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En significativo el hecho de que, para precisar el lugar que ocupa el habito en la actividad,

tengamos que pensar en los malor habitos, como la ociosidad, el juego, el alcoholismo y la
aficion a las drogas enervantes. Un mal habito, en cambio, sugiere una tendencia inherente a
actuar , y tambien una sujecion, un imperio sobre nosotros; nos obliga a hacer. Osas de las que
nos avergonzamos, cosas que, seugun nos decimos, prefeririamos no hacer; se sobrepone a
nuestras resoluciones formales, a nuestras de desicionws conscientes.

Nuestro egoismo, nuestra resistencia a enfrentarnos a los hechos, combina tal vez con la idea
de que nuestro yo puede ser mejor aunque todavia no lo sea, nos impele a desechar el
pensamiento de que el habito esta en nuestro interior y a concebirlo como una fuerza maligna
que en alguna forma nos ha dominado. Todos los habitos son exigencias de ciertas clases de
actividad y constituyen la personalidad; en cualquier sentido inteligible de la palabra voluntad,
son la voluntad; forman nuestros deseos efectivos y nos proporcionan las capacidades activas;
rigen nuestros pensamientos, determinado cuales deben surgir y fortalecerse y cuales han de
pasar de la luz a la oscuridad. El ojo, el brazo y la mano son a su vez medios propiamente dichos
solo cuando se encuentran en funcionamiento activo;y, cuando esto ocurre cooperan con
materiales y energias externas; sin la cooperacion de estas, el ojo mira al vacio y la mano se
mueve sin objeto.

La creencia en la magia ha desempañado un importante papel en la historia del hombre, y la


esencia de todo conjuro mágico se finca en la suposición de que pueden obtenerse resultados
sin la adapatacion conjunta y reciproca de las fuerzas humanas y de las condiciones físicas.

La creencia en la magia no desaparecio cuando dejaron de existir las prácticas supersticiosas en


sus formas mas burdas; el principio de ella aparece siempre que se espera obtener sin un
control inteligente de los medios, y también, cuando se supone que estos puedan existir y, sin
embargo, permanecer inertes e inactivos. Creemos que, con ser fervientes partidarios de algo y
con desearlo con intensidad suficiente, basta para obtener un resultado conveniente, como la
virtuosa realización de un buen propósito, la paz entre las naciones o la buena voluntad en la
industria. Con frecuencia, se combinan en una misma persona estas dos falsas y
contradicciones creencias. El hombre que piensa que sus virtudes son triunfos personales suyos
puede muy bien ser el mismo que piense que, promulgando leyes, puede infundir el temor de
Dios en los demás y hacerlos virtuosos por decreto y mandato prohibitivo.

Usó como ejemplo la postura corporal y puso como premisa que si se ordena a un hombre
permanecer erecto, lo único que se requiere es voluntad y esfuerzo de parte para que se
ejecute la orden. En pocas palabras, pasa por alto la importancia del habito inteligentemente
controlado.

Un hombre que adopta habitualmente una postura incorrecta se dice a si mismo o le dicen que
debe erguirse. Veamos lo que aquí se ha dado por supuesto: se implica que existen los medios
o condiciones efectivas para la realización de un propósito, independientemente del habito
formado y que pueden ponerse en movimiento, contratariando a dicho hábito. Por tanto, se
necesitara que viéramos una anomalía como la paralisis, la fractura de una pierna o alguna otra
tan patente como estas, para hacernos apreciar la importancia de las condiciones objetivas.

La persona que no camina erguida forma el habito de la postura incorrecta, un habito positivo y
vigoroso. La creencia común de que su error es meramente negativo, de que simplemente deja
de de hacer lo correcto y de que tal error puede rectificarse por mandato de la voluntad, es
absurda; equivaldría a suponer que un esclavo de la embriaguez es todo hombre que no bebe
agua. Es tan absurdo esperar que un fuego se apague cuando se le ordena que deje de arder,
como suponer que un hombre pueda ponerse derecho como consecuencia de una acción
directa del pensamiento y el deseo: el fuego puede extinguirse solo cambiando condiciones
objetivas y lo mismo ocurre con la rectificación de una mala postura.

Aun después de haber llegado a reconocer que los habitos tienen que intervenir entre el deseo
y la ejecución, en el caso de acciones corporales, acariciamos la ilusión de que podemos
pasarlos por alto en el de los mentales y morales. Si pudiéramos concebir una idea correcta sin
un habito correcto, tal vez podríamos prescindir de este para ejecutarla; pero un deseo toma
forma definida solo cuando esta conectado con una idea, y esta a su vez la toma solo cuando
hay un habito que la respalde. La accion debe anteceder al pensamiento y el habito a la
capacidad de evocarlo a voluntad. La psicología ordinaria invierte el verdadero estado de las
cosas.

Las sensaciones e ideas que son la “materia” del pensamiento y el propósito son igualmente
afectadas por habitos que se manifiestan en los actos que dan origen a las sensaciones y
designios. Sin embargo, las cualidades sensoriales distintas e independiente, lejos de ser
elementos originales son producto de un habilismo análisis que dispones de inmensos recursos
técnicos y científicos. El ser capaz de distinguir un elemento sensorio definitivo, en cualquier
campo, es muestra de un alto grado de adiestramiento previo, o sea de habitos bien formados.
No es cosa tan sencilla tener una capacidad sensitiva bien definida, esto es señal de
adiestramiento, aptitud y hábito.

La contextura del hábito filtra todo lo material que llega a nuestra percepción y pensamiento;
sin embargo, el filtro no es químicamente puro; es un reactivo que añade nuevas cualidades y
reacondicion las recibidas. La incapacidad de pensar bien es lo bastante notable para haber
llamado la atención de los moralistas; pero una falsa psicología las ha inducido a interpretarla
como algo debido a un conflicto necesario entre la carne y el espíritu, y no como un indicio de
que las ideas son, cuando menos, tan dependientes de los habitos como lo son las acciones de
los pensamientos y propósito conscientes.

El sentido de percepción inmediato, aparentemente instintivo, de la tendencia y fin de diversas


líneas de conducta es, en realidad, el sentido de los habitos funcionando a un nivel inferior al de
la conciencia directa. Aun cuando debio haber añadido que deben tomarse en cuenta tanto la
influencia de las costumbres sociales, como la de los hábitod personales al determinar quien es
el hombre bueno y quién el buen juez.
Es claro que la idea solo puede ponerse en ejecuccion por medio de un mecanismo ya
existente, pero si éste es defectuoso, ni las mejores intenciones del mundo darán buenos
resultados. Caundo el caso se aplica a un mal habito y a la “volición” u orden mental de obtener
un buen resultado, lo que en realidad se obtiene es una manifrdtacion invertida, semejante a la
imagen reflejada en un espejo, del defecto usual, es decir, una desviación equivalente en
sentido contrario. El otro apspecto de este error aparece en la aseveración de los
neutrofisiologos “científicos” de que solo es necesario localizar una determindad celula
enferma o una lesión local, para rectificar conducta, independiente de todo el complejo de
habitos organicos.

Los medios son medios; son intermediarios, términos medios. Captar esta idea de descartar el
dualismo comúnmente admitido de medios y fines. El “fin” es el último acto en que se piensa,
los medios son los actos que deben ejecutarse antes de llegar a el. La única excepción de esta
aseveración se registra en los casos en que el hábito determina el curso de la serie, pues
entonces lo único que necesita es una segestion para que inicie; pero cuando el fin propuesto
implica una desviación de la acción usual o una rectificación de la misma, como en el caso de
mantenerse derecho, lo principal es encontrar algún acto que difiera del acostumbrado.
Debemos dejar hasta de pensar en ponerme derechos; pensar en ello es fatal, porque nos
expone a la actuación del habito establecido de una mala postura; debemos encontrar una
acción dentro de nuestra capacidad, que este desconecta de todo pensamiento acerca de la
postura. El dipsómano que piensa continuamente en no beber, hace todo lo que puede para
iniciar la serie de actos que lo inducen a beber; comienza con el estimulo de su hábito. El
descubrimiento de esta otra serie de actos es, al mismo tiempo, sus medios y su fin. De los
actos intermedios el mas importante es el siguiente: el primero de los medios es el fin mas
importante que hay que descubrir.

Las palabras medios y fines son dos nombres con que se designa una misma realidad, no
denotan una división de ésta, sino una diferenciación en la manera de juzgarla. “Fin” es el
nombre que se da a una serie de actos considerados colectivamente como el término
“ejercito”. “Medios” quiere decir esta misma serie considerada destributivamente, como este
soldado, aquel oficila. Pensar en el fin significatica prolongar y aplicar nuestra visión del acto
que debe ejecutarse. Alcanzar un fino remoto significa considerar ese fin como una serie de
medios. Decir que un fin remoto o distante, decir simple y sencillamente que es un fin, equivale
a afirmar que hay obstáculos entre el y nosotros; sin embargo, sigue siendo remoto, se
convierte en un mero fin, o sea un sue~o . No sabemos lo que en realidad perseguimos hasta no
habernos trazado mentalmente un curso de acción. Aladino, por su lámpara, podía prescindir
de la conversación de fines en medios, pero nadie mas puede hacerlo.

El medio es propulsivo y, de todas maneras, se mueve hacia algún fin o resultado, lo mismo si
es planeado como objetivo inmediato que si no lo es. En realidad, cada hábito actúa durante
todo el tiempo de vida de vigilia, sólo que lo hace como el miembro de una tripulación que
toma su turno al timón; su actuación se convierte en el rasgo característico dominante de un
acto sólo ocasional o esporádicamente.
El hábito de locomoción es latente en el sentido de que es cubierto o contrarrestado por el de
ver que tiene la precendencia, pero contrarrestar no es suprimir. La locomoción es una energía
potencial; no en sentido metafísico, sino en aquel sentido físico en el que tanto la energía
potencial como la cinética tienen que ser tomadas en cuenta por toda descripción científica.
Esto es reconocido por la psicologia común y corriente, pero se le adúltera considerándola
como una asociación de sensaciones. Un hombre puede delatarse por una mirada o por gesto.
El carácter se puede conocer por medio de actos individuales.

Un carácter incapaz de soportar satisfactoriamente la tension de pensamiento y escuerzo que


se requiere para unificar varias tendencias contradictorias, eleva barreras entre los diferentes
grupos de gustos y averaciones, evita la tensión emocional inherente al conflicto de tendencias
tratanto de confinarlas separadamente en vez de esforzarse por reajustarlas.

El hombre que está aprendiendo francés, ingeniería o ajedrez tiene ya bastante que hacer con
atender a esa ocupación en particular; se sentiría confundido y obstaculizado si vigilara
constantemente el efecto de la misma sobre su carácter; se asemejaría al miriápodo que por
atender al movimiento de cada pata en relación con los demás quedara incapacitado para
andar. El inteoducir la moral o los efectos ulteriores sobre el carácter a cada paso, equivale a
cultivar una moral enfermiza o adoptar una actitud afectada. El reconocimiento de las
relaciones de un hábito con los demás, nos protege contra este error fatal, ya que nos hace
observar que se llama caracter a la activa influencia mutua de los hábitos y que el efecto
acumulativo de modificaciones imperceptibles, ejercido por un hábito en particular sobre el
grupo de los gustos, puede en cualquier momento requerir nuestra atención.

La palabra hábito, hasta en la forma usual, se acerca más a la denotación de estos hechos que
cualquiera otra. La palabra hábito trae consigo explícitamente el sentido de actividad, de
realidad. Actitud y disposicion, en su uso ordinario, son palabras que sugiere algo latente,
potencial, algo que requiere un estímulo positivo externo para entrar en actividad. Aun cuando
aceptamos haber usado la palabra hábito en un sentido algo más amplio que el acostumbrado,
debemos protestar contra la tendencia de la literatura psicológica a limitar significado al de
repetición. Un hombre que tenga el hábito de dar rienda suelta a la ira puede mostrarlo por
medio de una agresión homicida en contra de alguien que lo haya ofendido; pero, no porque
este hecho ocurra una sola vez en si vida, deja de deberse al hábito. Hábito quiere decir
sensibilidad o accesibilidad especial a ciertas clases de estímulos, de predilecciones y aversiones
permanentes; no simple repetición de actos específicos. Significa voluntad.

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