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LA NUTRICIÓN MINERAL

DE LOS FRUTALES
DEFICIENCIAS Y EXCESOS
BRUNO RAZETO M.
LA NUTRICIÓN MINERAL
DE LOS FRUTALES
DEFICIENCIAS Y EXCESOS

BRUNO RAZETO M.
Profesor de Fruticultura
Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales
Universidad de Chile

1993

SOQUIMICH
El autor recibió el título de
Ingeniero Agrónomo, con mención
en Fruticultura, en la Universidad
de Chile el año 1965. En 1969
obtuvo el grado de Master of
Science en Horticultura en la
Universidad de California, Davis.
Desde 1965 hasta la fecha, se ha
desempeñado ininterrumpida-
mente como académico a jornada
completa en el Departamento de
Producción Agrícola de la Facultad
de Ciencias Agrarias y Forestales
de la Universidad de Chile. Como
profesor titular de esta casa de estu -
dios, tiene a cargo la Cátedra de
Frutales de Hoja Persistente en la
Escuela de Agronomía desde el
año 1971 y la Cátedra de Nutrición
Mineral en Frutales en el Programa
de Magister en Ciencias Agro-
pecuarias con mención en
Producción Frutícola desde el año
1972.

Durante todos estos años ha


estado a cargo del Proyecto de
Investigación titulado Nutrición
Mineral de los Frutales, el que ha
recibido respaldo institucional y
financiero de la propia Facultad,
del Departamento Técnico de
Investigación de la Universidad de
Chile y del FONDECYT. También
ha tenido bajo su responsabilidad
otros proyectos de investigación,
como el de Portainjertos Ena-
nizantes de Manzano, financiado
por la Organización de los Estados
Americanos y el de Frutales de
Hoja Persistente, respaldado por el
Departamento Técnico de
Investigación de la Universidad de
Chile. Los resultados de estas
investigaciones han dado origen a
múltiples publicaciones y han
sido presentados en numerosos
congresos nacionales e inter-
nacionales.
PRESENTACIÓN

La industria salitrera chilena atraviesa actualmente por un período


de notable desarrollo, caracterizado no sólo por la apertura y conquista
de mercados en todo el mundo, sino también por una actitud permanente
de identificación y búsqueda de soluciones a las necesidades de la
agricultura nacional e internacional.

Coherentemente con este nuevo escenario, Soquimich ha asumido


en los últimos años una política de satisfacción integral de los
requerimientos del mercado agrícola, la cual ha significado incluso
complementar sus operaciones de distribución de fertilizantes con una
creciente actividad industrial.

La estrecha vinculación existente entre las industrias salitrera y


agrícola nos convierte también, como empresa, en factores relevantes
dentro del esfuerzo exportador que está realizando el sector frutícola
chileno.

En este contexto, constituye para Soquimich un verdadero honor


poner a disposición del público esta segunda edición de "Nutrición
Mineral de los Frutales", obra que condensa más de diez años de
estudios del destacado profesor Bruno Razeto.

Estamos convencidos que esta reedición, tan insistentemente


solicitada en los ambientes académicos, empresariales y profesionales
del agro, será una herramienta de trabajo cotidiana para todos los
fruticultores del país.

Ricardo Mohor Ayarza


Gerente General
Soquimich Comercial S.A.
ÍNDICE GENERAL
CONTENIDO PAGINA

PROLOGO 5
INTRODUCCIÓN 7

PRIMERA PARTE
Deficiencias de Elementos Minerales 9
Deficiencia de Nitrógeno 10
Deficiencia de Potasio 16
Deficiencia de Magnesio 23
Deficiencia de Hierro 31
Deficiencia de Manganeso 38
Deficiencia de Zinc 43
Deficiencia de Boro 50

SEGUNDA PARTE
Excesos de Elementos Minerales 57
Exceso de Nitrógeno 58
Toxicidad de Nitrógeno 62
Toxicidad de Biureto 65
Toxicidad de Boro 66
Toxicidad de Cloruro 69
Toxicidad por Fertilizantes Foliares 74

TERCERA PARTE
Desórdenes Misceláneos 77
Problemas de Origen Climático 78
Enfermedades 85
Daño por Herbicidas 88
Pigmentación en Hojas Juveniles 90
Senescencia Foliar 91
Falta y Exceso de Agua 93
Alteraciones Genéticas 96
Bibliografía Consultada 98
índice Fotográfico 103
PROLOGO

En esta publicación se presentan descritos e ilustrados los síntomas que ca-


racterizan a las deficiencias y toxicidades nutricionales que con mayor o menor fre-
cuencia afectan a los frutales cultivados en Chile. Adicionalmente, se incluyen sín-
tomas de problemas de origen distinto, que por su similitud pueden ser confundidos
con aquéllos. Aunque las ilustraciones fotográficas corresponden sólo a determina-
das especies frutales, en la mayoría de los casos son extensibles a las demás e in-
cluso a otras de carácter forestal u ornamental, pues hay escasas variaciones.

No todos los problemas que se describen en este manual se presentan con


igual frecuencia y magnitud. Algunos constituyen problemas bastante generaliza-
dos en determinadas especies o áreas geográficas, mientras que otros son más bien
de carácter eventual. Sin embargo, en la mayoría de los casos, ellos son corregidos
oportunamente. En cada problema analizado se enumeran aquellas especies o va-
riedades más susceptibles. Se omiten las deficiencias de calcio, azufre, cobre, cloro
y molibdeno, por no constituir problemas en la fruticultura chilena, ya que la gran
mayoría de los suelos con aptitud frutal poseen suficiente disponibilidad de ellos.
Junto con la descripción detallada de síntomas, en cada elemento mineral se
hace una relación sucinta de sus principales funciones en las plantas. Al mismo
tiempo, se señalan las condiciones de suelo y prácticas de manejo, que pueden re-
sultar determinantes para que se produzca cada deficiencia o toxicidad. También
las posibilidades de confusión de síntomas y el grado de facilidad de corrección de
cada problema en particular.

El presente manual pretende ser una herramienta práctica en la identificación


de problemas de nutrición en frutales. No obstante, debe ser utilizada con criterio y
cautela y en ningún caso puede suplir al diagnóstico realizado por un especialista
en la materia. Tampoco reemplaza al análisis foliar sino que, por el contrario, lo
complementa, en la búsqueda de problemas nutricionales y en la orientación hacia
una correcta y oportuna solución.

La obra se ha dividido en tres secciones. La primera se refiere a deficien-


cias de elementos minerales. La segunda, a exceso o toxicidad de algunos de ellos
y finalmente, hay un capítulo con desórdenes de diferente origen pero con síntomas
similares a aquellos de nutrición.

Esta publicación se encuentra basada en la experiencia del autor, adquirida a


través de muchos años de investigación en la Facultad de Ciencias Agrarias y Fo-
restales de la Universidad de Chile. En su confección, también se ha considerado
una amplia revisión bibliográfica sobre la materia. Las fotografías han sido capta-
das por el autor en huertos frutales y estaciones experimentales en Chile.
El autor desea expresar sus más sinceros agradecimientos al Dr. Kiyoto
Uriu, profesor de la Universidad de California en Davis, U.S.A., pues con sus va-
liosas enseñanzas, pudo especializarse en estas materias. A la Srta. Sylvia Rojas Z.,
encargada del Laboratorio de Análisis Foliar de la Facultad. Al Dr. Julio Retama-
les A., por la revisión de los manuscritos.

El autor también manifiesta su especial reconocimiento a SOQUIMICH,


cuyo patrocinio ha hecho posible la edición de esta obra.
INTRODUCCIÓN

Los frutales, al igual que todas las plantas, requieren de 13 elementos minerales
para subsistir. Ellos son, nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, magnesio, azufre, hierro,
manganeso, zinc, cobre, boro, cloro y molibdeno. Debido a que desempeñan funciones
indispensables e insustituibles, reciben la denominación de elementos esenciales. Los
seis primeros constituyen los macroelementos, por ser utilizados en grandes cantidades
mientras que los demás tienen el nombre de microelementos, al ser requeridos en mag-
nitud muchísimo menor. Cualquiera de ellos que esté totalmente ausente en el medio
de abastecimiento del vegetal, determina la muerte prematura de éste, antes de alcanzar
a completar su ciclo normal de vida. Esto muy rara vez ocurre en la naturaleza, en una
plantación, pues la mayoría de los suelos o las aguas de riego presentan cantidades de
cada uno de ellos, que por pequeñas que sean permiten la subsistencia, aunque sea a un
bajísimo ritmo de crecimiento o productividad. No obstante, es frecuente que la dispo-
nibilidad de un elemento se encuentre por debajo del óptimo que la planta requiere, en
cuyo caso ocurre una situación de deficiencia o carencia, que se manifiesta con sínto-
mas característicos. Estos síntomas, normalmente se presentan asociados a las funcio-
nes específicas que el elemento desempeña en la planta. Por ejemplo, aquellos elemen-
tos que participan directa o indirectamente en la formación de la molécula de clorofila,
manifiestan su deficiencia como una clorosis o amarillez en las hojas. El grado de mo-
vilidad del elemento en la planta también influye sobre los síntomas, particularmente en
lo que se refiere a ubicación de los mismos. Así, los elementos de alta movilidad, con-
centran sus síntomas de deficiencia en las hojas básales, maduras, puesto que son fácil-
mente transportados desde éstas hacia aquellas en formación en las cercanías del ápice
de los brotes. Opuestamente, en los elementos de muy baja movilidad, los síntomas
afectan preferentemente a las hojas nuevas y a los puntos de crecimiento, puesto que al
llegar a una situación de deficiencia en la planta, ellos no pueden ser removidos desde
las hojas adultas, donde ya han sido asimilados o incorporados a las estructuras celula-
res.
La deficiencia, no sólo puede originarse por un bajo contenido del elemento en
el suelo. También puede obedecer a otras causas, como una insolubilización del mismo
en el suelo, debida a una reacción alcalina o acida, a una fijación en los coloides mine-
rales u orgánicos o a un antagonismo con otro elemento, que al encontrarse en alta con-
centración compita con su absorción o posterior transporte en la planta. A veces, el
problema deriva de la existencia de condiciones físicas desfavorables en el suelo, que
impiden un adecuado desarrollo y absorción por parte de las raíces. La disponibilidad
de agua, tanto en defecto como en exceso, al igual que la temperatura en el suelo, tam-
bién pueden afectar la absorción de elementos por las raíces. Simultáneamente, hay
elementos de alta movilidad en el suelo, que están sujetos a pérdida por lixiviación.
Otros se pierden por evaporación. Las malezas, en un momento dado, pueden competir
fuertemente con el cultivo frutal por el uso de algunos elementos minerales. Una defi-
ciencia, también puede ser provocada por incapacidad genética de determinada variedad
o portainjerto para efectuar una absorción eficiente de un elemento por sus raíces o bien
para transportarlo hacia la parte aérea. Finalmente, hay que considerar que existen des-
plazamientos de elementos dentro del árbol desde un órgano a otro con fuerte poder de
atracción, como por ejemplo la flor, el fruto o el brote en crecimiento activo.
No sólo las deficiencias de elementos minerales producen alteraciones en las
plantas. También el exceso de ellos causa trastornos fisiológicos y anatómicos, que se
traducen en síntomas característicos. Cuando el nivel de determinado elemento sube en
demasía, se llega a un estado de fitotoxicidad, que en casos extremos puede provocar la
muerte del árbol, sobre todo cuando éste es joven. A veces, la excesiva dotación de un
elemento inhibe la absorción o el transporte de otro, manifestándose entonces con los
síntomas de deficiencia de este último.
Los excesos o toxicidades, normalmente derivan de una excesiva disponibilidad
de un elemento en el suelo o de una alta concentración del mismo en el agua de riego.
Otra causa frecuente de fitotoxicidad se encuentra en la aplicación de fertilizantes, tanto
al suelo como al follaje, en dosis excesivas o en un momento inadecuado. Algunos
productos resultan tóxicos por la presencia de un elemento acompañante o de alguna
impureza proveniente del proceso de elaboración. En el caso de aspersiones al follaje,
el desplazamiento del pH de la solución de fertilizante hacia niveles extremos, también
puede ser el origen de lesiones en los tejidos que la reciben directamente.
Junto a la presencia de síntomas de deficiencia o de toxicidad, las plantas dismi-
nuyen su crecimiento y producción en forma concordante con la intensidad de los mis-
mos y con la proporción del árbol que es afectada. En muchas ocasiones, también se
altera el tamaño, forma y calidad de la fruta, como asimismo su conservación después
de la cosecha. Estos efectos detrimentes sobre el crecimiento y la producción de fruta
pueden derivar, tanto de una alteración metabólica específica en la planta,como también
de una menor actividad fotosintética en las hojas causada por la presencia de clorosis o
quemaduras. Adicionalmente, muchos problemas nutricionales pueden agravar otros de
índole diferente. Por ejemplo, aumentar la susceptibilidad a daños por heladas o al ata-
que de ciertas plagas o enfermedades.
Los síntomas de deficiencia o toxicidad, además de típicos, son bastante constan-
tes en las diferentes especies frutales, cualquiera sea el medio en que se desarrollen. A
pesar de existir períodos de identificación mejores que otros, en general la sintomato-
logía se puede aplicar en cualquier época del año en que haya hojas presentes. Las ex-
cepciones serían las deficiencias de zinc y de boro cuyos síntomas se aprecian mejor a
inicios de la temporada de crecimiento y la deficiencia de magnesio y la toxicidad por
cloruros cuya manifestación es tardía en el verano.
Los antecedentes descritos permiten calificar a la sintomatología como una he-
rramienta de diagnóstico bastante confiable. Al mismo tiempo, por ser de costo reduci-
do y aplicación inmediata, resulta sumamente práctica. Sin embargo, su empleo debe
ser ponderado, reconociendo que tiene algunas limitaciones. En general, se requiere
bastante experiencia para su utilización masiva, puesto que es fácil confundir los sínto-
mas de diferentes problemas nutricionales entre sí y también con otros de origen dis-
tinto. La identificación se complica, cuando en la planta se presentan en forma simultá-
nea dos o más problemas nutricionales, en cuyo caso ninguno de ellos se manifiesta con
sus signos característicos o bien uno oculta a los demás. Hay que agregar que, general-
mente, cuando el árbol desarrolla síntomas visibles, ya se pudieron haber resentido el
crecimiento vegetativo y la producción de fruta. Al mismo tiempo, mientras más
avanzados están los síntomas, más difícil resulta conseguir una reacción por parte de la
planta a los tratamientos correctivos. Queda así de manifiesto la conveniencia de detec-
tar los problemas en su estado inicial, para lo cual es necesaria una actitud acuciosa y
vigilante. En este sentido, el análisis químico de tejidos (análisis foliar), es una herra-
mienta reconocida por su precisión y por la oportunidad con que detecta los problemas,
razones por las que resulta un excelente complemento a la observación visual de sínto-
mas.
La sintomatología, en general, es bastante confiable en el diagnóstico de deter-
minados problemas nutricionales, como las deficiencias de hierro, zinc, magnesio, man-
ganeso y los excesos de nitrógeno y cloruro. Algo menos segura parece cuando se trata
de identificar casos de deficiencia de nitrógeno, potasio y boro, cuyas señales visibles
no son tan exclusivas ni características.
PRIMERA PARTE

DEFICIENCIAS DE ELEMENTOS
MINERALES
DEFICIENCIA DE NITRÓGENO

El nitrógeno es el elemento mineral más importante en la nutrición de las


plantas. Es constituyente de los aminoácidos, proteínas y ácidos nucleicos y por lo
tanto es fundamental en el crecimiento, tanto en su fase de división como de elon-
gación celular. Al mismo tiempo, forma parte de la molécula de clorofila, razón
por la cual influye directamente en la fotosíntesis. Estas funciones hacen del nitró-
geno un elemento clave en el crecimiento y producción de los árboles y por eso
normalmente es necesario adicionarlo al menos una vez al año. Sin un adecuado
suministro de él, el árbol nuevo tarda demasiado en alcanzar un desarrollo que lo
haga productivo y el árbol en producción no logra una ágil renovación de la
madera frutal.

Es un elemento bastante móvil dentro del árbol, que puede ser transportado
fácilmente desde un órgano a otro, normalmente al estado de amida o aminoácido.
Las hojas, antes de su caída natural, devuelven entre un 50 y 60% de su nitrógeno
hacia los tejidos de reserva del árbol. Por su parte, durante la floración hay un
fuerte movimiento de nitrógeno desde otros órganos del árbol hacia las flores.

La deficiencia de nitrógeno comienza a manifestarse a través de una leve


pérdida de intensidad del color verde en las hojas. Este palidecimiento se acentúa
gradualmente a medida que la deficiencia continúa, para llegar en casos extremos a
una amarillez generalizada en el follaje, que incluye a las nervaduras. Estos sínto-
mas, normalmente comienzan en las hojas viejas pero con rapidez se extienden ha-
cia aquellas más nuevas. En muchas especies, junto a la degradación del color ver-
de, aparecen pigmentaciones anaranjadas o rojizas, las que pueden abarcar toda la
lámina o sólo parte de ella. Esta manifestación es típica en el duraznero, manzano,
peral y cerezo. En ocasiones, el color rojizo también afecta a los brotes o ramillas
mismas. En el limonero, a veces la deficiencia se manifiesta en forma repentina
con la presencia de venas amarillas en las hojas adultas.

En forma simultánea, e incluso a veces con anticipación a la presencia de


signos visibles en las hojas, disminuye el crecimiento de los brotes. Este efecto,
que en un comienzo puede ser leve, se hace muy evidente en estados avanzados de
la deficiencia. Los brotes disminuyen su vigor, detienen su crecimiento anticipada-
mente e incluso entran en senescencia prematura, desprendiéndose de sus hojas an-
tes de lo normal.

La deficiencia de nitrógeno puede disminuir la inducción y diferenciación de


flores. También puede afectar la cuaja de frutos, ya que en un árbol deficiente en
este elemento, las flores pueden ser menos vigorosas y presentar un óvulo poco
longevo, con escasas posibilidades de ser fecundado.

Los frutos también suelen ser afectados, disminuyendo su crecimiento, tanto


como resultado de un efecto directo sobre ellos, como indirecto a consecuencia de
la menor cantidad y actividad del follaje. En algunas variedades de manzano y pe-
ral, la fruta además de pequeña, adquiere una mayor coloración roja. En ciertas
frutas de color verde, como la manzana Granny Smith y la uva Sultanina, disminu-
ye la intensidad del color verde a la madurez, aumentando la tonalidad amarilla.

Cabe hacer notar, que muchos de los síntomas descritos pueden también ser
provocados por senescencia natural o por un exceso de agua en el suelo. También
por daño en las raíces o en la corteza del tronco.

La deficiencia de nitrógeno, normalmente deriva de la escasa estabilidad que


este elemento tiene en el suelo. La mayoría de los suelos, a excepción de aquellos
con altos contenidos de materia orgánica, presentan pocas reservas de nitrógeno.
Unido a esto, hay constantes pérdidas de él, tanto por lixiviación en el exceso de
agua como por evaporación hacia la atmósfera. A esto hay que agregar el fuerte
consumo que de él hace el propio frutal (entre 50 y 150 kg por hectárea al año, de-
pendiendo de la especie y la producción). Muchas veces las malezas o los cultivos
herbáceos no leguminosos en el suelo del huerto pueden extraer cantidades simila-
res o superiores a éstas.

Los suelos más propensos a presentar deficiencia de nitrógeno son aquellos


de textura arenosa y los de un bajo nivel de materia orgánica. En ocasiones, tam-
bién puede ocurrir en suelos arcillosos y húmedos, con gran capacidad de retención
de agua. En estas condiciones, puede presentarse una anaerobiosis, a raíz de la cual
el nitrato es reducido a nitrito y éste a su vez a nitrógeno gaseoso, el que se pierde
con facilidad.

Las especies frutales que más frecuentemente suelen incurrir en deficiencia


de nitrógeno son el duraznero, el almendro, el limonero y el manzano variedad
Granny Smith. Contrariamente, la vid, el naranjo y otras variedades de manzano
son relativamente resistentes, y se abastecen con mayor facilidad de este elemento.

La deficiencia de nitrógeno es fácil de corregir, puesto que normalmente los


árboles responden en forma rápida y efectiva a las aplicaciones de fertilizantes ni-
trogenados al suelo. Algunas especies, como los cítricos, el manzano y la vid, tam-
bién reaccionan favorablemente a las aspersiones foliares con urea.
Foto 1. Hojas de vid.
Izquierda, normal.
Derecha, con síntomas de
deficiencia de nitrógeno.

Foto 2. Brotes de vid


cv. Sultanina.
A la izquierda, proveniente de
parra normal; a la derecha,
de parra deficiente en nitrógeno.

Foto 3.
Plantas de frambueso.
Izquierda, normal.
Derecha, con deficiencia
de nitrógeno.
Foto 4. Brotes de duraznero con síntomas severos Foto 5. Ramillas de duraznero. A la izquierda, de
de deficiencia de nitrógeno en primavera. árbol normal; a la derecha, de árbol muy
deficiente en nitrógeno.

Foto 6. A la izquierda, duraznero ferlit izado con nitrógeno


dentro de un huerto muy carente de este elemento.
Foto 7.
Hojas de manzano cv.
Granny Smith.
Derecha, normal.
Izquierda, con deficiencia
de nitrógeno.

Foto 8.
Manzanos cv. Granny Smith.
En primer plano, árbol muy
deficiente en nitrógeno.
Atrás, árboles que recibieron
fertilizante nitrogenado
aplicado al suelo.

Foto 9.
Manzanas Granny Smith.
1: proveniente de árbol fertilizado
con nitrógeno.
2: proveniente de árbol sin
fertilizar.
Foto 10. Brote de limonero con
síntomas de deficiencia de nitrógeno.

Foto 11. Naranjo afectado por


severa deficiencia de nitrógeno.

Foto 12. Hojas de palto. Izquierda, normal. Derecha,


con deficiencia de nitrógeno.
DEFICIENCIA DE POTASIO

A pesar de encontrarse en grandes cantidades en las plantas, el potasio no


forma parte de compuestos bioquímicos definidos y sus funciones no están del todo
esclarecidas. Es el catión por excelencia y por ello neutraliza a los abundantes radi-
cales ácidos que continuamente produce el metabolismo de las plantas. También
desempeña un papel esencial en la economía del agua, al mantener el potencial de
solutos en los tejidos conductores y células y al mismo tiempo regular la apertura y
cierre de los estomas. Es un elemento activador de numerosos sistemas enzimáti-
cos y además participa en el transporte de carbohidratos y la síntesis de proteínas.

Se trata de un elemento móvil en el árbol, que circula libremente en la co-


rriente transpiratoria y en forma proporcional a la intensidad de ésta.

El síntoma más general de la deficiencia de potasio es el enrollamiento del


borde de las hojas hacia arriba. Se presenta en la mayoría de las especies y casi
siempre va acompañado o seguido por una quemadura de este borde. Estos sínto-
mas generalmente aparecen en hojas que recién han alcanzado su pleno tamaño y
madurez. Adicionalmente, hay un menor crecimiento de los frutos, por lo que lle-
gan a madurar con un tamaño inferior al normal y al mismo tiempo con menos co-
lor. También suele disminuir el crecimiento de los brotes.

En algunas especies se presentan síntomas adicionales. Por ejemplo, en el ci-


ruelo europeo hay muerte del ápice en ramillas y secamiento de hojas. En el man-
zano y peral, antes del enrollamiento y quemadura, aparece un color rojizo en el
borde, por el envés de las hojas. En la vid, la primera manifestación es un palideci-
miento del color verde en el borde de la hoja, el que penetra en forma intervenal.
Estas zonas amarillentas se pueden tornar rojizas o bronceadas en variedades de
uva coloreada, pero antes se enrollan los bordes. En la vid, generalmente, los sín-
tomas llegan al máximo en el período de maduración de la fruta. Sin embargo, en
la variedad Sultanina aparecen poco antes de la floración y suelen ser pasajeros,
pues las hojas que nacen a fines de primavera en adelante no presentan síntomas.
En esta variedad, el problema muchas veces se presenta incluso en suelos con un
nivel normal de potasio.

En cítricos los síntomas son variables y poco característicos. Las hojas


pueden presentarse más pequeñas, encarrujadas y con manchas amarillas. La fruta,
además de pequeña, presenta su cascara más lisa y delgada que lo normal.

Finalmente, en el olivo los síntomas comienzan por una clorosis apical en la


hoja, que puede transformarse en necrosis. Se afectan principalmente las hojas vie-
jas durante el otoño e invierno.

Los síntomas de deficiencia de potasio, por su similitud, a veces se pueden


confundir con aquellos causados por deficiencia de magnesio, toxicidad por cloru-
ros o falta de agua en el suelo.

A diferencia del nitrógeno, el potasio es bastante estable en la mayoría de


los suelos, debido a que no es fácilmente lixiviado por el agua ni tampoco se pierde
por evaporación. Además, existe una lenta pero permanente transformación de
potasio desde el estado mineral hacia la forma de intercambio, aprovechable por las
plantas. Sin embargo, los árboles frutales extraen grandes cantidades de este ele-
mento, aun mayores que aquellas citadas para nitrógeno, con el agravante que la
mayor cantidad es consumida por la fruta, es decir, es retirada del huerto. Por este
motivo, en plantaciones con altos rendimientos en forma sostenida a través de los
años, el nivel de potasio va bajando paulatinamente, llegando a ser deficitario con
mayor facilidad que en aquellos de menor producción. Una gran carga de fruta
puede desviar hacia sí parte importante del potasio destinado a las hojas, facilitan-
do la aparición de síntomas de carencia en éstas.

Los suelos donde la deficiencia de potasio se presenta con mayor probabili-


dad son aquellos de textura arenosa, donde el elemento no es retenido y se pierde
con facilidad por lixiviación en el exceso de agua. La situación se agrava cuando
este tipo de suelo presenta una reacción acida y adicionalmente se encuentra en
una zona de alta pluviosidad. También los suelos extremadamente ricos en materia
orgánica suelen presentar una baja disponibilidad de este elemento. Igual cosa ocu-
rre con suelos de textura arcillosa, donde predominan arcillas de dos láminas, como
la ilita y montmorrillonita, las que fijan gran cantidad de este catión en forma irre-
versible.

Un elevado contenido de magnesio o de calcio en el suelo, puede interferir


con la absorción de potasio por las raíces. También es importante consignar, que
en la zona alta de terrenos nivelados hay mayor propensión a la deficiencia de pota-
sio, puesto que al remover la sección superior del suelo, los árboles quedan planta-
dos en el subsuelo, que normalmente es más pobre en este elemento.

La absorción del potasio depende fuertemente del crecimiento de las raíces.


Por tratarse de un elemento de baja movilidad en el suelo, su absorción ocurre en la
medida que las raíces crecen y exploran un adecuado volumen de suelo con el cual
entran en contacto. Por lo tanto, cualquier factor que disminuya el crecimiento de
las raíces puede afectar la absorción de este elemento. Es el caso de un déficit hí-
drico, del ataque de plagas o enfermedades de la raíz o de la realización de labores
mecánicas profundas y reiteradas. En este último caso, además, se obliga a las raí-
ces a crecer en profundidad, donde el nivel de potasio es menor. Lo contrario ocu-
rre cuando el suelo de maneja con una cubierta vegetal inerte, pues aquí las raíces
tienden a ocupar el suelo hasta la superficie misma, además de existir en este caso
un aumento en la transformación del potasio del suelo hacia formas de intercam-
bio.
El déficit hídrico es causa frecuente de deficiencia de potasio no sólo por
reducir el crecimiento de las raíces. Se ha comprobado que el potasio es, junto al
boro, el elemento cuya absorción por parte de las raíces se reduce más cuando falta
agua en el suelo.

La deficiencia de potasio afecta con mayor facilidad a especies como la vid


(particularmente la variedad Sultanina), el ciruelo europeo, los cítricos, las pomá-
ceas y el kiwi.

Su corrección, por lo general, resulta relativamente difícil. La respuesta de


los árboles a las aplicaciones de fertilizantes potásicos al suelo es más bien lenta,
sobre todo en suelos arcillosos. Las aspersiones foliares son efectivas únicamente
en algunas especies, mientras que en otras producen fitotoxicidad.
•V-^V,Í
Foto 13. Hojas de vid cv. Sultanina con síntomas de deficiencia de potasio (centro y derecha).

Foto 14.
Plantas de vid cv.
Sultanina desarrolladas en
invernadero con solución
nutritiva deficiente en potasio.
Foto 15.
Síntomas de deficiencia
de potasio en vid cv. Sultanina,
en primavera.

Foto 16.
19
Hojas de kiwi con síntomas
incipientes de deficiencia de
potasio.

Foto 17.
Síntomas de deficiencia de
potasio en kiwi en el período
de cuaja de frutos.
Foto 18.
Deficiencia de potasio
en duraznero.

Foto 20. Ciruelo cv.D'Agen con


¡ síntomas de deficiencia de
potasio a mediados de verano.
Fotografía, gentileza Ing.
agrónomo Sr. Thomas Fichet.
Foto 21.
Deficiencia incipiente de potasio en manzano cv. Red Delicious.

Foto 22.
Hojas de manzano cv. Granny Smith con síntomas de deficiencia de potasio
Foto 23.
Síntomas iniciales de deficiencia de potasio en olivo.

Foto 24.
Síntomas avanzados de deficiencia de
potasio en olivo.
DEFICIENCIA DE MAGNESIO

Tal vez, la función más relevante del magnesio es la de formar parte de la


molécula de clorofila y con ello participar activamente en la fotosíntesis. También
interviene en la síntesis de xantofilas y carotenos. A la vez, constituye un activador
de varias enzimas, particularmente de aquellas involucradas en el metabolismo de
los carbohidratos y proteínas. Adicionalmente, contribuye a la mantención de una
turgencia óptima en las células.

Es un elemento de gran movilidad dentro de la planta.

La deficiencia de magnesio se manifiesta como una amarillez de las hojas,


que comienza en el borde de la lámina y que avanza progresivamente hacia el inte-
rior entre las nervaduras. Rodeando la vena centrad y a veces las primarias, se
mantienen sectores verdes, bien delimitados, los cuales generalmente se ensanchan
hacia su base. La zona afectada de la hoja puede llegar a tornarse albina y a me-
nudo va acompañada de manchas necrosadas en el margen o en el interior. En cí-
tricos, la hoja puede adquirir un color bronceado, parcial o totalmente. En la vid y
el kiwi, además de la clorosis señalada, la hoja puede presentar necrosis marginal.
En variedades de uva negra, el borde interior de este perímetro necrosado suele ad-
quirir una coloración rojiza. En ciertas especies, la deficiencia también se puede
manifestar con presencia de quemaduras entre las venas principales de las hojas.

Los síntomas descritos se presentan con mayor intensidad y a veces exclusi-


vamente en las hojas adultas o básales. Normalmente, aparecen desde mediados de
verano en adelante y muchas veces van acompañados de una defoliación prematura.

Los síntomas de deficiencia de magnesio se pueden confundir con aquellos


provocados por la deficiencia de potasio, especialmente en vid y kiwi. También
son fáciles de confundir con los de deficiencia de manganeso en cualquier especie,
a pesar de que los síntomas de esta última, normalmente afectan por parejo a todas
las hojas y no sólo a aquellas de mayor edad.

Los suelos más propensos a presentar deficiencia de magnesio son aquellos


de textura arenosa y reacción acida, por la lixiviación a que han estado expuestos a
través del tiempo. También los suelos de origen aluvial tienden a ser más pobres
en este elemento. El magnesio es un catión bastante expuesto a ser desplazado del
suelo por otros como el calcio, potasio y sodio. Por lo tanto, el riego reiterado con
aguas ricas en cualquiera de estos elementos o bien el empleo de fertilizantes que
los contengan, tienden a favorecer el desplazamiento del magnesio hacia los estra-
tos inferiores del suelo, donde hay escasa presencia de raíces. En general, en la ma-
yoría de los suelos, el magnesio tiende a presentarse en mayor cantidad en la parte
inferior del perfil. Por eso es que, a veces, una deficiencia que afecta a árboles
nuevos puede ir desapareciendo sola con los años, a medida que las raíces van de-
sarrollándose en profundidad.
En terrenos nivelados, el sector rellenado tiende a presentar mayores proble-
mas, puesto que tiene menos magnesio y al mismo tiempo más potasio.

El potasio es un elemento fuertemente antagónico con el magnesio. La re-


ducción en absorción de magnesio por efecto de un alto nivel de potasio o por la
aplicación de altas dosis de fertilizante potásico, es un hecho ampliamente conocido
en frutales. En cambio, las aplicaciones de nitrógeno normalmente aumentan la ab-
sorción del magnesio.

Entre las especies más proclives a la deficiencia de este elemento, se en-


cuentran el manzano, el naranjo y el limonero. Hay también un efecto varietal. Es
así como en manzano, las variedades más susceptibles son la Golden Delicious y la
White Winter, mientras que en naranjo lo son aquellas que producen fruta con se-
milla. En vides, las variedades más afectadas suelen ser Sultanina y Torontel y en
palto, Edranol y Zutano. En el peral, la Beurré Bosc al igual que las variedades
asiáticas parecen especialmente sensibles. En el caso del manzano también influye
el portainjerto, habiendo patrones que favorecen la deficiencia (M-4, M-7, M-9 y
MM-106) y otros que tienden a tolerarla (M-26, M-2 y franco).

La deficiencia de magnesio es un problema de difícil solución. La respuesta


por parte de los árboles a aplicaciones al suelo es lenta o nula, sobre todo cuando
éste es arcilloso, alcalino o rico en potasio. Por su parte, la aspersión foliar gene-
ralmente tiene un efecto parcial, lo que obliga a repetir varias veces el tratamiento
si se desea un efecto significativo.
Foto 25.
Deficiencia de magnesio en vid cv. ToronXel.

Foto 26.
Síntoma severo de deficiencia de magnesio en vid cv. Sultanina.
Foto 27.
Hojas de manzano cv. Granny Smith con síntomas de deficiencia de magnesio.

Foto 28.
Síntomas de deficiencia de magnesio en manzano cv. Golden Delicious.
Foto 29.
Manzano joven cv. Red Spur
afectado por deficiencia de
magnesio
Foto 31. Hojas de nogal con
síntomas de deficiencia de
magnesio,
Fotografía, gentileza del Ing.
agrónomo Dr. Rafael Ruiz.

Foto 32. Deficiencia de


magnesio
en hojas de peral
asiático.

Foto 33. Deficiencia de magnesio en


cerezo Mahaleb desarrollado en
invernadero en solución
nutritiva carente en magnesio.
; \

Foto 35. Deficiencia de


magnesio en limonero.
Foto 36. Deficiencia de magnesio en palto.

Foto 37. Deficiencia de magnesio en papayo.


DEFICIENCIA DE HIERRO

Entre sus principales funciones, el hierro juega un papel indispensable en la


síntesis de clorofila, en la respiración y en el metabolismo del nitrógeno. Es inmó-
vil en la planta y particularmente en las hojas.

La deficiencia de hierro es un problema cuyo vistoso síntoma comúnmente


recibe la denominación de clorosis férrica. Las plantas afectadas presentan una
clorosis, que comienza en las hojas nuevas como una leve amarillez de la lámina,
sin incluir las nervaduras que permanecen como un reticulado verde. Esto indica-
ría que, en un comienzo, el hierro alcanza a llegar a estos tejidos conductores pero
no se moviliza hacia el resto de la lámina. Las hojas básales, por lo general, se
mantienen de color verde. A medida que la deficiencia aumenta, la amarillez se in-
tensifica, pudiendo alcanzar un color casi blanco en todas las hojas, incluso en
aquellas adultas. En casos extremos, hay defoliación, desecamiento de ramillas e
incluso muerte de la planta. En los árboles afectados, también se reduce el tamaño
de la fruta y se retrasa su maduración.

Los síntomas de deficiencia en las hojas pueden confundirse con aquellos


causados por deficiencia de manganeso. Sin embargo, al observar en detalle, en es-
ta última hay una área angosta cercana a las venas que permanece verde, cosa que
no ocurre con el hierro. Adicionalmente, la deficiencia de manganeso afecta indis-
tintamente a hojas de toda edad.

El hierro es un elemento que existe abundantemente en la mayoría de los


suelos. Sin embargo, sólo una pequeña fracción de él se encuentra aprovechable
para las plantas y, en muchos casos, esta disponibilidad no es suficiente para satis-
facer los requerimientos de ellas. La deficiencia de hierro es un problema cuya
magnitud ha ido en aumento en la zona frutícola chilena, siendo diversos los facto-
res que la causan.

El pH del suelo es probablemente el factor más influyente sobre la


disponibilidad de este elemento. En suelos ácidos, con pH inferior a 5, el hierro se
encuentra de preferencia al estado ferroso, forma en que es absorbido por las raíces.
Sin embargo, con esta condición de pH normalmente hay una alta presencia de
manganeso, el que interfiere en la absorción del hierro. Por su parte, en suelos
alcalinos de pH superior a 7, predomina la forma férrica, en la cual la solubilidad
del hierro disminuye muchísimo, problema que es mayor a medida que el pH
aumenta. La mayor disponibilidad de hierro normalmente se encuentra bajo
condiciones de pH cercano a 6.

Muchas veces, asociada al pH alcalino, una causa frecuente de deficiencia


de hierro es la presencia de un elevado contenido de cal en el suelo. Se estima que
una concentración de 7 a 10% de carbonato de calcio en el suelo es suficiente para
inducir el problema en especies sensibles. Igual cosa ocurre con la presencia de
una alta concentración de bicarbonatos (sobre 4 meq/l) en el agua de riego. Ella
produce un aumento del pH en el suelo e incluso en la savia de la planta, hecho
que determina una menor absorción y posterior actividad del hierro dentro del ve-
getal.

Suelos sódicos recientemente habilitados son especialmente propensos a este


problema, incluso en especies tolerantes como la vid.

También es causa de deficiencia de hierro, la presencia de altos niveles de


iones antagónicos con este elemento. Estos iones son principalmente el manganeso,
el cobre, el zinc y el fosfato, los que más que un efecto competitivo a nivel de ab-
sorción radicular, disminuyen el transporte del hierro desde las raíces hacia la parte
aérea de los árboles.

Una elevada humedad en el suelo, por períodos prolongados, disminuye la


absorción del hierro, producto de dos situaciones simultáneamente. Por un lado, la
falta de oxígeno que allí se produce disminuye la actividad de las raíces y por otro,
ocurre una mayor solubilización del manganeso, elemento que, como se vio
anteriormente, es antagónico.

Finalmente, la absorción del hierro es especialmente perjudicada por la pre-


sencia de daños mecánicos o parasitarios en las raíces. De manera que estos daños
pueden ser causa de deficiencia de hierro, sobre todo cuando se presentan asociados
a otros de los factores predisponentes aquí analizados.

Entre las especies menos expuestas a la clorosis férrica se encuentran la vid,


el nogal, el almendro, el olivo, el manzano y el naranjo. Por su parte, y a pesar de
que hay un fuerte efecto varietal, algunas de las más propensas a este problema nu-
tricional serían el membrillero, el duraznero, el peral, el ciruelo, el damasco, el li-
monero, el palto, la frutilla, el frambueso y el arándano.

Existen portainjertos con mayor capacidad de absorción de hierro que otros.


Es el caso de algunos híbridos entre almendro y duraznero, que son bastante más
tolerantes que el duraznero o el Nemaguard. En cítricos, los patrones naranjo
agrio, mandarina y Citrus macrophylla son más resistentes que el naranjo dulce o
el naranjo trifoliado y sus híbridos. En el palto, los portainjertos pertenecientes a la
raza guatemalteca son más susceptibles que aquellos de la raza mejicana.

La corrección de la deficiencia de hierro generalmente no es fácil. Las as-


persiones foliares producen una rápida reacción pero por lo general en forma locali-
zada en sectores de las hojas que reciben directamente el producto. Las hojas que
se desarrollan después, aparecen con los síntomas, por lo que se debe repetir perió-
dicamente la aspersión. Por su parte en el suelo, sólo las aplicaciones de quelatos o
bien las de sulfato hechas en forma localizada y en profundidad ofrecen buena res-
puesta. A veces, es preferible actuar sobre el factor causante, como por ejemplo,
regular el pH o la humedad del suelo, o bien control?r alguna plaga que esté afec-
tando a las raíces.
Foto 38, Brotes de vid con clorosis férrica.

Foto 39, Hojas de kiwi. Izquierda,


con deficiencia de hierro.

Foto 40.
Brote de ciruelo cv. D'Agen con
síntomas
de deficiencia de hierro.
Foto 41. Limonero joven con clorosis férrica. Foto 42. Brote de limonero con síntomas
de deficiencia de hierro.

Foto 43. Clorosis férrica en hojas de limonero.


Foto 44.
Respuesta parcial de hojas
cloróticas de limonero a la
aspersión con un fertilizante
ferroso.

Foto 45. Clororis férrica en palto.

Foto 46.
Hoja de papayo con síntomas
de deficiencia de hierro (derecha).
Foto 47. Duraznero afectado por
deficiencia de hierro.

Foto 48. Sector de un


duraznero deficiente en
hierro.

Foto 49. Durazneros


afectados por severa
deficiencia de hierro.
Foto 50. Duraznero afectado simultáneamente por
deficiencia de hierro y zinc.
Foto 51. Brote de guayabo con síntomas de
deficiencia de hierro.
a
Foto 52. Deficiencia de hierro en frambueso
DEFICIENCIA DE MANGANESO

El manganeso es esencialmente un elemento activador de enzimas. Como


tal interviene en la fotosíntesis, la respiración y el metabolismo del nitrógeno. Al
mismo tiempo, ejerce una función reguladora sobre la permeabilidad de las mem-
branas celulares.

Su movilidad dentro de la planta es intermedia.

El síntoma de deficiencia de manganeso corresponde a una clorosis marginal


e intervenal difusa en la hoja, sin una separación nítida entre el tejido afectado y el
normal. Se presenta en forma de bandas verde oscuras a lo largo de la vena central
y venas primarias, alternando estas últimas, con bandas de un color más claro entre
ellas. A medida que la deficiencia avanza, la diferencia de color entre ambas ban-
das se acentúa. El síntoma afecta indistintamente a hojas de cualquier edad y por
lo general, con mayor intensidad a aquellas ubicadas en el costado sur de los árbo-
les, que es el más sombreado. Al parecer, una alta incidencia de luz disminuye los
requerimientos de este elemento.

En los cítricos, los síntomas se presentan de preferencia en las hojas desarro-


lladas en la primavera.

Como se ha señalado, los síntomas de deficiencia de manganeso presentan


cierta similitud con aquellos causados por las deficiencias de magnesio o de hierro.
También se pueden confundir con los del zinc pero, en este último, se presenta adi-
cionalmente una disminución en el tamaño de las hojas y un acortamiento de los in-
ternudos.

Una de las causas más frecuentes de la deficiencia de manganeso radica en


la alcalinidad del suelo. A partir de 6,5, a medida que el pH va subiendo, los iones
divalentes que son los asimilables, van siendo oxidados a formas tri o tetravalentes
de baja asimilación. Esta transformación es favorecida por la falta de agua en el
suelo, pues la excesiva aireación que se produce facilita la oxidación. Junto a esto,
muchos suelos poseen un bajo contenido de manganeso fácilmente reducible (me-
nos de 200 ppm.).

También contribuyen a la deficiencia de manganeso, el encalado o la aplica-


ción reiterada de guano. Ambas prácticas disminuyen la disponibilidad de este ele-
mento en el suelo. El uso de fertilizantes fosfatados, en cambio, la aumenta.

La deficiencia de manganeso es un problema que, por su origen, frecuente-


mente se presenta en forma simultánea con las deficiencias de hierro o de zinc.

Las especies que más comúnmente presentan deficiencia de manganeso son


el duraznero, el cerezo, los cítricos, el frambueso y el kiwi.
Es un problema de solución relativamente sencilla, pues las plantas respon-
den de manera rápida y significativa a la aspersión con productos a base de manga-
neso. En cambio, las aplicaciones al suelo, por lo general, tienen un efecto lento o
parcial.
Foto 53. Síntomas de deficiencia de manganeso en duraznero.

54. Síntomas de deficiencia de manganeso en hojas de frambueso.


Foto
Foto 56. Hoja de kiwi con síntoma de deficiencia
Foto 55. Hoja de kiwi con leve deficiencia de severa de manganeso.
manganeso.

Foto 57. Hoja de palto con síntoma de deficiencia de manganeso


Foto 58. Deficiencia de manganeso en naranjo.

Foto 59. Hojas de naranjo con deficiencia simultánea de manganeso y zinc.


Foto 60. Síntomas de deficiencia de manganeso en limonero.

Foto 61. Kiwi afectado simultáneamente por deficiencia de manganeso y toxicidad de


cloruro.
DEFICIENCIA DE ZINC

El zinc es un importante componente y activador de enzimas. Sin embargo,


su función más relevante se encuentra en la participación que le cabe en la síntesis
del triptofano, que es el aminoácido precursor de la auxina. Esta hormona desempe-
ña un papel clave en el crecimiento de los brotes, las hojas y los frutos.

El zinc es un elemento de poca movilidad en las plantas.

El síntoma más generalizado de la deficiencia de zinc es una disminución en


el tamaño de las hojas y un acortamiento de los internudos. Esto da origen a gru-
pos compactos de hojas muy pequeñas, que reciben la denominación de rosetas.
Además de su menor tamaño, las hojas se presentan angostas, elongadas y muchas
veces con moteado amarillo entre las venas primarias. En casos severos hay muer-
te de ramillas y aparecen largos tramos de ramas desprovistos de hojas. En la pun-
ta de las ramillas "peladas" suele aparecer una roseta de varias hojas.

En algunas especies como el duraznero y el manzano, las hojas, presentan


además el borde ondulado y con tendencia a plegarse hacia arriba.

En general, hay un retraso en la floración. La fruta se desarrolla menos y a


menudo es deforme.

En la vid, la hoja, además de ser chica y con clorosis intervenal, presenta su


seno peciolar abierto debido a que no se desarrollan los lóbulos básales. En esta
especie, además, los racimos se desarrollan sueltos y con presencia de granos chi-
cos que no logran madurar, entre medio de los granos normales. Ello, debido a
problemas de cuaja y posterior crecimiento de los frutos.

Los síntomas de deficiencia de zinc, generalmente son más acentuados en la


parte alta del árbol y en el costado norte del mismo, es decir en el sector más ex-
puesto al sol.

Estos síntomas presentan cierta similitud con aquellos que producen las defi-
ciencias de manganeso o de boro, motivo por el cual, en una primera instancia se
pueden confundir con éstos.

La deficiencia de zinc se presenta con mayor probabilidad en suelos ácidos


y arenosos, donde este elemento se ha lixiviado; en suelos de origen granítico; en
suelos alcalinos, donde disminuye la solubilidad del zinc; en suelos orgánicos y en
terrenos ocupados anteriormente por corrales de animales, donde la materia orgáni-
ca fija a este elemento.

La deficiencia también puede ser inducida o agravada por un exceso de fer-


tilización fosfatada, por el encalado de suelos ácidos o por la adición de guano de
gallina en altas dosis. Cualquier práctica, como la nivelación o la labranza profun-
da, que obligue al desarrollo de las raíces en la parte inferior del perfil del suelo,
también puede atentar contra un normal abastecimiento de zinc, debido a que éste,
por lo general, se encuentra en mayor cantidad hacia la superficie.
Entre las especies más frecuentemente afectadas por la deficiencia de zinc se
encuentran, el naranjo, el limonero, el manzano, el cerezo, el ciruelo, el duraznero
y, en algunas zonas, la vid.

Se trata de un problema de solución relativamente difícil. La respuesta a las


aplicaciones al suelo, en muchos casos es lenta y parcial, pudiendo incluso ser nu-
la. A veces, se obtiene buen resultado con la incrustación de puntas de fierro galva-
nizado en el tronco, especialmente en árboles de gran tamaño. Sin embargo, por lo
general, el tratamiento más aceptable es la aspersión anual del follaje, con produc-
tos ricos en zinc y de reacción neutra.

Foto 62. Deficiencia de zinc en vid (izquierda).


Foto 63. Ramilla con "roseta" apical proveniente de duraznero con deficiencia de zinc. t

Foto 64. Duraznero contiguo a un gallinero. La mitad de la copa, alimentada por


raíces cercanas a éste, presenta severa deficiencia de zinc y hierro.
Foto 65. Ramillas de ciruelo japonés fuertemente Foto 66. Ciruelo cv. D'Agen severamente afectado
afectadas por deficiencia de zinc. por deficiencia de zinc en primavera.

Foto 67. Ramillas de ciruelo cv. D'Agen. La de la derecha con fuertes


síntomas de deficiencia de zinc.
Foto 68. Naranjo cv. Thomson
con deficiencia de zinc.

Foto 69.
Ramas de naranjo. La de la
\ derecha, proviene de árbol
j deficiente en zinc.

Foto 70.
Hojas de naranjo deficientes en
zinc. Izquierda, normal.
Foto 71. Deficiencia
de zinc en peral.

Foto 72. Deficiencia de zinc en


manzano.
Foto 74. Síntomas severos de deficiencia de zinc
Foto 73. Ramilla de almendro proveniente de en almendro en primavera.
árbol deficiente en zinc.

Foto 75. Paltas Hass. Las chicas y redondeadas provienen de un árbol muy
deficiente en zinc. La otra es normal.
DEFICIENCIA DE BORO

El boro interviene en la absorción y metabolismo de los cationes, en espe-


cial del calcio. Participa en la formación de la pectina de las paredes celulares, en
la síntesis de ácidos nucleicos y en el transporte de los carbohidratos en el floema.
Es requerido en puntos de alta actividad metabólica, como los ápices de brotes y de
raíces, para los procesos de división y elongación celular. Además, facilita la ger-
minación del polen y el posterior desarrollo del tubo polínico.

Es un elemento muy inmóvil, motivo por el cual sus síntomas de deficiencia


se pueden presentar en determinados órganos del árbol, sin afectar al resto.

La deficiencia de boro se manifiesta con síntomas diversos. Generalmente,


afecta a los ápices de crecimiento, cuya yema terminal muere. Esto da origen a
abundante brotación lateral. Hay muchos brotes con internudos cortos y hojas chi-
cas, retorcidas o curvadas hacia arriba.

En cítricos, además, las hojas se deforman y las venas de la cara superior


aparecen corchosas, ensanchadas y agrietadas.

En la vid, los brotes nuevos crecen con internudos cortos y en zig-zag. Su


ápice se seca prematuramente y hay emisión de numerosos brotes laterales. Hacia
fines de primavera, los brotes se desarrollan normalmente, ocultando a aquellos con
síntomas. Sin embargo, en esa época, las hojas pueden mostrar clorosis y posterior
necrosis entre las nervaduras.

Adicionalmente, en el manzano, en especial en las variedades Delicious ro-


jas, puede presentarse un resquebrajamiento de la corteza en las ramas, con des-
prendimiento de la epidermis. Este síntoma es muy similar al causado por un exce-
so de manganeso en suelos ácidos.

Como se puede apreciar, la deficiencia de boro produce serios trastornos en


el crecimiento de los árboles. Sin embargo, su efecto más notable ocurre en los
frutos. Existe un aborto de flores y frutitos pequeños, los que caen rápidamente.
Muchos frutos se desarrollan deformes, con abolladuras, grietas, manchas suberiza-
das en la piel o zonas corchosas en la pulpa, pudiendo llegar a madurar. Estos sín-
tomas se manifiestan de preferencia en manzano, peral, damasco y cítricos. En el
almendro hay exudación de goma en los frutos y abundante caída a comienzos de
verano. En la vid ocurre "corrimiento" en racimos, con presencia de granos chicos,
chatos y sin semillas, los que llegan a madurar junto con los grandes.

Frecuentemente, los daños en los frutos aparecen antes que aquellos en las
hojas o brotes.

Los síntomas de deficiencia de boro, en determinadas especies, se manifies-


tan bastante parecidos a aquellos que produce la deficiencia de zinc.
Los suelos preferentemente sujetos a deficiencia de boro son aquellos deri-
vados de rocas ígneas acidas, en especial cuando han sido motivo de lixiviación
por estar ubicados en zonas de alta pluviosidad. También los suelos arenosos lixi-
viados. La disponibilidad de boro disminuye a medida que el pH del suelo sube.
Por eso. una enmienda caliza aplicada a un suelo ácido, puede causar o agravar la
deficiencia.

La sequía es una causa frecuente de la deficiencia de boro. Junto al potasio,


es el elemento que más se afecta en su absorción cuando hay un déficit hídrico en
el suelo.

Contrariamente, la adición de materia orgánica tiende a aumentar la disponi-


bilidad de boro. Lo mismo ocurre con el agua de riego. Plantaciones regadas con
aguas cuya concentración de boro es de más de 0,1 ppm, difícilmente pueden pre-
sentar deficiencia de este elemento. El salitre, especialmente el de tipo potásico,
también incorpora cantidades significativas de boro al suelo.

Las especies más susceptibles a deficiencia de boro generalmente son el


manzano, peral, damasco, almendro y la vid.

Esta deficiencia, sin embargo, por lo general resulta de fácil solución. Nor-
malmente hay buena respuesta, tanto a las aplicaciones de fertilizantes boratados al
suelo como a las aspersiones foliares.

Foto 76. Brote de vid en primavera, con síntomas de deficiencia de boro.


Foto 77. Planta de vid con síntomas de deficiencia Foto 78. Sarmiento proveniente de parra
de boro, a mediados de verano. deficiente en boro.

Foto 79. Racimos "corridos" por efecto de una deficiencia de boro.


Foto 80.
Peras Salvador Izquierdo con
síntomas de deficiencia de boro.

Foto 81.
Frutos nuevos y rama de peral
cv. Winter Nelis con síntomas
de deficiencia de boro.

Foto 82.
Detalle de frutos nuevos de peral
cv. Winter Nelis con
deficiencia de boro.
Foto 83. Síntoma de deficiencia de boro en manzana

Foto 84. Manzanas provenientes de árbol carente de boro.


Foto 85. Almendro afectado por Foto 86. Ramilla proveniente de
deficiencia de boro en primavera. almendro con fuerte deficiencia de boro.

Foto 87. Ramillas y frutos en almendro deficiente en boro.


SEGUNDA PARTE

EXCESOS DE ELEMENTOS
MINERALES
EXCESO DE NITRÓGENO

Una alta disponibilidad de nitrógeno, especialmente cuando va unida a un


buen suministro de agua, provoca un crecimiento vegetativo excesivamente vigoro-
so y una baja producción de fruta. Los árboles presentan escasa fructificación, bro-
tes muy vigorosos, suculentos, con internudos largos, hojas de gran tamaño y de
color verde oscuro. En la vid, el duraznero y otras especies hay proliferación de
brotes anticipados.

Los brotes prolongan su actividad, retardándose la caída de hojas en otoño.


El exceso de sombra que se produce en el interior del follaje determina allí escasa
inducción de yemas florales e incluso muerte de yemas o de brotes completos.
También aumenta la incidencia de algunas enfermedades fungosas, como Botrytis
en la vid.

En plantas nuevas se prolonga el estado juvenil, con lo que se retrasa la en-


trada en producción. También en plantas jóvenes, especialmente en vid, kiwi y no-
gal, los brotes no logran lignificar adecuadamente a fines del verano, quedando
muy sensibles al efecto de las primeras heladas de otoño.

La fruta disminuye en calidad, siendo menos dulce, menos coloreada de rojo


externamente, más blanda y más perecible después de la cosecha. Adicionalmente,
en la mayoría de las especies, ocurre un significativo retraso en la maduración de la
fruta en la planta. En ciertas frutas aumentan los desórdenes fisiológicos, como el
"bitter pit" y la caída de pre-cosecha en manzanas y el "palo negro" en vides. En
cítricos aumenta el grosor de la cascara y en el caso de la naranja Valencia se in-
crementa el "reverdeo".

El exceso de nitrógeno, por lo general, es inducido mediante la aplicación de


fertilizantes nitrogenados en cantidad excesiva. También se puede presentar de ma-
nera natural en suelos muy fértiles y ricos en materia orgánica. El empleo de agua
de riego con una alta concentración de nitratos u otras formas de nitrógeno, tam-
bién puede ser causa de este problema.

Aunque todos los frutales son sensibles, hay especies que incurren más fácil-
mente que otras en problemas derivados de un exceso de nitrógeno. Entre ellas se
pueden citar a la vid, el kiwi, el frambueso, el manzano y el palto, particularmente
en sus variedades más vigorosas.
Foto 88, Parronal excesivamente vigoroso como consecuencia de un alto nivel de
nitrógeno.

Foto 89. Plantación de frambueso con crecimiento excesivamente vigoroso,


como consecuencia de un alto nivel de nitrógeno.
Foto 90.
Duraznero excesivamente
vigoroso.

Foto 91.
Manzano cv. Granny Smith
con exceso de vigor.
Foto 92. "Bitter pit" en manzanas Granny Smith.

Foto 93. "Bitter pit" externo en manzana Granny Smith.


TOXICIDAD DE NITRÓGENO

Los fertilizantes nitrogenados son especialmente fítotóxicos cuando se apli-


can al suelo en dosis excesivamente altas, que superen lo tolerable por los árboles.
Bajo esa condición se producen síntomas de toxicidad en forma rápida. Si la apli-
cación va seguida de un adecuado suministro de agua, los efectos fítotóxicos pue-
den comenzar dos a tres días después de la misma.

Las hojas afectadas se queman en el borde y también interiormente entre las


nervaduras. El tejido, antes de secarse, aparece flaccido, con apariencia de cocido.
En especies de hoja ancha, como la vid y el kiwi, la quemadura puede ir precedida
o acompañada de un depósito pulverulento blanco en el borde, correspondiente a
exudación de aminoácidos.

Entre las especies más sensibles se encuentran el kiwi, el frambueso, el pa-


payo y la vid. Sin embargo, todos los frutales son susceptibles especialmente en
sus primeros años de desarrollo, motivo por el cual se debe ser muy cuidadoso con
las aplicaciones de fertilizante nitrogenado, evitando las dosis excesivas y la colo-
cación del producto en el hoyo de plantación o, posteriormente, muy cercano al
tronco.

Una vez declarado el problema, lo único que se puede hacer es rápidamente


tratar de lixiviar el fertilizante por debajo de la zona de raíces, con abundante agua.
Si esto se hace a tiempo, es posible que el daño no continúe y las hojas que se de-
sarrollen con posterioridad aparezcan sanas. En casos extremos de toxicidad, los
daños pueden ser irrecuperables y la planta muere. Sin embargo, esta situación es
más probable en plantas nuevas que en aquellas ya adultas.

Foto 94. Hojas de vid fuertemente dañadas por aplicación excesiva


de fertilizante nitrogenado al suelo.
Foto 95. Hojas de kiwi con fitotoxicidad por exceso de fertilización nitrogenada
al suelo.

Foto 96. Hojas de naranjo provenientes de un vivero tratado con dosis excesiva de
fertilizante nitrogenado al suelo.
/

Foto 97.
Peral asiático cv. Chojuro,
con síntomas de toxicidad de
nitrógeno por aplicación
excesiva al suelo.

Foto 98.
Toxicidad de nitrógeno
enframbueso.
TOXICIDAD DE BIURETO

El biureto es un compuesto que contienen algunas ureas en distinta propor-


ción según su grado de pureza. Cuando su concentración supera el 0,5% en el fer-
tilizante, el uso de éste, tanto por aplicación al suelo como por aspersión foliar,
puede causar cierto síntoma en el follaje de algunas especies frutales sensibles, par-
ticularmente en los cítricos.

En limonero, el síntoma corresponde a un moteado amarillo en la punta de


las hojas. En naranjo, en cambio, el ápice de la hoja se torna completamente ama-
rillo. La caída de hojas puede ocurrir prematuramente y aquellas que aparecen con
posterioridad, lo hacen sin síntomas, si se suspenden las aplicaciones de urea con
ese nivel de biureto. En todo caso el daño no es de consideración.

Foto 99.
Hojas de naranjo
con síntomas de
toxicidad de biureto.

Foto 100.
Toxicidad de
biureto en hojas
de limonero.
TOXICIDAD DE BORO

El síntoma más característico de la toxicidad de boro corresponde a una clo-


rosis intervenal, acompañada de necrosis a lo largo de todo el borde de la hoja. En
la vid y el kiwi sólo se presenta esta última, la que a veces continúa hacia el inte-
rior en forma de puntos oscuros.

Cuando el problema ocurre en hojas aún creciendo, éstas se encorvan hacia


arriba o hacia abajo, debido a que dejan de crecer por los bordes pero no en el inte-
rior. Esto es especialmente notorio en vid y kiwi.

Los síntomas de toxicidad de boro tienen cierta similitud con aquellos que
provoca la toxicidad por cloruros, la deficiencia de potasio e incluso con los que
causa la propia deficiencia de boro.

La toxicidad de boro generalmente obedece al empleo de aguas de riego con


un alto contenido de este elemento (sobre 0,5 a 1 ppm), hecho que por lo general se
presenta en zonas áridas. También se puede incurrir en toxicidad al aplicar fertili-
zantes boratados, pues en el caso de este elemento es fácil pasar de una situación
de deficiencia a otra de exceso. De allí la conveniencia de dosificar muy bien estos
productos, cuando es necesario subsanar una deficiencia.

Existen suelos, que por su origen tienen altos niveles de boro. Es el caso de
aquellos derivados de sedimentos marinos o de otro material rico en este elemento,
especialmente en zonas áridas.

Entre las especies más susceptibles al exceso de boro se encuentran la vid, el


nogal, el duraznero, el kiwi y los cítricos. En estos últimos, sin embargo, existen
portainjertos tolerantes como el Citrus macrophylla.

El exceso de boro en el suelo puede ser lixiviado con abundante agua de rie-
go.
Foto 101.
Síntomas de toxicidad de
boro en vid.

Foto 102.
Síntoma de toxicidad de boro en vid
Foto 103.
Toxicidad de boro en kiwi.

Foto 104.
Toxicidad de boro en limonero.
TOXICIDAD DE CLORURO

La toxicidad causada por cloruros se manifiesta como una quemadura, que


puede afectar el borde de las hojas o bien su ápice. En algunas especies, la necro-
sis comienza en la punta de la hoja y de allí progresa hacia abajo, generalmente por
el borde. Incluso, muchas veces, es posible detectar los frentes de avance que ha
tenido la necrosis, generalmente coincidentes con cada riego. Normalmente, las ho-
jas al aparecer y durante algún tiempo, no presentan síntomas. Cuando han acu-
mulado cierta cantidad límite de cloruros, comienzan a desarrollar los primeros sín-
tomas, los que se van acentuando a medida que ellas maduran. La necrosis alcanza
su máxima expresión hacia fines de verano, momento en que puede comprometer
gran parte de la lámina.
En cítricos y en algunas variedades de palto, la necrosis puede ir acompaña-
da por un moteado amarillo en el resto de la hoja.
Los síntomas descritos, por su similitud, pueden ser confundidos con aque-
llos que producen la deficiencia de potasio, la toxicidad de boro y la toxicidad cau-
sada por fertilizantes nitrogenados empleados en exceso.
La toxicidad por cloruros, que muchas veces va asociada a elevados niveles
de sodio, puede tener su origen en el empleo de aguas de riego con alto contenido
de cloruros (más de 4 a 5 meq./l en especies sensibles). El problema se acentúa
muchísimo, cuando el suelo presenta un drenaje imperfecto, pues en este caso es
imposible eliminar este ion por lixiviación. También aumenta en aquellas tempo-
radas que siguen a un invierno de baja pluviosidad, puesto que los cloruros acumu-
lados en el suelo no tuvieron oportunidad de ser lixiviados hacia zonas profundas
por debajo de las raíces. Al mismo tiempo, en períodos de sequía, normalmente
aumenta la concentración de sales solubles en las aguas de riego.
El empleo de fertilizantes ricos en cloruro, en dosis elevadas y especialmen-
te cuando se aplican en el momento en que los árboles se encuentran en crecimien-
to activo, puede causar o acentuar la toxicidad en especies sensibles.
La toxicidad por cloruro también se puede presentar en suelos con un alto
contenido natural de este ion. Es el caso de algunos suelos salinos o bien de aque-
llos situados cercanos al mar, que se van contaminando por el aire con partículas de
agua en suspensión.
Las especies frutales más sensibles a la toxicidad de cloruro son palto, no-
gal, kaki, kiwi, frutilla. Los frutales de carozo, los de pepita y los cítricos también
son susceptibles, aunque en menor grado que el grupo anterior. Dentro de los cítri-
cos el limonero es el más sensible.
Existen también diferencias entre variedades dentro de la misma especie.
Por ejemplo, en palto, las variedades mejicanas y las híbridas son más sensibles que
aquellas de la raza guatemalteca. En la vid, las variedades Ribier y Cardinal apare-
cen más susceptibles que Sultanina y Perlette.
En cítricos hay portainjertos relativamente tolerantes a cloruros, como
Mandarina Cleopatra, Lima de Rangpur y Macrophylla y otros muy susceptibles
como Poncirus trifoliata y Troyer citrange.
En suelos con buen drenaje, el exceso de cloruros se puede bajar rápidamen-
te mediante lixiviación con abundante agua.
Foto 105. Toxicidad de cloruro en palto

Foto 106.
Brote de palto con
síntomas de toxicidad
de cloruro sólo en las hojas
adultas.
Foto 107. Hoja de palto afectada por deficiencia Foto 108. Hojas de kiwi con síntomas de toxicidad
de hierro y toxicidad de cloruro. de cloruro.

Foto 109. Hojas de vid afectadas por toxicidad simultánea de


cloruro y boro.
Foto 110. Hojas de nogal con síntomas iniciales de toxicidad de cloruro en primavera.

Foto 111. Toxicidad de cloruro en nogal afines de verano.


Foto 112.
Toxicidad de cloruro en kaki.

Foto 113.
Toxicidad de cloruro en
bananeros.

Foto 114.
Toxicidad de cloruro en litchi.
TOXICIDAD POR FERTILIZANTES FOLIARES

Cuando un fertilizante foliar se asperja en una concentración superior a la


recomendada, es muy probable que cause daño especialmente en hojas y frutos.
Igual cosa puede ocurrir con algunos productos asperjados en la dosis correcta pe-
ro en una solución muy ácida o muy alcalina; es decir sin una adecuada neutraliza-
ción. Sin embargo, los fertilizantes foliares formulados como tales normalmente no
están expuestos a esta última situación. Algunos productos, como el cloruro de cal-
cio y el sulfato de zinc, aumentan su fitotoxicidad cuando pocos días antes de su
aplicación se ha asperjado los árboles con algunos aceites minerales.

En las hojas, el síntoma se manifiesta primero en forma de manchas amari-


llentas o rojizas, que luego se necrosan. El tejido muerto posteriormente se des-
prende, quedando la hoja con múltiples perforaciones o bien con el borde desmem-
brado. El daño es similar al que producen muchos pesticidas mal dosificados y
también se puede confundir con el de algunas enfermedades fungosas como el "tiro
de munición".

En los frutos pueden ocurrir daños en la piel, manchándose o bien desarro-


llando "russet" en las zonas por donde escurrió o se concentró el producto.

Generalmente, los síntomas comienzan unos 4 a 6 días después de la aplica-


ción y suelen ser mayores cuando, poco tiempo después de la aspersión, se vuelve a
mojar el follaje a raíz de una precipitación.

Aunque todas las especies pueden ser afectadas, hay algunas como los fruta-
les de carozo que aparecen muy sensibles en sus hojas y otras como el manzano,
con mayor susceptibilidad en la fruta.

Foto 115. Síntoma inicial de quemadura por aspersión muy


concentrada de sulfato de zinc en duraznero en primavera.
Foto 116. Síntoma inicial de daño por aspersión Foto 117. Evolución del daño descrito en la
de sulfato de zinc no neutralizado, después de la cuaja fotografía anterior.
en manzana G. Smith.

Foto 118. Fitotoxícidad en manzano causada por aspersión otoñal


de urea en dosis excesiva.
Foto 119.
Limones dañados por
aspersión con solución
demasiado concentrada de

Foto 120.
Hojas de ciruelo japonés afectadas por dosis excesiva de un fertilizante foliar.
TERCERA PARTE

DESORDENES MISCELÁNEOS
Existe una serie de fenómenos y alteraciones, tanto de índole natural como
inducidos por el hombre, cuyos efectos en las plantas son muy similares a aquellos
que producen los problemas de nutrición. La similitud de los síntomas en las hojas
deriva del hecho que, al igual que en estos últimos, se afectan procesos tales como
la síntesis y degradación de la clorofila, la fotosíntesis o el balance hídrico. En al-
gunos casos, también se producen alteraciones en otros órganos o tejidos del árbol,
los que pueden sufrir deformación o necrosis.

En el presente capítulo se ilustran diferentes fenómenos de esta índole, que


con mayor o menor frecuencia se presentan afectando a especies frutales.

PROBLEMAS DE ORIGEN CLIMÁTICO

Diferentes factores climáticos pueden causar alteraciones cuyos síntomas


presentan similitud con problemas de nutrición. Entre ellos, los más frecuentes son
el exceso de radiación solar, las heladas, el viento y la falta de frío invernal.

Golpe de sol

El impacto directo de los rayos solares puede causar daños o síntomas irre-
versibles en diferentes tejidos del árbol. El problema, comúnmente llamado "golpe
de sol", afecta de preferencia a las hojas, los frutos y a la corteza de ramas y tron-
cos.

En las hojas, inicialmente aparece un color bronceado en las partes que reci-
ben más directamente el sol. Si el problema continúa, esas áreas se transforman en
manchas quemadas, bien delimitadas. Entre los frutales más sensibles al golpe de
sol en sus hojas se encuentran los cítricos, el palto y el kiwi. Estos síntomas pre-
sentan similitud con aquellos causados por deficiencia de magnesio o potasio.

Los frutos desarrollan una coloración amarilla en el sector expuesto, la que


posteriormente se puede tornar parda e incluso negra. La manzana Granny Smith,
el kiwi y el níspero son especialmente susceptibles a este problema.

Finalmente, el sobrecalentamiento puede producir serios daños en la corteza


de ramas y troncos, apareciendo resquebrajada e incluso necrosada en el sector más
expuesto, de manera similar a la deficiencia de boro o exceso de manganeso en el
manzano.
El daño, en cualquier órgano, es mucho más violento cuando el tejido, des-
pués de haberse desarrollado a la sombra, por algún motivo queda repentinamente
expuesto al sol.

Heladas
Las heladas causan deshidratación y posterior quemadura de brotes y hojas,
síntomas que pueden ser confundidos con los que provocan algunas toxicidades, en
especial las de nitrógeno y de cloruro.

Viento

Por su parte, el viento produce roce entre las hojas tiernas y las ramas, cau-
sando escoriaciones en la epidermis y deformación en las hojas, similares a aque-
llas que derivan de toxicidades por exceso de fertilizante foliar.

Falta de frío invernal


La insuficiencia de frío invernal en frutales de hoja caduca produce retraso y
falla en la brotación, especialmente en la parte superior del árbol, con característi-
cas semejantes a las deficiencias de zinc o de boro.
Foto 121. Hojas de kiwi afectadas por exceso de radiación solar.

Foto 122. Hojas provenientes de parra afectada simultáneamente por calor excesivo
y falta de agua en el suelo.
Foto 123.
"Golpe de sol" en hoja de papayo.

Foto 124.
Brotes nuevos de frambueso con
síntomas de exceso de radiación
solar.

| Foto 125.
"Golpe de sol" en hojas adultas
de frambueso.
Foto 126.
"Golpe de sol" en hojas
de limonero.

Foto 127.
Hojas de limonero
deformadas por efecto del
viento cuando estaban
desarrollándose.
Foto 128.
Brote de limonero con daño
de helada reciente.

Foto 129.
Brote de palto con daño
por helada.
Foto 130.
Damasco en primavera,
afectado por falta
de frío invernal.

Foto 131.
Síntomas de falta de frío
invernal en manzano
cv. Golden Delicious.
ENFERMEDADES

Algunos problemas de origen patológico, especialmente hongos y virus,


pueden manifestarse con síntomas muy parecidos a aquellos derivados de proble-
mas de nutrición.
Por ejemplo, en enfermedades fungosas, la pudrición del cuello o de las raí-
ces en sus estados iniciales se presenta en el follaje con síntomas similares a la de-
ficiencia de nitrógeno. El oidio del papayo se puede confundir con deficiencias de
magnesio o manganeso. Por su parte, el enrollamiento clorótico de la vid produce
síntomas parecidos a los de una deficiencia de boro o bien de una toxicidad de este
elemento. Entre las virosis se pueden citar el mosaico, con síntomas parecidos a
los de deficiencia de magnesio, manganeso o hierro y el arrugamiento verde
("green crinkle") de la manzana, cuya manifestación es similar a la que tiene la de-
ficiencia de boro en esta fruta.
Foto 134.
Enrollamiento clorótico en vid cv. Sultanina.

Foto 135.
Oidio en hoja de papayo.
Foto 138.
Frutos de manzano
cv. Granny Smith afectados
por el virus "Green crinkle"
DAÑO POR HERBICIDAS

Los herbicidas, algunos cuando se aplican en cantidad excesiva, otros cuan-


do por uso descuidado entran en contacto con el follaje de los frutales y otros por
emplearse en huertos de especies incompatibles, pueden provocar síntomas que ad-
quieren similitud con los de algunos problemas nutricionales. Por ejemplo, los sín-
tomas causados por Simazina son parecidos a los de las deficiencias de hierro o de
zinc; los causados por Diuron, a los de deficiencia de magnesio o de manganeso;
los causados por Glifosato, a los de deficiencia de hierro o de zinc; los causados
por MCPA, a los de deficiencia de boro, y los causados por Paraquat, a los de defi-
ciencia de magnesio o a las quemaduras provocadas por algunos fertilizantes folia-
res cuando se dosifican en exceso.

Foto 140, Planta de ciruelo en vivero con


síntomas de toxicidad de Simazina causados por
Foto 139. Planta de papayo afectada por MCPA. exceso de dosis.
Foto 141. Hojas de frambueso provenientes de
planta afectada por Glifosato (derecha).

Foto 142. Árbol nuevo de I


peral que recibió accidentalmente
una leve aspersión con Paraquat.

:
PIGMENTACIÓN EN HOJAS JUVENILES

Las hojas nuevas, especialmente cuando provienen de brotes vigorosos o de


plantas en estado juvenil, pueden adquirir coloraciones rojizas o purpúreas muy di-
ferentes al color verde de las hojas adultas. Este fenómeno es especialmente noto-
rio en el limonero, el palto, el kiwi y el cerezo.

En la mayoría de las especies, sin embargo, las hojas nuevas presentan un


color verde claro o verde amarillento, el que va variando a verde oscuro a medida
que van desarrollándose.

Las coloraciones descritas, en determinadas circunstancias pueden ser con-


fundidas con los síntomas de deficiencia de nitrógeno o de hierro.

Foto 143.
Brotes de árbol
nuevo de cerezo en
pleno crecimiento
primaveral.

Foto 144.
Brotación otoñal en
naranjos.
SENESCENCIA FOLIAR

Las hojas en etapa de senescencia van cambiando el color verde hacia ama-
rillo o anaranjado, debido a la degradación de la clorofila, que permite que otros
pigmentos como xantofilas y carotenoides se hagan visibles. En algunos casos, adi-
cionalmente, se acentúa la síntesis de antocianos, motivo por el cual las hojas se
tornan rojizas o moradas. Es el caso de ciertas variedades de frutilla, frambueso,
ciruelo o vid.

Estas coloraciones, normalmente aparecen poco antes de la abscisión natural


de las hojas. Sin embargo, en algunos casos, también se presentan cuando la caída
obedece a algún accidente climático o a daño mecánico o químico en la raíz o el
follaje. También ocurren por exceso de sombra en la parte baja o interior de los ár-
boles, especialmente en parronales densos o en árboles excesivamente vigorosos.

Los síntomas de senescencia muchas veces son similares a los de deficiencia


de nitrógeno, de potasio o de magnesio.

Foto 145. Hojas senescentes de limonero,a punto de caer.


Foto 146.
Hojas de damasco en otoño.

Foto 147.
Senescencia otoñal en peral. 1

Foto 148.
Hojas de manzano cv. Granny
Smith con síntomas de senescencia
otoñal tardía.
FALTA Y EXCESO DE AGUA

Un déficit hídrico en el suelo provoca serios trastornos en los árboles. An-


tes que nada, disminuye el ritmo de crecimiento de los brotes, llegando a paralizar-
se si la situación se prolonga. Las hojas desarrollan síntomas de marchitez, encor-
vándose hacia arriba o poniéndose flaccidas, para posteriormente caer o bien per-
manecer secas adheridas a la planta. El crecimiento de los frutos también disminu-
ye considerablemente. Estos síntomas pueden ser confundidos con los que origina
una deficiencia de potasio, un exceso de cloruro e incluso, en ciertas etapas, con
una deficiencia de nitrógeno. Entre las especies más susceptibles a la falta de agua
se encuentran el kiwi, el papayo y el limonero mientras que las más resistentes se-
rían la vid, el granado, la higuera, el olivo, el kaki, el níspero, el almendro y el ci-
ruelo.

Por su parte, el exceso de agua puede causar daños aún más graves y difíci-
les de subsanar. La falta de aireación en el suelo, producto de la saturación con
agua por períodos prolongados, produce asfixia en las raíces y posterior pudrición
de las mismas. El árbol se debilita enormemente en su parte aérea, se detiene el
crecimiento, las hojas se toman amarillentas, los brotes se secan y si la situación se
prolonga, el árbol muere. En algunos casos, la planta se seca repentinamente en la
primavera, mientras que en otros ella se va deteriorando lentamente pudiendo tardar
varios años en morir. En este último caso, los síntomas en el follaje adquieren bas-
tante similitud con aquellos derivados de una severa deficiencia de nitrógeno o de
hierro. Un orden aproximado, de mayor a menor susceptibilidad al exceso de agua
en el suelo, sería el siguiente: palto, olivo, almendro, damasco, duraznero, cerezo,
kiwi, nogal, cítricos, manzano, ciruelo, níspero, vid, peral, higuera, membrillero.

Foto 149. Parra del cultivar Sultanina con severo déficit


hídrico en verano.
Foto 150.
Damasco afectado por sequía
en verano.

Foto 151.
Falta de agua en almendro.

Foto 152.
Durazneros con asfixia
en sus raíces
por exceso de agua.
Foto 153. Paltos ubicados en un sector del huerto donde se "apoza el agua.

Foto 154. En primer plano, sector de un huerto de naranjos con exceso de humedad
en el suelo.
ALTERACIONES GENÉTICAS

Existen variaciones de índole genética, especialmente determinadas muta-


ciones y quimeras, con síntomas de jaspeado o de separación de colores en las ho-
jas, que eventualmente pueden ser confundidos con aquellos provocados por la de-
ficiencia de algún elemento mineral.

También la incompatibilidad retardada entre la variedad y el portainjerto


puede producir un amarillamiento generalizado en el follaje, similar al que ocurre
bajo una situación prolongada de deficiencia de nitrógeno.

Foto 155. Incompatibilidad retardada pero repentina entre la variedad y el


portainjerto en árbol de limonero.
Foto 156.
Mutación quimérica en hojas de palto.

Foto 157.
Jaspeado en brotes debido a variación genética
en un sector de árbol de limonero.

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