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HELENA PETROVNA HAHN

Nace en la media noche, entre el 30 y el 31 de julio de 1831, en


Ekaterinoslav, una provincia en el sur de Rusia. La niña es la descendiente
de una larga línea de hombres y mujeres poderosos y altivos, cuyo linaje
puede rastrearse siglos atrás, hasta los mismos orígenes de su país. Su
padre, Pedro Hahn, miembro de una familia noble alemana establecida en
Rusia; su madre, Helena Phadeeva, ilustrada novelista, es hija del consejero
privado Phadeef y de la princesa Dolgoruky, perteneciente está a una de las
primeras familias del imperio, descendientes directos de Rurik, primer
príncipe de las repúblicas rusas (siglo IX). En Helena Petrovna confluye
sangre de tres razas: eslava, germánica y latina. Se cuenta que algunos
extraños incidentes ocurrieron en la noche de su nacimiento y, más tarde,
durante el bautismo. En plena ceremonia, la tía más joven de Helena, casi
una niña, encargada de portar un cirio, en un momento de distracción
prendió fuego a la vestidura del sacerdote. Esta y otras anécdotas
impresionaron a la servidumbre y a la supersticiosa gente del pueblo y las
indujeron a presagiarle a la niña una vida llena de pruebas y desdichas. A
causa de la muerte de su madre cuando Helena Petrovna tiene solo once
años, la niña se muda con sus abuelos a una vieja e inmensa mansión de
Sarátov. La naturaleza de Helena está fuertemente imbuida de una innata
capacidad psíquica, tan poderosa que indudablemente constituye su más
predominante característica. Una niña tan inteligente como indócil, que
sostiene y demuestra tener habilidad para comunicarse con los moradores de
los mundos sutiles e invisibles y con los seres que para nosotros están
“muertos”. Posee además, poderes psíquicos de “materialización” y de
“desmaterialización”, de predicción de accidentes y desdichas, a tal punto
que llega a convertirse en “el terror de su familia”. Esta capacidad natural
será disciplinada y desarrollada a lo largo de toda su vida. A los 16 años,
Helena toma un primer contacto fluido y apasionado con la literatura mística
y espiritual, gracias a los libros que encuentra en la biblioteca de su abuelo.
Un año después, contrae matrimonio con el general Nicephore V. Blavatsky,
gobernador de una provincia rusa, un hombre que le lleva más de cincuenta
años. Aun consciente de estar cometiendo un error, Helena no es capaz de
detener la ceremonia. En solo tres meses, y tras negarse a garantizar los
“derechos nupciales”, escapa con la determinación de regresar a vivir con
sus abuelos. Ellos la envían a la casa de su padre, pero, por temor a ser
devuelta a su esposo, Helena inicia una larga serie de viajes: recorre Asia
Central, India, América del Sur, Egipto. Del breve matrimonio extraerá,
apenas, el apellido, y un gran descubrimiento: su condición de casada le
brinda un nuevo estatus e independencia, una libertad de movimiento que
las solteras de su clase, en aquella época, mantenidas bajo estricta
observación, no podían ejercer. En México tiene un encuentro crucial: conoce
a un hindú, en quien reconoce a un “chela”, es decir un discípulo de los
Maestros o Adeptos de la ciencia oculta oriental, que “comprende Helena” ha
sido siempre su protector y la ha preservado de daños mayores en sus
aventuras juveniles. Desde entonces, ella se convierte en su fiel discípula,
obediente a sus indicaciones y directivas. Bajo su guía, aprende a controlar y
dirigir las fuerzas a las cuales se ha encontrado sometida en razón de su
naturaleza excepcional. Aprende a recibir mensajes de sus Maestros y a
transmitirlos a sus destinatarios. Es un periodo de profundo aprendizaje.
Parte de ese tiempo lo pasa en las regiones de Himalaya, estudiando en
monasterios en los cuales se han preservado las enseñanzas de algunos de
los más eruditos y espirituales Maestros de los tiempos antiguos. Como
testimonio de esta etapa de su entrenamiento esotérico, H. P. Blavatsky
(como empieza a firmar) escribirá La Voz del Silencio, una riquísima
selección de axiomas espirituales. En 1873, H. P. Blavatsky viaja a los
Estados Unidos para realizar la obra que le ha sido encomendada. Era difícil
hacerse camino entre el conjunto de fraudes y engaños existentes en pleno
auge del movimiento espiritista, pero ella está determinada a irrumpir y
arrojar luz sobre científicos incrédulos, aristócratas curiosos y genuinos
buscadores de una verdad espiritual. De dos maneras intenta lograrlo: por la
demostración práctica de sus poderes, y declarando la existencia de un
antiquísimo conocimiento de las más profundas leyes de la vida, estudiado y
preservado por aquellos que podían usarlo con seguridad y para realizar el
bien, seres que en sus más altos rangos recibían la denominación de
“Maestros”. Ya por entonces, su figura es famosa en Europa, América y Asia:
objeto tanto de admiración y estudio, como de duras críticas y calumnias en
torno a sus creencias y a sus experiencias espiritistas. Para apoyar sus
declaraciones y presentaciones públicas, H. P. Blavatsky publica en 1877 Isis
Sin Velo, su primera obra importante, Dos años antes, ha fundado en
Estados Unidos la Sociedad Teosófica, que tiene por objeto “recoger y
difundir el conocimiento de las leyes que gobiernan el Universo”.
A tal fin, Madame Blavatsky persuade al Coronel Henry Steel Olcott, un
hombre altamente apreciado en la vida pública norteamericana, para que
coopere con ella en la formación de la sociedad, de la que se convertiría en el
presidente. En 1879, ambos se dirigen a la India y allí establecen los
primeros fundamentos firmes de su labor. Rápidamente la Sociedad se
expande de país en país, apoyada y propagada por hombres y mujeres para
quienes resultan convincentes su afirmación de servicio a la humanidad, la
amplitud de su plataforma, la claridad y lógica de su filosofía y la inspiración
de su guía espiritual. Estos pioneros hallan por supuesto oposición e
incomprensión, especialmente Madame Blavatsky. En el prefacio del libo La
Doctrina secreta, años más tarde, escribirá: “Estoy acostumbrada a las
injurias, me hallo en relación diaria con la calumnia y ante la maledicencia
me sonrío con silencioso desdén”. El periodo más efectivo y brillante de su
vida fue el que pasó en Inglaterra, entre 1887 y 1891. Ya se habían diluido
en parte los efectos causados por el injusto informe de la “Society for
Psychical Research” del año 1885, acerca de los fenómenos que ella
producía, como asimismo los de los ataques de los misioneros cristianos de
la India. En 1888, tras largos años de arduo trabajo y algunas
interrupciones, publica La Doctrina Secreta se pueden resumir de la siguiente
manera. - lograr una percepción de las verdades universales a través de la
comparación de la Cosmogénesis de los antiguos; - proporcionar una guía
para revelar la verdadera historia racial de la humanidad; - levantar el velo
de la alegoría y del simbolismo para develar la belleza de la Verdad; -
presentar al intelecto anhelante, a la intuición y a la percepción espiritual, los
“secretos” científicos del Universo, para su comprensión. A su incesante
tarea de escribir, editar y atender la correspondencia, se agrega la de instruir
a sus discípulos para capacitarlos en la prosecución de su obra. A este fin ella
organiza, con la aprobación del Presidente (el Coronel Olcott), la sección
Esotérica de la Sociedad Teosófica.

En el año de 1890, más de un millar de miembros de muy diferentes países


se encuentra n bajo su dirección. Entre sus obras más importantes,
corresponde mencionar La Clave de la Teosofía, Las Montañas Azules,
Narraciones Ocultistas y el Glosario Teosófico, publicado post-mortem y que
incluye artículos, anotaciones y selecciones de la caudalosa correspondencia
que mantuvo durante su vida. Dotada de desbordante actividad, viajera
intrépida, ocultista genial, notable organizadora, fundadora de la primera
gran sociedad mundial, cuyo objeto era el de revelar a la humanidad
moderna la esencia de las iniciaciones antiguas y de la sabiduría oriental
vedada hasta entonces para el Occidente, H. P. Blavatsky muere el 8 de
mayo de 1891 y es cremada en el Wolking Crematorium, en Surrey,
Inglaterra.

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