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VIR AQUL DE PREFACIO ' Sefior, La versién que se ha tomado usted la molest de hacer de mis Principios es tan nitida y cabal, que me hace espe: rar que seria leidos por mis personas en francés que en Tatin, y que se entenderdn mejor. Mi inico temor es que el ttulo desatiente a Tos que no han sido educados en las letras, 0 a los que tienen mala opinién de la filosofia, de- Dido a que la que se les ha enseflado no los ha satisfecho; y esto me hace creer que seria bueno afiadir al libro un Prefacio, donde se diga cual es su tema, qué es lo que ime he propuesto al eseribilo, y que utilidad se puede sacar de &l, Y aunque seria cosa mia el hacer este prefacio, pues yo debo saber esas cosas mejor que ningiin otro, Io tinico {que se me ocurte es poner agus en resumen los principales puntos que me parece que deberian tratarse en él; y dejo 1 su discrecién ef dar cuenta al piblico de lo que juzgue a propésito ea cartaorefacio fp silo en I veri tances de os Princ por (AT, 1X, Bl radcor eC, Pes, que tadjo por pimera ve Jn obra al franc en 16 2 Sobre los principios de ta fitosofia Yo explicaria primeramente qué es la filosofia, empe- zanda por las cosas mas corrientes, a suber: gue la palabra filosofia significa el estudio de la sabiduria, y que por sa biduria no se entiende séio 1a prudencia en las cosas de Ta Vida, sino un perfecto conocimiento de todo lo que el hhombre puede saber, tanto para la conducta de la como para la conservacién de la salud y la invencién de todas las aries; y que a fin de que este conocimiento sea tal, es necesario que se deduzca de las primeras causas, de suerte que para tratar de adquitirlo —y a esto es a Io ‘que se lama propiamente filosofar—, es preciso empezar por la investigaciOn de las primeras eausas, es decir de los Drincipios; y que estos principios dében reunir dos condi- “Giones: en primer lugar, que sean tan claros y evidentes, que el espfritu bumano no pueda dudar de su verdad euan- do los considera con atencién; en segundo lugar, que el conocimiento de las otras cosas dependa de ellos, de suerte ue los principios puedan ser conocidos sin esas cosas, pe- +o no éstas sin aquellos; y que después es preciso intentar educir de estos principios el conocimiento de las cosas ue dependen de ellos, de tal modo que, en toda la serie de deducciones que se hagan, no haya nada que no sea ‘muy manifiesto, Verdaderamente no hay nadie, aparte de Dios, que sea perfectamente sabio, es decie que tenga el cconocimiento completo de la verdad de todas las cosas; pero se puede decir que los hombres tierin més o menos sabiduria, en la medida en que tengan més 0 menos cono- cimiento de las verdades més importantes. Y creo que en esto no hay nada en Io que no estén de acuerdo todos Jos doctos. A continuacién haria considerar la utilidad de esta filo- sofia, y mostraria que, puesto que se extiende a todo lo ue el espiritu humano puede saber, hay que admitir que Carta del autor al traduetor. Prefacio B 8 lo Gnico que nos distingue de los salvajes y los barba- ros, ¥ que cada nacién ¢s tanto mas civilizada y culta cuanto ~ ‘mejor Tilosofan las hombres en ella; ¥ que, por lo tanto, el mayor bien que puede darse en un Estado consiste en tener verdaderos fildsofos. Diria también que, para cada hombre en particular, no es s6lo util vivir con los que se aplican a este estudio, sino que es mucho mejor aplicarse 2 uno mismao, de la misma manera que es mucho mejor servirse de los propios ojos para guiarse, y gozar al mismo tiempo de la belleza de los colores y la Tuz, que mantener los cetrados y tener a otro come guia; aunque por lo me nos esto tiltimo es mejor que tenerlos cerrados y no dispo- ner més que de uno mismo para guiarse. Y tener los ojos cerrades, sin intentar abrirlos nunca, es fo mismo que vivir sin filosofar; aunque ef placer de ver todas las cosas que nos descubre la vista no se puede comparar de uingin mo- ddo con Ia satisfaccién que da el conocimiento de las que se encuentran por medio de la fllosofia; y ademas este es- tudio es mis necesario para regir nuestras costumbres y conducirnos en la vida, de 10 que lo es el uso de nuestros ‘ojos para guiar nuestros pasos. Los animales, que no tic~ nen que conservar mas que sus cuerpos, se oeupan conti rnuamente de buscar con qué alimentarse; pero os hom bres, cuya parte principales el espivtu, deberian dedicarse sobre todo a buscar la sabiduria, que es su verdadero ali- ‘mento; y estoy seguro de que hay muchos que no dejarfan de hacerlo, si tuvieran la esperanza de conseguirlo, y si supieran cudnta capacidad tienen para ello. No hay alma tan Innoble que permanezca atata a los objetos sensibies ‘de tal modo que no se separe a veces de ellos y desce algin bien més grande, aunque menudo ignore en qué consiste. YY aquellos a los que la fortuna ha favorecido mis, que disfrutan de buena salud, honores y ciquezas, no sienten 4 Sobre los principias de la flosofia menos este deseo que los otros; al contrario, estoy conven cido de que son éstos Tos que mas anhelan otro bien, supe- rior a todos los que poseen. Y este bien supremo, conside- ado por Ia razén natural sin la luz de la fe, no es mas que el conocimiento de la verdad por sus primeras causas, cs decir la sabiduria, a cuyo estudio se dedica la Filosofia. Y puesto que todas estas cosas son completamente verdade- ras, nos convencerian ficilmente, si estuvieran bien dedu- cidas. Pero como fo que impide creerlas es la experiencia, que muestra que los que se dedican 2 la filosofia son & ‘menudo menos sabios y razonables que otros que no se ban aplicado nunca a este estudio, yo explicaria aqui sumaria: ‘mente en qué consiste toda la ciencia de que disponemos, ¥¥ cuales son los grados de sabiduria alos que se ha llegado EI primero no contiene mis que nociones que son tan claras por si mismas que se pueden adquirir sin medita- cidn. EI segundo comprende todo lo que la experiencia sen- sible nos permive conocer, El tereero, todo aguello que nos ensefia la conversacién con los otros hombres. En cuanto al euarto, podemos aftadir la Tectura, no de todos los li- bros, sino especialmente de los gue han sido escritos por personas capaces de darnos buenas enseftanzas, pues dicha Tectura es una especie de conversacién que tenemos con fos autores, ¥ me parece que toda la sabiduria que se suele tener no se adquiere més que por estos cuatro medios; pues ‘no incluyo aqui la revelacién divina, ya que ésta no nos cconduce por grados, sino que nos eleva de una ver a una cteencia infalible, Ahora biea, siempre ha habido grandes hombres que han teatado de encontrar un quinto grado ppara Hiegar a fa sabidurfa, incomparablemente més alto y firme que os otros cuatro, esto es, han tratado de investi agar las primeras causas y los verdaderos principios de los ‘que se puedan deducir las razones de todo lo que podemos Carta del autor al traductor. Prefacio 15 saber; y los que se han ocupado de esto son aquellos a los que se llama propiamente fildsofos, Sin embargo, no sé de ninguno que haya tenido éxito hasta ahora. Los pri- rmezos y principales, cuyos escritos han legado hasta noso- tos, son Platon y Ariststeles, entze los que la inca dife- rencia consiste en que el primero, siguiendo las huelas de su maestro Socrates, confes6 ingenuamente que no habia podido encontrar nada cierto, y se conformé con escribir lo que le parevia verosimil, imaginando algunos principios ‘que le permitieran dar razdn de Jas demas cosas; mientras ‘que Arist6teles tuvo menos frangueza, y aunque fue su iseipulo durante veinte afios, y no tuvo otros prineipios ‘que los de su maestro, los offeeié de un modo completa- mente diferente, proponigndolos como verdaderos y segu- ros, aunque no parece que los haya considerado nunca como tales. Ahora bien, estos hombres tenian mucho ingenio, y mucha sabiduria de fa que se adquiere por los cuairo medios precedentes, cosa que les daba mucha auto- ridad, de modo que los que vinieron después de ellos se dedicaron mas a seguir sus opiniones que a buscar algo ‘mejor. Y la principal disputa que sus disejpulos mantuvie- ron fue para decidir si haba que poner todas las cosas en duda, o bien si habia algunas que fueran ciertas. ¥ esto condajo a unas y 2 otros a errores extravagantes; pues al: gunos de los que estaban a favor de la duda, la extendian incluso a las acciones de la vida, de suerte que descuidaban ‘el uso de la prudencia en su comdueta; y los que eran parti- en el que, aunque parezca que no ha puesto nada de fisica y medicina que no haya sacado de mis escritos (tanto de los que he publicado como de otro aiin inacabado sobre Ja naturaleza de los animales, que cay6 en sus manos), sin embargo, como ha transcrito mal, ha cambiado el orden, y ha negado algunas verdades de metafisica, sobre‘la cual {ebe apoyarse toda Ia fisica, me veo obligado a desapro- barlo completamente, y a rogar aqut a los lecores que no (Cana de 1681 8G, Vorsio, * Le obra se publico en Amsterdam, en 1686, Su autor, que rxbe sav In erica de Deveares, rn H Rev Carta del autor al traductor. Prefecio 2 ‘me atribuyan nunca ninguna opinién, si no la encuentran expresamente en mis escrtos, y que no admitan ninguna como verdadera, ni en mis eseritos ai en ninguna parte, sino ven muy claramente que ha sido deducida de princi los verdaderos También sé perfectamente que pueden pasar vi los antes de que se deduzcan de estos principios todas las verdades que quepa deducit, porque la mayor parte de las que quedan por encontrar, depencien de algunas expe- riencias particulares, con Tas que nunca tropezaremos ca- sualmente, y cuya investigacién exige dedicacién y gasto por parte de hombres muy inteligentes; y porque dif ‘mente ocurrird que los que tengan la suficiente habilidad para servirse bien de ellas puedan hacerlas; y también por- {que la mayoria de los espititus selectos tienen una opinién tan mala de la filosofia, debido a los defectos que han ‘observado en la que se ha practicado hasta ahora, que esto les impediré dedicarse a buscar una mejor. Pero si vieran la diferencia que hay entre estos principios y los de los ddemés, y la gran serie de verdades que se pueden deduct de ellos, y se dieran cuenta de lo importante que es conti- uar investigando estas verdades, y a qué grado de sabidu: ria, a qué perfeccidn de vida, y a que felicidad los pueden ‘eonduciz, me atrevo a creer que no habria ninguno que no tratara de dedicarse a un estudio tan dtil, o al menos ‘que no favoreciera y deseara ayudar cuanto pudiera a quie- nes se dediquen a €l provechosamente, Deseo que la poste- ridad sea testigo de su éxito, ete

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