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CHIGY5 (COSAS PASADAS)

MIE
Ps7.
¡'f~ER~
~
~

LEYEN DAS CH IBCHA5


INSPIRADAS POR CRONICAS ESPAÑOLÁS
A LA

CONDESA OERTRUDIS VON PODEWILS-DÜRNIZ


SOCIO CORRESPONDIENTE DE LA ACADEMIA COLOMBIANA DE HIBTORIA

TRADUCCION DEL ALEMAN POR

J. M. ,RESTREPO - MILLAN

1930
EDITORIAL DE CROMOS
BOGOTA
De esta obra se han tirado en papel especial,
fuéra de comercio, 25 ejemplares numerados A LA
y firmados por la autora.
ACADEMIA COLOMBIANA DE HISTORIA
BOGOT A - COLOMBIA

01{

Propiedad literaria registrada.

Prohibidas la reproducción y la traducción a


cualquier cualquier idioma sin permiso de la
autora.
Este libro escribí en honor de aquéllos
en cuyas venas corre la noble sangre
Copyright, 1930, by
Gertrud Graefin v. Podewils-Dürniz. del Chibcha:
O. v. P.-D.
Las viñetas y la ilustración de la página 13,
fueron dibujadas a pluma para esta obra, di-
rectamente de ídolos, tunjos, e inscripciones
chibchas, por doña María Antonia Cuervo de
Yepes, de Bogotá.
INDICE
Págs .:

Introducción. IX
fuentes. XV
Prefacio. 1
1. La Creación . 5
11. Los Dioses . 11
III. Sacerdotes y fiestas. 19
IV. La Leyenda de la Princesa de Ouatavita 25
V. Víctimas • 33
VI. El Nuevo Señor de Bacatá. 37
VII. La Usurpación del Trono de Iracá , 43
VIII. Hunsahúa 47
IX. La Piedra del Diablo 51
X. La Serpiente y el Rey -- 55
XI. El Dorado • 59
XII. El Matrimonio 65
XIII. El Zaque Tomagata . 69
• XIV. El Hijo del Sol. 73
XV. Saguanmachica . 79
XVI. Aún vela Chaquén 89
XVII. Furatena , 101
XVIII. El Sueño del Zipa 105
XIX. El Tesoro del Rey 111
XX. El fin del Principado l. 117
Las ilustraciones fuéra de texto, son fotogra- XXI. El fin del Principado 11. 123
fías tomadas por la SCADTA de ornamentos
y objetos chibchas de oro, pertenecientes a la Significados de nombres chibchas y otras acla-
colección de don Alberto Roters, de Bogotá. raciones. • 129
INTf<ODUCCION
Entre los pueblos prehispánicos que existieron en el
territorio de la república de Colombia, fue el Chibcha
el más importante y digno de estudio. Ocupó una vas-
ta comarca en el centro del país, en las planicies altas
de los ramales occidentales de la cordillera oriental de
los Andes y en algunos valles circuídos por éstos; la
población, acumulada en su mayor parte en tierra fría,
era numerosa y no constituía al tiempo de la conquis-
ta española una unidad política compacta y homogénea,
sino que se encontraba disgregada en pequeños estados.
Acerca de este pueblo existe, por fortuna, un aco-
pio de noticias que se encuentran dispersas, inconexas,
y a veces contradictorias entre sí, en las relaciones de
los cronistas primitivos y en varias eruditas obras escri-
tas posteriormente. Las crónicas han sido, pues, la pri-
mera y más directa fuente de información, porque los
autores de ellas conocieron las tradiciones directamente
de boca de los indios; sus relatos están animados de
un sincero deseo de decir la verdad, y, a pesar de los
prejuicios y errores de la época, son siempre bellos por
la riqueza y el realismo de su colorido.

IX
Pero todos estos datos no pueden suministrar sino to de las leyendas aborígenes que vienen a formar co-
un conocimiento imperfecto del pueblo chibcha, cuya mo los primeros jalones de la historia. Ese legado tra-
verdadera fisonomía y carácter están aún envueltos en dicional de creencias y costumbres, es materia de los
espesas sombras; la reconstrucción de ese remoto pa- estudios folklóricos, tan en boga hoy; y toca a la críti-
sado histórico no podrá completarse sino mediante las ca determinar las tendencias de la leyenda y la influen-
investigaciones etnológicas y arqueológicas, todavía tan cia que haya podido ejercer, al través del tiempo, en
deficientes y fragmentarias entre nosotros. la vida y evolución de un pueblo.
Ignoramos aún el origen de los Chibchas, y todavía Muy variado es el material legendario de la nación
se discute si provienen del Asia, del antiguo Méjico,
• de los chibchas esparcido en las crónicas; de él se ha
o de las frías regiones del altiplano boliviano de Ti- aprovechado maravillosamente la señora condesa Ger-
huanacu; ni podemos señalar siquiera los límites pre- trudis von Podewils-Dürniz para escribir, en lengua
cisos del territorio en donde vivieron esos aborígenes. alemana, el bello libro de leyendas que, fiel y elegan-
Mayor es nuestra ignorancia al examinar los petroglifos, temente traducido al español por nuestro ilustrado ami-
o sean las figuras grabadas o pintadas por los indios go el doctor José María Restrepo-Millán, se da ahora
en las piedras y rocas nativas; ¿ son signos totémicos, a la estampa.
o verdaderos jeroglíficos, o simples monumentos de Las veintiún leyendas que contiene el libro, forman
ingenuidad pueril o de inexperiencia impotente? un panorama de las diversas modalidades de la vida
Para poder apreciar bien el grado de cultura que cultural . chibcha, y el estilo sencillo y pulcro en que
11

alcanzaron los Chibchas, los valores de sus artes e in- están escritas, unido al relato vivo y ameno, decoran
dustrias, hay que penetrar hondamente en su vida mí- con bellezas originales y vacian .en nuevas formas los
tica y saber desentrañar el simbolismo de su incipiente asuntos narrados por los antiguos cronistas.
mitología; porque todas sus actividades, las psíquicas Allí, la cosmogonía forjada por los aborígenes, con
y las materiales, están dominadas por la cosmogonía, la creación del mundo salido del caos por la voluntad
las creencias religiosas y los ritos mágicos. "La menta- del Sér todopoderoso; el origen del hombre con Ba-
lidad de los pueblos primitivos-escribe Lévy-Bruhl, chúe; la portentosa historia de Bochica, centro de las
autoridad contemporánea acaso la más alta en los tra- tradiciones religiosas, cuyo apostolado hace recordar al
bajos de etnología-atribuye a las cosas propiedades Quetzacoatl de la civilización azteca; la vida de los
objetivas y ocultas al mismo tiempo; concibe lo sobre- jeques o sacerdotes, tan dura y ejemplar que hizo decir
natural como inseparable de 10 natural, y asigna, sobre al obispo Fernández de Piedrahita en su Historia del
todo, valor a los poderes místicos". Nuevo Reino de Granada que "podría servir de confu-
Por estos aspectos, es muy interesante el conocimien- sión a los que somos indignos ministros de Cristo'

x Xl
y tiene inéditos otros trabajos, entre ellos una novela
los sacrificios que hacían a los dioses, unos apacibles y sobre terna colombiano indígena. "
poéticos, como los que se ofrendaban a la divinidad Las " Leyendas chibchas" que ahora se publican,
acuática, otros sangrientos, de inaudita crueldad, con añaden un nuevo lauro a los que ya tiene conquistados
que se rendía culto al sol; la ceremonia que se cum- la señora condesa van Podewíls-Dürniz y despertarán
plía en la laguna sagrada de Guatavita,-descrita con t la atención, dentro y fuéra del país, sobre la nación abo-
unción poética por la ilustre escritora,-la cual dio ori- rigen que marcó huella tan profunda en nuestro suelo.
gen a la leyenda de "El Dorado"; los ritos fetichistas, Fueron los Chibchas los que más resistieron la destruc-
análogos a los de las tribus asiáticas y africanas; las contien- ción inherente a la conquista; luégo se amoldaron al
das y guerras de los zipas y zaques; lasfiestas y costumbres régimen colonial y, pacientes y sufridos, labraron la tie-
familiares; el código de leyes inmemoriales; las cere- rra fecunda; concurrieron, en fin, con Bolívar y San-
monias cortesanas. tander a la jornada de Boyacá, que creó la nacionalidad
La autora del libro de que tratamos es una escritora colombiana, y aún hoy día son el núcleo de la po-
blación laboriosa de los campos en el centro del país.
que goza en Europa de merecida reputación. Su pri-
mera obra publicada con el título Aegyptische Squizzen GERARDO ARRUBLA
(Bosquejos egipcios) es una coleccíós de cuadros e de la Academia Colombiana de Historia
impresiones sobre la maravillosa tierra de los faraones, Director del Museo Nacional
que visitó y estudió cuando su esposo, el señor conde
Bogotá, abril de 1930
van Podewils-Dürniz=-quien con tanto brillo y decoro
representa actualmente a la gran nación alemana en Co-
lombia, con el elevado cargo de ministro plenipoten-
ciario-era cónsul general en el Egipto; tales bosque-
jos, en sentir de los críticos, se distinguen por un hon-
do subjetivismo y por la originalidad del estilo y de la
expresión. Otro libro suyo, es la novela corta Ka .... ?,
cuyo argumento está tejido al rededor de las perturba-
ciones psíquicas experimentadas por una mujer moder-
na bajo el influjo del mito egipcio llamado el Ka, o
sea la entrada de un espíritu maligno dentro de la per-
so nao Ha publicado también en revistas y periódicos
l/emanes novelas cortas y artículos de diversa índole;
XIII
XII
\

fUENTES DE DONDE SE HA T9MADO


EL MATERIAL PARA ESTAS LEYENDAS

ANTIGUAS CRONICAS

fray Pedro Simón: Noticias Historiales de las Conquis-


tas de Tierra Firme.
El obispo Lucas fernández de Piedrahita: Historia Ge-
neral de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada.
Pedro de Aguado: Recopilación Historial .
• José Domingo Duquesne: Explicación de los Símbolos
del Siglo o Calendario de los Moscas.

AUTORES MODERNOS

Coronel Joaquín Acosta: Compendio Histórico del Des-


cubrimiento y Colonización de la Nueva Granada.
Ezequiel Uricoechea: Gramática, Vocabulario,Catecismo,
y Confesionario de la Lengua Chibcha, según anti-
guos manuscritos anónimos e inéditos.
Vicente Restrepo: Los q:';;chas antes de la Conquista
Española.
Miguel Triana: La Civilización Chibcha.
->
PREFACIO

Cuando en abril de 1536 recibió Gonzalo Jiménez de Quesa-


da el encargo de explorar las fuentes del río de la Magdalena,
alistó en Santa Marta 600 individuos de infantería y 70 de ca-
ballería. De éstos, al rededor de 200 hombres acometieron la na-
vegación del gran río.
Nadie que haya hecho la ruta del Magdalena podrá escati-
mar su admiración a aquellos animosos descubridores. ¡Qué em-
presa debió ser la de aventurarse a la conquista de las aguas
" misteriosas!
Si en tierra tenían que habérselas con los terrores de las in-
mensas selvas que aún bordean grandes trechos de la corriente,
no menos se hallaban expuestos en el agua a numerosos peli-
gros. Los caimanes, bandadas de mortíferos insectos, los dardos
envenenados de los salvajes, diezmaron el número de esos va-
lientes aventureros, hasta el punto de que a los pocos que iban
sobreviviendo principió a desfallecerles el ánimo.
Tánto menguaron las tropas de Quesada, que de entre todos
los que habían emprendido la exploración, apenas si unos 160
llegaron, hambreados, consumidos por la fiebre, a la cordillera
oriental del territorio que hoy se llama Colombia.
Allí encontraron un pueblo, pequeño de estatura, morena la
piel, negros y oblicuos los ojos, los pómulos salientes, y gruesos
los labios lampiños.
Cubríanse la cabeza con atavíos de diversas clases hechos de
algodón; usaban también unas redecillas tejidas de burdos hi-
De las construcciones de los Chibchas no ha quedado ni una
los; se envolvían el cuerpo en una manta de algodón, y traían
sola. De su lengua, completamente olvidada, apenas sobreviven
otra que se ataban o se sujetaban con broches de oro sobre
unas pocas palabras acogidas en el castellano local. Cuando los
uno de los hombros, y las mujeres sobre el pecho; y tenían des-
indios encuentran en sus tierras o en las lagunas, tunjos de oro
calzos los pies. Eran los Chibchas.
u objetos de barro que pertenecieron a sus abuelos, se despren-
En el país de los Chibchas hallaron los españoles estados or- den con facilidad de ellos, ignorantes de su significación.
ganizados, que se extendían sobre las planicies y valles superio- Tenemos que agradecer a los españoles el haber conservado,
res de la cordillera, y sumaban cerca de un millón de habi- con ligeras alteraciones fonéticas en ocasiones, los armoniosos
tantes. nombres de los lugares. Tras un cuidadoso estudio de la Gramá-
Quesada debió la relativa facilidad con que realizó su con- tica Chibcha de Uricoechea, he logrado descifrar y traducir los
quista a la doble circunstancia de que los Chibchas, por una bellos significados de los nombres geográficos y personales que
parte, como nunca habían visto jinetes, tomaron a los españo- aparecen en estas Leyendas.
les por hijos del sol, uno de sus dioses principales, y por otra, CHIGYS MIE he bautizado mi libro en lengua chibcha, es
estaban divididos en numerosas tribus rivales. decir, Cosas Pasadas. Esas son las que me dispongo ahora a narrar.
Pronto conocieron los españoles que tenían delante de sí un
pueblo que había alcanzado un grado de cultura muy superior
al de las demás razas indígenas con que habían tropezado des-
de su entrada en el territorio.
Los Chibchas tenían leyes que cumplían religiosamente. No eran
antropófagos, ni andaban desnudos. Profesaban una reverencia
sin límites a sus soberanos y sacerdotes. Y la manera como pin-
taban sus ropas revelaba cierto sentido artístico.
Eran de índole suave y mansa. Vivían en chozas edificadas
de barro y maderas recias, aisladas y rodeadas de amplios cer-
cados, a la manera de los castillos. Sus labranzas estaban culti-
vadas con esmero. Caminos anchos y bien construídos comu-
nicaban entre sí los diversos lugares, y conducían a los adoratorios.
Me he propuesto yo dar a conocer a mis lectores este pue-
blo, el tercero en cultura entre los indios de América, y cuyos
descendientes viven hoy día, sin sospechar nada de la grandeza
de su pasado.
Para ello reuní los temas de estas Leyendas, que difícilmente
ceden el paso en belleza a las de Europa, y he procurado ver-
terlos de nuevo en formas táles, que sin fastidiar al leyente con

~J
pesadeces científicas, le traigan ante los ojos el esplendor de la
vida que alentó otrora sobre las cimas de la cordillera oriental
1
de Colombia, y lo aproximen al alma del pueblo chibcha. Rigu- • 1
rosamente me he ceñido a las tradicciones, tál como las recogie-
ron cronistas e historiadores, y preservado la exactitud geográ-
~'
fica. Habiendo tenido la fortuna de visitar en persona todos
los sitios que figuran en mis narraciones, he podido dotarlas
del colorido local. ..
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2 3
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.11

La Creación

la: filtltta: del Chibcha yacía desnuda y vacía.


Sus montañas se lanzaban al cielo, y las aguas
~ cubrían las llanuras intermedias. Sobre la Sa-
bana pesaba el agua infinita, y emergiendo de su
cristal penetraban los ceñudos picos en la oscuri-
dad del espacio; y la niebla lo envolvía todo con
la espesura de su manto.
Viendo entonces el Omnipotente, el que era la
Luz y en quien la' Luz estaba, la soledad de la tie-
rra del Chibcha, envió ~.2s pájaros vigorosos, que
~~uyentaran la niebla, y acá y allá y por doquiera
soplaran de sus picos el aire tras paren te.
y así separó el Creador la tierra y las aguas de
la profundidad del firmamento.
y creó luégo el Señor P~deroso un sér radiante,
inmenso, que rasgó las tinieblas con su fulgor y
calentó la tierra; y enviándolo a través del espacio,

5
blaran al peso de la vida, tomando Bachúe a su
le señaló en el éter su curso luminoso para que
marido de la mano, se lo llevó al Páramo, hasta la
vertiera sus rayos sobre los montes y las aguas.
laguna _de Iguaque. y apiñada muchedumbre los
y las aguas corrieron, y apareció la Sabana; y el
siguió.
Omnipotente llamó al sér radiante Súa' .
Mas Súa tostaba con su ardor la tierra del Chib- Entonces entraron los dos en el agua, y cuando
chao Mandóle entonces el Señor hundirse tras las
colinas, y creó otra criatura dulce y tierna, que alum-
\ ya se sumergían en ella hasta el pecho, habló Ba-
chúe a sus hijos, y a los hijos de sus hijos. Los
brase cuando Súa se hubiera ocultado, a la cual amonestó a que venerasen a los dioses, como se lo
llamó Chía'' . había enseñado ella misma. Los exhortó a la paz y
La tierra, empero, estaba en silencio y sin vida. a la concordia. Los conjuró a que respetasen sus
leyes.
No había un pez que se agitara en las lagunas, ni
hombre ni bestia que sentara la planta sobre las pe- En seguida se despidió de todos los suyos en
ladas colinas. medio de abundantes lágrimas y sollozos.
Apiadóse el Señor, y de.la _ laguna,- de .. ~
[guaque",
. y las ondas se cerraron temblando sobre las dos
la que reposa al noroeste de Hunsa", allá donde cabezas. Mas en cuanto hubieron desaparecido bajo
moran las nieblas eternas, salió una mujer que El las aguas, mostráronse a los ojos del pueblo dos
llamó Bachúe". Y Bachúe sacó de las aguas calla- serpientes, y el pueblo dijo que Chiminigagua les
das un ñifio que aún no había llorado más de tres había trasformado. y de ahí en adelante las ser-
años. pientes fueron sagradas entre los Chibchas.
y tomándole de la mano lo llevó a los Llanos, El pueblo nunca olvidó cuánto bién le hiciera Ba-
donde se edificó su vivienda. En aquella casa vi- chúe, y conservó su culto con el de los demás dio-
vieron juntos hasta que el niño creció y fue un hom- ses, lIamándola Furachogue? .
bre. Recibióle entonces Bachúe por esposo y tuvo
de él numerosa prole. ***
y el Omnipotente creó las bestias que pacen en
Sin embargo, otra cosa era lo que sobre la crea-
el suelo y las aves que vuelan bajo el firmamento.
ción de los hombres sabían los de la tribu de Ira-
y Bachúe dictó leyes a sus hijos, y los acostum-
ea". Ellos creían que cuando ya existían el cielo y
bró a adorar a los dioses, y les enseñó a creer en
la tierra, y todo lo demás que hay en el mundo, y
Chirninigaguas , el Señor que todo lo había creado.
sólo faltaban el sol y la luna, estando el universo
Mas como ambos padres del pueblo chibcha lle-
envuelto aún en la niebla y la oscuridad, vivían ya
gasen a edad muy avanzada, y sus espaldas se do-
7
6
sobre este suelo dos hombres, que eran el prínci- Por su parte el monarca, para darles consuelo, man-
pe de Iracá y el cacique de Ramiriqujv , daba a sus gentes tocar y cantar alegres tonadas,
y como viesen que esa soledad no era buena, que pronto cambiaban el duelo en risas y gozo, y
diéronse ambos príncipes a formar hombres de la pródigo distribuía entre todos perturbadora chicha" ,
tierra amarilla, y mujeres de los tallos huecos de hasta que el júbilo se resolvía en loca embriaguez.
una elevada planta. Y cuando los tuvieron forma-
dos les infundieron la vida soplándoles su propio
aliento.
Empero la oscuridad continuaba reinando sobre
la tierra, y los hombres vivían todos en noche sem-
piterna. Entonces el de Iracá envió al de Ramiriquí
a los cielos para que iluminara el mundo, y lo llamó
Súa.
Mas su clara luz sólo brillaba en el día, pues
corriendo de un extremo a otro del firmamento, a
la tarde se ocultaba tras las coiinas, dejando la tie-
rra del Chibcha sumida en las tinieblas y en la aflic-
ción.
Viendo eso, el señor de Iracá voló en persona al
cielo para dar luz de sí, y brillar, llamándose Chía,
en la noche, cuando Súa se ocultara.
y en memoria de este prodigio, celebrábase siem-
pre en Hunsa e Iracá la fiesta del Huán'" durante
la postrera luna del año.
Doce mancebos, cubiertos con mantas de vistosos
colores, y decorada la cabeza con guirnaldas y un
pajarillo en la frente, conducían a otro, ataviado de
azul, como el cielo, delante del príncipe; y marcha-
ban al són de afligidas canciones y plañideras me-
lodías, que entonaban cantores y músicos, recordan-
do la muerte y sus dolores. ,~~
8 9
~

11

Los dioses

111puehíc chibcha crecía y se multiplicaba, y


trabajaba en el campo. Cosechaba maíz, pa-
~ pas, yuca", pepinos, arracachas, quinoa, to-
mates, habas, y aguacate. Las frutas de la tierra del
Chibcha eran la guayaba, la piña, la chirimoya, la
guanábana, la pitahaya", y muchas otras. Los hom-
bres iban a la caza armados de arcos y flechas, ti-
raderas y dardos, y engalanados con plumas de pa-
pagayo; y cazaban venados, palomas, conejos, patos,
perdices.
Pero los Chibchas no sabían tejer. Hacían sus ca-
sas de madera, las cubrían de pinturas, y las techa-
ban con paja. Elevaban templos para honrar a sus
dioses, y se complacían en decorarlos con ornamen-
tos de oro y esmeraldas!". Mas su ciencia era es-
casa.
y hé ahí que en la sabana de Bacatá" apareció
11
un hombre que venía del oriente. Larg~ ~ su ca-
bellera, y la barba le descendía hasta el cinto. Car-
gado de años venía, y tenía descalzos los pies. Echa-
do sobre los hombres traía un manto, y marchaba
apoyándose en un cayado.
y dijeron los Chibchas: "Este es el enviado de
Chiminigagua". E hincándose a sus plantas escucha-
ban la palabra que él les decía. Y a aquel hombre
lo llamaron Bochica" o Nemterequeteba17, aunque
18
también Xúe , o Chimisapagua, que quiere decir:
El Enviado de Dios.
y Bochica era bueno. Enseñóles a creer que sus
almas no morirían. Enseñóles que el último día, en
el juicio postrero, los buenos serían recompensados,
y castigados los perversos. Enseñóles también a
creer en la resurrección de la carne. y les ordenó I

dar limosna a los menesterosos. I


Muchas cosas les enseñó Bochica, que ellos aún
1
no habían conocido. Los instruyó en el arte de te-
jer, coser, y pintar sus vestidos. y vivió largos años
entre ellos mandándoles hacer el bién, y él mismo ~
vivió sin pecado, pues era duro y severo consigo,
y misericordioso para con los demás hombres.
y predicando Bochica en Cota'", era tan grande
la multitud qUE acudía ansiosa de su doctrina, que
fue preciso cavar en su derredor un gran foso de
más de dos mil pasos de longitud, para que todos
pudiesen desde allí escuchar las enseñanzas del
Maestro.
En la noche entraba Bochica en su cueva a des-
cansar. y aquel lugar se hizo sagrado, y el pueblo

12
"

depositó en su seno numerosas ofrendas de oro y y como se diesen a buscarle, hallaron una pie-
esmeraldas. dra que tenía estampada la huella de su pie. Incon-
y como había venido, así desapareció Bochica. tables peregrinos acudieron a verla y venerarla, y
Los Chibchas elevaron santuarios en su honor y le raspaban polvillo de la piedra bendita, que luégo
rindieron culto al lado de sus dioses mayores; y fue tomaban en sí como un alimento, para que jamás los
el dios de los príncipes y los nobles. Y contaban dejase el espíritu del santo Bochica.
que Bochica había venido a la tierra, enviado por Mas Nompaném, el cacique de Iracá, afirmó que
Chiminigagua, veinte generaciones de setenta años habiéndosele aparecido Bochica, le había encomen-
cada una antes de la llegada de los Conquistadores. dado que continuara su obra. Y el pueblo le tribu-
Empero, hé aquí lo que de Bochica decían en el tó honores divinos. Y Nompaném se dio a sí mis-
cacicazgo de Iracá: mo el nombre de Idacansás, que en la lengua del
Vino de oriente un hombre. Largos eran sus ca- Chibcha quiere decir Luz grande de la tierra.
bellos, y la barba le descendía hasta el báculo que El pueblo de Iracá sabía que su príncipe tenía el
en la mano traía para apoyarse al andar. Impresa en poder de castigarlo con plagas y epidemias, y el
la frente y los brazos mostraba la señal de la cruz, poder de llamar las tempestades, y el de asolar las
y estaba cargado de años. cosechas con el granizo, y el de suscitar las sequías.
Entonces el zaque Nornpanérrr" oró a sus plantas Hondo era el temor que a su señor Idacansás
y escuchó su palabra. Y todos veneraron a aquel guardaba el pueblo de Iracá. Y de esta manera fue
anciano por santo. Y el príncipe ordenó que en todo desde entonces el príncipe de Iracá, el Sugamuxi,
el país se acatas en los preceptos del Maestro. sacerdote supremo de todo el reino
y preguntó Nompaném al Maestro: "¿Qué casti- y cuando muchos, muchos años después con-
go merecen los que no sigan tus enseñanzas?" quistaron la tierra los Blancos, corrió la leyenda en-
y respondió el Maestro: "No con castigos de esta tre éstos de que el anciano Bochica había sido el
vida has de cimentar mis doctrinas, pues en la otra santo Bartolomé. ¿Quién lo sabrá? ¿No pudo acaso
aguardan penas a los malvados y recompensas a el Señor enviarlo a través de tan largo peregrinaje?
los que escuchen la palabra de Dios". Pasaron los años, y los Chibchas olvidaron las
Narran algunos que habiendo ido a Sugamuxí", enseñanzas de Bochica. Y vino a la tierra una mu-
rindió allí su alma a los dioses, y dicen que Chi- jer muy bella, que llamaron Huitaca'".
minigagua se 10 llevó al cielo consigo. Otros, em- Inmensa muchedumbre corrió tras la mujer, y Hui-
pero, cuentan que luégo predicó en Iza22, después de taca les enseñó el vicio y la embriaguez. Y los que
lo cual desapareció. Ningún ojo mortal volvió a ver- la escuchaban decían que era Bachúe, la propia ma-
le desde entonces. dre del pueblo.

14 15
y Huitaca emponzoñó aquellas almas que nutrie-
ran las buenas palabras de Bochica. Y el pecado y
la disolución señalaron su paso por la tierra del
Chibcha.
Mas Bochica miraba desde el cielo la miseria que
en el mundo sembraba Huitaca, y convirtió a la mala
mujer en una lechuza, que sólo se atrevía a mos-
trarse de noche.
Entretanto Chibchachum", el dios de la Sabana,
desató sobre la tierra una abundante lluvia; tan abun-
dante, que todas las casas se inundaron.y las gen-
tes huyeron a las cumbres de las montañas. Pero
allí no tenían qué comer, y el hambre atormentaba a
los hijos de Bachúe. Acordáronse entonces de Bo-
chica, y con la angustia en el corazón elevaron a
él sus preces pidiéndole socorro, y ayunaron, y se
disciplinaron.
, Habiéndose apiadado de ellos Bochica, .se apare-
ció a sus ojos sobre un espléndido arco iris, con
una vara de oro en la mano. Y c1avándola en el
confín poniente de la Sabana, hendió con ella las
rocas en dos mitades para que las aguas saliesen
por la hendidura. Y abiertos que fueron los peñas-
cos, precipitáronse las ondas al negro abismo.
Así lo hizo Bochica, y de tal suerte se salvó el
pueblo chibcha de perecer.
y hasta el presente día ha seguido rodando, por
la rocosa garganta, el caudal del río funza, a las
inmensas honduras del Tequendama". .'

Enojado Bochica con Chibchachum por haber cas-


. tigado tan duramente a su pueblo, pues muchos

16

r
fueron los que arruinó el desbordamiento de las
aguas, le puso lo mole entera del mundo sobre los
hombros para que en ellos la sostuviera. Obedien-
te ha cumplido su pena Chibchachum, mas como
a veces se cansa, pasa de un hombro a otro la tie-
rra, haciéndola temblar.
y el arco iris, sobre el cual había venido Bochí-
ea, fue desde entonces el dios de los enfermos y
las mujeres, y se llamó Chuchabiba'", y fue el te-
rror de los Chibchas, pues su presencia anunciaba
muerte y desolación, y para aplacarlo le ofrecían,
cada vez que se mostraba en las nubes, dádivas de
oro, perlas, y esmeraldas.
Por su parte, Bachúe, la sabia, era la diosa que
presidía las yerbas buenas y malas, y les infundía
extrañas virtudes para curar o para matar a los hom-
bres, y el Chibcha la invocaba para que lo inspira-
se al emplearlas, y las hiciera eficaces.
Arriba, en el templo de Iguaque estaba hecho de
oro macizo, el niño aquél que de entre las aguas
había sacado Bachúe.
y sobre cada lindero velaba Chaquén", el ge-
nio de los mojones y las cercas.
y Nencatacoa'", el dios de la embriaguez, el que
bailaba alegre con el pueblo en las fiestas, así se
holgaba con ellos, como trabajaba en su compañía.
Ayudábales a tejer y pintar sus ropas, y a traer
arrastrando desde el cerro los maderos para sus ca-
sas y templos. Su alimento era la chicha, fermenta-
da del alma del maíz. Y le veían ya bajo la forma
de un oso, ya con la apariencia de un zorro.
17
2
Ouahaloque'", el demonio, les sugería el mál,
y torcidas inclinaciones. El los condujo a los sacri-
ficios humanos, y a la liviandad de costumbres. Su
insaciable voracidad pedía ofrenda tras ofrenda, para
plegarse a venir a hablar con los sacerdotes. Más
que a ninguna otra divinidad temíanle los Chibchas.
¡Y el hechizo de las lagunas!... ¡Cuán hondamente
fascinó el alma del Chibcha! Divinas, las que en la
cumbre del Páramo eternizaban su oscura melanco- III
lía entre las gasas de las blancas neblinas; divinas,
las que en el seno de la Sabana servían de plácido Sacerdotes y fiestas
espejo a Súa y a los picos de las montañas! ¡Ple-
nos estaban de misterios sus fondos impenetrables,
y sus tersos cristales, poblados de maravillas! ~I Iqgl1ultal.1httemplo de
Sagrados eran también los montes que metían la ~ Sugamuxi era soberbio
cresta en las nubes; a los que Súa besaba con en- entre los templos de la
cendido fulgor, y acariciaba Chía con sus tenues tierr a del Chibcha. Cada uno de
yemas! sus potentes pilares había sido
Sagrados, los ríos que quebraban sus espumas hincado sobre el cuerpo de un
entre las piedras, y los torrentes que incansables esclavo vivo. Tál era la volun-
saltaban siempre hacia abajo, nunca hacia arriba. tad de Súa.
No tenían cuento las ofrendas que era preciso Inclinada la cabeza, entraban
darles. en él los nietos de Bachúe, y
con suma reverencia se acerca-
ban a los ídolos, lIevándoles sus
dádivas, que entregaban de to-
do corazón. En manos de los
jeques dejaban a montones tu n-
jos de oro, que simulaban hom-
bres, sapos, aves, serpientes, junto con diademas,
zarcillos, brazaletes, esmeraldas; y todo des parecía

18 19
entre las testas huecas de los ídolos, o en múcu- de vestirlo con ropajes nuevos, lo llevaba su maes-
ras escondidas en el suelo. Era de verse el cuidado tro ante el príncipe, el cual lo saludaba con mucho
con que los sacerdotes tapaban aquellos recipientes afecto y le imponía las insignias sacerdotales, y así,
después de las ceremonias.
Según las leyes que la misma Bachúe había dic-
tado a su pueblo, las cuales eran obedecidas con
I con la bendición del cacique" se trasladaba el nue-
vo sacerdote al santuario donde su tío pasara la
existencia en el servicio de los dioses.
gran respeto, el sobrino del sacerdote se consagra- Allí vivía casto, como lo había mandado Bachúe.
ba al severo ejercicio a que se dedicara su tío. Ouay!... si llegara a violar la ley de la castidad. Cu-
Ya desde la niñez se le sacaba de la casa pater- bierto de vergüenza, degradado de su alta dignidad,
na para internarlo en la soledad del Cuca", don- se le arrojaba a que consumiera el resto de sus
de vivía sometido a largos ayunos y duras disci- días entre el común de las gentes.
plinas. La carne y todo condimento le eran veda-
Sólo a los sacerdotes estaba permitido hablar con
dos. Su alimento se reducía a mazamorra de maíz
las mujeres. Las esposas mismas de los caciques
y uno que otro pescadillo.
podían acudir a ellos en demanda de avisos y con-
Allí aprendía a conocer las secretas virtudes de
suelo para sus penas.
las hierbas, y el anciano jeque, maestro suyo. lo
Mas como todos los hombres pecan, pecaban tam-
iniciaba en los conjuros que había de pronunciar al
bién los Chibchas. Por tanto era preciso apaciguar
servirse de ellas. Lo ejercitaba asímismo en el arte
a los dioses al comenzar el año. En tal ocasión
de hablar con los demonios. Le enseñaba el cur-
quemábase toda la basura que había en la casa, y
so de los astros, y lo adoctrinaba en los preceptos
las cenizas, revueltas con las del hogar, se sacaban
de Bachúe. Instruíalo en las tradiciones y las glo-
al campo. Antes de aparecer el sol por sobre los
rias pasadas de su pueblo; y mostrábale en qué
cerros de oriente, acudían presurosos a bañarse en
forma debía dirigir la palabra a los creyentes.
las quebradas los adolescentes. A su regreso encon-
De esta suerte pasaba doce años el joven en vida
traban ya listos los azotes. Porque así lo querían
de rigurosa castidad, y cuando ya no quedaba cosa
los dioses, soportaban sin una queja la flagelación,
alguna que él ignorase, le horadaba el jeque, su
y luégo eran enviados lejos. Después de pocos días
maestro, las orejas y la nariz, para suspenderle de
volvían trayendo algún presente para el que los ha-
ahí los zarcillos de oro que correspondían a su ele-
bía castigado.
vado puesto. En medio de graves ceremonias lo
conducía luégo al arroyo, seguidos de numerosa Antes de entrar .en la carrera de honor, se adorna-
muchedumbre. Allí se bañaba el joven, y después ban la frente los jóvenes con enhiestos copetes de

20 21
plumas. La prueba consistía en subir corriendo las Al llegar el tiempo de la cosecha, celebrábase la
montañas, hasta los santuarios que en sus cumbres gran procesión. Unos salían disfrazados de anima-
se alzaban. Veloces cual venados corrían los com- les; otros se adornaban con diademas, medialunas,
petidores, que al que primero llegase, le estaba re- pecheras, y cadenas de oro; o con plumas de vis-
servada la corona, y con su propia mano le entre- tosos colores, según convenía a su rango. En gru-
garía el cacique ropajes de algodón.
\ pos avanzaban por la espaciosa calle que conducía
Toda familia tenía en su casa sus ídolos; y había del palacio al templo. Los sacerdotes llevaban la mi-
uno especial para cada necesidad. De oro relucien- tra en la cabeza, y marchaban mascando coca. Mu-
te estaban hechos los de los ricos; los de los po- chos iban llorando y pidiendo a Súa y a Bochica
bres eran de cobre, de arcilla, de cera, y hasta de su bendición para la casa real, a fin de que los
algodón. dioses acogieran sus preces. No faltaban quienes tra-
En cuanto al más allá, no conocían los Chibchas jesen máscaras que tenían pintadas las lágrimas.
el infierno. Todos, cuando los llamaban a sí los dio- Después de los aflijidos venían los regocijados,
ses, iban al centro de la tierra, donde los buenos riendo y saltando, y dando a los dioses gracias por-
no encontraban sino felicidad y delicias, mientras que les concedieron lo que pidieran. Seguían luégo
los malos eran duramente azotados. Y como allá vi- los de las máscaras de oro, ocupados principalmen-
vían los cuerpos del mismo modo que en este mun- te en cubrir el suelo con mantas, pues los que de-
do, era preciso enterrarlos con todo lo que les ha- trás de ellos venían, cantando y bailando, mostra-
bía sido amable en la vida, con sus manjares favo- ban por sus ropajes espléndidos" ser gentes de
ritos, su chicha, sus mujeres predilectas, sus armas, noble estirpe. Al mismo tiempo los tamboriles, los
sus mejores esclavos. cascabeles, los fotutos, poblaban el espacio de atro-
Sin embargo, las almas no permanecían con los nadaras músicas. Y al final del desfile marchaba la
cuerpos después de la muerte. Al través de la tie- corte real, compuesta de los patricio s del pueblo, en
rra negra y al través de la tierra amarilla, penetra- torno del soberano, ataviado con mayor magnificen-
ban hasta las más hondas profundidades. Al prin- cia que nadie, y revestido de todas las insignias de
cipiar la larga peregrinación llegaban a un ancho su poder.
río, que cruzaban en unas balsas hechas de telara- Así llegaba la procesión al templo, donde los sa-
ña. Por eso eran sagradas las arañas entre los Chib- cerdotes recibían con mucha solemnidad y ceremo-
chas, y merecía penas tan graves quien las matase, nia los regios presentes; y en el mismo orden que
pues su labor era precisa para el bienestar de los había traído, regresaba el cortejo al palacio del prín-
muertos. cipe.

22 23
-11; t" ,.,....,--;-.~

Allí se hincaban de rodillas delante de su amo y


I
señor aquéllos que se habían distinguido en los
juegos, en la danza, en el canto, y recibían de las
reales manos preciosos atavíos hechos del algodón
más fino; y se les obsequiaba abundantemente con
embriagadora chicha. Luégo despedía el príncipe al
pueblo, y cada cual seiha .a sp. casa a <;?~tinuar
la fiesta, la que duraba toda la noche, hasta'Ias pri-
meras claridades del día.
También se prolongaban los regocijos en el pa- IV
lacio real, donde las totumas de oro circulaban sin
tasa, y los trovadores cantaban las hazañas del ca- La leyenda de la princesa de
cique y sus antepasados.
Guatavita
Empero, afuera en la entrada, se hallaban dos an-
cianos, uno al lado izquierdo, otro al derecho. Es-
taban desnudos, cubiertos apenas por una malla,
lp~ aqt que el cacique de Ouatavita'" tenía
como la que se usa para cazar aves. Y sin comer
una esposa tan' bella como el sol, y de san-
ni beber, se estaban tocando en sus cuernos can-
ciones llenas de duelo y aflicción durante toda la ~ •• gre nobilísima. El príncipe la ataviaba con las
galas que más preciaba su antojo, y la mimaba con
fiesta. Eran el símbolo de la muerte, que está pe-
preferencia a las demás mujeres de su casa.
rennemente acechando a los hombres para envol-
y era tan bella, que el esplendor de su hermosu-
verJos en sus redes cuando menos lo esperan, y
ra penetró en los ojos, siempre abatidos, de uno de
desnudarlos de todas las cosas de esta vida.
los reales vasallos, y los fascinó de modo tál, que
y en tanto, adentro, mientras más loca se des-
él no pudo menos al fin de levantarJos y dejarJos
arrollaba la fiesta, entonaban otros cantores luctuo-
contemplar el rostro de la princesa.
sas melodías, que al fin penetraban en el alma de
Entonces conoció él que ella era la mujer más
los que reían, y los obligaban a prorrumpir en rui-
hermosa que jamás había visto; y vio ella que él
dosos llantos.
era un guerrero esforzado y arrogante, y vio cómo
las plumas de papagayo que le adornaban la fren-
te, estaban enriquecidas con piedras maravillosas,

24 25
que lanzaban verdes destellos; y pues de la nariz y
Al enamorado mandóle prender y atar. A su mujer
las orejas le pendían aros magníficos, comprendió
no le habló palabra. Y al clarear el día condenó el
ella que su estirpe era noble... Y al notar el relarn-
príncipe a su vasallo a la pena de empalamiento.
pagueo de esa mirada, sintió la mujer algo que ja-
más antes sintiera. Mas no paró ahí. Del pecho hízole arrancar el co-
razón y servírselo a la infiel, la cual sin saber nada,
Venida ya la noche, llenos los ámbitos de estre-
se lo comió. Y con esto se adentró la congoja en
pitosa música, alargóle ella al príncipe, su marido,
su espíritu, porque en parte alguna volvió a ver al
la dorada toturna'", rebosante de perturbadora be-
Que amaba.
bida, y mirándolo se estuvo vaciarJa de un trago, y
Largos días esperó y largas noches, sin que na-
luégo, hasta que la embriaguez lo venció.
die le hablase. El príncipe empero le demostraba la
El vasallo, empero, no bebía, y cuando ya todos
misma ternura de antes.
se hallaban ebrios, acercósele ella a pasos quedos.
y aconteció que un día llegaron trovadores al pa-
Silencioso estaba él, caída la cabeza con sus plu-
lacio, y ella oyóles cantar de la felonía del vasallo
mas resplandecientes, porque la hermosura de ella
y de su propia vergüenza. Oyóles cantar del espan-
lo tenía enajenado... Y tomándola en sus brazos vi-
toso suplicio de aquél a quien ella olvidar no po-
gorosos se la llevó a la sala donde estaban las ar-
día. Escuchándoles recitar esa muerte indecible se
mas guerreras... y tras ellos cayó la cortinilla de
juncos. dilataron desmesuradamente. sus ojos, y se disolvie-
ron en llanto.
y sucedió lo mismo otra noche, y otra, y otra ...
Innumerables lágrimas rodaron por las mejillas de
Pero la más antigua de las mujeres, que era tam-
la princesa sobre los gruesos collares de perlas que
bién la más vieja en edad, veía con ojos torcidos
le envolvían la garganta. Y le temblaban las ma-
los amores del príncipe ...
nos cuando alcanzaba la totuma de oro, plena de
y de nuevo alargó la bella princesa a su marido
embriagante licor, al príncipe, su marido, que la va-
la áurea totuma para que la embriaguez lo durmie-
ciaba de un trago.
se, y una vez más cayó tras la enamorada pareja
Noche tras noche oyó los cantos de los trovado-
la esterilla de juncos; que eran locas las ansias que
res, hasta que no pudo resistir más. Y mientras el
los juntaban.
príncipe yacía en profundo sueño, se deslizó ella
Entonces la más vieja de las mujeres se llegó al
hasta la cuna de su hija, a la cual tomó en brazos.
príncipe su dueño, y lo despertó. Trájolo hacia la
Ordenó a la nodriza que la siguiese, y ambas se
sala de las armas y levantó la esterilla. El cacique
escurrieron sin ruido fuéra del alcázar, por entre los
se cubrió los ojos con las manos y apartó el rostro.
dormidos centinelas.
26 27
En el portal se detuvo un instante a mirar a Chía, agarrando de la mano a su criada voló a reunirse
que en lo alto de los cielos brillaba, dulce y bené- con Chía ... Trágicas cerráronse las aguas sobre las

¡ vola. Oprimió a la niña contra el seno y se lanzó


a través de la noche, a las montañas, que erguían
sus empinadas moles hacia el espacio. Y Chía ilu-
dos mujeres.
Entre tanto el príncipe se había despertado a me-
dias, y como extendiese la mano hacia su mujer sin

j minaba la senda para que no tropezaran contra las


piedras que había en el suelo, los pies suaves y de-
encontrarla, abrió los ojos y la llamó a gritos. Sólo
le respondió el silencio. Arrojando entonces la piel
~ licados de la princesa.
de león que lo cubría, saltó del lecho.
Al empezar las dos a escalar la altura, tornóse
1 muy áspero el camino, y espinosas malezas empe-
En vano buscaron a la princesa por todo el al-
cázar. A la postre vinieron los sacerdotes, que des-
zaron a desgarrar las tiernas plantas de la hermo- de su templo la habían visto pasar, y anunciaron
sa mujer; y tánto fue, que la tierra se tiñó con los al príncipe la dolorosa nueva.
hilillos de sangre que de ellas manaban. Ni un que- Veloces servidores condujeron hasta la orilla de
jido se escapó de los labios de la princesa, que las aguas al desdichado, que Ilarnaba sin tregua a
cada instante apretaba más y más a la niña contra su mujer, y rogaba a los jeques que se la arranca-
su pecho. Y sin parar continuaron la afanosa mar- sen a las divinidades de la laguna.
cha hasta el Páramo.
Entonces los jeques encendieron un gran fuego
Chía se escondió entre las nubes, como si no en la playa y echaron en él unas cuantas pedrezue-
quisiera mirar la desdicha de la princesa. y en la las. Y murmurando conjuros miraban fijamente las
cumbre del cerro, que abrupto se precipita al lago, pedrezuelas hasta que las llamas las volvían rojas.
erizadas tiritaron las dos mujeres al soplo helado
Uno de ellos se despojó de sus vestiduras, y des-
del viento, mientras las nieblas del Páramo se amon- pués de arrojar en el agua las encendidas pedre-
tonaban en su derredor.
zuelas, zabulló en la laguna. Largo tiempo duró sin
Un añoso árbol, en cuyo tronco engarzaban las reaparecer en la superficie. Cuando salió, contó que
Iianas de un curubo" sus flores rojas y relucien- la princesa vivía en un castillo, con un dragón, en
tes, se asomaba al abismo. Asida de él la princesa el fondo de las aguas. Dijo que la había invitado
se inclinó a la profundidad. Abajo, miraba al cielo a salir con él y venir a reunirse con su marido,
el espejo de la laguna ... y la atraía... la atraía ... pero ella había respondido que nunca más saldría
De pronto se apartaron las nubes, y de entre fuéra, pues era dichosa allí donde estaba.
ellas saltó Chía al fondo del lago ... La princesa lan- Con esto creció la aflicción del príncipe, el cual
zó tres grandes voces: "Bachúe, socórreme! ..." y rogó al sacerdote que al menos le trajese a su
28 29
hija. Otra vez atizaron los sacerdotes el luego 'Y cones de la tierra chibcha hasta la laguna de Oua-
le echaron pedrezuelas. Cuando las vieron enroje- tavita. Las festividades duraban veinte días. El vien-
cerse, volvió el jeque a hundirse en la laguna. Al to tremolaba las vistosas plumas sobre las cabezas
salir traía en brazos a la niña, pero sin ojos, por- de los millares de peregrinos que inundaban las la-
que estaba muerta. deras vecinas a las aguas sagradas. Los adolescen-
Contó el sacerdote que el dragón le había qui- tes, trepando a la carrera las cuestas que conducían
tado los ojos a la niña y los había escondido en a los santuarios, se disputaban la corona ofrecida
los pliegues de la vestidura de la madre, para ase- en premio al ganador; empero muchos caían exáni-
gurar por tal medio el regreso de la criatura. Y mes durante la ruda prueba, pues harto empinadas
cuando el príncipe conoció que su hija ya no tenía eran las colinas.
alma ni ojos, la devolvió, y el sacerdote la llevó al Los cuerpos de aquéllos que perecían en la de-
sitio de donde la había sacado. manda eran sepultados en las cavernas, o llevados
y el príncipe fue conducido por los suyos a su al templo, donde cubiertos de ricos velos, oro, y esme-
palacio, mas la alegría no volvió a reinar en su co- raldas, recibían honores sagrados. Al ir a la guerra los
razón. Y a menudo ofrecía dones a los genios de Chibchas conducían delante del ejército aquellas ben-
la laguna para que fuesen felices las dos que tenían ditas momias, que habían de alcanzarres la victoria.
embargado su corazón. Una vez reunida toda la muchedumbre, aparecían
Desde esos remotos tiempos se siguieron cele- los magnates del reino. Traíanlos sus propios corte-
brando cada año grandes solemnidades en Ouata- sanos en literas de oro, pues nunca debía tocar la
vita. De todos los confines del reino chibcha ve- tierra el pie de un príncipe chibcha.
nían los peregrinos a traer dádivas al genio de la En derredor del lago ardían incontables hogueras,
laguna. Y contaban los sacerdotes que en noches lu- en tanto que las tamboras, las caracolas, las flautas,
minosas solía mostrarse la princesa sobre el cristal y los cascabeles ensordecían el espacio. En sober-
de las aguas, con la misma belleza que había teni- bias balsas decoradas con esplendor, avanzaban los
do cuando fuera la dicha de su amo y señor, ea- sacerdotes hacia el centro del lago, llevando ofren-
yéndole hasta los pies la cabellera de ébano, ceñi- das de oro, que echaban al seno de las aguas en
do el cuerpo con rico cinturón, y rodeadas las ca- medio de solemnes ceremonias.
deras de amplios ropajes encarnados. ¡Y les decía El pueblo traía sus dádivas hasta la orilla con el
cosas sabias! Anunciaba la muerte de los príncipes, rostro vuelto, pues sus miradas no debían profanar
y predijo hambres y epidemias. el lago santo, morada de la princesa encantada, que
Anchos caminos conducían desde todos los rin- sólo podían contemplar ojos de sangre noble.

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------..--- ----------
~*
~~.~)t

v
Víctimas

11ft ranb:e era la veneraci6n que los Chibchas


\t!11 guardaban a la inocencia.
y hé aquí, que el zaque" de Hunsa quiso
construírse un nuevo palacio. Desde muy lejos, des-
de las selvas que allá abajo baña el gran río, se
acarre6 la madera necesaria, dura como la piedra.
y a los cortesanos reales di61es su señor la enco-
mienda de ir a las casas de los nobles del reino,
y elegir a las más bellas y robustas de entre las
niñas. Y las escogidas eran miradas con mucho
honor.
Pero había una mujer en la tierra de Hunsa, que
tenía una hija de extraordinaria hermosura, a quien
amaba sobre todas las cosas, y la escondió para
que nadie la viese.
Empero cuando los cortesanos del zaque llega-
ron a su casa, hé ahí que la niña pasó corriendo

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-~---------------~';"-~~---""-.~ ~ -----=:;: ~-~._--¡ ..... '{

alegremente por el cercado, y aquellos hombres la la entrada del campo. Con sus dedos escarbó aque-
sujetaron y la alzaron para lIevársela. De nada va- lla tierra húmeda de sangre inocente, y en puñados
lieron las copiosas lágrimas de la madre, pues siem- se la oprimía contra el rostro para inundarla tam-
pre se la llevaron. bién con el llanto de sus pupilas.
Trajéronla a un lugar donde jugaba un enjambre
de niñas. Y la pequeña se sintió alegre y dichosa.
Mas cierto día, todas las niñas fueron ataviadas
con ropajes magníficos, y llevadas a un campo abier-
to, donde había muchos hoyos. Y en cada uno de
ellos hubo de entrar una de las niñitas.
y todo eso parecióles muy divertido, y aSÍ, reían
y gritaban de gozo; tan felices, que de entre las fo-
sas se escapaban sus gorgeos inocentes.
Mas pronto cesó la risa, y en su lugar se oye-
ron clamores de pavor. Al compás de una música
estrepitosa, comenzaron a saltar por encima de las
tiernas cabezas, unas vigas enormes, que a cada mo-
mento caían más y más duramente sobre los en-
cogidos cuerpecitos; y con crueldad los golpeaban,
una y otra vez, hasta aplastar aquella carne sin man-
cha, y empapar la tierra con su sangre inocente,
para que la nueva morada quedase inmune contra
todos los maleficios.
,
Cuando al fin suspendieron las vigas su impla-
cable vaivén, todavía continuaba elevándose al cie-
~.
lo, de entre ellas, el hálito de esas víctimas puras, ¡.~~h~
a conciliar la voluntad de los dioses para la futura R~
mansión del zaque. ~
y a la noche, mientras Chía desplegaba el páli-
do manto de su luz argentina, deslizóse una mujer
hasta la fosa de suplicios que se abría enfrente de ~~

34 35
VI

El nuevo señor de Bacató

~ 1cacique de Chía37 tenía una


~ mujer, a quien amaba por
sobre todas las otras. Y en
la corte que lo rodeaba, vivía su her-
mano y súbdito. Muchos caciques,
empero, del reino chibcha eran vasa-
1I0s del zipa'" de Bacatá, y éralo, pues,
también el señor de Chía.
y hé ahí que el hermano del prín-
cipe de Chía alzó los ojos hasta la
11
mujer de su hermano y señor. Alzó-
los irradiantes de fuego y juventud,
y el corazón de aquella mujer se le
rindió, incendiado de amor.
Al darse cuenta de ello, el alma del
cacique se llenó de congoja, pues amaba a ese her-
mano, el más valiente de sus nobles.

37
como al hijo que le negaran los dioses. Y pues su
Mas había leyes en su principado, dictadas por Ba- edad era avanzada, y lo roían las enfermedades, se
chúe misma, y era preciso que el hermano purgara mandó trasladar a Muequetá", donde estaba su al-
su pecado en las torturas del empalamiento.
cázar de recreo.
Sin embargo, cuando el cacique lo mandó pren- Allí hizo congregar a sus vasal\os fieles, para
der, había huído. anunciarles que había resuelto dejar el trono a su
Por aquel tiempo salió el zipa de Bacatá a hacer capitán general, el hermano del cacique de Chía.
la guerra, porque algunos de sus vasallos se ha- Regocijáronse todos los príncipes, que con sus pro-
bían insurreccionado. Acompañado de un formida- pios ojos eran testigos de tanto poder como des-
ble ejército salió.
plegaba el corazón de aquel adolescente.
A la cabeza marchaban los grandes y los nobles Poco tiempo después llamaron de este mundo los
del reino, amadas las frentes con diademas en que dioses al zipa, con mucho dolor de todos sus go-
tremolaban vistosas plumas de guacamayo y fulgían bernados. La corte se cubrió con las rojas mantas
soberbias esmeraldas. Al pecho llevaban pecheras del luto. Los jeques entonaron las lamentaciones de
de oro puro, ricamente labradas, y de las orejas y la los muertos, y embalsamaron el real cadáver con
nariz les pendían zarcillos de oro, también. resinas y con zumos de hierbas. En el tallo de una
Los soldados tenían pintados los brazos con di- guadua, que doraron por fuéra, y por dentro revis-
bujos rojos y negros, y las largas y oscuras cabe- tieron de planchas de oro, lo depositaron, y lo lle-
lleras, adornadas con penachos de plumas. varon a un oculto lugar, donde el río se encajona
Acampó el zipa con sus tropas en Ouasca",
en angosto cauce.
Allí fué a dar en su huída el hermano del cacique Habiendo desviado el curso de las aguas, cava-
de Chía. El zipa, ignorante de su falta, le acogió ron en el fondo de su lecho una fosa en la cual
con muchas demostraciones de amistad, pues no- sepultaron la venerada momia, junto con sus teso-
ble era la sangre que corría por sus venas. ros, sus favoritas, y sus mejores esclavos. y otra
Como era valeroso y prudente, nombróle el zipa vez dejaron correr el río por su cauce; y a los que
capitán general de sus fuerzas. No tuvo que arre- habían abierto el sepulcro les sacaron los ojos, para
pentirse de ello el monarca, pues el joven héroe que nadie pudiese nunca turbar el reposo eterno del
llevó a cabo hazañas soberbias. Merced a su arro-
soberano.
jo y valentía pronto fue dominada la rebelión, no El nuevo zipa marchó contra el cacique de Uba-
quedando sin rendirse más que el cacique de Uba- que, le puso asedio, y lo venció.
que". Entre tanto el señor de Chía se informaba con
El zipa había llegado amar al animoso guerrero
39
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sobresalto de la fortuna de aquél su hermano, a usanza, y no volvió a ver el sol. Los sacerdotes lo
quien condenara a la pena de la vida. Supo de instruyeron en el culto de los dioses y en las leyes
sus victorias, y de cómo había venido a ocupar el del reino. Siete años permaneció el príncipe en el
trono de Bacatá, convirtiéndose de ese modo en su santuario en castidad, ayunando y purificando su
señor y soberano; y su corazón se estremeció de cuerpo con mortificaciones, y no podía salir sino
terror. de noche, y contemplar la luna y las. estrellas. No
Envióle entonces en embajada hasta la fortaleza debía comer carne, ni ají, ni sal. Los jeques lo ejer-
de Caiicá", donde el nuevo zipa tenía su corte, a citaban en hábitos puros y sanas costumbres. Más
su madre, que de los dos era madre, ya su herma- de una vez le hicieron sufrir duras flagelaciones.
na preferida, acompañadas de un gran cortejo de Trascurridos que fueron los siete años, los jeques
esclavos cargados de ricos presentes. . le horadaron la nariz y las orejas, y de ellas le col-
y al ver el zipa a su madre querida y a su her- garon ricos pendientes. Por vez primera le fue per-
mana, la que le había ayudado en la fuga; al escu- mitido sacrificar a los dioses.
charlas decirle el mensaje de su hermano, lo olvi- y cuando el zipa murió, fue coronado rey con
dó todo el gran señor, y las acogió con mucho gran pompa. Prometió solemnemente ser el defen-
amor y benevolencia. sor de su pueblo y regirlo con justicia y bondad.
Entregáronle ellas los presentes: ropajes bella- Acto seguido se le revistió de ropajes pintados con
mente pintados, oro y esmeraldas a manos llenas. arte extraordinario, como sólo a él convenía.
y el zipa las abrazó emocionado y feliz. Y anun- Todos sus vasallos le trajeron magníficas ofren-
ció a la hermana su voluntad de que el hijo de sus das, de las cuales se destinaron a engalanarlo las
entrañas fuese, a la muerte del cacique, su herma- más escogidas. Los sacerdotes le colocaron grave-
no, el heredero del señorío de Chía, y luégo, cuan- mente la corona sobre las sienes, y por delante de
do los dioses le llamasen a él de este mundo, el la frente le suspendieron una medialuna con las
propio zipa de Bacatá. puntas hacia arriba. Era tál la profusión de esme-
Desde aquel tiempo en el reino del Chibcha he- raldas de que lo cubrieron, que centelleaba como
redó el primer hijo de la hermana mayor el poder una ascua de verdes fulgores.
político, y los propios hijos del rey sólo sus rique- Sentóse luégo en el trono de oro, guarnecido de
zas personales. Y el cacique de Chía tuvo el dere- esmeraldas, y desfilando ante él todos los caciques
cho al trono de Bacatá. y nobles señores, se inclinaban profundamente ju-
Así pues, cuando el sobrino del zipa cumplió la rándole fidelidad.
edad, se le recluyó en el templo de Chía, según la Al banquete de la coronación aportaron de lo

40 41
que daban sus tierras: venados, perdices, conejos,
peces, palomas j y todo fue júbilo y alborozo. Los
músicos cantaron las loas de sus abuelos. El pue-
blo le obsequió según cada uno podía, y depositó
muchas alhajas en lagunas y ríos, pidiendo el favor
de los dioses para el joven monarca.
Quince días duraron las fiestas. De entre las vír-
~~~o~f~?t
genes más bellas y nobles del reino hubo de elegir
el nuevo soberano su esposa. feliz aquélla que él
escogiese, pues sería la primera siempre en su casa
por más mujeres que luégo llegaran a su tálamo j VII
ella sería la reina, y sobre todas, ama y señora", Y
sabía que si antes que a su marido, la llamaban a La usurpación del trono de Iracá
sí los dioses, podía exigir ella al príncipe que no
se acercase a ninguna de sus otras mujeres hasta f
:iftIlt!lÓ' a tanto la suma de poder que Idacansás
pasados cinco años después de su muerte. Tál era J~ ejerció en Iracá, que ninguno de sus sobri-
la ley que dictara Bachúe, y aquél que no la siguie- nos le parecía bastante fuerte para asumir
ra, sería alcanzado por las iras divinas. la herencia de Bochica. Por lo cual, estando el gran
A la tarde, pródigas circularon las áureas totumas, rey a punto de morir, mandó congregar en torno
rebosantes de chicha, y el dios Nencatacoa bebió a su lecho a sus vasallos los caciques de Busban-
con ellos. Con ellos canto y danzó el dios, cuya zá44, de Oárneza", Toca", y Pesca", y les ordenó que
dicha no fue completa sino hasta que todos se 'en adelante se eligiesen su soberano, una vez en
embriagaron. Tobazá", y la otra vez en Firavitova" j y les encar-
Mas Chaquén, el dios de los mojones y las cer- gó que cuando no pudiesen formar acuerdo, deci-
cas, velaba sobre el reino de Bacatá. diera la sucesión el Tundama", príncipe de Duitama.
y así quedó establecido en Iracá, después de
rnuertojel gran Idacansás.
Mas sucedió una vez que a cierto noble señor
en firavitova le acometió un inmoderado deseo de
subir al trono de Iracá, precisamente cuando había
de elegirse el rey en T obazá.
42 43
Era su esposa la bella Bumangay", hermana del el Bermejo a su legítimo rey, perecería en medio
gran rey. de los suplicios más crueles.
El Firavitova'" tenía rojo el cabello, y una barba Temblaron entonces los de Iracá, y desertaron del
roja también, y larga, y los Chibchas de Iracá le )o
Pelirrojo.
miraban con desconfianza, porque les era extraño Pero éste era resuelto y atrevido. Con sus seis her-
su aspecto. manos hizo frente al poderoso ejército. V se defendió
El Pelirrojo tenía seis hermanos, a cual más in- con denuedo. Por mil heridas vertió su sangre, pero
trépido y temerario. V habiéndose abierto paso to- siguió peleando, hasta caer tendido en el campo.
dos ellos a viva fuerza por en medio de la guardia Temiendo sus hermanos que el enemigo quisie-
del palacio real de Iracá, logró al fin el Bermejo se vengarse de su arrojo, y así herido de muerte
sentarse en el trono de Idacansás. lo sometiese al tormento, alzáronlo, y en la oscuri-
Empero los de Tobazá, entre cuyos nobles debía dad de la noche se lo llevaron, a través de agres-
elegirse el rey en esta ocasión, enviaron mensajeros tes desfiladeros, a través de los pantanos de Duí-
a Busbanzá, a Oámeza, Toca, y Pesca, que a los tama, hasta la isla aquélla que yacía oculta entre
caciques anunciaran la usurpación del trono de Iracá. las malezas. V depositaron al moribundo en una
Montaron en cólera los príncipes. Con las cara- cueva que conocían sólo ellos.
colas y los fotutos ordenaron sonar la alarma, y V allí rindió la jornada el adalid de firavitova, y
convocaron sus tropas; y al frente de ellas avanza- sus hermanos lo sepultaron con mucho sentimien-
ron hacia la ciudad santa. to. V pusieron una gran piedra en la boca de la
El Oámeza, sin embargo, cayó en manos del Pe- " caverna para que nadie pudiese hallarla y disturbar
lirrojo, el cual lo mandó a la horca, porque se ne- el sueño final del heróico hermano.
gaba a formar entre sus secuaces. Los caciques de Busbanzá, de Toca, y Pesca, y
Entre tanto el Tundama había salido de su pala- el nuevo señor de Oámeza, eligieron príncipe de
cio, allá en la cumbre, desde la cual dominaba la Iracá a un noble Tobazá, llamado Nompaném, que
extensión toda de sus pantanos, y podía tender la supo resistir la prueba tradicional. Habiéndolo de-
mirada lejos, muy lejos, sobre sus tierras. V se jun- jado solo con la doncella más hermosa de la co-
tó a los caciques, pues no le era grato el nuevo comarca, cubierta apenas por el hechizo de su pu-
amo de Iracá, ni el desprecio que de la ley hiciera reza, no dió el casto adolescente la más leve señal
el usurpador. de concupiscencia.
V por dondequiera que los aliados pasaban, ha- V el nuevo señor fue de todo el agrado del prín-
cían anunciar al pueblo que quien reconociese en cipe Tundama.

44 45
eL ~ ~
\"

VIII

Hunsahúa
arll muchos años vivía en Hunsa un rey tan
• temido de todos, que el mismo Bacatá no
~ había podido subyugarlo. Su nombre era
Hunsahúaé,
Hunsahúa tenía una hermana, que era más bella
que la mujer más bella de toda su casa. Tánta era
su hermosura, que a Hunsahúa se le enturbiaban
los sentidos cada vez que la veía. No corrió mu-
cho tiempo sin que el príncipe comprendiera que
para él no había en el mundo nada tan caro como
su hermana, y que la amaba como no hubiera de-
~ bido amarla.
y mientras más luchaba contra aquella pasión,
más adentro sentía que sin su hermana la vida era
imposible. Empero, cuando vino a su madre a pe-
dírsela por esposa, la madre se encolerizó, pues en
tierra de Hunsas estaban prohibidas las nupcias en-
tre hermanos.
47
Entonces se puso el zaque en camino para su
solar en Chipatae", y sin saberlo su madre, se
llevó consigo a su hermana. y oculto quedó a la
madre que allí la hizo su esposa.
Pasaron varias lunas. Negocios de estado llama-
ron de nuevo al príncipe a Hunsa. Cariñosa acogió

:J la madre a sus hijos, pero al notar lo que era de


su hija, que era la esposa de un hermano, su eno-
jo no tuvo límites, y olvidando el respeto debido a
la realeza, se abalanzó sobre la bella mujer a casti-
garla con el palo con que agitaba la masa para la
chicha.
Pero ésta, medrosa, se guareció tras la tinaja del
maíz molido, donde se fermentaba el licor, y el gol-
pe cayó sobre la vasija, volviéndola añicos, y regan-
do la masa por el suelo.
Al punto la chicha se convirtió en agua y se ex-
tendió por todos lados, formando un extenso pan-
tanc".
Hunsahúa oyó el estrépito, y corriendo salió, y
al presenciar la ira de su madre, conoció que la
mujer de su corazón ya no se hallaba segura en
su propia casa, y pues más que nunca la amaba,
huyó con ella.
Mas al volver Hunsahúa por vez postrera la vis-
ta desde el montículo donde se empieza a bajar ha-
cia el reino de Bacatá, se ahogó su alma en dolor,
porque amaba las rojizas alturas de su patria.
y alzando la mano, maldijo a su país con esta
imprecación: "Estéril serás entre todas las tierras
chibchas". Viendo entonces sus ojos agrietarse el queri-

48
--- --_. 'f'''' (.. -... -

do suelo, apartólos, y tomó de la mano a su mujer, y


juntos descendieron hacia el valle azuloso.
y estéril fue Hunsa hasta el día de hoy.
Pero los fugitivos no sabían a dónde encaminar-
se. Entonces tendió su arco Hunsahúa y lanzó una
flecha, la cual silbando adelante de ellos cortó los
aires bañados por los rayos de Súa, y les mostró
un camino. De esta manera vinieron a Susa".
Encontraron allí una cueva en cuyo fondo bus-
caron albergue. Y en medio de la noche la prince-
sa dio a luz un niño. Mas de entrambos se apode-
ró el horror cuando a los pálidos resplandores de
Chía, que penetraban en la caverna, vieron a su hi-
jo, apenas abiertas las oscuras pupilas, convertido
en piedra inane.
Doblados bajo la congoja, reanudaron sus padres
la peregrinación en pos de la flecha, que partía ve-
loz adelante de ellos, rasgando los vientos. Y aun-
que los rendía la fatiga de tanto andar al través de
fragosas comarcas, pues tenían los pies blandos y
no hechos a pisar duro suelo, seguían sin parar tras
la flecha, hasta que llegaron a la tierra del zipa, el
enemigo de Hunsahúa.
y en el mismo lugar donde la mano divina de
Bochica, hendiendo las rocas, diera paso al tumulto
de las aguas, donde las guedejas de espumas, en
danza insensata se juntan, se apartan, y audaces se
lanzan al lecho de piedras que coronan los mudos
peñascos, allí hicieron a1t057•
Apretóse Hunsahúa el pecho con las manos al
contemplar el delirio de las ondas, que se atrope-
49
llaban saltando gozosas, Y entre rugidos de placer I~
-c::" \ .,

se hundían, dejando tras sí largos velos de blanca


y espesa neblina. Había tal inquietud, era tál el cla- ~~;
:;!~3í. 1.
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mor que en su sér penetraba, que el príncipe sen-
tíase llamado por ellas.
iCon qué paz bri11aban los rayos de Súa sobre
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----
el abismo, y salían de entre las nubes oscuras sus
dedos de oro detrás de las blancas espumas! Tími-
dos, los tiernos crespones huían del loco torbellino
del agua, y deslizándose trepaban por las gigantes-
IX
cas murallas de roca.
Olvidado habían los expatriados al zipa y a su
La piedra del diablo
pueblo, y ni pensaban ya en los bosques som- ~ abtan los Chibchas de Sutatausa'" que en la
bríos que allá en 10 alto los miraban expectantes, ~ laguna de Fúquene'", cuyas diáfanas ondas
brindándoles el refugio de su seno. Las aguas lla- ciñen la cordillera en la lejanía, habitaba el
maban al príncipe; y tomando él una vez más de
demonio fu.
la mano a su esposa, corrieron a la ori11a los dos; De día se estaba oculto bajo las aguas, pues era
y allí donde más agitado se bate el río contra la la voluntad de Súa que corriese a esconderse ape-
rocosa abertura, cedieron a su fascinante reclamo. nas su primer resplandor clareara en las cumbres
Mas al llegar al medio, rodeó les desatinado vér-
de las colinas.
tigo, cual una ansia infinita. fenecieron sus ánimos; Mas en la noche, disuelto el verde rayo final que
sus fuerzas desfallecieron. al despedirseIanzara Súa, le oían aullar en el bo-
y viendo Bochica su desamparo, se apiadó de querón por donde pasa el camino que lleva hacia
ellos: en piedra los trasformó, como al hijo que les el país de los Muzos'".
naciera en la caverna, para que· diesen testimonio Ricos en verdad eran los Muzos en las verdes
de las eternas nupcias de la omnipotente Natura. y nobles piedras, que vertían destellos más cálidos
Hoy todavía se les ve inmóviles, en medio de que las piedras de Sornondoco". Empero tenían cos-
las aguas, en el punto en que es más tremenda su tumbres salvajes, como los Panches, y no conocían
furia". dioses ni reyes.
y sucedió, una vez más como otras muchas, que

. 51
50
,)
(:cr'~

anunciaron los centinelas chibchas que allende las las nubes suspendidas sobre los cerros de oriente
montañas puestas por Chiminigagua en torno del se estremeció de terror; que era tremenda la sen-
reino para su guarda y defensa, resonaba el grito tencia de Súa sobre el genio, vasallo suyo, que con-
guerrero de los Muzos, y que un poderoso ejérci- trariarse su voluntad.... iSu abrasador aliento lo
to se acercaba al desfiladero donde solía Fu po- alcanzaría ... !
En su angustia, soltó el peñasco, haciendo tem-
nerse a aullar en la noche.
Sobresaltáronse de pavor los Chibchas, y al des- blar la tierra, y salió huyendo hacia la laguna ....
puntar el alba se fueron en peregrinación hasta la Hoy todavía yace la enorme piedra en medio del
laguna, y arrojaron en ella numerosos tunios'", pues camino. Y dicen las gentes de la comarca que es
temían a los Muzos, que bebían la sangre de los la piedra del diablo, y que las rojas inscripciones
cautivos y devoraban su carne. Y oraron a Fu que que la cubren narran la fallida hazaña de Fu.
los acorriese en tan premiosa necesidad.
y Fu vió la desdicha de sus creyentes y escu-
chó sus plegarias, allá desde el fondo de la laguna,
propicio su ánimo por la maravilla de tantos tu n-
jos como le ofrendaban.
y en cuanto se hizo la noche, salió de entre las
aguas. Dando rugidos espantosos atravesó los ai-
res, escaló la montaña, y arrancó una gran piedra,
que se cargó en los hombros para con ella tapar
el boquerón de Tausa. Mas queriendo entretenerse
por el camino, tomó unos tejos, menores que el pe-
ñasco que llevaba cargado, y con ellos se vino ju-
gando turrnequé'".
.: Y era tál el' fervor que en su juego ponía, que
olvidó el paso del tiempo; y llegando a Sutatausa,
desde donde apenas se divisa el desfiladero, dibu-
jado en lontananza sobre las nubes sombrías, tiró
el último tejo con tan buen tino, que se puso a
bailar de gozo. Y habiendo visto cómo empezaba
ya el rosado fulgor de Súa a colorear tenuemente

52
- 53
<,
~

x
La serpiente y el rey
ílJ) :einaba en Bacatá, desde hacía luengos años,
W\.- el zipa Meícuchuca". Y hé aquí que una
vieja le trae un día una doncella muy her-
mosa. Al verIa el monarca quedó tan prendado de
su belleza, que al punto la tomó para su casa, y
por ella olvidó a todas sus demás mujeres.
Mucho se apenó con esto la princesa, su prime-
ra mujer. Vanos fueron tantos medios como em-
pleó ante su dueño, y tantos filtros encantados como
le dió a beber, afanosa por reconquistar su cariño.
Meicuchuca se abismaba cada vez más y más en
el hechizo de aquella hermosa doncella.
En su desesperación, la princesa fue a consultar
al gran sacerdote, a quien halló en su cabaña sen-
tado mascando coca". Púsole entre las manos un
tunjo de mujer hecho de oro puro, y le contó su
angustia. El sacerdote la mandó esperar delante de
la choza mientras él interrogaba a los genios. Pa-

55
cien te aguardó la princesa, pues grande era la ne- do, y lo que vió a su lado fue una enorme ser-
cesidad de su corazón. piente.
Cuando el sacerdote salió, la consoló anuncián- fuése entonces de nuevo' al jeque y le contó lo
dole lo que exigían los espíritus, a saber, que sin í que había visto. El sacerdote le replicó: "El demo-
~
tregua ayunase durante doce días, aun cuando se nio te es favorable. Anda con tu hermosa rival al
viera al borde de la muerte; que en castidad vivie- río, y bañaos las dos en sus aguas".
ra todo ese espacio; y que no se bañase el cuerpo. Obediente la princesa a las palabras del jeque,
Volvió al palacio la princesa y ejecutó puntual- invitó al baño a la mujer, la cual accedió gustosa.
mente lo que le ordenara el sacerdote, lo que había V en llegando las dos al río que despereza su
de ser grato a los dioses. Ayunó y mortificó sus curso al través de la sabana de Bacatá", entró pri-
carnes, y lo hizo todo con fervor más hondo que mero en el agua la bella que tenía enajenado al zi-
nunca. pa, y cuando la princesa quiso seguirla, vio con
Entre tanto ayunaba también el jeque y se disci- espanto cómo se trasformaba en una horrible ser-
plinaba; y en la noche del duodécimo día se diri- piente, que desapareció entre las ondas.
gó al lugar sagrado, que distaba veinte pasos de V el corazón de la princesa recobró el sosiego y
su cabaña. Despojóse allí de sus vestiduras y escu- la dicha de otros días. Numerosas y ricas ofrendas
chó. V como oyese un murmullo en los aires, se les llevó a los sacerdotes para el demonio, pues de
fue tras él, pues era el llamamiento del demonio, ahí en adelante no volvió el zipa a ver a la her-
que le esperaba. mosa.
V alzando hacia el espíritu el tunjo de oro, le
expuso la queja de la princesa, y en cuanto el de-
¿- .;;1
monio le hubo comunicado su respuesta, el sacer-
•...
dote enterró -,en.el sitio la ofrenda de la angustiada ~:.
--------
,.'

mujer ..
A la mañana siguiente vino de nuevo a él la prin-
cesa. V él le anunció que los genios habían acogi-
do sus preces, y le ordenaban bañarse, vestir un
traje nuevo, y en la noche acercarse al tálamo del
zipa.
Mas cuando en la noche se vino ella hasta el le-
cho donde reposaba el monarca, encontrólo dormi-

56 57
~

XI

El Dorcdo"
fltuanbn el joven heredero del trono de Guata-
\:J( vita hubo cumplido los ayunos que la ley
prescribía, se le permitió salir de la cueva
donde viviera seis años en castidad perfecta. Asu-
mió el mando, y al punto el primer día se hizo
llevar a la sagrada laguna para ofrecer dádivas al
genio, su amo y señor, que en el seno de ella mo-
raba, y rendir pleitesía a su antecesora, la princesa
encantada, pidiendo a entrambos que bendijesen su
casa.
y desde todas las tierras chibchas acudieron mu-
chedumbres inmensas. Y colmaban los amplios ca-
minos que conducen al Páramo, y las dilatadas pla-
nicies circunvecinas, hasta la comarca de Bacatá.
De Guachetá" venían, de Zipaquirá", de Ubaque,
Chlquinquíré" y Moniquira". Ni arredraron las in-

59
terminables jornadas a los de Hunsa, ni a los de colas. Y toda la gente volvió la cabeza, porque
Duitama y Sugamuxi, El mismo zipa de Bacatá se allá arriba, sobre la cima de la montaña, apareció,
presentó con su corte, seguido de innúmeras gen- cual trasportado por las propias manos refulgentes
tes de su pueblo. de Súa, el joven príncipe, reclinado en la áurea li-
La multitud, ataviada de fiesta, comenzó a subir tera de sus mayores. Y en ella lo condujeron los
las colinas, mientras el viento helado armaba una nobles más encumbrados de su séquito hasta la
zarabanda con los penachos de plumas que en la orilla del lago, a donde 10 esperaba la balsa ritual,
cabeza traían los hombres para adornarse, y con que había sido antes decorada con mucha unción.
las largas cabelleras oscuras de las mujeres. Y en Gravemente trasladaron los nobles al príncipe a
el lugar donde pararon los nobles del reino la li- la balsa, y lo sentaron en la silla de oro. Tras él
tera de oro en que venía el zipa, cubrieron sus vinieron los sacerdotes, que echaban yerbas de ri-
criados el suelo con mantas pintadas de encendi- co olor en los braseros, para envolver al joven mo-
dos colores. narca en suaves perfumes. Y a los pies del caci-
El pueblo acampó en las cumbres y en las lade- que depositaron grandes montones de oro y esme-
ras de los cerros que forman estrecho anillo en raldas, ofrendas para la soberana de la laguna.
torno a las aguas sagradas. Por encima del lago se habían tendido dos cuer-
[ubilosa devolvía la laguna los rayos de Súa a das en cruz, para indicar por el punto en que se
la diáfana inmensidad. ¿ No era hoy su fiesta aca- cortasen, el sitio donde se alzaba el castillo del
so? Habíase desprendido de su misteriosa quietud.
Verdes relámpagos saltaban de su límpido espejo. ,
\'1 monstruo, allá en las oscuridades del fondo. Ocho
remeras trajeron allí la balsa. A cada instante cre-
Era que allá en el fondo, en el castillo del dragón cía más y más el fragor de la música en las orillas.
se revestía la encantada princesa con su manto es- Vastas hogueras desde la playa vertían sobre el
meraldino, para aguardar al joven rey de su patria, centelleante verdor del agua, espesas nubes de hu-
que vendría a rendirle homenaje. mo, que ocultaron al príncipe.
y en la orilla estaban inmóviles los ídolos de Ceremoniosamente desnudaron el juvenil cuerpo
barro, con las cuencas vacías clavadas en el maravi- del soberano los jeques, y ungieron de resina su
lloso espectáculo. Y Súa derramaba toda la magnifi- piel, y 10 cubrieron de polvo finísimo de oro, has-
cencia de sus fulgores sobre la multitud anhelante. ta que resplandecía como Súa.
De pronto brotaron al aire, de cascabeles y chi- y cuando ya estuvo el rey todo cubierto de oro,
rimías, los himnos de la fiesta, en medio del es- apagáronse las fogatas en la orilla; desplegaron los
truendo de las tamboras y el frémito de las cara- sacerdotes el estandarte de la real casa; y el pue-
60 61
blo apartó la vista, pues no debían contemplar sus de el océano y el imperio delinca destruyeran.
ojos al príncipe en la plenitud de su gloria. Ya les había llegado la nueva de que tras los
y al acallarse los himnos, y formarse un inmen- montes, en el país que llamaban Cundinamarca",
so silencio, oyó el pueblo el quedo rumor del agua, "
,1
vivía el príncipe Dorado, en su alcázar de oro, y
y vieron los nobles los círculos dorados en cuyo salía a dar la batalla con guerreros dorados. Y en
centro se sumergió el cacique. Arrojaron entonces marcha se pusieron a conquistarlo.
los sacerdotes el oro y las esmeraldas del rey, con Empero no marchaban en su busca sólo ellos,
sus bendiciones, y los peregrinos, siempre con la los que habían destruído el imperio delinca, y
faz vuelta, echaron al seno del lago santo sus ri- quemado vivo al poderoso rey Atahualpa; otros
cas dádivas. Y sabían que en aquel instante esta- más lo sabían.
ba su soberano recibiendo la suma sabiduría de la Y desde las orillas del mar avanzaron por en
princesa embrujada. medio de las selvas milenarias, venciendo coraju-
Mas al reaparecer el cacique de nuevo en la su- dos a las fieras del bosque, y a los monstruos de
perficie, lanzaron al aire su grito de alborozo flau- las aguas, y a los pueblos indomables que estorba-
tas y churumbelas. Del polvo de oro habíase des- ban su paso en pos del Dorado.
pojado y de los brazaletes esmeraldinos; las ma- ¿ Por ventura velaba aún Chaquén, el dios, sobre
nos traía embebidas del hechizo de la laguna, y los confines del Chibcha? ...
plenas de sus misterios, las honduras de su mirar.
Ataviáronle entonces con ropajes ricamente pin-
tados, y lo revistieron con las insignias de su po-
der. Y entre los vítores de la muchedumbre, crecfa
por instantes el delirio de los festejos. En unos
despertaba gozo desenfrenado el embriagan te licor,
a otros los sumía en hosco abatimiento.
y en alcanzando Súa las montañas que se em-
pinan hacia el poniente, arrebató a la laguna toda
su esplendidez, y detrás de él cerraron las nubes
sus pesadas cortinas. Lúgubre tendióse la oscuridad
de la noche sobre el lago divino, cubriendo sus mis-
terios con velo impenetrable.
~
Mas ya lo sabían aquellos que vinieran de allen-

62 63
r QO ~ •••••. 1:"-"

XII

El matrimonio
ltuedri.Ó' que el joven orfebre de
, Ouatavita, el que había adereza-
do las chapas de oro para la
litera del zipa, quiso buscarse una es-
posa en Bacatá. Y el carpintero que ha-
bía hecho las andas de la litera, tenía
tres bellas hijas.
El joven orífice había contemplado los
pies morenos y delicados de la mayor
de ellas, viéndola bajar al río a lavar
las mantas, y en el fondo de su alma sintió que le
era preciso llevarse consigo a Ouatavita a aquella
linda muchacha, para que fuese el ornato y la alegría
de su casa.
Presto terminó el plazo que el cacique de su país
le acordara para despachar sus trabajos en Bacatá,
y el regreso le era imposible ahora, si había de de-
65
5
jar , allí a la doncella. i Larga era su cabellera oscu- hallaron sentado, mascando tabaco, en el fondo de
ra, y había más luz en sus ojos que en los de nin- su cabaña. Y el joven le declaró su voluntad de
guna otra mujer! y su voz tenía la caricia del su- desposarse con la compañera que había elegido.
surro de la laguna cuando la brisa pasa rozándola! Preguntó entonces el sacerdote a la muchacha si
y se animó a enviar la manta a los padres de había de amar más a Bochica que a su marido, y
su adorada. respondióle ella: "Sí".
Pasaron ocho días, y el joven orfebre se consu- Preguntó el sacerdote si había de amar más que
mía en anhelos, sin que del albergue de sus amo- a sus hijos, a su marido, y ella respondió: "Sí".
res saliese mensaje alguno. Envió entonces una Preguntó el jeque si amaría a sus hijos más que
segunda manta, y con el permiso del zipa, añadió a sí misma, y ella respondió: "Sí".
medio venado'". Preguntó el jeque si padecería hambre cuando
y aquella noche lo arrastró su amoroso desvelo hambre sufriera su marido, y ella respondió: "Sí ".
hacia la casa. Sentóse sobre el quicio de la puer- Preguntó finalmente el jeque si se abstendría de
ta y apoyó la cabeza en las manos. acercarse apasionada a su marido mientras él no
Preguntó por el ventanuco el padre de la niña la llamase, y ella respondió: "Sí ".
quién estaba ahí, pues que él a nadie esperaba. Volvióse el jeque al novio y le preguntó si era
No respondió. A poco, hé aquí que se abre la verdad que quería llevarse a aquella mujer para su
puerta, y al ver sus ojos salir a la doncella, se casa, y si cumpliría la ley de Bachúe, y respondió
apresuró tanto su corazón, que diríase quererle sal- él a su turno: "Sí".
tar del pecho. En las manos, suaves Y breves, sos- Hecho lo cual, despidiólos el sacerdote, y ambos
tenía ella una totuma rebosante de deliciosa chi- volvieron a la casa de los padres de ella, donde fes-
cha. Y Ilevándosela a los labios, bebió. tejaron su dicha con bebidas y danzas, que dura-
Profundamente quedóse luégo mirando al novio, ron hasta bien entradas las claridades de la maña-
y le alcanzó la totuma. y el la vació en su gargan- na siguiente.
ta hasta la última gota. y terminado que hubo el joven orfebre su servi-
Con esto sabía él que ya le era dado el derecho cio en la corte del zipa, tomó a su esposa, y con
de llevarse consigo a aquella mujer. y ella sabía ella se marchó por Ouasca, hasta Ouatavita.
que iba a ser la primera siempre en la casa del y los dioses se mostraron benévolos, y les otor-
hombre amado, por más mujeres que luégo llega- garon 'un hijo.
se él a tomar.
y como quisiesen los padres conocer la suerte
Fuéronse acto seguido a buscar al jeque, al cual que estaba señalada al niño en la vida, tomando

óó ó7
-
un copo de algodón, que empaparon en leche del
seno de la madre, lo envolvieron en un rollo de
<:N!
hierba. Acompañados luégo de seis nadadores ele-
gidos entre los más diestros del pueblo, se enca-
I Lf\JU

-
minaron al río.
Echaron el rollo al agua, y tras él zabulleron los ~
nadadores, los cuales braceaban afanosos, porque
la corriente era muy rápida, y sabían que si no al-
canzaban el rollo antes que las olas lo arrebatasen,
era señal de que al niño lo afligiría la desgracia. XIII
Mas he ahí que uno de ellos le echa la mano
cuando ya un remolino iba a sorbérselo. Estaba pues El zcque T omocoto
destinado el recién nacido a una vida dichosa. Co-
tuanbu ya nadie se acordaba de Hunsahña,
rrieron entonces todos a casa del orfebre, donde
reinaba en el país de los Hunsas un prín-
la buena nueva se festejó con gran júbilo.
~ cipe llamado Tornagata".
Envolvieron al niño en una manta y lo sentaron
Era su figura tan repugnante, que todos al verJo
en un banco pequeño. Cada uno de los convida-
se horrorizaban; sólo un ojo tenía y cuatro orejas,
dos le cortó luégo un mechón de cabellos, hasta
y de entre los pliegues del manto le pendía una
dejar completamente pelada la tierna cabecita; y
cola tan larga, que le arrastraba por tierra. las gen-
todos los mechones fueron arrojados al río, donde
tes se mofaban de él en secreto llarnándole el Ca-
también recibió su primera ablución la criatura,
cique Rabón.
que los dioses habían tomado ya bajo su custodia.
y hé ahí que vino Tomagata en deseo de des-

, posarse con la doncella más hermosa y más noble


del país de los Hunsas; y mandó disponer las íes-
tividades para la boda con esplendor nunca oído.
Trajeron a la novia ricamente ataviada. Cubríala
hasta las rodillas un traje pintado de círculos rojos
y puntos amarillos, y rojo era también el cinturón
f que la ceñía. Desde el broche de oro que sobre el
seno le sujetaba la pañoleta, irradiaban las verdes
69
.ss
el Cacique Rabón, pues sabían el poder que le die-
gemas de Muzo. Ornábale la garganta el collar del
ra Súa.
rey, sarta de graciosas figurillas de mujer hechas
y cuando murió Tomagata, estaba cargado de
de oro; y en la cabeza lucía una cofia de algodón
años; más de un centenar contaba. Y como no tu-
decorada con perlas y pedrería. Y tímidos, sin ador- 14
viese sobrinos, dejó el reino a Tutasúa, que en la
nos, se juntaban sus pies morenos y breves.
lengua del Hunsa quiere decir Hijo del Sol.
Mas su espanto fue grande cuando, al alzar la
y numerosos años reinó en Hunsa la estirpe
dulce mirada, conoció la monstruosa fealdad del
de Tutasúa.
rey; presurosa bajó los ojos; frunció los lindos la-
bios en una mueca de asco; y un estremecimiento
le recorrió todo el sér.
Habiéndose dado cata de ello el monarca, apartó
la cabeza. A la muchacha mandóla llevar de nuevo
a sus padres, y ordenó suspender todas las prepa-
raciones para la fiesta, pues Tomagata era discreto.
y como vio el espanto de la doncella, determinó 10
nunca tomar mujer.
y en adelante ofreció a los dioses todo cuanto
más amaba su corazón. Llegó a tanto su religión,
que más de diez veces se hizo llevar de noche des-
de Hunsa hasta Iracá, en su litera guarnecida de
oro, y en todos los santuarios que estaban en el
camino, se detuvo a elevar sus preces. Y mucho
fue lo que a Súa sacrificó y oró en el templo de
Iracá.
y Súa vio desde el cielo la mucha piedad del
rey, y la miró con ojos benignos. Y para recom-
pensar a su siervo tanto fervor, concedióle el po-
der de trocar en bestias a todos aquéllos que le
causasen enojo o pesadumbre.
y largo tiempo reinó el piadoso monarca, y el
~~
pueblo empezó a temerle. Nunca más le llamaron
71
70
I~
\

XIV

El hijo del Sol


U)
rI Dlalu predicaba en la comar-
ca de Ouachetá, combatiendo
~ a Bochica y sus doctrinas, y di-
ciendo que la resurrección de la carne,
que profetizara Bochica, jamás sucedería
Pero Súa la iba a cumplir, pues en ~
Ouachetá una virgen daría a luz un ni-
ño, sin perder su inocencia, y ese niño
sería un verdadero hijo de Súa.
El cacique de Ouachetá tenía dos hi-
jas que oyeron hablar de la profecía, y
cada una de ellas quiso ser la predes-
tinada.
Todos los días, antes de despuntar
la aurora, se iban a la montaña, y allí
recibían en su cuerpo el calor de los

73
rayos de Súa, desde la mañana hasta la tarde. E hi- Llegando a las proximidades de Palpa", tropezó
ciéronlo así cada día. con un criado del Ramiriquí, quien le hizo saber
Trascurridas que fueron las lunas", una de ellas que su amo había mandado ahorcar a uno de los
dió a luz una gruesa esmeralda de incomparable pajes. Montó en cólera Oaranchacha, y se volvió.
hermosura. Su júbilo fue inmenso. Entre los plie- Rápido se dirigió al cacique, y con su propia ma-
gues de sus ropas guardó la piedra maravillosa, y no le dió la muerte. Nadie osó impedir al Hijo del
resultó que al cabo de los días le apareció sobre Sol que ocupara el trono de Ramiriquí.
el pecho un niño dormido, al que llamó Oarancha- Ninguno de entre los nobles tenía el valor de
cha". contradecirle, pues todos conocian su origen divi-
y del mundo entero recibió adoración aquella no. Sobrecogidos de temor, acercábansele vasallos
criatura, porque todos sabían que era el verdadero y servidores, siempre con el rostro abatido hasta
hijo del Sol. el suelo. Era un señor tremebundo. ¿ No castigaba
Oaranchacha creció, y se volvió orgulloso y so- acaso la falta más leve con crueldad suma? ¿ No
berbio. Al llegar a los veinticuatro años, no le agra- era implacable para extraer a su pueblo pingUes
dó más la estrechura de Ouachetá, y prefirió tras- tributos? Y al desdichado que no pudiera entre-
ladarse a la corte del cacique de Ramiriquí; y em- garlos, en vez de mandarle atar a la puerta de su
prendió la marcha acompañado de séquito nume- vivienda un león o un oso para que lo alimentase
roso. hasta pagar el tributo, como lo había prescrito la
El Ramiriquí recibió al Hijo del Sol con grandes tradición", lo condenaba a la pena del empalamien-
honores, en la esperanza de ser grato con ello a to o la horca.
Súa. Satisfecho quedó el mancebo, pero habiendo Trasladó a Hunsa el nuevo zaque su residencia
oído decir cuán espléndida era la vida en Iracá, se e hizo elevar, al norte de la ciudad, un templo ma-
despidió del cacique su amigo, y dejándole a al- ravilloso a su padre Súa. Allí iba Oaranchacha en
gunos de sus pajes, se puso en camino para esa peregrinación con mucho aparato. Sus servidores
tierra. extendían por todo el camino mantas bellamente
Cuyo príncipe lo acogió con gran pompa, y lo pintadas, que cubrían además de flores, para que
obsequió con tesoros tan ricos y trajes tan hermo- la planta del Hijo del Sol no tocase la tierra.
sos, como nunca antes había visto Oaranchacha. Lentamente avanzaba la procesión desde el pa-
Las fiestas se sucedían en serie sin fin. Mas no lacio hasta el templo; tan lentamente, que el desfi-
tardó Oaranchacha en hastiarse, y emprendió el re- le gastaba tres días en llegar. Otros tres días du-
greso a la patria. raban los cánticos, las preces, los sacrificios en el

74 75
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santuario, y luégo otros tres, el regreso de la impo- quería presenciar tanta desdicha.... El se iría; na-
nente comitiva.
die debía buscarle... Esperarlo tan s610... Al ca-
Pero el templo, como todos los demás en la tie- bo de muchos, muchos años, volvería entre los
rra del Chibcha, era de simple madera, lo cual no suyos ...
le pareci6 a Oaranchacha bastante para su padre, el Tales cosas mandó pregonar Oaranchacha, des-
Sol. No está destinada a la eternidad la madera. En pués de 10 cual entró en su alcázar, y nadie vol-
cambio, ¿ quién podría destruír un templo de pie- vió a verlo jamás.
dra? Eso se preguntaba a sí mismo el príncipe.
i Cuán grande fue la sorpresa del pueblo al mi-
rar las pétreas columnas! Con .recelo más hondo
aún contemplaron sus ojos al soberano; que no
podían ser humanas las manos que las arrancaran
del cerro; no podían ser humanos los brazos que
hasta allí las trajeron.
Ya se apoyaban los pilares en sus cimientos,
ya se erguían sobre los cuerpos de niñas inocen-
tes, cuando hé ahí que de las orillas del mar lle-
gan los que habían ido a pescar las perlas para el
adorno del príncipe, y anuncian una extraña noti-
cia. Un pueblo extranjero acababa de arribar a las
costas; incontable era el número de sus guerreros;
horrible visi6n la de esos monstruos que consigo
traían, mitad bestia y mitad hombre; sus vestidu-
ras resplandecían como los rayos de Súa; y en la
mano empuñaban la muerte!
Oaranchacha tembl6.
Y reuniendo a todos los nobles en el cercado
de su palacio, les hizo anunciar por el pregonero

-
la llegada de aquel ignoto enemigo, más temible
que los Muzos y que los Panches.... j Oh tremen-
das desgracias las que traía el invasor!... El no . .
76 77
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~ ¡:) ~.
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SOQuonmochico
í11) lltuaba en Bacatá, acercándose el fin de los
M- últimos tiempos, un poderoso zipa, a quien
Jlamaban Saguanrnachíca'", En Bacatá esta-
ba su trono, guarnecido de esmeraldas y de oro, y
su palacio era el más soberbio de cuantos podían
verse en la tierra del Chibcha; de aposentos ence-
rraba un sinnúmero, y un gran espacio se exten-
dían en su derredor los cercados, donde estaban
colgadas las alhajas de oro, cuyos destellos chis-
peaban hasta lo alto de las montañas, y cuyas vo-
ces, bajo la caricia del viento, cantaban la opulen-
cia y el poderío de su dueño.
Mas no era Saguanmachica un rey que, satisfe-
cho con la conciencia de su poder, contentase su
ánimo con el mero vigilar por la observación de
las leyes. Había soñado una vez que algo desco-
nocido se abatía sobre su cabeza, y se extendía
luégo por toda la anchura de sus dominios; y
79
cuando hizo llamar a los sacerdotes para que in-
terpretasen el sueño, respondiéronle señalando ha-
cia el lado donde el gran río, allende la cordillera,
se había labrado su cauce, amplio y profundo:
" De allí vendrá, mas no están tus ojos destinados
a verlo ".
El zipa era prudente. Mucho y muy hondo caviló
sobre el significado del sueño. Y comprendía que
mientras el pueblo chibcha no formase un solo haz
de todas sus razas, le faltaría la fuerza para enfren-
tarse a sus enemigos. Oh sí! él había de unir a
su pueblo antes que esa amenaza desconocida lo-
grase cubrir el reino con su sombra funesta.
Había empero en el país de los Chibchas multi-
tud de pequeños caciques, reyezuelos que obraban
a su talante. Y parecióle oportuno al zipa reducir-
los a todos a vasallaje.
Juntó, pues, sus ejércitos, y poniéndose a su ca-
beza, atravesó el Páramo, cruzó las tierras de su
leal, el Ubaque, y pasando por Pasea", marchó a
Fusagasugáe,
Mas cuando llegó al valle de este nombre, ya
ocupaba el enemigo los cerros, aguardando al Ba-
catá y a sus tropas. \
y vio el zipa que al enemigo lo defendía por un
lado lo apretado de las malezas, en tanto que por
el otro, las rocas se precipitaban abruptas hacia
las corren tosas aguas del río.
Viéndolo así, Saguamachica determinó esperar a
que viniese la noche, y destacó entonces una par-
te de sus soldados por entre la espesura del bos-
so
que, para que fuesen a sorprender a los de Fusa-
gasugá por la espalda.
y como al clarear el día descubriesen los centi-
nelas del Fusagasugá a sus contrarios, tocaron la
alarma en sus caracolas.
Mas al ver que tenían cortada la retirada, bus-
caron la salvación en la fuga. Y el zipa entró a
Fusagasugá victorioso, tomando prisionero al prín-
cipe Uzatarna'": el cual juróle fidelidad.
Con esto Saguanmachica lo dejó libre, y se vol-
vió con su ejército a Bacatá, por senderos muy ás-
peros.
En Bacatá se celebró el triunfo con fiestas bulli-
ciosas. Los trovadores cantaron las hazañas del zi-
pa, y el pueblo 10 vitoreaba con frenesí.
y trajeron a la presencia del zipa a un cautivo.
Lo habían cogido peleando con furioso denuedo'
en la última guerra que hiciera a los Panches el Ba-
catá por sus perpetuas incursiones al territorio.
Eran los Panches el enemigo de que mayormente
se recelaban los Chibchas, pues tenían costumbres
muy rudas. Andaban siempre desnudos, y se pin-
taban la piel de rojo. A los prisioneros les abrían
vivos el cuerpo, para beberles la sangre y devorar-
les la carne.
El Chibcha miraba con horror la tierra del Pan-
che, que contaba corno aliados a los insectos y
otras alimañas ponzoñosas; que no de sus enemi-
gos únicamente, sino hasta de sus propios hijos
hacia festín en sus grandes celebraciones; que no
adoraba otro dios que el demonio.
81
CI
Con profundo rencor contemplaban los Chibchas Maquinó entonces venganza el Ouatavita, y lla-
al prisionero: él había sido quien diera muerte al mó en su auxilio a Michúa'", el zaque de Hunsa,
hijo preferido del zipa, con su flecha envenenada. Michúa envió a la corte del zipa legados, que le
Metiéronlo en la garita que remataba el poste, pin- declarasen la guerra, y pronto se apareció con sus
tado de rojo vivo, que se alzaba en una esquina tropas ante las fronteras de Bacatá.
del cercado real. En ella lo colocaron dejándole Mas como sus espías le anunciasen que el zipa
descubiertos tan sólo el rostro y el pecho. El ex- lo esperaba con un numeroso ejército, perdió el co-
tranjero miraba hosco la muchedumbre, y de sus raje, y se volvió a su país.
ojos brotaba el odio al ver al zipa, el cual, suntuo- Entretanto al Ubaque le dieron sus exploradores
samente ataviado, estaba sentado abajo, en medio aviso de que el zipa había marchado hacia el nor-
de toda su corte. te con todas sus fuerzas, dejando el sur indefenso.
El prisionero cerró los ojos. Al patio entraba un Sin tardar el Ubaque avanzó con los suyos, y pe-
grupo de jóvenes; lucían adornos hechos de oro y netró en el reino de Bacatá, con la mira de apode-
cuentas de hueso, y en la cabeza, plumas multico- rarse de Pasea y Usme'",
lores; y traían las aliabas atestadas de flechas. Pero antes de que lograse realizar sus designios,
y tendiendo los arcos, apuntaban al Panche. A llegó el zipa y lo puso en fuga. Y el Ubaque se
aquél que lo alcanzara en un ojo le regalaba el ca- retiró a un lugar fuerte, detrás de la laguna, don-
cique una manta, y dos al que 10 tocase en el co- de surgen bruscamente de junto al agua los bra-
razón. Al pie del poste recogían los jeques en es- vos cerros que contra el cielo, cual en un rapto de
cudillas la sangre que manaba de las muchas heri- cólera, amontonara Chiminigagua, y cuyas cimas
das del desgraciado, y con ella se empapaban las desafiadoras señorean el valle anchuroso, mirando
manos. amenazantes a la hondura de Cáqueza86•
Los regocijos duraron hasta el alba; hasta cuan- Acabando de alistar de nuevo el zipa su ejército
do los primeros tenues rayos de Súa aparecieron para ir a someter al zaque de Hunsa, llegaron los
hacia el levante, bailaron en el palacio, y cantaron, Oüechas con la noticia de que otra vez venían los
y se embriagaron. selváticos Panches tramontando la cordillera, y
y mirando el señor de Guatavita con ojos de que ya tenían en sus manos a Tena'" y Zipacón 88.
envidia los sucesos del zipa, irrumpió con sus gue- Por el otro lado el cacique de Guatavita sitiaba a
rreros en la comarca de Bacatá. Derrotóle, empero, a Cajicá y Chía.
Saguanmachica dos veces, y lo persiguió hasta en Con todo, no se amedrantó el zipa. Mandó sa-
sus propios estados. Mas no logró sojuzgarle. crificar muchos centenares de loros y guacamayos, a
82 83

..
- --..

los cuales les venían enseñando los jeques de tiem- y caracolas atronaban el espacio, ahogando con su
po atrás lo que debían decir a los dioses para con- estrépito los ayes de las víctimas. Cortáronles lué-
seguir la victoria. go la cabeza, y llevaron sus cuerpos a la cumbre
y el pueblo de Bacatá se preparó para la guerra. del cerro, para que de ellos se alimentase Súa, de-
A la entrada de los santuarios cantó muchos cán- vorando esa carne inocente con el ardor de sus
ticos, implorando la bendición de Súa y la de Chía. rayos.
Los jeques dieron principio a los sacrificios de ni- Pasados unos días, subieron los jeques a la ci-
ños inocentes, que en soledad y recogimiento habían ma de la montaña para ver los cadáveres. Y hallán-
sido criados, allá en los Llanos, lejos de Bacatá, dolos consumidos, anunciaron al pueblo que Súa
entre los ríos Ouape y Güejar, en el templo de los había recibido con favor la ofrenda del zipa, y en
Mojas, como se llamaban esos niños sagrados. premio de ella 10 sacaría victorioso.
En castidad los criaban, y el zipa había de corn- Pleno de confianza salió el zipa a la guerra. En-
prarlos a precios muy subidos. Mirábanlos como a vió una parte de sus soldados contra el Ouatavita,
personas divinas. Por las mañanas los llevaban en y arrojó la otra parte sobre los Panches.

pues nunca ~r;~


brazos con gran respeto a -bañarse en el arroyo,
tocar sus plantas la tierra. Y en
el templo, d -nte las ceremonias, cantabas, con
Largos años prolongóse la cruenta lucha, mas al
cabo fue el triunfo otorgado al zip~abiendo li-
bertado a su pueblo, entró venc'edor:ti\ príncipe en
tal dulzura, que todo el pueblo lloraba. Bacatá. Y el júbilo del pueblo fue grande, y lagu-
Tanta veneración se les profesaba, que ni el zipa nas y ríos recibieron a millares las ofrendas' de
mismo podía córner en su plato. Y quien hubiese gratitud.
pecado, sólo se atrevía a entrar al santuario acom- Mas no le dejaba sosiego al zipa el no poder
pañado de un Moja, pues los Mojas vivían en co- hollar las rojizas alturas de Hunsa, y el no ver a
municación constante con Súa. Pero así quebranta- sus súbditos persiguiendo el venado en sus bos-
se alguno de ellos la ley de la castidad, quedaba ques azules.
indigno de ser inmolado al Sol, y, expulsado del y otra vez ordenó cánticos a la entrada de los
templo, se le miraba como a un cualquiera. adoratorios, y sacrificios de loros y guacamayos. Y
Los jeques eligieron a los que su edad púber ha- encargó a los Llanos más Mojas. Y pidió tropas a
cía ya aptos para sacrificarlos a Súa. En andas todos sus vasallos.
guarnecidas de oro lleváronlos hasta la piedra sa- y tenía Saguanmachica una hija, que era toda la
grada de Facatativá'", y allí les sacaron vivos las en- ventura de su alma. Oscuras, cual los misterios de
trañas y el corazón, mientras chirimías, tamboriles, la noche, miraban sus pupilas desde la dorada mo-
84 85

~
atravesó las fronteras con un ejercito formidable.
renez de su rostro. A más de un noble cortejador Michúa le salió al encuentro. furiosa desencade-
había rechazado el zipa ; que para él no había uno nóse la pugna, y a donde era más violento su ar-
merecedor de virgen tan bella. dor, allí acudieron ambos príncipes; que era inven-
Acompañado de su hija entró el rey al santuario. cible el odio que se tenían.
y al contemplar ella a uno de los Mojas, le dió el Mas a ninguno le otorgaron los dioses la victo-
corazón un vuelco, pues el mancebo era hermoso; ria, y ambos monarcas pagaron la guerra con la
y oyéndole cantar, lloró copiosamente por esa vi- vida.
da en flor. Inmensa fue la aflicción en Bacatá cuando traje-
y el Moja también miró con delectación a la be- ron al zipa muerto. La ciudad se llenó de plañide-
lla hija del rey; y cuando IIegó el día en que debía ros cánticos. Los nobles trocaron sus ropajes de
subir a las andas de oro para ir a ser ofrecido a fiesta por los rojos de luto, y se pintaron el cuer-
Súa en sacrificio, había desaparecido. po. Entretanto, los sacerdotes sepultaron el cadá-
En cuanto se lo avisaron los sacerdotes, el zipa ver real en la tumba que le tenían lista, en lugar
despachó a sus esbirros en busca del fugitivo. y escondido y seguro, poniéndolo en cuchillas, de ca-
como luégo llamase a su hija, y nadie pudiese ha- ra al sol naciente, y atados uno con otro los pul-
llarla en todo el palacio, comprendió el soberano gares, y los dedos gordos de los pies, según era
que la hermosa doncella había partido tras el Moja, la usanza.
en secreto.
Entonces su enojo no tuvo límites. Ofreció re-
compensar con premios cuantiosos la captura del
reo. Pero los fugitivos lograron traspasar la fronte-
ra de Bacatá antes que sus perseguidores los al-
canzasen.
Honda fue la desazón del monarca. Los jeques
le aconsejaron desistir de la guerra contra el Hun-
sa, pues la fuga de uno de los consagrados al Sol
les pareció una mala señal.
Saguanmachica, empero, no les quiso prestar oí-
dos, y al frente de un gran ejército se puso en
marcha, por Sopó'", contra Hunsa. El cacique de
Sopó se le incorporó con sus fuerzas, y el zipa
87
86
,~, t/)tzktvj~ylk-'

XVI

Aun vela Chaquén


~ urttbiú a Saguanmachica en el
~ trono de Bacatá su sobrino
Nernequene", príncipe beli-
coso.
Quien al saber que el cacique de
Fusagasugá se había sublevado, envió
contra él a su sobrino Tisquesusa", \I,
señor de Chía.
Por más que los Fusagasugáes se
habían fortificado muy bien, no pu-
dieron resistir el ímpetu de los Ba-
catáes. Fueron derrotados, y conde-
nados a muerte los cabecillas. l! ;.. ..,
Tisquesusa dejó una fuerte patru- -
lIa de Güechas" en Tibacuy'", Eran los Oüechas la
fIor de los guerreros, los héroes distinguidos por sus
hazañas. llevaban corto el cabello, y tantos aros pen-
dientes de la nariz, los labios, y las orejas, cuantos

89
fueran los enemigos que hubiesen perecido a sus ma- Turmequé99, no solamente con bellas mantas pinta-
nos. Cuando moría algún príncipe chibcha sin here- das, y tejidas de finísimo algodón, y con las ver-
deros, elegíase para sucederle de entre los Oüechas des gemas de Somondoco, sino además con sal,
al que fuese más meritorio y saliese vencedor en que hacia cambiar por grandes cantidades de oro'?',
la prueba de la continencia. Inmenso fue el júbilo en Bacatá cuando llegó la
Tocaba a los Güechas vigilar las fronteras, y los noticia al pueblo de que el zipa estaba ya próximo
soberanos sabían que las vigilaban cumplidamente. a la Sabana con su ejército victorioso. Salieron a
Al entrar Tisquesusa en Bacatá con opulento bo- encontrarlo, regando flores en el camino por don-
tín, llegaba también Nemequene con sus soldados. de había de pasar, y ensalzándolo con gran voce-
Venía de vencer al Panche y de arrojarlo a su tie- río
rra. y aprestándose ambos guerreros a celebrar sus En todo el país se festejó el triunfo con muchos
triunfos en la ciudad capital, anunciáronle los es- regocijos. Los trovadores cantaron la gloria de Ne-
pías al zipa que otros enemigos acababan de ha- mequene y la de su futuro sucesor Tisquesusa. Nu-
cer irrupción en sus estados; eran el cacique de merosas ofrendas de gratitud consagró el zipa a los
Zipaquirá y el de Nernocón'". dioses, por haberle alcazando tan señalada victoria.
Los invasores avanzaron porCajicá, ya medio camino y a montones acogieron en su seno las lagunas
entre Cajicá y Chía trabóse la batalla. Encarnizada oro y piedras preciosas.
ardió la pelea, pues los Bacatáes estaban muy ague- y h.é ahí que trajeron a la presencia del zipa a
rridos. Diademas y penachos rodaron en el polvo, un hombre que había robado por la tercera vez.
al lado de sangrantes heridos; el bronco fragor de Castigólo el señor con la pena más grave que ha-
los caracoles ahogaba los gritos del combate; y bía en el reino. i Cara a cara había de mirar el cul-
flechas y macanas diezmaban las filas de los com- pable .a su soberano!
batientes. y luégo lo echaron fuéra. Infamado quedó con
Mas los dioses se mostraron propicios al zipa, toda su. parentela. Nadie queria a sus hijas por es-
el cual venció al enemigo, y sojuzgó sus provincias. posas; nadie les daba sus hijas en matrimonio a
y así fue como las ricas salinas de Zipaquirá y sus hijos. Y con su familia hubo de abandonar la
Nemocón, cuyo valioso producto era codiciado has- ciudad, y huir a los bosques, donde vivieron en
ta en los más distantes rincones de la comarca en- cuevas, como las fieras salvajes.
tera, cayeron en posesión del soberano de Bacatá'". Nemequene agitaba en la mente grandes proyec-
y de ahí en adelante mandó el rey a sus nego- tos sobre el imperio chibcha; como Saguanmachi-
ciantes a los mercados de Coyaima'", Zorocotá", y ca, quería darle unidad. Someter al príncipe de Hun-

90 91
J. sa era su mayor ambición. Empero el Hunsa tenía alia-
.! cacique y sus guardias, al mismo tiempo que las
dos muy poderosos, que eran los caciques de Oua- . tropas del zipa avánzaban por todos lados; y ni
tavita y Ubaque. y no podía Nemequene invadir al uno solo de la casa del Ouatavita quedó con vida.
\~ zaque sin atravesar las tierras del Ouatavita. Enton- Hé ahí cómo se apoderó el zipa de uno de los
ces para ahorrar sangre humana, apeló el monarca territorios más fuertes del reino chibcha, De este
a un ardid. modo sus dominios se extendían, por Gachanzipá'?'
Por aquel tiempo los más famosos orfebre s del y Tocanzipá'P', hasta las alturas de Hunsa, y hasta
reino chibcha procedían de la comarca de Ouatavi- los Llanos.
ta. Y estando el zipa, y sus nobles, habituados a Volvióse luégo Nemequene contra el Ubaque, al
mucha esplendidez y magnificencia, y a verse siem- otro lado del Páramo. El cacique de Ubaque se de-
pre rodeados de abundantes adornos y alhajas de fendió con fiereza, mas como sus vasallos comen-
oro, pidió el zipa al cacique de Ouatavita su venia zaran a desertar de él, uno tras otro, comprendió
para que viniesen a la Sabana alguno s de aquellos lo imposible de proseguir la lucha contra el enor-
renombrados artífices. Y el Ouatavita otorgó su ve- me poder del zipa, cuyo renombre atraía sin cesar
nia, mas exigiendo que por cada uno de ellos le guerreros y más guerreros. Rindióse, poniendo por
fuesen entregados dos jóvenes nobles de Bacatá en condición que el Bacatá tomase a dos de sus hijas
rehenes, según era costumbre. por mujeres.
y no entendía el Ouatavita que mientras más or- Tornó el zipa la que le pareció más hermosa, y
febres solicitase el zipa, más y más se llenaba su dio la otra a su hermano, al cual había nombrado
corte dé gentes del Bacatá, quienes, empero, recibían señor de Ouatavita. Y dejando en Ubaque una guar-
trato de huéspedes y gozaban de libertad plena. nicíón compuesta de sus mejores soldados, regre-
El Ouatavita tenía alianza con el cacique de Guas- só a Bacatá. El júbilo del pueblo no tuvo límites;
ca, cuyos estados eran limítrofes de los suyos. No las fiestas se continuaban sin término, y no se can-
halló, sin embargo, dificultad Nemequene en com- saban los trovadores de celebrar las hazañas del
prarse la voluntad del aliado mediante ricos presen- soberano, y las glorias de sus antepasados.
tes, y de esa manera logró introducir su ejército en Empero Nernequene no encontraba sosiego, pues
Ouasca. antes de acometer su magno proyecto de subyugar
y con fogatas que hizo encender durante la noche, al zaque, y hacer del pueblo chibcha un solo impe-
les dio desde allí a sus vasallos residentes en Oua- rio, creyó preciso dominar tres caciques que aún
tavita la señal convenida para el ataque. Y en me- conservaban la independencia, y eran los de Uba-
dio de las tinieblas cayeron los rehenes sobre el té 103, Susa y Sirnijaca'?'.

92 93
JI

Con grande aparato militar se puso en marcha al lo palpaban todo, embebiendo el frescor de las ge-
través de la Sabana, por sobre las montañas que en mas; sus ojos se abismaban en su fascinadora her-
su seno esconden la sal, y cruzó el Páramo. Los prín- mosura... Cuál sería su enajenación, que olvidó el
1.1
1: cipes, por su parte, se atrincheraron en el boquerón peligro que le rodeaba.
de Tausa y resistieron con mucho valor; mas otra Porque algunos soldados del Ubaque habían lo-
vez fueron propicios los dioses al zipa, y los tres ca- grado escaparse, y dar a su señor la noticia del
yeron bajo su yugo, y sus estados, como el de Uba- asalto del Ouatavita. Lleno de cólera por semejante
que, fueron encomendados por Nemequene a la guar- traición, se lanzó el de Ubaque sobre el de Guata-
da de su hermano, el Ouatavita. vita, y trabó con él furiosísima pugna, pues era un
Entre tanto ignoraba el zipa cuán duro era su bravo guerrero el hermano del zipa. Empero una
hermano con los vencidos; cuánto oprimía con su gran multitud de vasallos acudió en auxilio del se-
dominación a los cuatro príncipes. ñor del país, y acosó desesperadamente al Guata-
No contento el Ouatavita con el tributo que le vita.
pagaba el Ubaque, ardió en deseos de adueñarse A quien, encerrado en la fortaleza con el tesoro,
de todo el tesoro del cacique; y habiéndole infor- de nada le servía la belleza de las piedras precio-
mado un espía que el príncipe lo tenía oculto entre sas, ni la opulencia del oro, faltándole los víveres.
las peñas que lamen las ondas de la laguna, lleno Adoptó pues una resolución extrema, cual fue arro-
de codicia, emprendió la marcha en su busca. jar el ansiado tesoro a las calladas aguas de la la-
Pero el cacique de Chiguachí!", vasallo del Uba- guna, y salir con sus hombres a batallar.
que, le atajó el paso con sus guerreros. El Guata- Mas quisieron los dioses que expiara su traición
vita logró persuadirlo de que venía en nombre del al Ubaque. y cayó en la pelea.
zipa, con un encargo para las tropas que hacían la Vencedor 'el Ubaque, fue sin embargo grande su
guardia en Ubaque. cuita, pues ni recobró su tesoro, y érale de temer
Dejóle entonces el Chiguachí paso libre a la for- la venganza que a buen seguro tomaría el zipa por
taleza, y las escasas gentes del Ubaque que trata- la muerte de su hermano. Determinó entonces des-
ron de defenderla, perecieron bajo sus golpes. pachar una embajada, y numerosos esclavos carga-
Avido del tesoro escudriñó por todos los peño- dos de presentes partieron, por el Páramo, a Bacatá.
les. Enloqueció de dicha al hallarlo, pues con él Humildemente se presentaron los embajadores de-
era más rico de cuanto soñara. fantásticas refulgían lante del zipa. Hincándose de rodillas, vueltos los
millares de esmeraldas, y grandes montones de oro rostros, tendieron los ricos dones a la vista del rey,
yacían en orgullosa frialdad. Sus manos sedientas y le dieron cuenta del alevoso asalto que el caci-

94 95
que de Ouatavita perpetró contra su señor, y de su
muerte durante la batalla.
Con severo ademán escuchó el monarca a los no-
bles de Ubaque, y sin alterar la calma de su mira-
da, les ordenó que volviesen a su señor a decirle
que él mismo debía comparecer en persona; y de los
presentes no quiso tomar ninguno.
No vaciló el Ubaque en acatar la voluntad de su
soberano, pues que su causa era justa, y él sabía
que el príncipe de Bacatá era prudente. Con nue-
vas dádivas y abundante comitiva de esclavos, se
puso en camino, llevando también veinte doncellas
de entre las más hermosas de la comarca, para re-
galarlas a Nemequene.

! Con tal sagacidad y elocuencia se defendió el Uba-


que, que al fin penetró en el ánimo del zipa la per-
\ suación de la culpa de su hermano. Dejólo pues li-
I\ bre el zipa, y lo restituyó en su dignidad de señor
de Ubaque.
1, y tampoco quiso admitir el rey dádiva alguna,
que si bien la costumbre tenía ordenado que nin-
gún vasallo viniese a la presencia de su señor sin
regalos, del acusado ninguno podía aceptarse. Y
ninguno aceptó Nemequene del cacique de Ubaque.
Seis lunas hubo de aguardar en Bacatá el Uba-
que, al cabo de las cuales volvió a su tierra, muy
honrado por Nemequene.
11
y como reinase por algún tiempo la paz en Ba-
! catá, Nemequene dictó leyes á su pueblo, y dio re-
I novada fuerza a las de Bachué.

96
Ordenó que los cobardes fuesen vestidos con tra-
jes de mujer, y que ejecutasen labores femeniles.
Castigó el delito de deserción con pena de muer-
te infamante.
Prohibió a los nobles el hacerse llevar en andas
sin permiso del zipa. Mas los antiguos privilegios
de la nobleza fueron respetados, y sus dueños no
quedaron sujetos a las leyes comunes; empero aquél
que abusara' de ellos, sería castigado rasgándosele
las vestiduras o cortándosele el cabello.
Ahora confiaba el zipa en sus vasallos, y se sen-
tía fuerte, y llamado por los dioses a unir el impe-
rio chibcha. ¡Acaso había llegado el momento de di-
rigir el ataque contra el poderoso zaque de Hunsa,
Ouemenchatocha'" !
Mandó, pues, Nemequene llamar a su corte a to-
dos los caciques que le rendían vasallaje, y habién-
doles anunciado sus propósitos, todos se manifes-
taron dispuestos a acompañarle. Oioles treinta días
de término para que reuniesen sus tropas.
Cumplidos que fueron los treinta días, desfilaron
todos los vasallo s, al frente de sus ejércitos, por
delante del zipa, con mucha pompa. Venían arma-
dos de macanas, tiraderas, dardos, picas, hondas,
y flechas. Y cada tribu se distinguía por los colo-
res de sus pabellones y banderolas.
Tan numeroso era el ejército, que cubría la Saba-
na. Una vez más sacrificáronse centenares de loros
y guacamayo s, e inmoláronse Mojas al Sol, y can-
tó el pueblo cánticos a la entrada de los adorato-
rios, para que Súa y Chía bendijesen la guerra.
97
Mas también se aprestaba el Hunsa para la gran
pedir que salieran huyendo hasta Chocontá'd1. El
lucha con su enemigo tradicional, y como aliado lo
zaque en cambio regresó triunfante a sus tierras.
acompañaba Nompaném, el príncipe de Iracá. Y su
Los Bacatáes llevaron a su señor herido a la ca-
ejército era tan numeroso como el del zipa.
pital. Todo lo ensayaron los jeques, en sus esfuer-
Sin embargo, antes de empeñar la batalla envió el
zos por salvar de la muerte a su amado rey, pero
zipa mensajeros al zaque con la propuesta de que
los dioses tenían otros designios. Al cabo de cin-
10 reconociese por soberano y evitara de esa ma-
co días sucumbió Nemequene, el que había hecho
nera la destrucción de su reino. Pero el zaque le
a Bacatá poderosa y grande, el que había estado a
contestó retándolo a singular combate, sobre la fe
punto de unificar al pueblo chibcha. y el dolor fue
que el que resultase vencido sería tributario del muy hondo en todo el país.
vencedor.
Entonaron los sacerdotes los himnos de los muer-
Nemequene quiso aceptar el reto, por salvar la tos, y entre copiosas lágrimas ensalzaron las victo-
vida de tantos súbditos suyos, pero los nobles 10 rias del zipa. Toda la corte vistió los ropajes en-
disuadieron diciéndole que señor tan grande como carnados del luto, y se pintó el cabello y el cuer-
él no debía descender a medirse con el Hunsa. o po, como 10 requería la costumbre.
Lanzando penetrantes gritos de guerra, se arro-
Los jeques embalsamaron el real cadáver, y rica-
jaron el uno sobre el otro los dos ejércitos, en me-
mente adornado lo sentaron en una silla baja cu-
dio del estruendo de caracoles, tamboras, y fotutos.
bierta de láminas de oro. Rodeado de todas las in-
Agria como pocas fue la pelea. Ambos príncipes
signias de su poder lo sepultaron en la profundi-
recorrían las fiJas, en sus literas de oro, alentando
dad de la tumba que le habían preparado desde el
a los combatientes.
día en que asumió el gobierno de Bacatá. Llenaron-
Sin embargo, la hora de Nemequene había sona- le la boca y los sobacos de esmeraldas espléndi-
do. Agudo dardo se le clavó en el pecho, cuando ya das. Y no olvidaron ponerle cerca sus manjares, su
empezaba a inclinarse la victoria a su lado. Con chicha, sus armas, ni colgarle del brazo la mochila
sus propias manos se 10 arrancó, mas sus fuerzas llena de coca.
desfallecieron. y colocaron el cadáver de modo que le diese la
y al ver los soldados cómo era retirado su je- cara al sol naciente.
fe del ardor del combate, perdieron los bríos, cre- Habiendo adormecido a sus favoritas con zumo
yendo que los abandonaban los dioses. Ni valió el de borrachero'P' , las extendieron sobre la primera
ánimo del general del zipa, Saquesaxigua, para im- capa de tierra con que cubrieron el cuerpo del mo-
98 99
narca. Echaron luégo otra capa de tierra, y encima
pusieron a sus mejores esclavos. Y todo esto lo
hicieron para que no le faltase al zipa en su nue-
va vida nada de lo que en este mundo le había si-
do agradable.
y a los que cerraron la tumba les quitaron la
vida, para que nadie pudiese turbar al rey en su
eterno descanso. XVII

Furatena

!i:epuIfalrn- que fue el gran


, Nemequene, ascendió al
trono de Bacatá su sobri-
.no Tisquesusa, señor de Chía, co-
mo lo ordenaba la tradición.
Mas al otro lado de las monta-
ñas, allá, hacia donde solían pene-
trar en la lobreguez de la noche
los aullidos que desde el boque-
rón de Tausa lanzaba el demonio
Fu, yacía el país de los Muzo s
gente salvaje, como los P anches
No había en su tierra leyes, ni caciques, ni dioses.
Temían a las lagunas y sus embrujas, y a los de-
monios que en el seno de ellas moraban. Sus he-
chiceros hacían uso de yerbas y conjuros para

-> 100
aplacar los malos poderes.
y hé aquí que la hija de uno de sus guerreros
alcanzó maravillosa hermosura. Empero evitaba la
101
compañía de las demás mujeres de su comarca, y Largo espacio quedóse la niña contemplando el
prefería marcharse con los hombres a perseguir los desfile. Un sofocante anhelo comenzó a hervir en
animales del monte. Sabía como ellos tender el ar- su pecho ... ¡Ser como el zipa! [Dominar! ¡Ver a los
co, y más de un venado derribó con sus manos demás hombres doblar la cerviz en su presencia!...
menudas. Y cuando la deseó para sí el más her- y ya no volvió más con los adolescentes a la
moso y arrojado de los guerreros, riose ella des- caza. Ibase a su peñasco, a dejar vagar la mirada
cubriendo sus blancos y poderosos dientes. por los lejanos valles de Bacatá. Y cuando el más
y aconteció que estando en persecución una vez gallardo y valiente de los guerreros la deseó para
del venado, lejos, al través de los riscos de las mon- sí, ya no se rio.
tañas, se extravió la doncella, y vino a hallarse a "Pero antes quiero ser reina", le dijo: después po-
la postre sobre la peña más alta entre las que di- dría conquistar el enamorado su voluntad. Y con-
viden de Bacatá el país de los Muzos. Allá, al otro templaba su propia imagen en el espejo de la la-
extremo, veía la laguna de Cucunubá=? , tendida plá- guna; e inquieta se rozaba con la yema de los de-
cidamente en medio de azulosos collados, envuelto dos, los finos párpados, los labios ansiosos.
en melancolía su cristal por la adustez de los pi- A poco sucedió que del boquerón de Tausa, por
cachos circunvecinos. Un poco más acá, los panta- donde pasa el camino que conduce hasta el país
nos de fúquene invadían el esplendente verdor de de los Muzos, vinieron los Güechas ante el zipa
las praderas. de Bacatá, y le anunciaron una extraña ocurrencia:
De repente surge al aire una música, y un pro- Hé ahí que los selváticos Muzos se acababan de
digioso brillo deslumbra los ojos de la doncella. La elegir una reina. Hermosa era la reina como Súa
cual, embelesada, se asoma desde la altura al ca- cuando corona la cumbre del firmamento. Habíanla
mino que lleva al sagrado lago de fúquene. alcanzado a ver desde las peñas del boquerón. Su
¿Qué es lo que ve? Magnífica procesión se desa- larga cabellera le envolvía todo el cuerpo y le llegaba
rrolla lentamente allá abajo. El zipa de Bacatá, sen- hasta el suelo. Lucía sobre las sienes una diadema
tado en sus andas de oro, va conducido en hom- de verdes piedras, y le pendían hasta las rodillas
bros por la nobleza del reino. En su corona chis- sártas de gemas del mismo color. Había un fulgor
pean verdosas luces, y en las diademas de los va- tál en su aspecto, que cegaba la vista. Vivía en un
sallos. Hay un desconcertante tremolar de plumajes. alcázar resplandeciente de esmeraldas, y el pueblo
Las vestiduras abigarradas del zipa fascinan a Fu- de los Muzos la adoraba como a una diosa.
ratena, qué se mira a sí misma, y sólo se ve cu- Tisquesusa escuchaba ... Y una vez y otra vez hu-
bierta del manto de sus cabellos. bieron los Güechas de repetirle la historia de Fu-

102 103
ratena'!", la hermosa, la reina de los Muzos. Y mien-
tras más le hablaban, mayor era la fuerza con que
prendía en el corazón del monarca el des.eo de co-
nocer a mujer tan bella. Y cuando en ella pensaba,
irradiaban sus ojos verdegueantes relámpagos.
lf'uese ella suya! iConquistara él su reino! iLas
verdes gemas que en su seno escondía!... Y Tisque-
susa miraba a sus mujeres, una tras otra. En nin-
guna encontraba la hermosura de furatena.
"Il'ráeme acá a esa mujer!" dijo al primero de sus
ministros. XVIII
"[Traedme a esa mujer!" clamó a los sacerdotes.
Mas Pepón'!", el jeque más sabio entre todos, El sueño del zioo
se le encaró grave y le dijo: "¿No la ves, por ven-
tura, cuán cerca está? ¿No ves las tinieblas que vie- {1!: mplllitt Chaquén, el dios, había velado mal
ne tendiendo sobre tu tierra? ~ sobre los confines del Chibcha.
Alzó el rey los ojos al cielo. Por sobre las mon- Tisquesusa, el soberano de Bacatá, tuvo un
tañas salinas de Nemocón avanzaba una nube som- sueño. Soñó que estaba en Tena bañándose, y héte
bría, llenando de pavor el espacio, y rápida ... inconte- que de pronto el agua en que se sumerge tórnase
nible, se extendía por todo el valle de Bacatá, y lo roja, como la sangre .... Lleno de angustia mandó
circundaba con sus brazos oscuros ... venir inmediatamente a los jeques para que le ex-
El rey se puso meditabundo. Y se fué a buscar plicasen el sueño. Y los jeques le dijeron: "Te ba-
sus mujeres. Mas no lo dejaba la imagen de la nu- ñarás, señor, en la sangre de Quemenchatocha, el
be sombría... ifuratena!... Empero nunca volvió a zaque ".
pronunciar palabra acerca de esa mujer. Mucho se holgó el zipa con tal presagio, mas
quiso también conocer la opinión del primero de
todos los sacerdotes, que se llamaba Papón, y era
oriundo de Ubaque. Sin embargo, al ir a buscarle,
se halló que había desaparecido.
Camino de su casa iba presuroso el gran jeque,
cuando hé ahí que topa con algunos nobles seño-

104 105

.•.
res de la corte del zipa. Y dfjoles: "Me vuelvo a a la mente el sueño, y aquella sombra que una vez
mi tierra. La suerte que espera a nuestro reyes tre- se cerniera sobre su reino.... ¿ Quiénes eran ésos
menda. No han sabido los jeques interpretar su que contra él avanzaban? No los Hijos de Súa,
sueño. Que no será la sangre del Hunsa, sino la bien lo sabía... Pero entonces, ¿ cómo traían el
suya propia, la que mojará el cuerpo del zipa. Por- rayo en la mano? ¿ Tan poderosos eran? Más que
que vendrán unos hombres de raza extranjera, te- él, acaso?.. ¿ Por qué abandonaba Chaquén la
rribles por su furor y su misterioso poder, los cua- guarda de las fronteras? ¿ No le eran gratos ya sus
les se adueñarán de la tierra del Chibcha y le arre- presentes? ...
batarán sus dioses, pues no hay nadie capaz de re- Sin tardar ofreció el rey a Chaquén lo más bello
sistir a su empuje ". y lo más rico de sus tesoros. Mandó luégo espías
Así habló Popón, y los nobles que le escucha- a observar a los extranjeros. Al saber que éstos
ban temblaron de pavura. Mas al zipa nada dijeron, venían hacia Muequetá, huyó con sus mujeres y
sabiendo que los castigaría con el más cruel de sus tesoros a un lugar escondido, dejando a sus
los suplicios. más valientes soldados listos a rechazar a los in-
y puesto Tisquesusa en la empresa de vengar vasores. El mando de las tropas fue encomendado
la muerte de su tío, convocó a todas sus tribus a a Saquesaxigua, el animoso general de Nemequene;

!
las armas. formidable era el ejército que marchó con- - al frente del ejército iban las momias de los héroes.
tra Hunsa a sojuzgar al soberbio zaque. Entre tanto su vasallo, el Ouatavita, lo abandonó,
y al campamento del zipa fue introducido un y se refugió en Oachetá, con sus riquezas y sus
mensajero, el cual, postrándose a los pies del mo- mujeres.
narca, dio a conocer una inquietante nueva: Los Empero los guerreros del zipa fueron derrotados
Hijos de Súa en persona llegaban a castigar al pue- y puestos en fuga; que era grande el pavor de los
blo chibcha. Se les había visto ya en Moniquirá, Chibchas ante los Hijos del Sol. Las rmas se les
en Tínjaca'!", y hasta en Oacheta'!" , Resplandecían caían de las manos por no ofenderlos con ellas,
los Hijos de Súa, como el cristal de las lagunas; temerosos de la venganza de Súa... j y aquellos
una maraña de pelo les rodeaba la boca; los prin- mostruos violentos! ... j Qué desorden, qué espan-
cipales de ellos tenían figura en parte de bestia y to sembraban en las filas sus cargas impetuosas! ...
en parte de hombre j y en las manos blandían el No valía obstáculo a su galope. Todo lo hollaban
relámpago. sus cascos duros y resonantes! ...
Tisquesusa lo oyó en silencio; mas su pecho Sosegada la confusión, descendieron los Hijos de
ardía en cólera cuando el mensajero calló. Y le vino Súa de encima de las bestias. Vieron entonces los

106 107
Chibchas que hombre y animal no eran úno. V y los Hijos de Súa se internaron en la tierra del
cobrando confianza acercáronse. V los extranjeros Chibcha, y se apoderaron de tesoros riquísimos.
quisieron saber su nombre. y cuando estaban acampados cerca de Bacatá,
" Muisca ", respondieron, o sea "hombres" en la descansando de todas esas fatigas, fueron llevados
lengua del Chibcha, queriendo decir que sólo eran a su presencia dos hombres de la comitiva de Tis-
criaturas humanas delante de ellos, los dioses. Pero quesusa. Hernán Pérez de Quesada, hermano del
los conquistadores no entendieron, y viendo su enor- general, aconsejó darles tormento para que dijesen
me muchedumbre, los llamaron Moscas. dónde se hallaba su amo.
Luégo, al llegar el atrevido conquistador [iménez y. en medio de los dolores, manifestó el uno que
de Quesada a la fortaleza de Buzongote'!", en Ca- el rey se había guarecido en el cercado de rocas
jicá, la encontró ardiendo, por obra del mismo Chib- que tenía en Facatativá'". Empero al otro no lo-
cha, que antes de dejarla caer en manos de los in- graron sacarle palabra ni aun las crueldades más
vasores, prefirió destruírla. Apagaron el fuego los espantosas.
soldados españoles, y pillaron las ruinas del casti- Sin perder tiempo marchó Quesada a apoderarse
llo buscando tesoros j sin embargo, fuéra de algu- del zipa. Mas lo vieron venir los centinelas, que vi-
nos víveres, no encontraron más nada, y compren- 'gilaban fieles desde las crestas de los peñascos le-
dieron que el zipa había mandado ocultar sus ri- -vantados por la mano de los dioses en derredor
quezas. de la morada real, y le tiraron leños encendidos
para atajarlo en su avance, mientras el monarca se
V en cuanto supieron que la ciudad capital del
ponía en salvo.
reino era Bacatá, y que allí tenía el zipa un palacio
Convencido el zipa de que el nuevo enemigo po-
colmado de tesoros, se lanzaron a conquistarla. De
día más que él, y repugnándole el pensamiento de
nuevo se frustraron sus ambiciones: el palacio más
caer en su servidumbre, quiso huír disfrazado al
rico del país de los Moscas estaba abandonado de
bosque j pero al salir por la puerta de su cercado,
su señor, y desnudo de sus grandes tesoros j y así
fue herido por un soldado'!", que le disparó sin
mismo estaban los templos, que en gran número se
saber que era nada menos que el rey.
contaban en la ciudad.
Levantáronlo sus leales, y lo escondieron en el
Esto encendió la ira en el corazón de Quesada, bosquecillo cercano, donde murió bañado en su
cuyos compañeros se dedicaron a buscar por todas propia sangre, tál como le fuera anunciado en sue-
partes al zipa j mas no se halló entre los Bacatáes ños. Y con gran. pena de todos los suyos, lo ente-
uno solo que a su señor y rey hiciera traición. rraron los jeques en el sepulcro que, de acuerdo
108 lO!!)
con la costumbre, le habían abierto el mismo día
en que ascendiera al trono de Bacatá.
El jefe invasor y sus gentes escudriñaron afa-
nosos todo el castillo de facatativá. Sin poderles
desentrañar sentido, miraban y remiraban las rojas
escrituras que, llenas de misterio, desafiaban su ra-
bia desde las pétreas murallas de la sala mayor.
Metiéronse en todas las cuevas, recorrieron todos
los pasadizos, mas de las riquezas del zipa no en- XIX
contraron sino la totuma colmada de tejuelos de oro,
que al infeliz rey diera en tributo el Ubaque, en los El tesoro del rey
mismos días en que los Hijos de Súa marchaban en
su busca. También cayeron en sus manos cien ve-
nados, y muchas mantas y vestiduras de algodón '1'Q:J\ u:etfit, pues,' era el rey
finísimo, pintadas con los colores reales. .lllJ.J Tisquesusa ... y tan
y nadie supo jamás dónde había ocultado sus te- joven, un niño aún,
soros Tisquesusa al aproximarse los extranjeros. el cacique de Chía para asu-
El rey hizo dar muerte a los que cavaron los es- mir el poder en 'aquella hora
condites, y así se llevó el secreto a la tumba. de angustia!... Sin embargo, el
y Quesada se volvió a Bacatá, rebosando de có- pueblo de Bacatá confió en
lera, pues las mujeres del zipa que quedaron en el Saquesaxiguall7, el usaque 118.

palacio, le informaron que el zipa había perecido. iCuántos combates no ha-


¿ Quién le entregaría ahora e.l codiciado tesoro? bía librado su varonil bravu-
ra! ¿y no era acaso la sangre
de Tisquesusa la que palpita-
ba en sus venas? Con mano
firme empuñó el cetro de Ba-
catá.

No pudiendo perdonar la afrentosa muerte del zi-


pa, juntó a sus guerreros, y entre los pantanos de
1l<J 111
Bacatá se estuvieron ocultos para que las fogosas
bestias de los Hijos de Súa no pudiesen dar cuen-
ta de ellos.
Pero una vez venida la noche, cayeron sobre los
invasores, que se habían fortificado en el palacio
mismo de Bacatá; y tanto fue creciendo su au-
dacia, que no dejaron reposo, día y noche, a los
conquistadores, los cuales tuvieron que refugiarse
al fin hacia Basa 119 •
Había empero en la corte dos señores principa-
les que no reconocían la legitimidad del gobierno
de Saquesaxigua. Ambos procedían de sangre real,
y el pueblo los tenía en elevada estima. Sus nom-
bres eran Quixinirnpaba'P" y Quixinimegua!" .
En cuanto Saquesaxigua observó la enemistad con
que lo miraban, sintió temor de verse privado del
poder. Resolvió entonces celebrar la paz con los
extranjeros, y compareció ante Quesada, acompaña-
do de obsequios numerosos y ricos.
Afectuosamente saludáronse los dos capitanes, y
el zipa juró vasallaje al gran rey de allende los ma-
res, en la persona de [iménez de Quesada.
y sucedió que otra vez los selváticos Panches
invadieron los dominios del zipa, el cual se alió con
los Blancos, y unidos salieron todos a hacer la
guerra al tradicional enemigo de Bacatá.
Cruenta y reñida fue la pelea, pues los Panches
atacaban con absoluto desprecio de la muerte. Mas
en la batalla de Tocarerna'f fue tan completa la
victoria de los aliados, que el enemigo se vio re-
ducido' a pedir la paz.
112
V estando en Bojacál23 celebrándose las fiestas
triunfales, mientras los trovadores cantaban las hazañas
del gallardo Saquesaxigua, mordió la envidia a Qui-
xinimpaba, y lo llevó hasta hacer traición al monar-
ca. Acercándose cautelosamente a Hernán Pérez de
Quesada, acusó al zipa de haber usurpado el tro-
no, y de ser el único que sabía .dónde se hallaba
oculto el tesoro de Tisquesusa.
Hernán Pérez escuchó con vivo interés, pues
hasta entonces habían tenido los Blancos por legí-
timo al zipa, su amigo. Por otra parte, vano había
sido todo su empeño buscando las riquezas de
Tisquesusa. Y aunque eran muchos y muy copio-
sos los tesoros de que se adueñaran en otras regio-
nes del país de los Chibchas, mientras más encon-
traban, más ambición entraba en su pecho .
. Así pues, Hernán Pérez se fué a su hermano, y
II le hizo saber todo cuanto acababa de oír. Ahinca-
damente lo requirió a que diera la orden de pren-
der a Saquesaxigua.
I I Jiménez vacilaba, pues el zipa era su compañero
de armas, y era además discreto, y hermoso de
rostro y apostura. Mas como se empezase a mur-
murar entre los conquistadores que él, su jefe, an-
daba en malos tratos con el rey de los indios, y así
se lo revelase su propio hermano, acabó por ceder.
E hicieron al zipa prisionero, aunque mirando que
nada le faltase, y tratándolo siempre con el acata-
miento debido a su alto rango, a fin de tener cal-
mado al pueblo, que amenazaba sublevarse. Tenaz-
f mente se propuso Quesada urgir al soberano a que
I I 113
1 le descubriese el escondite del tesoro, ofreciéndole
Honda, muy honda, fue la amargura de Saquesaxí-
en cambio la libertad.
gua por la afrenta que se le había irrogado. No te-
Pero Saquesaxigua no confiaba ya en la palabra
nía otra ansia que recobrar la libertad para vengar-
del jefe extranjero, y su único· pensamiento era bus-
se de sus verdugos. Y al venir de nuevo Quesada
car la ocasión de escaparse. y fingiendo ceder a
a tratar de arrancarle el secreto del tesoro, le dijo
las instancias del conquistador, le prometió llevar
en aire de confidencia que Quixinimpaba y Quixi-
a cierto lugar todo el oro de que tenía noticia, con
nimegua eran los únicos que lo sabían, y que ellos
la única condición de que le concediera un plazo
habían fraguado la burla de las cargas de oro. Con
de cuarenta días para recoger el tesoro, que estaba
esto esperaba que lo dejarían libre.
distribuído entre sus gentes.
Pero Quesada no se fiaba de él, y lo mandó vi-
Luégo mandó venir el rey cautivo a sus servido- gilar más estrechamente. En cuanto a los dos no-
res más fieles, y les dio órdenes secretas. bles señores, los hizo prender y atormentar con su-
Cada día, durante los cuarenta del plazo, venían mo rigor. Nada pudieron revelar, sin embargo, por-
treinta y seis criados al aposento en que se en- que nada sabían. Entonces fueron condenados a la
contraba el zipa, con una gran carga de oro que muerte en la horca.
dejaban caer al suelo ruidosamente; y los centine- y no cejaba el conquistador en su empeño de
las de Quesada se alborozaban al oír desde afuera obligar al zipa a que le manifestase el paradero de
el claro sonido del precioso metal, pues Saquesaxí- las riquezas de Tisquesusa, mas todo en vano; ni
gua suplicó a sus carceleros que no entrasen a mi- una palabra ascendió a los labios del último sobe-
rar el tesoro sino cuando ya estuviese todo reuni- rano de Bacatá, a quien esa desmedida sed de oro
do, esperando en su corazón que entre tanto se le infundía profundo desprecio.
presentaría la oportunidad de evadirse. Impaciente Hernán Pérez, pidió a su hermano el
y los mismos esclavos que traían los montones tormento, como supremo recurso para forzar al or-
de oro, los volvían a sacar, sin que lo notaran los gulloso zipa a descubrir dónde se hallaba oculto el
guardias, en unas mochilas que disimulaban bajo tesoro; y Jiménez consintió, temeroso de que los
sus amplios ropajes. amigos del zipa viniesen y lo libertasen.
iOh, cuántos esfuerzos pusieron en juego los pia-
Cuando, cumplido el plazo, vieron los conquis-
dosos hermanos, que permanecieron alIado del des-
tadores el engaño del zipa, su enojo fue espantoso.
venturado monarca, para evitarle ese trance sinies-
Quesada mandó apalear al príncipe, y encerrarlo en
tro! Quesada no quiso oírlos. En el colmo ya del
una oscura mazmorra.
rencor, llegó a tal punto de crueldad en el suplicio,
114
115

_J.~~"-=- ,~:I
wa
· ~,.--~. "

y tánto lo prolongó, que el delicado cuerpo del


príncipe se quebrantó para siempre. Con todo, ni
un quejido salió de sus labios; ni un momento de-
jaron sus pupilas de irradiar menosprecio.
y cuando poco tiempo después rindió la vida,
demasiado tarde se arrepentía de su dureza el con-
quístador'> . -
Así feneció el último soberano de Bacatá.
xx
El fin del principado

h1!ra: Ala:dueño Jiménez de


~ Quesada del Valle de
los Alcdzares'í" , cuan-
do hé ahí que a su presen-
cia compareció un súbdito del
hunsa Quemenchatocha, y le
mostró el camino que condu-
CÍa a la ciudad, asiento del za-
que. E hizo todo eso por o-
dio al soberano, que había
mandado quitar la vida a su
padre,
Tranquilo permaneció en' su
trono el, orgulloso • zaque al
oir la noticia de que los hijos

~Jf
de Súa estaban en camino. ¿ Quién' se atrevería a
disturbarle? ¿No era acaso su trono el de los gran-
~ des reyes, el que los dioses guardaban?

116 117

l.;.,v,. •.•...•.--j.
que en muriendO la

135
y como le fuera anunciada la incolmable ansia tín. En sus manos cayeron mantas pintadas con
de oro de los extranjeros, les envió al encuentro numerosos dibujos de variados colores, joyas y
dádivas ostentosas, para detener/os con ellas, mien- alhajas de oro a montones, esmeraldas, y caracoles
tras sus servidores leales ponían en salvo las enor- ricamente engastados de oro126
mes riquezas de su casa.
"¡Perú, Perú!" clamaban los soldados viendo tan-
Sin embargo, los conquistadores llegaron a la
tas riquezas, que los hacían pensar en la famosa
vista del palacio, antes que el zaque lograra reali-
opulencia de los Incas, cuyo país acababa también
zar su propósito. iOh, qué alborozo hinchó el co-
de ser conquistado.
razón de los invasores al mirar cercados y portales
cubiertos de tanta variedad de alhajas de oro! Nu-
y mientras más tesoros hallaban, más crecía su
codicia. Y como oyesen decir que algo más lejos,
¡
merosa multitud se apretujaba ante el palacio, y por
todos los cercados, y de mano en mano pasaban hacia donde se pone el sol, moraba el príncipe Su-
gamuxi, y que allí estaba el templo del Sol, colma-
los tesoros del Hunsa, para ir a ser escondidos en
do de tesoros como no había antes visto ojo mor-
un paraje segurorPern Quesada cortó los lazos que
cerraban las puertas, y espada en alto, penetró con tal, corrieron presurosos, dejando al zaque Que-
sus hombres, al través de la muchedumbre de Muis- rnenchatocha en buena seguridad.
cas, hasta la presencia misma del zaque. Tramontaron las rojizas colinas, y en su marcha
El cual, inmóvil, sereno, lo esperó con la digni- cruzaron las tierras del Tundama, el cual les man-
dad de un verdadero 1rey. Su corte lo rodeaba de dó al encuentro servidores cargados de presentes,
pie. Vio entonces Quesada cuán feo era Quemen- y les hizo anunciar que les enviaría ocho cargas de
chatocha, demasiado grande la cara, la nariz ancha, oro puro, con tal que para reunirlo le dieran tiempo.
y la gordura del cuerpo desmesurada; pero con to- Llenos de gozo escucharon la embajada los con-
do, real era su continente' y la expresión de su quistadores, que ignoraban la valentía del Tunda-
rostro. ma, y aguardaron confiados a la entrada del valle,
En vano lucharon los nobles para impedir a los hasta que el sol descendió por detrás de los mon-
extranjeros tomar prisionero al ':zaque con todas sus tes.
mujeres. Con denuedo pelearon los valientes vasa- Mientras tanto no estaba ocioso el Tundama. A
Ilos por la libertad de su rey, pero al llegar la no- toda prisa ordenó llevar sus tesoros a Duitama, su
che eran .Ios conquistadores dueños del palaoio. capital, y en las alturas dispuso su ejército en or-
A la luz de las teas, buscaran por todos los apo- den de batalla. Y cuando ya todos los guerreros
sentos de la mansión real, recogiendo enorme be- estaban listos en sus elevadas posiciones, les des-
118
119
pacho a los extranjeros, que aguardaban pacientes,
Encendieron entonces las antorchas, y al resplan-
mensaje de que ya podían venir y tomar cuanto oro
quisiesen. dor de ellas encontraron al fin la entrada. Precipi-
táronse al interior, mas ahí mismo los detuvo el
Al verse burlados por la astucia del indio, ardie- espanto. Un sacerdote del Sol estaba inmóvil, en
ron los conquistadores en ira, y se lanzaron a la mitad del santuario, con su luenga barba blanca.
toma de la ciudad, pero cayó sobre ellos una gra- No habían visto nunca antes hombres barbados en-
nizada de piedras y dardos, tan furibunda, que los tre los Muiscas. Y llameaban de rojo las vestiduras
obligó a retirarse.' Resolvieron en consecuencia ha- del sacerdote.
cer un gran rodeo por el valle para seguir a lracá. Pero podía más en ellos el ansia del oro que el
y así lograron salvar los pantanos de Duitama, y estupor suscitado por la súbita aparición, y pasan-
llegar hasta lracá.
do por un lado, invadieron el templo; y el sacerdo-
y cuando ya se acercaban a la ciudad principal te los miraba sin pestañear.
del gran Sugamuxi, sobrevino la noche. La roja faz Contra los muros vieron una larga serie de mo-
de Súa sumergió sus fulgores en los pantanos, y mias cubiertas de tejuelos de oro, de perlas, y ver-
sus últimas luces rayaron amenazantes las crestas des piedras preciosas, y atolondradamente depusie-
de los cerros. Penetrante desgarró los aires el gri- ron las antorchas flameante s sobre el piso, cubier-
to de guerra de los lracáes; tronaron las caracolas; to de esterillas de juncos, para librar las manos, y
el Sugamuxi se preparaba al combate. apoderarse de toda esa riqueza.
Empero los conquistadores desencadenaron so- El sacerdote continuaba en su puesto rnirándo-
bre las filas sugamuxis el brío de sus bestias po- los. Rayos de cólera lanzaban sus pupilas, y sus
derosas, que al Chibcha espantaban aún más que labios se movían sin cesar.
sus armas centelleantes; y las tropas del príncipe y hé ahí que una de las antorchas cae, y al pun-
fueron derrotadas, y huyeron, por sobre las coli- to prende el fuego en una esterilla. Llenos de te-
nas, al través de los pantanos, hasta Duitama. rror huyen los soldados, arrastrando desordena-
y hundiendo la vista en las tinieblas los fatiga- damente consigo cuanto alcanzan sus manos.
das guerreros de Quesada, por ver dónde verían el Inmóvil permaneció el sacerdote, contemplando
templo del Sol, cuyas riquezas codiciaban, alcanza- las llamas, que entre ruidosos chisporroteo s lamían
ron a divisar sus contornos indecisos emergiendo las paredes, e iluminaban siniestras las caras desfi-
de la negrura del cielo. Corrieron hacia él, mas no guradas de las momias.
podían dar con la puerta en la Oscuridad. Algunos de los guerreros que se habían retrasa-
do, divisaron desde lejos el resplandor del incen-
120
121

,
dio, y corrieron a apagarlo. Llegaron tarde. Y al
mirar por la puerta abierta del templo hecho una as-
cua, se estremecieron, porque adentro estaba el sa-
cerdote del Sol, siempre inmóvil, r1gido, ardiendo
los encarnados ropajes, bailándole en torno al ros-
tro impasible las llamas de la barba.
y desde las alturas de Iracá vieron los conquis-
tadores cómo consumía el fuego el templo más
magnífico de la tierra del Chibcha. y decían las
gentes de Sugamuxi que el templo había ardido XXI
por espacio de muchas lunas, pues recia como la
piedra era la madera de que estaba construidol'? . El fin del principado
y tántos fueron los tesoros que en Iracá conquis- i
taron los Blancos, que pudieron cargar con ellos a 11
mil y doscientos indios.
y a su regreso a Hunsa, Quesada puso de nue- níenmr el Sugamuxi su templo reducido a pa
vo en libertad a Quemenchatocha. Mas no pudien- W vesas, y despojada su tierra de todos sus
do el orgulloso zaque sobrellevar el oprobio que tesoros, se alió con el Tundama. Los gue-
los extranjeros le habían hecho sufrir, poco tiempo rreros del Tundama eran valientes; no temían a los
después rindió la vida. Hijos del Sol, ni a sus bestias extrañas; peleaban
con denuedo. Porque sabían que de aquella guerra,
o salían vencedores, o perderían cuanto les había
sido. caro hasta entonces.
Tan reciamente atacaron a Quesada esos héroes,
que el conquistador estuvo a punto de ser venci-
do. En medio de un furioso combate rodó de su
caballo y cayó entre sus enemigos.
Pero uno de los suyos lo rescató, y luégo, aun-
que a costa de grandes pérdidas y duros quebran-
tos, logró derrotar a los prfncipes chibchas aliados.
Sin .embargo, el temerario Tundama no .depuso las
122 lUo
armas, y retirándose con sus soldados, se fortificó
Oámeza, determinó tomarla en matrimonio confor-
en los pantanos de Duitama.
me a los preceptos de Nuestro Señor Jesucristo. E
El Sugamuxi, ya que en sus estados dominaba
invitó a las bodas a todos los caciques que le pa-
un jefe invasor, y no teniendo nadá más qué es-
gaban tributo, y a numerosos amigos, de modo que
perar, se abandonó en las manos de sus enemigos,
un inmenso concurso de Muiscas llenó la ciudad
y renunciando a sus dioses, aceptó la religión de
de Hunsa.
los Blancos. De esta suerte vivió muchos años en
paz con los conquistadores, bajo el extranjero nom- Y levantaron sus campamentos en las peladas co-
bre de don Alonso. linas circundantes. Brillaba el valor en sus pupilas,
y sus penachos de mil colores resplandecían bajo
y cuando murió, diéronle ellos sepultura en su
religión, y pusiéronle un epitafio en lengua chib- las fúlgidas miradas de Súa.
cha, que decía: Por aquel tiempo habíase ausentado del país el
astuto Gonzalo de Quesada, dejando el gobierno
Agay quandola iu encomendado a su hermano Hernán Pérez.
Assy quahaia cuhuma Sugamuxi psihipcua paba
Y se hallaban también en Hunsa las gentes de
blysysuca ti cue bisqua sus iho muysca ti Cundina-
federmann, el germano, y las de Belalcázar, a quie-
marca bie puyquy es chie ti quica: sus mague ti chuta
nes incitara la leyenda del príncipe Dorado a em-
sues ma eta muysa aelnesequsqua chies vei Sua pi-
prender larga peregrinación hasta el país que llama-
quihisa. Agadis segascua bi fihisca.
ban Cundinamarca. Empero, tarde llegaron, engala-
El cual en la lengua del Blanco dice: nados Belalcázar y los suyos, con el oro delInca;
cubiertos de girones y pieles, y quebrantados por
, "¡Ay, gran dolor!
la inclemencia de las selvas, el alemán y sus com-
Yace aquí muerto el gran Sugamuxi, el cacique, pañeros.
el padre amante de su pueblo, el mejor hombre de Y a la vista de tanta multitud de indios, alarmá-
Cundinamarea; alegría y honra de su tierra; el ami- ronse mucho, y a Hernán Pérez le hablaron de que
go de los Hijos del Sol; al fin reverenció las luces los Moscas amenazaban con rebelión.
del Sol resplandeciente; Roguemos por su alma".
Entonces el hermano de Jiménez de Quesada pu-
A pesar de todo, ascendió al trono de Hunsa un so en cautiverio al joven zaque, y con él a los ca-
nuevo rey, llamado Aquimlnzaque's". Y el sobera- ciques de Toca, Samaca'P , Turmequé, Motavita130,
no abrazó la fe del Cristo, y recibió el bautismo. Boyacá'" , y Suta132, y a muchos más usaques y
Enamorado 'el, zaque de -una graciosa doncella de señores del reino chibcha; y los condenó a muerte.
124 125
Aquiminzaque era de claro discernimiento y ga- ramente. Y de esta manera manifestó el desdichado
llarda apostura. Cuando le leyeron su sentencia, la que el cacique le ordenó que hablara a los Blancos:
oyó en ademán arrogante, y con voz firme y dig- "Anda, díles a esos intrusos que de igual suerte
nidad de rey contestó: "Decid al capitán mayor que he de ponerlo s a ellos, y a quienes detrás de ellos
de más a más le debo este beneficio que hoy me vengan; y que de los cueros de sus caballos haré
hace de arrebatarme la vida, y que pues me hizo paveses para mis hombres, y collares para mis mu-
cristiano cuando me quitó este reino temporal, no jeres de los dientes de sus soldados".
me apresure tanto la muerte, que por su culpa pier- Eso dijo el Tundama. Mas aún no conocían los
da el eterno". Blancos cuán inmenso era su arrojo.
y por vez postrera confesó el príncipe la fe del Muchas y muchas veces hubieron los conquista-
Cristo. dores de retirarse ante los formidables ataques del
y en la plaza pública de la ciudad, en la presen- Tundama. Empero también debía sonar la hora fi-
cia de todos sus súbditos y vasallo s, le hizo Her- nal del valeroso cacique. Mientras deliberaban los
nán Pérez de Quesada al último rey de Hunsa la extranjeros de cómo lograrían destruírlo, el mutila-
afrenta de mandarlo decapitar por mano del verdugo. do se lo entregó, revelándoles un sendero por don-
Entre tanto el temerario Tundama seguía pelean- de pudiesen sus bestias incontenibles atravesar los
do por su libertad. fortificado en su isla de Duita- pantanos.
ma, a la cual circundaban extensos pantanos, don- Así fue como el infatigable Tundama se vio obli-
de nada habían de temer él ni los suyos de las po- gado a doblar la cerviz bajo el yugo, y a pagar
tentes bestias de los Hit?s de Súa, largo tiempo tributo a sus aborrecidos contendores.
prolongó les la guerra a los invasores el más valien- y un día a la puerta del palacio real, uno de los
te de los príncipes chíbchas. jefes extranjeros, de nombre Maldonado, pesaba el
Empero, con los conquistadores se hallaba un oro del tributo, y encontrándolo escaso, interrogó
súbdito del Tundama, que en su pecho albergaba al príncipe por qué no traía mayor cantidad.
odio sombrío contra su señor, que lo había hecho El príncipe dejó vagar la mirada henchida de des-
mutilar en la forma más espantable. Estando los precio por encima de su enemigo, sobre las grises
Blancos acampados en Iza, había venido hasta ellos, techumbres de su ciudad, que yacían melancólicas
bañado en sangre, cortadas las orejas y la nariz y bajo la claridad de Súa; sobre el barullo que en las
la mano izquierda. Dijo que por haber aconsejado calles armaban esos soldados cubiertos de acero,
al Tundama que hiciera la paz con los Hijos de Súa, tan extraños a él, tan odiados de su alma; y con-
su soberano, enfurecido, lo había maltratado tan du- testó con aspereza.

126 127
Ardió en cólera Maldonado, y tomando el marti-
llo con que golpeaba el oro, lo descargó sobre la
cabeza del rey ... Muchas lágrimas hubo en Duita-
ma por el grande adalíd'?". .
Sucedióle en el trono, según la antigua ley, su
sobrino, a quien bautizó con el nombre de Juan el
primer arzobispo del Nuevo Reino, fray Juan de
los Barrios; y fue vasallo leal del rey que reinaba
desde la tierra lejana.
y sin embargo hiciéronle padecer un oprobio im-
borrable. Habiendo entrado en sospecha Cortés de
Mesa, el oidor, de que el joven príncipe tenía su
tesoro oculto, por no parecerIe bastante el tributo
que le pagaba, lo mandó aprisionar, y por el me-
dio más desusado, pretendió forzarIo a descubrir el
escondite de sus riquezas.
Hízole despojar de sus pintados ropajes. Mandó-
le atar las manos a la espalda. Del cuello le sus-
pendieron una soga. Y en tal guisa condujeron los
sayones del oidor al príncipe, por las calles de su
ciudad capital, como al peor de los criminales.
y desde el montículo en que se levantaba su al-
cázar, presenciaban el triste espectáculo sus vasa-
1I0s, mientras abajo, en las' calles, el pueblo apartaba
el rostro por no mirar a su señor en la hondura
de su ignominia. Y de nuevo lo encerraron los inva-
sores en la prisión.
Mas cuando vinieron a escuchar de sus labios la
confesión del lugar donde estaba oculto el tesoro,
hallaron al príncipe Tundama colgado por su pro-
pia mano de las vigas de su mazmorra'é".

De esta manera se extinguió el principado del


pueblo chibcha.
128

SIGNIFICADOS DE NOMBRES CHIBCHAS


y OTRAS ACLARACIONES

TITULO--Chigys Mle, cosas pasadas.


1. Súa, el sol; Súa mena, la mañana; Súa meca, el mediodía;
Sasca, después de mediodía.
2. Chía, la luna; Sa, la noche.
3. 1guaque, con el compañero.
4. Hunsa (hoy Tunja) proviene de Chunso, joya. alhaja, dá-
diva.
5. Bachúe, senos afuera (símbolo de la fecundidad).

f 6.
7.
Chiminigagua, hijo del principio.
Furachogue (o tal vez mejor Fuchachogue), buena mujer. En
la lengua chibcba no existía el sonido r vibrante; pro-
bablemente el que los españoles representaron vacilantes
unas veces con la letra r y otras con el dígrafo ch, era
un sonido Iinguo-paladial silbante, similar al que aún se le
da en Bogotá a la r seguida de i o al de cierta r checa.
8. lracá (o Lzacá, o lbacá), herida real, o, sangre real. Tam-
bién se llamó esa región Sugamuxi (V. 21), hoy Sogamoso,
9. Ramiriqui, tierra blanca.
10. Huan es probablemente lo mismo que Guan, elevado, por
tanto puede ser «la fiesta de 10 alto s .
11. La chicha es aún hoy la bebida popular, de gran consumo
entre el pueblo en Colombia.
12. La yuca y la arracacha, tubérculos semejantes a la papa o
patata, continúan figurando entre los principales artículos
1) alimenticios, no sólo del pueblo, sino de todas las clases
sociales en Colombia.
J
l29
13. Frutas tropicales, todas muy perfumadas. 38. Zipa significa lo mismo que zaque, pero era el título de
14. Se sabe que los indios trabajaban las famosasminas de esme- los soberanos de Bacatá.
raldas de Muzo y Somondoco. 39. Guasca (o Guásuca), falda del cerro.
15. Bacatá, fuéra de la labranza. 40. Ubaque (originalmenteEbaque o Ybaque), sangre del bosque,
16. Bochica, probablemente, regio manto de luz, o de la madera.
17. Nemierequeteba, el maestro de los tejedores: 41. Muequetá, campo de labor, labranza.
18. Xúe, señor. 42. Cajicá, fortaleza de piedra.
19. Cota, cosa ondeada, crespa, rugosa. 43. Las esposas de los zipas se llamaban Tygui. Los grandes so-
20. Nompaném, probablemente, vaso de león. beranos, como el zaque, el zipa, llegaron a tener hasta
21. Sugamuxi, el desaparecido. 300 mujeres.
22. Iza, llaga. 44. Busbanzá, exento de gravamen, o, libre de carga.
23. Huitaca, bajo el poder de ella. 45. Gámeza, intacto.
24. Chibchachum, el apoyo del Chibcha. 46. Toca, boquerón, desfiladero.
25. Tequendama equivale a "precipitarse acá". 47. Pesca (o Fihisca), aliento, espíritu.
26. Chuchabiba, el señor de los aires. 48. Tobazá, sin nubes.
27. Chaquén, el mancebo del vigor. 49. Firavitova, cuántas nubes.
28. Nencatacoa, según su etimología,dios del placer; llamado tam- 50. Tundama, a mí el tributo.
bién Fu, uno de los demonios. 51. Bumangay, la carga de la madre, o, señora.
29. Guahaioque, señal del muerto. 52. Se acostumbró también llamar a los soberanos y señores
30. Especie de seminario. chibchas por el nombre de sus respectivos pueblos, así:
31. Cacique es voz caribe que significa príncipe. Los conquista- el Firavitova, el Hunsa, el Bacatá, etc.
dores españoles la adoptaron para designar a todos los 53. Hunsahúa, el señor de Hunsa.
los reyes y señores de tribus indígenas de América. En 54. Chipaiáe, la labor de nuestro padre.
chibcha se decía Psihipcua. 55. Este pantano, que existe cerca de Tunja, se conoce hoy to-
32. Los príncipes y los nobles vestían ropajes pintados, lo cual davía desde la conquista, con el nombre de "Pozo de
estaba prohibido a la gente .común. Donato".
33. Guatasita, el extremo de la cordillera. 56. Susa, paja blanca.
34. Especie de taza o vaso semiesférico hecho de la mitad 57. El salto de Tequendama.
de la fruta del totuma, planta de la familia de las 58. Desde entonces le fue permitido al zaque desposarse con sus
bignoniáceas; su uso está muy extendido entre el pueblo hermanas.
de Colombia. 59. Sutatausa, tributo del soberano.
35. Planta enredadora que produce unas frutas agridulces muy 60. Fúquene, el lecho del demonio.
sabrosas. 61. Muzo (probablemente, Munsúa), el sol al otro lado. Muzo
36. Zaque, algo así como rey, gran señor. Título de los sobe- está al occidente de Fúquene.
ranos de Hunsa. g2. Somondoco, el ojo del sol al otro lado.
37. Chía, además de ser el nombre de la luna, lo era también 63. El tunjo, o con más propiedad, chunso (V. 4), era un pe-
de un pueblo en la Sabana. queño objeto en figura de hombre, animal, o utensilio,

130 131
que los indios hacían de oro o de barro, y ofrendaban a 86. CáquezCf' no hay pelea.
sus divinidades. 87. Tena, tierra baja.
64. Juego popular que consiste en tocar una meta dada con un 88. Zipacon, el lamento del zipa.
tejo o pequeño disco que se lanza desde cierta distancia; 89. Faeatativá, fortaleza de la frontera.
es también el nombre de un lugar (V. 99). 90. Sopó, guerra.
65. Meicuchuca, posiblemente, tres orejas. 91. Nemequene, fuerza de león
66. Arbusto de la familia de las eritroxíleas, cuyo alcaioide es la 92. Tisquesusa parece por su etimología que significa " canción
cocaína. Los indios atribuían virtudes especiales y sobre- del bosque de Susa",
naturales a sus hojas, que mascaban, y mascan aún, 93. Guecha, mancebo que mata.
~
para aplacar el hambre, adormeciéndose los intestinos con 94. Tibocuy., capitán de los orfebres.
su jugo. \ 95. N emocón, el lamento del león.
67. El río Funza, hoy, Bogotá. 96. Estas salinas son trabajadas activamente todavía hoy.
68. Esta es la leyenda que dio origen a la fantasmagoría del Do- 97. Coyaima, plaza de mercado.
rado en los siglos XVI y XVII. 98. Zorocotá, camino largo y áspero.
69. Guachetá, la labranza del mancebo. 99. Turmequé, posiblemente, feria (V. 64).
70. Zipaquirá, la ciudad del zipa. 100. Los mercados de los Chibchas se desarrollaban sin gritos;
71. Chiquinquirá, la ciudad de los jeques o sacerdotes. con excepción de las fiestas, jamás alzaba este pueblo
72. Moniquirá, la ciudad al otro lado.
73. Cundinamarca, donde mora el condor. l la voz.
101. Gachanzipá, el duelo del zipa.
74. Sólo con licencia del soberano podían los Chibchas cazar ve- 102. Tocanzipá, el gozo del zipa.

75.
nado, o comer su carne.
Tomagata (o Fomagata), el fuego del demonio.
( 103. Ubaté (antiguamente Ebaté o Ybaté), sangre vertida, o, cam-
po de sangre.
76. Según Duquesne, el año chibcha se componía de 20 y 37 104. Simijaea, pluma de la lechuza.
lunas. 105. Chiguachi (hoy Choaehí), el eco o reflejo de la luna.
77. Garanehaeha, a juzgar por sus elementos, parece que signi- 106. Quemenehatoeha equivale a " el gran señor de la altura".
fica "hecho hombre". 107. Choconiá, plantío (o labranza) en el Páramo.
78. Paipa, probablemente, padre. 108. Arbusto solanáceo, cuyas flores rojas, blancas, o amarillas,
79. En otras regiones del territorio chibcha había la costumbre dan un zumo embriagador. Todavía hoy al lado de cada
de apagar el fuego del hogar del deudor, y no permitir choza de indios se alza un borrachero, y se cree que quien
que se le volviera a encender hasta que fuese satisfecha duerma una noche al pie de alguna de estas plantas pier-
la deuda.
80. Saguanmachica parece que, según sus elementos, significa
i de la razón.
109. Cucunubá, aroma de las flores.
"al fin la luna domina a la noche". 110. Furatena, según el P. Simón, alta mujer; según Uricoe-
81. Pasea, fortaleza, castillo. chea, jura, mujer, tena, baja. Parece más bien que en el
82. Fusagasugá, posiblemente, la mujer que se oculta. dialecto de los Muzos significaba esta palabra "hombre
83. Uzatama, por su etimología, "un par de nidos". y mujer".
84. Michúa, el otro señor. 111. Este jeque fue uno de 103 más tenaces opositores al cristia-
85. Usme, vuestro nido. nismo; sin embargo, acabó por convertirse, y murió de

13Z' . 133 .
sacristán en una de las parroquias fundadas por los espa-
ñoles. ni rescate, ni de otra manera, no se pueda hacer esclavo
112. Tiniacá, posiblemente, pluma baja. Indio alguno, sino que sean tratados como personas libres
113. Gachetá, el campo de penas. _ y como vasallos Reales que son de la corona de Castilla.
114. Buzongote era 'una poderosa fortaleza hecha de barro y ma- "Que ninguna persona se pueda servir de los Indios por
dera muy recia, para los indios destructiblesólopor el fue- vía de naborias ni de otro modo alguno, contra su vo-
go. En su interior había numerosos aposentos, que al luntad.
acercarse los conquistadores, fueron colmados de macanas,
"Que las Audiencias, llamadas las partes, sin tela de
hondas, tiraderas, arcos, flechas, y dardos; en otros pu-
sieron los naturales además grandes cantidades de friso- juicio, sola la verdad sabida, pongan en libertad a los
les, maíz, papas, y vituallas de toda clase. Indios que fueren esclavos, si las personas que los tuvie-
115. Hoy todavía se le conoce con el nombre de ,"Cercado del sen no mostrasen título cómo los poseen legítimamente;
zipa", y que las Audienciaspongan personas de diligencia que
116. Alonso Domínguez. hagan la parte de los Indios, y los paguen de penas de
117. Saquesaxz'guaparece, por su etimología, que significa: "No cámara.
es el zaque, ¿quién es?" "Que los Indios no se carguen, y si en alguna parte no
se pudiese excusar, sea la carga moderada, sin peligro
118. Usaque, noble, señor principal. El zipa era el usaque de los
usaques. de su vida y salud, y que se les pague el trabajo y lo
119. Bosa, aquí en derredor. También significaba el número 2. hagan voluntariamente.
"Que ningún empleado del Rey ni los monasterios,
120. Quiximinpaba, posiblemente,el padre más grande. En el tex-
to aparece por error Quixinimpaba. religiones, hospitales, cofradías, etc., tengan Indios en-
121. Quixinimegua, posiblemente, el señor del oro. comendados, y que los que tuvieren, luégo sean puestos
122. Tocarema (hoy Tocaima), el boquerón del cambio. en la corona real, y aunque digan que quieren dejar los
123. Bojacá, Moja real. oficios y quedarse con los Indios no les valga.
124. Por estas crueldades fue castigado Quesada con un año de "Que a todas las personas que tuvieren Indios sin te-
destierro, y con la suspensión de su cargo de Adelantado ner títulos, sino que por su autoridad se han entrado en
por cinco años. A poco tiempo, sin embargo,recibió gra- ellos, se los quiten y pongan en la corona.
cia de indulto, "y porque se ha entendido que los repartimientos da-
dos a algunos son excesivos, las Audiencias los reduzcan
En virtud de una vehemente protesta.que en 1542 diri-
gió Fray Bartolomé de las Casas al rey Carlos V, se a una honesta y moderada cantidad, y los demás se pon-
promulgaron las siguientes ordenanzas en favor y en de- gan en la corona, sin embargo de cualquiera apelación,
fensa de los indios: y a los primeros conquistadores que no tienen reparti-
"Que las audiencias tengan particular cuidado del buen mientos se les den entretenimientos en los tributos de los
tratamiento de los Indios, y cómo se guarden las orde- Indios que se quitasen.
"Que mereciendo los encomenderos ser privados de sus
nanzas hechas en su favor, y castiguen los culpados, y
repartimientos por los malos tratamientos hechos a los
que no se dé lugar a que los pleitos entre Indios y con
ellos, se hagan pleitos ordinarios, sino que sumariamente Indios, se pongan en la corona real.
se determinen guardando sus usos Y costumbres. "Que por ninguna vía ni causa, ningún Visorrey, Au-
diencia, ni otra persona pueda encomendar Indios, sino
"Que por ninguna causa, de guerra, rebelión u otra,
que en muriendo la persona que tuviese los dichos In-
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dios, sean pues tos en la corona real, y si entretanto pa-


reciese por los servicios del muerto que conviene dar a
la mujer e hijos algún sustentamiento, lo puedan hacer
las Audiencias de los tributos que pagaren los Indios.
"Que las Audiencias tengan mucha cuenta que los In-
dios que se quedaren y vacaren sean bien tratados y
doctrinados en las cosas de nuestra Santa Fe católica.
"Que los que están descubriendo hagan la tasación mo-
derada de los tributos que han de pagar los Indios, te-
niendo atención a su conservación, y con el tal tributo
se acuda al encomendero; de manera que los Castellanos
no tengan mano, ni entrada, ni poder con los Indios, ni
mando alguno, y que así se estipule expresamente en todo
nuevo descubrimiento". (Acosta).
125. Este nombre fue dado por Quesada a la Sabana o valle de
Bacatá, por la impresión que, al divisarlo por vez prime-
ra, le causaron las numerosas viviendas de los naturales
que cubrían la Sabana, rodeadas de cercados de barro y
madera pintada, y las de los principales con un elevado
poste rojo en una esquina, de tal modo que parecían
otros tantos castillos.
126. En Tunja, sólo, se apoderaron de 1815 esmeraldas, entre las
cuales había varias de subido valor. En el botín de oro
que recogieron allí mismo figuraba una urna :de oro, en-
gastada de esmeraldas, en la que se conservaban los hue-
SOS de un antepasado.
127. Piedrahita dice que ardió por espacio de cinco años
128. Aquiminzaque, probablemente, el rey resplandeciente.
129. Samacá, detened la noche, o, enemigo real.
130. Motaoita, el fin de la oscuridad, u, oscura cadena del trabajo.
131. Boyacá, su manto real.
132. Suta, soberano.
133. Por este crimen fue castigado Maldonado con la deposición
de su empleo y la confiscación de sus bienes. Más tarde,
sin embargo, se le indultó y se le restableció en sus pri-
vilegios.
134. Por éste y otros delitos, Cortés de Mesa fue decapitado, al-
gún tiempo después, en Santa Fe de Bogotá, capital del
Nuevo Reino de Granada.

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