Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Nuestra Alta Magistratura ha señalado que los fallos que conforman una doctrina, es decir
antecedentes o precedentes, según lo denomina Ana Sánchez Urrutia, pueden formar
parte del bloque de constitucionalidad. Esto es demostrado mediante fallo de 30 de julio de
1990:
“La doctrina constitucional sentada por el Pleno de la Corte Suprema de Justicia en
sentencias constitucionales, al ser declarada como de carácter definitivo y obligatorio por
el artículo 203 de la Constitución Política, es un elemento integrante del bloque de
constitucionalidad, siempre que sea compatible con el Estado de Derecho y sin perjuicio
de la potestad de la Corte de variar la doctrina cuando exista justificación suficiente para
ello.”
Hay que indicar que solamente la Corte Suprema puede desaplicar una norma jurídica,
pues el control de constitucionalidad está concentrado en nuestro país, además las
sentencias deben ser compatibles con el Estado de Derecho, es decir, que contemple las
garantías y derechos inalienables de las personas dentro de un Estado democrático,
excluyéndose así las sentencias que hayan sido dictadas durante el régimen militar que
violen los derechos fundamentales o evidenciaran la transgresión al principio de
separación de poderes.
Las normas de derecho internacional relacionadas al debido proceso
Generalmente hablando, las normas de derecho internacional no forman parte del bloque
de constitucionalidad en Panamá, tal como acaece en Europa, salvo Austria, y en América
Latina, Costa Rica y Colombia donde los tratados y convenios internacionales sí forman
parte del bloque. Nuestra Corte ha considerado que según el artículo 4 de nuestra
Constitución solamente se enuncia que: “la República de Panamá acata las normas
internacionales”, y que por tanto no es indicativo de que todas las normas de derecho
internacional formen parte del bloque, situación jurídica poco clara que es cuestionada por
Luis Pásara, quien indica que “esta incorporación genérica de las fuentes internacionales,
entre las que cabe incluir las normas de dd.hh. (sic) de origen internacional, deja de reglar
el lugar que corresponde dentro del orden interno a tales fuentes. El tema se complica algo
más como consecuencia de que el art. 203, al encargar a la Corte Suprema el control de
constitucionalidad, no incluye entre las normas sujetas al mismo los tratados y
convenciones internacionales.” Además estima que en virtud de fallo de 23 de mayo de
1991, la Corte señala que los convenios internacionales que son ratificados por el Estado
panameño “formalmente solo tienen valor de ley; carecen pues de jerarquía
constitucional”, y solamente han sido consideradas selectivamente ciertas normas
internacionales sobre derechos humanos, vgr. el artículo 8 de la convención Americana de
Derechos Humanos que complementa el artículo 32 de la Constitución Política, en virtud
de la doctrina del bloque donde, a pesar de todo, estas normas todavía no han alcanzado
“una nitidez unívoca en la interpretación de la Corte”
Es menester indicar que el fallo del 23 de mayo del 1991 se refiere a la demanda de
inconstitucionalidad de la ley 25 de 14 de diciembre de 1990, misma por la cual el Estado
panameño fue condenado por la Corte Interamericana sobre Derechos Humanos, por
haberse inobservado los artículos 1.1., 2, 8, 9, 16 y 25 de la Convención Americana de
Derechos Humanos, que consagran entre otros derechos, la libertad de asociación, el
principio de legalidad e irretroactividad, y por ende, los derechos fundamentales del debido
proceso y protección judicial de los trabajadores despedidos (Caso Baena, Ricardo y otros.
Sentencia de 2 de febrero del 2001 dictada por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos. www.cidh.com).
Otro elemento a añadir sobre este tópico es que las normas internacionales que se
adopten como parte del bloque, a juicio de la Corte en sentencia de 23 de mayo de 1991,
no deben contrariar los principios básicos de Derechos, como tampoco las instituciones
que sostienen la independencia nacional y la autodeterminación del Estado panameño.
El Reglamento Interno de la Asamblea Legislativa
Por generalidad, no es aceptable que la costumbre forme parte del bloque, empero, en
fallo de 19 de febrero de 1992, la Corte Suprema resolvió acción de amparo contra una
Resolución del Ministerio de Trabajo que fue emitida por el viceministro, quien en ese
momento estaba actuando como Ministro suplente o adjunto. De acuerdo a este fallo,
“existe en Panamá una costumbre de valor constitucional, según la cual se estima que los
Viceministros actúan jurídicamente, dentro del orden constitucional, al reemplazar en sus
funciones a los Ministros de Estado en ciertos casos.” Y por tanto, como existe una laguna
constitucional en relación a la actuación de los Viceministros, la doctrina constitucional ha
admitido que la costumbre puede ser una fuente del derecho constitucional, incluso para
los países con una Constitución escrita y de carácter rígida. De igual manera, con relación
a los acuerdos simplificados celebrados con otros países, en el caso que nos ocupa con
Estados Unidos, estima la Corte que lo mismos no se asimilan a tratados, ya que se
concluyen en dos etapas, la negociación y la firma, y además, no requieren ratificación, y
en virtud de que nuestro ordenamiento jurídico no regula estos actos, se presenta
entonces, “los elementos integrantes de una costumbre constitucional: la adopción
constante y reiterada por parte del Ejecutivo de acuerdos simplificados sobre la materia
discutida y otras, y la convicción de que al adoptarse tales acuerdos se actúa conforme al
orden constitucional panameño.” Esta costumbre de los acuerdos simplificados data del
año 1936, cuando nuestra nación empezó a celebrar estos acuerdos con los Estados
Unidos para exoneración de impuestos sobre la renta en cuanto a actividades de
explotación de la marina mercante. Finaliza, esta Sentencia indicando que esta costumbre
“tiene jerarquía normativa suficiente para prever una exoneración tributaria, la cual, si
normalmente debe ser prevista en una ley, con mayor razón puede estarlo en una
costumbre constitucional de jerarquía superior a la ley.”
Se deduce de lo anterior que la Corte considera la costumbre parte del bloque cuando la
misma es reiterada y constante durante un largo periodo y que recaiga sobre la misma
materia, pues de lo contrario no puede considerarse como tal.
CONCLUSION
El bloque de constitucionalidad representa, como doctrina, un avance en la interpretación
constitucional de hoy día, puesto que a través de ella se puede ampliar el texto legal más
importante de un país como es la Constitución. Su finalidad es la añadir otras fuentes
jurídicas del derecho constitucional como es la jurisprudencia, costumbre, tratados
internacionales, etc, que ofrezcan un marco más amplio de interpretación que muchas
veces es limitada por la rigidez de las Constituciones, así como eliminar el carácter
de numerus clausus que antaño predominaba en la redacción de las normas referentes a
los derechos humanos, puesto que su cantidad se ha ido acrecentando al paso del tiempo,
y además son de naturaleza inalterable e inalienable.
La doctrina referida surge en Francia, gracias a la jurisprudencia del Consejo
Constitucional francés en la década de los setenta y la labor investigativa doctrinal acerca
de la justicia constitucional desarrollada por el profesor Luis Favoreau.
La misma se extendió a varios países con el fin de que la misma contribuyera a formalizar
y consolidar los Estados de Derecho, en especial de los países que habían sido víctimas
de tiranos, y que por mucho tiempo los derechos humanos fueron desconocidos, sea de
facto o per legem.
En nuestra nación, esta doctrina ha sido reconocida a través de varios fallos, dictados por
los miembros del Pleno de la Corte Suprema, luego de la invasión norteamericana, y la
consecuente caída de una las dictaduras más atroces que vivió nuestro pueblo. La
doctrina del bloque, por tanto, sirvió para apuntalar el Estado de Derecho que apenas
estaba empezando a regir en el país, luego de que se emitieran leyes contrarias a los
derechos humanos y a la democracia, que la Constitución Política no preveía claramente
en su articulado --obviamente la Constitución había sido elaborada durante la dictadura-.
Este bloque, en Panamá, lo conforma la Constitución formal, la jurisprudencia en materia
constitucional que sea compatible con el Estado de derecho y sin perjuicio de variar la
doctrina cuando exista justificación para ello, la costumbre reiterada en un lapso largo, las
Constituciones derogadas con respecto a actos que se emitieron al tiempo de su vigencia
y hayan surtido efectos en el mismo, y ciertas normas internacionales atinentes al debido
proceso legal (artículo 8 de la Convención Americana de Derechos Humanos).
No obstante, como esgrimen algunos estudiosos del tema, también es peligroso utilizar el
sistema del bloque para interpretaciones y aplicaciones erróneas que se alejen del fin para
el que ha sido instituido. Es importante, por ende, que esta doctrina sea utilizada con el
más estricto apego a los parámetros constitucionales y los principios democráticos y
fundamentales que debe imperar en un Estado de Derecho y no para crear instituciones
contrarias a ello.
Finalmente, opinamos que en Panamá, aparte de lo que anteriormente hemos disertado,
es necesario que el bloque se amplíe en lo concerniente a los tratados y convenios
internacionales sobre derechos humanos -no solamente el artículo 8 de la Convención
Americana-, ya que los mismos son de observancia universal y, en consecuencia, nuestro
sistema no puede situarlos por debajo de la Constitución, en base a lo indicado por el
artículo 4 de ese texto supralegal, salvo lo que se interprete del párrafo final del artículo 17
de este texto reformado en el año 2004: “Los derechos y garantías que consagra esta
Constitución, deben considerarse como mínimos y no excluyentes de otros que
incidan sobre los derechos fundamentales y la dignidad de la persona.”, de lo cual
pareciera desprenderse que lo que se norma a nivel internacional en materia de derechos
humanos sí es aceptado como parte integrante del bloque, no obstante, la Corte no se ha
pronunciado todavía sobre este punto.