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Aceptado: 01-04-10
RESUMEN
La política española en el Norte de África se basó en gran medida en intervenir en las cons-
tantes disputas dinásticas de sus monarcas, favoreciendo la discordia. A tal fin, la Corona hispana
generalmente fomentó la conversión de su pretendiente, generalmente bautizado con el nombre
del rey español que lo amparaba, y por apellido el reino del que eran soberanos o herederos o el
apellido de los monarcas españoles (Austria). Fueron muchos los príncipes conversos con estas
características los que vivieron en España, si bien fueron los marroquíes quienes ofrecieron mayor
número, especialmente los pertenecientes a la dinastía Saadí. Prácticamente llamados igual, Felipe de
África, la coincidencia cronológica de muchos de ellos dificulta distinguir a que rama de la familia
real apoyaba España, su periodo y por qué. Este trabajo presenta, a través de una documentación
inédita que se aporta en el apéndice, y con la debida contextualización histórica, al desconocido
don Felipe de África, príncipe heredero de los reinos de Fez y Marruecos, que vivió en España
bajo el apoyo de Felipe IV.
Palabras clave: Saadí, converso, Marruecos, Fez, política exterior, Felipe IV.
ABSTRACT
Spanish policy in Northern Africa basically relied on interfering in the constant dynastic
disputes of their monarchs, creating dissent. To this purpose, the Spanish crown encouraged the
conversion of the pretender, usually christened with the name of the Spanish king protecting him,
and adopting as his new surname the kingdom they were sovereigns or heirs, or the surname of
the Spanish kings (Austria). There were many converted princes with these features who lived in
Spain, mainly belonging to the Saadi dynasty. Most were called likewise, Felipe of Africa, so the
chronological coincidence of many of them is a difficulty when it comes to telling which branch of
the royal family was backed by Spain, the period and why. This work presents, through previously
unpublished documents available in the appendix, and duly contextualised in historic terms, the
unknown don Felipe of Africa, heir prince to the kingdoms of Fez and Morocco, who lived in Spain
under the protection of Philip IV.
Keywords: Saadi, convert, Morocco, Fez, foreign policy, Philip IV.
. A partir del siglo XIX este edificio fue rehabilitado por los duques de Santoña y hoy lo
ocupa la Cámara de Industria y Comercio de Madrid.
. Su biografía más conocida es la de OLIVER ASÍN, José, Vida de don Felipe de África,
príncipe de Fez y Marruecos (1566-1621), Madrid, 1955.
por su biógrafo, don Jaime Oliver Asín. Descartada esta opción por imposible,
continuamos profundizando en la escasa bibliografía existente, pero no encon-
tramos nada hasta el año siguiente, cuando se publicó un interesante estudio
francés que aportaba datos de otro don Felipe de África. Sin embargo nuestras
expectativas pronto se deshicieron, pues este príncipe tenía un origen tunecino,
aunque encajaba perfectamente en la cronología del documento que poseíamos .
No obstante su origen geográfico descartaba también esta posibilidad; de modo
que llegamos a dudar si era el documento que poseíamos el que no describía
correctamente al personaje. En todos los casos, y ante la falta de una producción
bibliográfica mayor, optamos por dejar pasar el tema hasta que la historiografía
diera un salto cualitativo en esta materia.
No sería hasta tres años después de nuestras últimas lecturas, cuando
encontramos una obra de Beatriz Alonso Acero, publicada en el 2006, que nos
puso sobre la pista cierta. Aún con una breve descripción, apuntaba entre la
pléyade de nobles musulmanes convertidos, a un príncipe magrebí de título,
nombre y cronología perfectamente identificable con la documentación que
manejábamos. Estábamos, pues, ante un príncipe saadí, uno de tantos que lle-
. Mahamed Chelebi había nacido en 1627 y era el hijo primogénito del Dey de Túnez Ahmad
Khuja, quien ejerció sus funciones entre 1640-1647, bajo el gobierno del bey Murad Pasha. Persona
de carácter, desde muy joven encontró serias divergencias con el pensamiento de su padre e, incluso,
con los hábitos sociales de su tierra. Así, a la edad de 16 años queda encandilado por la religión
cristiana inspirada por el lazarista Julián Guerín, quien lo catequiza. Y en 1645 muestra enérgicamente
su disconformidad con su progenitor por el matrimonio que concertó para casarlo con la hija del
pashá de Túnez. Cansado del dirigismo paterno, trató la huida del país con un renegado de la villa
de Trapani, Giuseppe Bartolla. La fuga se efectuó, bajo la excusa de realizar corso, en el primer
trimestre de 1646 en una pequeña embarcación con 8 soldados turcos, arribando la comitiva al puerto
siciliano de Mazara. Recibido el noble tunecino por el virrey, don Luis Fajardo Requesens y Zúñiga,
IV marqués de los Vélez, su entrevista sirvió para advertir la importancia de las posibilidades que
ofrecía para la política exterior española en el Norte de África. Sin esperar tiempo, el 24 de abril
este oficial regio le hizo saber todo lo acontecido a Felipe IV, monarca que no dudó en dar vía libre
al trato de favor que debía recibir el exiliado. Tras las instrucciones regias pertinentes, el virrey de
Sicilia trataría a Chelebi con el rango de príncipe, agasajándolo como tal. No en balde fue investido
con el hábito de Santiago y propuesto para ordenarlo caballero de la Orden de Malta. Conforme al
deseo del fugado de convertirse al cristianismo, el 6 de mayo recibió las aguas del bautismo —bajo
el padrinazgo del marqués de los Vélez— en la catedral de Palermo, recibiendo los nombres de
Felipe (en honor del rey) Pedro Fernando Ignacio, y por apellido del continente del que venía. A
partir de este instante se llamaría don Felipe de África, trasladándose a Madrid para entrevistarse
con el rey, donde sabemos que estuvo. En la Corte recibió la concesión real, conforme a su rango,
de una pensión para su sustento. Vid. BONNERY, Matthieu, “Un homme entre deux mondes: la
vie mouvementée de Don Philippe d´Afrique, prince de Tunis (1627-1686), Tiempos Modernos, 1
(mayo-septiembre de 2003), 34 pp. [Revista electrónica (http://tiemposmodernos.rediris.es )].
. Obra necesaria y de todo punto interesante, a la que remitimos: ALONSO ACERO, Beatriz,
Sultanes de Berbería en tierras de la cristiandad. Exilio musulmán, conversión y asimilación en a
Monarquía hispánica (siglos XVI y XVII), Madrid, 2006.
1. La política de la discordia
. Por todos ellos, destacaríamos al infante de Almería, Çidi Yahya al-Nayar (bautizado como
don Pedro de Granada-Venegas) cuya descendencia poseyó señoríos en el propio Reino de Granada
y cuya estirpe obtuvo el título de Marqueses de Campotéjar. Vid. SORIA MESA, Enrique, “De la
conquista a la asimilación. La integración de la aristocracia nazarí en la oligarquía granadina. Siglos
XV-XVII”, Áreas, 14 (1992), pp. 49-64.
. Tras las capitulaciones de 1492, residiría en la localidad almeriense de Codbaa (actual
Fuente Victoria), en donde fallecería su esposa, la sultana Morayma. Tras enterrarla, vendería todas
sus propiedades y en 1494 marcharía a Marruecos, amparado por el rey de Fez. Vid. GASPAR Y
REMIRO, Miguel, “Partida de Boabdil allende con su familia y principales servidores”, Revista del
Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, 2 (1912), pp. 58-59.
. LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, José Enrique, “Granada en el siglo XV : Las postrimerías
nazaríes a la luz de la probanza de los infantes Don Fernando y Don Juan”, Actas del V Coloquio
Internacional de Historia Medieval de Andalucía, Córdoba, 1988, pp. 599-641.
. El sultán de Fez, padre de este personaje, era Abd al-Haqq ibn Abí Sa´id. Todo el análisis de
esta historia en RUBIERA MATA, María Jesús, “La familia morisca de los Muley-Fez, príncipes
meriníes e infantes de Granada”, Sharq al-Andalus, 13 (1996), pp. 161-164.
. Un breve análisis, al hilo de estudios de mayor calado, que deja entrever claramente esta
postura, en J. García Oro, “La cruzada del cardenal Cisneros: de Granada a Jerusalén”, Archivo
Ibero-Americano, 51 81991), pp. 553-766. TÉLLEZ ALARCIA, Diego, “El papel del Norte de África
en la política exterior hispana (ss. XV-XVI), en Tiempos Modernos, revista electrónica (http://tiem-
posmodernos.rediris.es ), 20 pp.
10. RUBIERA MATA, María Jesús, “La familia morisca…”, pp. 164-165.
11. Su árbol genealógico y su historia particular en SÁNCHEZ RAMOS, Valeriano, “Un rey
para los moriscos: el infante don Juan de Granada”, Sharq al-Andalus, 14-15 (1997-1998), pp. 285-
316.
12. Este personaje había sido desplazado del trono por su tío Abd-Er- Arman y posteriormente
se unió a los españoles para recuperarlo, estallando una guerra civil que finalmente le condujo a
venir a la península en 1515 y bautizarse con el nombre de don Fernando de Bugía. Vid. SÁNCHEZ
RAMOS, Valeriano, “Don Fernando, infante de Bugía, huésped del emperador”, Sharq al-Andalus,
18 (2003-2007), pp. 103-112.
13. Real Academia de la Historia (en adelanta R.A.H.), Salazar y Castro, A-17, f. 125.
14. CASTRIES, Henry de, “Trois princes marocains convertis au christianisme”, en Nouvelles
études nord-africaines et orientales. Memorial Henri Basset, Paris, 1928, t. I, pp. 143-150.
15. R.A.H., D-51, f. 21.
16. Era hijo de un cortesano y militar de la corte safaví del Shah Abbas. Vid. CUTILLAS FE-
RRER, José F., “Las relaciones de don Juan de Persia: una imagen exótica de Persia narrada por
un musulmá shií convertido al cristianismo a principios del siglo XVII”, Sharq al-Andalus, 16-17
(1999-2002), pp. 211-225.
17 Requesens a Felipe II. Padul, 4 de noviembre de 1570. Archivo General de Simancas, Cámara
de Castilla, leg. 2155, p. 4.
crisis internas, fueron bastantes los príncipes marroquíes que acabaron sus días
en territorio hispano, entre ellos el personaje que nos ocupa.
18. El problema se inició por una disputa de poder. Así, al mismo tiempo que en Fez era entroni-
zado como nuevo sultán Mulay Zidan Abu Maali (1603-1627) (Mawlay Zaidan o Zaidan el Nasir),
su hermano Abu Fares Abdallah (Moulay Mafades), el 12 de octubre se proclamaba igualmente rey
en Marrakech (Mulay Abdul Abdallah Abu Faris). Es entonces cuando estallada una guerra entre
pretendientes, que lleva a este último soberano a enviar a su hermano Mohamad al Chaij al Mamun
(Muley Saij o Muhammed el Mamun) para atacar al soberano de Fez. Tras derrotarlo a principios
de 1604, este príncipe se autoproclamaba en Fez también sultán, enviando a Marrakech un ejército
para luchar contra Abu Faris. En febrero de 1607 este último rey era derrotado y se refugiaba en
la región del Sus, quedando su vencedor regentando la ciudad de Marrakech, si bien en febrero de
1608 un nuevo pretendiente, Mohamad ben Abdulmumin, logra expulsar al vendedor y hacerse dueño
de la ciudad. Es en esta situación de descomposición del poder territorial donde debemos enmarcar
nuestra historia.
príncipe más posibilidades políticas que con el anterior; de modo que es llama-
tivo cómo aquel año el viejo converso marroquí se marchó a Italia, de donde
no volvería. Producto de las negociaciones mantenidas con la Corona, Muha-
med el Shaikh (el nuevo Muley Xeque), firmó el 9 de septiembre de 1609 unas
capitulaciones, por la cuales, a cambio de recibir ayuda española para volver a
entronizarse, entregaría Larache.
Mientras Muhamed el Shaikh (Muley Xeque) negociaba en la península las
ayudas, la guerra civil marroquí entró en un proceso complejo que, lógicamente,
terminaría por agravar la situación. En efecto, al poco de ser destronado por su
hermano Abu Zidán, éste no logra mantener el control efectivo del territorio
conquistado, volviendo a retroceder a sus posiciones de Marrakech. La retirada
de Fez fue posible en agosto de 1608, cuando el sobrino del sultán intruso, el
príncipe Abdallah al Mammun (hijo del rey refugiado en España), con apoyo
de los Cheraga y de su tío Abu Faris —el también destronado rey de Marrake-
ch— expulsó a las tropas invasoras de su tío Abu Zidán. No obstante, y un mes
después, el sobrino estrangulaba al tío que le ayudó, Abu Faris, quedando como
único dueño de la ciudad, a la espera de los refuerzos que traería su padre. Así
las cosas, en junio de 1610, y con apoyo del marqués de San Germán, Muhamed
el Shaikh II (Muley Xeque) volvía de España y se autoproclamaba sultán de Fez,
si bien el alcaide de Larache, al igual que los de las ciudades cercanas (Arcila y
Alkazarquivir), ofrecieron resistencia a su entrega 19. El artífice de esta oposición
fue el almocadén de Tetuán, Ahmed an Naqsis, receloso de los pactos alcanzados
con los españoles; dando lugar a que el repuesto rey tuviera que entablar una
guerra en este sector antes de tomar cualquier otro tipo de decisión 20. Aplastada
la plaza tetuaní, el rey de Fez, y conforme a lo pactado, hizo entrega el 21 de
noviembre de Larache, si bien tuvo que protestar a los españoles por refugiar en
Ceuta a la mujer e hijos del almocadén tetuaní que se le opuso, autoridad a la que
siguieron otros notables de aquella ciudad contrarios al soberano magrebí 21.
La cesión de Larache generaría contra el sultán repuesto nuevos levanta-
mientos en la región, aunque no lo suficientemente fuertes todavía como para
ser una amenaza, mucho menos por los problemas que padecía Marrakech y que
impedían apoyar a los alzados. En efecto, en el área sur del reino vecino había
estallado una revuelta dirigida por Abu Mayi, que obligó a Abu Zidán a negociar
19. El asesino del pretendiente fue Abu al-Lif, sobrino de Abu Faris. Vid. GARCÍA FIGUERAS
Tomás y LOULYA DE SAINT-CYR, Carlos, Larache, datos para su historia en el siglo XVII, Ma-
drid, 1973.
20. GOZALBES BUSTO, Guillermo, Los moriscos en Marruecos, Granada, 1992, p. 212.
21. El gobernador ceutí, marqués de Villarreal, fue el encargado de realizar los pactos con, al
menos, veinte pobladores. Entre los más destacados sobresalía Hamet Monfadal, quien se convertiría
con el nombre de Rafael de Meneses. Vid. GOZALBES BUSTO, Guillermo, Los moriscos…, p.
213.
22. CAILLE, Jacques, “Abassades et missiones marocaines aux Pays-Bas á l´époque des sultanes
saadiens”, Hesperis-Tamuda, IV (1963), pp. 38-39 y, del mismo autor, “Ambassades et missions
marocaines en France”, Hesperis-Tamuda, I (1960), pp. 40-45.
23. RODRÍGUEZ MEDINA, Fernando, Familias de Fez, Madrid, 1995, p. 109.
24. Uno de los barcos holandeses que transportaba sus bienes fue apresado por los españoles,
incautándole su biblioteca, cuestión que deterioró las relaciones de este sultán con sus aliados eu-
ropeos. Vid. IBN AZUZ, Mohamed, “La biblioteca de Mulay Zaidán en El Escorial”, Cuadernos de
la Biblioteca Española de Tetuán, 17-18 (1978), pp. 117-154.
25. BAUER LANDAUER, Ignacio, Papeles de mi archivo. Relaciones de África (Marruecos),
Madrid, s.f., II, pp. 15-19.
26. Parte de su interés se centró en recuperar la herencia de su padre, situada mayoritariamente
en Tánger y valorada, sólo la pedrería, en millón y medio de ducados
27. El 4 de abril de 1621 Felipe IV advertía al capitán don Diego de Escobedo, alcaide del Peñón
de Vélez de la Gomera y gobernador de La Mámora, del fin de la tregua con los holandeses y de las
contingencias militares que se derivarían. Para ver el cruce de correos y el pensamiento político del
momento, vid. el ya clásico artículo de RODRÍGUEZ VILLA, Ángel, “documentos sobre El Peñón
y La Mámora”, Boletín de la Real Academia de la Historia, 30 (1897), pp. 523-526.
28. R.A.H., Colección Salazar, I-49, f. 269.
29. ÁLVAREZ DE TOLEDO, Isabel Luisa, África versus América. En tiempo de los Austrias, p. 6.
30. Recibió los nombres del rey, del duque y del sacerdote que lo bautizó. Vid. ALONSO ACERO,
Beatriz, Sultanes de…, p. 106.
31. ÁLVAREZ DE TOLEDO, Isabel Luisa, África versus América…, p. 6.
32. JACQUES-MEUNIE, D., Le Maroc saharien des origines à 1670, París,1982.
Francisco Guerra, con objeto de alcanzar un pacto con los españoles. Desde su
refugio en Alcázar, expidió una carta el 8 de diciembre de 1619, proponiendo
al rey de España que “…por ymitar a mi padre, que aya gloria, en el amor que
tubo a la Majestad del rrei Felipe, e querido serbirle con Arçila”. Ocupado el
trono saadí —como lo esperaba— garantizaría que en dos meses se restaurarían
definitivamente las buenas relaciones con la península, dejando entrever también
alguna cuestión concreta sobre Tetuán y Salé33.
El gobernador de Larache, maestre de campo Pedro Rodríguez de Santiesteban,
remitió la propuesta de Zaguda a Madrid, haciendo énfasis en las posibilidades
que ofrecía este candidato. No obstante, el Consejo de Estado, en su consulta
del 25 de enero de 1620, no dio importancia a la oferta de Arcila, y ordenó a
Santiesteban que, con buenas maneras, dejase en vía muerta el asunto 34. Y no
iban descaminados los oficiales en no creer en esta rama familiar de os saadíes,
pues en 1623 Abdallah Mohameh III era derrocado, asumiendo su herencia su
hijo Abd el Malek II. Su actitud fue preservar su sucesión frente a la descen-
dencia de su tío Mohammed Zaguda, así como tratar de derrocar al sultán de
Marrakech para restablecer en su reino su soberanía. Sin embargo todo terminaría
en 1626, fecha en la que un victorioso Abu Zidán reunió ambas coronas en su
cabeza. Entronizado como sultán de Marruecos, impuso finalmente su estirpe en
la sucesión, permaneciendo los pocos miembros de la Casa de Fez escondidos
ante las persecuciones que siguieron. Sin embargo para estas fechas el nuevo
rey, Felipe IV, supeditó toda la política exterior a la Guerra de los Treinta Años,
relegando las relaciones marroquíes a un segundo plano 35.
La muerte de Abu Zidán, acaecida en 1627, abrió la puerta nuevamente
a la disidencia de la familia real de Fez, si bien Abd el Malek III también
combatió con dureza a sus opositores. Muhammad Zaguda finalmente no logró
imponerse a su primo, escondiendo a su primogénito, Muley Hamet, en unas
montañas remotas, preservando así sus derechos dinásticos. Este príncipe, criado
en las recónditas sierras, a la muerte, en 1630, de su primo Abd el Malek III,
capitalizó todos los derechos dinásticos para suceder en el trono, ya que el resto
de los hermanos del sultán comenzaron a disputarse la corona. La brutal guerra
civil que acompañó a los hijos de Zidán permitió albergar nuevas esperanzas a
la rama de Fez, quien, como biznieto del recordado Al-Mansur, prácticamente
era el más inmediato y legítimo heredero a la sucesión de los saadíes 36. Durante
el reinado de El Walid (1631-1636) hubo cierta relajación, dada su política de
acercamiento a los españoles, si bien los seguidores de Muley Hamet continuaron
escondiéndole, dado que este príncipe pertenecía a una rama real contraria. Con-
vencidos que con el tiempo se reactivaría una política contraria, se mantuvieron
expectantes hasta la hora de salir a la luz. Sería entonces cuando establecerían
una firme alianza con España, única vía (que estimaban) para imponerse a la
rama reinante. El asesinado en 1636 el sultán y la subida al trono de su hermano
Muhamed el Shaikh III cierran definitivamente la ambigüedad con los españoles
por otra estrategia contraria. Es muy posible que este cambio político, sumado a
la guerra civil imperante, hiciera insostenible la supervivencia de Muley Hamet,
persuadiéndole para que se refugiase en España.
Muley Hamet llegó a la península de la mano del capitán de caballería
portugués Jorge Mendoza da Franca, caballero del Hábito de Cristo que logró
convencer con argumentos al marqués de Velada para que éste intercediese ante
la Corona37. Los contactos dieron el fruto deseado, ya que el príncipe fue hos-
pedado de inmediato en Getafe, bautizándose el 16 de octubre de aquel mismo
año. Adoptó el nombre de don Felipe de África, lo que posiblemente indique que
Felipe IV pudo ser su padrino38. Le acompañó en este viaje el alcaide Mohamed
Venrraya, quien en la segunda mitad del mes de noviembre de aquel año —una vez
consolidado el apoyo español— solicitaba ayuda de costa para traer a España a su
mujer y familia39. Reconocido con los títulos de príncipe de Fez y de Marruecos,
este personaje recibió apoyo económico y mantuvo cierta correspondencia con el
nuncio de Inocencio X, siendo destinado a servir al rey en Nápoles.
No era el primer príncipe converso que había en la península, pues tres años
antes había recalado también en tierras italianas un príncipe tunecino, bautizado
en Palermo con idéntico nombre: don Felipe de África (1627-1686). Junto a éste,
también se encontraba bajo el amparo de Felipe IV un príncipe Saadí contrario a
sus pretensiones, don Felipe Gaspar Alonso de Guzmán. Sin embargo su propio
nombre delataba que no mantenía, ante los ojos hispanos, la primacía en los
derechos dinásticos. Esta historia no hacía sino repetir hechos semejantes de otra
época, cuando, años antes, reprodujo semejante trayectoria el primer don Felipe
de África (1554-1621), quien se marcharía a Milán tras la llegada a España del
abuelo de nuestro personaje, el sultán Muhamed el Shaikh II. Era, pues, nuestro
don Felipe de África (Muley Hamet) el personaje más importante que la Corona
hispana dio en aquella fecha a su política marroquí.
Hasta aquí los pocos datos que se conocen de este personaje, razón de más
para añadir algunas notas al hilo de un análisis meditado de nuestro documento.
Por un informe de 1663, emitido por don Francisco Encinas, comisionado del
príncipe marroquí, sabemos que Felipe IV emitió dos cédulas a favor de don
Felipe de África, por las que le hacía merced de “…la cantidad de çient ducados
de alcançe al mes y otra de duçientos escudos al mes”. Sólo por la renta anual
de la primera cédula (1.200 ducados), nos permite aseverar que este personaje
tenía asegurada, y con decencia, su estatus de príncipe extranjero. Sin embargo,
como era usual en este tipo de numerario, no siempre la hacienda regia hacía los
libramientos de caja oportunamente, razón que explica las legítimas demandas
que condujeron a desarrollar los documentos que manejamos.
Pensamos que don Felipe de África debió defender en todo momento sus
derechos legítimos al trono saadí, si bien no se concreta una línea significativa
en la política exterior de Felipe IV que determine en qué consistió su estrategia.
No obstante, observamos cómo en el transcurso de los acontecimientos expe-
rimentados por Marruecos —cotejamos con los pocos datos disponibles sobre
refugiados marroquíes— que volvemos a detectar llamativos hechos. Uno de los
más notables tiene lugar en 1654, cuando moría asesinado el sultán Mohamed el
Shaikh III, magnicidio que abriría nuevas ilusiones en nuestro príncipe. Mucho
más por cuanto el hijo y heredero del sultán, Ahmad II el Abbas, a duras penas
mantenía sus prerrogativas. Es muy probable que nuestro príncipe albergara
la posibilidad de cambiar el rumbo de la historia de su país, enarbolando sus
reivindicaciones. Quizás haya que concatenar el hecho anterior con la llegaba a
España de otro noble marroquí, Mahamed, al que se hace descender del sultán
Abu Zidán, y que se bautizó con el nombre de don Baltasar de Loyola40, y que
muy bien pudo interpretar don Felipe como un giro de la Corona hispana.
Aún cuando don Baltasar Loyola no recibió en 1654 el tan llamativo nombre
de Felipe ni el apellido África —tan característico de los herederos al trono—,
su presencia debió incomodar a don Felipe de África, ya que la filiación del
nuevo converso —rama familiar contraria a la suya— iba en detrimento de sus
reivindicaciones. Además, la salida de su primo don Felipe Gaspar de Guzmán
para servir en Nápoles, ayudaba a entrever la potenciación de los derechos de
este príncipe frente a los de su primo. De ser así, se reproducía miméticamente lo
que ocurrió en 1610, cuando llegó a la península el sultán Muhamed el Shaikh, y
40. Hijo del príncipe Abd Alvahid Muhamed (hijo del sultán Muley Zidán), quedó desposeído
del trono cuando a la muerte de su abuelo, en 1628, el poder pasó al primo de su padre, el sultán
Abd al-Malik II. Como nieto del sultán Zidan, para esta rama familiar este personaje era el legítimo
heredero al trono de Fez y de Marrakech. Su conversión fue muy sonada he hizo publicar en 1669 a
Calderón de la Barca el auto titulado El príncipe constante. Vid. GARCÍA GOLDÁRAZ, Carlos, “Un
príncipe de Fez jesuita: Sceid Muhammad Atáis, en religión P. Baltasar Diego de Loyola de Mandes V
(1631-1667)”, Miscelánea Comillas: Revista de teología y ciencias humanas, 2 (1944), pp. 487-542.
ésta coincidió con la salida a Milán del primer don Felipe de África. Sea como
fuere, lo cierto es que todo indica que la voz de nuestro príncipe de Fez se diluye,
tanto como para sufrir retrasos en el pago de su sustento, signo inequívoco de la
poca atención que se le presta en estas fechas. No obstante los acontecimientos
en el sultanato magrebí, y la propia trayectoria de su contrincante, pusieron a
don Felipe en una buena posición, como ahora veremos.
Don Baltasar de Loyola, a diferencia del príncipe de Fez, nada más
convertirse deseó ingresar en la Compañía de Jesús, orden eclesiástica que sí
suponía un grave inconveniente para su posible opción al trono marroquí. Al
poco de ordenarse marchó a Messina y Malta; de forma que nuevamente don
Felipe de África se convertía en el mejor instrumento político para la Monarquía
española. Llama la atención cómo se concatenan nuevamente los hechos, ya
que en 1659 moría asesinado el sultán Ahmad II el Abbas, extinguiéndose con
él no sólo esta rama familiar sino desapareciendo en el sultanato una cabeza
visible y significativa de estirpe real, a la que poder recurrir con garantías los
marroquíes. La única opción legítima de los saadíes —según el derecho— era
la de don Felipe de África, mucho más por cuanto la total anarquía que sufría
Marruecos permitía valorar, con cierto optimismo, un intervencionismo que
podría ser bien recibido por el pueblo. Así, por un informe de Juan Francis-
co Sáenz Vázquez, cajero de las reales arcas, sabemos cómo en el verano de
1660 —año siguiente al magnificio del último sultán marroquí—, don Juan
de Góngora, presidente del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda, ordenó
entregar al príncipe de Fez los 91.000 reales que se le adeudaban. Las entregas
las ejecutó Juan Vázquez, escribano perpetuo de la Tesorería General, quien el
28 de enero de 1661 envió a Francisco de Mansilla y a Francisco de Olmeda,
oficiales regios, para que llevasen el numerario en dos partidas: La primera, de
56.000 reales (en 1.000 doblones de a dos en escudos de oro), la “…entregaron
en mano propia al dicho señor príncipe de Fez”. Y la segunda, 35.000 reales (en
reales de a cuatro nuevos y de a ocho, y éstos a razón de 14 reales cada uno),
la abonaron al “…doctor don Nicolás de Orsay, clérigo presbítero, como otras
muchas veçes se le havían entregado otras muchas cantidades, como a persona
que avenía a su cassa i negoçios”.
De los pagos realizados aquel año de 1661, interesa el segundo, pues, según
Francisco de Mansilla, oficial mayor de las cartas de pago del tesoro, se realizó
a uno de los colaboradores de don Felipe, porque “…avía salido de esta Corte
el dicho señor príncipe, y haverse quedado el dicho doctor [Orsay] a el ajuste
de diferentes negoçios y dependencias que tenía el dicho señor príncipe”. La
pregunta está llamada a realizarse: ¿Dónde estaba don Felipe de África? ¿Aca-
so, deba conectarse con la fecha con un intento de príncipe de Fez de buscar
apoyos a su causa? El documento alude a la estancia de don Felipe de África
en la isla de Ibiza, no sabemos con qué objeto, bien en servicio de la Corona
o camino de Italia, aunque, por el contrario, otra posibilidad podía ser una ruta
marítima de despiste. La duda razonable hace pensar que nuestro personaje bien
pudiera preparar algún traslado a Marruecos para entrevistarse con sus adeptos
antes de que un nuevo candidato surgiera. No en balde, por este tiempo Moulay
Mohammed Ben Chérif Alí, quien años antes se autoproclamó rey de Sijilmasa
(1640-1641), había logrado controlar la región de Tafilalet y daba pasos agigan-
tados por hacerse con el control del sultanato.
La documentación que presentamos apunta cómo, entre 1661 y 1663, la
administración real vuelve a normalizar la entrega de las rentas concedidas a don
Felipe de África. Más aún, aparecen cartas de recibo de entregas nuevas, así como
regalos y obsequios, que nada tienen que ver con pagos regulares. Así, Matheo
de Olmeda, comisario del tesoro, “…vio que el dicho Juan Bázquez le entregó
a el dicho doctor [Orsay] ocho mill reales de vellón en tres yerros de çintillo de
sombrero de diamantes, esmaltados en oro, ante el del contraste. Y que la restante
cantidad hasta los dichos ocho mill reales, uno se lo entregó diferentes piezas
de plata labrada y moneda de vellón a el dicho doctor. Y lo save todo lo dicho
por haver passado todo en su presencia”. Francisco Olmeda, también comisario
de la misma institución y testigo directo de lo sucedido, recordó, además, que
los “…ocho mill reales le devía el dicho Juan Bazquez a el señor príncipe del
resto de tres quentas que entre los dos tubieron”. Desde luego desconocemos
cuáles eran las “cuentas” particulares que tenían el príncipe de Fez y el escribano
real, pero, desde luego, eran obsequios valiosos no estipulados en las cédulas
reales. Mucho más enigmático resulta explicar porqué, si se trataba de negocios
particulares entre un funcionario y el príncipe, estas cantidades salían de la Te-
sorería Real. Llamativo es también que, de ser pagos oficiales, éstos no tengan
la razón o justificación, y mucho menos por qué las entregas se realizaron en
objetos —en concreto joyas— y no en dinero contante y sonante.
Junto a las dádivas anteriores, el cajero real, Juan Francisco Sáenz Vázquez,
en una actitud también bastante generosa, mandó “…a el dicho don Nicolás
Orsay para el dicho señor príncipe de Fez una scopeta, su corte de vestido de
paño de Olanda y felpa, para las bueltas del ferreruelo, que serían tres varas.
Que en todo ello no entró [tampoco] en quenta de las cantidades referidas”. Sin
entrar en más afirmaciones que las que pueden derivarse de la cita, estos ricos
y lujosos obsequios no sólo engalanaban a una persona principesca sino que
también lo pertrechaban con arma. Verdaderamente se estaba vistiendo a un rey,
cual si se tratase de uno de los muchos retratos velazqueños que nos representa
a la familia real española en un día de cacería por las sierras madrileñas. A
nuestro modo de ver, para 1663 nuestro don Felipe de África estaba vestido
con ricas telas, adornado con joyas valiosas y bien armado, acaso una medida
de la Corona para congraciarse con él o para prepararlo para alguna misión.
En todos los casos aquel año podía reconocerse visualmente a un príncipe, sea
en España o cualquier parte del mundo, incluida Marruecos. Tampoco sabemos
cual era este engalanamiento, si para asistir a cualquiera de los actos barrocos
que deparaba la Corte española o para una puesta de largo en el Magreb. Nada
más aporta este documento.
Desconocemos cual fue la trayectoria vital de nuestro personaje, no así
la de su tierra y truncadas pretensiones. Al año siguiente de quedar saldadas
las cuentas de don Felipe, el 1 de agosto de 1664 moría en su país el cons-
tante Mohammed Ben Chérif, sucediéndole su hijo, Mulay Rachid inb Xerif,
quien, ocupando el norte y autoproclamándose sultán, daba el paso final a
la integración marroquí. A partir de este año, difícil resultaría intervenir en
Marruecos, mucho menos cuando en 1666 daba el golpe de gracia instando su
capital en Fez y liquidando brutalmente la crisis civil interna. Poco después,
en 1669, moría asesinado en Marrakech Karim el Hajj, el último líder de la
resistencia al nuevo poder. En el transcurso de tan cortos años había nacido
el linaje real Alauita, quedando lejos los ecos de la dinastía Saadí y de sus
crisis sucesorias, repletas de discordias y príncipes conversos. Comenzaba una
nueva historia que, como es obvio, se aleja de nuestra pretensión. Sirvan estas
líneas a vuela pluma para entregar estos materiales a quien desee profundizar
—y mejorar, desde luego— la memoria histórica que hemos pergeñado de este
peculiar príncipe; de los intereses españoles en la zona y, por su puesto, de su
contexto histórico.
Apéndice documental
Don Francisco de Ençinas, residente en esta Corte, en virtud del poder que tengo
del señor don Phelipe de África, príncipe de Fez y Marruecos, como más aya
lugar, paresco ante vuestra merced y digo que, estando en esta Corte el dicho
señor don Phelipe de África, le hiço Su Majestad merced de diferentes rentas,
y teniendo crédito de diferentes cantidades en las arcas reales y bolsillo de Su
Majestad, dio reçivo de una suma considerable a Juan Bázquez, cagero de las
arcas reales, y por quenta de la cantidad del reçivo le dio mill doblones y la
restante cantidad se la entregó al doctor don Nicolás de Orsay, su mayordomo,
y habiéndole pedido quentas en la ysla de Yviça de las cantidades que había
reçivido del dicho Juan Bázquez.
Y por quanto el derecho del dicho señor príncipe combiene haçer información de
las cantidades que le entregó el dicho Juan Bázquez al dicho doctor don Nicolás
de Orsay, pido y suplico a vuestra merced se sirva de mandar que se reçiva in-
formación de las cantidades que reçivió el dicho doctor don Nicolás de Orsay del
dicho Juan Bázquez, asi en dinero como en plata labrada, joyas y alajas. Y hecha
la dicha información autorizada y en pública forma, se me entregue un traslado o
más para usar de ellos como al derecho de dicho señor príncipe convenga sobre
que pido justicia y juro en forma este pedimento y para ello, etc.
En la villa de Madrid a diez y ocho días del mes de febrero de mill y seisçientos
y sesenta y tres años, para información de lo conthenido en el pedimento de
presentasión de don Françisco de Ençinas, por el poder que tiene del señor don
Phelipe de África, príncipe de Fez, y el juramento en forma de derecho de Juan
Francisco Saenz Vazquez, caxero de las reales arcas del tesoro, que vive en la
calle de Santa Catalina, junto a San Ildefonso, el qual, después de haver jurado
por Dios Nuestro Señor y haçer una señal de cruz en forma de derecho y siendo
preguntado por el pedimento, dixo:
Que conoçe a el dicho señor don Phelipe de África, príncipe de Fez, y save que
tiene por merced de Su Majestad diferentes rentas y créditos de diferentes cantidades
de maravedíes en las arcas reales y bolsillo de Su Majestad, como son por dos
cédulas de Su Majestad por la cantidad de çient ducados de alcançe al mes y otra
duçientos escudos al mes entinados (sic) en dichas arcas para alimentos suios.
Y por quenta de ellos save este testigo que al dicho señor príncipe de Fez se le
libró en las dichas arcas por orden del señor don Juan de Góngora, presidente
del consejo y contaduría mayor de hacienda de Su Majestad, en veynte y çinco
de junio passado de seisçientos y sesenta, nobenta y un mill reales de vellón por
quenta de lo que se le devía de las dichas dos cédulas. De los quales otorgó dos
cartas de pago ante Francisco Vazquez, escribano perpetuo de la dicha tesorería
general, la una a cincuenta mill reales, su fecha en quatro de octubre de sesenta
y uno, y la otra de los cuarenta y un mill reales.
En veinte y ocho de henero de seisçientos y sesenta y dos años el dicho Françis-
co Vazquez dio de los quales dichos nobenta y un mill reales se le pagaron en
diferentes vias: los çinquenta i seis mill reales dellos en mill doblones de a dos
escudos de oro, contado cada uno a çinquenta y seis reales de vellón, que Françisco
de Mansilla y Françisco de Olmeda, los llevaron y entregaron en mano propia
al dicho señor príncipe de Fez. Y los treynta y çinco mill reales restantes a los
dichos noventa y un mill reales, se le entregaron de orden del dicho príncipe de
Fez a vuestra merced en reales de a ocho y sea quatro de nuebos a raçón de a
catorce reales cada real de a ocho de vellón, a el doctor don Nicolás de Orsay,
clérigo presbítero, como otras muchas veçes se le havían entregado otras muchas
cantidades, como a persona que avenía a su cassa i negoçios.
Y assí mismo este testigo le entregó a el dicho don Nicolás de Orsay. Dixo le
entregó ocho mill reales de vellón entre yerros de çintillo de sombrero de dia-
mantes, esmaltados con fe del contratante. El resto hasta los dichos nobenta y un
mill reales en plata labrada y moneda de vellón, los quales dichos ochenta y tres
mill reales se los devía este testigo a el dicho señor príncipe de Fez del resto de
diferentes quentas que entre los dos tubieron, que éste save por que pagó todo
de su mano y en presencia de Françisco de Mansilla y Françisco de Olmeda i
Matheo de Olmeda, que podrán deçir como passó lo susodicho, y que es la verdad,
so cargo del juramento que fecho tiene, en que se afirmó y lo firmó y más dixo
que dio este testigo a el dicho don Nicolás Orsay para el dicho señor príncipe de
Fez una scopeta, su corte de vestido de paño de Olanda y felpa, para las bueltas
del ferreruelo, que serían tres varas. Que en todo ello no entró en quenta de las
cantidades referidas i lo dixo ser la verdad so cargo del dicho juramento. Y lo
firmó y dixo ser de hedad de cuarenta años.
En la dicha villa de Madrid, el dicho día, mes y año dichos, para más información
de lo referido, yo, el escribano, recibí juramento por Dios Nuestro Señor y a una
señal de cruz, en forma de derecho, de Françisco de Mansilla, oficial mayor de
las cartas de pago del tesoro, que vive en la calle de los panaderos, en cassas
de Juan Basquez, el qual, después de haver jurado y prometido deçir verdad, y
siendo preguntado por el pedimento, dixo:
Que conoçe a el señor don Phelipe de África, príncipe de Fez, conthenido en el
dicho pedimento, y save que por merced de Su Majestad tubo diferentes rentas y
créditos de diferentes cantidades de maravedíes en las arcas reales y bolsillo de
Su Majestad, como son por dos cédulas de Su Majestad, la una çient ducados de
renta al mes y otra duçientos escudos también al mes, consignados para alimentos
suyos en dichas arcas. Y save este declarante que por quenta dellos se le libró a el
dicho señor príncipe de Fez en las dichas arcas por orden del señor don Juan de
Góngora, presidente del consejo y contaduría mayor de hazienda de Su Majestad,
en veynte y çinco de junio passado de mill y seisçientos y sesenta, nobenta y un
mill reales de vellón, por quenta de lo que se le devía de las dichas dos çédulas.
Y save que dellos otorgó dos cartas de pago ante Françisco Vazquez, escribano
perpetuo de la dicha tesorería general, la una de ellas de zinquenta mill reales, su
fecha en quatro de otubre de seisçientos y sessenta y uno, y la otra de cuarenta y
un mill reales, cumplimiento a los dichos nobenta y un mill en reynte y ocho de
henero de mill y seiscientos y sesenta y dos. Assí mismo otorgada ante el dicho
Francisco Vazques, los quales dichos nobenta y un mill reales save se le pagaron
en diferentes días:
Los çinquenta y seis mill reales, dellos en mill doblones de a dos escudos de
oro, contados a raçón de çinquenta y seis reales de vellón, por haver este testigo
llevándoselos en compañía de Françisco de Olmeda a el dicho señor príncipe de
Fez, y se los entregaron en mano propia. Y que los treynta y cinco mill reales
restantes a los dichos nobenta y un mill se le entregaron a el doctor don Nicolás
de Orsay, clérigo presbítero, de orden que de voca dio el dicho señor príncipe
de Fez en reales de a ocho y de a quatro nuebos, a raçon cada real de a ocho
de a catorce reales de vellón, los quales le entregó el dicho Juan Françisco Sáez
Vázquez después que avía salido de esta corte el dicho señor príncipe, y haverse
quedado el dicho doctor a el ajuste de diferentes negoçios y dependencias que
tenía el dicho señor príncipe.
Y assí mismo save que el dicho Juan Françisco Sáez Vázquez le entregó a el
dicho doctor don Nicolás de Orsay ocho mill reales de vellón entre yerros de
En la dicha villa de Madrid, el dicho día, mes y año dichos, para más información
de lo conthenido en el pedimento se presentó por testigo Matheo de Olmeda, comi-
sario del tesoro, que vive en la calle alta de Fuencarral, en cassas del convento de
San Phelipe, del qual, yo, el escribano, recibi juramento por Dios Nuestro Señor
y a una señal de cruz, en forma de derecho. Y aviéndole hecho y prometido deçir
verdad, siendo preguntado dixo:
Que conoçe muy bien a el señor príncipe de Fez conthenido en el pedimento, e que
save que por merced de Su Majestad tubo diferentes rentas y créditos de muchas
cantidades de maravedíes en las arcas reales y bolsillo de Su Majestad, como son
por dos cédulas de Su Majestad, y la una çient ducados de renta al mes y por otra
duçientos escudos, también al mes, destinados para alimentos suyos en dichas arcas.
Y porque este testigo save que por quenta dellos se le libró a el dicho príncipe
de Fez en las dichas arcas por orden del señor don Juan de Góngora, presidente
del conssejo y contaduría mayor de hazienda de Su Majestad, en veynte y çinco
de junio del año passado de mill seisçientos y sesenta, nobenta y un mill reales
de vellón por quenta de lo que se le devía de las dichas dos cédulas. Y save que
dellos otorgó dos cartas de pagó ante Françisco Vázquez, escribano perpetuo de
la dicha hacienda, que la una dellas de çinquenta mill reales de vellón, su fecha
de quatro de octubre del año passado de mill y seisçientos y sesenta y uno, y la
otra de cuarenta y un mill reales, cumplimiento a los dichos nobenta y un mill,
en veinte y ocho de henero de mill y seisçientos y dos, otorgada assí mismo ante
el dicho Françisco Vázquez.
Y que save que los dichos nobenta y un mill reales se le pagaron en diferentes
días, los çinquenta y seis mill reales dellos en mill doblones de a dos escudos
de oro, contados a raçon de a çinquenta y seis reales, en vellón cada uno, y que
En la dicha villa de Madrid a diez y ocho días del mes de febrero de mill y seis-
cientos y sesenta y tres años, para más información de la dicha presente información
y juramento en forma, pareçió Françisco de Olmeda, que ansí dixo llamarse y ser
de hedad de çinquenta y seis años, y que su ocupación es ser comisario de la real
caxa del tesoro, que vive en la calle de Santa Catalina, en cassas de Françisco de
Mansilla, y después de haver jurado, prometió deçir verdad, y siendo preguntado
al tenor del pedimento dixo:
Que conoçe a el señor don Phelipe de África, príncipe de Fez, y save que Su Alteza
tubo por merced de Su majestad, que Dios guarde, diferentes rentas y créditos, de
cantidades maravedíes en las reales arcas y bolsillo real, como son por dos çedu-
las, una de çient ducados de renta al mes y otra de duçientos escudos de renta al
mes, consignados en las arcas reales para alimentos de Su Alteza, el dicho señor
príncipe. Y por quenta dellas, save este testigo que el dicho señor príncipe se le
libró en dichas reales arcas, de orden del señor don Juan de Góngora, presidente
del consejo y contaduría mayor de hacienda, en veynte y cinco de junio passado
de seiscientos y sesenta, nobenta y un mill reales de vellón, por quenta de lo que
se le devía de dichas dos reales sédulas, de los quales dio dos cartas de pago ante
Abd al Malik I
(1576-1578)
Muley Ismail
(en Constantinopla)
(a)
Hija de Agi Morato
(b)
Abd al Malik II
(1623-1626)
Hassan
Bajá de Argel
Abu Faris Abdallah Abdallah II Mohamed
(1603-1608) (1613-1623)
Mohamed el
Shaikh I SULTANES
Muley Hamet
(1549-1554 y DE FEZ Mohamed el Shaikh II D. Felipe de África
1554-1556) el Mamum
[1]
(1603-1608 y 1610-1613)
Mohamed Zaguda
(1619) y (1628)