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Módulo 1
El tiempo como un recurso
limitado
Contenido
CONTENIDO ........................................................................................................................................... 2
INTRODUCCIÓN ..................................................................................................................................... 3
1. FUNDAMENTOS DE LA GESTIÓN DEL TIEMPO .................................................................................... 4
2. CONCEPTOS ERRADOS EN LA GESTIÓN DEL TIEMPO .......................................................................... 5
3. REGLAS SOBRE EL ORDEN EN LAS TAREAS Y EL TIEMPO ..................................................................... 7
4. CONDICIONANTES ENTRE LOS HÁBITOS Y EL TIEMPO ...................................................................... 10
Introducción
El punto de partida para la gestión eficaz del tiempo es tener los objetivos bien
identificados y asignar un tiempo todos los días a tareas orientadas al logro de
estas metas, así la gestión eficaz del tiempo nos proporcionará a todos unos
rendimientos superiores tanto profesional como personal.
Para lograr el éxito debe existir un concepto bien pensado del tiempo y de la
vida: el tiempo que disponemos tiene que ser utilizado, a sabiendas, para
alcanzar metas u objetivos profesionales y personales. Sólo de esta manera se
puede establecer una relación directa entre el dominio de las tareas y las
actividades diarias, por una parte, y la satisfacción personal y propio progreso,
por otra.
Algunas creencias han sido repetidas con tanta frecuencia que hasta pueden
parecer verdaderas. En la gestión del tiempo también hay mitos, aparentemente
ciertos, que perjudican los compromisos reales de un estilo de vida organizado.
Todos, de una forma u otra, tenemos obsesiones con el tiempo. Por ejemplo:
enfadarse con los semáforos rojos, ver cómo otra hilera avanza más que la suya
o sentirse culpable por no hacer algo productivo los fines de semana. En principio
no es problemático, pero es preciso estar alerta a estos síntomas que indican una
excesiva preocupación por el tiempo.
d. Un estilo sirve para todo. Bien es cierto que hay estrategias que pueden
ser aplicadas a todas las personas (establecer prioridades o delegar); sin
embargo, muchas situaciones requieren un ángulo personalizado para el estilo
de cada individuo.
Hay cuatro formas de ordenar las tareas y entender su relación con el tiempo.
Éstas son:
a. El principio de Pareto
Vifredo Pareto fue un famoso economista italiano que estableció a principios del
siglo pasado que la riqueza estaba desigualmente repartida en la sociedad italiana
de su tiempo: un 20% de la población poseía el 80% de los bienes. A partir de
esa reflexión desarrolló el siguiente principio:
Este principio es más conocido como regla del 80/20: el 20% del tiempo de
trabajo de una persona contribuye al 80% de los resultados (éstas no tienen más
pretensión que la de establecer órdenes de magnitud).
b. El criterio ABC
Una forma ampliada y muy utilizada del principio anterior es la que conocemos
como «criterio ABC». En su aplicación al uso del tiempo, el criterio ABC recuerda
que una pequeña parte del tiempo de trabajo produce la mayor parte de los
resultados: el 15% de las actividades origina el 65% de éstos. A este grupo lo
llamaremos “A”. El siguiente grupo, al que llamaremos “B”, genera otro 20% de
los mismos. El 65% restante, el grupo “C”, tan sólo aporta el 15% faltante.
Obviamente, son las actividades localizadas en el grupo “A” las que deben recibir
prioridad absoluta. Cuando se trabaja en equipo, lo más probable es que sea el
propio jefe quien deba ocuparse directamente de este tipo de actividades.
Las tareas de tipo “B” tenderán, probablemente, a ser delegadas en más de una
ocasión.
Bastantes tareas del tipo “C” pueden merecer la delegación, una ejecución rápida
(con el menor consumo de tiempo) o incluso el olvido.
c. La ley de Parkinson
Esta ley explica por qué las cosas llevan más tiempo del que deberían: “Todo
trabajo se dilata indefinidamente hasta ocupar todo el tiempo disponible para su
completa realización”.
A todos nos ha ocurrido alguna vez algo parecido: cualquier tarea insignificante
nos ha llevado mucho más tiempo del necesario, sólo porque no teníamos alguna
otra tarea pendiente que limitase el tiempo dedicado a la primera.
Trabajar sin plazos, sin tener en cuenta la existencia de otras tareas que también
deben ser realizadas, supone un elevado riesgo. Si se asigna una hora a una
tarea, es casi seguro que llevará una hora hacerla, cuando menos. Pero si se
asigna sólo media hora, posiblemente ocupará media hora o poco más.
La relación entre las tareas realizadas y el tiempo que invertimos en ellas está
condicionada no sólo por la naturaleza de las tareas, sino también por
comportamientos muy profundos y complejos (nuestros hábitos), consecuencia
de un largo proceso de educación y entrenamiento iniciado en nuestra infancia.
a. Primera ley
“El tiempo que requiere una tarea crece cuando la interrumpimos y la
reanudamos”; es decir, las tareas se alargan al interrumpirlas.
La interrupción no sólo nos roba tiempo, sino que nos hace retroceder, y, a veces,
perder el hilo o parte de la tarea realizada.
b. Segunda ley
“Para una tarea corta siempre hay un minuto; para una larga nunca hay tiempo.”
Nos resulta difícil programar tareas de envergadura. Nos sentimos, literalmente,
sin tiempo para ellas; y, cuando las intentamos, su ejecución tropieza con mil
dificultades y parece no avanzar. Es una consecuencia lógica de lo expuesto en
esta ley.
c. Tercera ley
“Lo perfecto no resulta rentable.” La experiencia nos permite establecer un
gráfico que recoge (de forma intuitiva) cómo varía el valor de un trabajo
cualquiera en función del tiempo que se le dedica. El gráfico es aplicable, de igual
forma, a un trabajo sencillo que a una tarea más compleja.
Podemos concluir que se hace fácil dedicar demasiado tiempo a tareas cortas y
poco importantes, y poco tiempo a otras largas que lo son mucho.
En resumen, la forma de mejorar nuestro uso del tiempo no está, como muchos
suelen suponer, en dedicar menos tiempo a cada actividad, sino en invertir en
cada una lo necesario, que a veces será más del que actualmente dedicamos (en
actividades largas e importantes), y en otros casos puede ser disminuido o
reducido a cero.
d. Cuarta ley
“La excelencia requiere dedicar cuatro veces menos tiempo a lo que sólo es
urgente para poder dedicar cuatro veces más tiempo a lo que sólo es importante.”