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Bloque 6.

2 La conflictiva construcción del Estado Liberal

BLOQUE 6.
La conflictiva construcción del Estado Liberal (1833-1868)

6.2. El reinado de Isabel II (1833-1868): las desamortizaciones de


Mendizábal y Madoz. De la sociedad estamental a sociedad de clases.

I. TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS. PROCESO DE DESAMORTIZACIÓN Y CAMBIOS AGRARIOS.

Paralelamente a la implantación del liberalismo político, la economía española experimentó una


serie de cambios importantes debido al establecimiento de un modelo económico capitalista y al
inicio de la Revolución Industrial. Pero el proceso de cambio económico fue muy lento, en
comparación con otros países, debido a las malas comunicaciones, a la falta de capital para invertir, al
analfabetismo, al lento crecimiento de la población, etc. A finales del s. XIX. España seguía teniendo
una economía básicamente agraria con un sector industrial limitado e incapaz de competir en el
mercado exterior. Por ello los gobiernos liberales, especialmente los progresistas, adoptaron medidas
políticas para acelerarlo:
 Mediante las desamortizaciones (1836 y 1855) se produjo el cambio en la propiedad de la tierra.
 La construcción del ferrocarril (Ley de Ferrocarriles de 1855) permitió la mejora de las
comunicaciones y el desarrollo de las infraestructuras.
 La modernización del sistema financiero:
1) Creación y consolidación de la Bolsa.

2) Ley de Bancos de Emisión (1856), por la que se permitió crear bancos privados que se
establecieron en las principales ciudades españolas (Banco de Zaragoza, Santander,
Bilbao…). El Banco Español de San Fernando pasó a denominarse “Banco de España”, que
quedó configurado como banco nacional y mantuvo el monopolio de emisión de papel
moneda.

3) Ley de Sociedades de Crédito (1856), permitió la entrada de las compañías financieras


extranjeras en el sistema económico español, lo cual favoreció su intervención en algunas
infraestructuras que exigían disponer de importantes cantidades de capital.

4) En 1868 se adoptó la peseta como nueva unidad del sistema monetario.

 La política comercial fue en general proteccionista: protegió la producción industrial nacional


(sobre todo la textil) frente a productos extranjeros.

PROCESO DE DESAMORTIZACIÓN Y CAMBIOS AGRARIOS.

La gran transformación económica de este periodo fue el proceso de desamortización que (aunque se
dieron algunos precedentes) realizaron los gobiernos progresistas durante el reinado de Isabel II
(1833-1868) con el objetivo de convertir la tierra en un bien de propiedad privada y de libre
disposición. Se inició con la desamortización eclesiástica de Mendizábal y se completó con la llevada
a cabo por Madoz durante el Bienio Progresista, que afectó sobre todo a los bienes de los municipios.

Las desamortizaciones y el cambio en la propiedad se llevaron a cabo con las siguientes medidas
liberales progresistas:

 Abolición de los señoríos jurisdiccionales que poseía la nobleza, que pasan a convertirse en
propiedades privadas, incluso en aquellos casos en que la nobleza sólo tenía la jurisdicción, es
decir el derecho a nombrar alcaldes, recibir algunos tributos, etc. Esto supuso que muchos

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Bloque 6.2 La conflictiva construcción del Estado Liberal

campesinos, que carecían de documentos legales de propiedad, se vieron privados de sus


derechos sobre la tierra que cultivaban y se convirtieran en asalariados o jornaleros.
 Desaparición de los mayorazgos: tradicionalmente en la nobleza heredaba sólo el hijo mayor que
no podía vender ni dividir el patrimonio. Ahora las propiedades se desvinculan y pueden
comprarse y venderse, lo que permite sacar a la venta muchas tierras que estaban fuera del
mercado.
 La desamortización: que supone la expropiación y venta, a particulares, en subasta pública de las
propiedades que estaban fuera del mercado (amortizadas) y que pertenecían a la Iglesia y a los
municipios. Se pasa de la propiedad feudal de la tierra a la propiedad capitalista:
- Desamortización eclesiástica de Mendizábal. Juan Álvarez de Mendizábal inició en 1836 la
desamortización de los bienes y tierras eclesiásticas que consistió fundamentalmente en la
venta por subasta de las tierras expropiadas a la Iglesia (buena parte del clero regular
apoyaba a los carlistas). Sus objetivos eran: sanear la Hacienda pública y financiar la guerra
contra los carlistas, así como crear una capa social de nuevos propietarios rurales que
sostuviesen la revolución liberal.
Los resultados no fueron todo lo positivos que se podría haber esperado ya que no solucionó
el grave problema de la deuda pública y, aunque hizo que el liberalismo ganara adeptos, ganó
muchos enemigos entre los católicos. Además, la mayor parte de los bienes desamortizados
fueron comprados por nobles y burgueses urbanos adinerados. Los campesinos pobres no
pudieron pujar en las subastas y vieron como los nuevos propietarios burgueses les subieron
los alquileres de las tierras.

- Desamortización general de Madoz (1855). La desamortización de Madoz se conoce como


general porque incluía todo tipo de tierras amortizadas: afectó a las tierras de los municipios
principalmente -“bienes de propios, tierras comunes y baldíos” (montes, dehesas, prados)- y a
las que quedaban en manos de la Iglesia. Supuso prácticamente la liquidación de la
propiedad amortizada. Los objetivos eran: obtener dinero para financiar las inversiones
públicas (especialmente la construcción del ferrocarril) y reducir la deuda pública del Estado.
La recaudación fue muy superior a la de Mendizábal.
Sus resultados tampoco fueron muy positivos ya que arruinó a los ayuntamientos que, entre
otras cosas, estaban a cargo de la instrucción pública y perjudicó a los vecinos más pobres
que se vieron privados del aprovechamiento libre de las tierras comunales.

El proceso desamortizador provocó que los beneficiarios fueran la burguesía y los terratenientes
locales que eran los que disponían de dinero para comprarlos. No se creó, como se pretendía, un
amplio grupo de pequeños propietarios, sino que se acentuó el latifundismo y los campesinos se
vieron privados del uso de las tierras comunales. No se solucionó el eterno problema de la deuda
pública y causó la ruina de los ayuntamientos. Fue una oportunidad perdida para realizar una
reforma agraria y para introducir innovaciones técnicas agrarias significativas.

En cuanto a la producción agraria, se produjo un aumento de la producción, especialmente de cereal,


vid y olivo, por el aumento de la superficie cultivada y por la mayor demanda de la población. El
transporte por ferrocarril favoreció el comercio y una cierta especialización regional. La ganadería,
por el contrario, disminuyó por la abolición de la Mesta y la sustitución de la lana por el algodón. Pero
el aumento de la productividad fue escaso ya que no hubo cambios en los sistemas y técnicas
empleados. La política proteccionista que protegía los cereales permitía que éstos fueran rentables
para los grandes propietarios, a pesar de los bajos rendimientos y de la excesiva cantidad de mano de
obra utilizada, lo que no incentivaba la modernización. Los excedentes agrarios fueron insuficientes
para garantizar un crecimiento sostenido de la población y las hambrunas fueron frecuentes. La
situación de miseria de gran parte del campesinado, además de generar una fuerte conflictividad
social, impidió que éste pueda demandar productos industriales y favorecer la industrialización.

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II DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A LA SOCIEDAD DE CLASES

I. El crecimiento demográfico.

Durante el siglo XIX la población española creció, pero lentamente. Se pasó de 10 millones a
principios del s. XIX a 18,5 millones a finales de siglo. Se mantuvo el régimen demográfico antiguo,
caracterizado por:

- Altas tasas de natalidad.


- Altas tasas de mortalidad (sobre todo infantil) debido a las crisis de subsistencias (escasez de
alimentos), a la falta de higiene y a las enfermedades infecciosas (cólera, tifus, difteria, fiebre
amarilla, tuberculosis), ambas muy relacionadas con la pobreza de la mayoría de la población.
En momentos puntuales, la mortalidad se elevaba como consecuencia de las guerras (de
Independencia, carlistas, de Cuba, etc.) y las epidemias.
- La esperanza de vida no superaba los 35 años de media.

La mayor parte de la población trabajaba en el sector agrario (más del 70%) y vivía en el campo, pero,
desde los años sesenta se incrementó el éxodo rural debido al estancamiento del mundo agrario y las
expectativas de trabajo que ofrecían las ciudades. La tendencia fue el abandono de la Meseta Central
(salvo la ciudad de Madrid) para concentrarse en las áreas industriales periféricas y en la costa
mediterránea y atlántica meridional. Este movimiento de población tuvo como consecuencia un
importante crecimiento urbano, que fue mayor en Madrid, Barcelona o Bilbao, ciudades en pleno
crecimiento industrial.

Empieza una importante emigración exterior: el crecimiento demográfico y la escasez de cambios en


la agricultura llevaron a muchos españoles a emigrar a otros continentes. Los emigrantes partían,
principalmente, desde Galicia, Asturias, Cantabria y Canarias, zonas con escasez de tierra y de
puestos de trabajo, en dirección a América y, en particular, a Argentina, México, Cuba y Brasil. Las
migraciones transoceánicas seguirán siendo muy importantes en el primer cuarto de siglo XX. Otro
destino importante fue la colonia francesa de Argelia (principalmente desde el sureste del país).

II. De la sociedad estamental a la sociedad de clases.

Durante siglos, la sociedad española mantuvo una estructura estamental que apenas
experimentó modificaciones. En el siglo XIX, sobre todo a partir de 1833 (muerte de Fernando VII), se
produjo una paulatina desaparición de la sociedad estamental que fue sustituida por una sociedad de
clases. La sociedad deja de dividirse en estamentos cerrados, con derechos y obligaciones diferentes,
y se estructura en una sociedad de clases, donde el criterio de división de la población es
fundamentalmente el nivel de renta. Esta nueva sociedad permitió mayor movilidad social, bien por
el éxito en los negocios, bien por la carrera administrativa o, sobre todo, militar. Podemos dividirla en
los siguientes grupos sociales:

1. La clase alta o dirigente. Era el nuevo bloque social dominante, aunque minoritario en número,
acumuló grandes propiedades y el establecimiento del sufragio censitario le otorgó el monopolio del
poder político. Formaron una oligarquía resultado de la fusión de:

a. La antigua aristocracia. Perdió sus privilegios estamentales, pero mantuvo su poder


económico e influencia social. Conservó sus tierras, convertidas en propiedad privada, y
adquirió nuevas propiedades con la desamortización. Algunos nobles se pasaron al mundo
de los negocios y de las finanzas, pero la mayoría vivía de las rentas de sus propiedades
agrícolas. Participaron en la vida política a través del Senado y, durante el reinado de Isabel
II, constituyeron un grupo de gran influencia en la corte que formaba parte de las
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“camarillas” que rodeaban a la reina. La pequeña nobleza, los hidalgos, desaparecieron


como grupo.

Aunque muchos eran liberales en política, desde el punto de vista religioso y social
eran conservadores.

b. La alta burguesía. Vinculada al proceso de modernización económica, estaba formada por la


burguesía terrateniente y rentista, que adquirió propiedades desamortizadas, la burguesía
financiera (de hombres de negocios, comercio, banca) y los grandes industriales textiles,
siderúrgicos y navieros. A los que hay que añadir los altos mandos militares y los
profesionales alto nivel. No desplazó a la aristocracia como clase dominante sino que se
identificó con ella, emparentando por la vía del matrimonio y compartiendo sus gustos y
estilo de vida; la propia monarquía premiaba el ascenso social con la concesión de títulos
nobiliarios. Con la excepción de algunos hombres de negocios catalanes y vascos no hay en
ellos un carácter emprendedor orientado a generar riqueza.

Desde una poderosa situación económica, defendía el liberalismo político (a través del
sufragio censitario y la defensa de la propiedad privada), y el progresismo cultural, mientras
que compartía con la nobleza sus gustos y estilo de vida.

c. El clero. Como consecuencia del desarrollo de la revolución liberal, el clero perdió una parte
de sus propiedades (desamortizaciones) y el diezmo, pasando a depender del Estado para el
mantenimiento del culto y de los sacerdotes; además, las órdenes religiosas fueron
reducidas drásticamente. A pesar de ello, mantuvo su influencia social y en la educación.

2. Las clases medias: Integrada por la mediana y pequeña burguesía que residía en las ciudades o por
los labradores propietarios medianos en el ámbito rural. Era un grupo menos numeroso que en otros
países –en torno al 5% de la población- y agrupaban a un conjunto heterogéneo de propietarios
rurales, mandos intermedios del ejército, profesionales liberales de menor nivel (abogados,
periodistas, médicos, etc.), pequeños comerciantes, empresarios y funcionarios.

Era un grupo que se encontraba a caballo entre la élite, a la que admiraba, y el proletariado, al que
miraba con desconfianza. Constituyeron un grupo muy influyente, porque formaban la administración
tanto local como estatal y en gran medida controlaban los servicios básicos y la actividad productiva.

Su ideología alternaba entre la conservadora-moderada (apoyando un gobierno fuerte que defienda


el orden y la propiedad) y el progresismo. En la periferia, siguen opciones nacionalistas (Lliga
catalanista, PNV…). Muchos fueron evolucionando hacia posturas democráticas y se convierten en los
principales defensores del republicanismo de carácter laico.

El ejército será uno de los grupos sociales más importantes de la vida española en el siglo XIX, cuyo
protagonismo político y social se debió a los numerosos pronunciamientos.

3. Las clases populares, constituían la inmensa mayoría de los españoles y el grupo social más
desfavorecido.

a. La población campesina. Era el grupo más numeroso, con dos tercios de la población total,
y era bastante heterogénea. El mantenimiento de formas anacrónicas de propiedad
(latifundio y minifundio) y de sistemas de producción anticuados hizo que la vida del
campesinado español fuera muy dura y el mundo rural siguiera anclado en el pasado. A
mediados de siglo la mitad de la población rural era jornalera y sometida al paro estacional,
especialmente en la zona centro y sur. Una minoría eran arrendatarios y el resto
propietarios.

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Los campesinos fueron los grandes sacrificados de las reformas liberales, ya que no se
reconocieron sus derechos sobre las tierras señoriales ni se les facilitó el acceso a las
propiedades desamortizadas y perdieron los derechos comunales. Las difíciles condiciones
de vida en el campo generaron una fuerte conflictividad social y favorecieron la emigración
a las ciudades.

b. La población urbana: era menos numerosa pero importante. En ella se integraban


trabajadores de los talleres artesanales, empleados, criados, servicio doméstico, mendigos,
etc.
Con la aparición de la industria, surge un nuevo grupo social, el proletariado, que trabaja en
la industria por un salario. Su número era escaso y se concentraba en las fábricas textiles de
Barcelona, y en la siderurgia de Vizcaya. Sufrían malas condiciones de vida: bajos salarios,
sin prestaciones sociales (invalidez, enfermedad, vejez…), miseria, hacinamiento, largas
jornadas, etc. Recurren a las huelgas y van a ir desarrollando una conciencia de clase que
dará lugar a la aparición de las primeras organizaciones obreras y sindicatos.

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