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Infidelidad, separación y divorcio

Como afecta a la pareja

El matrimonio como institución, ha sido cuestionado de manera fuerte como una institución
ideológica de control y de coerción que permite la recreación del orden establecido. Al ser el
matrimonio una institución social es difícil que la familia pueda modificar a la sociedad, más
bien ocurre que lo social construye tanto a la intimidad como a la privacidad. El tema de la
infidelidad, de los amantes o de las relaciones extraconyugales es uno de los puntos de partida
para exaltar o desvirtuar a la familia y al matrimonio como el rector del statu que, ideal, sólido
e invulnerable

La infidelidad es vivida como una de las peores traiciones que enfrenta la pareja y en general
se piensa que el infiel es el culpable, sin embargo, la infidelidad es sólo el resultado de las
crisis de pareja y ésta no es sólo sexual pues el cónyuge infiel buscará aspectos que su pareja
no le brinda y estos pueden ser intelectuales, sexuales, físicos y emocionales.

La confianza de las personas es la que más sale perjudicada después de que una infidelidad es
descubierta, la persona engañada tendrá dificultades en volver a creer, en confiar nuevamente
cuando no se cumplió con lo que tenían pactado o convenido. Recordemos que este tipo de
contratos son arreglos implícitos que no suelen estar explicitados, son reglas que se aceptan
por parte de ambos miembros, en donde la exclusividad suele ser un factor común en la
mayoría de las relaciones. Si bien hay parejas que establecen otro tipo de contratos, por
ejemplo los swingers, que realizan intercambio de parejas, también entre ellos existe cierto
contrato, sólo que con otras cláusulas o condiciones, quizás esté estipulado que pueden tener
relaciones sexuales con otras personas, pero sólo si está presente el otro miembro de la pareja,
o tal vez tienen la libertad de tener las relaciones que quieran y con quien quieran, pero deben
contarse lo que hagan. En cualquier relación siempre hay cosas permitidas y cosas prohibidas.
Los problemas en las parejas suelen surgir cuando las reglas del juego no están claras, o
cuando alguno las rompe o las infringe. También aparecen dificultades o problemas cuando
existen malentendidos, el caso en donde uno creía una cosa y otro algo diferente.

Peñafiel (2011) afirma que la ruptura de pareja se caracteriza por ser una de las experiencias
más dolorosas que puede sufrir una persona a lo largo de su vida y Rojas (1994) incluso la
describe como una de las más traumáticas, amargas y penosas que pueden sufrir los seres
humanos, se quejan de no poder dormir, de haber perdido el apetito, de ser incapaces de
concentrarse en el trabajo, o incluso de llorar a menudo sin razón aparente, y en algunos
casos, recurren al alcohol, a las drogas o a los tranquilizantes para apaciguar el dolor y
ausentarse emocionalmente. Peñafiel (2011) agrega que el nivel de estrés no sólo está dado
por la ruptura en sí, sino también por toda la serie de modificaciones tanto personales,
familiares, económicas y sociales que sobrevienen a ella. De ese modo, la ruptura de la
relación afecta la sensación de bienestar de la persona, sobre todo cuando uno de ellos se
niega a aceptar el quiebre, no se desvincula totalmente de él/ella y trata de seguir formando
parte de su vida, deteniendo el proceso de elaboración de la pérdida (Doménech, 1994).Pinto
(2008b) afirma que raras veces ocurre que ambos componentes estén de acuerdo con el fin de
la relación; por lo general, uno de ellos sigue amando mientras el otro no, por lo que hay que
considerar los procesos emocionales que siguen a una ruptura como un verdadero proceso de
duelo. Considerando entonces que la ruptura de pareja es un estresor relevante en la vida de
un ser humano, podemos suponer que la persona percibe que dicha situación sobrepasa sus
propios recursos y atenta contra su bienestar personal (Lazarus&Folkman, 1986). Frente al
estrés, las personas desarrollan una serie de formas de afrontamiento, con el fin de manejar las
demandas específicas externas y/o internas que son evaluadas como excedentes o
desbordantes de sus recursos (Lazarus & Folkman).

Una descripción más fina de las distintas estrategias de afrontamiento la entregan Tobin,
Holroyd, Reynolds y Kigal, (1989), quienes describen ocho estrategias específicas diferentes.
Estas son: a) resolución de problemas, encaminadas a eliminar el estrés modificando la
situación que lo produce; b) reestructuración cognitiva, modifican el significado de la
situación estresante; c) apoyo social, referidas a la búsqueda de apoyo emocional; d)
expresión emocional, encaminadas a liberar las emociones que acontecen en el proceso de
estrés; e) evitación de problemas, que incluyen la negación y evitación de pensamientos o
actos relacionados con el acontecimiento estresante; f) pensamiento desiderativo, que reflejan
el deseo de que la realidad no fuera estresante; g) retirada social, retirada de amigos,
familiares, compañeros y personas significativas asociada con la reacción emocional en el
proceso estresante; y h) autocrítica, basadas en la autoinculpación y la autocrítica por la
ocurrencia de la situación estresante o su inadecuado manejo.

Como afecta a los hijos.


Los hijos de padres infieles viven relaciones amorosas marcadas por la incertidumbre Existen
dos estudios realizados a lo largo de un cuarto de siglo que refrendan dicha idea sobre lo que
Figes denomina el “gen de la infidelidad” y que fueron realizados por Judith Wallerstein. La
psicóloga indica que la mayor parte de efectos de una infidelidad no se perciben en su
totalidad durante la infancia y la adolescencia, como la mayor parte de la gente piensa, sino
que estos son más visibles con el paso del tiempo y alcanza su cénit durante la edad
adulta. Debido a que fueron traicionados en el pasado, los descendientes de infieles sienten
que eso mismo puede volver a ocurrir, por lo que sus relaciones amorosas están marcadas por
la incertidumbre. Wallerstein señala la diferencia que existe con aquellas personas que
simplemente han perdido a su padre, y que no presentan los mismos comportamientos. Los
hijos de parejas donde se ha cometido una infidelidad están más inclinados a hacer lo mismo.

 Cualquier situación de infidelidad es difícil para todos los involucrados. Es cierto, la


pareja en particular sufre un dolor inenarrable. Sin embargo, no debemos olvidar el
dolor de los hijos, que sin importar su edad son sensibles al cambio que está
ocurriendo en el hogar y sufren, así como el de todos los familiares y amigos de la
pareja. Una infidelidad se parece mucho a arrojar una piedra en el centro de un

 Nunca hables mal de tu pareja

 Aunque experimentes odio y sientas que no tienes nada positivo que decir de tu pareja,
JAMÁS les hables mal a tus hijos de ella, pues esto implica involucrarlos y colocarlos
en una situación difícil, porque si están de acuerdo contigo van a criticar a la pareja y
si no dicen nada, entonces te vas a sentir traicionada. No des excusas por el
comportamiento de tu pareja, pero tampoco la critiques enfrente de tus hijos.

 Peleas explosivas nunca frente a ellos

 Hay de peleas a peleas, y evidenciar esas peleas explosivas que casi pasan por
violencia doméstica –que, cabe decir, son casi inevitables cuando recién la pareja se
entera de la infidelidad– no es bueno para la salud emocional y psicológica de tus
hijos.

 Tus hijos no son tus psicólogos


 Muchas veces en una plática con nuestros hijos derivamos la conversación hacia el
tema de la infidelidad, y esta se convierte de inmediato en una sesión de terapia, donde
referimos nuestro dolor, enojo y experiencia. Recordemos que es nuestra
responsabilidad cuidar de nuestros hijos y no la de ellos el cuidar de nosotros.

 Exprésales amor a diario

 Una infidelidad puede consumir toda la situación familiar, por esto es esencial que les
demuestres tu amor de forma diaria y les hagas saber que este problema es nada más
entre tú y tu pareja, y que el amor que ambos les tienen a ellos no ha cambiado ni
nunca cambiará.

Y es curioso: aunque la infidelidad no haya tenido nada que ver con ellos, muchas veces son
los hijos quienes más padecen las consecuencias, pues no pueden evadir la relación entre sus
padres. No obstante estas circunstancias, los padres tienen gran poder e influencia para
ayudarlos a pasar por esta etapa con las menos heridas posibles y con la certeza de que aún
son amados.

La ruptura de pareja desempeña un papel significativo en el desarrollo de los menores que lo


experimentan, asociándose a problemas internalizantes y externalizantes, a deficiencias en las
destrezas sociales, caídas en el rendimiento académico y a pérdidas en el autoconcepto.
Incluso el estrés vivido como consecuencia de la ruptura (muchas veces llega a cronificarse la
exposición) puede provocar alteraciones en el estado de salud de los hijos, manifestándose en
alteraciones fisiológicas (Fariña, Seijo, Arce y Novo, 2002). Sin embargo, poco se conoce
sobre los efectos de la ruptura en las futuras relaciones de pareja de los hijos. Recientes
investigaciones se han centrado en la interferencia que puede haber entre las características
familiares y ciertas disposiciones individuales en las posteriores relaciones amorosas (Masarik
et al., 2013). Lee (2007) apunta que el la separación parental ejerce un impacto negativo en la
relación entre padres e hijas adolescentes y, a su vez, esta relación conduce a un menor
compromiso con las relaciones de pareja de las hijas en su juventud, es decir, la ruptura ejerce
un efecto indirecto en las relaciones de pareja de las hijas en la adolescencia. Por el contrario,
Brenan y Shaver (1993) defienden que el divorcio per se no afecta la relación de pareja de los
hijos, sino que son las circunstancias post divorcio junto con la calidad previa del matrimonio
los que sí pueden afectar. En esta misma dirección, Yárnoz-Yaben y Garmendia (2015)
defienden que no es el divorcio lo que provoca alteraciones en el bienestar de los hijos, sino
que éstas se relacionan con el afecto negativo que, a su vez, reduce la percepción de bienestar.
Al respecto, estas autoras hallaron que el uso de los hijos por parte los padres para la
comunicación interparental (envío de mensajes) es un predictor muy importante del afecto
negativo. En general, las circunstancias en las que se da el divorcio son adversas, con un alto
nivel, entre otros, de estrés, ansiedad y tristeza que interfieren la dinámica familiar, el afecto
presentado, y la comunicación entre los progenitores y sus hijos e hijas. En esta situación
pueden acontecer contingencias no deseadas para los hijos, como hacer parte del conflicto,
estar sobre informado de los problemas interparentales, o ser los destinatarios de las
revelaciones negativas de sus progenitores.

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