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UNAM. FCPyS.

René Tames González


08/febrero/2018

Creer, saber, conocer.

El autor desde el inicio del capítulo pone a consideración del lector la brecha entre
el conocer y el saber, afirmando que existe una diferencia semántica entre estos
dos conceptos que podrían confundirse. Ya que explica la diferencia fundamental
entre estos dos conceptos epistémicos a partir de lo que requiere necesariamente
la acción de conocer, es decir: la experiencia personal directa, el contacto o
familiarización con lo que se conoce. De tal manera que en primera instancia, para
conocer a alguien o algo es menester percibirlo de alguna manera a través de los
sentidos, para almacenar la experiencia dada y saber que se conoce.

Sin embargo, Villoro distingue dos maneras distintas de conocer: la primera


la caracteriza de débil o poco compleja, en la que la experiencia del sujeto
conocedor se limita a los elementos superficiales de lo que pretende conocer, y la
segunda, a la cual se refiere como la manera más rica de conocer o de mayor
complejidad, en tanto que es aquella en la que se comprende la forma y manera del
objeto conocido. Esta manera convierte al conocedor en un experto lleno de
información al respecto y por tanto puede responder a múltiples y variadas
cuestiones acerca de lo que presume conocer.

Por otro lado, otra característica de conocer es la afirmación de la existencia


de lo que se dice conocer, pues como menciona Villoro: “...sólo de la experiencia
hay conocimiento y esta supone la existencia real de lo conocido” (1996, p. 203).

En una comparativa sobre el saber hacer y el conocer, Villoro afirma que


están íntimamente ligados en tanto que el conocimiento sirva para realizar alguna
tarea o acción que conlleve el uso de la intelectualidad y los conocimientos teóricos,
tal como el ajedrez, dónde basta con conocer las reglas del juego de manera teórica
para desenvolverse en una partida.

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La tesis de que el conocimiento se fundamenta en la experiencia permea en todas
las explicaciones que da el autor en lo concerniente a cómo saber que se conoce,
y la transmisión de conocimientos de un individuo a otro, ya que explica que para
justificar o demostrar que se conoce es necesario remitirse a los antecedentes
dados, pues de la experiencia emana el conocimiento. Y en cuanto a la transmisión
del conocimiento, afirma que no es posible, en tanto que esa es tarea del saber,
pues el conocer requiere la experiencia personal de cada persona y por tanto es
intransferible.

Por último cierra con la importancia del valor del saber construido
socialmente, pues es fundamental para el saber científico, por ejemplo, la aportación
de los conocimientos ajenos de los miembros de la comunidad científica.

Fuente:

Villoro, L. (1996). Creer, saber, conocer. México: Siglo XXI.

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