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Capitulo XI: “De los principados eclesiásticos”

Este capítulo relata acerca de los principados eclesiásticos con respecto a sus
dificultades existentes antes de poseerlos, pues estos se adquieren por valor o
por suerte, dado que se apoyan en instituciones religiosas potentes y de
calidad que logran mantener a sus príncipes en el poder.

Estos son los únicos príncipes que poseen estados y no los defienden;
súbditos, y no los gobiernan.

En estos estados, a pesar de hallarse indefensos, no les son arrebatados a los


príncipes, y los súbditos del estado, a pesar de carecer de un gobierno, no se
preocupan, ni piensan, ni podrían sustraerse a su soberanía.

Estos son los principados más seguros y felices. Pero al ser regidos por leyes
superiores, inasequibles a la mente humana, y como han sido inspirados por el
señor, seria trabajo de un hombre presuntuoso y temerario el pretender hablar
de ellos.

En el capítulo se relata cómo antes de la entrada de Caros que era el rey de


Francia, en Italia esta provincia era gobernada por el papa, de los venencianos,
del rey de Nápoles, del duque de Milán y de los florentinos.

Cuyas potencias tenían que preocuparse por dos problemáticas principales:


evitar que un ejército extranjero invadiera Italia y procurar que ninguna de ellas
preponderara.

Los que representaban una mayor importancia eran los venencianos y el papa.
Para detener a estos era necesaria una coalición de todas las demás
potencias, como se hizo para la defensa de Ferrara.

Para lograr contener al papa, bastaban los nobles romanos, que se dividieron
en dos fracciones, los Orsini y los Colonna.
Capitulo XII: “De las distintas clases de milicia y de los soldados
mercenarios”

En este capítulo el autor nos relata cómo después de habernos explicado


detalladamente la naturaleza de los principados.

Nos menciona como antes nos explica cómo es preciso que un príncipe siente
las bases de su poder, porque de lo contrario fracasaría inevitablemente. Y los
cimientos indispensables a cualquier estado, son las buenas leyes y las
buenas tropas.

Las tropas con las que un príncipe defiende a su estado son propias,
mercenarias, auxiliares o mixtas. Las mercenarias y las auxiliares son inútiles y
peligrosas; y el príncipe que utilicé este tipo de tropas no estará nunca seguro
ni tranquilo.

Los capitanes mercenarios pueden o no ser hombres de mérito, si lo son no se


puede confiar en ellos porque aspiran siempre a forjar su propia grandeza y
acaban tratando de omitir a su señor el príncipe; y mucho menos si no lo son
pues con toda seguridad llevaran al príncipe a la ruina.

La experiencia enseña que solo los príncipes y republicas armados pueden


hacer grandes progresos, y las armas mercenarias solo acarrean daños. Y es
más difícil que un ciudadano someta a una república armada con armas
propias que una armada con armas extranjeras.

Roma y Esparta se conservaron libres durante muchos siglos debido a que


estaban bien armadas. Los suizos de igual manera han sido libres durante toda
su existencia debido a que tienen armas propias.

Los cartagineses son el ejemplo perfecto de las armas mercenarias, gracias a


que estuvieron a punto de ser dominados por sus tropas mercenarias, después
de la primera guerra con los romanos.

Los florentinos nombran a Pablo Vitelli como capitán de sus milicias, este era
un varón muy prudente, de condición modesta, que había logrado una gran
fama.

El autor hace una referencia a las épocas no recientes de cuando el emperador


empezó a ser arrojado de Italia y el poder temporal del papa empezó a
acrecentarse , Italia se dividió en un gran número de estados; porque muchas
de las grandes ciudades tomaron las armas contra sus señores, que
favorecidos antes por el emperador, las tenían avasalladas.

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