Colombia es un ejemplo para el mundo de lo catastrófica que puede ser
la falta de regulación en salud y de control en los precios de los
medicamentos. Entre 2003 y 2010, durante la administración de Álvaro Uribe y con Diego Palacio como ministro de Salud, se aplicó una política radical de liberalización y desregulación. Entre otros efectos, esta política produjo el crecimiento de recobros al Fondo de Solidaridad y Garantía (Fosyga) y una apropiación fraudulenta de recursos de la salud por parte de empresas farmacéuticas con productos monopólicos de alto costo. Además, algunas EPS montaron una industria de recobros. Fue imposible reducir drásticamente el volumen de los recobros, pero se detuvo su desaforado crecimiento mediante la regulación, Tampoco se pudo revertir el aumento de prácticas perversas en el sistema, pero se han tratado de neutralizar. El sistema sigue en crisis, pero hay avances en materia de regulación, apertura de competencia y estímulo a la transparencia. Los intentos de regulación y las respuestas de las farmacéuticas contra dichos intentos muestran la complejidad del problema, así como la capacidad de estas industrias para neutralizar parcial o totalmente los esfuerzos de regulación siempre buscando la manera de evadir. El ministro Alejandro Gaviria sugirió en una columna de opinión que los medicamentos deberían estar sujetos a tanta competencia como fuera posible y a tanta regulación como fuera necesaria. Para acabar con el abuso tanto del pasado como del presente. No todos los medicamentos son caros en Colombia. El vilipendiado ibuprofeno — uno de los mejores medicamentos en la historia de la humanidad — cuesta apenas 200 pesos en su versión genérica. Pero hay marcas “prestigiosas” de “prestigiosos” laboratorios, cuyo precio resulta 20 y hasta ¡100! veces mayor que la versión genérica. Los medicamentos no deberían tratarse como una mercancía cualquiera. Pero para efectos de fijar su precio, se tratan como si lo fueran. Peor aún: como si fueran una mercancía de lujo. En los aeropuertos existen tiendas libres de impuestos que venden productos carísimos — sin impuestos, eso sí — para quienes pueden pagarse viajes al exterior. Perfumes o prendas de vestir de diseñadores de “prestigio” o de marcas “reconocidas”. Eso explica por qué el vendedor invierte grandes sumas para convencer a los médicos — demasiados fáciles de convencer en mi opinión… y es la opinión de un médico, que conste —que sugieran a sus pacientes que solo lo mejor es bueno, que los genéricos son más baratos porque no son de la misma calidad y que las enormes diferencias de precio son diferencias de calidad. Mauricio Gómez — en un reciente reportaje en CM& — mostraba cómo tanto los médicos como los pacientes efectivamente consideran que los genéricos no son iguales a los de marca, que se necesita el doble de la dosis, que se demoran más para actuar, que no sirven. La estrategia resulta fácil de entender: · parto de un producto que realmente vale 1 peso; me gasto 10 pesos en visitar médicos convenciéndolos de que es lo máximo y de que los genéricos no sirven; otros 10 pesos en “lobistas” que defiendan la libertad de precios; otros 10 pesos en abogados que busquen mecanismos para evitar la competencia; le pongo una marca de prestigio;y lo vendo en 100 pesos. La fundación IFARMA ha propuesto que no se permita utilizar marcas para los medicamentos, dado que se están aplicando estrategias de mercadeo para bienes de lujo. Y espero que a estas alturas, todos estemos de acuerdo en que los medicamentos no pueden ser tratados como bienes de lujo.
Un análisis — presentado en Colombia por el profesor Huub Schellekens
a propósito del debate sobre los productos biotecnológicos — mostraba cómo en 8 productos líderes del mercado, el costo de producción solamente representaba el 2 por ciento del precio final y en el caso del más costoso, menos del 1 por ciento. Pero el problema de las marcas no es el único y quizás no sea el más importante para explicar el alto precio de los medicamentos. Lo grave es que los medicamentos más nuevos resultan cada vez más caros y la oferta de la industria se concentra en esos productos novedosos. En Colombia y en el mundo. Para muchos el elemento fundamental de la crisis es conceptual, de enfoque, de concepción. La salud, que con dificultad ha sido reconocida como un derecho fundamental, se ha convertido en una mercancía donde la competencia y la regulación han sustituido a la ética, y donde un nuevo actor ha ocupado gradualmente todo el espacio disponible: el ánimo de lucro. Así dentro del sector salud, la industria farmacéutica cobra vital importancia debido a dos características fundamentales: i) su producto principal se constituye en el insumo más usado en casos de enfermedad o malestar ya que la forma en que terminan la mayoría de los encuentros médico/usuario- paciente es con una prescripción médica; ii) el gasto en medicamentos es el segundo rubro más importante del gasto en servicios de salud. Dichas características convierten a la farmacéutica en una de las industrias más influenciadas por la regulación, siendo tres los objetivos principales de ella: 1. Calidad de los medicamentos, 2. Acceso total o parcial a un conjunto de medicamentos y 3. Contención del gasto (Vincenzo et al., 2008).
De otra parte, debido a que un porcentaje significativo de la población recurre
al mercado privado para obtener medicamentos ya sean genéricos o de marca es importante examinar la regulación de precios. Como hecho importante se destaca que hasta finales de 2006 predominó la Ley 81 que estableció el control de precios bajo tres esquemas. i) Control Directo: mediante resolución sobre precio máximo; ii). Libertad Regulada: mediante criterios y metodología para que los productores y distribuidores determinen o modifiquen los precios máximos; y iii). Libertad Vigilada: cuando los productores y distribuidores determinan libremente los precios, bajo la obligación de informar en forma escrita sobre las variaciones y determinaciones de sus precios, de acuerdo con la metodología que la entidad determine.
En este sentido, se determinó que todos los medicamentos comercializados en
el país se incluirían al régimen de libertad vigilada con excepción de aquellos que ingresen al sistema de control directo o libertad regulada, para los cuales se dispone lo siguiente: el establecimiento del techo para los precios de medicamentos bajo control directo se realizará tomando los precios de medicamentos iguales, en términos de: moléculas, concentración, presentación y forma farmacéutica, y comparando los precios en nueve países de referencia: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Panamá, Perú y Venezuela. Además se establece que para determinar el grado de concentración en la oferta de productos en las clasificaciones terapéuticas relevantes se utilizará el índice Herfindahl-Hirschman. Finalmente, bajo el régimen de libertad regulada estarán todos los medicamentos autorizados por el INVIMA para venta bajo la condición de fórmula facultativa.
Dichas estrategias parecen no haber tenido el impacto esperado ya que, de
una parte, la variación del IPC medicamentos en los últimos cuatro años ha oscilado entre el 18% y 11%, encontrándose siempre por encima de la variación del IPC salud; lo que quiere decir que el incremento en los precios del subgrupo de gasto en medicamentos fue mayor al crecimiento promedio de los precios de todos los subgrupos contenidos en el IPC salud (cálculos propios información tomada del Departamento Administrativo Nacional de Estadística - DANE-, 2008). En consecuencia, el sector salud podría clasificarse como un sector altamente inflacionario constituyéndose en una barrera significativa para el acceso a medicamentos y además, puede ser el resultado de altos niveles de concentración (Caves, 1991).
Es por eso la regulación en los precios de los nuevos medicamentos que
ingresen al país realizarán las autoridades de salud en Colombia. El Ministerio de Salud y Protección Social expidió el decreto 433 en el que definió una nueva reglamentación para seguir en su trabajo de regular los medicamentos que tienen un alto valor en el mercado nacional. La medida tendrá además el apoyo del Instituto de Evaluación Tecnológica en Salud -IETS, como también del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos –INVIMA, entidad que será muy estricta en los procesos de obtención del registro sanitario de los medicamentos nuevos que pretendan ser comercializados en el territorio colombiano.
Esta nueva regulación permite clasificar los medicamentos en lo que se
llamasn categorías de valor terapéutico, que permiten ver los nuevos productos que van a entrar el país y saber que tan buenos y malos son respecto de los medicamentos que ya existen en el mercado y ellos entrarían a competir En la nueva reglamentación se establece que los interesados en obtener el registro sanitario de medicamentos nuevos ante el INVIMA, tendrán que presentar un documento técnico que incluya el análisis comparativo de seguridad y efectividad del nuevo producto, en comparación con los comparadores terapéuticos que han sido elegidos en Colombia. También se confirmó que, para efectos de la evaluación económica, las empresas deberán presentar, junto con la solicitud de evaluación farmacológica del producto, el precio con que pretenden comercializar el nuevo medicamento. "Esta clasificación permitirá que los precios de los medicamentos reflejen o sean proporcionales a su aporte terapéutico en los tratamientos que se utilicen; y que sean mucho más efectivos Todos estos requerimientos serán evaluados por el Instituto de Evaluación Tecnológica en Salud, con el propósito de confirmar si viabilidad al mercado nacional.
CONCLUSIÓN: esoty de acuerdo con la regulación de precios de los medicamento porque los que mas afectados se ven en todo esto son los usuarios los consumidores.
La corrupción en el sistema de salud colombiano, es el primer agente que se
debe combatir el estudio permite una reflexión para la creación de una política pública de transparencia que permita identificar prácticas fraudulentas para aplicar correctivos. la lucha contra la corrupción en este sector en Colombia debe ir encaminada en acciones como elevar las penas a las personas que se apropien de los dineros de la salud y la generación de una cultura de buenas prácticas en la gestión administrativa y la rendición de cuentas. En este sentido, el diseño de una correcta política de medicamentos debe Commented [S1]: Final conclusión basarse en: corregir las fallas de mercado y generar un cuerpo regulatorio saludable lo que constituye el marco general de política, desarrollar medidas que garanticen un acceso equitativo que incluya desde la mayor difusión de información hasta el desarrollo de programas focalizados de cobertura, y finalmente, coordinar dichas políticas dentro de una estrategia multisectorial de la cual se desprenda una lógica de atención, o lógica de contexto. De este modo, la selección de las acciones de política que tiendan a cubrir estos objetivos generales depende de las características de cada uno de los actores participantes, y de las posibilidades del Estado para generar respuestas a los diferentes problemas (Bisang et al., 1999).
Bajo estas consideraciones y siguiendo los objetivos de la política
regulatoria se deben establecer las variables centrales a regular sobre cada uno de los actores de la industria farmacéutica, los cuales van desde el productor, prescriptor y farmacéuticos hasta los medios de comunicación; siendo los derroteros de la misma la búsqueda de medicamentos seguros, eficaces y de calidad
En cuanto a la regulación de precios se podría decir que la mayoría de los
países adoptan prácticas directas o indirectas justificadas por el supuesto de que la competencia en precios en este mercado es débil por varias razones: intencionalmente las patentes limitan la competencia y conducen a la diferenciación del producto; el seguro hace a los pacientes insensibles al precio y los médicos son los tomadores de decisiones primarios y pueden o no conocer el precio del producto generando un problema de agencia donde el agente (prescriptor) puede ser perfecto o imperfecto para los pacientes (Danzon et al., 2000).