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∗
Publicado en el Suplemento Semana. Diario El Tiempo Piura 25/03/07. Reproducido también en el
libro Voces y reflexiones ayavaquinas de Teodoro García Merino. Centro Raíces. Piura, 2007
∗
* Comunicador, cineasta y antropólogo. Profesor en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos. // Estudiante de doctorado en antropología visual, Universidad de Manchester.
1
pronunciación
original:
Guayaquil,
Guayacundo,
Guayacán,
Guayusa,
Huamba,
Huarinjas,
Hualcuy,
Huancabamba,
Huancayo,
Huamanga.
Arrizabalaga
reconoce
que
en
muchos
documentos
de
la
época
colonial
–
sobre
todo
en
los
primeros-‐,
el
nombre
de
Aya
Waka
se
escribe
Ayavaca,
pero
otras
veces
aparece
como
Ayabaca;
estos
cambios
los
atribuye
simplemente
a
las
vacilaciones
gráficas
frecuentes
en
aquellos
tiempos.
Luego
concluye
que
la
forma
adecuada
sería
Ayabaca
porque
así
lo
ha
consagrado
el
uso
administrativo
de
los
últimos
años
y
porque
la
razón
consuetudinaria
es
la
que
vence
en
estas
cosas.
Con
V
y
con
U
En
realidad,
los
argumentos
de
Arrizabalaga
no
solo
resultan
muy
discutibles
sino
que
son
sumamente
frágiles.
En
primer
lugar,
no
es
cierto
que
la
única
forma
de
castellanizar
el
sonido
/w/
del
quechua
–o
del
aimara-‐,
sea
mediante
una
b
grande;
hay
ejemplos
notables,
de
palabras
andinas
sumamente
significativas,
que
se
han
castellanizado
con
la
V
de
virtud:
Willka,
uno
de
los
nombres
del
Sol,
ha
pasado
a
ser
Vilca,
y
se
conserva
en
numerosos
apellidos
y
en
nombres
de
lugares
como
Huancavilca,
Vilcanota,
Vilcabamba,
Huancavelica
y
Marcavelica.
Asimismo,
Wirakocha
ha
pasado
a
ser
Viracocha,
Callhua
se
ha
transformado
en
Calvas,
Utawalu
vino
a
ser
Otavalo
y
el
jarawi
o
yarawi,
se
convirtió
en
yaraví.
Por
cierto,
con
estas
referencias
no
hacemos
más
que
desarrollar
algunas
ideas
similares
presentadas
por
Germán
Leguía
y
Martínez2
hace
muchos
años.
Una
forma
sencilla
de
trasladar
el
nombre
quechua
de
Aya
Waka
a
la
escritura
del
castellano,
conservando
su
pronunciación,
fue
adoptada
por
Guaman
Poma
de
Ayala,
quien
en
su
lista
de
tambos
del
camino
Inca,
incluye
el
Pueblo
y
Tambo
Real
de
Aya
Uaca3
(escrito
con
“U”).
Ahora
bien,
existe
una
antigua
convención
de
escritura
derivada
del
latín,
que
se
puede
observar
en
muchas
inscripciones:
LVX
(luz),
VRBE
(urbe,
ciudad),
ADVOCATVS
(abogado),
AMICVS
(amigo),
AQVA
(agua),
VIRTVS
(virtud),
PLVS
VLTRA
(más
allá).
De
acuerdo
a
esta
usanza,
la
U
se
escribe
como
V,
pero
se
pronuncia
como
U.4
Esta
práctica
se
mantenía
en
la
antigua
ortografía
española,
donde
se
escribía
“V”,
sabiendo
que
se
podía
pronunciar
como
“U”,
lo
cual
nos
da
una
referencia
histórica
y
lingüística
de
que
el
idioma
castellano
ha
admitido
el
intercambio
de
la
“U”
y
la
“V”,
en
su
escritura.
A
eso
se
debe
que
en
la
lengua
de
Cervantes,
las
letras
“U”
y
“V”
se
hayan
usado
indistintamente
hasta
muy
entrado
el
siglo
XVII.
Los
primeros
españoles
que
debieron
registrar
en
su
idioma
el
nombre
de
Aya
Waka,
lo
escribieron
con
“V”,
(Ayavaca),
lo
cual
dejaba
abierta
la
posibilidad
de
pronunciar
la
“U”
de
Ayauaca,
sin
violentar
la
grafía
del
castellano,
donde
no
se
escribe
esas
tres
vocales
juntas
(aua).
Posteriormente,
otros
escribientes,
menos
cuidadosos,
reemplazaron
la
“V”
de
verdad,
por
la
b
de
banalidad.
2
La
Real
Academia
de
la
Lengua
Española,
al
explicar
los
antecedentes
del
uso
de
la
“W”
en
la
escritura
del
idioma
castellano,
indica
que
se
usa
en
voces
que
proceden
de
otros
idiomas,
a
veces
con
sonido
de
/u/
semiconsonante
(como
es
el
caso
de
Washington
o
Aya
Waka),
y
a
veces
con
sonido
de
/b/,
según
el
origen.
De
manera
más
específica,
con
respecto
a
la
incorporación
de
palabras
foráneas
con
la
grafía
w,
la
academia
dice
que,
cuando
esta
grafía
proviene
de
una
u
semiconsonante,
como
en
Washington,
dicha
pronunciación
se
conserva
(y
se
mantiene
la
w
en
la
escritura),
mientras
que
“en
palabras
totalmente
incorporadas
al
idioma
es
frecuente
que
la
grafía
w
haya
sido
reemplazada
por
v
simple,”
5
y
la
academia
proporciona
los
ejemplos
de
vagón
(procedente
de
wagon),
vals
(derivado
de
waltz),
y
vatio
(que
proviene
de
watt).
Es
decir,
cuando
la
grafía
w,
se
pronuncia
como
/b/
en
su
idioma
original,
el
español
la
asimila
escribiéndola
con
V,
y
cuando
es
una
u
semiconsonante,
se
mantiene
la
pronunciación
y
la
escritura,
no
se
la
violenta
inventándole
un
sonido
que
no
tiene
en
su
origen;
en
el
caso
de
Washington,
no
se
dice
ni
se
escribe
“BASHINGTON”.
Al
señalar
que
este
es
un
uso
frecuente,
la
Academia
está
indicando
lo
que
es
consuetudinario
para
el
idioma
español
en
general,
en
casos
relacionados
con
la
adopción
y
escritura
de
palabras
extranjeras
con
un
sonido
como
el
de
la
semiconsonante
andina
/w/.
Esto
es
lo
admisible,
usual
y
razonable
en
la
lengua
española
y
viene
a
ser
lo
mismo
que,
para
el
nombre
de
Ayawaka,
han
sostenido
varios
ayavaquinos
ilustres,
como
Florentino
Gálvez
Saavedra
y
José
Ignacio
Páucar
Pozo.
Por
último,
la
pronunciación
popular
del
castellano
actual,
en
Ayavaca
y
en
todo
el
Perú,
no
hace
distingos
entre
b
grande
y
V
chica,
por
lo
tanto,
la
b
grande
no
tiene
en
este
caso
ninguna
ventaja
o
“razón
suficiente”
para
imponerse
en
la
escritura,
porque
no
refleja
una
modalidad
de
pronunciación
diferente.
Arrizabalaga
sostiene
que
el
uso
administrativo
de
los
últimos
años
y
la
práctica
“consuetudinaria”
son
razones
suficientes
para
escribir
Ayabaca
con
b
grande,
pero
este
argumento
también
resulta
sumamente
dudoso,
porque
históricamente,
la
gran
mayoría
de
la
población
ayavaquina
no
ha
tenido
muchas
ocasiones
de
escribir
el
nombre
de
la
provincia.
Las
dudas
se
han
producido
sobre
todo
entre
los
minoritarios
escribidores
y
escribientes,
no
siempre
conocedores
de
su
oficio,
y
el
hecho
de
que
el
error
haya
sido
usual
o
consuetudinario
entre
ellos,
no
lo
convierte
en
norma
deseable.
Durante
más
de
trescientos
años
fue
consuetudinaria
la
esclavitud
en
el
Perú,
¿significa
eso
que
debía
mantenerse?
El
régimen
colonial
fue
consuetudinario
a
lo
largo
de
tres
siglos,
pero
cuando
se
produjo
la
independencia,
lo
que
era
consuetudinario
cambió.
Es
lo
mismo
que
posiblemente
ocurrirá
con
la
escritura
de
Ayavaca,
si
así
lo
deciden
el
pueblo
y
las
comunidades
involucradas.
Ciertamente,
lo
mejor
será
retomar
el
nombre
en
su
pronunciación
original,
ya
sea
que
se
escriba
con
“G”,
como
lo
hizo
el
cronista
Bernabé
Cobo
(Ayaguaca);
con
“H”,
como
lo
hicieron
Blas
Valera
y
Garcilaso
(Ayahuaca);
con
“U”,
como
lo
escribió
Guaman
Poma
(Aya
Uaca),
o
con
“W”
(Ayawaka),
de
acuerdo
a
las
convenciones
de
escritura
del
quechua.
La
única
alternativa
que
no
tiene
justificación
histórica,
fonética
o
racional,
3
es
la
de
forzar
la
escritura
de
Ayavaca
endilgándole
una
b
grande
que
no
corresponde.6
¿Y
qué
significa
Ayahuaca?
El
nombre
de
esta
antigua
provincia
en
la
sierra
de
Piura,
se
deriva
del
topónimo
quechua
AYA
WAKA,
que
muchas
veces
ha
sido
traducido
como
“tumba
de
muertos”,
donde
AYA
sería
‘muerto’
y
HUACA
vendría
a
ser
tumba
o
sepultura.
Sin
embargo,
parece
que
este
término
es
mucho
más
rico
en
significados.
Para
una
comprensión
mas
amplia
de
la
posible
etimología
de
AYA
HUACA
o
AYA
WAKA,
hay
que
considerar
que
en
quechua,
AYA
es
difunto
y
ancestro,
no
sólo
en
el
sentido
físico
del
cadáver
o
la
osamenta,
sino
también
en
el
sentido
simbólico
y
trascendente
del
alma
que
abandona
el
cuerpo,
temporalmente
durante
el
sueño
y
definitivamente
al
término
de
la
vida,
pero
que
vuelve
a
circular
en
los
procesos
vitales,
como
en
los
ciclos
del
agua,
la
luz
y
las
estaciones
que
se
mueven
junto
con
la
tierra.
AYA
es
otro
nombre
del
espíritu
o
la
energía
universal
de
la
Pachamama.
Por
eso,
la
palabra
quechua
AYA
también
designa
el
color
rojo
pálido
o
amarillento
del
amanecer
y
del
crepúsculo
y
la
palidez
de
los
recién
nacidos
y
los
moribundos,
mientras
que
HUACA
es
el
nombre
de
respeto
que
reciben
los
lugares
y
las
cosas
más
sagradas.
Tal
vez
sea
necesario
recordar
que
el
antiguo
santuario
de
AYAHUACA
o
AYAWAKA
se
encuentra
en
la
región
de
los
últimos
parajes
cordilleranos
donde
se
oculta
o
“muere”
el
sol,
es
decir
en
el
extremo
occidental
de
la
cordillera
de
los
Andes,
donde
los
macizos
montañosos
“cambian
de
rumbo”,
y
al
mismo
tiempo,
en
la
zona
geográfica
donde
nacen
todos
los
ríos
y
fuentes
de
agua
de
la
región,
incluyendo
el
antiguo
Río
Chicuate,
hoy
llamado
Río
Blanco7
(uno
de
los
tributarios
más
occidentales
del
Océano
Atlántico).
En
ese
sentido,
la
vieja
provincia
de
AYA
HUACA,
con
sus
cerros
y
lagunas
sacralizadas
en
la
geografía,
la
historia
y
la
cultura
regional,8
viene
a
ser
la
Morada
de
los
Ancestros
o
el
Santuario
de
la
Muerte,
pero
también
de
la
Inmortalidad,
del
cambio
y
transformación
de
la
vida.
4
NOTAS
1
Carlos Arrizabalaga: “¿Ayabaca o Ayavaca?” Diario Correo. Piura, 25/11/04
2
Germán Leguía y Martínez: Diccionario Geográfico, Histórico, Estadístico, etc. del departamento de
Piura. Tipografía “El Lucero”. Vol. I. Lima, 1914
3
Felipe Guaman Poma de Ayala: El primer nueva corónica y buen gobierno (1615/1616) (København,
Det Kongelige Bibliotek, GKS 2232 4°)
4
En el latín existía el fonema consonántico /b/ (oclusivo sonoro bilabial), que se escribía B, y el
fonema vocálico /u/, escrito como V). En la escritura castellana medieval no había distinción entre B y
V latinas en posición intervocálica, pues las dos solían escribirse con V. Quizás por los contactos o
cercanía con otros idiomas, como el francés y el italiano, entre los siglos VI al X, la V adquirió un
sonido fricativo (/β/), producto de la pronunciación labiodental /v/. En su evolución castellana y
después de una consonante, el fonema /β/ se escribe como U hasta el siglo XVI; posteriormente hay un
uso alterno entre U y V, como en el caso de selva y selua, o como en los diversos ejemplos
mencionados en el texto.
5
Real Academia Española: Diccionario de la lengua española. (DRAE). Vigésima segunda edición.
Espasa-Calpe. Madrid. 2001.
6
El uso escrito de la letra b tiene sus propios espacios y funciones, completamente respetables, incluso
cuando se utiliza erróneamente. César Vallejo tuvo versos elogiosos para la “b del buitre” trazada en el
aire por las manos optimistas del obrero Pedro Rojas, para escribir “¡Viban los compañeros!”, en el
contexto de la guerra civil española. Sin embargo, la licencia poética no se puede aplicar a nuestro caso.
Vallejo saludaba la ruptura simbólica de las reglas ortográficas y gramaticales, equivalentes a las reglas
torcidas de una sociedad que hacía falta enderezar. En ese marco, la falta ortográfica de Pedro Rojas,
síntoma de las carencias del estado que no supo educarlo, es también un signo de autenticidad y de
pureza. Allí no importa la ortografía, porque se está luchando por algo más valioso. En el caso de
Ayavaca, los que defienden el uso de la b postiza, no son precisamente poetas ni proletarios y es muy
dudoso que quieran sumarse a las filas esperanzadas del obrero Pedro Rojas.
7
Miguel Saturnino Zavala: Caminos y Pueblos de la Antigüedad. Piura, 1847. Cámara de Comercio y
Producción de Piura. Piura, 1993.
8
La provincia de Ayavaca comprendía originalmente los territorios de la actual provincia de
Huancabamba y una gran parte de la provincia de Morropón.