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Cuadro # 1
Población privada de libertad en Guatemala
Los últimos dos años, ha habido sectores interesados en reformar el sector justicia,
aunque conforme nuestro criterio, con las iniciativas presentadas, hasta el
momento, que muestran intereses de sectores políticos y económicos, realmente se
está perjudicando al sistema penitenciario de Guatemala, convirtiéndose en el talón
de Aquiles de la Justicia del país.
1 Doctor en Ciencias Penales, especialista en derecho constitucional. Magistrado suplente en la Corte de apelaciones, docente, asesor y
revisor de tesis doctorales en Programa de Estudios Internacionales de la Universidad de San Carlos de Guatemala, USAC, docente en
maestría en derecho procesal y doctorado en derecho y justicia de la Universidad Panamericana. doctormedinabermejo@gmail.com
Para comenzar y entrar en materia, sin más aspavientos, refiero a uno de los
grandes, sino el más grande del garantismo, Luigüi Ferrajoli, quien expone en forma
cruda pero muy real, lo que define como la “cifra negra de la justicia”, misma que
subdivide en tres elementos (los no condenados, los inocentes condenados y los
que siendo culpables han sido dejados en libertad), y que, en el caso específico de
Guatemala, me he tomado la tarea de estudiar y exponer más adelante.
Nuestro sistema de justicia, quizá con enorme razón, ha sido criticado, aduciendo
los críticos del mismo que es lento, genera desgaste a las víctimas, no produce la
resocialización del criminal y no pocas veces condena a inocentes. Esto sin contar
lo que implica la permanencia en los centros carcelarios del país, en donde
pareciera existir otro Estado, con normas y autoridades propias, donde los
delincuentes hacen sucumbir a los más débiles, a los más pobres y a quienes no
cuentan con una organización de respaldo.
2 René Girard, en su libro el chivo Expiatorio, página 21, define de esta forma a la estimulación de los medios de comunicación social para
la creación de estereotipos que criminalizan acciones que antes no eran punitivas.
Hay quienes, dentro de los detractores del sistema de justicia guatemalteco, que de
entrada admitimos contiene numerosas falencias que le debilitan y lo vuelven lento
y muchas veces inoperante, sin ser estudiosos, doctrinólogos o cientistas del
derecho, son del criterio que “si no puedes pagar la condena, no debes cometer
el crimen”, verbigracia: únicamente pueden cometer crímenes quienes tienen
cómo “pagar la condena”.
Otros, no tan pocos, por cierto, pero quizá los más estudiosos, parten de la premisa
que el sistema jurídico nacional, al igual que las leyes y todo el sistema de división
de poderes del Estado guatemalteco está dirigido específicamente para y contra los
más pobres, por lo que se amparan en la premisa que “La Ley sólo pica pie
3 Referido en escrito de Prensa Libre del siete de octubre del 2017 “Las cárceles de Guatemala están fuera de control”
descalzo”4, son de la firme convicción que efectivamente el sistema de justicia no
se aplica para personas con recursos económicos, sino para los pobres, para las
inmensas masas que no cuentan con la educación, los recursos, los defensores ni
las influencias como para poder acceder a un proceso justo y fundado en ley. Dicha
sentencia, que advertimos al pie de página es adjudicada a Monseñor Romero, hace
acústica más, no sintonía, con la primera frase que hemos referido: “si no puedes
pagar la condena, no debes cometer el crimen.”
4 Frase que se le adjudica a Monseñor Oscar Romero, clérigo salvadoreño asesinado en la época de guerra interna en el hermano país
centroamericano.
5 Guatemala: hacia un Estado para el desarrollo humano. Informe Nacional de Desarrollo Humano 2009/2010 del Programa de las Naciones
Pero qué hacer si no hay suficientes fiscales en todo el país, si muchos son
corruptos y otros son incapaces o simplemente no nacieron para formar parte del
equipo de investigadores, criminólogos y especialistas que debería haber en el
Ministerio Público. El resultado es lamentable, y aunque desde hace algunos años
(2009), se firma el Acuerdo Nacional para el avance de la seguridad y la justicia, y
con éste se empodera al Ministerio Público como si fuese un poder paralelo a los
tres organismos del Estado, lo que se traduce no sólo en la mora judicial provocada
por el ente investigador, sino actitudes de prepotencia y discriminación similares a
la Gestapo alemana o las controversiales organizaciones que hace cuatro décadas
existieron en el país como la controversial G2.
Por cierto, conforme dicho “Acuerdo”, preparado por los dos representantes de las
iglesias, el Procurador de los Derechos Humanos y el rector de la universidad estatal
(último que ha sido señalado de estar involucrado en hechos no tan transparentes
y quien nunca deja de tratar de tener su tajada en las instituciones de derecho y del
Estado), queda en evidencia que se trató de una propuesta de cuatro personas,
puesto que ninguno de ellos puede arrogarse la representación del pueblo católico,
evangélico, los profesionales, docentes y alumnos universitarios del país ni de los
sectores que luchan por los derechos humanos en Guatemala. No obstante,
mediante ese controversial Acuerdo, se pretende que, conforme diez ejes temáticos
y 101 acciones, se reduzca la violencia y se implemente una acción de combate
contra el crimen organizado.
Este último argumento lo compartimos plenamente, y queda claro que desde las
cárceles y en las cárceles de Guatemala, se cometen otros ilícitos incluso por
quienes deben salvaguardar a los prisioneros, pero debemos ser honestos al
señalar que el informe de la Alta Comisionada se quedó corto, primero porque
parece haber obtenido información de hechos referenciales o circunstanciales … de
lo que les contaron, puesto que por lo que indica su informe, no tuvo la oportunidad,
ella ni su equipo, de visitar los centros carcelarios del país y constatar que
efectivamente, con autorización de los guardias penitenciarios, los prisioneros
someten a castigos, maltratos y tortura a quienes no pagan la talacha, que es una
manera de extorsionar a los nuevos, a los recién ingresados, y quienes en su
mayoría, provienen principalmente de estratos sociales desposeídos.
Quizá la experta observó que no pocos son los prisioneros que ostentan cierto poder
en los sectores carcelarios, en donde cobran por los alimentos, tienen grupos que
les protegen (su propia seguridad), pueden deambular con libertad entre los
guardias, a quienes tratan como amigos o empleados suyos, e incluso pueden salir
a conversar con sus abogados, mujeres y amistades en las oficinas del director
6Informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para Derechos Humanos sobre las actividades de su oficina en Guatemala
(2009), citado en el Informe del PNUD antes referido.
(alcaide) del centro carcelario. Por su puesto, acá no contemplamos la cárcel VIP
que constituye el Cuartel de Matamoros.
Acaso no son los guardias penitenciarios los que permiten el ingreso, incluso
descarado de drogas, puesto que antes se las ocultaban en sus no tan nobles partes
las amasiatas de los prisioneros, pero ahora las introducen mediante el pago de
comisiones o favores especiales, y ya no sólo drogas, sino teléfonos celulares y
hasta armas de grueso calibre.
Sí, este si es un problema en las cárceles, porque los prisioneros y los propios
guardias se han encargado de destruir los controversiales bloqueadores de telefonía
celular, pero que ha quedado claro que sí funcionan, porque en el nefasto gobierno
de los patriotas (2011-2015), cuando participamos en 23 manifestaciones en el año
2015, nos colocaron una serie de bloqueadores que impedían que se transmitiera
desde nuestros celulares e incluso los canales de televisión abierta y de cable
tuvieron problemas para enviar sus señales en vivo. Entonces ¿por qué en las
cárceles no funcionan?, y aduciendo que no funcionan ¿por qué los han destruido?
¿Qué ha ocurrido con las requisas en las cárceles, en donde no se encuentra nada,
pero a los pocos días hay balaceras y reos muertos en los motines? Las requisas,
junto a los traslados de los condenados han sido una burla al sistema penitenciario,
porque los policías de presidios están involucrados, y por ello, siempre hay fugas
organizadas cuando se anuncian traslados o se preparan las interceptaciones de
los convoyes en el camino, donde se transportará a los prisioneros.
Cuando nos referimos a la cifra negra dentro del sistema penitenciario no podemos
olvidar lo que se reproduce con estereotipos y calificativos previamente concebidos
por medio de prejuicios, no de pocos jueces, fiscales y abogados, quienes
estigmatizan un tatuaje, una joroba, un rostro torcido o dañado, una marca de
nacimiento o incluso un carácter fuerte. Cabe recordar a aquellos médicos
(Lombroso, Garofalo y Ferri…) para quienes los ladrones, los violadores y en fin
todos los delincuentes estaban definidos por características físicas como la ceguera,
la gordura, una deformidad genética, el color de la piel, las enfermedades
hereditarias, los ojos taciturnos y, en fin, todo lo que mostraba diferencia ante la
sociedad. A ellos, agrega Girard, que igualmente se considera que los no creyentes,
los ateos o los de otras religiones (como ocurrió con los católicos en Roma, los
judíos en Alemania y, en fin, las persecuciones que aún se reportan en el medio
oriente) al igual que las diferencias de talla y proveniencia cultural o étnica son
objeto de criminalización, en nuestras, cada vez más, intolerantes sociedades.
El conflicto, como podemos deducir, es el estigma que se tiene sobre los prisioneros
de las cárceles, a quienes se les considera atrofiados sociales y a quienes como
enemigos del Estado se les debe castigar con dureza, aunque entre ellos, como ya
indicamos, haya inocentes o culpables de delitos menores, frente a criminales
reincidentes y policías penitenciarios que nada tienen que envidiar al peor de los
internos. Por su puesto que tampoco se propone lo que en su novela Crimen y
Castigo plantea Fedor M. Dostoievski, para quien la muerte de una vieja usurera en
manos de su protagonista (Raskolnikov) genera duda sobre si realmente se ha
registrado un crimen, o si, por el contrario, ha liberado de un mal mayor a mucha
gente buena.
De dicha cuenta, no podemos admitir que quienes están en las cárceles son parte
de la anomia social existente, puesto que los desadaptados, los desviados o los
otros como desvelan en sus estudios Becker, Durkheim, Merton, Tarde y Foucault,
entre otros, no están en las cárceles necesariamente, puesto que muchos incluso
están haciendo gobierno (y esto no es una broma en nuestro país ni en muchas
naciones de Latinoamérica).
Importante advertir, a nuestro dilecto lector, que el espíritu del artículo 19, conforme
la Corte de Constitucionalidad7, es la readaptación social, esto es, responder a un
eficaz tratamiento del recluso, orientado a su readaptación social y reeducación.
Sin embargo, no hay que confundir el propósito del sistema penitenciario con extraer
más temprano al delincuente que aún no ha superado ese proceso de readaptación,
que aclaro, lamentablemente en Guatemala no existe, pero que está provocando
que asesinos, violadores y otros delincuentes salgan mucho tiempo antes, por la
reducción de las penas que les otorga la norma, pero que niega con ello la
readaptación.
7Gaceta No. 3, expediente No. 170-86, página No. 2 de la resolución del 28 de enero de 1987 y ratificada en la sentencia del dos de mayo
de 1989, contenida en el expediente No. 56-89, página No. 38 de la Gaceta No. 12.
incisos a), b) y c), en ningún caso refieren a la reducción de las penas, por lo que
subraya: “…ninguno de ellos se refiere a reducciones en las penas sino a
tratamiento institucionalizado. No es a través de una rebaja general de penas como
pueden alcanzarse las condiciones mínimas que permitan la reeducación y
reinserción social del condenado a la pena privativa de libertad, y aunque no sea
esta la panacea que va a resolver el problema de la antisocialidad, por el momento
nuestra política criminal no tiene más remedio que seguir recurriendo en gran
número de casos a este tipo de sanción.”
A todo este complejo conflicto hay que agregar con claridad que, conforme lo
expresado por la Corte de Constitucionalidad y el título del libro de Zaffaroni,
quienes nos dedicamos al estudio dogmático y doctrinal del derecho, y quienes lo
aplicamos en procesos ordinarios y constitucionales, tenemos fundadas razones
para admitir que en el país no existe una política criminal de ninguna naturaleza.
Cómo puede ser que el gobierno, ante la incapacidad de sus asesores, considere
que lo que es la función del Ministerio Público, es una política criminal. Aunque es
tema para otro trabajo de investigación, es mi obligación dejar en claro que una
auténtica política criminal debe incluir el todo del sistema de justicia y, por lo tanto,
no puede provenir de una institución tan comprometida y señalada como el
Ministerio Público, quizá no por su última administración, pero sí por su falta de
vocación y compromiso al servicio de los guatemaltecos.
Ya lo dijera Nelson Mandela, quien pasó 27 años de su vida en la cárcel y quien dio
origen a las “Reglas de Mandela”8 sobre tratamiento de los reclusos, adoptadas en
una revisión histórica de las normas de la ONU: “Se dice que no se conoce un país
realmente hasta que se está en sus cárceles. No se debe juzgar a una nación por
cómo trata a sus ciudadanos más destacados, sino a los más desfavorecidos.”
8
Las “Reglas de Mandela” sobre tratamiento de los reclusos, adoptadas en una revisión histórica de las normas de la ONU 22 mayo 2015.
Las Reglas de Mandela incluyen amplias revisiones e incorporaciones a las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos de la ONU,
que datan de 1955. Está previsto que la Asamblea General de la ONU las adopte este año. “Las Reglas de Mandela podrían ser el anuncio
de una nueva era en la que se respeten plenamente los derechos humanos de los presos”, ha dicho Yuval Ginbar, asesor jurídico de Amnistía
Internacional, que asistió a la reunión de Viena. Las Reglas de Mandela podrían ser el anuncio de una nueva era en la que se respeten
plenamente los derechos humanos de los presos. Las Reglas, si se aplican plenamente, contribuirían a que el encarcelamiento dejara ser un
tiempo desperdiciado de sufrimiento y humillación para convertirse en una etapa de desarrollo personal que condujera a la puesta en
libertad, en beneficio de la sociedad en su conjunto. Yuval Ginbar, asesor jurídico de Amnistía Internacional, que asistió a la reunión de
Viena. “Las Reglas, si se aplican plenamente, contribuirían a que el encarcelamiento dejara ser un tiempo desperdiciado de sufrimiento y
humillación para convertirse en una etapa de desarrollo personal que condujera a la puesta en libertad, en beneficio de la sociedad en su
conjunto.” Las Reglas de Mandela contienen ahora un apartado ampliado de principios básicos, incluida la prohibición absoluta de la tortura
y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes. Se asegura la independencia del personal médico y se establecen amplias
restricciones sobre las medidas disciplinarias, como la prohibición de superar los 15 días en régimen de aislamiento. Se proporcionan
instrucciones claras y detalladas sobre asuntos tales como los registros corporales y de celdas, la inclusión de los reclusos en un registro y el
mantenimiento de éste, la investigación sobre muertes y denuncias de tortura y otros malos tratos, las necesidades de grupos concretos, la
inspección independiente de las cárceles, el derecho a representación letrada y otras cuestiones. Amnistía Internacional se unió a una
coalición de ONG e intelectuales que tomaron parte activa en este proceso de cinco años, trabajando en favor de una reelaboración
progresista de las normas. La organización pide a todos los Estados que estudien las Reglas de Mandela y las apliquen plenamente en la ley,
la normativa y la práctica. Se dice que no se conoce un país realmente hasta que se está en sus cárceles. No se debe juzgar a una nación por
cómo trata a sus ciudadanos más destacados, sino a los más desfavorecidos. Nelson Rolihlahla Mandela.
Así las cosas, entonces debemos preguntarnos que, si las cárceles son el referente
de una nación, ¿cómo está nuestro país en relación a nuestros centros
penitenciarios?
Ya observamos ¿cuántos prisioneros hay? pero resulta que no basta con referirnos
al innegable hecho que cerca del cincuenta por ciento de los prisioneros no han sido
juzgados y, por lo tanto. guardan prisión preventiva, sin sentencia firme.
Centros penitenciarios
Masculinos
Cárcel Población Capacidad Hacinamiento
Granja Pavón 2954 960 -1994
Granja Canadá 2851 600 -2251
Granja Cantel 2047 625 -1422
Puerto Barrios 882 175 -707
De Alta Seguridad 288 100 -188
Preventivo Z. 18 4927 1500 -3427
Anexo B, Z. 18 571 240 -331
Fraijanes I 217 160 -57
Fraijanes II 95 40 -55
Pavoncito 681 1050 369
Boquerón 521 80 -441
Zacapa 844 158 -686
Petén 319 115 -204
Cobán 423 120 -303
Chimaltenango 452 140 -310
Quiché 136 86 -50
Mazatenango 462 120 -342
Matamoros z 1 6 16 10
Mariscal Zavala 219 135 -84
TOTAL 18,895 6420 -12,475
Población Capacidad
Dicha sentencia, que en efecto debe ser objeto de estudio para no repetirla, busca
señalar que se perjudica el principio de proporcionalidad en sus sentidos estricto y
9 La sentencia completa puede ser localizada en la página del organismo judicial: www.organismojudicial.gob.gt con el número de carpeta
judicial 01187-2013-00877 de la sentencia del veintidós de junio del dos mil quince.
amplio, al aplicarle, al condenado, lo que taxativamente expresa la norma, con lo
cual se estaría violentando definitivamente lo que refiere a la verdadera pena. Sin
embargo, la mayor aberración planteada por la sentencia del juzgador, corregida en
segunda instancia, es que se busca adherir como fórmula para readaptar
socialmente a un violador, la reducción de la pena o la no imposición de la que le
corresponde. Esto, como se deduce de la opinión de la Corte de Constitucionalidad
no es la fórmula para readaptar a un criminal y menos si se trata de violadores y
asesinos.
Estas personas, los culpables de los delitos que perjudican de por vida a la víctima,
conforme criterio del ensayista, merecen sanciones principales como la prisión y
mientras ésta no sea sustituida por otro tipo de acciones, debe sufrir
encarcelamiento especializado, en el que sin mayores comodidades se les otorgue
tratamiento psicológico y les motive a comprender el daño que han ocasionado
muchas veces no a una sino a varias víctimas, principalmente menores de edad.
Sin embargo, qué ocurre cuando se desnuda la realidad del sistema penitenciario
de Guatemala y se recurre al principio seis de la referida ley específica, que indica:
“Por ningún motivo o factor se realizarán actos discriminatorios a las personas
reclusas. No se consideran discriminatorias las medidas que se apliquen con arreglo
a la ley y que tiendan a proteger exclusivamente los derechos y la condición especial
de la mujer, en particular de las mujeres embarazadas y las madres lactantes, los
enfermos y los que padezcan algún impedimento físico. Tampoco se considera
discriminatorio el hecho de separar dentro de los centros de detención o
cumplimiento de condena, a las personas reclusas, por razón de edad,
antecedentes y responsabilidad por delitos dolosos y culposos. Así como por
razones de seguridad para sí o para terceros.”
Nótese que este artículo subraya la igualdad de los desiguales10, pero olvida a
quienes no han sido condenados o quienes son detenidos por delitos menores,
quienes por razones de mala administración en los presidios deben compartir sus
espacios con asesinos, mareros, narcotraficantes, genocidas… sin que tengan la
oportunidad de reclamar que se les cambie a un lugar donde puedan permanecer
mientras se les condena o se les absuelve.
Acá, comenzamos a observar ya, parte de un grupo carcelario que permanece entre
la verdadera cifra negra que está perjudicando el sistema penitenciario y pone en
entredicho al sistema de justicia guatemalteco, puesto que la cárcel de muchas
personas únicamente debe ser entendida como el resultado de un problema mucho
10 Norberto Bobbio la define como la regla principal de la justicia, página 64 de su libro Igualdad y Libertad.
mayor, que como indicamos en párrafos anteriores, se origina con una acusación y
culmina en los centros carcelarios. Pero, es que acaso no hay una génesis diferente
a la acusación o no simplemente debo mencionar la pobreza y la problemática
social, sino dentro de este sistema fallido, la falta de absolutamente todo tipo de
satisfactores sociales que motiven a los guatemaltecos a no vivir en cárceles
privadas (colonias con barrotes, guardias, cámaras…)
A ello, hay que agregar el hacinamiento de las cárceles… No es cierto que vivan en
hoteles cinco estrellas, como tampoco es cierto que no tengan acceso a muchos
beneficios (con excepción de los reos VIP). Las prisiones en Guatemala, son
pequeños mundos en los que las autoridades, los policías penitenciarios y los
detenidos forman sus propios feudos, en donde incluso hay concursos de belleza,
competencias de jaripeo, oportunidades de ascender en puestos de control en los
sectores y millonarias sumas de dinero.
Pero no todos son los elegidos, algunos como el difunto Byron Lima, ex militar y
supuestamente el cabecilla de la muerte de Monseñor Juan Gerardi Conedera11,
prácticamente, desde la muerte del obispo encargado del informe de la verdad que
se aduce le costaría la vida, era el dueño de Pavón, la granja penal más importante
y a donde van a dar los prisioneros más peligrosos. Lima era el jeque, el dueño, el
mandamás, de dicho centro carcelario (incluso no pocos le denominaron el
prisionero más poderoso de Guatemala), al extremo que se denunció en varias
ocasiones que se le había visto caminar por varios parques de la ciudad sin ningún
tipo de custodio. Sus privilegios o vida privilegiada en la cárcel llegó hasta el 18 de
julio del año 2016 cuando le dieron muerte, empleando armas militares de grueso
calibre y que nunca fueron localizadas en el centro penitenciario, por lo que
igualmente, como muchos crímenes en Guatemala, se presume fue realizado por
un equipo élite de asesinos que pretendían retomar el control de las cárceles del
país, comenzando con la que estaba a cargo de Lima, quien dentro de la prisión
contaba con casi todos los servicios e incluso con su propio personal de seguridad.
Pero vaya usted a ver cómo viven los indígenas, los campesinos, las personas que
no tienen plata y verá que Guatemala, como en todo es un país de contrastes y ahí
no hay diferencia alguna.
La crítica que no es nueva, pero que ahora ha tomado mucho auge en nuestra
nación es la ineficacia de la cárcel como solución para los crímenes, puesto que en
naciones como las de Guatemala, los crímenes han aumentado y la prisión no los
11 El asesinato del Prelado de la Iglesia Católica fue el 26 de abril de 1998 en las instalaciones de la Iglesia que él dirigía.
ha reducido, ni ha sido un factor como para pensar que podría provocar algún tipo
de cambio en un quinquenio, una década o una generación.
La cárcel, quizá ha sido el muro que ha frenado que los criminales actúen con
nepotismo y sin ley, pero no es hoy en día, la solución, salvo en los crímenes de
lesa humanidad, los asesinatos, las torturas y las violaciones, que deben ser sujetas
a prisión y a otro tipo de sanciones para que, si no hay recuperación del condenado,
por lo menos la sociedad se vea resarcida del daño que le ha ocasionado al tejido
social.