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EL DIOS QUE BAILA

(Carlos Bohórquez)

El objeto de este ejercicio de escritura, es exponer el texto de Cacciari, especialmente el


capítulo denominado El dios que baila. Antes de dar paso a lo que nos proponemos, es
necesario mencionar que se tratará en la medida de lo posible, caminar muy de cerca al
texto ya mencionado, con la finalidad de ganar precisión y claridad en la exposición
modesta que aquí nos proponemos. Para Nietzsche, el arte no se puede comprometer ni
cargar de ningún significado o sentido, se encuentra libre de todo tipo de consideraciones
que estén relacionadas con algún tipo de verdad que intenten explicar el mundo. El arte no
tiene ningún sentido, ni tampoco le interesa explicar el mundo o decir una verdad, más bien
es una no- verdad.

El arte es considerado para Nietzsche como la verdadera actividad metafísica del hombre,
pues abre nuevas posibilidades a la vida. La función del arte, es la función de la vida y su
máxima expresividad es alcanzada a través de esta, y no por algún otro camino alterno, lo
cual le da una prevalecía sobre la verdad. El arte es vista como la actividad metafísica del
mundo y se caracteriza por ser expresión de la sobreabundancia de vida, es la justificación
de la vida y de la existencia, debido a que la vida es un proceso creador y artístico, nada
está establecido ni tiene ninguna significación, de ahí que este proceso designe la actividad
metafísica del hombre. Es el arte el que abre esas nuevas posibilidades y perspectivas de la
vida, es por esta razón que se puede decir que el arte, tiene más valor que la verdad, en el
sentido de que revela la realidad del mundo y la existencia.

Ahora bien, el arte constituye para Nietzsche un problema filosófico metafísico debido a su
estructura. El problema radica en que en la aventura artística da una luz al ser, pues se
considera como una abertura al ser, debido a que es en la actividad metafísica donde se
lleva a la presencia y esta fundamentalmente el crear. No se puede hablar de que el arte
tenga una autonomía sobre la filosofía, ni tampoco se puede afirmar lo contrario, sino que
más bien ambas caminan juntas, están íntimamente emparentadas. La producción artística,
como la interpretación del producto artístico son un problema filosófico, pues la reflexión
sobre esta producción debe ser conducida filosóficamente, empero, esto no se debe a que el
arte le corresponda única y exclusivamente la capacidad de representar o imaginar las ideas
filosóficas; el arte es un problema filosófico por el hecho de que su palabra se pone de cara
a la dimensión conceptual del trabajo filosófico. El arte y la filosofía, parecen actuar de
manera concomitante, así que separar una de la otra resulta demasiado complejo, pues
tienen una estrecha relación y cercanía que hace demasiado difícil separarlas, una
constituye un problema para la otra. El arte para Nietzsche interviene en el juego filosófico
y “cambia las cartas”; el problema radica en la relación arte-mentira, “las artes son
concebidas una suerte del culto de la no- verdad” (Cacciari; 2000,104). El arte toma una
posición de ironía, se puede describir como un bufón que se oculta en nuestro interés por el
conocimiento, es decir, tiene un sentido deconstructivo frente al mundo verdadero. El arte
es una dimensión general del ser, una facultad falsificadora, es lo que niega la verdad, es
aquí donde la mentira se muestra sin ninguna timidez, sale ante la luz y se muestra tal como
es, con todos sus lujos y belleza.

Ahora bien, Nietzsche muestra el arte como esa voluntad de poder que permite reducir la
realidad cruel. Con el arte, la realidad queda despojada de todo sentido y disponible para
adaptarla a nuestro modo de vivir, es decir, en términos nitzscheanos, “disponemos del arte
para no sucumbir frente a la verdad” (Cacciari; 2000,105). El arte, según expone Cacciari,
siguiendo a Nietzsche, le permite al hombre asimilar la vida de una forma más amena frente
a la verdad cruda y cruel. Ahora, en cuanto al problema filosófico que ya hemos
mencionado en párrafos anteriores, podemos decir que el arte es el problema filosófico por
excelencia pues afirma su capacidad falsificadora universal que se promulga sobre la
verdad sin ningún temor, dice Cacciari “en suma, la facultad falsificadora nietzscheana no
constituiría más que un proceso de “liberación” de los lazos logocentricos de la verdad”
(Cacciari; 2000,105). Es una forma de enmascarar la verdad cruda que se presenta, de ahí
que se asimile con la figura del bufón, y de la no- verdad.

Hay que mencionar, que es la voluntad de poder la que exalta la armonía más no la
deconstrucción en sí. En el arte, la voluntad de poder se manifiesta haciendo de las cosas
algo bello, lo cual llega a su punto más alto con lo que Nietzsche llamaría el gran estilo en
la Gaya ciencia; donde expone el arte como esa fuerza capaz de armonizar lo violento y
mirarlo de forma neutra. En este sentido, el arte entra en conflicto con los lazos
logocentricos, pero despojada de cualquier autonomía frente al conocimiento, de ahí que el
arte abra y constituya una apertura al ser, que vuelve problemático todo lo que esté
relacionado con lo lógico- discursivo. Sin embargo, el arte se presenta como una estructura
del conocimiento, en el sentido de que el arte revela que el pensamiento no se reduce a las
categorías de la lógica. Hay otras formas de pensamiento. El arte como facultad
falsificadora, se presenta como un problema frente a lo lógico-discursivo debido a que
revela la capacidad de convertir las concepciones lógico- discursivas en una falsedad. Esta
concepción derrumba la concepción de que el conocimiento solo puede darse por el logos y
una actividad predicativo- discursiva. Empero, no es que el arte se revele a esta lógica, sino
que no se reduce solamente a las categorías de la lógica.

La actividad falsificadora conoce la irreductibilidad del conocimiento a la actividad lógico-


discursiva, como también las nuevas formas en que el pensamiento puede darse. El arte es
libre de ir hacia nuevas formas de conocimiento, hacia armonías complejas, o lo que es lo
mismo, “hacia un nuevo gran estilo”. Una de esas formas complejas de conocimiento es el
signo, el cual es considerado para Nietzsche como la expresión de pensamientos últimos;
las combinaciones de signos tienen para él un valor significativo, traducen un
conocimiento. “en otros términos, esta combinaciones de signos que es propia del arte,
muestra en tanto tal cómo ciertos pensamientos se dan en una Forma que no es lógico-
discursiva” (Cacciari;2000,111). La combinación de signos, que son producto de la facultad
falsificadora tiene una preferencia por la forma, que no es nada más ni nada menos que el
pensamiento. Pero esta combinación de signos reclama una sensibilidad y precisión, es una
manía que constituye una obligación y lucidez intelectual muy diferente a lo que exige el
sistema lógico-discursivo. La actividad falsificadora tiene como fundamento lo que para el
logos es mentira, se funda sobre la mentira, la no-verdad, la apariencia, pero la Forma y la
apariencia son un estado de embriaguez lucido que son aprendidos en una manera
dionisiaca.

Por otra parte, y siguiendo muy de cerca el texto, Cacciari hace referencia a la obra Así
habló Zaratustra, donde se le da una prevalencia a los poetas, los cuales son acusados de
mentir demasiado. El arte es en la medida en que se concentra en la forma, mas no en el
contenido, y los poetas caen en esto último, por eso se dice que mienten demasiado, buscan
una significación a sus obras generando de este modo la pérdida del gran estilo que ya
hemos mencionado. El estilo se pierde cuando se pretende significar un ideal, es decir, se
piensa demasiado, más allá de su forma, esto es considerado como un exceso por
Nietzsche, pues al arte no le corresponde significar nada, “El poeta miente demasiado desde
el momento en que busca sus pensamientos en otra parte, más allá de sus formas —dicho
de otra manera, desde el momento en que quiebra el círculo mágico que liga Forma y
pensamiento.”(Cacciari; 2000,113). Esta ruptura por el exceso de mentira del poeta,
degrada el gran estilo, hace que cuya embriaguez se pierda y con ella toda lucidez
intelectual. Ningún idealismo es permitido al gran estilo, este traiciona la forma, la cual
representa una facultad falsificadora universal, coloca la verdad como la no-verdad. El arte
que propone Zaratustra es un arte de la apariencia, lo pagano, mas no nada que tenga que
ver o esté relacionado con la significación o el sentido. La Forma es una abertura al ser, en
cuanto a que está relacionada con el azar y lo trágico.

El artista que Nietzsche propone en la Gaya ciencia no cae bajo la seducción de lo ideal. El
pensamiento del poeta, no es sublimado, por el contrario, nos trae de regreso a la tierra con
su carácter trágico que caracteriza la vida, pero una vida entendida como combinaciones de
signos. El arte para Nietzsche hace parte de la ficción, de la representación. La Forma es
composición, nace de la tragedia sobre el mundo concebido como una totalidad de los
azares. Una composición de signos. La tragedia no se distancia en ningún momento del
mundo, y lo muestra siempre en ese campo azaroso, donde se está expuesto al ámbito de
posibilidades donde cualquier cosa puede ocurrir.

Por otro lado, Cacciari nos señala que la concepción pagana del arte está completamente
ligada al eterno retorno. Se toman los acontecimientos tal y como son, mas no se les da una
significación, desaparece la idea de un sentido, el eterno retorno revela su carácter
antiteofánico del cosmos, los acontecimientos se combinan elegantemente y se oponen a la
forma apolínea como a la judeocristiana. Las formas no definen nada, no significan nada, la
facultad artística, que planeta Nietzsche abre un mundo desligado de sentido, donde la
apariencia no tiene ninguna significación, como tampoco las formas están cargadas de
algún contenido significante. El arte se coloca en contra de la discursividad predicativa, en
el eteno retorno se toman los acontecimientos como tales en su forma, nunca en su
significación, aquí no se ubica ningún fundamento sino una sola sucesión nihilista de
momentos.

A pesar de esto, estas no son las únicas concepciones nitzscheanas que se tienen del arte.
Algunos pasajes de Humano, demasiado humano, nos dice Cacciari, el arte aparece como
una crítica al logos y el juego del eterno retorno como una utopía. La mejor expresión del
arte, es la música, debido a que no tiene signos visibles, y por esta razón es la única forma
de arte que parece, da con el problema suscitado por Nietzsche, el sentido de lo imposible
puede darse en lo musical. La música se encuentra separada de ese discurso-predicativo, es
precisamente en el corazón de ese silencio donde está protegida la palabra.

En tanto esta palabra no es producida, intercambiada en la economía general de la


proposición. Retirándose en la expansión infinita de la pausa, la posibilidad de esa
palabra, de esa Voz sustraída a la necesidad de su desarrollo discursivo-predicativo,
parece conservarse intacta. Solamente así la música contemporánea responde al
problema nietzscheano. (Cacciari; 2000,126).

La música es la combinación de signos que muestra en su máximo esplendor el arte utópico


de Dionisio. Es una combinación de signos que no tienen ninguna carga de significaciones,
es una representación que no tiene ningún interés de sentido, es una figura invisible, lugar
de un no-lugar. No está ligada a un desarrollo discursivo, de ahí que acoja mayor
importancia, pues el error de los poetas está en que se exceden con el sentido, haciendo que
el arte pierda su gran estilo. El arte no puede tener ninguna significación, no puede tenerla,
pues no le corresponde, pues su pretensión es la apariencia, la no-verdad.

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