Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
SUMARIO.
I. Resumen.
II. Primera aproximación.
III. Antecedentes.
IV. Evolución.
V. Distinción entre delitos de acción y de omisión
VI. Clases de delitos omisivos.
1. Teoría Normo lógica.
2. Teoría Externo-Formal.
3. Teoría del Deber de Ayuda.
4. Teoría de la Equivalencia de la Omisión Propia e Impropia con los
Delitos de Resultado y Simple Actividad.
VII. Elementos objetivos del tipo de los delitos de omisión.
1. El Tipo Objetivo de los Delitos de Omisión Propia.
2. El Tipo Objetivo de los Delitos de Omisión Impropia.
VIII. Los Delitos de Omisión Impropia
IX. Teorías del Deber de Garante.
1. Teoría Formal.
2. Teoría de las Funciones.
X. Crítica de la Teoría Formal.
XI. Crítica de la Teoría de las Funciones.
XII. Toma de posición.
XIII. Propuesta de modificación legislativa.
I. RESUMEN
Los delitos de omisión impropia, a los que consideramos debe denominarse
con mayor propiedad normal delitos de omisión calificada”, aparecen
preferentemente por la conversión de las normas prohibitivas (contenidas en
los tipos comisivos de resultado) en normas imperativas o de mandato
mediante la transposición adecuada a sentido de sus elementos objetivos,
razón por la cual constituyen verdaderos tipos penales no escritos cuyos
elementos deben ser establecidos a través de la interpretación.
Con el objeto de evitar aquella perniciosa posibilidad, el legislador peruano ha
insertado en la parte general del Código Penal la denominada “Cláusula de
Equivalencia” (Art. 13° CP), por la cual se reputa como punible la omisión de
evitar un resultado siempre y cuando corresponda a la realización de un tipo
penal comisivo y si el omitente hubiera tenido el deber jurídico de impedir el
resultado o creado un peligro inminente para la víctima.
Si bien con esta norma se contrarresta el peligro de interpretaciones analógicas
de los delitos de omisión calificada no escritos, aún se mantiene vigente el
problema de su indeterminación típica [1] . Frente a ello, nuestra propuesta
para eliminar dicho riesgo es el reconocimiento legal expreso de las fuentes del
deber de garante en la misma cláusula de equivalencia contenida en el Código
Penal, siendo necesario para tal fin establecer según un análisis crítico de la
teoría de los delitos omisivos y de nuestra realidad jurídico-social cuales son
las fuentes apropiadas para generar tal posición de garante.
IV. EVOLUCIÓN
El Derecho Penal del siglo pasado se caracterizó por las encendidas polémicas
dogmáticas que protagonizaron los juristas del sistema romano-germánico
sobre temas neurálgicos del Derecho Penal, siendo como sabemos uno de los
que demandó mayor atención el referido al concepto de acción.
Dentro de ese contexto causaron gran interés “cierto tipo de conductas” que
“causaban” resultados previstos en las leyes penales pero que sin embargo no
eran fruto de acciones propiamente dichas, lo cual originó que los
investigadores empezaran a distinguir que la “acción humana” podía tener
relevancia penal en un doble sentido: cuando “se hace” y cuando normal “se
deja de hacer”
Así pues se convirtió en obligado tema de referencia de los textos penales de la
época el caso instruido por un Juzgado de Dusendorf, Alemania, y que fuera
resuelto en última instancia por el Tribunal Imperial, denominado gráficamente
como “El caso de los pelos de cabra”. Sucedió que el propietario de una fábrica
de escobillas entregó a sus trabajadores una determinada cantidad de pelos de
cabra (que era su materia prima), los cuales sin embargo no habían sido
previamente desinfectados. Como consecuencia algunos de los empleados
enferman y mueren por carbunco (antrax). Los investigadores discutían sobre
si el fabricante era responsable de las muertes por comisión, es decir por haber
entregado los pelos de cabra; o por omisión, o sea por no haberlos
desinfectado previamente. Variadas eran las soluciones que se asignaba al
caso, aunque claro está cada autor pretendía encontrar en su respuesta la
prueba de la fidelidad de su posición personal respecto al concepto de acción.
Lo importante del hecho fue que se desató (aunque no exclusivamente debido
al caso) una gran curiosidad por tratar de explicar las características de los
delitos de omisión partiendo del tema más elemental: su distinción con los
delitos comisivos.
Corrían otros vientos, de modo que el Derecho Penal se encontraba influido
fuertemente por la todavía moderna revolución de las ciencias naturales, lo que
imprimía una marcada tendencia a pretender explicar y desarrollar las teorías
bajo la óptica de las leyes físico-naturales. Así pues, los investigadores se
dieron la tarea de elaborar un concepto de acción compatible con los restantes
niveles de la estructura del delito [6] que además de abarcar a la comisión
cumpla también con los presupuestos indispensables que debían caracterizar a
la omisión. Para ello se esforzaron en convertir a la acción en el elemento
unitario y general básico del sistema de la teoría del delito que enlace a todos
los estratos de enjuiciamiento jurídico penal y que a la vez sea lo
suficientemente amplio como para comprender todas las conductas relevantes
para el Derecho Penal.
Se postuló entonces la idea de que el “comportamiento humano” como
categoría general se hallaba integrado por dos formas de aparición: una activa
y otra omisiva. Sin embargo, para que dicho comportamiento humano pudiera
ser valorado penalmente como el primer elemento de la estructura del delito
debía cumplir un requisito ineludible: conservar absoluta neutralidad valorativa,
es decir que en modo alguno presuponga algún rasgo de tipicidad, juicio
valorativo o de culpabilidad, es decir que no prejuzgue las siguientes fases de
análisis.
El mérito de haber objetado por vez primera el concepto unitario de acción lo
tiene Radbruch [7] , quien partiendo del Principio Lógico de Identidad por el
cual “Un Hacer” (A) nunca podría definirse junto a un “No Hacer” (no A). Si bien
para la época esto constituyó un avance, aún no era totalmente correcto pues
la omisión penalmente relevante está muy lejos de ser un simple “No Hacer”
sino que en líneas generales constituye un “No Hacer algo que estaba
ordenado”[8] . En la actualidad (y desde hace mucho) han dejado de ser
materia de discusión, por incorrectas, las teorías que pretendieron construir un
concepto unitario de acción pues casi nadie desconoce que la omisión por si
misma carece de relevancia jurídica sino que su existencia viene aparejada de
un mandato que expresamente ordena ejecutar determinado acto, no siendo
posible sin que previamente exista una orden legal de hacer algo normal
En efecto, una orden de aquella naturaleza (que imponga obligaciones y
establezca deberes) no puede conocerse y menos imputarse objetivamente
sino hasta alcanzar la esfera estrictamente normativa, es decir, hasta llegar al
mismo Tipo Penal, lo cual implica que a nivel extra-valorativo no sea posible
determinar cuándo se ha omitido ya que no podrá conocerse la obligación legal
de actuar cuyo incumplimiento deba considerarse penalmente disvalioso,
llegándose a la conclusión de que no existen omisiones antes del tipo [9] .