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Constitucional, al señalar que “es muy probable que hoy el artículo 25.2 CE no hubiera
alcanzado la redacción que alcanzó en el pacto constitucional. De hecho ya se ha ido
ocupando el Tribunal Constitucional de reducir bastante su contenido esencial, apuntando en
la dirección de su interpretación más light, como principio orientador genérico, negando
cualquier consideración de entenderlo como algo más concreto generador de derechos
subjetivos”; frente a la interpretación del Tribunal Constitucional opone el autor la de mayor
amplitud que habría hecho en algunas sentencias el Tribunal Supremo, como por ejemplo la
STS de 20 de abril de 1999 en donde se vino en apuntar que “la orientación de las penas a la
reinserción y reeducación ya entendida como principio inspirador de la política penitenciaria,
ya como derecho que actúa en la fase de ejecución de la pena, supone que el ordenamiento
jurídico debe prever unas instituciones que tengan en cuenta que el interno debe reinsertarse a
la sociedad, por lo que debe ser preparado para ello y que debe atender a las deficiencias
educacionales que, precisamente, inciden en su actuar delictivo, lo que satisfaría la
reinserción”, “En torno a la reinserción social y a otras cuestiones penales o penitenciarias”,
Anuario de la Escuela de Práctica Jurídica, nº 1, 2006, pág. 7.
4
STS de 15 de noviembre de 2005 –Sala 2ª-.
3
5
STS de 10 de julio de 2003 –Sala 2ª-.
Con relación a estas cuestiones, señalan COBO DEL ROSAL y QUINTANAR DÍEZ que el artículo
25.2 del texto constitucional “no puede convertirse en quicio constitucional de la teoría de la
pena” ya que, de acuerdo con la mayor parte de la doctrina penalista, “la declaración
constitucional afecta tan solo al ámbito de la ejecución de ciertas sanciones penales, de las
penas privativas de libertad y de las medidas de seguridad”, “Artículo 25. Garantía penal”,
“Artículo 25. Garantía penal”, Comentarios a la Constitución Española, (Tomo III) ALZAGA
VILLAAMIL, O., (Dir.), Cortes Generales/Editoriales de Derecho Reunidas, Madrid, 1996,
págs. 140 y ss.
6
Ver entre otras la STC 120/2000, de 10 de mayo, caso “Artículo 586 bis del Código Penal”.
empleado para llegar a ese resultado, restrictivo de la finalidad de reinserción
social, en beneficio de otros fines de la pena que no son compatibles con él”7.
Esta sentencia ha sido valorada positivamente por un sector de la doctrina al
haber abierto una puerta a una más amplia interpretación del artículo 25.2 del
texto constitucional8.
***
Más allá de esta cuestión, parece preciso destacar también que los
términos utilizados por el constituyente han sido criticados por un amplio
sector de la doctrina por diferentes cuestiones, aunque esencialmente por su
vaguedad o indefinición. Ello ha llevado a la búsqueda de términos
alternativos entre los que podemos destacar la resocialización o la
reintegración9. Sea uno u otro el término elegido, como apunta Aranda
Carbonell, todos ellos coinciden en buena medida en “asignar a la ejecución
de las penas privativas de libertad una función correctora e, incluso, de mejora
del delincuente”10. Desde la criminología, que ha abordado en detalle estas
cuestiones, se ha destacado que el ideal resocializador dejará de ser un mito o
un lema vacío de contenido cuando se pueda alcanzar tras el oportuno debate
científico “un elemental consenso en torno a tres cuestiones básicas: qué
objetivos concretos se pueden perseguir con relación a cada grupo o subgrupo
de infractores, qué medios y técnicas de intervención se estiman en cada caso
idóneos y eficaces y qué limites no debe superar jamás cualquier suerte de
intervención”11.
En un plano meramente conceptual, dentro de la diversidad de criterios
existentes, podemos destacar como Álvarez García entiende la concepción de
la reeducación/reinserción como resocialización o recuperación social; ello en
contraposición al concepto de reeducación-enmienda12. El objetivo de este no
es otro que conseguir que el sujeto adquiera “la capacidad de vivir en la
sociedad con respeto hacia la ley penal” condicionando al sujeto “a los
valores dominantes en una determinada colectividad pero solamente en su
aspecto externo”13. Ello supone “la aceptación del llamado programa mínimo
que se conforma con obtener el acatamiento externo de la norma con objeto
de evitar la reincidencia y que no exige por parte del penado su adhesión
7
STS de 20 de junio de 2006 -Sala 2ª-.
8
En ese sentido, DELGADO RINCÓN, L., “La constitucionalización de la reeducación y la
reinserción social como fin de las penas privativas de libertad”, Reinserción, derechos y
tratamiento en los centros penitenciarios, CARCEDO GONZÁLEZ, R., REVIRIEGO PICÓN, F.,
(Eds.), Amaru Ediciones, Salamanca, 2007.
9
R. BERGALLI desde una perspectiva muy crítica nos habla de conceptos desfasados que
provocan que se caiga en meros discursos autoalimentadores de prácticas penitenciarias
negativas, Introducción al libro Cárcel y Derechos Humanos. Un enfoque relativo a la
defensa de los derechos fundamentales de los reclusos, RIVERA BEIRAS, I., (Coord.), Bosch,
Barcelona, 1992.
10
Reeducación y reinserción social. Tratamiento penitenciario. Análisis teórico y
aproximación práctica, Ministerio del Interior, Madrid, 2007.
11
GARCÍA-PABLOS DE MOLINA, A., Tratado de Criminología, Tirant lo Blanch, Valencia,
2003, págs. 1120/1121.
12
ÁLVAREZ GARCÍA, F.J., “La reeducación y reinserción social en el momento de la
conminación", El nuevo Derecho Penal español. Estudios penales en Memoria del profesor
José Manuel Valle Muñiz, Aranzadi, 2001, pág. 41.
13
Íbidem.
5
14
“El artículo 25.2 CE: algunas consideraciones interpretativas sobre la reeducación y
reinserción social como fin de las penas privativas de libertad”, Revista Jurídica de Castilla y
León, nº extraordinario, 2004, pág. 353.
15
“La Constitución como fuente del Derecho”, La forma del Poder (Estudios sobre la
Constitución), Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1993, pág. 90.
16
“El artículo 25.2 CE: algunas consideraciones interpretativas sobre la reeducación y
reinserción social como fin de las penas privativas de libertad”, Revista Jurídica de Castilla y
León, nº extraordinario, 2004, pág. 366.
17
“El valor constitucional del mandato de resocialización”, Revista Española de Derecho
Constitucional, nº 63, 2001, pág. 78.
18
MARTÍN DIZ apunta que desde la práctica se constata “como parece insostenible la utopía
de la resocialización absoluta ni relativa de todos y cada uno de los penados privados de
libertad, en similares términos a como lo planteaba ROXIN desde el campo dogmático,
utilizando como técnica la contraria al fin pretendido, la paradoja más palmaria, la
preparación de la libertad desde su ausencia más radical. E incluso no admitimos, sin querer
con ello pecar de extremistas, el argumento de que el tratamiento penitenciario contempla,
como vías de reinserción, tanto la técnica de los permisos penitenciarios como la más
avanzada de la libertad condicional y que por tanto la preparación a la libertad contiene
aproximaciones paulatinas a ella, siendo innegables estas realidades del tratamiento
penitenciario quizá los obstáculos se encuentren más en la mentalidad social o en la propia
conducta del interno que en el fin resocializador de la pena en sí”, El Juez de Vigilancia
Penitenciaria. Garante de los derechos de los reclusos, Comares, Granada, 2002, pág.
29. Previa a estas reflexiones ofrecerá el autor un dato que a su entender deja en entredicho la
suficiencia y aptitud de los tratamientos penitenciarios: el sesenta y dos por ciento de la
población reclusa en nuestro país es reincidente. En un sentido contrario GARCÍA-PABLOS DE
MOLINA nos habla de un “inequívoco giro optimista, razonablemente optimista, en la doctrina
científica, así como un consenso científico en torno a determinadas estimaciones que
distinguen, con prudencia, mayores o menores cotas de rendimiento en función de concretas
resulta ilustrativo en orden a apuntar su complejidad, que cuando el propio
legislador ha querido significar la necesidad de su alcance y potenciar su
consecución lo ha hecho haciendo referencia a la necesidad de sustituir las
penas privativas de libertad por otras alternativas.
Buen ejemplo de ello lo podemos encontrar en la propia exposición de
motivos del Código Penal del 95.
Poza Cisneros y Landrove Díaz hablarán así de una curiosa paradoja
que denota una idea que compartimos sin dificultad: “la prisión –pena básica
entre las privativas de libertad- no es el instrumento idóneo de resocialización
y es preciso, por ello, encontrar alternativas a la misma”19. El objetivo sería ya
no resocializar (por imposible) sino “aspirar a que las sanciones penales y,
especialmente la pena privativa de libertad, no desocialicen más a la persona
que queda sometida a ella”20.
La masificación de los centros penitenciarios es una de las razones
fundamentales de esa dificultad. Ilustrativas por sí solas resultan algunas tasas
de masificación: Ceuta (378%); Martutene (272%); Murcia (247%); Basauri
(234%), Ibiza (224%), etc21. En la actualidad, la población reclusa, según
datos del Ministerio del Interior es de 66.479 internos en el año en curso
(datos de septiembre de 2007) habiéndose incrementado sensiblemente, como
podemos observar, respecto de los años anteriores, 63.248 en 2006, 60.707 en
2005, 58.655 en 2004, 54.497 en 2003, 50.537 en 2002 o 46.594 en 2001.
Hasta tal punto parece haberse asumido esta masificación como una suerte de
variables”, Tratado de Criminología, Tirant lo Blanch, Valencia, 2003, pág. 1122. Véase,
también, SEGOVIA, J.L., En torno a la reinserción social y a otras cuestiones penales o
penitenciarias”, Anuario de la Escuela de Práctica Jurídica, nº 1, 2006, pág.1.
19
LANDROVE DÍAZ, G., “Prisión y sustitutivos penales", El nuevo Derecho Penal español.
Estudios penales en Memoria del profesor José Manuel Valle Muñiz, Aranzadi, 2001, pág.
427; POZA CISNEROS, M., “Formas sustitutivas de las penas privativas de libertad”,
Cuadernos de Derecho Judicial, nº 24, 1996. Sobre la crisis de la ideología del tratamiento y
del ideal resocializador, puede verse, OLARTE HURTADO, A., Alternativas a la cárcel en
Euskadi: el trabajo en beneficio de la comunidad, Colección Derechos Humanos P. Francisco
de Vitoria, Ararteko, Vitoria, 2006, págs. 31 y ss; HASSEMER, W., MUÑOZ CONDE, F.,
Introducción a la Criminología y al Derecho Penal, Tirant lo Blanch, Valencia, 1989.
20
OLARTE HURTADO, A., Alternativas a la cárcel en Euskadi: el trabajo en beneficio de la
comunidad , Colección Derechos Humanos P. Francisco de Vitoria, Ararteko, Vitoria, 2006,
pág. 35.
21
Fuente: Dirección General de Instituciones Penitenciarias. La propia Directora General de
Instituciones Penitenciarias M. GALLIZO reconoció en febrero de 2006 la “sobreocupación”
de la práctica totalidad de los centros penitenciarios, aunque consideraba que ello no permitía
hablar de “hacinamiento” en tanto que dicho término haría referencia a condiciones de vida
penosas que entiende que no concurrirían, Fuente: Diario ABC, 15 de febrero de 2006.
Vinculado a esta cuestión se encuentra el tema de la competencia sobre las decisiones en
materia de necesidades de instalaciones penitenciarias, tema abordado por el Tribunal
Constitucional en la STC 14/2004, de 12 de febrero; recordemos así que la Ley 7/1998, de 16
de julio, de ordenación del territorio de la Comunidad de Aragón se recogió la prohibición de
“no instalación en usos penitenciarios cuya capacidad supere a la media de la población
reclusa generada en Aragón en los últimos cinco años”. Dicha previsión fue declarada
inconstitucional al caer bajo la esfera de la competencia estatal “las decisiones sobre las
necesidades de instalaciones penitenciarias, la distribución de la población reclusa y la
capacidad de aquellas instalaciones, alcanzando dicha competencia la configuración del
sistema penitenciario global. Cualquier previsión normativa autonómica que limite, dificulte
o impida la toma de aquellas decisiones invadirá la competencia estatal”.
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A efectos comparativos sobre la situación en Europa en este punto puede verse, aunque
data ya de un lustro, el Informe sobre los Derechos Fundamentales en la Unión Europea en
2002 elaborado por la Comisión de Derechos y Libertades de los Ciudadanos, Justicia y
Asuntos Interiores, del Parlamento Europeo.
23
Este Real Decreto fue aprobado con ocasión de la STS de 7 de diciembre de 2005 que
declaró la nulidad parcial del Real Decreto 562/2004, de 19 de abril, por causa del
nombramiento, sin suficiente motivación, de varios Directores Generales que no reunían la
condición de funcionario –entre ellos la de la propia Directora General de Instituciones
Penitenciarias-; recordemos que el artículo 18.2 de la LOFAGE establece que “Los
nombramientos habrán de efectuarse de acuerdo con los criterios establecidos en el apartado
10 del artículo 6 entre funcionarios de carrera del Estado, de las Comunidades Autónomas o
de las Entidades locales, a los que se exija para su ingreso el título de Doctor, Licenciado,
Ingeniero, Arquitecto o equivalente, salvo que el Real Decreto de estructura del
Departamento permita que, en atención a las características específicas de las funciones de
la Dirección General, su titular no reúna dicha condición de funcionario”.
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Todo ello debe unirse a la idea de que “el ejercicio de estos cometidos públicos en materia
penitenciaria exige un amplio conocimiento de esta realidad y supera las tradicionales
funciones técnicas de gestión de recursos humanos, materiales, económicos, etc., propias de
otros órganos del mismo rango”, argumento utilizado para volver a nombrar tras su
protocolario cese a la actual Directora General de Instituciones Penitenciarias (Reales
Decretos 100, 116 y 117/2006, de 3 de febrero).