Sunteți pe pagina 1din 3

El canto de los piratas

García Flores Melanie Jacqueline

Todos hemos visto alguna vez a algún pirata, bien en cuentos, películas o pinturas. La mayoría de
ellos son hombres grandes, rudos y sucios. A algunos incluso los pintan con grandes sombreros,
garfios y parches en el ojo. La literatura no se aleja mucho de esto, sin embargo, Victor Hugo
logra plasmar con su poema "El canto de los piratas", una característica diferente a estos: la
simpatía.

El poema comienza contando el logro de los piratas al haber reclutado cien cautivos cristianos,
todos cargados para el harén, dato que posiblemente, informa su residencia, algún lugar de
Arabia o de Medio Oriente. Un día después zarpan al mar y nuevamente desembarcan en tierra
cristiana, amén, llegan a un convento. Allí apresan a una joven monja, en medio de sus sueños, y
la llevan con ellos, ésta intenta escapar, mas el intento es en vano. Finalmente es vendida al
sultán, dato que afirma la religión Islámica de los piratas, ademas antes mencionan a Mahoma,
el máximo profeta de dicha religión.

El narrador, quien también es pirata, muestra un carácter cínico en algunos versos, ejemplo de
ello son los versos 19 y 20: esto no es más que cambiar/ por un harén un convento, donde bien
se puede entender la comparación burlesca de una religión a otra, pues en el convento las
mujeres le sirven a Dios, de una manera pura, mientras que en el Islam las mujeres le sirven al
hombre, en este caso al sultán, de una manera domestica y sexual, recordemos que los islamitas
pueden tener como limite cuatro esposas. Asimismo, los versos 37 y 38: lo debe a mis
compañeros:/ ayer monja y hoy Sultana, exponen la condición de la joven, ésta pasa de un plano
puro a ser el objeto sexual de alguien.

Por otro lado, Victor Hugo, dice, por medio de metáforas, lo que se avecina en el sueño de la
muchacha: Mil fantasmas hechiceros/ soñaba, a la mar cercana, pues bien se puede tomar
como presagio lo que ella ve al dormir, los fantasmas en representación de la los muertos: la
hechizaría en relación a lo maligno o el dominio de si misma o bien su destino, llevándola a la
embarcación.

Los piratas demuestran seguridad desde el inicio al informar sus triunfos en más de una ribera,
hasta el final con la entrega del botín. Amén, la actitud que toman es sin temer a la naturaleza:
ochenta remeros enfrentándose a ella: Ea, ganemos el viento, dice el verso 18, como si su arma
fuera nada más que su capitana.

Si bien los piratas son de carácter cínico y retador, nunca se menciona su aspecto físico, al
contrario de estos, se sabe que la muchacha es hermosa, y sus ojos: en su dolor, parecían/ sus
ojos un talismán, quizá brillozos, verdes o azules como las piedras que se portan en ellos.

La figura de la mujer, reflejada en la monja, no se aleja de la realidad que se vivía en la Europa


del siglo XlX, donde el sexo femenino no tenía voz. Recordemos que sólo la clase alta podía
permitirse ingresar a los conventos, y por ello adoptar una actitud puritana, o bien contraer
nupcias y estar sujeta a su cónyuge.

Los piratas, por su parte, forman parte de una unidad, en la cual, la nave, el sultán y el botín
también participan, mas, dentro de la misma resalta el papel de los remeros, siendo estos el
centro de todo.

A pesar de ser un poema trágico, debido al destino de la monja, Victor Hugo, logra crear una
simpatía por la voz poética, pues el mundo a su al rededor es vista desde el interior del narrador,
dejando a un lado lo que es por sustituirlo por lo que se quiere ver.

Conocí un bonsai rojo

en la tienda oriental,

Con un aire de lamentos

me comenzó a suplicar:

-Con tijeras quita el hilo,

mis ramas no aguantan más.

Te lo suplico mi amigo:

mis manos haz de cortar.

-Nací grande como un sauce,

fuerte como un encino.

mas crecí un poco torcido,

y me quitaron lo de arce.
Temblorosas sus letras eran

sus manos un tanto más,

su tallo una serpiente achicada

y una maceta su hogar.

S-ar putea să vă placă și