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El propósito de los siguientes avances es dar una somera revisión de los escasos, pero
rigurosos estudios con valiosas sistematizaciones históricas y de lucha política del
Movimiento de Pobladores; dar cuenta de la significación histórica y sociopolítica de dicho
movimiento en Honduras, (1930 a 1980) implica siempre una reflexión teórica y
metodológica en cuanto lo permite esta primera etapa del proceso de investigación. Esto
debido a que en la sociología, el acercamiento a un objeto de estudio supone una gran
cautela y agudeza para poder capturarlo y comprenderlo en su mayor medida, máxime si
dicho objeto ha sido poco explorado y si tiene poca memoria del mismo.
Expuesto lo anterior, profundizar en la sistematización de las experiencias de lucha y de los
actores en la contienda política, será labor de una segunda fase. Lo que interesa aquí es
vislumbrar los enfoques teóricos con los cuales se explican causas y factores para
comprender el fenómeno, así como su acercamiento metodológico.
Estudiar los procesos organizativos de los movimientos sociales y la forma en que estos son
abordados, supone encontrar las pistas de nuevos caldos de volatilidad política en pro de la
transformación de un país que (posterior al Golpe de Estado del 28 de junio de 2009) aún
mantiene un relativo desgaste en términos de credibilidad hacia los partidos tradicionales y
sobre todo, nuevas configuraciones beligerantes en diferentes sectores de la sociedad. Este
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acontecimiento marcó una ruptura en la visión dominante sobre los movimientos sociales y
nuevas esperanzas para la construcción de una nueva ciudadanía.
Tener memoria histórica y conciencia de las implicaciones políticas de procesos anteriores
de lucha, es un primer paso para seguir indagando en estas pistas, es aquí en donde radica la
relevancia de este trabajo.
Esta primera fase nos remite a dimensionar y distinguir las diferentes categorías que se
vinculan con el movimiento de pobladores, entre ellas: asentamientos urbanos, movimiento
reivindicativo, invasiones urbanas, movimiento social urbano, etc. Aunque generalmente se
liga el movimiento de pobladores con los términos de "invasión" y “asentamiento urbano”,
expresión que ha adquirido diferentes denominaciones: favelas (Brasil), callampas (Perú),
villa miseria (Argentina), barrios (Venezuela), paracaidismo (México), barrios rojos
(Panamá), invasión o colonias (Honduras) (Caldera 1992).
El concepto "movimientos sociales urbanos" (MSU) fue acuñado por Castells (1977)
tomando como referencia a las movilizaciones ciudadanas de Chile; lo que le permitió
describir el desarrollo de las luchas urbanas entorno a la provisión y al acceso a los bienes
públicos (consumo colectivo).
En la obra de “Invasiones Urbanas en Tegucigalpa”, Caldera (1992) hace una importante
referencia a Castells (1982), ya que este acota la articulación de un “asentamiento urbano”
por medio de una presión colectiva, que tiene como objetivo obtener el derecho a vivienda
y a servicios que en el sector público ni privado pueden proporcionarles. Estos elementos
permiten añadirle una connotación de empoderamiento hacia los derechos más vitales que
los grupos de estos asentamientos, producto de la migración (Leeds 1970).
Por otro lado, en la obra “El Movimiento de Pobladores en Tegucigalpa”, Martínez (1985)
usa la categoría para delimitar a grupos organizados que encontraron su cohesión en el
marco de la incapacidad del Estado para redistribuir los servicios urbanos. Generando como
consecuencia directa los problemas habitacionales de los sectores populares de la sociedad
y por ende la articulación de los pobladores a partir de los años 30 cuando se configura
como movimiento organizativo y posteriormente pasa a un plano federativo (Martínez
1985).
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Las invasiones como tales, y la organización política en el marco del derecho habitacional
frente a la incapacidad estatal, ya no congenian con los parámetros de la definición
convencional de los “movimientos sociales urbanos”. De acuerdo con Ansaldo (2014),
entendemos los movimientos sociales urbanos como diferentes formas de acción colectiva
organizadas que se desarrollan en el seno de las ciudades contemporáneas, así también
puede verse como una pluralidad de actores (grupos, individuos) que se organizan en torno
a una problemática política o cultural común. Pero son considerados como movimientos
desde el momento en que sus acciones contenciosas se den en el marco de lo urbano. Estos
tienen su expresión política por el simple hecho de que la ciudad es un espacio político
donde se expresan voluntades colectivas. Incluso, mucho antes, Castells redefinió a los
MSU como “acciones colectivas conscientemente determinadas a transformar los intereses
y valores sociales de una ciudad históricamente determinada” (Castells 1986:20). El patrón
que encontramos en ambas definiciones, es que un movimiento urbano, es considerado
como tal, por el simple hecho de circunscribirse a la ciudad, con la diferencia que Castells
sigue refiriéndose a la ciudad como el foco principal de las demandas y transformaciones,
mientras que Ansaldo como el espacio en donde diferentes movimientos de diversas
demandas ejercen su deliberación.
Habiendo aclarado esto, las tres obras que se toman en este trabajo, estudiaron al
movimiento de pobladores desde un enfoque macro. Todos coinciden en que la desigualdad
estructural, las contradicciones secundarias que genera el sistema capitalista, entre ellas la
tenencia y el monopolio de las tierras, la explosión demográfica, la concentración de los
medios en la ciudad y como consecuencia de esto la migración y concentración de la
población, junto con la incapacidad del Estado para extender y redistribuir los servicios
urbanos, han generado las condiciones para que un vasto sector de la población frente a su
precariedad, comenzaran a articular los patronatos y las federaciones. La explicación
estructural sigue teniendo fuerza cuando se comprende al movimiento como una
correlación de fuerzas y de estado general de la lucha de clases (Lizarraga de Sosa 1982).
Pero el proceso no fue sencillo, la adjudicación final de tierras para adquirir legitimidad
ante el Estado, implica tres etapas (Caldera 1992):
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Primero, para Caldera (1992) económicamente la invasión representa una solución, no muy
costosa para el Estado, a los problemas habitacionales de los sectores populares de la
sociedad; hay cierta inversión en el equipamiento del servicio y cierto apoyo para el
mejoramiento físico del asentamiento.
"Los marginales son como los cangrejos, realizan ciertas funciones útiles dentro de la
ecología urbana, se alimentan de sus obras y viven en los intersticios de la ciudad física y
económicamente hablando"(Caldera 1992:58)
Si tratamos de indagar el enfoque micro en estas tres obras, encontramos escasamente las
siguientes acotaciones:
Segundo, las invasiones urbanas también pueden ser resultados de agentes políticos en
busca de lucro personal que se valen de las condiciones socioeconómicas de los grupos
invasores para instrumentalizar su objetivo (Ghinaglia, 1976).
En términos metodológicos la obra de Caldera fue sin duda alguna un esfuerzo colosal,
muy relevante y con gran rigor metodológico. Su estudio de caso, representa las
características en las cuales se constituyeron la mayoría de las invasiones que se gestaron a
través de los patronatos. Por otro lado, la obra de Lizarraga de Sosa, centrada en las
Federaciones de Tegucigalpa y San Pedro Sula de 1970 a 1979, con una orientación
cualitativa a través de entrevistas a profundidad, le permitió en gran forma caracterizar los
movimientos reivindicativos urbanos, e incluso diferenciaciarlos categóricamente de los
movimientos sociales urbanos. El esbozo histórico de las principales organizaciones
comunales es un gran insumo para seguir sistematizando una línea de tiempo sumamente
contextualizada.
El tema aún tiene muchas aristas por trabajar, sobretodo la dimensión subjetiva del actor
frente a lo urbano como punto de concentración, y no solamente como oportunidades
socioeconómicas. Hay una predominancia del enfoque estructural que se justifican por el
contexto en el cual se elaboraron las investigaciones, sin embargo, hay un gran reto en
apreciar otras teorías de significación social que nos expliquen como las personas que
constituyen estos grupos de asentamientos urbanos, van más allá de pretender asemejarse al
estilo de vida de la ciudad. Es decir, comprender la autopercepción e identidad que traen
consigo las personas que migran de una dimensión rural en la cual poseían un imaginario y
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REFERENCIAS
Lomnitz, Adler de Larissa. 1989. Cómo sobreviven los marginados. México: Editores Siglo
XXI.
Manuel, Ansaldo. 2015. “Jóvenes y política en Chile: Hacia una comprensión del
Movimiento Estudiantil Chileno desde una perspectiva Generacional. El caso de
estudiantes activistas durante el Período 2005-2014”. Tesis de Posgrado.
Departamento de Sociología y Estudios de Género, Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales, Ecuador.