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Enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC)

Descripción general

La enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) es una enfermedad crónica


inflamatoria de los pulmones que obstruye el flujo de aire desde los pulmones. Los
síntomas incluyen dificultad para respirar, tos, producción de mucosidad (esputo) y
silbido al respirar. Es causada por la exposición a largo plazo a gases o partículas
irritantes, en la mayoría de los casos del humo de cigarrillo. Las personas
con EPOCtienen mayor riesgo de padecer enfermedades cardíacas, cáncer de
pulmón y una variedad de otras afecciones.

El enfisema y la bronquitis crónica son las dos afecciones más frecuentes que
contribuyen a desarrollar la EPOC. La bronquitis crónica es la inflamación del
revestimiento de los bronquios, que llevan aire hacia y desde los sacos de aire
(alvéolos) del pulmón. Se caracteriza por la tos diaria y la producción de
mucosidad (esputo).

El enfisema es una afección en la cual los alvéolos que están en los extremos de
las vías aéreas más pequeñas (bronquiolos) de los pulmones se destruyen como
resultado de la exposición dañina al humo de cigarrillo y a otros gases y partículas
irritantes.

La EPOC se puede tratar. Con el tratamiento adecuado, la mayoría de las


personas con EPOC puede lograr un buen control de los síntoma y la calidad de
vida, además de reducir el riesgo de otras afecciones relacionadas.
Cuidados para la EPOC en Mayo Clinic

Síntomas

Los síntomas de la EPOC no suelen aparecer hasta cuando ya se ha producido un


daño significativo y, por lo general, empeoran con el tiempo, particularmente si el
paciente sigue expuesto al humo del tabaco. Los pacientes con bronquitis crónica
presentan una tos diaria y producción de mucosidad (esputo) como síntoma
principal durante al menos tres meses al año en dos años consecutivos.
Otros signos y síntomas de la EPOC pueden incluir los siguientes:
 Dificultad para respirar, sobre todo durante la actividad física
 Silbido al respirar
 Presión en el pecho
 Tener que aclararse la garganta temprano a la mañana, debido al exceso de
mucosidad en los pulmones
 Una tos crónica que puede producir mucosidad (esputo), la cual puede ser
transparente, blanca, amarilla o verdosa
 Color azul en los labios o los lechos ungueales (cianosis)
 Infecciones respiratorias frecuentes
 Falta de energía
 Pérdida de peso involuntaria (en los estadios más avanzados)
 Hinchazón en los tobillos, los pies o las piernas

También es probable que las personas con EPOC tengan episodios llamados
reagudizaciones, durante los cuales los síntomas empeoran más que la variación
habitual diaria y duran al menos varios días.

Causas

La causa principal de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) en los


países desarrollados es el tabaquismo. En los países en vías de desarrollo,
la EPOC a menudo se presenta en personas que están expuestas a gases
combustibles usados para cocinar o para calefaccionar en viviendas con mala
ventilación.

Solo aproximadamente el 20 al 30 por ciento de los fumadores crónicos pueden


tener EPOC clínicamente aparente, aunque muchos fumadores con antecedentes
de tabaquismo de larga data pueden presentar una función pulmonar reducida. En
algunos fumadores se manifiestan afecciones pulmonares menos frecuentes. Se
las puede diagnosticar mal como EPOC hasta que no se realiza una evaluación
más minuciosa.

Cómo resultan afectados los pulmones

El aire se traslada por la tráquea e ingresa en los pulmones por medio de dos
tubos largos (bronquios). Dentro de los pulmones, estos tubos se dividen muchas
veces, como las ramas de un árbol, en tubos más pequeños (bronquiolos) que
tienen en sus extremos sacos de aire diminutos (alvéolos).
Los sacos de aire tienen paredes muy delgadas repletas de vasos sanguíneos
(capilares). El oxígeno presente en el aire que inhalas atraviesa estos vasos
sanguíneos e ingresa en el torrente sanguíneo. Al mismo tiempo, se exhala
dióxido de carbono (un gas que es un producto de desecho del metabolismo).
Los pulmones dependen de la elasticidad natural de los bronquios y de los sacos
de aire para que el aire salga del organismo. A causa de la EPOC, pierden su
elasticidad y se estiran en exceso, por lo cual queda aire atrapado en ellos al
exhalar.
Enfisema
Bronquitis

Causas de la obstrucción de las vías respiratorias

Las causas de la obstrucción de las vías respiratorias incluyen las siguientes:

 Enfisema. Esta enfermedad de los pulmones destruye las paredes frágiles y


las fibras elásticas de los alvéolos. Las vías respiratorias pequeñas colapsan
cuando exhalas, lo que impide el flujo de aire hacia afuera desde los
pulmones.
 Bronquitis crónica. Si padeces esta enfermedad, los bronquios se inflaman
y se estrechan, y los pulmones producen más mucosidad, lo cual puede
bloquear aun más los bronquios que están estrechos. El paciente puede
presentar una tos crónica por tratar de limpiar las vías respiratorias.

Humo de cigarrillo y otros irritantes

En la gran mayoría de los casos, el daño pulmonar que provoca EPOC se debe a
fumar durante un largo plazo. Sin embargo, probablemente también haya otros
factores que juegan un papel en la aparición de la EPOC, tales como una
susceptibilidad genética a la enfermedad, porque solo alrededor del 20 al 30 por
ciento de los fumadores podría presentar EPOC.
Otros irritantes pueden causar EPOC, incluidos el humo de cigarro, el humo de
segunda mano, el humo de pipa, la contaminación ambiental y la exposición en el
lugar de trabajo al polvo, el humo o los vapores.

Deficiencia de alfa-1 antitripsina

Aproximadamente, en el 1 por ciento de las personas con EPOC, la enfermedad


se produce a causa de un trastorno genético que provoca niveles bajos de una
proteína llamada alfa-1 antitripsina. La alfa-1 antitripsina se produce en el hígado y
se segrega al torrente sanguíneo para ayudar a proteger los pulmones. La
deficiencia de alfa-1 antitripsina puede afectar al hígado además de a los
pulmones. El daño en los pulmones puede producirse en bebés y niños, no solo
en adultos con antecedentes de fumadores de larga data.
Para los adultos con EPOC relacionada con la deficiencia de alfa-1 antitripsina, las
opciones de tratamiento son las mismas que para las personas que tienen tipos
más frecuentes de EPOC. Además, el tratamiento de algunas personas podría
consistir en reemplazar la proteína alfa-1 antitripsina faltante, lo cual puede evitar
daños adicionales a los pulmones.

Factores de riesgo

Los factores de riesgo para la EPOC incluyen los siguientes:

 Exposición al humo de tabaco. El factor de riesgo más significativo para


la EPOCes fumar cigarrillo por un largo plazo. Cuanto más años y más
cigarrillos fumas, mayor es el riesgo. Los fumadores de pipa, cigarros y
marihuana también pueden presentar riesgo, al igual que las personas
expuestas a cantidades abundantes de humo de segunda mano.
 Personas con asma que fuman. La combinación de asma, una enfermedad
inflamatoria crónica de las vías respiratorias y el cigarrillo aumenta incluso
más el riesgo de EPOC.
 Exposición ocupacional a polvos y sustancias químicas. La exposición
por un largo plazo a gases, vapor y polvo de sustancias químicas en el lugar
de trabajo puede irritar e inflamar los pulmones.
 Exposición a gases de la combustión. En el mundo en desarrollo, las
personas expuestas a gases de la combustión para cocinar y calentar en
hogares con mala ventilación tienen mayor riesgo de padecer EPOC.
 Edad. La EPOC aparece lentamente en un lapso de años, de modo que la
mayoría de las personas tienen al menos 40 años cuando comienzan los
síntomas.
 Genética. El trastorno genético poco frecuente llamado deficiencia de alfa-1
antitripsina es la causa de algunos casos de EPOC. Otros factores genéticos
probablemente hagan que algunos fumadores sean más propensos a la
enfermedad.

Complicaciones

La EPOC puede causar muchas complicaciones, incluidas las siguientes:

 Infecciones respiratorias. Las personas con EPOC tienen mayor


probabilidad de sufrir resfríos, gripe o neumonía. Cualquier infección
respiratoria puede dificultar mucho la respiración y causar un mayor daño al
tejido pulmonar. La vacunación anual contra la gripe y las vacunaciones
periódicas contra la neumonía neumocócica pueden prevenir algunas
infecciones.
 Problemas del corazón. Por motivos que no se comprenden del todo,
la EPOCpuede aumentar el riesgo de sufrir enfermedades cardíacas, incluido
el ataque cardíaco. Dejar de fumar puede reducir este riesgo.
 Cáncer de pulmón. Las personas con EPOC tienen un riesgo más alto de
padecer cáncer de pulmón. Dejar de fumar puede reducir este riesgo.
 Presión arterial alta en las arterias pulmonares. La EPOC puede causar
presión arterial alta en las arterias que hacen circular sangre a los pulmones
(hipertensión pulmonar).
 Depresión. La dificultad para respirar puede impedir que hagas actividades
que disfrutas. Además, vivir con esta enfermedad grave puede contribuir a
que el paciente presente depresión. Habla con tu médico si te sientes triste o
impotente, o si piensas que puedes tener depresión.
Prevención

A diferencia de otras enfermedades, la EPOC tiene una causa clara y un modo


claro de prevención. La mayoría de los casos están directamente relacionados con
el tabaquismo, y la mejor manera de prevenir la EPOC es no fumar o dejar de
fumar ahora mismo.
Si has sido fumador durante mucho tiempo, quizá estas afirmaciones simples no te
parezcan tan simples, sobre todo si has intentado dejar una vez, dos veces o
muchas veces. Sin embargo, debes seguir intentando dejarlo. Es de suma
importancia encontrar un programa para dejar de fumar que pueda ayudar a dejar
el hábito para siempre. Es tu mejor oportunidad para prevenir el daño a tus
pulmones.
La exposición que generan ciertos trabajos a vapores y polvo de sustancias
químicas es otro factor de riesgo para la EPOC. Si trabajas con este tipo de
irritantes pulmonares, habla con tu supervisor sobre las mejores maneras de
protegerte, por ejemplo, usar un equipo de protección respiratoria.

Diagnóstico

Espirómetro

Con frecuencia, la EPOC es mal diagnosticada: en ocasiones se les dice a los


exfumadores que tienen EPOC, cuando en realidad puede que tengan un simple
deterioro u otra afección pulmonar menos frecuente. Del mismo modo, es posible
que muchas personas que tienen EPOC no reciban un diagnóstico hasta que la
enfermedad esté avanzada; en esos casos, las intervenciones son menos
eficaces.
Para diagnosticar tu enfermedad, el médico revisará tus signos y síntomas,
analizará tus antecedentes e historia clínica, y toda exposición que hayas tenido a
irritantes pulmonares, especialmente al humo de cigarrillo. Es posible que el
médico solicite varias pruebas para diagnosticar tu enfermedad.

Las pruebas pueden incluir:

 Pruebas de la función pulmonar. Las pruebas de la función pulmonar


miden la cantidad de aire que puedes inhalar y exhalar, y si tus pulmones
están suministrando suficiente oxígeno a la sangre.
La espirometría es la prueba de la función pulmonar más frecuente. Durante
esta prueba, se te pedirá que soples dentro de un tubo ancho conectado a
una pequeña máquina llamada espirómetro. Esta máquina mide la cantidad
de aire que pueden retener tus pulmones y la velocidad con la que puedes
sacar aire de ellos.
La espirometría puede detectar la EPOC incluso antes de que tengas
síntomas de la enfermedad. También puede utilizarse para hacer un
seguimiento del avance de la enfermedad y para controlar si el tratamiento
está funcionando bien. La espirometría suele incluir una medición del efecto
de la administración de un broncodilatador. Otras pruebas de función
pulmonar incluyen la medición del volumen de los pulmones, la capacidad de
difusión y la pulsioximetría.
 Radiografía torácica. Una radiografía torácica puede mostrar el enfisema,
una de las principales causas de EPOC. Una radiografía también puede
descartar otros problemas pulmonares o insuficiencia cardíaca.
 Exploración por TC. Una exploración por TC puede ayudar a detectar un
enfisema y a determinar si podrías beneficiarte de una cirugía para la EPOC.
Las exploraciones por TC también pueden utilizarse para detectar cáncer de
pulmón.
 Gasometría arterial. Este análisis de sangre mide si tus pulmones están
suministrando oxígeno a la sangre y eliminando el dióxido de carbono de
manera adecuada.
 Análisis de laboratorio. No se utilizan análisis de laboratorio para
diagnosticar EPOC, pero podrían utilizarse para determinar la causa de los
síntomas o para descartar otras afecciones. Por ejemplo, pueden utilizarse
análisis de laboratorio para determinar si tienes el trastorno genético de
deficiencia de alfa-1 antitripsina, el cual puede ser la causa de algunos casos
de EPOC. Este análisis puede realizarse si tienes antecedentes de EPOC y
manifiestas EPOC a una edad temprana, por ejemplo, antes de los 45 años.
Tratamiento

Un diagnóstico de EPOC no es el fin del mundo. La mayoría de las personas


tienen casos leves de la enfermedad, para los cuales no se necesita mucha más
terapia que dejar de fumar. Incluso en estadios más avanzados de la enfermedad,
existe una terapia eficaz que puede controlar los síntomas, reducir el riesgo de
complicaciones y reagudizaciones, y mejorar tu capacidad de tener una vida
activa.

Anemia

Descripción general

La anemia es una afección que se caracteriza por la falta de suficientes glóbulos


rojos sanos para transportar un nivel adecuado de oxígeno a los tejidos del
cuerpo. Si tienes anemia, es probable que te sientas cansado y fatigado.
Hay muchas formas de anemia, cada una con causas diferentes. La anemia puede
ser temporal o prolongada, y puede variar entre leve y grave. Consulta a un
médico si sospechas que tienes anemia, ya que esta puede ser indicio de una
enfermedad grave.

Los tratamientos para la anemia varían desde la toma de suplementos hasta la


realización de procedimientos médicos. Es posible que puedas evitar algunos tipos
de anemia si sigues una dieta saludable y variada.
Atención de la anemia en Mayo Clinic

Síntomas

Los signos y síntomas de la anemia varían según la causa de la afección. Algunos


de ellos son:

 Fatiga
 Debilidad
 Piel pálida o amarillenta
 Latidos del corazón irregulares
 Dificultad para respirar
 Mareos o aturdimiento
 Dolor en el pecho
 Manos y pies fríos
 Dolor de cabeza
Al principio, la anemia puede ser leve y pasar inadvertida. No obstante, los
síntomas empeoran a medida que la anemia empeora.

Cuándo consultar al médico

Pide una consulta con un médico si te sientes fatigado sin causa aparente.
Algunos tipos de anemia, como la anemia ferropénica o la anemia por deficiencia
de vitamina B-12, son frecuentes.
La fatiga tiene muchas causas además de la anemia, así que no debes dar por
sentado que si estás cansado, es porque tienes anemia. Algunas personas
descubren que tienen un nivel de hemoglobina bajo (uno de los indicios de la
anemia) cuando van a donar sangre. Si te informan que no puedes donar sangre
porque tienes un nivel de hemoglobina bajo, pide una consulta con el médico.

Causas

La anemia ocurre cuando la sangre no tiene suficientes glóbulos rojos. Esto puede
suceder si:

 El cuerpo no produce suficientes glóbulos rojos


 Un sangrado provoca que pierdas glóbulos rojos más rápidamente de lo que
se pueden reemplazar
 El cuerpo destruye glóbulos rojos

Qué hacen los glóbulos rojos

Tu organismo fabrica tres tipos de células sanguíneas: glóbulos blancos para


luchar contra las infecciones, plaquetas para ayudar en la coagulación y glóbulos
rojos para transportar oxígeno por todo el cuerpo.
Los glóbulos rojos contienen hemoglobina; una proteína rica en hierro que le
otorga a la sangre su color rojo. La hemoglobina le permite a los glóbulos rojos
transportar oxígeno desde los pulmones hacia otras partes del cuerpo y dióxido de
carbono desde otras partes del cuerpo hacia los pulmones para que pueda ser
exhalado.
La mayoría de las células sanguíneas, incluidos los glóbulos rojos, se producen
regularmente en tu médula ósea; un material esponjoso que se encuentra dentro
de las cavidades de muchos de los huesos grandes. Para producir hemoglobina y
glóbulos rojos, tu cuerpo necesita hierro, vitamina B-12, ácido fólico y otros
nutrientes de los alimentos que ingieres.
Causas de la anemia

Algunos de los diferentes tipos de anemia y sus causas son:

 Anemia por deficiencia de hierro. Este es el tipo más frecuente de anemia


en todo el mundo. La causa de la anemia ferropénica es una escasez de
hierro en el cuerpo. La médula ósea necesita hierro para producir
hemoglobina. Sin la cantidad adecuada de hierro, el cuerpo no puede
producir hemoglobina suficiente para los glóbulos rojos.
Este tipo de anemia suele presentarse en muchas mujeres embarazadas que
no toman suplementos de hierro. También ocurre por pérdida de sangre,
como sangrado menstrual importante, úlceras, cáncer y uso periódico de
algunos analgésicos de venta libre, especialmente la aspirina.
 Anemia por deficiencia de vitaminas. Además de hierro, el cuerpo necesita
ácido fólico y vitamina B-12 para producir suficientes glóbulos rojos sanos.
Una dieta sin una cantidad suficiente de estos y otros nutrientes clave puede
provocar una disminución en la producción de glóbulos rojos.
Asimismo, es posible que algunas personas consuman suficiente B-12, pero
sus cuerpos no puedan procesar la vitamina. Esto puede generar anemia por
deficiencia de vitaminas, también conocida como «anemia perniciosa».
 Anemia por enfermedad crónica. Algunas enfermedades (como cáncer,
VIH/sida, artritis reumatoide, enfermedades renales, enfermedad de Crohn y
otras enfermedades inflamatorias crónicas) pueden interferir en la producción
de glóbulos rojos.
 Anemia aplásica. Esta anemia inusual y potencialmente mortal se provoca
cuando el cuerpo no puede producir suficientes glóbulos rojos. Las causas de
la anemia aplásica comprenden infecciones, determinados medicamentos,
enfermedades autoinmunitarias y exposición a sustancias químicas tóxicas.
 Anemias asociadas con enfermedades de la médula ósea. Diversas
enfermedades, como leucemia y mielofibrosis, pueden provocar anemia al
afectar la producción de sangre en la médula ósea. Los efectos de estos tipos
de cáncer y trastornos similares al cáncer pueden variar desde leves hasta
potencialmente mortales.
 Anemias hemolíticas. Este grupo de anemias se presenta cuando los
glóbulos rojos se destruyen más rápidamente de lo que la médula ósea
puede reemplazarlos. Algunas enfermedades de la sangre aumentan la
destrucción de glóbulos rojos. Las anemias hemolíticas se pueden heredar o
contraer con el tiempo.
 Anemia de células falciformes. Esta afección heredada y, en ocasiones,
grave es una anemia hemolítica heredada. La causa es una forma de
hemoglobina defectuosa que fuerza a los glóbulos rojos a adoptar una forma
de media luna (falciforme) anómala. Estas células sanguíneas mueren de
forma prematura, lo que tiene como resultado una escasez crónica de
glóbulos rojos.
 Otras anemias. Existen muchos otros tipos de anemia, como talasemia y
anemia palúdica.

Factores de riesgo

Estos factores aumentan tu riesgo de anemia:

 Una dieta carente de ciertas vitaminas. Tener una dieta que sea
consistentemente baja en hierro, vitamina B12 y folato incrementa tu riesgo
de anemia.
 Trastornos intestinales. Tener un trastorno intestinal que afecta la
absorción de nutrientes en tu intestino delgado, como la enfermedad de
Crohn o la enfermedad celíaca, aumenta tu riesgo de anemia.
 Menstruación. En general, las mujeres que no han experimentado la
menopausia tienen un riesgo mayor de anemia por deficiencia de hierro que
los hombres y las mujeres posmenopáusicas. Esto se debe a que la
menstruación produce la pérdida de glóbulos rojos.
 Embarazo. Si estás embarazada y no tomas un suplemento multivitamínico
con ácido fólico, tienes un gran riesgo de anemia.
 Afecciones crónicas. Si tienes cáncer, insuficiencia renal u otra afección
crónica, tendrás riesgo de anemia por enfermedad crónica. Estas afecciones
pueden causar la disminución de los glóbulos rojos.
La pérdida lenta y crónica de sangre por una úlcera o por otra causa puede
consumir todo la reserva de hierro del cuerpo y transformarse en una anemia
por deficiencia de hierro.
 Antecedentes familiares. Si tienes antecedentes familiares de anemia
hereditaria, como anemia falciforme, también tienes un gran riesgo de
padecer esta afección.
 Otros factores. Los antecedentes de ciertas infecciones, enfermedades de la
sangre y trastornos autoinmunitarios, alcoholismo, exposición a químicos
tóxicos y el uso de algunos medicamentos pueden afectar la producción de
glóbulos rojos y producir anemia.
 Edad. Las personas mayores de 65 años tienen mayor riesgo de anemia.

Complicaciones

Cuando la anemia no se trata, puede ocasionar muchos problemas de salud, tales


como:
 Cansancio intenso. Cuando la anemia es grave, puedes sentir tanto
cansancio que no puedes realizar las actividades cotidianas.
 Complicaciones en el embarazo. Las mujeres embarazadas con anemia
por déficit de ácido fólico son más propensas a experimentar complicaciones,
como un parto prematuro.
 Problemas cardíacos. La anemia puede provocar latidos acelerados o
irregulares (arritmia). Cuando tienes anemia, tu corazón debe bombear más
sangre para compensar la falta de oxígeno en la sangre. Esto puede conducir
a un agrandamiento del corazón o a una falla cardíaca.
 Muerte. Algunas anemias hereditarias, como la anemia drepanocítica,
pueden ser graves y ocasionar complicaciones potencialmente mortales. La
pérdida de gran cantidad de sangre rápidamente conduce a una anemia
aguda grave y puede ser mortal.

Prevención

Sigue una dieta rica en vitaminas

Hay muchos tipos de anemia que no pueden evitarse. No obstante, la anemia


ferropénica y las anemias por deficiencia de vitaminas pueden evitarse mediante
una dieta que incluya una variedad de vitaminas y nutrientes, entre ellos:
 Hierro. Entre los alimentos ricos en hierro se incluyen carne de res y otras
carnes, frijoles, lentejas, cereales fortificados con hierro, vegetales de hojas
verdes oscuras y frutas secas.
 Folato. Este nutriente y su forma sintética (ácido fólico) se encuentran en
frutas, jugos de frutas, vegetales de hojas verdes oscuras, guisantes verdes,
frijoles, maníes y productos integrales, como pan, cereal, pasta y arroz.
 Vitamina B-12. Entre los alimentos ricos en vitamina B-12 se incluyen carne,
productos lácteos y productos de soja y cereales fortificados.
 Vitamina C. Entre los alimentos ricos en vitamina C se incluyen frutas y jugos
cítricos, pimientos, brócolis, tomates, melones y frutillas. Estos alimentos
ayudan a aumentar la absorción de hierro.

Considera la posibilidad de tomar un complemento multivitamínico

Si te preocupa no saber si obtienes una cantidad suficiente de vitaminas de los


alimentos que comes, pregunta al médico si un complemento multivitamínico
podría ser la mejor opción para ti.

Considera la posibilidad de solicitar asesoramiento genético


Si tienes antecedentes familiares de anemia congénita, como anemia
drepanocítica o talasemia, consulta a un médico y, posiblemente, también a un
asesor en genética sobre tu propio riesgo y los riesgos que podrías transmitir a tus
hijos.

Evita la malaria

La anemia puede ser una de las complicaciones de la malaria. Si planeas viajar a


un lugar donde la malaria es frecuente, antes habla con el médico sobre la
necesidad de tomar medicamentos de manera preventiva. En las áreas donde la
malaria es frecuente, la prevención incluye reducir la exposición a los mosquitos,
por ejemplo, utilizando redes de cama tratadas con insecticida.

Diagnóstico

To diagnose anemia, your doctor may ask you about your medical and family
history, perform a physical exam, and run the following tests:

 Hemograma completo A CBC is used to count the number of blood cells in a


sample of your blood. For anemia your doctor will be interested in the levels of
the red blood cells contained in the blood (hematocrit) and the hemoglobin in
your blood.
Normal adult hematocrit values vary from one medical practice to another but
are generally between 40 and 52 percent for men and 35 and 47 percent for
women. Normal adult hemoglobin values are generally 14 to 18 grams per
deciliter for men and 12 to 16 grams per deciliter for women.
 A test to determine the size and shape of your red blood cells. Some of
your red blood cells may also be examined for unusual size, shape and color.

Pruebas de diagnóstico adicionales

Si recibes un diagnóstico de anemia, el médico te indicará pruebas adicionales


para determinar la causa no diagnosticada. Por ejemplo, la anemia por deficiencia
de hierro puede ser causa de una hemorragia crónica de úlceras, pólipos benignos
en el colon, cáncer de colon, tumores o problemas renales.
En ocasiones, puede ser necesario estudiar una muestra de médula ósea para
diagnosticar anemia.

Tratamiento

El tratamiento de la anemia depende de la causa.


 Anemia ferropénica. El tratamiento de esta forma de anemia suele incluir la
ingesta de suplementos de hierro y cambios en la dieta.
Si la causa no diagnosticada de la deficiencia de hierro es una pérdida de
sangre (que no sea por menstruación), se debe localizar y detener la fuente
de sangrado. Esto podría incluir una cirugía.
 Anemia por deficiencia de vitaminas. El tratamiento de la deficiencia de
ácido fólico y B-12 incluye ingerir suplementos dietéticos y aumentar estos
nutrientes en la dieta.
Si el sistema digestivo tiene dificultades para absorber la vitamina B-12 a
partir de la comida ingerida, es posible que se necesiten inyecciones de B-12.
Al principio, es posible que se suministren las inyecciones cada dos días. Con
el paso del tiempo, se necesitarán inyecciones mensuales, quizás por el resto
de la vida del paciente, según la situación.
 Anemia por enfermedad crónica. No existe un tratamiento específico para
este tipo de anemia. Los médicos se concentran en el tratamiento de la
enfermedad no diagnosticada. Si los síntomas se tornan graves, una
inyección o transfusión de eritropoyetina sintética (una hormona que
normalmente producen los riñones) puede ayudar a estimular la producción
de glóbulos rojos y aliviar la fatiga.
 Anemia aplásica. El tratamiento de esta anemia puede incluir transfusiones
de sangre para aumentar los niveles de glóbulos rojos. Es posible que se
necesite un trasplante de médula ósea si esta está afectada y no produce
glóbulos sanguíneos sanos.
 Anemias asociadas con enfermedades de la médula ósea. El tratamiento
de estas diversas enfermedades puede incluir medicamentos, quimioterapia o
trasplante de médula ósea.
 Anemias hemolíticas. El tratamiento de anemias hemolíticas incluye evitar
medicamentos no recetados, tratar las infecciones relacionadas y tomar
medicamentos que deprimen el sistema inmunitario, el cual podría estar
atacando los glóbulos rojos.
Según la gravedad de la anemia, se podría necesitar una transfusión de
sangre o plasmaféresis. La plasmaféresis es un tipo de procedimiento de
filtrado de sangre. En algunos casos, una esplenectomía puede ser útil.
 Anemia drepanocítica. El tratamiento de esta anemia puede incluir la
administración de oxígeno, analgésicos y líquidos orales e intravenosos para
reducir el dolor y evitar complicaciones. Los médicos también podrían
recomendar transfusiones de sangre, suplementos de ácido fólico y
antibióticos.
Un trasplante de médula ósea puede ser un tratamiento eficaz en algunas
circunstancias. En el tratamiento de la anemia drepanocítica también se
utiliza una droga llamada hydroxyurea (Droxia, Hydrea).
 Talasemia. Esta anemia se puede tratar con transfusiones de sangre,
suplementos de ácido fólico, medicamentos, extracción del bazo
(esplenectomía) o un trasplante de células madres de médula ósea o sangre.

Gastroenteritis

Las intoxicaciones alimentarias y los cambios de estación son las causas más
frecuentes de gastroenteritis, aunque existen otros muchos motivos que pueden
provocarlas. El tratamiento es similar en todos los casos.

¿QUÉ ES UNA GASTROENTERITIS?

Denominada médicamente gastroenteritis aguda o GEA, es una enfermedad


infecciosa del tracto gastrointestinal en la cual existe inflamación del aparato
digestivo a nivel del estómago y/o del intestino delgado.

¿Cuáles son los síntomas?

Las molestias o síntomas más habituales de este trastorno son:

 Diarrea, náuseas y vómitos.


 Dolor estomacal acompañado o no de sensación de inflamación y calambres
abdominales.
 Pérdida de apetito.
 Escalofríos e incluso fiebre por encima de 38º.
 Dolor de cabeza.

¿Qué complicaciones puede haber?

El riesgo de deshidratación durante un cuadro de gastroenteritis es


elevado debido a la cantidad de líquidos que se pierden como consecuencia
de los vómitos y la descomposición. La deshidratación puede ser peligrosa, ya que
un organismo que se queda sin líquido suficiente es incapaz de llevar a cabo sus
funciones esenciales, y esto puede perjudicar al aparato cardiovascular, renal
y muscular, principalmente.
Cuando la gastroenteritis es muy fuerte o no va cediendo y sigue
evolucionando, pueden aparecer síntomas adicionales que alerten del estado
de deshidratación, como:

 Sed excesiva y sequedad de piel y mucosas (lengua, ojos…).


 Cansancio extremo y debilidad.
 Orina de color oscuro con disminución de la frecuencia y de la cantidad de la
misma.
 Mareos e incluso pérdida de conocimiento.

La falta de hidratación también se acusa a nivel psíquico, afectando a la


memoria, la concentración y el aprendizaje. En casos de deshidratación
extrema, se puede producir un estado de coma y llegar a la muerte.
Si los síntomas habituales de la gastroenteritis no desaparecen en 5 días
o empeoran, hay signos de una posible deshidratación, aparece sangre en las
heces, no se tolera ni siquiera la toma de agua o se presenta fiebre elevada, se
debe acudir urgentemente al médico para evitar posibles complicaciones o un
agravamiento del estado de salud.

¿QUÉ PUEDE CAUSARLA?

En la mayoría de los casos la gastroenteritis suele tener su origen en una


intoxicación por alimentos, sobre todo cuando empieza el calor. Habitualmente
los síntomas aparecen entre 2 y 6 horas después de haberlos consumido y los
productos que suelen provocarla con más frecuencia son estos:

 Huevos crudos o poco hechos.


 Marisco o pescado en mal estado o poco cocinado.
 Frutas, hortalizas y verduras mal lavadas.
 Carnes crudas o poco hechas.
 Leche y sus derivados.
 Salsas caseras tipo mayonesa, si no son conservadas a una temperatura
adecuada en la nevera. Hay que tener especial cuidado con los platos que
contengan estas salsas, como la ensaladilla o algunos sándwiches, ya que
puede darse el caso de que tengan un aspecto, color, olor y sabor normales.
 Agua sin garantías, como la de arroyos o pozos no tratados.

¿CUÁL ES EL TRATAMIENTO?

El objetivo principal es evitar la deshidratación reponiendo adecuadamente los


líquidos perdidos a causa de la diarrea o los vómitos. Lo habitual es que los
cuadros leves de gastroenteritis se resuelvan por sí solos en 24-48 horas sin
mayores complicaciones ni necesidad de tratamiento. Las siguientes pautas
ayudan a mitigar los síntomas y a prevenir la deshidratación:
 Dieta líquida durante las primeras 12 horas, e ir introduciendo alimentos
más sólidos y en pequeñas cantidades según vayan mejorando los síntomas.
El último alimento que debe introducirse es la leche.
 Beber líquidos en pequeños sorbos y varias veces al día para compensar
las pérdidas y favorecer la eliminación de los gérmenes. La limonada alcalina
ayuda a reponer la pérdida de sales minerales y electrolitos. Se puede
comprar en la farmacia o hacer una preparación casera: en un litro de agua
hervida se añade el zumo de dos limones, un pellizco de sal, una pizca de
bicarbonato y dos cucharaditas de azúcar, si se quiere endulzar. Se debe
conservar en la nevera.
 Alimentos permitidos: arroz blanco, sopa de arroz, patata cocida, puré de
patata, pescado blanco hervido, puré de zanahoria, huevo cocido, tortilla
francesa, aves sin piel cocinadas a la plancha y sin grasas, plátano maduro,
manzana asada o cruda pero sin piel, nísperos, membrillo y pan blanco
tostado.
 Alimentos que no se deben tomar: productos integrales, verduras de hoja
verde, frutas con piel, frutos secos, productos de pastelería y chocolates.

Fiebre de origen desconocido (FOD)

Conjunto de síntomas clínicos de diversa etiología, cuyo síntoma principal es una


fiebre que no cesa espontáneamente, que persiste durante más tiempo del
esperado en las enfermedades infecciosas más habituales y cuyas causas no se
han podido determinar con el procedimiento diagnóstico rutinario.

La FOD clásica se puede reconocer cuando se cumplen los 3 criterios:

1) persiste o se repite en varias ocasiones una temperatura corporal >38,3 °C


2) el paciente tiene fiebre durante >3 semanas
3) no se ha conseguido establecer la causa o el diagnóstico no es evidente
a pesar de la realización de diagnósticos rutinarios durante ~1 semana (≥3 días
del estudio hospitalario o ≥3 visitas ambulatorias).

La FOD que aparece en un paciente hospitalizado (después del segundo día de


hospitalización), en pacientes con neutropenia o en un paciente con infección
avanzada por VIH, se puede diagnosticar cuando:

1) persiste o se repite en varias ocasiones una temperatura >38,3 °C


2) no se ha conseguido establecer la causa o su diagnóstico no es evidente,
a pesar de la realización de diagnósticos rutinarios durante 3-5 días de
hospitalización.
Causas

1. Causas más importantes de FOD clásica

1) infecciones (cuanto mayor es la duración de FOD, menor es la posibilidad de


que esta sea la causa); con mayor frecuencia: tuberculosis pulmonar
y extrapulmonar; abscesos (intraabdominales, pelvianos), endocarditis infecciosa,
infección por CMV, infección por VEB, infección por VIH, enfermedad por arañazo
de gato (EAG), toxoplasmosis, fiebre tifoidea y paratifoidea A, prostatitis crónica,
micosis sistémicas; menos frecuentemente zoonosis (predominan las
enfermedades del viajero, especialmente a países tropicales): leptospirosis,
brucelosis, tularemia, psitacosis, rickettsiosis (fiebre, tifus), fiebre Q, anaplasmosis,
erliquiosis, bartonelosis
2) enfermedades autoinmunes: enfermedades del tejido conectivo, con mayor
frecuencia la enfermedad de Still del adulto, poliarteritis nodosa, LES; en ancianos
con mayor frecuencia arteritis de células gigantes, polimialgia reumática, AR
3) cáncer: con mayor frecuencia del sistema hematopoyético y linfático (linfomas
de Hodgkin y no Hodgkin, leucemias y síndrome mielodisplásico), carcinoma de
células claras del riñón, adenomas y tumores de hígado, cáncer de páncreas,
cáncer de colon, tumores primarios del SNC
4) fármacos (generalmente polifarmacoterapia): penicilina, sulfamidas,
vancomicina, anfotericina B, salicilatos, bleomicina, interferones, derivados de la
quinidina, clemastina, derivados de la fenotiazina (prometazina, tietilperazina),
barbitúricos, fenitoína, metildopa, haloperidol (síndrome neuroléptico maligno
→cap. 24.18), antidepresivos tricíclicos, litio. Normalmente aparece entre 1-2
semanas del comienzo del tratamiento con estos fármacos (puede aparecer en
cualquier momento durante el tratamiento), se resuelven de forma espontánea 48-
72 h tras la interrupción en la administración (o más tiempo en pacientes con
enfermedad hepática o insuficiencia renal). La fiebre puede estar asociada
a exantema, macular o papular y con o sin un aumento del número de eosinófilos
en sangre periférica. La característica de la curva febril no tiene tanta relevancia,
pero puede acompañarse de una bradicardia relativa
5) otros: cirrosis hepática y hepatitis alcohólica, embolia pulmonar recurrente (sin
graves e importantes síntomas clínicos), enfermedad inflamatoria intestinal
(especialmente la enfermedad de Crohn).

2. Causas según grupo de riesgo

1) FOD en pacientes hospitalizados (FOD hospitalaria): con mayor frecuencia


absceso (intraabdominal o pelviano), sinusitis (asociado a presencia de tubo
nasotraqueal o nasoentérico), infección asociada a catéter venoso sin otro foco
demostrado, endocarditis (asociada a la realización de pruebas diagnósticas
invasivas, cateterización de vasos grandes o cirugía cardíaca), diarrea asociada
a Clostridium difficile; medicamentos; tromboflebitis séptica; embolia pulmonar;
pancreatitis; hematoma retroperitoneal
2) FOD en un paciente con neutropenia: bacteriemia primaria, infección
relacionada con catéter venoso, micosis (Candida, Aspergillus), candidiasis
hepatoesplénica, absceso pélvico (perianal, rectal); fármacos; metástasis en
el SNC, metástasis hepáticas u otras
3) FOD en un paciente infectado con VIH: tuberculosis, micobacterias no
tuberculosas; fármacos (p. ej. cotrimoxazol), tromboflebitis; con menor frecuencia
neumocistosis, infección por CMV o virus del herpes simple, toxoplasmosis,
salmonelosis, micosis; linfoma, sarcoma de Kaposi
4) FOD en viajero que retorna de regiones tropicales: malaria (período de
incubación de hasta 6 semanas y hasta un año, en el caso de Plasmodium
vivax y P. ovale puede ser incluso de unos pocos meses o años) y otras
infecciones parasitarias tropicales (amebiasis, leishmaniasis, tripanosomiasis,
criptosporidiosis, filariosis, eosinofilia pulmonar tropical, esquistosomiasis,
paragonimiasis); fiebre tifoidea entérica (período de incubación de hasta
6 semanas), fiebres virales, por lo general dengue (período de incubación de 3-8
días) y chikungunya.

3. Características de la fiebre (no hay un patrón característico que permita


planear un diagnóstico diferencial):

1) fiebre séptica, héctica (durante 24 h una subida rápida de la temperatura,


a menudo hasta ~40 °C, a continuación una bajada, a veces hasta valores
normales; amplitud térmica diaria >2 °C): absceso, tuberculosis miliar, linfomas,
leucemias
2) 2 picos de fiebre en 24 h: p. ej. enfermedad de Still en adultos, tuberculosis
miliar, malaria, leishmaniasis visceral, endocarditis
3) fiebre intermitente (periódica, picos febriles recurrentes a intervalos regulares
o irregulares después de un período sin fiebre, amplitud térmica diaria >2 °C): p.
ej. malaria (recaídas regulares cada 2 o 3 días asociadas a escalofríos), linfomas,
leucemias, neutropenia cíclica
4) fiebre continua (amplitud térmica diaria <1 °C): fiebre tifoidea entérica,
paratifoideas A, encefalitis, fármacos, provocada artificialmente (fiebre facticia)
5) fiebre fluctuante (unos días de fiebre y días sin fiebre): p. ej. linfoma de
Hodgkin (fiebre de Pel-Ebstein, períodos alternados de 5-10 días de fiebre >38 °C
y períodos sin fiebre), brucelosis
6) fiebre alta:
a) >39 °C: absceso, linfomas y leucemia, vasculitis sistémica, infección por VIH
b) >41 °C: medicamentos y otros productos químicos (incluso las denominadas
drogas de diseño o sintéticas y fármacos para adelgazar) y fiebre provocada
artificialmente (la condición del paciente es desproporcionadamente buena),
alteraciones del SNC (cáncer, traumatismo, infección del SNC)
7) FOD prolongada (≥6 meses):
a) con mayor frecuencia idiopática (normalmente se resuelve espontáneamente)
b) hepatitis granulomatosa, enfermedad de Still del adulto, sarcoidosis,
enfermedad de Crohn
c) con menor frecuencia: LES, fiebre provocada artificialmente (fiebre facticia)
8) bradicardia relativa que acompaña a la fiebre (frecuencia cardíaca baja en
relación con la temperatura corporal; un aumento de la temperatura corporal en
1 °C causa un aumento de la frecuencia cardíaca en 8-12/min): linfomas,
leucemia, fiebre medicamentosa, leptospirosis, psitacosis, fiebre tifoidea entérica
o fiebre paratifoidea, malaria, alteraciones del SNC (neoplasia, infección,
traumatismo), fiebre provocada artificialmente (fiebre facticia)
9) escalofríos recurrentes que se acompañan de fiebre: infección bacteriana
(abscesos, bacteriemia, tromboflebitis séptica, brucelosis), neoplasias (carcinoma
renal, linfomas, leucemias), malaria.

4. Exploraciones complementarias básicas que permiten calificar la fiebre


como FOD:

1) pruebas de laboratorio: hemograma completo y recuento diferencial de


leucocitos, VHS, electrólitos, bilirrubina, enzimas hepáticas, urea, creatinina, ácido
úrico, examen general de orina, factor reumatoide y anticuerpos antinucleares,
pruebas microbiológicas: hemocultivos tomados idealmente sin antibióticos (si es
posible), urocultivo, prueba de tuberculinas, IGRA, baciloscopia, cultivo de Koch,
pruebas serológicas (VIH, CMV, anti Epstein-Barr)
2) pruebas de imagen: ecografía abdominal, radiografía de tórax, escáner
o RMN de abdomen y de pelvis (y si es necesario también de cabeza y cuello).
Diagnóstico
Es relevante obtener una anamnesis detallada. La exploración física debe ser
exhaustiva y repetirse. Asegurarse de que la medición de la temperatura corporal
se ha tomado correctamente y los resultados son correctamente interpretados
→más adelante. Los síntomas principales de la anamnesis y de la exploración
física asociados con FOD (denominados síntomas localizadores) y los resultados
de las pruebas básicas son primordiales para el diagnóstico inicial e indican cómo
planificar el posterior diagnóstico y tratamiento. Si la condición clínica del paciente
es buena, los procedimientos diagnósticos iniciales se pueden realizar de forma
ambulatoria.
Si no existe riesgo vital y el paciente está en el hospital, se acepta el principio de
anticipación, observación cuidadosa y confirmación gradual o exclusión a través
de ayudas de investigación focalizadas hacia las causas más probables en un
grupo de riesgo (p. ej. estadía en zonas tropicales, FOD en pacientes
hospitalizados, pacientes con neutropenia o infectados por VIH, personas >50
años de edad). Iniciar estudio con pruebas de diagnóstico no invasivas y a
continuación, en caso de necesidad, invasivas. Cuando la condición del paciente
es grave → estudio exhaustivo. En un paciente con fiebre que ha visitado zonas
endémicas de malaria se debe excluir esta enfermedad de forma urgente (el
tratamiento preventivo durante la estancia en las zonas tropicales no excluye la
enfermedad).

Si se sospecha fiebre por medicamentos, en la primera etapa en la medida de lo


posible, interrumpir todos los fármacos administrados (incluyendo medicamentos
y productos auxiliares que se venden sin receta médica) o limitar su número al
mínimo necesario. Asegurarse de que el paciente no ha consumido drogas
sintéticas (“drogas de diseño”) o fármacos para adelgazar no aprobados por las
autoridades sanitarias. La fiebre por fármacos generalmente desaparece entre 48-
72 h después de dejar de tomar el fármaco nocivo.

En casos justificados algunos autores proponen usar un tratamiento empírico


orientado a la sospecha etiológica más probable, mientras se completa el estudio:
lo más común es la tuberculosis (prueba de tuberculina positiva, baciloscopia,
cultivo de Koch y/o biología molecular → terapia antimicobacteriana), endocarditis
bacteriana (antibióticos, antifúngicos) y arteritis de células gigantes (arteria
temporal) u otras enfermedades inflamatorias del tejido conectivo (después de la
exclusión de la infección → glucocorticoides y AINE). El alivio de la fiebre y otros
síntomas bajo la influencia de la terapia confirma el diagnóstico inicial. En caso de
mejoría transitoria debe intensificarse la búsqueda de neoplasias, en especial si la
fiebre se acompaña de otras manifestaciones generales o de aumento de tamaño
de ganglios linfáticos.

Diagnóstico diferencial

1. Errores de medición de la temperatura corporal: para cumplir con el criterio


de aumento de la temperatura corporal >38,3 °C, es necesario determinar cómo,
dónde y bajo qué circunstancias el paciente ha realizado las mediciones: tipo de
termómetro (mercurio, electrónico, digital, de infrarrojos), sitio anatómico en el que
se toma temperatura (boca, frente, axila, oído, recto), hora del día, frecuencia,
condiciones y método de medición. Se debe verificar cómo el paciente se toma la
temperatura y cómo prepara el termómetro. La medición menos precisa es en la
zona de la axila (temperatura más baja de la básica ~0,8 °C) y del oído (mucha
oscilación, p. ej. a causa de la presencia de cerumen). En la boca la temperatura
es más baja en ~0,5 °C, mientras que en el recto es más alta en ~0,5 °C. Se debe
educar al paciente ambulatorio en la forma correcta de la toma de temperatura
corporal. Idealmente, las mediciones deben llevarse a cabo varias veces al día
durante varios días en el hospital, junto con la medición simultánea de la
frecuencia cardíaca, lo que permite eliminar errores y realizar la curva de la fiebre
y de la frecuencia cardíaca. Debe recordarse que los valores normales de
temperatura corporal muestran variaciones diarias, estacionales, relativas al ciclo
menstrual y dependientes del estado nutricional.

2. Fiebre facticia: por lo general persiste largo tiempo, normalmente aparece por
la mañana, está acompañada de síntomas variables. El curso de la enfermedad no
es claro y en la anamnesis se detectan hospitalizaciones frecuentes.
Generalmente los pacientes se mantienen en buen estado general. Los fármacos
antipiréticos generalmente son ineficaces. Asociada a pacientes con trastornos
psicológicos y mentales; a menudo se observan enfermedades somáticas. En el
hospital los pacientes generalmente se niegan a dar su consentimiento para una
medición de temperatura controlada del cuerpo y para algunas pruebas
diagnósticas. Cuando se mide la temperatura con un termómetro de mercurio, las
mediciones son generalmente muy altas, sin ninguna variación diurna. La piel está
fría, hay una bradicardia relativa. En ambulatorio o en hospital después de tomar
la temperatura se tiene que pedir una muestra de orina y medir su temperatura
inmediatamente después de la micción (siempre es un poco más alta que la
temperatura medida en la boca o debajo del brazo).

Tratamiento sintomático de la fiebre

1. Fármacos antipiréticos

1) Fármaco de elección: paracetamol VO o VR a dosis de 500-1000 mg, si es


necesario repetir cada 6 h (máx. 4 g/d o 2,5 g/d en uso durante unos días); si no
es posible administrar VO o VR → iv. 1000 mg cada 6 h (máx. 4 g/d). En pacientes
con insuficiencia renal avanzada (aclaramiento de creatinina <10 ml/min),
aumentar el intervalo entre las dosis hasta 8 h. Una dosis de >2 g/d puede
asociarse a aumento de la ALT. Sobredosis → insuficiencia hepática aguda (a
partir de 8 g/d; mayor riesgo en personas con inanición y por abuso de alcohol).
Tratamiento en intoxicación →cap. 20.10.
2) Fármacos antipiréticos alternativos, AINE:
a) ibuprofeno VO a dosis 200-400 mg, si es necesario, repetir cada 5-6 h (máx.
2 g/d)
b) AAS VO 500 mg, en caso de necesidad repetir cada 5-6 h (máx. 2,5 g/d,
contraindicaciones: úlcera péptica, diátesis hemorrágica, asma por aspirina); no
utilizar en sospecha de dengue, chikunguña o malaria
c) metamizol VO 0,5-1 g, en caso necesario repetir cada 8 h (máx. 3 g/d, no más
de 7 días; contraindicaciones: hipersensibilidad al metamizol, a otros derivados
pirazolónicos o AINE, alteraciones en el hemograma, insuficiencia renal o hepática
aguda, porfiria hepática aguda, asma por aspirina, déficit congénito de glucosa-6-
fosfato deshidrogenasa, embarazo, lactancia).
2. Métodos físicos →cap. 24.18: en pacientes con fiebre alta (>40 °C) sin
respuesta adecuada a los antipiréticos.

Lumbago: qué es y cómo tratarlo

El lumbago o lumbalgia se caracteriza por un dolor en la zona baja de la espalda


(zona lumbar), causado por afección de alguna de las estructuras de esta zona:
vértebras, discos intervertebrales, músculos o ligamentos. La lumbalgia puede ser
aguada si el dolor dura unos días o crónica si permanece más de 3 meses.

Causas: tensión muscular, desgarros musculares y ligamentosos, hernias o


potrusión del disco intervertebral, artritis o artrosis son las causas más frecuentes
del lumbago. Estas afecciones las suele propiciar la mala forma física o
inactividad, los trabajos que sobrecargan la zona lumbar, estar demasiado tiempo
de pie o sentado o hacer movimientos indebidos de forma brusca (sobre todo
giros).

Síntomas: dolor en la zona (se suele agravar al andar), irradiación del dolor a
zonas inferiores, contracturas musculares y limitación de la movilidad. Si los
síntomas son fuertes y se complementan con fiebre es importante acudir al médico
lo antes posible.

Tratamiento: cuando es aguda lo normal es tener reposo en cama durante uno o


dos días. Para calmar el dolor los antiinflamatorios y analgésicos recetados por el
médico vendrán muy bien. En cuanto al tratamiento fisioterapeútico: masajes,
electroterapia analgésica, calor, osteopatía y técnias en general que reduzcan el
dolor y mejoren la situación del paciente. Cuando se supera la fase aguda se
recomienda una tabla de ejercicio para tonificar la zona lumbar.

Prevención de reaídas: usar calzado con poco tacón, sillas y mesas


ergonómicas, evitar estar sentado o de pie durante periodos prolongados, dormir
de medio lado con una almohada entre las piernas o evitar la obesidad son
algunas medidas de prevención para no recaer.
Y lo más importante, ante cualquier indicio que indique lumbalgia no realice
trabajos que comprometan la espalda y acuda a su médico, él sabra
perfectamente diagnosticarle y tratarle.

Neumonía

Descripción general

La neumonía es una infección que inflama los sacos aéreos de uno o ambos
pulmones. Los sacos aéreos se pueden llenar de líquido o pus (material
purulento), lo que provoca tos con flema o pus, fiebre, escalofríos y dificultad para
respirar. Diversos microrganismos, como bacterias, virus y hongos, pueden
provocar neumonía.

La neumonía puede variar en gravedad desde suave a potencialmente mortal. Es


más grave en bebés y niños pequeños, personas mayores a 65 años, y personas
con problemas de salud o sistemas inmunitarios debilitados.

Síntomas

Los signos y síntomas de la neumonía varían de moderados a graves y dependen


de varios factores, como el tipo de germen que causó la infección, tu edad y tu
salud en general. Los signos y síntomas moderados suelen ser similares a los de
un resfrío o una gripe, pero duran más tiempo.
Los signos y síntomas de la neumonía pueden incluir lo siguiente:

 Dolor en el pecho al respirar o toser


 Desorientación o cambios de percepción mental (en adultos de 65 años o
más)
 Tos que puede producir flema
 Fatiga
 Fiebre, transpiración y escalofríos con temblor
 Temperatura corporal más baja de lo normal (en adultos mayores de 65 años
y personas con un sistema inmunitario débil)
 Náuseas, vómitos o diarrea
 Dificultad para respirar

Puede que los recién nacidos y bebés no muestren signos de estar sufriendo la
infección. O bien, pueden vomitar, tener fiebre y tos, parecer inquietos o cansados
y sin energía, o presentar dificultad para respirar y comer.

Cuándo consultar al médico

Consulta con tu médico si tienes dificultad para respirar, dolor en el pecho, fiebre
persistente de 102 ºF (39 ºC) o superior, o tos persistente, sobre todo si tienes tos
con pus.

Es muy importante que las personas que pertenecen a los siguientes grupos de
riesgo consulten al médico:

 Adultos mayores de 65 años


 Niños menores de 2 años con signos y síntomas
 Personas con alguna afección de salud no diagnosticada o con el sistema
inmunitario debilitado
 Personas que reciben quimioterapia o toman medicamentos que inhiben el
sistema inmunitario
Para algunos adultos mayores y personas con insuficiencia cardíaca o problemas
pulmonares crónicos, la neumonía puede convertirse rápidamente en una afección
potencialmente mortal.

Causas

Son varios los gérmenes que pueden causar neumonía. Los más frecuentes son
las bacterias y los virus que se encuentran en el aire que respiramos.
Generalmente, el cuerpo evita que estos gérmenes infecten los pulmones. Sin
embargo, a veces, estos gérmenes pueden ser más poderosos que tu sistema
inmunitario, incluso cuando tu salud en general es buena.
La neumonía se clasifica de acuerdo con el tipo de germen que la causa y el lugar
donde tienes la infección.
Neumonía adquirida en la comunidad

La neumonía adquirida en la comunidad es el tipo más frecuente. Ocurre fuera de


los hospitales y de otras instalaciones de cuidado de la salud. La causa puede
deberse a estos factores:

 Bacterias. La causa más frecuente de neumonía bacteriana en los EE. UU.


es el Streptococcus pneumoniae. Este tipo de neumonía puede producirse
sola o después de que hayas tenido un resfrío o una gripe. Puede afectar una
parte (lóbulo) del pulmón; esta afección se llama neumonía lobar.
 Organismos tipo bacteria. El micoplasma pneumoniae también puede
causar neumonía. Generalmente produce síntomas más leves que los
producidos por otros tipos de neumonía. La neumonía errante es un nombre
informal para un tipo de neumonía que, por lo general, no es lo
suficientemente grave como para requerir reposo.
 Hongos. Este tipo de neumonía es más frecuente en personas con
problemas crónicos de salud o un sistema inmunitario debilitado, y en
personas que han inhalado grandes dosis de estos organismos. Los hongos
que la causan se encuentran en la tierra o en las heces de las aves, y pueden
variar según la ubicación geográfica.
 Virus. Algunos de los virus que causan los resfríos y la gripe pueden causar
neumonía. Los virus son la causa más frecuente de neumonía en los niños
menores de 5 años. La neumonía viral suele ser leve. No obstante, en
ocasiones, puede tornarse muy grave.

Neumonía adquirida en el hospital

Algunas personas contraen neumonía durante su estancia hospitalaria debido a


otras enfermedades. La neumonía adquirida en el hospital puede ser grave debido
a que la bacteria que la causa puede ser más resistente a los antibióticos porque
las personas que la contraen ya están enfermas. Las personas que se encuentran
con respiradores, los cuales suelen utilizarse en unidades de cuidados intensivos,
tienen más riesgo de contraer este tipo de neumonía.

Neumonía adquirida por cuidado de la salud

La neumonía adquirida por cuidado de la salud es un tipo de infección bacteriana


que ocurre en personas que viven en instalaciones de cuidado de la salud por
largo tiempo o que reciben cuidados en una clínica de atención ambulatoria,
incluso en los centros de diálisis. Al igual que la neumonía adquirida en el hospital,
este tipo de neumonía puede manifestarse a causa de bacterias que son más
resistentes a los antibióticos.

Neumonía por aspiración

La neumonía por aspiración ocurre cuando inhalas comida, bebidas, vómito o


saliva que llegan a tus pulmones. La aspiración es más probable que suceda
cuando algo altera tu reflejo de náusea, como una lesión cerebral o dificultad al
tragar, o el consumo excesivo de alcohol o drogas.

Factores de riesgo

La neumonía puede afectar a cualquiera. Pero los dos grupos de edades que
presentan el mayor riesgo de padecerla son los siguientes:

 Niños de 2 años de edad o menores


 Personas de 65 años de edad o mayores

Otros factores de riesgo incluyen los siguientes:

 Estar hospitalizado. Tienes un mayor riesgo de contraer neumonía si te


encuentras en la unidad de cuidados intensivos de un hospital,
especialmente, si estás conectado a una máquina que te ayuda a
respirar (ventilador).
 Enfermedad crónica. Eres más propenso a contraer neumonía si tienes
asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o una enfermedad
cardíaca.
 Fumar. El fumar daña las defensas naturales que tu cuerpo presenta contra
las bacterias y los virus que causan neumonía.
 Sistema inmunitario debilitado o suprimido. Las personas que
tienen VIH/SIDA, que se han sometido a un trasplante de órganos o que
reciben quimioterapia o esteroides a largo plazo están en riesgo.

Complicaciones

Incluso habiendo recibido tratamiento, algunas personas que tienen neumonía,


especialmente aquellos que se encuentran en los grupos de alto riesgo, pueden
experimentar complicaciones, incluidas las siguiente:

 Bacterias en el torrente sanguíneo (bacteriemia). Las bacterias que


ingresan en el torrente sanguíneo desde los pulmones pueden propagar la
infección a otros órganos y, potencialmente, provocar una insuficiencia
orgánica.
 Dificultad para respirar. Si la neumonía es grave o si tienes enfermedades
pulmonares crónicas ocultas, posiblemente tengas problemas para obtener
suficiente oxígeno al respirar. Es posible que debas hospitalizarte y utilizar un
respirador artificial (ventilador) hasta que tus pulmones sanen.
 Acumulación de líquido alrededor de los pulmones (derrame pleural). La
neumonía puede causar la acumulación de líquido en el fino espacio que hay
entre las capas de tejido que recubren los pulmones y la cavidad
torácica (pleura). Si el fluido se infecta, es posible que deban drenarlo a
través de una sonda pleural o extraerlo mediante una cirugía.
 Absceso pulmonar. Un absceso tiene lugar si se forma pus en una cavidad
en el pulmón. Normalmente, los abscesos se tratan con antibióticos. A veces,
se necesita una cirugía o un drenaje con una aguja larga o una sonda que se
coloca en el absceso para extraer el pus.

Prevención

Para contribuir a prevenir la neumonía:

 Vacúnate. Existen vacunas para prevenir algunos tipos de neumonía y la


gripe. Habla con el médico sobre estas y otras vacunas. Las pautas de
vacunación han cambiado con el tiempo; por lo tanto, asegúrate de revisar el
estado de tus vacunas con tu médico incluso si recuerdas haberte vacunado
anteriormente contra la neumonía.
 Asegúrate de que los niños se vacunen. Los médicos recomiendan una
vacuna para la neumonía diferente para niños menores de 2 años y para
niños de 2 a 5 años que son particularmente propensos a contraer la
enfermedad neumocócica. Los niños que concurren a una guardería grupal
también deben recibir la vacuna. Los médicos además recomiendan la
vacuna contra la influenza para niños menores de 6 meses.
 Practica una buena higiene. Para protegerte de las infecciones respiratorias
que a menudo derivan en neumonía, lávate las manos regularmente o usa un
desinfectante para las manos a base de alcohol.
 No fumes. El tabaquismo daña las defensas naturales que protegen a tus
pulmones de las infecciones respiratorias.
 Mantén fuerte tu sistema inmunitario. Duerme lo suficiente, ejercítate
regularmente y lleva una dieta saludable.
Diagnóstico

Radiografía de pecho que muestra la neumonía

Primero, el médico te hará preguntas sobre tu historia clínica y, luego, te realizará


una exploración física en la que, entre otras cosas, te escuchará los pulmones con
un estetoscopio para detectar cualquier sonido anormal de burbujeo o crepitación
que sugiera la presencia de neumonía
.
Si existe una sospecha de neumonía, el médico puede recomendarte los
siguientes exámenes:

 Análisis de sangre. Los análisis de sangre se usan para confirmar una


infección e intentar identificar el tipo de organismo que está causando la
infección. Sin embargo, la identificación precisa no siempre es posible.
 Radiografía torácica. Esta ayuda al médico a diagnosticar la neumonía y a
determinar la extensión y la ubicación de la infección. No obstante, tu médico
no puede saber por medio de una radiografía qué tipo de germen está
causando la neumonía.
 Pulsioximetría. En esta prueba, se mide el nivel de oxígeno de la sangre. La
neumonía puede hacer que los pulmones no sean capaces de pasar una
suficiente cantidad de oxígeno al torrente sanguíneo.
 Prueba de esputo. Se toma una muestra de líquido de los
pulmones (esputo) que se obtiene haciendo toser profundamente al paciente;
luego, se analiza la muestra para ayudar a identificar la causa de la infección.
Es posible que el médico solicite otros exámenes si tienes más de 65 años, estás
en el hospital o tienes síntomas graves u otras enfermedades. Estos pueden
incluir los siguientes:

 TC. Si la neumonía no mejora en el tiempo esperado, es posible que el


médico te recomiende hacerte una TC de tórax para obtener imágenes más
detalladas de los pulmones.
 Cultivo de líquido pleural. Con una aguja que se inserta entre las costillas,
se toma una muestra de líquido de la zona pleural y se la analiza para
determinar el tipo de la infección.

Tratamiento

El tratamiento para la neumonía implica la cura de la infección y la prevención de


complicaciones. Las personas que presentan neumonía adquirida en la comunidad
normalmente pueden recibir tratamiento en sus hogares con medicamentos. A
pesar de que la mayoría de los síntomas se alivian en unos pocos días o
semanas, la sensación de cansancio puede perdurar durante un mes o más.
Los tratamientos específicos dependen del tipo y la gravedad de la neumonía, tu
edad y tu estado de salud general. Las opciones incluyen las siguientes:
 Antibióticos. Estos medicamentos se usan para el tratamiento de la
neumonía bacteriana. Puede llevar un tiempo identificar el tipo de bacterias
que causan la neumonía y elegir el mejor antibiótico para tratarla. Si los
síntomas no mejoran, el médico puede recomendarte un antibiótico diferente.
 Medicamentos para la tos. Estos medicamentos pueden usarse para calmar
la tos a fin de que puedas descansar. Debido a que el toser ayuda a aflojar y
mover los fluidos de los pulmones, es bueno no eliminar la tos
completamente. Además, debes saber que en muy pocos estudios se ha
examinado si los medicamentos para la tos de venta libre disminuyen la tos
causada por la neumonía. Si quieres probar un supresor de la tos, usa la
dosis más baja que te ayude a descansar.
 Antifebriles/analgésicos. Posiblemente tomes estos según lo necesites
para aliviar la fiebre y el malestar. Estos incluyen medicamentos como la
aspirina, el ibuprofeno (Advil, Motrin IB, otros) y el paracetamol (Tylenol,
otros).

Úlcera péptica

Descripción general
Úlceras

Las úlceras pépticas son llagas abiertas que se desarrollan en el revestimiento


interno del estómago y la parte superior del intestino delgado. El síntoma más
frecuente de una úlcera péptica es el dolor estomacal.

Las úlceras pépticas incluyen las siguientes:

 Las úlceras pépticas que ocurren en el interior del estómago


 Las úlceras duodenales que ocurren en el interior de la parte superior del
intestino delgado (duodeno)

Las causas más frecuentes de las úlceras pépticas son infección por la bacteria
Helicobacter pylori (H. pylori) y el uso prologado de la aspirina y otros analgésicos,
como el ibuprofeno (Advil, Motrin, otros) y el naproxeno sódico (Aleve, Anaprox,
otros). El estrés y los alimentos picantes no provocan úlceras pépticas. Sin
embargo, pueden hacer que los síntomas empeoren.

Síntomas

 Dolor por ardor estomacal


 Sentir que estás lleno, inflamado y con gases
 Intolerancia a las comidas grasosas
 Acidez
 Náuseas

El síntoma más frecuente de la úlcera péptica es el dolor por ardor estomacal. Los
ácidos del estómago hacen que el dolor sea peor, como sucede cuando tienes el
estómago vacío. El dolor muchas veces se puede aliviar con ciertos alimentos que
controlan la acidez de tu estómago o con ciertos medicamentos que reducen la
acidez, pero luego puede volver. El dolor puede ser peor entre las comidas y a la
noche.

Cerca del 75 % de las personas con úlceras pépticas no tienen síntomas.


Con menos frecuencia, las úlceras pueden causar signos o síntomas graves como
los siguientes:

 Vómitos o vómitos con sangre (que pueden ser de color rojo o negro)
 Sangre oscura en las heces, o heces negras o alquitranosas
 Problemas para respirar
 Mareos
 Náuseas o vómitos
 Pérdida de peso sin causa aparente
 Cambios en el apetito

Cuándo consultar al médico

Consulta a tu médico si tienes los signos o síntomas que se mencionaron arriba.


Además consulta a tu médico si los antiácidos o los bloqueadores de ácido de
venta libre te alivian el dolor, pero el dolor vuelve.

Causas

Las úlceras pépticas se producen cuando el ácido en el tubo digestivo se consume


en la superficie interna del estómago o del intestino delgado. El ácido puede crear
una llaga dolorosa que puede sangrar.

El tubo digestivo está recubierto con una capa mucosa que generalmente protege
contra el ácido. Sin embargo, si la cantidad de ácido aumenta o la cantidad de
mucosidad disminuye, podrías desarrollar una úlcera. Las causas más frecuentes
incluyen lo siguiente:

 Una bacteria. La bacteria Helicobacter pylori vive con frecuencia en la capa


mucosa que cubre y protege los tejidos que recubren el estómago y el
intestino delgado. A menudo, la bacteria H. pylori no causa problemas, pero
puede provocar la inflamación de la capa interna del estómago y producir una
úlcera.
No está claro cómo se propaga la infección por H. pylori. Es posible que se
transmita de una persona a otra mediante un contacto cercano, como besar.
Las personas también pueden contraer H. pylori a través de los alimentos y el
agua.
 Uso habitual de ciertos analgésicos. Tomar una aspirina, así como
también varios analgésicos de venta libre o con receta, llamados
medicamentos antiinflamatorios no esteroides, puede irritar e inflamar la capa
del estómago y el intestino delgado. Estos medicamentos incluyen ibuprofeno
(Advil, Motrin IB, otros) y naproxeno sódico (Aleve, Anaprox, otros), pero sin
paracetamol (Tylenol).
Las úlceras pépticas son más frecuentes en los adultos mayores que toman
estos medicamentos para el dolor con frecuencia o en personas que toman
estos medicamentos para la osteoartritis.
 Otros medicamentos. Tomar otros medicamentos junto con los
antiinflamatorios no esteroides, como esteroides, anticoagulantes, aspirina de
dosis baja, inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS),
alendronato (Fosamax) y risedronato (Actonel), puede aumentar
significativamente las probabilidades de desarrollar úlceras.

Factores de riesgo

Además del uso de ciertos analgésicos, como aspirinas, otros factores de riesgo
alto de úlcera péptica son los siguientes:

 Tabaquismo. Fumar puede aumentar el riesgo de tener una úlcera péptica


en personas que están infectadas con la bacteria H. pylori.
 Alcohol. El alcohol puede irritar y gastar la mucosa que recubre el estómago,
y esto aumenta la producción de ácido estomacal.
 Estrés que no se trata.
 Comidas picantes.

Solos, estos factores no causan úlceras, pero pueden empeorarlas o dificultar su


cura.

Complicaciones

Si no se tratan, las úlceras pépticas pueden provocar lo siguiente:

 Sangrado interno. El sangrado puede ocurrir como una pérdida lenta de


sangre que causa anemia o como una pérdida intensa de sangre que
requiere hospitalización o una transfusión sanguínea. La pérdida de sangre
intensa puede provocar vómitos o heces de color negro o con sangre.
 Infección. Las úlceras pépticas pueden realizar un agujero en (perforar) las
paredes del estómago o el intestino delgado, lo que te pone en riesgo de
sufrir una infección grave en la cavidad abdominal (peritonitis).
 Obstrucción. Las úlceras pépticas pueden provocar hinchazón, inflamación
o formación de cicatrices que pueden bloquear el paso de los alimentos a
través del tubo digestivo. La obstrucción puede hacer que te sientas lleno
fácilmente, vomites y pierdas peso.
Prevención

Puedes reducir el riesgo de úlcera péptica si sigues las mismas estrategias que se
recomiendan como remedios caseros para tratar las úlceras. También pueden ser
útiles los siguientes consejos:

 Protégete contra las infecciones. No está claro cómo se propaga la


H. pylori, pero hay evidencias que demuestran que puede trasmitirse de una
persona a otra, o a través de la comida o el agua.
Puedes tomar medidas para protegerte de las infecciones, como la H. pylori,
por ejemplo lavándote las manos frecuentemente con agua y jabón
consumiendo alimentos que han sido cocidos completamente.
 Ten precaución con el uso de analgésicos. Si tomas regularmente
analgésicos que aumentan el riesgo de úlcera péptica, toma medidas para
reducir el riesgo de contraer problemas estomacales. Por ejemplo, toma tus
medicamentos con las comidas.
Trabaja con tu médico para encontrar la dosis más baja posible que te alivie
el dolor. Evita consumir alcohol cuando tomas tu medicamento, porque
ambos se pueden combinar y aumentar el riesgo de molestia estomacal.
Si necesitas tomar una medicación para el dolor asociado con las úlceras,
también deberás tomas medicamentos antiácidos, inhibidores de la bomba de
protones, un bloqueador de ácido o un agente citoprotector.

Diagnóstico

Endoscopía
Antes de detectar una úlcera, el médico revisará tu historia clínica y realizará un
examen físico. Luego, deberás realizarte pruebas de diagnóstico, como por
ejemplo:

 Pruebas de laboratorio para H. pylori. El médico te indicará pruebas para


determinar si la bacteria H. pylori está presente en tu organismo. A través de
una prueba de respiración, análisis de heces o sangre, detectará si tienes H.
pylori. La prueba de respiración es la más precisa. Los análisis de sangre
generalmente no son precisos y no deben usarse en forma rutinaria.
Para la prueba de respiración, te indicarán que tomes o comas algo que
contendrá carbón radioactivo. La H. pylori descompone la sustancia en tu
estómago. Luego, tendrás que soplar adentro de una bolsa que, al finalizar,
se sellará. Si estás infectado con H. pylori, la muestra de tu aliento contendrá
el carbono radioactivo en forma de dióxido de carbono.
Si tomas un antiácido antes de la prueba para H. pylori, asegúrate de que tu
médico lo sepa. Según la prueba que realices, necesitarás interrumpir tu
medicación durante cierto tiempo, ya que los antiácidos pueden arrojar
resultados falsos negativos.
 Endoscopía. Es posible que el médico utilice un endoscopio para examinar
la parte superior de tu sistema digestivo (endoscopía). Durante la
endoscopía, el médico introducirá un tubo equipado con una lente
(endoscopio) por la garganta hacia el esófago, el estómago y el intestino
delgado. Mediante el endoscopio, el médico se fijará si hay úlceras.
Si el médico detecta alguna, se extraerá una pequeña muestra de tejido
(biopsia) para examinarla en el laboratorio. Una biopsia también puede
identificar si tienes H. pylori en la membrana del estómago.
Es más probable que el médico indique una endoscopía si tienes más años,
tienes signos de sangrado o has experimentado recientemente pérdida de
peso o dificultad para comer o tragar. Si la endoscopía muestra una úlcera en
el estómago, se deberá realizar una endoscopía de seguimiento posterior al
tratamiento para verificar que la úlcera se haya curado, aun si los síntomas
han mejorado.
 Serie gastrointestinal superior. También conocida como ingesta de bario,
esta serie de radiografías del sistema digestivo superior toma imágenes del
esófago, el estómago y el intestino delgado. Durante la radiografía, tragarás
un líquido blanco que contenga bario. El tubo digestivo recibirá el líquido y
hará que la úlcera, si existe, sea más visible.

Tratamiento

El tratamiento para las úlceras pépticas depende de la causa. Generalmente, el


tratamiento involucra la eliminación de la bacteria H. pylori, si se encuentra
presente, la supresión o la reducción del uso de aspirina y analgésicos similares,
de ser posible, y la administración de medicamentos para ayudar a que la úlcera
sane.
Los medicamentos pueden ser los siguientes:

 Antibióticos para eliminar la bacteria H. pylori. Si se encuentra la bacteria


H. pylori en el tubo digestivo, el médico puede recomendarte una
combinación de antibióticos para eliminarla. Estos pueden ser la
amoxicilina (Amoxil), la claritromicina (Biaxin), el metronidazol (Flagyl), el
tinidazol (Tindamax), la tetraciclina (tetraciclina HCL) y la
levofloxacina (Levaquin).
Los antibióticos utilizados se determinarán según tu lugar de residencia y las
tasas de resistencia a los antibióticos del momento. Probablemente necesites
tomar antibióticos durante dos semanas, además de otros medicamentos
para disminuir el ácido estomacal, por ejemplo, un inhibidor de la bomba de
protones y, posiblemente, subsalicilato de bismuto (Pepto-Bismol).
 Medicamentos que bloquean la producción de ácido y ayudan a la
cicatrización. Los inhibidores de la bomba de protones, también llamados
IBP, disminuyen el ácido estomacal al bloquear la acción de las partes de las
células que producen ácido. Estos medicamentos comprenden los
medicamentos recetados y de venta libre omeprazol (Prilosec),
lansoprazol (Prevacid), rabeprazol (Aciphex), esomeprazol (Nexium) y
pantoprazol (Protonix).
El uso prolongado de inhibidores de la bomba de protones, especialmente en
dosis altas, puede aumentar el riesgo de sufrir fracturas de cadera, muñeca y
columna vertebral. Pregúntale al médico si un suplemento de calcio podría
reducir este riesgo.
 Medicamentos para disminuir la producción de ácido. Los bloqueadores
de ácido, también llamados bloqueadores de histamina (H2), disminuyen la
cantidad de ácido estomacal que se libera en el tubo digestivo, lo que alivia el
dolor proveniente de la úlcera y ayuda a la cicatrización.
Los bloqueadores de ácido, que pueden ser recetados o de venta libre,
incluyen la ranitidina (Zantac), la famotidina (Pepcid), la
cimetidina (Tagamet HB) y la nizatidina (Axid AR).
 Antiácidos que neutralizan el ácido estomacal. El médico puede agregar
un antiácido a los medicamentos que tomas. Los antiácidos neutralizan el
ácido estomacal existente y pueden proporcionar un alivio del dolor rápido.
Los efectos secundarios pueden consistir en estreñimiento o diarrea, según
los componentes principales.
Los antiácidos pueden proporcionar alivio de los síntomas, pero
generalmente no se usan para sanar la úlcera.
 Medicamentos que protegen el revestimiento del estómago y el intestino
delgado. En algunos casos, el médico puede recetarte medicamentos
llamados agentes citoprotectores que ayudan a proteger los tejidos que
recubren el estómago y el intestino delgado.
Las opciones de medicamentos recetados pueden ser el sucralfato (Carafate)
y el misoprostol (Cytotec).

Hipertensión arterial

Qué es la hipertensión arterial

La presión arterial es la fuerza necesaria para que la sangre circule a través de los
vasos arteriales. Cuando esta fuerza ejercida por el corazón a las arterias de
forma sostenida es excesiva o más alta de lo recomendable, se habla
de hipertensión arterial (HTA). Actualmente existe consenso entre los expertos
para definir la hipertensión como aquellas cifras de tensión arterial por encima de
140/90, si bien lo deseable sería estar en 130/80 como límite máximo..
De estas dos cifras, una o ambas pueden ser altas en los hipertensos. Así pues
nuestra tensión arterial es alta cuando supera las cifras de 140/90 mmHg. Se
entiende que tenemos una presión arterial normal cuando la cifra que nos han
medido es inferior a 120/80 mmHg. Y si estos valores de presión arterial son
superiores a 120/80 pero no llegan a 140/90 se conoce como prehipertensión y
habría que empezar a cuidarse aún más.

La hipertensión arterial es el principal factor de riesgo cardiovascular. Se la conoce


como 'el asesino silencioso', porque en la mayoría de casos no presenta síntomas,
por lo que se pueden llegar a desarrollar problemas cardiacos, cerebrales o
renales sin ser conscientes de padecer hipertensión. La OMS estima que unos
1.000 millones de personas padecen hipertensión en todo el mundo, con unas
cifras de mortalidad que se acerca a los 9 millones de fallecimientos anuales por
esta causa. En España, alrededor del 30-40% de la población adulta es
hipertensa, incluyendo aquellas personas que lo desconocen. Si hablamos de
mayores de 60 años, este porcentaje se incrementa hasta el 60%.

Causas de hipertensión arterial

La mayor parte de las veces no hay una causa concreta desencadenante de


hipertensión, por lo que se denomina hipertensión primaria o hipertensión
esencial. El 90-95% de los hipertensos serían de este grupo. A pesar de no haber
causa específica sí se sabe que hay condicionantes que aumentan la probabilidad
de desarrollar hipertensión arterial, como son la edad avanzada y los
antecedentes familiares de HTA. La presencia de otras enfermedades
como diabetes, colesterol elevado y obesidad también predisponen a padecer
hipertensión arterial.

Hay un porcentaje más pequeño de casos en los que la hipertensión arterial es


secundaria a alguna circunstancia concreta: consumo de alcohol (sobre todo en el
sexo masculino), algunos fármacos (corticoides, antiinflamatorios, anticonceptivos
en mujeres), enfermedades renales, y otros trastornos menos comunes.

Diagnóstico de la hipertensión arterial

El diagnóstico de la hipertensión arterial debe hacerse con la medición de la


presión arterial en la consulta o fuera de ésta. Consideraremos las cifras
expuestas con anterioridad para establecer el diagnóstico. Para evitar una
medición condicionada por estados emocionales alterados, ansiedad por la
presencia del médico (“hipertensión de bata blanca”), etcétera, se aconsejan dos
métodos:

1. La automonitorización de la presión arterial o AMPA: en la que uno mismo con


un aparato digital correctamente calibrado y validado se realiza dichas
mediciones en su domicilio.
2. La monitorización ambulatoria de la PA o MAPA: el dispositivo se coloca en el
brazo del individuo durante 24 h y va registrando, cada 20 minutos durante el
día y cada 40-60 minutos durante la noche, las distintas cifras de PA
registrándolas en un aparato acoplado a la cintura.

Para la población general, el Programa de Actividades Preventivas y Promoción


de la Salud (PAPPS) recomienda tomar la presión arterial al menos una vez hasta
los 14 años de edad y, si es normal, repetir la toma cada 4-5 años hasta los 40. A
partir de los 40 cada 1-2 años sin límite de edad. Si existiera algún otro
condicionante concreto se realizará con la periodicidad que sea procedente, según
criterio del médico.

La línea divisoria entre tensión normal y tensión alta es arbitraria, ya que no hay
valores que signifiquen riesgo cero, pero si las presiones arteriales se mantienen
en cifras superiores a 140/90 mm Hg en varias determinaciones (habitualmente un
mínimo de tres) se establece el diagnóstico de hipertensión.

Pruebas complementarias

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un estudio básico que


consiste en la realización de un electrocardiograma, una analítica de sangre para
medir valores de glucosa, colesterol, potasio y creatinina (función renal),
un análisis de orina donde determinar la presencia de glucosa y proteínas, y
un examen del fondo de ojo.

Para el diagnóstico de la hipertensión secundaria se requieren estudios más


sofisticados según la causa que se quiera demostrar.

En cuanto a la detección del riesgo personalizado del paciente hipertenso, se


puede realizar una medición del grosor de sus arterias carótidas, una
determinación del índice tobillo-brazo (para verificar el daño arterial establecido en
las ramas de la aorta) y un ecocardiograma que puede poner de manifiesto el
crecimiento y un funcionamiento alterado del corazón como consecuencia de un
mal control de la presión arterial.

Últimos métodos para diagnosticar la hipertensión

Se están probando varios métodos que pueden ser útiles para detectar la
hipertensión y el consecuente riesgo cardiovascular del paciente. Entre ellos, la
ecografía abdominal y cardíaca, la ecografía de carótida y las técnicas de
valoración de disfunción endotelial.
Otra técnica que se está comenzando a implantar en unidades especializadas es
la bioimpedancia transtorácica, que permite, además de saber si el paciente tiene
hipertensión arterial, cuál es la causa que la origina, lo que facilita la elección del
mejor tratamiento para el hipertenso.

Tratamiento de la hipertensión arterial

El tratamiento de la hipertensión puede hacerse mediante dos vías, por un lado la


adquisición de hábitos de vida saludables, y por otro lado mediante fármacos.
Tratamiento no farmacológico de la hipertensión
Los tres pilares sobre los que debe asentar tanto la prevención como el
tratamiento inicial de la hipertensión (HTA) son la dieta, el ejercicio y el abandono
del tabaco. Así:
 La dieta mediterránea se considera la opción más saludable para este fin.
En todos los hipertensos se recomienda una restricción moderada de sal,
especialmente en individuos ancianos y de raza negra, que responden
mejor a la disminución de sal. Por tanto, el consumo de sal no debe superar
los 3-4 g/día, considerando también los alimentos con “sal oculta”, no sólo
la que incorporamos en su elaboración. Igualmente, la reducción de peso si
este fuera excesivo también es un aspecto fundamental, si bien una
reducción de 5-10%, al menos como planteamiento inicial, puede ser un
objetivo mucho más asequible que intentar conseguir el peso ideal.
 El ejercicio moderado y ajustado a cada individuo debe ser la herramienta
para combatir el sedentarismo y la obesidad, con una media de 30 minutos
de actividad aeróbica diaria (andar a paso ligero, nadar, correr, montar en
bicicleta…).
 Finalmente, el tabaquismo debe abandonarse con firmeza si se quiere
prevenir la enfermedad cardiovascular en general, y la HTA en particular.

Tratamiento farmacológico de la hipertensión

En la actualidad existen muchas y muy diferentes opciones terapéuticas para


tratar la hiperttensión. No olvidemos que la dieta, el ejercicio y el abandono del
tabaco son las primeras medidas a tomar, pero nunca deben abandonarse a pesar
de iniciar un tratamiento con fármacos.

El beneficio del tratamiento farmacológico es máximo en los pacientes de alto


riesgo, es decir, los que tienen cifras de presión arterial más altas, o los que
presentan otros factores de riesgo asociados, como tabaquismo, diabetes,
colesterol, obesidad.

El médico indicará el tratamiento que considere más apropiado a las


circunstancias concretas del paciente para el control de la presión arterial,
habitualmente con una sola pastilla. Este puede ser el tratamiento a largo plazo de
un hipertenso, aunque en aquellos en los que no se consiga el objetivo o en los
que aparezcan algunas de las complicaciones descritas, se añadirán otros
fármacos.

Asimismo, debe complementarse el tratamiento de la HTA con el de otras


circunstancias que acompañen al afectado, como la diabetes,
la hipercolesterolemia o las enfermedades cardiacas o renales que puedan ir
apareciendo.

El cumplimiento del tratamiento es de vital importancia, pues la reducción del


riesgo de sufrir complicaciones va estrechamente ligada a las cifras de presión
arterial. Y no debemos abandonar el tratamiento una vez conseguidas cifras
normales. En el caso de que se presenten efectos secundarios, estos suelen ser
leves, pero si hay dudas es imprescindible consultar con el médico antes de
modificar o suspender el tratamiento.

Tratamiento de la HTA secundaria

Cuando se detecte la estenosis o estrechez de una arteria renal como causa de


hipertensión arterial, la colocación de un stent puede ser la solución definitiva de
ese paciente. De igual forma, si existiera un tumor en las glándulas suprarrenales
como causa de HTA, la intervención quirúrgica para su extirpación conseguiría el
control de la enfermedad incluso sin necesidad de medicación.

Diabetes mellitus (DM)

La diabetes mellitus es un trastorno en el que la glucemia (concentración de


azúcar o glucosa en sangre) es excesivamente alta porque el organismo no
segrega suficiente insulina para satisfacer su propia demanda.

 La micción y la sed aumentan y se adelgaza sin pretenderlo.


 La diabetes causa daños neurológicos y sensibilidad alterada.
 También daña los vasos sanguíneos e incrementa el riesgo de infarto de
miocardio, de accidente cerebrovascular (ictus, infarto cerebral, derrame
cerebral), de insuficiencia renal, y de pérdida de visión.
 El diagnóstico se realiza midiendo la glucemia. Si se padece diabetes, deben
consumirse alimentos con poco contenido de carbohidratos y de grasas,
practicar ejercicio y, por lo general, tomar medicamentos que reduzcan la
glucemia.
La diabetes mellitus es un trastorno en el cual la cantidad de azúcar en la sangre
es más elevada de lo normal. Se suele utilizar el término «diabetes mellitus», y no
sencillamente «diabetes», para designar esta enfermedad con el fin de distinguirla
de la diabetes insípida. La diabetes insípida es un trastorno relativamente poco
frecuente que no afecta a la glucemia, pero que también origina un mayor volumen
de orina (poliuria).

Azúcar en sangre

Existen muchos tipos de azúcares: algunos son simples y otros más complejos. La
sacarosa (azúcar de mesa) está constituida por dos azúcares más simples
llamados glucosa y fructosa. La lactosa (azúcar de la leche) está formada por
glucosa y por un azúcar simple llamado galactosa. Los carbohidratos del pan, de
la pasta, del arroz y de otros alimentos similares consisten en cadenas largas de
moléculas de azúcar simple. Antes de que el organismo pueda absorber la
sacarosa, la lactosa, los carbohidratos y otros azúcares complejos, las enzimas
del tubo digestivo deben descomponerlos en azúcares simples.

Por lo general, cuando el cuerpo absorbe los azúcares simples, los transforma
todos en glucosa, que es el principal combustible del organismo. La glucosa es el
azúcar que se desplaza por el torrente sanguíneo y que las células recogen.
«Azúcar» en sangre quiere decir, en realidad, glucosa en sangre.

Insulina

La insulina, la hormona producida por el páncreas, regula la cantidad de glucosa


presente en la sangre. La glucosa del torrente sanguíneo estimula al páncreas
para que produzca insulina. Esta insulina ayuda a que la glucosa pase de la
sangre a las células. Una vez en el interior de las células, se convierte en energía
de uso inmediato o se almacena como grasa o como glucógeno hasta que sea
necesaria.

En condiciones normales, la glucemia varía a lo largo del día: aumenta después


de cada comida y vuelve a los niveles previos a la comida durante las 2 horas
siguientes. Cuando los niveles de glucosa vuelven a los anteriores a la comida, la
producción de insulina disminuye. La variación en la glucemia suele encontrarse
dentro de un intervalo reducido, alrededor de 70 a 110 mg/dL de sangre en
condiciones normales. Si se ingiere una gran cantidad de carbohidratos, la
glucemia aumenta, como también lo hace después de cumplir los 65 años de
edad, sobre todo después de comer.
Si el organismo no produce la insulina necesaria para transportar la glucosa a las
células o si las células dejan de reaccionar con normalidad ante la insulina, la alta
concentración sanguínea de glucosa resultante (hiperglucemia) sumada a una
cantidad inadecuada de glucosa en las células, da lugar a los síntomas y a las
complicaciones de la diabetes.

Tipos de diabetes

Prediabetes

La prediabetes es un trastorno en el que la concentración de glucosa en sangre es


demasiado alta para ser considerada normal, pero no lo suficiente para ser
catalogada como diabetes. Se padece prediabetes cuando la glucemia en ayunas
oscila entre 101 mg/dL y 126 mg/dL o cuando la glucemia 2 horas después de una
prueba de tolerancia a la glucosa se encuentra entre 140 mg/dL y 200 mg/dL.
Detectar la prediabetes es importante porque esta afección conlleva un mayor
riesgo de diabetes en el futuro, así como de cardiopatías. Perder del 5% al 10%
del peso corporal mediante una alimentación adecuada y ejercicio reduce de
forma considerable el riesgo de padecer diabetes en el futuro.

Diabetes tipo 1

En la diabetes de tipo 1 (antes denominada diabetes insulinodependiente o


diabetes de inicio juvenil), el sistema inmunitario del organismo ataca las células
del páncreas productoras de insulina, y más del 90% de estas células son
destruidas de forma permanente. El páncreas, por lo tanto, produce poca o
ninguna insulina. Solo en torno al 10% de todas las personas con diabetes
padecen la enfermedad de tipo 1. En la mayoría de ellas, la enfermedad se
manifiesta antes de los 30 años, aunque también puede aparecer más tarde.
Los científicos creen que un factor ambiental (posiblemente una infección vírica o
un factor nutricional en la infancia o en los primeros años de la edad adulta)
provoca que el sistema inmunitario destruya las células pancreáticas productoras
de insulina. Existe una predisposición genética a que algunas personas sean más
vulnerables que otras a los factores ambientales.

Diabetes de tipo 2

En la diabetes de tipo 2 (antes denominada diabetes no insulinodependiente o


diabetes de inicio adulto), el páncreas continúa produciendo insulina, algunas
veces incluso a niveles más altos que los normales. Sin embargo, el organismo
desarrolla resistencia a los efectos de la insulina, por lo que no hay
suficiente insulina para satisfacer los requerimientos corporales.

La diabetes de tipo 2 solía ser poco habitual en niños y en adolescentes, pero la


incidencia es cada vez mayor. Sin embargo, lo habitual es que comience a partir
de los 30 años y se vuelva más frecuente con la edad. Alrededor del 27% de las
personas mayores de 65 años padece diabetes de tipo 2. Ciertos grupos de
ascendencias presentan un riesgo mayor de padecer diabetes de tipo 2: los
afroamericanos, los americanos de origen asiático, los indios americanos y los
latinoamericanos que viven en países desarrollados presentan un riesgo hasta dos
y tres veces mayor que las personas de ascendencia caucásica. También existe
una predisposición hereditaria a sufrir diabetes de tipo 2.

La obesidad es el principal factor de riesgo de la diabetes de tipo 2; entre el 80% y


el 90% de las personas con este trastorno tienen sobrepeso u obesidad. Dado que
la obesidad produce resistencia a la insulina, las personas obesas necesitan
grandes cantidades de insulina para mantener una concentración normal de
glucosa en la sangre.

Ciertos trastornos y algunos fármacos alteran la forma en que el organismo utiliza


la insulina, lo que da lugar a una diabetes de tipo 2. Las elevadas concentraciones
de corticoesteroides (debido a la enfermedad de Cushing o a la administración de
corticoesteroides) y el embarazo (diabetes gestacional) son las causas más
frecuentes de funcionamiento deficiente de la insulina. La diabetes también
aparece cuando se produce una cantidad excesiva de hormona del crecimiento
(acromegalia) y cuando existen ciertos tumores secretores de hormonas.
Igualmente, la pancreatitis grave o recurrente y otros trastornos que dañan
directamente el páncreas pueden producir diabetes.
Síntomas de diabetes

Los dos tipos de diabetes tienen síntomas muy parecidos.


Los primeros síntomas de la diabetes guardan relación con los efectos directos
de la hiperglucemia (concentración alta de glucosa en sangre), e incluyen:

 Aumento de la sed
 Aumento de la micción
 Aumento del hambre

La glucosa pasa a la orina cuando su concentración sanguínea aumenta de 160


mg/dL a 180 mg/dL. Si la concentración de glucosa en la orina alcanza valores
incluso más altos, los riñones secretan una cantidad adicional de agua para diluir
la abundancia de glucosa. Dado que los riñones producen demasiada orina,
existe poliuria (micción abundante y frecuente), que, a su vez, provoca polidipsia
(sed excesiva). Puede haber adelgazamiento debido a la pérdida excesiva de
calorías en la orina. A modo de compensación, se siente un hambre exagerada.

Otros síntomas de diabetes son:

 Visión borrosa
 Somnolencia
 Náuseas
 Disminución de la resistencia durante el ejercicio

Diabetes tipo 1

En la diabetes de tipo 1, los síntomas suelen comenzar bruscamente y de modo


notorio. A partir de ella, puede desarrollarse rápidamente un trastorno
denominado cetoacidosis diabética, una complicación grave en la que el cuerpo
produce un exceso de ácido. Además de los síntomas habituales de la diabetes
consistentes en la sed y la micción excesiva, los síntomas iniciales de la
cetoacidosis diabética incluyen además náuseas, vómitos, fatiga y, sobre todo en
los niños, dolor abdominal. La respiración se vuelve rápida y profunda, debido a
que el organismo intenta corregir la acidez de la sangre (ver Acidosis), y el aliento
tiene un olor afrutado y parecido al del producto utilizado para limpiar la laca de
uñas. Sin tratamiento, la cetoacidosis diabética evoluciona hasta el coma y la
muerte, a veces en cuestión de horas.
Tras el inicio de la diabetes tipo 1, algunas personas tienen una fase, larga pero
temporal, en la que sus niveles de glucosa son casi normales (fase de luna de
miel), debido a una recuperación parcial de la producción de insulina.
Diabetes de tipo 2

En la diabetes de tipo 2 puede no haber síntomas durante años o décadas antes


del diagnóstico. Los síntomas son leves. Al principio, el aumento de la micción y
de la sed es leve, pero empeora de forma gradual a lo largo de semanas o de
meses. Finalmente, se siente una fatiga extrema, es probable que la visión sea
borrosa y puede haber deshidratación.

A veces, durante las primeras fases de la diabetes, la concentración de glucosa en


sangre es extremadamente baja, un trastorno denominado hipoglucemia.
Dado que en la diabetes de tipo 2 se produce algo de insulina, no suele
desarrollarse cetoacidosis, ni siquiera si no se recibe tratamiento durante mucho
tiempo. Sin embargo, la concentración de glucosa en sangre aumenta de forma
considerable (a menudo, hasta más de 1000 mg/dL). Estas altas concentraciones
suelen ser el resultado de algún tipo de estrés sobreañadido, como en el caso de
una infección o de la ingesta de algún fármaco. Cuando los valores de glucosa en
sangre son muy altos, aparece deshidratación grave, que puede ocasionar
confusión mental, somnolencia y convulsiones, un trastorno
denominado síndrome hiperglucémico hiperosmolar no cetósico. En la
actualidad, la mayoría de los diagnósticos de diabetes de tipo 2 se deben a
análisis rutinarios de glucosa en sangre que se realizan antes de que la
hiperglucemia sea sumamente grave.

Complicaciones de la diabetes

La diabetes daña los vasos sanguíneos, haciendo que se estrechen y por lo tanto
se restrinja el flujo sanguíneo. Dado que los vasos sanguíneos de todo el cuerpo
se ven afectados, las personas pueden presentar muchas complicaciones de la
diabetes. Muchos órganos pueden verse afectados, en particular los siguientes:
 Cerebro, riesgo de accidente cerebrovascular
 Ojos (retinopatía diabética), riesgo de ceguera
 Corazón, riesgo de ataque al corazón
 Riñones (nefropatía diabética), riesgo de insuficiencia renal
 Nervios (neuropatía diabética); puede causar sensibilidad en los pies

Diagnóstico de la diabetes

 Determinación de la concentración de la glucosa en la sangre (glucemia).

El diagnóstico de diabetes se basa en la presencia de concentraciones


sanguíneas de glucosa (glucemia) inusualmente altas. Se lleva a cabo
una detección sistemática, o cribado, dirigido a las personas consideradas de
riesgo de diabetes, pero que no presentan síntomas.

Determinación de los niveles de glucosa en sangre

También se comprueba la glucemia si se refieren síntomas de diabetes, como


aumento de la sed, de la micción o del apetito. De forma adicional, se mide la
glucemia si existen trastornos que pueden ser complicaciones de la diabetes,
como infecciones frecuentes, úlceras en los pies e infecciones por levaduras.
Para medir la glucemia, se obtiene una muestra de sangre en ayunas, es decir, sin
haber comido nada desde la noche anterior. Sin embargo, es posible tomar
muestras de sangre después de la comida. En este caso, se considera normal
cierto aumento en la glucemia, pero incluso entonces los valores no deben ser
muy altos. El valor de la glucemia en ayunas no debe superar los 126 mg/dL.
Incluso después de comer, este valor no debe exceder los 200 mg/dL.

Hemoglobina A 1c

También se mide la concentración sanguínea de una proteína, la hemoglobina


A1C (llamada hemoglobina glucosilada o glicosilada). La hemoglobina es una
sustancia de color rojo, que transporta el oxígeno en los glóbulos rojos
(eritrocitos). Cuando la sangre está expuesta a hiperglucemia durante un tiempo,
la glucosa se une a la hemoglobina y forma hemoglobina glucosilada. La
concentración de hemoglobina A1C (fracción de la hemoglobina sujeta a A1C)
refleja la tendencia de la glucemia a largo plazo y no su comportamiento ante
cambios rápidos.
Medir la hemoglobina A1C permite diagnosticar la diabetes si el análisis se realiza
en un laboratorio certificado (no con instrumentos domésticos ni en un consultorio
privado). Si la concentración de hemoglobina A1C es del 6,5% o más, se padece
diabetes, pero si la concentración se encuentra entre el 5,7% y el 6,4%, se
diagnostica prediabetes.

Prueba de tolerancia oral a la glucosa

Se puede realizar otro tipo de análisis de sangre, una prueba de tolerancia oral a
la glucosa, en ciertas situaciones, como cuando se efectúan pruebas de cribado
de la diabetes gestacional en mujeres embarazadas o si se trata de personas de
edad avanzada que tienen síntomas de diabetes, pero cuya glucemia en ayunas
es normal. No obstante, no es una prueba que se realice de forma rutinaria para
detectar la diabetes, ni siquiera en las mujeres embarazadas con poco riesgo, ya
que es muy engorrosa.
Consiste en obtener una muestra de sangre para medir la glucemia en ayunas y, a
continuación, dar a beber al paciente una solución especial que contiene una
cantidad alta y precisa de glucosa. Durante las 2 o 3 horas siguientes se obtienen
varias muestras de sangre, que se analizan para determinar si la glucemia
aumenta de forma anómala.

Pruebas de detección de la diabetes

A menudo, la glucemia se comprueba en el transcurso de una exploración física


periódica. La comprobación anual de la glucemia es especialmente importante a
edad avanzada, ya que la frecuencia de la diabetes aumenta en este grupo etario.
Es posible tener diabetes, en particular del tipo 2, e ignorarlo.
No existen pruebas rutinarias para la detección de la diabetes tipo 1, pero es
particularmente importante hacer las pruebas de detección en personas con riesgo
de diabetes tipo 2, incluyendo:

 Personas de más de 45 años de edad


 Personas con sobrepeso
 Personas con la presión arterial alta y/o un trastorno de los lípidos, como el
colesterol alto
 Personas con antecedentes familiares de diabetes
 Mujeres que presentaron diabetes durante el embarazo o tuvieron un bebé
que pesó más de 4 kg al nacer
 Personas de ascendencia afroamericana, nativa americana,
latinoamericana o asiático-americana.

Las personas con estos factores de riesgo deben ser examinadas para descartar
la presencia de diabetes al menos una vez cada tres años. El riesgo de diabetes
se puede estimar usando calculadoras de riesgo en línea. Los médicos pueden
medir los niveles de hemoglobina A1C y de glucosa en sangre en ayunas, o hacer
una prueba de tolerancia oral a la glucosa. Si los resultados de las pruebas están
en la frontera entre lo normal y lo anormal, los médicos hacen las pruebas de
detección más a menudo, al menos una vez al año.

Tratamiento de la diabetes

 Dieta
 Ejercicio
 Educación
 En la diabetes tipo 1, inyecciones de insulina
 En la diabetes tipo 2, a menudo fármacos de administración oral, y, a veces,
inyecciones de insulina

La alimentación, el ejercicio y la educación son los pilares del tratamiento de la


diabetes y, a menudo, las primeras recomendaciones que se dan cuando se
diagnostica diabetes leve. Si la glucemia es muy alta o se padece diabetes de tipo
1 (sin importar el valor de la glucemia), es necesario tomar medicamentos.
Puesto que es menos probable que aparezcan complicaciones de la diabetes si la
glucemia se controla de forma estricta, el objetivo del tratamiento consiste en
mantener los valores glucémicos dentro del intervalo normal tanto como sea
posible.
El tratamiento de la hipertensión arterial y de las concentraciones altas de
colesterol, que contribuyen a causar problemas circulatorios, también evita
algunas de las complicaciones de la diabetes. Una dosis baja de aspirina (ácido
acetilsalicílico) a diario también ayuda a reducir el riesgo de sufrir un infarto de
miocardio.
Es útil llevar o usar una identificación médica (como una pulsera o una etiqueta)
para alertar a los profesionales de la salud de que se padece diabetes. De esta
forma, pueden administrar de inmediato un tratamiento para salvar la vida, sobre
todo, en caso de traumatismos o de alteraciones del estado mental.

Qué es la hepatitis

En el hígado se llevan a cabo numerosas funciones de suma importancia para el


correcto funcionamiento del organismo. Toda la sangre proveniente del estómago
y el intestino pasa por el hígado. Allí, los nutrientes y las drogas (toxinas,
medicamentos, etcétera) son transformados en compuestos más fáciles de
asimilar o excretar por el organismo. En este órgano también tiene lugar la síntesis
de la bilis, una sustancia que se almacena en la vesícula biliar, y que se libera al
duodeno tras la ingesta de alimentos, para facilitar la digestión de las grasas.
Estas y otras funciones del hígado pueden verse alteradas por la aparición de un
proceso inflamatorio que recibe el nombre de hepatitis.

La hepatitis es, por lo tanto, una inflamación del hígado que puede ser debida a
diversas causas, aunque generalmente es un virus el responsable de la afección.
Entre las consecuencias del mal funcionamiento del hígado destacan:

 Disminución de la producción de bilis. La bilis es una sustancia


indispensable para la absorción de las grasas en el intestino, por lo que si
se reduce la cantidad de bilis que llega al intestino esto puede dificultar la
absorción adecuada de las grasas.
 Déficit en la producción de proteínas, lo que puede tener como
consecuencia la retención de líquidos.
 Hipoglucemia, debida a alteraciones en el almacenamiento del glucógeno,
que es otra de las funciones que realiza el hígado. El glucógeno se
transforma en glucosa cuando el organismo lo necesita, pero si las reservas
no son suficientes se puede producir una disminución del nivel de azúcar en
la sangre del paciente, lo que se conoce como hipoglucemia.
 Deficiencias en el metabolismo de sustancias como medicamentos, alcohol
y toxinas, lo que dificulta la eliminación de estas sustancias que tienen
efectos nocivos sobre diferentes órganos.
 Disminución de la capacidad de defensa del organismo frente a bacterias y
virus, debido al mal funcionamiento de ciertas células hepáticas, que actúan
destruyendo precisamente estos gérmenes y que, al no realizar su
cometido correctamente, facilitan que las bacterias y virus procedentes de
la zona abdominal se extiendan por el torrente sanguíneo.

Causas y tipos de hepatitis


La hepatitis es una enfermedad de la que se conocen numerosas causas:

 Infecciones por virus, bacterias o parásitos.


 Trastornos de tipo autoinmune.
 Lesiones debidas a la interrupción de la irrigación sanguínea normal del
hígado.
 Traumatismos.
 Presencia en el organismo de determinadas drogas, toxinas,
medicamentos, etc.
 Presencia de trastornos de tipo hereditario como fibrosis
quística o enfermedad de Wilson.

En el caso de las hepatitis producidas por virus podemos distinguir entre virus
específicos para la hepatitis (virus de la hepatitis A, B, C y D principalmente,
aunque se conocen otros) o virus no específicos para la hepatitis, que son
aquellos que suelen manifestarse con otras patologías pero que, en ocasiones,
terminan provocando este trastorno; entre estos últimos cabe destacar el virus
Epstein Barr (causante de la mononucleosis infecciosa o enfermedad del beso) y
el citomegalovirus.

Tipos de Hepatitis

Exinten varios tipos de Hepatitis:

Hepatitis A
También denominada hepatitis infecciosa; esta variante es producida por el virus
de la hepatitis A (VHA). Su transmisión se produce al consumir agua o alimentos
contaminados por materias fecales que contienen el virus, y también por contagio
de persona a persona, sobre todo si las condiciones higiénicas son deficientes.
Se trata de un tipo generalmente leve de hepatitis especialmente cuando ocurre
en niños; de hecho, en numerosas ocasiones no se perciben síntomas
importantes, por lo que la enfermedad no llega a ser diagnosticada. Cuando
presenta síntomas, estos consisten en cansancio, ictericia (la piel tiene un color
amarillento), inapetencia, náuseas y vómitos, y orina de color oscuro. Los
síntomas suelen ser más graves en adultos que en niños. La afección no se
cronifica y no daña al hígado de forma permanente, aunque en raras ocasiones
puede surgir una complicación denominada hepatitis fulminante, que puede ser
mortal.

Hepatitis B

Hepatitis B o hepatitis sérica; es producida por el virus de la hepatitis B (VHB). El


contagio se produce a través de fluidos corporales infectados, como la sangre, el
semen, las secreciones vaginales, la saliva, las lágrimas y la orina. La transmisión
suele producirse:

 Al compartir jeringuillas contaminadas con la sangre de una persona


infectada durante el consumo de algún tipo de droga.
 Por contacto con material infectado como agujas de acupuntura,
tatuajes, piercings, etc.
 Al compartir utensilios de higiene personal como maquinillas de afeitar o
cepillos de dientes.
 Al mantener relaciones sexuales con una persona infectada por el virus.
 Al recibir una transfusión de sangre contaminada. Esta es una vía poco
frecuente en la actualidad, ya que los controles y las medidas para evitar
este tipo de accidentes se han incrementado mucho en los últimos años.
 La madre puede contagiar al bebé durante el parto o la lactancia.

La hepatitis B tiende a cronificarse con facilidad, aunque algunos pacientes se


curan por completo y se vuelven inmunes al virus, por lo que no vuelven a
contagiarse. La enfermedad hepática de tipo B se considera aguda si la infección
se mantiene durante un periodo inferior a 6 meses. Si después de ese periodo el
virus permanece en el cuerpo del individuo, pasa a considerarse como un curso
crónico, lo cual no implica necesariamente la presencia de síntomas (los
portadores asintomáticos son una fuente importante de contagio, puesto que al no
ser conscientes de que presentan la enfermedad, no toman medidas para evitar su
transmisión). Se pueden diferenciar dos tipos de evolución en el curso crónico de
la enfermedad: crónica estable y crónica persistente o activa, esta última tiene
peor pronóstico y normalmente desemboca en cirrosis.

Hepatitis C

Causada por el virus de la hepatitis C, se transmite por contacto directo con la


sangre de una persona infectada. Sus principales formas de transmisión suelen
ser:

 Agujas o jeringuillas infectadas.


 Transfusiones sanguíneas.
 Hemodiálisis.
 Mediante material infectado: sanitario, material para tatuajes, piercings, etc.
 Durante el parto; transmisión madre-hijo.

Al igual que la hepatitis B, la forma C de esta enfermedad tiene un curso agudo y


un curso crónico, siendo este último el que suele desarrollarse con mayor
frecuencia (85% de los casos). En la mayoría de los casos el paciente permanece
asintomático, aunque la enfermedad puede progresar lentamente, por lo que
existe riesgo de aparición de cirrosis y cáncer hepático.

Hepatitis D

Es la forma de hepatitis vírica más grave. El virus de la hepatitis D (VHD), también


llamado hepatitis delta, se transmite por las mismas vías que el virus de la
hepatitis B. Es un virus muy especial, pues necesita la existencia de una infección
por el virus de la hepatitis B para poder sobrevivir en el ser humano. Por ello,
cuando alguien está infectado por el VHD también está infectado con toda
seguridad por el VHB. Esto se debe a que se envuelta externa del VHD está
formada por parte del VHB. Se estima que el 5% de los pacientes con hepatitis B
están coinfectados por el virus de la hepatitis D.
Cuando se produce la infección simultánea por VHB y VHD el paciente sufre
síntomas agudos (ictericia, fiebre, malestar general, etcétera) que pueden llegar a
ser muy graves. Si supera la fase aguda lo más probable es que consiga controlar
ambas infecciones y, por lo tanto, cure las dos enfermedades. En caso de que el
VHD infecte a una persona que ya tiene la infección por el VHB la evolución es
diferente. No suele existir un cuadro con síntomas agudos graves pero la infección
por el VHD tiende a cronificarse con mucha frecuencia. La coinfección por VHB y
VHD adquirida de esta manera desemboca muchas veces en una cirrosis hepática
en unos pocos años, y se asocia a un riesgo alto de aparición de un cáncer
hepático.

Hepatitis autoinmune

La hepatitis autoinmune es un tipo de hepatitis crónica y progresiva de origen


desconocido. Se da sobre todo en mujeres y se caracteriza, entre otras cosas, por
la presencia en el hígado de anticuerpos del paciente, que no reconocen como
propias a las células hepáticas y, al confundirlas con elementos extraños y
perjudiciales para el organismo, actúan destruyéndolas.
Hepatitis de origen tóxico

La hepatitis de origen tóxico puede ser causada por la presencia en el hígado de


diversas sustancias como medicamentos, toxinas, etcétera. El daño podría
producirse por la alteración de una de las enzimas presentes normalmente en el
hígado, denominada citocromo P-450. Dicha alteración puede dar lugar a un
aumento de productos tóxicos, o impedir que se formen los elementos necesarios
para la degradación de los mismos. También puede ocurrir que determinadas
sustancias sean reconocidas por el sistema inmune como un agente extraño del
que hay que defenderse, de modo que sus células acudirán al hígado y
desencadenarán la respuesta inflamatoria.

Síntomas de la hepatitis

La hepatitis puede manifestarse de forma aguda o crónica. La forma aguda


supone que la patología comenzará y desaparecerá rápidamente; si, por el
contrario, se cronifica, la enfermedad perdurará en el tiempo, pudiendo
desembocar en una insuficiencia hepática e, incluso, en la aparición de cáncer.
La gravedad dependerá de diversos factores, entre ellos el agente
desencadenante de la patología (causa), o la presencia de otras enfermedades
previas en el paciente.

Los síntomas que pueden percibirse en los primeros momentos de la enfermedad


(primeros 5-7 días tras la infección) son fácilmente confundibles con los de una
gripe o cualquier otra enfermedad común; se observa:

 Malestar general, cansancio y falta de concentración.


 Febrícula (décimas) o fiebre de hasta 39ºC.
 Dolor muscular y articular.
 Dolor de cabeza.
 Fotofobia (fobia a la luz).
 Síntomas digestivos, falta de apetito, náuseas, vómitos y diarreas.

Tras esa primera semana en la que se aprecian síntomas poco específicos,


comenzarán a aparecer otros que empiezan a ofrecer pistas sobre el origen de la
patología:

 Ictericia, apariencia amarillenta de la piel y las mucosas, fácilmente


apreciable en la esclerótica del ojo. La ictericia ocurre por un aumento de
bilirrubina en la sangre. En un hígado inflamado se producirá una alteración
en las funciones enzimáticas, entre las cuales está la de disolver la
bilirrubina para permitir su excreción como parte de los jugos biliares.
 Orina de color oscura y heces decoloradas o teñidas, como consecuencia
de un trastorno en la circulación hepática.
 Mal aliento, sabor amargo en la boca.
 Picor.
 En ocasiones se produce dolor abdominal, en el lado derecho o en el
izquierdo, dependiendo de si este dolor proviene del hígado o del bazo.
 Cirrosis, fibrosis del tejido hepático (depósito de fibras de colágeno), que
tiene como consecuencia una alteración en la morfología del órgano y en la
irrigación sanguínea del mismo.

La inflamación puede desaparecer por sí sola, pero si, por el contrario, perdura y
se cronifica, puede originar un fallo hepático:

 Agudo o fulminante: caracterizado por la disminución de la producción de


determinadas proteínas (como la albúmina y algunas proteínas implicadas
en la coagulación), y por el desarrollo de encefalopatía hepática, que
implica cambios en los patrones de sueño, confusión, alteraciones en la
motilidad, e incluso coma.
 Crónico: suele darse previa aparición de un cuadro cirrótico.

En algunos casos puede ocurrir que el paciente se encuentre totalmente


asintomático, o que presente síntomas muy leves que no hagan sospechar de un
problema hepático; esto ocurre en numerosas ocasiones en personas infectadas
con el VHA.

Diagnóstico de la hepatitis

Cuando acude a la consulta un paciente con una sintomatología que pueda hacer
sospechar de la presencia de un trastorno de origen hepático, se procede, en
primer lugar, a estudiar su historial clínico para comprobar si sigue algún tipo de
tratamiento farmacológico, si presenta antecedentes familiares de enfermedades
hepáticas, etcétera. Además, se someterá al paciente a una serie de preguntas
destinadas a conocer sus hábitos de vida, o las actividades que desempeña que
puedan ser consideradas factores de riesgo para la adquisición de la enfermedad.
El médico solicitará a continuación una analítica para comprobar los niveles
de transaminasas; la presencia de niveles elevados de estas proteínas en sangre
se debe a su liberación al exterior por la ruptura de los hepatocitos (células que
forman el hígado) y, por tanto, indica el grado de necrosis hepática. Los mayores
niveles de transaminasas se observan en los casos de hepatitis aguda mientras
que, en la hepatitis crónica, las cifras no son tan altas, pero su concentración
fluctúa. También se analizarán los niveles de bilirrubinasérica, fosfatasa alcalina y
γ-glutamil-transpeptidasa; esto permite conocer el estado de la función hepática.
Para descartar o confirmar una hepatitis de origen viral se realizan pruebas que
detectan la presencia de anticuerpos específicos para cada tipo de virus. Con
algunas de estas pruebas, además, el médico puede averiguar la cantidad de virus
que hay en el organismo del paciente y en qué momento desaparecen tras el
tratamiento antiviral, por ejemplo.

Biopsia hepática y elastometría

Tras el diagnóstico del tipo de hepatitis, se puede realizar una prueba para
determinar el grado de afectación hepática por la enfermedad. A veces se recurre
a la biopsia hepática. Esta prueba consiste en tomar una muestra del hígado por
medio de una pequeña punción. Esta muestra se analiza al microscopio y nos
informa de la evolución de la enfermedad, lo que ayuda a tomar decisiones
respecto al tratamiento.
La biopsia hepática es una prueba que, aunque de forma infrecuente, puede
asociarse a complicaciones graves. Por ello, en los últimos años se han
desarrollado pruebas no invasivas que permiten determinar el grado de afectación
hepática sin tener que tomar biopsias del hígado. La prueba más útil posiblemente
es la elastometría, que se realiza por medio de una máquina parecida a un
ecógrafo y que se llama FibroScan®. Esta prueba mide la propagación de ondas
de sonido por el hígado. Las hepatitis crónicas producen fibrosis en el hígado que
hacen que estas ondas se transmitan más rápido. Cuanto más rápido vaya la onda
más fibrosis tiene el hígado. Cuando existe un grado importante de fibrosis se
considera que el enfermo tiene una cirrosis hepática.
Esta prueba se realiza de forma ambulatoria, no lleva más de cinco o 10 minutos,
no tiene ninguna complicación, y ofrece una información posiblemente tan fiable
como la que pueda dar una biopsia hepática. Se utiliza principalmente para valorar
la necesidad de iniciar el tratamiento con fármacos antivirales en pacientes con
hepatitis C crónica.

Tratamiento de la hepatitis
Tanto la hepatitis de tipo A, como la de tipo B, pueden curarse sin intervención
médica. Si no es así, el facultativo establecerá un tratamiento u otro según la
causa del trastorno, edad del paciente, sensibilidad a determinados fármacos,
etcétera. No existe un tratamiento específico para la hepatitis A; suele
recomendarse dieta pobre en grasas, evitar el consumo de alcohol y otros tóxicos
y descanso. Para los tipos B, además de la recomendación de seguir las
indicaciones anteriores, existen algunos medicamentos disponibles entre los que
se encuentran el interferón alfa, lamivudina, telbivudina, adefovir y, más
recientemente, entecavir o tenefovir. El interferón alfa es un tratamiento que se
administra en forma de inyecciones subcutáneas y puede eliminar el virus de la
hepatitis B, pero en un porcentaje pequeño de casos. El resto de los
medicamentos mencionados se administran vía oral y no curan la infección,
aunque pueden mantener el virus bajo control durante muchos años. Hay que
tener en cuenta que muchos pacientes infectados por el VHB pueden tener la
enfermedad inactiva y, por lo tanto, no requieren ningún tratamiento.

En la actualidad, se considera que el tratamiento farmacológico más efectivo


contra la hepatitis C es la combinación de ribavirina (un antiviral que se toma por
vía oral) con interferón pegilado alfa (que se administra por vía subcutánea). El
tratamiento dura entre 24 y 48 semanas, y presenta ciertos efectos secundarios
que a veces no son bien tolerados por los pacientes. La respuesta al tratamiento
depende de la etapa en que se encuentre la enfermedad, del tipo de virus por el
que se esté infectado y de la cantidad de virus en la sangre, entre otros factores.
Sin embargo, el empleo de estos medicamentos puede curar la enfermedad en
muchos pacientes.
Novedades y avances en el tratamiento de la hepatitis C

Un avance reciente en el campo de la hepatitis C es la incorporación de una


técnica diagnóstica que permite conocer con una gran fiabilidad si un paciente se
va a curar con el tratamiento de la hepatitis C. Se trata de una mutación en un gen
del organismo que produce una sustancia llamada interleuquina 28b. Esta
mutación está presente de forma natural en muchos pacientes y se puede
determinar de forma fácil por medio de un análisis de sangre. Su determinación es
muy útil a la hora de tomar la decisión de tratar o no tratar a un paciente.

También hay que destacar que en los últimos años ha habido una auténtica
revolución en el tratamiento de la hepatitis C. Esto se debe a que se han
desarrollado numerosos fármacos que atacan distintas enzimas esenciales para el
desarrollo del virus C, y que consiguen erradicar la enfermedad con mucha más
frecuencia que con los tratamientos del pasado. Desde el año 2011 están
disponibles en España dos medicamentos llamados 'inhibidores de la
proteasa' que, asociados al tratamiento estándar con interferón y ribavirina,
consiguen una altísima tasa de curaciones. Estos medicamentos se llaman
boceprevir y telaprevir. No están exentos de efectos secundarios y sólo se pueden
utilizar en pacientes con unas características especiales, pero son una esperanza
para la curación de muchas personas. En los próximos años se incorporarán
nuevos tratamientos que tendrán menos efectos secundarios y que podrán ser
utilizados en la mayoría de los pacientes infectados por el VHC.

Es muy importante que las personas con hepatitis no tomen medicamentos ni


otras sustancias sin consultarlo previamente con el médico, ni siquiera
suplementos vitamínicos o plantas medicinales, ya que pueden resultar
hepatotóxicos. Además, deben suprimir el consumo de alcohol y seguir una dieta
equilibrada y adecuada a su estado para evitar la desnutrición.
Como última opción en los casos en que el daño hepático es irreversible se puede
recurrir al trasplante. En España el primer trasplante hepático se realizó el 23 de
febrero de 1984, y existen 25 centros hospitalarios donde cada año más de mil
pacientes se someten a esta intervención.

Prevención de la hepatitis
Según datos de la OMS, solo una de cada 20 personas infectadas con hepatitis B
o C conoce su situación, lo que facilita que esta enfermedad infecciosa siga
extendiéndose por todo el mundo. La prevención es la mejor opción para evitarlo,
y estas son algunas recomendaciones que debes tener en cuenta para prevenir un
contagio de hepatitis:

 Mantener hábitos de higiene adecuados, evitar condiciones de


hacinamiento e insalubridad.
 Fomentar la potabilización del agua de consumo, y evitar beber agua en
zonas donde las condiciones sanitarias sean deficientes y no exista un
control adecuado.
 Evitar compartir agujas, jeringuillas, etcétera; los toxicómanos pueden
acudir a los centros sociales para recibir material esterilizado.
 No someterse a intervenciones estéticas (piercings, tatuajes, cirugías
menores, etc.) en centros que no estén homologados.
 Mantener relaciones sexuales con protección.

Vacunación de la hepatitis

Actualmente existe y se aplica vacuna contra las hepatitis A y B; no existe aún


vacuna contra la hepatitis C. La pauta de vacunación en adultos implica una dosis
inicial y una dosis recordatorio a los 6-12 meses en el caso de la hepatitis A. La
vacunación habitual de la hepatitis B incluye una dosis inicial, otra al mes, y otra a
los seis meses. Existe una vacuna combinada frente al virus de la hepatitis A y la
B, que se administra en tres dosis en el mes 0, 1 y 6. La pauta de vacunación en
niños puede variar según el tipo de vacuna y la edad del paciente.

Se recomienda vacunarse contra la hepatitis A a todas aquellas personas que


puedan tener contacto con individuos portadores del virus, enfermos de hemofilia,
personal de guarderías, personal médico y paramédico, trabajadores en contacto
con aguas residuales no depuradas, usuarios de drogas por vía parenteral, y
personas con múltiples compañeros sexuales, así como a las personas que vayan
a viajar a países en vías de desarrollo.

La vacuna contra la hepatitis B se aplica a los bebés recién nacidos, individuos


sometidos a diálisis, enfermos renales, con hepatitis crónica, o portadores del virus
del SIDA, personas que hayan estado en contacto con individuos portadores,
usuarios de drogas por vía parenteral, y personas con múltiples parejas sexuales.

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