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La Iglesia es el cuerpo de Cristo, la plenitud de Cristo, que es quien lleva todas las cosas a su plenitud (Ef 1, 23).
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Introducción
Atrás quedó:
El ejercicio de la teología en la época de:
o Las controversias confesionales
o Las cerradas defensas apologéticas.
Desde mitad del siglo XX:
o El esfuerzo ecuménico llevado a cabo por las distintas confesiones cristianas ha generado avances
considerables, pero también ha servido para que cada una se comprenda mejor a sí misma.
o La teología se ha convertido necesariamente en ecuménica.
o Este clima favorable al diálogo y al ecumenismo no puede, sin embargo, hacernos olvidar las
diferencias dogmáticas existentes, las cuales establecen diferencias institucionales y teológicas.
Objetivo del capítulo:
Desbordar los límites estrechos de una defensa de la forma católica de la teología frente a las demás
confesiones cristianas, aunque la forma particular de una confesión tal vez se aprecie mejor al
contrastarse con el resto.
Dar protagonismo al verdadero diálogo ecuménico, cuyo punto de partida no puede ser otro que la
comprensión ajustada y profunda de la propia identidad.
No intenta proponer una apologética católica al uso, sino Bosquejar la forma católica de la teología.
Vaticano II.
Apoyó el diálogo ecuménico
Favoreció la realización de esfuerzos encomiables para discernir el lugar y la base común existente entre
las tres grandes confesiones cristianas.
Bondades del dialogo Ecuménico:
- Cuando más cerca estamos los unos de los otros, mejor y más claro percibimos las diferencias.
- A mayor cercanía entre las confesiones cristianas, mayor percepción de su desemejanza.
El camino ecuménico:
- No progresa si el esfuerzo está encaminado a buscar una zona neutral, donde aparentemente todos nos
podemos sentir cómodos;
- Es necesario profundizar de forma radical en la propia tradición de cada uno.
1. DETERMINACIÓN POSITIVA DE LA FE CATÓLICA
En el siglo XIX la forma católica del cristianismo ha sido percibida de maneras diversas:
- La teología protestante ha pensado el catolicismo:
o Como un momento necesario, aunque unilateral, que el cristianismo está llamado a superar en
el movimiento histórico de su autodesarrollo (Schelling).
o Como una forma legítima y complementaria del protestantismo, pero de la que éste tiene que
permanecer alejado, ya que se trata de una realidad extraña y ajena a él (Schleiermacher).
o Como una deformación jurídico-dogmática del propio cristianismo. (Teólogo protestante liberal,
Adolf von Hamack), el cual concibe al catolicismo como una evolución aberrante del cristianismo
o del llamado catolicismo primitivo
- La teología católica, por su parte, ha contemplado el catolicismo:
o Como la determinación positiva de la esencia cristiana:
Bien como expresión de la unidad del género humano (J. A. Mohler),
Bien como expresión de la apertura al mundo y su valoración positiva (K. Adam).
- Nuestra valoración del catolicismo asume esta determinación positiva de la fe católica y la desarrolla
teológicamente desde dos gran des líneas maestras:
o 1. Desde la integración de los principios esenciales que han configurado los núcleos de discusión
entre las diferentes confesiones cristianas:
a) el teológico, que aborda la relación entre Dios y el hombre desde el principio de la
analogía (en diálogo con la tradición reformada protestante);
b) el histórico, que plantea la relación entre Cristo y el Espíritu desde el principio de dos
misiones diferentes en una única economía (en diálogo con la tradición ortodoxa);
c) el mariano, que presenta la relación entre María y la Iglesia desde el principio de
recepción y participación del hombre en el misterio redentor de Cristo, como forma
esencial de la existencia cristiana.
o 2. Desde el mantenimiento de la «catolicidad», es decir, aquella comprensión muy arraigada en
el Primer milenio de la Iglesia que destaca la universalidad del cristianismo, y que lo concibe como
plenitud original (don) y tarea a la que está llamado (vocación).
2. LOS TRES PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA FORMA CATÓLICA
El principio teológico:
- Alude a la forma de entender la relación entre Dios y el mundo y a la capacidad que el hombre tiene
para acoger, pensar y decir lo divino, sin que falsee su realidad, pero llegando realmente a ella.
El principio histórico:
- Explicita de forma temporal y concreta cómo ha sido la forma en la que Dios mismo ha establecido esta
relación, es decir, en una historia de salvación realizada a través de la Palabra y del Amor, del Hijo y del
Espíritu.
El principio mariano:
- Muestra que la revelación de Dios no sólo crea un sujeto capaz de recibir y responder adecuadamente a
esa revelación, sino que es invitado a participar personal y colectivamente en este movimiento salvífico
y revelador. En esto se manifiesta la importancia que tienen la mariología y la eclesiología para la teología
católica. Pues sin formar parte de los núcleos centrales de su dogmática y de su credo, es el lugar donde
se acrisola su forma específica.
a) El principio teológico: la relación entre Dios y el hombre desde la analogía
El principio católico de la analogía ocupó a principios del siglo XX un lugar destacado en la controversia entre
católicos y protestantes.
Atrás han quedado las palabras de:
- Karl Barth: «Yo considero LA ANALOGIA ENTIS como el invento del Anticristo, y el único motivo serio
para no ser católico»
Este principio fundamental acercó y separó a teólogos Barth y Balthasar.
ANALOGÍA ENTIS:
- El hombre no sólo se reconoce como criatura distinta y distante del Creador, sino como aquel que tiene
la capacidad de establecer una relación con Dios, e incluso ser invitado a la comunión con ÉL
- Esta relación encuentra su fundamento, según la antropología teológica, en la decisión de Dios de crear
al hombre a su imagen, una imagen que no desaparece ni siquiera con la caída en el pecado.
Demos un paso más. La cuestión de la analogía puede ser abordada desde tres perspectivas complementarias:
lingüística, ontológica y teológica.
1) Perspectiva lingüística
¿Se puede usar el lenguaje humano, de suyo finito y limitado, para expresar una realidad ilimitada, infinita y
trascendente? ¿Tiene capacidad nuestro lenguaje para comunicar la realidad incomprensible del misterio? ¿No
convertiremos a Dios en un concepto y un ente finito cuando usamos el lenguaje humano, atribuyéndole
características propias de nuestra experiencia?
Los tres tipos de lenguaje más habituales que existen para poner en relación realidades diversas son los
siguientes:
-El lenguaje equívoco, donde a cada forma de realidad se corresponde un concepto sin que exista la posibilidad
de ponerlo en relación con otra forma de realidad.
- Dios y el hombre son realidades distintas y no pueden ponerse en relación mediante el mismo término.
No se puede predicar el ser respecto de Dios y del hombre, pues ambos son realidades totalmente
distintas. La solución es el silencio sobre Dios. De lo que no se puede hablar es mejor callar.
-El lenguaje unívoco, donde al utilizar un mismo concepto para hablar de dos realidades distintas, se están
identificando.
- De esta forma, al no poder distinguir una realidad de la otra, la distinción es apariencia. Dios y el hombre
son realidades tan semejantes que en el fondo no se diferencian (panteísmo).
-La analogía.
- Esta forma de lenguaje intenta dar razón de un pensamiento humano uniéndolo y distinguiéndolo al
mismo tiempo.
- Pone en relación dos realidades distintas, sin que ello signifique una semejanza tal que termine en la
identidad o una desemejanza tal que termine en la total y radical diferencia y alteridad.
2) Perspectiva ontológica
Desde un punto de vista ontológico, la realidad puede ser comprendida en dos diferentes planos:
-El horizontal, que trata de responder a la pluralidad y complejidad de lo real. ¿Es lo real mera apariencia de una
unidad anterior o complejidad y pluralidad imposible de reducir a la unidad?
- Aristóteles había afirmado en su metafísica que:
o El ser se dice de muchas maneras; o lo que es lo mismo, la complejidad, diversidad y pluralidad
del mundo es lo que permite establecer una relación de comparación (semejanza y desemejanza)
entre las cosas.
o Lo plural no es pura apariencia, sino signo de la riqueza de la realidad y de la plenitud del ser.
o Y aunque realidad y ser son percibidos por nosotros como pluralidad y complejidad, también son
susceptibles de ser reducidos a una unidad que en sí integra lo plural.
-El vertical, que intenta explicar la relación existente entre Dios y el mundo.
- ¿Hay posibilidad de comunicación y relación entre ambos? Sí, en dos sentidos.
o Siguiendo una lógica catalógica (descendente), Dios habla al hombre en lenguaje humano;
o Siguiendo una lógica analógica (ascendente), el hombre habla de Dios desde su propio idioma.
3) Perspectiva teológica
Por último, esta cuestión tiene que ser tratada desde un punto de vista teológico, como forma de entender en
Cristo la relación de Dios y el hombre.
- Dios ha hablado al hombre en lenguaje humano, haciendo del idioma un medio e instrumento capaz de
decir lo divino.
- Los dos movimientos de la analogía vertical tienen pleno sentido y los dos son admitidos por la teología
católica.
Pero desde una perspectiva teológica; la analogía Vertical pone en el CENTRO y en el PRINCIPIO de todo decir y
pensar de Dios LA REVELACIÓN DIVINA, pues el movimiento descendente es el que funda el movimiento
ascendente.
- Sólo Dios puede hablar bien de Dios; y porque ha hablado en Jesucristo, asumiendo las anteriores
palabras de los hombres y llevándolas a su plenitud, el hombre puede hablar bien de Dios.
Sólo mediante la analogía es posible:
- Hablar de una participación de la realidad en Dios (creación), sin que ello signifique un panteísmo1 que
no respeta la diferencia y alteridad entre Dios y el mundo (univocidad, riesgo de analogía de atribución);
- Hablar de una comprensión del mundo donde no se logra la unidad de lo diverso, sin que ello nos lleve
a un relativismo y pluralismo radicales (equivocidad, riesgo de analogía de proporcionalidad).
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Doctrina y creencia según la cual todo cuanto existe participa de la naturaleza divina porque dios es inmanente al mundo
Karl Barth no ha podido por menos de criticar a la teología liberal porque, según él, disuelve la revelación en el
correlato de una experiencia humana dada ya con anterioridad en el sujeto. Pero además, ha criticado la
analogia entis que usa la teología católica porque, para él, se trata de un intento de reducción de la soberanía y
el ser de Dios a la naturaleza y conocimiento de los hombres; como si pudiéramos inte- grar bajo un mismo
concepto de ser a Dios y al hombre. Esta crítica ha provocado, de hecho, una reelaboración y profundización en
la doctrina de la analogía.
Con todo, el propio Barth afirma la posibilidad de una analogía, es decir, una relación entre Dios y el hombre;
aunque semejante relación sólo puede darse en la fe (analogia fidei: cf. Rom 12, 6). De esta ma- nera, intenta
que la relación entre Dios y el hombre no se convierta en algo estático y en una naturaleza disponible para el
ser humano, que pueda oscurecer o poner en duda la soberanía y la gratuidad de Dios. Por su parte, la teología
católica responde aclarando lo que entiende, en realidad, por analogia entis. Para nada se trata de un concepto
abstracto que pone en el mismo plano a Dios y al hombre; tampoco se pretende afirmar que el ser humano
posee una teología natural inde- pendiente y autónoma de la revelación. Se habla, más bien, de la po- sibilidad
real de que entre Dios y el hombre pueda existir una relación en la creación, que llega a su consumación en la
relación que Él mis- mo establece en la encamación. Por este motivo, algunos teólogos ca- tólicos señalan que
la analogía entis de la que habla el catolicismo es la analogía entis concreta, realizada y manifestada en Cristo.
En este sentido, la analogía entis y la anlogiafidei no se excluyen, sino que se presuponen mutuamente.
En la teología contemporánea se han ido proponiendo reformula- ciones de esta analogía. Con ellas se intenta
mostrar que la relación concreta entre Dios y el hombre no se da en un ser abstracto y estáti- co, sino en una
historia de dolor y sufrimiento, que a su vez es asumida y padecida por Dios mismo ( analogía doloris); en una
historia en la que el hombre aparece crucificado y Dios, compadeciéndose de él, asume esa cruz en su misma
vida divina (analogía crucis); en una historia en la que se ha revelado el verdadero ser de Dios y del hombre, que
es el amor (analogía caritatis).
La analogía, comprendida como cuestión teológica que busca ha- blar bien de Dios, presupone una teología de
la creación y una antro- pología donde el hombre es visto como imagen de Dios en su ser crea- tural. En este
sentido, es legítima la así llamada analogía entis, siempre y cuando el concepto «ser» no sea entendido de forma
abstracta y ce- rrada en sí misma, sino como creación, es decir, realidad que ya inclu- ye la gratuidad de su origen
y la historicidad de su ser. Pero, en segun do lugar, presupone también una cristología, porque en Cristo
podemos pensar la mayor cercanía entre Dios y la criatura (encamación), así co mo la mayor desemejanza (cruz).
Y llegados a este punto, sí es legítima una analogía crucis que su braye el momento de la negación, la alteridad
y la diferencia, pero s 111 romper la estructura de la creación, o sea, de la analogía entis.
También, y en último término, la doctrina de la analogía presupo ne una escatología y un sistema trinitario. No
en vano, es en la real idod consumada en Dios donde podemos ver que ese Dios es realmente In do en todos,
sin que Él y el mundo se confundan en sus propiedad esenciales. Por tanto, es legítima una analogía caritatis,
entendida como analogía consummationis, que nos ayude a pensar a Dios en el mundo y al mundo en Dios, más
allá de la afirmación simplista que conduce a la idolatría y más allá de la cómoda negación que nos lleva al
agnosticismo y al ateísmo.
Así pues, la analogía, como principio fundamental del catolicismo, hay que comprenderla desde una
antropología teológica que pon- ga de relieve que el ser humano es imagen de Dios, llamado a la semejanza.
Pero también desde una cristología que ponga de relieve que la verdadera imagen de Dios es Cristo y que él
mismo ha revelado al hombre la imagen de Dios, sin confusión y sin separación. Por último, desde una teología
trinitaria que afirme claramente que toda distancia y cercanía posible entre Dios y la criatura, entre Cristo y el
ser huma- no, están integradas, custodiadas y salvadas en la relación y diferencia que existe en la vida interna y
trinitaria de Dios.
4) Consecuencias
Si de una forma genérica y algo simplista podemos decir que el adjetivo «sola» define laforma mentís de la
Reforma, la conjunción copulativa «et» resume muy bien laforma mentís de la Iglesia católi- ca (Dios y el
hombre, la fe y la razón, la gracia y la libertad, la Escri- tura y la Tradición). Y sin embargo, resulta obligado
asumir la verdad de la crítica de la mejor teología protestante. En este sentido, la «y» no puede ser entendida
como una simple conjunción copulativa que sitúe en el mismo nivel y lleve a cabo la suma dos realidades cualita-
tivamente idénticas. Esta «y» expresa una determinada relación, en la que el primer término tiene no sólo la
primacía y la iniciativa, sino también el fundamento interno de la existencia del segundo.
Dios tiene siempre la iniciativa en el movimiento de la revelación. Él es capaz de acercarse al hombre; más aún,
de llegar a ser hombre («Deus capax homini»). Sólo desde aquí puede comprenderse que el hombre sea capaz
de recibir, acoger y responder a la palabra y revela- ción de Dios, es decir, ser un sujeto capaz de Dios («horno
capax Dei»). La fe es el principio del conocimiento del Dios revelado que pre- supone la razón. La razón es, por
su parte, el presupuesto necesario para afirmar la universalidad de la revelación de Dios y la libertad del hombre
en su respuesta. La gracia es el único principio de la justificación. Una gracia que tiene como tarea incitar a la
libertad humana a dejarse liberar mediante el arraigo en la libertad infinita y el ejercicio del amor al prójimo. La
Escritura es la palabra de Dios soberana en la Iglesia. Una Palabra que ha de ser acogida e interpretada desde el
mismo Espíritu en el que fue escrita y que llega a través de la Tradición. La Iglesia vive bajo su sombra.