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Deberes
En el presente texto pretendo exponer de una manera crítica los ejemplos de acciones que juzga
Kant con respecto al deber en Ak. IV, 422-423. Para ello considero necesario detenerme inicialmente
en la primera formulación que se hace del imperativo categórico (formulaciones 1 y 1ª), pues es con
base a este primer principio que se juzgan las máximas allí. Luego procuraré exponer los ejemplos
de acuerdo a la distinción que Kant propone entre deberes perfectos e imperfectos, es decir, en la
distinción que se podría hacer entre deberes tales que la universalización como ley natural de su
negación resulte imposible, y deberes tales que eso sea posible. En este punto, es pertinente
detenerme y al menos notar ciertas dificultades en la comprensión de la contradicción que implica
pensar ciertas máximas como leyes de la naturaleza, y también, en la dificultad que trae consigo el
concepto de querer.
Por lo anterior, la misma pregunta en el caso de los imperativos categóricos sí presenta problemas,
pues la acción que manda dicho imperativo se debe realizar al margen de cualquier propósito. En
primer lugar, en lo que atañe a su realizabilidad, no es posible determinar empíricamente si el
imperativo categórico existe o no, es decir, no es posible conocer a través de la experiencia ningún
ejemplo que muestre que una acción es realizada por la representación de leyes objetivas y no
simplemente por algún otro propósito oculto. En efecto, sostiene Kant, “¿Quién puede demostrar
la no existencia de una causa, cuando ésta se limita a enseñarnos que no percibimos dicha causa?”
(Ak. IV. 419). Pues, en lo que atañe al valor moral, “no importan las acciones que uno ve, sino
aquellos principios íntimos de las mismas que no se ven” (Ak. IV. 407). Luego, no es posible decidir
empíricamente si existe semejante imperativo.
Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en
una ley universal. (Ak. IV. 421)1
A partir de esta formulación, sostiene Kant, pueden ser deducidos los imperativos del deber, pero
esto supone un problema interpretativo en cuanto a qué podría referirse Kant con ‘imperativos del
deber’. Es probable que los imperativos del deber sean aquellos que se expresen en los deberes que
vienen a continuación (los ejemplos); en efecto, de alguna manera se podría decir que esos deberes
se deducen de este imperativo.
Por otro lado, sostiene Kant que “la universalidad de la ley por la cual tienen lugar efectos constituye
aquello que propiamente se llama naturaleza en su sentido más lato (Ak. IV. 421). Debido a lo
anterior, Kant introduce una segunda formulación del imperativo, la cual reza como sigue: “Obra
como si la máxima de tu acción pudiera convertirse por tu voluntad en una ley universal de la
naturaleza” (ibid.). Surge así la pregunta de qué es lo que agrega esta segunda formulación.
Una posible interpretación respecto a lo anterior indicaría que la segunda formulación considera
más la realizabilidad de las acciones, las cuales se realizan en la naturaleza. Así, lo que agrega la
noción de naturaleza es el terreno en el cual se realizan las acciones y la relación de éste terreno
con las acciones.
1
Máxima es el principio subjetivo del obrar y se distingue del principio objetivo, esto es, de la ley.
La máxima es el principio por el que de hecho obra el sujeto, mientras que la ley es el principio por
el cual debe obrar el sujeto. En el caso de los seres humanos, por ejemplo, la máxima a veces va en
contra de la ley; pues en la máxima se toman en cuenta las condiciones subjetivas del sujeto, como
las inclinaciones, de modo que una máxima pueda resultar contraria a la ley (cf. Ak. IV, 421).
cae al piso. Esta piedra no tiene un principio subjetivo o máxima de acción, el cual coincida en este
caso con la ley de la gravedad.
Deberes Perfectos
Formulado el principio anterior, es posible hacer una exposición de los ejemplos que Kant trae a
colación. Dichos ejemplos están divididos de dos maneras: deberes para con nosotros mismos y
para con los demás, y deberes perfectos e imperfectos. La primera división es más o menos clara,
esto es, clasifica los deberes en aquellos que mandan una acción cuyo fin es uno mismo, y deberes
que mandan una acción cuyo fin son otros2. Por el contrario, la segunda distinción no es del todo
clara; según esta, Kant afirma: “entiendo por ‘deber perfecto’ aquel que no admite ninguna
excepción en provecho de la inclinación” (Ak. IV, 422). Según lo anterior, cabría preguntarse si un
deber imperfecto sería aquel que uno puede romper o evadir cuando las inclinaciones son contrarias
o más fuertes que el deber mismo. Esto daría lugar a pensar si realmente un deber así debería
considerarse como un imperativo categórico. Para evitar esta cuestión, Kant mostrará con más
detalle que la distinción entre estos dos tipos de deberes consiste en la posibilidad de pensar como
ley universal de la naturaleza la negación del deber, o mejor, la máxima que va contra el deber.
En efecto, en la enumeración de deberes que hace Kant se plantea primeo una situación que puede
llevar a alguien a formularse una máxima del obrar que aparentemente va en contra del deber.
Ahora bien, cuando esa máxima se confronta con el principio del imperativo categórico, entonces
se puede llegar o no a una contradicción, con lo que se muestra que hay una distinción entre los
deberes cuya máxima contraria (la máxima que va en contra del deber) es concebible como una ley
de la naturaleza y deberes cuya máxima contraria no es concebible como ley natural.
Primero: alguien se halla en cierta situación de desesperación, así que experimenta un hastío hacia
la vida. No obstante, como ser racional aún se puede preguntar si es contrario o no al deber para
consigo mismo quitarse la vida. La máxima de su acción es la siguiente: “’en base al egoísmo adopto
el principio de abreviarme la vida cuando ésta me amenace con más placeres que amenidades’” (AK.
IV, 422). Así pues, el punto es si es posible que esa máxima de la acción se pueda o no convertir en
una ley universal de la naturaleza. No obstante, encuentra que una naturaleza con una máxima
como esa por ley universal se contradiría: la naturaleza fomenta la vida, de modo que no podría
haber una ley que al mismo tiempo la destruya.
Hay varios elementos que vale la pena rescatar de este ejemplo. En primer lugar, el papel que juega
la inclinación a este respecto. En efecto, la situación de desesperación en la que la persona se halla
sumida no es otra cosa que la imposibilidad de satisfacer sus inclinaciones: es la situación de alguien
cuya vida prometa más dolor que placer. Es este influjo de las inclinaciones lo que lleva, entonces,
a la voluntad a actuar por un principio egoísta. En segundo lugar, el deber que aquí se tiene en
cuenta, el deber respecto al cual tiene que conformarse la máxima de la acción, es el deber para
consigo mismo; lo cual muestra de antemano una diferencia entre este ejemplo y el que sigue. Por
último, la contradicción que expone aquí Kant está directamente relacionada con la formulación 1A,
pues se platea la cuestión de si es posible o no una naturaleza que tenga una ley como la máxima
2
Sobre esta distinción va a versar la exposición de éstos ejemplos a la luz del segundo principio formulado
por Kant: “obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier
otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio” (Ak. IV, 429).
egoísta. Respecto esto, sin duda, la primera interpretación de la formulación 1ª, expuesta al final
del anterior apartado, juega un papel importantísimo: el concepto ley de la naturaleza, en este caso,
pone de relieve el lugar donde las acciones son posibles y su relación con las mismas acciones. Así
es como es posible que al intentar volver ley de la naturaleza una máxima como la anterior, se llegue
a una contradicción.
Segundo: Una persona se halla en una situación agraviante de la que le es imposible salir a menos
que pida dinero prestado. No obstante, la persona sabe que será incapaz de pagarlo, pero además
es consciente de que si no promete devolverlo, no le prestarán. Siendo esa su situación, dicha
persona formula la máxima: “’Cuando me crea sumido en un aprieto económico, pediré dinero a
crédito y prometeré devolverlo, aunque sepa que nunca sucederá tal cosa’” (AK. IV 422). Alguien
que actúe determinado por esa máxima puede preguntarse si su máxima es conforme al deber, esto
es, si es posible que su máxima sea una ley natural universal. Kant afirma que lo anterior sería
contradictorio, pues “[la máxima] nunca podría valer como ley universal de la naturaleza ni
concordar consigo misma, sino que habría de contradecirse necesariamente. Pues la universalidad
de una ley según la cual quien crea estar en apuros pudiera prometer lo que se le ocurra con el
designio de no cumplirlo haría imposible la propia promesa y el fin que se pudiera tener con ella,
dado que nadie creería lo que se le promete, sino que todo el mundo se reiría de tal declaración al
entenderla como una fatua impostura” (ibid.).
Respecto a lo anterior, para llegar a dicha contradicción es necesario intentar concebir un mundo
donde todos los que se encuentren en situaciones de indigencia de hecho prometieran devolver
dinero cuando no pudieran hacerlo. Así, me parece que en este caso la universalización de la máxima
es pensada según la segunda interpretación de 1ª, pues la ley natural no permitiría en este caso a
las personas actuar según una máxima que pudiera ser contraría a la ley. Creo que se piensa en un
mundo donde todos cumplieran la ley de prometer falsamente, sin excepciones, porque la ley es
natural y no da lugar a máximas contrarias a ella. No obstante, esto queda para discusión.
La pregunta que surge ante lo anterior es ¿qué entiende Kant en los dos ejemplos anteriores por
contradicción? A mi juicio, los ejemplos anteriores difieren un poco en cuanto a dicha contradicción:
en el primero la contradicción se da al nivel de la naturaleza, mientras que en el segundo se da al
nivel de la ley. En efecto, en el primer ejemplo, la naturaleza que tenga esa ley se contradiría a sí
misma, mientras que en el segundo ejemplo, Kant sostiene que la máxima no podría valer como ley
universal de la naturaleza ni concordar consigo misma, y se centra en esto último, en que una ley
de la naturaleza como ésta se contradiría a sí misma.
Queda, entonces, abierta la pregunta: ¿de qué naturaleza es la contradicción que se encuentra al
volver en leyes naturales este tipo de máximas?
Deberes Imperfectos
¿Qué hay, por otro lado, de las máximas cuya universalización no implica una contradicción y, aun
así, van aparentemente en contra del deber? Los deberes imperfectos son aquellos cuya negación
no implica contradicción o es pensable como ley de la naturaleza, así que, ¿cómo es que son
deberes? A continuación intentaré exponer estos deberes a la luz de la anterior pregunta.
Tercero: una persona encuentra que tiene talentos que lo llevarían a ser útil, pero no cultiva esos
talentos, en su lugar, se entrega al goce y actúa según una máxima que sería: “no cultivaré mis
talentos naturales”. Sin embargo, su razón lo lleva a preguntarse si, “al margen de que su máxima
sobre descuidar sus disposiciones naturales coincida de suyo con su propensión hacia lo placentero,
se compadece también con aquello que se llama ‘deber’” (Ak. IV, 423). Ciertamente, se encuentra
que la máxima bien podría convertirse en una ley natural y que una naturaleza que tuviera esa ley
no sería contradictoria. No obstante, lo que es imposible es querer que esa máxima se convierta en
ley universal, pues la voluntad entraría en contradicción consigo misma: en tanto ser racional, se ha
de querer que se desarrollen en sí mismo todas las capacidades porque son útiles para muchos
propósitos.
Valga notar aquí que cuando se toman esos principios egoístas y se intentan universalizar, esto se
hace al margen de que los principios estén a favor de la inclinación, según parece. Es decir, se toma
la máxima al margen de los propósitos que se puedan tener, y es esa mera máxima la que resulta
llevar a una contradicción o no poder ser querida como ley natural.
Cuarto: alguien que se encuentra en situaciones cómodas decide actuar por la máxima subjetiva:
“no contribuyo con la felicidad de los demás, pero tampoco los daño”. Respecto es esto, sostiene
Kant: “si semejante modo de pensar se convirtiera en una ley universal de la naturaleza, el género
humano podría subsistir y, sin duda, mejor todavía que cuando todo el mundo habla mucho de
compasión y benevolencia, apresurándose a ejercitarlas ocasionalmente, pero en cambio miente
allí donde puede, trafica con el derecho de los hombres o lo quebranta de algún otro modo” (AK. IV
423). Tal ley natural sería sin duda posible, pero lo que resulta imposible es querer esa ley natural,
pues una voluntad que hiciera eso entraría en contradicción consigo misma, pues cuando ésta
necesite ayuda o compasión, se habría privado a sí misma de ello.
Sin duda, respecto a lo anterior, la formulación 1a del imperativo categórico juega un papel
fundamental, y respecto a esa formulación, creo que la interpretación más adecuada sería aquella
que toma las leyes de la naturaleza como no dando lugar a máximas contrarias. En efecto, creo que
cuando alguien no quiere que su máxima se convierta en ley natural, entonces no quiere un mundo
donde todos actúen sin compasión, esto es, un mundo donde todos actúen conforme a la ley. Esto
se pone de manifiesto cuando se afirma que la voluntad se habría privado a sí misma de la
compasión, donde claramente se ve que un mundo así una máxima compasiva no tendría lugar.
Un problema que es común a ambos ejemplos, es la dificultad para comprender la noción de querer.
La imposibilidad de querer ver convertida en ley natural una máxima es lo que muestra que esa
máxima está en contra de deber. Pero no está muy claro qué es lo que se menta aquí por ‘querer’.
Ciertamente, aquí no se habla de desear, lo cual respondería a una facultad diferente. La facultad
del desear une a la voluntad con las inclinaciones, y es relativa a quien desee, en otras palabras,
desear algo o no es contingente, además, no responde a la razón. El querer, por otro lado, es algo
que pertenece a los seres racionales en tanto que tienen voluntad, esto es, en tanto que actúan por
representación de leyes o principios del obrar. De ahí, creo yo, que se diga que las leyes y las
máximas son principios del querer, siendo las primeras objetivas y las segundas subjetivas (cf. AK.
IV 401).
El querer, sin embargo, no está completamente al margen de las inclinaciones. Se pueden distinguir
varios estadios a la hora de actuar: actuar por inclinación, actuar por máximas y actuar por leyes.
Sin duda, los seres racionales no actúan únicamente por inclinación, sino que pueden actuar por
representación de leyes o por otros principios del obrar, esto es, creo yo, pueden actuar conforme
a máximas. Lo que me interesa aquí es que esas máximas, las cuales son objetos del querer, tienen
en cuenta condiciones subjetivas como las inclinaciones, de modo que uno puede querer una
máxima por ciertos resortes adicionales.
Por otro lado, creo que en el caso de las leyes la relación con el querer cambia un poco, en tanto
que las leyes no representan resortes adicionales. Por lo cual me sorprende un poco que sean un
poco egoístas las razones que muestra Kant por las cuales no se puede querer que una máxima como
las que expone se convierta en ley natural. En efecto, en el tercer ejemplo, alguien no quiere que la
máxima de no cultivar sus habilidades se convierta en ley natural porque esas habilidades pueden
ser útiles para cumplir sus posibles propósitos (aquí la razón parece centrarse en unos propósitos
adicionales). También en el cuarto ejemplo, alguien no quiere que su máxima de no ser compasivo
se convierta en ley universal porque puede llegar a necesitar compasión en algún momento (aquí la
razón parece centrarse en la necesidad de compasión). Este problema queda abierto a discusión.
Bibliografía.
Kant, I. (2012). Fundamentación para una metafísica de las costumbres. (R. Aramayo, Ed.) Madrid:
Alianza.