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Las relaciones de especial sujeción en la Constitución Española, cit., pág. 249. Otro criterio
puede verse en BALAGUER SANTAMARÍA, J., “Disponibilidad del derecho a la vida en el
ámbito penitenciario: huelga de hambre”, Ministerio Fiscal y sistema penitenciario, VVAA,
Centro de Estudios Judiciales, Madrid, 1992.
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Las relaciones de sujeción especial, cit., pág. 401.
terceros, afirmar que el Estado debe proteger a toda costa la vida de personas
plenamente capaces no es sino una manifestación de paternalismo, pues no es
correcto condicionar la intervención administrativa en la genérica libertad de
los particulares al fin perseguido por éstos”.
Añadirá por último que “hay que tener presente que este supuesto tal
vez hubiera podido ser formulado como un problema de libertad de
expresión” 9.
Al amparo de esta sentencia, lo cierto es que la clásica máxima “hard
cases make bad law” parece perfectamente aplicable a este supuesto10.
Idéntica doctrina se reitera en la coetánea STC 137/1990, de 19 de
julio, caso “Huelga de hambre II”, con ocasión del recurso de amparo
interpuesto por otros tres reclusos miembros también de dicho grupo.
Con posterioridad a estas sentencias hay que hacer referencia a las
SSTC 11/1991, de 17 de enero y 67/1991, de 22 de marzo, casos “Huelga de
hambre III y IV”, respectivamente, originadas ambas –con desigual suerte
final- por la interposición de recursos de amparo por parte del Ministerio
Fiscal.
En la primera de ellas el recurso del Ministerio Fiscal se produjo
contra las resoluciones judiciales que, ante la petición de la Dirección de un
Centro Penitenciario para alimentar forzadamente a un interno en huelga de
hambre, impedían esa asistencia médica forzada “hasta que, perdida su
conciencia o por tomar una decisión contraria a la actual, precise que se le
presten los auxilios médicos necesarios para la salvaguarda de su integridad
física y moral”.
El Tribunal denegará aquí el amparo solicitado al no existir
diferencias entre lo resuelto por el auto recurrido y el contenido de las
sentencias precedentes del propio Tribunal en esta materia. Concretamente,
ello no radica más que “en algunos matices sobre el momento en que se
permite la alimentación forzosa y la asistencia médica de los ayunantes. Y si
se declaró compatible con la Constitución y con los derechos fundamentales
entonces invocados que la alimentación forzosa tuviera lugar una vez que la
vida de los reclusos en huelga de hambre corriera grave peligro lo que habría
de de determinarse previo los oportunos informes médicos y en la forma que
el Juez de Vigilancia Penitenciaria estableciera, no puede extraerse de esta
declaración que la fijación del momento a partir del cual se permita la
alimentación forzosa, haya de sujetarse necesariamente al mismo momento en
9
Sistema de Derechos Fundamentales, Thomson-Cívitas, Madrid, 2003. págs.
231/232. Sobre la argumentación jurídica utilizada, veáse, también, ATIENZA RODRÍGUEZ, M.,
“La huelga de hambre de los Grapo”, Claves de la Razón Práctica, nº 14, 1991. De ejercicio
del derecho a la libertad de expresión nos hablará también MAPELLI CAFFARENA, B., “El
sistema penitenciario, los derechos humanos y la jurisprudencia constitucional”,
Tratamiento penitenciario y derechos fundamentales, VVAA, Bosch,
Barcelona, 1994, págs. 29 y ss. Una reflexión más amplia sobre esa concepción
paternalista puede verse en TOMÁS-VALIENTE LANUZA, C., La disponibilidad de la propia
vida en el Derecho Penal, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
Madrid, 1999.
10
Coetánea en el tiempo es la conocida sentencia del Tribunal Supremo de los Estados
Unidos, Washington v. Harper (494 US 210, 1990) sobre el rechazo de tratamientos
psicotrópicos forzados, cuya lectura recomendamos.
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todos los casos en que resulte aplicable el artículo 3.4 de la Ley Orgánica
General Penitenciaria”, no correspondiendo al Tribunal “establecer el
momento y la forma en que haya de procederse de manera coactiva para evitar
riesgos intolerables para la vida del interno (..) dado que ello supondría una
clara injerencia en la competencia propia de la Administración Penitenciaria
y, en su caso, de los órganos judiciales establecidos al efecto”.
La segunda de las sentencias apuntadas, STC 67/1991, de 22 de
marzo, caso “Huelga de hambre IV”, que otorgó el amparo al Ministerio
Fiscal, es sustancialmente diferente. En este caso nos encontramos ante varias
reclusas en huelga de hambre reivindicativa a las que los órganos judiciales
determinaron en primera instancia la necesidad de su alimentación forzosa
con la finalidad de salvaguardar su vida; tras su traslado de centro y ante una
nueva solicitud ante los tribunales correspondientes de que se respetara su
voluntad de permanecer en huelga de hambre, se optó por dejar sin efecto la
alimentación asistida. El Tribunal estimará el amparo por vulneración del
derecho a la tutela judicial efectiva, sobre la base de que si se llegara a admitir
que el traslado de reclusos de un establecimiento penitenciario a otro pudiera
posibilitar la alteración de resoluciones judiciales firmes que causan estado
por referirse al “status de los internos” –como era el caso- “la inseguridad
jurídica sería absolutamente intolerable, pues dependería de un acto
administrativo –la orden de traslado- la efectividad y el cumplimiento de las
resoluciones judiciales”.
***
Junto a esta cuestión el Alto Tribunal ha debido abordar en
diferentes ocasiones tanto cuestiones atinentes a la progresión en grado,
concesión de libertad condicional… en casos en que el recluso padece una
enfermedad incurable, como la eventual afección de medios de seguridad y
control (rayos X o eventuales cacheos, por ejemplo) en la integridad física y
moral de aquel. Y, asimismo, las implicaciones que en este derecho conlleva
la denegación de comunicaciones íntimas al recluso, de determinados
tratamientos y la propia sanción del aislamiento en celda del mismo. De igual
forma, aunque se escaparía del objeto estricto de estas notas, lo ha abordado
con relación a la eventual concesión de extradiciones a determinados países11.
11
En la reciente STC 140/2007, de 4 de junio, el Tribunal Constitucional estima el amparo
interpuesto por un ciudadano español contra el Auto del Pleno de la Sala de lo Penal de la
Audiencia Nacional confirmatorio de su extradición a Perú para continuar cumpliendo la
condena impuesta por delito de tráfico de drogas, interrumpida tras su fuga de la cárcel donde
cumplía condena. El Tribunal declara vulnerado el derecho del recurrente a la tutela judicial
efectiva en relación con el derecho a no ser sometido a tratos inhumano o degradantes al
haberse limitado la Audiencia Nacional a dar una respuesta genérica e insuficiente a las
alegaciones relativas al trato vejatorio sufrido durante su estancia en prisión y a las posibles
vejaciones a sufrir en el futuro, ofreciendo una respuesta limitada al plano teórico-legislativo
sobre la situación penitenciaria del Estado peruano, dejando de lado informes presentados
sobre la efectiva situación práctica de los centros penitenciarios elaborados por el Defensor
del Pueblo de dicho país. Apuntar como dato que la prisión en la que el recurrente cumplía
condena estaba al cuatrocientos por ciento de capacidad y, asimismo, que los primeros datos
ofrecidos tras su fuga por la prensa, indicaban, no que se hubiera producido tal fuga, sino que
había sido víctima de canibalismo por parte de otros internos.
Como se encarga de recordar Diez-Picazo, la mayor parte de los
casos sobre tortura y tratos inhumanos o degradantes en nuestra
jurisprudencia constitucional se refieren al ámbito penitenciario “lo que no es
sorprendente, ya que la limitación de derechos inherente a la privación de
libertad da lugar a menudo a prácticas y situaciones que se hayan en esa
franja de incertidumbre entre lo que es constitucionalmente admisible y lo
que no lo es”12.
*
Podemos hacer referencia de esta manera a las SSTC 25/2000, de 31
de enero, y 5/2002, de 14 de enero, casos “Enfermedad grave e incurable y
suspensión de la ejecución de condena I y II”, respectivamente13, y muy
especialmente a la STC 48/1996, de 25 de marzo, caso “Enfermedad grave e
incurable y tratamiento”, única sentencia en la que se ha estimado el recurso
amparo interpuesto por un interno en un centro penitenciario sobre la base del
derecho del recurrente a la vida y a la integridad física.
Comenzando por la segunda de las sentencias apuntadas (STC
5/2002, de 14 de enero) debemos reseñar que el tema de fondo fue la
denegación de la suspensión de la condena a un recluso que alegaba padecer
una enfermedad muy grave que ocasionaba padecimientos incurables, ello, al
amparo de las previsiones del artículo 80 del Código Penal14. El Tribunal
Constitucional no consideró que existiera lesión alguna en tanto que en las
resoluciones recurridas se realizó a su criterio una “concreta fundamentación,
perfectamente razonable, en torno a la inexistencia de riesgo grave cierto para
la vida e integridad tanto física como moral, del recurrente, identificando
adecuadamente el contenido de los correspondientes derechos
fundamentales”15.
La STC 25/2000, de 31 de enero, caso “Enfermedad grave e
incurable y suspensión de la ejecución de la condena I”, sí se estimará el
amparo interpuesto, en este caso por vulneración de la tutela judicial efectiva,
al no haberse exteriorizado las razones por las que se estimaba o no la
concurrencia del presupuesto habilitante de la suspensión ni ponderar ni
justificar la improcedencia de la suspensión en el caso individual que
permitiera considerar la necesidad de primacía del valor de la seguridad
colectiva sobre el de la integridad física de aquél. Lógicamente no
corresponde al Alto Tribunal valorar la concurrencia o no de la enfermedad
12
Sistema de derechos fundamentales, Thomson-Cívitas, Madrid, 2003. pág. 231. La cursiva
es nuestra.
13
Véanse también los AATC 49/2000, de 16 de febrero y 350/1996, de 9 de diciembre.
14
“Los Jueces y Tribunales sentenciadores podrán otorgar la suspensión de cualquier pena
impuesta sin sujeción a requisito alguno en el caso de que el penado esté aquejado de una
enfermedad muy grave con padecimientos incurables, salvo que en el momento de la
comisión del delito tuviera ya otra pena suspendida por el mismo motivo».
15
Dentro de la amplia jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en este
punto, véase la Sentencia de 14 de diciembre de 2004, caso “Gelfmann v. Francia”, relativa a
la (eventual) violación del artículo 3º del Convenio; en dicha resolución el Tribunal reiterará
que dicho artículo no debe interpretarse en el sentido de que se establezca la obligación
general de liberar a un recluso por motivos de salud aunque padezca una enfermedad
particularmente difícil de tratar.
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16
Sobre esta cuestión, véase, la STEDH Mouisel c. Francia de 14 de noviembre de 2002.
del Pueblo “podría calificarse sin duda de un medio de registro más que de
una intervención corporal”17.
*
La aplicación de determinadas formas o medidas, no ya los
instrumentos específicos en orden a la consecución de dicha seguridad,
también se encuentra en el fondo de otros supuestos de hecho conocidos por
el Tribunal Constitucional.
Por ejemplo, la STC 57/1994, de 28 de febrero, caso “Cacheos con
desnudo integral y comunicaciones íntimas de los reclusos”, donde al interno
recurrente se le había sancionado con aislamiento en celda por negarse a
obedecer, tras una comunicación íntima, las ordenes de un funcionario de
desnudarse completamente y realizar flexiones ante él para un registro
corporal. En el recurso presentado, amén de la invocación de otros derechos,
el interno recurrente alegará que dicha acción ha de ser entendida como un
“trato inhumano y degradante”, prohibido por el artículo 15 CE. El Tribunal
no entenderá la existencia de tal vulneración “ni por su contenido” (de las
ordenes impartidas) “ni por los medios utilizados”, al considerar que no
acarrearon sufrimientos “de especial intensidad o provocaron una humillación
o envilecimiento del sujeto pasivo”, cuestión que no impidió en todo caso la
estimación del amparo por vulneración del derecho a la intimidad personal del
recluso, como luego veremos con detalle en el apartado correspondiente.
En el mismo sentido, cabe citar la STC 204/2000, de 24 de julio,
caso “Cacheos con desnudo integral y comunicaciones íntimas de los reclusos
II”, que igualmente procederá a reconocer vulnerado este último derecho.
Con alguna variación, aquí nos encontramos aquí con el recurso de
un interno sancionado por negarse a proporcionar una muestra de orina tras un
cacheo con desnudo integral, podemos citar la STC 196/2006, de 3 de julio18,
caso “Cacheo y prueba pericial”; en este supuesto dicha muestra tenía como
causa la propia solicitud de prueba del interno en unas actuaciones judiciales
en orden a demostrar que había superado su consumo de sustancias tóxicas.
*
También se ha planteado si la imposibilidad de mantener relaciones
sexuales mediante las comunicaciones íntimas implica la sumisión a un trato
inhumano y degradante (STC 89/1987, de 3 de junio, caso “Comunicaciones
íntimas de los reclusos”) con ocasión de la denegación sistemática por parte
de la Dirección de un centro penitenciario del disfrute de comunicaciones
especiales a los penados clasificados en primer grado de tratamiento y a los
internos que se encontraren sujetos al régimen especial del artículo 10 de la
Ley General Penitenciaria.
Tampoco apreciará aquí el Tribunal Constitucional la existencia de
estos tratos por idénticas razones a las apuntadas en el supuesto anterior. A
17
Véase, a título de ejemplo, el Informe del Defensor del Pueblo correspondiente a 2001.
18
No existen a criterio del Tribunal en el supuesto de autos tales tratos inhumanos o
degradantes ni por su finalidad ni por su mismo contenido o por los medios utilizados.
11
todo ello añadirá el Tribunal que la privación de la libertad es sin duda un mal
del que forma parte “sin agravarlo de forma especial la privación sexual”.
*
Por lo que respecta a la aplicación de tratamientos médicos
alternativos en centros penitenciarios podemos hacer referencia al supuesto de
hecho conocido por la STC 159/1998, de 13 de julio, caso “Arcilla para uso
terapéutico”, en donde el recurso de amparo tuvo su origen en la prohibición
de la entrada en el centro penitenciario de determinados barros terapéuticos
para la cura de una enfermedad reumática del interno. Dicha prohibición se
hizo sobre la base de motivos de seguridad que, a criterio del recurrente,
tenían un contenido impreciso. En este concreto caso el Tribunal no entró a
valorar en modo alguno el supuesto al haberse interpuesto el recurso
extemporáneamente. Debemos señalar no obstante que resulta ciertamente
criticable, no ya el criterio de la Dirección del Centro Penitenciario, sino la
propia actuación del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria que desestimó la
queja contra esta decisión con este escueto e insuficiente fundamento: “Se han
practicado las actuaciones que se consideran suficientes para determinar la
naturaleza y circunstancias de los hechos denunciados sin que se haya
acreditado la existencia de desviaciones en el cumplimiento de los preceptos
penitenciarios, por lo que se procede a desestimar la queja interpuesta por el
interno”.
*
Cabe apuntar por último, con relación a este derecho, las reflexiones
vertidas respecto de la sanción de aislamiento en celda19 que, recordemos, es
de aplicación en aquellos casos en que se manifieste en el interno una
“evidente agresividad o violencia” y asimismo cuando éste de forma reiterada
altere gravemente la normal convivencia en el centro. Estamos ante una
sanción a utilizar sólo en casos extremos y que únicamente implica una
“confinación separada, limitando la convivencia social con otros reclusos”,
pero que se efectúa en celdas de dimensiones y condiciones completamente
normales y que le permite llevar una vida regular aparte de poder hacer uso
del resto de beneficios del que disfrutara el resto de internos20.
No entenderá el Tribunal en modo alguno que su imposición,
conforme las estrictas garantías previstas en la ley penitenciaria, impliquen
19
STC 2/1987, de 21 de enero, caso “Disciplina penitenciaria”, entre otras.
20
“Artículo 43.1 LOGP. La sanción de aislamiento se cumplirá con informe del médico del
establecimiento, quien vigilará diariamente al interno mientras permanezca en esa situación,
informando al director sobre su estado de salud física y mental y, en su caso, sobre la
necesidad de suspender o modificar la sanción impuesta. 2. En los casos de enfermedad del
sancionado, y siempre que las circunstancias lo aconsejen, se suspenderá la efectividad de la
sanción que consista en internamiento en celda de aislamiento, hasta que el interno sea dado
de alta o el correspondiente órgano colegiado lo estime oportuno, respectivamente. 3. No se
aplicará esta sanción a las mujeres gestantes y las mujeres hasta seis meses después de la
terminación del embarazo, a las madres lactantes y a las que tuvieran hijos consigo.4. El
aislamiento se cumplirá en el compartimento que habitualmente ocupe el interno, y en los
supuestos de que lo comparta con otros o por su propia seguridad o por el buen orden del
establecimiento, pasará a uno individual de semejantes medidas y condiciones.
una pena o trato inhumano o degradante; cosa diversa, como recuerda en su
argumentación, sería el eventual aislamiento en las conocidas “celdas
negras”21, confinamiento absolutamente aislado o cerrado, que envolvería
condiciones manifiestamente inhumanas, atroces y degradantes.
El Tribunal Constitucional traerá a colación aquí la doctrina de la
Comisión de Estrasburgo en este punto, pues en múltiples ocasiones ha
debido examinar quejas sobre esta cuestión por causa de su posible colisión
con el artículo tercero del Convenio de Roma. El confinamiento en solitario
“debido a exigencias razonables”, a criterio de la Comisión, no constituiría
per se un un tratamiento inhumano o degradante y únicamente lo sería
“cuando por las condiciones (alimentación, mobiliario, dimensiones de la
celda), circunstancias (de acceso a biblioteca, periódicos, comunicaciones,
radio, control médico) o duración, se llegue a un nivel inaceptable de
severidad”.
Esta misma problemática se ha abordado igualmente en otras
sentencias posteriores con igual valoración.
Todo lo más cabe singularizar otro de los supuestos conocidos por el
Alto Tribunal en el que se plantea el particular régimen de internos
clasificados en primer grado de tratamiento o con aplicación del régimen del
artículo 10 de la Ley Orgánica General Penitenciaria, supuesto conocido por
la STC 119/1996, de 8 de julio, caso “Régimen de vida penitenciario”.
Este régimen, establecido en virtud de la Orden Circular de la
Dirección General de Instituciones Penitenciarias de 2 de agosto de 1991
(“Normas comunes tipo para internos clasificados en primer grado de
tratamiento o con aplicación del régimen del artículo 10 de la LOGP –
preventivos-), implica básicamente el aislamiento en celda durante veintidós
horas diarias, con dos horas de patio en solitario, privación de toda actividad
en común, intervención de comunicaciones orales y escritas, etc..
Sin duda, resulta de interés aquí la lectura del voto particular
formulado a dicha sentencia por el magistrado Viver Pi-Sunyer, en donde se
sostiene que hubiera debido ser estimado el amparo por vulneración del
principio de legalidad del artículo 25.2 de la Constitución, ya que, aunque no
puede afirmarse en puridad que la medida de aislamiento sea privativa de
libertad, “pues dicha calificación se reserva técnicamente a la privación de la
manifestación esencial de la ambulatoria, y la medida analizada tiene como
sujeto pasivo al que está privado de ella en dicho sentido- sí que se constata
que en el aislamiento prolongado se suprimen de modo evidente otras
manifestaciones remanentes de la citada libertad”, y una medida de
aislamiento como la aquí abordada sólo resulta admisible si tuviere cobertura
en la ley. Y ello entiende que no ocurre en tanto que el artículo 72.2 de la Ley
Orgánica General Penitenciaria se limita a prever el destino de estos internos
en establecimientos de régimen cerrado mientras que respecto de la concreta
disciplina establece en su artículo 10 que “el régimen de estos centros se
caracterizará por una limitación de las actividades en común de los internos y
21
Sobre esta específica cuestión (celdas negras o ciegas) véase lo apuntado por la STS de 26
de octubre de 1989 –Sala 2ª-.
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