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Guerra de los Cien

Años
Problemas de la página

Conflicto armado entre Francia e


Inglaterra en la Edad Media siglos XIV y
XV

La guerra de los Cien Años (en francés:


Guerre de Cent Ans; en inglés: Hundred
Years' War) fue un conflicto armado que
duró casi 117 años (1 de enero de 1337-
17 de octubre de 1453)[5][6][7][8]entre los
reinos de Francia e Inglaterra. Esta
guerra fue de raíz feudal, pues su
propósito era resolver quién controlaría
las enormes posesiones acumuladas por
los monarcas ingleses desde 1154 en
territorios franceses, debido al ascenso
al trono inglés de Enrique II Plantagenet,
conde de Anjou. Tuvo implicaciones
internacionales y finalmente, después de
numerosos avatares, se saldó con la
retirada inglesa de tierras francesas.
Guerra de los Cien Años

Batalla de Crécy (1346)

Fecha 1 de enero de 1337-17


de octubre de 1453 (116
años)
Lugar Francia, Países Bajos y
España
Resultado Victoria de Francia y sus
aliados
Beligerantes

Reino de Inglaterra Reino de Francia


Borgoña[1] Corona de Castilla
Corona de Castilla Ducado de Bretaña[3]
(hasta 1369) Reino de Escocia

R i d P t l Gé
Reino de Portugal Génova
Ducado de Bretaña[2] Corona de Aragón
Ducado de Reino de Bohemia
Normandía Reino de Navarra[4]

Fuerzas en combate

145 000 hombres 200 000 hombres


[cita requerida] [cita requerida]

Bajas

59 000 muertos y 53 000 muertos y


heridos [cita requerida] heridos [cita requerida]

[editar datos en Wikidata]

Origen del nombre


Aunque los contemporáneos sintieron
desde el final del siglo XIV la excepcional
duración del conflicto, no fue hasta el
siglo XIX que la expresión «guerra de
cien años» (guerre de cent ans) se
impuso en la historiografía. El
medievalista Philippe Contamine ha
investigado sobre las primeras
menciones. Aparece por primera vez en
la Tableau chronologique de l'Histoire du
Moyen Âge [Tabla cronológica de
Historia de la Edad Media] de Chrysanthe
Desmichels,[9] editada en París en 1823.
El primer manual escolar que utilizó esa
misma denominación se debe a un cierto
M. Boreau y aparece en 1839 bajo el
título L'Histoire de France à l'usage des
classes [La Historia de Francia para el
uso de las clases]. Finalmente, la primera
obra titulada Guerre de Cent Ans es de
Th. Bachelet en 1852.[10]
Orígenes del conflicto
La rivalidad entre Francia e Inglaterra
provenía de los tiempos de la batalla de
Hastings (1066), cuando la victoria del
duque Guillermo de Normandía le
permitió adueñarse de Inglaterra. Ahora
los normandos eran reyes de una gran
nación y exigirían al rey francés ser
tratados como tales, pero el punto de
vista de Francia no era el mismo: el
Ducado de Normandía siempre había
sido vasallo, y el hecho de que los
normandos hubiesen ascendido al trono
de Inglaterra no tenía por qué cambiar la
sumisión tradicional del ducado a la
corona de París.
Primeras escaramuzas

Enrique II Plantagenet.

A mediados del siglo XII, los duques


normandos fueron reemplazados por la
dinastía Anjou, condes poderosos que
poseían grandes territorios en el oeste y
sudoeste de Francia. El rey angevino
inglés Enrique II era de hecho más
poderoso que su supuesto señor, el rey
de Francia, porque gobernaba un imperio
mucho más rico y productivo. En su
lucha por limitar el poder de los
soberanos ingleses, el rey de Francia
Felipe Augusto apoyó la rebelión de uno
de los hijos de Enrique II, Ricardo
Corazón de León, que lo sucedió en el
trono en 1189.

Tratado de París

Enrique III de Inglaterra (1207-1272),


heredó el trono siendo muy pequeño,
trajo consigo un período de zozobras y
temores, que desembocó en el
desfavorable Tratado de París en 1259.
Enrique abdicaba formalmente al rey
francés Luis IX todas las posesiones de
sus antepasados normandos y a todos
los derechos que pudieran
corresponderle. Esto incluía la pérdida de
Normandía, Anjou y todas sus demás
posesiones salvo Gascuña y Aquitania,
que había heredado por vía materna.
Estas dos regiones quedaban sometidas
al homenaje, una especie de pago, renta
o tributo que Enrique otorgaría al rey
francés para conservarlas.

Eduardo I

Eduardo I de Inglaterra, hijo de Enrique III,


no se conformó con esta situación de
sometimiento: construyó una base de
poder militar y económico muy superior
a la de su padre y quiso colocar de nuevo
a su corona en una posición de fuerza en
el continente. Inició hostilidades contra
la Francia de Felipe III (que duraron
cuatro años: de 1294 a 1298) pero, más
dedicado a consolidar su poder en el
interior de la propia Inglaterra, no hizo
nada más respecto de Francia.

Cuando falleció, otro lapso de


convulsiones azotó a Inglaterra. Una
Escocia fuerte, motivada y organizada,
liderada por Robert the Bruce, venció a
los ingleses en varias ocasiones,
derrotando al sucesor de Eduardo,
Eduardo II, y logrando la ansiada
independencia.

La guerra de San Sardos y


Eduardo III

Entre 1324 y 1325 se produjo una nueva


guerra entre Inglaterra y Francia,
conocida por los historiadores como
guerra de San Sardos por el poblado
donde tuvieron lugar las principales
acciones. La corona inglesa pasó pronto
a manos de Eduardo III, que era solo un
niño, pero a pesar de todo no estaba
dispuesto a dejarse vencer con tanta
facilidad. El rey de Francia, Carlos IV
murió, como sus antecesores, sin dejar
heredero varón.

La maldición de los Capetos

Luis IX de Francia (San Luis).

La muerte de Carlos IV era el fin de la


poderosa y prolongada dinastía de los
Capetos. Había sido fundada por Hugo
Capeto en 987, y había dado una larga
serie de poderosos monarcas que incluía
a Luis VI, Luis VII y Luis VIII, todos ellos
comandantes en las Cruzadas. Tras la
muerte del rey siguiente, San Luis,
orientador y capitán de la cruzada contra
los cátaros, la dinastía Capeto tuvo aún
otro poderoso rey: Felipe el Hermoso.
Con él comenzó la decadencia: Felipe
destruyó a la antigua y noble Orden del
Temple, llevando al juicio y a la hoguera a
muchos de sus dirigentes, en especial a
su último Gran Maestre Jacques de
Molay. La tradición cuenta que De Molay,
de pie sobre las llamas que lo
consumirían, maldijo a Felipe el
Hermoso, al Papa y a la familia Capeto,
profetizando su pronta extinción y olvido.
En efecto, Felipe IV murió en 1314, en el
curso del mismo año de la ejecución de
los templarios. Tenía tres hijos. El mayor,
Luis X el Obstinado, fue coronado en
agosto de 1315 y murió a los pocos
meses, mientras su esposa estaba
embarazada. El niño recién nacido iba a
ser coronado con el nombre de Juan I, en
razón de su corta edad, recibió como
regente al hermano mediano de su padre,
Felipe. El pequeño murió siendo un bebé,
por lo que se lo conoce como Juan el
Póstumo. Así, su tío Felipe debió ser
coronado de inmediato bajo el nombre
de Felipe V el Largo. Este rey, aunque
enérgico e inteligente, era débil de salud
y falleció solo cinco años después,
dejando cuatro hijas que no podían
heredar en virtud de la Ley Sálica que él
mismo invocó para poder suceder a su
sobrino. Le sucedió entonces el tercer
hijo de Felipe el Hermoso (y por tanto
hermano pequeño de Luis X y Felipe V):
Carlos Capeto, que reinó bajo el nombre
de Carlos IV.

La supuesta maldición de los templarios


terminó de cumplirse el 1º de febrero de
1328 al fallecer este rey dejando solo
dos hijas (una póstuma) y ningún varón
para heredar. En apenas 14 años, y luego
de cuatro breves reinados, la dinastía de
los Capetos se había extinguido.
La guerra
Entre los hijos de Felipe IV el Hermoso
estaba Isabel (llamada la "Loba de
Francia"), que era la madre de Eduardo III
de Inglaterra. El joven rey, de tan solo
dieciséis años, pretendió reclamar su
derecho al trono de Francia, consideró
que la corona francesa debía pasar a su
madre. Aun así, si la tesis inglesa tuviese
acogida, las hijas de Luis X, Felipe V y
Carlos IV tendrían mayor derecho de
transmitir la corona, por sobre su tía
Isabel de Francia.

Francia no estaba de acuerdo, por lo


tanto invocaron la ley sálica, que impedía
la transmisión de la corona a través de la
línea femenina, y por ello decidieron que
la corona recién abandonada por los
Capetos pasara al hermano menor de
Felipe el Hermoso (y tío de Luis X, Felipe
V y Carlos IV): Carlos de Valois. Pero
corría 1328, y Carlos había muerto tres
años antes. De ese modo, correspondió
según la teoría francesa coronar al hijo
de éste, Felipe de Valois, bajo el nombre
real de Felipe VI. Este fue el primer
monarca de la dinastía Valois, que reinó
en Francia sin que Eduardo III pudiese
hacer nada para evitarlo. Ahora,
correspondía que Eduardo rindiera (y
pagase) homenaje al orgulloso Felipe por
sus exiguas posesiones, las pocas que
aún conservaba en Francia.
Homenajes y refugiados

A Eduardo III no le parecía lógico pagar a


Felipe un homenaje por tierras que
habían pertenecido a sus antepasados
desde hacía siglos y que él mismo tenía
el derecho de su parte para ser soberano
de Francia. Se veía como un rey
derrocado en Francia al que se obligaba
además a pagar tributo al usurpador por
el uso de sus propios territorios. La
situación no podía durar.

Encontró por fin el modo de dañar a


Felipe: uno de los parientes del rey
francés, Roberto de Artois, se había
rebelado, y Eduardo lo acogió como a un
hermano en su corte inglesa. La reacción
de Felipe VI fue inmediata: en un golpe
de mano rápido y perfecto, invadió y se
anexionó la región de Gascuña,
propiedad de Eduardo. Eduardo
respondió reclamando, por enésima vez,
su derecho a ocupar el trono de París.

La guerra interminable

Miniatura de la batalla de Sluys, en las Crónicas de


Jean Froissart.
Una vez iniciadas las hostilidades (ya en
toda regla, no como simples
escaramuzas), la suerte de ambos
bandos fue fluctuante y pendular. Al
principio, los ingleses de Eduardo
efectuaron unas muy importantes
operaciones terrestres en 1339 y 1340, y
obtuvieron además una gran victoria
naval en Sluys. Eduardo utilizaba una
táctica copiada de sus enemigos (la
chevauchée). Atacaba la campiña
desprotegida en sitios donde las tropas
francesas eran débiles o estaban
ausentes, y se adueñaba de ella.
Mataban salvaje y cruelmente de manera
indiscriminada a hombres y mujeres,
adultos y niños, religiosos y seglares,
violaban a mujeres y niñas, incendiaban,
saqueaban y robaban las posesiones de
los campesinos. Al ser estos parte de
una sociedad de tipo feudal, se
sobreentendía que era responsabilidad y
obligación de Felipe de Francia
protegerlos contra estos salvajes
ejércitos extranjeros. De este modo,
además de hacerse con tierras,
suministros y prisioneros, Eduardo
socavaba la autoridad de Felipe ante los
ojos de su pueblo campesino.

En 1346 los franceses entablaron batalla


con Eduardo en Crecy y en 1356 con su
hijo el Príncipe Negro en Poitiers. Ambos
combates concluyeron con resonantes
victorias inglesas, en la segunda de las
cuales los ingleses se garantizaron una
mejor posición de fuerza en las
negociaciones posteriores al sorprender
y capturar al rey Juan II de Francia (que
había sucedido a su padre Felipe en
1350), y a un gran número de nobles y
caballeros. Prisionero el monarca, los
franceses se vieron obligados a ceder y
firmar el Tratado de Brétigny (1360), que
devolvía a Eduardo III todas sus
posesiones originales salvo Normandía.

El contraataque

Tras la victoria inglesa en la batalla de


Sluys Francia decidió aplicar las mismas
tácticas navales. Comenzaron entonces,
a partir de 1360, a hacer rápidas y
devastadoras incursiones contra la costa
meridional de Inglaterra, que culminaron
en el saqueo e incendio de Winchelsea.
Pronto se aficionaron a este tipo de
operaciones, y los ataques anfibios se
convertirían en la pesadilla de las
guarniciones y población civil inglesas
costeras por lo menos hasta 1401.
Descubrieron además que Eduardo
comenzaba a hacer regresar sus tropas
para defender sus islas, por lo que los
campesinos franceses empezaban a ver
disminuir las espantosas chevauchées
británicas. Así, los pocos ingleses que
aún recorrían la campiña francesa se
vieron obligados a retroceder
progresivamente en medio de las tierras
secas y arrasadas que los franceses
dejaban a sus espaldas. Muchos
murieron de hambre y enfermedades
(principalmente disentería y escorbuto), y
nunca se volvieron lo suficientemente
fuertes como para plantar cara a los
defensores de Francia.

A pesar de la victoria en su propio país,


Francia pagó muy cara la expulsión del
invasor en esta etapa de la guerra.
Mandaba las acciones el delfín Carlos
(más tarde coronado como Carlos V). Su
condestable, el ambicioso e inteligente
Bertrand du Guesclin, le aconsejó no
enfrentarse, sino recurrir a una política
de hostigamiento de las columnas
inglesas en retroceso, dejando ante ellas
solamente tierra arrasada. Esta
prefiguración de la táctica de Von
Clausewitz implicó, entonces, que los
campesinos y civiles franceses vieran
sus tierras, antes quemadas por los
invasores, nuevamente arrasadas y
destruidas, esta vez por sus propios
protectores, con el afán de "salvarlas".

La guerra alcanza su mayor extensión en


esta época, al rebasar por primera vez
los límites de Francia. Así, en 1367, los
ingleses del Príncipe Negro auxilian a
Pedro I de Castilla en la batalla de Nájera,
mientras que su hermanastro Enrique
recibe la ayuda de caballeros franceses
dirigidos por el propio Bertrand Du
Guesclin. La victoria final de Enrique en
la guerra civil castellana brindará a
Francia un poderoso aliado en el plano
naval (cuya hegemonía había
correspondido hasta entonces a
Inglaterra de forma indiscutida) que
destruye la escuadra inglesa en La
Rochela y saquea o incendia numerosos
puertos ingleses (Rye, Rotingdean,
Lewes, Folkestone, Plymouth,
Portsmouth, Wight, Hastings) entre 1377
y 1380, año en que las flotas
combinadas del almirante castellano
Fernando Sánchez de Tovar y su
homólogo francés Jean de Vienne llegan
incluso a amenazar Londres. De forma
paralela, Du Guesclin protagoniza varias
incursiones en Bretaña, cuyo duque se
había aliado con Inglaterra.

La suerte cambia de bando

Inglaterra quiso, entre 1360 y 1375,


retomar la iniciativa de una guerra que la
estaba devorando, pero la suerte había
cambiado de bando y favorecía ahora a
los franceses. Los estrategas ingleses sir
Robert Knolles, en 1360, y Juan de Gante
en 1363 formaron cuerpos
expedicionarios que atacaron el
continente, pero fueron masacrados por
los defensores franceses.

El rey Eduardo había muerto, y su


sucesor, Ricardo II de Inglaterra, volvió a
sufrir la maldición que había perseguido
a todos los reyes niños: tensiones
políticas, convulsión social, una fiera
lucha por la sucesión o al menos la
regencia, todo ello envuelto en el
espantoso caos de una guerra
internacional que amenazaba con
extenderse a Europa entera. Depuesto
Ricardo por iniciativa de su primo
Enrique de Lancaster en 1399, los
vientos de guerra rotaron 180º una vez
más. Hacía una generación entera que
Inglaterra solo sufría derrotas frente a
Francia, pero de pronto los desembarcos
en las islas comenzaron a ser
rechazados y los ingleses invadieron
Francia con moderado éxito en tres
oportunidades: en 1405, 1410 y 1412.
Enrique de Lancaster fue coronado como
Enrique IV de Inglaterra luego del
derrocamiento de Ricardo II, y su hijo,
Enrique V, sería el encargado de llevar la
guerra nuevamente al corazón de
Francia.

Enrique V
Enrique V de Inglaterra.

Nombrado caballero dos veces, Enrique


se mostró desde muy joven como un jefe
confiable, decidido, experto en táctica y
organización logística y muy frío y
racional.

Si se considera que los estrategas


franceses estaban mandados por un rey
inestable, Carlos VI, de escasa
personalidad, enfermo, desorganizado y
propenso a frecuentes ataques de
demencia, es fácil comprender las
ventajas de que gozaron las tropas de
Enrique.

Los nobles franceses se habían dividido


en dos facciones que disputaban entre sí
y acorralaban a Carlos: los partidarios de
la casa de Armagnac contra los de la
casa de Borgoña. Las virtudes de Enrique
como general y gobernante así como
esta división interna de los franceses
llevarían a estos últimos al desastre de
1415.

A la edad de 12 años (en 1399), el futuro


Enrique V fue nombrado caballero por
primera vez en un campo de batalla
irlandés por Ricardo II, que lo había
tomado como rehén para garantizar el
buen comportamiento del padre de
Enrique. El solo hecho de que un rey rival
de su familia, que sería asesinado por su
padre, lo armase caballero en un campo
de batalla y con solo doce años,
demuestra a las claras el coraje y la
bravura que el joven Enrique demostró
desde muy niño.

Más tarde, muerto Ricardo y un día antes


de la coronación de Enrique IV, el nuevo
monarca llamó a su hijo, que al día
siguiente se convertiría en príncipe de
Gales, y lo nombró caballero por segunda
vez. Este brillante joven conduciría la
guerra en Francia.

Enrique contra Escocia y


Gales

Ya en vida de su padre, Enrique debió


hacerse cargo de difíciles operaciones
militares. En 1400 prestó servicio contra
los escoceses y algunos meses después
se le ordenó reducir la rebelión de Owain
Glyndwr, un noble galés que se atribuía el
derecho a ser Príncipe de Gales.

Fue estudiando a los enemigos galeses


(en 1402) y Enrique aprendió a utilizar las
tácticas guerrilleras que tan rendidos
servicios le prestarían más tarde. Estaba,
además, bajo la supervisión de sus dos
maestros de estrategia, genios militares
ambos: Harry Hotspur y Thomas Percy,
conde de Worcester, parientes entre sí.
Durante ese mismo año y el siguiente
Enrique se vería forzado a enfrentarse a
los dos en combate, y se demostraría
capaz de vencerlos. En 1403 los dos
maestros traicionaron al Joven Enrique y
a su real padre y se aliaron con Glyndwr.
En una épica marcha forzada, Enrique
consiguió evitar que Hotspur y Percy
unieran sus tropas con las del galés y los
derrotó en Shrewsbury. El príncipe en
persona mandó el ala izquierda de su
ataque en aquella oportunidad.
Shrewsbury fue su verdadero bautismo
de fuego (donde murió su mentor
Hotspur) y también su bautismo de
sangre, ya que Enrique recibió una flecha
en pleno rostro. Sin embargo, siguió
luchando hasta el fin del combate con el
astil sobresaliéndole de la cara.

La guerra contra Gales duró todavía


cinco años más, pero el joven no
participaría en ninguna otra batalla. Los
combates campales no eran comunes en
esos tiempos, y las guerras se
desarrollaban principalmente sobre la
base de sitios de ciudades, asedios de
castillos y saqueos de zonas productivas
habitadas solo por la población civil.
Enrique V, coronado

Enrique IV falleció en 1414, dejando el


trono a su muy capaz primogénito. Así
llegó al trono un Enrique V con 26 años,
veterano de dos campañas internas,
herido en acción, experto en táctica,
alumno de los mejores maestros e
inteligente en grado extremo. El nuevo
rey comprendió de inmediato que,
derrotados los enemigos Escocia y
Gales, tenía que volver su atención hacia
Francia de inmediato, o Inglaterra sería
aplastada. Rodeándose de hombres
adictos y capaces, se dispuso entonces
a hacer la guerra en territorio del rey
francés.
Apenas coronado, Enrique intentó, pese a
todo, evitar la guerra con Carlos VI. Le
ofreció casarse con la hija de aquél y
tratar de resolver el problema de las
posesiones inglesas en Francia sin
derramamiento de sangre. Mientras
negociaban, ambos monarcas armaban
grandes ejércitos en previsión de una
traición o rotura de las conversaciones
que condujera a un conflicto bélico. Las
tentativas de paz se rompieron por fin en
la primavera de 1415 y Enrique decidió
ejecutar su plan: una invasión en toda
regla del reino francés.

Su ejército estaba compuesto de 8000


caballeros, 2500 soldados de otras
categorías, 200 artilleros especialistas,
1000 hombres de servicios y apoyo y
10 000 caballos. Para cruzar el canal de
la Mancha se necesitó una gran flota de
1500 buques (aunque algunos autores
mencionan solo 300), que Enrique había
mandado construir, confiscar o comprar.
Los ingleses salieron de Southampton el
11 de julio y desembarcaron en el
estuario del Sena dos días más tarde.
Luego de poner sitio y conquistar
Harfleur, Enrique marchó hacia Calais,
partiendo de la primera ciudad el 8 de
octubre, con su ejército debilitado por
una grave epidemia de disentería.
Pero los franceses no estaban ociosos:
el anciano mariscal francés duque de
Berry, recibió la orden de interceptar a
Enrique, mientras las tropas de Carlos VI
se establecían en Saint-Denis y las del
mariscal Boucicault se preparaban en
Caudebec, 48 km al este de Harfleur. Por
el otro lado, el condestable Carlos d
´Albret vigilaba el estuario del Sena. Los
ingleses, que deseaban cruzar el Somme,
descubrieron con horror que estaban
quedándose sin vituallas, por lo que
Enrique decidió dirigirse hacia Pont St.
Remy y hacer noche frente a Amiens.

El día 21 de octubre los ingleses se


pusieron en marcha hacia la pequeña
aldea de Agincourt, donde se enfrentaron
con el grueso del ejército francés en la
madrugada del 25 de octubre de 1415.

La batalla de Agincourt en una miniatura del siglo


XV.

La batalla, trascendental para la guerra


de los Cien Años, se desarrolló en tres
fases:

Fase I
Los ingleses avanzan,
atravesando la tierra de nadie de
1 km que los separa de los
franceses. Los arqueros ingleses
lanzan una lluvia de flechas sobre
las posiciones francesas.
Los ballesteros franceses
responden al ataque. La caballería
ataca por ambos flancos, pero
muchos caballeros no llegan a
tiempo de ocupar sus posiciones.
Las monturas chocan contra las
estacas que los arqueros ingleses
han colocado para protegerse,
arrojando al suelo a sus jinetes,
que son masacrados.
Fase II
Derrotada su caballería, la
infantería de Carlos intenta asaltar
el centro inglés.
Los arqueros ingleses reaccionan
«canalizando» al enemigo hacia
donde se encuentran las unidades
más fuertes de la infantería
propia; los franceses caen en la
trampa.
En la melée de infantería, los
arqueros ingleses matan a
muchísimos franceses,
disparándoles a corta distancia.
En medio del intenso combate,
Enrique V recibe un golpe de maza
en el casco, que abolla el acero y
le arranca los adornos. De no
haberlo llevado colocado, hubiese
perdido la vida.
Los infantes y caballeros ingleses
(ahora a pie) se mueven con
mayor rapidez que los franceses,
impedidos por sus pesadas
armaduras. Los franceses se
convierten en víctimas fáciles y
son obligados a retroceder.
Fase III
Luego de escasa media hora de
combate, la victoria inglesa es
total. Los de Enrique poseen ahora
incontables prisioneros, y calculan
anhelantes los suculentos
rescates que recibirán.

A primera hora de la tarde, sin embargo,


Enrique toma una decisión que ha sido
cuestionada por todos los historiadores
posteriores. Al recibir noticias de que su
campamento había sido atacado, ordena
la matanza de todos los prisioneros, que
son atacados con hachas por sus
guardianes y asesinados en escasos
minutos.

Un éxito inútil

La increíble victoria de Enrique contra un


enemigo que lo duplicaba en número no
pudo, sin embargo, ser aprovechada por
el rey inglés. Enrique no poseía alimentos
ni pertrechos para continuar la campaña
inmediatamente, por lo que retrocedió
hasta Calais para embarcarse hacia
Inglaterra. Las tropas desembarcaron en
Dover el 16 de noviembre. De haber
podido continuar hasta París y
autocoronarse rey, es probable que la
guerra de los Cien Años hubiese
terminado antes del fin del invierno. Sin
embargo, continuaría por otros 38 años.

En 1420, el vencido Carlos VI se vio


obligado a aceptar el Tratado de Troyes,
que deshacía los términos del Tratado de
París, casaba a Enrique V con la hija de
Carlos y reconocía al monarca inglés
como heredero al trono francés tras la
muerte del rey.

Últimas acciones de Enrique


V
Desplazado de este modo de la línea
sucesoria el delfín Carlos, hijo de Carlos
VI, todos creyeron que Enrique V legaría
ambos tronos a su hijo Enrique, que tenía
a la sazón unos pocos meses. Pero por
una ironía de la historia, Enrique V murió
inesperadamente en 1422, antes que
Carlos VI. Dos meses más tarde lo siguió
a la tumba el rey de Francia. Los hechos
se precipitaron entonces. Incumpliendo
el Tratado de Troyes, Francia decidió
coronar al delfín Carlos en lugar de al
niño Enrique VI como estaba pactado.

Otra vez, la guerra

La respuesta inglesa fue coronar al bebé


como rey de Inglaterra y de Francia.
Decidiendo eliminar al rey Carlos VII, al
que la teoría inglesa consideraba un
usurpador, invadieron nuevamente
Francia y pusieron sitio a Orleans, última
ciudad del reino que permanecía fiel al
atrapado rey francés. Todo parecía
indicar que Carlos VII tendría que ceder a
las pretensiones del rey-niño de
Inglaterra. Sin embargo, la historia de la
guerra de los Cien años daría aquí (1428)
un inesperado giro, de la mano de una
ignota muchacha campesina.

Juana de Arco, la Doncella de


Orleans

Juana de Arco liberando Orleans, óleo de Jules


Lenepveu, Panteón de París.

Una joven iletrada nacida en Domrémy,


llamada Juana de Arco, creía haber sido
elegida por Dios para librar a su país de
los ingleses. Con 17 años de edad,
consiguió reunir un grupo de soldados y
librar en 1429 a Orleans del asedio
inglés.

La victoria de Juana motivó y concientizó


a soldados y campesinos franceses, les
mostró un camino a seguir y un líder a
quien imitar. A este triunfo de la Doncella
de Orleans (como se la conoció desde
entonces) siguieron otros, como los de
Troyes, Châlons y Reims, donde, en
presencia de la joven, Carlos VII fue
formalmente coronado.

A partir de este punto, la campaña militar


de Juana comenzó a recorrer una espiral
descendente: fue traicionada por su
propio rey y finalmente, cayendo en
desgracia, fue capturada en 1430 por las
tropas de Juan II de Luxemburgo-Ligny
que servían al duque de Borgoña, Felipe.

Los jefes militares franceses, envidiosos


del éxito de la joven, habían estado
conspirando a sus espaldas. Temían el
ascendiente que Juana estaba tomando
sobre el rey Carlos y, sobre todo, les
aterrorizaba el hecho de que la
intervención divina (a través de Juana)
estaba convirtiendo la guerra feudal que
era la guerra de los Cien Años en una
lucha nacional y popular.
Fue entregada a los ingleses, juzgada por
la Inquisición bajo la acusación de
hechicería, condenada a muerte y
quemada en la hoguera en Ruan (1431).

Francia se hace más fuerte

La situación se volvía complicada.


Francia tenía ahora dos reyes. Coronado
Carlos VII en Reims, los ingleses
entronizaron en París a su propio rey,
Enrique VI, apoyado solamente por Felipe
de Borgoña. Con inteligencia, los
franceses partidarios de Carlos llegaron
a un acuerdo con Felipe, remarcando aún
más el aislamiento en que se encontraba
Enrique. Este episodio sucedió en 1435 y
se conoce como Tratado de Arras.

Inglaterra necesitaba imperiosamente a


Borgoña como aliado militar. A falta de
él, los carolinos atacaron y ocuparon
París al año siguiente.

Como precaución en caso de que el


conflicto se prolongara (medida
clarividente, porque el fin de la guerra
tardó aún veinte años en llegar), Carlos
VII aprendió de los errores de su
antecesor y, reestructurando
profundamente al ejército francés, logró
dotar a su corona de un ejército
permanente por primera vez en la
historia. Francia lograba así una fuerza
militar profesional, entrenada, preparada
siempre para entrar en acción y
aguerrida, en vez del grupo
desorganizado de entusiastas caballeros
y campesinos feudales que se reunía de
cualquier modo en los momentos más
inesperados, y que había favorecido al
éxito enemigo en tantas oportunidades.

Como es lógico, la reforma militar no


tendría éxito si no se acompañaba de
profundos cambios en la economía, la
infraestructura, las finanzas y la propia
sociedad. Habiendo reconstruido las
finanzas del reino, Carlos mandó
construir un impresionante conjunto de
fortificaciones militares, canalizaciones
hidráulicas, puertos seguros y una mejor
y más consistente base de poder para sí
mismo.

Luchas internas en Francia

Juana de Arco en la hoguera antes de su ejecución.

Los ingleses no eran el único problema


de Carlos VII: el hambre y las pestes
venían persiguiendo a su dinastía desde
el principio mismo. El comienzo del siglo
XV había encontrado a toda Europa
sumida en una profunda crisis
económica cuyas causas permanecen
ocultas incluso para los historiadores del
siglo XXI. Esta crisis se había ensañado
particularmente con Francia (campo de
batalla de largas y furiosas guerras y
reyertas) y afectaba en especial la
producción agrícola y el comercio, que
en el siglo XIII habían significado tanto
para Europa.

Ahora, tras los centenarios saqueos e


incendios provocados por los invasores,
Francia pasaba hambre una vez más y,
como parece lógico, la peste volvió a
hacer su aparición.

Así, los nobles de la Casa de Anjou,


viendo que el monarca pretendía
proseguir la guerra hasta las últimas
consecuencias, comenzaron a conspirar
contra él y convencieron a su hijo Luis (el
futuro Luis XI de Francia) de que se
plegara a la conjura.

Carlos consiguió sortear el peligro que


amenazaba aislarlo y dejarlo sin poder.
Para acrecentarlo, estableció una
ventajosa alianza con Suiza y con varios
reinos de Alemania. A pesar del respiro
que este apoyo le procuró, Carlos sin
embargo era consciente de que
continuaba gobernando un país
inestable, muerto de hambre, que ya casi
no producía cereales, cercado por la
peste y con la siempre presente espada
de Damocles representada por su
poderoso vecino inglés que en cualquier
momento podía decidir invadirlo y atacar
de nuevo.

Los problemas de Inglaterra

Su enemigo, sin embargo, no se


encontraba en mejor forma: de la
soberbia victoria en Agincourt habían
pasado a la humillante derrota de París.

Enrique VI era aún menor de edad, y


afrontaba problemas parecidos a los de
Carlos: luchas, recelos y rivalidades entre
los nobles y príncipes reales de su casa.

Buscando serenar la situación


internacional, el joven rey solicitó y
obtuvo la mano de Margarita de Anjou,
sobrina de su rival Carlos VII, con la que
se casó en 1444. Una vez casados, la
posibilidad de una paz de compromiso
basada en los lazos familiares se
vislumbraba cercana.

Sin embargo, de las dos facciones en


que se habían dividido los ingleses, una
estaba en favor de la paz (encabezada
por Juan de Beaufort, duque de
Somerset). Pero la otra preconizaba la
guerra y su prosecución hasta el
exterminio. Sus jefes eran Humberto,
duque de Gloucester y Ricardo, duque de
York.

Para colmo de desgracias de los


ingleses, Enrique VI comenzó a seguir los
pasos de Carlos VI, el padre de su
enemigo. Poco a poco comenzó a
mostrar síntomas de locura, que pronto
se convirtieron en una clara, permanente
e incapacitante demencia.

El fin de la guerra y la victoria
de Francia
La batalla de Formigny por Martial d'Auvergne.

Las reformas y mejoras realizadas por


Carlos VII rindieron sus frutos:
lentamente la presión francesa comenzó
a hacer retroceder al enemigo y fue
poniendo sitio y reconquistando, paso a
paso, todas las posesiones inglesas en
tierra francesa.

Sin el apoyo borgoñón, los ingleses


debieron entregar Normandía en 1450 y
la preciada Aquitania en 1453. Ese año,
que hoy se considera el del final de la
guerra, la única posesión que se permitió
conservar a los ingleses fue la ciudad
costera de Calais.

Una vez desaparecidos los motivos del


conflicto, la guerra terminó
silenciosamente. Ni siquiera se firmó un
tratado que certificara la paz añorada
pero nunca alcanzada durante más de un
siglo.

Las consecuencias
Enfermo Enrique VI, Inglaterra quedó,
tras el fin de la guerra de los Cien Años,
en manos de Lancaster y York, enemigos
declarados y absolutamente enfrentados
ideológicamente (Gloucester estaba en
prisión). Guiados por intereses
personales, no se preocuparon por
consolidar la flamante paz, sino que
embarcaron a su país en una sangrienta
guerra civil dinástica que se conocería
como la guerra de las Dos Rosas.

En Francia, por su parte, la monarquía


autoritaria fue consolidada por Luis XI,
hijo de Carlos VII. Luego de grandes
conquistas (Borgoña y Picardía, por
ejemplo), la Casa de Valois se extinguió
como lo había hecho antes la de los
Capetos.

Estas caídas prefiguraban el fin de los


estados feudales y el comienzo de la
Europa Moderna que se harían realidad
en el siglo siguiente.

Principales batallas de la
guerra de los Cien Años
Batalla de Sluys (victoria inglesa)
Batalla de Crecy (victoria inglesa
decisiva)
Sitio de Calais (victoria inglesa
decisiva)
Batalla de Saintes (victoria inglesa)
Batalla de Ardres (victoria francesa)
Combate de los Treinta (combate
correspondiente a la guerra de
Sucesión Bretona, victoria francesa)
Batalla de Poitiers (victoria inglesa
decisiva)
Batalla de Cocherel (1364) (victoria
francesa)
Batalla de Auray (combate
correspondiente a la guerra de
Sucesión Bretona, victoria inglesa)
Batalla de Nájera (combate
correspondiente a la Primera Guerra
Civil Castellana, victoria
anglocastellana)
Batalla de Montiel (combate
correspondiente a la Primera Guerra
Civil Castellana, victoria
francocastellana)
Batalla de Agincourt (victoria inglesa
crucial)
Batalla de los Arenques (victoria
inglesa durante el sitio de Orleans)
Sitio de Orleans (victoria francesa
decisiva)
Batalla de Jargeau (parte de la
campaña del Loira, victoria francesa)
Batalla de Beaugency (parte de la
campaña del Loira, victoria francesa)
Batalla de Patay (victoria francesa
crucial)
Batalla de Formigny (victoria francesa
decisiva)
Batalla de Castillon (última batalla de
la guerra, victoria francesa final)
Personajes relevantes
Anteriores a la guerra

Carlos IV Enrique III Felipe V


de de de
Francia Inglaterra Francia
Eduardo I Felipe II (el Largo)
de de Felipe VI
Inglaterra Francia de
Eduardo Felipe IV Francia
II de de (Felipe de
Inglaterra Francia Valois)

Enrique II (el Guillermo


de Hermoso el
Inglaterra ) Conquist
ador
Hugo Luis VI de Luis IX de
Capeto Francia Francia
Jacques Luis VII (San Luis)
de Molay de Luis X de
Leonor de Francia Francia
Aquitania Luis VIII (el
de Obstinad
Francia o)

Contemporáneos de la guerra

Arturo, Guesclin Francia


conde de Carlos V Carlos VII
Richemo de de
nt Francia Francia
Bertrand Carlos VI Carlos d
du de ´Albret
Conde de Inglaterra Juana de
Arundel Enrique Arco
Enrique II de Mariscal
de Beaufort Boucicaul
Castilla Felipe de t
Enrique Borgoña Juan Sin
IV de Gilles de Miedo
Inglaterra Rais Pedro el
Enrique V Humbert Cruel
de o de El
Inglaterra Gloucest Príncipe
Enrique er Negro
VI de Juan II de Ricardo II
Inglaterra Francia de
Enrique Juan de Inglaterra
VII de Gante
Ricardo Sir Juan Carlos el
de York de Malo
Cornwall

Posteriores a la guerra

Luis XI de Francia
Margarita de Anjou
Ricardo III de Inglaterra

Otras guerras y campañas


satélites de la guerra de los
Cien Años
Guerra de San Sardos
Guerra de Sucesión Bretona
Primera Guerra Civil de Castilla
Campaña del Loira
Cronología
Cronología de la Guerra de los Cien Años

1337: Felipe VI confisca el ducado de


Aquitania como represalia a la
protección que Eduardo III dispensaba a
Roberto de Artois, enemigo del rey
francés. Eduardo reclama sus derechos
al trono francés y se niega a rendir
vasallaje ante Felipe.

1339: Eduardo III inicia las operaciones


terrestres contra Francia.

1340: los ingleses vencen en la batalla


naval de Sluys, lo que descarta la
invasión francesa de Inglaterra, y lleva a
que la guerra se desarrolle en territorio
de Francia. Pero las deudas obligan a
Eduardo III a pactar una tregua.

1346: Eduardo desembarca en Francia


con un ejército, que el 26 de agosto
consigue la victoria de Crécy, donde
mueren o son hechos prisioneros
muchos nobles franceses. El botín es
inmenso.

1346: los ingleses vencen a los


escoceses, aliados de los franceses. La
paz entre Inglaterra y Escocia se
establece en el Tratado de Berwick.

1347: los ingleses toman Calais, que


permanecería en su poder hasta 1558.
1348: se suspenden los enfrentamientos
debido a la peste negra.

1350: Juan II es coronado nuevo rey de


Francia. El conde de Armañac, vasallo de
Aquitania, proclama su lealtad a Juan.

1355: el hijo de Eduardo, del mismo


nombre que su padre, pero que la
Historia conoce como el Príncipe Negro,
desvasta Armañac. Avanza hasta el
Mediterráneo y regresa arrasando todo a
su paso.

1356: Juan II avanza hasta el Loira. En


Poitiers obtiene una gran victoria ante los
franceses, a pesar de que su ejército está
agotado y en clara desventaja numérica.
Juan II es hecho prisionero, junto con
muchos nobles.

1358: Francia padece un levantamiento


campesino y una revuelta en París.

1360: Eduardo III llega a París y se firma


la Paz de Brétigny, por la cual se reduce
el rescate por Juan, los ingleses pasan a
dominar un territorio que comprende
desde los Pirineos hasta el Loira y
Eduardo renuncia a sus derechos sobre
la corona francesa. Sir Ricardo Knolles
conduce una expedición que ataca la
costa francesa pero es derrotado.

1363: Juan de Gante intenta triunfar


donde fracasó Knolles. Al mando de una
gran fuerza expedicionaria inglesa ataca
nuevamente la Francia continental y
sufre un resonante revés.

1369: el condestable de Francia,


Bertrand du Guesclin, ataca Aquitania
evitando una confrontación abierta.

1375: se firma en Brujas una tregua por


dos años. Los ingleses conservaban
únicamente Calais y una estrecha franja
entre Bayona y Burdeos. Sin embargo, los
combates continúan en forma
esporádica.

1396: se firma otra tregua.


1399: el futuro Enrique V, de doce años,
es armado caballero por el rey Ricardo II.
Al poco tiempo, el soberano es
asesinado por Enrique IV, padre del
muchacho.

1400: el joven príncipe es enviado a


luchar contra los irlandeses rebeldes.

1402: vence a los galeses.

1403: Hotspur y Percy, generales de


Enrique IV, se rebelan contra él y el
príncipe Enrique los derrota a ambos.

1405: Inglaterra invade Francia.

1407: nueva tregua.


1410: segunda invasión de Francia.

1412: tercer intento por invadir Francia.


Las tres expediciones terminan con un
muy moderado éxito.

1413: muere Enrique IV y su hijo es


coronado con el nombre de Enrique V.

1415: Enrique V de Inglaterra reafirma


sus derechos al trono francés, frente a la
política pacifista de su padre, Enrique IV.
Desembarca en Normandía con un gran
ejército. Aliado con el duque de Borgoña,
obtiene la victoria de Agincourt, frente a
un ejército muy superior.
1417: los ingleses toman Caen, donde
Enrique V ordena la muerte de todos los
varones civiles.

1420: se firma el Tratado de Troyes, por


el que Enrique V de Inglaterra se casa
con Catalina de Valois, hija del rey de
Francia. Enrique es reconocido además
heredero al trono francés, siempre que
Francia mantuviera su independencia.

1422: muere Enrique V antes que el rey


francés Carlos VI, con lo que se
desencadena la lucha por la sucesión al
trono francés.

1428: una ignota campesina francesa,


Juana de Arco, comienza a hacerse
cargo de las operaciones militares.

1429: los ingleses ocupan París y el


norte de Francia llegando hasta Orleáns.
El 4 de mayo, Juana de Arco, a la cabeza
de los caballeros franceses, levanta el
asedio. Juana obtiene las victorias de
Troyes, Chálons y Reims. Los franceses
obtienen también la victoria de Patay y
Carlos VII fue coronado rey de Francia en
Reims.

1430: Juana es capturada por los


borgoñones, aliados de Inglaterra, y
entregada a los ingleses.

1431: Juana muere en la hoguera, en


Rouen. Enrique VI de Inglaterra es
coronado rey de Francia en París.

1435: Paz de Arrás.

1436: Borgoña se reconcilia con Francia.


Los franceses toman París.

1444: se firma una tregua por cinco


años. Enrique VI se casa con la sobrina
de su rival.

1450: Carlos VII ataca Normandía y


Gascuña y aniquila al ejército inglés en
Fromigny. Los ingleses comienzan a
perder sus territorios.

1453: Carlos VII toma Burdeos y


Aquitania, recuperando toda Francia
salvo Calais. Fin de la Guerra de los Cien
Años.

Véase también
Dinastía de los Capetos
Dinastía de los Valois
Historia de Inglaterra
Historia medieval de Francia
Juana de Arco
Peste Negra

Conflictos relacionados

Batalla de Hastings
Guerra de las Dos Rosas

Fuentes
Referencias

1. Cambia de bando en 1435.


2. Partidarios de Juan de Montfort.
3. Partidarios de Carlos de Blois.
4. Salvo cambio de bando esporádico.
5. Arte Historia (2010). «La Guerra de los
Cien Años» . La Guerra de los Cien Años.
Archivado desde el original el 15 de
diciembre de 2013. Consultado el 20 de
noviembre de 2013.
6. Arteguias (2010). «Guerra de los Cien
Años» . Guerra de los Cien Años.
Consultado el 20 de noviembre de 2013.
7. Histórico Digital (2010). «La Guerra de
los 100 años» . La Guerra de los 100
años. Consultado el 20 de noviembre de
2013.
8. JMMT (2010). «La Guerra de los cien
años» . La Guerra de los cien años.
Consultado el 20 de noviembre de 2013.
9.
http://www.textesrares.com/philo19/notic
eAuteur.php?
nom_aut=Des+Michels&prenom_aut=Chry
santhe+Ovide
10. Historia de julio de 2003, p. 32.

Bibliografía

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Osprey, Londres, 1991. Ed. Esp.: Del
Prado, Madrid, 1995. ISBN 84-7838-
540-1.
Dos Santos, Marcelo. Jacques de
Molay, Aguilar, Madrid, 2006. ISBN 84-
03-09675-5.
Dunan, Marcel; Mosca. Roberto; et. al
(dir): Historia Universal, Tº II, Noguer,
Rizzolli, Larousse. Ed. Cast.: ANESA,
Barcelona, 1974. ISBN 84-279-6646-6.
Mitre Fernández, E., La Guerra de los
Cien Años, Madrid, Historia 16, 1990.
ISBN 84-7679-163-1.
Sackville-West, Vita. Juana de Arco,
Siruela, Madrid, 2003. ISBN 84-7844-
705-9.
Townson, Duncan. Breve historia de
Inglaterra. Alianza, Madrid, 2004. ISBN
84-206-5814-6.
El Historiador. La Guerra de los Cien
Años. Argentina. CAICYT ISSN 1851-
5843

Enlaces externos
Mapas de la Guerra de los Cien Años

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