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LUJAN IUALE
Lic. en Psicología y Magister en Psicoanálisis (UBA). Docente universitaria (UBA, UCES) Investigadora
UBACyT. Directora del Proyecto: Formas Clínicas de la Homosexualidad Femenina: Histeria,
Perversión y Femineidad (UCES).Autora de Detrás del espejo. Perturbaciones y usos del cuerpo en el
autismo (2011) y de diversas publicaciones científicas. Co-autora de Posiciones perversas en la
infancia (2012) y Sentir de otro modo. Amor, deseo y goce en la homosexualidad femenina (2014).
mlujaniuale@gmail.com
LUCIANO LUTEREAU
Lic. en Psicología, Lic. en Filosofía y Magister en Psicoanálisis (UBA). Docente universitario e
Investigador (UBA, UCES). Autor, entre otros libros, de Lacan y el Barroco, Hacia una estética de la
mirada (2009), La forma especular. Fundamentos fenomenológicos de lo imaginario en Lacan (2012),
Los usos del juego. Estética y clínica (2013) y de diversas publicaciones científicas. Co-autor de
Posiciones perversas en la infancia (2012) y Sentir de otro modo. Amor, deseo y goce en la
homosexualidad femenina (2014).
llutereau@gmail.com
SANTIAGO THOMPSON
Lic. en Psicología y Magister en Psicoanálisis (UBA). Docente universitario (UBA). Investigador
UBACyT. Co-director del Proyecto: Formas Clínicas de la Homosexualidad Femenina: Histeria,
Perversión y Femineidad (UCES). Autor de La sugestión analítica. Construcción de un concepto
freudiano (2011) y de diversas publicaciones científicas. Co-autor de Posiciones perversas en la
infancia (2012) y Sentir de otro modo. Amor, deseo y goce en la homosexualidad femenina (2014).
santiagothompson@gmail.com
Resumen
Nos proponemos realizar un abordaje de la llamada “homosexualidad femenina” considerándola no
como un campo homogéneo que respondería a una determinada posición sexuada, sino un término
bajo el cual se pueden hallar modos diversos de asumir la sexuación que exceden a la elección de
objeto. En sentido, distinguimos tres respuestas posibles: la primera, en relación a una modalidad
histérica; la segunda, asociada a la recusación perversa, y una tercera respuesta que apunta a indagar
cómo se presenta lo femenino en la homosexualidad femenina. Las tres modalidades se declinan en
función de su relación al falo: con el falo en la histeria, en desafío al falo en la perversión, y más allá
del falo en la posición propiamente femenina.
Palabras Clave
Homosexualidad femenina – posición subjetiva – sexuación.
Abstract
We pose an approach of the so called “female homosexuality” by considering it not as a homogeneous
field that would respond to a certain sexuated position, but as a term under which we could find several
ways to assume the sexuation, that exceed the election of the object. Thus, we distinguish three
possible responses: the first one, in relation to a hysterical modality. The second one, associated to the
perverse rejection. And the third response aims to investigate how the feminine develops in female
homosexuality. All three modalities are inclined towards their relation to the phallus: with the phallus in
the hysteria, challenging the phallus in the perversion, and beyond the phallus in a female position.
Key words
Female homosexuality – subjective position – sexuation
Resumo
O propósito é realizar uma abordagem da chamada “homossexualidade feminina”, sem considerá-la
como um campo homogêneo que responde a uma determinada posição sexuada, mais como um
termino sob o qual se podem encontrar diversos modos de assumir a sexuação que excedem à eleição
do objeto. Nesta via, se podem distinguir três respostas possíveis: a primeira em relação a uma
modalidade histérica, a segunda associada à recusa perversa e a terceira resposta aponta a indagar
como se presenta o feminino na homossexualidade feminina. As três modalidades declinam-se em
virtude de sua relação com o falo: com o falo na histeria, desafiando ao falo na perversão, e além do
falo na posição propriamente feminina.
Palavras-chave
Homossexualidade feminina- posição subjetiva- sexuação
Introducción
La homosexualidad femenina ha sido un interrogante persistente en el campo psicoanalítico.
Sin embargo, las preguntas que ha despertado han sido poco desarrolladas o demasiado sesgadas. Ya
Freud en “Tres ensayos de teoría sexual” (1905) hacía alusión a “las invertidas”, aseverando que en
ellas las metas sexuales podían ser varias, dando cuenta así de la pluralidad en cuanto a los modos de
satisfacción; y agregaba que “las invertidas activas” solían tener rasgos somáticos y psíquicos viriles.
La elección de objeto estaba sesgada por una particularidad: buscaban objetos con rasgos femeninos.
Por otro lado, señalaba que podía tratarse de una inversión absoluta u ocasional y distinguía diferentes
posiciones subjetivas respecto del mismo fenómeno:
“Los invertidos muestran, además, una conducta diversa en su juicio acerca de la
particularidad de su pulsión sexual. Algunos toman la inversión como algo natural, tal como el normal
considera la orientación de su libido, y defienden con energía su igualdad de derechos respecto de los
normales; otros se sublevan contra el hecho de su inversión y la sienten como una compulsión
patológica” (Freud, 1905, 124-125).
A esta primera aseveración es preciso sumar una segunda: la que distingue posición sexuada de
elección de objeto. En 1920 lo expresa del siguiente modo:
“La bibliografía sobre la homosexualidad no suele distinguir con nitidez suficiente el problema de la
elección de objeto, por un lado, y el del carácter y la actitud sexuales, por el otro, como si la decisión
sobre uno de esos puntos se enlazara necesariamente con la decisión sobre el otro. Pero la
experiencia muestra lo contrario: un hombre con cualidades predominantemente viriles, y que exhiba
también el tipo masculino de vida amorosa, puede, con todo eso, ser un invertido con relación al
objeto, amar sólo a hombres, no a mujeres. Un hombre en cuyo carácter prevalezcan de manera
llamativa las cualidades femeninas, y aun que se porte en el amor como una mujer, en virtud de esa
actitud femenina debería estar destinado al varón como objeto de amor; no obstante, muy a pesar de
eso, puede ser heterosexual y no mostrar hacia el objeto una inversión mayor que una persona normal
media. Lo mismo vale para las mujeres; tampoco en ellas carácter sexual y elección de objeto
coinciden en una relación fija. Por tanto, el misterio de la homosexualidad en modo alguno es tan
simple como se propende a imaginarlo en el uso popular: Un alma femenina, forzada por eso a amar al
varón, instalada para desdicha en un cuerpo masculino; o un alma viril, atraída irresistiblemente por la
mujer, desterrada para su desgracia a un cuerpo femenino.” (Freud, 1920, 162-163).
Nos interesa resaltar aquí el modo en que Freud pone el énfasis en “problematizar” más que en reducir
la cuestión a una entidad única basada en un simple binarismo, complejizando el problema.
Esta misma lógica parece presentarse cuando comenzamos a escuchar en la clínica o en diversos
testimonios mujeres que se presentan como homosexuales. Si bien el término pareciera englobar un
grupo homogéneo, rápidamente es posible recoger una serie de diferencias respecto del modo en el
cual asumen la sexuación, la elección de objeto, la relación al deseo y el goce, así como también el
modo en que conciben el lazo amoroso.
Es a partir de esta encrucijada clínica que comenzamos a pensar la homosexualidad femenina como
una diáspora que reúne bajo ese nombre, posiciones muy diferentes.
Si la sexuación implica la relación peculiar del ser hablante con el Otro sexo, no podemos dejar de
interrogar las particularidades que ésta cobra en un fenómeno tan vasto como la homosexualidad
femenina.
Consideramos que una investigación minuciosa de este tema puede ser de interés no sólo para el
psicoanálisis sino también para los estudios de género, y puede abrir también a intersecciones con
otros campos del saber (estudios sobre nuevas formas de lazo social, neo-parentalidades, etc.) que
conforman temas importantes de discusión en la sociedad actual.
Planteo del problema
Freud entiende la homosexualidad femenina en el marco del complejo de Edipo y en torno a la figura
pregnante del padre. Un ejemplo paradigmático de esta interpretación es el caso de la joven
homosexual, en el cual sitúa el viraje que acontece desde el deseo de recibir un hijo del padre al
cortejo amoroso de la dama.
Por su parte, Lacan dedica tres clases del Seminario 4 a tratar las particularidades de este caso,
pivoteando todo el tiempo entre dos referencias: Dora y la joven homosexual. En ambas pone en el
horizonte una elección de objeto homosexual: en Dora ese lugar lo encarna la señora K.; en la joven
homosexual, la dama de dudosa reputación. Sin embargo, la posición sexuada es diferente en una y
en otra. Lacan no deja pasar la oportunidad para poner el énfasis sobre dos versiones del padre: por
un lado, la del padre impotente de la histérica y, por el otro, la del padre portador de falo y potente de la
joven homosexual, a la cual deja del lado de la “perversión” (entre comillas –dice Lacan– por
sostenerse en una degradación del padre, a quien corre de su función simbólica para dejarlo reducido
al padre imaginario).
Por otro lado, está claro que la relación con la mujer no es la misma. Dora alaba el cuerpo blanco de la
señora K. y no tiene más que palabras amorosas hacia ella en tanto encarna un enigma: ¿qué es ser
una mujer? Y se encuentra dividida entre la identificación viril y lo femenino por excelencia hacia lo cual
se dirige. La histérica está del lado macho de las fórmulas de la sexuación pero para dirigirse al otro
campo, lugar donde se aloja la dimensión de la causa y la ausencia de significante.
En la joven homosexual no hay una pregunta por lo femenino, sino que se dirige a la dama para
demostrarle al padre algo que ella sabe. Tiene la cifra respecto de cómo es posible amar a quien no lo
tiene, parapetándose en una identificación con el padre que le permite detentar el falo como absoluto.
Lacan ubica así que en la vertiente del amor poco importa la satisfacción: incluso cuanto más
inaccesible, más reduplica su apuesta. En este sentido, se afirma que de lo que se trata es del amor
cortés donde la joven en posición viril exalta a la dama, la cual por cierto estaba bastante denigrada en
tanto era una mujer mundana. Es un amor que “apunta muy precisamente a la no satisfacción” (Lacan
1956-57,111). Desde la servidumbre se vuelve devota de la dama, sosteniendo así un amor ideal. De
hecho, en el Seminario 10 la llamará “la caballera de Lesbos” (Lacan 1962-63,123) y sostendrá que
ama como un hombre.
Si en Dora el deseo se estructura en torno al deseo del padre y, desde allí, se dirige a la Sra. K en
tanto enigma de la femineidad; en la joven homosexual lo que se desea “está más allá de la mujer
amada” (Lacan, 1956-57, 112). Lo que se busca es precisamente lo que falta, “es el objeto central de
toda economía libidinal –el falo” (Lacan, 1956-57, 112). Lacan va incluso más lejos al afirmar que en
este caso de lo que se trata es de “la promoción del falo, en cuanto tal, al lugar del a” (Lacan, 1962-63,
126).
Asimismo, en “Ideas directivas para un Congreso sobre homosexualidad femenina”, Lacan dedica un
apartado a la homosexualidad femenina y el amor ideal. Trae una comparación entre la perversión en
el hombre y en la mujer, señalando la ausencia de fetichismo en esta última. Sin embargo, no deja de
enlazar dicha posición perversa con una relación peculiar al falo, que en la joven homosexual veíamos
jugarse en torno al niño real. Por esta vía, Lacan vuelve al amor cortés como aquel que se “jacta de ser
el que da lo que no tiene”. De este modo, formula una crítica a Jones –quien señalaba que la
homosexual elige su objeto incestuoso por encima de su sexo–. Para Lacan no hay un rechazo al
propio sexo, lo que no es aceptado “es que ese objeto solo asuma su sexo a costa de la castración”
(Lacan, 1960, 714). Así afirma, entonces, que en todos los casos de homosexualidad femenina, incluso
en aquellos inconscientes, “es a la femineidad a donde se dirige el interés supremo” (Lacan, 1960,
714). De esta manera, comienza a organizar un cuadro donde el amor se presenta bajo la forma del
amor cortés y el goce se especifica en tanto el sujeto se dedica al “goce de su compañera”. Se destaca
en este artículo, además, la presencia del hombre como “testigo invisible”. Por último, en este apartado
rompe la soldadura con el falo al plantear a la sexualidad femenina como un “goce envuelto en su
propia contigüidad” y que se realiza “a porfía del deseo que la castración libera en el hombre dándole
su significante en el falo” (Lacan, 1960, 714). Deslizamiento curioso entre la homosexualidad femenina
y la sexualidad femenina que habremos de interrogar en esta investigación.
Demos un paso más. El Seminario 20 introduce una lectura novedosa de la sexuación, la cual vuelve a
poner en el centro la función del padre, pero ahora en tanto deseante.
La sexuación implica posicionarse del lado macho o del lado femenino, derivando el ser hablante
posiciones diferentes respecto de lo que se vuelve el Otro sexo respecto del falo; es decir aquello que
es “hetero” por excelencia. De un lado, las cosas se ordenan alrededor del todo como lo que hace
conjunto; del otro rige el no-todo, lo que no hace conjunto. Lacan recurre a los místicos y a las mujeres
para dar cuenta de la presencia de un goce más allá del falo, en conexión directa no ya con el falo
como inscripción de la falta, sino con lo que falta como inscripción. Así hombres y mujeres pueden
tener posiciones diversas: una mujer puede posicionarse virilmente (tal es el caso de la histérica y de
la homosexualidad femenina como perversión); y un hombre, en cambio, puede estar en una posición
femenina (como es el caso de Juan de la Cruz).
Es a partir de aquí que surge un nuevo interrogante. Si la homosexualidad femenina está interesada en
lo femenino y allí a donde se dirige: ¿no es posible pensar un modo de lazo amoroso entre mujeres
que no sea a porfía del hombre, ni desmintiendo la castración? ¿Podemos afirmar un tercer modo de
posicionarse en la homosexualidad femenina donde no se intente provocar un cortocircuito en la
apertura que se abre entre la causa y el significante de la falta en el Otro?
Si seguimos a Lacan en El Atolondradicho (1972) está claro que allí deconstruye la noción de
homosexualidad como aquella elección de objeto sostenida en lo igual, en la medida en que señala
que las mujeres que aman a otras mujeres son en verdad heterosexuales. Dice:
“Llamamos heterosexual, por definición, a lo que ama a las mujeres, cualquiera sea su propio sexo.”
(Lacan 1972, 491).
2. Objetivos específicos
1)Rastrear en la bibliografía psicoanalítica los modos en que es abordada la homosexualidad
femenina.
2)Sistematizar los aportes producidos por Freud, Lacan, la escuela inglesa y otros autores lacanianos.
3)Revisar una serie de casos o testimonios publicados que puedan contribuir al esclarecimiento de
nuestra hipótesis.
Hipótesis
Consideramos que la homosexualidad femenina puede abordar al Otro sexo desde tres
posiciones diferentes:
1)Una inscrita del lado de la histeria. La histérica, entonces, sostenida en el lado macho de las
fórmulas de la sexuación, aborda a otra mujer bajo la premisa del saber. Su posición está comandada
por la pregunta: ¿qué es ser una mujer?
2)La segunda, a través de la perversión: se dirige a la mujer para demostrar que sabe cómo
hacerla gozar, más allá de lo que cualquier hombre podría en tanto no está marcada por la
detumescencia del pene. Allí no se trata de deseo sino de imperativo de goce donde la escena
perversa se monta teniendo como destinataria a la mirada del hombre como tercero excluido.
3)La tercera es la que podríamos llamar estrictamente femenina: mujeres que posicionadas del
lado femenino de las fórmulas de la sexuación se vuelven causa de deseo para otras, sosteniendo la
hiancia entre el falo y el significante de la falta en el Otro. No sería a porfía del hombre, sino sostenidas
en un lazo amoroso que no se soporta en el narcisismo, sino en un ética de lo hetero.
Metodología
Esta investigación se propone de tipo exploratoria, dado que el tema a investigar ha sido poco
trabajado. No consideramos que sea preciso partir de una división tajante entre lo empírico y lo
conceptual, por el contrario, adherimos a la idea de que la teoría sin clínica se vuelve especulación o
dogma, y que la clínica sin teoría se torna en un empirismo sin fundamento (Rubistein, 2003, 14)
Partimos de admitir diversos modos de entender la investigación en psicoanálisis que inciden en el
modo en que se construye el objeto de estudio. Hay en nuestro campo un problema epistemológico
que nos atraviesa: No hay “un” psicoanálisis, hay “varios” Es por ello que consideramos significativo el
aporte que hiciera Carlo Ginzburg, al proponer ubicar al psicoanálisis dentro de lo que él llama
“paradigma indiciario”. Este surge como respuesta al paradigma positivista. Nos interesa destacar que
este paradigma indiciario se interesa por la regla, pero no pierde eso que el autor llama “rigor elástico”
(Ginzburg, 1986,163) el cual permite hacer lugar a lo diferente, a lo irrepetible, en definitiva, al
hallazgo. Se soporta en una lectura particular, dirigida por pequeños indicios, los restos de lo
observable a partir de lo cual puede construirse una realidad más compleja. Conjeturamos porque
podemos leer signos, y esas conjeturas habrá que ponerlas a prueba en la clínica misma (Iuale, L,
2008). En este sentido, la construcción del caso sigue la misma lógica: se trata de la construcción que
hace el analista en tanto está incluido por la transferencia en el dispositivo mismo. Adriana Rubistein se
pregunta cómo construir el caso y cómo utilizarlo en el marco de la investigación, sin renunciar a los
principios mismos del psicoanálisis (Rubistein, 2012, 35). Plantea que la construcción del caso no
puede eludir la posición del analista y del deseo que allí se pone en juego. Así la formalización recoge
la experiencia sin subsumirla totalmente. El caso no es el paciente, sino el relato que un analista
realiza a los fines de formalizar una experiencia. Rubistein retoma el espinoso problema de la
legitimación, y para ello vuelve a Freud quien “no procede nunca con protocolos pseudocientíficos e
insiste reiteradamente en que la investigación psicoanalítica no puede prescindir de sus conceptos y
de su método” (Rubistein 2012, 39) La construcción del caso obedece entonces a diferentes modos
que puede cobrar el relato, según los objetivos con los cuales se lo construye (supervisión,
investigación, etc.) Por otro lado Freud no se limitó a considerar casos únicamente a aquellos que
derivaban de su clínica, sino que, por ejemplo, el historial de Schreber le permite presentar un caso a
partir de las Memorias. El trabajo freudiano, como sugiere Bernardi, puede ser considerado en tal
sentido como una investigación clínica, a la cual adscribimos. La clínica es articulación y tensión entre
la práctica y la teoría.
A los fines de situar nuestro trabajo en relación con las categorías en las que se distingue el trabajo de
investigación, lo situaremos dentro del marco de una investigación clínico-conceptual, en el sentido
antes expresado. Ello en función de que nuestro abordaje del caso no acude al uso de distintas
metodologías para estudiar un mismo fenómeno, (grabaciones, Cámara Gesell, entrevistas con fines
de investigación), ni siquiera de transcripciones literales de entrevistas analíticas, sino por una
elaboración escrita de la experiencia por parte del analista a la que denominamos “caso clínico”. El
caso es entonces no una fuente que responde a un objeto, sino el objeto en sí. El nuestro es por lo
tanto un trabajo exploratorio sobre elaboraciones clínicas que no dejan de ser, en última instancia, una
producción específica; la producción de casos clínicos. En tal producción consiste nuestra casuística.
A partir de lo desarrollado anteriormente propondremos, en cuanto a la casuística:
Orientados por la forma en que Freud utilizaba los materiales, no nos limitaremos a los casos
construidos a partir de tratamientos psicoanalíticos. Trabajaremos con casos propios y publicados, así
como también con testimonios publicados de mujeres que se reconocen como homosexuales.
Queremos dejar en claro que no tomaremos estos materiales como una “muestra” para probar tal o
cual supuesto, sino que haremos un uso particular: simplemente ofertar al lector la posibilidad de
encontrar lo diverso, lo que no hace conjunto cerrado. No vamos en este sentido en pos de obtener
ninguna regla a partir de los casos, sino a poner en juego la singularidad de cada uno y extraer
algunas consecuencias. La vigencia de los historiales freudianos demuestra que un caso puede
contener elementos estructurales que eventualmente nos permitan elevarlo al estatuto de paradigma.
En cuanto al material bibliográfico:
Realizaremos una lectura minuciosa de los autores antes nombrados, intentando delimitar el modo en
que han delimitado la homosexualidad femenina. Interrogaremos los textos formulándonos algunas de
las siguientes preguntas:
a) ¿Consideran a la homosexualidad femenina una categoría clínica?
b) ¿La ubican como tal en términos psicopatológicos?
c) ¿Recurren a operadores conceptuales tales como amor, deseo y goce para dar cuenta de la
homosexualidad femenina o toman otros?
d)¿Encontramos recurrencias en el modo en que los autores proponen leer la homosexualidad
femenina, o hay más bien una heterogeneidad de discursos?
f) ¿Hay una teoría en Freud y en Lacan específicamente, referida al tema o son más bien algunas
líneas de trabajo a desarrollar?
Recorrido posible.
1.La pregunta por lo femenino: Freud-postfreudianos- Lacan.
2.Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina: el complejo de Edipo como
ordenador de la lectura.
3.La joven homosexual: la transferencia como concepto articulador.
4.La homosexualidad femenina en los posfreudianos: la hipótesis de la defensa.
5.El abordaje lacaniano de la homosexualidad femenina.
6.Entonces, la homosexualidad femenina: ¿una categoría?
7.Homosexualidad femenina e histeria.
8.La pregunta por la perversión en la mujer.
9.La homosexualidad femenina frente a la lógica del no –todo. Lo hetero en la homosexualidad
femenina.
Buenos Aires, Diciembre de 2013
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