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DESCRIPCIÓN DE LOS CONTENIDOS

Se encuentra sujeto a una columna de mármol de color amarillo quemado casi oro, y un capitel muy
elaborado y decorado con motivos vegetales y la cabeza de un niño en la parte superior. La columna
está junto a los restos de un portal o un arco en ruinas a la derecha de sebastián, y a su izquierda
hay una viga decorada con motivos vegetales. Entre la curva del arco y la columna se ve el relieve
de una figura femenina de aspecto fuerte, vestida con palio griego y en la cabeza tiene una diadema,
empuña un arma de palo semejante a una lanza. A nuestra izquierda, en la parte destruida del arco,
aparece tallada de manera verticalmente bajo el codo de sebatian una inscripción: “to epton toy
anapeoy”.

En la parte inferior de la primera parte, están arrumados restos de esculturas en pedazos con
algunas partes de vegetales salientes. El piso es de baldosas en forma de rombo de colores blancas
y negras. Tras el portal en ruinas se encuentran los bloques de un muro o baranda destruida, apenas
cubiertos de musgo, sobre el cual se apoyan los restos de un relieve donde aparecen dos niños, uno
de ellos cargado con un cesto con frutas, y encima una cabeza de una escultura. En la segunda parte,
la parte posterior a Sebastián, se ve un camino ascendente, se divisan tres hombres que portan
flechas en la mano y por encima de ellos, una empinada loma. Al fondo a nuestra izquierda se
observa un fondo semiurbano sobre la falda de una colina. Se logran ver algunas casas y algo
semejante a un arco. Más allá del arco del pórtico puede apreciarse bien un lago o un río con
embarcaciones. Se ven más casas en el fondo y parte del perímetro de una muralla. Más cerca se
observa una llanura muy detallado, con conejos sobre el césped. En el cielo se forman varias nubes,
pero en particular logra llamar la atención, la nube más cercana a la parte superior, una silueta de
figura humana a caballo dibujada en la nube.

Algo que cabe resaltar en esta obra tan conocida es la estructura o el marco sobre el cual está
elaborada, esto define desde un comienzo lo que contiene en esta. La composición se enmarca en
un rectángulo vertical de 30 cm. de base y 68 cm. de altura, encuadramiento que ya sustenta en
buena medida el ritmo ascendente de la obra. La distribución de elementos y la linealidad de la obra
responden a una armónica configuración de ritmo ascendente en una compositivo en el cual se
muestra cómo algunos elementos destacados de la composición siguen esta línea ascendente, al
tiempo que otros hacen que parte del peso pase hacia el límite de la obra, conducen la mirada hacia
el término del fondo, o bien contribuyen a destacar algunos detalles particulares. En conclusión, la
obra podría definirse en dos líneas ascendentes, la primera en la que se estructura toda la obra y su
protagonismo y una segunda posterior a la primera que sin ser protagonista resalta detalles de gran
notoriedad sin desatender su objetivo principal.

Otra característica del cuadro en consonancia con el estilo renacentista es su linealidad. Todos los
objetos de la composición aparecen perfectamente delimitados. Así, no hay gradación alguna de
color entre el brazo derecho de San Sebastián y el espacio de la inscripción en griego, por más que
se trata de matices de tierra amarillento. Mantegna es un artista del diseño, de la delimitación lineal
de la forma de los objetos. Ello se advierte no sólo en los elementos de mayor preponderancia, sino
en detalles como el embaldosado. La linealidad de su estilo es además una función de su detallismo,
no sólo para objetos lejanos en el espacio, como las flechas de los verdugos o las líneas estructurales
de las edificaciones del fondo, sino también en su delicadeza en el dibujo de los relieves clásicos, la
ornamentación del capitel.

La gama cromática en Mantegna, igual que la de muchos otros artistas del Quattrocento tiende a
los colores claros. Mantegna usa de las posibilidades del sombreado de los objetos, pero el uso de
tierras claros en el cuerpo de San Sebastián y el pórtico aclara la composición, a lo cual contribuye
asimismo la proyección lumínica del cuadro. La luz se proyecta directamente sobre el pecho de San
Sebastián, concentrando la atención en el centro temático y perceptivo del cuadro, así como en su
mitad izquierda, con lo que se acentúa su peso perceptivo. Al proyectar la luz desde la izquierda, se
ensombrece la derecha, menos relevante perceptivamente. Por medio del sombreado Mantegna
da volumen a la figura de San Sebastián. Así podemos ver el costado izquierdo que el cuerpo deja
visible por su posición; ensombrecido, en contraste con la luz en su torso y con la opacidad de su
sombra proyectada sobre la columna, el santo adquiere una mayor presencia física.

Por todo lo dicho hasta ahora, y en base a una observación crítica del cuadro, no extrañará la
afirmación de que el factor determinante del equilibrio compositivo de esta pieza es su centralidad.
Un personaje central estable equilibrando la composición es habitual en la pintura del Quattrocento.
Tales son los casos de La Primavera de Botticelli, donde, en el centro mismo de una composición
dinámica, tendente a representar movimiento, actividad e incluso agresividad, la figura de Venus
permanece tranquila, escrutando al espectador, incluso ausente de lo que sucede a su alrededor.
Esta misma centralidad basada en una estabilidad equilibrada es lo que aparece en esta composición
de protagonista único.
ICONOGRAFÍA

Sebastián fue, según la tradición, un santo oriundo de Narbona y criado en Milán que llegó a ser
centurión de la primera cohorte romana en época del emperador Diocleciano. Por animar a sus
compañeros de armas a aferrarse a la fe cristiana, fue condenado a morir atado a un árbol y
asaeteado, aunque sobrevivió a este martirio. Tras recuperarse de sus heridas, asistido por una
dama romana llamada Irene, viuda del mártir Cástulo, Sebastián volvió a interpelar al emperador,
quien ordenó que fuera apaleado hasta morir. Su cuerpo fue arrojado a la Cloaca Máxima pero el
propio santo se apareció a santa Lucina para pedirle que le diese una adecuada sepultura. Según
Guibelli, posiblemente fue martirizado entre 303 y 305, coincidiendo con una serie de edictos contra
los cristianos.

Si bien san Sebastián puede aparecer en diversas escenas de tipo narrativo, la forma más habitual
de representación en pintura y escultura es la de su primer martirio, que muestra al santo atado a
un poste o árbol y con el torso y las piernas atravesados por flechas, pues “el emperador mandó
que lo sacaran al campo, que lo ataran a un árbol y que un pelotón de soldados dispararon sus arcos
contra él y lo mataran a flechazos”. Aunque el número de flechas varía, siempre se le ha
representado según diversas fuentes, una de estas relata que los soldados que ejecutaron al mártir
no tuvieron tal compasión y se ensañaron tanto que dejaron su cuerpo cubierto con flechas, al
punto de parecer el cuerpo de un erizo.

Otra parte importante de resaltar es que durante la edad media el no aparecía otro tipo de
representación del cuerpo desnudo que no fuese el de Adam y Eva hasta que aparece San Sebastián.
La relativa "limpieza" de su primer suplicio y la posibilidad de que éste se representará con el santo
sólo, sin ningún otro cuerpo o elemento, ofreció la oportunidad de representar en el arte sacro otro
tipo de cuerpo humano masculino desnudo, "limpio", no excesivamente marcado. Ello sería el
principio de la antedicha "competición" por la representación de un ideal de belleza física
masculina. En tales condiciones, no es de extrañar que desapareciese el modelo de oficial maduro
en pro de otro más próximo al tipo de soldado joven y bello. El San Sebastián de Mantegna,
ciertamente, no parece un soldado. El artista se inclina aquí por un tipo casi adolescente, de
marcada estilización en su desnudez, un rostro liso y agraciado y un cabello tupido. Más próximo a
lo que sería un Adonis que un Marte, se ve cómo Mantegna también ha entrado en esa competición
pintando un torneado escultórico semejante a la representación de jóvenes atletas griegos, de tal
modo que su figura aparece vivamente integrada en el contexto clásico en el que se la coloca.

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