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LA VERDAD EN EL PROCESO LABORAL

En el proceso laboral rige un principio dispositivo “atemperado” (Palomeque)170, aunque para


algunos “predomina el principio inquisitivo del juez, emulando al juez penal, con la finalidad de
procurar obtener la verdad real” (Baylos)171. Sus características lo aproximan por lo tanto al
juez penal, pues en el proceso laboral los jueces están comprometidos en el descubrimiento de
la relación “jurídico material debatida”172, diferenciándose por sus respectivos fines.

El proceso laboral surgió a inicios del siglo XX para garantizar las normas del naciente Derecho
del Trabajo, para lo cual se requería un proceso que contemplase menores gastos judiciales,
mayor sencillez para la defensa del trabajador, rapidez y celeridad en los actos procesales y
una intervención del juez en la búsqueda de la “verdad material”173. En la Nueva Ley Procesal
del Trabajo se reconoce como principio esencial la oralidad, que a su vez, comenta Vinatea,
activa los otros principios, en tanto

“… no es posible entender la inmediación (cercanía del juez con las partes) sin oralidad y no es
posible entender la inmediación sin la concentración, que no es otra cosa que centralizar en
etapas específicas las actuaciones más importantes del proceso. De modo que se debe hacer
uso de la oralidad y la inmediación como herramientas de percepción de los hechos, pruebas y
materias sobre las que el juez se debe pronunciar”174. Pero no sólo propugna la agilidad del
esquema procesal sino que la Nueva Ley Procesal del Trabajo también promueve la igualdad
sustancial, particularmente a través de normas que reducen la carga probatoria del trabajador.
A través de este marco, el principio de veracidad y la verdad material tendrán mayor vigencia.

La función reequilibradora El proceso laboral aspira a ser “instrumento para la promoción,


propulsión y actuación del Derecho del Trabajo”175 y “garantía de efectividad” de los
derechos materiales reconocidos por el Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social176. Para
la doctrina española, el proceso del trabajo contiene un principio de igualdad formal, incluye el
impulso de parte y el principio dispositivo; pero éste último sufre “correcciones” a través de la
aplicación de un principio tuitivo de la parte más débil como eje de articulación del proceso,
esto es la “acción compensatoria” del juez, que cobra mayor protagonismo”177. Se suele
afirmar que el carácter “compensador” de la legislación laboral se traslada a lo procesal, y ello
se expresa en que el juez asume mayor poder en la dirección del proceso, especialmente en
materia de prueba178. Como afirma Baylos, la tensión existente entre las igualdades formal y
sustancial es resuelta mediante la afirmación de la función directiva del juez como garante de
la igualdad, teniendo el juez el deber y la facultad de asegurar de manera activa, el equilibrio
real en las posibilidades de alegación y defensa de las partes, y debiendo éstas adecuar sus
conductas a los deberes de celeridad y buena fe179. El artículo III del Título Preliminar de la
nueva Ley Procesal del Trabajo prescribe que los jueces deben evitar que la desigualdad afecte
el desarrollo o resultado del proceso, privilegiando el fondo sobre la forma, debiendo acentuar
éste y otros deberes que menciona frente a la parte más débil –la madre gestante, el menor de
edad y la persona con discapacidad–.

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