asunto lo de que el finalmente golfo de
Cádiz como inicialmente kalaico golfo estañero. Y valga la redundancia. Por si
sabido no es, en las lenguas ibero-caucásicas el kalay es precisamente el estaño. Y
probablemente tenga relación con la palabra griega kalos para significar
hermosura. Y no menos con el originario nombre de helenos —también un
hellenos, obviamente— por vía de un previo kelenos para tranquilamente
significar estañeros. Tiene su miga el que, en la legendaria genealogía de oceánicos
monstruos que en el extremo oeste mediterráneo — incluido su lado atlántico—
lleva finalmente a los prototartesios del gran Gerión y de sus monstruosas
parentelas, los górgonos previos al estañero Krisaor remitan etimológicamente a
ibero-caucásicos occidentales. Y que muy occidentales en cuanto que todavía en su
fase muy pre-caucásica. Otro nombre para el estaño fue el de kashios o similar. Con
o sin meter en el asunto el que a las sierras malagueño- gaditanas se les llamó
precisamente montes Kashios. Parece remitir a lo mismo el ceutí gran monte Cacho
en el estrecho de Gibraltar, en la orilla africana de su mediterránea boca.

Por otra parte, en el ámbito griego y en el ámbito atlántico, occidental en


general, el estaño rodó con el nombre de cassiteros que parece remitir a que
inicialmente metal kashiotyrio o kassio-turio, o cosa parecida. Y al respecto, el que
según especialistas de los temas ibero-caucásicos el nombre del Cáucaso en el
extremo suroeste europeo —la colosal y altísima cordillera de montes en la que, a
caballo entre a un lado el Mar Negro y al otro lado el inmenso gran lago que
llamamos Mar Caspio, está e) siempre nevado monte Elbruz con sus casi 6.700
metros, el más alto monte europeo- proviene de los desaparecidos ibero-
caucásicos kashki, que no sé si también los kassita que más abajo en el mapa, en el
famoso río Eúfrates, por otro nombre también río Alazán en remotos tiempos, con
nombre tan homófonamente ibero-peninsular. Los kaskhi que más
ortográficamente los khaskhi —y que relacionados con los enigmáticos proto-
europeos lingüísticamente burushaski y en plan de unos más o menos ibero-kashki
en el asiático curso del río Indo, y entre ellos los hunza étnica-mente muy ex-
mediterráneos en su pinta y al pie del altísimo Karakorum con sus algunos
picachos de ocho mil metros de altitud— pues como que de substrato previo a los
ibero- caucásicos georgianos dejaron en la georgiana Iberia su comarca de
Khakhia, también Khakhetia, y con otro río Alazán en el asunto si es que no
recuerdo mal. Pues bien, fonética- mente Khakhia es Jajia. Y no menos, y desde la
misma raíz, los montes Khaukha _helenizados en un Cáucasos— son Jauja, y los
más bien khaskhi son unos jasji y así como quien no quiere la cosa. Todo
demasiado homófono con el nombre de la remotísima y fabulosa Jauja que asoma
en los tradicionales y antiguos cuentos campesinos españoles. Y no menos con el
nombre de alguna que otra Jauja que, de topónimo muy pre-romano, asoma a
mitad de las ex-tartesias tierras andaluzas. Y tan demasiado homófono el asunto
como para que muy bien no pudiera ser pues que meramente casual. Y en fin, de la
burushaska lengua de los hunza y si remitiendo a los kunetos o konios, muy bien
pudieran descifrarse los enigmáticos euro-silabarios de los refinados minoicos de
la diosa Europa. Y que están en el origen de los mediterráneos euro- alfabetos
arcaicos, incluido el tartesio, e incluido el tartesoide y rúnico escandinavo. Que no
ya tan mediterráneo, claro está.
Y en fin, el hilo de los frigios helenoides con respecto a la familia de las
lenguas más o menos griegas metida de substrato en el asunto de los tartesios. Por
de pronto, inicial- mente los frigios son una rama de los tárrakes o trakes —los
tracios, en la latinización romana del nombre— y que con el nombre de briges
habitaban en la algo balkánica costa-norte del mediterráneo-oriental Mar Egeo —
con sus varios archipiélagos de islas griegas por allí a la mitad— y al arrimo del
gran río Ibero, que actualmente y en su bajo curso sirve de frontera entre la tierra
griega y la Turquía europea, al lado del famosamente troyano estrecho de los
Dardanelos, famoso de la famosísima guerra de Troya según versión Homero. Y
con los griegos llamándolo río Ebro desde no se sabe qué remotos tiempos, como
ya dicho quedó. Que los briges con nombre luego unfriges o frigios habitaran en las
riberas del río Ibero pues a mí me remite a que el étnico nombre no es más que un
ibérikes contraído luego fonéticamente en un brikes o briges que luego un friges o
frigios. Y del mismo modo que, y paralelamente, el tárrakes pues fonéticamente
contraído en un trakes y latinizado en un tracios. Y pues tan felices, a lo que parece.

Tampoco habría que olvidar, en la familia lingüística de los indoeuropeos, a


los gaélicos-celtas. En el grupo lingüístico de los celtas y los galos. Lo de los celtas
es bastante liante, que ibero-peninsularmente resultando van cada vez más
fantasmales, al igual que lo mismo ocurriendo va con respecto a los fenicios o
cananeos libaneses. De hecho, y en algún párrafo de sus libros de geografía,
Estrabón nos avisa que los celtas ibero-peninsulares no tienen nada que ver con
los celtas galos en las ahora tierras de Francia. Y valga la redundancia porque galos
es abreviatura de gálatas, también kálatas, y que si metido en contracción fonética
pues resulta un keltas o kaltas. De hecho, un keltic latinizado luego en un celtas. O
sea, que olvidémonos de los celtas, y enganchemos en el substrato lingüístico del
tartesio gran ámbito hispano a los gaélicos que tras previamente atartesiados o
tartesiófilos en el ibero-peninsular sur oceánico —lo de Gades, Gadir, etcétera es
básico en sus legendario-épicas genealogías— y tras estañear del kalay o estaño en
el oceánico noroeste ibero-peninsular, en las kalaikas o galaicas tierras, dejaron de
ser protogaélicos hispanos y pasaron a ser proto-gaélicos irlandeses. Y al respecto,
lo más interesante es que en la lengua gaélica —que sobrevive en el oeste de
Irlanda— la palabra dionach significa guardián. O sea, protector, o benefactor. Y si
helenizándola de un zeus como sufijo y para significar dios —hubo muchos zeus y
no sólo el gran Zeus, en paralelo con que, del hércules para significar caudillo, hubo
también hércules muchos— pues nos resulta un Dionisos, previo un diona-zeus o
cosa parecida. Pero sin tampoco olvidar que bakka era el nombre del vino en los
peninsulares iberos —de las tres palabras hispano-iberas que se conocen, las otras
dos son salam e ilis y para respectivamente pues significas el río y la ciudad. O en
suma, las etimológicas raíces en el nombre del dios Dionisos, el famoso y alegre
dios de los vinos y las uvas. Presuntamente de misterioso y mediterráneo origen
anatolio —la Anatolia era la ahora Turquía asiática, entre el Mar Negro y el
Mediterráneo— pero que etimológicamente hurgado pues parece como que
originariamente muy demasiado occidental. Y lo que son las cosas.

Con respecto a los gaélicos pues tampoco habría que olvidar que en esa
especie de extensión cultural tartesia que a veces parecen ser borrosamente las
ahora tierras de Marruecos arqueologicamente asoman por allá y acullá puntas de
lanzas tartesias, las lanzas a modo de alabardas— está, y desde remotos tiempos, la
lengua beréber en la que los filólogos especialistas detectan una componente de la
familia celta —se la denomina así— o familia en la que una rama son los gaélicos y
otra rama los celtas-galos que remitían su origen borroso a la isla de Sicilia, y cuya
lengua sobrevive en la de los británicos galeses —en el oeste de Inglaterra - por
enfrente ya de Irlanda- y en la de los bretones franceses —la Bretaña o gran cuerno
oceánico, una tierra del proto-tartesio estaño misterioso— y que ya y finalmente
pues bastante residual. Para rematar el ~ fantasmal celta asunto, habría que
recoger que, según nos especifica Estrabón, el auténtico y antiguo nombre de los
celtas hispanos —los celtíberos fue el de ibero-skytes y así y no más. O sea, una
especie de iberoescotos, y que ibero-escitas si latinizado el asunto. Los escitas
oceánicos y occidentales, tan lejos de los escitas orientales en las ahora costas
ucranianas del Mar Negro, y con el río Hispanis y sus manadas de salvajes caballos
en la cabecera del río. Y blancos los caballos.

Y a propósito del euro-oriental gran río libero y que desde siempre río Ebro
para los griegos —el actualmente río Maritza que desde las montañas búlgaras
acaba finalmente desembocando al arrimo del estrecho de los Dardanelos, donde
la famosísima Ilión de la famosísima y homérica guerra de Troya, en la orilla
nordeste del mediterráneo-oriental Mar Egeo, por donde la frontera entre la
Turquía europea y Grecia— pues acaso habría que recoger el curioso asunto de
que, al menos en antiguas fuentes griegas, el guapo Jasón legendario —que en su
nave Argos y con sus argonautas va a la Cólquida de los mingrelios a por el famoso
vellocino de oro y allí se enamora de la terrible y kolko-ibera Medea, etcétera—
asoma de padre-origen de los iberos. Al menos de los euro- orientales iberos pre-
georgianos o proto-georgianos. O no sé si también de los euro-occidentales iberos,
que el guapo Jasón legendariamente no sólo navegó desde una Iolkos pre-griega en
el Mar Egeo sino que también navegó en las mediterráneas aguas de la ibérica
península y por sus alrededores. Se lo identifica con el no menos legendario y pre-
georgiano o proto-georgiano gran príncipe Azo que, y en no se sabe qué remotos
tiempos, fundó la ciudad de Méshketa, la capital de la Iberia georgiana. Que, y dicho
sea de paso, se extendía mucho hacia el sur, e incluía el muy sagrado monte Ururut,
que luego Ararat. Estoy en que el asunto remite a los minoicos o pre-minoicos
etheos o eteos. Y que son los iberopeninsulares etes metidos en lo de los proto-
tartesios kynetes o kunetes y en plan de que unos konio-eteos o kaunio-eteos. Y
largando un larguísimo hilo en el tal asunto. O probablemente llevando pues a los
muy ibero-caucásicos avares o everes. O cosa similar.

8. Del substrato ibero-vasco y los huevos pues gordos y blancos

Y siguiendo del hilo con respecto a las familias y grupos de lenguas que
substrato más o menos borroso son en el asunto de los tartesios y en su más
amplio marco geográfico, o las ahora tierras de Andalucía, e indagado ya el
substrato con respecto a la gran familia de los indoeuropeos en sus varios grupos
occidentales y descaradamente o borrosamente oceánicos, hay que pasar a indagar
de lo mismo en la más o menos también gran familia de los terminológicamente
pre-indoeuropeos. Y en la que entra la lengua vasca, claro está. Y me parece que
algo al menos la lengua etrusca. Y por otra parte, y en sus pre-caucásicos tiempos,
las ibero-caucásicas lenguas que sobrevivido han, y en sus varios grupos. Y en fin,
llevo unos veinticinco años metido en esta exploración personal. Y que pues que a
ver qué es lo que saliendo va.

Por de pronto, y con respecto a la lengua vasca —o más bien lenguas vascas,
hay siete, hay ahora ocho con el invento de una neovasca lengua o euskera batúa
como sabido es— pues que al menos en el ámbito de los kynetes tartesios, las
ahora tierras de la Andalucía oriental, prerromanos nombres geográficos vascones
pues sobreviven bastantes. Por ejemplo, en tierras malagueñas, los acabados en -
ate como Arriate, Alfarnate, Almayate, etcétera. Y por otra parte, un ibero-vasco
Iliberri —variante de un meramente vasco Iriberri— es el muy prerromano
nombre para la ahora ciudad de Granada, ~ para significar muy tranquilamente
ciudad nueva en plan de que algo así como si una Villanueva para los tales tiempos.
Y del tal topónimo ibero-vasco hay que entrar en el substrato de la lingüística e
hispana familia ibera en los tartesios mediterráneos o kyneto-tartesios. O sea, el
asunto de los iberos hispanos o iberos occidentales, en contraposición a los ibero-
caucásicos o iberos orientales, y que también euro- occidentales en su fase muy
pre-caucásica.

Sabido es que los hispanos iberos ocupaban toda la banda oriental de tierras
peninsulares desde Baza y Guadix en las ahora tierras provinciales granadinas, y
sus alrededores, hasta los Pirineos —regiones de Murcia, Valencia y Cataluña— e
incluso más allá de los Pirineos. Porque no menos ocupaban la transpirenaica
banda costera —ahora tierras de Francia— hasta la ibera y luego griega Massalia,
ahora Marsella, en la boca del río Iberidano, con nombre que evolucionando luego
al de río Ródano. De sus fuentes bibliográficas —los autores tanto griegos como
romanos que viajado o residido habían por las peninsulares tierras hispanas— el
muy hipercrítico Estrabón, en su libro de hispanas geografías y etnohistorias,
recoge el dato de que en los peninsulares iberos eran varias las lenguas. y yo más
bien estoy en que no precisamente referido el asunto a una ibera lengua complex
dividida en dialectos muy fuertes y varios —como es el caso de la lengua vasca—
sino que más bien varias familias de lenguas. O que bastante al estilo de las varias
familias de lenguas en los iberocaucásicos o iberos orientales. Y al respecto, venga
aquí ya el asunto de que, según también nos informa Estrabón en alguno de sus
libros de geografías, los iberos orientales provenían de una remota emigración de
iberos occidentales desde el extremo oeste mediterráneo.

Lo cual es una garantía si tenemos en cuenta que, en otro de sus libros de


geografías, nos informa que era hijo de una ibero-caucásica. De las
lingüísticamente algo georgianas gentes lazas en la orilla-sur del Mar Negro, ahora
la costa- norte de la Turquía asiática. No sé si dicho quedó que a Estrabón —
educación griega, lengua griega— se lo llevó de la famosísima gran biblioteca de
Alejandría a Roma el emperador César Augusto —lo dicho, tiempos del nacimiento
de Cristo, sobre poco más o menos— y que de tal biblioteca fue Estrabón durante
algún tiempo el muy intelectual director. Y valga con respecto a que, unos cien
años después, el historiador Apiano —un abogado romano metido a historiador, e
historiador bastante novelesco— recoge, en alguno de sus libros, la cosa de que los
peninsulares iberos occidentales provenían de una remota emigración de iberos
orientales. O sea la inevitable y mecánica orientalofilia —y occidentalofobia— y
que ya viene de muy lejos, con lo de las civilizaciones fluyendo
ininterrumpidamente y mediterráneamente desde el Oriente al Occidente. Y todos
felices.

O en fin, que serie de iberos topónimos enigmáticos sobreviven desde


prerromanos tiempos en las muy previamente kyneto-tartesias tierras de la ahora
Andalucía oriental, e incluidas en el lote las tan olivareras tierras de Jaén. Por otro
lado, en el acaso extremo final de las kynetas tierras, al arrimo del estrecho de
Gibraltar, a caballo entre malagueñas y gaditanas tierras, y por si no queda claro el
asunto, los prerromanos topónimos de Ubrique y Jubrique pues remitiendo a un
Iberike o Uberike, especialmente teniendo en cuenta que por allí al arrimo una
Salama o más bien Karia Salama —lo dicho, el salam era el río en los iberos
hispanos— que finalmente una Grazalema. Y hasta incluso por mitad de los montes
de Málaga hay un villorrio Iberos, lo cual pues me parece como que demasiado. Y
resulta como que demasiado fuerte el que, con los radioastrónomos
descifrándonos ya los límites del Universo, situados a miles de millones de años-
luz, y a pesar de que muchísimas las inscripciones de hispana lengua ibera, ésta
siga indescifrada e indescifrable. Lo mismo que, y sin ir más lejos, la lengua tartesia
que con también muchas sus inscripciones. O en fin, la lengua ibera en sus varias
familias de lenguas. Ignoro qué topónimos puedan rastrearse del asunto ibero en el
ámbito de los tartesios oceánicos, en el ámbito de las ahora tierras de la Andalucía
occidental en las que, y de prerromanos tiempos, sobreviven enigmáticos
topónimos —e hidrónimos— como Aracena, Córdoba, y fundarla los romanos
significa refundarla, el nombre no es romano-latino sino que indígena, y etcétera. Y
más si incluida la mitad-sur de Portugal, kuneta o kyneta en gran parte. Y
muchísimos si incluidos los que en su libro de las hispanas tierras recoge el gran
Plinio.

Con respecto al tal asunto, no sé si parte de los tales enigmáticos topónimos


hay que remitirlos a iberos si teniendo en cuenta que de excavaciones
arqueológicas —objetos en ajuares funerarios, y cosas así— hay a juicio de
arqueólogos una especie de borrosa iberización de todas las ahora tierras de
Andalucía y que o tartesias o atartesiadas fueron, y tampoco sé hacia qué remotos
o prerromanos tiempos el tal asunto, y me parece que los arqueólogos del tema
pues como que tampoco lo tienen muy claro. El asunto resulta interesante con
respecto a las tierras de la Andalucía occidental —las ahora provincias de Córdoba,
Sevilla, Cádiz y Huelva— porque con respecto a las de la Andalucía oriental, e
iberización o no iberización, el asunto está como que bastante obvio. Desde luego,
parece como que encajaría muy bien un extenderse a las muy proto-tartesias
tierras de la Andalucía occidental —el río Tertis como eje, ahora río Guadalquivir,
lo dicho— la civilización de pequeñas ciudades ciclópeas amuralladas denominada
arqueológicamente cultura del Argar y originada en el extremo y mediterráneo
sureste peninsular, en las ahora andaluzas tierras de Almería. Y hacia tiempos en
torno al año 1800 a.C. aproximadamente. Se la tiene como una especie de regresión
con respecto a la demasiado tempranamente ciclópea y demasiado
tempranamente espléndida cultura millarense que también se originó en tierras de
Almería, y nada menos que hacia el año 3400 a.C. y así como quien no quiere la
cosa. Le viene el nombre del villorrio de Los Millares, o menos que villorrio. Y de la
aldea de El Argar a la otra el nombre, o que ya pues no tan aldea. Y se las denomina
cultura porque se las incluye categorialmente en la Prehistoria, en plan de
neolíticas gentes sin escritura, o sea, no metidas todavía en la Historia, ni tan
siquiera en plan de Protohistoria. Me parece una aberración. O al menos para mí,
en el demasiado gran esplendor urbanístico y arquitectónico, y tan temprano, de la
cultura millarense pues o implica la escritura o no hay forma de entenderlo y
explicárnoslo.

Que tanto la una como la otra vayan de pequeñas ciudades ciclópeas


amuralladas, o ciudadelas no menos ciclópeas, y en el caso de los millarenses pues
algo así como que el primer ciclopeísmo cronológicamente muy demasiado
anticipatorio y primero a lo largo de todo el larguísimO Mediterráneo, e incluidos
sus alrededores, pues como lo de civilización viene de cuando asoman ya las
primeras y pequeñas ciudades, y que ya no neolíticas aldeas, pues habría que
aplicárselo tanto a la una como a la otra, en plan de que civilización millarense y
que no menos pues civilización argárica y con sus pelos y señales. Y que es lo que
normalmente hago yo. O en fin, que no tan regresión los argáricos con respecto a
los millarenses que demasiado progresivos y progresistas. Y no tan regresión
porque de la mano de ellos asoma el vidrio, y me parece como que el primer vidrio
mediterráneo. Iberopeninsularmente, tanto la una como la otra se difundieron
ampliamente y con toda tranquilidad. De algún modo, sobre los millarenses es
sobre lo que, como substrato, se asienta el esplendor de los proto-tartesios del
gran Gerión. Y de sus pre-tartesios incluso, con lo del gran Krisaor y su hermana la
gran nave Pegaso, y oceánica la nave. O que al menos legendario esplendor si
puestos a templar el asunto. A los argáricos le ha dedicado parte de su vida y un
gran libro el arqueólogo inglés Robert Chapman, y libro titulado Emerging
compiexily con bastante acierto. O sea, la complejidad emergente. Y en plan de que
con la finalmente emergida gran complejidad civilizatorio-antropológica de los
tales argáricos anónimos —quedan arqueológicamente al arrimo de estructurarse
en organización estatal y bastante territorial, al menos al estilo de las luego
ciudades de los antiguos griegos, o sea, que de aldeas nada— pues que algo así
como que todo lo que se ha venido perorando de las tales post-neolíticas gentes
ibero-peninsulares son especie de simplismo de no mucho recibo. Los simplismos.

En concreto, polémico el libro. y bastante orientalófobo. O demasiado, más


bien. Porque, en la introducción, el muy micro-minuciosamente científico Chapman
argumenta, y muy punto por punto, y algo así como que exhaustivamente, que la
orientalización que de las sucesivas culturas ibero- peninsulares se ha venido
haciendo con total impunidad y académicamente, y desde las paleolíticas hasta las
ya más o menos protohistóricas, pues no tiene base ninguna. Y que el asunto
funcionando ha venido a base a buscarles a los arqueológicos objetos ibero-
peninsulares someras analogías con componentes de arqueológicos objetos
mediterráneo- orientales, y mayormente mediterráneo-asiáticos. Y con lo cual
pues los ibero-peninsulares objetos arqueológicos ya bien orientalizados se nos
quedan, y con irrefutable origen tramposo en el asiático oriente mediterráneo. Ni
que decir tiene que Chapman es actualmente una especie de bestia negra para los
muy orientalófilos y centroeuropeos arqueólozos, tanto si prehistoriadores como
si protohistoriadores. Y lo mismo de bestia negra va igualmente el arqueólogo
Colin Renfrew, también inglés, o no sé si más bien escocés. Y es que, tras muchas
excavaciones arqueológicas por aquí y por allá, y tras llevar bastantes años la
dirección del Instituto Arqueológico en la tan prestigiosa universidad de Oxford,
originó la gran polémica a mitad de los años setenta al argumentar muy en su libro
Before civilization y famoso libro, que en el año 3000 a.C. ya estaban en el ámbito
europeo todas las cosas fundamentales de la posterior y europea marcha
civilizatoria —la metalurgia del cobre, las refinadas cerámicas, las ciclópeas
pequeñas ciudades amuralladas, la escritura, y etcétera— y que, y en contra de lo
que académicamente se venía perorando en el bimilenario periodo que va desde el
3000 a.C. al 1000 a.C. pues del oriental ámbito mediterráneo, y tanto si egipcio
como si asiático, no llegaron al ámbito europeo más que baratijas nada
fundamentales, y chucherías de lujo nada básicas. Con el tal nada orientalófilo
libro, hubo en los orientalófilos ambientes centroeuropeos de arqueólogos algo así
como que un gran shock. Y metidos en el gran shock siguen, incluidas sus filiales
ibero-peninsulares. Los ambientes.
Y anécdota al canto. Para una solemnísima conferencia llegó a Barcelona
hace unos años un eminente protohistoriador italiano, que no sé si la máxima
eminencia de la mediterránea Protohistoria, o cosa similar. En un diario, y en una
entrevista, peroraba solemnemente de las misteriosas civilizaciones
mesopotámicas de los ríos Tigris y Eúfrates —las ahora tierras de Irak— y desde
donde, y con sus no menos misteriosas lenguas, fluyendo iban las tales
civilizaciones hacia Occidente, hacia el Mediterráneo. Y fluyendo más hacia
Occidente, llegaban luego y por ejemplo a la isla de Sicilia. En la que, y de la mano
de las tales misteriosas lenguas orientales, asomaban luego no menos misteriosos
nombres como los de las sicilianas y prerromanas ciudades de Erice y Sagasta.
Bueno, esos dos topónimos, más bien no tan misteriosos, remiten a palabras vascas
y funcionan de vulgares apellidos corrientes y molientes en estas españolas tierras
de garbanzos. O sea, que topónimos más bien muy occidentales, y nada orientales.
O en fin, pues que así anda el patio. Y lo que se andará.

Claro que algo cambiados ya van los aires. Organizada desde el Museo
Arqueológico de Valencia funcionó hace un par de años una itinerante exposición
arqueológica titulada “Los iberos, príncipes de Europa” y que con las más
espléndidas esculturas de los iberos hispanos, incluidas algunas del tartesio
ámbito peninsular. Lo interesante es que a las tales maravillosas esculturas ya no
se las orientalizaba de los mediterráneos-orientales griegos antiguos —que las
originaban al establecer sus griegas colonias en las costas hispanas, ahora ya no
colonias sino que meros almacenes en puerto indígena— sino que se las afirmaba
de pura y dura creatividad ibero- peninsular y autóctona, nada orientalizada ni
orientalizante. Aunque, eso sí, con algo de borrosa influencia griega en algunos
casos. Algo, un poco y no más. Sobre poco más o menos en la línea de cuando, en la
introducción a su famoso libro, argumenta el impertérrito Chapman que desde las
maravillosas y paleolíticas pinturas de bisontes en la santanderina cueva de
Altamira —y gran obra maestra del arte de la pintura— hasta más o menos los
tartesios va en la Península Ibérica, y a lo largo de muchos los milenios, una
ininterrumpida línea de creatividad autóctona que nada le debe al Oriente
mediterráneo ni de lejos ni de cerca. Y más o menos en el mismo sentido, el que de
un reciente Simposium arqueológico en Jaén haya resultado que la histórica
relación de las gentes del Mediterráneo oriental —cananeos fenicios, griegos— con
las gentes de la Península Ibérica fue más bien meramente costera y efímera, y
bastante superficial. O sea, y traduciéndolo a prosa llana, que más bien un asunto
de más o menos fantasmales fenicios, y más o menos fantasmales griegos. O que un
asunto pues bastante fantasma, a la menor oportunidad. Lo dicho, la ciencia se
hace rectificando errores, no manteniendo incólumes caducas antiguallas. Claro
que las incuestionables eminencias máximas en estos protohistóricos asuntos pues
parece como que, y muy tranquilamente dejan mucho que desear.

Antes de terminar este capítulo acaso habría que recoger que el asomar la
iberoide y ciclópea civilización de los hispanos argáricos hacia el año 1800 a.C. con
o sin unos cuantos siglos de gestación —que es lo que los arqueólogos suelen
concederle a la previa fase más o menos embrionaria o rampante— pues sobre
poco más o menos coincide —se le adelanta un siglo— con el llegar a su máximo
esplendor y en la mediterráneo-oriental gran isla de Creta la civilización de los
enigmáticos minoicos fundada por allí por la diosa Europa, al menos
legendariamente. Acaso también habría que largarle hilo a que en las argáricas
sepulturas hispanas, y con los ajuares funerarios, asoman bastantes cáscaras de
huevos de avestruz. Que se los ponían al difunto gordos y blancos para que le
sirvieran de almuerzo y viático en el oscuro camino de su alma hacia la otra y ya
obscurísima vida. Como hasta tiempos romanos hubo bandadas de avestruces
correteando por las llanuras del sur de Marruecos, pues o era que los argáricos
comerciaban —por el estrecho de Gibraltar— con las ahora tierras de Marruecos y
les llegaban de cuando en cuando y en plan de mercaderías de lujo los gordos y
frágiles huevos de avestruz, o de las avestruzas más bien, o era que estaban estatal-
mente muy bien organizados y hasta imperializaban un poco, y habían ocupado o
avasallado algo imperialmente el entorno norteafricano del estrecho de Gibraltar.
O que estando como estaban tan bien organizados —y el temerario Chapman al
respecto— se habían traído de al otro lado del Estrecho los avestruces, y se los
criaban en granjas algo industrialmente, por lo de las blandas plumas para rellenar
las almohadas, y por las carnes del avestruz tan pingües. Y tan buenas para
calentar las ingles, y no sólo el estómago. O el tenebroso asunto de que, con granjas
para cría y engorde de avestruces en Egipto unos cuantos siglos después, muy bien
pudiera ser que ya antes también las hubiera en el mediterráneo sureste de los
argáricos hispanos. Que si se les adelantaron a los egipcios en lo del vidrio, pues
muy bien pudieran también habérseles adelantado en lo de granjas de avestruces,
y en las que tranquilamente criarlos en corrales. Que con lo de traer del África los
frágiles huevos tan gordos y tan blancos, y a lo largo de cientos de kilómetros nada
mancos, pues parece como que se les cascaría la cáscara por el camino. Y que no
llegaría ninguno ni gordo ni divino.
Y algo antes de lo de las granjas de avestruces en Egipto, o algo después,
llega lo de la gallina doméstica a las portuarias ciudades fenicio-cananeas, y sigue
sin saberse de dónde llega. Y algo más después les llega la plata, y tampoco se sabe
todavía de dónde les viene. Y al respecto, pues no sé si pudiera aclararnos el que
unos cuantos siglos después, en el siglo VII a.C. al menos, el emblemático país de la
plata, y de la abundancia de la plata, es el ibero-peninsular sur tartesio. Lo cual ya
es algo, o puede que demasiado.

9. Donde el substrato georgianos lleva a la ibérica península igual que


cementerios de falos

Habría que abordar ahora el haute asunto de si de substrato en el más


amplio ámbito tartesio, o las ahora tierras de Andalucía, están o no están las
familias de las lenguas ibero-caucásicas. En su fase precaucásicas evidentemente.
Yo estoy en que están. O sea, en que estuvieron. Por de pronto yo algo he rastreado
la lengua de los svanos en la prerromana toponimia andaluza, y en la que a veces
hasta incluso pues poco menos que pretartesios nombres, o poco más. Y en fin, y
por mi parte todo esto no es más que una somera y primera aproximación. O
exploración incluida ya en mi sigiloso y bastante musicológico libro sobre Orígenes
de Europa y coros de tinieblas —así el título precisamente va— y que publicado
hace un par de un años. Allí bastante revuelto va el asunto de los iberocaucásios. O
sea, que aquí pues habría como que aclararlo mejor. Y a ordenarlo vamos.

Por de pronto y filologueanda del tema, hay unas cuantas familias de


lenguas iberocaucásicas o que meramente caucásicas en la filología corriente y
moliente, y dos de ellas e la vertiente norte de su cordillera del Cáucaso, y las otras
de en la vertiente sur. Estas dos forman la familia de las lenguas kartvelianas, en
las que la central y con mayor número de hablantes es la lengua georgiana. Y que
llamadas kartvelianas porque en la georgiana lengua el nombre del país de Georgia
no es precisamente Georgia —esto es un invento de los antiguos griegos— sino
Kartvelo. O también Sa-Kartvelo, si con el georgiano -Sa para significar país. En la
tal línea, y puesto que los muy metalurgos túbal fueron georgianos, o
protogeorgianos más bien, el prerromano y finalmente portugués nombre
geográfico de Setúbal remite en directo a significar un sa-túbal y en el sentido de
país o ciudad de los túbalos, también llamados tiberenos, y tebiros y no sé si hasta
sespiros. O sea, variantes fonéticas de lo mismo en las dialectalmente revueltas
hablas de las tales remotas épocas. Y revueltas en tanto que por todas partes y
siempre más o menos fonéticamente muy bailadas o flotantes. O pongamos que
con fonéticas muy de variantes y variables, dialectalmente o no tan dialectalmente,
y puesto queda.

En concreto, y lo dicho, en la vertiente sur, están las kartvelianas lenguas. O


sea, la muy central lengua georgiana y muy estrictamente kartveliana. Y en plan de
muy arcaicas lenguas de la familia, la lengua de los muy montañeses svanos al
arrimo del gigante monte Elbruz —con sus cantos polifónicos que llegan de
tiempos muy arcaicos, con sus muy defensivas aldeas en las que cada casa era una
muy alta torre— y el grupo lingüístico de los san o chan con la lengua de los
mingrelios al arrimo de los svanos gigantones. Y con la lengua de los lazes o chanos
residuales —con la madre del gran Estrabón incluida en el asunto— con sus
chanas corridas de toros en sus aldeas, en las montañas turco-asiáticas al arrimo
de Armenia —algo más abajo está el altísimo y siempre nevado sagrado monte
Ararat, previamente Ururut, y en el que de piadosa tradición el asunto del patriarca
Noé y su nave-arca y su diluvio— y que no menos al arrimo de las tierras de
Georgia. En fin, de las lenguas de estas gentes y en su fase precaucásica se pueden
encontrar todavía prerromanos topónimos e hidrónimos. Valga el sufijo -jet en la
lengua svana para los nombres de ríos. O sea, y en concreto, el río Odiel, el río
Gabriel, y otros. Por otra parte, el Emeretja mingrelio nos remite al Emérita, que
finalmente Mérida, en las atartesiadas tierras túrdulas o túrsulas, y que finalmente
Extremadura.

Y valga el que, y como sufijos para de topónimos derivar lo que llamamos


nombres gentilicios étnicos o no étnicos, los característicamente muy demasiado
georgianos sufijos -etani y -ulj o que un

-etanos y un -ulos si castellanizados. Y al respecto lo de turdetanos o


tursetanos para significar tartesios. Y lo de túrsulos pues más o menos para lo
mismo. O pongamos que para atartesiadas gentes, y puesto queda. No menos
pongamos que del tal lingüístico substrato ibero-peninsular misterioso —los
vocablos que en los diccionarios etimológicos asoman de origen incierto o así el
cuché al respecto— aflora a superficie en la lengua española la palabra susto y que
remite en directo al susti en la lengua georgiana y para significar lo mismo:
repentino miedo y sobresalto. O valga también el que en la georgiana lengua el
nombre de su capital Tbilisi, en torno al millón de habitantes o ya rebasándolos, y
que un Tifflis en la fonética aproximativa euro-versión del tal nombre, pues a mí
bien me suena al misterioso nombre de Sevilla en hispano-indígena versión
prerromana y en paralelo con su no menos prerromano nombre de Hispalis -que
las ciudades lo mismo que las etnias tenían tanto un nombre oficial o exoétnico
como no menos un endo-étnico o nombre indígena, un sobrenombre en suma— y
por vía de un Tsibilia o similar, con el iberogeorgiano -ilisi remitiendo en directo al
peninsular ilis ibero para significar ciudad. Con o sin la otra Sevillla en el sureste
del Cáucaso —ahora el Azerbeiyán persa— al arrimo del surcaucásico gran lago
Urmea, ortográficamente una Zaviye que fonéticamente una Seviye. O la Sevilla de
oro porque arqueológicas ruinas en las que exhumados muchos tesoros de oro. Y
con el nombre del lago pues que demasiado homófono con el vasco Urumea, que al
arrimo de la Donostia más o menos San Sebastián en la española orilla oceánica ya
lindando con Francia. Unido el tal pues Tsibilia asunto sevillano a que, y desde la
tal perspectiva, el presuntamente arábigo -quivir metido en el bastante arábigo
nombre del río Guadalquivir —tras la hipotética y mítica, que no certificada
invasión islámico-arábiga a comienzo del siglo VIII, y previamente río Tertis o río
Betis— pues más bien parece remitir en directo al kviri georgiano, quedándole lo
del Guadal- como añadido arábigo. Al respecto, la georgiana filóloga Kobakhadze,
muy especializada en estas arqueologías lingüísticas hispano-georgianas, e incluida
la kartveliana lengua mingrelia como lengua-clave ibero-peninsularmente, o cosa
similar.

O en fin, concuerda el -kviri georgiano con lo de que, en los pre-cristianos


georgianos, Kviria era el dios grande, el dios-sol. Y ha venido siendo kvira el día
grande de la semana, el domingo. Por otra parte, el nombre de Méshketa —la
antigua capital georgiana, y corazón de la georgiana Iberia— pues como que
remitiendo al vasco Amézketa, topónimo y apellido. Y con o sin meter en el asunto
a los ibero-peninsulares y proto-murcianos mesh o meshesh que en plan
massienos o mastienos —y alguno llegará a faraón de Egipto— van a damos la lata
en próximos capítulos. Ignoro silo del dios Kviria, fálico de la fertilidad, remite a los
ibero-peninsulares y fálicos kipos o cipos. Que tan peninsularmente iberos si
teniendo en cuenta que según greco-romana fuente ilustre —creo que Diodoro
Síkulo— los peninsulares iberos erigían inhiestos menhires fálicos como solemne
memorial tras la muerte de un caudillo. Y exhumados arqueológicamente y arriba
del suroeste ibero-peninsular —en tomo a la pre-romana Ebura que finalmente la
Evora portuguesa— funerarios cementerios de los tales cipos. A veces, enormes y
gruesos falos. Y otras veces tranquilamente cipotillos que no sé si en plan de
tenebrosa regresión cultural. Pues el asunto de que entre los eburos y los kviros
pues muy bien pudiera ser que, y en pre-romanos y tartesios tiempos, el nombre
del río Tinto y el muy fundamental río de las tartesias grandes minas del cobre —
con el que, y con el estaño, fabricar el no menos fundamental bronce— y que con
sus hiberes diferenciados de los tartesios, o al menos así en el siglo VII a.C. y en el
massaliota periplo pues fuera igualmente el nombre de río Kviro, igual que con
respecto al Guadalquivir. Y con el gutural fonema K evolucionando luego
fonéticamente hacia una inicial aspiración gutural en el vocablo, y que con la no
menos inicial H en el Hibero y el hiberes pues que muy bien significada. Y por otra
parte, y de alguna de sus fuentes, Estrabón recoge el dato de que era de estos
hiberes de los que resultó el nombre de Iberia, que finalmente englobó a toda la
península y no de los iberos hispanos-orientales con su gran río Ibero, que
finalmente río Ebro, y que así sigue.

O sea, que a lo que parece una cosa fueron hiberes y otra cosa fueron iberos.
Y así al respecto y diferenciándolos tajantemente algunos especialistas de Historia
Antigua, y hasta no hace mucho. O valga que largándoles hilo a los iberos
georgianos en su georgiana Iberia en la que la vascoide Méshketa en plan de muy
arcaica capital. Y un poco más arriba en el mapa, la larguísima y estrecha garganta
roquera e impresionante desfiladero por el que el río Terek -bastante homófono de
lo de Teruel y lo del gerundense río Ter— fluye hacia el norte, desde la georgiana
región de los hebsuretos y tras nacer al arrimo de la cabecera de un río Argui, con
nombre que como que tirando hacia los de los hispanos ríos Arga y Aragón. Desde
antiguos tiempos, al tal desfiladero —la única forma de pasar de la vertiente-sur a
la vertiente-norte en la cordillera del Cáucaso— se lo ha venido llamando las
Puertas de Iberia. Y no sé si por la Iberia georgiana en la vertiente sur o si por los
everos o avares de la vertiente norte. O si por ambas cosas, que también ser
pudiera. Valga de paso el que para mí yo estoy en que lo de los hebsuretos o
hepsuretos, un más o menos jepsuretos fonéticamente, lleva en su nombre al de los
legendarios gigantes japetos y por vía de una previa aglutinación consonántica a
mitad de un hapsretos o que esto de las fonéticamente intrasladables
aglutinaciones consonánticas es muy propio de las caucásicas lenguas. O en fin, que
el japeto y legendario gran héroe Prometeo famosísimo —que borrosamente en el
ámbito del estrecho de Gibraltar les robó el fuego sagrado a los olímpicos dioses—
era el gran héroe de los georgianos hebsuretos pero en su georgiano nombre de
gran Amirani, y especie de gran demonio para los arcaicas y georgianas gentes.
Sobre poco más o menos el maligno gran dios Ajriman en la religión del fuego
sagrado. Que sobrevive en los zoroástricos y ex-persas parsis de Bombay. Y que
también campeó en las georgianas tierras en romanos y preromanos tiempos. Y
dicho sea de paso, el gran desfiladero de las Puertas de Iberia los romanos -que
hasta allí llegaron ejércitos romanos— se lo tapiaron en su tramo más estrecho con
una gran muralla de piedra.

En fin, y abreviando, que en las caucásicas tierras asoma muchos arcaicos


topónimos que también muy arcaicos en la ibérica península. Y que del kartli
georgiano, que es el nacional nombre con el que los georgianos se autodenominan
en su georgiana lengua, sale un hilo directo que lleva al origen del nombre de keltic
o asunto celta pre-gaélico y pre-galo. Con o sin meter en el lote el que variante del
muy antiguo nombre Tertis para el río Guadalquivir fue el de Kertis. Y asunto en
relación con la muy central Kortypa o Kordypa —refundada por los romanos— y
que finalmente Córdoba. O sea, que el nombre de keltic o kertis viaja desde el sur
hacia el norte en el Oeste atlántico europeo. Y no al revés, que es lo que
académicamente se ha venido perorando. Y parece como que se lo apropiaron los
proto-irlandeses gaélicos —y los transpirenaicos galos— y que apropiándoselo
siguen con sus fantasmales identidades celtas y músicas celtas. Y que, en cuanto a
que celtas, pues más falsas que Judas. En fin, lo del kartli igual al keltic pues lo
tomo del filólogo Dr. Karst, profesor emérito en la universidad de Estrasburgo, y
muy especializa do en arqueologías lingüísticas. De la introducción a una Historia
de Georgia le tomo el tal dato, y del georgiano historiador Manvelichili la tal
historia.

No es cosa de ponerme yo ahora a detallar uno por uno los ibero-


peninsulares topónimos, en el caso de las kartvelianas lenguas. De la de los lazes y
chanos lo ya dicho de que parece largar hilo a lo de los tartesoides ilisos o elisos —
la Biblia al respecto— y a lo de los lidios o lidsios en plan de medio-larios al menos.
Y de la de los mingrelios el asunto tanto nos lleva al Macarena, que a los mingrelios
—los kolkos, en general— también se los llamaba los ager pero a los chanos pues
lo de makerones o makarenos. Con probablemente el inicial ma- como acaso
deformación fonética del mm- que asoma también en lo de mingrelios, o que son
los ibizares en su rama más sureña. Y si el nombre de sus arcaicokartvelianos
camaradas, los svanos, parece remitir a un spanos pues algo así también el nombre
de mingrelios si tenemos en cuenta que el otro nombre del dios Pan, tan fálico y
tan espabilado, era Mendes o al menos en Egipto. Nos lo dice el gran Herodoto tras
residir en egipcias tierras y viajarlas mucho, y de acá para acullá. Y el tal nombre
pues sobrevivido ha en la ibérica península, tanto de topónimo como de apellido. Y
trasparenta que más bien el nombre es un más o menos men-dis y men-dios o al
menos así para mí el asunto. Especialmente si teniendo en cuenta que meramente
un Mm era el nombre del dios Pan en la lengua egipcia, y en plan de erótico dios
muchachuelo y desnudo, y con su infantiloide falo pues pidiendo guerra. Lo que
muy bien y etimológicamente debiera llevarnos al substrato de la palabra latina
pene pues que igual que un Pan, o cosa parecida. Sobre todo si tenemos en cuenta
que a la varonil diosa Atenea, o norteafricana Antinea, en su no menos
norteafricana versión de Tinit se la denomina en las bereberes inscripciones la
pene Tinit, y con toda tranquilidad. Pero en fin, el asunto no es etimológicamente
tan sencillo sino que mucho más liante. Y valga que lo de antinea o remite a diosa
Ana de las antas o dólmenes, o lo parece. Las dolménicas gentes ibero-peninsulares
tan siniestramente guerreras, y previamente norteafricanas a lo que parece, que no
lejos de Argel, y tierra adentro, hay algo así como que treinta mil dólmenes en una
llanura. Demasiados. O que la muy guerrera y varonil Atenea pues metida en su
dolmen o cueva de megalíticas piedras, y con sólo una sabia lechuza para animarle
un poco las obscuridades.

Pero a lo que voy. Y es a que los georgianos han venido asumiendo el


sobrenombre de iberos desde no se sabe cuándo, desde más o menos remotos
tiempos. Tras convertirse al cristianismo a finales del siglo ifi, luego se van de
monacato y monjes por otros ámbitos del Mediterráneo oriental, y en los que —en
Jerusalén por ejemplo— fundan sus monasterios de iberos que finalmente pasarán
a la iglesia griega. Incluido en el tal asunto un famoso y santo monje, Pedro el
Ibero. Se rastrean indescifrables alfabetos proto-georgianos arqueológicamente, y
para siglos previos al nacimiento de Cristo. Del siglo IV, el actual alfabeto
georgiano, de base a medias entre el alfabeto arameo —en arameo las finales
palabras de Cristo en la cruz, era su lengua maternal, y que sobrevive de residual
en un par de aldeas en las montañas de Siria— y por otra parte el alfabeto griego.
Lo que explica que el más temprano siglo de oro para una literatura europea —y
excluidas como caso aparte la literatura latina y la más temprana literatura griega
clásica— sea el de la literatura georgiana. O en fin, que el hispano antropónimo
aznar remite en directo a la georgiana lengua. Y que en ésta, y en su fase arcaica, lo
de iver parece remitir a significar monje letrado, o escriba. Con lo cual lo de los
monasterios de iberos se nos queda en letrados monasterios de escribas. O al
menos así mis fuentes georgianas al respecto. Claro que el mm- del mingrelios
también pudiera remitir al mamo- muy protomalagueño —Mainóbora, Mamoba,
Mainake— y así pues el borroso asunto.
Pero lo más interesante de todo este vistazo rápido a las kartvelianas
lenguas —lengua georgiana incluida— pues más bien está en algo bastante
insospechado. Y es que éstas —o al menos ilustres filólogos indoeuropeístas al
respecto— entran en la gestación de las lenguas indoeuropea. O algo así como que
en la inicial lengua-madre indoeuropea. Y es por lo que a los lingüísticamente
iniciales indoeuropeos se les ha venido académicamente tratando de situarlos en el
más o menos caucásico entorno de las lenguas kartvelianas: el ahora ucraniano-
oriental ámbito al arrimo del ruso río Don, o el noroeste ucraniano, o la gran
península anatolia entre el Mediterráneo oriental y el Mar Negro, y que ahora la
Turquía asiática, etcétera. Y es por lo que a las europeas gentes o raza blanca —las
gentes lingüísticamente indoeuropeas, y aparte inevitables mestizajes en su
extenderse al ámbito asiático, lo que con el asiático indo las convierte en
indoeuropeas precisamente— se las ha denominado académicamente de raza
caucásica. Y dando por hecho el que las kartvelianas gentes en particular, y las
caucásicas gentes en general, nunca se han movido del Cáucaso, e incluidos los
caucásicos alrededores. Pero ante la evidencia —substrato kartveliano en la
ibérica península y sus alrededores atlánticos, y tanto toponímico como no
toponímico sino que lingüístico en general— de que en su fase inicial y pre-
caucásica las kartvelianas lenguas habitaron el atlántico suroeste europeo y sus
alrededores, y que lo del Cáucaso les vino encima como asunto terminal, pues que
el origen de las indoeuropeas lenguas —en su estadio gestacional, más o menos
vinculado a kartvelianas lenguas— pues no hay más remedio que remitirlo al muy
amplio ámbito del estrecho de Gibraltar y sus alrededores, incluyendo muy
preferentemente todo el muy amplio y africano noroeste atlánticomediterráneo, y
con las ahora tierras de Argelia también metidas en el lote, O sea, un panorama.

10. Donde el hilo nos lleva al ave fénix y luego a los tenebrosos iberos
metidos en el nombre de Nueva York

Y dejándonos de los tales etimológicos líos, está claro que el "olerá-olerá"


como grito ritual de los georgianos svanos de muchas las torres es demasiado
paralelo con el "aurrerá" de los vascos. Ni que decir tiene que el "olé-olé" como
grito ritual de los georgianos mingrelios remite en directo al campesino y andaluz
"olé" que en las ahora tierras de Andalucía -mayormente en las de la Andalucía
Occidental: Cádiz, Jerez, Sevilla, Huelva- ha sobrevivido desde los pre-romanos y
tartesios tiempos, y todos aquí sin enterarnos. O que desde borrosos y remotos
tartesio-mingrelios tiempos y como que tan pancho. A propósito de mingrelios, y
con respecto al enigmático min- en función de pre-fijo, el asunto de que si con
respecto a la refinadísima y culturalmente proto-europea civilización de la diosa
Europa en la isla de Creta, y sus europos minoicos del rey gran Minos, le quitamos
al nombre de éste la helenoide y nominal desinencia en -os para el masculino
singular de los nombres, pues tenemos el gran rey Min y con nombre que es el
mismo del dios Pan en el remotísimo Egipto. Y que extraño a la camito-semítica
lengua egipcia, si teniendo en cuenta el más completo Mendes en plan de Men-dios
que en plan de un Min-dios ya en este caso.

Tampoco tiene nada de particular el asunto si teniendo en cuenta que por


los remotos tiempos de los minoicos, la isla de Creta en las inscripciones egipcias
asoma de Kephtiu o Jeptiu. O sea, que por allí parece como que están de isleños los
japetos o hepsuretos antes de pasarse al delta del Nilo, y llevarle lo del Jeptiu en
plan de que ya el nombre de Egipto. O en fin, que el gran rey Minos en cuanto que
borrosamente y meramente un Min pues es un rey-dios Pyn en sentido de un dios-
rey Pan. Y en el no menos sentido de lo ya dicho con respecto a que, y en los
arcaicos y perdidos topónimos portuarios malagueños, son fonéticamente
equivalentes un Mainos, un Bainos. Y un Painos. O lo de las pre-romanas y
portuarias proto-malagueñas Mainoba y Mainóbora. Con la impertérrita Manilva al
arrimo del Peñón de Gibraltar, y como que sobreviviendo de los tales asuntos.

Al respecto del proto-malagueño Painos el oceánida Poenex en la oceánida


familia de la diosa Europa. Y ya entraremos a fondo en estos oceánidas asuntos. Al
respecto también el que cuando en fuentes de la mediterránea antigüedad -autores
latinos, autores griegos- a los bástalos de la ahora granadina Baza, Basia o Bastía
en romanos y pre-romanos tiempos, se los nombra pini o poenes pues se les da el
nombre étnico. Pero el asunto ha venido siendo interpretado en el sentido de que
remite a los cartagineses en tanto que los itálicos los apodaban púnicos como es
bien sabido, y poenes también. Con lo que a remotos o remotísimos hechos
hispanos que en las tales fuentes asoman de púnicos pues se los remite a
cartagineses. Y todos contentos. Caso de los púnicos que según el periplo
massaliota -traducido del griego a lengua latina, y versificado y convertido en un
geográfico poema por el geógrafo latino y romano-imperial Avieno, no se sabe
cuándo- habitaron muchas prósperas ciudades en las ahora tierras de Almería, en
el sureste hispano, y que luego resultaron arrasadas, despobladas, y convertido
todo aquello en un desierto y un erial. Y así hasta ahora. Yo estoy en que, desde la
tal fuente, el catastrófico asunto remite al final de la proto-ciclópea y refinadísima
civilización de los anónimos millarenses del muy temprano y ciclópeo demasiado
gran esplendor. Lo dicho, de hacia el año 3400 antes de Cristo. Y que de anónimos
pues ya nada, sino que púnicos y proto-púnicos. Y en sentido de panos o poenes. O
sea, hispanos y proto-hispanos. Y lo mismo con respecto a fuentes en las que -y
también en el massaliota periplo- las gentes de las ahora costas malagueñas, y
también en algún caso las de las ahora tierras de Almería, asoman de phoenikes y
también phoinikes y que los bástulos pini o púnicos en el sentido de hispanos, o
muy proto-hispanos más bien. Que lo de phoenikes no es más que lo de los pini
bástulos y también bastetanos -lo dicho, los sufijos son muy georgianos- y que lo
de lo poenes o púnicos pues como que nacional nombre de los refinados ciclópeos
millarenses por tanto tiempo anónimos, en sentido de que hispanos y proto-
hispanos. O sea, un panorama.

Total, que a los tales muy proto-malagueños phoenikes se los ha venido


interpretando como que libaneses cananeos. Y que los fenicios de la mediterránea
Protohistoria. O porque los griegos los apodaban de fenicios -los cananeos nunca
se autodenominaron fenicios, ni locos, ni tampoco consta que los cananeos
norteafricanos, o sea, los cartagineses, se autodenominaran alguna vez púnicos- o
porque, y era lo usual, al asentarse en territorio previamente phoenikio en un caso,
y previamente púnico en el otro, o sea, previamente y bastetanamente hispano en
los dos casos, pues o que se apropiaron del nombre, o que más bien las gentes de
los alrededores siguieron utilizándolo, y a los cananeos pues que se lo echaron
encima. Lo de los tales proto-malagueños phoenikes ha venido siendo la base
desde la que, y de otras fuentes para remotos tiempos en el sur de la ibérica
península, lo de tyrios se lo haya interpretado en que igualmente cananeos
libaneses. Y aplíqueselo al asunto de los tyrios fundando la ciudad de Cádiz en
remotos o remotísimos tiempos, y que tradicionalmente interpretado como que los
cananeos libaneses. Que no sólo nunca se autodenominaron phoenikes -fenicios-
sino que mucho menos se autodenominaron Tyrios y entre otras razones porque el
pre-cananeo nombre de la portuaria ciudad de Tyro -en versión griega- era más
bien un Tyrso. Y de ahí el que en las semíticas lenguas de la zona el tal Tyrso haya
venido sobreviviendo como un Tsor. Ni que decir tiene que Tyrso es variante de un
Tarse o Tarso. Y al respecto el que en ya históricos tiempos, y en las mediterráneas
costas asiáticas, tanto en Tyro -Tyrso-como en Tarse -Tarso- hubiera un templo del
verdaderamente gran Hércules, el Hércules Tarsio, y que malamente interpretado
como que un Hércules cananeo -fenicio- por lo del templo en Tyro, la más bien
Tyrso. Lo de Tarsio lo remite a tartesio, o proto-tartesio más bien.

Pero lo de que un Hércules phoenikio pues más bien lo remite a que un


Hércules etimológicamente proto-hispano. Y que además invadió con sus gentes y
naves el Egipto, y allí lo elevaron a los altares, y se les quedó de dios. O en suma los
fantasmales cananeos libaneses que a la ibérica península nunca llegaron. O el no
menos asunto de que el ave Phoenix o la famosísima y legendaria ave fénix, pues
en el sentido de que originariamente pana y poenes e hispana. O lo de la
norteafricana y pene Tini en el sentido de como que previamente una Antinea -o
Atenea- pana e hispana. Y bástala y bastetana, al menor descuido. O sea, la
arqueológicamente exhumada Dama de Baza con su traje de ibera blancura -
combinada con cintilla de color rojo, como si para ir a los sanfermines en
Pamplona- y su hombruna jeta, bastante agresiva y nada recoleta. En fin, en lo del
ave fénix pues originariamente un hispano e ibero-peninsular pavo real. Que el
pavo real africano, que residual y milagrosamente en las umbrías selvas lluviosas
de al norte del Congo, pues que muy bien pudiera haber andado revoloteando por
las selvas del Senegal, o por los bosques de la Península Ibérica, y de las ahora
tierras de Marruecos en los tales remotos o remotísimos tiempos. O el legendario
asunto de que el ave fénix se quemaba y se quedaba en cenizas, y de las cenizas
volvía luego a renacer. Pues que al pavo real con las calores del verano -y tras la
época de celo con la hembra en mayo, al final de la primavera- el plumaje se vuelve
pardusco y ceniciento, y se le van cayendo todas las larguísimas y fastuosas plumas
de la cola.Y que luego, y con las lluvias del otoño le vuelven a brotar, y con el
invierno le va creciendo nuevo plumaje de ya otra vez espléndidos los colores y
espléndidos los brillos. Al llegar la primavera, y ya otra vez con todo el esplendor
de la azul pechuga, pues no menos todo el gran esplendor de la gran cola con su
plumaje verde y dorado. Por otra parte, el asunto de que muy de tiempo en tiempo
el ave fénix le llegaba a Egipto desde el sur y desde la costa oriental africana -no sé
si porque metiendo en el asunto al pavo real de la India-pues más bien hay que
entenderlo en que o les llegaba volando desde las selvas del Congo en plan de que
un poco descarriado. O que, y más bien, y como según remotas inscripciones
egipcias los punt ocupaban la mediterránea costa norteafricana -y entiéndaselos
en el sentido de poenetes más o menos tranquilamente hispanetes- pero también
la oriental costa africana del Océano índico, y hasta incluso del Mar Rojo, pues que
a los punt se les escapaba de por allí y de cuando en cuando un pavo real, y se les
iba volando hasta el río Nilo. O que pues desde allí se lo comerciaban y se lo
encaminaban hacia el río Nilo. Y a vivir, que son cuatro días.

O en fin, y por otra parte, que de los punt o hispanetos, y varios ríos Hispanis
metidos por allí en el asunto, pues que le llegó al Mar Negro lo de Pontos como
muy antiguo nombre enigmático. O sea, que lo de los punt parece ser como que la
base más sólida con respecto al asunto, en el perdido periplo de Ofelas, de que
unos tyrios circunnavegaran desde el estrecho de Gibraltar al Mar Rojo el
continente africano. Y fundando, a lo largo de sus oceánicas y larguísimas costas y
tanto en el Océano índico como en el Atlántico, una serie interminable de ciudades-
puertos de aguada y escala. Y que tyrios en cuanto que ciclópeos de amuralladas
ciudadelas y torres, y puede que borrosamente muy tempranos proto-griegos
hispanos metidos en el asunto, que en lengua griega tyrsos es torre y pudo también
ser ciudadela amurallada. O en otras palabras, los pre-tartesios o proto-tartesios
tursios y tyrsios o tyrios, y tarsios, tarasios, y teresh o teresios. Y así el calificativo
tartesios en sus directas variantes. Pero que con respecto al nombre étnico, pues
más bien unos punt o hispanetos. Y tan campantes. Pero el problema muy bien
pudiera estar en que, en las legendarias historias con respecto a las genealogías de
no menos legendarias gentes -las górgonas, la Medusa, el gran Krisaor de la espada
de oro, y su hermano, el volador gran caballo Pegaso del océano- de las que
finalmente resultan el gran Gerión y sus tartesios, que más bien muy proto-
tartesios, el origen de tantas marineras y oceánicas gentes está en un remotísimo e
inicial Pontos que con nombre que largándoles hilo al de los punt con su pavo real
o hispanetos. Lo que, y de la mano del borroso hecho histórico metido en las
legendarias historias, echaría lo de los afro-circunnavegantes punt pues poco
menos que hacia los remotísimos y púnicos ciclópeos millarenses del tan
demasiado y muy temprano esplendor.

Quedaría entonces el no menor problema con respecto a cómo llegó a


escritura griega tan remotísima y navegante historia, y de la mano del perdido
periplo de Ofelas. Pues de la mano de los tartesios y escriturarios relatos de hechos
históricos -y al respecto Estrabón en su libro de las geografías hispanas,
etnohistorias incluidas- y que, con la serie de escritores griegos y romanos que
viajaron o residieron por tierras de la ibérica península en el par de siglos previos
al nacimiento de Cristo, pues que resultaron traducidos a lengua latina en unos
casos, a lengua griega en otros. Y traducciones que todas ellas extraviadas. Y de las
que, y si ése es el caso, finalmente sólo se salvaron el presuntamente cartaginés
periplo de Annón, el esfumado periplo de Ofelas -se salva al menos en la
significativa frase del circunnavegar el continente africano e irle fundando
ciudades tyrias en las costas, y que a Estrabón le sonaba a que mera fantasía- y el
periplo massaliota que versificado y traducido de lengua griega a lengua latina
resultó convertido en el pedagógico poema geográfico Ora marítima del romano-
imperial geógrafo Avieno. Que tampoco se sabe muy bien quién fue.

Al respecto del famoso y presuntamente cartaginés periplo de Annón -que


nos llega en arcaica lengua griega e incompleto- pues que sus karkedonas gentes -y
retomando el hilo- al menos parecen remitir hacia ibero-caucásicas gentes
lingüísticamente kartvelianas y geográficamente hispanas. En el sentido de que el
karkedones parece no ser más que fonética variante de un previo karkoetanos o
karkoetones, con el sufijo -etani tan georgiano. Y comienzo del asunto en una
karkedona Galicia muy pre-gallega, y de la que residualmente el nombre de Coruña
como una Karkedunia más o menos fonéticamente karkeduña. O el karka y korka
como variante de una georga y que relativo a los kartli hispanos y proto-
georgianos si echándole más etnogénesis al asunto. De acuerdo con lo tal, pues que
milagrosamente sobreviviente el muy arcaico topónimo Sargadelos -famosas
cerámicas- en las gallegas tierras resulta lógicamente un Sakartvelos, que lo dicho,
el nombre de Georgia en la georgiana lengua. Desde ya en antiguas fuentes según
creo recordar, se ha venido largando que lo de Georgia y georgianos resultó del
llamarles georgos muy tranquilamente -o sea, agricultores- los antiguos griegos a
los kartli ya caucásicos. Lo cual resulta bastante simplista. Que igualmente pues les
pudieran haber llamado georgos a todas las demás etnias arcaicas del
Mediterráneo oriental, que también todas ellas más o menos agricultoras.

Con lo que pues yo estoy en que el georgos viene del Kardos o korkos. Y que
mayormente se lo ha venido remitiendo a los mingrelios, hermanos lingüísticos de
los kartli o georgianos. Y remitiéndoselo desde la variante en un kolkos o el asunto
de la muy pre-griega y legendaria Kólkida -el rincón sureste del Mar Negro, no sé si
incluido el sagrado y altísimo monte Ararat- en la que la famosísima Medea,
enamorada del guaperas Jasón que en su nave Argos -los famosos argonautas- va
de una portuaria Iolkos, al arrimo del sagrado monte Olimpo, a la ibero-caucásica
Kólkida a por la piel de un carnero de doradas lanas, el famosísimo vellocino de
oro, como sabido es. Y que no sé si referido a las ibero-peninsulares ovejas merinas
que famosas y muy valoradas romano-imperialmente por su pelambre de pelos
igual que hilachas doradas, y que no espesas borras de lanas al estilo de todas las
demás ovejas. O en fin, que los tales argonautas del guaperas Jasón están
primeramente por el Mar Negro, y luego -y no se sabe muy bien por qué- navegan
dando vueltas en torno a la Península Ibérica, por sus más o menos alrededores.
Con lo que el asunto, en su núcleo fundamental, muy bien pudiera haber sido
trasladado de una Kólkida euro-occidental y atlántica -una kalkedonia o
Karkedonia ibero-peninsular, o que no tan ibero-peninsular al olvidarse la
referencia con respecto a ésta- pues a una ibero-caucásica Kólkida, latinamente
luego una Cólquida, y que era lo que se tenían luego por allí más a mano, los
antiguos griegos.

O en resumidas cuentas, y a lo que venía entre vueltas y revueltas, que la


familia lingüística de las kartvelianas lenguas -el substrato más importante en la
gestación de la familia de las lenguas indoeuropeas, así especialistas del asunto, y
al menos substrato en las indoeuropeas lenguas occidentales- asoma o parece
asomar residualmente a todo lo largo de la euro-atlántica banda que va desde el
suroeste peninsular -los tartesios- hasta las Islas Británicas, e incluidas éstas. Que
hasta incluso en la lengua inglesa, y de ibero-peninsular substrato pre-británico,
pueden aflorar kartvelianas palabras de lengua georgiana, o lengua mingrelia. Y al
respecto, los medievalmente residuales pictos y escotos finalmente arrinconados
en las ahora tierras de Escocia. Y con borrosos y alto-medievales nombres étnicos
que, si en un caso parecen remitir a mingrelios, en otros casos pues parecen
remitir a georgianos. Claro que, y para redondear el tema, a manos de micro-
minuciosos filólogos ya en universitarios manuales de lengua inglesa asoma el
asunto de que en ésta el más profundo substrato le viene de los hispanos iberos
peninsulares. O al menos así le asomó en una lección universitaria el asunto a un
alumno mío que rebotado de filología hispánica a filología inglesa. O a filologías
anglo-normandas, más bien. O en fin, que todo eso me viene de un más o menos
somero ojeo a pre-romanas y arcaicas toponimias tanto de las Islas Británicas
como del oceánico oeste ibero-peninsular.

O sea, que con algo de horizonte pues los tales asuntos afloran rápidamente
a superficie. Y valga el que del pre-romano nombre de Iberoa-ko y en fulminante
contracción fonética resultó finalmente el tan inglés nombre de York. Y todos aquí
pues sin enterarnos. Con o sin meter en el asunto, y con respecto a la etimológica
raíz del iberos, el que en la itálica lengua etrusca no sólo lo de toro era un ítalo sino
que lo de sagrado era un kver remitiendo hacia un kvero que, me supongo, con un
mecánicamente kbero como variante. Y en línea con el georgiano veri para
significar lo sagrado, lo religioso, y remitido a los letrados monjes escribas. Con o
sin los falos inhiestes del gran Kviria metidos por mitad de las letras. O con o sin el
etrusco mlax o malak pues significando mercaderes y mercado. Y la kyneto-tartesia
Malakka pues muy probablemente metida en el tal berenjenal. Inhiestas las
berenjenas. Inhóspito el panorama.

11. Lo de largarse al Cáucaso los euro-occidentales iberos pues como que


muy normal

Este irle rastreando familias de lenguas al ámbito de los hispanos tartesios -


las ahora tierras de Andalucía- y como somera aproximación al borroso asunto
étnico de los tartesios, por más que en términos generales de vagamente
etnolingüísticas familias bastante amplias, pues parece como que ya viene durando
demasiado. Pero sirviendo está para darle luego densidad al entrar muy
espesamente en los tartesios asuntos. Y por de pronto, y desollado ya el rabo de los
iberos-caucásicos lingüísticamente kartvelianos, o familia de las lenguas
georgianas, pues habría que completarlo con el no menos asunto de las ibero-
caucásicas lenguas de la vertiente-norte del Cáucaso. O sea, la familia de las
lenguas abasgo-kérketas que desde el Mar Negro hasta el centro de la tal vertiente-
norte, y la familia de las lenguas daguestanas, que desde el tal más o menos centro
hasta las riberas del Mar Caspio, y que pues lo dicho, un inmenso lago, y no
exactamente un mar. Y claro está, las tales lingüísticas familias en su fase euro-
occidental y pre-caucásica, como es lógico.

Antes de seguir adelante pues habría que afrontar el problema con respecto
a qué garantías pudiera haber en el asunto del emigrar las tales gentes ibero-
caucásicas, kartvelianas o no kartvelianas, desde el extremo oeste mediterráneo al
Cáucaso, y previamente al ámbito del rincón nordeste del Mediterráneo y sus
mediterráneos alrededores. Y gradualmente, y a lo largo del larguísimo
mediterráneo en remotos tiempos. Por de pronto, lo dicho, que el medio-
iberocaucásico Estrabón lo recoge en alguno de sus libros de geografías,
etnohistorias incluidas. Pero también algo cuentan, al menos acumulativamente,
las sucesivas y borrosas emigraciones que en las legendarias historias y desde el
extremo oeste mediterráneo -el ámbito del estrecho de Gibraltar, e incluida la
Península Ibérica en el asunto- llegan al extremo oriente mediterráneo, costas
asiáticas y egipcias costas incluidas.

Y tirando del hilo, pues en primer lugar el que en las legendarias historias
egipcias, en el sagrado Libro de los Muertos, en el extremo oeste mediterráneo
están las tierras a las que van las almas de los difuntos, tras la muerte. Traduciendo
antropológicamente el asunto a prosa llana, pues que en el extremo oeste
mediterráneo están las tierras de los borrosos antepasados, el cementerio de los
antepasados ancestrales. Y al respecto, el que de las arqueológicamente
exhumadas mastabas en las islas Canarias, o ciclópeas plataformas escalonadas,
saltan los especialistas a similares construcciones en el Egipto tanto dinástico
como pre-dinástico, y en torno al año 3000 a.C. y que tan ibero-peninsularmente
millarense en plan de proto-hispano como ya dicho quedó. O en otras palabras,
borrosamente emigrando desde el extremo oeste mediterráneo las proto-egipcias
gentes muy ancestrales. Del tal asunto, el serekh como remotísimo dibujito-signo
jeroglífico en plan de una mini-fachada de mini-ladrillitos, y en plan de emblema
regio. Y que en cuanto que asunto de una mini-construcción pues a mí me suena a
un tyrika deformado en serekh en plan de que lo de los constructores
etimológicamente tursios y tirsios y tyrios pues como que asoma en el extremo
oeste mediterráneo, y todos felices. Claro que en cuanto que emblema regio
pudiera también remitir hacia significar palacio del rey, en relación con los
remotísimos y genealógicos caudillos sear de los épicos cantos del gaélico y proto-
irlandés Leabhar Ghabhala y que con la Península Ibérica -y sus alrededores-
metida precisamente en las tales remotísimas genealogías. Y el final del tal asunto
parece estar en los bíblicos y occidentalópetos filisteos -incluido el hebreo David
arreándole la pedrada al filisteo Goliat gigantón- con lo de que los serenim eran sus
jefes. Y largándole hilo al terminal sir inglés, y que pues para lo mismo.
Aquí habría que abrir un inciso con respecto a que algo ciegos parecen estar
los egiptólogos al no ver -o al menos no suficientemente subrayar- que, si
echándole arqueologías lingüísticas al asunto, e incluso si demasiado someras, el
substrato o no substrato del remotísimo Egipto está todo borrosamente muy
infiltrado de euro-lenguas y de euro-invasiones, incluidas infiltraciones
lingüísticamente indoeuropeas, o proto-indoeuropeas más bien. Y como es el caso
del indoeuropeo parao para significar el palacio del rey, el palacio o palau -lengua
catalana pura- del que se origina precisamente el nombre del paraón o faraón, y no
sé si con el -on vasco -hay palabras vascas en la arcaica lengua egipcia- para
significar que el gran palacio. Pero no menos el caso de las enigmáticas lenguas
ibero-caucásicas. Y que también euro-caucásica sino que también porque sus
remotas gentes al menos, y no sólo por su ibero-peninsular fase pre-caucásica
asoman incluidas bíblicamente en los euro-japetos o euro-jafetos del santo
patriarca Jafet, el hijo menor del no menos santo patriarca Noé, con o sin lo del
diluvio incluido en el lote. Y valga de paso el que en su pre-caucásica fase parece
haber bastante de mediterráneo-norteafricano, y no sé si en plan de parada y fonda
en el larguísimo camino desde el extremo oeste mediterráneo hacia las caucásicas
tierras. El pre-dinástico faraón Nar-Mer, al menos en mi opinión, nos lleva en su
nombre al semítico mir o emir para significar rey pero también al ibero-caucásico
nor o niur para significar luz. Y que en las legendarias historias gaélicas asoma de
Nel o Noel. Con lo que pues parece como que hasta el enigmático nombre de Noé
está metido en el tal ibero-caucásico asunto, y desde su más o menos
borrosamente ibero-peninsular fase pre-caucásica. Valga también el que, en
algunos cantos proto-gaélicos del Leabhar Ghabhala relativos a tierras ibero-
peninsulares, el tan geográficamente distante Egipto funciona como una especie de
colonia de la Península Ibérica, o lo parece.

Algo similar a lo de los ancestrales y egipcios antepasados remotísimos


ocurre también con los no menos remotísimos y ancestrales antepasados griegos.
Que, pues lo dicho, al menos en sus legendarias historias, su paraíso -incluidos o no
los famosos Campos Elíseos- está en el extremo oeste mediterráneo. Y que es, y al
igual que con respecto a las almas de los difuntos egipcios, adonde también van las
almas de los griegos, tras la muerte, y desde allí se las remite hacia la océano-
atlántica isla de los bienaventurados famosa. Y así el tal legendario asunto. Con el
hecho histórico, o más bien proto-histórico, que subyacer le pueda. Y en lo que
pues implicada otra borrosa emigración de antepasados ancestrales al
Mediterráneo oriental desde el extremo oeste mediterráneo. Y que en este caso
pues ya más bien oceánico y atlántico. No Míenos otra y no tan borrosa euro-
occidental emigración al Mediterráneo oriental -e incluidas muy particularmente
sus orientales costas tanto egipcias como asiáticas- y desde el extremo oeste
mediterráneo en el asunto de los misteriosos atlantes. Que ocupando fueron todas
las costas mediterráneas una especie de invasión pluri-étnica, que no habría etnia
ninguna tan inmensa en los tales tiempos remotísimos o remotos y también todas
las costas africanas. O sea, libias en la jerga de la época. El gran filósofo Platón en el
siglo IV a.C. nos lo comunica como incuestionable hecho histórico. Más bien proto-
histórico, claro está. Y con respecto a que todas las costas africanas, pues
entendido en cuanto que incluidas en el asunto tanto las mediterráneas costas
norteafricanas como no menos todas las africanas costas oceánicas, pues que muy
bien pudiera tener más o menos borrosa base en eso lo de que, y al respecto
inscripciones egipcias o papiros, unos misteriosos puní ocuparon las
mediterráneas costas norteafricanas borrosamente a todo lo largo, y no menos
borrosamente a todo lo largo las costas orientales, o africanas costas del Océano
índico. Y etcétera de las euro-occidentales migraciones para los remotos o
remotísimos tiempos, y por más que borrosas.

Con respecto al más o menos étnico nombre geográfico de libios en plan de


que norteafricanos, los antiguos griegos lo usan y abusan así, incluido lo de Lybia
para significar África, y desde el siglo VIII a.C. o cosa similar. O en base a que, desde
media docena de siglos antes, en la norteafricana costa lindante con Egipto vienen
pululando unos lebu y que a cada poco pues atacando a los egipcios, y que no se
sabe muy bien de dónde llegaron. Muy bien pudieran estar metidos en lo de muy
euro-occidentales atlantes si entendido en sentido muy amplio. En el siglo IV a.C. el
gran Herodoto nos comunica, en algunos de sus libros de historia, que los últimos
atlantes ocupaban las ahora tierras del sur de Marruecos, y que eran vegetarianos.
Bien por el dato. Pero lo cierto es, y con respecto a los lebu o libios que, en el aquí
ya bastante citado y griego periplo massaliota, y para remotos tiempos, también
asoman, y más o menos como que mestizados con los hispanos phoenikios que más
o menos indígenas e iberos bástulos o bastetanos. O que al menos aquí bástulos en
sentido general. O sea, en una más o menos relación cultural o etnocultural. O sea,
los bastantes hispanos lybio-phoinikes que, y por lo de libios mucho después y en
el siglo VIII a.C. para significar africanos pues se los ha venido asumiendo como
que norteafricanos cartagineses -los fenicios libios o norteafricanos fueron los
cartagineses- sin tener en cuenta que las tales

entes hispanas remiten más bien a remotos tiempos. Y como indígenas


iberos los phoinikes o phonikes pues no menos indígenas iberos los tales lybios o
libios. Y remitiendo probablemente al ibero ili para significar ciudad y al Uelis o
Velis que finalmente la Vélez malagueña.
O sea, unos ilíbelos que -y con o sin incluir los pre-romanos topónimos
Ilíbula o Ilípula en las ahora tierras granadinas- pues con nombre que desde un
ilíbios, llega a sólo un libios finalmente. Metido en el asunto un mestizaje o no
mestizaje con morenas gentes senegalesas, o que proto-senegalesas más bien. Por
un lado, porque los filólogos en las arqueologías lingüísticas del asunto pues lo de
lebus o libios lo remiten a la senegalesa etnia lebu ya bastante residual. Y en lo que
parecen estar metidos los peuls como variante de lo mismo. Y por otro lado, pues
porque en varias fuentes de la mediterránea antigüedad tanto griegas como
latinas, se recoge lo de que negrazas gentes subsaharianas -los etíopes en la jerga
de las tales épocas- invadieron y se asentaron en el sur de la Península Ibérica. Con
los libio-phoinikes como hispanas gentes negrazas, y algo así como que proto-
granadinas y proto-malagueñas, o al menos negrazas en cuanto a los lebu o libios,
tiene verdaderamente sentido el que los seleccionara el karkedón Annón para su
gran proyecto de ir fundando por las oceánicas costas africanas, y tanto atlánticas
como océano-índicas, serie interminable de ciudades-puertos de escala y aguada,
para la más o menos larguísima ruta de navegación de cabotaje hasta la India. Y
tiene sentido porque, como iba a ir fundándolas a lo largo de las oceánicas costas
en las que las gentes de negra la piel, pues las hispanas gentes de también negra la
piel y ex-africanas serían como que las más aptas para suscitar menos hostilidades
en los afros y muy negrazos indígenas. Por otra parte, y al respecto de tan
larguísima ruta oceánicamente circunnavegatoria del continente africano, pues
habría que decir que en alguno de los cantos épicos del gaélico y proto-irlandés
Leabhar Ghabhala asoma precisamente la tal ruta oceánicamente afro-
circunnavegatoria desde el estrecho de Gibraltar hasta la India, pero en viaje de
vuelta desde la India, desde la gran isla de Ceilán, hasta llegar finalmente al ámbito
tartesio del estrecho de Gibraltar. O sea, que si utilizable la tal ruta para una
circunnavegación de regreso, parece como que ya venía siendo navegada para
circunnavegaciones de ida. O sea, cosa de ibero-peninsulares gentes proto-gaélicas.
Y de gentes pre-gaélicas también ibero-peninsulares, la no menos cosa de
transmediterráneas e ibero-peninsulares emigraciones guerreras -y alguna de ellas
muy letrada y culta- desde el ámbito del estrecho de Gibraltar al extremo
Mediterráneo oriental, a Egipto en concreto. Pero en fin, se nos han quedado
colgadas las ibero-caucásicas familias de la vertiente-norte del Cáucaso, y hora va
siendo ya de descolgarlas.
Claro que pues tampoco habría que olvidar que, hacia al año 2000 a.C.
aproximadamente, la legendaria familia oceánida de la diosa-princesa Europa
borrosamente emigra con sus gentes al Mediterráneo oriental desde el más o
menos oceánico ámbito del estrecho de Gibraltar. O en plan de emigraciones euro-
occidentales hacia los territorios mediterráneo-orientales, pues que tampoco
habría que echar en saco roto el que, y hacia tiempos de los siglos XII y XIII a.C.
aproximadamente, y desde el Mediterráneo occidental, los muy navegantes euro-
occidentales pueblos -flotas de naves de guerra atiborradas de uniformados
guerreros armados hasta los dientes- denominados egipciamente los pueblos del
mar asolaron repetidamente las mediterráneo-orientales costas. Y básicamente el
egipcio delta los tartesios hispanos en plan de teresh o teresios. Y los sárdanos de
la mediterráneo-occidental gran isla de Cerdeña, nombre que, al menos a mi modo
de ver, no es más que un Karkedonia transformado fonéticamente. Y remitiendo
hacia que dárdanos pues no es más que la variante de un previo dúdanos o
tártanos que a su vez variante y contracción fonética de lo de Karkedoni o
karkedones más bien. Y en función de acaso un más fonéticamente originario
txarxedona del que, y resolviéndole a la X el doble fonema implicado, resulta un
tkarstksedona con los aglutinantes fonemas consonánticos de las iberas gentes en
las que, y desde su fase caucásica, vamos a entrar. Y de lo que, y en este caso, y
reduciéndolo a desaglutinada fonía más simple, pues tanto resultar puede un
tártanos como un dárdanos y como no menos un sárdanos y sin excluir un
kárkanos y hasta incluso un kórkonos finalmente. Y con lo que pues parece como
que estamos en los górgonos oceánicos -la gran górgona Medusa de la cabellera de
serpientes- de los que, al menos legendariamente, resultan los tartesios.

Pero sin excluir a los ibero-peninsulares tauta dé-danann borrosamente


proto-escandinavos. Y con el tauta probablemente remitiendo a un tarta en plan
tartesios. O sea, tártanos y dárdanos. Incluidos los troyanos dárdanos de la
legendaria y famosísima guerra de Troya. Y no menos los bíblicamente dodenim
que hijos de Yaván, nietos de Japhet, biznietos del gran Noé y el gran diluvio de
lluvias. Pero no menos bíblicamente pues tartesios hermanos de Tarsis y Elisa, y de
la cretense y pre-minoica Kephtiu. O primer asomo del nombre de Egipto, cuando
todavía nada egipcio sino que remitiendo a ibero-peninsulares nominalmente
proto-egipcios que más bien para-geriónidas egidnos y tan felices
12. Donde el hilo del substrato tartesio nos lleva a los insospechados
cherkesses de los ríos Hispanis y Europos

Pero en fin, y con respecto a las familias lingüísticas que pudieran haber
venido implicadas en lo de la hispana Tartessos y sus misteriosos tartesios, se nos
ha venido quedando colgada la de las ibero-caucásicas lenguas de la vertiente
norte del Cáucaso. En su fase pre-caucásica, claro está. Y valga de paso el que la tal
vertiente norte es el extremo sureste del territorio ruso. Y que las gentes de las
tales lenguas van de repúblicas autónomas dentro de la gran confederación de
repúblicas que es Rusia, y así el asunto. Por de pronto, y lo dicho, en la tal familia
está del lado hacia el Mar Negro la subfamilia de las lenguas abasgo-kérketas y la
no menos subfamilia de las lenguas que, de hacia el lado del Mar Caspio, son las
terminológicamente ibero-caucásicas en las filologías del asunto. Y subfamilias que
más o menos algo lingüísticamente conectadas. Pero que totalmente
desconectadas de la ibero-caucásica familia de la vertiente sur, la de las
kartvelianas lenguas más o menos georgianas, y aquí ya más o menos
someramente metidas en el tartesio lote.

Con respecto a la subfamilia de las lenguas abasgo-kérketas pues que por


una parte el grupo de las lenguas abasgas, y que antiguo nombre desde los
antiguos griegos y los romanos imperiales. O que más o menos un abaskas. Y con
razón, que en la abasca lengua de los abjazios asoman tranquilamente bastantes
palabras vascas, y así como quien no quiere la cosa. O en fin, que del nombre de los
abjazios en su abjazia lengua y que más bien es un aps-wuaá o un aps-gwuáa pues
tanto resultar puede un abasgos como no menos un abjazios o absjazios si
simplificándole los fonemas aglutinantes para poder así al menos pues
pronunciarlo un poco. Y al respecto, pues que el substrato de las tales lenguas en la
ibérica península -que residualmente en íbero-peninsulares y pre-romanos
topónimos arcaicos, e incluidos muy arcaicos e hispanos nombres de ríos, y no
menos incluidos los dispersos vocablos que, y de lingüísticas profundidades,
finalmente afloran en las ahora ibero-peninsulares lenguas- pues que nos llega
fonéticamente simplificado si teniendo en cuenta que a veces fonéticamente
intraducibies son los consonánticos fonemas aglutinantes que les son propios a las
tales lenguas. Y al decir que las tales lenguas pues me refiero a todas las
filológicamente englobadas en caucásicas e incluidas las kartvelianas lenguas más
o menos georgianas, claro está.

En concreto, la tradición abjazia remite a gentes muy navegantes, si


teniendo en cuenta que forman familia con los cherkessios que son los adighé en su
más amplio nombre o sobrenombre, y que significa precisamente navegantes. Con
el ghe para significar el mar, pues como que largándoles hilo a los famosos y
arcaico-mediterráneos egeos y de los que lo de Mar Egeo al griego mar de las
muchas islas. Lo cual puede que nos remita un poco hacia que éstas
lingüísticamente abasgo-kérketas gentes provienen del Mediterráneo, pese a
finalmente resultar arrinconadas entre el Mar Negro y el Cáucaso. Y pese a que los
más adighé o navegantes, los cherkessios, hayan finalmente acabado en población
de muy tierra adentro, y tan felices. Que la lengua abjazia comparta muchísimas
palabras con la lengua vasca pero no elementos estructurales, más o menos remite
a que en algún remoto pasado ambas lenguas fueron limítrofes en no se sabe qué
territorios. O que los coparticiparon en una relación de dominantes los abjazios y
dominados los vasco-parlantes. Y en el tal caso, serían substrato vascoparlante las
tales palabras vascas en la lengua abjazia. En fin, el nombre de la abjazia ciudad de
Abbali me suena a lo de la hispana Abula, finalmente Ávila.

O incluido el arcaico Abila, en el estrecho de Gibraltar, y para la que pues


finalmente Ceuta. Por otra parte, la abjazia Gagra me suena al extremeño nombre
de la comarca de la Sagra. Y comprensible si teniendo en cuenta que en su versión
de abajos o abasgos el nombre de abjazios suena bastante al de la extremeña
Badajoz. Y si el río suena, pues agua lleva. Y luego está lo de la portuaria Pitsiunda,
que no sé si en relación con los bysip no menos abjazios, o si residual de los
mingrelios -la arcaica capital tiene el nombre de Zugdidi, casi un Zuridi o Guridi
vascoide- que habitaron provisionalmente la zona. O más bien residual de los lazes
o chonos en plan de hermanos lingüísticos de los mingrelios. Y entre unos y otros
avasallaron a las tribus abjazias a comienzos de la Edad Media, y las unificaron.
Total, que el Pitsiunda pues como que largándole hilo a la portuaria y remota
Pytioussa, a la que dubitativamente se la relaciona con la finalmente Pizarra
malagueña. Y que relativo el asunto a la borrosa transmediterránea ruta del estaño
con sus enclaves portuarios de sufijo en -oussa o similar. Y hacia el año 2800 antes
de Cristo, que ya son años. O al menos así el asunto, a mi modo de ver. Y largándole
hilo el Pytsiunda al Poti mingrelio, con o sin la Potes santanderina en el asunto. Y
con el -unda del Pitsiunda pues lo dicho, remitiendo al untzia vasco para significar
lagunetas en función de puerto de naves, y que finalmente el sufijo -oussa tras un
previo -unda inevitablemente. Que al fin y al cabo el -oussa no es más que un -ussa
fonéticamente, y valga el detalle. Por otra parte, con el inicio geográfico de la ruta
del estaño en el británico residualmente Besance que remitiendo al gallego
Betanzos, y tanto el uno como el otro en el asunto de las atlánticas y ubérrimas
tierras del inicial estaño. Incluyendo a los oestrimnios del atlántico estaño. Que
largándoles hilos a los bizanzos o bitinios estrinmonios y con la inicial y portuaria
Bizancio -que terminará en lo del griego imperio bizantino- pues como otra
Betanzos cualquiera. O como otra cualquiera Pytsiunda de la mar. O en resumen,
que lo más interesante del abjazio asunto es que a la abjazia lengua se la escribe
finalmente a base del alfabeto latino. Con lo que pues pudiera resultar bastante
fácil ahora el rastrear residuales vocablos abjazios en la ibérica península tanto si
topónimos como si no topónimos. Y rastreados sean. Claro que, en la hipótesis de
su borrosa y larguísima singladura desde el hispano y peninsular suelo -y
aplíqueselo a todas las lingüísticas familias metidas en los arcaicos o remotos
tartesios asuntos- hasta llegar al Cáucaso, el grupo de las abjazias lenguas pudo
enganchar su bastante de adstratos y substratos de otras incógnitas lenguas, y el
rastrear muy arcaicos topónimos en el hispano suelo peninsular pues pudiera
como que no resultar tan fácil, y por más que en los tales mestizajes lingüísticos
enganchados en el largo camino parece como que el vocabulario núcleo básico de
la caminera lengua siempre sobrevive con bastante tranquilidad.

Pero en fin, pasemos a la familia lingüística de los cherkessios. O grupo


lingüístico, más bien. Y en este caso, y no así en el de los abjazios, yo he ojeado
varias veces gramática v vocabularios cherkessios. Incluida una complicada
historia de los misteriosos cherkessios, y en el Cáucaso, y sin ir más lejos. Con
respecto a la fonética del nombre cherkessios o cherkesse, y que más bien un
tchertkesses si bien mirado, pues no menos resultó antiguamente un kérketos. Y
un kéreketos, y largándole hilo al hispano Keret que luego y finalmente Jerez. O al
menos en plan de homofonías el asunto. Y su antiguo sobrenombre de zygoi o
zugoi muy bien pudiera remitirnos, también al menos fonéticamente, a los proto-
valencianos iberos sika del río Sikar, también Síkal, y que finalmente el río Júcar.
Pero sin tampoco olvidar que la finalmente valenciana Sagunto fue una ibera
Sykinthos, o más iberamente Sykynthu, y que originó en esta ibérica península la
famosa guerra entre cartagineses y romanos. De las tales proto-valencianas tierras,
y al ocuparles los ligures las albuferas litorales y las albuferetas, al menos
bastantes emigraron a la luego isla de Sicilia. No sé si al asunto en torno al año
2000 a.C. o no sé si después. Y que acaso sikano y muy proto-valenciano fue el
ibero Kokalo que en la tal isla, o al menos legendario asunto, le dio muerte al
famoso rey Minos, de la muy pre-griega y cretense o keretense proto-europea
civilización refinada -en las paredes de los palacios, pintados mu-rales de pájaros y
flores- y de la que a fin de cuentas provenimos culturalmente los europeos. Y que
lo dicho, pues fundada por la diosa Europa, y primogénito suyo el rey Minos.

Aparte los tales nombres más bien sobrenombres, en su cherkessia lengua


los cherkesses siguen autodenominándose adighes en plan de que marineros y
navegantes, por más que -lo dicho- finalmente arrinconados tierra adentro y muy
lejos de la mar. Interesante resulta que el antiguo y arcaico nombre de los dos
centrales y paralelos ríos del cherkessio territorio fueran río Europos y río
Hispanis. Y de cuya evolución fonética resultaron finalmente los de río Urup y río
Kubán. Y con lo que pues el Hispanis como que llevando a un más exacto Kispanis,
no sé si remitiendo hacia que de los panos o kispanos bástulos -y el nombre de
Hispania metido en el asunto- y de la borrosa iberización, de la que hablan los
arqueólogos, y que avanzando desde las bástulas tierras de Baza hacia las proto-
tartesias de la ahora Andalucía occidental -lo dicho, los anónimos argáricos de las
cascaras de huevo de avestruz encajan bastante bien en el asunto, o que a mí me lo
parecen, pues resultó algo tardíamente lo de Kaspe para el peñón de Gibraltar, en
la boca mediterránea del famoso estrecho. O al menos, en los mapas del gran
geógrafo grecoegipcio Ptolomeo los pini o bástulos se extienden desde su entorno
de Baza -al norte de las granadinas tierras- a lo largo de las costas malagueñas
hasta ocupar finalmente el peñón de Kaspe, el ahora peñón de Gibraltar.
Cartografía sus mapas, y geografías, Ptolomeo en el siglo II, y en base a todo los
geográficos libros -en rollos de papiro, claro está- que tenía allí a mano en la
famosísima gran biblioteca de Alejandría. Incluidos los de los viajeros o residentes
geógrafos por tierras de la Península Ibérica desde a finales del siglo II antes de
Cristo. Por más que también los hubo previamente pero metidos a historiadores. Y
así el panorama.
De los cherkesses -islamizados hace unos cuantos siglos, como todas las más
o menos ibero-caucásicas gentes de la larguísima vertiente-norte del Cáucaso- los
dioses en su cherkessia y pre-cristiana antigüedad fueron el gran Chiblé o dios de
los rayos y el trueno, el gran Sozerech o dios de la fertilidad y las simientes. Y el
Yemish, el señor de los rebaños. El tal Chiblé muy bien pudiera encajar en el ibero-
peninsular dios Indobeles si el Indo- no es más que un prefijo. En fin, los adighé o
cherkesses también se autodenominaron ademi e iremi si con sufijos otros. Lo que
nos lleva o parece llevarnos a los ex-hispanos y misteriosos élimi de la hermosa
diosa risueña -al menos así en fuentes romanas- que desde la famosísima guerra de
Troya, y huyendo de la guerra, ocuparon el extremo occidental de la isla de Sicilia,
y sus inscripciones siguen sin descifrar. Con lo ya dicho aquí de sus élimas
ciudades Erice y Sagasta -también Saguesta- que remitiendo a que asunto ibero-
peninsular y toponímicamente algo vascoide. Al menos por el sagasta porque en
lengua vasca significa el manzanal. Con lo cual el famoso asunto de la legendaria y
famosísima guerra de Troya en el estrecho de los Dardanelos -el paso desde el
Mediterráneo hacia el Mar Negro- en la versión élima resulta remitido a la muy
proto-valenciana Turoya del río Turia, o cosa parecida. O no sé si a la
arqueológicamente no exhumada Troya que al arrimo de Setúbal, en la hispana
costa atlántica finalmente portuguesa.

Concordando con el tal asunto, el que hacia la parece que tal hispana guerra
de Troya remitieran los indígenas gaditanos -y al respecto, y en tiempos
posteriores al nacimiento de Cristo, el romano escritor Silio Itálico, si es que mal no
recuerdo- el origen del pre-romano y famoso templo gaditano de Hércules. Y que
más bien el gran Hércules Tarsio -el Tarkhún del Mediterráneo oriental, que
llegado con la muy temprana ruta del estaño a los tales parajes, probablemente
pues el Sargón que nos da lo de Anakuki como nombre más remoto para las ahora
tierras de Andalucía- y por más que se nos haya venido asumiendo como que el
norteafricano Hércules proto-griego, un Hércules ya algo menor.

Y con su legendario asunto de colocar en el estrecho de Gibraltar sus


hercúleas columnas, que finalmente en el escudo de Andalucía. Pero lo cierto es
que, a mi modo de ver, lo que plantó fueron las columnas de su norteafricano
alfabeto. Que lo que ahora llamamos alfabeto era en los remotos tiempos pues no
más que las columnas de alfabéticos signos que los escribas palaciegos tenían
siempre a mano en un par de tabletas para irlas ojeando al ir escribiendo. O sea, al
ir encajando en los signos-letra los fonemas del habla, que la escritura era poca, y
el habla era lo que dominaba. O en otras palabras, que la famosa guerra entre el
tartesio Gerión y el proto-griego Hércules fue una más o menos guerra de
columnas. O sea, de alfabetos.

En el substrato lingüístico del asunto de los tartesios, el no menos


lingüístico substráete cherkessio pudiera ser muy fuerte. Y comenzando en que
hasta el mismo sobrenombre de tcherkesses pudiera tener como fonética variante
un terkesses y a la menor oportunidad. Un tartesses en suma. Por de pronto y con
respecto al lingüístico y disperso substrato cherkessio en el peninsular suelo
hispano, tela en la cherkessia lengua significa pues eso, tela. Y tirando del tal hilo, y
para un poco de ilustración somera en la cherkessia lengua, Sarkgozs es otra
variante de lo de Cherkessia, y casi un Zaragoza. Y pues que tampoco habría que
olvidar que, en su hermana lengua abjazia, lo de precisamente Absjazia como
nombre del país no es exactamente Absjazia sino que esto otro: Apsuny. O que
remite etimológicamente al origen de lo de pyni y púnicos, y aspano e hispano. Con
el abjazio sufijo -un y pues remitiendo al ibero-peninsular sufijo -ena con variantes
-unya pues para lo mismo. Por ejemplo, en el nombre de Catalunya,
castellanamente Cataluña como sabido es. En el siglo IX, el arábigo escritor Masudi,
que viaja por el Cáucaso, luego escribe que las mujeres cherkessias visten
hermosas túnicas blancas, y que se cubren la cabeza con un ibero pañolón rojo.
Como si para ir a Pamplona a los sanfermines, me digo yo. Y que son gentes muy
hermosas. De hecho, los islámicos sultanes abastecían sus palacios con
adolescentes cherkessios, tanto si mozos como si mozas. Que daban el tipo de la
europea raza blanca llevada a su físicamente máximo esplendor. De ahí, el que
tipológicamente a los europeos se los denominara inicialmente de raza circasiana.
O sea, cherkessia. Y de lo cual, y generalizando el tipológico asunto, pasó luego a
denominárselo de raza caucásica. Y en ésas seguimos. Y ahora, y para shock de los
Estados Unidos, que en los formularios burocráticos la identidad racial siguen
consignándola de caucásica para la europea raza blanca, pues que ahora les resulta
que ésta, y bien mirado el asunto y en profundidad, no es en sus orígenes raza
caucásica sino que peninsular raza ibera. Y es que no ganamos para sustos tal y
como van los tiempos.

También resulta interesante que, y hasta finales de la Edad Media, e incluso


después, el clan de los Baste era uno de los cherkessios clanes básicos. Y con
nombre que resulta demasiado homófono con el de la pre-romana y algo tartesia
ciudad de Basti -lo dicho, la actualmente granadina Baza- y de la que resultó que a
todo el más o menos Kyneto-tartesio ámbito de las ahora tierras de la Andalucía
oriental -provincias de Jaén, Málaga, Granada, y Almería- se lo denominara la
Bastetania en los iniciales tiempos romanos, o no sé si hasta incluso mucho antes. Y
que habría que incluir, y de la mano del tal viajero arábigo y el siglo IX, que por
entonces la religión de los cherkesses era la religión de los magos y el adorar al
fuego. Que el fuego era el gran dios, así como también para todos los demás ibero-
caucásicos, en los tiempos previos a finalmente asumir el cristianismo. Y luego, los
de la vertiente-norte, tanto en familia lingüística abasgo-kérketa como no menos la
lingüísticamente estricta familia ibero-caucásica, pues que se pasan del
cristianismo al islamismo hace unos cuantos siglos. Al respecto del fuego pues
recordar que fuego era lo que había en los altares del famoso e indígena templo
tartesio y gaditano del no menos famoso gran Hércules -lo dicho, el gran Hércules
Tarsio y con calificativo que homófono con lo de tartesios, y no el Hércules proto-
griego o Hércules menor- y que era un fuego perenne. Y con imágenes ningunas ni
de dioses ni de diosas en el interior del templo. Y me supongo que el fuego tal y
perenne pues en cuencos cerámicos llenos de aceite. Y a mitad del aceite y en cada
cuenco, pues una corchera y metálica palometa flotante de la que saliendo y
ardiendo la cabeza de una gruesa mecha de lino trenzada, bien empapada en el
aceite. Y que mayormente hasta abajo del cuenco por mitad del aceite.

O sea, las candelillas mariposas, con las que, de chiquillo yo, todavía se
alumbraban de noche los santos en las iglesias, y en los aposentos de las casas. Al
menos en los pueblecitos cordobeses. Del remotísimo y legendario asunto de
robarles el famoso Prometeo a los dioses el fuego sagrado y en el extremo oeste
mediterráneo de los famosos Campos Elíseos y de los japetos Atlas -sobrinos del
Océano, e incluido Prometeo entre los tales japetos- pues se deduce, o al menos
como sensata hipótesis, que por allí funcionaba ya el aceite de oliva. De oliva de
olivos silvestres, por lo menos. O sea, en el siglo VIII a.C. el aceite no nos lo trajeron
a la ibérica península los griegos, que es lo que se ha venido diciendo
académicamente, sino que aquí estaba ya muy de antes, de demasiado antes. Que lo
mismo del tal siglo VIII y sus griegos se había venido echándoles encima a los
ibero-peninsulares vinos, y finalmente pues resultó -el método del radiocarbono
aplicado a más o menos fosilizados huesecillos de uva, en la muy ibera Jumilla
finalmente murciana, los famosos vinos de Jumilla- que los tales vinos y sus viñas
por aquí estaban ya en tiempos del año 2000 a.C. y antes. Y ahora hasta incluso ya
se viene diciendo que el elegantísimo y geométricamente perfecto -lo que implica
torno de alfarero-vaso cerámico de las hispanas gentes del tal y tan famoso vaso
campaniforme pues que no era para ritualmente beber cerveza, que es lo que
académicamente se venía perorando, sino que para beber vino y no menos
ritualmente. Y remitiéndonos el asunto nada menos que hacia el año 2800 a.C. y
que los borrosos tiempos de la inicial e ibero-peninsular ruta transmediterránea
del llevarles a los mediterráneo-orientales el estaño. O más bien mediterráneo-
asiáticos si por más señas. O sea, los asuntos.

Desde otra perspectiva, acaso habría que decir ya que en la lengua


cherkessia el plural de los nombres va en un -x algo hispano si nos acordamos de
los ibero-peninsulares y pre-romanos topónimos Ilix y Uilix, finalmente la
valenciana Elche y la malagueña Vélez. Con o sin meter en el asunto a los hispanos
y cherkessiópetas elimos de la famosa y muy pre-romana diosa risueña y sus
livores. Por otro lado, pues bastante probable que la tal élima diosa nos lleve en
directo a la hermosísima escultura de la ilixia diosa hispana, arqueológicamente
exhumada en el Ilix que luego Elche. Y que arqueológicamente denominada la
Dama de Elche y con toda tranquilidad. Y que si bien mirada, pues nos sonríe, y
dulcemente mongolos sus ojos lo mismo que las etruscas gentes en sus murales
pintadas. Lo que muy bien pudiera llevarnos a que en la cherkessia lengua hay una
componente o substrato de urálica lengua -los lingüísticamente urálicos, otra gran
familia de lenguas, van a todo lo largo del larguísimo espacio euroasiático desde los
uralo-atlánticos finlandeses hasta los coreanos y japoneses, incluidas las mongolas
gentes varias- y que es la lengua de los proto-húngaros hunos que tan famosos al
comienzo de la Edad Media por su famosísimo Atila, el terror de los cristianos. Con
nombre tan homófono con el de los japetos Atlas legendarios, incluido el famoso
Prometeo. Y que unos Átilas, y no exactamente unos Atlas, si es del caso el que la
versión en Atlas no es más que una vulgar y corriente contracción fonética. Hay en
la lengua cherkessia una gran abundancia del fonema y raíz -psi- que asoma en la
griega palabra psique para nombrar el alma. Y que no se sabe de dónde la tal
palabra se le mete a la lengua griega, y que originariamente pues nada griega. Pues
se le mete desde algún substrato cherkessio. Y acaso por vía de los borrosos proto-
griegos remotos de la ibérica península. O en fin, que la lengua cherkessia se nos ha
colado en todo eso de psicología, psicometría, psiquiatría. Y en lo de la
psicoterapia, que ahora tanto alivia a los huérfanos en su menesterosa orfandad,
en su calamidad incólume e impoluta. O la orfandad canuta. O la puta calamidad.

Por si resulta extraño lo de un substrato huno y muy proto-húngaro en la


ibérica península, sépase que tan lingüísticamente uralo-atlánticos eran los hunos
como los finlandeses. Así como que pues no menos huna a lo que parece, la ibérica
península en los remotísimos tiempos. Y ya entraremos luego en los tales asuntos.
Por de pronto, valga que la conexión entre los hunos y los otros dentro de la familia
lingüística fino-húngara, que así se la llama, está en la residual y medio-estonia
lengua livonia. De los residuales livios en Letonia. Y residual lengua porque ya sólo
la hablan unas ciento veinte personas en dos o tres villorrios. Tras un rastreo
toponímico de la misteriosa lengua livonia tengo para mí el que gentes hispanas y
proto-livias fueron lo insospechado. O sea, algo inicial y fundamental en el
fenómeno hispano de la misteriosa Tartessos y sus tartesios.

Pero retomando el asunto cherkessio. Con respecto a cherkessias palabras


que resultar pudieran etimológicamente muy significativas para arcaicas o
remotísimas onomásticas en el ámbito del estrecho de Gibraltar y sus alrededores,
pues valga el que hespeq (umbral), y remitiendo a Hesperia, y tyre o tigue (el sol),
y remitiendo a lo de tyrios y turios, claro está. O lo de gane (el final geográfico), y
remitiendo a lo de los pre-romanos marroquíes canani y el nombre de las islas
Canarias. Y los legendarios y geriónidas can Kerberos y can Orto. Y por cierto, lo de
Kerbero es cherkessio más o menos en directo. O al menos así asoma en el libro
Origines des circassiens del cherkessio Aytek Namitok, y que es mi bibliografía de
cabecera en estos asuntos. Lo de circassianos es latinización medieval del griego
kerkessiano y para significar cherkessios, como es obvio. Y por otra parte, valgan
cherkessias palabras como aqil (la razón), sawe (la guerra), siwa (manantial). Y
que nos remiten hacia nombres como Aquiles, Sabbaoth -el dios tracio de la guerra,
y también hebreo, y del que etimológicamente lo del sabbath o sábado- y lo de siwa
pues remitiendo hacia el egipcio y famosísimo oasis de Siwa, el de la
homosexualidad laboral incluida en los deberes de los obreros agrícolas para con
sus señores. Y que el egipcio rey Faruk la suprimió con una ley tajante en 1928.
Claro que, y por otra parte, sem significa cherkessiamente el ganado vacuno, y
como que parece llevarnos hacia el bíblico gran Sem y sus semitas. En fin, yo estoy
siguiendo en esto la lengua de los cherkessios abadajos y que no sé si pudiera
llevarnos a lo de Badajoz, pero al menos es la cherkessia lengua más arcaica, lo cual
ya es bastante.

Y siguiendo de cherkessias palabras. Pues lo mismo que en la ibérica


península, el ay es el grito de dolor. Y valga. Y valga que en otras lenguas el tal grito
pues asoma como un ouch o eich o nici o urr o lo que se tercie. Entrando en otros
recovecos cherkessios pues que arke es el vino. Con o sin meter en el asunto a la
remotísima Arcadia feliz que tan mítica, y especie de paraíso. Y entrando en
dialectismos muy hispanos, fabe es caliente, y bchini es casi ardiente, y segue es
detrás -o sea, a la zaga- y cip o cif es hombre, con o sin llevar el asunto hacia cipote.
Y berebane es el tambor de fiesta. O sea, la verbena. Y kelapso es puerta. Y aquí la
homéricamente misteriosa isla de Calipto con sus cavernas y a boca de un estrecho.
O sea, la antiguamente isla de Gibraltar. Pero lo más interesante es cuando la
lengua cherkessia tiene un qah para significar alumno, implícitamente entrando en
el asunto lo de escrituras y letras. Con o sin meter en el asunto a los kaunios o
konios. Y el ibero-andikono para el vino, y para completar el asunto. O lo de los
cherkessios barakai y los karavakes y los ibisipes pues como que llevando
borrosamente a lo geográfico-hispano de Barakaldo, Caravaca -y hasta incluso la
malagueña Carratraca, si se tercia- y la isleña y baleárica Ibiza. Con o sin el dios
Ibsip que no recuerdo si remitiendo a los ex-euromediterráneos minaros o si a los
no menos ex-euromediterráneos ainu de Hokkaido, la gran isla-norte del Japón. Y
unos y otros pues en plan de borrosamente afro-circunnavegantes desde el
estrecho de Gibraltar o alrededores. Y tampoco sé si con el Ibsip pues
remitiéndonos al tartesio y kyneto gran rey Abis o Habis. Con o sin redondear el
asunto con lo de que en la lengua ainu un tranquilo o-aken significa el hombre, y un
más tranquilo mi-aken significa la mujer. Y valga, o pues échenle galga.

Pero a lo que voy. Y es a que en la lengua cherkessia pues como que asoman
muy castizas palabras hispanas. Como es el caso de chik (chico), jelgana (jarana, o
similar), guise (freír) y que no sé si también guisar. O jeramague (amargo), y
remitiendo al hispano jaramago de las florecillas amarillas, ahora ya en mayo pues
en todo su esplendor, y que yo lo mordisqueaba de chiquillo en el campo, y pues
bien amargo que me sabía. Y en fin, la pichachi, y casi pichichi es la muchacha. Y el
cheuche o maestro pues me suena al hispano chacho para significar viejo amable y
más o menos familiar. De chiquillo tenía yo mi chacho Pedro y mi chacho Manolo
en la parentela. O lo del cherkessio koba y que pues igual que el castizo e hispano
coba del dar la coba.

Pero sin tampoco olvidar que el cherkessio bagoga para significar lágrimas
nos remite al gallego bagoa para exactamente significar pues lo mismo, lágrimas. Y
entrando en el hene (familia) pues me vienen a mí -escribiendo estoy en
malagueñas tierras- los malagueños y arcaicos topónimos enigmáticos de
Benalauría, Benamocarra, Benamargosa, etcétera, presuntamente arábigos. Y para
significar hijos. Pero más bien pues hispanamente muy pre-arábigos, y para
significar familia-Lauri, familia-Amargosa, familia-Mocarra. Al respecto, se viene
diciendo, académicamente, que las pre-romanas lenguas indígenas sobrevivieron
en los macizos montañosos de la Península Ibérica hasta tiempos de
aproximadamente el siglo VII, o tiempos del hispano-visigodo San Isidoro en
Sevilla. Pues parece como que en los macizos montañosos malagueños
sobrevivieron hasta tras la invasión arábigo-islámica a comienzos del siglo VIII.
Que hacia eso apunta el parece como que cherkessio-arábigo Benalmádena para
significar la familia-Almádena en plan de mineros. Que en la lengua árabe lo de
almaden significa la mina.

Y en fin, que en las legendarias historias cherkessias su legendario origen


está en unos remotos gigantes Wirk y en un no menos remotísimo reino de
Tchangir. Cosa que a mí pues me remite a Tánger, y a los iberikes sumergidos en
los de los hispanos Ubrique y lubrique, y que también al arrimo del estrecho de
Gibraltar, pero en la orilla europea e hispana. Y dicho todo esto, pues resultará
como que bastante normal el que a mí pues cherkessias palabras como sabey
(muchacho) y xapxi (estupendo) pues me remitan en directo a los malagueños
montañeses y sus castizos dialectismos chavea y chachi y que para significar lo
mismo que en la lengua cherkessia. Por otra parte, y siguiendo de tal lengua en su
fase pre-caucásica, kash y gash significaban montaña, y pe es la nariz. Y de lo que
resulta o parece resultar lo de Kaspe como muy arcaico nombre para el peñón de
Gibraltar, y en plan de significar montaña-nariz, o sea, peñón. Y que eso es lo que
es. Pero sin tampoco dejar de lado el que en lengua ibero-caucásicas el -pe y el -be
funcionan de desinencias para significar el plural de los nombres. Caso del kíklopes
(los legendarios cíclopes) y desde el bastante cherkessio kiklops para significar
gigante o cosa parecida. Lo que bien pudiera llevarnos al repetitivo -be en las
hispanas inscripciones tartesias. O no menos llevarnos a que, y lo mismo que en los
hispanos territorios tartesios, también en los territorios cherkessios abundan los
topónimos en -apa como un famoso Anapa. En realidad, con los tartesios Hastapa,
Estepa. Y etcétera. O en suma, las hermosas gentes circassianas, según decían los
europeos medievales. Y los sultanes de Constantinopla pues que no daban abasto
en agenciárselas. O en menos palabras, Kereta o Creta, Keret o Jerez, keréketos o
cherkessios.
Por otra parte, yo estoy en que de los ibero-peninsulares y para-geriónidas
eqidnos o egidnos y que bastante tartesios -legendariamente la gran serpiente
Eqidna, la hermana del gran Gerión de los tartesios- remiten en su nombre a los
adighes o cherkessios, unos más o menos aighes en cualquier momento. Y
meramente unos eghi a la menor oportunidad. Y con el nombre de Egipto como
terminal del tal asunto. Y previo el nombre de los aege o egeos, a la menor
oportunidad. Lo dicho, las navegaciones.

13. De los iberos chechenos igual que si majos o que massienos y los avares
pues igual que si alvares

Y ahora, y con respecto al substrato de lingüísticas familias en los pre-


romanos territorios tartesios, lo dicho, sobre poco más o menos las ahora tierras
de Andalucía, pues hay que entrar en el más tenebroso asunto de la caucásica
familia lingüística. Los terminológicamente y académicamente ibero-caucásicos en
sentido más estricto. Y en cuanto que incluye al grupo de las lenguas avares o
everes. Y que de ahí, lo de ibero-caucásicas para todas las demás lenguas de los
demás camaradas en el lote de la tal familia. Que, y someramente, se divide en dos
grupos geográficos, el de los dagestanos, y el de los chechenos o lingüísticos
primos hermanos de los otros, y que ahora con luchas de independencia. Que no
les basta la meramente autonomía del seguir subsumidos en la muy vasta
confederación rusa de repúblicas. O luchas que se explican muy bien si teniendo en
cuenta que los chechenos, y desde hace siglos, venían arrastrando ya fama de
indómitos. Acaso por su feroz y tradicional igualitarismo. En el que se da por hecho
que todas las personas son de muy alta alcurnia. Y en consecuencia pues muy
alérgicos a dejarse avasallar. O en fin, que del nombre de una aldea o comarca, los
rusos les han venido llamando chechenos. Pero en su chechena lengua, su nombre
es de natkhchua o que y muy tranquilamente pues un Natkchomastienos más bien,
y como que remitiendo hacia un najo-mastienos o majo-mastienos. Con o sin meter
lo arcaico y étnico del majos que ha sobrevivido en el hispano Aragón.

De algún modo, la lengua chechena o najomastiena es la que al grupo


lingüístico daguestaflo lo pone en comunicación con el grupo lingüístico de los
cherkessios. Entre los que pues no habría que olvidar que los batchilbaos o
batchilbay y que primos hermanos de los barakay ya dichos, y nombre homófono
con el de la vizcaína Baracaldo, pues que antiguamente eran las cherkessiaas
gentes de los valles del río Europos, finalmente y meramente el Urup. Con sus
primos meduas centrados en la aldea de Bagskaya. Y con nombre, y que metidos
los batchilbaos en el asunto, pues una Bascaya o Vizcaya cualquiera, y a la menor
oportunidad. Tomando nota de que el cherkessio sufijo -kaya para topónimos pues
resulta bastante corriente. Así como no menos el -uba u -oba que, y al respecto
pues remitiendo a lo más o menos tartesio de Onuba (Huelva) y Korduba
(Córdoba) y a la portuaria y malagueña Mainoba tan desaparecida del mapa. Claro
que en los cherkessiamente limítrofes tauro-skytes pues una tranquila y portuaria
Uspé, que no sé si más o menos hispanoide, pues que por allí estaba en la
desembocadura del río Hispanis, finalmente Kubán. O en fin, entre lo de los
batchilbaos y la Bagskaya pues que el asunto, y claro está, me lleva a Bilbao. Y a que
no demasiado lejos de Bilbao está lo de los cántabros-asturianos picos de Europa. Y
es un estar, lo que se dice estar.

Pero en lo de los moscovitamente chechenos, y que en la chechena lengua


unos natkhuo que najos mastienos más bien, pues con lo de mastienos queda claro
que nos remiten hacia los mastienos hispanos e ibero-peninsular y muy
preromanos y mediterráneos. Y que en alguna fuente asoman centrados en la pre-
cartaginesa y muy portuaria Mastia —dos o tres lagunetas en plan de litorales
puertos naturales intercomunicados por un canal— que, en fuentes con respecto a
las peninsulares guerras romano-cartaginesas, asoma de Mastia de las tartesios y
así como quiere la cosa. En otra fuente asoman ocupando ampliamente el costero y
mediterráneo sureste peninsular desde las ahora alicantinas tierras valencianas
hasta donde comienzan las tierras malagueñas. Y a propósito de tal mastieno
asunto, el que filólogos metidos en arqueologías lingüísticas al tal nombre se lo
hagan derivar del eskytes o escita mas que significa torre. Y metiendo en el asunto
a los indoeuropeos osetos, terminales de lo escitas y que metidos de cuña entre la
vertiente-norte y la vertiente-sur al centro de la cordillera caucásica. Claro que, si
metiendo en el asunto a los mastienos iberos y peninsulares, pues la raíz
etimológica se nos va a la masía que, para casa grande en el campo, ha sobrevivido
en la hispana banda oriental de mediterráneas tierras peninsulares. Y para
significar lo mismo, pues no menos la palabra torre lógicamente. O al menos, en
tierras catalanas. Por otra parte, al llegar los romanos a las costas valencianas y
murcianas —muy mastienas en este caso— y en el siglo II antes de Cristo, pues se
las encontraron muy pobladas de costeras torres-atalayas en ruinas.
Asunto que siguió post-medievalmente, y no sé si hasta incluso
medievalmente, con lo de costeras y atalayas torres almenaras malagueñas, y que
han sobrevivido hasta los tiempos que vivimos. Al respecto, pues que ya desde
tiempos muy pre-romanos a las tales mediterráneas costas hispanas se les echaba
encima a cada momento, y desde las cercanas costas norteafricanas, aluviones de
norteafricanas naves para invasiones o pirateos. Con lo que pues lo de atalayas de
vigías en las tales costas pues era como que de lo más normal. En fuentes griegas,
no recuerdo si bizantinas o pre-bizantinas, los caucásicos mastinos asoman en
versión de moisinikos o muskis. Y de ahí parece provenir lo de música y músicos
en la antigua lengua griega. Asoman muy asociados con los sanikos o kartvelianos
svanos que, lo ya dicho, aldeas en las que cada casa era una muy alta torre, y que
gentes muy musicales. En fin, que a salir han vuelto por aquí los batchilbaos
cherkessios, y pues que tampoco olvidar que era los bassili si por otro nombre. Con
o sin meter en el asunto a la tartesia e hispana Bassilipa de no excavadas ruinas, y
que entre Sevilla y Estepa. Con o sin tampoco meter el que no se sabe de qué pre-
griega lengua entró en los proto-griegos lo de basileos para significar el rey, y de lo
que resultó lo de basílica para el palacio del rey, y así el curioso asunto. Tampoco
pues olvidar que de los ases cherkessios, los importantes abases, pues muy bien
pudiera largárseles hilo a los proto-escandinavos dioses Ases en tanto que surefios,
mediterráneos y borrosamente ibero-peninsulares. O no menos largarles hilo a los
pre-lidios assawa en la ahora turco-asiática zona de Esmirna —y al arrimo de la
famosa isla de Lesbos y sus lesbias gentes— y de los que pues resultó el nombre de
Asia, luego tan demasiado extenso, pero que inicialmente pues para la Esmirna y la
tal zona. A lo que iba, mientras un poco a la deriva voy. Que de substrato en los
kartvelianos lazes o chanos —lo dicho, los de las muy primitivas corridas de toros
en sus aldeas— está de dios del fuego, y de los adoradores del fuego, el gran Tieps
o meramente Leps, con o sin largarles hilo a las tartesias o atartesiadas hipas e
llípulas hispanas. Y cuya terminal pues parece estar en el famoso Lepe andaluz, al
arrimo de la frontera portuguesa. O lo del ílipes llevando hacia un libios, e ilibios
originarios. En el caso de que Uilix o Ilix, finalmente Vélez, fueran variantes de un
más auténtico upas o Eleps y que finalmente latinizado en un lix. Quedó también
colgando que la legendaria patria de los cherkessios fue una mítica y borrosísima
Khekuga. Y que nadie sabe dónde localizarla, y que fonéticamente Jerkuga
remitiendo a un Jerekuga o cosa similar. Con o sin lo de los hispanos karkedonios
metidos en el asunto en plan de tartedonios y con o sin el famoso y presuntamente
cartaginés afro-circunnavegante periplo de Annón. Pero al menos metiendo en lo
de los chechenos mastienos o messek el que, hacia los siglos XII y XII a.C. y dicho
quedó, los norteafricanos messech o mastienos asoman confederados con los no
menos norteafricanos libios, y muy lógicamente a lo que parece, que ya
previamente pues mediterráneos camaradas ibero- peninsulares, y no menos
confederados con los teresh o tartesios, O así el asunto del asaltar
sistemáticamente a Egipto, y a ver si cae o si no cae. Y cayó, que hubo finalmente
faraones messech en Egipto. Y hasta incluso una messech dinastía de faraones.

Y a propósito del Khekuga remitiendo a un Jerkuga, que al fin y al cabo salió


del nombre de cherkessios lo de kérketos y lo de keret y kéretos, o lo parece. Pues
que, en el substrato de la messis latina y la mies española para significar los
dorados trigos ya cosechables está o parece estar la mes cherkessia y que para
pues exactamente lo mismo. O en fin, que en la lengua cherkessia está lo de ze para
significar dios, y remitiendo a la etimológica raíz del Zeus. Y lo del niur para
significar luz, y ya saldrá luego. Y lo de un diunaya para significar el mundo, con
diuna o diona para significar que universal. Y con el danaos y dionios metido en el
kyndonio para probablemente significar konios imperiales, más bien que
universal. Entre otras cosas, porque de los Kyndonios en su versión de sindones —
los sindios y de los que ha venido suponiéndose que derivaban el nombre del río
Indo y de la India, craso error— pues no acaba de saberse si fueron ya cherkessios,
o si más bien y muy tranquilamente proto-cherkessios. Y etcétera. O pues pelos a la
mar. Con o sin pues metido el asunto de que lo del -tonio si en plan de un -donio en
el nombre del tartesio e hispano rey Argantonio, pues con el arga llevando a
caudillo o rey —un harka o hércules sobre poco más o menos— más bien resulta
que Argantonio lo que significa es rey imperial, un rey de reyes. Cosa que
concuerda con lo de que los tartesios hispanos —y el asunto sale de a mitad de las
romano-cartaginesas guerras— eran una confederación de reinos. Al menos en los
tales tiempos unos cuantos siglos tras el pálido Argantonio. Pero en fin, con lo de
los cherkessios sindones pues el no menos asunto de la libanesa y presuntamente
cananea Sidón famosísima, legendariamente a veces vinculada a lo de la
escurridiza diosa-princesa Europa. Y largándole hilo a la tartesia o proto-tartesia
Sidonia que tan cercana de la Kéreta o Keret —latinamente Ceret— que finalmente
Jerez. O sea, lo dicho.
Pero sin tampoco olvidar al hispano y pre-romano Chinchilla bastante
mastieno, massieno, y en plan de que checheno, si es que no cherkessiano. O en
suma, los rusos vienen administrando todas las filologías caucásicas —incluida la
larguísima serie de fuentes tanto relativas a antiguos griegos como a griegos
bizantinos— y parece como que todo les suena a chino, no se les ocurre
relacionarlas con el Mediterráneo ni de coña. Los rusos. Y para redondear lo de la
mítica y legendaria Khekuga cherkessia, valga el que probablemente una Khekuga
del río Anas en el lado oceánico del extremo oeste mediterráneo. Y en consonancia
con la ibero-peninsular Anakuki del estaño que hacia tiempos en torno al año 2800
a. C. aproximadamente. O sea, en el comienzo de la borrosa y aquí ya tan citada
ruta del estaño pues una Anakhekuga del estaño que finalmente ya una Anakuki
meramente.

Pero en fin, y tras averiguar un poco de la familia lingüística chechena o


masiena que matkhchuo-mastiena más bien, o najo-mastiena para los amigos, lo
majos en suma, pues que habría que entrar ya en el otro grupo lingüística muy
estrictamente ibero-caucásico, o terminológicamente al menos, O grupo de las
lenguas daguestanas. Con el Daguestán como la región que, en lado oriental de la
cordillera dd Cáucaso, en su vertiente-norte, por allí está al arrimo del Mar Caspio,
el muy gran lago inmenso. Es el Daguestán un laberinto de profundos valles
metidos entre altísimas y muy caucásicas montañas de nieves eternas. Lo dicho,
que el grupo las lenguas daguestanas está centrado en la de los avares everes, con
muchos rasgos comunes con el de los chechenos o mastienos, los lingüísticamente
medio-chechenos inguches incluidos. Y que formando el daguestano grupo
lingüístico pues una larguísima serie de mini-lenguas, que a su vez se subdividen
en muy fuertes mini-dialectos, que de hecho son especie de sub-minilenguas que
entre ellas pues poco se entienden las unas con las otras. A su vez, los tales mini-
dialectos se subdividen a veces en mini-endodialectos, o llamémoslos idiolectos
aldeanos, o cosa parecida. Algo así como que unas cincuenta mini-lenguas. Y que en
la práctica pues funciona como casi unas cincuenta mini-nacionalidades aldeanas.
Me supongo que los euro-occidentales y peninsulares iberos iban un poco de lo
mismo, o cosa similar. Y para aclararnos precisamente un poco, valga que el
Karagoysa —y casi Zaragoza— es uno de los ríos del Daguestan. Y el otro, y central,
el Terek —lo dicho, tan homófono con el gerundense Ter casi pirenaico— que por
el tremendo desfiladero de las Puertas de Iberia entra en el gran mosaico étnico
del Daguestán. O en fin, que no sé silo de filológicamente ibero-caucásicos les viene
de lo de everes o avares. Con variantes en un alvares y en un albanos. O pues que
ocuparon previamente y desde la vertiente-sur de la cordillera la Iberia georgiana.
O pues que el filólogo que los categorizó de muy estrictamente ibero-caucásicos es
que les notó como que un muy aroma a iberos peninsulares. Porque con lo de
Estrabón con respecto a que de los iberos occidentales proveían los caucásicos
iberos orientales, y si teniendo en cuenta que los peninsulares iberos asoman de
etnia muy dividida y subdividida en un emplasto de mini-tribus, o cosas parecidas,
pues que esto es precisamente lo que caracteriza a las caucásicas gentes del
Daguestán con sus demasiadas mini-lenguas, y sus demasiadas mini-naciones
aldeanas. Claro que pues con lo de un alvares metido en el asunto pues como que
un difunto y un espasmo. Los difuntos, o que se nos aparecen por turno, o que se
nos aparecen todos juntos. Y entonces pues es ya que impávidos. O pues que es ya
el pavor.

Claro que todo esto no es más que una inicial y somera aproximación. Que
ya va siendo hora de entrar en estos temas con respecto a su más o menos
tartésico trasfondo. Y pues una especie de inventario de temas. O especie de vivero
para estudios monográficos que acaso ocurrirán. O que no, y que todo pues se nos
quede en articular en una unidad de sentido una larguísima serie de insospechados
datos muy tranquilamente dispersos en fuentes varias.

O en fin, que por otra parte, y desde una raíz pre-griega o proto-griega, lo
del donios y lo del danann muy bien pudiera provenir del griego naus para la nave,
con lo de la diosa Aidana y Aitana —finalmente Atenea— como diosa de los
navegantes. O sea, los donios, incluido el muy navegante dios Poseidonio en el
asunto. Y así los konio-donios en plan de tranquilamente kyndonios o konios
navegantes. Con los posteriores y atlánticos tautha dé-danann borrosamente
protoescandinavos pues en plan de unos tarta o tartesios de la dé o dea Dana o
Tana, los danuna de las navegaciones. Algo así como que unos muy sureños y
mediterráneo-atlánticos teutones muy tempranos.

14. El laberinto de las mini-lenguas y los abismos del asunto Cartago


En concreto, forman grupo con los avares —casi unas cuatrocientas mil
personas, por allí la mayor de las etnias— los andi y los dido con algo de volumen
poblacional, tampoco mucho, y además una larga serie de mini-etnias con sus mini-
lenguas, entre las que pues a destacar los godoberis porque el nombre pues resulta
algo homófono con lo de iberos. Rasgos característicos de estas ibero-caucásicas
lenguas —y que comparten con las de chechenos, inguches, cherkessios, y
abjazios— es que la mayoría de los verbos son intransitivos, y que se usan sólo en
la voz pasiva los pocos verbos transitivos, en plan de que van de un tú eres visto
por mí y no de un más normal yo te veo. De lo más desconcertante en el mundo van
estas gentes en el plano filológico, o al menos así se las caracteriza. Y por otra
parte, en los otros grupos daguestanos de ibero-caucásicas minilenguas están la de
los lak y la de los dargwa con la de los samurios, que se habla igualmente en aldeas
del Azerbeiyán, ya en la vertiente-sur de la caucásica cordillera. Algo más
importante la lengua de los kuri o lezguianos, o llamémosle conos ibero-
peninsular-mente. Y la de los budujos que con nombre que a mí pues también me
suena a la hispana Badajoz. Y etcétera, que no es cosa de nombrar a las casi
cincuenta minilenguas. Claro que también la muy mini-lengua, y formando mini-
grupo lingüístico, de la aldea de Artchi que aislada entre sus montañas. Y que, y si
teniendo en cuenta que la mayoría de los aldeanos topónimos aquí en los montes
malagueños son de origen que no sé si kyneto-tartesio, pero que al menos sí muy
preromano, pues que a mí el asunto me remite al nombre de la malagueña aldea de
Arche, tan encerrada también entre sus montañas. Y antes de seguir adelante pues
habría que traer aquí que, en paralelo con lo de que las lenguas de cherkessios y
abjazios tienen una borrosa coloratura paleo-húngara, o cosa parecida, o paleo-
hungaroide más bien, éstas sus mini- lenguas hermanas muy estrictamente ibero-
caucásicas pues lo que tienen es una borrosa coloratura paleo-turca, y como que
muy previa a los proto-turcos de la Mongolia. Al respecto, pues que tampoco
olvidar que los misteriosos sumerios de la denominada cuna de la Civilización en
las ahora tierras de Irak pues también tenían en su lengua una no menos
coloratura paleo-turcoide, o cosa parecida. Y tan felices.

En fin, y dejándonos de los muy ibero-caucásicamente muy centrales avares


por ahora, de sus camaradas los andi pues que también de pastoreos y cultivos en
escalonadas terrazas, en las laderas de los montes, y al igual que todos los
caucásicos, e ignoro si el parece como que muy ancestral cultivo en terrazas en la
kyneto-tartesia Andalucía oriental —tierras de Málaga, Granada, y Almería— viene
de precaucásicas gentes en los remotos tiempos. Por de pronto, a mí lo de los andi
me suena al muy pre-romano nombre de la malagueña Andikaria, también
Anticaria, con lo de las antas o dólmenes, y que finalmente pues Antequera. Con lo
que pues el también muy pre-romano topónimo de Archidona pues como que
remite a los artchi y muy rápidamente. En relación con el andi asunto, sus más o
menos camaradas los dido que con lengua en la que cinco mini-dialectos, dicho sea
de paso, pues me remiten al nombre de la legendaria Dido que fundó la cananea y
norteafricana ciudad de Cartago, la famosísima Cartago. Y que es una elisa o Elisa,
nieta del rey Mattán en una portuaria Tyro, e hija del matano primogénito de
Pygmalión, casada con Sikarbas, el gran sacerdote de la diosa Astarté, que a lo que
parece fue finalmente cananea, tanto libanesa como cartaginesa. Pero el nombre no
es cananeo, sino que implica el té o ze que la palabra ibero-caucásica para
significar diosa. Tampoco la demás onomástica metida en el tal asunto es cananea
sino que pre-semítica y precananea.

En concreto, la tal legendaria historia primero asoma en fuentes griegas, y


algo novelada. Y después en fuentes latinas, el gran poeta Virgilio, y echándole
también noveleo al asunto. Pero en su filológico núcleo básico, y teniendo en
cuenta que los pre-cartagineses remiten a póenes o púnicos más o menos panos o
hispanos, y hubo portuarias Hippona por allí al efecto, yo estoy en que va de más o
menos borrosamente ibero-peninsular. Y que la portuaria Tyro de la legendaria
historia es la pre-valenciana Tyrinto. Y que el rey Mattán pues es el rey Mastán o
mastieno y con o sin los ibero-peninsulares checheno-mastienos metidos en el
asunto. Y que el Sicarbas pues es un bas o abbas sacerdote-patriarca de los proto-
valencianos e iberos sikas o gentes del ríos Síkar, que finalmente y ahora río Júcar.
En lo del sobrenombre de Elisa, para la hermosa Dido, pues remitiendo hacia elisos
o ilixios didos proto-valencianos, con lo de la ibera ciudad de Ilix —ahora Elche—
metida en el asunto. O en vulgar prosa llana, que en la proto-valenciana Tyrinto y
sus alrededores, a los mastienos —chechenos o no chechenos— les sucedieron los
pigmaleón —con el vasco sufijo -on en el asunto— y el gran Pygmal o también
Pugmal para lo de Pygmalión— y luego los didos más o menos ilixios. Y metidos en
el Pygmal asunto los tchamali muy lingüísticos camaradas de los didos y que no
menos camaradas de los kapych o kaputh y con nombre que, si insertado en el de
sus tchmali camaradas, y así un kapychtchamali muy tranquilamente, pues que
echándole fonética evolución al asunto, resulta rápidamente un Pygmal o Pygmali,
finalmente un Pygmalión, y todos, pues la mar de contentos. Y desde el vascoide -
on del Pygmalión pues valga también que en la vasca lengua el zezen es el toro —
un más o menos sesen fonéticamente— y que el sobrenombre de los didos es un
tzezes ortográficamente, que un tseses fonéticamente. Al respecto de que pues
asoma un toro en la legendaria historia de la legendaria fundación de Cartago, y
que tan presuntamente cananea. O así el panorama. O no tan así. Porque muy
demasiado arqueológicamente cananeas son las bereberes ciudades norteafricanas
en el entorno de Cartago, y muy tierra adentro. Y tan demasiado
arqueológicamente proto-cananeas y pre-cartaginesas, que hasta se ha llegado a
sospechar que el asunto de que los cananeos libaneses —los denominados
fenicios— fundaron la ciudad de Cartago pues que más bien al revés. Que los
norteafricanos cananeos pues emigraron al Líbano, y que de ello resultaron los
fenicios cananeo libaneses. Cosa que, dicho sea de paso, viene explícita en la muy
arcaica versión abisinia del Génesis bíblico. Y que en la Biblia más normal resulta
meramente apuntado al meter a los libaneses cananeos entre las originariamente
africanas gentes.

Pero a lo que íbamos. Lo dicho, están los lak entre los iberos daguestanos.
Con nombre que a mí pues me suena al casi ibero y pre-romano Lakippa en el río
Aro, luego y arábigamente Guadiaro. Y digo que casi ibero porque por allí al arrimo
está el muy pre-romano Ubrique remitiendo a un iberike como ya dicho quedó.
Tienen los laks su río Kara, con nombre que, tras un Hara, puede pues llevar a
luego un Aro o Ara, y sin comerlo ni beberlo. Habría que decir que por entre todas
estas ibero-caucásicas gentes, y en los didos mayormente, el aul o ayl es la aldea.
Con nombre que fonéticamente muy cercano al ili o ilis de los peninsulares iberos
hispanos —y el iris vasco— pues para lo mismo.

No estará mal echarles un fugaz vistazo a los dargwa o darguina. Cuyos


clanes familiares se llaman los dyin y que con variante en ya meramente un chin
pues como que largarles hilo a los pre-romanos e ibero-peninsulares Chinchilla y
Chinchón, y así el asunto. O en fin, los didos ginuk me suenan al nombre de los
legendarios y para-tartesios egidno de la legendaria gran serpiente. Del mismo
modo que pues los algo darguinos aqucha me suenan a los akhiyawa que
piratearon el suroeste mediterráneo anatolio al arrimo de la isla de Rodas, y en
tiempos de hacia el año 1500 a. C. o cosa parecida. Y que se los cataloga de
borrosamente aqueos pre-griegos. Claro que más fonético con respecto al nombre
de los aqueos, tanto si griegos como si pre-griegos, es el nombre de los andis
akhwakhs y que algo así como un ajuaj en fonética española. Y aparte las
inevitables simplificaciones fonéticas de los tales nombres desde sus lenguas en las
que muchos fonemas aglutinados en racimos. Me supongo que el muy gutural
sonido de la española letra jota es terminal del tal asunto. O lo parece.
Concretamente, el grupo lingüístico de los avares con los andis y los didos es, lo
dicen los filólogos, pues que de un vocalismo muy pobre y de un consonantismo
demasiado desarrollado. Algo así como que el transcribir en nuestro fonético
alfabeto latino el consonantismo demasiado de las tales lenguas —etnónimos,
topónimos, etcétera— pues que resulta más bien pálido. A mí pues me recuerda
que también a veces demasiado el consonantismo en las norteafricanas lenguas
bereberes. Y con razón. Que yo estoy en que la borrosa y gradual trasmigración de
todas éstas ibero-caucásicas gentes desde la Península Ibérica hasta finalmente el
Cáucaso —y aquí y terminalmente ya muy metida luego en regresión cultural, al
menos con respecto a pasados esplendores mediterráneos— pues que pasó por
mucha parada y fonda en las norteafricanas costas mediterráneas. Y me supongo
que algún día filólogos le meterán el diente al tal asunto. Y así los filólogos.

Por otra parte, pues también está lo de que khunzaq es el más auténticos
nombre de los avares en su khunzaq lengua. O el asunto resulta interesante
porque, en la escala de tantas más o menos mini-lenguas con respecto a estas
ibero-caucásicas gentes, los avares han venido siendo especie de grupo
hegemónico. Y de hecho, la lengua avar o khunzaq ha venido siendo desde antiguos
tiempos la más o menos interétnica un gua franca en la que, malamente y
chapurreándola, se han venido entendiendo las por allí tantísimas e incluso
demasiadas mini-nacionalidades, y que cada una con su nacional mini-lengua. Lo
que apunta hacia la idea de que, en su pre-caucásica residencia ibero-peninsular,
tuvieron también los avares khunzaq una etnolingüística función hegemónica
entre las iberas gentes hispanas. Y tirando del tal hilo pues que encajarían, y como
khunzaq hispanos, los tartesios kunetes en las ahora tierras del sur de Portugal. Y
en cuyas inscripciones funerarias —las más arcaicas inscripciones tartesias— se
reiteran clichés fraseológicos como un sababeke kuni y que otras veces pues un
sababeke kuntai o cosa parecida. Teniendo en cuenta la esdrujulización fonética de
las palabras en la lengua vasca y como resultado de irles pegando, uno tras otro y
por detrás, sufijos a la raíz vocabular —en la lengua española, esdrújulas
expresiones como tómaselo son fonéticamente vascas— pues que un kunetes más
bien iberopeninsularmente era un kúnete o un kúneta que meramente un kunta en
cualquier momento. Y un kunza pues a la menor oportunidad y como mecánica
variante. Valga de paso que en las tales inscripciones a veces asoma un kunai que
ya luego sólo un kun pues muy terminalmente.

En alguna tartesia o proto-tartesia época, hegemónicos parecen ser los


kunetes en un amplio ámbito del oceánico suroeste ibero-peninsular si tenemos en
cuenta que el preromano topónimo Conil remite en directo a un ibero kon-ili para
significar kun en el sentido de konia o kuneta. Y lo mismo con respecto al pre-
romano topónimo Arakeona finalmente Aracena, al arrimo del terminal territorio
de los oceánicos kunetes tan demasiado proto-portugués. Y con los que, y de la
variante keona en el asunto, el nada griego y muy pregriego nombre de Okeanos
para el Océano Atlántico. Y okeanos y okeana que, y eliminados el inicial o- y el
terminal -os que añadidos, y tan griegos, pues resulta que etimológicamente, la raíz
del nombre de kunetos o konios remite a demasiado lejos en el tiempo. Los
legendarios tiempos —con su muy protohistórico núcleo subyacente— en los que
del caudillo Urano —un parece que Ur-Anu o sol de las aguas— resultó
lógicamente su primogénito hijo Okeanos. O en fin, pues el océano. O sea, unos muy
pre-tartesios e iniciales kunetes o konios. Valga al respecto el que, lo dicho, entre
los ibero- caucásicos daguestanos están los lezk o küri y con nombre que un kyri
fonéticamente. Y entre éstos, y como mini-nacionalidad, los kris y como mini-
dialecto. Y silos khunzaq y también khaunzaq remiten ibero-peninsularmente a los
konio o kunetes, lo cierto es que, y en paralelo, los kris resultan demasiado
homófonos con respecto al nombre del borroso titán Krios, especialmente si
retirándole el -os griego. Y con lo cual, lo de los kuri pues parece como que lleva a
lo del Koronos o titán Kronos, el hijo menor del dios-caudillo Urano. Y que acaso
del kurun georgiano para los sacerdotes de la religión del fuego. Y que un kurun-on
o un kurano si con el -on vasco metido en el asunto. O en suma, pues que
remotísimas etnias encubiertas en los nombres de los legendarios y remotísimos
titanes que tan famosos. Con el asunto de que, desde la lengua vasca, titanes lleva
en directo a significar tíos abuelos desde un ataita-anai. Y tan panchos.

Pero en fin, lo de los ibero-caucásicos khumzaq o khaunzaq resulta ibero-


peninsularmente mucho más hegemónico si tenemos en cuenta que —y ya
llegaremos a lo de la borrosa diosa Atekina, oceánica y piadosamente ibera— lo de
los kynetes tartesios y como variante del kunetes —la fonía originaria de la griega
Y es una U sobre poco más o menos— pues remite a que borrosamente
hegemónicos en alguna época desde casi el río Júcar, en proto-valencianas tierras,
hasta la mitad sur de Portugal. Que el romano-imperial historiador Trogo
Pompeyo, y lo dicho, a los tartesios kynetes los sitúa a lo largo de la ibero-
peninsular costa-sur mediterránea, las ahora provincias de Málaga, Granada y
Almería. Pero el massaliota y navegante griego que bordea de navegación de
cabotaje las costas mediterráneas desde Massalia —Marsella— a las tartesias e
hispanas costas atlánticas, y que luego en su periplo famoso —y que ibero-
peninsularmente fundamental— las va describiendo, pues sitúa a una etnia de
gimnetes como gentes que habitaron ampliamente el despoblado y costero sureste
peninsular hasta el río Síkar —río Júcar— e incluida la cercana y baleárica isla de
Gimnesia, la ahora Ibiza. Pero no menos recoge que lo habitaron los phoenikes
también. O sea, los indígenas poenes o hispanos bástulos —cosa normal, por allí y
tierra adentro se llegaba a la ciudad Basti de los pynu o poenes bástulos, ahora
Baza— pero al tal phoenikes se lo ha venido interpretando en que la habitaron los
cartagineses en tanto que llamados púnicos por los romanos. Y en razón de que al
tal phoeniikes pues no se lo podía traducir literalmente en un fenikes o fenicios, en
plan de que los cananeos libaneses, porque éstos pues nunca asomaron por allí. Y
sí que asomaron por allí los cartagineses. Pero con respecto al siglo VII como
tiempos del tal periplo, pues no sabemos si por entonces los cartagineses ya
funcionaban o si ni tan siquiera existían. O en otras palabras, que lo del gimnetes
en el periplo —en la lengua griega la palabra significa desnudos— parece ser mera
deformación de un kynetes y así lo asumen algunos historiadores al respecto, y
para la Hispania antigua.

Total, que en algún remoto pasado, y en plan de unos khaunzuk


hegemónicos, los tartesios kynetes ocuparan las mediterráneas costas hispanas
desde el estrecho de Gibraltar hasta la ahora valenciana Albufera en plan de gran
laguna. Y valga al respecto, y curiosamente, que hasta por allí llegaron en algún
tiempo los tartesios, según no menos lo recoge el tal periplo. Lo del encajar el tal
finalmente ibero-caucásico khaunzuq en los tartesios tanto kunetes como kynetes,
y en plan de que unos khaunzuq pre-caucásicos, resulta bastante lógico si tenemos
en cuenta que las kunetas y funerarias inscripciones tartesias, o proto-tartesias
más bien, pues remiten a los kuni el asunto. Y que no hay otro remedio que
traducirlos por konios si habida cuenta que, en el extremo límite-norte de los
kunetes muy proto-portugueses e incluso demasiado, el nombre de la muy pre-
romana ciudad de Koninbriga —finalmente la portuguesa y universitaria
Coimbra— es un Konioiberike más bien disimulado. Y aparte el curioso asunto de
los konios que en el alto curso del río Ibero —Ebro— pues que por allí y en
Estrabón asoman de camaradas de los cántabros. Y a lo que voy. Que es más bien
kaunos o kauni el nombre de los terminales konios mediterráneo-orientales al
arrimo de la isla de Rodas, en el suroeste de la península anatolia, que ahora la
Turquía asiática. Lo de konios, y kunetas y kynetes, en su versión de kauni pues
fonéticamente ya es un khaunzuq ibero y pre-caucásico, si tenemos en cuenta que
los konios del hispano gran río Iber asoman de koniskoi también. O sea, un más
bien konisikes o similar, y un kaunisikes en suma. Y del que, y muy tranquilamente,
pues un khaunzuq al menor respiro. Especialmente si teniendo en cuenta que, en el
tal alto curso del río Ebro —tierras de Santander— ya en la tal zona de los koniskoi
camaradas de los cántabros, va de -uco y no de -iko la tradicional sufijación que
sobrevivido ha. Con lo cual los algo cántabros koniski más bien no remiten a un
previo konisiki sino que acaso a un cántabramente konisuki no menos previo. O
sea, un kaunisuki si dicho de otro modo. Y de lo tal, pues que resulta un khaunzuq
fulminante, y así como quien no quiere la cosa. O en suma, arqueologías
lingüísticas.

Y de todo lo cual, pues que los tartesios kynetes o konios y también kaunios,
no sólo se extendieron desde el estrecho de Gibraltar hasta el valenciano río Júcar,
y la baleárica isla de Ibiza, sino que siguieron más adelante y hacia el Norte por la
hispana costa mediterránea, y como que se adentraron luego, y río arriba, por el
río Ibero —ahora río Ebro— y hasta incluso como que llegaron a la cabecera y
manantiales del río en las cántabras tierras. Y de paso, y en cuanto que tartesios
oceánicos, o ya ex-oceánicos más bien, pues en la desembocadura del tal río
fundaron muy alegremente un Tartissa, que finalmente la catalana Tortosa. Con el
otro asunto, y liante asunto, de que lo de cántabros pues de la mano de sus konio y
kaunios camaradas parece provenir en directo de un previo kúneto-iberos que
también un kauneto-ibero, como es lógico, y echándole una fulminante contracción
fonética al asunto, pues un kaúntibro en cualquier momento y que ya un cántabros
pues a la menor oportunidad. Y largo el hilo de los ibero-caucásicos khaunzuq en
su fase pre-caucásica y tenebrosamente hispana. Las tinieblas.

15. De arqueologías lingüísticas varias en torno a los kaunzaq iberos

Claro que de las tinieblas sale la luz, o al menos así el hispano y popular
dicho. Y tirando del tal hilo de la más o menos luz, o al menos penumbras, pues que
los iberocaucásicos khaunzuq o everes, también avares, y con un alvares o albanos
como variante, y con o sin meter el tan famoso apellido Álvarez como residual del
tal asunto en su fase hispana y pre-caucásica, pues nos lleva a los caucásicos
albanos que lingüísticamente camaradas de los khaunzuq o avares. Y camaradas
porque, y al igual que éstos, tras previamente habitar en la vertiente sur de la
cordillera caucásica al arrimo del Mar Caspio -donde Bakú y las antiguas charcas
llameantes de la religión del fuego, ahora petrolíferos pozos como sabido es- y
desde el ahora Azerbeiyán hasta casi donde Teherán finalmente y echándoseles ya
encima los persas, pues atravesaron también la cordillera por el desfiladero de las
Puertas de Ibería y se fusionaron con los avares o alvares, o que una unión de los
alvares con los albanos, o más bien alvanos. Y así al respecto, medievales fuentes
borrosas, si mal no recuerdo. Y el alvanos pues un alvanos que un alanos
finalmente. O sea, las alanos que nos llegaron con los visigodos.
Ignoro si lo de alvares o albanos, pues más que a iberos a lo que remite es a
ilíberos y en plan del peninsular ili ibero e hispano para significar la ciudad. Con lo
que acaso un substrato alógeno en la lengua latina lo de libertas o libertad, y lo de
las libertos en cuanto que esclavas desesclavizadas, o sea, liberadas. Y lo del liber
para significar fondo, blando de la corteza de un árbol, y que origina
etimológicamente tanto lo de libertas como lo de libri o libras, pues que resulta un
origen como que bastante dudoso. Más lógico parece que de los iberos ilis o más
bien ilíberis y para significar ciudades, pues que resultara el tal etimológico asunto.
Que ya las antropólogos vienen diciéndonos que de la tiranía en las aldeas más o
menos -todos controlándose a todos- se pasa luego a lo de la libertad con las ya no
aldeas sino que ciudades. Y parece como que muy sensato.

Pero fuere lo que fuere de las tales asuntos, el tema aquí y ahora está en que
probablemente sea posible rastrear algún que otro residual topónimo khaunzaq a
lo largo del larguísimo Mediterráneo preferentemente a lo largo de su no menos
larguísima costa norteafricana, y en plan de que penosamente sobreviviendo de la
transmediterránea y no menos larguísima trasmigración que desde la Península
Ibérica, y en plan de konios o cosa parecida, llevó a las khaunzaq hasta finalmente
el Cáucaso, con previa parada y fonda en la península anatolia, hoy la Turquía
asiática. Y con su turca capital Ankara muy al centro de las anatolias tierras. Y al
respecto de éstas, que entre el Mar Negro por arriba y el Mar Mediterráneo por
abajo, pues han venido perorando académicamente y con mucho placer los
prehistoriadores de los mediterráneos tiempo en el asunto de las misteriosos
anatolios que, sin comerlo ni beberlo, y en cualquier momento oportuno,
atravesaban en sus naves el Mediterráneo hacia el extremo Oeste. Y en el que, y en
la Península Ibérica, y por ejemplo, pues originaban anatoliamente y en el año
3400 a.C. el demasiado esplendor de los millarenses hispanos, los primeros
ciclópeos mediterráneos. O que, y llegando en el 1800 a.e. y tan panchos, pues no
menos originaban el no menos esplendor de los ciclópeos argáricos del vidrio
hispano y los huevos del avestruz. Por otra parte, y en el asunto de las arqueologías
lingüísticas, tengo yo un libro de un eminente filólogo y en el que con respecto a
onomásticas toponímicas y no toponímicas, pues se hacen delicadas orfebrerías
lingüísticas en el asunto de los enigmáticos nombres geográficos en las misteriosas
lenguas anatolias, que también llamadas asiánicas en cuanto que la anatolia
península fue la inicial Asia protohistórica, y luego pues el Asia Menor. Pero lo
cierto es que, y al menor descuido, asoman muy misteriosos y anatolios topónimos
como Ximena, Mira, Manises, y etcétera, tan pregriegos y arcaicos, pero que pues
tan tenebrosamente españoles. La misteriosidad de los misterios. Es posible
rastrear un substrato ibero-peninsular residual y disperso con respecto a las
finalmente caucásicas lenguas karvelianas -georgianos, mingrelios, svanos, chanos,
y este nombre acaso terminal de un previo tartesianos más o menos referido a
tartesios, pretartesios incluidos- y no menos con respecto al grupo de las abasgo-
kérketas y bastará con recordar al respecto que en el territorio de los finalmente
caucásicos cherkessios -y aparte lo del río Europos y el río Hispanis- abundan los
topónimos en -apa y similares, con su -oba como variante, así como pues que
igualmente lo mismo en los tartesios territorios hispanos. O los cherkessios Anapa,
Uluba, Tzupa, etcétera, y los tartesios Hastapa, Oripo, Lakipo, Coripe -que así sigue
funcionando- y Onuba, Korduba, y etcétera. Lo que no asomó es que el tal sufijo en
-apa y -oba y sus variantes pues muy bien pudieran no ser sufijo sino que las
caucásicas desinencias -be y -pe para formar el plural de los nombres. O al menos
así en algunas de las caucásicas lenguas. Y lo dicho, pues remitiendo a lo de los
kíklopes o cíclopes en su fase pre-caucásica e ibero-peninsular. Que el aquí ya
bastante citado Trogo Pompeyo, y escribiendo en tiempos del nacimiento de Cristo,
recogió el asunto de que en los sagrados bosques de los algo malagueños kynetes
tartesios -me supongo que los bosques de los sagrados árboles pinsapos- tuvo
lugar la legendaria batalla de los gigantes -cíclopes incluidos, me supongo contra el
fulminante gran Zeus.

Al respecto de la tal desinencia -be o -pe pues el asunto de que lo único que
se ha logrado descifrar de las muchísimas y herméticamente enigmáticas
inscripciones tartesias es que una especie de muy reiterado sufijo -be pues que
muy bien pudiera ser el sufijo vasco -be y también -pe, locativo, y para significar
que más abajo. En el sentido de pues por debajo del monte, por poner un ejemplo.
Pero yo estoy en que más bien pudiera ser, en fase precaucásica, tal desinencia -be
al menor descuido. Que mucho más reiterada que los locativos sufijos son las
desinencias nominales. Que el plural de los nombres te asoma en un texto en
cantidad y a poco que te descuides.

O en fin, que pues posible el rastrear residuales chispazos chechenos en los


arcaicos topónimos ibero-peninsulares, o hasta incluso un ibero y escurridizo
substrato checheno en la lengua española. Y no menos en las lenguas vascas. Que
habiendo substrato de kartvelianas lenguas georgianas, como lo hay, pues por qué
no, y en su fase pre-caucásica, de la lengua de los gárgaras chechenos. Con
sobrenombre tradicional que o remite o parece remitir en directo al del kyneto y
tartesio gran rey Gárgoris, tan mediterráneo. Y en lo de las kartvelianas, el que en
los svanos tan ganaderos, su aldea-centro pues Meista. Que al menos largándoles
hilo. a la famosa y ganadera mesta de los medievales y cristianos reinos hispanos.
O al menos largándoselo en plan de homofonía clave. Por otra parte, y con respecto
a los hegemónicos khaunzaq caucásicos, y en tanto que pre-caucásicos y de la
mano de hispanos konios y kaunios y kynetes y kunetes, latinadamente cunetes,
pues que se puede rastrear bastante más que lo de los konios o koniscos del alto
Ebro, y que sumergidos en el mismo nombre de los cántabros. Por ejemplo, que los
caucásicos khaunzaq en sus subdialectales gentes los bagulal, que los quanada de
sobrenombre, y casi los granadas ya, pues que muy bien pudieran haber originado
el tan enigmático nombre de las Islas Baleares con sus baleáricas gentes. Que de un
tal bagulal resulta greco-latinamente un baulales algo cacofónico y que luego pues
un baulares que de cacofónico pues ya nada. Al respecto, pues aquí ya recogido
quedó que kynetas y gimnetas fueron la isla de Ibiza y su vecina costa valenciana y
kynetas acaso igualmente todas las baleáricas islas si tenemos en cuenta que el
ibero nombre de los bagulales etimológicamente metido en el nombre de las
Baleares, pues era también un quanada. Que con inevitable y mecánica variante
dialectal en un kuanata. Y en un kaunata. O sea, los hispanos kynetes y kynetes, y
que en cuanto que konios o kaunios, pues metidos en un kuanetes en cualquier
momento. Y en un kuanata o kuanada pues a toda velocidad. O en menos palabras,
las islas y que, y con el muy residual y arcaico can baleárico como tranquilamente
toponímico de remotos los tiempos, pues más o menos etimológicamente algo
canarias las baleáricas islas, por más que no precisamente oceánicas. Y el asunto
parece llevar -por vía de los khaunzaq precaucásicos e ibero-peninsulares, o que
no tan sólo ibero-peninsulares en el ámbito del estrecho de Gibraltar- a que, en
algún remoto y borrosísimo tiempo, en el entorno norteafricano del Estrecho
estaban ya los can iniciales. Y de lo que resultó lo de los pre-romanos y proto-
marroquíes canani en los montes Atlas, al sur de Marruecos, y lo de canarias las
oceánicas islas. Y lo de los iniciales y norteafricanos cananeos finalmente libaneses,
y que demasiado tardo-fenicio o phoinikes muy tardíos. Por otra parte, en el
amplio entorno europeo del Estrecho los khaunzaq o kaunios ibero-peninsulares,
también konios, y kunetes o kynetes. Y en tanto que el baleárico can pues
vinculado a construcción y vivienda, pues que el asunto tranquilamente largándole
acaso hilo al bíblico y mítico Kayn o Kain de nefasta memoria. O los laberintos de
las arqueologías lingüísticas, pero sin tampoco olvidar que, en las
mininacionalidades de los hegemónicos khaunzaq finalmente caucásicos, están los
khumzal que con nombre pues demasiado homófono con el gonzalo tan hispano, y
el medieval y subsiguiente González metido en el asunto. Que solucionado erudito-
latinamente con un gong-salvus o el asunto de las etimologías moco-suena, como-
suene, y de andar por casa. Y que salva al salvus pero no se aclara con respecto al
gon o que el gong pues demasiado ibero. Ya muy antes de Cristo, y eruditescos
autores tanto antiguos griegos como neo-latinos, rodaban mucho estar de
etimologías del más o menos como suena y como suene. El son y el tesón.

O el otro asunto. La demasiada extensión geográfica ibero-peninsular que


parecen ocupar los pre-caucásicos khazunzaq en cuanto que oceánicos kunetes
pero también mediterráneos kynetes hasta más o menos la valenciana
desembocadura del río Sikar, hoy Júcar. Y que más incluso, si tenemos en cuenta
que sus ribereños sikano colonizaron la isla de Sicilia. Acaso un sikano fue -lo
dicho- el proto-siciliano e ibero rey Kókalo que le dio legendariamente muerte al
famosísimo y cretense gran rey Minos, el hijo primogénito de la diosa Europa, que
legendariamente una mera princesa. O que todavía se extendieron más si tenemos
en cuenta a los mediterráneos konios que -y con o sin geográficamente vinculados
vascones como unos uas-konios sobre poco más o menos- y pues río Ebro arriba
tranquilamente se asentaron de koniscos y cántabros en el alto curso del río. Pues
que con todo esto resulta inevitable que, con el asunto del kalay o estaño, también
los ibero-peninsulares khaunzaq o everes, y alvares y albanos, navegaran a por el
estaño a las británicas islas con o sin meter en el asunto a los iberitanes o
iberitanos cherkessios, que ya pues tranquilamente algo iberitánikos y británicos
-pues a la menor oportunidad- y que por allí pues se asentaran. Con lo cual pues ya
no sólo el que en la lengua inglesa asomen de substrato iberas palabras hispanas -
lo dicho, el tal asunto pues asoma ya en ingleses manuales universitarios de la
lengua inglesa- ni el que asomen de substrato acaso palabras cherkessias en las
británicas lenguas gaélicas y galesa, y en la lengua bretona, sino que no menos
pues muy tranquilamente les asomen también dispersas palabras de los
pre-caucásicos e iberos khaunzaq tanto si albanes o alvares corno si meramente
everes y tan espesos. O en otras palabras, que tanto el muy pre-romano nombre de
Albión para la isla de Gran Bretaña corno no menos el muy pre-romano nombre de
Albania, para lo que luego y finalmente Escocia, pues remitiéndonos a los tales
khaunzaq albanes o alvares y que ibero-peninsulares. Empezando con lo de la
finalmente inglesa Comwall -precisamente la tierra del tan vital estaño. Corno un
corno-kalay o marino cabo del estaño. Y si es que no un kornk-alvares o kornk-
albanes previo al Cornwall corno fulminante contracción fonética del nombre. Que
variante de un kunetes fue un kurnetes, y un kuretes. Y remitiendo acaso hacia que
un lingüísticamente proto-indoeuropeo corno y para significar cabo o tierra que se
adentra en el mar, y así el asunto, es lo que pudiera haber etimológicamente por
adentro de lo de los iberos khaunzaq o kunetes. Y por adentro de la palabra keanu
variante de un kaunios si con respecto al nombre del okeanu para el océano. Me
supongo que el tal corno pues ese gran cuerno, el hispano suroeste oceánico que,
adentrándose en las oceánicas aguas atlánticas, fue la inicial tierra de los proto-
tartesios. A los que borrosamente vinculados resultan lo kunetes hispano-
oceánicos. Y descaradamente no menos vinculados también los kunetes
mediterráneos o kynetes que igualmente tartesios según el muy viajado Trogo
Pompeyo, y ya dicho quedó. Queda de cabo suelto el que de los a lo que parece
indoeuropeizados iberos síkulos de proto-valenciano río Sikar, o Sikal, se origina el
nombre de Sikilia que finalmente Sicilia.

Con o sin meter en el asunto el que de dónde viene la española palabra


jinete y que de incierto origen en los españoles diccionarios etimológicos, a veces
echándole un obscuro y muy dudoso hilo hacia la lengua arábiga. O con o sin meter
en el asunto de los vascones o uaskones el que del nombre de Europos para río,
tanto resulta luego y fonéticoevolutivamente un Urop como no menos un Uarps.
Muy reciclable en un fonéticamente más minimalista uas y todos pues tranquilos.
Pero valga la hipótesis, o dolorosas las homofonías. O pelillos a la mar. O el asunto
de que, en el caso de un Europa como resultado de un previo y vascoide iberopa,
pues que las lenguas vascas muy bien pudieran tener metidas de substrato a las
hispanas lenguas iberas, y con los khaunzaq o konios, pues hasta las entrañas más
pingües. O el vasco iberismo como que el furor de las ingles, y todos pálidos. O para
terminar pues con respecto a lingüísticos substratos tartesios habría que echarle
un cable a la hispana y pre-ibera familia de los atlántico-urálicos. Que al fin y al
cabo asoman de bastantes sufijos en las vascas lenguas. Por ejemplo, el pre-
romano Sísapon de las minas del mercurio, en la mera linde tartesia, pues entra en
el tal asunto. O sea, las minas que finalmente con el arábigo nombre de Almadén.
Algo asomó ya de las tales uralidades. Y yo pues como que no estoy ya para tantos
trotes. Inclúyase en el tal asunto lo del legendario Sísifo, con un Sísipo como
variante, y lo del mercurio como mineral masa blanda que en una rampa funciona
de bola que rueda para abajo. O el borroso hecho histórico que subyace en el
asunto del legendario Sísifo. El mercurio.

16. De los tardo-tartesios pálidos tras la oceánica Tartessos

Pues qué alivio el dejar atrás ya las lingüísticas familias que más o menos
substratos tartesios en remotos los tiempos. Y entrar en lo más concretamente
tartesio y con toda tranquilidad. Por de pronto, y para ir ordenando un poco el
asunto, está claro que las tales familias sucesivamente fueron entrando y saliendo
en el panorama tartesio de la mitad-sur peninsular -las ahora finalmente tierras de
Andalucía, sobre poco más o menos- en el que algunas de ellas pues quedando
fueron de residuales un poco por aquí y por allá, en zonas montañosas
preferentemente, y en alguna que otra aldea en caso extremo. Y me parece que
fueron entrando y saliendo -en líneas generales, y salvo excepciones, e incluido el
entrar o salir un par de veces, caso de los lingüísticamente germánicos, o muy
proto-germánicos más bien- pues más o menos invirtiendo el orden en el que yo
las ha venido catalogando. Incluyendo en el tal sucesivamente a la obscura familia
lin-güística de los finalmente itálicos etruscos en plan de iberopeninsularmente
hibernados pre-tartesios más bien, o cosa parecida. Y con respecto a que los
hispanos kunetos o khaunzaq saltaran estañeramente a las Islas Británicas, pues si
teniendo en cuenta que a las tales islas saltaron iberopeninsularmente los gaélicos,
y borrosamente o no tan borrosamente los kartvelianos, y residuales onomásticas
al respecto, y me parece que hasta incluso saltar pudieron los ibero-peninsulares
cherkessios o kéretos, pues no veo por qué no los también muy navegantes
khaunzaq o kunetos, tan vinculados al nombre del océano para las marinas aguas
atlánticas. Más bien la tal vinculación pues apuntaría hacia que ellos pues los que
precisamente más. O al menos los que precisamente sí. O en fin, averígüenlo los
interesados en el asunto. Y por otra parte, pues ya dicho quedó que, en los macizos
montañosos malagueños, algunas de las tales iberoarcaicas gentes pues como que
sobrevivieron etnolingüísticamente hibernadas hasta lo del invadir los árabes el
sur de la ibérica península a comienzos del siglo VIII, y valga el asunto.

En líneas generales, a los tartesios los especialistas del tema -historiadores,


o protohistoriadores, según los casos pues se los vienen cronológicamente
subdividiendo en tres períodos. Y así pues los proto-tartesios hasta
aproximadamente el siglo XIII a.C. o cosa parecida, y desde no se sabe cuándo para
el comienzo. Y luego, y es otro período, pues los tartesios más o menos ya
históricos. Que, en siglos previos al nacimiento de Cristo, van del tal siglo XII hasta
el año 500, que es donde se sitúa el borroso final de los tartesios estrictamente
tartesios, y a manos de unos borrosamente cartagineses norteafricanos, con alguna
que otra opción nada cartaginesa para el tal final. Y como ya más o menos post-
tartesios, y es otro período, pues a los tartesios turdetanos o tursetanos. Con los
cartagineses ya echándoseles imperialmente encima y con muchas ganas luego los
romanos, y como que mucho más imperiales, y algo bestias. En concreto, el asunto
de los turdetanos o período final de los tartesios pues desde el tal año 500 previo a
Cristo se lo puede prolongar hasta al menos

los tiempos en los que el romano-imperial escritor Silio Itálica visita las
hispanas tierras turdetanas cuando cónsul romano en tiempos de Nerón, siglo 1,
año 50, o cuando va de escritor inmensamente rico desde el año 77 en adelante, y
nos describe muy de primera mano en alguno de sus textos -una interminable
epopeya de las guerras cartaginesas en la ibérica península- el famoso templo del
famoso Hércules en Cádiz, y como un monumental y muy arcaico santuario tartesio
e indígena en el que, lo dicho, en los altares no hay más que un sagrado fuego
perenne. O sea, que residual de la pre-caucásica fase de los finalmente iberos
caucásicos y su religión del fuego. Con los khaunzaq everos o avares, por ejemplo, y
entrando más en la cuestión de los tartesios ya terminalmente turdetanos, y que
más o menos proto-andaluces en las ahora tierras de Andalucía, y en sus históricos
y turdetanos tiempos ya cartagineses, y que luego romanos. O sea, desde
aproximadamente el año 500 previo a Cristo hasta medio siglo después de ya
Cristo nacer, pues el asunto de que pues qué es lo que de los tartesios sabemos en
cuanto que refinados indígenas primeramente algo colonizados de los
cartagineses, o bastante avasallados. Y luego, pues romanoimperialmente
aculturizados, y no ya tan sólo colonizados hasta la saciedad. O sea, saqueados,
expoliados, expropiados, y en cuanto que aculturizados, pues despojados
gradualmente de todos sus signos de identidad cultural. O sea, embrutecidos. Por
dentro de todo este asunto van ríos de lágrimas, ríos de asesinatos y masacres, y
muerte y desolación. Y lo subrayo porque en la versión académica de la romana
imperial colonización todo va de rosas y de ángeles, ocultándonos piadosamente la
inmensa rueda de cuchillos cortando indígenas cabezas hispanas, y que sin parar.
Miles de tartesias cabezas turdetanas incluidas. Y todo a mayor honra y gloria del
traerles una alta y romana civilización. O sea, omitiendo que ya los turdetanos y
tartesios indígenas tenían otra que no menos alta y refinada. Y que los europeos
historiadores de la Historia Antigua pues nos la han venido académicamente
arrojando al cubo de la basura. En la piadosa ideología, muy rentabilizable, de que
apuntarse al carro de los triunfadores siempre está muy bien considerado, y es
meritorio. O que el poder llama al poder. O que bíblicamente el abismo llama al
abismo. O que los infiernos llaman a los infiernos: el Mal cunde. O en otras
palabras, el Mal tunde.

Aparte soflamas, lo cierto es que, con respecto a los turdetanos indígenas


hispanos ya más o menos tardo-tartesios, y tanto para tiempos cartagineses como
para los tiempos ya romanos de larguísima colonización inicial, pues lo dicho,
hasta por ahora pues que ningún interés específico ni ninguna específica
especialización académica. Y ni tan siquiera un específico y mal libro. Lo dicho, los
perdedores pues a los cubos de basura de la Historia.

En la hispana Historia Antigua relativa a tan largo período de turdetanos


tiempos inicialmente cartagineses y luego ya romano-imperiales, en las manos de
los historiadores todo está centrado en cartagineses y luego en romanos. Y en los
tales hispanos asuntos romano-cartagineses, los indígenas pues mera comparsería
para animar un poco los percances bélicos. Y tanto si turdetanos como si no.
Concretamente, en los asuntos de las arqueologías. Que lo que exhumándose
arqueológicamente va para el período hispano-cartaginés pues siempre resulta
más o menos cartaginés, o taxativamente, o borrosamente en el peor de los casos.
O sea, que la turdetana y autóctona creatividad indígena pues cero, tanto si en
turdetanos tiempos cartagineses, como si en turdetanos tiempos romanos, al
menos hasta años después de Cristo. Que, a continuación, pues parece como que, al
menos académicamente, la romanización es total, incluidas la latinización y
exterminio de las hispanas lenguas indígenas casi en su totalidad. Y salvo en el caso
de las lenguas vasconas, llamadas luego vascas. Pero ya dicho quedó que en los
macizos montañosos las hispanas lenguas indígenas sobreviven -no sé si
penosamente- hasta el siglo VII, los visigodos tiempos del muy polígrafo San
Isidoro en Sevilla. O no menos dicho quedó que hay atisbas de que en los
malagueños macizos montañosos pudieran haber sobrevivido hasta llegados ya los
islámicos árabes, o casi. Por otra parte, y en el cultural plano antropológico, en
hispanos tiempos tanto visigodos como altomedievales en general hay ciertas
cosas -por ejemplo, en musicologías y músicas- que ni apuntan a raíces germánico-
visigodas ni a raíces latino-romanas. Y que más bien apuntan hacia que por debajo
de la romana colonización imperial siguió impertérrita y viva una autóctona
creatividad cultural indígena, también tecnológico-cultural. Y que hundía sus raíces
en la indígena Hispania pre-romana. Y probablemente con base en las zonas o
macizos montañosos en los que los indígenas resultaron como que
lingüísticamente hibernados hasta el siglo VII. O sea, culturalmente hibernados,
pero no culturalmente muertos. O lo dicho, que la gradual aculturación no fue total
sino que bastantes raíces indígenas se le resistieron antropológicamente-
culturalmente, y en muchas cosas. Y que de la mano de etnohistoriadores pues
aflorar puede la Hispania indígena que sumergida tanto en la Hispania visigoda
como no menos en la Hispania romana. Y aplíquese el tal asunto a la tartesia
Turdetania que sumergida en la Hispania romana y en la Hispania visigoda.

En concreto, y con respecto a los tardo-tartesios turdetanos en las ahora


tierras de Andalucía, pues no todo es Turdetania sumergida y tanto en los romanos
tiempos como en los cartagineses tiempos. Por ejemplo, en la serie de escritores
que, y tanto si romanos como si greca-romanos, viajan y residen por turdetanas
tierras -Polibio, Poseidonio, etcétera, un largo etcétera- asoman fugaces e
indígenas datos antropológicos, pese a que sus libros mayormente van de guerras
y contraguerras, y que son datos muy de agradecer. Otras veces no van de fugaces
los tales datos sino que de extensos. O libros más o menos en plan de etnohistorias,
perdidos todos ellos. Me supongo que porque secundarios al usual interés en los
cultos romanos. Pero no tan perdidos que otros autores -caso Estrabón- los utilizan
como bibliografías y fuentes. Y aquí hay que entrar en el caso Estrabón, el gran
geógrafo greco-egipcio, hijo de una ibero-caucásica -lo dicho- y director durante
algún tiempo de la famosa e inmensa biblioteca de la portuaria y egipcia ciudad de
Alejandría, prácticamente la capital de Egipto desde unos cuantos siglos antes,
desde que la fundara el gran Alejandro Magno, el gran caudillo del helenismo
griego. Lo dicho, de Alejandría se lo llevó de gran intelectual a Roma el emperador
César Augusto en tiempos del nacimiento de Cristo, aproximadamente. A describir
la Península Ibérica, y muy al detalle, dedica uno de sus tantísimos libros
geográficos. En los que, y dicho sea de paso, asoman fugaces párrafos relativos a las
hispanas tierras, y muchos. Y lo interesante es que no va sólo de geógrafo sino que
de etnohistoriador también, y muy tranquilamente. En el tal libro, dedica Estrabón
a los turdetanos o terminales tartesios todo un capítulo completo, y otro también
en gran parte. Y párrafos, a veces muy claves, en los demás capítulos y al respecto,
el párrafo en el que, y en el inicial capítulo muy geográfico y general con respecto a
la ibérica península, asoma lo de que los turdetanos, aparte de ser unos más o
menos iberos algo especiales, y los más cultos de entre los iberos, pues tienen
alfabeto propio -o gramática, en la griega jerga de la época- y libros, y tanto de la
propia Historia como de las historias legendarias o epopeyas. O poémata en la
jerga griega. Que Estrabón, griego de educación y crianza, y no sé si también de
padre al menos, ya que no de madre, siempre escribe en griego. Y se basa
mayormente en autores griegos que, desde el siglo II antes de Cristo, anduvieron
por la ibérica península. De alguno de los cuales recoge el tal párrafo. Y en el que
no menos recoge lo de que, según los propios turdetanos, su gramatiké de
escritura -e incluida la memoria de antiguos tiempos, en lo de los turdetanos libros
tanto de Historia como de epopeyas- les venía de hacía unos seis mil años. Cosa
que euro-académicamente ha sido muy difícil de tragar. Y que pudiera ser asumida
como sintético redondeo sexagesimal -que los tartesios tenían su numeración en el
tal sistema centrado en el número 60, y el 600 y el 6.000 y etcétera, no menos que
los demás indígenas ibero-peninsulares, y de lo que nos ha quedado lo de numerar
en docenas y medias docenas- y pues para significar que desde muy remotos
tiempos, o remotísimos. Claro que un escriturario origen en base a proto-
escrituras tan lejanas pues que tampoco debiera ser ya muy difícil de tragar si
teniendo en cuenta que las danubianas proto-escrituras balkánicas en cerámicas -y
la lituana arqueóloga Gimbutas les ha dedicado un libro, si mal no recuerdo-
resultan al radio-carbono pues datadas de hacia el milenio VI previo a Cristo, o algo
antes. Y sobre poco más o menos los tiempos en los que los euro-occidentales y
muy navegantes megalíticos ya comienzan a pulular y navegar a medias entre el
ahora norte de Portugal y la ahora Bretaña francesa, y en plan de que muy
oceánicos. Los océanos.

Lo interesante es que en los tardo-tartesios turdetanos la escritura es una


tartesia tradición que viene de muy lejos en el tiempo. Y en este caso pues una
tradición como que demasiado ancestral, incluidos los proto-tartesios en el asunto.
Y hasta incluso los pre-tartesios, a lo que parece. Y hasta incluso pues gentes
demasiado pre-tartesias y remotísimas. Con respecto a los tartesios datos
antropológicos que, de sus fuentes en los asuntos hispanos, recoge Estrabón -viajó
bastante, lo usual por entonces en los geógrafos, pero ni viajó ni residió por
peninsulares tierras hispanas- y tanto si etno-tecnológicos como si etno-culturales,
y tanto si datos étnicos como si étnicos signos de identidad, pues que como todo lo
étnico no vienen referidos todos ellos a tiempos presentes e inmediatos, con la
colonización romana ya encima, sino que referidos a tiempos ya bastante previos a
la tal colonización, y hasta incluso referidos a veces a tiempos muy remotos. Por

ejemplo, lo que recoge -y de personal experiencia- con respecto a que las


naves turdetanas de transporte de mercaderías eran enormes, y de hecho las naves
más enormes que llegaban al puerto de Roma, el puerto de Ostia, en el extrarradio
de la Roma imperial, pues parece remitir en directo a las naves-monstruos que en
el ámbito del estrecho de Gibraltar -incluido el territorio tartesio- pululaban en las
legendarias historias, y referido el asunto a los proto-tartesios tiempos iniciales. En
concreto, el asunto de Pegaso, el navegante gran caballo-monstruo del océano. Y
con alas. Lo dicho, una monstruo-nave velera que, con las lonas de las velas en el
viento oceánico, pues como si vista a lo lejos una gran paloma pagausa
nominalmente vascona, y gorda y torcaz. Que en los remotos tiempos la
terminología tecnológica eran palabras vulgares en tecnológico uso metafórico. Las
palomas.

De alguna de sus fuentes recoge también Estrabón que el ámbito de los


turdetanos era de un urbanismo muy demasiado desarrollado: nada menos que
unas doscientas ciudades, sobre poco más o menos tantas como aproximadamente
hay ahora en las ex-turdetanas tierras andaluzas, incluidos los pueblos grandes
como más o menos pequeñas ciudades. El tal desmesurado urbanismo tartesio es
también una tradición no reciente -los romanos fundaron muy pocas ciudades, o
más bien las refundaron como en el caso de Córdoba, en la que el nombre es muy
indígena y pre-romano, y no precisamente romano- y que remite hacia remotos
tiempos. Que un tal desmesurado urbanismo -literalmente, las ciudades turdetanas
eran numerosísimas- no se improvisa en unos cuantos siglos, ni locos. De sus
fuentes recoge igualmente Estrabón que la Bastetania -las tierras de los bástulos
iberos poenes y étnicamente hispanos, las ahora tierras de la Andalucía oriental,
andaluzas provincias de Jaén, Granada, Málaga y Almería entraba dentro de los
tartesios como turdetanos, así como no menos las tierras de la ahora mitad sur de
Portugal. Y que tiene sentido si recordamos que en éstas habitaron hasta
pre-romanos tiempos los kunetes, y tanto si tartesios o extartesios como si
atartesiados. Y en las bástulas tierras pues los tartesios kynetes en remotos
tiempos, según recogió del asunto el transpirenaico e ibero-romano Trogo
Pompeyo. O sea, que tanto las bástulas como las kunetas pues tenían la misma
coloratura antropológico-cultural que las tierras más propiamente tartesias, las
ahora tierras -Córdoba, Sevilla, Cádiz, Huelva- de la Andalucía occidental. Recoge
también Estrabón que en las tardo-tartesias tierras turdetanas hay un intenso
tráfico comercial, con mucho de indígenas naves y barcazas entrando por los ríos,
incluidos los ríos más bien modestos y no precisamente grandes. O lo que implica
una desmesurada e ingenieril actividad naviera, cosa que también remite a
tradición que viene de muy lejos. Y desmesurada actividad ingeniero-naval que
asoma en el no menos dato de que sus enormes e indígenas naves de cargamento -
transporte de mercaderías- eran tantas como las que llegaban de las larguísimas y
ya también muy romanizadas mediterráneas costas norteafricanas. Lo que incluye
el gran puerto grecoegipcio de Alejandría, en las bocas del famoso río Nilo, y que
funcionaba de la gran capital portuaria para todo el Mediterráneo, con cientos de
naves, incluidas barcazas. Lo que subraya la importancia del tal dato tartesio-
turdetano que de alguna de sus fuentes recoge Estrabón. No menos recoge que el
hispano y turdetano aceite de oliva, y entre los muchos aceites que a Roma llegan,
es el de mayor calidad. Y no menos recalca que de máxima calidad son las
indígenas telas turdetanas. Lo dicho, turdetanas tradiciones que o vienen de muy
lejos en el tiempo o lo parecen.

No sé si porque las tales tradiciones turdetanas remiten a un indígena y


sumergido gran esplendor tartesio que nos lleva a muy lejos en el tiempo -que bien
sabemos que las tales agrario-industriales poblaciones eran de lentísima evolución
tecnológica en el tiempo, y las cosas perduraban milenios y con toda tranquilidad-
yeso deteriora el académico asunto

con respecto a que la neolítica Prehistoria llega en los tartesios hasta el siglo
VII antes de Cristo. Acaso porque viene predominando en las arqueologías de la
Protohistoria -e incluida preferentemente la borrosamente tartesia- el predominio
de la denominada cultura material estrictamente en base a los objetos
arqueológicamente exhumados -de los que se deducen generalidades de tipo
antropológico- y en versión más bien cientifista. Y de cerrado horizonte más bien
muy reduccionista: cada excavación, una aldea; cada aldea, una isla. O no sé si por
ambas cosas a la vez, lo cierto es que, y con respecto a la Hispania indígena,
Estrabón viene estando muy desprestigiado desde hace unos veintitantos años.
Desde que lo de la cultura material inició su andadura. Y no sólo Estrabón sino que
todo lo relativo a filológicas fuentes documentales. Lo de las fuentes que vengo yo
aquí haciendo asomar de cuando en cuando. O sea, lo que arqueológicamente se
viene denominando el argumento filológico y que en plan de rechazar a todo tipo
de fuentes escriturarias, en el caso más drástico del asunto, y como que siempre
pues más bien demasiado interpretativas. Y así pues más bien dudosas, y en
consecuencia poco o nada fiables. Esto inicialmente fue una juvenil reacción
bastante sana contra la ideología del difusionismo y que con respecto a la
Protohistoria mediterránea pues muy apoyado en el alegre manejo interpretativo
de las fuentes. Cuando no la más o menos también alegre manipulación ideológica
de las fuentes, que no sólo alegre sino que más bien descarada. Pero lo inicialmente
sano ha terminado luego en malsano. Una especie de encerrarse en el arqueológico
aldeanismo de decide adiós a todo difusionismo y recalcar -en principio- la pura y
dura autoctonía creativo-material de cada excavación arqueológica como una
especie de aldea-isla en no se sabe qué otro mundo.

Pudiera yo estar equivocado, pero me supongo que detrás de todo eso está
el cientifismo como ideológica religión del llegar a científicas verdades absolutas e
incuestionables y no ya meramente sensatas y aproximativas. Cosa demasiado
idealista en el ámbito de los saberes humanos -y no ya exactamente ciencias- en el
que cada punto es un universo y convergencia de bastantes parámetros -si dicho
en terminología matemática- y de muchísimas variables. O sea, un asunto
interdisciplinar, y de resultados aproximativos, y no contundentemente absolutos
y eternos.

Con o sin tener en cuenta, y valga de paso, lo de que la ciencia es


terminológicamente un asunto y vocablo que de la teología, y relativo a Dios, pasa
luego al ámbito profano del investigar y conocer los intríngulis ocultos de los
físicos objetos. Pero en fin, que el tal cientifismo furiosamente arqueológico para
las protohistorias, y descabalgado del argumento filológico y sus fuentes
documentales, es en el europeo gremio arqueológico meramente sectorial, pero
con el agravante de que se le viene vinculando el algo descarriado sector más
progresista y joven del gremio. Que mayoritariamente sigue siendo una especie de
ideológicamente muy demasiado conservador emplasto muy demasiado
corporativo, si es que no tranquilamente corporativista, lo cual es mucha rémora. Y
que centrado en el muy piadoso y tradicionalista ámbito arqueológico
centroeuropeo -y del que las europeas corporaciones arqueológicas nacionales no
son más que devotas y filiales sucursales, o algo así- pues manteniendo atascada en
una especie de cuello de botella, y con tapón, a toda la larguísima Protohistoria
mediterránea, y tan tranquila. La botella. O sea, el tapón. De algún modo, el
descabalgar el argumento filológico -en vez de aplicarle un correctivo a su
tradicionalista desvirtuar y manipular- pues resulta un recorte fatal en lo de los
protohistóricos y mediterráneos asuntos. Que o los asimile a los de la Prehistoria, o
exalta una especie de autoctonismo facista. ¡Oh dolor!. Que todo reduccionismo es
más o menos un facismo. O lo parece.

Pero en fin, fuera lo que fuera de los tales berenjenales, y retornando el hilo
Estrabón, lo cierto es que en sus textos -geográficos, demasiado ordenados y
demasiado científicos para la época, va más bien de hipercrítico. De hecho, y con
respecto a los tartesio-turdetanos asuntos, pues que polemiza bastante con sus
fuentes, y les debate y rebate cosa un poco por aquí y por allá. O sea, bastante. Y
hasta incluso puede que algo demasiado. Lo cual es una garantía. Y en el sentido de
que los datos que no polemiza es que le parecen sensatos, razonables y fiables.
Especialmente si teniendo en cuenta que lo que polemiza es lo que le parecen
fantasías algo impresentables en los textos de las fuentes. Pero dejándonos ya de
Estrabón, entremos en el gran Plinio. Que, con respecto a ibero-peninsulares
asuntos, fuente fundamental no para la Hispania indígena -indirectamente
también, es un acervo de hispanas toponimias indígenas que pre-romanas fueron-
sino que más bien para la Hispania romana. Pero le asoman algunos datos
indígenas y muy significativos. Y con respecto a la tardo-tartesia Hispania indígena
turdetana, que es lo que aquí nos interesa. Por ejemplo, el que en los hispanos
turdetanos había una muy singular tradición hortelana con respecto a injertos de
árboles frutales, unos en otros. Y así lo de injertar ciruelos en manzanos, y lo de
injertar almendros en otro árbol frutal -no dice el nombre, me supongo que el
ciruelo- y que originaba una sabrosa fruta con su almendra pues dentro del hueso.
A comienzos del Libro II de su Naturalis Historia tan monumental, nos informa de
que, en tiempos del nacimiento de Cristo, una expedición romana al arábigo y
océano-índico Mar Rojo había encontrado por allí -y él escribe unos setenta años
después- características naves indígenas tartesias que habían circunnavegado el
continente africano desde el estrecho de Gibraltar. Implicado queda que tartesio-
turdetanas. Que éstas, y de otras - fuentes, afro-circunnavegaron de lo mismo unos
cuantos siglos antes. En mi opinión, ambos turdetanos asuntos o remiten o parecen
remitir a tradiciones que también vienen de muy lejos: nadie improvisa una
afrocircunnavegación. Y dos, pues todavía menos.

Lo mismo con respecto al dato, en Plinio, de que en la ibérica península el


cultivo de la vid mayormente era a base de parras y emparrados. Y que cosa pues
singular y única en los antiguos tiempos Mediterráneos, tanto si protohistóricos
como si ya históricos y romano-imperiales. Y al respecto, y de las tradiciones
tartesio-turdetanas recogidas por Plinio, pues que no de previas fuentes
documentales sino que más bien recogidas por él personalmente durante sus años
de alto jefe político-administrativo romano-imperial en hispanas tierras. y que así
la garantía de los tales asuntos. Y no menos al respecto del muy singular cultivo
hispano de la vid a base de emparrados -y que sobreviviendo ha venido
residualmente en el mediterráneo sureste hispano, en las finalmente andaluzas
tierras de Almería, las de los muy tempranos cultivos hortofrutícolas de los
megalítico-ciclópeos millarenses del año 3400 antes de Cristo, y que pues lo dicho,
los primeros ciclópeos mediterráneos- pues que la cepa de la vid es una planta
enredadera y trepadora, con sus vegetales ganchos -o zarcillos- para por los
árboles ir enganchándose y trepando con sus larguísimas y viñateras ramas
trepadoras. Y en otras palabras, que el más temprano y hortelano cultivo de la vid
parece estar implicado en lo del masivo asunto y muy pre-romana tradición
hispana de que exclusivamente parras o emparrados, imitando así los tempranos
viñateros el natural estilo de la vid en tanto que planta de larguísimas e
interminables ramas trepadoras. O al menos así el asunto, a mi modo de ver. Y
hasta aquí lo de los turdetanos o terminales tartesios. Parece como que sus
peninsulares camaradas los iberos pues que lo tienen peor. Al menos
lingüísticamente. Yo más bien estoy en que no iban de varias lenguas, que es lo que
recoge Estrabón, sino que de un asunto de muchas las minilenguas, y varias las
familias lingüísticas al estilo de las ibero-caucásicas mini-lenguas en el caucásico
Daguestán. O sea, que lo del finalmente descifrar la larguísima serie de las
enigmáticas e hispanas inscripciones iberas arqueológicamente exhumadas, pues
que francamente difícil. O sea, los enigmas.

O incluidos los ex-iberos hunza de la Iberia del río Indo -llanuras centrales
del Pakistán- y su iberuzca lengua burushaski con afro-circunnavegaciones
oceánicas de por medio y desde el estrecho de Gibraltar y sus alrededores. O lo de
los everos o eberes khaskhi que no menos pues un khavkhi del que se llega a lo del
khaukhi para significar Cáucaso. Pero que fonéticamente un jauji llevando a un
hispano Jauja, y a un no menos hispanísimo y muy pre-romano Ujíjar en las proto-
tartesias tierras de la ahora finalmente Granada. O sea, algo así como que de los
iberuzcos hunza a los everos khaunzaq y luego a los proto-tartesios kunetes o
kúneta que, lo dicho, un kunta pues a la menor oportunidad. Y un kunza pues en
cualquier momento. Y finalmente un hunza pues al menor descuido. O sea, lo dicho.
O en suma, borrosidades y aproximaciones.

17. Donde el hilo de los tartesios nos lleva a una pálida Europa igual que si la
diosa de las cuevas

Viene ahora lo de entrar en los hispanos tartesios ya considerados


finalmente ciertos e históricos, y pues no ya una mera fantasía. O sea, los tartesios
que, en los tiempos previos al nacimiento de Cristo, vienen desde
aproximadamente el siglo XIII, y cronológicamente para abajo, hasta pues hacia el
siglo VI, a finales, en torno al año 500 a. e. aproximadamente. Tiempos en los que
nace en Roma y con fuerza la república romana, y en el Mediterráneo oriental los
muy imperiales ejércitos persas inician las famosas guerras médicas contra los
griegos, y que médicas de los medos o especie de persas en la zona oriental de la
ahora Turquía asiática, y cuya terminal pues son los kurdos tan espesamente
irredentos. También los tiempos en los que, en el mediterráneo ámbito
norteafricano donde ahora Túnez, y con la gran isla de Sicilia allí por encima en el
mapa y muy al arrimo, la portuaria y cananea gran ciudad de Cartago -fundada por
cananeos libaneses, o eso se dice, hacia el año 809 antes de Cristo- llevaba ya
ejerciendo de potencia imperial unos cincuenta años, desde el año 560 a.e.
aproximadamente. Al tiempo que moría el gran estadista griego Solón, que fundó el
gran esplendor de Atenas. Y que se trajo de egipcias tierras, y traducido a lengua
griega, un manuscrito-copia de la historia -en el extremo oeste mediterráneo, en el
lado oceánico del estrecho de Gibraltar- de los misteriosos atlantes y su no menos
misteriosa y finalmente famosísima Atlántida.

En fin, que hacia el tal año 500 a.e. la portuaria y también algo imperial
Tartessos oceánica de los hispanos tartesios o sucumbió ya a manos de una
vanguardia cartaginesa -en plan de asegurarse así el estaño en cantidad para
fabricar los guerreros bronces- o estará pues a punto de sucumbir. O al menos ésta
es la hipótesis que más se baraja. Y escribo que algo imperial porque en alguna de
las fuentes con respecto a las romano-cartaginesas guerras en tierras hispanas -no
recuerdo si Polibio, o si Tito Livio, o si Apiano- se recoge que los tartesios eran una
confederación de reinos y reyes que se reunían en asamblea en Hastapa, cada dos o
tres años, para establecer leyes comunes a todos ellos. El asunto concretamente
referido a los más bien turdetanos o tartesios terminales. Y probablemente no
menos referido a la Hastapa, donde finalmente ya sólo el cortijo Mesas de Hasta, a
mitad de camino entre Jerez y Sanlúcar. En las andaluzas tierras de Cádiz, y
desembocadura del muy tartesio río Tertis, que luego río Betis, y que con la
"invasión" islámico-arábiga a comienzos del siglo VIII pues que el río Guadalquivir.
Le quedó en tiempos romanos el nombre de Hasta de los reyes -tartesios, me
supongo- o Asta Regia. Que, y dicho sea de paso, y lo mismo que la famosísima y
celtibérica Numancia en las ahora tierras de Soria, los habitantes de la tal tartesia y
turdetana Astapa o Hastapa -con sufijo característicamente tartesio antes que
rendirse al imperial ejército romano lo que prefirieron pues fue el suicidarse en
masa. Pero el tan trágico final, y si en comparación con lo de Numancia, pues no ha
resultado nunca publicitado, y sigue de incógnito.

Valga de paso el que ese Hastapa acaso remita a un previo y muy lógico
Kastapa o kassapa y en relación con el nombre del estaño kashio o kassio con el
que fabricar -con el cobre- el bronce. Y no menos en relación con el euro-occidental
nombre de kassitero para el estaño. Y en plan de un kassi-tyrio y para significar el
metal tyrio, y turio, y tursio, y tarsio.
Así lo de Hastapa pues remitiendo hacia significar ciudad-cabeza del estaño,
o cosa similar. En plan de que portuaria ciudad de llegada para el oceánico estaño -
galaico, britano- en sus estañeras naves, y de salida para sitios varios, también con
naves hacia el Mediterráneo, e incluidas las río Tertis arriba, o sea, río
Guadalquivir. Y con o sin el tyrios remitiendo a un astyres o astirios, y que
finalmente astures y asturios.

Entre el tal borroso final de los históricos tartesios, hacia el año 500 a.e. y
sus cronológicos alrededores, y su no menos borroso comienzo hacia el siglo XIII a.
C. aproximadamente, hay dos puntos clave intermedios en el tal período de unos
siete siglos de por medio. Y es el caso de los griegos fokaioi -los focenses en la
latinización del tal nombre- que hacia el siglo VI a.e. aproximadamente, o no se
sabe si hacia el VII a.e. más bien, llegan en una descarriada nave, y atravesando el
estrecho de Gibraltar, a la portuaria capital Tartessos en la que reinaba el tartesio
rey Argantonio, en el oceánico sur hispano. Y el otro intermedio y tartesio punto
clave está en que -y según recogido en la Biblia, en sus muy garantizables libros de
los reyes e Historia, escritos hacia el siglo IX antes de Cristo, los tiempos de la
fundación de Cartago aproximadamente- en los tiempos judíos del famoso y
hebreo rey Salomón, o ya más bien post-hebreo si bien mirado, enormes naves de
cargamento llegaban con tarsias mercaderías de lujo a los cananeos puertos de
Tyro y Sidón. y etcétera. Y ya entraremos más a fondo en el asunto. Eran las
famosas naves de Tarsis que venían del extremo oeste mediterráneo, en el tal siglo
X antes de Cristo. Y que los biblistas especializados en los tales asuntos han venido
asumiendo como especie de oceánicos trasatlánticos de mucho volumen, pero no
para viajeros sino que para cargamento de mercaderías. Lo de que trasatlánticos
pues concuerda con lo de que a la misteriosa Tarsis -o más bien Tarshesh en
lengua hebrea, y remitiendo fonéticamente a un Tarsheshi casi ya un Tartessos- se
la ha venido identificando con la hispana Tartessos, en general. Por más que algo
dubitativamente en casos extremos, y echándole mucha hipercrítica micro-
minuciosa al tal asunto. Y que contrasta con las inmensas tragaderas que
asumiendo viene acríticamente el gremio europeo de los protohistoriadores con
respecto a lo de tyrios como cananeos libaneses, y etcétera.
Hay también otro tartesio y borroso punto-clave en el tal período de tiempo
entre un comienzo en el tal siglo XIII y un malamente acabar en el tal siglo VI, a
finales, o comienzos del siglo V, y tras lo del rey Argantonio. Me refiero a que en el
previo siglo VIII -y seguimos en tiempos previos al nacimiento de Cristo- y de
manos de ideológicos y orientalófilos historiadores, o no sé si protohistoriadores
más bien, se ha venido situando una borrosísima llegada de unos borrosísimos
cananeos-libaneses fenicios a las oceánicas y tartesias tierras hipanas. Y
probablemente sobre la base de que, como hacia comienzos del siglo IX los
cananeos-libaneses fundan lo de Cartago y sus cartagineses en la norteafricana
orilla -Túnez- del Mediterráneo central, pues queda como que seguro que a mitad
del siglo VIII -los tiempos hacia los que se remite el origen de los alfabetos griegos,
al menos arqueológico, y quedando descolonizado el arcaico e hispano alfabeto
griego arqueológicamente exhumado en las atartesiadas tierras de Murcia en las
que la portuaria Mastia, luego la Cartago hispana, y finalmente Cartagena, fue la
Mastia de los tartesios por no se sabe qué tiempos- pues que los cananeoslibaneses
llegaron ya algo después a las tartesias y oceánicas costas en el suroeste de la
ibérica península. Claro que los férvidos orientalófilos anticipan el asunto hacia el
año 1000 a.C. con lo de que llegando los tyrios -según fuentes- y fundando en el
más estricto territorio tartesio la portuaria ciudad de Gadir en una isleta. O sea, la
ahora andaluza Cádiz. y en base a lo de las previamente bíblicas naves de Tarsis y
que en este caso ya no tartesias sino que cananeo-libanesas. O sea, naves muy
especiales para poder navegar hasta Tarschesch si transcribiendo más
fonéticamente el nombre. Pero dejemos por ahora el tal asunto, y que ya lo
retornaremos.

En fin, iniciaremos el hilo de estos más o menos históricos tartesios -y con


algunos especialistas del tema- en el siglo XIII, o entrando ya el segundo milenio
previo al nacimiento de Cristo, y de ahí luego y cronológicamente para abajo. Y me
supongo que el tal siglo XIII ha sido elegido para un borroso comienzo de los más o
menos históricos tartesios -y escribo que más o menos porque con el invento del
alfabeto tartesio unos cinco siglos después, en el siglo VIII, según académicas y
piadosas deducciones, en consecuencia y con la escritura hasta el tal siglo VIII
termina la hispana Prehistoria, y comienza entonces la hispana y tartesia Historia,
y en plan de muy tardo-protohistórica, si bien mirado- porque, asentados ya en las
costas del Líbano, pues venir ya pueden los cananeos-libaneses a traernos cultura
y civilización a los hispanos en general, y a los tartesios en particular. Pero en el tal
siglo XIII, a finales, y con sus flotas de naves de guerra atiborradas de guerreros de
uniforme -de faldellín, el kilt euro-atlántico que ha sobrevivido de varonil falda
escocesa para hombres y mozos- asoman navieramente y naval mente los teresh
confederados con los mediterráneo-occidentales sárdanos -de la gran isla de
Cerdeña, ahora italiana- y para sistemáticamente asaltar a las prósperas ciudades
egipcias en el famoso y mediterráneo delta del gran río Nilo. Lo de los teresh en los
documentos egipcios, relativos a los tales y asaltantes pueblos del mar famosos, se
lo remite en directo a los tartesios hispanos, en el rincón final del bastante sárdano
Mediterráneo occidental. Entran también en el confederado asunto los lukka -que
muy bien pudiera ser abreviatura de un malakka o malukka o cosa parecida- y los
síkulos de la gran isla de Sicilia. En la que, y de etimológicamente hermanos, los
hispano-iberos sikanos trasmigrados de las protovalencianas tierras. Y los ekwesh
pues entrando en la confederación, y que acaso los proto-griegos aqueos de la
famosísima guerra de Troya y el gran Homero al respecto -se la sitúa de borroso
hecho histórico en el tal siglo XIII- o que acaso pues no. También entran los
mesheshs o massienos remitibles en directo a los mastienos hispanos y su muy
portuaria ciudad de Mastia -lo dicho, la Mastia de los tartesios como es lógico- y
que finalmente la española ciudad de Cartagena. O sea, los chechenos en su fase
pre-caucásica, o cosa similar.

Pero si rectificando un poco, no asoman los hispanos tartesios en la Historia,


o más bien Protohistoria, en el tal siglo XIII sino que un par de siglos antes. Me
refiero a las breves inscripciones de alfabeto tartesio que se han venido
encontrando grabadas en larga serie de rocas y peñascos a la orilla de los más
anchos ríos norteamericanos. Y que al descubrirse primero sólo unas cuantas, pues
rápidamente se las calificó de fraude. Pero al ser ya luego pues demasiadas, pues
que de fraude nada. A veces asoman asociadas a inscripciones en el muy arcaico
alfabeto norteafricano -de rectilíneos signos muy geométricos- denominado
escritura libia para significar que norteafricana. Y que llamada libia porque de
mano de los antiguos griegos el más antiguo nombre para el África, en general, era
Libia. Y también para la mediterránea y larguísima costa norteafricana, en
particular. Pero lo cierto es que también en el ámbito hispano-tartesio del estrecho
de Gibraltar se han exhumado arqueológicamente inscripciones de la tal libia
escritura. Y no menos en monedas-óbolos celtíberas, o que pues ibero-escotas más
bien. Y con razón, que en el massaliota periplo -fundamental fuente con respecto a
la pre-romana y pre-cartaginesa Hispania- los libios-phoenikes habitan la costa
malagueña en arcaicos tiempos, y no se sabe desde cuándo. Y en otra fuente asoma
-o no recuerdo si en la misma- que desde la orilla hispana del estrecho de Gibraltar
se extendieron casi hasta Cádiz en alguna borrosa época. Y con el uralo-atlántico y
livio topónimo Malazsaca en letonas tierras sonando a Malaca, los tales proto-
malagueños más parecen ir de livio-phoenikes y no ya de libio-phonikes
precisamente. Y a lo que voy. En concreto, y con el método del radiocarbono
aplicado a residuos orgánicos, algunas de las tales inscripciones tartesias
fluvialmente norteamericanas pues remiten hacia el año 1500 antes de Cristo. O
tiempos en los que, al nordeste de la tan centralmente mediterráneo-oriental gran
isla de Creta, revienta en la isla de Tera -hoy Santoríny con una inmensa explosión
un doble volcán. Y resulta catastrófico de terremotos, y con un inmenso gran
nublado para todo el Mediterráneo. Y de lo tal, pues diluvios. Y con lo que pues
punto final en la isla de Creta a la muy refinada y culturalmente proto-europa
civilización minoica tan legendariamente fundada por la diosa-princesa Europa, y
por vía de su hijo primogénito, el muy navegante y famoso gran rey Minas. Que si
eliminada la desinencia griega del -os pues se nos queda en meramente un Min y
que pues el nombre egipcio para el famoso y erótico dios Pan. Y así el egipcio dios
Min pues especie de niño con su infantil falo muy tieso. O sea, lo dicho.

Al respecto, lo que el gran Plinio recoge del muy erudito Varrón, que a mitad
del siglo 1 a.e. residió durante algún tiempo en ibero-peninsulares tierras hispanas.
Y es que del sobrenombre de Lysas para el dios-caudillo Dionisos de los vinos y las
uvas, y que el gran Líber padre, resultó el nombre de Lusitania para las tierras de
los atartesiados -túrdulos- lusitanos. Con lo del Lysas como que remitiendo al
nombre del famosísimo Ulises. Con lo de la tartesio-lusitana Olissipo, incluida su
variante Ulissipo, finalmente Lisboa, pues entrando en el tal líbero asunto. Con o
sin lo de que tenía también el sobrenombre de Líbera la diosa Persépone, la diosa
de los infiernos en el extremo oeste mediterráneo, en su lado ya oceánico-hispano
y euro-atlántico. Y siguiendo del muy erudito Varrón, y en legendarias historias,
del nombre del dios Pan -el fálico y niño dios Min en la egipcia versión del asunto, y
que hijo del dios-caudillo Dionisos- venía lo de Hispania para la ibérica península.
O pues no queda claro si para el amplio suroeste ibero-peninsular, e inicialmente.
Lo cual concuerda con lo que recoge Estrabón con respecto a que el nombre de
Hispania se originó para el oceánico y muy amplio suroeste ibero-peninsular, y de
ahí pasó luego a nombrar a toda la Península Ibérica. Al respecto de la líbera diosa
de los proto-hispanos infiernos, o no sé si meramente pretartesios o proto-
tartesios, y al respecto del liber Lysas o Dionisos de los vinos y las uvas, pues que
un Elibyrge remitiendo a un más fonético Elibérike o Ilibérike, o cosa similar, es el
más antiguo nombre recogido para una ciudad tartesia y no ya meramente
hispana. Puede remitir al dios-sol Eli o más bien el ili ibero para precisamente
significar ciudad. Lo de las muy arcaicas inscripciones tartesias fluvialmente
norteamericanas lo recoge en su libro Los orígenes de América el etnohistoriador
Alcina Franch. Lo de Elibyrge, en el geógrafo griego Hekateo, siglo V antes del
nacimiento de Cristo. Y probablemente en relación con informaciones que llegaban
de los griegos ya establecidos en la ex-ibera Massalia, finalmente Marsella. O cosa
parecida. O en suma, que del Lysas con el -etanu ibero-georgiano pues resulta lo
del lusitanos y bien va. Y aquí paz, y después gloria. O en otras palabras, que el gran
Minos pues o hijo o sucesor con respecto a un previo y dionisio Ulises. Y que no
menos ulísea y dionisia la diosa Europa de las escrituras, que acuáticas las plantas
de los papiros. Y cuyo fecundante Zeus enmascarado de toro pues que más bien fue
un toro-dios Dionisos y no precisamente el gran Zeus de los griegos. Lo cual pues
que tampoco está nada mal, que en la itálica tradición etrusca el dios Dionisos era
también el dios de las escrituras. O los racimos y las letras.

18. Donde los pueblos del mar resultan pueblos del océano, y medio-
tartesios los filisteos bíblicos

Y siguiendo del asomar los tartesios como teresh y con flota de naves de
guerra y uniformados guerreros en el siglo XIII antes de Cristo, pues que también
en el siglo XII los tales pueblos del mar o pueblos muy profesional mente
navegantes otra vez con flotas de naves de guerra, y guerreros uniformados,
asaltan sistemáticamente a las prósperas ciudades en el egipcio delta del Nilo. Pero
en este caso y con los teresh o tartesios, pues incluyendo además de los otros ya
citados a los denios y a los pelest o bíblicos filisteos. Y otra vez en alianza con los
norte africanos costeramente colindantes con Egipto, los libios y que parecen
largarles hilo a los lybiophoenikes hispanos y proto-malagueños. Y los messeh o
massienos. Que indudablemente les largan hilo a los atartesiados y algo chechenos
iberos mastienos e hispanos. Con o sin la también algo chechena Mastia de los
tartesios pues bien metida en el asunto. Por otra parte, y con el colorido hispanoide
-por decir lo menos- de la mitad de los tales pueblos del mar e incluidos los
bíblicamente famosos filisteos, que si offiristeos pues remitiendo a la oceánica y
algo lusitana Offirussa hispana -la más o menos mitad-sur del ahora Portugal- y
que más bien luego Ofiussa. Y con la otra mitad de los tales muy navegantes
pueblos remitiendo a que muy tranquilamente mediterráneo-occidentales, caso de
los síkulos y los sárdanos, pues que lo de denios muy bien puede remitir hacia una
ibero-tartesia y proto-valenciana Denia portuaria -y aquí lo de que, en el
massaliota periplo, precisamente hasta una más o menos sumergida y proto-
valenciana Denia se extendieron en alguna remota época los hispano-oceánicos
dananno hacia los borrosos e hispano-oceánicos tartesios, o hacia los borrosos e
hispano-oceánicos kardedonios de la famosa y demasiado imperial
circunnavegación del continente africano desde el estrecho del Gibraltar hasta el
larguísimo y océanoíndico mar Rojo, con su costa egipcia a un lado y su costa
arábiga al otro lado. La ya dicha circunnavegación del gran rey karkedonio Annón,
presuntamente cartaginés, con los kardekonios como tyrios en el perdido periplo
de Ofelas. O en fin, que quien dice karkedonios pues más o menos está diciendo
donios a secas, y denios a la menor oportunidad. Y que xarxedonios o tarsedonios
pues en cualquier momento.

Resulta curioso que los denios asoman ya un par de siglos antes en el


Mediterráneo oriental, y por allí se asientan en el rincón noreste al arrimo de la isla
de Chipre. O sea, el previo siglo XIV. O tiempos en los que aparecen por allí -algo
más abajo en el mapa, en la cananea o pre-cananea costa siria- y como aves
domésticas, traídas de no se sabe dónde, las gallinas. Que normalmente se las
remite a origen en la India, o alrededores. Resulta no menos curioso que, con
respecto a las cosas que en este mediterráneo-asiático Oriente Medio -Siria,
Palestina, Líbano, e incluido Egipto- apareciendo van de repente a lo largo de su
larguísima Protohistoria -el bronce, la plata, la gallina, lo que sea- los especialistas
se las remiten piadosamente, o en una mera deducción piadosa, pues a origen en
obscuros territorios que demasiado muy a trasmano para las tales remotas o
remotísimas épocas. O especie de todavía obscuros e insondables pozos sin fondo,
y así pues el Cáucaso, Etiopía, la India, etcétera. O el caso del bronce, que lo remiten
al Cáucaso, y a ver qué cae. O el caso de la plata, que se la remite a Etiopía, y a ver si
hay suerte. Precisamente la plata, y traída de no se sabe dónde, asoma en las
asiático-mediterráneas gentes -incluidas en el asunto las cananeo-libanesas
ciudades fenicias de Tyro y Sidón- hacia estos tiempos. En los que los famosos
pueblos del mar y que cada vez más bien pues van resultando ya pueblos del
océano -con los hispano-karkedonios oceánicos ya bien instalados en la isla de
Cerdeña, y convertidos en sárdanos y de los que los finalmente italianizados sardos
isleños pues organizan su segundo ataque coordinado contra Egipto. Los
especialistas del tema apuntan hacia que hay un sumergido centro coordinador en
las guerreras confederaciones de los tales pueblos del mar contra el Egipto. Y yo
estoy en que el tal centro coordinador -o grupo hegemónico- está en los teresh o
hispanos tartesios. Entre otras razones, porque asoma ya unos cuantos siglos antes
un gran despliegue naval tartesionavegante y algo imperial en lo de naves tartesias
atravesar el Atlántico y dejar sus tartesias inscripciones en serie de rocas
fluvialmente norteamericanas. O sea, que navegando entraban por los grandes ríos
navegables, incluidos los no menos navegables y anchos afluentes. Y escribo que
algo imperial el tal asunto porque en las tales americanizantes naves tartesias no
sólo va gente de alfabeto tartesio, sino que también gentes de norteafricano
alfabeto lybio o númida, o especie de que proto-argelino y proto-marroquí si por
más señas. Y escribo que entre otras razones porque pues también en razón de la
inmensamente imperial empresa del karkedonio Annón -presuntamente
cartaginés, pero que más bien un kárkdono o xárkdona que convertido en un
sárdana al menor descuido- con respecto a circunnavegar de una descomunal flota
de monstruosas naves -atiborradas de colonizadores lybios hispanos,
territorialmente tartesios- el inmenso continente africano. Y en sus larguísimas
costas, y tanto si océanico-índicas como si atlánticas, pues irle fundando una
interminable serie de portuarios enclaves, o estratégicos puertos de escala y
aguada. Y etcétera.

Y como la tal descomunal y karkedonia gran flota de enormes naves-


monstruos -que, lo dicho, me supongo catamaranes, los últimos catamaranes
atlánticos sobreviven en las africanas costas guineanas- pues salió de una
kardekonia y tartesia Gades o Gadir, la finalmente andaluza Cádiz, y como de tal
descomunal navegación colonizadora inscribió un memorial en el templo de
Kronos -de los sacerdotes kurun proto-georgianos, lo del legendario Kronos o
Koronos parece ir vinculado a la religión del fuego- y no se sabe si en gran bloque
de piedra o en gran chapa de metal, y como en la romana previamente pre-romana
y tartesia Gades había un templo de Kronos, pues que el grabar en piedra o metal la
tal imperial empresa en este templo de Kronos pues encaja como que bastante.
Pero si teniendo en cuenta que, tan vetusto y en paralelo con el tal templo de
Kronos, estaba por allí al lado el famosísimo templo del famosísimo gran Hércules.
Que, lo dicho, fuentes varias remiten al remotísimo e inicial dioshércules, el gran
Hércules Tarsio que borrosamente en el no menos inicial asunto del ibero-
peninsular estaño hacia el año 2800 antes de Cristo. Pero que se lo sigue
asumiendo como si el ya algo tardo-hércules o gran Hércules griego. En el tal
templo de Hércules había un par de gruesas y espesas columnas de bronce
atiborradas de espesa escritura que a los tardotartesios gaditanos de los tiempos
en tomo al nacimiento de Cristo pues les parecían números. Que por entonces pues
ya los muy rectilíneos y geométrico s numerales romanos en base a letras del
latino alfabeto. O sea, los III, IV, V, IX, X, L, LV, y etcétera. Y que es pues lo más
parecido a los signos del muy rectilíneo y geométrico alfabeto lybio norteafricano y
tan demasiado arcaico o remotísimo. Con que pues parece como que a las tales
broncíneas columnas borrosamente annonas se las habían trasladado del gaditano
templo de Kronos al no menos gaditano templo famosísimo del gran Hércules. O en
este caso, pues entre un dios y otro dios, o que pues semi-dios más bien.

Pero sin tampoco olvidar que, y lo mismo que borrosamente con respecto al
tal gaditano templo del gran Kronos, también de la religión del fuego iba al tan
famosísimo y gaditano templo del gran Hércules. Que de mano de los cultos
romanos y griegos -Estrabón al respecto- llamado el Heraklión, pues en atención a
que Herakles era el Hércules griego. Que a los cultos romanos y griegos lo del muy
previo gran Hércules Tarsio pues que se les había ido del horizonte y del mapa. y
por más que el eruditísimo Varrón en tiempos previos al nacimiento de Cristo -se
lo calificaba de que el más erudito y cultísimo entre todos los demás escritores
romanos ya se había publicado un no menos erudito estudio con respecto al
nombre de Hércules, y en el que catalogaban a unos cuarentaitantos hércules para
sólo el ámbito del Mediterráneo occidental. Entrando en tema más substancioso, lo
cierto es que a los romanos los tardo-tartesios indígenas gaditanos les remitían el
origen del famosísimo gran templo hacia los tiempos de la no menos famosísima
guerra de Troya. Cuyo subyacente hecho histórico los protohistoriadores
especialistas en los antitroyanos y proto-griegos micénicos y su ciclópeo gran
esplendor pues se lo han venido remitiendo a tal siglo XIII en el que, y con flotas de
navíos de guerra, y navegantes guerreros muy uniformados, los teresh o tartesios
en federación con otros pueblos del mar lanzan un primer asalto masivo contra el
Egipto mediterráneo. Al respecto, pues que en paralelo y según Hornero la
famosísima guerra de Troya es también una confederación de pueblos navegantes
liderados por los aqueos, tanto si ya griegos como si todavía nada griegos. O
medio-griegos. En el mejor de los casos. Y que el famosísimo caballo de Troya tan
naviero y que los griegos lo hacen entrar en el troyano puerto de los dárdanos pues
lo dicho, o ya tesis doctoral en el asunto: una enorme nave, con sus bodegas
atiborradas de ocultos guerreros armados hasta los dientes, y en la que de
mascarón de proa pues una gorda cabeza de caballo bien tallada en madera. O sea,
una nave muy característicamente tartesia, y hasta incluso -la enonne y pagausa
nave- pues proto-tartesia. y muy característica no sólo en tanto que enonne, Y
como que para largas travesías transoceánicas, sino que también en cuanto que
nave-caballo y cabeza de caballo el mascarón de proa. Con lo cual pues como que
resulta que, a fin de cuentas, tártanos o tartesios pues son lo mismo. Y lo mismo
pues igualmente tártanos y dárdanos.
O lo ya dicho de que, con los ibero-peninsulares Y gaditanos indígenas
hispanos refiriéndose a la famosísima guerra de Troya como a especie de indígena
hito hispano y que les venía sirviendo de referencia para fechar épocas algo
remotas

con respecto a indígenas asuntos -la inicial construcción de su famosísimo


templo del gran Hércules Tarsio, y que finalmente trabucado hacia el folklórico
gran Hércules griego- y con el no menos asunto de que de una griega guerra de
Troya no menos famosísima pero geográficamente distante a unos tres mil
kilómetros -en el estrecho de los Dardanelos, la entrada del Mediterráneo hacia el
Mar Negro- pues que más bien los hispanos no sabrían nada de nada, parece que
resulta lógico que pues más bien se referían a una ibero-peninsular y famosísima
guerra de Troya. Con lo que pues lo ya dicho con respecto a que el genial gran
Homero -y lo mismo que con el asunto de Ulises y la Odisea famosa- trasladó el
asunto al ámbito de los Dardanelos y sus alrededores desde el extremo oeste
mediterráneo. O algo así como que desde los borrosos -o no tan borrosos- y
peninsulares proto-griegos eurooccidentales se lo trasladó a los proto-griegos
micénicos y aqueos. Yo estoy en que lo de aqueos remite en directo hacia los
helenoides uakkeos ibero-peninsulares del gran río Duero, los ortográfico-
fonéticamente vaceos en la latinización del asunto. O sea, oceánicas gentes. En
realidad, y si bien mirado el asunto, en lo del atacar al Egipto los euro-occidentales
pueblos del mar pues más bien el asunto va de pueblos del océano tranquilamente
euro-occidentales. Y así los teresh o tartesios. Pero también los ekwesh o aqueos, y
que uakkeos en suma. No menos los danuna o denios, y remitiendo a los teutha dé-
danaan que, en plan de especie de muy protovikingos, tienen mucho trapicheo
navegante desde la ibérica península a las Islas Británicas, y con proto-griegos
incluidos en el asunto, en los cantos épicos del proto-gaélico Leabhar Ghabala que
también pues proto-irlandés. Y de lo cual, y extensión oceánica a la mediterráneo-
occidental gran isla de Cerdeña los anti-egipcios sherden o sárdanos.

Quedan también de muy borroso tufo oceánico los weshesh o veseos, y que
los egiptólogos interesados en lo de los pueblos del mar atacando a tierras
egipcias, pues no saben adónde remitirlos. Acaso pues habría que remitidos al
oeste de los borrosos y galaicos oestrimnios del estaño. Que pues o un oestyriños
fonéticamente, o un oesturiños más bien. Con los gallegos y actuales sufijos en -
iños y similares. Que eso del -mn- es fonéticamente la letra Ñ del alfabeto español.
Y pues en plan de que gallegos sufijos residualmente ancestral es. Con el tal oes
pues remitiendo a un eteos y con su fonético equivalente en un esseos como es
lógico. Con o sin meter en el asunto, y desde la más indígena raíz tur- para los de
tartesios -y así en lo de túrdulos, y en lo de turdetanos o tursetanos- pues acaso y
sobre poco más o menos un oestursiños en plan de un eseos-tartesiños muy del
estaño, y que muy estañeros. Y desde el et- metido en el nombre de los tartesios o
tartesoides etmaneos y en el ámbito finalmente sevillano, y según el massaliota
periplo del siglo VI antes de Cristo, o no sé si del VII más bien, pues remitiendo el
tal asunto también hacia los eteos cretenses. Que asoman de eteo-krétoi y como
residuales de los remotos minoicos de la diosa Europa -o al menos así los
especialista del asunto- y con su misteriosa lengua, y sus misteriosas inscripciones
en alfabeto griegoarcaico, en los tiempos de la ya gran Grecia clásica, o previos.
Claro que, en los oestrimnios tales, el -trimnios pudiera no ser más que un
tirimnios a modo de un tirrenios y en plan de pre-itálicos proto-etruscos hispanos,
y que lingüísticamente pues en mestizaje con euro-occidentales gentes
indoeuropeas. Que también en la lengua etrusca hay mucha Ñ con lo del etrusco
como sobrenombre, y los rasenna como su auténtico nombre en su etrusca lengua.
Y con el -nn- pues más bien los raseña y muy tranquilamente.

Eso pues muy bien pudiera llevamos a que hay un borroso raigón etrusco, o
proto-etrusco más bien, metido en lo de los tartesios hispanos. Incluida la
homofonía entre que de un lado la tartesia raíz tars- o turs- que resbalando hacia
un turd tanto en lo de los terminales tartesios turdetanos como no menos en los
borrosamente atartesiados túrdulos o al menos atartesiados en el caso de los
proto-extremeños algo lusitanos -y no sé si hasta en el de los proto-cordobeses,
según el geógrafo Ptolomeo- y que pues, y de otro lado, lo de los etruscos pues que
también tyrsenos y no sólo tirrenos. Acaso con un tyrasenna que acabando luego
en ya meramente un rasenna obvio. Pero teniendo en cuenta que sólo asoman de
unos tyras si bíblicamente. Con o sin lo de que, borrosamente, el tal tyrasenna
venga etimológicamente sumergido en un muy imperial Annón. Y sea más bien un
tyrisanna en plan de epónimo. Y de que pues los tyrios del demasiado imperial
Annón y su circunnavegar imperialmente -y colonialmente- todo el inmenso
continente africano, al menos en cuanto a sus larguísimas costas oceánicas, y tanto
si occidentales como si orientales. O en fin, y de las tales someras arqueologías
lingüísticas, pues que desde las legendarias historias el nombre de Radamante
para el tercer hijo de la diosa Europa -e hijo que simultáneamente asoma en la muy
refinada y minoica isla de Creta y en el oceánico sur hispano- muy bien pudiera
remitir a un también resbalar de un rasa- a un rada- y ser más bien un Rassamante.
Con el rasa pues remitiendo a los muy proto-etruscos rasenna pre-itálicos. y con el
-mante pues remitiendo hacia los hispanos y terminales maneos o manetes y que
más bien ya pues los muy proto-sevillanos etmaneos y según el massaliota periplo.

Por otra parte, de los philistim -bíblicamente- o filisteos el tufo a oceánicos


ya dicho quedó. Con lo que el nombre re-mite a un offirusios y offilusos que pues
por un lado el oeste oceánico hispano como Offirussa u Offiussa. Y de lo que la
portuaria y portuguesa ciudad de Faro, al arrimo de la oceánica frontera española,
es la terminal. O que pues tranquilamente un o-faro con las indoeuropeas lenguas -
gallega, y portuguesa- que han venido pululando por el tal offirusso y offiluso oeste
ibero-peninsular y oceánico. Incluida la protogriega y pre-romana lengua de los
uakkeos del río Duero en las ahora portuguesas costas. Y de lo que, y casi con toda
seguridad, el anteponerIe en las tales lenguas a los nombres partículas-artículos -
así en el o y el a y el as y el os evidentemente- y que tan descaradamente
helenoides. O en fin, tengo en mi biblioteca el muy grueso The philistines and their
material culture sobre los filisteos, de la arqueóloga israelí Trude Dothan, y del
cual pues lo único que saco en claro, o en síntesis más bien, es que a mí los filisteos
sarcófagos cerámicas, y de forma y estatura humanas, pues me remiten a los más
bien tartesios sarcófagos gaditanos que se vienen exhumando arqueológicamente.
y que los especialistas -y muy rápidamente, y muy deductivamente las deducciones
pues remiten tranquilamente a que cananeo-libaneses, o cananeo-fenicios. y todos
aquí pues a esperar. El asunto con estas férvidas hispano-orientalidades
feniciófilas, y libanesas, es que el substrato de los cananeo-libaneses, llamados los
fenicios, unos muy tardo-fenicios más bien, está en que toda la tal mediterráneo-
asiática costa -Siria, Líbano, Palestina- previamente a los semíticos cananeos, y
arameos proto-hebreos incluidos, fue una costa de los qeru o gran país de los qeru
y así en textos egipcios de hacia el año 2000 antes de Cristo.

Los egiptólogos remiten el tal asunto a los carios que por las tales fechas -y
Herodoto al respecto- eran los ingenieros navales de los minoicos -con o sin
Radamente incluido- de la más o menos diosa Europa. Que tuvo altares en los
carios terminales, en la ahora turco-asiática costa y región algo más arriba de la
isla de Rodas. Las luego muy famosas Mileto y Efeso -cuando ya griegas y jonias-
fueron inicialmente carias. Y medio-caria de nacimiento y crianza fue el gran
historiador griego Herodoto. Que nos dice que los konios terminales -algo más
debajo de la isla de Rodas precisamente, en la tal costa- eran más o menos una
variante de los carios. Una variante meramente cultural, y no precisamente
lingüística. Que de inscripciones arqueológicas, los carios eran indoeuropeos, al
menos a medias, y los konios pues de enigmática lengua pre-indoeuropea.

Pero a lo que voy. En las tales euro-occidental izadas costas del país de Qeru,
y como inevitables hermanos culturales de los carios, asomarían también los
konios. Asoman. Y teniendo en cuenta que de muchos nombres de santuarios
resulta finalmente el nombre de una ciudad, pues yo estoy en que del
probablemente santuario de la konia diosa Biblis -nombre unido al asunto de los
bibilos o papiros- resulta el enigmático y famoso nombre de la pre-cananea y
portuaria ciudad de Biblis, helenizado luego en un Biblos. O sea, que no tan
enigmático. Y largándole hilo no sólo etimológicamente al nombre de la Biblia sino
que, y no menos, hacia que el hispano y algo tartesio kunetes o kynetes no sea, si
bien mirado, más que un konio-eteos y con lo que pues en el asunto de la diosa
Europa pues que casi resuelto ya el problema, y en plan diosa de las aguas. Y de las
plantas acuáticas, los papiros, por ejemplo. En fin, los famosos y eurooccidentales
filisteos, de los que viene el nombre de Palestina. Los filisteos del gigante Goliat
combatido a pedradas por el hebreo y mozo rey David. Que, y dicho sea de paso,
cuando todavía mozo era y no rey, le regaló a su hebreo rey Saúl los genitales
prepucios sangrantes de unos cien mozos filisteos, mozalbetes más bien. O el otro
filisteo y bíblico asunto, cuando -y muy previamente- la famosa y filistea Dalila al
hebreo y famoso Sansón, y para recortarle toda la potencia varonil, le corta los
cabellos. Con lo que pues parece como que le cortó o recortó no precisamente los
pelos, y que lo de los cabellos es un bíblico eufemismo para piadosamente salvar lo
insalvable. O sea, los ex-oceánicos filisteos. O especie de proto-marroquíes luego
hispanizados, y finalmente llevados al extremo oriente mediterráneo. O el asunto
de las naves-serpiente como naves de guerra, y no de pesca ni de cargamento. O en
fin, también lo de sus navegantes camaradas los lukka parece tener tufo oceánico si
no unos más o menos malukka o malakkos, sino que más bien unos luxxa y
remitiendo el asunto hacia que offirusos proto-lusos, o muy arcaicos ilixios o uliseo
lusitanos. Y felices todos. O sea, los offilisteos o filisteos llevando al eteos o es seas
como un sumergido okkeos u oxxeos para significar oceánicos. Que asoma en los
de los filisteos como philisti o pelasgos, o sea, phili-uascos y como si en plan de un
phili-akeos para significar phili oceánicos. Y descarriados los biblistas pues
buscando lo de la bíblica Offir en el Océano Índico. La misteriosa Offir.
19. Donde las serpientes y las coronas de plumas por mitad de las olas y las
espumas.

Y tirando del tal hilo. Pues resulta lógico que, tras haber enviado algo
imperialmente los tartesios sus flotillas de naves hacia el año 1500 a.e. al
continente americano a ver de qué iban en el americano ámbito los asuntos, pues
que un par de siglos después su imperial confederación se lanzara a ir
conquistando gradualmente las mediterráneas costas e islas, tanto en la orilla
europea como en la orilla norteafricana, o al menos estratégicos puntos-clave en
las tales orillas. Y que finalmente lanzara un coordinado ataque contra Egipto, tras
arrasar un poco por aquí y por allá y alegremente todas las costas del
Mediterráneo oriental, preferentemente las costas asiáticas, y tanto si anatolias
como si libanesas o sirias. Escribo que algo imperialmente, y con respecto a las
tales tartesias flotillas de naves que explorando el continente americano, pues
porque, lo dicho, las tartesias inscripciones asoman a veces con norteafricanas
inscripciones de la escritura numídica que libia denominada. Pero yo estoy en que
el tal imperialeo -y valga le expresión- resulta ya demasiado en el tal coordinado y
sistemático ataque contra los egipcios en los tales siglos XII y XIII, y desde las euro-
occidentales flotillas de las naves de guerra, en las que los mozos guerreros muy de
militar uniforme bélico, incluido faldellín kilt tan protoescocés, o más bien pues
que muy pre-escocés, muy tranquilamente. No menos incluido el asunto Annón
que tan descomunalmente imperial. Y con respecto al circunnavegar de océano a
acéano -y desde el estrecho de Gibraltar- el continente africano, los tartesios, y a lo
largo de sus oceánicas costas irle ocupando puntos estratégicos. O teniendo
encuenta que al fallar finalmente los tartesios en apoderarse del riquísimo Egipto,
con lo de los euro-occidentales pueblos del mar en el tal siglo XII, pues que se
plantearan luego macro-imperialmente el conquistarlo por la espalda. O sea,
circunnavegando de océano a océano el continente africano, y arribando con
tartesias flotillas de naves de guerra -atiborradas de guerreros- a la egipcia costa
del Mar Rojo. Y desde allí pues rápidamente a las pirámides y su entorno de
riquísimos palacios faraónicos, y a saquear y arrasar. No menos parece que al
fallarles este asunto -y en esta hipótesis queda a caballo entre los tales siglos XII y
XIII la famosísima y afrocircunnavegación del macro-imperial Annón hasta ahora
presuntamente tardo-cartaginés, al menos académicamente pues volvieron al
anterior asunto del lanzarse sobre Egipto navalmente y mediterráneamente, y a
ver si algo cae. Por otra parte, o de la tal atlántico-americana aventura tartesia -
entendido lo de tartesia en sentido lato, en sentido tartesioimperial, incluidas
etnias varias en federación o confederación - o de la tal aventura africana y afro-
circunnavegante, o de ambas cosas a la vez, pues que en el tartesio-confederado
ataque a Egipto en el tal siglo XII a.e. y en el uniforme militar de los guerreros
mozos, y en varias de las etnias confederadas, caso de filisteos, los denios, etcétera,
está integrada una exótica y tropical corona en la que de una doble banda de cuero,
y todo alrededor, va a cerco de plumas tiesas y espesas, y coronándoles así de
plumas a los mozos las cabezas. Y que me supongo plumas de colores. Claro que ya
estaban muy previamente en los hispanos argáricos ciclópeos las borrosas granjas
de avestruces. Lo que remite hacia que acaso también ya las granjas de gallinas y
que, y como parte del militar uniforme de los guerreros mozos en los tales
confederados pueblos del mar tan anti-egipcios, las coronuelas de plumas muy
bien pudieran ser más bien de plumas gallináceas. Las vistosas plumas de colores
en la cola de los gallos, y pues al avío. Antes de seguir adelante, pues habría ya que
decir que a los tartesios y legendarios reyes -Gerión, Gárgoris, Habis- algunos
protohistoriadores se los están ya colocando en estos navalmente muy agitados
siglos XII y XIII.

Pero sigamos adelante. Está claro que lo de las plumas de aves y con una
gran aventura tartesio-americana y transatlántica de por medio, pues nos lleva al
asunto de las legendarias y centroamericanas historias de los mayas -tan
mundialmente ahora famosos por sus monumentales pirámides escalonadas, su
jeroglífica escritura, etcétera- y en las que euro-occidentales naves, con los
serpientes emplumadas y con la Gran Serpiente Emplumada muy en plan de
caudillo navegante, pues les llegan inopinadamente, y los meten como que en un
pasmo. Por mi parte, asunto que hay que remitir a los euro-occidentales mozos de
corona de plumas -muy afeitados todos ellos, y así en los esculpidos bajorrelieves
egipcios de la época, y muy al detalle- y que en los antiegipcios pueblos del mar y
que concretamente pues lo dicho, los filisteos. Y los dan unas o denios. Pero
también los plumo-coronados tjeker a los que los especialistas del tema remiten a
los semi-troyanos teucros en lo de la famosísima y dardanélica -estrecho de los
Dardanelos- gran guerra de Troya. Y al final del teucro asunto la enigmática ciudad
de Pérgamo -homófono el nombre con las varias e hispanas Vergas o Bergas- con
una no menos famosa biblioteca, miles de rollos de papiros los libros, y que rival de
la famosísima biblioteca de Alejandría. En todo el amplio entorno, ahora turco-
asiático, del estrecho de los Dardanelos se sitúa a los wilussa más arriba, y a los
taruisha más abajo, en imperiales documentos hititas de la época. Y como a muy
navegantes gentes invasoras. O sea, los tartesios -la zona de la Tróade tan troyana,
y largándole hilo a que dárdanos y tursos y tártanos pues son lo mismo, y aquí lo
del dárdano y tartesio caballo de Troya famosísimo- y por otra parte los uiluxios de
las hispanas Uilix o Vélez, etcétera. O llamémoslo ilixios o ulíseas. Con su oceánico
kilt y su coronuela de plumas, a mí lo de los plumo-coronados tkejer o teucros pues
me suena ibero-peninsularmente a que o gentes del río Tago -en su
desembocadura, claro está- o proto-valencianas gentes del ríos Síkar -ahora el
Júcar- y que más bien un Tsikar y que en la misma pre-caucásica raíz que el
nombre del río Tajo o Tago. O río de los tsiker o tksijer con el -er caucásico y pre-
caucásico para el plural de los nombres y muy iberamente.

O que más bien un ex-proto-germánico. En fin, no sé si habría que decir que


en lo de las coronas emplumadas como parte de un uniforme militar, pues entran
los lukka también. Y cuya terminal son los plumo-coronados lykios guerreros -la
Lykia o Licia de los lukka o la zona central en la ahora turco-asiática costasur
mediterránea, a medio camino entre la isla de Chipre y la isla de Rodas- en los
imperiales ejércitos de los persas contra los griegos, y al respecto el gran Herodoto.
O valga que, arqueológicamente, los terminales lukka o lykios -licios, en la
latinización del asunto- son sobre poco más o menos unos medio-konios. Acaso
unos proto-lusos o proto-lusitanos, si bien mirado.

Y siguiendo de los pueblos del mar famosos, y lo dicho, que bastantes pues
más bien pueblos del océano, y robustos. Está el dato curioso de que, en los
bajorrelieves egipcios que en la época los iconografían repetidamente, los teresh o
tartesios son los únicos que asoman de muy simple túnica y corto el pelo y casi
cortado a rape. Con el príncipe de los teresh llevando ceñida de una cintilla la
cabeza. Cosa que se corresponde con la cintilla que les ceñía también la cabeza -y
con también cortado a rape el pelo- a los tartesio-gaditanos sacerdotes del
famosísimo templo del gran Hércules dolorosamente oceánico. O volviendo a los
danuna o denios, y aparte de confederarse con los taresh y demás camaradas como
los muy offirusos filisteos, pues que se asentaron en la palestina costa -el monte
Carmelo, Haifa- y a modo de cuña entre cananeos y filisteos. Como contra unos y
otros siempre en guerra los proto-israeIíes hebreos, pues les quedaban a éstos los
dan o denios como salida al mar. Así que pues se los confabularon: los metieron de
tribu hebrea -los Dan- entre las ya catalogadas tribus hebreas de Israel, y pues
resuelto el asunto. Pero donde realmente los dan una o denios se asentaron en
cantidad, y al arrimo de la isla de Chipre, fue en el asiático rincón nordeste del
Mediterráneo oriental, ahora turco el rincón, o más bien algo kurdo. Y por allí la
ahora gran ciudad de Adana, tan que muy industrial, y que de los muy navegantes
danuna o denios toma el nombre, y que su Denia capital fue.

Pero lo interesante está en que sobrevivía por allí en los campesinos la


legendaria historia de una invasión de serpientes, y que con un gran rey Serpiente -
no sé si de serpiente centroamericanamente emplumada, o si tartesiamente
emplumada- y al que, y con una serpiente colgándole de cada mano, se lo grabó de
ancestral y emblemática figura en la muy central piedra de un medieval castillo.

Yo tengo para mí que todo este asunto o remite o parece remitir a los ex-
oceánicos dan una o denios del océanico kilt y plumo-coronados. Lo dicho, los
ibero-peninsulares y muy navegantes tuatha dé-danann en su ir y venir de la
ibérica

península a la isla de Irlanda. Y en plan de especie de borrosamente proto-


escandinavos a lo que parece -acaso haya algo más que mera homofonía con lo del
dan de los daneses- y metidos en el asunto proto-griegos ibero-peninsulares y
hasta una ibero-peninsular Atenas que asaltada por los iberopeninsulares filisteos,
y etcétera. O así el proto-gaélico y proto-irlandés Leabhar Ghabhala en sus ibero-
peninsulares y pre-gaélicos hilos geográficos de navegaciones y navesserpientes, o
naves de guerra, y que desde el tal asunto de los borrosos adana y denios, y danuna
también, lleva a una remota invasión de serpientes -me supongo bastante
protomarroquíes y africanas- en el atlántico oeste oceánico de la Península Ibérica.
De lo que le resultó el nombre de Offiussa y Offirusa, en el que implicado lo de
filisteos y que le vino de los acaso ibero-peninsulares proto-griegos muy
alevosamente asaltados por los offirusos o filisteos, y valga la redundancia y nada
menos que asaltados en una ibero-peninsular y mismísima Atenas, y que por lo de
las naves-serpientes pues les llamaron los offis porque, a lo que parece, ya en las
proto-lenguas griegas la tal palabra significaba precisamente serpiente. Tiempos
previos al año 2000 a.c., en los pregriegos archipiélagos, que luego griegos, y en
cerámicas de su pre-minoica cultura cicládica -famosa por los estilizados bustos,
en mármol blanco, de cuerpos de diosa: la famosa diosa blanca- pues asoman las
naves-serpiente de la guerra, a remo, y con una larguísima serpiente pintada a todo
lo largo del costado visible del casco, y me supongo que en el otro costado pues lo
mismo. O en fin, que el tal larguísimo hilo de los hispanos offirusos o filisteos lleva
luego finalmente al centroamericano asunto de las famosas serpientes
emplumadas, o que más bien famosísimo, y que en plan de emplumadas gentes
muy tranquilamente euro-oceánicas. O lo dicho, con el tuatna llevando a un
tartesios en plan de los tarta o darda, y el dé-danann pues llevando hacia acaso un
dé o dios Annón, con sus gentes danann que literalmente de Annón y otro el
panorama.

20. De la conexión del famosísimo Agamenón con los tartesios e imperiales


asuntos

Ya lo que viene todo este pálpito, y que no se detiene. Y es a que dentro de


todo el asunto de los pueblos del mar vienen incluidos los aqueos proto-griegos,
micénicos o no micénicos, y lo recalcan los especialistas del tema, y aquí ya y
fugazmente el asunto asomó. O sea, los homéricos aqueos. y con el enigmático
Agamenón como caudillo -el nombre no es griego, o al menos no lo parece- en la
versión homérica. Y que muy ahogado en familiares asuntos de alcoba, en tiempos
de la Grecia clásica, en la versión central del asunto a manos de los dramaturgos
poetas. Dejándonos del Agamenón de ficción, entrando en el personaje histórico
sumergido en el personaje literario, pues el dato que el geógrafo Dionisio el
Perigeta recogió de alguna de su fuentes o de alguno de sus informativos viajes,
siglo II antes de Cristo: que del Mediterráneo llevó el famoso Agamenón un ejército
de griegos -se supone que aqueos- al Mar Negro, y concretamente al Cáucaso. Con
lo que los pueblos del mar incluidos tangencialmente en el asunto, en tanto que
muy camaradas navegantes de los aqueos proto-griegos, o al menos según
documentos egipcios del tal siglo XIII antes de Cristo.

O no tangencialmente incluidos si tenemos en cuenta que en la versión


homérica con respecto al famosísimo asunto de la famosísima guerra de Troya -
incluido el hecho histórico que le subyace- Agamenón está al frente de una gran
confederación de heterogéneas etnias y navegantes, incluidas unas cuantas etnias
griegas más o menos algo homogéneas. Y cada una de ellas pues aportando su
étnica flota de naves, a modo de que pues una flota nacional. Lo que, y en la misma
época o siglo que lo de los pueblos del mar con sus confederaciones de flotas de
naves de guerra, pues o remite o parece remitir hacia que la agamenónica flota
confederativa es una más de las confederaciones de flotas en el asunto de los
pueblos del mar y sus percances. Y aparte queda todo lo literario que se le echó
encima al asunto, vía el genial Hornero, y vía sus varios epígonos en el tema; y que
pues literariamente insertándolo en el asunto de alcoba, para placer y complacer a
una amplia clientela. Y no menos insertándolo en mucho el colorido griego, y pues
para lo mismo, complacer, y al que le plazca, pues que le complazca.

Pero por otra parte, no menos Dionisio el Perigeta recoge -y es el gran


geógrafo del siglo II antes de Cristo, o cosa parecida- que el más auténtico nombre
del gran caudillo Agamenón, o su más auténtico sobrenombre, fue el de Apistíada.
Que desde el sufijo griego -ada remite hacia que o vinculado o fervoroso de un
enigmático Apisti. O que no tan enigmático. Y en principio el asunto pues remite al
dios-toro Apis, llegado a Egipto desde no se sabe dónde, que no era egipcio ni de
nacimiento ni de crianza. Y que borrosamente vinculado a lo del gran dios Ammón,
el gran Zeus. Claro que, como éste con respecto al subyacente hecho histórico, o
muy protohistórico más bien, remitiría a casi unos mil quinientos años antes, y
como lo del dios-toro Apis o dios-buey para los egipcios -que capaban a todos sus
toros cuando éstos eran o jovenzuelos terneros o novillos- pues resulta asunto del
más o menos tal siglo XIII, pues la borrosa relación Apis-Ammón hay que
apuntársela acaso a un más bien Apis-Annón. O remitírsela luego al caudillo
Agamenón en tanto que un apistíada y con un más o menos disimulado Annón -y
no Ammón- metido en su nombre de Agamenón. Que, desde esta perspectiva, un
más o menos Aga-ama-Annón con el Aga pues en demasiado paralelo con el arga
del tartesio rey Argantonio unos cuantos siglos después. Y en demasiado paralelo
como para que el tal asunto pudiera ser meramente casual. Especialmente si
teniendo en cuenta que lo del Annón pues vinculado viene a la Península Ibérica
con lo de la descomunal empresa imperial del karkedonio y borrosamente hispano
Annón en lo del circunnavegar oceánicamente el inmenso continente africano
desde el estrecho de Gibraltar al egipcio-arábigo Mar Rojo, e irle colocando una
interminable serie de portuarias mini-colonias como puertos de escala y aguada
para subsiguientes circunnavegaciones, que luego ya pues de ida y vuelta, me
supongo. Y lo del ama pues para significar caudillo en las hispano-georgianas
lenguas.
Y por otra parte, vinculado el gran Agamenón a un gran Apisti, previo o no
previo, pues no sólo remite hacia el finalmente egipcio dios-toro Apis, o dios-buey,
sino que, y no menos, al Abidis o mecánica variante fonética del Apisti, y al menor
descuido. Especialmente si teniendo en cuenta que el hispano y mediterráneo gran
rey Habis o Abis, y Abidis, kyneto y tartesio, y según recogió Trogo Pompeyo,
estaba vinculado al agrariamente revolucionario asunto de capar a los toros,
convertirlos en bueyes, y uncirlos a un arado -de mucho mayor fuste y reja que el
superficialmente hundido en tierra si tirado por un par de mulas, y éste propio de
arar pequeñas áreas de tierra blanda- y ponerlos a trabajar. O especie de gran
delito en esta ibérica península en la que, desde el Paleolítico final, desde el adorar
al bisonte búfalo como tótem y tabú o cosa parecida, y cuando comidos ya todos los
bisontes, pues se pasó a lo adorar al toro y comérselo en filetes y churrascos
religiosamente. O al menos adorar al toro bravo, y así hasta hoy. Y qué de rancios
tradicionalismos camperos, que vienen de muy lejos en el túnel de los tiempos,
tiene esta pálida península tan áspera y tan cáscara. Tan máscara. O tan cascada,
más bien. Oh sí, la pálida península lo mismo que una impávida ínsula de obscuros
los amores, de largos los dolores, y largos los galgos, y amargos los hidalgos. La
vida.

O en suma, que mientras el grueso de los pueblos del mar está euro-
occidentalizando a placer todas las costas del Mediterráneo oriental, y tanto si
europeas como si asiáticas o como si africanas, pues que otro grueso de no menos
los pueblos del mar se lo lleva borrosamente el gran Agamenón a euro-
occidentalizar todas las costas de ese inmenso gran lago euro-oriental que es el
Mar Negro. O volviendo al hilo del asunto, pues que revolucionario lo de arar y
labrar los campos con arado tirado por capados toros convertidos en bueyes
porque implica el arar grandes extensiones de terreno, y ararlas en profundidad,
con surcos más profundos, y más gruesa y grande la reja de hierro -o no sé si
todavía de bronce- arremetiéndose en la tierra. De paso, no se sabe de dónde se
origina el hierro -asoma con los proto-griegos dorios en el Mediterráneo oriental, a
caballo entre el siglo X y el siglo XI en los tales muy pre-cristianos tiempos pero
algunos prehistoriadores especialistas del tema remiten a que del hierro indicios
hay -óxidos residuales del hierro y arqueológicamente detectados- en los muy
metalurgos millarenses del año 3400 a.C. en el mediterráneo sureste hispano, en
las ahora andaluzas tierras de Almería, los metalurgos del gran esplendor. En fin,
que lo del tal arado ya con bueyes y como invento pues implica inmensas cosechas
de trigo, prosperidad para las tales sociedades agrarias, espantar al fantasma de la
hambruna, y etcétera. Así que pues resulta bien lógico el que al tal buey labrador se
lo elevara a la categoría de dios, el dios-buey Apis, más que el dios-toro Apis. Y que
el tal nombre funcionaría de sobrenombre o apodo para el kyneto-tartesio e
imperial gran rey Abis o Apis. O más bien, al revés que el bueydios o toro-dios
funcionara como emblemático del gran Abis. Que, y el asunto lo recoge el
historiador Trago Pompeyo en tiempos en torno al nacimiento de Cristo, pues
elevó el nivel de alimentación de sus súbditos con alimentos más refinados, y que
no meramente ya agrestes y bárbaros. Lo cual concuerda con lo de inmensos
trigales, e implica igualmente legumbres y regadíos, cultivos hortelanos.

Y por otra parte, y siguiendo del perfil que con unos cuantos rasgos
definitorios Trogo Pompeyo nos da del gran Abis o Habis, pues está lo de que
fabulosas expediciones y que hay que suponen descomunales despliegues militares
tanto si navegantes como si de viajeras andaduras. Y lo de

fabulosas pues en plan de que prácticamente como si increíbles -como


especie de fantasías para las indocumentadas gentes- y que con respecto a llegar
hasta remotos países muy lejanos. También, que a sus súbditos les prohibió los
trabajos serviles, lo que implica el importar poblaciones de esclavos, tanto si ibero-
peninsulares como si africanos. Y en el tal perfil, un gran dato-clave: que dividió a
la población de su reino entre siete urbes y es literal dato que ha venido siendo
intragable para los protohistoriadores metidos en tartesios asuntos. y unos pues se
lo han interpretado en que dividió a la población en siete clases o estamentos
sociales. Y otros, en que a la capital aldea de su más o menos algo aldeano reino
pues que se la dividió en siete barrios o distritos. Mi opinión es que, con lo del
extender su reino hasta países muy lejanos, o al menos echar ramales -ejércitos,
flotillas de naves, etcétera que llegaran hasta geográficamente remotos ámbitos,
pues que lo de las siete urbes hay que entenderlo muy literalmente. O sea, siete
grandes ciudades. Portuarias, me supongo. O en otras palabras, que la
administración de sus territorios la distribuyó político-administrativamente entre
siete grandes urbes. Lo cual se corresponde con la sugerente desmesura de todos
los demás datos en el tal definitorio perfil. Y yo estoy en que el gran puerto natural
de la Mastia de los tartesios en el mediterráneo sureste hispano -una muy cerrada
bahía que continuada hacia tierra adentro por tres lagunetas-puertos
intercomunicadas, ideal para albergar descomunales flotas de naves- pues o entra
o parece entrar en el tal asunto. Lo dicho, que con muy buen ojo los cartagineses
eligieron a Mastia para convertirla en su cartaginesa gran capital hispana. O en
menos palabras: Cartagena. Posiblemente esto es lo que pudiera estar en la trasera
con respecto al coordinado ataque naval de los euro-occidentales pueblos del mar
a Egipto a mitad del tal siglo XIII muy previo a Cristo.
Y que coincide con la aproximativa cronología que se le ha venido echando
al hecho histórico que subyace en lo del homérico Agamenón y su famosísima
guerra de Troya. No menos la aproximativa cronología que se le ha venido echando
al asunto del escapar de Egipto los hebreos. Y que va unido al asunto de forjar
luego y hebreamente el famosísimo becerro de oro o pequeño toro de oro. Y que
pequeño porque, arrebañando oro por entre todos los escapados no hubo oro para
más, y que descartado quedaba un gran toro de oro. O no sé si un gran buey de oro
más bien. Que el asunto parece perfectamente conectado con el religioso culto al
dios-buey Apis en el Egipto del que escapan. Pero no menos perfectamente
conectable al asunto del buey o toro capado como filón de inmensas riquezas
agrícolas, filón de oro en la práctica. O los bueyes valorativamente a nivel del oro.
Asoma el nombre de hebreos en una inscripción egipcia de hacia tiempos en los
que el primer gran ataque naval coordinado de los eurooccidentales pueblos del
mar contra Egipto. Y lo dicho, pues incluidos los tartesios en el asunto. Aquí habría
que traer que, en los pueblos de semítica lengua en la palestina zona y que previos
a los invasores filisteos y no menos previos a los igualmente invasores hebreos, y
me refiero a los bíblicamente idumeos, amorreos, etcétera, lo de iberes significa
Oeste, gentes occidentales. O gentes más bien muy eurooccidentales, en el caso que
nos ocupa.

También la hebrea palabra seferim significa occidentales, pero del extremo


oeste mediterráneo, y metido en el asunto lo de Sefarad para nombrar a la
Península Ibérica. En paralelo con lo de que los sepires son los ibero-caucásicos
albanos, hermanos lingüísticoculturales de los khaunzaq avares y alvares, y
también everes. O sea, iberos kunetos o kynetos en su ibero-peninsular y pre-
caucásica fase. Y de lo que, y de su sespires como variante, quedó lo de la región
Zephirat -y los Sephires montes- para el extremo oeste ibero-peninsular, el
oceánico suroeste hispano, tierra de los kunetes, y que el extremo suroeste
europeo. Largándole hilo, si otro el sufijo metido en el asunto, a unos
correspondientes sisphanes que asoman de siphones para-tartesios y muy
legendarios. O sea, el oceánico Tyfón y sus tifones. O espeso el asunto. O en suma,
los muy euro-occidentales proto-hispanos, y se los mire por donde se los mire.
Pero lo cierto es que al kyneto-tartesio gran rey Abis, y en lo de kyneto pues
van unos más o menos khaunzaq pre-caucásicamente, ya se lo elevó en vida a la
condición de gran dios, y Trogo Pompeyo recoge el asunto. O sea, el gran dios Abis
de oro. O emblemáticamente el gran dios-toro de oro. O sea, el gran dios-buey, en
metáfora popular. O en fin, que el borrosamente demasiado imperial gran Abis sólo
es kynetotartesio de nacimiento y de primera infancia. Pero que, de crianza, y
luego reino y reinado, era de una tierra y reino colindante. A la que llegó de niño, y
huyendo de que su kynetotartesio padre -el gran Gárgoris- que se lo quería
asesinar. Todo parece indicar que el tal reino colindante era o el de los oceánicos
kuneto-tartesios o karkedonios en la Karkedonia gallega -asunto Annón metido en
el lote- o el de los kunetotartesios proto-gaditanos, en las proto-tartesias tierras
del ya algo remoto gran rey-gigante Gerión. O en tierras que ya con muchísima
andadura civilizatoria encima desde los prototartesios, algo más de unos mil años,
y que con muchísimos territorios colineros o llanos de mucho el arar y mucho el
labrar. O sea, las ahora andaluzas tierras de Sevilla, Jerez, y hasta Écija y Córdoba.
Esto del trasmigrar de reino el gran Abis lo recoge igualmente el ibero-
transpirenaico Trogo Pompeyo. Claro que, y antes de seguir adelante, pues
tampoco habría que olvidar que el asunto de la religión del fuego a orillas de Jerez,
en el tartersio-gaditano templo del gran Hércules, y en los terminales tartesios algo
ya post-tartesios, y con los terminales kunetes por allí al Iado, o post-kunetes ya
más bien, pues enlaza con lo de los kunetes ya caucásicos o khaunzaq con su no
menos religión del fuego, y tanto si everes y avares como si sespires y albanos.
Pero sin tampoco olvidar, y valga de erudición en el asunto, que hordas guerreras
de los tales evero-iberos albanos formaron ejército al servicio de los visigodos,
terminaron de invasores alanos en la Península Ibérica, e integrados escolarmente
en lo de los bárbaros del norte: suevos, vándalos, alanos, godos, y visigodos. Sólo
que los alanos pues del norte nada, sino que más bien pues volviendo a su
originario hogar, y así como quien no quiere la cosa.

Y por otra parte, lo de la religión del fuego pues en la mediterráneo costa


asiática bien metido el asunto en lo del anicónico dios Saipón, el Abba-Eli, el Baal
Saipón que recibía culto en el costero y famoso monte Carmelo, la frontera entre de
un lado los libaneses cananeos y de otro lado los dan o denio y luego los hebreos.
También recibía culto en el no menos costero y famoso gran monte Kasio, -el ahora
Yebal Aqra- en el finalmente turco-asiático rincón nordeste del Mediterráneo
oriental, con la isla de Chipre por allí por delante. Lo de anicónico significa que dios
muy estrictamente espiritual, sin encarnado en ningún tipo de imagen de forma
humana. O los anicónicos templos tan vacíos de imágenes, sin esculturas ni de
dioses ni de diosas. O en fin, un anicónico dios saipón y saipano, con nombre que
demasiado homófono con lo de poenes y con lo de hispanos. Y probablemente en la
base de que a los muy posteriores cananeos los arcaicos griegas los denominaran
phoinikes o más bien phoinikoi si bien mirado. O sea, les siguieron llamando lo que
se les llamaba previamente a las kunetas gentes -la etimológicamente konia Biblos
está un poco más abajo en la tal siria costa- y con sus saipónicos asuntos de la
religión del fuego. Con la que tiene mucho que ver el dios Eli de los proto-hebreos
arameos en la tal costa, y que al menos pues lingüísticamente protohebreos. O no
menos mucho que ver el gran dios Eli de los hebreos. O al menos en mi opinión.
Especialmente, si teniendo en cuenta que la descripción que hay del anicónico
templo de los terminales tartesio-gaditanos, el famoso templo de Hércules, se
corresponde demasiado -arquitectónicamente con la que en la Biblia asoma con
respecto -siglo X a.e. el asunto- al famoso templo salomónico y hebreo en
Jerusalem. Acaso los cananeos arquitectos -y como que algo tartesoides- se
tomaron como modelo al anicónico templo del monte Carmelo, y cuyas raíces pues
venían del otro extremo del Mediterráneo. Sea lo que sea, lo cierto es que el asunto
ha venido intrigando a los ingleses protohistoriadores del Mediterráneo. Y en su
libro Spain at the dawn of History el arqueólogo inglés Harrison lo trae a colación.
Incluyendo un aproximativo dibujo del tal anicónico templo que simultáneamente
hispano y hebreo. Y que es de lo más parecido a una alargada e hispano-visigoda
basílica de no muy alto el tejado y ventanucos mínimos. Un obscuro y olimpo salón
para una religión del fuego. O ulunpe salón, y vasco el ulunpe.

Pero a lo que íbamos. Y es que no hay forma de saber si el borroso y euro-


occidental oceánico que parece esconderse -y valga la hipótesis- en lo del homérico
Agamenón, es un más o menos apestiada bastante imperial en el sentido de que
fervoroso del dios-toro Apis. O si en el sentido de más bien un sucesor en la línea
dinástica del rey Abis. O si meramente un continuador de los fabulosos imperialeos
del previo gran Abis. Con el hecho histórico que subyacer pudiera en lo de la gran
flota agamenónica contra la famosa Ilión de la famosísima guerra de Troya, pues
remitiéndolo a que el tyrio y turio Agamenón, turso en suma, tartesio en definitiva,
y desde los proto-griegos tartesios y oceánicos y asentándolos en tierras
murcianas -de ahí las muy arcaicas inscripciones griegas por allí, o el nombre muy
griego de río Theodoros para el ahora río Segura- pues que los lanza luego contra
la Turoya del proto-valenciano río Turia, y hasta incluso más arriba -la Tartissa
que ahora y finalmente la catalana Tortosa- contra los tártanos o dárdanos litorales
y proto-catalanes.
Pudiera haber bastante probabilidad -las grandes ciudades portuarias nunca
mueren- de que una ibérica Iliona, o ibárike Iliona, fuera la Iliona real del no menos
real substrato de la Ilión dárdana en la famosísima y homérica guerra de Troya. Y
una ibárike Iliona con nombre que más o menos un Barikelona, y que finalmente
Barcelona, y así pues hasta hoy. Lo de que la fundaran los cartagineses y le
pusieran un nombre indígena pues resulta demasiado. O como que resulta pues
que muy difícil de tragar. O en fin, que el gran Agamenón y el karkedonio gran
Annón o son lo mismo o lo parecen. A veces las apariencias engañan. Pero
mayormente, pues que no. Y con el gran Abis o Habidis pues más bien encajando
en el afrocircunnavegante Ulises -o Lysas- que también Dionisos desde las ibero-
peninsulares y proto-gaélicas lenguas. Que en los imperiales conjuntos heteróclitos
y varias las lenguas, cada lengua le arrimaba a un gran caudillo un diverso nombre
o apodo. O que con el Agamenón remitiendo a un vascoide aga-men-on si es que no
un Aga-maino o más bien un Agamaneo. Y que de la tal Ilión lo de la llíada
homérica. y así el asunto.

21. De las transoceánicas navegaciones tartesias que hasta incluso llegan a


la China

En esto de los tartesios históricos pues nos hemos detenido ya bastante en


lo de sus borrosos comienzos. Con el asunto de los teresh o tartesios en lo de los
borrosamente imperiales pueblos del mar tranquilamente euro-occidentales. y que
euro-occidentalizando todas las costas del Mediterráneo oriental, y que pues sin
más preocupaciones. O sea, lo dicho, los siglos XII Y XIII en remotos tiempos con
respecto al nacimiento de Cristo. Y siguiendo de los tales tiempos, y bajando
cronológicamente al siglo XI, lo único borrosamente tartesio a reseñar serían los
proto-griegos dorios que llegando con el hierro a las ya proto-griegas y
mediterráneo-orientales tierras de Grecia. Y con nombre que acaso y más bien un
turios y torios, y con el turios pues remitiendo a un tursios en la línea ya de los
terminales tartesios túrdulos y túrsulos, tursetanos y turdetanos. O sea, los dorios,
pues que unos más o menos tartesios. Lo cual pudiera apoyarse en pre-romanos
topónimos ibero-peninsulares y que vinculados a topónimos dorios en las dorias
riberas e islas del mediterráneo-oriental Mar Egeo, que finalmente un mar griego, y
así hasta hoy. Claro que el nombre de la doria Esparta -los espartanos son los más
directos continuadores de los dorios- pues parece más o menos remitir en directo
a la palabra esparto tan demasiado hispana. O tan demasiado ibero-peninsular.
Fuere lo que fuere de las tales borrosidades, lo cierto es que la escala musical de
los dorios para componer sus dorias melodías es la misma escala musical en la que
van las melodías de los fandangos malagueños. Y en la que va el cante flamenco
andaluz, excluidos los flamencos cantes gitanos, que éstos van en la normal y usual
escala de la música clásica europea desde los tiempos del Barroco, desde el siglo
XVI sobre poco más o menos.

Y siguiendo hacia abajo cronológicamente, pues el siglo X tan muy previo al


nacimiento de Cristo, y que mil años antes. Y en el que pues nos volvemos a
encontrar con lo de las naves de Tarsis en plan de que enormes naves tartesias de
cargamento, en los tiempos del famoso y hebreo gran rey Salomón, o que ya
israelita más bien. Y lo dicho, el tartesoide asunto del salomónico y famoso templo
de Jerusalén, algo previo a lo de las naves de Tarsis. Y con los tartesoides
arquitectos que al gran rey Salomón le suministra el cananeolibanés gran rey
Hiram. O sea, fenicio, al menos en la jerga de los antiguos griegos. Después,
bíblicamente, y en el bíblico Libro Tercero de los Reyes, viene lo de que en la costa
hebrea del océano-índico Mar Rojo y al arrimo de la península del sagrado monte
Sinaí -donde Dios le reveló al gran Moisés los famosos diez mandamientos, o tablas
de la ley, y se le manifestó como que Dios del fuego al arder luego unos zarzales-
pues construyó el gran rey Salomón unas naves para ir a por riquezas a una
océano-índica Offir -el rey Hiram le aportó los técnicos navieros y náuticos,
ingenieros navales incluidos- y de por allí las trajeron. O sea, que los
cananeoslibaneses son los que están en el secreto de cómo son las tales naves
enormes de cargamento. Y que tartesoides o borrosamente tartesias, por decir lo
mínimo. Luego asoma bíblicamente lo de que, cada tres años, una flota de naves
cananeolibanesas del rey Hiram y de naves del rey Salomón iban a la lejana y
misteriosa Tarsis, y de allí se traían oro, plata, marfil, y demás mercaderías de lujo,
incluido lo de los monos y lo de los pavos reales. Lo que implica que la hispana
Tartessos era la tal Tarsis. Que los puertos cananeo-libaneses y sus cananeo-
libanesas flotas de naves estaban en las asiáticomediterráneas costas, y no en el
océano-índico Mar Rojo.
A mi modo de ver, todo o indica o parece indicar que las grandes naves
tartesias de cargamento ya habían llegado antes a los cananeo-libaneses puertos -
no acaba de explicarse cómo un poco antes llega la plata a los tales puertos, y sigue
sin saberse de dónde les llegó- y es por lo que los cananeos estaban en el secreto
del construir tales enormes naves para muy largas travesías. Y por lo que podían
remitirle unos tartesoides arquitectos al rey Salomón. Con o sin meter en cuenta
que unos doscientos años antes -o no tantos, todas estas cronologías, incluso en
manos de los especialistas, son meramente aproximativas, o bastante especulativas
más bien, y se las puede bajar si nuevos datos intervienen en el asunto las naves
teresh o tartesias, flotillas de naves más bien, y de la mano del segundo asalto de
los pueblos del mar al Egipto, había asomado por el tal rincón sureste del oriental
Mediterráneo. O sea, que metiendo en el asunto el primer y eurooccidental asalto
naviero al Egipto, pues había ya como que una previa tradición en las naves
tartesio-hispanas con respecto a navegar a todo lo largo de las larguísimas y
mediterráneas costas norteafricanas y llegar así al sureste mediterráneo-asiático, o
rincón palestina-egipcio, con el Líbano pues por allí al arrimo y que poco más
arriba en el mapa. Por otra parte, se ha venido especulando en contra de que la
cananeohebrea flotilla de naves especiales que cada tres años iban a la Tarschesh o
Tarsis llegaran precisamente a la hispana Tarsisi o Tartessos. Y en base a que con
el hispano asunto concuerdan lo del oro y lo de la plata. Pero no lo de los monos y
los pavos reales y los colmillos elefantinos de marfil -literalmente así en la Biblia-
porque eran exóticas mercaderías de lujo nada hispanas. Y que apuntan hacia que,
y al igual que con lo de Offir, el asunto más bien remite a tierras del Océano Índico.
Mayormente la India, por el asunto de los pavos reales. Pero lo cierto es que la
zoológicamente especie europea de los monos -mediano tamaño, leonado pelaje
espeso y algo color fuego- sobreviviendo sigue en el ex-tartesio sur hispano, en el
peñón de Gibraltar. Y los turistas, pues echándoles cacahuetes. Y que, al arrimo de
la tal tierra tartesia e hispana, manadas de elefantes hubo en Marruecos -de allí los
tomó el cartaginés gran Aníbal para su famoso ejército elefantino- hasta los
romano-imperiales tiempos. Igualmente bandadas de avestruces, por más que
pues finalmente sobreviviendo al interior del África del Sur, y algo también en el
África oriental. Con lo que pues también el africano pavo real, que sobrevive en las
umbrías selvas de al norte del Congo, muy bien pudo en los tales salomónicos y
tartesios tiempos pues revolotear muy tranquilamente por los bosques de
Marruecos, y hasta incluso por los tartesios bosques hispanos.
A mi modo de ver y aclarándonos algo más, la clave de los tales asuntos está
en que la presunta tardo-circunnavegación cartaginesa del inmenso continente
africano, y oceánicamente desde el estrecho de Gibraltar en el Atlántico hasta las
arábigas costas en el Océano Índico, y Mar Rojo incluido, pues había ya tenido
previamente lugar -y al respecto de los tales navieros asuntos del cananeo-libanés
Hiram y del hebreo Salomón- con el karkedonio e hispano y afrocircunnavegante
Annón en plan de un más o menos tursotartesio Agamenón. O no sé si hasta turso-
tartesio gran Abis. O que tras esta tursia y turia y tyria afro-circunnavegación
hispana, y karkedonia, ocurrió la no menos afro-circunnavegación a cargo de los
farusios que, y Estrabón lo recoge del perdido periplo de Ofelas, desde sus farusias
bases en el ibero-peninsular suroeste -la Ofiussa y Offirusa- fueron pillajeando a
los previos y annónicos puertos de escala y aguada, destruyendo muchos -así en
Estrabón- pero apoderándose de los mejores, me supongo. O al menos con
respecto a las orientales costas africanas en el Océano Índico. Y estos exhispanos y
ex-tartesios farusios y offirusios es lo que está en el asunto de la bíblica y océano-
índica Offir tan misteriosa. y que una tartesio-hispana Offirussa océano-índica, y
Ofiussa. También lo que explica el no menos asunto de que, bien entrado ya el siglo
IX antes de Cristo, el famoso rey judío Josafat volvió al asunto de construir las
grandes naves para ir a por mercaderías de lujo a Tarsis, y las construyó en el
rincón del Mar Rojo -al arrimo del sagrado monte Sinaí- donde, y para ir a Offir, las
construyó previamente el rey Salomón con sus tartesoides ingenieros navales
cananeo-libaneses. Pero recogido está en la Biblia que las tales naves de Josafat
nunca navegaron hasta Tarsis. Me supongo que porque con lo del navegar desde el
Mar Rojo hasta Tarsis se implicaba el circunnavegar el inmenso continente
africano oceánicamente desde el Mar Rojo hasta el estrecho de Gibraltar, y no
estaba ya el horno como para tales bollos. Por otra parte, famoso el gran Josafat
porque desfeminizó -así literalmente en la Biblia- los religiosos asuntos judaicos. Y
que me supongo que con respecto a la cananea tradición -desde Hiram y Salomón
los hebreos habían venido estando muy cananeizados y demasiado- de tener en los
templos los mozalbetes hieródulos ya desnudos y para servicio a los piadosos
clientes. Aparte de no menos prostitutas, claro está. O sea, que el tartesoide y
famosísimo templo de Jerusalén pues que tuvo sus muchas alegrías.

Con lo cual, y siguiendo del tal siglo IX, desde el rey Josafat nos bajamos a
finales del siglo, o comienzos del siglo VIII, cuando los muy refinados griegos jonios
-cuyo centro ya era Atenas, claro está- fundan una portuaria Fokaia y una no
menos portuaria Kyme -en la que se decía que nació el gran Homero- y ambas muy
colindantes, demasiado, en la ahora turco-asiática costa al arrimo de la famosa
gran isla de Lesbos, y algo más arriba de Esmirna. Y hacia mitad del siglo VIII
fundan otra Kyme -también Kumas, y que latinizado en un Cumas- en la
mediterráneo-occidental e itálica tierra prenapolitana, que Nápoles todavía no
existía ni por asomo. Y siguiendo de los siglos previos al nacimiento de Cristo, nos
bajamos a mitad del siglo VII, que es cuando una nave comercial de los griegos
samios -de la isla de Sarnas, más debajo de Esmirna y al arrimo ya de la famosa
Éfeso en la tal costa asiático-anatolia finalmente turca- y con el samio Kolaios, y
tras atravesar el estrecho de Gibraltar, llega descarriada a la hispana y algo
gaditana Tartessos. En pago por las griegas mercaderías, los tartesios la cargan de
plata. Y tanto que, en la tradición griega, quedó el asunto como emblemático del
mayor negocio que imaginarse pudiera. Algo similar cuando, y al recuelo del tal
asunto, asoman por la hispanooceánica Tartessos los griegos fokaios o que
focenses en la latinización del nombre -desde la Kyme pre-napolitana, Ilte supongo,
que faltan unos cincuenta años para que a los transpirenaicos iberos les expolien
los griegos Massalia, o sea, Marsella- y enganchan también gran cantidad de plata
tartesia en su fokaia nave. Y del tartesio y misterioso rey Argantonio. Que les
ofreció asentarse de mercaderes griegos.

Porque en la portuaria y capitalina Tartessos. O más bien Tarsissi, o Tarsis


en suma. Pero los griegos se largaron con viento fresco en las velas. Y con la plata,
que mayormente pues la emplearon en construirle a su ciudad unas espesas y
ciclópeas murallas. Que ya los persas pues como que se les echaban encima. En fin,
un par de siglos después, y en alguno de sus libros de Historia, nos relata los tales
asuntos el gran Herodoto.

Pero a lo que voy, y con respecto al tartesio rey Argantonio. y es a que, en


históricas crónicas chinas relativas a muy remotos tiempos, se recoge el asunto de
que, y por los tales borrosos tiempos, del más lejano y oceánico oeste les llegó una
oceánica flotilla de naves -no se dice si enormes naves oceánicas- que venían del
geográficamente remotísimo reino de Ta-tsin, en el que reinaba el rey An-tun. O
borroso asunto que, en su libro Los orígenes de América y con respecto a remotas
navegaciones transoceánicas, recoge el etnohistoriador Alcina Franch que por aquí
ya citado alguna que otra vez. Por parte de los historiadores académicos de la
mediterránea Historia Antigua, el borroso asunto se lo ha venido remitiendo hacia
que una oceánica flotilla de naves romano-imperiales, en tiempos del romano
emperador Marco Aurelio. Y en base a que en éste el tercer o cuarto nombre era el
de Antonino, que se lo supone metido en el monosilábicamente achinado nombre
del muy euro-occidental rey An-tun. O sea, un asunto en tiempos de hacia a mitad
del siglo II ya en la era cristiana, que es cuando reinó en Roma el emperador Marco
Aurelio. Pero lo cierto es que el tan achinado silabeo con respecto al misterioso
reino de Ta-tsin pues no hay forma de remitirlo homofónicamente al nombre de
Roma, ni tan siquiera en plan de coña marinera. Y en cambio, pues resulta de lo
más fácil el remitirlo inmediatamente al nombre de Tarsis, con los tartesios
hispanos en el lote. Y que en el tal caso, y directamente ya, el nombre del
misterioso y oceánico y muy euro-occidental rey An-tun pues encaja a la perfección
en el del no menos misterioso rey Argantonio de los no menos misteriosos
tartesios hispanos. Y además muy oceánicos y muy euro-occidentales, el auténtico
extremo Occidente de las tales crónicas chinas.

Apoyando el asunto de que una tartesia flotilla de naves llegó


transoceánicamente hasta incluso el sur de la China, y con las Islas Filipinas más o
menos por allí aliado, pues el no menos asunto de que, y en tiempos del nacimiento
de Cristo, una imperial expedición romana encontró en las costas del sur de Arabia
-el ahora Yemen, sobre poco más o menos restos de las muy características naves-
caballo tartesias -lo dicho, en la proa y tallada en madera una gran cabeza de
caballo- y lo mismo pues también siglo y medio antes. Concretamente, a mitad del
siglo II antes de Cristo, un muy rico comerciante griego, Eudoxio de nombre,
encontró en las océano-índicas costas del Mar Rojo los restos de una naufragada
flotilla de naves tartesias, y que tartesiamente característicos por la tal cabeza de
caballo en funciones de mascarón de proa. Con lo que, y con todas sus riquezas, se
vino a la hispana y tartesia Gades -ahora Cádiz- y organizó una flota para
circunnavegar el inmenso continente africano desde el estrecho de Gibraltar al Mar
Rojo, y explorarle comerciales riquezas insospechadas, que es lo que suponía que
había venido haciendo calladamente los tartesios hispanos. Con su flota -dos
grandes naves tartesias de cargamento, y otras varias naves de menor tonelaje-
navegó la atlántica costa occidental africana hasta más debajo de Senegal, y allí
medionaufragó, con lo que pues se volvió con su flota a la tartesia Gades. El asunto
lo recogió a finales del tal siglo II antes de Cristo -o seguidamente a comienzos del
siglo I acaso- el escritor griego Poseidonio, que residió en la hispana Gades para
documentarse sobre su luego famosísimo libro sobre el tema del océano. Que con
lo de las mareas, el flujo y reflujo, la pleamar y la bajamar, a los mediterráneos los
tenía como que muy intrigados, y tanto si romanos como si griegos. Y luego
Estrabón lo recogió de Poseidonio, que para muchos hispanos asuntos fue una de
sus más valiosas fuentes. Y así la tal historia.

Que o remite o parece remitir hacia que las tales transoceánicas flotillas de
naves tartesias que circunnavegaron el África, a mitad del siglo II antes de Cristo la
una -cuando los romanos estaban ibero-peninsularmente metidos en su guerra
contra los hispano-lusitanos del famoso gran Viriato, y sus no menos romanas
guerras contra los hispanos celtíberos de la famosa Numancia y sus alrededores- y
que en tiempos del nacimiento de Cristo la otra, pues que eran cosa que les venía
facilitada por la previa y demasiado transoceánica circunnavegación tartesia del
continente africano unos cuantos siglos antes, en tiempos del tartesio rey
Argantonio, que achinadamente el rey An-tun del extremo Occidente. O que
demasiado transoceánica en tanto que, y tras pasar del Océano Atlántico al Océano
Índico, finalmente la tartesia flotilla de naves acabó en el Océano Pacífico, en las
costas del sur de la China. Lo que bien pudiera remitir hacia que por los tales
tiempos de Argantonio muy bien pudieran seguir funcionando, y tanto en la
africana costa atlántica como no menos en la africana costa océano-índica,
residuales y más o menos hispano-tartesios puertos de escala y aguada. Y que
residuales de la hispanokarkedonia afro-circunnavegación que a lo largo de las
tales africanas costas estableció portuarias ciudades en estratégicos puntos-clave,
y demasiadas, y hacia los siglos previos XIII y XII. Y que circunnavegación más o
menos tartesia, en el sentido de que su punto de partida estuvo en la tartesia costa
del oceánico suroeste hispano. Y desde el que, y seguidamente, la también algo
tartesio-hispana circunnavegación a base de los farusios u offirusos.

Que habría que sincronizarla con el asomar finalmente los filisteos -entrado
ya el siglo XII, hacia el año 1176 antes de Cristo- en el segundo gran asalto de los
muy navegantes pueblos del mar contra el Egipto faraónico, los teresh o tartesios
pues incluidos en el asunto. Pero que más bien pues incluida mucha filistea flota de
naves de guerra, o al menos en las iconografías egipcias de la época -pinturas
mural es, bajorelieves- así es como el tal asunto asoma. Que pues sin tampoco
olvidar que, en las variantes mecánicas del hablar, quien dice farusios pues dice
también falusios al menor descuido. Y filustio y filisteos, pues a la menor
oportunidad. Y no menos pues pilustios o pelasgos, y en armonía con el philistim
de los hebreos para lo de los filisteos. O en otras palabras, algo así como que, y en
irse turnando diversos grupos hegemónicos en el asunto tartesio, en los tales
tiempos de bien entrado ya el tal siglo XII la hegemonía en el tartesio sur hispano
ha venido a mano de los offirusos o filisteos. O los ofir-lusos y offir-lusos proto-
lusitanos y todos pues tan tranquilos.

Volviendo a lo del tartesio rey Argantonio, con los griegos llegándole y


descubriendo a la misteriosa Tartessos, y enganchándole la plata en cantidad, pues
que bien enterados ya los griegos de los tartesios asuntos, tan olvidados, el arcaico
poeta griego Estesícoro retama las legendarias historias del tartesio gigante y rey
Gerión, y que más bien proto-tartesio, y las canta y decanta en una larga epopeya
titulada lógicamente la Gerioneida porque centrada en Gerión, y en su tartesio país
de la plata. Y con el gran río de los tartesios -el ahora río Guadalquivir- como el
gran río de la plata. Que muy plateado todo el asunto. Y de la tal poética epopeya
pues nos han llegado al menos fragmentos. Son los tiempos en los que, y por
entonces, el babilonio Nabucodonosor arrasa a los judíos del reino de Judá y se los
lleva cautivos a Babilonia, y refundan los griegos fokaios o focenses la ciudad de
Massalia, finalmente Marsela, y la refundan en base a tranquilamente robársela a
los iberos transpirenaicos. O la cuestión de si le llegaron o no le llegaron a
Estesícoro, traducidos o no traducidos a lengua griega, manuscritos -rollos de
papiros más o menos tartesios, o ya ex-tartesios. Que los arqueólogos del tema
tartesio ahora están en que en los tartesios tiempos hubo mucha difusión popular
de la escritura -e incluso demasiada- en los tartesios ámbitos hispanos. Lo que
implica que muchos rollos de papiro en plan de libros. Incluidos los escritos de
epopeyas tartesias, la serie de escritos tartesios de Historia, según Estrabón recoge
de no se sabe qué fuente. Que muy bien pudo ser el no menos griego Poseidonio,
tan residenciado en el cogollo territorial tartesio -Cádiz, Sevilla, Jerez- para
estudiar el asunto de las oceánicas mareas. Y en fin, que no menos pues habría que
cuestionarse si le llegaron o no le llegaron al gran Homero al menos síntesis de las
ibero-peninsulares epopeyas tartesias. O no menos cuestionarse de si el original
griego tanto del periplo del karkedonio Annón como no menos del perdido periplo
de Ofelas fue o no fue inicialmente no un escrito en lengua griega sino que más
bien un escrito tartesio y que traducido luego a lengua griega por alguno de los
griegos escritores que, en función de maestros de gramática -de gramática latina,
me supongo- para los hijos de los ricos y pudientes tartesios ya más o menos
turdetanos o tursetanos, pues se residenciaron en el tal cogollo territorial tartesio
unos cien años antes del nacimiento de Cristo, a caballo entre los siglo I Y II en los
tales muy precristianos tiempos. Y que luego pues escribieron sus libros con
respecto a hispanos e ibero-peninsulares asuntos más o menos tartesios. O más o
menos turdetanos o tursetanos, claro está. O en fin, lo dicho que parece como que,
y a manos de los cartagineses, sucumbieron los muy estrictamente históricos
tartesios hacia el año 500 antes de Cristo. O cosa parecida.

Y para terminar el tema, y con respecto a las tales afrocircunnavegaciones


transoceánicas, la única académicamente admitida -y en el siglo IV a.C. nos la relata
el gran Herodoto- fue la que hacia el año 600 a.C. aproximadamente, o más o
menos tiempos del tartesio rey Argantonio, o más bien algo después, organizó el
faraón Necao II con flotilla de naves egipcias, y libanesa tripulación fenicio-
cananea. Fue una especie de gradual exploración lentísima: a cada poco se
asentaban en la costa, sembraban trigo, lo cosechaban luego tras unos cuantos
meses y previas las lluvias. Y así, y para abajo, a lo largo de las larguísimas costas
africanas del Océano Índico, y luego pues para arriba a lo largo de las no menos
larguísimas costas atlánticas africanas. Y tras atravesar las columnas de Hércules -
o sea, el estrecho de Gibraltar- pues llegaron finalmente al mediterráneo delta del
egipcio río Nilo, tras dos años y medios de afro-circunnavegación. Compáreselo con
lo de que, en 1772, y con dos corbetas a vela, y viento en las velas, el tan famoso
explorador y almirante inglés Cook en llegar de las islas de Cabo Verde -frente a
Senegal- a la punta-sur del África, y costeando, tardó cosa de medio mes, unos
quince días. O sea, que el afrocircunnavegar el África por el sur desde Tartessos
hasta la océano-índica boca del Mar Rojo pues muy bien podía ser cosa de unos
cuarenta días en los que algún que otro puerto de escala, y con viento en las velas.

Claro que, pues lo dicho, que de la borrosa relación de las epopeyas


homéricas con respecto a los asuntos tartesios, pues acaso también habría que
cuestionarse de si la Kyme o Kumas en la que nació el gran griego Hornero -y el
nombre parece un más o menos Kumero, dicho sea de paso- muy bien pudiera
haber sido la tartesia Kumas que finalmente la sevillana Camas, y de la mano de los
proto-griegos hispanos hegemónicos en el tartesio sur ibero-peninsular antes de
residenciarse en el noroeste galaico. Y al respecto, en Estrabón el tal noroeste -y
río Duero, con o sin los proto-griegos dorios metidos en el asunto- asoma de
mucha coloratura protogriega, e incluso demasiada, y aldeanos y primitivos juegos
olímpicos incluidos. Por otra parte, y de sus fuentes más o menos greco-hispanas,
no menos asoma en Estrabón el curioso dato de que el refinamiento civilizatorio de
los tartesios es cosa que les viene de su étnico parentesco con los keltoi de la tal
coloratura proto-griega. Lo cual remite o parece remitir hacia que éstos fueron o
los iniciales tartesios o los protogriegos tartésicamente hegemónicos en el
oceánico sur iberopeninsular en alguna remota época. Y del que resultaron luego
expropiados, y empujados hacia las lluviosas tierras del noroeste ibero-peninsular.
Al respecto, y residualmente en el entorno sevillano, la tal Kumas o Camas y una
Azanaque más o menos atenaica.

Y aquí encaja lo de que el alfabeto tartesio resulte tan cercano al arcaico y


griego alfabeto jonio. Con o sin el bíblicamente proto-tartesio Yaván como origen
de los tarsios o tartesios -del yavanios o yavonios se llega a lo de los griegos ionios
que españolamente jonios- y de los atartesiados elisos. En cuyo eliso y proto-
murciano territorio exhumadas inscripciones del arcaico alfabeto jonio. O sea, que
los tales protogriegos jonios y proto-murcianos, y no menos los borrosos jonios
proto-tartesios, muy bien pudieron tener también ya en escritura -y lo mismo que
los tartesios- sus poemata o epopeyas. O valga también y al respecto el dato de que
en arcaica lengua jonia están las geniales epopeyas de Homero, la Ilíada y la Odisea
no menos famosa, y que Estrabón relaciona con territorio tartesio. No menos en
arcaica lengua jonia el famoso periplo de Annón que aquí ya mucho asomado ha.
Bien, así el asunto. Y valgan detalles. Y entre los que una muy pequeñita nave de
oro, juguete o miniatura, que muy correlato con respecto al legendario asunto de
que, por allí, o por los alrededores, el dios Sol -o rey Sol- le prestó al Hércules
proto-griego una nave de oro con la que navegar a hispanas tierras tartesias para
darle muerte al gran rey Gerión. Y para luego irse a las islas Hespérides a por las
frutas de oro, que me supongo los dorados membrillos. Y si es que no limones o
naranjas. Que el hispano-romano Pomponio Mela en algunas de sus geografías
sitúa bosques de limoneros en las ahora tierras del Senegal. Con o sin incluir en el
asunto el que el romano gran escritor Cicerón tenía una norteafricana mesita
hecha con tablas de zider o similar, que no se sabe si remitirla al cidro o naranjo de
la naranja amarga. O sea, el africano y mulato Hércules del que se decía que, visto
desnudo y por la espalda, resultaba claro que tenía el culo muy negro. O muy
africano. O sea, legendarias navegaciones. Con o sin lo del uralo-atlántico benet o
penet para significar nave pues llegar al vénetos para significar navegantes. Pero
no menos pues llegar a lo de los punt o pénetos, e incluso hispanetos en el mejor de
los casos. Las naves. Pero sin tampoco olvidar que en alguna arcaica inscripción
tartesia asoma el nombre de Anno como que muy hispano y tartesio rey
Argantonio, en la versión griega del nombre, fue más bien un arguento Annón y
para significar el Annón de la plata, y muy apropiadamente.

22. De la tan perdida ciudad Tartessos y que no hay forma de localizarla

Con respecto al asunto de que dónde estuvo Tartessos, la portuaria capital


de los tartesios, al menos en los tiempos en torno al rey Argantonio, previos o
posteriores. En las fuentes, tanto si autores griegos como si romano-imperiales, y
según datos oídos en la ibérica península, para unos la portuaria capital de los
tartesios estuvo en Gades -me supongo que la ciclópea ciudad que ahora está
siendo arqueológicamente algo exhumada al arrimo de la desembocadura del
legendario y letal río Leteo, finalmente Guadalete, y al arrimo del Puerto de Santa
María- y es la opción que tuvo más votos. Para otros, en Carteya, en el mismísimo
estrecho de Gibraltar, al arrimo de donde ahora Algeciras. En alguna otra fuente se
la sitúa en Onuba, finalmente Huelva. Y en otras fuentes, hasta incluso se la sitúa en
Olisippo -finalmente Lisboa- según creo recordar, y no hay por qué extrañarse, el
sufijo en -ippo es muy tartesio, o no sé si muy proto-tartesio más bien. Yo tengo la
idea de que todas las tales localizaciones con respecto a la portuaria capital de los
tartesios, y algunas más, pues muy bien pudieran valer. Y al respecto, y según el
proto-gaélico Leabhar Ghabhala proto-irlandés, la capital del tartesoide gran
Breoghán -con nombre que remitiendo a un casi hebreo-annón en los tales
remotos y pregaélicos tiempos peninsulares, o hebreo-khan al menos, o
supongamos que un ibero-khan más bien- pues la funda éste en las rías gallegas,
una Briguntia del estaño. O en fin, que según épocas y grupos hegemónicos la
portuaria capital tartesia pudo estar o por aquí o por allá, o por donde sea,
especialmente si incluido el milenio de proto-tartesios en el asunto, y que a
comenzarlo en el año 2500 antes de Cristo, aproximadamente.
Pero con respecto a la terminal o casi terminal capital de los tartesios, pues
está el aquí ya tan citado periplo massaliota -versificado por el geógrafo romano-
imperial Avieno, y metido en su Ora Marítima o larguísimo poema geográfico- y
que, al estar escrito en griego, y demasiado detallista con respecto a los
alrededores transpirenaicos de la ex-ibera y luego griega Massalia, finalmente
Marsella, pues es por lo que se lo supone obra de un navegante griego massaliota.
O sea, que después del año 600 antes de Cristo, que es cuando aproximadamente
los griegos focenses refundan en griega la ibera Massalia. Pero también puede ser
de antes, y sin entrar más en los intríngulis del tal asunto. Pues bien, en el periplo
massaliota -traducido de lengua griega a lengua latina- el griego y navegante
massaliota escribe y describe que en las bocas del gran río de los tartesios -ahora el
río Guadalquivir estuvo la opulenta y portuaria ciudad a la que los púnicos -unos
púnicos nada cartagineses, que los cartagineses todavía no habían asomado en
tierras hispanas- llamaron Gadir, por ser un recinto amurallado y fortificado, pero
que su originario y antiguo nombre fue el de Tartessos. Y que, cuando por allí pasa
en su nave el massaliota navegante, pues no era ya más que una aldea y montón de
ruinas. Así literalmente el massaliota periplo. Que es fuente fundamental no sólo
para iberopeninsulares tiempos muy arcaicos y demasiado pre-romanos, y pre-
cartagineses, sino que también para ibero-peninsulares tiempos muy remotos o
remotísimos, y de los que el periplo engancha igualmente informaciones y datos.
Acaso los pudo enganchar porque, al ser de la ex-ibera Massalia, pues muy bien
pudiera haber sido no exactamente un griego colonial y focense sino que un
massaliota ibero más o menos helenizado. O un medio-ibero, con la lengua ibera
como lengua materna. Y de ahí el que pudiera entenderse con las costeras gentes
de lenguas iberas a lo largo de las hispanas costas tanto si mediterráneas como si
oceánicas. De hecho, al llegar en su navegante periplo por donde ya acaban las
iberas lenguas pre-indoeuropeas y comienzan las lenguas indoeuropeas, el
suroeste peninsular, pues por allí acaba precisamente su costera navegación.

Eso de que las ruinas de la opulenta Tartessos estuvieran en las bocas del
río Tartessos -lo dicho, el ahora Guadalquivir- lo especifica muy detalladamente el
periplo: la isla, en la que las tales ruinas residuales, la rodea el agua del río al fluir
al gran lago Ligustino -somero, y muy marino en la pleamar oceánica de cada día, y
meramente fluvial en la bajamar- por vía de tres bocas, cosa que parece remitir a
las dos islas -en las que ahora Sevilla- por las que desembocaba el gran río en la
orilla norte del lago. O bien pudiera referirse a que en la isla hay tres bocas para la
salida del agua lacustre hacia el océano. Y luego -nos especifica el periplo- y para la
salida de las lacustres aguas ya directamente al océano, pues otra desembocadura
terminal, y gemela -literalmente- en cuanto que con un par de bocas. Algo similar y
de alguna de sus fuentes -escritores griegos residenciados en el hispano ámbito
tartesio-turdetano, mayormente- recoge Estrabón, y pasa rápidamente a
recordamos que en el geógrafo Eratóstenes -siglo III antes de Cristo- Tartessos es
Tartesis, nombre bastante homófono del bíblico Tarschesch tan finalmente Tarsis.
Lo que recoge Estrabón, y probablemente de Eratóstenes, es que la ciudad de
Tartessos estuvo en una tierra entre dos desembocaduras del río. O sea, el
desembocar en el gran lago -finalmente gran zona marismática y pantanosa de
charcas y canales- y el luego pues desembocar en el océano. Y este segundo
desembocar, y según el massaliota periplo, pues lo dicho, a través de dos bocas.
Una la actual desembocadura del río en el océano, Sanlúcar y Chipiona en una
orilla, el selvático Coto Doñana en la otra orilla. Y la otra boca, pues por mitad del
Coto Doñana. Que es donde hizo excavaciones en cantidad el arqueólogo alemán
Schulten, tan entusiasta de los tartesios asuntos, y con la idea de que las ruinas de
la portuaria Tartessos estaban enterradas en el Coto Doñana. Pero sólo exhumó
arqueológicamente restos de una romana aldea de pescadores. Y un anillo de
cobre, y en el que, y en alfabeto griego muy arcaico y muy euro-occidental,
posiblemente itálica para Schulten, pero más bien proto-griego hispano o griego-
tartesio, pues dos breves inscripciones. Una por afuera, y para significar que el
dueño del anillo sea feliz. Y la otra por dentro, y si traducida pues un repetitivo
guárdalo, guárdalo, guárdalo. En fin, Schulten recoge el asunto en su gran libro
Tartessos que tan exhaustivo y erudito, y ya un gran clásico. Lo cierto es que
Schulten casi acertó en lo de localizar por allí a una al menos terminal o casi
terminal Tartessos portuaria, y naviera ciudad. Desacertó en su libro al vincular a
los tartesios con los lidios -en la ahora turco-asiática costa donde Esmirna sigue, y
donde las ruinas de la famosa Éfeso o más bien vinculados a un mestizaje entre los
itálicos etruscos y los lidias. Pero en la idea del tal asunto previa al libro acertó al
vincularlos con los minoicos cretenses, en plan de que unos mediterráneo-
orientales minoicos -de la diosa Europa- transmigrados al sur oceánico de la
Península Ibérica. No está nada mal pero hay que invertir la tal transmigración, y
pasar hacia los minoicos como si una especie de tartesios descarriados. O así al
menos, a mi modo de ver. Y con referencia a una fase de los tartesios cuando
todavía muy prototartesios, y no más.
Pues bien, lo de que muy antiguamente la portuaria Tartessis una ciudad-
isla amurallada entre las dos desembocaduras -la lacustre, y la litoral- del río ahora
Guadalquivir pues parece como que bastante acertado. En concreto, en una
prospección geomorfológica llevada a cabo por un equipo de geólogos franceses
entre 1980 y 1981, Y relativa a toda la actual desembocadura del muy tartéssico
río Guadalquivir, pues resultó el descubrir que, algo tierra adentro por la actual
desembocadura, hubo en antiguos tiempos tanto romanos como muy pre-romanos
una larguísima y ancha isla de muy primitiva sedimentación aluvial, o especie de
larguísimo tapón que amenazaba con taponar la salida lacustre de las aguas hacia
el océano. Las aguas del somero lago marinofluvial en la pleamar -y en su costa
oriental, Nabrissa, ahora Lebrija, y Trebujena y la Hasta de los reyes en la que se
reunían finalmente los tardo-tartesios reyezuelos gaditanos, o en plan de casi post-
tartesios más bien- y que amplio río de anchos brazos marismáticos, y entre
charcas, en la bajamar. Amenazaba con taponar pero que no taponaba porque y
por mitad del inmenso y marismático gran lago somero, el ancho cauce central del
río se bifurcaba en dos anchos brazos al encontrarse de frente con la tal
alargadísima y ancha isla. Y con un brazo la rodeaba por el extremo occidental, y
con el otro brazo la rodeaba por el extremo oriental -donde ahora el pinar y aldea
de la Algaida- y conjuntados ya luego los tales dos brazos -marinos en la pleamar,
fluviales en la bajamar en ya otra vez un anchísimo cauce, éste volvía a bifurcarse
en otros dos terminales brazos ya litorales, o desembocadura ya más bien por dos
bocas, una por mitad del Coto Doñana, la otra pues la actual y ancha
desembocadura del río y que pues lo dicho, con Chipiona y Sanlúcar en una orilla, y
el selvático Coto Doñana en la otra orilla.

Pero lo interesante es que, sí, la alargadísima isla -que de un medio-tapón


funcionaba más o menos- acabó taponando con arenas aluviales -las lluvias
torrenciales- el brazo fluvial que por su isleño extremo oriental la contorneaba, por
donde ahora el pinar de La Algaida. Y que, taponado por allí, pues se abrió camino
y cauce por mitad de la isla, a base de algún canal por allí existente. Taponado
luego a su vez con aluviales arenas este cauce de por mitad de la isla, se abrió luego
otro cauce -aprovechando otro canal, me supongo- a través de la isla en su casi
extremo occidental. Mientras, pues iba también resultando taponado y convertido
en marisma y charcas el brazo fluvial que en la bajamar contorneaba a la isla por
su tal extremo occidental, entre el tal extremo y las ahora tierras del Coto Doñana.
O en fin, que el tal segundo cauce abierto por mitad de la isla, pero casi en su ya
extremo occidental, sigue siendo por allí el actual cauce del río Guadalquivir ya en
su tramo final y hacia la terminal desembocadura. En 1981, a finales de febrero o
primeros de marzo, la revista La Gaceta Ilustrada de Barcelona le dedicó al tal
asunto geomorfológico y tartesio un muy amplio reportaje con muchas fotos y
mapas varios, unas seis anchas páginas. y aunque era una especie de bombazo
informativo, lo cierto es que desapercibido pasó, y ni caso. Me supongo que al país
-incluida Andalucía- lo cogió muy descolocado, o cosa parecida. O sea, lo normal.

Teniendo en cuenta que, y lo recoge el periplo massaliota, a la tal isla los


púnicos la denominaron Gadir -unos púnicos muy pre-cartagineses a lo que
parece- y porque recinto fortificado, o sea, amurallado, y que finalmente sólo una
pequeña aldea y ruinas, y nombre que en la semítica lengua más bien bereber que
púnico-cartaginesa pues ya pudiera muy tranquilamente ser un AI-Gádira, o cosa
similar, que la cananea lengua cartaginesa algo está más o menos en casi la misma
línea semítica que la lengua árabe. Pues que de lo tal nos resultó finalmente el
nombre de la ahora sevillana aldea de La Algaida. Que de un Gádira se pasa a un
Gaidar pues al menor respiro. Y si es que lo del AI- no es añadido de lengua árabe, y
que acaso lo es. Y eso es lo que parece quedar de la Tartessis isla, un sobrenombre
que acaso le echaron encima los cartagineses. Lo que parece apuntar hacia que
están en lo cierto los protohistoriadores que han venido sugiriéndonos que lo más
probable es que los cartagineses fueron los que le dieron a la misteriosa Tartessos
el puntillazo final. Y lo que pues también parece apuntar hacia que los cartagineses,
que funcionaban ya como portuaria ciudad en el año 800 antes de Cristo, pues que
se asentaron en la orilla africana del estrecho de Gibraltar, y desde allí y con
flotillas de naves incursionaron ferozmente por la costa tartesia muchísimo antes -
casi un par de siglos antes- de que con sus imperiales ejércitos de bereberes
mercenarios invadieran el sur de la ibérica península hacia mitad del siglo IV
previo a Cristo, o más bien algo antes. Queda el asunto de que lo que los
cartagineses vieron en la tan alargadísima y taponera Tartessis isla no fue
exactamente una ciudad sino que una isla fortificada con una muralla, o cosa
parecida, o al menos así el asunto según el massaliota periplo. Y que pues muy bien
podía ser ya una fortificación en ruinas. Lo cual abre una perspectiva de varias
opciones. O que otras feroces gentes -los más o menos affirussas e hispano-filisteos
lusitanos, por ejemplo- habían arrasado ya previamente la tal Tartessis isla-ciudad.
O que se la habían arrasado las aguas torrenciales de una gran inundación
confluyendo con la pleamar de las altas mareas oceánicas de noviembre o de
febrero. O que la tal isla-ciudad fue siempre una más o menos gran ciudadela
estratégica en la entrada marinofluvial a la auténtica gran capital portuaria -al
menos en alguna época- de los tartesios, la Híspalis que finalmente Sevilla, la ilis
Hispán, o ciudad de Hispán, si tiene finalmente consistencia lo del Hispán, gran
sobrino del proto-griego Hércules. O que significando meramente ciudad hispana,
o que no menos hispana -que más arriba en el mapa estaba muy pre-romanamente
la ciudad minera de Sísapon- y que, y en tanto que hispona, pues paenes y proto-
púnica de los proto-púnicos hispanos nada cartagineses sino que muy
precartagineses. o en otras palabras, el massaliota periplo recoge percances de
remotos o remotísimos poenes hispanos, y valga la redundancia. y esto de que
unos púnicos a la tal muy fortificada y taponera isla -y parece como que ya en
ruinas- le llamaran Gadir, pues que acaso tenga algo que ver con los remotos
percances de los borrosamente ibero-peninsulares proto-púnicos. O sea, proto-
hispanos. O a ver si hay suerte. Con todo lo cual, pues parece que a la portuaria
Tartessos -o Tartessis- a la que, y donde el tartesio rey Argantonio, llegaron hacia
mitad del siglo VII antes de Cristo las naves de los mercaderes griegos, pues muy
bien pudiera haber sido o la Híspalis que finalmente Sevilla, o la Gades ciclópea que
ahora está siendo arqueológicamente exhumada en la orilla continental de la bahía
de Cádiz, al arrimo de la muy lógicamente portuaria El Puerto de Santa María. O no
sé si la Onuba, que finalmente Huelva, pudiera entrar en el tal lote. Y al respecto de
la Gades, valga que en el massaliota periplo lo de la Gadir, taponera isla de púnico
nombre, resulta algo confuso. Viene yuxtapuesto a otra Gadir portuaria, y con la
que parece tener relación la parrafada massaliota de que, y si bien mirado, por la
tal zona lo único que algo valía la pena eran las fiestas de Hércules. Asunto que con
lo del famosísimo y gaditano templo de Hércules -de factura muy arcaica, y que a
los tiempos de la famosísima guerra de Troya remontaba, lo dicho- pues remite a
una Gadir que no es precisamente la de la taponera y marino-fluvial isla con sus
ruinas y su aldea. O sea, que otro el panorama.

Por otra parte, el trogo-pompeyano asunto de que, en el costero sur ibero-


peninsular, y para remotos tiempos, de un lado los proto-tartesios oceánicos, más
o menos kynetes en cuanto que en paralelo con que del otro lado sus más o menos
hermanos proto-tartesios kynetes, pues que remite hacia dos proto-tartesias
capitales portuarias, una pues oceánica -y el asunto apunta hacia una Onuba u
Onupa, y que en consonancia con la cherkessia Anapa- y la otra, la kyneto-tartesia
y mediterránea Malakka, pues la proto-etruscamente malax-aka para significar río
de los mercaderes. O malax-karra para significar ciudad-mercado. O pues malax-
caua para significar sol de los mercaderes. Con o sin meter en el asunto a las muy
pre-romanas monedas malagueñas en las que grabado un sol. Tampoco está nada
malla combinatoria de sol con mercado. y la ahora malagueña Costa del Sol como la
terminal de los tales asuntos. Y que remotísimos. Y que pues muy lógico.
Aquí pues acaso habría que incluir que tampoco hay forma de localizar en
qué lingüística familia la enigmática lengua tartesia, con tantísimas inscripciones
indescifradas en las que, y lo dicho, tan sólo y muy dudosamente un -be como que
remitiendo a la lengua vasca. Yo estoy en que desde la de los everes khaunzaq o
desde la de los hunza acaso algo se les pudiera sacar. O más bien desde la de los
tranquilamente uralo-atlánticos livios livonios -ya casi a punto de extinción, y en
relación con la de los antiguos estes que finalmente los estonios- si más bien ex-
hispana, y puede que ex-tartesia. Especialmente si teniendo en cuenta que entre
los hispanoides topónimos livonios, en el báltico oeste de Letonia, está un muy
central Talsi demasiado homófono con el Tarsis no menos central de los tartesios
hispanos. Incluyendo que tara en la livonia lengua significa huertos, jardines. Y así
pues llevándonos a que un tara-tarsios o tartesios pues más bien significará talsios
o tarsios hortelanos, fulgurantemente, y no tarsios del sol. Por otra parte, y en
paralelo con arcaicos topónimos hispanos metidos entre paréntesis, tenemos los
livonios Liepa (Lepe), Marciene (Marchena), Marzsalaka (Malaca, Málaga), Sabile
(Sevilia, Sevilla), Tarupe (Taripa, Tarifa), Aluvksne (Alosno), Aloja (Loja), Gauja
(Jauja), y etcétera. Lo cual, y con el estonio Tartu que tan homófono del Tartessos,
muy bien pudiera llevamos a que los antiguos estes son el etnónimo metido como
eteos en los europos eteokretos, terminal de los minoicos en la europa isla de Creta
en el siglo VI antes de Cristo. O que también metidos en el ast de los astyres o
astures, y al respecto ellivonio Liubana con el asturio Liébana. O ellivonio annayi
con el hispano Anaya. y con o sin el río Anas -finalmente Guadiana- metido
dolorosamente en el asunto. Mucho sufijo livonio en -pe o -pa pues al estilo
tartesio. Y el asunto parece arrastrar a los lituanos y letones hacia un borroso
origen hispano. O un panorama, y espesos todos. O en suma, que del descifrar las
inscripciones tartesias pues la base para descifrar las tenebrosas inscripciones
minoicas. Las tinieblas.

No menos asoma o parece asomar el estes o eteos en lo de los tartesoides y


pre-romanos tranquilamente et- porque etmaneos y apuntando acaso hacia un
eteo-mainos con su río Maenoba y un eteo-minoicos por donde ahora Sevilla, o que
eteo-minoa más bien. Con el -etes de los cunetes y kynetes metido en el lote. Y
apuntando hacia que los minoicos de la diosa Europa fueron los kaunios o konios
en plan de unos más o menos tartesios cunetes o kynetes, con su portuaria
Knossos como puerto de los konios. Y en la que, y en el arqueológico palacio, el
salón del trono como un obscuro salón obscuramente olimpo y obscuramente
ulunpe y largándole hilo a la lengua vasca. O en fin, con el algo livio estes metido en
lo de los algo proto-malagueños kynetes tartesios del gran Gárgoris, pues resulta
lógico que para pre-romanos tiempos asomen de proto-malagueños unos libio-
phoinikes que más bien unos phoenikes proto-livios. Pero en la livia lengua, o
livonia, lo de turo significa dios. Y como que el dios-toro. Y un tyro como variante.
Tremendo.

23. De los pre-tartesios en sus tinieblas y demás rincones insospechados

Y ahora pues hay que echarles un vistazo a los prototartesios. Y que tanto
entusiasmo vienen despertando últimamente en algún que otro sector de los
protohistoriadores más o menos profesionalmente arqueólogos. Está claro que el
asunto comienza con los legendarios proto-tartesios del cada vez menos
legendario y más histórico gran rey Gerión, o protohistórico más bien, el de la
lucha a muerte contra el Hércules menor, el gran Hércules de los más o menos
norteafricanos proto-griegos. Ya dicho quedó que el tal asunto, Hércules versus
Gerión, o el borroso hecho histórico que al tal asunto le subyace, hay que remitirlo
hacia el año 2500 antes de Cristo. Y en tomo a los tiempos en los que el muy
tiránico gran faraón Queops construía en Egipto su inmensa gran pirámide. O sea,.
que académicamente los proto-tartesios muy bien pudieran ir -esto no está todavía
muy fijado- desde a mitad del siglo XIII a.e. con el asunto de los teresh o tartesios
en el segundo asalto naval a Egipto -y hacia donde se sitúa ahora académicamente,
y algo dubitativamente, lo del kyneto-tartesio gran Abis o Habis- hasta los tales
tiempos en torno al tal año 2500 a.C. y que muy aproximativamente, o primer
tanteo. Pero están de base y previamente los pretartesios como es lógico.

Desde en tomo al tal 2500 a.e. y remontándonos cronológicamente hacia


arriba, y para pre-tartesios tiempos, entendidos en sentido lato, pues hay que
comenzados con el gran esplendor muy mediterráneamente protociclópeo de los
arqueológicamente millarenses en el sureste hispano -las ahora andaluzas tierras
de Almería- y que tan demasiado tempranamente arquitectos geniales, urbanistas
geniales, metalurgos geniales, y con una demasiado temprana agricultura de
regadío metida en el lote del tan demasiado esplendor, y hacia el año 3400 a.e. el
tal asunto. Bajando cronológicamente, en tomo al año 3000 a.e. aproximadamente,
en mi opinión, tenemos el hecho histórico que sumergido subyace con respecto al
gran Zeus de las legendarias historias que luego y finalmente convertidas en
religiosa mitología griega. Nos resulta pre-tartesiamente importante por lo de
Poseidón, el gran caballo del océano, el legendario hermano olímpico del gran
Zeus, pero que tuvo siempre una especie de rancho aparte en las legendarias
historias -Hades, Apolo, etcétera- de los dioses olímpicos. Importante porque lo del
océano lo sitúa geográficamente en el luego muy tartesio entorno del estrecho de
Gibraltar. Y no menos importante porque está en el origen de la legendaria
geneología -la oceánica Medusa de la cabellera de serpientes, y el pre-geriónida
Krisaor, el de la espada de oro- que con Pegaso, el gran caballo volador del océano,
lleva al proto-tartesio gran Gerión y sus geriónidas. O sea, el asunto de las naves de
guerra o naves-serpientes, y de las naves-caballos que tan característico de los
históricos tartesios, terminales o no terminales.

No menos importante el asunto Poseidón -un gran caudillo muy navegante


luego elevado a la categoría de gran dios- porque el nombre, a juicio de expertos
del tema, remite a un previo y más completo Hipposeidón, y en lo que en lo del
hippo va metido lo de caballo. Pero si es que, y es otra opción, no resulta más bien
el Poseidón pues la contracción fonética de un previo Apopis seidón que
previamente kyndonio y con los ya hispanos kynetes o kunetes metidos en el
asunto, que es lo que yo pienso. Que de un Kyndonia se llega luego a un Sindonia o
Seidona, y finalmente a una Sidonia hispana. Y no menos a una Sidón libanesa que
muy prebíblica y muy pre-cananea. En las legendarias historias, el apopis Poseidón
etimológicamente kyndonio y kunetonio, y el tal -don o donio pues del kunetonio
llega hasta el nombre del terminal e hispano-tartesio rey Argantonio, y cuántos
siglos demasiados duran a veces los nombres, casi dos mil quinientos años en este
larguísimo caso. Yo estoy en que el tal apopis sumergido en el nombre de Poseidón
-y posiblemente también en el muy pre-griego nombre de hippo para el caballo, y
acaso para significar un caballo-rey, un gran señor cabaIlo- pues que no menos
sumergido en el nombre del demasiado imperial y kyneto-tartesio gran rey Habis o
Abis. Con el Apis como variante. O sea, un gran kipo o cipo, un gran falo. Un gran
padre-falo, si remitiendo el asunto a un appokipo o kippo-abba o cosa parecida.
Que bien sabemos que en los no muy civilizados tiempos a los guerreros caudillos
los apodan de gran falo, y con toda tranquilidad. Y tirando del hilo, pues traer aquí
que en las legendarias historias egipcias, convertidas luego en codificadas
mitologías de diosas y dioses, Apopis es precisamente el nombre del gran demonio
antiEgipto y anti-dioses. O el gran señor de todas las tinieblas, si dicho
egipciamente el asunto. No menos parece estar sumergido el apopis en el nombre,
en versión egipcia, del gran faraón Khepu -o Queops, y que remitiendo a un
Queopis, en la versión griega- de la inmensa gran pirámide. O sea, especie de
invasor llegado del extremo oeste mediterráneo. Y que o en la línea Khepu, Khapy,
Hapys, Habis, Abi, o lo parece. En fin, yo estoy en que el gran demonio Apopis -y
que muy negro y muy navegante- es el oceánico gran Poseidón. Y el Khepu pues un
no menos muy navegante, aparte de que invasor. y con perfil de que muy
mediterráneo-occidental en cualquier momento. O de que muy
mediterráneamente eurooccidental pues a la menor oportunidad.

O siguiendo de la pre-tartesia base para los prototartesios tiempos del


hispano gran rey Gerión y sus geriónidas. Pues que en torno al año 2800 antes de
Cristo está el origen hispano de la agrícola y refinada civilización del vaso
campaniforme o elegantísimo tazón cerámico para beber vino -o sea, el por ahora
origen mediterráneo del cultivo de la vid- y que ya no para beber cerveza, que es lo
que decían hasta hace poco los especialistas del tema. No menos y
simultáneamente está por la tal época la inicial y transmediterránea ruta del
estaño ibero-peninsular. Y que borrosamente -y a lo largo de una no menos
transmediterránea serie de enclaves portuarios con nombres en -ussa o similares-
transportaba en naves el anaku o estaño desde el país de Anakuki en el ámbito del
estrecho de Gibraltar -el pre-tartesio ámbito del río Anas, las ahora andaluzas
tierras de Huelva- hasta la asiático-anatolia Tarso -donde luego el templo del gran
Hércules Tarsio, en paralelo con que también del tal Hércules el famosísimo
templo en las tartesias costas de Gades, ahora Cádiz- y que al arrimo de la isla de
Chipre, en el finalmente turco-anatolio rincón nordeste del Mediterráneo oriental.
Con el ibero-peninsular estaño por allí, y con cobre, pues a fabricar el bronce.
Tengo para mí el que el imperial Sargón mesopotámico de la inscripción en la que
asoma lo del anaku y Anakuki pues muy bien puede que sea el pre-tartesio gran
Hércules Tarsio. En el sentido de que de un vasconamente sufijado Tarse-on se
llega luego a un Tarkón o Tarxón pero no menos a un Sarkón o Sargón, que así gira
el mundo, y no hay que darIe más vueltas. Y desde un tar-zar para significar solrey.
Que así el asunto. Claro que lo de Sargón también puede muy tranquilamente
remitirlo hacia un saor konio o kyneto, kuneto en suma. Y llevamos al geriónida
padre, el gran Krisaor. o que pues kiri-saor para significar el gran señor rey. O gran
señor zar y no haya espasmos. Que los filólogos indoeuropeístas, y de sus
arqueologías lingüísticas, nos dicen que en torno al tal 2800 antes de Cristo, o
tiempos de la inicial y transmediterránea ruta del estaño ibero-peninsular, están
naciendo las euro-occidentales lenguas indoeuropeas, incluido un kirios en una
embrionaria lengua muy proto-griega, y un zar en una no menos muy embrionaria
lengua eslava. O más bien muy proto-persa de un muy tempranísimo shah al
menos. O en fin, lo interesante con respecto al tal 2800 es que en el asunto de la
cultura del vaso campaniforme o civilización -o sea, una taza para tomar el vino, y
que así ha seguido hasta ahora en las tierras gallegas del noroeste hispano- pues
que remitiendo a un muy temprano torno de alfarero. Que de un pegotón de barro
blando asentado a mitad del redondo tablero superior del torno -y el alfarero
dándole con el pie al no menos redondo tablero inferior, que especie de dos
redondas ruedas macizas unidas por un eje pues así el torno, o dos redondos
tableros- y si metiéndole por arriba al blando pegotón la mano en piña de
apretados dedos, rápidamente se forma un hueco campaniforme a mitad del barro
blando, y etcétera. O el asunto de que el tal cerámica vaso campaniforme remite
directamente al torno de alfarero. O el torno en el horno.

O en fin, que antes de dejar los tales pre-tartesios tiempos del 2800 a.e. pues
habría que abordar que un siglo antes, en torno al 2900 a.C. aproximadamente está
lo del llegar a Egipto el famosísimo Menes con la escritura jeroglífica y con los
papiros. O al menos así el borroso asunto a manos de egiptólogos. Pero pues sin
tampoco olvidar que, en la costa granadina, en la Sexi Duro que finalmente la
turística Almuñécar, se exhumó arqueológicamente una refinadísima copa de
mármol -para beber regios vinos, o cosa similar, que el vidrio todavía no estaba
inventado- en la que, y en escritura jeroglífica, y si traducido, pues que para una
regia hermana de Apopi Auserra y pues qué bien. Y con este nombre metido en una
cartuchita, a modo de nombre de egipcio faraón. El asunto Menes pues llevando a
un Menesteo meramente Menoético. De lo cual un residual y pre-romano templo
Menesteos por donde ahora, y en algo jerezano Puerto de Santa María,
arqueológicamente excavando murallas ciclópeas o cosa similar. Y que con la
legendaria trifulca del gran Zeus contra Menesteo en el extremo oeste
mediterráneo, ya en su lado hispano-oceánico como que más bien, pues apunta
hacia si de por allí llegó o no llegó á Egipto el gran Menes con su escritura
jeroglífica, inicialmente hispana -valga de temeraria hipótesis- y que ya egipcia
finalmente. Desde luego, y por el Auserra vascoide, lo del tal Apopi Auserra en la
copa de mármol suena a hispano. Lo de las tales refinadísimas copas de piedra o
mármol tiene en Egipto su apogeo en tomo al año 2700 a.e. con lo de los faraones
de la segunda dinastía que enterrados en Abidos -a orillas del Nilo, muy río abajo
en el mapa, y más abajo estaba la famosísima Tebas- y que con nombre bastante
homófono con el del kyneto-tartesio gran Abis. Nombre que, lo dicho, desde su
variante Apis, llevando a un sumergido y previo Apopis. Con o sin meter en el
asunto las varias pre-romanas Tebas en las ahora tierras andaluzas. y de alguna de
las cuales -tierras malagueñas- sigue sobreviviendo el nombre. Que viene de tan
demasiado lejos, y ya es sobrevivir. O sea, que los nombres parecen durar mucho
más de lo que los filólogos de las arqueologías lingüísticas sospechan. Con o sin
meter en el asunto Menes el no menos asunto de que lo del babilo o papiro pues o
remite etimológicamente. a la palabra vasca pil-pil que significa gachupeta -secada
y luego cortada en laminillas, pegadas, etcétera, en este caso- o que lo parece. Con
respecto al tal percance de un borrosísimo asunto de muy tempranos papiros y
escritura en el sur oceánico ibero-peninsular, y vía el gran Menes, y que no se sabe
de dónde a Egipto finalmente llegó, pues el no menos escriturario asunto del muy
primitivo alfabeto preibero y en el que cada signo es una larga rayita -a modo de
mango- que en su remate por arriba se abre en mini-rayitas varias, especie de
tenedorcito en suma. Y así en cerámicas en el Museo Arqueológico de Huelva, y que
no se sabe de cuándo, y que borrosamente pues de muy remotos o remotísimos
tiempos. Especialmente si teniendo en cuenta que los filólogos estudiosos del
asunto lo relacionan con la pre-cuneiforme escritura en la sumeria Mesopotamia -
la cuna de la civilización en jerga de arqueólogos, las tierras del Uruk, que ahora el
sur del Irak- y que más o menos cronológicamente paralelos tiempos hispanos pre-
tartesios y proto-tartesios. Con la transmediterránea ruta del estaño ibero-
peninsular metida de eje central en los tales tiempos. O sea, lo dicho, en torno al
año 2800 antes de Cristo. Resulta interesante que el tal alfabeto pre-ibero y
embrionariamente cuneiforme haya sido exhumado arqueológicamente en la
oceánica y finalmente andaluza costa de Huelva, que era donde se iniciaba la tal
transmediterránea e ibero-peninsular ruta del estaño o así al menos a juicio de
especialistas. Con o sin el muy pre-romano Uruki o Urki en el meollo de los
millarenses protociclópeos y proto-hispanos.

Y tres siglos después del vaso campaniforme. y la Anakuki del estaño, pues
ya estamos en los más o menos tiempos del proto-tartesio gran rey Gerión. Y con lo
de que, un poco antes, pongamos que hacia el 2600 a.e. aproximadamente, el
geriónida padre y gran Krisaor -tan oceánicamente navegante, la velera gran nave
paga uso era legendariamente su hermana, y nave-caballo, o el oceánico y volador
gran caballo Pegaso, que volador del viento en las velas lo mismo que si grandes
alas, y con también aquí la lengua vasca metida en el asunto- pues trae de las Islas
Británicas el estaño. Y en plan de un Kritias o Krissias. Y, lo dicho, el gran Plinio al
respecto, o según creo recordar. Claro que también el asunto bien puede remitir
hacia el 2800 a.e. si lo de padre e hijo no se lo toma uno muy al pie de la letra. O en
fin, era el gran Krisaor pues el gran dios de los carios. Que en la
mediterráneooriental gran isla de Creta y sus alrededores pues por allí ya están
antes que por allí lleguen los proto-europeos minoicos de la diosa Europa. A los
que -lo dicho- les sirven de navieros, y de ingenieros navales. El gran Herodoto
recoge el tal asunto, en el siglo IV antes de Cristo. O sea, que con los minoicos ya
hacia el año 2000 antes de Cristo, pues que por allí los carios unos cuantos siglos
antes, dos siglos al menos. Con lo que lo de Gerión pues parece bajarse al menos un
par de siglos y quedarse en tomo al año 2300 aproximadamente. Pero en fin, todo
esto son borrosidades y tanteos, y tampoco hay por qué pedirle peras al olmo.

O pidámoselas un poco, y pues a ver. Legendariamente, la genealogía de


navegantes gentes pre-tartesias en el extremo oeste mediterráneo -y que
finalmente lleva a los prototartesios del gran Gerión, previo al pasar por el muy
legislador y bastante imperial gran Krisaor, que a las leyes y a las confederaciones
carias se las llamaba krisaóridas- pues comienza en el muy navegante gran Nereo,
que el muy famoso abuelo del mar para los antiguos griegos, proto-griegos
incluidos. Y que hijo de Pontos y de Gea, la Tierra para los antiguos cherkessios,
cosa más en consonancia no sólo con lo de Nereo sino que también con lo de los
misteriosos egeos como pre-minoicos navegantes algo proto-mediterráneos, y
transmediterráneos. Y lo de Pontos, pues lo dicho, remitiendo hacia el posterior
punt que a su vez pues remitiendo hacia unos muy tempranos poenetos en plan de
que remotísimos proto-hispanos, y si es que no un poeneteos que finalmente lleva
a los minoicos y cretenses eteo-kéretos terminales. Los nereos hermanos son
Taumas y Forkis. Y las nereas hermanas, las hermosas Keto y Euribia. Por su parte,
el gran Taumas era el padre del famoso monstruo marino Eskila. O sea, y siguiendo
los rastreos usuales en los filólogos de las bíblicas arqueologías lingüísticas, los
tales legendarios antropónimos pues remitiendo hacia toponimias, o hacia
nombres étnicos. En este caso, pues los taumas y los eskilas que con un eskiras
como inevitable variante mecánica. Lo cual, y con el substrato de proto-finlandesa
lengua uralo-atlántica en la lengua vasca, y en la muy pre-romana toponimia ibero-
peninsular, pues que muy bien pudiera remitir hacia unos muy
protovascoparlantes euskales y euskeros, y ya muy tempranamente metidos en
asuntos de proto-navegaciones, y no menos hacia unos proto-lapones sama que
finalmente arrinconados en el extremo norte de Noruega, y que el extremo norte
de Europa, o de la Europa atlántica al menos. Con o sin meter en el asunto, y para el
borrascoso y marino monstruo Eskila, el arcaico y enigmático topónimo Scilly,
fonéticamente Skily, para los islotes del estaño situados en las muy borrascosas y
atlánticas aguas oceánicas de la extrema punta sur en el no menos extremo
suroeste inglés.
Por su parte, el también marino y enigmático Forkis pues tanto puede llevar
al cabo Forkes en la mediterránea costa marroquí, y también cabo Talaza,
homófono con lo de los atalas en su Atlántida, como no menos llevar hacia un muy
temprano foroxes en plan pharusses y que etimológicamente acaba en lo del
nombre de África, tras previamente no menos acabar en lo de los offirussos o
filisteos. Y no menos en lo de los pherses o persas, y qué problemón. Bueno, hay
fuentes con respecto a que unos muy tempranos e insospechados persas, en plan
de que muy proto-persas, y para remotos o remotísimos tiempos mediterráneos,
pues pulularon alegremente a uno y otro lado del estrecho de Gibraltar. En
concreto, integrados en cuerpo de ejército dentro de las tropas del más o menos
proto-griego gran Hércules norteafricano -es el gran padre ancestral de los
bereberes argelinos- que invadieron el proto-tartesio y geriónida sur de la
Península Ibérica, y chocaron de frente contra los ejércitos del tartesio gran
Gerión. Y que ya no meramente tarsio como su padre el gran Krisaor. Y en alguna
fuente menor, de la antigüedad mediterránea, está el curioso dato de que tanto los
iberos peninsulares como los itálicos etruscos provenían de los tharsis y que no sé
si es que hay que asumirlo como que de los estañeros tarsios del gran Hércules
Tarsio -que acaso el gran Krisaor- o como que de los ya y muy tranquilamente
tartesios.

Del ponto y algo nereo Forkis se originaron también las abuelas del mar o al
menos así en la jerga de los antiguos griegos. O sea, las Greas. Y con nombre que
tanto puede llevamos al plural del cherkessio ghe para significar el mar, como no
menos al ager como sobrenombre de los lingüísticamente más o menos pre-
georgianos mingrelios, nombre que o lleva metido el Greas en su central sílaba la
raíz gre o que lo parece. También de los navegantes forkis se originaron las
oceánicas y monstruosas Górgonas. Con nombre que, y también Górgodas, pues o
remite a los korkos que finalmente karkedones, incluidos los proto-mingrelios
kolkos o kólikos. Con o sin los kiklos o kíklopes metidos en el asunto. O sea, los
cíclopes. Y con o sin el nombre de las islas Kíkladas también metido en el asunto,
latinamente las islas Cícladas, y que los finalmente griegos archipiélagos a mitad
del mediterráneo-oriental y no menos finalmente griego Mar Egeo, y en los que la
pre-minoica y borrosamente algo hispana y millarense civilización de ciudadelas
ciclópeas a base de murallas de piedra, y la famosa diosa blanca en plan de blanco
cuerpo de mujer-diosa esculpido en mármol blanco, y hacia el 2500 antes de Cristo
el tal asunto. Y con lo de las naves-serpientes, o naves de la guerra a base de
espolón y remos, pues pintado en sus cicládicas cerámicas.
Lo cual pues se corresponde con lo de la famosa cabellera de serpientes -que
tanto entusiasmaba a los pintores y escultores de la antigua Grecia, y de la antigua
Roma- en la no menos famosa y que más bien famosísima gran górgona Medusa,
tan oceánica y tan fatal: a los que la miraban los convertía en piedra. O sea, que los
medusos górgonos le erigían de memorial una piedra-menhir a los que asesinaban.
O les colocaban encima de la sepultura unas cuantas piedras o para mantenerlo
bien enterrado. O para memorial. Tal y como ha venido siendo tradición en los
judíos y desde no se sabe qué remotos tiempos. Y a lo largo del Sáhara hay a veces
montocitos de las tales piedras. Y no se sabe si remitiendo a que, y muy
tranquilamente, pues como que más bien fue a través del larguísimo Sáhara el no
menos larguísimo éxodo -unos cuarenta años- que sacó de Egipto a los proto-
judíos hebreos. Especialmente si teniendo en cuenta que Egipto -o los egiptos más
bien- también fue en remotos tiempos la isla de Creta, y la costa norteafricana. A mi
modo de ver, en el etimológico asunto, entre los pontos ketos de la hermosa Keto, y
los eskites o escotos que no los finalmente orientales -tierras de Ucrania- sino que
más bien los euro-occidentales en el entorno del estrecho de Gibraltar. Incluidos
los hispanos y peninsulares skytes iberos que finalmente llamados malamente
celtíberos, o al menos así el impertérrito Estrabón. Lo de los escapados hebreos
dando vueltas y más vueltas durante cuarenta años por el pequeño desierto del
Sinaí pues resulta como que demasiado.

24. Un breve vistazo a los prototartesios con el pálido Nórax imperial

Pero en fin, y siguiendo de las legendarias historias, a la oceánica górgona


Medusa la fecundó el no menos oceánico dios-caudillo Poseidón. Luego el más o
menos protogriego gran Perseo -o más bien, gran Farussio a lo que parece- le cortó
la cabeza. O sea, que le arrasó la portuaria cabeza y capital. Y de lo cual resultaron,
ya pre-geriónidamente, el gran Krisaor y sus oceánicas y veleras naves-caballos. Y
que monstruosas, enormes. O sea, el famosísimo Pegaso, gran caballo de los
océanos. Y de lo cual, pues lo dicho, ya luego el gran Gerión y su monstruosa
parentela de gentes más o menos serpientes. O sea, el asunto de las naves-
serpientes. Y muy mal asunto. O el buen asunto de que del muy navegante y
bastante apopis gran dios-caudillo Poseidón pues se originan genealógicamente
tanto los tartesios como no menos los atlántidas -que, y para el caso, pues unos y
otros son sobre poco más o menos lo mismo- y también los oceánidas del gran
Agenor. Y que de la mano de la diosa-princesa Europa pues llevan a los cultural
mente proto-europeos minoicos del gran Minos en la mediterráneo-oriental gran
isla de Creta o Kéreta. Y que, y si bien miradas, pues culturalmente algo tardo-
europeos con respecto a sus parientes ibero-peninsulares que, a poco que nos
descuidemos, pues que no menos culturalmente ya como que demasiado proto-
europeos. O los muy tempranas proto-europeos y como que de andar por casa.

Legendariamente, el cronológicamente proto-tartesio Gerión es un


krisaórida. Lo mismo que así también su hermana, la gran serpiente Ejidna -
latinadamente Equidna- y con nombre que bastante homófono de lo de los pre-
minoicos egeos a lo que parece. Y del matrimoniarse ésta con el gran Tifón del
Tártaros -lo dicho, poenes proto-hispanos, el anicónico gran dios Saipón y sus
saipanos de la religión del fuego, o saipones, y typhones o siphones, que todo es lo
mismo pues que resultaron, y como geriónidas sobrinos, los óretos o proto-
oretanos, y los kario-iberos, y los kimmeros o kimbrios, konio-iberos en suma. Y
los esfingos o esphinikes y los habidira de las cien cabezas de serpiente. O sea, y en
jerga mitológica cocida por los antiguos griegos: el gran can Orto, el gran can
Kerbero -latinadamente el famoso Cancerbero, en plan de enorme perro guardián-
con la espantosa Quimera, y la tremenda Esfinge, y la Hidra de las cien cabezas y
etcétera. O sea, sigue el asunto de las naves-serpiente, o naves de guerra y pirateo.
Pero sin tampoco olvidar que lo de los can tan vulgarmente banalizado en perrazos
pues más bien o lleva o parece llevar -vía germánicos oretanos terminales,
preromanos tiempos- al grupo lingüístico proto-germánico, o proto-escandinavo, y
que muy metido en los geriónidas asuntos. Incluidos en el tal lote los esfingos
como especie de muy literalmente proto-hispánicos desde su esphinikes nada
contracto y borroso, y un esphainikes más o menos. Y cuánto bulto por detrás de la
Esfinge. Y con el proto-germánico sufijo -ingo pues en el bulto. Y asomando luego
en lo de los proto-noruegos vikingos. O sea, lo normal.

O sea, el bulto está oculto. Pero lo interesante de los geriónidas asuntos -y


aparte la epopeya-clave de Gerión en su lucha a muerte contra el gran Hércules
proto-griego, al invadir éste con sus norteafricanos ejércitos heráklidas el oceánico
y próspero sur de la Península Ibérica- está en su legendario y geriónida Nórax, el
nieto del gran Gerión. Y que, al centro del Mediterráneo occidental, en la gran isla
de Cerdeña -nombre que viene de un Karkedonia, como así también el nombre de
la gallega Coruña, a lo que parece- fue el gran Hércules de los pre-romanos sardos,
el gran hércules Nórax, que al sur de la isla fundó la portuaria capital de Nora, o
más bien Nuria, que Nurri es el nombre indígena para las nunca excavadas ruinas
de la ciudad. Lo que implica que a tiempos del geriónida Nórax remiten las
enormes y ciclópeas torresatalayas nuraghi que vienen siendo para
protohistoriadores y arqueólogos una especie de enigma. Y que desde la
perspectiva del geriónida Nórax metido en el asunto pues hay que datarlas de
hacia el año 2000 antes de Cristo, o cosa similar. Arqueológicamente exhumadas,
hay en la isla inscripciones de alfabeto ibero-tartesio. Lo que muy bien pudiera
impulsar a éste hacia las tales fechas. Y en esta línea estaba más bien el Prof.
Gómez Moreno, tan estudioso de las tartesias inscripciones. Pero en fin, metamos
por ahora en paréntesis los tales asuntos del geriónida y hércules Nórax, y sigamos
de los proto-tartesios tiempos hacia abajo unos cuantos siglos.

Pero no sin antes pues apuntar que con lo del molesto y algo pre-cuneiforme
alfabeto pre-ibero remitiendo por lo menos hacia el año 2500 antes de Cristo, y con
lo de la borrosa relación de escritura jeroglífica y papiros en plan hispano y
remitiendo hacia siglos previos, e incluyendo jeroglífica escritura -también
fragmentos de cerámicas en el Museo Arqueológico de Huelva- en relación con la
pre-cuneiforme escritura jeroglífica en la cuna de la civilización o los sumerios
mesopotamios del ahora finalmente Irak, pues que resulta un absurdo prolongar la
Prehistoria hispana hasta el siglo VIII antes de Cristo. O la aberración de que un
tardo-tartesio se inventó un tardo-alfabeto en base a llegar por aquí los cananeos
libaneses -apodados fenicios como sabido es- y llegar con su euro-alfabeto pero
que curiosamente asiático, así son las cosas, y etcétera. O sea, los académicos
embrollos de pálida la color.

Pero volviendo a los proto-tartesios ibero-hispanamente peninsulares, y en


sus muy remotos tiempos con respecto al nacimiento de Cristo pues desde a mitad
del milenio II -o el asunto del doble volcán y las insospechadas inscripciones
tartesias en peñascos norteamericanos- hasta a mitad del milenio III, o lo de la
gran pirámide en Egipto y el gigante y gran rey Gerión en el ibero-peninsular
suroeste oceánico, en meramente aproximativos tanteos cronológicos, pues que
estos tales proto-tartesios tiempos se corresponden con un milenario periodo de
sumergida Protohistoria hispana, o no sé si más bien ibero-peninsular. O con un
bimilenario periodo si es que, e incluyendo a los pre-tartesios, remontamos el
protohistórico y peninsular asunto hasta a mitad del IV milenio, con lo de los
borrosamente proto-hispanos arqueológicamente millarenses y su demasiado gran
esplendor -urbanístico, proto-ciclópeo, arquitectónico, metalúrgico, y
hortofrutícola- en los tiempos de hacia el año 3400 antes de Cristo, y muy
tempranos tiempos. Yo estoy en que en los iniciales cantos épicos del proto-gaélico
Leabhar Ghabhala y con respecto a remotos o remotísimos tiempos muy pre-
gaélicos en la Península Ibérica pues asoma una muy completa síntesis de borrosa
Protohistoria ibero-peninsular. y que comenzando por remotísimas y civilizatorias
flotillas ibero-peninsulares de naves -tras lo de Noé y el diluvio, aquí no tan
diluvio- que llegando a la isla de Irlanda, y con proto-griegos y ya la escritura en la
más remotísima de todas ellas. Pasado de la tradición oral a escritura por
irlandeses monjes a comienzos de la Edad Media -o desde la remota y oghámica
escritura gaélica- y aparte algunas como que interpolaciones monacales, en cuanto
que documento histórico -o la Historia que subyace en los tales cantos épicos- está
el Leabhar Ghabhala desacreditado de fantasioso porque en el parece que muy
eurooriental Mar Caspio siempre comienzan las sucesivas y civilizatorias flotillas
ibero-peninsulares de naves que en los tales relatos gaélicos, y para pre-gaélicos y
remotísimos tiempos ibero-peninsulares, llegando van a la isla de Irlanda desde las
costas hispanas. Pero pues que nada de fantasioso si tenemos en cuenta que Kaspe
fue el más remoto nombre para el peñón de Gibraltar como hito geográfico y
referencial. Y que referencial con respecto a un más o menos amplio entorno
geográfico. O sea, que el aparentemente muy demasiado eurooriental Mar Caspio
no es en el texto ese inmenso gran lago oriental y euro-asiático al que venimos
llamando Mar Caspio sino que las kaspianas aguas marinas del sur ibero-
peninsular en torno al gran peñón de Kaspe en el ahora estrecho de Gibraltar. O
sea, un sureño e hispano Mar Kaspio, que no exactamente un geográficamente
remotísimo Mar Caspio. y tirando de este hilo, pues como que ya toda la síntesis de
ibero-peninsulares tiempos protohistóricos metida en los iniciales cantos épicos
del Leabhar Ghabhala pues como que resulta muy clara. O sea, pues aclarémonos.

O también aclaramos de que en los tales cantos el asunto -y borroso hecho


histórico que subyacerle pueda- de que una gran flota de hispano-oriundos, y
desde la isla de Ceilán, circunnavegó el continente africano, y desembarcó en las
por entonces tierras proto-tartesias. Acaso con alguna pareja de pavos reales de la
India. Y aplíqueselo a los polémicos pavos reales tartesios en lo de las bíblicas
naves de Tarsis. Pero no aplicable a lo de los naranjos. Que en esto el injerto-clave
va del hispano-autóctono arbusto cidro o naranjo de las naranjas amargas. Tan
paleo-malagueñas a lo que parece.

25. De los tartesios borrosamente imperiales a lo largo de los desiertos del


Sáhara

Y siguiendo para abajo, pues lo dicho. Los prototartesios tiempos que ya no


tan proto-tartesios pues van desde el 2000 antes de Cristo hasta -y para abajo- el
1230 no menos antes de Cristo, o final de los proto-tartesios y comienzo de los
tartesios ya históricos con el asunto de los teresh o tartesios en la primera
embestida de los eurooccidentales y oceánicos pueblos del mar contra Egipto. Lo
que ibero-peninsularmente, en el tal tramo de unos siete siglos y medio, hay que
destacar es el inicio de la cultura argárica con el vidrio como invento y las borrosas
granjas de avestruces -y que más bien muy civilización de pequeñas ciudades
amuralladas, no meramente una muy prehistórica cultura de aldeas, que es lo que
se sigue diciendo- y que en tomo al año 1800 antes de Cristo. Y un siglo después,
hacia el 1700 aproximadamente, comienza el gran esplendor de la refinadísima y
cultural mente proto-europea civilización minoica en la pre-griega gran isla de
Creta, a mitad del Mediterráneo oriental.

Pues siguiendo cronológicamente para abajo, hacia el año 1640 a.C.


irrumpen de invasores en Egipto los bárbaros y

refinados hiksos que no se sabe muy bien de dónde vienen. Y de unos


sesenta años después, pues lo dicho, en tomo al año 1500 a.e. aproximadamente,
son al menos algunas de las muchas inscripciones de alfabeto tartesio grabadas en
peñascos o piedras al arrimo de los anchos y navegables ríos norteamericanos. De
los enigmáticos hiksos pues se venía diciendo académicamente que el nombre era
una palabra egipcia para significar gentes pastoriles o cosa parecida. Con lo que, y
apresuradamente, se los hacía provenir del misterioso Cáucaso, en mera deducción
pues muy alegre. Y a vivir, que son cuatro días. Ahora lo que de hikso se dice es que
el nombre es fonética versión griega -muchas fuentes con respecto al remoto
Egipto vienen de los greco-egipcios papiros que escritos griegos- de una palabra
egipcia que significa reyes de países extranjeros o cosa parecida. Lo de países
extranjeros es un plural que lleva a que etnias varias de un rey imperial. Ya no se
dice que los hiksos provenían del misterioso Cáucaso porque ha quedado claro que
entraron en Egipto por el sur, por los desiertos de la Nubia, al arrimo ya del Sudán,
y con muchas nubias tropas mercenarias. En fin, que se apoderaron de casi todo el
Egipto, y en el brazo más oriental del delta del río Nilo fundaron su hiksa capital:
Avaris. Con nombre que inevitablemente suena a iberos, que las homofonías son
así. Ignoro si es por esto por lo que en los lingüísticamente semíticos de las
mediterráneas tierras colindantes -los idumeos, los amorreos- la palabra iberes
significaba gentes occidentales. Y de antes de que se les echaran encima los
filisteos y los hebreos, y los desplazaran de la tal costera zona pre-palestina hacia
muy tierra adentro. Con los hiksos llegaron a Egipto los caballos tirando de
ligerísimos y veloces carros de guerra, especie de pequeñas plataformas con
ruedas de bronce -ruedas de radios, no macizas claro está- y los caballos pues a
galope. De. hecho, lo que llegó con los hiksos fue más bien una gran revolución
tecnológica. Y cultural: refinados instrumentos musicales. En fin, una larguísima
serie de innovaciones agrícolas y técnicas. Lógico si tenemos en consideración que
lo de hiksos lo que a fin de cuentas significa es imperiales. Y que un imperio
siempre tiene mucho de tecnológico y cultural esplendor, e incluso demasiado.

Resulta curioso que los no menos imperiales heteos -así en la Biblia, o hititas
en europea jerga protohistoriadorapues que llegaron a las egeo-anatolias costas -la
ahora Turquía asiática- en paralelo con lo de llegar a Egipto los hiksos y no menos
imperialmente a lo que parece. Y proviniendo del danubiano ámbito centro
europeo y sus alrededores. O eso es lo que se viene diciendo, no sé si porque
también asoman con caballos, y la doma del caballo pues se la viene ahora
remitiendo no ya y locamente a las estepas del Asia Central, sino que al ámbito
danubiano. Y por lo de las manadas de caballos blancos y salvajes -Herodoto al
respecto- en el río Hispanis, ahora el ucraniano río Bug. O no tan salvajes. Que al
arrimo de los escitas agricultores y labradores. Ignoro si en los iberoescitas
hispanos -antepasados de los celtíberos, Estrabón al respecto- originados los tales
escitas de los blancos caballos, o si no. También ignoro si lo de la Avaris capital
hiksa hace en Egipto referencia a los peninsulares e hispanos everos o avares, que
iberos en suma. Pero sin tampoco olvidar que en la finalmente caucásica lengua
evera o avara hay un lingüístico substrato turcoide, lo mismo que en la lengua de
los sumerios mesopotamios que escriturariamente en una más o menos borrosa
conexión con los hispanos onubenses de los alfabetos pre-iberos o fragmentos
cerámicos en el Museo Arqueológico de Huelva. Por otra parte, yo estoy en que el
substrato urálico-turcoide muy bien pudiera ser el más primitivo substrato
lingüístico en el proto-tartesio sur de la Península Ibérica. Al respecto la tartesia
ciudad de Bassilipo -ahora El Arahal sevillano- en la que lo del Bassa- pues
llevando al asunto proto-turco de bajá o pachá. O así el paisaje. O en fin, que a los
heteos o hititas les llaman los hiksos anatolios a veces. O que a los hiksos pues les
llaman los heteos norteafricanos. Y valga que a los heteos o hititas
iconográficamente los egipcios les cubren las cabezas con pañuelos al estilo árabe,
que nada del Danubio. Por otra parte, y curiosamente, los faraones hiksos reciben,
algunos al menos, el nombre de Apopi. Y acaso por esto les resultaron tan odiosos a
los egipcios, y no pararon hasta quitárselos de encima, hacia el año 1530 antes de
Cristo, aproximadamente, cuando a punto ya casi de reventar el doble volcán en la
minoica y pre-griega isla de Tera, y casi a punto ya también de asomar en los
anchos y navegables ríos norteamericanos las ya dichas inscripciones tartesias
insospechadas. En concreto, lo de los hiksos faraones Apopi pues remite en directo
al muy demasiado previo Apopis, el gran demonio en los remotos tiempos de los
egipcios dioses y diosas, y que gran demonio muy anti-egipcio. En los murales
egipcios -y no sé si incluidas pinturas en papiros- el tal demonio de las tinieblas era
una larguísima y negrísima gran serpiente de muchas cabecitas, y acuática y
navegante. Yo estoy en que en el tal demoníaco gran Apopis muy bien pudiera
estar el no menos muy navegante dios Poseidón, y de hispana raza negra, y que el
genealógico origen del asunto del tartesio Gerión y sus geriónidas en el extremo
oeste mediterráneo, o en su extremo euro-oceánico. O sea, que a los egipcios el
nombre de Apopis en los forasteros reyes hiksos pues debía sonarles como que a
cuerno quemado, un nombre infernal.

Pero el asunto va de que no menos yo estoy en que, en plan de imperiales de


no se sabe dónde, los hiksos imperialearon lo suyo -muchísimo- a lo largo de todo
el larguísimo gran desierto del Sáhara. Y como que un larguísimo y tentacular
brazo de imperiales tropas que, desde el ámbito del estrecho de Gibraltar fueron
gradualmente internándose en el Sáhara. Y de lo cual las muchísimas y saharianas
pinturas rupestres en las que, y en paredes de roca o peñascos, uniformados
guerreros en ligeros carros de guerra tirados por caballos, o al trote o al galope. Y
que en desmadre tartesio y paralelo con lo de las tartesias flotillas de naves
atravesando por entonces el Atlántico y dejando tartesias inscripciones a orilla de
los norteamericanos ríos. A veces acompañadas de inscripciones en la numídica
escritura -la llamada libia, lo dicho- del noroeste africano mediterráneo-atlántico
en las ahora tierras de Argelia y Marruecos, y cosa que implica un imperialeo afro-
europeo, o tartesio-afro. Y el sahariano y tartesio desmadre hikso pues no menos
en paralelo con el posterior desmadre del karkedonio e hispano Annón -también
ya en plan de proto-tartesios oceánicos, o ya meramente tartesios más bien- con
respecto a circunnavegar el inmenso continente africano desde el estrecho de
Gibraltar hasta arriba del Océano Índico, e irle al mismo tiempo fundándole serie
interminable -el periplo de Ofelas al respecto- de estratégicos enclaves portuarios
de escala y aguada a lo largo de todas sus larguísimas y oceánicas costas africanas.
Paralelos desmadres. Pues bueno, y desde la hiksa capital A varis, todo parece
apuntar hacia que los pre-caucásicos avares peninsulares muy bien pudieran ser el
grupo hegemónico en los asuntos tartesios para la tal época. Con lo de la Avaris
como un vascoide Ava-iris para significar la ciudad ava o apa en sentido de ciudad-
cabeza o ciudad-madre. Y en la línea de los tartesios topónimos en -apa tan
iberoides -así, la Hastapa, en la que se reunían los terminales reyezuelos tartesios-
y en los que a veces el tal apa pues no va sólo de sufijo sino que se lo antepone a
veces en plan de prefijo. O en fin, que a los tales imperiales hiksos borrosamente
tartesios y afro-hispanos, y con los argáricos del vidrio metidos en los tales
asuntos, pues se les ocurrió, para apoderarse del riquísimo Egipto, sorprenderlo
por la puerta trasera, indefensa, el desierto de Nubia en el nilótico sur de Egipto, y
tras previamente haberlo intentado con flotillas de naves transmediterráneas por
la puerta principal, el mediterráneo delta del Nilo. Algo asoma de esto en fuentes
egipcias previas. Y que a falta de opción mejor, los egiptólogos pues lo remiten a
inmigrantes asiáticos de la asiática costa limítrofe -luego filistea, o sea, palestina- y
que asentándose en el brazo oriental del delta. Exactamente donde luego los hiksos
fundan su Avaris como ciudad capital. Y a propósito del iris vascoide metido en el
Avaris, pues el asunto de las palabras de lengua vasca metidas en la faraónica
lengua egipcia. Por ejemplo, berri y para significar pues lo mismo que en la lengua
vasca: nuevo. En fin, valga el no menos detalle de que Apopis Awoserre es el
nombre de un caudillo hikso coronado de faraón. Exactamente el mismo nombre
que el Apopi Auserra de la copa que, con su jeroglífica escritura, exhumada
arqueológicamente en la granadina y costera Almuñécar, la pre-romana y
etruscoide Sexi. O colonial hija. Que en la etrusca lengua lo de hija es del sexi el
significado.

No sé si habría que decir que el asunto de los previamente hiksos y ligeros


carros de guerra tirados por caballos a galope y con ruedas de bronce -y el asunto
remite hacia donde pudiera haber muy mucho bronce, o sea, mucho estaño fácil, o
sea, pues al oceánico ámbito tartesio- vuelve a asomar unos cuantos siglos después
en los meshesh chechenoides que, con los iniciales tibios mediterráneo-orientales,
y con los teresh o tartesios, y demás pueblos del mar tanto si oceánicos como si
meramente mediterráneo-occidentales, pues lo dicho, se confabulan en
sistemáticos ataques contra Egipto. Y yo tengo para mí el que tan pueblos del mar
como los otros son los meshesh o massienos. Y no menos los tibios que en plan de
una más o menos variante de los massienos o mastienos. Y lo son en tanto que
desde las mediterráneas costas iberopeninsulares y en sus flotillas de naves -como
sus demás anti-egipcios camaradas- navegaron hasta la norteafricana costa
colindante con Egipto y allí se asentaron. Con el asunto pues remitiendo hacia el
magno enclave portuario de la Mastia de los tartesios y sus mastienas o massienas
gentes. Con sus costeros y mediterráneo-iberos camarada tibios en las ahora
costas malagueñas. Los tibio-phoenikes en el massaliota periplo del siglo VI antes
de Cristo, o no sé si el VII. O los libio-poenes en el sentido de los libio-bástulos. Los
tales ataques libio-massienos contra el Egipto, confederados con los pueblos del
mar e incluidos los teresh o tartesios, consiguieron su objetivo más tarde: así los
libios faraones hispanoides Smendes y Osorkón en el siglo XI antes de Cristo -tras
llegar los dorios con el hierro a las tierras de Grecia, y se dice ahora que desde la
mediterráneo-occidental isla de Cerdeña- y al comienzo del siguiente siglo X pues
libiomassieno el gran faraón Sheshonq, y poco después de que al hebreo rey Saúl el
mozo David -luego el gran rey David- le regalara pálidos los falos de unos cien
mozos filisteos, y así como quien no quiere la cosa, y entre si tocar o no tocar el
arpa. O sea, los salmos.

Con o sin tener en cuenta que, con lo de los eurooccidentales libios y


massienos -finalmente colindantes con el mediterráneo Egipto y como recuelo de
los hiksos previosy en fuentes egipcias relativas a la hiksa época, por entre los
borrosamente euro-occidentales hiksos imperiales asoman como mercenarias
tropas de élite unos enigmáticos hiperi o hiperu a los que se los viene
considerando los hebreos -previos o no previos al escaparse de Egipto con el gran
Moisésy que con nombre calcado del ibere para significar occidentales en las
semíticas -idumeos, amorreos, etcétera- lenguas de la zona. O en este caso,
significar más bien eurooccidentales. Y al respecto, las homofonías de enigmáticos
nombre bíblicos -en la genealogía previa a Abraham- con no menos enigmáticos e
ibero-peninsulares nombres -topónimos, etnónimos- muy tranquilamente pre-
romanos. O en fin, que en la lengua georgiana los imperiales hititas son los hishen y
arrimados a lo de los hiksos imperiales.

26. Donde el tartesio Nórax resulta un oceánida de la diosa Europa y pues


como que muy tranquilo.

Y desde el final de los famosos hiksos imperiales con respecto a sus asuntos
egipcios y hacia el año 1532 antes de Cristo -y también el más o menos final de la
refinada y culturalmente proto-europea civilización minoica de las gentes de la
diosa Europa en la pre-griega isla de Creta, y el comienzo de las inscripciones
tartesias en las orillas de los ríos norteamericanos- pues nos volvemos hacia
precisamente los comienzos de la tal minoica civilización en la isla de Creta e islas
aledañas y en tomo al año 2000 antes de Cristo. O sea, unos cuatrocientos años
antes de llegar a Egipto los hiksos tan demasiado imperiales. En concreto, y en
tomo al tal año 2000 o más bien antes, el hecho histórico que subyace al legendario
relato en el que el oceánida y navegante Agenor llega primero a Egipto con sus
oceánicos hijos -Kilix, Cadmo, Phoenix y Europa, que tuvo altares en las tierras
carias, al arrimo de la isla de Rodas, y por eso yo la vengo llamando diosa Europa- y
se va luego con sus agenóridas gentes a la muy pre-fenicia y pre-cananea costa
libanesa. Y cuando los egipcios la llamaban el país de los qeru muy en plan de
significar que el país de los carios. Después la tal oceánida princesa-diosa Europa,
con sus no menos oceánidas y europos muchachos, navegó a la isla de Creta desde
una asiática costa mediterráneo-oriental. Y en su siglo IV el gran Herodoto tan
viajero recogió de las isleñas gentes cretenses que, sí, de una costa asiática llegaron
a la isla de Creta las europas gentes, pero que no eran precisamente mediterráneo-
asiáticas sino que originariamente y geográficamente muy europeas.

Bueno, legendariamente el asunto estaba en que un cretense dios Zeus, y


que no necesariamente el muy previo gran Zeus, se enmascaró de toro y raptó a la
muchacha Europa en la costa libanesa, y se la llevó a la todavía muy pre-griega isla
de Creta y fecundó a la muchacha. Y del asunto resultó el europo y primogénito
gran rey Minos, del que recibió nombre la culturalmente muy proto-europea y
refinadísima civilización minoica de los palacios y las flores, de la que -lo dicho
culturalmente provenimos todos los europeos. Claro que también del tal Zeus -y
parece que un krisaórida zeus caria, el tartesio Krisaor era el gran Zeus de los
carios, y éstos, previos en el ámbito de Creta, fueron los navieros e ingenieros
navales del gran rey Minas, también ya dicho quedó- tuvo de europos hijos pues
también al muy militar Sarpedón, y al muy legislativo Radamanto, vinculado
legendariamente a lo de juzgar las almas en el ámbito europeo -tierra más o menos
tartesia- del estrecho de Gibraltar, y enviar luego las almas buenas a la lejana y
oceánica isla del paraíso, o isla de los Bienaventurados, y las almas malas pues a
pudrirse en el Tártaros. Que para Estrabón, en tiempos del nacimiento de Cristo,
eran sencillamente una variante del nombre de la oceánica Tartessos hispana. En
la que las legendarias historias situaban el río Erebos o río de los infiernos, el
actualmente río Tinto con su más o menos tufo a minerales de azufre, al menos en
verano y con poca el agua. Y previo en los territorios de los infiernos y la muerte el
bastante jerezano río Lete, que tras la arábiga invasión islámica en el año 711, pues
se lo arabizó en un Guadalete.
En fin, y siguiendo de la legendaria historia, la oceánida Europa se casó
luego con un tal rey Asterio. Y que con nombre que pues homofónicamene casi un
asturio. Y escribo esto porque, y hasta bien entrado ya el siglo XX, y al arrimo de la
raya entre tierras leonesas y tierras de Asturias, pervivió en algunas montañesas
aldeas -y de la mano de los folklores musicales, el asunto asoma en una muy espesa
Historia de la Música Española- la piadosa y ancestral costumbre de que, al
anochecer del día previo a la boda, el novio se metía en la cabeza un mascarón de
toro, y así enmascarado de toro, pues simulaba raptar a la novia. Y se iba luego con
ella al bosque, a pasar allí ambos la noche, a consumar por allí entre los árboles el
amor. Este más o menos asturio rapto nupcial -la tal zona leonesa fue también
Asturias en tiempos lejanos, y de ahí la pre-romana Astúrika, o similar, la
finalmente ciudad de Astorga- no sólo resulta demasiado en paralelo con lo de
raptar un dios Zeus a la muchacha Europa sino que, y además, resulta
geográficamente bastante cercano con respecto al macizo montañoso en el que -y
allí, en una cueva, el santuario de la Virgen de Covadonga- pues ha sobrevivido
precisamente el nombre de Europa para designarlo, en plan de que picos de
Europa. Y parece como que desde los muy preromanos tiempos, y desde los que
pues así también muchos topónimos de la zona, que casi todos ellos pues con pinta
de que muy primitivos. Y por otra parte, está el dato -en no recuerdo qué fuente-
de que los astures eran una de las más primitivas etnias de la ibérica península, si
es que no precisamente la más primitiva. En concreto, Estrabón incluye a los
astures entre las gentes de hispana coloratura más o menos muy griego-arcaica,
como quien dice proto-griegos. Que en el gran Plinio -cincuenta años después de
Estrabón- los astures llegan hasta el río Duero -el Durius, con o sin unos dorios
oceánicos metidos en el asunto- por las ahora tierras de Zamora y Valladolid, y
resultan colindantes con los hispanos helenos -los griegos, y que más o menos muy
proto-griegos en Estrabón, a menos en cuanto que muy arcaica la coloratura- que
ocupan la zona desde Zamora hasta la gallega Tuy, o sea, todo el ahora norte de
Portugal. Y el dato resulta interesante porque, al fin y al cabo, de los mediterráneo-
orientales micénicos no menos proto-griegos es de donde nos van a llegar
precisamente las legendarias historias de la muchacha Europa y sus europos y su
casamiento con el obscuro Asterio. Que de nombre pues casi un asturio, lo dicho.

Y entrando al toro, de Europa a lo que parece. Yo estoy en que lo de


oceánidas para el muy viajero gran Agenor y su familia de hijos -incluida la
princesa Europa- remite al océano. O sea, al extremo oeste mediterráneo. Con o sin
tener en cuenta pues lo dicho, que los tales oceánidas -y parece que significa ex-
oceánicos el tal calificativo- son una de las dos genealógicas ramas -siguiendo de
las legendarias historias del muy oceánico Poseidón, el dios-caballo de los océanos
en su ámbito del estrecho de Gibraltar. Y la otra poseidonia rama pues la que, entre
las naves-serpientes, o la gran Medusa oceánica de la cabellera de serpientes, y las
oceánicas y pagausas naves-caballos en el asunto del gran Pegaso y su hermano, el
gran Krisaor, pues lleva precisamente al tartesio y proto-tartesio gran gigante y rey
Gerión y sus geriónidas. O sea, tanto los oceánidas de Agenor y su muchacha
Europa como los oceánicos tartesios geriónidas son especie de bifurcación de una
previa y compartida raíz étnica. O civilizatoria al menos. En plan de etnogénesis,
pues habría que irse a los kyndonios o kunetonios, o konio-danaos, que
sumergidos etimológicamente en el nombre de Poseidón, y que los hispano-
kyndonios o hispo-kyndonios. De lo cual el muy preromano topónimo Sidonia, al
arrimo de Jerez -y que oculta un Kyndonia- y en el ámbito más ancestralmente
tartesio, al menos según las tanto romanas como pre-romanas fuentes, pues parece
como que es el toponímico final, y la terminal onomástica. Por otra parte, en las
legendarias historias, los oceánidas del gran Agenor -y la muchacha Europa con sus
europos pues incluida- son poseidonios que vinculados a libios y no menos -
vinculados a una Menfis que egipcia para los antiguos griegos. Pero que acaso no
tan egipcia sino que algo proto-malagueña, si dejándonos del helenizado Menfis
nos pasamos al egipciamente originario menuf con sus mecánicas variantes en un
Mainuba y en un Menupa, que nada griegos y fonéticamente más originarios. O sea,
que el asunto se nos sale de Egipto, y como que pues se nos encamina muy
tranquilamente hacia el sur de la Península Ibérica. Y así. O sea, el Menfis pues
llevándonos a Huelva y su muy pre-romana Onoba.

Dicho sea de paso, y dejándonos del helenizado Menfis, el más originario


Menufa o Menupa, con el Mainuba incluido, no sólo resulta ser paralelo, en sufijos,
con el nombre de la no menos egipcia Teba o Tebas, sino que igualmente paralelo
con la muy pre-romana y proto-malagueña Teba, y con la desaparecida y
cordobesa gran Tebas, o Teba la Mayor, y que en cuanto al nombre pues que
también muy demasiado pre-romana. O que en fin, el asunto nos lleva a los tan
característicamente tartesios sufijos en -oba que más bien muy proto-tartesios,
caso de las portuarias y malagueñas Mainoba -tan fonética del Manufa egipcio- y
Mainóbora. Y la no menos muy portuaria Onuba, que finalmente la ahora andaluza
Huelva. Y no menos Korduba, terminalmente Córdoba. y etcétera. Que en la tal -opa
y sus variantes, pues sus preromanos y atartesiados topónimos en el oceánico
suroeste hispano -entendido en sentido muy amplio, e incluidas Estepa y la Olisipo
que finalmente Lisboa- pues eran un montón. No menos incluido el Basilippa
donde finalmente la sevillana El Arahal, con el remotísimo substrato urálico-
turcoide metido en el asunto. Y dicho quedó, y si metidos en borrosa etnogénesis,
que los tales topónimos tienen su paralelo en las caucásicas gentes cherkessias o
kérketas, con topónimos de idéntico sufijo, que cherkessio. O que no sé si del
substrato lingüístico svano previo a los cherkessios, o cosa parecida.

Vaya también de paso el que en la oceánica zona muy ancestralmente


tartesia estaba el río Maenoba -fonéticamente Mainoba- en romanos y pre-
romanos tiempos, el ahora río Guadiamar, con nombre que remitiendo a un ya
arabizado uad-elMan, al arrimo de un arcaico topónimo Pilas. Que remitiendo
acaso a un previo y helenoide Piloso. Del mismo modo que un pre-romano Arcos
pues muy bien pudiera remitir a un no menos muy helenoide Argos. Y con o sin
legendarios argonautas metidos en el asunto. Y todos tranquilos.

Pero a lo que voy. Y es a que el nombre del gran Hércules Tarsio -que parece
remitir al geriónida y cario gran Krisaor, y que al fin y al cabo en la qeru y pre-
cananea Tyrso libanesa o Tursa pues estaba su Tarsio gran templo, la Tiro fenicia
para los antiguos griegos- pues era un Tars-klem con la semítica desinencia en -m
pero así, escrito de izquierda a derecha y para significar un Tarsio-Hércules. De
cuya contracción fonética -o semítico-fonética más bien- el tal más o menos Tars-
klem resultó. Pero que luego, e invirtiéndole el orden de las letras a las dos
componentes del nombre, al pasarlo a escritura de derecha a izquierda desde
previa escritura de izquierda a derecha, pues resultó un algo trabucado Melkart
como ya nombre para el gran Hércules Tarsio de los precananeos carios libaneses
y sirios konios, y finalmente pues el gran hércules Melkart de los cananeo-
libaneses más o menos tardo-fenicios. Del mismo modo pues que Agenor es un
Age-Nor, con no menos un Nor-Age cono mecánica variante. O en suma, un Norage
que de la siempre más o menos muda vocal terminal pues en un Norag acaba. O en
otras palabras, el legendario nieto del tartesio gran Gerión, el legendario y
geriónida gran Nórax, era el oceánida y algo europo gran Agenor. Y que, y no
menos, legendario gran hércules Nórax para los muy pre-romanos sardanas o
sardos de la mediterráneo-occidental y finalmente italiana gran isla de Cerdeña. O
que, pues lo dicho, que no sólo fundó en el extremo sur de la isla -zona bien
estratégica- la sarda y muy pre-romana ciudad de Nora, que para los indígenas más
bien Nurri, y así el nombre residual del sitio. Y nombre que, desde el Nórax
fonéticamente más bien Nor-Aks, y ortográficamente un NorAx, desde el indígena
Nurri pues al cherkessio Niur y para con el Nor pues significar la luz. O sea, un rey-
luz si con el Aks o Ax llevando a un arga previo. O que un dios-luz o dioscaudillo si
el Ax pues llevando al oise etrusco para significar dios. O al as proto-escandinavo
para no menos significar dios. O el asunto de los famosos y legendarios dioses Ases
proto-escandinavos en su atlántico-sureño paraíso o Valhala. Pero lo dicho, que de
muy pre-romano origen parece el nombre del malagueño río Falhala en su no sé si
ancestral o si tradicional paraíso de árboles frutales, y con nombre que el
fonéticamente Falhala de los proto-escandinavos pues lo calca y recalca.

También ya dicho quedó que del geriónida gran Nórax, originariamente


pues más bien un Núrax o Niúrax, proviene el hasta ahora enigmático nombre de
nuragha para los colosales y ciclópeos torreones-atalayas que sobreviven en
puntos estratégicos de la gran isla de Cerdeña -también en su hermana, la isla de
Córcega- y remitiendo a remotos tiempos como que muy demasiado pre-romanos.
O que los nuraghi si en plural el asunto. Claro que también el -akn o -agha que en el
nuragha asoma pues muy bien pudiera significar torre. Y hay paralelos homófonos
en otras mediterráneas lenguas arcaicas, caso del beréber y norte africano aga
para significar ciudadela amurallada. Y así en los topónimos Agadir. Con el Nur o
Niur cherkessios significando luz, al menos en la arcaica lengua de los cherkessios
abadajos y que es la que yo tengo estudiada un poco, pues que el nur-agha sardo lo
que significa etimológicamente, y literalmente, es torre de luz y con razón. Porque
eso es lo que vienen diciendo precisamente los especialistas del tema, que los tales
nuraghos torreonesatalayas eran para encenderles hogueras arriba del torreón, en
la altísima terraza. Y no hogueras de la religión del fuego -acaso también sí, y
logrando así y de un tiro dos pájaros sino que más bien en plan de faro para guiar
las naves a buen puerto. Que para internarse en alta mar y lejos de las costas -por
ejemplo, navegar desde las Baleares a la isla de Cerdeña, en directo- y tanto para
acortar el rumbo como no menos para evitar las endémicas piraterías, que se les
echaban encima a la navegación de cabotaje al ir bordeando las costas, pues había
que navegar de noche y guiándose por los caminos de estrellas en el nocturno
cielo. Así ya los muy navegantes y oceánico-atlánticos megalíticos -lo dicen los
especialistas del megalítico asunto- y al menos mil años antes de los asuntos del
geriónida Nórax. Con nombre que acaso, y más que dios-luz, lo que su nombre
significaba más bien era torre-luz, y en el sentido de gran guía, gran caudillo.

O en suma, que la diosa-princesa Europa -y de la mano de su legendario


padre Agenor que finalmente el geriónida y tartesio Nórax llegó de tartesia
primero a la isla de Cerdeña, y luego a las libanesas Tiro y Sidón en la orilla asiática
del Mediterráneo. O en otras palabras, que sus europos iniciales eran más bien
tartesios. Y todos pues que muy tranquilos.

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