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Trabajo Final

Filosofía de la Educación

“YO (COMO SUJETO), FRENTE A LA FORMACIÓN DE SUJETOS”

Profesor: Martínez Jorge

Alumna: González Castro Lucía

Profesorado de Inglés

Fecha: 1 de julio de 2016


El año pasado surgió un tema que capto profundamente mi atención, y fue
la relación alumno-docente y como esta afectaba o no la subjetividad del alumno,
aunque al ser el primer año y al no tener muy en claro a qué era a lo que me
enfrentaba, en muchas oportunidad no tuve la capacidad de discernir realmente el
peso de ciertos temas y cuestiones tratadas, en primera instancia fue mera
curiosidad e interés, pero con el pasar de las clases y las lecturas de diferentes
autores me di cuenta de la magnitud y la importancia que tiene este vínculo en el
desarrollo de la educación como proceso subjetivante .
El vínculo educativo fue un tema tanto visto en pedagogía como en psicología y
práctica docente, pero fue a partir de estas dos últimas que ciertas dudas
comenzaron a surgir. En psicología abordamos esta tan importante relación
educativa con el concepto de “triángulo herbatiano”; en su cúspide el contenido y
en ambos extremos inferiores el docente y el alumno, con la particularidad de que
este triángulo es “incompleto” ya que la base no se cierra, y es lo que hace alusión
al carácter asimétrico que debe darse entre docente y alumno, es decir la
característica de “disparidad” entre el agente y el sujeto de la educación, y la que
supone la posibilidad de que entre el enseñante-enseñado se dé la transferencia
(lazo afectivo), cuyo vínculo mediador son los contenidos culturales. Mi, llámese
“duda existencial”, comenzó cuando nos adentramos más en el tema y
empezamos a ver las supuestas formas más propicias, respecto a cómo debía
darse la relación docente-alumno, el lugar que debía tener el docente en el aula y
para con el alumno, desde el no ocupar una posición de dominación ni opresión
que inculque miedo, pero tampoco la de familiar/amigo que dé lugar a demasiada
confianza, sino ser “trasmisores y constructores de contenido cultural”, buscar un
punto intermedio que logre beneficiar ambas partes. Por otra parte, en práctica
docente vi los diferentes tipos de instituciones, desde las de carácter tecnocrático,
clásico y familiar, donde se observaban que ciertas conductas en extremo podía
llevar a la desfiguración y error en el vínculo docente-alumno. Todas estas
cuestiones estudiadas el año pasado tomaron forma y más realismo a partir de
dos materias que disfrute gratamente este año: sociología y filosofía, donde
justamente en ambas, vimos el tema de dispositivo y reproducción de un
sistema/estructura, y como esto es directamente proporcional a la configuración
del sujeto buscado. Entonces si lo aprendido el año pasado me dice que ciertas
conductas en el ámbito áulico pueden llevarme al extremo del generar miedo o de
demasiada confianza, casi de “amigo”, ¿cuál sería esa posición intermedia que me
permitiría construir y reconstruir junto con mis alumnos “conocimiento”?, ¿cómo se
hace para propiciar la subjetividad de cada alumno con contenido relacionable y
no meramente repetitivo sin llegar a generar una relación “amistosa”? Considero
que este término de “amistad” entre el alumno y docente está sobrevalorado y se
le tiene miedo, este tipo de relación no es la misma que se da entre compañeros o
amigos de su misma edad o cercana, sino que es completamente diferente, creo
que este tipo de lazo propicia enormemente la confianza en un entorno áulico y
esta misma confianza, es la que permite que el alumno se desinhiba libremente,
sin miedo al error o a la “burla” por parte del docente, que considero que es lo que
muchas veces ocurre cuando el alumno calla y prefiere no participar en clases,
¿cómo construimos conocimiento entre todos si no dialogamos, debatimos,
hablamos? Si lo que no se quiere generar es un aprendizaje meramente repetitivo
y memorizado debe hacerse principalmente hincapié en el diálogo, que todos
opinen, si están de acuerdo o no, por qué no, por qué si, y siempre tratar de
enlazar el contenido con situaciones reales para que el aprendizaje realmente sea
fructífero y aplicable al día a día. El construir y reconstruir el conocimiento entre
todos permite que el alumno piense por sí mismo, y vaya más allá de los que
simplemente escucha en la calle, en la tele, de su familia o lo que lee en las redes
sociales. Creo que el lazo es lo fundamental en el vínculo alumno- docente, crear
confianza e instancias de debate y cuestión forma parte de la iniciativa que debe
tener el docente, ya que es la única manera, de cierta forma, de alejarnos de los
parámetros, estructuras y sistemas que regular nuestro accionar, ya que después
de todo nos encontramos dentro de un dispositivo, en este caso el de la escuela,
que siempre e inevitablemente tendera a la búsqueda de determinados sujetos,
pero no por ellos, como el verbo lo dice, debemos ser “sujetados” por ciertos
“deseos” y normativas externas e impuestas a nosotros. Como dice los autores
Marcelo Caruso y Inés Dussel.: “… la palabra sujeto proviene de un verbo que
complejiza las posibles significaciones: el verbo sujetar. Aquí se abre una doble
significación. En la primera el sujeto es aquél que realiza una acción. Pero otro
sentido posible es el contrario: el sujeto aparecería como aquél que es sujetado.
¿Por quién? La respuesta varía según la teoría y el ámbito. Para el derecho, está
atado por el ordenamiento jurídico en general y por las leyes en particular. Para
los sociólogos está sujetado por sus condiciones sociales. Para los psicólogos
aparece sujetado por su historia personal y su presente de vida. Para los
historiadores, por el peso y significación del pasado en su actualidad.” Por lo que
podemos definir desde Caruso y Dussel al sujeto como: “… una construcción
explicativa de la constitución de redes de experiencias en los individuos y en los
grupos. Tales redes tienen una cualidad: no son permanentes ni definitivas y las
experiencias que podían ser positivas pueden ser consideradas posteriormente
como negativas o viceversa.”. Somos una construcción de un conjunto infinito de
procesos, elementos, circunstancias, hechos, pensamientos y cuestiones
económicas, políticas, sociales y culturas por las que somos atravesados en
nuestro día a día. Nuestra subjetividad es proporcional a todo esto, entonces
¿cómo ayudar a “construir” la subjetividad de nuestros alumnos desde el lugar de
docente, sin recaer en discursos ideológicos y reproductores de sistemas
imperantes si me quedo en la posición de mero “transmisor de conocimiento”, si
no me involucro con mi alumno? Creo que el primer paso es asimilar y aceptar
todo lo que nos rodea y acontece, aceptar que nos regimos y reproducimos un
sistema capitalista desde nuestra práctica, pero ya con el simple hecho de
pensarlo, criticarlo y cuestionarlo, nos estamos imponiendo a este, y al hacerlo nos
estamos permitiendo no caer en la repetición de contenido bajado de Nación, sino,
generando propiamente, un ámbito de real aprendizaje que en definitoria permite
la construcción de la subjetividad del alumno, lo que no quiere decir que gracias a
un docente que practica su profesión con este tipo pensamiento vaya a generar en
su totalidad alumnos pensantes y críticos a su entorno, porque inevitablemente
este se encuentra inserto en una sociedad y muchas cuestiones diarias modifican
o perpetúan ciertos posicionamientos a la hora de pensar, pero el docente de
alguna manera es el que logra aportar y contribuir su pequeño grano de arena al ir
en contra de las corrientes pensantes del sistema que nos rige.
El vínculo alumno-docente determina el tipo de trato/relación entre ambos
agentes, y es este mismo trato el que permitirá o no la construcción de saberes,
formación de sujetos críticos, de seres pensantes que no se dejan abolir por
sistemas imperantes ni por ideologías reproducidas y naturalizadas. Creo
firmemente que la educación presente en las escuelas, en las universidades o en
los institutos de formación superior o terciaria, no son, ni debería ser, meros
establecimientos y ambientes donde se habla por hablar y se repite por repetir,
donde lo que importa es aprobar, donde se propicia la competitividad entre
alumnos y entre los mismo docentes, donde los cargos y jerarquías denotan
superioridad y dominio de unos sobre otros, más bien deberían de ser todo lo
contrario. Se “inculcan” valores como la solidaridad, respeto e igualdad, pero,
¿realmente se ven?, nunca mejor dicha la frase: “haz lo que yo diga pero no lo que
yo haga”. La educación debe ser transformadora y no reproductora de un sistema
capitalista.
Como parte de la conclusión he optado por elegir del libro “Los siete
saberes necesarios para la educación del futuro” de Edgar Morin, el saber número
seis: Enseñar la comprensión, el cual me parece un tema muy paradójico, debido
a que como podemos observar, actualmente el mundo y las personas giran en
torno a su propio ego y al individualismo, en el pisar cabezas para “progresar”,
“avanzar”, en el valerse de la justificación de la dominación de unos sobre otros,
de la importancia y necesidad de jerarquías y rangos que nos diferencien como
ordenamiento social, en el predominio del racismo y sexismo, del feminismo y
machismo, en el desprecio entre culturas diferentes, la discriminación hacia el que
piensa y actúa fuera de los parámetros de “normalidad”, etc. Pareciera ser que los
temas más frecuentes en los que se recae están relacionados con el ser
“diferente” u oponerse a los que es “normal” o esta naturalizado por la mayoría.
Estos hechos lo único que generan son desigualdad y separación, al pensar sólo
en uno mismo nos olvidamos del otro, y al hacerlo somos egoístas. Edgar Morin
plantea una serie de prácticas que dentro de la educación, ayudarían a revertir y
contrarrestar este modelo social egocentrista que se está desarrollando y
reproduciendo desde hace miles de miles de años. Tales como:
- El “bien pensar”: lo que permite aprehender el complejo comportamiento
humano objetivamente, sin juzgarlo.
- La introspección: nos permite descentrarnos de nosotros mismos, dando la
oportunidad de también pensar en el otro.
- La conciencia de la complejidad humana: para dejar de encasillar a las
personar en determinados parámetros, dejar de menospreciar al otro y
ponerse en su lugar. Morin dice: “…no se debe reducir un ser a la mínima
parte de sí mismo, ni al peor fragmento de su pasado”.
- La apertura subjetiva (simpática) hacia los demás: Morin dice: “Somos
abiertos para ciertos allegados privilegiados, pero la mayor parte del tiempo
permanecemos cerrados a los demás.” Identificarnos y sentir simpatía.
- Interiorización de la tolerancia: “La tolerancia supone un sufrimiento al
soportar la expresión de ideas negativas o, según nosotros, nefastas, y una
voluntad de asumir este sufrimiento.”
- Comprensión, ética y cultura planetaria: “Las culturas deben aprender las
unas de las otras y la orgullosa cultura occidental que se estableció como
cultura formadora debe también volverse una cultura que aprenda.
Comprender es también aprender y re-aprender de manera permanente.”
Como a través del arte, la historia, la música, la literatura, el pensamiento.
Al igual que Morin, también considero que la comprensión comienza por la
educación en todos los niveles y edades, pero también considero que esta debe
iniciarse y formarse previamente en la casa, desde la familia, con el propósito de
posteriormente ir reforzándola. La familia es el primer grupo con el que se tiene
contacto y se establecen vínculos, y por ello mismo es el modelo esencial que de
manera directa o indirecta nos va conformando. La familia es la que debe dar el
primer paso hacia la comprensión, estableciendo las bases: el respeto. La
comprensión, creo que conlleva una apertura mental, olvidar e ignorar todo lo que
se considera socialmente como “normal” o “natural”, dejar de lado la ideología
imperante que se reproduce en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana,
escuchar y dialogar. Considero que comprender no necesariamente significa
aceptar, sino más bien, respetar; con este simple y primer paso ya estamos dando
lugar a la comprensión, en el conocimiento y asimilación de lo “diferente”. Al
comprender, respetar, entender o simpatizar con el otro estamos dejando de lado
nuestro egocentrismo e individualismo. Vivimos con el otro. Aprendemos del otro.
Eso es lo que debería significar vivir en sociedad. El respetar conlleva y posibilita
una armonía de todo el conjunto, que es lo que justamente se necesita en
nuestros días.
Bibliografía
- Morin Edgar (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del
futuro.

- Marcelo Caruso y Inés Dussel (2001). De Sarmiento a los Simpsons cinco


conceptos para pensar la educación contemporánea.

- Leoz, G. (2010). El aprender como acto subjetivante. Documento de


cátedra.

- Fernández A. (2000). “Capitulo II Sujeto autor”. En: Los idiomas del


aprendiente. Análisis de modalidades de enseñanza en familia, escuelas y
medios. Buenos Aires: Nueva visión.

- Jorge Eliécer Martínez Posada (2013). El dispositivo como grilla de análisis


de las subjetividades.

- Ginestra Emmanuel (2015). Educación Economía. Cuando las políticas


educativas son modelos productivos.

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