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A mitad del siglo XX los estados alterados de conciencia irrumpieron, como una turba
compleja, poética, pavorosa y sublime en la pulcra y perfectamente ordenada consulta
de un psicoanalista, joven médico freudiano de amplia frente y ojos oscuros que por
aquel entonces trabajaba en el Instituto de Investigaciones Psiquiátricas de Praga:
Stanislav Grof.
Los inicios
Todo empezó con un pequeño y misterioso paquete que llegó un día, procedente del
laboratorio farmacéutico de Sandoz, a la puerta de casa. Checoslovaquia. 1956. Varias
muestras de una sustancia formidable: LSD-25. El joven Stanislav se convirtió así en
uno de los primeros sujetos experimentales de aquella droga -por entonces libre de
restricciones legislativas- y a partir de su primera experiencia todo se vio transformado:
su entendimiento de la teoría y la acción psicoterapéuticas; su concepción de la psique y
el potencial humanos; su visión de sí mismo y, en consecuencia, del universo.
El nuevo impulso
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Trascender lo cotidiano
Se volvía pues imprescindible una nueva cartografía de la psique, más acorde con los
nuevos descubrimientos y el emergente paradigma, y tan enorme tarea recayó en
hombros de Grof. Además de la ya mencionada esfera transpersonal, figura en el nuevo
mapa una vastísima esfera denominada perinatal y se refiere, claro, a las experiencias
intrauterinas: desde la propia fecundación hasta el clímax del nacimiento, de lo cual
puede extraerse que la conciencia es esencialmente independiente de la corteza cerebral.
Veto y solución
Grof se vio pues en la necesidad de crear una alternativa a su método terapéutico y fue
entonces que, como quien utiliza los más comunes ingredientes para crear un platillo
extraordinario, tomó la música, la respiración -una forma particular- y ciertas sencillas
pautas de trabajo corporal. Sólo esto: música, respiración, tacto; con ello ha bastado
para catapultar a miles de personas a las más profundas y vívidas experiencias de su
inconsciente biográfico, del inconsciente colectivo, de lo inefable.
Respiración Holotrópica: ese fue el nombre que Stan, y su esposa Cristina, le dieron a
esta técnica. Hoy se practica en todo el mundo.