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El uso y mal uso de la ley


en Romanos 7
(Romanos 7:1-25)

E
l apóstol ha venido tratando el tema de la ley y la gracia desde
Romanos 5:20, donde señala que «la ley, pues, se introdujo
para que el pecado abundara; pero cuando el pecado abundó,
sobreabundó la gracia». En Romanos 6:1-4, establece la im-
portancia de la obediencia en la vida de quienes han sido salvos por
gracia, resaltando que los cristianos deben vivir en armonía con la vo-
luntad de Dios y no permitir que el pecado reine en sus vidas. Concluye
entonces con el dictamen de que «no estáis bajo la ley, sino bajo la gra-
cia» (versículo 14).
Esa conclusión hizo surgir varias preguntas que Pablo comenzó a en-
frentar en Romanos 6:15. En el resto del capítulo demostró que los cre-
yentes no estamos bajo el señorío del pecado.

Muertos a la ley y vivos para Cristo (Romanos 7:1-6)


En Romanos 7:1-6, Pablo nos dice que tampoco estamos bajo el se-
ñorío de la ley. Esta percepción era importante, tanto para sus lectores
judíos, como para cualquier otro que pudiera sentirse tentado a poner la
ley en el lugar equivocado en su vida cristiana. Para comprender la im-
70  SALVACIÓN PARA «TODOS»: LA EPÍSTOLA DE PABLO A LOS ROMANOS

portancia de la ilustración del matrimonio que Pablo utiliza en Romanos


7:1-6 debemos recordar que los judíos piadosos esperaban obtener la
salvación a través del cumplimiento de la ley. Cuando el joven rico le
dijo a Jesús que había guardado todos los mandamientos, estaba siendo
sincero en su deseo de obtener la salvación (Mateo 19:16-22), y cuando
Pablo escribe que como fariseo había sido irreprensible con respecto a
la ley (Filipenses 3:6), estaba hablando con propiedad en cuanto a la
manera en que la mente farisea percibía el tema. Sin embargo, en Cristo
encontró una nueva vida, un nuevo poder, una nueva alegría y una nue-
va paz que nunca antes había conocido. Pero esas bendiciones, como lo
había señalado repetidamente en los primeros seis capítulos de Roma-
nos, las obtuvo a través del don de la gracia de Dios, y no a través de la
ley.
El apóstol utiliza la alegoría del matrimonio en Romanos 7:1-3 como
una analogía de la relación entre un individuo y la ley. Pablo fundamenta
su aseveración en el hecho de que «la ley solo tiene poder sobre el que
está vivo» (versículo 1, PDT). Luego, en los versículos 2 y 3, subraya tres
puntos esenciales:
1. La mujer que está casada está legalmente sujeta al hombre durante
su vida.
2. Cuando el hombre muere, la libera de su obligación hacia él.
3. Ella queda libre para casarse con otro hombre.
Aunque la analogía de Pablo es compleja, su significado es claro. F. F.
Bruce señala que «así como la muerte rompe el vínculo entre el marido y
la mujer, la muerte del creyente en Cristo (Romanos 6:2-3) rompe el vín-
culo que antes lo unía a la ley, quedando libre de unirse a Cristo». 1 La
ley resulta infructuosa como una vía hacia la salvación y la rectitud. La
unión con la ley produce pecado y muerte, pero la unión con Cristo trae
vida eterna cuando el creyente acepta el don de la gracia en su existencia.
En Romanos 7:4 el apóstol aplica su analogía a la experiencia cristia-
na, pero con algunos cambios. La ilustración de los versículos 1 al 3 pre-

1
F. F. Bruce, The Letter of Paul to the Romans, 2da ed. (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1985), p. 137.

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8. El uso y mal uso de la ley en Romanos 7 (Romanos 7:1-25)  71
senta la muerte del marido, lo cual libera a la esposa de la ley. Pero en la
aplicación de los versículos 4 al 6, la muerte del ser pecaminoso libera a
los creyentes de la condenación y del dominio de la ley, permitiéndoles
unirse a Cristo.
De la misma manera que en la analogía matrimonial de los versículos
1 al 3, la aplicación en los versículos 4 al 6 presenta tres elementos esen-
ciales:
1. El ser humano tenía una relación vinculante con la ley.
2. Sin embargo, había muerto a la ley.
3. Ahora quedaba libre para casarse con otro: Jesús.
Fijémonos en que en ninguna parte Pablo afirma que la ley muere,
sino que el creyente ha «muerto a la ley» por medio de Cristo (versículo
4). ¿Cómo es que los cristianos han «muerto a la ley»? Esta muerte ocurre
cuando permiten que su viejo ego sea «crucificado» con Cristo al entrar
en la sepultura del bautismo (ver Romanos 6:3-6). La muerte del creyente
con Cristo es la muerte a la ley como una vía a la salvación. Confiar en la
gracia de Dios significa desechar la confianza en la ley para la salvación.
Pero la ley sigue viva. Calvino, el gran reformador, dijo: «Debemos
tener cuidado en recordar que esto no representa una liberación de la
justicia que nos es señalada en la ley». 2 La ley sigue siendo la gran nor-
ma de justicia de Dios. Esta todavía condena el pecado de los que la que-
brantan, y lleva tanto a hombres como a mujeres al pie de la cruz. Pero
antes de morir a la ley como una vía a la salvación, el «fruto» de ellos era
para muerte (Romanos 7:5; 3:20).

Cómo mata la ley (Romanos 7:7-12)


«¿Qué, pues, diremos?» (Romanos 7:7). Por tercera vez Pablo usa esta
técnica literaria. El primer qué, pues está en Romanos 6:1, donde presenta
a sus detractores como diciendo: «¿Perseveraremos en el pecado para que
la gracia abunde?». Al rechazar categóricamente la pretensión, demuestra

2
John Calvin, Commentaries on the Epistle of Paul the Apostle to the Romans (Grand Rapids, MI: Baker, n. d.),
p. 246.

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72  SALVACIÓN PARA «TODOS»: LA EPÍSTOLA DE PABLO A LOS ROMANOS

que ningún cristiano verdadero puede pensar de esta manera, ya que ha


muerto al pecado y resucitado a una nueva vida en Cristo (Romanos 6:1-4).
El segundo qué, pues está en el versículo 15, donde presenta a sus ad-
versarios preguntando si es lícito pecar, dado que los cristianos no esta-
mos bajo la ley sino bajo la gracia. Una vez más, rechaza rotundamente la
sugerencia, al mostrar cómo la gracia conduce a la obediencia por la fe
(versículos 15-23); y que, aunque los cristianos han muerto a la ley como
un camino a la salvación, aún sirven a Dios en el nuevo camino del Espí-
ritu (Romanos 7:1-6).
Durante su disertación, Pablo realiza algunas declaraciones poco fa-
vorables acerca de la ley: que «se introdujo para que el pecado abundara»
(Romanos 5:20); que «produce ira» (Romanos 4:15); y que estimula las
«pasiones pecaminosas» (Romanos 7:5).
Ahora, debido a sus palabras, Pablo teme que algunos concluyan que
la ley es mala en sí misma. Así que pregunta: «¿La ley es pecado?».
Una vez más, reacciona enérgicamente a tal sugerencia, usando las mis-
mas palabras griegas de Romanos 6:2, 15, traducidas como: «¡De nin-
guna manera!». En el resto del capítulo 7, Pablo defiende la bondad, la
santidad y la espiritualidad de la ley, ayudando a sus lectores a com-
prender que el problema no es la ley, sino el mal uso que la humanidad
hace de ella.
Pablo avanza sobre una cuerda floja en su discusión sobre la ley. Por
un lado, desea ayudar a sus lectores a comprender que la ley no es fun-
cional como forma de salvación. Pero por otro lado, quiere que reco-
nozcan que la ley es un don de Dios y que si es usada correctamente, es
de gran importancia en la vida de los creyentes.
Romanos 7:7 afirma que la ley, lejos de ser pecado, en realidad defi-
ne el pecado. Pablo ilustra su afirmación a través del décimo manda-
miento. Se trata de una elección interesante y perspicaz, ya que es el
único de los Diez Mandamientos que no se basa en acciones externas,
sino en la raíz interior que incita a los actos pecaminosos. Es decir, ado-
rar a un ídolo, robar y el resto de los mandamientos, son comporta-
mientos externos. Por eso, la mayoría de las personas, incluyendo mu-

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8. El uso y mal uso de la ley en Romanos 7 (Romanos 7:1-25)  73
chos fariseos de la época de Pablo, identificaban el pecado como un
comportamiento.
Al elegir deliberadamente el décimo mandamiento Pablo no está se-
ñalando el comportamiento, sino la motivación lujuriosa que lo sus-
tenta. En otras palabras, está diciendo que el pecado es mucho más pro-
fundo que el acto realizado. Jesús hizo lo mismo en el Sermón del Mon-
te, cuando ilustró la profundidad del pecado en su discusión sobre el
asesinato y el adulterio en el corazón (Mateo 5:21-22, 27-28). Y nue-
vamente se refirió al tema en Mateo 15:18-19, donde dice que las accio-
nes pecaminosas proceden de un corazón corrupto.
La selección del décimo mandamiento es una contribución extrema-
damente importante a nuestra comprensión de la ley y el pecado, preci-
samente porque va más allá de lo visible y lo relaciona con ese egoísmo
que lleva al ser humano a pecar como en los otros nueve mandamientos.
En Romanos 7:8 Pablo personifica al pecado como un agresor mili-
tar que usa los mandamientos para su malvado propósito. Luego, em-
plea nuevamente el décimo mandamiento para ilustrar lo que quiere
expresar: «El pecado, aprovechándose del mandamiento, me engañó, y
por él me mató» (versículo 11).
Debemos preguntar: ¿Cómo puede el mal usar el mandamiento
«bueno» de Dios (versículo 12) para provocar el pecado? La respuesta
es que el mero mandato de no codiciar despierta en nosotros pensamien-
tos codiciosos. Aunque los mandamientos son buenos, el pecado condu-
ce a la persona no renovada a verlos como una limitación de la libertad,
convirtiéndolos en una causa de resentimiento y oposición. Si no hay
nada contra qué rebelarse, no hay rebeldes.
La verdadera culpa, sin embargo, no recae sobre la ley sino sobre el
pecado, que es hostil a la ley (Romanos 8:7). El pecado siempre retuer-
ce la función de la ley, de exponer el pecado, a provocarlo.
Pablo había llegado a comprender la profundidad del décimo man-
damiento, y también el hecho de que él era un pecador, a pesar de su
«buena» manera de vivir y de su orgullo pecaminoso sobre su estado
espiritual. ¿Cuál fue el resultado? Tuvo que morir. Pero no aquella

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muerte del cristiano al pecado de la cual habló en Romanos 6:2, sino a


su orgullo espiritual, a la confianza en sí mismo y la autosuficiencia.
Comprendió su desesperanza al entender cabalmente que la ley lo deja-
ba desamparado. Así, «el mismo mandamiento que era para vida», le
trajo muerte (Romanos 7:10).
En Romanos 7:11 declara que la ley parece ser el camino a la vida, pe-
ro en realidad no lo es; y que el pecado se aprovecha de esta interpre-
tación errónea para traer condenación y muerte. Esa conclusión no sig-
nifica que la ley sea mala. Por el contrario, el versículo 12 declara que «la
ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno». En este
punto, el apóstol completa la tesis que ha estado presentando desde el
versículo 7, donde cita a sus oponentes preguntando si la ley es pecado.

El problema no es la ley sino el pecado


(Romanos 7:13-25)
Al igual que en Romanos 6:1, 15; 7:7, Pablo se anticipa a la reacción
de sus detractores. Esta vez, podríamos parafrasear la pregunta de la si-
guiente manera: Entonces, ¿esta ley que es buena se convirtió en una
causa de muerte? (Romanos 7:13). Nuevamente, rechaza la pretensión de
forma enérgica: «¡De ninguna manera!» o «¡Nunca!».
No fue la ley la que causó la muerte, sino el pecado. ¿Cómo logró esto
el pecado? Pablo dice que el pecado usó el buen mandamiento para traer
condenación. Y, ¿cómo desempeñaba la ley esa función? Identificando el
pecado por lo que era (ver Romanos 3:20; 4:15; 5:20; 7:7). Es decir, la
ley tiene la función buena y saludable de señalarnos lo incorrecto, y no
debe recibir la culpa por el pecado. Toda la culpa recae en el pecado, que
motiva las acciones equivocadas.
La conclusión de Pablo es muy clara en el versículo 13. La buena ley
no trajo la muerte. Más bien fue el pecado el que usó la ley con malos
propósitos.
Pero, ¿cómo pudo ocurrir eso con la ley? La respuesta a esta pregunta
comienza en el versículo 14. El primer punto expuesto por Pablo subraya
la tensión existente entre la ley, la cual es espiritual; y los seres humanos,
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8. El uso y mal uso de la ley en Romanos 7 (Romanos 7:1-25)  75
que son pecadores (versículo 14). Pablo utiliza la experiencia humana
como ejemplo de esa batalla.
Y entonces llegamos a una de las partes más polémicas del libro de
Romanos. El mayor debate concerniente a Romanos 7:14-25 gira alrededor
de quién es el «yo», si es Pablo, o si se está refiriendo a una persona antes
de convertirse en cristiana o después de hacerlo. Desafortunadamente para
los estudiosos, esa no es la preocupación de Pablo. Su interés se enfoca en
la buena ley y en cómo el pecado la usa para ocasionar muerte.
Si de algo podemos estar seguros, es que quienquiera que sea el yo,
representa a una persona atrapada entre el bien y el mal. En este capítulo
7 encontramos a un individuo que conoce el bien, pero que se siente terri-
blemente desdichado porque no hace lo que debería hacer.
Debemos recordar que Pablo no está describiendo la totalidad de la
vida de un cristiano. Pero incluso si su vida es victoriosa y tiene paz y
alegría en su fe, hay momentos en los que se identifica con Isaías en su
declaración: «¡Ay de mí! [... ] Porque soy un hombre de labios impuros»
(Isaías 6:5, NVI). Tenemos también el caso de Pedro, que en medio de
una crisis cayó a los pies de Jesús, y exclamó: «Apártate de mí, Señor,
porque soy hombre pecador» (Lucas 5:8).
Pablo continúa su disertación sobre cómo la buena ley no es responsable
de la muerte (versículo 13) en dos etapas, en Romanos 7:14-25. Después de
crear suspenso en el versículo 14, pasa a afirmar que (1) él hace lo que es
malo a pesar de sus buenas intenciones (versículos 15-17), y que (2) no puede
hacer lo que es bueno a pesar de su deseo de hacerlo (versículos 18-20).
En ambos pasos llega a la misma conclusión: que el ente que causa el
problema no es la ley, sino «el pecado que está en mí» (versículo 17).
Esto lo vuelve a afirmar en el versículo 20 con las mismas palabras grie-
gas. A su vez, reitera que la ley es buena en el versículo 16.
Su conclusión es acertada, y ha dado en el clavo en ambos casos. Hace
el mal y no logra hacer el bien, por la misma razón: debido al pecado que
está en él. De esta forma, exonera a la ley de toda culpa, y ha defendido
con éxito lo expuesto en el versículo 12 de que «la ley a la verdad es san-
ta, y el mandamiento santo, justo y bueno». También ha respondido a la

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pregunta del versículo 13: «Entonces, ¿lo que es bueno vino a ser muerte
para mí?». Pablo va más allá de una simple declaración («¡De ninguna
manera!»), a demostrar su afirmación de que el verdadero culpable es el
pecado que obra a través de la ley (versículo 13).
Romanos 7:21-25 presenta cinco ideas o principios importantes. El
primero, es que el mal está siempre al acecho. En el versículo 21, Pablo
advierte a los creyentes que ser bautizados y tener un nuevo amor y nue-
vos deseos no implica un trasplante milagroso de cerebro. ¡No! Co-
menzamos la vida cristiana con un banco completo de imágenes seduc-
toras almacenadas en nuestra memoria. Como dice Pablo, «el mal está
presente» en nosotros (NBLH).
El mensaje de Romanos 7:21 es que, debido a su conversión, los cris-
tianos desean hacer el bien; pero dado que el mal está siempre al acecho
(incluso «presente» en ellos), la carne flaquea sin que ni siquiera lo noten.
El principio número dos tiene que ver con la marca distintiva de la
persona convertida. «En lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios»,
declara el apóstol (versículo 22, NVI). La persona verdaderamente con-
vertida se deleita en la ley.
El principio número tres viene a ser el profundo sentido de realismo
espiritual que posee el cristiano. Pablo señala este realismo con la palabra
«pero» en el versículo 23. Afirma que ama la ley de Dios, pero existe otra
ley en guerra con sus buenos deseos.
En resumen, Pablo no es un creyente ingenuo que ve la victoria ga-
nada de una vez y para siempre. Por el contrario, a través de términos
militares, ve la vida cristiana como un mortífero combate contra las fuer-
zas del mal. Y, aunque él mismo enfrenta serios desafíos, es notorio que
no se rinde ante el mal. La lección es clara: el enemigo nunca se da por
vencido, así que los cristianos tampoco deberían hacerlo.
El principio número cuatro es la marca distintiva del pecador arre-
pentido: «¡Miserable de mí!» (versículo 24). Algunos estudiosos de Ro-
manos 7 afirman que un cristiano jamás diría algo así de sí mismo, ya
que, después de todo, la vida cristiana es una vida de gozo, paz y victoria.
¿En serio? ¿Nunca hemos caído? ¿Nunca nos hemos sentido decepciona-

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8. El uso y mal uso de la ley en Romanos 7 (Romanos 7:1-25)  77
dos de nosotros mismos o hemos decepcionado a Dios y a otros por un
acto malintencionado o una palabra poco amigable?
El principio número cinco es la entusiasta exclamación de aquellos
que han sido rescatados por Dios de su deplorable estado por Cristo Jesús
(versículo 25). «¡Gracias doy a Dios!» es el clamor exuberante de los
creyentes liberados de su miseria y de las tensiones creadas por el pecado.
Esa gozosa exclamación nos provee el tema que analizaremos en el capí-
tulo 8 de la Epístola a los Romanos.

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