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Revista Boliviana de Derecho

ISSN: 2070-8157
revistarbd@gmail.com Fundación
Iuris Tantum Bolivia

Dermizaky Peredo, Pablo


EL DERECHO PROCESAL CONSTITUCIONAL
Revista Boliviana de Derecho, núm. 4, 2007, pp. 1-20
Fundación Iuris Tantum
Santa Cruz, Bolivia

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=427539904002

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EL DERECHO PROCESAL
CONSTITUCIONAL

Pablo Dermizaky Peredo*

S U M A R I O.- 1.- Concepto.- 1.1. Contenido. 1.2. Naturaleza. 1.3.- Principios del Derecho Procesal
Constitucional. 2.- Antecedentes y Desarrollo.- Documentos históricos.- Los precursores.- El
constitucionalismo europeo.- Tratadistas latinoamericanos.- Principales obras.- Desafíos.

1.- Concepto.

E l Derecho Procesal Constitucional es probablemente la disciplina jurídica


más nueva, pues, aunque sus antecedentes pueden remontarse a los tiempos
antiguos del derecho público, su contenido, denominación y enseñanza
aparecen en la segunda mitad del siglo XX.

Para acercarnos a un concepto de esta materia conviene definir previamente


los conceptos de proceso y de “Derecho Procesal Constitucional”.

La palabra “proceso” proviene de la voz latina processus, que es el sustantivo


del verbo procedere, que significa ir hacia delante, marchar de frente, avanzar,
progresar. Luego, “proceso” es marcha hacia delante, avance, progreso,
desarrollo. Se define el proceso como “el conjunto ordenado de actos que se
desarrollan progresiva y dinámicamente con un objetivo determinado, desde el
momento inicial hasta el instante final” 1. El objetivo en el proceso judicial es la
solución de una controversia que las partes han sometido a la decisión de un
órgano instituido por el Estado para “decir justicia”, es decir, con la facultad
jurisdiccional, que es de orden público.

Hugo Alsina define el Derecho Procesal como “el conjunto de normas que
regulan la actividad jurisdiccional del Estado para conseguir la aplicación de las
leyes sustantivas o de fondo, y su estudio comprende la organización

Fundador y primer presidente del Tribunal Constitucional de Bolivia (1998-2001).


Magistrado alterno del Tribunal Andino de Justicia (1983-1989).
Embajador de Bolivia antes de las Comunidades Europeas y el Reino de Bélgica (19791880).
Profesor Honorario de las Universidades de San Simón, Cochabamba, UPSA, de Santa Cruz
de la Sierra y “General José Ballivián” de Trinidad, Beni.
Ex-profesor de Derecho Constitucional, Derecho Administrativo y Ciencia de la Administración
en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Mayor de San Simón,
Cochabamba.
Autor de numerosos libros sore derecho público
del órgano judicial, la determinación de las competencias de las autoridades
judiciales que lo integran y la actuación de los jueces y de los sujetos procesales

1
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que intervienen en la sustanciación de los procesos.”2

Definido así el “proceso”, el proceso constitucional es el sistema mediante el


cual se definen, en el ámbito jurisdiccional, todos los problemas derivados de la
supremacía, defensa e interpretación de la Constitución. Luego, el Derecho
Procesal Constitucional viene a ser “el conjunto de normas que regulan el proceso
constitucional”3, o, como lo define Fix-Zamudio, es “la disciplina jurídica situada
dentro del campo del Derecho procesal, que se ocupa del estudio sistemático de
las instituciones y de los órganos por medio de los cuales pueden resolverse los
conflictos relativos a los principios, valores y disposiciones fundamentales, con el
objeto de reparar las violaciones a los mismos” 4. Por nuestra parte, hemos
definido el Derecho Procesal Constitucional como la parte del Derecho Procesal
General que se ocupa de poner en actividad a la jurisdicción constitucional,
entendida ésta como el control, la defensa y la interpretación de la Constitución.

Precisado el concepto de la materia, debemos distinguirla del Derecho


Constitucional Procesal que, según coinciden los autores, es la parte del Derecho
Constitucional relativa a los principios y normas que regulan el debido proceso, o
sea la tutela judicial efectiva con todos los atributos que le reconocen las
Constituciones Políticas y los convenios internacionales, como el Pacto de San
José (art. 8°.), la Declaración Universal de los Derechos Humanos (arts. 8, l0 y
11), la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (arts. 18,
25 y 26) y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (art. l4). Los
artículos 9, 14, 16, 18, 19, 20, 23 y 31 al 35 de la Constitución boliviana vigente
se relacionan directamente con el Derecho Constitucional Procesal.

1.1. Contenido.
Para una mejor comprensión del tema, veamos ahora cuál es el contenido del
Derecho Procesal Constitucional. Partiendo de las definiciones que hemos dado
en el parágrafo I, en primer lugar cabe incluir el Derecho Constitucional y la
Constitución Política del Estado como parte central de esta materia, cuyo objeto
es precisamente el control, defensa e interpretación de la Constitución mediante
los instrumentos jurisdiccionales competentes. Esto explica el hecho de que los
principales difusores de la materia sean los constitucionalistas, y no precisamente
los procesalistas, como ocurre en América con los profesores Fix-Zamudio en
México, García Belaúnde en Perú, Néstor Pedro Sagüés en
Argentina, José Antonio Rivera y Jorge Asbún en Bolivia, a los que secundan
muchos otros cuyas obras han traspasado las fronteras de sus países. Por esto
Haberle ha dicho que “el Derecho Procesal Constitucional significa en dos
sentidos la concretización de la Constitución. De un lado, es por sí mismo un
Derecho Constitucional concretizado, y por otro le sirve al TFCA (Tribunal

2
El Derecho Procesal Constitucional

Federal Constitucional Alemán) a concretizar la Constitución...” 5 García


Belaúnde, por su parte, observa que “como el problema lo trataron los
constitucionalistas, lo normal era considerarlo una parte del constitucionalismo, o
sea, un capítulo del Derecho Constitucional”.6

Otras materias que integran el contenido del Derecho Procesal Constitucional


son la composición, organización y atribuciones de los órganos que ejercen la
jurisdicción constitucional; los procedimientos que siguen las acciones,
demandas, recursos, consultas, etc., ante la misma jurisdicción; la estructura y
contenido de las sentencias, autos y declaraciones constitucionales, así como las
relaciones, contactos y diferencias que existen entre las jurisdicciones
constitucional, ordinaria y administrativa.

Héctor Fix-Zamudio divide el contenido de esta materia en tres grandes áreas:


a) lo que él llama, siguiendo a Mauro Cappelletti, la jurisdicción constitucional de
la libertad, relativa a la defensa y protección de las libertades públicas y de los
derechos fundamentales de las personas; b) la jurisdicción constitucional
orgánica, concerniente “a la protección directa de las disposiciones y principios
constitucionales que consagran las atribuciones de los diversos órganos del
poder”, mediante, por ejemplo, el control de constitucionalidad de leyes, decretos
y reglamentos; y c) la jurisdicción constitucional trasnacional, que se ocupa de
“las relaciones cada vez más intensas y, por tanto los conflictos entre el
ordenamiento constitucional y los Derechos Internacional y comunitario”,
principalmente con referencia a los derechos humanos.7

Teniendo en cuenta la importancia que ha recobrado contemporáneamente el


federalismo como organización del Estado y dado el auge de las autonomías
regionales en Europa y América, nos parece acertada la tesis de Eduardo Ferrer
Mac-Gregor sobre la presencia de un nuevo sector que denomina Derecho
Procesal Constitucional local, “que comprende el estudio de los distintos
instrumentos encaminados a proteger ya no a las Constituciones federales o
nacionales, sino a los ordenamientos, Constituciones o Estatutos de los Estados,
provincias o comunidades autónomas”; lo que incluye el control de
constitucionalidad de los estatutos y normas de las comunidades y regiones con
referencia a la Constitución federal nacional, así como la defensa de las
autonomías a través de estas normas.8
1.2. Naturaleza.
Precisados el concepto y los contenidos del Derecho Procesal Constitucional,
veamos ahora su naturaleza. Para empezar, digamos que es una rama del Derecho
Procesal General que pone en marcha la jurisdicción, potestad del Estado a través
de la cual administra la justicia que es un servicio público de utilidad general,
cuyo carácter esencial es la publicidad de todas sus actuaciones. Este carácter

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público hace que sus normas sean de aplicación general, obligatoria, irrenunciable
e inexcusable.

Por otra parte, se trata de una disciplina autónoma, como autónoma es la


jurisdicción constitucional, a la que pone en actividad. Esta calidad le es
reconocida por la casi totalidad de los autores consultados en una encuesta
realizada en Europa y América9. La autonomía jurídica significa que la materia
tiene existencia propia, porque en su formación intervienen antecedentes,
principios y normas claramente distinguibles de los de otras disciplinas, aunque el
orden jurídico consta de materias concurrentes, complementarias y subsidiarias
que se desplazan en una red cuya coordinación es la base del orden público.

El Derecho Procesal Constitucional es, asimismo, una disciplina de carácter


mixto, sustantiva y adjetiva a la vez. Es sustantiva porque comprende lo que
Mauro Cappelletti y Héctor Fix-Zamudio denominan la jurisdicción
constitucional de la libertad y la jurisdicción constitucional orgánica, la primera
relativa a la defensa y protección de los derechos fundamentales de la persona, y
la segunda a la constitución y funcionamiento de los órganos del Estado, todo lo
cual es materia sustantiva y central de la Constitución Política del Estado. Y es
adjetiva porque se vale de normas procesales para poner en actividad a la
jurisdicción constitucional en defensa y observancia de la Constitución.

1.3. Principios del Derecho Procesal Constitucional.


Como en toda disciplina jurídica, en ésta son de aplicación los principios
generales del Derecho, y, entre éstos, los principios del Derecho Procesal General.
Pero, ¿qué son los principios generales del Derecho? “Uno de los conceptos
jurídicos más discutidos”, dice Cabanellas. Para algunos, son los axiomas de
antigua data, llamados también “reglas del Derecho”. Para otros son los dictados
de la razón y del Derecho Natural.
La utilidad de estos principios deriva del hecho de que las leyes no pueden
prever todos los casos que se presentan en la vida real, circunstancia que a veces
coloca al juzgador en duda sobre cómo ha de decidir las controversias. Para
colmar estas “lagunas legales”, el juez es llamado a valerse de leyes análogas que
pueden aplicarse en casos similares, regla conocida como analogía jurídica, y, en
defecto de ésta, debe acudir a los principios generales del Derecho. A propósito,
el art. l93 del Código de Procedimiento Civil de Bolivia dispone que

“El juez no podrá dejar de fallar en el fondo de las causas sometidas a su


juzgamiento, bajo pretexto de falta, oscuridad o insuficiencia de la ley, ni salvar los
derechos de los litigantes para otro proceso. Deberá fundar su sentencia en los principios
generales del derecho, las leyes análogas o la equidad que nace del ordenamiento
jurídico del Estado.”

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El Derecho Procesal Constitucional

Disposiciones similares existen en la legislación comparada, pues se trata de


uno de los principios procesales universales.

Como bien lo aprecia González Pérez, “los principios generales del derecho
constituyen la base del ordenamiento, su fundamento mismo. Son fuentes del
derecho; pero, precisamente por su naturaleza, su función no se limita a suplir la
insuficiencia de la ley o de la costumbre. Si constituyen la base del ordenamiento,
nada más lógico que acudir a ellos en la labor de interpretar cada una de las
normas que lo integran.. ,”10

“A primera vista -dice Sanín Restrepo- los principios de un lado son fuente única de
derecho cuando en un caso concreto no exista otra solución normativa posible, bien por
ausencia de reglas aplicables, porque las pertinentes se ahogan en la “zona de
penumbra” e incluso cuando repelen una regla que le sea contraria (antinomia); pero por
el otro irrigan, saturan todo el ordenamiento de manera que son omnipresentes en la
aplicación de las reglas jurídicas, siendo por contra un instrumento esencial de la
interpretación judicial. Cada regla que identifiquemos en el ordenamiento debe
pertenecer o incluir un principio que la sustente y le dé sentido. Así, los principios
cumplen una doble función: “colman las lagunas del ordenamiento” e informan, orientan
la labor hermenéutica del operador jurídico, ofreciendo y fundamentado las razones para
decidir. En palabras de García de Enterría, “Estos valores no son simple retórica, no son,
-de nuevo hemos de impugnar esta falaz doctrina, de tanta fuerza inercial entre nosotros-
simples principios programáticos, sin valor normativo de aplicación posible; por el
contrario, son justamente la base entera del ordenamiento, la que ha de prestar a éste su
sentido propio, lo que ha de presidir, por tanto, toda su interpretación y aplicación”11.

Son de aplicación en el Derecho Procesal Constitucional algunos principios


que rigen en el Derecho Procesal Administrativo, como los siguientes:
- De legalidad objetiva, según el cual se debe aplicar objetivamente la ley
en defensa de sus prerrogativas, así como para proteger los derechos e
intereses de las personas. Este principio conlleva la publicidad del
procedimiento y el interés que el juzgador debe manifestar en esclarecer
los hechos, aun en el supuesto de desistimiento de la acción, cuyo curso
debe seguir, por ello, de oficio, salvo que se trate de un beneficio o interés
individual.

- De oficialidad, que supone la impulsión y la instrucción de oficio del


procedimiento de parte del juez, dado el interés público que revisten todos
sus actos y teniendo en cuenta que los interesados no podrían mover al
juzgador si éste no lo hiciera obligado por la ley. Por supuesto que el
impulso inicial, la acción, corresponde al particular interesado, aunque hay
casos en que el juez debe actuar de oficio desde el comienzo, cuando
conozca sobre irregularidades o falencias procesales..

Para la instrucción de oficio corresponde averiguar los hechos y obtener

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Iuris Tantum - Revista Boliviana de Derecho

las pruebas, independientemente de lo que hagan los interesados


particulares en esta materia.

- De la verdad material. significa que se debe escudriñar los hechos reales,


hayan sido o no alegados y probados por el administrado, y no atenerse
solamente a la verdad formal, que aparece de las pruebas aportadas por las
partes, como ocurre en materia civil. “En el caso de que los elementos de
juicio que los interesados suministren al órgano resolutorio no sean
suficientes para dictar una resolución adecuada, deberá aquél, de oficio,
procurárselos, de suerte que llegue a una exacta determinación y al
conocimiento y comprobación de los datos a tomar en consideración”. 12

- De informalismo.- Consiste en la no exigencia de ciertas formalidades, en


beneficio del litigante, teniendo en mente la ampliación de lo favorable
para que aquél pueda hacer valer sus derechos. El art. 1 de la Ley l9549 de
Procedimientos Administrativos de la República Argentina recoge así este
principio: “Excusación de la inobservancia por los interesados de
exigencias formales no esenciales y que puedan ser cumplidas
posteriormente”. A propósito, el Art. 81 de la reglamentación de esta ley
previene que “los recursos deberán proveerse y resolverse cualquiera sea
la denominación que el interesado les dé”. Por su parte, el Tribunal
Supremo de España declaró en l.992 que “las reclamaciones producidas en
vía gubernativa no... están sometidas a formalidades precisas, debiendo
interpretarse su contenido con espíritu de benignidad”. 13

- De eficacia.- La misma eficacia que el juez debe imprimir en todos sus


actos, debe presidir la aplicación del procedimiento, por tratarse,
reiteramos, de asuntos de interés público. Este principio supone los de
celeridad, sencillez y economía en los trámites administrativos; lo que en
la Exposición e Motivos de la Ley de Procedimientos Administrativos de
España se califica como verdaderas normas jurídicas, y no como simples
enunciados programáticos.

- Del debido proceso.- Este principio deriva de la garantía constitucional


instituida en el Art. l6 de la C.P.E., que declara que se presume la
inocencia del encausado mientras no se pruebe lo contrario; que el derecho
de defensa es inviolable; del derecho a ser asistido por un defensor y a no
ser condenado sin haber sido oído, etc.

El debido proceso, a su vez, consta de los siguientes principios cuya


aplicación es inexcusable en el Derecho Procesal Constitucional:

- Juez natural, imparcial e independiente.- Este es el punto de partida o

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El Derecho Procesal Constitucional

requisito básico para la sustanciación del debido proceso. Juez natural es


lo mismo que el predeterminado por ley, o sea aquel cuya jurisdicción,
competencia y funciones están previstas en una ley vigente con
anterioridad al caso que se juzga (arts. 116 - II y III CPE., lo - 2 y 2 L.O.J.
y 2 Pr. Pen.).

Las calidades de independiente e imparcial del juez derivan de su


nombramiento, predeterminado por ley según requisitos especiales, y no
por el favor político o personal, y del principio de separación de poderes
que es columna vertebral del Estado de Derecho. Así lo establecen los arts.
10 de la D.U.D.H. y 6.1 de la C.E.P.D.H. y L.F., así como los arts. 116- VI
y VIII CPE. 1°-1, 8 y 14 L.O.J., 3° Pr. Pen., 10 L.S.N.D.P. y l4-f de L.P.A.

El juez debe ser independiente no sólo de los poderes y autoridades


públicos, sino también frente a las partes en el proceso y a los particulares
en general.

El Tribunal Constitucional de Bolivia dijo en su Sentencia 0491/2003- R,


de 15 de abril:
“Uno de los elementos esenciales de la garantía del debido proceso es el derecho al
juez natural competente, independiente e imparcial; debiendo entenderse por Juez
competente aquel que de acuerdo a las normas jurídicas previamente establecidas,
conforme a criterios de territorio materia y cuantía, es el llamado para conocer y resolver
una controversia judicial; juez independiente es aquel que, como se tiene referido,
resuelve la controversia exenta de toda ingerencia o intromisión de otras autoridades o
poderes del Estado; y juez imparcial aquel que decide la controversia judicial sometida a
su conocimiento exento de todo interés o relación personal con el problema,
manteniendo una posición objetiva al momento de adoptar su decisión y emitir
resolución.

El cumplimiento de estos requisitos que hacen al Juez natural permite garantizar la


correcta determinación de los derechos y obligaciones de las personas; de ahí que la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, cuya jurisprudencia es vinculante para la
jurisdicción interna, en su Sentencia de 31 de enero de 2.001 (caso Tribunal
Constitucional de Perú, párrafo 77), ha establecido que “toda persona sujeta a juicio de
cualquier naturaleza ante un órgano del Estado deberá contar con la garantía de que
dicho órgano sea competente, independiente e imparcial...”

- Derecho de defensa y de asistencia de letrado.- La defensa en juicio


conforme a normas y procedimientos establecidos por ley es un derecho
universalmente reconocido, cuyas garantías constitucionales y procesales
forman parte del debido proceso. Este derecho se halla inscrito en los arts.
16-II de CPE. y 2 de L.S.N.D.P., en el Título I del Libro Primero del Pr.
Pen., así como en los arts. 8 y 10 de D.U.D.H., 9 del P.I.D.C.P., 18 de
D.A.D.D.H. y 25 de la C.A.

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Este derecho se halla ligado al de asistencia de letrado reconocido en los


arts.16-III CPE., 9, 107 al 110 del Pr. Pen. y 2 y siguientes de L.S.N.D.P.;
asistencia que tiene los caracteres de irrenunciable, gratuita, idónea y
permanente. Es gratuita para los litigantes carentes de recursos (arts. 116 -
X CPE., 2 y 4 L.S.N.D.P y 6.3 c) del C.E.P.D.H. y L.F.) Es idónea, porque
no basta asignar un abogado a la defensa, sino que ésta ha de ser efectiva,
lo cual “supone que el defensor disponga del tiempo y los medios
adecuados para la preparación de la defensa, que pueda comunicarse con
el justiciable y pueda exigir intérprete para que el justiciable pueda
relacionarse con su abogado”.14

La jurisprudencia comparada es uniforme al exigir la idoneidad del


letrado. La Sentencia 71/1.988 del Tribunal Constitucional de España dice:

“..Ligado este derecho, pues, con el de asistencia letrada (art. 24.2 CE.), es obvio
que a esta asistencia ha de extenderse la necesidad de efectividad o eficacia, so pena de
considerarlo un derecho vacío o meramente formal.”
La Corte Suprema de Justicia de Argentina dijo en el caso Gordillo (29 de
septiembre de 1.987) que “no basta para cumplir con las exigencias
básicas del debido proceso que el acusado haya tenido patrocinio letrado
de manera formal, sino que es menester que aquél haya recibido una
efectiva y sustancial asistencia de parte de su defensor”.15

Por su parte el Tribunal Constitucional de Bolivia dijo en su Sentencia


313/2.000-R:

“1. La función que debe cumplir un defensor de oficio en el sentido de la ley, no se


agota en la formalidad legal de su designación, sino en la realización efectiva de la
defensa que le fue encomendada.”

La asistencia de abogado debe ser permanente para ser efectiva, para que el
procesado esté protegido por su defensa en todo momento, sin descuidar detalles que
pueden influir negativamente en la misma. Así lo dispone el art. 7 de L.S.N.D.P.:
“El servicio de Defensa Pública será brindado de manera ininterrumpida durante las
veinticuatro horas del día, incluyendo domingos y feriados”.

La asistencia de letrado no excluye el derecho del procesado a defenderse por


sí mismo, en ejercicio del derecho de defensa, que es muy amplio. Así lo
disponen los arts. 8 y 9 del Pr. Pen. y lo han remarcado el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos y el Tribunal Constitucional de España,
cuya Sentencia 37/1.988, de 3 de marzo dice:

“El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha declarado que el art. 6.3. c) del
Convenio de Roma (...) “garantiza tres derechos al acusado: a defenderse por sí mismo,
a defenderse mediante asistencia letrada de su elección y, en determinadas condiciones,

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El Derecho Procesal Constitucional

a recibir asistencia letrada gratuita. sin que la opción a favor de una de esas tres posibles
formas de defensa implique la renuncia o la imposibilidad de ejercer alguna de las otras,
siempre que sea necesario, para dar realidad efectiva en cada caso a la defensa en un
juicio penal.”

- Presunción de inocencia.- Este es otro principio universal del debido


proceso, recogido en los artículos 16-I de la CPE. y 6 del Pr. Pen. Según
este último, la presunción supone que “no se podrá obligar al imputado a
declarar en contra de sí mismo y su silencio no será utilizado en su
perjuicio”, además de que “la carga de la prueba corresponde a los
acusadores y se prohíbe toda presunción de culpabilidad”. Si la inocencia
se presume ab initio, es lógico que no le corresponde al imputado probarla,
sino a quien le acusa; y puesto que la inocencia es una presunción juris
tantum, sólo puede ser destruida mediante prueba plena. “Para condenar
hace falta la certeza de la culpabilidad obtenida de la valoración de la
prueba”, ha dicho el Tribunal Constitucional español (Sentencia 55/82)

El mismo T.C. de España ha explicado el significado de la presunción de


inocencia en su Sentencia 34/1.966, de 11 de marzo, cuyo párrafo
pertinente se transcribe a continuación.

“...En tal sentido hemos dicho que la presunción de inocencia comporta en el orden
penal, al menos, las cuatro siguientes exigencias: 1°.) la carga de la prueba sobre los
hechos constitutivos de la pretensión penal corresponde exclusivamente a la acusación,
sin que sea exigible a la defensa una probatio diabolica de los hechos negativos; 2°) sólo
puede entenderse como prueba la practicada en el juicio oral bajo la inmediación del
órgano judicial decisor y con observancia de los principios de contradicción y publicidad;
3°) de dicha regla general sólo pueden exceptuarse los supuestos de prueba
preconstituida y anticipada, cuya reproducción en el juicio oral sea o se prevea imposible,
y siempre que garantice el ejercicio del derecho de defensa o la posibilidad de
contradicción, y 4°) la valoración conjunta de la prueba practicada es una potestad
exclusiva del juzgador, que éste ejerce libremente con la sola obligación de razonar el
resultado de dicha valoración”.

- Lev anterior al proceso.- Es otro de los principios del Estado de Derecho


liberal burgués inscrito en el art. 8 de la D.D.H.C., que dice que “nadie
podrá ser castigado más que en virtud de una ley establecida y promulgada
anteriormente al delito y legalmente aplicada”. Después de la Segunda
Guerra Mundial se universalizó el principio con su adopción en la
D.U.D.H. (art. 11), P.I.D.C.P. (art. 15), D.A.D.D.H. (art. 26) y
Convención Americana (art. 9); además de su reconocimiento como un
derecho fundamental en la mayor parte de las Constituciones Políticas.

El art. 16 - VI de la CPE. dice que: “la condena penal debe fundarse en


una ley anterior al proceso y sólo se aplicarán las leyes posteriores cuando

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sean favorables al encausado”, salvedad esta última que se halla prevista


también en los arts. 33 de la CPE. y 4 del Código Penal.

Este principio se relaciona directamente con los de legalidad e igualdad


que son parte asimismo del Estado de Derecho liberal burgués, pues el art.
6 de la D.D.H.C. dice que “la ley es la expresión de la voluntad general.
(...) Debe ser la misma para todos, tanto cuando protege como cuando
castiga. Siendo los ciudadanos iguales ante ella, todos son igualmente
admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos.”
El principio de legalidad aplicado al debido proceso supone que todos los
trámites deben ajustarse a las leyes vigentes El principio de igualdad ante
la ley indica que ésta “debe ser la misma para todos...” y “consiste en no
hacer diferencias entre dos personas o más que estén situadas en las
mismas condiciones; pero no se infringe ese principio si las circunstancias
son desiguales” (Corte Suprema de Justicia de Costa Rica, 14/03/1.982).

Estos principios, elevados a la categoría de derechos fundamentales, están


reconocidos en todas las Constituciones Políticas, así como en la
D.U.D.H. (arts. 1 y 7); D.A.D.D.H. (arts. 2 y 26) y C.A.D.H. (arts. 8.1
y 9).

- Respeto a los derechos y garantías fundamentales.- El debido proceso de


ley supone que los derechos y garantías de las partes, y particularmente
los de los imputados, acusados y condenados, serán respetados en todo
momento, antes, durante y después del proceso (arts. 7 C.P.E.; 5, 7, 222 y
429 Pr. Pen.; D.L. 11080).

Entre esos derechos cobran relevancia en esta materia el derecho a la vida,


a la salud y a la seguridad (art. 7-a) C.P.E., que incluye el de la integridad
física, psíquica y moral; la libertad individual (arts. 6-11 y 9 C.P.E.); la
prohibición de torturas, coacciones, exacciones y otras formas de
violencia (art. 12 C.P.E.); la inviolabilidad del domicilio, de la
correspondencia y de los papeles privados (arts. 20 y 21 C.P.E.)

Como dice Luis Paulino Mora, “la investigación penal, por afectar
directamente al individuo contra quien se dirige, no sólo en la
eventualidad de que se le imponga una pena, sino por el solo hecho de ser
llamado a juicio, debe necesariamente limitarse por una serie de garantías
que eviten la intromisión del Estado en la vida del particular, cuando no
sea del todo necesario para la eficaz investigación del hecho atribuido.”16

Las sentencias del T.C. de Bolivia Nos. 909/2.000-R y 1214/00-R., de 29


de septiembre y 21 de diciembre de 2.000 recalcan que “el Auto que

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El Derecho Procesal Constitucional

disponga la detención preventiva deberá contener, entre otros requisitos,


“la fundamentación expresa sobre los presupuestos que motivan la
detención, con cita de las normas legales aplicables.”, conforme a los arts.
233 236 del Pr. Pen.
- Principios de razonabilidad y de proporcionabilidad.-El principio de
razonabilidad está ligado estrechamente con los de legalidad y legitimidad.
Dice Perelman: “Todo puede ser censurado si se ejerce de un modo
irrazonable y, por lo tanto, inaceptable. Ese uso inadmisible del derecho
será calificado técnicamente de diversas maneras: como abuso de derecho,
exceso o desvío de poder, como iniquidad o mala fe (...) Ningún derecho
puede ser ejercido de un modo irrazonable, porque aquello que es
irracional no es derecho. El límite así trazado me parece definir mejor el
funcionamiento de las instituciones jurídicas que la idea de justicia o de
equidad.”17

La idea de razonabilidad desenvuelve las de necesidad, adecuación, lógica,


equidad, aceptación, que se obtienen con prudencia, buen criterio y
moderación. No existen en las Constituciones Políticas preceptos
específicos sobre estos principios, que están implícitos, sin embargo, en
los conceptos de Estado de Derecho y de debido proceso legal. La
razonabilidad y proporcionalidad han sido elaboradas
jurisprudencialmente, como ocurrió en Estados Unidos de América, en
Francia y en Alemania. En este último país, el principio de
proporcionalidad surgió de los fallos del T.C. alemán en la década de
1.960, en base a tres componentes: determinar si una medida (o
resolución) es realmente necesaria; si la misma se adecua al fin que se
busca; y ponderar los valores que encierra.

La idea de proporcionalidad asociada al concepto de justicia se remonta,


por lo menos, a la antigua Grecia, pues en la “Etica a Nicómano” de
Aristóteles se dice que “el justo, en ésta concepción, es por tanto el
proporcional, y el injusto es el que viola la proporcionalidad”. La doctrina
alemana actual sostiene que no basta verificar si las restricciones a los
derechos están admitidos por la Constitución (principio de la reserva
legal), sino que hay que ponderarlos con el principio de proporcionalidad.
En este sentido, el principio de la reserva legal se complementa con el de
la reserva legal proporcional, que contiene tres elementos: adecuación,
necesidad y proporcionalidad en sentido estricto.

La adecuación exige la compatibilidad entre medios y fines; que el acto o


resolución sean proporcionales, apropiados, para la realización de los
objetivos propuestos. La necesidad supone que los actos se justifiquen

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Iuris Tantum - Revista Boliviana de Derecho

como indispensables para conseguir esos fines: que, por ejemplo, las
restricciones necesarias para proteger el interés general (de la colectividad)
sean las menores posibles en la esfera individual. Y la proporcionalidad en
sentido estricto se obtiene mediante la ponderación de los valores que
están en juego, como, por ejemplo, el derecho a la libertad de información
frente al de intimidad personal: hasta qué punto cabe lesionar este último
sin herir el valor dignidad de la persona humana, para que el público sea
debidamente informado.

Para concluir este punto, transcribimos dos casos de jurisprudencia de la


Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina relacionados con los
criterios de razonabilidad y proporcionalidad aplicados en las resoluciones
judiciales:

“Los jueces, en la tarea de razonamiento que ejercitan para indagar el sentido que
corresponde acordar a las normas, deben atender a las consecuencias que normalmente
derivan de sus fallos, lo que constituye uno de los índices más seguros para verificar la
razonabilidad de su interpretación y su congruencia con el todo del ordenamiento
jurídico.” (Entidad Binacional Yaciretá c/Misiones, Provincia de s/expropiación”, Sentencia
de 19 de mayo de 1.992).

“De la confrontación de la norma legal con sus correspondientes de la Ley


Fundamental surge, como criterio que permite precisar los límites a considerar ante la
invocación de la falta de proporcionalidad entre la pena conminada y la ofensa cometida
el que se deriva de la propia naturaleza garantizadora del principio de proporcionalidad
de la pena, que opera únicamente para limitar los excesos del poder primitivo estatal
respecto de eventuales transgresores a las leyes, y que determina que la
proporcionalidad no puede resolverse en fórmulas matemáticas, sino que sólo exige un
mínimo de razonabilidad para que la conminación penal pueda ser aceptada en un
estado de Derecho”. (Gómez Ricardo y Federico; Eduardo Alberto s/robo agravado,
sentencia de 8 de junio de 1.989).

Otros principios propios de esta materia son:

- La celeridad, para que las garantías jurisdiccionales de los derechos


fundamentales y de la Constitución sean efectivas y no pierdan eficacia
con la retardación de los trámites.

- La economía de tiempo, de gasto y de esfuerzo. La primera se relaciona


directamente con el principio de celeridad. La economía de gasto y
esfuerzo tiende asimismo a la eficacia de la garantía, porque gastos y
esfuerzos innecesarios pueden desanimar al actor a ejercitar su derecho o
hacer que el costo de la acción haga inútil su beneficio.

- La inmediación, que consiste en que el juzgador esté en contacto


inmediato con todos los sujetos y tenga acceso rápido a los materiales y

12
El Derecho Procesal Constitucional

elementos del proceso, para formarse un juicio cabal del problema que
garantice a todos la objetividad, oportunidad e imparcialidad necesarias en
la salvaguarda de los derechos y preceptos constitucionales.

- La socialización, que significa tomar en consideración las desigualdades


sociales de las partes para hacer efectivo el principio rector de la igualdad
ante la ley, según el cual todos los sujetos deben ser ubicados
efectivamente en el mismo plano, evitando discriminaciones subjetivas y
objetivas de cualquier naturaleza.

- La Iura novit curia, que significa que el juez conoce mejor que las partes
el derecho pertinente en cada caso, por lo que está obligado a aplicar las
normas correspondientes aunque éstas no hayan sido invocadas por los
interesados. Esta facultad no permite, sin embargo, al juez, alterar los
hechos y otros datos del proceso, ni cambiar su objeto, pues en todo caso
debe haber coherencia en sus sentencias y demás actuados judiciales.

Jesús González Pérez ilustra con precisión el principio Iura novit curia y sus
limitaciones en estas palabras:

“Que no aparezcan en el fallo más elementos que en las pretensiones. Ahora bien,
como el tribunal, según se ha indicado, puede apreciar de oficio motivos susceptibles de
fundar la pretensión o la oposición no alegados por las partes, cuando así lo haga y funde
la sentencia en motivo no alegado, no existirá incongruencia. Aún cuando como se ha
indicado, el Código colombiano (art. 164) únicamente admite que pueden apreciarse
“excepciones” no alegadas, no parece que ello impida que puede tener en cuenta
“motivos” que pueden fundar las pretensiones, aún no alegadas. No podrá
indudablemente plantear “cuestiones” distintas. Que no aparezcan en el fallo menos
elementos que en las pretensiones, pues, en caso contrario, no se habría satisfecho la
pretensión y se habría violado el derecho fundamental a la tutela jurisdiccional efectiva
que se reconoce en las constituciones. En algunos ordenamientos se concede especial
importancia a esta infracción y se configura como motivo de uno de los recursos
extraordinarios que admiten contra las sentencias. Así, en los códigos procesales
administrativos de algunas provincias argentinas, como los de Jujuy (art.
89) Santiago del Estero (art. 76), Córdoba (art.50), Corrientes (art. 111), Santa Fe (art.
80), Buenos Aires (art. 77) La jurisprudencia ha establecido que la fórmula de la
absolución comprende y resuelve todas las cuestiones planteadas. Por esta razón los
códigos procesales administrativos de las provincias argentinas establecen que no se
configurará el motivo de nulidad si la sentencia se limita a confirmar el acto
administrativo.

Que no exista en el fallo nada distinto de lo pedido por las partes, si bien
ha de tenerse en cuenta lo antes dicho sobre las potestades del órgano
jurisdiccional. Potestades que en modo alguno permiten la reformatio in
pejus. El art. 164, párrafo cuarto de la codificación colombiana dispone
que “el silencio del inferior no impedirá que el superior estudie y decida

13
Iuris Tantum - Revista Boliviana de Derecho

todas las excepciones de fondo, propuestas o no, sin perjuicio de la


reformatio in pejus”, precepto que parece referirse inicialmente a la
apelación”.18

2.- Antecedentes y Desarrollo.

E n cuanto a los antecedentes del Derecho Procesal Constitucional hay quienes


se remontan a los documentos más antiguos del derecho público, partiendo
de la Carta Magna y haciendo un recorrido por la evolución de sus
instituciones en Inglaterra, Francia y Estados Unidos de América, como son el
Habeas Corpus Act (1679), el Bill of Righs (1.689), la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano (1.789), la revisión judicial (1.803), etc.

Es cierto que la simiente de lo que ahora se conoce como justicia


constitucional fue sembrada hace muchos siglos, cuando el debido proceso
comenzó a dar sus primeros pasos con la Carta Magna, avanzando después con la
obra de precursores como Edward Coke, Alexander Hamilton, el abate Sieyés,
John Marshall y otros, porque el reconocimiento de los derechos de la persona
que sobrevino después de una lucha secular librada en varios frentes no habría
pasado de ser una mera declaración, de no haber sido acompañado con las
garantías para su ejercicio y protección, garantías que son el meollo de la
jurisdicción constitucional y del Derecho Procesal Constitucional. Recordemos
aquí dos hitos fundamentales en este desarrollo. En 1.610 el juez inglés Edward
Coke dijo en el famoso caso Bonham:

“Aparece en nuestros libros que en muchos casos la ley común controla actos del
Parlamento y en ciertos casos los declara nulos, porque cuando una ley del Parlamento
es contraria al derecho y a la razón, o repugnante, o imposible de aplicar, la ley común la
controlará y la anulará.”

En 1.788 Alexander Hamilton fundamentó lo que después sería la revisión


judicial con estas palabras tan lógicas como irrebatibles:

“El derecho de los tribunales a declarar nulos los actos de la legislatura, con
fundamento en que son contrarios a la Constitución, ha suscitado ciertas dudas como
resultado de la idea errónea de que la doctrina que lo sostiene implicaría la supremacía
del poder judicial frente al legislativo. Se argumenta que la autoridad que puede declarar
nulos los actos de la otra necesariamente será superior a aquella de quien proceden los
actos nulificados.
No hay proposición que se apoye sobre principios más claros que la que afirma que
todo acto de una autoridad delegada, contrario a los términos del mandato con arreglo al
cual se ejerce, es nulo. Por lo tanto, ningún acto legislativo contrario a la Constitución
puede ser válido. Negar esto equivaldría a afirmar que el mandatario es superior al
mandante, que el servidor es más que su amo, que los representantes del pueblo son

14
El Derecho Procesal Constitucional

superiores al pueblo mismo y que los hombres que obran en virtud de determinados
poderes pueden hacer no sólo lo que éstos no permiten, sino incluso lo que prohíben”.

A propósito de antecedentes jurídicos, con esta materia ocurre lo que con el


Derecho Constitucional, cuyas raíces se hunden asimismo en la antigüedad, pero
que empezó a cobrar forma en el siglo XIX con las primeras cátedras que con ese
nombre se introdujeron en Francia en 1834.

Existe coincidencia en que Niceto Alcalá-Zamora y Castillo fue el primero en


utilizar la expresión “Derecho Procesal Constitucional” en sus “Ensayos de
derecho procesal civil, penal y constitucional”, publicados en Buenos Aires en la
Revista de Jurisprudencia Argentina, 1.944, y luego en su libro “Proceso,
Autocomposición y autodefensa. Contribución al estudio de los fines del
proceso”, primera edición publicada en México en 1.947. Alcalá Zamora, sin
embargo, considera que Hans Kelsen es el fundador de la materia, cuyo marco
teórico trazó en su obra “La Garantía Jurisdiccional de la Constitución (La
Justicia Constitucional)”, publicada por primera vez en francés en la “Revue du
Droit Public et de la Science Politique en France et á l’étranger”, París, 1.928. En
la práctica, el mismo Kelsen fue el autor -como es sabido- del primer tribunal
constitucional instituido en Austria en 1.920, del que fue magistrado durante
varios años.

Este libro de Kelsen fue el primero en sentar las bases de la justicia


constitucional como se la aplica en el sistema concentrado desde mediados del
siglo XX en varios países de Europa occidental. Su fundamentación es completa,
pues abarca la justificación jurídica de la institución, su relación con la
democracia, la protección de los derechos de las minorías, sus competencias, la
acción indirecta o incidental, la declaración de inconstitucionalidad de oficio, la
composición de los órganos y los efectos de sus resoluciones.

Kelsen comienza subrayando la importancia que la justicia constitucional


tiene para “el ejercicio regular de las funciones estatales”.Su principal objeto -
dice- son las leyes inconstitucionales, en la forma y en el fondo, entre las cuales
incluye “todos los actos que acusen forma de leyes, aun si sólo contienen normas
individuales”, así como “otros actos del Parlamento que tienen, de acuerdo con la
Constitución, carácter obligatorio, sin revestir necesariamente la forma de leyes”.
La sentencia debe tener fuerza anulatoria del acto inconstitucional porque “una
Constitución a la que le falta la garantía de la anulabilidad de los actos
inconstitucionales, no es plenamente obligatoria en su sentido técnico”.

Se muestra partidario, en principio, de la acción popular, para mayor eficacia


de esta garantía; pero “no se puede, sin embargo, recomendar esta solución
porque entrañaría un peligro muy grande de acciones temerarias y el riesgo de un

15
Iuris Tantum - Revista Boliviana de Derecho

insoportable congestionamiento de procesos”. Para evitar este riesgo, propone el


ejercicio de lo que actualmente se denomina acción indirecta o incidental de
inconstitucionalidad.

En cuanto al órgano encargado de la justicia constitucional, tiene que ser


independiente -dice- del Parlamento y de toda otra autoridad estatal. Sus
miembros deben ser “juristas de profesión”, propuestos por las Facultades de
Derecho de cada país o por una comisión que represente a todas. “Se podría,
asimismo, acordar al propio tribunal el derecho a proponer aspirantes para cada
puesto vacante o de proveerlo por elección, es decir, por capacitación...” 19

De la breve reseña que antecede se aprecia que Kelsen previó en su propuesta


de 1.928 todos los aspectos importantes de lo que habría de ser la justicia
constitucional, incluyendo la composición y competencias de sus órganos, así
como los efectos de sus sentencias. Es correcto, por ello, decir que el gran jurista
vienés fue el fundador de la materia que nos ocupa, al haber edificado los
cimientos de la justicia y de la jurisdicción constitucional.

Cabe mencionar aquí la contribución hecha al desarrollo de esta materia


durante el siglo XX por juristas tan renombrados como los italianos Piero
Calamandrei y Mauro Cappelletti. Correspondió al maestro Calamandrei
participar en los trabajos que alumbraron la Constitución italiana de 1.948, la
misma que instituyó la Corte Constitucional de ese país, a la cual dedicó varios de
sus escritos. Por su parte Mauro Cappelletti publicó en 1.955 “La jurisdicción
constitucional de la libertad; primer estudio sobre el recurso constitucional”;
luego, en 1.968 “El control judicial de la constitucionalidad de las leyes en el
derecho comparado”, y otros escritos en italiano, traducidos después a otros
idiomas20. Más cerca a nosotros la obra de los profesores Luigi Ferrajoli y
Gustavo Zagrebelsky se encuadra en la problemática del Estado Constitucional.

En Alemania se destaca la obra de Konrad Hesse y de Peter Haberle, cuyo


ensayo “El Derecho Procesal Constitucional como Derecho Constitucional
Concretizado frente a la judicatura del Tribunal Federal Constitucional alemán”,
publicado en 1.976, es una pieza maestra en la materia21. Norbert Losing ha
publicado “La jurisdiccionalidad constitucional en Latinoamérica” (2.002).

En Francia hay una constelación de astros en la que siguen brillando André


Hauriou, Leon Duguit, Esmein, Einsenmann, este último discípulo de Kelsen, y
más cerca de nosotros Louis Favoreu, quien ha escrito extensivamente sobre la
justicia constitucional y los tribunales constitucionales.

En España, uno de los pioneros en esta materia es Jesús González Pérez,


quien en 1.980 publicó la primera edición de su “Derecho Constitucional

16
El Derecho Procesal Constitucional

Procesal”. Francisco Fernández Segado, el prolífico profesor de la Universidad


Complutense de Madrid ha publicado “El Sistema Constitucional Español”
(1.992), que contiene extensos capítulos sobre la justicia constitucional, y “La
Jurisdicción Constitucional en América Latina” (2.000), además de otros estudios
relacionados con estos temas.

Los autores europeos de la segunda mitad del siglo XX han dado un gran
impulso al Estado y a la justicia constitucional, pero no se usa en Europa el
concepto de “Derecho Procesal Constitucional” ni se enseña esta materia en las
Universidades europeas. Con excepción de los libros de González Pérez y de
Peter Haberle, ya mencionados, el concepto no es utilizado en el viejo continente.
Corresponde a los juristas latinoamericanos la elaboración doctrinal de este
derecho, que ya cuenta con numerosas publicaciones y varias cátedras
universitarias. Tres nombres se destacan nítidamente en esta empresa: el
mexicano Héctor Fix-Zamudio, el peruano Domingo García Belaúnde y el
argentino Néstor Pedro Sagüés, cuya obra ha sido secundada por muchos otros.

Fix-Zamudio ha publicado muchos estudios a partir del año 1.956 y su obra


constituye el núcleo principal de esta materia en América Latina. Domingo García
Belaúnde ha profesado la materia desde los años 1.970 en las Universidades
peruanas y tiene una abundante producción sobre la misma, destacándose su
“Derecho Procesal Constitucional”, cuya segunda edición data del año 2.001.
Néstor Pedro Sagüés es considerado el creador de esta disciplina en la República
Argentina, donde ha promovido congresos y semanarios para difundir su
conocimiento y ha publicado numerosos libros, entre los cuales “Derecho
Procesal Constitucional. Recurso Extraordinario” (1.984) y “Derecho Procesal
Constitucional, logros y obstáculos” (2.006). Se destacan, asimismo, Osvaldo A.
Gozaíni, Augusto M. Morello y Víctor Bazán en Argentina, Eduardo Ferrer Mac-
Gregor en México y Eloy Espinoza- Saldaña en Perú.
En Bolivia cabe mencionar a José Decker Morales con su “Derecho Procesal
Constitucional” (2.002); a José Antonio Rivera S. con “La Jurisdicción
Constitucional” (2a. Ed., 2.004); a Jorge Asbún con “Recurso Directo de Nulidad”
(2.003); a Willman Durán con “Principios, Derechos y Garantías
Constitucionales” (2.005), y a Pablo Dermizaky con “Justicia Constitucional y
Estado de Derecho”, (segunda edición, 2.005). El libro del profesor Decker es el
único en Bolivia que lleva como titulo “Derecho Procesal Constitucional”

El desarrollo resumido en los párrafos precedentes muestra que la materia


comentada tiene ya sustancia propia y afianza su espacio progresivamente en los
ámbitos académicos, principalmente en América Latina, donde existe desde 1991
el Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal Constitucional. Como a toda
disciplina nueva, sin embargo, le queda mucho camino por recorrer y retos a

17
Iuris Tantum - Revista Boliviana de Derecho

vencer, entre los cuales, como apunta Néstor Pedro Sagüés, está su crisis de
identidad “como consecuencia de un perfil a medio dibujar”, así como “las
técnicas y métodos que debe emplear”.22

Notas de Pie
1 Méndez Júnior, Cit. por Cretella Júnior, José en “Curso de direito Administrativo”, 7a. Ed.-
FORENSE, Río de Janeiro, Brasil, 1983, p. 626.
2 Cit. por Décker Morales, José en “24 temas de Derecho Procesal Civil”, 1a. Ed., Cochabamba,
Bolivia, 1995, p. 18.
3 De Silva, José Alfonso.- “El Proceso Constitucional”, en el volumen colectivo “Defensa de la
Constitución”, 1a. Ed., EDIAR, Buenos Aires, Rep. Argentina, 2003, p. 755.
4 Ferrer Mac-Gregor, Eduardo.- Comentario a la obra “Derecho Procesal Constitucional”, 4a.
Ed., del Colegio de Secretarios de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, México, 2003,
en Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional, No. 1,2004, p. 323.
5 Haberle, Peter.- “El Derecho Procesal Constitucional como Derecho Constitucional
concretizado frente a la judicatura del Tribunal Federal Constitucional alemán”, en Revista
Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional, Ob. cit., p. 19
6 García B., Domingo.- “De la Jurisdicción Constitucional al Derecho Procesal Constitucional”.-
2a. Ed.-GRIJLEY, Lima, Perú, 2000, p. 95.
7 Ferrer Mac-Gregor, Eduardo, Ob. cit. pp. 323-324.
8
Ibídem, pp.335-336.
9 “Encuesta sobre Derecho Procesal Constitucional”, Jurista Editores, Lima, Perú, 2006.
10
González Pérez, Jesús.- “Derecho Procesal Administrativo Hispanoamericano”.- Ed. TEMIS,
Bogotá, Colombia, 1985, p. 29.
11 Sanín Restrepo, Ricardo.- “Libertad y Justicia Constitucional”.- Ed. Academia Colombiana de
Jurisprudencia, Bogotá, Colombia, 2004, p. 146.
12
Entrena Cuesta, Rafael.- Cit. por Gordillo, Agustín en “Teoría General de Derecho
Administrativo”, Madrid, España, 1984, p. 661.
13 Ibídem, p. 666.
14
González Pérez, Jesús.- “El Derecho a la tutela jurisdiccional”.- 3a. Ed.- CIVITAS, Madrid,
España, 2001, p. 193.
15 Gozaíni, Osvaldo A.- “La Justicia Constitucional”, Depalma, Buenos Aires, Rep. Argentina,
1994, p. 267.
16 Mora Mora, Luis Paulino.- “El debido proceso y otras garantías individuales”, en Anuario de
Derecho Constitucional Latinoamericano, 1998, p. 559.
17
Cit. por Solá, Juan Vicente en “Control Judicial de Constitucionalidad”, Abeledo Perrot, Buenos
Aires, Argentina, 2001, pp. 541-543.
18 “Derecho Procesal Administrativo Hispanoamericano”, Ob. cit., p. 329.
19 Kelsen, Hans.- “La Garantía Jurisdiccional de la Constitución (La Justicia Constitucional)”.- 1a.
Ed.- Kipus, Cochabamba, Bolivia, 2006.
20 “Encuesta sobre Derecho Procesal Constitucional”.- Ed. Porrúa, México, 2006, pp. XIII y XIV.
21 Revista Iberoamericana...Ob. cit., pp. 15 y ss.
22 Sagüés, Néstor Pedro.- “Derecho Procesal Constitucional. Logros y Obstáculos.” 1a. Ed.- Ad-
Hoc, Buenos Aires, 2006, p.33.

Abreviaturas
C.A..- Convención Americana de Derechos Humanos o Pacto de San José.
C.E..- Constitución de España.

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El Derecho Procesal Constitucional

CPE..- Constitución Política del Estado.


C. E.P.D. y L.F..- Convención Europea para los Derechos y Libertades
Fundamentales.
D. A.D.D.H..- Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre.
D.U.D.H..- Declaración Universal de los Derechos del Hombre.
D.D.H.C.- Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
L.P.A..- Ley de Procedimiento Administrativo.
L.O.J..- Ley de Organización Judicial.
L.S.N.D.P..- Ley de Servicio Nacional de Defensa Pública.
P.I.D.C.P..- Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos.
Pr. A. - Procedimientos Administrativos.
Pr. Pen..- Procedimiento Penal.
T.C..- Tribunal Constitucional.

Cochabamba, mayo de 2007. Pablo Dermizaky Peredo.

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