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LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA – 1º BACHILLERATO 1

LA LITERATURA REALISTA

1. EL REALISMO

El Realismo es un movimiento que se opone al Romanticismo en sus elementos formales y en buena


parte de los temáticos. Sin embargo, no responde tanto a un deseo de oponerse a la ideología romántica
como a una evolución de esta: el idealismo deja de entenderse como instrumento esencia para el arte y
deja paso a la observación. El subjetivismo ya no interesa, pues la atención del artista se centra en la
realidad. Esta ya no interesa por ella misma, sino, sobre todo, porque sirve para que el escritor describa el
conflicto del individuo con una sociedad que lo condiciona y un medio que lo determina.

En España la estética realista triunfó tardíamente por las circunstancias histórico-sociales de nuestro
país. El realismo es un movimiento urbano, interesado en la ciudad y sus gentes y España era un país
eminentemente rural. Por otra parte, hasta 1868 no se produce en España un clima de libertad que permita
el desarrollo de la novela realista. Hasta entonces predominó una literatura vagamente romántica, tópica y
repetitiva, por ello resultaron tan novedosas las novelas de Galdós o Clarín.

1.1. Rasgos generales de la literatura realista

 Descripción minuciosa y detallada de la realidad externa, para lo cual el escritor pasa por una fase
de observación y documentación. Esta exactitud se ejerce en dos terrenos y siempre con intención
moral o social:
– La pintura de costumbres nos muestra gran diversidad de ambientes: urbanos o rurales,
refinados o populares, aunque hay preferencia por los ambientes burgueses.
– La pintura de caracteres que da origen a la novela psicológica donde se analizan los
temperamentos y las motivaciones de los personajes
 Ubicación próxima de los hechos: Frente a la evasión espacio-temporal del Romanticismo, los
autores realistas escriben sobre lo que conocen, con lo que sitúan sus obras en el presente y en
lugares próximos. La mirada se desplaza a lo cotidiano, eliminando el subjetivismo y la fantasía y
controlando los excesos imaginativos y sentimentales.
 Frecuente propósito de crítica social y política: La intencionalidad sociopolítica varía según la
ideología particular de cada escritor. En general, los autores conservadores describen la realidad para
mostrar su degradación y postular un retorno a los valores tradicionales. Los progresistas también
muestran las lacras sociales, pero éstas, según ellos, obedecen a la pervivencia de una mentalidad
conservadora que lastra el avance hacia el mundo nuevo.
 Estilo sencillo y sobrio. Se prefiere una prosa sobria, a veces cuidada, a veces familiar. En los diálogos,
la lengua se adaptará a la índole de los personajes; de ahí, por ejemplo, el reflejo del habla popular.
Se trata de reflejar el estilo coloquial, incluso con incorrecciones y vulgarismos. El ideal del estilo es la
claridad y la exactitud, como corresponde al deseo de acercar la labor del escritor a la del científico.
 Predilección por la novela: El género literario por excelencia del Realismo es la novela, que alcanzó
un auge inusitado.

2. EL NATURALISMO

Se conoce como naturalismo una corriente literaria que se desarrolló durante el último tercio del
siglo XIX, fundamentalmente en Francia, y que tuvo como principal impulsor a Émile Zola, autor de un ciclo
de novelas llamado Los Rougon-Macquart, que proporciona las claves del naturalismo: Zola pretende que la
literatura se convierta en otra ciencia cuyo objeto de estudio es el medio social. La literatura debe analizar
científicamente el comportamiento humano siguiendo los principios de la observación y la
experimentación.
Para ello parte del determinismo, es decir, la idea de que el hombre se encuentra determinado
biológica y socialmente, no es en realidad libre, puesto que los individuos están condicionados por su
herencia genética y su ambiente social. El novelista, como el científico, experimenta con sus personajes para
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comprobar cómo se modifican sus reacciones según su particular condición biológica heredada. Esto explica
la propensión de los naturalistas por ambientes miserables y sórdidos y por personajes tarados, alcohólicos,
embrutecidos o enfermos, ya que esos les permiten demostrar la influencia determinante de la biología y
del medio social.
Técnicamente, se extreman los rasgos del realismo. Las novelas tienen, además, una intención moral.
Influidos por las ideas socialistas, los naturalistas piensan que, ya que no se puede modificar la herencia
biológica, sí es posible igualar las condiciones sociales en que viven los hombres. La novela naturalista
contribuiría a proporcionar un conocimiento más exacto de los seres humanos y de la sociedad, con el fin
de poder mejorarlos.
A fines de siglo, la estética realista entra en crisis. Se desarrollan entonces diversos movimientos
estéticos que buscan nuevos caminos: impresionismo, parnasianismo, simbolismo, espiritualismo, nihilismo,
decadentismo, modernismo, etc. Con ellos se entra ya de lleno en el siglo XX.

En España la temprana traducción de las obras de Zola hizo que se conociera bastante pronto el
naturalismo, pero levantó enseguida una gran polémica y su penetración en la literatura española fue muy
dificultosa. Se acusa al naturalismo de inmoral y anticatólico, en su defensa Emilia Pardo Bazán escribe una
serie de artículos recogidos en su libro La cuestión palpitante (1883) donde defiende a Zola.
El naturalismo español aprovecha del movimiento naturalista ciertos recursos narrativos y su interés
por los ambientes míseros y degradados, pero no acepta la idea de convertir la literatura en una ciencia.
Aparte de Pardo Bazán, se advierten rasgos naturalistas en obras de Galdós como La desheredada, en La
Regenta de Clarín y en algunas novelas de Palacio Valdés.
De todas formas, sí existe un naturalismo radical en la obra de ciertos autores como Alejandro Sawa
o Eduardo López Bago, quien denomina a sus obras novelas médico-sociales. La atención de estos autores
hacia las cuestiones sociales, su reivindicación de la sexualidad, su anticlericalismo y su interés por
ambientes marginales dejarán su huella en autores de principios del siglo XX como Eduardo Zamacois o
Felipe Trigo. El eco del naturalismo es evidente en novelistas como Vicente Blasco Ibáñez, o incluso en Pío
Baroja.

2. LA PROSA REALISTA

Para el desarrollo de la prosa realista tiene una gran importancia el auge del periodismo. La mayoría
de los prosistas del XIX escriben para un periódico. La prensa, por pura necesidad de proximidad al lector,
contribuye a forjar una prosa directa, flexible y liberada de la grandilocuencia romántica. Cuando la novela
realista triunfa, el costumbrismo periodístico se sustituye por el cuento.

2.1. Características de la novela realista

 Verosimilitud: Las historias son como fragmentos de realidad. Aunque inventadas por su autor, se
basan en la experiencia cotidiana, y tanto los protagonistas como los ambientes son creíbles.
Desaparecen del relato los sucesos increíbles, los hechos maravillosos y las aventuras insólitas.
 Protagonistas individuales o colectivos:
– Novelas psicológicas: Los protagonistas de las novelas suelen ser individuos que se relacionan
problemáticamente con su mundo. El novelista hace hincapié en el análisis psicológico del
personaje.
– Novelas de ambientación social: Los protagonistas son grupos sociales completos, que permiten
al novelista dar una visión global de la sociedad contemporánea. En este caso el autor describe
los más variados ambientes y comportamientos con la aparición de grupos sociales ignorados
(burguesía, proletariado, mendigos, desclasados…)
 Narrador omnisciente: El narrador maneja por completo los hilos del relato: lo conoce todo,
interviene en la obra con sus juicios sobre hechos y personajes y con observaciones dirigidas al lector.
Con el tiempo, el ideal de objetividad conduce a atenuar las apariciones del narrador en la obra.
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Junto con la narración tradicional y el estilo indirecto, destacan el diálogo, el estilo indirecto libre y el
monólogo interior.
 Uso del estilo indirecto libre: se trata de un estilo narrativo en el que se insertan en la voz del
narrador enunciados propios de un personaje, que se reconocen mediante marcas que descartan la
vinculación de ese registro del lenguaje o punto de vista con el narrador. En el enunciado del narrador
fragmentos del discurso de los personajes que no son introducidos expresamente mediante
marcadores o conectores (verbos de palabra y pensamiento o nexos introductorios del enunciado).
Ejemplo: Juan estaba agotado, los pensamientos se agolpaban en su mente, no, jamás volvería a
subir corriendo1
 Didactismo: Es corriente que los autores pretendan con sus novelas ofrecer una lección moral o
social. Ello es así en las llamadas novelas de tesis, en las que el escritor desea demostrar una idea
general a la que quedan subordinados el argumento, los personajes y el ambiente de la obra. Los
conservadores defienden el campo como un lugar idílico e inocente, frente a los liberales que ven la
ciudad como el lugar de la civilización y el progreso. En las novelas de tesis los personajes son, en
general, meros tipos y se encuentran definidos de antemano: la
 Estructura lineal: Los hechos transcurren de forma lineal en el tiempo, aunque no son extrañas las
vueltas atrás para contar episodios pasados, pero éstas no interrumpen más que provisionalmente el
hilo general de la narración.
 Descripciones minuciosas: Las descripciones interiores y exteriores y las de los mismos personajes
son extremadamente detalladas, de modo que en las obras a veces predomina la descripción sobre la
narración. Esto se relaciona con la obsesión de los realistas por el dato exacto, típica del positivismo.
 Aproximación del lenguaje al uso coloquial: El lenguaje narrativo, en coherencia con los
presupuestos ideológicos, se aproxima a la lengua de la conversación, a la que se eleva a la categoría
de lengua literaria. Los autores se esfuerzan en adecuar el lenguaje a la naturaleza de los personajes,
que hablan con arreglo a su condición social, a su origen geográfico o a sus propias particularidades.

En la última década de siglo la crisis de la fórmula realista y naturalista conduce a la novela


espiritualista. Ahora la ficción literaria tiene como referente una realidad más amplia en la que caben
también la interioridad del individuo y la imaginación. En muchos aspectos, como el interés por los asuntos
morales, el empleo de símbolos, la exacerbación de los sentimientos y la búsqueda de lo trascendente, nos
encontramos cerca de la prosa modernista. Se supera entonces la contradicción entre el narrador
impersonal, simple transmisor de la realidad que no debía contaminar el texto con su subjetividad, y la
necesidad de que el propio narrado sea percibido de forma verosímil por el lector, puesto que la novela no
“se cuenta sola” y el narrador debe justificar su conocimiento de los personajes y la acción.

2.2. Influencias literarias de la novela realista

Entre las influencias literarias del realismo, además del costumbrismo, destaca la de los grandes
escritores realistas europeos, que fueron bien conocidos tanto de forma directa como a través de
traducciones. Otra es la novela de folletín, de la que tomaron motivos y recursos diversos, aunque la
criticaron y parodiaron. Otro precedente literario es la noval histórica romántica que les sirve de
contramodelo: frente a la ambientación en el pasado y la imprecisión temporal, características de la novela

1
El estilo directo es un estilo narrativo en el que se inserta en el relato la voz de los personajes reproduciendo literalmente lo que
dicen. El estilo directo se caracteriza por la presencia de verbo de lengua o sentido (dijo, exclamó, gritó, etc.), seguido de dos puntos
y aparte, precedido de un guión, las palabras textuales del personaje.
Juan estaba agotado, suspiró y dijo:
 “Jamás volveré a subir corriendo.”
El estilo indirecto es, por otra parte, otro estilo narrativo en el que se introduce la voz de los personajes. En este caso, el verbo de
lengua o sentido es seguido de la conjunción completiva que o si y a continuación se reproducen las palabras de los personajes
modificadas:
Juan estaba agotado, suspiró y dijo que jamás volvería a subir corriendo.
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histórica romántica, la realidad contemporánea y la precisión de los datos de la novela realista; frente a los
casos insólitos y maravillosos de los relatos románticos, sucesos y personajes comunes y corrientes.
Finalmente, la de la prosa española de los siglos XVI y XVII (Cervantes, la picaresca, Quevedo…).

2.3. Principales autores realistas

2.4. Transición de la prosa romántica a la novela prerrealista: Fernán Caballero y Pedro


Antonio de Alarcón

1) Fernán Caballero (1796-1877)/Cecilia Böhl de Faber


Es el seudónimo de la escritora Cecilia Böhl de Faber (1796-1877), hija de uno de los introductores
del Romanticismo en España: Nicolás Böhl de Faber. Su obra se ha considerado precursora del realismo
español, pero la abundancia de elementos románticos y, sobre todo, el didactismo católico y la idealización
de tipos y paisajes, la alejan de los presupuestos centrales del realismo. Entre sus obras más conocidas
destacan La gaviota y La familia de Alvareda.

2) Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891)


Es también un escritor prerrealista, cercano aún al Romanticismo y a la prosa costumbrista. Sus
novelas no son de gran calidad: sus personajes carecen de individualidad y están construidos con un
maniqueísmo absoluto, las situaciones argumentales son inverosímiles y su lenguaje peca de excesiva
verbosidad. Una sorprendente excepción es la novela corta El sombrero de tres picos (1874).

2.5. Consolidación de la novela realista:

1) Juan Valera (1824-1905)


Él mismo nunca se consideró realista: defiende el carácter poético de la novela y postula un tipo de
narración que estudie el interior de los personajes. Reclama una literatura que cree objetos bellos que
deleiten al lector, dejando a un lado cualquier preocupación por la sociedad del momento. En consecuencia,
sus novelas suelen moverse dentro de marcos ideales donde se difuminan los conflictos sociales. Tampoco
sus personajes hablan de manera realista; su estilo es culto y academicista. Las descripciones exteriores son
poco frecuentes. La construcción narrativa es hábil y, aunque el narrador interviene en los relatos, el uso de
la ironía pone distancia entre los personajes y el autor. El amor es el tema de la mayor parte de su obra
narrativa en la que destaca Pepita Jiménez (1874), Doña Luz (1879), Juanita la Larga (1895) y Morsamor
(1899).

2) José María de Pereda (1833-1906)


Es el máximo representante, dentro del realismo, de la novela tradicional. Defiende en sus obras un
patriarcalismo rural e idílico frente a los males del mundo urbano y burgués. Casi todas sus novelas
transcurren en la región cántabra y son un ejemplo de novela regional. Sus obras presentan muchos
defectos: personajes acartonados, moralismo abrumador, constantes intromisiones del narrador,
argumentos faltos de intriga, etc. Sin embargo, son apreciables su gran calidad descriptiva tanto de paisajes
como de personajes. Entre sus novelas destacan: El sabor de la tierruca (1882), Pedro Sánchez (1883),
Sotileza (1884), La puchera (1889) y Peñas arriba (1895).

3) Emilia Pardo Bazán (1851-1921)


Aristócrata gallega, fue persona cultivada y buena conocedora de las corrientes literarias europeas de
su tiempo. Su obra narrativa es muy variada: tuvo unos comienzos románticos, y tras sus escarceos
naturalistas, será seguidora del espiritualismo ruso e, incluso, al final de su producción, de la estética
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modernista en boga. Defiende, pues, todo lo novedoso, pero en el fondo su obra tiene un hilo conductor
unitario que le proporciona coherencia: su ideología cristiana y conservadora. Así, el naturalismo, tan
presente en novelas como La tribuna (1882), Los pazos de Ulloa (1886) y La madre Naturaleza (1887), es
siempre puramente formal: situaciones escabrosas, ambientes degradados, señores decadentes y criados
brutales, crudas descripciones, escenas de desmesurada violencia, etc. Pero el determinismo naturalista
sólo es externo y circunstancial, pues es corregido por la fe religiosa.
Tiene mucho interés el más de medio millar de cuentos que la condesa de Pardo Bazán publicó en la
prensa, parte de los cuales reunió en diversos volúmenes: Cuentos de Marineda, Cuentos de Navidad,
Cuentos de amor, Cuentos sacroprofanos, Cuentos de la tierra…

4) Benito Pérez Galdós (1843- 1920)

La ingente producción novelística de Galdós se estructura en las siguientes etapas.

a) Primeras novelas: novelas de tesis. Publicadas durante la primera década de los setenta, casi todas
son novelas de tesis en las que se contraponen dos ideologías, conservada y liberal. Galdós no oculta sus
simpatías por la España liberal, y la intención didáctica de las obras es explícita. Títulos de esta época son
La Fontana de Oro (1870), Doña Perfecta (1876), Gloria (1877), Marianela (1878) y La familia de León
Roch (1878). Pese al esquematismo de sus ambientes y personajes, se advierte en estas obras una
evolución técnica que culminará en el gran Galdós posterior.

b) Novelas españolas contemporáneas: Con La desheredada (1881) Galdós comienza a publicar el


grupo que llama novelas españolas contemporáneas. Estas obras muestran su madurez como escritor y
recogen un completo retrato de la sociedad de su época, ambientado en Madrid. Algunas obras de este
periodo son El amigo Manso (1882), La de Bringas (1884) y Miau (1888). Pero la obra maestra de esta etapa
es Fortunata y Jacinta (1887). Se trata de una novela extensa y cuidadosamente construida, que desarrolla,
sobre la base de diversos triángulos amorosos, la convulsa y cambiante vida social madrileña entre 1873 y
1876, entrelazando calculadamente los elementos de ficción y los históricos.
En esta obra, Galdós despliega sus mejores artes narrativas: minuciosa captación de ambientes y
tipos, uso magistral de los diálogos, empleo de novedosos monólogos interiores, sabio manejo narrativo de
múltiples anécdotas argumentales, etc. En ella alcanza su cumbre el realismo total galdosiano.

c) Últimas novelas: la crisis de la estética realista y el interés por buscar nuevos cauces expresivos se
manifiestan claramente en sus novelas desde 1889. De este periodo son La incógnita (1889), Realidad
(1889), Ángel Guerra (1891), Tristana (1892), la tetralogía que tiene como protagonista al usurero
Torquemada (1889-1895), Nazarín (1895), Misericordia (1897) , El caballero encantado (1909).
En todas ellas ensaya originales procedimientos narrativos: novelas dialogadas, narraciones
epistolares, introducción de elementos fantásticos, sueños, símbolos, etc. En alguna es también visible la
influencia del espiritualismo de la novela finisecular europea. La modernidad narrativa galdosiana tiene su
raíz en la progresiva radicalización ideológica del Galdós, que le lleva a buscar vías estéticas diferentes como
modo de comprender la realidad en toda su extensión.

Capítulo aparte merecen los Episodios Nacionales, constituidos por cuarenta y seis novelas
dispuestas en cinco series de diez episodios cada una (excepto la última, que quedó inacabada con solo
seis), pretenden reconstruir en forma novelada la historia del siglo XIX español. Las dos primeras series
fueron escritas entre 1873 y 1879, al tiempo que sus primeras novelas; las tres últimas entre 1898 y 1912.
Los Episodios son un intento de entender desde la literatura los conflictos que dividen la sociedad
española a partir de la que novela Galdós, quien acude a la Historia para explicar su propio presente y las
convulsiones político-sociales que siguen al derrocamiento de la monarquía borbónica en 1868.
Las dos primeras series muestra la ideología liberal de Galdós. Abundan en recursos folletinescos,
aunque se apartan de la novela histórica romántica por la proximidad de los hechos narrados y porque la
Historia no es un mero marco decorativo.
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Casi veinte años después don Benito reemprende la redacción de los Episodios. Se percibe
claramente que Galdós ha madurado como novelista: mezcla de narradores en primera y tercera persona,
monólogos, novelas epistolares que ofrecen la impresión de intimidad al tiempo que proporcionan la ilusión
de crónica histórica…
En estos últimos episodios se advierte también el conocimiento de primera mano de los hechos por
parte de Galdós, pues la época se corresponde con la de su propia juventud madrileña, que el escritor juzga
ahora desde sus nuevas posiciones ideológicas republicanas.

Temas e influencias

Las obras de Galdós, aunque ambientadas en su mayoría en Madrid, son una completa visión de
conjunto de la sociedad española de su época. En sus novelas Madrid concentra todas las contradicciones
sociales e históricas del país y se ha convertido en una gran ciudad cuyo complejo mundo presenta con
pluma maestra el novelista. Aunque las clases medias son las que ocupan el primer plano de sus obras, la
mirada de Galdós presta atención a todas las esferas sociales. Todo ello se expone en íntima relación con las
vicisitudes históricas que dan lugar a esta nueva sociedad que arrolla a su paso los viejos moldes
estamentales.
La sensación de vida en acción de las novelas de Galdós hacen que sus obras ofrezcan una reflexión
sobre la condición humana: el tiempo que todo lo cambia, las reacciones psicológicas ante las situaciones
extremas, las ambiciones, el dolor, los suelos, las ilusiones, las fantasías, el amor, los diversos placeres, los
ambientes sórdidos, todo desfila ante los ojos del autor y bajo la mirada de Galdós, dura y sarcástica en
ocasiones, tierna y humanísima en otras, irónica en las más.
Los modelos literarios de Galdós son muy diversos. Es apreciable la influencia de los escritores
realistas: Balzac, Dickens, Flaubert, Dostoyevski y Tólstoi. Es también muy notable la influencia de la
literatura: la Celestina, la picaresca, los clásicos del siglo XVI y XVII, y particularmente Cervantes, de quien
aprende Galdós el recurso fundamental de la ironía, que le permite alejarse de lo narrado y ver más
objetivamente a sus personajes.

Estilo y técnica narrativa

Galdós combina el retrato de personajes con el de ambientes. Los retratos de ambientes tienen una
fidelidad casi pictórica: Galdós se vuelca en sus descripciones con la precisión de un artista plástico . La
descripción de personajes tiene gran penetración psicológica y verismo. De ellos llega a reproducir
fielmente hasta sus particularidades expresivas y de habla. Así, acude cuando es necesario a la lengua
coloquial y popular.
Es peculiar en Galdós el uso del narrador omnisciente que se permite digresiones y puntualizaciones,
así como ciertas licencias de complicidad con el lector. Asimismo hay que citar el recurso de la reaparición
de personajes en distintas novelas, lo que va creando un universo literario en diversos relatos. El estilo es
espontáneo, ágil y muy expresivo.

5) Leopoldo Alas “Clarín”

Leopoldo Alas Clarín desarrolló una gran actividad periodística, con artículos literarios, políticos y
religiosos donde muestra su ideología progresista y republicana.
En cuanto a su obra de creación, es casi exclusivamente narrativa, a excepción de algunos poemas
juveniles y su drama Teresa (1895), que intenta conjugar la crítica social y el espíritu evangélico, dentro de
una estética de intensa concentración dramática y escenográfica naturalista.
Pese a su brevedad, es su obra narrativa la que le concede un puesto de primer orden en las letras
españolas. Solo escribió dos novelas: La Regenta y Su único hijo, algunas novelas cortas (Pipá, Avecilla, Las
dos cajas, Doña Berta, El Señor…), varios fragmentos novelescos inconclusos y poco más de cien relatos
breves, publicados en su mayoría en la presa y que recopiló, junto a otros inéditos, en volúmenes
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independientes: Pipá (1886), El Señor y lo demás, son cuentos (1893), Cuentos morales (1896) y El gallo de
Sócrates (1901).

Su único hijo (1891)

Narra la vida en una pequeña capital de un frustrado matrimonio, cuyas relaciones con los
componentes de una compañía de actores sitúan la acción en un ambiente extraño y degradado. Clarín
juzga duramente la moralidad de la sociedad que retrata, cuyos rasgos, ocultos bajo una máscara de
pseudorromanticismo trasnochado son el egoísmo, la rapacidad, el engaño, la hipocresía y la mentira.
Los personajes viven en la más extrema soledad y se mueven por intereses materiales en un medio
social que condiciona su comportamiento con una mezcla de determinismo naturalista y sensualismo
decadente.
El protagonista es un individuo pusilánime que realiza un ímprobo esfuerzo por vencer esa debilidad y
reafirmar su identidad. El personaje oscila entre lo ridículo y lo sublime. Su fuerza de voluntad lo hace
elevarse por encima de la realidad que lo rodea y forjarse un destino propio elegido personalmente.
La importancia en la novela de la voluntad, de la familia, de la infancia, del espíritu religioso, del
tiempo de la memoria, de lo subjetivo, responde a la angustia ante la sociedad, el desarraigo y el miedo al
mundo.

La Regenta (1885)

La Regenta (1885) es una de las grandes novelas de la literatura española. Se encuadra dentro de dos
modelos típicos de la novela realista: la novela de adulterio, protagonizada por una mujer burguesa
profundamente insatisfecha y la novela de sacerdote, que narra el conflicto entre la castidad impuesta y el
instinto natural.

Protagonistas

Los protagonistas de la novela son dos: Ana Ozores y el Magistral, Fermín de Pas. Ambos personajes
tienen en común su desclasamiento: ella, hija de un aristócrata liberal, acaba como esposa del viejo y
ridículo regente de la Audiencia; él, de humilde origen, está escalando a los más altos puestos de poder del
cabildo catedralicio. En los dos se produce una profunda insatisfacción: Ana, frustrada humana y
sentimentalmente en el marco de una ciudad levítica, añorando una madre que no tuvo y un hijo que no
tiene; el Magistral, sometido a la férrea voluntad de su madre y sin meta humana alguna, excepto la
ambición desmedida del poder.
El tercer personaje en importancia es Álvaro Mesía, dirigente liberal de la provincia y tenorio por
excelencia de la misma. Ana termina en manos del insustancial Mesía, con lo que consuma su propia
degradación.
En el fondo, la auténtica protagonista de la novela es la sociedad provinciana en su conjunto. Clarín
disecciona en Vetusta, nombre literario de Oviedo, donde suceden los hechos las mezquindades,
frustraciones y pequeñeces de la sociedad española de la Restauración. Clarín satiriza sin piedad los
comportamientos de la clase dominante de la sociedad canovista: clero, nobles, indianos, burgueses
desfilan por sus páginas dando muestras de su frivolidad, hipocresía, orgullo, mediocridad y miseria moral.
La extensa fauna de personajes de la novela está casi por completo marcada por los mismos rasgos
de los protagonistas: frustración, insatisfacción, sexualidad reprimida. Hay pocos personajes y estos no
tienen la entidad suficiente para cambiar los derroteros de la sociedad podrida.

Estructura

La estructura de la novela está muy pensada. Todos los elementos están interrelacionados: reflejan
las relaciones de sus tres personajes y todo se organiza en función de ello. Consta de dos partes simétricas y
bien equilibradas. La primera se desarrolla en tres días y la segunda en tres años. Esta desproporción es solo
aparente, porque en la primera parte se rememoran retrospectivamente muchos años.
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Al principio la acción es más lenta, ya que se describen en detalle personajes y ambientes que son
fundamentales para el desarrollo de la novela. La segunda parte es más rápida y dinámica, hasta el
desenlace de la obra.

El naturalismo en La Regenta

En La Regenta, es muy importante la influencia del ambiente sobre los personajes, por ello se ha
insistido en su carácter naturalista. En efecto, tanto el mundo exterior (la ciudad en que viven, el ambiente
callejero, las relaciones sociales) como el más próximo a los personajes (su familia, su infancia, su
formación) los condicionan de modo definitivo. ncluso la naturaleza se relaciona con los movimientos
anímicos de los personajes: la lluvia constante, las estaciones del año…
Dos son las notas dominantes en el ambiente que envuelve a los personajes de la novela: el tedio y la
lujuria. En la cerrada ciudad provinciana todo se repite hasta el aburrimiento, y personas como Ana Ozores
no encuentran más salida a su hastío que el refugio en libros y sueños románticos, perfectamente inútiles
como solución vital.
La sexualidad, más o menos reprimida, es la vía de escape de muchas frustraciones. Objetos,
ambientes y personajes parecen rodeados de un halo de erotismo que impregna sus movimientos, sus
conversaciones, sus sueños y sus pensamientos.

El estilo de La Regenta

Clarín ensaya en esta novela múltiples recursos narrativos. Lejos de las novelas de tesis, el autor deja
hablar a los personajes, que charlan o piensan en alto constantemente. Cada personaje se expresa de
acuerdo a su carácter, formación, nivel social… Muchos están caracterizados por sus tics lingüísticos.
El narrador, en consonancia con los principios naturalistas, se distancia de sus personajes y deja que
ellos mismos vayan construyendo sus historias particulares mediante el uso consciente y reiterado del estilo
indirecto libre. Ello no obsta para que el narrador externo intervenga cuando le interesa, anticipando
acontecimientos, sembrando pistas falsas para intrigar al lector, contraponiendo su visión de la realidad con
la que de ella dan los distintos personajes, etc. No se trata nunca de un tosco narrador omnisciente, sino
que mediante la ironía el autor revela su inteligentísima mirada sobre los seres y las cosas.

3. LA POESÍA

Durante la segunda mitad del siglo XIX se compuso abundante y variada poesía, que debe entenderse
en un contexto en el que la burguesía dominante impone sus gustos dentro de un modelo de sociedad
donde cultura y política parecen unidas.
Pueden distinguirse tres tendencias poéticas: la poesía realista antirretórica con la figura de Ramón
de Campoamor con su obra Doloras (1846), Pequeños poemas (1872-4) y Humoradas (1886-8). La poesía
realista grandilocuente de Gaspar Núñez de Arce y la poesía intimista posromántica, cuyas figuras
fundamentales son Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro que vimos en el tema anterior.

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