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Durante muchos siglos y gran parte del siglo XIX, la música había sido
un teatro de la mente; si bien diversos compositores, en diversas épocas y
de modos diferentes, llevaban cuestionándose como traducir la vida “tal y
como es” a través de la música, e infundiendo a sus obras los ritmos de la
vida cotidiana, no fue hasta La consagración de la primavera, en donde
un nuevo tipo de arte popular, El realismo, cobraba vida.
Con esto los compositores habrían de crear una música del cuerpo. “Las
melodías seguirían los modelos del habla; los ritmos habrían de
corresponderse con la energía de la danza; las formas musicales habrían
de ser más concisas y claras; las sonoridades habrían
de poseer la crudeza de la vida tal como se vive realmente”.
París, en los años 20, abrazaba todas las modas como el music-hall, el jazz
estadounidense, el futurismo, el dadaísmo, étc.
La primera gran moda fue Le jazz, música de influencia claramente
afrodescendiente que cautivó en gran medida a los compositores de la
época, que dedicaron un amplio repertorio a su desarrollo.