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BLOQUE 6.
La conflictiva construcción del Estado Liberal (1833-1868)
2) Ley de Bancos de Emisión (1856), por la que se permitió crear bancos privados que se
establecieron en las principales ciudades españolas (Banco de Zaragoza, Santander,
Bilbao…). El Banco Español de San Fernando pasó a denominarse “Banco de España”, que
quedó configurado como banco nacional y mantuvo el monopolio de emisión de papel
moneda.
La gran transformación económica de este periodo fue el proceso de desamortización que (aunque se
dieron algunos precedentes) realizaron los gobiernos progresistas durante el reinado de Isabel II
(1833-1868) con el objetivo de convertir la tierra en un bien de propiedad privada y de libre
disposición. Se inició con la desamortización eclesiástica de Mendizábal y se completó con la llevada
a cabo por Madoz durante el Bienio Progresista, que afectó sobre todo a los bienes de los municipios.
Las desamortizaciones y el cambio en la propiedad se llevaron a cabo con las siguientes medidas
liberales progresistas:
Abolición de los señoríos jurisdiccionales que poseía la nobleza, que pasan a convertirse en
propiedades privadas, incluso en aquellos casos en que la nobleza sólo tenía la jurisdicción, es
decir el derecho a nombrar alcaldes, recibir algunos tributos, etc. Esto supuso que muchos
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El proceso desamortizador provocó que los beneficiarios fueran la burguesía y los terratenientes
locales que eran los que disponían de dinero para comprarlos. No se creó, como se pretendía, un
amplio grupo de pequeños propietarios, sino que se acentuó el latifundismo y los campesinos se
vieron privados del uso de las tierras comunales. No se solucionó el eterno problema de la deuda
pública y causó la ruina de los ayuntamientos. Fue una oportunidad perdida para realizar una
reforma agraria y para introducir innovaciones técnicas agrarias significativas.
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I. El crecimiento demográfico.
Durante el siglo XIX la población española creció, pero lentamente. Se pasó de 10 millones a
principios del s. XIX a 18,5 millones a finales de siglo. Se mantuvo el régimen demográfico antiguo,
caracterizado por:
La mayor parte de la población trabajaba en el sector agrario (más del 70%) y vivía en el campo, pero,
desde los años sesenta se incrementó el éxodo rural debido al estancamiento del mundo agrario y las
expectativas de trabajo que ofrecían las ciudades. La tendencia fue el abandono de la Meseta Central
(salvo la ciudad de Madrid) para concentrarse en las áreas industriales periféricas y en la costa
mediterránea y atlántica meridional. Este movimiento de población tuvo como consecuencia un
importante crecimiento urbano, que fue mayor en Madrid, Barcelona o Bilbao, ciudades en pleno
crecimiento industrial.
Durante siglos, la sociedad española mantuvo una estructura estamental que apenas
experimentó modificaciones. En el siglo XIX, sobre todo a partir de 1833 (muerte de Fernando VII), se
produjo una paulatina desaparición de la sociedad estamental que fue sustituida por una sociedad de
clases. La sociedad deja de dividirse en estamentos cerrados, con derechos y obligaciones diferentes,
y se estructura en una sociedad de clases, donde el criterio de división de la población es
fundamentalmente el nivel de renta. Esta nueva sociedad permitió mayor movilidad social, bien por
el éxito en los negocios, bien por la carrera administrativa o, sobre todo, militar. Podemos dividirla en
los siguientes grupos sociales:
1. La clase alta o dirigente. Era el nuevo bloque social dominante, aunque minoritario en número,
acumuló grandes propiedades y el establecimiento del sufragio censitario le otorgó el monopolio del
poder político. Formaron una oligarquía resultado de la fusión de:
Aunque muchos eran liberales en política, desde el punto de vista religioso y social
eran conservadores.
Desde una poderosa situación económica, defendía el liberalismo político (a través del
sufragio censitario y la defensa de la propiedad privada), y el progresismo cultural, mientras
que compartía con la nobleza sus gustos y estilo de vida.
c. El clero. Como consecuencia del desarrollo de la revolución liberal, el clero perdió una parte
de sus propiedades (desamortizaciones) y el diezmo, pasando a depender del Estado para el
mantenimiento del culto y de los sacerdotes; además, las órdenes religiosas fueron
reducidas drásticamente. A pesar de ello, mantuvo su influencia social y en la educación.
2. Las clases medias: Integrada por la mediana y pequeña burguesía que residía en las ciudades o por
los labradores propietarios medianos en el ámbito rural. Era un grupo menos numeroso que en otros
países –en torno al 5% de la población- y agrupaban a un conjunto heterogéneo de propietarios
rurales, mandos intermedios del ejército, profesionales liberales de menor nivel (abogados,
periodistas, médicos, etc.), pequeños comerciantes, empresarios y funcionarios.
Era un grupo que se encontraba a caballo entre la élite, a la que admiraba, y el proletariado, al que
miraba con desconfianza. Constituyeron un grupo muy influyente, porque formaban la administración
tanto local como estatal y en gran medida controlaban los servicios básicos y la actividad productiva.
El ejército será uno de los grupos sociales más importantes de la vida española en el siglo XIX, cuyo
protagonismo político y social se debió a los numerosos pronunciamientos.
3. Las clases populares, constituían la inmensa mayoría de los españoles y el grupo social más
desfavorecido.
a. La población campesina. Era el grupo más numeroso, con dos tercios de la población total,
y era bastante heterogénea. El mantenimiento de formas anacrónicas de propiedad
(latifundio y minifundio) y de sistemas de producción anticuados hizo que la vida del
campesinado español fuera muy dura y el mundo rural siguiera anclado en el pasado. A
mediados de siglo la mitad de la población rural era jornalera y sometida al paro estacional,
especialmente en la zona centro y sur. Una minoría eran arrendatarios y el resto
propietarios.
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Los campesinos fueron los grandes sacrificados de las reformas liberales, ya que no se
reconocieron sus derechos sobre las tierras señoriales ni se les facilitó el acceso a las
propiedades desamortizadas y perdieron los derechos comunales. Las difíciles condiciones
de vida en el campo generaron una fuerte conflictividad social y favorecieron la emigración
a las ciudades.