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CRISTIANISMO Y MUNDO HELENISTA

El mensaje mesiánico de Jesús y sus seguidores no se limitó a la frontera de Judea, sino que penetró
en el mundo circundante, combinándose recíprocamente con un mundo dominado por la
civilización y lengua griegas, tal como lo plantea Jaeger en su texto "Cristianismo Primitivo y
Paideia Griega" (1965). El autor nos menciona que durante mucho tiempo, eruditos clásicos habían
desconocido la expansión griega durante el período helenista, mencionando como única a Johann
Gustav Droysen, el cual defendía que sin la evolución posclásica de la cultura griega hubiese sido
imposible el surgimiento de una religión como la cristiana. Fue así que se fue dando un proceso
bilateral en el cual el mundo era cristianizado y el cristianismo era helenizado (Jaeger, 1965, p. 13).
Podemos encontrar desde el Nuevo Testamento hasta la etapa de los llamados Padres Apostólicos
un predominante uso del griego que representaría una primera etapa de helenismo cristiano. Con
este uso de la lengua griega se permitía penetrar en el pensamiento cristiano con conceptos,
categorías intelectuales y metáforas de connotaciones. Algunos de los motivos por los cuales el uso
se hizo más evidente fue que ya en tiempos de San Pablo, el cristianismo resultaba ser un
movimiento judío helenizados, algo que se acentuaría su importancia cuando los misioneros
cristianos se volvieran en primera instancia ante estos judíos (como ejemplo cabe recordarse que
tras el martirio de Esteban, actividades misionales se propagaron por toda Palestina, haciendo uso
de nombres griegos como Felipe, Nicanor, Prócoro, Timón, Pármenas o Nicolás). Entre las
cercanías y asociaciones que Jaeger (1965) nos menciona en su texto cabe resaltar por ejemplo que
el nombre de la nueva secta ("christianoi") se originó en la ciudad griega de Antioquía, o que el
griego fuese hablado en todas las "synagogai" de las ciudades mediterráneas (como fue el caso de
Filón de Alejandría). Así, de igual manera, todas las discusiones que Pablo mantiene con los judíos
se llevan a cabo en griego y con todas las sutilezas de la argumentación lógica griega (Jaeger, 1965,
p. 16). Por otra parte, Juan José Garrido (1997) menciona dicha labor paulina como el esfuerzo por
"vincular el mensaje cristiano con las ideas del auditorio pagano, hasta el punto que presenta la
"Buena Noticia" no como una ruptura, sino como una perfección y cumplimiento de la teología
helena". Incluso, pese a ser tomado con burla o hasta indiferencia, el mensaje de Pablo serviría
como un "modelo de aproximación a la cultura griega que fue imitado por la mayoría de los
primeros pensadores cristianos" (Garrido, 1997, p. 7). Cabe mencionar, que más allá de las
colecciones de dichos de Jesús y los Evangelios, los escritores cristianos de la edad apostólica
usaron las formas literarias griegas de la "epístola" (Jaeger, 1965, p. 17). De esta manera se permite
ver como la antigua misión cristiana obligó a los misioneros y apóstoles a usar formas de literatura
y habla griegas, y como la cultura griega y el cristianismo se fueron nutriendo recíprocamente
durante este período.
RELACIÓN FILOSOFÍA - CRISTIANISMO
En lo que refiere a la relación entre la filosofía y el cristianismo, este siempre se presentó como una
exposición completa y definitiva de la filosofía griega, y en muchos casos afirmó la unidad entre
ella y la religión. Muchos de los Padres de la Iglesia se inspiraron en las doctrinas de las grandes
escuelas filosóficas paganas, en especial los estoicos (Abbagnano, 1994, p. 233). Aunque con
motivos diferentes, el cristianismo hablaba de la ignorancia de los hombres prometiendo darles un
conocimiento mejor y, como todas las filosofías hacía referencia a un maestro que poseía y revelaba
la verdad (Jaeger, 1965, p. 21). Así comenzaría un largo período en que los autores cristianos se
dirigirían a un auditorio no cristiano haciéndole frente a la persecución de los seguidores de Cristo a
lo largo de todo el Imperio romano. Estos autores sin dar por supuesto aquello que iban a defender,
pretendieron encontrar en las formas del diálogo una base común para sus mensajes, dirigiéndose
así no hacia las masas iletradas sino ante aquellos que leen para adquirir más información (Jaeger,
1965, p. 45). De esta forma el cristianismo usaría elementos filosóficos dando comienzo al período
denominado “patrística”. Dicho período, según Abbagnano (1994), puede ser dividido en tres fases:
la primera (hasta el año 200) consiste en la defensa del cristianismo contra paganos y gnósticos, el
segundo (desde el 200 al 450) comprende la elaboración doctrinal de las creencias cristianas, y el
tercero (a partir del año 450), que se encarga de la reelaboración y sistematización de las doctrinas
ya elaboradas.
Las similitudes entre la filosofía y el cristianismo eran varias, y muchos de los apologistas las
usarían a su favor. Por ejemplo, el no creer en los dioses de los antiguos poetas y de la religión
popular era algo ya antiguo como la filosofía misma, es más la propia vida y condena de Sócrates
estaba cargada de tintes de mártir y “justo sufriente”, tal como nos dice Jaeger (1965). Los estoicos
mencionan que el Logos penetra todo en cuanto existe, y este Logos tomaría forma humana en
Cristo según nos dice el Cuarto Evangelio (Jaeger, 1965, p. 46). El hombre es, en definición de
Aristóteles, el "animal que posee Logos", además de creer que dicho Logos es lo más divino que
hay en él, y siglos antes, Heráclito hablaría de un Logos universal que rige todo (Garrido, 1997, p.
8). Ya en Justino y su "Diálogo con el Judío Trifón" se presenta esa continuidad y similitud entre el
cristianismo y la filosofía, considerando a la primera como la "la única filosofía segura y útil"
(Justino Mártir, apud. Abbagnano, 1994, p. 234). Según este autor, además, los que vivieron según
la razón son cristianos, aunque fueran considerados ateos, entre ellos Sócrates, Heráclito, entre
otros. Dichos autores anteriores no conocieron toda la verdad, pues había en ellos "semillas de
verdad", expresión que nos permite ver una reminiscencia a la doctrina estoica de las "razones
seminales" para fundamentar dicha continuidad entre filosofía griega y cristianismo (Abbagnano,
1994, p. 234). Ejemplos de cristianos que tomaron en cuenta consideraciones griegas hay varias,
como es el caso de Filón a quien Jaeger (1965) llama “prototipo del filósofo judío”, quien además
viviría en la ciudad donde los griegos y judíos entrarían en contacto por primera vez, allá por el
siglo III a.C. Los judíos siempre fueron vistos como una “raza filosófica”, y la filosofía serviría
como contacto entre Oriente y Occidente, además de que las Sagradas Escrituras probablemente
jamás hubieran sido traducidas al griego de no ser por, como dice Jaeger también, “las esperanzas
de los griegos de Alejandría de encontrar en ellas el secreto de lo que llamaban la filosofía de los
bárbaros”.

TERTULIANO
Más allá de que viviera en una época donde la tendencia común era que pensadores tanto griegos
como judíos consideraran el cristianismo como una “nueva filosofía”, el africano Tertuliano
representa la excepción (Jaeger, 1965, p. 53). En él encontramos al mayor representante de los
apologéticas latinos. Tertuliano (nombre de Quinto Septimio Florencio Tertuliano), nació en
Cartago hacia el año 160, de padres paganos, ejerció como abogado para posteriormente convertirse
al cristianismo y recibir la ordenación sacerdotal. La actividad literaria de Tertuliano fue sumamente
amplia, e íntegramente polémica. La misma suele dividirse en tres grupos: "apologéticos" (en
defensa del cristianismo), "dogmáticas" (en refutación de las herejías) y "practicoascéticas" (sobre
moral práctica y disciplina eclesiástica) (Abbagnano, 1994, p. 242; Garrido, 1997, p. 31). De las
obras mencionadas en el curso, "Apologético" ("Apologeticus") pertenece al primer grupo, y
"Contra Marción" (“Adversus Marcionem”), "Sobre la prescripción de los herejes" ("De
praescriptione haereticorum") y "Contra Valentín" (“Adversus Valentinianos”) pertenecen al
segundo grupo. Según Abbagnano (1994), el rasgo característico de Tertuliano es la inquietud. El se
dirige sobre todo a si mismo, haciendo de su discurso una confesión sincera ("Pobre de mí, que ardo
siempre en la fiebre de la impaciencia"), pero demostrando su incapacidad de detenerse en los
problemas y examinarlos en profundidad, a través de un trabajo paciente y riguroso (Abbagnano,
1994, p. 242).
Garrido ( ) nos dice de él: “"Era un hombre de temperamento fuerte y algo extremoso, lo que se
manifiesta en todos sus escritos. (...) es, sin duda, el escritor eclesiástico más importante antes de
Agustín de Hipona. Poseía una gran cultura tanto literaria y filosófica como jurídica, y dominaba a
la perfección la retórica".

La condenación de la filosofía es el punto de partida de Tertuliano (Abbagnano, 1994, p. 243).


“¿Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén, ni la Academia con la Iglesia?” (“De praescripticorum
haereticorum”, Tertuliano, apud., Jaeger, 1965, p. 53). A diferencia con Justino o Clemente de
Alejandría, Tertuliano no es muy amigo de la filosofía ni de mezclar la razón con asuntos de fe.
Gran parte de los escritos de Tertuliano están dirigidos contra los gnósticos, y al igual que Ireneo
afirma la existencia de un solo Dios, creador de todo lo visible e invisible. En su obra "De
praescripticorum haereticorum”, argumentaría contra la posesión y uso de la Escritura que los
herejes realizan, mencionando el derecho de propiedad de la Iglesia para interpretarla. Los herejes
no pueden explicarla, ni ponerla a su servicio, pues no son aptos para disputar sobre ellas (Garrido,
1997, p. 33).
Quizás su obra más sobresaliente sea el "Apologeticus" en la cual argumenta a favor de la fe
cristiana y en contra del paganismo, defendiendo que las persecuciones son debidas a la "ignorancia
de la verdad" (Garrido, 1997, p. 31). La verdad de la religión se funda en la tradición eclesiástica,
mientras que de la filosofía nacen herejías. “No existe nada en común entre Cristo y un filósofo,
entre los discípulos de Grecia y el de los cielos” ("De anima", Tertuliano, apud. Abbagnano, 1994,
p. 243). "La verdad (...) sabe que anda como extranjera en la tierra, y que, andando entre
extranjeros, fácilmente se encuentra con enemigos: su linaje, su morada, su esperanza, su crédito, el
reconocimiento de su valor están en los cielos. (...) Si la condenan sin oírla, además del reproche de
injusticia, se atraerán la sospecha de un prejuicio por el cual no están dispuestos a oír aquello que
saben que no podrían condenar una vez oído" ("Apologeticus").
Haciendo mención a las enseñanzas alcanzadas con la filosofía dice lo siguiente: "Todo esto son
doctrinas humanas y demoníacas, nacidas de la especulación de la sabiduría mundana, para agradar
a los oídos. (...) Porque la filosofía es el objeto de la sabiduría mundana, intérprete temeraria del ser
y de los designios de Dios. Todas las herejías en último término tienen su origen en la filosofía"
("De praescriptione haereticorum"). Además, en la mismo párrafo menciona ejemplos de gnósticos
y otros, que se basaron en enseñanzas griegas: "De ella proceden los eones y no sé qué formas
infinitas y la tríada humana de Valentín; es que había sido platónico. De ella viene el Dios de
Marción, cuya superioridad está en que está inactivo; es que procedía del estoicismo. Hay quien
dice que el alma es mortal, y ésta es doctrina de Epicuro. En cuanto a los que niegan la resurrección
de la carne, se apoyan en la enseñanza de todos los filósofos sin excepción. Los que equiparan a
Dios con la materia siguen las enseñanzas de Zenón. Los que pretenden un Dios ígneo aducen a
Heráclito. Las mismas cuestiones tratan los filósofos y los herejes (...)" ("De praescriptione
haereticorum"). En otros pasajes de la misma obra, antepone las doctrinas que "proceden de la
tradición" con las que "provienen de la falsedad". Finalmente, en otro de los pasajes de "De
praescriptione haereticorum" nos da una recomendación: "(...) si quieres ejercitar mejor tu
curiosidad en lo que toca a tu salvación, recorre las Iglesias apostólicas en las que todavía en los
mismos lugares tienen autoridad las mismas cátedras de los apóstoles. En ellas se leen
todavía las cartas auténticas de ellos, y en ellas resuena su voz y se conserva el recuerdo de su
figura". Además de la tradición eclesiástica Tertuliano presenta otro testimonio en favor de la fe, el
del alma. Para Tertuliano, el testimonio del alma es el testimonio del lenguaje o del sentido común
más que el testimonio de la conciencia, pues esta es extraña para dicho autor que acepta además la
tesis de la "corporeidad de los seres" de los estoicos: "Todo lo que existe es un cuerpo de una
determinada clase. Nada hay incorpóreo, excepto lo que no existe" ("De carne Christi",
Tertuliano, apud. Abbagnano, p. 244).
El alma humana, a pesar de estar unida al cuerpo y limitada por él, y a pesar de la mala educación
recibida, de las pasiones y la concupiscencia, en esos momentos donde vuelve a si misma y
recupera su estado normal, "nombra a Dios por este único nombre, porque es el nombre propio del
verdadero Dios" ("Apologeticus", Tertuliano, apud., Garrido, 1997, p. 32).
El alma tiene la misma figura que el hombre y que el cuerpo que la contiene, la misma es definida
por Tertuliano como "una sustancia simple, nacida del soplo de Dios, inmortal, corpórea y dotada de
una figura, capaz por sí misma de sabiduría, rica en aptitudes, partícipe de arbitrio,
sujeta a las circunstancias, mudable de humor, razonadora, dueña de sus facultades, rica en virtudes,
adivinadora, que se multiplica a partir de un único brote" ("De anima", Tertuliano, apud.
Abbagnano, 1994, p. 244).
Los apologistas griegos eran menos radicales sobre la razón filosófica, y en Oriente el único que
compartía la sospecha tertuliana sería Taciano (Jaeger, 1965, p. 55). Por su parte, un contemporáneo
de Tertuliano, Minucio Félix, tomaría mucha de las tesis que en el primero tenían un carácter
violento y extremo, para darle un tono más atenuado y persuasivo ante los paganos cultos a los
cuales se dirigía (Abbagnano, 1994, p. 246)

La elaboración doctrinal iniciada por los apologetas a la hora de defender al cristianismo de


perseguidores y herejes fue continuada y profundizada en los siguientes siglos afirmando la
necesidad de construir una doctrina eclesiástica que sirviera de para organizar coherentemente el
pensamiento de la Iglesia sobre una base sólida. Por eso, apartándose de los motivos polémicos, el
uso de la filosofía se hace cada vez mayor continuando con las prácticas iniciadas por Justino siglos
atrás. La continuidad entre el cristianismo y la filosofía pagana se solidifica, y esto será decisivo en
los siglos posteriores para edificar la doctrina cristiana. Dicha investigación doctrinal se vuelve la
exigencia fundamental de la Iglesia, la cual debe garantizar su unidad y solidez. El primer impulso
de dicha investigación lo da la escuela catequética de Alejandría, precedida por Panteno en 180, y
que tendría su máximo esplendor con Clemente y Orígenes (Abbagnano, 1994, p. 252).

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA
La expresión "Padre de la Iglesia" suele tener dos sentidos, uno amplio y otro restringido. En un
sentido amplio, suele aplicarse a todos los autores cristianos antiguos, mientras que en un sentido
restringido, suele referirse a los escritores cristianos que distinguiéndose por su piedad y amor
demostraron la fe con la santidad y sus escritos. Dentro de estos últimos, los autores de la
antigüedad no reconocidos por la Iglesia como santos o que presentan algunos problemas
doctrinales, se les llamará simplemente "Escritores Eclesiásticos", dentro de los cuales está
Clemente de Alejandría (Garrido, 1997, p. 9).
Nacido probablemente en Atenas hacia el 150, Tito Flavio Clemente viajó por Italia, Siria y
Palestina y Egipto antes de hacerse discípulo de Panteno. Las tres obras que se conservan de
Clemente (“Protréptico a los griegos”, “Pedagogo” y “Tapetes”) fueron concebidas como un único
plan. Para la redacción de su "Protepticus", Clemente usa una forma literaria usada con frecuencia
por filósofos griegos desde la época de Sócrates. La filosofía era vista como camino a la felicidad y
como conocimiento del fin de la vida humana, necesario para adquirir el verdadero bien. En su
"Stromata" también se usa un modelo griego, con un lenguaje más pretencioso y elaborado, muy
declamatorio y no desdeña medios retóricos de su época, de carácter sofista (Jaeger, 1965, p. 88).
Por su parte, "Paedagogus", aspira a la cultura griega, a la "paideia" helénica. En ella se ve a Cristo
como "divino maestro que trasciende cualquier momento de la historia humana, hasta compararlo
incluso con sus antepasados griegos (Jaeger, 1965, p. 89).
Clemente acarrea en su obra una ferviente polémica contra las religiones paganas de misterios, y es
esta palabra de uso frecuente en la obra de él y su discípulo Orígenes (Jaeger, 1965, p. 84). El
primer fin del autor es elaborar el concepto mismo de la “gnosis cristiana”, sin tener duda de que el
conocimiento es el límite más alto al que el hombre puede llegar (Abbagnano, 1994, p. 252). La
gnosis de los gnósticos es una falsa gnosis, porque establece entre la filosofía y la fe una relación
inversa (Abbagnano, 1994, p. 252). La "gnosis" que la teología cristiana pretendía ofrecer era, para
sus seguidores, el único misterio verdadero del mundo, que habría de triunfar sobre los muchos
pseudo misterios de la religión pagana (Jaeger, 1965, p. 85).
La fe es necesaria para el conocimiento y viceversa, no pueden subsistir uno sin el otro. Como
requisito necesario para pasar de la fe al conocimiento debe darse la filosofía. La filosofía ha tenido
para los griegos el mismo valor que el Viejo Testamento para los hebreos. Clemente defiende al
igual que Justino que en todos los hombres que antes se dedicaron a la especulación racional existió
un “efluvio divino” que les permita llegar a una parte de la verdad . Por tal motivo la filosofía debe
ser sierva de la fe, y en esta subordinación consiste el carácter de la gnosis cristiana.

Para Clemente, el cristianismo es la educación del género humano y Cristo es esencialmente un


Maestro (“Un Pedagogo”). El Logos es la sabiduría, la ciencia, la verdad y así la guía de toda la
humanidad, el alfa y el omega porque todo proviene de Él y todo vuelve a Él. El Logos es la guía y
norma de la conducta humana. La máxima estoica de “vivir conforme a la razón”, en Clemente
toma el significado de vivir conforme a las enseñanzas del Hijo de Dios, pero obedecer al Logos es
amarle, la obediencia y el conocimiento están condicionados (Abbagnano, 1994, p. 253).
Sobre una de sus tres obras, "Tapices" (o "Stromata"), Garrido (1997) nos lo presenta de la siguiente
manera: "(...) son la obra más compleja, considerable, y de más difícil interpretación de Clemente.
(...) Carece de plan sistemático y abunda en repeticiones y digresiones". Pese a la existencia de una
variedad de temas, el que domina entre todos esos es el valor de la filosofía griega y su vínculo con
la fe, cuestión a la que ve de modo conciliador ya que ve en ellas una preparación histórica para el
hecho cristiano (Garrido, 1997, p. 41). Clemente aspira a un cristianismo "verdaderamente
gnóstico", al cual considera además la "verdadera filosofía". Así mismo, la filosofía es vista como
un don de Dios entregado a los griegos. Además como la filosofía es un bien, y Dios es causa de
todos los bienes, Dios también es la causa de la filosofía (Garrido, 1997, p. 42). "(...) la filosofía fue
dada por la divina Providencia para preparar a la perfección que se obtiene por Cristo, con tal que
no se avergüence la filosofía de aprender de una sabiduría bárbara el camino del avance hacia la
verdad..." (Clemente de Alejandría, "Stromata", Libro VI, Cap. XVII). "(...) si decimos, conforme
al común sentir, que todo lo que es necesario y útil para la vida nos viene de Dios, no nos
equivocamos; más en concreto, si decimos que la misma filosofía fue dada a los griegos como su
propio testamento, como fundamento que es para la filosofía cristiana, aunque los que entre los
griegos se dan a ella cierren sus oídos voluntariamente a su verdad" (Clemente de Alejandría,
"Stromata", Libro VI, Cap. VIII).
Al hablarnos de que la Revelación es de Dios y de que la sabiduría proviene de ella, Clemente no
deja de lado el valor de la filosofía como una propedéutica que conduce a Cristo, y que como
verdad parcial busca una verdad plena. La causa última de la filosofía es Dios, a esto se le suma el
convencimiento, que al igual que Justino, tenía de que Platón y los demás filósofos habían leído a
Moisés y habían tomado de él ciertas doctrinas (Garrido, 1997, p. 43). "Antes de la venida del
Señor, la filosofía era necesaria a los griegos para la justicia; ahora, resulta útil para conducir los
hombres al culto de Dios, por ser una especie de propedéutica para los que adquieren la fe por la
demostración" (Clemente de Alejandría, "Stromata", Libro I, Cap. V). La filosofía es útil, como
preparación al cristianismo, para defender la verdad y protegerla de sus enemigos, ya que permite
entre otras cosas distinguir al "verdadero gnóstico" del simple erudito (Garrido, 1997, p. 44). "La
filosofía hace un trabajo preliminar, preparatorio, disponiendo el camino a aquel a quien Cristo hace
después perfecto. Asimismo dice Salomón: «Rodea a la sabiduría de defensas, y ella te ensalzará;
con hermosa diadema te ceñirá» (Prov 4,8.9). (…) Cuando tú la hayas fortificado con una muralla
por la filosofía y una sana abundancia, la preservarás sin duda inaccesible a los sofistas" (Clemente
de Alejandría, "Stromata", Libro I, Cap. V). Para poder entender mejor esa “utilidad”, en uno de sus
pasajes realiza una analogía con los sentidos y la mente a la hora de conocer la verdad: "Tanto la
vista, como el oído, como la palabra contribuyen a la verdad, pero la mente es la que naturalmente
la conoce. De todos los factores que contribuyen a la verdad, unos tienen mayor eficacia, otros,
menor. La claridad contribuye en la transmisión de la verdad, mientras que la dialéctica
nos ayuda para que no seamos arrollados por las herejías que hacen su aparición. Pero la enseñanza
del Señor es perfecta en sí y no necesita de nada, ya que es «fuerza y sabiduría de Dios» (1 Cor
1,24). Al añadírsele la filosofía griega, no la hace más patente a su verdad, sino que debilita los
argumentos de los sofistas y rechaza toda emboscada insidiosa contra la verdad; por eso, se la llama
con razón «cerca» y «muro» de la vida. La verdad que se percibe en la fe es necesaria como el pan
para la vida, mientras que esa disciplina propedéutica viene a ser el condimento y el postre...”
(Clemente de Alejandría, "Stromata", Libro I, Cap. XX).
En uno de sus pasajes especifica a que se refiere cuando menciona la palabra “filosofía”: "Al hablar
de la filosofía, me refiero, no a la estoica, o a la platónica, o a la de Epicuro, o a la de Aristóteles,
sino a cuantas sectas se contienen en esas escuelas sobre la justicia con talante piadoso y científico:
a todo ese conjunto es a lo que yo llamo filosofía..." (Clemente de Alejandría, "Stromata", Libro I,
Cap. VII). Según Garrido (1997), "Clemente es el retrato del primer filósofo cristiano de la
historia".
Referencias bibliográficas

ABBAGNANO, NICOLÁS. "Historia de la filosofía (Vol. I)". Barcelona: Hora, 1994.

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, "Los tapices". En: Clemente Fernández (compilador). "Los


filósofos medievales (Selección de textos)". Madrid: Editorial Católica, 1979.

GARRIDO, JUAN JOSÉ. "El Pensamiento de los Padres de la Iglesia". Madrid: Akal, 1997.

JAEGER, WERNER. "Cristianismo primitivo y paideia griega". México DF: Fondo de Cultura
Económica, 1965.

SELECCIÓN DE TEXTOS DE TERTULIANO relativos al criterio de verdad sustentado en la


antigüedad y apostolicidad de las interpretaciones. Plataforma Schoology, 2018.

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