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E'-ítóS
wr
SERMONES
. DEL

presbítero d. jüan González.


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r , . i. r- : i ., .
SERMONES
DOCTRINALES, MORALES, DOGMÁTICOS, PANEGÍRICOS,
Y APOLOGÉTICOS Ó DE CONTROVERSIA CATÓLICA T SOCIAL,

acomodados á las mas urgenies y apremianies necesidades de los


aciuales iiempos.
Ó SEA

EL CATOLICISMO Y LA SOCIEDAD,
defendidos desde el pulpito.

OBRA ORIGINAL,
ESCRITA POR

EL PRESBÍTERO 0. JUAN GONZÁLEZ,


DOCTOR EN SAGRADA TEOLOGÍA, DIGNIDAD DE CHANTRE
DE LA SANTA METROPOLITANA IGLESIA DEVALLADOI.ID, Y PREDICADOR DE S. M.

CON LICENCIA ECLESIÁSTICA.

TOMO III.

MADRID:
IMPRENTA DE LA ESPERANZA, Á CARGO DE D. A. PÉREZ DUBRULL,
calle de Valverde, núm. 6, cuario baío.
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v ovíeq la y ,íoasíiin:Í tabias? tí y ,K''>.::r'-:, i,í b!-- v'o
SERMÓN

sobre el evangelio del miércoles de Ceniza.

Cum autem jejunatis , nolite fie-


ri sicut kypocritCB tristes... Amen
dico vobis quia receperunt mer-
eedemsuam. (Mat., 6, 16.)

Cuando ayunais no aparenteis


tristeza como los hipócritas... Dí-
goos, en verdad, que ya recibieron
su recompensa.

La Iglesia levanta hoy con doble fuerza su voz, pidien


do que nos convirtamos á Dios si aspiramos á lograr nues
tra salvacion eterna. Con la voz de los profetas y con la
palabra de Jesucristo nos llama á todos , como cariñosa
madre , á la penitencia y á la mortificacion ; y por si en
greidos con nuestra natural soberbia quisiésemos oponer
resistencia á sus amorosos llamamientos, une á sus voces
una ceremonia augusta, pero imponente, con que nos re
cuerda la corrupcion y la vanidad humana , y el polvo y
la ceniza en que ha de convertirse despues este halagado
cuerpo
— 6 —
Convertios á mí, dice el Señor á Jüdá , por medio de!
profeta Joel; convertios á mi ?con todo vuestro corazon, y
ayunad y llorad, pues el Señor, Vuestro Dios, benigno es y
misericordioso... Llamad desde Sion con una trompeta al
pueblo, y santificad el ayuno; y los sacerdotes , ministros
de Dios, llorarán entre el vestíbuto y el altar, pidiendo ve
nia para el pueblo , á fin de que ía heredad de Dios no
pase á ser objeto de oprobio entre las naciones. El profeta
Joel, hablando así á los judíos, quería animarlos á la pe
nitencia , único medio de librarse de la crueldad de los
enemigos, de que aquellos se veian amenazados. Conver
tios á mí, dice el Señor, con todo vuestro corazon, en
ayuno y en llanto, y los sacerdotes apoyarán vuestras sú
plicas para que alcanceis ser perdonados. Parce, Domine,
parce , populo tuo.
Así nos habla á nosotros la Iglesia en la epístola de
este día, elevando á un sentido mas espiritual las pala
bras del antiguo profeta. A las voces del hijo de Phanuel
une, en el Evangelio, las del mismo Jesucristo, cuando,
dando por sentado que nos incumbe la obligacion de ayu
nar y de mortificarnos, prescribe las reglas que han de
servirnos de guia para que sean meritorios nuestros ayu
nos y cualesquiera otras mortificaciones con que tratemos
de sujetar la carne á la pura ley del espíritu. Cuando
ayuneis, dice Jesucristo, no os pongais tristes como los
hipócritas, que destrozan sus semblantes para dar á en
tender á los hombres que ayunan; con lo cual pierden la
recompensa que habian de recibir, y que era lo único en
que seriamente habian de pensar. El verdadero tesoro-
no es el que el orín ó los ladrones pueden usurparnos, si
no aquel que ocultamente reservamos en el seno de Dios,
de quien recibiremos la copiosa remuneracion. Limpia,
por Ib tonto, tu cabeza y lava tu cara cuando ayunes, para
no dar á entender por soberbia que lo haces y que te
nibrtificá's. Básíaté á tí que te vea ayunar tu Padre celes-

.
tial, que está como escondido, y de él y no del mundo re
cibirás el mejor premio. E1 tesoro de vuestras buenas
obras ponedle en el cielo, donde no hay polilla ni ladro
nes, y estando allí vuestro tesoro, allí tendreis el cora
zon. Cum autem jejunatis, etc.
Voy, pues, á instruiros hoy acerca del ayuno, deber
acerca del cual se advierte en los cristianos, ó mucha ig
norancia, ó mucha negligencia. Por lo tanto, os hablaré
primero acerca del precepto ú obligacion del ayuno; y
despues, acerca de sus frutos y utilidades,
En dos proposiciones.

Ave María.

PRIMERA PROPOSICIÓN.
OTOCTÍ'' .''íííWi--;-. ' i. , . ... "; '. . .-' .:;: : '.;..i¡)--. --U
'SO! 'OUV'i i V.V-'.h' .;;':'' '-': v'i ..:.'-'(::.:,!.'vi:!: ^¡-..'MVl;
—a* r " ".
.,, El pecado original sublevó la carne contra el espíritu,
y la tiene sujeta á la tierra con la cadena de los sentidos
y de los placeres. Necesario es que aquellos que aspiren
á salvarse, ó, mejor dicho, que aquellos á quienes incum
be el deber de no omitir medio alguno de los que sean
conducentes para hacernos alcanzar la eterna salvacion,
trabajen en reprimir la concupiscencia de la carne, y en
elevar libremente su espíritu hácia Dios, con quien debe
mos por la gracia estar unidos. Ademas, y á consecuen
cía de lo que la carne nos arrastra bácia el pecad», co
metemos innumerables culpas, y por ellas debemos ofre
cer á Dios alguna meritoria satisfaccion. Convertimini ad,
me in toto corde pestro,injejunio, in fletu, et planctu.
De estos principios que dejo sentados, y que son co
mo fundamentales en la religion, deduce el doctor Angé
lico Santo Tomás la necesidad ó conveniencia del precep
to del ayuno: precepto que es de ley natural , segun que
consideramos el ayuno en comun, porque por ley natural
estamos obligados á reprimir la culpa y á elevar hácia las
cosas celestiales nuestro espíritu, que es lo que con el
ayuno alcanzar nos proponemos. De ley natural es que
para alcanzar un lio recurramos á los adecuados y opor
tunos medios. Así es como debemos considerar el ayuno
un los tiempos anteriores al Evangelio. Cuando una cala
midad amenazaba, ó cuando los profetas reprendían al
pueblo por sus maldades, ó cuando habian de tomar par
te en alguna arriesgada empresa, entonces una de las
primeras obras que se prescribian era el ayuno, el ayuno
público y general, para aplacar á Dios y tenerle propicio.
Habia, no obstante, en el antiguo pueblo cuatro épo
cas en que se prescribia el ayuno general como recuerdo
de algunas de sus desgracias.. En el cuarto mes, que es
julio, entre nosotros, ayunaban los judíos, recordando que
en él, descendiendo del monte Moisés, rompió las tablas
de la ley. En el quinto mes, que corresponde á nuestro
agosto, ayunaban, recordando habérseles prohibido subir
al monte, á causa de la rebelion ocasionada con motivo
de lo que informaron los esploradores; y porque en el
mismo mes fue abrasado el templo de Jerusalen, primero
por.Nabucodonosor, y despues por Tito. Ayunaban en el
mes sétimo, que corresponde á octubre, porque entonces
fue muerto Godolias, y quedaron en dispersion las reliquias
del puablo. Y últimamente, ayunaban en el décimo mes,
que corresponde á enero, porque en él oyó el pueblo,.
que juntamente con Ezeqaiel se bailaba caufi^cómíi %f
templo del Señor habia sidoaWuinado1n£*miiaíilii0ía9í9ííí
A esta manera , aunque no por las mismas causas nt'
en los mismos tiemp08^'lanígíei6(fti b^fy'atioMas épÜcSá Y
losdiasentpe hemos de ayunar, y tambíefli el ifloífo de
hacerlo, segun la conveniencia y utilidad de! i,püe'bloi'CTlsií
liano, que es objeto que nunca pierde de vlsta^Md' res,^t
ayuno que llamamos de la Iglesia ó eclesiástico''; y' éS'de'
derecho positivo; en cuya virtud la Iglesia determina de
un modo especial lo que es necesario en coman.
En cuanto á los tiempos en que la Iglesia ha dispues
to que observemos la ley del ayuno, no se puedamenos
de reconocer la alta sabiduría que la ha guiado al señalar
los. Porque ordenándose el ayuno á la detestacion de la
culpa y á la elevacion del espíritu hacia Dios, ha debido
establecerse que especialmente el ayuno sea un precepto
obligatorio en aquellos tiempos en que convenga se pufi^
fique el hombre de sus pecados y deba elevar á Bios to
dos sus afectos. Estas dos cosas nos incumbe maá éspe-i'
cialmente hacerlas antes de la solemnidad de la Pascua;
solemnidad en que se nos perdonan ó se perdonaban las
culpas por medio del sacramento del Bautismo, que antes
recibían los fieles en la vigilia de la Pascua, cuando es hon1-
rada la sepultura del Señor; y donde nosotros', pbí ínédlü
del Bautismo, nos enterramos tambien crin Cristo. PW
baptismum consepelimur Christo in morlem (1). 'Y' cdmo
ademas de esto la Pascua es el tiempo en que debemos
elevar nuestra mente á la gloria de la eternidad que Cris
to nos proporcionó resucitando al tercero día, ved aquí
por qué la Iglesia , guardando la tradicion apostólica , ha ins
tituido el ayuno de Cuaresma como preparacidh"fiará Ce'*
lebrar dignamente la fiesta de Pascua.: Ha' instituido tam
bien, guiada siempre poi* eNflBtátf-eápírittíV el5 tifMtí en
,-:.«<> úi. vi:-i' \b m oi.--.ení:y s ,t-'.a'i,ir.iiri.Ubj i .uiií:íiiq U'íj
H) AdBortJ/,'6. ' v
— 10 —
las vigilias de algunas festividades, para que nos prepare
mos á celebrarlas devotamente; y del mismo modo ha es
tablecido el ayuno que llamamos de las Témporas , para
que, habiéndose de conferir el sacramento del Orden , se
dispongan por medio del ayuno los que hayan de conferir
las órdenes, los que hayan de recibirlas, y todo el pueblo,
por cuya utilidad la Iglesia eleva al sacerdocio á algunos
de sus hijos. Por eso vemos que el Señor, antes de elegir
sus discípulos, subió al monte á orar, como si temiese, di
gámoslo así, no acertar en la eleccion. Erat pernoctans
in oratione Dei. «¿Qué has de hacer tú, pregunta San
Ambrosio esponiendo esas palabras , qué has de hacer tú
al principiar algun oficio de piedad, cuando ves que Cristo
oró antes de encomendar la divina mision á sus apóstoles?»
Quid te facere convenit cum vis aliquod officium pieta-
tis adoriri quando Christus missurus apostolos prius
oravit?
Quéjanse muchos fíeles, especialmente de los ayunos
que la Iglesia nos impone en las vigilias de las grandes fes
tividades, ó en las cuatro Témporas del año. Estos pre
ceptos, ó privaciones ó mortificaciones que la Iglesia nos
prescribe, ordénalos siempre á nuestra utilidad y prove
cho, queriendo que, por medio de una buena preparacion,
recibamos de Dios, en aquellas fiestas que vamos á cele
brar, muy copiosas bendiciones, y que los sacerdotes que
la Iglesia se dispone á darnos sean tales cuales los requie
ren la dignidad de su alto ministerio y la utilidad de los
fieles, para que ese ministerio ha sido instituido. ¿Os pa
rece que nada os importa el recibir del cielo abundantes
auxilios, y el tener en la tierra buenos sacerdotes? Pues
de este doble beneficio, hermanos mios, depende no solo
vuestra salvacion eterna, sino hasta vuestra felicidad
temporal. Os mostrais ingratos hijos cuando no ob
servais ó censurais este precepto de la Iglesia nuestra
madre.
— 14 —
Pero el precepto sobre el ayuuo, que mas misterios y
razones contiene, es el que se refiere á la santa Cuaresma,
en que hoy entramos. Ademas de la razon ya alegada so
bre la necesidad en que nos encontramos de prepararnos
con el ayuno, segun lo enseñaron y practicaron los após
toles, á celebrar la gran fiesta cristiana, que es la Pascua,
esto es, la fiesta de nuestra libertad, tenemos tambien á la
vista el ejemplo de Jesucristo, que con un ayuno de cua
renta dias se dispuso para comenzar la obra de su predica
cion, y para entregarse á las mas sublimes contemplacio
nes en el desierto. El ayuno cuadragesimal es tambien al
modo de un diezmo que por los dias de todo el año paga
mos á Dios, segun enseña San Gregorio. «Porquesi, segun
la ley, dice el mismo Santo, debeis pagar el diezmo de las
cosas ó frutos, así debeis pagar tambien el diezmo de los
dias. Sicut ofJerre ex lege jubemini decimas rerum, ita
offerre contendite et decimas dierum (1 ). lmpónesenos asi
mismo el precepto del ayuno cuadragesimal para que «así
como los hebreos, dice San Ambrosio (2), despues de cua
renta y tíos mansiones ó estaciones en el desierto entraron
en la tierra prometida, así nosotros, despues de cuarenta
dias de ayuno, lleguemos á la fiesta y alegría pascual. Mo
tivo por el cual, así Tertuliano y San Cipriano, como San
Ambrosio, han llamado estacion al ayuno.
La serpiente, segun dicen los naturalistas, luego que
se siente vieja y quiere renovar su juventud, ayuna ó deja
de comer cuarenta dias; y aflojándose á consecuencia de
esto su piel no tiene que hacer mas que introducirse por
un estrecho paso, y de este modo deja en él la piel vieja,
y la serpiente se queda, digámoslo así, como nueva. Pues
bien, hermanos míos , si la serpiente, cuya prudenciase
nos manda imitar, se sujeta á una abstinencia de cuarenta
dias para desprenderse de su vieja piel, ¿con cuánta ma-

(i) Hom. 16, in Evang. (2) Serm. 34.


— 12 —
yor razon habremos nosotros de observar el precepto de l
ayuno para despojarnos de la vieja piel de la corrupcion,
y tomar la nueva de la virtud? Estamos todos los cristia
nos obligados á observar este precepto; pues así como nos
incumbe la obligacion de obedecer á los principes secula
res respecto de aquellas leyes que nos imponen para la
utilidad comun en las cosas temporales, del mismo modo
estamos estrechamente obligados á obedecer á la Iglesia
en lo que establece para utilidad comun de los fieles en las
cosas espirituales.
Es verdad que el precepto del ayuno no obliga igual
mente á unos cristianos que á otros. Porque como la Igle
sia, al imponernos sus preceptos, no trata ni puede tratar
de destruir la humana naturaleza, resulta que cuando hay
por parte de esta algun legítimo impedimento , no obliga
entonces el precepto del ayuno. Por eso están escusados
del ayuno los ancianos débiles; los niños y jóvenes hasta
llegar a los veinte y un años, aunque deben prepararse
ayunando algunas veces para cuando les obligue el pre
cepto; los enfermos; las mujeres, cuando tienen que criar ó
alimentar á sus hijos; los jornaleros y peregrinos que no
pueden disminuir su trabajo ó diferirle sin detrimento de
su corporal salud, ó de aquel esterior estado que les es ne
cesario para la conservacion de la vida, así espiritual como
corporal; y los'pobres que no tienen recursos para hacer
una sola, abundante y saludable comida. Que si los tuvie
sen, no pueden darse los pobres por escusados. En todos
estos casos, y especialmente si son dudosos, aconseja San
to Tomás que se recurra al superior, que es á quien toca
dispensar en la observancia del precepto: bien que baste
el verlo así establecido, pues en el hecho de disimularlo
los prelados, parece no resistirlo. Desconfiad en esto de
vuestro propio juicio, que naturalmente ha de dejarse llevar
de nuestra natural oposicion á obedecer y á mortificarnos.
De todos modos, y esta es regla general muy importante,
— 13 —
siempre que dejando de ayunar se desprecie la autoridad
ó el precepto, ó se impida el fin que al establecerle se ha
propuesto la Iglesia, que es sujetar la carne y elevar el
espíritu á Dios, incurren en pecado mortal los trasgre-
sores. . . . .,,. ,i.
Dos requisitos son los que constituyen en su esencia el
ayuno : el abstenerse de carnes, y el no hacer al dia mas
que una sola comida. En cuanto á lo primero , como que
el ayuno tiene por objeto reprimir la concupiscencia de la
carne, concupiscencia que se aviva é inflama por medio
de los alimentos que tomamos , ha sido conveniente prohi
bir todos aquellos en que se siente gran deleite al
usarlos , y que provocan al hombre á la lascivia. A esta
clase pertenecen las carnes de los animales que nacen y
viven, en la tierra , y todo cuanto de ellos procede , como
son las leches y los huevos. Generalmente hablando, mas
nos deleitamos en comer carnes que en comer pescados,
y aquellas son tambien mas nutritivas que estos: y hé aquí
porqué la Iglesia; cuando nos exige é impone el ayuno con
el fin ya indicado, manda que nos abstengamos de cierta
clase de alimentos. No hace , en verdad , la Iglesia esta
prohibicion porque sea en sí moralmente malo el comer las
carnes , como si lo que entra por la boca pudiera manchar
al hombre, ó porque se adhiera, bien al error de Pitágoras
y Plutarco, que suponían se manchaba el alma con la car
ne, ó bien al de los Escribas y otros heresiarcas , judíos ó
judaizantes, que enseñaron no haber sido criadas por Dios?
sino por el diablo, las carnes y el vino. No: la Iglesia pro.
hibe el uso de las carnes para refrenar la gula y la lujuria,
y para que nuestra penitencia tenga ademas el mérito que
no pueden menos de añadirla nuestra obediencia y su
mision.
Para el mismo fin de refrenar la carnal concupiscencia
ha creido la Iglesia era conveniente el reducir á una sola
comida las que hayamos de hacer en los dias en que se
—u—
nos prescribe el ayuno. Con esto, al paso que á la natura
leza no le falta su alimento ni su fuerza, quítase á la con
cupiscencia mucho incentivo, y, digámoslo así , combusti
ble. No por esto se nos prohibe el tomar las necesarias
medicinas, ni tampoco el uso de las bebidas, bien que en
el esceso de ellas se pueda alguna vez pecar, segun dice
el doctor Angélico (1), y perder el mérito del ayuno, como
podría del mismo modo suceder con el inmoderado uso de
los alimentos, aun en una sola comida. La Iglesia se mues
tra madre amorosa é indulgente cuando nos permite el
comer carne y tomar una pequeña refeccion en los dias de
ayuno. En algunos no nos permite el comer carne , para
que se conserve en su fuerza el precepto.
Aquí teneis , hermanos mios , esplicado el precepto
del ayuno , y demostrada la obligacion en que estais de
observarle para los saludables fines que la Iglesia se pro
pone al imponérnosle. Nada hay en este precepto que no
sea racional y conveniente , y solo pueden clamar contra
él y rehusar su observancia aquellos que no se proponen
adorar mas que al dios de la gula y de la lujuria. Para
alentaros mas y mas á su observancia en unos tiempos
de tanta frialdad é indiferencia como estos , voy á pre
sentaros ahora los frutos y utilidades del ayuno en la

(1) Nótese que en todo cuanto llevo dicho no me he separado ni


un ápice de lo que enseña Santo Tomás , 2. 2., cuestion 147 , don
de trata de esta materia.
<5 —

SEGUNDA PROPOSICIÓN.

Si tratando de haceros conocer los frutos y las utili


dades del ayuno quisiese yo recurrir á lo que , apropó-
sito de esto , nos enseñan las Santas Escrituras , haría in
terminable el discurso ; porque apenas hay en ellas una
sola página en que no se vea á una persona, ó á una fa
milia , ó á un pueblo , temiendo un castigo ó una calami
dad , y recurriendo á la virtud y eficacia del ayuno para
conjurarla.
Os presentaría á Moisés absteniéndose cuarenta dias y
cuarenta noches de comer y de beber, para obligar á Dios
á que perdonase los pecados de un pueblo que provocaba
su ira (1). Os presentaría Elias ayunando antes de subir á
Oreb. Os presentaría David recurriendo , no en una oca
sion solamente, sino en muchas, á la virtud del ayuno,
para aplacar á Dios y evitar los golpes de su justicia. Os
presentaría Judit ayunando para salvar á su pueblo, y es
tos para librarse del esterminio. Os presentaría Nínive
ayunando desde el hombre hasta los jumentos y los ga
nados , para librarse de inminente ruina. Os presentaría
Josafal tratando de tener propicio á Dios por medio de un
general ayuno. Os presentaría Sara recurriendo al ayuno
para que Dios la librase del improperio que una de las
siervas de su padre le arrojaba á la cara , acusándola de
haber dado la muerte á siete maridos (2). Os presentaría
el Bautista convertido, digámoslo así, en ángel , por medio
de la abstinencia.

(1) Deut.,5, 6. (2) Tob., 3.


— 16 —
Pero basta meditar acerca del fin que la Iglesia se pro
pone al prescribirnos el ayuno, para que desde luego salten
á nuestra vista las utilidades y frutos que de la observan
cia de este precepto podemos reportar. Porque si es su
objeto refrenar la concupiscencia y elevar á Dios por este
medio nuestro espíritu, en el órden espiritual ó cristiano,
preciso es que adelantemos mucho con el ayuno , así como
'ambien nos es muy útil para el mismo cuerpo y para el
conveniente desarrollo de las facultades morales é intelec
tuales. La abstinencia ayuda mucho para disfrutar buena
salud y lograr larga vida , consumiendo los humores da
ñosos y disminuyendo la fuerza de la sangre, que, unida á
otros principios, fomentan esclusivamente las pasiones.
Ademas, ayuda mucho la abstinencia para el estudio, toda
vez que, manteniendo serena y libre la cabeza , nos pone
en mejor disposicion para contemplar y alcanzar la sabi
duría. Cogitavi in corde meo abstrahere á vino carnem
meara , ut animam transferremad sapientiam, devita-
remque stultitiam (1).
Si nos detenemos á considerar tambien el tiempo en
que la Iglesia nos impone el precepto del ayuno cuadra
gesimal , no podreis dejar de conceder lo mucho que este
ayuno puede servirnos para la salud. Despues de un in
vierno en que hemos estado acopiando sangre , digámoslo
así , seria para nosotros ó podria ser muy peligrosa la
influencia de la primavera , si no templásemos con la abs
tinencia ó el ayuno la fermentacion que en esa época no
puede dejar de sentirse en la sangre, como se siente en
el jugo ó savia de los árboles y plantas. En esta parte las
disposiciones de la Iglesia se hallan conformes con las mas
útiles reglas higiénicas.
Ultimamente , los santos Padres , cuando tratan de
ensalzar el mérito y las ventajas del ayuno , parece han

(1) Eccles., 2.

...
— 17 —
querido agotar ios recursos de su embelesadora elo
cuencia. E1 ayuno, dice San Gerónimo, no solo es una
perfecta virtud , sino que es fundamento de las demas , y
santificacion, y pudicicia, y prudencia, sin la cual nadie
verá á Dios (1). La abstinencia, dice San Ambrosio , es
amiga de la pureza y enemiga de la lascivia ; y el ayu
no es muerte de la culpa , ruina de los delitos, remedio
de la salud, raíz de la gracia, fundamento de la castidad,
y por él, como en una carroza , subió Elias al cielo (2); y
aquel observa verdaderamente la Cuaresma, dice el mismo
Santo, que ayunando y velando llega á la Pascua (3). Así
como el soldado nada es sin armas, dice el Crisóstomo , y
las armas nada son sin el soldado , del mismo modo la ora
cion nada es sin el ayuno, así como el ayuno nada es sin
la oracion (i). E1 ayuno, enseña el mismo Santo, es el ali
mento del alma, y hace á los hombres, segun dice San
Basilio , semejantes á los ángeles. E1 ayuno, dice San
Agustín, purga la mente , eleva el sentido, sujeta la carne
al espíritu , humilla el corazon , disipa las nieblas de la
concupiscencia, apaga el ardor de los deleites y enciende
la luz de la castidad (5). E1 ayuno, dice San Atanasio, sana
las dolencias , ahuyenta los demonios , espulsa ios malos
pensamientos, ilumina el espíritu, limpia el corazon y for
tifica el cuerpo (6). Habiendo sido, dice San Gregorio,
arrojados del Paraíso á causa de la comida , á él debe
mos hacer por volver por medio de la abstinencia. Ulti
mamente, el ayuno es el alcázar de Dios, el campamento
de Cristo , el muro del Espíritu-Santo, el estandarte de la
fe, el signo de la pureza y el trofeo de la santidad , segun
habla San Pedro de Rávena(7).

(1) AdDemet. (2) De Elia et jejun. (3) Serm. de Cuadrag.


(4) In cap. 6, Mat. (5) Serm. de Orat. et jej.
(6) Tract. de Virginit. (7) Serm. de jej.
TOMO III. 2
— 18 —
Convertios, pnes, os repetiré ahora ; convertios al Se
ñor Nuestro Dios con todo vuestro corazon , y en ayuno
y en llanto. La Iglesia nos prescribe desde hoy el ayuno
como penitencia , para que con ella aplaquemos á Dios
ofendido , y como preservativo para no volver á pecar.
Nos impone el ayuno con los acentos del profeta Joel , y
Gon las frases del mismo Jesucristo. «Baja tu cabeza, hom
bre soberbio, porque polvo eres y polvo ha de volver á
ser ese cuerpo tan halagado. No tienes, no , motivos para
ensoberbecerte. No eres, ¡oh hombre! masque polvo, imá
gen de la inconstancia, espejo de la corrupcion, despojo
del tiempo, esclavo de la muerte, muerte viva , cadáver
que siente, sombra tenue, sueño de una sombra...»
Reunios, llorad, ayunad , que Dios nos llama á peni
tencia. ¡Ay de los que se muestren sordos á sus divinos
llamamientos! Vendrá el dia grande en que Dios pasará
llevando delante de sí fuego devorador y abrasadora lla
ma, y con ruido como de caballos sobre la cima de los
montes, y como de llama que reduce á pavesas la estopa.
Reunid al pueblo, si quereis evitar vuestra ruina ; ayudad
á los ancianos, juntad los párvulos, aun aquellos que pen
den de los pechos de su madre, y llorad las culpas ; que
los sacerdotes llorarán tambien entre el vestíbulo y el al
tar , para interceder con Dios á fin de que perdone á sv
pueblo. Parce, Domine, parce populo tuo.
Perdonad, Señor, nuestras culpas , pues polvo y cor
rupcion y pecado somos por nuestra naturaleza. Otorgad-
nos vuestras divinas gracias , para que con ellas podamos
merecer la gloria. Amen.
SERMÓN

sobre el mismo evangelio.

Nolüe thesaurisare vobis the-


sauros in terra... Thesaurizate
autem vobis thesauros i» calo.
(Mat.,6, 19,20.)
No atesoreis para vosotros en la
tierra... sino en el cielo.

Después de decir Jesucristo en el Evangelio de hoy que


citando ayunemos no debemos hacer alarde ú ostentacion
de ello ante los hombres, pnes en tal caso perderíamos el
mérito que nuestro ayuno tuviese ante Dios, añade el Sal
vador como razon, al parecer , de aquello que nos pres
cribe, que no es en la tierra donde hemos de juntar teso
ros para nosotros, sino en el cielo, de donde ni orín , ni
pofilla, ni ladrones pueden usurparlos. Porque lo que en
la tierra se atesora, en la tierra y con la tierra , ó como
la tierra perece; y lo que enviamos al cielo, en el cielo y
con el cielo, y como el cielo se conserva. Si por nuestras
buenas obras queremos recibir galardon de los hombres,
será ciertamente un galardon muy inconstante ; y si solo
— 20 —
del cielo deseais la recompensa, será recompensa eterna,
que nadie ni nada podrá arrebatar de vuestras manos.
Despues de condenar aquí el Salvador la vana osten
tacion de las buenas obras, pasa á condenar la avaricia,
que es origen de tantas que son malas. «No atesoreis, dice
para vosotros en la tierra, sino en el cielo, donde vuestras
riquezas nadie puede usurparlas.» Nolite t¡tesaurizare vo-
bis thesaurosin ierra... Thesaurizate autem vobis the-
sauros in catlo. Da para esto el mismo Jesucristo por
razon, que lo que en la tierra atesoramos lo consumen el
orin y la polilla , y los ladrones lo roban ; ubi cerugo et
iinea demolitur , et fures furantur ; al paso que lo que
atesoramos en el cielo, ni el orin , ni la polilla , ni los la
drones pueden arrebatárnoslo : ubi ñeque cerugo , ñeque
tinea demolitur , et ubi fures non effodiunt, nec fu
rantur.
Cuando de un modo tan espantoso se desarrolla en
nuestros días el amor de las riquezas y de los que se lla
man bienes y goces positivos , oportuno y necesario pien
so ser repetir en voz muy alta las palabras de Jesucristo,
que condena, no precisamente el poseer riquezas , sino el
poner en ellas el corazon como si fuesen su Dios ó su ido
lo; que condena, repito , no el adquirirlas con la aplica
cion ó la industria , sino el poseerlas sin piedad para con
Dios y sin caridad para con su prójimo. Ubi enim est
thesaurus tuus, ibi est cor tuum.
Estas dos importantísimas ideas voy á desenvolverlas
en dos proposiciones. En la primera os manifestaré lo poco
que pueden satisfacernos las riquezas que atesoramos
en la tierra: y en la segunda os haré ver que únicamen
te nos son provechosas las que atesoramos en el cielo.
Nolite thesaurizare vobis , etc., etc.

Ave María.
21

PRIMERA PARTE.

Tres argumentos ó razones alega Jesucristo en el pre


sente Evangelio, ó sea en el capítulo sesto del Evangelio
de San Mateo , para obligarnos á que no pongamos todo
nuestro conato en atesorar riquezas en la tierra. En pri
mer lugar, porque las riquezas son inconstantes ó perece
deras; en segundo, porque ciegan y envuelven en tinie
blas la razon; y en tercero, porque de tal manera ocupan
nuestros corazones, que hacen no podamos ya servir á
Dios. Escuchad cómo desenvuelvo estas razones , y que
dareis convencidos de que no es en la tierra donde debe
mos procurar adquirirnos tesoros. Nolite thesaurisare
thesaurum in terra.
Nada hay, en efecto, mas inconstante que las riquezas
que atesoramos en la tierra. Si las hacemos consistir en
aumentar á manos llenas oro y plata, el orín las consume:
cerugo demolitur. Si las haceis consistir en preciosas ves
tiduras y adornos, la polilla los deshace : tinea demolitur.
Y si á cualesquiera otros objetos las reducís, los ladrones
os las usurpan. Fures effodmnt et furantur. Quiero lla
mar vuestra atencion sobre estos tres enemigos, digámoslo
asi, de las riquezas, ó, mejor dicho, de los que conafan las
poseen, porque no podreis menos de admiraros de que
pongan los hombres su corazon en cosas que tan fácilmen
te se disipan. Primeramente tienen por enemigo al orín,
los ricos que en su oro y en su plata han puesto su cora
zon: enemigo de que no pueden librarse, pues no entra
por una puerta ó por una ventana, sino que está dentro de
la misma materia de que habeis fabricado vuestro idolo.
—n —
Sí pues este idolo es ídolo que á sí mismo se destruye ó
por sí mismo se deteriora, como por el orin se deteriora
todo metal, demencia grande será la nuestra si en tan in
constantes bienes ciframos nuestra felicidad, ó si tratamos
de encontrarla en ellos. Mrugo demolitur. Ved ademas
si hay un insecto ó un animal que parezca menos inofen
sivo que la polilla; y, sin embargo, tan deleznables y cor
ruptibles son las riquezas que atesoramos en la tierra, que
nna polilla basta para de ellas despojarnos. Tinea demo
litur. Por último, aunque lográsemos , lo que es difícil,
preservar nuestros tesoros de la destructora accion del
orin y la polilla, los ladrones pueden sacarlos de donde
los tengamos y llevárselos, llevándose con ellos al mismo
tiempo nuestro corazon. Fures effodiunt, et furantur.
Robándoos, pues, los ladrones vuestro dinero , ó consu
miéndolo el orin ó la polilla, se os roba y se os destruye
vuestro corazon. ¿Y no os parece una cosa insensata el
facilitar á los hombres ó á vuestros enemigos el que os
roben vuestro propio corazon, que le teníais convertido en
metal ó en dinero? Ubi enim est thesaurus tuus, ibi est
et cor tuum.
Quiere Jesucristo significarnos con esto la facilidad con
que podemos perder los bienes temporales, á fin de que no
nos empeñemos en poner en ellos nuestro corazon. Tan
fácil es, en efecto, el perderlos, como que dice Salomon que
las riquezas tienen alas como las águilas para volar y des
aparecer de la vista de los hombres. Non erigas oculos
tuos adopes... quia facient tibi pennas ut aquilas, et
volabuntin ccelum (1). Una larga enfermedad, una des
gracia repentina, un incendio, una muerte, una revolu
cion, un suceso influyente ó un suceso cualquiera, puede,
en el instante en que menos lo esperábais, ser motivo ú
ocasion para que esas riquezas, con tanto trabajo adqui-

(1) Prov.,23,8.
— .' —
rielas, ó con tanto afán conservadas, ó con tanta injusticia
poseidas, vuelen de manera que, no solamente se os esca
pen de las manos, sino á larga distancia de vuestra vista
y de la de vuestros hijos, como se escapa el águila, no
solo de las manos, sino de las miradas de los hombres, y
aunde las otras aves. Han dormido los ricos, y al idesper
tar se encontraron con que estaban vacías sus «anos.
JPormierunt somnum suum, et nihil mvenemnt viri dii-
vitiarum in manibus suis.
Pasan , en efecto , de unas á otras manos las riquezas,
especialmente que con dolo ó injusticia fueron adquirida?
ó conservadas. Laban quiso eludirse de cumplir el .paeto
que hiciera con Jacob , y Laban se vió envuelto en sus
propios lazos. Faraon y los egipcios habian despojado y
oprimido al pueblo hebreo , y Dios ordenó fuesen ellos
luego despojados por Israel. Con malas ganancias-quiso -en^
xiquecer á sus hijos aquel Accán robando en Jerico, contra
la .divina prohibicion, una suma de oro; pero él y toda sa
familia fueron entregados á las llamas. Con mentirías quitó
Giezi á Ñaman una parte de los donativos que rehusó el
profeta Elíseo ; pero él y todos sus descendientes fueren
heridos de lepra. Saul se reservó , contra el precepto de
Samuel , los despojos de los amalecitas derrotados ; perjo
M y toda su estirpe fueron arrojados del reino. Acato
quitó, con manifiesta injusticia, á Nabohd una viña ; pejM)
pereció con muerte violenta, así como toda su casa. Podría
citar otros muchos ejemplos, tanto de casas antiguas .como
de familias modernas, con que haceros ver cómo Jas riqudr
.zas, y especialmente las mal adquiridas, vuelan de W&
manos á otras, dejando en la miseria y desnudez :á:los que
antes las poseyeran. Dios, en esta ,parte,'se muestra jpftfe-
lible ; pues aunque ha dicho que el Lijo no llevará ó no
espiará la iniquidad del padre, la espían en efecto,, y ja
pagan los hijos de aquellos que con fraudes .é injusticia^
trataron de enriquecerse y enriquecer á sus familia*. 'Pasad
v^^jal* JW fyWtftrikvAmfc Mtote machos de
YBflÉ9*i*?ífWi« P^^fm^^l^ia^i ir veceis , no
uno,, «km .muchos telonios de cuanto acaba, de de
cires* .i¿:$mA,hj íY-enldoi: .prftgii^iais alguna Wí;/cóino
^r%ñM*£fáWvW\Wh\^,Mvi-' fttra casa, i -esto ó la
otra/apHliar.aij^:,^,^w9vj[&nffl#ii(nM\vm:\au
flo^epjeni^? ¿$u#n ih^^^^ft^-fp^sque..veflios soa
Hi$$fA WPV ffiftíí^MÍPf e&^daneia? Pues
bÍÜ :í í.°8iijl¡íf A"6 íí»W ÍPj^¡a4#aude^ra adquirir
aquellaf. rfq^eza^ir. 6, la l^bflíen. el mflfhye usarlas* Aun-
quftjeíl$jí,.|o,g ps^^r^d^^al ad^irifid»*íkpal «sadas
riqae^, 'sej^tap, |, que. de , Jas' manes: se:? les escapen*
I%''í^iKÍW^ífnW-;¿e te Escura * aa^as ae-
w^dgi^ú >^ye', ,y, hace que las. vomitón y arrojen.
*w 'W»^J*al ^ie^eci^á, . s,us hijos aquellos,padres que les
legran. pque^^JL adquiridas;; ^que, siéndolo por buenos
títulos^ nq^eiicarg^n al tiempo do morir , como Tobias
á W.-SH' PÍ^gan con elja*.limosnas para que se libren -
delpeca4o.y,||e'himoierÍfi^iiMg m i.tMili ^Mn 1-v *.,:' .>
Otro delos argumentos que¡ alega Jesucristo para obli
garnos^ que no atemoremos, en la tierra, es porque las ri
quezas envuelven «nieblas la , razon y jno la dejan ver
la lu$. Si.aytempcylws fvpsfyerttfflquam, fotum cor-
pus tuyú ^nebr^^^erg.^,^ ejp,,, estuviese malo , se
haUaráe^tín^bWtodo^.o«erp%^ni * i:. u :v
Sea que wfa$Q¿faw.% Sai¿jua«4$«ó«tomo en
tendamos aquí, pqr, ojo la raEOft^el,#flu!ite}interno ; sea
que con San Agusün' y San Gregorjajeaiendamos la inten
cion, ó s?a accederemos esta^^ como un símil
ó ejemplo, ^Jo^to,,qae á las riqueza* hacen relacion,
equiyahena^id^ir.^e^^^eom^ estando enferma la
vista .nos encontramos siempre envuelto» en tinieblas,
del mismot n^o,jteniejdft4 w1^» y los afectos domina
dos por la pasion de atesorar, toda nuestra alma y todas
sus potencias estarán como á oscuras, tropezando siempre
— 25 —
en nuevos escollos, y cometiendo fraudes, injusticias, usu
ras y otros crímenes que nos arrastran á cierta perdicion.
Si érgo lumen quod in te ett, tenebrce sttnt , ipscn teñe-
braquánhe erunt? Si con la codicia tenemos envueltos en
tinieblas el corazon y el entendimiento, que están destina
do* á ser nuestra luz , las que en nosotros son tinieblas por
la corrupcion de la humana naturaleza , como las pasio
nes , los malos instintos , las ignorancias y las flaquezas,
¿qué serán? Ipscs tenebrce quantce erunt ? Si lo que es luz
lo convierte en tinieblas la avaricia, las que son tinieblas,
¿qué tinieblas serán 1 1psce tenebrce quantce erunt? Por
eso ba dicho tambien el Sabio, que aquel que aspira á en- ;
riquecerse pervierte su ojo ; qui qucerit locupletari, i
pervettit oculnm suum (t). Sus ojos todo lo desean y
apetecen , y aunque vean iniquidad é injusticia en los;
modos ó en los medios , paréceles que para lograr su fin
todo les *. licitó; Verdaderamente pervierten su ojo los
que no piensan mas que en enriquecerse. Por cuya razon
leemos del mismo modo en el libro del Apocalipsis: «¡Tá
dices que eres rico y que de nadie necesitas, y no sabes
que eres miserable y que estás ciego y desnudo!» Ei nes-
cisquia miser es, etcceeus, et nudus (2)!
Parécete, en efecto, al rico que es sabio, porque tiene
astucia para amontonar tesoros en la tierra ; y es que le
ciega su codicia, mirando como luz lo que no es mas que
tinieblas. Parécete al rico que es honrado y noble, porque
sostiene Con ostentacion su familia; y es que su avaricia le
ciega, haciéndole creer que hay nobleza donde no hay mas
que nn corazón de piedra para sus semejantes. Parécete
al rico que es dé todos amado 6 respetado, porque se le
tributan estertores demostraciones de veneracion; y es que
su codicia te hace ver es respeto lo que no es mas que
temor ú odio. Miserable es, y ciego está y desnudo el que

(«) Eccl.,30(Ú. (2)ApoC.,3,7. V':


— 26 —
dijo: rico soy y de nadie necesito. Et neseis quia miser
es, .et ccbcus, et nudus.
Sí: -ea gran miseria y ceguedad y desnudez se encuen
tran los que ponen su corazon en su tesoro. Como que
«lectivamente eaeu tesoro tienen su corazon, son misera
bles hasta para «i mismos, -figurándoseles que el corazon
se les arrebata , ó que van á quedarse sin él y sin vida
porque tengan que disminuir el número de sus monedas.
Ko vea cuando llega ya este caso , no digo las necesida
des de sus prójimos, sino las suyas propias y las de su fa
milia, y se condenan á vivir miserables y desnudos por no
locar al tesoro donde tienen su corazon. Todo es tinieblas,
y¿¡nieblas muy espesas, en los que atesoran en la tierra; y
.flo ven las necesidades delos pueblos, ni las de la Iglesia,
ni las de los hospitales, ni las de los pobres , ni las de sus
hermanos, ni las de sus hijos , ni las suyas propias. Si
ergo lumen quod in te est tenebrce sunt , ipsce tenebrce
quantcetrunfí
Jesucristo alega, por último, á ftn de apartarnos del
.deseo de atesorar riquezas en la tierra , el argumento de
que ellas son un obstáculo para poder servir á Dios. Nemo
potest duobus dominis servire.
Nadie, en efecto, puede servir á dos señores , y menos
á dos señores tan opuestos como lo son Dios y el dinero.
Jíon potestis Beo servire et Mammones. El avaro tiene en
su dinero el corazon , y hasta de tal manera le tiene allí
puesto, que es esclavo de sus tesoros. No es señor de sus
riquezas, ni de sí mismo, sino esclavo, y mas esclavo que
el mendigo que J>usca de puerta en puerta el pan. «El ava
ro, dice San Bernardo, apetece las cosas terrenas con tanto
ardor como un mendigo, así como el fiel las desprecia como
verdadero señor.» Avarus terrena esurit ut mendicus,
pdelis contmnit ut Dominus \\). Luego el que es siervo

(l) Serm.21,inCant.

-,
-27 —
del oro no puede ser siervo de Dios : antes bien es siervo
de los ídolos, segun lo significa San Pablo , cuando servi
dumbre de los idolos llama á la avaricia. Idolorum ser-
vitos [i). Los avaros son verdaderos idólatras, que en stt
corazon forman de oro un idolo , y ante él sacrifican su
cuerpo y su alma, como enseña San Juan Crisóstomo (2).
Muy cerca del ateismo pueden poner las riquezas á
aquellos que con desmesurado ahinco las buscan y con
escesivo amor las conservan. Pues viniendo tras un crimen
otro, y creciendo en soberbia, en avaricia, en gula, en
injusticia y en otros crímenes los ricos que no hacen de su
dinero el uso conveniente, pasan desde el crimen al error,
desde el error á la herejía, y desde la herejía al ateismo.
De este modo les parece pueden vivir sin las mortales an
sias de su criminal conciencia, diciendo como Efraim: «Ya
soy rico; ya he hallado mi idolo : en ninguna de mis obras
habré ya de reconocer una ley , y no seré ya acusado de
ninguna iniquidad.» Dives effectus sum; inveni idolum
mihi: omnes labores mei non invenient mihi iniquita-
tem, quampeccavi (3).
Por lo cual ha dicho el gran Padre San Agustín, que en
otro tiempo, y por medio de la pobreza, se convertían los
hombres desde los ídolos al culto del verdadero Dios, y en
él adelantaban ; pero que cuando se hacían ricos , volvían
ácaer en la idolatría (4). Los hebreos fabricaron el becer
ro de oro cuando se vieron hartos; y entonces dijeron:
«Estos , Israel ; estos son tus dioses que te sacaron de
Egipto (5).»
Es imposible servir á Dios y servir al dinero. El deseo
de amontonar riquezas, dice San Pablo , es raíz de todos
los males (6); y este deseo, dice tambien el Crisóstomo, es

(i) Ephes., S. (2) Hom., 18. (3) Oseas., 12.


(4) Lií). a, de Civ. Dci. (5) Exod., 32. (6) i."adThim.,G.
— 28 —
perjurio, hurto, rapiña, envidia, ruina, odio, guerra, ava
ricia, simulacion , adulacion. Nada , pues, nada tiene de
estraño , en vista de esto , que baya dicho Jesucristo ser
mas difícil que entre un camello por el ojo de una aguja,
que el que entre en el cielo un rico (I). .
Ved, pues, hermanos mios, si ha tenido razon el Salva
dor para mandarnos que no nos afanemos por atesorar ri
quezas en la tierra; riquezas inconstantes, que se nos escapan
cuando menos pensamos ; riquezas que nos ciegan para no
verá Dios ni á nuestros prójimos; riquezas, en fin, impías,
que nos apartan de Dios y pueden arrastrarnos hasta el
ateísmo. Nolite thesaurizare vobis, thesauros in terra.
Lo que habeis de atesorar son riquezas en el cielo , que
nunca se pierden y corrompen. Y es lo que voy á haceros
ver en la

SEGUNDA PARTE.

Gran necedades, dice San Juan Crisóstomo, dejar te


soros allí de donde hemos de salir , y no enviarlos allí á
donde hemos de ir; pues debemos atesorar donde tenemos
la patria. Thesauriza ubi patriara habes (2).
Así como , prosigue este elocuente Padre , si quisieses
mirar el alma del hombre que ama las riquezas , la verías
á modo de un vestido corroido por diez mil gusanos, llena
de orin y podrida por el pecado ; sí quisieses ver la del
que se constituye voluntariamente pobre , la encontrarías
resplandeciente como el oro, brillante como las perlas y
floreciente como la rosa. Porque no hay orin, ni polilla, ni

(1) Mat., 19. (2) Hom., 48.


— 29 —
ladrones, donde él atesora sus bienes; no asiste al rey, sino
á Dios; no trata con los hombres, sino con los ángeles; no
tiene por tesoro la tierra, sino el cielo; ni necesita de sier
vos, puestiene como esclavos á sus pasiones. ¿Qué cosa,
pues , hay mejor que el ser pobre? No tiene carrozas y
trenes; pero ¿para qué necesita de esto el que sabe ha de
subir sobre una nube al cielo y reinar eternamente con
Cristo? Quid igitur hoc paupere melius (1 )?
Nada de lo que hay aquí es vuestro, hermanos mios, ni
vuestras casas, ni vuestros campos, ni vuestras riquezas;
porque no es nuestro lo que siempre no es nuestro , como
dice San Gerónimo. Non est nostrum, quod ñon semper
nostrum est (2). Desnudos bemos nacido, y desnudos ho
mos de morir , añade el mismo Santo; y lo que aqui ha
llamos, aquí lo hemos de dejar. Quidquid hic invenitur,
hic relinquetur.
A la manera que calificaríamos de demente á aquel
que construyese magníficos palacios en un sitio por donde
no habia de pasar sino muy á la ligera , y no procurase
tener ni una modesta habitacion donde hubiere de fijar su
morada, así merecemos se nos califique de insensatos
cuando en la tierra donde no hemos de vivir guardamos
tesoros , y al cielo , que es nuestra verdadera y eterna pa
tria, no enviamos buenas obras. Estas, estas son las ri
quezas que hemos de atesorar , porque no se pudren , ni
hay ladrones que puedan usurpárnoslas.
Ya que la Providencia os ha suministrado medios con
que poder atesorar en el cielo buenas obras , atended, ¡oh
ricos! á vuestro legítimo interes al mismo tiempo que so
correis las ajenas necesidades. La limosna , hecha con el
espíritu conque debe hacerse, libra del pecado; es decir,
de la pena del pecado y de la muerte eterna ó desgraciada,
y nos abre las puertas del cielo, donde, por su medio, po-

(1) Crisost., Hom. 48. (2) Sup. 1.a, ad Thim., 6;.:}, -.' ) ,
— 30-
demos atesorar mercedes que nunca se acaban. El verda
dero tesoro del rico son las limosnas que pone en las ma
nos de los pobres. De pauperibus et habebis thesanrum in
calo (1). Perdiendo la sustancia terrena, se compran las
riquezas celestiales. Da el cieno y ganarás el cielo: da una
moneda, y adquirirás un tesoro. Esto no se corrompe; esto
no se pudre; esto no se pierde.
La Iglesia quiere que desde hoy juntemos la limosna á
la penitencia, para que nuestras culpas sean perdonadas.
En esto la iglesia se muestra tan benéfica hácia los ricos
como hácia los pobres ; porque al pedir á los unos que den
limosna á los otros, derrama sobre los primeros las mas
copiosas bendiciones, al mismo tiempo que ellos hacen al
pobre participante de sus riquezas. Es la limosna una es
pecie de nube que se carga en la tierra, y derrama luego
sobre sus campos los mas fecundos rocíos. Es como la es
cala que vió Jacob , por donde nosotros hacemos suban al
cielo nuestros dones, y por donde el cielo nos envia sus
mercedes. Que no haya entre nuestros prójimos ningun
hambriento, ningun sediento y ningun desnudo, mientras
vosotros tengais que dar y con que socorrer.
Principiamos hoy á buscar , digámoslo asi, á Jesucris
to, y le encontraremos luego desnudo en la Cruz; y, puesto
que le hemos de encontrar desnudo , desnudos debemos
buscarle ; es decir, desnudos del desordenado apetito de
poseer , y vistiendo y alimentando á los necesitados , para
que, al hablar al Salvador, merezcamos se nos diga: «Tu
ve hambre , y me disteis de comer ; desnudo me encon
traba, y me vestísteis ; pues lo que á uno de estos peque
ños hicisteis, á mí lo hicisteis.»
Mirad , hermanos míos, que es cosa terrible ver á Je
sucristo en la Cruz , pobre y desnudo , sin poder nosotros
presentarle pobres á quienes hubiésemos socorrido. Haced,,

(i) Mat, 19.


— 31 —
y en este santo tiempo muy principalmente , que ningun
pobre se retire de vuestra puerta triste y desconsolado.
Lo que á él le deis, tesoros son que enviais al cielo, donde
ni orín, ni polilla, ni ladrones pueden arrebatároslos. Ate
sorad para vosotros, vobis, y no para la tierra, donde todo
lo hemos de dejar, y todo se ha de consumir. Este santo
tiempo de Cuaresma es muy apropósito para atesorar,
ofreciendo á Dios nuestros contritos corazones.
No nos negueis, Señor , los tesoros de vuestra gracia,
para que con ellos podamos comprar las eternas riquezas
de la gloria, que á todos deseo. Amen.
m&^ ®%m . *¡fíx*K*,i z& «sata* mp nn& í4 **'»*

»<i'iffci: ,/ltW *,i 'Mi 'lii'M ni' „ir* ,-:,. vi'"'. i'í' -*'j'*'-, . ^'ii'-'B'i'l

'iH- '* .ií:$' '^


SERMÓN

sobre la epístola del jueves después de


Ceniza (1).

Dispone domui tuce, quia mo


riera tu, et non vive'. (Isai. ,
38,1.)

Dispon de tu casa, porque mo


rirás y no vivirás.

El rey Ezequías fue el que , de boca de un profeta in


signe, oyó las palabras que acabo de pronunciar. Sea para
que Ezequías no se ensoberbeciese por la victoria que
contra los asirios debia de obtener , en virtud de la pro
mesa de Dios que acababa de hacérsele , segun opinan
San Gerónimo , San Cirilo y Teodoreto; ó fuese porque, al
hacérsele esa promesa ó profecía, no se mostró recono
cido á Dios, ni le dió humildes gracias, como opina San

(i) Aunque no pienso poner sermones sobre todos los dias de


Cuaresma , porque en este caso seria interminable la obra , bagolo
con la Epístola de este dia , por la materia que presta para el asunto
de que trato.
TOMO III. 3
— 34 —
Agustín, el hecho es que Ezequias se vió acometido de una
enfermedad mortal, de que, únicamente obrando Dios un
prodigio, podia levantarse ó curarse. El profeta Isaías le
visita, y le notifica, no solo el peligro en que se encontra
ba, sino la precision en que debia considerarse de arreglar
su casa ó sus asuntos antes que la muerte le impidiese ha
cerlo. Dispone domui tuce, quia morieris tu, et non vi
ves. El rey, al escuchar estas palabras, túrbase en su es
píritu, amedréntase en su ánimo y se aflige en su corazon,
. dirigiendo ó volviendo sü rostro, segun unos, hácia la pa
red del templo junto al cual estaba el palacio de Salomon,
donde habitaba ; y, segun otros, hácia la pared de su es
tancia , volviendo la espalda á los circunstantes para que
no le viesen llorar, que es como San Gerónimo lo interpreta.
Como quiera que sea, al verse próximo á la muerte,
aflígese el rey, llora , dirige á Dios tierna oracion , y al-
cajiza que le s,eaq otorgados quince años de vida sobre los
treinta y nueve que entonces contaba. Preséntanse con
este motivo muchas reflexiones á mi espíritu, y todas ellas
-muy importantes. Porque podría haceros notar la nada de
las cosas humanas , pertenezcan á reyes ó pertenezcan á
súbditos, toda vez que una fiebre basta para reducir nues
tro espíritu á la mas profunda afliccion , y nuestro cuerpo
á tierra, sin movimiento y casi sin figura. Podría hablaros
de la utilidad de las aflicciones corporales para hacer que
nos acordemos de Dios y le dirijamos humildes y fervo
rosas oraciones. Podría hablar de la eficacia de estas, su
puesto que, haciéndolas con contrito acento, obligan á Dios
á que las escuche y revoque la sentencia de nuestra muer-
té. Podría recordaros la obligacion que tenemos, de dar
gracias á Dios por los beneficios recibidos , uniéndonos
para esto á su Iglesia, como se unió al profeta el rey Eze
quias para Componer aquel patético himno con que dió á
Dios gradas por su curacion. Ego dixi: in dimidio die-
rum meorum vadam ad portas inferí. Himno que el rey
— 35 —
decretó se inscribiese como público monumento de su
gratitud. , .
Pero no siendo posible detenerme á esplanar todos es
tos útiles pensamientos , quiero que consagremos ahora
nuestra atencion á la idea de la muerte , que tanto aterra
á unos y tan dulce es para otros. Entre vosotros duermen
muchos, y duermen al borde de un abismo. Porque viene
luego, y viene pronto, y viene inexorable, la muerte, la
muerte, que no perdona ni al rey ni al esclavo, ni al sa-r
bio ni al necio, ni al rico ni al pobre, ni al justo ni al
pecador, y entonces lo que se ve es un abismo ; un abisr*
mo cuya profundidad os asusta , y hace volvais el rostro
hácia la pared. .„. ?
La muerte, hermanos mios, es en lo que nos interesa
mucho pensar; y para que en ella pensemos con fruto,
yoy á haceros Yer lo horrible que es la muerte para el
pecador , y lo dulce y consoladora que es para el
virtuoso.
En dos proposiciones. ¡

Ave María.

Lo primero que llena de perturbacion al pecador cuan


do se acuerda de la muerte, es lo pronta y veloz que vte--.
na, sin dejarle tiempo para satisfacer la insaciable sed de
placeres con que se siente atormentado. Este progreso,
digámoslo así, de la naturaleza hácia la muerte , le tiene
como envuelto en espanto, y no da un paso sin que la idea
de que sus goces y plaeeres han de tener un fin, deje de
atormentarle. Al verse viejo antes de haber sentido ó co
nocido que no es jóven, según la enérgica frase de, San
Gerónimo; al V£r jp^no es mas. que flor de heno, segun
diceSap Agustín, glosando las palabras de David (1), todo
el esplendor del género humano, honores, potestad, rique
zas y vanidades; al, ver que la viijá del hombre es flor en
el heao, y que, como la flor, segun dice San Gregorio (2),
sale el hombre desde lo oculto á lo público, para volver,
por la muerte, desde' lo público á lo oculto; al ver, digo,
que la vida es sombra y vapor que velozmente se disipa,
sin dejar rastro en la tierra , como no le deja la nave en
el mar,, ni la ave en el aire, por donde vuela; al ver que
su rostro toma arrugas, y su cabello encanece, y su ánimo
decae, y sus fuerzas se debilitan , el pecador , el pecador
entra en una especie de melancolía, que es como presagio
de la eterna desdicha que teme encontrar en el término de
su existencia. . ,.'„._,,
Hé aquí lo primero que aterra al pecador: lo pronta y
veloz que le viene la muerte. Como tempestad le vendrá,
ha dicho el Sabio; et interitus quasi tempestas (3): como
tempestad que de repente se forma , asi le vendrá al pe
cador su muerte, y le vendrá como desolacion y como
torbellino , envolviéndole en tales aflicciones y angustias,
que no habrá angustias y aflicciones con que compararlas.
Como la nave enmedio de un mar embravecido, asi el pe
cador, en la terrible hora de su muerte.se verá azotado por
las furiosas olas de sus propios pensamientos é incertidum-
- bres, teniendo que arrojar al fondo del abismo las rique
zas, donde él tiene puesto su corazon, y sin poder des
echar la perspectiva de una ruina próxima ó inevitable.
_ .. Esa muerte , que tan pronto viene, causa en el peca-
: dor , con motivo de lo que le arranca en el mundo, una
angustia que no puede pintar el hombre sin pedirá ésa
, misma muerte sus mas horribles secretos. No es una sola
muerte la que entonces sufre el pecador ; son muchas, y

<1) In Ps. 102. (2) 2. Moral., 26, in Job. (3) Prov., 1, 27.
= » =
ryuy sensibles todas. El habia:' puesto el corazon en tas'i*¡*
gjiezas,, y. el dejarlas ^separar de ellas el corazon, es ya
una muerte. El habia puesto el corazon en los deleites, y
el ver que ha pasado el tiempo de vivir envuelto en ellos,
y que el corazon, se despide para no volver á gustarlos, es
ya una muerte, y muerte amarga. El habia derramado su
espíritu en todas las cosas de la tierra, y no mas que para
ellas habia vivido; y al ver que ese espíritu tiene de todas
ellasiquq separarse, y reducirse á la soledad, 6, mejor di
cho,, ala compañía de las malas obras que ha practicado,
esta es iambien una muerte , rodeada de desolacion. En
tonces muere todo. Muere el cuerpo, mueren los sentidos,
muere el corazon, mueren los deseos, mueren las afeccio
nes, mueren las esperanzas , mueren los proyectos. ¿Qué
será, Dios mio, una muerte donde tantas muertes concurren?
Pésima es la muerte de los pecadores , ha dicho el Espíri
tu-Santo por boca de David , y parece no puede decirse
ya una frase mas tristemente espresiva. Mors peccatorum
pessima (t).
Esa muerte, que ha venido para el pecador antes de
tiempo; es decir, antes que la esperase, segun en las San
tas Escrituras está predicho, ademas de lo dolorosa y hor
rible que le es, teniendo que separarse de las cosas de la
tierra, en que habia puesto su corazon, y separarse, digá
moslo así , de sí mismo , aun lo es mucho mas por los re
cuerdos que en aquel instante le acosan y abruman, rela
tivos á los escesos de toda su vida.
Espelidp Antíoco de la ciudad de Elimai, la mas noble
y, rica de Persia, y habiendo vuelto á Babilonia, noticiá
ronle en esta última ciudad los desastres ocurridos á los
suyos en Judea , y el rey sucumbió á la violencia de un
pesar profundo. Pero cuando se encontraba en lo mas
fuerte y agudo de sus penas, espantado de sí mismo, y sin

(i) Salm. 33.


— 38 —
sueño en sus ojos, y sin vigor en su corazon: «¡A.y! dijo á
los amigos que rodeaban su lecho de muerte. ¡Ay! ¡A. qué
tribulacion tan grande he llegado , y en qué olas de tris
teza me veo sumergido, acordándome de los muchos ma
les que causé en Jerusalen... y por los cuales todas estas
tristes cosas me suceden!!...» Nunc reminiscor malorum,
quce feci in Jerusalem...
Aquí teneis figurado al pecador al sentirse ya muy
próximo á la muerte. Ya no puede conciliar ni un instante
el sueño; ya se halla entregado á una profunda postracion;
la tristeza le envuelve como un mar en sus olas, y en su
corazon no tiene ya vigor mas que para decir: Ahora me
acuerdo de los males que he cometido y causado. Nunc
reminiscor malorum, quce, feci in Jerusalem... Mientras
disfrutaba salud no me he acordado de las culpas de mi
pasada vida, teniéndolas hasta tal punto olvidadas, que me
parecía no haber cometido ninguna; pero ahora, ahora ¡en
qué multitud se me presentan! ¡En qué horrible deformi
dad se me ofrecen! Nunc reminiscor malorum, quce fe
ci... Ahora me acuerdo de los pecados de mi niñez, y de
los primeros malos frutos que dió este árbol, á cuyo pie
veo con horror la segur que ha de cortarle. Nunc remi
niscor malorum , quce feci... Ahora me acuerdo de to
das las culpas de mi juventud, con todas las circunstan
cias que las hicieron mas graves. Me acuerdo de tantas
palabras torpes; me acuerdo de tantos pecados deshones
tos; me acuerdo de tantas murmuraciones; me acuerdo de
aquellos años consumidos en lúbricos desórdenes ; me
acuerdo de aquellos libros, cuya lectura envenenó mi co
razon; me acuerdo de aquellas compañías que me pervir
tieron ; de aquellas sociedades á que asistía ; de aquella
casa que frecuentaba ; de aquella falta de respeto á mis
padres y mayores, y de aquella indocilidad que tanto
ha influido en mi perdicion. Nunc reminiscor malorum,
quce feci...
-39-
IMfa iflt a6M(ló 9e toíás las ambiciones é injusti
cias oVml varonil édád. Me acuerdo de las fanúfiasen cuya
ruina íengó parlé ; me acuerdo de' todas ías usurpaciones
tion que me fie enriquecido; me ac'üefiíó (Jé'ló'I pobres a
qfnienes despedí tan desnudos y hambrientos como vinie
ron; me tfcaerdó de tos intereses que defraudé i mT pró
jimo; me acuerdo de que , siendo juez, ñ'ó admítíís'fréMre,cii-
ta justicia; de que , siendo padre , ñó eduque1 biéh' a nfH
hijos; de que, siendó sacerdote , no edifique i Ió'á Treles.
Niiné féminis'có'r maloram, quce jfebi... Atío'ra iÜfe ScueT-
o*ó de que mi pensamiento domináhte fue el tí'é engrande
cerme á toda costa ; de nb atender para hada á ley de
Dios, y preservarme únicamente &íá justicia de fosnóhY-
btes. Nunc reminisóor malótum, tyüói feci..: An^ra me
acuerdo de los funestos ejemplos que di i mi feKftiffir, fué
les grandes escándalos que he dado al pueblo; dé' las áte
nlas que por esta causa se habrán perdido ; de las tríales
consecuencias qne de eso se habrán ocasionadó ; y' '<$&
aun podrán ocasionarse hasta él fin de lote siglos. miSb
feminiscor malorüm, qvté fffl...
Ahora ítfe acuerdo de que en mi vejez nó he ÍBáti^
donado los torpes y torcidos caminos de m¥ jríVeñtufl. ltf&
acuerdo de aquella codicia á que he Sacrificado- todos' mis
deberes; del olvido en que he tenido mis rá§ís' santas bbK^
gacienes; dela indiferencia con que he mirado érasnnWtle
mi salvacion, aun Viendo que esta hora iba acercándose, y
del apego que he tenido y aun tengo á las cosas del Atoía
do, que huyen. iVwnc reminisóor malorüm , qúce /<fcfcv.
Toda mi vida se me presenta ahora..; d^ül... dé tto géí1-
pe, espantosa, horrible, cuya vista no puedb áé^tíWaft-.- fio
malo que hice, lo bueno que dejé dé hacer, Ib qué Mee
en público, lo que hice en secreto, lo que aeotiséjé no de*-
biendo aconsejarlo, lo que dejé de aconsejar debiendo ha*-
eerlo, mi ignorancia, mi malicia, mis deseos, mis obras,
de todo me acuerdo ahora, ahora, teniendo conturbado dé
— •40—
un modo espantoso mi corazon, y envuelto mi espíritu en
las olas de la mas profunda tristeza. Nunc reminiscor ma-
lorum, quce feci... ¿Cómo habia yo de presumir que en
esta hora se me representasen tan minuciosa y fielmente
los pensamientos, los deseos, las palabras y las obras de
toda mi vida? ¡Ay! Ahora me acuerdo de todo, y esta me
moria tiéneme horriblemente conturbado. Nunc reminis
cor malorum, quce feci... .\ sWmoA ol ,í9uq M'
Pero esperad , señores; esperad, que aun no lo ha
beis visto todo en esta escena del moribundo pecador. Lo
que hasta ahora he dicho es triste, no obstante ser imposi
ble pintar con los debidos colores tan grave situacion;
mas lo que vais á escuchar es espantoso y aterrador.
Aunque el pecador , mientras disfrutó los placeres,
abrigase dudas acerca de su destino futuro , ó se hubiese
atrevido á negar la existencia de una vida despues de la pre
sente, al tiempo de morir caen de los ojos las vendas con
que estaban cubiertos, y ve entonces lo que antes no vie
ra. La misma duda de si habrá, en efecto, una eternidad
tras el tiempo, no podrá menos de tenerle agitado; y no
podrá dejar de decir, como Antíoco: Ecceperto tristilia
magna in terra aliena^ l .'[. -j'j ' .i .*,:. i....u-j'* r.i ,'i
'iúÍ' «Llegué á persudirme, durante mi vida, que no habia
tras este tiempo una eternidad, y por eso me entregué á
todos los desordenes; pero ¿y si la hay* jY si entro antes
de media hora en esa tierra estraña? ¿Y si antes de cinco
minutos desciendo á ese abismo, donde no hay puertas
para salir? ¿Y si en el instante próximo caigo precipitado
en el infierno, donde de varios y maravillosos modos he de
ser atormentado? ¿Y si me está ya preparada una eterni
dad de penas y dolores?» ¡Santo Dios! ¿Cómo puede resis
tir el pecador este tropel de pensamientos y de temores?
¿No basta esto solo para acelerarle la muerte? ¿Qué pa
sará, señores; qué pasará, entonces en el espíritu del peca"
.— Cli
se yJEa^erdsd ^ie«en?esídaíebp«ca<*dMtgiiniT^en3les
como de arrepentitáfenlo£ipé»a'&« Señales* fels*vporq«e
m bien Braca^^ 6stardía^ajpáiÍte«raarJcuaBdo^ipS'»9ríladeié,
es jrara,v«íz vandadáía cuando es tardía. Adema» de que,
M doíot é jdisguato que,eolóucea niueelraeLpeosMlee,'?* és
^álfceuJpaa^eipofcteqMna^y^
peniteotevy.<^ftflBntoBSia de atema? imdáíwiam\l moca
Ved, pues, lo horrible queeé la.nmsrtmiet^teaáaií.
^jabata fadttlqt ¡¡mifolaxiora.qiue, es futra el hombre
dMskjém^sfíii&aiüi |ob fiooms tim no obol ofciv aied
-líioqan íag aiafi^dii oa iSíúil ?,& odoib sd Bíudfi filsed snp
ífloiofiiiíia eysig iieí iuvAm eobidab roí ooa ícíaiq 9ld
.10bfil?9ifi '{ 020JÜi:,|oí' 88 liiiilSíOKS fi HÍfi.7 SUp OÍ 8801
,gyi90BÍq soi oiinir,íf> fesm'iíis , KMíwq (o 9MpnuA
wskliid os ó , i/^EGIíííDíAíírfMR*Bíi aubiib 'KfighdB
,-9íq 6Í 9b 89HqijÍj fiÍ,¡/ Bilí: ijbf.Í3.7ví^iX0 nÍiíosa ¿0liÍ7SlíS
003 8l}lM19T 8B' *'i;> ioí 4'ib íí :.'.;'' .íbfiííi '.í)!. í:~íiii'.iiíl jfi i9ía58
~9.i7 Oíl ?.9lflG í)IJ{' OÍ 30'>íí0líi3 ;)V f jí.i'ilSiCÍUÍ) ÍÍ&ÍSÍ83 $Up
bíibimaSs eii^ ,oí^-n'-o .;njid Íi sbv'taib nn«iia í:J ,sí
. No quiero decir que no sienta el hombre juild bmti-
tuoso la repugnancia natural que todos tenemos á la muer
te, la violencia que no puede dejar de esperimentarse al
tiempo de separarse el alma dei cuerpo, y los temores que
nacen de la incertidumbre en que nos hallamos respecto de
si somos, en la presencia de Dios, dignos de amor ó de
odio. Este miedo ó temblor es un miedo saludable, toda
YOMiue provie«eídail4 humildad, en virtud de la eualrer
conocemos que nada hemos hecho que sea: digno de un
Dios tan santo, cuya misericordia es el único titulo para ja
esperanza. Este miedo, este temblor, aun los mayores per
«¡tentes le han espprimehtado i pero, poniendo;*!^hiv^r
ricordia de Dios toda su confianza, pudieron decir y di
jeron con el Apóstok «DeBeo disolverme y vivir-CQfliCí%-
Ao^fi^i/h4ñ»im eí emeuw Glwisftop '.-yri-:iim 3sífie
Nada de cuanto en la tierra deja el hombre virtuoso
-42-
pítédé causarle ía tolas pecpieñá á$ílácion. Iíeí mundo usó
como si no usase* poseyó como si no poseyese ; en sus
mismas riquezas fue pobre , y en su misma pobreza fué
rico. Convencido de que su permanencia en la tierra nó
era mas que una peregrinacion ó un tránsito, no fijó nun
ca sus ojos mas que en el cielo , que consideró siempre
como su verdadera y única patria. Va á separarse de sus
hijos; pero ¿no va él á unirse al mas bondadoso de los pa
dres? Tendrá que dejar sus amigos; pero ¿no pasa él á la
sociedad de los ángeles y de los santos? Se despide , en fin,
de todo cuanto le ha rodeado durante su vida ; pero ¿no
sube á tomar posesion de riquezas que nunca se acaban, y
de una felicidad que no tendrá ya término? Por otra parte,
nada puede afligir al hombre virtuoso cuando se halla
próximo á la muerte, sabiendo por la fe que por uno que
pierda en la tierra, poseerá ciento, y alcanzará la vida
eterna.
A proporcion que para el pecador es horrible la me
moria de sus culpas cuando se acerca el instante de tener
que espiarlas, es consolador para el bueno ó virtuoso el
recuerdo de sus trabajos y sacrificios. Entonces se le pre
senta la virtud con todos sus atractivos y ventajas. Es
verdad que durante su vida no ha gustado los que se lla
man deleites mundanos; pero, si tiene esperanza de ir á
ser uno de los que habiten en la casa de Dios, ¿qué le im
portará el no haber habitado en los tabernáculos de los
pecadores? Es verdad que para él ha estado cerrada en la
tierra la puerta de las delicias ; pero , en la confianza de
que le están reservadas otras que ni el ojo vió , ni el oido
oyó, ni puede el entendimiento comprender , mira como
ganancia lo que ha perdido, y como lucro lo que ha de
jado de recibir.
¡Qué florido le parece entonces al hombre virtuoso el
áspero y espinoso camino de sus trabajos y privaciones!
Tuvo, digámoslo así, hambre y sed, y atora va á hartar
-. 43 —
se. Estuvo desnudo, y ahora va á vestirse. Fue despre
ciado, y ahora va á ser distinguido. Fue pobre, y ahora vá
á ser rico. Fue rico , y ahora va á serlo mas. Todos sus
buenos pensamientos, todos sus deseos , todas sus obras,
sus trabajos, sus sacrificios , se le presentan ahora de un
golpe, como títulos para sus mas halagüeñas esperanzas.
Ni el vaso de agua fria que dió en nombre de Jesucristo
dejará de tener su recompensa. Por todas partes hallará
motivos de consuelo; pues la misma muerte, que tan hor
rible á todos nos parece, no será para el justo muerte, sino
vida mas abundante. Sin perder de vista ni un momento
la misericordia de Dios, le parecerá que se alarga dema
siado su estancia en la tierra, y pedirá alas como las de la
patema para volar y descansar en el seno del Altísimo.
Qvis dabit mihi pennas sicut columbee , et volábo et
requiescam?
Comparad con las inquietudes y zozobras del pecador
esta embelesadora calma del hombre virtuoso en aquel
momento en que van á abrirse ante sus ojos las puertas de
la eternidad, y vereis cómo deben parecemos muy insig
nificantes todos los sacrificios que hagamos en la vida para
esperimentar despues en la muerte la tranquilidad y los
consuelos que el justo esperimenta. En este duro trance
los reyes desearían haber sido mendigos, si, siéndolo, hu
biesen podido lograr el morir como los justos. El persona
je mas alto y opulento desearía haber sido esclavo del
mas vil esclavo , si con esto hubiera podido alcanzar una
muerte tan dichosa como la del virtuoso. «Juzgábamos, di
rán todos; juzgábamos su vida como insania, y que su fin
no estaría acompañado de honor, y ved cómo son contados
entre los hijos de Dios , que es el honor mas alto á que
puede llegar la criatura racional.»
Si la vida del justo no ha sido mas que un constante
recuerdo de la muerte; si no ha sido su existencia mas que
una muerte prolongada ; si durante muchos años no ha
v i-víni -i i^'--'\ iv v.^u¡.4i4'M('il í.:.-.'i .. .í'iniiii'ii i-'''¡j
Itécttá el hombro virtuoso ipas qué aprender ¿morir, ¿qué
terror puede causarle ese espectro' cuando se lé presente
en'íá ultima hora? i Quién pudierá'plritar las dulces ansias
del alma justa cuando considera ya próximo el instante de
ir á unirse á su Amado! ¡Con qué solicitud se purifica, por
medio de la confesion sacramental , para presentarse lim
pia ante aquel que descubre manchas en el solí Cuando
percibe el sonido de la campanilla, anunciando que viene
á visitar su pobre morada aquel que ni el cielo ni la tier
ra pueden contener , y cuyo trono sobre alas de querubi
nes y serafines es sostenido , ¿quién podrá dar á entender
el santo gozo de que se siente poseido? Cuando toca los
labios del moribundo aquel Dios sacramentado, que es vida
y resurreccion para los que dignamente le reciben, ¿quién
podrá espresar la esperanza y el consuelo que infunde aun
al ánimo mas abatido? Cuando toma en sus manos la
imágen del Redentor , ¿quién podrá decir los rios de agua
viva que llegan á su abrasado corazon desde el divino
abierto costado ? Cuando besa la imágen de la augusta
Madre de Dios , ¿quién podrá espresar la confianza que le
inspira la idea de que la Madre de su Dios es tambien su
madre?
Este es, hermanos mios, el gran negocio en que hemos
de pensar. Mirad que no vivimos mas que para morir , y
que no hemos de morir mas que para vivir ó una vida
eternamente desgraciada, ó una vida eternamente dicho
sa. Dejad todo lo que luego ha de dejaros á vosotros;
todo lo que en el mundo veis ha de seros infiel y trai
dor , sin esceptuar los objetos mas queridos de vuestro
corazon.
Pecador : á la hora de la muerte , no te encontrarás
mas que con tus pecados. ¿Por qué, pues, te afanas? Hom
bre virtuoso, á la hora de la muerte te encontrarás con
todas tus buenas obras. ¿Por qué, pues, te afliges?
Meditad esto, pecadores: meditad esto , almas justas.
— 45 —
Recordándolo á toda hora, dejareis de pecar los unos, y

os espera, Escoged,, El culpable , condenado será para

íoq ,Kjriiiiíq 9* biiíir-iloa ''i'i,', 1 .f. Y-Lun/' f- i. .v.iinu ¿ 11


-m'í ->'i6Jii'Hs ;'j ¿iwq , ln.'iií^.ii vji;1í iinv''';'ii.') el 'ib oibíjffl
oL/UiiM líos fo ii'j ?',[!''ii iu 'n'f. ,.-.f- ..'ip j",i|ii: riloii i:üí
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ilíin, íibliOiii -:i}i ;,'. ..f.ii'i - : . .-' i,\ '.:.'. i-." '.'. i' 'j'i'p.ii Gllu'tff

BÍ r-.Milí'íi -i>- íi' i,i.i;.? v!::,.:' '::!.... :'T •.',.i' vppiíUí llí
fiin* vli -.ni 1 .'.» it"v- i 'ili'''.í 'l::r-r-, . ),', ' ,i : i' f'.iÍ' ii''.:f'iilli
i?iiiVíl. V: oU-fi :...'.,. ..,.' :.',;:-. M/. .-.. í. (:;;..:! vuf. r,'W
fiP.í:_-in; .i:f vli !. ' 'ri .,: ;. .-/r! '..i':. u') ' . i- Wí iií'i litffi
.')i -ny .r''-i''i.'Cií' ' ..:. n--': .:;- 1 }iM' ... ;.. 11. .-i 1 .- -(i ''í' rii :M
ii- í! .niií;Ii.J r-.'c.il. i!; :!' .'!,'.,/ f -'.'. '. ,. í;l 'i ].'.''. .¡-ili
.'v.ii..U
>'.:.„: 'íí'j: íiv ./: v ,'i,i .;,..;. í? ... ,í" , ''.:.': -ii ,-'-. 'i: ,i

l , U.'i'ln Í'-Ki; ':ifÍ' i-;,;:. í .:l-:/ir ..'..'}. ..i.J/ ,!*.': í'wÍ s/i

i.iiiv y.'T,í ,j ni-'-.-J .',-::.:; ij¡. -'.í,. ..:'..,'' .:i ;.ri.(Í i.-l !iiip
- ,il3ili !'ii'íiiii''ií .i.\!'> ,;}'. : í :(.k •■ ,',, ,..:.;?."'-?. ,i.r.'"íii'í:nl'>

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víHrUv'Viil'i '.: i.l! . ''Í-i ':i'-í i,i mí. ,i v*:; ¿ ¿ i 'i'~, í> ti,-t:**Í

-i.'l.ill <,^..ii,':i' 'ii,-.., 4 .,'.i. I0'i , ,:'0i'í. v:*/; r:i.' fl.il '.it}i í-.Sííi
///i --Ú.-. 1 !ii'.-. :':... '.- vi-'-:''.ií ':; '.': -..(..-.' í.: i. ,0r.'.iii'ii/ v'id
'.rAviü., . , ,- i/',: :.,.i. .'-'-'|., .:niíii -'ai.iid ?iií íCJíOf
.Siiíiiií rX'ilíÍli ' \;:::' .'.'...'ii.'-'-í'.i ' i ' ,v!'íii/íi| - ,li?,> iiWÍi.'íílt
,V.*

?'^:^:;;r'i'

ü>
x
SERMÓN
sobre el evangelio del viernes despue¡s de
Ceniza.

Düigite inimicos vestros , bene-


facite his qui oderunt vos... ut
sitis fiüi Patris vestri, qui in ccelis
est. (Matt-, 5,44, 45.)

Amad á vuestros enemigos , ha


ced bien á los que os aborrecie
ren... para queseais hijos de vuestro
Padre, que está en los cielos.

La Iglesia, al recordarnos hoy el precepto de Jesucris


to , relativo, al amor que debemos á nuestros enemigos y
á la buena voluntad que debemos tener siempre dispuesta
para los que nos aborrecen , no solo se constituye tutora
y salvadora de esta sociedad, donde tantos intereses en
contrados y opuestos luchan entre si con encarnizamiento,
sino que se eleva sobre todas la,s filosofías y legislaciones,
y muestra el divino origen de donde emana su espíritu.
Aquí coge la Iglesia , digámoslo asi , al hombre , y como
quien lee sus mas íntimos pensamientos , y como quien
penetra todo el fondo de su corrupcion y su miseria, y
— 48 —r-
como quien cuenta en su corazon todas las fibras y mide
sus palpitaciones, aspira á reformarle, á cambiarle , y co
mo á deificarle , imponiéndole el precepto de amar á sus
enemigos y de hacer bien á los mismos que le aborre
cen. Diligite inirnicos vestros , benefacite his qui ode-
runt vos... ut sitis filii Patrit vestri, qui in ccelis est.
¡Precepto sublime ! Precepto sin cuya observancia no
puede haber paz en las familias , en los pueblos y en las
naciones. Este solo precepto equivale á una legislacion,
ó , mejor dicho , es superior á todas las legislaciones ; y '
aunque en la ley cristiana no hubiese ningun otro mas
que él , bastaba por sí solo para darla á conocer como
divina.
Al estudiar el precepto de amar á nuestros enemigos,
que nos impone Jesucristo, y nos recuerda hoy la Igle
sia , naturalmente se ofrece y presenta á nuestra vista el
desconsolador cuadro de la actual sociedad, con todos sus
odios, rencores y divisiones. Causa, no diré ya lástima,
sino espanto , el ver hasta qué punto han crecido los odios
de individuo á individuo, de familia á familia , de pueblo
á pueblo, de nacion á nacion, en las mismas partes que
profesan la religion cristiana. Por manera que, si en los
primitivos tiempos de la Iglesia alegaban algunos apologis
tas, como prueba de la divinidad y belleza del cristianismo,
el amor y la concordia en que vivían los que le abraza
ban, ahora nos podrían retorcer , digámoslo asi, el argu
mento , los enemigos de nuestra religion , adviniéndonos
que no puede ser ella la verdadera , supuesto abrigan
entre si tantos odios y rencores los que dicen la pro
fesan.
Pero no: subsistiendo el precepto, subsiste la necesidad
de observarle; y mientras resuene la voz que diga: «Amad
á vuestros enemigos, y haced bien á ios que os aborre
cen,» habrá que confesar que es divina esa voz, y que no
puede dejar de ser diviua la Iglesia que la repita. Ver-
güeuza y confusion grande será para los cristianos el que
de sus mutuos odios saquen argumentos los enemigos de la
religion para combatir nuestra sauta fe; pero como abor
reciéndose no hacen aquellos lo que prescribe la ley , sino
lo opuesto de lo que ordena , el argumento del impío cae
por su misma base.
Es decir, señores , que la Iglesia pone hoy el dedo,
como suele decirse, en la llaga de la humanidad, cuando,
con las palabras de Jesucristo, nos manda amar á nuestros
enemigos y hacer bien á los que nos aborrecen. Diligile
inimicos vestros... benefacite his qui odermt vos . De
este modo seremos y daremos á entender que somos hijos
del Padre celestial que está en los cielos, y que así hace
luzca el sol sobre los malos como sobre los buenos. Ut sitis
filii Patris vestri, qui est in ccelis.'xie&l «nonti WR (*h|
El precepto de amar á nuestros enemigos y hacer bien
á los que nos aborrecen no solo constituye la perfeccion del
cristianismo, sino que es el principal fundamento de la paz
de los pueblos. Sobreestas dos ideas voy á formar el dis-
curso. O lo que es lo mismo: Importancia de este precep
to bajo el aspecto cristiano: la consideraré en la primera
parte. Su importancia bajo el aspecto social: la conside
raré en la segunda. 'ovijtaíhii
Diligite inimicos vatros, ete.
-íímíÍB sí níip mi w.i*fv iiv¡' m' sftionw' ri \. *nmn b
.nfrtfi io ihn of?obiíí¡!Íi , ivií&ífs n:;hf.'i>q wn iiioifi .ired
pwúMihi''bn , noígibt tsuí^M ob wnim-na noí , oinatn
ns&ihdí? oJnonqtm , ri*Mi-wv sf dh vn abonq on nup
-oiíj sí tmib 9:'p n..'i spioonof y t-'ñho goÍRBl k mim
Ave María. .fl8ra
hiibií-.ínníí s! h;4*ííi' .oíijíwnn Íí' nboHífc'K'ífu* :'iii oi?'1
hí,m/'' ífigíb o'ppso'í «í onsiií01 íPftuiin v .'nhcvi^ífo bh
-<mods go íiu|3 jwl f m'd bív'orf y .«^.f"im» smíwiw s
on T'up y . w i'''i WíÍ^tl' n :iiíf' vi>''1ik''i íniÍ. íitdcrf *,nii:'
-víV .tími tí om tuAA' si mi'nh va ab u^f' tíbawi
tomo ni. i .
— 50 —

PRIMERA PARTE.

Cuando Jesucristo, en el Evangelio de este dia, ad


vierte que á los antiguos se dijo amasen á su prójimo y
odiasen á su enemigo, no quiere decir que en la antigua
Ley se mandase odiar á los enemigos, sino que los judíos ó
escribas, viendo que en el Levílico (1) se les imponía el
deber de amar á sus amigos como á sí mismos, dedujeron
que al enemigo deberían aborrecerle. Audistis quia dic-
íum est... No dice Jesucristo que se leyese ó mandase en
la Ley amar al prójimo y aborrecer al enemigo, sino que
así se dijo á los antiguos lo hiciesen. Lejos de encontrar en
la Ley Antigua fundamento alguno que autorice para abor
recer á nuestros enemigos, hallamos, por el contrario, tes
tos muy terminantes que nos prohiben causarle ni aun el
mas pequeño mal. «Si vieses, dice Dios á Israel en el libro
del Éxodo, si vieses que anda errante el buey ó el asno de
tu enemigo, devuélvesele... Y si vieses que el asno del
que á tí te aborrece se halla tendido en el suelo por el peso
de la carga, no pases sin levantarle.» Si videris asinum
odientis tejacere sub onere, non pertransibis, sed suble
vaba cum eo (2). Si pues al buey y al asno de nuestro
enemigo prohibia Dios se los viese padecer sin socorrer
los, inferid si á sus amos, que son nuestros semejantes, ha
bía de permitir se les causase algun mal. Lejos de eso,
consignado está en el sagrado libro de los Proverbios, que

(1) Cap.i9. (2) Ex., 23, 5.


—m—
si nuestro enemigo padeciese hambre, le demos de comer,
y si sufriese sed , no le neguemos agua. Si esurierit ini-
micus tuus, ciba illum (1). Y parece que el Espíritu-San-
to no solo exige que demos comida á nuestro enemigo cuan
do esté hambriento, sino que se la demos como una madre
se la da á su hijo. Ciba illum. Eso parece significar la
energía de la frase.
En la nueva Ley, con mayor razon aun, habia deman
darse que amásemos á nuestros enemigos, no ya por te
mor de corporales ó temporales penas, ó por miramiento á
terrenas recompensas, sino por la naturaleza misma de la
Ley de Gracia, Ley, por escelencia, de fraternidad y de
amor. En una Ley perfecta debia de llegar tambien á gra
do perfecto el amor de los hombres entre sí ; y este gra
do perfecto, y esta perfeccion del cristianismo se encuen
tra, en efecto, en amar á nuestros enemigos y hacer bien
á los que nos aborrecen. Sin esto, sin este amor y sin es
ta buena voluntad ó disposicion de ánimo para hacer bien
ánuestrosenemigos cuando la necesidad lo exija, no pode
mos aspirar á que se nos llame ó se nos mire como hijos
del mismo Padre que habita en los cielos. Ut sitis filii
Patris vestri, qui in ccelis est.
iQué hace nuestro Padre, que está en los cielos? El
mismo Jesucristo nos lo dice cuando advierte que sobre
los malos como sobre los buenos hace que luzca el sol, y
sobre los injustos como sobre los justos envia las lluvias.
No tiene, en verdad, el hombre tanta razon ó tantos moti
vos para odiar y hacer daño á su enemigo, como tiene
Dios para negar la luz, y el alimento, y el rocío, y la lluvia
á los que le ofenden. Si ni aun para Dios, supremo venga
dor ó justiciero, no es este el tiempo de la venganza, me
nos todavía ha de serlo para el hombre, á quien la ven-
gansa le está terminantemente prohibida, y en quien las

(1) Prov.,515.
— 52 —
ofensas que otro hombre le causa no pueden ser de la
misma especie y magnitud que las que causa á Dios
el hombre. Resplandece mucho la perfeccion de Dios
en no castigar ó vengarse del pecador , del malo y
del injusto sino en el momento preciso y como perento
rio de la venganza que de las culpas ha de tomar la divi
na justicia. En esto prueba Dios que es Dios. No tiene pri
sa para castigar ni para vengarse, porque es Dios; es de
cir, porque es eterno, porque sudia no pasa nunca, por
que su tiempo no reconoce límite. Por eso da , digámoslo
así, tiempo al tiempo, y no prohibe al sol que luzca sobre
los malos, como no prohibe á las nubes que envíen su ro
cío sobre los injustos. Si Dios no fuese Dios, esto es, si no
fuese eterno , se daria prisa á tomar venganza de sus
ofensas, temiendo pasase la hora en que puede hacerlo.
Luego amando á vuestros enemigos y haciendo bien á los
que os aborrecen, sois perfectos, al modo que es perfecto
vuestro Padre, que está en los cielos. Estofe ergo vos per-
fecti, sicut et Pater vester perfectus est.
El precepto de amar á nuestros enemigos y de hacer
bien á los que nos aborrecen , significa toda la perfec
cion del cristianismo , y toda la perfeccion del cristiano.
En efecto : trastornado el órden moral desde que el
hombre infringió en el Paraíso el precepto , cuya obser
vancia era su fundamento mas sólido , el género humano,
al encontrarse sin Dios , se encontró tambien , en cierto
modo , sin el hombre ; ó , mejor dicho , no se encontró
mas que con el hombre, con el individuo , con el egoismo;
un Caín , en una palabra , conspirando contra Abel.
Propiamente hablando , no hubo género humano despues
del pecado , sino homtres, cada uno con sus miras dife
rentes, cada uno con sus intereses opuestos , cada uno
con su propia soberbia , y cada uno con aversion á sus
semejantes, de quienes temiese ó presumiese que podían
servirle de obstáculo para la consecucion de sus fines. Con
— 53 —
el pecado original principia esa interminable lucha que
tantas víctimas tiene sacrificadas: esas antipatías, esos
odios , esas venganzas , esas guerras que han desolado la
tierra.
Ved, pues, lo que debia de reparar la religion verda
dera en el hecho de ser perfecta. Debia de asociar el
hombre al hombre , unir los corazones , poner corres
pondencia entre los afectos , apagar los odios , condenar
las Venganzas , proscribir las guerras , y traer , en una
palabra , otra vez el género humano á la unidad de origen,
de accion , de destino y de término , que le hizo perder la
primitiva culpa. La religion verdadera ó perfecta debia de
hacer esto , y el cristianismo lo hizo y lo hace por medio
del precepto en que se nos manda amar á nuestros ene
migos y hacer bien á los que nos aborrecen. Como quiera
que en el fondo del corazon hay una fuerte tendencia á
anteponerse el hombre á todo, puede decirse que en estos
esfuerzos ó tentativas del propio egoismo se encuentra
casi siempre el origen 6 el principio de nuestros desórde
nes, así morales como físicos. El último término ó resul
tado del escesivo amor propio , es aborrecer á nuestros
enemigos y dañar á los que nos aborrecen. Se halla esto
como identificado con la degradacion de nuestra natura
leza , y no podia suceder venir al mundo Jesncristo á
destruir la culpa sin imponer , contra una de sus conse
cuencias , el precepto evangélico que la Iglesia recuerda
hoy á los cristianos. Diligite húmicos vestros... bene-
facite his qui oderuht vos.
Tan importante es este precepto, que Jesucristo, al mo
rir en una Cruz, lo primero para que abrió sus divinos la
bios fue para pedir á su Eterno Padre el perdon de sus
erucifixores. Parece como que el Redentor teme se acer
que el último aliento sin haber orado antes por la venia y
salvacion de sus enemigos. Otros cuidados y otras peticio
nes las deja para despues : lo que primero quiere hacer, en
_. 54 —
lo que mas principalmente piensa, para lo que quiere sus
fuerzas y sus últimos momentos en la Cruz, es para orar
por sus enemigos. Pero ¿por qué enemigos? Por aquellos
que, despues de haber sido testigos de sus prodigios , le
crucificaban cruelmente, rehusando conocerle y amarle
como Salvador. Esta súplica de Jesus es como la profesion
de fe que hace en su divino testamento antes de proce
der á legar al ladron el Paraíso, á María el género huma
no, y á su Eterno Padre su espíritu, que son las tres man
das, digámoslo así , que desde la Cruz hace Jesucristo.
Antes que el buen ladron, antes que María y antes que el
Eterno Padre , son , eu cierto modo , para el Redentor
aquellos que le crucifican. Pater, ignosce Mis, nesciunt
enim quid faciunt. Ya muere satisfecho , ya muere con
esto dando muestras de que es Hijo de Dios , de un Dios
perfecto, y de que él mismo es tambien Dios.
Eramos nosotros enemigos de Dios , y Dios muere por
nosotros. Esta es, digámoslo así, toda la religion, y de ese
sublime espíritu ha de alimentarse nuestra cristiana vida.
Por eso, habiendo preguntado á un anciano maestro cier
to discípulo, qué cosa debería observar para ganar con
ella el cielo, le respondió : ¿puedes ser injuriado, y su
frirlo y callar? Pues hé aquí una cosa grande y sobre to
dos los mandatos. Preguntado tambien un santo anciano
por los infieles de Alejandría , qué era lo que Jesucristo
nabia hecho que fuese maravilloso ó sobrenatural, díjoles:
aquí lo teneis; esto hizo; que siendo yo injuriado por vos
otros, no me mueva á indignacion. Santa Isabel, reina de
Hungría, conociendo que el precepto de amar á los enemi
gos y de hacer bien á los que nos aborrecen , es , digá
moslo así , el gran precepto cristiano , y el distintivo mas
característico de nuestra religion, pedia siempre á Dios que
á los enemigos que la hubiesen causado alguna injuria ó
daño, les hiciese algun señalado beneficio. Es, repito, este
precepto tan esencial en el cristianismo , que casi estoy
—* 65 —
por decir que, asi como deja de ser cristiano el que pierda
la fe, deja de serlo el que no perdona á su enemigo. «¿Qué
crimen es este, pregunta San Cipriano; qué crimen es este
que ni el martirio puede lavarle?» Quale crimen est noite
dimitiere, quod martyrio non potest exorari (1)?
A nosotros mismos se nos obliga á no pedir que sean
remitidas nuestras deudas mientras no hubiésemos nosotros
perdonado las ajenas. Perdónanos, decimos á Dios en la
oracion instituida por Jesucristo ; perdónanos nuestras
deudas, asi como nosotros perdonamos á nuestros deu
dores. Nos quedamos, hermanos mios; nos quedamos sin
esperanza de perdon , mientras nosotros no perdonemos.
No podemos pedir con la oracion que mas agrada é Dios;
no podemos llamarle Padre ; no podemos dirigir al cielo
nuestras plegarias mientras no amemos á nuestros enemi*
gos y hagamos bien á los que nos aborrecen; ó, lo que es
lo mismo , mientras no perdonemos á nuestros deudores.
No abras los labios ¡oh cristiano! para pedir á Dios te per*
done , mientras en tu corazon abrigues odio ó venganza
contra tu prójimo; porque tu oracion se vuelve contra tí,
y tus palabras son saetas que el cielo devuelve hechas as
cua para que atraviesen tu pecho.
Pidiendo á Dios que te perdone como tú perdonas , no
perdonando á tu prójimo, aunque sea tu enemigo, equiva
le tn oracion á pedir que Dios no te perdone. Ta mismo
te envuelves en tu propia malicia , y amontonas sobre ttt
cabeza los carbones de fuego que , perdonando A ta ene
migo, amontonarías sobre la suya. No mires, joh venga
tivo! á la Cruz, pues la Cruz te condena : no mires á Je
sucristo, pues Jesucristo te acusa : no pongas el pie en el
templo, pues en el templo no puedes orar sin maldecirle
á ti mismo. Tú no tienes un Padre en el cielo á quien di
rigir tu plegaria enmedio de tus necesidades cotidianas;

(l) Cipr.deOrat.
PfBWtá msfwkümmeftro, y no siendo tú para tu pró-
jta^uujieríiai'o, sino un vengador , no puedes llamarte
Lyo de $i$&dre. Aquüodo está li^dfl bB* podemos üa-*
tiWrKjtoíÍre Á jJHOfiíSii n& te,|lan#mo*.ito<ií'<! '«««síro ;,*s
'tecir^ fíinto^secH^sw #<uniQ<&fflí»iy':confe8ajn»s htr-
WIKtygol fi n9id b90fid y '«BiiÍBlsq geaiíiín ana oon t.vi!'
onií-qáigtiííBajaJtadiPWís hállánse fuera del camino de sal
vacion, hállanse fuera de la leycriatiaaa^íháHaBse ya como
condenados en 4a:'tiBCrav yi icondenados, por- su' propia peti-
(¿9fbiíteifl8e'á sus:eaeaíigbs «tí ama» y-no bacenbien á
los que los aborrecen. Ni vive ni muere como cristiano,
aunque apaceiite vijíip y morir como tal, el que en su co
razon guarda rencor para con su prójimo. Figurome que
soȒ machas, la* almas que descienden al infierno por el
desprecio que se hace, de este precepto de Jesucristo. Hay
pocos Davides que , teniendo á su enemigo Saul entre las
manos, le perdonen', yrepEesdan á losque no saben guar-
darle. Hay pocos que, como el emperador Segismundo,
digantiicYo juatoiá m* enemigo perdonándole, y le hago
nji.amjgp elevándote.* Hay pocos que> como César, se
gun dice Ciceron, no sepan olvidar mas que las injurias.
Hay pocos que, como aquel emperador de quien habla la
historia, no hagan, al tiempo de morir, mas encargo á sus
hijos que el que se olviden para siempre del veneno con
que le causaban la muerte sus enemigos (1). Hay pocos
que, como Caton, respondan al que les revela el nombre
de su ofensor, que no se acuerdan de haber sido ofendi
dos. Hay pocos que, en vez de hacer de los amigos enemi
gos, hagan de los enemigos amigos, como aconsejaba de
bía hacerse Pitágoras (2). Hay pocos que, como César, quie-
ran^afirmw'#uftieftftluas prohibiendo derribar las 'de- su*i~
Val ftOflipfltfOíHip ,6l0uba©3 Íiifllkííl8¡ .{>) ofenvMiro ,vli.'\s.
?odscííl v ,áQafiiíim noldouq ^oí n oí&i'oni onwo #' 'w.-o
(1) Focion, obligado por los atenienses á beber el veneno.
(2) Diog., Laer, in Pittac. í> ,ijn .Oj „vü {>).„ .
Todos estos testimonios son de personajes que no habían
visto morir en una Cruz al Redentor del mundo, ni oidole
pedir por sus crucifixores. ¿Qué deberemos decir, y en
señar, y practicar nosotros, hijos de esa Cruz y discípulos
de ese Redentor divino? Amad á vuestros enemigos, os
digo cou sus mismas palabras, y haced bien á los que os
aborrecen. No solo se os piden afectos y palabras, sino
obras, obras positivas en favor de vuestros prójimos, aun
que os hayan ofendido y agraviado. No basta no hacerles
daño, sino que es preciso les dispenseis bienes y favores
cuando la necesidad lo reclame. Solo así podreis ser per
fectos, y ser llamados hijos del Padre que está en los cie
los, y que hace luzca el sol sobre los malos como sobre
los buenos. Cerrais todas las puertas á la gracia, y os co
locais, en cierto modo, fuera de la ley cristiana, mientras
no ameis á vuestros enemigos y no hagais bien á los que
os aborrecen. Considerad, á vista de esto, si es grande la
importancia que, bajo el aspecto cristiano , tiene el pre
cepto de amar y hacer bien á nuestros ofensores, de que
hoy nos habla el Evangelio. Oid, pues, ahora su inmensa
importancia bajo el aspecto social.
U -Y.. . .. i

ti T, f. V i . -. .w, ;.,. ,.:: . v -, i j.. . .',.. : . .. ' :'.


->..'.* ílib'i, 1 I' ii i. ; i '...'.'. .''-.„ lí
."'''«':, i,iíl SI
SEGUNDA PARTE.
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- ,m\<' . ;< „'' jl !

~ii '. Síi -f .., 'ii. i.'!

bice Tito Livio que los romanos mas dilataron su


imperio perdonando á los vencidos, que venciendo á los
pueblos. Plus pené auxerunt imperium parcendo victis,
quam vincendo (1). ¡Sublime conducta, que bien puede
ofrecerse como modelo á los pueblos cristianos, y mas hoy

(1) Liv. 30, cap. 42. , ' ni ... -.1 ' -' /! (.')
— 58 —
que vemos influir de una manera tan funesta los mutuos
odios y rencores enios males de que la Europa se encuen
tra amenazada 1 .-.''..
Ya he dicho antes que, á consecuencia del pecado ori
ginal y del desórden que introdujo, aun entre las potencias
del mismo hombre, siéntese este como en lucha con Dios
y con sus semejantes, y dominado por un individual egois
mo, que le hace sacrifique á su privado interes todos los
intereses de la tierra. Con el hombre del pecado original,
con el hombre que todo lo subordina á su interes, con el
hombre que en cada uno de sus semejantes ve un enemigo,
no es compatible la idea de una sociedad, idea que va uni
da á otra idea de propio sacrificio. No dice el Evangelio
que no tendremos enemigos, sino que los amemos y íes
hagamos bien; y ordenando esto, corta los inconvenientes
que no puede dejar de producir en la sociedad el egoismo
ó individualismo humano.
No puede verse ni leerse cosa alguna que se asemeje
al espíritu social del cristianismo. En él todo se hace por
amor y por sacrificio; al paso que en las sectas ó sistemas
que se llaman de fraternidad ó socialistas , se recurre á la
satisfaccion de las propias pasiones, para encontrar en
ella, no la unidad real y efectiva de los corazones, que es
la unidad fundamental y fecunda, sino la unidad del inte
res y de los placeres , cimentada sobre una teoría falsa,
irrealizable y absurda. La sociedad es el sacrificio , y no
el ensanche de la humana corrupcion. Hay que curar al
hombre para que sea miembro ó parte útil en la sociedad.
Contra su egoismo , ante todo , hay que buscar un freno;
contra sus deseos un límite; contra sus apetitos una ley, y
contra sus odios á todo el que se le opone, un amor que le
haga benéfico para con sus semejantes. Este, y no otro,
es el hombre social. Fuera de este hombre, que es el
hombre tal cual el cristianismo le forma, no hay mas que
elementos de muerte para la sociedad; es decir, mietn-
— 59 —
bros podridos ó dañosos para el cuerpo de que se dice son
parte.
Considerados bajo este punto de vista la sociedad y
el hombre, y es el único bajo el cual deben ser considera
dos, no puede negarse que es inmensa la importancia so
cial del precepto que nos manda amar y hacer bien á nues
tros enemigos. En virtud de este precepto, el cristianismo
devuelve á la sociedad el hombre perdido , refrenando en
él sus perversos instintos, y haciendo de la ley del amor
la condicion precisa de su misma social existencia. A
medida que causa espanto la general discordia en que se
observa viven los pueblos, discordia que necesariamente
ha de traer, mas tarde ó mas temprano, su ruina, es con
solador oir la alta y divina máxima cristiana, en que se
manda amar a los enemigos y hacer bien á los que nos
aborrecen. Al cristianismo no hay que juzgarle por lo que
hagan los cristianos, sino por lo que sus doctrinas y pre
ceptos sancionen. Figuraos que el precepto de amar y ha
cer bien á nuestros enemigos fuese generalmente obser
vado, así de nacion á nacion, y de familia á familia, como
de hombre á hombre: ¿qué males habría ya que lamentar
en la tierra? ¿Qué delitos se cometerían? ¿Qué crímenes
veríamos perpetrados? Las familias, los pueblos, las nacio
nes, ¿qué serian sino una reunion de hermanos? ¿Qué se
ria la sociedad humana mas que un solo hijo del Padre que
está en los cielos?
Así como respecto del individuo se dice que permane
ce en la muerte si no ama, qui non diligit, manet in
rnorte ; del mismo modo , y con mayor razon aun, puede
decirse que está muerta una sociedad donde el efectivo
amor de los hombres entre sí , sin esceptuar los enemi
gos, no sea una ley umversalmente observada. Manet in
morte. Aunque veais numerosas flotas recorrer los mares;
aunque veais fuertes y aguerridos ejércitos llenar la tier
ra ; aunque las arcas públicas no puedan contener los te
— 60 —
soros; aunque legisladores prudentes dicten leyes utilísi
mas; aunque un comercio é industria florecientes Layan
traido una nacion al estado mas próspero; y lo que es aun
mas, aunque no deje de haber preclaras virtudes entre
los ciudadanos , nada de esto, ni todo esto junto, puede
evitar la ruina de un pueblo , si no es conocida en él la
máxima de que debemos amar á nuestros enemigos y ha
cer bien á los que nos aborrecen. Manet in morte.
i ¿De qué aprovechó á los romanos la reverencia que
guardaban á sus templos, el respeto con que miraban á sus
superiores, y la exactitud con que observaban las pres
cripciones de la justicia distributiva? ¿De qué aprovechó
á los cartagineses el celo con que procuraban conservase
cada ciudadano el puesto que á la naturaleza y á sus ac
ciones heróicas debia? ¿De qué sirvió á los atenienses la
solicitud con que trataban de refrenar la avaricia de los
ricos , y desterrar el ocio de los pobres y la ignorancia de
los jueces? ¿De qué sirvió á los de Rodas y Lacedemonia
su honestidad, su modestia , su odio al lujo y su igualdad
en los bienes y riquezas? De nada. Manet in morte. Vi- ,
vieron una vida puramente artificial, y de nada les apro
vecharon sus conquistas, sus riquezas, sus leyes y sus
cualidades morales, faltándoles el sentimiento del amor
m utuo, fundado sobre algo mas que sobre las naturales in
clinaciones. Nada puede sustituir al amor cristiano de los
hombres entre sí, al paso que este amor puede suplir la
falta de otras virtudes y de otros elementos sociales. Ma
net in morte.
Por eso, ahora que la discordia se ha apoderado de
todos los ánimos; ahora que en los pueblos reinan tan pro
fundas divisiones; ahora que la sociedad yace medio muer
ta en las manos de los que la despedazan, el precepto cris
tiano de amar y hacer bien á sus enemigos es una necesi
dad pública y social, tan imperiosa que sin él no veo po
sible el detener, antes de que lleguen al abismo, los pue
— 61 —
blos que, á causa de la interior discordia, eu su fondo se
arrojan y precipitan. Todas cuantas teorías puede forjar
la política, y cuantas leyes puedan dictar los mas hábiles
legisladores , no solo no podrán hacer que el hombre ame
y favorezca á sus adversarios, sino que ni aun pueden
siempre conseguir que deje de dañarse á los mismos ami-í
gos. Sin embargo, tan necesario como es el que el hombre
no perjudique á sus semejantes, lo es que ame y favorezca
á sus rivales. Si lo uno lo exige la justicia, lo otro lo exi
ge la paz: si lo uno lo aconseja la razon, lo otro lo recla
ma la concordia: si lo uno lo prescribe la ley natural, lo
otro lo ordena la ley revelada. Por ser hombres estais obli
gados á lo primero; por ser cristianos estais obligados á lo
último. Ego autem dico vobis. Aquí no se nos dice que
oigamos á la razon, ni á los filósofos, ni á los legisladores,
ni aun á vuestro corazon, sino al mismo Jesucristo que lo
ordena. Ego autem dico vobis.
A los que os llamais amantes de la sociedad , os digo
que sois enemigos de ella no amando y haciendo bien á
vuestros mismos enemigos ; y á los que os llamais cristia
nos y os teneis por virtuosos, os digo que no lo sois; por
que, como dice San Gregorio, la prueba de la santidad no
es hacer milagros, sino amar como á sí mismo al prójimo,
creer respecto de Dios la verdad , y pensar del prójimo
mejor que de sí mismo. Probatio sanctitatis non est sig
na facere, sed proximum ut se diligere, de Deo vera, de
proximo meliora quam de se sentire (1).
No pudiendo, sin la observancia de este precepto, ni
salvarnos ni salvarse la sociedad, inferid, hermanos mios,
si deberemos considerarnos obligados á guardarle. Depo
ned los odios, perdonad las injurias , olvidad las ofensas,
abominad la venganza, amad á vuestros enemigos, y haced
bien á los que os aborrecen. Que os lo dice Jesucristo, y
-. ',i'
(1) Lib.20,Moral.,8.
— 62 —
os lo manda con su ejemplo. Ego autem dico vobi$'. dili-
gite inimicos vestros , benefacite his qui oderunt vos.
Haciéndolo asi encontrareis la eterna merced en el cielo,
que á todos deseo. Amen (1).

(1) El orador puede aplicar toda esta doctrina á los escesos que
sepa se cometen en el pueblo donde predique; como pleitos, homici
dios, venganzas, persecuciones, etc., etc.
SERMONES
SOBRE EL MISMO ASUNTO.

Pueden aplicarse á el:


l.° Uno sobre la discordia, que hay en el primer tomo.
2.° Otro sobre el amor de los hombres entre sí, como
fundamento de la sociabilidad humana, que hay en el se
gundo tomo.
Yx3.° Otro que hay en ese mismo tomo sobre el amor del
projimo en sus relaciones con el amor de Dios : y algunos
otros mas.
Esta es materia muy capital en los presentes tiempos.
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! .- . , ,i
' 'V >; ;¿,; ! r o* i-i
'' !' '' ': ''" .{v- w > . M.j CC
- n
SERMÓN
sobre la epístola del primer domingo de
Cuaresma.

Nemini dantes ullam offensio-


nem, ut non vituperetur minislc-
rium nostrum. (D. Pau., Ep. 2,*
ad Cor., cap. vi, v. 3.)

No dando á nadie ocasion de


escándalo para que no sea vitupe
rado nuestro ministerio. ij

Temerosa, digámoslo así, nuestra madre la Iglesia de


que sus hijos los fieles no recogiesen los frutos de sakid
que está destinado á producir el santo tiempo de Cuares
ma, por culpa de los sacerdotes, ministros de Dios, que
deben ayudarlos á corresponder á la gracia, dirígese hoy
a estos mismos ministros, exigiéndoles, con las palabras de
San Pablo, que á nadie den ocasion ó motivo de escánda
lo, porque cederia en vituperio del oficio ó ministerio sa
cerdotal. Toda vez que, ordinariamente hablando, por el
ministerio de los sacerdotes alcanzan los fieles su salva
cion, la Iglesia no podia dejar de poner sus maternales
cuidados en que no deje de ser puro el canal ó conducto
TOMO III. g
— 66 —
por donde á sus hijos se les comunica la vida. ¿De qué
serviría el que se acercase y viviésemos en un tiempo
aceptable y de salud, en el tiempo en que Dios ha prome
tido oir nuestros ruegos, si los mediadores ó sacerdotes
no obrasen como corresponde que obren los ministros de
Dios? ¿De qué serviría hallarnos en la estacion de coger
los frutos, si el sacerdote que ha de facilitárnoslos, ó los
arrojaba al suelo, ó impedia alimentasen con todo su jugo
la vida de nuestro espíritu? In omnibus nos exhibeamus
nosmetipsos, sicut Dei ministros...
Pero lo que mas aflige y angustia á la Iglesia, lo que
mas la contrista y mas la hace llorar, son los escándalos á
que dan ocasion algunos sacerdotes, con gran ruina de su
alma, y con gran deshonra y detrimento de la religion.
No son tantos, en \erdad, no son tantos como suponen
los enemigos del clero y de la Iglesia, los sacerdotes cor
rompidos 6 escandalosos; sino que , como la mayor parte
de ellos son fieles á su alto ministerio, resaltan mas las
manchas ó culpas en los que, ó por debilidad ó por mali
cia, dan á entender que son hombres. Sin embargo, no se
puede dejar de exigir, como lo hace hoy la Iglesia, que á
nadie demos motivo de escándalo y de pecado, porque el
darla cedería en daño del ministerio sacerdotal que ejer
cemos. Nemini dantes ullam offensionem, ut non vitu-
peretur ministerium nostrum.
Sacerdotes del Altísimo , oid la palabra de Dios que os
dirige hoy la Iglesia, repitiendo las tiernas, instructivas y
edificantes frases de San Pablo, cuando acerca de las es-
celencias de su apostólico ministerio hablaba á los de Co-
rinto. Si en todos los tiempos ha debido el sacerdote ser
un vivo ejemplo de virtudes cristianas para preservar de
corrupcion ála tierra y alumbrar al mundo en su oscu
ridad , hoy con doble , y mas que doble razon , no puede
dejar de ser el ministro de Dios , que en todas las cosas
se muestra como tal, en la paciencia, en la tribulacion, en
— 67 —
las necesidades, angustias, cárceles, trabajos, vigilias,
ayunos, castidad, ciencia, longanimidad, dulzura, vi
viendo como si estuviese muerto , con alegría aunque
estuviese triste , pobre , pero rico , sin poseer y todo
poseyéndolo. El Apóstol traza con estas palabras el mas
completo , el único plan de la vida del sacerdote , y nos
interesa mucho é interesa mucho á la Iglesia el que á ese
plan arreglemos nuestra conducta. Nemini dantes, etc.
Para probar lo obligados que estamos á conformar
nuestra vida con las palabras de San Pablo , voy á hacer
ver que
Los escándalos de los sacerdotes impiden la propa
gacion de la fe masque las persecuciones suscitadas
contra ella por los tiranos y los herejes.
Nemini dantes, etc¡

Ave María.

Con solo haceros advertir que el ministerio sacerdotal


es ministerio de edificacion, contrapuesto al ministerio del
infierno , que por medio del mundo , del demonio y de la
carne no cesa de perpetuar la guerra y la lucha con la
Iglesia, comprendereis lo que hay de repugnante , lo que
hay de impío, lo que hay de destructor en los escándalos
que dan al pueblo los malos sacerdotes. Terror y espanto
causa solo el indicarlo.
Porque, á la verdad, que el mundo con sus perniciosas
máximas; que la carne con sus desordenadas inclinaciones
y apetitos; y que el demonio con sus malas artes, sosten
gan implacable guerra contraía fe, contra la fe, que con
dena las máximas del uno, que refrena los apetitos de la
otra, y que contra el tercero hace victoriosos á los fieles,
cosa es que fácilmente se esplica, y que, por lo tanto , no
repugna , mientras atendamos á nuestra natural perver
sidad. El mundo, el demonio y la carne están, digámoslo
asi, en su lugar, en un triste y funesto lugar , mientras ar
rastran á los hombres al abismo de su perdicion y arre
batan á Dios las almas que á tanto precio han sido redi
midas. Esta lucha del cristianismo contra tales enemigos,
ó, mejor dicho, esta lucha de tales enemigos contra el
cristianismo, anunciola ya el Redentor , y la anunció para
toda la serie de los siglos, prometiendo su asistencia á la
Iglesia, para que contra ella jamás prevaleciesen las puer
tas ó los esfuerzos infernales. Por manera que esta per
petua lucha es, por otra parte , una especie de prueba de
la divinidad de nuestra fe , pues vemos cumplirse la pro
fecía, y, lo que es mas notable, alcanzar siempre la Igle
sia , mas tarde ó mas temprano , su triunfo.
Pero lo que espanta , lo que aterra , lo que tiene una
especial deformidad ó repugnancia , es el escándalo que
dan los sacerdotes á aquellos á quienes deben iluminar,
dirigir y salvar. Porque cuando el escándalo viene de
aquellos que sabemos son enemigos de Dios y de su Igle
sia, ó cuando le dan aquellos que no llevan sobre sí el
peso y la responsabilidad del ministerio sacerdotal , siem
pre, ¿quién lo duda? siempre es lamentable y reprensible;
pero como al ver los fieles el escándalo no puede dejar
de ocurrirles que Ioí unos son impíos y los otros son pe
cadores ó malvados, esta idea neutraliza de algun modo
,, Ja fuerza y el atractivo que no pueden dejar de tener los
malos ejemplos, toda vez que la razon pocas veces deja de
condenar losescesos que otros, y aun nosotros mismos, co
metemos. El mal que vemos hace el impío ó el perverso,
puede arrastrarnos ; pero no es tan fácil que pueda per
vertirnos. La idea de que el impío no reconoce la ley , y
ideque el malvado no quiere observarla, suele á veces ha-
— 69 —
cernos adherir á ella, aun cuando por un instante la -iñ^
frinjamos. «Yo.decia un sensato filósofo á otro que era muy
corrompido ; yo me avergonzaría de profesar la religion
que vos profesáseis.» ^
. Si porque un filósofo era corrompido , se avergonzaba
otro de profesar su religion , ¿qué podrá decirse, ¡Santo
Dios! qué podrá decirse respecto á los sacerdotes escan
dalosos? Nosotros, que debemos de ser la sal contra la cor
rupcion del mundo; nosotros, que debemos de ser su luz;
nosotros que debemos de ser los ángeles de la tierra; nos
otros, que somos como dioses; nosotros, que debemos de ser
como el cristal desde donde los rayos del sol reflejen á todo
cuanto nos rodea, si damos escándalo, no es fácil calcular
las consecuencias que puede traer nuestra prevaricacion.
Mientras los fieles vean que los sacerdotes son dignos mi
nistros de Dios , difícilmente se arrojarán á romper
el freno de la ley y á alistarse en las banderas del error.
El sacerdote es siempre, en esas grandes aberraciones y
apostasías que suelen ver los pueblos, el gran centro, la
luz, la bandera adonde miran , y alrededor de la cual se
colocan cuando quieren defenderse del error y de la ini
quidad. Que sea bueno el sacerdocio, y aun hay esperanza
de remedio para las naciones que están próximas á perder
la fe ó la hayan ya perdido; pero si el sacerdote es infiel, si
la sal es corrupcion, si la luz es tinieblas, si el ángel es
demonio, si es ciego y mas que ciego el conductor, si el
que ha de edificar destruye , entonces , ¡Santo Dios! los
errores cunden á manera de una peste, las apostasias se
multiplican, la fe se estingue, las creencias se debilitan ó
se olvidan, la religion cae en público desprecio, y una vez
roto ó levantado el dique, no se sabe á dónde llevará sus
estragos la inundacion. Los escándalos de los sacerdotes
arrastran siempre tras si á la tercera parte de las es
trellas.
No, hermanos míos; no nos olvidemos de esto jamás'
— 70 —
Que cuando llegan momentos de crisis para la Iglesia, to
dos nos miran á nosotros, todos miran y estudian lo que
hemos sido ó lo que somos. Si lo que hemos sido ó lo que
somos no lo encuentran los fieles conforme con la fe, con
tra la cual oyen hablar, la abandonan fácilmente; asi como
viendo conforme con ella nuestra conducta, en esa fe se
mantienen firmes contra los esfuerzos de sus enemigos.
Apenas hay una herejía, desde el nacimiento de la Iglesia
hasta nuestros dias, en cuya propagacion no hayan tenido
una parte, mas ó menos directa, los escándalos de los
sacerdotes; y del mismo modo no hay un pais donde las
.virtudes de los sacerdotes no hayan cooperado á que se
conserve en él pura la santa fe cristiana. Una de las causas
que impiden siempre el triunfo de las herejías, es la rela
jacion de costumbres de sus mismos ministros ó sacerdo
tes; y aduzco esta observacion, porque viene á probar que
en cualquiera creencia son enemigos sus sacerdotes mien
tras son escandalosos.
Opino que uno de los principios de muerte que lleva
en su seno el protestantismo, es la corrupcion de costum
bres de sus ministros ó pastores; de la misma manera que
bastan para desacreditar todas las sectas políticas los esca
sos de algunos sacerdotes afiliados en ella. Los mismos
sectarios, políticos ó religiosos, se avergüenzan de que se
tenga por amigos de ellos á los sacerdotes corrompidos.
Esos, he oido muchas veces decir, esos no pertenecen á
ningun partido. Un solo sacerdote malo no se sabe lo que
desacredita la comunion ó partido á que diga pertenece.
Porque como en él no puede atribuirse á ignorancia lo que
haga, no puede dejar de atribuirse á perversidad; y en
este caso, ó las doctrinas que dice profesa le han hecho
perverso, y basta esto para desacreditarlas; ó á pesar de
ellas es malvado, y entonces con sus obras destruye sus
enseñanzas.
Este es, hermanos rnios, el motivo de influir tamo la

x
— 71 —
relajacion de los sacerdotes en la pérdida de la fe , que
han esperioientado y esperimeotan algunas naciones; y
para evitar esta pérdida es para lo que al sacerdote se le
exigen tantas cualidades de espíritu y de corazon, signifi
cadas en las vestiduras y adornos de que usaba en la an
tigua JLey. Todo debia y debe ser en él pureza y castidad.
Sus mismos defectos estaban obligados todos á ocultarlos;
pues no qjuiere decir otra cosa lo que se prescribe en el
Leyjtico, respecto de reducir á cenizas, y arrojarlas fuera
de los reales, la piel y todas las carnes, y la cabeza y los
pies y Otros despojos del becerro que se ofrecía por el pe
cado del sacerdote (1). Y á esto mismo atendía el emperar
dor Constantino cuando dijo que si llegase á presenciar
el crimen de algun obispo, le cubriría con su manto, para
que su vista ó ejemplo no llegase á dañar por parte ninguna
á los que le mirasen ó viesen. Tanto en la reserva que s§
da á entender en el Levítico debe guardarse respecto de
los pecados de los sacerdotes, como en esta especie de to
lerancia que muestra el cristiano emperador, no tienen por
objeto el disimular ó el pedir que se disimule el pecado de
los sacerdotes, sino el evitar que su culpa, sirvicudo á
otros de escándalo, los arrastre á perdicion.
Uno de los consuelos que hoy podemos abrigar enme7
dio de las tribulaciones y peligros que nos amenazan, es ej
ver al clero tan morigerado y virtuoso como por lo ge
neral observamos es en los presentes dias. Se le ha yitu,p/?:
rado, se le ha ofendido, se le ha privado de sus jejjtyioíws
bienes; pero mostrándose á la altura de su ministerio y eje
su mision, ha logrado el no pequeño triunfo de que ]p,s.
fieles se mantengan constantes en la religion de sus ma
yores, enmedio de los ataques que contra ella no han de
jado de dirigir , no uno , sino diferentes enemigos, ^
puertas del infierno no prevalecerán, ni aun achoca ,qu$ w

1» m«M».'
—JSW...-.
hallan tan abiertas coatea,-Jaiglesia de Jesucristo, porque
el Redentor está con sus discípulos hasta el fin de los si---
glos, poímediode la gracia y, de la virtud. Sien otrosí
tiempos ,e^ifia¡% te.fliiBjna^iideiaiide la época hacia á tos
eclesiásticos menos virtuosos de: lo? que deben serlo , pudo
propagarse el error, escudado con la conducta sacerdotal,
poce morigerada, hoy es ya otra cosa, ta Iglesia , poruña
parte^no^ieiw y»:eqsar.algunji que hacer en punto á dic
tar leyes para la reforma de nuestras costumbres ; y por .'
otrojlado' la>esperiencia ha enseñado al clero cuál es el
camjnpji|u$,Ip conviene seguir, y su ilustracion y sus vir
tudes, Jte han ayudado en tan santa empresa. Estos dias no
son la, edad mecfeu ni tampoco son el siglo xvi, ni siquiera
el siglo xvu*j y debemos abrigar la esperanza de que,
mostrándonos, nosotros firmes en nuestro puesto , firmes
por la ciencia y la virtud , desaparezcan los errores y
mentiras con que se trata de fascinar á las naciones. Yo,
lo digo con franqueza, no temo nada mientras vea al clero
católico adornado de virtudes, asi como lo temo todo si
causa escándalo á los pueblos,
Y cuando digo que no temo nada, hablo de las tiranías v
y de la irreligiosidad filosófica. Firmarán los tiranos sen
tencias de muerte , y las ejecutarán los verdugos ; pero
mientras un sacerdote virtuoso pueda tomar en su mano
una Cruz y ofrecérsela á los pueblos, revivirá en estos
con doble fuerza el sentimiento religioso ; y si hay mar
tirios y sangre, cada gota será una fecunda semilla, y cada
patíbulo un campo de abundante cosecha. Un solo sacer
dote,, pronunciando el nombre de Dios por la virtud
del Espír\tu«Santo, levantará de su inercia las masas, y las
hará venir como corderos á ofrecerse en sacrificio ante la
Cruz perseguida.
Hó aquí por qué el Apóstol, en su segunda carta á loa
de Corinto, quiere que en el tiempo aceptable y de salud,
cual es^Ley de Gracia, ayuden los sacerdotes i que con
sigan sa salvacion los fieles, no itfándéles motivo de espá
dalo, pac* que no sea vilipendiado stt alto ministerio, y
dejen de recibir las gracia» que por este conducto se les
comunican. Exige antes bien el Apóstol que en todo nos
mostremos como ministros, de Dios. En mucha paciencia, '
para' gana» con esto: á los fieles, como ganaran á los saP Vi 1
vajes del Japon San Francisco Javier y otro compañero ?
suyo, sufriendo* sin abrir sus labios, las bofetadas que les ?
daban y burlas que les hacían. En las tribulaciones, an- 3
Rustías, cárceles, trabajos y vigilias, para dar con esto °
un ejemplo á los fieles de la buena voluntad con qué deben 5
llevar la cruz, patrimonio y única riqueza del cristiano'. 'J
En castidad, para que nuestra pureza nos haga, no yá '
angélicos, sino divinos hombres, y los fieles aprendan á ' 3
vencer los estímulos de esta carne, rebelada siempre con- '
tra el espíritu. En ciencia, en dulzura y en no fingida i
caridad, para que, mientras nos veamos obligados á com- ' n
batir á diestra y siniestra el error con las armas de la
justicia, no nos olvidemos nunca de la compasion y mise-** ':,::'
ricordia hácia los estraviados y seducidos. Que alcance
mos gloria, ó que se nos infame; que se nos mire como
hombres de verdad, ó como seductores; aunque parezca- I
mos muertos, estando vivos, ricos en la pobreza, y pose- ;
yéudolo todo sin poseer nada, el Apóstol quiere que en
cualquiera situacion nos manifestemos como ministros de '-'..
Dios, para ayudar á los fieles á conservar la gracia de la ?'''
reconciliacion. Adjwantes autem exhortamur, netñ'vi- ^
cuum gratiam Dei recipiatis.
Quiero haceros notar que eí Apóstol, al exhortar á los
de Corinto á que no reciban en vano la gracia de Dios', v)
les dice que los exhorta ayudándolos. Adjwantes áuiék
eahortamur. No basta, para que cumplamos nuestro mr.-;^1
nisterio, el exhortar á los fieles á que, con los auxiíioá (té:-
la gracia, procuren practicar buenas obras, sino qué de- .'
bemor ayudarlos con nuestro ejemplo á vencer Jas din* !
-fa
cultades que se les presenten. Porque ¿de qué les servi
rían nuestras exhortaciones, si con nuestra conducta no les
enseñásemos que es practicable la virtud? ¿De qué les ser
virían nuestros sermones y discursos, si viesen que nos
otros sucumbiamos á las sugestiones de la culpa? ¿De qué
les serviría nuestra doctrina, si observasen que con las
obras la destruíamos ? Exhortemos ; pero exhortemos
ayudándolos, que es como San Pablo exhortaba á los fieles
de Corinto.
Nuestra mision es hoy altísima. Eu tanto descrédito
han caido las doctrinas de los hombres, y los escesos han
llegado, por otra parte, á tal colmo, que no veo para los
males de la sociedad mas remedio que el que pueda apli
carles el sacerdote católico, como maestro é intérprete de
una ley que tiene virtud para curar las mas hondas llagas
de la humanidad. Nuestros pecados ó escándalos tienen
hoy una doble repugnancia y trascendencia , por cuanto
no solo ofendemos con ellos á la Iglesia , de quien somos
ministros, sino que privamos á la sociedad del único
apoyo y sosten con que cuenta en sus actuales vaivenes.
¡Gran gloria está reservada al sacerdote católico que com
prenda su mision y la cumpla en los presentes diasl Pero
si deja pasar indolente esta ocasion que la Providencia le
depara para que salve otra vez al mundo, y recobre por
este medio el cristianismo el terreno que ha perdido ; ó si
con sus escesos hace sea vituperado un ministerio que en
cierra las esperanzas de la sociedad , temblemos ante los
juicios de Dios y ante los juicios de los hombres. Unos y
otros nos condenarán inexorables ; y cuando queramos
salvar el templo, diciendo que es templo del Señor, tem-
plum Domini, templum Domini est, veremos ya el tem
plo reducido á cenizas , y á la sociedad llorando su irre
mediable ruina.
No dudeis, hermanos míos, que han de venir tiempos
de mucha tribulacion, y que, con prevision debemos tener
— 75 —
en nuestra ciencia y en nuestra virtud escudos impenetra
bles para rechazar los ataques y armas hábilmente afila
das, para sostener á diestra y siniestra la causa de Dios y
la causa de los hombres.
No defraudemos las esperanzas de la sociedad, y no
hagamos llorar á la Iglesia. Mostrémonos en todo como
ministros de Dios, y recibiremos la corona eterna en la
gloria. Amen.
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.ognimob om'im fob < ¿to^Mí/a ío ©ido*

ÍCíIí í-.í) ,'íblh'ííi'j ''ú i'i'i'l ií'.' 0>yl.ilt /:!'''. iijí'- :'j :.:...' ; i-'',.!. -
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Sii8 iíobo) ,(íOí'.'iiii son ''i' m'M h nboj 'v:;' ,t'7:;í^.-.í íiiii 'v..';

-Si Qiníup Olí fibíV iiv /.boj v bcbioilí,l iit: i'kn ,,-u}í'&-:-,,
-óniovBín Sfi vgvííih'jísai ¡iOríminq üo! s 'jnf: ib-iV '.:hi.v-l,
.sisasteis mmm swArn í-ítóuq &v¡' oh w-u .'!, ijvvi'
jsulas el noxsios íi& nn nv:!n. íiup jir^ií 'sí sb k^;: :-.: '.ii't
bfibehos ^{iwbj'i iib bí.fíí'¡ooí ; cÍsiono Inicuo»: bubs i -
BSOVÍY %'p bbbubO* íiri'J . j,-S'i?.ÍCíí* .,Í' ¡H,l: ['..,.: ;.'--íl.¡vi.'l' '!...
eci'oupioq '-í'i,r'ji:íU-nli í;b;i'-.íi $/ , .?'.--., ....iiií'r:=-:''.iv 'iJ-.-'

tt'í no?- .flflj oíiiii no:í ?:..fi' ua':viií.o'i:i. .*j.mrr' ^iJ-iMj.


,r«WÍV i(V? -'í:i::I. 'jV.4
SERMÓN

sobre el evangelio del mismo domingo.

Non in solo pane vivit homo,


sed in omni verbo quod procedü
de ore Dei. (Mat. 4., 4.)

La respuesta que dió Jesucristo al infernal tentador


cuando este le dijo convirtiese en pan las piedras, es una
de las verdades que con mas frecuencia deben repetirse al
siglo en que vivimos. Aspirase boy á vivir no mas que con
pan; es decir, nuestro siglo se ha hecho tan exagerada
mente positivo, que todo el bien de una nacion, todos sus
adelantos, toda su felicidad y toda su vida no quiere re
ducirlo mas que á los progresos materiales y al mayor nú
mero de goces de que puede rodearse nuestra existencia.
Esta es una de las llagas que lleva en su corazon la actual
sociedad: sociedad egoísta; sociedad de placeres; sociedad
de deleites; sociedad de materia. Una sociedad que vive en
estas condiciones, está ya herida de muerte; porque los
pueblos, como el hombre, no viven con solo pan. Non in
tolo pane vivit homo.
— 78 *-
Los hombres, y por consiguiente los pueblos, son algo
mas que materia, y para gobernarlos es preciso algo mas
que armas, brazos y dinero. La vida del hombre y, de la
sociedad descansa sobre un cimiento mas noble y mas pu
ro. El órden que llamamos moral y religioso, y que no es
sino el órden inteligente dentro de la ley, es el origen ó el
.vínculo de los lazos sociales; en ese órden nacen, en ese
órden se desarrollan, en ese órden se conservan, y sin ese
órden no habría sociedad propiamente dicha, aunque hu
biese material reunion de hombres y de intereses. Por eso
no vive ni puede vivir el hombre con solo pan, sino que
le es necesaria tambien la palabra que procede de la boca
de Dios. Sed in omni verbo quod procedit ex ore Dei.
Lamento, y es digno de lamentarse, que los pueblos
vayan acostumbrándose á no oir hablar mas que de ade
lantos materiales. Un paganismo, pero un paganismo sin
dioses, va infiltrándose en las entrañas de la sociedad, y ha
de dar á su tiempo los mas funestos resultados. Una so
ciedad que no busque mas elementos de vida que los ma
teriales, escrito tiene ya su destino , y le cumplirá pere
ciendo, como han perecido todas las sociedades que han
mirado con indiferencia sus doctrinas. El embrutecimiento,
la degradacion y la barbarie no pueden dejar de venir
cuando el orden inteligente quede ahogado, digámoslo así,
bajo el peso de las influencias materiales en el gobierno
de las naciones. Si no se necesitan doctrinas, no son ne
cesarios los sabios, ni lo son tampoco los sacerdotes; y en
este caso derribad las cátedras y quemad las bibliotecas
al mismo tiempo que derribeis los altares y dejeis sin mi
nistros los templos. Pan, goces, placeres, comunicaciones,
paseos, industria, comercio, dinero... he aquí lo que su
ponen muchos que basta para que sea feliz una nacion.
¡Lamentable ceguedadl ¿Qué seria de la raza humana si
se generalizasen estas ideas ó errores?
Ministro de Dios, obligado á sunühislrar á los pueblos
-70-
la palabra de la vida, voy á ofrecer hoy á vuestra consi
deracion algunas reflexiones que considero oportunas. Voy
á haceros ver que
Es necesaria una doctrina para la vida de la so
ciedad.
Nonin solo pane vivit homo, etc., etc.

Ave María.

Al observar el cúmulo de males bajo el cual gime


agobiada la sociedad , y al inquirir los medios de aliviar
sus desgracias, naturalmente llevamos nuestro pensamien
to á una cosa mas fuerte que las armas , mas influyente
que las riquezas, y mas poderosa que la accion robusta de
los gobiernos. Es de advertir que en las incesantes vicisi
tudes de los imperios y de las cosas humanas , todos y
cada uno de los elementos sociales han sufrido notables
alteraciones en el grado de influencia que ejercieron en lá
suerte de los pueblos, y no sin admiracion vemos reducido
á un insignificante recuerdo histórico algunos de los que
fueron por largo tiempo principios directores de la so
ciedad. Esto puede esplicarse fácilmente. Las diversas
fases por que ha pasado el mundo, crearon intereses y po
deres especiales, incompatibles despues con otras situacio
nes que tenían muy poco de comun con las que habian pre
cedido. De este modo caducaban unas tras otras las fuer
zas sobre que descansara la sociedad ; pero enmedio de
todo, enmedio de las idas y vueltas de un mundo que á
cada paso se renueva, hay una cosa que permanece, que
influye , que dirige y conserva mas que ninguna otra : y
esta cosa son las doctrinas.
— 80 —
Por eso al ver á un pueblo marchando hácia su di
solucion, naturalmente nos ocurre inquirir el estado en
que se hallan las creencias , el influjo de las opiniones
dominantes, la Índole de las ideas que mas preponderan
en la sociedad, y el carácter de las doctrinas que han pre
parado los acontecimientos. ¿En qué consiste, pues
que sin una doctrina no puede haber vida y verdadero
progreso para la sociedad? Consiste en la índole misma
del hombre y en la índole misma del deber social.
El hombre no procede como las bestias en sus deter
minaciones; no es un instinto ciego é irresistible el que le
gobierna, sino una razon libre que examina, delibera v
propone, y una voluntad reflexiva que sabe lo que quiere
y los motivos por que lo quiere. El hombre mas es un ser
inteligente que un ser material: aquello es lo que le hace
ser lo que es, lo que le diferencia de las bestias, y lo oue
le hace inmortal. Ahora bien: si en el hombre hay un prin
cipio intelectivo, ó si el hombre es, según le define un
moderno filósofo cristiano (1), una inteligencia servida
por organos corpóreos, claro es que necesita de una doc
trina que sea para él su luz, su guia , su razon y su vida
La fuerza puede amarrar el cuerpo del hombre con una
pesada cadena ; pero no puede obligarle á que su enten
dimiento y su voluntad en sus actos propios se dobleguen
al brazo del verdugo. Esto prueba la altura en que se
hallan colocadas nuestras facultades intelectuales, y al
propio tiempo el brio y el gran poder de las doctrinas que
alcanzan y dominan allí donde el aparato de las armas no
puede conseguir ni una momentánea victoria.
.Siendo el hombre un ser racional, necesita ser ense
nado, y no hay enseñanza sin una doctrina. Notad que
hasta ahora no he hecho distincion entre doctrinas buenas
y malas: no he hecho mas que consignar su necesidad y su
oí nlíaauíu ai oidmoi
(1) Bonalcl. i fiy My
i

x
— ti* —

influencia. Obrando las doctrinas tan esencial y fuerte


mente sobre lo que en el hombre hace las veces de su
perior, y habiendo una relacion intima entre aquellas
f
y los hechos , ó entre lo que el hombre cree y sabe, y
entre lo que el hombre hace y ejecuta , es evidente que
cuando las doctrinas son erróneas no hay esceso que no
pueda cometerse, ni abismo donde no se pueda caer. Ig
noradas, olvidadas ó desfiguradas todas las reglas y prin
cipios de la moralidad, el hombre no es ni siquiera el bajel
sin mástil ni piloto que pinta el poeta corriendo por el mar
de Adria, y á quien un soplo de aire favorable podria em
pujar hácia el puerto; sino el brioso alazan que, roto el fre
no, se precipita por do quiera, y sacude su cabeza sobre el
hombre que se le pone delante para detenerle. Cuando no
hay una doctrina que nutra , digámoslo así , y perfeccio
ne el entendimiento y la voluntad, es, en cierto modo,
como si el hombre no tuviese entendimiento ni voluntad,
ó como si no fuese hombre ; pero cuando la doctrina es
perniciosa , se convierten en monstruos los seres que están
colocados un poco mas abajo de los ángeles. Por eso los
que se encuentran en el primer caso viven en una pro
funda degradacion, si es que no pasan su vida en las sel
vas; es decir, vida sin sociedad: pero los que so encuen
tran en el último, estoes, imbuidos en doctrinas falsas y
perniciosas , devorarían toda la especie humana ; es de
cir , vivirían una vida antisocial. Atila fue un genio bon
dadoso al lado de Robespierre, Marat, Danton y de otros
filósofos del siglo xviu.
Si el hombre vive una vida fuera de la sociedad ó con
tra la sociedad cuando no reconoce una doctrina, ó cuando
se deja dirigir por una que sea perniciosa , lógico será de
ducir que le ennoblecerá y hará ser eminentemente social
la doctrina verdadera. Entonces el hombre se muestra lo
que es ; un ser racional que va perfeccionándose confor
me las buenas doctrinas desarrollan en él las facultades
tomo m. 6
— 82 —
intelectuales, estableciendo la posible armonía entre ellas
y el cprazon, no sin grandes ventajas para la vida huma
na y social. No quiero decir con esto que el hombre sea
impecable; pero hay una diferencia inmensa entre pecar
por debilidad y pecar por sistema ó por principios. En este
último caso serjan necesarios los esfuerzos del cielo, digá
moslo así , para apartar á un hombre de sus malos cami
nos; seria necesario hacer con todos y con cada uno lo
que hizo Dios con San Pabla en el camino de Damasco, y
esa no es la conducta ordinaria de la Providencia. El hom
bre á quien lia arrastrado al crimen una pasion violenta, ó
una debilidad de las que son tan propias de Ja naturaleza
humana, mientras sea un hombre de buena doctrina, lleva
siempre en sí mismo un corredor , una regla á que aten
der , y una luz adonde dirigir sus miradas. ,
Que veanlos que desprecian la verdadera doctrina , si
puede mirarle con indiferencia que el hombre sea crimi
nal por $tetóíma y sin arrepentimiento. Que vean los auto
res y propagadores de esa literatura impía, que no deja a
salvo nyiguna de las verdades que son el fundamento y el
consuelo al mismo tiempo de la vida humana , si no es
obra diabólica la que ellos han emprendido. Que vean
los hombres que se estiman á sí propios y que estiman en
algo á sus semejantes, si estando en la playa conviene vi
vir en la inaccion por mas tiempo , cuando vemos que el
mar traspasa sus límites. El hombre, formado á imágen y
semejanza de Dios, cumple sus destinos en la tierra y se
muestra hombre cuando abraza la verdad y la practica;
pero en el momento en que da entrada á las doctrinas fal
sas y perniciosas , no hay deber que no esté en peligro,
ni relaciones que no se sientan amenazadas. San Agustín,
antes de su conversion, es la historia de la influencia de
las doctrinas en el individuo. ¡Qué ceguedad, qué estra-
vío, qué aberraciones ! Y de la historia contemporánea,
¡cuántos ejemplos podría citaros!
— 83 —
En el hecho de no haber, sin una doctrina, vida racional
y social para el individuo , se infiere que tampoco puede
haberla para la sociedad. Nótese bien lo que significa esta
palabra. No hay sociedad entre las piedras; no hay socie
dad entre los brutos ; y ¿sabeis por qué? porque no son
seres dotados de razon: luego la razon es la condicion in
dispensable y el fundamento de la sociedad. Ahora bieu;
cuando la razon individual ó no está dirigida , porque no
hay doctrina , ó está trastornada por las doctrinas perver
sas, se trastorna también la razon pública, que no es mas
que la espresion de las razones individuales ; y trastorna
da la razon pública , viciada la conciencia universal , y
depravados á proporcion los sentimientos, ¿es posible que
la sociedad no se resienta en sus mismas bases? ¿Cómo ha
de haber sociedad donde la razon, en vez de ser vinculo
que una, es instrumento de incesantes divisiones? Socie
dad quiere decir union y unidad, y union para la felicidad
recíproca. Que no haya ninguna doctrina , ó que las haya
que separen una razon de otra , un individuo de otro , un
pueblo de otro pueblo , vereis cómo no hay sociedad, có
mo no hay lo que se llama razon pública , cómo la fuerza
material absorbe el poder , y cómo la tiranía domina , y
domina necesariamente. Porque ¿cómo es posible de otro
modo conservar la paz entre seres que no se creen ligados
eon ningun lazo, y por consiguiente con ningunos deberes?
Ved aquí en lo que consiste la filosofía social del cris
tianismo, y su espíritu de bien entendida libertad. En la
religion católica todo une. El judío y el gentil , el griego
y el romano , el scita y el etíope , el negro y el blanco,
todos son un pueblo , todos son una nacion , ó, mejor di
cho, todos son una familia, cuyo padre es Jesucristo. Nos
manda la unidad en las cosas necesarias , y en las dudo
sas libertad; pero en todas y en todo caridad. De este mo
do, aunque las cuestiones secundarias ó menos importan
tes pudieran causar algun choque entre las ideas, la ca
— 84 —
ridad, uniendo los corazones, impediría la escision y evi
taría fatales rompimientos y consecuencias. Por eso los
que atacan al catolicismo, atacan la libertad de los pue
blos , pues lo que no unan la fe y la caridad , tratará de
unirlo la fuerza, y la fuerza traerá la tiranía.
No supongamos ya, influyendo en los ánimos y en los
pueblos, una doctrina que desuna y separe, sino una doc
trina que inficione, que corrompa las ideas, que proscri
ba los buenos principios, que deprave los sentimientos,
que ofusque y pervierta, que conduzca naturalmente al
mal, y aconseje al hombre el olvido de todos sus deberes.
¿Qué sucederá entonces? Si estando separadas y sin lazo
alguno entre si las razones individuales, los hombres se
parecerían á las bestias, que no se juntan sino en tiempos
determinados, y al impulso de inclinaciones instintivas;
cuando la corrupcion de las ideas se hiciese un mal cróni
co y general, el hombre se convertiría en una cosa incali
ficable; pues la mas indómita fiera y el monstruo mas hor
rendo respetan á los seres de su especie, en vez de que el
hombre lucharía, y despedazaría á los mismos autores de
su vida si viese le servían de obstáculo para satisfacer
sus deseos. La sociedad, considerada bajo el punto de las
relaciones entre hombre y hombre , seria un campo de
batalla : ya no habría hermanos, ni ciudadanos, sino indi
viduos, que es la espresion menos social que puede aplicar
se al hombre. Los que quieran que la sociedad retroceda
á una época de sangre y de barbarie , no pueden cumplir
mejor su mision que arrebatándola la divina palabra ó
doctrina que procede de la boca de Dios. Un hombre que
con la tea encendida va abrasando pueblos y ciudades, es
una imperfecta imágen de los que predican doctrinas per
niciosas.
Si consideramos ahora la sociedad como la depositaría
de los poderes públicos y de las leyes, no deja de ser me
nos patente la necesidad de una doctrina divina para la
~ 85 —
vida del orden social. No son las leyes y los poderes públi
cos sino los directores de las existencias y de las accio
nes individuales, y los que concilian los intereses que pue
dan chocar entre sí , estableciendo reglas que se reputan
sagradas. Pues supongamos ahora que las doctrinas per
versas han estraviado el espíritu público de una nacion;
supongamos que la anarquía intelectual y moral ha puesto
allí su asiento; supongamos que cada hombre tiene su pen
samiento diferente, y que todos tienen opiniones contrarias,
y que la mayor parte profesa principios disolventes ; la
sociedad entonces tiene que elegir uno de dos caminos : ó
conformarse con las ideas dominantes , y en este caso la
sociedad seria la anarquía social , ó luchar contra tantos
elementos desorganizadores, y entonces la guerra entre
ellos y la sociedad seria sangrienta.
La gran enfermedad de los tiempos modernos es la di
vision de los ánimos por la influencia de doctrinas deleté
reas ; y si se puede alcanzar el influir sobre ellos en sen
tido favorable á la union, bien podrá decirse que el mun
do no es todavía viejo. ¿Y qué medio mas apropósito para
curar el mal que la propagacion de la divina doctrina,
cuya necesidad patentizan el tiempo y la esperiencia? En
otra época, cuando alguna escuela gozaba de crédito, era
disimulable que sus adeptos aspirasen á dirigir la socie
dad, segun las máximas que no carecían de autoridad y
ascendiente; pero en estos tiempos, en que todo muere el
mismo dia que nace; hoy, que no hay idea ni sistema que
uo tenga mil impugnadores en el momento en que se anun
cia; hoy, en fin, que hay tanta libertad para el pensa
miento, ¿quién es el hombre que se presenta en el mundo
con pretensiones de reformarle? ¿Qué escuela se cree con
fuerza para conciliar las opiniones? ¿Qué doctrina se en
carga de regenerar al individuo y á la sociedad? ¿Qué
significan y valen los filósofos mas eminentes ante una so
ciedad, que no quiere oir á nadie? Preciso será recurrir á
— 86 —
la doctrina que en todo tiempo ha sido lo que es hoy ; y
cuando el hombre vea que quien le habla no es el hombre'
sino Dios y los siglos que lleva de existencia el mundo'
r-espetará, no hay duda, la autoridad de tantas generacio
nes y de tantas verdades que no han pasado sin gloria, y
qae se han conservado ilesas entre innumerables contra
tiempos.
Los pueblos se duermen sobre un abismo cuando de
jan se les arrebate la divina doctrina, sin la cual no pue
den vivir, aunque tengan macho pan. ¿Qué importa que
el semblante aparezca risueño si la sangre está inficiona
da? ¿De qué sirven esas máquinas humeantes que, con
la velocidad del rayo, atraviesan los mares y las llanuras,
si los pueblos van decayendo de prisa en su vida íntima y
social? ¿Qué vale, qué significa el ruido incesante de las
fábricas donde recibe impulso la industria , si en las en
trañas de la sociedad ruge tambien el ruido tempe stuoso
de los huracanes ?
Digno de notarse es que, cuando Jesucristo confunde al
tentador diciéndole que el hombre no vive con solo pan,
sino que le es necesaria tambien una palabra ó una doc
trina , espresa que ha de ser una palabra que salga de la
boca de Dios. Sed in omni verbo, quod proceditde ore
Dei. Dice, toda palabra que proceda de la boca de Dios,
y no toda ó cualquiera palabra que salga de la boca del
hombre.
Sí, señores : una palabra ó una doctrina divina es ne
cesaria para la vida de la sociedad. En vano se agitarán
los hombres buscando ciencia y sabiduría para unir los
ánimos y dirigir á un bien público las relaciones con que
nn hombre se siente unido á otro , y las fuerzas indivi
duales tan reconcentradas, por lo general , en el propio
egoismo. Esa ciencia y esa sabiduría, siendo puramente
humanas , carecen de autoridad para imponerse ellas mis
mas como ley á hombres que son tan independientes para
pefi&r debtrá «¡añera, como Id Hú sld6 pátá fbt]áf 8
combinar le#riáá los autores 5 maestros dé aqueta ciérrela
que aspira á la categoría de suprema fepláctórá: lien-
tras lleven sello de humano origen las doctrinas, por razo
nables que parezcan , no podrán nunca aspirar mas que S
una influencia, digámoslo así, convencional , Hfédfrstarfté
y transitoria, y, por consiguiente, ineficaz para réaltóáf los'
altos fines que incumbe llenar á las doctrinas propia
mente sociales. La doctrina del hombre, y ¡cu'Stítto digo
del hómbre, digo de los hombres , no solo careíce de la
indispensable Condicion de autoridad para bcíáér consHtíffP
por sí sola una regla de general aceptacion, como deben
serlo las reglas ó leyes fundamentales de la humanidad,
sino que carece de virtud ó suficiencia para penetrar en el
inmenso abismo del órden moral , cerrado á la limitada
vista del hombre ; y sin esto no se concibe una doctrina
propiamente moral y social.
Si en cualquiera arte ú oficio , no obstante versar so
bre objetos visibles, no han podido darse reglas inconcu
sas y fundamentales sino por los que ese arte ú oficio prac
tican y conocen, ¿cómo en el órden moral, tan abundante
en misterios, y en el político, tan fecundo en complica
ciones , y en el social, donde tantos elementos contrarios
juegan, ha de ser bastante la palabra ó doctrina humana
para fijar sus leyes fundamentales? Apreciad, apreciad
esta palabra católica, que es la palabra que sale de los
labios de Dios , y la única con que pueden vivir los pue
blos con civilizacion y progreso. Como palabra de aquel
á cuya vista están patentes los corazones y las enfermeda
des del espíritu humano , así como los siglos con todas sus
revoluciones, nunca será desmentida, nunca será vieja,
nunca dejará de ser la primera luz de las sociedades. En
seis mil años el mundo , no obstante sus esfuerzos para
vivir con solo pan , ha tenido que recurrir directa ó indi
rectamente á esapalabra que sale de la boca de Dios,
— 88 —
siempre que se ka visto envuelto en sus propias perturba
ciones, ó ha quwido ensanchar la esfera de su vida.
Católicos : vosotros sois los hombres de la verdad y de
la filosofía. No pidais solo pan. No arrojeis al suelo esa
luz que llevais en vuestras manos. Filósofos : no precipi
teis álos pueblos en la oscqrjd^d y en la ignorancia, dán
doles por la palabra de Dios,' que les enseñais á despre
ciar, vuestra propia palabra, que es muy despreciable.
No cerreis , Señor , vuestra boca. Dadnos vuestra pa
labra, para vivir con ella gobernados en la tierra, y lograr
con sus resplandores penetrar en el cielo. Amen,

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sobre el mismo evangelio*
i- .... :.- jí1 < .. i' y- :-n

' . ií,,i,i.

Ductiw est Jesús in dcsertum á


spiritu, «t tentaretur á diaboto.
(Mat., 4.)

Fue Jesus conducido por el Es


píritu al desierto, para que fuese
tentado por el diablo.

Ya empiezan las victorias del Salvador. El Evangelio


de hoy refiere los triunfos gloriosos conseguidos por lesus
en la oscuridad del desierto, y que son como preludio de
otros triunfos mayores. El Eterno Padre no teme esponer
la virtud de su Hijo á las tentaciones de Satanás, para
prepararle, digámoslo asi, á las duras pruebas que habia
de sostener antes de consumar la grande obra de la reden
cion. Ün precursor ilustre , profeta y mas que profeta, le
prepara sus caminos , y exhorta á los pueblos á la peni
tencia. Toda la Judea acude al Jordan, y el nuevo héroe
es bautizado con la multitud , no para purificarse, pues no
lo necesitaba, sino á fin de que su mision , públicamente
autorizada por los sufragios del cielo, no pareciese sos-
— 90 —
pechosa á las naciones. Apenas el Salvador recibe el bau
tismo por mano de San Juan , ábrese el cielo de un golpe,
el Eterno Padre le reconoce como su Hijo amado , y el
Espíritu-Santo desciende sobre él en forma de paloma.
Jesucristo, despues de esto, se encamina, por impulso
del Espíritu-Santo, háciá él desierto, para dar principio á
la mision recibida de lo alto ; y el demonio, que había
contemplado con admiracion la escena del Jordan, propone
en su consejo un proyecto digno de ,él y de sus compa
ñeros, para averiguar si el recien bautizado era real y
verdaderamente el Hijo de Dios.
Pasados que fueron cuarenta dias de ayuno y de re
tiro misterioso, Jesucristo, como hombre, sintió hambre, y
el tentador aprovechó esta circunstancia para decirle: «Si
éreá Hijo de Dios, haz que estas piedras se conviertan en
pan.—¡Qué! respondió el Salvador; ¿acaso se sustenta el
hombre con solo pan , sin la palabra que sale de la boca
de Dios?» A estas palabras enmudece Satanás, pero no
desmaya. Déjase llevar despues nuestro Salvador por el
demonio á la Santa Ciudad, y, poniéndole sobre el pináculo
del templo , dícele atrevidamente: «Si eres hijo de Dios,
arrójate abajo , pues los ángeles te recibirán en sus brazos,
segun está escrito Tambien está escrito, replicó Jesus,
que no se debe tentar 'á Dios, y tentarle seria pedir rfn
milagro de que no hay necesidad.» No se sabe qué admi
rar mas, si la osadía del demonio , ó la bondad de Jesu
cristo. Otra vez le toma el tentador y le lleva sobre la
cima de una alta montaña. «¿Ves? le dice ; todos los reinos
que desde aquí señalo , con toda su gloria y sus riquezas?,
he de dártetos si, postrándote á mis pies, me rindes ado
racion.—Espíritu blasfemo , entiende que no es Eva á
quien ahora tratas de seducir : huye de mí presencia*
responde lleno de celo Jesucristo, pues solamente á Dios
adorarás, segun está escrito, y á él solo se le debe
servir.»
— 9t ->
El seductor huye despavorido, f se retira lleno dé ig-«
nominia del campo de batalla. Un ejército de ángeles des
ciende á acompañar al Señor, y entonan cánticos de gloria
al triunfador de Satanás.
Tal es la letra del Evangelio que la Iglesia canta en
este dia , y en que se encuentra materia para instruiros
acerca de muchos puntos morales de grande importancia.
Voy , pues , á detenerme en esplicaros uno que es de
sumo interes para las almas. Voy á hablar de la utilidad
de las tentaciones, haciéndoos ver que
Las tentaciones son muy provechosas para que ade
lantemos en los caminos de la perfeccion , y ganar la
corona eterna.

Ave María.

Al tentar á Jesucristo el príncipe de los demonios, si-'


guió el mismo órden que observó al tentar á los primeros'
padres. A estos tes tentó primero con la gula, diciéndoles:
¿Por qué os ha mandado que no comais de todos los fru
tos del Paraíso? Cur prcecepit vobis Deusut non comme-
deretis de omni ligno Paradisi ? Luego les tentó con la
vanagloria, diciéndoles: Serán abiertos vuestros ojos. Xpe-
rientur oculi vestri. Y, por último, los tentó asegurándo
les que serian como dioses. Eritis tiicút dii, scientes bo-
nmn el malum. De la misma manera tentó á Jesucristo Sata
nás. Primero le tentó por medio del sustento del cuerpo,
cosa de que no pueden prescindir ni aun las mas espiri
tuales personas. Si filius Dei es, dicut lapides isñ pa
nes fiant. En segundo lugar, le tentó con que hiciese algu
na cosa para ostentacion ó vanagloria, en lo cual alguna
— 92 —
vez caen las almas virtuosas. Si filius Dei es, mide te
deorum. Arrójate, para que, viendo las gentes que no te
haces daño, te veneren como santo. Y, últimamente, le
tentó con aquello ó en aquello que no es ya de personas
espirituales, sino carnales, ofreciéndole las riquezas y glo
rias del mundo, con manifiesto desprecio de Dios: Hese
omnia Ubi dabo, si cadens adoraveris me.
A estas tres pueden reducirse todas las tentaciones con
que el espíritu infernal trata siempre de perdernos; pues
en las tres, que son deleite de la carne, esperanza de glo
ria, y deseos de poder ó de dominacion, se encuentra la
materia de todos los delitos, segun dice San Ambrosio,
esponiendo á San Lúeas (1). Y toda vez que Jesucristo
quiso ó permitió ser tentado para nuestro ejemplo y con
fianza, veamos cómo venció á Satanás, para aprender có
mo hemos de vencerle nosotros. La primera tentacion, ó la
tentacion de gula, venciola el Salvador con la esperanza en
Dios y en su providencia. Non in solo pane vivil homo,
sedin omni verbo quodprocedit de ore Dei. La segunda
tentacion, ó la tentacion de vanagloria, venciola Jesus con
el temor de Dios. Non teníabis Dominum Deum tuum.
Y la tercera, ó la tentacion de avaricia, venciola el Re
dentor con la magnanimidad ó desprecio del mundo. Do
minum Deum tuum adorabit, el Mi soli servi es.
Este es, hermanos mios, nuestro modelo, y si quere
mos adelantar en la perfeccion y ganar la eterna corona,
no tenemos mas camino que imitarle.
La vida del cristiano sobre la tierra no es mas que vi
da de tentacion; y cuanto mas virtuosos queramos ser, mas
tentaciones hemos de esperimentar. Por eso ha dicho el
Espíritu-Santo: «Hijo, si te dedicas á servir á Dios, man
tente en la justicia y en el temor, y prepara tu alma para
la tentacion (2).» Luego que Jesucristo fue bautizado, prin-

(J) Gap. 4. (2) Eccles., 2.


— 93 —
cipiaron para él las tentaciones, como para darnos á en
tender que el cristiano es ó ha de considerarse siempre
como un atleta si ha de alcanzar la salvacion eterna. Hay,
sin embargo, que hacer notar que hay dos clases de ten
taciones: una de parte del hombre mismo, que temeraria
mente se pone cerca del pecado no evitando las ocasiones;
y esta tentacion debe de ser evitada, diciéndonos á nos
otros mismos lo que á Loth dijo Dios: «No permanezcas
en ninguna region cerca de Sodoma.» Nesteteris in omni
regione circaJSodomam. El que busca el peligro, pere
cerá en él. Otra tentacion viene de parte del diablo, que,
como dice San Ambrosio, tiene envidia á los que caminan
á lo bueno, á lo perfecto. Qui semper invidet ad melio-
ra tendentibus (1). Y esta tentacion no debemos evitarla,
como no la evitó Jesucristo ni la evitaron los Santos, los
cuales no quisieron nunca estar ociosos, segun enseña
Santo Tomás (2), sino antes bien emprender, movidos por
el celestial espíritu, grandes obras de santificacion. Esto
es propiamente retirarse al desierto; pues desierto es para,
el diablo toda obra buena, supuesto no reina en ella la
injusticia, que es en lo que el diablo se deleita. Dar con
esto ocasion al diablo para que nos tiente, no es peligroso;
porque esto, mas es consejo del Espíritu-Santo , autor de
toda obra perfecta, que impugnacion del envidioso Sata
nás, como afirma el mismo evangélico Doctor (3).
Digo esto para consuelo de las almas que, sintiéndose
combatidas, presumen por esto que han perdido la gracia,
ó desconfian de permanecer en ella. La vida sin tentacion
es como un mar muerto. «Porque eras acepto á Dios, fue
necesario que te probase la tentacion,)' dijo el ángel á To
bias (4). Pero en estas tentaciones nunca permite Dios
seamos tentados sino en proporcion de las fuerzas qire nos

(1) Super Luc, 4. (2) Suma 3.,p. quest. 41. (3) Ibid.
(4) Tob., 12, 13.
comunicó, para resistir , segun afirma San Pablo. Fi-
delis autem Deus qui non patitur vos tentari supra id
gvodpotestis, sed faciet eíiam cum tentatione proven-'
tittn, ni possilis sustinere (4). Permite Dios, en efecto,
que seamos tentados para que nos conozcamos á nosotros
mismos, es decir, nuestra propia debilidad; para que no
dejemos nunca de ser humildes, viendo que ni un instante
podemos creernos seguros sin Dios , sin cuya gracia no
vencemos la tentacion; y para que probemos nuestra fide
lidad, haciendo ver que nada puede separarnos do su
amor. Quis nos separabit á chántate ])ei (2)?
De la misma manera que al general á quien un go
bierno quiera ensalzar y engrandecer le envia al lugar
del peligro, proporcionándote al propio tiempo los necesa
rios recursos, así al cristiano á quien Dios quiere coronar
con la aureola de la gloria, permite le tiente Satanás, pero
sin negarle Dios los auxilios de su gracia: auxilios que en
cierto modo está obligado Dios á concedernos , toda vez
que el mismo Jesucristo esperimentó lo hábil que es el in
cansable enemigo de las almas para tenderles lazos y per
derlas. ¿No hay tentacion? ¿No hay lucha? Pues no hay
corona: y Dios, que nos tiene preparada la corona, permite
por eso la tentacion.
He dicho haber esperimentado Jesucristo lo hábil que
es el demonio para tender lazos á nuestras almas , y voy á
esplicarlo. Satanás nos tienta siempre en aquello hácia
donde nos ve inclinados. A los soberbios los tienta por los
honores; á los hartos, por el ocio; á los iracundos , por las
contiendas; á los avaros, por las usuras; á los impuros,
por los placeres, y á cada uno, por el gusto ó aficion parti
cular de que le ve dominado. Por eso á Jesucristo, á
quien vió hambriento, como hombre, le tentó con pan.
Dic ut lapides isti panes fiant. Así es que al vencerle Je-

(1) AdCor., i, 10, 12. (2) Ad Rom., 8.


sucristo, no le vence como Dios, sino como hombre ; y en
esto consiste, como dice San Hilario ((), el triunfo del Sal
vador. Este primer triunfo fue alcanzado poniendo la es?
peranza en Dios y en su providencia, al decir el Señor;
«No con solo pan vive el hombre, sino con toda palabra
que sale de la boca de Dios.» No vive el hombre, hermai
nos mios, con el pan de la gula y de los sentidas; no vive
con el pan del pecado y de las satisfacciones carnales; no
vive con la hartura de los carnales apetitos , sino con la
palabra de Dios, que le señala los caminos de la virtud y
de la justicia. Esta palabra ha de ser vuestro escudo en la
tentacion: palabra de virtud y de poder, que permanece
siempre eficaz, mientras en el mundo todo se convierte en
ruinas. Esta palabra, mientras en ella confiemos, nos
alumbra y nos sustenta; y aunque nos falte el pan, la pa
labra que sale de la boca de Dios convertirá eq pan las
mismas piedras , segun el mismo demonio reconoce que
puede hacerlo, en el hecho de decir: aSi eres Hijo de Dios,
d| que est^s piedras se conviertan en pan.» Dic ut lapides
isti panes fiant. Luego la tentacion que nos puso el de
monio se convierte en utilidad para nosotros, recurriendo
para vencerla á la confianza en Dios ó en su divina pa
labra.
No confiemos, no, en el pan que nosotros mismos ten
gamos , ni en el que el mundo pueda ofrecernos: es decir,
qo confiemos en nuestras propias fuerzas, porque no ha
llaríamos mas que nuestra segura ruina. San Pedro Labia
dicho que, aunque todos se escandalizasen , él nunca se
escandalizaría ó avergonzaría de seguir á Jesucristo; pero
se puso en el peligro, y cayó en él. «Pensó, dice San
Agustín, que podia lo que sintió quería, y sucumbió (2).»
No confiemos en nuestro pan ; no confiemos en nues-

(t) Catado por Santo Toma?.


(2) Lib. de Grat. et lib. arb., cap. 17,
tras propias fuerzas, sino en la bondad do Dios, y eston
ces la tentacion nos traerá provecho, asegurándonos cada
vez mas en la virtud, y haciéndonos mas diestros para
vencer á Satanás. El que no se ejercite eni la tentacion,
se verá, en el dia del mas fuerte peligro, obligado á decir
como David: No tengo costumbre de llevar estas vestidu
ras. Non kabeo tisum.
La segunda tentacion, que era tentacion de vanaglo
ria , fue vencida por Jesucristo con el temor de Dios. Ten
tando Satanás al Salvador por el deseo de gloria, trató de
inducirle á que tentase á Dios arrojándose por el precipicio,
porque no debiendo por esto causarse daño alguno, toda
vez que los ángeles tenían órden de recibirle en sus ma
nos, las gentes que lo presenciaban no podrían dejar de
reconocerle como Hijo de Dios. Mitte te deorsum. «Está
escrito, respondió Jesus, que no se debe tentar á Dios.»
Non tentabis Dominum Deum tuum.
Tiéntanle, en efecto, aquellos que, ensoberbecido^ con
su posicion ó con la idea exagerada que tienen de sí mis
mos , suponen que han de estar á su servicio todas las
criaturas, sin esceptuar los ángeles, y que Dios está obli
gado á someterse á sus caprichos, y á hacer milagros pa
ra que no los esponga á ruina su propia temeridad. Esta
rebeldía de la razon, este engreimiento del corazon huma
no, que persuade al polvo es como Dios , y á la nada que
es suma grandeza, nos ponen continuamente en peligrosas
tentaciones, que nos harían caer desde el pináculo de nues
tra soberbia al fondo de las miserias, si lá carne mortifica
da no viese claro su destino , lo infundado de su loco en
greimiento, su corrupcion, su miseria, su podredumbre y su
nada. Los sentidos mortificados, el ayuno y lá soledad son
muy acertados consejeros para el hombre, y le dicen que
cuanto mas trate de engrandecerse, mas pequeño se queda;
cuanto mas ambicione, mas vacio sé siente ; cuanto mas
anhele, menos goza; cuanto mas se eleve , mayores su
caida, y cuanto mas alto se halle, mayor ea su i nquietud
y mayores sus padecimientos. -ua «*'i Oii'W ti *¿&
- . , Tímete Deum et date Mi honorem. Temed, á, Dios y
dadle honor. Parece coma, que para dar honor á Diosos
necesario temerle. Y, en efecto, .temiéndole Jesucristo co
mo hombre, quiso que fuese para Dios el honor con que
el demonio le tentaba. Sin temor de Dios no podemos salir
bien parados en la tentacion; ó mejor digo, si uo tememos
á Dios, nuestra vida es una continua mortal tentacion. Por
que no temiéndole, los honores no los apetecemos masque
para nosotros mismos; asi como temiéndole, todo lo refe
riremos á Dios y á gloria suya , en pensamientos, en pa
labras y en obras. La tentacion eo alma poseida del santo
temor de Dios, amontonaría sobra ella los triunfos, y de
victoria en victoria, y como sin sentirlo, se hallará en
posesion, digámoslo asi, de la gloria. Teme á Dios , alma
mía, y no te acongojes por la tentacion. ,
La tercera 'tentacion de, Jesucristo, que fue de ayari-
cia, venciola el Redentor con la magnaninúdad y desprecio
del mundo, hVea los reinos del mundo? preguntó el diablo
áíjfsu^desdq.iun altísimo monte; pues todos, y con toda
su gloria, te los he de dar si, postrándote, me adoras.» Ucee
omnia tibidabo si cadens adoraveris me. Digno., e,$ de
notarse qua, no se contenta aquí el diablo con que Je
sucristo aceptase las riquezas y los honores, sino que para
poseerlas le. adorase el Salvador. Pero Jesucristo , que no
venia á conquistar imperios, ni á acumular riquezas, sino
¿.redimir almas; Jesucristo, que venia á procurar la gloria
de su Padre „se enoja al oir á Satanás, que reclama para
sí la ad^acÁofli :,y,manda al,demonio q^^.^sjei^aie
$pfQm:$criptum.e&i,enim: Dominum Deum ínjira a/Jfc.
rabis, et Mi soli serviesf Las propias injurias por la ten
tacion súfrelas Jesucristo sin turbarse ; mas cuando el
diablo quiere usurpar á Dios el supremo honor , se enar
dece y le repele: con lo cual se nos enseña que si,las #er-
tomo ni. 7
-98 - .
sófiales injurias hemos de soportarlas con toatisédumbre,
las injurias hechas á Dios no debemos ni siquiera oirías.
I Qué magnífico conjunto de enseñanzas! La tentacion
de las riquezas es otra de las mas fuertes con que el de
momo combate nuestra alma. Ofúscase la imaginacion, se
anonada el ánimo, y el corazon se debilita al considerar,
por una parte, la pobreza , y al observar las comodidades
de las riquezas, por otra. Parece que hasta el aire va á
faltar á nuestro pecho, y el sol á nuestros ojos. El tenta
dor se introduce en nuestro corazon, y acostumbramos,
por temor á la pobreza , tomar de su mano ilícitas rique
zas. Cuando esto sucede , esclavos somos ya del demoniov
y para él son ya nuestras adoraciones. Si la carne no está
mortificada , si no está contento el corazon fuera del bu
llicio del mundo y en el ayuno de los bienes perecede
ros; si-no tenemos valor para decir á Satanás que retro
ceda, y que solo á Dios se debe adorar y servir, la ruina
es cierta, la perdicion infalible, la condenacion eterna.
lAy de los hombres que dejan de adorar y servir á Dios
poruñas monedas! Quédanse sin Dios, y.quédanse con
sus manos vacías y con sus corazones insaciables. Mu
chos ambiciosos adoran al diablo por tener riquezas y
abundancia.
Vosotros, hermanos mios, contemplaos ricos en la po
breza mientras seais amigos de Dios , pues siendo de Dios
todas las cosas, nada puede faltar al que á Dios tiene , si
él no falta al mismo Dios. La tentacion de las riquezas es
horrible , pues, como dice San Pablo , nos hace caer en
los lazos del diablo , y en muchos deseos inútiles y noci
vos que sumergen á los hombres en muerte y perdiciotr.
Qui volunt divites fieri, incidunt in tentationem , et in
laqueum diaboli, et desideria multa inutilia et nociva,
quce mergunt homines in interitum et perditionem (i).

^ Ád Titó., ^6, 9.
— 99 —
No puede pintarse con mas fíeles colores lo horrible
que es la tentacion de las riquezas. Quedar presos en los
lazos del diablo de tal manera, que ni á la diestra ni á la
siniestra podamos movernos sin voluntad , es condenarse
á una espantosa esclavitud , que es el preludio de la es
clavitud eterna. Y como que hallándonos entre los lazos
del diablo no dejan de atormentarnos deseos aun de poseer,
deseos inútiles, porque no se realizan , y nocivos, porque
ann realizándose nos mortifican y dañan, resulta que la
tentacion de las riquezas nos conduce á segura y funesta
ruina. Qui volunt divites fieri, etc.
¿Qué armas, pues, debemos tener preparadas para
vencer la tentacion ? Voy á decíroslo. La oracion es para
esto muy uecesaria; porque, como dice San Pedro Crisó-
logo, el que no va á la oracion, va á la tentación. Ad
tentationem vadit, qui ad orationem non vadil (I). No
hay que cesar de pedir á Dios que no nos deje ó no per
mita caigamos en la tentacion: oracion que diariamente
debemos dirigirle , porque á toda hora el demonio nos
pone asechanzas. Acordaos , os diré con Judit; acordaos
de que nuestros padres esperimentaran tentacion... y
Abraham fue declarado amigo suyo porque en la tentacion
fue hallado fiel. Isaac, Jacob, Moisés y cuantos á Dios han
agradado, soportaron con fidelidad muchas pruebas ; pero
aquellos que no recibieron con temor de Dios las tentacio-
aes y profirieron impaciencia é improperio de murmura
cion contra el Señor, fueron esterminados por el estermi-
nador, y los hicieron perecer las serpientes (2).
El ayuno es tambien un escudo de fino temple contra
la tentacion, pues es una de las armas de la justicia que
enumera el Apóstol (3). El que no quiere ayunar, aio
quiere vencer, sino ser vencido.
Ultimamente, os diré con San Pablo , confortaos en el

(1) Serm. 44. (2) Jud., 8, 24. (3) 2.*, ad Cor., 6.


— 400 —
Señor y en el poder de su virtud ; vestios con la armadura
de Dios, para que podais sosteneros contra las asechanzas
del diablo. Porque no es precisamente nuestra lucha con
tra la carne y la sangre, sino con los príncipes y potesta
des , rectores y gobernadores de las tinieblas de este
mundo. Tomad la armadura de Dios, para que resistais en
el dia peligroso; y en todas las cosas recurrid al escudo
de la fe, que puede apagar los dardos de fuego de nuestro
perverso enemigo. Y, sobre todo, tomad la espada del es
píritu, que es la palabra de Dios. Gladium spirilus, quod
est verbum Dei.j { í ¡ il f i \ ' i '}
Ya habeis visto cómo Jesucristo, para vencer á Sata
nas, recurre á esa misma palabra. Scriptum est enim. Y
. ¥eeíúfrréál testimonio de la ley, dice San Le.on, para hon
rar mas con esto al hombre y confundir á su adversario,
toda vez que el enemigo del género humano es vencido
por Cristo no como por Dios, sino como por el hombre.
Ut hoc ipso, et phs hominem honoraret , et adversa-
rium plus puniret, cura hostis generis humani nonqjta-
si d Deo, sed quasi ab nomine vinceretur (1).
Vencidas por este medio las tentaciones, el demonio se
retira avergonzado y confundido, y vienen los ángeles á
felicitarnos. Es decir: las pasiones se amortiguan, la con
cupiscencia se refrena , la carne se humilla, y las virtudes
nacen y crecen hasta hacernos varones perfectos, y dispo
nernos á recibir la eterna corona, prometida á los que ven
cen hasta el fin. No busqueis temerariamente la tentacion;
pero cuando Dios permita que venga, recurrid á su divina
palabra, y confortándoos en la fe, en la esperanza, en la
caridad y en el temor, vencereis al enemigo y alcanzareis
el premio eterno, que á todos os deseo. Amen.

(1) Serm. i, deCuadrag.


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.. . . . ,. . . '..' 1

QUE PUEDEN APLICARSE A ESTE EVANGELIO.

. .. >
1.° Los fieles están obligados á escuchar con frecuen
cia y docilidad la doctrina del sacerdote catolico. Segundo
tomo, pág. 125.
2.° La predicacion evangelica no producé entre los
cristianos los frutos que debe producir , porque nos faltan
las disposiciones con que debemos oir la palabra de Dios.
Tomo ir.

. '. H. ..-: . -. ;

.. I.

... i i)
SERMÓN
sobre el evangelio del miércoles de la primera
semana de Cuaresma.

Magister, volumus i te sigmm


videre. (Mat., 12, 38.)

Maestro, queremos v.eríe hacer


algun prodigio.

Acababa de curar á un manco el Salvador , y de res-


lituir la vista y el habla á un endemoniado, cuando algu
nos escribas y fariseos le dijeron : « Maestro , queremos
verte hacer algun prodigio.—Esta generacion mala y adúl
tera, respondió Jesucristo, pide milagros ó señales, y no
se le ha de dar mas señal que la del profeta Jonás. Pues
así como Jonás estuvo tres dias y tres noches en el vien
tre de la ballena, así el Hijo del Hombre estará tres dias y
tres noches en el corazon de la tierra: y á la generacion
mala y adúltera que no crea en el Hijo del Hombre, que es
mas que Jonás, la confundirán los ninivitas, que oyendo á
Jonás hicieron penitencia. »
De la misma manera ha de confundir á esa perversa
generación, la Reina del Austro, pues vino desdo los con-
fuM'defe^ tierra á oír. la sabiduría de Salomon; y esos
¥wbre«,|)fln?ftrsosi al ?ijo de Dios, que es mas que Sato-
"pnííllftfllíiecflítedfflefe'í oloa no'' ouji ivirmvbn oa v .t"' '
ííAJ<?s incrédulos de todos Jos tiempos pueden dirigirse-
lesi«stas miomas, reconvenciones; y su condenacion han de
ois}a'.d^^cjijd^Inaaim^sí^«fe-|a/,Reina del Austro: es
tycWn<foitf&,VW)hlps qne,¿ ibailándose en la oscuridad , se
mostraron dóciles á los cofisejos de Jonás y Salomón , que
eran.hombres' yenmendaron sus caminos. La incredula
a>d.:sf,flju#.fttr» ciega é inescusabie no rindiéndose á la
luz. Ahora hace alarde de ilustrada, y se ha colocado,
np ¡solo, en un terreno de verdadero retroceso, sino en una
vcftuBtarSa oscuridad , donde no ve ni quiere ver los mas
claros objetos, aunque se le presenten con lodo el brillo
de^o* prodigios y con iodo el prestigio que no puede menos
de darles la autoridad de todos los siglos. -
_i fluid, hermanos mios, de la inmoralidad y de los que
os la predican ó enseñan. No es de hombres sensatos y
honrados el ser incrédulos, sino de hombres de malas cos
tumbres y de pervertido corazon ; pues solo así es como
puede resistirse á la evidencia de las pruebas de la religion
criatiana. Enefectot,., .*t"',b oíí .«i-:. .^m .'.;;,.: -n,. ''v/.'''
la ceguedad de los incrédulos no tiene escusa frirt^'
guna, y sin escusa será condenada. . . v ,
-.f-'i|^^íproposicwn¿hii:l v: í)í-.?' ívijski ~'m mí.-.ñ; íiim.,-'
wwuí , noioeii'íí.Mí' o(> ísliiñv ríjiiiteib.' neiü'.iÍ !:iii' vn'
'9íp noo «iii'ooiilí:9í oi:iki'.]98 loíj ? oniiíids lab -a:':--^ .-:' i
-?o!-'ijiii'i1íí."~'
.-ÍnS'feh íioiwriiií'il í;¡ .oñií'Ip m ,noi: h ?oilií:t, ':o.J
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¿i on p. .ó' >iViímisí '.,^ii:-'"í .'- r.;;i:'3ciu :-''y-\ ,%n'•. ii; iv-,'
-íl'ir/V .5'fcif WOíSM '.:. :'J!: .0ííñ3Uí ''¡. ñ i'i r'': ' .-?."'!
— 105Í —
a.Lqe incrédulos, al modo de la generacion mala y adúl
tera de que habla hoy 3 esucrislo , piden milagros para
creer, y no advierten que con solo esto ya ellos mismos se
condenan. Y digo que ellos mismos se condenan, porque
ead hecho de pedir señales, significan que aquella reli
gion que se halle comprobada por los milagros, es verda
dera: lo cual es un gran fundamento para principiar á
argüir contra su incredulidad. Por eso Jesucristo, viendo
que los judíos le concedian , digámoslo asi, esta premisa,
les alega un milagro, pero un milagro que es un hecho, y
el mayor y mas testificado de todos: el hecho de su re
surreccion, prefigurado en Jonás, que estuvo tres días y
tres noches en el vientre de la ballena, y de donde salió
para predicar penitencia á los de Nínive, que efectivamen
te la hicieron. Los escribas y fariseos pedían á Jesucristo
una señal celestial, un milagro estraordinario, al modo del
que hizo Elias, haciendo descender fuego del cielo, ó co
mo el que hizo Samuel, cubriendo el cielo de truenos y
relámpagos, ó como el de Josué, deteniendo al sol. Sien
do cosa comun en los herejes é incrédulos pedir un nuevo
milagro despues de haber visto otro , Jesucristo no quiso
satisfacer su curiosidad; pero no dejó por eso de ofrecerles
una señal ó un prodigio, que fue, segun antes he dicho,
el de su resurreccion. Este prodigio bastaba, toda vez que
era un hecho mas claro que la luz del mismo día; y para
los que pedían celestiales señales de ostentacion, bueno
era sacar del abismo y del sepulcro testimonios con que
confundirlos.
Los judíos vieron, en efecto, la resurreccion del Sal
vador, segun les habia sido anunciada; y, no obstante,
continuaron en su ceguedad. Generacion mala y adúltera,
si ves á los ninivitas haciendo penitencia por la predica
cion de Jonás, ¿qué disculpa ó escusas tendrás tú si no la
haces oyendo á Jesucristo, que es mas que Jonás, y vión^
dole resucitado?
~ 406 —
los incrédulos, negando el órden sobrenatural 6 la fe
revelada, y no admitiendo mas religion que la natural , y
aun esta con muchas aberraciones y errores , se colocan
en una situacion tan difícil para ellos, que, á no renunciar
álos mas obvios principios del sentido comun, ó, loque
es lo mismo, á no renunciar á ser hombres, es imposible
encuentren salida para el laberinto en que se hallan per
didos. Negarán la existencia de Dios; pero esto seria de
jarse arrastrar hasta el absurdo: esto seria ya negarse y
condenarse ellos mismos : esto equivaldría y equivale á
decir: No quiero ser hombre , y renuncio á hacer uso de
la razon , por librarme de ser cristiano. Veo los efectos,
pero niego la causa; veo las consecuencias, pero niego el
principio; veo el movimiento, pero niego la existencia del
motor; veo los hijos, pero niego la existencia de los pa
dres. A quien así discurre , ó, mejor dicho, á quien así
deja de discurrir, ¿qué razones ó argumentos hemos de
presentarle? Arroj ádose há en el abismo de las tinieblas, y
se niega á coger la luz que se le envia.
Lo notable es que así tiene que suceder necesariamen
te. Entre la doctrina católica y el ateismo no hay medio;
pues una vez roto el freno de la autoridad, la razon estra-
viada no se detiene hasta ir á caer en el último de los er
rores. Y ¿podemos decir que son escusables ó disculpables
los incrédulos? No. Ofréceseles luz, la tienen en sí mismos,
y la tienen abundante en los hechos sobrenaturales testi
ficados; pero como les interesa el que no hubiese ó no re
conocer un Dios justo que castigue sus crímenes, como in
teresaba á los judíos no reconocer al Mesías, que confundía
su hipocresía y su soberbia, niegan lo que querrían no hu
biese por la perversidad de su corazon.
Aquí es donde se halla el primer origen de la incredu
lidad. £1 remordimiento atormenta al culpable, y como te
me á Dios justiciero, se forja la ilusion de que efectivamen
te no la hay. «No camineis, decía San Pablo á los. deEfeso;
— 407 —
no camineis como los gentiles en la vanidad de su sentido,
teniendo el entendimiento en oscuridad y en ignorancia á
causa de la ceguedad de su corazon, pues, desesperados, se
entregaron á las obras inmundas (1).» La perversidad del
corazon impide que nos sostengamos mucho tiempo en la
posesion de la verdad. Los mismos ninivitas de que habla
Jesucristo son una prueba de ello. Al oir las amenazas de
Jonás, hicieron, es verdad , hicieron penitencia; pero des
pues volvieron otra vez al vómito de la culpa, y fueron
subyugados por el medo Arbaces, y luego destruidos por
Nabucodonosor, rey de los caldeos. Mientras el corazon
esté corrompido con vicios, especialmente de lujuria, gula
y ambicion, muy poca esperanza puede haber de que
nos mantengamos firmemente adheridos á la verdad.
Es horrible lucha la que hay que sostener entre las pa
siones, que por todo atrepellan, y la razon, que no puede
dejar de conocer que hay una ley eterna. Ano ser el hom
bre un esforzado héroe de espíritu y de fe, esa lucha ó
contienda se terminará siempre en favor de las pasiones;
y como el triunfo de estas en el caso presente equivale á la
derrota, digámoslo así, del remordimiento , y por consi
guiente de la fe ó de la ley que condena, la victoria alcan
zada por las pasiones es evidentemente la destrucción
de la fe.
Sin embargo, la fe vive; es decir, esta luz natural que
llevamos en nosotros mismos no se apaga; las mismas ver
dades que hemos negado se nos presentan de nuevo; la
idea de Dios no se borra del corazon; y el hombre no cree
porque no quiere creer. Ya sé que la fe es un don de Dios;
pero llevamos dentro de nosotros mismos una chispa ó
centella de luz, que es como un preámbulo de la fe. Para
apartarnos de la incredulidad, que es de lo que vengo ha
blando, es suficiente la razon natural , toda vez que ella

(i) AdEphes.,4.
— 408 —
nos dice que no puede dejar de haber un Primer Ser; que
á este Primer Ser, en razon de tal, le es debido un culto;
y que ese Primer Ser es remunerador, castigando al per
verso y premiando al virtuoso. Tres verdades importan
tísimas, y que son fundamentales en religion. Por eso acer
ca de ellas llevamos dentro de nosotros mismos ciertos
como naturales anuncios ó semillas.
Hé aquí por lo que he dicho antes que para no ser
el hombre cristiano tiene el hombre que dejar de ser hom
bre. Esto es una gran gloria para el cristianismo. Su iden
tificacion, digámoslo así, con la parte mas noble de la hu
manidad, que es la razon y el sentimiento moral, prueba
que es la única religion aceptable á los seres inteligentes
y morales, y que es la única verdadera.
i Si por una parte llevamos dentro de nosotros mismos,
segun he dicho antes, una semilla de la fe, tambien lleva
mos, á causa de la corrupcion de nuestra naturaleza , una
propension á olvidarnos de Dios y á no oirle, aunque , co
mo á Adan, nos llame. Las generaciones humanas, despues
del pecado, fueron paulatinamente caminando de culpa en
culpa , y de vicio en vicio , y de esceso en esceso , hasta
llegar á la idolatría , que es el total olvido del verdadero
Dios. La historia de la idolatría no es mas que la historia
de los corazones corrompidos , que de un paso en otro
llegan al término final de su corrupcion. El pecado con
duce á la idolatría.
Pues entonces, se me dirá, alguna escusa tiene la in
credulidad si llevamos dentro de nosotros mismos una es
pecie de disposicion natural para llegar hasta ella. No os
equivoqueis, hermanos mios, no os equivoqueis. Estudiaos
á vosotros mismos, estudiad los misterios, digámoslo así,
de vuestro espíritu, y no necesitais mas para condenar vues
tra voluntaria incredulidad. Figuraos que en esas terribles
inquietudes de vuestro corazon os habeis decidido por no
creer nada, para vivir tranquilos en vuestros crimeu.es...
— 109 —
¡Qué dudas tan amargas asaltan vuestro espíritu! ¡Qué
vacilaciones tan dolorosas! Vuestra misma decision , que
presumíais habia de traeros la tranquilidad y el descanso,
os causa mayores sobresaltos. Se os conoce que vais co
mo fuera de vosotros mismos , que vivís en una posicion
violenta, y que os domina uno de esos pensamientos que
ocupan y embargan todo el hombre y todo su espíritu. A
costa de este sacrificio que haceis de vuestra propia tran
quilidad, es como podeis ser incrédulos ; y en esta situa
cion horrible, ó teneis que oir á Jonás, y á Jesucristo, que
es mas que Jonás, ó no podeis encontrar mas término que
una catástrofe al fin de vuestros pensamientos ó de vues
tra carrera. Ahora bien: ¿habeis de llamar natural á esta
situacion en que os veis colocados? ¿Os figurais que para
sosteneros en ella habeis de hallar disculpa?
Observad ahora, por la parte contraria, al hombre que,
despues de la lucha entre su corazon pervertido, y la Juz,
bien sea débil, que llevamos dentro de nosotros , bien sea
resplandeciente, con que nos guia la fe ; observad , digo,
al hombre que, despues de esta lucha , se ha decidido,
ayudado con la gracia, á negar la razon á su corazon pa
ra dársela á su entendimiento; figuraos á este hombre, que
reconoce ha obrado mal , pero que, confesando hay una
ley, una verdad, un Dios que le condena, se arroja en sus
brazos, se acoge á la luz y huye de las tinieblas; mirad á
este hombre y vereis en qué dulce calma y serena tran
quilidad queda su espíritu. Entonces se muestra lo que es;
entonces se muestra hombre ; entonces se muestra con la
majestad de soberano á quien su padre tiene preparado un
reino. Nada hay de violento en esta situacion. Su semblan
te apacible revela la tranquilidad de su espíritu. El hom
bre cristiano muestra allí en cierta grandeza al hombre
vulgar. No hay dudas tremendas que le tengan como des
pedazado, ni problemas, en punto á su futuro destino, que
w halle en la religion claramente resueltos.
— 410 —
Este es el verdadero hombre , y lo es porque es el
hombre cristiano.
Jesucristo hace tambien en el presente Evangelio un
argumento á los escribas y fariseos , deducido de la soli
citud con que la Reina del Austro ó de Sabá vino desde
los confines de la tierra á oir á Salomon y practicar sus
consejos. «Y vosotros, les dice, no quereis oirme á mí, que
soy mas sabio que Salomon.»
Este argumento puede hacerse igualmente á los incré
dulos, que lo son por la perversidad del entendimiento; per
versidad que es la segunda raiz ó fuente de la incredulidad.
La Reina de Sabá , educada entre gentiles , viene á
Oir á Salomon; y tan alta y maravillosa le parece su doc
trina, que la recibe y la practica. Jesucristo, mas sabio, y
mayor 'y mejor que Salomon, predica á los judíos las
roas sublimes y consoladoras verdades , y los judíos le
crucifican. A este modo, las naciones gentiles se han con
vertido á la fe oyendo á los apóstoles ó ministros de Je
sucristo predicar su celestial doctrina; pero los incrédulos,
teniendo perturbada su razon, ó no la reciben, ó, despues
de recibida, la niegan. La sabiduría de Salomon se hace
oir á lo lejos; y la divina doctrina de Jesucristo no quie
ren admitirla los incrédulos teniéndola tan cerca.
No tienen escusa, no, los incrédulos. La Reina del
Austro les condenará en el dia del juicio. ¿ Por ventura
no es mas aceptable la doctrina de Jesucristo, que admi
rable fue la sabiduría de Salomon? ¿Y tendrán disculpa
'por no aceptarla, habiendo aceptado la del sabio Rey la
Reina de Sabá? Los impíos ó incrédulos profesan un prin
cipio de perturbacion intelectual que no puede menos de
arrastrarlos hasta el abismo en que se encuentran. Ese
principio es la libertad de pensar , sin que los contenga
ningun freno , ni tos haga moderados el respeto á una
autoridad. Este principio, que es comun á los incrédulos
y á los protestantes , y que por lo mismo hace que no
haya un medio entre el catolicismo y la incredulidad;
este principio, digo, estravia hasta tal punto la razon del
hombre y la pervierte , que destruye en ella todas las
verdades, aunque sean tan sublimes y provechosas como
las verdades católicas.
Porque debo haceros notar que apenas hay un incré
dulo ó un enemigo del catolicismo que no reconozca y
confiese que la doctrina de Jesucristo es una doctrina ad
mirable; uno que, considerándola como una ley que con
dena los vicios y hiere su orgullo , ó no quieren que á
ellos se les aplique , ó la interpretan de tal manera que
hagan conciliables con ella su orgullo y sus pasiones.
¡Sacrilega pretension! Estos llamados sabios y libres pen
sadores quieren que no recibamos ni practiquemos la doc
trina de Jesucristo , al mismo tiempo que ensalzan hasta
las nubes las doctrinas , no digo de Salomon , cuya sabi
duría resonó por toda la tierra , sino de cualquiera escri
tor , ú orador , ó aventurero que anuncia una teoría de
problemática exactitud ó certeza , con tal que halague de
algun modo sus vicios ó sus intereses.
La libertad de pensar acerca de materias religiosas, lle
vada fuera de los límites que la están señalados, no puede
menos de producir la incredulidad con todos sus escesos.
Esa libertad es la que ha herido todas las verdades, tra-
yéndolas á discusion ante el tribunal del individuo ; y la
sociedad moderna , acusada de atea ó de indiferente , ó se
acoge á la autoridad, es decir, al catolicismo, ó de preci
picio en precipicio irá á perderse en la noche de todos los
errores. Un nuevo paganismo amenaza al mundo ; y la
Providencia , que ha visto y está viendo son inútiles para
las generaciones contemporáneas los escarmientos que no
há mucho esperimentaran otras por haber proclamado la
incredulidad, tiene sin duda preparadas algunas leccio
nes , lecciones terribles para nosotros ó nuestros inmedia
tos sucesores , que somos tan indóciles.
—m—
No hay escusa para la incredulidad. Todos los dogmas
y todas las verdades han sido combatidas , y del combate
han salido con nueras coronas. Hoy , para ser incrédulo,
hay que ser un ignorante , ó un corrompido. La religion
está , digámoslo así, resucitando cada dia , y saliendo del
vientre del abismo donde quieren arrojarla sus enemigos,
y del sepulcro donde, no tres dias, sino por todos los si
glos, quisieran tenerla oculta sus adversarios é impugna
dores. Ahí están los ninivitas, que los confundirán, y la
Reina de Sabá, que los condenará en el juicio. Aquellos
fueron dóciles á la voz de .Tonás , y la Reina del Austro á
la palabra de Salomon ; y los incrédulos no quieren so
meterse á Jesucristo , que es mayor que Jonás y que el
hijo de David.
No pidais milagros para satisfacer vuestra curiosidad.
Ahí teneis el milagro de Jesucristo, que resucita al tere ero
dia , segun lo había anunciado. Ese milagro basta para
probar la divinidad de nuestra religion. Someted vuestro
entendimiento y vuestro corazon á esa ley , para que,
conociéndola y practicándola, ganeis la vida eterna. Amen.

Wiii
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-ie eoi ninl itaÍ ^VÍM*r/v2rfw4' ir;"'í qi* "l' Y
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i'Oltíilip/' .Oillilll ;' í'.' í ' . víi '-.Í ''}-.!„' * íii K-'i..ll
QUE PUEDEN APLICARSE AL MISMO EVANGELIO.
o? í!í)tjíuj' cu rv-Í„I-:. a -of if }noi»-ii.<':.hfitdíifiqri

1.* La penitencia considerada como satisfaccion por Jas


culpas pasadas, y preservativo para las futuras: primer
torao.;í£wí oi^i
Y 2.° Los fieles están obligados á escuchar con frecuen
cia y docilidad la doctrina del sacerdote catolico : segundo
tomo, -uiol'j u\\' fu ' ..?.ri .í'/v.iií)- .\'.'. '

TOMO 111.
:'»»$

.oiJaonAvaonii:iKaAa2íiA3iJ'i¿ í: iir.un l?"-9


*+íW> .4W.ü'v\ >*".
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v&oii'K} : «é'iijíiJ t gjll i.wÍ o/íii;rmav\ / ,-.,;. ,.-:..} :.;'.:'


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SERMÓN
sobre el evangelio del viernes después del pri
mer domingo de Cuaresma (1).

Isautem qtii sanus fuerat effec-


tus, nesciebai quis esset... Abiit
Ule homo, et nuntiavit judwis,
quia, Jesús esset , qui fecit cum
sanum. (Joan., 5, v. 13, Ib.)

Señor:

El Evangelio que la Iglesia pone hoy á la considera


cion de-Ios fíeles es tan rico y tan abundante en instruccio
nes, que-, despues de leerle una y muchas veces, mas que
en lo que habia de decir, he tenido que pensar ea lo que
había' de- dejar. Podía, sin salir de su letra, hablar acerca
de la santificacion de las fiestas, deber muy olvidado en
nuestros días , y sobre el cual nos presenta hoy Jesucristo
un modelo, subiendo á Jerusalen á celebrar la Pascua de
Pentecostés, como quieren San Juan Crisóstomo, San Ciri
lo y otros muchos padres; ó la Pascua propiamente dicha,
que era ya la segunda del ministerio de Cristo, como
quiere San Ireneo, yes la mas probable sentencia. Era
la fiesta de los judíos , y Jesucristo subió á Jerma-
len. Podía, en aquella grande multitud de enfermos, cie-

(i) Predicado en la Capilla Real, 1852. 'v.',:'.


— 116 —
gos, cojos y paralíticos ó impedidos, representar al gé
nero humano hecho un grande enfermo ó leproso, hasta
que el Dios de los ángeles le limpia, no con agua , sino
con su propia sangre ; y aun representar la actual socie
dad hecha una miseria, y, loque es peor, sin querer espe
rar en Betsaida ó en la piscina probática el movimiento de
las aguas que ha de salvarla. Habia en Jerusalen una
piscina, llamada en hebreo Betsaida, rodeada dé cin
co pórticos, donde la gran multitud de enfermos espe
raba el movimiento del agua, con que curaba el primero
que lograba entrar en ella. Podia, en el enfermo que
llevaba ya padeciendo treinta y ocho años, hacer ver los
horribles estragos de la lujuria en el cuerpo y en el alma,
y la dificultad que se encuentra para salir del inmundo y
brutal vicio, una vez dominados por él y enredados en
sus consecuencias. Habia, pues, un hombre que llevaba
ya treinta y ocho años de enfermedad. Podia, contratos
que niegan la gracia, ó contra los que niegan la libertad
moral, ó contra los que niegan ó desfiguran ambas cosas,
hablar de la concordia de uno y de otro principio, viendo
que Jesucristo, antes de curarle, pregunta á aquel enfer
mo: ¿Quieres sanar? Podia hablar de las grandes miseri
cordias que Dios derrama sobre nosotros por medio del
bautismo y de la penitencia, supuesto que, en virtud de
estos sacramentos, se purifican todos cuantos pecadores
los reciban debidamente, mientras el pobre enfermo de
quien habla el Evangelio observamos responde á Jesus:
No tengo hombre que, al mover el ángel el agua, me ar
roje en la piscina, porque mientras yo quiero hacerlo,
se ha adelantado ya otro; y en ella no recobraba su sa
lud sino el primer enfermo que descendía. Podia... pero
¿qué voy á hacer? aun para ir indicando superficialmente
los asuntos que el presente Evangelio encierra me falta
ría el tiempo si me pusiese á desentrañar, digámoslo
así, tanto su letra como su espíritu.
— 417 —
Hay, sin embargo , en esta bellísima narracion nna
circunstancia, ó un hecho altamente instructivo, que es el
que trato de examinar con aplicacion á una de las necesi
dades religiosas de nuestra época. Una de estas necesida
des es rectificar muchas ideas y muchas palabras que pa
recen cristianas y no lo son, y que muchos católicos repi
ten, y no son católicas. El sacerdote, en esta época ; el
sacerdote que aspire á cumplir su mision á fin de ganar á
sus hermanos para Dios, y á Dios para sí mismo, tiene
que saberlo todo: tiene que estar al corriente de cuanto se
dice, de cuanto se habla, de cuanto se escribe, para opo
ner á la novedad, á la novedad de las voces y de las
ideas, el lenguaje rígido, grave, profundo, y las ideas de
siempre, de todas partes y de todos, que constituyen la do
ble ciencia de la religion: doble ciencia, porque es ciencia
de palabras y ciencia de ideas. Ahora bien: repitiendo las
frases de algunos filósofos racionalistas, así antiguos como
modernos, con que se trata de despojar á Jesucristo de su
carácter divino, muchos de los escritores de nuestros dias,
con mala intencion unos , y sin ella otros, acostumbran
decir, hablando de Jesucristo, que fue un grande hom-
Ire, un personaje ilustre, un profundo filósofo: pala
bras que, pareciendo un elogio, son una blasfemia; y no
porque en algun sentido no puedan ser admitidas, sino
porque su tendencia es á quitar á Jesucristo el carácter de
Dios, y por consiguiente á destruirle , considerándole no
mas que en la esfera humana , como un personaje mas
entre tantos personajes, como un nuevo filósofo entre
tantos filósofos, y como otro hombre entre tantos hombres.
Así piensan conseguir dar á Jesucristo un carácter pura
mente transitorio, para que este sea tambien el carácter
del cristianismo, y sustituirle ellos con su razon, con su ra
zon independiente, con la que llaman, sin saber lo que se
dicen, razon de la humanidad. Aspiran, por último, á no
examinar á Jesucristo sino puramente por el lado huma'
i» 'fie tes aeT&os, y por doto este medio es imposible co
nocerle.
¿Y qué instruccion, acerca de esto, Cs la tjtié ñus fa
Itoy el Evangelio? Oídla.
Jesucristo dijo al hombre que llevaba ya treinta y
ocho años de enfermedad: «Toma tu camilla, y anda:» y el
enfermo tomó su camilla y se marchó. Milagro patenté,
hecho estupendo y público. No obstante, al preguntarle Tos
judíos quién era, no el -que le habia Curado, que este qtfe
debieron preguntar, sino quién le habia mandado tomar Tá
camilla, siendo sábado, y andar, el erifetmo respondió
que no lo sabia; pero que el mismo que le curó, 'en te
Cual se encierra un buen argumento, fue el qne le dijo to
mase su camilla y se marchase. Is autem qui sanítS fur-
tat effectus, nesciebat quis esset. Despues , ñafiándose
este mismo hombre en el templo, le vió Jesus y le di}o: «Ya
estás sano; no vuelvas á pecar , pues podria sobrevenirte
ntra cosa peor.» Entonces el favorecido se dirigió á loé jtr-
'dfos, y les dijo: «Ya sé quién meba Curado; ha sido Jesus,
íesnsba sido.» Abiit Ule homo, el nuntiabit j'udwis, qitfa
Jesús esset, qui fecit eum sanum. Este es el hecho nía
circunstancia á que antes me he referido, y de la cual voy
i dedncir el asunto y el razonamiento. Aun viendo el mi
lagro ¡y qué milagro! el enfermo no conoció á JestictfsTo,
y fue preciso, para conocerle, que le viese en él templo,
luego si no le vemos en el templo, no podemos tíohoceral
Hijo dé Dios. O lo que es lo mismo: tenemos necésiña&úe
ia revelacion sobrenatural para conocer a Jesucristo, y
por consiguiente para hablar de Jesucristo.
Y hé aquí la proposicion que voy á demostrar, desva
neciendo los errores que se propagan, en el sentido antes
indicado. Ábiit Ule homo, etc.
... ,'. ... . . . . ' ..:.'. : ii.vjii)
Ave Maria.
ftego* pe?sonaja' debió de- ser en clitófndo tín; - ,
ptontemente' conocido como Jesucristo, stípriestó topWce'-i
don enarenta sigtós de preparacion, dtrrartffé íbs cuáles' pu
dieron ©¡¿los judíos; y to oyeton en' efecto db Wocidé' fos'^
profesas, todas las circunstancias de sü Vida, díísdV que '
principia á manifestarse en la pequen* y pobre Beletí', ná's-
t* que se apaga en 1» cima del' Calvario'. Todo estaba pre-
diehov todo- estaba anunciado'. No hay en el curso de la
vida déiSaJvadoír, ni én lahistorí» de su Pasion y Muerte',
un beeho, un' incidente, una cfrcnnStáflóiá que' no se halle
marcada en tos vaticinios pfafétrcos^de'ial modo, que hoy
para saber la historte del Redentor no es necesario leería
en: ios Evangelios, donde se encuentran consignados de un
modo irrefragable lo* hfecnos dote vida de Jésus; áirifrqué
basta leer las profecías', con cayos anuncies se' fialtatf tan
conformes les aconteciffiientoB. Si pues á te vista de-ésW '
conformidad, si á la vista de tantos milagros, si eti pro-
seacia de innumerables hechos qué atestiguan te divina
mision de Jesacriste aun no llegaron á eonOtterfe tosjudioá'
enmedi» de cuyos paetotos vive , no esfraneis haya dicho'
que no se le puede conocer sin tos auxilios do la' crfetiáriSt
¿sobrenatural revetecioDi . '" '.'.I-'- .»"-.{-.
¥ es digno do advertirse que nada' interesaba* enton
ces tanto á los judíos como el qué Jesucristo fuese el ver
dadero Mesías. Pues si bien es cierto no Vente' con el apa
rato deslumbrador de un príncipe k quien toda te fietrtr '
hubiera de someterse , hablaba y obraba de una maneta'
que debia de lisonjear mucho á los judíos, tan desconfáttí*1-'
dos áte sazon, tan maltratados y oprimidos. Gacte p'aso del
Salvador, cada frase que caia de sus labios consolando á
los pobres, cada una de aquellas misteriosas parábolas' étti
que, reuniéndose- te sencillez del pensamiento ebtf te Belfe^
za de te forma oriental, eran: tati áptopósno para) ganar eV
céralzo* de los oyentes; todo, repito , pudo y debió hacer'
que los judíos reconociesen á Jesucristo como Mesías, attá
v$nq>le,s¡n, mundana jwpga y majestad. Toda la vida de
Jesucristo, pero aspecjajmente los últimos tres años, fueros
un,|. Biibjfca iniaiyfía$aci(>p 4e su divinidad. Se esconde,
sí¿' ,(íhy4 ^W^^^ft . 4©i <mNiT&?i pn>clamar rey , en el sentido
carnal y terreno dejos judíos,;, pero,' no oculta , antes bien
manda se^bagan oportypamente, públicos sus prodigios para
que le reconozcan ipor Dios. Nipodia ser tampoco de otra
modo, Jesucristo, tenia quedarse á conocer por su doctri
na, y pprisus obras ; y lejos ,de que tratase de ocultar su
primera venida, como quiere ocultar la segunda, envia
delante de sí á San Juan para que, conforme al anuncio de
Isaías, exhorte á los pueblos á que le preparen los caminos. i
Pero no es esto solo, sipo que entonces mismo era cuando
esperaban al Mesías los judíos. Todos los corazones pre-
sefltian.que se; acercaba la época de la salvacion : los es
clavos consideraban como próxima la hora de su libertad:
los que yacían enmedio de tinieblas miraban al cielo para
ver cuándo se insinuaba la luz; y la tierra , en una pala
bra, la tierra parecía brotar por todas partes al deseado
Salvador. El pueblo judío se encontraba en una de aque
llas situaciones en que las gentes fascinadas, digámoslo
así, ó dominadas por una idea ó impresion viva , presu
men de cualquiera hombre que sale un poco de la esfera
eomun, que él ha de, sar. quien satisfaga sus deseos,. rea
lice sus esperanzas, ó agrave tambien i sus temores. Los
p^etyos, en tales casos, pecap de credulidad , y son muy
fá/éilesde seducir; y mas hay que prevenirlos contra esta I
disposicion.^6 ánimo, á reconocer como Salvador al pri
mero que se presante,, que contra las disposiciones opues
tas de incredulidad ó de indiferencia., Es , pues , evidente
que cuando en tales disposiciones y en semejantes cir
cunstancias no conocieron á Jesucristo los judíos , hallán
dose el Salvador enmedio de ellos, es porque no puede ;
ser conocido , tal como es , sin los auxilios de la celestial
revelacion^ Wi w IUíR
Ninguno e9Íoee-«lBíjo:, m di W^í^mVriftéH
Filiumnisi Pater. Así es quedando Sátí Pedro' reC(P
noció á Jesucristo como Hijo de Dio» vivo, al ticmpO'que
otros le miraban como Elias, Jeremías ó cualquiera de los
profetas, el Salvador le llamó afortunad» o bienaventu--
rado, porque no babian sido la carne y la sangre! ,'eá'
decir, el hombre , quien se lo habia revelado , sino el
Padre celestial que, desde lo alto, alumbra ásuseswP'
gidos. Nenio novit Filium nisi Pater. No eí'obra del
hombre el conocer á Jesucristo , tal como es, aunque' efí
hombre esté presenciando sus prodigios. Si Dios no tó-
ayuda con los auxilios de la gracia y los resplandores de'
su luz , verá un personaje ilustre , un filósofo distin--
guido, un grande hombre; pero no querrá ver mas; no1
querrá ó no podrá ver al Señor del Universo por derecho'
propio ; no querrá ver al que obra milagros por su propií.
virtud ; no podrá ver á Dios ; no podrá ver al Hombre
Dios, que es la denominacion que, como á Salvador;,
conviene á Jesuoristo.
El caso que nos refiere hoy el Evangelio es muy ápro» :
pósito para persuadirnos esto mismo. Guando el Salvadof
preguntó al enfermo , que, segun los intérpretes , debíí'
de ser un paralítico, *í quería sanar, fue, ademas de otra; s
profundas razones que envuelven estas palabras, con ie f
objeto de que el enfermo reconociese la gravedad de st i
mal y la impotencia de curarse por medios puramenfe '.
humanos, y de este modo brillase mas la omnipotencií i
de Jesus, que habia venido al mundo principalmente para .
curar las almas, y de lo cual nos presentaba una figura
en la milagrosa curacion de los cuerpos. Al responder" fti !
enfermo que no tenia hombre que le arrojase en la pís^'
ciña cuando el Ángel moviese el agua, dice San Agustín
que tuvo mucha razon ; pues le era necesario un hombt»,
y no como quiera un hombre, sino un Hombre-Dios quí'4.
le restituyese el perdido movimiento. Vis sanus fimf,¿¡'
— !».«-
9mwe, ftominemnon hábes, Entonces lé dice Jesu
cristo: «Levántate, toma tu -camilla , y marcha.)* -.'' v
-, Hay > acerca de esto, que bacer algunas reflexiones,-
porque así resalta mas el milagro , y se aumenta , por
consiguiente , la estrañeza de que el enfermo no conociese.
á Jesus» El Salvador le cura con su virtud soberana. No-
Wa por él y no ruega, no pide, no fuera le considerasen
tos judíos como alguno de los antiguos profetas; sino que
con imperio, como pedia hacerlo el Dios de las virtudes,
le manda que se levante y marchar , añadiendo que lle
vase consigo la camilla, para que todos cuantos le vieseíf
mirasen el prodigio como una prueba incontrastable de sú
curacion y delpoder de aquel que le habia sanado. «Leván
tate, toma tu camilla, y marcha.» Surge, tolle gravatum
tmm , et ambula. El paralítico , entonces , dándonos,,
como dice el Crisóstomo, un grande ejemplo de obedieñ'-,
cía, no se sorprende, al parecer; no pregunta, no re
pica.' sino que se levanta , toma su lecho , y se marcha.
Porque pudo decir: «¿Qué es esto? Baja del cielo un
Ángel, mueve el agua de esta piscina, y un solo enfermo
.es el que alcanza su curacion; y vos, que no sois mas que
«n hombre, ¿ pretendeis hacer mas con vuestra palabra
qoe loque hacen los ángeles?» La objecion parecía pro^
«edente, y, sin embargo , lejos de hacerla , se somete et
enfermo al imperio de aquella voz , que soberanamente
.manda, y da al mismo tiempo fuerzas para que se obe
dezca. Se levanta, toma su camilla, y comenzó á andar.
Et staftm sanus factus est homo Ule.
Pero como fuese sábado aquel día , los judíos le rti~
prendieron porque violaba el precepto de la ley, en que
se ordenaba no poder tomar ó llevar carga ó peso alguno
-en el dia del sábado. El recien curado no vaciló en res-^
ponder: «El que me ha sanado, mena dichoque tomel
mi lecho, y que ande.» Respuesta que envolvía una fuerte
recoüvenciwátoa judíos. «¿Por ventura, equivalió * decir-
fósVpflr Ventura el que me ha curado con Su divina virtud-,
no %a podido mandarme con su autoridad igualmente di
vina, quedome mi lecho? El que con un inaudito prodigio
ffle ha lihrado de una enfermedad inveterada, ¿no sabrá
mejor que vosotros en lo que consiste la observancia del
sábado?» Qwime sanum fecit, Ule mikidixil: tolle (¡rto-
titífcm tmm, et ambula. Parecio, natural que los judíos te
preguntasen entonces: «¿Pues quién es el que te ha carado?»
Sin embargo , no sucede así : como bascaban , no to qae
ptrdiese admirarlos, sino lo que ellos pudiesen «ensurar ó
calumniar, 4e preguntan: «¿Y quién es elhombre que leba
dicho , :toma tu lecho y marcha?» Escuchad ahora , por*
que en esto consiste la fuerza de mi presente argumen
to. Despues de haber sido este enfermo tan prodigiosamen
te curado, y despues de haber reconocido la suprema au
toridad que no podía menos de tener para mandarle tomar
h camilla , aun en el dia del sábado , el autor de aquel
prodigio , parece como que distinguiría el enfermo á Jesús
en su bienhechor, y ensalzaría su nombre en presencia de
las turbas. Nada de esto acontece. El antiguo paralítico
declaró, y declaró con verdad , que no conocía á sn bien
hechor. Is autem qui sanus fuerát efféetus , nesciebat
qukesset. Aun viendo el prodigio , aun sintiéndole , aun
'reconociendo la suprema autoridad del que le hizo , aun
agradeciendo la gracia , aun hallándose con ánimo para
publicarla , este enfermo no conoció á Jesus; lo cual pare-
Ce darnos á entender que no es obFa de solo el hombre el
conocer al Hijo de Dios. Is autem, etc.
La confirmacion de esta misma idea la encontramos ,en
el versículo que sigue al anterior. Habiendo visto despues
Jesucristo á este enfermo en el templo, dando quizá gra
cias á Dios por su curacion , díjole el Salvador : «Ya estás
sano ; no vuelvas á pecar, porque podría sobrevenirte aun
etía icosa peor.» Ecce sanus factusesijamnoli peccare,
ne deteriús tibiáliquid contingat. Con estas palabras
— 424 —
dió á entender Jesus al curado paralítico , que su enfer
medad de treinta y ocho años habia sido pena de su pro
pio pecado, y pena de un pecado de lujuria, segun la co
mun opinion; amenazándole con que aun podria sobreve
nirle otra cosa peor si volvía á pecar. Palabras tremen
das con que pudiera yo probar á mi siglo que todas sus
calamidades de presente, y todas sus catástrofes de futuro,
son penas del pecado de la impureza, que tan horribles es
tragos está causando en la sociedad; en este grande enfer
mo, que lleva ya padeciendo no treinta y ocho años , sino
muchos mas, y cuya curacion, si ha de alcanzarla, tendrá
que ser á costa de uno ó de muchos prodigios de la Omni
potente diestra. Toda carne ha corrompido sus caminos.
¿Qué haceis, ¡gran Dios! qué haceis , qué vais á hacer de
este pobre enfermo, que no tiene, al parecer, quien le ar
roje en la piscina cuando el ángel mueve el agua? Curad
la sociedad, no con las aguas de piro diluvio , sino con la
sangre que brota de vuestro costado, y cuyo infinito méri
to, por medio del ministerio sacerdotal, se nos aplica en la
piscina de la penitencia. ¿Cuándo, Dios mio, cuándo oire
mos aquellas palabras jam sanus factus esl
, Viendo el paralítico que Jesus le descubría un pecado
oculto , cometido hacia ya treinta y ocho años , , es decir,
antes de que naciese el Salvador , y encontrándose en el
templo, donde Dios nos dispensa mas especialmente sus au
xilios y nos comunica sus luces , el favorecido enfermo
conoció al Hijo de Dios; é inmediatamente, por gratitud, fue
á anunciar á los judíos que era Jesus el que le habia cu
rado, Abiit Ule homo, et nuntiavit judceis , quia Jesus
esset, qui fecit eumsanum. «En el templo, dice San Agus
tín, conoció al que no habja conocido enmedio de las tur
bas.» Los judíos comenzaron inmediatamente á acusar á
Jesus de que no observaba el sábado ; y con este motivo
les dirige el Salvador una de las reconvenciones ó arengas
mas bellas, que se. leen en. el Evangelio, y que es la
— 425 —
declaracion mas terminante de su divinidad y de su poder.
No he podido decidirme á bajarme de este púlpito sin re
petirla.
«Mi Padre, les dice, no deja de obrar, y yo bago lo
»mismo. En verdad, en verdad os digo que el Hijo na ha-i
»ce nada por sí mismo sino lo que conjuntamente ó insepa
rablemente ve hacer á su Padre; y todo lo que el Padre
»hace, lo hace del mismo modo el Hijo. Porque el Padre
sama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y aun le
»mostrará obras mas grandes que esta, para que vosotros
»mismos os admireis. Gomo el Padre resucita los muertos,
»y les da vida, así tambien el Hijo da la vida á quien le
»place. Ni el Padre juzga á ninguno, sino que ha dado al
»Hijo todo su poder para juzgar, para que todos honren al
»Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, nó
»honra al Padre que le ha enviado. En verdad, en verdad
»os digo que el que oye mi palabra y cree en aquel que
»me ha enviado, tiene la vida eterna, y no es condenado,
»sino que pasa.de la muerte á la vida. En verdad, en ver-
»dad os digo que llega la hora, y ya ha llegado, en que los
»muertos oigan la voz del Hijo de Dios, y vivan los que la
»oigan. Porque como el Padre tiene la vida en sí mismo,
»de la misma manera ha dado al Hijo que en sí mismo
»tambien la tenga; y le ha dado la potestad de juzgar, por-
»que es Hijo del hombre. No os admireis, no. Vendrá tiem-
»po en que los que yacen en los sepulcros oirán la voz del
»Hijo de Dios... Si yo me juzgase á mí mismo, mi testimo-
»nio, segun vosotros, no seria verdadero; pero hay otro
«que de mi da testimonio; y su testimonio, sin que podais
»negarlo, es veridico... y mayor aun que el que dió Juaná
»quien vosotros preguntásteis. Las obras que mi Padre
»me ha encargado ó concedido haga, esas obras que yo
»hago, dan testimonio de mí, de que mi Padre me ha en-
»viado. Y el Padre que me ha enviado, da testimonio de
»mí... He conocido que no hay en vosotros amor de
»JDios. Hft venida, efi-uombre de mi. Padre, y no me reci
bís; y viene otro easu BOfl^re^y le-recibis. ¿Cómo habeis
»de creer vosotros los que no buscais mas gloria que ta)
»que uno3 á oteos os dais, sin buscar la que solamente
»viese de Dios? No soy yo el que os he de acusar asi»
»mi Padre, no; sino ese mismo Moisés en quien esperais,
*ha de acusaros. Moisés ha escrito de mí,- y si no tecreeisy
»¿cónio habeis- de creer mis palabras?»
Esta, es, en mi humilde juicio, una de las argumenta
ciones mas vigorosas y de los pasajes mas bellos y mas im
portantes del Evangelio, en el cual, no obstaste la apa
rente significacion de algunas palabras, cuya recta inteli
gencia conocen aun los menos instruidos en la ciencia- es<-
positiva, Jesucristo alega tres testimonios de su divinidad;
el de San Juan, el de su Padre, y el de sus propias obras-,
tres testimonios que no podían dejar de admitir los ja*
días: nú podían dejar de admitir el de San Juan, porque
ellos fueron los que le preguntaron. Vos misistis ad Joan-,
ném... vos autem voluistis ,ad horam exultare inluc»
ejus. Este es un argumento ad hominem, que les hacia
Jesucristo. No podían dejar tampoco de admitir el testimo
nio del Padre, porque al Padre le honraban los judíos. Ut
omnes honorificent Filium sicut honorificant Patrem*
Y, por último, el testimonio de las obras tampoco podías
dejar de admitirle, sin enredarse en un laberinto de con
tradicciones y absurdos. Jesucristo, pues, ó es Dios, ó m
era nada.
A los escritores de ciertas escuelas filosóficas les digo
que si Jesucristo no es Dios, no es nada: no es grande, no es
ilustre, no es justo* no es sabio, no es santo. Por masque,
etí el sistema de despojarle de sus caracteres divinos, se
empeñen en designarle con denominaciones al parecer ree»
ligiosas y honoríficas, no serán mas que ignominias y opro
bios sus alabanzas. Si Jesucristo no es Dios, habiéndonos
dicho él mismo que lo era, loa que, no le consideren mas
— ♦as'-.
mmto hombre tendrán que dotírtoeun importar oh
WPÍo; oa sacrilego. Es, pues, una coatradiecioa de la
fitosofc el ensalzar hasta las nubes á Jesucristo como hoifi.
.*re, co»o filósofo, como bienhechor, empeñándose al mis.
fflo liampo en no reconocerle como Dios. Hay que vivi*
#«y prevenidos coaira un lenguaje que, bajo las aparfet*
c#s de respetuoso, es sumamente denigrativo para la ve*
dadora dignidad de nuestro Salvador. Ese racionalismo,
a. *mea no quiero IJamar filosofía, porque no lo es y huS
mega el órden sobrenatural, es desleal y traidor} y ya que
se vp obligado á admitir Jos hechos que no pueden traerse
a (bscuswn ni aun por la mas escrupulosa crítica, los des
virtua, Jos desfigura, y aun los anula, encerrándolos dentro
de. un cu-culo muy limitado, y esplicándolos por una inter
vención ó habilidad puramente humana, La encuete mítioa
la es,CHe]a del mito ha nacido de la escuela racionalista- i
$ un gran triunfo y una brillante corona para la relisiofl
católica a) yer que aquellos que no admiten sus dogmas v
Siega» ej carácter sobrenatural de los hechos , se precM-
tan^in remedio en el abismo de todas las negaciones v
m §1 laberiBÍQ de todos los absurdos. Los hombres de la
y^ somos nosotros, los católicos, y por consiguiente
somos los hombres de la razon, y por consiguiente los hom
bres de la saludable filosofía.
0 ^cristo es Dios, ó no es nada. Ahora digo que la
«^Ríteca es una rigurosa deduccion iógiea. Los uué
BP consideran á Jesucristo, como Dios, están en su dereu
-<*0i WDdpJfi como hombre, y considerando como un mi*
fyQ, una.fábula toda la mrfaqion evangélica. ¥ ¡cosa ad¿
nurablej este pirronismo absurdo forma hoy lo que se lia*
jmfSQueja ¿sistema ycuando nadie: duda que haya exis
tido Cesar, y Alejandro, y otros personajes menos ilustre*
mV<m ^e^stencia histórica del personaje de Belen dé
to$, de C^farnpm, de-Jernsalen, del Calvario. i¥ se
mfl^^o^^dejapmdo m moña, ensótese <teetm*
«. .428 —
yen todas las reglas del humano criterio , y se niega la
realidad histórica de los hechos mas comprobados del
mundo! ¿A qué equivale, en último resultado, el que lla
men á Jesucristo grande hombre ó ilustre filósofo los
que no le reconocen como Dios , sino á confesar que ha
tenido bastante valor para dejarse crucificar en una Cruz
por atribuirse á sí mismo lo que no era? Esto á un hom
bre le hará necio y estúpido, pero no ilustre y grande.
Si Jesucristo no es Dios , es un impostor. Perdonad , Dios
mio, la blasfemia, perdonadla; pero sino sois mas que un
grande hombre, digo que sois un hombre muy pequeño.
Decia que todos estos inconvenientes y absurdos na
cen de no querer conocer á Jesucristo en el templo ó des
de el templo, es decir , con los auxilios de la revelacion,
sino únicamente por los hechos esplicados segun el huma
no exámen tenga á bien interpretarlos. No se quiere co
nocer á Jesucristo sino por los mismos medios y de la mis
ma manera que se estudia á cualquiera personaje de la
tierra. Siempre, en este caso, serán unos mismos los re
sultados. Is autem qui sanus fuerat effectus , nesciebat
quis esset. Aunque nos sane, aunque haga milagros , aun
que mande con imperio, nesciebat quis esset, no le cono
ceremos, no conoceremos su obra, que es la redencion del
mundo, esto es, la curacion espiritual de tantos ciegos,
cojos, paralíticos y enfermos que en los cinco pórticos , es
decir , en las cinco partes de la tierra, esperaban á que
descendiese á curarlos el Dios de los ángeles. Pero si le
mirais y le veis en el templo, con los auxilios de la sobre
natural revelacion, conocereis á Jesus, y no podreis dejar
de anunciar con frases convenientes su gloria. Abiit Ule
homo, et nuntiavit judceis , quia Jesus esset qui fecit
eum sanum.
Ahora hay tambien muchos cojos, muchos ciegos, mu
chos paralíticos y enfermos en el órden moral , y no pue
den decir que no tienen hombre que los arroje á la pisci—
•'' .ni or'or
- 129 -
na. ¿Serán muchos los que quieran curarse? Vis sanus
/Jen? Mejor quisiera yo que nos curase Dios, que el que
nos curasen los hombres. Lo diré de otro modo. Me pare
ce que nos domina á todos el presentimiento de que la ac
tual sociedad va á pasar por una prueba horrible. Porque
¿qué hay en ella ya de sagrado? ¿Qué hay en ella ya de
respetable? Pues este es el camino por donde se anuncian
y vienen las revoluciones con todas sus injusticias y todos
sus trastornos. Los públicos pecados traen los públicos
castigos: luego es necesaria la penitencia si queremos apla
car la justicia de Dios y evitar nos suceda otra cosa peor
aun de lo que ahora deploramos. Quiero , repito , quiero
mejor que nos cure Dios , que el que nos curen los hom
bres.
Curadnos vos, Redentor mio; curadnos vos, que siem
pre al castigarnos os acordareis de que sois nuestro Padre.
Como Dios, os adoramos ; como Hombre-Dios, os recono
cemos. Otorgadnos la gracia de oir de vuestros labios :jam
sanus factus es. Ya estás sano. Derramad vuestras bendi
ciones sobre nuestros católicos monarcas y toda la augusta
y real familia , para que , reconociendo con el paralitico
que Jesucristo es quien los salva , sean siempre , como lo
fueron sus augustos progenitores , celosos defensores y
promovedores de los intereses de Dios y de esta Iglesia
católica, fuera de la cual no hay otra piscina de salvacion
para la enferma sociedad. Así lo deseo en el tiempo y en
la eternidad. Amen.
<Hto el su ...iíiius sol iio5 iiiiijmni lo no wsv oJ y nunito
'lí![ifi iü'iííii-.] i/-i v .í'., .1 sí'' r ,: i . '„-.. i}i.'-.ifíni

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tomo m. 9
SERMÓN
sobre el mismo evangelio.

Ecce sanus factus es; jam nolli


peccare, ne deteriús tibí aliquid
contingat. (Joan., 5, 14.)

Ya estás sano: no vuelvas á pecar,


no sea te suceda otra cosa peor.

Me inspira gran compasion y lástima el ver la indife


rencia con que la mayor parte de las gentes considera las
enfermedades de que se ven acometidas , las lecciones ó
avisos que por medio de los males nos envia Dios , y la
utilidad que podemos y debemos reportar de nuestros cor
porales defectos ó trabajos. Obsérvase en esta parte una
ignorancia que parece impiedad, y una negligencia que es
cruel y funestísima. Por eso, despues de haber sufrido una
enfermedad y librádonos de ella, nos encontramos tan cor
rompidos y perversos como antes , cuando debería de ha
bernos servido de leccion y aviso para enmendar nuestras
costumbres.
No se medita sobre esto; hó aquí por qué no nos apro
vechan las lecciones que nos envia Dios por medio de las
corporales dolencias. Nos asustan , nos afligen , nos con
— 132 —
mueven y aterran ; pero no nos instruyen ni corrigen.
Afectan á nuestro cuerpo , y buscamos un pronto remedio
para su curacion; pero no cuidamos de limpiar nuestra
alma de las manchas de la culpa, que es causa de las en
fermedades. Nos hacen sentir la ruina de la vida corporal;
pero pocos procuran formalmente salvar su alma. Nos
acongoja la idea de que hemos de dejar y perder los bie
nes del mundo; pero no nos damos prisa á poner los me
dios que sean conducentes para librarnos de los males del
infierno. Al médico del cuerpo se le llama sin ninguna di
lacion ; pero al del alma se le tiene en completo olvido.
Queremos, últimamente, que se nos diga í ya estás sano.
Ecce sanus factus es; pero no queremos se nos mande que
no volvamos á pecar. Jam nolli peccare.
Interesándome por el bien de vuestras almas tanto ó
mas que por el de vuestros cuerpos , pienso hoy clamar
contra el olvido en que, así el enfermo como los que le
asisten, suelen tener los males del alma, y el remedio que
urge siempre aplicarles. Los ministros del Señor tenemos
que devorar por lo comun muchos disgustos y amarguras,
viendo con tanta frecuencia que lo que menos se piensa en
la casa del enfermo es en que este se reconcilie en oportu
no tiempo con Dios; antes bien , se considera como una
imprudencia si acaso alguna alma piadosa se decide á in
dicárselo. Os importa mucho , hermanos míos , oir acerca
de esto algunas instrucciones para que, si por desgracia os
hubiese cogido en pecado la enfermedad , os acelereis á
borrarle. Al efecto os haré ver v
Los deberes que tiene el enfermo respecto de la cu
racion de su alma. : •••''''.í
Ecce sanus factus es; jam nolli peccare , ne deteriits
tibí aliquid contingat.

Ave María.
"..)
,,, -. - -. -«3-
r La muerte y los demas defectos corporales tienen,
dice Santo Tomás (i), una doble causa ; á saber: la con
trariedad de principios , y el pecado. Sin la culpa no ha
bríamos esperimentado enfermedades. Por donde se ve
que ya sea el original , ya sean los actuales , siempre en
nuestras enfermedades figura de un modo muy principal
el pecado.
Supuesta esta verdad, en cuya esplanacion no creo
necesario detenerme, porque es tan obvia , ocurre desde
luego á nuestra razon y á nuestro sentido comun , que no
puede ser el vernos padeciendo una enfermedad y olvi
darnos de que , de un modo ó de otro, de aquella enfer
medad es causa el pecado. En el momento en que princi
piamos á padecer nos acordamos de la fragilidad de la vida
y de la comun desdicha que nos trajo la culpa. Entonces
conocemos que somos criaturas muy débiles y flacas, á
la manera que las enfermedades convencieran al gran
Alejandro de que no eraDios, segun él presumía. En aquel
instante desaparece á nuestra vista el mundo con todas
sus ilusiones y vanidades ; el dinero con todo su poder; y
la gloria mundana con todas sus mentiras ; y nos queda
mos solos, digámoslo así, en el lecho de nuestros dolores;
solos con nuestra conciencia, que nos acusa , y con Dios,
que pronto quizá ha de juzgarnos.
Natural era , á vista de esto, que de lo primero que
el hombre se acordase al sentirse enfermo, fuese de Dios,
á quien no puede prescindir de considerar ofendido , y de
su propia alma, que no puede dejar de interesarle viva
mente.
Y todavía este deber del hombre se hace mas impe
rioso y sagrado teniendo en cuenta que muchas de las
enfermedades provienen de nuestros vicios y escesos,
como enseña el Espíritu-Santo cuando dice que la gula

(i) Sum. 2. 2. q. 164.


—134 —
trae la enfermedad , y que muchos sucumben por la crá
pula. In multis escis erit infirmitas , et propter crapu~
lammulti obierunt (1 ). ¿Cuántas enfermedades, en efecto,
no traen en pos de sí los escesos de la gula? ¿Cuántas no
traen los de la lujuria? ¿Cuántas no traen los de la pe
reza? ¿Cuántas no traen los de la ociosidad? ¿Cuántas no
traen las biliosas exaltaciones de la ira? Apenas, herma-*
nos mios ; apenas esperimentaremos «na enfermedad con
que no se halle complicado algun pecado personal nues
tro, ó alguna de sus consecuencias.
Ved aquí por qué el Espíritu-Santo , en el sagrado
Libro del Eclesiástico , nos dice que en nuestras enferme
dades no nos olvidemos de nosotros mismos , sino que pi
damos á Dios la salud , y nos será concedida. «Aparta,
añade, aparta del detito tus manos, y limpia tu corazon
de toda culpa.» Fili, in tua infirmitate ne despidas teip-
sum,sedora Domimm, et ipse curabit te. Averie d
delicio, et dirige manus, et ab omni delicio inunda cor
tuum (2). Este ha de ser el primer oficio ó cuidad* d«í
enfermo y de cuantos le rodean ó asisten , so pena de es—
ponerle y de esponerse , no solo á que sus enfermedades
se agraven , sino á que su alma irremediablemente se
pierda.
Podría citar muchos ejemplos de esta solicitud coa qne
tos enfermos deben de dirigir su corazon á Dios desde el
primer instante de su dolencia ; pero me contentaré con
recordaros lo que hicieron Tobias, Job y Exequias , tres
personajes ilustres , cuya historia es conocida de todos.
Luego que el caritativo Tobias se sintió ciego, dícenoá
la Sagrada Escritura que no se contristó deque el Señor
le hubiese sometido á semejante prueba. Pero ¿por qué
no se contristó? Porque desde su infancia habia temido
siempre á Dios y guardado sus mandamientos. Nam cum,

(1) Eccl., 37, 33. (2) Id., 38, 9.


- 4?í> •=-
ab infantia sua tempe? Deumtimuerit, etmanflfitQ ems
custoaierft, non est cpntristqtus contra fieym, quod
plaga ppci'tqtis eveniret ei (j). Luego sí no hubiese en
contrado tr^nguila á su conciencia habríase apoderado de
su ánimo el dolor, y le habría puesto en grande angustia
su enfermedad. Prueba de esto es qu.e luego que sus pa
rientes y su mujer Ana le reconvinieron, al modo que .con
Jobjo hicieran sus amigos, concibió ya temor de qqe pu
diese ser culpable, y principió á orar con lágrimas, p¿7
diendn á Dios no tomase venganza de sus pecados y que
recibiese en paz su espíritu. Ne vindictam sumas ae pec-
catismeis... etprcecipe inpace recipi spiritum meum.
Tobias Hegó ya á temer que en su desgracia .tuy^e^en pj^rr
te sus pecados.
Job, oprimido bajo la mano de Dios, que pernüte no
quede en su cuerpo una parte sana, le pedia' que je t)orras,e
sus culpas y sus iniquidades, pues la inmundicia ycorrup-r
cion no podían dar' flunca mas que miseria y .debilidad.
Cur non tollis peccatum meum?... Quispotest facere
mundum de immundo conceptum.semine"!.'.. Tu qyidem
gressus meos dinumerasti,' sed parce ppccatis nieis (2).
Job no recurre mas que á Dios al verse convertido ien un
yaron de dolores; y este hombre que recurre á Dios, de
Dios recibe, en efecto, su salud y' sus riquezas .perdidas.
Dominus autem benedixit novissimis jbbi magís quam
principio ejus.
EzeqHÍás, por último, al encontrarse enfermo, y en*
fermo amenazado demuerte.segvro le anunció Isaías, lo pri-
jmero que hizo fue volver su rostro hácia Ja pared conijgua
.al jtemplo, y pedir al Señor le librase del peligro, alegando
míe siempreíhabia obrado con perfecto corazon, y pracü-
cadp lo que áíosoJQs de Dios era bueno. Memento, quce-
«ó, quomodo... quod bonumestin ocuíis iuis fecerimíé).

(1) Tob., 2, 13. (2) Job., 7 y 14, (3) Isai., 38.


— 436 —
Inmediatamente alega este regio enfermo que ha seguido
la verdad y practicado la virtud; como si con esto quisiese
decir á Dios que no habia dado motivo á que se le afligiese
con la enfermedad de que se veia acometido. Su oracion
fue efectivamente oida, y apreciadas sus lágrimas; y el Se
ñor, Dios de David, su padre, le concedió viviese aun otros
quince años.
Ved, pues, tres modelos que los enfermos no deben
perder nunca de vista, pues en su conducta encontramos
ya trazado el camino que nos interesa seguir cuando la
mano de Dios, por medio de las enfermedades, venga á
tocarnos. El mismo enfermo ó paralitico de que habla hoy
el Evangelio es un testimonio mas, que debe añadirse á
los ejemplos citados. Llevaba ya ese enfermo treinta y ocho
años de padecimiento; y es probable que en todo ese tiem
po se doliese una ó muchas veces del pecado ó los peca
dos que con aquella enfermedad eran castigados. La pre
gunta que le hace el Salvador diciéndole si quería sanar,
vis sanus fieri? prueba que allí habia pecados que pur
gar. Porque ¿á qué enfermo se le pregunta si quiere su
salud, cuando esta nunca es tan apetecida como cuando es
perdida? ¿Hemos de suponer que Jesucristo hiciese pre
guntas ociosas, superfluas, y aun poco racionales? En el
hecho de llevar junto á la piscina treinta y ocho años ese
enfermo, ¿no demuestra con eso que quería sanar, y que lo
que buscaba era su salud? Es verdad; pero como habia un
pecado por medio, á tanto equivalía la pregunta de Jesu
cristo como á decirle: ¿Estás arrepentido? ¿Volverás á pe
car? Vis sanus fieri? Pregunta que puede tener, ademas
de otras, esta significacion. Y efectivamente, al encontrar
Jesus en el templo á este enfermo, y al decirle que no vol
viese á pecar, pues podría sobrevenirle ó acontecerle un
mal todavía peor, confirma espresa y terminantemente la
idea de que por sus pecados padecía la parálisis aquel en
fermo.
— «37 —
Dedúcense de todos estos testimonios dos verdades
importantes, que quiero queden muy fijas en vuestro espí
ritu. Primera, que muchas veces son los pecados la causa
de nuestras enfermedades; y, segunda, que de todos mo
dos lo primero que debemos hacer en la ienfermedad es
dirigirnos á Dios y purificar nuestras conciencias.
Pero ¡oh! ¿Qué criminal descuido no observamos res
pecto de este deber, que tanto dos interesa cumplir, entre
los cristianos? No solo el enfermo se olvida de su alma,
que es lo que le importaba curar y salvar, sino que los
amigos, los parientes, los hijos, y la misma propia familia
que le asisten, todos parecen han convenido con el demo
nio en dejar que se pierda aquella alma para entregár
sela. ' í..J;iM'.' '..J) .-..;!>'. v.,-..: /. . .-. ::v '\ ! ; ,} .:', :v 'í¡'V v -:
¡Lamentable ceguedad, digna de llorarse con lágrimas
de sangrel A pretesto deque el enfermo se halla un poco
mas tranquilo, y por consiguieute con esperanza de me
jorar, ó de que se encuentra inquieto, y por consiguiente
que puede empeorarse, ello es que se omite el advertirle
la indispensable necesidad en que se encuentra de acor
darse de Dios, y de arreglar los asuntos de su conciencia
y de su casa. Todos son allí, al lado de la cama del enfer
mo, conspiradores contra su alma: todos son enemigos de
la eterna salvacion de aquella pobre víctima. Todos son
allí, al parecer, aliados y cómplices del demonio para que
se pierda aquella alma desdichada. .:.,-. , ', -
Es obligacion del médico ó del facultativo que asiste al
enfermo el no retardar ni un solo instante el aviso de que
el paciente se encuentra en peligro ó en camino de él, y
la urgencia de que disponga sus asuntos, así de conciencia
como de familia, segun la ley de Dios ordena, para que la
muerte no le coja sin haber cumplido estos sagrados debe-
Tes, y por consiguiente en peligro casi cierto de eterna con
denacion. La omision de esta advertencia por parte del
facultativo, ademas de la inmensa responsabilidad que le
— <3? -^
hace contraer ante Dios y ante los hombres, se halla cas
tigada por algunas de nuestras leyes.
Es obligacion muy, estrecha de los que asisten á los
enfermos el no ocultarles ó disimularles el peligro en que
se encuentran, y el advertirles, de una manera prudente
y sensata, la necesidad ó conveniencia de que se acuerden
de Dios y se reconcilien con su divina justicia. Las exa
geradas contemplaciones, lias delicadezas, los temores, to
do ¿o que en tales casos vemos ú oimos entre los amigos y
familias del enfermo, no son masque abusos, temeridades,
y funestísima indiferencia por la salvacion de aquella alma,
al paso que se muestra tanto ínteres por la salud del cuerpo.
De «sos amigos, indiferentes por la salvacion del alma*
pueden quejarse los enfermos con tanta ó mayor razon que
Job se quejaba de los suyos, que le dirigían reconvencio
nes é improperios; y á ellos, como este varón de paciencia,
pueden y deben decirles: miseremini mei , miseremwi
mei, saltera vos, amici mei.
Es, por último, un deber del enfermo, y un deber muy
superior á todos, el aprovechar los primeros momentos ,de
su enfermedad para dirigirse á Dios pidiendo le conceda
salud, si asi conviene, purificando su alma de las manchas
que puedan afearla, y disponiendo con órden y justicia,
para evitar daños y pleitos, las cosas ó asuntos de su fa
milia. Muchas, muchísimas almas se pierden por la omi
sion en el cumplimiento de este deber , así por parte del
enfermo como de Iqs que le asisten: y muchas dudas , in
justicias y pleitos resultan de la negligencia con que en
vida atendemos al arreglo de los asuntos de familia , y de
la precipitacion con que á la hora de la muerte queremos
disponerlos ó terminarlos.
Ya que no vivamos como quien tiene que morir ; ya
que nuestra vida no sea una preparacion para la muerte;
ya que los días de salud los hemos pasado jen el completo
olvido <Je msfm m sagrad obUgacjouss ' «w J>¡»»1
— 439 —
no dejemos que pasen los instantes de nuestra enfermedad
sin atender tampoco á su cumplimiento. Quizá no volrais
á levantaros de esa cama sino para que os lleven al sepul
cro: quizá desde ese lecho habeis de ir á escuchar el jui
cio de Dios. ¿Quién, habiendo fe en el corazon; quién, en
vista de estos temores, puede dejar que pasen horas y mas
horas, dias y mas días de enfermedad , sin acordarse de
Dios ni de su propia alma? No se trata , hermanos mios,
de una bagatela, que bagatelas son en tales casos todas las
cosas del mundo ; se trata de que eviteis el incurrir en
eterna condenacion... ¡eterna!... ¡eterna!... ¡eterna!
No permitais, Dios mio, que nos olvidemos de vos y de
nosotros mismos , precisamente en el instante que puede
ser para nosotros el principio de la eternidad. Sed vos
nuestra salud, pues no tenemos hombre que nos la conce
da. Ayudadnos á hacer que nuestra vida no sea mas que
una santa preparacion para la muerte , á fin de que des
pues de esta logremos veros en la gloria. Amen.
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SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE A ESTE EVANGELIO.

1.° Sobre la santificacion de las fiestas: tomo segundo.


2.° Sobre el reconocimiento o gratitud: idem.
3.° Sobre el sacramento del Bautismo. En el tomo en
que despues lo trate.
Y i." Sobre el sacramento de la Penitencia: idem.
} í- ;í*
SERMÓN
sobré la epístola del segundo domingo de
Cuaresma.

Ut sciat unusquisque vestrüm


vas suum possidere in «mctí/íco-
tione et honore... Et ne quis super-
grediatur , ñeque circumveniat in
negotio fratrem suum.
(AdThesal., 4,4ett¡.)

Sepa cada uno poseer su vaso en


santificacion y honor... y no pon
gáis asechanzas á vuestro hermano.

Et apóstol San Pablo recuerda á los tesalonicenses, en


la epístola que lee la Iglesia en este dia, las reglas ó pre
ceptos que les había dado para que mas y mas adelanta
sen en la cristiana perfeccion. Lo que Dios quiere , dice el
Santo Apóstol, es vuestra santificacion , y que os absten
gais de las inmundicias de la carne. Conserve cada uno
de vosotros su cuerpo en honor y santidad , y no se deje
llevar de las pasiones impuras como si fueseis gentiles
que no conocen á Dios. Ut sciat unusquisque vestrum
vas suum possidere in sanctificatione et honor e.
San Pablo habla aquí en general de todo pecado de
— 444 —
inmundicia ó de lujuria, como si este pecado fuese, segun
efectivamente lo es, el mas opuesto á la santificacion que
es la voluntad de Dios alcancemos; pero siendo opinion de
algunos santos Padres , y opinion bastante fundada, que el
Apóstol recomienda aquí á los casados la mutua fidelidad
para evitar cometan adulterio; y como se observe desgra
ciadamente que esta fidelidad no es por todos guardada, ó
que lo es por muy pocos, he creido que cumplía hoy á mi
ministerio, y que á vosotros os puede ser muy interesan
te, el examinar qué clase de pecado es el adulterio , ó la
infidelidad entre los casados, á fin de que, horrorizados de
su malicia y gravedad, así como de sus gravísimas conse
cuencias , os determineis todos y cada uno de vosotros,
como quiere el Apóstol, á conservar su cuerpo en santifi
cacion y en honor, apartándoos siempre de poner asechan
zas á vuestro prójimo para usurparle la que es su mujer
y esposa. Et ne quis supergrediatur, ñeque ctrcwmoe-
niat tn negotio frairem suurn. ..,,..' ,,M ., ?,
Es esta, hermanos míos, materia de mucha importan
cia, toda vez que con la mutua fidelidad en el matrimonio
están identificados los mas tiernos afectos y los mas altos
y sagrados intereses. Al efecto os hare ver
La gravedad del pecado de adulterio , ó de la in/i-i
delidad entre loscasados, y sus horribles consecuencias.
Unica proposicion.
. : . . ...... ..-..:£ ,-:: : - .:.íJ í :,\?-}

.:Ví-' . '. . -í. . * .y. -, ' ,-.pí

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Ave María.
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"iüiíílí^-fK SiVX'i'' lüS »V3 b-* .\ iií'i';
El adulterio es un pecado de lnjnria, comeíldo entre
dos personas casadas que no se pertenecen , ó entre dos
personas, una de las cuales está unida á otra por el sacra
mento del matrimonio. Este pecado es de los mas graves,
lo uno, porque es pecado de lujuria; y lo otro, porque es
pecado de lujuria con tales circunstancias , que le hacen
tomé una nueva malicia, y deje tras sí consecuencias difí
ciles de reparar y de subsanarse.
El adulterio profana, en primer lugar , la santidad del
matrimonio; la santidad de ese sacramento que San Pablo
llama grande en Cristo y en la Iglesia. Ese sacramento que
es santo, porque es santo su autor Jesucristo; ese sacramen
to que es santo , porque aumenta en nosotros la gracia; ese
sacramento que es tan santo que hace puedan los casados
mantenerse puros al lado de la impureza y de la inmundi
cia; ese sacramento que es santo porque en la Iglesia tiene
por objeto el dar santos ó hijos á Dios; ese sacramento que
es santo por su significacion, pues representa la inmacula
da union de Cristo y de la Iglesia su esposa ; ese sacra
mento tan santo es profanado por aquellos que, estando ca
sados, pecan, en materia de lujuria, con otras personas tam
bien casadas , por las personas casadas que pecan con otras
que no lo están, y por las personas libres que pecan con
otras que ya no lo son. Profanadores de un sacramento tan
grande y tan santo , los adúlteros se muestran , bajo esté
punto de vista, á los ojos cristianos como otros tantos sacri
legos, dignos de que Dios derrame sobre su cabeza , no ya
la copa , sino las nubes de su celestial ira. El adúltero,
pues, profana la santidad del sacramento, la santidad del
Autor del sacramento, la santidad de la gracia que confie
re el sacramento, la santidad del fin del sacramento , y la
santidad de la alta y misteriosa significacion del sacramen
to. Todos los sacramentos son santos ; pero el del matri
monio es santo y grande ademas, porque es de indispensa
ble necesidad en la Iglesia, aunque en particular no obli-
tomo ni. 10
gue á que le reciban todos y cada uno dé los cristianos ; y
porque representa la purísima y santísima uniotí entre el
Salvador y la Iglesia. ¿Profanais este sacramento? pues
profanais en cuanto está de parte vuestra la pureza de Cris
to y la de su esposa la Iglesia, encargada de darle, como
madre fecunda, al mismo tiempo que inmaculada, muchos
millares de hijos tambien puros y santos.
El adulterio profana , en segundo lugar, la firme pro-
niesá de fidelidad que en presencia de la Iglesia se jura-
rdri los casados. Tened presente que os hicisteis esa mu
tua promesa en presencia de Dios, que fue testigo de vues
tros votos; en presencia de los ángeles, que los escribieron,
digámoslo asi, en el cielo; en presencia del sacerdote, que
los solemnizó y legitimó en la tierra, y en presencia de los
fieles que os oyeron pronunciarlos. Más solemne promesa
difícilmente puede hacerse. Despues , entrando unidos al
templo y postrados ante el altar, la Iglesia pidió para vos
otros las bendiciones celestiales, y os unió bajo un mismo
sagrado lazo, que solo la muerte puede ya romper. Destru
ye-, en cierto modo , la obra de Dios el adúltero que , en
cuanto está de su parte , separa lo que Dios ha unido, y
divide la carne que es una sola carne, y los huesos que son
un solo hueso. ¡Qué terrible cuenta ¡oh adúlteros! , qué ter
rible cuenta os tiene que pedir Dios por romper lo que él
ha unido , faltando á la promesa de mutua fidelidad que
en su divina presencia hicisteis!
Los adúlteros se enredan, digámoslo asi, en una lar
ga cadena de pecados y de crímenes, haciendo que sean
considerados como hijos legítimos los que no lo son , y
perjudicando á los hermanos y á las familias de una ma
nera que no basta luego ni la prudencia , ni la ley ¡ ni la
buena fe para desenredar aquella madeja de injusticias y
de complicaciones, trasmitidas quizá con la herencia legada
á los nietos ó mas lejanos descendientes. E1 confesor, y
aun los mas prudentes letrados , cuando se les hace tomar
— U7 —
parte en negocios de este género , no saben luego qué sa
lida dar á tantas complicaciones. Por un lado , el verda
dero padre abandona su hijo; y por otro, la mujer adúlte
ra aumenta el número de sus hijos con otros que no son
de su marido. El hombre niega al que es su hijo lo que le
debe; y la mujer perjudica á los suyos legítimos con hacer
que á otro que no lo es se le considere luego como here
dero. ¡Calculad cuántos daños, cuántos perjuicios, cuántas
injusticias, cuántas complicaciones tienen que resultar lue
go, y qué responsabilidad pesará sobre aquellos que han
dado causa á tan grandes desórdenes! Que os aterre si
quiera esta consideracion : que os aterre la idea de que
una inmensa responsabilidad irá con vosotros hasta el se
pulcro, y hasta mas allá del sepulcro. Nunca en vuestra
conciencia dejará de haber inquietud, y hondos remordi
mientos.
Nada debemos estrañar, en vista de esto, que el Señor
prohibiese en la antigua ley bajo penas tan severas el co
meter semejante crimen. «Abimelec, dijo Dios al rey de
Gerara, vas á morir á causa de haber tomado una mujer
que tiene marido.» Entonces Abimeleo mandó fuese llama
do Abraham, y le dijo: «¿Por qué has afirmado que Sara
era tu hermana, sie'ndo así que es tu mujer? ¿No conside
ras que sobre mí y sobre mi reino has podido hacer que
cayese la pena de un pecado tan grande como el adulterio,
si Dios no nos hubiese preservado de cometerle ?» Quid
peccavimus in te, guia induxisti superme, et super reg-
num meum peccatura grande (1)? Guando alguno come
tiese adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la
adúltera, dijo Dios á Moisés , sufrirán la pena de muerte.
Si quis...adulteriumperpetraverit cum conjugeproximi
sui, morte moriantur et mcechus et adultera (2). Causa
en el ánimo gran pavor el leer la ceremonia que observa-

(1) Gen., 20. (2) Lev., 20, 10.


— 148 —
ba el sacerdote con la mujer sobre quien recaían sospe
chas de adulterio , segun se describe en el sagrado libro
de los Números. El marido acusaba á la mujer ante el
sacerdote ; y este, descubriéndola la cabeza y poniéndola
sobre sus manos el sacrificio de recordacion, la juramen
taba y decia : «Si no ha dormido contigo hombre estraño,
y si no te has manchado abandonando el tálamo de tu ma
rido, no te dañarán estas aguas muy amargas que he car
gado de maldiciones ; mas si has sido adúltera , el Señor
te ponga para maldicion y escarmiento á todos en su pue
blo ; haga que se pudra tu muslo , y que, hinchándose tu
matriz, reviente.;, y la mujer responderá dos veces,
amen (1).» A David le anunció Natan que no faltaría
nunca de su casa la espada, es decir, la desgracia y
los males , porque habia usurpado aquella oveja con que
el profeta de Dios significó la mujer usurpada á Urias, y
el homicidio que siguió á este adulterio. Non recedet gla-
dius de domo tua usque in sempitemum, eo quod...
tuleris uxorem Urice ,(2).
«¿Cómo no he de castigar á este pueblo, dice Dios por
Jeremías; cómo no he de castigarle si veo que cada cual
va á buscar la mujer de su prójimo? ¿Cómo de tales gen
tes no ha de vengarse mi alma?» Unusquisque ad uxorem,
proximi sui hinniebat. Numquid super his non visi-
tabo, dicit Dominus , et in gente tali non ulciscetur
anima mea (3)? «Llorará la tierra , dice el profeta Oseas,
porque la inundaron la maldicion, la mentira, el homicidio,
el hurto y el adulterio (4).» El adúltero, segun se lee en el
inspirado libro de los Proverbios, perderá su alma por la
pobreza de su corazon , congrega para sí torpeza é igno
minia, y no será borrado su oprobio (5). Digno de honor
debe ser para todos el matrimonio, é inmaculado su le-

(1) Núm., S, 12. (2) 2 Reg., 12, 10. (3) Jerem., 5, 8.


(4) Ose., 4, 2. (5) Prov., 6, 32.
— 149 —
cho; porque á los lujuriosos y adúlteros ha de juzgarlos
Dios, segun dice San Pablo. Fornicatores enim, et adul
teros judicahit Deus (t). Son muy dignas de notarse estas
palabras del santo Apóstol: «A los adúlteros, dice, los juz
gará Dios;» lo cual parece darnos á entender que tendrán
á Dios por vengador de su crimen; y así lo significa el
mismo Apóstol cuando, en la epístola de este dia, dice:
quoniam vindex est Dominus de fus omnibus.
No valdrán á los adúlteros las precauciones que to
men para que no sea descubierto su crimen. Es verdad
que, como afirma Job, el ojo del adúltero observa la oscu
ridad, y dice: no me ve nadie ; y cu bre su rostro, y en ti
nieblas penetra en las casas (2); pero como Dios obser
va nuestros caminos y cuenta nuestros pasos , segun el
mismo Job nos enseña (3) , constitúyese Dios vengador
del adúltero , ya que por las precauciones lomadas no
pueden, generalmente hablando , descubrir ese delito los
hombres. Quoniam vindex est Dominus de his omnibus.
Ved aquí por qué en la ceremonia que practicaba el
sacerdote en la antigua ley con la mujer de quien sospecha
se el marido que era adúltera, ceremonia de que he hablado
ya antes; ved, digo, por qué las aguas de maldicion que el
sacerdote hacia beber á la mujer, la podrían el muslo é hin
chaban y reventaban la matriz, en el caso de ser adúltera
como el marido sospechaba. No consistía esto en que las
aguas tuviesen por sí virtud para causar aquel efecto,
sino que Dios le producía al hacerse la ceremonia. Dába
se con esto á entender : primeramente, que Dios era de
fensor de la fe conyugal; en segundo lugar, que era tes
tigo y guarda de la inocencia ; en tercero, que veia y re
velaba los mas ocultos pecados ; y, últimamente , que el
adulterio era horrible crimen, digno de pública y horrible
pena. Es verdad que el Salvador en una ocasion 99 abs-

(i) Ad Hebr., 13, 14, {%) Job-, 24, i». (3) ai, 4, .
— 150 —
tuvo de condenar á una mujer cogida en adulterio ; pero
Jesucristo no dijo que no mereciese el castigo que exigian
para ella los escribas y fariseos que la acusaban. Antes
bien reconoció que le merecía, toda vez que á sus acusa
dores les dijo : «Aquel de vosotros que esté sin pecado,
que la tire la primera piedra.» Ninguno de ellos quiso
apedrearla; y entonces la dijo Jesucristo : «Si ellos no te
condenan, ni yo quiero condenarte. Anda , y no vuelvas
á pecar.»
A fin de evitar el cometer adulterio, se nos impone el
precepto , no solo de no lujuriar , sino de no desear la
mujer de tu prójimo. No mires, dice el Espíritu Santo;
no mires á la mujer de otro hombre, ni preguntes á su
criada, ni permanezcas junto á su lecho (1). A la mujer,
para que no sea ocasion de adulterio , se la exige mucha
modestia y circunspeccion, de tal manera que ni en sus
miradas, ni en sus palabras ni acciones haya cosa alguna
que provoque al pecado.
Ahora era preciso que mis ojos se convirtiesen en dos
fuentes de lágrimas para llorar los escándalos que en esta
parte presencian todos los pueblos. Ni la santidad del ma
trimonio , ni la fidelidad jurada , ni el bien de los hijos,
ni la paz de las familias, nada respetan las gentes, ni na
da las detiene para no cometer los escándalos que tanto
daño causan en las costumbres públicas , que tantas con
secuencias traen bajo muchos aspectos, y que con lágri
mas de sangre deberían ser llorados. Las leyes divinas y
las humanas se muestran inflexibles con los adúlteros , y
la sociedad debe abominarlos como uno de sus mas gran
des males.
Yed, ¡oh adúlteros ! cuán grande es la gravedad de
vuestro pecado. Profanais la santidad del sacramento, vio
lais la mutua fidelidad jurada en presencia de la Iglesia,

(1) Eccl., 41, 27.


— 151 —
introducís confusiones, injusticias y complicaciones entre
vuestros hijos, y entre los miembros de otras familias, é
incurrís en los mas terribles anatemas de la divina justi
cia y de la misma sociedad. ¿Cómo no os deteneis , al ir
á pecar ; cómo no os deteneis viéndoos al borde de tan
profundo abismo? Esas públicas deshonestidades , esos
amancebamientos, esos escándalos, ¿cómo no ha de es
piarlos la tierra? ¿Cómo no han de purgarlos los pueblos,
mas tarde ó mas temprano? ¿Cómo no ha de llorarlos la
sociedad?
Concluyo, pues, diciéndoos con el Apóstol, que cada
uno conserve su cuerpo en santidad y en honor , y que
nadie ponga asechanzas á su hermano , porque el mismo
Dios se constituirá vengador de los escesos. Ut sciat
unusquisque vestrum vas suum possidere in sanctifica-
tione et honore... quoniam vindex est Dominus de his
omnibus.
No os vengueis aun, Señor, sino esperad para darnos
tiempo á la penitencia. Concedednos la gracia del arre
pentimiento para que puedan ser perdonadas nuestras cul
pas, y logremos veros en la gloria. Amen.
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i.'HtUXi a sviio?

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'iiui -í Íí í.íJ. .; -M tú :.5 . . j .'':'".' ' " .
SERMÓN
sobre la misma epístola.

Et ne quis supergrediatur , neqUe


circunveniat in negotio fratrem suum:
quoniam vindex est Dominus de his
omnibus. (Ep. ad Thesal., 4, 6.)

No pongais asechanzas ó no engañeis


en el negocio á vuestro hermano , por
que Dios será el vengador.

No puede menos de contristarse el corazon al ver lo


que sucede en lo que se llama trato y comercio humano.
Ha desaparecido completamente la buena fe. E1 engaño,
el dolo, la simulacion, la falsedad y la injusticia reinan
por do quiera. Habiéndose disminuido tanto la caridad
entre los cristianos, ha tenido que resultar lo que todos
vemos y deploramos. Unos á otros se tienden lazos para
levantarse , medrar ó enriquecerse á costa de sus vícti
mas. La rectitud ha desaparecido; la probidad no se sabe
lo que es; la honradez ha pasado á ser una palabra anti
cuada, y para algunos es hasta ridicula. En el arte de
engañar y de defraudar á nuestros semejantes , hemos
adelantado mucho. La sociedad actual no es, no diré ya
la sociedad cristiana, pero ni la sociedad de nuestros
abuelos. Tanto es lo que se ha.Q corrompido en poco
tiempo nuestras costumbres.
—m—
Porque es digno de llorarse un mal de tan inmensa
trascendencia, me he decidido hoy á llamar hácia él
vuestra atencion , en la seguridad de que presto un ser
vicio á la sociedad en general, y á cada uno de vosotros
particularmente.
Aunque el Apóstol , en las palabras que he puesto al
frente del discurso, viene refiriéndose á los pecados de
impureza de que trataba de apartar á los fieles, puede tam
bien ser entendido , interpretado ó acomodado su sentido
á los negocios ó trato en que tengan que convenirse mu
tuamente los hombres. Et ne quis supergrediatur, ñeque
circunveniat in negotio patrem suum : quoniam vindex
est Dominus de his omnibus. No siendo la vida humana
mas que la satisfaccion de nuestras legítimas necesidades,
sirviéndonos unos de los trabajos de los otros para mas
fácil y cómodamente alcanzarla , resulta que no puede
prescindirse en ella del trato humano, que tiene que ser
por precision trato ó comercio social. En una palabra : la
sociedad es un cuerpo, y cada uno de nosotros somos
miembros de ese cuerpo. Luego no podemos prescindir
de ayudarnos mutuamente , como en el cuerpo humano
unos miembros se ayudan á otros.
Ved, pues, por qué considero que ha de ser muy in
teresante el instruiros hoy acerca de la buena fe que debe
reinar en el trato social ; y como son tantos los abusos,
los escesos , las iniquidades y escándalos que en esta parte
se cometen, y deseando que conozcais las consecuencias
que eso puede traer á la sociedad y al individuo, os haré
ver que
Sin la buena fe ó la probidad en el trato humano
ó social, no se cometen mas que irreparables injusticias.
Unica proposicion.
Etne quis supergrediatur, etc., etc.

Ave María.
— 155 —
El hombre es naturalmente sociable , porque natural
mente es, digámoslo así, indigente. Considerado el hombre
en sí mismo, es, en efecto, muy pobre, toda vez que, aun
suponiéndole en posesion de muchas riquezas, nobastaria
esto para que pudiese ver satisfechas sus primeras necesi
dades si otros miembros de la sociedad, sin esceptuar los
que al parecer son mas despreciables, no le ayudasen á
satisfacerlas. ¡Admirable economía social, que hace no pue
da vivir el rico sin el pobre, así como no puede vivir el po
bre sin el rico! No hay, señores, mas que un solo cuerpo,
y de este cuerpo son miembros tan necesarios los que dic
tan las leyes, como los miserables que dentro de la caba
na campestre trabajan la estera, hacen sombreros de paja,
ó forman jaulas para pájaros. Los oficios y las artes mas
humildes son tan sociales, es decir, tan necesarios á la so
ciedad en su género y línea, como la dignidad mas en
cumbrada. Todos necesitamos de todos, y nadie puede de
cir que no necesita de la cooperacion ó del trabajo del
mas despreciable de sus semejantes. Esto es lo que llamo
trato humano ó social, y para él es tan indispensable la
buena fe, que sin ella no cometeremos mas que trascenden
tales injusticias, atacando en su base á la misma sociedad.
Sin la buena fe ó la probidad en el trato humano,
cada cual no pensará mas que en engañar á su prójimo ; y
desde el momento en que nuestras mutuas relaciones no
tengan mas objeto que la decepcion de nuestro prójimo,
no habrá sentimiento, por sagrado que sea, que no llegue
á adulterarse, ni intereses que no lleguen á resentirse. El
reconocimiento, la amistad, la justicia, el amor, la cari
dad, los vínculos de la sangre, todo va desapareciendo á
medida que la buena fe ó la probidad falta entre los hom
bres. Muchos, como Cain, sacan ó llevan al campo á los
inocentes Abeles, y es para sacrificarlos: muchos, como
Labán, dejan de cumplir la palabra que tienen dada y la
remuneracion que tienen ofrecida á los que por siete años,
— 456 —
como Jacob, les sirvieran : muchos , como los hermanos
de José, ocultan á su anciano padre sus propias maldades,
engañándole con presentarle una túnica manchada, que les
sirve para revelarle una desgracia y ocultar su horrible
crimen: muchos, como David adultero, dañálos Urías
cartas de muerte: muchos, como Ananías y Sátira, ocultan
el verdadero precio de las cosas para mentir al Espíritu-
Santo y engañar á sus hermanos.
Las Sagradas Escrituras contienen los mas terribles
anatemas contra las personas en cuyo corazon reina el
dolo, y en cuyo trato falta la buena fe ó la probidad. «Pro
vocan la ira de Dios, dice Job, y morirá su alma en tem
pestad.» Simulatores et callidi provocant iram Dei...
morietur in tempestóle anima eorum (4). «El Señor, dice
David, abomina al hombre que derrama sangre y al que
engaña.» Yirum sanguinum et dolosum abominatur Do-
minus (2). Es objeto de abominacion para el Señor, se
gun se lee en el libro de los Proverbios , todo el que en
gaña á otro. Abominatio Domini est omnis illusor (3).
Y no solamente incurre en estos anatemas de Dios el
hombre doloso ó engañador que pone lazo3 ó asechanzas á
su prójimo, sino que se pierde á si mismo, atrayendo so
bre su cabeza los rayos de su propia iniquidad. Infixce
sunt gentes in interitu, quem fecerunt , in laqueo isto
quem absconderunt, comprehensus est pes eorum (4). No
verán la mitad desus dias, dice el mismo real Profeta,
los hombres de sangre y de dolo. No hallará , leemos en
el libro de los Proverbios (5) ; no hallará su ganancia el
hombre de mala fe y de fraude. El que engaña á los jus
tos en el mal camino, dice el Espíritu-Santo en el mis
mo libro (6), caerá en su ruina, y los sencillos ú honrados
poseerán sus bienes. ¿Por ventura, dice el Señor
'"
por Ma-
*

(V) Job, 33, 13. (i) Ps. I!, 7. (3) Píov., 3, 32.
(4) Ps.8, 18, (B) Prov,, 3, 84. (8) Id., 14, 17*
— 457 —
laquías, no he de visitar á gentes como estas, y no se ha
de vengar de ellas mi alma (1)?
No os engañeis, hermanos mi os, unos á otros. Miem
bros sois todos de un mismo cuerpo, y así como nuestro pie
no engaña á nuestra mano , ni nuestro ojo á nuestro oido,
de la misma manera no debemos unos á otros engañarnos en
el trato social. Destrúyese la sociedad por subase, faltando
la buena fe y la probidad entre las gentes. Porque ningun
hombre irá con otro por un camino , ninguno confiará á
otro un secreto, ninguno entregará á otro un depósito mien
tras no esté convencido de la buena fe ó de la probidad de
su compañero ó amigo. Los contratos y convenciones hu
manas , y los mas insignificantes empeños de hombre á
hombre, habrá que asegurarlo todo con garantía y pública
escritura, y aun así y todo, faltando la buena fe, dejarán
de cumplirse sagrados compromisos. El trato social, en tal
caso, está reducido al arte de engañarse los hombres unos
á otros, con mengua de sí mismos , con escándalo y per
juicio de los pueblos, y arrancando lágrimas á la religion,
que quiere que no haya en sus hijos mas que un solo co
razon y una sola alma.
En lo que, sobre todo, se advierte una general falta de
buena fe ó de probidad, es en las compras y ventas, pare-
ciéndoles á muchos que no faltan en ello á la ley de Dios,
y que quedan exentos de toda responsabilidad en el en
gaño con que han tratado á su prójimo. Los que venden,
ocultan al que compra los vicios ó defectos de la cosa ven
dida; ó pesan ó miden mal las especies y frutos; ó exigen
una ganancia que no está en proporcion con el trabajo - ó
los sacrificios empleados en adquirir la cosa y conservar
la. El comercio y la negociacion son en sí cosas buenas,
toda vez que, no bastándose á sí mismo nadie en la vida hu
mana, hay necesidad de que otros, por una justa ganancia

<7) Malaq., 1, 14.


— 458 —
6 premio, nos proporcionen lo que nosotros no podemos,
por nuestro propio trabajo, adquirir. Pero la malicia de los
hombres ha convertido esta necesidad privada y pública
en un mercado de mentiras é iniquidades. De tal manera
es esto así, que, atendido el modo ó sistema con que gene
ralmente se lleva hoy el comercio , puede considerarse
esta profesion ú ocupacion como ocasion próxima constante
de pecado, y camino de condenacion eterna.
No hablemos de las palabras ociosas y de las mentiras
que se ven precisados á inventar los que tratan de engañar
al comprador, lo cual basta ya por sí solo para que consi
deremos como perdida su alma. Pero ¿y las injusticias que
cometen? ¿Y los daños que causan? ¿Y las restituciones á
que han de verse obligados? | Ay, hermanos mios ! i Qué
congojas ha de padecer el alma de esos usurpadores al
recuerdo de tantos fraudes! Porque no consiste su lamen
table situacion únicamente en que tengan que restituir lo
mal habido que poseen; sino en que no es fácil encontrar
el camino para hacer las restituciones de un modo equita
tivo y conveniente. Por fin, cuando conocemos la persona
ó la familia á quien debemos una restitucion, ofrece me
nos inconvenientes nuestra injusticia , aunque siempre los
ofrece graves; pero el que tiene abierto un establecimiento;
el que á todos cuantos á él llegan se propone engañarlos
ó defraudarlos en mayor ó menor parte; el que no conoce
á los defraudados, ni sabe cuántos son, ni dónde viven,
ni recuerda en cuánto les ha perjudicado; este tal, digo,
verá acercarse su última hora, se sentirá despedazado por
crueles remordimientos, ni conocerá ni sabrá siquiera el
número de sus víctimas; y, oyendo que se le dice que no
se perdona el pecado mientras no se restituya lo hurtado,
se considera, por poca fe que conserve en su corazon, se
considera en camino seguro de perdicion eterna.
¡Quién nos diera, amados mios, penetrar alguna vez
en esos acongojados pechos, para poder revelaros, en oca
— 159 —
siones como estas, los horribles secretos Üe sus mortales
inquietudes! ¿De qué me sirve ahora , dirá anegado en un
mar de tribulacion; de qné me sirve ahora ese cúmulo de
riquezas que, á fuerza de fraudes é injusticias, he atesora
do , si para siempre voy á perder mi alma? Quam com-
mutationem dabit homo pro anima sua? Esas haciendas
adquiridas con lo que defraudé al pobre y con lo que
usurpé al rico; esas haciendas que va á heredar otro; esos
edificios que he levantado al placer y á la vanidad , me
causan ahora hondas congojas cuando veo tan próxima
la hora de mi condenacion eterna. ¿Qué no haria yo aho
ra , y qué es lo que dejaría yo ahora de hacer por salvar
mi alma? Pero ¡ay! que con la medida que he medido, me
han de medir; y en la balanza con que he pesado, me han
de pesar.
Pensar bien , hablar como se piensa y obrar como se
habla: ved aquí, hermanos mios, una regla que puede
seros muy útil en el trato humano y social. Sobre todo, las
máximas cristianas que nos imponen el deber de amar á
nuestros semejantes como á nosotros mismos, y de no que
rer para ellos lo que para nosotros no queramos, nos li
brarán de incurrir en muchos pecados, que son tambien
pecados sociales , y los cuales obligan á Dios á que nos
exija ojo por ojo, diente por diente, mano por mano.
Cuando engañais á vuestro prójimo, á vosotros mismos os
engañais y perjudicais; vuestras falsas palabras son dar
dos que se vuelven sobre vuestras cabezas; y Dios, que
ve lo mas oculto de los corazones, se declara vengador de
la deslealtad con que tratais á vuestro hermano. '
Una de las llagas de la moderna sociedad es esta : la
falta de sinceridad y buena fe en el trato humano. Por eso
se ve tanta deslealtad, tantos rompimientos , tantas amis
tades convertidas en odios, tantas decepciones y escánda
los. Y ¿habeis meditado acerca del término adonde pueden
llevar á la sociedad estos escesos? Ya quizá le estemos to
— 160 —
cando; pero todavía hemos de ver de estas tristes cansas
mas tristes efectos.
Nadie, vuelvo á decir con San Pablo; nadie ponga la
zos y asechanzas á su hermano , porque el Señor se cons
tituirá vengador de la mala fe y de la deslealtad. Los per
juicios é injusticias que con esto causeis, son grandes , y
muchas de ellas irreperables. No os busqueis congojas y
afliccion de espíritu para el dia de la ira; porque si en esa
hora el fuego hará grandes estragos en el leño verde,
¿cuántos no hará en el seco?
Considerándonos todos como hermanos , hijos de un
mismo padre y miembros de nn mismo cuerpo , deja
remos de engañarnos unos á otros ; y siendo nuestro trato
sincero y leal , nada apeteceremos para nuestros seme
jantes que no lo apetezcamos para nosotros mismos; y
así, fundamentados en la justicia y en la caridad, correre
mos sin tropiezo los peligrosos caminos de la vida, y alcan
zaremos la eterna. Amen.
. s^i'j^'síi ^'.ii.'' fli^nu mk vv -,i .
-ano :w -íra ?i !i í-rv oí, ora-¿m .an-v. .i. . ,i
-tkikv.í :i£)!';. .£,.if' r-' ;.. , -¿\ a-.*i í, a. .,.;. :-,,i
:Amv¿ ':« SERMÓN r /ÍC
p.íí .v' 'i arpoíí i';l rí Ú i:'v. i» ' 'e-j .;.t?.';-..: i -i .
ib .-«obre el evangelio del mismo domingo. :.
Cao- .. í'í S7i.' i'm .0'', ,./
'.'i iit' isC,\}Ú 'A .ír :'T:.i o.üUaiW' i-.vo': s-.'í. ,;í ,
«-fc'^b Orrí'HO vi' 'ÍJl fllí 6í' Oldílíi-ÍIi -' '-' i,' iiíi*ii,i
'-. Y BOTfd ¿n«HWWWfctf- Aie «te/i».
.BiD-ta acilá'Wíí j:ií'7 í.v.iia-t' ^mMs;«c ír<o [ta6e«iac«ía.
' rM\\i¡:a é?-v--- í Bi- ' ..'í;i6jx.ii,Jq, (Mat., 17i.)
jwwu .- 1 i:íisj i.f nr' v fi;i.,'mi[ b¡ os e :''Í:i:iía Imu. ...
-asíÍi. Y ,^'iv >*' í'« i':•'i3'W &Aií-*WtyWe * «**r aq«'í h»«a-
mo5¡trcs. tabernáculos. a , . .

La Iglesia, como una buena madre que trata de animar


á sus hijos á empresas grandes ó penosas, poniéndoles de
lante el premio que por ello se les reserva, nos refiere en
el Evangelio de este dia la historia de la Trasfiguracion del
Salvador, con todas las circunstancias que la hacen admi
rable. Tomó Jesucristo, dice el Evangelio , á tres de sus
discípulos , á saber , Pedro , Santiago y Juan , discípulos
muy principales, como dice el Crisóstomo, pues Pedro tuvo
grande amor á Cristo , Juan fue muy privilegiadamente
amado por el Salvador, y á Santiago habia de hacerle su
constancia el primer mártir entre los Apóstoles ; tomó,
digo, Jesucristo á estos tres discípulos, y, dirigiéndose á una
alta montaña, se trasfiguró allí ante ellos, brillando su
cara ó todo su cuerpo como el sol, y apareciendo sus ves
tidos tan blancos como la nieve. Moisés y Elias aparecie
ron tambien allí, hablando con Jesus, y ofreciendo de esto
tomo ni. \\
— 162 —
modo sus homenajes al Salvador, la ley y los profetas, re
presentados en aquellos santos personajes , y los vivos y
los muertos, representados igualmente en Elias y Moisés.
Si me pusiese á examinar ó comentar, con la autori
dad de los Santos Padres, esta parte del Evangelio , veríais
probada hasta la evidencia fa divinidad de Jesucristo, dog
ma fundamental en la religion católica; pero considerando
que el objeto de la Iglesia, al leer hoy el presente Evan
gelio-, es-, etflre otros, animarnos al ejercicio de fe peni
tencia, con la esperanza del eterno galardon y de las ce
lestiales delicias, prefiguradas en la que esperimentaba ó
gozaba San Pedro cuando dijo que era bueno ó agradable
•í permanecer en- el monte de la trasfiguracion, voy á ins-
IMtfros acerca de la eterna felicidad que está prometida á
los que con el Señor suben al monte de la persecucion ó
de las virtudes cristianas. Respondens autem Petrus, di-
xíf ad fesum : Domine, bonum est nos hic esse.
A los corazones ocupados con los bienes de la tierra,
ó agitados por el deseo de poseerlos , es muy urgente ha-
HBríes de otros bienes, que son los únicos que satisfacen
éí ánime y le hacen decir: Bomm est nos hic esse: ahora
tfsfoy fleno, ahora estoy tranquilo. Fuera de esto, foera de
éfqü'i, fuera de la eterna bienaventuranza para que el hon>
bre ha sido criado, y fuera de los caminos que á ella nos
Conducen, no hay para el hombre mas que vanidad, va
nidad, tormento y afliccion de espíritu. Su situacion es
violenta, y, por consiguiente, desesperada y horrible. Por
lo tanto os haré ver que
JLá gloria ó la eterna bienaventuranza es lo único
é que debe aspirar el hombre.

Ave Alaría.
— 163 —
El hombre es señor de sus actos por la razon y por la
voluntad; y como las acciones que proceden de alguna po
tencia son causadas ó producidas por esta, segun la razon
de su objeto, resulta que, siendo el fin el objeto de la volun
tad, todas nuestras acciones, es decir, todas las acciones
humanas, que son las libres ó deliberadas, han de tener
precisamente un fin. El hombre, pues, no puede obrar sin
un fin; para la vida humana tiene que haber un último fin;
y en apetecer este último fin todos los hombres convienen!
aunque no convengan en cuanto á aquello en que la razon
del último fin se encuentra, segun dice el angélico doctor
Santo Tomás (1). Conviene, pues, que el último fin, por el
cual obra el hombre, llene y satisfaga de tal manera todo su
apetito, que nada le deje ya que desear ni temer. Este úl
timo fin, segun dice el grande Agustino, es la felicidad ó
la bienaventuranza. Omnes homines conveniunt in appe-
tendo ultimum finem, qui est beatitudo (2).
Por manera , hermanos mios , que tanto como somos
hombres, es decir, tanto como somos racionales y li
bres, tanto es natural en nosotros el apetecer y buscar la
gloria eterna, ó nuestra eterna dicha y felicidad. Ser hom
bre, y obrar por un fin, y subordinar este fin á otro que
tiene que ser último, y que al mismo tiempo tiene que ser
tm primer principio, como dice Santo Tomás, todo es una
misma cosa. El hombre tiene que renunciar á ser hombre
para no acordarse de su eterna felicidad, ni de buscarla: á
lo que sin duda atendió tambien el gran Tertuliano cuando
dijo que el alma era naturalmente cristiana.
En efecto, no se comprende el hombre, bajo este punto
de vista como bajo de otros, sin el cristianismo. Los que
combaten el cristianismo, combaten, por lo tanto, al hom
bre en sus mas íntimas necesidades. Si prescindimos de la
Biblia, si cerramos los ojos á las luces de la revelacion,

(O Part. i.% quest. i, wt. 7. (2) Aug., 13, <je Fin,, c. i,] ,
— 164 —
si el Evangelio no dicenada á nuestra pobre inteligencia,
el hombre, su destino y su fin serán para nosotros proble
mas llenos de tormento, como lo fueran para los antiguos
filósofos, que no conocieron la revelacion. Para ese enten
dimiento que nunca comprende tanto que no pueda aun com
prender mas, es necesaria una primera verdad , la única
verdad que le ilumine y le llene; y para esa voluntad que
va buscando el bien, que es su propio objeto, es necesario
un bien, el único bien que puede satisfacerla. Esta verdad
y este bien es Dios ; y fuera de aquí , fuera de Dios, y
fuera de los caminos que á Dios conducen, digo y puedo
decir que el hombre no es hombre.
Porque ¿qué es el hombre mas que un constante de
seo? ¿Qué es el hombre mas que una existencia animada
y movida siempre por un deseo ó por una infinita serie de
deseos? Y como quiera que en la tierra no encuentra cum
plida satisfaccion para este deseo, ni en las riquezas, ni en
la ciencia, ni en el mando, ni en los honores, ni en los
placeres, ni en los bienes del cuerpo; ó habremos de decir
que el Criador ha sido para el hombre el mas cruel de los
tiranos , dándole deseos que jamás pueda ver satisfechos,
ó hay que confesar que el destino natural, digámoslo así,
del hombre es la posesion de Dios, de Dios, que, como bien
universal, es el único que puede Henar y aquietar nuestra
voluntad; de Dios, que, como primera y única verdad, es
el único que puede llenar de luz nuestro entendimiento; de
Dios, en fin, que, como dice David, llena y colma de bie
nes nuestro deseo. Qui replet in bonis desiderium
tuum (I). Cuando se posee á Dios es cuando únicamente
podemos decir con San Pedro: JBonum est nos hic esse.
Este es mi destino, este es mi descanso, esta es mi feli
cidad.
Me admiro, señores, de ver la general aberracion de

(I) Ps. 102.


— 165 —
los hombres en una cosa que tan de cerca les toca é inte
resa. En el mundo todas las criaturas llenan y cumplen su
destino, menos la criatura racional. Las bestias, los insec
tos, los árboles, las piedras, los elementos, los astros, la
noche, el dia, todo, todo marcha hácia su fin, todo le cum
ple, y todo realiza su propia mision ó destino. Solo el hom
bre, que le tiene tan noble; solo el hombre, que cuenta con
tan poderosos medios para cumplirlo, es el único que se
olvida de él y que deja de realizarle mientras no dirige
sus miradas al cielo, donde se halla su completa satisfaccion
y su eterna felicidad y dicha. Nadie piensa en ganar el
cielo: todos se han olvidado de lo que son, y para lo que
han sido criados. Todo se busca menos el único bien que
hay que buscar, y cuya posesion es lo único que puede
hacernos decir: Bonum est nos hic esse. Ya he encontra
do mi delicia y mi reposo.
Ved, pues, cuál es nuestro destino; no es atesorar ri
quezas, ni merecer honores, ni adquirir fama , ni ejercer
potestad, ni gozar de placeres, sino ganar la eterna gloria
con las buenas obras que en la tierra practiquemos. Salo
mon se encuentra con un corazon vacio enmedio de su
grandeza; y el emperador Severo decia que no era nada,
habiéndolo sido todo.
Lo que hay que desear y conseguir es la gloria, her
manos mios, la gloria eterna, alcanzada la cual nadanos
queda que temer ni que desear. Bonum est nos hic esse.
Allí no padeceremos hambre ni sed; allí no nos sofocará el
calor, ni nos mortificará el frio, porque el Cordero que
está enmedio del trono nos conducirá á las fuentes de las
aguas que dan la vida, y Dios removerá y limpiará de nues
tros ojos las lágrimas (1). Ni muerte, ni llanto, ni clamor,
ni dolor, habrá ya mas; y el que está en el trono, dirá:
«Todo lo quiero nuevo.» Los justos brillarán allí como el

(1) Apoc, 7, 16.


— 166 —
esplendor del firmamento, y como estrellas por perpetuas
eternidades (1). «Gomo el sol, ha dicho Jesucristo, resplan
decerán los justos en el reino de su Padre (2);» y asi quiso
significarlo el Salvador cuando en el monte apareció mas
blanco que la nieve y mas brillante que el sol.
No hay palabras, hermanos mios, con que poder pin
taros ó representaros las delicias celestiales. Jacob no vio
mas que una escala por donde bajaban y subian los ánge
les desde el cielo á la tierra, y se vio obligado á decir:
*iQué terrible es este lugar! ¡Aquí es la casa de Dios y la
puerta del cielo (3)!» Si en la puerta se sentía ya tan esta
cado Jacob, ¿qué sucederá en la misma mansion de la
gloria? Moisés pidió á Dios que le revelase su gloria, y
Dios le respondió que no podría verla y vivir. «Cuando
pase mi gloria, le dijo, te pondré en el agujero de una
piedra, y con mi derecha te protegeré hasta que pase;
pero luego levantaré mi mano y te concederé que veas
mis espaldas.» Habría muerto Moisés como de estupor, de
asombro y de espanto, si hubiese visto la gloria y majes
tad de Dios. Ezequiel vió una semejanza de la gloria de
Dios, y cayó dando con su rostro en tierra. Si tan estupen
da le pareció la semejanza de la gloria, ¿qué será la mis
ma gloria? El Apóstol fue arrebatado al tercer cielo, y dice
vió lo que no le es permitido al hombre decir (4). «El ojo
do ha visto, dice el mismo San Pablo, no oyó el oido, no
puede el mismo corazon humano imaginarse lo que el So
ltar tiene preparado para los que le aman (5). Cuando San
Juan quiere describirnos en su Apocalipsis la celestial Je-
rosalen que le fue manifestada ó revelada, lo hace con tan
bellos rasgos que, aun valiéndose de semejanzas como lo
hace el Evangelista, sentímonos como elevados en dulce
arrobamiento á la mansion de Dios y del Cordero.

(1) Dan., 12. (2)Mat., 13. (3) Gen., 28.


(4) aaaCor.,12, (5) i ad Cor., 2.
Faltan pensamientos y palabras para esplicar te que
es la gloria. Ahora no vemos mas que por enigmas y co-
mo en un espejo; en la gloria veremos á Dios como es en
si, y viéndole, seremos á él semejantes. La gloria ó la
eterna bienaventuranza consiste en ver á Dios rodeado de
toda su gloria y majestad. Pero ¿qué es ver á Dios? Tan>-
poco sé decirlo. No sé decir mas que será estar como ane
gados en torrentes de delicia, y envueltos en una luz que
nos lo hará ver todo. Si aquí, viendo las obras de Dios.,
desde las mas grandes hasta las mas pequeñas, tanto goza
el hombre, ¿qué será ver al supremo Artífice? Si ver al
sol, y á la luna, y á los astros y estrellas alumbrando al
mundo con sus resplandores, causa en nuestros sentidos Y
en nuestro ánimo una especie de celestial complacencia,
¿qué será ver, tal como es, al que ha formado el sol y la
luna, los asiros y las estrellas? Ver á Dios será como ver
los ojos el mas hermoso objeto, como percibir los oídos el
mas armonioso sonido, como tomar la boca el manjar mas
esquisito, como recrearse el olfato con aroma suavísimo,
como apoderarse de toda verdad el entendimiento y de
todo bien la voluntad. No lo sé decir, ni digo nada con de
cir esto. Ver á Dios será poseer todos los bienes sin temor
de perderlos, y carecer de todos los males sin temor yade
esperimentarlos. Ver á Dios será haber encontrado lo que
cada uno buscaba: el sabio la ciencia, el pobre las rique
zas, el rico la felicidad, el enfermo la salud, el sediento el
agua, el hambriento el pan, el héroe su premio, el mártir
su corona, la virgen su aureola, y el confesor su victoria.
Estar ó vivir en compañía de una persona que ama
mos, lo tenemos por gran dicha; y si tenemos la seguridad
de que ella tambien nos ama, es aun dicha mayor. Ahora
bien: en el cielo no hacemos mas que amar á Dios, á Dios»
que es el rey de los amantes. Allí todo es amar: amar Dios
á las almas, y amar las almas á Dios. Dios las penetra, di
gámoslo asi, de luz, de luz fulgentísima, de. los que es el
— 168 —
resplandor dela Divinidad; y las almas y nuestros cuerpos,
penetrados de esa luz, parece que se convierten en Dioses,
y resplandecen, y alumbran , y brillan como estrellas en
el firmamento. Esto ha querido significar San Juan dicien
do: Scimus quoniarn cum apparuerit, símiles ei erimds,
quoniam videbimus eum sicuti est (1).
Por gozar un solo instante de la vision de Dios habian
de hacérsenos muy ligeros y dulces los trabajos y tormen
tos, no de un siglo, sino de muchos siglos, por mas que
esos trabajos y esos tormentos escedieran los límites y las
fuerzas de nuestra paciencia. ¿Veis esos martirios horri
bles, esas persecuciones sangrientas, esas ollas de aceite
hirviendo, esas parrillas, esos potros, esos garfios, en que
han sido sacrificados tantos mártires de Jesucristo? Pues
todo eso junto, y mucho mas aun que podais imaginaros,
debe considerarse como de escaso mérito respecto de ver
y gozar de Dios un solo instante. Non sunt condignce pas-
siones hujus temporis ad futuram glorian quce revela-
bitur in nobis (2). Luego ¿qué diré de ver á Dios por toda
una eternidad? ¿Quién esplica esto? ¿Quién puede espli-
carlo? Si á los condenados se les dijese que despues de
la eternidad de tormentos, permitidme la hipótesis, se
les habia de permitir el ver por un solo instante á Dios,
se les harían sus tormentos muy llevaderos; y nosotros,
por alcanzar el ver á Dios por eternidades de eternidades,
¿no hemos de sufrir molestias, ni hemos de practicar las
virtudes? ¿No hemos de sacrificar nuestras pasiones y re
frenar nuestros vicios? Aunque en peregrinaciones gastáse
mos nuestra vida; aunque con penitencias destruyésemos
nuestro cuerpo; aunque con tormentos despedazásemos
nuestra carne; aunque, como San Bartolomé, fuésemos
desollados vivos, y quemados como San Lorenzo, ¿qué com-

(1) i Joan,, 3, 2. (2) AdRom,, 8, «,


— 169 —
paracion tiene todo esto con ver á Dios, y verle por toda
una eternidad?
El cielo se merece, hermanos míos; la gloria se gana;
la eterna recompensa nos está ofrecida si somos fieles á
nuestros deberes, para cuyo cumplimiento nos concede el
Señor sus abundantes gracias. Por manera que Dios no
solamente nos da la gloria, sino que nos pone, nos sostie
ne y nos guia en el camino que á ella conduce. El hom
bre pone sus obras, es verdad; pero estas obras meritorias
no podríamos sin la gracia practicarlas.
Aspiremos á ganar la gloria , y no á otra cosa. Allí
es donde podemos decir: Bonum est nos hic me: bueno y
agradable es el estar aquí. Viendo á Dios rodeado de res
plandores, y á Jesucristo recibiendo el universal homena
je, y á María teniendo por corona el sol, y por descanso
para sus pies la luna, y á los patriarcas, profetas , após
toles, mártires, confesores, doctores y vírgenes teniendo
en sus manos las palmas del triunfo, y 'en sus cabezas las
aureolas de sus virtudes , entonces podremos decir: Bo
num est nos hic esse. Esto es lo único que habría que
desear, y lo único que hay que alcanzar y obtener. Cada
uno lo obtendrá segun la proporcion de su mérito; porque
una estrella se diferencia de otra estrella en la claridad.
Pero no por eso se sentirá menos feliz que otro el que en
menor proporcion obtenga la gloria. A cada uno le pare
ce que no es posible alcanzar mayor felicidad que la suya.
Dios le llena y nada le deja que desear.
¿A qué me canso? No lo puedo esplicar. Los tres
Apóstoles, al ver la gloria del Tábor, se quedaron atónitos
y silenciosos; ¿y quiero yo deciros lo que es la gloria?
Concluyo diciéndoos que la gloria es nuestro destino;
que para obtenerla hemos sido criados; que para que la
obtengamos ha padecido Jesucristo; que para verse obli
gado á dárnosla no ha perdonado el Padre á su Unigénito;
que para que de ella no nos olvidemos tocamos siempre
— no '—
la sanidad de las cesas terrenas, que nunca pueden cal-*-
mar nuestros deseos. ¡Siempre en deseos! ¡Siempre en
suspiros! Y todo esto no quiere decir sino que no nos can
semos en buscar en el mundo nuestra completa satisfac
cion y felicidad, pues esta no la encontramos masque en
el cielo. Para eso somos hombres ; para eso somos cris
tianos.
Concédenos, Señor, la divina gracia que, poniendo
auestra alma tan resplandeciente como el sol y tan blanca
como la nieve, nos abra la puertas de la gloria. Amen.
SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE AL MISMO EVANGELIO.

4.° Los escesosdel lujo son impropios de nuestro es


tado de cristianos. (Vestimenta ejus sicut nix.J Tomo pri
mero.
2.° Obligacion de los cristianos de oir con frecuencia y
docilidad la divina palabra. (Ipsum audite.) Tomo segundo.
SERMÓN
sobre el eva ngelio del miércoles después del
segundo domingo.

Quicumque voluerit inter vos


major fieri, sit vester minister.
El que entre vosotros aspire á ser
mayor, sea ministro de los demas.

Acababa el Salvador de anunciar en secreto su muer


te á los discípulos, cuando la madre de los hijos del Zebe-
deo se atrevió á pedirle para ellos los primeros puestos
en el reino de Dios, cuyas puertas habian de abrirse con
la Resurreccion de Jesucristo. «¿Podeis beber, les pregun
tó el Redentor, el cáliz de la Pasion, que para mí está pre
parado?» Podemos , respondieron , no sin ligereza, pues
entonces, en aquel instante, aun no podían beberle, toda vez
que aun no habían recibido al Espíritu-Santo. «Podreis
beberle, continuó Jesucristo; pero no me es dado el con
cederos á vosotros lo que habeis pedido, sino á aquellos
para quienes mi Padre lo tiene preparado.» No llevaron á
bien los demas discípulos esta peticion de los dos ; y el
Salvador, para instrucción de los unos y de los otros , y
para instruccion de todos, les dice : «Ya sabeis que entre
las gentes sus príncipes dominan , y los que son mayores
ejercen el mando ó la potestad; pero entre vosotros no ba
— 474 —
de ser así : porque el que quiera ser mayor ] ese ha de
ser vuestro siervo. Que el hijo del hombre no ha venido
á ser servido, sino á servir y á dar su vida para que
sirva de redencion de muchos.» Quicumque voluerit inter
vos major fieri, sit vester minister.
He dicho antes qiie para in*tro:$cion de todos se hallan
escritas en el Evangelio estas palabras , porque ellas en
jpq"o tiempo condenan y combaten uno de los mayores ma
jes quV padece Ia soci&Jad, por no decir que es la mayof
calamidad que la aflige. Hablo, señores, dela ambicion;
monstruo horrible, que nada ni á nada perdona para en
grandecerse; implacable tirano, que todo lo sacrifica por
elevarse una pulgada mas sobre los demas hombres; fuego
abrasador, que reduce á pavesas los pueblos, las ciudades
y los reinos por alcanzar un instante de dominacion.
La actual sociedad, tan fecunda en crímenes y tan
amenazada de males y de guerras, debe considerar la des
bordada ambicion, como el origen de sus desgracias. Des
hecha , digámoslo así, la actual sociedad como cuerpo' , y
reducida á ser el conjunto de meras individualidades,
que no se conocen sino para odiarse , y no se tratan mas
que para herirse, causa espanto el verla convertida en un
campo de batalla , donde cada dia se ensangrientan mas:
sus propios hijos.
Es preciso pensar en poner un término á los infinitos
males de que se ve amenazada la sociedad ; y como el
sacerdete católieo tiene sobre sí el deber y la gloria de
aplicar á esos males el conveniente remedio , quiero
retraeros de los peligros de la ambicion , haciéndoos
ver que
Este vicio es un fuego devorador en las naciones ó
Estados. ;..:..

Ave María.
—m-
La ambicion es el desordenado apetito de los honores y
dignidades. El hombre se siente arrastrado por su propia
degradacion 6 corrupcion á desear le tributen sus se
mejantes el honor que él no mereee ; porque siendo el
honor el testimonio de la propia escelencia, el apetecerle,
pedirle ó exigirle supone en el hombre un gran fondo de
soberbia, toda vez que él mismo se supone digno del honor
que por todos los medios va buscando. El apetito del honor
puede alguna vez dejar de ser pecado ; y es cuando al
alcanzar ese honor no le referimos á nuestro merecimien
to i sino á Dios, de quien tenemos aquello en que sobre
salimos; y cuando no para satisfaccion y utilidad propia,
«no para utilidad de nuestros prójimos, apetecemos ó
aceptamos el honor que se nos concede. Todo lo que no
lea tener siempre presente nuestra propia indignidad , y
que á Dios lo hemos de referir todo , y que para utilidad
de nuestros semejantes ha de ser el honor buscado ú ob
tenido, es faltar, es delinquir, es cegarse, es poner el pie
sobre el borde del mas hondo precipicio.
Ahora bien ; entre los que tanto se agitan por obtener
honores, dignidades y altos puestos, ¿hay muchos que se
atengan á los dos importantes principios que, apoyado en
la doctrina del doctor angélico Santo Tomás (1), dejo con
signados? ¿Hay muchos que soliciten los primeros puestos
únicamente para referir el honor y la gloria á Dios, y para
ser útiles á sus semejantes? Ni muchos, ni pocos, sino nin
guno ó muy raro es el que, en el apetito del honor, se deja
gobernar por estos saludables principios. Por eso la ambi
cion causa tan horribles estragos en la sociedad; pues
donde ni á Dios ni al prójimo se mira, no pueden menos
de sentirse males á todas luces funestísimos.
Jesucristo ha establecido la doctrina mas provechosa
para la sociedad al decir que entre los suyos el que quiera

(i) í.í.q, 131.


— 176 —
ser mayor tiene que ser siervo de los otros. Máxima re
ligiosa, política y social que uo tiene el mundo, digámoslo
así, con qué pagarla. Entre los gentiles, los que ejercen
potestad dominan con dureza sobre los suyos; pero entre
los cristianos, el que manda y ejerce superioridad ó do
minio debe servir y sacrificarse por los demas. Callen y
confúndanse ante esta divina máxima los enemigos del
cristianismo, que le acusan de que favorece el despotismo
y la tiranía. Callen y confúndanse los que, no apreciando
este espíritu eminentemente social de la religion católica,
forjan ellos teorías donde mas parte é interes hay para su
soberbia que para la pública utilidad. Olvidándose de
Dios, ¿cómo han de acordarse de su prójimo? Y si no se
acuerdan de Dios ni del prójimo, ¿qué podrá esperarse
de la elevacion de aquellos que no se miran mas que á sí
mismos al buscar con tanto ahinco y empeño los honores
y dignidades?
La ambicion es el pecado que podemos llamar lucife-
rino; el pecado del ángel rebelde que se subleva contra
Dios para usurparle su trono. La ambicion arrastró á los
primeros padres á sublevarse tambien contra su Criador,
por haber oido á la serpiente que les prometió serian como
dioses. Y la ambicion viene siendo desde el primer pe
cado una de las mortales llagas que corroen la existencia
de la sociedad. Porque desde el instante en que el hom
bre, escuchando las voces de su amor propio, no piensa
mas que en engrandecerse, no repara en los medios, con
tal que le conduzcan á su fin apetecido. Cada hombre es
para él un enemigo. No mira el ambicioso lo que él tiene
ó posee, sino lo que poseen ó tienen los demas. Su sueño,
su delirio, su pensamiento dominante, su única aspiracion
es elevarse sobre todos, aunque haya que poner el pie so
bre la cabeza de todos. No hay para él mas anhelo que la
elevacion, y ni las injusticias le detienen en este camino, ni
las discordias le paran. ((Adelante, dice; adelante en mis
-m —
proyectos, aunque sea victima de ellos todo el género hu
mano. Logre yo ser mas que todos los demas, aunque todos
los demas sean aniquilados. Quiero ser tan alto como el
Altísimo; quiero ser como Dios.»
Ved con esto e splicado el origen de tantas discordias
y de tantas sangrientas guerras que ocupan toda la historia
del género humano. E1 hombre no ha querido mas que ele
varse sobre el hombre, las familias sobre las familias, los
reyes sobre los reyes, y los súbditos sobre los superiores;
y así se ha convertido la tierra en una sangrienta arena,
donde el mas fuerte ó el mas hábil se lleva la mas rica
parte del combate. La vida privada se ha hecho con esto
un tormento, como la vida pública una lucha.
Nunca podrá lamentarse suficientemente la honda he
rida que ha abierto en el cuerpo social la revolucion pro
testante , halagando, como lo hace, el orgullo individual,
y haciendo al hombre soberano de sus ideas, y, por consi
guiente, de sus deseos. Cuando lo que debe hacer la reli
gion verdadera, atendida nuestra natural degradacion, es
contener al hombre dentro de la esfera de la razon y de la
ley; cuando lo que debe hacer la religion es señalar un li
mite á los deseos humanos, que se desbordan, y poner un
freno al orgullo de la inteligencia, que todo quiere pene
trarlo y medirlo, venir el protestantismo estableciendo la
soberanía del individuo , equivale á proclamar la legi
timidad del pecado original , á decir al hombre que todo
le es permitido, á colocarle en la esfera de rey , toda vez
que le llama soberano, y á ungirle sacerdote y pontífice,
supuesto que le hace juez de sus creencias. E1 hombre,
segun le educa el protestantismo, está en el caso de decir:
«Puedo serlo todo, ó lo soy todo. Examino la ley, y puedo
no aceptarla. Yo me formo mi Dios, y me establezco mi
religion. Sobre mi juicio no hay otro. Mi propio juicio es
mi ley.»
¿Qué es esto, señores; qué es esto mas que la procla-
tomo iu. 12
tít#ctot*M fmpéYíode la soberbia, f, por' Consiguiente, «I
friego délas ambiciones desbordadas?
Hé aquí por qué, á medida que la* ideas protestantes
ganan terreno, ó influyen, de una manera 6 de (Era, así
eri el individuo como en la sociedad , se etáflta el amor
propio, las pasiones cobran nueva fuerza, la soberbia sé
entroniza, y las ambiciones, esto es, el deseo de ser mas
que los otros, se desarrollan', trayendo ért pos de si la
ruina de los Estados. Las teorías ó doctrinas que participen
del espirita del protestantismo, por necesidad han de sas-
citar diariamente conflictos en los pueblos, donde, á con
secuencia de influir aquellas mas ó Menos en el ánimo de
los hombres, no podrán dejar de manifestarse á cada iris-
tante nuevas ambiciones sin satisfacer , tras otras q'ue á
gran costa se ven ya satisfechas. Esta fuente de discordias
¿o se verá nunca cegada, mientras de la cabeza' y del co
razon destilen las aguas de la soberbia.
Si hoy la Europa se halla tan conturbada ; si los áni
mos se encuentran en tan insufrible inquietud ; si vemos
trastornarse con tanta facilidad las cosas que nos parecían
mas afirmadas, esas zozobras, esas agitaciones, ese hundi
miento de dinastías, esas revoluciones que se verifican, 6
que siempre se temen , todo se esplica conociendo el des
borde de las ambiciones individuales que se desarrollan
bajo el fuego de la soberbia. Dícese que las clases ó ge-
rarquías están trastornadas ó confundidas ; pero ¿Cómo no
han de estarlo cuando todos aspiran á serlo todo , y nadie
quiere reconocerse inferior á otro? La disolucion , el caos
de la sociedad nos amenaza, y si no nos hacemos humil
des, con nuestra soberbia seremos confundidos. Qui íe
ewaltaverit, humiliabitur.
Sí, señores : todo el que desmesuradamente ha que
rido ser ensalzado, se ha visto, se te y tiene que verse
confundido, i Oh tú, ángel, que desde muy temprano' eras
luz, por haber querido igualarte $ Dios> ya, DO eres mas
qué tinieblas $ Boche f ¡Oh vosotros, felldés éH ottó tiém-<
po , habitantes del Paraíso, os halagó una palabra 6 una
ptomés'a, y no solo no fuisteis como Dioses, sino que os'
quedásteis aun mas pequeños que hombres! ¡Oh tú, ilustre
hijo de Jacob, sueñas qdé eres como príncipe de tus her
manos, y' nó más que el soñarlo te hace perder fa líbeftafl
y pone en peligro tu vida ! No mas que soBar una digni
dad ó un honor, causó tantas amarguras al inocente Josef.
Aunque para ello hiciese yo los mas grandes esfuer
zos, no podría pintaros con los verdaderos colores la in
quietud y descontento en que los ambiciosos pasan la vida*.
Con mucha razon ha dicho San Bernardo que la ambicion
és la cruz de los ambiciosos. Ámbititt ambíéntium est
Crux (1). Los ambiciosos no miran á lo que son, sino á lo
que son' otros; y mientras otros sean, ó representen, ú ob
tengan algo mas que ellos, no descansa su corazon, ni sus
ojos sé cierran al tranquilo sueño, ni comen sino con ámár-4
gura su pan. Ámbitio ambientium est Crux. Aurique lo
gren llegar á los primeros puestos , esto mismo les atór
menta cotí doble violencia , si ven que otros se hallan eri
camino de llegar algun día á obtenerlos ó á disputárselos.
ÁttiMtio ambientium est Crux. Aunque vean que tienen
tras sí, ó bajo SÍ, á muchos, esto no les és tan grato como
molesto les es el ver que tienen delante de sí á uno solo.
kmbilio ambientium est Critx. Al soberbio Aman mas
té atormentó el ver superior á sí á un solo Mardoqueo,
Ítíé lo qué le satisfacía el ver á stis pies á todos los pue-
loá y los príncipes. Ambitio ambientium est Crux.
La ambicion trae en pos de sí muchos pecados ; pues
arrastrando al hombre á que por todos los medios busque
él engrandecimiento, le hace que no repare en lo lícito de
ellos, y con iniquidades é injusticias sé eleva á los puestos,
que no ocupa al fin sino cotí profundos remordimientos.

(i) Lib. 3} de Consid.


— <80 —
De la ambicion han nacido casi todas las herejías que han
rasgado ó querido rasgar la inconsútil túnica de la Iglesia,
y todas las revoluciones de que en el mundo han quedado
tan sangrientas huellas.
Jesucristo, con su conducta, al mismo tiempo que con
su doctrina, condena de un modo terminante la ambicion,
y no permite mas camino para el honor que el de la hu
mildad. Si el pueblo quiere proclamarle rey, él huye solo
al monte : y si la madre de algunos de sus discípulos pide
para sus hijos los primeros puestos, oye la saludable res
puesta de que ha de constituirse siervo de los demas el que
aspire á las primeras dignidades. Quicumque voluerit
inter vos major fieri, sit vester minister. A otros vicios
ó pecados les está asignado , digámoslo asi, una pena ge
neral; pero al ambicioso se le dice que en el término de su
ambicion ó soberbia encontrará la humillacion, que es lo
que él aborrece, y de lo que va huyendo. Qui se exalta-
verit, humiliabitur. Cafarnaum, que te has ensalzado hasta
el cielo, tú serás confundida y arrastrada hasta el abismo.
Et tu Capharnaum usque in ccelum exaltata es, sed ad
infernum demergeris (1).
En el hombre ambicioso todas las pasiones tienen que
estar en juego y movimiento. La esperanza y el deseo, si
no posee: la ira y la desesperacion, si no logra: la inquie
tud y el temor, mientras goza y disfruta: el odio, si tiene
competidores: la envidia, si ve á otros que se levantan: la
tristeza, si piensa en que son fugitivos sus honores ; y...
qué se yo... porque es imposible penetrar los horribles
misterios del corazon ambicioso.
La ambicion, os digo concluyendo, subleva los perver
sos instintos del hombre contra sus semejantes y contra la
sociedad, y no hay crimen ni esceso que no se arroje á
cometer el ambicioso, mientras pueda con esto ascender á

(1) Mat.,20, 26.


— 181 —
la apetecida dignidad. El cristianismo, qne predica la hu
mildad, salva con esto la sociedad: y el protestantismo, que
fomenta el orgullo, la destruye.
Concedednos, Señor, el espíritu de humildad, para que
seamos luego ensalzados en la eterna gloria. Amen.
SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE A ESTE EVANGELIO.

4.° Teoría cristiana del poder y de la obediencia.—


Tomo segundo.
2.° Las prelacias eclesiásticas han de ser consideradas
como una cruz;—Tomo segundo.
SERMÓN
sobre el evangelio del jueves después del se
gundo domingo de Cuaresma (1).

Factum est autem ut moreretw


mendicus et portaretur ab angelis
tn sinum Abrahce. Mortuus est
autem et dives , et sepultas est in
inferno. (Luc, 16.)

Sucedió que murió el pobre y


-' ' fue llevado por los ángeles al seno
de Abraham; y murió el rico y fue
sepultado en el infierno.

Hace que se ericen los cabellos y que la sangre se


congele en las venas la historia del pobre y del rico , que
pone á nuestra consideracion el Evangelio de este dia. ¡ Ay,
mortales, mortales! ¡Cómo nos afanamos por no ser pobres
un instante, que es la vida, y por riquezas que han de ser
los enemigos de nuestra eterna felicidad! Hubo un rico,
dijo Jesucristo á los fariseos, que vestía de púrpura y da'
ba todos los dias comidas espléndidas. A su puerta yacia
lleno de úlceras un pobre llamado Lázaro, que deseaba ali
mentarse no mas que con las migajas que se caian de la

(1) Pongo discurso sobre el Evangelio de este dia , por lo que sé


presta pare tratar asuntos ó materias importantes.
— 486 —
mesa de tan opulento señor. No hubo , ¿podreis creerlo? no
hubo quien se las suministrase ; y únicamente los perros
iban á limpiarle sus heridas. Pero llegó un día, el dia en
que se concluyen los trabajos del pobre y los goces de los
ricos. Llegó el dia de la muerte del opulento señor y del
mendigo Lázaro, el dia de la verdadera igualdad, y el po
bre subió en manos de los ángeles al seno de Abraham, y
el rico cayó precipitado en los infiernos. Oid, oid. Habien
do levantado sus ojos este desgraciado desde el lugar de
sus tormentos , vio allá á la lejos á Abraham y al pobre
Lázaro que descansaba en su seno. «Padre Abraham,
clamó el condenado , ten piedad de mí, y envíame á Lá
zaro para que, tocando el agua con la estremidad de su
dedo, refresque mi boca, porque aquí en estas llamas me
'estoy consumiendo.—¿Qué es lo que dices? respondió Abra
ham: acuérdate que tú en la vida recibiste bienes , y Láza
ro no recibió mas que males. El, pues , recibe ahora con
suelos ,, al paso que tú te consumes en los tormentos. No
puede pasar Lázaro á refrescar tu lengua: hay un caos en
tre nosotros y vosotros Pero, Señor, replicó el rico ator
mentado, siquiera envíale á casa de mi padre para que
mis hermanos sepan cómo estoy, y eviten el venir á este
horrible lugar.— Tienen á Moisés y los profetas que se lo
dicen, contestó Abraham; y no creyendo á Moisés ni á los
profetas,, tampoco creerían á los muertos, aunque resuci
tasen.»
Tal es la verdadera historia que Jesucristo refirió á los
fariseos ; y yo me atrevo á asegurar que al oiría os habeis
consolado los unos, y os habeis llenado de terror los otros.
Para ambas cosas hay en verdad grandes motivos. Ese in
feliz que arrastra una existencia llena de trabajos, y í cu
yos labios no llegan las migajas que caen de las mesas de
los opulentos , habrá sentido cómo se dilata su oprimido
corazon al considerar que tras una vida breve hay reser
vados para su paciencia inapreciables y etsraps consuetos,
» 187 m
Ese rico, que visie y come espléndidamente, «¡o acordara
de que hay lágrimas en el mundo, y sin parar su atencion
en el ejemplo que le dan los perros que lamían las herida*
de lázaro , se habrá aterrado al oir que no habrá ni una
gofa de agua para templar el ardor de sus tormentos des»
pues de la muerte. De mí sé decir que me encuentro so*-
¿recogido; y tanto es así, que tenia pensado hablar hoy de
Jesucristo como bienhechor del género humano, y he de-
«stjdo do esplanar esta idea para esponer en esta tarde á
yueslra consideracion : primero , las ventajas de la po>r
\fe%a soportándola con resignacion: segundo , los peli
gros délas riquezas cuando no se usa bien de ellas, Fac>
tm est fíMtm, etc. En dos sencillas proposiciones.

Ave María.

PRIMERA PARTE.

Ea pobreza asusta á primera vista. Ln imaginacion


se ofusca, el ánimo se sobrecoge, y pareee como que va á
faltar el aire á nuestro pecho, el sol á nuestras miradas,
la tierra á nuestros pies, y aun la gota de agua á nuestro
sediento labio. Gomo si no hubiese un Dios; como si este
Dios no fuese padre; como si este padre no fuese previsor,
y como si este padre. previsor no fuese soberanamente
— 488 —
amoroso, tememos nacer y vivir en la pobreza, y vernos
obligados á esperar las migajas que caen de la mesa de
los ricos. ¿Hay, por ventura, motivos para estos temores y
para que el pobre se entregue á la desesperacion aunque
los opulentos no se dignen echarle una mirada de caridad?
Los hay, al contrario, para conformarse y sentirse felices
los pobres enmedio de su pobreza.
No me detendré á considerar esa Providencia divina
que da vida al mas despreciable insecto; que envia á la
tierra y á las flores el agua de su incesante renovacion;
que purifica con los aires la atmósfera; que cuida, en una
palabra, de los cabellos de nuestra cabeza: son harto
obvias estas consideraciones para creer necesario insistir
en ellas. Lo que sí quiero preguntaros, á vosotros los que
vivís en la pobreza y os quejais de vuestra amarga suerte,
lo que si quiero preguntaros es si no habeis pecado, si no
os hallais en pecado, si no teneis afecto al pecado. Aquel
de vosotros que se sienta sin culpa; aquel de vosotros que
no esperimente el remordimiento del crimen; aquel de
vosotros que no haya ofendido á Dios, tire la primera pie
dra á la Providencia á quien acusais de injusta porque os
ha hecho pobres. Pues si no sois inocentes, si sois hijos y
criaturas de pecado, la pobreza es la pena, la pena natu
ral á que debeis vivir sometidos. ¿Y por qué ha de ser
asi? Oidlo. La justicia de los reyes del mundo , que no
hace cosa alguna justa sino en cuanto participa de la
justicia de Dios, desde el momento en que ha convencido
á un hombre de haber cometido el crimen de lesa majes
tad, le despoja de sus bienes, le priva de sus derechos, y
á veces hace participantes de la pena á su familia y á to
dos sus descendientes. De la misma manera, aunque en
mas elevado órden, castiga Dios á los que le ofenden. A
Adam, en cuanto pecó, lo espulsó del Paraíso que le die
ra por morada, cerrándole y ordenando le guarden los
ángeles para que en él no vuelva á entrar ni Adam ni sus
— 189 —
hijos. Le privó ademas del imperio del mundo, le anuló
los derechos, y lo redujo á miserable esclavitud, sin mas
propiedad que el trabajo y el sudor de su frente. El hom
bre no tiene títulos á mas. Porque no es justo que el sier
vo rebelde, infiel y traidor, goce de los bienes de su se
ñor generoso, y viva en su casa y coma el pan de su me
sa. Y no solo de las riquezas, sino hasta de las facultades
corporales y espirituales, y de todos los dones de Dios, de
bería de ser despojado el hombre que contra su Criador se
levanta.
Primer motivo para aceptar con resignacion la pobre
za, y contraer con esta aceptacion méritos suficientes para
que Dios abrevie los días de los dolores. Pero hay todavía
otro que realza la pobreza hasta un punto incalculable, y
derrama á torrentes la alegría y los consuelos en el pecho
del necesitado. ¿Quién es Jesucristo? Sus grandezas, ni el
cielo puede suficientemente publicarlas, ni la tierra com
prenderlas. Hijo de Dios desde la eternidad ; Dios con el
Padre en una misma esencia; Criador con él de las cosas
visibles é invisibles; Señor de la tierra, que oculta en sus
profundidades tesoros; Señor del mar, en cuyo fondo dia
riamente sucumben inmensas riquezas; Señor de los mon
tes y de los valles ; árbitro de los imperios y soberano
principio de quien todo recibe vida; Jesucristo, digo, sien
do pobre aun cuando es tan rico, ennobleció , enalteció,
embelleció y santificó la pobreza, y desde entonces la po
breza es noble, es alta, es bella, es santa. ¿Hay alguno en
tre vosotros que se atreva á decir: «yo soy mejor que Je
sucristo?» Si el Salvador, viniendo á derramar en el mun
do las riquezas de sus misericordias, nace pobrísimo ; si
su Santa Madre no puede ofrecer en el templo mas que la
oferta de los pobres; si no tiene donde reclinar la cabeza
aquel que con la punta de sus dedos mueve el universo,
¿cómo tú y yo, criaturas miserables, nos hemos de quejar
de ser pobres, cuando no merecemos ni el aire que respi-
- 4901 -
ramos, ni e! agua que bebemos, ni et vestido cotí qne nos
cubrimos, ni el lecho en que descansamos , rii la salud,
ni el sueño, ni lá vida, ni el movimiento , fii la fuerza?
Solo la idea de que la vida del pobre fue la Vida del
Hombre-Dios, basta para vivir contentos eri las privacio
nes, y esperar del cielo la remuneracion dé nuestra pa
ciencia.
Hay todavía mas. La vida del pobre es incomparable
mente mas tranquila que la del rico. Lá esperiencia lo en
seña; los ojos lo ven; los oidos lo escuchan. Contento coil
sus privaciones, el pobre se entrega dulcemente á la tran
quilidad de su sueño, sin que le atormenten los deseos de
elevacion que mortifican el espíritu del rico; ni los pro
yectos de vanidad, que le hacen tan amarga la Vida ; ni é\
goce de los' placeres, que secan tantas existencias; ni la
ociosidad, que es tan amiga de la corrupcion; ni las pasio
nes, tan escitadas y enardecidas en el corazon de los pode
rosós; y, por último, sin que le atormente la idea de que
algun día , próximo quizá , tendrá que dejar en el mundo
las riquezas donde habia puesto el corazon. La pobreza hace
dulce la muerte, no porque cause la desesperacion, sino
porque no crea lazos en la tierra.
Pofr último, morirá el pobre; el tiempo ha pasado para
él, y va á comenzar la eternidad. El tiempo ha pasado
como veloz relámpago, como humo arrebatado por los
aquilones, como un sueño donde dormimos niños y des
pertamos' viejos, y como una flor que al querer miraría
dos veces en una misma hora la encontramos en la última
marchita y deshojada. Ta no hay mas que eternidad. Los
padecimientos entonces mismo se reputan como breves: las
privaciones anteriores no se sienten sino como consuelos;
y las miserias se aprecian como si hubiesen sido estraor-
dinarios favores. Los males, como los bienes de la vida, ter
minan ahí, con el tiempo; el pobre no es ya pobre, sino ri
co y feliz, porque los ángeles le llevan al seno de Abrahaiü
á poseer imperecederas riquezas. El pobre mendigo que
esperaba las migajas de la mesa de los grandes, no pade
cerá ya ni hambre, ni sed, porque le saciará el que hace
nuestra felicidad eterna. El pobre que vestía andrajos á la
puerta del rico adornado con espléndidos trajes, no senti
rá los rigores del invierno, ni los calores del verano, por
que le vestirá el que esmalta de flores los campos. El in
feliz que no tenia otra medicina para sus heridas que la
lengua de los perros, vivirá vida eterna, sumergido en 1»
fuente de la misma inmortalidad. Fadum est autem, etc.
¿Y por qué tanta felicidad para el pobre? El mismo Jesu
cristo lo dice en boca de Abraham: porque Lázaro recibid
en vida males, y despues de la muerte tiene que ser con
solado. En la vida ó despues de la vida hay que purgar
nuestras culpas : en la vida ó despues de la vida hay
que espiar nuestros pecados : en el tiempo o en la eterni
dad hay que pagar la deuda de nuestros propios escesas.
Felices, mil veces felices los que, como el pobre Lázaro*
no reciben mas que males en la tierra , para ser despues
consolados. Felices , mil veces felices los que ¿ durante
una brevísima vida , esperan los desperdicios de la mesa
de los ricos , para recibir despues en la eternidad el pre
mio de su paciencia. Bienaventurados lo» pobres , porque
ellos serán hartos, hartos de felicidad y de gloria, en aquel
dia en que sus ojos dejarán ya de llorar , y su pecho de
padecer. Nunc autem hic consolatur. El pobre se con
solará entonces de sus dolores , de su hambre, de su sed,
de las injusticias y de la dureza de los ricos. Nune au
tem , etc. El pobre se consolará entonces de los despre
cios del mundo , del olvido de sus amigos* de la! ingra
titud de sus deudos. Nunc autem , etc.
La felicidad del pobre resaltará todavía mas al poner
ahora á vuestra consideracion los peligros de las f¡que
sos cuando no se usa bien de ellas.
— 492 —

SEGUNDA PROPOSICIÓN.

No vayais á deducir que está cerrada para los ricos


la puerta de los cielos. No. El mismo Evangelio de hoy
dice lo contrario, supuesto que nos habla de Abraham en
el sentido de ser feliz, y Abraham, como sabeis, fue muy
rico. Lo que hay en las riquezas es un grandísimo peli
gro de condenarse, porque haciendo de ellas el Ídolo de
nuestro corazon, para él son nuestras adoraciones, y para
Dios la ingratitud y los desprecios, y para nuestros pró
jimos la dureza y la insensibilidad de nuestra codicia.
«He llegado á ser rico, dijo Efraim, y me he adquirido un
Ídolo (1)-» ¿En qué consisten , pues , estos peligros de las
riquezas? Consisten en que para adquirirlas no se omite
por el que aspira á ser rico el cometer las mas abomina
bles injusticias. Por eso dice San Pablo (2) que «los que
»quieren ser ricos caen en tentacion y en el lazo del
»diablo, y en deseos inútiles y nocivos que pierden á los
»hombres.» Y San Gerónimo ha llegado á decir que todo
rico ó es inicuo, ó heredero de un inicuo. Palabras terri
bles, es verdad, desconsoladoras ; pero que el santo doc
tor se vió precisado á escribir en vista de las grandes in
justicias que veia cometer á los hombres para hacerse
opulentos. Ser rico : este es el fin. Si para conseguirle
es necesario engañar á sus hermanos; si para conseguirle
es preciso cometer fraudes ; si para conseguirle es útil
el valerse de los mas reprobados manejos ; si para con
seguirle es conducente usurpar al pupilo y á la viuda

(1) Oseas, 12. (2) i. Timot., 6.


,— 193 —
el pan ; si para conseguirle es conveniente que arda el
mundo por sus cuatro lados, nada se omite por aquellos
que se dejan dominar del deseo de acumular bienes. «Des
dichados, pregunta Isaías: ¿creeis que estais vosotros solos
en el mundo ?» Numquid habitabais vos soli in medio
terra ?
Consisten los peligros de las riquezas en el orgullo que
su posesion inspira á los poderosos. Ellos mismos son el
Dios de su corazon: todo ba de estar sometido á sus capri
chos , y en moviendo el rico la cabeza nadie se atreva
á oponérsele. Porque es rico , pretende ya ser sabio sin
estudio, noble sin nacimiento, héroe sin valor , bueno sin
virtudes. Aunque el pobre Lázaro se halle tendido á sus
puertas pidiendo los desperdicios de su mesa , no se los
dará temiendo hacerse pobre , y dejándole en la miseria
sin otro consuelo que la lengua de los perros. Henchido
de soberbia el corazon, no hay en él un lugar para Dios,
ni un suspiro para los hombres. La justicia y la caridad
son para él palabras sin significacion : el oro es su única
ley. ¿No veis en esto peligros? ¿No veis, amados mios, en
peligro la salvacion ? ¿ Y qué diré del uso que los pode
rosos hacen de sus riquezas? El oro les abre las mil
puertas de la corrupcion ; les facilita las ocasiones peli
grosas de pecado ; les suministra medios para satisfacer
sus nunca satisfechas pasiones; les abre diariamente nue
vos caminos de ofender á Dios , y, pensando en nuevos
recursos para hacer callar sus antojos , la misma hartura
no les deja dormir.
Tiemblo fijar mis ojos en el cap. xx del libro de Job,
donde se dice al implo opulento : «Si subiese hasta el cielo
»su soberbia, y su cabeza tocara con las nubes, será ar
rojado al fin como basura, y los que le habian visto di-
»rán: ¿Dónde está?... Pasará como vision nocturna; el ojo
»que le habia visto no le verá... sus hijos serán consumi-
»dos de pobreza... sus huesos se llenarán de los vicios de
tomo ni. 13
— 494 —
»su mocedad, y con él dormirán en el polvo... su pan en
»sus entrañas se convertirá interiormente en hiel de áspi-
»des; vomitará las riquezas que devoró , y de su vientre
»las sacará Dios. Chupará cabeza de áspides , y lengua de
»víbora lo matará... Pagará todo lo que hizo... porque
»oprimiendo desnudó á los pobres... No sobró de su co-
»mida para limosnas, y por esto nada permanecerá de sus
» bienes... Todas las anieblas están escondidas en sus se-
»cretos ; le devorará fuego que no se enciende, y los cielos
»descubrirán su iniquidad...» Así habla Job. La energía
de sus frases aterra al alma , y como que quisiera uno
apartar la vista de ese dia , que llegará pronto por mucho
que se retarde , en que con las manos vacías , el corazon
seco y la conciencia atormentada descenderá el rico á un
estrecho sepulcro , único hospedaje que le da la tierra,
único palacio que le permite la muerte.
En ese dia el rico verá desaparecer sus tesoros ; el rico
verá con dolor, en manos de otros sus palacios; el rico
verá la frivolidad de sus pensamientos y lo vano de sus
proyectos ; el rico verá la locura de sus obras; el rico, se
gun dice el Evangelio de este dia , descenderá á lo profun
do del infierno. Entre angustias deplorará su ceguedad , y
cuando se abrasen de ardiente sed sus entrañas , pedirá á
Abraham... ¿qué pedirá, señores? Ese opulento, para
quien eran estrechos los mas suntuosos palacios , que co
mía espléndidamente, que vestia de púrpura, que alrede
dor y en las interioridades de su casa levantaba jardines y
edificaba fuentes... ¿qué os parece pedirá? Ese opu
lento no pedirá ya sus riquezas , no pedirá sus palacios,
no pedirá sus fuentes , no pedirá ni un vaso de agua, no-
pedirá ni siquiera una gota de agua , porque aun pedir
una gota de agua seria mucho pedir... ¿Pues qué pedirá?
Pedirá i oh gran Dios! que el pobre Lázaro, aquel que es
peraba , lleno de úlceras , las migajas de su mesa , toque
al agua con la estremidad de su dedo y humedezca un po
— 495 —
quito sus labios. «No puede ser, le responderá entonces
Abraham ; es ya tarde : acuérdate que tú en la vida reci-
bistes bienes , y que Lázaro no recibió sino males. Ahora
él es consolado, y tú sufres indecibles tormentos.» Hic
consolatur ; tu vero cruciaris^ Tormentos en la cabeza,
por los pensamientos de engrandecerte que á todas horas
te inquietaban : tormentos en el corazon, porque le tenias
en el oro : tormentos en la boca , porque no sabias hablar
mas que de proyectos de especulacion : tormentos en las
manos, porque estuvieron prontas para tomar y encogidas
para dar : tormentos en los pies , porque nunca hiciste uso
de ellos sino para ir en busca de tesoros : tormentos en to
das partes, porque al dinero estuviste todo entregado. Hic
consolatur; tu vero cruciaris. Dolor y gemido eterno,
esa es tu heredad.
¡Dios miol quiero ser pobre, si así logro ser llevado al
seno de Abraham por los ángeles , mejor que ser rico para
descender al infierno. Concedednos el espíritu de pobreza
y el don de conformarnos con ella , para ser despues eter
namente ricos en el cielo. Amen.
SERMÓN

sobre el mismo evangelio.

Fili, recordare quia recepisti


bona in vita tua, et Lazarus si'
militer mala : nunc autem Me
consolatur , tu vero cruciaris.
(Luc, i6, 2S.)

El Evangelio de este día refiere, no una parábola, sino


la verdadera historia con que Jesucristo trató de probar á
los avaros fariseos el buen uso que los ricos debian de ha
cer de sus tesoros. Habia un rico, cuyo nombre calla Je
sucristo, ya fuese por respetar su fama, ya para que de él
no quedase recuerdo en el mundo, que comia, y vestía y
gastaba con escesiva esplendidez, oyendo por mucho tiem
po con indiferencia y crueldad á un pobre llamado Láza
ro, que, lleno de úlceras, pedia, desde la puerta del opu
lento señor, siquiera las migajas que caían de su mesa.
Murieron luego ambos, y el rico, por la dureza de su co-
Tazon y el mal uso que hizo de sus riquezas, fue sepultado
— 198 —
en el infierno; al paso que el pobre Lázaro, que soportó
con tanta resignacion su desgracia, fue conducido por los
ángeles, ministros de Dios , al seno de Abraham. El rico,
alzando los ojos, vió á lo lejos, desde el infierno, á Abra
ham y á Lázaro que descansaba en su seno; y, hallándose
atormentado en aquellas llamas, pidió á Abraham que en
viase á Lázaro para qne , con su dedo humedecido, tem
plase el fuego que abrasaba su lengua. «Acuérdate, le
respondió Abraham , que tú recibiste bienes durante tu
vida, y Lázaro recibió males; por lo que oste es ahora
consolado, y tú entregado á los tormentos.» Filí, recor
dare quia recepisti lona in vita tua, et Lasarus simi-
liter mala : mine autem hic consolatur , tu vero cru-
ciaris.
Muchas y muy importantes instrucciones podemos sa
car de esta historia, que el mismo Jesucristo, como cono
cedor de todos los sucesos , refiere á los fariseos ; pero
como en los presentes días , mas que en otros , se hacen
Incansables esfuerzos para persuadir á las gentes que no
hay infierno, es decir, que no hay un lugar destinado para
que en él sean eternamente atormentados los malos, ó, lo
que es lo mismo, que todo se acaba con la presente vida,
y que nada hay, ni bueno ni malo, mas allá del sepulcro,
voy á desvanecer este funesto y trascendental error, pa
tentizándoos el dogma cristiano que enseña lo .contrario,
liase querido , con negar el dogma de una eterna pena,
romper los frenos que detienen al hombre en el camino de
los escesos, y hacerle libertino é inmoral, al mismo tiempo
que incrédulo. . .-,. .;.-,- ,-' i ,,'. ijí
No os dejeis seducir por semejantes errores, aunque
ostos errores halaguen vuestras pasiones y abran las puer
tas de la licencia á vuestra carne. Hay, aunque pese á los
malos, hay una vida eterna despues de la presente. May
para ellos un infierno, como lo vereis en la primera
HWte, Bay potra, ellos en m infierno «»« pena de daño ,
— 199 —
Gomo lo vereis en la segunda: y hay para ellos en ese in
fierno una pena de sentido, como lo vereis en la última.
Fui, recordare, ele.

Ave María.

PRIMERA PARTE.

O no hay Dios, ó tiene que haber infierno; es decir, un


lugar destinado para que en él sufran eternamente la pena
de sus culpas los pecadores condenados. La verdad ó la
existencia del infierno está identificada con la primera
verdad, con la verdad fundamental, con la verdad que to
das las cosas naturales y sobrenaturales atestiguan. Ne
gando que haya un infierno , teneis que negarlo todo ; y
como el negarlo todo os conduciría á todos los escesos del
mas absurdo pirronismo, no teneis mas remedio sino el
creer que hay una vida futura, que es eternamente desgra
ciada para los malos, como hay otra que es eternamente
dichosa para los buenos.
He dicho que si no hay infierno no hay Dios, porque
la idea de un Ser Supremo lleva consigo la idea de una
santidad y justicia eternas, ó de la necesidad de una re
muneracion, en cuya virtud al malo se le condene á sufrir
un definitivo castigo, y al bueno se le otorgue el premio
por sus buenas obras. Si hay Dios, este Dios tiene que ser
— 200 —
remunerado!- por la justicia , de tal suerte que el crimen
no quede impune, ni la virtud desatendida.
Ahora bien : ¿ qué es lo que vemos sucede general
mente en el mundo? ¿No vemos prosperar en sus caminos
al impío? ¿No vemos al vicioso rodeado de dicha y de bo
nanza? ¿No vemos al criminal adelantando en sus empre
sas? ¿No vemos al codicioso uniendo pared á pared, here
dad á heredad, y dinero á dinero? ¿Ño vemos engrande
cerse á los que beben , por decirlo asi , la sangre de sus
hermanos? Por otra parte, ¿no vemos al justo envuelto en
tribulacion? ¿ No vemos perseguirle la desgracia con im
placable empeño? ¿No vemos á sus hijos sin pan, y á sus
campos sin rocío? ¿No le vemos, como al pobre Lázaro,
hambriento, y al mismo tiempo ulcerado? ¿No le vemos
perseguido y sin consuelo en la tierra ? Luego es preciso
confesar que la tierra, que esta vida, que este mundo no es
el lugar de la justicia ; y que , ó no ha de haber Dios, lo
cual repugna solo el decirlo, ó ha de haber para los malos
un infierno, así como para los buenos un cielo. ¿Hemos de
hacer á Dios injusto? Pues esto equivaldría á negar su exis
tencia. ¿Hemos de considerarle indiferente á las virtudes
de los buenos y á las iniquidades de los malos? Esto seria
destruirle, pues seria negar su bondad, que es su propia
esencia. ¿Hemos de decir que basta como castigo á los
malos el remordimiento de su propia conciencia , y que
basta á los buenos como premio la tranquilidad de su es
píritu? No; porque no habiendo en esto solo la debida pro
porcion que debe de haber entre la culpa y la pena , falta
una condicion esencial de la justicia ; falta la justicia, y no
puede faltar la justicia mientras no falte Dios.
No hay, pues, mas remedio que confesar la necesidad
de una vida futura desgraciada para el malo, y de una vida
futura felicísima para el bueno,
Hay muchos espíritus rebeldes ó pecadores que quie
ren vivir siempre entre vicios y huir de la penitencia, los
— 201 —
cuales niegan que hay un infierno , ó, por lo menos, que
sean eternas las penas que en él se padezcan. Para soste
ner esto último alegan la misericordia de Dios, ignorando,
ó afectando ignorar, que la misericordia divina demasiado'
se muestra en el mundo mientras vivimos, pues, sin me-.
recerlo, se nos otorga tiempo para la penitencia, luz parai
conocer los caminos de la verdad, y gracia para seguirlos-'
Toda la vida humana es un testimonio de la misericordia
divina; y no hay que recurrir , no , á esta misericordia
para hacer dudosa la existencia del lugar de la justicia*
¿Ha de consistir la divina misericordia en permitiros pe
cado tras pecado, y dejar luego impune la culpa?
Hay un infierno, sí, y tiene que haberle, no como vos
otros le querais forjar, sino tal como la fe católica le en
seña. Debe de haber , sí , una pena eterna para nuestras
culpas y pecados, si ha de haber proporcion entre la cul
pa y la pena, proporcion que es inherente á la justicia.
¿A quién ofende el pecador? ¿Contra quién peca el
hombre ? ¿ A quién hace injuria el trasgresor de la ley?
Esto es lo primero á que hay que atender ; pues debien
do de ser la pena proporcionada á la dignidad del objeto
ofendido , se infiere que, siendo ia majestad infinita de
Dios la que con el pecado es ultrajada , infinita debe ser
tambien la pena que debe aplicarse á la culpa ; y como la
criatura limitada es incapaz de sufrir una pena infinita en
cuanto á su intensidad , tiene que sufrirla infinita en su
duracion , que es la que llamamos eterna. Ademas , el
pecador, cuando comete la culpa, peca contra un bien
eterno despreciando la vida eterna ; y al que desprecie la
vida eterna, desgracia ó muerte eterna debe aplicársele.
«Héchose há, dice San Agustín, digno de un mal eterno
quien en sí destruyó un bien que podia ser eterno.» Fac-
tus est malo dignus (ieterno , qui hoc in se peremit bo~
num quod esseposset ceternum (1).
(1) Lib. de Civ, Deii Si, citado por Santo Tomás.
— 202 —
El pecador peca eternamente, y, pecando eternamente,
castigado debe de ser tambien por toda una eternidad.
Esplicaré mi pensamiento. El que peca mortalmente se
constituye en un estado de que uo puede salir por sí mis
mo. El lo sabe, y él se constituye por su propia voluntad
en tan triste situacion. En el hecho de querer pecar ha
querido permanecer perpetuamente en el pecado, toda
vez que sabia que por sí mismo no podia salir del abismo
donde se arrojaba ; al modo que el que se arroja volunta
riamente en un pozo de donde sabe no puede salir sino
ayudado de otro , se supone que eternamente quiere estar
en aquel pozo , aunque él piense ó diga otra cosa. Al pe
car el hombre, pone su fin en la criatura; y como á lo que
se ordena toda la vida humana es al fin , al pecado , pues,
es á lo que ordena toda su vida el pecador, y en el peca
do permanecería si esto pudiera hacerlo impunemente, ó
si no le faltasen fuerzas , 6 tiempo ú ocasion para hacerlo.
Hé aquí por qué ha dicho San Gregorio, que toca á la gran
justicia del juez el que nunca carezcan de suplicio los que
en esta vida no quisieron carecer nunca de pecado. Ad
tnagnam justitiam judicantis pertinet ut nunquam ca-
reanl' supplicio qui in hac vita numquam voluerunt ca-
rerepeceato (1). «Los malvados ó pecadores, dice el mis
mo Santo, no pecaron sin fin , porque sin fin no vivieron;
pero sin fin hubieran querido vivir para permanecer sin fin
en sus iniquidades, pues mas apetecen pecar que el vivir.»
Iniqui ideo cum fine delinquerunt, quia ciim fine vixe-
runt : voluissent quippe une fine vivere , ut sine fine
potuissent in suis iniquitatibus permanere : nam magis
appetunt peccare quam vivere (2).
Por lo que toca al pecador, si eternamente no peca es
porque eternamente no vive. Su voluntad en el acto del
pecado es pecar siempre; y si pudiese hacer que ni el tiém-

(1) 4,Diidog. 44. (i2} U\b. 34, Moral., cap. 16.


— 203 —
po, ni las fuerzas, ni la ocasion le faltasen, no dejaría de
pecar nunca. Luego al que quisiera pecar siempre, castigo
sempiterno debe serle aplicado, para que ála culpa sea pro
porcionada la pena.
No vale decir que el pecado se comete en un instante ,
y que la pena dura eternamente ; porque , ademas de lo
que acabo de decir, ¿no vemos en la sociedad una cosa
análoga ó parecida? El que causa una muerte, el que co
mete un adulterio y el que realiza un hurto, ¿no lo hacen
en bien pocos instantes? Y, sin embargo, la sociedad 6 la
ley humana los condena á muerte ó á penas que se les
aplican por muchos años. En el Evangelio hay tambien un
ejemplo que confirma esta doctrina. Un pobre paralítico su
frió treinta y ocho años esta enfermedad, y con esta enferme
dad quiso Dios castigar en él un pecado. Jam nolli peccare t
ne deteriüs Ubi aliquid contingat. Pues bien, el pecado
de este enfermo seria cometido quizá en pocos minutos.
Ved, pues , cómo por pecados que se cometen en un ins
tante, pueden aplicarse al pecador penas que duren mucho.
¿Y qué utilidad resulta, preguntarán algunos, de que
eternamente esté padeciendo en el infierno el pecador?
Non mortui laudabunt te, Domine, ñeque omnes quides-
cendunt in infernum. En primer lugar, esas penas son
útiles para nosotros, que por miedo de incurrir en ellas nos
apartamos del vicio y del pecado. En segundo lugar, son
útiles, porque en ellas se muestra y conserva la divina jus
ticia, que, por sí misma, es tan acepta á Dios. «El Señor,
dice San Gregorio, siendo piadoso, no se complace en el
tormento de los miserables; pero, como es justo, no se can
ia nunca de la venganza que ejerce sobre los malos.» Om-
nipotens Deus, quia pius est, miserorum cruciatu non
pascitur; quia autem justus est, ab iniquorum ultione in
perpetuumnon sedatur (1). Y son útiles, en fin, para que

0) 4. Dial., cap. 44.


— 204 —
por ellas se complazcan ó alegren los bienaventurados,
contemplando la justicia de Dios, y meditando qué grandí
simo mal es del que ellos han sido librados. Lcetabitur jus-
tus, cum videril vindictam (1).
Ultimamente , la palabra de Jesucristo, que no falta
porque es la verdad misma , la verdad por esencia, nos
asegura que hay un suplicio eterno para los réprobos, co
mo hay un reino eterno para los justos. Ibunt hi in suppli-
cium cetermm, justi aictem in vitara ceternamfó). Irán
los réprobos á sufrir un suplicio eterno, pero los justos vi
virán una vida eterna. «Id , malditos, dice tambien Jesu
cristo á los réprobos; id al fuego eterno, que está preparado
para el diablo y sus ángeles.» He, maledicti, in ignem
(Bternum, quiparatus est diabolo et angelis ejus.
Podría aun alegar otros sagrados testos en comproba
ción de esta misma verdad ; pero , ademas de que en lo
restante del discurso podrán tener cabida , me parece que
la terminante palabra de Jesucristo basta para suministrar
un argumento indestructible. Hay, pues, y no puede dejar
de haber un infierno, en el mismo hecho de que hay un
Dios Santo, que odia la culpa, y justo, que no puede dejar
de castigarla. Oid ahora la pena de daño que sufren los
reprobos en ese infierno , en la

SEGUNDA PARTE.

La pena esencial, digámoslo asi, la mayor de todas las


que en el infierno se sienten , es la pena que llamamos de'
daño , y que consiste en carecer eternamente de la vision1
ó vista de Dios. Envueltos ahora entre las cosas mate--

(1) Salm. 67. (2) Mat.,23. . .


— 205 —
ríales del mundo , y dominados por nuestros sentidos , no
comprendemos ó no podemos comprender lo dura é inso
portable que tiene que ser la pena de carecer de la vista
de Dios. Pero, repito, que es pena sobre todas las penas,
dolor sobre todos los dolores, angustia sobre todas las
angustias , y tormento sobre todos los tormentos. El mismo
fuego del infierno, fuego intensísimo, seria muy soportable,
aunque durase siglos y siglos , si en los condenados pu
diese haber una ligera esperanza de que algun dia habían
de ver á Dios.
Pero no: el pecador, al tiempo de pecar , se apartó
de Dios, le despreció, le dejó, siendo su principio y su
fin. Pues bien , pecador ; no quisiste estar con Dios;
no quisiste amarle ; no quisiste obedecerle ; no quisiste
seguirle. Pues sin Dios te quedarás; y sin Dios te que
darás para siempre , para siempre , por toda una eter
nidad. Vas á lograr tu gusto; vas á ver realizado tu deseo.
Per quce quis peccat, per hcec et punietur.
Por mas que nuestras criminales distracciones nos im
pidan ahora el conocerlo, Dios es el centro de todos nues
tros pensamientos y deseos , y hácia Dios nos movemos
mientras en el mundo vamos en busca de una felicidad
que nos llene, y que nunca encontramos. Entonces mismo,
aunque nosotros no lo presumamos ni queramos , vamos
buscando á Dios, porque Dios solamente es el que puede
hacer nuestra verdadera dicha, llenando de bienes todos
nuestros deseos. Qui replet in bonis desiderium tuum.
¿Vais buscando la ciencia ó la verdad? Pues es que vais
en busca de Dios , y que sentís la necesidad de buscarle.
¿Vais en busca de gloria y de inmortalidad? Pues vais
buscando á Dios, que es lo único que no falta ni desfallece,
¿Vais en busca de ese no sé qué, de ese indefinido deseo,
que causa en vuestro espíritu la constante y misteriosa
inquietud de que va acompañada la vida humana? ¿Os
sentís vacíos ó inquietos enmedio de los goces, y posicio
— 206 —
nes y riquezas que habeis logrado? Pues todo eso signi
fica que necesitais de Dios, que no podeis vivir sin Dios,
y que Dios, aunque os pese, es el constante objeto de
vuestros deseos é inclinaciones. ¡Siempre buscando á Diosl
Hé aquí la constante ocupacion del nombre : lié aquí al
hombre: hó aquí todo el hombre.
Ahora bien: perder á Dios, y perderle para siempre,
es perderlo todo; es perder todos los bienes; es perderse
uno mismo; es perder al mejor de los padres, al mas ama
ble de los esposos, y al mas fiel, al mas rico, al mas pode
roso de los amigos. Esta pena, dice San Bernardo, es tan
grande como el mismo Dios. Hcec tanta pcena quantus
Ule. Esta pena no puede medirse ni calcularse. Hceo tan
ta pana quantus Ule. Figuraos al avaro careciendo de
su dinero; al ambicioso , de sus honores; al sensual , de sus
placeres; al rey, de su trono... dolores amargos sufren,
desgarradoras penas esperimentan; pero no son estos do
lores y penas mas que una sombra en comparacion del
tormento y la violencia que sufre el alma que pierde para
siempre á Dios.
David consideraba este tormento como el mayor de
todos los suplicios. No pedia á Dios el gran profeta que le
librase del infierno, sino que no le apartase Dios de su
presencia. Ne projieias me á facie tua. Todas las penas,
todos los tormentos, todos los suplicios, todos los infier
nos que podais imaginar, aunque os imagineis mil, y mas
terribles que el que existe, nada decís, nada suponeis que
pueda compararse con la pena de carecer de la vista de
Dios, segun dice San Juan Crisóstomo. Tametsi aliquis
mille ponat gehennas, nihil est tale dicturus. Irás, al
ona mia, acercándote hácia Dios, que es tu centro, y que
es la suma bondad y perfeccion, y te sentirás repulsada
por una fuerza irresistible. Querrás amar, y tendrás que
aborrecer; querrías bendecir, y maldecirás.
Solo imágenes imperfectas podemos encontrar tratán- -
— 207 —
dose de esplicár en algun modo la pena de daño que en
el infierno sufren los condenados. El carecer de la vista
de la persona ó del objeto que amamos, ¡en qué ansias tan
desgarradoras nos pone! Cuando presumíamos ver ese ob
jeto; cuando quizá le tenemos muy cerca; cuando acaso
sentimos su respiracion y aliento; cuando vemos inmedia
tamente su obra , y parece vamos á tocarle, abrazarle,
asirle, asegurarle, sentir entonces que huye, que no se
deja ver, que nos repele, que nos castiga, que nos opri
me... y para siempre, para siempre, ¡ay, alma mia! que
parece no ha de haber fuerzas para sufrirlo, y se hace
pedazos el corazon, y las entrañas se parten. Esto sucede
en lo humano, en lo limitado, en el bien perecedero, en lo
mortal, en la miseria, en la corrupcion, en el polvo, en la
nada... Luego cuando ese objeto sea Dios, Dios infinita
mente perfecto, y nuestra alma esté libre de las ataduras
del cuerpo, y pueda ver y sentir lo que ahora no siente ni
ve... ¡Santos cielosl ¿Dónde hay lengua humana que pue
da espresar lo que padecerán los réprobos no viendo á
Dios, recordando lo que han perdido perdiéndole, y vien
do lo que han ganado los que le han ganado? Esta pena,
segun he dicho antes con San Juan Crisóstomo, es tan
grande como el mismo Dios, y con esto parece se dice
todo. ,
Al bueno que es la bondad, al hermoso que es la her
mosura, al justo que es la justicia , al amante que es el
amor, al sabio que es la sabiduría, al rico que es la rique
za, al poderoso que es el poder, al soberano que es la so
beranía... no verle habiendo nacido para verle, no gozar
le habiendo sido criados para gozarle, ¿quién podrá decir
la violencia que esperimenta el alma viéndose de él, y para
siempre, alejada?
Almas cristianas: ved á dónde conduce la culpa, y de
cidme si, por cuantas cosas el mundo encierra, debeis ha
cer que se os arroje para siempre , para siempre , de la
— 208 —
presencia de Dios. Que no puedo yo, repito, ni puede len
gua humana deciros lo que es esta pena: pena grande , no
me cansaré de decirlo, pena tan grande como Dios, y que,
por lo tanto, se escapa á la apreciacion humana. Pero la
fe nos la presenta como una , como la primera , como la
esencial de las penas del infierno. Pena intolerable, que va
acompañada de otra que es terrible, y es la pena que lla
mamos de sentido, segun vereis en la

ULTIMA PARTE.

Convirtiose el pecador á la criatura, y á esta conversion


corresponde la pena de sentido que padecen los conde
nados: pena que es un dolor sensible, causado por tormen
tos espantosos con que es castigado el placer puesto por el
pecador en la criatura. Y así como el Apóstol, hablando
de la gloria, dice que ni el ojo vio , ni el oido oyó, ni el
entendimiento humano puede comprender lo que Dios tie
ne preparado para aquellos que le aman, de la misma ma
nera podemos hablar respecto de los suplicios que hay en
el infierno reservados para los réprobos.
Solo el pensar en ese suplicio causa tal espanto, qne
San Bernardo asegura de sí mismo que se le erizaban los
cabellos, y la sangre se le helaba en las venas , y todo su
cuerpo temblaba cuando le ocurría la idea ó memoria del
infierno. Todo allí atormentará al réprobo, ya que en to
das las cosas materiales, que son muchas y varias, paró su
afecto y su fin. Pugnabit cum ilio orbistcerrarum contra
insensatos (1). Así lo exige la justicia divina; pero el prio-

(J) Sap.,8,21.
— 209 —
cipal instrumento de esta justicia será el fuego , fuego
verdadero que, aunque ignoremos el modo, atormentará las
almas, y, despues de la resurreccion , tambien á los cuer
pos. Discedite á me maledicti in ignem ceternum quod
paratum est diabolo , et angelis ejus (1). Apartaos de
mí, malditos, dice Jesucristo, al fuego eterno que está pre
parado para el diablo y sus ángeles. Si te escandalizare tu
mano, dice tambien el Salvador , córtatela ; porque mejor
es para tí entrar débil en la vida eterna , que descender
con dos manos en el infierno, en un fuego inestinguible,
donde... el fuego no se apaga. Et si scandalizaverit te
manus tita, abscide Mam: bonum est Ubi debilem in-
troire in vitam, quam duas manus habentem ire in ge-
hennam, in ignem inextinguibilem , ubi vermis eorum
non moritur , et ignis non extinguitur (2). Si tu pie te
escandaliza, añade el mismo Jesucristo, es decir , si te da
ocasion ó motivo para pecado, córtatele ; porque mejor es
para tí entrar cojo en la vida eterna , que bajar con dos
pies al fuego inestinguible... que nunca se apaga. Si pes
tuus te scandalisat, amputa illum: bonum est Ubi clau-
dum introire in vitam ceternam , quam duos pedes ha
bentem mitti in gehennam ignis inextinguibitis... ubi
ignis non extinguitur. Si tu ojo te escandaliza , vuelve á
repetir el Salvador, sácatele; porque mejor es para tí en
trar con un ojo solo en el reino de Dios, que el ser conde
nado, teniendo los dos , al fuego inestinguible, que nunca
se apaga. Si oculus tuus scandalisat te , ejice eum: bo
num est Ubi luscum introire in regnum Dei , quam
duos oculos habentem mitti in gehennam ignis, ubi ver-
mis eorum non moritur, et ignis non extinguitur.
Jesucristo repite tres veces en un mismo discurso la
amenaza de que seremos condenados á un fuego eterno
si no evitamos la culpa. Sus palabras están bien terminan-

(1) Mat., 25. (2) Mará, 9.


TOMO 1U. 14
— 210 —
tes; y ¿quién no teme, pregunta San Agustín esponién
dolas; quién no teme con esta repeticion y con esta vehe
mente amenaza que salen de una boca divina? Quera non
terreat ista repetitio, et Mus paznce comminatio tam
vehemens ore divino (.!)? Pero hay todavía en ese mismo
discurso de Jesucristo una terrible frase que no deja fuer
zas al corazon para latir, ni á la lengua para hablar. Om~
nis igne salietur. Todos los réprobos, dice el Salvador,
serán salados con el fuego, ó puestos en fuego como en
sal, así como con sal son saladas las víctimas. ¡Qué terri
bles palabras, santo Dios; que terribles palabras, y quién
podrá oirías sin estremecerse! Como la sal penetra por to
das las partes de la comida 6 vianda, así el justo Juez hará
que el fuego infernal penetre por todas las partes del con
denado, y haya fuego en sus ojos, fuego en su boca, fuego
en sus oidos, fuego en su corazon, fuego en sus entrañas,
fuego en sus manos, fuego en sus pies, fuego en su cabe
za. Omnis igne salietur. La sal conserva los alimentos,
y el fuego conservará á los condenados; los conservará
para abrasarlos, y los abrasará para conservarlos.
¿Quién oye esto y se atreve á cometer la mas ligera
culpa, ó á permanecer un solo instante en ella? Almas
cristianas, ¿teneis oidos para oir, y ojos para ver? Pues si
veis, y si ois, ¿quién se atreverá ya á cometer pecado?
¿Quién permanecerá un solo momento sin reconciliarse con
su Dios, abominando la iniquidad? ¿Quién puede oir indi
ferente á Jesucristo, que nos amenaza con el fuego eterno?
Fuego, y azufre, y espíritu de tempestad: hé aquí, dice
David, la parte del cáliz de los impíos. Ignis, et sulphur,
et spiritus procellarum, pars calicis eorum (2). La ven
ganza de la carne del impío, segun se lee en el sagrado
libro del Eclesiástico, será fuego y gusano. Vindicta car-'
nis impii ignis etvermisfi). En sus oidos, dice Job, habrá

(1) DeCiv. Dei, cap., 9. (2) Salía. 10. (3.) Eccl., 7.


— 2H —
siempre sonido de terror. Sonitus terroris semper in au-
ribus (1). Aullarán, dice Isaías, en fuerza del dolor del
corazon y del espíritu. Prce dolore coráis, et prce con-
íritione spiritus ululabitis (2). Por vino, se lee en el
Deuteronomio, tendrán hiel de dragones y veneno de ás
pides. Fel draconum vinum eorum, et venenuin aspidum
insanabile (3). El diablo que los seducía fue arrojado,
segun leemos en el libro del Apocalipsis, en un estanque
de fuego y de azufre, donde las bestias y los seudoprofe-
tas serán atormentados dia y noche por toda una eterni
dad. Cruciabuntur die ac nocti in scecula sizculo-
rum (4). Aquí estoy, decia á Abraham el rico epulon; aquí
estoy atormentado con esta llama ; desde la cual , añade
Abraham , hasta donde nosotros estamos, hay un inmenso
caos que no se puede vencer ó saltar. Quia crucior in
hac flamma... Internos et vos , le responde Abraham,
chaos magnum firmatum est; ut hi qui volunt hlnc tran
sire ad vos, non possint, ñeque indé huc traimeare (5).
No se puede, dice San Juan Crisóstomo; no se puede
espresar con palabras lo horrendo de ese fuego: fuego que
abrasa perpetuamente al que coge una vez, sin dejar nunca
de atormentarle (6).. En ese fuego , dice San Agustín, se
abrasan los réprobos sin consumirse, y padecen sin morir,
en virtud de un milagro del Omnipotentísimo Criador; y el
que tenga esto por imposible, vea quién es el que ha cria
do lo que en la naturaleza hay de admirable (7). De un
modo horrendo, dice San Gregorio, sufrirán los réprobos
el dolor. Ellos encontrarán allí muerte sin muerte , de
fecto sin defecto, fin sin fin. La muerte para ellos será in
mortal, y el fin será infinito (8). En el infierno, dice en
otra parte el mismo Santo, hay frio intolerable, fuego in-

(1) Job, 20. (2) Isai., 6b. (3) Deut., 32. (4) Apoc, 20.
(5) Luc, 16. (6) Ad Theodor. (7) De Civ. Dei, c. 2.
(8) Lib. 9, Mor., 39.
— 212 —
esünguible, gusano inmortal, hedor insufrible, tinieblas
palpables, horrendas visiones de demonios, y confusion de
pecadores. (1). Temo la muerte , dice San Cirilo, porque
es acerba. Temo el infierno, porque es eterno. Temo las
tinieblas, porque no dan luz. Temo el rio de fuego que
corre ante el tribunal de la divina justicia (2).
¿Han temido los Santos cuando se han puesto á conside
rar las penas del infierno , y no temeremos nosotros,
siendo tan grandes pecadores? ¿Quién de vosotros podrá
habitar entre ardores sempiternos? Quis habitabit ex
vobis cum ardoribus sempiternas? pregunta Isaías .(3).
¿Quién de vosotros , que no podríais estar dos minutos en
un baño de agua hirviendo, podrá luego habitar entre ar
dores sempiternos? Quis ex vobis habitabit cum ardori
bus sempitemist ¿Quién de vosotros, que no podeis sufrir
un solo instante en vuestra mano una chispa de fuego, po
drá habitar entre ardores sempiternos? Quis ex vo
bis, etc.? ¿Quién de vosotros, que no podeis soportar sin
rendiros la fiebre de una hora, podrá luego habitar entre
ardores sempiternos? Quis ex vobis, etc.? ¿Quién de vos
otros, que no podeis acercaros mucho á la llama del fuego,
podrá luego habitar entre ardores sempiternos? Quis ex
vobis, etc.? ¿Quién de vosotros, que no podeis soportar ni
aun la idea de vivir en una fétida cárcel, podrá despues
habitar entre intolerables olores? Quis ex vobis, etc.?
¿Quién de vosotros, que no podeis tomar una medicina un
poco amarga, podrá luego alimentarse con veneno de áspi
des por toda una eternidad? Quis ex vobis, etc.? ¿Quién de
vosotros, que no podeis tener levantada una mano un cuarto
de hora sin cansaros, podrá vivir luego por eternidades en
una situacion violentísima como la de los reprobos? Quis
ex vobis, etc? ¿Quién de vosotros, que miraríais como un
insufrible tormento el estar de pie sin moveros, no digo un

(1) In Math. (2) Orat. de exitu animae. (3) Isai., 13.


— 213 —
siglo, ni un año, ni un mes, ni una semana, ni un dia, sino
solamente dos horas , podrá luego por toda una eternidad
habitar entre ardores sempiternos? Quis ex vobis, etc.?
iQuién de vosotros, que miraríais como un suplicio el que
se os obligase á oir sin descanso dias y dias, y meses y me
ses la mas armoniosa música, podrá luego habitar por toda
una eternidad entre los horribles alaridos de los demonios
y condenados? Quis ex vobis, etc.? ¿Quién de vosotros,
que no podeis soportar la picadura de un insecto, podrá
habitar por eternidades entre horribles tormentos? Quis
ex vobis, etc.? ¿Quién de vosotros, por último; quién de
vosotros , que miraríais como una desgracia y calamidad
el que se os obligase á estar ocho dias sin moveros de una
cama ó de una silla bien acondicionada, podrá habitar por
toda una eternidad entre los ardores del infierno? Quis
ex vobis habitabit cum ardoribus sempiternisl
¿Temes, pecador, una cárcel, y no temes esto? ¿Temes
á un carcelero, y no temes á los demonios? ¿Temes la os
curidad de un calabozo , y no temes las eternas tinieblas
del infierno? ¿Temes la muerte de un instante, y no temes
la muerte eterna? Medita, en vista de esto , ¡oh pecador!
cuál es la conducta que te conviene seguir. Una eternidad
de penas te espera... una eternidad... lo mismo hoy que
ayer, lo mismo mañana que hoy... Una eternidad, una
eternidad... siempre lo mismo, siempre lo mismo... Tor
mentos sin fin, agonía sin muerte, muerte con vida, vida
con muerte... Una eternidad... una eternidad... yo me
confundo, yo pierdo el juicio, yo no puedo decir mas...
«Pero, Señor, Dios mio, ¿por qué no envías á Lázaro,
dirá algun incrédulo , á este mundo para que nos diga lo
que en el infierno se padece , y evitemos el ir á aquel
lugar de tormentos ?—Porque teneis á Moisés y á los pro
fetas que os lo enseñan , y á ellos debeis de oir.—Pero,
Señor, ¿no seria mejor que algun muerto nos lo dijese?—
No ; pues si no oís á Moisés ni á los profetas, cuya doc
— 214 —
trina está confirmada con tantos milagros y testimonios,
tampoco oiríais á un muerto aunque resucitase.»
Comprended , pecadores, la significacion de esta res
puesta que da Abraham al rico que le pedia enviase á
Lázaro á informar á sus hermanos para que evitasen el ir
al infierno. Moisés y los profetas , es decir, la ley divina
y la revelacion nos enseñan que hay un infierno , y que
allí se padece la doble pena de daño careciendo de la vista
de Dios, y de sentido, soportando horribles tormentos. Esa
fe y esa ley están confirmadas con milagros superiores á
la resurreccion de un hombre muerto. No se puede pedir
mas, ni tampoco se nos concedería ; porque quien no se
rinde á esa fe y á esa ley, á ninguna otra cosa se rendirá.
Dejad , pues, la culpa, que es el camino del infierno.
Pedid á Dios perdon de vuestros pecados , y haced por
ellos condigna penitencia, que es el camino del cielo. Ahí
teneis una doble eternidad. ¿Quieres pecar? Pues baja,
maldito pecador , al fuego eterno que está preparado para
el diablo y sus ángeles. ¿ Estás verdaderamente arrepen
tido? Pues ven, ¡oh cristiano! á tomar posesion del reino
que para los justos está preparado desde el principio del
inundo. Este eterno reino deseo que todos obtengais.
Amen.
SERMÓN
sobre la epístola del viernes después del se
gundo domingo de Cuaresma (1).

Jícec ergo causa somniorum at-


que sormonum, invidice et odii fo-
mitem ministravit .
(Genes., 37, 8.)

Estos sueños y conversaciones


dieron fomento á la envidia y al
odio.

Et inspirado autor del libro del Génesis , refiriéndonos


la predileccion que Jacob mostraba á su hijo Josef , y los
sueños de este, que anunciaban su futura grandeza , nos
hace notar que aquella predileccion le atrajo ya la envidia
y odio de sus hermanos; envidia que tomó mas incre
mento cuando les refirió los misteriosos sueños en que ellos
presumieron verse sujetos al hermano á quien odiaban ,
Numquid rex noster erisl La historia de este ilustre
jóven, que es una de las mas bellas figuras de Jesucris-

(1) Pongo sermon sobra esta epístola, por la materia que presta
para tratar de un punto importante de moral , como es la envidia.
— 216 —
to, sabida es de todos, y apenas habrá uno solo que ig
nore la crueldad de los hijos de Jacob con el hermano que
temieron fuese su rey. La envidia les hizo cometer una
doble gran maldad ; pues vendieron al hermano y afligie
ron impíamente al anciano padre. Jacob estuvo inspirado
cuando, al ver la ensangrentada túnica de su hijo, esclamó:
«Una fiera pésima le ha despedazado : una bestia ha de
vorado á Josef.» La envidia , en efecto , que es implaca
ble fiera y bestia atroz, le habia vendido. Fera pessima
devoravit eum.
Observo generalmente que hay muchos envidiosos, y
que son muy raros los que fijan su atencion en la envidia
para detestarla , como uno que es de los pecados capitales.
Es una fiera, y nadie parece la teme. Es una bestia, y na
die parece la abomina. Es fuego , y nadie huye de él. Es
un basilisco, y nadie evita su encuentro. Es una peste, y
nadie teme ser su victima. Es, en una palabra, consuncion
y muerte para el envidioso, y nadie busca contra ella una
medicina.
En los presentes tiempos, en que la soberbia tiene le
vantado su estandarte y hace diariamente tantos proséli
tos , la envidia , compañera suya , está secando tambien
muchos corazones , sacrificando muchos intereses , per
turbando la tierra y llenando de almas el infierno. Carbo
nes encendidos, ¡oh envidiosos ! llevais en vuestro pecho,
y no lo sentis.
Voy, pues, á llamaros la atencion sobre este im
portante punto de la moral cristiana > haciéndoos ver que
La envidia es un pecado capital de funestísimos re
sultados.

Ave María.
— 217 —
Consiste la envidia en la melancolía , tristeza ó pesar
que nos causa el ver á otros en mas ó menos ventajosa
ó feliz situacion , presumiendo que su fortuna es un impe
dimento ú obstáculo para la nuestra. Es un pecado muy co
mun en el mundo , aunque no nace en el mundo ; y digo
que no nace en el mundo , porque nace en el corazon del
demonio , desde donde se comunica al nuestro con toda la
malicia y la peste que en él puede reunir el rebelde án
gel , envidioso de la gloria de Dios , y la infernal ser
piente , envidiosa de la dicha del hombre.
Todos los pecados , en el hecho de tener su origen en
el corazon del demonio, cuya malicia es tan grande , y de
refugiarse al corazon del hombre , cuya malicia no es pe
queña , son funestamente fecundos para producir otros , y
no dejar una parte sana , digámoslo así , en el corazon hu
mano : pero entre todos tiene la envidia una fecundidad
tal para causar males , que con razon puede considerár
sela como la raíz de todos ellos , el origen de todas las in
justicias, el principio de todos los desórdenes y la mate
ria de todos los pecados. Late patet , ha dicho San Ci
priano, seli multiplex et facunda pernicies. Abrid el
corazon del demonio , y vereis qué es lo primero que de
él brota y se desprende. Vió á Dios en su trono de gloria,
brillando con los rayos de su divinidad y resplandeciendo
como un sol que toma de sí mismo su inmensa luz. Le vió
Señor de sí mismo y Señor de todas las cosas , indepen
diente de otro, y dependiendo de él todo el universo, y
llenando el cielo con su poder y majestad. Le vió tan gran
de , y, envidiándole su grandeza , dijo : «Seré semejante á
él, subiré al cielo y ocuparé un trono.» Pero su envidia
le trajo su ruina , y descendió tanto cuanto alto era el
puesto que pensó usurpar. Yió despues al hombre en po
sesion de un Paraíso, y lo que aun era mejor , en camino
de una felicidad cuyas puertas estaban ya para él cerra
das, y, envidiándole su suerte, dijo: «Le. haré perder
— 218 —
este huerto de delicias, y le pondré en camino del infierno,
donde yo domino;» y su envidia causó la ruina de todo el
género humano. Hlnc et periit primus et perdidit, dice
el mismo San Cipriano ; y antes habia dicho el Espíritu-
Santo, que por la envidia del diablo entró la muerte en el
mundo. Invidia diaboli mors inlravit in orbem terra-
ruin (1). Calculad las consecuencias de esta doble ruina
causada por la envidia , y os convencereis de la fecundi
dad ó malicia de semejante pecado para inundar la tierra
en iniquidades y crímenes.
En efecto: inmediatamente despues del pecado princi
pia ya este monstruo de la envidia á sacrificar víctimas.
Ve Cain que Dios acepta las oblaciones de Abel , y Abel
es sacrificado por su envidioso hermano. Ven los hijos de
Jacob el especial amor que á Josef tenia su padre , y sa
crifica su envidia no solo al inocente hermano, sino al an
ciano y venerable padre, cuyo corazon pártese de dolor
cuando los crueles hijos le hicieron creer que una fiera
habia devorado á Josef. En aquel tierno corazon de aman
te padre, ¿cuánta amargura y dolor no derramó la inhu
mana envidia de los hijos? Una fiera, en efecto, ha devo
rado á Josef. En vano Ruben y Judas tratan de librarle de
la ruina, alegando que eran todos una misma sangre y una
carne. Frater enim et caro riostra est. Las fieras no en
tienden este lenguaje; y careciendo al mismo tiempo de
corazon para evitar un hondo disgusto á un anciano padre,
hácenle sentir á este todo el dolor de una muerte desas
trosa, verificada en su querido hijo. Saul, en cuya presencia
habia hallado gracia el jóven hijo de Isaí, que venció al
soberbio Goliat, luego que el pueblo le consagra alaban
zas, comparándole con Saul, este pone varias veces ase
chanzas á la vida de David. Y sobre todo la gran víctima
de la envidia la vemos en Jesucristo, entregado, vendido y

(i) Sap.,2, 24.


— 219 —
crucificado por la envidia de los fariseos, que le veian ha
cer prodigios como el de la resurreccion de Lázaro. Invi
dentes contra eum collegerunt concilium (1). Los judíos
no quieren ser por envidia sus discípulos, y se hacen suá
enemigos. Sciebat (Pilatus) quod per invidiam tradi-
dissent eum (2).
Si la envidia no perdona á la sangre , como se ve en
Cain y en los hermanos de Josef; si no perdona á la amis
tad, como se ve en Saul; y si no perdona á la santidad, como
se ve en los judíos, ¿qué podrá ya dejar de hacer ese
monstruo? Un corazon dominado de la envidia se precipita
en el abismo de toda clase de crímenes. Siempre está pen
sando en el mal, y, si no le hace, está siempre pensando en
hacerle; hace todo el mal que puede hacer, y, sino puede
hacerle, le desea. Pero ¿cómo no ha de suceder así, si el
demonio mira como su mejor compañero y amigo al envi
dioso? «La envidia, dice San Juan Crisóstomo, es inven
cion del diablo, peste perniciosísima, el mas horrendo de
todos los vicios, mala bestia que devora nuestra salvacion.»
Malam bestiam super omnia vastantem salutem nos-
tram (3). San Gregorio Nisseno llama á la envidia prínci
pe delos malos, madre de la muerte, primera prueba del
pecado, raiz de los vicios, principio del dolor, origen de
la calamidad, causa de la inobediencia , estímulo mortífe
ro, enfermedad de la naturaleza, bilis venenosa , dardo
amargo , llama del corazon, y fuego de las entrañas (4).
De aquí habeis de deducir á qué estremo puede arras
trar la envidia al envidioso. Para él nada hay sagrado y
respetable. Enemigo de Dios, que comunica, como le place,
á los hombres sus dones, y enemigo de los hombres, que
le reciben en la proporcion conveniente, el envidioso no
perdona ánadie, ni nada, en su melancólica desesperacion.

(1) Joan., H. (2) Mará, 15. (3) Hom., 22, 47, in Genes.
(4) In vita Moisés.
— 220 —
Turbacion en las familias, discordias en los Estados, cis
mas en la Iglesia, desórdenes son todos estos que, exami
nándolo bien, nacen de la envidia que reina entre los hom
bres. El odio es el hijo primogénito de la envidia, así como
son tambien hijas suyas las murmuraciones y detraccio
nes. Pero no es esto solo; sino que la envidia es natural
mente homicida, y si no lo es siempre de hecho, lo es de
deseo. Por eso San Pablo, hablando de la envidia, la junta
con el homicidio, como quien está persuadido de que el
envidioso tiene que ser necesariamente cruel. Plenos ñi-
vidia, et homicidio, dice el Santo Apóstol escribiendo
á los romanos y hablándoles de los paganos entregados á
sus propias pasiones (1). El mismo Apóstol, enumerando
las obras de la carne, pinta tambien estos dos crímenes, la
envidia y el homicidio, invidias, homicidio., considerán
dolos estrechamente unidos (2).
En todo aquello en que toma parte el hombre envidio
so, derrama el veneno de su diabólico corazon. ¿Sobrevie
ne una desgracia á un hombre honrado, arrebatándole la
muerte su esposa ó sus hijos? Pues allí se presenta el en
vidioso, que no podia soportar la fortuna de aquel hombre,
aparentando tomar parte en su desgracia. Habla, en efec
to, de ella, habla de las buenas cualidades de la esposa
perdida, de los hijos arrebatados, de la fortuna disipada,
y habla en los mas lisonjeros términos; pero ¡ay! que todo
esto no es mas que para aumentar la pena del desgracia
do, y envenenar la punta de la espada que atraviesa su
corazon. Cuando toma parte en los sucesos lisonjeros del
amigo cuya prosperidad le levanta la bilis, suele darle al
gunos avisos ó hacerle algunas como misteriosas adverten
cias, que le vende como obsequios; pero ¡ay! todo es allí
veneno; todo tiende á amargarle el placer en que supone re
bosa el corazon del favorecido. ¿Hay cosa roas abominable

(1) Román., 1, (i) Ail Galat., U.


— 221 —
que odiar á una persona porque es buena , desearle mal
porque es feliz, condenarla porque es inocente, y despre
ciaría porque liene algun mérito? ¿Hay cosa mas nefanda
que querer cortar el comercio que hay entre el cielo y la
tierra, entre Dios y los hombres? Hacer la guerra á todas
las virtudes, oponerse al espíritu de Dios y á las efusiones
de su bondad, y querer cegar la fuente de sus gracias,
¿no es hasta impío? «¿Por ventura has de ser tú malo,
pregunta Jesucristo, porque yo soy bueno?» An oculus
tuus neqaam est, quia ego bonus sum (1)?
Pero lo que hay aquí muy digno de notarse es que las
funestas consecuencias de la envidia no solo son para los
envidiados y para la sociedad, sino tambien muy princi
palmente para los mismos envidiosos. La envidia , en
efecto, al mismo tiempo que es la mas injusta de las pa
siones, es también la mas justa. Este vicio es el verdugo
de los que le fomentan, y hace sentir sus primeros efectos
á los corazones donde se alberga. En la tierra hay mu
chos infiernos, digámoslo así, y entre ellos es uno delos
mas horribles el de los envidiosos. Así lo ha consignado
la Santa Escritura, cuando nos dice que la emulacion ó
envidia es dura como el infierno. Dura sicut infernus
cemulatio (2). Si la envidia es una de las grandes penas
del demonio, la envidia es tambien el suplicio del envi
dioso. El corazon del envidioso es un infierno, y no es me
nos desgraciado que los demonios, ni son menores sus pe
nas. Cuantos bienes ve acumula otro hombre , cuantos
prósperos sucesos le ocurren, cuantos favores recibe, son
otros tantos males para el envidioso. Quot sunt prosperi-
taies hominum, tot sunt tormenta invidiosorum, ha di
cho San Pedro Crisólogo. El lleva su infierno consigo mis
mo. En otras pasiones hay treguas ; pero la envidia no
las conoce. Su crimen dura siempre. Por eso la llama pe-

(i)Matt.,20. (2) Cantic.,8.


— 222 —
cado sin fin San Cipriano. Sine fine peccatum. ¿Pueden
faltar en el mundo personas mas ó menos felices? ¿Pueden
faltar mayores ó menores prosperidades? ¿Ha de dejar de
seguir el honor ó el favor á unas ü á otras personas? Pues
ahí teneis el tormento del envidioso, su necesario suplicio,
su perpetuo infierno.
Los Santos Padres, conociendo que la envidia es orí-
gen de tantos males , han tratado de hacer que el hom
bre la abomine, presentándole los inconvenientes , los
daños y tormentos que trae para el envidioso su pecado.
Como la víbora , dice San Basilio , rompe , al tiempo
de nacer, el vientre de su madre, así la envidia corroe y
seca al alma que la concibe (1). Y mejor que consume el
orin al hierro que le produce, dice el mismo Santo, con
sume la envidia al envidioso. Triste en las alegrías, alegre
en las tristezas, amigo del diablo y enemigo de sí mismo,
el envidioso en todo caso es perverso. Pálido, demacra
do, de torva mirada, sin reir nunca, sin dormir jamás,
el envidioso no se alimenta mas que con veneno.
Maldito sea el ojo, dice un cristiano escritor, que se
turba en la luz, que se deleita en el torbellino... y para
quien la alegría es luto, y niebla la luz, y mal el bien, é
infeliz la felicidad, y feliz la calamidad, y próspera la ad
versidad, y adversa la prosperidad, y amiga la miseria y
enemiga la bondad. ¡Oh muy horrendo, y pestífero y per
verso mal (2)!
Los envidiosos con los adelantos ó progresos de otros,
se deterioran; con lo que ganan, pierden; con su alegría,
se entristecen; y con su felicidad son infelices. En una pa
labra; así como dijo Jesucristo que serian conocidos y dis
tinguidos sus verdaderos discípulos por el amor que mu
tuamente se tuviesen, así la señal inequívoca de que el
hombre es amigo del diablo, es la envidia; la envidia, que

(i) Homil., delnvid, (2) Ciril. , lib. 2. Apolog. moral., cap. 29.
— 223 —
le hace querer lo que el diablo quiere, y no querer lo que
do quiere. Lo que es bueno para el diablo, lo considera
como bien suyo el envidioso; y lo que para el diablo es
un daño ó un mal, como un daño ó un mal propio el en
vidioso lo considera.
Y advertid, ¡oh envidiosos! advertid que vuestra mis
ma envidia coopera ó sirve para la exaltacion de aquellos
mismos á quienes odiais , y cuya fortuna os causa tantas
tristezas. Ved á esos hermanos de Josef vender envi
diosos al querido hijo de Jacob. Vendiéronle por no ado
rarle, y luego le adoraron por haberle vendido. Nuevo
motivo que da mucho en que padecer á los envidiosos;
pues sea que realmente el mérito ó la fortuna ensalce á
otros hombres , ó sea que la acalorada imaginacion del
envidioso vea en abultadas dimensiones el honor ó el bien
estar de su prójimo, ello es que siempre se le figura verle
creciendo en prosperidad, y la envidia es para él como
una sierra que parte el alma , ó una aguja que la
atraviesa.
Ahora bien , señores ; despues de cuanto llevo dicho,
no de mi propio dictámen , sino con las palabras de las
Santas Escrituras y sentencias de los Santos Padres, ¿habrá
uno solo entre vosotros que se resista a abominar la envi
dia, y no arroje de su corazon este monstruo que le de
vora ? Fácil es aplicar remedio á esa herida si la teneis
abierta. Amad á Dios y á vuestros prójimos , y ya lo ha
beis hecho todo. Amando á Dios , celebrareis que difunda
sus dones, de que le resulta gloria ; y amando al prójimo,
los bienes suyos los considerareis como bienes vuestros,
y sus males como propios males. De este modo cesarán
las envidias , odios y rivalidades que reinan en los pueblos.
Cesarán las discordias , y se disminuirán los escándalos.
Amad á Dios, que es autor de todo don, y amad á vuestro
prójimo, que le recibe de sus generosas divinas manos. No
os olvideis de que dice el Espíritu-Santo que el que en la
— 224 —
ruina de otro se alegra , no morirá sin haberlo espiado.
Qui lastatur in ruina alterius , non erit impunitus (1).
Todos somos un mismo cuerpo ; y lo que á un miembro
de este cuerpo se concede, á los demas se concede. Todos
somos hermanos y una misma sangre : luego el bien de
mi prójimo he de considerarlo como bien mio.
Infundidnos, Señor, el espíritu de caridad para que,
amándonos como debemos amarnos , y amándoos á tos,
merezcamos entrar en la gloria. Amen.

(1) Prov.,17.
SERMÓN
sobre el evangelio del mismo dia (1).

El agricolce, apprehensis ser-


vis ejus, alium ceciderunt, alium
occiderunt , alium vero lapida-
verunt... Quid faciet Dominus
agricolisi... Malos malo perdct,
etvineam suam locabit alus agri-
colis... (Malt.,21,35, 40,41.)

Los colonos, luego que cogie


ron á los siervos del dueño de la
viña, hirieron a uno, mataron á
otro, y a otro lo apedrearon...
¿Qué liará el señor de la viña con
estos colonos? Perderá malamen
te á los malos , y dará su viña á
otros.

No puedo leer , sin estremecerme , el terrible cargo


que en el Evangelio de hoy hace Jesucristo á los fariseos
y á todo el pueblo judío, á quien habia entregado el padre
de familia su viña para que la cultivara y le pagase con
sus frutos. Cuando llegó el tiempo de los pagos , el señor
de la viña envió á sus siervos á recoger los frutos que,

(1) Este sermon puede aplicarse á preparará un pueblo á que


reciba como debe, ó al prelado cuando hace la visita, <5 á los misio-?
ñeros, etc.
TOMO III. 15
— 226 —
por razon del dominio, le correspondían; pero los colonos,
en vez de pagar, los cogieron, é hirieron á uno, mataron
á otro, y á otro le apedrearon. Volvió á enviar otros cria
dos el dueño de la viña, y en mayor número , é hicieron
con ellos lo que habian hecho con los primeros. Ultima-
mente, el padre de familia envió á su propio hijo, presu
miendo que, en calidad de heredero, seria respetado; pero
pusiéronle fuera de la viña , y lo mataron. Al venir el
dueño de la viña , ¿qué hará con tales colonos? preguntó
Jesucristo á los principes de los sacerdotes y á los ancia
nos del pueblo que le escuchaban. Malamente perderá á
los malos, respondieron, y dará su viña á otros colonos que
le paguen el fruto á su debido tiempo.
Entre los infinitos asuntos para que presta materia la
presente parábola, escojo hoy uno que no carece de impor
tancia ni de oportunidad. Yo estoy viendo que el celes
tial Padre de familia envia diariamente á las naciones y á
los pueblos, siervos ó ministros, que reclaman los frutos que
como á Señor se le deben; y veo al mismo tiempo que á
unos de estos ministros se les hiere, á otros se les mata y
á otros se les apedrea. El sacerdote pide á los pueblos, en
nombre de Dios, que es Señor de ellos, los frutos ú home
najes que le son debidos; y el ministro de Dios no puede
ofrecerle mas que unas manos vacias, si es que le han de
jado con vida para ofrecérselas. Claman los prelados, cla
man los pastores, claman los sacerdotes, claman los pre
dicadores, claman los misioneros, pidiendo corazones,
afectos, penitencia, almas para el Soberano Criador de
ellas; y los ministros de Dios, si es que se les perdona el
que hablen, no pueden llevar al padre de familia mas que
ingratitudes é impenitencias. ¿Qué hará el señor de esta
viña con semejantes colonos? Perderá malamente á los ma
los y dará á otros su heredad. Malos mole perdet, et vi-
neam suam locabit aliis agricolis.
Por eso he dicho que] me estremecía leyendo la pa
— 227 —
rábola que refiere hoy el Evangelio; y quiero que vosotros
tambien os estremezcais para que el temor os libre de co
meter los escesos de los colonos de quienes habla Jesucris
to. Voy, pues, á instruiros acerca de
Las disposiciones con que deben recibir los pueblos
á los ministros de Dios, que van á pedirles frutos de
penitencia.

Ave María.


Dios tiene derecho á pedirnos todos los dias los frutos
de las virtudes, de penitencia y santidad que le debemos,
no solo como á dueño y señor de nuestra alma, que es viña
suya, sino como proveedor del agua de la gracia con que
es regada, y con que al mismo tiempo, como con sol vi
vificante , recibe incremento. Y Dios , en efecto , no dejó
nunca de pedir de tiempo en tiempo esos frutos á los hom
bres. Pidelos siempre por medio del grito de nuestra con
ciencia, que no cesa de decirnos: ipse fecit nos, et non ipsi
nos; pero de tiempo en tiempo pide estos frutos de una ma
nera oficial ó solemne, primero, por medio delos patriarcas
representantes, digámoslo así, de su autoridad en el seno
de las familias; despues, por medio de los profetas, cuya
voz no deja nunca de oirse en su pueblo; y, últimamente,
por medio de su divino Hijo, que viene á reunir bajo sus
alas á los hijos de Jerusalen, como la gallina recoge bajo
las suyas á sus polluelos.
Los oidos de los hombres estuvieron casi siempre cer-
— 228 —
vados á las voces de los siervos ó ministros de Dios, que les
pedían los frutos delasbuenasobras. ¡ Jerusalen, Jerusalen,
esclamaba Jesucristo, heredero de la viña; Jerusalen, que
matas los profetas! El mismo heredero no tuvo luego mejor
suerte. Crucificado por los colonos de la viña , cuando él
mismo vino á recoger los frulos que debian á su Eterno
Padre, el Señor tuvo que sentenciarlos á perecer, y á verse
privados del reino de Dios para dársele á otros colonos ó
naciones. Ved aquí la reprobacion de los judíos. '
Parecía ya que , precediendo este ejemplo , horrible
por su crueldad, y horrible por el castigo que esa cruel
dad trajo sobre el pueblo judío, el mundo, y sobre todo el
mundo cristiano, á quien se trasfirió el reino de Dios, pa
garía al Señor de la viña los frutos que le son debidos,
toda vez que él es un perenne testimonio del castigo que
se impuso al pueblo que se atrevió á negarlos. Pero ¡oh
gran Dios! todavía sigue el mundo despreciando á vuestros
siervos, y matando á vuestro Hijo , heredero de la viña,
cuando le piden los frulos de las buenas obras ; obligán
doos de este modo á que les arrebateis el reino de Dios
para dársele á otras gentes y naciones. Yo temo mucho se
verifique esta sentencia de Dios respecto del antiguo mun
do cristiano. Auferetur á vobis regnum Dei.
Para evitar que venga sobre nosotros este terrible cas
tigo, que es el mayor que puede sobrevenir , pues es una
reprobacion, deben, ante todo, los pueblos recibir y tratar
á los ministros de. Dios, que anuncian la divina palabra,
como se recibe y trata á las personas á quienes, por senti
mientos de gratitud y respeto, estamos obligados.
Quizá Dios, Señor de la viña , tuviese ya resuelto el
castigarnos con la privacion de su divina palabra , viendo
que á tantos predicadores, ministros suyos, les hemos ne
gado los frutos de santidad que nos pedían. Quizá hubiese
ya dicho, como dijo en otro tiempo por boca de Isaías: «Yo
05 contaré con la espada, y todos perecereis, porque llamé
— 229 —
y no respondisteis; hablé, y no oisteis (1).» Quizá hubiese
dicho el Señor lo que en otro tiempo dijo por boca de Je
remías: «Yo quitaré de este lugar, en vuestros ojos y en
vuestros dias, la voz del gozo y la voz de la alegría, la voz
del esposo y la voz de la esposa... El Señor envió á vos
otros sus siervos los profetas desde muy temprano, y no
oisteis, ni quisisteis inclinar vuestros oidos para oir (2).»
Quizá, repito, á los últimos predicadores, á quienes oisteis
sin oirlos, dijese Jesucristo: «Salid de ese pueblo ó de esa
ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies, ya que no os
recibieron como debian, ni oyeron vuestra voz (3).» Por
último, acaso esos mismos predicadores dijesen, al salir de
vuestro pueblo, como San Pablo dijo á los blasfemos ju
díos: «Caiga vuestra sangre sobre vuestra cabeza, que yo,
limpio de ella, voy á predicar á las gentes.» Mundus ergo
ex hoc ad gentes vadam (4).
Decia que tal vez el Señor hubiese ya resuelto el que
no volviéseis á oir la divina palabra , y que quizá á los
mismos ministros de Dios que la anuncian les seais deu
dores de que con sus ruegos , como Moisés, hayan conse
guido para vosotros el beneficio de que oigais otra vez á
los evangelizadores que vienen á anunciaros la paz y el
modo de alcanzar inapreciables bienes. Ellos son á la vez
mediadores y profetas, y con sentimientos de fina y cor
dial gratitud debeis de recibirlos.
Porque los ministros de Dios, cuando vieneu en su
nombre á pedir los frutos, ¿piden algo para sí? ¿Vienen
por su comodidad, ó vienen por vuestra salvacion? Ellos
buscan tambien la suya; pero quieren unirla á la vuestra,
dándoos á entender que aspiran á salvarse, salvándoos á
vosotros- De aquí nace su heroismo para soportarlo todo.
Se ven á sí mismos en vosotros. Vosotros sois su alegría y

(1) Isai.,65. (2) Jer., 1(3 y 28. (3) Mat., 10,


(4) Act., Ap., 18.
— 230 —
su corona, conviniéndoos; pero no quieren ni el polvo de
vuestras calles y casas, si no os convertís. Como buenos
siervos del padre de familia, preferirían la muerte á tener
que ponerse en su presencia para decirle que los colonos
se niegan á pagarle los frutos. Por una parte la ofensa he
cha al Padre , y por otra el castigo que ven caer sobre
aquellos por quienes intercedieran, les arrancan mas lágri
mas que las que los de Corinto hicieron derramar á San
Pablo (1).
Por eso he dicho que debeis recibir con reconocimiento
á los siervos del padre de familia , que vienen á pediros
para él los frutos de su viña, que le corresponden. Vuestra
salvacion Iqs trae. Vuestro amor los aprieta , digámoslo
así, como sucedía á San Pablo. Chantas urget me. El
no recibirlos con sentimientos de gratitud es un doble cri
men contra ellos y contra el que los envia.
Despues de recibir con amor á los ministros de Dios'
que os anuncian la santa palabra, debeis ademas prestaros
dóciles para pagar los frutos que os piden.
En la nueva ley los sacerdotes, mas bien que siervos
y ministros, son amigos de Dios. Jam non dicam vos ser-
vos... Vosautem dixi amicos (2). Advertid esto; porque
vuestra culpa se agrava sobre la de los judíos, tanto como
superior es Dios al dueño de la viña de la parábola ; y
como superiores, son los sacerdotes á los siervos que aquel
enviaba.
No parece que Dios pueda ya llevar mas adelante su
bondad para con los hombres. Porque, si ve que á su pro
pio Hijo, heredero de la viña , le arrojamos todos los dias
fuera de ella por medio del pecado , y le matamos , en
cuanto está de nuestra parte, ¿no es grandísimo esceso de
bondad el que una y otra vez , y mil veces, envie á los
pueblos sus ministros y amigos á que les den frutos que

(i) 2adGor.,2. (2) Joau., 18,


— 231 —
sábele son siempre negados? ¿Qué es esto, Dios mio?
¿Quereis que resalte vuestra bondad poniéndola al lado de
nuestra criminal ingratitud? ¿Hemos de ser nosotros malos
porque vos sois bueno?
Pero si la divina bondad resalta doblemente al lado de
nuestra ingratitud, nuestra ingratitud resalta de un modo
espantoso al lado de la divina bondad, cuando se niegan á
los ministros de Dios los frutos de las santas obras que
vienen á pedirnos. Si en todo tiempo estamos obligados á
pagar estos frutos, siguiendo dócilmente las inspiraciones
de nuestra conciencia, mayor obligacion aun tenemos de
hacerlo cuando se nos presentan, no los siervos, sino los
amigos de Dios á pedírnoslos. No sabeis si esta ha de ser
la última vez que se os anuncie la divina palabra. No sa
beis si está ya llena la medida. No sabeis si, como á malos,
se os perderá malamente, y si se os arrebatará el reino de
Dios para dársele á otros pueblos agradecidos. Esto habeis
de temer; que la segur esté ya al pie del árbol. «El que
os recibe á vosotros, dice Jesucristo , me recibe á mi ; y
el que me recibe á mi, recibe á aquel que me ha envia
do (<).» Luego el que no recibe, como se debe , á los mi
nistros de Dios , no recibe á Jesucristo, y no recibiendo á
Jesucristo no quereis recibir á su Padre. ¿No os horroriza
el no querer que sea Dios recibido entre vosotros? «El que
os desprecia me desprecia, dice el mismo Salvador á sus
discípulos, y el que me desprecia á mí desprecia al que
me ha enviado (2).» Luego si despreciais á los ministros
de Dios despreciais á Jesucristo , y despreciando á Jesu
cristo despreciais al Eterno Padre. «El que recibe, asegura
el mismo Redentor (3) , á aquel que yo envio, me recibe
á mí, y el que me recibe á mí recibe al que me ha en
viado.»
Mientras tengamos fe, hermanos mios; mientras ten-

(1) Matt.' 10, 40. (2) Luc, 10, 16. (3) Joan., 13, 20,
— 232 —
gamos fe; mientras creamosla divinidad de Jesucristo;
mientras creamos su mision divina; mientras creamos que
ha instituido un apostolado ó un sacerdocio visible que
continúe en la tierra su celestial mision ; y, últimamente,
mientras veamos cómo á los pueblosi se íes! arrebata el
reino dela verdad y de la luz cuando no quieren oir una
ni ver otra, no podremos dejar de temblar siempre que á
los siervos del padre de familia , que vienen en su nom
bre á pedirnos frutos de virtudes , no los recibamos con
el amor, y oigamos con el respeto que , por latlto^s títulos,
les son debidos. Si creeis la divinidad del Hijo, teneis que
creer la divinidad de su mision ; y creyendo la divinidad
de su mision teneis que creer la divinidad de la misión
que el sacerdocio católico desempeña, que es una misma.
Sicut misil me Pater, et égo mifío vos, !
Si no atendeis á las exhortaciones de los ministros de
Dios, es despreciar la mision y el sacrificio del Hijo , y los
soberanos y bondadosos designios del Padre. Crimen hor
rible, superior, en cierto modo, al de los mismos judíos, á
quienes, por eso, se les arrebató ei reino de Dios. No
debemos estrañar nada de cuanto nos hace derramar
lágrimas en la sociedad de nuestros tiempos. Porque pres
cindiendo de que es un grave delito no dar en cualquiera
tiempo á Dios los frutos de santidad que le debemos , y
prescindiendo igualmente de que cuando no se oye á los
ministros de Dios las costumbres se pervierten' por el ol
vido en que caen aun las mas necesarias verdades, lo cual
no puede dejar de traer el desconcierto y el desórden, hay
que añadir el público desprecio que se hace de Dios
cuando se desprecia ó no se oye á sus ministros. Enton
ces se arrebata el reino de Dios á los ingratos, se les deja
en la oscuridad , y se anuncia la divina verdad á otras
gentes que , oyéndola , den dignos frutos de docilidad, ar
repentimiento y penitencia.
A los señores Obispos , así cuando visitan los pueblos
— 233 —
de su diócesis como cuando . dirigen á sus diocesa
nos palabras de amonestaciones ; á los párrocos cuando,
como buenos pastores, apacientan con sana doctrinaí á sus
ovejas; y á los predicadores y misioneros que vienen á
anunciarosla palabra de vida eterna, debeis recibirlos y
oirlos como si fuese el mismo Dios el que os hablara. La
palabra de, Jesucristo no puede estar mas terminante : ú
oír, ó ser reprobados. Fidcs ex auditu. :, i ..; -
Cuando Dio» envía sus siervos es prueba de que os:
quiere iSalvaes: «aprueba de que aun confia en que los
habeis -4e oir. ^Os resistireis, pues; os resistireis á coope
rar álas gracias que quiere dispensaros? Meditadlo antes,,
pues ios momentos pueden ser decisivos y estar contados;
y ¡ ay de vosotros si suena en el reloj de la divina justicia
la última hora! ¡Ay de vosotros! jAy de la ciudad! ¡Ay
del templé! í-t ?.ol ."!' .'.^i'úwr.aj* -i.i -.i'..! '
NonosqtiteisvDios-niio, la viña de vuestra fe para
dársela á: oíros mas fieles colonos. Nosotrosla cultivaremos,
y daremos á vuestros ministros los frutos de buenas obras
que para vos nos piden. Hablad, Señor, hablad. Que ven
gan y hablen vuestros ministros. Tened piedad de nosotros,
que al pie de los altares prometemos recibir y oir á vuestros
ministros como si fuéseis vos mismo c) que viniese y habla
se. No queremos que se nos arrebate ei reino de Dios, sino
hacer dignos frutos de penitencia para alcanzar la gloria-
eterna. Amen,r' '' .'t...: f ^.u\I-^ - . . - „ i- .. ;
:;: l" íil --íÍhi:ÍV'r '? -i ,?*,'' '. .'. -"--: *l\ r-p '.-'.;.
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SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE A ESTE EVANGELIO.

4.° La vocacion de los gentiles á la fe es un irrecusa


ble testimonio de la divinidad de Jesucristo. —Tomo segun
do, 55.
2.° A las naciones que no cuidan solícitamente de su fe
(ó de su viña), en justo castigo se les arrebata para darla á
otros pueblos (o colonos).—Id., 3H.
SERMÓN
sobre la epístola del tercer domingo de Cua
resma.

Nemo vos seducat inanibus ver'


bis : propter hoec enim venit ira
Dei in filios diffidentia. Nolite
ergo fieri participes eorum. Era-
tis aliquando tenebrce : nunc au-
tem lux in Domino.
(Ad Ephes., 5, 6, 7, 8.)

No os dejeis seducir con palabras


Tanas , que esto provoca la ira de
Dios sobre lus hijos infieles. No os
bagáis sus cómplices. En otro tiem
po fuisteis tinieblas; pero ahora
sois luz en el Señor.

Me ha parecido que en ningun tiempo era mas oportu


no, y aun necesario, que en el presente , el recordar á los
fieles las palabras con que San Pablo trataba de apartar á
los de Efeso de ciertas doctrinas con que algunos filósofos
querían persuadirles no habia ofensa de Dios en los peca
dos de inmundicia. «Nadie os seduzca, les decia, con vanos
discursos; pues por esto viene la ira de Dios sobre los hi
jos incrédulos ó infieles. No os hagais participantes de sus
crímenes. Si antes fuisteis tinieblas , ya sois luz en el Se-
— 238 —
ñor, y como hijos de la luz debeis en todo manifestaros.»
Nemo vos seducat, etc.
He dicho que especialmente en el presente tiempo de
ben recordarse á los fíeles estos saludables avisos de San
Pablo, porque ¿qué vemos hoy , qué oimos hoy, qué nos
inunda hoy mas que vanos discursos, donde, bajo la som
bra de flores aromáticas, se ocultan mortíferas serpientes?
Con la desenfrenada licencia de hablar y de escribir , li
cencia que han considerado algunos como vehículo de la
ilustracion , siendo mas bien camino para la ignorancia y
la barbarie , es tanto lo que se han trastornado las ideas, y
lo que se ha debilitado la fe , y lo que las costumbres se
han pervertido, que el hombre parece verse obligado, ó á
no creer nada, y esto destruiría su naturaleza moral, ó á
creerlo todo, y esto le convertiría en triste víctima. Lo que
hemos de predicar hoy á los fieles, lo que hemos de incul
carles , es que se mantengan firmes en sus antiguas creen
cias ; que no crean sino lo que se creyó siempre , y cre
yeron todos, y se creyó en todas partes, que es el signo,
digámoslo así, católico; que no se dejen alucinar por lo que
puede haber de florido en un discurso ó en un escrito, sin
apercibirse de lo que puede haber allí de venenoso é im
pío; y que el mismo cuidado que ponen los jefes de familia
en que no penetren en la casa los ladrones que puedan
usurparles las riquezas , le pongan en que no penetren en
su hogar doméstico palabras ó escritos que les hagan per
der sus almas.
Ya habreis advertido que estas indicaciones que acabo
de hacer son muy importantes , y que es de primera ne
cesidad en estos tiempos el hacer que se arraiguen en el
ánimo de los padres y de cuantos tienen á su cargo la di
reccion de la juventud , así como en el corazon de esta,
amenazada de tantos peligros desde el momento en que
piga y lea discursos seductores, pero perjudiciales.
Se trata, señores, de cortar un mal que va cundiendo
-«39-
mucho, y que va á arrastrar la sociedad á crisis espanto
sas. En este supuesto, permitid que desahogue todo el do
lor de que se halla poseido mi corazon al ver cómo está
diseminado por las calles y plazas el veneno, haciendo so
bre una materia tan importante algunas reflexiones. Escu
chad, pues.
Los fieles deben vivir hoy muy prevenidos contra los
discursos ó lecturas que, abundando en palabras seduc
toras, pervierten el corazon y atacan á la sociedad.
Pfemo vos seducat, etc., etc.

Ave María.

Digno es de notarse que todas ó casi todas las here


jías que han afligido á la Iglesia han formado siempre
empeño en aparentar que, aunque se separaban de su an
tigua madre, con motivo de algun punto traido por los he-
resiascas á injustificable discusion , no por eso renuncia
ban al espíritu religioso, digámoslo asi , que domina en la
Iglesia católica. En el hecho de querer ó de aparentar
querer continuar unidos al espíritu religioso de la socie
dad de donde se separaban, ó de protestar que le respeta
ban y seguían, dase á conocer que admitían en la Igle
sia un espíritu de santidad ; espíritu que, en el caso de vi
vir aquella envuelta en errores, como han supuesto los he
rejes , no era fácil ni factible de conservarse al lado de la
supuesta mentira. Así es que las herejías, esceptuando el
punto acerca del cual sostenían su respectiva cuestion,
hablaban de los demas dogmas y verdades de la Iglesia,
quizá en términos notablemente reverentes ; lo cual les
servia para no inspirar á los fieles tanta repugnancia , y
hacer en gran número prosélitos. Adoptaban para , esto un
lenguaje , ó palabras estudiadas que se diferenciasen
poco de las consagradas por el uso cristiano; y de este mo
do penetraba suavemente el error en el áuimo de los
incautos, y se encontraban envueltos eu sus redes, casi sin
sentirlo. De ello tenemos un ejemplo en el arrianismo:
secta que, jugando, digámoslo asi, con una palabra , logró
i]ue el mundo fuese arriano, sin baberse apercibido de que
lo era.
La misma reforma protestante, á pesar de establecer
el principio absoluto de libre exámen, que habia de con
ducir, como ha conducido, á la negacion de todas las ver
dades , no renuncia en un principio , ni aun renuncia
ahora, á las apariencias religiosas, ó á la aparente conser
vacion del espíritu religioso que está identificado con la
naturaleza misma del hombre. Si condena el culto que tri
butamos á los Santos ó á sus imágenes, culto que el dogma
católico esplica tan perfectamente, alega que es para ma
yor honra de Dios, que es el solo á quien debemos adorar.
Si niega la realidad del sacrificio incruento de nuestros
altares, protesta que es para mayor gloria del gran sacri
ficio del Calvario. Si niega la necesidad de las, buenas
obras, y sostiene que la fe basta para la justificacion , su
pone que con esto recibe mayor realce el infinito mérito de
la sangre de Jesucristo. Es decir, que al mismo tiempo
que las sectas y errores se separan de la Iglesia y la ha
cen la guerra , procuran hacerlo con palabras aparente
mente religiosas, á fin deque los fieles puedan ser con
mas facilidad seducidos. Así ha sido siempre , y no podrá
dejar de ser tambien así en lo sucesivo , y por eso las pa
labras que San Pablo dirigía en otro tiempo á los de Efeso,
debemos repetirlas sin cesar en todas ocasiones. Nemo vos
seducat , etc., etc.
Es verdad que, desenvuelto suficientemente el princi
pio fundamental del protestantismo , que es el libre exá~
— 241 —
men , ó la soberanía é independencia del juicio individual,
se observó en el siglo pasado que el error arrojaba la
máscara , y se mostraba irreligioso é impío, haciendo lla
mamientos á las pasiones para que, interesadas, le sostu
viesen , y declarando tenaz guerra á todo cuanto hasta en
tonces habia creido , no solo la Iglesia , sino la sociedad.
Pero esto fue, digámoslo así, una tempestad pasajera. No
podía ser que por mucho tiempo se burlasen los impíos del
sentido comun , y la descarada impiedad cayó al abis
mo del descrédito , abrumada con las generales maldi
ciones. -
Desde entonces ha principiado una nueva época, al pa
recer mas templada ó pacífica, pero no menos peligrosa.
Desacreditada la impiedad en su propio campo, buscó un
refugio en los ardides del engaño y de la hipocresía , pre
sentándose como defensora y promovedora de lo que lla
ma sentimiento religioso é ideas religiosas, pero enemiga
jurada del catolicismo. Todavía hizo mas. Aparentó ha
cerse cristiana é invocar mucho el nombre de Cristo , para
establecer una especie de antagonismo entre el cristianis
mo, tal como ella le entiende , y el catolicismo, tal como
nosotros le veneramos, y ella le odia. Sus discursos, sus
filosofías , sus escritores, sus oradores, sus hombres , to
dos han fingido ser cristianos, pero cristianos á su modo,
cristianos libres , cristianos que á su manera interpreten
el Evangelio, cristianos sin sumision, cristianos sin sufrir
el yugo de la autoridad doctrinal, cristianos sin catolicis
mo , cristianos sin Papa , ó , lo que es lo mismo , cristianos
destruyendo á Cristo; esto es, cristianos anti-cristianos.
No creais , señores , que en cuanto digo hay exagera
cion; no. Es público , es de todos los hombres inteligentes
conocido el nuevo carácter que toma hoy la impiedad. Si,
por un lado , es satisfactorio el ver que la impiedad está
tan desacreditada que no se atreve á presentarse en público
con su propia vestidura, tambien es triste que usurpe á la
tomo ni. 46
— 242 —
verdad su lengua para hacerse menos repugnante á los
sencillos fieles, y arrastrarlos á segura perdicion.
De estos antecedentes deducid si, á medida que los fal
sos doctores recurren á vanos discursos ó palabras para se
ducir á los fieles, no deberán estos ponerse muy alerta
contra sus palabras y escritos, contra sus historias y no
velas, contra sus filosofías y sus viajes, contra sus arengas
y proclamas, y contra sus protestas é hipocresías. Sospe
chad, temed que al lado, ó en su mismo lenguaje, aparen
temente moral, religioso y santo, haya semilla de impie
dad, ataques indirectos á la verdadera fe, dudas indicadas
con habilidad, y rasgos de aquellos que se quedan muy
fijos en la memoria ó en el corazon, por el doble atractivo
del lenguaje y de una ó mas pasiones halagadas. Toda su
habilidad muéstrala hoy la impiedad en buscar los medios
de dar su veneno á las almas y á los corazones en copas do
radas, y puestas en bandejas de flores.
¡Alerta, pues, oh padres de familia! ¡Alerta, oh maes
tros! ¡Alerta, oh juventud, á quien van dirigidos los tiros!
¡Alerta, oh Iglesia, á quien tratan de arrebatar sus hijos!
¡Alerta, oh príncipes, contra quienes se fomenta la rebe
lion! ¡Y alerta, oh sociedad, cuyos cimientos se minan!
Al paso que la lectura de los libros santos ó buenos
es útil á los cristianos, porque los trae al recto camino, y
desarraiga en ellos los malos hábitos ó costumbres, como
dicen David (1) y San Pablo (2); y sostiene al hombre hon
rado en la justicia, segun dice el mismo real Profeta (3); y
difunde en el espíritu la uncion de la gracia de Dios, como
dice San Pablo (4) ; y da al hombre la paz del corazon,
como enseña el Salmista (5); y es el mas rico tesoro, como
confiesa el mismo Santo Rey (6): al paso que la buena doc-

(1) Salm. 18. (2) 1.a ad Thim., 4, 16. (3) Salm. 118, 8.
(4) Rom., 5, 20—1. Cor., 15,—Ad Ephes., 3. (S) Salm. 18.
(6) Salm. 118, 72, 127.
— 243 —
trina es la sabiduría que funda las instituciones sociales,
como enseña Esdras (I); y es la vida del corazon y de la in
teligencia, como se lee en el libro de los Proverbios (2); y
nos hace conocer el bien que debemos obrar, como dice
Job (3), la mala inficiona á los que se alimentan con ella,
como se lee en Isaías (4) y en el libro de los Prover
bios (5) ; y pervierte la conciencia , como se lee en el li
bro de la Sabiduría (6) y en el Salmo (7), pervirtiendo
el espíritu.
¿Cómo podeis decir, ¡oh apóstoles de la mentira! cómo
podeis decir: «Somos sabios, y con nosotros está la ley de
Dios?» Quomodo dicitis: sapientes nos sumns, et lexDo-
mini nobiscum est? Vere mendacium operatus est stylus
mendax scribarum (8). Esos apóstoles de la mentira pre
dican con el nombre de libertad los escesos de la licencia,
como dice Oseas (9), y San Pedro (1 0), y con el de igualdad
los escesos de la anarquía, como dice San Pablo (1 1), con
sagrando á la vez la impiedad y la rebelion , como enseña
San Judas (12), y de cuyos principios execrables seria una
consecuencia la completa disolucion de la sociedad , como
dice Oseas (13). Los pueblos han recogido siempre los
amargos frutos de la licencia de los discursos y escritos,
como dicen Jeremías (1 4), Isaías (15), y el autor del Sa
grado libro del Eclesiástico (16).
Si no diéseis crédito á lo que el Espíritu-Santo , por
condueto de los inspirados escritores , nos enseña, dirigid
vuestra vista á la Francia, áese pais donde, por haber sido
mayor la desenfrenada licencia de hablar y de escribir,

(1) Esd., 7, 25. (2) Prov., 10. (3) Job., 6, 24.


(4) Isai., 29, 13. (S) Prov., 12, 20. (6) Sap., 2, 1.
(7) Salm. 9, 27. (8) Jerem., 8, 8. (9) Ose., 7, 16.
(10) 2. Pet., 2, 18, 19. (11) AdGal., S, 13, 15. (12) Jud.,4.
(13) Ose., 4, 12. (14) Jerem., 14, 17. (13) Isa., 35.
(16) Eccl., 10, 8.
— 244 —
fueron tambien mayores y mas espantosos los estragos de
la incredulidad convertida en revolucion. La Iglesia y el
Estado sucumbieron áun tiempo; la familia vió rotos ó muy
debilitados sus mas fuertes vínculos; el individuo , procla
mado antes libre y soberano, tuvo por trono el patíbulo ó
la linterna, horrible recuerdo histórico de aquella revo
lucion; y la Francia se quedó sin Francia, el Estado sin
Estado, la sociedad sin sociedad, la familia sin familia, y
el individuo convertido en un esclavo con ficticia ó bur
lesca corona. Nuestros padres se acuerdan de los horri
bles gritos de las víctimas que traía hácia acá el viento de
los Pirineos. Aun se acuerdan de las metralladas con que
pueblos enteros eran reducidos á cementerios , y de la
sangre que llevaban mezclada con sus aguas algunos rios.
Pues si quereis remontaros al verdadero origen de to
das aquellas catástrofes , no le encontrareis mas que en los
licenciosos discursos y escritos que habia oido con impía
indiferencia la Francia en los sesenta años anteriores al
desbordamiento de su revolucion. «Estos hombres, dijo
Luis XVI al entrar en la prision, y señalando con la mano
los retratos de Volter y de Rousseau ; estos hombres son
los que han perdido la Francia.»
La poesía, en efecto, habia agotado en Francia todos
sus recursos para burlarse de la religion y hacerla des
preciable. Con los atractivos de la novela se fue introdu
ciendo insensiblemente el veneno de la impiedad en las ve
nas de la Francia, y aun en las de otras partes de Europa.
La ciencia , en todas sus partes y ramificaciones, se armó
del mismo modo contra la fe, y queriendo medirla con su
limitado compas, la encontró pequeña, digámoslo así, ó,
mejor dicho , la encontró tan grande, que, escediendo los
alcances humanos, llegó á mirarla como una quimera. En
los escritos ligeros como en los graves; en las obras volu
minosas como en los libros de bolsillo; en los devocionarios
como en las historias; en las descripciones de viajes como
— 245 —
en las dilucidaciones políticas, en prosa y en verso , por
todos y de todas maneras se hablaba y escribia impune
mente contra la religion. Veianlo los príncipes y los go
biernos, sin contener aquel torrente de libros y discursos
impíos que inundaban la Francia : los hombres sensatos
clamaban, advirtiendo el peligro ; pero, para castigo de
las generaciones culpables, Dios permitió que tuviesen oi
dos y no oyesen, hasta que se los abrió el filo de la cu
chilla en los patíbulos revolucionarios. Entonces, si; enton
ces se acordaron que sus tiranos y sus verdugos se habian
educado y formado con los escritos y discursos que una
literatura y una política impías habian difundido por toda la
Francia. Abrieron, sí, los oidos al tiempo de morir los que
durante la vida los habian tenido muy cerrados.
Hago estos fuertes recuerdos , hermanos mios , para
que se os quede muy impreso en la memoria el último tér
mino adonde, mas tarde ó mas temprano, conducen á los
pueblos los escritos contra la religion y la moral , cuando
se permite circulen impunemente. Las generaciones se
ceban, digámoslo así, en ese alimento de sus pasiones, y
cuando llega el dia de la esplosion nada resiste al ímpetu
de su rabia.
Ved, pues, si con razon os digo que vivais muy preve
nidos contra los discursos y escritos , muy floridos por
fuera, pero muy corrompidos por dentro. Llegarán á vues
tras manos algunos escritos, de cuya lectura no os asusta
reis, viendo que se habla con algun respeto y veneracion
del cristianismo en general, de las ideas religiosas y del
sentimiento religioso vagamente, y que se recomienda y
alaba la caridad y la limosna, y alguna otra cosa de las
que el catolicismo recomienda. Pues mirad, hermanos
mios: en libros donde así se hable , puede haber y suele
haber mucho veneno, aunque no lo descubra vuestra vista
y no lo guste vuestro paladar. Puede haber veneno , en
primer lugar, porque muchos que hablan de Cristo, y del
-246 —
cristianismo, y del Evangelio, y del mérito de la caridad;
machos de esos, y ahora son innumerables, no quieren,
segun he indicado antes, no quieren el catolicismo, no quie
ren la Iglesia católica, no quieren la Santa Sede romana,
maestra de las demas iglesias, y columna y fundamento de
la verdad. Son, en una palabra, de los que consideran á
Cristo como un puro filósofo , y al Evangelio como una
filosofía y nada mas. Y puede haber veneno en esos libros
que, al parecer, son religiosos, porque, como veis que ha
blan un lenguaje, al parecer, santo, ó no os apercibis de
sus errores, ó, como los leeis al lado de otras cosas ó sen
tencias que parecen buenas, os dejan como dudando los
errores que de otro modo, ó en otros libros descarada
mente impíos, os causarían horror é indignacion.
Esta ha sido hace algun tiempo y sigue siendo la tác
tica de la impiedad, y por lo mismo os digo en alta voz con
San Pablo: «No os dejeis seducir por vanas palabras, pues
»por esto viene la ira de Dios sobre los hijos infieles y re-
»beldes.» No os hagais cómplices en el crimen de esos es
critores impíos, que no publicarían libros si no hubiese
quien los comprase. «Vosotros, que erais en otro tiem-
»po tinieblas, sois ya luz, y como hijos de la luz debeis de
sobrar.»
Háblase mucho de ilustracion... Pero ¿se ilustra el
que se corrompe? ¿Se ilustra el que se hace vicioso? ¿Se
ilustra el que aprende á dar fuego á sus pasiones? ¿Se
ilustra el que se hace impío? ¿Se ilustra el que aprende á
dudar de todo? ¿Se ilustra el que se acostumbra á despre
ciar los mas importantes dogmas de la religion? ¿Se ilus
tra el que se hace indiferente respecto de la verdad?
No, porque el verdadero fruto de la ilustracion ó de la
luz es el ser buenos, el ser justos y el seguir la verdad,
segun nos enseña el grande Apóstol. Fructus enim
lucis est in omni bonilate, et justitia, et vertíate.
En otro caso se convierte el hombre en tinieblas , en
— 247 —
las mismas tinieblas que dice San Pablo eran las de
Efeso antes que conociesen la luz del Evangelio. Era
lis aliquando tenebrce ; nunc aulem lux in Domino.
Sí , señores : eran luz y somos lus ; pero, notadlo bien,
luz en el Señor ó por el Señor. Nuestra luz, y por
consiguiente nuestra verdadera ilustracion , está unida
á Jesucristo, á su doctrina y á su obra; y prescin
diendo de Jesucristo, de su doctrina y de su obra, que es
la Iglesia, volvemos otra vez á ser tinieblas. Eratis ali
quando tenebrce , nunc autem lux in Domino. No puede,
no, serviros de escusa el decir : «Yo estoy bien firme en
la fe, y no temo me seduzcan falsos ó floridos razonamien
tos.» Ese es , hermanos mios, un ardid del diablo y un
pensamiento peligroso. En primer lugar , os poneis en
el peligro de caer, y esto es ya una culpable temeridad.
En segundo lugar, ¿estais ciertos de que no os faltará la
gracia para sosteneros en el combate que vais á ocasionar
á la verdad? Y, por último , hermanos mios, al fuego y al
ladron procurais detenerlos antes que lleguen á vuestra
casa, aunque la tengais bien asegurada. ¿Y por qué
obrais así con los que pueden perjudicaros en vuestros in
tereses, y habeis de abrir vuestras puertas á los libros ó
enemigos que van á arrebataros el alma y la eterna sal
vacion?
Concluyo advirtiéndoos , que las autoridades y los pa
dres de familia son responsables ante Dios y ante la socie
dad de los estragos que en sus súbditos é hijos hagan los
malos libros; así como la Iglesia, al prohibir semejantes
libros, no solo se muestra fiel guardadora de la verdad,
sino tutora de la sociedad y de las familias. No la censu
reis porque ejerza este derecho; antes bien, dadla gracias
porque cuida de que no se inficionen los espíritus, y evita
que de esta corrupcion salgan todos los vicios.
Obrad como hijos de la luz. Arroja al fuego, juventud
amada, loa libros que puedan inficionar tu bello corazon.
— 248 —
La bondad , la justicia y la verdad : hé aquí en lo que se
encierran todos tus deberes, todos tus derechos y todas
tus esperanzas. Sigue la luz, para que puedas conocer los
caminos de la eterna vida, que te deseo. Amen.

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.''í.,. . I' . - ' I*- '.'F..i: .. . r,: -M 'Oí,i,ní:1

SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE A ESTA MISMA EPÍSTOLA,

1.° No podemos ámár deBííámeñte al projimo mientras


no amemos a Dios como debemos amarle.—Tomo segundo,
pág. 351.
2.° El amor cristiano hacia nuestros semejantes es el
mejor fundamento de la sociabilidad humana.—-Tomo se
gundo, pág. 363.
3.° Sobre la lujuria.—Tomo primero.
4.° Sobre las riquezas. — Al principio de este mis
mo tomo.
SERMÓN
sobre el evangelio del mismo domingo.

Cum ejecisset dcemonium, loca-


tus est mutus , et admiratce nunt
turba. (Luc, 2.)

Habiendo arrojado al demonio,


habló el mudo , y se admiraroa
las turbas.

Nuestra madre la Iglesia nos propone hoy el presente


Evangelio , porque siendo este domingo el sesto despues
de Septuagésima , y representando ó recordándonos la
sesta edad del mundo, que es en la que vivimos, quiere
advertirnos que debemos luchar contra el demonio y ar
rojarle de nuestros corazones , por la fe y por los sacra
mentos que al efecto instituyó Jesucristo. La guerra que
el tirano infernal nos hace no es en un solo terreno , ni en
un- solo tiempo, ni de una misma manera, ni por unos mis
mos medios. Unas veces la hace sublevando nuestro en
tendimiento contra la fe : otras rebelando nuestra con
ciencia y nuestro corazon contra la ley ; y otras en ambos
conceptos.
La época en que vivimos se distingue por la universa
— 252 —
lidad de esta guerra , pues no solo por medio de la in
credulidad se ponen asechanzas á nuestras almas , sino
que por medio de la corrupcion y perversidad de costum
bres se trata de introducir en ellas el trono del demonio
para que las posea y domine. Nuestra sociedad es tan in
crédula como corrompida, y tan corrompida como incré
dula. Marcha en ambas vías con igual movimiento, y los
defensores de la verdad tienen que luchar con ambas ma
nos contra eso3 dos enemigos, poniéndose enmedio de sus
paralelos caminos y marchando á su lado para no dejar
los obrar contra los pobres transeuntes.
Pues bien: uno de los puntos importantes que conviene
siempre dejar firmemente establecidos, es la divinidad de
Jesucristo; punto fundamental que , negado , todo pueden
negárnoslo; y, concedido , todo deben concedérnoslo. Je
sucristo, pero Jesucristo como Hombre-Dios , es la piedra
angular del edificio cristiano, y sin ella nos encontraríamos
desde el primer paso, no solo sin saber dónde colocar las
restantes piedras , es decir , las restantes verdades que
constituyen el símbolo , sino que ni siquiera las conoce
ríamos. Por aquí podeis ya conocer por qué algunos de
los actuales enemigos del cristianismo se han forjado un
sistema donde no se considera como Dios al Salvador,
sino solo como un hombre ilustre ó como un filósofo , pa
recido á Sócrates ó á Platon. «Arrancando la piedra , han
dicho, el edificio podemos darle ya por destruido.»
En vista de esto, y atendiendo á que, en el hecho que
nos refiere el presente Evangelio, se ve claramente obran
do como Dios al Salvador, voy á probaros
La divinidad de Jesucristo por la espulsion del de
monio en el hombre á quien habia hecho mudo.
Cura ejecisset dcemonium , locutus est mutm, el ad"
miralen sunt turbw.

Ave María.
— 253 —
Que Jesucristo , ó que el verdadero Mesías, habia de
arrojar de la tierra al demonio, anunciado estaba, espe
cialmente en la profecía de Zacarías , donde, hablan
do del dia en que estuviese ya abierta la fuente de David,
se dice que desaparecerían los idolos y seria espulsado de
la tierra el espíritu inmundo. Spiritum immundum aufe-
ramde terra (1). Y el mismo Jesucristo, muy próximo ya
á su pasion, dijo á sus discípulos : «Ahora voy á juzgar al
mundo; ahora va á ser arrojado fuera su infernal prín
cipe.» Nunc princeps hujus mundi ejicietur foras (2).
Mientras Jesucristo estuvo en el mundo, convenia que so
bre los demonios ó contra ellos obrase algunas veces mi
lagros ó ejerciese su divina potestad ; significando con
esto la que tenia para vencerle y derrotarle en el imperio
que ejercía en el mundo por medio del pecado. . ?
En el Evangelio de este dia leemos uno de I03 triunfos
del Salvador sobre los espíritus infernales, pero con tales
circunstancias, que la razon se ve obligada á someterse á
la evidencia de tan insigne hecho, y á la divinidad de la
virtud que le produce.
Vió Jesucristo entre las gentes que le seguían, un hom
bre poseido del demonio, y que , á consecuencia de esta
situacion, era ciego, y mudo, segun claramente lo dicen
los Santos Evangelistas; y sordo, segun añaden los espo-
sitores. Jesucristo espelió de este hombre al demonio, y
el mudo principió á hablar, con gran admiracion de las
turbas que lo presenciaron.
Este es el hecho ó el milagro: examinemos ahora sus
circunstancias para ver si él revela la divinidad del que se
dignó obrarle. Conviene ante todo hacer, con el angélico
doctor Santo Tomás (3), tres advertencias acerca de la po
testad que, antes de la pasion de Cristo, ejercía el demo-

(1) Zacar., 13,2. (2) Joan., 12, 31.


(3) "3.a P. q., 49, art. 2.
— 254 —
nio sobre los hombres. Por parte del hombre hay que con
siderar lo digno que este se hizo, por la culpa, de ser pues
to bajo la potestad del diablo, con cuya tentacion habia
sido vencido. Por parte de Dios, no podemos menos de
reconocer su justicia, cuando al hombre, que con el pe
cado le ofendiera, permitiese fuese entregado al diablo
tentador y vencedor. Y por parte del diablo, evidente es
que con su perversísima voluntad no perdonaría medio
para apartar al hombre de la consecucion de su salud
eterna. Con esta doctrina, que es literal del doctor Angéli
co, esplica la potestad que antes de la pasion de Jesucristo
ejerció el demonio en el mundo , y los casos análogos al
que hoy refiere el Sanio Evangelio. He querido dejar con
signada esta doctrina de Santo Tomás, porque hay muchos
que, á fin de poner en duda ó de negar la obra y el mé
rito de Jesucristo, niegan la existencia de los espíritus in
fernales y su influencia sobre los hombres. Negando la exis
tencia del enemigo, se niega la necesidad de que viniese
un glorioso triunfador.
Sobre lodo, el hecho consignado en el presente Evan
gelio, no es un hecho que tiene lugar en la oscuridad ó las
tinieblas, sino un hecho público, que le ven las turbas y le
admiran. Admiratce sunt turbce. Cuatro milagros envuel
ve ese hecho, todos ellos públicos y muy importantes. El
demonio es espulsado; y es el primer milagro. El ciego ve,
y es el segundo. El mudo habla, y es el tercero . Y el sor
do oye, y es el cuarto. Las obras de Dios, como ha dicho
Moisés, son perfectas. Dei perfecta sunt opera (1).
Entre las turbas habia tambien algunos escribas, ene
migos de Jesucristo, que habían ido, ora para presenciar
sus obras, ora para evitar se llevase tras sí á las gentes.
Estos escribas presenciaron el hecho, le vieron, no pudie
ron negarle; pero trataron de anular su virtud, diciendo

(1) Deuter., 32, 4. *


— 255 —
que en nombre ó por virtud de Beelzebub, principe, no de
todos, sino de algunos espíritus infernales, espelia á los de
monios: lo cual equivalía á confesarle Mesías, siempre
que espeliese á los demonios por divina virtud. In Beel
zebub principe dcemoniorum ejicit dcemonia.
Jesucristo, pues, que veia los pensamientos de sus ene-,
migos, principió á combatirlos con razones que no pueden
ser contestadas. «Todo reino , les dijo , dividido contra si
mismo, será desolado: es así que los demonios no quieren
destruir su propio reino, sino ensancharle; luego no pue
den estar unos contra otros divididos. Luego no puede ser
que yo, en nombre del demonio, arroje y venza á otro de
monio.» Si autemet Satanas in seipsum divisus est, quo-
modó stabit regnum efus , quia dicitis in Beelzebub me
ejicere demonial De notar es que, habiendo obrado antes
Jesucristo otros milagros, restituyendo vista á ciegos , oido
á sordos, saludá enfermos, y resucitando muertos, no atri
buyesen los judíos ninguno de esos milagros al demonio, y
lo verificasen con el que ahora estoy examinando. Pero
Jesucristo no se detuvo nunca á defender sus milagros tanto
como lo hace con este, á causa de que, siendo el oficio del
Mesías arrojar del mundo al demonio, debia creerse como
obligado á defender el hecho que del Mesías era tan ca
racterístico y tan propio.
AJ argumento de Jesucristo no hay respuesta: argu
mento que equivalía tambien á este dilema. «O arrojo á
los demonios por virtud divina , ó por virtud diabólica. Si
le arrojo por virtud divina, luego el reino de Dios ha lle
gado ya: y si le arrojo por virtud diabólica, luego Satanás
está dividido contra sí mismo; luego su reino no puede
durar mucho tiempo, pues todo reino dividido contra sí
mismo, será destruido. » Omne regnum in se divisum, de-
solabitur. Por manera que, ya respondiesen los escribas
una cosa, ya respondiesen otra , reconocían concluido el
reino del diablo, é iniciado el reino de Dios, y por con
— 256 —
siguiente confesaban, sin quererlo, la proximidad de la ve
nida del Mesías. Quomodo stabit regnum ejus?... pro-
fectopervenitin vos regnum Dei.
El segundo argumento con que Jesucristo se defiende
contra la maligna suposicion delos judíos, es tambien muy
conveniente. «Si yo, les dice, espelo , en nombre de Beel-
zebub, al demonio, vuestros hijos, ¿en nombre de quién le
espelen? Es así que á vuestros hijos no los acusais por
esto, y antes bien son por ello honrados ; luego á mí tam
poco debeis acusarme ó calumniarme , porque hago lo
mismo que hacen ellos. Sois, pues, injustos, pérfidos y en
vidiosos al acusarme de que en nombre de Beelzebub arrojo
los demonios, y vuestros mismos hijos serán vuestros jue
ces.» Sea que aludiese Jesucristo álosexorcistasdela nacion
judáica, tales como los siete hijos de cierto Sceva, prínci
pe de los sacerdotes, de quienes habla San Lúeas (1) , ó
bien aluda á sus apóstoles, el argumento no admite répli
ca. «De vuestros hijos que espelen á los demonios decís que
lo hacen por la virtud de Dios ; y de mí, que veis espelo y
arrojo mas demonios que ellos , que he curado á tanto en
fermo , y que he predicado una doctrina tan sublime , y
que bago una vida tan pura, ¿decís que lo hago por virtud
del mismo diablo? Pues ellos serán vuestros jueces en el
dia del juicio.» Ipsijudices vestri erunt (2). Jesucristo, sin
orar antes, y sin usar los exorcismos tomados de los libros
de Salomon, que eran los que usaban los exorcistas de la
nacion judáica, sino con solo su imperio, arrojaba los de
monios de todos los poseidos que se le presentaban ; y á
sola su voz cedieron los que, en cierto jóven de quien ha
bla San Mateo , se resistían á la de los apóstoles. Obtuli
eum discipulis tuis, el non potuerunt curare eum (3).
Jesucristo les hace deducir de esto que el reino de
Dios habia llegado: proferto pervenit in vos regnum Dei:

(i) Act., 19, 14. (2) Matt., 12. (3) Id., 17.
gp 257 sm
el reino de Dios, que había de traer á los judíos su liber
tad, la cual se manifestaba en el hecho, de arrojar impe
riosamente Jesucristo á los demonios, que eran y son los
terribles y mas terribles enemigos de ias almas. El reino
de Dios venia con Jesucristo , segun San Juan habia ya
anunciado (I); y no podía dejar de ser el deseado Mesías,
el constante triunfador de los demonios aquel á quien estos,
lejos de poder resistir, dijeron: «Has venido antes de tiem
po á atormentarnos.» Venisti ante tempus torquere nos.
Por manera que los mismos demonios, viéndose espelidos,
le reconocen por Mesías ; al paso que los escribas y fari
seos, viendo cómo espele á los espíritus infernales, lo atri
buyen á virtud infernal. .... .,,..,,>., ,¿
Quiero aprovechar esta ocasion para deciros que en
este reino de Dios que se acercaba, es decir, en la Iglesia,
habia de haber potestad conferida por Cristo á sus miáis-,
tros para espeler los demonios, aun de las cosas inanima
das con que pudieran dañar á los hombres. Signa autem
eos qui crediderint, hoec sequentur: in nomine meo dce-
monia ejicient (2). Estas señales acompañarán á los que
crean ; á saber : en mi nombre arrojarán los demonios.
«Reunidos, dice San Lúeas, los doce discípulos, les dió Je
sucristo virtud y potestad sobre todos los demonios.» Dedil
illis vjirtutem el potestatem super omnia dcemonia. (3).
Potestad que la Iglesia ejerce por medio de los ministros
inferiores, llamados exorcistas, como agentes secundarios é
instrumentales , segun enseña Santo Tomás ; y por medio
de los sacerdotes, como ministros principales , segun afir
ma el mismo Santo (A). ..,.... . '
. Y ved aquí lo que significan ciertas ceremonias que
preceden al bautismo. «Ninguno se acerque, dice el papa
San Celestino, ya sea niño, ya sea adulto, á recibir el bau-

(1) Matt., 3. (2) Maro., 16, 17. (3) Luc, 9.


(4) 3. Part., q., 71, art. 4.
TOMO II|. 47
— 258 —
tismo, ski que antes baya sido arrojado de ¿1 el espíritu in
mundo con los exorcismos y soplo de los clérigos (1).»
Sobre los párvulos , dice San Agustín , sopla y recita
los exorcismos el sacerdote, para arrojar de ellos la ene
miga potestad del diablo, que engañó al hombre (2). Con
el soplo del sacerdote sobre el bautizando es espelido el
demonio, para que no impida su salvacion. La bendicion y
la imposicion de la mano cierran la puerta al espulso para
que no pueda volver. La sal puesta en la boca, y el poner
saliva en las narices y en los oidos , significa en los oidos
la recepcion de la doctrina de la fe , en las narices su
aprobacion, y en la boca su confesion. La uncion del acei
te significa la aptitud del hombre para pelear contra ei
demonio.
Ved tambien la significacion que tiene el que el sacer
dote use de los exorcismos sobre los campos y las criatu
ras inanimadas; pues pudiendo el demonio valerse de ellas
para dañar á los hombres, la Iglesia pide á Dios que no le
permita hacerlo.
Deducid de aquí , no solo el amor y reconocimiento
que por esto debemos á Jesucristo, sino tambien el respeto
con que debemos mirar á los sacerdotes , quienes, por la
virtud del Salvador, arrojan, ó pueden arrojar de vues-
.tras almas y de vuestros cuerpos, al implacable enemigo de
vuestra salvacion eterna. Este es el reino de Dios, que se
acercaba, y que los judíos no quisieron reconocer en Je
sucristo ni en sus maravillosas obras.
Usa todavía Jesucristo de un tercer argumento para
hacer ver á sus enemigos que no era posible echase él en
nombre de Beelzebub á los demonios, y que no los espelia
sino por su propia divina virtud. «Cuando un fuerte ar
mado, dice Jesucristo, guarda su casa, todas las cosas que

(1) Citado por Santo Tomás.


(2) Lib. 1.° del Símbolo.
— 259 —
posee están en paz; pero si otro mas fuerte que él viniese
y le venciese, le arrebatará todas sus armas en que con
fiaba , y distribuirá sus despojos. Es así que yo he inva
dido el reino del demonio, que es el mundo, y le arrebato
sus despojos, sustrayéndole los pecadores y convirtién
dolos en gran número: luego yo soy mas fuerte que él, y
no puedo tener de él la fuerza para vencerle. Luego el
reino de Dios ha llegado , y yo soy el Mesías.» Si habeis
admirado la fuerza de los anteriores argumentos de Jesu
cristo, no la tiene menor el presente. El demonio era fuer
te, y era el príncipe del mundo, desde el pecado, y esto
los mismos judíos lo sabian: luego si tambien ellos mismos
le ven sometido á la imperiosa voz de Jesucristo, y le ven
huir y dejar libres sus víctimas, ¿cómo no reconocen que
se acerca el reino de Dios, y que Jesus es el Mesías que
viene á establecerle? ¿Hase visto mayor ceguedad? Mayor
odio y envidia, ¿dónde pueden encontrarse?
Todavía alega Jesucristo otro argumento para probar
que no podia tener relacion ó comercio alguno con el de
monio. Qui non est mecum , contra me esí; et qui non
colligitmecum, dispergit. Que fue como decirles: «Aque
llos cuyas obras son contrarias, tienen que ser contrarios:
mis obras y las del diablo son contrarias, pues yo recojo y
uno, y él dispersa y desune; luego no podemos dejar de ser
contrarios. Y si somos contrarios, ¿cómo en nombre de
Beelzebub, príncipe de algunos demonios, he de arrojar
yo á los demonios, amigos y compañeros suyos?»
Parecía que á semejantes razones habian de rendirse
los escribas, reconociendo el divino poder del Salvador, de
cuyas gloriosas obras acababan de ser testigos. Pero como
no abrigaban en su corazon mas que odio hácia Jesucris
to, no veian la luz, aunque estuviesen rodeados de ella.
Solo una pobre mujer levantó su voz de entre las turbas,
y confesó la divinidad de Jesus, diciendo: «Bienaventura
do el vientre que te llevó, y los pechos que te alimenta
— 260 —
ron.» Beatus venter qui te portavit, et ubera quce su-
xisti. Igual confesion debemos hacer hoy nosotros en vista
del milagro que obra el Redentor librando al endemonia
do. Jesucristo es Dios: esto no puede negarse ni descono
cerse. Si Jesucristo es Dios, sus obras son divinas , y la
verdad no puede faltar en sus promesas. No nos queda
otro remedio mas que rendirnos á la autoridad de Jesu
cristo, y vivir con fidelidad en su Iglesia, fuera de la cual
no hay salvacion.
Los que no quereis una sumision para vuestro entendi
miento, ni un freno para vuestras pasiones, no lucheis, no,
contra la fuerza de los hechos , ni resistais á la luz de las
demostraciones. Por mas que intenteis buscar una impía
esplicacion para las divinas obras de Jesucristo , como lo
hacían los escribas, la luz os seguirá por todas partes, y
no tendreis disculpa para vuestras aberraciones. Profecto
pervenit in vos regnum Dei. Entrad en ese reino, no sal
gais de él; allí encontrareis la paz del ánimo, que en vano
pretendeis buscar por otros caminos. El error no podrá
hacer nunca mas que sumergiros en tinieblas cada vez mas
espesas, y los vicios os arrastrarán á cometer todos los es-
cesos de las pasiones depravadas. Profecto pervenit in
vos regnum Dei. En el reino de Dios no se puede vivir
como se vive en el reino del diablo y en el del mundo, y
querer vivir en este último y aspirar á poseer el primero,
como pretenden muchos cristianos, es una temeridad, una
locura y una impiedad.
Libradnos, Señor, de las asechanzas del demonio , y
haced que, correspondiendo á vuestra divina gracia, prac
tiquemos las obras de los hijos de Dios y alcancemos la
gloria eterna. Amen. <
SERMÓN

sobre el mismo evangelio.

In Beelzebub principe desmonio


rum ejicit deemonia. (Luc, 11.)

Por virtud de Beelzebub arroja


á los demonios.

Uno de los grandes escándalos que presenciamos con


frecuencia en los actuales dias es la blasfemia , lan desca
rada y horrible que , no digo un infierno , sino mil infier
nos ha sido necesario que abran sus bocas para enseñar
á la criatura á blasfemar contra su Criador. Este es hoy
un pecado general. Otra clase de pecados no los comete
el niño, ó no los comete el anciano , ó no los comete la
pudorosa doncella , ó se resisten al corazon de la mujer;
pero la blasfemia es hoy, por desgracia, pecado de todos.
Blasfema el niño luego que sabe hablar ; blasfema el an
ciano cuando quizá no puede ya mover sino con trabajo
su' lengua; blasfema la vergonzosa jóven, cuyos labios no
deberían saber pronunciar mas que palabras de respeto y
— 262 —
de recato ; blasfema la mujer, de cuyo carácter es tan
ajeno arrojar dardos á Dios ; y, por último, blasfeman to
dos. Dies tribulationis, et correptionis , et blasphemice
dies ficec (1).
Las casas y las calles , las plazas y los caminos , todo
está lleno de blasfemia; No parece , señores , sino que la
tierra se ha propuesto usurpar al infierno el mas horrible
lenguaje de los condenados, para escederlos aun, si cabe,
para escederlos en la manera de mostrar contra Dios su
infernal rabia. ¿Qué es esto, hermanos mios, qué es esto?
¿Abominábais á los judíos que blasfemaban del Salvador di
ciendo que en nombre de Beelzebub arrojaba á los demo
nios , y teneis, por otra parte , serenidad para oir las pú
blicas blasfemias, ó suficiente impiedad para decirlas?
Causa horrible espanto el oirlo ; y no hay una alma ver
daderamente cristiana que en su recogimiento no derra
me muchas lágrimas para ofrecérselas á Dios en testimo
nio de amor y de respeto, y pedirle no derrame su in
dignacion sobre la tierra, que está hirviendo en blasfemias.
Dies tribulationis, et correptionis, et blasphemice dies
hcec.
Me he propuesto, ¡oh pecador! llamar hoy tu atencion
sobre este punto. Es verdad que, atendidas la generalidad
y la intensidad del mal , poca esperanza puede abrigar
el ministro de Dios de cortarle con solo razonamientos,
aunque sean enérgicos. Parece que era necesaria ya la
intervencion del cielo para purificar de tales escesos la
tierra , como intervino en otro tiempo con un diluvio que
lavó sus iniquidades. Dios, sin embargo, en su infinita mi
sericordia, oye y calla ; es maldecido, y bendice ; es con
blasfemias ofendido, y muestra que no le afectan. Como
Dios es eterno, no tiene prisa , digámoslo así, por ven
garse. Sus santas iras, reservadas están para cuando el

(\) Isai.,37.
263 —
hombre asista á su juicio. ¿Qué será aquel asomento, gran
Dios , en que el blasfemo vea rodeado de tanta gloria al
Señor, á quien con la blasfemia quitó lo que le era propio,
o le atribayó lo que no le convenia?
Interesa mucho el que llame vuestra atencion sobre
este horrible pecado, y al efecto os mostraré
Su gravedad y sus funestas consecuencias.

Ave María.

Hay dos clases de blasfemias: blasfemia de entendi


miento, y blasfemia de voluntad ó de afecto , que es la
que se muestra con la boca ó las palabras. Una y otra
son pecados gravísimos ; pero la blasfemia de boca es la
que se llama blasfemia perfecta , segun enseña Santo To
más (1), y consiste, como he dicho antes, en quitar á Dios
lo que como á tal le conviene, ó en atribuirle lo que no le
conviene. Decir que Dios no es justo, ó atribuirle, como
los judíos, comercio ó relacion con los demonios , es blas
femia; pues de ambas maneras se intenta ofender su divi
na bondad, que es su misma divina esencia. Por manera
que, lo que conviene á Dios , pertenece á su divina bon
dad ; y lo que no le conviene está muy distante de ella,
y aun podríamos decir le era opuesto. Luego el blasfe
mo, bien sea negando á Dios lo que le conviene , ó biea
atribuyéndole lo que no le conviene, toca , lastima, hiere,
destruye, digámoslo así , en cuanto está de su parte , al
mismo Dios y á su misma divina esencia; lo que le hace
ser, no solo pecado grave, sino gravísimo.

(i) 2¡.2.,q. 13, art. i.


— 26* —
Si el pecado toma su gfaveldail déiaMbjeto, icon «uál
otro podrá compararse el dé la blasfemia? Con él se ataca
directamente á la bondad de Dios, como dice San Bernar-1
do, «que es voluntad ómtíípote%ftí;'qtíé:íes v^rrtüüíbpneve^
lentisima, que es lui eterñá,' que es razo» inooamutabte,
que es felicidad süíná, qtie' éréí lá mente para que de él
participe, que la vivifica páriaiiqiielMsleiíftaív,'qde la afecta
para que apetezca,' que la dilata para qué goce y que la
justifica para que merezca, que la fecundiza para que dé
fruto, que la visita para su consuelo, que la ilumina para
que conozca, qué la perpetúa para' su inmortalidad y 'qae
la llena para que sea feliz, y que láuiPeunda para su se
guridad.» Con la blasfemia se ataca á Dios, «cuya longi
tud, como dice el mismo Santo, es la eternidad, cuya la
titud es la caridad, cuya altura és' la taajéstadify cuya
profundidad es la sabiduría (1).»
Si del objeto pasamos á considerar ' al süget» qué co
mete este pecado, *aun se echa dé Ver mas lo indigno, to'íe-
pugnante, lo horrible de su malicia. Podría considerar al
hombre como vil polvo levantándose contra su Criador;
pero le miraré de otra manera , diciéndole: ¿cómOi tú, oh
cristiano, que has nacido eh la Iglesia de Dios; que te ali
mentas en la mesa de tos ángeles por medio de la Euca
ristía, y que eres llamado á la eterna gloria por los méri
tos de Jesucristo; cómo tú blasfemas contra Dios? Si inimi-
cus meus maledixisse mihi, susttnuiss&m utique; tu vero
homo unanimis. Que los enemigos de Dios, ó los que no
le conocen, no respeten su nombre, malo es; pero que sus
amigos, sus hijos leblasfemeá, tio puede tolerarse. Siini-
UOiii) ,-X^iiH
mtcusmeus, etc.
Hace tambien qué sea gran pecado la blasfemia el
ser, como es, opuesta álá confesion de la fe, que estamos
obligados á hacer con frecuencia; por lo cual esté pecado

(1) Lib.íí, deCoteiderat.


— 265 —
tiene en sí la gravedad del pecado de infidelidad, y aun
se aumenta su malicia si se manifiesta con palabras.
Siendo, pues, la inñdelidadel mayor de los pecados, por
que aparta de Dios mas que ningun otro, toda vez que
el falso conocimiento que de él tengamos ó nos formemos
hace que cada vez nos separemos mas de Dios , resulta
que la blasfemia es tambien el mayor de Jos pecados,
pues pertenece al género de la infidelidad, y aun la agra
va. Luego podemos decir que es el mayor de los pecados,
pues el homicidio daña al hombre; pero la blasfemia daña
á Dios en cuanto está de parte de la voluntad del blasfemo;
y el perjurio, tan grave pecado como es, no atribuye á
Dios el que sea ó pueda ser testigo falso, sino que supone
fio ha de hablar Dios por medio de un signo esterior so
bre aquello que se testifica , como espone el Doctor an
gélico (1). , .,
Pecado es tan grave la blasfemia, que parece ha que
rido Dios significar no era posible hubiese quien le come
tiera, en el hecho de no haber puesto una esplicita pro
hibicion ó condenacion de él en la ley dada al pueblo. Así
es que, cuando denunciaron á Moisés el crimen de blasfe
mia cometido por el hijo de la israelita, hubo que con
sultar al Señor, y Dios dijo: «Sacadle fuera de los reales,
y todos los que oyeron la blasfemia pongan las manos so
bre la cabeza del blasfemo , y sea apedreado por todo el
pueblo... y á los hijos de Israel dirás del mismo modo:
el que blasfemare el nombre de Dios, sufrirá la pena de
muerte, sea ciudadano, sea peregrino.» Quiblasphemave-
rit nomirn Domini, morte moriatur (2).
Los judíos, en efecto, tuvieron siempre gran horror á
la blasfemia; de tal modo, que no era ni siquiera nombra
da entre ellos, y por antífrasis decían que Nabot habia
bendecido á Dios y al rey, por no decir que les habia

(1) 2. 2., q. 13, art. 3. (2) Levit.,24, 16.


— 266 —
maldecido, segun enseña San Gerónimo (1). El oir la blas
femia les causaba tal horror, que rasgaban sus vestiduras,
y ciaban públicos testimonios de honda pena. Al mismo
Jesucristo, luego que le oyeron palabras ó respuestas que
ellos, en su odio y envidia, calificaron igualmente como
blasfemias, le condenaron á muerte. At Mi respondentes
dixerunt: reus est mortis. San Estéban, porque le supu
sieron blasfemo, murió tambien apedreado por los judíos.
Os causa á vosotros tambien horror el recuerdo que
acabo de haceros de la condenacion de Jesus por los ju
díos, suponiéndole blasfemo. Pues bien : no pecan menos,
dice San Agustín, los que blasfeman de Cristo reinante
en los cielos, que los que le crucificaron euando moraba
en la tierra. Non minus peccant qui blaspkemant Chris-
tum regnantem in ccelis, quam qui crucifiscerunt arabw-
lantem in terris (2). Los unos, aunque vieron sus pro
digios, veianle tambien en el traje de su humildad; y San
Pablo dice que si le hubiesen conocido como Dios, no le
habrían crucificado (3). Pero los cristianos blasfemos , los
cristianos que , reconociéndole y adorándole como Dios,
no perdona su lengua ni al altísimo trono del Omnipotente,
ni á la Sagrada Hostia, donde se pone, á costa de mila
gros, la divina víctima sacramentada, ¿quéjescusa tendrán
para sus blasfemias? Lengua infernal es la suya , y dan
con ella á entender que pertenecen á la familia de los de
monios. De la misma manera que los judíos conocieron
por el dialecto ó habla de San Pedro que pertenecía al
número de los discípulos de Jesus, así por la blasfemia
debemos inferir que pertenecen á la familia de los demo
nios los blasfemos. Tu ex Mis es; nam et loquela tua
manifestara te facit. Tu lengua, oh blasfemo, es la lengua
del infierno: luego tú perteneces ya á la familia de los
demonios y condenados. Loquela tua manifestara te faoit.

(i) Epist, 34 ad Julian. (2) In.Matt.,26. (3) l.adCor. 2.


— 267 —
Me siento como sobrecogido al leer'en el Apocalipsis de
San Juan la descripcion de aquella bestia que vió el profeta
de Patmos subir del mar con siete cabezas , y sobre sus ca
bezas los nombres de blasfemia. Et super capita ejus no
mina blasphemice (1). «Toda la tierra, dice San Juan,
adoró á esta bestia , á quien fue dado hablar blasfe
mias contra Dios y contra su santo nombre , contra su
tabernáculo y sus Santos.» Y de tal manera estendia su
dominacion esta bestia , que grandes y pequeños i ricos
y pobres, libres y esclavos, debian llevar en su frente ó
en sus manos el carácter ó el nombre de la bestia , y ni
vender ni comprar podia nadie sin tener el carácter ó el
nombre de la bestia de la blasfemia.
He dicho que me siento como sobrecogido al leer este
pasaje del Apocalipsis, porque pareciendo que lo que se
presenta aquí mas horrible en la mas horrible bestia es
la blasfemia, y que el adorarla toda la tierra se considera
como el último período de la iniquidad, al ver ahora la
blasfemia convertida en lengua universal , presumo si
habrá llegado ya ó estará próxima la época del reinado
del Antecristo.
Los efectos ó consecuencias de la blasfemia son , y no
pueden dejar de ser, desastrosos y terribles. En el mismo
libro del Apocalipsis vemos que, cuando á los siete án
geles se les mandó derramar sobre la tierra las copas de
la ira de Dios , los primeros hombres que la esperimen-
taron fueron los que tenían el signo de la bestia de la
blasfemia y los que la habian adorado (2). Sobre la so
ciedad que blasfema vienen los primeros golpes de la ira
de Dios.
Aquel impío Sennaquerib, rey de los asirios, que blas
femó contra el Dios de Israel, vió perecer en castigo cien
to ochenta mil soldados de su ejército, Cui exprobrasti,

(1) Apoc, 13, (2) Apoc, 16, 2.


— 268 —
et cui blasphemasti? Contra quem exaltask vocem tuam?
Contra sanctum Israel (1). Y el mismo blasfemo rey,
cuando adoraba á su dios en el templo , fue asesinado
por sus hijos. «No murió antes, dice San Gerónimo (2);
no murió al filo de la espada del ángel , para que respe
tase y temiese el poder de Dios , reprimiese la lengua de
los blasfemos, y respetara aquella majestad que habia des
preciado.» El impío Nicanor, que al poder de Dios en el
cielo quiso él oponer su poder en la tierra y en su ejér
cito, por las súplicas de Judas Macabeo, que pidió á Dios
enviase al ángel por quien fue destruido el ejército de
Sennaquerib, para que temiesen á Dios los que con blas
femias venían contra su pueblo , murió tambien al filo de
la espada, y su lengua fue pasto de las aves (3). El blas
femo Juliano el Apóstata murió atravesado por una saeta
arrojada desde el cielo, adonde él acostumbraba dirigir
sus blasfemias, como arrojaba á la hora de su muerte su
propia sangre. Arrio, que blasfemó contra Cristo, arrojó sus
propias entrañas y murió con horrible fin. La lengua de
Nestorio, que blasfemó contra la Virgen , fue devorada
por los gusanos. Y Voltaire, el impío de los impíos , sintió
al morir un calor en las entrañas , que su médico declaró
no poder esplicarse por causas ó motivos naturales.
Quiero haceros notar las circunstancias que acompa
ñaban á la muerte pública del blasfemo en la antigua Ley,
para que veais lo perjudicial y funesto que se considera
ba era á'la sociedad el pecado de la blasfemia. En pri
mer lugar, se colocaba al blasfemo fuera de los reales ó
campamentos, para significar que dejaba de pertenecer á
un pueblo el que se atrevía á blasfemar contra el Dios de
aquel pueblo. En segundo lugar, los que habian oido la
blasfemia, ponían sus manos sobre la cabeza del blasfemo,

(1) 4. Reg., 19, 22. (2) In cnp. 38, bol.


(3) 2. Mach., 13.
— 269 —
como para ofrecerle á Dios por víctima y pedirle que so
bre aquella cabeza, y no sobre el pueblo, recayese toda la
indignacion de Dios. Y, por último, todo el pueblo debia
apedrear al blasfemo, para protestar que todos respetaban
el nombre de Dios y odiaban la blasfemia , y para que to
dos vengasen la ofensa inferida al Dios y Señor de todos.
Eliminado del pueblo, castigado por el pueblo y maldecido
por todos, el blasfemo espiaba con una muerte horrible su
nefando crimen.
Contra la tolerancia é indiferencia de los padres y de
los gobiernos respecto del escándalo que dan los blasfe
mos, convendría levantar muy alta la voz, pues raya casi
en impiedad semejante tolerancia. ¿ Permite ninguno de
nosotros que á nuestros padres se les infieran injurias?
Pues que se las dirijan al Padre celestial todos lo toleran,
todos lo oyen con indiferencia , y quién sabe si lo ce
lebran. ¿Se permite que contra el rey ó príncipe se pro
nuncien palabras denigrativas? Pues contra el Rey de los
reyes, en públicas calles y plazas se permite la blasfemia.
¿Se permite que contra los gobiernos se digan frases que
hieran su honor? Pues contra el Señor de los que dominan
todos pueden impunemente mover su lengua. ¿Se permite
decir de la magistratura que es injusta? Pues contra el
Supremo Juez se oyen , sin que nadie se asuste, los mas
horribles denuestos y afrentas. No permitiríamos que en
nuestro pueblo ó ciudad se erigiese un templo á los idolos
ó dioses falsos ; y permitimos al blasfemo que hiera y
mate en cuanto está de su parte al verdadero Dios.
Pues bien, hermanos mios. Si la sociedad no abomina
y castiga al blasfemo, la sociedad es cómplice de ese hor
rible crimen, y le hace suyo; y, haciéndole suyo, hace tam
bien suya la pena. 31orte moriattir. Muera de muerte
la sociedad que blasfema , oyendo y tolerando la blasfe
mia. Muchas calamidades sufrimos , y muchísimas nos
amenazan. ¿Quién ha de estrañarlas viendo tan gene
— 270 -~
ralizado el crimen de la blasfemia? Morte moriatur.
Blasphemavit: quid vobis videturl ñeus est mortis. Los
judíos lo dijeron de Cristo, y mejor lo puedo yo decir de
la actual sociedad. Ha blasfemado: ¿qué os parece? Reo
es de muerte.
Por eso dice San Juan Crisóstomo, que cuando se oye
á un blasfemo deberíamos todos apresurarnos á cerrarle la
boca, para que de ella, como de fuente mortífera, no naz
can ó corran los males que afligen á los pueblos. Obstrua-
mus eorum ora, et tanquam fontes mortíferas occluda-
mus, ut penitus evanescant mala, quce civitates compre-
henderunt (1).
No os olvideis, Señor, de vuestra honra. Que no llegue
á tanto vuestra piedad. Vuestra gloria es antes que todo.
Si los pueblos no dejan de blasfemar, castigad su culpa,
tan grave en sí misma, y tan funesta por sus consecuencias.
A vosotros, hermanos mios , os ruego que al oir una
blasfemia bendigais á Dios para desagraviarle , y hagais
actos de fe, de esperanza y de caridad para detener los
golpes de su ira. Seria muy conveniente que contra la
blasfemia se instituyesen piadosas asociaciones en los pue
blos y ofreciesen trabajar para reprimir en sí y en otros
ese infernal vicio. Interesa mucho el hacerlo, no solo á la
mayor gloria de Dios, sino á nuestra propia salvacion y
á la de la sociedad. El fruto le recogeríais en la tierra,
y, sobre todo, en el cielo, que á todos os deseo. Amen.

(1) Hom. 2., ad pop. ant.


SERMÓN

sobre el mismo evangelio.

Et fiunl novissima hominis illius,


pejoraprioribus. (Luc, H).

Y lo postrero de aquel hombre es


peor que lo primero.

Opinan muchos que Jesucristo dirigió al endemoniado,


luego que le libertó de su esclavitud , y para que no vol-r
viese á pecar , aquellas palabras en que dice que, cuando
el espíritu inmundo sale del hombre, y, andando por
lugares cenagosos, no encuentra descanso , se decide á
volver á la antigua casa de donde saliera , y, hallándola
limpia y adornada, llama á otros siete espíritus, peores
aun que él, y, habitando allí, hacen que el estado postrero
ó novísimo de aquel hombre sea peor que su estado pri
mero. Et fiunt novissima hominis illius, pejora priori-
bus. Fuese á la libertada víctima, ó fuese á los judíos, y
especialmente á los fariseos , á los que Jesucristo dirigiese
aquellas palabras , la verdad es que envuelven una utilí
sima instrucción para nosotros los pecadores.
— 272 —
Todos los dias , en efecto , estamos viendo á los peca
dores ir de peor á peor situacion. Por medio de la confe
sion sacramental arrojan de su alma al demonio, y el de
monio huye; pero despues hace esfuerzos por volver. Ha
llándola limpia y adornada, se retira, llama á otros espí
ritus, y, penetrando en aquella alma, el pecador es mas
infeliz de lo que era antes. Sus pecados se aumentan, sus
vicios reviven con doble fuerza, sus escesos crecen, y
aquella alma que se habia purificado de la culpa hácese
morada de siete espíritus infernales , que la arrastran á
todos los desórdenes. De aquí resulta la general deprava
cion de costumbres que lamentamos, á pesar de tantos
elementos de santidad como encierra la Iglesia en sus Sa
cramentos. Las confesiones son en muchos sacrilegas; pues
si no lo fuesen, no volverian tan pronto á abrir las puer
tas de su alma al demonio, aunque volviese con el refuerzo
de alguno de sus compañeros. El reincidir tan fácilmente
en la culpa despues de haberla confesado , parece indicar
que no fue llorada con todo el dolor que su gravedad re
quería.
A estos pecadores reincidentes voy á hablar hoy ; á
estos pecadores, que vuelven á la culpa con tanta facilidad
como el perro al vómito; á estos, cuya situacion es cada
dia mas lastimosa, me dirijo para que limpien bien su al
ma, y no den en ella nunca entrada al demonio. Para to
car sus corazones voy á haceros ver que
La reincidencia en el pecado conduce casi sin reme
dio á la impenitencia final.
Et fiunt novissima hominis illius, pejora prioribus.

Ave María-
— 2?3 —
Si supieras, ¡oh pecador! qué es lo que haces cuando
cometes un pecado , no solo no lo hicieras, sino que esco
gieras no existir antes que pecar. Pues que siendo cierto
que el hombre, pecando, pone en una balanza á Dios y á la
criatura, haciendo, segun se esplica Oseas, se incline el pe
so antes á esta que aquel, in manu ejus statera dolosa,
bien se deduce de aqui cuál sea su gravedad, y el aumen
to que tomará esta por la reincidencia. Luego si el pecado
por sí mismo asi es horrible, ¿qué será repetido, faltan
do á la firmeza de los propósitos que se formaron para su
detestacion? ¡Ahí que sordos y obstinados, los que asi fal
tan á ellos, se precipitan de abismos en abismos, por no
querer apartarse de aquellos medios que á ellos les con
dujeron. Porque ¿cuál, si juzgais, os parece ser la causa
de la comun reincidencia en los pecados? No es sin duda
otra que el no huir de las ocasiones de ellos mismos. E1
permanecer en aquello mismo que sabemos ha sido el mo
tivo de nuestras pasadas caidas. Y, por decirlo de una
vez, el que el corazon camina á un endurecimiento mas
formidable que el que se encuentra en las mas fuertes
piedras. Este, pues, es el fin, y aquellos tos principios.
Conque, para evitar aquel , necesario será detestar antes
estos.
Sí, hermano mio: una mirada libre, una conversacion
un poco halagüeña, una chanza con demasiada satisfaccion,
este fue sin duda el primer motivo de tu primera caida.
Pero por no evitarla despues de reprendida, por no escu-
sarla despues de corregida, ha sido la causa, es el motivo
de una nueva reincidencia. Ello en su principio tal vez no
hizo mucha impresion en el corazon; pero despues, ya afi
cionado; despues, ya engolosinado con la apariencia del
deleite, con mas facilidad cae á la segunda vez que busca
el peligro, que lo hizo en la primera. ¡Oh, qué bien dijo
Isaías: de radice colubri nascetur regulusl De aquella
misma ligera mirada, de aquella conversacion halagüeña,
tomo ni. <8
— ítt-
y de aquella simple satisfaccion, que fue como serpiente
de poca ponzoña, nació despues el horrible basilisco que
consume y devora. De aquí, de este principio, tan pequeña
al parecer, se ha seguido que, poco á poco, aquella alma
desgraciada añade pecados á pecados, jamás encuentra bar?
tura en el deleite, y suministra armas al demonio para he
rir á otras muchas. Llega á ser escándalo del pais, la tur
bacion de los parientes, y la ruina de su pobre casa , y,
por consiguiente, su corazon se endurece como piedra, se
gun la espresion de Job: Cor ejus indurabitw tamquam
lapis.
Así, ni las voces de los predicadores, ni los consejos de
los confesores, ni las continuas é interiores ilustraciones
con que el Señor acude para corregirla, nadía basta. Antes
parece que todo esto chopera mas para endurecerla, como
el yunque se endurece mas con los golpes del martillo:
el strigetur, tamquam malleatoris incus. Pues engen
drándose, por la repeticion de los pecados , una facilidad
para obrar mal, se da libre entrada á los pensamientos
torpes, no se pone reparo en oir las conversaciones mas
obscenas, y, no contentos con esto, se pasa á ejecutar las
acciones mas escandalosas. De modo que la repeticion de
los pecados, no solo hace que se cometan con facilidad,
sino , lo que es mas , el pecar por cualquiera ocurrencia.
Yed, pues, aquí con cuánta razon debereis vivir recelosos
de vosotros mismos despues que tuvisteis la desgracia de ha
ber una vez caido; pues al modo que el lobo, habiendo he-
ícbo una vez la presa, se enfurece mas para hacer otra nue-
ya, y se escita en él la sed para beber nueva sangre, así,
igualmente, si una vez caimos como miserables en la culpa,
si no nos armamos, lejos de apagar el deseo de otra nueva,
le escitaremos de nuevo, no apartándonos de lo mismo que
nos fue ocasion de la primera caida. Por lo que podreis
entender muy bien que la recaida será mucho mas fácil y
jOTffyty fij no p» Iffl medios para ejüar las causas qm
w 275 -r
motivaron la primera; siendo, por consiguiente, de mas
fatales consecuencias, segun la espresion del Salvador
Et fiunt, etc.
¡Oh, y cómo, si tuviérais esto presente, no viéramos
con lágrimas á tantos cristianos que, á manera de perros,
apenas acaban de arrojar el vómito cuando vuelven á tra
gárselo! Pero ¿cómo no hade ser así, si hacemos, por
esplicarme con San Ambrosio, de la misma medicina mo
tivo para recaer en la enfermedad? Pues no habiendo otro
remedio para salir del pecado que la penitencia, por la
falta de sinceridad, de actividad y de constancia en el pro
pósito que por ella formamos, hacemos inútil este pode
roso y eficaz remedio. Siendo esto, que debia ser causa
de nuestra victoria, ocasion para que el espíritu maligno
triunfe de nosotros mismos. Remedium nostrum, diaboli
est triumphus (1). Sí, hermanos mios : proseguir en las
compañías peligrosas, tratarse personas de diferente sexo
con demasiada frecuencia, conociendo haber sido esta
la causa de las pasadas caidas, es hacer despues de la
penitencia, que es remedio para sanar de ellas, mo
tivo para una muerte eterna. Remedium, etc. Sí, herma
nos mios: conociendo que la frecuencia en el juego ha sido
el motivo de los juramentos y blasfemias que escitan aho
ra tu dolor, continuar en ellos con la misma frecuencia
es hacer de la materia de tu victoria ocasion de que
triunfe el demonio de tí mismo de nuevo. Remedium, etc.
No te engañes, pues, amado pecador mio; no es bas
tante para no volver á reincidir en el pecado el arrepen-
Urte de él momentáneamente, si no haces efectivo el arre
pentimiento, huyendo de la ocasion que le ha motivado
No se puede, pues, triunfar del pecado sino huyendo de él
como lo hizo el casto José cuando se halló tentado por su.
impúdica señora. No se puede evitar la recaida sino ha-

(1) D. Am.Jib. i, dePoenit. , ..


— 276 —
ciendo pacto, como Job, hasta con los mismos ojos, de no
pensar siquiera en lo que ha sido ocasion de culpa. Los de
seos solos no bastan si no se reducen á la obra, como lo
confiesa San Agustín de sí mismo, despues que, penitente,
reflexionaba la inconstancia quehabia tenido para resolver
se á su conversion. Pues que, semejantes al perezoso, como
se lee en los Proverbios, ya quieren, ya no quieren. Vult
et non vult piger. Quieren la virtud , pero temen el
trabajo ; quisieran no volver á pecar , pero no practican
los medios ; muy bien les agrada no ofender á Dios,
pero obran segun la costumbre que, por la repeticion de
los pecados, han engendrado; y, por último, para hablar
con San Bernardo, quisieran convertirse, pero sin dejar
el pecado; ir al Paraíso por el mismo camino que van al
infierno. Y así, para decirlo con San Agustin, irrisor est
non pcenitens, los que así viven, multiplicando pecados á
pecados, despues que dicen se han arrepentido de ellos,
deben ser llamados, mas bien mofadores y burlones, que
penitentes. Por consiguiente, perdido ya el pudor, se ar
rojan á todo género de desórdenes, se beben como agua el
vicio, y su corazon va cada dia mas y mas endureciéndose
y connaturalizándose con el pecado.
No viven sino entre todo aquello que origina su perdi
cion; no tratan sino de lo que deleita su apetito; no hablan
sino del modo de desahogar sus pasiones. De modo que
aquel primer pecado cometido por aquella ocasiou peli
grosa, que al principio no fue mas que un hoyo profundo,
pero fácil de salir de él; despues, por las reincidencias, se
hace un pozo de boca tan estrecha , que es menester un
milagro de la divina gracia para sacar de él al pecador. Así
lo dice el Espíritu-Santo en los Proverbios (1). Fovea pro
funda est meretrix, puteus angustus aliena. Ved aquí
aquel primer pecado repetido, aquel nocivo entretenimiento

(1) Prov., 23, 27.


— 277 —
continuado, á qué estado de dureza y obstinacion de corazon
te ha reducido. E infaliblemente se ven los pecadores con
sumidos de este modo, segun se esplica Job, como de la
polilla, porque, sin tal vez advertirlo, se bailan en un caos
profundo, del que no pueden salir con facilidad. Y de
aquí, semejantes á Cain, despues de reprendidos, cometen
nuevo mayor pecado , y su corazon, como el de Faraon,
ni con las blanduras ni con el rigor puede ser reduci
do, y se ponen en el estado que otro Nabab, como se lee
en el primero de los Reyes, de dureza y obstinacion. La
cual, como causa necesaria, lleva al pecador á una impe
nitencia final.
Es tan cierto, hermano mio, que las continuas caidas
en los pecados, despues de ocasionar la dureza en el co
razon, conducen á una final impenitencia, que el mismo
Señor, nos asegura por San Juan que el pecador morirá en
su pecado. Y siendo cierto que al impío no le dañará su
impiedad, segun se lee en Ezechiel, siempre que se con
vierta, se deja conocer que la muerte del pecador en su
pecado es de aquel que persevera obstinado en él, Con
que si la reincidencia en las culpas es causa de que el pe
cador llegue á este estado de obstinacion, no será ya estra-
ño que le conduzca á una impenitencia final. No es, pues,
mi intento decir que absolutamente haya de venir á parar
á este trágico fin el que continuamente está cayendo en el
pecado; porque no ignoro que en cualquiera hora que el
pecador llegase á suplicar el perdon, le será concedido.
Pues que, por obstinada que sea la malicia del pecador,
sobrepuja infinitamente la misericordia y bondad de Dios,
como se esplican los teólogos con Santo Tomás. Solo, pues,
es mi intento persuadir la pronta y próxima salida que
tiene á este desgraciado Un. Y es la razon porque, no ha
biendo otro camino para salvarse, despues de haber peca
do, que la penitencia, como dice el Crisóstomo, es innega
ble que el diferirla ó el dilata.iia. es prolongar el modo de
— 278 —
salir de la culpa, y ciertamente lo dilata el que busca la
causa de su nuevo pecado, y da con esto motivo á su reinci
dencia. Por no ser compatible desear salir cuanto antes del
pecado, y abrazarlo al mismo tiempo , en la ocasion de la
cual se origina. Pues siendo los medio s ordinarios para
conseguir la gracia de Dios el hacer y practicar la peni
tencia, no poniéndola por obra aquel que continuamente
está cayendo en las mismas culpas , indicio es sin duda
cierto de que camina á una final impenitencia.
Así se forma, segun la espresion del Sabio, una cade
na de pecados, que, teniendo esclavo al pecador y cautivo,
le .arrastran á un fin desgraciado. Iniquitates suce ca-
piuntimpium, et funespeccatorumsuorum constringitur.
Llegando de este modo, ¡oh pecador! hasta el último mo
mento de la vida, en el que no se necesita menos que
un milagro para poder romper esa cadena de vi
cios y de pecados. Porque si bien es cierto que el ladron
pecador encuentra el arrepentimiento en aquel instante
último, tambien lo es, como advierte San Ambrosio, que
aquel día fue en el que Dios se empeñó en hacer una tal
maravilla, para honrar la muerte de su Hijo. No te debe
pues, ¡oh pecador reincidente! servir esto de consuelo, sino
reparas, ahora que puedes y tienes tiempo, tus cotidianas
caidas , que te conducen á esta final impenitencia. Llo
ra, como Pedro, tus desórdenes; haz, como Manasés, pe
nitencia de tus delitos; huye, como Magdalena, de las oca
siones del pecado; apártate, como Egipciaca, de aquello que
dió motivo á tus caidas, y entonces, entonces te aseguro
yo que no llegarás á morir impenitente.
Pero si, como Antíoco, te arrepientes solo á tiempos;
si, como los israelitas, vuelves á adorar á las cebollas de
Egipto; y si, como los hijos de Helí, no quieres hacer caso
de los que te alejan del precipicio á que te espones; si pro
sigues en la reincidencia de tus pecados , no estrañes que
tu fin sea muy desgraciado. Y que, pudiendo haber repa
— 279 —
pacto los daños que ya no puedes evitar, entrando de nue
vo el espíritu maligno en tí, se encastille de tal modo que
te conduzca á una final impenitencia. Mira, pues, la utili
dad que sacas, hermano mio, con frecuentar esa casa que
es motivo de tus caidas; mira en lo que vienen á parar esas
concurrencias escandalosas, que de esperiencia sabes el
estrago que han causado en tu conciencia; mira, en fin,
cómo el dejar la penitencia ha sido motivo de reincidir en
las mismas culpas, y esto la causa de ponerte en el umbral
de una muerte sempiterna.
Olvidas, pues, á Dios; no te acuerdas de poner en eje
cucion sus preceptos; pues la justicia misma pide que Dios
tambien se olvide de ti. Avisos frecuentes te ha dado, ins
piraciones continuas, y pulsadas á tu corazon; no has queri
do oirlo, quieres seguir tus gustos, te acomoda reincidir en
los pecados; pues no estrañes que el Señor te abandone,
te dé un corazon duro como el de Faraon, y, por último,
desamparándote al fin de tu vida, mueras en una final im
penitencia. Por seguir al mundo reincides en las ofensas de
Dios; así le menosprecias; pues ya no te admires que este
Señor te abandone, aparte de tí, los ojos de su clemencia, y
haga mueras en tu pecado. Et fiunt: siendo tus recaidas
en él de mas fatales consecuencias que el pecado mismo.
No creais, amados míos, que exagero en cuanto llevo
dicho; no. Se hallan tan al alcance de todos las razones que
demuestran la moral imposibilidad de que el pecador rein-
cidente deje de llegar á su final impenitencia, que no es
preciso sino tener sentido comun para comprenderlas. El
pecador, ¿no se ha de sentir cada vez mas dominado y ar
rastrado por aquellas pasiones que no sujeta? El demonio,
¿no ha de tomar cada dia nuevas precauciones para que
no se le pueda echar de la casa que habita? Y Dios, ¿ha
de permitir le hagais juguete de vuestros caprichos? No;
pues esos son los caminos para llegar á una desgraciada
final impenitencia. Desde un pecado ireisáotro, comoquien
— 280 —
va de un abismo á otro abismo; y hoy sereis peores que
ayer, y mañana peores que hoy, para ser luego eterna
mente desgraciados.
No lo permitais, Dios mio, sino arrojad de nosotros
con vuestro divino poder al demonio y sus obras, para
que podamos limpiar nuestra alma y conducirla hácia la
gloria. Amen.
SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE A ESTE MISMO EVANGELIO.

1.° Sobre la discordia.—Tomo primero.


2.° Sobre la predicacion de la divina palabra. —Tomo
segundo.
SERMÓN
sobre el evangelio del miércoles después del
tercer domingo de Cuaresma.

Quare discipuli tui transgre*


diunlur traditionem senioruml
(Mat., 15, 2.)

¿Por qué no guardan tus discí


pulos la tradicion de los antiguos?

Una verdad importante está revelando la pregunta


que los escribas y fariseos hacen hoy á Jesucristo , di-
ciéndole: «¿Por qué tus discípulos no observan la tradicion
de los antiguos?» Y esta verdad es el respeto que se mere
cen las tradiciones de los mayores. Referíanse los judíos,
al argüir así al Salvador, á que sus discípulos no se lava
ban las manos cuando comían: ceremonia legal, en que los
escribas y fariseos eran muy escrupulosos , y por medio
de la cual, así como por otras esterioridades, aspiraban á
alcanzar la fama ó reputacion de santidad. Por otra parte,
los herejes llamados protestantes abusan, para atacar la
tradicion católica, de las palabras de Jesucristo cuando á
los escribas y fariseos les dijo que con sus tradiciones tras
pasaban ó violaban el precepto del Señor: quare et vos
transgredimini mandatum Dei propter traditionem
— 284 —
vestraml Y, atendiendo á esto, he creído oportuno ins
truiros hoy acerca de la tradicion, segun que los católi
cos la consideramos tambien como regla de fe, de la cual
se manifestó desde luego enemigo el protestantismo-.
Como quiera que las sectas no dejan nunca de hacer
esfuerzos para propagarse, y los errores se reproducen
con facilidad suma, lo uno por la actividad de sus agen
tes, y lo otro por la corrupcion de la humana naturaleza,
tan propensa á disminuir la fuerza del yugo que, para que
no se estravie, se le impone, no puede el sacerdote cató
lico poner nunca en descansolas armas con que, pelean
do á diestra y siniestra, debe defender la verdad. Oireis,
ó habreis oido ya quizá, que la Biblia contiene la palabra
de Dios, y que es la regla de nuestra fe á que debemos
atenernos; y todo esto acompañado de muchos elogios del
libro por escelencia, del libro santo, que lo es verdadera
mente la Biblia, ó la Sagrada Escritura. Nada mas jus
to que estos elogios ; pero los sectarios, al tributárse
los á la Santa Biblia no lo hacen con sinceridad, sino an
tes bien realzan tanto su mérito y su importancia para re
ducir á la letra de ella todas las reglas de la fe y anular
la tradicion, que es un insoportable yugo para el juicio
individual, y que reduce á polvo todos los sistemas pro
testantes.
, Se os puede conducir muy fácilmente al error por me
dio de un lenguaje que en sí mismo es, en verdad, le
gítimo y justísimo, pero que no es mas que veneno oculto
en el capullo de una rosa.
Considero muy importante el manifestaros que
La verdadera religion no puede dejar de tener y
admitir como regla de fe las divinas tradiciones.
Qitare discipuli tui transgredimtur tradilionem
seniorum?

Ave María.
— 285 —
Era natural que el protestantismo se declarase enemi
go de las tradiciones católicas, toda vez que no admite
mas regla de fe que la Sagrada Escritura , tal como la in
terprete el juicio ó inspiracion individual , y no como
la espone la Iglesia católica. Si en la antigüedad encon
traban los protestantes la condenacion de sus arbitrarias
interpretaciones, claro es que de la antigüedad debian de
emanciparse, y para esto el primer paso era romper con
la tradicion, y proscribirla como regla de fe. De esta ma
nera no les quedó ya en la mano mas que la Biblia, con
su letra muerta y con sus lugares oscuros, donde no á to
dos les es dado penetrar; y los fieles á quienes se dijo que
ellos mismos eran los jueces de la doctrina, ó se forjaron
ridículos sistemas ó principios, ó tuvieron que seguir á los
delirantes doctores de la secta, que pretendieron para sí
mismos la autoridad que disputaban á la Iglesia católica.
Estaba, pues, lógico el protestantismo al condenar la tra
dicion; pero con esto se colocó, no solo fuera de la religion
verdadera, sino fuera tambien de las sectas que han aspi
rado á llamarse religiosas.
En el tiempo de la ley natural, ó sea desde Adan has
ta Moisés, hubo una religion revelada , la misma que hoy
profesamos, aunque no estuviese tan desenvuelta como en
el segundo estado, ó sea desde Moisés hasta Cristo , ni tan
perfeccionada como lo está ahora. Pues bien: dúdase que
en la ley natural hubiese libros escritos por inspiracion de
Dios ; por manera que allí la religion revelada era pura
mente tradicional , trasmitiéndose de padres á hijos,
del mismo modo que se trasmitía la vida. Es decir, que si
la revelacion fue necesaria para que los hombres cono
ciesen la religion verdadera , no lo fueron las Escrituras,
toda vez que sin su auxilio se conservó la fe en un período
tan largo de tiempo. Si desde la Ley natural pasamos á
la Ley escrita, ó sea al período que corre desde Moisés
hasta Jesucristo, observaremos que, si bien la divina re
— 286 —
velacion está ya escrita, np lo fue tan completamente que
no se reservase para la tradicion, bien una parte secreta,
bien las esplicaciones ó interpretaciones de la ley misma.
Orígenes (1), y San Hilario (2) y otros, opinan así ; y los
fariseos sabido es que con frecuencia invocaban y recur
rían á esas mismas tradiciones : tradiciones que ellos , es
verdad , llegaron á corromper, pero que al fin eran tra
diciones. A estas tradiciones corrompidas ó adulteradas
alude sin duda Jesucristo cuando les dice: «¿Por qué vos
otros traspasais con vuestras tradiciones el precepto de
Dios?» Quare et vos transgredimini mandatum Dei
propter traditionem vestram?
He dicho antes que el protestantismo , no admitiendo
la tradicion, se coloca tambien fuera de las sectas que
han aspirado á llamarse religiosas ; porque en todas estas
ha habido siempre y hay una parte de creencias, ó secre
tas ú oscuras, que no se ha permitido fuesen entregadas á
Ja vulgar, digámoslo así, inteligencia. Los druidas, anti
guos sacerdotes de las Galias, consideraron como una cosa
nefanda el entregar á las letras los preceptos de la disci
plina. Entre los egipcios se representaban con geroglíficos
los arcanos de la sabiduría. De los misterios de los grie
gos no hablan nada los escritos paganos. Y aun en las sec^
tas filosóficas observamos otro tanto. Pitágoras no ense
ñaba mas que por la palabra; y otros filósofos únicamente
por la tradición recibieron las artes ó preceptos de sus
mayores.
Viniendo ahora á considerar las tradiciones católicas,
se nos presenta con mayor fuerza aun esta verdad, ó, me
jor dicho, esta necesidad de admitir como regla de fe y
de costumbres una palabra divina que no está escrita, y
que es lo que llamamos tradicion. La Iglesia existió mu
chos años sin tener aun escritos los Santos Evangelios, y

(1) InNpaer, (2) InPgalm.,2.


únicamente de viva voz enseñaban los apóstoles so bre los
tejados lo que se les habia dicho al oido. Por manera
que la Iglesia, antes que el Evangelio escrito , tuvo como
regla de fe la tradicion, ó la palabra de Dios no escrita.
Y aun escrito el Evangelio , como que los apóstoles tam
poco escribieron todo-cuanto de viva voz habian enseñado,
resulta que la tradicion ha de considerarse siempre como
fundamento de los dogmas y como regla de fe, de que la
Iglesia no puede olvidarse , ni jamás se ha olvidado.
Hay aun mas. Los protestantes no pueden decir que
hay divinas Escrituras; porque si es punto de fe que las
hay realmente, ¿por dónde se sabe ó establece esto mas
que por la tradicion? Aunque las mismas Escrituras nos
digan que son divinas, no constará que son tales míen-
Iras no haya un motivo de creer con fe divina que las Es
crituras que esto afirman son la palabra de Dios, que no pue
de engañarse; y esto no se tiene sin la perpetua tradicion
de la Iglesia. Es decir que los protestantes, discurriendo
con buena lógica, segun sus principios, pueden ir hasta
negar la existencia de las Sagradas Escrituras , como lo
han hecho muchos que se han precipitado en el ateismo,
en el deismo, en la indiferencia ó en la incredulidad.
En las Santas Escrituras hay muchos pasajes oscuros.,
que necesitan una esplicacion clara , por íq cual no pue-r
den ser ellas solamente los jueces en las controversias.
Necesítase , pues , el tribunal vivo y permanente de la
Iglesia para dirimir las disputas y aclarar las dificultades;
pero como la Iglesia no hace esto nunca sin recurrir á la
tradición, es decir, al sentido ó esplicacion constante que
se conservan en los escritos de los Padres, en las delibe
raciones de los concilios y en la unánime creencia de
los fieles, resulta que la luz, digámoslo así, de la Iglesia,
ó su código, al dirimir las contiendas , son y tienen que
ser las divinas tradiciones tanto como las Santas Escrituras,
Eu las disputas con. lps herejes, mas que á argumentos
melafísicos ó dilucidaciones sobre la inteligencia de algun
tcsto de la Sagrada Biblia , hay que recurrir á la tradicion
para hacerles ver que la Iglesia cree lo que siempre y
por todos y en todas partes fue creido, y de lo cual, se
parándose la herejía, constituye una secta ó falsa creen
cia, y no la verdadera Iglesia de Jesucristo, segun los sec-
taños presumen.
La tradicion es un dique contra la novedad, que tan
perjudicial y funesta es tratándose de la fe. La Iglesia no
introduce nuevos artículos; lo que hace, cuando se trae á
discusion alguno de los suyos, es declarar que en la Es
critura ó en la tradicion se encuentra establecido de un
modo ó de otro el dogma ó la verdad que se niega. En
estas discusiones, cuando toman un carácter grave y tiene
que decidir solemnemente la Iglesia, el mundo entero
toma parte, digámoslo así, en esta decision; pues re
uniéndose los concilios generales , no solo asisten á ellos
los teólogos y doctores para que espongan los puntos de
fe controvertidos , sino y mas principalmente los obispos
de todos los paises, para que digan lo que en sus iglesias
se cree y se creyó siempre, y se vea así la verdad perpe
tuada por medio de la tradicion.
La tradicion, ó la palabra de Dios no escrita, es una
misma cosa con la palabra de Dios escrita. Pues por tra
dicion no entendemos las opiniones humanas , sino un
cuerpo de doctrina que, en virtud del formal testimonio
de la palabra escrita, creemos haber sido, no confiado
primeramente á la Escritura, sino revelado por Cristo á
sus apóstoles, y trasmitido despues por estos á sus suce
sores. Esta es la tradicion que la Iglesia católica considera
tambien como regla de fe: y ¿cómo no ha de serlo, sí es
tambien la palabra de Dios?
Pero ¿como se sabe eso? preguntará alguno: ¿cómo se
sabe que es palabra de Dios, y no palabra de hombre, la
que por medio de la tradicion vemos conservada? En pri
— 289 —
nier lugar, porque no es posible, humanamente hablando,
que la palabra de un hombre se sostenga con las condi
ciones de perpetuidad, universalidad é inmutabilidad que
observamos respecto de las verdades que nos conserva la
tradicion. La palabra humana no dura un dia. ¿No lo ve
mos? Y si en un pais se la admite, en otro se la rechaza.
Y si hoy se mantiene pura, mañana está ya adulterada.
Ese milagro de la palabra humana, conservada siempre
por todos, y en todas partes, ¿dónde y quién le ha visto?
Ademas, la asistencia prometida á la Iglesia por Jesucristo
hasta la consumacion de los siglos, fue para que la Iglesia
enseñase siempre la verdad ; y enseñando los apóstoles á
todas las gentes la verdad, como les encargó Jesucristo,
por medio de la enseñanza oral, que es lo que constituye
la tradicion, se infiere que la tradicion no se conserva por
medios humanos, sino por la asistencia sobrenatural del
Espíritu-Santo. Hay, últimamente, reglas establecidas
para discernir de las tradiciones ó inventos humanos las
tradiciones divinas.
No : á la Iglesia católica no se la puede acusar nunca
de que deje con facilidad sus antiguos dogmas, ó de que
adopte ligeramente otros nuevos. Lo que ella ve se ha
creido ó conservado por toda la Iglesia, desde los após
toles hasta nosotros, sin que haya sido instituido por los
concilios, eso considera como divina verdad, trasmitida
por la apostólica tradicion. Lo que ella ve, sostenido uná
nimemente por los Santos Padres en sus respectivos tiem
pos, y condenado como herejía lo contrario, sin que traten
de ello los sagrados libros, eso considera como palabra
de Dios, trasmitida por la tradicion apostólica. Lo que ve
creido por el comun consentimiento de los fieles, sin que
la humana potestad haya podido establecerlo, eso lo mira
como enseñado por la tradicion de los apóstoles. Cuando
ve que los doctores eclesiásticos afirman á una voz que tal
dogma ó tal costumbre la ha recibido de los apóstoles la
TOMO 111. {9
— 290 —
Iglesia, esta lo considera como tradicion apostólica.
¿Qué hay en estas reglas que no esté conforme con las
de la mas escrupulosa y severa crítica , y aun que no las
esceda y sobrepuje ? ¿Puede introducirse en la Iglesia al
guna opinion ó invento humano como palabra de Dios , á
la sombra de ellas? ¿Encuentran los protestantes una sola
palabra que desechar en tan buenas reglas de criterio? Y
si como reglas de crítica son inmejorables, ¿cómo se re
chaza lo que en sa virtud se aclara ó se propone?
El apóstol San Pablo, escribiendo á los Tesalonicenses,
lesdecia: «Conservad las tradiciones que aprendisteis, ya
por mi palabra, ya por mi carta.» Tenetelraditiones, quas
didicistis, sirte per sermonean, sitie per epistolam nos-
tram (1). Sobre cuyas palabras dice San Juan Crisóstomo:
«Apareee de aquí que no todo lo enseñaron por escrito
los apóstoles, sino que muchas cosas las enseñaron sin le
tras; y tan dignas de fe son estas como aquello (2).»
Tai es la unánime voz de los Santos Padres. San Dio
nisio Areopagita, discípulo de San Pablo, afirma que los
apóstoles enseñaron lo sustancial de la fe, parte por escri
tos, y parte sin ellos. (3). «Los dogmas, dice San Basilio
Magno, que se conservan y predican en la Iglesia, los te
nemos, unos en la doctrina escrita, y otros en la tradicion
de los apóstoles... (4);» y cita como cosas sabidas única
mente por la tradicion, que es de los apóstoles el símbo
lo que lleva su nombre, y que en el sacramento de la
Confirmacion debe ungirse, al confirmando. San Cipriano
encarga que al . ofrecer el cáliz se guarde la divina tra
dicion de mezclar vino con el agua (5) : mezcla de la cual
nada se habla en la Escritura.
Haríase interminable el discurso si hubiese de recor-

(1) Ep. 2., ad Thes., 2, 14. (2) In eumdem Apost. locum.


(3) Hier. ecc., cap. 1. (4) Lib. de Sp. Stp., cap. 19.
(a). Lib, 2, epist. 3.
— 291 —
dar los testimonios de los Santos Padres sobreesta materia.
Todos hablan de la misma manera; todos miran la tradi
cion como regla de fe y de costumbres. El concilio de Nicea
anatematiza al que no atienda á la tradicion de la Iglesia, ya
se conserve por escrito, ya por la costumbre; y el de Trento,
que tenia enfrente á los protestantes, protesta deberse
igual afecto y reverencia á las tradiciones que á las Es
crituras dictadas por Cristo ó el Espíritu-Santo, y conser
vadas por una continua sucesion en la Iglesia católica.
Hay, por último, en este respeto que la Iglesia cató
lica exige para las tradiciones, una cosa que es de grande
importancia y trascendencia para la sociedad. Los pueblos
no viven solamente con su vida de hoy, ó con su vida de
presente. Su vida social está íntimamente ligada con su
vida pasada; y tanto como se olviden ó prescindan de su
vida pasada, pierde en vigor su vida presente. Nada hay
en el mundo que sea propiamente nuevo ; pues todo nace
de elementos viejos, ó con su eficaz cooperacion se propa
ga y sostiene. Es, pues, de necesidad el que se conserve
en las sociedades cierto respeto á lo pasado, á la antigüe
dad, á la tradicion. Pues bien: la Iglesia coopera á que
este sentimiento se mantenga , enseñando el respeto que
se debe á las tradiciones religiosas.
Concluyo, pues, repitiendo que en la verdadera reli
gion ó Iglesia no se puede dejar de considerar como re
gla de fe las divinas tradiciones ; y que siempre que de
ellas se prescinda por sistema , se llegará, tarde ó tempra
no, al abismo de todos los errores, como ha llegado el pro
testantismo.
Vosotros, católicos oyentes, vivid siempre adheridos á
las santas tradiciones de la Iglesia , para que, parapetados
en ellas contra el error , no os aparteis jamás de la ver
dad, que es uno de los caminos de la gloria, que á todos os
deseo. Amen.
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SERMÓN
sobre el mismo evangelio.

Quod procedit ex ore, hoc coín*


quinat hominem. (Mat., 15, 11.)

Lo que sale de la boca, es lo que


mancha al hombre.

Jesucristo, en el Evangelio de este dia , significa de


oh modo claro y terminante los peligros que puede haber
para el cristiano en el uso de la lengua. Habiéndole dicho
los fariseos que sus discípulos no se lavaban las manos
cuando comían , segun estaba prescrito por las tradiciones
de los mayores, el Salvador les dice, entre otras cosas,
que no es lo que entra en la boca lo que la mancha , sino
lo que sale de ella. Quod procedit ex ore , hoc coinqui-
nat hominem.
Me ha parecido que, estando ahora las lenguas tan
libres y desenvueltas , seria conveniente señalar y con
denar hoy uno de sus mayores escesos , cual es la mur
muracion. Esceso en verdad que tiene en el infierno mu
chas almas, y que aun precipitará en él muchas genera*
dones. ¡Oh lengua, lengua, que eres miembro tan pe
queño y causas estragos tan grandes!
Admirable es, ciertamente , el ver la indiferencia con
que los cristianos consideran el abuso que por medio de
la murmuracion hacen de su lengua. Son muy pocos los
que meditan como deben meditar sobre la trascendencia
de tan grande vicio ó pecado; y son al mismo tiempo mu
chos los que , cubriendo ó disimulando con ingeniosos
disfraces sus maliciosas intenciones, presumen que ya con
esto dejan á salvo su conciencia, y cubren su responsa
bilidad al hablar ó al oir á los que hablan. Tristísimo er
ror, que abre aun mas ancho camino al esceso. Porque es
tando el remordimiento como muerto , y considerándose
tranquila la conciencia, el vicio se arraiga con el auxilio
de los disfraces, y las almas se encuentran aprisionadas,
sin haberse quizá apercibido de que ellas mismas se labra
ban sus cadenas. En el fondo del discurso desenvolveré
esta idea, que adelanto ahora para interesar vuestra aten
cion, y para que, conociendo de antemano que el enemigo
prepara emboscadas, no os descuideis en oir la manera de
libraros de ellas.
San Bernardo, hablando del murmurador , dice que
su lengua hace tres heridas de un golpe. Tres lethalitér
inficit ictu uno (1). Cuyas palabras me suministran la
idea ó plan que he de seguir en el presente discurso.
El murmurador hiere á aquel de quien murmura.
Lo vereis en la primera parte. El murmurador hiere á
aquellos con quienes murmura. Lo vereis en la segunda.
Y el murmurador se hiere á si mismo, como lo vereis
en la tercera.

Ave Alaría.

(i) Lib. de Considerat.


— 295 —

PRIMERA PARTE.

Llamo murmuradores, para los efectos del presente ser


mon, á todos los que hablan ú oyen hablar, en ausencia de su
prójimo , de los defectos ó faltas mas ó menos graves que
tenga ó falsamente se le atribuyan. Pueden, segun estas y
otras circunstancias que ahora omito , nacer de la murmu
racion diversos pecados con diversos nombres , y tambien
con diferente gravedad; pero repito que adopto ahora un
nombre general, sin descender á designar las especies, di
gámoslo así, del pecado de la lengua.
Daña el murmurador, en primer lugar , á la persona
de quien se murmura , porque le acomete y hiere en su
ausencia. Significativa me parece en gran manera la pro
hibicion que leemos en el Levítico, de no maldecir al sor
do ni poner tropiezos delante del ciego. Ne maledicas
surdo, ñeque coram cceco ponas offendiculum (I). Claro es
que no nos es permitido hacer eso con ninguno de nuestros
prójimos; pero ofrece doble repugnancia y malicia el mal
decir al sordo ó del sordo que no puede respondernos y
defenderse, y poner tropiezos delante del ciego, que no
puede verlos ni evitarlos. Hé aquí lo que hay de abomi
nable en la conducta de aquellos amigos de Job, que en
su presencia deploraban su desgracia, y cuando se apar
taban de él le acusaban y zaherían. Nada hay tan per
judicial y peligroso como cuando la serpiente muerde al
hombre en silencio ; porque entonces , ni el hombre puede
evitar su ruina, ni puede conocer el origen de su mal.

(i) Levít.,19. i
— 296 —
En as sangre -está el virus ó veneno que le consume la
vida;'peroc©n»oJa,serfiente le hirió en silencio, no acier-
tan^ílaíqpftaf.fleígaTilalJBn arte silencio va su muerte.
©ojo tanto sucede respecto del detractor ó murmurador,
segun- el dioho 4lel Espíritu-Santo: Si mordeat serpens
in silcntio, nihil minus habct qui occulté detrahit (1).
No'biere menos el oculto detractor ó murmurador que la
serpiente que muerde en silencio.
Meditad, hermanos mio», sobre estas palabras , y ve
reis que no pueden dejar de causaros horror. Ha puesto
el murmurador veneno en el corazon de su prójimo, le ha
introducido la muerte en sus venas , y la víctima no siente
por de pronto sus heridas , ó no sabe de dónde han partido
las flechas que se las han abierto. De este modo es mas
difícil aplicarles remedio. Serpientes son, en verdad, los
murmuradores, de cuya boca no sale mas que mortífero
veneno. Afilaron sus lenguas, dice el real Profeta, afila
ron sus lenguas como una espada, y estiraron su arco para
asaetear en oculto al hombre inmaculado. Exacuefuni ut
gladium linguas suas, intenderunt arcum rem amaram,
vf sagitient in occultisimmaculatum (2). No se infiera
deaqui que el santo rey David hable solamente de las
detracciones ó murmuraciones coya lengua hiera al ino
cente ó inmaculado, sino que presenta la malicia ó maldad
de los murmuradores, diciendo que no perdonan ni aun al
inmaculado , y que quizá !e zahieran porque sigue los bue
nos caminos, como sucedía á David .censurado por sus
enemigos. Qiti tribuunt mihi mala pro bonis detrahe-
bantmiñi quoniamsequebar bonitatem ('.)). Lenguado
serpiente, lengua como espada, lengua como una flecha:
hé aquí la lengua del murmurador. Lengua que inficiona,
lengua que divide, lengua que hiere.
Que sea inocente , óque sean ya públicos, ya secre*

(1) Ecel.jlQ. p) : Suton 37, (3) Salín, 03, . ;-. i


—m—
tos los defectos, faltas ó culpas d« nuestros prójimos, el
murmurador ó detractor qniteiásn hermano el mayor
bien que los hombres tienen ett látierFaüíEl Espíritu-San
to nos dice que es mejor el buen nombreftlaR fama 'qfle
la multitud de riquezas i(tyy q^foáíitangtieiüoá precia-
sos (2); y nos manda cuidar del buen iranibreii porqué este
permanece mas que los preciosos testíros-(£). MeUm-est &o-
hwjw nomen bonum quam divilice multa* .-». €wam habed»
bono nomine, hoe magis permanebit' tibi qütím Mille
thesauripreciosi... bonum autemnomm permanebit m
cel'ernum. El murmurador tendría qaizá escrúpulo ilónre-k:
pugnaneia en entrar en fa rasade su prójimo yi arrefeaV
tarle sus riquezas, y no lo tiene en arrebatarle ieí honor yí
buena fama, que valen .mas que todos- tes tesoros* El mur--
murador es un ladron mas culpable aun que el qué usurpa
á otro su caudal; y ¡lamentable ceguedad! todes'se. ofen
den de que se les llame ladrones, ..y-todosK«íyWi conta*'
diferencia el que se les llame murmuradores^i ?ii? o 'i
El hacer con nuestras murmuraciones que otros pieisv .'?
dan su reputacion y buen nombre, es contribuir directa
mente á la destruccion de muchas familias, á la pérdida
de muchos bienes temporales, y á que sobrevengan godh
secuencias muy trascendentales y funestas para la Igle
sia y la sociedad* . ^ "ri .:':i' oni? .,ol'í:¡i'ob''niii ii :ii'ii
El comerciante observa que su establecimiento decae,
y que le amenaza una ruina en que irá envuelta su famfc-
lia. No sabe esplicarse por qué las gentes se retraen %W
acercarse á su mostrador, ni por qué los antiguos amigo*
le han abandonado. Y es que la serpiente de ta^murmnra»
cion le hirió en silencio, presentándote como ladrón- i&íjj**
justo vendedor, y, sin saberlo, se encuentra con sui muerte
ó su ruina. El sacerdote advierte que sus trabajos iHftdaff '
fruto; que las gentes no acuden á oir su predicaeioííj'que

[i) Prov.,23,3. (») Wt.,!t;ir--Q\l M),iti-i™* :i


— 298 —
se le niega el público y el privado respeto; y lo lamenta y
llora, aunque sin saber esplicarlo. Y es que la serpiente
de la murmuracion le hirió en silencio, presentándole
como sacerdote vicioso ó relajado. Ve la modesta jóven
que no se le facilita decorosa colocacion, ó deplora la ca
sada que su marido la martirice con duros tratamientos;
pero ni una ni otra saben á qué atribuir su respectiva des
gracia. ¥ es que la serpiente de la murmuracion las hirió
en silencio, despedazando su honra. Un puñal con punta
envenenada que hubiéseis introducido en su corazon, era
menos cruel que haber hecho la desgracia de muchas per
sonas cuya felicidad y destino están identificados con su
propia honra.
Esto es público, dice el murmurador para disminuir él
mismo la malicia de su culpa; pero ¿seria público si no
hubiera murmuradores como tú? Aunque sea pública la
falta de tu prójimo, ¿no faltas á la caridad si no se la cu
bres ó disimulas? Aunque sean notorias, naturales y pú
blicas tus faltas, ¿quieres tú que ellas sean el objeto de las
privadas conversaciones? Pues no solo es principio cris
tiano, sino tambien principio de derecho natural, que lo
que no quieras para tí, no lo debes querer para otro. Ade
mas, públicas son las faltas de tu prójimo, públicos sus
defectos, público su crimen... merece ser apedreado, os lo
concedo por un momento ; merece ser apedreado con las
palabras de los murmuradores y traspasado con la espada
de vuestra lengua. Preparaos á aplicarle el castigo; pero
oid antes una historia. Cuando le fue presentada á Jesu
cristo la mujer adúltera , que quedan los fariseos muriese
apedreada, el Salvador, movido de misericordia, y para
confundir á los hipócritas, les dijo: «Que sufra la pena esa
mujer; pero ha de tirarla la primera piedra el que entre
vosotros no tenga pecado.» Todos se fueron dispersando,
y á la mujer la declaró libre el Salvador. Grandes son,
notorios son, públicos son los escesos de vuestro prójimo:
— 299 —
merecen el castigo de la censura ó de la lengua: aplicád
sele con todo rigor; pero que pronuncie la primera palabra
aquel de vosotros que no tenga iguales ó mayores faltas.
Porque es de advertir que los mas inexorables mur
muradores son aquellos á quienes mas faltas tienen que cu
brir los demas hombres. .
Pero son faltas leves, responde tambien el murmura
dor, y nuestra conversacion no puede perjudicarle. Oye,
oye, ¡oh detractor! y no te engañes á tí mismo. ¡Son faltas
leves! Pero ¿te agradaría á lí que de tus faltas leves se
murmurase? ¡Son faltas leves! Pero ¿sabes tú si lo son
respecto de la clase ú oficio de la persona de quien mur
muras? ¡Son faltas leves! Pero ¿ignoras que de boca en
boca, y de relacion en relacion crecen, por la malignidad
de las gentes, esas faltas hasta el punto de oirías á los
dos dias y no poder presumir que son las mismas de que
tú hablaste? Como la bola de nieve crece corriendo sobre
la nieve, así en la murmuracion el ligero defecto de tu
hermano llega luego á presentarse como un grande cri
men. Por lo mismo que es leve la falta , cállala , disimú
lala, y no cooperes á que otros lleguen luego á conside
rarla grande.
Dije al principio que el murmurador toma muchos dis
fraces, y voy á ampliar este pensamiento. La lástima, la
compasion , el silencio mismo pueden ser veneno despren
dido de los labios de áspid del murmurador , y fuego que
salta del infierno de su corazon. Es imposible señalar todos
los disfraces del murmurador. Unos, exhalando suspiros,
con mirada melancólica, y con voz ahogada de pena, sue
len decir : «Es verdad; ha cometido esa falta; no puedo
ocultároslo.» Cualquiera diria que ese es un buen amigo
de aquel de quien se habla; y lo que es, es un malicioso
detractor y enemigo. Oíros , afectando piedad y celo , di
cen : «Mucho le he encomendado á Dios, y muchas lágri
mas me ha hecho derramar su conducta; pero no he lo
— 300 —
grado nada; y es, en efecto, cierto lo que acabais de decir.
Pidamos á Dios por él.» Este tal, que parece interesarse
por el bien de la persona de quien se murmura, es uno de
sus mas crueles enemigos. Molliti sunt sermones ejus su-
per oleum, et ipsi sunt jacula (1 ). Hay otros que no mur
muran con la lengua, pero lo hacen con su silencio en las
ocasiones en que hablar debieran. Yo no digo nada, sue
len responder, con cierto ademan ó tono sentimental, estos
mudos murmuradores; y no diciendo nada, dicen mucho;
y dicen quizá mas de lo que han dicho los otros. Si se habla
de las buenas cualidades del prójimo , el callar y el no
decir nada equivale á ponerlas en duda, ó á indicar que,
si tiene virtudes, tiene tambien vicios.
Ved, pues, ¡oh, murmuradores! cuánto daño podeis
hacer á las personas que vuestra envidia ó vuestra pasion
ha hecho objeto de los tiros de vuestra lengua. Son incal
culables los daños que podeis causar , é irreparables los
perjuicios que causeis. Oid ahora los que causais á las per
sonas que os escuchan.

SEGUNDA PARTE.

A aquellos con quienes se murmura se les pone en pe


ligro de muchos pecados , cuya responsabilidad cae toda
sobre el murmurador.
Porque si son malos los que le oyen, se afirman mas
en su maldad al ver que hay olios muchos que cometen
iguales ó mayores faltas que ellos. Esto es muy grave para
que el murmurador deje de fijar en ello su atencion,

(i) Salm.lH.
— 304 —
¿Murmuras, delante de un avaro, de otro cuyo corazon es
de piedra para los pobres? Pues el avaro que le oye re
cibe, digámoslo así, un diabólico consuelo al saber hay
oíros que le acompañan en el pecado, y quizá se esfuerza
á serlo aun mas si presume que otro ha de disputarle la
presa. ¿Murmuras, delante de un lujurioso, de otro para
cuyos carnales apetitos nada hay sagrado ó respetable?
Pues allá en su corazon se regocija, pensando que la mul
titud de pecadores ha de disminuir la gravedad ó malicia
de los pecados. ¿Murmuras, delante de un impío, de otro
que en su corazon diga: «No hay Dios?» Pues le alientas
á que continúe en su impiedad, oyéndote decir que no es
él solo el que disputa á Dios su existencia. Los malos no
desean mas que saber tienen compañeros en la maldad.
Mirad, hermanos mios, que es gravísima la responsa
bilidad que esto os trae. Oficio de demonios hace el mur
murador contribuyendo á que su prójimo permanezca en
la culpa y se alegre de las de otro; y de los crímenes que
cometa, y de los malos ejemplos que siga dando, y de la
condenacion de aquella alma, tú, ¡ oh murmurador! eres
responsable. No necesita, no, agitarse mucho el demonio
en la tierra mientras en ella haya murmuradores.
Si son buenas las personas con quienes de otras mur
muras, ¡oh, y qué graves consecuencias puede traer para
ellas tu murmuracion ! Quizá hables de culpas que ellas
no conozcan , y que entren en curiosidad de cometer.
Quizá hables de pecados cuyo solo nombre , ó alguna de
las circunstancias que en la murmuracion refieres, sea
para ellas una perenne tentacion. Quizá las hagas aborre
cer ó mirar con desprecio á aquellas personas de quienes
murmuras. Quizá, viéndose los que te oyen libres de los
defectos que en otros censuras, caigan en la tentacion de
decir como el fariseo: «Yo no soy como los demás hom
bres.» Quizá, al ver que tantas faltas ó culpas cometen los
demas , se atrevan tambien los que te oyen á arrojarse al
— 302 —
camino de las iniquidades. ¿Has calculado, murmurador,
el daño que por esta parte puedes hacer, y de lo que así te
constituyes responsable? Sedens adversus fratrem tuum
loquebaris, et adversus filium matris tuce ponebas scan-
dalwm (1). «Sentado, dice David, hablabas contra tu her
mano, y ponias escándalo contra el hijo de tu madre.»
Sí: los que te oyeron ¡oh murmurador! los que te oye
ron se han perdido por tí; ó, por lo menos, siempre debes
estar en la horrible incertidumbre de si habrán tropezado,
de si habrán caido, de si habrán delinquido por tu culpa.
Sedens adoersus fratrem tuum loquebaris, etc. ¿Y si de li
han aprendido á murmurar? ¿Y si, enseñados por tí, han
enseñado ellos á otros á que murmuren? ¿Y si toda su
vida ha sido luego una continua murmuracion? ¿A cuántos
pecados, pues ; á cuántos pecados no los ha arrastrado tu
lengua? ¿Cuántas piedras has puesto delante de sus pies
para que tropiecen? Sedens adversus fratrem tuum lo
quebaris , et adversus filium matris tuce ponebas scan-
dalum.
Ved ahora , vosotros los que ois al murmurador; ved
en esto si os interesa mucho el cerrar los oidos , el re
prender, el huir, en último caso, cuando principia á ha
blar. Aunque os parezcan suaves las palabras del de
tractor, llegan , sin embargo , á lo mas íntimo de vues
tros corazones. Yerba susurronis quasi Simplicia,
et ipsa perveniunt ad intima cordis (2). No te jun
tes á los detractores , porque de repente vendrá su perdi
cion, y ¿quién sabe si á los dos os cogerá la ruina? Et
ruinam utriusque, quis novit (3)? Mientras al murmura
dor le oigan, no faltará la murmuracion, como no falta
el fuego mientras en el monte haya leña. El demonio está
con el que murmura y con el que oye. El que murmura le
tiene en la lengua, y el que oye le tiene en los oidos. Po-

(1) Salm. 40,20. (2) Prov., 33. (3) Id., 24.


— 303 —
ned en vuestros oidos una puerta de bronce, para que en
ellos, con la palabra del murmurador, no penetre el de
monio.
Si el murmurador carga con la responsabilidad de las
faltas que los que le oyen puedan cometer á consecuencia
de la murmuracion, tambien á su vez los que oyen son
responsables de que el murmurador sea incorregible. La
ruina de ambos es segura, cierta, inevitable. El ruinara
utriusque, quis novit? ¿Dejaríais que se acercase á vos
otros una persona que supiéseis trataba de introducir el
puñal en vuestro pecho? Pues aun es mas terrible enemigo
el murmurador que os busca para censurar ú ocuparse de
las faltas de su prójimo.
Tales son los daños que puede ocasionar el murmu
rador á la persona que le escucha. Oicl , por último, los
que el murmurador se causa á si mismo, que son muy
temibles.

TERCERA PARTE.

Haría un discurso interminable si me detuviese á de-r


ciros las sentencias del Espíritu-Santo relativas al mur
murador. Abominacion de los hombres le llama en el li
bro de los Proverbios (1). Que se le evita como una
cosa contagiosa, lo dice en el mismo libro (2). Que
aleja de él los amigos, lo afirma en el libro del Eclesiás
tico (3). Muchos, dice en otra parte el mismo Espíritu-
Santo, han sucumbido por la espada ; pero no como los
que han perecido por la lengua. Bienaventurado el que

(1) Prov., 24. (2) Id., 5. (3) Eccl., 22, 27.


— 304 —-
está libre de lengua mala, y que no se atrajo su yugo, ni
se encontró cogido en, sus lazos. Porque su yugo es yugo
de hierro, sus lazos son lazos de bronce, su muerte es
muerte funestísima, y el infierno es mas útil que ella. Pon
espinas en tu oido, prepara frenos para tu boca , y haz un
peso para tus palabras. Cuida de no delinquir con la len
gua, pues tu caida seria insanable y mortal (f ).
Los murmuradores son muy aborrecidos por Dios.
Detractores Deo odibiles, segun dice San Pablo (2). Y
son muy aborrecidos por Dios , porque el Señor, segun
dice Santo Tomás , es muy tardo ó difícil para publicar ó
revelar nuestros ocultos delitos. Valdé difficilis est ai
publicando occulta crimina nostra{3).k la mujer adúl
tera no la dirigió palabra alguna de correccion hasta que
sus acusadores la dejaron sola. A la Samaritana no la
reveló cosa alguna tocante á su deshonestidad delante
de los apóstoles. ¿Y qué mas? Aun cuando al Salva
dor le preguntaron sus discípulos quién era el que habia de
entregarle, Jesucristo no quiso descubrir á Judas. Valdé
difficilis est ad publicando occulta crimina nostra.
La mano de Dios ha estado siempre levantada contra
los murmuradores, sin que sus mas queridos siervos ha
yan podido detener sus golpes. El pueblo de Israel cae en
la idolatría adorando el becerro , y Dios, á ruegos de Moi
sés, les perdona tan horrible crimen. Pero este mismo
pueblo murmura contra Moisés, y sobre él viene una nube
de serpientes para castigar á los que con lengua de ser-
píente habian murmurado contra su jefe y ministro de
Dios; y por haber murmurado, no entraron en la tierra
de promision sino Caleb y Josué. María, hermana de Moi
sés, que murmuró contra este, fue castigada con lepra,
dándosenos á significar con esto que, como la lepra se es
tiende por todo el cuerpo, y aun por todo un pueblo, asi la

(1) Eccl., 28. (2) Ad Rom.. 1, 10. (3) lii Genes , cap. 18, 7.
murmuracion se propaga entre las gentes. María fue echada
siete dias fuera de los reales ó campamentos, para ense
ñarnos que al murmurador debe arrojársele de la socie
dad. ¿Quién ignora que Coré, Datan y Aviron fueron tra
gados por la tierra, en castigo de haber murmurado tam
bien de Moisés ? h w el' ebiuD .anddíq sol iníq«3
Pero yo voy á llamar vuestra atencion hácia otro punto
mas importante ; tanto, que si conservais una pequeña
chispa de fe, no podreis oirme sin estremeceros. Considero,
¡oh murmurador! considero como cierta , como certísima,
como inevitable, tu eterna condenacion. ¿Qué dices? se
me preguntará ; ¿qué es lo que dices, ministro de Dios?
Oidlo, y juzgad vosotros mismos.
Es un principio inconcuso que no se perdona el pecado
mientras no se restituya lo hurtado, ya sean riquezas, ya
sea fama y honra lo que hayamos usurpado á nuestro
prójimo. Pues bien: el que ha usarpado alguna cantidad
á su prójimo, puedeMdewkérle ó devolver á sus herede
ros el cuádruplo de lo que robó, y resarcir los perjuicios
que por estoje sobrevinieron. iPero ¿puede hacerse esto
mismo, por los «urmuradares qae ha» perjudicado á su
prójimo-en suJama? Ney, ns^veees no. Luego se conde
narán.,, sí' mil veceis, sí* ; ;j j>fojJWi *:'!'' -
. , Aupq,ue el murmurador aviesa decidida voluntad de
restituir la fama á aquellos ú quienes se la hubiese quita-
do, no puede hacerlo, segun debo hacerlo para que la
restitución sea lo que debe ser. £1 murmurador se separó
Q.sfí despidió del$s'pei$o»«s eeaquteneshabia murmura
do: estas persona* murmuraronlluego sobre\\» mismo eon
otras; estas.cpft^trasy otras, :qiie' Juego ise han dispersa
do; por manera qt*e Bp puede calcularse,ni saberse hasta
qué punjo ha perdido su,, buen nombre por nuestra culpa
nuestro prójimo, y, por consiguiente, hasta qué punto es
preciso devolvérsele ó restituírsele. Tú, ¡oh murmurador!
no hablaste -mas que con una ó con dos personas; mases-
TOMO III. 20
— 306 —
las hablaron con diez; las diez hablaron con cincuenta; las
cincuenta hablaron con ciento; las ciento hablaron con mil;
y lo que mas es de notar, agravando siempre la falta de
M prójimo, de quien murmuraste. Tu eres responsable de
todo , sin que los otros dejen tambien de serlo. Sobre ti
pesa 'la inmensa carga de culpas que van cometiendo los
demás. En todas las murmuraciones la sangre de tu her
mano clama contra tí; y la voz de la justicia, de la justi
cia humana vde la divina, te dice: Redde quod debes.
Paga, joh murmurador! lo que debes: paga ojo por ojo,
diente por diente, alma por alma. Redde quod debes. Y
¿cómo has de pagar tu deuda, si no sabes á cuánto as
ciende? Ouizá á cien leguas de lí tiene perdida por tu
murmuracion su honra tu prójimo, y tú no lo sabes. Quizá
á mil leguas suceda otro tanto, y tú lo ignoras. Y lo que
tu ignoras, ¿cómo vas á restituirlo? Si pues no hay resti
tucion, no hay remision; y si no hay remision, no hay mas
que condenacion. ¿No te llegan, murmurador; no te llegan
al alma estas razones? ¿No te convierten? ¿Gon tanta indi
ferencia miras tu eterna ruina? ¿Has de seguir permitiendo
que un miembro tan pequeño como la lengua te cause tan
grandes males? ¿Han de ser domadas hasta las bestias
mas feroces, como dice Santiago (I), y no ha de poder
serlo la lengua?
Huid la murmuracion, os diré concluyendo el discur
so. Cuidad, os diré con San Gerónimo , de no tener in
quieta la lengua y los oidos para hablar de otros ú oir á
los que hablan (2). Huid la detraccion, os digo con San
Juan Crisóstomo, costumbre que el demonio ha introducido
para que no cuidemos de nuestras faltas é incurramos en
mayores reatos (3). La murmuracion, os diré con el mis
mo Santo, es un demonio turbulento ; destruye las casas,
turba la paz, introduce la guerra en los pueblos mas sen

il) Ep. 3, 7. (2) Ep. 2, ad Nep. (3) Hom. 3 , ad pop.


— 307 —
satos, disuelve los vínculos de la paz, y rompe el nudo de
la caridad (4). Cuidad, por último, de moderar ó arreglar
vuestra vida, mas bien que de censurar la ajena.
Preciso es estar ya, digámoslo así , reprobados para
no estremecerse oyendo los daños que causa la murmu
racion: daño á la persona de quien se murmura: daño á las
personas con quienes se murmura; y daño , daño terrible,
al mismo murmurador.
No salgais de este templo sin hacer al pie de los alta
res el Arme propósito de no murmurar en lo sucesivo, y
de restituir inmediatamente la fama al que se la hubieseis
usurpado. Este es un paso que no podeis dejar de dar,
si aspirais á que no se os cierren los caminos de la glo
ria, que á todos deseo. Amen. ,.

(1) Hom. in Salra. loo.


I .--' i. 1 ,

i
SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE A ESTE EVANGELIO.

i* Sotwe et adhlteriov—En este- mismo tomo.


2.°' Sobre la blasfemia.—Ene! mismo.
5l" Sobre laforaicacionL —Tomo primero..
SERMÓN
sobre el evangelio del viernes después del
tercer domingo de Cuaresma.

Sed venii hora , et nunc est,


quando veri adoratores adorabunt
Patrem , in spiritu et vertíate.
Num Paier tales quwrit qui ado-
rent eum. (Joan., 4, 23.)

Viene la hora , y es esta, en que


los verdaderos adoradores adora
rán al Padre en espíritu y verdad;
pues esos son los adoradores que
el Padre busca.

Luego que vió la Samaritana que Jesucristo ponia,


digámoslo así, el dedo en la llaga de su corazon, al decirla
que con verdad afirmaba no tener marido, pues el que tenia
no era suyo, trató de distraer la conversacion ó el diálogo
que con el Salvador venia sosteniendo, hácia una materia
del todo diferente. «Nuestros padres, dijo aquella mujer,
adoraron en este monte, y vosotros los judíos decís que
en Jerusalen está el templo donde debemos adorarle.»
«Créeme, mujer, respondió Jesucristo; se acerca la hora
en que ni en este monte de Garizim, ni en Jerusalen, ado-
— 312 —.
rareis al Padre. Vosotros adorais lo que ignorais ; nos
otros sabemos lo que adoramos, pues la salud viene de los
judíos. Pero llega la hora, y ya ha llegado , en que los
verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y
verdad; pues esos son los adoradores que el Padre busca.»
Sedvenil hora, et nunc est, quando veri adorat ores
adorabunt Patrem in spiritu et veritate. Nam et Pater
tales qucerit qui adorent eum.
He fijado hoy mi atencion en' estas palabras , porque
me presentan oportunidad para instruiros acerca de un
punto muy importante. El culto que tributamos á Dios
tiene, digámoslo así, dos clases de enemigos : unos pre
sumen que con esteriores ceremonias, sin el amor del co
razon, tributan á Dios un culto que le es grato ; y otros se
imaginan que amando á Dios es como se le tributa el mejor
culto ó adoracion, sin ceremonias ó ritos esteriores y pú
blicos. Los unos son enemigos del culto que llamamos in
terno, y los otros lo son del esterno y público, que es co
mo consecuencia y manifestacion del interno. A los unos
y á los otros es preciso sacarlos del error y alumbrarlos,
como Jesucristo alumbró á la Samaritana. Sed venit
hora, etc., etc.
Ha habido y hay tal empeño en combatir la ver
dad, que apenas habrá ya un dogma en el cristianis
mo acerca del cual no hayan llegado á los oidos de los
fieles muchos y muy grandes errores. El culto especial
mente habría ya desaparecido si no fuese una necesidad
del mismo corazon, que , no pudiendo dejar de amar el
bien, tiene que amar en el sumo grado posible á la bondad
infinita. Los enemigos de Dios y de la religion, destruyen
do el culto, confiaron, y no sin fundamento , en que los
fieles llegarían hasta la indiferencia , que e3 el sepulcro
de toda verdad: hasta la indiferencia, estado en que se
les podria decir, no ya que no sabian lo que adoraban,
como dijo la Samaritana al Salvador , vos adoratis quod
— 31* —
nescitis, sino que nada adoraban , ni en Gatíriiá» ítf eii
Jerusaten.
Os demostraré, pues, que - >'
La criatura racional debe tributar á Dios un culto.
Sed venit hora, et nunc est, ete, etc. " i
.'., ,i :- i> , íi'*OV' i*:,-jU Í¡a¿i:

Ave María. , ,. .,t ,,;.'.. ít ,,,

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Excmo.Sr. (1): .
' i

Hay ciertas verdades que por sabidas debieran calíar-


se, y otras que por estar sancionadas con el voto unánime
de todos los pueblos no debieran discutirse. Del número
de ambas es la necesidad de un culto, y no me deten
dría á probarla si no atendiera á la triste época en que
vivimos. En efecto: es necesario no olvidar que vivimos en
el siglo xix, que ha tenido la osadía de llamarse á sí mis
mo ilustrado, y que es mas bien siglo de retroceso y de
ignorancia, pues que lo es de pirronismo universal. Este
siglo de rebeldía, como le llamará la posteridad, no se ba
satisfecho con ejercer su fatal influencia sobre la tierra,
sino que ha llevado su descaro hasta declarar la guerra,
digámoslo así, al mismo Dios, y disputarle sus derechos.
Uno de estos derechos, sobre que la filosofía ha combatido,
ha sido el culto, con el objeto sin duda de que recaigan
sobre ella las adoraciones de los hombres, y dominar como
señor en el mundo. ¡Infeliz época que presenciara este
triunfo, si fuera posible conseguirle! Por eso voy á probar
la necesidad de un culto: y para proceder con claridad,

. (I) Predicado en la catedral de Toleda, ano de 1840,


— 314 —
le dividiré en interno , esterno y público. Escuchad.
Si el siglo se dignase escucharlas, le citaría, entre otras,
las palabras de San Agustín , que dice no se da culto á
Dios sino amándole. Nec colitur Deus nisi amando. Pero
el siglo no admite esta clase de pruebas, y es necesario
hablarle con la razon, puesto que se precia de filósofo.
Basta saber que hay un Dios, que es nuestro juez y dis
pensador de todos los bienes, para que la razon misma nos
enseñe lo que le debemos. Porque no debiendo ser el culto
otra cosa que adoracion, amor, confianza, obediencia y ac
cion de gracias, ¿no deberá ser adorado por nosotros el
Criador y Señor de todas las cosas, y el que tiene el sobe
rano dominio sobre ellas? Si todo bien, en el hecho solo de
serlo, es amable por naturaleza, ¿no deberemos amar al
que es por sí un piélago, un mar inmenso de bondades? ¿No
deberemos orar y pedir al que puede socorrer todas nues
tras necesidades? ¿No deberemos obedecer al mismo de
quien somos, por tantos títulos y motivos? ¿No deberemos
dar las gracias al que nos ha colmado é incesantemente
nos colma de beneficios? Si Dios es la suma bondad, la
hermosura incomprensible, la bondad infinita, ¿no es de
una necesidad indispensable que las criaturas todas le tri
buten homenaje de amor y de reconocimiento? No pu-
diendo obrar un ser infinito sino por un fin digno de él,
¿hay algun otro fin digno de Dios mas que él mismo? Lue
go sacando á las criaturas de la nada, no ha podido pro
ponerse otro fin. Crió, en efecto, á los hombres para sí,
adornándolos de inteligencia y de la facultad de amar; y el
mejor uso que podemos hacer de estas facultades, es co
nocerle y amarle. Por eso el culto esencial consiste en el
amor de Dios; y arrancar del corazon estos nobles senti
mientos, no es ilustrar al hombre; es destruirle y embru
tecerle. Amar á Dios: hé aquí al hombre; lo demas no es
él, es una sombra. Sin este amor no hay ni puede haber
culto en espíritu y verdad.
— 315 —
Por esto, sin este amor, los inciensos de los hombres no
son para Dios mas que un humo vil; sus ceremonias un va
no espectáculo; sus mas ricas ofrendas le son odiosas y po
bres, porque suyo es cuanto se le ofrece, y solo es nuestro
el amor. Sus mismas alabanzas no son otra cosa que un
lenguaje mentiroso si no le adoran en espíritu y en ver
dad. No podemos servir á Dios sino amándole, y los sig
nos esteriores no son buenos mas que cuando nacen del
corazon. Cualquiera accion de piedad que no se ordena á
establecer el reino de Dios dentro de nosotros, es vana;
cualquier ejercicio santo que subsista siempre con nuestras
pasiones y con nuestros deleites, mas es burla de virtud
que virtud. El Señor quiere ser el objeto de todos nues
tros deseos, el fin de nuestras acciones, y la inclinacion
dominante de nuestra alma. Este culto verdadero no se en
cuentra sino en el cristianismo, que establece el culto de
Dios sobre un amor supremo. Buscadlo, y no encontrareis
este culto puro y perfecto sino entre los cristianos. Ni en
este monte ni en Jerusalen adorareis al Padre... El Padre
busca adoradores en espíritu y verdad.
Para fomentar este culto interno y guiar á los hombres
á las obligaciones interiores de amor y accion de gracias,
es necesario lo que llamamos culto esterno: no porque
Dios tenga necesidad de él, sino porque la tenemos nos
otros. Si Adan no hubiera pecado , se habría reducido su
religion á movimientos santos de amor puro y perfecto,
segun dice San Agustín ; pero despues de haber caido de
aquel estado de santidad, fue condenado á vivir arrastra
do sobre la tierra, sin poderse levantar hácia su Criador
sin el ministerio de las mismas criaturas que de él le ha
bian apartado. Nosotros, como sucesores de su infidelidad,
como hijos de un padre carnal , nacimos carnales como él;
nuestra alma, envuelta en los sentidos, casi no puede pres
cindir de su ministerio ; nuestro culto necesita de objetos
sensibles que ayuden nuestra fe , que despierten nuestro
— 316 —
amor, qne mantengan nuestra esperanza, que faciliten
nuestra atencion y que santifiquen el uso de nuestros sen
tidos.
Ese culto de amor que ya queda establecido, ¿podria
permanecer oculto en el corazon sin dar señal alguna por
defuera? ¡Ah! Si es verdad que amamos, imposible nos-
será ocultar este amor. La tierra y los cielos celebran á
su modo esteriormente la gloria de Dios : todas las cria
turas claman llenas de veneracion : «El nos hizo, y no
nosotros.» Todo anuncia la majestad del Ser Supremo ; y
¿solo el hombre se abstendrá de alabarle? Por otra parte,
la misma ley que nos obliga creer con el corazon, nos
manda confesar con la boca y dar señales de nuestra fe y
de nuestra piedad, para dar gloria al Señor, que es nues
tro Dios: para no ocultar con una culpable ingratitud los
favores secretos que nos ha dispensado: para no retener la
verdad con injusticia: para edificar á nuestros prójimos y
animarlos á la virtud con nuestro ejemplo : para animar y
confortar á los flacos con nuestra firmeza: para reparar
nuestros escándalos y ser olor de vida como antes fuéra
mos olor de muerte: para consolar á los justos ; y para
confundir á los impíos y obligarlos á confesar que todavía
hay virtud sobre la tierra. Hé aquí el fruto de las obras
esteriores, que algunos tienen por inútiles. Fácil es conocer
que los que así hablan no tienen amor á Dios; porque si lo
tuvieran, ¿cómo le habrían de disputar las esterioridades
cuando ya han hecho el sacrificio de su corazon, que es lo
mas costoso? ¿Cómo habrian de negar lo menos, habiéndo
le entregado lo mas? Si le hemos dado ya el alma, ¿por
qué no el cuerpo? ¿No es tan suyo lo uno como lo otro?
Preguntad á esos que reprueban el culto esterno, si son
ellos en su interior mas castos, mas honrados, mas religio
sos. No os responderán, porque no saben ni qué es. honra
dez, ni virtud, ni religion; y solo quisieran no ver en los
demas esas virtudes, que ellos envidian, pero que al mh
— 317 —
nao tiempo los condenan. En el mundo, á las personas que
amamos, ¿no les damos señales esteriores de ese amor?
Basta que el hombre esté obligado á cumplir esta obli
gacion que le impone el amor hácia su Criador, para que
el legislador deba someterla ya á ciertas reglas. Y ved
aquí ya la necesidad de un culto público. No alegaré para
establecerla la historia religiosa del antiguo pueblo, donde
veríamos sacrificios públicos y ritos solemnes bajo la ley
natural y de los patriarcas; bajo de Moisés y de la ley es
crita ; bajo de David y de los profetas: porque ya he dicho
que el siglo no quiere autoridad , y voy á hablarle en su
lengua.
El amor quiere amar , y quiere que amen los demas:
y ¿podremos ver hombres criados por Dios como nosotros
y dejarlos en su ignorancia? Dios ha puesto al hombre en
sociedad para que todos se amen y socorran , como hijos
de una familia y de un mismo padre. Cada nacion no es
mas que un brazo de esta familia numerosa, estendida por
toda la faz de la tierra. Luego el amor á este Padre co
mun debe reinar en toda esta sociedad de sus hijos que
ridos pública y sensiblemente. Cada uno de ellos no debe
cesar de decir á los otros: «Conoced al Señor, que es nues
tro Padre.» Los hijos de Dios deben publicar sus benefi
cios, cantar sus alabanzas, anunciarle á los que le ignoran,
y recordar su deber á los que le olvidan. Para esto están
en la tierra ; para conocer su perfeccion y cumplir sus
deberes , y para comunicarse los unos á los otros esta
ciencia y este amor del cielo. ¿Qué sucedería si esta gran
familia viviese en sociedad en todo lo demas, sin vivir
respecto del culto debido á tan buen Padre? Ya he dicho
que el fondo de esta religion consiste enteramente en la
inteligencia de la verdad y en el amor del bien infinito;
pero estos sentimientos interiores no son sinceros mientras
no los veamos generalizados y sostenidos entre los hom
bres por signos ciertos y sensibles. No basta conocer á
— 318 —
Dios: es necesario mostrar qne se le conoce, y hacer que
ninguno de nuestros hermanos tenga la desgracia de olvi
darle ó de ignorarle. Estos cultos sensibles y públicos se
llaman ceremonias de la religion, y son señales por las
que los hombres se edifican mutuamente, despertando los
unos en los otros la memoria del culto interno. Los hom
bres tienen necesidad de estos signos esteriores, que han
sido instituidos con cierta majestad, para representar me
jor la grandeza del Padre celestial. Dominados por una
imaginacion inconstante, y amarrados por las pasiones,
necesitamos que la majestad de estos signos instituidos para
el comun culto de Dios hiera y embargue la imaginacion,
y nuestras pasiones se enfrien y apaguen. Hé aquí lo que
llamamos religion, ceremonias sagradas, culto público del
Dios que nos crió; y el género humano no podría reco
nocer y amar á su Criador sin manifestar que le ama, sin
querer hacerle amar, sin esplicar este amor con una mag
nificencia proporcionada al amado, y sin escitar, en fin, á
su amor por las señales del amor mismo.
De estos sentimientos reunidos ha nacido en todos los
pueblos el culto religioso que tributan á la Divinidad. En
su desgracia ó en su fortuna se juntan , como por instinto,
para honrar á Dios por la alegría, ó para implorar sus so
corros por la oracion y los sacrificios. Algunos viajeros
han abusado de la facultad de mentir hasta el estremo de
asegurar que hay pueblos ateos; pero la filosofía no ha
debido creerlos. Decir que este culto debe ser abandona
do al celo é imaginacion de cada hombre, y que es in
útil levantar templos y altares, instituir ceremonias y tener
sacerdotes que las presidan, es un error tan ridículo como
dañoso. Nosotros no somos ángeles. Si nuestra alma ejer
ce un gran poder sobre nuestro cuerpo, tambien nuestro
cuerpo ejerce á su vez un gran poder sobre nuestra alma;
y porque su accion es recíproca, es necesaria una religion
que, elevándonos á las ideas espirituales, tenga no obs
o» 319 —
tante un caito estertor y público que una á los hom
bres entre sí por medio de signos sensibles, y los dispon
ga á cumplir' sos deberes. In nullum religionis nomen
site verum , sive falsum coadunari homines possunt
nisi aliquo... signaculorum msibilium consortio colli-
gentur, dice San Agustín. ' . .''' ' i'-- ' '...
Los hombres no pueden prescindir de un culto público
que sea una pública confesion ,de su fe. Por eso Jesucristo
juntó á sus pueblos bajo una cabeza y bajo pastores visi
bles; los unió entre sí con la participacion de unos mismos
sacramentos , y dió á su Iglesia un resplandeciente carác
ter de visibilidad, que ha servido siempre de baluarte con
tra todas las sectas que para su ruina se han levantado.
Debemos considerar el culto público como una satisfac
cion que dan los pueblos fieles contra las blasfemias de
los impíos, y como una accion de gracias que dirige á Dios
la sociedad por los beneficios que continuamente recibe
de su mano. ¿Quién duda, ademas, que sin culto público y
solemne , la religion falta y faltan las costumbres? Esta es
una de las llagas que el protestantismo lleva en su seno,
llaga que tambien contribuirá á su decadencia. La misma
pobreza de su culto será su muerte. Ya se quejaba un filó
sofo, no há mucho tiempo, de que la pobreza de sus alta
res alejaba á los protestantes de la sagrada mesa, adonde
antes concurría con entusiasmo un pueblo numeroso.
Al decir Jesucristo á la Samaritana que ni en Jerusa-
len ni en Garizim adorarían al Padre, no quiso decir que
no pudiese ser allí adorado en la sucesivo; sino que, esten
diéndose por toda la tierra la fe de la nueva alianza , no
habría en el universo un lugar donde Dios no fuese adora
do, y de una manera mas perfecta que en Jerusalen. El
culto interno, esterno, público y general, en esas palabras
del Salvador está, no solo recomendado, sino mandado.
A los que ni las palabras de Jesucristo ni las de los
Santos Padres admiten, les presentaré la autoridad de Ci
— 329 — •
ceron, cuando dice: «Que no hubo nanea gente tan bárba
ra que, por sola la luz natural, no conociese y diese culto á
alguna divinidad (1).» Los romanos, en lo tocante al culto
público, fueron siempre muy solícitos y escrupulosos. El
principe, dice Platon, inculque á los suyos que sin virtud,
sin justicia y sin piedad hacia Dios , ni útiles ni gratas
pueden ser las cosas eternas (2). Esta piedad é este culto,
dice el mismo filósofo, es el fundamento de la república
ó de los Estados (3). Á estas palabras de ilustres filó
sofos paganos, vosotros, hijos de este siglo pagano, ¿qué
respondeis?
El culto es una necesidad del hombre, y una necesidad
pública; pero esta necesidad, que la razon por si misma
conoce, no puede la razon por sí sola encontrar los medios
para satisfacerla. Preciso fue, para que se conservase el
verdadero culto, que Dios eligiese un pueblo y le conser
vase á fuerza de prodigios. En el culto, así privado como
público, la historia del género humano hácenos ver cuán
tas obscenidades y ridiculeces fueron introducidas. Ha
sido, pues, necesaria la divina revelacion para que sepan
los hombres adorar á Dios en espíritu y verdad, que son
las adoraciones que el Padre busca. Felicidad grande es
no ignorar lo que adoramos, es decir, conocer los medios
de honrar á Dios como debemos honrarle; y doble aun fe
licidad que en las naciones no haya mas que este culto re
velado, el culto católico, el único que es digno de Dios
entre todos los cultos. La unidad de este culto es el mas
fuerte vínculo social que puede haber en un reino. A los
españoles se nos tiene envidia viéndonos en la unidad del
culto verdadero, unidad que es base de la unidad política
y social. No basta que sostengamos con esplendor nuestro
culto católico, á lo cual estamos, como individuos y como
nacion, muy obligados, sino que es preciso ademas no to-

<1) Cic. de Nat. Deor. (2) Plat., Iib.2, de Leg. (3) íd., lib. 4.
''
~m— '-..-.
Ierar ningun otro. A Salomon, Asa, Josafat, Joas, Ama
sias y Azarías, reyes por otra parte piadosos, se íes hace
cargo, y en sus alabanzas hay esta mancha, de que tole
raron otros 'cultos. Verumtamem excelsa non abstulit.
Siendo de advertir que no siempre estos cultos eran tribu
tados á los idolos, sino al verdadero Dios; pero como esto,
por el peligro de la idolatría, se hallaba prohibido el ha
cerlo mas que en Jerusalen, á los reyes se les hace un
cargo de que lo permitiesen ó tolerasen. Verumtamen ex
celsa non abstulit.
Están, últimamente, los pueblos obligados á sostener
el culto y sus ministros; y en España, á medida que el culto
fue mas magnífico, la nacion fue mas rica y poderosa.
Los pueblos reciben públicos y generales beneficios en el
órden espiritual y en el temporal : luego con amor y
homenajes públicos y generales deben de ser agrade
cidos.
Venid al templo á tributar á Dios el verdadero culto,
culto en espíritu y verdad, con limpio corazon y alma pu
rificada. Así quiere el Padre nuestras adoraciones , y así
es como, cumpliendo nuestros deberes en la tierra, gana
remos el cielo. Amen.

.:.'

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'..'.

tomo n\. 21
SERMÓN
sobre el mismo evangelio.

Dicit ad eum mulier : Domint,


da mihi hanc aquam , ut non si-
tiam, ñeque veniam huc haurire.
(Joan., 4, 15.)

Díjole la mujer: Señor, dame de


esa agua , para no tener sed ni
yenir á sacarla de este pozo.

Uko de los pasajes mas interesantes y bellos que se


leen en el Evangelio, es el diálogo ó conversacion soste
nida por Jesucristo con una mujer samarita, junto al pozo
de Jacob, en la ciudad de Sícar. Descansando estaba en
aquel sitio el Salvador , cuando llegó á sacar agua uua
mujer, cuya alma iba buscando el Salvador para lavarla
con otras aguas. Pidiola de beber Jesus , estrañándolo no
poco ella, á causa de la antipatía y enemistad que reinaban
entre los samaritanos y los judíos , á cuyo pueblo , hien
por el traje, bien por el lenguaje, conoció pertenecía el
hombre que la hablaba. Viendo el Redentor la estrañeza
de la mujer al oirle pedirla agua, y abrasado de la sed de
_- 324 —
salvarla, mas que de la sed natural, la respondió que si
conociera el don de Dios, y quién era el que la decia
«Dame de beber,» quizá ella le pidiera á él agua, y la
diese, en efecto, á beber una agua viva. La mujer se acor
dó entonces de su padre Jacob para preguntar á Jesucris
to si por ventura era él mas grande que el antiguo patriar
ca, el cual no encontró agua mejor que aquella para sí
mismo, para sus hijos y para sus ganados. El Salvador in
siste en recomendar el agua que él podia dar ; agua tan
superior á la del pozo de Jacob, que el que la probase no
tendría ya sed, al paso que la que buscaba la Samaritana
no la estinguia para siempre. Entonces la mujer dijo á Je
sus: «Dame, Señor , esa agua, para no tener ya sed, ni
verme precisada á sacarla de esta fuente.» Dicit ad eum
mulier: Domine, da mihi hanc aqvam, ut non sitiara,
ñeque veniam huc haurire.
Esta mujer pide al instante el agua que se la ofrece: y
si bien no penetra todavía el sentido espiritual de las pa
labras de Jesucristo, parece que aquel corazon va ya como
reblandeciéndose, á la manera que la cera se ablanda en
cuanto la toca el calor del sol. En aquella mujer principia
á verificarse una mudanza; y pocas palabras del Salvador
son necesarias para que deje su cántaro y corra, toda
fuera de sí, á la ciudad, á decir que viniesen con ella á ver
un hombre que la ha revelado todos los hechos de su vida,
y que pudiera suceder fuese Cristo.
Para muchos y diferentes discursos puede ofrecer ma
teria el Evangelio que la Iglesia lee en este dia; pero yo me
detengo á considerar la prontitud con que la mujer sama
ritana pide á Cristo aquella agua que estingue para siem
pre la sed, y la diligencia con que, abandonando su cán
taro, corre á la ciudad á decir lo que ha visto; para dedu
cir de todo esto la solicitud con que el pecador debe pro
curar salir del estado de la culpa, estado que hace no basten
todas las aguas del mundo para apagar la sed de sus pía
— 325 —
ceres. No hay un pecador á quien, como á la Samaritana,
no se le ofrezca el agua viva, que apaga para siempre la
sed; pero son muy pocos los que la piden y dejan sus
antiguos vicios, como dejó la Samaritana su cámaro. A
estos pecadores, que no piensan en salir del abismo de sus
culpas, voy á ofrecer el agua viva que salta del costado
del Salvador. Voy á probarles que
El pecador, luego que siente el impulso de la divina
gracia, no puede ni debe dilatar un solo instante su
conversion.
Dicit ad eum mulier : Domine , da mihi hanc
aquam, etc.

Ave María.

El Señor , ¡ oh pecador ! se cansa en el camino por


donde te busca para que dejes el estado de la culpa. Y
hace aun mas. Cuando sus discípulos le ofrecen de comer,
les responde el Salvador que su comida es hacer la volun
tad del Padre y completar su obra; y esta obra era la con
version de los pecadores. La verdadera sed de Jesucristo
era la salvacion de los hombres; y agua para satisfacer
esta sed es lo que pidió á la Samaritana, al decirla: «Dame
de beber.» Da mihi bibere.
Esta afortunada mujer, cuya conversion quiero pre
sentar hoy al pecador como ejemplo y modelo; esta mu
jer, á quien, no por casualidad, sino con todo designio va
á buscar el Redentor; esta mujer, digo, usando de su libre
albedrío, parece ha de oponer resistencia á la gracia cuan
do la oimos preguntar al Salvador: «¿Cómo tú, siendo ju
dio, me pides agua á mí, que soy samaritana?» Ademas,
— 32« —
Cuando el Salvador la dice que si conociese el don de Dios
y á aquel que á ella la pide de beber, acaso ella le pidiese
agua, y la diese, en efecto, una agua viva, la Samaritana
replica de nuevo, haciendo notar á Jesus que el pozo era
alto, 6 muy profundo, y que él no tenia vasija con que sa
carla ; y , sobre todo , que él no habia de ser mayor que
Jacob, que fue el que les dió el pozo, y de cuyas aguas,
asi el patriarca como sus hijos y ganado , habian bebido.
Otro tanto suele observarse en la conversion del pe
cador. Quizá opone resistencia al sacerdote que le pide de
beber, diciéndole: «¿Quién eres tú para pedirme mi alma?
¿No eres tú judío y yo samaritano? ¿No eres tú ministro de
Dios y yo victima del demonio? ¿Cómo, pues, te acercas á
hablarme? » Por otra parte , como el pecador ve que es
muy hondo, muy profundo el pozo ó abismo de sus culpas,
y que no parece que el sacerdote pueda tener vasija para
sacar de allí el agua de tantos pecados, el apego á estos,
de que su malicia le hace tener sed ó necesidad, y la des
confianza de que pueda haber quien saque su alma de tan
profundo abismo, retienen al pecador por lo menos en una
fría indiferencia respecto de su eterna salvacion. Mira, pe
cador; mira que te busca Jesus.
Luego que la Samaritana oyó decir al Salvador que el
agua de aquel pozo no estinguia la sed, al paso que la que
él daba la apagaba para siempre, y se convertía en fuente
de agua que salta ó llega hasta la vida eterna , dícele con
energía: «Dame, Señor, de esa agua, para no tener ya sed,
ni venir mas á sacarla de este pozo.» Domine, da mihi
hanc aquam , ut non sitiara, ñeque veniam huc hau-
rire.
Tú, ¡oh pecador de mi alma! tú has de pedir otro tanto.
Oye con docilidad al sacerdote cuando te dice que él tiene
agua viva con que apagar tu sed, y pidesela con decidida
intencion. El desear y pedir la gracia, es ya gracia; y
cooperando el pecador , será esa gracia para él cada vez
mas fuerte; Si conociese el pecador lo que es este don de
Dios, y quién es el Salvador en cuyo nombre le habla el
sacerdote, y de cuyos méritos es hija la gracia, no se de-*
tendría, no vacilaría, sino antes bien se apresuraría, sin
escusas, sin réplicas, sin temores , sin desconfianza , sin
dilaciones, á pedirle el agua que ha de refrigerar su sed.
Da mihi hanc aquam, ut non sitiara, ñeque Müiam huc
haurire.
Que considere el pecador , y tome tambien de aquí
motivo para convertirse; que considere que el que bebe
del agua del pozo de Jacob, siente otra vez sed: lo cual es
exacto, ora se entienda, como dice San Agustín, del agita
material de aquel pozo, ora de los placeres de este mundo,
figurados en aquella agua. Omnis qui bibit ex aqna hac,
sitiet iterum. Sí, pecador, sL Por mas agua que saques y
bebas de ese pozo, esto es, por mas placeres y deleites
que saques de la tenebrosa profundidad del mundo con
la vasija de tus deseos y apetitos, siempre tendrás sed é
inquietud, y zozobras mortales, tanto como insaciables
son tus deseos. Prepara la vasija y saca agua; fomenta en
tu corazon los desarreglados deseos, y logra satisfacerlos;
pero tu verás qué ardiente sed te devora en el sigaienie
instante de haberlas satisfecho. Qui bibit ex aqua hae si
tiet iterum. Del pozo de la soberbia sacarás agua de ho
nores y dignidades; pero poco á poco te atormentará la
sed de otros mayores. Del pozo de la codicia sacarás el
agua de los tesoros; pero á poco te mortificará la sed de
poseer otros nuevos. Del pozo de la lujuria sacarás el agua
de los placeres; pero á poco te sentirás otra vez abrasado.
Del pozo de todos los vicios sacarás agua para todas las
pasiones ; pero las pasiones esperimentarán sed á poco
de haberse hartado. Qui bibit ex aqua hac, sitiet iterum.
¿No es esto verdad, pecador; no es esto verdad?
Pues siéndolo , imita á la Samaritana, que pide á Je
sucristo el agua que para siempre quita la sed. Da mihi
— 328 —
hanc aqaam, ut non sitiam ñeque veniam hue hawire.
Que pida el pecador esa agua de la gracia que apaga
la sed, y no le será negada. Pero que la pida pronto,
que la pida cuando se le ofrece , que la deje obrar en
cuanto se le otorga , y el pecador quedará lavado . Que
deje el agua del pozo de Jacob para los animales, y ven
ga á gustar las aguas que deben beber los hijos de Dios.
Otra de las operaciones de la gracia en el hombre
es hacerle conocer, odiar y confesar su pecado; y hé aqu i
lo que el pecador no puede omitir , si trata, como debe,
de salir verdaderamente del estado de la culpa. El recono
cerla, el abominarla y confesarla es requisito indispensa
ble para que le sea perdonada. Esto iba buscando, digá
moslo así, Jesucristo, cuando á la Samaritana la dijo: «An
da, llama á tu marido, y vuelve aquí. —No tengo marido,»
respondió ella; y el Salvador, que intentaba introducirse
en aquel corazon y darse á conocer como quien era, dí-
jola: «Has dicho bien; pues cinco hombres tuviste, y el
que ahora tienes no es tu marido.» Con esto el Salvador
diola á entender que no ignoraba su crimen; puso, digá
moslo así, el dedo en la llaga de aquel corazon; y aunque
la Samaritana quiso distraer la conversacion hácia otro
asunto diferente, cual era la cuestion sobre el culto, que
se controvertía en los judíos y los samaritanos, sin em
bargo, á aquel corazon habia ya llegado el agua viva que
sale del seno de Dios, y á Dios lleva. Aquel corazon estaba
ya tocado de la gracia, y la mujer tenia que dejar el cán
taro ó vasija del agua que buscaba. Reliquit ergo hy-
driam suam mulier. Déjala, en efecto; y abrasada ya por
el fuego divino que el Hijo de Dios vino á encender en la
tierra, se olvida del objeto con que vino al pozo, y corre á
la ciudad á traer admiradores á Jesus. Habia venido á sa
car agua; pero habiendo encontrado el eterno manan
tial de todos los bienes , se olvidó del agua del pozo de
Jacob. Prefirió el negocio de su salvacion á las nece
— 329 —
sidades de la presente vida , y , al modo que los após
toles abandonaron sus redes al llamarlos Jesucristo, asi
la Samaritana deja voluntariamente su vasija , para des
empeñar en algun modo las funciones de evangelista, por
un movimiento interior de la gracia que la animaba.
«Corre esta insigne mujer , dice San Cirilo , sin llevar
agua; pero lleva su mente llena de la celestial gracia y de
la doctrina del Salvador (1).» «Vuelve, dice San Ambro
sio, vuelve á la ciudad sin carga, pero va llena de santi
dad. Salió pecadora, y vuelve predicadora. No llevaba va
sija, pero llevaba gracia. Perdió un vaso , pero ganó á
Cristo. No llevó agua para sus ciudadanos, pero les llevó
la salvacion (2).» «Venid, les dijo, que he visto un hombre
que me ha revelado todos los hechos de mi vida. ¿Será, aca
so, Cristo?»
Aquí tiene el pecador perfectamente marcada la conduc
ta que debe seguir en su conversion. Cuando desee la gra
cia, cuando la pida y se le otorgue, confiese su pecado, con
fiese que se ha entregado á los escesos de sus cinco sentidos,
y que su alma no tiene, digámoslo así, legítimo esposo. Non
habeo virum. El pecador debe con humildad confesar sus
estravíos ; no puede ocultarlos al ministro de Dios, so pe
na de no participar del agua que apaga para siempre la
sed. Y si no tiene humildad para reconocer y confesar
sus crímenes, no tendrá tampoco valor para dejar su cán
taro; es decir, sus antiguas ocasiones, costumbres, y há
bitos pecaminosos. El pecador debe apresurarse á confe
sar sus pecados en cuanto sienta los primeros impulsos de
a gracia ; porque no sabe si en la hora siguiente se le
'retirarán ya los auxilios, ó si Dios le otorgará vida ó tiem
po en que pueda aprovecharse de ellos. El seguir un solo
momento en estado de culpa , despues de estar tocado por

(i) Lib. 2, in Joan. (2) Serm. de Elemos. et muí. Samar.


— 3S0 -
la gracia el corazon , es un crimen que al pecador le hace
indigno de que el Señor siga ofreciéndole el don de Dios
y las aguas vivas.
Para que la conversion del pecador sea lo que debe de
ser, debe acompañar á su dolor de corazon, y á su con
fesion de boca, el propósito de la enmienda. Es decir, de
be dejar su cántaro, como le dejó la Samaritana. Si no de
jais el cántaro, si no abandonais los antiguos caminos, si
seguís yendo al pozo de aguas inmundas de la tierra, no
concluís vuestra obra, no es sincera vuestra conversion,
y seguirá devorándoos la rabiosa é insaciable sed de los
placeres mundanos y carnales. Romped el cántaro, salid
de esa casa , dejad esa compañía , abandonad ese trato,
alejaos de esas ocasiones que os causan vuestra ruina.
Romped el cántaro, y traed al conocimiento de la ver
dad á aquellos mismos á quienes servísteis de escán
dalo.
Porque el pecador debe considerarse obligado á todo
eso. No se contentó la Samaritana con abandonar su va
sija, sino que corrió á la ciudad á ganar almas para Je
sus. Al pecador no le costará gran trabajo, luego que se
haya desprendido de los lazos del mundo, el ir á edificar
á los que en otro tiempo pudo pervertir, y á hacer cono
cer el don de Dios á aquellos que le desprecien. Nada le
importó á la Samaritana el que sus conciudadanos pudie
sen decirla con desprecio: «¿Quién eres tú para anunciar
nos tales cosas?» Desprecio del cual, en cierto modo, ve
mos una señal cuando los samaritanos, despues de haber
oido á Jesucristo, la dijeron: «No hemos creido por lo que
tu has dicho, sino que lo que nosotros mismos hemos oido
nos hace saber que este es verdaderamente el Salvador del
mundo.» Non propter tuam loquelam credimus: ipsi enim
audivimus, et scimus quia hic est vere Salvator mundi.
Pero ¿qué le importaba esto á la Samaritana? Lo que
ella quiso fue hacerles conocer el camino que conducía á
— 334 «kb

la fuente de aguas vivas, y, conseguido esto, se encontra


ba ya contenía y satisfecha. .
Señal será de una verdadera conversion en el pecador
el verle que se consagra á ganar almas para Cristo con el
mismo ardor con que quizá trabajó para arrebatárselas.
Sus pasos no han sido tan ocultos y reservados que no ha
yan servido á otros de tropiezo. Sin freno en sus apetitos,
libre en sus palabras, desenvuelto siempre en sus accio
nes, no habrá pasado acaso un dia sin haber dado ocasion
á que un justo vacile, ó á que un malvado se mantenga
en su maldad. El que mucho ha destruido , mucho liena
que edificar; y no indica que sea sincera la conversion del
pecador mientras á este no se le vea destruir con actos
contrarios positivos los malos ejemplos y escándalos que
pudo dar. Al dar á Dios lo que es suyo, debemos dárselo
todo, nuestra alma y las almas de nuestros prójimos, almas
que habíamos cooperado á que el demonio se las usurpase.
«Venid, y ved á un hombre , dijo la Samaritana, que me
ha revelado todo lo que he hecho en mi vida. ¿Sera, acaso,
Criste?»
Venid , debe decir el pecador á sus antiguos amigos;
venid y ved un hombre, que es el ministro de Dios, á quien
yo he revelado toda mi vida , quedándome en el espíritu
una tranquilidad que parece el principio de la bienaven
turanza. Venite, et miele hominem. Seguidme, y vereis:
un hombre que, oyendo vuestra confesion, derrama sobre
vuestras almas abrasadas el agua viva de los mas refrige-'
rantes consuelos. Venite, et videte hominem. Seguidme
y vereis un hombre que , dando á gustar, como ministro'
de Dios, sus inefables dones, parece derrama sobre los
corazones ulcerados el bálsamo medicinal del cielo. Venite,
et videte hominem. Seguidme, y veréis un hombre ador
nado de tanta potestad, que no dejareis de pedirle el agua
viva que puede daros para que se estinga vuestra sed. Ve
nite, et videte hominem. El pecador debe comunicar gra-
— 332 —
tintamente á otros los dones que gratuitamente á él se le
han dispensado. El trabajar para que los demas amen, es
inequívoca señal de que verdaderamente se ama; y el que
verdaderamente ama, verdaderamente está convertido.
No tardes, ¡oh pecador! no tardes, te dice el Espiritu-
Santo, en convertirte al Señor, y no lo difieras de un día
para otro, porque repentinamente puede venir su ira, y
despierta en el tiempo de la venganza. Non tardes conver
tí ad Dominum (t). «Los pocos dias pasarán en breve,
dice Job; y déjame que muestre mi dolor llorando an
tes de marchar (2).» Animaos, pecadores , á salir del
estado de la culpa. Ahora teneis tiempo; ¿quién sabe si le
tendreis mañana? Ahora te se concede gracia; ¿quién sabe
si te se concederá luego? Ahora tienes voluntad; ¿sabes tú
si la tendrás en otra ocasion? «Todo lo que me ha dado mi
Padre, dice el mismo Jesucristo, vendrá á mí, y yo, al que
á mí venga, no le echaré fuera.» Omne quod dedit mihi
Pater ad me veniet, et eum, qui venit ad me non eji-
ciam foras (3). Anímate, pecador, y confia. Jesucristo te
da su solemne y divina palabra de que no arrojará al que
hácia él venga. Es Jesucristo quien para nuestro consuelo
lo dice. No perdais ninguna ocasion de las que se os presen
ten para convertiros y salvaros. ¿Qué habría sido de esa
distraida Samaritana si no se hubiere aprovechado del en
cuentro del Salvador?
Pedid, como ella, el agua viva que apaga la sed para
siempre; confesad, como eila, vuestras faltas; dejad, co
mo ella , la vasija, y corred á la ciudad á decir á las gen
tes que reconozcan y amen á Dios, y que dejen de ofen
derle. Convertios en predicadores los que erais pecadores.
Gustad una y mil veces esa agua viva que sale del seno de
Dios para templarla sed de vuestros deseos, y nos eleva y
lleva hasta Dios para ver allí colmadas y satisfechas nues-

(1) Ecl., 6. (2) Job, 10. (3) Joan., 6


— 333 —
tras esperanzas. No resistais á la gracia, pobres náufra
gos; no resistais á la gracia, que es la única esperanza de
salvacion que tiene el hombre en el agitado piélago del
mundo. ¿De qué te sirven las inmensas aguas de ese mar
de placeres, si en ellas te ahogas? Pide agua viva, pide á
Dios sus dones, pide con humildad la gracia al Señor, que
quiere dártela. Esta es la voluntad de Dios, y Jesucristo no
se ocupa mas que en cumplirla. ¡Dios quiera que te con
viertas y salves! ¿Qué te detiene? ¿Quieres frustrarla
voluntad de Dios y los trabajos de Cristo?
No lo permitais, Dios mio, sino antes bien derramad
sobre nuestros corazones las aguas de vuestra gracia, para
que se ablanden, para que se muevan, para que os amen,
y, amándoos, os gocen despues en la gloria. Amen.
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SERMÓN
sobre la epístola del cuarto domingo de
Cuaresma.

fflaautem, qum sursum est Je-


rusalem, libera est; qum est ma-
ternostra. (Ad Galat., 4, 26.)

La Jerusalen de lo alto ea libre,


y es nuestra madre.

El apóstol San Pablo, comparando la Iglesia con la si


nagoga, hace un breve , pero sublime elogio de aquella,
capaz de infundir en el ánimo de los cristianos el mas pro
fundo amor y respeto hácia la Jerusalen de lo alto, que es
nuestra madre. De Abraham hace partir en figura, digá
moslo así, el Apóstol los dos estados que compara, esto es,
el Antiguo Testamento y el Nuevo ; representando el an-r
tiguo en Agar, sierva, y el nuevo en Sara, que era la se
ñora. La sierva fue fecunda, y la señora era estéril ; pero
esta Sara estéril dará á luz un hijo en quien todas las ge
neraciones serán bendecidas. «Alégrate, hubo que decir á
la estéril; alégrate, la que no eras madre; pues mas hijos
cuenta la que estaba como abandonada, que la que tenia
varon.» Alegráte, ¡oh Iglesia santal madre de mas hijos
que la sinagoga, madre de hijos en tanto número, que es-
— 336 —
cede á las estrellas del firmamento y á las arenas del mar.
Esa es nuestra madre, madre que nos la da el cielo, ma
dre libre, madre cariñosa.
Quizá en otro tiempo, hermanos mios, no habría sido
necesario inculcar las máximas de amor y respeto hácia
la Iglesia, que voy á hacer objeto del presente discurso.
Educados en la pureza de la fe católica, y sin leer ni oir,
por fortuna, escritos ó discursos que la atacasen, nuestros
pueblos vivían inalterables en sus creencias, disfrutando de
la paz interior de su espíritu, al mismo tiempo que, unidos
fuertemente entre sí con los vínculos de una misma fe,
hacían respetable su nombre desde un confín á otro de la
tierra. Pero ¡hoyl hoy, por desgracia vuestra y de vues
tros hijos, hállase la fe muy debilitada; han cundido, como
lepra, errores muy peligrosos; á la Iglesia no se la ama,
ni se la respeta, ni se la teme, y, roto el freno que conte
nia los ímpetus de las pasiones , no observamos por todas
partes mas que pasiones y obras de las pasiones, vicios y
obras de todos los vicios.
Pues bien : al hombre que se cae en una hoya, ¿hemos
de dejar que en ella se muera? A la sociedad que se agita
al impulso de ideas no bien comprendidas, ¿hemos de verla
perpetuamente en el patíbulo de las víctimas? Agítase bus
cando libertad... pues la Iglesia se la da, y se la da como
madre: la libertad bien entendida que una madre otorga á
sus hijos. Illa autera quce sursum est Jerusalem, libera
est, quce est mater riostra.
Yo no os pido para la Iglesia sino lo que un hijo no
puede negar á su madre. Os haré ver, en su conse
cuencia ,
El amor y el respeto que los fieles deben á la
Iglesia.
Illa autem, quce sursum est Jerusalem, etc.

Ave María.
— 337 —
E1 aposto! San Pablo designa á la Iglesia con cuatro
caractéres, cada uno de los cuales es bastante por sí mis
mo para exigirnos todo nuestro amor bácia ella. Nos dice
el Apóstol que la Iglesia viene ó nace de lo alto , que se
llama Jerusalen, que es libre, y que es nuestra madre.
Illa autem quce sursum est Jerusalem libera est; quce
est mater riostra.
E1 primer titulo que la Iglesia presenta para exigirnos
nuestro amor, es que no tiene su origen en la tierra, si
no que ha descendido del cielo como una ciudad prepa
rada por Dios, y adornada, segun leemos en el Apoca
lipsis, como una esposa para su esposo. «Ya está, dijo una
gran voz que salia del trono; ya está el tabernáculo de
Dios con los hombres, y habitará entre ellos , y ellos se
rán su pueblo, y Dios será su Dios (I). Pero ¿qué venta
jas reportará este pueblo donde se ha colocado el taber
náculo de Dios? «No llorará mas, sigue diciendo el profeta
del Apocalipsis , ni estará sujeto á la muerte , ni luto, ni
clamor , ni dolor se oirá ya en él, porque pasaron los pri
meros tiempos.»
Jesucristo, que es la cabeza de la Iglesia , descendió
del cielo para fundarla, y subió luego al cielo, desde don
de la gobierna y rige. La virtud de sus sacramentos es ce
lestial, y al autor de ellos, sacramentado, la Iglesia le tie
ne y reverencia en sus altares. Viene del cielo la Iglesia,
y en el cielo tiene ella su corazon y su tesoro. Del cielo
ha venido, y hácia el cielo camina en busca de la eterna
corona y descanso que está ofrecido para sus trabajos
mientras milita en la tierra.
La Iglesia baja del cielo adornada de todas las virtudes,
con fragante olor en sus vestidos, y con rosas y lirios embe
llecida. Hermosa como la luna, escogida como el sol, y ter
rible como un ejército bienord«nado, todos cuantos la ven,

(1) Apoc., 21.


tomo ni. 22
— 338 —
deben decirla: Na eres hermosa, amiga mía, y no hay
mancha en tí. Es huerto cerrado , por la variedad de sus
frutos; y fuente sellada, por la abundancia de sus gracias.
Es reino de Cristo, porque leganó con su sangre. Es trono
de Dios, porque en ella y por ella de rrama sus misericor
dias sobre las gentes. Es montaña santa, porque toca su
cima con el cielo. Es santa, inocente, sin defecto, sin
mancha alguna. Es santa en su fundador , en su doctrina,
en sus sacramentos, y en el infinito número de personas
qne en su seno se santifican.
A esta Iglesia, hija del cielo, ¿podreis, hermanos míos,
dejar de amarla? Si ha bajado de allí para ser como una
ciudad transitoria desde donde se nos cond uzea á la ciudad
permanente , ¿podremos negarla nuestro amor y recono
cimiento? Si ella nos ama tanto que se complace, digámos
lo así, en tener por esposo un Esposo crucificado por
nuestro amor, ese amor suyo, ¿no hemos de pagársele con
otro amor? Si el cielo desciende á la tierra para que la
tierra se convierta en cielo, y este cielo ó tabernáculo de
Dios entre los hombres es la Iglesia , no puede haber en
el corazon del hombre bastante amor para pagar á la
Iglesia tantas finezas como por su conducto dispensa Dios
á la tierra.
Otra de las cosas que nos hace notar el Apóstol es que
la Iglesia se llama Jerusalen; y aunque esto parezca insig
nificante para el caso de amarla, no lo es, sin embargo.
Illa autem quo su'rsum est Jerusalem.
Jerusalen significa vision de paz ; y efectivamente, á
la Iglesia, mas que á ninguna otra cosa, debe aplicarse
este nombre, supuesto que Jesucrito una y otra vez dice
que la lega la paz; pacem relinquo vobis, pacem meam
do vobis: la paz de la conciencia con Dios, consigo mis
ma y con todos los hombres, en cuanto está de su parle
Como en Sinai se promulgó la antigua ley, en Sion y Je
rusalen se publicó la nueva , y allí principió la Iglesia
— 339 —
cristiana. «Dos amores, dice San Agustín (1), forman dos
ciudades: el amor de Dios forma la ciudad de Jerusalen, y
el amor del siglo forma la ciudad de Babilonia. Cualquie
ra significacion que demos á la ciudad llamada Jerusalen,
es decir, bien entendamos la Jerusalen terrestre, bien la
celestial, el amor es su alma y su vida: el amor per
fecto en el cielo, y el amor , lal cual es posible, en la
tierra.
A esta Iglesia, depositaría de la paz, y que por todos
los medios la busca para nuestro espíritu, y agota todo su
poder para que nadie pueda arrebatárnosla, justo es que
la amemos. Ella vela , ella trabaja , ella padece, ella es
crucificada con su Esposo para que nosotros tengamos
paz: nuestra paz busca, y contra los que nos declaran
guerra está armada. No pelea y lucha por sí, sino por
nosotros, á quienes quiere salvar. Sus anatemas contra los
malos no son mas que cuidados por los buenos, y llama
mientos que hace á los mismos malos para que se convier
tan y vivan. La espada en su mano no es guerra , sino
paz. Busca las almas de todos para salvarlas. Tal es la
paz que ella está encargada de realizar en el mundo.
Cuando levanta su voz, cuando amenaza con su poder,
cuando se muestra inflexible con el error y con el vicio,
es que defiende la paz, la paz del individuo y la paz de .
las sociedades.
Amad, pues, á la Iglesia, amadla, que es ciudad que
la constituye el amor. Y como ella no seria lo que es siu
el amor á los hombres, los hombres no merecen el nom
bre de fieles cristianos si no la aman.
El apóstol San Pablo nos dice ademas que la Iglesia,
prefigurada en la Jerusalen que desciende del cielo, es
libre: libera est. La Iglesia es libre, porque condena la

(1) Inseptent.,221.
— 340 —
esclavitud de las pasiones y de los vicios, que es la escla
vitud que trae en pos de sí todas las afrentosas servi
dumbres.
En efecto: si estudiamos la historia de la esclavitud, la
encontraremos identificada con la ignorancia ó con el vo
luntario olvido de las santas máximas que la Iglesia católica
enseña. No es la Iglesia la que hace esclavos, sino la que los
liberta: la soberbia del hombre es la que le hizo mirar á
otro hombre, no solo como inferior á sí, sino hasta dife
rente de sí. Pero desde que el cristianismo dijo: «Ama á
tu prójimo como á tí mismo ; todos sois hijos de un mis
mo Padre; todos sereis juzgados por una misma ley; todos
sois llamados á un mismo destino,» dió un golpe de muer
te á la esclavitud, al mismo tiempo que, para no provocar
revoluciones, encargó á los siervos que obedeciesen á sus
señores. La muerte de la esclavitud por la Iglesia habia
de ser lenta, pero segura é infalible. No tuvo, ni tiene
nunca necesidad de decir mas que lo que ha dicho, y aca
bo yo de repetir , porque con eso queda confundida la so
berbia del poderoso, y rehabilitada la humilde y desespe-
radora condicion del mendigo.
Nadie sino la Iglesia puede gloriarse de este grande
hecho. Lo que á cada paso proclaman y se atribuyen las
diversas civilizaciones en punto á la abolicion de la es
clavitud, no es mas que ideas y sentimientos tomados del
Evangelio, y aplicados por ellas á su imperfecto código
moral. Si la Iglesia no guardase este Evangelio, desapare
cería por completo el espíritu benéfico y humanitario que,
tomándole del Sagrado libro, predican hoy los políticos,
filósofos y moralistas. Porque sin ella el hombre de la re
generacion volvería á ser otra vez el hombre originaria
mente degradado, sin que pudieran evitarlo ni los fogosos
discursos de los oradores de tribuna, ni las frias lecturas
de libros ó tratados de beneficencia. Mas hace la voz de
un Papa , hablando de cincuenta en cincuenta años una
— 341 —
sola vez contra la esclavitud , que las diarias y repelidas
arengas de los libres publicistas.
Sí, hermanos mios; la verdadera, la racional, la nece
saria, la útil libertad, ála Iglesia se la debe el mundo. Y de
tal manera lleva en su seno la Iglesia á la libertad, que
si se observasen los preceptos de Dios y los suyos pro
pios, ni leyes serian necesarias; porque, corregido el vicio
en su misma raiz, sus escesos serian nulos. ¿Cómo habia
de robar el que sabe no le es lícito ni aun desearios bie
nes ajenos? ¿Cómo habia de perjudicar á otro el que sabe
debe restituir diente por diente y ojo por ojo? ¿Cómo ha
bia de asesinar el que supiese que no le era permitido
decir á su prójimo ni una palabra ofensiva?
La Iglesia es la madre de la verdadera libertad; y di
go verdadera, porque hay libertad falsa, que es la liber
tad de las pasiones, la licencia, el libertinaje, la rebelion;
libertad que con sus escesos trae luego la tiranía y la
esclavitud.
La Iglesia, por último, es libre; es señora como Sara,
y no esclava como Agar, á quien con su hijo se le arroja
de la casa de su señor. La Iglesia es libre, y no reconoce
sobre si poder alguno en cuanto á su gobierno. Sabe der
ramar su sangre, sabe inmolarse , sabe morir; pero no
puede quitar á Dios lo que es de Dios, así como no quita
al César lo que por verdadero y legítimo derecho es del
César. No sabe pelear y resistir mas qu e con la palabra y
la protesta, y con sus armas espirituales; pero sabe morir,
y esto la basta para ser inmortal y eterna.
Esta Iglesia, que ha descendido de lo alto, que se llama
Jerusalen y que es libre, es tambien nuestra madre. Quce
est mater riostra. Y es el último motivo que presento para
obligaros á amarla.
La Iglesia es verdaderamente la madre del género
humano, por cuya salvacion se muestra tan solícita. La si*
nagoga, representada en Agar, no es masque madre de
— 342 —
un hijo; es decir, no engendraba hijos mas que de los ju
díos; pero la Iglesia, representada en Sara, es madre de
un hijo de promision, cuya descendencia ha de igualar á
las estrellas del firmamento. No ya de los judios, sino de
los gentiles, y de toda tribu y nacion, da hijos á Dios, que
fue el criador de ellos. Por todas partes va buscando hijos
para su esposo Jesucristo, que dejó en el Calvario virtud
para engendrarlos. «La Santa Iglesia, dice San Ambrosio,
es inmaculada en la carne, pero fecunda en el parto; es
virgen por la castidad, pero fecunda por la prole; pare
sin conocer varon, pero llena de espíritu; nos da á luz, no
con dolor de miembros, sino con la alegría de los ánge
les (1).» Ni los mares, ni los desiertos, ni las nieves, ni
el calor, nada la detiene para ir en busca de nuevos hijos
que engendrar en su espíritu. Por nosotros todo lo sufre.
Sacrifica sus Pontífices, sacrifica sus Obispos, sacrifica sus
sacerdotes, sacrifica sus fieles, para llevar á regiones des
conocidas el nombre de su Esposo, y salvar á los que re
nacen oyendo el nombre de Jesus.
San Bernardo, considerando á la Iglesia nuestra ma
dre, esclama entusiasmado: «Salve, ciudad Santa , ciudad
del gran Rey, señora de las gentes, princesa de las pro
vincias, posesion de los patriarcas, madre de los profetas y
de los apóstoles, gloria del pueblo cristiano, y tierra de
promision que, en vez de leche y miel, produce para el
mundo remedios de salud y alimentos dcvida. La memo
ria de tu abundante suavidad la anuncian en todas partes los
que te vieron, y hasta los estrenaos de la tierra hablan de
la magnificencia de tu gloria á los que no te han visto.
Grandes cosas dícense de tí, ¡oh ciudad de Dios (2)!»
Y á la Iglesia, que es nuestra madre, ¿no hemos de
amarla? Sus sacrificios de amor, ¿por qué con otros sacri
ficios de amor no hemos de pagarlos? A las madres que

(1) Lib. 1 j de Virg. (2) Serm. 5, ad milites.


— 343 —
nos ponen en el mundo las amamos, y se mira , y con ra
zon, como un monstruo al hijo que no llena este deber de
la naturaleza; y á la Iglesia, que nos da á luz todos los
dias, quos iterum parturio; que todos los dias nos alimen
ta con el pan de su doctrina y de sus sacramentos, y, lo
que aun es mas, con el cuerpo de su cabeza y esposo Je
sucristo; que por el bautismo nos abre y descubre la puer
ta de la eternidad, y con'el viático nos introduce en ella; á
esta Iglesia ¿no hemos de amarla? ¿No hemos de obede
cerla? ¿No hemos de respetarla?
Porque advertid que al amor hácia una madre debe de
ir unido el mas profundo respeto; y á la Iglesia se le deben
los fieles en sumo grado, so pena de perderse temporal y
eternamente.
La Iglesia no tendria su origen en el cielo, ni repre
sentaría la paz, ni seria libre , ni podria ser nuestra ma
dre, si'no estuviese revestida de aquel mismo poder que á
Jesucristo se le confirió sobre la tierra y sobre el cielo.
Este poder exige de nosotros un profundo respeto y sumi
sion á sus mandatos, preceptos y deliberaciones. El que la
desoye, desoye al mismo Jesucristo: el que no escucha á
sus Pontífices, á sus Obispos y sacerdotes, al mismo Jesu
cristo resiste. Los pastos que la Iglesia nos prohibe to
car, no debemos tocarlos: las doctrinas que nos prohiba,
como prohibidas debemos huirlas y condenarlas. Porque
como la 'Iglesia es nuestra madre, nada nos prohibirá que
no nos sea perjudicial y funesto, y nada nos suministrará
que no nos sea utilísimo.
De haber sido olvidados estos sentimientos de amor y
respeto á la Iglesia ha venido el olvido de todos los de
beres, y no ha quedado en la sociedad piedra sobre pie
dra. Si tocais á la Iglesia, si despreciais su voz, si la cer
rais su boca, ¡pobre sociedad! Seguirá esta marchando,
al parecer, y por algun tiempo, por un camino tranquilo;
pero le llegará la hora de la espiacion , y entre sus pro
— 344 ■—
pias lágrimas se anegarán las rebeldes generaciones.
Concluyo recomendándoos el amor y respeto á la Igle
sia. Merécelo primero, porque ba bajado del cielo; segun
do , porque nos da la paz; tercero , porque es la ma
dre de la verdadera libertad; y cuarto, porque es nuestra
madre.
Manteneos inalterables en estos sentimientos, aunque
los enemigos de la Iglesia os hablen en otro sentido y len
guaje. Esos enemigos de Dios, creedme , son enemigos
vuestros y de la sociedad.
No permitais, Dios mío, que dejen de amar y respe
tar á la Iglesia sus hijos; antes bien, concedednos la gracia
de la humildad para que, reconociéndonos pequeños , no
dejemos nunca de ser fieles hijos de esa Iglesia que nos
lleva al cielo. Amen.
SERMÓN
sobre la misma epístola (1)

Qiift est mater nostra.


(Adfial.,4, 2«.)

Fs nuestra madre.

La filosofa que llamamos analítica, al paso que no se


lia librado de incurrir en alguuos escesos por la exagera
cion dada á los principios que la sirven de base, ha pro
ducido tambien muchos buenos resultados para la ciencia,
en su parte , digámoslo así , fundamental ó constitutiva.
Porque á fuerza de querer dividir y separar ; á fuerza de
empeñarse el espíritu investigador en penetrar, no solo la
naturaleza de las relaciones que unen las partes al todo,
sino la relacion y fuerza unitiva de los mismos fragmentos
que constituyen la parte ; á fuerza , en una palabra, de

(1) Compuse este discurso para leerle en la Universidad de Ma


drid, y tiene grande relacion con el espíritu de la presente «pistola.
Le incluyo aquí porque estas materias tienen hoy mucha importan
cia, y puede, presentarse ocasion de tratarlas.
— 346 —
buscarla soledad y el aislamiento, y aun la independen
cia, para los objetos cuyo ser radica en el de otros mas
altos de donde toman vida, ha venido la filosofía verda
deramente racional á reconocer la vida sintética del mun
do moral, esto es, la necesidad de simplificar los princi
pios fundamentales , para que en el órden constituyente
de las ideas y de los hechos haya unidad , como la hay
en el órden natural y físico.
En el terreno de la ciencia , y no escluyo ninguna,
se han hecho de tres siglos á esta parte investigaciones
minuciosas, y muchas de ellas importantes , que , á pri
mera vista, pareció iban á cambiar toda la ciencia social,
á consecuencia de fenómenos ó de adelantos que suponían
principios opuestos á los que la antigüedad nos legara co
mo inconcusos y fundamentales. Un cielo. nuevo y una
tierra nueva ofrecieron al mundo los que, ofuscados por
equívocas apariencias , llegaron á presumir que la teoría
social no estaba aun constituida sobre sus verdaderos fun
damentos, ó quizá que no habia sido aun vislumbrada;
pero apenas dieron algunos pasos mas en los procedi
mientos científicos , no pudieron dejar de ver que para
el mundo no pueden ser realidades los sueños , ni leyes
las ofuscaciones. Muchos principios , en el órden subal
terno, sufrieron quebrantos, y algunos completa ruina;
mas por lo que toca á los fundamentales , hase visto que
mas allá de estas columnas no hay ya nuevas teorías que
adoptar, ni nuevos países que recorrer.
Si en la region puramente especulativa de algunas
ciencias se encontró que era preciso atenerse á los an
tiguos principios fundamentales , porque sin estos no era
posible hallar una luz para determinar las relaciones, ¿con
cuánta mayor razon se habrá dejado sentir la necesidad
de un alto principio constituyente, invariable, eterno , en
aquellas ciencias que son de tan inmediata aplicacion á
los mas sagrados intereses de la vida humana y social?
— 347 —
En efecto: en la ciencia del Derecho, en esta ciencia que
constituye la base de la sociedad, en esta ciencia que di
rige las relaciones humanas, y que asigna derechos para
los deberes, y deberes para los derechos, ha encontrado
el filósofo un principio directivo, ó, mejor dicho , consti
tutivo, sin el cual no se concibe la ley en su mas bella
forma. Hablo de la Iglesia católica, ó de su influencia en
el mejoramiento de las leyes con que es gobernada la
sociedad, materia importantísima , que á nuestra época,
dada ahora á los estudios sintéticos y trascendentales, le
importa mucho conocer.

Ave María.

Dogma fundamental es en el cristianismo la creencia del


pecado original , misterio profundo que la razon no com
prende, pero que la humanidad llora y soporta.- Si pre
guntamos á la historia cuál es la clave que esplica las con
vulsiones sociales, los crímenes, las injusticias, las usur
paciones, las luchas, el eterno combate del mal contra el
bien, del hombre contra su hermano, y aun del hombre
contra sí mismo, nos responderá que no hay otra esplica-
cion mas que admitir un principio de desórden, introduci
do en las mismas entrañas, digámoslo así, del género hu
mano. La muerte dada ya por Cain á su hermano Abel es
el breve exordio de la historia del mundo. Ese hecho,
acaecido en un tiempo tan inmediato á la creacion , es la
sensible y sangrienta profecía de los mas funestos acon
tecimientos que luego habian de ocurrir en el universo.
Acerca de los tres objetos que constituyen en el hombre la
base del derecho natural, á saber, Dios, el hombre mis-
— 348 —
mo y sus semejantes, se difundieron con el tiempo, y á con
secuencia de la degradacion primitiva, tales tinieblas ó er
rores, que todo el órden moral sufrió una alteracion pro
fundísima. Cuanto vemos en la sociedad contrario al hom
bre es una consecuencia natural de la desobediencia del
hombre á la primera ley que le manda amar á Dios; por
que como esta ley es el fundamento de la segunda, que
es amarse los hombres entre sí mismos , el mísero mor
tal no ha podido violar la primera de estas leyes sin caer
al mismo tiempo en un estado que le ha conducido á vio
lar tambien la segunda, y á turbar por consiguiente la
sociedad.
Imposible es que se hallen bien reguladas las relacio
nes que median entre hombre y hombre, y entre las par
tes y el todo, regulacion que es el objeto del Derecho,
mientras no sean exactamente conocidas las que median
entre el hombre y Dios. Esta es la causa de la imperfec
cion, por no decir degradacion, de las leyes anteriores al
establecimiento del cristianismo. No se partia, al darlas,
desde un principio verdaderamente social, sino desde mu
chos que eran triste espresion de funestos y fundamentales
errores. El sistema pagano suponía haber razas criadas
por Dios para mandar, y otras condenadas siempre á obe
decer. Homero opinaba que las gentes de raza esclava no
tenían mas que la mitad del alma, y Platon creyó que,
por lo evidente, no debia entrarse nunca en la discusion
de este punto: errores fundamentales que el cristianismo
abolió por medio del dogma de la culpa primera y de la re
dencion, poniendo un mundo moral en lugar de otro, luego
que la igualdad de todos los hombres ante Dios quedó fir
memente establecida.
Así como seria equivocar completamente los caminos
cuando, tratándose de examinar las grandes llagas de la
humanidad, no subiese con sus investigaciones el filósofo
basta hallar «na degradacion primitiva, origen, digámoslo
— 349 —
así, de esta funesta descomposicion, del mismo modo, al
apreciar todas las luces y todos los verdaderos progresos
de la ciencia social, y, por consiguiente, del Derecho, que
es una de sus mas nobles partes, no puede prescindirse de
considerar en primer término al cristianismo , que puri
ficó los corazones y ayudó á la razon á que conociese las
verdades sin las cuales no podian estar bien definidas las
relaciones que sirven de anillo para unir unos seres con
otros en esta larga cadena de la humanidad.
Bajo este punto de vista, el cristianismo ha influido de
una manera portentosa en las leyes, ó, mejor dicho , ha
cambiado radicalmente sus condiciones. Porque si las le
yes han de ser, como deben serlo , la razon ordenada al
bien comun por aquellos que de la sociedad cuidan, allí
donde la razon mas purificada é iluminada se halle , mas
equitativas habrán de ser las leyes y mas justo el derecho.
Al advertirnos San Isidoro (1) que al derecho le llamamos
Jus quia justum, nos marca ya que si el derecho es la
justicia, el derecho radica, digámoslo así, en Dios ó en la
ley eterna de que todas las leyes deben de ser consecuen
cia ó participacion. Luego si el cristianismo es la divina
espresion de Dios y de la ley eterna , el cristianismo es
tambien la mas clara luz para el derecho, como efectiva
mente lo ha sido.
Las relaciones entre el poder y el súbdito , relaciones
que son fundamentales para establecer el derecho, sufrie
ron con el cristianismo una modificacion radical. El poder
legislador, que era al mismo tiempo ejecutivo, se hizo po
der benéfico y paternal, porque no se consideró ya como
una raza destinada por privilegio divino á mandar á otros
hombres á quienes se miraba como esclavos , sino como
un instrumento ó ministro de Dios para hacer la felicidad
de los pueblos, que eran, no siervos del poder, sino hijos

(1) Lib, í, EUmolog,, cap. 3,


— 350 —
y hermanos. El poder se hizo naturalmente bienhechor, y
los pueblos, por otra parte, obedeciendo á Dios como
principio de toda potestad, honraron y amaron tambien á
los reyes como dioses de segundo órden, segun la enér
gica espresion del gran Tertuliano. ¿Cómo no había de
modificarse el derecho antiguo y ponerse el cimiento de
otro nuevo bajo la fecunda influencia de aquellas palabras
de Jesucristo, cuando dijo que dominaban á los gentiles
los que entre ellos ejercían el poder, pero que entre sus
discípulos tendría que ser siervo de todos el que ejerciese
ó quisiese ejercer la autoridad? Cuando el Hijo del Hom
bre aseguró que no habia venido para ser servido, sino
para servir, se presentó á sí mismo como modelo de reyes
y legisladores.
Necesariamente habian de salir de estos principios
muchas y muy provechosas consecuencias. El cristianis
mo dijo al hombre lo que era, lo que habia sido, y lo que
podia ser. Entre el padre y los hijos estableció aquellas re
laciones de amor y respeto que sirven de base á la organi
zacion de la familia; y entre el marido y la mujer fijó el
derecho de igualdad , declarándolos compañeros, y aun
mas que hermanos, supuesto les dijo eran un cuerpo para
un cuerpo, una alma para una alma, y un amor para un
amor. La familia quedó por este medio constituida sobre
la mas firme base, y necesariamente tuvieron que sufrir un
cambio las leyes que á ella se referían, y que pueden con
siderarse como las mas capitales en el Derecho. Con sus doc
trinas sobre el padre , modificó radicalmente el cristianis
mo las leyes sobre el poder paternal, sobre la emancipacion
y sobre la tutela. Con sus doctrinas sobre el esposo, abo
lió el cristianismo la poligamia, el concubinato y el divor
cio, y, por consiguiente, las antiguas leyes que regían acer
ca del matrimonio. Con sus doctrinas sobre la esposa, ha
modificado completamente el cristianismo todas las leyes
paganas que regían acerca de los esponsales, y que, entre
— 354 —
los antiguos, descansaban sobre el derecho que el padre
tenia para casar sus hijos sin consultarlos. Con sus doctri
nas sobre la madre, introdujo la tutela de las madres y su
autoridad sobre los hijos. Con sus doctrinas sobre la mu
jer, el cristianismo creó, en cierto modo, el derecho civil de
las mujeres, y el de vender, comprar y testar que hasta
entonces no habian disfrutado. Ultimamente, con sus doc
trinas sobre la esclavitud, destruyó leyes horribles, creó
la libertad y la igualdad humana, y cincuenta millones de
esclavos rompieron, sin ruido y desórden, sus pesadas ca
denas.
Pondérese cuanto se quiera la escelencia del Derecho
romano : dése toda la importancia posible á los sabios y
luminosos principios en que abunda, y que le han hecho
dominar por el poderío de la razón en todas las naciones
cultas, despues que cesó de estar vigente por razon del im
perio; y así y todo, el Derecho romano, si se prescinde en
él de aquella parte que, mas bien que una legislacion posi
tiva, abraza la ley natural desenvuelta por hombres estu
diosos y profundos, en sus consecuencias mas ó menos
próximas, ofrece bastantes lunares. Pero el Derecho canó
nico, que es el espíritu de gobierno del cristianismo, exen
to de esas imperfecciones manifiestas, fecundo en reglas y
preceptos que las han corregido, contribuyendo en gran
manera á formar una legislacion comun mas racional en sus
fundamentos*, mas suave en sus sanciones penales, en fin,
mas en armonía con la dignidad del hombre, preséntase,
cuando con la legislacion pagana se le compara, como la
sabiduría, desterrandola ignorancia y el error, y como la
luz, disipando las tinieblas.
Justo será tambien , en confirmacion de esto mismo,
traer á la memoria las leyes eclesiásticas sobre la usura,
que han puesto un freno eficaz á los escesos que la codicia
y el egoismo habian podido acaso permitirse á la sombra
de las legislaciones profanas, que aquellas han llegado á
— 352 —
corregir: las leyes eclesiásticas que, haciendo prevalecer en
los contratos los principios esenciales de ellos sobre ritos
esteriores de escaso valer en su fondo, han dado una im
portancia justa á la voluntad formalmente manifestada, si
quiera faltaran en las convenciones las ritualidades y fór
mulas esquisilas de las estipulaciones romanas, aceptadas
en la mayor parte de los pueblos en que se desmembrara
aquel imperio colosa): las leyes eclesiásticas, que corrigie-
ron los abusos autorizados en las prescripciones, en virtud
de no exigirse sino con grande restriccion en este modo de
adquirir lo que se llama buena fe , reclamando esta cir
cunstancia con una latitud tan conforme á la razon como
á las sanciones de la moral : las leyes eclesiásticas que,
apoyando la obligacion inducida por la voluntad del tes
tador en motivos de conciencia, consagran en cierto modo
los testamentos, encargando á los ministros del Altar su
ejecucion para que fuese mas cumplida , con lo cual se
logró dar á estos actos una firmeza que no tenían bajo la
jurisprudencia de Roma, por mas que esta los comparase
en su fuerza obligatoria á los edictos imperiales : las leyes
eclesiásticas , en fin , que condenando , segun he dicho
antes, el principio en que descansaba la esclavitud roma
na, y considerándola únicamente como un hecho, reco
mendando luego la manumision de los siervos bajo el
concepto de ser una obra piadosa y meritoria, admitiendo
ademas á los individuos de esta sagrada clase al matri
monio cristiano bajo el mismo concepto que á los libres,
prepararon la humana y religiosa providencia con que el
venerable Gregorio XVI dió el último golpe á la institu
cion juridica de que he hablado , prohibiendo enérgica
mente, como lo hizo en su memorable carta apostólica In
Supremo, todo comercio de esclavos.
El Tratado de juicios, tal como hoy se conoce, está li
teralmente tomado del Derecho canónico, que modificó y
perfeccionó á la vez el procedimiento 'observado entre los
— 353 —
romanos en la época clásica de su Derecho. Léase, por
ejemplo el til. 20 del Jib. 11 de las Decretales de Grego
rio IX, en que se establece el sistema testifical , y dígase
despues lealmente si los escritores de Derecho, posterio
res á su tiempo, han adelantado paso alguno en tan im
portante materia. La teoría de la testificacion se llevó allí
al último grado posible de prevision y de acierto.
Voy á dar el último colorido al cuadro, considerando
el amor que el cristianismo prescribe al hombre hácia otro
hombre, y de ello no podrá menos de deducirse la influen
cia que este sublime precepto debió de ejercer en las Le
yes. Una de las mas funestas enfermedades del corazon hu
mano es el antagonismo que el hombre opone al hombre,
y del cual nacen mas ó menos directamente todos los de
sastres que antes y ahora han pesado sobre los pueblos.
Del esceso del orgullo han salido así las revoluciones como
las tiranías. El hombre no amaba al hombre; y como este
amor es el compendio de la ley moral, destruida ó desco
nocida esta ley no podia conservarse la ley social, y nece
sariamente debian sobrevenir tiranías y revoluciones. Con
tra el sentimiento del egoismo, que, encerrado en sus jus
tos límites, es el sentimiento de la conservacion del indi
viduo, pero que, exagerado, como generalmente suele es
tarlo, es la muerte del espíritu social, preciso es que haya
otro sentimiento de generosidad y de amor que trabaje
en favor de la conservacion del todo, aun á cosía de im
poner grandes sacrificios. Estas dos fuerzas combinadas
producen el órden moral y el bien social, y las representa
unidas el amor que el cristianismo impone al hombre há
cia sus semejantes.
Por otra parte, no pudiendo la variedad subsistir sin
, la unidad , allí descubriremos mayor sabiduría y mayor
fuerza de vida donde mejor haya sabido conciliarse la uni
dad con la variedad. Pues bien : es admirable la palabra
de Jesucristo bajo este punto de vista. No pidió á su eter-
TOMO ni. 23
— 354 —
no Padre el Salvador que los suyos obrasen milagros 6
que fuesen profetas , sino que fuesen todos entre sí una
misma cosa , al modo que él lo era con su Padre. Es un
espectáculo encantador el que ofrece un pueblo cuando,
con unánime voz, llama Padre á un mismo Padre. Este es
el origen de los cambios que , en sentido benéfico, se ban
realizado en el mundo desde que Jesucristo ilustró la ley
natural, cuyo conocimiento estaba en el hombre degradado
y oscurecido. Todo debió de cambiar y todo ha cambiado
desde que se dijo á los pueblos que para todos habia un
mismo Padre, una misma Providencia y un mismo amor.
El gobierno , las leyes , el derecho de gentes, todo ha su
frido radicales modificaciones, porque los gobernantes su
pieron que eran hermanos suyos los gobernados, y los le
gisladores no pudieron prescindir, al dar las leyes, del
amor que se les dijo debian á sus semejantes. Las naciones,
bajo la influencia de tan grandes ideas , llegaron á per
suadirse, como ha dicho Montesquieu, que en la paz de
bian procurarse unas á otras el mayor número de bienes,
asi como no causarse en la guerra sino el menor número
de males.
Tal es el origen de la influencia que la Europa cristia
na ha ejercido sobre el resto del mundo , como cabeza,
digámoslo así, de la civilizacion, que ella ha llevado hasta
los últimos confines de la tierra. De esta Europa cristiana
han salido siempre las ideas benéficas y regeneradoras que
han convertido el antiguo Derecho en una suave aplicacion
de los eternos principios de la justicia á las necesidades de
la vida humana y social. Las leyes son ya hoy la ordena
cion de una razon cristianamente ilustrada , no hácia el
bien privado de nadie, sino hácia el bien comun que reco
noce por el mejor guia y agente la universal fraternidad
que vino Jesucristo á establecer en la tierra. No es culpa
del cristianismo que haya cristianos injustos : lo que nos
basta saber es que, si fuesen observados sus grandes pre-
— 355 —
ceptos, ni habría necesidad de tantas leyes ni se comete
rían tantas trasgres iones. Los mismos escesos morales
prueban la sublimidad del cristianismo; pues solo una ins
titucion divina habría podido resistir á los empujes de la
fuerza y á las constantes aberraciones de las ideas.
La sociedad tiene que ser nuevamente regenerada por
el cristianismo , y á la sombra de esta grande institucion
han de salvarse todos los derechos que da la ley, y todas
las leyes que constituyen el Derecho.
Observad la ley cristiana, que es la base de la socie
dad y el camino de la gloria, que á todos deseo. Amen.
SERMÓN

sobre el evangelio del mismo domingo (1).

Unde ememus panes ut manda-


cent hi? (Joan., cap. 6.)

No hay, sin duda, atributo que se haga ver coa mas


brillo y esplendor en todas las obras del Omnipotente
Dios, que la misericordia y beneiicencia, para hacernos
participantes de las riquezas de su bondad. No hablo yo
aquí ya de aquellas con que, en espresion de San Pablo,
hizo ostentacion de su misericordia cuando, solo por re
mediarnos de la esclavitud de la culpa, se revistió de nues
tra fragilidad, y apareció en la semejanza de carne de
pecado. Ni de aquella con que siempre se dejó ver insti
tuyendo sacramentos saludables, medios con los que nos
pudiésemos justiticar y volver á su amistad, que perde
mos con el pecado. Sino que toda mi atencion la absorbe
en este dia cuando le contemplo ejerciendo este atributo
de su misericordia , todo el tiempo que vivió y conversó

\i) Predicado en Toledo, año 1838.


— 358 —
entre nosotros este Dios-Hombre. Cuando , no satisfecha
su clemencia con buscar á los pecadores para justificar
los, se deja ver como liberal y misericordioso, sanando
todo género de dolencias corporales, atendiendo al socor
ro de los necesitados, y enseñándonos á que le pidamos á
nuestro Padre celestial, que está en los cielos, hasta el
pan y el sustento cotidiano que necesitamos para nuestra
corporal subsistencia. Cuando, en fin , echa la mano á su
omnipotencia para multiplicar , no una vez sola , el pan y
los peces, para no solo subvenir á los que hambrientos le
seguían, sino para saciar su apetito, dándoles de comer
. con abundancia. Linde saturad sunt quinque milita ho-
minum.
De este rasgo magnífico de la liberalidad y misericordia
de nuestro amabilísimo Redentor quiero yo en este dia
valerme, no ya para manifestar con estension lo grande
de este atributo, pues que toda su preciosísima vida es
un auténtico testimonio de él, sino para ver si con
su ejemplo puedo escitarla en el duro corazon de muchos
ricos que cierran sus oidos á los clamores de los necesi
tados, y vuelven sus ojos por no ver la miseria ajena, á
fin de no remediarla. Siendo sus efectos los que es mi in
tento proponeros, porque la limosna, que es la materia de
que me he propuesto hablaros, es obra elícita ó prove
niente de la virtud de la misericordia, y mas bien signi
fica su acto mismo que su afecto, segun aquellas palabras
del profeta Daniel: Peccata tua eleemosynis redime. Con
lo cual, antes de haceros ver sus efectos prodigiosos y los
bienes espirituales y temporales que de su práctica os re
sulta, junto con las desgracias que á los que no la ejer
cen amenazan, no parece cumpliría con mi ministerio si
antes no os hiciese ver su esencia, su precepto y su ne
cesidad.
La limosna es un beneficio ó un don con el cual, mo
vidos de la compasion, socorremos al prójimo en su miso -
— 359 —
ria, ó es una obra por la que damos al indigente aquello
que necesita, escitados de la natural compasion que en
nosotros causa su miseria. Por cuya razon San Agustín no
duda llamarla ternura del alma á la vista de la miseria
ajena, con la que nos determinamos á aliviarle en su
indigencia. Y por eso incluye en sí esta virtud dos accio
nes: la primera, producir en nosotros la compasion en fa
vor del miserable, y la segunda conducirnos á aliviarla del
modo que podamos. De suerte que mira á la compasion ó
la misericordia como su principio próximo, y la limosna
es su efecto necesario. Pues que donde se encuentra la
misericordia para con los necesitados, por precision se ha
de hallar el socorro para con ellos, supuesto tener medios
para efectuarlos. Y estos se pueden considerar en tres mo
dos. Unos son necesarios para la vida, otros para mante
ner el estado en que Dios ha puesto á cada uno , y otros
que ni para lo uno ni para lo otro son necesarios, y por
consiguiente se llaman, y son realmente, superfluos. De
los cuales hay un precepto del Señor por el que se os
manda ¡oh ricos! que aquello que os sobra debeis darlo
de limosna. Quod superest date eleemosyna (1). Aun
cuando sea certísimo que si la necesidad del prójimo es
estrema se debe darle aun de aquello mismo que os es ne-*
cesario para mantener la ostentacion de vuestra condicion ó
estado. Supuesto que el precepto de socorrer al prójimo
es, no solo de derecho divino, sino del natural, cuando
la misma naturaleza nos inclina á no poder permitir mue-.
ra de necesidad nuestro hermano.
Este precepto de la limosna lo vemos intimado por
Dios en el Antiguo Testamento con alguna escepcion, y en
el Nuevo absolutamente sin limitacion alguna. Por el
Deuteronomio manda Dios á su pueblo que tenga abierta

(1) Luc, 11,41.


— 360 —
la mano para aliviar las necesidades de su hermano pobre
y desamparado. Ego prcecipio Ubi ut aperias raanum
tuam fratri tuo egeno et pauperi (1). Y ved el motivo
por qué se les mandaba que lo que quedase en los árbo
les, en las viñas y en las tierras, despues de la recolec
cion de sus cosechas y vendimias, fuera de los pobres que
carecen de ellas. Mas como esta ley, como nota Tertulia
no, tan solo fuese para con los israelitas respecto de su
misma nacion, tenemos este mismo precepto intimado por
el mismo Salvador, sin escepcion , cuando, esplicándonos
por su evangelista San Mateo el modo con que hemos de
practicar las obras de misericordia, no esceptúa entre
propios ó estraños.
Antes bien nos da á entender que jamás volvamos la
espalda á ningun pobre, sino queremos que el Señor apar
te su semblante de nosotros. Siendo tanta la necesidad que
en si encierra esta virtud de la limosna, que el no practi
carla es usar de crueldad aun consigo mismo, segun la
espresion de Isaías. Dividid con el pobre hambriento vues
tro pan, vestid al desnudo, y no useis de crueldad hasta
despreciar vuestra misma carne. Frange esurienti pa
nera tuum, cum videris nudum operi eum , et carnem
tuam ne despexeris (2). Por lo que San Pablo, escribiendo
á su discípulo Timoteo, no duda decirle mande á los ricos
que den limosna, porque el cumplir ese precepto les es
muy necesario. Divitibus hujus sasculi precipe , facile
tribuere. Lo que sin duda conocereis mejor, y hará á esos
hombres avaros y codiciosos que usen de misericordia con
los desvalidos, cuando oigais los frutos espirituales que
del ejercicio de la virtud de la limosna os resultan,
junto con los temporales: y al mismo tiempo advirtais el
terrible castigo que les espera a los que no usan de mi"

(1) Cap,18iv.H, (2)Isa;S8„í*


— 361 —
sericordia con sus hermanos, y los daños que aun antes
de morir esperimentan.
En dos proposiciones.

Ave María.

PRIMERA PARTE.

Muchos son, sin duda, y muy copiosos los frutos que de


la virtud de la limosna resultan á todos los que la ejercitan,
cuando el mismo Señor asegura por su evangelista San Ma
teo, que son bienaventurados los misericordiosos, porque
á ellos y para ellos está reservado el conseguirla misericor
dia. Beati misericordes. Añadiendo por el mismo sagrado
escritor, que le es de mas agrado y aprecia mas la miseri
cordia que el sacrificio: Misericordiam volo. Pues que el
que hospeda con caridad á uno de sus discípulos , al mis
mo Señor recibe, no perdiendo la recompensa de ninguna
obra de caridad, aunque solo sea dar un vaso de agua en su
nombre. Por cuyo motivo ya no me admira que Salomon
la recomiende en el Eclesiástico, cuando dice: Fili, si ha-
bes benefac lecum. Hijo , si tienes bienes, hazte bien á tí
mismo, portándote con caridad con tus hermanos. Y San
Pablo, escribiendo á los hebreos, no duda comparar la li
mosna á la hostia ,6 á la oblacion mas grata ante la divi
na presencia. Por lo que siendo así en tan sublime grado
su escelencia y grandeza, ¿cómo se podrá dudar que de
ella resultan frutos de vida eterna para nuestras almas?
Oid, codiciosos; oídlos, para que siquiera, por el amor
— 362 —
que os debeis á vosotros mismos, os determineis á usar de
liberalidad para con vuestros hermanos, de quienes no sois
mas que unos meros dispensadores de lo que teneis, pues
que Dios solo es el legitimo y supremo dueño de todas
vuestras riquezas. El mismo Salvador amabilísimo nos los
refiere por el Evangelista en solas estas palabras : Date
eleemosynam, et ecce omnia inunda sunt vobis (t). La
limosna todo lo hace limpio, todo lo lava, el interior y el
esterior, el alma y el cuerpo, mucho mejor que el agua
natural limpia las manchas. La limosna , digo otra vez,
hecha del modo debido , esto es, de los propios bienes que
el Señor misericordiosamente ha dado á cada uno , remite
los pecados veniales y alcanza de Dios gracia, con la que,
escilándonos á penitencia , nos dispongamos para conse
guir la remision de todas las culpas. Por lo que decía el
anciano Tobias, y con razon, que la limosna libra de todo
pecado. Esto es , como esponen Orígenes, San Cipriano y
San Ambrosio, quita todo pecado, especialmente aquel
que le es opuesto, dice San Basilio, á saber : la rapiña y
la iniquidad , siempre que la acompañen los demas requi
sitos esenciales.
Ella es la que sana la misma raíz del mal , que es la
que llama el Redentor la avaricia de los fariseos, de la
que nacen las rapiñas, las envidias y otras iniquidades.
El que es misericordioso á nadie envidia , no quita bienes
ajenos, y á nadie hace injuria alguna. Ames á todos so
corre, y por todos mira , como que en él está la virtud
santa de la compasion ajena, que, segun San Cirilo y
Theopfilacto, es hija de la caridad mas edificante. Est fi
lia cedificantis charitatis.
Pero oye aun, ¡oh avaro! oye á San Agustín, que te
asegura que el pobre es camino del cielo y un campo fe
cundísimo, que pronto paga los frutos á aquellos que le

(1) SanL&cas.
— 363 —
han sembrado. Fcecundus est ager pauperum citó do-
nantibus fructum reddit; via cceli est pauper, per quarn
venitur ad Patrem. Empieza, pues, á repartir de lo mu
cho que, tal vez con iniquidades, tendrás atesorado, si no
quieres errar, lncipe erogare si non vis errare. Si quie
res, pues, ser un opulento mercader, si quieres llegar á
ser un logrero afortunado , incipe erogare. Empieza á re
partir eso mismo que no puedes retener ; empieza á dis
tribuir esos bienes superfluos , de quienes son dueños los
pobres, y recibirás, dice el citado Padre, lo que para siem
pre no podrás perder.
Recibirás un tesoro de gloria eterna y de merecimien
tos para ella , que se posee sin miedo de ladrones y sin
peligro de ser corroido por la polilla. Da modicum, ut
recipias centuplum. Da poco para recibir duplicado ; da
la posesion temporal para conseguir la heredad eterna.
«Bienaventurado, dice el padre San Ambrosio, aquel pode
roso, de cuya casa jamás sale el pobre con el seno vacío.»
Beatusplané de cujus domo, nunquam pauper sinu vacuo
egreditur. «Pues que nunca puede ser uno, prosigue, mas
dichoso quq> cuando entiende y mira para socorYer la ne
cesidad del pobre y aliviarla calamidad del enfermo.» «Da,
pues, dice el Crisóstomo; da al pobre la tierra, para que
te se dé á tí el reino; da la migaja, para que te se dé á tí
todo; da, en fin, para que te se dé á tí; pues lo que dieses
al pobre tú lo tendrás , mas lo que le negases lo tendrá
otro.» ¿Quieres, pues, mas, oh rico codicioso ? ¿ Quieres
frutos espirituales de mayor monta que estos? Pues si aun
no estás satisfecho de lo mucho que redunda á tu alma de
bienes por la limosna, atiende y verás, supuesto que eres
tan carnal, en lo temporal de cuanto bueno es causa.
Para cuya prueba puedes preguntar al patriarca Abra-
ham qué utilidad le resultó de haber, con caridad, hospe
dado á aquellos tres ángeles que, en traje de pasajeros,
se le presentaron, estando sentado á la puerta de su casa,
— 364 —
cuando habitaba en el valle Mambré. Y él te dirá que por
la caridad que usó con ellos , sin esperar alguna recom
pensa de su parte, pues los reputaba por unos pobres hom
bres, le vino la bendicion sobre toda su casa, y á Sara, su
esposa, ya anciana, se le promete una fecundidad gloriosa,
con la concepcion y parto del deseado Isaac. Si á Abigail
prudente preguntases cómo fue elevada á ser reina, por
esposa de David, ella misma te dirá que la caridad que usó
con este y sus soldados cuando descendían del desier
to de Taran, despues de la muerte de Saul, de cuyas ase
chanzas huia él con sus tropas. De este mismo modo verás
en la Judea, cuando era mayor el hambre y estaban los
árboles secos, cómo no faltaba harina ni aceite en la casa
de aquella pobre viuda sareptana, que con caridad recibió-
á Elias en su casa, y partió con él del puñadito de harina
que solo le habia quedado , el cual , comido, no le queda
ba mas arbitrio que la muerte. No sucedió ni redundó
menor beneficio con aquella mujer de la ciudad de Sunam,
la que , por caridad , haciendo detener y hospedar al pro
feta Elíseo en su casa, fue acreedora á que en la senec
tud de su marido fuese bendito su matrimonio, ¿con la su
cesion de un hijo. Cuando San Pablo navegaba para ir á
Roma en confirmacion de su pastoral ministerio fue azo
tado por una fiera tempestad ; mas habiendo salido con
felicidad de ella, y arribando á la isla de Malta, la cari
dad con que le recibe , y á sus compañeros , Publio, pre
sidente de ella, es motivo para que el. Santo Apóstol al
cance la salud para su pobre padre , afligido de malignas
fiebres y disenteria, no haciendo menores prodigios con
todos los demas isleños que se hallaban oprimidos de va
rias enfermedades. Bien pronto son consoladas las infeli
ces viudas , huérfanos y demas miserables que , rodeando
eldifuntocuerpo.de la caritativa y compasiva Tabilha,
llamada Dorcas, que acababa de morir en Joppe, tienen
la dicha, de verla resucitada en premio de su caridad, por
— 365 —
las oraciones del apóstol San Pedro. Y, por decirlo de una
vez , la recuperacion de la vista del anciano Tobias , el
feliz éxito del matrimonio de su hijo , y el haber tenido
este por compañero en su camino nada menos que á un
ángel del Señor , no fue otra la virtud que le granjeó
tanto bien en la presencia de Dios, que las lágrimas que
su compasion le hacia derramar sobre la necesidad aje
na, el esmero en enterrar los cadáveres de los pobres, y
el cuidado en sustraerse hasta de su misma comida para
alimentar á los necesitados.
Pues, hermano mio, si tantos bienes aun temporales
resultan de la limosna , no sé , no sé , no sé ciertamente
cómo no abres tus graneros, y en el tiempo de la calami
dad pública tienes corazon para ver caerse muertos por
esas calles á los pobres por no tener pan que llevarse á la
boca. No sé cómo tienes ánimo para oir los lamentos de
tantos tiernos niños que, pidiendo pan , mueren de ham
bre porque no hay quien se lo parta. No entiendo ni pue
do entender cómo tu corazon es de carne cuando veo el
regalo y delicadeza con que vistes, el esplendor y brillan
tez de tus galas , y sabiendo la desnudez del mendigo , la
miseria del necesitado y la pobreza del afligido enfermo,
que ni aun cama tiene en qué recostarse , estás como si
fueras una piedra insensible.
¡Ay.pues, de vosotros, hombres inhumanos ! ya que
no quereis moveros á la compasion y á la limosna vien
do los frutos preciosos que de su práctica os resulta,
oid, para vuestra confusion, los horribles castigos con
que aun en esta vida sabe Dios tomar venganza de los que
no usan de caridad con sus hermanos.

s
— 366 —

SEGUNDA PARTE.

• Y qué verdad es esta, ¡oh ricos avaros! tan cierta , y


de la que la misma esperiencia nos da pruebas bien repe
tidas. Comunmente vemos que las riquezas guardadas con
avaricia y negadas al pobre con tan bárbara dureza se
disipan como el polvo , sin que se pueda percibir. El real
Profeta nos asegura que vió al impío avaro soberbiamente
elevado entre su abundancia ; pero que apenas se pasaron
pocos años, apenas disfrutó algun tanto de sus bienes, cuan
do desapareció su fausto y ya no se dejó ver mas. Yidi
impium superexaltatum, transivi et ecce non erat. Des
pues que sirvió de espectáculo de vanidad á la vanidad
de los hijos de este siglo , él mismo se hizo el objeto de las
revoluciones humanas. A aquel rico epulon de quien nos
habla el Evangelio, que vestía y comia delicadamente, y que
pasaba las noches en la consideracion de lo abundante de
sus cosechas y de lo copioso de sus bienes, porque jamás
se movieron sus entrañas para compadecerse del infeliz
y mendigo Lázaro , que perecía de hambre sentado á sus
puertas , se le quitó la vida de repente , y, con confusion
suya, se vió sepultado en el infierno , mientras el desdi
chado á quien despreció descansa como predestinado y
justo en el seno de Abraham.
¡Oh, y cuántos, asemejándose á este avariento pode
roso, gozando de iguales y aun mayores riquezas, despre
cian de este modo al pobre que, lleno de necesidad, pide
un pequeño socorro, sentado á su puertal «Pues teman,
dice el padre San Juan Crisóstomo, no les suceda lo que á
aquel infeliz.»
— 367 —
Pero dejemos ejemplares estrafios. ¿ De dónde, si os
parece, proviene ver todos los dias, en nuestro mismo rei
no, oscurecidos unos grandes nombres y títulos, arruina
dos magníficos palacios, reducirse á la nada las mas ele
vadas fortunas, y no dejar sino leves señales de su pasado
esplendor las dignidades mas elevadas y honrosas? ¿De
dónde nace que esos dichosos y poderosos del siglo ca
si nunca vean estenderse hasta la segunda ó tercera ge
neración sus inmensas riquezas? Oidlo, pues, á San Agus
tín, el cual nos asegura que la causa de esto es, ó porque
tiránicamente usurparon los bienes ajenos, ó porque cer
raron su corazon á la miseria y calamidad de los pobres.
Adormecidos, como dice el Salmista, con el arrullo de la
opulencia, al despertar de su profundo sueño se encuen
tran con las manos vacías, cuando las creian llenas de ri
quezas. Dormiervmt somnum suum, et nihil invenerunt
viri diviliarum in manibus suis.
Los vientos disiparon y aventaron sus caudales, los
granizos destruyeron sus prados, y las tempestades desola
ron y arrasaron sus campos.
Las lágrimas de los pobres á quienes ellos no socor
rieron, han minado poco á poco sus bienes. El Señor, can
sado de la dureza de corazon, ha destruido sus edificios, ha
rasgado sus títulos, trastornado sus palacios, y se ven re
ducidos á la mayor miseria por no haberla socorrido en
sus hermanos. «Nada poseen ya , dice San Agustín , pues
nada depositaron en las manosde Jesucristo, á quien repre
sentan los pobres.» Nihil invenerunt, quia nihil posue-
runt in manibus Christi. En una palabra , para decirlo
con el Espíritu-Santo en los Proverbios: cuando otras mu
chas familias prosperan , ellos se sumergen en la indigen
cia y en la pobreza. Qui despicit deprecantem sustine-
bit penuriam. Porque el que al pobre menosprecia caerá
él mismo en la pobreza. Ved aquí ¡oh avaros y codiciosos!
hasta el estremo que os conduce el tener un corazon de
-_ 368 —
piedra para con los pobres. La pérdida de los bienes tem
porales, el carecer de los admirables frutos que redundan
de la limosna, y lo peor, lo mas temible, un juicio terri
ble porque no habeis usado de misericordia con vuestros
prójimos. Judicium sine misericordia. Sí , un juicio sin
misericordia , sin perdon , se hará con aquel que no ha
usado de misericordia. Con aquel que, sabiendo que el
Lázaro mendigo era imágen de Cristo , no quiso ni aun
concederle de aquello mismo con que alimentaba á sus
perros. Judicium. La muerte vendrá cuando menos pien
se, y, arrebatándole todo cuanto posee, será sepultado co
mo otro epulon en el abismo , y entre los ardores sempi
ternos. Judicium. Jesucristo , juez de su causa , será el
que le intime la sentencia de su perdicion. Entended que
los gemidos de los pobres y la miseria de los necesitados
ya ha llegado á los oidos del tremendo Juez, y en el esta
do de la mayor pobreza se levanta y presenta enmedio de
vosotros para tomar venganza de vuestra impiedad y du
reza de corazon. Propter miseriam inopum et gemitum.
A vuestra vista le teneis mas lleno de llagas que el
antiguo Lázaro, mas oprimido de dolores que el pobre
mas enfermo y desvalido. A juzgar las injusticias de que
habeis usado con sus pobres, y á vengar los agravios que
le habeis hecho menospreciando á aquellos pequeñuelos ,
en los que estaba representado , se levanta revestido de
todo elfurordesu divina justicia. «Yo mismo.pues, tedice,
estaba hambriento, yo mismo estaba desnudo , yo mismo
era el que estaba enfermo, cuando veias á tu hermano pa
decer hambre, desnudez y enfermedad. Pero, pues no me
socorriste, apártate de mí, maldito; arrojado estás de mi
presencia; consúmate aquel fuego devorador, y habita para
siempre con los ardores sempiternos. Tu dinero sea con
tigo en la perdicion, pecunia tua tecum, y abrasado entre
esas llamas; una terrible sed te atormente para siempre,
mientras que aquel mismo pobre á quien despreciaste se
— 369 —
goza en mi presencia. La misericordia, pues, con tus her
manos fue el único encargo que te dejé, stote misericor-
des: no has querido ejecutarlo, has vuelto las espaldas al
mendigo; pues yo tambien apartaré mi semblante de tí.
Concluyo, pues, diciéndoos con el Espíritu-Santo, que
el hombre que se ocupa del pobre le librará el Señor en
el dia malo (1); que da á usura al Señor el que se com
padece del indigente (2) ; que una de las iniquidades de
Sodoma fue el no socorrer al pobre (3); que la limosna
hace hallemos la misericordia y la vida eterna (4) ; que
encuentra un gran tesoro en el cielo el que da á los po
bres lo que tiene (5); que es feliz el hombre cuando da al
que no puede pagarle, pues entonces le paga Dios (6); y
cuando Dios paga, ¿cómo pagará? Os digo ademas, con
San Juan Crisóstomo, que la limosna es la industria mas lu
crativa (7), y que está ante el cetestial trono mientras so
mos juzgados, protegiéndonos con sus alas (8). Y no pue
do dejar de deciros con San Gerónimo, que no ha muerto
con mala muerte ninguno de los que ejercen obras de ca
ridad, pues tienen muchos intercesores, y las oraciones de
muchos no dejan nunca de ser oidas (9). Tú das al pobre
una moneda; pero Dios te da á tí un reino.
No importa que el pobre no sea lo humilde y agrade
cido que debe de ser; tanto mejor para tí. Tu limosna no
pierde por ello su virtud, y Dios lo pagará todo. Cuanto
menos te agradezcan aquí el bien que hagas, mas tendrán
que remunerarte en el cielo.
Infundidnos, Señor, el espíritu de caridad á fin de que,
imitando vuestros solícitos cuidados por los pobres, alcan
cemos la gloria eterna. Amen,

(1) Salm. 40. (2) Prov., 19. (3) Ezoq., 16.


(4) Salm. 12. (5) Mat., 19. (6) Luc, 14.
(7) Crisostom., Hom. 33. (8) Horn. 7 de Poenitent.
(9) Ad Nepotian.'
TOMO III. 24
SERMÓN
sobre el mismo evangelio.

Accepit ergo Jesús panes, et cum


grafías egisset, distribuit discum-
bentibus. (Joan., 6.)

Tomó Jesus los panes, y, habien


do dado gracias, los distribuyó en
tre los que estaban sentados.

Todo el capitulo sesto del Evangelio de San Juan, de


donde la Iglesia toma hoy una parte para instruccion de
los fieles, tiene por objeto el inculcar en el ánimo de estos,
así como lo inculcó Jesucristo en el de los judíos, la nece
sidad de que el cristiano se alimente con un pan de vi
da eterna, representado en los panes multiplicados por Je
sucristo para alimentar á las turbas en el desierto. El refe
rido capítulo, uno ciertamente de los mas bellos del Evan
gelio, no tiene otro objeto.
El Salvador hace que á su doctrina ó á sus palabras
sobre el pan del cielo que promete dar á los suyos, pre
ceda un milagro tan patente y tan estraordinario como fue
el alimentar á mas de cinco mil personas con cinco panes
y dos peces, y sobrar bastante cantidad para llenar doce
— 372 —
cestas. Parecía que, habiendo sido las turbas testigos deesa
admirable multiplicacion que las impelió á reconocer á Jesus
como el verdadero profeta que habia de venir, y á querer
proclamarle Rey; parecía, digo, que despues de esto no
encontraría gran resistencia en su espíritu el lenguaje del
Salvador, que les habla de un pau que baja del cielo y da
la vida eterna, y les dice que ese pan es él mismo. ¿Por
ventura, se preguntaban unos á otros, no es este el hijo
de Josef, á cuyo padre y madre conocemos? Pero ¡oh in
crédulos! ¿No es ese tambien á quien habeis visto alimen
tando á mas de cinco mil personas con cinco panes y dos
peces?
El sagrado misterio de la Eucaristía está prefigurado
en esa multiplicacion del pan con que se ali mentan turbas
numerosas. La Iglesia, nuestra madre, nos recuerda hoy
ese prodigio, porque siendo una figura de la Eucaristía,
nos preparemos á recibir dignamente tan alto sacramen
to en los presentes dias en que la Iglesia nos llama ya á
comer el inmaculado Cordero de sus altares.
Posible es, por desgracia, que muchos fieles coman sa
crilegamente ese pan celestial ; pero á evitarlo encamino
hoy el discurso, instruyéndoos acerca de
Las disposiciones con que debe recibirse la sagrada
Comunion.

Ave María.

La Iglesia, nuestra madre, desearía que volviesen aque


llos antiguos tiempos en que, siendo las costumbres de los
fieles tan morigeradas y santas , recibian diariamente ó
con edificante frecuencia el sagrado Cuerpo de Nuestro
— 373 —
Señor Jesucristo, que se nos da en la Eucaristía. Pero
aquellos tiempos han pasado , no dejando en pos de sí mas
que edificantes recuerdos; y los fieles han ido retrayéndo
se de tal manera del altar donde se les da el Pan de vida
eterna, que la Iglesia se ha visto precisada á amenazar con
sus anatemas para que sus hijos no dejen ¡ siquiera una
ves al añol de recibirle.
A esta indiferencia y frialdad , por parte de los fieles,
ha acompañado otro mal aun mas grave y digno de que
con lágrimas de sangre le lloremos, y le lloren cuantos
conserven en su alma una chispa de fe. Hablo de los que
reciben al Señor en estado de culpa, por lo mal que hacen
su confesion , sacramento que es el medio ordinario con
que debemos purificarnos para comer el pan de la vida.
¡Ay, fieles mios! que quiero apartaros de que incurrais en
una muerte eterna al recibir al Señor, en vez de la vida
eterna que nos da el sagrado Pan. Por eso trato de ins
truiros hoy sobre este asunto, para que mis palabras lle
guen á tiempo á vuestro oido y á vuestro corazon.
Cuando considero , hermanos mios, las tres maneras,
digámoslo así, de que nace Cristo, ó sus tres nacimientos,
me lleno de un profundo pavor y terror comparándolos
con lo que hacen los fieles que comulgan teniendo man
chada su conciencia. Yo veo al Hijo nacer, desde la eter
nidad, del purísimo entendimiento del Padre: yo veo á este
mismo Hijo nacer, en el tiempo, de las purísimas entra
ñas de una Virgen ; y veo á este mismo Hijo en la noche
de la Cena lavando los pies á sus discípulos , á sus discí
pulos, á quienes, notadlo bien, el mismo Salvador dijo es
taban limpios, aunque no todos, antes de darles á comer su
sagrado Cuerpo bajo las especies de pan, y de conferirles
potestad para que ellos , como ministros suyos , convirtie
sen el pan en su cuerpo y el vino en su sangre. Todo es
aqui puro. Puro el entendimiento de Dios : puro el seno de
María, y puros los corazones de sus apóstoles. Pues bien:
— 374 —
este Verbo divino, que existia antes de los siglos; este Ver
bo igual á su Padre por la participacion de los mismos
atributos; este Rey de la gloria, invisible é inmortal, que
adoran los celestiales espíritus; este Verbo, hecho hombre
en la plenitud de los tiempos, que nace aclamado por los
ángeles, y le reconocen los pastores, y le adoran los reyes;
este Verbo que convierte, por la virtud de su omnipotente
palabra, en su propio cuerpo la sustancia de pan, y en su
propia sangre la sustancia de vino, para darse á sus após
toles por comida en la noche de la Cena, es el mismo que
todos los dias nace y se multiplica en nuestros altares para
habitar en nuestros corazones, y morar entre nosotros has
ta la consumacion de los siglos.
Calculad ahora qué pureza será necesaria para recibir
en nuestros corazones al Verbo divino sacramentado. Al
que en el seno del Eterno Padre habita entre eternos res
plandores; al que en el seno de la Virgen, llena de gracia,
habitó nueve meses ; al que no entró en el pecho de los
discípulos hasta que tuvieron lavados los pies, ¿qué habi
tacion podemos nosotros prepararle que sea digna de su
santidad y grandeza?
Por medio del sacramento de la Penitencia, de tal ma
nera debeis purificaros para recibir dignamente la santa
Comunion , que os acerqueis, en la manera posible , á la
pureza del entendimiento de Dios, á la de María, y á la de
los santos apóstoles. Una y otra vez debeis purificaros para
recibir dignamente al Señor en vuestros pechos. Los após
toles estaban limpios, y aun quiso Jesucristo limpiarlos
mas antes de hacerles participantes de su cuerpo. Si non
lavero te, non habebis partem raecum [\). ¿Qué es Jesu
cristo en la Eucaristía , sino el cielo que se ha bajado á la
tierra? Y si para entrar en el cielo los Santos es necesaria
en ellos tanta pureza , ¿cómo no ha de serlo en nosotros

(1) Joan., U.
— 375 —
para que ese cielo eucarístico se introduzca en nuestro
mortal pecho? San Bernardo, siendo tan gran Santo , con
sideraba como una de las grandes miserias de su vida el
atreverse á acercarse ála sagrada Mesa.» Con orgullo, de-
cia aquel Santo, me acerco á un Dios humillado; con im
paciencias á un Dios dulcísimo; con crueldades á un Dios
misericordioso ; y lo que mas aumenta mi vergüenza y
hace mi condenacion.es que Dios humillado sufre al hom
bre soberbio, Dios dulcísimo al hombre iracundo , y Dios
misericordioso al hombre cruel.» Patitur humilis elatum,
mitis iratum, et mi$ericors crudelem.
Todos, es verdad; todos os acercais al sacramento de
la Penitencia antes de acercaros al de la Comunion; pero
¿cómo os acercais á aquel, y cómo en su consecuencia os
acercais á recibir esta? Causa espanto el pensarlo. Des
pues de algunos meses, ó de un año , ó de muchos años,
envueltos en pecados, se hace un ligero exámen en menos
de una hora , se lee en algun libro , ó se reza por rutina
alguna oracion , y esto ¡oh dolor! se cree que basta para
acercarse al tribunal de la penitencia , y desde allí , des
pues de una confesion hecha á la ligera, á la mesa de los
ángeles. A muchos Lázaros vemos á cada hora que lle
vando, ya no cuatro días, sino muchos años en la sepul
tura del pecado, vienen á pedir que se les resucite , y se
les dé en el instante un asiento en la mesa del Señor.
¿Llamais á esto, amados fieles; llamais á esto confesion y
penitencia?
No trato yo de exigir á los que hayan de acercarse á
la sagrada Comunion tal cúmulo de requisitos que sea
imposible encontrar en la tierra una alma que los reuna;
pero yo veo que San Agustín, hablando de las tres especies
de penitencia, y de las relaciones que en la primitiva Igle
sia tenían esos tres órdenes con la Comunion, dice que la
participacion del Cuerpo de Jesucristo estaba absolutamen
te prohibida á los que hacían penitencia por los pecados
— 376 —
mortales cometidos antes del bautismo, es decir, á los ca
tecúmenos. Que esta participacion era frecuentemente per
mitida á aquellos que hacían penitencia por sus pecados
veniales, cometidos despues del bautismo; pero á aquellos
que hacían penitencia por los pecados mortales cometidos
despues del bautismo, se les diferia la comunion á causa
de que su penitencia tenia que ser mas austera. Graviar,
et luctuosior. Por miedo de que no incurriesen en con
denacion y muerte eterna, acercándose indignamente al al
tar, se les privaba de la participacion del cuerpo de nues
tro Señor Jesucristo. Esto es lo que yo veo, y esto es lo
que hace se sequen los huesos de mi cuerpo, penetrados
de terror.
¿Cuándo habeis espiado los crímenes con que de nue
vo habeis crucificado á Jesucristo? ¿Cuándo habeis reparado
los escándalos? ¿Cuándo habeis pedido perdon á vuestro
prójimo por las ofensas que le habeis hecho? ¿Cuándo ha
beis restituido lo que no es vuestro? ¿Cuándo habeis de
vuelto el honor usurpado á vuestro prójimo? ¿Cuándo os
habeis reconciliado con vuestro enemigo? ¿Cuándo habeis
dejado los tratos y amistades criminales? ¿Y cómo, sin ha
ber hecho todo esto, os atreveis á acercaros á la sagrada
Comunion, ó, lo que es lo mismo, á consumar el acto mas
grande del cristianismo? ¿Cómo podeis unir esa altanera
cabeza á aquella cabeza traspasada? ¿Esos ojos soberbios á
aquellos ojos tan humildes? ¿Esas bocas llenas de blasfemia
á aquellos labios tan santos? ¿Esas manos teñidas en san
gre á aquellas manos tan inocentes? ¡Oh union escandalo
sa! ¡Oh profanacion sacrílegal
Notad cómo las turbas tuvieron que seguir á pie á Je
sucristo antes de ser alimentadas con los panes tan mila
grosamente multiplicados. El que no sigue á pie, es decir,
el que no sigue á Jesucristo por los caminos de su Cruz,
no aspire á comer el pan milagroso. Quédese abajo, al
pie del monte, en el abismo de sus culpas y padeciendo
— 377 —
insaciable hambre aquel que no quiera seguir á Jesucristo
por el camino de la Cruz, qne es por donde subimos al
monte en que el Salvador hace sus milagros de amor para
alimentar nuestras almas con el pan del cielo. Advertid,
ademas, cómo Jesucristo manda á sus apóstoles que orde
nen á las turbas sentarse sobre la yerba, en lo cual hay que
advertir dos cosas: primera, que el Salvador queria ver á
las turbas obedeciendo á sus ministros; y segunda, que,
mandándoles sentarse en el suelo,, parecía darles á enten
der que para comer el pan milagroso era preciso concul
car las cosas de la tierra. Obedienoia y desprecio, que son
el fundamento de la vida cristiana. Porque ¿cómo se atre
verá á comer el sagrado cuerpo de Jesucristo el que no
obedece y respeta á aquel á quien ha obedecido el mismo
Dios, poniéndose, al imperio de su voz, bajo las especies
sacramentales? ¿Cómo se atreverá á tomar el divino Pan el
que no se ha sentado ó cogido bajo sus pies las cosas terre
nas? ¿Practicais lo que el confesor os manda practicar al ab
solveros de vuestras culpas? ¿No? Luego no debeis comer
el pan bajado del cielo. ¿Está vuestro corazon lleno de las
cosas de la tierra? ¿Sí? Luego no puede haber en él cabida
ó lugar para Jesucristo sacramentado.
¿Qué decís, católicos; que decís? Yo veo á las turbas,
de quienes habla hoy el Evangelio, empeñadas en procla
mar á Jesucristo como rey, por haber visto la milagrosa
multiplicacion de los panes, y presumir que, en lo suce
sivo, siendo su Rey los libraría del hambre y de las car
gas que soportaban. Y veo ademas que, cuando el Salva
dor les habla del pan de Dios que baja del cielo y da la
vida eterna, le responden: «Danos, Señor, siempre ese
pan.» Domine, semper da nobis panera hunc. Viendo
esto , no puedo dejar de admirarme de que los cristianos
no'quieran reconocer como Rey de su corazon á Jesucristo,
que nos da el pan de vida eterna; y que con frecuencia no
le pidan ese pan, viviendo, para poder dignamente reci
— 378 —
birle, en inocencia de costumbres, ó en penitencia y mor
tificacion de sentidos. Porque claro es que no quiere re
cibir á Jesucristo como Rey en su corazon el que, no un
trono, sino un nuevo patíbulo le tiene en él preparado; y
claro es que no quiere recibir ese celestial pan el que ma
liciosamente se pone en disposiciones contrarias á la santi
dad que su recepcion exige en el alma.
Habrá, quizá muchos pecadores que se arriesguen á
decir: «No comulgaré; mas vale no comulgar, que hacer
lo indignamente.» Esa es una verdad, hermanos mios;
pero es una verdad que tiene mucha fuerza respecto de
aquellos que se encuentran en pecado y carecen de los
medios necesarios para salir de tan triste situacion. Pero
tú, pecador; tú no te hallas en ese caso. Tú recibes á cada
instante, por uno ú otro camino, las inspiraciones de la
gracia: tú puedes hacer penitencia ; tú tienes sacerdotes
que te absuelvan; tú puedes, si quieres, huir de todas las
ocasiones de pecado ; tú puedes purificarte: luego no pue
des ni debes abstenerte de la Sagrada Comunion. Lo que
quieren esos que así discurren es emanciparse, digámoslo
así, del Cuerpo de Jesucristo, para entregarse á toda es
pecie de escesos. No es que dejen de comulgar por res
peto al Sagrado Cuerpo de Jesucristo, sino por vivir mas
libremente entregados á los desórdenes de sus pasiones.
Oid , para vuestra instruccion , la alternativa en que
se encuentra el pecador. Si comulga indignamente, cruci
fica de nuevo á Jesucristo, como dice San Pablo (i); le
deshonra, como dice San Juan (2); le hace traicion, como
dice San Lúeas (3); se hace culpable de su cuerpo y de su
sangre (4), y consuma su reprobacion (5), como dice el
mismo Apóstol de las gentes ; y entrega al demonio su
alma, como dice el Evangelista amado (6).

(1) AdHeb.,6, 6. (2) Joan., 8, 49. (3) Luc.,22, 48.


(4) 1 ad Cor., 11, 27. (5) Id. (6) Jo^n., 13,27.
— 379 —
Si no comulga el cristiano, ademas de faltar al pre
cepto, se priva á si mismo voluntariamente del verdadero
pan que el Padre envia desde el cielo, y de que fue figu
ra el maná del desierto (4). Se priva de comer aquel pan
que satisface para siempre el hambre , y apaga para
siempre la sed (2). Se priva de la vida eterna que nos
da ese sagrado pan, y de la incorrupcion é inmortalidad
prometidas al que dignamente le toma (3). «No tendreis
vida en vosotros, dice Jesucristo, si no comeis la carne
del Hijo del hombre, y no bebeis su sangre (4).»
Entre comulgar sacrilegamente y no comulgar, está
el medio prudente y necesario de comulgar con las debi
das disposiciones. Ese sagrado pan es la vida del mundo.
¿Y qué otra cosa significa el haber mandado Jesucristo á
sus apóstoles que llenasen de los residuos del pan multi
plicado doce cestas, es decir, cada apóstol la suya, sino
la mision que habian de tener de dar al mundo el Cuerpo
de Jesucristo, sacramentado y prefigurado en aquel mila
groso pan? Los mas esquisitos manjares de la tierra no os
libran de la muerte; y el mismo maná del desierto, que á
cada paso recuerdan á Jesucristo los judíos cuando les ha
bla del verdadero pan del cielo, que es su Cuerpo, ese mis
mo maná no evitó que muriesen corporalmente los judíos,
y muchos de ellos espiritualmente tambien; pero el divino
pan que distribuyen con sus manos los apóstoles á todos
los fieles, da la vida eterna ó es prenda y garantía de ella,
dándonos fuerzas para perseverar en la gracia, que es el
camino de la gloria.
Ved, pues, ¡oh pecadores! cuál ha de ser desde hoy
vuestra conducta y vuestra vida , ya que hasta hoy ha
sido lo que ha sido. La Iglesia os llama y os obliga á ve
nir á participar del cuerpo de Jesucristo. Os exige lo que

(i) Joan., 6,32. (2) I<J.,íd., 35. (3) Id., id., 55.
(4) Id., id., 54.
— 380 —
os debe exigir y lo que estais obligados á cumplir vos
otros. De este modo os obliga á que purifiqueis vuestra
conciencia, á que enmendeis vuestra vida, á que corrijais
vuestras costumbres, á que dejeis de dar escándalos. Si
asi no lo haceis, los impíos se burlarán, diciendo: «¿Y es
este el pueblo que participa del cuerpo de Jesus? ¿Y se
alimenta con su carne y con su sangre? Ubi est Deus
eorum? ¿Es este el pueblo que se acerca al altar para
convertir su vida en una vida, digámoslo así, divina? Ubi
est Deus eorum? ¿En qué lo manifiesta? ¿No hay en él
mas vicios quizá que en un pueblo de herejes ó genti
les? ¿No se figuran muchos , ¡qué horror! no se figuran
muchos que en habiendo ya comulgado pueden volver
acaso con mas ímpetu á correr los caminos del liber
tinaje?»
Retiraos, Señor, retiraos al monte vos solo: allí las es
trellas del firmamento y las yerbas y las flores os recono
cerán como Rey, ya que aquí, en la sagrada Eucaristía, se
os crucifica tantas veces. Retiraos, Señor, que yo no veo
haya en los ánimos disposiciones y propósitos para digna
mente recibiros.
Almas cristianas: Dios nos va á abandonar, ya que nos
otros le hemos abandonado y perseguido. Detenedle con
vuestras lágrimas y vuestro arrepentimiento , que son me
dios muy poderosos para aplacarle y ganar la vida eterna.
Amen.
SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE AL MISMO EVANGELIO.

\.° Divinidad de Jesucristo o de la Iglesia , probada por


su espíritu benéfico hacia los pobres.—Tomo primero.
2.° Sobre la ambicion. {Fugit iu montera.)— En este
tomo.
SERMÓN
sobre el evangelio del lunes después del cuarto
domingo de Cuaresma (1).

Et cum fecisset quasi flagellum


de funieulis, omnes ejecit de tem
plo... (Joan., 2, 1S.)

Con un látigo los arrojó á todos


del templo.

En esta semana no hace la Iglesia mas que recordar


nos los principales milagros de Jesucristo ; sea para con
firmar el milagro de los milagros , que es la Eucaristía,
prefigurada en la multiplicacion de los panes de que nos
ha hablado el Evangelio de ayer , sea para robustecer
nuestra fe en órden al Mesías , á quien pronto va á repre
sentarnos la Iglesia en el camino del Calvario.
Un gran milagro, en efecto , nos recuerda el Evangelio
de hoy : milagro que San Gerónimo supone aun superior
á la curacion del ciego de nacimiento , y á la resurreccion

(1) Pongo sermon sobre el Evangelio de este dia, por la impor


tancia de la moralidad que encierra.
— 384 —
de Lázaro. Porque, dice el santo doctor, al ver que un
solo hombre , y al parecer despreciable , y que despues
fue crucificado , tiene poder y fuerza para arrojar del
templo y á latigazos tan gran multitud de personas , der
ribar las mesas de I03 cambiantes , romper los bancos de
los vendedores de palomas , y hacer otras cosas que quizá
no habría podido realizar una fuerza armada ; hacer todo
esto , y hacerlo en presencia de los doctores de la ley y
de los fariseos , rabiosos contra Jesucristo , y á la vista de
los que comerciaban con aquel tráfico , preciso es , aña
de San Gerónimo , que saliesen de los ojos del Salvador
rayos de fuego , rayos celestiales que , iluminando su
semblante , dejaran como desvanecidos á los espectado
res. Divinitatis majestas lucebat in facie.
Son tantos los escesos que en nuestros dias vemos co
meterse en el templo de Dios , que he conceptuado como
un deber el clamar hoy , y con todas mis fuerzas , contra
ellos. No ya comerciantes y cambiantes son los que pro
fanan la casa de Dios, sino blasfemos, ladrones y sacrile
gos usurpadores, que roban lo que á Dios ofrece la piedad,
y arrojan á Dios al suelo. ¡Oh infernal crimen , de que tan
tristes ejemplos se dan ahora en esta antes tan católica
España ! Llorad , ángeles santos , viendo lo que aquí se
hace y lo que aquí se ve. ¡Gran Dios! ¿Estais dormido?
Pero... no , no : lo que está es crucificado, pidiendo á su
Padre á toda hora por los que le crucifican , sin darle si
quiera un sepulcro, y arrojándole impíamente al suelo ó
sobre el altar que han manchado. ¡Hombres! ¡Hombres!
Deteneos... meditad... oid.
Los profanadores de los templos se hacen merece
dores de los mas duros castigos de la ira de Dios.
Et cum fecisset , etc.

Ave María.
— 385 —
El universo es el gran lemplo de Dios, si es que para
Dios pudiera haber un templo grande. En él, ¡parece in
creible! en él todas las criaturas, menos el hombre, reco
nocen el supremo dominio de Dios, y á su modo son sus
predicadores y encomiadores. Alumbrando el sol y las es
trellas ; sucediéndose unas á otras las estaciones; brillando
por un instante el relámpago , y bramando horrísono el
trueno; siguiendo majestuosamente su curso el agua de los
rios; luciendo por la noche la luna, como una reina, acom
pañada de astros por corte ; moviendo el ciprés su punta
de aguja al mas pequeño soplo, al paso que su tronco hace
retroceder á los huracanes ; los árboles dando sus frutos
y conservando ó perdiendo sus hojas; las plantas brotando
sus flores y embalsamando la atmósfera; la tierra devol
viendo al hombre con mucha usura lo que le ha dado; las
aves, los animales, los montes, los valles, las fuentes, to
do, señores, todo, en este gran templo de Dios, que se
llama universo, alza su voz entonando cánticos al Criador
Supremo, y rindiéndole, á su manera, culto y adoracion.
Todo cumple su destino, todo hace la voluntad do Dios; y
cumpliendo su destino y haciendo la divina voluntad, las
criaturas rinden homenaje al que las sacó de la nada.
¿Y el hombre? ¿Y la criatura inteligente? ¿Y la mas
noble de las obras de Dios? ¿Qué hace? ¿Dónde alaba á
su Criador? ¿Dónde le adora? Parece que en un templo
aun mayor que el universo, si fuere posible , ha de ado
rarle, y con homenaje y cultos dignos de Dios y del
hombro mismo. Pero ¡ oh dolor! ha habido quehacer para
Dios un templo pequeño donde le adore el hombre. Ha
habido que hacer, en cierto modo, pequeño á Dios para
que el hombre le adore.
No habia un templo donde colocar el arca, y David
prometió erigirle. El profeta Natán le anima á realizar su
propósito; pero el proyecto era tan santo, y el tem
plo que se edifica para Dios es tan digno de respe-
TOMO III. 25
— 386 —
to, que, á causa de estar manchadas con sangre las
manos de David, no permitió el Señor que fuera este, sino
su hijo Salooion, el pacífico , quien le construyese. Ved
ya desde ahora si será casa santa el templo de Dios, cuando
para erigirle fue un obstáculo el que David tuviese las
manos con sangre, y se hubiese hallado casi siempre en
guerras, donde tanta se derrama. Para ocuparse de la
construccion del templo , para dirigir sus obras y para
verle levantado, se imposibilita David por tener sus manos
manchadas; luego para penetrar en ese templo, para orar
en él, para pedir en él, para hablar desde él con Dios y
para recibirle sacramentado, ¿sabreis decirme cuánta
pureza será necesaria, cuánto respeto, cuánto recogi
miento? Pero hay todavía mas. Mientras se edificaba este
templo, en tiempo de Salomon, no se oyó allí golpe de
martillo, ni de segur, ni de hierro , sino que desde otra
parte se llevaban ya labradas las piedras y las maderas;
Pues bien: todo esto era por respeto al templo mismo;
porque hubiera parecido ya profanada la casa de Dios si,
mientras se edificaba, se hubiese sentido en ella el ruido
y tumulto que era consiguiente hiciesen tantos brazos re
unidos. Si pues siendo tan natural y necesario el ruido
en la construccion de un edificio, y de un edificio como
el templo de Salomon, aun se evita ese ruido por reveren
cia al templo, ¿qué me direis, sacrilegos profanadores;
qué me direis de los que, dentro del templo, no guardan
silencio; de los que, á sus puertas, se reunen para hablar
impiedades ó para satisfacer curiosidades pecaminosas, y
de los que en sus paredes esteriores escriben palabras im
puras, ó juegan con ruidosos entretenimientos? El templo
de Salomon no estaba aun construido , y se impidió reso
nase en él el ruido y algazara de los que trabajaban la
piedra, el hierro y la madera; y los cristianos, dentro del
templo y casa de Dios, hablan, censuran y alborotan co
mo si se hallasen en el sitio mas despreciable de la üer
— 387 —
ra. En el templo de Salomon no se habia de colocar mas
que el arca construida por Moisés segun el ejemplar que
se le habia mostrado; y allí, desde que principia su cons
truccion, principia tambien el silencio del respeto; pero los
cristianos en el templo, donde, no ya el arca, sino el mis
mo Dios sacramentado reside, entran y permanecen con
menor respeto del que guardarían en casa de su vecino.
Pues el castigo está decretado, y la ira de Dios , ó, me
jor dicho, su justicia, no perdona al sacrilego profanador.
Oza, hijo de Abinadab , viendo que el área se inclinaba
á un lado al llevarla desde la casa de su padre á la ciudad
de David, alza su mano, y la contiene y sujeta. ¿Quién no
habia de mirar como accion ó movimiento natural y lau
dable este de Oza? Sin embargo, el Señor se indigna con
tra él, y castigó su temeridad haciéndole en el acto perder
la vida. Sobrecogiose David tanto con esto, que ordenó
volviese otra vez el arca á casa de Abinadab. Por lo que
toca al templo de Jerusalen, cuando los judíos, refugián
dose en él en los asedios de sus últimos dias , le profana
ron, dieron la señal de que la ira de Dios iba á descargar
sobre ellos los mas terribles golpes de su justicia. «Guando
veais, dijo á sus apóstoles, la abominacion de la desolacion
en el lugar santo, como predijo David, huyan entonces los
habitantes de Judea á los montes; y el que esté en su casa,
no se ocupe, al huir , en tomar nada de ella; y el que esté
en el campo, no se ocupe en ir por su túnica. Cruel tri
bulacion será aquella, como jamás la hubo desde el prin
cipio del mundo hasta este dia, ni la habrá en lo sucesivo.»
Cura videritis abominationem desolaíionis... stantem
in loco sáneto... Erit enim tune tribulatio magna, qua-
lis non fuil ab initio mundi usque modo, ñeque fiet (i ).
Si Oza, porque con buena intencion tocó el arca, y
los judíos que, encerrándose en el templo cuando se vie-

(1) Matt.,24.
t- 388 —
ron sitiados, le profanan, fueron lan severamente casti
gados, ¿no lo han de ser los cristianos que, ante la santí
sima Majestad figurada en el arca, no guardan el profun
do respeto que le es debido? ¿Cómo no lo han de ser esos
que se llaman cristianos y penetran en el templo, cubier
tos con la oscuridad, á usurpar al Padre de la luz los do
nes que la piedad ha ofrecido para las necesidades del cul
to? ¿Cómo no lo han de ser esos que, con sus manos impías,
sacan del sagrario el copon, arrojan las sagradas Formas,
y no dejan, ni para Dios ni para las sagradas imágenes de
su Madre y de los Santos, un adorno, con tal que puedan re
ducirle á dinero? ¿No vemos repetirse todos los dias estos
atentados en las iglesias que no están bien resguardadas?
Lloremos, lloremos estos sacrilegos desmanes, porque á
tal abominacion de desolacion en el lugar santo, preciso es
siga muy pronto una horrible tribulacion. Cum videritis
abominationem desolationis... stantem in loco sancto...
erit enim tune tribulatio magna... Yo la temo, yo la
estoy sintiendo, yo casi la veo ya sobre nosotros.
Aun tengo que haceros notar que en lo interior del
templo erigido por Salomon no se veian ni aun las pie
dras, pues estaban cubiertas de tablas de cedro , y dentro
de la casa de Dios no se veia mas que mármol, cedro,
oro y plata. Todo esto indica la santidad del lugar, y la re
verencia, el respeto y la admiracion que Salomon quiso
infundir á los judíos con la magnificencia del templo. Si el
sabio Rey hubiese visto que dentro de aquel templo se
faltaba al respeto debido al Dios de sus padres, ¿qué ha
bría hecho? Si hubiese visto que de las paredes y del altar
se arrancaban los objetos preciosos, ¿cómo no se habría in
dignado? Y si viviese hoy entre nosotros, y viese copones
y cálices, y patenas y cruces usurpadas á la Iglesia y al
templo verdaderamente santo, ¿cómo podría comprender
lo en hombres que se llaman católicos? Pues esto vemos
posotros, esto lloramos , esto sufrimos. Lo ven tambien
— 389 —
los ángeles de paz, y lloran amargamente. Lo ve Dios, y
lo sufre.
En el templo, ó ante el altar de Dios, todo es santo. A
Moisés, para que se acercase á la ardiente zarza, le orde
nó Dios se quitase el calzado; y los cristianos se acercan
al altar donde está reservado Dios, convertido en fuego de
amor, cubierta quizá la cabeza, y cubierta el alma de mil
iniquidades. Pero lo que aun me llama mas la atencion es
el mandato dado por Dios á Moisés para que no subiese
por gradas ó escaleras al aliar de piedra, y de este modo
evitase el revelar á los circunstantes ninguna parte de su
cuerpo en que conviene guardar el decoro. Non aseen-
des per gradus ad altare meum, ne reveletur turpitudo
iva (1).
Confúndanse y tiemblen ante este mandato de Dios las
personas que , en el templo mas santo, y ante el altar don
de está reservado el Santísimo, se presentan con escan
dalosa desenvoltura; no buscan sus ojos mas que objetos
impuros ó que llevan á la impureza ; no habla su lengua
mas que palabras de profanacion, y salen del templo car
gadas de dobles crímenes. ¡Insensatos! No ve mas que en
sueños Jacob al Señor en la escala por donde subian y ba
jaban los ángeles, y, al despertar, dice lleno de respeto y
temor: «Verdaderamente está el Señor aquí... ¡Qué terri
ble es este lugarl No hay aquí mas que la casa de Dios y la
puerta del cielo.» Y el cristiano despierto, el cristiano que
ve á Dios en el Sacramento con los ojos de la fe con mas
certeza que si le viese con sus propios sentidos, parece,
al ver cómo entra y pómo está en la iglesia, parece decir:
«Aquí no está el Señor... Este lugar ó sitio es desprecia
ble... Este no es mas que un punto de reunion, y la puerta
de todas nuestras pasiones.»
Al ver el esquisito cuidado oon que Dios instruye á

(i) ExQd., SO, 26.


— 390 —
Moisés sobre el modo icon que habían de ser construidos
el arca y el tabernáculo; al ver cómo se ocupa de las ves
tiduras sacerdotales para que todo representase pureza y
santidad; al ver cómo escoge para los diferentes pecados,
defectos y necesidades, víctimas no inmundas; y, por últi
mo, al ver á Nabab y Abiu que, por haber puesto en el
incensario fuego ajeno, por el fuego fueron devorados, me
pregunto muchas veces si nuestro Dios es el mismo que el
del antiguo pueblo hebreo. Porque ¿cómo se conciba tanto
cuidado antes para que el altar no fuese testigo de profa
naciones, con tanta indiferencia, al parecer, con tanta to
lerancia y tanto sufrimiento en la nueva Ley de Gracia,
cuyos templos, estando en ellos la realidad de las antiguas
figuras, son todos los dias profanados? ¿Es Dios menos ce
loso del respeto debido á la santidad por esencia, que del
que se debia á sus símbolos y figuras?
Esto es, hermanos mios, lo que á mí me hace temer,
porque Dios no se muda; y si bien la Ley de Gracia, naci
da de su infinito amor hácia el género humano, tiene que
ser y es ley de amor, las mismas treguas, digámoslo así,
que da Dios á su justicia tienen que traer dobles castigos
sobre las naciones donde en el santo templo se falta á la
reverencia que deben á Dios todas las criaturas.
Muy digno de notarse es que Jesucristo, que se nos
presenta él mismo como modelo de dulzura y mansedum-
cre, arrojase del atrio del templo con su propia mano á los
vendedores y cambiantes. En ninguna otra ocasion vemos
á Dios obrando como obra en la ocasion presente. Si quie
re castigar crímenes, lo hace por medio de sus criaturas
como instrumentos; pero formar por sí mismo un látigo
ó unas disciplinas para arrojar con ellas por su propia
mano á los profanadores, y derribar las mesas, todo esto
indica cuánto respeto merece el templo, y cuán grande
castigolos que le profanan. Y debo advertiros que no era en
el mismo templo, sino en el atrio, donde estaban los pro
— 394 —
Sanadores; y que ademas su comercio era en las cosas que
eran necesarias para los sacrificios. Si con estos obra Dios
así, ¿cómo obrará con los sacrilegos profanadores de su
mismo santo templo?
San Pablo nos advierte con palabras terminantes, que
Dios destruirá ó dispersará á los que profanen su templo.
Si quis autem templum Dei violaverit, disperdet illum
Deus (1). Yo, por mi parte, no veo aquí masque mila
gros. Paréceme que es, no un rasgo , sino un milagro de
paciencia y misericordia el que sobre el profanador del
templo no descargue Dios en el instante toda su ira. Paré
ceme que es un milagro el que los ángeles y arcángeles
que habitan en el teiUplo, como dice San Juan Crisósto-
mo (2), no arrojen fuera de él con espadas de fuego á los
impíos profanadores. Un milagro me parece el que no vea
mos otro milagro para castigo de los que no respetan á
Dios ni su templo. Mas debe aterrarnos el no ver el casti
go, que si le viésemos. En mí, por lo menos, produce este'
sentimiento; porque, me digo á mí mismo , cuando Dios
dilata la pena, nos castiga con permitir nueva culpa, tras la
cual h» de venir despues la gran tribulacion.
Cristianos: el real profeta David decía: «Entraremos en
su tabernáculo, y adoraremos en el sitio ó lugar donde to
caron sus pies.» Adorabimus in loco ubi steterunt pedes
ejus (3). ¡Donde tocaron sus pies! ¿Cómo, pues, debere
mos adorar nosotros en el templo donde está el Verbo, co
mo verdadero Dios y como verdadero hombre , realmente
presente á nuestra fe, aunque oculto á nuestros sentidos
tras las especies sacramentales? ¿Qué modestia, qué res
peto, qué humildad, que veneracion serán bastantes para
que en el templo estemos de un modo digno del Dios que
en él adoramos? Entre los gentiles, muchos no entran sino

(i) 1., adCor., 3, 17. (2) Hom.' 36, in 1 ad Cor.


(3) Saina. 131.
— 392 —
descalzos en el templo de sus falsas deidades, y su respe
to eu ellos es tau grande como su misma ceguedad. El
cristiano debería de besar las piedras del templo, santifica-
das con la presencia real de Dios en sus altares; y en otro
tiempo no se entraba en la iglesia sin haberse lavado las
manos, en señal de purificado espíritu; práctica de que ha
quedado un recuerdo en el agua bendita que veis prepa
rada á la entrada de las iglesias. Todo en ellas ha de ser
puro, purísimo, santo, santísimo, pues purísimo y santísi
mo es nuestro Dios en ellas adorado.
Venid al templo con cristiana intencion. Venid á ado
rar á Dios y á pedirle el pan cotidiano de la gracia , sin el
cual no podeis vivir la vida del espíritu. En el templo es
donde oye con doble bondad las oraciones que le dirigi
mos. Cesen desde hoy las profanaciones de la casa de
Dios: cese toda culpa para que, dejando de profanar el
templo del Espíritu.-Santo , que es nuestro cuerpo, reciba
mos cada vez mas abundantes gracias que nos aseguren la
gloria. Amen.
SERMÓN
sobre el evangelio del miércoles después del
cuarto domingo de Cuaresma.

In judicium ego in hunc mun-


dum veni, ut qui non vident, vi-
deant, et qui vident , cceci fiant.
(Joan., 9, 39.)

He venido á este mundo para


ejercer juicio, á fin de que vean los
ciegos, y se hagan ciegos los que
ven.

Aunque el Evangelio de este dia refiere uno de los


mas brillantes milagros del Salvador, cual fue el restituir
la vista á un ciego de nacimiento; y aunque el exámen que
de este portentoso hecho se ponen á hacer los fariseos es
tan interesante, como que de él resulta la verdad del pro
digio, y por consiguiente la divinidad del Mesías, no me
detengo hoy á hacer reflexiones sobre esto, para hacerlas
sobre la diferencia entre ceguedad y ceguedad , toda vez
que Jesucristo nos dice hoy que ha venido al mundo para
que vean los ciegos, y para que no vean los que tenían
ojos. Jn judicium ego in hunc mundum veni, ut qui non
videntt videant, et qui vident, cceci fiant.
— 394 —
Jesucristo se aprovechaba siempre del milagr o que
acababa de hacer, para instruir á sus discípulos ó confun
dir á sus enemigos. Acabando ahora de restituir la vista á
un ciego de nacimiento, concluye el Salvador su obra ha
blando de otra ceguedad que ve la luz, y de una luz que se
convierte en ceguedad. Los fariseos, al oirlo, preguntaron
si eran ellos tambien ciegos; y Jesucristo les respondió:
Si fueseis ciegos, en vuestra opinion ó juicio, notendriais
pecado; pero decís: nosotros vemos, y asi subsiste vues
tro pecado. ¿Qué es esto? ¿No ha venido Jesucristo á alum
brar al hombre? ¿No es la luz del mundo? ¿No ha venido
á disipar las tinieblas? ¿No quiere que nos llamemos hijos
de la luz ? ¿No es el esplendor del Padre , alumbrando con
los rayos de su eterna sabiduría á toda la tierra? Pues ¿có
mo nos dice ahora el mismo Hijo de Dios, que ha venido
al mundo para que vean los que no ven , y no vean los
que ven?
Claro es que el Salvador hace un tránsito del órden
natural, á que pertenece la antigua ceguedad del curado,
al órden sobrenatural, á que pertenece la confesion y ado
racion del ciego de nacimiento, cuando, en presencia de Je
sucristo, dice: «Creo, Señor;» y postrándose, le adoró. Cre
do, Domine. Etprocidens adoravit eum. El ciego que ha
visto la luz natural, ve tambien y reconoce por la, luz in
terior de la gracia y de la fe al verdadero Mesías. Este
ciego, pues, que no veia , ve; y los fariseos, que veian ó
presumían ver, no ven, y se quedan como ciegos. Ellos,
por su soberbia, presumían verlo y saberlo todo : este era
su pecado. Nunc vero dicitis : quia videmus. Peccatum
vestrum manet. Se quedaron ciegos , y no conocieron al
Mesías.
Voy á desenvolver un pensamiento que considero co
mo oportuno. Hoy hay muchos fariseos que presumen
yer, y están á oscuras; y hay muchos ciegos que recono
cen su ceguedad, y ven mucho. Oid la proposicion.
— 395 —
En las cosas que tocan ala fe y ala salvacion eter
na, mas ven y saben los ignorantes humildes , que los
sabios orgullosos.
Injudicium ego in hunc mundum veni, etc., etc.

Ave María.

No dejeis de notar la energía de la frase de Jesucristo


en la presente ocasion. No parece sino que reduce su mi
sion en el mundo á consumar este juicio; es decir, á ha
cer que vean los ciegos, y á que no vean los que presu
men no serlo. Injudicium ego in hunc mundum veni,
ut qui non vident, videant, et qui vident, cceci fiant. El
Hijo de Dios, declarando en otro tiempo por boca de
Isaías el objeto de su Encarnacion, habia dicho: «El espí
ritu del Señor me ha enviado para anunciar su pa
labra á los pobres y restituir la vista á los ciegos;» y oir
le hoy decir que ha venido tambien para que se vuelvan
ciegos los que ven, no podríamos esplicarlo si no supiése
mos que el anciano Simeon habia dicho : «Este ha sido
puesto para ruina y para resurreccion de muchos en
Israel.»
No estraño que se esplique Jesucristo en tales térmi
nos, que nos haga entender no haber traido otra mision á
la tierra que el de dar la luz á unos, y el privar de ella á
otros. Principalmente viene Jesucristo al mundo á confun
dir con su humildad la soberbia humana ; y como la so
berbia se muestra tanto en los ojos, en ellos debia confun
dirla. Los que, por vuestro humilde juicio, no veis y pe
dís luz , la tendreis ; y los que , en vuestra soberbia opi
nion, veis, y porque presumís ver rechazais la luz que
— 396 —
se os ofrece, no vereis. Ut qui non vident, videant, et
quivident, crnci fiant. Los bumildes verán: los soberbios
no verán. Mas ve , por lo mismo , el ignorante humilde,
que el sabio soberbio. En la religion es esta una verdad,
no como quiera, sino una verdad fundamental.
En este pobre ciego del Evangelio de hoy está perfec
tamente representado el ignorante humilde que llega, por
ese camino , al conocimiento de la fe y de la verdad.
Quis est Domine ut credam in euml Viendo el Salvador
las humildes disposiciones en que se encontraba el ciego
para recibir la fe y la verdad , respóndele Jesus : «Le has
visto; y el que habla contigo es el Hijo de Dios, en quien
debes creer.—Pues creo, Señor; creo, dijo el ciego;» y le
adoró postrándose en tierra. Credo, Domine. Ved, seño
res, á qué altura, y desde qué abismo, y en qué poco tiem
po ha subido este hombre en las alas de la humildad.
Este hombre, ciego de nacimiento , no habia visto la luz:
las tinieblas le cubrían al levantarse de la cama, lo mismo
que al echarse en ella : él no sabia lo que era el espec
táculo del universo: no conocía la naturaleza ni sus belle
zas: la noche era, digámoslo así, su perpetuo vestido. Pues
bien: este hombre tiene la dicha de que le vea ó le mire
Jesus; y sin él solicitarlo, pues quien lo solicita de un mo
do indirecto son los discípulos , recobra la vista, y de un
paso en otro llega á alcanzar tanta luz para su espíritu, que
los fariseos se resienten de que quiera hablarles como
maestro , y llega á ver lo que ellos no vieron , que fue al
Hijo de Dios. Así discurre este pobre ciego: «Jamás se ha
oido que á un ciego de nacimiento le haya restituido nadie
la vista; es así que este Jesus lo ha hecho , y no lo habría
hecho si fuese un impostor: luego yo creo en él, y le adoro.»
Credo, Domine. ¿Quién habia de decirle á este ciego que
en tan poco tiempo lograría ver tanto? Este hombre , que
nada veia, ve cuanto hay que ver, que es ver al Hijo de
Dios, reconocerle y adorarle, ¡Oh sapientísima humildad!
— 397 —
Veamos ahora, por la parte opuesta, la ignorantísima
soberbia , ó la ignorancia de los soberbios. Engreidos los
escribas y fariseos con la presuncion de maestros de la
ley y de guias del pueblo , no se tenian por ciegos ; y no
teniéndose por ciegos desdeñaban el reconocer y el acer
carse al médico que curase en ellos aquella voluntaria ce
guedad que les impedia ver, no solo la virtud sobrenatu
ral del Salvador, sino hasta sus mismos hechos ; hechos
que todos los demas veian y confirmaban.
El ciego curado, sus padres, las turbas, todo el mundo
dice : «Este hombre es el ciego que hemos visto siempre
sentado y pidiendo , y ahora ve. ¿Quién le ha abierto los
ojos?» Los escribas y fariseos entran en el exámen del he
cho y en la averiguacion de si era antes verdaderamente
ciego. Las averiguaciones dan un resultado capaz de abrir
los ojos á las piedras para que viesen al Hijo de Dios en
el autor del milagro ; y, sin embargo , los escribas y los
fariseos , confiados en su luz , rechazan toda otra , y se
quedan completamente ciegos de espíritu. Numquid et nos
cceci sumus?
En estos dos ejemplos veo, por un lado, á los cristia-
, nos humildes representados en el ciego, sabiendo por la
fe mas que los sabios; y, por otro, veo á los sabios sober
bios, representados en los escribas y fariseos , ignorando
lo que todos ven. Abundan hoy los pensadores soberbios,
que no quieren oir lecciones de nadie, y menos de la Igle
sia, que ellos suponen enemiga de la luz, siendo así que
es la luz misma. Quamdiü sum in mundo , lux sum
mundi. Repitense mucho las palabras ilustracion , cul
tura, progreso humano, en contraposicion á la fe, y co
mo gritos de guerra á la Iglesia y al principio de autori
dad de que es guardadora. ¡Qué grande error! El mas
ignorante fiel de nuestras aldeas sabe mas que todos esos
llamados filósofos ó sabios.
En el ciego de nacimiento , de que habla hoy el Evan
— 398 —
gelio, está representado, como dice San Agustín (1), el gé
nero humano, que contrajo la ceguedad al mismo tiempo
que contrajo el pecado. Dos cosas hay aquí que advertir para
mayor claridad y percepcion de la materia. Primera : que
este pecado, padre de la ceguedad del género humano,
fue la soberbia ; luego la soberbia añade oscuridad á os
curidad, y tinieblas á tinieblas; luego la soberbia no es
luz, ni puede ser ilustracion, ni puede ser progreso. Lue
go los soberbios no pueden ser sabios en la ciencia que
mas le interesa al hombre conocer, que es la que le pone
en relaciones con Dios y con la vida eterna, su último des
tino. Segunda : si el pecado es la oscuridad , el que viene
á destruir el pecado será luz ; luego Jesucristo es la luz;
luego por Jesucristo ha de venirnos la luz. Quamdiú sum
in mundo , lux sum mundi. Ved las generaciones mar
chando desde el pecado original y arrastrándose por to
das sus consecuencias , y las vereis sumergirse en todos
los errores y en todos los vicios , que es la barbarie. Ved
las generaciones cristianas marchando desde Cristo, y de
jándose guiar por su luz , y las vereis llegar al conoci
miento de la verdad y á la práctica de la virtud , que es
la verdadera civilizacion.
Las primeras cuestiones que interesa al hombre el co
nocer, son tres : de dónde ha venido, para qué ha venido,
y hácia dónde va : ó , lo que es lo mismo , su principio,
su fin, y los medios que á ese fin conducen. Problemas
oscurísimos para los antiguos filósofos que , dotados de tan
clara razon , no supieron ó no alcanzaron saber las pri
meras ideas que se hallan tan identificadas con su vida,
así moral como física. Ved un cristiano humilde , ved una
pobre é ignorante mujer cristiana , ved im niño de nues
tras escuelas , y con una respuesta del catecismo desva
nece las dudas que no alcanzaron ver disipadas los gran-
>•
(1) Tract. 44 in Joan.
— 399 —
des sabios de la antigüedad. El hombre ha nacido para
gozar á Dios despues de haberle servido en la tierra.
A los resplandores de esta verdad, que podríamos lla
mar la única filosofía , los cristianos no tropiezan con ti
nieblas que no puedan ver disipadas. Lo que oigan ó en
cuentren en los caminos de la vida , que pueda impedir
les la consecucion de su último fin , y que los aleje de los
medios que son necesarios para alcanzarle , ya saben que
aquello no es bueno , que aquello no es lícito, que aquello
no les es permitido. Esta es la ciencia de la salvacion, y
con ella son mas sabios los cristianos humildes que los sa
bios soberbios. Su humildad los tiene tan vacíos de sí mis
mos, que acogen con docilidad la verdad que los ilumina
y la virtud que los purifica. «Si preguntas, dice San Agus
tín, cuál es el camino para alcanzar la verdad, y qué es
lo primero en la religion y disciplina cristiana , responde
ré que la humildad; y si preguntas cuál es lo segundo,
responderé que la humildad ; y si preguntas cuál es lo ter
cero, diré que la humildad ; y cuantas veces lo preguntes,
otras tantas responderé lo mismo (1).» «No consiste , dice
tambien el padre San Leon , la disciplina de la cristiana
sabiduría en la abundancia de las palabras , ni en la habi
lidad de la disputa , ni en el deseo de alabanza y gloria,
sino en la verdadera y voluntaria humildad que desde el
vientre de su madre hasta la Cruz enseñó con su ejemplo
Jesucristo (2).» En la religion ó en la Iglesia no alcanza
mas el que es mas alto , sino el que voluntariamente mas
se abate ; porque como Jesucristo, que es la luz, se humi
lló tanto , el que quiera acercarse á esa luz tiene tambien
que humillarse.
Esta es la gran felicidad de los humildes ó pequeñue-
los. En lo antiguo , cuando aun no habia difundido Jesu
cristo su luz sobre el mundo , los pobres ó humildes no

(1) Epíst. 56. (2) Epíst. ad Diosc,


— 400 —
eran llamados á participar de la ciencia; antes bien , se les
ocultaba, no creyéndoles dignos niaun de oiría. Presumía
se que al pueblo no le convenia mas que estar ciego ; es
decir, ignorar aquellas supuestas'verdádes que los filóso
fos del gentilismo consideraban como secretos de ellos y
de los dioses. Pero viene Jesucristo, y tos pobres ó humil
des son evangelizados, y oyen la mas alta de las ciencias
que le interesa al hombre cultivar/ Los ignorantes, los in
doctos, pero humildes, vierten , dice San Agustin , y nos
arrebatan el reino de Dios, á nosotros que presumimos de
sabios. Sin dudas que tos atormenten, porque creen firme
mente la palabra de Dios propuesta por la Iglesia, que sa
ben no puede engañarse, su espíritu marcha tranquilo en
tre las olas de las opiniones humanas, guiado por qnien
no puede estraviarle, pueses el camino', por quien no pue
de engañarle, pues es la verdad; y por quien no puede
perderle , pues es la vida. Ego sum via , veritaáyit
.. ,íi.'l i ,i:|.í Vi,í¡ íii:|i 5 i -Mi*! i^nO/V-i
La verdad religiosa va siempre , digámoslo así,' Si
guiendo al hombre. Le busca , como buscó Jesus al cie
go de nacimiento; deseando revelar en su curacion las
obras de su Eterno Padre. Mientras en el corazon no haya
soberbia, que es el enemigo' de la luz y de la gracia, la
verdad penetrará en él , como penetró en el espíritu del
ciego recien curado , luego quélesucristo le advirtió que
al Hijo de Dios le habia visto, y era el que eon él hablaba.
«Creo, Señor; creo,» respondió el recien curado^ adorán
dole al mismo tiempo.™" !i. J* íl1ii il**' "ii * f1" f °n*
¡Almas sencillas, pobres /humildes é ignorantes, y todo
cuanto se os quiera llamar, no os aparten de vuestra' fe las
vanas declamaciones dé tu* enemigos! Vosotros sabeis mas
que ellos en la ciencia qué 'tilas nés importa <5Ünoéé>. Sin
lo que vosotros sabeis no pueden resolverse los arduos
problemas dela moral, ó sea los deberes que nos ligan con
Dios , con nuestros semejantes y con nosotros mismos.
.— 401 —
Vosotros sois la luz de los sabios, pues lo que vosotros
creeis es el fundamento de la ciencia religiosa y moral que
ellos pueden alcanzar.
Con esta sabiduría de los ciegos ó ignorantes humildes,
contrasta la ignorancia de los sabios presuntuosos. «He ve
nido , dice Jesucristo , para que vean los ciegos humil
des, y para que se vuelvan ciegos los que presumen verlo
ó saberlo todo.» Los escribas y fariseos se quedaron cie
gos con sus pretensiones de sabios; como están ciegos hoy,
respecto de las altas verdades que mas les interesa cono
cer, los que presumen de ilustrados.
Preguntad al ateo, al incrédulo, cuál es su principio y
su fin; y, si os responde en consecuencia con sus doctri
nas ó sistemas, le vereis incurrir en los mayores absurdos,
indignos de un hombre que tiene una razon. Nada sabe.
Su vida mírala como un tiempo destinado al placer ; al
placer, que no encuentra, por mas que se consuma entre
placeres. Pero lo que hay aquí de notable es que nadie
mas que los sabios soberbios aspiran á la inmortalidad; y
siendo así que, por propia esperiencia, ven cuán mortales
son las glorias de la tierra, su espíritu ha de agitarse in
quieto, negando, como niegan, la futura vida inmortal. Si
suponen que toda la vida se acaba con la muerte, aceptan
un destino final igual al del bruto; ¿y cómo se concilla esto
con sus pretensiones soberbias, que les hacen considerarse
superiores á todos los seres , y que, por no reconocer un
superior, niegan la existencia de un Ser Supremo? ¿Desde
ñan á Dios, y no desdeñan al bruto? ¿Y esto es sabiduría?
¿Y esto se llama ilustracion? Verdaderamente pueden de
cir, como los escribas y fariseos: Numquid et nos cceci
sumus. Halos hecho ciegos su soberbia. . \
Aun aquellos que, mirando como un absurdo el ateis
mo y la incredulidad, hacen alarde de profesar ideas re
ligiosas, no participan de mayores luces que el incrédulo
mientras no sean fieles y sumisos hijos de la Iglesia, y aun
tomo ni. §!6
— 402 —
añado que serán quizá doblemente espesas sus oscurida
des; porque suponer que no han de estar sujetos á una su
prema direccion infalible, cual es la Iglesia, las ideas re
ligiosas, que deben ser inmutables, porque loes Dios,
es destruir esas mismas ideas, y ponerse en camino de lle
gar al ateismo. Si los presuntuosos sabios no someten su
juicio con humildad al de la Iglesia, lo mismo que el mas
sencillo fiel, llegarán á perderse en lamentables estravíos;
y se pondrán tan distantes de la luz, que el fiel mas igno
rante podría ser su maestro. Los estravíos de los sabios
son doblemente funestos; y sin la humildad, en lo que toca
á la fe, sin la sumision, sin el respeto a las decisiones de
la Iglesia , que son el foco de la luz, no pueden hallarse
mas que tinieblas.
Apreciad vuestra sabia ignorancia, ¡oh humildes y
sencillos cristianos! y detestad la inflada ciencia de los que
presumen de sabios. Dad gtoria á Dios, publicando el gran
favor que os dispensa al conceder á vuestro sencillo espí
ritu el don de la fe. Credo , Domine. Muchos quisieran
creer, y sus vicios ó sus errores voluntarios los han puesto
donde no puede mirarlos, como al ciego, el Hijo de Dios.
Trabajad para que el don de la fe no se os arrebate, pues
no encontraríais en el mundo nada que sea tan estimable.
Esta es verdaderamente la sabiduría, á cuyo infinito pre
cio no encuentra el Espíritu-Santo nada que se le iguale.
Creyendo, sois sabios , porque creyendo, veis lo que al
hombre no le es dado ver. No creyendo, sois ignorantes,
porque entonces no podeis á vosotros mismos comprende
ros. Da gloriara Deo.
Despues de habernos abierto los ojos á la luz de la fe,
no permitais, Dios mio, que volvamos á estar ciegos. Ilu
minadnos siempre, concediéndonos la gracia para que nos
apartemos del pecado, que es un obstáculo para la sumi
sion, y logremos la gloria. Amen.
SERMÓN
sobre el evangelio del viernes después del
cuarto domingo de Cuaresma (1). .

Domine, ecce quem amas infir-


matus. Audiens autem Jesús di-
cit... infirmitas hasc non est ad
mortem, sed pro gloria Dei , «t
glorificetur films Dei per eam.
(Joan., H, v. 3,4.)

IlXMO. Sr.:

Lo que mas ama V. S. I. padece una grave y tenaz en


fermedad. No hablo de la persona de ningun Lázaro, como
hoy lo hace el Evangelio. Hablo de la religion, que es
para vosotros el objeto mas querido. Esta hija de Dios ha
venido ganando triunfos sobre sus enemigos desde el
principio del mundo, y nada ha sido bastante para arre
batarla la victoria. Sus enemigos desaparecieron: las sec
tas se habian desacreditado , y ella se manifestaba tanto
mas hermosa cuanto mas obstinado era el empeño en

(1) Predicado al ayuntamiento de Toledo en 1840.


— 404 —
denigrarla. Ya parecía que iba á reinar una calma se
gura , y que la Iglesia gozaría de los despojos que en una
y mil victorias ganó á sus enemigos. No ha sido así, por
desgracia. El error, esforzándose cuanto le es dado, se
manifiesta con nuevas formas ; se ha dejado ver cubierto
con el bello nombre de una filosofía llamada razon hu
mana , y ha producido los lamentables resultados que debo
callar por sabidos. Armó á los pueblos contra los prínci
pes , y á los príncipes contra los pueblos : la tierra ha sido
inundada en sangre : la anarquía ha luchado contra el ór
den social; y los pueblos, en fin, han venido á arrastrar
un grillete despues de habérseles ofrecido manejar un ce
tro. Como era de esperar, el orden religioso fue turbado:
la religion cayó, digámoslo así, enferma ; pero alegré
monos de que esta enfermedad no ha sido mortal , ni po
día serlo, y ha servido mas bien para que la gloria de Dios
se manifieste en toda su grandeza. Infirmitas hoec, etc.
Los gobiernos , despues de tantas catástrofes , se han
convencido de que en la religion encuentran el mas firme
apoyo de su autoridad, y el medio mas fácil de hacerse
obedecer; y los pueblos, de la misma manera, han llegado
á saber quenada les interesa tanto como el ser gobernados
por hombres religiosos. Esa enfermedad , esos dolores,
que por tan largo tiempo han afligido á la religion , han
servido para robustecer y estender sus conquistas.
Aun hay, es v.erdad; aun hay hombres que se resisten
á abrir los ojos á la luz; pero de esperar es que los perse
verantes esfuerzos de los ministros de Jesucristo serán
coronados por Dios con el mas feliz éxito. Para cooperar
en cuanto esté de mi parte á la grande obra de rectificar
tantas ideas estraviadas, me detendré hoy á probar
La divinidad de Jesucristo por la resurreccion de
Lázaro.

Ave María.
— 405 —
Los milagros son los poderes con que Dios autoriza á
sus siervos, para que estos sean recibidos como verdade
ros plenipotenciarios de la Divinidad entre los hombres y
los pueblos. Pero es necesario poner sumo cuidado en dis
cernir los verdaderos milagros de los que no lo son ; y al
efecto, convendrá advertir que un milagro puede ser sos
pechoso cuando no se refiere sino despues de mucho tiem
po de haber sucedido ; cuando no se publica en los mis
mos lugares que han sido teatro de este acontecimiento,
sino en partes remotas ; y cuando , no haciéndose obje
cion alguna , no ha podido hacerse tampoco un exámen
atento y especial. Nada de esto tiene lugar en los diferen
tes milagros que refiere el Evangelio. Porque ¿dónde su
ceden la mayor parte de ellos? ¿En los desiertos, en los
rincones, ó en la oscuridad? No. Se verifican enmediode la
sinagoga, en las plazas, en las ciudades. Si algun enfermo
ha sido curado, los Evangelistas dicen su nombre , el de
su familia, su pueblo y el lugar que habita. No hay mo
tivo alguno para ponerlos en duda; hay que rendirse y
reconocer el dedo de Dios.
Uno de los milagros mas ilustres que hizo Jesucristo fue
la resurreccion de Lázaro. Los incrédulos se han esforzado
en hacerla dudosa; pero la narracion del Evangelista pre
senta unos caractéres de verdad tan visibles, que no es
posible oscurecerlos. Cualquiera que los examine sin pre
vencion se convencerá de que no tuvieron ninguna parte
en ese milagro la casualidad, el error, el fraude ni la im
postura. Lázaro era un hombre rico y que gozaba de con
sideracion entre los judíos, lo cual se prueba por el modo
con que de él habla el Evangelio, por la cantidad de per
fumes que gastó su hermana para honrar á Jesucristo, por
la atencion de los principales judíos de Jerusalen, que vi
nieron á consolar á Marta y á María , afligidas con la
muerte de su hermano. Un hombre de esta clase, ¿hubiera
querido deshonrarse y hacerse odioso á su nacion por un
— 406 —
fraude concertado con Jesucristo? Hubiera sido preciso
que entrasen en el complot las dos hermanas de Lázaro,
sus amigos y sus criados. ¿Cómo era posible ñngir la en
fermedad, la muerte, los funerales y el embalsamamiento
de un hombre de consideracion, á media legua de Jerusa-
len, sin peligro de ser la ficcion descubierta? El temor de
que se resintiesen los judíos debia ser un obstáculo para
los cómplices del fraude: habia ademas una escomunion
fulminada por el consejo de los judíos contra todos los que
reconociesen á Jesus por Mesías, y sus enemigos habian
tratado ya de prenderle. ¿Se hubiera atrevido el mismo
Jesucristo á proponer siquiera semejante fraude á una fa
milia que le manifestaba el mayor aprecio, y á quien
tanto amaba el Salvador ?
Jesus no estaba en Betania cuando Lázaro cayó enfer
mo, y murió, y fue sepultado; estaba en Betabara, al otro
lado del Jordan, y distante de Betania mas de doce leguas.
Sus hermanas le enviaron un mensajero para decirle que
estaba enfermo su amado. Pasaron por lo menos cinco días
desde la salida de este mensajero hasta la llegada de Je
sucristo. Es necesario advertir que, sin recibir la noticia
de su muerte , Jesucristo la anunció ya á sus discípulos:
Lasarus amicus noster dormit, sed vado uí á somno es-
citem eum. Llega Jesus, y Lázaro llevaba ya cuatro dias
en el sepulcro. El dolor de sus dos hermanas tenia todas
las señales de sinceridad ; los judíos que vinieron de Jeru-
salen piensan que María , cuando salió á recibir á Jesus,
iba á llorar á su hermano al sepulcro. «Señor, le dicen: si
hubieras estado aquí, no habría muerto nuestro hermano.»
El diálogo admirable entre las hermanas y Jesus , las lá
grimas de María, las respuestas que da el Señor á las dos
hermanas , y el asombro de los circunstantes, que dicen:
«Este hombre, que curó á un ciego de nacimiento, ¿no pudo
impedir la muerte de su amigo?» Todo, como veis, anun
cia aquí sinceridad y buena fe.
— 407 —
Al ver Jesus tanto llanto, se turbó: infremuit Spiritu.
«(¿Dónde está? preguntó.-^-Señor, aquí está; venid y ved.» A
presencia de las dos hermanas , de los judíos de Jerusa-
len y de sus discípulos, se acerca á la caverna en que Lá
zaro estaba sepultado. No se buscan tantos testigos para
representar una impostura. Mandó Jesus quitar la piedra
que cerraba el sepulcro, y entonces Marta le dice: «Huele
ya mal, porque hace cuatro diasque está en el sepulcro
Cree, mujer, dice Jesus, y verás la gloria de Dios.» Jesus
levanta los ojos al cielo , invoca á su Eterno Padre, y con
pavorosa voz, grita : «Lázaro , sal afuera. » Atado de pies;
y manos, el muerto se levanta; quítanle las ligaduras se
pulcrales, y se llena de vida. Muchos judíos, testigos de este
prodigio, creyeron en Jesucristo; y si la religion no tuvie
ra otro que alegar en su favor, era este muy suficiente para
probar su divino origen.
Si Lázaro no hubiera muerto , le habría sido imposible
permanecer tantas horas con las ligaduras , con el rostro
cubierto, y en un sepulcro cerrado por una gran piedra. Y
notad que salpicaban el cuerpo y empapaban las ligaduras
con secantes, que muy pronto atraían la disolucion: y si no
hubiese sido sepultado de este modo, como se hacia con los
muertos de calidad, los judíos que estuvieron presentes á
su resurreccion no se hubieran sorprendido, ni se dejarían
engañar por una falsa sepultura : hubieran mas bien acu
sado á Jesus, á Lázaro y á sus hermanas como solemnes
impostores. Muchos creyeron entonces en Jesucristo: mu
chos vinieron de intento á Betania por ver á Lázaro resu
citado, y todos le vieron. La fama de este milagro llegó á
Jerusalen, y proporcionó á Jesus el triunfo de la entrada
que verificó algunos dias antes de la Pascua. Los judíos,
enfurecidos con este triunfo, resolvieron hacer morir á Je
sucristo y al mismo Lázaro, porque su resurreccion au
mentaba el número de los partidarios del Nazareno. Así
que, todas las circunstancias anteriores á este milagro, el
— 408 —
modo con que se verificó y los efectos que produjo, con
curren á la demostracion de esta verdad, y recibe todavía
mas fuerza con la narracion sencilla y circunstanciada que
de ella hace el Evangelio.
Los judíos mismos, que vieron á Lázaro enfermo y
asistieron á sus funerales , fueron testigos de la tierna es
cena en que Jesucristo manda levantar la piedra del sepul
cro; vieron á Lázaro muerto y embalsamado; le vieron sa
lir del sepulcro á la voz de Jesucristo ; pudieron conversar
con él eu aquel mismo momento, y algunos de ellos fueron
á referir estos hechos á los jefes de su nacion. Los incré
dulos objetan que es imposible que unos hombres raciona
les viesen un milagro como este sin creer en Jesucristo;
pero este argumento no tiene fuerza cuando se habla de
los judíos. Desde la resurreccion de Lázaro, ¿no han visto
cumplirse todas las profecías? ¿No vieron en la muerte del
Mesías hendirse los peñascos, temblar la tierra , eclipsarse
el sol, trastornarse toda la naturaleza? ¿Y han creido por
ventura? El Mesías debia nacer en el segundo templo, y este
ya no existe : debia ser de la raza de David , y esta ya ha
finalizado : la misma dispersion del pueblo hebreo por el
mundo prueba que ya vino el que habia de venir , y era
la esperanza de las naciones. ¿Y cree por eso aquel pueblo?
Luego ¿qué estraño es que no creyeran en Jesucristo
por la resurreccion de Lázaro, cuando no creyeron por
otros muchísimos milagros ? No se me diga que no fue so
metido á examen ese milagro : tampoco sometemos á exá
men si el sol alumbra ó si el fuego quema , porque todos
lo vemos, y el negarlo seria un contrasentido. ¿Qué me
jor examen que haber visto todos á Lázaro muerto , se
pultado, y vuelto despues á la vida ? Aquí no tiene lugar
el exámen, á causa de la autoridad y de la evidencia. Y
por lo mismo que era un hecho tan público , tan evidente,
tan manifiesto , que ni se podía ocultar ni negar, los prin
cipes y sacerdotes conspiraron contra la vida de Lázaro,
— 409 —
Pero ¡qué necedad I ¿El que le resucitó muerto, no podría
resucitarle decapitado? ¡Qué parecidos eran aquellos hom
bres á los incrédulos de nuestros tiempos!
Los impíos del siglo xvm y del xix proyectaron en el
acceso de su furor acabar con una religion que condenaba
sus crímenes y su vida , y hubieran querido que ni vesti
gio de ella quedara sobre la tierra , para que ni memoria
de Dios, cuya obra es, pasara á sus descendientes; pero
fueron confundidos en su locura , y la hoya que tenian
abierta para sepulcro de la religion recibió las fétidas y
execrables cenizas de sus mas crueles enemigos. ¡ Qué
leccion tan importante ! La desmedida impiedad es la en
fermedad , digámoslo así , de la religion, de que hablé al
principio ; pero no hay cuidado , la religion no muere;
antes bien , saldrá mas rica y brillante del nuevo combate
en que está empeñada , como salió de todas las pruebas
con que sus enemigos quisieron combatirla.
Los milagros de Jesucristo , y, por consiguiente , las
pruebas de la divinidad de la religion cristiana son he
chos ; hechos palpables, hechos públicos , hechos que no
se pueden tergiversar de manera alguna. Hay que negar
los hechos que se palpan , y, por consiguiente , el hombre
tiene que dejar de ser hombre, para negar la verdad de los
milagros de Jesucristo, y, por lo tanto , la divinidad de la
religion que profesamos. Si los milagros de Jesucristo se
niegan , no queda en la historia ni puede quedar un solo
hecho asegurado; pues ninguno de cuantos hechos histó
ricos en ella se consignan tiene en su favor mas testimo
nios de verdad que los que tienen los hechos milagrosos
de nuestro Salvador.
Pidamos todos al Señor que levante de sobre el espí
ritu de muchos hombres la losa de la indiferencia ó incre
dulidad , y que salgan del sepulcro del error y de la muer
te, donde yacen. Que vuelvan á la vida, » á la vida de la fe
y á la vida eterna. Amen,
SERMÓN
sobre el mismo evangelio.

Jam fmtet , quatriduanus esl


enim. (Joan., H, 39.)

Ya despide olor, pues lleva cua


tro dias en el sepulcro.

' Los tres muertos que resucitó Jesucristo significan, se


gun dice San Agustín (1), las tres clases de pecadores que
desde la muerte de la culpa trae el Salvador con la virtud
de su divina gracia á la vida eterna. Resucitó á la hija del
jefe dela sinagoga, quei estaba aun en su casa ; resucitó al
hijode la viuda de Naim, á quien conducían ya por fuera de la
ciudad; y resucitó á Lázaro, que llevaba ya cuatro dias se
pultado. Si consentiste en el pecado, ya estás muerto; pero
la muerte es interior, pues aun no realizaste tu pensamien
to. Esta clase de pecadores se encuentran representados en
la hija del jefe de la sinagoga , que aun se hallaba en su casa,
y que el Señor resucita para enseñarnos cómo hace resuci
ten estas almas. Si no solo has consentido, sino que has
realizado el pecado, ya estás muerto, y como muerto te
llevan fuera de las puertas de la ciudad. El Señor resucita

(i) Tract. 49, üi Joan.


— 412 —
tambien otras almas representadas en el hijo de la viuda,
y se las devuelve á su madre la Iglesia, si es que se arre
pienten. El tercer difunto es Lázaro, y en él están repre
sentados los pecadores habituales ó consuetudinarios, los
cuales, por el hábito ó costumbre de pecar, están ya se
pultados y despiden olor hediondo. Jam fcetet. A todos los
pecadores puede el Señor resucitarlos, y esto nos consuela;
pero resucita á muy pocos, y esto nos hace temerosos.
He de llamar hoy vuestra atencion, ¡oh cristianos! sobre
la situacion en que os colocais pecando por hábito ó cos
tumbre. No solo está ya difunta vuestra alma/ como la hi
ja del jefe de la sinagoga; no soío está ya en el camino del
sepulcro, como el hijo de la viuda, sino que, como Lázaro,
se halla ya sepultada bajo la inmensa mole de tantas culpas,
despidiendo olor intolerable. ¿Es posible que estos pecado
res consuetudinarios ó de costumbre hayan de vivir en
tranquilidad é indiferencia, viendo, como ven, llorar á Je
sucristo sobre el sepulcro de Lázaro, que representa el he
diondo sepulcro en que se encuentran sus almas? ¿Cómo
puedes reir, pecador, viendo á Jesus llorando por tí? ¿Có
mo estás tranquilo, estando Jesus turbado?
Apenas puede creerse tanta indiferencia por la propia
salvacion. Nos encontramos enfermos del cuerpo , y luego
llamamos al médico para que nos aplique remedio; y esta
mos enfermos del alma, y no cuidamos de su curacion.
Queremos evitar muera lo que ha de morir, y no quere
mos viva lo que ha de vivir eternamente. ¡Qué lamentable
ceguedad!
Oye, oye, pecador, y estremécete.
El pecador consuetudinario ó por costumbre no pue
de salir de su sepulcro sino por un gran esfuerzo del
infinito poder de Dios.
Jam fwtet, quatriduanus est enim.

Ave María*
— 413 —
El hombre es siempre un pobre enfermo, á consecuen
cia del original pecado que, á modo de herencia , le legan
sus padres. Erat quídam languens. Esta enfermedad va
desarrollándose despues con el calor de lo que llamamos
fomes peccati; y si bien para curar nuestras dolencias, Je
sucristo, amigo de los hombres , ha dejado en su Iglesia
eficaces medicinas, no siempre, á causa de la natural ma
licia, llama al médico el enfermo , ni el doliente recurre
adonde está su verdadera salud. Viene , pues , á suceder
que aquel Lázaro, que aquel enfermo por naturaleza , si el
Señor no viene otra vez á Judea, es decir, en socorro suyo
con auxilios de gracia , muere por el pecado , como Lá
zaro murió por la enfermedad. Lazarus mortuus est. Ese
mismo enfermo que muere, cae luego ó le arrojan sus cul
pas en profunda hoya, desde donde despide á lo lejos he
diondo olor, y de la cual no puede salir si Jesucristo no
brama en su espíritu, y Hora, y llama con aterradora voz.
Jam fcetat.
Entiende , entiende , ¡oh pecador de costumbre! lo que
pasa por tí, y cómo te arrojas a la hoya , y cómo despides
olor pestífero, y cómo haces llorar á Jesucristo, y cómo le
obligas á que , si ha de librarte, dé una voz que penetre
en los abismos de tus culpas. He de decirte , pecador de
mi alma , cómo llegas á tan triste estado ; y para que me
escuches con docilidad y santo temor, te advertiré de an
temano que Jesucristo no resucitó mas que á un Lázaro:
lo que debe obligarte á evitar, por todos los medios posi
bles, el caer en el pecado , y hacerte pecador consuetu
dinario.
El hábito ó la costumbre de pecar se contrae á fuerza
de repetir los pecados , aunque estos sean en un principio
faltas leves. El cristiano no debe mirar ninguna falta como
leve para el caso de evitarla; pues si bien es cierto que las
faltas ligeras no matan al alma , la enferman y debilitan.
Por pequeño que nos parezca el enemigo, el hombre pru
— 414 —
dente no le desprecia nunca. ¿Quién mas pequeño que el
hijo de Isaí, y quién mas fuerte que el j ¡gante Goliath? Sin
embargo, el grande desprecio al pequeño , y con el caya
do y la honda del pequeño, fue destruido el grande. Esto,
que sucedió en un combate físico ó corporal , sucede lo
mismo en las luchas del espíritu. El pecador que no evita
las primeras caidas ó pecados, que son las primeras en
fermedades y accidentes, languens, en ellas mismas en
cuentra luego la muerte. Porque nuestro comun enemigo
no entra de un golpe á derribarnos en tierra, como Sanson
hizo con las columnas y el templo , sino que se introduce
con lentitud, encubriendo hábilmente su malicia. Por eso
San Pablo, escribiendo á los de Efeso, nada les aconsejaba
con mas esmero sino el que evitasen el dar entrada al dia
blo. Nolite locum dare diabolo (i). Si una vez logra en
trar, todo lo ensancha y para sí lo amplifica. Le concedis
te un pensamiento leve , te permitiste una palabra ligera,
hiciste una accion do dudosa malicia ; ya abriste entrada
al diablo: y tú verás , tú verás cómo desde aquel pensa
miento, y desde aquella palabra, y desde aquella obra, que
consideraste ligeras enfermedades, vasá caer en otras ma
yores, hasta llegar á morir, sepultarte y podrirte. El pen
samiento destempla tu alma; el deleite la enferma ; el con
sentimiento la mata; y la mala costumbre la entierra.
Lo que hay que oir es el trabajo , digámoslo así, que
cuesta luego sacar el alma del sepulcro, donde ha princi
piado ya á corromperse. Por mas que lloren las hermanas
María y María, y vengan muchos judíos á consolarlas, Lázaro
no se levanta de la tumba. Es preciso para esto que Jesu
cristo venga otra vez con sus discípulos á la Judea: es pre
ciso que Marta le salga al encuentro llorando la muerte de
su hermano; y que María llore, y lloren los judíos que las
acompañan, y que llore Jesus , y se conturbe dentro de si

(1) Cap. 4.
— 415 —
mismo, y despues de hecha, como hombre, oracion al Pa
dre, diga con fuerte voz: Lázaro, sal fuera. En todo esto
se ve que Jesucristo parece tuvo que hacer un esfuerzo de
su poder para sacar de la tumba á Lázaro, que llevaba ya
cuatro dias en el sepulcro.
La casa de Marta y Maria es una figura de la Iglesia
donde se llora la muerte espiritual del pecador. ¡ Cuántas
lágrimas cuestan á la Iglesia, nuestra madre, las enferme
dades espirituales de sus hijos! No cesa de dirigir por su
conversion oraciones al cielo, y de derramar lágrimas
por traerlos al verdadero arrepentimiento de sus culpas.
Domine, ecce quem amas, infirmatur. El que amas, Señor,
dice á Dios; el que amas, el que por tí ha sido criado, el
que por tí ha sido redimido, se encuentra enfermo. ¿Cómo
has de permitir que muera, si le tienes tanto amor que
por él has querido ser crucificado? Ven otra vez á la Ju-
dea, ven; ven con la gracia á su alma, que esto no es
tanto como ser clavado en una cruz. Vos sois la resurrec
cion y la vida, y el Hijo de Dios vivo que viniste al mun
do, no á llamar á los justos, sino á los pecadores. No pue
de el pecador pedir por sí , y tienen que hacer la caridad
de pedir por él otras almas.
Jesucristo no puede ver á la Iglesia llorar sin conso
larla, como no pudo ver con indiferencia llorar á las her
manas de Lázaro sin sacarlas de su afliccion. ¿ Dónde
está ese cadáver? ¿Dónde está ese pecador? ¿Dónde le han
puesto sus culpas? Tan perdido queda el hombre por el
pecado, que ni el mismo Dios sabe dónde está. Ven, Se
ñor; ven, y mira: mira esa infeliz alma, donde la corrup
cion ó podredumbre del pecado ha borrado tu imágen y
semejanza. Veni, et vide.
Luego que , por mandato de Jesucristo, quitaron la
piedra que cubría la entrada de la gruta donde estaba el
cadáver de Lázaro, Marta, como queriendo apartar á Jesus
de aquel hediondo espectáculo: Huele ya, Señor, le dijo,
— 416 —
pues lleva aquí cuatro días. El pecador despide olor pestí
fero permaneciendo, por costumbre, en la culpa. Jam fcetet,
quatriduanus est enim. No lleva solos cuatro dias el peca
dor consuetudinario en el sepulcro de sus culpas, sino me
ses y meses, años y años. ¿Cómo no ha de corromperse?
¿Cómo no ha de oler? Jam faetet. Despide olor su cabeza,
por la corrupcion de sus pensamientos; despide olor su
boca, por la corrupcion de sus palabras; despiden olor sus
manos, por la corrupcion de sus obras; despide olor su
corazon, por la corrupcion de sus deseos; despide otor su
entendimiento, corrompido por falsas ideas ; despide olor
su voluntad, viciada con tantos apetitos; despiden olor sus
ojos, no mirando mas que objetos corrompidos, y sus oí
dos, no oyendo mas que voces de pasiones. Jam fcetet.
¿Cómo vais á acercaros, Señor; cómo vais á acercaros á
este pecador, á quien la costumbre de pecar hace despida
un olor tan hediondo?
No es fácil se levante pronto quien tiene sobre sí una
piedra. Esa piedra hay que quitarla; y para que nuestra
conversion sea meritoria , ó, mejor dicho, para que nues
tra conversion se verifique, quiere el Señor que nosotros
quitemos la piedra, dándonos él fuerza para ello. Tollite
lapiden. Antes ¡oh pecadorl tienes que quitar la piedra
de las ocasiones donde has encontrado tu muerte. Tollite
lapiden. Mientras eso no realices ó no estés en el pro
pósito de realizarlo, Jesucristo no alza su voz, ni te saca
de tu sepulcro. Y advierte que ha de costarte gran trabajo
remover los esteriores impedimentos de tu salvacion: ad
vierte que no es una hoja de árbol la que tienes sobre tí,
sino una piedra; pero una piedra que tu costumbre de pe
car ha ido haciendo cada dia de mas grande y durísima
mole. Esa piedra la tienes tú que quitar para demostrar á
Dios que quieres salir del sepulcro. Mientras tú no re
muevas esa piedra, Jesucristo no te restituye á la vida;
pues no es resurreccion mas que para los que quieren re-
— 417 —
sucitar , y no es vida mas que para los que quieren vivir.
Tollite lapidem. tu.
Aun removida la piedra, como que el pecador consue
tudinario se encuentra en el sepulcro, pudriéndose ya, y
atado con ligaduras, no puede salir de allí sin una gran voz,
sin una gran gracia, sin un gran esfuerzo del divino poder.
Voce magna clamavit: Lazare, veni foras. Al resucitar
Jesucristo á la hija de Jairo, jefe de la sinagoga, dijo so
lamente: Levántate, yo te lo mando: y al resucitar al hijo
de la viuda dijo otro tanto. Pero al resucitar á un hombre
que llevaba ya cuatro dias en el sepulcro, ademas de tur
barse y llorar, tiene que decir en alta voz : Lázaro , sal
fuera. .j _.. \ . , : . ii, i i'. .. . , , -iM. i:
Para sacar del sepulcro al pecador consuetudinario no
basta una gracia comun, sino que se necesita una eficací
sima. Las manos, y los pies, y la cabeza, lodo lo tiene ata
do ese pecador, y con las ligaduras de la culpa está impo
sibilitado de hacer ningun movimiento. ¿Y te parece.ama-
do mio, que Jesucristo se halla en el caso de venir á cada
bora á sacarte del sepulcro? ¿Has leido ó lees que el Sal
vador resucitase muchos Lázaros? ¿Presumes que en el dia
que tú quieras, y en la hora que tú señales, y en el mo
mento en que lo necesites, ha de venir Jesucristo á bus
carte, turbado y llorando, como buscó á Lázaro? ¿No has
de temer el morir, confiado en que una gran voz de Jesu
cristo te sacará del sepulcro? ,,,.,. \
¡Cómo te engañas, ¡oh pecador! cómo te engañas! Tié-
nente ligado, y sepultado y corrompido tus culpas; tienes
sobre ti una piedra: has principiado á podrirte : no hay
casi esperanza para tí. Una gracia ordinaria ó comun po
dría romper tus ligaduras; una gracia fuerte podría levan
tar la piedra; pero ¿cómo, hallándote ya en corrupcion ó
disolucion, has de volver á la vida? Con razon recurrió
Jesucristo, como hombre, á su Eterno Padre para que le
oyese su oracion por Lázaro; dando á entender que se te"
tomo ni. 27
— 448 —
nian que poner de acuerdo y unirse la misericordia del
Hijo y el poder del Padre para sacar del sepulcro un ca
dáver que llevaba allí ya cuatro dias. Hay aquí un gran
esfuerzo de voluntad y de poder por parte de Jesucristo,
y eso nos significa lo mucho que le cuesta sacar de la culpa
al pecador consuetudinario, ó sepultado y corrompido.
Ál pecador consuetudinario difícilmente le falta algun
vicio. Un abismo llama á otro abismo. Está corrompido
por todas partes. No hay parte sana en su alma. La mano
no puede ayudar al pie, ni el pie puede ayudar á la ma
no. La cabeza no puede dirigir al cuerpo, ni el cuerpo
puede sostener la cabeza. Todo está ahí muerto é inerte.
Ese pecador es una piedra de inmensa mole en el fondo
del Océano. Es preciso hacer un grande esfuerzo para sal
varle: es preciso que la Iglesia, madre de inagotable cari
ño, llame á Jesucristo por medio de sus ministros y de las
oraciones de los fieles, para que otorgue el don del arre
pentimiento á tantos pecadores sepultados en el abismo de
las culpas.
Los ministros de Dios claman todos los dias con fuerte
voz, diciendo á los Lázaros: «Salid fuera.» Exi foras.
Pecador, sal del sepulcro de la lujuria. Pecador, sal del
sepulcro de la envidia. Pecador, sal del sepulcro de la so
berbia. Pecador, sal del sepulcro de la avaricia. Pecador,
sal del sepulcro de la indiferencia. Exi fQras. Pecador,
sal de esa casa, que es para tí un sepulcro. Pecador, deja
ese oficio, que es para tu alma una tumba. Pecador, huye
de esa compañía, que te conduce á la muerte. Exi foras.
Así gritan, en nombre de Dios, sus ministros, y nadie oye.
El pecador permanece en su corrupcion y en su sepulcro.
Asombraos: un cadáver oye una vez la voz de Jesucristo,
y se levanta; y el pecador oye muchas veces las voces de
aquellos en quienes el Salvador delegó su potestad de atar
y desatar, y aun de hacer cosas mayores que las que Jesu
cristo hiciera, y permanece quieto. Pues bien, hermanos
— 419 —
mios: el que á nosotros no nos oye, no oye á Jesucristo:
el que á nosotros no nos quiere oir, no quiere oir á Dios:
el que á nosotros nos desprecia, á Dios desprecia. Y des
preciando ya, por hábito y por costumbre, á Dios, ¿os pa
rece ha de venir Jesucristo á buscaros? No, no es esa la
conducta ordinaria de Dios; como no lo fue el resucitar á
todos los que se hallaban en iguales circunstancias que Lá
zaro. Dije antes que puede resucitarlos á todos para que
confiemos en su misericordia ; pero que no resucitó mas
que á Lázaro para que nos infunda temor su justicia.
No quiero dirigirme ahora al pecador consuetudinario,
pues, despreciando mi voz, agravaría su crimen, y seria
una piedra mas sobre su sepulcro, y una ligadura mas en
su cadáver. A vosotras, almas cristianas; á vosotras os
ruego que pidais á Dios por la conversion del pecador.
Domine, ecce quem amas, infirmatur. Está enferma el al
ma que á tu imágen y semejanza criaste. Ven á salvarla,
lú que eres la resurreccion. Ven, Señor, y mira dónde es
tá. ¡Qué horror! Lleva muchos días pudriéndose; pero vos
sois la vida, y, al eco de vuestra poderosa voz, Lázaro sal
drá fuera. Hacedlo asi, Redentor mio, y no permitais pe
rezca ninguno de los que os ha entregado el Padre. Levan
tadlos del sepulcro de la culpa, y llevadlos á reinar con
vos en la gloria. Amen.
SERMÓN
sobre la Encarnación del Hijo de Dios .

Et Verbum caro factum est.


(Joan., 1.)

El género humano ha visto ya que para sus heridas


no puede prestarle bálsamo la tierra. lia vivido con la
naturaleza, es decir, con la ley natural, y su enferme
dad se ha agravado ; ha vivido luego con una ley escrita,
y sus llagas no han dejado de ensancharse. Convencido de
su impotencia para ver curados sus males, no deja nunca
de exhalar suspiros por medio de sus patriarcas, y de lla
mará grandes voces, por medio de sus profetas, al que
habia de venir deseado de las gentes , esperanza de, las
naciones. Si el triste recuerdo de la catástrofe del Paraíso
le abate , va tambien unido á ese recuerdo una promesa
que le levanta : la promesa de que se habia de rehacer lo
deshecho , de encontrar lo perdido , y de traer otra vez
á Dios al hombre , por tan inmenso abismo ya de Dios
separado.
El cielo y la tierra parece se habian quedado sin luz:
— 422 —
los peces , y las aves , y los animales, sin rey , y el hom
bre sin Dios. Todo era bueno, al verlo el Señor , despues
de la creacion; y, poco tiempo despues, todo está ya des
ordenado. El desórden moral y el físico entran en el mundo
con el pecado de Adan , y los cuatro brazos del gran rio
del Paraíso llevan , digámoslo así , á toda la tierra la muer
te que nace bajo el árbol de la vida. En seguida la muer
te produjo muerte : Cain mata á Abel : y el fratricida va
buscando maldiciones contra su cabeza , ya que , por vo
luntad de Dios, no pudo hallar la muerte ¡ la muerte tam
bien, que en su desesperacion buscaba. En la historia del
género humano hay para la historia de sus crímenes otra
historia de sus castigos ; y todo hace ver que la naturaleza
humana está fuera del Paraíso; es decir, fuera de las con
diciones en que fue criada , lo cual la pone en un estado
de insoportable violencia, y la hace suspirar cada vez con
mas fuerza por la venida de su prometido Mesías.
En silencio se hallaba el orbe , y como descansando de
cuarenta siglos de agitacion. La nacion judáica no tenia ya
cetro. La profecía de Jacob , padre de los jefes de las tri
bus , estaba clara y terminante. Para que el Mesías nacie
se rey de los judíos, los judíos debian de estar sin rey,
sometidos á yugo estranjero, cuando el Mesías viniese. La
tierra calla , y no para oir á un profeta , sino para escu
char el saludo de un ángel que desciende del cielo á una
humilde casa de Nazareth , donde se halla retirada la Vir
gen de Isaías, que ha de concebir sin perder su pureza,
y dar á luz , conservándose inmaculada , un varon , que
se denominará Hijo del Altísimo. La mujer habia dado al
mundo hasta entonces hombres , hombres en pecado , de
que ella fue la ocasion; pero ahora va á darle un Hombre-
Dios, para que se verifique viene la reparacion por don
de viniera la ruina.
Este misterio de un Dios encarnado ó hecho hombre,
¿quién podrá esponerle? Generationem ejus, quis enar
— 423 —
rabitf San Juan, el profundo Evangelista , no ha escrito
mas que cuatro palabras, ó presumiendo que al hombre
no le es permitido decir mas, ó pensando que carece de
conceptos el hombre para espresar tan sublime misterio.
Et Verbum caro factum est. Por mi parte , no pretendo
mas que exigiros gratitud ; y al efecto os haré ver que
La Encarnacion del Hijo de Dios eleva al hombre
á mas alta dignidad de la que perdió en el Paraíso.

Ave María.

Grande fue la dignidad del hombre formado á imágen


y semejanza de Dios. De las manos de su Criador salió
lleno de bendiciones, y vienen á reconocer su soberanía
y á que les imponga nombres todos los animales de la
tierra y las aves del cielo. Jamás se ha visto ni leido Un
homenaje tan solemne tributado al hombre por todos los
seres donde hay alma viviente. Si pudiéramos representar
nos á Adan en el estado de su inocencia, parece deberíamos
verle rodeado de cierta majestad á imagen y semejanza
de la de Dios. Pero sucumbió el hombre, y, sucumbiendo»
perdió el trono de la creacion ; la imágen de Dios quedó
desfigurada; la majestad se convirtió en miseria, y el que
recibia universales homenajes no vió luego mas que rebe
liones. La obra, en una palabra; la obra predilecta de la
Trinidad Beatísima fue casi destruida; y este segundo
triunfo del demonio es celebrado en el infierno con gene
ral entusiasmo. El pecado y la muerte toman posesion déí
imperio del universo.
Al ángel no se le prometió una redencion, porque pecó
por su propia malicia ; pero á nuestros primeros padres
— 424 —
seles ofrece, porque cayeron seducidos. Oyese, en efec
to, la palabra de esperanza que les da Dios en el acto de
arrojarlos fuera del Paraíso : palabra que encerraba un
gran acto de satisfaccion infinita dada á una infinita Ma
jestad ofendida. Para que en realidad la cabeza de la ser
piente quedase deshecha, convenia que el Hijo de Dios
fuese la victima; y, para que lo fuese, era preciso que en
carnase.
El evangelista San Juan, al arrancar, digámoslo así,
desde la eterna generacion del Verbo, y de su infinita efi
cacia para crear todo lo que fue creado, cuando trata de
hablar de la Encarnacion del Hijo de Dios y de sus poste
riores obras en el mundo, parece querer significarnos, ó
que el que todo lo hizo todo debia rehacerlo , ó que no
dejaba de ser Dios el Verbo redentor, como lo era el Ver
bo creador. Et Verbum caro factum est. El hombre ha
bia visto en si la imágen y semejanza de Dios, y desde la
imágen y semejanza aspiró á la realidad; es decir, aspiró
tambien á ser Dios. Tal fue el pecado de nuestros primeros
padres; y Dios, que en su infinita misericordia quiso salvar
los y salvarnos, como hubiera podido, en su infinita justi
cia, perderlos, acepta la redencion que el Eterno Hijo
ofrece, y consiente , digámoslo así , que Dios se haga
hombre para que... el hombre se haga Dios, como dice
San Agustín (1). Factus est JDeus homo, ut homo (ieret
Deus.
Esta es la dignidad á que el hombre es ascendido por
medio de la Encarnacion del Verbo. Al hombre ó al géne
ro humano se le da mas de lo que perdió ó pudo perder.
Parece quiso la Trinidad Beatísima quitar al demonio to
dos sus pretestos, romperle sus armas y confundirle, elevan
do al hombre á una dignidad tan alta, por medio de hu -
mutaciones del Verbo tan profundas, para que otra vez su

f(l) Aug. de Nat, Dom, ... i


— 425 —
malicia no pudiera- hacer guerra al cielo con mentiras, ni
tuviese ya cosa alguna que ofrecer, supuesto que el llegar
el hombre á ser Dios, en cierta manera, ya se verificaba
con la Encarnacion divina. Esta obra, como realizada por el
.que es la sabiduría y virtud del Padre, tenia que ser muy
superior á cuanto el hombre pudiera imaginarse, y en con
cepto de obra tenia que ser tan perfecta que agotase, digá
moslo así, basta los secretos y recursos del cielo. Tenia que
ser tan acabada que igualase en perfeccion al poder del
que la hacia. In mysterio incamationis , dice San Agus
tín, tota ratio facti est potentia facientis (1).
Tomando el Hijo- de Dios, ó uniendo sin confusion la
humana naturaleza y la divina en una sola persona, en la
persona del Verbo, manifiéstanse de un modo admirable
los principales atributos de Dios, que son: su omnipoten
cia, su sabiduría, su bondad, su justicia y su misericordia.
Manifiéstase su omnipotencia, haciendo no constituyan
mas que una sola persona dos cosas entre sí tan distantes
como Dios y el hombre.
Refiriéndose á esta manifestacion del divino poder,
dice San Bernardo que la omnipotente majestad de Dios,
al tomar nuestra carne, hizo tres mezclas, ó tres obras
tan singularmente maravillosas y tan maravillosamente
singulares, que ni antes fueron hechas, ni en lo sucesi
vo volverán á verse; y son: el haberse juntado Dios y el
hombre, Madre y Virgen, y fe y corazon humano. Con-
juncta quippe sunt ad invicem Deus et homo, Mater et Vir
go, fides et cor humanum (2). Manifiéstase la divina sa
biduría en la Encarnacion del Hijo de Dios, encontran
do el mas apto medio para conciliar los derechos de la di
vina justicia y misericordia, sanando á la soberbia con la
humildad, á los placeres con los dolores , y á las riquezas
con la pobreza. Manifiéstase la divina bondad en la Encar-

(1) Ep. ad Volus. (2) Serm, 3, in vig. Nat. Dom.


» 426 —
nacion comunicándose al hombre, é inclinándose para esto
la Majestad y levantándose la miseria. Manifiéstase la jus
ticia, asi respecto del Eterno Padre, á quien se le ofrece una
satisfaccion infinita, como respecto del demonio, que no por
la potestad, sino con la ley de la justicia, fue vencido. Ma
nifiéstase, por último, la misericordia en la Encarnacion
levantando de la tierra al hombre caido, redimiéndole de
la esclavitud del demonio, y haciendo que sobreabunde
la gracia donde habia abundado la culpa. El delito de uno
trajo la condenacion y la muerte; y la justicia de otro la
libertad y la vida. De la desobediencia de uno han nacido
muchos pecadores; pero de la obediencia de otro han na
cido muchos justos.
Pero advertid, con San Pablo, que no es el don como
el delito. Nonsicut delictum, ita etdonum (1). Hay una
gran diferencia entre el pecado de Adan y la gracia de
Cristo, supuesto que mas bienes nos causa la gracia del Sal
vador, que males nos trajo el pecado de Adan. Non sicut
delictum, ita et donum. El pecado de Adan nos privó so
lamente de la vida; pero la gracia de Cristo , ademas de
restituirnos la vida , nos confiere los dones del Espíritu-
Santo, la inmortalidad, y virtudes que en el estado de la
inocencia no hubieran' sido conocidas. Dásenos por medio
de la Encarnacion de Cristo una gracia mas íntima , en
grado mas intenso y con aumento continuo, como se veri
ficó en la Virgen, en los Santos Apóstoles y en otros insig
nes Santos. Dase una gracia mas estensa, toda vez que se
estendió á los que no llegó el pecado de Adán, como fue á
la Madre de Dios, que es un piélago de gracias, y á los án
geles, que muchos consideran justificados por los méritos
'de Cristo. Y dase por último una gracia mas suficiente,
porque la gracia de Cristo no solo basta para salvar á los
descendientes de Adan , sino á otros infinitos hombres y

(i) Ad Roman.» S, 13.


— 427 —
mundos qae fuesen producibles. Non sicut delictum , ita
et donum. Cristo, en virtud de su Encarnacion, nos libra
de mas males que los que nos causara el pecado de Adan;
pues este no nos ha legado mas que el original, y la gracia
de Cristo nos justifica, no solo del original , sino de todos.
Non sicut delictum, ita el donum.
El Verbo Divino, y no otra de las Divinas Personas, to
mó carne humana , porque habiendo sido el divino ejem
plar para criar al hombre , debió de serlo tambien para
repararle; debiendo llevar á perfecto grado la obra que el
demonio se empeñó en perder ó adulterar, y venciendo en
la carne al que á la carne venciera. Ademas , habiendo
perdido por el pecado la filiacion adoptiva de Dios, conve-
nia nos la restituyese su Hijo natural ; pues de la filiacion
natural se deriva la filiacion adoptiva. Era conveniente, de
la misma manera, que el Verbo Divino encarnase, porque
siendo la eterna sabiduría , era el que mas propiamente
debia traer hácia Dios al hombre, separado de su Criador
por un desordenado apetito de ciencia.
Ya está Dios con nosotros. Nobiscum Deus. Dios con
nuestra naturaleza, Dios con nuestra carne , Dios con la
humanidad. Nobiscum Deus. Ya está Dios con nosotros,
admirable, consejero, fuerte, Padre del siglo futuro, Prin
cipe de la paz, Ángel del gran consejo. Nobiscum Deus.
Con nosotros Dios, que llamó á las estrellas y respondieron:
«Aquí estamos;» y despues se dejó ver en la tierra y habitó
entre los hombres. Nobiscum Deus. Dios con nosotros,
Jesus, que es nuestra redencion , nuestro amor y nuestro
deseo; Dios, criador de todas las cosas, hombre al fin de los
tiempos. Nobiscum Deus. Dios con nosotros , Verbo Niño,
Niño sabio, Dios mamando, como dice San Bernardo. No
biscum Deus, Dios con nosotros , Verbo de la vida, que
fae desde el principio , lo que oimos , lo que vimos con
nuestros ojos, lo que tooaron nuestras manos , para que
tengamos sociedad coa el Padre y coa su Bija Jesucristo.
— 428 —
Nobiscum Deus. Dios con nosotros , gran sacramento de
piedad, que se ha manifestado en la carne, justificado en
el espíritu, apareció á los ángeles, fue predicado á las gen
tes, creido en el mundo y ascendido á la gloria. Nobis
cum Leus. Dios con nosotros, hermano, familiar, amigo y
compañero. Nobiscum Deus. Dios con nosotros, verdadero
Dios y verdadero hombre ; con nosotros siempre, porque
no deja lo que una vez tomó, y una vez tomó nuestra na
turaleza para guardarla él mismo , y- hacer no pueda otra
vez el género humano , obra dos veces suya , ser victima
de infernales seducciones. Nobiscum Deus.
Razon ha tenido San Bernardo para decir que una de
las tres cosas singularmente maravillosas y maravillosa
mente singulares que se verificaron en la Encarnacion
del Hijo de Dios , fue unirse la fe y el corazon humano.
Fides et cor humanum. Porque, efectivamente , ¿cómo
podia creer el corazon que Dios fuese hombre, y que una
Virgen fuese Madre? ¿Cómo podia creerse que el infinito
se juntase con el pequeño, el sapientísimo con el ignoran
te, el poderoso con el flaco, el purísimo Espíritu con la
carne, y el perfectísimo con los comunes defectos de la
humana naturaleza? Misterio oculto á todos los siglos, no
obstante venirse por todos ellos preparando su admirable
manifestacion. Antes de pecar Adan, Diosera Dios, y el
hombre era hombre; el cielo era el cielo, y la tierra era la
tierra; el ángel era ángel, y bajo el ángel estaba el hom
bre; pero ha encarnado el Verbo Divino, y ha hecho ta
les prodigios el amor, que Dios es hombre, y el hombre
está unido á Dios; el cielo está en la tierra, y la tierra es
una especie de cielo; y la naturaleza humana ha sido tan
ennoblecida , que sobre la angélica ha sido ensalzada.
¡Feliz culpa, diré con la Iglesia, que tanta gracia y tanta
gloria ha ocasionado !
Luego con fundamento he dicho que la Encarnacion
del Hijo de Dios nos ha hecho ganar mucho mas de lo que
— 429 —
el pecado de Adan nos hizo perder. Lo que ahora es nece
sario que el hombre, en tan alto grado ennoblecido , mues
tre su reconocimiento á Jesucristo, obrando como quien
tiene una naturaleza que es tambien naturaleza del Verbo;
y mancharla es contrariar los fines de la Encarnacion del
Hijo de Dios, que quiso purificarla é inmortalizarla. A
gran dignidad habeis ascendido siendo hijos adoptivos del
Padre, y hermanos de Cristo. No descendais de esa su
blimidad y gloria con el pecado que os precipita otra vez
en el abismo de donde salisteis. De la plenitud de gracia
y de verdad del Yerbo participamos todos; y, siguiendo las
inspiraciones de la gracia y la verdad, ganaremos la
gloria. Amen.
SERMONES
PARA ESTA FESTIVIDAD.

i." El Verbo se hizo carne para librar de todos los ma


les al genero humano.—Tomo primero, pág. 359.
2.° El sermon de Anunciacion, en el tomo que contiene,
los de la Virgen.
SERMÓN
sobre el evangelio del domingo de Pasión. (1).

Si veritatem dico vobis, quaro


non creditis mihit
(Joan., 8, 46.)

Si os digo la verdad, ¿por qué


no me creeis?

Excmo. Sr.:

¿Qué tiene la verdad de odioso para que algunos hom


bres la aborrezcan? ¿Es acaso algun monstruo que devora
á quien le mira, ó alguna fiera que se alimenta con la
carne de sus hijos? No siendo asi , es inconcebible cómo
ha podido sostenerse esa guerra á muerte que la declaró
el error desde el nacimiento del cristianismo, que ha sido
sostenida con teson hasta nuestros dias, y seguirá hasta el
fin de los tiempos. Una serie no interrumpida de triunfos;
mil victorias conseguidas contra el error ; calamidades sin
número, y esas terribles lecciones que han escuchado los

(l) Predicado en la catedral de Toledo en 1840.


TOMO III. 28
— 434 —
pueblos al pie de los cadalsos, ¿serán en vano para la pos
teridad? ¿ Se quiere todavía con empeño que la verdad
muera y sucumba? Pero ¿y por qué ha de morir? ¿Quién
la ha juzgado? ¿Qué alegan sus contrarios para que sea
condenada? ¿Qué tribunal ha escuchado su defensa? Y, sin
embargo, la filosofía sin Dios quiere ya cubrirla con la
losa sepulcral. Pues no, no. La verdad no ha de morir.
Ese estandarte que ha enarbolado V. E. es la señal de su
vida (1). Esa Cruz, emblema de felicidad, de civilizacion,
de ventura, de libertad evangélica, ha de ser, en fin, la
filosofía de todos los pueblos y el puerto donde han de
guarecerse contra las tempestades. ¿Quién lo duda? En-
medio de tantos trastornos que ha sufrido la sociedad en
tera de tres siglos á esta parte, ¿qué ha quedado del viejo
mundo? Esa Cruz nada mas, porque es el estandarte de la
verdad, y la verdad tiene por duracion los años eter
nos. EK momento que el error la quita, no es mas que un
punto que desaparece en la inmensidad de los siglos.
Luego si Cristo dice verdad desde la cátedra de la
Cruz, ¿por qué no se le cree? ¿Por qué no se le sigue?
¿Por qué se ha de tolerar el error? Esa filosofía monstruo,
temiendo con fundamento que el siglo xix, que ella habia
destinado para sepultura del cristianismo, seria, á fuerza de
desengaños, siglo de restauracion religiosa, ha agotado sus
recursos para pedir se tolere el error, bajo el falaz pretesto
de que de esta tolerancia nada debia de temer la verdad.
No teme, no; pero si la verdad es fuerte en sí misma, no
lo es igualmente en el espíritu de los que la siguen. Esa
Cruz tiene su pedestal en el cielo: allí no llegan las blas
femias del hombre; pero tambien tiene un trono en el co
razon de los mortales, y este trono á veces se sostiene, y
otras cae y se desmorona. Por esta razon, cuando hoy in-

(1) Alude á la procesion de la Cruz, en que se canta el Vexilla


ñegis, etc.
— 435 —
tima Jesucristo la obligacion de seguir la bandera de su
verdad, me ha parecido muy oportuno demostrar que
La tolerancia del error en materias religiosas la
condenan el Evangelio y la sociedad.
Tengo el sentimiento de no poder tratar esta materia
importante con la maestría que ella exige ; pero V. E.
disimulará , en atencion á que puede mirarse este discur
so y cualesquiera otros como un ensayo que hago sobre
estas materias en mis primeros años.

Ave María.

Excmo. Sr.:

Si Cristo dice verdad, ¿por qué no se le cree? Esta


pregunta haría yo á los partidarios de esa tolerancia ili
mitada que ha inundado en sangre á la Europa, y ha sido
la senda fatal por donde los reyes han subido al cadalso
y los pueblos han, bajado á su ruina. En obsequio de los
fieles que me escuchan esplicaré la doble tolerancia do
que hablan los teólogos. Hay una tolerancia teológica; es
decir, una tolerancia que permite el error, porque cree
que el hombre puede salvarse en cualquiera seda ; esta
suposicion monstruosa es insostenible en toda buena filoso
fía, y en su misma ridiculez lleva su impugnacion. Como
una sola es la verdad, una sola es la religion verdadera.
Hay otra tolerancia, que se llama civil, porque tolera el
ejercicio de las demas sectas, aunque esté convencida de
— 436 —
su falsedad. Esta es la que trato de impugnar. ¿Y con qué
razones? Con las dos en que se fundan falsamente nuestros
contrarios. Ellos alegan la doctrina del Evangelio y el bien
de la sociedad: pues yo voy á probar que el Evangelio y
la felicidad de las sociedades condenan la tolerancia del
error en materia de religion. Escuchad.
Así como el Evangelio, por su carácter de caridad, no
puede ni debe autorizar la disension, ni permitir las discor
dias, ni transigir con el odio: así como por ser pura su doc
trina no puede autorizar el pecado, ni el crimen , ni los
horrores, ni la impureza; del mismo modo, por su carácter
de verdad, no puede permitir el error, ni transigir con la
mentira , ni tolerar la falsedad , ni amalgamarse eon esas
sectas monstruosas, dignas plenipotenciarias del trono del
infierno. ¿La luz se aviene por ventura con las tinieblas?
Luego donde está la lumbrera del mundo y la estrella de
refulgente resplandor, debe desaparecer la oscuridad de la
noche y las tinieblas del abismo. DoDde está Dios no puede
estar el demonio , ni Cristo puede transigir con Belial.
Uno solo es Dios : una sola debe ser la religion; y si la
nuestra es la única verdadera, no debe permitirse ni tole
rarse cualquiera otra. ¿Y para qué se habia de tolerar?
¿Qué objeto se proponen en esta tolerancia? Lo sabemos,
y en vano lo disimularíamos. Se quisiera que los pueblos
se hiciesen indiferentes en materias de religion, para que
luego conspirasen sin disfraz contra las leyes humanas;
porque el que desterró de su conciencia la ley de Dios,
bien poco respeta las leyes de los hombres. Se quisiera que
no quedara culto sobre la tierra, y para conseguirlo es un
medio muy apropósito la tolerancia. Porque una religion
tolerante no es un culto, sino la destruccion de todos los cul
tos. ¿Qué idea tienen formada de nuestra religion los par
tidarios de la tolerancia? ¿Creen que es algun sistema filo
sófico en que poder mudar de opinion á cada momento?
Pues se engañan en perjuicio suyo; la religion es un de
— 437 —
ber espiritual y un deber capital , y no es un sistema.
Nos objetan que Jesucristo se paraba y detenia con los
publícanos, con las samaritanas y con los públicos peca
dores; pero ¿por qué no escuchan su voz intolerante y se
vera cuando reprende al incrédulo obstinado, á los maes
tros del error , á los seductores del pueblo, y á los escri
bas y fariseos que rehusaban dar crédito á la verdad? El
Evangelio manda que nos separemos hasta de aquello que
mas amamos, si eslo es un inconveniente para seguir la
verdad de su doctrina; ¿y tolerará que las tinieblas del er
ror rodeen su trono para que esté oculto á los fieles? El
Evangelio, que manda nos saquemos el ojo si nos escan
daliza, ¿autorizará los escándalos que se originan con la
tolerancia de las sectas? Si las naciones cristianas se
corrompiesen hasta el estremo escandaloso de tolerar la
diversidad de cultos, por cualquier pretesto temporal, ¿no
se las podría decir: «Sácate ese ojo que te escandaliza, esto
es, desprecia tus intereses, porque antes es el alma de tus
súbditos que tus riquezas?» Los que tanto hablan de la ca
ridad, que San Juan predicaba sin cesar en sus últimos
años, lean su Apocalipsis , y le oirán decir en nombre de
Dios al Ángel ú Obispo de Pérgamo: «Tengo que amones
tarte porque permites la doctrina de Balaam y á los que
sostienen la de los Nicolaitas.» Óiganle decir al Obispo de
Tiatira: «Tengo contra tí que permites á Jezabel, que se
dice profetisa, enseñar y seducir á mis siervos.»
Ni es tampoco contra lo que acabo de decir la parábola
de Jesucristo, que refiere San Mateo (1), y en la que man
da no se corte la zizaña hasta el tiempo de la siega. Por
que el mismo Jesucristo la esplica mejor que los incrédu
los, enseñándonos que el campo es el mundo, la buena se
milla los hijos del reino, y la zizaña los hijos malos; esto es,
los pecadores, que son tambien, y no los herejes, los vasos

(i) Cap, 13.


— 438 —
de madera y de barro deque habla el Apóstol, como obser
va Santo Tomás, despues de San Agustín. Tambien citan la
conducta de San Pablo con los que judaizaban contra lo
definido en el concilio de Jerusalen; pero responderé con
San Agustín y Santo Tomás, que las ceremonias legales
despues de la pasion de Cristo, antes que fuese publicado
el Evangelio, estaban muertas, pero no eran mortíferas, á
fin de que la sinagoga fuese enterrada con honor. Por eso
era lícito observarlas, con tal que en ellas no pusieran la
esperanza como si fuesen necesarias para la salud. De esta
necesidad se trató en el concilio; ni para los judíos se dió
esta ley, sino mas bien para los gentiles que se convertían,
como consta del cap. \ 5 de los Hechos Apostólicos.
Cítase con frecuencia por los amigos de la tolerancia
el nombre, y especialmente la caridad de San Pablo, que
riendo apoyar en tan grande autoridad sus pretensiones.
Pero cabalmente nada estuvo mas distante de la mente de
San Pablo que la tolerancia de los errores por parte de
los fieles. Oid algunas de sus palabras.
«El Dios de la paciencia y del consuelo os conceda el
»saber una misma cosa, segun Jesucristo... para que, uná-
snimesy con un solo labio, honreis á su Padre (1). Os
»ruego, hermanos mios, que observeis á aquellos que cau-
»san disensiones y tropiezos con doctrinas diferentes de la
»que habeis aprendido, y apartaos de ellos (2). Sed per-
»fectos en un mismo sentido y en una misma sentencia (3).
»No hagais alianzas con los infieles, y salid de entre
sellos (4). Pueden seduciros predicándoos otro Cristo, otro
»espíritu , ú otro Evangelio que el que yo os he predica-
»do (5). Yo mismo, ó un ángel que os anunciase un Evange
lio diferente del que habeis oido, debería de ser anatemati
zado (6). ¡Ojalá sean separados ó cortados los que os per-

(1) Ad Roman., 15. (2) Id., 16. (3) Ad Cor., 1,


(4} U'Kor.,«. (5)Id.,H. (6) Ad Gal., i.
— 439 —
»turban (4)!» Y, por último, escribiendo el mismo Apóstol
á los de Efeso, les dice que la unidad de la fe es ki que
debemos ir buscando; in unitatem fidei; evitando el ser
como niños que fluctúan y se dejan llevar por todo viento
de doctrina , á causa de la malicia de los hombres para
propagar el error, siguiendo la verdad con caridad, y ha
ciendo resulte un cuerpo compacto (2).
¿Dónde está indicada aquí la tolerancia del error? ¿Có
mo se dice que San Pablo era tolerante?
No la condena menos el interes de la sociedad.
Un error fundamental en religion lo es tambien en
política, y recíprocamente, por la sencilla razon de que
Dios es el autor de ambas sociedades. Esta verdad, que lo
es á todas luces, bastaba para responder á los que alegan
la utilidad pública en favor de la tolerancia, despues de ha
ber manifestado que esta es contraria al espíritu del Evan
gelio. Pero será necesario hablar, puesto que mucho han
hablado nuestros enemigos. No hay un solo hombre de
Estado, si es digno de este nombre, que no piense que la
unidad de las diferentes creencias es el mas grande bene
ficio que la Europa podia esperar de los caudillos que di
rigen sus destinos. Unidos los hombres indisolublemente
como el esposo y la esposa para concurrir juntos al fin
único de la gran familia, serian felices, porque serian bue
nos, y su tranquilidad y reposo serian entonces inaltera
bles. La sociedad, mas que nadie, reclama, no la toleran
cia, sino la union, porque la division es su muerte. En
vano se esfuerza la política en firmar tratados y alianzas
para unir entre sí á las naciones de Europa. Aunque tuvie
ran un mismo jefe, unas mismas instituciones, unos mismos
códigos, seguirían, no obstante, separadas silos pueblos, lo
mismo que los hombres, no son miembros de una misma
sociedad puramente espiritual , fundada sobre relaciones

(i) AdGal.,5. (2)Ad£fes.4.


— 410 —
inmutables, que una entre si á todos los seres inteligentes.
Es una idea muy falsa y muy pobre decir que una sana
política es indiferente á la grande cuestion religiosa. Los
gobiernos debian aplicar la pena capital al que osara pro
poner un plan de esta naturaleza : yo le miraría como al
hombre mas enemigo de la humanidad.
El interés personal, en defecto del sentimiento religio
so, debería, en la época en que vivimos, decir á los prín
cipes que la diversidad de creencias religiosas hace nacer
la diversidad de creencias políticas. Motivo por sí solo su
ficiente para que los príncipes se opongan con todas sus
fuerzas á la tolerancia de los errores religiososqxorque una
nacion dividida en dogmas políticos como lo está en los
religiosos, ¿podrá ser feliz? Responda por mí la historia.
Concediose á los luteranos el Ínterin ó tolerancia que
pedían hasta el concilio futuro ; y ¿qué sucedió? Enri
que VIH en Inglaterra protegió mas que otro la reforma;
pero su trono cayó el primero. Cárlos I, el mas desgracia
do de los Stuardos, pereció sobre un cadalso, y con él la
dignidad real; y de la ruina de este trono proviene la tem
pestad que amenaza á todos los otros. Es necesario ya salvar
á los individuos del porvenir funesto que les preparala he
rejía; es necesario salvar á las sociedades que se disuelven;
asegurar los tronos que bambolean , y las cúpulas de los
templos que se resienten. Hoy es necesario conservarla ci
vilizacion de Europa y del mundo; el órden, la justicia, la
paz, la virtud, la verdad, la fe... ¿Y se conseguirá esto
con la tolerancia del error? ¿Quién lo dice? ¿Se cura á un
envenenado propinándole una doble dósis de tósigo? ¿Se
cura la gangrena cuando se estiende? Yo creia que enton
ces venia la muerte; pero se conoce que los filósofos tienen
la desgracia de ver las cosas de un modo muy contrario á
lo que ellas son.
Desde la época funesta para la humanidad en que los
griegos, y después los protestantes, se separaron de la Igle
— 441 — .
sia, todos los hombres célebres han reconocido la necesi
dad, no de la tolerancia, sino de reunir las creencias cris
tianas y de traerlas á todas á la Iglesia primitiva. En tiem
po de Clemente VIII se hicieron algunos ensayos para la
reunion de las iglesias griega y latina. La Sorbona traba
jó en esto mismo por encargo del emperador Pedro I , y
estas mismas negociaciones se renovaron en San-Peters-
burgo por el cardenal Lita en los reinados de Pablo y Ale
jandro. Desde que la religion cristiana se dividió en mu
chas comunidades, han hecho todas ellas un continuo es
fuerzo para reunirse, porque la division es la muerte de la
sociedad, que, considerada en el órden moral, es la re
union de los seres inteligentes por su mutua perfeccion. En
Francia existió por mucho tiempo entre católicos y calvi
nistas un proyecto de reunion que dió lugar á las confe
rencias de Poissi, de Saverne y de Fontainebleau: otro fue
sometido á Enrique IV: otro se atribuye á Richelieu; y son
bien sabidas las tentativas que en tiempo de Luis XIV se
hicieron por Bossuet y Leibnitz con este objeto. En Torn
se tuvieron conferencias por órden de Estanislao IV, rey de
Polonia, para reunir las tres grandes comunidades cristia
nas. En nuestros días, los hombres que caminan al frente
de la civilizacion desearían con ansia esta gran reunion;
pero sin duda un proyecto tan gigantesco no puede ser
obra de los hombres.
A vista de estos datos históricos, y cuando se observa
que todos los sectarios están como violentos fuera dela Igle
sia primitiva y postrarse al pie de la Cruz, ¿habrá todavía
insensatos que pretendan introducir y sostener los errores
religiosos en los países católicos? El que abogue por la to
lerancia , ignora el siglo en que vive; comete un anacro
nismo religioso, y debiera haber vivido en los días de Lu-
tero, de Cromwell ó de Danton. Le diré que el bien y feli
cidad de las sociedades pide imperiosamente que uno sea
el Dios, uno el bautismo, una la fe, uno solo el Padre, uno
— 442 —
solo el Maestro. Así estuvo en otro tiempo la cristiandad;
pero el edificio que la religion habia levantado lo derribó
la razon humana, y los pueblos, divagando por la region
de las quimeras, buscan en vano un abrigo entre sus rui
nas. Se habla con cierto aire de recomendacion del pro
testantismo... pero ¿qué es el protestantismo? ¿Dónde exis
te? ¿Cuál es su símbolo? ¿Cuál su metrópoli? Existen pro
testantes. ¡Ah , y tantos! pero no encuentro el protestan
tismo por mas que lo busco ; porque creyendo cada indi
viduo lo que le acomoda, no tiene símbolo fijo, ni doctrina
constante. El protestantismo no es una religion ni una filo
sofía; es la soberanía del sentido privado, que produce por
efecto una contradiccion eterna. Y ¿quién se atreve á de
clarar que la contradiccion es el estado natural de un culto?
Los protestantes, con respecto á religion, viven en el estado
de la naturaleza, sin gobierno, sin ley, sin tribunal: y la
sociedad , en fin , nada bueno puede prometerse de una
secta que ha trastornado los tronos y ha puesto en la ca
beza de los pueblos una corona , para ponerlos con mas
facilidad un grillete.
Griegos, protestantes y sectarios de todo género, venid
á rendir adoracion á nuestra Cruz : no estendais vuestros
errores en el tiempo mismo en que podemos coger el fruto
de ese combate intelectual de que por tres siglos ha sido
testigo el mundo. Se presenta la ocasion mas oportuna
para que se cumplan vuestras ansias al pie del madero ca
tólico. Miradle : diez y nueve siglos cuenta, y cada dia es
mas nuevo. Vuestros sistemas han pasado , y el mundo ha
pronunciado sobre ellos un fallo terrible: van á morir, y la
piedra sepulcral que ha de cubrirlos ya está labrada. Pero
la verdad simbolizada en esa Cruz se rejuvenece y reani
ma con vuestras persecuciones, como la esperien cia os lo
demuestra.
Príncipes católicos, no tolereis los errores; antes bien,
alejad, aunque solo sea da ua modo iadirecto , de vues
— 443 —
tros dominios á los sectarios: porque ademas de con
denarlos el Evangelio , de quien sois hijos y defenso
res, la historia de todos los siglos os enseña que luego que
se han sustraido de las leyes de la verdadera religion, no
han respetado mas la autoridad temporal que la divina. Las
guerras civiles, las disensiones, las conjuraciones han sido
el fruto que los pueblos han recogido de la tolerancia. La
cabeza de los príncipes fue la primera que rodó sobre los
nuevos altares; y si nuestra nacion no se vió por espacio
de doscientos años inundada en sangre como Francia, Ale
mania, Inglaterra, Suiza, Hungría, Polonia y los Pai-
ses-Bajos , ha sido porque no toleró las sectas estran-
jeras.
Postrémonosal pie de la Cruz, y no creamos masque á
Jesucristo y en Jesucristo, que es el Maestro de la verdad y de
la vida. Su antagonista ha sido ya destronado, y la fe va á
renacer en el mundo. «¿Dónde estará Dios dentro de veinte
años?»decia Voltaire, complaciéndose en su ruina. Óyelo,
impío: ademas de sus antiguas conquistas, es adorada su
Cruz en Alejandría, en el Indostan, en Mogol, Malabar, rei
no de Ceilan, de Ligor, de Sam, de Corea, de la China y de
toda la Oceanía. ¡Incrédulos! Hé aquí lo que han produ
cido vuestros esferzos. Las banderas del Rey celestial on
dean por do quiera; el misterio de la Cruz resplandece tan
to como el sol; la Cruz es el trono que va á dictar leyes al
mundo entero. Selva alguna jamás produjo árbol tan fe
cundo en hoja, tan hermoso en flor, tan abundante en fru
to. Sus ramas dan sombra á las generaciones viejas y nue
vas, al mundo cansado ya y rendido. No hay mas espe
ranza que la Cruz, no hay mas verdad, no hay mas vida.
Fuera errores; eso es ya viejo: venga la verdad y la luz
para que os guie á la gloria, que á todos deseo. Amen.
SERMÓN
sobre el mismo evangelio.

Quis ex vobis argüei me de pee*


cato? (Joan., 8.)

¿Quién de vosotros me argüirá


ó acusará de pecado?

La Iglesia principia ya desde hoy á traer á nuestra


memoria el odio y la envidia con que los judíos perseguían
á Jesucristo. Ya se acercaba el último instante de los tiem
pos anunciados por Daniel , y la santa víctima iba , digá
moslo así , aproximándose á su patíbulo. Pero antes de
que esto sucediese, antes que la Cruz oyese al Redentor
exhalar el último suspiro, era preciso que su santidad
quedase en cierto modo reconocida por los que le llamaban
pecador , blasfemo y endemoniado. Al efecto, dirígese á
los escribas y fariseos , rebeldes siempre á su doctrina,
desafiándolos , si así puedo hablar ; desafiándolos á que le
convenzan de haber cometido pecado. Quis ex vobis ar-
guet me de peccato ?
— 446 —
Con esto el Salvador, no solo confunde á sus enemigos,
sino que se da á conocer como santa victima , segregada
de los pecadores y elevada aun mas alto que los cielos
para borrar la injuria hecha á Dios por la culpa. Los fa
riseos, á la pregunta de Jesucristo no responden sino que
tenían razon para llamarle samaritano y decir que estaba
poseido del demonio: respuesta, como hace notar San Juan
Crisóstomo, que nada tenia que ver con la pregunta del
Salvador. Pero yo me atrevo á indicar que quizá Jesucris
to, al hacerles esa pregunta, les diese á entender de algu
na manera que conocía los muchos pecados de ellos,
y acaso se los representase á su vista, como lo acababa de
hacer con motivo de, la acusacion dela mujer adúltera,
escribiendo en el polvo, como opinan algunos espositores,
los pecados de sus acusadores, y diciéndoles luego: «El
que de vosotros no tenga pecado, tire la primera piedra.»
Rabiosos con esto los fariseos, le responderían: «Razon nos
asiste para llamarte samaritano y decir que tienes el de
monio.»
Como quiera que sea, Jesucristo nos dá aquí á enten
der que la mayor acusacion que podían hacer contra él
sus enemigos era acusarle y convencerle de pecado : lo
cual encierra para nosotros una leccion muy importante,
que no podemos dejar de oir, so pena de esponernos á que
se nos diga no la oimos porque no somos de Dios.
El pecado es el monstruo que recorre hoy á su liber
tad por el mundo. Jamás sé le ha visto recorrer la tierra
y ganar tantos triunfos. Por todas partes deja víctimas ten
didas en el suelo , para que se apodere de ellas el demo
nio y las dé sepultura en el abismo. El caballo de la muer
te no deja ningun pais por recorrer, y donde pisa se seca
para siempre la yerba , como sucedía bajo la planta del de
Atila.
Despertad, pecadores, atados á esa cadena, cuyo pri
mero y último eslabon están en los infiernos. Voy á clamar
— 447 —
contra la culpa, voy á apartaros de cometerla, haciéndoos
ver
La enorme malicia del pecado y sus consecuencias.
Quis ex vobis arguet me de peccato?

Ave María.

Para hacerte entender , pecador mio , cuál y cuán


grande es la enormidad del pecado, no creo ciertamente
necesitar de mas prueba que la que el mismo amantísimo
Salvador nos ofrece. Pues que habiendo querido hacerse
en un todo igual á nosotros , en sucumbir á las enfermeda
des propias de nuestra naturaleza , vivir abatido y ano
nadado , y llevar la opinion de ignorante, solo el pecado,
solo la sospecha ó sombra de pecado es lo que no puede
sufrir y lo que le horroriza. Quis ex vobis arguet me de
peccato?
Nada tiene esto de estraño si se atiende á que el peca
do mortal, en cuanto es de suyo, quita á Dios la razon de
último fin, y es, en cierto modo, un deicidio. Tiene por lo
mismo el pecado cierta malicia infinita, pues es ofensa de
Dios, que es infinito é inmenso. El pecado nos constituye
enemigos de Dios; nos separa de él, que es un bien infini
to ; y separándonos de este infinito bien nos pone en ca
mino de todos los males. Deducid de aquí cuál será la ma
licia del pecado cuando destruye , en cuanto está de su
parte , á Dios ; lo cual hace que no haya pena ó penitencia
por parte de la criatura que pueda satisfacer condignamen
te por el pecado. Pues aunque todos los hombres y ánge
les padeciesen voluntariamente por toda la eternidad las
penas del infierno, no harían una digna penitencia por un
— 448 —
solo pecado mortal. Solamente Jesucristo ha podido ha
cerlo; pues como Hijo de Dios, y Dios , su satisfaccion es
infinita , como infinita fue la ofensa que con el pecado hizo
el hombre á su Eterno Padre.
¿Cómo ¡oh pecador! no te aterra esta idea? Pecas, y
quizá dices dentro de tí : «Luego me arrepentiré , luego
haré ó practicaré penitencias.» Pero, desgraciado, ¿tienes
tú en tu mano el poder dolerte provechosamente de tus
culpas en el instante en que quieras? ¿Crees tú que tus
mortificaciones ó penitencias de un dia , de veinte años,
de mil siglos, de toda la eternidad, pueden ellas solas
borrar tu culpa ? ¿ No conoces que la deuda es grande y
que tu capital es muy pequeño ? ¿Ves los méritos de los
Santos? ¿Sus trabajos? ¿Sus peregrinaciones? ¿Sus vigi
lias? ¿Sus ayunos? Pues todos estos trabajos no pueden
compensar condignamente un solo grave pecado. ¿ Y tú
confias , pecador ; tú confias en tí mismo?
Yo lo que veo es que los mas grandes Santos han abor
recido mas que todo al pecado. Cuando Eudosia , mujer
del emperador Arcadio , perseguía á San Juan Crisóstomo,
dijéronla los suyos: «No creas que has de inspirarle mie
do, pues él no teme mas que el pecado.» San Luis, rey de
Francia, llevaba escrito en el pecho, que antes quería mo
rir que pecar. «Si viese corporalmente en un lado , dice
San Anselmo, la fealdad del pecado , y en otro el dolor
del infierno , y necesariamente tuviera que adherirme á
uno de los dos , apetecería mas el infierno que el pecado.»
«Mas quisiera, dice el mismo Santo, entrar limpio de pe
cado en el infierno , que manchado obtener el reino de
los cielos (1).»
Lo que hay tambien de repugnante en el pecado , es
que hace le sirva Dios, como se lee en Isaías, dándole tra
bajo ú ocupacion en nuestras iniquidades. Verumtamen

(1) Citado por Alapide.


— 449 —
servire me fecisti in peccatis tuis, prcebuisti mihi labo
ran in iniquitatibus tuis (1). Porque habiéndote dado el
Señor, y proporcionado toda clase de medios poderosos
para pelear contra todas tus pasiones y apetitos, y no per
mitiendo, segun enseña San Pablo, el que seas tentado mas
de lo que puedes resistir, ayudado de su gracia, de eso
mismo te has valido para ofenderle, abusando de su con-
. curso y de sus dones. Verumtamen servire me fecis
ti, etc. Sí, pecador de mi alma: del talento, de la hermosu
ra, de los dones que te da misericordiosamente Dios, te
vales para hacerle traicion y ofenderle. El Señor te da
bienes de fortuna, y de ellos te vales para alejarte de él,
como el hijo pródigo, viviendo entre pecados y escesos.
Dios te ha concedido salud y robustez, y de este mismo
beneficio abusas para dilatar tu conversion, confiado en
que no ha de venir tan pronto á visitarte la muerte. Ve
rumtamen servire me fecisti, etc.
Aun tiene el pecado una mayor deformidad, por cuanto
es un horrendo adulterio; pues hace se aparte el alma de
su verdadero esposo, que es Dios, y se amancebe con un
deleite pasajero , que no es en sí mas que inmundicia y
suciedad. Deja el alma al Hijo de la Virgen, que es el mas
hermoso entre todos los hijos de los hombres, y de cuya
belleza el sol y la luna se maravillan, por un Beelzebub
que, segun unos, significa señor de las moscas, y, segun
otros, señor del estiércol. Que es lo mismo que decirte,
pecador mio, que has preferido á Dios, á Dios, que te ha
criado; á Dios, que te ha redimido; á Dios, que conserva
para tí el universo; á Dios , que te tiene reservada una
eterna gloria; has preferido á este Dios tan grande, el
demonio, que cuida de cosas tan viles como las moscas
y el estiércol.'
El pecado hace que condenemos á Cristo por salvar á

(1) Isai. , 44.


TOMO III. 29
— 450 --
Barrabás, que era un gran homicida. En las luchas de la
virtud contra el vicio , y de la gracia contra el pecado,
preguntamos como á los judíos : ¿A quién quereis que
deje en libertad? ¿A Dios ó al diablo? ¿Al alma ó al cuer
po? Y el pecador, ciego y mil veces ciego é injusto, quiere
la libertad para el diablo , que es nuestro homicida ; la
libertad para el cuerpo, que es el asesino del alma; la li
bertad para la culpa, que es nuestra muerte. Porque el
pecado, dice San Juan Crisóstomo (1), es una serpiente en
las entrañas del hombre. Es aun peor que el demonio (2);
y si le arrojas de tí , añade el mismo Santo, serás mas
grande que los que espelen los demonios (3).
El Evangelista San Juan nos refiere aquella pavorosa
vision en que se le manifestó un horrible monstruo, cuya
cabeza era de leon, el cuerpo de tigre y los pies de oso.
¡Formidable monstruo! Pero oye á los espositores , y te
dirán que estemonstruo horrible es el cuerpo del pecado.
Corpus peccati, que llama San Pablo á los vicios. Desig
nadas están en las distintas figuras del monstruo aque
llas tres suertes de pecados que dice San Juan ocupan el
mundo. Concupiscentia carnis , concupiscentia ocm/o-
rum, et superbia vita. La cabeza de leon da á entender
la soberbia de la vida. El cuerpo de tigre manifiesta la
avaricia, que es la concupiscencia de los ojos; y los pies de
oso significan la concupiscencia de la carne. Pues ahora
bien; figúrate tú , pecador mio, este monstruo con estas
y otras mas deformidades que quieras añadirle; y supues
to que el cuerpo que de todo esto se compone es el peca
do, concluye que en él se hallan todos los venenos , que
brantos, destrucciones y ruinas de todo el mundo.
Nada hay, dice San Juan Crisóstomo, que dañe tanto al
hombre como le daña un solo pecado. Sin él todo es fácil

(1) Hom. de Poenit. (2) Hom. 30, ad pop.


(3) Hom. 33, id Mal.
-* m —
y tranquilo ; con él no hay mas que escollos , tempestades
y naufragios (t). Del pecado nacen todos los males : la
tristeza , las guerras , las enfermedades, y todos cuantos
padecimientos sufrimos , segun dice el mismo santo pa
dre (2). En fin, hermanos míos; cáusanos el pecado tan
grandes daños , que si Dios con todo su poder y el demo
nio con toda su astucia se pusiesen á causarnos males y
trabajos, no podrian causarnos tantos como los que nos
causa uno solo de nuestros pecados. Por manera que, así
como San Agustín decia que á los que le preguntaran qué
era lo que Dios no podia hacer, respondería mentir no
puede; yo, á los que me pregunten qué es lo que Dios no
puede hacer, diré que no puede hacer tanto como hace el
pecado. El pecado es omnipotente para dañar al pecador.
Mira , mira esa multitud de sillas de oro, diamantes y
záfiros, segun se lee en el Apocalipsis, vacías y sin tener
quien en ellas tome asiento ; pregunta cuál es la causa de
eso, y te se dirá que el pecado arrojó de ellas á los ánge
les rebeldes. Desciende luego con la consideracion al pa
raíso terrenal; éntrate por medio de aquel jardín de Dios,
donde se encuentra todo árbol hermoso y apetecible, se
gun se lee en el Génesis; y si preguntas para quién se crió
tanta hermosura, te se dirá que para Adan y sus hijos;
pero que les privó de ella y de tantos bienes el pecado de
su padre.
Registra ahora con cuidado el monte mas alto de la
Armenia, y allí encontrarás el arca donde se libraron unas
pocas personas de anegarse en las aguas de un diluvio
que trajo sobre la tierra el pecado. Baja luego á los cam
pos de Sodoma, apacibles en algun tiempo , y con cinco
ciudades tan amenas y deleitosas en sus campiñas , que
eran como un paraíso de Dios vivo. Míralas ahora, y las
verás reducidas á pavesas, á causa de sus nefandos peca-

(0 Cris, in Psalm. 139. (2) Hom. 5, de pcenit.


— 452 —
dos. Mira sumergido en el mar Bermejo todo un ejército,
y pregunta la causa de esta ruina , y te se dirá que Dios
castiga el pecado de Faraon, rebelde á sus mandatos. Ob
serva al mismo pueblo de Dios , sometido á tan grandes
tribulaciones; y trata de averiguar cómo Jehovah, que le
sostiene á costa de tantos prodigios, le agobia á veces con
tantos trabajos; y verás que sus pecados traen siempre so
bre él una nube de males, destierros y esclavitud. Mirad
la posteridad de Gedeon, envuelta en mil desgracias; pre
guntad la causa, y sabreis que el pecado de inadvertencia
de aquel caudillo al mandar construir el Efod, trajo para
él su ruina. Mirad á aquel fuerte Sanson, el vencedor de los
mil filisteos, reducido á escarnio y ceguera, y vereis cómo
el pecado de concupiscencia le reduce á tan miserable con
dicion. El pecado trae sobre David los males que su pro
pio hijo le causa. El pecado de Salomon introduce el cis
ma en su reino, y se separan las diez tribus. El pecado de
Jeroboam trae la ruina de su familia. A Ocozías, por el
pecado, le ocurre- la muerte. AGiezi, por el pecado, le
viene la lepra. Samaría espia con hambre su pecado.
El pecado de Acab causa la muerte de sus hijos. El sacri
legio de Ozías, la blasfemia de Sennaquerib, la inobedien
cia de Josías, nada queda sin castigo.
Escrito está en el Levítico el premio que Dios ofrece á
los que no pecan, así como el castigo con que amenaza á
los que le ofenden. «Si no pecais, dice el Señor, haré que
el cielo os dé lluvias á tiempo, y que la tierra y los árbo
les os den sus frutos, y que en vuestra tierra habiteis sin
pavor, y comais en hartura vuestro pan, y reine la paz en
vuestros confines, y yo seré vuestro Dios , y vosotros se
reis mi pueblo. Pero si pecais , si traspasais mis manda
mientos y despreciais mi ley , os visitaré con pobreza y
ardor que seque vuestros ojos y consuma vuestras almas.
Sembrareis, y no cogereis; os someterán vuestros enemigos,
y huireis sin que nadie os persiga. El cielo será para vos
— 453 —
otros tan duro como el hierro, y la tierra tan dura como el
bronce. Las bestias del campo os consumirán, así como
á vuestros animales, y vuestros caminos quedarán todos
desiertos. Si os refugiais á las ciudades, allí os perseguiré
con la peste; y llegarán á tanto vuestras plagas , que os
comereis las carnes de vuestros hijos y de vuestras hijas.
Os dispersaré entre las gentes, y os irá siguiendo ó pin
chando mi espada. De tanto pavor ¡oh pecadores! estará
dominado vuestro corazon , que temereis y os asustareis
por el raido que hace una hoja que vuela.»
Por último, ¡oh pecador ! voy á presentarte el cuerpo
del delito, digámoslo así , del pecado. ¿Ves á Jesucristo
azotado, escupido, coronado y crucificado? ¿Le ves lívido
y cubierto de una llaga todo su cuerpo? ¿Le ves sudando
sangre y como abandonado de su Padre? ¿Le ves exhalar
en una Cruz el último suspiro? Pues mira los estragos que
causa el pecado. Attritus estpropter scelera nostra. Tu
gula ¡oh pecador! ha dado á beber á Cristo hiel y vinagre.
Tu ambicion ¡oh soberbio! puso á Cristo entre dos ladro
nes. Tus deleites ¡oh lujurioso! han hecho de Jesus un va-
ron de dolores. Tus maldiciones y blasfemias han cubierto
desaliva el sacratísimo rostro del Salvador, que no se
cansan de mirar los ángeles. Attritus est propter scelera
nostra.
Con una reflexion , amados mios, voy á terminar el
discurso, y desearía que ella tuviese fuerza para haceros
aborrecer el pecado. Jesucristo era impecable, y, sin em
bargo, habiendo tomado sobre si el pagar los pecados aje
nos, siéntese como abandonado de su Padre, á cuya jus
ticia satisfacía. Ut quid dereliquisti me? Si en el leño
verde y fructífero esto sucede, en el seco por los propios pe
cados, ¿qué sucederá? ¿Podeis comprender á lo que equi
vale el que el Eterno Padre nos desampare? El apartar
nos de Dios para buscar el último fin en las criaturas causa
nuestro horrible tormento y muerte. De una en otra varaos
— 454 —
saltando , como abeja sobre flores , buscando satisfaccion
para nuestros apetitos, y no encontramos mas que venenos
y amarguras. Ahora infringimos un precepto; luego otro;
despues cometemos un pecado; en el instante siguiente nos
manchamos con otro, y toda nuestra vida no es mas que
pecado y vanidad. Por manera que Santa Teresa de Jesus
ha tenido mucha razon para decir: No e&traño yo lo que
hace el que se halla en pecado mortal; lo que estraño es
lo que no hace.
Sí: lo que no hace es lo que hay que estrañar ; pues
roto el freno que sujeta al hombre, alejándose de Dios, y
buscando el último fin en la criatura, no hay escesos que
no pueda cometer, vicios á que no pueda entregarse , y
crímenes que no pueda en cada hora perpetrar. Abandona
loh cristiano! tus pecados. Ellos te separan de Dios; ellos
te hacen tomes sobre tí una deuda que no puedes satisfa
cer; ellos traen sobre tí calamidades sin cuento y muerte
eterna: con ellos persigues, calumnias, vendes, azotas, es
cupes y crucificas al Hijo de Dios. Deja ya de pecar, y oye
la voz de Dios, si eres hijo suyo. Huye del pecado como
del encuentro del basilisco; y salva tu alma, que es lo que
tienes que salvar , y lo único que te interesa no perder.
Rompe toda relacion con el demonio, que quiere devorar
la; y acógete á los brazos de Dios , que te los alarga con
misericordia.
Oid, Redentor mio, oid mi oracion , y no permitais se
condene esta alma que vos habeis redimido. Otorgadme
los auxilios de vuestra divina misericordia, para que con
ellos pueda sacar mi alma del abismo de las culpas, y tra
bajar para lograr la gloria. Amen.
SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE A ESTE EVANGELIO.

1.° Necesidad de que los fieles oigan docilmente la di


vina palabra. —Tomo primero.
2.° La predicacion catolica no produce frutos porque no
se oye la divina palabra con las convenientes disposiciones.
—Tomo segundo.
3.° Sobre la blasfemia.—En este tercer tomo.
SERMÓN
sobre el evangelio del miércoles después del
domingo de Pasión.

Opera quas ego fado in nomine


Patris mei, hwc testimonium per-
hibent de me. (Joan., 10, 23.)

Las obras que hago en nom


bre de mi Padre , dan testimonio
de mí.

Acababa Jesucristo de dirigir á los judíos un bellísimo


discurso sobre su calidad de Pastor que habia de dar la
vida por sus ovejas, cuando entre ellos se suscitó contien
da, diciendo unos que Jesus estaba poseido del demonio y
que no debia oirsele; y asegurando otros que sus palabras
bo eran de un endemoniado , y que el demonio ademas no
puede abrir los ojos de los ciegos como el Salvador lo
hiciera. Habiendo , pues, visto los judíos á Jesus paseán
dose en el pórtico de Salomon con motivo de celebrarse la
fiesta de la Dedicacion del Templo, le rodearon para pre
guntarle: «¿Hasta cuándo has de tener nuestro espíritu en
incertidumbre? Si tú eres Cristo , dínoslo claramente. —
Ya os he hablado, respondió el Salvador, pero no quereis
— 458 —
creerme. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre,
dan testimonio de mí.» Opera quce ego facio in nomine
Patris mei, hcec testimonium perhibent de me.
Estas palabras que Jesucristo dirigía á los judíos , hay
necesidad de que las repitan muchas veces los oradores cris
tianos para defender la divinidad del Hijo de Dios , que es
una misma cosa con su Padre. Anunciado está que como
signo de contradiccion seria puesto Jesucristo en el mundo,
y la profecía se cumple. Cada siglo quiere arrebatarle un
giron de su túnica, hasta 'dejarle, digámoslo así , desnudo,
sin divinidad y hasta sin real existencia. Cada siglo quiere
apedrearle, porque siendo hombre dice que es Dios.
Pero las obras, señores, no se destruyen. Pueden sos
tenerse errores, puede desfigurarse algun hecho , puede
ser combatida la verdad ; pero el conjunto de los hechos
no puede ser destruido. Mientras subsistan y se vean los
hechos, mientras la generacion que los presencia los tras
mita á otras generaciones que los conserven , la verdad
identificada con esos hechos subsistirá siempre. Ved aquí
lo que sucede con el Salvador. No quiere , no , que los
judíos le veneren como Hijo de Dios , ó como Mesías, por
sola su palabra , sino por las obras que ellos mismos le
han visto hacer con todos los caractéres de sobrenatura
les. Opera quce facio, etc. El argumento no puede ser
mas convincente; porque, en efecto ,
Las obras ó milagros de Jesucristo prueban que es
verdaderamente el Hijo de Dios.

Ave María.
— 459 —
La vida de Jesucristo es histórica; es decir , está toda
ella tan identificada con hechos, y hechos importantísimos,
que es la existencia histórica por escelencia que mas brilla
en los anales del mundo.
Antes de venir al mundo el Salvador realízanse hechos
que son como la preparacion de su llegada. La unidad del
imperio romano , nueva faz , digámoslo así, que el mundo
toma para la realizacion de los designios providenciales,
es como la recomposicion artificial de un mundo en cuyas
entrañas va á depositar de nuevo el cielo el germen de la
mas abundante vida. Ese imperio, que todo lo absorbe,
carece de fuerzas para dejar sin cetro y sin rey á la na
cion judáica. Pierde, es verdad, pierde Judá su principa
do; pero nace constituido ya Rey de los judíos aquel ad-=
ihirable, Dios, fuerte, que lleva sobre su hombro el prin
cipado eterno. No te has de quedar ¡oh Judá! sin Rey:
túte negarás á reconocerle; pero él te ofrecerá abun
dantes testimonios de ser lo que te asegura que es.
La época en que viene al mundo Jesucristo es la mis
ma que tan claramente han señalado los profetas , y todas
las circunstancias de su venida le presentan realmente co
mo el Mesías que habia de venir á llenar los deseos de las
Daciones. Oseas y Malaquías habian dicho que vendría el
Salvador en los diasdel segundo templo, y así se verifica.
Isaías habia dicho que una Virgen seria su Madre , y de
una Virgen nace. Miqueas le señala por cuna á Belen , y
Belen le vió nacer.
Pero los propios hechos de Jesus es aquí lo mas admi
rable. Desde que se deja ver en público para realizar los
designios del cielo , su vida es una larga serie de hechos
sobrenaturales que le dan á conocer tal como es. Su Eter
no Padre le proclama en las riberas del Jordan, ante un
inmenso pueblo , su Hijo querido. En cuanto mueve su
lengua , sale de su boca un rio de doctrina divina, pura y
sublime , dulce y misteriosa como la lengua del cielo. To*
— 460 —
da la naturaleza se pone á sus órdenes para no reconocer
mas ley que su palabra. Los males y miserias parece hu
yen delante de Jesus; y los enfermos y desgraciados con
que logren tocar su vestido recobran su salud. Los cora
zones no tienen para él secretos : los pensamientos y los
siglos, todo lo tiene ante su vista. Jerusalen, los judíos, sus
apóstoles , el mundo entero, oyen de su boca sus futuros
destinos. La tempestad le escucha, y se humilla. El mar le
recibe sobre sus olas, y sufre humilde el pie de su Criador.
Su palabra alimenta á la multitud innumerable que le si
gue. La muerte ha dejado de ser inexorable, y cuando la
pide sus víctimas se las devuelve con docilidad. Los ca
dáveres se mueven entre las prisiones de sus sepulcros.
Los sordos oyen, los mudos hablan, y los ciegos ven.
Todos estos hechos ó prodigios son públicos, y no hay
uno que no tenga en su favor innumerables testigos. Los
sagrados evangelistas los consignan escribiendo en el mis
mo país y ante los mismos hombres que los presencia
ron , ó que, no habiéndolos presenciado, habrían po
dido negarlos. Los que escriben los libros del Nuevo
Testamento , hácenlo como quien está convencido de
que todos saben lo que ellos afirman. Designan el
tiempo , la ocasion , los sitios , las familias , los nom
bres. Apenas acaban de morir esos sagrados escrito
res que nos cuentan los milagros de Jesucristo ,. y ya el
cristianismo era conocido en todo el universo. Atenas, An-
tioquía , Jerusalen y Roma acogen la palabra cristiana y
adoran la Cruz del Calvario. Si negais la realidad de los
milagros de Jesucristo, os vereis obligados á reconocer el
mas estupendo milagro en que el mundo se haya conver
tido á Jesucristo sin milagros.
Dos grandes enemigos tenian contra sí los apóstoles y
cualquiera otro que tratase de atribuir á Jesucristo mila
gros que realmente no hubiese hecho: el judaismo y el po
liteísmo. Ambos no pierden de vista á Jesus, y nada de
— 461 —
cuanto á él se refiere les puede ser indiferente. Así como le
siguen y observan mientras mora en la tierra , observan y
siguen, luego que desaparece, á sus apóstoles y discípulos.
Lo que dicen , lo que enseñan , lo que predican , lo que
escriben, todo se examina. ¿Y contradicen los judíos ó los
politeistas lo que afirman los apóstoles respecto de los mi
lagros de su Maestro? No: lo atribuyen unos á operaciones
de magia , y otros á relaciones secretas con el demonio;
pero los hechos no pueden ser negados ni puestos en duda.
Tiberio propuso al Senado que Jesucristo fuese colocado
en el número jde los dioses; y Antonino y Alejandro Seve
ro quisieron erigirle altares.
Enmedio del empeño con que los escribas y fariseos
trataban de apartar de Jesus á las turbas que le seguían,
el convencimiento de la verdad arranca á los judíos una
réplica ó una confesion importante. «Lo que este hombre
enseña .dicen, no es de persona que tenga al demonio:
¿por ventura, ei demonio puede abrir los ojos de los cie
gos?» Por manera que los hechos sobrenaturales de Jesu
cristo son hechos reconocidos, confesados, públicos, so
lemnes.
Pero quiero llamar ahora vuestra atencion sobre otro
hecho que teneis á vuestra vista: hecho que está pasando
delante de nosotros, despues de haber atravesado por en
tre cien y cien generaciones. Hablo del hecho de existir,
despues de diez y nueve siglos, la obra de Jesucristo. Este
solo hecho bastaría para testificar la divinidad del Sal
vador.
Nada subsiste, señores; el tiempo es el mas grande
enemigo de todo. Lo que á pesar del tiempo permanece,
ya puede decirse que no es hijo del tiempo, y que para ello
sale la vida por las puertas de la eternidad. No quiero de
tenerme mucho en examinar el hecho, tambien importan
tísimo, de haberse establecido y afirmado la obra de Je
sucristo contra dos fuerzas inmensas, tales como el imperio
— 462 —
romano y la idolatría, que le oponen resistencia tenaz. Algo
significa, me parece, en pro de la divinidad del Salvador
el ver cómo su obra, por medios tan débiles, vence obstácu
los tan fuertes, y por palabras tan poco cultas confunde
la humana sabiduría. Notad que en la época de Jesus Ro
ma brillaba con su civilizacion: no era una ciudad oscura,
metrópoli de un imperio bárbaro. Y mudarse esa Roma, y
caer á tierra los templos de sus dioses, identificados con
sus victorias y conquistas, á la voz de rústicos y desvali
dos apóstoles, ese es un prodigio, el gran prodigio, el pro
digio por escelencia.
Pero este prodigio se hace todavía mayor y mas visi
ble estudiándole en su permanencia y conservacion. El
tiempo destruye y el tiempo edifica: siempre está destru
yendo, y siempre está edificando. Las dinastías mas pode
rosas no han tenido mayor enemigo que el tiempo; y otras
tambien ilustres, al tiempo deben su formacion. Pero de
esta ley general vemos esceptuada la obra de Jesucristo,
que permanece eterna en eLtiempo, inmutable al lado del
que todo lo muda, indestructible al lado del que todo lo
destruye. Aquí el tiempo no destruye nunca, sino que edi
fica; levanta, nunca abate. Aun cuando para destruir to
ma por auxiliares al error y la espada, sale de la lucha
cada vez mas victorioso y brillante el grande hecho de Je
sucristo, su obra, su fe, su Iglesia.
Lento tenia que ser su triunfo ó su establecimiento. No
se cambian de repente las ideas, ni se derriban de un gol
pe tantos altares. Sin embargo, basta tener valor para re
petir el Credo ó símbolo por- el período de tres siglos sin
temer la muerte, para que el imperio de la Cruz sea un
imperio tan universal como el romano. La obra de Jesu
cristo la acepta al fin oficial y solemnemente el mundo;
pero es digno de notarse que si la Iglesia principia á des
cansar de las materiales persecuciones, comienza también
contra ella una nueva era de luchas, la incesante lucha
. — 463 —
de las herejías en su propio seno, especie de discordia que,
pudiendo matar al mas fuerte reino dividido contra sí mis
mo, solo deja de matar al que tiene en el cielo su gobierno
y su cabeza.
No viene un siglo sin que traiga para el Hijo de Dios una
corona de espinas. Habla condenando los vicios, y los vicios
quieren apedrearle. Cuando el error no niega ó combate la
verdad, la corrupcion le azota las espaldas. Los reyes con
su soberbia , los filósofos con su orgullo, los ricos con sus
vicios , las sectas con sus artificios, los sectarios con sus
pasiones, los ignorantes con su ignorancia, los sabios con
su necia sabiduría, las revoluciones con sus verdugos y sus
injusticias , todos apedrean á Jesucristo porque siendo
hombre se bace Dios. ¡Ob ciegos, ciegos! No era mas na
tural le dijeseis : «¿Cómo siendo Dios , te haces hombre?»
Porque, efectivamente, las pruebas y testimonios de que
Jesucristo es Dios son tantas y tan evidentes, que mas se
debe disimular el error de aquellos que han dicho no era
verdadero hombre , que el de los que le niegan Dios.
En el mundo se verifican á tiempo revoluciones socia
les que cambian todo el aspecto de la tierra, y hacen en
trar á la civilizacion en otros caminos. Todo cambia en se
mejantes casos. Elementos vivos mueren, y elementos
muertos reviven. A la violencia de semejantes trastornos,
auu las instituciones mas robustas desaparecen ; y cuanto
veamos se conserva enmedio de ese trabajo de renovacion
ó de destruccion , es señal de que en la tierra no tiene sus
raices. ¿Cómo, teniéndolas, no habia de desplomarse por
la fuerza del vaiven general?
Pues hé aquí la obra de Jesucristo conservándose so
bre todas las obras , y asegurándose mas á medida que
tantas otras se debilitan y desaparecen. ¿No dice esto nada
á vuestra razon? Cualquiera hubiera creido que al disol
verse el imperio romano, hecho ya cristiano, el cristianis
mo sufriria quebrantos; pues no, señores, no. Hijos suyos
— 464 —
hace tambien á los bárbaros, y la nueva faz que toma la
Europa es eminentemente cristiana. No me detendré á con
siderar otros sucesos que, en proporcion de su magnitud,
dan parecidos resultados contra las previsiones humanas;
pero no omitiré el deciros que, cuando apareció el protes
tantismo en Europa, hubo quien consideró llegada la últi
ma hora de la Iglesia católica. A tantas fuerzas reunidas, á
tantos elementos contrarios, á tantas desastrosas complica
ciones, creyeron algunos no podría resistir la que llama
ban vieja institucion. Si hoy , señores ; si hoy apareciese
Lutero en la Europa , creo se avergonzaría , como casi se
dolía ya en su tiempo , de ser el padre de una seda que
no sabe mas que fraguar errores; al paso que seria grande
su asombro ó su rabia viendo á la que él llamaba Babilo
nia, viendo á Roma engendrando hijos para Jesucristo en
todos los rincones del mundo.
Los enemigos de la Iglesia ó de la obra de Jesucristo
pueden estar ya desesperados de destruirla. Cuando esta
obra no ha sucumbido ya, es porque no puede sucumbir,
teniendo, como tiene , su primer anillo en el cielo, y su
piedra angular en Jesucristo. No aduzcamos ya mas prue
bas de la divinidad del Salvador. El hecho de subsistir su
obra basta para demostrarla. ¿Subsiste esa obra? Sí: luego
es divina; luego es divino su autor. Y cuando doy tanta
fuerza á este argumento de existir la obra de Jesucristo,
no me olvido de que tambien subsisten las sectas; pero
prescindiendo de que estas, para subsistir, no han tenido
que luchar, como la Iglesia, no puede olvidarse que nada
tiene de estraño subsistan, si bien estacionarias , algunas
sedas en que encuentran halagos las pasiones , cuando en
la Iglesia no hay para ellas mas que frenos. Las sectas se
conservan ayudadas por las pasiones; pero la obra de Je
sucristo subsiste á pesar y contra las pasiones. Luego es
divina; luego es divino su autor; luego es el Hijo de Dios;
luego es una misma cosa con su Padre, que es lo que Je
— 465 —
sucristo quería probar á los judíos cuando les presentaba
el argumento de sus propias obras.
Opera quce ego facio in nomine Patris mei, testimo-
nium perhibent de me...
Pues ¿cómo no creen los judíos? ¿Cómo no creen los
filósofos de nuestros dias ? Hay para esta pregunta una ter
rible respuesta del Salvador. Sed vos non creditis, quia
nonestis ex ovibus meis. ¡Ay, qué desgracia! No creeis,
porque no sois ovejas mias; porque no quereis serlo; por
que á mí no me quereis por pastor; á mí, que doy la vida
por mis ovejas; y quereis serlo del diablo, que devora las
suyas.
Creed vosotros, amados mios; creed y adorad. Cristo
vence, Cristo triunfa, Cristo reina. Con Cristo hemos de
vencer, con Cristo hemos de triunfar, con Cristo hemos de
reinar en los cielos. Amen.

tomo m. 30
SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE A ESTE EVANGELIO.

1.° La incredulidad no tiene escusa alguna, y sin escusa


será condenada.—En este tomo.
2.° Sobre la blasfemia.—En idem. '
SERMÓN
sobre el evangelio del viernes después del do
mingo de Pasión.

Quid facímus? Quia hic homo


mulla signa facit. Si dimittimus
eum sic, omncs credent in eum;
et venient romani, el tollent nos-
trum locum et gentem.
(Joan., 11,47 y 48.)

¿Qué hacemos? Este hombre


obra muchos prodigios. Si le deja
mos á su libertad , todos creerán
en él ; y vendrán los romanos á
quitarnos nuestra ciudad y nuestra
gente.

El Evangelio que pone hoy á la consideracion de los


cristianos nuestra madre la Iglesia contiene una confesion
muy importante, y ademas está lleno, digámoslo asi, de
un espíritu profético que nos inspira hacia el Redentor el
mas grande amor y respeto. Ya el judio no tiene escusa.
La divinidad del Mesías á quien persigue , sus mismos
maestros y caudillos la reconocen , toda vez que dicen:
«¿Qué es lo que hacemos? Este hombre obra muchos mi
lagros.» Quid faoimml Quia hic homo multa signa fa
cit. Ya estás ¡oh judío! convencido. Vosotros mismos, los
/
— 470 —
enemigos mas implacables de Jesus, confesais que hace
muchos milagros, y que las gentes van á creer en él : lo
que prueba, segun vosotros mismos, que los milagros son
testimonios de su divinidad. Quid facimus?
Parecía que, reconociendo los judíos los milagros obra
dos por Jesucristo, le mirarían ya y venerarían como á su
Mesías ; pero no sucede así. Los escribas y fariseos prin
cipiaron á discurrir como políticos; y de las miras políticas
se valen para decidirse á matar á Jesus. «Viendo, dijeron,
que las gentes creen en este hombre y le reconocen.como
rey, vendrán los romanos á defender sus propíos dere
chos, y destruirán nuestra ciudad y nuestra gente .» Si di-
mittimus eum sic, omnes credent in eum; et venient ro-
mani, et tollent nostrum locum et gentem. Tenemos,
pues, á los judíos declarados ó decididos, por política, con
tra Cristo, no obstante ser testigos de sus muchos prodi
gios. Desde ese instante no cesan ya de buscarle para cau
sarle la muerte, diciendo que convenia muriese un solo
hombre mas bien que todo un pueblo.
No era el bien público lo que buscaban aquellos falsos
políticos que componían el Sanedrín, discurriendo tan in
humanamente contra Jesus: lo que ellos querían satisfacer
era su envidia y encono contra el que les reprendía sus
iniquidades, y evitar todo suceso que pudiera perturbar
los goces que su posicion y su hipocresía les proporciona
ban. ¿Qué miedo ó temor habia de inspirar á los romanos
el hombre que no tenia casa ni hogar, que resplandecía
por su modestia y sus virtudes, que habia huido para que
el pueblo no le proclamase rey, y que habia enseñado de
bia pagarse el tributo al César?
Era, pues, aquella política del Sanedrín una política
falsa; pero una política que trajo sobre Jerusalen y su
gente los mismos males que con ella trató de ahuyentar.
Vinieron los romanos ; pero vinieron á hacer espiar á los
judíos su crimen de deicidio: vinieron como instrumentos
-47* -
de Dios á realizar las profecías. Justo me, decide á hace?os
' hoy ver que
En las miras ó pensamientos de, los políticos no se
procede nunca contra Dios sin que vengan sobre las na
ciones los mas grandes castigos.
..;

Ave María.

Lo que hay de nefando en los pensamientos de los fal


sos políticos, es que ocultan sus iniquidades y sus vicios
bajo el velo del bien público que invocan. Los escribas y
fariseos no podian disimular el odio y encono que abriga
ban en su corazon contra Jesus, sin mas motivo que el ser
justo, y revelarles y reprenderles sus iniquidades. En. toda
tiempo bastó esto para atraer hácia sí los buenos las iras
de los malos. Caín persiguió al justo Abel , los sodomitas
á Lot, Esaú á Jacob, á Josef sus hermanos, Faraon á Moi
sés y á los hebreos, Saul á David, Jezabel á Elias, Manar-
sés á Isaías, y así en todo lugar y tiempo. Si Jesucristo hu*-
biese dejado quieta y tranquila la conciencia de los escri
bas y fariseos; si no les hubiese reprendido sus vicios ; si
no les hubiese censurado sus costumbres, no le habrían
perseguido con tanto odio; y sin este odio no habrían ale
gado el pretesto de que convenia sacrificarle para librar
del furor de los romanos al pueblo y la ciudad, que le hu
bieran reconocido por rey. A los fariseos aplican los espo-
sitores (1), y, como una profecía de lo que habian de ha
cer con Cristo las consideran, las palabras que el sagrado
libro de la Sabiduría pone en la boca de los malos. «Gons-

(1) S . Agust., 17, de Civ. Dei, cap. 20, et alii. v


— i72 —
piremos, dicen, «ontra el justo... porque es contrario á
nuestras obras, y nos echa en cara los pecados que come
temos contra la ley.» Contrarius est operibus nostris, et
improperat nobis peccata legis \\).
Quiero haceros notar cómo se verifica , en un doble
sentido, el falso temor que alegaban los escribas y fariseos
de que vendrían los romanos á castigar al pueblo que re
conociese á Jesus como rey. Protestaron querer evitar vi
niese sobre ellos la ruina, no reconociendo por Mesías á
Jesus, y la ruina les vino precisamente porque le crucifi
caron. Así se engaña la humana prevision, y así cae en sus
propios lazos la falsa política. El deicidio trajo sobre Jeru-
salen aquellos horribles estragos hechos en la ciudad in
grata, en su templo y en sus habitantes, por las armas ro
manas; no dejando allí piedra sobre piedra, segun habia
anunciado el Salvador. Han venido los romanos, y han
destruido vuestra gente y vuestra ciudad. No ha sido
esto, no, por haber reconocido al Mesías , como temíais,
sino porque, crucificándole, pedísteis recayese sobre vos
otros y vuestros hijos la sangre del justo derramada. Han
venido los romanos, y han destruido vuestra gente y
vuestra ciudad. Quisisteis cumplir con la política faltando
á la religion, y vuestros proyectos no pudieron dejar de
salir fallidos.
Cuando en política no se procede segun la ley de Dios,
üene que suceder lo que sucedió á los judíos, y lo que an
tes habia sucedido á Jeroboam, jefe, digámoslo asi, de los
falsos políticos.
Jeroboam, cabeza de las diez tribus, prohibió al pueblo
el que fuese á Jerusalen y al templo, por temor de que,
adhiriéndose al templo y á la ciudad, se adhiriese tam
bién á Roboam, su rey. Esta fue una determinacion polí
tica, y, al parecer, prudente; pero en realidad fue itnpru-

(1) BafkjS, &


— 473 —
dente y perniciosa, y la causa de la destruccion del Es
tado y del reino. Quiso Jeroboam introducir en las tribus
el cisma religioso, levantando altares en Dan y Bethel,
presumiendo que esto conduciría á que se asegurase el cis
ma político ; y no sabia que con aquella determinacion
causaba la ruina de toda su familia , como se realizó por
mano de su siervo Baasa, y segun lo profetizara Ahias (1).
No tiene la política un solo pensamiento contra Dios
que no se vuelva ó realice contra ella misma , y aun en
favor de Dios, sea directa, sea indirectamente. Las pala
bras de los judíos no solo se verifican contra ellos vinien
do contra su ciudad y su gente los romanos, sino que esas
palabras, segun be indicado antes, eran tambien una pro
fecía, aunque el Sanedrín no fuese profeta. Roma, en efec
to, ha absorbido á Jerusalen ; la Iglesia á la sinagoga ; el
gentilismo convertido al judio obstinado ; Cristo á Moisés;
San Pedro á Aaron ; los Papas á los Sumos Sacerdotes.
Sí: han venido los romanos, y os han quitado vuestra ciu
dad y vuestra gente. Venient romani. Han venido los ro
manos, y han hecho suyo el mundo, no por la fuerza de las
armas, ni por la habilidad de su política , ni por la sabi
duría de sus leyes, ni por la austeridad de sus costumbres,
sino por la eficacia de la Cruz y la influencia de la fe. Ve
nient romani. Mas debe Roma á sus Santos Apóstoles,
que á los fundadores del antiguo imperio; pues estos no la
dieron mas que el imperio de los cuerpos, y los Santos
Apóstoles la han dado el eterno imperio de las almas. Ve
nient romani.
Ved, señores, en qué doble sentido he dicho han lle
gado á verificarse las palabras del Sanedrín, no menos que'
las de Caifas, cuando afirmó convenia muriese un hombre
solo mas bien que todo un pueblo. Ese hombre, pero ese
Hombre-Dios, ha muerto} y ha sillo rasgada, en efecto, la

(0 3Reg.,ia.
— 474 -
senteneia de muerte que estaba escrita contra todo el gé
nero humano. ¿Pensaban en esto , ni en lo que antes he
indicado, los judíos que se reunen en consejo para matar
á Jesus, so pretesto de que irian los romanos á destruir
la ciudad y gente que como rey le reconociesen ? Pues
ahí teneis ios cálculos de la política , fallidos cuando son
contra Dios.
La historia profana nos suministra, en confirmacion de
esta verdad, tantos testimonios , que podríamos llamarla
con razon la historia de la Providencia, mas bien que la
historia de los hombres y de los pueblos.
Diré poco del imperio romano. Sus políticos pensaron
ahogar en sangre á la Iglesia , y quien se ahogó fue el co
loso en la sangre de los mártires. No hay proyectos con
tra. Dios. Parécele al hombre que triunfa, y no es mas que
un dia. Luego busco al impío , y no encuentro ya de él ni
sombra. Siempre ha sido lo mismo.
Despues del tenaz empeño del imperio romano en aca
bar con el cristianismo , me parece no se ha presentado
contra la Iglesia una conspiracion mayor y mas temible
que el protestantismo organizado con todos los elementos
que en lo humano podian ayudarle y sostenerle ; intere
sada en su progreso y conservacion la codicia alimentada
con los bienes eclesiásticos arrebatados á la Iglesia; ha
lagados los príncipes temporales con la perspectiva de un
aumento de potestad que tanto apetecían, y seducidos los
pueblos, no solo con la idea de gozar la omnímoda liber
tad que se les ofreciera, sino hasta con la esperanza de
hacerse dueños de los bienes de los nobles, todo parecía
hallarse aquí tan hábilmente combinado, que la Iglesia
católica tuviera que refugiarse áun nuevo mundo bus
cando la paz, y dejando abandonada la Europa á sus pro
pios estravíos. Pero todo salió de un modo muy diverso
de como lo esperaban los fautores del protestantismo.
Unicamente vieron sus deseos satisfechos (en este
— 475 —
mundo) los que en los países protestantes se apoderaron
de los bienes de la Iglesia; y digo satisfechos, sin dete
nerme ahora á examinar si su conciencia pudo estarlo
viendo á su antigua madre, la Iglesia católica, despojada;
y viéndose arrastrados, por su propia posicion, ellos y sus
sucesores á oponer, como se verificó, innumerables obs
táculos á la reconciliacion que alguna vez pensaron llevar
á efecto ciertos hombres distinguidos. Dejando, pues,
esto á un lado, quiero os detengais á considerar cómo se
volvieron contra los hombres los pensamientos de ellos
contra Dios.
Los reyes que. ansiosos de dar ensanche á su poder,
favorecieron de un modo ó de otro la reforma protestan
te , labraron para sí ó para sus sucesores la mas horrible
ruina. Porque , encargándose la razon de desenvolver las
teoríasó los principios que para levantarse contra Roma
fraguaba la secta , los príncipes afilaron ellos mismos la
cuchilla con que habian de ser decapitados, y la cual, co
mo la espada de Damocles, está siempre pendiente sobre
sus cabezas. Respecto de los pueblos que buscaban su li
bertad haciéndose protestantes ó enemigos de la Iglesia,
no encontraron al fin mas que su esclavitud. £1 senado de
Tiberio no fue menos vil que el parlamento de En
rique VIII; parlamento que declaró fuese considerada co
mo ley la sola voluntad del tirano, fundador de la Iglesia
anglicana.
Los que proyectan crucificar á Cristo se crucifican á
sí mismos. No se sostiene el órden social ó público mas
que con los eternos principios de moderacion y justicia, de
que la Iglesia es depositaría; y una vez abolidos ó despre
ciados esos principios, viene irremediablemente la espia-
cion sobre las generaciones culpables ó sobre sus hijos; y
Dios sigue siendo Dios, la Iglesia siendo la Iglesia, y
Cristo siendo Cristo. Dios,, Cristo y su Iglesia , no se mue
ven nunca; y cuando el hombre estraviado pensó que
— 476 —
Jesus estaba bien encerrado ya en el sepulcro, al volver
los ojos le ve resucitando glorioso. Hubo primero víctimas
en la Iglesia ; pero las hubo luego tambien entre los ver
dugos: y la causa de Dios no perdió un palmo de terreno,
al paso que todo lo perdieron los que la combatían.
Esto es lo que vemos, señores , y ante esta importante
verdad nos interesa mucho tener fe en Jesucristo, que,
con su muerte, causa la salud para todo el género hu
mano , y congrega á las gentes que andaban dispersas.
Solo Jesucristo, solo la Iglesia, solo las doctrinas católicas
unen y salvan : todo lo demas no hace sino separar y des
truir. Parece algunas veces como que se esconde Jesu
cristo , segun vemos lo hace al verse perseguido por el
Sanedrín en la ocasion de que habla hoy el Evangelio;
pero es que no ha llegado la hora de que se realicen los
designios de su Eterno Padre; y llegado el momento de
llevarlas á efecto , aparecerá la virtud de Dios brillando
como brilla el sol despues de una deshecha tempestad.
Cristianos: quid facimus? Quia hic homo multa signa
facit. Los mismos enemigos de Jesucristo se quedan co
mo perplejos viendo sus prodigios; y nosotros, que no
somos enemigos suyos , sino hijos y hermanos , ¿ qué ha
cemos? Quid facimus? ¿Le seguimos á Efrem con sus
discípulos, ó conspiramos contra su vida como los judíos?
Quid facimus? Este Hombre, este Hombre-Dios, ha hecho
y hace tales milagros, que no podemos dejar de reconocer
su divinidad; y, venga lo que viniere, no podemos dejar de
adherirnos á su doctrina. Quid facimus? No podemos dejar
de pertenecer á esta Iglesia católica, que es la congrega
cion ó reunion de todas las gentes bajo un solo Pastor,
Jesucristo, y su vicario el Papa. Quid facimus"! No po
demos dejar de observar la santa ley de Dios, puesto que
el que nos la impone prueba con tantos milagros la auto
ridad que tiene para dárnosla' Quid facimusl Quia hic
homo multa signa facit,
— 477 —
Seguid á Jesucristo, que es como únicamente se en
cuentra la verdad y la vida ; y por ningun miramiento
dejeis de reconocerle como Dios para amarle y adorarle.
Asi os concederá su gracia , que es la prenda segura de
la gloria, que á todos deseo. Amen.
SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE A ESTE EVANGELIO.

i.* Sobre la Envidia.—En este tomo.


2.° Sobre las disposiciones para celebrar la Pascua ó
recibir la Sagrada Comunion fut sanctificarent seipsos).—En
este tomo.
3.° Sobre la santificacion de las fiestas.—Tomo segundo.
SERMÓN
sobre la epístola del domingo de Ramos (1).

Humiliavit semetipsum factus


obediens usque ad mortem, mortem
autem Crucis. (Ad Phil. 2, 8.)

Humillose Cristo hasta sufrir


muerte, y muerte de Cruz.

Si las verdades que está encargado de anunciar el ora


dor cristiano han de ser provechosas para los pueblos, ha
ciendo que en su virtud, y por la influencia del espíritu
social que ellas encierran , los vicios se corrijan y los
errores se disipen, doble y nobilísimo objeto que ha de
proponerse realizar toda doctrina verdadera , preciso es
que el sacerdote católico tenga siempre ante su vista el
carácter de los tiempos en que vive , y la índole de los
hombres entre quienes habita. Siempre la degradada
humanidad ha de estar dando sus frutos; pero como lo que
mas la caracteriza , lo que constituyó sú culpa y lo que

'(1) Puede aplicarse á un título de Cristo, como de la Obedienc


ia, del Remedio, etc. , etc.
TOMO 111. '31
— 482 —
esplica su reato es la rebelion , la rebelion con que los
primeros padres se alzaron contra el supremo precepto,
resulta que en todos sus actos, en el pasado como en el
presente, y en el presente como en el porvenir, el espíritu
de desobediencia la arrastra , y los escesos de la rebelion
la aniquilan. Esta es, señores , la Haga del género huma
no ; esta es su condicion ; esta es su existencia. El género
humano es un gran rebelde , es un gran desobediente.
Paréceme que no es apreciado , y quizá ni suficiente
mente conocido, el espíritu profundo y eminentemente so
cial que encierra el cristianismo en sus entrañas. Las aber
raciones en las ideas y los desórdenes en el sentimiento
que observamos se propagan con tanta rapidez, vienen, en
mucha parte, de no querer conocer ese espíritu, ó de re
sistirse á apreciarle. Por eso hay que decir hoy, y decirlas
muy alto, cierta clase de verdades que son fundamentales
en la religion y en la sociedad; y ved aquí cómo entiendo
la mision que he de tener hoy la honra de desempeñar
ante este religioso auditorio.
La caida .primitiva y la redencion , son los dos polos
del eje sobre que se mueve todo el mundo moral, con su
historia, con sus contrastes, con sus prevaricaciones y
con sus progresos. Nada hay que no tenga que referirse á
esos dos cardinales hechos, si ha de ser esplicado y com
prendido. ¿Por qué Jesucristo se humilló hasta aceptar por
obediencia la muerte , y muerte de Cruz? No separando
nunca el Calvario del Paraíso , no os costará trabajo en
contrar, así para esta como para otras preguntas análogas,
«na satisfactoria respuesta. ¿No se cometió en el Paraíso
una gran desobediencia? ¿No se dió allí el ejemplo de una
rebelion de consecuencias inmensas? Pues bien : cuando
vayais buscando el remedio para tan grave mal , cuando
le estudieis, cuando le desenvolvais, cuando le apliqueis,
no se apartará nunca de vuestro espíritu la necesidad de
una grande obediencia en el órden espiatorio ¡ y como la
— 483 —
espiacion habia de ser tan superabundante, la obediencia
no podia dejar de ser perfectísima.
En una palabra : como por la desobediencia de Adan
habia entrado la muerte en el mundo, por la obediencia de
Jesucristo debia venirnos la vida , y nos vino en efecto.
Así, pues , voy á considerar hoy á Jesucristo como el
primer obediente. Humiliavit semelipsum, etc.
De este modo, presentándoos un original tan acabado,
vosotros vereis si de él sois una fiel copia.

Ave María.

Para comprender en alguna manera este misterio, di


gámoslo así, de la obediencia de Cristo, obediencia que le
condujo á la muerte, y muerte de Cruz, es preciso recor
dar algunas circunstancias del original pecado. Adan des
obedeció, y desobedeció sin temer que por esto podria
morir, y desobedeció tocando al árbol á que se le habia
prohibido acercarse. Porque Adan desobedeció, Jesucristo
debia obedecer ; porque desobedeciendo Adan presumió
no morir, nequáquam morte moriemini, Jesucristo debia
obedecer hasta sufrir por obediencia la muerte; y porque
Adan desobedeció, tocando al árbol prohibido, Jesucristo
debia obedecer basta sufrir la muerte en el árbol de la
Cruz, de que el árbol del Paraíso era figura. El órden es-
piatorio tenia que ser órden de contrastes ó de oposiciones
con el pecado original. Humiliavit semetipsum factus
obediens usque ad mortem, mortem aulem Crucis.
Profundo designio habia, por parte de Dios, en el
precepto impuesto desde el primer dia al hombre. No solo
quisa con esto el Criador conocer ó esplorar la voluntad
— 484 —
de la criatura, sino que la obediencia exigida á los prime
ros padres era como el órden, digámoslo así, de la crea
cion, y como el primer movimiento en la cadena de los
seres. La creacion se ponia en relaciones con su Autor
por medio del hombre, que era el compendio de ella; y
una vez infringido el precepto, es decir, una vez consti
tuido desobediente el hombre, el universo esperimentó una
especie de trastorno en su vida de comunicacion con
Dios. Todas las cosas sujetas al hombre, y el hombre á
Dios: hé aquí, en último término , la economía del mun
do. ¿Faltó el hombre á Dios? Pues desde entonces quedó
como interrumpida la comunicacion entre el Ser y los se
res. Desobedeciendo, cometió el hombre algo mas que una
falta moral individual, pues trastornó la ley general del
órden y de la armonía; y por aquí puede esplicarse en al
guna manera la trascendencia de su culpa en las genera
ciones humanas, toda vez que aun la misma naturaleza
puramente física ó material quedó como separada de Dios,
con quien la unia , del modo ya dicho , el hombre. Era,
pues, necesaria una espiacion, una mediacion , una res
tauracion, pero una restauracion por el acto de una gran
de obediencia ; y hé aquí lo que hace Jesucristo, para que
por su obediencia todos se justifiquen ó puedan justificar
se, ya que por la desobediencia de Adan todos nos hemos
convertido en pecadores.
En efecto: cualquiera que fuese la satisfaccion elegida
por Dios en desagravio de la primiliva culpa, parece de
bia de entrar en ella para mucho una obediencia perfec
ta; porque sin esto , en primer lugar, la desobediencia de
los primeros padres no quedaba borrada ; ademas , ha
bría faltado á la espiacion ó al sacrificio aquel valor que
le da la obediencia; la obediencia , que es mejor que las
víctimas, segun las Sagradas Letras enseñan. En el sa
crificio espiatorio no bastaba la pura aceptacion; fue pre
ciso ir, digámoslo así, á buscarle , á abrazarse con él , á
— 485 —
ofrecerse, en una palabra, víctima voluntaria. Tune dixi:
ecce venio. Midense los grandes esfuerzos y los grandes
hechos, no por lo que se pierda, sino por la voluntad con
que se sacrifica ; á la voluntad hay que mirar, mas bien
que al valor del don que se nos presenta. Un sacrificio
plenísimamente meritorio tenia que proceder de una obe
diencia perfectísima. «Para que el mundo conozca que
amo al Padre, dijo Jesucristo , y que yo obro segun el
mandato que me ha impuesto, levantad, y vamos de aquí al
lugar de la Pasion.» Ut cognoscat mundus quia diligo
Patrem, el sicut mandatum dedit mihi Pater, sic facio,
surgite , eamus hinc (1). Por manera que, como llama
mos á Jesucristo el Redentor ó el Salvador , podríamos
llamarle, por antonomasia, el obediente; porque este dic
tado califica tanto su divina obra, como cualquiera de los
otros con que por escelencia se le designa ; y casi estoy
por afirmar que aun la califica mejor.
Luego si la obediencia es la redencion , los redimidos
no pueden prescindir de ser obedientes. En ningun es
tado puede prescindirse de aquello que constituye tal á
aquel estado, y el prescindir seria un verdadero suicidio.
Si en una monarquía se dejasen olvidar los sentimientos
de amor y respeto á los reyes, ó si en la Iglesia se des
preciasen las doctrinas que enseñan como es debido la
sumision al principio de autoridad, la monarquía y la Igle
sia, en cuanto está de parte de ellas, se suicidarían. Pues
bien : en el órdeu cristiano , olvidar ó prescindir de la
obediencia, es faltar á la primera condicion de su vida ; y
atacar ó negar ese deber, es destruir el cristianismo. El
cristiano, pues, lo primero que debe ser es obediente. El
vive en el órden de gracia por el mérito infinito de una
obediencia perfectisima: en ese órden, y por ese mérito,
Yive como antes habia muerto por el acto de una desobe-

(1) Joan., U.
— 486 —
diencia culpable. Si no se cree antes que todo obediente
desconoce la primera condicion de su estado, se sale fuera
de la atmósfera donde únicamente le es dado vivir, y re
trocede á su antigua condicion de esclavo , quizá pro
clamándose libre. Ya conocereis qué dilatado campo se
me presentaba ahora para rectificar algunas de las pre
ocupaciones que en punto á la obediencia se propagan, con
gran daño para la sociedad; pero dejando para despues el
hacer sobre esto alguna oportuna indicacion , siga
mos ahora el camino por donde la obediencia conduce á
Jesucristo hasta sufrir la muerte. Obediens usque ai
mortem.
Miedo á la muerte mostró Eva al responder, cuando
el demonio, por conducto de la serpiente, preguntó por
qué no comían del árbol que estaba enmedio del Paraíso.
Praicepit nobis Deus ne comederemus, el ne tangere-
mus illud, ne forte moriamur. Mandonos el Señor no
comer de él y no tocarle, porque moriríamos. De ninguna
manera morireis, respondió la serpienie^nequaquam morte
moriemini; y , perdido ya el miedo, la mujer tomó el
fruto y comió, y dió á Adan para que tambien comiese.
Desobedecieron, pues, perdiendo el temor de morir: luego
Jesucristo debia obedecer muriendo, y muriendo en logar
de todos y por todos, como obedecía en nombre de todos.
Precisamente á esta obediencia, es decir, á la virtud
ya anticipada de esta obediencia, fue debida la venia otor
gada por Dios á nuestros primeros padres en el momento
de su prevaricacion; y por consiguiente, á ella es debida
la salvacion aun corporal ó temporal del género humano.
Adán y Eva debieron morir en el acto mismo de pecar : en
las generaciones sucesivas la malicia obligó mas de una
vez á Dios á no dejar sobre la tierra vestigio de hombre:
cuarenta siglos de trasgresiones ponen todos los días en la
justiciera mano de Dios la cuchilla de la muerte para cas
tigar á. la raza culpable; y, sin embargo, Dios perdona,
— 487 —
Dios protege, Dios ayuda, Dios salva. ¿Qué motivo, qué
mérito podrá haber aquí, que venciese, digámoslo así, al
mismo Dios? . Uua obediencia prevista, ó, mejor dicho,
vista, y una muerte aceptada por obediencia: lié aquí, se
ñores, á lo que atiende Dios cuando deja pasar casi como
impunes los estravíos de cien y cien generaciones culpa
bles. ¿Qué suponían tantas desobediencias y rebeliones al
lado de la grande obediencia de Jesucristo? En la balanza
de las divinas justicias debia pesar mas la obediencia de
Jesus que la desobediencia de todos los hombres y de to
das las generaciones; porque desobedeciendo el hombre, sa
crifica ó destruye, en cuanto está de su parte, la autoridad
de Dios; pero obedeciendo Jesucristo se sacrifica el mismo
Dios. Mas puede dar Dios á Dios, que lo que quita Dios
al hombre. Muriendo Jesucristo por obediencia, dió mas
gloria á Dios que ofensa le causó el primer pecado y to
dos los pecados. La obediencia sola habría sido ya abun
dante; pero la obediencia con muerte ha sido abundantísi
ma. Y hé aquí por qué el Apóstol dice que sobreabundó la
gracia donde abundó el pecado; y por qué la Iglesia llama
feliz ála culpa que nos trajo tanta gracia; es decir, á la
desobediencia que nos trajo una muerte por obediencia.
Era conveniente la muerte del justo por obediencia, ya que
se habia hecho necesaria una muerte general por culpa. La
palabra de la serpiente se realiza. Nequáquam morte mo-
riemini. No morireis, puede decirse ahora; no morireis
en el cuerpo y en el alma, aunque desobedezcais, porque
va á morir, ó ha muerto, Jesucristo obedeciendo.
¿Comprendeis, señores, lo que hay de sublime y me
ritorio en la muerte del Hijo de Dios, por obediencia?
Quiero recordaros el mérito de la obediencia de Abra-
ham , así como el mérito de la obediencia de su hijo, para
que aprecieis el inmenso valor de la de Jesucristo.
Abraham obedece para realizar un sacrificio; pero lo que
sacrifica no es su propia vida ; é Isaac se presta á llevar
— 488 —
la leña, pero ignora quién es la víctima ; y cuando llega el
caso de sacrificarle, la Sagrada Escritura nos hace notar
que Abrahana sujetó á su hijo para colocarle sobre el al
tar. Cumque obligasset Isaac filium suum... Lo que quie
re decir que, en este sacrificio, Abraham dió la voluntad,
pero no se dió á sí mismo por víctima; y que Isaac daba la
víctima, pero quizá no daba toda la voluntad. Pues bien, se
ñores; si á consecuencia de este sacrificio, cuyo mérito
tanto, y con razon, se ensalza , así por Dios como por los
hombres, diciendo Dios á Abraham : «Te bendeciré y mul
tiplicaré tu generacion como las estrellas del cielo... y po
seerá las puertas de tus enemigos ; y en ella serán bende
cidas todas las gentes de la tierra, porque obedeciste á mi
voz...» Quia obedisíe voci mece; si estas bendiciones, di
go, trajo una obediencia menos completa ó perfecta que la
dé Jesucristo, ¿de cuántas no será para nosotros origen y
causa la obediencia del Hijo de Dios , que le lleva hasta
sufrir la muerte? Nosotros somos , en verdad , las gentes
bendecidas , la generacion numerosa , porque el mejor
Abraham ha obedecido, y el mejor Isaac, por obediencia,
ha sido sacrificado. Adan nos perdió á todos: Cristo á to
dos nos ha librado. Adan trasmitió un solo pecado á sus
descendientes: Cristo nos libra ademas de todos los actua
les. Por Adan hemos quedado reducidos á un estado como
de pura naturaleza : por Cristo hemos sido elevados á un
estado mas espiritual y sublime que aquel en que Adan
fue criado. Adan nos ha hecho semejantes á las bestias:
por Cristo nos asemejamos á los ángeles. Adan nos privó
del árbol de la vida : Cristo nos da el pan que desciende
del cielo, y que nos comunica la vida eterna. Todas estas
son bendiciones ganadas para nosotros por el divino Abra
ham, que obedece, y por el mas paciente Isaac , que solo
por obediencia se sacrifica.
Esta obediencia hasta sufrir la muerte , de que Jesu
cristo da ejemplo , nos enseña hasta qué punto hemos de
— 489 — .
llevar nosotros el sacrificio de nuestra voluntad cuando nos
encontremos en el caso de renunciar á ella por obedecer
los preceptos divinos, y aun los humanos. Es verdad que
al hombre hánsele dado su razon y su libertad para que,
conociendo el bien, pueda seguirle, y conociendo el mal,
pueda evitarle : es verdad que Dios le ha dejado en la
mano de su consejo, para que tenga el mérito de las accio
nes buenas, así como la responsabilidad de las malas; pero
esto no impide , antes bien supone la divina ley á que
debe obedecer y someterse. El hombre, á consecuencia
del pecado original, quedó en su razon con muchas tinie
blas, y en su voluntad con mucha malicia. Fue, pues, ne
cesario que Dios, por medio de leyes naturales primero, y
por medio de leyes escritas despues, le guiase y goberna
se , del mismo modo que á un enfermo le damos el brazo
para que, al andar, se sostenga. Ego Dominus Deus íuus
apprendens manum tuam. Por manera que la razon y la
libertad humana no rechazan la idea de la ley, sino que la
suponen; y no solamente la suponen, sino que la gracia y
la libertad que constituyen el hombre moral, y, por consi
guiente, el hombre que es llamado á tan gloriosos desti
nos, no las concebiríamos ni esplicaríamos si no se nos
diesen como auxilios para cumplir plena y meritoriamente
la ley. El hombre necesita de la ley para que siempre vaya
ordenada su razon y dirigida su voluntad; de tal modo,
que tanto como quiera ser racional, tiene que ser obediente
á la divina, y aun á la humana ley; y para que lo sea, y
no para otra cosa, se le dan como dones y auxilios la gra
cia y la libertad.
Ved el gravísimo error en que se hallan muchos su
poniendo que, por ser criaturas racionales ó libres, pue
den ya dejar de obedecer las leyes, tanto divinas como
humanas; siendo así que el ser racionales y libres es para
que las obedezcan y observen. Si al hombre no le hubiese
impuesto Dios sus santas leyes, hubiera equivalido á de
— 490 —
jarle en la mas horrible oscuridad al lado de innumerables
precipicios. Dos cosas, digámoslo así, tenia Dios que con
ciliar en el hombre moral: la obra de Dios y el mérito del
hombre; y para esto, al darle Dios la ley, le da tambien,
por relacion á ella , y no contra ella , la gracia y la li -
bertad.
Propáganse hoy , acerca de la obediencia debida á las
leyes de Dios y á las de los hombres, errores muy tras
cendentales, que es preciso ir arrancando de este campo
donde tanta zizaña ha sembrado el hombre enemigo. Des
de el instante en que al hombre , tan propenso á sacudir
el yugo , se le signifique que la obediencia es un deber
puramente convencional , desde entonces todas las demas
virtudes que la obediencia guarda, y todos los demas de
beres que la obediencia, hija de la caridad, defiende, des
aparecen de un golpe; y las sociedades, lo mismo que las
familias, lo mismo que el individuo, entran en el horrible
y ensangrentado camino de los trastornos y revoluciones,
y esperimentando el castigo de tener que obedecer al ha
cha del verdugo, ya que no quisieron someterse á la dulce
ley de Dios ni á la suave vara de la justicia humana. ¡Decis
que el hombre es librel pero la libertad no mata la ley,
sino que la respeta, y vive y crece bajo de ella. Si os pro
clamais libres para no obedecer , vuestra libertad no es
ese don precioso que Dios nos ha otorgado para ob rar
bien, ni ese derecho político que no debe tener otro ob
jeto mas que realizar los designios de Dios en las socieda
des humanas; sino la libertad de los salvajes en el desierto,
la libertad de los monstruos que mutuamente se devoran.
' Obedeced, señores, obedeced, que el primer obediente ha
sido Cristo.
Se humilla Cristo hasta sufrir por obediencia la muer
te; pero notad qué género de muerte es el que sufre.
Mortem autem Crucis. Desobedeció Adan tocando al ár
bol prohibido; y Cristo obedece muriendo en el árbol de
— 491 —
la Cruz. Muere, sí, en una Cruz elevada á lo alto , para
enseñarnos que nuestra patria es el cielo, y que no debe
mos tocar la tierra mas que con la punta del pie. Mue
re en una Cruz, estendidas sus manos sacrosantas, para
llamar con una mano al pueblo judío y con otra al pueblo
gentil. Muere en una Cruz , para que todo el universo le
vea elevado, reconozca su soberanía y majestad , como,
en efecto, ha sucedido. Porque el imperio de la Cruz es
el verdadero imperio universal. «Salomon, decia Tertu
liano, no reinó mas que desde Dan hasta Betsabé; Darío
sobre los partos y babilonios; Faraon sobre los egipcios;
Nabucodonosor desde la India á la Etiopía; Alejandro no
dominó nunca toda el Asia, y ningun conquistador ó im
perio ha dejado de encontrar un límite para su domina
cion. Pero el nombre y reino de Cristo , prosigue el pro
fundo apologista , por todas partes se estiende , en todas
partes se cree, en todas partes se le da culto, en todas par
tes reina, en todas partes es adorado, igual para todos,
para todos Rey, para todos juez, para todos Dios y Señor.
Ómnibus cequalis, omnibus Rex , omnibus Judex, om
nibus Deus et Dominus est[\).
Esa Cruz, instrumento de muerte para Jesus, es prin
cipio de vida para el género humano. Esperanza de los
cristianos la llama San Juan Crisóstomo , resurreccion de
los muertos, guia de los ciegos, camino de los desespe
rados, báculo de los tullidos, consuelo de los pobres, freno
de los ricos, ruina de los soberbios, pedagogo de los jóve
nes, sustento de los necesitados, piloto de los que navegan,
puerto de los que peligran, muro de los sitiados, consejero
de los justos, magnificencia de los reyes, sabiduría de los
insensatos, libertad de los esclavos, filosofía de los empe
radores, ley de los impíos, pregonero de los profetas, anun-

(i) Lib. cont, judex.


— 492 —
cio de los apóstoles, gloria de los mártires, castidad delas
vírgenes, alegría de los sacerdotes, cimiento de la Iglesia,
fuerza de los inválidos, médico de los enfermos, limpieza
de los leprosos, descanso de los paralíticos, pan de los
hambrientos, fuente de los sedientos, proteccion de los des
nudos... (1).
La Cruz, en que por obediencia sufre la muerte Jesu
cristo, nos enseña que nosotros hemos de llevar la humil
dad y la obediencia hasta clavar nuestras concupiscencias
en la Cruz. Sin esto, no merecemos el nombre de cristia
nos; y es gran dolor, señores, el que nos equivoquemos.
¿Cuál es el camino, dice San Agustín , para alcanzarla
verdad, y qué es lo primero en la religion y disciplina de
Cristo? La humildad,' responde el Santo. ¿Y qué es lo se
gundo? pregunta de nuevo. La humildad, vuelve á res
ponder. ¿Y qué es lo tercero? Otra vez la humildad; y
cuantas veces me hagais esta pregunta, otras tantas, dice,
os daré la misma respuesta. Et quolies interrogabis, to-
ties koc dicam (2) Jesucristo es nuestra salvacion ; pero
lo es para aquellos que le obedecen. Factus est sibi ob-
temperantibus causa salutis ceternce. La humildad , la
obediencia y la Cruz; hé aquí los caminos del cristiano: la
soberbia, la rebelion y tos placeres; hé aquí el camino de
los enemigos de Jesus.
Por lo mismo que vemos domina el pecado original, es
decir, el hombre degradado, como si no hubiese sido re
dimido, hay precision de proclamar á toda hora la sobera
nía de la Cruz , que representa el triunfo del segundo Adan
sobre el primero, y la victoria de la gracia y de la virtud
sobre el pecado y los vicios. Nuestro siglo parece, mas que
otra cosa, un siglo pagano ; y si hemos de legar á las ge
neraciones que vienen tras nosotros algun principio que

(t) Hom. de Cntce. (2) Ep, U,


— 493 —
pueda salvarlas , ese principio tiene que ser la Cruz con
la humildad , con la obediencia , y con la muerte que re
presenta. Humiliavit semetipsum factus obediens usque
ad mortem, mortem autem Crucis. ¿En qué nos parece
mos nosotros á este original? Soberbios, rebeldes y volup
tuosos, apartamos nuestra vista de la Cruz, porque nos
causa espanto solo el verla. Cuando la humildad en el ho
nor es el honor del honor, y la dignidad de la dignidad,
como dice San Bernardo [i ) , nosotros nos ensoberbece
mos; ¿y por qué? porque somos tierra y corrupcion un
poco mas encubiertas. Cuando la obediencia es una nave
gacion segura que hace andemos el camino durmiendo,
nosotros nos rebelamos contra el piloto que ha de sacarnos
á salvo; y cuando la Cruz nos eleva tan alto , nos dejamos
arrojar por los placeres en inmundos lodazales. Quis vos
fascinavit non obedire veritate? ¿Quién os ha fascinado
y seducido para que no obedezcais á la verdad? Poco te
men á Dios , y mal quieren á la sociedad los que de un
modo ó de otro presentan la obediencia como un deber pu
ramente convencional. Quis vos fascinavit? No digo mas,
porque no hay necesidad de decirlo.
Concluyo exhortando á que no perdais nunca de vista á
Jesucristo, que es el primer obediente , pues se sujeta por
obediencia á la muerte, y muerte de Cruz ; lo que le me
reció que su nombre fuese exaltado sobre todo nombre, y
que ante él cielos, tierra y abismos se confundan y anona
den. Humiliavit semetipsum , etc.
Infundidnos, Señor, á todos, el espíritu de obediencia:
á los superiores para que obedezcan á Dios, y á los infe
riores para que obedezcan á los superiores. Si el obedien
te es el que canta victorias , y si la obediencia es camino
tan seguro en el negocio de nuestra salvacion, hacednos,

(1) Scrm. 34, iu cant.


— 49* —
Señor, humildes y obedientes, para que de este modo triun
femos de nosotros mismos, que somos el enemigo mas peli
groso de nuestra alma. Con vuestra humildad hacednos
humildes; con vuestra obediencia hacednos obedientes ; y
con vuestra Cruz redimidnos y salvadnos ahora y siempre,
en el tiempo y en la eternidad. Amen.
SERMÓN
sobre el mismo asunto (1).

Et praeparabitur in misericor
dia solium. (Isaías, 16, S.)

Se preparará un trono en miseri


cordia.

No duró mas que un instante la felicidad del género


humano: y al contemplar el Iriste cuadro que presenta el
mundo en la carrera que precede al advenimiento del Hom-
hre-Dios; cuando el historiador recoge cuidadoso las noti
cias que se encuentran consignadas en los archivos de los
pueblos, en sus monumentos públicos, en sus museos, en
sus ruinas y acontecimientos tradicionales ; cuando con
mano trémula escribe lo que ya pasó; y, en fin, el instante
aquel en que, levantado, parece. capitanear las generacio
nes, y convocándolas y pasándolas en revista las ve desfi
lar delante de si, paréceme que es el momento mas con
gojoso de las humanas situaciones. Véolo con la mano en

(1) Puede aplicarse á un título de Cristo, como de la Misericor


dia, Caridad, Consuelo, etc, , etc.
— 496 —
la frente, con la fisonomía alterada , y girando en derre
dor de sí y latiendo su corazon, acertar apenas á detallar
el estado en que encontró las sucesivas legiones que vió
formarse , y como por encanto desaparecer. ¿Qué es esto?
preguntará aquel historiador curioso. ¡Respóndele tú, des
graciada humanidad! pues en tu mísera existencia, en tus
prevaricaciones, en tu orgullo y rebelion , tienes la clave
de ese misterio de inicuas convulsiones por donde ha pa
sado la sociedad.
Vino el pecado, y con el pecado la muerte y la escla
vitud del género humano, y las mas grandes desdichas
para los pueblos; y las tinieblas se asentaron donde habia
tanta luz , y el desorden donde tanta armonía reinaba. El
pecado original es una verdad de sentimiento, ademas de
ser una verdad de fe y un acontecimiento histórico. No
somos lo que quiso Dios que fuésemos. La justicia de Dios
pedia satisfacciones desde el momento mismo en que de
linquió el primer padre; pero Adan se escondía, temeroso
de la vista de Dios, que le llamaba, conociendo que no
tenia respuesta que dar á las reconvenciones de su Cria
dor, ni víctima que ofrecer á su soberanía ofendida. En
tonces el mismo Dios notifica á Eva y á Adan la sen
tencia de sus dolores y sus trabajos; traza con su dedo de
Soberano el camino de penalidades que, seis mil años ha
ce, va recorriendo la humanidad, y pone á nuestros pa
dres fuera del Paraíso. Pero notad, señores, entre tanto
una cosa. Antes de mostrarse aquí Dios temible con el
atributo de su justicia, se muestra generoso y amable por
el atributo de su misericordia. Antes de dar sentencia co
mo juez , da consuelos como Padre. Antes de decir á la
mujer que multiplicaría sus dolores, y á Adan que no le
produciría la tierra mas que espinas y abrojos, Dios les
dió una esperanza para ellos y para el género humano,
hablándoles de aquel terrible golpe que habia de sufrir la
cabeza de la serpiente : como si hubiese querido darnos á
— 497 —
entender que no podia vivir el género humano sin un
anuncio de general misericordia.
Cuarenta siglos la esperan ansiosos, como espera el
sediento el agua, y el enfermo la salud. Esos pueblos in
quietos, porque han perdido á Dios, no pueden vivir sin
él ; y hasta tal punto es en ellos esto una necesidad, que,
impacientes, digámoslo asi, porque Dios no venia, en to
das partes quisieron verle , y representarle, y personifi
carle, y todo para ellos llegó á ser Dios, menos Dios mis
mo. La idolatría, pues, nada en verdad mas opuesto á la
verdadera nocion de Dios , es una prueba incontrastable
deque sin Dios, sin un Dios próximo, inmediato á nos
otros, no puede vivir el hombre. Por eso tenia la antigüe
dad los que llamaba dioses Lares. No se equivocaban en
el sentimiento , aunque se equivocaban en la idea y en el
objeto. Nosotros, que vemos las esperanzas realizadas, y
las profecías cumplidas, y las ansias satisfechas, y las in
quietudes calmadas, y las misericordias estendidas, pode
mos esplicar y aun compadecer aquella sed de Dios,
aquella necesidad de misericordias que sentían las anti
guas naciones. Ya está Dios cerca de nosotros: le hemos
visto en la tierra, sin dejar de adorarle en el cielo; le hemos
visto, no en el trono material de David y Salomon, ni con
el aparato belicoso y deslumbrador en que esperaban verle
los judíos, sino en una Cruz, trono para él mas glorioso
todavía que el que ocuparon sus ilustres progenitores.
Le hemos visto hablando, no desde una nube, con relám
pagos y truenos, á su pueblo predilecto, sino desde una
Cruz , envuelto en una nube de dolores, instruyendo al
género humano. Esa Cruz, instrumento de muerte para
Jesus , es fuente de vida para nosotros. Esa Cruz , donde
á la violencia de los tormentos espira el Hijo de Dios, es
una cuna donde nacen miles de generaciones que recono
cen por Rey al Padre del siglo futuro. Esa Cruz, por úl
timo , donde tan superabundantemente queda satisfecha la
tomo ni. 32
— 498 —
justicia de Dios, es el mas glorioso símbolo cíe la toíserí-
cordia djyina para con los hombres. v
La Cruz , pues, representa el mas sublime triunfo
de la misericordia sobre la justicia.
Étfirceparabitur in misericordia soliúm.
Ésia es la única proposicion que he de tener la honra
de esclarecer en un breve discurso. Para hacerlo con eí
debido acierto, etc.
¡Con razon pudo decir el Salmista que desde muy tem-
¡yarip estábamos ya llenos de la misericordia de Dios.
I iepteti sumus mané misericordia tua. Desde el mo
mento en que sucumbe Ádan, se oye la voz de la piedad
divina, prometiendo el rescate y anunciando aquel reina
do que habia de levantarse sobre un solio de misericor
dia. Ét prceparabitúr, etc. Arfan trasmite esta Consolado
ra esperanza á sus hijos; y llegando hasta Noé, y pasando
luego desde Noé á los patriarcas, sus descendientes , se
perpetúa de edad en edad, sirviendo de vida á un pueblo
escogido espresameriíe para que la conservase, y sin cuya
fe los sacrificios de los hijos de Abraham no habrían sido
fíías que ceremonias importunas, bendiciones de blasfemos
y adoraciones de impíos. «En las obras de los patriarcas
encontramos, dice San Gregorio, tantas y tan singulares
circunstancias, que su historia es mas bien la historia del
Hijo de Dios.» Nullus justus qui non Christi per figurara
núntius. Su solio sobre la misericordia le representan los
patriarcas. En efecto : el Hijo del Hombre, justo , como
Abel, ¿no ha sido sacrificado por sus hermanos ? Como
Enoch, ¿no ha subido al cielo para volver á bajar al fin de
los tiempos? Como Noé , ¿rio ha construido el arca fuera
de la cual rio hay salvacion? Sin predecesor ni sucesor en
su sacerdocio, como Melquisedec, ¿no ha ofrecido su sa
crificio bajo los mismos símbolos? Padre de los creyentes,
como Ábraha'm , ¿no ha hecho con el Señor una alianza
escrita Con su sangre? Obediente, conib Isaac, ¿no ha con-
— 499 —
elucido él mismo sobre sus hombros á la montaña la leña
del sacrificio? Fuerte, como Jacob , ¿no ha luchado con
Dios, venciéndole con sus llagas? ¿No le vemos todo entero,
digámoslo así, en Josef, amado de su padre, vendido por
sus hermanos, arrojado en una cárcel , acompañado de los
malhechores, y saliendo glorioso de las prisiones para ser
reconocido Salvador de Egipto y restaurador de Israel?
¿No le vemos todo entero en Moisés, cuyos peligros al
tiempo de nacer, y sus prodigios en Egipto, y su valimien
to en la corte de Faraón , y su poder en las riberas del
mar Rojo, y su gloria en Sinaí, y sus victorias cuando es
tiende sus brazos, nos recuerdan toda la vida del Hom
bre-Dios , que viene misericordioso á sacar de la escla
vitud á su pueblo? ¿No representan, por último, David, sus
oprobios ; Salomon , su sabiduría ; Elias , sus prodigios;
Sanson, su fuerza ; Job , sus dolores ; Isaías, sus igno
minias; Ezequiel, su amargura; Jonás, su muerte , su se
pultura y su resurreccion; Jeremías, su bajada á los abis
mos, y Josué, su entrada triunfante en el cielo? Sí : todas
estas eran preparaciones del reinado de Jesucristo sobre
un solio de misericordia, y anuncios del triunfo de la mi
sericordia sobrela justicia. Etprceparabitur, etc.
No solamente han figurado la instalacion del trono de
Cristo sobre su misericordia los patriarcas y los profetas,
sino que no hay uno entre estos últimos que no haya le
vantado parte de ese velo que cubría el trono del Príncipe
de la paz y Padre del siglo futuro. Jacob le hace ya des
cender de Judá: David le llama su Señor, y ve la tierra
inundada en sus misericordias: Daniel cuenta las semanas
que han de pasar desde el decreto para la reconstruccion
del templo hasta su venida : Ageo celebra la gloria del
templo donde habia de entrar el Mesías: Isaías encomia la
virginidad de la Madre que ha de darle á luz; y todos los
profetas, al paso que forman, como dice San Agustín, el
gran cuadro del Evangelio, anuncian las glorias del trono
— 500 —
sobre la misericordia que esperaban las naciones. El

^TTrevoluciones de esos mismos pueblos, la caida de


las monarquías, la elevacion de los imperios, las guerras,
las victorias, todo viene á parar á este punto; a elevar a
Jesucristo al escelso trono de sus misericordias Los cua
tro imperios que, antes de la venida del Hijo del Hombre,
se suceden y se destruyen mutuamente; la derrota de Da
río- las victorias de Alejandro, y luego la division de su
reino. todo va ordenado á abrir el camino al trono en mi
sericordia, que se esperaba. Los reyes, sin saberlo, prepa
ran el momento de levantar este solio. Ciro restablece en su
patria al pueblo que esperaba á Jesus con tan impacientes
¡leseos: Artajerjes fija con un edicto célebre la epoea de
su nacimiento: Augusto, con otro edicto, obliga a que su
Madre vaya á Belen y pruebe auténticamente que des
cendía de la raía de Judá; y Herodes no hace mas que
probar á los judíos el cumplimiento de la profecía de Ja
cob que anunció estaría el cetro en manos de un estran-
jero cuando viniese el que habia de venir. De todas estas
revoluciones no salió mas que ese trono de misericordia
anunciado por Isaias, y la Cruz, asiento de las eficientes
bondades del Hijo de Dios. Et prceparabitur, etc.
Desde ese trono, desde esa Cruz, cuando llega la ple
nitud de los tiempos, muestra Dios, dice San Pablo, las
riquezas de su poder y su grandeza en vasos de miseri
cordia. Vt ostenderet dividas glorice suce %n vasa mise
ricordia. Todo lo que, desde entonces, y antes y des
pues, son para el Hijo de Dios humillaciones, trabajos,
desprecios, oprobios, ignominias, azotes, muerte, y muer
te de Cruz, todo es misericordia para nosotros; todos son
triunfos que consigue sobre la divina justicia y contra la
soberbia humana, para fundar aquel trono en misericor
dia, esperanza de las gentes, que liabia anunciado el pro
feta. Et pmparabitur, ete. Si veis al Hijo de Dios nacer
— 501 —
en la crudeza del invierno, dentro de una gruía , por no
haber en otra parte habitacion para el que habita y llena
todo el universo, camino era ese para subir glorioso al
trono de las misericordias, que da sombra á tantos pue
blos. En esa cuna le adoran ya como Rey los magos de
Oriente. Si perseguido por Herodes hace en Egipto una
vida oculta, fue para manifestarse despues con resplan
dores en la Cruz , que es el solio de sus bondades. Si le
lloran perdido sus padres al volver de Jerusalen, fue para
que supiese el mundo que no subia al trono de sus mise
ricordias sino despues de conocer perfectamente la ciencia
de la ley. Si vive sometido á María y á José, era para
enseñarnos que sin la obediencia, y la obediencia hasta la
muerte, no le hubiera ensalzado su Eterno Padre á esa al
tura de gloria, ante la cual cielo, tierra y abismos tienen
que humillarse. Si comienza su pública predicacion acom
pañándola de prodigios nunca vistos y de beneficios in
esperados; si encuentra unas veces correspondencia y
otras ingratitud; si la tierra le devuelve los muertos cuan
do se los pide, y las tempestades callan al oir su voz; si su
túnica y su sombra hacen milagros; si se deja entregar
por un falso amigo y abofetear por las turbas; si permite
ser despreciado por Herodes y sus cortesanos; si Pilatos
no le salva; si muere en una Cruz... todo era para que la
naturaleza, estremeciéndose en sus entrañas al verle es
pirar, le reconociese Príncipe y Rey en el trono de sus in
finitas misericordias.
Pudo , señores ; pudo Dios mostrar las riquezas
de su gloria de otra manera; pero no convenia descu
brirlas sino en vasos de misericordia. Ut ostenderet dimj
tías, etc. La creacion liabia ya visto las manifestaciones
de la gloria de Dios en esa magnífica obra de los seis días:
en el cielo y en la tierra que saltan de sus manos; en el
sol y en las estrellas que se desprenden de sus eternos res
plandores; en las flores que matiza con sus dedos; en el
— 502 —
hombre á quien da vida con su aliento. Entonces la mani
festacion tenia que hacerse en la grandeza; pero en la Re
dencion, todas las rerelaciones de la gloria de Dios debian
verificarse en la humildad, en el sacrificio, en la miseri
cordia, en la Cruz. Ut ostenderet, etc. Jesus, tan grande
por sus milagros; reconocido como rey por los magos; lla
mado salud de Israel por un anciano, y venerado como
Mesías por una profetisa: Jesus, en el Jordan, en el Tábor
y en el cielo, proclamado Dios é Hijo amadísimo de Dios,
espira en un suplicio para aplacar la justicia de su Padre,
é inundar al mundo con los torrentes de su misericordia;
ofreciendo entonces, y ofreciendo despues, y ofreciendo
siempre ese sacrificio, gloria del Padre, que entrega su
Hijo; gloria del Hijo, que ensalza á su Padre; y gloria del
Espíritu-Santo que, como amor, une al Padre y al Hijo
para esta grande obra de su bondad divina. La justicia
eterna ha quedado ya con esto pagada y satisfecha: la mi
sericordia es la que vence, la que triunfa, la que reina.
Jesucristo, salvador, sacerdote y víctima, llama desde la
Cruz á los pueblos para que vengan á reconocerle rey en
el altísimo trono de sus misericordias. ¡Ay de aquellos que
no quieran mas rey que al Césarl Sobre ellos y sobre sus
hijos caerá como una maldicion la sangre de ese justo.
Jesucristo, como Salvador, ha dejado en la Cruz el
germen, digámoslo así, y la fecunda semilla de sus mise
ricordias. Sobre el mundo no vendrán ya mas calamida
des que las que nosotros con nuestra obstinacion é impe
nitencia lleguemos á provocar; y aun estoy por añadir
que nunca podrán ser nuestras desgracias como aquellas
que abrumaban á los pueblos y ciudades cuando aun no
habia triunfado la misericordia sobre la justicia. Si nos
aterran los castigos que nos refiere el Viejo Testamento
venían sobre las ciudades pecadoras, nos admira en pro
porcion la gran misericordia de Dios con el mundo despues
da redimido. Y ¿por qué hemos de estrañarlo? Si hubiese
cincuenta justos en Sodoma, si hubiese cuarenta, si hubie
se veinte, si hubiese diez, ¿destruiríais. Dios mio, la ciu
dad? No; no la destruiré por amor á los 'diez... re'spondió
el Señor á Abraham; no obstante que el grito de Sodoma
y de Gomorra se habia acrecentado, y agravádose con és-
ceso su culpa. Siendo mucho mayor, incomparablemente
mayor que el amor que tenia Dios á los diez justos el amor
con que mira á Jesucristo y sus méritos; el amor con que
mira á ese sacerdote eterno, cuya oracion no es nunca in
terrumpida; el amor con que considera á esa víctima pu
ra, santa, inmaculada, que se ofrece todos los dias por nues
tras prevaricaciones; el Señor, por amor á ese Salvador, á
ese sacerdote y á esa víctima, dará tal amplitud á sus mi
sericordias, que no se inquietará por ver á los impíos bur
larse de su Providencia, con tal de ver á los pecadores pre
servados de los golpes de su justicia por amor á la Cruz de
su Unigénito. Solo así puede esplicarse esa especie de tole
rancia que muestra abora el cielo á la tierra. Suben desde
la tierra al cielo las soberbias torres que edifica e! orgullo
humano: screciéntanse los gritos de las ciudades pecado
ras: sobre los hijos de Dios parece que pesan los mas gran
des infortunios: las rebeliones son tantas comolós instantes;
y, sin embargo, no hay ya diluvios para castigar la carne,
ni hay confusion de lenguas y dispersion de gentes, ni hay
fuego para las ciudades criminales, ni hay plagas páralos
tiranos del pueblo de Dios, ni hay castigos para los pue
blos prevaricadores. ¿Es que no hay justicia en el cielo?
¿& que el Dios del Nuevo Testamento es diferente del
^íos del Viejo? No: es que la misericordia ha triunfado dé
ía justicia, satisfaciéndola dé una vez para siempre en la
Cruz, símbolo por lo tanto dé felicidad y' de gloría para el
linaje humano. Pero advertid abora.: '.
Desde el momento en que hagais pedazos la Cruz, em
blema de las misericordias divinas, Dios volverá á ejer
cer su implacable justicia, como la ejerció en otros tiara
— 504 —
pos. Hoy, señores; hoy que se desearía por muchos ver
evacuada la virtud de la Cruz , hoy la Cruz es mas nece
saria que nunca- Estamos presenciando escenas horribles,
descomposicion y anarquía en las ideas, desconcierto y
revolucion en las cosas. Lo presente nos agita con sus es
pectáculos de perpetuos vaivenes , y el porvenir nos arre
dra hasta el punto de resistirnos á pensar en él por no des
cubrir abismos. Nada hay que no padezca y no sufra en
este lecho de Procusto en que yace la sociedad. El indi
viduo que buscaba la emancipacion , no ha encontrado
mas que la desgracia; la familia, su ruina; la sociedad, su
muerte. El mal existe con una realidad espantosa: se pro
paga con una fecundidad admirable, y se agranda en pro
porciones horribles. Todo está hoy ya gastado; hombres y
doctrinas : el entendimiento quiere luz, y el corazon quie
re esperanzas, y la sociedad quiere reglas. La ciencia ba
llamado hija á la sociedad, y la sociedad no ha encon
trado en la falsa ciencia mas que un verdugo: la fuer
za la ha llamado hermana , y en la fuerza no ha en
contrado mas que un tirano. Si no levantais mas altos
vuestros ojos; si no os alumbra ese sol de los pue
blos; si no seguís la filosofía de ese santo madero, foco de
luz y de misericordia contra la filosofía de la carne y del
orgullo; si á la autoridad de empíricos sofistas no oponeis
la autoridad de la Cruz, desesperad de ver curados vues
tros males; desesperad de ver el término de esas profun
das agitaciones que tienen al individuo en continuo sobre
salto, y á la sociedad en tanto peligro. No está gastada la
virtud y eficacia de la Cruz. Los siglos no le usurpan su
fuerza: cada edad conserva para el Crucificado un solem
ne homenaje; y las generaciones trasmiten de unas á otras
el libro donde consta, y cada dia se aumenta el catálogo
delas divinas misericordias. Me parece, señores, que en
la Europa civilizada ha pasado ya el tiempo de las grandes
impiedades.
— 505 —
El tiempo, que lo destruye todo, no ha podido destruir
la Cruz, suplicio de un inocente. Ha destruido los monu
mentos, las apoteosis , las ciudades que se proclamaban
inmortales , y los imperios que no pensaban perecer; ha
borrado nombres que representaban mucha gloria ; ha ar
rojado en el olvido marchitos y descoloridos laureles que
habian costado mucha sangre, y saluda sin respeto á hé
roes ante quienes inclinaron su cabeza muchas generacio
nes. Todo lo destruye el tiempo , y no ha podido destruir
la Cruz; antes bien, cargada de trofeos, coronada de triun
fos, la llevan todavía los reyes en su diadema , los guer
reros en sus armas, los ejércitos en sus banderas, los pue
blos en su frente, los sacerdotes en su corazon , los misio
neros en sus manos, los legisladores en su conciencia,
los vivos en su pecho y los muertos entre sus dedos. Sin
la idea de una misericordia divina que se compadece de
nuestras culpas, no podríamos vivir, siendo así que no hay
dia en que no provoquemos la divina justicia. Mejor que
del pueblo de Israel, podemos decir del pueblo cristiano
que Dios ha sido para él un conductor en misericordia.
Dux fuisti in misericordia tua populo. La misericordia
de Jesucristo es para nosotros como una nube de la ma
ñana, que prepara la tierra, á fin de que en ella no haga
estragos con su ardor de mediodía el sol de la justicia.
Misericordia vestra quasi nubes matutina (1).
En ese solio de misericordia , en ese madero , desde
donde reina Jesucristo sobre el mundo, brilla tambien otra
celestial Princesa, que, aunque sumida en soledad y des
consuelo, como convenia á una Madre que ha perdido su
Hijo, su alegría es imponderable cuando ese mismo Hijo
crucificado derrama sus misericordias sobre la tierra. Ma
ría, al pie de la Cruz de su divino Hijo, es como la llave
' de esa fuente que desde el costado del Redentor arroja

(i) Oseas, C, 4,
-m-
sobre Jos cuatro vientos del universo las aguas de sus bon
dades. María abre y cierra , á su voluntad , las cataratas
de ese cielo, como en otro tiempo lo hacia el profeta de
Dios con las nubes. No la separeis nunca de las oraciones
que dirijais á Dios para obtener sus favores. Ahí está, al
pie de la Cruz, para infundiros confianza y pediros corres
pondencia. Orad con una, y pagad con otra. No dejemos
pasar el tiempo vanamente; somos usufructuarios no mas
de las horas, y no cogeremos mas que lo que hayamos
sembrado. Ganad, señores, la eternidad con el tiempo.
Vosotros, herederos de la piedad de aquellos religiosos
españoles que, á principios del siglo xvii, instituyeron esta
ilustre y real congregacion para dar culto á Jesucristo,
primero bajo el título de la Paciencia, y despues bajo el
consolador de la Misericordia, estad firmes en la fe ; no
os dejeis fascinar y seducir por errores que no causan mas
que ruinas; trasmitid á vuestros hijos esa misma piedad
que, en las tempestades de que han de ser testigos y quizá
víctimas, ha de ser su áncora. Mas que en legarles rique
zas, poned cuidado en que hereden vuestra fe. No los de
jeis en este mar proceloso sin una estrella que los conduz
ca. Educadlos antes que todo cristianos. Que les sirva á
ellos de norma este espléndido celo con que sosteneis los
cultos á Jesucristo, y el lustre de esta real y religiosísima
corporacion.
Ahora, pues, bendecid al Señor, porque su misericor
dia es para siempre. Al que hace maravillas solo, porque
su misericordia es para siempre. Al que hizo los cielos con
inteligencia, porque su misericordia es para siempre. Al
que afirmó la tierra sobre las aguas, porque su misericor
dia es para siempre. Al que hizo el sol para que presidie
se al dia , y la luna y las estrellas para presidir á la no
che, porque su misericordia es para siempre. Al que sacó
á Israel de Egipto con mano poderosa y brazo escelso,
porque su misericordia es para siempre. Al quellevó su
— S07 —
pueblo al traves del desierto, porque su misericordia es
para siempre. Al que nos redimió de nuestros enemigos,
de la muerte, del pecado y del inñerno, porque su mise
ricordia es para siempre.
Sed con nosotros, Padre misericordioso; otorgadnos la
gracia, y abrid despues la puertas de la gloria. Amen.
SERMÓN
sobre el evangelio del mismo domingo.

Ecce Rex luus venit Ubi man


suetos. (Matt.,21, 5.)

Mira cómo tu rey viene á ti en


mansedumbre.

No habrá uno entre los hombres , ni tal vez entre los


que empezais á oirme, que no confíese ser muy incons
tantes las glorias y felicidades que el mundo ofrece ; pero
es muy raro el que se ha llegado á persuadir que esa in
constancia puede esperimentarla en si mismo. No hay
mortal que no esté convencido de que los bienes y los ma
les están en este valle de lágrimas tan unidos entre sí co
mo unidos salieron del útero materno Jacob y Esaú, no
obstante el ser opuestos. Tan general verdad es esta , que
hasta los gentiles no pudieron dejar de conocerla; y por lo
mismo, en los simulacros de la Fortuna, á quien adoraban,
colocaron las señas de su volubilidad en aquella rueda que
la representa. La fortuna y la miseria, la gloria y la igno
minia, las riquezas y la pobreza, la honra y la afrenta,
están en el mundo tan eslabonadas entre si, que no hay
uno solo que no lo conozca.
— 510 —
Aun cuando el Espíritu-Santo no nos dijera por boca
de Job que el hombre nacido de mujer jamás persevera
en un mismo estado; y aun cuando la vida y la prosperi
dad no nos las comparase á la flor del campo, que ama
nece odorífera , tierna y lozana , y la noche la coge ya
marchita; ó al humo' que sé desvanece con un soplo de
viento; ó, en fin, á la sombra, que se mueve conforme al
movimiento del sol, que nunca para; aun cuando nada de
esto, repito, nos lo asegurase el Espíritu-Santo , la espe-
riencia diaria nos lo enseñaría con ejemplos unas veces
grandes y otras pequeños. Razon poderosísima por qué
esta materia ha sido siempre la que con todo esfuerzo han
ponderado los profetas. Sin detenerme á considerar otros,
oigo á Barucque, hablando con Israel, le pregunta: Ubi
sunt principes gentiuml... Exterminati sunt, et adin-
feros descenderunt, et alii loco eorum surrexerunt (1).
Pero ¡ay dolor! aunque la esperiencia nos lo compruebe y
los ojos mismos nos lo atestigüen , son muy pocos los que
creen que podrán en sí esperimentarlo. Jamás el rico
creyó ni pensó que ha de ser pobre ; ni el poderoso que
puede ser abatido ; ni el sano que puede caer enfermo.
¡Qué ilusion! Así sacudimos el temor á la desgracia que
puede sobrevenirnos, y nos dejamos engañar por la in
constancia del mundo.
El ejemplo que el amabilísimo Redentor quiere en
estedia darnos para nuestro desengaño, pienso propo
nérosle para vuestro convencimiento. Pues que recibido
hoy en Jerusalen con ramas , palmas , aclamaciones y
triunfos, es, por los mismosque asi obraron, conducido en
la misma semana al cadalso. Sus aclamaciones, como con
templa San Bernardo , se convierten en vituperios ; las
bendiciones en maldiciones; el quitarse sus vestiduras pa
ra que pase el Hijo de David, en despojarle de las suyas,

(1) Bar., 3, 16.


- 8<f -
para burlarse de su sacratísima persona; y el recibirte hoy
para reinar, en sacarle luego fuera de la ciudad para
crucificarle. «Ejemplo es este poderosísimo, concluye Sari
Bernardo, para que no pongas tu amor y confianza en la
prosperidad, gloria y bienes que el mundo te ofrece.» üt
discamus in nulla Icetitia hujus sceculi habere fiduciam.
Verdad de que quiero convenceros haciéndoos entender
La inconstancia de la honra mundana, y los peligros
que en ella se encuentran.

Ave María.

Con solo lo que acabo de decir , me parece pudiera


cualquiera hombre convencerse de que es de ninguna sub
sistencia el honor , la estimacion y la gloria con que el
mundo, semejante á la prostituta de Babilonia , brinda y
ofrece á los que le siguen. En vaso dorado en apariencia,
pero lleno de hiel en realidad, ofrece el mundo sus honras
á los que las apetecen. Porque ¿cuántas no son las fatigas
que al hombre le cuesta la posesion de ese honor y de esa
gloria? No repara, por conseguirla, en conculcar la santa
ley de Dios, y lleva sobre su conciencia el mortal tedio
del pecado, el cual, en los momentos de reflexion , le en
venena todas las satisfacciones que disfruta.
Pero supongamos que el mundano ha alcanzado ya, á
fuerza de bajezas , disgustos y sinsabores , el honor que
buscaba: ya le tiene ; ya está en posesion de él ; ya le
llaman Rabbi graneles y pequeños ; ya está en la cima de
una felicidad que en su delirio ha creido suma. ¿Y qué?
Ya lo dice San Agustín. Attendat quisque felicitatem
suam, attendat si non fluat. La ley, que todas las cosas
— 512 —
del mundo rige, no esceptúa de manera alguna á los honores
y dignidades. Si en el mundo nada permanece quieto ; si
hay oriente y ocaso, luz y tinieblas, borrasca y serenidad,
lutos y alegrías , miedo y esperanzas , sueño y vigilia,
risas y lágrimas, lamentos y júbilo , amor y odio ; si de
éste modo, y por una ley necesaria, se suceden y alternan
entre sí cosas tan contrarias, locura parecerá que no rija
esta ley para la honra mundana. Rige , pues , y rige con
doble fuerza esta ley en los favores de la fortuna.
Paréceme lo significan así aquellas doce varas que
mandó Dios se pusiesen en el tabernáculo con los nom
bres de las doce tribus, advirtiendo á Moisés que aquel
cuya vara floreciese era el electo para el sumo sacerdo
cio. Pudiera el Señor elegirle por sí, ó por suertes , como
lo hizo despues con San Matías; pero lo hizo de este modo,
segun dice San Ambrosio, para que supiese Aaron, cuya
vara florece , que es flor la dignidad que recibe ; lo que
debería de humillarle considerando lo fácilmente que pue
de perderse ó desvanecerse una dignidad representada en
una flor. Ut summum haberet humilitatem , sciens com-
missam sibi florem potesíatis (i). Sabed todos los que
ocupais una dignidad, que no es esta mas que una flor; una
flor que puede suceder no la salude el sol dos veces; una
flor que puede suceder no la salude ya en su ocaso el sol
con cuyos primeros resplandores se ha abierto. Ut sum-
mam haberet humilitatem, etc.
Veo á aquel Adonibezec venciendo setenta reyes , y
haciéndoles comer bajo su mesa como si fuesen perros,
despues de haberles cortado los dedos de las manos y de
los pies; pero á poco vedle tambien prisionero en Bezec,
metrópoli de su reino , sufriendo el mismo cruel castigo
que hiciera él sufrir á sus vencidos. ¡Qué distante se halla
ba Amán de figurarse que aquel patíbulo que levantaba

(1) Episfr. ad Gurtia.


— 513 —
no habia de ser para Mardoqueo, sino para si mi srao!
El mundo eleva al hombre como el águila á la tortuga;
no para ensalzarla, sino para que, dejándola caer de golpe,
se rompa su concha y se estrelle en las piedras. Pregun
tadlo al emperador Andrónico, que, despues de regir pocos
años el imperio, vino á ser preso por sus mismos vasallos,
escarnecido, burlado, cargado de injurias hasta morir, col
gado de los pies entre dos columnas. En Roma es aclamado
Augusto Vitelio, y despues fue sacado á la vergüenza, ata
das atras las manos, y haciéndole sufrir la muerte enme-
dio de una plaza. El gran rey de Lidia, Creso, cuando se
cree dueño y señor de los persas, estos le arrebatan el rei
no, y pasa por el peligro de ser quemado vivo. Infeliz Be-
lisario, que vences á los godos y á los vándalos, hecho ya
señor del África y de Sicilia, dinos si no ha terminado tu
elevacion y tu gloria en quedarte ciego, y pedir como un
mendigo una limosna á la puerta de la iglesia de Santa
Sofía. ¡Oh cruel vanidad de las cosas humanas! Por eso
Josef no quiere dar á su amado y anciano padre la noticia
de su principado en Egipto ; porque ¿quién da cuenta de
que posee una flor, una sombra, una mentira? «¡Oh mun
do traidor! esclama San Agustín: prometes todos los bie
nes , y nos das todos los males ; prometes una flor que
pronto se marchita.» Cuneta bona promittis , et cuneta
mala profers; promittis florera, sed cito evanescit (1).
Ademas de la propia inconstancia de las felicidades ú
honras mundanas, acompáñanlas tantos peligros, que el
poseerlas mas equivale á un tormento que á una satisfaccion
ó gozo. Saul, bueno en un estado humilde, fue infelicísimo
en la fortuna. David, siendo pobre y perseguido, fue amigo
de Dios; pero llega á ser poderoso y grande rey, y ofende
á Dios gravemente. Otro tanto sucedió á Salomon. Nabu-
co no lleva presos á Jerusalen sino á los poderosos y mag-

(1) Serm. 31.


TOMO 111. 33
— 514 —
nates, y á los pequeños los deja en la ciudad. No ames el
alto estado, pues allí estás en el mayor peligro. A la cima
de los montes y á las altas torres toca primero el rayo. En
las redes de los pescadores los peces grandes quedan pre
sos, al paso que los pequeños se deslizan y escapan entre
las mallas. Las honras traen consigo los peligros, y aun es
toy por decir que las disfrutas ú obtienes precisamente
porque eres mas indigno. Los mundanos son muy seme
jantes á los Sichimitas, de quienes se lee que coronaron á
Abimelech, hijo de la concubina de Jeroboam, y le ayuda
ron á que sacrificase á sus setenta hermanos, hijos de las
mujeres de su padre, librándose solo Joatham, que era el
mas pequeño.
El demonio sube á Jesucristo al pináculo del templo, y
es para precipitarle: y los judíos le aclaman hoy rey y
triunfador, para pedir á gritos su muerte á los cinco dias.
Están cerca de las glorias y felicidades humanas las mas
amargas desdichas. No supo San Pedro lo que decía, se
gun leemos en San Márcos, cuando en el Tábor pidió á
Cristo que permaneciesen allí.
^ Todos los que han obtenido ilustres honras las han al
canzado con grandes amarguras, las han disfrutado con
tormentos, y las han perdido con honda pena. ¿Qué he sa
cado de haber obtenido un trono? preguntaba al tiempo de
morir un antiguo monarca de España: no he sacado mas,
respondía, que el remordimiento y el dolor de haberle ob
tenido. No he sido Papa, decia un Pontífice, sino para
que las gentes me lo llamen, mientras soy el mas desgra
ciado de las criaturas. ¿Qué es loque ahora puedes ya de
sear? preguntaron á un sabio favorecido de la fortuna: el
no ser lo que soy, respondió con acierto sumo. ¿A dónde
vas á llegar en las alas dé la fortuna que te es tan prós
pera? preguntaban á otro: de seguro al precipicio, respon
dió á los admiradores de su suerte. ¿Cómo has obtenido
las honras? padeciendo. ¿Cómo las disfrutas? padeciendo.
— 515 —
¿Cómo las pierdes? padeciendo. El Papa Leon XI decía,
al tiempo de morir, que mas le habria valido ser portero
de un convento, que haber tenido las llaves del cielo.
Esta es la verdad, y no os canseis en ir tras peligrosas
ilusiones. De la mano se os ha de escapar todo , menos las
buenas acciones que practiqueis, pues estas os aseguran la
gloria, que es eterna, y que á todos deseo. Amen.
SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE A ESTE EVANGELIO.

i.° Contra la ambicion.—En este tomo.


2.° Disposiciones con que debemos recibir á Jesucristo
cuando, sacramentado, entre en nuestros corazones. —ídem.
SERMÓN

para el Jueves Santo.

Exemplum enim dedi vobis, at


quemadmodum ego feci vobis, ita
et vos faciatis. (Joan., 13, v. 15.)

El ángel pecó, y pecó el hombre tambien; al hombre


se le redime , y al ángel se le deja en su obstinacion.
¿Qué es esto ? ¿No habia salido de las manos de Dios
aquel Luzbel bellísimo , cuyos resplandores de hermosura
le ofuscaron , precipitándose luego en las tinieblas, y ar
rastrando en pos de sí mucha parte de los espíritus con
quienes hacia coro ? ¡Oh, sí! ¡Hechura de Dios era el que
luego se declaró su rival y tuvo pretensiones de escalar el
trono del Altísimo! Sin embargo, para él no hay reden
cion; porque la Divina Providencia provee de remedio á
todas las criaturas, conservando la naturaleza de ellas, y
la naturaleza del ángel es invariable en lo que una vez se
determina; por eso es incapaz de penitencia. Mas el hom
bre no es así , sino de naturaleza mudable y vertible; hoy
entiende ana cosa, y mañana otra; boy toma una deter
— 520 —
minacion, y luego se arrepiente de haberla tomado: por
esto es capaz de arrepentimiento. Ademas, si el ángel ca
yó, fue por su propia y sola voluntad, sin que nadie lo
tentase ni solicitase al mal; pero el hombre, cuando pecó,
fue provocado y solicitado por su adversario: por donde
parece conveniente que sea ayudado para el bien quien
fue solicitado para el mal; y que tenga padrinos que le
aconsejen lo bueno quien tuvo tentadores que le aconse
jasen lo malo. Y pues hubo quien le atravesase el pie
para que cayese, haya quien le dé la mano para que se
levante. Hay aquí otra cosa mucho mejor para considerar,
y es que si el ángel cayó, cayó por su propio pecado, que
él por sí mismo cometió, sin que el pecado ajeno le perju
dicase. Pero en los hijos de Adan no es así, los cuales
nacen en pecado original, é hijos de ira por el pecado
ajeno, que tambien les es propio.
Era, pues, conveniente á la Divina bondad proveer
de remedio al hombre caido. Pero ninguna criatura , ni
humana ni angélica, era poderosa para satisfacer por via
de justicia por la comun culpa de la naturaleza humana.
Era necesario que el mismo Señor, que tuvo por bien criar
al hombre , viniese tambien á redimirle. .
En efecto. El Hijo de Dios podrá lo que los profetas no
pudieron, que fue curar los males de su pueblo ; lo que no
pudo el rigor, podrá la misericordia; lo que no acabó el
temor, acabará el amor; cumpliéndose así á la letra la
profecía de Oseas, que el Señor traería á sí á los hombres
con prisiones y cadenas de amor (1). Vino, pues, el Hijo
de Dios vestido de carne humana para que fuese mas glo
riosa la victoria, peleando con el enemigo , no con poten
cia, sino con flaqueza ; no con el poder de su divinidad,
sino con la humildad de su humanidad; no con la fortaleza
de su espíritu, sino con la flaqueza de su cuerpo. Así ven-

(i) Oseas, U, '. ,


— 521 —-
ció al Leviátón soberbio: así derribó la fuerza de Da
masco.
El Salvador va á dar principio á su obra , que es la
obra de destruir la del infierno. Vamos á ser elevados
muy alto; pero para esto es preciso que se humille Dios,
y Dios, en efecto, se humilla.
Jesucristo , pues, se prepara con la humildad para
realisar los santos designios de su Padre en favor del
género humano.

Ave María.

¿Visteis alguna vez la tierna escena que ofrece un pa


dre moribundo que, llamando y reuniendo á sus hijos
al lado de su cama, les señala el camino que han de se
guir y los deberes que no pueden- olvidar, y les exhorta á
un estrecho amor mutuo, de que él les da en aquel mo
mento las mas finas pruebas? Pues tal paréceme á mí se
ria la que ofreció Jesus en la tarde anterior al dia de la
fiesta de la Pascua, cuando, sabiendo desde toda la eter
nidad como Dios, y desde el momento de su Encarnacion
como hombre, que era venida su hora de pasar de este
mundo al Padre por su muerte , resurreccion y gloriosa
ascension, quiso dar á sus apóstoles y en su persona á to
dos sus escogidos las mas señaladas é insignes pruebas de
su amor, ya que tambien les dejaba espuestos á tantos pa
decimientos, á tantos peligros y á tantas calamidades.
Así que, concluida la cena legal, y como ya el diablo
hubiese puesto en el corazon á Judas, hijo de Simon Isca
— 522 —
riote, que entregase al Redentor, sabiendo Jesus que el
Padre le habia dado todas las cosas en las manos, y que
de Dios habia salido por la eterna generacion, y á Dios
iba para tomar su asiento, lleno de gloria y majestad á
la derecha del Padre, determina humillarse, poniéndose á
los pies de sus discípulos, sin esceptuar aquel que espera
ba oportunidad para entregarle. El Evangelista tiene de
masiado cuidado de no omitir nada de lo que pueda ha
cer mas manifiesto el misterio de la humanidad de Jesu
cristo, y de descender hasta un pequeño detalle, que po
dría considerarse como inútil, si no fuese grande y digno
todo lo que tiene relacion con el abatimiento prodigioso
del Hombre-Dios.
En efecto: levántase Jesus de la cena legal, deja el
manto ó túnica que le podía servir de estorbo, y, toman
do una toalla, se la ciñó por la cintura. Echó despues agua
en un lebrillo, y comenzó á lavar los pies de los discípulos,
y á limpiarlos con la toalla con que estaba ceñido. ¡Oh
profundísima humildad! El mismo Jesucristo echa por su
mano el agua, y no ocupa á nadie en este ministerio, todo
de humildad, para darnos á entender que, cuando ejerza
mos la humildad y caridad con nuestros hermanos , no
debemos buscar quien nos ayude. ¡ Qué impresion baria
en los apóstoles ver á Jesucristo postrado á sus pies! San
Pedro lo significa cuando,, viendo á Jesus arrodillado y
en ademan de lavarle los pies, le dice conmovido: «¿Se
ñor, tú me lavas á mí los pies? ¡Tú, que eres el Hijo de
Dios; tú, que eres el Señor del mundo; tú, que eres mi
Maestro, has de lavarme los pies! ¡Amí, pecadorjámí, cria
tura vil; á mí, tu discípulo! No lo consiento; de ninguna
manera; jamás.» Nada, en verdad, tiene de estraño este
proceder de San Pedro.
Conoced la grandeza del que meditaba hacer tan hu
mildes oficios, y vereis si habia razon para no consentir
los realizase. El igual y consustancial al Padre; el Éter
— 523 —
no ; el que con su omnipotencia trastorna los montes ; el
que mueve la tierra de su lugar y hace estallar las co
lumnas del cielo; el que manda al sol que no nazca, y no
nace, y á las estrellas que no alumbren, y no alumbran;
el que hace cosas grandes é incomprensibles , á cuya ira
nadie puede resistir, y ante cuyo acatamiento se humillan
los ángeles, ¿ha de lavar los pies á unos hombres rústicos
y groseros?
Si él destruyere, no hay quien edifique; si él encar
celase al hombre, no hay quien le suelte; si detuviese las
aguas, todo se secara; y si las enviare con demasiada
abundancia, toda la tierra se anegaría. El quita la cinta á
los reyes poderosos, y hace que vengan á ceñir con una
soga sus lomos. Quita su gloria á los sacerdotes, y abate la
soberbia de los poderosos y grandes. El es el que revela
lo que está en el profundo de las tinieblas, y saca á luz lo
que estaba á par de la sombra de la muerte; ¿y ha de la
var los pies á un pobre pescador, que no tendrá luego va
lor para confesarse discípulo suyo?
El que envia el viento que sopla de la banda del Norte
sobre el elemento del aire, y asentó la tierra en el lugar
que ahora tiene; el que recoge y ata las aguas sobre las
nubes para que no caigan de Heno sobre la tierra; el que
puso término á las aguas del mar, y ante cuya presencia
tiemblan las columnas del cielo, y temen de cualquier
muestra de su indignacion, ¿ha de lavar los pies de unos
discípulos que huirán luego del sitio de su ignominia y de
su Pasion?
El que es mas alto que el cielo , mas profundo
que el infierno y mas largo que la medida de la tierra; el
que conoce la malicia de los hombres, y ve sus maldades,
y tiene cuenta con todos los pasos de su vida, y los ve con
claridad, porque para él no hay liuieblas ni sombra de
muerte donde se puedan esconder los que obran mal; el
qae contempla todo lo que se hace debajo del cielo; el que
— 524 —
debe ser alabado con temor y temblor, porque es grande '
en la majestad, grande en la fortaleza, grande en el jui
cio y grande en la justicia, ¿ha de lavar los pies á Judas,
discípulo infiel y traidor, que ha de entregarle con un be
so á sus crucifixores? ¿Es conveniente tanta humillacion?
Disimulad, Señor, que San Pedro, ignorando lo que ha
cíais, os dijese: «¿Tú á mí lavarme, los pies? No lo consien
to; de ninguna manera; jamás;» porque como no penetraba
el misterio de las humillaciones del Hijo de Dios, se dete
nía á considerar únicamente la distancia y desproporcion
que habia entre Dios y un hombre, entre Cristo y un pe
cador como él. En este lance era San Pedro como un en
fermo que resiste, sin pensar en ello , al médico que se
acerca á curarle. El hombre soberbio no podía conseguir
su curacion y remedio sino por el abatimiento de un Dios
humillado y anonadado á los pies del hombre mismo. ¡Tan
incurable se habia hecho la llaga del orgullo! Por eso le
amenaza Jesus, para someterle, con lo que mas podia ater
rar á San Pedro: Si no te lavare, le dice, no tendrás par
te conmigo; dándole á entender que le esc'uiria de su .me
sa, de su amistad, de su familia y de sureino, si no obede
cía á su mandato.
Y con esto, variados los afectos, varia tambien la esce
na. Aterrado San Pedro con la amenaza del Salvador
de que le escluiria de su reino, le responde con el ardor
y energía propias de su carácter: Señor, no solamente
mis pies, mas las manos tambien, y la cabeza. Tan firme
como' antes fuera para decir que nunca, que jamás, Un
dócil se muestra ahora para someterse á la divina disposi
cion; y así lo uno como lo otro, nacía de su grande amor
y veneracion á Jesucristo.
El Salvador le dice: «El que está lavado, no necesita
sino lavarse los pies, pue3 está todo limpio. Y vosotros,
limpios estais, mas no todos.» Sabiendo quién era el que
le. habia de entregar, diJQ; «No todos estais limpios.» Y
— 525 —
despues que les hubo lavado los pies y hubo tomado su
ropa, volviéndose á sentar para la cena doméstica , á la
que dió fin con la institucion de la Sagrada Eucaristía, les
dijo: «¿Sabeis lo que he hecho con vosotros? Me llamais
Maestro y Señor, y bien decís, porque lo soy, no por gra
cia de los hombres, sino por mi esencia y naturaleza; pues
si yo, el Señor y el Maestro, oshe lavado los pies, vosotros
tambien debeis lavar los pies los unos á los otros. Porque
ejemplo os he dado para que, como yo he hecho con vos
otros, vosotros tambien hagais. En verdad , en verdad os
digo que el siervo no es mas que su señor, ni el enviado
mayor que quien le envia. Si esto sabeis, bienaventurados
sereis si lo hiciéreis.»
Aunque la instruccion que aquí da el Hijo de Dios so
bre la humildad se encaminaba mas particularmente á los
apóstoles , pues siendo llegado el momento de dejarlos y
de que le sustituyesen en el oficio de maestro de sus her
manos, y queriendo cimentar todo el oficio del apostolado
sobre la humildad, tan necesaria á todos los que están co
locados sobre los otros , les quiso advertir que no les seria
molesto anonadarse á los pies de sus hermanos si tenían
presente el ejemplo de su maestro humillado á los pies de
sus discípulos; sin embargo, nos dió á todos una leccion
sublime de humildad, que no deberemos olvidar jamás ; y
¡desgraciados nosotros si la olvidamos!
¿Cómo, pues, deberemos tratar á nuestros prójimos?
El infatuado orgullo de nuestra propia escelencia nos
hace mirar á nuestros semejantes como seres indignos de
nuestra consideracion, sin derecho á nuestras atencio
nes , sin mérito para dispensarles nuestra amistad, é in
capaces de alternar en las sociedades de nuestra men
tida grandeza. Poco falta para que ios igualeis con las
estúpidas bestias. Y ¿creeis que vuestra vida y vues
tro proceder son arreglados al Evangelio? ¡Cuán equi
vocados caminais! ¡ Cuán injusta es vuestra conducta!
— 526 —
¡Qué lastimosa vuestra obcecacion! Camináis equivocados;
porque el que os ha de juzgar os repite hoy con doble ju
ramento, que el siervo no es mayor que su señor, ni el
maestro que el discípulo, y que nos ha dado ejemplo la
vando los pies á unos pobres pescadores para que todos le
imitásemos. Sois injustos , porque os edificais con ver al
Dios de las eternidades y de los imperios, al sabio, al po
deroso , al inefable, al grande, humillado ante sus discípu
los; y vosotros no quereis dar el buen ejemplo de que os
vean humillados tambien ante vuestros hermanos y seme
jantes. No quereis que se os mire con desprecio, y vos
otros ofreceis el triste espectáculo de una alma mezquina
y poco generosa, tratando á vuestros prójimos con mas
desden que á les animales de vuestra casa. Es lastimosa
vuestra obcecacion, porque el humilde será ensalzado por
su misma humildad , al paso que el soberbio se verá abru
mado por su soberbia , como si los montes cayesen
sobre su cabeza. Es lastimosa vuestra obcecacion, porque
vuestro Juez, el que no miente ni falta á su palabra , os
dice hoy que serán bienaventurados los que , sabiendo los
preceptos de la humildad, la practiquen : luego los que no
los ignoran y no los practican , ¿qué será de ellos? ¿Cuál
será su suerte? Eterna perdicion.
Cada uno de nosotros debe de considerar como ame
naza dirigida á sí mismo la que hizo el Salvador á San
Pedro cuando este no accedía á que Jesus le lavase sus
pies. El que no se purifique y lave, no tendrá parte con
Jesucristo. Meditad bien á lo que esto equivale , y no po
dreis menos de consideraros muy dignos de lástima si no
estais lavados. Si non lavero te , non habebis partera
mecum.
Hemos entrado en la Iglesia por el Bautismo, que es
la ablucion del alma que estaba manchada con el pecado
original. Esa ablucion significa que en nosotros, que en
nuestra vida de cristianos no puede haber maucha alguna:
— 527 —
y para que no la haya ha instituido Jesucristo el Sacra
mento de la Penitencia, que es la segunda tabla en que
nos salvamos del naufragio de los pecados actuales. No te
nemos escusa para no estar limpios. Siempre está pronto
Jesucristo á lavarnos los pies. Siempre tenemos dispuestos
á sus ministros, los sacerdotes, para purificarnos con las
aguas que salen del sacratísimo costado del Redentor. 5t
non lavero te, non habebis partem mecum.
Este es, en verdad, el mayor castigo que puede im
poner Dios á una alma que no quiere ser lavada. Pudo Je
sus haber dicho á San Pedro que si no se dejaba lavar los
pies le despediría del número de sus discípulos, ó que le
condenaría á un castigo eterno ; pero no habría sido tan
enérgica la frase, ni habria producido tan honda sensacion
en el ánimo de aquel discípulo, como el decirle : «No ten
drás parte conmigo.» Non habebis partem mecum. Esta
es la pena mas terrible á que puede someter Dios al alma
que no quiere ser lavada de sus culpas. Es, en una pala
bra, la pena esencial del infierno, la mas terrible, la mas
insoportable. Porque si fuese posible estar en el infierno su
friendo la pena de sentido, y alimentar alguna esperanza
de tener parte un dia en Dios y con Dios, el fuego del in
fierno seria muy dulce para los atormentados. El no tener
parte en Dios y con Dios , es la suma pena y el sumo
castigo.
¿No quieres ser lavado, pecador; no quieres ser pu
rificado? ¿No quieres acercarte al Sacramento de la Pe
nitencia, ni aun en estos días en que Jesucristo derrama,
no en un lebrillo, sino sobre toda la tierra , la sangre con
que quiere te purifiques? ¿No quieres reconciliarte con
Dios, ni aun en este tiempo en que te da tan señaladas
muestras de amor entrañable? ¿No quieres confesar tus
pecados ahora que el Salvador va á consumar la obra de
satisfacer por ellos?
¡Oh desgraciado pecador! No tendrás parte con Jesu
— 528 —
cristo, si no quieres que el sacerdote lave tu alma. No
tendrás parte en su amor; no tendrás parte en los frutos
de su pasion; no tendrás parte en las ventajas que trae al
mundo su muerte; no tendrás parte en las riquezas que
nos deja en sus sacramentos ; no tendrás parte en las
abundantísimas gracias de que su Cruz es fuente y origen;
no tendrás parte en el amor que jura, digámoslo así, al gé
nero humano redimido; no tendrás parte en su oracion, que
es siempre oida; no tendrás parte en su posesion, que cons
tituye la gloria de los bienaventurados. Non habebis par
ten* mecum. No se abate para tí; no se humilla para tí; no
suda sangre para tí; no padece para tí; no es crucificado
para tí. Non habebis partera mecum. Tú ¡oh pecador! no
te quedas con mas parte que la tuya, que es miseria, cor
rupcion, pecado, culpa, pena, infierno. No te queda mas
parte que la del diablo , tu adversario , tu enemigo , tu
tirano.
¿Qué es lo que prefieres? Jesucristo te dice: «Si no te
dejas lavar, no tendrás parte conmigo, que soy tu Dios, tu
bienhechor, tu amigo, tu Redentor, tu consuelo, tu fianza,
tu abogado, tu felicidad, tu gloria;» y el demonio te dice:
«No te laves, y tendrás parte conmigo, que soy hábil para
perderle, que puse asechanzas á tus padres, y os convertí
á todos en víctimas, y que no descanso para consumar mi
obra, que es devoraros.» ¿Qué escoges? Pues una ú otra
cosa tienes que escoger. ¿Te lavas? Jesucristo es tu heren
cia. ¿No te lavas? El infierno es tu destino.
Quisiera, pecador, que meditases sobre esta alterna
tiva. Jesucristo , humillándose hoy tanto como vemos se
humilla, lo hace para animarnos, para que pongamos en
su misericordia nuestra confianza , y para que , viéndole
tan propicio, no solo los pies, Señor , le digamos, sino las
manos, y la cabeza y todo hemos de lavarlo. Aun su mis
ma Pasion, con ser lo que es, si con aparato ú ostentacio
nes de grandeza se hubiere verificado , podría arredrar
— 829 —
nos; pero todo es en olla humildad , por lo mismo que en
la perdicion del hombre todo fue y todo es soberbia.
Lavadnos, Redentor mio, con vuestra sangre preciosa,
para que siempre estemos limpios, y podamos aspirar á te
ner parte con vos en la gloria. Amen.

tomo ni. 34
i-, . í ',í
SERMÓN
sobre el mismo asunto.

Mandatum nevum do vobis:


ut diligatis invicem , sicut dilexi
vos. (Joan., 13, 34.)

Os doy un mandamiento nuevo:


que os ameis mutuamente como yo
os he amado.

Llámase este sermon ó esta ceremonia del Mandato;


porque el Evangelio que acaba de cantarse contiene uno
que Jesucristo llama nuevo, no obstante ser el segundo de
la Antigua Ley, y uno de los dos en cuya observancia, se
gun dice el mismo Dios, se encierran la ley y los profetas.
Este mandato es que nos amemos los unos á los otros, y
bajo tal aspecto es mandato ó mandamiento antiguo ; pero
que nos amemos unos á otros como Jesucristo nos ha
amado, en esto consiste la novedad. Por eso es mandato ó
mandamiento nuevo , propio y peculiar de Jesucristo , y
espuesto de una nueva manera. Porque debiéndonos amar
unos á otros como Jesucristo nos ha amado, se deduce que
debemos los unos amarnos á los otros, no como á nosotros
mismos, que es lo que dice el antiguo mandato , sino mas
— 532 —
que á nosotros mismos, que es como Jesucristo nos ha ama
do sacrificando por nuestra salvacion su vida.
' Este es el mandato, por cuya observancia quiere Jesu
cristo se distingan de los demas hombres los que aspiren
á ser sus discípulos. In hoc cognoscent omnes qma dis-
cimli mei estis, si dilectionem habueritis ad mvicem.
Ahora, señores, que recordamos y celebramos los días
en que nace el cristianismo, oportuno será que examinemos
nuestro corazon y nuestra conciencia , para ver Sl lleva
mos en nuestra alma la librea, la señal ó el distintivo de
que somos cristianos. Porque, efectivamente,
El amarnos los unos á los otros es lo que nos cons
tituye discípulos del Salvador, ó verdaderos emítanos.
Mandatum novum, etc.

Ave María.

Cuando dice Jesucristo, y cuando yo lo repito, que por


la caridad con que se amen entre sí han de ser conocidos
ó distinguidos sus discípulos, no se escluye la fe mía ob
servancia de otros mandamientos, como ten querido su
poner muchos enemigos del cristianismo. Jesucristo habla
de la caridad ó del amor en su Iglesia, de la candad y del
amor segun que constituye parte de un todo, cuyo funda
mento es la fe, y parte de un edificio, cuya piedra es Pe
dro No es de mas daros este aviso en un tiempo en que
suele decirse ó escribirse con frecuencia: «Ame yo a mis
semejantes y hágales bien, y ya no me resta que hacer
mas No necesito creer; no necesito someterme a la Igle
sia ni al Papa-, no necesito abstenerme de los placeres; yo
no hago daño ánadie; yo amo á mis semejantes. No es
— 533 —
necesario mas.» Jesucristo habla de la caridad en que
vienen como á terminarse la fe, la ley y los profetas; de la
caridad, que es la manifestacion de la fe y del amor que
debemos á Jesucristo. No habla Jesucristo de la caridad
aislada; es decir, de ese amor natural que llevamos en
nuestros corazones, sino de la caridad que obra por la fe;
pues asi como la fe, sin obras ó sin caridad, es fe muerta,
asi la caridad natural, ó la caridad sin la fe, es caridad sin
sobrenatural mérito.
No os olvideis de esta advertencia , porque oireis á
muchos hablar con grande elogio de lo que ellos llaman
caridad, siendo enemigos declarados de la fe. ¿No crees,
no tienes fe, no eres hijo sumiso de la Iglesia? pues no tie
nes caridad ; tu caridad es falsa. La verdadera caridad,
la que da el mérito á las buenas obras, es inseparable de
la fe, es una misma cosa con ella , es ella misma.
Jesucristo venia á reunir en uno todos los pueblos , y
á hacer de todas las gentes una sola familia. Este pensa
miento era en Jesucristo hijo del amor que tuvo á los su
yos desde el principio y hasta el fin. Cum dilexisset suos.
Pero este pensamiento de hacer de todos una sola familia,
no podia realizarse siu el amor de los unos á los otros, por
ser el amor el primero y mas fuerte vínculo que une los
corazones. Razon, pues, tuvo el Salvador -cuando, al prin
cipiar su gloriosa obra, exige á los hombres que se amen
entre si como él los ha amado sacrificándose por ellos.
Para conseguirlo , nada habia mas apropósito que el
ejemplo ; y el ejemplo que da Jesucristo para enseñarnos
á que nos amemos los unos á los oíros, es de tanta fuerza
que, ó hay que renunciar á ser cristianos, ó hay que imi
tarle. El evangelista San Juan tiene buen cuidado en ha
cernos notar desde el principio del capítulo trece el amor
que el Salvador tuvo á los suyos hasta el fin, como para
darnos á entender que toda su vida habia sido y ora un
pura y ardiente amor para nosotros. Y verdaderamente
— 534 —
quien así ama , quien ama como Jesucristo, quién nos da
tales pruebas de amor, derecho tiene para pedirnos y para
mandarnos que amemos á nuestros semejantes. El siervo
flo ha de ser mayor que su Señor, ni el discípulo de me
jor condicion que el Maestro, ni el apóstol mayor que el
qiie le envia.
La obra de Jesucristo 6 la Redención no tiene mas orí-
gen que el amor. Tanto ha amado Dios al mundo , que le
ha dado su Unigénito, dice el Evangelista; y el mismo sa
grado escritor nos dice hoy, que amó el Salvador á los
suyos hasta el fin. Así como al amor podemos reducir todo
el cristianismo , en el amor ó en la caridad ha de compen
diar sus deberes el cristiano, de la misma manera que en
el amor radican sus derechos. Jesucristo es la cabeza de
este cuerpo de que nosotros somos miembros , y como
Jesucristo está unido por el amor á este cuerpo, así los di
ferentes miembros formamos un solo cuerpo por el amor
mutuo ó caridad que unos tenemos con otros. Sin este
amor, ó sin esta caridad , no somos miembros del cuerpo
místico de la Iglesia; y no siendo miembros de ella , no
tenemos parte en Jesucristo. Por eso el Salvad or dijo á sus
discípulos que se les distinguiría de las demas gentes', por
el amor que se tuviesen unos á otros.
Uno de los obstáculos que se presentan ó que impiden
el que amemos á nuestros semejantes como debemos amar
los, es nuestro propio orgullo, que nos arrastra á conside
rarnos superiores á los demas y á mirarlos con desprecio.
Pues bien : este obstáculo nos le da hoy ya vencido Jesu
cristo con el acto de humildad que vemos practica con sus
apóstoles. El Evangelista nota que Dios puso todas las cosas
en manos de su Hijo, como para darnos á entender qué dig
na de ser admirada es aquella humildad con que el Unigé
nito del Padre , que ha salido de Dios por la generacion
eterna, y vuelve á Dios para sentarse glorioso á su diestra,
se arrodilla á los pies de unos pobres pescadores, y se los
— 535 —
lava y limpia con sin igual amor. Todo es admirable en
este acto de humildad que practica el Salvador. Jesucristo
se despoja de las vestiduras que podian servirle de estorbo
para ejercer su humilde ministerio ; pero ¿qué tiene esto
de estraño, pregunta San Agustín, en quien en cierto modo
se habia despojado de su gloria para redimirnos? El Sal
vador pone él , por sí mismo , en el lebrillo el agua con
que ha de lavar los pies de sus apóstoles ; pero ¿por qué
hemos de admirar esto, pregunta el mismo Santo Doctor,
cuando para limpiar la impureza de los pecadores derra>-
ma en la tierra su propia sangre?
Infinitamente mayor es la distancia que media entre
Jesucristo y los hombres, que la que puede haber entre
los hombres en tre sí, por diversas que sean sus clases y
condiciones. Si pues Jesucristo, sie ndo Dios, se abate al
pie del hombre, y al pie de un hombre como Judas, no te*
nemos nosotros escusa alguna negándonos á amar á nues
tros semejantes y resistiéndonos á humillarnos á sus pies,
como lo hizo nuestro Dios y nuestro Maestro. Aunque 'el
hombre tenga enemigos y de ellos haya recibido ofensas,
¿habrán sido estas ó podrán ser como la que Judas hizo á
su Divino Maestro entregándole, con un falso ósculo á sus
enemigos, que le crucificaron? Nada puede alegar el cris*
tiano que le disculpe de no amar á sus semejantes, por
que Jesucristo va delante, digámoslo así, dándole ejemplo,
y enseñándole á perdonar, á amar y á humillarse ante sus
masemeles enemigos. Me llamais Señor y Maestro, y te
soy; luego debeis hacer lo que yo he practicado.
Pero aun faltaba dar la última prueba del amor que
desde un principio hasta el fin tuvo Jesucristo á los hom
bres, y nos la da instituyendo el augusto sacramento del
altar, en que bajo las especies de pan y de vino, se nos
da á tod os y á cada uno de nosotros por modo de comida
y por modo de bebida. De este modo nos ha amado desda
el principio por sus pensamientos de paz y redencion, y
r- 536 —
nos ama hasta el ño, quedándose en la Iglesia hasta el fia
de los siglos para alimentarnos con su propia carne y con
su propia sangre. In finem usque dilexit eos.
Decidme si habeis visto, y si el mundo ha podido oir
semejante modo de amar. Adan amó tanto á Eva , que se
dejó arrastrar por ella á la ruina: Jacob amó tanto á Ra
quel, que por llegar á ser su marido sirvió catorce años á
Laban. Jacob ama tanto á Josef, que le hizo una túnica de
varios colores , y, no admitiendo consuelo en su supuesta
muerte , protesta que bajará al sepulcro llorando siempre
á su hijo: Faraon ama tanto á Josef, que concedió á su pa
dre y hermanos que habitasen la tierra de Gesen, una de
las mas fértiles de Egipto: Moisés ama tanto á su pueblo,
que dice á Dios le borre del número de los vivientes si no
le perdona: Sanson ama tanto á Dalila, que , revelándola el
secreto de su fuerza, se condena él mismo á una segura
ruina: Jonatás ama tanto á David, que le da su túnica y
sus armas, y se espone á la ira de Saul, su padre: Asuero
ama tanto á Esther, que la ofrece la mitad de su reino; pe
ro amar como Jesucristo nos ama á nosotros , no se ha vis
to, ni se verá jamás cosa que se le parezca. ¿Quién ha
amado tanto que haya dado su vida por el amado, y, no
contento con esto, haya encontrado medio de sacrificarse
diariamente y ser la víctima de este sacrificio para nues
tra comida y nuestra bebida?
No solo se sacrifica en la Cruz y en la Eucaristía nues
tro Salvador por sus apóstoles y sus amigos, sino tambien
por aquellos que, como Judas, á quien tenia delante al ins
tituir la sagrada Eucaristía, le venden y le entregan á sus
verdugos. Esto no es amor, sino que es delirio, digámoslo
así, de amor. Es un divino delirio por el bien de los peca
dores.
Ante ejemplos de esta naturaleza, el cristiano no pue
de dejar de ser amoroso y caritativo hácia sus semejantes,
§egun se lo manda Jesucristo. El cristiano no ha de. dis
..'- 537 —
ünguirse de las demas gentes ni por la ciencia, ni por la
elocuencia, ni por los ayunos y austeridades, ni aun por
los milagros que pudiera obrar, sino por el amor que mu
tuamente se profesen. La práctica ó la observancia del pre
cepto de caridad, dice Tertuliano , sírvenos de nota ó de
señal para que algunos nos distingan; pues dicen: «Ved ú
observad si se aman, y si unos están dispuestos á morir
por otros (I ). » ¡Cómo han cambiado, amados mios, las cos
tumbres! Hoy no se distingue á los cristianos por el amor
conque mutuamente se miran, sino por el odio con que se
persiguen. ¿Quién ha de decir que nuestros pueblos son
pueblos cristianos? ¿Los pueblos que dicen son discípulos,
de Jesus? ¿Los pueblos que profesan su fe? ¿Los pueblos
que se. alimentan con su propia divina carne?
Las enemistades, los odios, los rencores, la discordia:
hé aquí lo que vemos y lo que lloramos entre gentes que se
llaman cristianas. Jesucristo no puede reconocernos por
discípulos suyos, por mas que nosotros le llamemos Maes
tro y Señor. Estos instantes, ¡oh amados miost nos llaman
á una reconciliacion. Ante Jesucristo, que tanto nos ama,
¿quién no ama? Ante Jesucristo, que por amarnos tanto se
humilla, ¿quién no se humilla? Ante Jesucristo, que se sa
crifica, ¿quién no quiere sacrificarse por sus hermanos?
Jesucristo está postrado á vuestros pies, pidiéndoos
amor para vuestros semejantes. ¿Teneis valor para negár
selo? ¡Infelices! ¿Quereis quedaros sin participacion en los
frutos de la muerte de Jesucristo? Pues salid de este tem
plo, salid fuera, quedaos fuera del templo, quedaos fuera
de la Iglesia, como os quedareis fuera de la gloria.
¡Almas cristianas! Vosotras , que con tan buen espíritu
asistís á estas edificantes ceremonias , preludio de escenas
horribles, reconoced á Jesucristo como vuestro Maestro y

(O Tert,, 39,
— 538 —
Señor, y de antemano procuradle con vuestra devocion
consuelos para sus prótimos sufrimientos y dolores.
Deponed esta tarde todos vuestros odios ante Jesucris
to, que laVa los pies á sus discípulos con aquellas manos
donde el Padre habia puesto todas las cosas; y lava los
pies del ingrato Judas con aquellas manos que han fabri
cado el cielo. Amaos los unos á los otros, para que, reco
nociéndoseos como discípulos del Salvador, recojais los
frutos de su Pasion y logreis entrar en la gloria, abierta
con su muerte. Amen.
SERMONES
QUE PUEDEN APLICARSE O TENERSE PRESENTES EN
ESTE ASUNTO.

1.° El amor cristiano de nuestros semejantes es el mejor


fundamento de la sociabilidad humana.—Tomo segundo.
2.° No podemos amar debidamente al projimo mientras
no amemos á Dios como debemos amarle.—ídem.
SERMÓN
sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesu
cristo (1)..

Jesús sublevatis oculis in cce-


lum, dixit: Pater, venit hora!
(Joan. 17, v. i.)

Jesus levanta los ojos al cielo, y


dice: ¡Padre, la hora es llegada!

Cristianos: Jesucristo pronuncia estas palabras en una


época para siempre memorable. Iba á comenzar ya la di
latada serie de sus padecimientos; ya estaba próxima la
catástrofe del Calvario; la tierra se disponía á consumar la
grande iniquidad, y los ángeles preparaban sus lutos,
cuando la santa victima, levantando los ojos al cielo, dice
con resignado acento: «¡Padre, la hora es llegada!» ¿Qué
hora es esta, cristianos, cuya perspectiva teme, al parecer,
el Hijo de Dios? ¿Qué hora es esta? Esta es la hora mas
fecunda en grandes sucesos que han visto los tiempos; la

(1) Predicado en Toledo el año 1839. El exordio está tomado,


si mi memoria no me es infiel , de Hugo Blair : ó, por lo menos , fs
su espíritu. Entonces hacia yo estudios sobre algunos de sus discur
sos , aunque mi estudio favorito 6 mi pasion era Bossuet.
— 542 —
hora mas memorable de todos los siglos; la hora mas cé
lebre de todas las edades. En ella comienza la Pasion de
Nuestro Redentor Divino, cuyas obras, aunque rodeadas de
humildes apariencias, revelan en él la mas augusta majes
tad. Esta hora es señalada por prodigios en los cielos y en
la tierra: toda la naturaleza parece sentir su importancia, y
los muertos se unen á los vivos para atestiguarla. El velo
del templo se rasga de arriba abajo; la tierra tiembla y se
siente agitada de funestos presentimientos; las fieras cor
ren á encerrarse en sus guaridas, y espesas tinieblas cu
bren toda la Judea. Pero no son estos solos los prodigios
que distinguen esta hora terrible: los mas duros corazones
se cambian: el centurion romano que preside la ejecucion
de la sentencia, reconoce que la virtuosa victima era mas
que un hombre: el malhechor crucificado al lado de Je
sus se dirige á él'como á su Rey, y obtiene su gracia; y la
multitud de espectadores se retira del monte santo dándo
se golpes de pecho. Corred, corred los anales de todos los
pueblos: leed la historia de todos los héroes, de todos los
filósofos, de todos los legisladores: sobre todo, observad
sus últimos momentos, juntad todas las circunstancias que
han hecho singular ó celebre su muerte, y decidme si ha
llais en alguna parte sucesos tan sublimes como los que
ilustran la muerte del Salvador, y tantos testimonios como
los que aqui dan el cielo y la tierra á la majestad de una
persona moribunda.
Este es el momento en que se cumple la larga serie de
profecías, visiones, símbolos y emblemas que forman todo
el Viejo Testamento. Ved ahora la ley y los profetas pos
trarse al pie de la Cruz y rendirle sus homenajes : ved á
Moisés y Aaron depositar aquí el Arca de la alianza, y á
David y Eleazar ofrecer el oráculo del testimonio. Ved
todos los sacrificios, todos los ritos, todos los preceptos,
todos los tipos y todas las figuras recibiendo su consuma
cion, Sin la muerte de Jesucristo, el culto y las ceremo-*
— 843 —
nías judáicas serian una institucion pomposa, pero sin sig
nificacion alguna; pero á la hora en que Jesucristo muere
se abre el libro de los Siete Sellos; cada rito recibe su in
terpretacion; cada prediccion llega á su cumplimiento, y
cada símbolo descubre sus relaciones. Cada suceso memo
rable de la historia de los judíos, y cada personaje que
se distinguió en aquella nacion , se aplican en el Nuevo
Testamento á la hora de que hablamos. Si Abel muere á
los golpes de una indigna envidia; si Isaac, obedeciendo
hasta la muerte, se presenta gustoso al sacrificio; si Josef,
despues de ser vendido por sus propios hermanos, ocupa
casi un trono al lado de Faraon; si Job, hombre de dolo
res, reconquista por su paciencia los bienes perdidos; si
David, arrojado de Jerusalen, sube al monte cubierto de
ignominia; si Jonás yace sepultado por tres dias en el seno
del abismo, y resucita para salvar una ciudad pecadora; si
la alianza de Sinaí es confirmada con sangre; si las aguas
de Mara pierden su amargura al contacto del leño miste
rioso; si la serpiente de metal es signo de salud para el
pueblo de Israel ; todo, todo viene á parar á este punto;
todos son emblemas de Jesucristo, y otras tantas alusiones
á su muerte.
Por toda la carrera de los siglos se muestra la divina
Providencia ocupada en disponer el mundo para esta re
volucion. Ya bajase el Señor al Sinaí, enmedio de relám
pagos y truenos; bien sometiese su pueblo amado al yugo
del cautiverio, ó le restableciese en su patria, todo con
curría como por grados á la ejecucion de un plan cuyo
término era la muerte de Jesucristo. No era solo en
Israel, sino tambien en toda la tierra , donde la Pro
videncia prevenía esta hora tan importante. Si se agran
daban ó disminuían los imperios; si las naciones se
dividían por la guerra ó se unian por la paz; si las cien
cias suavizaban las costumbres y la filosofía propagaba
sus ideas, no >e encaminaban estas vicisitudes, por los
— 544 —
eternos decretos del cielo, sino á madurar el mundo y
prepararle al tiempo en que Jesucristo habia de descubrir
y realizar todos los designios de Dios. Los conquistadores
de que se gloria la Persia, Macedonia y Roma, no se de
jaron ver mas que en la época precisa y determinada á
cada uno de ellos; y aunque no lo presumiesen ni pensa
sen, todos cooperaron á este gran suceso. Esta es la hora,
por último , en que Jesucristo se inmola por los pecados
del mundo, ofreciendo el gran sacrificio cuyos dichosos
efectos se estienden desde la primera trasgresion del hom
bre hasta la consumacion de los siglos.
Seria necesaria el arpa de David, vibrada por el rey
perseguido, para presentar en un sublime cuadro las esce
nas de Jerusalen y del Calvario al padecer y morir Jesu
cristo, Padre y Redentor nuestro. Sin embargo, haré un
esfuerzo para pintar con vivos colores la catástrofe del
Gólgota; pediré á los profetas sus visiones, y á los evan
gelistas su historia, para presentaros á Jesucristo pagando
las deudas que debia pagar el género humano delin
cuente. Por la mayor claridad y descanso consideraré á
Jesucristo: 1.°, en los tribunales; 2.°, crucificado ya en
la Cruz.
¡Oh Salvador mio! A los pies de la Cruz ponemos nues
tros corazones; llenos están de afectos injustos; pero dejad
que caiga sobre ellos una gota de la preciosa sangre que
ofreceis á vuestro Padre, y quedarán purificados. Al pie
de la Cruz pedimos esta gracia, y humildemente la ado
ramos. O Crux, ave...
— 545 —

PRIMERA PARTE.

Las profecías, que le habian anunciado; los sacrificios


que le habian precedido; el largo tiempo, en fin, que ha
bia sido su preparacion , todo indicaba que la Pasion y
muerte de Jesucristo habian de ser la obra mas estupen
da, la maravilla mas inaudita, y el suceso mas importante
de toda la historia del linaje humano; y como, por otra
parte, Jesucristo, padeciendo, debia de ofrecer un antítesis,
digámoslo así, del hombre al pecar, Jesus comienza su Pa
sion sufriendo una tristeza amarguísima, ya que el hombre,
pecando, se dejase arrastrar de un loco placer ó de una
insensata alegría; y la comienza separándose á orar una
y otra y otra vez para recuperar las fuerzas que requería
en el paciente el inmenso sacrificio.
Concluida la cena y accion de gracias , en que Je
sucristo parece no quiso hablar mas que de amor , deján
donos en su cuerpo y en su sangre el mas inefable con
suelo, dirígese con sus discípulos al monte de las Olivas, don
de habia un huerto que, con Pedro y los dos hijos del Zebedeo,
es testigo de aquellas tristezas y angustias que padeció en
su espíritu el Redentor, ya que el huerto del Paraíso testigo
fuera de la trasgresion del divino precepto. «Triste está mi
alma hasta la muerte, dijo á sus discípulos; esperad aquí, y
velad conmigo entre tanto.» Postrado sobre su rostro, hizo
oracion Jesucristo; y hasta tal punto se le representaron los
rigores de la muerte, que pidió á su Padre pasase de él,
si era posible, el amargo cáliz; pero que no se cumpliese
en todo caso mas que la, divina voluntad. ¡Ay, pecador, lo
TOMO ni 35
— 546 —
que cuestas á Jesusl Sudores y gotas de sangre le cues
tas; sudores amargos y gotas de fino amor. El Salvador ,
que por otra parte gozaba de la clara vision de Dios y de
las puras delicias de su bienaventuranza , no se aflige y
acongoja solo porque viese próxima la aterradora muerte,
que nosotros, al parecer, sin inquietud esperamos, no: lo
que le contrista é inunda en un abismo de amargura , lo
que le hace repugnante el cáliz de su Pasion, lo que causa
en su cuerpo un sudor de sangre, es el pecado, el pecado;
los mios y tos vuestros, los de todas las naciones y todos
los siglos, los de todos tos estados y condiciones, los de los
ricos y los pobres, los de los reyes y los pueblos, que le
conturban como torrentes de iniquidad. Torrentes iniqui-
tatis conturvaberunt me.
Bien se necesitaba el auxilio de la oracion para sopor
tar con valor tan profunda angustia ; bien se necesitaba
que sus apóstoles predilectos ayudasen, digámoslo así, con
la oracion á la victima; y bien se necesita que busquemos
tambien nosotros en la oracion la fortaleza para padecer,
supuesto que la vida no es mas que padecimiento. Pero
¡oh asombro! ni una hora pudieron velar y orar con Jesus
los diseipuJos, ni siquiera Pedro, que habia dado palabra
de no escandalizarse y de morir al lado de su Maestro.
«¿No habeis podido velar una hora conmigo? les dice.
Velad y orad para no entrar en tentacion...» Sacerdotes
del Altísimo, «andeleros de oro, vigilantes de Israel, dormid
poco en un tiempo en que la impiedad , bajo mil formas,
está esperando un instante para prender á Jesucristo , es
decir, para destruir, si le fuese posible , la Iglesia. Velad
y orad, cristianos, que el enemigo de vuestra salvacion se
'acerca á cada momento para presentaros la batalla , y la
carne está débil y enferma. ¡Ay de aquellos que, en vez de
esperar en la oracional enemigo, vaná buscarle y le llaman
para que reine á sus anchuras en el corazon! ¡Ay de
'aquellos que se ponen al servicio de la iniquidad! ¡ Ay
— 547 —
de los que buscan á los enemigos de Dios para entregarles
Dios mismo!
Judas es un testimonio de ello. Como el pecador, por
haber sido infiel á Dios, tiene que esperimentar la infide
lidad de las criaturas, Jesucristo, que viene á cargar con
los pecados del mundo , encuentra ingratitud é infidelidad
hasta en uno de sus apóstoles. En vano el Salvador divino
dice confidencialmente al réprobo: «Tú me has de en
tregar, tú me has de vender, discípulo y apóstol mio:» pues
no ablanda aquel corazon ni la suave mirada del Maestro,
ni la dulcísima voz del Padre, ni la reprobacion del Juez
severo. Quid vultis mihi darel pregunta Judas á los
príncipes de los sacerdotes : «¿Qué me vais á dar si yo os
entrego á Jesus?» Treinta dineros le ofrecieron , que era
el precio de los esclavos, y treinta dineros aceptó el traidor
por entregar al que era el precio de la redencion del mun
do. «¡Pérfido! esclama San Agustín : ¿conque Jesucristo
viene á salvarte á costa de su persona, y tú le entregas por
unas cuantas monedas? ¿Conque Jesucristo va á dar por tí
su vida, y tú le das casi de balde? ¿Conque no vale mas
que treinta dineros el que encierra en su mano el poder,
las riquezas y los tesoros del cielo y de la tierra?...» Nada
detiene al traidor en la consumacion de su iniquidad.
Pónese á la cabeza de gente armada con espadas y
palos, y se encaminan á buscar á Jesus. Encuéntran-
se de frente Maestro y discípulo , y , como si ignora
se los pormenores de la infernal conjuracion , Jesus
pregunta bondadoso: «¿A quién buscáis!—A Jesus Naza
reno, respondieron. —Pues yo soy...» les dice; y caen á
tierra sus enemigos , como si aquella voz hubiese sido la
misma que habló en Sinaí entre relámpagos y truenos; la
voz de Dios en virtud; la voz de Dios en magnificencia; la
voz de Dios, que hace conmover el desierto, y troncha la
secular encina de Basau. Ni por esto retrocede Judas.
Dios te guarde, Maestro, le dice; y, besándole, entre
— 5S8 —
gole á sus enemigos. Esta era la señal convenida. Jesus le
llama amigo todavía , y, afectando ignorancia, le pregunta:
«¿A qué has venido! ¿Con un beso entregas al Hijo del
hombre? Ósculo Filium hominis tradis? Me saludas
para entregarme ; me abrazas para perderme.» Abomi
nad, cristianos, la traicion de Judas; abominad la avari
cia, que endurece el corazon, y no respeta ni aun la mas
tierna y sólida amistad.
¡Ay , amados míos, que tambien nosotros vendemos á
Jesus! Quid vultis mi hi dare? Soberbia, ¿qué me das
y te entrego Jesus? Lujuria, ¿qué me das y te someto el
Salvador? Avaricia , mundo engañoso, corrupcion desca
rada , ¿qué me dais y os entrego Jesus ? La soberbia nos
ofrece un honor falso, y se lo entregamos. La lujuria ofre
ce un placer brutal momentáneo, y se acepta. La avaricia
cuenta unas monedas, y Jesus es vendido. Esta es la ver
dad, señores, esta es la verdad. ¿Así entregais al Hijo
del Hombre? Pues temed, temed que la desesperacion y
la muerte sean el último término de vuestras inicuas trai
ciones.
Hasta ahora no habia aun comparecido Jesus en nin
gun tribunal. La turba, luego que se hubo apoderado de
su persona, le conduce á casa de Anás, pontífice que ha
bia sido en el año anterior, quien le dirige algunas pre
guntas acerca de sus discípulos y de su doctrina; y como
Jesus respondiese que nada habia enseñado en oculto, sino
en la sinagoga y en el templo donde concurrían todos los
judíos, uno de los que allí estaban, figurándose que Jesus
no habia guardado en su respuesta el debido respeto al su
mo sacerdote, le dió una impía bofetada, cuyo golpe sin
tieron los ángeles, diciéndole: ¿Así respondes al Pontí-
/ice? Católicos, ¿se daria ahora una bofetada al que se
atreviese á perder el respeto á un sacerdote? ¿O se le
aplaudiría y premiaría?
. En vez de desplomarse los cielos sobre el impío que
— 549 —
puso su hedionda mano en aquel rostro , que no podia so
portar de tanta gloria Moisés; en aquel rostro, de que hu
yen los que le aborrecen; en aquel rostro, en cuya pre
sencia se deshacen como cera los montes; en aquel rostro,
que hace conmover la tierra y derretirse los peñascos; en
aquel rostro, lleno de gracias, que cubren con sus alas los
serafines; en aquel rostro, en cuya presencia se humilla la
soberbia de Israel, y ante cuya indignacion nada puede
sostenerse; en aquel rostro, que hará se estremezcan algun
dia los fundamentos del universo; en vez de esto, digo,
Jesus, mansísimo cordero, no abre sus labios mas que para
preguntar: Si he hablado mal, que se me pruebe; y sino,
ipor qué me hieres"} Hijo de Abraham, ¿por qué me hie
res'? ¿Acaso porque vengo á realizar las promesas hechas
á tus antiguos padres? ¿Porque desciendo por la escalado
Jacob desde el cielo á la tierra para que tú subas desde la
tierra al cielo ? ¿Porque te saqué de la esclavitud de Egipto
y llamé luego con su nombre á Ciro para que te diese li
bertad en Babilonia? ¿Por qué me hieres? ¿Por qué, espí
ritus díscolos de esta generacion, herís á la Iglesia y á su
Pontífice? ¿Por qué herís á sus sacerdotes? Si han hablado
mal, probadlo; y si no, ¿por qué los herís? Pecador, ¿por
qué hieres á Jesus? ¿Porque cuando no existias te dió la
vida? ¿Porque te la conserva con su sabia providencia?
¿Porque con su gracia te eleva á la categoría de los án
geles? ¿Porque ha hecho para tí la creacion? ¡Por esto le
hieres!
Jesus fue conducido luego á casa de Caifas, que á la
sazon ejercía el sumo pontificado, donde, reunidos los doc
tores de la ley y los ancianos, constituyen el tribunal que
ha de juzgar al que juzga las justicias. Hombres que ha
bian perseguido á Jesus, porque Jesus revelaba la hipo
cresía de los unos, oscurecía la sabiduría de los otro9, y
se atraía hácia sí el honor que los pontífices y sacerdotes
reclamaban únicamente para ellos, mal podían ser jueces
— 550 —
imparciales. Búscanse testigos, y los testigos se contradi
cen; pero como nunca faltan pretestos á las pasiones, re
ducen los cargos á decir que Jesus habia afirmado des
truiría el templo, y que edificaría otro en tres dias;
torciendo pérfidamente el sentido de las palabras que se
referían al templo de su cuerpo. Aun era preciso mas. El
sumo sacerdote preguntó á Jesus sí era Cristo, Hijo de
Dios vivo... Ciegos... guias de otros ciegos, preguntadlo
á vuestros hijos, que seis dias antes habian entonado him
nos al hijo de David , entrándole triunfante en Jerusalen:
preguntadlo á los ciegos, sordos, mudos y paralíticos que
le deben su salud: preguntádselo á la tierra, que abrió sus
sepulcros para que saliese Lázaro : preguntádselo á las
aguas , que le sirvieron de camino : preguntádselo á los
vientos que le obedecieron, á las estrellas que le anuncia
ron, y todos os responderán que Jesus es el Hijo de Dios
vivo. Yo soy, respondió el manso Cordero; y entonces el
sumo sacerdote rasga sus vestiduras , y todos le escupen
en la cara, le maltratan y le dan bofetadas, diciéndole que
adivinase quién era el que le habia herido.
¿Y dónde están los discípulos de Jesus ? ¿Dónde está
Pedro, el animoso, que le habia ofrecido no negarle jamás,
aunque fuese necesario morir? ¡Oh tristes presunciones
humanas! Pedro niega á Jesucristo, y á la negacion añade
el juramento... hasta que , cantando el gallo por tercera
vez, recuerda su pecado , y le llora á una sola significa
tiva mirada del Divino Maestro. ¡Ay, pecadorl ¡Cuántas
veces niegas á Dios, y el gallo de tu conciencia no te re
cuerda que has delinquido ! ¡Cuántas veces te mira Jesu
cristo, y tu corazon permanece insensible !
El pecador injusto con Dios tiene que sufrir en castigo
las injusticias de los hombres: y Jesucristo, que viene á pa
gar nuestras deudas no encuentra, en efecto, justicia en la
tierra. Los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del
pueblo acusan en el tribunal de Pílalo á Jesús , y Jesus
— 551 —
calla como un manso cordero á todos los cargos que le
hacían sus enemigos, atribuyéndole proyectos de usurpa
cion sobre la monarquía de los judíos. Ipse nihil respon-
debat. ¿Qué significa este silencio? Este silencio significa
grandes y profundos misterios. Jesus calla en presencia
de sus perseguidores en el tribunal de Pilato, para ense
ñarnos la sublime máxima de que el hombre es feliz cuan
do el mundo le declara guerra. Jesus calla, porque, si
hubiese hablado, sus palabras habrían irritado mas y mas
á sus acusadores, como dice Teofilacto. Jesus calla, por
que no tenia necesidad de defenderse , siendo notoria su
inocencia, y estando convencido de ella su mismo juez.
Jesus calla, para enseñarnos á poner en manos de Dios
nuestra causa y nuestra confianza.
Pilato, que conoció la inocencia de Jesus, no se atre
vió á salvarle. No' obstante, ora para que Jesus sirviese de
diversion y burla á la corte del tetrarca de Galilea, que
á la sazon se hallaba en Jerusalen , pues no es en los pa
lacios de los grandes y poderosos donde mas se respeta á
Dios, ora para distraer la atencion de los judíos, Pilato
mandó que Jesus fuese conducido á la presencia de He-
rodes, que se alegró en gran manera de verle, no por es
cuchar de su boca la verdad, sino por satisfacer su propia
curiosidad y la de sus cortesanos, que esperaban hiciese
el Hijo de Dios ante ellos algun ruidoso milagro. ¡Impíos!
Dios obra milagros para ayudar la fe de los pueblos; Dios
obra milagros para socorrer á los miserables; Dios obra
milagros para curar al pecador, pero no los hace nunca
para satisfacer la curiosidad de los incrédulos y libertinos.
Pero ¿qué digo? Jesucristo hace, sí, milagros en presen
cia de Herodes; milagros de humildad, milagros de cari
dad, milagros de dulzura; pero como los cortesanos no
comprenden este lenguaje, sino que buscan locamente ato
londrados espectáculos de grandeza y de gloria, se burlan
de Jesus, y, vestido con una túnica blanca, se le devuelven
á Pilato... Crece la gritería de las turbas, el encono de
los fariseos... la rabia de sus perseguidores... Nada basta
para aplacarlos. ¿Qué has hecho (1)? pregunta entonces
Pilato. ¡Qué ha hecho! Todas las cosas fueron hechas por
él: el cielo y la tierra son obra de sus manos: del lodo
formó el hombre, é inspiró en él espíritu de vida: la bó
veda de los cielos la trazó con su dedo : al sol prestó sus
resplandores, y á la luna y al dia su claridad: á los astros
les señaló su curso, y á las soberbias aguas del mar les
fijó por término y muralla un grano de arena. Eso es lo
que ha hecho, y otras cosas ha hecho tambien, lanío ó mas
portentosas. Toda la Jalea las sabe. Corozain y Bclsai-
da lo saben aun mejor: ¡ojalá las hubieran visto Tiro y
Sidonl
Celebrábase á la sazon la Pascua, y como fuese cos
tumbre, con este motivo, dar á un reo libertad, preguntó
Pílato al pueblo si dejaría libre á Jesus ó soltada á Bar
rabás, hombre de graneles crímenes, que estaba entregado
á la accion de la justicia. Obstupescite, cceli, super hoc.
El Santo de los Santos es puesto en paralelo con un gran
malvado; el Dios de paz, con un sedicioso; y el que viene
á salvar al hombre, con un infame homicida. El pueblo,
ved lo que es el mundo, ese mundo que tanto apreciáis,
ese mundo á quien sacrificais vuestra vida; el pueblo cla
ma porque recobre su libertad Barrabás, y sea preferi
do... ¿á quién? Al que cinco clias antes habia saludado
como á. su libertador y rey de Israel. ¿Qué he de hacer
de Jesust vuelve á preguntar Pilato. iQué quereis haga
de Jesus, pecadores? El avaro me dice que le venda por
tres maravedís: el murmurador, que le escupa en el ros
tro; el iracundo, que le dé bofetadas; el impuro, que le
azoto á la vergüenza; el soberbio, que le clave una corona

(t) Quid lecisti? íoiw, 1S( 3ij.


— 553 —
de espinas ; el ambicioso, que le ponga en su mano una
caña; el ebrio dice: «Dale á beber hiel y vinagre;» y el
pecador: «Crucifícale segun nuestras leyes.» iQué he de
hacer de Jesusl La tempestad arreciaba, y el pueblo pide
sangre. Pílato no quiere mancharse con la del justo; láva
se en seguida las manos, y las turbas, con un grito que
resonó en los cielos y en los abismos, respondieron frené
ticas: «¡Sangre! ¡Sangre! \Y caiga sobre nosotros y so
bre nuestros hijos\...r>
¡Qué habeis dicho! Pues bien : se cumplirá vuestra
palabra; vuestros deseos quedarán satisfechos; sobre vos
otros y sobre vuestros hijos caerá... la sangre de es»
justo. En efecto: habiéndose rebelado los judíos setenta
y dos años despues contra el imperio romano, Tito vino.
contra ellos, sin haber podido con sus prudentes conse
jos traerlos primeramente á la obediencia. Entonces co
mienza á realizarse la profecía de Jesucristo, lil puebto
judío, engañado por falsos profetas, sueña en un imperio
universal, Tilo le asedia en Jerusalen, y el hambre, la
desesperacion y la guerra sacrifican mas de un millon de
victimas; los maridos se alimentan con los despedazados
miembros de sus mujeres; las madres devoran sus propios
hijos; conviértese en escombros la ciudad con sus fuertes
muros y torres famosísimas, y no queda piedra sobre pie
dra en el templo que habia sido el embeleso del mundo.
Asi estaba anunciado. Non transibil generalio hcec, etc.
Pero no es esto solo. El pueblo judio anda desterrado y
errante por todas las naciones, sin sacrificio, sin sacerdo
te, sin templo y sin rey. Todos los pueblos le miran con
horror y le tratan como á un esclavo, porque lleva sus
manos teñidas en sangre, y su frente marcada cou la ig
nominia del deicidio. Si un emperador apóstata se empeña
en rehabilitarle, el fuego del cielo se une al de la tierra
para abrasar los cimientos del nuevo templo que se pro
yecta construir.,. No hay esperanza para tí; acuérdate de
— 554 —
las palabras de tus padres: «Sobre nosotros y sobre nues
tros hijos caiga su sangre...» No has querido mas rey que
el César... pues esclavo serás del César y de los reyes...
sin esperanza de libertad... hasta que llegue el tiempo
marcado por Dios, y se salven al fin los pobres restos de
Israel.
Tambien dicen que caiga sobre ellos y sobre sus hi
jos la sangre del justo, todos los que hacen la guerra á la
religion y á la Iglesia. Super nos et super filios nostros.
Les decimos que sin religion no hay sociedad posible,
porque falta en tal caso un lazo para los espíritus, un fre
no para las pasiones , una regla para la vida pública y
privada, una suprema direccion para los reyes y legisla
dores , y una conformidad y un consuelo para los pue
blos. «No importa, nos responden; vengan sobre nosotros
y sobre nuestros hijos las consecuencias con que nos
asustais.» Les decimos que sin la Iglesia no puede con
servarse la religion, porque el espíritu humano que
daría entregado á sus propias aberraciones aun en ma
teria de creencias , y sin sacerdocio no habría maestros
para la ley, ni ministros para el culto, que es una necesi
dad del alma, ni médicos para las enfermedades del peca
do, ni jueces en este tribunal de la tierra, cuyos juicios
son confirmados enel cielo. «No importa, responden: sobre
nosotros y sobre nuestros hijos vengan esas desdichas.»
Pues vendrán, señores, vendrán sobre vosotros y sobre
vuestros hijos. Sobre vosotros, porque condenados á vi
vir entre los torbellinos revolucionarios y los trastornos
sociales, rompiéndose ó aflojándose cada vez mas los
vínculos que robustecía la religion, el resto de vuestros
dias no será mas que una convulsiva inquietud, última fase
ya de la sociedad que se disuelve. Sobre vuestros hijos,
porque educados en la indiferencia religiosa, y formándo
se en la escuela dela inmoralidad que presenta esta época
sin creencias, ellos cogerán á su tiempo las tempestades
— 555 —
que estallan cuando se han sembrado vientos, y no dejará
el rayo de /a anarquía piedra sobre piedra en esta socie
dad. Sobre vosotros y sobre vuestros hijos caerá la sangre
del justo.
Pero ¿dónde está el justo? ¿Dónde hemos dejado á Je
sus? El Salvador se halla ya entregado á la rabia de los ju
díos, despues de haber sido azotado de órden de Pilato.
Los soldados le desnudan, siendo él quien esmalta el cielo
de estrellas y cubre la tierra de flores, y le ponen las in
signias de rey para que el pueblo haga de él un objeto de
ludibrio. Ese cetro de caña locará los mas robustos impe
rios, y se conmoverán en sus fundamentos. Los impíos le
escupen en la cara, que habia resplandecido como el sol en
el monte Tábor, como le escupen los mundanos en el tem
plo cuando se muestra sacramentado á los ojos de la fe.
Jesus va caminando con la cruz al hombro hácia el Calva
rio, abrumado, al parecer, con su inmenso peso; pero no
lo estrañeis, pues va cargado con los pecados é iniquidades
de todas las generaciones, desde Adan hasta el último de
los hombres. Como manso cordero es llevado al sacrificio,
y no abre sus labios, aunque taladran con gruesos clavos
aquellas manos, que formaron los cielos y la tierra, que
castigaron á Egipto por libertar á Israel, que encierran en
su puño el universo, y convierten en fuego los montes
donde tocan. No mueve Jesus los labios, aunque los clavos
taladren sus divinos pies, que no se habian movido mas
que para buscar desgraciados á quienes hacer bien, y afli
gidos á quienes consolar... Ya no veo mas. La oscuridad
cubre el monte; el sol, avergonzado y entristecido, ha:
ocultado sus resplandores; la luna muestra su rostro en
sangrentado, y los duros peñascos aparentan sensibilidad,
partiéndose á impulsos del dolor... Ya no veo; pero oigo á
mi divino Jesus que habla, y quiero escuchar los dulces
ecos de su voz. Escuchadlos, cristianos, en esta segunda
parte con que voy á concluir el discurso. Ahora, no vais á
— 53G —
oir ya al ministro de Dios, sino á Dios mismo, al mismo
Redentor. Escuchadle.

SEGUNDA PAUTE.

Levantada álo alto la Cruz, era de temer que en


aquel momento comenzase ya el juicio del mundo. Las
turbas celebraban el triunfo de su iniquidad , y era
justo que no bajasen del monte sin ir acompañadas del
castigo. Pero no, señores, no : Jesucristo muere pidiendo
á su Padre por los que le crucifican. No les echa en cara
sus beneficios y la ingratitud con que los pagaban, porque
esto hubiera sido padecer como un hombre flaco : no les
amenaza con su poder, porque esto hubiera sido padecer
como un hombre vano : no se consuela con la esperanza
de su castigo , porque esto hubiera sido padecer como un
hombre resentido, ni se queja del esceso de su barbari
dad , porque esto hubiera sido padecer como un hombre
vulgar. Parece como que Jesucristo se olvida de sus discí
pulos para no acordarse mas que de sus enemigos. Ellos le
maldicen, y Jesus los bendice: ellos piden su muerte, y él
pide su vida: ellos quieren que sobre sí y sobre sus hijos
caiga el delito de su sangre derramada , y él no quie
re que se les impute. / Padre mio , perdonadlos! No
mireis á las manos que me han herido, sino la san
gre que corre de mis llagas para aplacar vuestra jus
ticia y borrar el delito de los que me crucificaron, i Pa
dre mio, perdonadlos! Ignoran aun que vos me envias
teis; perdonad á unos ciegos que creen glorificar vuestro
nombre entregándome á la muerte j no saben que esta
sangre que derraman ha de santificar el universo; que es»
— 587 —
ta víctima que sacrifican es el precio de la salud de todos
los hombres ; que esta Cruz en que me han clavado ha de
ser la vida y resurreccion de los que duermen en la som
bra de la muerte, y que va á esparcir por toda la tierra
el conocimiento de vuestro nombre, y á formar en todos los
pueblos adoradores en espíritu y verdad. Perdonadlos,
porque no saben lo que hacen. No saben que, quitándome
la vida, me van ádar la gloria de la inmortalidad; que,
borrando mi nombre de la tierra de los vivientes, van á
elevarle sobre los principados y potestades; que, despre
ciándome, van á hacerme conocido de todos los pueblos; y
rehusando mirarme como un rey, van á jurarme príncipe
del siglo futuro, juez de todas las tribus, señor de todas las
cosas, asegurándome toda potestad en el cielo y en la tier
ra. No saben lo que hacen. No saben que el delito de mi
- muerte ha de llenar la medida de sus padres, y que han
de venir sobre ellos los dias en que Jerusalen sea una es
pantosa soledad. ¡Padre justo, que preparais estos dias
destinados á vuestra indignacion, contentaos con las cala
midades temporales con que los habeis de afligir; salvad
las reliquias de Israel; perdonad á las ramas de una raiz
santa; salvad al pueblo que escogisteis; no perdais para
siempre á mis hermanos segun la sangre ; perdonad á los
hijos de los Santos, y juntad, por último, algun dia las
dispersiones de Israel (1)!
Pasa uñ instante, y uno de los ladrones crucificados á
su lado merece oir de boca de Jesucristo estas consola
doras palabras : Hoy estarás conmigo en el Paraíso.
Este es uno de los mayores milagros de la muerte de Je
sucristo; y, sin embargo, no hay un pecador que no es
pere este mismo prodigio en su última hora. Locura parece
el esperar que el sol vuelva á eclipsarse, que se abran los
sepulcros , que resuciten los muertos y que se renueven

(1) Mnssillon.
— 588 —
ahora todos los prodigios que entonces sucedieron: pues
¿qué locura no será esperar el milagro de que se convier
ta de veras un pecador que agoniza? Jesucristo no vuelve
ya á morir, ni se abren los peñascos, ni la tierra se cubre
de tinieblas , ni los impenitentes que agonizan se con
vierten. •
No son únicamente los judíos y el ladron el objeto de
los cuidados de un Dios agonizante ; lo son tambien sus
amigos y escogidos. Jesus se despide de su Madre, enco
mendándola al discípulo amado, y del discípulo se des
pide encomendándole á su Madre. Ye ahí á tu Hijo...
ve ahí á tu Madre... El género humano tiene ya una Ma
dre en María , y la que es Madre de la santidad acepta
por hijos á los pecadores. ¡Dichosa filiacion ! Esta mater
nidad es el consuelo del género humano.
En esto Jesus ve consumirse su vida gota á gota... un
sudor frió corría por todo su cuerpo, y sus mejillas , pá
lidas y marcadas con el sello de la muerte , se marchita
ban visiblemente. El Padre Eterno parece que tambien le
abandona. La augusta víctima eleva al cielo sus lánguidas
miradas, y con una voz que penetró en lo alto , hizo tem
blar la tierra y confundir los abismos, dijo: ¡Dios miof
¡Dios mio! ¿Por queme habeis desamparado! Clamé en
el huerto, y enviásteis un ángel : clamo en la Cruz, y me
dejas sin consuelo. Mis enemigos mas me miran como
gusano que como hombre: soy el oprobio de los hombres
y el desecho de la plebe, que me juzga como indigno de
vivir. Ut quid dereliquisti mel Cercáronme por todas
partes mis enemigos como toros furibundos. Acometiéron
me como leones que rugen rabiosos de hambre y se aba
lanzan, con la garganta abierta, á la presa. Como rauda
les de agua han hecho correr toda la sangre de mi cuer
po... todos mis huesos están descoyuntados... ya están sin
vigor mrs miembros... ya puedo contarme con los muer
tos... Ut quid dereliquisti met ¡Terrible desamparo! Pero
convenia, dice el erudito Calmet, que se manifestara sordo
el Eterno Padre en cuanto á los clamores sensibles y ester-
nos, para que todo el mundo viese la justicia que hacia coa
su Hijo humanado, cuyos clamores internos siempre estaba
oyendo. Así, pecador, te desamparará Dios á tí ; pero con
la diferencia que tú serás desamparado á causa de tus
propios pecados, y el Redentor lo fue por los nuestros.
En tanto que así clamaba Jesucristo, un temblor es
pantoso, esfuerzo fugitivo y último de la naturaleza huma
na, se difunde por todos sus miembros: su lengua se con
sumía en el ardor de la muerte, y , casi exánime, pro
nuncia con trabajo esta quinta palabra: Tengo sed. Almas
cristianas, socorred la sed que padece Dios. No diré yo
que esta no fuese una sed natural, nacida de los trabajos,
del dolor, de los tormentos y de la mucha sangre que la
víctima habia derramado; pero otra sed le atormenta mas,
nacida de su ardiente amor. Soberbio , Jesus tiene sed
de tu humildad; avaro , Jesus tiene sed de tu cora
zon; impuro, Jesus tiene sed de tus afectos; pecadores,
Dios tiene sed de vuestra salvacion... Una mano bárbara
humedece sus labios, mas no apaga su sed. Estremécense
sus desfallecidos miembros, la palidez sepulcral de la
muerte se estiende por todos ellos, y el Cordero inmacu
lado, con voz sonora y espresiva:
Consummatum est, dijo. Esta bebida de vinagre que
se le presenta era cabalmente la ultima de las circuns
tancias señaladas por los antiguos profetas que no habia
recibido aun su plenitud. Crucificado, repasa en las pro
fecías lo que le falta que hacer, acábalo, y dice en fin:
Todo está consumado. Pronunciadas estas palabras, mu
da Jesus la faz del universo. En este momento finaliza la
ley y principia el imperio del Evangelio. Esta época, para
siempre memorable , fue como una muralla levantada en
tre el mundo antiguo y el nuevo. A un lado de este muro
de division, ved cómo se retiran y destierran la ley , los
— 560 —
sacerdotes, sus sacrificios y ceremonias : al otro, mirad
cuán majestuosamente se avanza el Evangelio y estiende
sos instituciones respetables. El soberano sacrificador se
despoja de su urim y su tumin , abandona el pectoral, sus
vestiduras y su incensario, y el Cristo del Señor se entrona
y se hace de una vez el sacrificador único de todas las ge
neraciones futuras. Consummatum est. En el momento en
que Jesus pronuncia estas palabras, cae el muro de
separacion que dividía por tantos siglos al judío y al
gentil, y se reunen bajo el estandarte del Evangelio los
creyentes de todas las familias y de todas las nacio
nes. El conocimiento del verdadero Dios no será ya el
privilegio esclusivo de un pueblo, ni su culto se en
cerrará en los muros de un templo solo. Consummatum
est. El cielo ha cumplido sus promesas; el tiempo de
las figuras ha pasado; las sombras han desaparecido.
De hoy en adelante la oblacion de los sacrificios será
mas pura, la victima mas preciosa, el sacerdocio mas san
to, el pueblo mas fiel, las ceremonias mas nobles, los sa
cramentos mas eficaces, las gracias mas fuertes, y la alian
za mas estrecha. Con esta palabra Jesucristo triunfa de las
potestades tenebrosas , destruye su trono y pone fin á su
imperio. La guerra que por tan largo tiempo mantenía el
reino de las tinieblas contra el de la luz , llegó entonces á
su crisis. Jesus da la señal de ruina al usurpador, rompe
su trono, y vésele caer como el rayo de los cielos. Finaliza
el reino de la idolatría; la sabiduría de los filósofos queda
confundida ; los templos paganos tiemblan en sus mismos
cimientos ; caen de sus pedestales las estatuas de los falsos
dioses; los sacerdotes huyen despavoridos de los santua
rios que amenazan ruina , y los oráculos callan ya para
siempre. Si Jesus triunfa de Satanás , la misma victoria
.consigue tambien del mundo, su cooperador. Antes habia
despreciado sus placeres, y ahora se rie de sus terrores:
ahora puede decir que ha crucificado al mundo. El último
— 561 —
enemigo del hombre , la misma muerte, ha sido desterra
da por el Rey de la vida. Es verdad que el espectro con
serva todavía su rostro formidable, pero se le ha arran
cado el aguijon. Consummatum est. El decreto de nuestra
condenacion no subsiste; nuestras deudas quedan pagadas;
el mundo ha sido rescatado ; el cielo se ha reconciliado con
la tierra ; la justicia del Eterno Padre está satisfecha ; la
mision del Hijo felizmente concluida, y su ministerio fina
lizado. Consummatum est.
Pronunciadas estas palabras, pasan unos momentos de
triste silencio... y Jesus habla por última vez inclinando
su cabeza. Clama con voz fuerte para que todos oigan que
muere por la salud del género humano : clamor que, se
gun San Buenaventura, se oyó en los infiernos, llenó de
horror á los judíos, partió el velo del templo, y obligó al
Centurion romano á confesar su divinidad : clamor que
resonó en los oidos de aquel sabio del Areópago, y le
obligó á decir que la naturaleza daba el último suspiro.
En tus manos, Señor, dijo, encomiendo mi espíritu...
La Cruz tiembla... los ojos se eclipsan... el pecho se al
za... inclina la cabeza... muere Jesus... ¡ Ay, Jesus mió!
¡Ayl ¡Ay!
Católicos: anima quce afflicta non fuerit die hdc, pe~
ribit de populis suis. Quien no se aflija y llore hoy, pe
recerá sin remedio. Ha muerto nuestro buen Jesus... y ha
muerto despues de haber sufrido por nosotros frio, calor,
cansancio, hambre, sed, pobreza, necesidad, persecucio
nes, deshonras, menosprecios, injurias , traicion de su
discípulo, desamparo de los suyps, prisiones, calumnias,
azotes, escarnios, bofetadas, desnudez, tormentos, Cruz,
muerte.
Mira, hombre , y atiende. Dios es escarnecido para
que tú seas honrado ; el inocente es afligido para que
tú seas consolado; el justo sufre para que tú seas absuelto;
muere el Cordero sin mancilla para darte de comer , y
iomo m. 36
— 562 —
ábrese áu costado para que bebas aguas saludables. To
das las clases intervienen en su afliccion. El rey Herodes
le escarnece, el presidente le sentencia, el discípulo lé
vende, los apóstoles le desamparan, los pontífices y fari
seos le ácusan, ltfs gentiles le azotan, el pueblo le conde
na, los soldados le crucifican. Aquella cabeza, que hace
temblar ál cieto, es atravesada con crueles espinas ; aquel
rostro i mas hermoso que todos los hijos de los hombres,
es manchado con salivas de infernales bocas; sus ojos,
mas resplandecientes que el sol , están oscurecidos con la
presencia déla muerte; los oidos, que oyen cantares de
angeles, tienen que oir escarnios y blasfemias de pecado
res; la boca, que enseña á tos espíritus soberanos, gusta
feiel amarguísima; las manos, que dieron salud á tantos
enfermos, han sido traspasadas con duros clavos ; los
pies , cuyo escabelo es adorado por ser santo , están
atravesados en un madero ; el sagrado pecho arroja
sangre, yi todo el cuerpo, formado por virtud del
Espíritu-Santo , queda desnudo al aire, al frio y á
vieta de todo el mundo. Anima quce afflicta non fue-
rií) «te.
¿Quieres oir mas, pecador; quieres oir mas? Pues oye:
con las manos enclavadas, pagó por nuestras malas obras;
con los pies traspasados, pof nuestros malos caminos; cori
la lanzada de su sagrado pecho, por la deshonestidad dé
nuestros pensamientos; con sus espaldas azotadas , por los
deleites sensuales de nuestra carne; con gus ojos entriste
cidos, por la codicia y ansiedad de los nuestros; con la hiél
y vinagre de su boca, por los apetitos de nuestra gula; coa
su corona de espinas, por las galas deshonestas... ¿Quién
no se afligirá en este dia? ¿Quién no amará á tal Reden
tor? ¿Quién no amará á tal amador? ¿Quién tendrá cora
zon de piedra que no se ablande con el calor de esté fue
go (loma el Cristo), pues las piedras con él se deshacen7
Yo veo á mi Jesus sin figura... mis pecados le han cruci
— 563 —
ficado... ¡Perdon, Redentor mio! ¡Perdon, Padre mio!
¡Perdon , Salvador mio ! ¡Salvadnos , Señor ; salvad
nos! Viva la Cruz, viva la gracia, muera el pecado,
muera para siempre. (Se concluye con el acto de con
tricion.)
SERMÓN
sobre la Pasión de Nuestro Señor Je
sucristo (1).

Vere Filius Dei erat iste.


(Mat., 26, 54.)

Este era verdaderamente Hijo de


D'os

-
Cerca de diez y nueve siglos hace que la Iglesia, con
virtiéndose en un Calvario, nos representa todos los años
la Pasion y muerte del Salvador, y aun no se ha cansado
el espíritu humano de considerar tan triste escena. Cada
año parece es mas nuevo el interes que inspira á los cora
zones cristianos el suplicio del Hombre-Dios que derrama
su sangre para redimirnos. Los afectos que la realidad del
sacrificio esciló en los corazones de algunos de los espec-

(1) No mo propongo en este sermon mas que esponer la doctrina


do Santo Tomás sobre la Pasion y muerte de Nuestro Señor Jesu
cristo, doctrina de que pueden hacer útiles y diferentes usos los se
ñores oradores, sea aplicándola ú los hechos, de la Pasion del Señor,
sea bajo otros puntos de vista,
— 566 —
tadores, esos mismos enciende en nosotros su anual me
moria. ¿Habeis visto que suceda una cosa parecida con
ninguna de las escenas ó catástrofes sangrientas que se
encuentran consignadas en la historia del mundo y de sus
héroes? ¿Qué víctima ha sido llorada mas de un dia? ¿Qué
héroe interesa umversalmente los afectos de las generacio
nes? ¿Qué suplicio es adorado, no en un clima, sino en todos,
no por un siglo, sino por muchos, como es adorada la Cruz?
Solo siendo Hijo de Dios la santa víctima es como se con
serva la memoria del sacrificio del Calvario en los pueblos,
de suyo ingratos é inconstantes. Él pueblo judío, á los cin
co dias de vitorear como Rey á Jesus, le conduce al Gólgota
para crucificarle: esa es la ordinaria condicion de los pue
blos: ¿cómo, pues, han pasado diez y nueve siglos sin que
las naciones se hayan cansado de adorar el vil instrumento
de su Pasion? Vere filius Dei erat iste.
El orador, en presencia de la Cruz, siente hoy su pro
pia impotencia; porque fáltanle afectos y palabras con que
espresar la grandeza de un suceso que el cielo no ha que
rido ver, y que la tierra no ha podido presenciar sin estre
mecerse. La Pasion y muerte del Salvador están lle
nas de misterios y de enseñanzas, y no bastarían muchos
libros y muchos discursos para descifrar los unos y ha
cer palpables las otras. Reduzcámonos á una provecho
sa brevedad , decidiéndonos, en presencia de tales he
chos, á
Agradecer los infinitos bienes que la Pasion y muer
te de Nuestro Señor Jesucristo nos han proporcionado.
Venga desde la Cruz á mi corazon una gota de sangre
que le ablande, para que pueda sentir la fuerza de los do
lores de mi Redentor, y amarle con toda mi alma, y hacer
que todos los demasíe amen. Con estas disposiciones os sa
ludo, ¡oh Cruz sacratísima! O Crux,ave!
Pue necesario que Cristo padeciese, no por necesidad
de coaccion, ni por parte de Dios, que decretó la pasion de
— 567 —
su Hijo, ni por parte del Hijo, que voluntariamente se dig
nó aceptarla; pero fue necesario para llenar el triple lia de
la misma Pasion. Pues en cuanto á nosotros, que debiamos
de ser libertados con la Pasion del Hijo del hombre, lo be-
mos sido. En cuanto á Jesucristo, la humildad de su Pasiou
debiade traerle su exaltacion prodigiosa; y por parte de
Dios, tenian que cumplirse sus decretos, anunciados en la
Sagrada Escritura, y prefigurados en la observancia del
Antiguo Testamento. Filius hominis secundtim quod de-
finitum est, vadit (4).
Fue por muchos títulos conveniente la Pasion de Cris
to tratándose de libertar al género humano. Así conoce el
hombre cuánto le ama Dios, pues no ha perdonado á su
Unigénito; y de este modo vese obligado á alabarle, que
es en lo que la perfeccion de la humana salud consiste.
Padeciendo Jesucristo, nos ba dado grandes é insignes
ejemplos de obediencia, humildad, constancia, justicia y
demás virtudes que en Jesus se manifestaron, y que son
necesarias para nuestra salvacion. Nobis relinquens exem-
plum, mí sequamini vestigia ejus (2). Con la Pasion de
nuestro Salvador no solo ha sido librado del pecado el
hombre, sino que para él ha merecido Jesucristo la gracia
justificante y la gloria eterna. Ademas , viendo padecer al
Hijo de Dios por nuestras culpas, conoce el hombre la ne
cesidad en que se halla de evitar todo pecado, supuesto
cuesta tan cara la redencion. Empti enim estis pretio
magno (3). Por último, padeciendo Jesucristo, el hombre
es elevado á mayor dignidad, pues habiendo sido antes
vencido por el diablo, ahora al diablo le vence el hombre.
-Convenia, no solo que Jesucristo padeciese, sino que
muriese; parque teniendo que satisfacer á Dios por todo el
género humano, condenado á muerte á causa de la origi
nal culpa, el mejor modo de satisfacer era sujetarse á la
(1) Luc, 22, (2) 1.a Pet., U, 21. (3) i.» ad Cor., 6.
pena en que e| mundo pecador incurriera. La muerte,
ademas, prueba la verdad ó realidad de la naturaleza hu
mana que tomó el Hijo de Dios; pues si hubiese desapare
cido súbitamente sin morir, habríase creido que era un
fantasma, y no verdadero Dios y verdadero hombre. Mu
riendo Jesucristo nos libró del miedo ó temor de la
muerte, segun dice San Pablo. Ut per mortem destrue-
ret eum qui habebat morlis imperium, id est diabolum,
et liberaret eos qui íimore mortis per totam vitam
obnoxii erant servitud (1). Murió, por último, Jesucristo
para que, resucitando, mostrase su propia virtud vencien
do á la muerte, y dándonos á nosotros una esperanza de
que hemos de resucitar de entre los muertos.
No hay una circunstancia en la muerte de Jesucristo
que no tenga su alta significacion y conveniencia. Si mue
re en una Cruz, con esto hace que no temamos ya ningun
género de muerte, toda vez que el de la Cruz era el mas
deshonroso y formidable. La muerte de Cruz era ademas
la mas apropósito para espiar la culpa del primer padre,
que consistió en comer £l fruto del árbol prohibido. Si
pues en un árbol hemos encontrado la ruina, en otro he
mos debido encontrar la salvacion. Este género de muerte
en una Cruz designa tambien diversas virtudes. «No en
vano, dice San Agustín (2), eligió este género de muerte el
que habia de ser maestro de la latitud, de la altura, de la
longitud y de la profundidad, de que habla el Apóstol.»
La latitud, significada por sus manos estendidas, represen
ta las buenas obras. La longitud, que toca en la tierra,
significa la longanimidad. La altura , donde está la cabe
za, es la suprema esperanza; y la profundidad, ó lo que
ge introduce en la tierra, significa la profundidad de la
divina gracia. Muriendo en una Cruz Jesucristo, estendi
das, y clavadas en ella sus manos, con una llama al pue-

(O Ad l>ob., U, U. (2) Ubi de gratta Vetoris et Novi Tcstam.


— 569 —
blo judio, y con otra el pueblo gentil. Con la cabeza nos
llama hácia el cielo, y con los pies nos enseña á pisar y
despreciar la tierra.
Padeciendo y muriendo en una Cruz, Jesucristo espe-
rimentó el mayor de todos los dolores. Dolor insoporta
ble por sus causas, pues la lesión corporal, el género de
muerte y la duracion del dolor, por una parte ; y, por
otra, todos los pecados del género humano , la condena
cion de los judíos y la pérdida de la vida corporal, pér
dida que es siempre horrible para la humana naturaleza,
todo esto hacia acerbisimo su dolor. Este dolor, ademas,
era intensísimo por la sensibilidad del paciente, ya en
cuanto al cuerpo, ya en cuanto al alma ; pues el cuerpo
era de una complexion finísima , y el alma comprendía
efícacísimamente todas las causas de su tristeza. En el
dolor de Jesus todo era dolor sin distraccion ó mitigacion
alguna, á causa de que la mente no descendía, como su
cede en nosotros, á las cosas inferiores. Ultimamente, el
dolor debia de corresponder á la magnitud del fruto ; y
siendo este la redencion de los hombres, fruto, en verdad,
abundantísimo , abundantísimo tuvo que ser tambien el
dolor.
Sufrió Jesucristo de todos. Sufrió de los judíos y de los
gentiles; sufrió de los hombres y de las mujeres; sufrió de
los príncipes, de sus ministros y del pueblo; sufrió de sus
familiares y amigos. Sufrió en todo cuanto el hombre pue
de padecer : en sus amigos que le abandonan , en su fama
por las blasfemias , en su honor por las afrentas , en el
alma por la tristeza, y en el cuerpo por los tormentos. Su
frió en la cabeza una corona de espinas , en las manos y
los pies los clavos , en el rostro bofetadas , y en todo el
cuerpo flagelaciones. Muere en Jerusalen , porque este
era el lugar de los sacrificios, y para que se supiese que
la iniquidad de la muerte de Cristo habia sido cometida
por los príncipes del pueblo judío, que moraban en aque-
— 57Q —
lia ciudad; y muere fuera de la ciudad para significar que
aquel sacrificio era la redención universal del mundo , y
no de un solo pueblo. La misma circunstancia de morir
entre dos ladrones representa á Jesucristo como juez ; co
mo juez que salva al que cree y condena al que no cree.
Gran milagro fue la conversion del ladron en la Cruz; mi
lagro no inferior, dice San Juan Crisóstomo, al que se ma
nifiesta deshaciéndose de un golpe las piedras. Latronem
in cruce convertere et in paradisum inducere non mi-
nus fuit, quatn concutere petras (1).
Jesucristo ha obrado nuestra salvacion por modo de
mérito, por cuanto siendo cabeza de la Iglesia no solo me
reció para sí, sino tambien para todos los miembros. Su
satisfaccion ha sido abundantísima, por cuautoáDios ofen
dido le ha dado una cosa que el mismo Dios ama mas de
lo que odió á la ofensa. Cristo , padeciendo por caridad y
por obediencia, ofreció al Eterno Padre una cosa mayor
que lo que exigía la recompensacion de toda la ofensa del
humano linaje , ya por la magnitud del amor que le hacia
padecer, ya por la dignidad de su vida, que era vida divina
y humana , y ya por la generalidad de la pasion y gran
deza del dolor de nuestro Redentor amado.
Padeciendo y muriendo Jesucristo nos ha redimido del
pecado, sufriendo por amor y obediencia en calidad de
cabeza nuestra, y quedando como miembros suyos, libres
de la culpa. Laoit nos d peccatis nostris in sanguine suo .
Nos libró de la potestad del diablo Nuestro Señor Jesucris
to redimiéndonos del pecado, que nos hizo esclavos del in
fierno, y reconciliándonos con Dios, que, viéndose ofendí -
do por el hombre, nos entregó á la potestad del demonio,
por cuya tentacion fuéramos vencidos. Las puertas del cíe -
lo, que estaban cerradas por el pecado, abriolas Jesucris
to con su muerte, redimiéndonos no solo del pecado ori-

(1) Hom, 84, supar loan. ' ' . !' .' V .' :
— 571 —
ginal, sino de los actuales. Habemus fiduciam in inlroitu
sanctorum, insanguine Christi{\).
En la Pasión y muerte del Salvador todos sus hechos
aparecen con un sello divino que los distingue de los de-
mas. Ya desde el sábado, antes de la entrada triunfal en
Jerusalen, habia anunciado de un modo muy terminante
su muerte el Salvador cuando en casa de Simon, el leproso,
escusó la generosa accion de la Magdalena , que ungió con.
precioso ungüento su cabeza y sus pies. Ha ungido mi
cuerpo para la sepultura, respondió Jesucristo á sus dis
cípulos, que querían hubiese sido para los pobres el pre
cio del ungüento. El traidor Judas, que ya tenia entonces
en su pensamiento proponer á los enemigos de Jesus la
venta de su Maestro por la cantidad que gustasen darle,
realiza su idea, y acepta treinta monedas que le ofrecen
por el que es el precio de la redencion de todo el mundo.
Cuando la hora se aproxima , y despues de haber co
mido Jesucristo con sus discípulos el cordero pascual é
instituido la Sagrada Eucaristía , quiso que el huerto de
Gethsemaní fuese testigo de los sudores que le causaba la
idea de su Pasion, cuyos tormentos acepta voluntariamen
te, sometiéndose á las disposiciones de su Padre. Allí , en
la oracion, confortado, digámoslo así, por los ángeles , se
sacrifica ya con su voluntad, y principia á padecer, luego
que llega Judas para entregarle á sus enemigos. Judas,
uno de los dos discípulos ; Judas, uno de los que fueron
admitidos á la participacion de los divinos favores; ese es
el que con un beso le da el veneno y le pone en manos de
sus crucifixores. ¡Cuántos cristianos que, oyendo hoy la
perfidia de Judas, la abominan, no abominan ellos la que
cometen con el Redentor cuando, acercándose al altar en
ademan de adorarle y besarle , es mas bien para entre
garle al demonio que está tras el alma que sacrilegamente

{{) Ad hebr., 1 0. :-
— 572 —
se acerca á la comunion! Por fin, al decir Jesus Yo soy,
caen á tierra como obcecados sus mas crueies enemigos;
pero el sacrilego cristiano , al oir á Jesucristo que desde
la hostia le dice Yo soy, se queda como impasible.
San Pedro, que, como mas vehemente, sacó la espada
y cortó una oreja á Maleo, criado del príncipe de los sa
cerdotes, fue reconvenido por Jesucristo por este acto de
fuerza; pues no era con la espada material, sino con la es
pada de su palabra , con la que habia de ser vencido el
mundo. En el caso de querer ser defendido, habría pues
to á su disposicion el Eterno Padre mas de doce legiones
de ángeles; pero tienen que cumplirse las Escrituras que
anuncian la redencion del género humano.
El seguir á los malos é impíos ofrece siempre peligros.
Habiendo entrado Pedro en el atrio de la casa de Caifas
para ver el resultado de la prision de Cristo , allí encontró
su ruina ; allí negó que conociese al Salvador; allí cayó
aquel espíritu fuerte que liabia ofrecido morir antes que
negar á su Maestro. ¡Cómo, Dios mio! El discípulo á quien
en el Tábor rodeásteis delos rayos de vuestra gloria, y á
quien el Eterno Padre reveló los secretos de vuestro na
cimiento , ¿ese discípulo dice que no os conoce? El gallo
canta, Pedro recuerda las palabras de Jesus, Jesus le mi
ra, y principia el llanto donde no habia faltado el afecto, y la
fuente del amor lavó las palabras del miedo, segun dice el
Padre San Leon. Abundavil fletus, ubi non defecit affec-
tus, et fons charitatis lavit verba formidinis (l). Le
mira Jesucristo , y aquel corazon principia á derramar
amargas lágrimas. ¡Oh infinita misericordia del Salvador!
Está ya declarado reo de muerte Jesus , y parece como
que, olvidándose de sí mismo, no se acuerda mas que de
buscar á Pedro , y de mirarle para traerle á camino de
salvacion. (Pecador! Si á las dulces miradas de Jesus se

(<) Serm. d<¡ Pas.


— 573 —
ablandase tu corazon tan pronta y eficazmente como el de
Pedro, tus caidas no te serian tan funestas. Pero tú te has
alejado mucho de Jesus, y Jesus no puede mirarte, 'fus pe
cados han puesto ya entre ambos un abismo.
Jesucristo habia sido ya declarado reo de muerte por
el concilio de ios judíos. Caifás, oyendo á Jesus decir que
es el Mesías y el Hijo de Dios, rasga su sacerdotal vesti
dura, contra el espreso precepto de la ley ; con lo cual,
sin quererlo , significó que estaba ya roto ó abolido el an
tiguo sacerdocio , como dice Orígenes; y que estaba ya
vacía la silla de los pontífices, como dice San Gerónimo.
Te horrorizas ¡oh pecador! viendo á Jesus declarado reo
de muerte. Reus est mortü; pero no tienes en cuenta
que tú, que cualquier pecador le declara igualmente reo
de muerte, le crucifica y le mata cada vez que peca. Rur-
sum criicifigentes (1). Le crucifican con mas crueldad aun
que los judíos, segun reveló la Virgen á Santa Brígida;
porque los vicios con que espiritualmente crucifican á mi
Hijo, añade la Madre de Dios, son para él mas abomina
bles y graves que los de aquellos que crucificaron su
cuerpo (2).
Ya está Jesucristo en poder de las turbas, y con él
ejercen sus crueles instintos de venganza. Unos á otros se
disputan la gloria de quién ha de mortificar mas á Jesus.
Unos le cubren con inmundas salivas su rostro; oírosle dan
fuertes bofetadas; estos le arrancan parte de la barba;
aquellos le meten el puño en las mejillas ; y todos, entre
universales carcajadas, preguntan: «Di quién es el que te
ha herido ahora.» ¡Horror, horrorl ¡Lágrimas, lágrimas!
¿Cómo mi corazon no se parte? ¿Será que esté tan endu
recido como el de los judíos ?
¿Cómo no se deshace en lágrimas mi corazon viendo
Convertido en semblante de un leproso aquel que, como un

(1) Hebr., C. (2) Lib. i de las revelac, cap. 37.


— 574 —
sol, brilló en él Táboi'; aquel que contemplan estasiados
los ángeles ; aquel ante quien no podrá sostenerse algun
dia la tierra? Las furiosas olas del mar, cuando vieron esa
divina faz, quedáronse como inmóviles de respeto , y. los
judíos, y el hombre, y el cristiano... se atreven á man
charla, unos escupiéndola, y otros arrojándola culpas y
pecados.
Como los judíos habian perdido el derecho de sobera
nía, y, por consiguiente, la potestad de condenar á nadie
á muerte, condujeron á Jesus ante el tribunal de Pílato,
presidente ó gobernador en nombre de los romanos, para
que le condenase. «¿Y qué alegais contra este hombre?»
les preguntó Pilato. «Si no fuese un malhechor, respon
dieron, no te le entregaríamos.» Si non esset hic male
factor, non Ubi (radidissemus eum. ¡Enfermos, leprosos,
'paralíticos, ciegos, sordos, mudos, muertos, desgracia
dos, todos á quienes Jesucristo ha curado ó consolado, de
cid, decid si mi Jesus es un malhechor! ¿No visteis vos
otros mismos sus prodigios? ¿No fuisteis testigos de la
multiplicacion de los panes? ¿No visteis la curacion de mu
chos enfermos? ¿No visteis la resurreccion de la hija de
Jairo, la del hijo de la viuda y la de Lázaro? ¿No dijis
teis vosotros mismos que hacia tales prodigios que era de
temer le proclamasen las turbas Rey? ¿Cómo, pues, os
atreveis á llamarle malhechorl ¡Malhechor al que todo ío
hizo ó crió bueno! ¡ Malhechor al que todos hemos visto
dispensando beneficios! -
¡Y qué! preguntó Pilato á Jesus; ¿eres Rey de los ju
díos? El Salvador no negó, ni podia negar que fuese Rey,
pero respondió que su reino no era de este mundo ; pues
si fuese, sus gentes le habrían„ librado del furor ó de las
manos de los judíos. Pilato se convenció de la inocencia
de Jesus, y para libertarle imaginó que, siendo costum
bre librar en la Pascua á un reo, y poniendo á Jesus al
lado de Barrabás, los judíos no habian de preferir un la
— 575 —
dron y asesino como Barrabás, á Jesus, contra quien veia
lio alegaban ninguna acusacion de delito. Pero la ini
quidad tedia que consuntar su obra. Los judíos piden la
libertad para un facineroso, y la muerte para el inocentí
simo Salvador.
Pilato se lavó las mantís; pero no pudo lavar su con
ciencia de la mancha que la echaba no defendiendo á
todo trance áun inocente , disponiendo fuese azotado , y,
pdr último, condenándole á morir, por miedo á los judíos.
Te lavas las manos, pero no te puedes lavar la concien
cia. Es entregado Jesus al furor de sus enemigos, que han
pedido caiga sobre ellos la sangre del justo. Sobre vosotros
caerá esa sangre, sí, y en ella os ahogareis como se aho
garon en el mar los ejércitos de Faraon, que perseguían á
Vuestros padres.
- Lo primero que hace el populacho es poner á Jesus,
por burla, un manto de púrpura, que , como dice Oríge
nes, representaba la sangre del mundo, es decir, los pe
cados que tomaba sobre sí nuestro Redentor para espiar
los. Pónénle luego una corona de espinas en su sacratísi
ma frente, que inunda en sangre el divino rostro del Sal
vador, sus ojos y oidos. Todas las espinas de nuestros pe
cados las sufre Jesus en aquella corona; y con ésa corona
compra el Redentor para nosotros la eterna diadema. Con
fe Cruz al hombro camina ya Jesus al lugar de su supli
cio; qtie está fuera de Jerusalen; pero cansado de to mu-
citó que le hablan hecho andar por la noche y la mañana
de una parte á otra, siéntese como debilitado para llevar lá
Cruz, ó, por lo menos, así temen que suceda los judíos, que
buscaban el bárbaro placer de verle morir en un suplicio.
Para llegar á este mas pronto, pues ya era el mediodia del
viernes, y para que la santa víctima no espirase en el ca
mino, obligaron los judíos á Simon de Cirene, que era un
peregrino ó estraño ehr Jerusalen , á que tomase sobre sai
hombros la pesada Cruz y la subiese al Gólgota. Es tfadi-.
— 576 —
cion que este Simon, gentil, segun la mas probable senten
cia, se convirtió luego con sus hijos Alejandro y Rufo, que
eran ya cristianos muy conocidos y muy célebres cuando
San Márcos escribia su Evangelio.
¡Feliz Simon , que libra á Jesucristo del peso de la
Cruz! ¡Oh, quién pudiera hacer ligeros los padecimientos
de mi Redentor! ¡Quién pudiera seguirle al Calvariol
¡Quién pudiera morir con él , recoger su sudor y su san
gre, su aliento y su último suspiro! ¡Oh Redentor mio! Yo
quiero poner sobre mis hombros la Cruz, para seguiros con
ella y haceros suave su peso. Cristianos: ¿quién de nos
otros quiere ayudar á Jesus á llevar la Cruz? ¿Quién de
nosotros quiere quitársela de sus hombros para ponerla
sobre los nuestros? Ninguno de nosotros puede negar al
Salvador este obsequio. Pues bien : lo que hace pesadísima
esa Cruz para Jesucristo, son nuestras culpas; y doliéndo-
uos de ellas debidamente , y proponiéndonos evitarlas en
lo sucesivo, es como ayudamos al Salvador á llevar la Cruz,
mejor aun que Simon de Cirene. Pero ¡oh dolor! lo que ha
cemos es añadir culpas á culpas, y peso á peso, de mane
ra que cada dia, cada instante, hacemos con nuestros pe
cados mas insoportable la Cruz que lleva sobre sus hom
bros el Salvador.
Sobre la cima del Calvario está ya la turba de los ju
díos, y entre infernales algazaras es clavado en la Cruz
nuestro Divino Salvador. Sus manos sacrosantas, que han
fabricado la admirable obra del universo , ya están suje
tas; y sus divinos pies, que tienen por escabel á sus ene
migos, están allí traspasados. Tres horribles horas pasa
el Salvador en la Cruz ; y quiero ¡oh cristiano ! que con
sideres cuánta será la gravedad del pecado, cuando ba
sido preciso que Jesus sea crucificado en esa Cruz para
que te se perdone. Quiero consideres la acerbidad de las
penas del infierno; pues si Dios ha castigado así en su
propio Hijo la culpa ajena , ¿cómo castigará en el peca
— 577 —
dorias propias? Quiero consideres cuánto vale tu alma,
supuesto que el precio de ella es la vida de Cristo. Quie
ro, por último , medites cuánta será la felicidad de los
bienaventurados, cuando ha tenido qne comprarla el Re
dentor con tantos tormentos. .
Esta Cruz, ignominioso suplicio, es, sin embargo, para .
Jesus, coronado rey por burla, un verdadero trono. Mo
narca de un reino eterno, Jesucristo, en el momento en que
ocupó su solio, principia á ejercer tan soberano derecho
dispensando gracias, que pide á su Eterno Padre, para sus
crueles crucifixores. Pocas palabras van á oir ya los mor
tales á Jesus ; pero serán como los últimos latidos de un
corazon que se nos entrega. Una voz penetra desde la Cruz
en el cielo, pidiendo perdon para los crucifixores del Sal
vador. Pater, dimitle illls, non enim sciunt quid fa-
eiunt. Es palabra de vida , y no de maldicion y muerte,
la primera que de los labios del Divino Crucificado escu
chan los judíos, triunfando asi de la impiedad y malicia de
estos, como dice San Cipriano , la piedad y dulzura de
Cristo. Mientras los judíos, insultando al Salvador, le de
cían que bajase de la Cruz, Cruz de que no quiso descen
der el Redentor para enseñarnos á que no dejemos las
nuestras, Jesucristo clamaba : «Perdonadlos, Padre mio,
que no saben lo que hacen.» Tienen, pues, los judíos ante
el trono de Dios una oracion que es siempre oida, y en cuya
virtud muchos de ellos se convierten; pero habian pedido
recayese sobre ellos y sus hijos la sangre del justo, y per
manecen en una ceguedad y obstinacion execrables.
Entre tanto, las tinieblas cubrían la tierra en la hora
en que mas debia brillar la luz : tinieblas que, al verlas
desde Heliópolis de Egipto San Dionisio Areopagita, escla
mó: «O el Dios de la naturaleza, autor del mundo, padece,
ó la máquina del mundo se disuelve.» Tras esas tinieblas
viene la luz; ó, mejor dicho, ha aparecido un astro tan re
fulgente, que ha oscurecido los resplandores del sol en su
'TOMO ni. 37
— 578 —
mayor fuerza. Las tinieblas de los judíos son luz para los
gentiles.
El Rey del universo salva hoy eternamente á un cri
minal que estaba crucificado á su lado. Hoy estarás con
migo en el Paraíso, es frase y promesa de un Dios que
muere para abrir las puertas del cielo. Nadie podia en
trar en la gloria; pero rotos están ya los candados con que
las puertas se hallaban cerradas. Este divino Sanson ha
tomado sobre sus hombros las puertas de Gaza, y se las
ha llevado al monte. Cielo abierto para todos los que, como
el buen ladron, recurran con sincero dolor á la misericor
dia divina.
No se contenta, digámoslo asi, el Salvador con consti
tuirse por su muerte padre del género humano, sino que le
da tambien una Madre en la suya Santísima. Mira tu Hi
jo, dijo á María. Tú cuidas de los hombres: tú has de
salvarlos : tú tienes desde hoy esta mision. Ecce /Mus
taus. Al género humano , al morir yo en una Cruz, le lego
por mi testamento mi sangre, y tu amor y patrocinio.
Salva ¡oh María! á tus hijos, sálvalos.» ¿No es este un gran
consuelo para nosotros? Pero tambien nos impone un de
ber : el deber de obrar como hijos de tan Santa Madre.
Ecce Mater tua.
Siéntese luego Jesus como abandonado por su Padre,
y le dirige amorosa queja. Fue como abandonado ó des
amparado Jesus, para que no lo fuésemos nosotros: fue
desamparado, para consuelo de los que lo sean: fue des
amparado, para que á nosotros nos desamparase el pecado
y la muerte : fue desamparado, para que á nosotros nos
amparase Dios. Ut quid dereliquiste mel
No creais por esto que se encuentra Jesus cansado
ya de padecer: no. Aun tiene sed de tormento, para que
el pecador sea perdonado. Tiene sed, no tanto material, y
debia tener mucha, sino sed de vuestra salvacion y de la
niia. Sitio. Sed tengo ; sed de vuestros corazones y de
— 579 —
vuestras almas; sed de vuestra conversion y de vuestra
penitencia; sed de salvaros, aunque yo muera aquí entre
horribles tormentos. Para eso muero: para realizar vues
tra salvacion, de que tengo sed ardiente. ¿Quien trae agua
para tos labios del Salvador? ¿Quién viene á ofrecerle el
dolor y arrepentimiento de sus culpas? ¿Quién viene á
traerle esta agua? ¿Quién le trae agua de la fuente de vues
tros corazones?
Si le dais el agua de vuestro dolor para su sed de sal
varos, considerará ya concluida su obra. Consummatum
est. Ha satisfecho Jesucristo á su Eterno Padre por el gé
nero humano : coged el fruto de su Pasion, y así dareis
por terminada su obra. Consummatum est. No dejeis des
airada á la palabra de Cristo. El Salvador ha dicho que
todo está ya consumado : luego trabajad para que , por
parte vuestra, se cumpla la palabra de Jesus. Sálvate , y
di con Jesus: todo está consumado. Tu negocio , tu pri
mera y única necesidad es salvarte: si no te salvas, nada
has hecho, aunque hayas conquistado mil mundos; y, le
jos de poder decir todo esta consumado, te verás algun
dia obligado á esclamar : «¡No he principiado aun mi
carrera!»
Debemos contar siempre para nuestra salvacion con
ese espíritu que pone y entrega Jesus en manos de su
Padre; espíritu de misericordia, que las manos de Dios no
pueden dejar de derramar sobre los pecadores arrepenti
dos. En las manos de Dios está el espíritu de Jesus, y el
espíritu de Jesus es espíritu de misericordia , que le ha
puesto en una Cruz para nuestra salvacion. Ya no hay,
digámoslo así, en las manos de Dios mas que misericordia,
que ha puesto allí el amor de su Hijo hácia nosotros. In
manus tuas, Domine, commendo spiritum meum. Esta fue
la última palabra de mi Redentor, encomendando á su
Padre el espíritu de aquel corazon traspasado, para que
podamos entrar en él como en nuestro tabernáculo.
— 580 —
Acercaos, pecadores, á ese Padre y á ese Hijo mise
ricordiosos. Acercaos con el dolor de todas vuestras cul
pas, las cuales, aunque sean tantas como las arenas del
mar, pueden ser borradas con la sangre de la santa vícti
ma del Calvario. En la Cruz está con los brazos abiertos
para abrazarte, y con la cabeza inclinada para besarte. Si
desde esa Cruz el mismo Jesucristo abriese ahora sus di
vinos labios y te dijese: Acércate á mí, pecador, ¿deja
ríais de acercaros? ¿Dejaríais de doleros de vuestras cul
pas? Luego, ó no teneis fe, ó de la misma manera, aun
que Jesucristo no hable, debeis poner á los pies de la Cruz
vuestras culpas.
Ea, pues, amados míos: por esas heridas, como por
otras tantas bocas, nos llama Jesucristo á la penitencia.
Respondamos con todo el dolor de nuestros corazones, di
ciendo: Señor mio Jesucristo, etc. (El acto de contricion
abreviado y afectuoso.)
BREVE PLATICA
sobre el Descendimiento (1).

Et accepto corpore, Joseph in-


volvit illud in sindone munda.
(Mat., 29, 59.)

I.

La tarde se ha envuelto en oscuridad ; las piedras es


tán partidas; el velo del templo se ha rasgado, y toda la
naturaleza se halla sumergida en el mayor dolor. ¿Dónde
está ¡oh'soll el que te fabricó con sus manos? ¿Dónde está
¡oh naturaleza! tu Omnipotente Criador? ¿Dónde está,
cristianos, vuestro Dios? ¿Puede ser , por ventura , el que.
veo clavado en esa Cruz? ¿Puede ser ese que veo como un
leproso, hecho una llaga desde los pies á la cabeza? ¿Así
le ha abandonado su Padre ? ¿Así le abandonan las legio
nes de ángeles, que le sirven como á su Rey? ¿Es mi Dios
esa victima crucificada?

(i) Esta plática es siempre muy breve, á causa ilc que hay que
dejar tiempo para la procesion.
— 582 —
Sí: el universo, con su dolor, me está diciendo que Je
sus es mi Dios. No permitamos que siga clavado en la
Cruz, donde le han puesto nuestras culpas. Lo que nues
tros pecados han hecho, que lo deshaga nuestro amor.
Vamos, pues, con Josef de Arimatea á pedir el cuerpo de
Jesus para darle sepultura. Dádnosle, sacerdotes del Se
ñor, para ponerle en el sepulcro nuevo de nuestros cora
zones purificados.

II.

Tomad primero esa corona, y reparad que ha sido


diadema del inmortal Rey de los siglos. Quitádsela á Je
sus, para ponérnosla nosotros sobre nuestra cabeza de pe
cadores. Contad, si podeis, las heridas que han hecho las
espinas en esa sacratísima cabeza y soberana frente. ¡Qué
torrentes de vida salen de ellas para el género humano!
Mi cabeza debia haber sido traspasada, y lo ha sido la de
mi Jesus. Derramad ahora sobre ella el precioso ungüento
de vuestros afectos, como antes derramó la Magdalena e I
que le preparara para la sepultura. Dejad ya libre esa ca
beza, que es bella como el monte Carmelo.

III.

Dejad ¡oh ministros de Dios! libres las manos de Jesus


para que nos colme de bendiciones. Esas manos, que han
estado estendidas sobre todas las gentes , como di
ce Isaías [\); esas manos que, segun el mismo pro
feta (2), han estado estendidas todo el dia hácia el pueblo,

(t) Isai., 14, 26. (2) Id., 65,2.


— 583 —
dejadlas libres, para que á su sombra podamos estar siem
pre protegidos. ¿Qué llagas son esas que vemos enmedio
de sus manos? ¿Enmedio de esas manos hechas á torno, y
llenas de jacintos, como se lee en el libro de los Cánticos?
¿En esas manos, que fabricaron el universo? ¿En esas ma
nos que, al abrirse, como dice David, todo lo llenan de
bondades? ¿En esas manos, donde están la fortaleza y el
poder? ¿En esas manos, que, como dice el mismo Profeta
rey, han de lavarse en la sangre del pecador?

IV.

Ahora ¡oh ministros del Altísimo! arrancad el clavo


que traspasa los pies de mi amadísimo Jesus: los pies del
evangelizador de la paz y de todos los bienes que ha traí
do su muerte. La Magdalena lavó con sus lágrimas esos
pies, y los besó, y el mismo Jesucristo hizo de esto un
particular mérito. Yo tambien quiero lavarlos con las
mías. Si á los pies de Jesus están puestas todas las gen
tes, como lo anunció el rey David, ¿por qué no hemos de
ponernos y postrarnos reverentes nosotros en esta tarde,
al verlos teñidos en su propia sangre? Hasta el pie llega
la herida de ese divino Job: quiero besar esa herida , para
absorber por ella la vida para mi espíritu. Romped el lazo
de los pies del Redentor, que bien merece se los lavemos,
habiéndoselos lavado él antes á sus discípulos. Ya sabrán
mis pies en lo Sucesivo abstenerse de los malos caminos,
toda vez que la culpa ha clavado tan inhumanamente los
de mi Salvador.

V.

Bajad, ministros de Dios; bajad de la Cruz el cuerpo


de Jesus, pues queremos envolverle en una: sábana Uta
— 584 —
pia. ¡Ay, amados mios! ¿Quiéa liene limpia su conciencia
para recibir á Jesus? ¿Quién tiene limpio su corazon para
ocultar dentro de él á nuestro Redentor? No quiere Jesus
que le preparemos oro, perlas y ricas sedas para su se
pultura: no quiere mas que la sábana limpia de nuestra
conciencia, y el monumento nuevo abierto en la piedra de
nuestro corazon.
¡Oh, Jesus mio! No hay para tu cuerpo una sepultura
si no te la dan de limosna. No tuviste hogar durante la
vida, y no tienes sepultura para despues de la muerte. En
ajena sepultura tenia que ser enterrado el que por ajenas
culpas quiso morir.

VI.

Mira, pecador, qué sepultura preparas para Jesus. Si


no tienes limpia tu conciencia, si no purificas tu corazon,
si en él no abres un monumento nuevo, no puedes ofrecer
un sepulcro á tu Redentor. Y por no tener limpio tu cora
zon, ¿has de ser tan inhumano que niegues á Jesus una
sepultura? De gran mérito y provecho fue para Tobias el
enterrar los muertos: ¿de cuánto no será para nosotros el
buscar una sepultura para el Hombre- Dios? Ya que Jesus
ha sepultado al pecado y la muerte, ofrezcámosle por se
pultura, pero sepultura limpia, nuestro corazon. Está
anunciado que su sepulcro será glorioso. Cuidad de no
ofrecérsele manchado.
Acompañemos el cuerpo de Jesus. La Iglesia, como
. una viuda que acaba do perder su esposo, nos llama á su
duelo, y no podemos negarla los homenajes do nuestro
amor. Contriste ademan, pero mas aun con un corazon
penitente, acompañemos á Jesús en su sepulcro.. En ese
sepulcro está la vida de los pueblos ; ese sepulcro encter
— 585 —
ra nuestros tesoros. No los perdais, puesto que tantos tor
mentos ha sufrido el Hijo de Dios para adquirirlos.
(Aquí el orador, para concluir, añadirá lo que la cos
tumbre tenga establecido en los respectivos pueblos al sa-
ir ó comenzar la procesion.)

El sermon sobre la Soledad de María Santísima, en el tomo que


consagro a la Virgen, á sus misterios y fiestas.
El sermon sobre la Resurreccion del Señor, en el tomo si
guiente.

FIN DEL TOMO III.

m
ÍNDICE

de los sermones contenidos en este tercer


tomo.

Págsj

Sobre el evangelio del miércoles de Ceniza,—Precepto Ú obli


gacion del ayuno, y sus frutos y utilidades 5
Sobre el mismo evangelio.—No pueden satisfacernos las ri
quezas que atesoramos en la tierra , y solo pueden sernos
provechosas las que atesoramos en el cielo 19
Sobre la epístola del jueves después de Ceniza. —Lo horrible
que es la muerte para el pecador, y lo dulce y consoladora
que es para el virtuoso 33
8obre el evangelio del viernes después de Ceniza.—Impor
tancia del precepto del amor de los enemigos bajo el aspec
to cristiano y bajo el aspecto social 47
(Se señalan de los dos primeros tomos otros tres sermo -
nes que pueden aplicarse al mismo asunto.)
Sóbrela epístola del primer domingo de Cuaresma.—LOS es
cándalos de los sacerdotes impiden la propagacion de la fe,
mas que las persecuciones suscitadas contra ella por los
tiranos y herejes 65
Sobre el evangelio del mismo domingo.—Es necesaria U11U
doctrina para la vida de la sociedad 77
Sobre el mismo evangelio.—Las tentaciones son muy prove
chosas para que adelantemos en los caminos de la perfec
cion, y ganar la corona eterna 89
(Se señalan de los dos primeros tomos otros dos sermo
nes que pueden aplicarse á este evangelio.)
Sobre el evangelio del miércoles de esta semana. —La cegue
dad de los incrédulos no tiene escusa ninguna, y sin escusas
será condenada 103
(Se señalan de los dos primeros tomos otros dos sermo
nes que pueden aplicarse á este evangelio.)
Sobre el evangelio del viernes de esta semana. —Necesidad
de la revelacion sobrenatural para conocer á Jesucristo, y,
por consiguiente, para hablar de Jesucristo 115
Sobre el mismo evangelio.—Deberes que tiene el enfermo
respecto de la curacion de su alma 131
(Se señalan de otros tomos cuatro sermones que pueden
aplicarse á este evangelio.)
Sobre la epístola del segundo domingo de Cuaresma.—Grave
dad del pecado de adulterio, y sus horribles consecuencias. 143
Sobre la misma epístola. —Sin la buena fe ó la probidad en
el trato humano ó social, no se cometen mas que irrepara
bles injusticias 153
Sobre el evangelio del mismo domingo. —La gloria Ó eter
na bienaventuranza es lo único á que debe aspirar el
hombre 161
(Se señalan de los tomos anteriores otros dos sermones
que pueden ser aplicados á este evangelio.)
Sobre el evangelio del miércoles.—La ambicion es un fuego
devorador en las naciones ó Estados 173
(Se señalan de los tomos anteriores otros dos sermones
que pueden apliearse á esté evangelio.)
Sobre el evangelio del jueves. —Ventajas do,la pobreza sopor
tándola con resignacion, y peligros de las riquezas cuando
no se usa bien de ellas 185
Sobre el mismo evangelio. —Hay y tiene que haber un in
fierno donde se padezca una pena de daño y otra de sen
tido. .... 197
Sobre la epístola del viernes.—La envidia es un pecado capi
tal de funestísimos resultados 215
Sobre el evangelio del mismo dia.—Disposiciones con que
deben recibir los pueblos á los ministros de Dios, que van
á pedirles frutos de penitencia 225
{Se señalan de los tomos anteriores otros dos sermones
que pueden aplicarse á este evangelio.)
Sobre la epístola del tercer domingo. —Los fieles deben vivir
hoy muy prevenidos contra los discursos ó lecturas que,
abundando en palabras seductoras, pervierten el corazon y
atacan ;i la sociedad 237
(Se señalan de los tomos anteriores otros cuatro sermo
nes qiierpuoden aplicarse á osla epístola.)
Sobre el evangelio del mismo domingo.—La divinidad de ,
Jesucristo probada por la espulsion del demonio en el hom
bre á quien habia hecho mudo 251
Sobre el mismo evangelio.—Gravedad del pecado de blasfe
mia, y sus funestas consecuencias 261
Sobre el mümo evangelio. —La reincidencia en el pecado
conduce casi sin remedio á la impenitencia final. . . . 271
(Se señalan de los tomos anteriores dos sermones que
pueden aplicarse á este evangelio.)'
Sobre el evangelio del miércoles.—La verdadera religion no
puede dejar de tener y admitir como regla de fe las divi
nas tradiciones 283
Sobre el mismo evangelio. —Daños que el murmurador cau
sa á aquel de quien murmura, á aquellos con quienes
murmura, y á sí mismo 293
(Se señalan de los tomos anteriores tres sermones que
pueden aplicarse á este evangelio.)
Sobre el evangelio del viernes.—La criatura racional debe
tributar á Dios un culto 311
Sobre el mismo evangelio.—El pecador, luego que siente
el impulso de la divina gracia, no puede ni debe dilatar
un solo instante su conversion 325
Sobre la epístola del cuarto domingo.—Amor y respeto que
los líeles deben á la Iglesia 335
Sobre la misma epístola. —Influencia de la Iglesia católica en
el mejoramiento de las leyes con que es gobernada la so
ciedad 345
Sobre el evangelio del mismo domingo. —Frutos espirituales
y temporales que resultan de la virtud de la limosna, y
terrible castigo que espera á los que no usan de miseri
cordia con sus hermanos, así como los daños que aun an
tes de morir esperimentan 357
Sobre el mismo evangelio.—Disposiciones con que deben
recibir los fieles la Sagrada Comunion 371
(Se señalan de los lomos anteriores dos sermones que
pueden aplicarse i este evangelio.)
Sobre el evangelio del lunes. —Los que profanan los templos
son merecedores de los mas duros castigos de la ira de
Dios i ' 383
Sobre el evangelio del miércoles.—En las COsaS que tocan á
la fe y á la salvacion eterna, mas ven y saben los ignoran
tes humildes, que los sabios orgullosos 393
Sobre el evangelio del viernes.—La divinidad de Jesucristo
probada por la resurreccion de Lázaro 403
Sobre el mismo evangelio. —El pecador consuetudinario no
puede salir de su sepulcro sino por un gran esfuerzo del in
finito poder de Dios 411
Sobre la Encarnación del Hijo de Dios . ■ 421
(Señálanse otros dos sermones para esta festividad.
Sobre el evangelio del domingo de Pasión. —La tolerancia en
materia de religion está condenada por el Evangelio, y
por el interes de la sociedad 433
Sobre el mismo evangelio.—Gravedad del pecado y sus con
secuencias 445
(Señálanse otros tres sermones que pueden aplicarse al
presente evangelio.)
Sobre el evangelio del miércoles.—Las obras de Jesucristo
prueban que es Hijo de Dios 457
(Señálanse otros dos sermones que pueden aplicarse al
presente evangelio.)
Sobre el evangelio del viernes.—Los falsos políiicos, cuando,
á preteslo de evitar males, se separan de la ley de Dios,
atraen sobre sí los males que querían evitar! 469
Sobre la epístola del domingo de Ramos.—Jesucristo, consi
derado como el primer obediente 481
Sobre el mismo asunto. —La Cruz es el trono de las mise
ricordias de Dios 495
(Estos dos sermones son aplicables á títulos de Cristo,
como de la Obediencia, del Consuelo, del Remedio, de
la Misericordia, Piedad, etc., etc.)
Sobre el evangelio del mismo domingo,—Inconstancia de
las glorias humanas y sus peligros 509
(Señálase de este mismo tomo otro sermon aplicable al
asunto.)
Sobre el Mandato.—Jesucristo se prepara con la humildad
á realizar los designios de su Padre 519
Sobre lo mismo.—Los cristianos han de distinguirse de las
demas gentes por el amor que se tengan entre sí 531
(Señálanse de los tomos anteriores otros dos sermones
que pueden aplicarse á este asunto.) .
Sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo 541
Sobre el mismo asunto 565
Sobre el Descendimiento ....>. 581
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