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de Daniel Dalmaroni
danieldalmaroni@gmail.com
Personajes:
Ernesto
Marta
Julieta
Frikman
La escena:
Comedor de una casa de clase media.
ESCENA I
(Ernesto y Marta sentados a la mesa, comiendo. Hace rato que lo vienen haciendo. Ernesto está
visiblemente angustiado)
MARTA.- Imaginate la pobre Leticia, enterarse de una cosa así después de veinte años de
casada. ¿Vos me estás escuchando? (Ernesto no contesta) Ernesto, ¿me estás escuchando o hablo
para las paredes?
MARTA.- Bueno, la pobre Leticia, se entera porque el muy turro se lo dice de frente. Le agarró
como un ataque. En realidad parece que el tipo volvió a dudar de su sexualidad después de cómo
treinta años y se lo dijo de una a la Leti. Un balde de agua fría, para la pobre. Primero no lo
podía creer. Cuando me lo contó a mí, creí que me estaba cargando. Venir a decirme que el
marido nació mujer, a los veinte años se operó en Chile para hacerse hombre y que ahora, a los
cincuenta se le ocurre que quiere volver a ser mujer otra vez. Una locura. Dice que el tipo, el
marido… ¿me seguís, Ernesto? El marido fue una mujer hasta los veinte. Pero desde chiquito
que insistía en que era un hombre atrapado en el cuerpo de una mujer. Bueno, cuando llega a la
mayoría de edad, el tipo, se opera en Chile. Le ponen un pene y simulan los testículos. Una
operación impresionante. Imaginate, Ernesto. Resulta que conoce a Leticia como tres años
después. Viste que la Leti nunca pudo quedar embarazada. Bueno, Ernesto, era él. Claro, le
pusieron todo, pero espermatozoides, no. Ernesto, ¿me estás escuchando? Ey, Ernesto. ¿Dónde
estás?
MARTA.- ¿Cómo “qué cosa”? Lo del marido de la Leti, que era mujer, después fue hombre y
ahora quiere volver a ser mujer. ¿Sabés, la pobrecita, descubrir que ahora en lugar de un marido,
tiene una esposa? Va a ser como una relación homosexual, ahora. Dos mujeres. Imaginate, ahora
se dio cuenta de que ella, en realidad, es lesbiana. “Toda mi vida fui lesbiana y no lo sabía”, me
dijo la infeliz.
ERNESTO.- Marta.
ERNESTO.- Marta.
MARTA.- Bah, el pito, los testículos, todo. Y que le hagan una vagina nueva.
ERNESTO.- Marta.
MARTA.- No te entiendo.
MARTA.- Sí, eso ya lo escuché, pero te digo que no te entiendo. ¿Qué querés decir?
MARTA.- ¿Cómo que mataste a un tipo? ¿Le pegaste? ¿Te peleaste con alguien?
ERNESTO.- No, Marta. Bah, sí, le pegué, pero lo que te digo es que lo maté.
ERNESTO.- ¿Cómo “qué quiero decir”? Que maté a un tipo, Marta. Nosotros no somos como
las mujeres. Cuando decimos algo, queremos decir eso, no otra cosa.
ERNESTO.- No sé.
MARTA.- ¿Vos me querés volver loca a mí? ¿Qué pavadas estás diciendo?
MARTA.- Pará, pará. ¿Vos estás hablando en serio? ¿Cómo que mataste a un tipo?
ERNESTO.- Llego al Banco y había una cola bárbara en las cajas. Entonces, me doy cuenta de
que el cajero automático de afuera está vacío. Le digo al tipo que está delante de mí, que me
guarde el lugar, que voy a ver si el cajero de afuera funciona.
ERNESTO.- Voy y verifico que el cajero anda lo más bien. Pero, como un boludo, en lugar de
sacar plata ahí mismo, me vuelvo para el Banco, voy a la cola y le digo al tipo que “muchas
gracias por cuidarme el lugar” y le explico que me voy a sacar la plata del cajero.
ERNESTO.- No, nada que ver. El tipo me dice que él también va a sacar la plata del cajero, que
mejor no hacer la cola y salimos los dos para afuera. Resulta que el tipo entra primero que yo al
cajero y se pone a sacar la plata. Me indignó. Yo había sido el de la idea, Marta. No sé qué me
pasó, pero me indignó y lo agarré de la cabeza y se la partí contra el cajero automático. (Hace
gestos mostrando cómo lo mató, que evidencia la torpeza del asesinato) El tipo empezó a gritar,
yo le dije que se calle, que no haga un escándalo. Que no sea papelonero. Pero el tipo seguía.
Sangre. Empezó a salir sangre por todos lados. De la frente del tipo. ¿Viste que la frente sangra
mucho?
ERNESTO.- Ahí me doy cuenta de que había machado todo el teclado del cajero. Ya no podía
sacar la plata. Qué bronca me dio, Marta. No sabés. Lo agarré del cuello y empecé a apretar.
Fuerte. El tipo se resistía. Se movía para todos lados. En un momento se calmó, se aflojó. Se le
aflojó todo el cuerpo. Entonces, lo solté. Yo temblaba, no sabés. Pero, de repente, el muy turro
empieza a toser, a moverse. Ahí lo agarré de nuevo del cuello y mientras apretaba, le saqué la
tarjeta que tenía en la mano y como si fuera una cuchilla, le corte el cogote con el filo de la
tarjeta. Empezó a salir sangre para todos lados, pero el tipo no se movió más.
ERNESTO.- Ya lo sé. ¿Creés que a mí me hace gracia? ¿Creés que me siento feliz?
MARTA.- Más te vale que no, pero… ¿Cómo que mataste a un tipo, Ernesto? Es una locura.
ERNESTO.- Ya lo sé.
MARTA.- ¿Y eso?
ERNESTO.- Que no me vio nadie, podemos dejarlo ahí. Tal vez crean que fue un robo. Yo por
las dudas, le saqué la plata que el tipo había retirado del cajero.
MARTA.- Ernesto, mataste a alguien. No me estás diciendo que te querés ir a pescar con tus
amigos y me pedís que llame a tu trabajo para decir que estás enfermo. Me estás pidiendo que
haga como si nada, cuando asesinaste a un tipo.
ERNESTO.- No lo asesiné. Lo maté, pero no soy un asesino. Hagamos como que no pasó nada.
APAGÓN
ESCENA II
(Marta y Julieta)
JULIETA.- En un contenedor.
JULIETA.- ¿Por?
MARTA.- No es lo mismo.
JULIETA.- Además, te dije que lo dejé por la Facultad. Es lejos. Nunca podrían asociar esa
ropa a papá.
ERNESTO.- Me extorsiona.
MARTA.- ¿Cómo?
MARTA.- Dejala.
MARTA.- Es tonta, la pobre. Si a esta altura ella es cómplice. Si dice algo, va tan presa como
vos y yo. Unos años menos, pero va presa. Dejala. Dale la plata y dejala. Ya se le va a pasar.
Además, no hay forma de que descubran nada. Nadie te vio, no hay pruebas, nada. Nada,
Ernesto.
APAGÓN
ESCENA III
(Ernesto y Marta sentados a la mesa, comiendo. Hace rato que lo vienen haciendo. Ernesto está
visiblemente angustiado)
ERNESTO.- Marta.
MARTA.- Pero ella dice que está dispuesta. Dice que lo último que quiere en la vida es una
relación homosexual. Te soy sincera, a mí no me gustaba mucho eso de tener una amiga
lesbiana. ¿Qué sé yo? Los homosexuales son raros. No soy discriminadora, pero no me digas
que los homosexuales no son raros.
ERNESTO.- Marta.
MARTA.- Les sale como veinte mil pesos. Diez mil por operación y eso que le hacen precio
por los dos. Como un combo. A él lo vuelven a hacer mujer y a ella la hacen hombre. Yo le
pregunté a Leticia, si ya que le tienen que sacar las tetas, no me las podía pasar a mí, pero
averiguó y es imposible. Dicen que puedo tener rechazo. Yo le dije que eso lo dicen los médicos
porque no saben lo amigas que somos, lo que nos queremos. Aparte, sería como sellar una
amistad, tener algo de ella. (Risueña) A vos te encantaría. Siempre te gustaron las tetas de
Leticia.
MARTA.- No, no me digas que no. Si se las vivís mirando. (Risueña) Bueno, ahora se las vas a
tener que mirar al marido.
ERNESTO.- Martita.
MARTA.- Someterse a semejante operación por conservar al marido, me parece una locura.
Bah, que digo “al marido”, a la esposa, en realidad. Y cambiar los nombres. Eso, parece que lo
van a hacer sencillo. Él se va a llamar Leticia y ella Mariano. Lo mismo con la ropa. Se la
cambian y listo. Dice que él le pidió a los médicos, el mismo talle de corpiños y caderas que
tiene ella. Y… con tanto gasto, está bien que piensen en todo. Vamos a tener que
acostumbrarnos.
MARTA.- ¿Qué?
MARTA.- Y yo te digo que fue a un tipo y que te estoy contando algo importante de mi mejor
amiga, que por si no te diste cuenta, va ser mi mejor amigo.
MARTA.- ¿Insistís? ¿Ahora era una tipa? Me dijiste que era un tipo. Desde hace dos semanas
que es un tipo.
MARTA.- ¿Insistís? Además, ¿qué te agarró, una regresión? Ya sé que mataste un tipo, pero
quedamos en no hablar más del tema. No revolver la cosa. No meter el dedo en la llaga.
MARTA.- Dale.
ERNESTO.- Hace dos semanas maté a un tipo en el cajero. Y esta tarde, maté a una tipa.
ERNESTO.- (Angustiado, conmocionado) No, te juro que no. Esta tarde maté a una tipa.
MARTA.- (Indignada) ¿Cómo que mataste a una tipa? ¿Estás loco? Estás totalmente loco.
Explicame, ¿cómo, cuándo, por qué?
MARTA.- ¿Y? ¿La mataste por eso? ¿Te cruzaste con una histérica lesbiana y la mataste por
eso?
ERNESTO.- No sé, Marta. No sé. Me di vuelta para volver a mi auto, pero algo me detuvo.
Volví hacia la mina, le saqué la llave cruz que tenía en la mano y le dije: “¿A ver si tenés la
cabeza hueca como me parece?” y le descargué todo el peso de la llave cruz en la nuca. Tanta
sangre, Marta. ¿Cómo puede salir tanta sangre de la cabeza de una boluda como esa?
ERNESTO.- No. Cuando me estaba volviendo al auto, veo que la tipa mueve una pierna. Así,
mueve la patita, la muy puta. Entonces, volví y le dí con la llave cruz en la cara. (Hace gestos
mostrando cómo la mató, que evidencia la torpeza del asesinato) La tipa se movía, se resistía,
pataleaba. Le di como diez golpes, con fuerza.
MARTA.- ¿Cómo vas a matar a una mujer porque se negó a seguir tu consejo? ¿Quién te creés
que sos? La vida la da Dios y sólo él puede quitarla.
MARTA.- Te pasó que estás loco. No podés andar así por la vida matando al primero que se te
cruza en el camino. Mirá si yo matara a todos los que me caen mal. Dejaría al barrio sin gente,
Ernesto. ¿Qué tendría que hacer Leticia con su marido que en realidad es su esposa? Qué tendría
que hacer con ese pervertido que tiene como marido, si pensara como vos?
ERNESTO.- Eso. Hay que deshacerse de mis pantalones que están todos manchados.
ERNESTO.- Dale.
MARTA.- No, vos estás loco. Acá, el único loco sos vos, que andás matando gente porque sí.
MARTA.- ¿Mataste a un tipo porque te robó el turno en el cajero, mataste a una mina porque no
quiso llamar al servicio mecánico de la Autopista y me decís que pensar que estás loco es una
forma de decir?
MARTA.- ¿Y?
MARTA.- Y con eso qué. Te hago la comida, te lavo y te plancho la ropa, te hago el mate a la
mañana. Eso es lo que hace una esposa, no encubrir los crímenes de su marido.
MARTA.- ¿Que no hable así? ¿Que no sos un criminal? ¿A, no? ¿Y qué sos? ¿Un justiciero?
¿Qué sos?
ERNESTO.- Marta, por favor.
APAGÓN
ESCENA IV
(Marta y Julieta)
JULIETA.- No. Metí todo en una bolsa y lo tiré al costado de la vía. Lejos de la estación. No
me vio nadie.
MARTA.- ¿Cómo que metiste “todo” en la bolsa? ¿Qué es “todo”? Eran unos pantalones, nada
más.
MARTA.- Era una camisa nueva. Yo la lavaba con el quitamanchas y listo. Apenas unas gotitas
de sangre en la manga, tenía.
MARTA.- Como se ve que no sos vos la que tiene que salir a trabajar.
MARTA.- La boca, che. Está bien. Yo veo qué le digo a tu padre cuando pregunte por la camisa.
MARTA.- ¿Cómo le va a decir al psicólogo que anda matando gente, Juli? Decís cada cosa. (Se
siente un grito de Ernesto desde el interior de la casa) ¿Qué pasa? ¿Qué te pasa?
ERNESTO.- Un pollo.
MARTA.- ¿Qué?
ERNESTO.- Me da impresión.
(Pausa)
ERNESTO.- No, pero… ¿viste que andaba bien, últimamente? ¿Hace cuánto que no mato a
nadie? Decime, ¿hace cuánto?
MARTA.- Callate.
ERNESTO.- No, en serio. ¿Hace cuánto que no me boleteo a nadie? Lo estoy superando. Creo
que lo estoy superando. No sé, me siento más tranquilo. No me crucé con nadie que me irrite en
el último tiempo. En serio, Marta, Juli, ¿hace cuánto que no les traigo un disgusto? ¿Hace cuánto
que no mato a nadie? ¿Una semana? Ya debo llevar una semana de abstinencia.
MARTA.- (Imperativa) ¿Hace cuánto que no matás a nadie? ¿Hace cuánto? ¿Después del tipo
del cajero, después de la mina de la Autopista, después del peón de la Estación de Servicios, de
la mucama de Leticia, del kiosquero de al lado de lo de tu mamá, del pibe que limpiaba
parabrisas en el semáforo, después del tipo que te hizo dedo en la ruta? ¿Vos decís, hace cuánto
que no matás a nadie después de las últimas catorce personas que hiciste boleta en los últimos
dos meses? (Grita) ¿A eso te referís, idiota?
MARTA.- ¿Injusta?
ERNESTO.- El tipo que me hizo dedo en la ruta era un chorro. Me quería robar y tal vez matar.
Él empezó primero. No podés comparar. No es como los otros. Ese no cuenta. Así que son trece,
no catorce. Y estoy cambiando.
JULIETA.- ¿Cambiando?
ERNESTO.- Marta, decile a esta chica que se calle. Sí, me planteo el día a día. “Sólo por hoy”,
me digo. “Sólo por hoy, no voy a matar a nadie” Y funciona. ¿No te digo que ya llevo una
semana?
APAGÓN
ESCENA V
ERNESTO.- Dale preguntá. Das vueltas. Me preguntás por el trabajo, si tuve problemas…
Preguntá con todas las letras.
MARTA.- No, si te fue bien, si no tenés novedades para contarme, no tengo nada que
preguntarte.
ERNESTO.- Dale, Martita, preguntá directamente y listo.
MARTA.- (Harta, resuelta, imperativa) Bueno, está bien. ¿Mataste a alguien hoy?
ERNESTO.- (Divertido) Viste que tenía razón. ¿No es más fácil así, preguntar directamente, en
lugar de andar con rodeos?
ERNESTO.- Eso.
ERNESTO.- A mi jefe.
MARTA.- ¿A tu jefe?
ERNESTO.- No, no maté a nadie. Me estoy recuperando. Desde que formé la asociación de
Asesinos Seriales Anónimos que me siento como nuevo.
MARTA.- Sos boludo, realmente. No jodás con el tema. Qué Asesinos Seriales ni asesinos
seriales. ¿Vos te creés que para mí es fácil esperarte todas las noches, pensando que me vas a
venir con un nuevo cadáver a la casa?
MARTA.- Yo hablaré mal, pero por lo menos no ando matando gente por ahí.
MARTA.- Treintitrés.
ERNESTO.- Está bien. Maté a unas treintitrés personas en los últimos tiempos…
MARTA.- En los últimos tres meses. Más de diez personas por mes. Una cada tres días, Ernesto.
ERNESTO.- ¿Te dedicás a las estadísticas, ahora? (Pausa breve) Basta con estas cosas, Marta.
No hablemos más del tema. Tenemos que pensar en cualquier cosa, menos en eso. No sea cosa
que se te vaya a escapar delante del tipo.
MARTA.- No, es que me preocupa que se le escape. Juli es tonta, Ernesto. Hay que asumirlo, es
tonta. Tengo miedo de que se le escape.
MARTA.- Es tonta.
(Entra Julieta)
ERNESTO.- No, ¿cómo vamos a creer que sos tonta si vas a la Facultad? No, no es eso.
ERNESTO.- No, bueno. Queremos que recuerdes que hay que estar atentos. Nunca se sabe las
preguntas que hacen estos tipos.
JULIETA.- Está bien. Por mí, no se preocupen. Y avisen cuando llegue el tipo.
APAGÓN
ESCENA VI
(Ernesto, Marta, Julieta y Frikman. Todos sentados en torno a Frikman. Se ve que hace un buen
rato que ha comenzado la sesión)
FRIKMAN.- A ver, Ernesto, cuéntenos… ¿Qué hace después de cada episodio de violencia que
protagoniza?
FRIKMAN.- Claro. Rompe algún objeto. Grita. Se deprime. Llora. ¿Qué es lo primero que
hace?
FRIKMAN.- ¿Se cambia la ropa? Se cambia la ropa. Qué interesante. ¿Y por qué cree que hace
esto?
MARTA.- (Nerviosa) En realidad siempre se cambia de ropa cuando llega a casa. ¿No sé por
qué decís esto, Ernesto?
FRIKMAN.- Que interesante. Le gusta la limpieza o quiere limpiar su cuerpo de esa otra parte
suya que es un hombre irritable. Como la oruga y la mariposa. Tal vez, usted, cuando es violento
es la oruga y luego quiere pasar a ser crisálida, quitar la cubierta de seda, su vestimenta, para
convertirse, finalmente, en mariposa. Es su intento por ser mariposa.
MARTA.- Perdone, doctor, pero mi marido es buen hombre y nunca estuvo en duda su
sexualidad. Tal vez, él le habló de los vecinos y usted se confunde. La Leti y Mariano, los
vecinos. Él era mujer y se hizo hombre y ahora es de nuevo mujer y la Leti, que siempre fue
mujer, ahora es hombre. Unos degenerados. Bah, un degenerado él, porque Leticia es un hombre
amoroso. ¿Me sigue? La Leti, mi mejor amigo, que vive acá al lado. ¿Me entiende?
FRIKMAN.- Cuesta.
ERNESTO.- Me cambio la ropa, pero me pongo ropa mía, doctor. Ropa de hombre. Así, como
estoy ahora.
FRIKMAN.- Yo me refería a otra cosa. Quería decir que Ernesto, tal vez, quiera sacarse de
encima al hombre irascible que tiene adentro.
FRIKMAN.- (A Julieta) ¿Y usted, Julieta, hasta dónde cree que su padre es un hombre
violento?
FRIKMAN.- ¿Entonces?
JULIETA.- Más o menos… violento. (Marta la patea) Poco. No sé. No me doy cuenta.
FRIKMAN.- Nunca nos fuimos de lo suyo… Esta sesión familiar, en su propia casa, es
justamente, para conocer al hombre Ernesto en su circunstancia,
FRIKMAN.- No hablamos en esos términos, señora. (A Julieta) Usted dice que no se da cuenta
si su padre es violento.
MARTA.- (A Ernesto, por lo bajo) No seas boludo. El nabo éste dice eso porque no sabe nada
de nada.
FRIKMAN.- (A Julieta) Si prefiere quedarse callada, está muy bien. (Se queda observándola.
Julieta no dice nada)
MARTA.- (A Ernesto, por lo bajo) Digo que no sabe nada de nada de lo que vos y yo sabemos
que andás haciendo. No me tomes por boluda, Ernesto. Además, se llama Frikman. Es judío.
MARTA.- (A Ernesto, por lo bajo) No quiero ser discriminadora, pero los judíos son raros. No
me digas que los judíos no son raros, Ernesto.
ERNESTO.- ¿Posterior?
MARTA.- No, digo, que no mienta. Que diga la verdad, para eso estamos acá, ¿no?
FRIKMAN.- Hable por usted. Cuente lo que le pasa a usted. No suponga lo que le parecería a
los demás.
FRIKMAN.- Vamos a tener que trabajar este tema. Usted tiene que poder pedir disculpas,
aclarar las situaciones…
FRIKMAN.- Digo, que jamás se violenta con seres cercanos, queridos. Siempre con extraños.
¿Qué le sugiere esto?
ERNESTO.- ¿Sugerirme?
MARTA.- ¿Usted cree que debería quedarse en casa, encerrado con sus seres queridos?
FRIKMAN.- A ver… acá apareció algo interesante… Usted, Julieta, ¿se siente amenazada por
su padre? ¿Teme que él esté en casa todo el día?
FRIKMAN.- A ver. Vamos a hacer una dramatización de una simple situación familiar.
FRIKMAN.- Pero vamos a cambiar los roles. Usted, Julieta, va a hacer de su padre.
MARTA.- No me parece.
FRIKMAN.- Usted, Ernesto, va a hacer de Marta y usted, Marta, va a hacer de su hija, Julieta.
¿Se entiende?
MARTA.- Justamente.
FRIKMAN.- (A Julieta) Vamos, usted, Ernesto y entra a contarle a su esposa (Señala a Ernesto)
la situación que acaba de vivir.
(Ernesto, como Marta, se sienta a la mesa. Julieta hace como que entra de la calle, en el papel de
Ernesto)
FRIKMAN.- Sigamos.
ERNESTO.- Ah.
FRIKMAN.- Continúen.
ERNESTO.- (En el papel de Marta) Estás loco. ¿Qué pavadas decís? (A Marta, por lo bajo)
Hacé algo, Martita.
MARTA.- (A Ernesto, imitando a Julieta) Ay, este papá, siempre diciendo pavadas. (A Julieta)
¿Seguís con esos sueños raros, papi?
ERNESTO.- (Como Marta) Ay, Ernesto, cómo vas a matar un tipo en el cajero automático, si
sos más bueno que el pan.
MARTA.- (Imitando a Julieta) Papá, cortala, querés. ¿Ya nos contaste esos sueños, esas
pesadillas? ¡Qué terribles que son!
FRIKMAN.- Es interesante lo que pasó. A ver, ¿qué nos quiere decir Julieta con esto de que su
padre mata gente?
FRIKMAN.- No entiendo.
JULIETA.- (Señalando a Marta) La tira ella a la basura. Bueno, yo la tiro a la basura.
FRIKMAN.- Esperen. Cada uno vuelve a ser quien era, si no, no nos vamos a entender. (Señala
a cada uno) Usted es Marta de nuevo, usted Ernesto y usted, querida, vuelva a ser Julieta porque
si no me van a volver loco a mí. ¿Cómo es eso de que tiran la ropa?
MARTA.- ¿Qué pavadas decís, nena? Me parece doctor que la que necesita atención es ella.
FRIKMAN.- (Mira el rejoj) No, no esperen. (Se quedó detenido en el reloj) Ah, pero, qué pena.
Vamos a terminar porque ya es hora.
ERNESTO.- Cierto. ¡Qué tarde que es! (Por lo bajo a Julieta) Imbécil.
JULIETA.- (A Frikman, totalmente alterada) ¿No escuchó? Mi papá mata gente. Mucha gente.
Las mata.
FRIKMAN.- Algo nos está queriendo decir con esto. Creo que hay que prestarle atención.
MARTA.- El doctor ya se va, Juli. No tiene tiempo, ahora, de atenderte a vos. Cualquier cosa,
pedís un turno para la semana.
FRIKMAN.- (Aparentemente tenso) Espere. ¿Usted dice que su padre mata gente, que es un
asesino?
FRIKMAN.- (Tranquilo) Julieta, no importa lo que su padre es, sino qué hacemos con lo que su
padre es. ¿No le parece?
JULIETA.- (A Ernesto y Marta) ¿Después la tonta soy yo? (A Frikman) Mi padre es un asesino.
¿No entiende eso?
FRIKMAN.- Veo que usted está canalizando algún rencor hacia su padre y utiliza la metáfora
del asesino para…
FRIKMAN.- (Toma distancia de Ernesto y Marta, los mira detenidamente) No, espere…
ERNESTO.- Dele, doctor, que me estoy poniendo nervioso… No joda, que me estoy poniendo
nervioso.
MARTA.- Si ya se iba, doctor. No complique las cosas. Y vos, calmate, Ernesto, calmate. Van
los dos juntitos hasta la puerta, se despiden como buenos amigos y listo, ¿eh? Y acá no ha
pasado nada. Sean buenitos los dos.
(Ernesto toma a Frikman del cuello, éste trata de zafarse. Por momentos lo logra, pero Ernesto lo
vuelve a tomar por el cuello, por los brazos. Caen al piso. Ernesto lo golpea con violencia.)
(Ernesto sigue peleando con Frikman. Si bien Frikman se resiste, nunca logra doblegar a
Ernesto. La pelea dura mucho tiempo. Ernesto es torpe, muy torpe. Es una pelea “desprolija”,
con muchas caídas, torpezas.)
FRIKMAN.- (En medio de la lucha, agotado, vencido, tosiendo) Paré, por favor.
ERNESTO.- (A Julieta) Mirá lo que lograste. (Julieta llora) (A Frikman) Y vos, boludo, tanta
pregunta, tanta pregunta. Mirá lo que te pasa por andar preguntando pavadas. ¿No te bastaba con
escuchar y listo, como hace la mayoría? (Desafiante) Y encima, no te pagué la sesión. Nabo.
ERNESTO.- (Observa a Frikman) ¿Pero, será posible? (Le patea la cara y luego lo estrangula)
Tomá, tomá. ¿Respirás ahora? A ver, tosé, ahora. A ver, movete, dale, a ver si podés.
MARTA.- Nada, miraba y no podía creer que fueras tan torpe para matar a alguien. No sé cómo
hasta ahora la sacaste tan barata.
ERNESTO.- ¿Y a esta chica, qué le pasa, ahora? Mirá lo que conseguiste con tus boludeces.
MARTA.- ¿Qué decís, nena? La loca sos vos que andás diciendo estupideces.
JULIETA.- (Desencajada, llora) Los dos. Los dos están locos. Antes matabas gente por ahí,
ahora ya lo hacés en casa. Estás fuera de control. (Sale para el interior de la casa)
MARTA.- Ya se le va a pasar. Yo después hablo con ella y vas a ver que se le va a pasar.
ERNESTO.- (Mira hacia donde se fue Julieta) No creo. (Breve pausa) Tenés razón vos, es tonta,
muy tonta esa chica. (Con violencia, nuevamente, a Frikman, mientras lo patea un poco) Y vos,
dale, preguntá pavadas, ahora, preguntá, Dale.
ERNESTO.- Ya sé. (Pausa breve) Tenés que ayudarme, Marta (Mira hacia donde se fue Julieta)
MARTA.- ¿Más? ¿Más, querés que te ayude? ¿Vos sos consciente de todo lo que yo hago por
vos?
(Pausa)
ERNESTO.- Gracias. (Mira hacia el interior. Se dirige hacia donde se fue Julieta)
MARTA.- (Mira el cuerpo de Frikman, piensa) ¿Vas al baño? Pasá por la cocina y traete el
cuchillito eléctrico y las bolsas de residuos, las de consorcio, las grandes, negras. ¿En cuántas
partes lo cortarías, Erny?
ERNESTO.- (Reconcentrado, como en otra cosa) No sé. ¿En ocho, como un pollo, te parece?
(Sale)
MARTA.- Eso si partís las pechugas en dos y separás las patas del muslo. Si no, son cuatro
partes.
ERNESTO.- (Desde el interior) Pero, nosotros siempre lo cortamos en ocho. Al pollo, digo.
MARTA.- (Queda sola. Mira a Frikman. Hace gestos, planificando por dónde cortar el cuerpo.
Lo acomoda como para facilitar la tarea) Me parece que vamos a tener que cortarlo en más
partes, Ernesto. Si no, no va a entrar en las bolsas. (Se sienten ruidos desde el interior) ¿Te dije
que a la Leti le dieron las tetas que le sacaron para que hiciera con ellas lo que quisiera? No
sabía si tirarlas a la basura o guardarlas de recuerdo. En formol. (Sigue con el cuerpo de
Frikman) A ver… dejame pensar. Los brazos en tres partes. Las piernas, en dos. La cabeza por
un lado. (Pausa) Me preocupa el tronco. (Se sienten ruidos del interior) ¿Qué pasa, Ernesto?
MARTA.- ¿Qué?
MARTA.- No revuelvas todo. Están en el último cajón, al fondo. Las bolsas. El cuchillo
eléctrico, con los electrodomésticos, en la segunda puerta.
ERNESTO.- (Entra, arrastrando el cuerpo de Julieta, muerta. La trae de los cabellos) Marta,
maté a una chica.
MARTA.- (Que no ve a Ernesto porque sigue mirando el cuerpo de Frikman) Estás loco.
(Pausa) ¿Y las bolsas? Traé más, entonces.
APAGÓN FINAL