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Intervenciones y trazos Año 2 N° 3 / Agosto, 2016 RESEÑA

Atuqpacha: memoria y tradición oral en los andes. Lima: Editorial Universitaria UNFV, 2014
de Gonzalo Espino Relucé.

Marcos Mondoñedo
UNMSM - GEPSIDIC

La contradicción entre la oralidad y la escritura es, definitivamente, una de las que más
consecuencias ha tenido en el campo literario. Tanto en el quehacer creativo como en el de la
crítica, el énfasis en uno de los polos, la mediación entre ellos o sus conversiones han sido la
fuente de desarrollos creativos importantes. En la reflexión contemporánea, esa tensión puede
ser cargada axiológicamente haciendo de la oralidad el espacio de lo creativo, divergente y
saludable por oposición a la escritura, capaz de fijezas y anquilosamientos. Existe, sin embargo,
la posición contraria; aquella en la cual es la escritura el espacio de la libertad, por oposición al
logocentrismo estatal de la voz. Este es el caso de algunas lecturas estadounidenses, orientados
por la deconstrucción, del campo intelectual; en concreto y entre otros, esta es la posición de
Godzich quien, en Teoría literaria y crítica de la cultura, describe una historia de la tradición
crítica norteamericana en los términos de un hegelianismo estatal de la voz por oposición a
teoría de la escritura de lo singular.

En nuestra tradición crítica reciente, la axiología de esa oposición es asumida de manera


compleja y no solo invertida dentro del campo de investigaciones indigenistas contemporáneas:
es la oralidad la fuente de la tradición prehispánica que debe conservarse y valorarse, pero esto
a través de las posibilidades del registro y la institucionalidad universitaria que la escritura
provee. Este es el caso de Atuqpacha: memoria y tradición en los andes de Gonzalo Espino
Relucé, profesor principal de la Facultad de Letras de la UNMSM. En este libro, su autor,
engruesa las filas de quienes se inscriben en dicha estrategia de validación: en el marco de una
celebración universitaria, los 50 años de la Universidad Nacional Federico Villarreal, el rector de
entonces José María Viaña Pérez presenta el libro para validar su gestión con la demostración
de sus logros: “Desde que asumimos nuestro gobierno, tanto en el primer periodo (2001 – 2006),
y en el presente (2011 – 2016) tenemos la firme convicción de seguir con nuestra política
editorial” (9). A su vez, este interés permite la inscripción no solo del tema andino, sino de la
persistencia de una estrategia intelectual, aquella de ubicarse en las posiciones universitarias de
prestigio y de gestión con el instrumento de una temática de reivindicación indigenista. Esta es,
al parecer una estrategia tradicional. A decir de Luis Chueca, es la del grupo Orkopata, cuyos
integrantes “buscaron establecer su lugar en el campo intelectual peruano como interlocutores
acreditados sobre estos temas” (Chueca: 9)

En este marco de negociación o de intercambio, la temática andina que circula en este libro es
lo que podríamos llamar la “enciclopedia del zorro”. Se trata, básicamente, de una revisión
comentada de la tradición de investigaciones indigenistas sobre la temática del zorro andino o
atuq. El libro consta de dos partes: la primera en la que se revisa y se comenta las muchas
fuentes que el autor conoce sobre el tema andino, pero con el sesgo de la temática mencionada,
y la segunda, en la que se recoge una selección de relatos de zorros tomados de fuentes diversas:
recopilaciones previas o propias del autor; esta recopilación se presenta en el idioma original,
quechua o aimara, y en una traducción. Cada una de las partes está a su vez dividida en capítulos
separados temáticamente.
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Lo interesante de este libro es que, visiblemente, el marco de negociación y estrategia que le da


lugar influye decisivamente en el desarrollo del mismo. En efecto, la oposición entre la oralidad
y la escritura y la forma específica de resolverla –como se tiene dicho, validar la tradición oral
con los marcos institucionales de la escritura universitaria— son los verdaderos protagonistas
de Atuqpacha. En concreto, lo que hace este libro es trasladar la lógica de la oralidad en la
escritura académica y no analizar desde esta los procesos de sentido de la tradición oral andina.
De este modo, dicho en términos dramáticos, el libro de Espino Relucé es una venganza de la
oralidad andina contra “los Españas” y su letra, base de la institucionalidad universitaria.

Descuido comunicativo y redundancia

Son tres aspectos de la escritura de Espino lo que nos permite hacer esta afirmación: un cierto
descuido comunicativo en la redacción, la redundancia en los argumentos y la persistencia en
negarse a elaborar una sistematicidad que permita conectar la enciclopedia de los zorros con el
conocimiento universitario (54 – 55). En general, el libro no tiene distancia cognoscitiva respecto
de lo que estudia o revisa desde la posición enunciativa universitaria; antes bien, mezcla o
confunde dicha posición con la del saber popular de los narradores que entrevista.
Implícitamente, el libro postula que no hay diferencia sino continuidad entre el conocimiento
elaborado dentro de los marcos universitarios y el saber tradicional. En este sentido, pese a ser
un libro cuya temática se abisma en las fuentes de sentido más antiguas de la humanidad
prehispánica, tiene una enunciación contemporánea, y hasta ultramoderna, donde los criterios
de discernimiento y los sistemas de valor se han diluido en una liquidez extrema.

Resulta de interés especial el primero de estos elementos, una cierta “incorrección” en el uso
de la lengua estándar. Desde un punto de vista cooperativo, uno puede decir que esto es la
marca de una intención reivindicativa: hacer de una variedad lingüística andina y que no es
hegemónica la lengua de una comunicación universitaria. Algunos momentos de falta de
concordancia en el género (pp. 51, 52) y en el número (pp. 90, 91) entre sujeto y predicado, o
cierto modo de usar los verbos (pp. 87, 89) serían la prueba de esta intención. Sin embargo, en
la primera página de la introducción nos encontramos con “los zorros han deparecido [sic]” y
“Tales afirmaciónes [sic] no son gratuitas” (p. 13) o en “lo cocido [sic] y lo desconocido” (p. 76)
que dan la apariencia de ser sobre todo producto, quizás no del descuido, sino de la premura
propia de la respuesta urgente a una exigencia burocrática de plazos para la publicación. Uno
de varios ejemplos en los que se puede notar esta presión es la siguiente: “(5) si bien, está dicho
como mito, el relato es mucho más directo con los alimentos andinos que le debemos CITAR
(:66)” (p. 130). Esta indicación para una posterior corrección se pasó por alto y queda como
huella de premura o de un cierto desinterés por el lector. El libro, así, da la impresión de ser un
trámite burocrático y no una fuente de conocimiento. En tal sentido, la incorrección gramatical
y en general comunicativa parece emanar de esas dos dimensiones enunciativas que la
enmarcan: la validación de lo andino por la escritura universitaria y la negociación con las
autoridades académicas que buscan su propia validación.

El segundo aspecto, el de la redundancia se produce sobre todo con las afirmaciones que
pretenden dar visiones de conjunto de lo que se repasa, los enunciados “teóricos”.
Efectivamente, el libro tiene tres tipos de enunciados del autor-investigador: narrativos, en
donde nos resume las tramas de los relatos tradicionales que en la segunda mitad del libro se
despliegan, archivísticos, en los que da cuenta de fuentes y fechas, y teóricos en los que postula
enunciados generales. En este último tipo, encontramos que el autor redunda, principalmente,
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respecto del carácter ambivalente o mediador de la figura del zorro en los diversos discursos
que recoge. (pp. 14, 22, 23, 33, 68, 69, 70…), el carácter eminentemente andino y mítico de esta
figura (pp. 27, 32, 37, 63, 94, …) o el hecho de que el zorro sea portador de buenas o malas
noticias agrícolas o rituales (pp. 24, 27, 84, …).

Como se sabe, una característica de la oralidad es la redundancia; ella es entendida como un


elemento para el mejoramiento de la comunicación. El medio efímero de las palabras requiere
de los interlocutores la repetición constante de sus enunciados para garantizar la equivalencia,
por lo menos aproximada, entre lo que se quiere decir y lo que el otro entiende. También es
conocido que la escritura no necesita la redundancia, la permanencia de los enunciados que su
medio permite transforma la repetición en un vicio que se debe evitar. Este procedimiento ha
permitido una distancia enunciativa que es correlativa de una complejidad propia del
pensamiento universitario. En este marco, las afirmaciones teóricas de Espino y su repetición
muestran un afán implícito y quizás inconsciente de demostrar que la oralidad es capaz de
complejidades iguales o mayores que la escritura. Pero no lo logra.

La redundancia, como marca de la oralidad traspasada a la escritura, impide la complejidad


argumentativa o, en todo caso, no la acompaña. La sola repetición de afirmaciones generales no
demuestra de la misma manera que una articulación de argumentos y de pruebas. Esto último,
quizás por ser demasiado occidental y propio de “los españas”, no es utilizado y, en su lugar,
solo encontramos la insistencia de postulaciones y de afirmaciones generales. Esto deja implícito
que, en todo caso, la autoridad de la voz de quien pertenece al universo andino de sentido –la
del propio autor y la de otros como él que son citados– es lo que se esgrime como fuente de
verosimilitud.

Contra la comunicabilidad universal

Ahora bien, si esto es así, podemos destacar dos consecuencias: la primera es que el creer es la
modalidad gnoseológica de base en este libro, no el saber; dicho de otro modo, el destinatario
de Atuqpacha debe tener fe en lo que se le cuenta y debe renunciar al saber o, en su defecto,
debe configurar su saber en los términos de un archivo o una memoria acrítica. La segunda
consecuencia, correlativa de la anterior, es que no hay distancia, sino continuidad entre el objeto
de estudio y el sujeto de conocimiento. Si es la autoridad sobre lo andino la de quien habla desde
lo andino no hay aquí un conocimiento que se pueda construir sobre alguna base teórica.
Efectivamente, la continuidad participativa es propia de lo que Mignolo llama “comunidad
hermenéutica”, la que procura transmitir valores y definiciones esenciales, y no busca producir
conocimientos como un objetivo principal. Es en la “comunidad teórica” aquella en la que se
establece una distancia cognoscitiva y crítica, efecto de la escritura, en donde se produce un
conocimiento comunicable. Al parecer el autor quiere hacer pasar la primera comunidad como
si fuera la segunda.

En este punto se ubica nítidamente el tercero de los aspectos de la escritura de Espino, junto
con la incorrección comunicativa y la redundancia: la persistencia en negarse a elaborar una
sistematicidad que permita conectar la enciclopedia de los zorros con el conocimiento
universitario. Probablemente, por el hecho de que las informaciones que se disponen en el libro
tienen como base estos rasgos de la oralidad, no se consigue un vínculo eficiente con el
conocimiento universitario, es decir, con el saber que pretende comunicabilidad universal. Las
reiteraciones y el específico uso de la lengua, parecen impedirlo.
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De todos modos, habría en el autor una cierta intuición respecto de este impasse, porque se
esfuerza, en algunas notables ocasiones, por constituir alguna sistematicidad. Sin embargo, sus
esfuerzos no alcanzan sino el nivel de la parodia. Este es el caso de “2.2. El texto” del capítulo X
llamado “Etnopoética. De la travesía del zorro al hanan-alax pacha”. En él se puede encontrar
una enumeración en diez momentos del relato que allí comenta y su reescritura matemática
para cada uno a la manera de ecuaciones. Por ejemplo, el primero es “Z1 = zorro desea ir al cielo”
y el segundo es “Z2 = zorro + cóndor > contrato” (p. 132). Al final adjunta la fórmula general, la
cual es antecedida de una explicación: “De donde el texto Z está conformado por la sucesión
secuencial tal que: Z = Z1 + Z2 + Z3 + Z4 + Z5 + Z6 + Z7 (+ Z8)” (p. 133). Esta fórmula queda como una
especie de concesión socarrona al estructuralismo de Todorov quien, en su tiempo, elaboró una
gramática del Decamerón con fórmulas en algo semejantes.

Sin embargo, este esfuerzo no se volverá a utilizar y deja la impresión de una aproximación
candorosa a las formulaciones de la narratología o de la semiótica cuyos intentos no estaban del
lado de aparentar rigurosidad vana, sino que pretendían configurar un lenguaje que a su vez les
permitiera acceder a la comunicabilidad universal. El autor es como un aprendiz de mago cuando
escribe esa fórmula, uno tal que no conoce los secretos de su maestro, pero que imita sus gestos
tratando de aparentar un poder mágico que aún no posee. Por otro lado, en el presente, cuando
Alain Badiou utiliza las fórmulas de la matemática de conjuntos, pretende demostrar con
precisión algunas concepciones que resultan oscuras o fuertes dificultades para su formulación
con el sentido común. La matemática visibiliza una argumentación sobre el ser y no es rémora
para la comunicación universitaria. Solo podría resultar oscuro este intento para la
comunicación cotidiana y oral, pero no para aquella que se inscribe en el marco institucional de
los conocimientos.

Podemos advertir, entonces, que la apropiación mágica del saber occidental como la que se
observa en este intento de matematización parece ser la expresión de una sorprendente
posición enunciativa andina y hasta prehispánica. El intento de trascender a un nivel de
abstracción que permita alguna inscripción eficiente en el conocimiento universal es imitado en
sus formas, pero negado en su acto. Lo que deberá persistir es la estructura de pensamiento
oral, sostenida por un estrecho contacto con lo empírico y múltiple. Solo que esta actitud, claro
está y una vez más, aproxima sorprendentemente el trabajo de Espino a una posición
ultramoderna con respecto del conocimiento, una posición líquida, como diría Bauman: solo la
superficialidad del contacto cognoscitivo, solo el aprovechamiento poco comprometido y
dispuesto a soltar de inmediato un conocimiento del que se tiene la certeza de que caducará
muy pronto.

Conclusiones

Por todo lo expuesto, parece evidente que Atuqpacha. Memoria y tradición oral en los andes de
Gonzalo Espino Relucé resuelve la contradicción entre la oralidad y la escritura de un modo que,
en la base, es tributario de la lógica oral: no es el libro un lugar para la tensa tramitación entre
lo universitario y el saber popular, sino un intento de transformas este último como si fuera el
primero, disfrazar el zorro para que parezca liebre. Este intento debilita, en el fondo, la
institucionalidad académica: si el saber que se produce en las instituciones humanísticas y
cognoscitivas es el mismo que aquel que se produce en el mundo tradicional, no tiene sentido
conservar las facultades de Letras y Humanidades, basta con financiar a los narradores orales de
vez en cuando y homenajearlos con alguna medalla.
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Esta es, precisamente, la actitud del neoliberalismo que observa en la cultura y en el lazo social
un impedimento para el desarrollo del capital. Todo conocimiento que tenga un valor que no
sea del mercado, como los valores humanísticos y críticos, deben ser transformados en paquetes
de información dúctiles para su transformación en productos del mercado. Un verdadero gesto
en favor de lo popular y de sus tradiciones sería distinto: aquel en el que la tradición cognoscitiva
occidental se viera realmente forzado a dialogar con el conocimiento andino, sin intentar
equivalencias, y sin traicionar uno de los dos implicados en favor del otro.

Referencia
Chueca, Luis Fernando. “Presentación. Alejando Peralta y la vanguardia indigenista de los años
veinte”. En: Peralta, Alejandro. Ande. El Kollao. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú,
2006.

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