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es simplemente acoger
el don de una Presencia.
Escuchar,
contemplando,
a Alguien que nos
habla
con lenguaje
de eternidad.
Madre de Jesucristo,
yo no vengo a orar.
No tengo nada que ofrecerte
y nada que preguntarte.
Madre, vengo
solamente
a contemplarte.
Al sexto mes
envió Dios al ángel Gabriel
a una ciudad de Galilea,
llamada Nazareth,
a una virgen desposada
con un hombre llamado José,
de la casa de David.
El nombre de la Virgen era MARÍA.
“Alégrate, llena de gracia,
el Señor está contigo”.
Ella se conturbó por estas
palabras y se preguntaba
qué significaría aquel saludo.
El ángel le dijo:
“No temas, María,
porque has hallado
gracia delante de Dios.
Intimidad de amor,
de comunión profunda
de ser inefable.
Es el silencio de María.
Silencio que se irradia,
en el corazón de la Iglesia
y de cada creyente,
como un buen perfume
o como un eco del canto
que llega desde la otra orilla.
Santa María,
mujer del silencio,
Otra cosa queremos pedirte,
llévanos de nuevo
dulce Madre.
a las fuentes de la paz.
Tú que experimentaste
Libéranos del asedio de las palabras.
el silencio de Dios,
De las nuestras,
no te alejes de nuestro lado
en primer lugar.
en la hora de la prueba.
Pero también de las de los otros.
Santa Maria, mujer del silencio, Cuando el cielo
admítenos a tu escuela. no responde a nuestro grito,
Tennos alejados de los ruidos. y el temor del abandono
Restitúyenos corre el riesgo
el gusto de la contemplación. de hacernos
Persuádenos de que, desesperar, permanece
sólo en el silencio, a nuestro lado.
maduran las cosas grandes En este momento
de la vida: rompe también el silencio
la conversión, el amor, para decirnos
el sacrificio, la muerte. palabras de amor.
Mientras recorres la vida
tú nunca s olo es tás ;
contigo por el camino
S anta María va.