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Leandro del Moral Ituarte

LA SIGNIFICACIÓN DE LA APROXIMACIÓN RADICAL EN GEOGRAFÍA


HUMANA

Materiales de la asignatura Teoría y Claves para la


interpretación del Territorio

Grado de Geografía y Gestión del Territorio


Universidad de Sevilla
Curso 2013-2014

http://www.geografia.us.es/
INTRODUUCIÓN

A finales de la década de 1960, en el contexto de la crítica a la


corriente cuantitativa, algunos geógrafos empezaron a cuestionar el
olvido por parte de la Geografía de los condicionantes estructurales
(fundamentalmente las diferentes condiciones económicas y las
diferencias de clase social) de la sociedad. Al analizar los patrones
de desigualdad y pobreza de las ciudades, los geógrafos que pronto
serían denominados radicales, redescubren, por ejemplo, la importancia
de factores como las políticas locales y nacionales, o las operaciones
de las instituciones financieras. Esta atención a esos condicionantes
estructurales de los patrones espaciales se combina con la crítica
creciente al modelo de relación entre la investigación geográfica y la
sociedad. En el clima de contestación política característico de la
época, se empieza a poner en cuestión no sólo el contenido, sino la
intención de la práctica geográfica dominante en este momento.

Uno de los puntos de referencia teóricos fundamentales de la


geografía crítica fue el marxismo. Pero es evidente que no se puede
hablar simplemente de marxismo en Geografía, sino que es preciso tener
en cuenta las distintas interpretaciones del pensamiento de Marx que
se encuentran en ciencias sociales.

De esta manera, siguiendo la síntesis que sobre este tema hace


Horacio CAPEL, es necesario distinguir, por una parte el marxismo
positivista que más generalmente se denomina corriente o tendencia
marxista estructuralista, caracterizada por su pretensión de crear una
ciencia única de la sociedad y de la naturaleza, una teoría científica
de la evolución social que distingue entre hechos y valores, un
esquema de explicación causal que aspira a la formulación de las leyes
causales del desarrollo de la humanidad. Por otra, la versión

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historicista de MARX, que renuncia a la separación entre ciencia y
ética, la consideración del marxismo como una filosofía crítica o de
la praxis, el énfasis en la importancia de las decisiones personales y
subjetivas (CAPEL, 1988, pp. 439-442). La corriente estructuralista
domina en las primeras fases de la Geografía marxista anglosajona,
mientras que los desarrollos más recientes, entroncando con la
formulación de la Geografía crítica, estarían más próximas a la
segunda orientación.

LOS ANTECEDENTES DEL ANÁLISIS MARXISTA EN LA GEOGRAFIA FRANCESA.

La recepción del enfoque marxista en el mundo anglosajón se


produjo en ausencia de una previa tradición de pensamiento marxista y,
menos aún, de trabajos aplicados con esa orientación (salvando algún
foco de interés en la década de 1930). Dada la hegemonía de la
Geografía anglosajona a partir de la Segunda Guerra Mundial, la
recepción en ésta de los planteamientos de Marx marca el arranque de
la aproximación marxista moderna en la Geografía, a finales de los
años 60.

En Francia e Italia, sin embargo, las especiales características


sociales y políticas habían permitido a esta corriente de pensamiento
conservar su influencia a lo largo del periodo de guerra fría. Entre
los geógrafos europeos de formación marxista (que podríamos considerar
prerradicales) destaca Pierre GEORGE, quien a una Geografía aplicada,
dependiente del poder político y que aplica sus decisiones, oponen una
Geografía activa, crítica e independiente de los intereses sociales
dominantes.

Sobre la significación de este autor, especialmente en las


décadas de 1950 y 1960, interesa destacar los siguientes aspectos:

1. En primer lugar, sus relaciones con la tradición regional


francesa. Pese a su reacción contra la excesiva atención al desarrollo
histórico y a los rasgos heredados del pasado, Pierre GEORGE defiende
las características básicas de la tradición regional francesa: la
síntesis geográfica, la pretensión de exhaustividad, su
antipositivismo y sus prevenciones tanto ante los métodos
cuantitativos como frente a las generalizaciones matemáticas. Incluso
sus matizaciones antihistoricistas no suponen un rechazo de la
explicación histórica, que considera imprescindible cuando se buscan
explicaciones.

2. En segundo lugar, su influencia sobre geógrafos más jóvenes


(como Yves LACOSTE, agrupados en torno a Hérodote), que por razones
generacionales, entroncan con la nueva sensibilidad marxista de las

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décadas de 1970 y 1980. En todos ellos la primacía de las
determinaciones procedentes de la organización económica (la
"sustitución del hombre-habitante por el productor-consumidor") va
unida, como en Pierre GEORGE, a una amplia atención a los fenómenos
sociales, al estudio del hombre como agente de la organización del
espacio. Esto diferencia su análisis del de la corriente
estructuralista dominante en la Geografía marxista anglosajona.

EVOLUCIÓN DE LA GEOGRAFIA MARXISTA EN LENGUA INGLESA.

Por lo que se refiere al tronco principal de la Geografía


radical, se pueden reconocer varias fases en su desarrollo en el
ámbito cultural anglosajón.

1. La primera se extiende desde finales de la década de 1960 (en


1969 aparece el primer número de Antipode. A Radical Journal of
Geography) hasta comienzos de los 70 (en 1973 David HARVEY publica
Social Justice and the City). Es una etapa de formación, caracterizada
por el intento de integración de las concepciones específicamente
marxistas en el conjunto de las perspectivas críticas (inicialmente
simplemente liberales) frente a la instrumentalización de la Geografía
cuantitativa por el sistema político y social dominante. En este
proceso, el papel de algunas figuras relevantes -muchos de ellos, como
David HARVEY y William BUNGE, habían sido anteriormente exponentes
destacados de la revolución cuantitativa- fue crucial, tanto para la
conformación como para el prestigio y aureola de legitimidad de la
nueva corriente geográfica.

2. A mediados de la década de 1970 (en un contexto de esperanza


para los países del Tercer Mundo: Revolución Cubana, independencia de
países del Tercer Mundo, fuerte movimiento de los Países No
Alineados”, victoriosa Guerra de Vietnam, Mayo de 1968…,) una vez
relativamente implantada, la Geografía marxista anglosajona entra en
una segunda fase, caracterizada por la búsqueda de una reflexión
madura. Se trabaja en temas referidos a las repercusiones espaciales
del imperialismo y del desarrollo dependiente del Tercer Mundo, la
teoría de la economía mundo y la nueva división internacional del
trabajo, los procesos suburbanos, las desigualdades en la ciudad,
regiones marginales, relocalización industrial, y finalmente las
relaciones entre espacio y género o Geografía feminista.

3. En una tercera fase (desde los años centrales de la década de


1980), caracterizada por el retroceso de su influencia en medios
académicos, la Geografía marxista adopta gradualmente otros
planteamientos de la teoría social para reformular analíticamente las
relaciones entre los condicionantes estructurales y el mundo real.

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Este proceso de ampliación del marco teórico de análisis conduce a
intensificar el diálogo con otros enfoques alternativos y la Geografía
marxista queda subsumida generalmente en la corriente más amplia de la
teoría crítica.

EL DEBATE SOBRE EL ESPACIO EN EL MARXISMO

Desde una perspectiva específicamente geográfica, el debate sobre


el espacio, junto con los problemas de la escala y la concepción de la
naturaleza, son los tres grandes temas que plantea la Geografía
marxista. Estos temas se prolongan como los debate fundamentales de
los enfoques geográficos posmarxistas y posestructuralistas propios de
la década de 1990, ya sean realistas, posmodernistas o críticos, en
relación con los cuales -en un proceso de interacción con ellos-,
muchos de los anteriores geógrafos marxistas han resituado su trabajo
actual.

En este sentido, es significativo que la obra clásica del


filósofo marxista francés Henry LEFREVE, La production de l'éspace
(1974), fuera traducida al inglés en 1991 y que desde entonces se haya
explicitado más claramente su influencia en los esfuerzos actuales por
desarrollar una teoría social en la que el concepto de espacio
desempeñe un papel central, en la línea de lo que tan explícitamente
señalaba LEFBVRE: "actualmente una ciencia de la sociedad es
necesariamente una ciencia del espacio".

La posición de la Geografía marxista frente al espacio se debate


entre la ausencia de tratamiento de esta noción por parte de MARX y el
énfasis en la crítica del llamado fetichismo espacial de la Geografía
neopositivista, por una parte, y la conciencia de la necesidad de
incorporar su consideración como seña de identidad básica de la
perspectiva geográfica en ciencias sociales, por otra.
Por lo que se refiere a la crítica del fetichismo espacial de la
Geografía cuantitativa, existe un acuerdo generalizado entre los
geógrafos marxistas de que en la Geografía cuantitativa las relaciones
entre grupos o clases sociales se presentan como relaciones entre
áreas, ocultando las divisiones sociales dentro de cada una de ellas.
Los marxistas critican que las conceptualizaciones geométricas
abstractas de la forma espacial se oponen al contenido social del
espacio, obscureciéndolo al negar las relaciones dialécticas entre
contenido y forma.

Con ello se trataba de rebatir la existencia autónoma de hechos,


procesos, estructuras y relaciones espaciales, objeto de una ciencia
espacial que pretendía descubrir la "coherencia interna en las

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estructuras espaciales" sin comprender la necesidad de buscar la
explicación de tales estructuras en los fundamentos materiales y
sociales. Esa pretensión no sería otra cosa que el resultado de una
reificación empirista de la noción de espacio.
"Dado que el espacio es el producto de relaciones materiales concretas,
todas las ciencias se ocupan de él. Los geógrafos sólo pueden reclamar el
espacio para sí mismos abstrayéndolo de su contexto material y social. De
esta manera le otorgan una existencia metafísica, una autonomía ontológica,
que no merece" (SMITH y O'KEEFE, 1980, p. 86).

Por contra, lo que la corriente marxista persigue es construir


una teoría social del espacio en tanto que expresión de la estructura
social. Esto equivale a estudiar la producción del espacio por los
elementos de los sistemas económico, político e ideológico, así como
por sus combinaciones y por las prácticas sociales que de ellos se
derivan. Pero en la perspectiva marxista estructuralista dominante, la
determinación económica (insuficientemente amortiguada por el
principio de la autonomía relativa de los niveles político-
institucional e ideológico y por la noción de estructura articulada en
niveles dominantes o determinantes) amenaza con anular y absorber a la
Geografía, al igual que había ocurrido con la llanura isotrópica de
los positivistas.

Éstos son algunos de los problemas que provocaron el rechazo de


la epistemología marxista de raíz estructuralista por parte del grupo
de geógrafos franceses vinculados a la revista Hérodote. En opinión de
Ives LACOSTE, en concreto, las características propias del espacio, su
organización, funcionamiento y morfología quedan en el enfoque
marxista reductoramente subsumidas en una argumentación que remite a
estructuras económicas y sociales y a reflexiones de economía política
o de la historia (LACOSTE, 1977 [1976], p. 86).

Frente a ello, este autor propone una teoría de la espacialidad


diferencial que permita explicar la diferenciación espacial de la
crisis global (destrucción de la biosfera, degradación de las
potencialidades alimenticias, explosión demográfica, extensión de las
aglomeraciones urbanas, acentuación dramática de las desigualdades
sociales):

"Su propagación y sus interacciones no se efectúan únicamente en unas


formas de organización económica y social ya muy diferenciadas, sino
también en un espacio en el que la diversidad de las condiciones naturales
y ecológicas es todavía más compleja debido a las transformaciones
provocadas por los métodos de explotación practicados en él ... todavía
estamos lejos de entender cómo funciona, en el espacio, este proceso
diferencial global. ¿Por qué un lugar, una región, un país, está más o
menos afectado que el espacio vecino por una determinada combinación de
estas contradicciones diferenciadas?" (ibid, p. 110-113).

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Enfrentándose al mismo problema, otros geógrafos marxistas, por
lo general inspirándose en Henry LEFEBVRE, han tratado de situar la
noción de producción social del espacio en el campo concreto de la
Geografía, considerando que éste no es simplemente el escenario neutro
en el que tienen lugar los conflictos de clase, sino que las
estructuras sociales ni tienen existencia real ni se pueden entender
sin estructuras espaciales, y viceversa (LEFEBRE, 1991 [1974], p.
404). Esto mismo ha llevado Milton SANTOS a rebautizar el concepto
marxista de formación social como formación social y espacial, y a
establecer que:

"Desde luego, puede hablarse del espacio como condición eficaz y activa de
la realización concreta de los modos de producción y de sus momentos. Los
objetos geográficos aparecen en las localizaciones, correspondiendo a los
objetivos de la producción en un momento dado y, a continuación, por su
propia presencia, influyen sobre los momentos subsiguientes de la
producción" (SANTOS, 1990, p. 155).

Pero no se trata exclusivamente de permanencia de intervenciones


anteriores, cuestión que nadie podría negar, sino de admitir que el
espacio, aun siendo una estructura social como las demás instancias de
la sociedad, "dispone también de un cierto número de características
particulares que le hacen algo diferente (relativamente autónomo) del
conjunto de las instancias sociales" (ibid, p. 168).

El interés de este debate es que está muy lejos de haber sido


superado, sino que constituye uno de los temas centrales de la
Geografía posterior. Sirva como muestra de ello las siguientes
conclusiones de J. Nicholas ENTRIKIN en un debate posterior sobre este
mismo problema:

"La preocupación por lo social en la discusión sobre el lugar y la región


amenazan reemplazar el reduccionismo natural, denunciado desde hace mucho
tiempo, por un reduccionismo social. Con ello también se dificulta la
comprensión de las diferentes vías a través de las cuales se constituye la
experiencia humana, al reducir las múltiples dimensiones del lugar
geográfico a la simple dimensión del espacio social. La conceptualización
del lugar y de la identidad de lugar como socialmente construida o
producida ofrece a los geógrafos una fructífera línea de investigación,
pero no debemos permitir que la parte social sustituya al conjunto más
complejo" (ENTRIKIN, 1996, p. 219).

EL PROBLEMA DE LA ESCALA EN LA GEOGRAFÍA HUMANA MARXISTA

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La reflexión marxista de la producción social de espacio se
desenvuelve en dos escalas de análisis principalmente, la urbana y la
mundial, descuidando relativamente la escala media o regional. Esta
orientación procede de entender que, en última instancia, las
contradicciones propias de la economía capitalista no se traducen en
ámbitos regionales y sí, en cambio, en sistemas locales (la ciudad de
David HARVEY), nacionales (estados) y supranacionales (el espacio
total de Milton SANTOS).

Uno de los geógrafos que mejor ha expresado esta perspectiva ha


sido Peter TAYLOR, que utiliza el concepto de escala geográfica como
principio organizativo de su temática: La escala de la realidad es la
escala mundial. El enfoque de la economía-mundo debería constituir la
base de una Geografía política mundial. En el desarrollo económico
desigual del capitalismo a escala mundial es donde habría que buscar
las raíces del nacionalismo y del estatismo, soporte de la escala de
la ideología. Finalmente, "en las sociedades modernas las actividades
económicas pueden considerarse desde un punto de vista geográfico como
fragmentadas en conjuntos de sistemas urbanos cotidianos", por esto la
escala de la experiencia, la escala en la que vivimos nuestra vida
diaria, vendría definida por la ciudad (TAYLOR, 1982, recopilado en
García Ramón, 1985, pp. 193, 197-198 y 201).

Sin embargo, también en relación con este tema, LACOSTE planteó


una perspectiva diferente que prefigura la preocupación posterior por
recuperar la significación de la región:

"el análisis histórico que los marxistas realizan globalmente del


desarrollo de las contradicciones para el conjunto del sistema capitalista
es evidentemente indispensable; pero no explica unas formas cada vez más
diferenciadas, aunque interdependientes, en las que la crisis dialéctica se
manifiesta en la superficie del globo" (LACOSTE, 1977, p. 146).

El concepto clave del discurso de LACOSTE es la multiescalaridad:

"Si el discurso tradicional de la Geografía de influencia vidalina lleva a


considerar que un punto o un espacio determinados pertenecen única y
exclusivamente a una región, el análisis de la espacialidad diferencial se
basa, al contrario, en la investigación sistemática de los diferentes
conjuntos espaciales a que pertenecen el punto o el espacio en cuestión.
Los diferentes conjuntos espaciales que hay que tener en cuenta para
aprehender convenientemente la situación geográfica de un lugar o de un
espacio no pueden estar representados a una sola escala" (ibid, p. 144).

Según LACOSTE, es preciso comenzar por hacer un análisis en


términos concretos y precisos de las contradicciones tal como se

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manifiestan a nivel local, en los lugares de trabajo y en la vida
cotidiana, teniendo en cuenta las condiciones ecológicas especí-ficas.
Después se podría mostrar con precisión de qué manera estas
contradicciones locales, que podrían ser totalmente excepcionales,
dependen de una situación regional, de conjuntos espaciales más vastos
que se caracterizan por unas contradicciones que conviene explicar en
términos más abstractos y más generales. Sólo entonces es posible
pasar al análisis nacional e internacional, cuyas contradicciones
deben ser expresadas con un mayor grado de abstracción, sin perder la
conexión con el análisis de los niveles regional y local de los que
las personas poseen, al menos en parte, una experiencia concreta.

GEOGRAFÍA MARXISTA Y NATURALEZA.

Aunque se suele repetir que MARX tiene poco que decir sobre la
naturaleza y el medio ambiente, realmente su crítica de la sociedad
capitalista está construida sobre una concepción explícita de la
relación entre la sociedad y la naturaleza.

Frente a la consideración de la naturaleza y la sociedad como dos


realidades diferentes, la teoría marxista subraya la conexión
fundamental entre ambas. El trabajo social materializa prácticamente
esta interconexión, que se presenta estructurada social e
históricamente: la actividad humana (el proceso de trabajo)
transforma la naturaleza, pero al mismo tiempo, esa actividad
transforma la naturaleza humana y las relaciones sociales.

Este planteamiento conduce a la noción paradójica de que las


sociedades humanas, y especialmente la sociedad capitalista,
participan en la producción de la naturaleza. Noción paradójica en la
medida en que se suele entender por naturaleza aquellas realidades
ajenas a la sociedad humana y a las construcciones sociales. Sin
embargo, en la medida en que la forma de la tierra ha sido
completamente alterada por la actividad humana, la producción de
naturaleza es un hecho. De lo que se desprende la descalificación de
las invocaciones del ecologismo profundo hacia el retorno a una
supuesta naturaleza virginal no afectada por la producción y el cambio
social.

Esto no implica que las leyes naturales dejen de tener vigencia o


que la naturaleza esté controlada: control y producción son temas
completamente diferentes. Significa, sencillamente, que ya no se puede
separar conceptual u ontológicamente el mundo natural del mundo social
y que la política ambiental es la quinta-esencia de la política
social: Si la idea de la dominación de la naturaleza tiene algún

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sentido, es el de que por medio de ella -es decir a través de la
posesión de capacidades tecnológicas superiores- algunos hombres
intentan dominar y controlar a otros.

Partiendo de estas ideas, numerosos geógrafos han desarrollado


trabajos sobre temas de ambientales, tanto de carácter concreto como
teórico. Uno de ellos ha sido el de los riesgos ambientales. Mientras
que los especialistas tradicionales distinguen entre riesgos naturales
y tecnológicos, los geógrafos marxistas han denunciado que esta
distinción perpetúa la idea de una naturaleza separada de la sociedad
y fomenta la creencia sobre la inevitabilidad de los riesgos
naturales. La expresión riesgo natural sería en sí misma equívoca, en
la medida en que todos los riesgos son por definición sociales. En
este mismo campo, en relación con su especial preocupación por las
desigualdades sociales, la Geografía marxista ha llamado la atención
sobre la correlación entre clases sociales y vulnerabilidad frente al
riesgo

Otro tema en el que los planteamientos marxistas sobre la


naturaleza han tenido una especial proyección ha sido el de la
relación entre población y recursos. La Geografía tradicional ha
sostenido la interdependencia entre ambos, considerando -asumiendo
implícitamente planteamientos malthusianos- que la superpoblación en
un área determinada se define en relación con los recursos
disponibles. Sin embargo, dado el desarrollo del comercio mundial, los
flujos financieros y lo niveles muy desiguales de poder político,
resulta engañoso asumir que los recursos locales tienen efectos
determinantes sobre el crecimiento de la población e incluso sobre el
desarrollo: los propios conceptos de recursos disponibles y escasez de
recursos serían en sí mismos construcciones sociales.

En realidad, estos dos ejemplos de líneas de trabajo difícilmente


se pueden considerar ya como enfoques específicamente marxistas. Más
bien constituyen manifestaciones de la difusión e incorporación al
bagaje cultural común de la Geografía de algunas propuestas planteadas
(o retomadas de tradiciones anteriores) por esa corriente.

CRISIS Y LEGADO DEL ENFOQUE MARXISTA EN LA GEOGRAFÍA HUMANA

No cabe duda de que hoy en día el marxismo, en sus diversas v


versiones, sigue representando un corpus teórico de inevitable
referencia. Dicho de otro modo:

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"Las categorías fundamentales del pensamiento de Marx impregnan nuestra
mentalidad colectiva, pertenecen a nuestro lenguaje cotidiano, se integran
espontáneamente en nuestro modo de pensar y lo hacen - para mayor
complejidad- al tiempo como vulgarización, como traducción y como
tradición" (LAMO DE ESPINOSA 1984, cit. por GÓMEZ MENDOZA 1986, p. 21).

Sin embargo, durante la década de 1990 la capacidad de los


enfoques marxistas para estimular el trabajo geográfico (científico,
en general) parecieron haberse agotado. Como gráficamente señaló Tim
UNWIN:
"De hecho, hacia finales de la década, coincidiendo con la caída de los
regímenes comunistas en la Europa del este, la mención de la teoría
marxista en los cursos de la universidad provocaba sonrisas burlonas o, en
el mejor de los casos, apatía total" (UNWIN, 1995, p. 225).

Los factores de este retroceso se han solido identificar con sus


propias insuficiencias epistemológicas, derivadas de la tendencia
estructuralista y totalizadora dominante, y con el derrumbe del
socialismo real, que ha producido una especie de descalificación del
proyecto práctico-concreto que el marxismo propone.

Pero además, sin duda en relación con lo anterior, hay que


entender el contexto económico, político y académico en el que se
sitúa la práctica geográfica en las últimas décadas: la sustitución
del estilo académico abierto y polémico de los 70 por el
profesionalismo estricto actual, el enrarecimiento de las
posibilidades de empleo para los universitarios que lleva a muchos
estudiantes a centrarse mucho más directamente en las salidas
profesionales, y el cambio de criterios de financiación de la
investigación. Aspectos todos ellos a los que autores como Tim UNWIN
conceden mucha importancia.
"El cambio de rumbo hacia la obtención de subvenciones externas y la
realización de estudios aplicados supone que las investigaciones se
orientarán cada vez más hacia el mantenimiento y apoyo del sistema social
que sufraga los gastos, y no hacia investigaciones que saquen a relucir las
contradicciones que existen en dicha sociedad" (UNWIN, 1995, p. 265; en el
mismo sentido, ibíd., pp. 215, 225 y 252).

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