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La bestialidad del hombre trujillista

¿La racionalidad, realmente separa a la humanidad de su naturaleza bestial?


Aquellos monstruos míticos semihumanos y despiadados, ¿son sólo figuras
imaginarías de la literatura fantástica o, ciertamente, también viven entre nosotros?
Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, esboza dentro de su obra La
Fiesta de Chivo la idea de que el hombre bajo un poder desmedido llega a
convertirse en una bestia.
La novela histórica plantea, a través de sus 24 capítulos, la descripción y
narración de la Era Trujillista de la República Dominicana (1930 – 1961); bajo una
línea de investigación profunda, Vargas Llosa logra por medio de tres diferentes
relatos describir la figura del dictador Rafael Leónidas Trujillo, puntualiza al
describirlo por medio de “una mirada que nadie podía resistir sin bajar los ojos,
intimidado, aniquilado por la fuerza que irradiaban sus pupilas perforantes, que
parecía leer los pensamientos más secretos, los deseos y apetitos ocultos, que
hacía sentirse desnuda a la gente”. (Vargas Llosa, 2005: 55)
La contextualización de la obra plantea la narración de los hechos de la
dictadura dominicana en una época convulsa, tensa y con constantes
provocaciones entre las potencias de un orden internacional bipolar (Guerra Fría),
donde el ímpetu de demostrar a “toda costa” (guerras, muertes, asesinatos,
desaparecidos…) qué modelo era “el mejor” hacia revelar la realidad de una
humanidad resquebrajada.
El mundo como el individuo estaban ante una regresión en la llamada
evolución humana; los Estados, en su generalidad en un orden o régimen
internacional, y el hombre, dentro de su colectividad, vivían dentro de un Estado de
Naturaleza (como lo establecerían algunos autores contractualistas) donde el
egoísmo y la búsqueda de la satisfacción privada era imperante y mayor a la de la
comunidad.
La historia era el reflejo de quien la construía, Luis Villoro apunta: “el hombre
piensa, necesita crear un espejo que revele su rostro; ese espejo es la historia. Por
eso la historia es tan inestable, tan lábil y arbitraria a veces como su creador”.
Aquella construcción a nivel macro también se repetía en un nivel más
cercano (particularmente en las dictaduras establecidas en América Latina) y, como
se ha mencionado, Republica Dominicana no fue la excepción. Tal concepción de
que un pueblo débil y desprotegido debía ser guiado por la luz de un mesías
salvador de la desgracia del “tercer mundo” bajo el ideal de quién sí sabía cómo
hacerlo (EE.UU.) imperó en el quehacer social dominicano, hasta que aquel yugo
se desapareciera.
Bajo la conceptualización primordial del mismo Vargas Llosa de la Bestia
política y humana que representaba el dictador Trujillo habría que puntualizar el
hecho de que, el doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de
Madrid, hace una confrontación evidente de cuestionamiento hacia el imaginario
común dominicano, de aquella época, de endiosar a la figura del “excelentísimo”
(“Dios en el cielo y Trujillo en la Tierra”), aquella confrontación bajo la idea ya no de
Dios, sino de un monstruo primitivo.
Según la concepción de Enrique Gil Calvo (sociólogo y catedrático en la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de
Madrid) en su libro Máscaras Masculinas, existen tres tipos de figuras monstruosas
de interacción social: las criaturas malignas, los agentes del mal y aquéllos con
poderes satánicos. Para efectos de esta reseña sólo se hará mención de los dos
primeros.
Dentro de las criaturas malignas, se haya lo el mismo Gil Calvo denomina
monstruo primitivo que no es más que un “hibrido entre animal y persona” donde
aquella monstruosidad semihumana constituye la suma del salvajismo de una bestia
animal y la maldad que sólo puede ser concebida a través de una mente racional
humana (Gil Calvo, 2005:286). Así pues, aquel hombre sin escrúpulos, frívolo y
dominado por sus pasiones lujuriosas se vuelve un monstruo más del sistema.
Debido a que este Monstruo Trujillista basará sus acciones, como lo
demuestra la narración de Vargas Llosa, en las pasiones humanas y decepciones
del pueblo dominicano, aquella bestia infundirá miedo a través del poder concedido,
no sólo a la sociedad en general sino a su cúpula más cercana. Poco a poco el
dictador haría sentir temor, culpa, menosprecio hacia su gente más cercana
mediante la creencia de que todo actuar debía ser basado en el ideal trujillista. En
consecuencia, aquel ideal transformaba, argumentaría Robert Merton, las virtudes
de grupos anti trujillistas en vicios a eliminar “a toda costa”.
De esta manera la idea de que “se estaba haciendo un mal, pero por un bien
mayor” penetró psicológicamente en cada ideal de los hombres que colaboraban
con Trujillo. Ello provocaría que se legitimara, como lo apunta y describe Vargas
Llosa, el uso de la violencia física y la tortura para eliminar a sus adversarios o
buscar que cambiaran de postura.
Así, es posible vislumbrar a lo largo de la obra la influencia del monstruo de
Trujillo que hace que las personas desarrollen los aspectos más oscuros y negativos
de cada uno de los personajes y relatos que estructura Vargas Llosa; Jonny Abbes,
un joven aficionado a libros extraños, se convierte en el principal asesor del S.I.M.
(Servicio de Inteligencia Militar), responsable de las torturas y asesinatos de los
opositores del régimen, Henry Chirinos, brillante abogado con una gran debilidad
por el alcohol, hace uso de su talento para dar legitimidad y marco legal a los
caprichos del monstruo.
Es así como pasamos a la segunda concepción de Gil Calvo, los Agentes del
Mal: “aquellas personas (varones por lo general), que, a pesar de serlo, se
comportan con la maldad de una bestia inhumana, movidos por el ‘lado oscuro’ del
hombre a cargo” (Gil Calvo. 289). Es decir, todas aquellas personas convencidas
de que lo que hacían era “lo correcto” no tomaban en cuenta los daños, directos o
indirectos, que provocaban, pues, estaban cegados por la figura del “salvador
Trujillo”.
Una de las principales afectaciones que construye Vargas Llosa es Urania,
hija de un funcionario de la administración trujillista, que al ser víctima del estigma
de la mujer de la Época Trujillo queda con rencores hacia el género masculino.
Asimismo, aquel poder, desprestigio y tortura (física y psicológica) ejercido por
Trujillo, llevaría a que un grupo de hombres cansados de aquella socavación
buscaran planear la matanza de aquel “Dios pensado inmortal”.
La Era Trujillo fue, según la representación en la obra de Mario Vargas Llosa,
como un terremoto catastrófico para la isla caribeña con daños incontables e
invisibles en la estructura, que poco a poco se derrumbaría, de la sociedad. El
Hipocentro de aquel fatídico sismo fue el general Trujillo con su actuar inhumano y
monstruoso, el Epicentro sería Urania Cabral, aquella chica que sin deberlo ni
temerlo fue una víctima más de una ideología primitiva, y, finalmente, las Réplicas
en menor grado fueron los conspiradores, que sin saberlo cayeron en lo que tanto
criticaban y odiaban con la encomienda de “salvar y liberar al pueblo dominicano”.
Por ello como diría F. Nietzsche es importante que “quien con monstruos
lucha debe cuidarse de convertirse a su vez en uno. Cuando miras largo tiempo a
un abismo, el abismo también mira dentro de ti”.

FUENTES:
 Carreño Cabrejos, Pablo Francisco José (2014). Sismología en La Fiesta del
Chivo de Mario Vargas Llosa (tesis de licenciatura), Florida Atlantic
University, Florida, EE.UU.
 Gil Calvo, Enrique (2005). Máscaras Masculinas, Ed. Anagrama, España
 Langer Pardo, Karem (2013). Poder y monstruosidad en La Fiesta del Chivo
de Mario Vargas Llosa (tesis de doctorado), Facultad de Estudios Superiores
de Ottawa, Canadá.
 Vargas Llosa, Mario (2005). La Fiesta del Chivo, Ed. Alfaguara, Argentina

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