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IDENTIDAD CHILENA Y GLOBALIZACION
Jorge Larraín
Otros síntomas serían que la música chilena se oye cada vez menos e incluso en
las ramadas diciocheras, donde la cueca y las tonadas resurgen temporalmente, la
gente pareciera preferir bailes extranjeros como los corridos, las cumbias, el tango
y la salsa. La observación participante de ramadas en Constitución, el 19 de
Septiembre de 1997, concluía que “la música que existía en las ramadas y kioscos
correspondía principalmente a cumbias, corridos mexicanos y sólo ocasionalmente
a cuecas.”1[1] Pero más allá de esto, entre la juventud surgen cada vez con mayor
fuerza grupos rockeros, raperos y punk que imitan no sólo la música sino también
las vestimentas y modos de moverse y actuar de sus originales europeos. Los
símbolos patrios han ido perdiendo fuerza: cada vez menos habitantes se
molestan en poner banderas chilenas durante las fiestas patrias. Los hábitos
alimentarios también han ido cambiando sometidos al bombardeo sistemático de
pizzas y hamburguesas americanas, de restaurantes franceses o italianos que van
1 [1] Isaac Caro, “Observación participante Ramadas de Fiestas Patrias”, informe para la
investigación de Jorge Larraín y Jorge Vergara, “Identidad cultural y crisis de modernidad en
América Latina, el caso de Chile”. Proyecto Fondecyt No. 1960050, (1997), p. 3.
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Frente a esta realidad puede argumentarse en dos sentidos diversos. Por un lado
se puede sostener que la identidad nacional se ha ido perdiendo o está
seriamente cuestionada por el impacto de la globalización. Gabriel Valdés, por
ejemplo, sostiene que en el Chile de hoy existiría una “voracidad por importar,
tantas veces sin cedazo, ideologías y culturas ajenas; y por enajenar piezas
esenciales de nuestra economía, que países más inteligentes guardarían para sí.
Parece que en Chile todo está en venta al extranjero, en circunstancias que una
Nación requiere cuerpo, instrumentos y servicios propios.” 2 [2] Bernardo
Subercaseaux, por su parte, argumenta que la falta de espesor cultural en Chile
lleva a que la globalización favorezca el surgimiento de microidentidades y
produzca un desperfilamiento de la identidad nacional. 3 [3] Jacques Chonchol
sostiene que “la cultura globalizada de masas que se pretende imponer en todos
los países del mundo con el pretexto de la llamada modernización es inaceptable”
y que, por lo tanto, es indispensable “adoptar políticas adecuadas para valorizar y
reforzar las culturas locales y las especificidades culturales nacionales… y luchar
contra la homogenización cultural del modelo dominante.”4[4]
Por otro lado, se puede sostener que la identidad nacional, bajo el impacto de la
globalización, se ha ido reconstituyendo en un sentido diferente, pero de ninguna
manera desperfilándose o siendo reemplazada por una cultura universal
homogenizada. En otro capítulo del libro "Identidad Chilena" vimos como la tesis
de la desterritorialización de la cultura y del surgimiento de una cultura universal
de masas, al menos en su forma extrema, no tiene asidero ni forma parte de una
comprensión adecuada de la globalización. Pero además, la actitud positiva o
negativa frente a la globalización está a veces influida por el concepto de identidad
que se tiene. Tal como lo hemos advertido repetidas veces, si se concibe la
identidad nacional como un alma inalterable y constituida en un pasado remoto, de
2[2] Véase Gabriel Valdés, “Una Aproximación a la globalización y sus efectos en la identidad
nacional y la defensa nacional” en Centro de Estudios para el Desarrollo, ¿Hay patria que
defender? La identidad nacional frente a la globalización? (Santiago: CED, 2000), p. XXVII
4[4] Jacques Chonchol, ¿Hacia donde nos lleva la globalización? Reflexiones para Chile (Santiago:
LOM, 1999), p. 58.
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una vez para siempre, todo cambio o mutación posterior de sus constituyentes
básicos implica no sólo la pérdida de esa identidad sino que además una traición
al sí mismo. Por el contrario, si la identidad nacional no se define como una
esencia incambiable, sino más bien como un proceso histórico permanente de
construcción y reconstrucción de la comunidad nacional, entonces las alteraciones
ocurridas en sus elementos constituyentes no implican una pérdida de identidad,
sino más bien un cambio identitario normal.
Es necesario aceptar, por lo tanto, que la chilenidad nunca ha sido algo estático,
una especie de alma permanente, sino que ha ido modificándose y
transformándose en la historia, sin por ello implicar una alienación o traición a un
supuesto sí mismo esencial que nos habría constituido desde siempre. Por esta
razón resulta tan difícil establecer con claridad la línea divisoria entre lo propio,
como algo que debe necesariamente mantenerse, y lo ajeno, como algo que
aliena. Pienso que hay que evitar dos extremos. Por un lado hay que evitar una
reacción de rechazo en bloque a la globalización y una propuesta de aislacionismo
cultural que buscaría salvar la identidad nacional de influencias foráneas y que,
por lo demás, sería altamente ilusoria, sino imposible. En el campo de la cultura,
los rasgos culturales raras veces “son” propios en el sentido de “puros” u
“originales” y más bien “llegan a ser” propios en procesos complejos de
adaptación. Muchos de los elementos que tradicionalmente constituyen la
chilenidad fueron tomados desde afuera, negociados, adaptados, reconstituidos e
incorporados en ciertos contextos históricos.
Fijémonos por ejemplo en dos elementos sustanciales que nadie negaría que han
tenido una influencia capital en nuestra identidad: la lengua española y la religión
católica. Sin duda que llegaron a ser propias de la mayoría de los chilenos, pero
en sus orígenes fueron ajenas, en cuanto vinieron desde Europa. El vino, las
empanadas, la guitarra, los caballos, los volantines y el futbol, han llegado a
representar aspectos importantes de la chilenidad en determinados momentos,
pero todos ellos tienen orígenes europeos. Si quisiéramos imponer una medida
estricta de los propio y lo ajeno, deberíamos estar jugando chueca y no futbol, así
como hablando una lengua distinta y creyendo en otra religión. En segundo lugar,
aquello que en las diversas versiones de identidad se califica de “propio”, es
siempre resultado de un proceso de selección y exclusión de rasgos culturales,
que se realiza desde la perspectiva de un grupo dominante. Por ejemplo, de los
indígenas mapuches habitualmente se selecciona su valor guerrero para
incorporarlo a la chilenidad, pero se excluye de ella su lengua, sus costumbres y
su religión.
Por otro lado, hay que evitar también una reacción de receptividad acrítica que
identifica la modernización con un modelo norteamericano o europeo que hay que
alcanzar a toda costa y que supondría un cambio drástico o desmantelamiento
sistemático de la identidad nacional. Es necesario partir de la base que la
identidad nacional no fue constituida de una vez para siempre en un pasado
remoto, sino que se va construyendo en la historia con nuevos aportes. Por eso la
globalización no puede dejar de afectarla y, en la medida que esto significa
comunicarse con otras culturas para aprender de ellas, es bueno que la afecte.
¿No sería provechoso acaso que en algunos aspectos la identidad chilena tanto
como la identidad argentina, peruana y boliviana fueran afectadas por un proceso
de integración regional y tuvieran que cambiar para abrirse a las contribuciones
culturales de los otros? Pero, por otro lado, no se trata de hacer tabla rasa de los
modos de vida y valores que han ido formando las prácticas cotidianas y la cultura
de un pueblo. De lo que se trata es de tomar los aportes universalizables de otras
culturas para transformarlos y adaptarlos desde la propia cultura, llegando así a
nuevas síntesis.
1.- Según los autores que aparecen en el texto ¿Cómo se manifestaría una pérdida de la
identidad chilena? ¿Qué abogan los autores por rescatarla?
2.- ¿Por qué se usan las palabras de origen inglés, en las publicidades que vemos en la vida cotidiana?
4.- ¿Qué riesgos puede traer la defensa de los valores más puros de la identidad?
5.- ¿Cuál es la mejor manera de abordar las influencias externas sobre la cultura propia?
6.- Señale las oportunidades que tenemos de realizar una síntesis identitaria y cultural con nuestros países
vecinos.
Unidad Formas discursivas y textuales literarias y no literarias que plantean el tema identitario
latinoamericano y nacional.
Las comidas típicas, bailes como la cueca, juegos como la chueca, la vestimenta, la lengua
originaria de los mapuches, etc.
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4) Mencione los síntomas de la globalización que afecta nuestra identidad nacional y explique
cómo nos afecta.
Los síntomas son que cada día adoptamos características culturales como la estadounidense y la
europea, afectándonos en que dejamos secundaria nuestra propia cultura.
5) Según el texto ¿Qué posturas pueden adoptarse frente al tema de la globalización e identidad
nacional?
Según el texto, hay que evitar los dos extremos, evitar una reacción de rechazo a la globalización,
que nos aislaría cultural y económicamente. Y por otro lado si dejamos que nos invada,
perderemos nuestra identidad nacional. Y por último hay que evitar rechazar la globalización, ya
que día a día va construyendo nuestra identidad.
6) Señale las dos conclusiones que se establecen en el texto frente al tema de la identidad
nacional y globalización.
“Por otro lado no se trata de hacer tabla rasa de los modos de vida y de valores que han ido
formando las prácticas cotidianas y las culturas de un pueblo. De lo que se trata es de tomar los
aportes universales y otras culturas para transformarlos y adaptarlos desde la propia cultura
llegando así a nuevas síntesis”.
La identidad no solo mira hacia el pasado como la reserva privilegiada donde están guardados sus
elementos principales, sino que también mira hacia el futuro; y en la construcción de ese futuro no
todas las tradiciones históricas valen lo mismo. No todo lo que ha constituido un rasgo de nuestra
identidad nacional en el pasado es necesariamente bueno y aceptable para el futuro.
Yo creo como bien dice una de las conclusiones deberíamos tomar los aportes de otras culturas y
evitar el rechazo de la globalización, ya que no es necesariamente malo. Gracias a la globalización
podemos conocer otras culturas, y ver otros modos de vida que nos ayuda a formar nuestra
identidad como chilenos.
Creo que sin la globalización seriamos un país subdesarrollado o quizás estaríamos hablando
mapudungun y haciendo casas de adobe y paja. La globalización nos ha ayudado a surgir como
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país, tanto en la economía y la cultura. Gracias a la cultura española tenemos una religión y un
lenguaje con el que nos podemos comunicarnos con diversos países. En conclusión seriamos un
país económicamente inestable y no tendríamos la tecnología que tendríamos hoy en día y por
ultimo sin la globalización seriamos un país de mierda. (Igual que Haití).