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Este capítulo relata acerca de los principados eclesiásticos con respecto a sus
dificultades existentes antes de poseerlos, pues estos se adquieren por valor o
por suerte, dado que se apoyan en instituciones religiosas potentes y de
calidad que logran mantener a sus príncipes en el poder.
Estos son los únicos príncipes que poseen estados y no los defienden;
súbditos, y no los gobiernan.
Estos son los principados más seguros y felices. Pero al ser regidos por leyes
superiores, inasequibles a la mente humana, y como han sido inspirados por el
señor, seria trabajo de un hombre presuntuoso y temerario el pretender hablar
de ellos.
Los que representaban una mayor importancia eran los venencianos y el papa.
Para detener a estos era necesaria una coalición de todas las demás
potencias, como se hizo para la defensa de Ferrara.
Para lograr contener al papa, bastaban los nobles romanos, que se dividieron
en dos fracciones, los Orsini y los Colonna.
Capitulo XII: “De las distintas clases de milicia y de los soldados
mercenarios”
Nos menciona como antes nos explica cómo es preciso que un príncipe siente
las bases de su poder, porque de lo contrario fracasaría inevitablemente. Y los
cimientos indispensables a cualquier estado, son las buenas leyes y las
buenas tropas.
Las tropas con las que un príncipe defiende a su estado son propias,
mercenarias, auxiliares o mixtas. Las mercenarias y las auxiliares son inútiles y
peligrosas; y el príncipe que utilicé este tipo de tropas no estará nunca seguro
ni tranquilo.
Los florentinos nombran a Pablo Vitelli como capitán de sus milicias, este era
un varón muy prudente, de condición modesta, que había logrado una gran
fama.